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  LA EPOPEYA DE TARAPACÁ, TACNA Y ARICA Recordando al héroe de Arica: 7 de junio de 1880 Hugo Vallenas y Luis Zal dívar Del libro: Tacna: 200 años de peruanidad 1811-2011 (Banco de la Nación, 2011) PARA LA DEFENSA de Moquegua, Tacna, Arica, Tarapacá e Iquique, el alto mando peruano formó el “I Ejército del Sur”, con unos 7.500 efectivos. Su comandante general fue el general Juan Buendía, al mando de seis divisiones, cada una de 1.250 hombres como promedio. La II División tuvo como jefe al coronel Andrés Avelino Cáceres; la III División tuvo como jefe al coronel Francisco Bolognesi. A dicho ejército se sumó el contingente, de unos 4.500 hombres, del ejército boliviano aliado. Esta fuerza de tierra mantuvo durante la campaña naval un esquema estrictamente defensivo y no entró en combate. Mientras tanto, el ejército chileno, en los seis meses que duró la campaña naval, entrenó para la invasión del sur del Perú una fuerza expedicionaria no menor de 15.000 efectivos, haciéndola diestra en operaciones ofensivas. Varios batallones como el Buin, el 2do de Línea, el 3ro, el 4to y el Santiago, fueron elevados a la categoría de regimientos, con unos 900 hombres cada uno. Cada regimiento chileno constaba de dos batallones, cada cual con cuatro compañías de 200 soldados cada una. El general Justo Arteaga era comandante en jefe; con el general de brigada Erasmo Escala al mando de la infantería; el general de brigada Manuel Baquedano al mando de la caballería; y el coronel Emilio Sotomayor como jefe de las reservas. De Pisagua a Tarapacá Tres semanas después de la derrota de Grau en Angamos, el 2 de noviembre de 1879, desembarcaron en Pisagua unos 10 mil soldados chilenos, apoyados por toda la escuadra de guerra y diez transportes. Condujo el desembarco el general Erasmo Escala. La guarnición peruana de Pisagua ofreció resistencia, que costó 330 víctimas al ejército de ocupación. Un fuerte contingente partió hacia el norte y otro hacia Iquique. El 19 de noviembre las fuerzas aliadas de Perú y Bolivia se enfrentaron al ejército chileno en las alturas del cerro de San Francisco. Si bien la infantería aliada era superior en número (7.400 peruanos y bolivianos contra 6.000 chilenos), los primeros contaban sólo con 18 cañones contra 34 modernas piezas de artillería del adversario, que además había logrado ocupar la cima del cerro San Francisco. En este combate destacó la acción valerosa del batallón Zepita, al mando del coronel Andrés Avelino Cáceres, que logró alcanzar la cumbre del cerro y apoderarse de dos

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 LA EPOPEYA DE TARAPACÁ, TACNA Y ARICARecordando al héroe de Arica: 7 de junio de 1880

Hugo Vallenas y Luis Zaldívar

Del libro:Tacna: 200 años de peruanidad 1811-2011 (Banco de la Nación, 2011)

PARA LA DEFENSA de Moquegua, Tacna, Arica, Tarapacá e Iquique, el alto mandoperuano formó el “I Ejército del Sur”, con unos 7.500 efectivos. Su comandantegeneral fue el general Juan Buendía, al mando de seis divisiones, cada una de 1.250hombres como promedio. La II División tuvo como jefe al coronel Andrés AvelinoCáceres; la III División tuvo como jefe al coronel Francisco Bolognesi. A dicho ejércitose sumó el contingente, de unos 4.500 hombres, del ejército boliviano aliado. Estafuerza de tierra mantuvo durante la campaña naval un esquema estrictamentedefensivo y no entró en combate.

Mientras tanto, el ejército chileno, en los seis meses que duró la campaña naval,entrenó para la invasión del sur del Perú una fuerza expedicionaria no menor de15.000 efectivos, haciéndola diestra en operaciones ofensivas. Varios batallones como

el Buin, el 2do de Línea, el 3ro, el 4to y el Santiago, fueron elevados a la categoría deregimientos, con unos 900 hombres cada uno. Cada regimiento chileno constaba dedos batallones, cada cual con cuatro compañías de 200 soldados cada una. El generalJusto Arteaga era comandante en jefe; con el general de brigada Erasmo Escala almando de la infantería; el general de brigada Manuel Baquedano al mando de lacaballería; y el coronel Emilio Sotomayor como jefe de las reservas.

De Pisagua a Tarapacá

Tres semanas después de la derrota de Grau en Angamos, el 2 de noviembre de 1879,desembarcaron en Pisagua unos 10 mil soldados chilenos, apoyados por toda laescuadra de guerra y diez transportes. Condujo el desembarco el general Erasmo

Escala. La guarnición peruana de Pisagua ofreció resistencia, que costó 330 víctimas alejército de ocupación. Un fuerte contingente partió hacia el norte y otro hacia Iquique.El 19 de noviembre las fuerzas aliadas de Perú y Bolivia se enfrentaron al ejércitochileno en las alturas del cerro de San Francisco. Si bien la infantería aliada erasuperior en número (7.400 peruanos y bolivianos contra 6.000 chilenos), los primeroscontaban sólo con 18 cañones contra 34 modernas piezas de artillería del adversario,que además había logrado ocupar la cima del cerro San Francisco.

En este combate destacó la acción valerosa del batallón Zepita, al mando del coronelAndrés Avelino Cáceres, que logró alcanzar la cumbre del cerro y apoderarse de dos

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cañones adversarios. Hubo durante varias horas una esforzada disputa cuerpo acuerpo por el dominio del cerro, en la que Cáceres recibió el apoyo del batallón delcoronel Leoncio Prado. A las 17:00 horas, extenuada y falta de refuerzos, la avanzadaaliada se replegó sin poder concluir la toma del cerro.

Arriba: Francisco Bolognesi en 1864 y soldado de infantería peruano. Debajo:Soldado de infatería boliviano y soldado de infatería chileno.

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 Las fuerzas aliadas se replegaron hasta Tarapacá, con el fin de aprovisionarse e iniciaruna contraofensiva. El comandante chileno, el general Escala, envió a presentar batallauna expedición de 3.900 hombres, al mando del coronel Luis Arteaga. En horas de lamadrugada del 27 de noviembre de 1879, la fuerza chilena tomó posición ofensiva enlas colinas al oeste de la ciudad de Tarapacá, con la intención de cortar la salida a los

aliados y evitar toda comunicación con Arica.

El coronel Andrés A. Cáceres, jefe de la II División peruana, dividió los 3.000 hombresbajo su mando en tres columnas, con orden de actuar enérgicamente en grupos deguerrilla hasta desplazar de las alturas a los chilenos. La batalla se inició alrededor delas 9:15 de la mañana. Luego de una carga con bayoneta el batallón Zepita alcanzó lacima de una de las colinas, logrando capturar cuatro cañones y todas las municionesde los adversarios. Desde esta ubicación, los aliados infligieron un daño severo a lainfantería chilena, hasta que el intenso asedio la obligó a retroceder en desorden tresmillas atrás de las colinas. Ante la llegada de refuerzos peruanos, entre ellos elbatallón Iquique Nº 1, cuyo jefe era Alfonso Ugarte, Cáceres ordenó perseguir a loschilenos.

Los aliados atacaron con fuerza a los invasores por el sudeste de Tarapacá. Unacolumna chilena se apartó y entró sorpresivamente en la ciudad, pero fue vencida porlos defensores aliados luego de una cruenta lucha casa por casa. Los batallones de la IIDivisión, al mando del coronel Bolognesi, tuvieron un papel decisivo en este tramo dela batalla, distribuyéndose entre la defensa de la ciudad y la parte más dura de lalucha cuerpo a cuerpo en la primera línea. Luego de casi 8 horas de enfrentamiento,las fuerzas peruanas y bolivianas lograron imponerse. Los chilenos sufrieron 800 bajasy los aliados cerca de 500.

Sin embargo, por falta de recursos, los peruanos no pudieron consolidar la victoria entérminos de una mayor recuperación territorial. Los chilenos mantuvieron el controlsobre Pisagua e Iquique, hostilizaron los puertos de Ilo e Islay y reconcentraron sus

fuerzas para una ofensiva más efectiva.

Mientras tanto, en Lima, magnificadas las noticias de la ocupación chilena del sur,cundía el desgobierno, acrecentado el 18 de diciembre por la inexplicable partida delpaís del presidente Mariano Ignacio Prado. Hubo sublevaciones en Lima y Callao quefinalmente impusieron en el poder, el 22 de diciembre, al caudillo civil Nicolás dePiérola, que a la larga tampoco aportó una mejor administración ni una superiorconducción militar. En Bolivia también fue reemplazado el presidente Hilarión Daza porel general Narciso Campero.

Campaña de Tacna

El 25 de febrero de 1880, el alto mando chileno dio inicio a su segunda campaña

invasora, desembarcando en Moquegua un ejército de 12.000 hombres al mando delgeneral Manuel Baquedano. El plan chileno era asegurar un rápido dominio del vastoescenario comprendido entre el puerto de Ilo y los ríos Azapa y Azufre por el sur. Paratal efecto, Baquedano decidió consolidar posiciones en Moquegua, con el fin de cercarTacna y tomarla con más facilidad. Mientras tanto, en el mando supremo del Ejércitoperuano del Sur había sido reemplazado el general Buendía por el contraalmiranteLizardo Montero. Las condiciones de suministros y armamentos del ejército aliado erancríticas y no permitían resistir con éxito la ofensiva chilena en Tacna y Arica.

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El puerto de Arica, ubicado a 65 kilómetros al sur de Tacna, tenía una importanciacrucial para la estrategia chilena por ser, prácticamente, un punto obligado denavegación. El ejército peruano volcó todo su esfuerzo en fortificarlo. En 1880 elmando de Arica pasó del coronel Camilo Carrillo al coronel Francisco Bolognesi. Lostrabajos defensivos, sobre todo un sistema de minas, fueron encomendados a dosmilitares y a un civil, el ingeniero Teodoro Elmore. En lo alto del Morro, una posición

fortificada tenía una importante dotación de artillería y en la rada, el monitor MancoCápac, inmovilizado en el puerto, cumplía las funciones de batería artillera naval,apoyada por la lancha cañonera Alianza. También contaba la plaza con tres baterías deartillería rasante, apuntando hacia el mar y hacia el valle de Chacalluta, y una red deparapetos y casamatas en los flancos norte y sur. En el flanco este, sobre el llano,había siete baterías ubicadas en dos fortines, llamados Este y Ciudadela, con punteríahacia el mar y hacia el valle de Azapa. Detrás del fuerte Este había 18 reductos parafusileros unidos entre sí. Más atrás se ubicaba el punto fortificado llamado CerroGordo, y tras él, el Morro de Arica, custodio natural de la ciudad y el puerto.

Soldados chilenos muertos en el campo del Alto de la Alianza

El 27 de febrero el enemigo intentó tomar Arica por mar, siendo rechazado con éxito.El monitor Manco Cápac  logró acertar con sus proyectiles sobre el monitor Huáscar ,ahora nave chilena, matando a su capitán. Sin embargo, la escuadra chilena mantuvoa prudente distancia un estricto bloqueo de la bahía. El 17 de marzo, con gran audacia,la corbeta Unión, al mando de capitán Manuel Villavicencio, ingresó al puerto y pudodesembarcar pertrechos y provisiones, para luego partir con rumbo norte, protegidapor sus propios cañones y por la artillería de tierra.

Batalla del Alto de la Alianza

Habiendo sido rechazado el ataque naval del 27 de febrero, los chilenos decidierontomar primero Tacna y luego atacar Arica entre dos fuegos. Enterado de estemovimiento, el ejército peruano se propuso no permitir que la ciudad de Tacna seatomada. Es así que el 26 de mayo de 1880, en las inmediaciones de la ciudad, en loscerros del Intiorco, se realizó la batalla del Alto de la Alianza, donde unos 9 milperuanos y bolivianos se enfrentaron a 20 mil chilenos. Fue la acción de armas demayor envergadura entre las fuerzas contrincantes y también la más cruenta. Estaban

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al mando de las fuerzas aliadas el contralmirante Lizardo Montero y el general NarcisoCampero, presidente de Bolivia.

A las 11:45 am, se iniciaron las acciones, en base a un ataque masivo de la infantería,la caballería y la artillería ligera chilenas. Distintas columnas y batallones se alternabanen el ataque a los aliados para no darles descanso. Tras agotar las municiones y sufrir

numerosas bajas, a las 3:30 pm las fuerzas aliadas abandonaron vencidas y dispersasel campo de batalla. Aquí el ejército chileno puso en práctica su tristemente célebre  “repase”, ultimando con bayonetazos a los rendidos y los heridos. A las 5 pm, elejército chileno ocupó la ciudad de Tacna, dando lugar a un inenarrable vandalismo. Laresistencia de los civiles en las calles fue inútil ante a la fiereza del numeroso ejércitoinvasor. Tras la derrota las fuerzas bolivianas se replegaron al altiplano y el 26 demayo se declararon oficialmente fuera del conflicto. Tomada Tacna, el ejército chilenohabía asegurado posiciones a todo lo largo de la costa peruana desde Moquegua haciael sur, con la sola excepción de Arica.

Las fuerzas enfrentadas

En Arica, la fuerza militar peruana era de poco más de 1.600 combatientes efectivos.

Frente al ejército chileno, tenía como desventaja no ser una fuerza homogénea encuanto a entrenamiento y experiencia y tampoco tener armamento unificado. Habíafusiles y carabinas de diferente modelo, calibre y alcance, lo cual dificultaba elrendimiento táctico colectivo y, por supuesto, creaba contratiempos con el suministrode municiones. Muchos oficiales peruanos habían demostrado su valor en el campo debatalla pero pocos eran militares profesionales. Los coroneles Bolognesi e Inclán eranmilitares experimentados, pero Alfonso Ugarte, Ramón Zavala, Ricardo O'Donovan, yel argentino Roque Sáenz Peña, eran civiles jóvenes, que se habían incorporadovoluntariamente al ejército al declararse la guerra y pronto ganaron grados militarespor su desempeño en combate.

Dos días después de la derrota del Alto de la Alianza, la noche del 28 de mayo, los

peruanos celebraron un consejo de guerra, en el cual todos los oficiales, con una solaexcepción, la del coronel Agustín Belaúnde, acordaron resistir hasta las últimasconsecuencias y aprobaron un plan de defensa. El coronel Belaúnde, un políticopierolista arequipeño a quien se otorgó rango militar por favoritismo, no sólo fue la vozdiscordante sino que poco después desertó junto con algunos oficiales de su entorno.Por su parte, el contralmirante Montero había realizado en Tarata un consejo de guerrapara decidir las acciones a adoptar. Este consejo resolvió proseguir la marcha haciaArequipa vía Puno. Aquí el voto discordante fue el del coronel Andrés Avelino Cáceres,quien insistió ante Montero bajar hacia Arica para socorrer a Bolognesi. Los defensoresde Arica nunca supieron que sus esperanzas de refuerzos y socorro eran vanas.

El 2 de junio, el general chileno Baquedano ordenó movilizar desde Tacna hacia Aricalas tropas de reserva que no combatieron en el Alto de la Alianza más algunos cuerpos

de elite. Eran aproximadamente 6.500 hombres. La estrategia de Baquedano consistíaen avanzar rodeando la cordillera, apareciendo en Arica sobre el valle de Chacalluta.Para el día 4 de junio el ejército chileno había rodeado todos los flancos de la defensade Arica. Ese día Bolognesi envió uno de sus tantos mensajes sin respuesta,reclamando información y órdenes a su superior, el contraalmirante Montero, y alcoronel Segundo Leyva, jefe del II Ejército del Sur, con sede en Arequipa: "Señorgeneral Montero o coronel Leyva: (...) No he recibido hasta hoy comunicación algunaque me indique el lugar en que se encuentra, ni la determinación que haya tomado. Elobjeto de ésta es decir a U.S. que tengo al frente 4.000 enemigos poco más o menos,

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a los cuales cerraré el paso a costa de la vida de todos los defensores de Arica, aunqueel número de los invasores se duplique”. Ante la falta de respuestas, el fogueadocoronel consideró su obligación mantener la plaza en pie, a la espera de unacontraofensiva peruana o, en el límite, para salvar el honor del Perú.

Inclán en 1878, Bolognesi en 1864, fotografías del Estudio Garreaud

Bolognesi: “hasta quemar el último cartucho”A las 8:00 horas del sábado 5 de junio de 1880, las baterías chilenas iniciaron unnutrido bombardeo contra las defensas de primera línea y contra el fuerte Ciudadela.Las baterías peruanas en el morro y en el llano apenas contestaron el fuego,esperando que la infantería chilena entre en acción. Luego hubo una calma chicha. Los jefes chilenos del sitio de Arica, si bien eran concientes de su superioridad numérica,no desestimaban el poder de fuego de la plaza peruana. Consideraron prudentesolicitar la rendición mediante un grupo de parlamentarios, encabezados por el mayorde artillería Juan de la Cruz Salvo. La propuesta consistía en dejar partir haciaterritorio no ocupado por Chile a todos los efectivos peruanos, incluso portandoarmamento ligero, dejando a cambio la artillería, los explosivos, los torpedos y elmonitor Manco Cápac.

De la Cruz Salvo y sus acompañantes fueron recibidos cerca del mediodía por elcoronel Ramón Zavala, jefe del batallón Tarapacá, quién condujo solo al líder del grupohasta la sede del estado mayor peruano, ubicado en el jirón Ayacucho de la ciudad deArica, en la falda del cerro y en dirección a la calle Real del puerto. Bolognesi declinócortésmente la propuesta de rendición, pero pidió al oficial chileno que le permitierarealizar una última consulta con su estado mayor. Pocos minutos después regresóBolognesi y, rodeado de sus oficiales, expuso brevemente al emisario chileno que teníael respaldo unánime de ellos y que Arica no se rendiría, que “tenía deberes sagrados

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que cumplir”, y que los cumpliría “hasta quemar el último cartucho”. Allí concluyó laentrevista. El parte oficial sobre esta campaña chilena, firmado el 21 de junio en Aricapor el general Baquedano, reseña con toda claridad la célebre respuesta del jefeperuano: "El señor Bolognesi respondió, después de consultar con sus jefescompañeros, que estaba dispuesto a salvar el honor de su país quemando el ultimocartucho”.

Es pertinente señalar que, pocos años después, el mayor De la Cruz Salvo negó quefuera cierta la célebre respuesta de Bolognesi. Mediante un artículo firmado el 18 desetiembre de 1885 (luego incluido en la séptima serie de sus Tradiciones), RicardoPalma tuvo el acierto de responder con pruebas irrefutables que obligaron a De la CruzSalvo, desprestigiado, a guardar silencio.

El morro de Arica con pertrechos militares en la época de la guerra.

Palma mencionó que la frase se hizo muy conocida en la prensa de la época y queposteriormente fue confirmada, no sólo por el comandante Roque Sáenz Peña,voluntario argentino solidario con el Perú que estuvo presente en la escena y quedóherido y prisionero después de la batalla, sino también por el historiador chilenoBenjamín Vicuña Mackenna, escrupuloso autor de la Historia de la Guerra del Pacífico,

en cuyo tercer tomo menciona explícitamente "quemaremos el último cartucho" comorespuesta de Bolognesi, consignando: "La intimación de Arica me fue referida por elmayor Salvo a los pocos días de su llegada a Santiago, en junio de 1880, conduciendoen el Itata a los prisioneros de Tacna y del Morro, y la hemos conservado con toda lafidelidad de un calco".

A las 11 horas del 6 de junio, los chilenos efectuaron un nutrido ataque de artillería,esta vez desde tierra y desde el mar. Hubo una contundente respuesta de las bateríasperuanas, que demostraron tener una posición defensiva aventajada. En la bahía deArica, las naves chilenas Magallanes, Cochrane y Covadonga sufrieron serias averías.

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En el llano, la infantería chilena intentó un avance desde las pampas del Chinchorrohacia el flanco norte de los peruanos, pero el fuego de la artillería peruana la obligó aretroceder. A las cuatro de la tarde, el ataque chileno fue suspendido.Esa misma noche, el comando chileno decidió enviar una nueva propuesta de rendicióna los peruanos. Esta vez se escogió como emisario al ingeniero peruano TeodoroElmore, quien se hallaba prisionero en el cuartel general chileno desde el 2 de junio.

Elmore había dado a los chilenos su palabra de honor de volver al campamentoenemigo con la respuesta, pero Bolognesi no quiso recibirlo y su esfuerzo a favor de larendición fue mal visto por los demás jefes peruanos.

El estado mayor del ejército peruano en Arica decide combatir “hasta quemarel último cartucho”. De izquierda a derecha: 1.- desconocido; 2.- tenientecoronel Ramón Zavala; 3.- Coronel Marcelino Varela Berríos; 4.- desconocido;5.- Coronel Francisco Bolognesi; 6.- teniente coronel José de la Torre; 7.-desconocido; 8.- Coronel Alfonso Ugarte Vernal; 9.- Teniente coronel MedardoCornejo; 10.- Coronel Justo Arias Aragüez; 11.- teniente coronel Ricardo

O’Donovan Córdova; 12.- Teniente coronel Roque Sáenz Peña.La batalla de Arica

Al amanecer del lunes 7 de junio se inició el asalto de la plaza, siendo encargado de laconducción de las acciones el coronel chileno Pedro Lagos. El primer objetivo fueron losfuertes Este, al mando del coronel Inclán, y Ciudadela, al mando del coronel JustoArias. No obstante las minas y el intenso tiroteo de los peruanos, la superioridadnumérica permitió avanzar a los chilenos, hasta producirse el enfrentamiento cuerpo a

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cuerpo. Al aumentar el número y el ímpetu de los atacantes, los combatientes deambos fuertes decidieron retroceder hasta la línea de trincheras y parapetos de CerroGordo, a 200 metros del Morro. El cabo de artillería Alfredo Maldonado Arias, con el finde cubrir el repliegue de sus compañeros, prendió fuego al polvorín del fuerteCiudadela, muriendo en la explosión. Después de Cerro Gordo ya no había retrocesoposible. Allí tuvo lugar un prolongado y sangriento duelo en el que no se dio ni se pidió

cuartel, hasta que ya no hubo peruanos sobrevivientes. En ese tramo de la batalla sesacrificaron heroicamente los coroneles Inclán, Arias y Ricardo O’Donovan y perdieronla vida todos los efectivos del batallón Artesanos de Tacna.

La batalla de Arica, pintura de Juan Lepiani.

Para contener el avance chileno en el flanco este, Bolognesi trasladó a ese lugar 500soldados de la VIII División, provenientes de los fortines del norte, al mando delcoronel Ramón Zavala. Tuvieron que cruzar gran parte de la ciudad y rodear la faldadel Morro para llegar a los parapetos de Cerro Gordo, donde fueron emboscados yultimados por los chilenos. Allí murió Zavala respondiendo al fuego chileno a pechodescubierto. Otra tenaz batalla libraron en el flanco norte los batallones Iquique y

Tarapacá, cuyos sobrevivientes volaron con dinamita parapetos y baterías para facilitarsu repliegue hasta las defensas más cercanas a la ciudad.

Mientras tanto, el fuerte contingente chileno que se abrió paso por el flanco este, inicióla captura del Morro, sufriendo importantes bajas en el primer intento. Durante unahora se dio una intensa pugna por el dominio de dicho promontorio. Defendiendopalmo a palmo sus laderas murieron los comandantes navales Adolfo King y AnacletoMartínez. En la meseta de la cima, 500 peruanos agrupados en torno a Bolognesilibraron la lucha final contra miles de chilenos. Al lado de su comandante en jefe se

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inmoló el coronel Alfonso Ugarte, cuya muerte no ocurrió arrojándose al mar a caballoy con la bandera en las manos, como el sentimiento popular ha querido imaginar, sinoa pie firme, empuñando la pistola y el sable. También murió al lado de Bolognesi elcapitán naval Juan Guillermo More, este último comandante de la fragataIndependencia, que encallara durante el combate de Iquique.

El otro sector de las fuerzas chilenas, luego de tomar los fuertes y parapetos de losflancos norte y sur, se concentró en el perímetro de la ciudad, donde fueron contenidaspor minas y otros explosivos, y por los disparos de efectivos dispersos de la infanteríaperuana reagrupados en las escaleras de la catedral, donde se improvisó un parapetofortificado. Pronto la superioridad numérica chilena los doblegó.

Quemado el último cartucho y agotadas las fuerzas de sus 63 años, FranciscoBolognesi cayó después de recibir dos descargas de fusilería. Mientras se desangrabafue rematado a culatazos por un soldado chileno. Al saberse vencedora del Morro, latropa chilena estalló en febril algarabía, atacando con crueldad a heridos y contusos, yarrojando muchos de ellos, vivos todavía, barranco abajo. El llamado al orden de los jefes contuvo esta insanía y salvó la vida de los pocos oficiales sobrevivientes, comofue el caso de los comandantes Manuel de la Torre y Roque Sáenz Peña.

Cerca de las diez de la mañana, desde la rada del puerto, constatada la derrotaperuana, el capitán del Manco Cápac , José Sánchez Lagomarsino, hundió la nave antesde rendirse. La cañonera Alianz a logró escapar hacia Pacocha, pero fue capturada porla marina chilena.

Después de la batalla, la ignominia

En la ciudad de Arica, una vez concluida la batalla, las tropas chilenas, al mando delcoronel Pedro Lagos, se comportaron con ensañamiento inaudito contra los civiles —peruanos y de otras nacionalidades— y contra los pocos efectivos encargados delorden público que, ajenos a los hechos de guerra, imploraban el respeto de las vidas

inocentes. Varias decenas de ciudadanos refugiados en sedes consulares fueronextraídos a viva fuerza y fusilados. La población reunida en la catedral y la plaza dearmas fue abaleada a mansalva. Se incendió viviendas y edificios públicos. Se ultrajó amujeres y niños. Un grupo de civiles escondido en un pozo fue ultimado a pedradaspor la soldadesca. El embajador norteamericano en el Perú elevó a su gobierno uninforme donde denunciaba, a propósito de Arica: “Las tropas chilenas se han conducidono como un ejército formalmente organizado por una nación que se llama civilizada,sino como una horda de salvajes errantes, ultimando a los heridos. En el consuladobritánico se refugiaron unos cuantos dispersos, los arrastraron hasta la plaza y allí losfusilaron, y después saquearon la casa. Esto no ha sido guerra, sino una matanza pormayor”.

La batalla de Arica ha sido una de las más cruentas del siglo XIX. De los 1.650

hombres que tomaron parte activa en la batalla por el lado peruano, poco más de 900murieron, cerca de 200 quedaron heridos y hubo 500 prisioneros. De los 19 jefesperuanos de operaciones, murieron 13. De los jefes de división sólo sobrevivieronRoque Sáenz Peña, Manuel la Torre y Marcelino Varela. Por su parte, los chilenos sóloregistraron 144 muertos y 337 heridos, sobre un total de 6.500 efectivos. No es usualque en este tipo de batallas una de las partes tenga tan elevada mortandad, que losprisioneros sean pocos respecto a los muertos, y que mueran casi todos los oficiales.Este resultado señala a todas luces que el vencedor no obró en buena ley.

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Tacna no se rindió

Las siguientes generaciones de peruanos hicieron de Bolognesi una figura simbólica delpatriotismo. Hoy es el patrono del ejército. La posteridad también ha rendidohomenaje al heroísmo del pueblo tacneño: a los cientos de voluntarios quecombatieron en los batallones Artesanos de Tacna, Tarapacá e Iquique, casi sin dejar

sobrevivientes; a los ciudadanos anónimos que hicieron frente a los vandálicosocupantes de Tacna y de Arica cuando todo estaba perdido; y a los que siguierondefendiendo la peruanidad durante el cautiverio.

Pero hubo otros más todavía. El historiador chileno Vicuña Mackenna consigna queentre el 7 y 18 de abril de 1880, un mes antes de la batalla del Alto de la Alianza, elprimer avance chileno hacia la ciudad de Tacna, comandado por el coronel JoséFrancisco Vergara, fue obstaculizado por la acción de una brigada de montoneros oguerrilleros, armada en su mayoría con picas y machetes, y dirigida por el tacneñoGregorio Albarracín. Atacó desde Locumba hasta Tacna, dando lugar a que undestacamento especial de la avanzada chilena se encargue de perseguirlos yeliminarlos. Fueron identificados como campesinos del lugar, como “40 o 50 cívicos ocultivadores de algodón” sin mayor entrenamiento militar. Dieron su batalla final el 18

de abril, cercados por casi 500 jinetes chilenos, entre los pajonales próximos a laciudad de Tacna. Fueron los primeros mártires, anónimos, de la campaña de Tacna.

Arica bajo ocupación chilena en 1880.