La Escuela de Virtud Vindicada

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LA ESCUELA DE LA VIRTUD VINDICADA

PRESENTACION

Francisco Palau hubo de defender primero su tenor de vida; luego, su obra apostlica. Lo uno, en la Vida Solitaria; lo otro, en este libro. Es singular dentro de su produccin lite raria. Tambin lo fue, en la vertiente de la accin, la empresa narrada y vindicada: la Escuela de la Virtud. Nunca logr xitos tan resonantes como en esa obra: rpida en la concepcin, excelente en la organizacin, inten sa y extensa en la penetracin socio-religiosa. Efmera, en cambio, en la existencia (noviembre 1851marzo 1854). No por falta de vitalidad, sino por todo lo contrario. La magnfica institucin catequtica de la Escuela muri a golpe de calumnia y autoritarismo. Es historia bien conocida. Motivacin y finalidad del libro. Involucrada injusta mente la Escuela de la Virtud en las huelgas y revueltas laborales que sacudieron a Barcelona en la primavera de 1854, las autoridades civiles y militares cargaron responsabi lidades inexistentes sobre Francisco Palau, en cuanto direc tor de aquella institucin. En respuesta a los intentos de explicarse y justificarse de burdas acusaciones, se le confin en la isla de Ibiza. Apenas hall en ella mnimo acomodo, se dedic a salvar los despojos de la Escuela y a vindicar su nombre y su honor. Tal fue el origen y motivacin de un proyecto que aca bara en libro: el que llena estas pginas. A los tres meses de estancia en Ibiza tena ya redactada una sucinta apologa.

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Pens publicarla clandestinamente en Francia, o en Espaa sin pie de imprenta. Disuadido por consejo de amigos y anti guos colaboradores, archiv sus cuartillas en espera de oca sin ms propicia. La suprimida Escuela de la Virtud sigui produciendo suspicacias y noticias tras el confinamiento del director. Este fue recogindolas y ordenndolas con cuidado. Pudo as redondear el proyecto primitivo de defensa. Un ao antes de recobrar la libertad tena ultimado el libro y se lo ofreci al editor madrileo F. Gamayo, quien lo acogi generosamente en su imprenta. Apareci en 1859 con el ttulo conocido: La Escuela de la Virtud Vindicada. Historia fidedigna y alegato apologtico de la gran empresa palautiana. Eso quiso ser y eso result el libro. Estructura y contenido. Se trata del escrito mejor construido y redactado de Francisco Palau. Se desarrolla a tenor del esquema siguiente: Comienza sentando los principios que sirvieron de soporte pastoral y doctrinal a la Escuela de la Virtud, sin tetizndolos en estas afirmaciones bsicas: la Iglesia tiene confiada la misin de predicar el evangelio. Debe realizarla buscando las formas ms adecuadas a cada lugar y momen to. Para ello ha de contar con plena libertad de accin en su propio campo religioso. La Escuela fue precisamente eso: una de las mil formas que puede y debe adoptar la predica cin del evangelio de Cristo. Tal fue la razn de su existencia. A partir de esa justificacin, el autor se detiene en des cribir con minucia la organizacin, el funcionamiento, los mtodos y los programas desarrollados en la enseanza de la virtud. Insiste machaconamente en la finalidad perseguida como motivacin ltima de la obra: educar en la virtud cris tiana a los hombres, no slo favorece su elevacin cultural, sino que contribuye tambin a formar ciudadanos responsa bles de sus deberes cvicos y sociales. No persegua otra cosa la Escuela.

En la tercera seccin rene y repasa uno a uno los cargos lanzados como acusaciones malignas por la prensa sectaria y antirreligiosa. El repaso se desglosa en dos apar tados: primero, acusaciones antes de la supresin, como campaa para desacreditarla; luego, infundios y calumnias al momento de la supresin. Los cargos ms graves se hacan desde el flanco de la poltica, presentando a la Escuela como centro de intrigas y conspiraciones. A cada acusacin sirve el autor cumplida respuesta, tomndola a veces de la prensa que le era favorable. Los cargos provenientes de la autoridad militar, para justificar su precipitada actuacin, se examinan en la cuarta seccin. Quedan al descubierto su arbitrariedad y falta de fundamento. Basta una narracin precisa de los hechos para derrumbar la acusacin injusta de participar en el motn. La pluma del autor corre veloz y tajante acumulando datos. La serenidad de la inocencia no le arrastra nunca al despre cio o a la injuria. Es capaz de disculpar errores y de eliminar malas intenciones. Concluye el relato apologtico con los sucesos motiva dos por el infausto viaje a Barcelona en 1857. Aprovecha la ocasin para resumir de nuevo los infundios de la prensa contra la Escuela, cuando ya sta era puro recuerdo. Careca de toda base la sospecha abrigada por las autorida des barcelonesas de que la Escuela haba sido un club comunista, socialista, mazziniano o algo parecido. Pura fan tasa. Una desgracia el que tuviera tan arraigadas estas ideas el general Zapatero. Francisco Palau conclua lapidario su apologa: Ni mi conciencia me acusa ni menos los tribu nales. El de ms alta instancia reconocera poco despus su absoluta inocencia. Las pginas de este libro tienen valor documental indis cutible. Constituyen la historia ms verdica y autorizada de lo que fue la Escuela de la Virtud. Su inters supera el mbito de lo autobiogrfico y el reducido alcance de episodio menor casi anecdtico de la Iglesia espaola en el siglo

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pasado. Aborda problemas de fondo repetidos, con variantes secundarias, en otras pocas y en otros lugares, hasta en los momentos actuales. Es la problemtica perpetua de la evan gelizacin en su roce con la sociedad humana y su organi zacin poltica. La edicin presente. Por voluntad del autor se hizo una tirada reducida del libro: los ejemplares suficientes para enviar a personas interesadas en conocer la verdad de la dramtica historia narrada en l. As se explica que, a vuelta de un siglo, el libro se haya vuelto autntica rareza bibliogr fica. Apenas se conoce un par de ejemplares de la edicin original. Se reimprimi en 1979 (Roma) en la serie Textos Palautianos, n. 6. Es el texto que se reproduce ahora, elimi nando las notas eruditas no necesarias para una lectura sen cilla. *** I

LA PREDICACION DEL EVANGELIOEN NACIONES CATOLICAS

Praedicate Evangelium omni creaturae. (Mc 16,15)1

1. La predicacin del Evangelio, vadeando los mares y penetrando por bosques y malezas intransitables, subiendo peas y montes inaccesibles, levanta all el magnifico, bello y firmsimo edificio de la Iglesia de Jesucristo. Obra sobrehumana! Empresa inspirada! Al pisar los misioneros de Dios esos vastos imperios, tribus y naciones infieles, les sale al encuentro la idolatra armada y, dado el quin vive? y desplegadas las banderas, principia la lucha. Lucha Dios en sus sacerdotes con la espada de dos filos de su palabra; lucha a favor del salvaje, del incrdulo, del idlatra, y ste resiste, contradice, no con doctrinas sino con anfiteatros, con el acero, con los grillos y cadenas y con el cadalso. La carne es crucificada por el mundo y la Cruz triunfa. Pasan los martirios, viene la fe. Somos ya catlicos! Est ya en pie el edificio de la Iglesia romana! La obra de Dios en el hombre est ya consumada? Ya no hay ms batallas?1. ed. orig., criaturaem (Math., c. XIV, v. 1).

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La obra de Dios en los hombres est bosquejada, delineada y principiada. Principiada y nada ms; porque la fe es el fundamento del edificio cristiano. Adelante! 2. La predicacin del Evangelio contina su obra, y, si martirios y tiranos hay para plantar la fe, martirios y tiranos habr para fundar la caridad y arraigarla en el corazn de la sociedad. La predicacin del Evangelio encuentra ms obstculos y dificultades para sostener la Iglesia de Dios en los pases catlicos que para fundarla de nuevo en los desiertos donde viven las tribus de los salvajes y en imperios donde est autorizada la idolatra y la infidelidad. Extender esta proposicin para que no se escandalice el flaco si ve en nuestros das a los misioneros destinados por Dios a naciones catlicas entre crceles y destierros, calabozos y cadalsos. 3. Se ha convertido ya el prncipe y sus vasallos, el sacerdote gentil y el pueblo, el magnate, el rico y el pudiente, y el desvalido y el pobre, el doctor, el sabio y las primeras capacidades, y el salvaje, el idiota y el rstico. Somos ya catlicos! La predicacin del Evangelio ha triunfado contra la incredulidad; ya todo es fe: tenemos templos consagrados al Dios de Israel, sacerdotes segn el orden de Melquisedech, culto religioso pblico. Todo es Religin, todo es catolicismo! La incredulidad, la hereja, el cisma, son crmenes de lesa nacin: no hay ms Religin que la catlica; tenemos el exclusivismo religioso prescrito por las leyes del Estado. Todo es fe catlica! Tenemos fe? Pues adelante; marchemos, progresemos; se han de ligar con esta virtud la esperanza y el amor de Dios y de los prjimos. Marchemos siempre, siempre adelante, hasta llegar a ser semejanza e imagen de Dios; adelante siempre. La prudencia, la justicia, la fortaleza, la templanza, estas cuatro

jefes de virtudes morales con sus respectivos coros, han de ser compaeras inseparables. Busqumoslas y posemoslas. Adelante la obra de Dios!. Somos catlicos! Bien, tenemos la fe; hemos dado el primer paso; continuemos y, para conducir la obra de Dios en el individuo y la obra de Dios en el cuerpo social a su ltima perfeccin, cunto tiene que trabajar la predicacin! Ella principi; ella ha de continuar hasta la fin. 4. Un retroceso! Ay de los retrgrados! El que no va adelante va atrs. La obra sta no puede detenerse en medio de su carrera; si se para esa mquina, se desconciertan sus piernas y quedan sin movimiento sus ruedas. Somos ya todos catlicos; la fe ha triunfado, y la esperanza, y la caridad, y la prudencia, y la justicia, y la fortaleza, y la templanza? Ah! Vienen las pasiones, se desencadenan, se desbordan, atacan, y he aqu una lucha encarnizada. El cristiano tiene fe; pero el uno ha sido derrotado por la avaricia, el otro ha cado en la impureza; all ya prevalece la ambicin, acull la gula y destemplanza, y estos cristianos derrotados forman una liga para sostenerse perdidos. De esta liga nace lo que se llama mundo, y stos, constituidos en mundo, resisten a Dios y a sus ministros, sacuden el yugo de la ley y ya no les queda ms que la fe; son catlicos, pero luchan contra Dios y su Iglesia para sostener la corrupcin de sus costumbres. De aqu a la incredulidad ya no hay barrera, ya no hay ms que un salto: Satans contina su obra y cuenta luego entre sus aliados los cristianos constituidos en mundo; cuenta, repito, luego prncipes, gobernantes, magnates, ricos, sabios y hasta sacerdotes, y con stos caen de todas las clases y jerarquas sociales. 5. As las cosas, entra el predicador enviado por Dios a ese pueblo, que se dice catlico, ve all la apostasa y todos los vicios en triunfo. Qu hace? Cual es su misin? Ha de convertir a los sabios. Misin ardua!

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Ha de convertir a los poderosos y ricos. Milagro! Ha de convertir hasta al sacerdote. Obra divina! Ha de lidiar, ciencia con ciencia, elocuencia con elocuencia, con los pseudodoctores y pseudooradores, filsofos que se creen poseer la quinta esencia de la luz, y necesita dotes muy especiales para hacerse or. Ha de luchar brazo tendido con los espritus fuertes y despreocupados que califican de fanatismo su misin, y se ha de preparar para recibir sus insultos, befas y desprecios. Ha de haberlas con una fraccin2 poltico-religiosa de reformistas, quienes, poniendo en juego la intriga, la mentira, la impostura y la calumnia, le envolvern en las redes de la poltica y le combatirn como hombre de partidos y banderas; y para esto ha de tener la paciencia, la constancia y la magnanimidad de los mrtires. 6. La incredulidad ha invadido ya todas las naciones cultas y civilizadas, y se ha de presentar armado, no slo de doctrinas, sino de valor y vigor para sufrir crceles, destierros y la muerte, pero con la prevencin de que ser tratado y perseguido como impo, como fantico y fanatizador, como enemigo de las artes y ciencias, en fin, como un malhechor; y le atacarn en nombre de Dios, y de la Religin, y de la virtud, y de la moral, como si fuera un blasfemo, un incrdulo y un hombre vicioso y corrompido. 7. La predicacin del Evangelio en forma conveniente y debida est expuesta en naciones catlicas a combates los ms terribles, pues que ha de sostener desde la ctedra de la verdad, no slo la fe catlica, impugnada en todos sus flancos por la filosofa moderna, sino tambin todas las dems2. Usa habitualmente esta palabra como equivalente a faccin, partido.

virtudes cristianas y los principios de sana moral en que stas se apoyan, contra ese Vesuvio devastador de doctrinas ateas y materialistas que vomita el mundo corrompido. 8. Dejemos los dems pases y vengamos a nuestra casa. La predicacin del Evangelio en Espaa, como en todos los pases catlicos, se ha de mirar bajo dos formas: en la ordinaria, comn y usual de panegricos, discursos morales, o sermones sobre objetos y materias aisladas; y en forma extraordinaria, metodizada en un cuerpo de doctrinas, ordenada en necesidades especiales y gravsimas a salvar la fe catlica y los principios de la sana moral contra la invasin de errores y corrompidas costumbres; en esta ltima forma es una misin divina o una misin dada por Dios, por el ministerio de su Iglesia, a los oradores sagrados, en casos y para pocas excepcionales3. Nos extenderemos.

1. Misioneros y misiones en EspaaEuntes docete omnes gentes. (Mt 28,19)4.

9. La predicacin del Evangelio de Nuestro Seor Jesucristo es el Verbo Dios, en lengua elegida para rgano de la palabra del Padre y purificada al efecto por la virtud del Espritu Santo. En la Iglesia de Jesucristo ha habido siempre, y siempre habr, sacerdotes llamados por el espritu del Seor para emplearse exclusivamente al ministerio de la predicacin de la palabra de Dios, bajo aquellas formas especiales que3. Es fundamental para la comprensin del libro esta distincin entre la predicacin ordinaria o tradicional y la especial exigida por circunstancias concretas en el sentido moderno de evangelizacin diferenciada. 4. ed. (Marc. c. XXXIII, v. 10).

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requieran las necesidades espirituales de los pueblos a los que son enviados. Se titulan misioneros. 10. Estos son en el reino de los cielos arcngeles enviados por el Seor, Dios de las misericordias, al socorro de las necesidades extraordinarias de la tierra. Son astros que tienen su rbita en la esfera de las altas inteligencias y hacen su carrera elevados sobre los ms sublimes montes de la poltica humana; y por esto, aunque agitada sta por el vrtigo de las pasiones se entumezca, se ensoberbezca, encrespe y espume sus irritadas olas amenazando engullrselos vivos, ellos siguen pacficos su curso, derramando a su paso su influencia vivificadora, regeneradora y salvadora sobre el pas a que son llamados. Son cometas que se dejan ver y pasan por el firmamento de la Iglesia a tiempos prefinidos y fijados por la Providencia como signos extraordinarios que anuncian al mundo todas sus catstrofes. Son las lenguas de fuego [Hch 2,3] bajo cuya figura y por cuyo rgano desciende el Espritu Santo sobre la tierra para encender en ella el fuego del amor divino, extinguido por la concupiscencia de la carne. 11. Estos son en la corte de Jess crucificado embajadores extraordinarios, reservados para casos excepcionales. En los pases infieles abren paso al catolicismo, y una tierra antes rida, estril y seca da, empapada con su sangre, frutos de bendicin; y en las naciones catlicas, cuando no bastan los esfuerzos regulares y ordinarios para disipar errores y herejas nacientes y para detener el mpetu amenazador de algn torrente de corrompidas costumbres, ellos son los que la restituyen su fe y las constituyen en orden, en un orden verdadero, slido y duradero, cimentado sobre las virtudes cristianas. Tal es el carcter alto, noble y distinguido de los sacerdotes a quienes la Iglesia romana llama misioneros. Basta su solo ttulo para hacer temblar a quienes se creen y sienten revestidos de esta investidura.

12. Las misiones en este sentido son en la Iglesia de Jesucristo una institucin veneranda como la predicacin misma. No hay necesidad de probarlo; su solo objeto lo demuestra. Una misin fue la de los Profetas; una misin fue la de los Apstoles, una misin fue la de los Franciscos de Ass, Domingos de Guzmn y la de otros tantos personajes bien conocidos en el mundo catlico; y qu fuera del mundo sin estas misiones?.

2. Misiones espaolas en Espaa 13. Cuando en un pas catlico se levantan herejas y se corrompen las costumbres, y para atajar ese mal no bastan los esfuerzos comunes y ordinarios de la Religin, para este caso, hemos dicho, son necesarias las misiones. Entonces la predicacin del Evangelio deja su forma usual, comn y ordinaria, y concentra todas sus fuerzas bajo aqulla que piden, requieren y exigen necesidades espirituales, gravsimas, urgentes y apremiantes, producidas por causas de la actualidad y por las circunstancias de la poca; entonces, vista la llaga abierta en el cuerpo social humano por los errores que de presente circulan, examinada y bien conocida la ndole del mal, s prepara, se combina y se confecciona la medicina en el gran almacn farmacutico de las verdades eternas, y se aplica; la predicacin del Evangelio toma, vara, cambia, modifica y ordena sus formas segn que cambian o varan las disposiciones, exigencias y necesidades de los pueblos a quienes se dirige. 14. Misiones en Espaa: Este solo ttulo es capaz de hacer saltar de sus sillas a nuestros oposicionistas periodistas; pero, aunque les veo venir ya a mi encuentro, no importa; vengan enhorabuena; que declamen contra ellas, que griten, seguiremos pacficos e impvidos nuestro camino. Las misiones son la predicacin del Evangelio en forma debida, en forma til y fructuosa, necesaria, atendidas las cir-

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cunstancias, y siempre conveniente; son la palabra divina dirigida a su propio objeto; son, en fin, el ejercicio del ministerio de la predicacin y, por lo mismo, son una de las atribuciones del episcopado catlico y uno de sus ms esenciales derechos, al que no renunciar jams, y de que no se dejar despojar en ningn caso ni circunstancia el magisterio y apostolado cristiano. 15. Necesita misiones la Espaa de hoy? S, del mismo modo, y por causas mucho ms graves, las ha menester tanto o ms que la Espaa de ayer y que la de antes de ayer. Necesidades gravsimas las reclaman y las exigen. La incredulidad, semejante a un Vesubio, ha abierto en nuestro catlico suelo sus horribles bocas; levanta contra el cielo inmensas nubes de humo cargadas de errores y herejas, y la lava que de entre sus llamas lanza y despide, cubre de polvo y ceniza el campo de la Iglesia, devastando y destruyendo las mas heroicas y sublimes virtudes. La catlica Espaa, arrebatada por olas siempre crecientes de costumbres corrompidas, hijas de la incredulidad, corre impetuosamente y se precipita hacia los abismos de donde la sacaron, mediante la predicacin, Santiago y los siete Obispos enviados a ella por los Santos Apstoles, San Pedro y San Pablo. Retrocede hacia la idolatra e infidelidad5. Ojal lo que digo fuera una ilusin ma! Que todo fuera fe y virtudes! Ojal fuera un hecho el que la Iglesia de Jesucristo en Espaa no tuviera de qu lamentarse y llorar! 16. Las misiones fueron necesarias en Espaa cuando era idlatra e infiel para imbuirla en la fe catlica, y para esta grande obra fue enviado por Dios uno de los doce Apstoles5. Sigue la tradicin sobre la evangelizacin de Espaa por Santiago y los llamados siete varones apostlicos. Datos bsicos y bibliografa fundamental en B. LLORCA, Historia de la Iglesia, I (B.A.C. 54) 2 ed. pp. 122-131; 153-155.

y, por stos, los proto-mrtires de Espaa Torcuato6, Tesifonte Segundo, Indalecio, Cecilio, Hesiquio y Eufrasio. Fueron necesarias, despus de catlica, para conservar y guardar puro e intacto el tesoro de su fe y perfeccionarse siempre ms y ms en todas las dems virtudes; por esto y para esto las ha habido siempre y, bajo las formas que han requerido las disposiciones de la poca y las necesidades del pueblo, han funcionado protegidas por las autoridades seculares. 17. Para qu sirven las misiones que se destinan a la China, a la Australia, al Africa, a las islas de Fernando Poo y a otros pases infieles? Para instruir en la fe catlica a los incrdulos. Pues bien, tambin hay incredulidad, tambin hay herejas, apostasas y errores en nuestra cara patria; tambin hay en ella cismticos; hay en ella ataques contra los principios de la sana moral; hay en ella una corrupcin de costumbres universal, la que, rompiendo todos sus diques y saliendo de su propio cauce, ha extendido la corriente de sus aguas ptridas, mortferas y envenenadas por todas las clases y categoras, y, filtrando por toda la Pennsula, ahoga en ella las virtudes cristianas. 18. Misiones en las capitales de primer orden. Aqu no, me dirn los jefes de la mal llamada civilizacin de este siglo, en Madrid, en Zaragoza, en Barcelona. Aqu misiones! En aldeas y pueblecitos, bah!..., pero en Barcelona? Qu preocupacin tan rancia! Y por qu no? Si hay necesidad de misiones en Espaa, quien ms las ha menester son las capitales de primer orden. La razn es bien obvia y bien sencilla. All donde est el principio del mal, all es donde se ha de aplicar y ha de obrar con ms eficacia la medicina. Si hay en Espaa6. Los siete varones apostlicos, suelen citarse en este orden: Torcuato, Segundo, Indalecio, Tesifonte, Eufrasio, Cecilio y Hesiquio. En la ed. original se lee: Cresifonte y Hesiguio.

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incredulidad y corrupcin de costumbres, stas tienen sus escuelas, sus maestros, la prensa, sus libros, sus autores, sus protectores, y sus defensores en las capitales de pri m e r orden; la corriente del mal tiene ah su naciente; pues bien, es aqu donde la predicacin del Evangelio ha de dirigir todas sus fuerzas; es aqu donde ha de tomar una fo rma que sea adecuada y proporcionada al carcter y a la naturaleza del mal, a las disposiciones de la paciente, y a las necesidades que ha engendrado la actualidad. El Prncipe de los Apstoles fij su ctedra y su silla en Roma porque en Roma el error tena sus fuentes. La fe catlica y la incredulidad, las falsas moralidades y las virtudes cristianas tienen en Espaa su campo de batalla en las ciudades de pri m e ra clase; aqu es, pues, donde la predicacin del Evangelio ha de concentra r todas sus fuerzas, y correr en auxilio de la fe y de la virtud. 19. Las clases altas e ilustradas no necesitan misiones. Cmo que no! Praedicate Evangelium omni creatura e. Menos las habran menester los sacerdotes y, no obstante, telogos consumados, doctores eminentes y hasta los mismos oradores sagrados oyen con reverencia y escuchan con emocin y respeto a Dios que se digna hablarles en boca de uno de sus hermanos en las misiones y ejercicios espirituales, que en todas las dicesis se dan al clero todos los aos por orden de los Prelados. Quin es ese grajo soberbio que cree no tener necesidad de or de vez en cuando al Verbo Dios en lengua de alguno de los rganos que al efecto tiene sobre la tierra constituidos? Tampoco las necesitaran las vrgenes consagradas al Seor y enterradas vivas en los sepulcros del claustro; y, no obstante, son stas las que ms las desean, piden y solicitan, y las que con profundo silencio y atencin las escuchan. Comete un crimen de desacato contra la Majestad de Dios el que no recibe a sus enviados. Qui vos spernit me spernit [Lc 10,16]. Ay de ti Jerusaln! Matas y persigues a los Profetas y a aquellos que venan a ti con misin de Dios [Mt 23,37; Lc 13,34].

3. Obstculos a las misiones en Espaa 20. Civilizacin! Al leer el vocablo misin, no te alarmes ni te asustes. No intento designar con este trmino exclusiva y nicamente aquella forma adoptada en Espaa en estos ltimos siglos por nuestros misioneros; sera sin duda alguna conforme a las exigencias de aquella poca. No tendrn una tal forma las misiones anunciadas y preparadas para el Africa. Misiones en Espaa, en la Espaa de hoy, significan la predicacin del Evangelio en forma acomodada, adoptada y escogida en las capitales de primer orden para salvar su fe, la fe catlica y, con la fe, los principios de la moral cristiana, puntos ambos horriblemente impugnados y combatidos torica y prcticamente. 21. En este sentido, tienen algn impedimento legal? Ninguno encontramos en nuestro Cdigo vigente7. Por la misericordia de Dios somos catlicos por ley de Estado; y, por lo mismo, la predicacin del Evangelio est apoyada y garantizada por las leyes y, en consecuencia, las mision e s. La predicacin del Evangelio ha de ser libre en sus formas: Verbum Dei non est alligatum [2 Tm 2,9]. Si no lo fuera, seramos anglicanos. Lo es en el terreno circunscrito por las leyes del Estado. Si el poder real se creyera con facultades para suspender, suprimir y dictar, variar o modificar las formas de que es susceptible la predicacin del Evangelio, dejaramos de ser catlicos y pasaramos a las filas del anglicanismo8 En la Espaa de hoy, en la Espaa oficial y legal, la7. Ms adelante cita explcitamente el Concordato vigente de 1851, en su artculo 3, en el que se establece lo aqu propuesto 8. Entiende el anglicanismo como una iglesia estatal sin libertad en sus ministros para el ejercicio de sus funciones por depender del estado. Aunque algo exagerada, la idea responde a lo que es en origen y a lo que se practicaba con rigor en su tiempo en Inglaterra.

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predicacin es libre en sus formas; leemos su libertad estampada en el art. 3 del Concordato9. 22. Y de hecho? Somos libres para anunciar y predicar el Evangelio de Nuestro Seor Jesucristo en Espaa bajo las formas que creamos ms tiles, ms fructuosas, ms conformes y proporcionadas a las exigencias espirituales de la nacin? Dejo en blanco este artculo porque me propongo extenderlo en una pieza aparte titulada: El Anglicanismo en Espaa10. Dir, no obstante, de paso que, como sabe la nacin toda, la prensa de cierto color, bajo pretextos frvolos e infundados de poltica, ataca las misiones espaolas de Espaa; estos escritores representan una de las fracciones polticas que figuran en este terreno y, llegada sta al poder, de lo dicho a lo hecho no hay gran trecho. De los ataques de la prensa a la prohibicin, suspensin y supresin no hay mucho que andar. Si la predicacin del Evangelio, en lugar de ser protegida, fuera al contrario, como sospechosa, vigilada, y si llegara a perder en sus formas su libertad amplia y amplsima, si no la tuviere tan ancha como Cristo se la dio a la Iglesia, quedara impotente para hacer frente a la incredulidad, al error y a la inmoralidad. O no es la palabra divina o ha de ser libre. 23. Compelido por la necesidad, voy a escribir una historia relativa a misiones espaolas de Espaa, la que nos descubrir el terreno que pisamos: una historia sobre la Escuela de la Virtud, o sea, sobre estos principios reducidos a la prctica.

II LA ESCUELA DE LA VIRTUD,O SEA, UNA MISION EN BARCELONA EN LOS AOS DE 1851, 52, 53 y 54.

1. ESCUELA DE LA VIRTUD. Este es el ttulo que representa una misin que dimos en Barcelona en los aos de 1851, 52, 53 y 54. Como era de presumir, los escritores que las combaten todas impugnaron tambin la nuestra, con aquella calidad de armas que han sido especialmente fabricadas a este intento; y han tomado a pechos hacerla pasar por un club poltico, productor de motines y revoluciones. Movidos por la obligacin que tenemos de vindicarla, damos al pblico su descripcin, los cargos que le ha dirigido la prensa de cierto color y su contestacin, con todo lo que ha mediado con las autoridades militares del principado de Catalua en orden de esta materia. 2. ESCUELA DE LA VIRTUD: Este lema, grabado en el pendn de una Iglesia catlica, si se refiere a objetos, representa la Ctedra del Espritu Santo, el Evangelio de Nuestro Seor Jesucristo y sus doctrinas; si a personas, significa el magisterio y el discipulado catlico, y en este sentido era el pueblo cristiano reunido y congregado en el templo de Dios para or la palabra divina; y si al local, era el aula santa solemnsimamente consagrada y dedicada a este fin.

9. Se refiere al Concordato de 1851, en vigor hasta poca relativamente reciente, y que haba solucionado la situacin creada en Espaa a partir de la secularizacin y desamortizacin. 10. No queda huella de este escrito, si es que lleg a componerlo.

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3. ESCUELA DE LA VIRTUD: Lo son todos los templos cristianos porque es aqu donde sta se explica, se ensea, se describe y se define; aqu la pedimos al Seor, aqu nos la da y nos la infunde el Espritu Santo por los caos de los Santos Sacramentos y en la oracin. Bajo este emblema, la Escuela de la virtud era el pueblo cristiano reunido por la autoridad competente todos los domingos del ao para or la palabra de Dios; era la predicacin y la enseanza del Evangelio bajo una de las formas acomodadas a las exigencias, disposiciones y necesidades del pueblo; era el cumplimiento de una misin que de parte de Dios creamos haber recibido para el bien espiritual de la Iglesia espaola. Vamos a ver su forma; sta nos dir lo que fue.

y simplicsima debe ser en los discursos que, para explicarla, aclararla, desenvolverla y desarrollarla, se pronuncian en toda enseanza. 5. El acierto en la adopcin y eleccin de una forma conveniente es en toda enseanza de tal inters que de ella pende (dejando aparte las dems cualidades) el que sea sta ms o menos fructuosa. As vemos en las obras de la naturaleza y del arte darles sus autores, en su construccin intrnseca y exterior, la figura o forma segn los efectos que con ella se proponen producir: si intentan dividir, disolver y destruir, dan al hierro dientes, corte y pica; si unir, clavos; y, si cerrar y abrir, cerrojos y llaves. He dicho todo esto para que se vea y se entienda que la forma adoptada por la misin a que aludimos fue cosa no de rutina, sino muy estudiada y premeditada y, al escogerla, no bamos a oscuras y al incierto ni nos guibamos por nuestro antojo y capricho; tenamos reglas fijas a que atendamos, que son las que vamos a proponer.PRIMERA

1. Una misin formalizada segn las exigencias del pueblo espaol en 1851, 52, 53 y 54. 4. La predicacin del Evangelio es una enseanza: eun tes docete [Mt 28,19] Ensear sin forma, equivaldra a edificar sin plano y sin idea; esto ni en lo natural ni en lo artificial es dable. Una obra sin figura ni forma, es imposible. Las doctrinas de la verdad son inmensos materiales destinados a levantar en los espritus el magnfico, seguro y firmsimo edificio de la virtud. Ensear estas doctrinas sin forma no fuera otra cosa que amontonar y nada ms que amontonar echando remesas de ideas unas sobre otras, y en el mundo intelectual un montn de ideas cortadas, fracturadas y sin relacin no son luz, sino tinieblas; no son ciencia, sino ignorancia; no son orden, sino confusin; no son plano alguno que pueda servir para edificar en el alma racional el bellsimo edificio de la moralidad, sino, al contrario, la imagen de una obra arruinada. La verdad, fuente inagotable, pursima, clara y cristalina, siendo una y simplicsima en s misma como lo es Dios, una

Enseanza del Evangelio y de sus doctrinas 6. Euntes docete [Mt 28,19]. Ah hay una regla que nos dirige. Nos propusimos no pronunciar uno que otro discurso moral sino una enseanza. Al efecto, nos dirigimos al reverendo cura prroco de San Agustn, de Barcelona, en los aos arriba citados y tomamos sobre nuestra responsabilidad la carga que pesaba sobre sus encorvados hombros relativa al ministerio de la predicacin. La Escuela de la virtud era, por consiguiente, aquella enseanza cristiana; era aquella educacin catlica que por derecho natural, divino y eclesistico se debe y se da al pueblo en una iglesia parroquial.

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Doctrinas en curso, o un curso de doctrinas, o sea una enseanza perenne y continua 7. Manda el santo Snodo a los prrocos que expliquen la palabra divina a los fieles, y les den saludables avisos y les instruyan en la ley del Seor los das festivos y los solemnes en la Misa mayor o en los oficios divinos (Trid. ses. XXII, C. VII)1. Ensead nos manda nuestro adora ble Maestro Jesucristo. Y cundo? En qu tiempos y ocasiones? La Iglesia, representada por los Padres del Concilio Tridentino, nos da una regla que nos designa el tiempo destinado a la enseanza religiosa que se debe dar en una iglesia parroquial: manda se ensee los das de fiesta. En la primera regla tenemos una enseanza, y en la segunda, una enseanza perenne y continua. Se han de administrar, pues, las doctrinas en curso continuo y que fluya siempre; y aade el Apstol: Predica la palabra de Dios; predcala con instancia, con oportunidad o sin ella; arguye, persuade, reprende con mucha paciencia y con mucha doctrina [2 Tm 4,2]. Esta enseanza continua es muy conforme al desarrollo de las facultades intelectuales del hombre y al progreso moral de sus virtudes. Ya en el mundo animal ya en el vegetal, los seres que existen, se mueven y viven en l se desenvuelven y adquieren su perfeccin progresivamente, poco a poco y con tiempo; las obras de arte se llevan a su complemento bajo el mismo orden y en la esfera de las inteligencias humanas la perfeccin sigue el mismo curso.1. Como aclara inmediatamente se toma el texto del Concilio de Trento, sesin 22. El texto citado pertenece en realidad al cap. 8 de esa sesin: Conciliorum Oecumenicorum decreta, Bolonia 1973, 3 ed. p. 735.

Siendo tal la constitucin fsica y moral del hombre, su progreso y su marcha por el camino de las virtudes pide y exige una enseanza paulatina y que dure toda la vida. El hombre en esta vida es una pieza de las ms nobles en la gran mquina del universo, la que se est labrando, trabajando y perfeccionando en los talleres de la Iglesia militante. Siendo las doctrinas que fluyen del Evangelio su vida espiritual; su alimento y sus fuerzas, se le han de administrar a sus debidos tiempos, paulatinamente y con mesura guisadas, segn su capacidad y disposicin. En la escuela de Cristo el noviciado es toda nuestra vida.TERCERA

Un curso anual 8. Las festividades ordenadas por la Iglesia para la celebracin de los divinos misterios y oficios tienen por institucin eclesistica el curso de un ao, y las doctrinas sagradas estn distribuidas segn el orden de este mismo curso. En conformidad a esta orden, la Escuela de la virtud era un curso anual de conferencias morales predicables las fiestas del ao2.CUARTA

El mtodo 9. La lgica, esta parte esencial de la filosofa, suministra reglas estables y seguras, y que son indispensables para el buen uso de nuestros conceptos, ideas, juicios y racioci2. Es decir, los 52 domingos del ao, como aparecen en el Catecismo de las virtudes.

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nios. El mtodo es auxiliar de la lgica; es el orden o la debida y conveniente forma impresa por el orador o maestro en las materias que se han de ensear, y ese orden supone la buena eleccin de las doctrinas. Tiene el mtodo, por consiguiente, dos actos, el primero consiste en escoger las doctrinas que hacen al caso. La palabra, el verbo o la verdad, es en s una y simple como Dios e infinitamente predicable, y de la infinidad de doctrinas que fluyen de ella es necesario para toda enseanza hacer de ellas una coleccin justa, conveniente y adecuada al objeto y efectos que se intentan. Escogidas stas, se combinan, se ordenan y se les da forma; y esta forma y este orden es la parte o el acto segundo del mtodo.QUINTA

Las necesidades espirituales de la Iglesia en Espaa, las llagas y heridas abiertas en su cuerpo por los errores de la actualidad y por la corrupcin de costumbres debieron ser, y fueron, el cuadro donde fijamos nuestra atencin para dar forma a nuestra misin. Para auxilio, socorro y remedio de stas escogimos las doctrinas, las grabamos forma, y metodizamos, por consiguiente, la enseanza religiosa debida al pueblo cristiano bajo el plan que vamos a exponer.

2. Plan de enseanza. Desarrollo del mismo. Causas que le inspiraron 11. Redactamos y organizamos en dos grandes cuerpos de doctrina todas las materias escogidas para formar el curso anual, predicables en las cincuenta y dos domnicas de que consta el ao eclesistico. Estos dos cuerpos miraban el uno a la moral cristiana, y el otro a su pureza, santidad y divinidad; y por razn de esta divisin la enseanza y funciones las estaban ordenadas en dos secciones.

Disposiciones del educando 10. Para metodizar cualquiera enseanza se han de tener muy conocidas, estudiadas y meditadas las cualidades, disposiciones, capacidades, exigencias y necesidades de los educandos. Un error en esta materia hara estril e infructuosa la doctrina, pues que a esto se ha de atender al escogerla y ordenarla. Consiguientes en todos estos principios, al metodizar la predicacin y la enseanza del Evangelio y de sus doctrinas debida a una iglesia parroquial en una de las capitales de primer orden de Espaa, como es Barcelona, nos fue indispensable tomar el pulso a nuestra enferma y agonizante patria, y tener bien conocidas las causas productoras de las horribles convulsiones en que se agita por la parte que tienen de espiritual y religiosa. Gracias a una fatal experiencia, son bien visibles sus plagas, sus lceras y sus heridas, por cuya causa no tuvimos que hacer grandes estudios en esta ciencia mdico-quirrgica.

A.

SECCION PRIMERA

LA MORAL CRISTIANA BAJO LA FORMA DE VIRTUD

12. Analizamos bajo la nocin de la virtud todas las materias relativas a la moral cristiana, formando de ellas un cuerpo de doctrinas en forma catequstica. Este cuerpo estaba organizado en cincuenta y dos lecciones que, correspondiendo a las cincuenta y dos domnicas del ao, constituan un curso anual completo. Fueron, en nuestro concepto, gravsimas las causas que nos dictaron seguir este orden. Las manifestaremos para que se vean cules eran los mviles que nos guiaban.

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13. Cuando no hubisemos tenido otros motivos, nos hubiera bastado ver redactados bajo esta misma forma la mayor parte de los catecismos que sirven para ensear a los nios los rudimentos de la doctrina cristiana. Siendo nuestra Escuela una enseanza de la doctrina cristiana dirigida a las clases adultas, nuestro Catecismo haba de ser una extensin y ampliacin del que aprendimos cuando nios.SEGUNDA

espiritualizan, le divinizan y le unen con Dios; la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza le rectifican en los deberes que tiene para consigo mismo y para con sus semejantes, y en el roce que tiene con las criaturas puestas a su uso y servicio. La sabidura de Dios previ que en estos ltimos siglos se levantaran falsos apstoles y falsos doctores, quienes, para encubrir lo abominable de sus corrompidas costumbres y lo inmundo de sus doctrinas, tendran la audacia de invocar el nombre de la virtud y de la moralidad; y en los designios de su Providencia prepar un Doctor eminentsimo para que con anticipacin la definiera, la describiera y la presentara delineada, grabada y pintada tras el relieve de una moral pura y santa con aquellos dorados vivos y brillantes caracteres, con aquellas insignias magnficas y reales, con aquellas notas claras y distintivas que son propias de su nobleza, de su belleza, de su grandeza y de su alta dignidad. Tal fue el sol de las escuelas, Santo Toms de Aquino. 16. No es dable imprimir sobre la moral cristiana forma ms sencilla, y a la par ms sublime y elevada; no cabe ya en la concepcin humana otra alguna que enaltezca y levante al msero hijo de Adn a una mayor dignidad. Los siglos que han seguido al XIII la han visto y conocido, y los doctores estticos la han contemplado y admirado; los msticos y ascticos la han seguido; los serficos la han posedo; la Iglesia de Dios la ha acogido, propuesto y aclamado por pura y verdadera, y sus hijos han amoldado su vida segn ella; y, llegado el da y dada la seal de la lucha, de una lucha reida y decidida, de virtud contra virtud, de moralidad contra moralidad, nos hemos encontrado prevenidos, preparados y de antemano provistos. Gracias al Dios de las misericordias y a su Doctor. Teniendo por gua en esta materia al ngel tutelar de las escuelas, he credo marchar seguro.

14. Dijo con mucha originalidad el marqus de Valdegamas haciendo lenguas al catolicismo: Yo elegir, dijo ste de s, un siglo brbaro y le llenar de mis maravillas; y eligi el siglo XIII, y le adorn con los cuatro monumentos ms soberbios del ingenio humano: la Suma de Santo Toms de Aquino, la catedral de Colonia, etc.3. Abundamos plenamente en su sentido: las maravillas de la dicha catedral consisten en la figura impresa por el autor a la materia, y las de la Suma del Doctor ya citado, en la forma dada a las doctrinas. Por lo que toca a la moral, la analiza toda a esta sencilla idea: Dios es para el hombre su felicidad objetiva y la virtud su felicidad formal4. 15. Se explica: la fe, la esperanza y la caridad, auxiliadas de los dones del Espritu Santo que les corresponden, le3. El texto de DONOSO CORTS literalmente es as: Para hacer alarde de sus fuerzas, un da dijo de s -el Catolicismo-: yo elegir un siglo brbaro y le llenar de maravillas, y eligi el siglo XIII y le adorn con los cuatro monumentos ms soberbios del ingenio humano: la Suma teolgica de Santo Toms; el Cdigo de las Partidas de Alfonso el Sabio; la Divina Comedia de Dante y la catedral de Colonia: Carta al director del Heraldo, Pars 15 de abril de 1852; Obras completas, ed. B.A.C., tom. II, p. 739. 4. S. TOMS, Suma teolgica 1/2, 3-4. Tema de la primera leccin del Catecismo de las virtudes (Textos palautianos 5) pp. 29-30.

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No hay virtud, no hay moralidad verdadera fuera de aqulla que define y ensea la Iglesia catlica 17. La virtud es la felicidad formal del hombre, por cuanto vincula el alma racional con el Ser Supremo con los lazos firmsimos de una especie de matrimonio espiritual; ella le da alas para volver al principio de donde procedi; all reposa, all descansa y all goza; y ese reposo es la nica felicidad verdadera. Reposa all en fe, en esperanza y en amor, mientras vive en carne mortal; y esta felicidad, aunque imperfecta, es la nica formal posible en esta vida. Fuera de aqu, por cuanto es todo movimiento y agitacin, no hay descanso ni tranquilidad ni, por consiguiente, felicidad verdadera. 18. La virtud, aunque, por respecto a las dificultades y a los obstculos que tiene que vencer y allanar para volver a su Criador salva y pura el alma racional, se especifique, se divida y subdivida en varios actos, es en s misma siempre una y simplicsima. Es una simple entidad en el principio donde reside y de donde procede, y es una en orden en su principal objeto. Es una forma simplicsima, impresa y grabada por el dedo de Dios a la vida del hombre, y esa forma alcanza todos sus actos internos y externos, privados y pblicos; de hoy, de ayer y de maana. Y esa forma le forma, le organiza y le amolda segn la ley eterna de Dios; le simplifica, le diviniza, le trasforma en Dios y le hace Dios por participacin de gracias y de dones; y esa forma es una y, por consiguiente, no hay ms que una sola virtud y una sola moralidad que sea verdadera, pura y formal; y esa virtud y esa moralidad descendi de los cielos, vino a reposar sobre la Iglesia catlica; y la Iglesia catlica apostlica romana, que la posee, es la nica maestra que tiene la misin de definirla, describirla, explicarla y ensearla, y, por lo mismo, a ella toca fijar los trminos y voces que estime ms propios para designar y des-

cifrar su naturaleza, sus especies y sus actos. De lo que se sigue que cuantos quieran delinear, bosquejar, grabar, esculpir y pintar su imagen, describirla, definirla y explicarla, han de tomar de los almacenes de la Iglesia romana todos sus chismes, trminos, voces, conceptos, ideas y doctrinas. 19. Como demostrar luego, se han presentado a nuestras sociedades falsos doctores y escritores hbiles en el arte de engaar, pervertir y seducir, y toman con empeo la tarea de contrahacer y falsificar la verdadera virtud. Es de la ms alta trascendencia tener de ella una nocin cabal, una idea justa, recta y conforme a la realidad. Un error, una ilusin, un engao en materia en que nos va la felicidad eterna es siempre de terribles consecuencias. Cualquiera preocupacin nos es ocasin de graves extravos y nos hace marchar de travs. 20. Para preservar a nuestra patria de males de tamao calibre, tomamos el encargo de definirla, describirla, explicarla y presentarla tan bella como Dios la cri, confrontando con ella las falsas virtudes y las mal tituladas moralidades de nuestros pseudodoctores y pseudoescritores.CUARTA

La virtud contrahecha 21. Tres rdenes de artistas escultores, grabadores, pintores hbiles y peritos en las reglas de su arte, amaestrados con la prctica y larga experiencia, desempean la funesta y fatal misin de definir, describir y representar la virtud como un vicio y el vicio como una virtud. Esto es un sueo? No lo es; estoy bien despierto; es un hecho incontrastable. Estos artistas tienen sus escuelas, sus almacenes y sus talleres bien provistos, y reparten sus falsas imgenes en tal copia y cantidad que de ellas han llenado ya el mundo entero. A nadie sorprenda este hecho: la virtud a la moda! Ya se

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ve. Es acomodada al gusto, capricho y placer de cada cual, y se da tan a buen precio que no se usa ya de otra especie. La virtud en moda! Y la formal y verdadera? 22. Ya no est en uso y se ha echado a un rincn; y, an ms, si se presenta ante las falsificadas, es desconocida, despreciada, burlada, escarnecida, perseguida, hollada, lanzada entre escombros, maldecida, anatematizada y ultrajada como si fuera un vicio feo y abominable. 23. Si ste es un hecho, ya no hay mal que sea peor. Lo que acabo de escribir es un hecho; y, porque es una verdad histrica, cremos ser necesario trasformar en las capitales de primer orden una de la iglesias en almacn y en taller de imgenes de la virtud verdadera; en una Escuela catlica que confrontara virtud con virtud, moralidad con moralidad, verdad con errores, luz con tinieblas, realidad con sombras, lo falso con lo verdadero; una Escuela que definiera y denominara por los nombres, voces y trminos que le son propios a la virtud formal, y describiera los vicios por sus desastrosas y devastadoras propiedades. Tal fue la Escuela de la virtud. 24. Pero quines son esos falsarios? Delatadlos: son reos de lesa Majestad divina, pues que falsifican su imagen. Enhorabuena los vamos a delatar. 1. El siglo y sus pseudodoctores. Todos los sistemas, desde el ateo hasta el cismtico, al desprenderse del catolicismo, vienen, aunque por diferentes derrumbaderos, a despearse sobre una misma roca. Un mismo abismo los devora y engulle todos: su moral falsificada y su virtud contrahecha. Todos quieren para s la virtud, pues que la han menester para acreditar con su nombre sus doctrinas impas, y ocultar y encubrir con sus vestiduras reales la corrupcin y la putrefaccin de sus costumbres; y por esto la invocan con

devocin y la llaman en su ayuda y favor. Perdida la fe catlica y con la fe los principios de la sana moral, se ven luego en el compromiso de constituir una moral nueva y de fabricar una virtud segn sus antojos y caprichos, y veis aqu luego en lucha virtud contra virtud, moralidad contra moralidad. Y no habiendo ms virtud slida, formal y perfecta que la que posee, define y ensea la Iglesia romana, ni ms moralidad que la que ella practica, a sta la dicen vicio y corrupcin, y a los vicios, virtudes. Vicios los ms infames, actos los ms criminales, maldades abominables pasan por virtudes eminentes; se les destina premios, se les levantan monumentos, y se adornan con laureles, palmas y coronas. Mientras lo que hay de ms sublime, de ms heroico y de ms grande en la virtud es calificado, insultado, atropellado, perseguido y castigado como vicios feos y actos culpables y criminales. Ay de vosotros que decs luz a las tinieblas y a las tinieblas luz, bueno a lo malo y malo a lo bueno, dulce a lo amargo y amargo a lo dulce! [Is 5,20]. Ese cambio de voces y de trminos produce y da por efecto un choque horrible en el mundo ideal, y el sacudimiento que de l resulta no puede menos de conmover y hacer temblar y bambolear, hasta en sus propias bases, la virtud pura y la moral verdadera. Ese trueque de ideas nos trae la confusin, y con la confusin las tinieblas de una noche oscursima. Y, cubiertos con este negro manto, los nicamente denominados filsofos pueden ya impune y libremente, seguros de no ser vistos y descubiertos, invocar el nombre de la virtud y perseguirla como monstruo asqueroso; proclamar moralidad y soltar bajo este vocablo un torrente destructor de corrupcin; conjurar vicios y darla contra las virtudes destruyendo las reglas de la buena moral. Noche fea, negra y horrible! Nuestros modernos filsofos apuran sus ingenios y agotan sus talentos para perfeccionarse en esta criminal ciencia. No es cosa extraa, les va en ello la ruina de sus tenebrosos sistemas.

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La virtud verdadera hace contraste con la nuevamente inventada; chocan, se excluyen y, no pudiendo las dos subsistir en un mismo pas, se hacen una cruda guerra. Fuera de la Iglesia romana, qu virtud se forjar? Un figurn, nada ms que una sombra de ella. Tenemos ya un orden de falsarios, de vendedores y de expendedores de falsas virtudes y de falsas moralidades. Pasemos a los segundos. 2. Las pasiones humanas. Las pasiones tienen una extrema pericia y habilidad para retratar sus dolos como divinidades; sus gustos, goces y placeres con rayos de gloria, y sus actos, por viles, infames y degradantes que sean, como virtudes heroicas, y la corrupcin misma como moral la ms pura, la ms santa. Qu ingeniosa, qu despierta, qu diestra es una pasin para pintar lo que a ella place! Para ella es laudable, santo, bueno y virtuoso todo cuanto satisface su apetito; y, al contrario, vituperable, malo y vicioso lo que la contradice, refrena y modera. Estas astutas y sabias retratistas, estn y viven dentro y fuera del catolicismo; y por esto la virtud pura y formal se encuentra falsificada, atacada e impugnada dentro y fuera del santuario; las pasiones siguen al hombre doquiera que vaya, y stas se internan, entran y penetran all donde l est: alerta, pues! El hombre, aunque catlico, una vez derrotado, vencido y dominado por una pasin, se une con el incrdulo, para falsificar la verdadera y formal virtud, siempre y cuando le conviene encubrir y esconder su infamia e ignominia. Veamos ahora, por fin, quines son los otros falsarios de las verdaderas virtudes. 3. El ngel de tinieblas. Este ser desgraciado no perdi con su cada su natural habilidad. Es raro que encuentre quien le compre vicios a cuenta de vicios; y por esto los viste con el manto de virtud y, bajo este falso aparato, los trae a la pblica subasta. Los justos le dan mucho que entender en

ste su abominable empleo, y no puede hacer en ellos sus ilusiones sino es trasformndose en ngel de luz y presentando lo malo con las apariencias de bueno y las virtudes como vicios. Para nuestro ejercicio y paciencia se le ha dado facultad y poder para contrahacer y falsificar la virtud; y en este arte y ciencia forma con los pseudodoctores y con las pasiones una triple alianza. Nuestra Escuela, definiendo la virtud desde la ctedra de la verdad, se haba propuesto desbaratar estos tres formidables aliados. Nuestras explicaciones estaban destinadas a desecar la fraseologa y toda la hojarasca de voces, trminos y nombres tras la que viven parapetados los primeros, y a desnudar de las insignias de la virtud y moralidad pura el maniqu y los idolillos de los segundos, y la fingida gloria del ngel rebelde dejndole con sus cuernos, cola y uas, tan feo como le hizo su pecado de rebelin.

QUINTA

Ilusiones de la vida espiritual del hombre 25. Vista la habilidad y el empeo de parte del mundo, de las pasiones y del diablo en falsear la virtud y moral pura, el hombre en su marcha hacia Dios a cuntos engaos, a cuntas ilusiones y a cuntas preocupaciones no ha de estar expuesto! En las falanges de la poltica humana, cunta ilusin en materia de felicidad verdadera y formal es la virtud! 26. Dios es para el hombre su felicidad objetiva; la virtud, su felicidad formal; sta, con sus actos pursimos, nos une con l y nos pone en posesin de ese bien inmenso. Esta grande verdad, que ha enseado siempre el catolicismo, nos separa mediante un espacio infinito en el terreno de las ideas y de las prcticas de todos aquellos hombres de estado que no han reconocido otra deidad efectiva y real que

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el bienestar y la comodidad material, carnal, sensual y temporal. Fijos ya en esta su felicidad objetiva, constituyen la formal en aquellos medios y actos, por malos y reprobados que sean, que sirven para el dicho fin. Honores, dignidades, altos puestos y empleos; gloria falsa y aparente; el oro, una fortuna colosal, la intriga, la injusticia, la barbarie, la crueldad, los horrores de una revolucin, el derramamiento de sangre, todo es bueno, todo es santo, todo es laudable, todo es meritorio, todo es virtud mientras sirva a su diosa. 27. Virtud!... Para nosotros es virtud una vida formada segn la ley eterna de Dios, ley desenvuelta, aclarada y explicada por los principios de la sindresis, por los preceptos del Declogo, por las leyes de la Iglesia y por las del Estado. Civilizacin! Lo que para nosotros es virtud, para ellos es civilizacin; este vocablo designa una vida arreglada segn las exigencias insaciables de las pasiones. 28. Estas aberra c i o n e s, cuando recaen en personas pbl i c a s, en hombres que disponen de los destinos de una nacin, son siempre funestsimas. La sociedad humana para marchar a su destino no tiene ms carriles que los fijados por su Autor y Criador, que son las virtudes cri s t i a n a s. Desviada de aqu, dnde ir a parar! Arrebatados e impulsados sus coches y vagones furiosa y velozmente por las locomotora s de las pasiones humanas correr ahora por los excesos de la derecha, luego entre los defectos de la izquierda, caer, se despear, se har astillas; la anarqua, la disolucin, la dest ruccin, la descomposicin la confusin el desorden y la ruina sern su ltimo paradero. La prensa sirve de hilo elct rico que comunica estas ilusiones y preocupaciones, las trasmite desde las altas esferas, donde tienen sus principios, a las masas de los puebl o s, y, llegadas aqu, le corrompen, le pervierten, le hacen carnal, sensual, materialista y ateo prctico. Ilusiones aun dentro del santuario. El que ha sacudido de s el yugo del Seor no sufre ms que un solo engao, uno que los abarca todos juntos; pero el que con nimo varonil marcha resuelto por los caminos de su

eterna salvacin est expuesto a tantas ilusiones cuantas puede inventar, fingir, concebir y sugerir el diablo, la pasin y el mundo; stas son infinitas. 29. La ciencia de los Santos, que se enseaba en la primera seccin de nuestro plan de estudio, las desvaneca todas. Las definiciones y las explicaciones que sobre la virtud se dan desde la ctedra del Espritu Santo son las farolas puestas de trecho en trecho en la carretera real que conduce a la vida eterna. Su luz descubre al hombre viador estas tres lneas: la va recta; los precipicios de la derecha, que son los excesos, y los despeaderos y montes inaccesibles de la izquierda, que son los defectos. El exceso y el defecto son los dos extremos por donde se extrava el que pierde el camino. La ciencia de los Santos la aprendemos de memori a cuando nios, en los rudimentos de la doctrina, y se perfe cciona el pueblo en ella con la prctica, el ejercicio y los actos de las virtudes cri s t i a n a s, y con las explicaciones que sobre ella dan los doctores, maestros y oradores desde la ctedra de la verdad, y en el confesonario los confesores y directores de conciencias, y en los libros los escritores. O se ha de aprender por estos medios, que son los ordinarios, o, a falta de stos, la infunde el Espritu Santo o no se tiene. En este ltimo caso anda el hombre en tiniebl a s, extraviado y perdido. Al dar forma a la enseanza del Evangelio, tenamos presentes todas estas ilusiones y preocupaciones en materia de virtud, y sus efectos y consecuencias, y por esto le dimos la que tena.SEXTA

Hermosura, bellezas, honra, dignidad y glorias del alma racional 30. El alma racional tiene los principios de todas las virtudes naturales en su propio ser y naturaleza, y en la gracia santificante la semilla de todas las infusas y de los dones.

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Con la prctica y con el ejercicio de las virtudes se perfecciona, se desenvuelve, se distingue, se caracteriza y se llena, y se forma el alma a imagen y semejanza de Dios; y esa su forma es en ella lo que en el cuerpo humano figura o fisonoma. Su forma es la expresin de la imagen de Dios impresa en ella; y una forma, figura o fisonoma semejante a la de Dios es bella, es hermosa, es honorable, es gloriosa como Dios mismo; esto es, participa de todas estas gracias y dones divinos. 31. Esa preciossima y riqusima imagen est confiada para su construccin, formacin y perfeccin al ministerio de los ngeles y de los sacerdotes. La Escuela de la virtud tena el encargo de preservarla de los mil incidentes que pueden en su desarrollo y edificacin trasformarla en un ser disforme y en un monstruo horrible; salvar su vida espiritual amenazada de continuo por elementos infeccionados y pestferos que la circuyen; custodiar su honor, su dignidad y sus glorias, que atentan eclipsar tantos sistemas impuros, obscenos, absurdos e impos, y defender sus ttulos y blasones de nobleza, sus grandezas, sus excelencias, sus bellezas, sus riquezas y su admirable hermosura, que trata de afear, denigrar, envilecer y rebajar el vicio con sus mortferas propiedades. SPTIMA La nacin espaola en sus relaciones con Dios 32. La Iglesia de Dios es una obra que se est edificando a manera de una ciudad all en los cielos: Ierusalem quae aedificatur ut civitas. (Sal 121). Entre la triunfante y la militante hay la diferencia que aqulla se construye en paz, para eterna morada y descanso de los escogidos, y sta, en pie de guerra. Para realizar el plano que all en la eternidad concibi, deline y estamp en su pursima mente el Supremo artfice de ella, hay en la tierra por disposicin suya muchas rdenes

de operarios, que con sujecin, subordinacin y bajo el gobierno de un jefe supremo, lugargerente de Cristo, la edifican. 33. Ordenes primeras: la jerarqua eclesistica. Estas rdenes de trabajadores levantan paredes, construyen edificios, forman muros, edifican en ellos baluartes, erigen torres y las arman con todas las mquinas y pertrechos de guerra necesarios en ellas para sus ataques y defensas; y adems la gobiernan, la dirigen, la administran, la vigilan, la guardan y la defienden contra formidables ejrcitos que frente a ella tienen sus campamentos. Ya no hay ms que hacer? 34. Falta an otra orden de operarios, y son sacerdotes, auxiliares de los primeros en la misma obra. Estos artistas en los pases infieles toman la misin de los primeros; pero en una nacin catlica su destino y sus ministerios estn ordenados a labrar en ella, y a perfeccionar siempre ms y ms sus relaciones amigables con Dios. La unin del hombre con Dios, ved ah el objeto de todos sus estudios y desvelos; y, bajo este punto de vista, qu obra tan inmensa se descubre para su arte! Qu labor tan delicada, primorosa y difcil, pero qu rica y qu preciosa! Como aqu se trabaja en fe, en esperanza, en amor, en gracia, en dones y con el material de las dems virtudes infusas y adquiridas, estas son las piezas que tienen en manos para amueblar, embellecer, enriquecer y adornar el interior del edificio moral de una nacin. 35. Aprenden las reglas de su arte en la soledad, en el silencio y en el retiro de los claustros y de los desiertos, y su oficio requiere y pide de ellos todas las virtudes de una vida contemplativa. A stos pertenecen las rdenes religiosas. Nuestros reformistas excluyen de los talleres y de las fbricas de la Iglesia militante estas rdenes de operarios. Qu ilusin es la suya! En su sistema, con un solo sacer-

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dote hay de sobra para una parroquia. Qu ceguedad! A quin han consultado? La obra del universo se ha de llevar a su perfeccin y cumplimiento bajo el orden fijado y prefijado por su Autor, y ste tiene destinadas, no una sola, sino muchsimas rdenes y clases de operarios y artistas para perfeccionar la sociedad humana. Unos son los que la edifican, y otros los que la adornan, embellecen y amueblan y hacen los trabajos de escultura, de pintura, de ebanistera y dems indispensables para su magnificencia y grandeza. Destruidas en Espaa las rdenes religiosas stas han dejado en la obra de Dios un vaco irreparable. Las obras de sus manos eran indispensables y necesarias, si no para la integridad y organizacin del cuerpo de la Iglesia, s para su adorno y perfeccin. Si no fuera as, Dios no hubiera acreditado su existencia y su misin con tantas y tan manifiestas muestras, notas y signos de divinidad y aprobacin. Nosotros nos proponamos trabajar, y trabajbamos en lo que stas. Reformistas, no os alarmis! Os dir ms en extenso el para qu ellas y nosotros servamos. 36. Las virtudes cristianas producen los mismos efectos en una nacin considerada en cuerpo moral que en un individuo. La fe, la esperanza, la caridad, auxiliadas de los dones del Espritu Santo, la enlazan, la encadenan, la estrechan y la unen con su Dios. Entre el cuerpo de la nacin y su Autor fundan y crean la cadena de ntimas y amigabl e s r e l a c i o n e s, y esta cadena hace uno el trono de Dios y el de los hombres; una la corona, uno el cetro, uno el poder, una la autoridad, una la legislacin, uno el reino, uno el gobierno, una la administracin, una la espada y la fuerza material y moral, y uno el cuerpo de la nacin con su Autor; y sta tiene en tan sagrada unin todos sus mri t o s, su honor, su dignidad, sus glorias y grandezas; aqu sus fuerzas centri f icadas; aqu su apoyo y todos sus recursos; ah gara n t i z a d a su paz y prosperidad; ah slidamente constituido el orden p bl i c o, y un orden estable y tan inaltera ble como la misma unin.

37. Si las virtudes divinas unen una nacin considerada en cuerpo con Dios, su autor, su rey su legislador, su gobernador y su seor absoluto y soberano, las morales prudencia, justicia, fortaleza y templanza la edifican, la organizan, y la constituyen en cuerpo moral perfecto, bajo una forma no cualquiera, sino bajo aqulla que le es natural, que la caracteriza, que la distingue, le cuadra y le conviene como dada, impresa e inspirada no por una poltica errante, incierta y corrompida, sino por el dedo de Dios, que es su Criador. As como corresponde el dar figura al cuerpo humano al que es su autor, porque lo es de su ser y de su orgnica constitucin, del mismo modo toca al autor del cuerpo moral de una sociedad el organizarla, y organizndola le da figura y forma; y esa forma es su natural y distintiva fisonoma, la prctica de las virtudes cristianas es en ella el desarrollo de sus propias facciones. Sin sta, toda sociedad es un ser disforme, feo, horrible y monstruoso. Dadme un cuerpo de nacin formado bajo las bases de las virtudes cristianas y tendr leyes santas y justas, y stas, siendo los nervios que unen fuertemente un miembro con otro miembro, se observarn con fidelidad. Tendr orden y organizacin y, por lo mismo, robustez, vida, fuerzas y vigor. 38. La Escuela de la virtud, instalada en capitales de primer orden, como era Barcelona, tena la alta misin de trabajar enseando con materiales los ms ricos y los ms preciosos que existen en los cielos y en la tierra, cuales son gracia, dones y virtudes, en adornar, enriquecer, embellecer y poblar las estancias y las piezas interiores de la Iglesia de Dios en Espaa. En ella, mientras se conserve catlica, el Dios de la Majestad tiene su trono y altar; el Hijo de Dios su palacio; el Espritu Santo su templo; y stos edificios son de tal grandeza y magnificencia cual corresponde a la soberana de Dios uno y trino; y stas obras estn construidas y formadas, no de piedras sino de corazones humanos, y estn adornadas y amuebladas no con alhajas de oro, de plata, de cristal, de brillantes y de mrmoles, sino de virtudes y de dones.

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Su perfeccin y construccin estn encargadas al ministerio de los ngeles y los sacerdotes. 39. La unin de Espaa con su Dios, en fe, esperanza, amor; su organizacin moral bajo la forma de las virtudes cristianas prudencia, justicia, fortaleza y templanza, ste fue un punto de meditacin que no debamos descuidar al tomar asiento en la ctedra de la verdad. Si la salvacin eterna del hombre, si su unin o separacin de Dios eran asuntos de predicacin considerado en individuo, mucho ms mirando a ste formando cuerpo de nacin. La unin de una nacin catlica con Dios en fe, esperanza y amor; su apostasa y separacin en y con herejas, errores, vicios y pecados; ved ah materias que en calidad de misionero era preciso revolver. Qu cuestiones tan vitales! Ah tenamos nuestra misin. 40. Destruid, vosotros reformistas, todos los talleres donde se construyen obras de esta especie; suprimid rdenes religiosas, misiones, escuelas como la de la virtud; fugad de nuestro suelo patrio todos aquellos artistas que el seor, el dueo y el autor de las sociedades les enva, para perfeccionar, solidar y corroborar esa unin inefable que debe haber entre el cielo y la tierra, entre Dios y los hombres; y sabis qu os suceder? Leed y meditad. Veris cmo los eslabones de esa unin divina se irn gastando, no slo por el uso, sino tambin por el abuso y por tantos elementos disolventes que los liman y atacan; que se aflojen esos vnculos sagrados y se entibiarn nuestras relaciones y nuestra amistad con el Supremo Ser, se debilitarn poco a poco todas las virtudes, y stas sern luego sustituidas y reemplazadas por sus contrarios. Vendr el error, las herejas, la incredulidad y con estos vicios irn uno tras otro todos los dems que corrompen las costumbres, y, por fin, terminar todo en una apostasa general. Destruidas las virtudes cristianas, que son las bases de todo edificio social, ya no es posible orden alguno; la anarqua, los cataclismos, la confusin dominarn los espritus.

41. Estas son las desgracias de que desebamos ver libre nuestra patria y, para salvarla de ellas, en cumplimiento de nuestra misin la predicbamos, con toda la fuerza de nuestros pulmones, fe, esperanza, caridad, justicia, prudencia, fortaleza y templanza. Se las predicbamos entonces bajo formas las ms solemnes que nos fue posible, porque creamos esta predicacin necesaria para constituirse el pas en la parte que tenemos de religiosos y catlicos, y las predicaremos ahora y despus, y cuando la ocasin se nos ofrezca bajo las formas que las circunstancias nos dicten. Analoga entre la seccin primera y segunda de nuestro plan de enseanza 42. En vista del desarrollo que ha tomado la incredulidad en Espaa, el orador ha de suponer que en ciudades como Barcelona en el auditorio hay cierto nmero de los que dudan y vacilan en la fe, y a veces de los que impugnan sus creencias, y casi todos los oyentes han odo ataques contra ellas. Esta circunstancia nos obligaba a describir las virtudes naturales y humanas, apoyndolas con el testimonio de la sindresis, de la razn y de los filsofos, fuesen stos catlicos o gentiles. Definidas las virtudes humanas, fcil cosa nos era poner en descubierto el vaco inmenso que dejan en el alma racional consideradas solas; y aqu tenamos escala para demostrar la necesidad de la gracia, de los dones y de las virtudes infusas y divinas. Probadas stas, fundndose en ellas todas nuestras relaciones con Dios, conseguamos ya el objeto de la segunda seccin, que era la divinidad de nu e s t ra santa Religin catlica. Presentada la moral cristiana bajo este orden y forma, la primera parte era una introduccin a la segunda. He dicho lo suficiente para manifestar las intenciones rectas y puras que nos guiaban en la forma dada a la predicacin del Evangelio en la primera seccin. Pasemos a la segunda.

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B. SECCION SEGUNDADIVINIDAD DE LA RELIGIN CRISTIANA Y PUREZA DE SUS DOCTRINAS

sobre la inteligencia de la explicacin dada a otra clase, la que propona dificultades, ilusiones y preocupaciones sobre las virtudes, si las haba; y mediando el canto de algunos salmos, se pasaba a la segunda seccin. 46. En sta el director propona la tesis que tocaba, segn el programa ordenado, y una clase de filsofos distinguida la discuta en los actos siguientes: 1. La proposicin se extenda, alegando las pruebas que tiene el catolicismo en su apoyo. 2. Esta misma clase reproduca los sistemas opuestos a ella y sus argumentos. 3. Disolva las pruebas en que stos descansaban y los pulverizaba. 4. Terminaba la seccin con un acto de fe relativo al artculo que se haba discutido, apoyndole el director con un breve discurso, el que cerraba la ltima seccin. 47. El trabajo de un solo orador se divida en cinco o ms actos y, funcionando en ellos diversos individuos, quitaba esta variedad el fastidio de una larga enseanza, pues duraba sta cerca de dos horas. Estbamos fijos, an lo estamos, en una sola cosa, y era el objeto de esta misin, a saber: en anunciar y predicar el Evangelio de Nuestro Seor Jesucristo y ensear sus doctrinas. En cuanto a las formas, como dependen de las circunstancias, ni entonces ni ahora ni jams hemos estado ligados a una; antes de principiar el ao las examinbamos, las revisbamos, las modificbamos, las varibamos y cambibamos segn que nos las inspiraban las circunstancias. 48. Explicaremos las causas que nos dictaron esta segunda seccin y su forma. 1. La divinidad de la moral cristiana. Aquella parte de moral sobre la que versan las virtudes puramente humanas podra explicarse por principios naturales; pero sin revelacin no podamos describir virtudes formales y perfectas, y deja-

43. Todas las materias relativas a la divinidad de nuestra santa religin forman un gran cuerpo de doctrinas. Dividamos este cuerpo en cincuenta y dos secciones o artculos, predicables por turno en las domnicas del ao, y estas materias eran el objeto de la parte segunda de nuestro plan de enseanza. Tena en la ejecucin forma acadmica, en la que guardbamos el orden que sigue: 44. Terminado el curso, antes de principiar otro, hacamos un estudio y un examen serio sobre los progresos, situacin, marcha y desarrollo de la incredulidad en Espaa, y, vistos los estragos que sta haca en las creencias de la nacin y conocidos los errores y la clase de doctrinas que vomitaba contra nuestra fe catlica, viniendo en auxilio de sta, analizadas todas las materias relativas a la divinidad de Nuestro Seor Jesucristo, de su Evangelio y doctrinas y de la Iglesia catlica romana que las propona, formbamos de ellas un cuerpo perfecto, dividido en cincuenta y dos tesis o proposiciones, que eran las que ms al caso hacan para solidar y fortalecer la fe catlica, apostlica, romana; y tenamos ya aqu un curso anual completo sobre Religin. 45. Ordenado el programa, inaugurbamos el curso y principiaba nuestra Escuela su carrera al principio del ao. Llegada la hora de la funcin, por lo que mira a la primera parte, un coro de nios estaba encargado de recitar de memoria la leccin asignada en el primer cuerpo y que corresponda a la domnica. Se explicaba y se interrogaba

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ramos las ms sublimes y nobles, cuales son las infusas y divinas, y los dones; stas no pueden definirse ni demostrarse, sino con doctrina revelada. Traa en consecuencia esta segunda parte la necesidad y el compromiso de presentar la divinidad de la moral cristiana. En la primera exponamos a la vista del pueblo cristiano el bellsimo edificio de las virtudes describiendo en detalle todas sus piezas, las de afuera, las de adentro, las de arriba y las de abajo; y en la segunda ponamos de manifiesto aquellas bases solidsimas sobre las que se apoya y descansa. 2. La fe catlica en tiempos normales y de paz. Las doctrinas relativas a la divinidad de nuestra santa Religin, presentadas en cuerpo a la vista del que ya cree, ofrecen a su contemplacin un cuadro bello, atractivo, halageo y encantador, y abren a su inteligencia un cielo nuevo, donde con un solo golpe puede, bajo el velo de la fe, ver a Dios, Ser Supremo, infinito e inmenso, uno en esencia, trino en personas, sus atributos, sus infinitas perfecciones, su providencia y todas las relaciones que median entre el Criador y sus criaturas, relaciones de padre a hijos, de seor y sirvientes, de rey y vasallos; relaciones y comunicaciones verbales y por escrito, autenticidad, veracidad y divinidad de estas escrituras, divinidad e infalibilidad de la Iglesia romana, que las guarda en depsito y las propone para que las creamos. En estas materias tiene el hombre un jardn frtil, ameno, frondoso, fructfero, donde su alma nutre, sustenta, alimenta y robustece sus creencias religiosas. Estas doctrinas, arrolladas y plegadas segn las leyes del buen mtodo, y luego desenvueltas, explicadas y administradas a sus debidos tiempos y bajo formas convenientes, tienen, por lo que es de su naturaleza, la virtud de infundir la fe al que no la tenga, volverla al que la haya perdido, vivificarla en quien la tenga extinguida, conservarla al que la posee viva y preservarla de las sorpresas de una perversa y astuta filosofa.

En pases exclusivamente catlicos, como el espaol, las doctrinas relativas a la divinidad de nuestra santa religin son en tiempos normales y de paz, y en pocas de fe, el sebo que nutre y alimenta la luz de esta antorcha y la preserva de las emboscadas que de continuo est tramando la incredulidad. En el siglo XVIII y anteriores reposaba la nave de la Iglesia y estaba en Espaa tranquilamente anclada en sus puertos, afianzada en las ncoras de ambos poderes eclesistico y secular, quienes podan dispensarla, y efectivamente la dispensaban, una proteccin fuerte, activa y decidida. En estas pocas en que la incredulidad estaba fuera de la nacin atacando nuestra fe en la parte exterior de sus muros, para estas circunstancias nuestro plan de enseanza, en su seccin segunda, fuera en las ciudades de primer orden preservador de una traicin a nuestras creencias. Creemos, no obstante, que en sus formas hubiese sido inconveniente en las poblaciones de inferior orden, e intil e infructuoso en el fondo mismo de sus doctrinas, pues que en stas la fe estaba en toda su pureza. No as en las altas regiones del mundo social, porque la incredulidad no hablaba desde el extranjero tan bajo que no oyesen sus envenenadas doctrinas las altas clases, y la fe debe ser predicada siempre y cuando y donde sea impugnada. 3. Una sorpresa a nuestra fe. Si en una nacin catlica por la ley de Estado, como Espaa, la incredulidad entrara, la invadiera y la infestara con la peste de sus errores, y esta invasin fuese por sorpresa y por traicin, y encubierta con el nombre mismo de la Religin catlica, en este caso, de qu sirviera nuestro plan de predicacin en su segunda seccin? Sera necesario? En tales circunstancias me adelantar un poquito ms y, sin temor de que nadie me haga retroceder, dir y demostrar que es una necesidad gravsima y apremiante presentar a la impiedad desde las capitales de primera clase las doctrinas relativas a los motivos de credibilidad, en cuerpo entero, predicable desde la ctedra de la verdad.

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49. Esta hiptesis es un hecho, as es: la nacin espaola ha sido cogida de sorpresa, de traicin y de mala fe por la impiedad. Lo vamos a ver. La Espaa oficial es enteramente catlica, no hay en ella herejas ni cisma ni errores ni infidelidad ni incredulidad; todo es fe; o si no, dnde estara la incredulidad? S. M. la Reina doa Isabel II es catlica; catlicos son sus ministerios y gobiernos; catlicas las Cortes y todos los cuerpos legisladores; catlica la prensa de todos los colores, hasta la demcrata y socialista; catlicas todas las fracciones polticas, moderadas, progresistas, absolutistas, carlistas; todo es catolicismo; catlico el pueblo en masa y el clero. Todo es fe, todo es catolicismo, todo es religin; en la Espaa oficial no cabe la hereja ni la infidelidad. Nadie es encarcelado, desterrado, fusilado y ahorcado como catlico, no hay ni martirios ni tiranos; todo es fe. Dnde est, pues, la incredulidad? La incredulidad en Espaa es un crimen de lesa nacin, porque somos todos catlicos por ley de Estado; est proscrita por las leyes fundamentales del pas, y si existe ha de estar escondida, amagada y encubierta con el nombre del catolicismo. La buscaremos, pues, en este disfraz, y la encontraremos en el cuerpo de la nacin como un cncer que carcome y mina las instituciones vigentes. Hay en Espaa incredulidad, y ha tomado y va tomando de da en da una marcha tan rpida que asombra. La vamos a delatar; es nuestro deber, porque es una vasta y temible conspiracin contra el orden social polticoreligioso: mas no, tendramos que hacer de ella su apologa, y formara sta un gran volumen y nos distraeramos de nuestro objeto. No obstante, daremos sobre ella una rpida mirada.

Si la llamamos por su propio nombre, no nos responder, nos dir que es creyente de lo que debe y le conviene creer, y que es tan catlica como Po IX, ms ay del da en que pueda ella presentarse despojada de su disfraz de hipocresa y a cara descubierta en batalla contra el catolicismo! La descubriremos por sus actos y obras, y en ellas la conoceremos. a. LUCHAENTRE LA FE CATLICA E INCREDULIDAD

50. La nacin est sufriendo un horrible estremecimiento, temblor y terremoto, y ese sacudimiento y conmocin es producido, por lo que mira a la parte religiosa, por un huracn de sistemas, principios y doctrinas que estn en oposicin con el dogma catlico, con las reglas de la sana moral y con la disciplina eclesistica. Entre la fe catlica y la incredulidad hay una guerra sin treguas y decidida. Ambas partes son poderosas: la fe tiene sus escuelas, sus maestros, sus defensores, protectores y valientes adalides; y la incredulidad ataca y se defiende; cuenta con elementos fuertes; tiene sus libros y sus autores, sus defensores y proslitos, escuelas, la prensa y otras armas, aunque prohibidas y malas, pero funestas y terribles en sus efectos. 51. Se dan las batallas en las capitales de primer orden, y de las derrotas y victorias de una y otra parte se resienten las restantes poblaciones de la Pennsula. Este es un hecho que nos ensea una experiencia fatal y la historia contempornea, y por esto no tenemos necesidad de ms pruebas para apoyarlo. Esa lucha supone que la fe catlica no slo est perdida y muerta en los que la impugnan, sino en muchos y muchsimos que en la pugna sirven a los infieles y a los incrdulos de escuderos y campeones. Esa lucha produce los efectos que le son consiguientes: la extincin de la fe y, con la amor-

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tizacin de sta, la corrupcin de todos aquellos principios que de ella toma la sana moral. 52. Pregunta el Doctor Anglico, Santo Toms de Aquino: En qu casos, en qu tiempos y ocasiones estamos obligados a una confesin pblica y externa de la fe catlica? (Vase la Suma secunda 2 ae q. 3. a.2). Resuelve, entre otros casos, en tiempos de herejas; y yo propongo otra cuestin: Cundo se han de predicar al pueblo aquellas doctrinas que son el pbulo, la leche, el pan, el alimento, la vida y las fuerzas de los que dudan y vacilan en la fe, y la conversin de los que la han perdido? Solucin: Cuando una nacin catlica pasa de la fe a la incredulidad arrastrada y envuelta por la impetuosa corriente de principios, de sistemas y de mximas corruptoras del dogma catlico y de la moral cristiana. 53. Pues bien, en el curso de este siglo XIX la nacin espaola ha sido en cuerpo y alma tentada. El espritu del siglo le ha sugerido y le ha propuesto mil y un sistemas, opuestos todos a nuestras creencias religiosas. La tentacin ha sido vehemente y fuerte y gravsima; y si no ha sucumbido, si ha resistido hasta ahora, si no ha cado en un cisma, lo hemos atribuido a un milagro de la gracia y a disposiciones altsimas de la Providencia. Esa tentacin no se ha desvanecido an; hay ocasiones en que, a vuelta de la rueda de la poltica, la sugestin aprieta, insta y le hace vacilar. Esa tentacin obra en las ciudades de primer orden, y all donde est el tentador y la tentacin, la lucha y el peligro, all conviene correr en auxilio de los tentados. All, en nuestro pobre concepto, convendra tomar a la predicacin del Evangelio la actitud que le corresponde cuando tiene frente a s en pas catlico la incredulidad, parapetada y atrincherada y preparada para atacar y defenderse; y para desbaratar sus sistemas no basta, en nuestro juicio, uno que otro discurso aislado, sino que debe presentrsele, bajo una forma solemnsima, directa y adecuada, todo entero y completo, el cuerpo de doctrinas relativas a la divinidad de la Religin y de nuestras doctrinas.

54. Para tales apuros, para ocasiones tan solemnes, crticas y peligrosas, para una lucha donde se disputa no menos que el catolicismo espaol, la Escuela de la virtud recibi de Dios la misin de disipar al ngel tentador, fugar sus infernales sugestiones, desvanecer las dudas, corroborar la fe y dar una gloriosa victoria a nuestra patria en sus batallas contra la infidelidad. Tenemos la satisfaccin, nos cabe la gloria de haber trabajado cuanto estuvo a nuestro alcance para conseguir este efecto. La discusin 55. Hemos hablado hasta aqu de la conveniencia de la seccin segunda de nuestro plan de predicacin en cuanto a su fondo, que es presentar en curso completo y entero en capitales de primer orden las doctrinas que pertenecen a la divinidad de Jesucristo, de su Evangelio y doctrina, e infalibilidad de la Iglesia que las propone y ensea. Vamos ahora a sus formas. He dicho ya que no estbamos sujetos a ninguna que la adoptbamos segn que nos la inspiraba Dios, la prudencia y las circunstancias que nos rodeaban. Dir ms, que no tenamos en adoptar sta antes que la otra ms inters que los frutos que esperbamos recoger de nuestro ministerio. La que ltimamente usbamos era acadmica. Dir las causas que nos movieran a tomarla. La discusin y el libre examen 56. Al fijar nuestra atencin desde las llanuras de la ctedra del Espritu Santo sobre la situacin del auditorio espaol, vimos... qu es lo que vimos? Un fenmeno muy raro y extrao. Vimos trasformada la nacin en una academia en la que, en sitios indecorosos y por personas incompetentes, y bajo formas bien extravagantes, se discutan, se impugnaban y defendan los misterios ms venerandos de nuestra santa Religin. En los salones de las altas esferas

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sociales y en el pobre tugurio del labrador, en los talleres del simple artesano, en las plazas y paseos pblicos, en el horno y lavadero se disputaba, se altercaba, se argua sobre la Trinidad y la Encarnacin, sobre gloria, purgatorio e infierno, sobre el sacerdocio y sus ministerios, sobre la Iglesia y sus notas y caracteres de infalibilidad y dems dotes. Blasfemias, imprecaciones asquerosas, stiras y sarcasmos servan muchas veces de entimema, dilema y silogismo. 57. En vista de un hecho tan lamentable, me pareci cosa muy natural trasladar esa funesta academia a lugar y sitio competente y, ya que no estaba en nuestra mano evitar la lucha y el duelo, cremos era menor mal y esperbamos convertirla en un bien dndola forma autorizada. Esta academia fue trasladada al sitio que le corresponde: la discusin se tena en el templo de Dios, y ante la ctedra de la verdad se trataba de la credibilidad de nuestros misterios. A ms, tomamos esta forma para contestar con hechos que la ctedra de la verdad no huye ni teme la discusin.Tenis la presuncin, nos repite hasta el fastidio todos los das la prensa pseudocatlica, de despojar al hombre de la ms noble de sus facultades, cual es la de discurrir, pensar y emitir libremente sus juicios, conceptos y pensamientos. Con un Roma locuta est, queris arrebatarnos la libertad. Con la oscuridad y con las tinieblas de vuestra fe pretendis eclipsar las luces de la civilizacin, y poner trabas al progreso y desarrollo de las ciencias y artes. Sois el oscurantismo y la ignorancia; y por eso temis y hus de la lucha, del examen y de la discusin.

taba el libre examen dentro los justos lmites fijados por la misma razn, por esto fueron los librediscutidores los primeros en atacarnos. 58. La Discusin, rgano de la democracia espaola, recopil con gran talento lo que en esta materia otros peridicos del mismo color, por milsima vez nos han dicho: ah va su artculo del nmero que corresponde al 20 de julio de 1858:O la Iglesia aboga por una independencia que no quiere o debe renunciar a toda hostilidad contra el partido democrtico. La democracia haba de ser hoy su porvenir, su ms bella esperanza. Es cierto, repetimos, que gracias a la absoluta libertad del pensamiento se vera el clero bajo nuestros principios empeado en una viva y ardiente lucha contra los que negasen o interpretasen de una manera distinta sus doctrinas. Mas acaso no haba de hallar en esa misma lucha un estmulo para salir de su ignorancia? No debe hacerse ilusiones la Iglesia espaola; est hoy atrasada, desorientada, incapacitada para comprender los argumentos de la filosofa moderna. Las herejas pululan en nuestra patria: cundo levanta la Iglesia la voz como no sea para cubrirlas de estriles anatemas? Apela a todos los medios para reducirlas al silencio; a todos, menos al ms eficaz, al del debate. No parece sino que ha perdido la fe en su dogma, segn teme abordar las cuestiones que se le suscitan. No ya slo en los presbteros, en los prelados hay tan culpable ignorancia. Pastorales hemos ledo que bastaban para cubrir de vergenza a todo pensador catlico. Eptetos duros para calificar el objeto de sus iras no faltaban en esos escritos; faltaban, s, razones. Contradecanse unas a otras y llevaban la contradiccin hasta en el fondo de s mismas. Por no revelar que no conocen los sistemas filosficos modernos, afectan nuestros prelados mirarlos con desprecio como si no supieran que les estn minando el terreno y arrancndoles todos los das numerosas turbas de proslitos. Le falta a la Iglesia, para salir de un estado de postracin tan grande, precisamente esa lucha que tanto esquiva. La Iglesia en otros pases es ms ilustrada, merced a los rudos combates que ha de sostener constantemente contra adversarios temibles. Crece el hombre en la lucha; la necesita para el desarrollo de sus facultades. Cuando no tiene con quien combatir, cae fcilmente en un funesto letargo, pierde sus fuerzas intelectuales, deja de pensar de da en

No podamos desmentir asertos tan injuriosos, ultrajantes y denigrativos de un modo ms formal y solemne que dando a la segunda seccin de nuestro plan de enseanza la forma que tena. A su vez haremos a la incredulidad un retorqueo argu mentum: el error no es luz sino tinieblas; teme la incredulidad la discusin y la huye, pues sabe que para su ruina le basta presentarse ante el trono de las verdades catlicas; y, porque la Escuela de la virtud era discutidora y acadmica, y acep-

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da hasta sobre lo que ms afecta la condicin del hombre. Qu ms puede desear hoy la Iglesia espaola que la lucha? Es la falta de lucha la causa principal de su visible decadencia5.

59. La libertad de robar y de asesinar es en el hombre un dote que reconocen por tal todas las leyes; y, no obstante, el uso es un crimen punible. La libertad de pensar mal tambin es una propiedad nuestra, y el emitir juicios perversos, publicar ideas subversivas, obscenas, impas, en uso de esa misma libertad, es otro crimen. La Iglesia respeta las libertades del hombre, pero reprime, como lo reprime todo poder civil, el abuso de ellas. b. LAMORAL CRISTIANA: SU DIVINIDAD

III CARGOS DIRIGIDOSDESDE LA PRENSA

A LA ESCUELA DE LA VIRTUD Y SU DIRECTORY SU CONTESTACIN

60. Estas son las dos partes en que tenemos ordenadas y divididas las doctrinas que, en cumplimiento de nuestro ministerio estamos encargados y tenemos la misin de predicar y ensear en naciones y pueblos in