La escuela de Yasnaia Poliana - León Tolstoi

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  • 7/27/2019 La escuela de Yasnaia Poliana - Len Tolstoi

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    Yasnaia Poliana

    Len Tolstoi

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    ESTUDIO PRIMERO

    Examen general y carcter de la escuela.Lectura mecnica y progresiva.Gramtica y estilo.

    I

    La escuela. Empleo del tiempo.

    No tenemos principiantes.La clase inferior lee, resuelve problemas relativos a las tres primeras reglas de aritmtica y aprende la historia sagrada.De manera que las materias se distribuyen, en vista del cuadro del empleo del tiempo, de la manera siguiente:

    1. Lectura mecnica y progresiva;

    2. Escritura;3. Caligrafa;4. Gramtica;5. Historia sagrada;6. Historia de Rusia;7. Dibujo;8. Dibujo lineal;9. Canto;10. Matemticas;11. Conversaciones sobre ciencias naturales, e12. Instruccin religiosa.

    Antes de hablar de la enseanza, debo dar una noticia sucinta de la escuela de Ysnaia Poliana, de su carcter y de sudesenvolvimiento.

    II

    La vida de una escuela. La crisis del verano. Los maestros.

    Como todo ser viviente, la escuela no slo se modifica cada ao, cada da y cada hora, sino que est expuesta adiversas crisis, a desgracias, a dolencias.

    La escuela de Ysnaia Poliana ha atravesado el verano ltimo una de esas crisis enfermizas, debida a mltiples causas.

    1. Como acontece siempre en verano, los mejores alumnos haban dejado la escuela; no deberamos volver aencontrarlos ms que con raros intervalos, en los campos, en los trabajos y en los pasturajes.2. Sobrevinieron nuevos maestros y, por lo tanto, se establecieron nuevas influencias.3. Durante todo el verano, cada da llegaban nuevos visitantes, maestros en vacaciones; y nada estorba ms que lasvisitas a la buena marcha de una escuela: el profesor est siempre ms o menos distrado.

    La escuela cuenta con cuatro maestros: dos, antiguos, ya en funciones desde hace dos aos, estn familiarizados consus tareas como con sus discpulos, con la libertad y el desorden exterior de la escuela; dos, nuevos, recientemente

    venidos, amantsimos de la exactitud, del empleo del tiempo, de la campana, de los programas, etc., no se hanpenetrado de la vida de la escuela como los primeros. Lo que a stos pareca razonable, necesario, imposible de serconcebido de otro modo, como los rasgos, aun sin belleza, de un nio a quien se ama y a quien se ha visto crecer, a losnuevos maestros suceda que no vean en ello sino defectos que corregir.

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    III

    La casa escuela. Cmo se regula la enseanza. El despertar. Nada de leccin. Nada de tarea. Nias y nios.

    Se encuentra la escuela en una casa de piedra, de dos pisos. Dos piezas estn reservadas a los nios, dos a losmaestros; otra sirve de cuarto de estudio. Sobre la escalinata, debajo del alero, suspendida por un cordn, una campanapequea. En el vestbulo, abajo, el gimnasio; en el de arriba, bancos. Escalera y vestbulos conservan las huellas de

    nieve y lodo; sobre los muros, all mismo, se puede leer el cuadro de la distribucin del tiempo.He aqu cmo se regula la enseanza: hacia las ocho, el maestro domiciliado en la escuela, amigo del orden exterior,encargado de administrar, manda tocar la campana a uno de los alumnos, que ha pasado all la noche la mayor partedel tiempo. En el lugar, se levantan con la luz de las lmparas. Desde la escuela, desde hace mucho tiempo ya, se venbrillar las luces en las ventanas; media hora despus del toque de campana, entre la oscuridad, bajo la lluvia o losoblicuos rayos de un sol de primavera, aparecen por las alturas -el lugar est separado de la escuela por un barranco-confusas siluetas de dos, o tres, o un nio solo. El instinto que lleva a los caballos a marchar por rebaos, lo hanperdido nuestros alumnos desde hace largo tiempo. No tienen necesidad de esperarse ni de gritarse unos a otros:-Eh, nios, a la escuela!Sabe ya nuestro escolar que uchliche -escuela- es de gnero neutro, sabe tambin muchas otras cosas merced a las

    cuales no siente la necesidad de ir con compaa. Ha llegado la hora, y va. Parceme que de da en da se vuelven msfrancos, que su carcter toma ms iniciativa.Andando, no les he visto nunca entretenerse, salvo, si acaso, alguno de los ms pequeos, o uno nuevo que viene deotra escuela.Ninguno lleva nada consigo; ni libro ni cuaderno; nunca se les impone tareas que cumplir en casa. Y no slo el niono lleva nada en las manos, sino que tampoco lleva nada en la cabeza. Nada de leccin; no est obligado a preocuparsehoy de lo que hizo ayer. No se tortura el entendimiento para la leccin que va a seguir. No lleva ms que a s mismo,su naturaleza impresionable, y la certeza de que la escuela ser hoy tan alegre como ayer. No piensa en la clase hastael momento en que sta comienza.Nada de recriminaciones por un retraso, y todo el mundo llega a la hora, fuera de alguno de los mayores a quien a

    veces su padre retiene para algn quehacer, alguno de los mayores a quien se le ve entonces correr al galope,desalentado.Esperando al maestro, se renen, unos en la escalinata, empujndose en los escalones, otros resbalando en el hielo delsendero, otros en las salas de la escuela, o, cuando hace fro, leen, escriben o se divierten.Las nias no se unen con los muchachos. Cuando los muchachos tienen que proponer algo a las nias, no se dirigennunca a una de ellas en particular, sino a todas juntas.-Eh, nias! Por qu no entris?O bien:-Ved; las nias estn heladas del todo!O esto otro:-Vamos, nias, saltad todas sobre m solo!Una de ellas, no obstante, una chica del casero, como de diez aos, dotada de aptitudes notables y variadas, comienzapor destacarse del grupo de las nias: es la nica a quien nuestros escolares tratan como a igual, como a un muchacho,pero con un ligero matiz de poltica, de indulgencia y de moderacin.

    IV

    Entrada del maestro. El afn de la lectura sucede al afn del juego. Cada uno se sienta donde le parece. Dos clasesen una sala. La clase superior. Toda la escuela asiste junta a la clase de instruccin religiosa y a la clase de dibujo.

    Supongamos que el orden de materias exige: en la clase inferior, una leccin de lectura mecnica; en la segunda, de

    lectura progresiva; en la tercera, de matemticas.El maestro hace su entrada en la clase. Los nios, amontonados confusamente sobre el entarimado, chillan y gritan:-Nios, no me incomodis!O si no:

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    Basta! Deja de jalarme el cabello!, etc.-Piotr Mijilovich! -grita al maestro que entra, una voz salida del fondo del montn- queris decirles que me dejen?-Buenos das, Piotr Mijilovich! -vociferan los dems, continuando el alboroto.El maestro va a tomar los libros y los distribuye entre aquellos que le han seguido hasta el armario. Los alumnos,echados encima del montn, le piden a su vez. Poco a poco, el montn disminuye. Viendo los libros en manos de lamayor parte de sus camaradas, los ltimos corren hacia el armario, gritando:-Y para m?... Y para m?... Dadme el libro de ayer!... Yo quiero el libro de Koltzov!... etc.

    Si an quedan dos que en el calor de la lucha continan rodando por el entarimado, los dems, ya sentados en elbanco, libro en mano, les dicen:-Por qu tardis tanto? No se oye nada... Basta!...Los combatientes se someten; completamente sofocados, van a tomar sus libros y a sentarse, no sin columpiar un pocola pierna en el primer momento, a consecuencia de su agitacin an no apaciguada. El ardor de la batalla se desvanece,y el ardor de la lectura comienza a reinar en la clase. Con el mismo fuego que mostraba un momento antes al jalar delos cabellos de la sien de Michka, lee ahora el libro de Koltzov, ligeramente entreabiertos los labios, brillantes losojillos, sin ver nada en torno suyo fuera de su libro. Es menester tantos esfuerzos para separarle del libro cuantos de lalucha.Se sientan donde les parece bien: sobre los bancos, las mesas, en el poyo de la ventana, en el entarimado, en el silln.

    Las nias se sientan siempre juntas. Los amigos de la misma aldea, sobre todo los pequeos -la familiaridad es mayorentre ellos- se ponen siempre a un lado o a otro. Desde que uno de ellos ha escogido tal o cual rincn, todos suscompaeros, empujndose, se deslizan bajo los bancos, van a sentarse all unos al lado de otros, y paseando susmiradas alrededor, manifiestan en su fisonoma un aire de dicha y de satisfaccin como si se sintieran felices parasiempre de verse all. El gran silln que se encuentra en la clase, no se sabe cmo, es objeto de envidia general. Tanpronto como uno tiene la idea de instalarse en l, no hace ms que mirarlo, otro ha adivinado su intencin, y ambos seprecipitan a ver quin lo asalta primero. El ms listo se extiende, la cabeza mucho ms baja que el respaldo; pero leetan bien como los dems, tanto empeo pone a su faena.

    Durante la clase, nunca les he visto cuchichear, ni pellizcarse, ni rer por lo bajo, ni soplarse los dedos, ni querellarse

    uno de otro al maestro. Cuando un alumno, procedente de la escuela del sacristn o de la del distrito, pretendequejarse, se le dice:-Pues qu! no has sido t quien te has pellizcado a ti mismo?Las dos clases inferiores se dan en un saln; la clase superior en otro. Cuando el maestro llega a la primera clase, todoel mundo le rodea junto al encerado o en los bancos; se tienden o se sientan sobre la mesa en torno del maestro o delque lee en voz alta. Si es en la escritura, estn tranquilamente sentados en los bancos; pero se levantan a cadamomento para ir a ver los cuadernos de los otros, o para ensear los suyos al maestro.El empleo del tiempo permite cuatro lecciones; pero a veces se limita a tres o a dos, y a veces tambin se emplea eldestinado a otras materias... El maestro comienza por la aritmtica y pasa a la geometra, o bien comienza por lahistoria santa para acabar por la gramtica. No es raro que maestro y discpulos se dejen llevar por el entusiasmo, yque la clase, en lugar de una hora, se contine durante tres. Sucede que los nios mismos exclaman:-Todava no!... Todava no!...Y que rechazan con aspereza a los que se cansan:-Si esto te fastidia, vete, pues, con los pequeos! -dicen con menosprecio.Para la clase de instruccin religiosa, la nica que termina regularmente, porque el maestro vive a dos verstas y noviene ms que dos veces por semana, y para la clase de dibujo, los alumnos se renen todos juntos. En los momentosque preceden a estas clases es cuando la animacin, el alboroto, los gritos, el desorden, llegan al colmo; quin arrastralos bancos de un saln a otro; quin disputa; quin corre a la casa (Se trata de la casa de Len Tolstoi que est cerca dela escuela) a buscar pan; quin pone a tostar el pan en la chimenea; ste arrebata alguna cosa a aqul; otro hacegimnasia.Aqu tambin, como en el tumulto de la maana, es ms conveniente dejarles calmarse por s mismos, y por s mismos

    ocupar sus puestos naturales, que obligarles a ello por la fuerza. Con el espritu actual de la escuela, obligarles esmaterialmente imposible. Cuanto ms fuerte grita el maestro -esto ha sucedido- ms fuerte gritan los discpulos; susgritos no hacen ms que excitarlos. Si se consigue contenerlos, desviar su atencin hacia otra parte, el pequeo mar vaagitndose menos cada vez, hasta apaciguarse. Pero la mayor parte de las veces vale ms no decir nada.

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    La clase de dibujo, la que cada uno prefiere, comienza a medio da: cuando se tiene hambre y se ha estado ya sentadocerca de tres horas, se siente, aqu tambin, la necesidad de arrastrar los bancos y las mesas y de armar gran escndalo;sin embargo, en cuanto el maestro est listo, estn listos los discpulos, y cuidado de quien quiera impedir que la clasecomience; ellos mismos se encargan de imponer silencio.

    V

    La escuela no es un modelo. Volver a recordar la historia y su desenvolvimiento es, no obstante, til. Desordenaparente que da por resultado, por parte de los alumnos, el orden. Batallas de escolares. El papel del maestro encaso de batalla.

    Debo explicarme. Describiendo la escuela de Ysnaia Poliana, no pretendo darla como un modelo til y bueno deimitar; no quiero ms que mostrarla tal cual es. Creo que tales descripciones pueden tener sus ventajas. Si yo lograse,en las pginas siguientes, volver a trazar con lisura la historia del desenvolvimiento de la escuela, apareceraclaramente al lector cmo se ha formado el espritu actual, por qu lo encuentro yo bueno, por qu me seraabsolutamente imposible cambiarlo, aun cuando yo quisiera.La escuela se ha desarrollado libremente por la sola virtud de los principios establecidos, por el maestro y por los

    alumnos. A pesar de toda la autoridad del maestro, el alumno tena siempre el derecho de no frecuentar la escuela, yaun frecuentando la escuela, el de no escuchar al maestro. Este tena el derecho de no conservar al alumno en suescuela y de poder obrar con toda la fuerza de su influencia sobre la mayora de los nios, sobre la sociedad que entreellos forman siempre. Cuanto ms adelantan los nios en el estudio, ms se extiende la enseanza y ms se impone lanecesidad del orden. Por consiguiente, en una escuela que se desenvuelve normalmente y sin violencia, cuanto msinstruidos son los discpulos, ms capaces del orden resultan, ms sienten ellos mismos la necesidad de l, y msfcilmente, bajo este punto de vista, se establece la autoridad del maestro.En la escuela de Ysnaia Poliana, desde su fundacin, se ha visto confirmada constantemente esta regla. Al principio,imposible distribuir las clases, ni las materias, ni los recreos, ni las tareas: todo se confunda, todos los ensayos dedistribucin resultaban vanos. Hoy, en la primera clase, hay alumnos que piden ellos mismos seguir la gua de horarios

    y materias, que se aburren cuando se les saca de su leccin, y que echan fuera a los pequeos que se atreven a estarentre ellos.A mi juicio, este desorden exterior, aunque parezca al maestro tan extrao, tan incmodo, es til, indispensable.Ocasiones tendr de volver a ocuparme, con bastante frecuencia, de las ventajas de esta organizacin; en cuanto a susinconvenientes, he aqu lo que tengo que decir:En primer lugar, el desorden u orden libre parcenos tan espantoso porque estamos acostumbrados a otro sistemasegn el cual hemos sido instruidos.En segundo lugar, sobre este punto, como sobre otros muchos, el empleo de la violencia est fundado en unainterpretacin irreflexiva e irrespetuosa de la naturaleza humana. Parece que el desorden aumenta, crece pormomentos, no conoce lmites; parece que nada puede detenerlo sino la represin violenta, cuando basta esperar unpoco para ver el desorden (o el fuego) extinguido por s mismo, produciendo un orden ms perfecto y estable que

    aquel por el cual lo sustituiramos.Los escolares son hombres, seres sometidos, por muy pequeos que sean, a las mismas necesidades que nosotros;como nosotros, seres pensantes; todos quieren aprender, y para esto van a la escuela, y por esto llegan sin esfuerzo aesta conclusin, que, para aprender, es necesario someterse a ciertas condiciones. No slo son hombres, sino queconstituyen una sociedad de seres reunidos en un pensamiento comn. Y en todo lugar donde se renan tres en Minombre, Yo estoy en medio de ellos. Cediendo a las solas leyes naturales, a las leyes derivadas de la naturaleza, ni seoponen, ni murmuran; cediendo a vuestra autoridad intempestiva, no admiten la legitimidad de vuestras campanillas,de vuestro uso del tiempo, de vuestras reglas.Cuntas veces he tenido ocasin de asistir a las batallas de los nios! El maestro se lanza entre ellos para separarlos, ylos dos enemigos se miran de reojo; incapaces de contenerse aun en presencia de un maestro temible, acaban por caer

    uno sobre otro con ms ardimiento an que antes. Cuntas veces, en el mismo da, he visto un Kiruchka, apretadoslos dientes, caer sobre Taraska, cogerle por los cabellos de las sienes, derribarlo al suelo; parece querer desfigurar a suenemigo, dejarle muerto! Pero no ha pasado un minuto cuando ya Taraska re bajo Kiruchka y le hace otro tanto; antesde cinco minutos, vedlos tan buenos amigos, sentados uno al lado del otro.

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    Hace poco tiempo, despus de la clase, en un rincn dos muchachos se fueron a las manos: el uno, un notablematemtico de cerca de nueve aos, alumno de la segunda clase; el otro, un pequeo, con ojos negros, rapado,inteligente, pero vengativo, nombrado Kiska. Kiska ech mano a los largos bucles del matemtico y le apret lacabeza contra el muro, en tanto que el matemtico se esforzaba vanamente para coger las cerdas rapadas de Kiska. Losnegros ojos de ste brillaban triunfalmente. En cuanto al matemtico, le costaba trabajo contener sus lgrimas.-Bien! bien! Qu? qu? -deca Kiska.Pero se vea claramente que ste haca dao, y que slo quera pasar por valiente. Esto continu por bastante tiempo, y

    yo estaba indeciso sobre qu partido tomar:-Se pelean! se pelean! -gritaban los nios.Y se agruparon en el rincn. Los pequeos rean, pero los mayores, aunque sin tratar de separar a los combatientes,mirbanlos con aire serio. Las miradas, el silencio, no fueron perdidos para Kiska. Comprendi que lo que haca noestaba bien; psose a sonrer, y poco a poco fue soltando los cabellos del matemtico. Este ltimo se desembaraz deaqul, acos a Kiska, a quien apret por la nuca contra el muro, y despus, satisfecho, se alej. El pequeo se ech allorar, y lanzndose en persecucin de su enemigo, le peg con todas sus fuerzas sobre el abrigo de pieles, pero sinhacerle dao. El matemtico iba a secundar, pero en el mismo instante resonaron gritos de desaprobacin.-Ved, se atreve con un pequeo! -exclamaron los circunstantes-. Slvate, Kiska!El asunto acab en aquello, sin dejar rastro, salvo, creo yo, lo mismo en uno que en otro, la conciencia confusa de que

    el pegarse es desagradable, porque esto hace dao a entrambos. Se puede notar que aquel sentimiento de justicia hasido provocado por la multitud; pero cuntos asuntos anlogos se terminan, no se puede comprender en virtud de quleyes, de manera que satisfaga a las dos partes! Cuan arbitrarios e injustos son, comparativamente, todos los mediosempleados en semejante caso!-Los dos sois culpables; de rodillas! -dice el instructor. Y no tiene razn, porque all no hay ms que un soloculpable, un culpable que triunfa ponindose de rodillas y rumiando su maldad, en tanto que el inocente estdoblemente castigado. O bien:-T eres culpable de haber hecho esto y aquello, y t sers castigado -dir el instructor.Y el nio castigado odiar ms a su enemigo al sentir a su lado un poder desptico, cuya legitimidad no reconoce.O este otro:

    -Perdnale; as lo quiere Dios, y s mejor que l-expresar el instructor.Le decs: S mejor que l, pero lo que l quiere es ser ms fuerte; mejor... no lo comprende, ni lo puede comprender.O esto:-Ambos sois culpables; pedios perdn el uno al otro, y abrazaos, hijos mos.He aqu lo peor de todo, porque ese abrazo no ser sincero, y porque el sentimiento malo, acallado un instante, searriesgar a resucitar.Dejadles, pues, solos si no sois el padre o la madre, que, todo piedad para sus hijos, siempre tienen razn para tirar delos cabellos al que pega; dejadles, y ved cmo todo se arregla, todo se apacigua sencilla, naturalmente.

    VI

    La abstencin no produce resultados perjudiciales. La escuela no debe intervenir en la educacin. Un castigo.Escolares ladrones. El castigo votado por los escolares. Uno de los ladrones reincide. Tolsti siente el castigo.

    Pero tal vez los instructores que no hayan experimentado este desorden o este orden libre, pensarn que abstenindoseel maestro, el desorden tendr consecuencias fsicamente deplorables: muertes, fracturas, etc. En la escuela de YsnaiaPoliana, la pasada primavera no hubo ms que dos casos de contusin con seales aparentes: uno de los muchachosfue lanzado escalinata abajo, y se hiri en una pierna (la llaga cur a las dos semanas); a otro se le quem una mejillacon goma encendida, y tuvo una escara durante medio mes. No ocurre ms de una vez por semana el que llore algunode los alumnos, y esto, no como consecuencia de dao, sino por ira o despecho. Fuera de esos dos casos, ni golpes, niequimosis, ni chichones, con treinta o cuarenta escolares entregados a s mismos.

    Estoy convencido de que la escuela no debe intervenir en la educacin, pura incumbencia de la familia; no debecastigar ni recompensar lo que ella no tiene derecho, que su mejor polica y administracin consiste en dejar a losalumnos en libertad absoluta de aprender y de arreglarse entre ellos como mejor les parezca. Estoy convencido de eso,y sin embargo, las antiguas costumbres de los establecimientos de educacin estn tan arraigadas en nosotros, que en

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    la escuela de Ysnaia Poliana nos apartamos con frecuencia de esta regla. El semestre pasado, particularmente en elmes de noviembre, hubo dos casos de castigo.En la clase de dibujo, el maestro, que acababa de llegar recientemente, not que un muchacho, sobre no atender a laleccin, gritaba y pegaba rabiosamente a sus vecinos a diestro y siniestro. No pudiendo calmarlo con palabras, elmaestro le hizo dejar su puesto, y le retir su muestra; este fue el castigo. El nio no dej de llorar durante toda laleccin.Este mismo muchacho era el que yo haba rehusado admitir en la escuela de Ysnaia Poliana en los primeros tiempos

    de sta, considerndolo como un idiota incurable. Sus rasgos ms salientes eran la estupidez y la dulzura. Nunca suscamaradas le admitieron en sus juegos; se rean y se burlaban.-Es un pcaro este Petka; -se decan entre ellos con extraeza- hasta los pequeos le pegan, y l, l se sacude y semarcha.-No tiene corazn -me deca de el un alumno.Cuando una criatura semejante llega a un estado de furor como el que hubo de castigar el maestro, el culpable,seguramente, no es el castigado.Otro caso. En el verano precedente, mientras se reconstrua la casa, desapareci del gabinete de fsica una botella deLeyden. En muchas ocasiones se haban perdido lpices y libros, cuando los carpinteros y los pintores no estaban all.Interrogamos a los muchachos: los mejores alumnos, los ms antiguos en la escuela, nuestros amigos desde el

    principio, enrojecan y balbuceaban de manera tal, que cualquiera habra credo ver en su turbacin una prueba de sufalta. Pero yo les conoca, y hubiese respondido de ellos como de m. Comprendo que la sola idea de una sospecha eralo que les afectaba tan profunda, tan dolorosamente: uno de los alumnos, a quien nombrar Fedka, naturaleza delicaday distinguida, tembl y llor, todo plido.Prometieron decir quin fuese el culpable, si llegaban a averiguarlo; en cuanto a buscarlo, se negaron a ello. Algunosdas despus descubrise quin era el ladrn: un chico del casero de un dominio lejano. Haba inducido al hijo de unaldeano, llegado con l del mismo lugar, y ambos a una haban ocultado los objetos robados en un cofrecito. Eldescubrimiento produjo singular impresin en sus camaradas: una especie de alivio y aun de alegra, y al mismotiempo desprecio y pesar por los ladrones.Les propusimos que indicaran por s el castigo. Unos designaron el ltigo, y pidieron azotar ellos mismos a los

    culpables; otros fueron de opinin que se les pusiera un letrero con la palabra ladrn. Este castigo, habamosle yainfligido nosotros, para vergenza nuestra, y el muchacho que, el ao antes, haba llevado un letrero con la inscripcinembustero, precisamente se mostr el ms implacable al reclamar uno para los ladrones.Quedamos de acuerdo en el rtulo, y cuando una nia fue a coserlo, todos los alumnos miraron a los castigados conalegra mal intencionada mofndose de ellos. Para agravar an ms el castigo, pidieron que se les llevase as al lugar,dejndoles la etiqueta hasta el da de fiesta, dijeron.Los castigados lloraron. El hijo del mujik, el que se haba dejado inducir por su camarada -narrador notable ydivertido-, un renacuajo regordete y blanco, lloraba con todas sus fuerzas de nio; el otro, el principal culpable, denariz gibosa, facciones duras, fisonoma inteligente, estaba plido, sus labios temblaban, sus ojos lanzaban miradasdaosas y salvajes por la alegra de sus camaradas, y muy rara vez el llanto contraa su rostro. Su gorra, de viseradestrozada, estaba echada atrs sobre el occipucio, tena los cabellos en desorden, la ropa manchada de tiza.Todo eso nos llam la atencin como si lo hubiramos visto por primera vez. Contemplbale cada cual con atencinmalvola, y l lo senta dolorosamente. Cuando, sin mirar a su alrededor, baj la cabeza, y, a lo que me parece, con lamanera de andar de un malhechor, se fue a su casa, los nios, persiguindole tumultuosamente, le hostigaron demanera tan poco natural, tan extraa y brbara, que se les habra credo posedos, sin darse ellos cuenta, del espritumaligno. Algo me deca que esto no estaba bien, pero el asunto sigui su curso, y durante todo el da el ladrn llev suletrero.Desde entonces cre notar que era menos aplicado; y ya no se le vio ms, despus de la clase, mezclarse en los juegosy en las conversaciones de sus compaeros.Una vez, en ocasin de llegar yo a la escuela, todos los nios me anunciaron aterrados que el chico haba robado denuevo. Haba tomado de la habitacin del maestro veinte kopeks en piezas de cobre, y haba sido sorprendido

    escondindolos en la escalera.Se le cosi otra vez el letrero, y de nuevo se reprodujo la misma monstruosa escena. Yo le reprend como hacen losinstructores. Un muchacho crecido que se encontraba all, un hablador, se puso a sermonearle tambin, repitiendopalabras que, sin duda, haba odo pronunciar a su padre, un dvornik(conserje).

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    -Ha robado por primera vez, ha robado por segunda vez -deca con voz acompasada y grave-; lo tomar porcostumbre. Hasta dnde lo arrastrar el amor al lucro?Esto me excit. Me sent casi irritado contra el sermoneador. Contempl el aspecto del castigado. Al verle an msplido, ms doliente, ms bravio, me acord, no s por qu, de los forzados, y la conciencia de una villana grit en msbito y tan fuerte, que arranqu el letrero diciendo al culpable que se fuera adonde quisiese. Sent bruscamente, no enel pensamiento, sino en todo mi ser, que no tena el derecho de torturar al pobre nio, que no poda hacer con l lo quequeramos yo y el hijo del dvornik. Pensaba que hay secretos en el alma que nos estn cerrados y que la vida puede

    modificar, no los cargos ni los castigos. Y qu tontera! El nio ha robado un libro -por un largo proceso, complejo,de sentimientos, de pensamientos, de falsos silogismos, ha sido arrastrado a sustraer un libro: no sabe para qu lo haguardado en su cofre- y yo le pongo un letrero con la palabra ladrn, que significa otra cosa muy distinta! A santode qu? Para castigarle por la vergenza, se dir... Castigarle por la vergenza? Pero, a santo de qu? Se sabe si lavergenza destruye la disposicin al robo? Acaso la estimule. Acaso no haya de vergenza ms que lo que expresa elrostro. Yo tengo asimismo la seguridad de que no era vergenza, sino cualquier otra cosa que acaso tendra dormidapara siempre en su alma, y que no habra sido conveniente despertar.Que en el mundo que se llama prctico, en el mundo de los Palmerstons y los Canes, en el mundo que tiene porrazonable, no lo que es razonable, sino lo que es prctico, que en l las gentes, castigadas ellas mismas, se arroguen elderecho y el deber de castigar. Nuestro mundo de nios, de seres sencillos, francos, debe mantenerse puro de mentira,

    de esa creencia criminal en la legitimidad del castigo, de la que se seguira que la venganza es justa desde el momentoen que nosotros la llamamos castigo...

    VII

    Las notas. La leccin de la tarde. Poesa de la escuela en el crepsculo. El relato del maestro. Los escolares lerepiten corrigindose mutuamente.

    Volvamos a tomar el detalle de la enseanza diaria. Hacia las dos de la tarde, los nios, hambrientos, corren a la casa.Mas a pesar de su hambre, esperan an algunos minutos para conocer cada uno sus notas.

    Estas notas, que les dan cierto rango, les preocupan en gran modo.-A m, 5, (En Rusia, es la mejor nota) con la cruz; y a Olhuchka qu cero tan grande le han dado!-Y a m, 4! -exclama otro.Por ellos mismos es por quienes estn establecidas, porque en ellas encuentran una apreciacin de su trabajo; y si estaapreciacin es injusta, bien demuestran su descontento. Desdichado del maestro que, no teniendo presentes losesfuerzos del discpulo, le da menos de lo que merece! El nio no cesa de hostigarle y llora lgrimas de fuego si se leniega la modificacin pretendida.Las notas malas, pero merecidas, subsisten a pesar de toda protesta. Por lo dems, las notas son un resto de nuestraorganizacin primitiva, y por s mismas comienzan a caer en desuso.Para la primera leccin que sigue al recreo, por la tarde, se renen como en la maana esperando asimismo al maestro.La mayor parte del tiempo la leccin es de historia santa o rusa, y todos los grupos estn reunidos.

    Ordinariamente, esta leccin empieza al crepsculo. El maestro est de pie o sentado en medio de la estancia, y eltropel de muchachos se coloca alrededor de l en semicrculo, quines sobre los bancos, quines en las mesas, quinesen los poyos de las ventanas.Todas las lecciones de la tarde, y especialmente esta primera, difieren de las de la maana por un sello particular detranquilidad y de poesa.Vas a la escuela al crepsculo; no ves luz en las ventanas, todo est sosegado; nieve en los escalones de la escalinata,un murmullo sordo y apagado, movimiento tras de la puerta, un pilluelo que, apoyndose en el pasamanos, sube dos ados los escalones, es lo que muestra que los escalones estn all. Entra en la clase. Parece que anochece detrs de losvidrios empaados; los mayores, los mejores alumnos, empujados por sus camaradas hasta muy cerca del maestro, yalzando sus cabecitas, mantienen sus miradas unidas a la boca de aqul. La muchachuela del casero, siempre

    encaramada sobre una mesa alta, con el semblante preocupado, tiene el aspecto de devorar cada palabra.Un poco ms distantes estn sentados los alumnos menos buenos; despus, los pequeos; estos ltimos escuchan,atentos y a la vez ceudos, en la misma actitud que los mayores; pero, a pesar de toda su atencin, sabemos que norepetiran nada, aunque hayan retenido bien las cosas en su memoria. Quin, se apoya sobre la espalda del vecino;

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    quin, se yergue derecho sobre una mesa. A veces alguno de ellos, introducindose poco a poco entre el tropel, tras deuna espalda, se entretiene en trazar en ella figuras con la ua.Cuando se comienza un nuevo relato, todos escuchan como petrificados. Al repetir, se oye aqu y all vocecillas denios que, en su fiebre de amor propio, no pueden contenerse de dictar apuntando al maestro. Tratndose de un relatoya conocido que les agrada, ruegan al profesor que se lo repita palabra por palabra, y no toleran que se les interrumpa:-Eh, t! No has de tener paciencia! Calla! -dicen a aquel que se adelanta.Ven con disgusto que una interrupcin altere su carcter y la belleza de la narracin del maestro. En los ltimos

    tiempos se les contaba la vida de Cristo. A cada momento pedan que se les volviese a contar de nuevo con todos susdetalles. Si no se les refera toda entera, completbanla ellos mismos con las renegaciones de Pedro y los sufrimientosdel Salvador.Parece que todo est muerto, nada se mueve: no duermen? Avanzas en la penumbra, miras el rostro de uno de lospequeos: est sentado, embebidos sus ojos en el maestro; la atencin le hace fruncir las cejas; por dcima vez quitade su espalda el brazo de un camarada que se apoya en ella. Le haces cosquillas en el cuello y ni an sonre, sacude lacabeza como para espantar a una mosca; est completamente absorto en el relato misterioso y potico, cuando el granvelo del templo se rasga por s mismo en dos, y todo se entenebrece en la tierra: este relato le es penoso y dulce.Mas, he aqu que el maestro ha concluido de explicar. Levntanse todos de sus puestos, oprmense alrededor delmaestro y, gritando ms fuerte uno que otro, procuran repetir cuanto han retenido en la memoria. Aquellos a quienes

    no se les ha dejado hablar, asegurndoles que lo saben, no se quedan por eso ms tranquilos: se acercan a otromaestro, y si ste no est all, a un camarada, a un extrao, aunque sea el encargado de encender las estufas; van de unextremo a otro en grupos de dos y de tres, suplicando a cada cual que les escuche. Es muy raro que sea uno solo el querelate. Distribyense por grupos, buscando cada uno a sus iguales en inteligencia, y narran, se excitan, se interrogan,se corrigen uno a otro.- Pues bien; repitmoslo juntos! - dice uno a otro alumno.Pero ste, sabiendo que no ha de sobresalir, se dirige a un tercero. Cuando lo han dicho todo, al fin se calman. Se traevelas, y su pensamiento pasa a otro objeto.Por la noche, en general, y en las clases siguientes, hay menos gritos, menos alboroto, ms obediencia para el maestroy una docilidad ms grande. Ntase particular disgusto hacia las matemticas y el anlisis, y pasin por el canto, la

    lectura y, sobre todo, por las narraciones.-Para qu tantas matemticas? -dicen-. El narrar es mucho mejor, o bien la historia, y lo comprendemos.

    Hacia las ocho, los ojos se enturbian; se bosteza frecuentemente; las velas arden menos vivas, se atiza ms de tarde entarde los pbilos. Los mayores se sostienen an; pero los pequeos y los alumnos menos buenos comienzan adormirse, acodados sobre la mesa, con la msica vaga de las palabras del maestro.

    VIII

    Las clases largas. Los escolares suspenden el curso. Los nios van a la casa. Opinin de Tolsti sobre estasescapatorias.

    A veces, cuando las clases son interesantes y se multiplican (acontece que duran hasta siete largas horas por da),cuando los nios estn cansados o en vspera de fiesta, a la sazn que las estufas se calientan en la casa para el bao, aun tiempo, sin decir una palabra, a la segunda o tercera clase que sigue a la comida, dos o tres escolares se precipitan ala sala y toman vivamente sus sombreros.

    -A dnde vais?-A casa.-Pero, y la leccin? Y el canto?-Los nios han dicho: A casa! -contesta el alumno interrogado, escurrindose afuera con su sombrero.

    -Pero, quin ha dicho eso?-Los nios se han marchado.-Cmo, pues? -pregunta el maestro sorprendido, preparando su leccin-. Qudate t.Mas acude a la clase otro muchacho, animado el semblante, con aire embarazado.

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    X

    Relaciones del maestro y de los escolares fuera de la escuela. La lectura del Viy de Ggol. Expedicin nocturna a laselva. Recuerdos del Cucaso contados a los nios. La muerte de la condesa Tolsti. Una pregunta inesperada. Paraqu sirve aprender la msica. Lo bello y lo til. Los nios vuelven a su casa.

    Fuera de la escuela, en plena libertad, al aire libre, se establecen entre los alumnos y el maestro relaciones nuevas, en

    las que reinan la mayor franqueza de conducta, la confianza ms grande, las mismas relaciones que nos parece debenser como el ideal al que debe tender la escuela.ltimamente, se ley en la clase el Viy (Significa hechicera en el dialecto ruso) de Ggol. Las escenas finalesprodujeron una impresin viva y alborotaron su imaginacin; algunos representaron graciosamente la hechicera, yhablaron sin cesar de la noche ltima.

    Fuera no haca fro; una noche de invierno, sin luna, con nubes en el cielo. Cerca de una travesa hicimos alto. Losmayores, de ms de tres aos de escuela, se pararon ante m rogndome que les llevase ms lejos; los pequeos semiraron un momento, y despus precipitronse a la parte de abajo del monte. Los menores estudiaban haca poco conun nuevo maestro; entre yo y ellos no reinaba an la misma confianza que entre yo y los mayores.

    -Pues bien; iremos de aqu al vedado (un bosquecillo a doscientos pies del casero) -dijo uno entre ellos.Ms aun que todos los dems suplic Tedka, muchacho de diez aos, una naturaleza delicada, impresionable, poticay valiente. El peligro constitua para l, creo, la condicin principal del placer. Daba miedo verle en verano, con otrosdos nios, avanzar a nado hasta el centro del estanque, de cincuenta toesas de largo, desaparecer a ratos bajo elardiente reflejo del sol de esto, sumergirse hasta el fondo, tenderse sobre la espalda haciendo saltar hilillos de agua,llamando con voz aguda a los camaradas que estaban cerca de la orilla, para mostrarles que era un valiente. A estahora saba l bien que haba lobos en la selva, y por esto quera ir al vedado.Dieron todos su opinin, y con cuatro nos dirigimos hacia la selva: un muchacho fuerte de cuerpo y de nimo, a quienllamar Semka; un chico de unos doce aos nombrado Vavilo, que iba delante y gritaba con voz flexible ydiversamente modulada Hola! a todo el que encontrbamos; Prognka, enfermizo, dulce, dotado de gran talento, hijo

    de una familia pobre, yo creo que enfermizo nicamente por falta de alimento, caminaba a mi lado; en cuanto a Fedka,se colocaba entre m y Semka; no cesaba aqul de conversar con voz singularmente dulce contando ya que habaguardado all caballos, ya asegurando que all no haba ningn peligro; y acabando por preguntar: Qu sucedera side repente surgiese alguno?, y por preguntar con bastante insistencia para obligarme a responder algo.

    No penetramos en la selva, esto hubiera sido demasiado peligroso; pero cerca del lindero, la sombra se condensaba;vease con mucha dificultad el sendero; las luces del casero se ocultaban a la vista. Semka se par y psose aescuchar.-Deteneos, nios!... Qu es? -dijo de pronto. Hicimos alto; pero no se oa nada. No obstante se tuvo all miedo.-Bien, y... qu haramos si surgiera uno, persiguindonos...? -pregunt Fedka.Hablbamos de los bandidos del Cucaso. Ellos recordaron la historia del Cucaso, que yo les haba contado mucho

    tiempo antes, y de nuevo les habl de los abreks, de los cosacos, de Hajji-Murad.Semka aproximaba la cabeza, dando grandes pasos con sus grandes botas, movindose con cadencia por sus grandesespaldas. Prognka quera andar a mi lado; pero Fedka le ech fuera del camino, y Prognka, siempre sumiso para contodo el mundo a causa de su pobreza, se contentaba, en los pasajes ms interesantes de mi relato, con trotar a uncostado, aunque se deba hundir en la nieve hasta las rodillas.Cualquiera que haya tenido un poco de contacto con los nios de los mujiks, ha podido notar que no estnacostumbrados y que no pueden prestarse a caricias de ninguna naturaleza, trminos cariosos, besos, abrazos.Tuve ocasin de ver en una escuela campesina a una seora deseosa de acariciar a un mocito, decirle: Vamos, te voy adar un beso, alhaja ma! y besarle; y l, vergonzoso, ofendido, no comprendi por qu se le trataba as.Un chico de cinco aos rehuye las caricias: es ya un hombre.

    Tambin qued yo sorprendido cuando Fedka, que caminaba a mi lado, en el pasaje ms conmovedor de la historia meroz de repente con su manga, y despus, asindome dos dedos con toda su mano, me los tuvo sujetos. Tan prontocall, Fedka me rog que prosiguiese, con una voz tan suplicante, tan conmovida, que era imposible negarse a ello.

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    -Y t, qutate de delante! -dijo una vez a Prognka, que trotaba ante nosotros.Se volva cruel, tan terrible y deliciosamente afectado estaba, tenindome siempre cogidos mis dedos, y nadie debaatreverse a interrumpir su placer:-An! Todava! Ved que es bueno!Habamos traspuesto la selva y comenzbamos a aproximarnos al poblado.-Sigamos ms! -me dijeron todos a la vez apercibiendo las luces-. Paseemos todava!Marchbamos en silencio, escurrindonos a veces sobre el sendero, muy quebradizo y mal apisonado; una oscuridad

    clara -nevaba- pareca latir ante los ojos; como si algo las lanzase contra nosotros, las nubes descendan; no sedistingua lmite alguno en aquella claridad donde slo nosotros hacamos crujir la nieve. El viento zumbaba en lascopas de los lamos; pero abrigados por la selva, reinaba la calma en torno nuestro.Yo acab mi relato...El abrek, cercado, se puso a cantar, y despus lanzse l mismo sobre el pual.Todos callaron.-Pero, por qu se puso l a cantar vindose cercado? -pregunt al fin Semka.-Pues no se te ha dicho que se dispona a morir! -contest Fedka todo afligido.-Yo creo que cantara alguna oracin -aadi Prognka.Todos asintieron.Fedka se detuvo bruscamente.

    -Cmo, pues! Habis dicho que a vuestra ta le cortaron el cuello? -pregunt l; esto le espantaba menos, sin duda-.Volvedlo a contar! Volvedlo a contar!Y yo les volv a referir una vez ms la terrible historia del asesinato de la condesa de Tolsti, y ellos quedaroninmviles y silenciosos a mi alrededor, fijas sus miradas en mi rostro.-Cogieron al bandido? -deca Semka.-Qu terror para ella, irla a sorprender durante la noche y cortarle el cuello mientras dorma! -observaba Fedka-.Yo habra huido.Y oprima ms fuerte mis dedos con su mano.Detuvmonos en el bosquecillo, detrs del cercado donde estn las pilas de trigo, en el ms apartado extremo del lugar.Semka recogi una rama seca de entre la nieve, y golpe con ella en el tronco helado de un tilo. La helada blanca cay

    de las ramas sobre nuestros sombreros y el ruido reson solitariamente en la selva.-Len Nikolievich -djome Fedka (yo cre que iba a volver a hablarme de la condesa)-, para qu aprender el canto?He pensado muchas veces en ello, os lo confieso; para qu sirve el cantar?Cmo, desde el terror que le haba causado el asesinato, haba venido a parar a esta pregunta? Sbelo Dios! Mas,segn todos los indicios, por el tono de su voz, por la seriedad con que esperaba la respuesta, por el silencio atento delos otros, se comprenda que esta pregunta estaba unida ntima, naturalmente a la precedente conversacin.Corresponda a la explicacin que yo les haba dado, atribuyendo el crimen a la ignorancia? Habase l transportadoal alma del asesino y, retornando sobre s mismo, record su estudio predilecto (l tiene una voz maravillosa y grandesaptitudes para la msica)? O comprenda que el momento era propicio para una conversacin sincera y que surgiranen su espritu todas las cuestiones que piden una solucin?... Su pregunta no sorprendi a ninguno de nosotros.-Para qu sirve el dibujo, para qu sirve el estilo? -dije yo, fuera por completo de todo propsito de explicarle paraqu es bueno el arte.-Para qu sirve el dibujo?... -repiti l con aire pensativo. Y especialmente pregunt:-Para qu sirve el arte?Yo no poda, no saba cmo explicrselo.-Para qu sirve el dibujo! -expres Semka-. Para dibujar todo, para reproducir cada cosa por la lnea.-No; eso es el dibujo lineal-replic Fedka-. Pero para qu dibujar figuras?El buen modo de ser de Semka no se embaraz apenas.-Para qu un palo? Para qu un tilo? -sigui aqul golpeando sobre el tilo.-S; es verdad, para qu sirve un tilo? -pregunt yo.-Pues, para hacer cabriales -respondi Semka.

    -Y en verano, para qu sirve mientras no lo cortan?-Pues, para nada.-No, no -insisti Fedka-; por qu, pues, crece el tilo?Y fuimos a parar en que fuera de lo til est lo bello, y que el arte es la belleza, y comprendimos lo que son el uno y la

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    otra, y Fedka comprendi del todo por qu el tilo crece y para qu se debe cortar.Prognka qued de acuerdo con nosotros; pero l comprenda mejor la belleza moral: el bien.Semka, gracias a su gran inteligencia, comprendi tambin; pero no separaba lo bello de lo til. Dudaba, comoacontece demasiado frecuentemente a las gentes de gran inteligencia, que, reconociendo que el arte es una fuerza, nosientan en su alma la necesidad de esta fuerza. Como aqullas, quera l tambin llegar al arte por la inteligencia yencender en s esta llama.-Maana cantaremos el salmo: Yo soy...; s mi parte.

    Tiene buen odo, pero le faltan gusto y gracia en el canto.Fedka, pues, encontr bello al tilo con sus hojas, y que en verano es un gozo mirarlo, y que no es menester ms.Prognka estimaba que es sensible el cortarlo, porque el rbol es tambin un ser viviente.-Porque es como si bebiramos sangre, cuando bebemos la savia del abedul.Semka no deca nada; pero pensaba visiblemente que ofrece menos utilidad una vez podrido. Difcil me sera repetirtodos los conceptos que cambiamos entonces; pero yo me acuerdo que nos dijimos, a mi juicio, todo cuanto se puededecir sobre la utilidad y sobre la belleza plstica y moral.Nos dirigimos hacia el lugar. Fedka no dejaba mi mano, en seal de reconocimiento. Desde haca mucho tiempo nohaba reinado entre nosotros intimidad semejante. Prognka marchaba al lado nuestro por el camino largo del casero.-Ved, an hay luz en casa de Masanov!... -deca-. Hoy, cuando yo iba a la escuela, Gavrukcha sala de la taberna

    ebrio, completamente ebrio. Su caballo estaba cubierto por completo de espuma, y l, le abrumaba a golpes... Sufroan, os lo aseguro. Por qu maltratarle?-Hoy, el padre -deca Semka- ha metido en un montn de nieve al caballo de Tula; le ha dejado all, y l duermemedio ebrio, medio muerto.-Gavrukcha daba latigazos a su caballo en los ojos... cunto me apena an! -repuso Prognka-. Por qu pegarle? Sehaba bajado para castigarle con el ltigo.Semka se detuvo bruscamente.-Los maestros estn ya acostados -dijo fijando sus miradas en las ventanas de su negra isba corcovada.-No vens ms lejos?-No. Hasta la vista, Len Nikolievich! -exclam de pronto; y arrancndose, como si hiciera un esfuerzo, de nuestro

    lado, corri al trote hacia la vivienda, levant el picaporte, y desapareci.-Quieres acompaarnos, ahora al uno, despus al otro? -propuso Fedka.Proseguimos nuestra marcha. En casa de Prognka se vea luz. Miramos por la ventana. La madre, una mujer fuerte,bonita, de cejas y ojos negros, pero abatida, estaba sentada ante una mesa y mondaba patatas; en el centro penda unacama; el matemtico de la segunda clase, el otro hermano de Prognka, en pie derecho junto a la mesa, coma patatascon sal. La isba era negra, muy pequea, sucia.-No hay ningn precipicio para ti! -exclam la madre de Prognka-; dnde ests?Prognka sonri dulce y dolorosamente mirando por la ventana. Su madre adivin que no estaba solo, y su fisonomatom al instante otra expresin dulzona e hipcrita. No quedaba ms que Fedka.-Tenemos los sastres en casa, y por eso hay luz -dijo, con voz dulce-. Hasta la vista, Len Nikolievich! -aaditiernamente.Se puso a llamar a la puerta, cerrada por dentro.-Abrid! -reson su vocecita cristalina en medio del gran silencio del invierno en el lugar.Tardaron algo en abrirle. Yo lanc una ojeada a travs de la ventana. La isba era grande; el padre jugaba a las cartascon los sastres; sobre la mesa haba algunas piezas de cobre. Una mujer pequea y rolliza, la madrastra, sentada juntoal hogar lleno de virutas de pino encendidas, lanzaba miradas avaras sobre el dinero. Uno de los sastres, un mujikjoven, alegre y decidor, de esos que se pierden de vista, tena sobre la mesa sus cartas vueltas, y contemplaba a suadversario con aire de triunfo. El padre de Fedka, desabrochado el cuello, las cejas fruncidas por la atencin y lainquietud, manoseaba sus cartas con aire irresoluto, blandiendo por encima de ellas su brazo de trabajador.-Abrid!La madrastra se levant y fue a abrir.

    -Hasta la vista! -me dijo an otra vez Fedka-. Iremos siempre a pasearnos as.

    XI

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    Por qu este sistema de escuela. Confiar el campesino a la naturaleza..

    Parceme or a personas honradas, buenas, liberales, miembros de sociedades de beneficencia, que estn prontas a dar,y que dan a los pobres, una parte de su fortuna, que han fundado y fundan escuelas, parceme orles decir, despus dehaber ledo esto: Eso no est bien! Luego, moviendo la cabeza: Por qu perfeccionarlos hasta ese punto? -aadirn-. Por qu inculcarles sentimientos e ideas que les pondrn en desavenencia con sus iguales? Por qu hacerles salirde su esfera?

    No hablo de aquellos que, ocultando su segunda intencin, dirn: El gobierno ser cosa fcil cuando todos quieranser pensadores y artistas y ninguno trabaje! Aquellos declaran francamente que no gustan de trabajar, y que por estoes menester que haya gentes de todo punto incapaces para otro gnero de actividades, que, como esclavos, trabajenpara los dems. Es bueno, es malo, es necesario hacerles salir de su esfera? Quin sabe? Y qu puede hacerles salirde su esfera? Es esto absoluto como en materia puramente mecnica: es bueno o malo aadir azcar a la harina, opimienta a la cerveza? Fedka no siente el fro que le muerde a travs de los jirones de su caftn; pero los problemasnuevos, las dudas, le atormentan; y queris darle tres rublos, el catecismo y el cuento como el trabajo y la humildad,que no queris a ningn precio para vosotros, hacindole creer que son las nicas cosas tiles al hombre! No tienenecesidad de tres rublos; l sabr encontrarlos y cogerlos cuando sienta necesidad de ellos. A trabajar aprender sinvuestra ayuda, como aprendi a respirar. l, de lo que tiene menester es de lo que est limitado a vuestra vida y la de

    diez generaciones vuestras, que no lo consigue con su trabajo; habis tenido tiempo de pensar, de investigar, de sufrir;dadle, pues, el resultado de vuestros sufrimientos; de eso solo tiene menester. Pero vosotros, como el sacrificador deEgipto, os sustrais a sus miradas por medio de un velo misterioso; enterris en el suelo el tesoro de ciencia que osleg la historia. No tengis miedo: al hombre no le daa nada que sea humano. Dudis? Abandonaos al sentimiento;el sentimiento no os engaar. Confiad el campesino a la naturaleza, y veris cmo l saca de ella lo que la historia osencarg que le transmitierais, lo que vuestros propios sufrimientos han elaborado en vosotros.

    XII

    La escuela es gratuita. Dnde encuentra escolares. Los adultos en la escuela de Ysnaia Poliana.

    La escuela es gratuita. Sus alumnos ms antiguos son del lugar de Ysnaia Poliana. Muchos de entre ellos han dejadola escuela, porque los padres no gustaban de la enseanza; muchos otros, despus de haber aprendido a leer y aescribir, dejaron de ir para ajustarse de criados en las paradas de postas (que ese es el principal oficio de nuestrolugar). Desde luego, los lugares pobres de la vecindad nos enviaron sus nios; pero la molestia de volver a ir paracomer, o el tener que pagar la pensin (no se cobra menos de dos rublos por mes en nuestra casa), les hizo retirar muypronto. En los lugares ms lejanos, los mujiks mejor acomodados, atrados por la gratuidad y por el rumor, extendidoa lo lejos, de que la escuela de Ysnaia Poliana daba buena enseanza, nos confiaron sus nios; pero este invierno, a laapertura de las escuelas en cada municipio, los han llevado para colocarlos en las escuelas municipales de pago. Connosotros han quedado los nios de los mujiks de Ysnaia Poliana, que vienen en invierno, pero que en verano, de abrila mediados de octubre, van a trabajar a los campos, y los nios de los mozos de cortijo, de los gerentes, de los

    soldados, de los taberneros, de los sacristanes y de los mujiks ricos, en un radio de treinta a cincuenta verstas.

    Contamos una cuarentena de alumnos, pero vienen raramente ms de treinta juntos, de los que tres o cinco son nias;en general, nuestros muchachos tienen de siete a trece aos. Adems, cada ao tenemos tres o cuatro adultos, por unmes, a veces por todo el invierno; despus nos dejan por completo. Para estos adultos, que vienen uno a uno, elrgimen de la escuela es de los ms incmodos. Su edad, su amor propio, les impiden participar de la animacin de laescuela, mezclarse con los pequeos, y permanecen absolutamente aislados. El movimiento de la escuela no hace msque incomodarles. Vienen a ella, en su mayor parte, sabiendo ya algo, para acabar de instruirse, en la conviccin deque el estudio consiste nicamente y siempre en la lectura de los mismos libros que ellos han ledo ya u odo leerantes. Para venir a la escuela, les ha sido preciso sobreponerse a su temor, sufrir las tempestades de los suyos y las

    chacotas de sus camaradas:-Ved qu caballo castrado! Va a la escuela!Y, por otra parte, sienten que cada da pasado en la escuela es un da perdido para el trabajo, que forma su nicocapital, y por esto es por lo que, durante todo el tiempo que pasan all, se encuentran en un estado de irritabilidad, de

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    paredes a la lectura en los libros; pero con nuevos discpulos, esto se hizo imposible. Los principiantes se encontrabanfuera de la posibilidad de leer y a la vez de comprender los cuentos: este esfuerzo simultneo -deletrear las palabras yapoderarse del sentido- sobrepasaba su capacidad.Otro inconveniente: los cuentos interrumpan la lectura progresiva; y cualquier libro que tomsemos -nacional, militar,Pushkin, Ggol, Karamzn- pareca que tanto los mayores, leyendo a Pushkin, como los principiantes leyendo cuentos,no podan a la vez leer y comprender, aun aquello que oyndonos leer comprendan.Atribuyendo desde luego la dificultad a su sola ignorancia del mecanismo de la lectura, inventamos un mtodo

    mecnico, la lectura por la lectura, leyendo alternativamente el maestro con los discpulos; pero el asunto nomarchaba, y la misma impotencia manifestse en la lectura delRobinsn. En verano, en la temporada muerta de laescuela, cremos resolver la dificultad por el medio ms sencillo y ms usado. Por qu no confesarlo? Fuimos paraconsultar nuestro pequeo fracaso ante los visitadores: nuestros escolares lean peor que los discpulos del sacristn alcabo de un mismo tiempo de estudio. El nuevo maestro propuso que se introdujera la lectura en alta voz, yconsentimos en ello. Partiendo de la idea falsa de que los alumnos deban leer corrientemente el verano mismo,inscribimos en el empleo del tiempo la lectura mecnica y progresiva, y obligamos a leer dos horas dianas en losmismos libros. Esto era muy cmodo para nosotros; pero una sola transgresin de la regla de la libertad de losalumnos engendr mentira sobre mentira, falta sobre falta.Se compraron libros, los cuentecillos de Pushkin y de Yerchov; se hizo sentar a los nios en los bancos: uno deba leer

    en alta voz, los dems seguir su lectura; para asegurarse de que todos la seguan realmente, el maestro interrogaba tanpronto a uno, tan pronto a otro.Al principio esto nos pareci perfecto. Vienes a la escuela, se est sentado como es debido en los banquitos, uno lee,todos siguen. El que lee pronuncia:se apiada... soberana... pescadillo; los otros, o el maestro, corrigen:se apiada;todos siguen.-Ivanov, lee t!Ivanov busca durante un momento y lee. Todos estn absortos, se escucha al maestro, se pronuncia regularmente cadapalabra, se lee bastante corrientemente. Esto parece perfecto, pero va ms al fondo la cosa. El que lee, lee lo mismopor trigsima o cuadragsima vez. Una sola hoja impresa basta para toda una semana o ms an; comprar cada veznuevos libros sera demasiado oneroso, y los libros destinados para los nios de los mujiks se reducen a dos: los

    cuentos de Khudiakov y de Afanasiev. Adems, a fuerza de leer y de releer el mismo libro en una clase, algunos losaben de memoria, y no slo lo conocen todos los escolares, sino que acaba por fastidiar a toda la familia. El que leese desanima de escuchar su voz, que resuena sola en el silencio de la estancia; todas sus fuerzas se concentran en laobservacin de los signos y de los acentos, y adquiere la costumbre de leer sin tratar de penetrar el sentido, porque estabsorbido por otros cuidados. Los que escuchan hacen lo mismo, y constantemente preocupados en caer justamente enel sitio preciso cuando se les manda continuar, llevan maquinalmente sus dedos sobre las lneas, se aburren y se dejaninfluir por distracciones extraas. El sentido de lo que se les lee, como una cosa indiferente, ora repugna a su voluntad,ora no penetra en su entendimiento. Pero el principal inconveniente es la eterna lucha de astucia y de destreza entre losdiscpulos y el maestro, lucha que un mtodo semejante desarrolla hasta el exceso, y que nuestra escuela no conocihasta entonces; en tanto que la nica ventaja de ese sistema de lectura, la pronunciacin regular de los vocablos,escapaba completamente a nuestros escolares. Lean sobre la pared las frases que escriban y pronunciaban ellosmismos, y todos saban que se debe escribirkoho (que) y que se pronuncia kovo; pero ensearles a suspender y acambiar la voz segn los signos de puntuacin, encuntrelo intil, porque todo nio de cinco aos observa con todaexactitud, hablando, los signos de puntuacin cuando comprende lo que dice. Por consiguiente, es ms cmodoensearle a comprender lo que l lee en el libro (a lo que debe llegar pronto o tarde) que ensearle a cantar ante lossignos como ante las notas. Pero conviene, creo, preguntarse dnde est la comodidad del maestro.

    El maestro est siempre llevado involuntariamente a escoger para l el procedimiento de enseanza ms cmodo.Cuanto ms cmodo es este procedimiento para el maestro, ms incmodo es para los discpulos! Slo es bueno aquelque satisface a los alumnos.

    Estas tres leyes de la enseanza estn reflejadas de la manera ms palpable en la escuela de Ysnaia Poliana, para lalectura mecnica.Gracias al flexible espritu de la escuela, esta lectura cay por s misma, sobre todo cuando los antiguos alumnosvolvieron otra vez de los trabajos agrcolas. Se enfadaban, decan picardas, faltaban a la leccin. Pero he aqu el punto

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    capital: la lectura de los relatos, que deba consagrar el buen xito de la lectura mecnica, prob que los progresos erannulos, que en cinco semanas no se haba adelantado un paso; y asimismo, que muchos haban retrocedido. El mejormatemtico de la primera clase, R..., que extraa las races cuadradas de memoria, haba al cabo de este tiempoolviddose de leer hasta tal punto, que hubo que leer con l deletreando.

    All dejamos la lectura en los libros y nos quebramos la cabeza a fuerza de imaginar un sistema de lectura mecnica.Esta idea sencilla -que no haba llegado an el tiempo de un buen sistema, que la necesidad no se haca sentir por el

    momento, que los nios encontraran por s mismos el mejor mtodo cuando la necesidad se impusiera- esta idea nogermin sino muy ltimamente en nuestra mente.

    Mientras que nosotros buscbamos, el siguiente mtodo se form solo por completo:Durante las clases consagradas a la lectura, que no se divida sino nominalmente en mecnica y progresiva, losalumnos menos buenos, dos a dos, tomando un libro (a veces los cuentos, a veces el Evangelio, o la coleccin decanciones, o un peridico de lectura popular), lean juntos, slo por el mecanismo de la lectura, maquinalmente; peroencuentran un cuento a su alcance, leen con plena comprensin del sentido, y piden al maestro que les escuche,aunque esto sea en la clase de lectura mecnica. Algunas veces los alumnos, en su mayor parte los ms malos, tomanel mismo libro muchas veces seguidas, lo abren por la misma pgina, leen el mismo cuento y lo aprenden de memoria,

    no slo sin ser instados, sino aun a pesar de la prohibicin del maestro; la mayor parte de las veces acaban pordirigirse al maestro, o a alguno de los mayores, para rogarles que lean junto con ellos.Los que mejor leen de la segunda clase no gustan mucho de leer en compaa; aun menos leen mecnicamente, y siaprenden de memoria, son versos y no prosa.Entre los mayores se reproduce el mismo fenmeno, con una particularidad que me sorprendi el mes pasado. En suclase de lectura progresiva, se les da un libro cualquiera: ellos lo leen alternativamente, despus todos juntos secuentan el contenido. Entre ellos, este otoo lleg un alumno notablemente dotado, Ch., que haba estudiado dos aosen casa del sacristn, y que por esto les adelantaba en la lectura: lee tan bien como nosotros. Adems, en la clase delectura progresiva, los nios no comprenden un poco sino cuando Ch. lee, y entonces cada uno de ellos quiere leer lmismo. Pero cuando se pone a leer un lector inhbil, todos expresan su descontento, sobre todo cuando la historia es

    interesante: ren, se encolerizan, el mal lector enrojece de vergenza, y se promueven infinitas disputas. El mes ltimo,uno de ellos declar que, costare lo que costare, l llegara a leer como Ch.; los otros tomaron el mismo empeo, y derepente la lectura mecnica vino a ser un estudio atractivo. Durante una hora, hora y media, permanecan sentados, sinsepararse del libro, que ellos no comprendan; se pusieron a llevar los libros a su casa, y en tres semanas hicieronprogresos tales, como no se habra podido esperar de ellos.Con ellos sucedi lo contrario de lo que acontece de ordinario con las personas que saben leer y escribir. Ocurre loms frecuentemente, en efecto, que se aprende a leer sin tener nada que leer, nada que comprender; y acontece aquque los alumnos, habindose dado cuenta de que tenan que leer y que comprender, y de que slo les faltaba prctica,llegaron por s mismos a la lectura rpida.

    Hoy hemos abandonado en absoluto la lectura mecnica. Las cosas pasan como las hemos descrito antes. Se ha dejado

    a cada alumno la facultad de emplear todos los sistemas que le plazcan, y es de notar que cada uno de ellos usa detodos los sistemas conocidos por m:

    1 La lectura con el maestro;2 La lectura mecnica;3 La lectura aprendiendo de memoria;4 La lectura comn; y5 La lectura con inteligencia de lo que se lee.

    El primero, que emplean todas las madres, es menos un mtodo escolar que una enseanza de familia: el alumno viene

    a rogar al maestro que lea con l; el maestro lee, deletreando, articulando palabra por palabra. Es el procedimiento quese presenta desde luego ms racional, el que no es reemplazado por nada, el que demanda el nio antes que cualquierotro, y que escoge el maestro involuntariamente. A pesar de todos los medios conocidos destinados a perfeccionar laenseanza y a facilitar la tarea del maestro bajo el punto de vista del nmero ms grande de alumnos, este

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    procedimiento quedar como el mejor, el nico para aprender a leer y a escribir corrientemente.El segundo procedimiento, muy en favor tambin, por el que se dio el caso de que alguno aprendi a leercorrientemente, consiste en esto: se da al alumno un libro, y se le deja a l mismo el cuidado de deletrear y decomprender como pueda. El nio llega a hacerse bastante instruido para no sentir la necesidad de rogar a cualquier to(apelativo que los nios de los mujiks dan a desconocidos) que lea con l, para no contar ms que con sus propiasfuerzas; se posee de una noble pasin por la lectura maquinal, de esa pasin que Ggol ha ridiculizado tan a lo vivo ensu Petruchka; y esta pasin le hace progresar. Cmo tal procedimiento les mete la lectura en la cabeza? Sbelo Dios;

    pero ellos llegan as a familiarizarse con el contorno de las letras, con el mecanismo del deletreo, con la pronunciacinde los vocablos y la comprensin de su sentido; y ms de una vez he podido reconocer, por experiencia personal,cunto nos haba hecho volver atrs la idea de que el alumno debe comprender plenamente lo que lee. Muchosautodidactas han aprendido a leer perfectamente por este mtodo, por ms que quede la evidencia de que tiene susdefectos como todos los dems.El tercer procedimiento consiste en aprender de memoria las oraciones, los versos, en general una pgina entera, y enrecitar, siguiendo a medida sobre el libro, lo que se ha aprendido de memoria.El cuarto, tan pernicioso desde luego en la escuela de Ysnaia Poliana, es, particularmente, la lectura en comn. Se hamejorado por s mismo en nuestra escuela. Al principio no se tenan bastantes libros, y se someti a dos nios a unmismo libro; despus esto les agrad, y cuando se dice: Lectura!, los nios iguales en fuerzas se colocan dos a dos, a

    veces tres a tres, ante un libro: uno lee, los otros siguen y corrigen. Y lo echars a perder si quieres colocarlos tmismo; ellos por s saben quin puede aparearse, y Taraska no deja de llamar a Duguka.-Bien, pues, t vienes a leer aqu; y t, ve a buscar los tuyos.Algunos no gustan del todo de esta lectura en comn, no comprendiendo su necesidad. Ofrece la ventaja de unapronunciacin ms neta, ms distanciada, para ser comprendida de aquel que no lee y no hace ms que seguirle. Perotodas las buenas cualidades se tornan en defectos desde que este procedimiento, u otro cualquiera, se extiende a laescuela entera.Finalmente, el quinto sistema, del que an gustamos mucho, es la lectura progresiva, es decir, la lectura de librosestudiados con un afn, una comprensin del sentido ms y ms desarrollados.Todos estos procedimientos, segn queda dicho antes, han entrado por s en la prctica de la escuela, y los progresos

    alcanzados en el trmino de un mes eran ya considerables.

    El maestro tiene por nica misin el proponer a la eleccin del alumno todos los medios conocidos y desconocidosque puedan facilitarle el estudio. Un mtodo, es cierto -la lectura en los mismos libros-, facilita la enseanza; cmodopara el maestro, parece ofrecer gravedad y regularidad; pero el empleo es, no slo dificultoso, dada nuestraorganizacin, sino que es hasta imposible en muchos casos.Se dir:-Cmo adivinar lo que es necesario, precisamente a tal o cual alumno, y decidir si la peticin de cada uno es

    fundada?Se dir tambin:-Cmo se reconoce en esta variedad que no rige ningn principio comn?A esto yo responder:-La dificultad nos parece tal, nicamente porque no logramos desembarazarnos del antiguo prejuicio queconsideraba la escuela como una compaa disciplinada de soldados, que hoy manda un subteniente y maana otro.

    Para el instructor, familiarizado con la libertad de la escuela, cada alumno tiene su individualidad propia; cadaalumno expone sus gustos particulares, a los cuales slo permite satisfacer la libertad de eleccin. Sin esta libertad,

    sin este desorden exterior, que algunos encuentran tan extraos, tan imposibles, no slo no habramos encontradocinco mtodos de lectura, sino que ni aun podramos emplearlos, alternarlos, conforme a los deseos de los nios, yentonces no habramos obtenido nunca los esplndidos resultados que hemos alcanzado en estos ltimos tiempos enla lectura. Cuntas veces hemos advertido la perplejidad de nuestros visitantes, que queran, en dos horas, aprenderel mtodo de la enseanza -mtodo que no poseemos- y exponernos, por colmo, su mtodo de ellos! Cuntas veces

    les hemos odo formar el proyecto de introducir en sus escuelas tal sistema que, desconocido entre ellos, funciona asu vista en Ysnaia Poliana, pero no en modo alguno a ttulo de regla desptica impuesta a todos!

    XVI

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    La lectura progresiva. Los cuentos de Khudiakov. Robinsn. El fabricante de atades, de Pushkin. La Noche deNavidad, de Ggol. La Ilada, de Gniditch. Gribouille, de George Sand. Libros para el pueblo. Libros acerca delpueblo. La Hechicera, de Ggol. Comentarios de los nios.

    Si bien, lo hemos dicho, la lectura mecnica y la lectura progresiva estn de hecho confundidas, no dejamos, sinembargo, de distinguirlas segn sus fines respectivos. La primera tiene, nos parece, por objeto formar corrientementelos vocablos, en vista de ciertos signos; la segunda se propone el conocimiento del lenguaje literario.

    Para aprender el lenguaje literario, ofrcesenos por l mismo un medio, el ms sencillo en apariencia, pero, de hecho,el ms difcil. Nos pareca que despus de la lectura de frases escritas por los alumnos sobre sus tablillas, era menesterdarles los cuentos de Khudiakov y de Afanasiev, luego algo un poco ms difcil, de un lenguaje un poco mscomplicado, y as continuando, hasta el lenguaje de Karamzn, de Pushkin y del cdigo; pero, como la mayor parte denuestras suposiciones, sta no se realiz. Del lenguaje escrito por ellos mismos en sus tablillas, consegu fcilmentellevarles al lenguaje de los cuentos, pero en cuanto a llevarles a un grado superior, a algo ms levantado, este algotransitorio no existe en la literatura. Hicimos el ensayo deRobinsn, la cosa no result: algunos alumnos lloraban depena de no poder comprender y relatar. Me puse a traducrselo en trminos ms apropiados; comenzaron a creer en laposibilidad de comprenderlo; llegaron a alcanzar el sentido; durante un mes leyeronRobinsn, pero con molestia, y alfin, casi con disgusto. El esfuerzo era demasiado grande para ellos. Preferan aprender de memoria; relatando,

    inmediatamente despus de la lectura durante una tarde entera, retenan trozos; pero ninguno se asimil el conjunto.No retenan, por desgracia, ms que palabras incomprensibles para ellos, que empleaban en seguida a diestro ysiniestro, como hacen las gentes que no saben leer ni escribir sino a medias. Yo vea bien que esto no poda seguir; encuanto a remediarlo, no saba cmo. A fin de edificarme, y para satisfacer a mi conciencia, les di a leer, si biensabiendo por adelantado que no les satisfaran, diferentes rapsodias populares, comoLos Tos Naums yLas Tas

    Natalias, y mi previsin se justific. Los libros les aburrieron ms que todo lo restante cuando se les pidi que losrefiriesen.Despus deRobinsn hicimos el ensayo de Pushkin, especialmente de su obraEl fabricante de atades, pero, sinayuda, lograron relatarla an menos que elRobinsn, yEl fabricante de atades les pareci todava ms enojoso. Lainvocacin al lector, las improbables relaciones del autor con sus personajes, sus reflexiones humorsticas, su

    concisin, todo esto contrastaba de modo tal con lo que ellos deseaban, que hube de renunciar definitivamente aPushkin, cuyas novelas me parecan antes construidas justamente, sencillas y, por lo tanto, al alcance del pueblo.

    Entonces ensayLa Noche de Navidad, de Ggol. Agrad desde luego, sobre todo a los adultos; pero en cuanto lesdej solos, no comprendieron ms, y el fastidio se sobrepuso. Aun cuando yo les leyese, no me pedan que continuara.La riqueza de colorido, el sistema fantstico, el capricho de la construccin, no respondan a sus gustos.Tambin prob laIlada, de Gniditch. Su lectura no produjo nada ms que una perplejidad extraa; se imaginabanque estaba escrita en francs y no comprendan nada de ella; tanto, que hube necesidad de explicarles su contenido enlos trminos usuales; y aun as y todo, la fbula del poema no les entr en la cabeza. El escptico Semka, con su sanalgica, estaba asombrado del cuadro de Febo descendiendo del Olimpo, con sus flechas sonando tras de la espalda;pero se vea que no saba l en qu sitio colocar esta figura.

    -Cmo ha podido precipitarse del monte sin romperse los huesos? -me pregunt.-Pero, si es un dios para ellos!-Cmo un dios! De modo que hay muchos?... Entonces, no es un verdadero dios. Es fcil bajar as de un monte

    semejante? No podra menos de estrellarse -mostr separando los brazos.Recurr al Gribouille, de George Sand, relato popular y militar, pero sin mejor xito.Ensayamos todo cuanto nos vino a las manos; todo lo que se nos envi, mas ensayamos vanamente. Te encuentras enla escuela, y desenvuelves un libro que acaba de traer el correo:-To, djame leer un poco! -gritan muchos nios extendiendo los brazos-, pero que se sea un poco ms claro!Abres el libro, y lees:

    La vida del gran obispo Alejo nos ofrece un modelo de fe ardiente, de piedad, de actividad infatigable, de fervienteamor hacia la patria, a la cual este santo hombre ha prestado los ms grandes servicios.O esto:

    Desde hace ya largo tiempo, se ha notado en muchos puntos de Rusia la aparicin de autodidactas llenos de talento,

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    pero ello no se explica, en todo lugar, por las mismas causas.O esto otro:

    Hace trescientos aos que la Bohemia cay bajo la dependencia del imperio alemn.O si no:

    Elmir(municipio) de Karacharevo, desparramado sobre el flanco de una montaa, est situado en el gobierno msfrtil en trigo de toda Rusia.O:

    l emprendi la carrera, lanzse fuera del camino.O bien es la exposicin popular de alguna ciencia natural, en una hoja impresa, plagada hasta la mitad de adulacionesdirigidas al mujichek.Das semejante libro a alguno de los nios, sus ojos pierden su vivacidad y se pone a bostezar:-No; esto no es comprensible, Len Nikolievich -dice, devolviendo el libro.Para quin, pues, para quin estn escritos los libros populares? Esto es para nosotros un misterio. De todos los librosde este gnero ledos por nosotros, fuera del viejo narrador Zolotor, que tuvo grandsimo xito en la escuela y en lacasa, no queda nada.Unos son simplemente malas obras, escritas en mal estilo, y que, no encontrando lectores en el pblico ordinario, noson ms sagradas a los ojos del pueblo; otros, an peores, estn escritos en un lenguaje que no tiene nada de ruso; un

    lenguaje inventado de nuevo, con pretensiones de popular, a la manera del lenguaje adoptado por Krilov en susfbulas; otros son adaptaciones de libros extranjeros destinados al pueblo, pero que no tienen nada de popular. Losnicos libros al alcance del pueblo, y que responden a su gusto, son los libros escritos, no para el pueblo, sino acercadel pueblo: cuentos, proverbios, colecciones de cantares, leyendas, versos, enigmas, la reciente recopilacin deVodovosov, etc.No se podra creer, antes de haber hecho la prueba, con qu fervor sostenido se leen los libros de este gnero, sinexcepcin; todos, lo mismo las leyendas populares rusas, las verdaderas historias, los cantares, los proverbios deSneguirev, los anales y todos los monumentos de la antigua literatura. He notado que los nios se apasionan ms quelos adultos por la lectura de semejantes libros; los releen muchas veces, los aprenden de memoria, se complacen enllevarlos a su casa, y en sus juegos, en sus conversaciones, se dan unos a otros los apodos recogidos en las viejas

    historias y en los cantares.En cuanto a los adultos, sea porque estn menos cerca de la naturaleza, o porque su gusto les lleva ya hacia laelegancia de estilo, sea porque sienten inconscientemente la necesidad de conocer el lenguaje literario, se complacenmenos con los libros de este gnero; prefieren aquellos cuyas palabras, imgenes, ideas, les son a mediasincomprensibles. Pero como estos ltimos no son del agrado de los nios, el objeto no est logrado sino a medias:segn nos hemos fijado, entre los precitados libros y el lenguaje literario subsiste el mismo abismo.

    Para salir de ese crculo vicioso, no vemos hasta aqu medio alguno, a pesar de todos los ensayos que hemos intentadoy que intentamos todava. Hemos buscado vanamente el remedio, y suplicamos a todos cuantos tienen empeo poreste cuidado nos comuniquen sus ideas, sus ensayos, su solucin al problema. He aqu cmo se plantea la cuestininsoluble para nosotros: para la instruccin del pueblo es necesario darle la posibilidad y el deseo de leer buenoslibros; pues bien, los buenos libros estn escritos en un lenguaje que el pueblo no entiende. Para llegar a comprenderes necesario leer mucho, y para tener afn por leer es preciso comprender... En qu consiste el remedio, y cmo salirde esta situacin?Existe acaso una literatura de transicin que desconocemos? Tal vez el estudio de los libros que circulan entre elpueblo, y la opinin a que el pueblo est inclinado, nos abrirn el camino por el que las gentes del pueblo llegarn a lainteligencia de la lengua literaria?A tal estudio es posible que consagremos un captulo especial, y suplicamos a todos cuantos comprenden laimportancia de la pregunta nos comuniquen sus opiniones sobre este punto.Posible es que esta situacin tenga por causa nuestro alejamiento del pueblo, la violenta formacin de la clase msalta: bajo este punto de vista, no queda otro remedio que el tiempo; l engendrar, no una crestomata, sino toda una

    literatura de transicin, compuesta con los libros de hoy, y que por s misma entrar en la corriente de la lecturaprogresiva.Acaso hoy el pueblo no comprende y no quiere comprender nuestro lenguaje literario, porque en l no hay nada quecomprender para el pueblo, porque toda nuestra literatura no vale nada para l, y porque l se ha forjado por s mismo

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    su propia literatura.Una ltima hiptesis resta, que nos parece la ms probable de todas: el problema no existe en el fondo mismo, sino ennuestra obstinacin en la idea de que el objeto de la enseanza del idioma es elevar por grados a los alumnos alconocimiento del lenguaje literario, y que lo esencial es alcanzar lo ms pronto ese objeto. Sin duda la lecturaprogresiva por nosotros tan soada surgir espontneamente, y espontneamente tambin el conocimiento del lenguajeliterario llegar en su da al dominio de cada alumno, como acontece todos los das con las personas que leen enrenglones, sin comprender, el Salterio, novelas, documentos jurdicos, y por ese camino llegan, no se sabe cmo, al

    conocimiento de la lengua escrita.

    Slo esta hiptesis no explica por qu todos nuestros libros actuales son tan malos a los ojos del pueblo, tan contrariosa su gusto; y qu deben hacer entretanto las escuelas? Porque nosotros no podemos admitir ni un solo instante el que,despus de decretada la utilidad de conocer el lenguaje literario, se le pueda ensear al pueblo, contra su voluntad, afuerza de explicaciones violentas, con gran refuerzo de repeticiones y de memoria, como se ensea la lengua francesa.Debemos confesar que ms de una vez, en los dos ltimos meses, hemos ensayado ese procedimiento; pero siemprehemos encontrado en nuestros escolares un disgusto invencible, que demuestra la falsedad. Esos diversos ensayos meconvencieron solamente de la absoluta imposibilidad, aun para un instructor inteligente, de explicar el sentido de lapalabra y de las frases, porque, para explicar una palabra cualquiera, la palabrasancin, por ejemplo, no se puede

    menos de reemplazarla por otra tan oscura, y para una serie de palabras, el enlace no es menos incomprensible que laspalabras mismas.Casi siempre, no es la palabra lo que es oscuro, es la idea expresada por ella lo que escapa al alumno. ste encuentracasi siempre la palabra cuando ha encontrado la idea. Adems, la relacin justa de la palabra con la idea y laformacin de nuevas ideas constituyen para un alma de nio fenmenos tan complejos, tan misteriosos, tan delicados,que la menor intervencin aparece como una fuerza ruda, incoherente, que detiene el desenvolvimiento del progreso.Comprende, se dice pronto; pero todos no comprenden, y qu de cosas diferentes se pueden comprender al mismotiempo, leyendo el mismo libro! Tal escolar que no comprendi dos o tres palabras de una frase, escoger la uninms aproximada a una idea y su conexin con las precedentes. Vos, el maestro, os apoyis en un cierto punto de vistapero lo que pretendis explicar al alumno, el alumno no siente necesidad de ello. A veces os ha comprendido sin poder

    demostraros que os ha comprendido; pero al mismo tiempo busca, adivina, asimila en absoluto una cosa del tododistinta que l siente ms til y ms importante para s. Vos, sin embargo, le instis a que se explique; le es preciso,pues, expresar por palabras la impresin que las palabras han producido en l; entonces l se calla, o se pone adeclamar absurdos; miente, engaa, procura encontrar lo que le preguntis, lo que es menester, lo que satisfaga vuestrodeseo; o bien se forja alguna dificultad que no existe, y lucha con ella; pero durante ese tiempo, la impresin generalproducida por el libro, el aroma potico que le ha ayudado para penetrar el sentido, se escapan de su entendimiento ydesaparecen.Hemos ledo el Viy, de Ggol, repitiendo cada frase en los trminos usuales. Todo fue bien hasta la tercera pgina, enque se halla la siguiente frase: Todas estas gentes de estudio, tanto en el seminario como en el colegio, quealimentaban entre s una aversin hereditaria, estaban absolutamente privadas de recursos, y con esto tanhambrientos, que fuera cosa imposible de contar las albondiguillas que cada uno de ellos engulla durante la cena, demodo que las generosas ofrendas de los bienhechores opulentos no podan bastarles.

    EL MAESTRO. -Bien, y... habis ledo?(Casi todos los alumnos son nios muy adelantados).EL MEJOR ALUMNO. -En el colegio se est siempre hambriento, pobre, y durante la cena, se engullenalbondiguillas.EL MAESTRO. -Y qu ms?UN ALUMNO. (Es travieso, tiene buena memoria, dice lo que se le viene a la mente).-Cosa imposible... bienhechores

    generosos...EL MAESTRO. (Disgustado). -Es necesario reflexionar. No es eso. Qu es, pues, esa cosa imposible?

    Silencio.EL MAESTRO. -Leed otra vez ms.Se lee. Uno de los alumnos, dotado de excelente memoria, aade todava algunas palabras que ha retenido:

    seminario... las generosas ofrendas de los bienhechores opulentos no podan bastarles. Nadie lo ha comprendido. No

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    alcanzan a decir ms que absurdos inauditos. El maestro les estrecha ms de cerca.EL MAESTRO. -Cul es, pues, esta cosa imposible?Quera hacerles decir quefuera cosa imposible de contar.UN ALUMNO. -El colegio... cosa imposible...OTRO. -Muy pobre... cosa imposible...

    Se vuelve a leer de nuevo. Se busca como una aguja la palabra que reclama el maestro; se citan todas, menos la

    palabra contar; y, finalmente, la desesperacin se apodera de todos.Yo -el maestro- no renuncio, y consigo hacerles desarrollar todo el prrafo; pero entonces ellos lo ven mucho menosclaro que en el momento en que lo ha repetido el primer alumno.Por lo dems, no haba en ello nada que comprender. De ese prrafo negligentemente ligado, desledo, sin inters parael lector, haba sido comprendido el fondo desde el primer momento:gentes pobres y hambrientas engullanalbondiguillas, el autor no haba querido decir nada ms. Me haba obstinado nicamente sobre la forma, la cual eramala, y por esto haba echado a perder toda la clase durante una tarde entera, haba marchitado y pulverizado todasestas flores de inteligencia, poco antes abiertas en todos sentidos.Otra vez tuve el desacierto de insistir, fuera de todo propsito, sobre el sentido de la palabra instrumento, y sin mejorresultado. El mismo da, en la clase de dibujo, el alumno Ch. protestaba contra el instructor que haba mandado

    escribirDibujos de Romachka sobre el cuaderno de ste; l deca:-Nosotros hemos dibujado en los cuadernos con arreglo a los modelos; pero Romachka slo ha imaginado susdibujos, y por esto es menester escribir, no dibujos, sino obra de Romachka.Cmo entr en su cabeza esta distincin de ideas es un misterio para m, que vale ms no profundizar, como tambinel empleo bien dirigido de los participios y de los incisos en sus composiciones.

    Es preciso poner al alumno en estado de comprender nuevas ideas y palabras nuevas con arreglo al sentido general deldiscurso. Oir o leer una palabra incomprensible, una vez en una frase comprensible otra vez en otra: la idea queexpresa comenzar a ofrecrsele, a frecuentarla, y l acabar por sentir la necesidad de emplear esa palabra de cuandoen cuando; la emplear una vez, la palabra con la idea llegarn a ser suyas. Y as las dems, hasta el infinito. Pero

    querer inculcar en el alumno por la demostracin ideas y formas nuevas, es tan imposible, tan intil, como quererensear a un nio a caminar siguiendo las leyes del equilibrio.Cada una de estas tentativas, lejos de desenvolver al nio, le aleja del fin propuesto, como la mano ruda de un hombreque, por ayudar a la flor a que se abra, desarrollase violentamente los ptalos.

    XVII

    Escritura. Gramtica. Caligrafa. Ejercicios.

    He aqu cmo se proceda para la escritura. Los alumnos aprendan simultneamente a reconocer y a formar las letras,a componer y a escribir las palabras, a comprender lo que se haba ledo y a escribirlo. Se colocaban cerca de la pared,

    trazaban con la tiza separaciones; uno de ellos dictaba lo que se le ocurra, los otros escriban. Siendo muy numerosos,se dividan en muchos grupos. Despus, los otros dictaban a su vez, y todos se relean el uno al otro. Escribase enletras como las de imprenta; se correga desde luego las faltas de pronunciacin, las inexactitudes, las seccionesdefectuosas de los vocablos, luego las faltas o-a-yat (vocal, trigsima letra del alfabeto ruso), e, etc.Esta clase se formaba por s misma. El alumno que acaba de aprender a trazar sus letras est dominado por el furor deescribir, y en los primeros tiempos, las puertas, los muros exteriores de la escuela, las isbas habitadas por los nios, secubren de letras y de palabras. Pero escribir una frase entera, por ejemplo:Hoy, Marfutka se ha pegado conOlaguchka, le produce an ms alegra. Para organizar esta clase, bastaba al maestro ensear a los nios a trabajarjuntos, como un adulto les ensea un juego. Y, de hecho, esta clase es llevada, desde hace dos aos, tan viva, tanalegremente cada vez como el juego ms divertido; aqu la lectura, all la pronunciacin, en otra parte la escritura o la

    gramtica.En la clase tercera, es decir, la clase inferior, cada uno escribe a su antojo, quin en letras cursivas, quin en letrasamoldadas o de imprenta. No slo no imponemos la escritura cursiva, sino que si nos permitisemos prohibir algunacosa a los alumnos, sera la escritura cursiva, que entorpece la mano y no es legible. Las letras cursivas entran por s

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    mismas en su escritura: uno aprende de uno de los mayores, una, dos letras; otro se ensaya muchas veces en escribirlas palabras as: DIADENKA, y no ha pasado una semana sin que todos escriban en cursiva.Con la caligrafa se produjo, este verano, absolutamente el mismo fenmeno que con la lectura mecnica. Losalumnos escriban muy mal. El nuevo maestro introdujo la enseanza de la escritura con arreglo a modelos (unprocedimiento igualmente halageo y cmodo para el maestro). Los alumnos se disgustaron; nosotros dudamos dejarall la caligrafa, sin poder imaginar un medio de corregir la mano. Este medio lo encontr por s misma la clasesuperior. Acabando de escribir la leccin de historia sagrada, los mayores quisieron llevar sus cuadernos a sus casas.

    Estaban completamente sucios, destrozados, abominablemente escritos. El metdico matemtico R... pidi una hoja depapel, y se puso a volver a copiar su historia.Esto agrad a todos:-A m tambin una hoja de papel! A m tambin un cuaderno!Y as se difundi el gusto por la caligrafa, que se ha mantenido hasta el presente en la clase superior. Toman sucuaderno, ponen ante ellos el alfabeto modelo de escritura, y copian letra por letra, elogindose los unos a los otros: endos semanas los progresos fueron notables.

    Casi todos, cuando ramos pequeos, hemos sido obligados a comer en la mesa con pan: no gustaba apenas entonces,sin saber por qu; hoy, no se come a gusto sino con pan. A casi todos se nos ha forzado a tener la pluma con los dos

    dedos extendidos, y todos la tenamos plegando los dedos para que estuviesen ms cortos: hoy extendemos los dedos.Uno se pregunta: para qu habernos martirizado as por una cosa que se hace por s misma cuando la necesidadsurge? Es que no surgirn de modo semejante por s mismos en todas las cosas el gusto y la necesidad de la ciencia?

    En la clase segunda se escribe en las pizarras, despus de una declamacin de historia sagrada, un resumen, que setraslada en seguida al papel. En la clase inferior se escribe lo que se quiere. Adems, los principiantes, por las tardesescriben cada uno las frases que componen todos juntos. Uno escribe, los dems cuchichean entre s, notando susfaltas, esperando slo el fin para censurarle por unayat, por una preposicin mal situada y, a veces, por cualquierabsurdo. Escribir ellos mismos correctamente y corregir las faltas de otro es para ellos un placer muy grande. Losmayores se detienen ante cada letra encontrada, se ejercitan en corregir las faltas, procuran con todas sus fuerzas

    escribir bien. Pero no pueden sufrir la gramtica y el anlisis de la lengua; y a pesar de nuestra predileccin por elanlisis, ellos no lo admiten sino en las ms mnimas proporciones: se duermen o dejan la clase.Hemos ensayado diversos mtodos de enseanza de la gramtica, y debemos confesar que ninguno de ellos ha logradosu objeto: hacer atractiva esta enseanza. En las clases primera y segunda, este verano, el nuevo instructor comenz laexplicacin de las partes de la oracin, y los nios -en corto nmero, desde luego-, se interesaron en ello como en lascharadas y en los enigmas. Muchas veces, despus de la leccin, su pensamiento iba a parar a los enigmas, y sedivertan en proponrselos unos a otros, como: Dnde est el atributo?, o: Quin est sentado en la cucharadejando colgar sus piernas? Pero ninguna aplicacin a la escritura correcta, o aplicaciones inexactas. As, porejemplo, a propsito de la letra a, dirs que se pronuncia o, pero que es preciso escribira, y l escribir robota(trabajo), molina (frambuesa); dirs que dos atributos deben estar separados por una coma, y l escribir: Yo quierodecir, etc.