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DIPLOMADO EN PASTRORAL CASTRENSE LA ESPIRITUALIDAD DEL PRESBÍTERO CASTRENSE ALUMNOS: URBANO MALDONADO CRUZ RICHARD MORENO MORENO LUIS PACHECO JACOBO RAFAEL PROVIDELL MOLINA PARMENIO ROMERO ANGEL MILCIADES VELÁZQUEZ FRANCO CEBITEPAL BOGOTÁ - 2016

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DIPLOMADO EN PASTRORAL CASTRENSE

LA ESPIRITUALIDAD DEL

PRESBÍTERO CASTRENSE

ALUMNOS: URBANO MALDONADO CRUZ RICHARD MORENO MORENO

LUIS PACHECO JACOBO RAFAEL PROVIDELL MOLINA PARMENIO ROMERO ANGEL

MILCIADES VELÁZQUEZ FRANCO

CEBITEPAL

BOGOTÁ - 2016

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LA ESPIRITUALIDAD DEL PRESBÍTERO CASTRENSE

INTRODUCCIÓN

CAPÍTULO 1: LA ESPIRITUALIDAD

1.1 ¿Qué es la Espiritualidad?

1.2 Espiritualidad presbiteral

1.2.1 Espiritualidad del presbítero diocesano

1.2.2 Espiritualidad del presbítero religioso

CAPÍTULO II: LA ESPIRITUALIDAD EN EL ÁMBITO CASTRENSE?

2.1 El ámbito castrense

2.2 El presbítero castrense

2.2.1 Identidad del presbítero castrense

2.2.2 Perfil del presbítero castrense

CAPÍTULO III: LA ESPIRITUALIDAD DEL PRESBÍTERO CASTRENSE.

3.1 Ambiente

3.2 Características

3.3 Búsqueda de Santidad

CONCLUSIONES

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INTRODUCCIÓN

Hemos optado por el tema de la espiritualidad del presbítero castrense porque

es un tema que a todos nos preocupa debido a que estamos inmersos en un gran

cantidad de actividades y sabemos que la Iglesia nos pide que detrás de todas las

actividades que como párrocos castrenses podamos realizar deben estar animadas

por una espiritualidad que ayude, sostenga y anime nuestra vida presbiteral.

Por eso nos preguntamos si hoy en nuestros ambiente castrense es posible

hablar de una espiritualidad propia del presbítero castrense que nos identifique y

sobre todo que de existir tal espiritualidad particular, si esta nos ayudaría a animar

nuestra acción pastoral evangelizadora en medio del mundo militar y policial en

América Latina y en el Caribe.

Especialmente nos interesa identificar cuáles serían sus características y de

qué modo podría ayudarnos en nuestros procesos evangelizadores en nuestras

unidades y reparticiones para que todos los discípulos misioneros de nuestro Señor

Jesucristo tengamos vida en Él.

Esta investigación, en el marco del Diplomado en Pastoral Castrense que

imparte este año el CEBITEPAL, tiene por objeto el presbítero, el párroco castrense,

abarcando uno de los aspectos más importante de su vida de consagrado como es

la espiritualidad que anima toda actividad apostólica.

Para desarrollar esta investigación nos hemos valido del método deductivo

que es el que mejor nos ayuda a abordar esta realidad, hemos ido de lo general a lo

particular desde la espiritualidad de la Iglesia en general, para llegar a la

espiritualidad del párroco castrense en sus características y particularidades.

Esperamos que este trabajo de investigación pueda ayudar a todos nuestros

hermanos párrocos castrenses a fortalecer su vida interior a favor su labor

apostólica, ya que en el curso de nuestro Diplomado en Pastoral Castrense, en el

compartir nuestras experiencias hemos visto que a pesar de venir de distintos

lugares nos enfrentamos situaciones muy parecida en el proceso evangelizador.

Sobre todo nos ayude a elaborar y o profundizar una espiritualidad que nos

identifique como párrocos castrenses.

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Capítulo I: LA ESPIRITUALIDAD

1. ¿Qué es la Espiritualidad? Antes de determinar el significado del término espiritualidad, es importante

analizar el origen etimológico del mismo. En concreto, podemos decir que proviene del latín, y más exactamente es fruto de la suma de estos tres componentes latinos:

El sustantivo “spiritus”, que puede traducirse como “alma”.

La partícula “-alis”, que se usa para expresar “relativo a”

El sufijo “-dad”, que es equivalente a “cualidad”.

Entonces podríamos decir que el término espiritualidad es una cualidad relativa al alma.

Desde el punto de vista teológico el término espiritualidad que estudia el

dinamismo que produce el Espíritu en la vida del alma: cómo nace, crece, se desarrolla, hasta alcanzar la santidad a la que Dios nos llama desde toda la eternidad, y transmitirla a los demás con la palabra, el testimonio de vida y con el apostolado eficaz.

Por ello, situamos la espiritualidad en la doctrina teológica y vivencia cristiana. Si sólo optáramos por la doctrina teológica quitando la vivencia, tendríamos una espiritualidad racional, intelectualista y sin repercusión en la propia vida. Y si sólo optáramos por la vivencia cristiana, sin un sustento en la doctrina teológica, la espiritualidad quedaría reducida a un subjetivismo arbitrario, sujeta a modas, y expuesta al error. Así pues, la verdadera espiritualidad cristiana debe integrar doctrina y vida, principios y experiencia.

Así lo vemos en el testimonio de los santos. Por ejemplo, Santa Teresa de

Ávila dice: “No diré cosa que no la haya experimentado mucho”1. Ella valoraba también mucho el saber teológico: “No hacía cosas que no fuese con parecer de letrados”2. También decía: “Es gran cosa las letras, porque éstas nos enseñan a los que poco sabemos y nos dan luz, y allegados a verdades de la Sagrada Escritura hacemos lo que debemos. De devociones a bobas líbrenos Dios”3.

En la búsqueda de una auténtica espiritualidad podemos encontrarnos con ciertos peligros y errores.

Por una parte, la ignorancia en los temas espirituales es grande y, a veces, lleva a que cada quien se forje su propia espiritualidad, su propio criterio. Se suele dar por supuesto que la conciencia y la mente están siempre bien formadas y que se sabe discernir lo bueno y lo malo. Pero, a decir verdad, esto no siempre es así.

1Vida 18, 7; Camino, prólogo 3

2Vida 36, 5

3Vida 13, 16

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Por otra parte, encontramos también a los que ofrecen doctrinas falsas o mediocres en temas espirituales que llevan a un subjetivismo arbitrario, que no se interesa por la Revelación, el Magisterio, la teología o enseñanza de los santos. Se contentan con seguir sus propios gustos y opiniones.

Serán falsas todas aquellas espiritualidades que no conducen a la perfecta santidad y al compromiso apostólico, produciendo cristianos cómodos, sabihondos, soberbios intelectuales, o con ideas confusas, extravagantes y etéreas que va sacando de un malabarismo pseudo-espiritual, que intenta agradar y hacer reír a su público, necesitado de espectáculo y de la comezón curiosa. Ya lo decía san Pablo: “No soportan la doctrina sana; sino que, según sus caprichos, se rodean de maestros que les halagan el oído” (2 Tm. 4, 3). ¡Qué bueno es tener buenos guías espirituales! San Juan de la Cruz recomienda mucho “mirar en qué manos se pone, porque cual fuere el maestro, tal será el discípulo”4. Y santa Teresa confiesa que “siempre fui amiga de letras... gran daño hicieron a mi alma confesores medio letrados, porque no los tenía de tan buenas letras, como yo quisiera... Buen letrado nunca me engañó”,5 ¿Hay una o varias espiritualidades?

La espiritualidad cristiana es una sola si consideramos su substancia, la santidad, la participación en la vida divina trinitaria, así como los medios fundamentales para crecer en ella: oración, liturgia, sacramentos, abnegación, ejercicio de las virtudes todas bajo el imperio de la caridad. En este sentido, como dice el Concilio Vaticano II, “Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios”6....”Todos los fieles, de cualquier estado y condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad”7. Y en el cielo, una misma será la santidad de todos los bienaventurados, aunque habrá grados diversos.

Las modalidades de la santidad son múltiples, y por tanto las espiritualidades

diversas. Podemos distinguir espiritualidades de época (primitiva, patrística, medieval, moderna); de estados de vida (laical, sacerdotal, religiosa); según las dedicaciones principales (contemplativa, misionera, familiar, asistencial); o según las características de escuela (benedictina, franciscana, ignaciana).

La riqueza del Creador se manifiesta en la variedad inmensa de criaturas: miles y miles de especies de plantas, animales, peces, minerales. También las infinitas riquezas del Redentor se expresan en esas innumerables modalidades de vida evangélica. El cristiano, sin una espiritualidad concreta, podría encontrarse dentro del ámbito inmenso de la espiritualidad católica como a la intemperie. Cuando por don de Dios encuentra una espiritualidad que le es adecuada, halla una casa espiritual donde vivir, halla un camino por el que andar con más facilidad, seguridad y rapidez; halla, en fin, la compañía estimulante de aquellos hermanos, que han sido llamados por Dios a esa misma casa y a ese mismo camino.

4Llama de amor viva, 3, 30-31

5Vida 5, 3

6Lumen Gentium 41a

7Lumen Gentium 40b

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Hoy se vemos en la Iglesia un doble movimiento: por un lado, una tendencia unitaria hace converger las diversas espiritualidades en sus fuentes comunes: Biblia, liturgia, grandes maestros. Por otra, una tendencia diversificadora que acentúa los caracteres peculiares de la espiritualidad propia a los distintos estados de vida, o a tales movimientos y asociaciones. La primera ha logrado aproximar espiritualidades antes quizá demasiado distantes, centrándolas en lo principal. La segunda ha estimulado el carisma propio de cada vocación, evitando mimetismos inconvenientes.

La Espiritualidad universal de la Iglesia tiene en la sagrada liturgia su principal escuela, abierta a todos los cristianos. Sin embargo, hay escuelas de espiritualidad que acentúan más ciertos valores cristianos. La Espiritualidad de la Iglesia Católica trata de ser equilibrada entre doctrina y vivencia, entre teoría y práctica, entre contemplación y apostolado. 1.2 Espiritualidad Presbiteral

Si bien la Espiritualidad de la iglesia es universal, es posible distinguir una espiritualidad propia de los presbíteros, que acentúa ciertos aspectos que dicen relación con el estado clerical que nace del sacramento del orden.

La espiritualidad de los presbíteros se desarrolla siempre en un contexto histórico, a veces con luces, otras con sombras en la Iglesia peregrina que les toca vivir en el mundo.

Sin embargo, los presbíteros no nacen de la historia sino de la inmutable voluntad del Señor. Se enfrentan con las circunstancias de la historia y deben seguir fieles a sí mismos, configurándose a sus rasgos concretos mediante una relación crítica y una búsqueda de sintonía evangélica con los signos de los tiempos. Los presbíteros tienen el deber de interpretar estos signos a la luz de la fe y someterlos a un discernimiento prudente. Es así que, no podrán ignorarlos, si se quiere orientar de modo eficaz e idóneo la propia vida, de tal manera que su servicio y testimonio sean siempre más fecundos para el reino de Dios.

En todo tiempo, pero más que nunca en el momento actual de la vida de la Iglesia y de la sociedad, los presbíteros son llamados a vivir en profundidad su espiritualidad, teniendo en cuenta las exigencias en el orden pastoral, y también las realidades sociales y culturales a las que tienen que hacer frente.8

Los presbíteros, requieren entre otras cosas, una vida espiritual madura y profunda, radicada en la caridad pastoral, que es el camino específico de santidad para ellos y, además, constituye un auténtico camino de servicio a los fieles en el ministerio pastoral, toda vez que el presbítero está comprometido, de modo particular, en el empeño de toda la Iglesia para la evangelización. Partiendo de la fe en Jesucristo, Redentor del hombre, tiene la certeza de que en Él hay una

8Cfr. JUAN PABLO II, Exhort. apost. post-sinodal Pastores dabo vobis, 5: o.c., 663-665.

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inescrutable riqueza (Ef. 3, 8), que no se agota en ninguna época ni en ninguna cultura, y a la que las personas siempre pueden acercarse para enriquecerse9.

El presbítero debe entender que la llamada a la evangelización es sobre todo una llamada a la conversión10. Al mismo tiempo, es una llamada a la esperanza que se apoya en las promesas de Dios, y que tiene como certeza la resurrección de Cristo, su victoria definitiva sobre el pecado y sobre la muerte, primer anuncio y raíz de toda evangelización, fundamento de toda promoción humana, principio de toda auténtica cultura cristiana11.

Entonces, el presbítero debe tener una espiritualidad de modo que pueda ofrecer a Jesús a la contemplación de los fieles como realmente es: una Persona viva, fascinante, que nos ama más que nadie porque ha dado su vida por nosotros; no hay amor más grande que dar la vida por los amigos (Jn. 15, 13).

En la evangelización, el presbítero está llamado a ser signo de la esperanza.

Es motivo de consuelo ver que hoy la gran mayoría de los presbíteros de todas las edades viven su espiritualidad con un esfuerzo gozoso, frecuentemente fruto de un heroísmo silencioso. Inmersos hasta el límite de sus propias energías en el trabajo pastoral, sin ver, a veces, los frutos de su labor.

Gracias a este esfuerzo, ellos constituyen hoy un anuncio vivo de la gracia divina que, una vez recibida en el momento de la ordenación, sigue dando un ímpetu siempre nuevo al ejercicio del sagrado ministerio.

Junto a estas luces, que iluminan la vida del presbítero, no faltan sombras, que tienden a disminuir la belleza de su testimonio y a hacerlo menos creíble al mundo.

Es posible entonces, hablar de una espiritualidad propia del presbítero. Pensamos que sí y además nos damos cuenta que es fundamental para enfrentar un ministerio fascinante, arduo y siempre expuesto a la incomprensión, a la desconfianza, al aislamiento y a la soledad.

Para vencer estos obstáculos, que el mundo de hoy plantea al presbítero, éste debe hacer todos los esfuerzos posibles para reservar el primado absoluto a la vida espiritual, es decir, estar siempre con Cristo, vivir con generosidad la caridad pastoral intensificando la comunión con todos, en especial con su obispo y los hermanos en el presbiterado.

Podemos afirmar que el presbítero ha sido concebido en la larga noche de oración en la que el Señor Jesús habló al Padre acerca de sus Apóstoles y,

9Cfr. JUAN PABLO II, Discurso inaugural a la IV Conferencia General del Episcopado Latinoamericano (Santo Domingo, 12-28

de octubre de 1992), n. 24: AAS 85 (1993), 826 10

Ibid, 1: o.c., 808-809.

11Ibid., 25: o.c., 827.

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ciertamente, de todos aquellos que, a lo largo de los siglos, participarían de su misma misión (cfr. Jn. 17, 15-20). La misma oración de Jesús en el huerto de Getsemaní (cfr. Mt. 26, 36-44), dirigida toda ella hacia el sacrificio sacerdotal del Gólgota, manifiesta de modo paradigmático hasta qué punto el presbítero debe estar profundamente vinculado a Cristo, radicado en la oración12.

Nacidos como fruto de esta oración, esta vida espiritual debe encarnarse en la existencia de cada presbítero a través de la oración personal, la liturgia y la práctica de las virtudes cristianas; todo esto contribuye a la fecundidad de la acción ministerial.

Por ello, es necesario que el presbítero organice su vida de oración de modo que incluya: la celebración diaria de la eucaristía con una adecuada preparación y acción de gracias; la confesión frecuente y la dirección espiritual; la celebración cotidiana íntegra y fervorosa de la liturgia de las horas; el examen de conciencia; la oración mental propiamente dicha; la Lectio Divina; los ratos prolongados de silencio y de diálogo, sobre todo, en ejercicios y retiros espirituales periódicos; las preciosas expresiones de devoción mariana como el Rosario; el Via Crucis y otros ejercicios piadosos; la provechosa lectura hagiográfica13.

Cada año, como un signo de fidelidad, renovar en la misa crismal, delante del Obispo y junto con él, las promesas hechas en la ordenación.

El cuidado de la vida espiritual se debe sentirse como una exigencia gozosa por parte del presbítero, pero también como un derecho de los fieles que buscan en él consciente o inconscientemente al hombre de Dios, al consejero, al mediador de paz, al amigo fiel y prudente y al guía seguro en quien se pueda confiar en los momentos más difíciles de la vida para hallar consuelo y firmeza.

El mismo Hijo de Dios ha querido dejarnos el testimonio de su vida espiritual. Con frecuencia los Evangelios nos presentan a Cristo en oración: cuando el Padre le revela su misión (Lc. 3,21-22), antes de la llamada de los Apóstoles (Lc. 6,12), en la acción de gracias durante la multiplicación de los panes (Mt.14, 19; 15, 36; Mc. 6, 41; 8,7; Lc. 9, 16; Jn. 6,11), en la transfiguración en el monte (Lc. 9, 28-29) y muchos otros más. Toda su actividad cotidiana nacía de la oración. Hasta el final de su vida, en la última Cena (Jn.17, 1-26), durante la agonía (Mt. 26, 36-44), en la Cruz (Lc. 23,34.46; Mt. 27,46; Mc. 15,34). Resucitado de la muerte, vive para siempre e intercede por nosotros (Heb. 7,25).

Cada presbítero en su espiritualidad recordará la exhortación en el día de su ordenación: Por esto, haciendo de la Palabra el objeto continúo de tu reflexión, cree siempre lo que lees, enseña lo que crees y haz vida lo que enseñas. De este modo, mientras darás alimento al Pueblo de Dios con la doctrina y serás consuelo y apoyo con el buen testimonio de vida, será constructor del templo de Dios, que es la Iglesia. De modo semejante, en cuanto a la celebración de los sacramentos, y en particular de la Eucaristía: Sé por lo tanto consciente de lo que haces, imita lo que realizas y, ya que celebras el misterio de la muerte y resurrección del Señor, lleva la

12

JUAN PABLO II, Carta a los sacerdotes del Jueves Santo ( 13 de abril de 1987), 10: AAS 79 (1987), 1292. 13

Cfr. CONC.ECUM.VATICANO II, Decr. PresbyterorumOrdinis,

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muerte de Cristo en tu cuerpo y camina en su vida nueva. Finalmente, con respecto a la dirección pastoral del Pueblo de Dios, a fin de conducirlo al Padre: Por esto, no ceses nunca de tener la mirada puesta en Cristo, Pastor bueno, que ha venido no para ser servido, sino para servir y para buscar y salvar a los que se han perdido14.

Gracias al especial vinculo con el Señor, el presbítero encuentra la fuerza y los instrumentos para acercar a los hombres a Dios, para encender la fe de los demás, para suscitar esfuerzo y coparticipación.

1.2.1 Espiritualidad del presbítero diocesano.

La espiritualidad de la vida presbiteral diocesana o religiosa está condicionada como toda espiritualidad por una cristología, una eclesiología, una cosmovisión y una cultura. Por ello luego de decir una palabra general sobre el concepto de espiritualidad se especifica lo que caracteriza la que se vive en la vida sacerdotal sea del clero diocesano o del religioso.15

Para todo sacerdote que pertenece al clero de la diócesis se podrían señalar unas líneas fundamentales del etilo y espiritualidad sacerdotal:

a) Servicio en, por y a la Iglesia particular El “sentido de Iglesia” viene a ser una virtud especifica de todo cristiano pero

concretamente de quienes son presbíteros ministros de la misma; la iglesia local es la Iglesia de Dios, a manera de concretización de la Iglesia universal donde Cristo resucitado sigue presente y actuando; el ministro es signo e instrumento de esta presencia y acción salvífica de Cristo sacerdote. Este servicio tiene un toque especial con la eucaristía por la que “acontece” la Iglesia particular, llamada por ello la Iglesia del acontecimiento. El anuncio, la presencia y la comunicación de la muerte y resurrección de Cristo es la razón de ser del servicio ministerial en la Iglesia Particular. La Iglesia particular, a la cual y en la cual sirve el ministro, es “imagen de la Iglesia universal”.

b) Servicio ministerial en presbiterio

El signo sacerdotal de Cristo, en cada iglesia local, es un signo colectivo compuesto por el Obispo (como cabeza), los presbíteros y los diáconos. Este servicio colectivo se llama “intima Fraternidad” o “fraternidad sacramental” según la naturaleza sacramental de la Iglesia en personas e instituciones. De esta realidad se deriva una espiritualidad o disponibilidad que debe concretarse en responsabilidad mutua en cuanto a la espiritualidad, cultura, medios pastorales, etc. La pastoral de conjunto es una exigencia de esta misma naturaleza del presbiterio. Y el aspecto colegial del mismo fundamenta todo el actuar sacerdotal para hacer realidad la oración sacerdotal de Cristo: “que sean uno para que crea el mundo que tú me has enviado” (Jn. 17,21). Construir el presbiterio a manera de signo colectivo de Cristo

14

Cfr. PontificaleRomanum - De ordinationeEpiscopiPresbyterorum et Diaconorum cap. 11, n. 151, Ed. typica altera

1990, pp. 87-88.

15 MACCISE CAMILO, OCD, Espiritualidad de la vida consagrada hoy, apuntes, www.vidimusdominum.org, 1-2.

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Sacerdote es tarea de todos y configura la espiritualidad sacerdotal del presbítero diocesano o que pertenece a un presbiterio. c) La Caridad del Buen Pastor

Si la caridad es principio y raíz de todas las virtudes (Santo Tomas), esa caridad para el sacerdote, es la caridad del Buen Pastor, la gracia sacramental es un especial vigor que colorea todas las virtudes y todo el estilo sacerdotal precisamente por esta línea pastoral. Pero la Caridad del buen Pastor se hace presente, aquí y ahora en la Iglesia local a través del presbiterio y de los sacerdotes ministros que pertenecen a él.

La misma formación de los futuros sacerdotes debe moldearse en esta línea

pastoral. A veces se ha olvidado en este punto todas las riquezas conciliares quedándose en una pastoral que dice muy poco con la figura del Buen Pastor. Por eso el Vaticano II señala estos tres puntos principales en la formación pastoral sacerdotal: Ministerio de la palabra (estudio, contemplación, predicación), ministerio del culto (liturgia, eucaristía, sacramentos…) y servicio a los hombres concretos. d) Servicio de la maternidad de la Iglesia

La Iglesia, pueblo o propiedad esponsal de Cristo, se llama también su consorte o esposa, su otro yo o cuerpo…dentro de esta realidad, la Iglesia es fiel y madre (instrumento de filiación divina). A esta Iglesia sirve el presbítero como concretizando su maternidad o siendo instrumento ministerial de gracia. El sacerdocio ministerial es una de las mejores maneras de concretizar la maternidad eclesial.

La relación María-sacerdote ministro está en esta línea eclesial. Cristo Sacerdote, en cada Iglesia Local, continua asociando a su madre en la obra salvífica. Los signos de esta presencia y actuar de cristo sacerdote, ente los principales, los signos ministeriales del sacerdote que son la razón de ser del sacerdote hay una actuación del Señor asociando a su madre. María tipo y madre de la Iglesia (ambas virgen y madre), lo es principalmente para quien prolonga a Cristo en su palabra, su sacrificio, su acción salvífica y pastoral en una Iglesia particular.16

Así, podemos concluir que la espiritualidad del presbítero diocesano, es una forma de seguir a Jesús.

La espiritualidad específica del clero diocesano es la misma espiritualidad sacerdotal matizada de gracias o carismas especiales. Ser signo ministerial del Buen Pastor en una Iglesia particular o diócesis, se concreta en la caridad pastoral matizada por:

- la pertenencia a la Iglesia diocesana por medio de la incardinación o compromiso de servicio (que incluye corresponsabilidad en la misión universal),

- el hecho de formar parte del Presbiterio de modo estable,

16 ESQUERDABIFET JUAN, Teología de la espiritualidad sacerdotal, biblioteca de autores cristianos, Madrid, 1976, 146-149.

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- la dependencia del carisma episcopal en cuanto a la pastoral y en cuanto a la espiritualidad,

- ser principio de unidad (en unión con el obispo) respecto a los carismas, vocaciones y ministerios existentes en la comunidad eclesial,

- ayudar a la comunidad a encontrar sus raíces apostólicas e históricas en relación con el obispo que la preside como sucesor de los Apóstoles.

- muestra la dimensión maternal de la Iglesia y su íntima unión con María como modelo de virginidad y maternidad por el servicio de Dios unida por Cristo a la salvación.

Todo sacerdote que sirve de modo más o menos permanente en una diócesis, tiene de alguna manera estos matices de espiritualidad sacerdotal.17

1.2.2 Espiritualidad del presbítero religioso.

La vida cristiana es esencialmente un seguimiento de Jesús. El Concilio Vaticano II, al hablar de la vida consagrada, insistió en varios lugares en el aspecto fundamental de su compromiso de seguir a Jesús. Calificó este seguimiento de Cristo como la “norma última” del consagrado.

Para todo sacerdote que pertenece a clero regular (siguen una regla o norma como guía de su seguimiento al Señor) o religioso se podrían señalar unas líneas fundamentales del etilo y espiritualidad sacerdotal:

a) Identificación con Jesucristo en un estilo alternativo de vida fraterna La vida consagrada es un camino dentro del Pueblo de Dios, todo seguidor de

Jesús. En su seguimiento los consagrados ponen de relieve algunos rasgos de la forma histórica de la vida de Cristo. Intentan seguir a Jesús que nació y vivió pobremente; que dedicó toda su existencia y sus energías al servicio de sus hermanos y hermanas en una vida célibe y obediente a la voluntad del Padre. Esto supone romper con las seguridades del poder, del saber y del tener y superar la tentación del aburguesamiento. En esta forma de vida, deben sentirse llamados también a subrayar la fraternidad cristiana, exigencia de Jesús para todos sus seguidores, en una Iglesia de comunión. Aquí radica uno de los principales testimonios de la vida consagrada: hacer presente el Reino de Jesús que nos transforma de masa en familia. El celibato, el compartir los bienes, el discernimiento comunitario de los caminos de Dios, el compromiso con la misión se viven en y desde una comunidad que incluso, tiene un hábitat común y una organización que ayudan a superar el individualismo y llevan a una apertura aún mayor a otras comunidades y a la gran comunidad eclesial. b) Una actitud permanente de éxodo y conversión

La espiritualidad de la vida consagrada, por la función simbólica de la misma, necesita vivir en actitud permanente de éxodo y conversión. Éxodo significa romper

17

http://www.mscperu.org/espirit/sacerdotes/esqespsac/ESQespsacerd07_espirit.htm

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ataduras, vivir en actitud de pobreza y sencillez, colocarse en los puestos de vanguardia evangelizadora para manifestar el proyecto de Dios de interpelar la sociedad. La conversión impulsa a un compromiso serio y renovado del seguimiento de Jesús en el amor, la justicia y la verdad. Eso trae consigo muchas veces la reconversión de las instituciones y de las personas que las sirven. Éxodo y conversión llevan a caminar en fidelidad creativa al carisma para abrirse a los signos de los tiempos y a los desafíos que presentan. c) Vivir a la escucha de la Palabra de Dios

La vida cristiana, especialmente la vida consagrada, necesita alimentarse de la escucha de la Palabra de Dios. Seguir a Jesús supone conocer todo su misterio y retraducirlo experiencialmente en nuestro hoy. Para lograr esto hay que permanecer personal y comunitariamente a la escucha de la Palabra de Dios en la Escritura y en la vida, para centrarse en Dios como el único absoluto con una oración-actitud de vida, que lo descubre presente en las personas y en los acontecimientos. La Lectio divina ayuda a descubrir el verdadero rostro de Jesús y las exigencias de su seguimiento, al igual que la dimensión comunitaria de la historia de la salvación y la dignidad de la persona humana. La Lectio divina transforma la Biblia en un libro actual por el cual el Espíritu Santo revela, en la existencia concreta, la voluntad de Dios Padre y de su misterio. d) Una experiencia renovada del misterio de la encarnación

En las diversas realidades culturales, en el servicio preferencial a los pobres, en el trabajo para ir construyendo el reino de Dios, a partir de un amor con dimensión social. Todo esto sin dicotomías ni reduccionismos. Buscando unir lo natural y lo sobrenatural, lo temporal y lo eterno, lo individual y lo social, la inmanencia y la trascendencia. La “fuga mundi” no separa del mundo al que Dios tanto amó que le entregó a su Hijo. Separa sólo del mundo dominado por el mal. El presbítero religioso consagrado está llamado a vivir con fuerza la opción evangélica y preferencial por los pobres. Una de las formas de vivirla es la inserción en medio de ellos, como cuestionamiento a la totalidad de la vida consagrada, al sacudir la manera convencional de entenderla y las formas históricas de hacerse presente en la Iglesia y en la sociedad. Esto lleva también a la vida consagrada a recuperar la originalidad de su carisma a partir de la experiencia y del compromiso de sus fundadores. Al mismo tiempo ayuda a descubrir y superar los elementos adicionales que se fueron introduciendo en su estructuración. Este discernimiento de los valores esenciales permite emprender la tarea de la inculturación, necesidad profundamente sentida en la evangelización en el mundo de hoy. Así la vida consagrada se va abriendo a la convicción de que el mismo carisma puede y debe ser releído a partir de las circunstancias particulares. e) Libertad evangélica o “parresía”

El Espíritu es quien comunica al cristiano la libertad evangélica o “parresía” para anunciar las exigencias del Reino y denunciar todo lo que se opone a él, en un compromiso con la justicia y la paz, asumiendo los aspectos conflictivos y martiriales del testimonio cristiano, vistos en la perspectiva del misterio pascual. Aquí se tiene el ejercicio del profetismo de la vida cristiana. La vida consagrada no hace otra cosa que acentuar esta dimensión profética. Esto exige de él una profunda experiencia de Dios y un enraizamiento en la historia para cuestionarla a la luz del plan divino sobre la humanidad. La función profética de anuncio y de denuncia debe partir de un amor

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profundo a Dios y a los demás y de una inserción en la historia. Partiendo de una comunión con Cristo, los consagrados deben ser capaces de ayudar a sus hermanos a transformarse en hombres y mujeres nuevos, a imagen de Cristo resucitado, portadores de una nueva esperanza. f) María modelo de seguimiento de Jesús

María, que precede con su luz e inspira nuestra vida peregrinante, es modelo para toda vida cristiana. En la vida consagrada aparece como aquella que vivió totalmente para Cristo y para el Reino de Dios, escuchando su palabra, creyendo en ella y viviendo sus exigencias en todas las circunstancias, sin entender muchas cosas; guardando todo en su corazón (Lc. 2, 19. 50-51) y caminando como peregrina de la fe y de la esperanza. Al mismo tiempo ella enseña a los consagrados a vivir cerca de los demás, interesándose por sus problemas materiales (Lc. 1, 39-45; Jn. 2, 1-12) y espirituales (Hech. 1,14). En el Magnificat los invita también a descubrir a Dios presente en la historia y a reconocer las maravillas que realiza en ella. Por todos estos motivos, ella es modelo de consagración y seguimiento “por su pertenencia plena y entrega total a Dios” y por su acogida de la gracia... modelo también “de consagración al Padre, de unión con el Hijo y de docilidad al Espíritu”.18

Por tanto, existen unas características actuales de la espiritualidad del presbítero religioso. Ya que esta vida consagrada necesita encontrar su camino de espiritualidad dentro del pueblo de Dios en cada época de la historia. Actualmente, con los matices diferentes que están ligados al propio carisma y al contexto socio-cultural, se resalta algunos aspectos fundamentales dentro del único camino de espiritualidad del pueblo de Dios. Ellos le dan identidad y la convierten en signo estimulante. Características de una espiritualidad del presbítero religioso o consagrado en nuestro mundo de cambios rápidos y profundos deberían ser, entre otras, una identificación con Jesucristo en un estilo alternativo de vida fraterna, la actitud permanente de éxodo y conversión, una escucha personal y comunitaria de la Palabra de Dios, una experiencia renovada del misterio de la encarnación sin dicotomías, la libertad confiada o “parresía”.19

Hasta aquí podemos deducir que de la Espiritualidad general de la iglesia se deriva una espiritualidad propia del presbítero, tanto del diocesano como del religioso, nos queda resolver el cuestionamiento si es posible hablar de una espiritualidad propia o particular del párroco castrense.

18 MACCISE CAMILO, OCD, Espiritualidad de la vida consagrada hoy, apuntes, www.vidimusdominum.org, 18-22.

19 MACCISE CAMILO, OCD, Espiritualidad de la vida consagrada hoy, apuntes, www.vidimusdominum.org, 1.

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Capítulo II: La Espiritualidad del Presbítero Castrense.

2. 1 El ámbito castrense.

Al analizar las diversas organizaciones castrenses y policiales, nos damos cuenta que en Latinoamérica y el Caribe, se trata de organizaciones que tiene como misión específica la defensa el estado, la organización del mismo y la protección de sus habitantes.

Esta labor, tradicionalmente se ha entendido como es una vocación de servicio, aunque la tendencia de hoy es que las fuerzas sean profesionales. Esta vocación o profesión lleva unida el arriesgar la vida en el ejercicio laboral de las funciones militares y policiales.

Dentro de cada institución, nos encontramos con nuestros fieles que viven dentro de este mundo castrense con sus particularidades, tales como, la obediencia al poder civil y al interno, por tratarse de una institución jerárquica, la obediencia al superior y la disciplina.

También el poder civil de los estados, en mayor o en menor medida, establecen para nuestros fieles castrenses limitación en cuanto a la participación en la vida civil que implique una actividad política.

A este ámbito llega el párroco castrense a animar la vida religiosa católica al interior de las instituciones militares y policiales y se encuentra con un mundo sometido al poder político y, destinado a estar preparado para entrar en combate en cualquier tiempo.

Muchos párrocos castrenses en América Latina y en el Caribe, nos encontramos con fieles, que a su vez, tienen que estar disponibles para enfrentar muchos escenarios al mismo tiempo. Los superiores nos reciben bien, sin embargo, la disponibilidad para hacer una Evangelización seria, sistemática, profunda, no siempre es la mejor.

En la realidad de Latinoamérica y el Caribe, nuestras instituciones militares y policiales son mayoritariamente católicas, sin embargo, en nuestros países se ha legislando sobre la libertad de culto, lo que ha permitido el ingreso al interior de las instituciones de movimientos religiosos principalmente cristianos. También en el ámbito castrense cada vez es más fuerte la aparición del ateísmo práctico.

Además, nos encontramos con distintos tipos de fieles20, los cuales están jerarquizados y así, distinguimos los siguientes grupos de fieles:

1. Los cuadros permanentes de oficialidad y suboficialidad. 2. Alumnos de las escuelas matrices 3. Soldados (personal transitorio). 4. Agentes de policía. 5. Personal no uniformado. 6. Las familias de todos los anteriores.

20

Documento Nº 67 del Celam.

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Todos estos grupos humanos son nuestros fieles, porción del pueblo de Dios que se nos encomienda.

Como párrocos ejercemos nuestro ministerio principalmente con el personal del cuadro permanente, donde cada uno de nuestros fieles se enfrenta tanto a su realidad laboral de suyo difícil, como a su realidad personal.

Contamos una gran cantidad de fieles jóvenes, especialmente los llamados al servicio militar en los momentos más delicados e importantes de su existencia. Juventud que no siempre es creyente y muchas veces no tienen libertad de conciencia21.

Asimismo, tenemos familias que como tales, enfrentan las mismas dificultades que las familias civiles: tales como violencia intrafamiliar, infidelidad, hijos rebeldes, falta de recursos económicos, etc. Pero también se trata de familias que pueden sufrir la ausencia del personal militar y de policía por sus destinaciones laborales, aunque si bien pueden ser por periodos cortos, afectan al normal desarrollo de la familia toda. Muchas familias, viven bajo la aflicción si el marido o señora, padre o madre, hijo o hija, hermano o hermana, llegarán con vida al final del día. Estas situaciones hacen que la labor parroquial tenga especiales condiciones para vivir el proceso evangelizador.

Esto nos plantea un montón de desafíos evangelizadores que requiere de un párroco que tenga una buena formación, experiencia, que tenga vocación para la pastoral castrense y adaptación al medio milita22r. En cuanto a su formación fuertemente anclada en tres pilares fundamentales:

1. Formación Doctrinal 2. Formación Pastoral 3. Formación Espiritual

Por otra parte, en la vida cotidiana de nuestras unidades y reparticiones, el ambiente, no siempre ayudan al párroco castrense a desarrollar su misión de discípulo misionero del Señor Jesús, resucitado para que tengamos vida en Él, generalmente, siempre hay poco tiempo, se mal entienden que los valores nada tienen que ver con la fe, el relativismo religioso, en el sentido que da los mismo cualquier opción religiosa para satisfacer la necesidad de asistencia espiritual a lo que se suma el ateísmo practico.

Por eso, estimamos que el párroco no solo debe estar preparado doctrinal y pastoralmente, sino que además debe tener una fuerte espiritualidad que le permita hacer frente a todos los desafíos y dificultades a que nos enfrenta el proceso de evangelización en el mundo de hoy.

2 – EL PRESBÍTERO CASTRENSE

Es conocido que la parroquia es “una determinada comunidad de fieles constituida de modo estable en la Iglesia particular, cuya cura pastoral, bajo la

21

Ib idem 22

Ib idem

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autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco, como su pastor propio” (canon 515). La cura pastoral de la parroquia, por lo tanto, estando bajo la autoridad del Obispo diocesano, se encomienda a un párroco como pastor propio. El párroco, por lo tanto, adquiere una importancia capital en la organización, y por lo tanto el párroco tiene funciones jurídicas de gran relevancia. Viendo entonces que en nuestras bases e unidades castrenses que se nos confía, y al ejercer la cura pastoral de la comunidad castrense que se nos ha encomendado bajo la autoridad del Obispo castrense cuyo ministerio de Cristo ha sido llamado a participar, para que en esa misma comunidad cumpla las funciones de enseñar, santificar y regir, con la cooperación también de otros presbíteros o diáconos, y con la ayuda de fieles laicos, conforme a la norma del derecho.

Por tanto, para enmarcar nuestra labor como párrocos castrenses manifestamos:

2.1.- LA IDENTIDAD DEL PRESBITERO CASTRENSE

Para afrontar los desafíos actuales, el párroco castrense necesita una comprensión de una propia identidad. Los párrocos castrenses, por su vocación y por su ordenación son segregados en cierta manera en el seno del pueblo de Dios, no de forma que se separe de él, ni del hombre alguno sino a fin de que se consagren totalmente a la obra para lo que el señor los llamo.

Los párrocos castrenses encuentran, por lo tanto, su identidad viviendo plenamente la misión de la Iglesia y ejerciéndola de diversos modos en comunión con todo el pueblo de Dios, como pastores y ministros del Señor en el Espíritu, para completar en su obra el designio de salvación en el mundo.

Por tanto, el párroco castrense hace palpable la creación propia de Cristo Cabeza y testimonia que Cristo no se ha alejado de su Iglesia, sino que continúa vivificándola con su Sacerdocio Ministerial como don a ella.

Tal identidad deriva de la participación específica en el Sacerdocio de Cristo, por lo que el ordenado se transforma en la Iglesia y para la Iglesia, en imagen real, viva y transparente de Cristo Sacerdote. “Una representación sacramental de Cristo Cabeza y Pastor”23.

Esta identidad sacramental con el sumo y Eterno Sacerdote inserta especialmente al párroco castrense al Misterio trinitario y a través del misterio de Cristo en la comunión ministerial de la iglesia para servir al pueblo de Dios.

La identidad del párroco castrense está fundada en la configuración de Cristo Señor, que es a la vez Sacerdote, Profeta y Rey del universo. El párroco castrense está íntima y únicamente configurado con Cristo por su ordenación. La ordenación 23

Cf. PDV 15. El Concilio Vaticano II estableció el sacerdocio ministerial al servicio del sacerdocio común de los fieles, y cada uno, aunque de manera cualitativamente distinta, participa del único sacerdocio de Cristo. Cristo, Sumo y Eterno Sacerdote, nos ha redimido y nos ha participado su vida divina. En Él, somos todos hijos del mismo Padre y hermanos entre nosotros. El sacerdote no puede caer en la tentación de considerarse solamente un mero delegado o sólo un representante de la comunidad, sino un don para ella por la unción del Espíritu y por su especial unión con Cristo cabeza. “Todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y puesto para intervenir a favor de los hombres en todo aquello que se refiere al servicio de Dios” (Hb 5,1).

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confiere "un vínculo ontológico específico que une al sacerdote con Cristo, Sumo Sacerdote y Buen Pastor."24

De hecho, por su ordenación al sacerdocio, el hombre se convierte en «alter Christus». Como "otro Cristo," es deber y derecho del sacerdote santificar («munussanctificandi»), enseñar («munusdocendi»), y gobernar («munusregendi») «in persona Christi capitis», porque por la ordenación un presbítero castrense está configurado con Cristo de modo que "actuar en la persona de Cristo, la cabeza."25

La identidad del párroco castrense se forja en la triple «munera», que son inseparables en el sacerdote y en ejercicio del sacerdocio. El párroco castrense es quien, al compartir el sacerdocio de Cristo, ofrece la Misa, extiende el perdón y la paz a los pecadores en la penitencia y unge el óleo de la Unción; es el sacerdote quien, al compartir la misión profética de Cristo, habla en nombre de Cristo y la Iglesia en la predicación; y es el párroco quien, al compartir la realeza de Cristo, ejerce el gobierno de la Iglesia, de modo que sólo un sacerdote pueda guiar las almas como párroco u obispo.

2.2.2 PERFIL DEL PRESBITERO CASTRENSE

Para plantear el perfil del párroco castrense partimos de la base, ciertamente, de que existe un marco fundamental e intransferible, del cual no podemos separar, y es que, en palabras del Papa Juan Pablo II:

“Hay una fisionomía esencial del sacerdote que no cambia, un rostro definitivo del presbítero que apareció en Cristo, una dimensión destinada a durar y a reproducirse incesantemente; si bien el sacerdote debe adaptarse a cada época y a cada ambiente de vida para producir sus frutos…, por ello la vida y el ministerio del sacerdote debe adaptase debe a cada época y a cada ambiente de vida… Por ello, por nuestra parte, debemos procurar abrirnos en la medida de lo posible a la iluminación superior del espíritu santo, para descubrir la orientaciones de la sociedad moderna, reconocer las necesidades espirituales más profundas, determinar las tareas concretas más importantes, los métodos pastorales que habrá que adoptar, y así responder de manera adecuada a las esperanzas humanas”26.

Al hablar de un perfil para el párroco castrense es por las exigencias de un mundo cambiante el aquí y el ahora, las expectativas de nuestras unidades, la cultura dominante, la problemática envolvente, el proyecto pastoral de la iglesia, a todo ellos condiciona de alguna manera un perfil de un párroco castrense.

Por esto, el perfil del párroco castrense no puede en modo alguno prescindir de un contexto sociocultural que es la modernidad y la posmodernidad; el párroco castrense es ante todo un sacerdote, y por tano debe realizar en su vida todo cuanto el Señor Jesús y el Magisterio de la Iglesia piden a los que se consagran a este ministerio, esa es la razón por el cual está en la institución militar. Lo que esta pide

24

SÍNODODELOSOBISPOS, Documento sobre el sacerdocio Ministerial Ultimistem por ibus (30 noviembre 1971), 15: AAS 63 (1971) 910.81. 25

CONGREGACIÓN PARA EL CLERO, Directorio para el ministerio y la vida de los presbíteros 26

Juan Pablo II. Angelus del 14 de enero de 1990: L’Osservatore Romano, 15-16 enero 1990.

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es que el sacerdote ante todo y sobre todo, en medio de sus miembros, sea identificado claramente como sacerdote, que sea testigo de Cristo y de su Iglesia.

El párroco militar está puesto como todo sacerdote para edificar, santificar y gobernar a la iglesia a él encomendada. Y así se convierte en al ministro de la palabra de Dios, ministro de los sacramentos y de la eucaristía y guía del pueblo de Dios.

Don Juan de Austria como capellán General de la Armada, preveía “un capellán” para confesar y doctrinar. Decía: “los sacerdotes a quienes incumbe el oficio de capellanes castrenses brillen con su fulgor de insigne santidad y sean dignos ministros de Cristo, fieles dispensadores de los ministerios de Dios, eficaces auxiliadores, aptos para toda obra buena, de manera que movidos por el impulso de su vocación, desarrollen su cometido cuasi- parroquial, lo que es más, luchen por las almas, a fin de que su apostolado refluya como forma de vida de Cristo.”27 Y agregaba “El voto y el deseo de cumplir la voluntad de Dios, sea en los capellanes castrenses su móvil, es necesario que su espíritu de oración no languidezca ni se entorpezca”.28

No debe convertirse el párroco castrense en un empleado más, sino debe ser como buen pastor, fiel a la misión que se le ha encomendado. Qué bien viene las palabras del papa Juan XIII, quien durante la guerra fue capellán Militar:

“La eficacia del Ministerio de los Capellanes Militares, no depende de medios humanos, de simpatías ganadas artificialmente, a veces a costa de compromisos con la propia conciencia, sino solamente de la ayuda de Dios y del Espíritu sacerdotal, que es lo que siempre ha de poner como cúspide en la jerarquía de valores. Queridos hijos: acercaos siempre a vuestros hermanos como sacerdotes. Ellos esperan ante todo la luz de vuestro ejemplo y de vuestro sacrificio; anhelan consuelo en las pruebas, firmeza en la dirección de las almas, claridad y celo en las enseñanzas, en vosotros ellos quieren ver siempre y en todo a los Ministros de Cristo, a los administradores de los misterios de Dios. No dejéis pasar ocasión sin inculcarles al amor a la vida de la gracia, brindándoles frecuentes oportunidades para que puedan acercarse a los sacramentos de la Penitencia y Eucaristía. Solo así vuestra acción será fructuosa y vuestro recuerdo quedara indeleble”.29

27

Instrucción de la sagrada Congregación Consistorial sobre los Vicarios Castrenses N° 12. 28

Idibem N° 15 29

Juan XXIII, Alocucion a los capellanes Militares,(junio 11 de 1959)

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CAPÍTULO III: LA ESPITUALIDAD DEL PRESBÍTERO CASTRENSE

3.1. Ambiente

La espiritualidad del presbítero castrense no ha de ser diferente a la del Maestro, ya que comparte en Él la triple misión sacerdote, profeta y rey desde su condición humana. Pues procede de los hombres y está al servicio de los hombres igual que nosotros, excepto en el pecado (Hch. 4,15).

Lo identifica al presbítero castrense una espiritualidad encarnada en la acción misionera alimentada en la Palabra, en la Liturgia, en la Oración personal, .y la práctica de las virtudes cristianas. Manteniendo así un coloquio frecuente con el Maestro. Por tanto, su espiritualidad se fortalece en la iglesia por medio de los sacramentos, ya que los presbíteros son en la iglesia y para la iglesia una representación sacramental de Jesucristo, Cabeza y Pastor.

Hombre de oración y de comunión, éstos lo compromete a saber acoger con estima y respeto a todos los que se le acerquen, sabiendo valorar la personalidad de todos, de esta manera creará un estilo de caridad auténtica, que resultaría contagioso y se extenderá gradualmente a toda comunidad. Se podría decir que el presbítero ha sido concebido en la larga noche de oración de Jesús en la que habló al Padre acerca de la acción de los suyos (Mt. 26,36-44).

Es necesario que el Presbítero castrense organice su encuentro con el Señor para estar más enamorado del Maestro y de su acción pastoral en la grey. El cuidado de la vida espiritual del presbítero se debe sentir como una exigencia por parte del mismo presbítero para que de esta manera pueda vivir un ambiente fervoroso.

No todo ambiente es vivencial a la evangelización de acuerdo al lugar donde uno se encuentra. Pero el presbítero castrense debe imitar a la iglesia orante para permanecer fiel al mandato de Jesús alimentando al pueblo de Dios con las enseñanzas de la Iglesia y serás consuelo y apoyo con el buen testimonio de vida, será constructor del templo de Dios, que es la Iglesia.

3.2 Características

Hemos definido que sí hay una Espiritualidad Castrense dentro de nuestra “Iglesia” y que es necesaria fortalecer en cada uno de nuestros presbíteros que se les ha encomendado ésta gran misión en las diferentes unidades operativas, dependencias, colegios y familiares de nuestras fuerzas armadas.

La misión principal de este servicio es que “El Párroco Castrense” sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque solo un presbítero entregado y enamorado del Señor puede renovar una persona, a la familia, parroquia y un ejército por más difícil que esta sea.

Una de sus características que hay que tener en cuenta y la más importante:

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- “Prestar un cuidado especial a su vida espiritual, y a su salud de la mente y del cuerpo; y en cuanto sea posible, prepararse para ellos lugares y condiciones de trabajo conformes con la idiosincrasia de cada uno”.30

- Debe conocer el terreno donde realizara su ministerio así podrá mantenerse fiel a la doctrina recibida para no ser un empleado, obrero sino pastor y llevar al rebaño por el camino, la verdad y la vida a ejemplo de Nuestro Señor Jesucristo.

- “No se debe buscar otro objetivo que el ejercicio pleno y total del sacerdocio en el medio castrense. Esta rectitud de intención, le da seguridad y hace que busque lo que debe buscar: la gloria de Dios y el bien de todos los hombres confiados a su cuidado pastoral”.31

- La obligación del presbítero castrense es de conservar lo esencial en sí mismo desde el momento que el ordinario del lugar le encomienda espiritualmente a las fuerzas armadas y de orden de su país. Es responsabilidad del Párroco castrense cultivar bajo la fidelidad, lealtad y obediencia al Obispo; los valores cristianos; la entrega de su voluntad al servicio del mundo castrense; el amor al Evangelio y a la Patria; la Palabra de Jesucristo basado en los tres pilares: biblia, tradición y magisterio. Además debe poner en práctica la palabra para no desfallecer en las diferentes actividades pastorales, injerto en una unidad militar o policial como presbítero castrense.

Así en cada momento de nuestra vida podremos decir: “Que tan noble es mandar como obedecer que mandara mejor quien mejor sepa obedecer”.

Las características de la espiritualidad del párroco o presbítero castrense las podríamos resumir en las siguientes:

Auténtico Discípulo Misionero.

Rectitud de Intensión.

Dominio suficiente del estilo militar y policía para interactuar con sus fieles en las unidades o reparticiones castrenses.

Una sólida formación doctrinal

Claridad en su misión de párroco castrense (tareas, actividades, procesos pastorales).

Transmitir los valores evangélicos.

Enseñar con responsabilidad la Sagrada Escritura, Tradición y Magisterio.

Comunión con su Obispo Castrense (sentido de jerarquía).

Amor a la Patria.

Disponibilidad para asumir el estilo de vida militar.

Una formación permanente que abarque la dimensión humana, espiritual, intelectual, pastoral y misionera.

Un párroco castrense debe recordar siempre, desde lo más profundo de su corazón el mandato del Señor de los Ejércitos: “Venimos a Servir y no hacer servidos”

30

Presbyterorum Ordinis No. 10. 31

“La Pastoral Castrense en América Latina y el Caribe”. Documento de trabajo Nº 10.

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3.3 Búsqueda de Santidad

El Párroco castrense como evangelizador especifico de su unidad, está llamado a dar con su palabra y con su testimonio la “Primacía de lo espiritual”. En consecuencia no debe ser su meta; ni el ánimo de lucro, ni los honores, ni la seguridad social, ni la estabilidad, sino que debe buscar realizar una pastoral en medio castrense, que consista en la predicación total de Cristo y su Doctrina.32

Por eso, la necesidad de búsqueda de una pastoral continúa en la búsqueda del camino de la santidad, convencido de lo transcendente. El párroco castrense está llamado a alcanzar con esfuerzo, dedicación, con espíritu de servicio esta santidad.

Pasos en la búsqueda de la Santidad:

Hombre de oración junto a su pueblo fiel.

Amor a la Eucaristía, la que celebra en los grandes templos o en las campañas.

Sensibilidad para unificar las distintas devociones cristianas con el estilo de vida militar.

Disponibilidad de sacrificio, acompañando a sus fieles, incluso en el combate.

Hombre de Dios que lo refleje con una vida castrense, similar a la de sus fieles.

Búsqueda de Dios en todas las actividades realizadas por sus fieles, partiendo del hecho que militares y policías son hombres de paz.

El rezo del santo rosario, como la mejor arma en el combate espiritual.

Lectio divina, para animarse y animar a sus fieles

Devoción a la Santísima Virgen María, especialmente destacando que la presencia de la Madre de Dios ha acompañado a nuestros pueblos latinoamericanos y del Caribe desde los comienzos de nuestra historia.

La devoción a la Santísima Madre es fuente de santidad para el presbítero castrense. Si la relación de los presbíteros con Jesucristo es especial, la relación con su Madre debería ser también especial.

Una espiritualidad propia para el párroco castrense debiera ayudarnos en nuestro “ser” presbíteros destinados a acompañar a una porción del pueblo de Dios que tiene especiales características como lo es el mundo militar y policial. Esta espiritualidad no se aleja de la espiritualidad general de la Iglesia, ni de la espiritualidad propia de los presbíteros, sino que basándose en ambas tiene elementos propios más adecuados a nuestros fieles.

Con todo el compromiso en el servir a nuestros hermanos de las Fuerzas Armadas y de la Policía y sus familias y dependiente, nos motiva a seguir en la búsqueda de la Santidad.

32

Ib idem.

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CONCLUSIONES

Al finalizar esta investigación, que es una aproximación a un tema que es más profundo y tiene más aristas de lo que pensábamos inicialmente, podemos afirmar que sí es posible hablar de una espiritualidad propia del presbítero o párroco castrense.

Esta espiritualidad está íntimamente unida a la espiritualidad general de la Iglesia y a la propia de los presbíteros y párrocos. Esta unión nos hace darnos cuenta que nuestro ministerio no es tan distinto al ministerio de los demás presbíteros y párrocos, pero que sí tiene particularidades que nos permiten sostener que esta espiritualidad es fundamental para nuestro ser párrocos castrenses.

Por otro lado, vemos que esta espiritualidad no está lo suficientemente elaborada, pero que sus elementos básicos están dados para desarrollar un estudio más sistemático que permita al Párroco Castrense ejercer su ministerio al interior de la Fuerzas Armadas y Policiales, de tal forma que además de animar a nuestros fieles y de animarnos a nosotros mismos, dé una identidad propia dentro del ministerio de los presbíteros.

Por tal motivo nos atrevemos a hacer la sugerencia a nuestros Obispos de América Latina y del Caribe en el sentido que se pueda desarrollar con más profundidad este tema de la Espiritualidad del Párroco Castrense, incluso a la elaboración de un manual o un documento al respecto.

Esta investigación no pretendió ser un estudio acabado sobre espiritualidad, es más, estamos consientes que está llena de falencias, debido a nuestras propias limitaciones, al corto tiempo de nuestro diplomado, y sumado al hecho que fue intensivo, no nos permitió explayarnos como hubiera sido nuestro deseo, sin embargo, dejó en cada uno de nosotros la inquietud de seguir ahondando sobre este tema, tan importante en la vida de un párroco castrense y que necesita ser revisado a la luz del magisterio latinoamericano.

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BIBLIOGRAFÍA

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