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La Explicacion Sociologica Una Introduccion a La Sociologia 3a Ed Tezanos

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I P L ~ explicacii B : - - 1 sociobgica= - 7 - 1

una introducción4

a la Sociología . 1 1 José Félix Tezanos Tortajada 1

I Políticas

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8 LA E X P L I C A C I ~ N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI6N A LA SOCIOLOG~A

6 . Max Weber ............................................................................................ 140 7 . Nuevas tendencias en la teoría sociológica . La Sociología difusa de la sociedad débil ........................................................................................ 15 1

CAP~TULO 5 . LA SOCIEDAD. OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A ................... 157 ............................................................................. 1 . ¿Qué es la sociedad?

2 . La estructura social .............................................................................. 3 . Los grupos sociales ............................................................................... 4 . Las instituciones sociales ..................................................................... 5 . Las clases sociales ................................................................................ 6 . Estructura y conciencia de clase . Tendencias de futuro .................... 7 . Los roles sociales .................................................................................. 8 . Procesos sociales y formas de interacción social ................................

...................................................... CAP~TULO 6 . CULTURA. PERSONA. SOCIEDAD 25 1

1 . Cultura y sociedad ................................................................................ 254 2 . El concepto de cultura ......................................................................... 259 3 . Cultura y personalidad ......................................................................... 265

CAP~TULO 7 . SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES ............................ 277

1 . Etología y Sociología ............................................................................ 280 2 . El debate sobre el continuo social ....................................................... 283 3 . Las sociedades animales ...................................................................... 291 4 . Los orígenes de la sociedad humana ................................................... 301

CAP~TULO 8 . LA SOCIOLOG~A Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL .............................. 31 3

1 . El tránsito de la sociedad estamental a la sociedad industrial .......... 3 15 2 . Las consecuencias sociales de la revolución industrial ...................... 325 3 . Principales características de la sociedad industrial .......................... 332 4 . La cuestión social y los orígenes de la Sociología .............................. 342

CAP~TULO 9 . LA ACTIVIDAD DE LOS SOCIÓLOGOS ................................................ 35 1

1 . Los límites del conocimiento sociológico ........................................ 354 2 . La actividad de los sociólogos .............................................................. 359 3 . ¿Científicos o divulgadores? ................................................................. 366

CAP~TULO 10 . EL MÉTODO CIENT~FICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOG~A .... 377

................................................. 3 . La concepción de la ciencia moderna 393 ................................................................................ . 4 Ciencia y sociedad 396

. ............................................................ 5 Los presupuestos de la ciencia 399 ............................................ . 6 Las características del método científico 405

. ............... 7 La «falsabilidad» como criterio de demarcación científica 414

. .................................................................. 8 Los paradigmas científicos 420 9 . El lugar de la Sociología en el conjunto de los saberes ..................... 428

CAP~TULO 1 1 . LA SOCIOLOG~A COMO DISCIPLINA CIENT~FICA .............................. 437

1 . El carácter científico de la Sociología ................................................. 440 2 . Posibilidades y dificultades de la Sociología como ciencia ............... 455 3 . La problemática de la causación social: probabilismo, determinis-

. . mo y prediccion ......................................................................................... 463

.................... . CAP~TULO 12 TEOR~A E INVESTIGACI~N EMP~RICA EN SOCIOLOG~A 477

. .............................. 1 La dimensión teórica y empírica de la Sociología 480 2 . El pluralismo teórico de la Sociología ................................................ 495

. ............................................. CAP~TULO 13 LA SOCIOLOG~A Y LOS VALORES 509 ............. . 1 El debate sobre la Sociología como ciencia libre de valores 512

2 . El compromiso de la Sociología .......................................................... 525

. ........................ CAP~TULO 14 OBJETO Y TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A 533

1 . Los grandes campos de estudio de la Sociología ................................ 535 ..................................................... . 2 Macrosociología y microsociología 552

. ................................................ 3 La Sociología y otras ciencias sociales 556

................................................................................. APÉNDICE METODOL~GICO 563

. .......................................................................................... 1 Presentación 565 ........................................................................... . 2 Vídeos introductorios 565

. .............................. 3 Programa de Enseñanza Asistida por Ordenador 570

1 . Génesis y evolución de los modos de conocimiento ........................... 380 2 . El desarrollo del conocimiento científico ........................................ 387

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La Sociología nació en un período de grandes cambios económi- cos, sociales y tecnológicos que estimularon una atención prevalente por lo social. En nuestra época nuevamente se dibujan en el horizon- te histórico grandes transformaciones de diverso orden que apuntan Iiacia un nuevo modelo de sociedad -la sociedad tecnológica avan- zada- y que están estimulando de nuevo una viva reactualización del interés por la Sociología.

La Sociología se caracterizó desde sus orígenes por intentar desa- i.rollar una concepción global e integradora del hombre y la Sociedad l'rente a otras visiones más parciales y limitadoras. Por ello ha podido decirse que de la misma manera que las viejas concepciones hereda- das de la sociedad pre-industrial fueron sustituidas inicialmente por una concepción del horno econornicus, centrada en variables estruc- tiirales y motivaciones personales de carácter económico, posterior- mente nos pusimos en camino de superar las rigideces y limitaciones dc esta visión por una concepción más amplia del horno sociologicus. Es en este sentido en el que puede afirmarse que la explicación socio- 15gicu de la configuración humana permite, no sólo establecer una imagen más rica y compleja de nuestra realidad, sino que, en la medi- da que la Sociología está entroncada por sus orígenes con una rica tierencia del pensamiento europeo, también hace posible alcanzar una comprensión de nuestro devenir histórico y de nuestras circuns- tancias presentes, menos limitada por anteojeras intelectuales de intención parcializadora.

Los economistas han sostenido con frecuencia que la cuesti6n social mhs importante en cualquier agregado humano es la economía. Sin embargo, la experiencia nos demuestra que no todo en el ser

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12 - -. LA E X P L I C A C I ~ N sOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

humano es cálculo económico y previsión racional de costes y benefi- cios, ni todo comportamiento se orienta únicamente por el interés económico, ni tampoco, claro está, sólo por impulsos inconscientes, ni exclusivamente por las motivaciones políticas, o religiosas o de cualquier otra índole. La realidad social humana es mucho más com- ple.ja y requiere una explicación más amplia. Por ello la concepción del horno sociologicus nos proporciona una vía más completa e inte- gradora de comprensión de la realidad humana, tanto en lo que se i-efiere a la propia naturaleza social del hombre, como a su condición de actor social en un ámbito global de interacciones.

Nada dc esto debe llevarnos, sin embargo, a la simplificación de creer qiic la Sociología nos puede proporcionar una comprensión omnicomprensiva y definitiva de la realidad humana, ya que, como nos recoid6 Dahrendorf, el «hombre entero no sólo escapa a la cap- tncidn por una sola disciplina, sino que tal vez habrá de mantenerse nlcmprc como una Figura borrosa en el fondo de los esfuerzos cientí- FIcosnI.

Con csta reflexión, por lo tanto, no se pretende reivindicar la rccupcración de viejas pretensiones absorbentes de la Sociología, ni intentar establecer imposibles síntesis enciclopédicas de conocimien- tos, sino subrayar simplemente la necesidad de abordar el estudio de la realidad social del hombre desde la perspectiva de enfoques amplios y rigurosos que tengan en cuenta no sólo una faceta concre- ta de la personalidad humana, o una dimensión particular de la'fonna en que organizamos nuestra vida en común, sino toda la complejidad concreta de lo social.

Por ello hemos titulado este libro la explicación sociológica. Por en- tender que la Sociología proporciona una explicación contextual bas- tante amplia y precisa de nuestra realidad social, de nuestros oríge- nes, de nuestra naturaleza y de nuestro devenir histórico. Una expli- cación que no debe encapsularse en sí misma, ni cerrarse en los absurdos límites de la autocomplacencia, sino permanecer abierta a las nuevas perspectivas de análisis y a la colaboración interdisciplinar.

Ralph Dahrendorf: Horno sociologicus. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1973, phg. 48.

La reivindicación de la explicación sociológica nos conduce a su vez ü la necesidad de plantear la explicación de la propia Sociologia como disciplina científica. Finalidad a la que se orienta este libro. Se trata, como el lector podrá comprobar, de un libro que ha sido pensa- do como manual de introducción para los estudiantes de Sociologia y cnii cl que se da respuesta a las preguntas sobre el qué, quién, cuándo, tlOnde, cómo y por qué de la Sociología.

Aunque este libro pretende ser accesible para todo estudiante uni- vci.sitario, no han querido evitarse ninguna de las complejidades de las cuestiones abordadas, intentando ofrecer en cada tema una visión pliii-al y matizada a partir de los distintos enfoques y opiniones, con la I'inalidad de que el lector pueda tener una comprensión amplia y documentada de los temas tratados, pudiendo llegar a fraguarse sus ~ii-opias opiniones.

Con este libro se intenta que el alumno pueda avanzar en la com- pivnsión de la explicación sociológica, cimentando bien sus conoci- iiiicntos introductorios, en una forma que posteriormente le puedan i.csiiltar de utilidad en su progreso en el estudio de las Ciencias Socia- Ics. Por ello deberá prestar una especial atención a ir asentando y iisiinilando bien las cuestiones estudiadas, ya que en cualquier disci- plina, al igual que en cualquier edificación, es muy importante lograr uiia buena solidez de los cimientos. El tiempo dedicado a cimentar bicn las bases del conocimiento, aunque pueda parecer demasiada Icnto o complejo a veces, es la mejor garantía para un progreso pos- tcrior más sólido y seguro.

El estudiante o el lector que se inicia en el conocimiento de la Sociología debe ser consciente de que se encuentra ante una ciencia qiie no está exenta de complejidades y dificultades. Cuando la Socio- logla es planteada y presentada de una manera rigurosa su imagen no siempre coincide con algunas visiones simplistas sobre el sociólogo y lu Sociología que suelen tener muchos ciudadanos en las sociedades de nuestros días. Al Sociólogo generalmente se le exige mucho, pero rrc sabe poco de la ciencia que practica. Se espera que los sociólogos pr-onostiquen quién va a ganar las próximas elecciones, que propor- cionen diagnósticos y soluciones a los problemas de la marginación uocial, de la violencia urbana, del malestar en el trabajo o del funcio- namiento de los servicios sociales. Pero pocos ciudadanos saben exac- tamente que es la Sociología y cómo trabaja el sociólogo. Por ello, la

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Sociología es una ciencia que necesita ser explicada. Y para ello el estudiante de Sociología tiene que empezar por profundizar en esta explicación, esforzándose por conocer bien todo aquello que luego tendrá que explicar, y que le permitirá explicarse más eficazmente en su quehacer profesional.

Finalmente, sólo resta señalar que este libro es una nueva versión, ampliada y revisada, de la obra que con este mismo título se publicó por primera vez en 1987, y también de la segunda edición de 1996. Se trata de un libro que ha sido pensado para ser empleado conjun- tamente con un paquete de materiales pedagógicos multimedia, en la forma en la que se indica en el apéndice incluido al final de estas piiginas. Estos materiales complementarios están formados por una serie de videos introductorios a cada uno de los temas, así como un Programa de Enseñanza Asistida por Ordenador (E.A.O.), con el que el ulumno puede efectuar sus propias auto-evaluaciones sobre la adqiiisici6n de conocimientos y, a su vez, repasar algunos de los con- ceptos y contenidos estudiados en cada uno de los capítulos de este libro. Todo este material se incluye al final de este libro en un DVD.

INTRODUCCIÓN GENERAL. ES LA SOCIOLOGÍA?

Madrid, abril de 2006

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La Sociología se ha convertido en una de las ciencias más popula- res en las sociedades de nuestros días. Los sociólogos son consulta- dos por los políticos, por los empresarios, por los dirigentes de las grandes organizaciones. Sus opiniones se escuchan todos los días en las tertulias de radio y televisión. Las revistas y periódicos publican continuamente las opiniones y las encuestas de los sociólogos, como si fueran los nuevos gurús, o adivinos de nuestra época.

Pero ¿qué es realmente la Sociología? ¿Qué hacen los soci6logos para fundamentar sus opiniones y pronósticos? ¿Cómo trabajan? ¿Cuáles son las imágenes actuales sobre el sociólogo y la Sociologia? ¿Cuáles son las dimensiones y rasgos fundamentales de la Sociolo- gla? ¿Cómo se puede explicar la Sociología?

Si a un ciudadano común le preguntamos ¿qué es la medicina, o qué es la arquitectura?, ¿qué hace un médico, o un arquitecto?, lo 8abe perfectamente. Los médicos curan enfermedades y los arquitec- tos hacen casas. Pero si preguntamos ¿qué es la Sociología?, iqut hacen los sociólogos?, lo más probable es que nos encontremos con respuestas bastante dispares y confusas sobre el quehacer de los soci6logos.

Fuera del circulo de los especialistas no hay ideas claras y preci- ras sobre qué es la Sociología. Y ésa es una de las paradojas de esta ciencia. Una ciencia que ha llegado a ser muy popular y sobre la que existen muchas expectativas, pero sobre la que se sabe muy poco.

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LA ExPLIcAcI~N S O C I O L ~ G I C A : UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

De los sociólogos se espera que hagan pronósticos sobre lo que va a ocurrir en la sociedad. o que diagnostiquen problemas sociales, que propongan soluciones a los elementos de malestar y desajuste propios de nuestras sociedades. que fijen criterios adecuados para los compor- tamientos colectivos ... Pero casi nadie es capaz de explicar cómo se puede hacer todo esto y de qué manera trabajan los sociólogos.

Una revista española de información general publicó hace algunos años un reportaje sobre la censura durante el franquismo, en la que se reproducían algunos de los comentarios y criterios establecidos por los censores para decidir qué películas se podían ver y quiénes podían verlas. Uno de los comentarios sobre la película de Federico Fellini La dolce vita ejemplifica de manera bastante graciosa la confusión que a veces existe sobre la Sociología. Decía el censor: <<Esta película sólo puede verse en cine-clubs profesionales de sociólogos». ¿Qué pensaría el censor que eran los sociólogos?

El hecho de que a la mayoría de los ciudadanos medios no les resul- te fácil dar una explicación concreta y precisa sobre qué es la Sociolo- gía y qué hacen los sociólogos, revela que esta disciplina, a diferencia de otras ciencias y otras profesiones, tiene que ser explicada: necesita una explicación. Por lo tanto, el estudiante de esta materia tiene que empezar por tener muy claras las ideas sobre la Sociología. ¿Qué es la Sociología?. (cuándo surgió?. ¿dónde?, ¿cómo?, ¿por qué? Éstas son las primeras preguntas que debemos hacernos para entender bien esta disciplina, y ser capaces de explicar a cualquiera qué hacen los soció- logos.

Sin embargo, esta explicación no siempre es fácil en las sociedades de nuestros días, por dos razones: en primer lugar, porque la Sociolo- gía es una ciencia muy reciente. Sus orígenes se remontan a pensado- res como Augusto Comte, Emilio Durkheim y Max Weber, que escri- bieron sus principales obras en el siglo XIX y a principios del siglo m. La Sociología, pues, es una ciencia que aún no ha tenido tiempo para desarrollarse y poder oh-ecer resultados suficientemente concretos y suficientemente claros.

En segundo lugar, no siempre es fácil comprender qué es la Sociología, porque se trata de una disciplina que se ocupa de algo sutil, a veces casi imperceptible y difícil de captar. casi misterioso. pero muy importante a la vez. Se ocupa de lo social, de los fenómenos sociales, de las realidades sociales. De ahí. que en nuestro tiempo las imágenes

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colectivas sobre el sociólogo y. sobre el mismo papel de la Sociologta, 1-eflejen sentimientos encontrados. El sociólogo es visto a veces con esa mezcla de nrecelo. y de .esperanza salvadora. con la que se veta tradicionalmente la figura del médico o del sacerdote en las socieda- des de hace algún tiempo.

Pero el sociólogo no es un sacerdote, ni un médico, ni un profeta de las sociedades de nuestro tiempo. Es un cientifico que estudia los hechos sociales de acuerdo a los procedimientos del método cienttfi- co, con objetividad, con rigor y con seriedad. Y para ello tiene que empezar por explicarse y aclarar cuál es su profesión y su cometido.

A lo largo de las páginas de este libro vamos a dar respuesta detalla- da a las preguntas básicas, sobre el qué, porqué. cómo, cuándo... de la Sociologia. Pero antes de entrar en todos estos pormenores podemos dar una primera definición elemental de esta ciencia, diciendo que So- ciología, en su sentido más general y básico, es el resultado de aplicar los procedimientos propios del método cientifico al estudio de los knhmenos sociales; es decir, los sociólogos aplican un conjunto de teorlas y técnicas de investigación para estudiar. explicar. e intentar predecir las relaciones sociales y los procesos de interacción que tie- nen lugar en el ámbito de las estructuras sociales.

En las sociedades de nuestro tiempo, las imágenes colectivas sobre el sociólogo, y sobre el mismo papel de la Sociologia, reflejan con fre- cuencia un conjunto de actitudes y opiniones bastante encontradas. Ast el sociólogo, como hemos dicho. es visto a veces con esa mezcla de urecelo)) y resperanza salvadora. con la que tradicionalmente se ha ~ontcmplado el papel del médico o el del sacerdote, en contextos his- tbrico-sociales en los que el insuficiente desarrollo cientifico engen- druba unas expectativas xsalvadorasn en mucha gente, que Eácilmente pcubaban trocándose en formas más o menos sordas o explícitas de agresividad y desconfianza cuando no se daba satisfacción cumplida a Qntns cxpectativas.

Dc hecho la asociación de imágenes entre el papel del sociólogo y el del sacerdote. el médico o el profeta, ha sido un tópico al que los pro-

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2 0 ~- LA EXPLICACI~N S O C I O L ~ G I C A : UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

pios sociólogos han recurrido con harta frecuencia. Incluso, a veces, se han buscado ciertas explicaciones empíricas como justificación de este emparentamiento de imágenes. Así, el sociólogo norteamericano Alvin Gouldner ha intentado ejemplificar hasta qué punto la visión del sociólogo como una especie de sacerdote se apoya en ciertos elemen- tos de fondo en las sociedades de nuestros días, relatando en su libro 1*i crisis de la Sociología occidental, cómo en una encuesta que realizó entre los miembros de la Asociación Norteamericana de Sociología en 1964 pudo comprobar que más de una cuarta parte de los sociólogos americanos (un 27,6%) habían pensado alguna vez en hacerse sacer- dotes1.

Por otra parte, no deja de ser curioso que este mismo tipo de asociación de imágenes haya sido utilizado también -con finalidad bastante distinta-. por otros estudiosos para caracterizar los dos tipos de imágenes que los sociólogos suelen tener de sí mismos: o bien como «profetas», o bien como «sacerdotes», en relación a la asunción preferente por unos u otros sociólogos de paradigma del conflicto social o del paradigma del consenso2. Es decir, según estas interpreta- ciones, una parte de los sociólogos tienen una visión de la sociedad hasicamente como una realidad sometida a continuos procesos de conflictos y de cambios. descritos en ocasiones en tonos no exentos de cierto patetismo (visión profética). Por el contrario, otros sociólogos consideran a la sociedad como una realidad primordialmente estática, en la que el acuerdo y el consenso suele prevalecer sobre el conflicto y el disenso. y en la que la exaltación de su carácter estático puede llegar a operar como una verdadera ~justificaciónn del statu quo u orden establecido (visión sacerdotal).

Obviamente, al margen de algunas importantes connotaciones di- Icienciadoras, no puede negarse que tanto la imagen sacerdotal como le profética, incluso como recurso explicativo general. tienen un indu- dable tronco común con algunas orientaciones un poco ingenuas que caracterizaron a la Sociología en sus primeros pasos fundacionales, a causa de las propias ideas de Augusto Comte (1798-1857). que creía

Alvin Cuuldner: Ln crisis de la Sociología occidental. Amormrtu, Buenos Aires, 1973, pdg. 30.

* Robert Friedrichs: Sociología de la Sociología. Amorrortu, Buenos Aires, 1977.

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que la Sociología estaba llamada a ser una especie de ((nueva religión)) de la nueva era industrial.

Aunque desde los primeros balbuceos de la Sociología, bajo la in- Iliiencia de Augusto Comte, hasta nuestros dias se ha modificado sus- tancialmente la imagen de esta disciplina y las formas de entender su quehacer cientifico, lo cierto es que la persistencia de diferentes visio- nes entre los propios sociólogos, nos permiten comprender que entre los ciudadanos comunes existan confusiones y ambivalencias sobre el papel del sociólogo y lo que de él se puede esperar.

En este tipo de percepciones colectivas están influyendo el conside- r.able desconocimiento que la mayor parte de los ciudadanos de nues- t ~ r ) tiempo suelen tener sobre el quehacer concreto y especifico de los sociólogos, así como la misma imprecisión existente sobre las posibilidades y perspectivas ocupacionales que se abren para los que se han especializado profesionalmente en este campo cientifico.

La concurrencia de ambas circunstancias ha dado lugar a las conocidas anécdotas de muchos sociólogos, que refieren las formas en qiie han tenido que enfrentarse con la experiencia frustrante de tener qiic explicar^ -y no siempre con mucho éxito- a algunos interlocu- lores no sumamente instruidos, cuál es la verdadera naturaleza, con- (enido y utilidad de su quehacer profesional, o también las propias cxpcriencias de los profesores de sociología cuando tienen que defen- der y justificar, ante estudiantes de otras carreras universitarias, la conveniencia de cursar esta asignatura, y hasta la necesidad de dispo- ner de unos conocimientos básicos sobre ella, para poder comprender mejor en toda su complejidad su propio campo de especialización.

3. I ~ E M E N T O S PARA LA COMPRENSI~N I>E LA SOCIOLOGIA COMO DISCIPLINA CIENT~FICA

El problema de la explicación de la sociología no estriba solamen- te en la existencia o inexistencia de una suficiente comprensión por parte de los ciudadanos medios sobre cuál sea su naturaleza y su papel, sino que el oscurecimiento de estos extremos a veces surge de la propia reflexión teórica de no pocos sociólogos. No se trata única- mente de las dificultades que hasta ahora han existido para llegar a un consenso definitorio sobre muchos de los conceptos sociológicos fun-

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2 2 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

damentales, ni tampoco de la falta de unanimidad -y hasta de preci- sión- en la tarea de dar una definición unánimemente acevtada sobre

- - - - «qué es Sociología~, sino que el problema se complejiza más en la medida en que, frecuentemente, las más duras críticas sobre esta dis- ciplina proceden del propio campo de los que se dedican a ella.

Así, de la Sociología se ha llegado a decir que es una ciencia que ha entrado en crisis sin haber alcanzado ni siquiera la madurez3, que la tarea de los sociólogos no consiste en otra cosa que dedicarse a la ((demostración penosa y pedante de lo obvio», avalando con datos empíricos y con citas pedantes -se dirá- cuestiones de sentido común, que todo el mundo sabe. Igualmente se ha afirmado que los sociólogos ocultan mucha de su ignorancia sobre los hechos sociales recurriendo a la mera «cuantitofrenia» -el afán por medir todo. de

, --- expresarlo todo en porcentajes-, cuando no a utilizar una jerga apseudo-científica>) y semiespecializada con la que mantener su ((saber)) alejado de las posibilidades de comprensión de los ciudadanos medios, etc.4

De igual manera la labor de los sociólogos ha sido presentada por algunos como una nueva forma de brujería5. al tiempo que otros la han considerado como la acción de una especie de «agentes» al servi- cio de un nuevo «Leviatán», de un «macro Estado» monstruosamente dominador y omnipresenteb. Algunos intérpretes han visto a la Socio-

El tema de la crisis de la Sociología se ha convertido en uno de los tópicos de refe- rencia más frecuente para los sociólogos de nuestro tiempo. Sobre esta cuestión. aparte del 1ibi.o: La crisis de la Sociología occidental de Gouldner, al que nos hemos referido en la nota 1 , piicde verse también el libro de Raymond Boudon: Lu crisis de la Sociología. Laia, Bar- cciona, 1974; el de Francisco Marsal: Lo crisis de la Sociología norteamericana. Península, B. ~iicclona, . . , 1977, así como el resumen de las ponencias presentadas en una mesa redonda sobre este tema en el VI11 Congreso Mundial de Sociología y recogidas en Tom Bottomore (cd.): La miseria de la Sociología. Tecnos, Madnd, 1982.

Entre los más importantes alegatos críticos contra la Sociología surgidos desde den- 1i.o dc su propio campo, no podemos dejar de citar aquí el de P. Sorokin: Achaques y maní-

O.F (le [a Sociología moderna y ciencias afines. Aguilar, Madrid, 1964, y el de Wright Mills: Ln ittingiriucidn sociológica. F.C.E. México. 196 1. . - ' Así. por ejemplo, en la conocida interpretación de Stanislav Andreski: Las ciencias soc-iuies como forma de brujevía. Taums, Madnd. 1973.

Michel Callon y Bmno Latour: Unscrewing the big Leviathan: how actors macro-struc- /rtrlJ rcality and how sociologists help them to do so, en K. Knorr-Cetina y A. V. Cicourel (eds.): Advuncer in Social Theory and Methodology. Routledge & Kegan Paul, Londres, 198 1, págs. 277-303.

I N T R O D U C C I ~ N GENERAL. l ~ ~ É ES LA SO$OLBC;!A? - - -

logia como una ciencia al servicio de la dominación de los poderosos y del mantenimiento del statu quo, mientras otros autores se han situa- do en las antípodas de estas percepciones, presentando a la Sociología ooco menos Que como un «instrumento» óptimo de emancipación y de I A

cambio revolucionario del orden establecido7.

¿Cómo se puede explicar, pues, tal conjunto de variadas y encontra- das concepciones sobre lo que la Sociología realmente es? ¿Esta todo el mundo pensando en lo mismo cuando se hacen descripciones y valoraciones tan variadas?

Como puede entenderse, hay bastante exageración y mucha inten- ción efectista en todas estas descripciones y calificaciones. Los proble- mas de la Sociología son en buena medida los mismos problemas de toda ciencia joven, que aún no se ha desarrollado, ni se ha asentado suficientemente. De igual manera, el recurso a la ((cuantitofrenia)) y a In utilización de .jergas. especializadas es una práctica bastante fre- cuente en casi todas las comunidades científicas, en las que siempre es posible encontrar, igualmente, a quienes se ponen al servicio del orden establecido y a quienes aplican su trabajo con un sentido de cambio o de crítica a lo existente. Y nada de ello puede llevamos a confundir todas y cada una de las ramas del quehacer científico con las exagera- ciones, las inclinaciones personales o los defectos de aquellos que las practican. De ahí que, en el fondo, muchas de las críticas y defectos que se achacan a la Sociología y a los sociólogos, no sean sino ele- mentos comunes que caracterizan a casi todos los ((grupos cientlfi- tos», v hasta a la misma condición humana. . "

Sin embargo, lo que sí es cierto es que entre los sociólogos actua- les aún persiste una importante diversidad de percepciones sobre la misma naturaleza y el propio papel que la Sociología puede cumplir. Esta pluralidad de concepciones ha llegado a alcanzar tal punto que en nuestros días más que hablar de la d sociología», en singular, al igual que se habla de la Física o de la Química, deberíamos hablar mas pro-

.-- -- - 7 La misma presentación, hasta hace poco bastante habitual de la Sociología, en cuan-

to dlvidida en dos grandes campos diferenciados: el del conflicto y el del consenso -ubi- cado~ preferentemente, a su vez, en dos esferas de influencia ideológica, el marxismo y el conrcrvadurismo-, permitía -y aún permite- una clara y Hcil dualidad de inter- pretaciones simplificadoras sobre el papel politico del soci6logo. o bien como agente del pader, o bien como agitador revolucionario.

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2 4 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

piamente de las adistintas Sociologías~~, a partir de las que se puede lle- gar a entender de manera diferente el concepto, el método y las mis- mas posibilidades prácticas de esta disciplina.

Por este motivo debemos dar la razón a Smelser cuando decía que u n o de los rasgos principales que caracteriza a la sociología es la exis- tencia de <<una gran cantidad de escuelas que se yuxtaponen, y, a veces, luchan entre sí)), por lo que uexiste un gran desacuerdo entre los soció- logos sobre los problemas fundamentales, los conceptos, las teorías y los métodos de investigación»g.

La existencia de diferentes enfoques metodológicos y la creciente diversidad de los campos de especializaron, hace que resulte muy difícil ofi-ecer en estos momentos una visión de conjunto suficientemente ho- mogenea sobre las características y contenido de esta disciplina, e inclu- so dar una definición unánimemente compartida de la Sociología.

En efecto. desde Comte hasta nuestros días, han sido muy numero- sas las definiciones propuestas y ninguna de ellas ha alcanzado todavía un grado de aceptación y acuerdo unánime. Pero, quizás, esto no sea algo que deba preocupamos en exceso. Lo importante en una ciencia no es solamente el esfuerzo definidor, sino la capacidad para ofrecer resul- tados concretos y prácticos. De ahí que en nuestros días, la obsesión por las definiciones haya pasado a ocupar un plano de atención bastante secundario en las inquietudes de la mayoría de los sociólogos.

Para la Sociología actual cada vez están más lejanos los tiempos de los ((padres fundadores» de la disciplina en que, como señaló Max Weber (1864-1920)) alos sociólogos a quienes se podía tomar verdade- ramente en serio mantenían la tesis de que la única tarea de la Socio- logfa es la definición de concepto de sociedad>)9. De igual manera se encuentra ya bastante alejado de la sensibilidad de la gran mayona de los sociólogos actuales, el recurso a ver en la .dinámica evolutiva de las sociedades. el más sólido hilo conductor de la Sociología, como postularon Spencer (1 820-1903) y los diversos evolucionistas.

Sin embargo, es preciso reconocer que, junto a la actual tendencia al abandono de las discusiones sobre el concepto de la Sociología

Neil M. Smelser: Sociologfa. Euramérica, Madrid, 1979, pág. 29 Max Weber: *La Sociologia de Simmel~, en Papers. n." 15, Barcelona, 1981, pág. 10.

INTRODUCCI~N GENERAL. LQUÉ E S LA SOCIOLOG~A? - . --

-por considerarlas poco fructfferas-, el especifico debate metodoló- gico continúa animando una gran cantidad de discusiones sociológi- cas. Así, hoy en día junto a las permanentes revisiones que continúan haciéndose de las aportaciones medulares de teóricos tan eminentes como Emilio Durkheim (1 858-1 9 17). o Max Weber, buen número de sociólogos continúan dedicando su mejor tiempo y esfuerzo a consi- derar -como luego vamos a ver- los grandes puntos de referencia del debate metodológico: la prevalencia del empirismo frente a la centra- lidad de la teoría; el esfuerzo por construir una gran teoría frente a los que propugnan trabajar con teorías de alcance medio; los defensores del carácter monoparadigmático de las ciencias, frente a los que seña- lan el carácter poliparadigmático de la Sociología; los que recurren a la macrosociología versus microsociología como recurso analítico de traslación, etc.

El abandono de la obsesión por las definiciones y la superación de las pretensiones ingenuas de aconstruir. una gran teoría sociológica que explicase ntodon, ha dado lugar a una atención creciente por los problemas y las cuestiones sociales concretas e inmediatas. Por esta vla, incluso, han llegado a popularizarse algunos enfoques microso- ciológicos que están dando una nueva virtualidad al debate metodol6- gico, a la vez que lo están situando, en ocasiones, en las mismas fron- teras de la Sociología.

Así cuando algunas escuelas llegan en la práctica a disolver lo social en el ámbito de lo meramente intersubjetivo, y cuando la inter- subjetividad se sitúa en áreas espaciales cada vez más detalladas. con- cretas y localizadas, la Sociología puede estar corriendo el riesgo de bordear los límites de su propia entidad como disciplina diferenciada. En algunos de estos casos no siempre resulta fácil diferenciar lo que hay propiamente de Sociología, de Psicología o de Economía en deter- minados estudios y enfoques.

La tendencia de algunos sociólogos y escuelas a situarse en cierta medida en los propios bordes de la Sociología es, pues, uno de los fac- tores que definen también la condición presente de esta disciplina y la sutileza de las relaciones con los enfoques y métodos propios de otras ciencias sociales.

La complejidad actual de la Sociologla y la persistencia de los deba- tes metodol6gicos han dado lugar a que algunos sociólogos vivan el

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2 6 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

momento presente con una cierta conciencia de crisis, no faltando, in- cluso, los que ante la sensación de crisis no han sabido encontrar otra respuesta que la de deslizarse hacia unas perspectivas recurrentes de autoanálisis. Esta tendencia hacia el autoanálisis, las más de las veces no ha conducido sino a provocar un «enclaustramiento» dentro del propio ámbito de su comunidad profesional, en una recurrente actitud de algunos sociólogos de «mirarse a sí mismos».

Toda esta preocupación por la realidad de la Sociologia, por la delimitación de sus campos y métodos, y por su propio autoanálisis, ha dado lugar a que la Sociologia, en ocasiones, se haya acabado convirtiendo para algunos sociólogos en el propio objeto de la Socio- logía. Tal manera de proceder ha contribuido a difundir unas imáge- nes que han ayudado poco a superar las oscuridades y confusiones existentes fuera de las propias fronteras de los profesionales de esta materia.

El estupor que manifestaba hace años el sociólogo español Adolfo Posada (1860-1944)) cuando contaba la anécdota de aquellos obreros que se le acercaron tras una conferencia para manifestarle con todo candor que ellos no esperaban nada de la clase burguesa. que sólo con- fiaban en su propio esfuerzo y en dos adelantos de la Sociología», refleja claramente la situación de una disciplina a la que le resulta difí- cil hacerse comprender socialmente.

¿Qué hacer ante esta situación? ¿Cómo podemos enfrentarnos con el reto de dar una definición de Sociología?, y, aún más, jcómo dar res- puesta a la para algunos inquietante pregunta de qué papel cumple y para qué sirve realmente la Sociología?

De lo hasta aquí señalado parece evidente que una respuesta ade- cuada a ambas preguntas ha de pasar necesariamente por una explica- ción mucho más detallada y compleja que la que resulta posible ofre- cer por medio de una simple y esquemática definición conceptual. Es decir, una aproximación rigurosa a la comprensión de la realidad de la Sociología exige reemplazar el interrogante sobre {qué es Sociología?, por otras preguntas tales como: jpor qué surge la Sociología?, jcómo y cuándo aparece?, ¿para qué surge la Sociología?, etc. En definitiva, una intelección precisa sobre lo que realmente es la Sociología, no es posible sino a partir de la comprensión y explicación de su propia génesis en toda su complejidad.

Como hemos visto, una de las tareas fundamentales de la Sociolo- gla en las sociedades de nuestros días continúa siendo su propia expli- cación.

Los sociólogos tenemos que ser capaces de mejorar nuestra rela- ci6n, nuestra comunicación y el sentido de nuestra propia ubicación cn cl conjunto social. Por ello más prioritario que profundizar en las causas y razones de las crisis supuestas o reales de la Sociología, o desarrollar nuevas y mejores definiciones y teorías sistemáticas, es lograr abrir más la sociología a la sociedad, evitando su enclaustra- miento en círculos profesionales cerrados, y explicando mejor y más clara y convincentemente el ser y el porqué de esta disciplina cienti- I'ica.

Dando la vuelta al sentido del título utilizado en la traducción castellana de un libro significativo sobre la «crisis de la sociologfa)) podrtamos decir, en definitiva, que la posible .miseria de la sociolo- glarl0 no está en la sensación de crisis que se ha extendido en ocasio- ncs en los círculos sociológicos, sino en la eventual incapacidad de esta disciplina -y de algunos de sus profesionales- para lograr su ade- cuada comprensión y aceptación social, o lo que es lo mismo, para demostrar su utilidad. Y evidentemente la utilidad de la Sociologia no se demuestra analizando sus posibles «miserias», o «crisis internasr, sino profundizando con rigor científico y sentido práctico en las raices y significados de los actuales elementos de miseria social y de crisis detectables en las comunidades en las que los hombres desarrollamos nuestra existencia.

En definitiva, pues, el objetivo de proporcionar una definición de la Sociologia no debe entenderse como una tarea orientada a elaborar un repertorio formal de referencias más o menos precisas, sino que debe considerarse fundamentalmente como un proceso explicativo que de cuenta, tanto de su razón de ser contextual (cuáles fueron los pmrrequisitos para su aparición y en qué contexto histórico se produ- jo su aparición), como de su razón de ser sustantiva (cuál es su conte- nido y su finalidad). Es decir, de lo que se trata es de lograr una expli-

10 Tom Boltomore (ed.): La miseria de la Sociologla, op. cit.

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28 LA E X P L I C A C I ~ N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

cación social de esta disciplina que haga posible una mejor compren- sión general de la realidad de la Sociología en su esfuerzo científico por dar cuenta de la sociedad.

En términos muy generales y esquemáticos, como pórtico intro- ductorio a una explicación tan sencilla y básica como la que pretende- mos desarrollar en este libro, las primeras respuestas a la secuencia de los interrogantes a los que aquí nos hemos referido, pueden ser presentadas de la siguiente manera:

(Cuándo aparece la Sociología?: Prácticamente en nuestro tiempo histórico (la era industrial) y precisamente al hilo del surgimiento y desarrollo de la sociedad industrial.

¿Por qué aparece la Sociología?: Porque se han alcanzado las condi- ciones de madurez adecuadas en las circunstancias que pueden condu- cir a su desarrollo, a saber: una gran sensibilidad y atención a lo social (como consecuencia del impacto de los intensos procesos de cambio ocurridos) y unas condiciones intelectuales adecuadas (liberación de dogmas y trabas en el desenvolvimiento de la reflexión intelectual, ten- dencia a la búsqueda de visiones «desencantadas» de la realidad, más allá de las explicaciones mágicas y sacralizadas tradicionales, etc.).

¿Cómo surge la Sociología?: Por un proceso secuencia1 de evolución de los saberes sociales en una dirección de avance hacia una mayor especializaron, diferenciación y complejización, en la que el primer hito hndamentalmente fue la autonomía de la Ciencia Política de la Religión y la Moral (con Maquiavelo básicamente), el segundo hito fue la aparición y desarrollo de la Ciencia Económica (como requisito de la lógica de la sociedad industrial) y el tercero, el surgimiento de la SoEiología (como intento de dar una respuesta a los procesos de cam- bio, de conflicto y de desorganización social que también implicó la dinámica de la sociedad industrial).

¿Para qué surgió la Sociología?: A corto plazo para enfrentarse de una manera científica y rigurosa con la problemática social que acaba- mos de mencionar (la llamada «cuestión social») y a medio y largo pla- zo para intentar construir una ciencia específica de la sociedad en cuanto tal.

¿Con qué orientación surgió la Sociología?: Con una orientación ba- sada en los supuestos y planteamientos propios del método científico en la forma en la que más adelante explicaremos.

IN ' I 'ROUU~I@ GENERAL. @U6 ES LA - SOCIOLOGIA? -. - .. . .

Asl, pues, parece evidente que para dar respuesta adecuada a1 reto dc lograr una clara definición explicativa de la Sociologla resulta previamente necesario:

1 . Partir de un estudio y profundización de la relaciones hombre- sociedad (no solamente en sus dimensiones socio-politicas o económicas) y, mas en concreto, precisar adecuadamente cual es y en qué consiste la verdadera naturaleza social de lo huma- no. Es decir, para entender la razón de ser de la Sociología hay que empezar por precisar el papel que juega lo social en la evo- lución del hombre (como especie), en la configuración de su personalidad, etc.

2. Comprender cuáles son los rasgos y características del período histórico en que aparece la Sociología; y esto desde una doble perspectiva:

a) La de los cambios sociales que se producen en este período (y cómo estos cambios son un factor importante para explicar el surgimiento y desarrollo de la Sociología).

b) La de las nuevas mentalidades que se difunden en esta kpo- ca, y, más en concreto, la forma en que el hombre va a ir orientando su actividad intelectual para dar respuesta a los múltiples interrogantes que vienen urgidos por su perma- nente curiosidad y por las nuevas circunstancias históricas y sociales en que vive.

3. Finalmente, y junto a todo lo anterior, para comprender adecua- damente qué es la Sociología, es necesaria una explicaci6n cabal sobre qué es y qué supone la ciencia moderna, aclarando el gra- do en que los esquemas, planteamientos y procedimientos del método científico pueden resultar aplicables -y con qué mati- ces y resistencias-al estudio de la realidad social.

A partir de estas referencias, pues, podemos formular una defini- c16n básica y sencilla de la Sociología, entendida como el resultado de hplicar, en un determinado contexto hist6rico. los procedimientos de conocimiento propios del método científico al estudio de los fen6me- nou que acontecen en la esfera de lo social (relaciones sociales y pro- mios de interacción que se producen en el ámbito de las estructuras rociales).

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3 0 LA EXPLLCACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

Posiblemente la única manera de llegar a establecer actualmente una definición suficientemente compartida de la sociología es a través de una referencia tan sencilla y elemental como ésta. Obviamente se podrá objetar que operando exclusivamente de esta manera se corre el riesgo de aproximarnos a un cierto tipo de definiciones elementales, en las que en ocasiones no se produce otra cosa que la mera repetición de lo definido en la definición. Esto es, por ejemplo, lo que ocurre cuando algunos sociólogos llevan al extremo el criterio de elementari- dad, afirmando simplemente que la Sociología es la ciencia de la sociedad)), o la disciplina que tiene por objeto «el estudio científico de lo social».

Sin embargo, no puede negarse que con unas explicaciones senci- llas y con una definición básica como la que aquí hemos formulado se puede lograr un primer acotamiento de nuestra esfera de referencia, al tiempo que se proporcionan varias pistas importantes para una mejor comprensión de la realidad de la Sociología. Empero, lo que no se logra con tal proceder es un completo esclarecimiento de nuestro obje- to específico.

Para entender la Sociología, con todos sus matices y complejida- des, no basta una mera definición, sino que se necesitan otros ele- mentos de comprensión que aquí ya hemos esbozado y sobre los que volveremos con más detalle en próximos capítulos.

En definitiva, lo que la Sociología necesita es ser explicada, y no simplemente ser definida, o descrita a partir de su mero desenvol- vimiento práctico, como se ha intentado por aquellos que han procu- rado obviar el problema de su definición con propuestas historiográfi- cas y descriptivas. La Sociologia, según algunos intérpretes, se podría definir o acotar, o bien a partir de lo que dijeron «los padres de la cien- cia)) sobre esta disciplina, o bien atendiendo a lo que en la práctica ((hacen los sociólogos~~, o bien en consideración a lo que los sociólogos ((opinan que debe ser objeto de estudio por la sociología^^^. La Socio- logía, dirán algunos sencillamente, es «lo que hacen los sociólogos~.

Pero, aunque estas formas de proceder nos pueden ayudar a acotar los campos de trabajo de esta disciplina, lo cierto es que la Sociología,

' 1 Alex Inkeles: Qué es la Sociología. Uteha, México, 1968, págs. 2 y S S . 30

como cualquier otra ciencia, no puede ser s61o descrita ((empirica- mente)) y ((descriptivamente)) - c o m o una Foto en blanco y negro- a partir de su llana realidad presente, sin mayores aclaraciones ni mayo- rcu indagaciones sobre sus posibilidades y perspectivas de futuro, y uohrc su propia dinámica. El problema, por ello, no puede quedar reducido a la mera codificación de quiénes son y quiénes no son los ioriOlogos, y que es lo que hacen o no hacen, y qué dicen o no dicen nobre la Sociología.

Como ya indicamos antes, tal manera de enfocar esta cuestión ha dado lugar a que en ocasiones el debate sobre la naturaleza de la Soriologfa quede ceñido exclusivamente a la propia indagación sobre Ir realidad sociológica de esta disciplina. Con lo que el análisis puede acabar encerrado en un cierto círculo de auto-observación en el que la Bociologta acaba convertida en el propio objeto de la Sociología.

Esta forma de definir y describir la Sociología, por lo tanto, no es uuflcicnte ni resulta satisfactoria y, en sí misma, constituye una curio- n i peripecia analítica, que tiene pocos parangones en el mundo cientf- flco, no pudiendo entenderse adecuadamente si no se tienen en cuen- t. las ambivalentes y ambiciosas pretensiones que se dieron cita en los mliimos orígenes de la Sociología. y a las que tendremos ocasi6n de ~icr i rnos en el capítulo 4.

Sin embargo, antes de adentrarnos en estas cuestiones es necesa- rlo delimitar algo más los marcos en los que puede situarse la refle- x16n sociol6gica1 en cuanto forma diferenciada de enhentarse con una problemática que antes del surgimiento de la Sociología ya habfa aldo objeto de atención en la tradición del pensamiento social, y que en nuestros días concita también la atención de otros cientlficos raciales.

La Sociología forma parte de un conjunto más amplio de ciencias mcialls junto con la Antropología, la Economía, etc.. y se ocupa de un campo de realidades humanas del que también se ocupan otras cien- cias del comportamiento, como la Psicología. Sin embargo, la Socio- logla tiene un campo temático específico y unos enfoques metodol6gi- coa particulares. El campo temático puede ser descrito en un sentido muy general como ((10 social)), un ámbito al que nos referiremos con mBs detalle en el próximo capítulo, y que ha sido, a su vez, acotado por 108 diferentes soci6logos y escuelas sociológicas, al hablar, por ejem- plo, de los hechos sociales)), ((10s vínculos sociales)) , ((las acciones

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3 2 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

sociales», «las interacciones sociales N, dos procesos sociales», «las relaciones sociales», «las circunstancias sociales», etc. Bien se utilicen unas u otras expresiones, lo que tienen en común todos los enfoques sociológicos es la atención a ese matiz o dimensión especifica deLlo social en las relaciones y comportamientos humanos.

A partir de esa atención a lo social y de la voluntad de utilizar el método científico, puede decirse que los perfiles de la Sociología quedaron establecidos cuando se dieron una serie de prerrequisitos constitutivos previos.

La concurrencia de factores como los anteriormente referidos (nueva forma de explicitación de las relaciones hombre-sociedad, impacto de los cambios sociales y de las nuevas mentalidades y desa- rrollo de la ciencia moderna) constituyeron los elementos histórico- sociales a partir de los que fue posible el desarrollo de una nueva rama del saber. Pero, junto a todos estos elementos de carácter preferente- mente externo a la Sociología como tal, para que dicho desarrollo se produjera fue necesario también una evolución específica, de carácter más preferentemente interno, en la misma forma en que se plasmaba intelectualmente la reflexión sobre lo social. Así, como han señalado Eisenstadt y Curelaru, el desenvolvimiento pleno de un «enfoque sociológico propio implicó:

» 1. El desarrollo de una problemática específica o suficientemen- te diferenciada de aquella que era propia de las orientaciones filosófi- cas, ideológicas o reformistas.

»2. El desarrollo de las grandes teorías sociológicas y paradigmas interpretativos y analíticos del orden social.

»3. El desarrollo de específicas cuestiones o problemas sobre aspectos concretos de la vida social, la organización, o la conducta, que pudieran ser conectados con la presentación paradigmática de los problemas del orden social.

»4. La conexión de estas orientaciones con perspectivas de investi- gación científica y con conceptos analíticos particulares»12.

INTRODUCCI~N GENERAL. ¿QUÉ E S LA SOCIOLOGÍA?

En definitiva, pues, y como segunda parte de nuestra definición, podemos decir que una comprensión explicativa de la Sociología exi- ge hacer referencia también a la misma forma interna en que el pensamiento social ha evolucionado hacia una comprensión e inter- pretación de una problemática social específica en términos suscepti- bles de ser objeto de (ccomprobaciones», «mediciones», «previsiones» y ccverificaciones empíricas», a partir de marcos teóricos interpretati- vos adecuados y de conceptos analíticos pertinentes.

' 2 S. N. Eisenstadt y M. Curelaru: The fom of Sociology. Paradigms and crisis. John Wlley & Sons, Nueva York, 1976, phg. 58.

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34 1,A . . EXPLICACI~N - - - - - SOCIOL~CICA: -- UNA INTRoDUCCION A 1.A SOCIO~,OG~A --

1) ¿Por qué la Sociología ha llegado a ser una ciencia tan popular en las sociedades de nuestros días?

2) ¿Coinciden las ideas de la gente común sobre qué es la Sociolo- gía y qué hacen los sociólogos con la propia visión de los soció- logos? ¿Cuáles son las diferencias y similitudes entre unas y otras visiones?

3) ¿Por qué necesita la Sociología una explicación sobre su razón de ser?

4) Hacer una lista de problemas o cuestiones concretas que gene- ralmente suelen ser estudiadas o analizadas por los sociólogos.

5) ¿Por qué existen ciertas confusiones o insuficiencias a la hora de definir o explicar la Sociología?

6) Explicar las dos principales imágenes colectivas que general- mente suelen tenerse sobre el sociólogo y sobre el papel de la Sociología. ¿Qué implicaciones tienen cada una de estas imá- genes?

7) ¿Cuáles son las principales dificultades para formular una definición compartida y aceptada de la Sociología?

8) {Qué elementos es necesario considerar previamente para dar una definición explicativa de la Sociología?

9) Intentar una definición o explicación sencilla y clara de la Sociología que pueda entender todo el mundo.

10) Hay quienes piensan que el único objeto de la Sociología es la propia Sociología, es decir, la propia actividad de los sociólo- gos. ¿Tienen razón? ¿Por qué?

11) ¿En qué tiempo histórico surgió la Sociología?

12) ¿Por qué la Sociología surgió en un determinado momento his- tórico y no antes?

13) Hacer un esquema de la secuencia de especialización de los saberes a partir de la que surgió la Sociología. Situar en su con- texto histórico.

14) ¿Para qué surgió la Sociología? {Con qué finalidad?

15) ¿Cómo influyó el desarrollo de la ciencia moderna en el surgi- miento de la Sociología?

CAP~TULO 2

HOMBRE Y SOCIEDAD

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El binomio hombre-sociedad constituye una ecuación conceptual-mente inseparable. Ni el hombre, ni la sociedad humana pueden ser comprendidos ni explicados independientemente. En este sentido es cri el que puede decirse que lo social forma parte de nuestra realidad más íntima e inmediata. Bien consideremos analíticamente al hombre comoprimer punto de referencia, bien consideremos a la sociedad lle- garemossiempre a las mismas raíces.

El hombre no se puede entender sin la sociedad. Necesita de la so- ciedad para nacer en el ámbito de una familia, para vivir en un grupo, para desarrollarse, para formar su personalidad de acuerdo a unos perfiles humanos.

Por ello, una correcta comprensión de la naturaleza de lo social nos ayudaa entender mejor no sólo el foco de atención específico de la sociología,sino el propio papel que lo social ha desempeñado en la evolución de los seres humanos y en su realidad actual.

1. L A NATURALEZA DE LO SOCIAL

El hombre es un ser social. Siempre ha vivido en sociedad como un hecho natural, casi sin reparar en ello, al igual que el pez no repara en el agua, o los seres vivos terrestres no reparamos en el aire. Lo social es tan importante para el hombre, como el agua o el aire para los seres vivos.Basta que algo falle en el agua, en el aire, o en el entorno social, para que entendamos su carácter fundamental.

¿Es posible un hombre fuera de la sociedad? Biológicamente sabe- mos que no es posible, ya que todo hombre, antes de su nacimiento, está condicionado por diversas costumbres y modos de organización

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38 LA EXPLICACIÖN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

social, como las formas de relación y emparejamiento, las reglamenta- ciones de matrimonio que determinan con quién se puede uno casar, a qué edad, de qué manera... En las sociedades actuales, antes de nacer, un niño ha pasado por el filtro social de numerosos usos y cos- tumbres, así como por instituciones sociales y jurídicas que regulan los matrimonios, por instituciones médicas que cuidan de las condi- ciones del parto, y todo un conjunto de actividades económicas y mer- cantiles relacionadas con el propio hecho de nacer.

Pero, una vez nacido, ¿qué sería de un niño sin la sociedad?, ¿podría vivir normalmente?, ¿podría desarrollar una personalidad humana?. El director de cine francés François Truffaut realizó una película basada en un hecho real, en la que se planteaba este proble- ma, «El niño salvaje». La película narraba la historia de un bebé que, abandonado o perdido en un bosque, había sido criado por unos lobos, creciendo en un ambiente salvaje, sin contacto con la sociedad. Un niño que andaba a cuatro patas, que vivía y se comportaba como un animal. La película cuenta las dificultades para lograr una ((socializa- ción» tardía de ese niño, para enseñarle a hablar, a comer y a compor- tarse como un ser humano, de acuerdo a las costumbres, a las formas de actuar y a los patrones culturales en los que todo niño es influido y enseñado desde los primeros meses de vida.

La historia de esta película nos puede servir para comprender la importancia que el aprendizaje de costumbres, de modos de comportarse, de relacionarse y de comunicarse, tiene para todo ser humano, desde los primeros meses de su vida. Todo ello forma un con- junto de pautas y patrones de conducta social, sin los cuales los seres humanos se podrían ver reducidos a una condición diferente a la que actualmente entendemos como humana.

La importancia que lo social ha tenido en la conformación de la propia realidad humana contrasta, sin embargo, con la poca atención que se ha prestado al análisis especifico de lo social hasta época muy reciente. De hecho, en el tardío descubrimiento de lo social como cam- po temático de atención diferenciada se encuentra una de las razones principales -tal como hemos señalado-, por las que la Sociología no se empieza a desarrollar realmente hasta el siglo XIX.

Las explicaciones que generalmente se han ofrecido sobre tan tar- dío descubrimiento contrastan con las interpretaciones contemporá- neas, que atribuyen un papel decisivo a lo social en el propia proceso

HOMBRE Y SOCIEDAD 3 9

de hominización, en la perspectiva más general de las teorías sobre la evolución de las especies.

Ciertamente, si lo social ha sido tan decisivo en el desarrollo huma- no, no parece suficiente la explicación de que una reflexión autónoma sobre lo social no se pudo producir hasta que no se desarrollaron los planteamientos propios del método científico y hasta que la realidad de la «sociedad civil» fue contemplada de manera diferenciada del Estado, es decir, como una entidad distinta, y con vida propia, al mar- gen de todo lo que se comprendía en la esfera del poder político. ¿Aca- so -podríamos preguntarnos- no eran posibles otras formas de aproximación al análisis diferenciado de lo social?

Incluso, durante las primeras etapas de desarrollo de la Sociología apenas se prestó atención a clarificar suficientemente esta cuestión. La mayor parte de los «padres fundadores» de la Sociología no dedi- caron sus principales esfuerzos a la tarea de aclarar y definir lo que constituye la realidad de lo social. «Por sorprendente que parezca -recordará Recasens Siches- es un hecho que durante casi un siglo la mayor parte de los más famosos libros de Sociología no nos han dicho nada claro sobre qué es lo social, sobre qué es la sociedad, ni siquiera en ellos se ha intentado un poco en serio poner en claro los fenómenos elementales en que el hecho social consiste»1.

Para comprender esta laguna es posible que sea necesario acudir, quizás, a explicaciones elementales. Por ejemplo, podríamos pensar que lo tardío de la reflexión sobre una cuestión tan fundamental estri- ba precisamente en su propio carácter radicalmente básico e inmedia- to. La reflexión de un antropólogo eminente, como Ralph Linton sobre las causas del tardío descubrimiento de la existencia de lo que en las ciencias sociales se entiende por «cultura», resulta aplicable también cn este caso. «Se ha dicho -señalará Linton con un paralelismo qui- zás un tanto simplificador- que lo último que descubriría un habi- tante de las profundidades del mar fuera, tal vez, precisamente el agua. Sólo llegaría a tener conciencia de ésta si algún accidente lo llevara a la superficie y lo pusiera en contacto con la atmósfera»2.

1 Luis Recasens Sichcs: Sociología. Edltorlal Porrua, México, 1965, pág. 101. Ralph Linton: Cultura v personalidad. F.C.E., México, 1967, pág. 130.

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40 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

Una reflexión parecida podríamos hacernos también sobre las causas del tardío y S revolucionario» descubrimiento sociológico de la realidad de los grupos primarios, es decir de los grupos pequeños, en los que se dan las relaciones sociales c a r a a cara», en los que se produce el mayor componente de interacciones sociales, y a partir de los cuales se estructura en gran parte la propia realidad social (de lo microscópico a lo macroscópico). La evidencia de que los hombres no formamos en el espacio social una horda indiferenciada de indi- viduos, sino que estamos entrelazados en una compleja red de gru- pos primarios perfectamente identificables en los distintos ámbitos de la vida social, constituye una realidad tan obvia en nuestros días que no deja de resultar sorprendente que hasta época muy reciente no se haya prestado a este fenómeno la atención sociológica que merece, especialmente en la medida que constituye, como ha seña- lado Homans, «el fenómeno más familiar que pueda darse en el mundon3.

Precisamente por ello, resulta bastante razonable la explicación de que ha sido la misma inmediatez e importancia de lo social la que ha retardado el desarrollo consciente de una reflexión en profundidad so- bre esta problemática hasta el momento histórico de la revolución industrial, en que el vertiginoso ritmo de los cambios sociales, y la mis- ma envergadura de la crisis de los sistemas sociales, empezó a hacer tambalearse la firmeza de muchas de las concepciones tradicionales y los esquemas de apoyaturas estructurales con que el hombre había contado.

¿Cómo, pues, a partir de esta reflexión podemos explicar cuál es la naturaleza de lo social?, y ¿qué papel juega lo social como elemento de referencia básico en la delimitación del propio campo de estudio de la Sociología? De lo hasta aquí dicho, se desprende que sin responder

"eorge C. Hornans: El grupo humano. Eudeba, Buenos Aires, 1963, pág. 29. La pri- mera edición en inglés de este libro data de 1950. No obstante, en la consideración del desa- rrollo de la sociología de los grupos es preciso tener en cuenta, como veremos en el capítu- lo 5, algunos precedentes teóricos importantes, entre los que resulta imprescindible recordar los nombres de Cooley y Simmel y, desde luego, los propios antecedentes inme- diatos en los que se apoya la elaboración teórica de Homans, especialmente las investiga- clones sobre grupos primarios en la industria que dirigió Elton Mayo durante las decadas de los afios treinta y cuarenta.

HOMBRE Y SOCIEDAD 4 1

adecuadamente a estas dos preguntas es muy difícil alcanzar una com- prensión cabal de qué es la Sociología.

De manera muy esquemática y general podemos decir que lo social constituye la verdadera sustancia medular de estudio de la Sociología. Como ha señalado Nisbet, «los problemas de la Sociología son los que se refieren a la naturaleza del vínculo social^^. «Del mismo modo -nos dirá- que la Química moderna se interesa por lo que ella mis- ma llama "el vínculo químico", buscando las fuerzas que mantienen unidos a los átomos formando las moléculas, también la Sociología investiga las fuerzas que permiten a los seres humanos (de origen bio- lógico) mantenerse unidos a las "moléculas sociales" donde se hallan prácticamente desde el momento de su concepción~~.

Theodore Abel, utilizando un tipo de comparación muy similar, también se referirá «a lo social» como el misterio que la Sociología pretende desvelar. «Una ciencia -dirá- progresa cuando se mantiene constantemente alerta a sus propias incertidumbres o, si se prefiere, a sus misterios. El más importante de éstos reside en la propia esencia de su objeto. así vemos que la física se preocupa por el misterio del núcleo; la biología por el misterio de la vida, y la psicología, por el mis- terio de la naturaleza y de la conciencia. El misterio que afrontan los sociólogos -concluirá- es la naturaleza de lo socialn6.

La indagación por lo social podemos abordarla de diferentes mane- ras. Por una parte podemos iniciar la tarea, o bien mediante la descrip- ción y análisis de los componentes estructurales y formales de la so- ciedad, o bien a través de la investigación sobre la lógica de los cambios y las transformaciones de estas estructuras. Lo que ha dado lugar al desarrollo de los dos grandes campos de atención en la Socio- logía: el de la estática social -o de la estructura social- y el de la diná- mica social, o del cambio social.

De igual manera, se puede profundizar en el estudio del «vinculo social» -como prefiere Nisbet- a través de los distintos elementos que lo componen: «La interacción social, los agregados sociales, la

Robert A. Nisbet: El vtnculo social. Vicens Vives, Barcelona, 1975, pág. 15. Vbfd., paíg. 43. "heodore Abel: *Sobre el futuro de la tcorta aociol6glcan, Revista Internacional de

Ciencias Sociales. UNESCO, vol. XXXIII, n.' 2, 198 1 , pdg. 247.

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HOMBRE Y SOCIEDAD 43

autoridad social, los roles sociales, los status sociales, las normas sociales y la entropía social, etc.n7

Sin embargo, nosotros aquí, antes de entrar a detallar la forma en que el «descubrimiento» de lo social influyó en el propio surgimien- to de la Sociología, vamos a intentar aproximarnos al estudio de esta temática, en primer lugar, a partir del intento de clarificación del papel que lo social ha cumplido en la propia conformación y desa- rrollo de la realidad de lo humano. Para pasar, más adelante, a ocu- parnos de la delimitación de los conceptos de cultura, sociedad y per- sonalidad (en el capítulo n." 6) y del análisis comparativo de las sociedades humanas y las sociedades animales (en el capítulo n." 7). Una vez que se haya completado el estudio de estos capítulos, se podrá tener una comprensión más plena y cabal de la realidad de lo social.

2. EL PAPEL DE LO SOCIAL EN EL DESARROLLO HUMANO

La consideración de la dimensión social del hombre no se limita a la simple constatación de que el hombre es un ser que vive en socie- dad, sino que la cuestión central estriba en dilucidar cuál es el papel que juega esta dimensión social en la naturaleza humana en su con- junto.

El hombre no es el único ser social existente, y por ello mal pode- mos definir la condición humana a partir de esta forma de ser, com- partida con otros seres y otras especies. Sin embargo, cuando decimos que «la vida humana es vida social» estamos empezando a aclarar cuál es el verdadero papel de lo social para el ser humano.

En una perspectiva amplia de la dinámica de la evolución, el surgi- miento de las formas societales constituyó, como ha subrayado Kings- ley Davis, «uno de los grandes pasos de la evolución, paso que algunas especies han dado y otras no. Tiene la misma importancia que el surgi- miento a partir de la célula del organismo multicelular y del sistema vertebrado como uno de los procesos fundamentales en el desarrollo

de la vida. Como los otros pasos representa una nueva síntesis de materiales antiguos y posee cualidades singulares que no se pueden encontrar en éstos si se los considera separadamente. De tal modo es un verdadero ejemplo de lo que se denomina evolución emergente~g.

¿Cómo y por qué surgieron las agrupaciones sociales en la historia de la evolución de las especies? En términos generales, podemos decir que la evolución dibuja una línea de creciente complejización de los sistemas, con un paso de lo simple a lo complejo, de lo único a lo plu- ral, tanto por medio de la vía del desarrollo interno, como por la vía de la agregación. La tendencia a la agregación, es decir, a la unión en conjuntos más amplios y complejos, puede considerarse, por tanto, como una tendencia general que se encuentra inserta en la propia lógi- ca de la vida.

Los biólogos han puesto un gran énfasis en señalar la predisposi- ción positiva general de las células para la hibridación, al tiempo que los etólogos han subrayado que en la naturaleza animal son más abundantes los casos de cooperación y asociación que los de confron- tación y destrucción. No han faltado, incluso, los que consideran que la tendencia a la asociación y el altruismo cooperativo pueden calcu- larse y estudiarse en términos matemáticos de probabilidad de super- vivencia entre las especies dotadas de estas tendencias.

¿Qué papel especifico cumplen, pues, las formas sociales de agregación? Indudablemente un papel adaptador. Los seres vivos se agrupan básicamente para encontrar respuestas y soluciones a pro- blemas con los que no es posible enfrentarse eficazmente de manera individual y aislada.

En este sentido es en el que puede decirse que «las formas de orga- nización societal son una manera de adaptación por medio de las cua- les ciertos tipos de organismos aumentan sus posibilidades de sobre- vivir y multipli~arse»~.

Más adelante vamos a referirnos a la manera en que ha tenido lugar la lógica de la evolución, tal como podemos entenderla hoy en día con los datos científicos de que disponemos; pero, antes de pasar a estas

7 Robert A. Nisbet: El vincuk) social, «p. cit., p8g. 47. Kingsley Davis: La sociedad humana. Eudeba, Buenos Aires, 1965, tomo 1, pág. 26.

U Gcrhurd Lcnski: tli4miurt socielics. McGruw-tiill, Niicvri York, 1970, p6g. 10.

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44 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

cuestiones, es preciso subrayar la importancia que en todo el proceso de evolución ha tenido la capacidad de adaptación, ya que solamente a partir de una visión suficientemente precisa sobre esta cuestión es posible entender el valor y el sentido de los mecanismos de adaptación y, entre ellos, el papel específico de lo social.

Para comprender la importancia que ha tenido la capacidad de adaptación en la historia de la evolución de las especies, baste decir que en los tres mil quinientos millones de años en los que se calcula que ha habido vida en la tierra, han existido varios millones de espe- cies animales y de todas estas especies solamente un uno por ciento han logrado sobrevivirlo.

En este contexto se entiende la importancia singular que adquiere el hecho de que sólo unas pocas especies hayan podido adaptarse al medio y sobrevivir. Algunas especies han logrado esta adaptación precisamente merced a su sociabilidad. Y más aún, algunas especies -especialmente la nuestra- han podido desarrollarse, e incluso orientar su propia evolución, a partir de su condición social, de forma que esta condición ha llegado a convertirse no sólo en requisito para la supervivencia, sino también en elemento decisivo en su propia con- formación como especie.

Como ha señalado Perinat, «a medida que ascendemos en la línea evolutiva y nos acercamos al hombre, los elementos de que se constituye la sociabilidad van adquiriendo una preponderancia deci- siva. Los primates nacen en un estadio de dependencia e inmadurez más grande que los artrópodos, pero las potencialidades de su siste- ma neuromuscular son incomparablemente mayores. La diferencia en el desarrollo también es drástica: el arácnido apenas hará otra cosa que crecer, el primate a la vez que crece se transforma median- te la puesta en juego de unas virtualidades específicas. La actualiza- ción de las mismas se hace mediante el contacto social. Las expe- riencias con monos criados en aislamiento lo prueban de manera convincente. Un medio social resulta así ser conditio sine qua non de un despliegue biológico normal. La sociabilidad, contemplada desde este ángulo, es uno de los artificios de adaptación biológica que se

10 Richard E. Leakey: 1.41 /brn~ucitln de la humanidad. Edicionesi del Serbal, Barcelona, 1980, pdg. 20.

HOMBRE Y SOCIEDAD 45

han decantado a través del largo itinerario de la evolución de las especies » 1 l .

La interrelación entre los factores biológicos y culturales en el proceso adaptativo de la evolución humana está siendo, en este sen- tido, objeto de una atención cada vez más preferente. Así, con fre- cuencia se va a reivindicar la necesidad de una perspectiva «coevolu- cionariap para «explicar cómo la biología humana y la cultura son generalmente adaptativas en el mismo sentido, y cómo ambas han podido interactuar en la evolución de los atributos humanos»l*.

Los sociobiólogos irán algunos pasos más allá en sus análisis, po- niendo el acento en el papel desempeñado por la herencia genética en la dinámica de lo social, como verdadero motor de la sociabilidad.

Uno de los principales mentores actuales de la Sociobiología, Edward Wilson, ha insistido en señalar que «el parentesco juega un papel importante en la estructura del grupo y probablemente sirvió, en un principio, de principal fuerza generadora de la sociedad~l3. En el parentesco Wilson verá la explicación del fenómeno del altruismo, que es algo que por definición -nos dirá- ((merma el éxito individual)). ((Si los genes causantes del altruismo son compartidos por dos orga- nismos, a causa de una ascendencia común y si el acto altruista de un organismo aumenta la contribución conjunta de estos genes a la pró- xima generación, la propensión al altruismo se propagará al sustrato génico~. El altruismo, en este sentido, es entendido por Wilson en los siguientes términos: cuando una persona (o animal) incrementa la aptitud de otra a expensas de su propia aptitud, puede decirse de ella que ha realizado un acto de altruismo~l4.

Hamilton ha utilizado el concepto de coeficiente de p ~ v e n t e s c o ~ ~ , como la fracción de genes mantenida por descendencia común, para

' ' Adolfo Perinat: «Los fundamentos biológicos de la sociedad», en J. F. Marsal y B. Oltra (eds.): Nuestra sociedad. Vicens Vives, Barcelona, 1980, pág. 78.

' 2 William H. Durham: ~Toward a Coevolutionary Theory of human biology and Cul- ture)), en Arthur L. Caplan (ed.): The sociobiologv debate. Harper & Row, Nueva York, 1978, p8g. 444.

l3 Edward O. Wilson: Sociobiologtu. La nueva sfntesis. Omega, Barcelona, 1980, pág. 5. l 4 Ibld., págs. 3, 4 y 120. IW. D. Hamilton: aThe genetical rvolution of social behaviorr, en A. L. Caplan (ed.):

7'he s o c i o b i o l o ~ debate, op. cit., piígs. 1 Y 1-209.

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46 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA HOMBRE Y SOCIEDAD 47

referirse a la aptitud inclusiva que está en la base de los comporta- mientos altruistas. En este sentido, la aptitud inclusiva sería la suma de las propias aptitudes, más la suma de las aptitudes compartidas (genéticamente), que permitiría plantearse el dilema del comporta- miento altruista en términos de: qué es lo que gana el conjunto gené- tico -o lo que es lo mismo-, qué es lo que gana uno mismo en cuan- to proyectado inclusivamente en su descendencia.

De esta manera, cuanto mayor es el coeficiente de parentesco en un grupo, mayor es el componente de solidaridad colectiva y mayor es la disposición al altruismo -incluso el que pueda suponer un mayor sacrificio- en aras de un conjunto en el que uno se siente comprendi- do, y reduplicado genéticamente. Por ello, las mayores y más radicales orientaciones altruistas suelen darse en sociedades como el hormi- guero o el termitero en las que existe un alto grado de identidad gené- tica entre todos los individuos (todos son hermanos clónicos, procrea- dos por una misma madre-reina).

Muchas de estas perspectivas analíticas pueden conducir a una in- terpretación puramente biológica del fenómeno social; lo que está dando lugar a una reacción polémica in cvescendo entre buen número de biólogos, etólogos y sociólogos de nuestros días.

Así, algunas de las pretensiones más simplificadoras y reduccionis- tas de la Sociobiología han sido objeto de una fuerte confrontación desde el campo de las ciencias sociales. Por ejemplo, cuando Wilson reclama que «el comportamiento humano puede ser reducido y determinado en alto grado por las leyes de la Biología»16, o cuando afirma que «la Sociología y otras ciencias sociales, además de las humanidades, son las ramas de la Biología que esperan ser incluidas en la Síntesis Moderna», añadiendo que «una de las funciones de la Sociobiología es estructurar los fundamentos de las ciencias sociales de forma que sean incluidas en dicha síntesisvl7.

Sin embargo, sin necesidad de entrar en la polémica sobre el ver- dadero carácter «último» de lo social, lo cierto es que las interrelacio- nes y dependencias mutuas entre los procesos biológicos y culturales de la evolución han sido objeto de atención preferente desde muy variadas perspectivas. Así, antes de que se desencadenara la polémica sobre la «Sociobiología», numerosos antropólogos habían subrayado ya la ((significación genética» de la cultura.

Schwartz y Ewald, por ejemplo, refiriéndose al proceso genético de la vida, han señalado cómo «aunque la mitosis, las meiosis y la fertiliza- ción son procesos biológicos, están significativamente influidos por la acción cultural. La forma más frecuente y consistente de influencia cultural en este proceso biológico lo constituye en cualquier sociedad la selección de pareja, la determinación de quién puede emparejar con quién. La respuesta a esta cuestión universal -dirán- es siempre de tipo cultural y es expresada en términos de pautas culturales de con- ducta: preferencias, prohibiciones y similares. La significación genéti- ca de estas decisiones culturales referidas al emparejamiento, consiste cn que ciertas combinaciones genéticas son excluidas, o sus posibilida- des de frecuencia son reducidas o áumentadas. Los resultados genéti- cos de esta clase están basados en la acción cultural)) -concluirán- por lo que la cultura deberá ser vista «como un factor de la evolución biológica del hombre», «no pudiendo entenderse su papel causal sin tomar en consideración los principios genéticos~lg.

Asimismo Downs y Bleibtreu, entre otros muchos, han subrayado cómo las costumbres de vida, las pautas migratorias, los sistemas de diferenciación social y otros factores culturales desempeñan un papel I'undamental en la «circulación genética)) y, por tanto, en la propia cvolución biológica del hombrelg.

En un sentido más general, varios estudiosos han resaltado tam- bién la manera en que «los factores culturales han desempeñado un

l b Edward O. Wilson: On human nature. Harvard University Press, Cambridge, Mas- sachusetts, 1978, pág. 130.

l 7 Edward O. Wilson: La Sociobiología, op. cit., pág. 4 . Sobre este tema, entre la amplia bibliografla existente, puede verse también David P. Barash: Sociobiology and hrhavior. 2." edición, revisada, Hodder and Stoughton, Londres, 1982; Sociobiology Study Gi.oup o f Boston (eds.): Biology us u Social Weuporl, Burgess, Minneapollw, 1977; Mlchucl Ruse:

Sociobiologv. Sense or nonsense. Reidel Publishing, Londres, 1979; Ashley Montagu (ed.): Sociobiology examined. Oxford University Press, Oxford, 1980, etc.

I n Barton M. Schwartz y Robert H. Ewüld: Culture und Society. Ronald Press, Nueva Yoi.k, 1968, pdgs. 78 y 95.

James E Downs y Heiman K . Bleibtreii: Hitman vuriution: un in~rodttcfiori to ph,y.si- rol unrhropology. Glcncoc Pre~s , Bcverly Hills, Callfornla, 1969, p4gs. 78 y SS.

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importante papel en la evolución física de la humanidad)) en un com- plejo de influencias mutuas. «La cultura -se dirá- ha influido de manera muy importante en la evolución, no sólo de las formas de com- portamiento humano, sino también en los rasgos físicos del hombre. Por ejemplo, el desarrollo de algunas herramientas tuvo como conse- cuencia el que muchas funciones que anteriormente se habían reali- zado con los dientes, se llevasen a cabo en adelante por medio de aque- llos instrumentos manufacturados. Los grandes dientes se hicieron innecesarios, por tanto se fueron reduciendo de tamaño, como tam- bién las mandíbulas que les servían de soporte. Cuando se caza, el cuerpo genera una gran cantidad de calorías que pueden eliminarse con gran eficacia mediante el desarrollo de un gran número de glán- dulas sudoríparas, igualmente se observa que el pelo del cuerpo, que conserva el calor tiende a desaparecer. .. La necesidad de disponer de un gran almacén en el que conservar la información esencial que el hombre tiene que adquirir en cuanto miembro de la cultura humana, contribuyó al aumento del volumen de su cerebro y de su compleji- dad ... Por otra parte, el pie se desarrolló a medida que tuvo que adap- tarse a la carrera y al acecho, actitudes todas ellas que son propias del cazador.. . »20.

En las especies sociales las mutaciones genéticas que se producen (debidas a cruces, a hibridaciones, al azar, etc.) tienen más proba- bilidades de consolidarse, en virtud del mayor grado posible de inter- cambios grupales, y también a causa de una significativa pauta de comportamiento que se ha podido constatar en estas sociedades, y que da lugar a que los individuos atípicos (mutantes) puedan ser objeto de una más fácil segregación grupal. En el capítulo siete nos referiremos a la práctica frecuente en las sociedades de primates de situar a los individuos jóvenes en la periferia del grupo, de forma que en un momento determinado resulta más fácil su segregación y expulsión a otros territorios, bien porque así lo exija el exceso de población en el territorio de localización originaria, bien porque aparezca -podría- mos añadir- algún rasgo atípico que implique una cierta ambigüedad en el componente de identificaciones intra-especie. Lo que, caso de producirse, podría dar lugar a la configuración de un nuevo grupo

z0 Ashley Montagu: Horno Sapiens. Guadiana, Madrid, 1970, piar, 126 y 127.

HOMBRE Y SOCIEDAD 49

troncal de una subespecie mutada, e instalada en un nuevo territorio diferenciado, a partir de la que el rasgo mutado tendrá mayores pro- babilidades de consolidarse grupalmente.

En suma, pues, podemos decir, recapitulando, que el «misterio del vínculo social)), al que antes hemos hecho referencia, hunde sus raíces en la propia lógica de lo viviente, en la tendencia a la agregación gene- ral de las especies. De igual manera, hay que ser conscientes de que en el desarrollo de los componentes sociales de las especies han jugado un papel fundamental los propios procesos de selección natural (mayores probabilidades de supervivencia), cobrando más importan- cia el componente social a medida que más evolucionadas están las especies.

En definitiva, aun sin caer en las exageraciones de los sociobiólo- gos, todo ello nos lleva a reconocer la importancia decisiva de las inte- rrelaciones entre el hecho biológico y el hecho social.

:<. I,A CONCEPCI~N DEL HOMBRE COMO SER SOCIAL

Aquí no es posible entrar a considerar con detalle todos los temas polémicos que suscitan las cuestiones que estamos tratando. Sin em- bargo, a partir de estas reflexiones, parece oportuno detenernos en analizar, desde un plano específicamente humano, cómo se ha desa- rrollado históricamente la propia concepción del hombre como ser social.

Durante mucho tiempo se ha venido considerando que la base de esta concepción del hombre, como ser básicamente social, estaba en la famosa definición aristotélica del hombre como «animal político por naturaleza» (ZOON POLITIK~N). Ciertamente con esta defini- ción Aristóteles venía a expresar más de lo que puede parecer a pri- mera vista. Es decir, el hombre fuera de la polis -el que no necesita de la polis-, según Aristóteles, o es más que hombre o menos que hombre. El hombre -dirá Aristóteles- «es un ser naturalmente sociable, y el que vive fuera de la sociedad por organización y no por efecto del azar es ciertamente, o un ser degradado o un ser superior a la especie humana)). Y poco más adelante afiadirá: «Aquel que pue- de no vivir en sociedad y que en medio de su independencia no tiene

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

necesidades, no puede ser nunca miembro de la polis; es un bruto o es un Diosn21.

Pero lo curioso de la definición de Aristóteles, en la perspectiva so- ciológica que aquí estamos considerando, es que la polis -es decir, el modelo de ciudad-Estado griego- aparece como el paradigma de sociedad; Aristóteles no se refiere indiferenciadamente a cualquier sociedad, sino de manera concreta a la polis. La polis no es un mero agregado de individuos, no es una comunidad elemental y «bárbara»: la polis es, también, un sistema de vida, de organización social y de transmisión de saberes y conocimientos. En este sentido puede consi- derarse que la definición aristotélica contenía ya un matiz importante en la consideración social del hombre: su dimensión cultural.

Sin embargo, la realidad es que una comprensión cabal de la con- cepción social de la realidad humana no será posible sino a partir de su ubicación en una visión más amplia. Será muchos años después cuando otro pensador genial -Darwin (1 809- 1882)- nos ayudará indirectamente a esta comprensión, situando la cuestión en el ámbito más general de la evolución de la vida en la naturaleza.

Por supuesto, la teoría de la evolución, desde Darwin hasta nues- tros días, ha sido enormemente enriquecida y decantada de elementos ingenuos. De manera concreta, y de cara al hilo de nuestra exposición, hay dos ideas fundamentales de la teoría de la evolución que nos ayu- dan a comprender mejor ciertas dimensiones de la dinámica humana y del papel social:

- Por una parte, la idea de equilibrio ser vivo-naturaleza, como dialéctica de interacciones mutuas que forman parte de la lógi- ca de lo viviente, que supone un equilibrio ecológico, una adap- tación al medio, etc.

- Por otra parte, la idea de que el proceso de evolución se ha pro- ducido en virtud de una dinámica de constantes adaptaciones y desadaptaciones, de forma que continuamente de un mismo tronco de la evolución una especie desadaptada acaba desapa- reciendo, mientras que la otra especie adaptada permite avan- zar el hilo de la evolución.

2 ' Aristdtcles: Id Polttica. Espasa Calpe, Madrid, 1962, plinr, 23 Y 24,

HOMBRE Y SOCIEDAD 5 1

La cuestión de cuáles son los factores que dan lugar a la dinámica de la evolución ha sido objeto de un vivo debate, especialmente en lo que se refiere a las causas y los efectos de las mutaciones genéticas, es decir, de las alteraciones en los códigos genéticos de las especies, o de una parte de las especies. Sin embargo, la realidad es que el efecto de la mayor parte de las mutaciones genéticas «en el organismo es alea- torio: casi siempre son dañinas y el individuo mulante no sobrevive; a veces son neutras y no provocan diferencias en sus portadores, pero en algunas ocasiones son beneficiosas, en cuyo caso es posible el origen de una especie nueva)J2.

Los científicos han proporcionado varias teorías para intentar explicar por qué se producen las mutaciones genéticas. Algunos sos- tienen que las mutaciones son el resultado de los cruces e hibridacio- nes entre diferentes especies. Otros consideran que son el simple resul- tado del azar, o bien de errores en la autorreplicación de los códigos genéticos del ADN, o una consecuencia de los efectos de radicaciones ionizantes. Pero, ya sea por estas razones o por cualesquiera de las muchas otras causas y explicaciones que se han dado23, lo cierto es que las mutaciones genéticas sitúan a nuevos individuos y especies en ambientes específicos, donde lo verdaderamente decisivo es la mayor o menor capacidad de adaptación al medio. De esta manera, en el pro- ceso evolutivo se ha ido produciendo continuamente una permanente selección natural de las especies, de acuerdo a la mayor o menor ade- cuación de sus dotaciones naturales a las especificidades y condicio- nes del medio en que viven.

En esta perspectiva general de la evolución de las especies, jcómo podemos situar la aparición del hombre en tan complejo proceso? La aparición del hombre puede considerarse en parte como resultado de factores de azar (mutaciones genéticas, cambios geológicos, alteracio- nes climatológicas, modificaciones en la correlación de influencias y de fuerzas con otras especies competitivas en la lucha por controlar unos mismos territorios, modificaciones en la dotación ambiental de

22 Richard Leakey: La formaci<lri de la hrrtnailidud, op . cit . , pág. 2 8 . 2 7 Algunas referencias generales sobre estas hip6tcsis pueden verse, por ejemplo, en N.

I i . Horowitz: cEl gen»; F. H . C. Crick: .La clave gcnbtican, y J . F. Crow: «Radiación ioni- - --..

zante y evoluci6nn, en: Selecciones del ~cicntifiC~rnrricun] Biologtri ,Y cultlrru. Hcrrniinn Ulun~c, Madrid, 197.5.

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52 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

recursos alimentarios, etc.). Pero también, junto a todos estos facto- res, la aparición y desarrollo de la especie humana no puede explicar- se si no es a partir de un conjunto importante de innovaciones y auto- rregulaciones adaptativas que sólo han sido posibles, básicamente, en virtud de la propia condición social del hombre, de sus capacidades para desarrollar diferentes formas de organización y cooperación y para «hacer» con sus manos y sus mecanismos de acción colectiva un conjunto de utensilios, útiles de caza y medios de abrigo y protección con los que poder adaptarse mejor al medio natural.

El hombre puede ser considerado como fruto de un doble proceso de evolución biológica y de evolución social. Por ello los científicos ha- blan de un proceso de co-evolución que tiene su arranque en un dila- tado proceso evolutivo general de las especies, y más en concreto a partir de algunas especies sociables de grandes primates, que por determinadas circunstancias, en unas secuencias encadenadas de mutaciones y cambios adaptativos, empezaron a desarrollar habitual- mente una posición erguida. La adopción de una posición erguida corrió pareja a un mayor desarrollo de las capacidades manipuladoras y hacedoras de las extremidades superiores -de las manos- dando lugar, a su vez, al empleo de útiles cada vez más idóneos y perfeccio- nados para la obtención de alimentos y especialmente para la caza; lo que, igualmente, permitió unas dietas alimentarias más variadas y ricas en proteínas, conllevando asimismo un mayor reforzamiento de los lazos de cooperación, tanto para la organización de las propias tareas de la caza, como para la distribución de alimentos y su prepa- ración para el consumo (acarreo, despiece, e incluso condimentación, etc.), así como para la más general división de tareas en el conjunto de la sociedad24.

Este proceso de evolución biológica y social, como decimos, se sitúa en un contexto temporal muy dilatado, en el que actualmente es muy difícil poder precisar con un mínimo de verosimilitud sus distin- tas fases y etapas. Pensemos que, en comparación con los sólo 2.000

24 Sobre la influencia de los hábitos alimentarios en el proceso de hominixaci6n, pue- den verse entre nosotros, por ejemplo, los libros de Faustino Cordón: Lu naturalrzu del kotn- bre a Iu luz de su origen biológico. Anthropos, Barcelona, 1981, y Cocinar hizo al Iiornhre. l l isqucts, Barcelona, 1980.

HOMBRE Y SOCIEDAD 53

años de cronología cristiana, se estima que el horno sapiens cuenta con más de 150.000 años de vida sobre la tierra, y que otros homínidos han podido ser datados hace varios millones de años.

Nuestra especie, nuestra sociedad y nuestra cultura son el resulta- do de un largo y complejo proceso evolutivo, cuyos primeros pasos se sitúan en los mismos orígenes de la vida en este Planeta, hace tres mil quinientos millones de años. De manera más específica, hace unos sie- te millones de años aparecieron en África los primeros homínidos que andaban erguidos. Hace dos millones de años el horno erectus (horno ergaster) presentaban ya unos rasgos y una estatua semejantes a los seres humanos.

Dos millones y medio de años antes de ellos los horno habilis y horno rudalfensis fabricaban herramientas. Hace mil ochocientos millones de años los horno ergaster emprendieron grandes procesos migratorios desde sus cunas africanas. Los últimos descubrimientos fósiles permiten saber que el horno ergaster era alto y esbelto y se sabe que cuidaba a los enfermos. Tenía un cerebro de unos 850 centímetros cúbicos, algo más pequeño que el nuestro, lo cual implicaba la necesi- dad de una dieta carnívora con suficiente aporte de proteínas. Hace un millón cuatrocientos mil años estaban presentes prácticamente por toda Asia e Israel, presentando un aspecto algo más robusto los ejem- plares de este período que se han encontrado.

En Europa se han localizado restos fósiles del llamado horno geor- gius, con una antigüedad de un millón ochocientos mil años. Las exca- vaciones realizadas en la sierra de Atapuerca (Burgos) han permitido identificar restos fósiles de homínidos de aspecto más moderno que el lzorno erectus, con una capacidad craneal de unos mil centímetros cúbicos, lo cual ha permitido hablar de una nueva especie de horno untecesor con una datación de más de 800.000 años. En Atapuerca también se han encontrado un buen número de restos de horno hei- delbevgensis, de hace unos 500.000 años, que utilizaba útiles de piedra bastante elaborados, incluida una célebre hacha de cuarzo que los investigadores bautizaron, por su perfección, como «Escalibur».

En una perspectiva como ésta, los orígenes del hombre pueden si- tuarse verosimilmente en el contexto de una naturaleza inhóspita, en la que unos seres vivos que contaran con similares dotaciones biológi- cas y con parecidos condicionantes naturales que los hombres actua- les, presentaban bastantes de los rasgos propios de una tipica desa-

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54 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA HOMBRE Y SOCIEDAD 55

daptación al medio: debilidad física, piel demasiado fina, poca idonei- dad de adaptación biológica, falta de medios naturales de ataque y defensa, poca adecuación para una alimentación diversificada (caren- cia de incisivos punzantes, mandíbulas poco fuertes), insuficiente madurez psicomotora en los primeros años de vida, que hace necesa- ria una atención y unos cuidados más prolongados de las madres que cn otras especies, etc. En suma, de acuerdo con la lógica de las leyes inexorables de la naturaleza, una especie de este tipo parecía en prin- cipio destinada a desaparecer.

¿Por qué ha podido sobrevivir el hombre? Nuestros antepasados no tenían la fuerte contextura muscular de otras especies, ni su velocidad, ni una recia piel que les protegiera del frío y de las inclemencias, ni unas garras fuertes y punzantes con las que poder defenderse y obte- ner lo necesario para alimentarse. ¡Cómo debieron envidiar nuestros antepasados lejanos las capacidades físicas de otras especies para correr, volar, o sentirse protegidos con sus fuertes pieles contra la llu- via o la nieve!

Sin embargo, aquellos homínidos supieron hacerse fuertes a partir dc su debilidad física originaria y pudieron sobrevivir, fundamental- mente, en virtud de su carácter social. Agrupándose y coordinándose fucron capaces de desplegar formas cada vez más complejas y perfec- tas de organización social y, sobre todo, fueron desarrollando y trans- mitiendo una cultura, es decir, un conjunto de conocimientos, formas y tdcnicas de hacer las cosas, costumbres y hábitos sociales, sistemas de comunicación y creencias que eran enseñadas y aprendidas desde los primeros años de vida, de generación en generación, como un ver- dadero depósito común de las comunidades.

A partir de este depósito común de conocimientos y de técnicas, al que en las ciencias sociales nos referimos con el concepto de cultura, nuestros antepasados pudieron enfrentarse con algunas ventajas al reto de la adaptación al medio, y pudieron hacerlo cada vez mejor, por- que la cultura y las formas de organización social fueron evolucionan- do y progresando a lo largo del tiempo. Las viejas cabañas y refugios primitivos fueron perfeccionándose y mejorando, al igual que los úti- les de caza y trabajo, los cacharros de cerámica, los elementos que constituían el ajuar doméstico y el mismo lenguaje y las formas de pensamiento. Cultura y Sociedad son, en este sentido, las claves que nos permiten comprender no s610 la adaptacibn del mar humano a la

naturaleza, sino la misma naturaleza de éste, hasta un punto que el hombre, tal como es en la actualidad, sólo puede ser concebido «como producto de su sociedad y de su cultura».

En una amplia perspectiva histórica, como ha señalado Linton, «hace mucho que nuestra especie alcanzó aquel punto en que los gru- pos organizados, y no sus miembros aislados, llegaron a ser las unida- des funcionales en la lucha por la existencia»25. En este sentido es en el que puede decirse que lo social en el hombre forma parte indisolu- ble de su propio proceso de adaptación, o de re-creación histórica como especie, que fue capaz de superar social y culturalmente sus difi- cultades y carencias originarias, e incluso su propia falta de idoneidad inicial para una posible adaptación individual y acultural al medio. Por ello, la «cultura», en el sentido sociológico de la expresión, es para el hombre una especie de .ambiente artificial» creado por él mismo, como si de una segunda naturaleza humana se tratara, añadida a su naturaleza física originaria, que ha ido enriqueciéndose a lo largo de la historia de la humanidad y que es transmitida y enseñada a todo individuo desde su nacimiento a través de diversos y complejos proce- sos de socialización y aprendizaje, hasta ir con£ormándole de acuerdo con el perfil propio de lo humano.

A todo este proceso de «hacerse» el hombre es a lo que se califica como hominización. Los seres humanos, así, llegamos a ser lo que so- mos a través de la sociedad y de la cultura, aprendiendo a moldearnos a nosotros mismos, con el lenguaje, los conocimientos, las costumbres y las formas de comportamiento que se empiezan a imitar y a asimilar desde los primeros meses de vida.

Sin la sociedad y sin la cultura, los hombres no llegaríamos a ser lo que actualmente somos. La experiencia de «los niños salvajes», como la recreada por el director de cine francés Franqois Tmffaut, en su pelí- cula «El niño salvaje», nos ilustran sobre la importancia que lo social tiene en los seres humanos.

En este sentido es en el que puede decirse que el concepto de cultu- ra es inseparable del concepto de sociedad. Una sociedad es un agrega- do organizado de individuos y la cultura es la forma en que se com-

--

25 Ralph Linton: Cirlfuru y prrsonalidad EC.E,, MCxico, 1967, pAg. 27.

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portan, su modo de vida. Tal como veremos con detalle en el capítulo seis, las definiciones clásicas del concepto de cultura, como la de Tylor ( 1832-191 7), por ejemplo, ponían un gran énfasis en resaltar los aspec- tos más vivos y operativos de la cultura, como los «conocimientos», «técnicas», «leyes», «costumbres», «capacidades», etc., mientras que otras definiciones posteriores, desde Malinowski (1884-1942), van a resaltar, junto a lo anterior, los aspectos más generales de la cultura como forma de comportamiento del ser humano. Así Linton se referi- rá al papel de la cultura en «la configuración de la conducta aprendi- da» (en cuanto modelos compartidos y transmitidos) y «a los resulta- dos de conducta»26, o de una manera más expresa, en la linea de lo que aquí apuntamos, el mismo Malinowski señalará que el hombre crea un ambiente artificial y secundario27, mientras Herskovits hablará de la ((cultura como la parte del ambiente hecha por el hombred*. Defini- ción que, como el mismo Herskovits señala, supone implícitamente, el «reconocimiento de que la vida del hombre transcurre en dos escena- rios, el natural y el social, el ambiente natural y el social~29.

A partir de estas consideraciones, resulta perfectamente compren- si ble que en la Sociología actual se haya podido llegar a la conclusión, ampliamente compartida, de que la idea de un ((individuo aislado es una ficción filosófica»30, ya que el ser humano es por propia naturale- za, cn sus orígenes y en su desarrollo, un ser básicamente social, por- que lo social constituye parte de lo que es ser hombre. Sin sociedad el hombre no existiría, no sería concebible.

4. l ,A CAPACIDAD ADAPTATIVA D E LO SOCIAL

Lo social ha desempeñado en el proceso de evolución de la especie humana un papel adaptativo más relevante que en otras especies gru- pales debido a su carácter dinámico y a su mayor complejidad. Entre los propios primates, la capacidad de adaptación a entornos cambian-

26 Ibld., pág. 45. 27 B. Malinowski: Una teoría científica de la cultura. Edhasa, Barcelona 1970, pág. 43.

Melville J. Herskovits: El hombre y sus obras. F.C.E., Mkxico, 1964, pdg. 29. 2y Ibld., pág. 29. 'O Vid., por ejemplo, Ely Chinoy: La Sociedad. EC.E., M6xlc0, 1968, plg, 69.

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tes y a coyunturas poco propicias (cambios climáticos, agotamiento de recursos, etc.) resultó más eficaz entre aquellos grupos que contaban con componentes más elaborados de complejidad semi-cultural (o posibilidades de su desarrollo) y con mayor densidad grupal.

El proceso de afianzamiento del horno sapiens y la desaparición de otros tipos de primates se puede explicar por la concurrencia de un conjunto complejo de factores, entre los que las propias variables sociológicas acabaron resultando fundamentales.

Los datos arqueológicos disponibles permiten identificar en el hilo de evolución de los homínidos bastantes elementos a través de los que se puede delinear la dirección de la propia lógica evolutiva de lo social en su íntima interconexión con el proceso de hominización. Así, entre los homínidos con más capacidad craneal, las necesidades nutriciona- les que venían exigidas por un cerebro mayor y por una duración más dilatada de los períodos de dependencia, asociados a procesos de maduración más largos, influyeron en una mayor necesidad funcional de intensificación de los lazos sociales y de complejización de los modos de comunicación. Las relaciones materno-filiales no sólo se hicieron más largas, sino que devinieron también más sociales, propi- ciando el desarrollo de los lazos de afinidad y apoyo que tendían a pro- longarse durante bastantes años, no sólo en dirección vertical (padres- hijos), sino también horizontal (hermanos, afines, etc.).

Al mismo tiempo, las mayores necesidades de consumo de proteí- nas que vinieron impuestas por un psiquismo superior requirieron de una mayor capacidad grupal. Consecuentemente, los grupos que desa- rrollaron una mayor -y mejor- capacidad para la caza y la obtención de alimentos, mediante una más eficaz coordinación, organización y comunicación, fueron precisamente los que pudieron adaptarse mejor al medio y sobrevivir. También fueron los grupos con más densidad grupa1 los que en mayor grado pudieron instalarse en territorios ópti- mos y defenderlos con más probabilidades de éxito.

Todas estas circunstancias «sociales» coadyuvaron, pues, a optimi- zar las posibilidades de adaptación positiva al medio, operando como una variable «evolutiva» importante. Posiblemente más importante de lo que muchas veces se acierta a entender, incidiendo a través de un complejo proceso de retroalimentaciones evolutivas que implicaban ventajas adaptativas respecto a otras especies menos sociales, o con modos de operar y con dimensiones sociales menos eficaces.

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Los compromisos cruzados establecidos para realizar cuidados mutuos, no sólo respecto a los más jóvenes, sino -recíprocamente- también respecto a los mayores y eventualmente ante los heridos y los lesionados en la práctica de la caza o en la defensa de los territorios, conformaron un embrión básico de contrato social, más o menos implícito, sobre el que algunos grupos de homínidos pudieron ir ampliando su densidad social, de una manera razonablemente «ase- guradora~ para el grupo y para los individuos que lo integraban. La lógica de la evolución posterior demuestra que fueron, precisamente, cstos grupos los que lograron sobrevivir en mejores condiciones y transmitir el testigo de la evolución.

De esta manera, las primitivas comunidades cazadoras-recolecto- ras que lograron superar mejor el reto de la adaptación al medio, lo logr~tron en virtud de un conjunto complejo de factores que lo hicieron posible, entre los cuales lo social fue una variable fundamental que potenció otras muchas: por ejemplo, la capacidad para instalarse en los mejores territorios, la posibilidad de hacer frente a retos (y lograr objetivos) más complejos, la oportunidad de establecer más intercam- bios (también genéticos), el apoyo intergrupal mutuo, las probabilida- des de superar demográficamente la incidencia de catástrofes, ham- brunas o enfermedades y epidemias. Todo esto permitió a los grupos mayores y mejor organizados situarse en posición de ventaja compa- rativa respecto a los que eran más pequeños y tenían interiorizados menos componentes societarios. Por eso, sobrevivieron mejor los gru- pos del primer tipo.

A su vez, entre el conjunto de los homínidos que contaban de par- tida con unos componentes socio-comunitarios similares, los grupos que al final acabaron imponiendo su primacía adaptativa fueron los que demostraron mayor capacidad de evolución social y de compleji- zación de sus sistemas de interacción y comunicación. Actualmente, sabemos que muchos primates se nuclean grupalmente y que diversas especies de homínidos desarrollaron capacidades técnicas y grupales en grado notable. Pero, no superaron los umbrales de cierto grado de densidad social. Por ello hay que pensar que el mayor éxito en la capa- cidad adaptativa no ha estribado sólo una cuestión de un psiquismo superior y de una cierta orientación grupa1 (por capacidad y por nece- sidad), sino que se relaciona más específicamente con las mayores capacidades de adaptabilidad, de desarrollo cultural evolutivo y de

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complejización organizativa y comunicacional en entornos sociales más amplios.

Muy posiblemente, una de las razones que explica la extinción de algunas especies de homínidos biológicamente bastante evoluciona- dos, e incluso culturalmente desarrollados, como los neardentales -en paralelo al mayor éxito adaptativo de los horno sapiens- fue precisa- mente la «razón social». Los grupos pequeños, tipo clan familiar, no sólo tienen una menor capacidad operativa para defender un territo- rio y hacer frente a muchos de los retos de la supervivencia en condi- ciones «difíciles», sino que, si no se insertan e interactúan en conjun- tos sociales más amplios y complejos, se pueden acabar viendo abocados a la autolimitación, al estancamiento e, incluso, a la regre- sión biológica y societaria. Los grupos más pequeños y más cerrados sobre sí mismos no necesitan complejizar sus sistemas de comunica- ción y sus pautas de interacción en el mismo grado que los más amplios, como ocurre entre un grupo pequeño de personas muy afi- nes, que prácticamente se pueden entender sin necesidad de hablar, o al menos, de hablar mucho. Igualmente, los grupos poco móviles y poco abiertos tienen menos capacidad para conocer, y eventualmente «copiar» e «imitar», otras técnicas, otros procedimientos y otros cono- cimientos. Y, por supuesto, los grupos más cerrados tampoco tienen posibilidades de enriquecerse genéticamente, siendo más vulnerables a los problemas de la degeneración endogámica, las enfermedades y epidemias y la incidencia de otras eventuales variables negativas.

En cambio, los grupos más móviles, más abiertos, más numerosos y más complejos acaban haciéndose más fuertes y más capaces para hacer frente a diversas contingencias. El dicho popular «la unión hace la fuerzas traduce, en un sentido muy básico y general, este compo- nente adaptativo. Tal variable societaria no debe entenderse sólo en términos de capacidad para ocupar los mejores territorios y poder defenderlos más eficazmente, sino también en términos de una mayor capacidad enriquecedora de intercambios (genéticos, culturales, per- sonales). Y esto también implica una mayor capacidad evolutiva para continuar complejizando y perfeccionando las estructuras societarias. Es decir, permite una mayor capacidad de evolucionar.

En sociedades más amplias y complejas son necesarios, a su vez, sistemas de comunicación mutua más precisos, al tiempo que el per- feccionamiento de estos sistemas posibilita el propio desarrollo de

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sociedades más complejas, más ricas en posibilidades de intercambio y más preparadas para instalarse en territorios más amplios. Igual ocurre con la especialización de funciones y tareas que permiten evo- lucionar hacia sociedades más desarrolladas, que, a su vez, sólo son posibles a partir de cierto grado de densificación social. En definitiva, se trata de muchos procesos sociales interconectados que han permi- tido que algunas sociedades y grupos fueran organizándose mejor y a mayor escala, disponiendo de unos componentes culturales cada vez más ricos y más adecuados para alcanzar una mayor capacidad adap- tativa a los diferentes entornos.

En definitiva, mientras algunos grupos de homínidos evoluciona- dos fueron capaces de dar el paso desde las formas de organización tipo clan a instancias societarias más complejas (tipo tribu, aldea, etc.), insertas incluso en contextos culturales más abiertos a la inte- racción y el intercambio, en cambio otros grupos permanecieron enclaustrados en pautas societarias más cerradas y acotadas y, por lo tanto, limitadas al marco de culturas que no pudieron enriquecerse y evolucionar al mismo nivel y con el mismo grado de complejidad que las anteriores. Al final, ante circunstancias más difíciles y com- plejas -como ocurrió durante los ciclos de cambios climáticos- unos grupos acabaron desapareciendo y otros tuvieron éxito en su adaptación y siguieron evolucionando. Quizás, el famoso misterio de la desaparición de los neardentales, que tanto intriga a los antropó- logos, se debió en realidad a razones tan sencillas como las propias variables sociales. En última instancia no importó que los nearden- tales pudieran ser físicamente más fuertes y robustos y que previa- mente hubieran sido capaces de adaptarse con bastante eficacia a entornos complejos. Al final se impuso el más débil y grácil horno sapiens (incluso los genetistas sitúan su origen en las emigraciones africanas de los bosquimanos), logrando sobrevivir, entre otras cosas, porque tenía más y mejor sociedad; y esto lo logró en un pro- ceso largo y complejo que muestra la relevancia -también adaptati- va- de lo social y la necesidad de considerar las variables sociológi- cas en todo su valor.

Este valor adaptativo de lo social (de los distintos tipos de lo social) también debiera valorarse en sociedades como las actuales, en las que una eventual crisis de los lazos sociales, o una deriva ina- decuada de las formas de organización social, podrta acabar produ-

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ciendo efectos «desadaptativos» de signo negativo, con resultados contrarios a lo que aquí hemos destacado. Por eso, hay que entender en toda su complejidad la importancia de lo social, siendo conscien- tes de que nuestras posibilidades futuras como especie dependen, entre otras muchas cosas, de nuestra capacidad para cuidar con esmero y cariño nuestro nicho vital primario, nuestro entorno situa- cional: la sociedad. Por eso, en coyunturas como las que se están viviendo en los inicios del siglo XXI, en las que se manifiestan varias tendencias de crisis societarias y riesgos de fracturas sociales, no estaría de más que se tuviera una mayor sensibilidad ante estas cues- tiones, en paralelo a la preocupación por los problemas medio- ambientales. La sociedad también es una parte muy importante de nuestro «ambiente», de la misma manera que los seres humanos también somos «naturaleza». De ahí la pertinencia de que la sensi- bilización «ecologistan sea completada por una sensibilidad, que si se me perdona la palabreja, bien podíamos calificar -en su mutua conexión- como sensibilidad «sociologista» .

En las páginas anteriores hemos analizado la forma en que lo social ha constituido uno de los medios fundamentales, a través del cual el hombre ha podido adaptarse a la naturaleza y llegar a ser lo que actualmente es. En la historia de la evolución, pues, el desarrollo humano supone la introducción de un cierto principio de auto-regula- ción y de producción autónoma de «ambientes artificiales» que han permitido una mejor adaptación al medio.

La comprensión de este proceso adaptativo tiene que completarse con una indagación paralela sobre el otro polo del binomio al que aquí nos estamos refiriendo: el individuo humano. Así, dentro de una pers- pectiva general en la que se parte de considerar lo social como el con- texto en que se hace posible lo humano, la lógica de nuestra reflexión nos conduce inmediatamente a plantear hasta qué punto lo social, en la medida que es una condición compartida con otros seres vivos, pue- de considerarse como una condición suficiente para explicar dicho desarrollo humano.

En la naturaleza tenemos el ejemplo de muchas otras especies so- ciales, algunas de ellas con formas de organización colectiva extraordi-

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nariamente cohesionadas, como es el caso de los termiteros, los hormigueros, los enjambres, etc.

Por ello, en la medida que los hombres compartimos nuestra con- dición de seres sociales con otras especies vivas, la naturaleza de lo hu- mano debe ser entendida como algo que se completa con otras cuali- dades añadidas que permiten dar más cumplida explicación del complejo proceso de hominización. Así la capacidad de lenguaje, la mayor inteligencia'e idoneidad humana para el aprendizaje, la capa- cidad de inhibición de los impulsos, la cualidad del trabajo humano como actividad creativa y productiva, las capacidades artísticas, el sentido de la libertad, etc., son algunas de las múltiples maneras con las que se puede ofrecer una imagen más global de la totalidad de las cual idades humanas.

Todo esto da lugar a que la cultura y la sociedad humana presenten unas características diferentes a las de otras especies. El termitero, el hormiguero o el enjambre constituyen formas de organización social que no evolucionan, en las que, como veremos en el capítulo siete, no hay margen para la iniciativa individual, en las que los distintos tipos de hormigas, o termitas, poseen unas condiciones fisiológicas adecua- das para la realización mecánica, instintiva y automática de sus fun- ciones; las termitas guerreras poseen fuertes tenazas con las que cor- tar y atacar, las obreras tienen órganos adaptados a sus tareas, mientras que las reproductoras se limitan a procrear.

Lo que diferencia sustancialmente al hombre, entre otras cosas, es su libertad, su disposición voluntaria para cooperar y actuar solidaria y altruistamente con sus semejantes, y su capacidad de realización de trabajos creativos e inteligentes mediante una serie de herramientas y útiles que ha ido perfeccionando progresivamente a lo largo del tiempo.

Por todo ello no son las sociedades de insectos las que mejor nos pueden servir para entender y diferenciar las características sociales y culturales propias de los humanos. Dos ejemplos nos pueden permitir comprender mejor nuestra realidad presente. Por una parte, las actua- les sociedades o ((tropas de primates» y, por otra, las características de algunas sociedades humanas muy primitivas.

Los estudios sobre las sociedades de primates (macacos, babuinos, gorilas, etc.) realizados durante los últimos afioi, noi han permitido

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conocer, como veremos más adelante, que en estas sociedades existen determinadas formas de proto-culturas muy elementales que orientan los comportamientos grupales, determinan quién ejerce el liderazgo y cómo, y de qué manera se enfrentan a los peligros exteriores, cómo se regulan las relaciones sexuales y los lazos materno-filiales, cómo se producen y se transmiten al grupo las innovaciones y los «descubri- mientos~ sobre nuevas formas de comportarse y obtener alimentos, etc. Especial interés tienen en este sentido los descubrimientos sobre los sistemas de comunicación entre los primates y sobre la utilización y preparación de ciertos utensilios hechos con palos y con ramas de arboles, piedras, etc., para cazar, escarbar, apalancar, obtener aguas de las oquedades (con una especie de esponjas de hierbas masticadas), ahuyentar enemigos, etcétera.

Si, a su vez, observamos el comportamiento social de algunas de las comunidades más primitivas que han llegado a nuestro tiempo, como por ejemplo las tribus cazadoras y recolectoras de los iKung, podre- mos entender las características de una sociedad humana muy ele- mental. Los iKung viven en grupos nómadas muy reducidos que reco- rren un territorio limitado, cazando y recolectando frutas y tubérculos con los que subsistir. Llevan todo su ajuar a la espalda, emplean útiles muy rudimentarios y se comunican con un lenguaje elemental forma- do por sonidos difíciles de transcribir o representar.

Entre estos dos tipos de sociedades y las nuestras se pueden adivi- nar ciertas líneas de continuidad. Imaginémonos, entonces, cómo pudieron ser las sociedades de los Austvalopithecus, mucho más evo- lucionados que los primates ahora conocidos, y que vivieron hace millones de años, o cómo fueron las sociedades de los homo habilis que vivieron hace dos millones y medio de años y que han dejado el rastro de diferentes útiles de piedra que revelan el desarrollo de sus capacidades «hacedoras», a los que deben precisamente su calificati- vo como horno habilis, es decir hombres habilidosos en el hacer. 0, en euma, habría que preguntarse también cuáles fueron las formas de organización social del homo erectus, surgido hace dos millones de afíos, y del que se han encontrado hachas de piedra de hace 400.000 aAos, cuya «fabricación» requeria más de cincuenta acciones o golpes precisos; o las de los hombres de Neardenthal surgidos hace doscien- tos mil arios y cuyo rastro se perdió hace unos treinta y tres mil años, o las de los primeros homo sapiens, nuestros antepasados directos, que

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vivieron hace más de ciento cincuenta mil años y que fueron capaces de resistir y sobrevivir a la gran glaciación que cubrió la tierra de hie- lo hace 25.000 años, y que desarrollaron el arte rupestre primitivo recogido en las paredes de las cuevas y refugios, desde hace 24.000 ó 20.000 años, en el apogeo del período glaciar (cuevas de Roffigñac, de Pech-Merle, etc.), hasta las pinturas de Altamira o Font-de-Gaume de hace 12.000 ó 13.000 años, que representan la culminación del arte rupestre en coincidencia con el final de la gran glaciación, o las bellas estatuillas de venus de la fertilidad, datadas en períodos que van de los 23.000 a los 28.000 años.

Si contemplamos todo este pasado en una amplia perspectiva, no podemos menos que sentir cierto vértigo ante tantos millones de años de evolución, de los que nosotros somos los más directos herederos. Y, a la vez, junto a este vértigo, causado por el tiempo, podemos entender mejor cómo las sociedades humanas han podido ir evolucionando poco a poco a lo largo de los años, acumulando conocimientos y expe- riencias prácticas, dando respuestas a los retos de la adaptación al medio, sintiendo el estimulo de las nuevas dificultades, haciendo fien- tc a los cambios climáticos, a las glaciaciones, a las carencias de caza, U las agresiones y la competencia de otros grupos por los mejores territorios.. . Así hasta llegar a las complejas y sofisticadas sociedades de nuestros días, en las que los hombres nos hemos entronizado como nuevos amos y señores de la Naturaleza, a veces sin la suficiente humildad como para respetarla lo suficiente y saber preservar sus equilibrios ecológicos.

El hombre se ha ido fraguando, pues, a lo largo de cientos de miles de años en un esfuerzo permanente por dar una respuesta grupa1 al reto de la adaptación al medio. En este largo proceso, el hombre ha hecho de la sociedad su verdadero «nicho ecológico)), y se ha hecho a si mismo con su sociedad.

Sin embargo, como antes decíamos, lo social, entendido inespecí- ficamente, no basta para definir al hombre. El hombre es un ser social que tiene también otras cualidades importantes. Una de estas cualida- des es su capacidad creativa, su capacidad hacedora, que ha dado lugar a que en ocasiones a nuestra especie de horno sapiens se le haya calificado también como horno fabev, es decir, no s610 como un «hom- bre inteligente)), sino también como un hombre uhacedor~, como un ser que fabrica, que hace instrumentos.

En la naturaleza hay otros seres vivos que también «hacen» construcciones y «fabrican» cosas. Las aves y otros muchos animales hacen sus nidos y sus nichos, los castores construyen presas con las que retienen y canalizan el agua, las abejas hacen sus panales y las ter- mitas realizan «edificaciones», a veces de considerable altura, con diferentes tipos de estancias, corredores, mecanismos de seguridad, e incluso sofisticados sistemas de aireación y «acondicionamiento» del aire y la temperatura. A su vez, ya hemos visto cómo los monos utili- zan y acondicionan palos, piedras y otros objetos a modo de elemen- tales herramientas para realizar determinadas tareas.

Sin embargo, la clase de herramientas que utiliza el hombre y los trabajos y tareas que realiza son de tipo muy distinto. Lo que diferen- cia al hombre de otros seres vivos es que puede efectuar trabajos y tareas mucho más complejas, sofisticadas y progresivamente perfec- cionadas. El ser humano tiene para esto dos capacidades específicas: un cerebro que le permite una actuación mucho más inteligente, ima- ginativa y creativa y una mano mucho más idónea que la de los monos para manipular y fabricar instrumentos y realizar con ellos, a su vez, tareas mucho más diversificadas. La potente garra de un animal depredador, o las extremidades especializadas de algunas termitas, comparadas con la débil y delicada mano humana, pueden parecer a primera vista instrumentos menos adecuados para una adaptación efi- caz al medio natural.

No obstante, aunque la mano humana es inadecuada para otros menesteres, presenta algunas características que hacen de ella un medio manipulador muy hábil. La oposición frontal del dedo pulgar permite agarrar, coger y manejar mejor diversos tipos de objetos, al tiempo que su fino tacto hace posible realizar tareas mucho más pre- cisas. Por eso se ha podido decir que en la conjunción de la mano y el cerebro humano están las claves de nuestra evolución como espe- cie. El cerebro humano copia de la naturaleza, o inventa e imagina, los útiles más adecuados para hacer frente a las distintas tareas y necesidades de la adaptación al medio; la mano «hace» estos útiles y los emplea de la manera más pertinente. De esta forma, a partir de iina circunstancia aparentemente trivial, como es la oposición del dedo pulgar de la mano, nuestros antepasados adquirieron y desa- rrollaron unas capacidades adaptativas superiores, cuya importancia queda reflejada en el mismo hecho de que el cerebro humano, como

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ha podido comprobarse, ocupa una parte importante de su superficie en el control psicomotor de las funciones de la mano31. Todo esto es lo que ha permitido hablar a algunos estudiosos de una auténtica cultu- ra de la rnan03~.

Así pues, en la dilatada perspectiva de evolución de las especies y cn el desarrollo del proceso de evolución, se ha dicho, con razón, que ((el paso decisivo de la animalidad al hombre, el «salto», es el momen- to preciso, en que el primer ser parahumano ... coge dos guijarros para cntrechocarlos el uno contra el otro, con el fin de romper uno y hacer- lo más afilado o más cortante, provocando así un ángulo nuevo, vivo y cortanted3. Así, a través de unos actos geniales, se empezaron a supe- rar, hace muchísimos años, las insuficientes dotaciones naturales (fal- ta de incisivos cortantes, constitución física menos fuerte, etc.), y las débiles manos humanas fueron complementadas con utensilios crea- dos artificialmente, naciendo las hewamientas.

Pero lo importante en los seres humanos es que la «invención» de útiles y herramientas realizados de esta manera no es un acto indi- vidual, sino una tarea social, de grupo. Las herramientas se hacen y se utilizan en grupo, y las técnicas para realizarlas, perfeccionarlas y emplearlas son depositadas en el acervo común de las socieda- des humanas, a través de la cultura. Así, a lo largo de generaciones y generaciones, fueron inventándose y mejorándose diferentes úti- les y transmitiéndose técnicas y habilidades cada vez más perfec- cionadas para cazar, para conservar y condimentar los alimentos, para curtir pieles, para realizar cabañas y viviendas, para hacer va- sljas y recipientes, para utilizar la madera y otros recursos natura- les, etc.

De esta manera, los dos elementos básicos que hicieron posible la evolución de los hombres, la mano y el cevebvo, se completaron con los dos medios a través de los que las herramientas y el trabajo humano se perfeccionan y se transmiten a lo largo del tiempo: la cul-

La otra parte más importante es la que tiene que ver con la boca-lengua y las fun- ciones de fonación asociadas al habla.

12 Jos6 Caos: Dos exclusivas del hombre. LA mano y el tiempo. F,C.E., Mbxico, 1945, pdg. 29.

3"0uis-RenI5 Nougier: En los orígenes del trabajo. GriJalbo, Barcolana, 1979, p6g. 10.

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tura, como depósito común de conocimientos, y la sociedad, como ámbito para la realización global de las tareas y las labores grupales del hombre hacedor, del homo faber. Por todo ello, la mano y el cere- bro, junto a la cultura y la sociedad, pueden ser considerados como los cuatro pináculos sobre los que ha sido posible la evolución humana.

Nuestra especie es una especie «hacedora» porque ha necesitado modificar su forma de estar en el medio, porque el medio le era hostil, o le presentaba dificultades de adaptación: su fina piel le hacia sentir frío y, por tanto, necesitaba cabañas y refugios y precisaba hacerse ves- tidos con las pieles de otros animales; con sus simples manos no podía cazar a otros animales más fuertes y veloces y, por tanto, necesitaba instrumentos de caza y una coordinación de esfuerzos con sus congé- neres ... Así, pues, mediante la capacidad grupa1 de trabajo y de acción, los hombres han logrado alterar poco a poco la relación originaria con la naturaleza, y mediante todo un conjunto de utensilios y técnicas de trabajo, de construcción y de fabricación de útiles y medios de vida, ha ido controlando la naturaleza, readaptándola a la medida de sus nece- sidades.

En esta dinámica de adaptación a la naturaleza el hombre ha ido progresando y se ha ido «remodelando» a sí mismo, como especie so- cial, en un largo proceso evolutivo de desarrollo cultural, que ha sido básicamente un proceso creativo, un resultado de la capacidad expresi- va de la libertad humana.

Esta concepción sobre el proceso evolutivo del hombre, a través de sus capacidades sociales y «hacedoras» ha sido desarrollada, entre otros autores, por Carlos Marx en su teoría sobre la productividad -del hombre como «ser de praxis»-, es decir, como ser dotado para iin trabajo inteligente, libre y creativo. Teoría sin la cual, como he tenido ocasión de demostrar en otro lugar, es muy difícil que cobren coherencia otros aspectos fundamentales de la teoría marxista, como ocurre con la misma teoría de la alienación en el trabajo34.

Pero las cualidades y rasgos constitutivos de lo humano, no han sido vistos solamente en esta perspectiva. Algunos psicólogos sociales

j 4 J O Y ~ FI5lix Texanox: Alienucidn, diulJctica y libertad. Fcrnundo Torres. Valencia, 1977.

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han añadido sus propios matices a la interpretación del lenguaje ver- bal, como forma específicamente humana de comunicación, situán- dolo en el contexto más general de las necesidades derivadas de pro- cesos tan largos de socialización y cuidado de los hijos como son necesarios entre los hombres, como consecuencia de lo más dilatado del proceso de dependencia e inmadurez psico-motora de los niños. En este sentido, George Herbert Mead ha subrayado cómo, de mane- ra paralela a la complejidad del proceso de maduración del sistema nervioso humano, se ha producido una paralela complejidad del siste- ma social. «La posibilidad de llevar esa complicación al grado en que ha aparecido en el animal humano y en la correspondiente sociedad humana, se encuentra -dirá- en el desarrollo de la comunicación en la conducta de las personas~35. Lo que le llevará a la conclusión de que en «el hombre, la diferenciación funcional proporcionada por el len- guaje presenta un principio de organización que produce no sólo un tipo enteramente distinto de individuo, sino también una sociedad diferente~36.

Sin embargo, el tema que aquí nos ocupa no es el de profundizar en las distintas explicaciones y teorías sobre la condición humana, sino aclarar cuáles son las dimensiones específicas de lo social en la conformación de esta particular condición. Ámbito este que reviste una especial relevancia, en la medida, como ya hemos subrayado, que lo social es una condición común a bastantes seres vivos, y que la ten- dencia a la agrupación puede considerarse, incluso, como una cierta característica general de la vida.

La experiencia demuestra que apenas existen casos en los que un ser vivo esté completamente solo. «No existe organismo alguno de ninguna especie -dirá Mead- cuya naturaleza o constitución sea tal que pueda permitirse existir o mantenerse en completo aisla- miento de todos los demás organismos vivos, o tal que ciertas rela- ciones con otros organismos vivos de su especie o de cualquier otra -relaciones que en un sentido estricto son sociales- no desempe- Aen un papel necesario e indispensable en su vida. Todos los orga- nismos vivos están ligados en su medio o situación social general, en

35 George Herbert Mead: Espfritu, persona, sociedad. Paidbw, Bucnor Alrrri, s.f., pAg. 262. 36 Ibld., phg. 264.

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un complejo de interacciones sociales del cual depende su existencia continuadaP.

Los estudios etológicos han demostrado que incluso en aquellas es- pecies consideradas menos gregarias existen significativos lazos de in- terdependencia y formas de relaciones grupales, que se combinan con diferentes niveles de autonomía, perfilando en su conjunto una cierta escala, con diferentes manifestaciones y grados de lo social.

En este contexto general la cuestión está en determinar si existe una forma específicamente humana de lo social, y si esta forma puede considerarse como un grado más dentro de una escala general común, o más bien si este continuo de situaciones sociales, junto a la propia complejización y perfeccionamiento de las formas sociales y el mismo desarrollo de la capacidad humana autorreguladora, ha acabado dan- do lugar a fenómenos sociales de naturaleza completamente distinta a aquellos en los que como «punto de partida», los antepasados de los hombres, hace millones de años, tomaron en sus manos el «testigo» de la propia lógica de la evolución natural.

En una perspectiva muy general, podemos decir que la conforma- ción social de los hombres ha acabado influyendo en su propia evolu- ción como especie y que lo social se ha convertido en un requisito bási- co para su misma supervivencia como especie social. Lo social ha pasado a ser parte de la propia naturaleza humana, hasta el punto de que, como venimos subrayando, fuera de la sociedad el hombre resul- ta prácticamente inviable. Y en el propio proceso evolutivo, a través del que la sociedad se convierte en una necesidad radical para el hom- bre, se puso en marcha, a su vez, un mecanismo fundamental de orien- tación del cambio biológico y mental.

La consideración sobre la manera en que los procesos sociales se relacionan e influyen en los procesos biológicos en la propia evolución de nuestra especie, constituye, pues, uno de los temas de debate que probablemente más van a continuar animando la discusión sociológi- ca en nuestro tiempo.

En este sentido, la argumentación general de Wilson, a la que ya nos hemos referido, cubre un periplo que va desde la explicación gené-

37 Ibld., p4g. 250.

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tica de la orientación social, determinada por la propia identificación genética que se produce con el parentesco, hasta la consideración de la manera en que se opera un efecto multiplicador «en un cambio evo- lutivo en el comportamiento, cuando éste se incorpora a los mecanis- mos de organización socialn38, llegando a plantear la misma manera en que, en la evolución social, llega a producirse una creciente inter- nalización de los controles. «En los inicios de la evolución de los homí- nidos -dirá Wilson-, las fuerzas motrices fueron presiones ambien- tales externas que no diferían de las que habían guiado la evolución social de otras especies animales. Por el momento parece razonable suponer que los homínidos sufrieron dos variaciones adaptativas en sucesión: la primera, la vida en campo abierto y el consumo de semi- llas, y la segunda, después de haberse preadaptado, por los cambios anatómicos y mentales asociados con el consumo de semillas, la cap- tiira de grandes mamíferos. La caza mayor indujo un mayor aumento de mentalidad y organización social, que llevó a los homínidos a tra- ves del umbral hacia la fase evolutiva autocatálica y más próxima a la iniei.nalización. Esta segunda etapa es en la que emergieron las cuali- dades humanas más distintivas. Al considerar esta distinción, sin embargo, no desearla dar a entender que la evolución social llegara a independizarse del ambiente. Las estrictas leyes de la demografía aún campeaban en la dispersión de las poblaciones de homínidos y los avances culturales más espectaculares fueron impulsados por la inven- ción de nuevas formas de controlar el ambiente. Lo que sucedió fue -concluirá Wilson- que el cambio mental y social llegó a depender más de la reorganización interna y menos de las respuestas directas a las características del ambiente circundante. La evolución social, en resumen, había adquirido su propio motord9.

Sin embargo, la realidad es que el debate sobre la manera en que se ha producido la evolución social, en esta dilatada perspectiva tem- poral, y sobre la forma en que ha influido en nuestra conformación como especie, es un debate en el que se carece aún de suficientes fuen- tes de información precisa. En el proceso de evolución social -al igual que ocurre con la evolución biológica- existen todavía muchas

lagunas informativas, que, aun así, no nos impiden comprender que estamos ante procesos sumamente complejos y dilatados en el tiem- po. Estos procesos deben ser vistos no sólo en lo que tienen de logro de una respuesta eficaz al reto de la adaptación, sino también como una forma de reorientación de la propia lógica de lo natural origina- rio hasta la práctica recreación de una especie nueva, como resultado de un doble proceso de adaptación: de la especie al medio, a través de los sistemas sociales, y del individuo a la sociedad, por medio de la «cultura».

En un contexto, pues, de cierta complejización de las fronteras entre los distintos tipos de conductas sociales, la cultura -y más específicamente el aspecto social de las culturas humanas- aparece como el verdadero elemento explicativo del carácter social humano, de forma que, como venimos repitiendo, el hombre sólo puede ser entendido como fruto de un tipo de cultura desarrollada a partir de la evolución de formas sociales específicas como aquellas a las que aquí nos hemos referido.

En el hombre, así, lo social adquiere una dimensión bastante espe- cial, en la medida en que no es posible concebir al hombre sin su socie- dad. Se ha dicho, con razón, que otros seres vivos sacados de su medio pueden conservar las principales características de su especie. Sin em- bargo en el hombre esto no resulta posible. El hombre fuera de su sociedad, sin ser socializado en los patrones de su cultura, deviene no sólo un ser totalmente indefenso, y desde luego «inviable» durante los primeros años de su vida, sino que resultaría también un ser total- mente diferente a lo que hoy entendemos por hombre40.

En definitiva, puede decirse que la cultura es la que ha conforma- do y conforma la personalidad humana, y la que ha permitido su supervivencia y desarrollo, en cuanto mecanismo útil de adaptación al medio; por lo que la profundización en el estudio de lo social ha de completarse con un tratamiento específico del tema de la cultura. Cuestión de la que nos ocuparemos en el capítulo seis.

38 E. O. Wilson: Sociobiologtu, op. cit., págs. 1 1 y SS. y 600. 3' Ibld., pag. 592. Sobre este argumento volvera Wilxon mAi trrdc en au libro Prome-

thcun /?re. Rr/icction.s on tltr Origin o/'Mind. Harvard Unlvernlty Prorr, Crmhrldgc, M . , 1983.

40 Las experiencias dc los niAos abandonados y criados cn medios salvajes junto a ot1.o~ animales han sido recogidas en diversos rclutos litcrurios, asl como en otras diversas h~entcs de documentacidn cientlfica. La ya citada pcllciila .El niAo siilva~e» de Tniffaiit, por r)etnplo, relata muy cxpresivamcntc un cuao tlplco de expcrienciu iurdlíi dc socializacihn.

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72 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA HOMBRE Y SOCIEDAD 73

1) ¿Que ocurriría si un ser humano fuera criado fuera de la sacie- dad?, Analizar algunos casos y ejemplos concretos.

2) ¿Qué son más frecuentes en la naturaleza viviente, las tenden- cias hacia la agregación o hacia la individualización y el aisla- miento?

3) ¿Cómo y por qué surgieron las agrupaciones sociales en la historia de la evolución de las especies? ¿Qué funciones cum- plen? ¿Qué ventajas tienen?

4) ¿Qué papel ha desempeñado lo social en el desarrollo humano?

5) Explicar en qué consiste la ~co-evolución» biológica y cultural.

6) ¿Qué explicación dan los sociobiólogos sobre los fenómenos sociales? ¿Quién es el principal mentor de la Sociobiología? ¿Cuál es su explicación sobre el fenómeno del altruismo?

7) ¿Cómo ha influido lo social-cultural en la propia evolución biológica del hombre? Poner algunos ejemplos.

8) Profundizar en el significado y alcance de la definición aristo- télica del hombre como Kzoon politikónn.

9) Hacer un esquema de la dinámica -y pasos- que ha seguido la evolución humana, situándola temporalmente.

10) ¿En qué ámbito general nos ayudó Danvin a situar las teorías sobre el hombre?

11) ¿Qué se entiende por ~hominización»?

12) ¿Podrían los hombres conservar las principales características de su especie fuera de la sociedad? ¿Por qué?

13) ¿En qué sentido se dice que lo social ha cumplido un papel adaptativo en los procesos de evolución?

14) ¿Qué ventajas adaptativas tienen los grupos más grandes y más complejos?

16) ¿Por qué se habla de la especie humana como «horno faber))?

17) Reflexionar sobre el carácter paradójico que supone que unos seres más débiles que otros, y aparentemente con menos dota- ciones naturales, hayan podido mejorar su capacidad de adap- tación a la naturaleza, empleando medios de abrigo, instru- mentos de defensa y ataque y un número creciente de útiles de todo tipo.

18) Si lo social es tan importante para el hombre, ¿por qué no han tenido lugar reflexiones sistemáticas sobre lo social hasta tiempos tan recientes?

19) Definir con palabras sencillas qué es lo social y qué papel tie- ne -y ha tenido- para los seres humanos y su evolución.

15) ¿Cuáles son los principales rasgos caracteristicos de lo hu- mano?

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Como hemos visto en el capítulo anterior, lo social es una dimen- sión tan fundamental del hombre, que no es posible concebir al hombre sin su sociedad. Muchos seres vivos, sacados de su medio, pueden conservar las principales características de su especie. Sin embargo, en el hombre esto no resulta posible. El hombre fuera de la sociedad, sin ser socializado en los patrones de su cultura, devie- ne no sólo un ser indefenso -e incluso «inviable» durante el pri- mer período de su vida-, sino que resultaría también un ser total- mente diferente a lo que hoy entendemos por hombre.

Ésa es la condición humana, nuestro carácter de seres sociales. Pero ..., si lo social es tan importante, ¿por qué no ha existido has- ta tiempos tan recientes una rama del conocimiento que se ocupa- ia de su estudio? ¿Por qué la Sociología no apareció hasta bien avan- zado el siglo XIX? ¿Cómo surgió la Sociología? ¿Que condiciones históricas, intelectuales y sociales la hicieron posible?

1 . EL CONTEXTO SOCIAL D E LA SOCIOLOGIA

Después del florecimiento de la cultura griega y de las reflexio- nes de Aristóteles sobre la naturaleza social del hombre, la verdad cs que la reflexión sobre el carácter esencial de lo social práctica- mente se perdió a lo largo de siglos.

Durante un extenso período de tiempo, que llega hasta el siglo xviir, los hombres vivieron en comunidades bastante estables. Na- ctan, vivían, trabajaban, se casaban y morian como sus padres, sus abuelos, sus bisabuelos ..., sometidos a los mismos poderes, influi- dos por las mismas costumbres y bajo la dependencia de las mis- mas creencias. Todo era igual generaci6n tras generación. Los hom-

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7 8 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

bres no se desplazaban de los lugares donde nacían, se encontra- ban sometidos a un horizonte espacial limitado y a unos ritmos de vida determinados por la lógica más biológica e inmediata de la «naturaleza». La cosecha, las lluvias, la recolección, los avatares básicos de la existencia ... Nada se cuestionaba, nada se alteraba. Hasta el poder político se veía como un hecho natural, hereditario, incuestionado y sancionado por el poder divino que encarnaba la Iglesia.

Sin embargo, todo este mundo estático, natural y sometido en el orbe occidental a los poderes de la Iglesia y la Corona, empezó a resquebrajarse en el siglo XVIII bajo el impulso de impresionantes procesos de cambio que abrieron el camino a una ciencia específi- ca de la sociedad.

El siglo XVIII marcó el desarrollo de una serie de cambios de todo orden, que dieron lugar al inicio de una nueva era histórica. En esta &poca aparecieron nuevas ideologías y enfoques políticos, surgió la ciencia moderna, y bajo su influencia se desarrollaron un conjun- to de disciplinas sociales, entre las que se encontraba la Sociología. Pei-o jcómo se produjeron todos estos cambios?, jcuáles fueron los I'actores sociales e intelectuales que hicieron posible el desarrollo de la Sociología en esta nueva era histórica?

Los primeros signos que alentaron el nacimiento de una nue- va época vinieron de la mano de los cambios de las ideas, de la apertura de las mentes a nuevas posibilidades y concepciones sobre el hombre, la naturaleza y el Estado. Fueron los tiempos del Rena- cimiento, de la Ilustración y el inicio de una nueva forma de pen- samiento científico.

La apertura de la mente humana a nuevas ideas fue acompaña- da de importantes cambios políticos. Con Maquiavelo y el surgimiento del Estado Moderno apareció una nueva manera de entender la Polí- tica como un arte, como un conocimiento autónomo de la moral, hasta entonces dictada por la Iglesia Católica. No como un saber amoral o inmoral, sino como un saber específico, autónomo. La revo- lución liberal, que fue desarrollándose de manera paulatina en Ingla- terra, y la Revolución Francesa, que conmocionó la conciencia de millares de seres humanos, hicieron posible que el siglo xix se ini- ciara bajo el signo de una nueva era: la era de la razón, de los dere- chos humanos y del pensamiento científico y mecular,

A los cambios en las ideas y los cambios políticos sucedieron los cambios económicos. La Economía surgió como ciencia empeñada cn demostrar que mediante una serie de conocimientos, unas nue- vas formas de organización y la aplicación de nuevas técnicas de trabajo era posible obtener de la naturaleza más bienes que los sim- ples frutos de la tierra, o las manufacturas tradicionales artesana- Ics. Los conceptos de capital y de salario transformaron de mane- ra sustancial las relaciones de producción.

La Revolución Industrial condujo, de esta manera, al inicio de iin nuevo ciclo histórico, que a la par que puso en marcha enormes recursos productivos, dio lugar a una transformación radical del orden social.

Millones de personas se fueron trasladando desde el campo has- ta los núcleos urbanos, en donde las nuevas fábricas crecieron, impregnando todo un nuevo clima social. En pocos años millones de seres humanos cambiaron de lugar de residencia, de forma de trabajo, de estilos de vida, de costumbres y de ideas.

Los nuevos obreros industriales se hacinaron en los barrios pro- Ictarios, en unas condiciones penosas de vida y de salubridad. Con unas jornadas de trabajo de más de 12 horas diarias, con una grave explotación de mujeres y niños y con una nula atención a las con- diciones de higiene y seguridad en el trabajo. En poco tiempo la lla- mada «cuestión social» se convirtió en un foco de atención priori- tario de todo el pensamiento social, desde los teóricos socialistas, hasta Papas como León XIII, que en su encíclica «Rerum Novammn denunció las consecuencias negativas del nuevo orden económico.

Algo fallaba en aquel nuevo contexto social. De acuerdo con el ifrnil que utilizamos en el capítulo anterior era como si el agua le faltara al pez, se enturbiara, o el aire se hiciera irrespirable. Falta- ba un contexto social estable. La sociedad estaba en crisis. Por ello, ensadores de uno y otro signo volvieron su atención al estudio de

Q social. P Éste fue el clima en el que surgió la Sociología, con la intención

de ocuparse de los problemas generados del hilo de esa intensa cons- trucción y reconstrucción del orden social.

En 1839 Augusto Comte propuso pfiblicamente calificar a la nueva ciencia como Sociologfa. Aunque su propuesta tardó en ser

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LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

aceptada y la Sociología como ciencia se desarrolló con bastante lentitud, la primera piedra de una nueva rama del saber había sido puesta.

La Sociología surgió en el curso de una especializaron progre- siva de los saberes, en unas sociedades cada vez más complejas, más abiertas, más seculares y más cambiantes. Primero surgió la Política en el marco de una atención creciente a la ves-publica, con el desarrollo del Estado Moderno y el ascenso de las nuevas clases burguesas. Luego, surgió la Economía, bajo el impulso de las nue- vas mentalidades mercantilistas y el afán de producir cada vez más bienes y servicios con nuevos criterios de racionalidad y de cálcu- lo. Finalmente surgió la Sociología como rama del saber que inten- taba llegar allí donde las otras ciencias sociales no habían llegado: al núcleo de las propias relaciones sociales globales.

El nacimiento de la Sociología fue estimulado, como hemos dicho, por el impacto creciente de los «problemas sociales)) que la revolución industrial había desencadenado. La «cuestión social» y la conciencia vivida de los cambios sociales pusieron el problema de la sociedad en el punto de mira. Había que ocuparse del estudio de los procesos de estructuración y desestructuración de la socie- dad. Y había que ocuparse de ello con un espíritu secular y cientí- fico propio de la nueva época, sin prejuicios, con objetividad, con rigor, con método.

En el capítulo ocho estudiaremos de manera específica, y con algún detalle, las consecuencias sociales de la revolución industrial y la forma en que la emergencia de las nuevas sociedades indus- triales influyeron directamente en el surgimiento de la Sociología, en un contexto de profundos cambios sociales.

Sin embargo, ahora aquí nos bastará con llamar la atención sobre la manera en que tantos y tan intensos cambios sociales dieron lugar a una auténtica conmoción en las conciencias y en las formas de vida colectiva.

En la medida que lo social puede ser considerado, como hemos visto en el capítulo dos, una parte constitutiva esencial del ser huma- no, estamos en condiciones de comprender cómo puede llegar a afectar a los hombres cualquier incidencia producida en la diná- mica y en la estructura social. Por ello, no ea e~tmfio que sea pre-

LOS OR~GENES DE LA SOCIOLOGÍA 8 1

cisamente en las épocas de grandes cambios y transformaciones socia- les en las que se producen mayores crisis y en las que toma vigor con mayor fuerza la reflexión social. Al ser lo social el verdadero armazón de lo humano, todo cambio socio-cultural hace tambale- arse, de una u otra manera, la misma base de la estructura de nues- tra realidad vital.

No es extraño, por tanto, que fuera precisamente en una coyun- tura histórica de grandes y profundas transformaciones sociales -en el tránsito de la sociedad estamental a la sociedad industrial- cn la que surgió y se desarrolló la Sociología como disciplina cien- tífica autónoma.

El período histórico en que se produjo la transición de la socie- dad estamental a la sociedad industrial capitalista, fue uno de los períodos de más grandes cambios en la historia de la humanidad. La quiebra del estable, rígido y aparentemente «seguro» orden esta- mental dio lugar, así, al desarrollo de vertiginosos procesos de cam- bio en todos los órdenes. Los viejos sistemas sociales de relación directa -la familia, el gremio, la aldea- se quebraron y millones de hombres quedaron situados ante nuevas formas de experiencia social.

Se ha señalado hasta la saciedad que esta disolución de las for- mas tradicionales de relación, junto a la magnificación de las leyes de la competencia, como supuesto básico del nuevo orden econó- mico, tuvieron como consecuencia más inmediata la de situar a los hombres en una tesitura de falta de arraigo, quedando arrojados a una especie de situación de vacío social. Situación ésta, en la que frecuentemente querrá verse la raíz última y profunda de todas las crisis de nuestro tiempo.

Ciertamente se ha exagerado mucho la idea de una oposición orden-desorden implícita en el proceso de transición del feudalis- mo al capitalismo, habiéndose llegado, a veces, incluso a una cier- ta mistificación ingenua del mundo preindustrial, al que se pretende presentar como un paradigma de orden y armonía, sin apenas ten- iiones ni conflictos. Sin embargo, aun a pesar de estas exageracio- nes, lo cierto es que en el periodo histórico de transición hacia las iociedades industriales confluyeron importantes factores de cam- bio en todos los órdenes y con una intensidad hasta entonces des- conocida.

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Por una parte, muchas de las viejas concepciones entraron en crisis y muchos de los supuestos ideológicos del mundo tradicio- nal se alteraron. Desde diferentes frentes -religioso, cultural, filo- shfico, político- se fue creando un clima propicio para la difu- siiin de nuevas mentalidades, al tiempo que el cuestionamiento de la sacralización del viejo orden permitió allanar muchas de las difi- cultades para la innovación y el cambio.

Los factores de innovación y de descristalización ideológica que permitieron el desarrollo de los nuevos enfoques y mentalidades, constituyen un elemento de referencia tan importante para la ade- cuada compresión del contexto histórico-social en que surgió la Sociología, como el mismo análisis del cómo y el por qué del pro- ceso de cambio social y económico que caracterizó este período.

En la perspectiva analítica general que estamos trazando en este libro, vamos a profundizar en las características del contexto general en que surgió la Sociología, resaltando, por una parte, la f'orma en que se produjo el desbloqueo ideológico del mundo tra- dicional, y cómo surgió y se desarrolló una nueva mentalidad cien- tff'ica. Y, por otra parte, vamos a analizar cuáles fueron los prin- cipales cambios sociales acontecidos en este período que nos permiten comprender la verdadera significación, tanto de las nue- vas perspectivas que se abrieron, como de la magnitud y alcance del fenómeno de transformación que se produjo.

Para hacernos una idea pertinente de la importancia de estos cambios, es preciso tener en cuenta que en este período tuvo lugar un crecimiento desmesurado de la población y un fenómeno para- lelo de urbanización, que fue rompiendo progresivamente todos los equilibrios anteriores campo-ciudad y dando lugar a conti- nuos trasvases y desplazamientos masivos de población. A estos cambios sociales se unió el surgimiento de nuevas clases socia- les, como consecuencia de la nueva configuración del orden eco- nómico, en el que la fábrica se fue imponiendo progresiva e irre- versiblemente sobre el viejo taller gremial, así como un conjunto de transformaciones industriales, que fueron una consecuencia de la constante innovación tecnológica, alimentada por los nue- vos planteamientos científicos, que dieron lugar a continuos pro- cesos de especialización laboral y de progresiva divisi6n del tra- bajo.

LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOG~A 83

Los intensos cambios sociales y económicos, las nuevas formas de organización política y los nuevos inventos y descubrimientos, nos permiten comprender hasta qué punto tan masivos desplaza- mientos de población, tan sustanciales cambios de vida -tanto en el orden económico como en el social- y tan constantes alteracio- nes de modelos e instituciones sociales y patrones sociales de con- ducta, pudieron llevar a impregnar toda una época por una espe- cial preocupación por el orden social. Por ello, el contexto social e ideológico en que surgió la Sociología fue un contexto bastante pro- picio para el desarrollo de un saber aplicado al conocimiento y estu- dio de tal orden-desorden social, al tiempo que esta misma sensi- bilización por la mutación y el cambio social dio lugar a que la reflexión sociológica apareciera muy influida, desde sus inicios, por una clara preocupación por los temas de la destrucción y recons- trucción del orden social.

2. LA ACUÑACIÓN D E U N NUEVO CONCEPTO. i ~ 6 ~ 0 SURGIO LA SOCIOLOGIA?

El primero en utilizar el término de Sociología fue Augusto Com- Le (1798-1857), después de que él mismo empleara durante un cier- to tiempo la expresión de Física social para referirse a la nueva ciencia.

La acuñación del término de Sociología por Comte emparentó fuertemente los primeros balbuceos de esta disciplina con las par- ticulares concepciones y proyectos comtianos, lo que dio lugar a que su aceptación fuera bastante limitada en un primer momen- to. Incluso en la misma justificación del término -del que Com- te se lamentará por su carácter híbrido- el recurso a la doble genealogía latina (socius) y griega (logos) será explicada como recor- datorio de las ((dos fuentes históricas de donde surge la civiliza- ción moderna)). Esta explicación ya revelaba los profundos com- ponentes de ((pretensiones sintéticas» y de ((proyecto espiritual» que se encontraban implícitos en el proyecto inicial de invención de la nueva ciencia.

Aunque más adelante tendremos ocasión de referirnos con más detalle a los planteamientos comtianos, nos interesa subrayar aquí

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que el fuerte componente proyectivo que inspira la obra de Com- te -que se pretendía presentar como un nuevo tipo de religión- y su esfuerzo por explicar «positiva» y «científicamente» el cami- no hacia la utopía de la «sociedad organizadan, hizo que la per- cepción social inicial de la Sociología se ligara excesivamente a sus propias ideas sobre este particular. Comte entendía la Socio- logía como una rama del conocimiento en la que estaba implíci- ta, de una manera más o menos conscientemente reconocida, una clara vocación de transformación del orden social, o, como el mis- mo Comte prefería decir, de «reorganización de la sociedad». De este componente «reorganizador» van a estar también imbuidos casi todos los principales padres fundadores de la nueva ciencia, respondiendo a cierto espíritu de la época, especialmente sensi- bilizado por la «cuestión social» y por la aspiración más general ii re-encontrar un lugar, una nueva re-ligación social y un papel pura el hombre, ante el incierto rumbo de las transformaciones que estaban abriendo vertiginosamente los cambios sociales y eco- ndmicos que dieron lugar a la revolución industrial.

Comte, en este sentido, no sólo participaba de una fe en el pro- gr.cso muy típica de su época, sino que veía este proceso inserto cn una lógica de cambio según la cual, como veremos en el capí- tulo cuatro, el desarrollo de la humanidad se producía conforme a una Iógica que él conceptualizó como la «ley de las tres etapas, o estadios)): la teológica o ficticia, la metafísica o abstracta y la científica o positiva, caracterizadas por tres formas distintas de dar cuenta de los fenómenos. En la primera se explicaban de mane- ra mágico-religiosa; en la segunda, de forma filosófico-especula- tiva, y en la tercera, de acuerdo con procedimientos científico-posi- tivos.

Comte creía que, a medida que la humanidad se acercaba al tercer estadio de su evolución y se evidenciaba más notoriamen- te el doble movimiento de organización y reorganización que impli- caba la marcha del proceso de la civilización, la física social, como ciencia positiva, vendría a cumplir una importante tarea: la «de evitar o al menos mitigar lo más posible las crisis que determina un desarrollo espontáneo cuando no se ha previsto: En una pala- bra, en este orden de fenómenos, como en todo otro, la ciencia -sefíalará Comte- nos lleva a la previsi611, y la previsión permi-

LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGIA 8 5

te regularizar la acción»'. Es decir, la nueva ciencia en la con- cepción comtiana no se orientaba a perseguir el saber por el saber, como en el modelo de pensamiento clásico, sino que aspiraba a un conocimiento que hiciera posible la previsión, y que sirviera de guía para la acción.

Esta forma de entender la Sociología ha querido ser vista como la principal causa de la fuerte lectura «ideológica» de la que fue objeto desde el primer momento la «Sociología de Comte». Cier- tamente la Sociología apareció claramente prefigurada en Comte no sólo como «ciencia de las ciencias)) y culminación de todo el edificio científico, sino que también fue planteada -al igual que en otros padres fundadores-, de manera más o menos latente o explícita, como una especie de «ciencia de los remedios» y fuente inspiradora de soZuciones científicas a los problemas sociales.

No obstante la propia concepción de Comte sobre la Sociolo- gía, debe ser también adecuadamente entendida y matizada para evitar posibles interpretaciones simplificadoras. En este sentido hay que tener en cuenta que tal concepción partía de la convic- ción de que las ciencias se hacían positivas y progresaban de acuer- do con el «grado de complicación mayor o menor de sus fenóme- nos, o, en otros términos, de su relación más o menos íntima con el hombre».

Por esta razón Comte creía que las ateorías sociales» eran las últimas que pasarían del estadio teológico, o del metafísico, al posi- tivo, dado que éstas se ocupan de los fenómenos «más complica- d o s ~ , «más particulares», «más directos para el hombre» y «que más dependen de todos los demás ». «Sin duda sería imposible con- cebir que el espíritu humano se elevara a las ideas positivas sobre los fenómenos sociales -dirá Comte-sin haber adquirido pre- viamente un conocimiento bastante extenso de las leyes funda- mentales de la organización del ser humano. Ahora bien, este cono- cimiento supone, de su parte, el descubrimiento preliminar de las principales leyes del mundo inorgánico. Y estas últimas, por otro lado -concluirá-, influyen directamente sobre el carácter y las

1 Augusto Cornte: *Consideraciones fllos6flcas sobre las ciencias y los sabios)), en Primeros Ensayos. F,C.E., Mkxico, 1977, pAg. 202.

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8 6 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

condiciones de existencia de las sociedades humanas»*. Es decir, para Comte el desarrollo de la Sociología sólo era posible a par- tir del desarrollo de las otras ciencias, lo que, sin duda, puede ser visto e interpretado no sólo desde una perspectiva de superioridad, sino también de dependencia.

El carácter esencialmente finalista que Comte atribuyó a la Sociología y su presentación como una doctrina concreta -prácti- camente como una nueva religión de la humanidad-dio lugar no s6lo a unas expectativas desproporcionadas, sino que también con- dicionó de manera importante su aceptación y sus mismas posibi- lidades de desarrollo y evolución.

Se comprende, pues, que tras un período marcado por tan ambiciosas pretensiones, algunas décadas después de la muerte de Comte la Sociología se encontrase ya emplazada en una fase de cier- to «retraimiento utópico)).

El periodo de ((ilusión profética)) que acompañó al nacimiento de la nueva ciencia no duró mucho tiempo, y ya desde principios de este siglo la mayoría de los sociólogos se orientaron por derro- teros mucho más prácticos, concretos y parcelados. Como ha subra- yado Franco Ferrarotti, «de la religión del progreso se pasa rápi- damente a indagar y posiblemente a curar la herida de la expirante ilusión. El resultado de este cambio de perspectiva es que la Socio- logia se refleja en sí misma, se preocupa de garantizarse un objeto específico que la diferencie de las otras ciencias, arriesga olvidar que el objeto de la Sociología no es la Sociología~3.

La persistente obsesión de una parte de los sociólogos de nues- tros dias por continuar empeñados en intentar la clarificación del

Allgi~sto Comte: «Plan de trabajos científicamente necesarios para reorganizar la s o c i c d ~ d » , y «Consideraciones filosóficas sobre las ciencias y los sabios», cn Pritt1ero.s I:tl.srr.vo.s, o/?. cit . , págs. 1 1 1 y 202-203.

.' Franco Fcrrarotti: El pensamiento sociológico. De Augusto Comtr u Mux t h r k - heinirr. Penlnsulu, Barcelona, 1975, p8g. 25.

LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA 8 7

estatuto de esta disciplina, unida a la tendencia a cerrarse en cír- culos internos de continuo autoanálisis, revela un cierto regusto por vivir en situaciones de crisis que nos retrotraen a los momentos fun- dacionales. Sin embargo, la verdad es que, quizás, una cierta situa- ción de crisis constituye el contexto necesario en el que esta lla- mada «ciencia de la crisis~4 encuentra los estímulos más importantes para su propia reflexión y desarrollo.

No debe olvidarse que fue precisamente en coyunturas de pro- funda crisis social donde surgieron las reflexiones teóricas que hicie- ron posible la aparición de esta disciplina y, de hecho, la misma explicación de lo social, como área temática de estudio especifica al margen de la reflexión sobre el Estado, fue posible en contextos sociales cambiantes y fuertemente marcados por la vivencia de expe- riencias de crisis. La Sociología surgió de «la crisis» y en gran medi- da encuentra en los contextos de crisis el mejor medio ambiente para desarrollarse.

En la situación actual de la Sociología se nota aún el reflejo del fracaso a que se vieron abocados los vigorosos elementos profeti- ces fundacionales ya mencionados, y que verosímilmente influye- ron también de manera importante en la permanente tentación en que fueron cayendo casi todos los grandes teóricos de la Sociolo- gía de intentar refundar y redescubrir los supuestos básicos y las orientaciones generales de la disciplina.

En poco más de un siglo y medio de existencia, puede decirse que la Sociología ha vivido en un continuo auto-revisarse y refun- darse ex novo, con una acusada vocación permanente por aparecer como «algo nuevo», como algo que está de moda. Es lo que algu- nos han calificado como el síndrome de la «novedad» de la Socio- logía.

Como más adelante tendremos ocasión de ver con más deta- lle, esta manera de proceder implica una importante «desviación» respecto al cumplimiento de los postulados propios del método científico, ya que, en la medida que muchos de los grandes teó-

4 Tom B. Bottomorc: La Sociología como cr{t.lllcu social, Pcnfnnula, Barcelona, 1976, p6g. 6.

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I ~ Q C I Q L ~ C ~ I C ' A : UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

rfcon de Ir Soclalagla han pretendido partir prácticamente de cera, la tarea uoclol6gica no siempre se ha inscrito adecuadamente en las perspectivas de ese tipo de trabajo acumulativo, continua- do y paciente que dcbe caracterizar el verdadero quehacer cien- tífico.

Para los observadores externos que se han formado en el cam- po de otras disciplinas científicas hay muchas formas de compor- tamiento habitual de los sociólogos que llaman poderosamente la atención. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con la permanente tendencia a «intentar formular grandes síntesis» teóricas y «gran- des explicaciones globales», o con la poca atención a un seguimiento adecuado de los trabajos sociológicos en áreas temáticas concretas, o con la «extraña» costumbre científica de considerar prácticamente vigentes y actuales -aún hoy en día los textos de los «grandes padres fundadores de la Sociología», etc.

Especialmente, la tendencia de muchos sociólogos a ser poliva- lentes y «especialistas» en casi todas las principales áreas temáti- cas y a ser igualmente expertos y conocedores de toda la historia de la Sociología, constituye una llamativa curiosidad en el mundo cien tífico de nuestros días.

Precisamente, debido a esta forma de proceder, apenas se ha producido un desarrollo autónomo y diferenciado entre la teoría sociológica y lo que es su propia historia. Así, con harta frecuen- cia, los planteamientos teóricos de los sociólogos del hoy y del ayer suelen ser desarrollados, y enseñados en su caso, de una manera difícilmente inteligible, y asumible, desde otros campos del queha- cer científico. ¿Qué se pensaría en nuestros días si, en cualquier disciplina científica, a los estudiantes se les empezara por hacer estudiar cronológicamente todas las teorías que progresivamente han sido superadas y asumidas por descubrimientos científicos pos- teriores?

Como ha subrayado Merton, la «confusión, atractiva pero fatal, de la teoría sociológica utilizable con la historia de la teoría socio- lógica, debió haberse disipado hace mucho tiempo reconociendo sus muy diferentes funciones. Después de todo, las escuelas de Medicina -dirá- no confunden la historia de la medicina con los conocimientos médicos actuales, ni los departamentos de Bio- logfa identifican la historia de la biologfa con la teorfa viable

que se emplea ahora para guiar e interpretar la investigación bio- lógican5.

En ocasiones, parece como si el reloj del tiempo se hubiera para- do para un cierto número de sociólogos, dando lugar a que los aná- lisis de los sociólogos actuales y pasados sean mezcla-S y combi- nados sin mayores dificultades, como si las sociedades de hace más de un siglo y las actuales presentaran los mismos perfiles e idénti- cos problemas. Lo que da lugar a un complejo y peculiar tratamiento de la noción del tiempo, de los marcos temporales, en el desarrollo de muchos trabajos sociológicos.

La tendencia al solapamiento de planos temporales y analíticos tiene importantes consecuencias prácticas: entre otras las conecta- das con las dificultades para que se establezca un neto predominio en el campo de la Sociología de un «paradigma científico» en el sen- tido señalado por Thomas Kuhn6, así como todas aquellas que hacen referencia a la misma clarificación en la delimitación de los dife- rentes campos de especialización.

Uno de los efectos principales que produce la tendencia al solapa- miento teórico temporal es el de dar una apariencia de ((vitalidad asombrosa)) a algunas teorías sociológicas, y de significativa intem- poralidad a la historia del pensamiento sociológico, en general. «El mero hecho de que una persona -se dirá- estudie aportaciones pretéritas no hace de ella un historiador, Marx, Max Weber o Mead pueden estudiarse como si fueran contemporáneos. En consecuen- cia, lo que temáticamente se define como historia de la Sociología resulta bastante heterogéneon7.

Robert Merton: Teoría y estructura sociales. F.C.E., México, 1964, pág. 14. 6 Thomas S. Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas. F.C.E., México,

1971. No obstante, debe tenerse en cuenta -tal como tendremos ocasión de anali- zar con más detalle en el capitulo 1 1- que la significación sobre el propio carácter monoparadigmático de las ciencias sociales ha sido objeto de una viva consideración crltica. Vid., por ejemplo, sobre este tcma, Cornelia J. Lammers: «Mono and poly- paradigmatic developments in natural and social sciences., en Richard Whitley (ed.): Social processes of scientific development. Routledge & Kegan Paul, Londres, 1974, págs. 123-147.

7 Jerzy Szacki: *Reflexiones eobrc la hlrtoria de la Saclologla*, Revista Interna- cional de Ciencias Sociales, vol. XXXIIl, n," 2, 1981, pAyw, 275-276.

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90 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA

La frecuencia con la que en los libros sociológicos se encuen- tran referencias o citas en presente de autores fallecidos hace bas- tante tiempo, puede ser descrito -parangonando el título de un conocido libro- en términos de señalar que estos autores son tra- tados, con harta frecuencia, como si fueran «nuestros contempo- 1-6neos primitivos».

Quizás tengan razón los que, con cierta sorna, señalan que lo quc ocurre con las teorías sociológicas, en el actual nivel de desa- rrollo científico de esta disciplina, es que nunca mueren del todo, sino que «entran en coma» y por lo tanto pueden ser «reactualiza- das» o adeshibernadasn en cualquier momentog.

Esta forma de «utilización» de las teorías sociológicas ha inten- trido ser explicada, en ocasiones, en función de las propias singu- laridades que se producen en la aplicación del método científico al campo temático de la Sociología. Tales singularidades, a veces, han llevado a reivindicar un carácter «inspirador» y ~suger idor~ de las uportaciones de los clásicos, en general, al tiempo que la necesidad de considerar tal tipo de aportaciones se justificarán también en virtud de la poca idoneidad de la Sociología, en su actual nivel de desarrollo, para lograr «recoger acumulativamente» lo que pueden tener de valiosas las diferentes teorías de los clásicos.

Como ha señalado Lewis A. Coser: «Si la Sociología fuera una disciplina tan acumulativa, por ejemplo, como la Física, no sería tan necesario para la práctica de los sociólogos estudiar a los clá- sicos. Sus descubrimientos más significativos se encontrarían en su totalidad incorporados en el conocimiento recogido en los libros de texto utilizados. Por ello no es necesario para los físicos leer a New- ton. Pero tal tipo de acumulación aún no se ha producido en la Sociología; e incluso es legítimo mantener dudas sobre la posibili- dad de que pueda ocurrir tal cosa en un futuro previsible, o inclu- so a más largo plazo. De esta manera, el recurso a una variedad de esquemas teóricos, coordinados solamente de forma imperfecta, pue- de terminar convirtiéndose en una virtud positiva. La estrategia más productiva para un futuro previsible parece que es la de un cierto

LOS OJXÍGENES D E LA SOCIOLOGÍA 9 1

eclecticismo y el uso de una variedad de teorías de alcance medio. Pero en una perspectiva más amplia como es el caso, y como creo que será durante bastante tiempo -concluirá Coser-, el recurso a los clásicos continuará siendo necesario^^.

En conclusión, podemos decir que la tendencia al solapamien- to de planos temporales producidos en el desarrollo de la Sociolo- gía ha estado fuertemente marcado por las dificultades de efectuar un trabajo científico realmente acumulativo y, a la vez, rigurosa- mente innovador, debido a causas muy complejas y diversas.

El inadecuado tratamiento de los conocimientos teóricos históricamente formulados y el insuficiente desarrollo de prácticas de trabajo acumulativo, forman parte de un mismo haz de supues- tos en el que parecen permanecer atrapados buen número de soció- logos, simultáneamente deseosos de encontrar nuevas bases para un desarrollo más eficaz y rápido de esta disciplina, y a la vez celo- samente inclinados a preservar y «presentar» el conjunto de «cor- pus teóricos y adquiridos» como el mejor exponente de la entidad adquirida por la Sociología, y como una clara ejemplificación mate- rial de los contornos de su propio campo de trabajo.

De hecho, en los libros de texto de Sociología y en la práctica cotidiana de la enseñanza de esta disciplina, el habitual recurso a los textos clásicos de los «padres fundadores» evidencia que los mis- mos profesores de Sociología tienden a considerar que la realidad presente de esta materia está constituida también por su breve his- toria, y que, por lo tanto, los alumnos pueden continuar obtenien- do conocimientos provechosos a partir de la enseñanza de los auto- res «clásicos».

Sin embargo, cuando esta tendencia se lleva al extremo, se pue- de caer en una obsesión por la defensa del estatuto de la discipli- na, que en términos etológicos podíamos calificar, casi, como de angustiosa defensa de un territorio propio. Este fuerte sentido de territorialidad ha llevado a que -al igual que ocurre en otras cien- cias sociales- se intenten establecer los principales marcos de expli-

"om Bottomore y Robert Nisbet (eds.): A history of socl«lo#lcal ana1vsi.s. Hcine- munn, Londres, 1979, p6g. IX.

Y Lewis A. Coser: nThe uses of claaalcal uoclologlcal theory~, en Buford Rhea (ed.): The /hure o/'the .sociological classics. George Allen & Unwln, Londres, 1981, págs. 181-182.

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92 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA 93

cación y justificación de la Sociología dentro de círculos de refe- rencia cerrados, en los que, como decíamos antes, el objeto de la investigación y el sujeto investigador tienden no soló a mezclarse, sino incluso a confundirse.

Y el tema aún se complica más, en la medida en que un sector de la Sociología actual todavía ocupa buena parte de su tiempo y de sus esfuerzos en disputas terminológicas y en complejos esfuer- zos de depuración conceptual que no parecen alcanzar fin. Como ha subrayado Nisbet, «algunos sociólogos llegan al extremo de afir- mar que hasta que no hayamos depurado y pulido nuestros con- ceptos, haciéndolos etimológicamente puros y exentos de toda fal- ta de lógica, no podremos llevar adelante nuestra auténtica misión que es el estudio del comportamiento social».

«A este error -añadirá Nisbet-sólo puedo responder limitán- dome a citar lo que el gran científico Wolfgang Kohler declaró refi- riéndose a este tema. Si Galileo y Newton y las otras figuras pio- neras de la Física moderna hubieran sentido una gran preocupación etimol6gica por la pureza de sus conceptos sobre la gravedad y la energía, en lugar de seguir adelante de un modo pragmáticamente ingenuo y felizmente despreocupado como lo hicieron, la Física nun- ca habria llegado a ser una ciencia. A lo cual puede añadirse la afir- mación de que ni la Zoología, ni la Botánica, ni la Geología empe- zaron a ser ciencias a partir de unas definiciones correctas y adecuadas de las plantas y los animales~lo.

En definitiva, frente a la obsesión por definiciones conceptua- les y frente a una frustrante conciencia critica que alimenta sus difi- cultades, no se puede responder con la célebre «boutade» de que los sociólogos en lo único que están de acuerdo es en la dificultad de dar una definición de la Sociología1 l. Más bien al contrario, hay que sustituir las estériles reflexiones pesimistas y los comporta- mientos científicos poco maduros, por unos enfoques más prácti- cos y aplicados. 0, para decirlo de otra manera, hay que reempla- zar la atención a la Sociología como problerria, por un quehacer

l 0 Robert A. Nisbet: El vinculo social. Vicens Vives, Barcelona, 1975, pág. 14. " R. Aron: Dieciocho lecciones sobre la sociedad industríal, Selx Barral, Barcelona, 1965, p8g. 15.

científico concreto y práctico capaz de ocuparse de los verdaderos problemas de la sociedad.

Frecuentemente la valoración sobre el grado de desarrollo actual de la Sociología en comparación con otras ciencias es matizada a partir de la consideración de que lo fundamental en estas diferen- cias no está sino en la mayor juventud de la Sociología. Sin embar- go, la datación histórica de la Sociología no es una cuestión abso- lutamente exenta de controversia. Así, por ejemplo, hay quienes, como Homans, consideran que la Sociología «no es de ningún modo tan joven, si comienza con Aristóteles -dirá- es prácticamente tan vieja como la física»12.

Aunque la explicación sobre el menor desarrollo de la Sociolo- gía, para Homans, radica en la «naturaleza de la interpretación», tal como tendremos ocasión de ver más adelante, lo cierto es que esta cuestión no resulta ociosa de cara al hilo general de nuestra argumentación.

La antigüedad de «la observación y la reflexión sobre la socie- dad» ha querido ser situada por algunos autores en los mismos orí- genes de la civilización occidental; «existe en Occidente, desde la época griega -se dirá-, una línea quebrada, extraviada a veces, pero recobrada más tarde, de pensadores e intelectuales, que, en discusión los unos con los otros y con la historia que les tocó vivir, fueron acumulando un conjunto de generalizaciones empíricas y de explicaciones acerca de la sociedadn13.

Sin embargo, lo que hay que preguntarse es si todas esas reflexio- nes sobre lo social se produjeron de una manera específica y dife-

l 2 George C. Homans: La naturalezu de la ciencia social. Eudeba, Buenos Aires, 1970, pág. 16. No obstante, en esta presuncibn de que la Sociología, como la Física, comienza con Aristóteles, al menos habrta que tener en cuenta que, de acuerdo con csta lógica, los ortgenes de la Ftsica habrfa que remontarlos a las antiguas civilizacio- iies asirias, babilónicas y egipcias, de donde se trunnmltib a los filbsofos pre-socráti- cos.

l 3 Vtctor PCrez Dlar.: Introduccidn a la Socioloula, Allanxi, Madrid, I Y R O , p8g. 106.

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

renciada respecto a otras ramas del saber. Es decir, lo que hay que precisar es cuándo se autonomizó la atención a lo social de los ámbi- tos de lo político, de lo moral y de lo religioso, y cuándo, a su vez, se produjo un enfoque analítico en este área de conocimiento orien- tado por metodologías que puedan ser calificadas realmente como científicas.

Si el arranque inmediato de las ciencias físicas modernas lo situamos en Galileo o en Newton en el siglo XVII, la cuestión sobre la «juventud» de la Sociología debe ser planteada, comparativamente, preguntándonos cuándo se produjo en Sociología un «arranque» homologable al que supusieron los planteamientos de un Galileo, o un Newton, tanto en lo que hace a los enfoques metodológicos como U sus planteamientos teóricos generales.

Como el mismo Popper recordará, el mero interés en un cam- po determinado de la realidad no es condición suficiente para el desai.rollo de un área de conocimiento científico específico. «El intci'ds científico por las cuestiones sociales y políticas -dirá Pop- pcr- no es menos antiguo que el interés científico por la cosmo- logla y la física; y hubo períodos de la antigüedad (estoy pensan- do en la teoría política de Platón y en la colección de constituciones de Aristóteles) en los que podía parecer que la ciencia de la socie- dad iba a avanzar más que la ciencia de la naturaleza. Pero con Galileo y Newton la física hizo avances inesperados, sobrepasando de le.jos a todas las otras ciencias; y desde el tiempo de Pasteur, el Galileo de la biología, las ciencias biológicas han avanzado casi tanto. Pero las ciencias sociales -concluirá- no parecen haber encontrado aún su Galileo»14. En este sentido, pues, es en el que hay que reconocer que la Sociología se encuentra en una situación de menor desarrollo, o si queremos decirlo de otra manera, de mayor juventud como ciencia.

Sin embargo, la datación precisa de los inicios de la Sociología no puede ser objeto de una interpretación absolutamente lineal y clara. Pese a algunas presentaciones simplificadas que con fre- cuencia se hacen, hay que tener en cuenta que la Sociología no tuvo

l 4 Karl R . Popper: La miseria del historicismo. Alianza-Taurur, Madrid, 1973, pdg. 15.

LOS OR~GENES D E LA SOCIOLOGÍA 9 5

un tiempo y modo de nacimiento completamente «ex novo», en un momento preciso y súbito, felizmente coincidente con la acuñación de este término por Augusto Comte en 1839.

De hecho, el mismo Comte, cuando presentó públicamente este nuevo término, no hizo otra cosa -y no sin cierto pudor- que bus- car una nueva palabra para referirse a la nueva ciencia que con el nombre de Física Social venia postulando desde sus escritos de 1822 y 1825. Así en su Plan de trabajos científicos necesarios para reorga- nizar la sociedad, que data de 1822, ya planteó Comte la necesidad de una ciencia positiva de lo social, o lo que es lo mismo, «la nece- sidad -dirá- de contemplar la ciencia política como una física par- ticular, fundada sobre la observación directa de los fenómenos rela- tivos al desarrollo colectivo de la especie humana, teniendo por objeto la coordinación del pasado social y por resultado la deter- minación del sistema que la marcha de la civilización tiende hoy a producir. Evidentemente -concluirá afirmando el joven Comte- esta física social es tan positiva como cualquier otra ciencia de la observación»l5.

Más claramente en sus Consideraciones filosóficas sobre las cien- cias y los sabios, en 1825, desarrollará Comte uno de sus más conoci- dos argumentos, refiriendo «como poseemos ahora una física celes- te, una física terrestre y una física animal. Nos falta todavía -dirá- una última: la física social, para que el sistema de nuestros conoci- mientos naturales esté completo. Una vez cumplida esta condición, mediante un resumen general de todas nuestras diversas nociones, podremos construir al fin una verdadera filosofía positiva, capaz de satisfacer todas las necesidades de nuestra inteligencia: en este mis- mo momento, el pensamiento humano no se verá ya obligado sobre punto ninguno a recurrir al método teológico o al metafísico, y éstos, al haber perdido su utilidad última, no tendrán ya sino una exis- tencia histórica. En una palabra, el género humano habrá termina- do por entero su educación intelectual y podrá seguir directamente su destino definitivo en adelante»'6.

~ ~ u g u s t o Comte: «Plan de trabajos cientfficox necesarios para reorganizar la so- cicdadn, en Primeros Ensayos, op. cit., ptíg. 174.

'6 Augusto Comte: ~Consideracionea fllor6Hcrr robra lar ciencias y los sabios)), en Primeros Ensayos, op. cit., ptígs. 200-20 1 ,

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96 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

En coherencia con tales planteamientos la ((física social» fue des- crita por Comte como «la ciencia que tiene como objeto propio el estudio de los fenómenos sociales, considerados con el mismo espí- ritu que los fenómenos astronómicos, físicos, químicos y fisiológi- cos, es decir, como sujetos a leyes naturales invariables, cuyo des- cubrimiento es el fin especial de sus investigaciones»17. Aunque la palabra Sociología ya había sido utilizada por ' ~ o m t e en carta a Valat en diciembre de 182418, lo cierto es que su empleo público definitivo en 1839 bien poco añadió a estos planteamientos de fon- do, y sólo fue justificada como una forma de evitar, según indicó Comte, la confusión surgida a causa del uso del término Física Social por determinadas personas, como Quetelet, para intitular algunos de sus estudios meramente estadísticos y carentes de cualquier pro- yección teórica y científica.

En cualquier caso, lo cierto es que la invención del término «sociología» en un momento histórico determinado no implica, ni que antes de este evento no se desarrollasen enfoques propiamen- te sociológicos, ni que todo lo que se hizo después bajo este rótulo merezca tal nombre.

La cuestión de cuánto tiempo llevamos los hombres haciendo SOCIOLOGÍA sin utilizar esta palabra continúa siendo, pues, un asunto bastante controvertido, no faltando, como hemos visto, los que piensan que «los precursores de la teoría sociológica^ pueden ser considerados «tan viejos como la misma civilización»l9.

En cualquier caso, la Sociología, como toda nueva rama del sa- ber, no surgió de la nada, sin antecedentes ni influencias previas. Los enfoques precursores de la Sociología, o la « p r e - ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ Í ~ » 2 0 como prefiere decir Gurvitch, pueden ser rastreados, como veremos en el próximo capítulo, en varias instancias concretas, desde las que se produjo una atención a la problemática de la que ulteriormente

l 7 Ibíd., pág. 201. 18 Vid. Theodor W. Adorno y Max Horkheimer: La sociedad. Editorial Proteo, Bue-

nos Aires, 1960, pág. 9. ' 9 Lewis S. A. Coser y Bernard Rosemberg (eds.): Sociological Theov. MacMillan,

NcwYork, 1976, pág. 1 . 20 George Gurvitch: «Breve reseria de la historia de la Soclolagfan, en 7htado de

Sociología. Kapelusz, Buenos Aires, 1962, pág. 3 1.

se ocupó la Sociología, bastante antes de que Comte diera nombre a la nueva ciencia, aunque, lógicamente, con unos enfoques bas- tante diferentes21.

Previamente al desarrollo del método científico, los fenómenos sociales habían sido objeto de una atención fragmentada, a partir de enfoques básicamente reflexivos o meramente enunciativos. Pero lo cierto es que, antes de que se pusiera nombre a la nueva ciencia, bastantes autores prestaron atención a las diferentes for- mas de organización social, a las distintas costumbres sociales, a los conflictos sociales, a los grupos ... Reflexiones y consideracio- iies sobre estas cuestiones pueden encontrarse en los escritos de Aristóteles, en los relatos de viajes de Herodoto, en los plantea- mientos socio-históricos de Ib Jaldun ya en el siglo xv, y en gene- i.al en Hobbes, en Spinoza, en Leibniz, en Fichte, en Montesquieu, cn los fisiócratas y en economistas como Adam Ferguson y Adam Smith. Pero en todas estas aproximaciones faltaba una sistemáti- ca propia, una definición clara de un objeto de estudio específico y, en la mayor parte de los casos, los enfoques que caracterizan el método científico.

En este sentido es en el que podemos decir que el surgimiento previo de la ciencia moderna fue el frontispicio a partir del que se desarrollaron varias ciencias sociales y, entre ellas, la Sociología. Una muestra clara de esta ligazón la tenemos en el mismo hecho de que, durante varios años, Saint Simon, Augusto Comte y otros unalistas sociales se refirieron a la nueva ciencia con el nombre de Flsica Social; nombre que se siguió utilizando hasta que la nueva expresión de Sociología acabó siendo aceptada.

El desarrollo de los enfoques propios del método científico dio lugar, así, a nuevas formas de estudio de lo que acontecía en la esfe- ra de la sociedad. Pero esto tampoco fue por sí solo suficiente, ya que la sociedad, como todos sabemos, es un mosaico sumamente complejo de elementos y factores que son objeto de la atención de diferentes ciencias sociales. Por ello, para que surgiera la Sociolo- gfa de una manera plena, fue necesaria una delimitación clara de

21 Salustiano del Campo Urbano: La Sociologla clrntf/lca morkrna. Instituto de Estu- dlon Polftlcos, Madrid, 1969, pAge. 63-64.

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9 8 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA

un objeto específico de estudio en el ámbito global de todas las rela- ciones que tienen lugar en el ámbito de la Sociedad.

El paso fundamental para la delimitación de este campo propio de estudio, se dio con la diferenciación entre las esferas de lo polí- tico y de lo social, o lo que es lo mismo, con el descubrimiento de la realidad de la «sociedad civil». La definición de un ámbito pro- pio de la «sociedad civil», permitió situar varios trabajos de algu- nos «precursores» en unas perspectivas muy próximas a los prime- ros análisis propiamente sociológicos.

Un segundo paso importante en la aproximación hacia un enfo- que científico en el estudio de lo social, se dio cuando se empezó a analizar la «sociedad civil» al margen de los criterios de «debe ser»; cs decir, como parte de una «realidad dada» que tenía que ser con- templada con objetividad, a partir de una visión «desencantada» de lu realidad.

El ((descubrimiento de la realidad de la sociedad civil» es un fcn6meno cuya adecuada significación no se puede entender si no en en un preciso contexto histórico, directamente relacionado con la emergencia de nuevas clases sociales y nuevas formas de orga- nización social y económica. Como han subrayado Adorno y Hork- heimer, el mismo concepto de «sociedad» fue formulado sólo duran- te el ascenso de la burguesía moderna, como concepto de la verdadera «sociedad» en oposición a la «Corte». Es -concluirán- «un concepto del tercer Estado&.

De esta manera, pues, la propia delimitación de una esfera conceptual específica para el ámbito de la sociedad, de la mano de la emergencia de nuevos e influyentes grupos sociales, debe consi- derarse como uno de los requisitos previos más importantes para la cristalización de un nuevo campo temático de la suficiente enti- dad como para requerir el concurso de una nueva rama del saber. De ahí, que la comprensión del proceso intelectual que condujo a la aparición de la Sociología no pueda divorciarse del complejo con- texto de referencias históricas asociadas a la emergencia de la socie- dad burguesa. Las posibilidades de nacimiento de la Sociología

2 2 Theodor W. Adorno y M. Horkheimer: La soclrdad, op, cll,, pAgn. 24-25.

LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGIA 99

como ciencia fueron allanadas, en consecuencia, a partir del hori- zonte de atenciones que la «sociedad» como nuevo ámbito de refe- rencia mereció inicialmente a diversos grupos de estudiosos, inspi- rados por la nueva cultura y la nueva mentalidad burguesa.

Sin embargo, la realidad es que inicialmente, como ya hemos señalado, la acuñación del término de «Sociología» por Augusto Com- te condicionó de manera importante durante algunos años la «pre- sentación en sociedad» de esta disciplina, vinculándola en exceso a las propias concepciones específicas de Comte y sus discípulos. Lo que supuso una significativa dificultad inicial para un entendi- miento más inclusivo y más neutro -en sentido científico- de la Sociología. Esta excesiva «vinculación» explica en buena medida que otros grandes pensadores sociales rechazaran inicialmente para su misma obra el calificativo de Sociología. Es sabido, por ejem- plo, que Carlos Marx tenía una pobre idea de Comte y de «su Socio- logía~~3, y que el mismo Durkheim, a quien debemos considerar como el verdadero «divulgador» de la Sociología en su sentido actual, no dudó en calificar esta expresión como un verdadero «bar- barismo ».

Las dudas, recelos, parcialidades y hasta los mismos rechazos con que fue acogido inicialmente este término, junto a las dificul- tades para encontrar una definición suficientemente compartida de la Sociología, deben considerarse como datos importantes de esta situación. Incluso, en nuestros propios días, cuando ya se ha pro-

23 Primero fue a causa del desconocimiento y luego debido a la opinión negativa qiie Marx tenía sobre la obra de Comte; pero lo cierto es que, pese a la orientación gene- ral de su obra, Marx nunca llegó a utilizar la expresión «Sociología». En esta actitud de Marx hacia Comte hay que diferenciar claramente dos aspectos: en primer lugar la liostilidad que Marx sentía hacia los discípulos de Comte, debido a que «querían con- vertir el positivismo en la filosofía del movimiento obrero»; es decir, en Marx había una iictitud inicial contraria al «positivismo» en cuanto ((ideología concreta». En segundo lugar, Marx, aunque reconoció el éxito de la obra de Comte, debido -dirá- a su ((méto- do de síntesis enciclopédica», no lo valor6 de manera decisiva. Así, en la primera edi- ci6n del libro primero de El Capital, llegara a decir que en comparación con la Enci- clopedia de Hegel, la sfntesis de Comte es un trabajo de un escolar, de importancia local» (C. Marx: El Capital, Libro Primero. Siglo XXI, Mudrid, 1975, piíg. 1065. Sobre este tema vid. tambien Tom Bottomore y M. Rubel: Karl Marx. Sociologfa y Filosofia soc.ial. Pcnlnsulu, Barcelona, 1968, ptígs. 27-28).

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1 00 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

ducido una importante consolidación científica, social y académi- ca de la Sociología, no faltan los que creen que si todavía se conti- núa utilizando esta palabra es «porque no ha habido oportunidad de sustituirla por otro término más apropiado»24.

En suma, pues, la cuestión concerniente a la datación de los orí- genes de la Sociología -tanto en cuanto expresión terminológica como en cuanto rama específica del saber científico- debe ser con- siderada, de momento, a partir de estas importantes matizaciones, que permiten situar la ((invención del término de «Sociología» en sus justos y exactos términos. Para decirlo más claramente, la «inven- ción» de la palabra, aunque contribuyó a abrir un nuevo camino, no supuso sin más el nacimiento real de una nueva ciencia que mere- ciera estrictamente dicho nombre.

24 Anthony Giddens: Central problems in social thraty, MrcMlllrn, Londres, 1979, pAg. 242.

1) Describir las características del contexto histórico en que surgió la Sociología.

2) ¿Cuáles fueron los principales cambios culturales, políticos y económicos que hicieron posible el desarrollo de una cien- cia de lo social?

3) Reflexionar sobre la forma en que un contexto de crisis pue- de estimular la reflexión sobre lo social.

4) ¿Quién fue el primero que utilizó la expresión Sociología? {Cuáles son las raíces etimológicas de esta expresión?

5) ¿Por qué razón Comte empezó utilizando la expresión «fí- sica social» para referirse a la nueva ciencia que propug- naba?

6) ¿Cuáles fueron las primeras reacciones ante la expresión Sociología? ¿Y ante los planteamientos específicos de Augus- to Comte?

7) ¿En qué aspecto complementaba la Sociología a otras ramas del saber desarrolladas anteriormente?

8) ¿Por qué razón existe una cierta tendencia a considerar in- temporalmente las aportaciones de los teóricos de la Socio- logía?

9) ¿Se puede hablar con propiedad de una pre-Sociología? ¿Por qué?

10) Analizar algunas de las consecuencias derivadas de la mayor «juventud» de la Sociología en relación a otras disciplinas científicas.

11) ¿De qué manera se hizo posible una atención especifica a un campo de estudio de lo social? ¿Qué papel desempeñó el descubrimiento del concepto de usociedad civil))?

12) En los terminos más sencillos den que consiste básicamen- te la Sociología?

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102 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA

13) Reflexionar sobre el contraste existente entre las grandes pretensiones de los primeros sociólogos y las dificultades ulteriores para el desarrollo de esta disciplina.

14) Valorar las opiniones y razones de quienes hablan de una crisis actual de la Sociología.

15) ¿Qué papel deben tener en el trabajo de los sociólogos los esfuerzos por las definiciones conceptuales?

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGIA: LOS PADRES FUNDADORES

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En el horizonte histórico del siglo XIX se dieron en Europa, como ya hemos explicado, un conjunto de circunstancias sociales, econó- inicas, políticas e intelectuales que hicieron posible el surgimiento y desarrollo de la Sociología como disciplina autónoma, con unos per- files propios y diferenciados de otras ciencias.

La aparición de la Sociología se produjo a partir de un contexto social concreto y de una creciente demanda de atención a lo social, pero también, en el ámbito de una evolución específica del pensa- miento social cuyos antecedentes es preciso valorar en sus justos tér- minos. Precisamente a partir de la estela de influencias de este pen- samiento social, varios grandes teóricos del siglo XIX pusieron las bases para el desarrollo de la nueva ciencia: Saint-Simon fue el pre- cursor; Augusto Comte fue el padre de la Sociología, al que debemos la acuñación de este término;

Emilio Durkheim desarrolló enfoques de estudio e investigación que dieron un verdadero estatuto científico a la nueva disciplina; y finalmente Carlos Marx y Max Weber contribuyeron, con su gran capacidad analítica, al desarrollo de las bases teóricas de la nueva ciencia de lo social. Este reducido grupo de personas conforman el núcleo básico de lo que generalmente se conoce como padres fun- dadores de la Sociología. Un grupo en el que en ocasiones se inclu- yen también los nombres de otros teóricos relevantes, como Sim- mel, Spencer, Pareto, etc., que deben situarse en un contexto intelectual más amplio, como el que se recoge, por ejemplo, en el esquema n." 1.

La influencia de los padres fundadores en la Sociología actual conti- núa siendo muy considerable, por lo que su estudio resulta útil para conocer la historia de esta disciplina y para saber cómo operan en

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EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOG~A: LOS PADRES FUNDADORES 107

la actualidad, y bajo qué influencias, buena parte de los sociólogos de nuestros días. El hecho de que muchos de los problemas que plan- tearon los padres fundadores continúen vigentes, no deja de ser algo paradójico que diferencia a la Sociología de otras ciencias, que han cvolucionado por lo general bajo la influencia de una gran figura (Galileo, Newton, Einstein, etc.). La especial configuración plural de la Sociología obedece a otras razones, que estudiamos en otro lugar. Pero la vigencia de diversos enfoques de los fundadores se debe bási- camente a tres razones: en primer lugar, a la gran estatura intelec- tual de algunos de estos pensadores; en segundo lugar, al insuficiente grado de desarrollo de la Sociología durante el ultimo siglo, y en ter- cer lugar, a la actualidad de muchos de los problemas sociales que preocuparon a estos autores. Entre estos problemas estaban los efec- tos de la división del trabajo, el conflicto y el consenso social, la alie- nación en el trabajo, las clases sociales, las conductas sociales y los mecanismos de conformación social, la burocracia, etc. La mayor parte de estas cuestiones eran los problemas de la sociedad indus- trial y su actualidad se explica en gran parte debido a la permanencia de este tipo de Sociedad. Quizá habrá que esperar a la emergencia plena de un nuevo modelo de sociedad postindustrial para que pue- da surgir una nueva generación de grandes pensadores sociales que cambien el foco de atención de los problemas y los enfoque teóricos, haciendo posible que la Sociología entre en una nueva etapa de desarrollo en la que se supere la actual confusión y coincidencia entre lo que es la historia del pensamiento sociológico y su realidad actual. Sin embargo, hoy por hoy, el conocimiento del pensamiento de los padres fundadores continúa siendo imprescindible para comprender qué es la Sociología. En este tema estudiaremos, por tanto, los ante- cedentes de la Sociología y las principales aportaciones de los cinco grandes padres fundadores: Saint-Simon, Comte, Durkheim, Marx y Weber.

Desde una perspectiva muy general los antecedentes de la Sociolo- gía pueden encontrarse en una multitud de instancias concretas, a lo largo de la historia del pensamiento, en todos los intentos por inda- gar en los problemas de la sociedad, desdc el punto de vista de la historia, de la política, de la f'ilosofta, de la economía, ctc.

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La misma pretensión de Comte de entender la Sociología como «la culminación de todo el pasado intelectual de la humanidad» conectó originariamente a esta disciplina con una amplia tradición de pensamiento acumulado, al que ya nos hemos referido en el capí- tulo anterior y del que ahora vamos a ocuparnos con más detalle.

De una manera específica, Gurvitch -como ya vimos- se refi- rió a la existencia de «unapresociología en los filósofos sociales que conceden gran importancia a la observación empírica desinteresa- da de la realidad social»l.

Sin embargo, no puede decirse en propiedad que en estos enfo- ques (cpre-sociológicos~~ se diera un grado suficiente de atención a iin objeto de estudio específico delimitado, ni unas orientaciones metodológicas adecuadas como para hablar de un primer germen dc la nueva ciencia. Se trataba simplemente de unos antecedentes ~ L I C contribuyeron en cierto sentido a abrir el camino que hizo posi- blc cl desarrollo posterior de la Sociología.

Uno de los más remotos antecedentes que es necesario consi- derar nos remite a la Grecia clásica. Martindale, por ejemplo, con- sidera que el «mayor acercamiento a la ciencia social en la filoso- 1'h griega fue el de los sofistas)), ya que ala sofística se convirtió en cierto modo en una filosofía que estudiaba al hombre como ser social en función de la lengua, religión, arte, literatura y política)?.

Los antecedentes más específicos podemos encontrarlos en las obras históricas de Herodoto, que contienen descripciones muy detalladas sobre costumbres y usos sociales de diversos pueblos de la antigüedad y, sobre todo, en Aristóteles, a quien se debe no sólo la definición del hombre como ser social, sino también distintos anhlisis específicos sobre los comportamientos políticos, las influen- cias sociales, los cambios en las polis, e incluso, la naturaleza y efectos de las divisiones de clases y grupos sociales.

Por otra parte, y desde un punto de vista metodológico, la influen- cia del pensamiento griego puede detectarse también indirecta-

Georges Gumitch: Tratado de Sociologia. Editorial Kapelusz, Bucnos Aires, 1962, páig. 3 1 .

2 Don Martindale: Lu Teoria Socioldgica: Naturalrta y rscurlas, Agullar, Madrid, 1968, pdg. 12.

mente en el influjo que ejercieron figuras como Arquímedes en algu- nos de los prohombres del Renacimiento, en la perspectiva de lograr una síntesis entre la experimentación y las matemáticas.

Entre los antecedentes más inmediatos de la Sociología, deben citarse las influencias ejercidas desde el ámbito de la Filosofía de la historia, desde el pensamiento racionalista y desde la Eco- nomía.

Las primeras aportaciones fundamentales a partir de enfoques de la filosofía de la historia fueron debidas al historiador y filosofo ára- be Ib Jaldun (1332-1406)) que realizó estudios comparativos sobre las diversas culturas mediterráneas, y, sobre todo, a Juan Bautista Vico (1668-1744) y a Montesquieu (1689-1755).

Vico intentó establecer una teoría de la evolución cíclica de la historia que impresionó vivamente a Augusto Comte, por su parale- lismo con su propia teoría de los tres estadios. Comte llegó a lamen- tarse por no haber conocido la obra de Vico antes que fraguar su propio pensamiento.

No obstante, la influencia más reputada desde este campo se atribuye generalmente a Montesquieu, quien en sus obras El espíri- tu de las leyes (1 748), las Cartas persas (1 72 1) y Consideraciones sobre las causas de la grandeza y decadencia de Roma (1 734), estudió y com- paró diversas instituciones y procesos sociales, sentando las bases del enfoque de las tipologías ideales.

Una segunda línea importante de influencia vino de autores como Hobbes (1 588- 1679) y Spinoza (1 632- 1677) que intentaron explicar todos los fenómenos, y entre ellos los sociales, con un enfoque racio- nal y científico que partía de entender el mundo como un sistema mecánico en el que operaban leyes de desplazamiento y atracción de los cuerpos. Hobbes llegó a concebir un sistema de filosofía «cientí- f ica~ dividido en tres partes: la que se ocupa de los cuerpos físicos, la que se ocupa de la fisiología y de la psicología de los individuos humanos y la que se ocupa específicamente del cuerpo «artificial», cs decir, de la ((sociedad o Estado)). De esta manera, la delimitación de una ((física social)) puede considerarse como uno de los más impor- tantes antecedentes del enfoque comtiano. El propio Comte llegó a decir que las aportaciones de Hobbes eran uel único paso adelante en la ciencia social» después de Aristbtelea,

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El acento puesto por Hobbes y Spinoza en la posibilidad de una ((f'ísica social» pudo, a su vez, ser situado en el ámbito específico de una entidad social diferenciada de la política, en virtud de la influen- cia ejercida también por los filósofos alemanes Leibniz (1 646- 17 16) y Fichte (1 762-1 8 14), que abrieron la perspectiva de una distinción cntrc la «sociedad civil» y el «Estado».

Esta distinción nos sitúa también en la tercera línea de influen- cias en el desarrollo de la Sociología: en la Economía y más especí- Sicamente en el grupo escocés que desarrolló los enfoque de la Eco- nomia Política clásica: Adam Smith (1 723- 1790)) Adam Ferguson ( 1 726- 18 16) y John Millar (1735-1801). Obras como La riqueza de las nucioues, de Adam Smith; Un ensayo sobre la historia de la sociedad civil, dc Adam Ferguson, o el Origen y causas de la distinción de ran- #os, dc John Millar, constituyen aportaciones de primera magnitud cn iinu aproximación inmediata al desarrollo de la Sociología. Posi- blcmcnte de este grupo de economistas fue Adam Ferguson quien mdu se acerc6 a los estudios propiamente sociológicos, habiéndose llegado ri dccir de él que fue «un hombre que tuvo la temeridad de ptqucticiii* Iri Sociología incluso antes de que Comte hubiera inventa- do el tdrmino))3.

Lus principales aportaciones de Ferguson, y en general de los eco- nomistas clásicos, fueron los análisis sobre la división del trabajo y el malestar y «fragmentación social)) que genera, los esbozos sobre una teoría del conflicto social, así como el estudio de las clases socia- les y de la evolución social, desde la perspectiva de los procesos socia- Ics concretos.

El contexto en que surgió la Sociología estuvo marcado también por la influencia positivista y empirista de diversos pensadores ingleses que reclamaban el papel de la prueba de la experiencia para el establecimiento de conocimientos válidos. Entre los que se situa- ron en esta óptica es necesario mencionar a Francis Bacon (1561- 1626), John Locke (1632-1704), David Hume (171 1-1776), así como George Berkeley (1685-1753), en cuya obra De Motu (1713) se esta- blecieron analogías muy sugerentes entre la fuerza moral y psico-

Donald C. MacRae: «Adam Ferguson)), en Timothy Ralron (ed,): 1 ~ ) s pudres funda- chrus & I i Ciet~ciu Soci(i1. Anagrama, Barcelona, 1970, plg, 17,

lógica que atrae y une a las personas y los principios de atracción física entre los cuerpos en el mundo material. Este intento de esta- blecer unos principios generales de atracción rondó la cabeza de muchos de los precursores y primeros sociólogos, alguno de los cua- les llegaron a hablar de un principio universal de «gravitación» que estaba en la base explicativa de todos los fenómenos, incluidos los sociales.

Junto a estas influencias específicas puede decirse que en la Socio- logía se hizo notar también la impronta de muchos otros autores y enfoques concretos: en general, la de casi todos los grandes pensado- res de la Ilustración, en la medida que contribuyeron a intentar encon- trar una explicación de la realidad al margen de las justificaciones tra- dicionales y sobrenaturales, y de manera más específica en autores como Turgot (1 727-178 l), con sus teorías sobre el progreso y el con- flicto, y Condorcet (1 743-1 794), con su intento de trazar las leyes natu- rales de la evolución y progreso del espíritu humano -y a quien Com- te consideraba como su «verdadero padre espiritual»-, como Thomas R. Malthus (1766-1834)) fundador de la demografía y autor de impor- tantes estudios sobre las tendencies de evolución de la población, o en fin, de Quetelet (1796-1874), que utilizó también el término &si- ca social» para referirse a sus estudios de estadística social; lo que precisamente dio lugar a que Comte acuñara una nueva expresión -Sociología- para diferenciar a la ciencia que él postulaba.

2. SAINT-SIMON

Saint-Simon (1 760- 1825) es considerado como el precursor más directo de la Sociología, como una especie de San Juan Bautista de la nueva ciencia. Para muchos, incluido el propio Durkheim, el honor de poder ser reconocido como padre de la Sociología, en realidad no correspondería a Comte, sino a Saint-Simon. ~Saint-Simon -dirá Durkheim- no emplea la palabra Sociología, que Comte inventará más tarde; emplea el nombre de fisiología social, que significa lo mis- mo». . . «Aunque haya habido precursores, nunca antes que él se había declarado tan limpia y categóricamente, no s610 que el hombre y las sociedades no pueden ser dirigidas si no se las convierte en objeto de ciencia, sino también que esta ciencia no podía descansar en otros principios que los de las Ciencias de la Naturalexa, Y ademQs de tra-

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zar el plan de esta ciencia nueva ha intentado realizarla en parte. Se echa de ver así todo lo que le deben Augusto Comte y con él todos los pensadores de nuestra época. En la obra de Saint-Simon se encuen- tran, desarrollados ya, los gérmenes de todas las ideas que han sen- tado el pensamiento de nuestra épocan4.

Claudio Enrique de Rouvroy, conde de Saint-Simon, fue un hom- bre con una personalidad y una trayectoria verdaderamente singu- lar. A los trece años se negó a hacer la primera comunión, siendo recluido por sus padres en una institución religiosa, de la que se esca- pó. Sorprendidos por la personalidad y la inteligencia de su hijo, sus padres le sometieron a un intenso programa de instrucción, que lue- go Saint-Simon prolongó por su cuenta durante muchos años, estu- diando las más diversas cuestiones, hasta alcanzar una amplia cul- tura enciclopédica.

Imbuido desde muy joven de la convicción de que estaba desti- nado a realizar grandes aportaciones a la humanidad, desde los quin- ce años encargó a sus ayudas de cámara que lo despertaran con estas palabras: ((Levántese, señor Conde; tiene usted grandes cosas que hacer». Su afán desmedido por realizar grandes tareas le condujo a llevar una vida falta de medida, en la que primero acumuló una gran fortuna, luego la dilapidó, pasando hambre y todo tipo de miserias, hasta que nuevamente logró rehacer su situación económica y orga- nizar un movimiento intelectual y político que contó con un buen número de seguidores y discípulos.

Muy joven tomó la carrera de las armas, participando en la gue- rra de la Independencia y en la Revolución americana, a las órdenes de George Washington, siendo herido. También participó en la Revo- lución francesa, renunciando a sus títulos y cambiando su nombre por el de Jacques Bonhomme, aunque no pudo evitar ser encarcela- do durante un breve período de tiempo.

Entre las empresas que intentó realizar durante su vida se cuen- tan sus gestiones con el virrey de México para construir un canal que uniera los dos océanos, intentando convencer también al Gobierno

Emilio Durkheim: El Socialismo. Su definicidn. Sur aríprnrr. C1i doctrina Saint- simoniana. Editorial Apolo, Barcelona, 1934, pAgi, 159 y 170.17 1,

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES 113

español para construir un canal que uniera Madrid con el mar. Más tarde intentó promover un gran Banco cuyos beneficios pensaba dedicar a iniciativas de interés para la humanidad.

La obra de Saint-Simon es un conjunto de cuadernos, folletos, cartas y planes y proyectos generalmente sin terminar. Prácticamente todas sus aportaciones intelectuales se produjeron a partir de 1805, cuando contaba cuarenta y cinco años y se encontraba en la pobre- za más absoluta, después de haber dilapidado su fortuna, haber estu- diado todo tipo de disciplinas y haberse implicado en un sinfín de aventuras. ((Hace quince días -llegó a escribir- que me alimento con pan y agua, trabajo sin lumbre y me he visto obligado a vender hasta mis prendas de vestir para atender a los gastos de copia del manuscrito. Me han llevado a esta situación angustiosa el amor apa- sionado a la ciencia y al bien público, y el deseo de descubrir el medio de solucionar sin violencias la tremenda crisis por la que atraviesa toda la sociedad european5.

El gran objetivo que se propuso Saint-Simon fue reorganizar la sociedad sobre las bases de la ciencia y la industria, para alcanzar una sociedad sin clases por el camino de una renovación ético-reli- giosa. La planificación económica, el desarrollo industrial, la orga- nización de una sociedad equitativa y productiva en la que los vagos y parásitos serían castigados y se atenderían las justas necesidades de todos, la desaparición de los Estados nacionales europeos, con un nuevo sistema político y una Europa fraternalmente unida, son algu- nas de las ideas que aparecen desgranadas en las diferentes obras y apuntes de Saint-Simon. Por ello, Saint-Simon puede ser considera- do, con toda razón, como uno de los más fructíferos precursores de nuestra época; no sólo un precursor del positivismo y la Sociología, sino también un avanzado del industrialismo moderno y un precur- sor del europeísmo y del socialismo, hasta el punto de ser conside- rado como el padre del socialismo francés.

Sus obras más importantes de carácter sociológico fueron Reorga- nización de la sociedad europea, E1 organizadov, Del sistema industrial, Catecismo de los industriales, Nuevo cristianismo y Fisiología social.

"arta con la que acompafld el envlo a varlan pemonalldades dc su obra Memoria sobre la Ciencia del hombre y trabajo sobre la gravtracidn unlvrr,rul.

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Saint-Simon planteó la necesidad de constituir una ciencia de la sociedad basada en una filosofía positiva, en hechos observados y discutidos. Esta ciencia social, calificada por él como fisiología social, es entendida como un elemento más de la ciencia general, que ope- ra de acuerdo a unos mismos principios, y en cuya cima, como una síntesis ascendente de conocimientos, se encuentra la ciencia que se ocupa de la organización de las sociedades humanas. Saint-Simon intentó establecer una síntesis de los conocimientos humanos, des- plazando su atención de la filosofía a las cuestiones políticas y socia- les, y finalmente a la propuesta de un «nuevo cristianismo)), basado cn una doctrina de la filantropía que hundía sus raíces en «una con- cepción panteísta del universo».

Saint-Simon vivió en una época de intensos cambios sociales y políticos, en los que se comprometió vivamente, dedicando sus refle- xiones a imaginar el nuevo mundo que se avecinaba. Estaba conven- cido de que el orden social en crisis, propio del viejo régimen, podía uei. i.cconstruido sobre bases racionales y científicas. Y para ello se necesitaban nuevos modelos interpretativos y nuevos cuerpos de ide- us, porque todo nuevo sistema social requiere previamente -creía- iin nuevo sistema filosófico en el que basarse. A esta tarea se dedicó apasionadamente durante toda su vida, recurriendo durante sus Últi- mos años a la ayuda de dos jóvenes brillantes a los que contrató como secretarios, con la esperanza de que le ayudaran a sistematizar todas las concepciones que le bullían en la cabeza, haciendo posible asen- tar el sistema de ideas de la nueva era que se avecinaba, en forma de una filosofía, o incluso de una «nueva religión)). Estos jóvenes fueron el futuro gran historiador Agustin Thierry y el futuro padre de la Socio- logia Augusto Comte. Con ambos acabó mal. Pero ambos, por enci- ma de sus pleitos y desavenencias, fueron herederos de muchas de las ideas e intuiciones de una de las mentes más fértiles, más enci- clopédicas y más imaginativas y complejas de nuestra época.

Saint-Simon fue, en suma, un hombre que vivió a fondo todas las circunstancias de su tiempo y que creyó que la ciencia se converti- ría en el nuevo poder espiritual de la nueva época, haciendo posible que la humanidad entrase en el tercer gran período de su historia, una vez concluido el período preliminar con Sócrates y terminado el segundo, o conjetural, precisamente, con loa escritos de Saint- Simon.

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES

3. AUGUSTO COMTE Augusto Comte (1798-1857) es considerado como el padre de la

Sociología no sólo por acuñar la propia expresión de Sociología, sino por haber realizado también la primera propuesta sistemática de esta nueva ciencia.

Desde muchos puntos de vista, la personalidad de Comte supone un contrapunto con la de Saint-Simon. Comte, que era bastante más gris, e incluso adusto en algunas ocasiones, dio un sesgo más con- servador y más enfatizador del orden social a la Sociología.

Nacido en el seno de una rígida familia católica del Sur de Fran- cia, obtuvo a los dieciséis años una plaza para estudiar en el Insti- tuto Politécnico de París. Sus biógrafos nos hablan de su carácter dogmático y de una vida atormentada, marcada por amores difíci- les, un matrimonio fracasado, crisis nerviosas y dificultades para ins- talarse en el estamento académico.

Sus contactos con los círculos Saint-simonianos le permiten al joven Comte ser contratado como secretario de Saint-Simon, del que se separó borrascosamente después de siete años de colaboración, quejándose de haber sido expoliado en sus ideas y de haberse visto arrastrado a explicitar estas prematuramente, antes de que hubieran madurado. Después de su ruptura con Saint-Simon inició una etapa que él calificó de «higiene cerebral», para liberarse de la influencia de ideas ajenas.

La idea básica de Comte era que todas las ciencias formaban una jerarquía, de forma que cada eslabón del edificio científico dependía del anterior. En la base estaban las matemáticas, que tra- taban de los aspectos abstractos de los fenómenos, luego se encon- traban la mecánica, la física, la química, la biología y finalmente, en el vértice de la pirámide de las ciencias, debía encontrarse la Ciencia de la Sociedad, a la que primero, como ya hemos visto, lla- mó ~ftsica social)), rebautizándola después con el nombre de Socio- logía.

Según Comte, la pirámide de las ciencias estaba construida de acuerdo a la propia complejidad de los fenómenos estudiados, lo que determinaba, a su vez, su mayor o menor grado de desarrollo, ya que lógicamente primero se desarrollaban las ciencias que se ocupaban de los fenómenos más simples, correspondiendo el máxi-

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mo grado de complejidad, y por tanto el desarrollo más tardío, a las ciencias que se ocupan del ser humano. De acuerdo a esta explica- ción, la Sociología era la última ciencia en surgir, porque previa- mente había sido necesario el desarrollo encadenado de las restan- tes, hasta completar un edificio general del conocimiento, cuya cumbre estaba coronada por la ((ciencia de las ciencias)), la nueva síntesis del conocimiento a cuya construcción estaba contribuyendo Com te.

De acuerdo a este planteamiento, la Sociología era vista no sólo como la culminación del edificio científico, sino también como una ciencia que venía a remediar los problemas del hombre y la socie- dad, contribuyendo a reordenar científicamente la sociedad des- pubs de un período de cambios, transformaciones y traumas cau- sado por los imperativos de la Revolución francesa y la revolución indiistrial.

La exaltación del papel de la Sociología le llevó a Comte a conside- rurlü prácticamente como una nueva religión laica de la humanidad, oi-giinizando a sus discípulos como si de unos nuevos apóstoles se trutüra. La nueva religión era el positivismo, la nueva divinidad la hunzunidad, y los sacerdotes una nueva élite ilustrada que debía emprender una reordenación social universal. Este afán de reorde- nación social le llevó a Comte, incluso, a escribir una carta al zar Nicolás 1 de Rusia proponiéndole organizar autocrática y científica- mente a Rusia como una «sociedad positiva)).

Uno de los puntales básicos del planteamiento comtiano fue la «lgy de los tres estadios», una interpretación también ascendente de la evolución de la humanidad en función del progreso interconecta- do «del conocimiento)), de la «realidad social)) y del «desarrollo del individuo)). Las tres etapas, como ya vimos, son la etapa teológica, la metafisica y la positiva.

En el estadio o etapa teológica la explicación de las cosas y los acontecimientos se realiza en referencia a «seres o fuerzas sobre- naturales e invisibles)). Esta etapa se correspondió con sociedades agrícolas, en las que la unidad básica, tanto en lo político como en lo económico, era la familia. La organización de la sociedad era bási- camente militar, autoritaria y con un fuerte control social. La huma- nidad -dirá Comte- se disciplinó de esta manera, y se desarrolla- ron ((ciertas doctrinas comunes sin lar que el vfncula social no habría

podido adquirir su extensión ni consistencia, suscitando la única autoridad espiritual que pudiera entonces surgir»6.

En la etapa metaftsica los fenómenos se explican recurriendo a ((entidades e ideas abstractas)), que llegan a operar como verdaderas «abstracciones personalizadas)) que sustituyen a las ((potencias sobrenaturales de la etapa teológica)). De la misma manera que «la doctrina de los reyes representa el estado teológico de la política)), en la etapa metafísica se establece la «doctrina de los pueblos)), fun- dada sobre la «suposición abstracta y metafísica de un contrato social primitivo, anterior a todo desarrollo de las facultades humanas por la civilización. Los medios habituales de razonamiento que emplea -dirá Comte- son los derechos, considerados como naturales y comunes en el mismo grado a todos los hombres~~ . Durante esta eta- pa se afianza la autoridad civil y el Estado y, en general, el poder temporal, frente al poder espiritual, dándose inicio a un período de crisis y revoluciones que preludian el inicio de la tercera etapa de evolución de la humanidad.

Finalmente en la etapa positiva se empiezan a establecer racional- mente las leyes de relaciones entre los hechos, a partir de la observa- ción y la medición. Ésta es la época de la sociedad industrial en la que la inteligencia humana se libera de mitos y ataduras y entra en lo que Comte califica como el estadio de la «positividad racional)). El espíritu humano -dirá Comte- renuncia a investigaciones abso- lutas, propias de su infancia, y centra sus esfuerzos en el ((dominio de la observación)) y en el logro de conocimientos útiles para las mece- sidades reales)).

Pero Comte no intentaba establecer sin más el primado de lo dado, de lo verificado por meras observaciones carentes de más ambición analítica. Se trataba de llegar a un conocimiento de las leyes natu- rales que permitieran anticipar el curso de los hechos. «Ver para pre- ver» -dirá Comte-, lo que hay que hacer es ((estudiar lo que es, a Fin de concluir de ello lo que será»8.

6 Augusto Comte: Discurso sobre el usptrilir positivo. Alianza, Madrid, 1980, pág. 23 . 7 Augusto Comte: «Plan de trabajos cicntfl'icoti ncccsurios para reorganizar la Socie-

dadu, en Primeros ensayos. Fondo de Cultura Econbmlcu, MCxico, 1977, pág. 109. 8 Augusto Cornte: Discurso sobre u1 uspldtu positivo, o p , cit,, pAg. 32.

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Este sentido práctico inspirará toda la obra de Comte. Quería ontribuir al progreso de los conocimientos y a la vez posibilitar la ntrada de la humanidad en la etapa positiva. No se trataba sólo de saber para prever)), sino también de «prever para actuar)). Lo que hmte quería era «evitar, o al menos mitigar lo más posible, las cri- is más o menos graves que determina un desarrollo espontáneo liando no se ha previsto ..., la ciencia -dirá- nos lleva a la previ- idn, y la previsión permite regularizar la acción))9.

En este sentido es en el que hay que situar la gran preocupación le1 fundador de la Sociología por los problemas del orden social. :Un sistema social que se acaba, un sistema nuevo que ha llegado i su madurez completa y que tiende a constituirse: tal es el carác- er fundamental que asigna a la época presente la marcha general le la civilización. De acuerdo con este estado de las cosas -dirá Zomte-, dos movimientos de diferente naturaleza impulsan hoy a u sociedad: uno de desorganización, otro de reorganización. 10. Estos los procesos darán lugar a dos ópticas sociológicas, a las que lue- g o se calificará como dinámica social y estática social, como plas- naci6n de las ideas de cambio y de orden social.

Comte, como ya hemos dicho, se situó en la perspectiva del orden iocial, reivindicando la necesidad de un «consenso universal», de una :omunidad de ideas compartidas. Desde esta óptica, la verdad es que as aportaciones concretas de Comte al conocimiento de la estructu- .u social y a los procesos de cambio son muy limitadas y esquemáti- :as. Distinguía tres planos en la sociedad: el individuo (al que no con- sideraba como objeto de análisis sociológico), a la familia (que veía ;omo la unidad social básica ligada por una unidad moral que la diferenciaba de las demás unidades sociales) y las combinaciones ~.«ciales (la más alta de las cuales era la humanidad como tal).

Desde un punto de vista metodológico, tampoco es posible encon- lrar en Comte aportaciones de entidad para el estudio sociológico, m8s allá de la reivindicación global del método positivo, según el cual

9 Augusto Comte: «Consideraciones filosól'icuti sobre lur ~lenclua y los habiosn, en I'rinrrros En.suyo.s, op. cil., pág. 202.

10 Augusto Comtc: .Plan de los traha,jon clontlf!cor nrccrnrlor puru reorganizar la noclcdudr, op. cil., phg. 7 1 .

los conceptos debían someterse a los hechos y todos los fenómenos sociales debían ser estudiados como fenómenos sujetos a leyes gene- rales. Comte, sin embargo, no identificó el método positivo con el empleo de las matemáticas y la estadística, criticando la concepción de «quienes creían que no hay certeza fuera de las matemáticas)). Para alcanzar el conocimiento positivo proponía acudir a la obser- vación, la comparación y su método histórico, basado en la búsque- da de «series sociales evolutivas)) y tipos ideales de evolución, como en la «ley de los tres estadios».

Aunque Comte ha pasado a la historia como el padre de la Sociolo- gía y su influencia se hizo notar en importantes desarrollos teóricos y metodológicos posteriores, como los debidos a Emilio Durkheim y a Max Weber, lo cierto es que sus pretensiones de crear una ciencia nueva fueron más un deseo que una realidad. Es cierto que abrió un nuevo camino, pero fueron otros los que en realidad empezaron a transitar por él. La intención totalizadora de sus planteamientos y la falta de nexos metodológicos precisos para sus enfoques frustra- ron en buena medida su esfuerzo intelectual y lo contaminaron de fuertes intenciones finalistas.

Como ha subrayado Gurvitch, en ~Comte es todavía más difícil separar la Sociología como ciencia, de la filosofía social y de la doc- trina política, de lo que puede serlo en Saint-Simon, Proudhom o Marx. Esto es bastante paradójico, puesto que Comte quiso ligar el destino de la Sociología al fomento del espíritu científico»ll. De hecho, el desarrollo concreto de la Sociología se desligó bastante pron- to de Comte y su corte de discípulos positivistas, empezando por Francia, donde el reconocimiento de Durkheim en los ámbitos aca- démicos y la obtención de recursos económicos «para la investiga- ción subvencionada» fue acompañada de un claro movimiento para «desterrar a la noche del olvido» a los discípulos de Comtel2.

En suma, podemos decir que las tres aportaciones fundamenta- les de Comte fueron su concepción positiva sobre el edificio de la ciencias en cuya cumbre situaba a la Sociología, su ley de las tres

l 1 G. Gurvitch: 7i-es cuptlu1o.s de lu hisioriu de Iu Sociologtu. Comre, Marx y Spencer. Nueva Visión, Buenos Aires, 1970, píígs. 1 1- 1 2.

' 2 Pierre Arnaud: Sociología de Comlr. Penfnriulu, Rurcclonu, 1971, phg. 199.

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etapas y la pretensión de que la Sociología fuera una guía para la acción y una especie de nueva religión de la humanidad. ¿Suponían algún avance estas aportaciones respecto a los planteamientos de su maestro Saint-Simon? ¿Aportó realmente Comte algo más que la ((invención» del «nombre» para la conceptualización de la Sociolo- gfa tal como hoy la conocemos? No faltan quienes sostienen que la mayor contribución concreta de Comte fue el invento de la palabra Sociología, y que no puede ser considerado propiamente como el padre de esta disciplina. Incluso Saint-Simon avanzó más en el cami- no que permitió el desarrollo ulterior de la nueva ciencia. Por ello uno de los estudiosos de la obra de Comte, como Pierre Arnaud, ha podido preguntarse: «¿Comprendió bien Comte a Saint-Simon?, jno orientó la Sociología hacia un callejón sin salida?, ¿no habrá que vol- vci. a Saint-Simon olvidándose de un interprete estrecho y terco?»l3.

4. ISMII,10 DURKHEIM Y EL DESARROLLO 1)IS 1,A INVESTIGACI~N SOCIAL

La historia de la Sociología, tal como hoy la entendemos, empie- za propiamente con Emilio Durkheim. Durkheim no se limitó a hablar de una nueva ciencia y de sus posibilidades, ni a diseñar grandes teo- rlas generales de la evolución social. Durkheim hizo Sociología, empeñándose en investigaciones sociales concretas y esforzándose por desarrollar reglas y procedimientos de investigación específicos. Puede decirse que con Durkheim la Sociología alcanza por primera vez un status propio, desde un punto de vista académico e investi- gador

Emilio Durkheim (1 858-19 17) nació en el seno de una familia judía en Epinal (Francia), apartándose de las creencias religiosas en su adolescencia. Ingresó en la Escuela Normal Superior de París. Durante 1885 y 1886 amplió estudios en Alemania, donde recibió la influencia de la psicología científica. En 1887 se incorporó al depar- tamento de filosofía de la Universidad de Burdeos, donde impartió las primeros cursos de ciencias sociales, accediendo en 1902 a la Sor- bona, donde en 1906 fue nombrado catedrático de Pedagogia, modi-

E L DESARROLLO D E LA SOCIOLOG~A: LOS PADRES FUNDADORES

ficándose esta denominación en 1913 por la de Sociología. Desde 1896 publicó la revista L'Année Sociologique y luego los Anuales Socio- logiques, en torno a las cuales aglutinó a un importante círculo de estudiosos sociales. Sus obras más importantes fueron La división del trabajo social (1 893), Las reglas del método sociológico (1 895)) El suicidio (1 897) y Las formas elementales de la vida religiosa (1 9 12).

Durkheim vivió durante un período crítico de la historia france- sa marcado por la derrota en la guerra franco-prusiana y los acontecimientos de la Comuna y la instauración de la Tercera Repú- blica. Tomó parte activa en algunos acontecimientos políticos, como el escándalo Dreyfus, y, aunque criticó el marxismo, se definió como partidario de un socialismo encaminado a lograr la regeneración de la sociedad a partir de los principios morales «descubiertos por una Sociología científica».

Raymond Aron ha querido ver una importante franja de coinciden- cias entre los planteamientos de Durkheim y los de Max Weber y Wil- fredo Pareto, las tres figuras principales de la primera generación de sociólogos. Ambos vivieron en la misma época histórica, aunque Weber (1864-1920) es algo menor que Durkheim, y los tres conocie- ron un período de relativa paz en el contexto europeo, publicando sus obras más importantes antes de la guerra de 1914, excepto Eco- nomía y Sociedad que fue publicada después de la muerte de Max Weber.

Según Aron, estos tres sociólogos representan un intento de reac- ción intelectual contra «las explicaciones naturalistas o materialis- tas exteriores y las explicaciones racionalizantes y económicas de la conducta humana~l4.

Sin embargo, la realidad es que, aparte de las específicas circuns- tancias particulares y religiosas diferentes -al menos de origen- de cada uno de ellos (judío, católico y protestante), las propias viven- cias familiares, regionales y políticas de Durkheim influyeron de manera muy importante en la elección de sus temas de estudio y en sus orientaciones concretas.

l 4 Raymond Aron: Las etapas del pensamirnto ~aciológico. Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1979, Tomo 11, p4g. 16.

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122 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

Las peripecias políticas de la Comuna de París y las reacciones posteriores, la crisis de las instituciones docentes tradicionales francesas, controladas por la Iglesia, y el brote de antisemitismo surgido con el escándalo Dreyfus, alentaron y reforzaron en Durk- heim una preocupación recurrente por los temas de la solidaridad grupal, por el orden social, por la crisis de creencias, por la anomia, etcétera.

Uno de los principales hilos conductores de toda su obra fue el estudio de la ecuación individuo-sociedad, a través de la inda- gación sobre la verdadera entidad de lo social. Para Durkheim la sociedad constituye una realidad por sí misma, que tiene sus pro- pias leyes y que es previa a los individuos concretos que la cons- tituyen.

La indagación sobre la entidad de lo social fue directamente ligada por Durkheim a la misma razón de ser de la Sociología, por creer que si la Sociología no era capaz de identificar y explicar «el factor social» -como él decía- en tanto en cuanto una «realidad propia», entonces habría que preguntarse por su propia razón de ser como disciplina independiente.

Así pues, el desarrollo de la Sociología implicaba plantearse pre- guntas tales como: jqué es lo social?, ¿qué entidad tiene?, jexiste algo similar a una «mente colectiva» como realidad objetiva del grupo?, jcómo se identifica y en qué se identifica lo social?, ¿cómo se estudia? A estas y similares preguntas intentó dar respuesta Durkheim en su obra Las reglas del método sociológico, ocupándo- se en otros libros posteriores de demostrar cómo se podían apli- car estas reglas al estudio concreto de diferentes aspectos de la rea- lidad social.

Para Durkheim, la sociedad era algo más que la «mera suma de los individuos», era una «realidad específica que tiene caracteres propios». «Sin duda -dirá Durkheim- no puede producirse nada colectivo, si no son dadas las conciencias individuales; pero esta condición necesaria no es suficiente. Es preciso que estas con- ciencias estén asociadas y combinadas de una cierta manera; de esta combinación proviene la vida social y, por consiguiente, es esta combinación lo que la explica. AgregAndose, penetrándose y fusionándose las almas individuales engendran un ser, psiquico si

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES 123

se quiere, pero que constituye una individualidad psíquica de un nuevo genero» l5.

Esta realidad colectiva es algo especial que debe ser designada con una palabra también especial. «El grupo -dirá Durkheim- piensa, siente, obra en forma distinta de lo que harían sus miem- bros si se encontraran aisladosnl6. Pero lo social no sólo tienen una entidad propia, sino que también desempeña un papel central para hacer del hombre lo que es. El hombre es hombre «en la medi- da que está civilizadon. Gracias a la sociedad el hombre se eleva de lo animal a la humanidad. Para Durkheim, si el hombre es des- pojado de «todo lo que la sociedad le aporta» quedaría reducido a la sensación animal, «al imperio de las fuerzas físicas». La «fuer- za colectiva» es precisamente la que ha hecho posible neutralizar «las energías ininteligentes y amorales de la naturaleza».

El carácter prevalente y superior de la sociedad no es para Durk- heim solamente una cuestión fáctica, es una realidad de orden moral. La sociedad implica un proyecto moral, unos principios, deberes y normas que permiten establecer nuevas formas de soli- daridad y cohesión que dan lugar a una realidad superior. «Los sentimientos sociales -llegará a decir Durkheim- son la resul- tante de la organización colectiva, lejos de constituir su base. Ni siquiera está plenamente demostrado -concluirá- que la ten- dencia a la socialización haya sido, desde el origen, un producto de la vida socialnl7.

A partir de estas consideraciones, Durkheim llega a una impor- tante conclusión de carácter metodológico: si se quiere compren- der lo social no se debe partir de los individuos aislados, ni de los métodos psicológicos utilizados para este fin, sino de otros mé- todos diferentes orientados a comprender «lo que pasa en el gru- po». Por ello consideraba la Psicología y la Sociología como cien- cias con enfoques tan distintos como sus respectivos objetos de estudio.

' 5 Emilio Durkheirn: Las reglas del mdtodo sociolúgico. Dédalo, Buenos Aires, 1964, pág. 1 19.

IVbld., p4g. 120. 17 Ibfd., pAg. 122.

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124 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

En suma, la línea argumenta1 de Durkheim le lleva a establecer un conjunto encadenado de argumentos que le sitúan ante el umbral de sus aportaciones metodológicas. Primero insiste en la especifici- dad del ámbito de lo social, en segundo lugar reclama su carácter prevalente, en tercer lugar subraya la existencia de leyes propias de la mentalidad colectiva y, finalmente, concluye fijando su atención en lo que, en su opinión, constituye la realidad específica de lo social: los hechos sociales.

La Sociología es entendida, pues, como la ciencia que se ocupa específicamente de los hechos sociales. El hecho social será definido por Durkheim como «toda manera de hacer, fijada o no, susceptible de ejercer sobre el individuo una coacción exterior; o bien: que es general en el conjunto de una sociedad, conservando una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales» '8.

Los hechos sociales son «maneras de obrar, de pensar y de sen- tir exteriores al individuo, y están dotados de un poder superior por el cual se le imponen~lg. Los hechos sociales constituyen realidades que el individuo se encuentra formadas y que son parte de la ~supre- macía material y moral que la sociedad tiene sobre sus miembros». En su génesis es necesario que muchos individuos hayan combina- do su acción para «engendrar un producto nuevo», que se realiza - dirá- fuera de nosotros, teniendo «necesariamente por efecto fijav, instituir fuera de nosotros, determinadas maneras de obrar y deter- minados juicios, que no dependen de cada voluntad particular toma- da separadamente)JO. En esta perspectiva será, precisamente, don- de Durkheim recurrirá al concepto de Institución, para referirse a «todas las creencias y a todas las formas de conducta instituidas por la colectividad». «La Sociología -dirá- podría, por tanto, definir- se como la ciencia de las instituciones, de su génesis y de su funcio- n a m i e n t o ~ ~ ~ .

Estos enfoques y planteamientos tienen la virtualidad, para Durk- heim, de ser los que posibilitan la misma realidad de la Sociología

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES 125

con un objeto propio de estudio. La historia de la Sociología, en consecuencia, será entendida como el esfuerzo por precisar estas ide- as y por profundizar en las consecuencias que implican.

Una vez delimitado el objeto de estudio -los hechos sociales y las «instituciones»- Durkheim se aprestará, por un lado, a precisar las reglas metodológicas para su estudio y, por otro, a demostrar con investigaciones concretas el funcionamiento práctico de su enfoque.

Las reglas para la observación y estudio de los hechos sociales se centrarán, sobre todo, en la necesidad de considerarlos «como cosas», es decir, como realidades dadas, como datos que pueden ser observa- dos. Durkheim pensaba que la Sociología en sus primeros balbuceos había estado básicamente tratando de conceptos y que había que empezar a tratar de cosas, es decir, de fenómenos sociales suscepti- bles de ser considerados como cosas.

Las tres reglas básicas que propone para el tratamiento de los he- chos sociales son; primera «evitar todas las prenociones» y prejui- cios previos; segunda «tomar sólo como objeto de investigación los fenómenos definidos por sus caracteres exteriores comunes»; y ter- cero evitar todo subjetivismo, esforzándose por considerar los hechos sociales por el lado de los caracteres exteriores que los definen de la manera más objetiva posible, es decir, por el lado en que se presen- ten aislados de sus manifestaciones individuales.

El estudio de lo social -concluirá Durkheim- debe abordarse «por las partes más accesibles a la investigación científica. Sólo más tarde podrá llevarse más lejos el estudio, y por un trabajo de apro- ximación progresiva, penetrar poco a poco en esta realidad fugaz, que el espíritu humano quizás nunca podrá llegar a conocer com- p le tamente~~~.

Una comprensión adecuada de las aportaciones de Durkheim al desarrollo de la Sociología requiere también considerar, siquiera sea brevemente, su papel como investigador social concreto a través de sus principales obras.

La división del trabajo social (1893) es un estudio sobre las for- mas de solidaridad en la sociedad moderna. El tema de la solidari-

'8 Ibfd., piig. 40. l 9 Ibfd., piig. 32. 20 Ibfd., pAg. 26. 21 Ibfd., p8g. 26. 22 Ibfd., pAg. 68.

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dad será una de sus grandes preocupaciones recurrentes. Lo que Durkheim se preguntaba, al igual que muchos otros grandes teóri- cos de su época, es cuáles iban a ser los nuevos mecanismos de cohesión social cuando se derrumbara por completo el viejo orden social. En esta obra analiza la forma de cohesión a que da lugar la moderna división del trabajo, estableciendo su famosa tipología sobre las dos formas básicas de solidaridad: la solidaridad mecáni- cu y la solidaridad orgánica. La solidaridad mecánica será entendi- da como la forma específica de solidaridad propia de las socieda- des arcaicas, basada en la similitud de los miembros individuales, cn su homogeneidad y coincidencia de ideas y de conciencia colec- tiva, y en el temor a unas leyes muy duras que castigan cualquier desviación, y que sirven para mantener la solidaridad mecánica. La soliduridad orgánica, por su parte, es propia de las sociedades indus- triulcs, en las que existen muchas variaciones y diferencias ente los miembros, como consecuencia de las diferencias de educación, de experiencias, etc., que se relacionan con la división del trabajo. En estas sociedades, la variedad hace disminuir la importancia de la uconciencia colectiva» y se desarrollan nuevas formas de interde- pendencia entre los individuos, siendo reemplazada la legislación coactiva por un derecho restitutivo y un papel prevalente del con- trato. Según Durkheim, en estas sociedades, en las que la solidari- dad orgánica reemplazaba la coacción física, los riesgos de desa- gregación y anomia son mucho mayores.

El suicidio (1 897) es también un estudio sobre la cohesión social, en el que el comportamiento suicida es analizado como un fenó- meno social, explicable en función de las variaciones en la estruc- tura social, especialmente en lo que se refiere a las diferencias en el tipo de solidaridad social. Este libro fue un buen ejemplo de estu- dio sociológico en el que se unían la teoría y la investigación empí- rica, combinándose con la utilización de tipologías, con estudios comparativos de series de datos y con explicaciones teóricas. Entre estas últimas merece especial relevancia la explicación de un tipo específico de suicidio: «el suicidio anómico)), que se produce cuan- do tienen lugar cambios sociales súbitos que dan lugar a quiebras o desajustes en las normas sociales. Estos desajustes producen un estado de anomia que supone confusión, inseguridad, falta de cri- terios, etc., que a veces conduce al suicidio, Erte concepto de ano-

mia ulteriormente ha sido aplicado por muchos sociólogos de mane- ra fructífera al estudio de diferentes patologías sociales y conduc- tas desviadas.

En Las formas elementales de la vida religiosa (19 12) Durkheim estudió la función social de la religión en la creación, refuerzo y conservación de la solidaridad social3 a partir del análisis de una de las manifestaciones más primitivas y simples del fenómeno religio- so: el totemismo.

En su conjunto, las aportaciones y enfoques de Durkheim han ejercido una influencia muy rica y variada en toda la Sociología pos- terior. Con Durkheim puede decirse que la Sociología, ¡por fin!, pudo echar a andar, con un campo de estudio acotado y con unos enfo- ques metodológicos realistas y viables. Pero Durkheim no sólo hizo viable la Sociología, sino que también creó una importante escuela, que dio una cierta preeminencia inicial a la Sociología francesa e influyó de manera importante en toda la Sociología ulterior, en aspec- tos que han ido desde el desarrollo de la idea de institución social, la relación de los conceptos sociológicos de cultura y sociedad, los enfoques que condujeron al análisis estructural-funcional, la cons- trucción de tipologías, el acotamiento de los principales campos temáticos de estudio de la Sociología, y el desarrollo de teorías espe- cíficas como la de la anomia.

La solidaridad social, como hemos visto, fue uno de los grandes temas de preocupación recurrente en Durkheim. Lo que a veces le ha hecho aparecer ante las generaciones posteriores como un enfa- tizador a ultranza del orden social y, por lo tanto, como un sociólo- go inclinado hacia perspectivas conservadoras. Sin embargo, la pre- ocupación de Durkheim por el orden social no se encontraba conectada al mantenimiento del viejo orden tradicional, sino que era básicamente una preocupación de futuro. Como señalábamos al prin- cipio de este epígrafe, Durkheim vivió en un contexto social y polí- tico complejo que le influyó poderosamente en esta preocupación por el cambio y la solidaridad, al igual que a buena parte de sus con- temporáneos.

Durkheim estaba convencido de que existían poderosos nexos de conexión entre tres grandes movimientos del siglo xix: el nacimien- to de la Sociología, el cambio de las ideas religiosas y la emergencia

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128 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

del socialismo. El debilitamiento de las religiones tradicionales esta- ba dejando un vacío de identidad de creencias que algunos pugna- ban por recrear sobre nuevas bases; el socialismo, a su vez, aspira- ba a sentar las bases de una nueva organización social y económica, sobre las cenizas de una fuerte crisis moral y religiosa, y a partir de una creciente desorganización social y una decadencia de «los vie- jos poderes políticos y espirituales que ya no se adaptaban a la natu- raleza de la sociedad industrialn-23.

Para Durkheim, la virtualidad de la Sociología era que podía apor- tar las bases de un conocimiento metódico y riguroso para la solu- ción científica de los problemas sociales. Su visión sobre el socialis- mo, a su vez, era que no debía quedar reducido «a una simple cuestión de salarios, o, como se ha dicho, de estomago)), sino que debía ser una aspiración más global a «reorganizar el cuerpo social» en su con- junto24. En este sentido, Durkheim reivindicó aquellas concepciones del socialismo que aspiraban «a una organización más democrática de la sociedad ..., a la igualdad jurídica de ambos sexos, a una moral más altruista, a una simplificación de las normas jurídicas», lo que en definitiva suponía una transformación «tan compleja y profunda -decía- que implica necesariamente ajustes y reformas en todas absolutamente las partes del organismo socia1»25.

En definitiva, el problema social fundamental no era para Durk- heim un problema económico, sino un problema de consenso social, de comprensión de la superioridad moral de la sociedad y, por lo tan- to, de interiorización de todos los imperativos, normas y obligacio- nes requeridas para su buen funcionamiento. Por ello el carácter coac- tivo de la vida social para los hombres no era visto por Durkheim como «la trampa en que ellos mismos se han cogido», sino como una fuerza moral, y natural, superior, que está fundada en la naturaleza de la sociedad y que es aceptada por los hombres como una realidad de más alto rango, asumiendo «el espíritu de disciplina como la con- dición social de toda la vida en común~26. Sus vivencias, y el con-

23 Raymond Aron: Las etapas del pensamiento socioiógico, op. cit. Tomo 11, pág. 100. 24 Emilio Durkheim: El socialismo, op. cit., págs. 47-48. 2 5 Ibid., pág. 50. 26 Emilio Durkheim: Las reglas del mbtodo socioidglco, op. cit., phg. 137.

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGIA: LOS PADRES FUNDADORES 129

texto de su época, le llevaron a Durkheim a poner el énfasis en esta problemática y a preguntarse cuáles serían las fuerzas de cohesión social de las sociedades del futuro, una vez que se hubieran venido abajo por completo las viejas concepciones de la sociedad tradicio- nal que aún quedaban en pie.

5. CARLOS MARX Y LA SOCIOLOG~A DIALÉCTICA (*)

Carlos Marx (1818-1883) es una de las grandes figuras intelec- tuales de nuestra época y, sobre todo, una de las que ha llegado a alcanzar una mayor influencia práctica en el plano político y cultu- ral. La rica y amplia obra de Marx tiene tantas facetas como intér- pretes más o menos parciales e interesados. Durante sus 65 años de vida, Marx se comprometió en muy diversas iniciativas políticas y procesos revolucionarios. Sufrió varios enjuiciamientos y persecu- ciones, siendo expulsado de Alemania, de Francia, y de Bélgica, para ser desterrado finalmente a Inglaterra, donde se afincó hasta el final de sus días, pasando por períodos de dificultades y privaciones.

Carlos Marx fue sobre todo un gran agitador, un promotor de nue- vas ideas y un abanderado de los nuevos ideales socialistas. Dirigió varias publicaciones, lideró la Liga Comunista, y participó en la fun- dación de la Asociación Internacional de Trabajadores, organizando en su seno la corriente que durante varios años disputó el poder a los bakuninistas y que finalmente acabó fundando los partidos socia- listas y socialdemócratas que se agruparon en 1889 en la 11 Interna- cional. Internacional de la que posteriormente se desgajarían, recla- mándose también marxistas, los comunistas de la 111 Internacional y los trotskistas de la IV Internacional.

Marx fue un gran polemista y un estudioso incansable, que se ocupó a lo largo de su vida de cuestiones relacionadas con la Filo- sofía, la Historia, la Ciencia Política, la Economía y el estudio de la

(*) Carlos Marx fue contemporáneo de Comte y, por lo tanto, en un sentido cronoló- gico, este epigrafe deberia ir situado a continuaci6n del que dedicamos a Comte. Sin embargo, he preferido esta ordenación a efectos did8cticos, para que puedan compren- derse mejor las Ilneas de relaci6n -y complementarledad ylo antagonismo en su caso- cntrc Comte y Durkheim, por un lado, y entre Carlon Marx y Max Weber, por otro.

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Sociedad. Su producción intelectual fue tan monumental que aun- que algunos intentos de publicar sus obras completas han llegado a superar el medio centenar de gruesos volúmenes, no han llegado a recogerse realmente todas sus obras27.

La influencia que la producción intelectual de Mam ha ejercido en la Filosofía, la Historia, la Economía, el pensamiento político y, en general, en las Ciencias Sociales ha sido muy considerable, aun- que no tanto como la ejercida a través de los distintos movimientos políticos que se han reclamado herederos o seguidores suyos en los cinco continentes. Por ello no han faltado los que han afirmado que buena parte del siglo xx puede ser considerado como «la era de mar^»^^.

Sin embargo, en los últimos años del siglo xx, y después del de- rrumbe del comunismo, parece que la estela de influencia política de Marx empieza a apagarse y que su pensamiento puede empezar a ser situado en una perspectiva histórica más objetiva, permitien- do un mayor grado de distanciamiento de todo lo que supuso la pesa- da herencia de algunos de sus exegetas y mistificadores más fanáti- cos. No obstante, aun así, no es siempre fácil diferenciar las distintas facetas de su obra y de su personalidad. Mam fue, a la vez, un pro- feta, un activista, un líder político y un intelectual que abordó cues- tiones relacionadas prácticamente con todas las ciencias sociales. Aquí nos vamos a limitar a considerar específicamente sus aporta- ciones en el campo de la Sociología.

Carlos Marx nació en Treveris en 18 18 en la Prusia renana, en el seno de una familia protestante de origen judío. Realizó inicialmen- te estudios de derecho en la Universidad de Bonn, siguiendo una tra- dición familiar, ya que su padre era abogado. Sin embargo, como él mismo confesaría más tarde, su interés prioritario fueron desde el principio la Historia y la Filosofía, materias que cursaría posterior- mente en la Universidad de Berlín y de Jena, en cuya facultad de

27 La edición completa de sus obras de los Institutos de Marxismo Leninismo de Moscú y Berlln (MEGA) había previsto 100 volúmenes.

2Wobert Payne: Marx. Editorial Bruguera, Barcelona, 1969, pág. 1 1 . Existe también una edición castellana de la que es considerada como su biografía oficial. Vid. Franz Mehring: Carlos Marx. Grijalbo, Barcelona, 1968.

Filosofía se acabó doctorando. Durante su juventud Marx frecuentó los círculos hegelianos de izquierdas, manteniendo durante toda su vida la influencia de las concepciones sobre la dialéctica histórica.

Sin embargo, a partir de su estancia en París durante los años 1844 y 1845, y de su amistad con Engels, Marx empezó a revisar o completar críticamente sus enfoques predominantemente hegelianos con una atención prioritaria a los procesos económicos concretos, a partir de los que la dialéctica va a ser situada en una nueva pers- pectiva del devenir social conflictivo. Desde este momento, Carlos Marx se orientó intensamente hacia el estudio del pensamiento de los economistas y hacia la investigación de la sociedad en sus aspec- tos económicos, con la vista puesta en la redacción de su obra cul- minante El Capital, en la que intentó desvelar la lógica y la dinámi- ca del sistema de producción industrial-capitalista. Precisamente el hecho de que Marx muriera sin completar esta obra, dio lugar a que en la publicación de sus últimos volúmenes se notara la influencia, más economicista, de Engels. Lo cual ha hecho posible que durante bastantes años la obra de Marx haya sido objeto de una lectura pre- dominantemente «económica». El mismo Engels, en el epitafio pro- nunciado ante la tumba de Marx, contribuyó poderosamente a «ofi- cializar» esta interpretación al señalar que, de la misma manera que Darwin había descubierto la ley de la naturaleza orgánica, Marx había descubierto «las leyes económicas del desarrollo de la historia humana».

Estas circunstancias, unidas al hecho de que Marx nunca utilizó el termino «Sociología», dio lugar a que algunos analistas pusieran en cuestión la propia pertinencia de considerarle como uno de los «padres fundadores» de la Sociología. Sin embargo, la causa por la que Marx no utilizó la expresión «Sociología» era el alto grado de identificación que en aquellos momentos se establecía entre la «nue- va ciencia» y los planteamientos concretos de Comte y sus discípu- los, que operaban prácticamente como una organización religiosa, e incluso «querían convertir el positivismo en la filosofía del movi- miento obreroP. En cualquier caso, sabemos que Marx llegó a leer

29 T. Bottomore y M. Rubel: Karl Marx. Sociología y Filosofla Social. Penlnsula, Bar- celona, 1968, p4g. 28.

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algunas obras de Comte, del que era contemporáneo, forjándose una pobre opinión de sus aportaciones intelectuales.

Más allá de estos matices, lo cierto es que Marx puede ser con- siderado no sólo como uno de los padres de la Sociología, sino más específicamente como el inspirador de una de sus principales corrien- tes: la que pone un mayor énfasis en las ideas de conflicto y antago- nismo para explicar la dinámica social, en contraste con los enfo- ques de otros padres de la Sociología que pusieron el acento en las facetas del orden y la armonía social.

La idea de conflicto en los enfoques sociológicos de inspiración marxista se encuentra ligada a una concepción específica de lo social, en la que se entremezclan una interpretación dialéctica de la historia con una visión del hombre, en la que los conceptos de praxis y alienación desempeñan un papel fundamental. Fueron, pre- cisamente, estos conceptos los que permitieron durante los años posteriores a la 11 Guerra Mundial «recuperar» una interpretación más humanista del pensamiento de Marx, en contraste con las rigi- deces y las orientaciones adeterministasn de sus exegetas más dog- máticos30.

En suma, pues, podemos decir que el hecho de que Marx de- sarrollara una teoría concreta del devenir social, a partir del análi- sis de los procesos de producción económica, no dificulta en abso- luto que su aportación pueda considerarse como una de las grandes contribuciones al acervo teórico de esta disciplina, hasta el punto de que Schumpeter, por ejemplo, ha podido afirmar que «la llamada interpretación económica de la Historia, es, sin duda, hasta la fecha, una de las mayores aportaciones individuales a la Sociologían31. A

30 Esta ~recuperación~ de ciertas facetas del pensamiento de Marx fue posible en gran parte debido a la publicación tardía de algunas de las obras de juventud de Mam, asi como al «rescate» del olvido de otras obras poco tenidas en cuenta, en las que desa- rrolló su concepción del hombre y en las que explicó su papel «activo y creativon en la dinámica social. Precisamente en esta perspectiva interpretativa, a Marx le gustaba recor- dar aquella cita de Vico, en la que éste señalaba que la diferencia entre la historia huma- na y la historia natural es que la primera la hacemos nosotros y la otra no. Sobre este tema puede verse: José Félix Tezanos: Alienación, dialectica y libertad. Fernando Torres, Valencia, 1977.

3' J. A. Schumpeter: Capitalismo, Socialismo y LMmocraciu. Folio, Barcelona, 1984, pAgs. 34-35.

su vez Gurvitch no ha dudado en calificar a Marx como «el mayor y menos dogmático de todos los fundadores de la Sociología», consi- derando a «la Sociología de Marx el eje de todas sus preocupaciones científicasdz.

En este mismo sentido, uno de los más eminentes sociólogos de nuestra época, como Tom Bottomore, ha llegado a señalar que «nin- guna otra teoría ha demostrado mayor capacidad para definir y ana- lizar los problemas significativos que plantea el desarrollo de las sociedades, para formular conexiones cuasi-causales y para provo- car debates sobre cuestiones teóricas fundamentales. Pero también -añadirá Bottomore- hay que señalar que la sociología marxista -como otras muchas teorías- es demasiado arrogante cuando pro- clama su capacidad para entender y explicar la vida social, y no está preparada para reconocer las limitaciones de toda teoría socio- lógica frente a la extraordinaria complejidad de la interacción social y a la potencialidad humana de innovación creadorav33.

La posición de Bottomore se inscribe así en la línea de valorar positivamente las aportaciones -tanto de fondo como de forma- de los análisis marxistas, así como su carácter claramente socioló- gico, pero negándose a reconocer al marxismo no sólo la pretensión ingenua de ser la Sociología, sino incluso la de ser una Sociología específica, o un sistema sociológico completo y definitivo, que pudie- ra cerrar la puerta a las diferentes interpretaciones, desarrollos y posi- bilidades implícitas en toda la producción intelectual de Marx. El mismo Marx, como es sabido, tuvo la intuición de anticiparse a las pretensiones doctrinarias de algunos de sus exegetas, proclamando abiertamente que él «no era marxista». En este sentido es en el que podemos decir que una lectura más flexible y abierta de las obras de Marx puede permitir enriquecer el cuerpo de la Sociología con muchas ideas, aportaciones y sugerencias hctíferas, pero prescin- diendo de cualquier pretensión de construir, o reconstruir, una «Socio- logia marxista», entendida como un sistema cerrado de conocimientos rupuestamente veraces y definitivos.

32 Georges Gutvitch: La vocacidn actual de la Sociologla. EC.E., Mkxico, 1953, y Tres eapltulos de historia de la Sociologla. Comte, Marx, Spenccr, op. cit., pAg. 109.

Tom Bottomore: La sociologla marxista. Alianza, Madrid, 1976, pAgs. 99-100.

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Marx desarrolló su trabajo como investigador social en torno a dos grandes temas interrelacionados que polarizaron gran parte de su atención. El primer tema, como él mismo señaló, se orientaba al descubrimiento de ala ley económica de la evolución moderna», es decir, la ley de la evolución del capifalismo. Su obra culminante en este sentido fue El Capital, a la que se dedicó durante los últimos veinticinco años de su vida y cuyo primer libro se publicó en 1875, ocupándose Engels, una vez muerto Marx, de la publicación del libro segundo en 1885 y del tercero en 1894. Otras obras de Marx rela- cionadas con este tema fueron Trabajo, salario y capital (1849) y Crí- tica de la economía política (1859)) así como dos gruesos manuscri- tos que en gran parte pueden considerarse como preparatorios de El Capital: Líneas fundamentales de la crítica de la economía política, conocidos popularmente como Grundisse, redactados entre 1857 y 1858, y Teorías sobre la plusvalía, redactado entre 1861 y 186334.

El segundo gran tema del que se ocupó Marx, en la perspectiva que aquí estamos considerando, fue el de los procesos específicos de conflictos de clase. Esta problemática la abordó en obras como Las luchas de clases en Francia (1850), El 18 Brumario de Luis Bonapar- te (1 852)) La Guerra civil en Francia (1 871), así como una gran can- tidad de referencias contenidas en otras obras, sobre todo en El Mani- fiesto Comunista (1 848) y en una buena cantidad de artículos, algunos escritos por Engels, o en colaboración con Engels, en los que estu- diaron procesos políticos concretos en países como Inglaterra, Ale- mania o España35.

En su conjunto, podemos decir que Marx se planteó el estudio sociológico global más ambicioso que se podía emprender sobre la sociedad de su época, en cuanto modelo o «tipo ideal» de produc- ción, sobre todo en El Capital, y en cuanto a procesos concretos de

34 De ambos manuscritos existen traducciones en castellano. Vid. OME, vols. 21, 22 y 45, Editorial Critica, Barcelona, 1977 y 1978, respectivamente. Hay que tener en cuen- ta que para una adecuada interpretación de estas obras de Marx es importante tener en cuenta también libros como Los Manuscritos de Economía y Filosofía (1844-45), La ide- ología alemana (1845-46), La miseria de la Filosoffa (1847), etc.

3%d., por ejemplo, la colección de artfculos sobre España escritos entre 1854 y 1873 y que han sido publicados bajo el titulo de: IZlvolución en España. Ariel, Barcelo- na, 1960.

conflictos de clases y de cambios sociales en diversas sociedades (Ale- mania, Francia, Inglaterra, España). Lo que Marx pretendía era des- cubrir la estructura y el funcionamiento de los sistemas de produc- ción a través de la dinámica histórica generada por los antagonismos y conflictos de clases que engendraban. Sus distintos estudios his- tóricos, filosóficos, políticos y económicos se engarzaban mutua- mente, proporcionando las diferentes piezas y materiales que podí- an conducir a la explicación global que aspiraba a construir. Para ello se necesitaba una teoría de las clases sociales, una Sociología de los procesos de cambio y antagonismo social y político, una com- prensión de las leyes de la evolución histórica, una explicación del papel de las ideologías, un análisis de la estructura económica y de la forma en que lo económico inter-opera con otros componentes de la estructura social, una interpretación sobre el papel del hombre en la dinámica social y, por lo tanto, una concepción específica sobre su naturaleza social y las formas de alienación que truncaban la plas- inación concreta de esta dimensión social básica de lo humano, y, cn suma, una definición de las leyes del capitalismo, de la lógica de i l Capital. Todo ello Marx lo contemplaba no desde una óptica neu- tra y pasiva, sino desde una perspectiva crítica, o como él mismo decía, pertrechado con las armas de la crítica.

Como puede comprenderse, alcanzar todos estos objetivos y, a partir de ellos, establecer una síntesis de conocimiento como a la que Marx aspiraba, constituía una tarea enormemente difícil. Por lo tan- to, no es razonable juzgar a posteriori la obra científica de Marx sola- mente en función del grado en que se alcanzaron los resultados máxi- mos planteados, sino que, más bien, lo más razonable es fijarse en lu utilidad concreta de las distintas aproximaciones y enfoques a las diferentes cuestiones que abordó. Lógicamente en un libro como éste no es posible detenerse en la consideración de todas estas cuestio- nes, por lo que en las páginas restantes de este epígrafe vamos a limi- tarnos a resumir muy esquemáticamente algunas de sus aportacio- nes metodológicas y de sus propuestas de explicación teórica sobre el proceso histórico.

Mam situó sus estudios en dos planos interdependientes: el de los hombres concretos y el de los procesos hist6ricos. Marx pensaba que Iri sociedad no debía de considerarse como un sujeto abstracto al margen del individuo. Pero entendía a los individuos como seres socia-

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les, que desarrollan su verdadera naturaleza en la sociedad. La socie- dad era vista como el marco en el que se producían las interaccio- nes sociales, y las más importantes de éstas, para Marx, eran las que tenían lugar en la esfera de la organización de la producción mate- rial. De ahí el carácter decisivo de las formas en que se produce el proceso social de trabajo humano y el papel disruptor de las situa- ciones que dan lugar a una alienación del verdadero papel social del hombre como ser de praxis, es decir, con una capacidad libre y cre- ativa de producción.

Marx intentó analizar la dinámica de los procesos históricos a partir de la dialéctica de antagonismos y alienaciones a que daban lugar las contradicciones y carencias de los distintos sistemas de pro- ducción, de forma que se pudieran desvelar, en la estela de los cam- bios históricos, las tendencias de evolución del futuro, a partir de una nueva concepción hegeliana sobre la «marcha de la historia». En esta nueva concepción el motor del proceso no era, como en Hegel, el desenvolvimiento de la «Idea», del «Espíritu absoluto» abstracto e inconcreto, sino un conjunto de procesos sociales específicos sus- ceptibles de ser conocidos y previstos.

Marx aplicó, por tanto, las categorías del análisis dialéctico hege- liano, pero solamente como categorías-marco que se situaban en la esfera de procesos histórico-sociales determinados, conjugando así las dos dimensiones de un esfuerzo de conocimiento propiamente científico, es decir, la esfera teórico-racional y la empírica-concreta. Por eso Marx pudo decir que él había dado la vuelta, o había pues- to de pie, la dialéctica hegeliana, que antes estaba invertida y presa de su carácter de mera racionalidad ideal. De ahí que Marx califica- ra su enfoque como un materialismo dialéctico, o materialismo his- tórico, en contraste con el idealismo dialéctico de Hegel.

De lo que se trataba, en suma, como ya hemos señalado, era de poder llegar a conocer científicamente las leyes de desarrollo de la sociedad, determinando los principales factores que daban lugar a la génesis del cambio y la dinámica social. Este factor para Marx era, el «conflicto de clases», como verdadero motor de la historia, en cuan- to que reflejaba las contradicciones y alienaciones implícitas en los sistemas de producción.

A partir de estas consideraciones, de este marco temático gene- ral, y de este enfoque metodológico, cualquier intento de resumir las

complejas concepciones teóricas de Marx puede acabar derivando hacia las caricaturizaciones simplistas, o hacia las interpretaciones parciales o interesadas. Por ello, para terminar este epígrafe, vamos a tomar como hilo conductor la presentación resumida de sus con- clusiones que formuló Marx en el Prefacio de la Contribución a la crítica de la economía política: «El resultado general a que llegué -decía Marx- y que, una vez obtenido, sirvió de hilo conductor a mis estudios, puede resumirse así: en la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas relaciones necesarias e inde- pendientes de su voluntad, relaciones de producción, que corres- ponden a una determinada fase de desarrollo de sus fuerzas pro- ductivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corres- ponden determinadas formas de conciencia social. El modo de pro- ducción de la vida material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada fase de desa- rrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad chocan con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una época de revolución social. Al cambiar la base eco- nómica, se revoluciona, más o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella. Cuando se estudian esas revolu- ciones, hay que distinguir siempre entre los cambios materiales ocu- rridos en las condiciones económicas de producción y que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las for- mas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una pala- bra, las formas ideológicas en que los hombres adquieren concien- cia de este conflicto y luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo por lo que él piensa de si, no pode- mos juzgar tampoco a estas épocas de revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción. Nin- guna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas

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las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y más altas relaciones de producción antes de que las con- diciones materiales para su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las condicio- nes materiales para su realización. A grandes rasgos, podemos desig- nar como otras tantas épocas de progreso, en la formación econó- mica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de produc- ción son la última forma antagónica del proceso social de produc- ción; antagónica no en el sentido de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación social se cierra, por tanto, la prehistoria de la socie- dad humana~36.

En esta apretada síntesis del pensamiento de Marx podemos esta- blecer, como vemos, cinco postulados básicos:

- El carácter central de las relaciones de producción.

- La dialéctica de interacción entre la infraestructura socio- económica y la superestructura jurídico-política.

- La dialéctica realidad social-conciencia.

- La dialéctica de las contradicciones/conflictos/cambios, en la que las revoluciones son vistas como expresión de las necesi- dades de ajuste de los sistemas sociales, una vez que se llega a un «punto crítico» de ruptura.

36 Carlos Marx: ((Prologo de La contribución a la crltica de la economía política», en K. Marx y F. Engels: Obras escogidas. Akal, Madrid, 1975, Volumen 1, págs. 373-374. Otro texto fundamental, y muy relacionado con bstc, pura entender el alcance e inten- ciones del proyecto de estudio rnamlita, en o1 *Enbozo dc crltica de la econornla pollti- can, publicado por Engels en los Analrr fmnco=al#mane~, en 1844.

- La perspectiva de evolución social en la historia humana, aquí solamente enunciada, a partir de una tipología básica de los cuatro grandes modos de producción (el asiático, el antiguo, el feudal y el burgués), que en otras obras es ampliada y desa- rrollada.

Lógicamente, en la obra de Marx existen lagunas, carencias y pun- tos oscuros que han sido puestos de relieve por muchos de los ana- listas que han revisado críticamente sus aportaciones. Posiblemen- te, a partir del breve texto-resumen de Marx que aquí hemos recogido, a muchos se les podrá ocurrir plantear también algunos interrogan- tes concretos: jcuál es el verdadero papel que Marx atribuye a los sujetos históricos?, jcuál es la autonomía de la personalidad huma- na?, jcuál es la explicación de la existencia de diferentes formas de conciencia en los mismos sistemas de producción?, jcómo evoluciona ésta?, jhay una unidad en el proceso histórico?, es decir, jexiste un único proceso social universal, o más bien existen distintos procesos influidos por distintas tradiciones culturales?, jpor qué no se pro- dujeron algunas de las previsiones sociales anunciadas por Marx? ...

Estos y otros interrogantes, que aquí podríamos abrir, no hacen sino situarnos ante la verdadera realidad de un esfuerzo intelectual de una enorme ambición y de una gran complejidad, cuya com- prensión y difusión pública ha ido complejizándose y diversifican- do, a su vez, a través de las variadas interpretaciones y lecturas rea- lizadas por los discípulos y seguidores de Marx, como si se tratara de una composición de espejos enfrentados que reflejan un número creciente de imágenes.

Tal diversidad de imágenes, posiblemente no hace sino traducir exageradamente el propio carácter plural y diverso de la obra de Marx y los distintos matices y peculiaridades que ofrece al sociólogo de hoy. Pero, más allá de estos matices y diversidades, puede decirse como conclusión que Marx es, «en primer lugar y sobre todo, el soció- logo y el economista del régimen capitalista~37. Como ha subrayado Aron, «es indudable que Marx fue un sociólogo, pero un sociólogo de tipo determinado, sociólogo-economista, convencido de que no es

--

'7 Rayrnond Aron: l a s etapas del pensarnienlo sociold~ico, op. ci l . , vol. 1, pág. 173.

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posible comprender a la sociedad moderna sin referirse al funcio- namiento del sistema económico, ni comprender la evolución del sis- tema económico si se descuida la teoría de su funcionamiento. Final- mente, en su carácter de sociólogo -concluirá Aron- no separaba la comprensión del presente de la previsión del futuro y de la volun- tad de acción~38.

6. MAX WEBER

Max Weber (1 864-1920) es posiblemente uno de los «padres funda- dores» cuya obra ha tenido una mayor influencia en la Sociología actual. Muchos sociólogos de nuestros días son herederos directos o indirectos de su legado intelectual, especialmente en el campo de los estudios de sociología política, de sociología del conocimiento y de los análisis sobre estratificación social. Por ello Weber ha podido ser considerado como uno de los intelectuales que ((perteneció a la gene- ración de eruditos que plasmaron la imagen actual del mundo» ... «Pero Weber -como subrayará Bendix-, a diferencia de sus otros grandes contemporáneos, no se hizo famoso por la elaboración de una idea clave. La teoría de Mam, que señala el régimen de produc- ción como el factor fundamental en la historia del mundo; la tesis de Durkheim, que destaca en la adhesión al grupo la mayor fuente de moral para el individuo y de salud para la sociedad; el descubri- miento de Freud sobre los traumas que el hombre sufre en la infan- cia ..., son ejemplos que carecen de paralelo en la obra de Weber, menos accesible al resumen y a la divulgación~39.

A lo largo de su vida Weber se ocupó de tantos temas y de tan- tas cuestiones distintas, que a veces sus escritos presentan dificul- tades para ser resumidos y sistematizados. La fertilidad de su obra no dio lugar, sin embargo, a una «escuela weberiana» en el sentido oficial u oficialista de la expresión. De hecho, Weber al morir no dejó escuela, y aunque en ello influyera de manera decisiva su com- pleja y azarosa vida personal, que le mantuvo apartado durante lar- gos períodos de la enseñanza universitaria, lo decisivo fue, sin duda,

Ibfd., pág. 178. " Reinhard Bendix: Max Weber. Amorrortu, Buenos Alres, 1970, págs. 437-438.

su resistencia a «construir» una teoría general, un sistema concreto y cerrado, así como su propio talante científico y personal, que le lle- vó fundamentalmente a intentar buscar «la verdad, y no secuaces~40.

La suspicacia de Weber ante los «sistemas» estaba relacionada con criterios metodológicos de fondo, que le llevaron a rechazar la idea de cualquier explicación completamente cerrada y acabada. Su convicción era que los «conceptos» eran incapaces de reproducir con fidelidad todo el complejo contenido de lo real. Por ello creía que sólo era ((posible ordenar relativamente lo real, no agotarlos, recha- zando toda pretensión de construir «cualquier sistema, ya sea clasi- ficador dialéctico o de otra clase que después de formar una red de conceptos tan densa como sea posible, crea estar en condiciones de deducir la realidad. Semejantes filosofías, que llama «emanatistas», son simulacros bajo todos los puntos de vista»41. La opinión de Weber era que «en el terreno de la ciencia todos saben que su obra enveje- cerá al cabo de diez, veinte o cincuenta años ... Toda obra científica "acabada" -dirá- no tiene más sentido que originar nuevas cues- tiones: exige ser "superada" y envejecer. Quien quiera servir a la cien- cia ha de resignarse a esa

Max Weber nació en 1864 en Erfurt. Su padre era un jurista que formó parte de la Dieta de Prusia y del Reichstag como miembro del grupo de liberales de derecha; su madre fue una mujer de una amplia cultura y con una viva preocupación por la religión y los problemas sociales. De forma que Weber se educó y creció en un ambiente fami- liar culto en el que se entremezclaban las preocupaciones por las cuestiones políticas, religiosas y sociales. Cursó estudios de Derecho, de Historia, de Economía, de Filosofía, y de Teología en las Univer- sidades de Heidelberg, Berlín y Gotinga, incorporándose en 1888 al Verein Für Sozialpolitick, una organización que nucleaba a un sec- tor plural de universitarios preocupados por los problemas sociales, y que estaba liderada por los llamados «socialistas de cátedra». Weber realizó varias investigaciones sociológicas por encargo de esta aso- ciación. Durante su vida académica enseñó en las Universidades de

40 Nicolás S. Timasheff La teorta sociold~ica. F.C.E., MCxico, 1961, pág. 232. 4 ' Julien Freund: Sociologfa de Max Weber. Pcnfnaula, Barcelona, 1967, pág. 13. 42 Ibfd., pAg. 254.

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Friburgo, Heidelberg y Múnich, aunque a partir de 1897, después de sufrir una grave enfermedad nerviosa que le apartó de sus tra- bajos durante cuatro años, su actividad docente quedó reducida a la mínima expresión. Durante su vida, Max Weber se implicó tam- bién en distintos movimientos e iniciativas políticas; organizó la Asociación Alemana de Sociología, dirigió un grupo de hospitales durante la 1 Guerra Mundial, participó como experto en la delega- ción alemana en Versalles después de la capitulación, formando tam- bién parte de la comisión encargada de redactar la Constitución de Weimar. Murió en junio de 1920 en Múnich. sin haber podido ver publicada su obra cumbre, Economía y Sociedad, que vio finalmente la luz en 1922.

Las obras de Max Weber pueden agruparse43 en cuatro grandes bloques. En primer lugar, los estudios de metodología, de crítica y de filosofía, recopilados en su mayor parte con el titulo de Ensayos acerca de la teoría de la ciencia44. En segundo lugar, las obras de carácter histórico, entre las que se encuentran diversos estudios sobre el derecho romano, sobre civilizaciones de la Antigüedad, sobre historia económica y sobre cuestiones económicas, políticas y sociales en Alemania y otros países europeos. En tercer lugar están las obras de sociología de la religión, entre las que destaca La ética protestante y el espíritu del capitalismo, aunque también realizó estu- dios sobre el confucianismo, el taoísmo, el hinduismo, el budismo y el judaísmo antiguo. Finalmente, en cuarto lugar se encuentra su obra sociológica más importante, publicada con el título de Econo- mía y Sociedad.

Como puede verse, Weber buceó en muchos temas, y aunque se le ha echado en cara que muchos de sus estudios quedaron sin rema- tar, lo cierto es que su obra revela una amplia inquietud intelectual y unos conocimientos verdaderamente enciclopédicos. ¿Puede encon- trarse algún hilo conductor central en tan amplia producción? Algu-

43 Vid., por ejemplo, Raymond Aron: [AS utuyus del pensamiento sociolbgico, op. cit., - -

vol. 11, págs. 235 y SS.

44 Vid,, en en Max Webar: Bnuuyos sobre metodología socioldgica. Amo- rrortu, Buenos Aires, 1982; vid, tamblln Mak Wabcr: Lu uccidn social: Ensayos metodold-

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES

nos creen que el verdadero hilo conductor de toda su obra fue un permanente diálogo con Marx. Sin embargo, frente a quienes, como Talcott Parsons, opinan que Weber se situó claramente enfrente de las tesis de Marx, otros intérpretes piensan que la obra de Weber desempeñó un papel más bien complementario. Ésta es la posición, por ejemplo, de Irving Zeitlin, para quien «la obra de Weber no debe interpretarse como un repudio de los principios metodológicos de Marx, sino como un ((redondeamiento)) y una complementación de su método»45. Gerth y Mills, a su vez, consideran que lo que hizo Weber fue intentar arellenar el materialismo económico de Marx con un materialismo político y militar)), subrayando que «Weber no se obstina en considerar el materialismo histórico como algo totalmente erróneo; simplemente -dirán- no acepta su pretensión de estable- cer una secuencia universal única~~6.

En realidad, tanto los intentos de presentar a Weber como la mera antítesis de Marx, como las interpretaciones que lo consideran como su mero complemento, deben ser objeto de algunos matices. Lo cier- to es que buena parte de la obra de Weber está alentada por un con- traste y un diálogo intelectual permanente con Marx. Pero se trata de un diálogo mucho más sutil de lo que a veces suele pensarse.

En primer lugar es necesario tener en cuenta que Weber tenía en alta estima el pensamiento de Marx, pero le separaban de él no sólo sus propias inclinaciones políticas, sino un conjunto de discrepan- cias de fondo y de forma. Desde luego, Weber no compartía las líne- as generales de la metodología marxista, a pesar de que las pocas veces que Weber suele citar a Marx es para señalar coincidencias en enfoques metodológicos muy concretos. Curiosamente, algunas de sus citas de Marx son para señalar, como de pasada, errores de inter- pretación o de información, sin que nada de ello le impida, por supuesto, el reconocimiento de la importancia de la obra de Marx, al que, junto con Nietzsche, consideraba como la figura que más poderosamente estaba influyendo el mundo intelectual de su época.

4s Irving Zeillin: Ideología y teoría socioidgicu. Amorrortu, Buenos Aires, 1970, p6g. 128.

46 H. H. Gerih y C. Wright Mills: Max Weher. Ensayos de Sociokogtu ccntempardnea. Murtlnez Roca, Barcelona, 1972, pAg. 62. ~,'ic*os. Penlnsula, Barcelona, 1984,

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En segundo lugar hay que tener en cuenta también que Max Weber y Carlos Marx van a coincidir en atribuir un carácter prevalente al estudio del capitalismo, aunque Marx enfatizó los factores econó- mico-materiales y Weber el ámbito de las ideas y creencias. De igual manera Marx veía -y postulaba- un cambio revolucionario de este sistema hacia un socialismo radical, mientras que Weber -que era básicamente un liberal con sensibilidad social- pensaba que se pro- duciría más bien una evolución hacia un socialismo moderado.

No obstante, los estudios de Weber sobre la dinámica de la socie- dad capitalista no deben ser vistos solamente como dominados por un enfoque «espiritualista» o ((ideo-centrista)), como a veces se sos- tiene, sino que Weber partió en realidad de dos consideraciones más amplias:

- Por una parte utilizó un enfoque metodológico que excluía las explicaciones unicausales e intentaba, a la vez, aunar criterios propios de las llamadas ciencias del espíritu, o de la cultura, y de las ciencias de la naturaleza.

- Por otra parte intentó separar y distinguir en sus análisis el plano del poder económico, del plano del poder político, dife- renciando las ideas de los intereses, con la finalidad de poder destacar el papel de las ideas en la vida social.

En definitiva, podríamos preguntarnos si lo que Weber pretendía en el fondo no era sino intentar rescatar el análisis sociológico del economicismo, y sobre todo del economicismo estrecho, en el que pretendían sumirlo algunos de los epígonos de Marx. Pero en reali- dad, más allá de algunos debates interpretativos, la única manera de desvelar rigurosamente las verdaderas intenciones de Weber, desde la óptica de nuestros días, es objetivándolas. Para ello debemos ate- nernos, en primer lugar, a los rechazos o críticas explícitas que el mismo Weber manifestó; en segundo lugar, debemos considerar sus aportaciones metodológicas concretas, y en tercer lugar, debemos tener en cuenta el acervo de conocimientos específicos que legó a la teoría sociológica.

En lo que se refiere a discrepancias explícitas, aparte del recha- zo general a las grandes teorías y las explicaciones unicausales, los análisis y concepciones de Weber discreparon de los de Marx en cues- tiones tan importantes como las siguientes:

- Para Weber el capitalismo no tenía un sentido tan negativo como para Marx. Aunque creía que el capitalismo evolucio- naría y muchas injusticias serían rectificadas por un socia- lismo moderado, su visión general no estaba dominada por el efecto negativo de las explotaciones, alienaciones y con- tradicciones, sino que para Weber el capitalismo era un expo- nente de las tendencias hacia una progresiva racionalización económica. Weber rechazó la crítica marxista de la econo- mía capitalista por considerar que carecía de fundamento científico.

- Las clases sociales y el conflicto de clases no fueron vistas por Weber solamente en términos económicos, sino en un con- texto de mayores complejidades en el que era necesario pres- tar atención a la influencia de factores ideológicos, culturales, de prestigio social, de poder político, etc.

- Para Weber la autoridad y el poder político no eran un mero reflejo de las condiciones infra-estructurales, como en Marx, sino que obedecían a una lógica propia que también influía específicamente en lo económico. Weber puso un gran énfa- sis en diferenciar los ámbitos del poder económico y del poder político.

- Para Weber, las relaciones entre la esfera de la infraestructu- ra económica y de la superestructura ideológica -por seguir la terminología de Marx- no eran unívocas ni unidireccio- nales. La religión, por ejemplo, no era vista como un mero «reflejo» de un contexto estructural económico concreto, sino como un factor que podía llegar a ser, en algunos casos, fuen- te de dinamismo económico.

El estudio de la relación entre economía y religión fue uno de los temas de análisis en los que Weber puso más interés, llegando a cali- ficar a veces los resultados de sus estudios en este campo como una ((refutación empírica del materialismo histórico». Los estudios de Weber sobre la religión se orientaron, como él mismo explicó, a ((determinar la influencia de ciertos ideales religiosos en la forma- ción de una mentalidad económica, de un ethos concreto». La inten- ción de su estudio sobre el capitalismo y el protestantismo fue ana- lizar «uno de los aspectos de la relación causal ..., las conexiones de la ética económica moderna con la cttica racional del protestantismo

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ascético». «Los trabajos subsiguientes sobre la «ética económica» de las religiones -dirá Weber- aspiran « ... a poner de relieve las cone- xiones que las más importantes religiones habidas en el mundo guar- dan con la economía y la estructura social del medio en que nacie- ron; pues sólo así -concluirá- es posible declarar qué elementos de la ética económica religiosa occidental son imputables causalmente a dichas circunstancias sociológicas, propias de Occidente y no de otra parte»47.

El libro de Weber La ética protestante y el espíritu del capitalismo es, en este sentido, un magnífico ejemplo de investigación socioló- gica orientada a establecer el nexo de unas relaciones causales. Weber partió de la observación de un dato concreto: que el capitalismo se desarrolló en occidente y de una manera más acusada y rápida en los países protestantes que en los países católicos, dándose una mayor presencia de protestantes entre los propietarios y los directivos de las grandes empresas industriales y comerciales.

El siguiente paso fue inventariar los rasgos que definen el espíri- tu capitalista idóneo para triunfar en los negocios (actuación racio- nal y calculadora, orden, disciplina, puntualidad, capacidad de tra- bajo, afán de lucro, espíritu de cuantificación, capacidad de ascetismo, competitividad, búsqueda del éxito, etc.), encontrando una gran ade- cuación entre este «espíritu del capitalismo» y algunos rasgos de la ética protestante, especialmente los que hacían referencia al «libre albedrío», a la «predestinación», la perseverancia y la idea de que «Dios llama a quienes ha destinado a la vidan, retirando a los hom- bres impíos los «dones que tenían». Estos planteamientos daban lugar a unas vivencias de incertidumbres y angustias, para las que los calvinistas no encontraban vías confortadoras, ni a través de la confesión -como los católicos- ni por medio de ningún otro meca- nismo.

Por ello, Weber llegó a la conclusión de que la angustia y una atenta preocupación por seguir los designios de Dios llevaba a los calvinistas a un escrupuloso cuidado en el cumplimiento de sus come-

tidos profesionales, que veían como una actividad bendecida por Dios y hecha en su propia gloria. Así los calvinistas -señalará Weber- tenían «la seguridad tranquilizadora de que la desigual repartición de los bienes en este mundo es obra especialísima de la providencia divina, que, por medio de estas diferencias y del parti- cularismo de la gracia, persigue finalidades ocultas, desconocidas por nos otros^^^.

A partir de este proceso de investigación Weber llegó a estable- cer que «los elementos esenciales de esa mentalidad que llámanos «espíritu del capitalismo» son justamente los mismos» que se corres- ponden con «la ascesis profesional puritana», de forma que puede considerarse que «el espíritu del ascetismo cristiano fue quien engen- dró uno de los elementos constitutivos del espíritu del capitalismo, y no sólo de éste, sino de la misma civilización moderna: la racio- nalización de la conducta sobre la base de la idea profesional^^^.

El hecho de que en otras civilizaciones se dieran muchos de los rasgos y condiciones necesarias para el surgimiento del capitalis- mo, incluso otras formas de racionalidad, pero sin que existiera nada que pudiera parecerse a la ética calvinista, le permitió llegar a la conclusión de que el factor religioso tuvo una importancia deci- siva, como factor causal, en la génesis del capitalismo occidental. Por lo tanto el capitalismo, como modelo de proceso social con- creto, no podía explicarse, ni proveerse, solamente a partir de fac- tores económicos.

El criterio de que lo económico no basta y que era necesario considerar también los valores y las ideas en la explicación de los procesos sociales, no le condujo, sin embargo, a caer en el error de postular un unicausalismo «espiritualista», con el que intentar reem- plazar el unicausalismo economicista. Por ello Weber concluirá su libro, precisamente, afirmando que una vez vista la influencia de la ética protestante en el espíritu del capitalismo «ahora -dirá- debería investigarse la manera cómo el ascetismo protestante fue influenciado, a su vez, en su desenvolvimiento y características fun- damentales por la totalidad de las condiciones culturales y socia-

47 Max Weber: La ktica protestante y el espiritu del capitalismo. Penlnsula, Barcelo- na, 1969, phg. 18.

4n Ibfd., págs. 252-253. 4Y Ibld., phg. 257.

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les, singularmente económicas, en cuyo seno nació. Pues recono- ciendo que, en general, el hombre moderno ... no es capaz de repre- sentarse toda la efectiva magnitud del influjo que las ideas religio- sas han tenido sobre la conducta en la vida, la civilización y el carácter nacional, nuestra intención no es tampoco sustituir una concepción unilateralmente «materialista» de la cultura y de la historia por una concepción contraria de unilateral causalismo espir i t~al is ta»~~.

Estas reflexiones nos dan pie para terminar este epígrafe con algu- nas consideraciones generales sobre las propuestas metodológicas formuladas por Max Weber, y que, lógicamente, estuvieron muy influi- das por la forma en que estaba planteada la disputa metodológica en la Alemania de su época. En aquel contexto específico Weber inten- tó formular una cierta síntesis entre la tradición neo-kantiana y la neo-idealista, aprovechando las posibilidades y las perspectivas que ofrecían tanto las llamadas ciencias de la naturaleza, como las del espíritu. En esta perspectiva reivindicó la dimensión científica de la Sociología, con sus correspondientes posibilidades de establecer rela- ciones causales, pero reconociendo la especificidad de los fenóme- nos sociales, debido a que los hombres como seres conscientes actú- an con intencionalidad, con sentido, dando lugar a que su conducta sea subjetivamente significativa, y, por tanto, deba ser comprendida como tal.

Weber propuso un enfoque que calificó como método comprensi- vo, que intentaba abarcar e integrar los ámbitos de lo objetivo y lo subjetivo en una perspectiva histórica concreta, de forma que resul- tara posible formular explicaciones de los fenómenos sociales que fueran subjetivamente significativas y que estuvieran objetivamente trabadas en sus relaciones de causalidad, planteadas en términos de probabilidad.

Es decir, el llamado método comprensivo de Weber integraba tres elementos o planos de análisis: el objetivo (con sus relaciones de causa- lidad), el subjetivo (con sus dimensiones de significatividad) y el histórico (como gran horizonte analítico). Por ello, Weber definió la Sociología como «una ciencia que pretende entender, interpretán-

so Ibld., piigs. 260-26 1 .

dola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectosdl.

Las herramientas fundamentales del análisis weberiano son los conceptos de: «acción», de «relación social», de «interpretación cau- sal» y los «tipos».

La «acción» será definida como «una conducta humana (bien consista en un hacer externo o interno, ya en un omitir o permitir) siempre que el sujeto o los sujetos de la acción enlacen a ella un sen- tido subjetivo. La «acción social», por tanto -dirá Weber-, es una acción en donde el sentido mentado por su sujeto o sujetos está refe- rido a la conducta de otros, orientándose por ésta en su desarrollo»".

Esta conceptualización de la «acción social», en relación a su sen- tido y en referencia a la conducta de los otros, ha dado lugar a que, a veces, se haya criticado a Weber por una excesiva proclividad «psi- cologista». Sin embargo, lo cierto es que la acción a que se refiere Weber se produce en unos marcos específicos, en un contexto de rela- ciones sociales regularizadas, que pueden ser objeto de una tipifica- ción social. En la acción social, como subrayó Weber, se pueden obser- var ((regularidades de hecho, es decir, el desarrollo de una acción repetida por los mismos agentes o extendida a muchos (en ocasio- nes se dan los dos casos a la vez), cuyo sentido mentado es típica- mente homogéneo. La Sociología -aclarará Weber- se ocupa de estos tipos de desarrollo de la acción, en oposición a la historia, inte- resada en las conexiones singulares, más importantes para la impu- tación causal, esto es, más cargadas de destino~53.

La .relación social» es definida como cuna conducta plural -de varios-que, por el sentido que encierra, se presenta como recípro- camente referida, orientándose por esa reciprocidad. La relación social consiste, pues, plena y exclusivamente, en la probabilidad de que se actuará socialmente en una forma (con sentido) indicable; siendo indiferente ... aquello en que la probabilidad descansa~54.

" Max Weber: Economta y Sociedud. F.C.E. Mbxico, 1964, pág. 5 . Ibtd., p6g. 5 . Ibld., pág. 23.

54 Ibld., pág. 2 1 .

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Para abordar el estudio de estay relaciones sociales regulares y recíprocamente significativas es para lo que Weber propone la utili- zación de sus otras dos herramientas conceptuales básicas; es decir, estas relaciones sociales se deben abordar «mediante la búsqueda de las reglas del acaecer» (interpretaciones causales) y mediante la cons- trucción de «conceptos-tipo)).

«Una inteupretación causal correcta -dirá Weber- de una acción concreta significa: que el desarrollo externo y el motivo hayan sido conocidos de un modo certero y al mismo tiempo comprendidos con sentido en su conexión. Una interpretación causal correcta de una acción típica (tipo de acción comprensible) significa: que el acaecer considerado típico se ofrece con adecuación de sentido (en algún grado) y puede ser comprobado como causalmente adecua- do (en algún grado). Si falta adecuación de sentido no estaremos sino ante una probabilidad estadística no susceptible de compren- sión (o comprensible en forma incompleta))). Igualmente tampoco estaremos ante una proporción causal correcta a no ser que exista una probabilidad de que una acción (con sentido) «tomara de hecho, con determinada frecuencia o aproximación (por termino medio o en el caso «puro»), la forma que fue considerada como adecuada por el sentido~55. Sólo en el caso de que se dieran tales supuestos creía Weber que se podía hablar propiamente de «leyes socio- lógicas~.

De todo esto se desprende que el marco conceptual básico para entender las acciones sociales en el esquema weberiano es el .tipo». Los «tipos» son instrumentos metodológicos que permiten una mejor y más adecuada comprensión de la realidad, proporcionando deter- minados marcos de referencia o modelos de ordenación de la reali- dad. Weber distinguió entre dos clases de tipos: los «tipos-puros o ideales)), que intentan establecer una ordenación «racional» de la rea- lidad, y los «tipos-promedio», a través de los que se puede formular una catalogación o clasificación de lo que ocurre en la realidad. Los «tipos ideales)), por lo general, no se dan en toda su pureza en la rea- lidad, pero sirven para arquetipizar esa realidad, y para destacar algu- nos de sus rasgos hndamentales.

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES

Weber ilustró su concepción sobre los tipos construyendo un buen número de tipologías: sobre los actos sociales, sobre el orden legíti- mo, sobre las asociaciones económicas, sobre las formas de poder o dominación56, etc. A veces sus tipologías se complejizan excesiva- mente desglosándose en subtipologías y en clasificaciones cada vez más prolijas, que hacen perder claridad a los modelos originarios.

En suma, podemos decir, para concluir, que Weber fue una de las grandes figuras intelectuales de nuestro tiempo que más ha influido en la Sociología que se hizo después. Posiblemente su mayor vir- tualidad fue que no intentó llegar a conocimientos definitivos, ni se esforzó por construir un «nuevo» sistema explicativo general, sino que aplicó su mente inquieta a estudiar las más diversas cuestiones relacionadas con lo social, acumulando conocimientos, hipótesis, sugerencias y, sobre todo, interrogantes y propuestas metodológicas para poder abordar con rigor y sin anteojeras parcializadoras el estu- dio de una realidad tan compleja como la sociedad humana. Su capa- cidad para formular cuestiones relevantes, y su concepción rigurosa de la Sociología, en un sentido científico moderno, hicieron posible que a la larga su influencia en las siguientes generaciones de soció- logos, fuera bastante sólida y fructífera, precisamente, porque Weber no intentó descubrir y transmitir «verdades» absolutas, sino orien- taciones útiles.

Algunos analistas sostienen que después del ciclo de los grandes padres de la Sociología no ha habido desarrollos de un tenor y alcan- ce similar. Es cierto que se han escrito obras de interés y que se han desarrollado formulaciones de indudable densidad, pero general- mente todas ellas se han situado en la estela de los enfoques postu- lados por alguno de los grandes padres fundadores.

Nada de esto ha impedido, sin embargo, que en los años poste- riores a la 11 Guerra Mundial, la Sociología alcanzara un notable gra-

Vid., por ejemplo, las referencias a la tipologta sobre los modos o tipos de domina- ción o poder en el capttulo cinco, pAgs. 192-193.

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152 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES 153

do de desarrollo en sus aplicaciones prácticas. Debido, en gran par- te, a las aportaciones seminales de algunos de los padres de la Socio- logía, el análisis social trazó la imagen precisa de una sociedad nu- cleada en torno a instituciones y a procesos de interacción que tenían lugar en estructuras en las que se producían relaciones de ordena- ción, de colaboración, de competencia de conflicto, etc. Desde dife- rentes perspectivas, la mirada sociológica se ha mantenido atenta a los grandes fenómenos del poder, de la estratificación social, del tra- bajo, etc., centrando sus estudios en las instituciones en torno a las que se sustanciaba la realidad de lo social, desde la familia a la escue- la, desde las instituciones políticas a las culturales, etc.

Sin embargo, antes de entrar en los contenidos de los siguientes ctipttulos de este libro, es preciso detenerse en algunos de los enfo- ques qiic cstán desarrollándose en la Sociología de principios del riglo XXI y que, de alguna manera, implican cambios apreciables en loa planteamientos teóricos y en la manera de entender la Sociolo- #fa y la propia sociedad. Así, del hilo de las profundas transforma- ciones que cstán teniendo lugar como consecuencia de la revolución tecnoldgica en el inicio del siglo XXI, se ha difundido un nuevo tipo de enfoques sociológicos que, tomando en consideración algunas ten- dencias sociales contrastadas y otras más cuestionables, intentan for- mular un nuevo tipo de explicaciones sociológicas, que en el fondo y en la forma apuntan a una desustanciación de la teoría sociológi- ca. La nueva imagen de la sociedad que se ofrece, en este sentido, no es la de una estructura, sino la de una especie de red neurona1 a la que se presenta como extraordinariamente eficiente y operativa de cara a optimizar económica y socialmente las oportunidades que brindan los sistemas de producción emergentes.

Los nuevos planteamientos de Sociología difusa tienden a susti- tuir el modelo estructural e institucional de la Sociología clásica por perspectivas más laxas y difusas que aparentemente se ponen al ser- vicio de una determinada concepción del éxito y la eficiencia eco- nómico-financiera (que sin embargo está siendo contrastada por múl- tiples evidencias concretas de signo crítico). Estos enfoques, en el fondo, suponen un cierto desplazamiento del foco de atención pri- mordial del análisis sociol6gico desde los grandes fenómenos socia- les del poder, la desigualdad, las relaciones en las instituciones, los valores, etc., hacia fenómenos y procesos de interacción más voláti-

les y difusos. Los nuevos modelos de referencia suponen reemplazar el análisis sociológico de las realidades sociales de carácter estruc- tural e institucional por mónadas individualizadas, ya sea el propio individuo como persona, ya sea la empresa (empresa-red), ya los acto- res políticos entendidos como entidades suficientemente aislables en el universo «nervioso» de una trama de influencias y estímulos infor- macionales.

Esta forma de proceder implica una racionalización teórica del proceso de sustitución de los poderes reales y patentes por los difu- sos y opacos, de las estructuras de ubicación concretas por las posi- ciones volátiles y circunstanciales, de las entidades políticas institu- cionalizadas por los núcleos de influencia comunicacional y de las ideas de modernidad por la retórica de la postmodernidad. Desde un punto de vista teórico-analítico, determinados enfoques de este tenor implican una regresión desde modelos de corte estructural a para- digma~ difusos, que si fueran llevados analógicamente al plano del símil biológico podrían valorarse como una especie de hipótesis inver- sa de involución imposible, o «contra-natura)), es decir, un cambio de paradigma que tuviera lugar desde el modelo de los vertebrados hacia la realidad viscosa y electrizante de las medusas.

Desde una perspectiva práctica aplicada, los nuevos enfoques pue- den tender, de hecho, a sacralizar algunas pautas de evolución social que ciertamente son constatables en las sociedades avanzadas de prin- cipios del siglo XXI, pero que aún es pronto para saber si tendrán un alcance más o menos parcial y coyuntural. Por ejemplo, entre estos nuevos fenómenos constatables están la fragilización del tejido social, la precarización laboral, la potenciación de poderes difusos y opa- cos, la fragmentación cultural, la extensión «normalizada» de la exclu- sión social, etc.S7 En el fondo, la «opacización» de los poderes y de

57 Sobre las transformaciones que están teniendo lugar en las sociedades de princi- pios de siglo puede verse mi trilogía sobre la desigualdad, el trabajo y el poder. José Félix Tezanos, La Sociedad dividida. Estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tec- noldgicas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001; José Félix Tezanos, El trabajo perdido. ¿Hacia una civilizacidn postlaboral?, Biblioteca Nueva, Madrid, 200 1 ; José Félix Tezanos, La demo- cracia incompleta. El futuro de la democracia postliberal, Biblioteca Nueva, Madrid, 2002. Vid. tambien JosC FClix Tezanos, poder, riqueza y democracia. Los retos de la cohesión social., en Alfonso Guerra y Jose Felix Tezanos (eds.), Politicas econdmicas para el siglo X X I , Editorial Sistema, Madrid, 2004, pAgs. 177-2 15.

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las estructuras, que, de alguna manera, se exalta por esta vía ana- lítica, puede acabar deviniendo en una cierta «ideología» justifica- tiva y legitimadora de la nueva situación establecida. Lo cual se conecta directamente con otra dimensión que suele acompañar a la presentación pública de las tesis de los teóricos de la nuevaSocio- logia difusa: la tendencia a ser convertidos e? figuras mediáticas. incluso con una proyección pública orientada a inspirar operacio- nes políticas también difusas (como las famosas «terceras vías»). Algunos de estos planteamientos están contribuyendo a que la com- petencia electoral resulte más ambigua y inespecífica, con el efec- to de una mayor desimplicación participativa entre amplios secto- res de población; lo que refuerza, a su vez, la realidad de una sociedad más débil, en la que, al final, se pueden acabar viendo verificadas algunas de las tesis planteadas inicialmente por los teó- ricos de lo inespecífico, en un círculo vicioso analítico que puede terminar por cerrarse sobre sí mismo.

En esta peculiar peripecia, el nuevo sociólogo difuso y mediáti- co es publicitado especialmente a través de las propias redes infor- macionales cuyo valor teoriza, obteniendo frecuentemente los datos y los argumentos de apoyo a sus tesis en entornos extra-académicos, con libros mediáticos elaborados por periodistas y comunicólogos y con informes pseudoestadísticos de empresas y entidades que mues- tran un gran empeño apriorístico en justificar y racionalizar sus inte- reses concretos y sus modos de operar, en ocasiones más allá de las exigencias de rigor, la objetividad y la precisión que impone la lógi- ca propia del método científico.

Por ello, el esfuerzo de «mediatización» que acompaña a la So- ciología difusa, en un doble sentido, da lugar a que en ocasiones se levanten pantallas de filtración de lo real, que, como en el famo- so juego de simulación del círculo de espejos propuesto por Leo- nardo da Vinci, pueden acabar reflejando imágenes distorsionadas, en las que las figuras y los espacios se multiplican y al final uno mismo no llega a saber dónde se encuentra verdaderamente, ni d6n- de están ubicados los demás, ni a partir de qué formas ni condi- ciones cada cual hace notar realmente su presencia. Pero, claro está, lo que nadie parece atreverse a cuestionar es que todo esto nos podría conducir a un mundo tan aparentemente feliz como sus- tancialmente nebuloso.

EL DESARROLLO DE LA SOCIOLOGÍA: LOS PADRES FUNDADORES 155

EJERCICIOS Y T~PICOS PARA LA REFLEXI~N

1) Hacer una relación de los principales padres de la Sociolo- gía, indicando en cada caso cuál fue su papel y sus principa- les aportaciones para el nacimiento y desarrollo de esta nue- va ciencia.

2) Realizar un inventario de los principales antecedentes de la Sociología. ¿Por qué se considera que la Sociología existe a partir de un determinado momento, y no antes?

3) Hacer una semblanza de Saint-Simon, relacionándolo con la época en la que vivió y sus principales aportaciones al naci- miento de la Sociología.

4) Hacer lo mismo con Comte.

5) ¿Por qué algunos intérpretes consideran más interesantes las contribuciones a la historia de la Sociología de Saint-Simon que las de Comte?

6) ¿Cuál es el significado de Durkheim en la historia de la Sociología? ¿Qué aporta respecto a otros autores anteriores?

7) ¿En qué sentido considera Durkheim que la sociedad es supe- rior a los individuos?

8) ¿Qué es un hecho social? ¿Cómo deben estudiarse los hechos sociales?

9) {En qué manera influyó el contexto histórico en las preocupa- ciones sociológicas de Durkheim?

10) ¿Puede considerarse a Carlos Marx como uno de los «padres fundadores» de la Sociología, de la misma forma que los demás? ¿Cuáles son las principales aportaciones de Marx a la Sociología? ¿De qué temas se ocupó?

11) ¿Qué es el «materialismo dialéctico»? ¿Cuáles son sus princi- pales postulados?

12) ¿Cuál es el factor fundamental que explica la dinámica his- tórico-social, según Marx?

13) Hacer un cuadro comparativo de las principales tesis e inter- pretaciones de Carlos Mam y de Max Weber. ¿Cuáles eran sus principales puntos de coincldencla y de discrepancia?

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156 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

14) ¿En qué consiste el método comprensivo propuesto por Max Weber? ¿Qué elementos o planos de análisis integra?

15) ¿Cuáles son los conceptos fundamentales del análisis webe- riano?

16) ¿En qué temas se ha hecho notar más la influencia de Weber en la Sociología contemporánea? ¿Cuáles son las principales razones que explican su influencia?

17) (En qué aspectos de la realidad social ponen el acento los teóricos de la ((sociedad débil»?

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

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La finalidad de la Sociología es el estudio de la sociedad. Pero ¿qué es realmente la sociedad?, ¿cómo puede analizarse la sociedad?, {cómo la estudiamos los sociólogos?, ¿por qué no se ha desarrolla- do hasta nuestro tiempo una perspectiva general de estudio científi- co de la sociedad?

1. ¿QUÉ ES LA SOCIEDAD?

Las sociedades actuales son sociedades de masas. Sociedades en las que lo colectivo, las dimensiones sociales, tienen un peso como nunca antes habían tenido en la historia. En las grandes civilizacio- nes de la Antigüedad se dio también el fenómeno de los grandes núcle- os urbanos, Babilonia, Atenas, Roma, Bizancio fueron ciudades que alcanzaron una gran proyección política y cultural. Pero hasta hace muy poco tiempo sólo una minoría de la población vivía en las gran- des ciudades y todo tenía una dimensión diferente.

Las sociedades de nuestros días son enormemente complejas y dinámicas. La generación que actualmente tiene setenta u ochenta años vivió durante su juventud en un mundo totalmente distinto, sin viajes en avión, sin televisión, sin antibióticos, sin ordenadores, sin autopistas llenas de automóviles. Si una persona nacida hace seten- ta años se hubiera limitado durante toda su vida a vivir en el mismo lugar y a sentarse todos los atardeceres a la puerta de su casa, para observar lo que pasaba a su alrededor, en unos minutos podría hacer pasar ante su memoria cambios asombrosos. A lo largo de su vida prácticamente habría vivido en sociedades diferentes sin necesidad de moverse de sitio.

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160 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

Pero ten qué han cambiado las sociedades? ¿Se puede decir real- mente que las sociedades actuales son las mismas sociedades que hace treinta, o cuarenta, o sesenta años? Precisamente para respon- der a estas preguntas tenemos que estudiar la sociedad. ¿Cómo? En primer lugar, atendiendo a sus problemas y a las partes que la inte- gran, es decir, a su estructura social, y en segundo lugar, atendiendo a los procesos y relaciones sociales.

La sociedad, al igual que los organismos vivientes, tiene una estructura, un conjunto de partes vertebradas, como en un cuerpo o en un esqueleto. Y cada parte de esa estructura cumple un papel o una función útil y necesaria para el conjunto. Algunos sociólogos organicistas llevaron este símil hasta extremos simplistas y, a veces, divertidos, al comparar a los individuos con las células de un orga- nismo, a los grupos sociales con los tejidos celulares, a los cables eléctricos y de telégrafos con el sistema nervioso, a las carreteras y sci circulación con las venas y la sangre ...

Pcro, más allá de estas interpretaciones simplistas, si tuviéramos que hacer una rápida disección de la sociedad que pudiera ser expli- cudii cn pocas palabras, podríamos decir que en toda sociedad exis- ten diversos tipos de grupos sociales, distintas clases sociales, diferen- tes formas o modelos de comportamiento social y modos estandarizados de interacción, así como un conjunto de Instituciones sociales que cumplen funciones específicas. Entre estas Instituciones están la fami- lia, a través de la que los individuos se relacionan con afecto, tienen hijos y organizan su vida; la escuela, o el sistema de enseñanza, a tra- vés del que las personas aprenden sus conocimientos y destrezas; las lgbsias, que proporcionan un sistema de creencias; las Instituciones políticas, a través de las que se regula y organiza la vida política; las Instituciones económicas, que proveen los bienes y servicios necesa- rios para vivir, etc.

Todo esto, en toda su complejidad, es lo que constituye la socie- dad. La Sociología se ocupa de estudiar su estructura, sus cam- bios y sus problemas. Y para ello dispone de un conjunto de téc- nicas de investigación -encuestas, sondeos de opinión, análisis de casos...- y unas cuantas hipótesis y formulaciones teóricas a partir de las que es posible encuadrar y dar sentido a los estudios realizados.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A 161

2. LA ESTRUCTURA SOCIAL

La idea más elemental que subyace en el concepto de estructura es que la realidad no es un caos, que las cosas se disponen ordenadamente. La imagen de una estructura es la de un corte trans- versal o una disposición espacial en la que se refleja la cristalización de las partes que forman un conjunto. El esqueleto de un ser vivo es la estructura de un sistema óseo. La estructura de un edificio viene dada en la forma en que se disponen las vigas, los pisos, los espa- cios, etc. ,

Esta idea de conformación regular y ordenada, es decir estruc- turada, de la realidad está tan extendida y se encuentra tan asocia- da al más mínimo sentido común analítico, que se ha llegado a con- siderar que el concepto de estructura no aporta realmente ningún valor analítico, no siendo otra cosa que una mera referencia a lo obvio.

Sin embargo, lo cierto es que en la tradición del pensamiento occidental el modo de pensar orientado a «ver el orden de las cosas), -«la figura)), el «modelo»- fue abandonado prácticamente después de Platón, hasta que la ciencia moderna y las corrientes racionalis- tas de pensamiento recuperaron la óptica de análisis de la realidad a través de modelos, de formas ordenadas y estructurales. No es extraño, por tanto, que una de las influencias más importantes en la conformación del concepto de estructura en la Sociología pro- venga, precisamente, de una de las tradiciones de pensamiento -la hegeliana-marxista- en la que ha existido una más nítida imagen estructural de la sociedadl.

El concepto de estructura implica básicamente tres elementos: la idea de un conjunto o totalidad, la existencia de unas partes que componen ese conjunto y una disposición ordenada de relaciones o posiciones de las partes en el conjunto. Es decir, el concepto de estructura en su acepción más elemental refleja la imagen de un haz de relaciones espaciales. Sin embargo, cuando hablamos específica-

Sobre este tema, vid., por ejemplo, Hsnrl Lcfcbvrc: *El concepto de estructura en Marx», en R. Bastide y otros: Sentidos y usas del tlrmlnu de estructura en las ciencias del tiombre. Paidós, Buenos Aires, 1968, pAgi. 8 1-85,

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162 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGIA 163

mente de estructura social, los contenidos del concepto se hacen mucho más concretos, a la vez que más complejos y, en ocasiones, difíciles de aprehender a simple vista.

En toda sociedad humana, incluso en las más simples y primiti- vas, puede identificarse una estructura social de cierta complejidad. Por ello nadie niega la virtualidad del concepto de estructura social, como forma básica de enmarcar y situar a una Sociedad. Como ha subrayado Nadel, «la hipótesis de una sociedad o grupo sin estruc- tura es una contradictio in terminisn2.

En la Sociología actual se han formulado diferentes definiciones del concepto de estructura, por lo general vinculadas muy directa- mente a distintas teorías y enfoques sociológicos: el organicismo, el I'uncionalismo, la teoría de los roles, etc.

El organicismo, por ejemplo, utilizó el concepto de estructura so- cial de una forma sencilla y básica, entendiendo simplemente que la ~ociedad era un ((organismo social», que podía contemplarse prácti- camente de la misma manera que un biólogo analiza un organismo viviente. Como vimos al principio de este capítulo, las «analogías orgAnicus» seguidas por esta vía llevaron a veces a formular ejem- plos bastan te pintorescos.

El funcionalismo, y más específicamente el enfoque estructural- funcional, realizó posiblemente uno de los esfuerzos definitorios más elaborados en este campo. Talcott Parsons, por ejemplo, conectó la definición del concepto de estructura social con el concepto de ~ S i s - tema)), entendiendo por tal el modo en que se organizan los proce- sos persistentes de interacción entre los actores. «Supuesto que un sistema social -nos dirá- es un sistema de procesos de interacción entre actores, la estructura de las relaciones-entre los actores, en cuan- to que implicados en el proceso interactivo, es esencialmente la estruc- tura del sistema social. El sistema -dirá Parsons- es una trama de tales relacionesn3, añadiendo que «un sistema de acción concreto es una estructura integrada de elementos de la acción en relación con una ~ituación))~.

2 Siegfried E Nadel: Teoría de la estructura social. Guadarrama, Madrid, 1966, p8g. 235. "alcott Parsons: El Sistema Social. Revista de Occidente. Madrid, 1976, pág. 33. 4 Ibfd., p8g. 44.

En esta óptica el concepto de estructura es definido como «un conjunto de relaciones de unidades pautadas relativamente estables». Y dado -añadirá Parsons- que la «unidad del sistema social es el actor» y teniendo en cuenta que éste participa en el sistema social desempeñando roles, la estructura social se define, como «un siste- ma de relaciones pautadas de actores en cuanto a la capacidad de éstos para desempeñar roles los unos respecto a los otros^^. De esta manera, el concepto de estructura social se imbrica directamente con el concepto de rol social, que analizamos en el epígrafe seis de este capítulo.

Más allá de la aparente complejidad de algunas de estas definicio- nes, las ideas comúnmente aceptadas que están en la base de la definición del concepto de estructura social son básicamente cuatro. En primer lugar, la estructura social es entendida como una red o sistema de relaciones sociales regulares y pautadas, que prevalecen a los individuos concretos y los anteceden. Es decir, las estructuras están referidas a uniformidades o esquemas de relaciones, depen- dencias o ordenaciones que son relativamente estables e invariantes, mientras que las partes que integran la estructura o forman parte de ella son variables y reemplazables. Por ejemplo, en una sociedad deter- minada existe una estructura de clases específica, formada por dife- rentes clases sociales a las que pertenecen distintos individuos. Pues bien, algunos individuos, con el paso del tiempo, pueden morir, emi- grar a otro país, o enriquecerse y cambiar de clase social. Pero, sin embargo, continúan existiendo las mismas clases sociales y la mis- ma estructura de clases en la que otros individuos mantendrán idén- ticas o similares posiciones políticas y sociales. En definitiva, la estructura permanece con los mismos perfiles, mientras que los indi- viduos van siendo reemplazados unos por otros.

En segundo lugar, y en relación con lo anterior, en la medida que las formas y contenidos de las estructuras sociales vienen dadas en las sociedades haciendo abstracción de la población concreta y de los individuos particularizados, es evidente que los contenidos de las

Talcott Parsons: Ensayos de teortu .sociol<lglcu. Pnldhs, Buenos Aires, 1967, pág. 199.6 Stanislaw Ossowski: Estructura de clases y conclencla social. Penlnsula, Barcelo- nu, 1969, p6gs. 16-18.

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164 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

estructuras sociales son «esquemas de acción pautadas». Es decir, son formas de hacer o de estar que vienen socialmente dadas, que responden a uniformidades {(ordenadas socialmente».

En tercer lugar, las estructuras sociales implican distintas formas estandarizadas de relaciones de ordenamiento, de distancias socia- les, de jerarquías y dependencias de unos individuos y grupos res- pecto a otros, según los papeles sociales que desempeñan, según sus características personales, sociales y culturales etc., y de acuerdo a los repartos de funciones sociales establecidos en la sociedad.

En cuarto lugar, la estructura social general de una sociedad está formada por un conjunto de subestructuras, o estructuras específi- cas, que están interconectadas entre sí de formas muy diversas. Por ejemplo, en una sociedad podemos diferenciar la estructura de cla- ses, la estructura de poder, la estructura económica, la estructura de población, la estructura ocupacional, etc.

En definitiva, podríamos concluir, señalando con Ossowski, que en sentido metafórico la estructura es un sistema de distancias y jerar- quías sociales interpretadas figuradamente, así como de relaciones interhumanas de uno u otro tipo, tanto en sus formas organizadas como no organizada@.

Como hemos indicado, la estructura social hace referencia a los elementos más permanentes e invariantes de lo social. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las estructuras sociales concretas tam- bién están sometidas a procesos de cambio histórico. La hipótesis de una estructura rígida y completamente cristalizada prácticamen- te no se da en ningún ámbito de la realidad, y menos en realidades que presentan tantos elementos dinámicos como las sociedades humanas. Las estructuras de clases en las sociedades desarrolladas de nuestros días, por ejemplo, son diferentes a las de las sociedades pre-industriales, o a las que caracterizaron las primeras etapas de la sociedad industrial, de la misma manera que también son distintas las estructuras de la población según las sociedades van evolucio- nando y según van cambiando las formas de hábitat, los modelos familiares, las costumbres sociales, etc.

Stanislav Ossowski: Estructura de clasrs Y conclcncia social. Penfnsula, Barcelona, 1969, p 8 g ~ . 16-18.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A 165

No es extraño, por tanto, que actualmente prácticamente nadie niegue el carácter dinámico de las estructuras sociales, de la misma manera que nadie pone en cuestión la disposición estructural de las realidades sociales. Ni la realidad social es un proceso fluido y sin orden -desestructurado- ni las sociedades concretas se ven exen- tas de unos cambios más o menos intensos. Por ello el concepto de estvuctuva tiene su correlato directo en el concepto de cambio social, o como algunos teóricos sociales prefieren decir, la estática social y la dinámica social, o la estvuctuva y el proceso, deben ser vistos en su íntima interdependencia. Ya se ponga el acento en una u otra face- ta, en el fondo nos encontramos ante bipolaridades conceptuales inse- parables, referidas a sociedades con estructuras sociales en perma- nente devenir.

El concepto de estructura social es, desde esta perspectiva dinámi- ca, el marco en que debemos situar el estudio concreto de los diferen- tes aspectos y formas de relación e interacción que constituyen la sociedad.

3. LOS GRUPOS SOCIALES

El grupo social es la realidad más inmediata y central para la Sociología. La dimensión social del hombre se proyecta desde su infancia y a lo largo de su vida en el ámbito de un conjunto de gru- pos de muy diferente índole, desde la familia, el grupo de compañe- ros de clase, la pandilla de amigos, el grupo de vecinos, el grupo de compañeros de trabajo, etc.

Si uno se detiene a observar con detalle toda la trama social, lo primero que se encuentra es que la sociedad está formada por una tupida red de grupos sociales, en los que los individuos se encuen- tran implicados en diferente grado. Los grupos sociales son las célu- las o unidades básicas de la sociedad. En un sentido muy general podría decirse incluso que el ((hombre es un ser grupaln, en tanto en cuanto el individuo, como ser social, lo es siempre en el ámbito de un haz de relaciones concretas, y Cstas se producen en la esfera de grupos, desde los más elementales e informales hasta los más com- plejos y formalizados.

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Sin embargo, el carácter básico de los grupos sociales y el hecho de que éstos sean la realidad sociológica más familiar e inmedia- ta, no dio lugar a que los grupos fueran objeto de una atención prioritaria durante las primeras etapas de la historia de la Socio- logía. El estudio de los grupos sociales no se abordó hasta el siglo xx, y el «descubrimiento», o redescubrimiento, de su importancia no se produjo prácticamente hasta los años posteriores a la 11 Gue- rra Mundial.

En general, los padres fundadores de la Sociología, como ya hemos visto, estaban fundamentalmente preocupados por los grandes proble- mas y los procesos sociales globales. Lo que centraba su atención en mayor grado eran las visiones macroscópicas de la sociedad, de for- ma que en los orígenes de la Sociología los términos de la relación fundamental a la que se prestaba atención estaban formados bási- camente por la dicotomía Individuo-Sociedad. Las dimensiones ana- Itticus m6s atentas a lo individual se creía que eran más propias de otras disciplinas como la Psicología, mientras que el cometido de la Soclologla se entendía que era ocuparse de la sociedad globalmente cansidcr~uda.

Los primeros enfoques sociológicos, con muy pocas excepcio- nes, Iban, asl, del individuo a la sociedad, generalmente sin mayor salucibn de continuidad, perdiendo las perspectivas de las tramas sociales grupales. Lo curioso, sin embargo, es que esta óptica ana- lftica se produjo en un contexto de alta sensibilización por la quie- bra de las formas de integración social básicas, como consecuen- cia de los cambios que trajo la revolución industrial, y que tan poderosamente estimularon el surgimiento de la Sociología, como ya hemos señalado.

La primera formulación seria sobre la importancia de los grupos sociales la planteó Charles H. Cooley (1864-1929)) con su énfasis en los llamados grupos primarios. Sin embargo su verdadero «redescu- brimiento)) por la Sociología y la Psicología industrial tuvo lugar a partir de las investigaciones de Elton Mayo en la década de los años treinta, con ulteriores desarrollos en las décadas posteriores a la 11 Guerra Mundial, hasta llegar al auge por esta temática que se cono- ció durante las últimas décadas.

Pero jqué es un grupo social?, jcómo podemos definirlo?, jcuán- tos tipos de grupos sociales podemos diferenciar?, ¿qué funciones

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 167

sociales cumplen los grupos? Antes de entrar en estas definiciones conceptuales es necesario empezar por hacer algunas precisiones. En primer lugar hay que tener en cuenta que todos los seres huma- nos forman parte de diferentes grupos de muy distinta naturaleza, características y extensión, de forma que en toda Sociedad el núme- ro de grupos es superior al de individuos.

En segundo lugar hay que tener en cuenta que los grupos socia- les son realidades diferentes a las «categorías sociales» y a los «agre- gados estadísticos», no debiendo confundirse con ellos. Las «cate- gorías sociales» tienen un sentido meramente clasificatorio: hacen referencia a personas que tienen las mismas características, reali- zan los mismos roles sociales, etc.; por ejemplo, los hombres o las mujeres, un grupo profesional concreto, como los abogados, un sec- tor social, como los jóvenes, etc. Por su parte, un «agregado esta- dístico~ es un conjunto de personas que pueden ser clasificadas esta- dísticamente de acuerdo a algún atributo, característica o elemento lógico de ordenamiento, por ejemplo, por tener alguna afición, por ser lectores de algún periódico, etc. En algunos casos las ~catego- rías» y «los agregados sociales» pueden proporcionar ciertas bases o características comunes a partir de las que acaban por surgir gru- pos, pero en sí mismos no son grupos.

Por lo tanto, cuando hablamos de grupos sociales, no nos esta- mos refiriendo a meras clasificaciones estadísticas, que sólo tienen una proyección formal en las hojas de calculo, o en las series de las tablas de datos, sino a unidades sociales con unos contornos deter- minados y unas características bien precisas. El elemento defini- torio fundamental de los grupos sociales es que están formados por personas que tienen algún tipo de relaciones sociales entre sí. Los grupos se caracterizan también porque tienen una cierta estabili- dad y los que pertenecen a ellos se identifican como tales, y pue- den ser identificados desde fuera como un grupo. Por ejemplo, las personas que van en un momento determinado en un autobús públi- co, no son un grupo. Sin embargo, unos amigos, o una peña o aso- ciación que hace una excursión en un autobús sí constituyen un grupo social.

De acuerdo con Homans, para que un grupo social exista como tal, se necesita:

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LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 169

- «motivos (sentimientos) por parte de sus miembros»,

- «tareas (actividades) para que éstos las cumplan»,

- «y alguna comunicación (interacción) entre el los^^.

Así pues, cuando en un conjunto de personas se da con cierta conti- nuidad alguna forma de interacción y comunicación mutua, cuando existe un sentimiento de pertenencia y ciertos intereses, valores o propósitos y acciones comunes, podemos decir que, entonces, existe una entidad social específica a la que calificamos como grupo y que tiene, entre otras, la virtualidad de influir u orientar recíprocamente las conductas y las opiniones de quienes pertenecen a él.

Los grupos sociales pueden ser clasificados de acuerdo a un gran número de criterios. Según su grado de inclusión, se puede hablar de grupos o subgrupos (si forman parte de otro conjunto mayor). Según su carácter, se puede hablar de grupos abiertos, a los que pue- de pertenecer prácticamente cualquiera y de grupos cerrados, como la familia a la que se pertenece por nacimiento, o a la que se acce- de por medio de los procedimientos formalizados del matrimonio. Segbn su estructura, los grupos pueden ser informales o formaliza- doir, según existan o no algunas reglamentaciones o formalismos. Tcimbldn sc pueden clasificar los grupos por su tamaño, por su carác- ter obligatorio o voluntario, por su duración, por su carácter terri- torial o personal, por surgir a partir de alguna circunstancia natural o artificial, etc.

Sin embargo, la clasificación que tiene un mayor alcance cientí- fico y que connota unas dimensiones sociológicas más importantes es la distinción entre grupos primarios y grupos secundarios.

Los grupos primarios se definen básicamente por cuatro rasgos:

- El tamaño: tiene que ser lo suficientemente pequeño como para que sean posibles las relaciones «cara a cara» entre sus miembros.

George C. Homans: El grupo humano. Eudeba, Buenos Aires, 1968, phg. 120. El libro de Homans, cuya primera edición en inglés es de 1950, recoge un conjunto de resul- tados de diversas investigaciones sobre diferentes grupos sociales, asf como una teori- zacinn general sobre los grupos primarios.

- El tipo de relaciones: han de ser personales y caracterizadas por cierto grado de proximidad, intimidad y conocimiento mutuo.

- El sentido de conciencia grupal: que supone un grado de iden- tificación mutua suficiente como para que las personas desa- rrollen un sentimiento de pertenencia grupal que les permita hablar y verse a sí mismas en términos de «nosotros».

- La importancia para sus miembros: no sólo en cuanto que el grupo permite alcanzar ciertos fines u objetivos específicos (fin instrumental), sino también porque el grupo proporciona a los que pertenecen a él un conjunto de gratificaciones persona- les, psicológicas y emocionales (amistad, apoyo recíproco, sen- timientos de pertenencia, creencias y valores compartidos, etcétera).

El tamaño reducido y la buena comunicación son, posiblemente, los dos rasgos fundamentales que permiten definir a un grupo como primario. Aveces, incluso, se ha intentado acotar el número máximo de miembros que debe tener un grupo para poder ser considerado como primario, dándose cifras de referencia que generalmente se sitúan en torno a las 10, 12 ó 15 personas, según los casos y los auto- res. Sin embargo, en términos más sencillos y menos formalistas, se puede definir el grupo primario, diciendo que es «una cierta canti- dad de personas que se comunican a menudo entre sí, durante cier- to tiempo, y que son lo suficientemente pocas para que cada una de ellas pueda comunicarse con todas las demás, no en forma indirec- ta, a través de otras personas, sino cara a cara~8.

A partir de lo dicho puede entenderse que el grupo primario sea considerado como la más universal forma de asociación existente, hasta el punto que casi «no existe área alguna de comportamiento humano en cuyo seno no pueda hallarse el grupo primario~g. Los grupos primarios están presentes en todos los ámbitos de la socie- dad, dando vida, sentido y contextura concreta a eso que llamamos lo social. En un grupo primario -la familia-, los bebes son socia-

8 Hornans: Ibfd., piíg. 29. 9 Robert A. Nlsbet: El vinculo social. Vlcanr Wwi, Brrcclana, 1975, piíg. 84.

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

lizados en la cultura, aprenden el lenguaje, las normas básicas del comportamiento, etc.; en grupos primarios -los compañeros de jue- gos y los grupos de la escuela-, los niños aprenden a relacionarse en grupo, madurando su personalidad; en grupos primarios -de ami- gos, de compañeros, de trabajo, de afinidades- se desarrolla la vida social en el trabajo, en la vecindad y en el ocio. En los grupos pri- marios las personas realizan la mayor parte de sus tareas y obtienen la mayor parte de sus gratificaciones y satisfacciones. Por ello no es exagerado afirmar que en los grupos primarios está el magma pro- Sundo de lo social.

El interés creciente por los grupos primarios durante las últimas décadas ha dado lugar a una gran cantidad de investigaciones empí- ricas que permiten conocer mejor cómo operan y qué efectos e influen- cias cjcrcen. Las investigaciones no se han ceñido exclusivamente a los gtiipos en que se integran un mayor número de personas y que, desde Coolcy, son considerados como los más importantes y básicos -la l'amili~, cl vecindario y el pueblo-, sino que también se han ocupado dc los grupos primarios en el lugar del trabajo, los grupos de amigos, las pandillas juveniles, los grupos de afinidad socio-cul- turul, etc.

LOS grupos primarios cumplen importantes funciones sociales, aparte de las que les son más propias y directas, desarrollando un conjunto de creencias, prácticas sociales, jergas específicas, sobre- entendidos, costumbres y tradiciones comunes que tienden a refor- zar la cohesión y la solidaridad interna en el grupo. La mayor parte de las investigaciones han demostrado que los grupos primarios son elementos fundamentales de socialización y de interiorización y refuerzo de los patrones culturales, a la vez que constituyen un ámbi- to privilegiado para el desenvolvimiento las motivaciones persona- les y para la orientación de la conducta. Desde las investigaciones de Elton Mayo, se sabe, por ejemplo, que el .ambiente. existente en el grupo es uno de los factores más importantes de motivación en el trabaj6, y que las distribuciones de las «recompensas» y los ~casti- gos. en los grupos influyen poderosamente en la orientación del comportamiento de los individuos.

En definitiva, podemos decir que la relevancia de los grupos prima- rios para la Sociologla estriba en un triple orden de razones. En pri- mer lugar, los grupos primarios cumplen funciones sociales funda-

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A 171

mentales (en la socialización de los individuos, en su control social, en el estímulo para la eficacia y la emulación en el trabaio v en otras

0 d

tareas sociales, etc.). En segundo lugar, los grupos primarios tienen una importancia estratégica central en el proceso de investigación sociológica, no sólo por razones cuantitativas, ya que la mayor par- te de la acción social se produce en estos grupos, sino por otras razo- nes metodológicas y de fondo. Así, los grupos primarios tienen la ventaja de que son entidades bastante manejables y abarcables en las que la investigación sociológica resulta más factible que en otros ámbitos más grandes y difusos. A su vez, los grupos vrimarios cons-

- . - - tituyen verdaderos micro-cosmos sociales que reflejan y contienen a escala reducida muchos de los rasgos y características de las socie- dades globales, pudiendo proporcionarnos informaciones socioló~i-

- - - - o- cas muy ricas y variadas. Algunos sociólogos consideran a los Eru- - " pos primarios como uno de los campos más prioritarios de investigación social en el que .convergen las presiones sociales y las que provienen de los individuos. El grupo primario es, pues -se dirá-, un contexto conveniente para observar v experimentar el iue-

A

go recíproco de esas presiones~lo.

Finalmente, en tercer lugar, el tipo de acción social aue tiene lugar en los grupos primarios es considerado por muchos analistas como una especie de paradigma de la buena práctica de lo social. Es decir, los grupos primarios son vistos como el meior marco d e

., - - - - -- religamiento social, de comunicación humana y de práctica de la solidaridad, que hace posible un mayor equilibrio psico-social v afec- . . . Livo de las personas y que permite un ajuste y una integración social general más satisfactoria. En los grupos primarios, los individuos pueden desarrollar prácticas sociales, orientar conductas y trabar relaciones gratificantes y eficazmente productivas con sus seme- jantes. Esta clase de relaciones permite compensar muchos de los sinsabores, frustraciones, disfunciones e incomunicaciones ~ r o ~ i a s . - I - 1-

de las grandes organizaciones sociales, aliviando un sinfín de ten- siones y facilitando la resolución de muchos problemas generados por su dinámica social.

l o Tcodoro M . Mills: uLü sociologla de Ion yrupon pcqiiefios», cn Talcott Parsons (cd.): Inr S o ~ i o l o ~ l a norteamericana conrcmpordnra, Paldbn, Buenos Aires, 1965, pfig. 64.

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172 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

No es extraño, por tanto, que frente a los problemas del aisla- miento, la incomunicación y la alienación, propios de las sociedades de nuestros días, dominadas por el gigantismo, el anonimato, la impersonalidad la formalización burocrática y los desajustes socia- les", un buen número de analistas reclame para los grupos prima- rios su condición de «dimensión óptima» de lo social, de medida ade- cuada para el normal desenvolvimiento de ciertas actitudes humanas y para la satisfacción de importantes necesidades de la persona en todo lo que se refiere a comunicación, afectividad, pertenencia gru- pal, etc.

Desde una óptica más vinculada a la preocupación por la diso- lución y quiebra de los vínculos sociales básicos (Durkheim, Marx, Tonnies, etc.), Homans ha llamado la atención sobre la forma en que el proceso de decadencia histórica de las civilizaciones se encuentra también ligado al fracaso en organizar las formas de la sociedad-básica a gran escala. «En el nivel de la tribu o grupo -dirá Homans-, la sociedad siempre logró unirse. Por lo tanto inferimos que una civilización, para poder a su vez mantenerse, debe preservar por lo menos algunas de las características del gru- po, aun cuando ello ocurra a una escala mucho más extensa. Las civilizaciones se han malogrado -afirmará- al no lograr resolver este problema»12. Sin embargo, las grandes civilizaciones requie- ren organizaciones cada vez más amplias y criterios de centrali- zación que producen resultados contrarios a los de los grupos pri- marios, lo que da lugar a fenómenos de incomunicación, falta de control, poca integración, poca cohesión, insatisfacción, etc. «En el nivel del grupo pequeño, la sociedad siempre ha podido unirse. Deducimos, por consiguiente -concluirá Homans-, que si la civi- lización ha de durar, debe mantenerse, en la relación entre los gru-

1 1 Entre la extensísima literatura sobre este tema pueden verse las obras, ya clási- cas, de Erich Fromm y Karen Horney: Erich Fromm, Psicoanálisis de la sociedad contem- pordnea. F.C.E., MCxico, 1964 (El título inglés de esta obra, The sane society, pone el acen- to en la dimensión «sana» o «enferma» de la propia sociedad); Karen Horney, La sociedad neurcitica de nuestro tiempo. Paidós, Buenos Aires, 1968. Son muy notables las influen- cias del Marx joven y de Freud, sobre todo de su libro El malestar de la cultura, en estas obras.

' 2 George G. Homans: El grupo humana, ( p . cit., pág. 470.

pos que componen la sociedad y la dirección central de ésta, algu- nos de los rasgos propios del grupo pequeño~l3.

De esta manera, para algunos analistas, los rasgos característicos de los grupos primarios trascienden el plano del mero análisis, para alcanzar la categoría de criterios superiores de plasmación de lo social.

El contraste entre las características de los grupos primarios y las exigencias de las grandes organizaciones nos conduce directamente a considerar el otro tipo de grupo social en nuestra clasificación ini- cial: el grupo secundario. El grupo secundario es el modelo que se corresponde a las organizaciones a gran escala, en las que las rela- ciones sociales están formalizadas y reguladas en diferentes grados y formas. Las características que definen los grupos secundarios son prácticamente las contrarias de los grupos primarios, ya que cada uno de estos conceptos está en función del otro.

En los grupos secundarios las relaciones son impersonales, los vínculos generalmente son contractuales, la cooperación se produce de forma indirecta, existe un alto grado de división y diferenciación de tareas y roles sociales, predominan los procedimientos formali- zados y racionalizados propios de la burocracia, etc.14

Los principales grupos secundarios son las organizaciones for- males (asociaciones de todo tipo, Administraciones Públicas, gran- des empresas, etc.), las clases sociales y las entidades sociales macros- cópicas (Municipios, Estados, etc.).

En la realidad concreta, como es lógico, se produce un entrama- do complejo de relaciones propias de los grupos primarios y de los grupos secundarios, pudiendo identificarse en la mayor parte de las grandes organizaciones un sinfín de grupos primarios, cuyas formas de interacción se superponen y entremezclan con las relaciones for- malizadas e impersonales propias de los grupos secundarios. Por ello hay quienes consideran que las relaciones primarias y secundarias

l 3 Ibid., pág. 481. 14 Como puede comprobarse, existe cierto paralelismo entre los conceptos de

(;et~ieinschaft (Comunidad) y Gcsrll,schu/t (Aeoclucl6n), liil como los estudió Tonnies (vid. capltulo ocho, pdgs. 326-331), y los de grupos prlmurlorr y los grupos secundarios. Fer- dinand Tonnies, Comunidad y Asociacidn. Pcntnrula, Barcelonu, 1979.

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174 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGIA

forman parte de un continuurn y que, a medida que las organiza- ciones se van ampliando, los nexos básicos de tipo primario van evo- lucionando hacia relaciones de tipo secundario. De esta manera, el propio desarrollo y complejización de las organizaciones da lugar al surgimiento de barreras para el mantenimiento de las relaciones directas, personalizadas, de confianza, etc. «Así -dirá Greer- a medida que un grupo dado se hace más grande, a medida que se dis- persa en el espacio, ocupa sólo una pequeña parte del interés y el tiempo del individuo y alcanza heterogeneidad interna, volviéndose por naturaleza más secundario»l5.

A veces, incluso, se ha sugerido que la distinción entre grupos primarios y secundarios tiene un cierto carácter ficticio, ya que lo que tiene verdadera entidad es el concepto de grupo primario, y el Llpo de rclaciones que le es propio, definiéndose el grupo secunda- rlo sdlo cr scnsu contvavio, como el que no es primario. «El grupo rccundario -dir6 Sprott- es, en un sentido, una pura ficción. La mslldud se encuentra en la interacción cara a cara y en la comuni- caclbn a distancia)). ((La unidad de estos grupos «secundarios» o rrulacionudos indirectamente» se consigue por medios simbólicos: una nucldn es una nación porque los individuos lo creen así. Una ciudad es una aglomeración de casas con un límite visible de un modo briitantc obvio, pero su unidad como grupo secundario descansa en 01 hecho de que sus ciudadanos creen que pertenecen a Manchester, Birmingham o Londres ... Los grupos secundarios -apostillará Sprott- obtienen una mayor unidad debido al lenguaje: mediante lo que podemos llamar la «reacción en cadena» de la interacción social a través del grupo y mediante la unidad administrativa»l6.

A pesar de estas matizaciones, la diferenciación entre grupos pri- marios y secundarios es una distinción conceptual de indudable inte- res y alcance sociológico, que nos permite tipificar formas de rela- ciones sociales de un hondo significado y que nos sirve para orientar la atención investigadora hacia dos ámbitos concretos de gran impor- tancia: los diferentes tipos de grupos primarios a que aquí nos hemos referido, y también las grandes organizaciones formales. Hay que

l 5 Scott A. Greer: Organización social. Paidós, Buenos Aircs, 1966, phg. 80. 'W. J . H . Sprott: Grupos hunianos. Paidós, Buenos Aires, 1964, pdgs. 14-15.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 175

tener en cuenta, en este sentido, que más allá del carácter y el valor de unos y otros tipos de relaciones sociales, las organizaciones for- males y burocráticas son una de las realidades caracterizadoras de las sociedades de nuestro tiempo, a las que la Sociología debe pres- tar la atención que se merecen, tanto en cuanto formas específicas de relación social, como en su condición de modelo o tipo legal, o burocrático de dominación, en el sentido en que se ha venido estu- diando desde Max Weberl7.

4. LAS INSTITUCIONES SOCIALES

Como ya vimos en el capítulo cuarto, Durkheim definió las instituciones como los conglomerados de creencias y las maneras de obrar instituidas por la Sociedad, que preexisten a los individuos concretos formando parte de la supremacía de la propia Sociedad.

Desde un punto de vista muy general podemos decir que lo que caracteriza a las instituciones sociales es que cumplen funciones necesarias para la propia existencia de la sociedad como tal. Por ello, algunos sociólogos han hablado de un conjunto de pre-requisitos fun- cionales universales, que resultan imprescindibles para que todo sis- tema social tenga «un orden persistente)) o ((desarrolle un proceso ordenado»ls. Es lo que podíamos considerar, en términos más sen- cillos, como todo aquello que una sociedad tiene que tener para poder continuar funcionando normalmente.

El debate sobre los pre-requisitos funcionales de la sociedad a veces se ha movido en el terreno de las meras obviedades, al seña- lar, por ejemplo, que toda sociedad debe tener un lenguaje que per- mita la comunicación, o unos valores y creencias compartidas. Otras veces la discusión se ha orientado a dilucidar la pertinencia de cla-

'7 La bibliografía sobre la «burocracia)) es muy extensa. Aparte de las aportaciones cl6sicas a este tema de Max Weber, en Econotíilri v Sociedad, puede verse también P. M. BIau: La burocracia en la Sociedad Moderna. Paidhs, Buenos Aires, 1962; Michel Crozier: El findnieno burocrático. Amorrortu, Buenos Aires, 1969, y la también ya clásica obra de Bruno Rizzi: Lu b~4rocratizucibn del mundo, Pcnliisulu, Burcclonü, 1980 (la obra es de 1939).

' 8 Talcott Parsons: El sistema social, op. clt,, ply. 35.

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176 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

sificaciones e inventarios sumamente prolijos y detallados que con- sideran simultáneamente un gran número de variables y formas de interacción social.

Sin embargo, incluso analistas tan dados a la complejización, como Parsons, coinciden en señalar que los elementos fundamenta- les de la sociedad -lo que podía clasificarse como «sociedad míni- ma»- se centran en cuatro componentes:

- Unos sistemas de reproducción y socialización básica de los individuos.

- Unas estructuras económicas, adquisitivas, instrumentales y de división del trabajo.

- Un sistema de poder, de articulación territorial y de utiliza- ción legítima de la fuerza.

- Un sistema de creencias, de religión o de integración de va- loresl~.

Para realizar cada una de estas funciones básicas las sociedades rsc han dotado de un conjunto de instituciones sociales específicas, a truves de las cuales regulan los comportamientos de los individuos y 108 orientan al cumplimiento de fines determinados. La necesidad de reproducción y socialización básica se cumple a través de la ins- titucibn de la familia, cuyas formas y patrones de actuación están regulados socialmente. A su vez, en las sociedades evolucionadas, las familias cuentan con la colaboración de otras instituciones sociali- zadoras -sistema educativo- que permiten una más plena inser- ción social de los individuos y que transmiten los componentes cul- turales más complejos y sofisticados a través de procesos educativos cada vez más largos y generalizados. De igual manera, las institu- ciones educativas coadyuvan al buen funcionamiento de las institu- ciones económicas formando trabajadores cada vez más cualificados, que contribuyen a proveer a la sociedad de todos los bienes y servi- cios necesarios para su funcionamiento. Las instituciones políticas, por su parte, regulan y ordenan el ejercicio del poder, estableciendo diversas formas de autoridad y diversos procedimientos de partici-

I D Vid., por ejemplo, Talcott Parsons: El sistema social. Biblioteca de la Revista de Occidente, Madrid, 1976, págs. 15 1 y SS.

LA SOCIEDAD, OBJETO D E ESTUDIO D E LA SOCIOLOG~A

pación, implicación, subordinación, prestación de contribuciones y organización de formas de convivencia regladas, cuya violación pue- de dar lugar a una sanción por parte de aquellos en quien la socie- dad delega el derecho al uso legítimo de la fuerza. Finalmente las sociedades articulan sus sistemas de creencias a través de distintas instituciones ideológicas y expresivas, entre las que las Iglesias y las religiones han tenido hasta la fecha un papel prevalente.

A su vez, a partir de estas instituciones básicas surgen otras institu- ciones y formas de articulación social que completan el mapa de la estructura social. Especial significado tienen, en este sentido, las cla- ses sociales -a las que luego nos referiremos- y que son un resul- tante de la forma en que se organizan las instituciones económicas y de la forma en que operan las instituciones políticas, en las que a su vez influyen las propias clases sociales a través de su acción políti- ca en unos complejos procesos de interacción, en los que también se hacen notar el peso de las instituciones ideológicas y expresivas.

Lo que ocurre con las clases sociales nos sirve como ejemplo para entender que las instituciones sociales no son compartimentos estan- cos, sino piezas de un entramado social complejo, que en las socie- dades de nuestro tiempo presenta un sinfín de interrelaciones e interdependencias. Por ello cuando hablamos de instituciones socia- les estamos hablando de la estructura social, como tal, a través del prisma concreto del cumplimiento de unas funciones sociales espe- cíficas. Como puede entenderse, en este epígrafe no es posible refe- rirnos a toda la complejidad social abarcada con estos conceptos en sus múltiples formas y manifestaciones, ya que tal intento supondría un análisis de la sociedad toda, que requeriría algo más que un libro completo. Por lo tanto, aquí vamos a limitarnos a referirnos a la ins- titución social básica y fundamental -la familia- y a las principa- les formas de articulación social del poder y la autoridad, para tra- tar a continuación de forma más específica el tema de las clases sociales. Los procesos de socialización y la dimensión de la cultura como sistema de creencias, a su vez, son objeto de atención en el capítulo seis de este libro.

La familia, como hemos dicho, es la institución social básica y uno de los grupos primarios fundamentales. La familia cumple un gran número de funciones sociales insustituibles, que van desde la procreación y la primera socializacidn de los hijos, hasta la propor-

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LA EXPLICACIÓN SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA sOCIOLOGÍA

ción de afecto y apoyo social, sin olvidar sus funciones económi- cas, como unidad básica de consumo -el hogar- y en algunos casos de producción. Por eso la familia ha podido ser considerada como una institución social universal, ya que en todas las sociedades conocidas hasta la fecha se ha encontrado alguna forma de insti- tución social y de parentesco, a través de la que los individuos se ubican y se incorporan a la sociedad, «como hijo de...», o miembro de la ((familia de...».

El hecho de que la familia sea una institución universal no sig- nifica que tenga las mismas formas y características en todos los si tios, ni que no haya experimentado importantes procesos de trans- formación a lo largo del tiempo. En realidad, en las sociedades de nuestro tiempo las funciones sociales de la familia están cambian- do de manera muy importante y muchas de las tareas tradiciona- les efectuadas en el ámbito de la familia están pasando a ser reali- zadas -o compartidas- cada vez en mayor grado por otras instancias sociales, como las guarderías, las escuelas, las residen- cias de ancianos, etc. Al mismo tiempo, la creciente importancia de los ((grupos de pares», es decir, las personas de la misma edad (ami- gos, compañeros de estudios, etc.), está dando lugar a cambios muy relevantes en el proceso socializador, y en la influencia sobre los valores y las creencias, suscitando en ocasiones una competencia de afectos y lealtades que se traducen en distintos tipos de con- fl ictos generacionales.

Si a todo esto añadimos el crecimiento significativo de los hoga- res de una sola persona y las nuevas posibilidades y experiencias de Secundación in vitro, podremos entender hasta qué punto las con- cepciones actuales, y hasta las mismas funciones tradicionales de la familia, pueden verse alteradas en el curso de la dinámica social. No deja de ser significativo, en este sentido, que un autor como Aldous Huxley, en su novela visionaria Un mundo feliz, planteara hace ya algún tiempo la hipótesis de una sociedad del futuro en la que se ha prescindido de la institución social de la familia y en la que los niños son procreados en probetas.

Ateniéndonos a las realidades concretas hasta ahora conocidas, hay que empezar por destacar la diversidad de manifestaciones en las que se han plasmado las instituciones familiares, a lo largo de la evolución social. Los datos histdricos y los estudios antropológicos

revelan que las formas de familia varían según su ámbito (familias extensas, nucleares y compuestas), según las formas de relación con- yugal (monogámicas, poligámicas, poliándricas, grupales, etc.), según los criterios de filiación (patrilineal o matrilineal), de acuerdo al sis- tema de autoridad (patriarcal o matriarcal), según el lugar de resi- dencia, de acuerdo a los límites de elección de cónyuges, según la solidez de los lazos matrimoniales, de acuerdo a las reglas y a la fle- xibilidad de las conductas conyugales, etc.

A partir de tal variedad de manifestaciones, puede decirse que los elementos comunes e imprescindibles para que podamos hablar de una familia como tal son básicamente cuatro: en primer lugar, la existencia de una relación conyugal regulada de acuerdo a ciertos patrones, normas o costumbres; en segundo lugar, un sistema de filia- ción de acuerdo al cual los hijos son considerados parte de la fami- lia, recibiendo como tales nombres, derechos, atributos y una «loca- lización» social determinada; en tercer lugar, un hogar o habitación común, que en algunos casos puede estar compartida con otras fami- lias u otros parientes próximos (familias extensas); y en cuarto lugar, un patrimonio o conjunto de bienes y recursos comunes que permi- ten subsistir a la familia y atender al cuidado y crianza de los hijos, sobre todo durante los primeros años de su vida.

Si consideramos estos rasgos básicos como el núcleo mínimo a partir del que podemos definir una relación como familiar, podemos preguntarnos: idesde cuándo existe la institución familiar?, jcómo surgió y evolucionó?, ¿existieron históricamente otras formas de emparejamiento anteriores a partir de las que se desarrolló la insti- tución familiar?

Los orígenes de la familia se han situado en un dilatado período de tiempo que oscila entre los dos millones y los cien mil años, habiéndose llegado a plantear, incluso, «si alguna forma embriona- ria de familia apareció antes que el lenguaje»20. Generalmente los estudiosos del tema consideran que la familia, tal como la hemos lle- gado a conocer, ha sido el resultado de una larga evolución social, a

20 Küthleen Gough: uEl origen de Iri frmlllan, en C. Levi-Strauss y otros: Polémica sobre el origett y lu ut~ivrr.sulidud de la /umllla, Anayruma, Barcclonu, 1982, pdg. 1 12.

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partir, según creen algunos, de un «primitivo comunismo sexual». Esta opinión fue sostenida ya por Lucrecio, en el siglo I antes de Cris- to, en su obra De Rerum Natura, donde mantuvo la tesis de una pro- miscuidad originaria, siendo desarrollada en nuestra época, sobre todo, por Morgan y por Engels21. Estos autores reclamaron el carác- ter social e histórico de la familia, sosteniendo que sus formas cam- biantes se explican por los propios procesos de transformación en los sistemas sociales. Engels, en concreto, veía en la evolución de la limilia la dinámica ascendente y progresiva del proceso histórico qiic daba lugar a que las formas familiares desfasadas econó- micamente, como la familia patriarcal, fueran sustituidas por nue- vos modelos de relaciones familiares mejor adaptados a las nuevas circunstrincias económicas.

Aunquc cs difícil poder profundizar en el conocimiento exacto N O ~ I ' C li\ manera en que ha evolucionado la familia, lo cierto es que Irr propirr diniimica evolutiva de las sociedades ha ido ligada al afian- zilmicnto dc I'ormas de relación monogámicas, posiblemente aso- ciadas u lus ncccsidades más dilatadas de cuidado y mantenimiento $O 1u prole cn sciaes con un proceso tan prolongado de maduración pwlcomotor~u como los humanos. De hecho, se han encontrado ente- rrarnlentos dcl paleolítico de parejas en las mismas tumbas, que ruglarcn lu cxistcncia de relaciones monogámicas estables desde perí- o d o ~ bustrinte anteriores al desarrollo de las más antiguas civiliza- clones conocidas.

Junto a la aparición de las formas de relación familiar monogá- micas, una de las cuestiones que ha dado lugar a un debate socioló- gico y antropológico más vivo es la relacionada con la manera en que evolucionaron en la prehistoria los modelos familiares (patriar- cales y matriarcales). En este sentido, es de destacar que algunos antropólogos sostienen que durante un período bastante dilatado de tiempo, que va desde finales del Paleolítico y principios del Neolíti- co hasta la segunda revolución económica del Neolítico (años 6000

2 ' Lcwis H. Morgan: La sociedad primitiva. Ayuso, Madrid, 1970; Federico Engels: «El origen de la ramilia, la propiedad privada y el Estado», en Obras Escogidas. Akal, Mtidrid, 1975, vol. TI, págs. 177-345. Para una revisi6n de las principales teorlas socio- Ihgicas sobre la familia, puede verse André Michel: Sociologia de la Jamilia y el matri- monio. Pentnsula, Barcelona, 1974.

a 3000 antes de Cristo), se produjo un predominio de formas de filia- ción matrilineal que hicieron de la mujer el eje central de la institu- ción familiar22.

Un hito importante en el proceso de evolución de la familia fue el surgimiento del modelo de familia patriarcal, cuyos orígenes hay que situar en el desarrollo de las propias civilizaciones agrarias de la Antigüedad. La familia patriarcal concentraba un gran número defunciones sociales y era prácticamente autosuficiente, configu- rando una especie de microsociedad, con un sistema económico y de trabajo, un sistema de poder y autoridad y una red de relaciones sociales básicas, sobre las que descansó todo el entramado de rela- ciones sociales durante un período de tiempo bastante dilatado. Sin embargo, la dinámica de las transformaciones sociales y económi- cas, fueron socavando las bases económicas, sociales y laborales de la familia patriarcal, hasta que se acabó imponiendo en las moder- nas sociedades industriales de nuestro tiempo un nuevo modelo de familia nuclear, compuesta por los cónyuges y un número cada vez más reducido de hijos.

La familia, en este nuevo contexto, ha perdido sus viejas funcio- nes económicas, como unidad de producción, al tiempo que muchas de sus funciones asistenciales, de cuidado y educación de los hijos, de atención a los mayores, de protección y solidaridad, han ido pasan- do a ser desempeñadas cada vez en mayor grado por la Sociedad, sobre todo a medida que se han ido desarrollando las prestaciones sociales propias del Estado de Bienestar. La dinámica social está dan- do lugar, de esta manera, no tanto a una crisis o cuestionamiento de la familia, como sostienen algunos23, sino a un cambio en sus for- mas y a una tendencia de progresiva reducción de sus funciones. Lo que está dando lugar a que cada vez adquieran una mayor impor- tancia los aspectos más directamente relaciónales. En un mundo en

22 Sobre este tema pueden verse las obras clásicas de Bachofen y de Gordon Chil- de. Para una reflexión sociológica más general, vid. José Félix Tezanos: «El origen de la desigualdad social de sexos», en Escritos de Teorlu Sociolhgica. CTS, Madrid, 1992, págs. 1075-1 102.

z3 Vid., por ejemplo, David Coopcr: La nruvrtv de lu /Yt?liliu. Paidhs, Buenos Aires, 1972; R. D. Laing: El cuestionamienlo de b familia. Paldbn, Bucnos Aires, 1972; Ren6 KBnig: Lri familia de nuestro tiempo. Siglo X X I , Maddd, 1981, ctc.

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el que cada vez priman más las relaciones impersonales y el aisla- miento, la familia se ha convertido, así, en uno de los ámbitos socia- les que puede proporcionar en mayor grado comprensión, afecto, apoyo mutuo y relaciones personales gratificadoras.

La incorporación creciente de la mujer al trabajo y la difusión de mentalidades igualitarias está dando lugar a un nuevo modelo de familia más igualitaria y más abierta socialmente a un contexto de relaciones diversificadas en el trabajo, en el ocio, en el vecindario, etc. Esta nueva «familia de compañeros» ha reemplazado el viejo modelo de autoridad masculina y ha establecido un nuevo marco de estabilidad conyugal, basado no en las prohibiciones, ni en la pre- sión social contra la ruptura matrimonial, sino en la libre voluntad de las partes, a partir de una creciente independencia económica y laboral de los dos cónyuges.

Posiblemente el nuevo clima de libertad y solidaridad desarro- llado de esta manera podrá permitir que la familia cumpla una impor- tante función de ajuste y de apoyo solidario a los hijos en la transi- ción hacia la sociedad tecnológica avanzada que estamos viviendo en nuestros días y que está dando lugar a graves problemas de inser- ción laboral de las nuevas generaciones. De esta manera, la dinámi- ca socio-económica conducirá, verosímilmente, a nuevas readapta- ciones en las funciones de la familia a partir de los nuevos contextos sociales.

Desde la perspectiva del primer lustro del siglo XXI, se puede cons- tatar que las nuevas condiciones de trabajo que afectan a un buen número de jóvenes (con más paro, más precarización laboral y más riesgos de exclusión social) están haciendo notar su influencia en las prácticas de emparejamiento y nupcialidad. Las tendencias obser- vadas apuntan a que cada vez se casan menos jóvenes, los que lo hacen cada vez contraen matrimonio a edades más tardías y tienen menos hijos o ninguno. Por ello, no es exagerado decir que, de no cambiar las tendencias socio-económicas y laborales, la concurren- cia de varios factores de cambio científico y cultural podrá condu- cir a cambios notables en las concepciones y configuraciones tradi- cionales de las familias.

Junto a la familia, como antes decíamos, uno de los ámbitos fundamentales de plasmación~social institucional es el que tiene que ver con las relaciones de poder y autoridud.

Las relaciones de poder y autoridad constituyen también una de las constantes culturales que nos encontramos en cualquier tipo de sociedad. Como ha subrayado Nisbet: «Cualquier orden social es un entramado de autoridades. En la sociedad contemporánea dichas autoridades se extienden desde la suave y providente de una madre sobre su hijo, hasta la absoluta, incondicional e imprescindible del Estado nacional. En cualquier agregado social continuo existe algún sistema o tipo de autoridad. En el momento que dos o más personas se encuentran en una relación que implica, cualquiera que sea el gra- do de formalidad o informalidad, la distribución de responsabilida- des, deberes, necesidades, privilegios y recompensas, está presente algún tipo de autoridad»24.

La existencia de relaciones de poder y autoridad en la sociedad es el resultado de dos exigencias concretas: en primer lugar, de los imperativos derivados del proceso de socialización y conformación cultural de los individuos, que tienen que atenerse para formar par- te de la sociedad a sus normas, costumbres y patrones de compor- tamiento; en segundo lugar, las relaciones de poder y autoridad res- ponden a las necesidades de organización, coordinación y articulación social de todas las sociedades con una cierta complejidad que tras- cienda el núcleo familiar.

La experiencia demuestra que en todo grupo social en el que se mantengan relaciones de interacción durante un cierto tiempo, aca- ban surgiendo relaciones de dependencia, de subordinación y de dirección que influyen tanto en la orientación de los comportamientos colectivos del grupo, como en la eventual distribución de tareas y, sobre todo, de bienes y recompensas limitadas.

Las relaciones entre seres vivos en la naturaleza nos proporcio- nan múltiples ejemplos sobre las formas en que se producen estas relaciones de ordenación y subordinación, desde las manifestacio- nes más momentáneas y coyunturales en los animales menos grega- rios, hasta las jerarquías rígidas de los hormigueros, los termiteros y los enjambres, pasando por las formas bastante estables de «jefa- tura» en los grupos de primates.

24 Robert A. Nisbei: Introdtrccidn a la Soc/olnpla. E/ vlncirlo social. Vicens Vives, Bar- celona, 1975, pdg, 109.

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La evolución de las sociedades humanas ha ido acompañada de unos complejos procesos de articulación de las relaciones de poder y autoridad, desde las antiguas jefaturas tribales, hasta las formas de poder en las monarquías e imperios de la Antigüedad, y desde las redes de poder estamental, propias del feudalismo, has- ta las formas modernas de delegación y control propias de las democracias de nuestro tiempo. En toda esta dinámica social, el poder ha sido una constante que se ha traducido en distintas for- mas de organización política, desde los ámbitos más elementales e inmediatos en la aldea y el municipio, hasta las agregaciones superiores en distintas formas de Estados y poderes de índole supra- nacional.

Pero las relaciones de poder y autoridad no se agotan en el cam- po de lo propiamente político, sino que se extienden al ámbito de Ins relaciones económicas y sociales, desde las esferas microscó- picas más próximas a los individuos hasta las más generales, entre- tejiendo todas ellas un conjunto de posiciones sociales mutuamente interdependientes, de las que ningún individuo que viva en socie- dad puede sustraerse. En los núcleos de inserción más inmediatos las individuos están sometidos a relaciones de poder y autoridad en su familia, en la escuela, en el lugar del trabajo, en las asocia- ciones y grupos sociales, en su municipio o lugar de residencia y en casi todas las formas de interacción social en las que existen algunas normas, procedimientos, o relaciones de dirección y jerar- quIa social.

Lo característico de las sociedades humanas es que las relacio- nes de poder y autoridad están institucionalizadas, es decir existen unos mecanismos institucionales por los que el poder puede cadqui- rirse)), «delegarse», «ejercerse», e incluso ser puesto en cuestión, has- ta el punto de llegar a revocarse y establecerse nuevas formas y rela- ciones de poder.

La institucionalización de las relaciones sociales de poder y autoridad se ha traducido a lo largo de la historia en distintas ins- tancias y formas de organización y regulación específicas, que han ido desde la institución de la propiedad privada y todas las leyes que han ordenado su operatividad concreta, hasta el estableci- miento de diferentes formalizaciones politicas, como los Parla- mentos, los Gobiernos, los Tribunales, las burocracias públicas, los

cuerpos y fuerzas de seguridad, los sindicatos, los partidos políti- cos, etc.

Las formas y maneras en que se producen las relaciones de poder y autoridad en la sociedad son casi tan variadas como las propias formas de asociación y organización existentes. Todos sabemos por experiencia propia que las expresiones del fenómeno sociológico de la autoridad no son iguales en la familia, o en los grupos primarios, que en la esfera del Estado o del Municipio, de la misma manera que también son distintas en un sindicato, en una asociación profesio- nal o en un partido político democrático, que en una empresa, una escuela o en el Ejército.

En cada uno de estos casos los mecanismos de poder y autoridad operan de manera diferente; en unos casos están muy formalizados y jerarquizados, como en el Ejército o en una gran empresa; en otros casos se encuentran asociados al desempeño de determinados pape- les sociales, como el de profesor; en algunas ocasiones son el resul- tado de una elección o una delegación expresa, como en un sindi- cato o en una organización voluntaria, etc. Sin embargo, en todos estos casos, en la práctica se produce una interdependencia de ele- mentos que influyen poderosamente en la actuación y aceptación de las relaciones de poder. Estos elementos tienen que ver con las pro- pias características de los individuos, sus conocimientos, su «volun- t a d ~ de liderazgo, o su disposición a la obediencia, sus papeles socia- les, las redes de supra-ordenación en que se implican, las costumbres y presiones sociales, las expectativas de comportamiento, las reglas y prohibiciones, las manipulaciones, el miedo a la marginación y la «exclusión social», etc.

Un aspecto importante en las relaciones de poder es el que tiene que ver con la distinción entre su efectividad y su legitimidad, es decir, con el grado en que es aceptado como un poder legítimo. La cues- tión de la legitimidad ha dado lugar a diversos intentos de distinción entre los conceptos de poder y autoridad.

Max Weber, por ejemplo, definió el poder como «la probabili- dad de imponer la propia voluntad dentro de una relación social, aun contra toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad)). ((El concepto de poder -dirá Weber- es socio- lógicamente amorfo. Todas las cualidades imaginables de un hom- bre y toda suerte de constelaciones posibles, pueden colocar a

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alguien en la posición de imponer su voluntad en una situación dada~~5 .

Sin embargo, la dominación o autoridades definida como la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determi- nado, para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos). «No es, por tanto -dirá Weber- toda especie de probabilidad de ejercer "poder" o "influjo" sobre los hombres. En el caso concreto, esta dominación ("autoridad) en el sentido indicado, puede descansar en los más diversos motivos de sumisión: desde la habituación incons- ciente hasta lo que son consideraciones puramente racionales con arreglo a fines. Un determinado mínimo de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer -concluirá- es esen- cial en toda relación auténtica de a~toridad»~6.

Los motivos por los que se obedece, es decir por los que se acep- ta un poder como autoridad, son muy diversos, dependiendo, como el mismo Weber señaló, de «una constelación de intereses o sea de consideraciones utilitarias de ventajas o inconvenientes del que obe- dece ... », de la mera «costumbre», de la ciega habituación a un com- portamiento inveterado, o puede fundarse, por fin, en el puro afec- to, en la mera inclinación personal del súbdito. Sin embargo -nos advertirá Weber- la dominación que sólo se fundara en tales móvi- les sería relativamente inestable. En las relaciones entre dominantes y dominados, en cambio, la dominación suele apoyarse interiormente en motivos jurídicos, en motivos de su «legitimidad», de tal manera que la conmoción de esa creencia en la legitimidad suele, por lo regu- lar, acarrear graves consecuencias. En forma totalmente pura -con- cluirá Weber-, los «motivos de legitimidad» en la dominación sólo son tres, cada uno de los cuales se halla enlazado -en el tipo puro- con una estructura sociológica fundamentalmente distinta del cuer- po y de los medios administra ti vos^^^. Estos tres tipos de domi- nación, según Weber, son la legal, la tradicional y la carismática.

La dominación legal es la forma moderna de dominación. Está basada en el principio de legalidad, de forma que la obediencia se

produce a ~ordenaciones impersonales y objetivas» estatuidas legal- mente por personas específicamente delegadas para ello. En este tipo de dominación todos están sometidos a un orden impersonal y pre- ciso de reglas y procedimientos y todos deben actuar dentro de ellas, con unos límites, una fijación estricta de los medios coactivos admi- sibles, unas posibilidades de quejas y apelaciones, etc. La forma típi- ca de dominación legal más racional posible es la que se ejerce a tra- vés de un «cuadro administrativo burocrático»28.

La dominación tradicional está basada en los patrones de obedien- cia patriarcal propios de las sociedades tradicionales. La práctica de las relaciones de obediencia en el seno de las familias patriarcales acostumbran desde la infancia a obedecer y aceptar las autoridades instituidas por las tradiciones. El soberano, o los señores feudales en quienes descansa la autoridad inmediata, son vistos como parte de un esquema de poder instituido «desde siempre», y los súbditos les respetan y obedecen en virtud de unos vínculos personales de fidelidad.

La dominación carismática descansa en la autoridad ejercida por una personalidad de especiales dotes y características -carisma-, a la que se profesa una «devoción objetiva» y a la que se obedece por sus cualidades, y no en virtud de las costumbres impuestas por la tradición, o en razón de un mandado o una posición legalmente esta- blecida. La autoridad carismática se basa en el reconocimiento por parte de los «adeptos», de unas cualidades extraordinarias en un jefe, un caudillo militar, un líder o profeta al que se sigue. El líder o jefe carismático actúa según su propio arbitrio, no rinde cuentas ante nadie y elige su propio séquito, o su cuerpo administrativo, según el caso, de acuerdo a criterios de ((devoción personal~~9, y no en fun- ción de la competencia o de la tradición.

Estos tres modelos o «tipos» de dominación responden en gran parte a contextos históricos y sociales específicos, que van desde los antiguos núcleos sociales tribales, partidas de caza y hordas guerre- ras, hasta los Estados modernos, pasando por las sociedades tradi- cionales. Sin embargo en las sociedades de nuestro tiempo es posi-

2"ax Weber: Economia y Sociedad, op: cit. , pdg. 43. 2"bfd., pág. 170. 27 Ibld., phgs. 706-707.

28 Ibld., phg. 175. 29 Ibld., phg. 712.

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ble identificar elementos de estas tres modalidades o «tipos ideales)) de dominación en muchas de las relaciones de poder y autoridad que tienen lugar tanto en los ámbitos más informales como en las gran- des organizaciones.

5. LAS CLASES SOCIALES

La forma social 'de nucleamiento institucional más importante es la que tiene que ver con la desigualdad, con el agrupamiento de los seres humanos en distintas clases sociales que establecen entre si relaciones de poder y de subordinación.

Se ha dicho, con razón, que posiblemente uno de los rasgos de las sociedades humanas de nuestros días que primero llamaría la atención a cualquier ser dotado de inteligencia que las observase por primera vez, sería el de la desigualdad social, es decir, la diferencia- ci6n de las personas en grupos con distintos niveles de acceso a los bienes y servicios y con distintos grados de educación y de influen- cia política y social.

En todas las formas de agrupación social conocidas en la natu- 1.aleza existen diferentes formas de jerarquización y de relaciones de dependencia perfectamente identificables. Sin embargo, las mani- festaciones más singulares de asimetría social se producen precisa- mente en el seno de las sociedades humanas.

En las sociedades humanas la diferenciación de posiciones de po- der, de riqueza y prestigio no forma parte de una lógica natural pri- maria, asociada a rasgos identificables a primera vista (fuerza, belle- za, etc.), o a cualidades individuales (destreza, valor, iniciativa, etc.), sino que están asociadas a la propia manera en que se han desarro- llado distintas formas de organización y diferentes procedimientos de cooperación para hacer frente a las necesidades vitales.

Incluso en las sociedades más primitivas conocidas, en las que la subsistencia dependía de la caza y la recolección de frutos y tubér- culos, la diferenciación de posiciones sociales no dependía solamente de habilidades o capacidades naturales, como la fortaleza, la agili- dad, la autoridad o la pericia, sino que también descansaba en fac- tores sociales tales como las relaciones familiares o de filiación, la

capacidad de influencia y liderazgo, la mayor o menor idoneidad en la elección de los agrupamientos o alineamientos sociales en casos de conflictos y tensión, etc.

Es decir, las desigualdades humanas son básicamente desigualda- des de carácter social. Por eso, todas las sociedades humanas conoci- das hasta nuestra época han sido sociedades desigualitarias, en las que han existido formas más o menos complejas de dependencia social y política y grados más o menos acusados de reparto diferencial de los recursos y las riquezas.

A medida que las sociedades humanas se han ido desarrollando y complejizando, las formas de desigualdad se han ido enraizando más en el propio entramado social. En las primitivas sociedades caza- doras y recolectoras las desigualdades eran más coyunturales, y esta- ban basadas en mayor grado -aunque no sólo- en factores natu- rales (las propias capacidades y cualidades de algunos individuos), o ligadas al desempeño de algunos papeles sociales primarios (en las relaciones familiares, en el liderazgo de los grupos, en la distribu- ción sexual de papeles, etc.). Sin embargo, cuando las sociedades pri- mitivas dejaron de vivir al día y se asentaron en habitáis estables, empezaron a surgir mayores posibilidades de acumulación de recur- sos alimenticios («excedentes») y de bienes patrimoniales (vivienda, ajuar doméstico, útiles para el trabajo o la guerra, ganados y caba- llerías para el transporte etc.). Esta acumulación de recursos y bie- nes en pocas manos se acabó traduciendo en notables diferencias de riqueza y de oportunidades de vida.

La evolución desde las primitivas y pequeñas partidas de caza y clanes familiares, hasta las sociedades con un grado de complejiza- ción social y política creciente, dieron lugar a un mayor grado de especialización de funciones políticas, con mecanismos de articula- ción del poder que cada vez descansaban más en factores estructu- rales. Es decir, la posición social de los individuos cada vez estaba más ligada al lugar que se ocupaba en la estructura de jerarquiza- ciones y dependencias.

De esta manera podemos decir que la desigualdad social, en el sentido que la entendemos hoy en día, no es un fenómeno natural, sino un fenómeno social. Es algo que se explica en función de las diferentes formas en que una comunidad humana se organiza para atender a sus necesidades vitales. De ahi que las formas de desigualdad

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conocidas -y los agrupamientos sociales en que se manifiestan- sean tan variadas como las formas de organización social que se han producido a lo largo de la historia, en unos u otros contextos geo- gráficos y bajo la influencia de distintas culturas.

Las formas de desigualdad no han sido las mismas en la India que en China, ni en África que en Europa. Ni fueron igual en el primitivo Egipto, o en la Grecia o la Roma clásica, que en la Ita- lia del ~enacimiento, ni en Inglaterra durante las primeras etapas de la revolución industrial, que en Estados Unidos o en el Japón actual.

Por ello la desigualdad debe ser entendida como un fenómeno de carácter histórico y cultural. Las distintas influencias culturales en la conformación de las formas de organización social -en su interdependencia mutua- han dado lugar a los distintos modelos de estratificación conocidos: desde el sistema hindú de castas, y el sis- tema despótico-oriental, en la India y los imperios orientales antiguos, hasta el sistema antiguo esclavista y el sistema estamental, pasando por distintas variables específicas, que dieron lugar en las socieda- des occidentales a los sistemas de clases propios de las sociedades industriales (vid. Gráfico n." 1 ) .

El sistema de desigualdad social que ha merecido una mayor aten- ción en la literatura sociológica y política ha sido precisamente el sistema de clases occidental. Este sistema de clases es uno de los ele- mentos fundamentales a partir de los que es posible explicar buena parte de la dinámica de las sociedades occidentales durante las últi- mas décadas del siglo XIX y casi todo el siglo xx. El impacto políti- co de este modelo de desigualdad en la historia reciente de Occidente ha sido enorme; su impacto se ha hecho notar en el surgimiento del movimiento obrero organizado, en las luchas de clases, en el anar- quismo, en el marxismo y otras formas de socialismo, en el Estado de Bienestar y en la propia dinámica política de las sociedades occi- dentales.

Por todo ello no es extraño que para la Sociología el tema de la desigualdad social y de las clases sociales, sea uno de los focos cen- trales de atención, y, desde luego, uno de los que en mayor grado ha ocupado desde sus orígenes la'atención y el tiempo de los so- ciólogos.

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Marx llegó a decir que la historia de la humanidad era la histo- ria del conflicto de clases, Max Weber dedicó una parte significati- va de su obra a delimitar los conceptos de clase y status. Y un gran número de sociólogos de nuestro tiempo centran su esfuerzo inte- lectual en estudiar las relaciones y formas de desigualdad. Sin embar- go, tampoco en esta cuestión se ha llegado a establecer criterios ana- líticos comunes en la Sociología de nuestros días, utilizándose incluso dos conceptos diferentes de referencia en el estudio de las desigual- dades: el de clase social y el de estrato social.

El concepto que en nuestros días polariza en mayor grado la aten- ción sobre la problemática de la desigualdad social es el concepto de clase social. Pero, aun así, este concepto es entendido de manera diferente tanto en los círculos científicos como a nivel de lenguaje común.

Ossowski ha subrayado que «la pluralidad de significaciones de la palabra clase ..., atañe al grado de generalidad de la misma y con- funde el sentido de ciertas afirmaciones de índole general; se trata de una palabra -dirá- de carácter tripartito, de unas connota- ciones a las cuales es más bien difícil substraerse dado el actual sis- tema terminológico de las ciencias sociales ... Tenida cuenta -seña- lará Ossowski- la falta de diferenciación de los términos, clase significa diversas cosas según los diferentes contextos: se trata de una cosa cuando se habla de cruzamiento de las estructuras de cas- tas y de clase y de algo muy distinto cuando oímos hablar de la his- toria de la sociedad de clases, o bien de la historia de la lucha de clases. En estas situaciones, es el contexto el que determina el sen- tido de la palabrado.

A la hora de interpretar la diversidad de significaciones del con- cepto de clase social, hay que tener muy presente un triple orden de cuestiones:

En primer lugar, el concepto de clase social es un concepto car- gado de importantes connotaciones políticas e ideológicas, e inclu- so no está exento de una apreciadle carga emocional, especialmen-

30 S t a n i s l a w Ossowski : Estructura de c'luses y conciencia social, op. c i t . , phgs. 165- 172.

te después de los períodos de grandes conflictos de clase que se han producido tras la revolución industrial.

En segundo lugar, hay que tener en cuenta que el concepto de cla- se social casi siempre aparece asociado a alguna teoría social espe- cífica, por lo que su interpretación no puede divorciarse de la com- prensión de determinadas concepciones, que generalmente implican visiones muy concretas de la sociedad.

En tercer lugar, no debe olvidarse tampoco que el concepto de clase social se encuentra específicamente referido a contextos socio- históricos muy precisos, situados en determinadas coordenadas con- cretas de tiempo y espacio. Lo que da lugar a una variedad de siste- mas de clases, paralela a la misma variedad de situaciones históricas y a la propia diversidad de contextos socio-culturales. Es decir, al no existir un sólo sistema de clases, sino tantos como resultan del cru- zamiento de períodos históricos diferenciados y de culturas distin- tas, las realidades a las que nos referimos empleando el concepto de clase se hacen bastante heterogéneas entre sí, hasta el punto de que a veces el concepto de clase se acaba convirtiendo en un término referido específicamente al particularismo del mundo occidental en unos momentos históricos determinados, mientras que el referente sociológico general de los sistemas de desigualdad y dependencia es conceptualizado con el término más general de estvatificación social, que hace referencia a los sistemas generales de desigualdad social y del que el concepto de clase social no expresaría sino una de sus diversas variantes.

En términos muy elementales la idea que connota el concepto de estratificación social es la de una disposición de diversas capas diferentes en posiciones de infra-ordenación y de supra-ordenación. Esta idea en sus referentes metafóricos (estratos geológicos), hace pensar incluso en una cierta rigidez y hasta en un cierto determi- nismo físico, con lo que se puede correr el riesgo de llegar a pre- sentar la disposición de los individuos en posiciones sociales infe- riores y superiores, como algo tan natural como la disposición en distintas capas superpuestas de la corteza terrestre.

Sorokin definió la estratificación social como: la ((diferenciación de una determinada población en clases jerarquicas superpuestas. Se manifiesta a traves de la existencia de capas sociales superiores e inferiores. La base de su existencia ea una distribución desigual de

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los derechos y privilegios, los deberes y responsabilidades, los valo- res sociales y las privaciones, el poder y la influencia de los miem- bros de una sociedadn31.

Para Sorokin los tres tipos principales de estratificación social, en que se podían resumir las innumerables formas concretas exis- tentes, eran la estratificación económica, la política y la ocupacio- nal, con lo que en definitiva venía a coincidir con el triple criterio de estratificación propuesto por Max Weber.

Max Weber ha sido posiblemente uno de los teóricos sociales que más énfasis ha puesto en cuestionar los enfoques que partían de una concepción de «clase social total», que englobaba las dimen- siones políticas, económicas y socio-culturales. Como ya vimos en el capítulo anterior, uno de los principales hilos conductores de la obra de Weber se orientó a diferenciar los ámbitos de lo econó- mico, de lo ideológico y lo cultural. En el caso concreto de la estra- tificación social Weber también reivindicó la autonomía y especi- ficidad de los tres ámbitos estratificacionales, subrayando que cada uno de ellos tiene su «suelo patrio» y cada uno está referido y situa- do en un orden diferente. Para Weber «los fenómenos de la distri- bución del poder» dentro de una comunidad están representados por las «clases», los «estamentos» y los «partidos». Las clases son una realidad del orden económico, en la que lo fundamental es la «posesión» y la «no posesión», los estamentos son una realidad del orden social referida a la esfera del honor y que tiene que ver con «modos de vida social», convenciones y elementos de ~considera- ción social», mientras que los partidos forman parte de la esfera p0lítica3~.

Si aceptamos esta perspectiva de considerar la clase (lo econó- mico), el status (el prestigio y la posición social asociada a la ocu- pación) y el poder (lo político), como los elementos básicos de la estratificación social, es evidente que el análisis se complejiza con- siderablemente y nos obliga a fijar nuestra atención en muy diver- sos aspectos de la estructura social. Así, como señalará Chinoy, el

«análisis de la estructura o sistema de estratificación en cualquier sociedad exige la consideración de por lo menos las siguientes con- diciones: el número de volumen de las clases y grupos de status; la distribución del poder entre ellos; lo tajante o borroso de las demarcaciones entre los grupos, es decir, los grados y tipos de con- ciencia de clase y la preocupación por el status, así como la mag- nitud de los desplazamientos individuales de un grupo a otro (movi- lidad social). Ello supone también -dirá Chinoy- el examen de las bases específicas para la división: la clase y el volumen de la propiedad que poseen los hombres, sus ocupaciones y los valores de los cuales derivan el status~33.

El concepto de estratificación social, pues, nos emplaza ante la consideración de un conjunto muy variado de factores sociales vin- culados a las situaciones de desigualdad, y nos sirve, a su vez, para referirnos a la manera en que ésta se produce en diversos tipos de sociedades, en contextos históricos y culturales bastante diferen- tes. En este sentido es en el que hay que tener muy claro que el concepto de estratificación social no debe confundirse con el de estructura de clases, ya que con este segundo nos estamos refiriendo a una forma específica de la estratificación social, que se da en sociedades muy concretas y en contextos históricos y culturales específicos.

La clasificación general de formas de estratificación social que recogimos en el Gráfico 1, referida a los cinco modelos históricos (el antiguo, el modelo de castas, el despótico-oriental, el estamental y el clasista) no debe considerarse como una clasificación cerrada y exen- ta de matices, ya que el llamado modelo antiguo, por ejemplo, no es en realidad sino un verdadero cajón de sastre, en el que se suele incluir a sociedades primitivas de muy diverso tipo. Igualmente el modelo clasista, propio de las sociedades industriales, es un mode- lo que también se está transformando de manera importante y que presenta un grado apreciable de variaciones y una no menor diver- sidad de interpretaciones teóricas. Finalmente, en las sociedades de nuestros días se están produciendo nuevos fenómenos de estratifi- cación, hablándose incluso de un nuevo modelo propio de las socie-

Pitirim A. Sorokin: Estratificacidn y nrovjli~la~l social. Universidad Nacional de Mé- xico, México, 1961, pág. 1 S.

32 Max Weber: Economfa y Soclrdad, op, clr,, pAps. 682-694. Ely Chinoy: La sociedad. F.C,E,, Mdxko, 1966, pAg, 172.

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196 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 197

dades tecnológicas avanzadas que están emergiendo en nuestro tiem- po histórico34.

Una vez que hemos precisado los contenidos de los conceptos de estratificación social y estructura de clases, vamos a ocuparnos de aclarar el significado de los otros dos conceptos fundamentales para el análisis sociológico de la desigualdad social: el de clase social y el de estrato social.

El término de clase social no connota, en un sentido más gene- ral, otras ideas que las de «clasificación» o ~tipologían. Una clase no seria sino una de las formas en que resultaría susceptible clasificar a determinados individuos o grupos, de acuerdo con algunas de sus características. Se trata, pues, de un término flexible y genérico, con cl que es posible referirse a realidades muy diversas, y que no pre- juzga inicialmente ninguna idea ni valoración concreta.

Sin embargo, el término clase social ha adquirido unas connotacio- ncti le6ricas y políticas bastante precisas en su proceso de desarro- llo conceptual, en el que la aportación marxista fue uno de sus hitos fundamentales, pero no único.

Dcsde u n punto de vista terminológico no deja de ser paradójico quc un termino originariamente tan neutro y genérico como el de clase, haya llegado a adquirir un significado político y social tan pre- ciso y tan expresivo de posiciones sociales caracterizadas por un cier- to grado de rigidez, mientras que el término estrato, que connota por sus orígenes (metáfora geológica) ideas de rigidez y de inmodifica- bilidad (incluso pétrea), haya acabado siendo asociado, del hilo de determinadas interpretaciones sociológicas, a las ideas de flexibili- dad, movilidad y oportunidades de cambio.

La expresión clase social tiene su origen en el término latino «cla- sis», que los censores romanos utilizaron para referirse a los distin- tos grupos contributivos en los que se dividía a la población, de acuer- do a la cuantía de los impuestos que pagaban. Es decir, las cclassis»

" Sobre este tema y la perspectiva general de la estratificación puede verse José FClix Tezanos: «La estratificación social: desigualdad y jerarquizaciónn y «Principales teorfas sobre la estratificaci6n social)), en Salustiano del Campo (ed.): n u l a d o de Socio- l o ~ l a . Taurus, 1985, p8gs. 287-365.

eran grupos de referencia económica, en los que los individuos apa- recían ordenados de acuerdo a su riqueza. Según parece, este tér- mino llegó a tener en Roma una cierta significación social que des- bordaba el ámbito de una mera clasificación estadística, y de algún modo hay que pensar que llegó a connotar importantes ideas de ran- go y posición socia135.

Posteriormente, los distintos grupos sociales fueron objeto de denominaciones bastante diversas a lo largo de la historia, sin que el término clase haya sido utilizado con el significado que tiene hoy en día hasta que se produjo la quiebra de la sociedad estamental y el desarrollo industrial capitalista. No obstante, no faltan algunos antecedentes aislados de utilización del concepto de clase social con un significado similar al actual. Así, por ejemplo, Ossowski ha que- rido ver uno de estos antecedentes en Spinoza, quien ya en el siglo XVII, en el teorema 46 de la tercera parte de su Ética, dijo: «Si uno tuvo placer o dolor por parte de alguien que pertenezca a una clase distinta a la de uno mismo ("classis") o a una nación distinta de la propia, y si el placer o el dolor se ha visto vinculado a la idea de aquel hombre como causa, bajo la categoría general de dicha clase o nación, uno amará o aborrecerá a ese hombre, y no sólo a él, sino a todos cuantos pertenezcan a la misma clase o nación»36.

La plena utilización del concepto de clase social, en el sentido actual del término, empezó a desarrollarse en el siglo XVIII, no Ile- gando a ser un vocablo de uso bastante corriente en los círculos inte- lectuales y en el movimiento obrero hasta el mismo siglo XIX.

Pese a que el concepto de clase social se ha convertido en una ex- presión de uso bastante común en las sociedades de nuestros días, no es fácil formular una definición sociológica suficientemente com-

35 La influencia de la terminología romana está también presente en el mismo con- cepto de «proletariado»; los aproletariin eran, de acuerdo a esta clasificación, aquellos que no tenían más propiedad que su propia «prole». Por otra parte, la palabra «clase» va a conservar un cierto sentido de calidad, de superioridad derivada de estas clasifica- ciones romanas. Asi, expresiones tales como «tener clase», «aún hay clases», etcétera, tienen su origen más remoto en la influencia de las ideas y valoraciones de las clasifi- caciones contributivas romanas, en las que ser de la uprima clasisn, y tener «classis» por extensión, acabaron connotando ideas de calidad y ruporloridad.

M Citado por Ossowski: Estructura de clase^ y conciencia social, op. cit., p8g. 160.

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198 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

partida. Por eso gran parte de los sociólogos actuales, más que esfor- zarse en buscar definiciones conceptuales más o menos complejas y precisas, intentan trazar las líneas básicas de teorías generales sobre la estratificación social que permitan explicaciones comprensivas del complejo conjunto de elementos sociales que se relacionan con la realidad de las clases.

Para Bottomore, los principales puntos de coincidencia, que pue- den destacarse en la Sociología actual de entre la diversidad de enfo- ques sobre las clases sociales, son dos:

En primer lugar, que los sistemas de jerarquías sociales que son las clases no forman parte de un orden de cosas natural e invaria- ble, sino que son un artificio o producto humano sometido a cam- bios de carácter histórico37.

En segundo lugar, «las clases sociales, en contraste con las cas- tas o los estados feudales -dirá Bottomore-, son grupos económi- cos en un sentido más exclusivo»38.

En esta dimensión económica de las clases van a coincidir numero- sos analistas de diverso signo, por lo que la referencia a tal dimen- sión primordial (aunque no única) ha acabado convirtiéndose en patrimonio común de una época, obviamente muy influida por la nueva óptica social surgida como consecuencia de la revolución in- dustrial.

Los elementos que forman parte de esta dimensión económica son bastante diversos. A algunos de ellos me he referido ya en otros lugares39, al analizar cuáles eran los postulados generalmente admi-

37 T. B. Bottomore: Las clases en la sociedad moderna. La Pléyade, Buenos Aires, 1968, pág. 18.

3s Ibíd., pág. 21. Bottomore resalta que una de las principales consecuencias de este hecho es que «los límites de las clases sociales están definidos de manera menos preci- sa», dado que «no concurren a constituirlas o sostenerlas ciertas normas legales y religio- sas específicas, y la participación en una clase dada no confiere al individuo derechos civiles o políticos especiales», como ocurre con el sistema de castas, o el de estamentosn (Ibíd., p8g. 21).

N José Félix Tezanos, J. L6pez Aparicio, J . L. Rodríguez y R. Domínguez: Las nuevas clases medias. Edicusa, Madrid, 1973, pAgs. 15 y SS., y José Félix Tezanos: Es- tructura de clases y conflictos de poder en la Ijspufla post-franquista. Edicusa, Madrid, 1976.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 199

tidos en la Sociología actual, que entroncan la dinámica de las cla- ses sociales al proceso de evolución social.

Estos postulados podrían quedar resumidos en los siguientes puntos:

- La subsistencia humana se basa en la producción, que es, por tanto, la actividad social básica e imprescindible.

- Los sistemas de producción, en cuanto que van evolucionan- do, suponen una división creciente del trabajo.

- La división del trabajo implica la existencia de distintos pape- les sociales que tienen que ser desempeñados necesariamente.

- En tal sentido, todo sistema de producción implica que a los hombres les son atribuidos papeles (muchas veces al margen de su voluntad) que suponen el establecimiento de determi- nadas relaciones sociales (subordinación, dependencia, domi- nio, etc.).

- La posición relativa de los distintos grupos sociales en la red de las relaciones de producción implica la división de la socie- dad en clases. Las clases, pues, vienen condicionadas por las relaciones sociales y éstas varían en función de la organiza- ción social de la producción.

Por supuesto, esto no es sino una simplificación esquemática de la realidad. Lo importante es considerar que en las sociedades se producen diferencias importantes entre distintos grupos sociales: diferencias de poder, de riqueza, de privilegios, de prestigio, etc., y que estas diferencias no son casuales, sino que vienen condiciona- das por factores sociales: básicamente por las relaciones que se esta- blecen en los sistemas de producción. Sistemas en los que, en fun- ción de estas diferencias, se generan, a su vez, conflictos y tensiones que influyen poderosamente en la propia dinámica social histórica, modificando continuamente no sólo las relaciones de poder entre las distintas clases, sino sus propias características.

A partir de esta perspectiva podemos decir que las clases socia- les están formadas por grandes grupos sociales cuyas posiciones en la sociedad vienen definidas por el papel que desempeñan en las rela- ciones de producción en un momento histórico determinado. De esta manera, la posici6n de los diferentes grupos sociales en el mercado

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-como grandes o pequeños propietarios, como asalariados, etc.- da lugar a distintos volúmenes de ingresos, a diferentes niveles de vida, a distintos grados y formas de influencia social y poder, etc., que configuran intereses grupales, que dan lugar, a su vez, a con- flictos y tensiones para alcanzar mejores posiciones y posibilidades en el conjunto de la sociedad.

El análisis de las clases, por tanto, no puede desvincularse de una consideración global de la sociedad y de los procesos sociales dinámi- cos que en ésta se producen. Lo que implica que, junto a su base estructural, en cualquier estudio sobre las clases sociales no pueden olvidarse las dimensiones políticas de la estratificación social.

Lenski ha definido las clases en términos de grupos con una posi- ción de poder que les permite una distribución ventajosa de los exce- dentes que se producen en la sociedad. «Los miembros de toda cla- se de poder -nos dirá- comparten ciertos intereses comunes y estos intereses compartidos constituyen una base potencial de hostilidad hacia otras clases, ya que lo que une a los miembros de una clase es su posesión común, la fiscalización o utilización de algo que afecta sus oportunidades de satisfacer deseos y aspira~iones»~O.

La teoría marxista querrá ir más allá, introduciendo un elemen- to adicional de precisión, al señalar que en la sociedad capitalista, el factor fundamental que determina una desigual distribución de los privilegios estriba en el poder de explotar el trabajo ajeno. Es decir, la misma propiedad de los medios de producción implica el establecimiento de un haz de relaciones de dependencia y subordi- nación, que en última instancia permite definir las relaciones entre las clases en función, fundamentalmente, de sus relaciones con los medios de producción.

Para Marx, la historia del hombre es la historia de las formas en que éste organiza sus relaciones (las relaciones de los hombres entre sf) para lograr sobrevivir y mejorar las condiciones de su existencia en una infatigable lucha por controlar la naturaleza (relaciones entre los hombres y las cosas). Es por ello que las relaciones entre los hom-

40 G. Lenski: Poder y privilegio. Teoría de la estratificación social. Paidós, Buenos Aires, 1969, pdg. 87.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 20 1

bres están profundamente relacionadas con la forma en que se orga- nizan las relaciones de los hombres con las cosas, es decir, por el nivel alcanzado en su capacidad de control y dominio sobre la natu- raleza; capacidad que continuamente va evolucionando.

La evolución en las formas de organización de la producción determina la evolución de la situación de las clases, de forma que para el análisis de cualquier estructura de clases será preciso no sólo la utilización de herramientas conceptuales idóneas para la consi- deración de realidades tan dinámicas, sino también una adecuada y completa comprensión del conjunto de cambios sustanciales que experimentan históricamente los sistemas productivos, tal como hemos esbozado en el Gráfico n." 2 en relación a los tres grandes procesos de cambio de nuestra época.

La evolución de los sistemas productivos conlleva, en este senti- do, un conjunto de caracterizaciones en la estratificación social que dan lugar a distintos modelos o pirámides de estratificación social.

En el Gráfico 3, por ejemplo, se refleja simplificadamente la mane- ra en que han evolucionado las pirámides de estratificación social en las diferentes etapas de evolución de la sociedad industrial, des- de las formas más jerarquizadas y puramente piramidales de las pri- meras etapas, y las plasmaciones más dualizadas que se producen como consecuencia del desarrollo del capitalismo, hasta las estruc- turas en forma de diamante que se apuntaron en el industrialismo maduro como consecuencia del importante crecimiento de las cla- ses medias, para llegar finalmente a las formas actuales que tienden hacia un modelo de sociedad dual41.

Como ya hemos indicado, la mayor parte de los estudiosos más rigurosos de la desigualdad social en las sociedades de nuestros días tienden a partir del concepto de clase social. Ossowski, por ejemplo, considera el concepto de «estructura de clases» como una dimensión más concreta y específica que el de «estructura social» que analiza- mos en el epígrafe 1 de este capítulo.

4 ' Sobre las nuevas formas de estratificaci6n social, vid. Jos6 Felix Tezanos: La socie- dad dividida. Estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tecnoldgicas, Biblio- teca Nueva, Madrid, 2001.

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GRÁFICO 2 Los tres grandes procesos de cambio de nuestra época

y su traducción en la dinámica política de las clases sociales

GRAFICO 3 Evolución de los perfiles de las pirámides de estratificación

en las sociedades industrializadas

Contexto económico-social

Pods estabkcido

-social - Cba v.&-

Estructura de clases

Desencadenantes

Influencias ideológicas

Resultados

Disolución de la sociedad tradicional

La «aristocracia». La monarquía

La «burguesía»

Los campesinos

Dual

Papel del «Tercer Estado* (frente a Nobleza e Iglesia)

Pensamiento ilustrado y liberal

Revolución burguesa y apertura de una nueva dinámica intelectual y social

Estructura dual

Cuarta etapa

Sociedades tecnológicas avanzadas

Coincidencia de dos sistemas con poca comunicación.

El superior con una mayona de clases medias ordenadas

meritocráticamente. El inferior con un amplio

núcleo de infraclases y «excluidos»

Procesos de industrialización y democratización

Los empresarios. El capitalismo

La clase obrera

La clase obrera (como proletariado)

Piramidal

La «cuestión social», explotación, desigualdades, etc.

---

Marxismo y socialismo

Sindicatos, partidos obreros, revoluciones comunistas (1917 y SS.) y gobiernos socialdemócratas

Estructura de

diamante

r \ A O g Tercera etapa

Sociedades industriales maduras

Gran expansión de las clases medias, con disminución de las aristas por arriba

y por abajo

Nuevas tecnologías y grandes innovaciones científicas. Robotización

Los grandes conglomerados de poder (multinacionales, empresas culturales y de comunicación, etc.)

La «tecnocracia»

Las infraclases

Sistema dual de estratificación

Alienación, paro estructural, exclusiones sociales, etc.

~Teonas del post-industrialismo?

Crisis de las «políticas tradicional es^^. Apatía política. Violencias difusas. ¿Nuevas opciones?

Estructura piramidal

antagonizada

Segunda etapa

Sociedades industriales desarrolladas

Conflicto de clases antagonizado con clases

medias reducidas

fip0

& mfierencia

Rasgo distintivo

Estructura piramidal

Primera etapa

Sociedades industriales incipientes

Jerarquización social rígida y piramidal

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204 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

Para Ossowski, las ((proposiciones comunes a todas las concep- ciones de la sociedad de clases» pueden sintetizarse en los siguien- tes tres puntos:

1) «Las clases forman un sistema de grupos del orden más elevado en la estructura social». Lo cual supone que cons- tituyen, por su importancia objetiva y subjetiva, una de las divisiones sociales básicas referida a un número redu- cido de grupos (dos, tres o pocos más). «A su vez, este pri- mer postulado supone -según Ossowski- que las clases sociales forman parte de un sistema en el que las clases quedan caracterizadas a partir de sus relaciones con los demás grupos del sistema~42.

2) «La división de las clases atañe a las posiciones sociales vinculadas con los sistemas de privilegios y de discrimi- naciones no determinadas por los criterios biológicos».

3) «La pertenecía de los individuos a una clase social es relativamente estable~~3.

Lris 1-elaciones que establecen las clases sociales entre sí son bási- camente de dos tipos: de ovdenamiento (de acuerdo a alguna magni- tud ooeial que permita gradaciones clasificatorias) y de dependencia, que puede ser, o bien una dependencia orgánica (de grupos interde- gendien tes y complementarios), o bien una dependencia negativa de Intereses, en la que ((los éxitos de una clase son fracasos de otra». La idea de dependencia orgánica fue resaltada por Adam Smith, por los fisi6cratas1 por Spencer, por los teóricos de los estratos sociales, etc., mientras que las ideas de dependencia negativa de intereses han sido puestas de relieve en los análisis de clase desarrollados por los socia- listas utópicos franceses, por Marx y también por sociólogos como Sorokin, Touraine, etc.44

Ossowski completará estos tres postulados básicos con las siguien- tes cuatro características más concretas de las clases sociales:

42 S. Ossowski: Estructura de clases y conciencia sociui, op. cit . , págs. 176-1 77. 43 Ibfd., págs. 193-196. 44 Ibfd., pág. 176.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 205

1) «La primera de estas características -dirá- es la dispo- sición vertical de las clases, lo que supone el estableci- miento de posiciones superiores e inferiores debido a un sistema dado de privilegios y discriminaciones», de rique- za, de poder, etc.45

2) «La segunda característica es la diversidad de los intere- ses de las clases estables)) (la sociedad de clases como sociedad dividida en grandes grupos cuyos intereses son diferentes, importantes y estables)46.

3) «La tercera característica es la conciencia de clase ..., se trata -según dirá Ossowski- no sólo de la conciencia de pertenecer a una clase dada ..., sino también de la con- ciencia del puesto ocupado por esta clase en la jerarquía clasista, de percatarse claramente de la diversidad de las clases y de los intereses de clase, y eventualmente, inclu- so hasta de la solidaridad de clase~47.

4) ((Finalmente, la cuarta característica es el aislamiento de clase. La falta de contactos sociales estrechos, la separa- ción en la vida social», así como las «consecuencias de este aislamiento y los efectos de las diferencias en cuan- to a la disposición de los medios de consumo» (diferen- cias culturales, de costumbres, sentimientos de extran- jería, e t ~ . ) ~ ~ .

Como ya dijimos al principio, una parte de los sociólogos que se ocupan del tema de la desigualdad social utilizan el concepto de estra- to social, en vez del concepto de clase. Esta preferencia conceptual no es casual, sino que responde a un enfoque teórico general que pretende ofrecer una alternativa analítica de amplio alcance a las teorías sobre las clases sociales y, a su vez, plantear una justificación funcional de la estratificación social.

El concepto de clase implica unos referentes sociológicos de posi- ción social más precisos. Por ejemplo, se habla de la clase obreva o

4Vbfd., pág. 179. 46 Ibfd., pCigs. 179-180. 47 Ibfd., pág. 180. 4H Ibfd., págs. 180-1111.

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206 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

de la clase burguesa, etc. En cambio, el concepto de estrato tiene unos referentes sociológicos más laxos, que dan lugar a clasificaciones en forma de un continuo escalonado. Así, se habla de estratos altos, medios-altos, medios-medios, medios-bajos, etc.

La adopción por algunos sociólogos del concepto estrato social, en vez del concepto de clase social, tiene diversas implicaciones teó- ricas e ideológicas. El concepto alternativo de estrato social se desa- rrolla, precisamente, en el marco de enfoques que cuestionan con bastante énfasis la concepción de las clases sociales, basada en fac- tores económicos, como explicación suficiente de la estratificación y la desigualdad social.

La crítica a las interpretaciones sociológicas sobre las clases socia- les, sin embargo, a veces sólo se fija en aquellos análisis que tienen una visión más estrictamente económica, y economicista, de la rea- lidad de las clases.

En la impugnación de esta concepción monista de las clases han ejercido una influencia notable los enfoques weberianos, espe- cialmente su distinción entre clases y grupos de status. La crítica do las concepciones monistas sobre las clases pretende difundir perspectivas más amplias y plurales en la consideración de los fac- tores determinantes de la estratificación social, de forma que la ecuacidn «clase social-situación económica» es sustituida en muchos enfoques, como ya hemos visto, por la trilogía «clase, sta- tus y poder».

La toma en consideración de estos tres elementos estratifica- cionales dará lugar a tres posibles interpretaciones sobre los sis- temas de estratificación social.

- En primer lugar, se puede considerar que la prevalencia de uno u otro factor puede dar lugar simultáneamente a dis- tintos sistemas de estratificación social de base política (como los sistemas despóticos orientales u otros sistemas burocráticos-totalitarios más recientes).

- En segundo lugar, la estructura de clases puede considerar- se como una resultante de la influencia conjunta de los tres factores (el político, el económico y el status). Factores a los que, a veces, se añade un factor ideológico (a nivel de la con- ciencia).

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 207

- En tercer lugar, se puede considerar a uno u otro factor co- mo el fundamental y básico, entendiendo que en ese factor, a su vez, se reflejan los otros dos de manera no indepen- diente.

Los funcionalistas se situarán preferentemente en esta última perspectiva, considerando al factor status como el elemento fun- damental de la estratificación social. Y a dicha interpretación aña- dirán el argumento de que ésta es la tendencia observada en las sociedades industriales más avanzadas, en las que las grandes fron- teras de división antagónica entre clases -nos dirán- se han dilui- do y han dado lugar a un conjunto de posiciones sociales escalo- nadas, fundadas básicamente en el prestigio y la consideración social.

A partir de esta interpretación, precisamente, cristaliza la con- cepción de los estratos sociales, frente a la de las clases sociales. La idea de ajuste funcional de tareas sociales complementarias estaba ya en el planteamiento de los economistas clásicos, espe- cialmente en Adam Smith, aunque en referencia al plano econó- mico. De igual manera, en una perspectiva social más general, la noción de complementariedad y ajuste funcional es una idea muy cercana también a la explicación de la funcionalidad de la divi- sión del trabajo para el sistema social, tal como fue desarrollada por Durkheim.

Así pues, puede decirse que la teoría de los estratos sociales se fundamenta y apoya en las siguientes instancias:

a) La idea de complementariedad funcional de las distintas cla- ses a partir de los cometidos económicos que realizan (clási- cos de la economía política).

b) La idea durkheimiana de la funcionalidad social de la división del trabajo.

c) La teoría de la estratificación por el status (o en grupos de sta- tus) de Weber. Teoría de la que, por cierto, se relegan a segun- do plano matices importantes y, sobre todo, la idea de posibi- lidad alternativa de otros modelos estratificacionales.

d) La realidad empírica de los comportamientos sociales estrati- ficacionales tal como se producen principalmente en Estados

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208 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

Unidos49 a partir de unas coordenadas socio-históricas muy específicas, cuyas consecuencias y resultados han sido eleva- dos, por algunos sociólogos, a nivel de categoría de valor prác- ticamente universal, sin tener adecuadamente en cuenta la for- ma en que han podido influir en la conformación de esta realidad los muy particulares rasgos de la formación y desa- rrollo del capitalismo en los Estados Unidos, y la misma mane- ra en que allí se ha producido el conflicto de clases50.

En suma, pues, en la distinción entre clase y estrato hay impli- cados, como ya dijimos, factores muy diversos. Y la situación se com- plica aún más si tenemos en cuenta, a su vez, los diferentes matices que sobre esta temática han sido desarrollados por los diferentes auto- res. En tal sentido, puede decirse que, hoy en día, en realidad ya no es correcto hablar de una única teoría sobre los estratos sociales, sino de un conjunto diverso de enfoques sobre el tema. Incluso la presentación de las teorías de las clases y de los estratos como mode- los analíticos alternativos, tiende a quedar un tanto desdibujada, en cuanto alternativa dual confrontada, en la medida en la que en los últimos años se han desarrollado diversos planteamientos teóricos de intención sintetizadora51, si bien a partir de la utilización prefe- rente -aunque no exclusiva- del concepto de clase social. Como ha senalado el mismo Ossowski, «la división de la sociedad en clases puede ser una división exhaustiva o no exhaustiva: según el modo

4Y En tal sentido, no debe minusvalorarse la importante influencia que en el desarro- llo de la teoría funcionalista sobre la estratificación jugaron algunos estudios empíricos concretos como los de Warner, por ejemplo. Vid. W. Lloyd Warner (ed.): Yankee City. Yale Universitv Press. New Haven. 5 vols.. 1941-1959.

~ ; n ~ u e con frecuencia las críticas a las teorías funcionalistas sobre la estratifica- cidn social han insistido en resaltar estas diferencias respecto a las sociedades europeas, hay que reconocer que, en una perspectiva más dilatada en el tiempo, aún no se sabe cdmo el proceso histórico puede influir en una mayor homogeneización, o aproximación, on las prácticas de clase en ambos tipos de sociedades. De hecho, las teorías sobre «el trabajador opulento», sobre «el aburguesamiento de la clase obrera» y sobre «el decli- nar del conflicto de clases», no han hecho sino avanzar hipótesis y elementos de juicio sobre la manera en que pueden modificarse los comportamientos de clase también en las sociedades europeas más industrializadas.

5' Probablemente, los nombres que mejor representan esta tendencia hacia un enfo- que sintético son Ossowski y Lenski (a los que y a nos hemos referido en las páginas ante- riores), si bien son muchos los sociólogos que pueden ser situados en esta perspectiva integradora.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

conceptual de la clase, la sociedad puede ser un sistema de clases o bien un sistema de clases y de grupos -en cierta medida similares a las clases-, pero no incluidos en el concepto de clase»52.

Todo esto supone que las líneas divisorias entre unos y otros enfo- ques tienden a hacerse, si no menos claras, sí, al menos, más impreci- sas, en tanto en cuanto hay una serie de cuestiones fronterizas que cada vez son más fluidas. En cualquier caso, el punto de diferencia- ción más sustancial entre la teoría de las clases y la de los estratos es el que hace referencia al mayor componente «objetivista» y «sub- jetivistan de uno y otro enfoque.

Así se considera que las clases sociales están conformadas básica- mente a partir de factores objetivos, que hacen referencia a una determinada ubicación en el sistema social de producción y a la ocu- pación de una determinada posición en la red de relaciones de inter- dependencia y subordinación, así como al papel desempeñado en el conflicto de clases.

A su vez, los estratos sociales son vistos a partir de factores prefe- rentemente subjetivos. Es decir, en gran parte las clasificaciones del continuum de posiciones de ordenación de los estratos, están basa- das en la manera en que los demás aprecian y ordenan las posicio- nes sociales, a partir de valoraciones básicamente subjetivas (esti- mación, prestigio social, etc.); aunque lógicamente estas valoraciones están relacionadas con desempeños ocupacionales concretos, y con algunos datos objetivables, como niveles de renta y consumo, etc.

En definitiva, pues, y con pequeños matices, podemos decir que el concepto de clase social nos sitúa en el «plano de la objetividad social» y el de estrato social en el «plano de la subjetividad recí- proca».

Por supuesto, estas diferencias, junto a las relacionadas con los diferentes entronques teóricos de ambos enfoques (el de la interac- ción social y el dialéctico-estructural, respectivamente), hacen prác-

52 S. Ossowski: Estructura de clases y conciencia social, op. cit., pág. 189. Del hilo de esta observación Ossowski querrá resaltar especialmente que los enfoques marxistas no rechazan la utilización del concepto de estrato, dado -dird- que ala sociedad puede estar formada, ademds de por clases, tambltn por eutratoa, le8 cuales no están incluidos en clase alguna, (Ibld.).

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210 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

ticamente imposible -pese a las sugerencias de algunos- la recon- versión o traducción de un sistema a otro, mediante la agrupación de varios estratos en clases más amplias53. En realidad en uno y otro caso se parte de esquemas teóricos de análisis cuyas diferencias no son meramente cuantitativas -de grado-, sino de fondo, impli- cando, incluso, visiones totalmente distintas del orden social y de la desigualdad (visión antagónica y conflictiva en los análisis de clase y visión armónica y de escalonamiento complementario en los aná- lisis de estratos).

Como resumen, y pese a todas las complejidades y matices del tema, las principales diferencias entre los conceptos de clase y estrato pue- den sintetizarse tal como quedan esquematizadas en el Gráfico 4.

Aparte de estas distinciones conceptuales, buena parte de la discu- sión sociológica sobre la teoría funcionalista de la estratificación ha gi- rado en torno al postulado del carácter funcional de la estratificación social que formularon inicialmente Kingsley Davis y Wilbert MooreS4.

El punto de partida del análisis de Davis y Moore es la constata- ción de que no existe ninguna sociedad sin alguna forma de estrati- ficación. En consecuencia, lo que se plantearán es la necesidad de «explicar en términos funcionales la necesidad universal que origi- na la estratificación en cualquier sistema

La necesidad de la estratificación conduce a formularse la pregun- ta sobre la función social que cumple. El primordial carácter funcio-

5 9 Otra cosa distinta a la traducibilidad de ambos conceptos es la posibilidad de uti- lización complementaria en un mismo esquema de análisis. Así, de la misma manera que la dinámica de la sociedad industrial ha demostrado la virtualidad práctica de la distin- ci6n entre clase y status (en el tema de las clases medias, por ejemplo), la complejiza- ción creciente de las estructuras de clases de las sociedades más industrializadas hace cada vez más necesario diferenciar, por ejemplo, los distintos estratos que integran una misma clase social.

54 Kingsley Davis y Wilbert E. Moore publicaron en 1945 un articulo en The American Sociological Review, con el título de ((Algunos principios de estratificación)), que dio lugar a una amplia polémica sociológica. Tanto el artículo de Davis y Moore, como algunas de las principales piezas de esta polémica, están recogidos en R. Bendix y S. M. Lipset (eds.): Clase, status y poder. Euroamérica, Madrid, 1972, tomo 1, p8gs. 155-224. Otro compendio más completo de diversas intervenciones en la polCmlca puede verse tambien en Melvin M. nimin (ed.): Reading on social strafification. Prcnticc-Hall, Ncw Jersey, 1970.

55 Kingsley Davis y Wilbert E. Moore: ~Algunou prlnclpios de estratificacic)n», en R. Bendix y S. M. Lipsct: Clu.se, s l u ~ u s y poder, op, cit., lomo 1, pdg. 155.

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212 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

nal de la estratificación se verá en la necesidad que tiene toda sacie- dad de «colocar y motivar a los individuos en la estructura social. Como mecanismo en funcionamiento -nos dirán-, una sociedad debe dis- tribuir de alguna manera a sus miembros en posiciones sociales e indu- cirlos a realizar los deberes de esas posiciones. Esto debe afectar a la motivación en dos diferentes niveles: inculcando en los propios indi- viduos el deseo de ocupar ciertas posiciones, y una vez en esas posi- ciones, el deseo de cumplir con las obligaciones que llevan consigo»56.

Por lo tanto, toda sociedad deberá tener, en opinión de Davis y Moo- re, un conjunto de retribuciones y premios que cumplan un papel incentivador, y, a su vez, unos mecanismos precisos por los que dichos «premios» puedan ser atribuidos o negados, de acuerdo a los compor- tamientos de los individuos. Por ello -nos dirán- «los premios y su disti-ibiición llegan a ser una parte del orden social y así se origina la cstin t i ficüción.. . La desigualdad es así -concluirán- una idea incons- cicntementc desarrollada por la que las sociedades aseguran que las posiciones más importantes estén conscientemente ocupadas por las pcrnonus m6s cualificadas. De aquí que cada sociedad, no importa que tiea ~imple o compleja, deba diferenciar a las personas en términos de pmritlgio y estimación y debe por eso poseer una cierta cantidad de dealguuldiid institucionalizada»57.

A partir dc estas consideraciones, el siguiente paso del análisis es determinar c6mo y con qué criterios se atribuyen los rangos de los distintos puestos sociales. Para Davis y Moore, los puestos más «premia- dos» son, en primer lugar, los que tienen una mayor importancia para lu sociedad. Es decir, el rango viene determinado principalmente por la función social, en virtud de su propia significación. En segundo lugar, los puestos más «premiados» son aquellos que «requieran una mayor capacitación o talento». Es decir, que el rango lo determinan también las cualidades y conocimientos que más se valoran en virtud de la escasez.

La cuestión de cuáles sean los puestos funcionalmente más impor- tantes no es para Davis y Moore una cuestión de objetivación riguro- sa; «si un puesto es fácilmente ocupado -dirán- no necesita ser pre-

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

miado ampliamente, aunque sea importante~58. Lo único importante es que todos los puestos estén ocupados al máximo nivel de compe- tencia posible. No obstante, serán apuntadas dos posibles referencias objetivas para evaluar la importancia de un determinado puesto: el pri- mer criterio será considerar hasta qué punto una determinada posi- ción es «funcionalmente única», y el segundo determinar el grado en que otras posiciones dependen del puesto objeto de consideración.

El tema de la capacitación o el talento es visto desde una doble perspectiva: la de aquellos puestos que lo que realmente requieren es un talento natural muy especial y que, por tanto, al ser el talento muy escaso exigen altas recompensas, y la de aquellos puestos que requie- ren competencia y conocimientos adquiridos. Es decir, que a partir de un amplio número de individuos con talento suficiente, es preciso garantizar que éstos tengan el entrenamiento y preparación necesa- rios. Y al ser los entrenamientos -especialmente algunos de ellos- largos, costosos y exigir esfuerzos, tienen que ser adecuadamente recom- pensados socialmente, si se quiere que los individuos más capaces se apliquen a realizar el esfuerzo y sacrificio exigido.

Estas explicaciones sobre la funcionalidad de la estratificación social han sido objeto de muy diversas críticas por parte de bastan- tes sociólogos59 que han llamado la atención sobre los componentes antifuncionales que pueden tener los sistemas de estratificación. En la práctica se puede comprobar que no siempre son aprovechados adecuadamente todos los talentos, y que, con harta frecuencia, las iniciativas tendentes hacia un mejor aprovechamiento de los talen- tos y hacia la innovación en general, son objeto de muchas dificul- tades. En la medida que los sistemas de estratificación no son ple- namente aceptados por todos, dan lugar también a importantes hostilidades y conflictos, y, en la medida en que son desigualitarios y establecen rangos de mayor o menor significación, dan lugar a dis- tintas lealtades y desiguales actitudes y sentimientos de integración

5 8 Ibíd., pág. 158. 59 Melvin M. Tumin: «Algunos principios de estratificación. U n análisis critico)), en

Bendix y Lipset: Clase, status y poder, op. cit., p8gs. 17 1-1 85. Los puntos de vista de Tumin, aparte de las diversas intervenciones en la palbmica, Non expuestos de una manera más amplia en Melvin M. Tumin: Social Stratiflcatian. The fbrnis und functions ofinequality. Prentice-Hall, New Jersey, 1967.

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LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

social; lo que supone un debilitamiento de la motivación para parti- cipar y del sentimiento de integración de ciertos sectores sociales. Todo ello ha llevado a plantear serias dudas sobre «el carácter uniforme- mente funcional de la estratificación», predominando la posición de quienes tienden a atribuirla un cierto carácter híbrido60.

Para Barber, por ejemplo, el «sistema de estratificación de una sociedad particular tiene relaciones funcionales y disfuncionales con otras partes de aquella sociedad. Es fuente de conflictos tanto como de armonías. Una sociedad en su conjunto -dirá- no está nunca perfectamente unificada. Las relaciones disfuncionales entre las par- tes son tan naturales o intrínsecas como las relaciones funciona- lesn61. Nada de lo cual resulta óbice para que la estratificación social sea vista por los funcionalistas como algo inevitable, y que no lle- guen a poder concebir una sociedad, incluso una sociedad «no dema- siado compleja», funcionando sin un apreciable grado de ~diferen- ciación social». De esta manera, la aceptación y justificación teórica de la diferenciación social, es el principal hilo conductor de todos los enfoques funcionalistas sobre la estratificación social. Y tam- bién, lógicamente, uno de los puntos centrales de confrontación, en la polémica surgida a partir del desarrollo de este específico enfo- que sociológico sobre el tema de la desigualdad social.

6. ESTRUCTURA Y CONCIENCIA DE CLASE: TENDENCIAS DE FUTURO

De una manera muy general, a partir de lo que hasta aquí hemos indicado, se puede decir que una clase es u n grupo social relativa- mente homogéneo en sus condiciones laborales y en sus intereses eco- nómicos, qtce ocupa una posición determinada de podeu, de influencia y de oportunidades en la estructura social, en u n momento histórico determinado de la evolución de los sistemas productivos, entendidos como sistemas sociales generales.

Melvin M. Tumin: «Algunos principioti dc cxtrulif'icaci6n. Un análisis critico», op. cit., pág. 184. Bernard Barber: Bstraliflcación sociul. F.C.E., México, 1964, págs. 17 y SS.

Bernard Barbcr: Estralificacidn ~uclal, np, cll,, pbg. 2 1.

La definición de una clase social no puede formularse solamen- te a partir de los rasgos exteriores o los perfiles sociológicos comu- nes de un grupo social dado (ingresos, nivel de vida, cualificaciones, etc.), es decir, a partir de aquellos rasgos más estáticos y cuantifica- bles que son propios de una clasificación socio-estadística, sino que, junto a estos aspectos, hay que atender a los elementos dinámicos que definen una situación o una posición dada; lo cual implica con- siderar también las identidades de clase y los comportamientos de clase. Es decir, las clases no deben ser entendidas como meros agre- gados estadísticos definidos por características socio-económicas comunes de carácter exterior, sino como actores colectivos, como sujetos operantes en el curso de la dinámica social. De ahí que los análisis de las clases no puedan limitarse a considerar únicamente los perfiles epifenoménicos de la desigualdad social, sino que tienen que profundizar en las posiciones y en las trayectorias de clase con- cretas, que implican variables políticas, ideológicas, culturales y acti- tudinales, mucho más complejas y heterogéneas.

Las posiciones de clase se articulan en base a la coincidencia de varias circunstancias, en cuyo sustrato se encuentran condiciones sociales comunes, tales como unos niveles de educación similares, una misma procedencia social, unas costumbres y modos de com- portamiento parecidos, una coincidencia habitual en los mismos espacios físicos, o locus sociales, en el lugar de trabajo, en los barrios de residencia, etc. Estos elementos sociológicos de coinci- dencia proporcionan las bases comunes a partir de las que se pue- den desarrollar los rasgos constitutivos de una clase social; pero, por sí solos, no son suficientes para que exista propiamente una clase social como tal.

Los principales elementos que tienden a configurar una clase pue- den agruparse en tres grandes bloques: uno de carácter objetivo, otro referido al plano de la subjetividad recíproca y un tercero ceñido a la esfera de la acción social.

El bloque de carácter más objetivo y estructurante hace referen- cia en primer lugar a la situación económica en el mercado, que tie- ne que ver con las condiciones de propiedad o posesión de bienes de producción, o con unas condiciones de autosuficiencia que permi- tan realizar una actividad económica productiva o, a su vez, con la propia posición laboral en el mercado (tipo de ingresos o salario, cla-

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216 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA S O C I O L O G ~

se de contrato, nivel de seguridad y estabilidad, condiciones físicas del trabajo, etc.). En su conjunto, la situación económica y laboral que se tiene en el mercado traduce una posición objetiva y objetiva- ble en entornos sociales bastante amplios que permiten a las perso- nas establecer distintos tipos de relaciones sociales, y ser tratados de acuerdo con ellas, en función de los equilibrios sociales y políticos alcanzados. Estos equilibrios dependerán de la influencia y del papel desempeñado por los sindicatos u otras organizaciones de represen- tación, de las regulaciones laborales, del propio desarrollo de mode- los similares al Estado de Bienestar, de las correlaciones existentes entre las fuerzas políticas, etc. Como puede entenderse, tal tipo d t relaciones sociales, y el haz de oportunidades económicas y de bie- nestar en el que se traducen, se proyectan más allá del ámbito del trabajo, dando lugar a experiencias sociales de carácter más amplio y global. Estas vivencias, oportunidades y experiencias constituyen el segundo escalón objetivable en la caracterización de las posicio- nes de clase, que se plasma en el propio nivel de vida de las perso- nas, en el entorno residencial, en el disfrute de bienes y servicios, en las oportunidades recreativas y de bienestar, etc.

La segunda perspectiva general que incide en las posiciones de clase nos remite al plano de la subjetividad recíproca, en el que es posible identificar dos ópticas o niveles diferentes: el punto de vista de los individuos y la perspectiva de la sociedad en su conjunto. Des- de la óptica personal, los dos principales escalones analíticos tienen que ver, por un lado, con las adscripciones sociales básicas (conciencia de pertenencia grupa1 primaria, auto-ubicaciones en posiciones socia- les generales, reproducción de identidades, coincidencia en intere- ses concretos y, en su caso, coyunturales, etc.) y, por otro lado, con la conciencia de clase, entendida como una identidad social fuerte que trasciende los planos inmediatos y coyunturales para proyec- tarse en visiones y concepciones a medio y largo plazo sobre el con- junto social. Estas visiones implican interpretaciones y valoraciones definidas en términos de «ellos-nosotros» y proyectos o desidevatum de futuro que aspiran a introducir cambios en las relaciones de poder que se manifiestan en dicha dialéctica. A su vez, desde el punto de vista del conjunto social, en el plano de la subjetividad recíproca se producen también ubicaciones socialeir relacionadas con el prestigio social de cada uno de los grupor y clases sociales, o sectores con-

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

cretos de clase. En este caso, se trata de conglomerados complejos de referencias y consideraciones sociales a los que buena parte de la teoría sociológica se ha referido bajo la denominación genérica de status.

Finalmente,: un tercer bloque de elementos para la definición de una posición de clase es el que tiene que ver con las acciones socia- les. En este ámbito también es posible distinguir un doble plano: el de la solidaridad de clase, que generalmente no trasciende la lógica de las acciones individuales y10 concretas y coyunturales y el de la acción colectiva de clase, que se manifiesta tanto en la acción sindi- cal. más centrada en la óptica de lo concreto, como en la acción polí- tica, que desde un prisma más general puede plantear proyectos de organización social alternativos de signo más o menos reformista o rupturista.

Como puede entenderse, para llegar a estos últimos niveles de implicación de clase es necesario que existan concepciones y pro- yectos sociopolíticos que respondan a los intereses y necesidades de las clases y bloques de clases, y que estos proyectos resulten opera- tivos, creíbles y atractivos. Especialmente importante resulta el influ- jo (positivo o negativo) que pueda ejercer la imagen sobre la calcan- zabilidad~ de las metas propuestas y la efectiva «ventaja» que se derive para cada persona concreta de los planteamientos formulados por las acciones colectivas de clase.

Todos los bloques que aquí hemos referido de manera esquemá- tica (véase cuadro 1) se encuentran potencialmente interconectados con los otros en una cierta perspectiva ascendente, o acumulativa, que puede ser estimulada o inducida -y también neutralizada o bloqueada- por factores muy diversos; de forma que la confor- mación o cristalización completa de las posiciones de clase no siempre se produce, necesaria e inevitablemente, de una manera predeterminable al cien por cien. Lo cual significa que no siempre está garantizado el encadenamiento secuencia1 de los tres bloques o tramos de la escalera figurada que hemos intentado reflejar en el Cuadro 1.

Es decir, la existencia de un sustrdto sociológico común puede propiciar que sectores amplios de población se encuentren, bajo determinadas circunstancias, ante posiciones econbmicas y labora- les de mercado muy parecidas; a su vez, oitc tipo de rasgos coinci-

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~G

CUADRO 1 La construcción de la «escalera» o escala social

de la estructuración de clase

e identificación

Niveles de vida

- Condiciones físicas del trabajo - Seguridad y estabilidad en el empleo

NOTA: Lease preferentemente dc abaio hacia arriba.

dentes generalmente tienden a traducirse en niveles de vida análo- gos que, a su vez, de no mediar otros condicionantes, influyen en la consolidación de identidades sociales básicas similares. Sin embar- go, a partir de ahí, la complejidad social creciente en la que se sitúan los siguientes peldaños de la escalera de posiciones sociales hace más difícil que puedan «seguirse» o «predeterminarse» itinerarios «lógi- cos» y «unívocos» que conduzcan por igual a todas las personas que tienen unas mismas condiciones objetivas a una conciencia de clase que lleve a implicarse, a su vez, en acciones colectivas de clase con- cordante~. Sobre todo, los elementos de complejidad y de indeter- minación son mayores en los últimos tramos de la estructuración de clases, a medida que la evolución social permite garantizar a una parte apreciable de la población niveles de vida y de oportunidades más elevados, más abiertos y menos sujetos a restricciones espe- cialmente rígidas y amenazantes.

Como vemos, la base de la estructuración de las clases sociales está formada por una cadena con muchos eslabones que se asienta sobre circunstancias muy complejas que no permiten asegurar que todas las piezas se encuentren siempre y en todo momento perfec- tamente engarzadas. Por el contrario, la experiencia concreta mues- tra que existen dificultades y obstáculos que se interponen en el cami- no de un perfecto encaje de todas estas posiciones62. Dificultades que algunos enfoques tradicionales sobre la cuestión intentaron obviar a través de distintos procedimientos y subterfugios, entre ellos el recur- so a la distinción entre «clase en sí» y clase para si», es decir, entre una clase que lo es «objetivamente», pero que no ha tomado con- ciencia de ello y no actúa como tal, y otra que sí lo hace63.

b2 Sobre las dificultades empíricas de engarce de estas perspectivas en la reali- dad concreta me he ocupado, desde distintas perspectivas analíticas, en José Félix Tezanos, J. L. Aparicio, J. L. Rodríguez y R. Domínguez, Las nuevas clases medias. Conflicto y conciencia de clase entre los empleados de Banca, Madrid, Edicusa, 1973, y José Félix Tezanos, ¿Crisis de la conciencia obrera?, Madrid, Mezquita-Alhambra, 1982.

63 Esta distinción fue planteada por Carlos Marx en La Miseria de la Filosofía y retornada ulteriormente por Georg LukAcs en Historia y conciencia de clase (Grijalbo, México, 1969, primera edición 1923). De elite tema me he ocupado en José Félix Te- zanos, *La teorfa marxista de las clases*, Sistema, n6m. 29-30, mayo de 1979, págs. 181 y SS.

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220 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

Muchos de estos ajustes y «procedimientos racionalizadores» fue- ron pensados, más bien, para soslayar la dura prueba de la contras- tación empírica o, en el mejor de los casos, para intentar lograr que en la «repesca» de septiembre aumentara el número de los que pudie- ran superar la dureza de las «condiciones» del examen al que fueron sometidos inicialmente en la primera convocatoria ordinaria. Lo cual nos emplaza ante la comprensión de que es conveniente operar con una mayor flexibilidad en la conceptualización previa de las clases sociales, si no se quiere dejar fuera de los esquemas analíticos a una buena parte de la realidad. Por ello, hay que asumir que las figuras o representaciones gráficas que habitualmente se emplean para dibu- jar las pirámides de clases no siempre se perfilan en la realidad con- creta en la manera que ha sido fijada de antemano por las teorías sociológica^^^, y, por lo tanto, lo importante es centrar la atención en los procesos en los que se manifiesta, y a través de los que inci- de social y políticamente la desigualdad.

Las rigideces de algunas teorías sobre las clases tienen su origen, cn buena medida, en el modelo de referencia que fue seguido como qjcmplo para su definición inicial. Es decir, las circunstancias y con- diciones de la clase terrateniente inglesa que Marx y Engels toma- ron como paradigma de lo que era -de lo que debía ser- una cla- se, Estc modelo de referencia llevó a una conceptualización muy ambiciosa sobre las clases, entendidas como protagonistas centrales -y unidireccionales- de procesos sociales y políticos de amplio idado. El recurso primigenio a una concepción de .<clase social totalx llcv6 a poner demasiado alto el listón de la clasificación, sin caer en la cuenta de que era muy difícil que en otros contextos sociales se rcprodujeran en todos los detalles las condiciones de los gentleman ingleses, que unían a su posición económica, a su prevalente papel politico, a su prestigio, etc., un conjunto de rasgos culturales, ade- manes, formas de comportarse y hasta de hablar, que llegaron a tomarse como paradigma de una época y de una sociedad. La expe- riencia histórica ulterior vino a demostrar que la homogeneidad eco-

b4 Algunos analistas, por ejemplo, han presentado el perfil de las clases en términos de conglomerados mPs difusos que no responden a las irnigenes tradicionales de blo- ques o pirimides relativamente compactadas. VCare, e n cste sentido, por ejemplo, Hen- ri Mendras, La seconde R4volution Francaisc 196.5-1984, París, Callimard, 1993, pilg. 66.

nómica de base (propiedad de tierra) y el amplio ajuste entre aspec- tos económicos, políticos, sociales, culturales, etc., que se dieron entre los gentleman no eran trasladables a otras clases sociales en contextos diferentes.

De una manera elemental, y retomando el esquema anterior, podríamos describir el complejo situacional de las clases sociales como una escalera o escalograma, en la que cada uno de los pel- daños no constituye, por sí solo y aisladamente, el elemento defi- nidor suficiente, pero ayuda a entender y a ubicar a las clases, en la medida en la que dicho escalón puede llevar a cubrir un itinera- rio que supone también ascender por los peldaños siguientes. Cuan- do se ha cubierto el trayecto en su práctica totalidad se puede decir que se está ante un itinerario o una posición de clase completa, des- de un punto de vista conceptual, o de las teorías interpretativas sobre el tema.

Sin embargo, cuando grupos sociales suficientemente amplios se encuentran moviéndose de unos peldaños a otros de la escalera indi- cada -si se me permite continuar con el símil- no resulta inapro- piado completar «teóricamente» o «imaginariamente» las trayecto- rias emprendidas, para intentar desvelar y anticipar determinados marcos interpretativos generales. Si se procede de esta manera se podrá ubicar y dar sentido a dinámicas sociales específicas, contri- buyendo al desarrollo de la teoría sociológica sobre el tema. Por el contrario, si sólo nos aventuramos a presentar análisis al final de los procesos, cuando los ciclos estén concluidos, es evidente que entonces no se estarán formulando previsiones ni interpretaciones teóricas de utilidad; todo lo más se estará haciendo historia, es decir, se estará registrando a posteriori lo que ya ocurrió o no ocurrió en el pasado, con un valor y una utilidad que, en el mejor de los casos, sólo podrán ponderar las generaciones futuras. Pero, las ciencias sociales tienen que aspirar a algo más si quieren demostrar un míni- mo de utilidad. Y, para ello, es necesario arriesgar, intentando desen- trañar, de algún modo, las pautas tendenciales del devenir social, de la misma forma que en otras ciencias se intentan desvelar las leyes que marcan el curso de los fenómenos naturales e, incluso, las posi- bilidades de manejarlos y alterarlos. Lo cual suscita la pertinencia de enfoques y percepciones comparativas de interés para todos aque- llos que, desde el campo específico de las ciencias sociales, se encuen-

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222 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~~)~

tran más sensibilizados ante la necesidad de prevenir los riesgos de eventuales cursos perversos en la evolución social.

En el tema de las clases sociales, una de las cuestiones primor- diales que debe plantearse, en los inicios del siglo XXI al hilo de la emergencia del nuevo tipo de sociedades tecnológicas, es si en el futuro continuará habiendo clases sociales, o al menos si las habr6 en el sentido en el que se ha entendido hasta el presente. Como es obvio, la respuesta que pueda darse a esta pregunta depende de mu- chas variables, pero sobre todo depende de la manera en la que sean fijados los requisitos y las condiciones para entender estrictamen- te el concepto de clase social y, sobre todo, claro está, depende de la forma en la que entiendan esta problemática los propios ciuda- danos. En realidad, todo lo que podamos decir o plantear los cien- tíficos sociales puede valer muy poco si no se presta la debida aten- ción a cómo se sienten y se comportan las personas concretas que se encuentran en unas u otras circunstancias sociales. En conse- cuencia, el debate sobre el futuro de las clases nos remite en últi- ma instancia a referencias sociales y personales específicas. Es decir, la respuesta a la pregunta de si en el futuro habrá clases sociales no la vamos a obtener evaluando la capacidad de los sociólogos para definir o redefinir conceptos, o el ingenio que algunos puedan demostrar para «poner» nombres a cosas que no se sabe si real- mente existen o no, o han dejado de estar vigentes; sino que lo ver- daderamente importante es lo que piensen y lo que hagan las mayo- rías sociales.

Aun siendo esto totalmente cierto, no por ello hay que minusva- lorar la importancia de precisar bien y definir con exactitud las cues- tiones a las que nos estamos refiriendo. De hecho, la propia respuesta a la pregunta sobre el futuro de las clases dependerá de lo estrictos que sean los criterios empleados, y de los detallados que puedan ser los contenidos y los modelos de jerarquización que se establezcan para determinar las respuestas a dicha pregunta. Si establecemos cri- terios clasificatorios muy rígidos y complejos es posible que ningún grupo social pueda llegar a traspasar la barrera de la clasificación. En este caso, podríamos encontrarnos con una cierta imposibilidad a priori para verificar la existencia de cualquier tipo de clase social en las sociedades del futuro. Lo mismo ocurrirfa si este concepto lo entendemos de una manera incrcid, como un calco exacto de las for-

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 223

malizaciones que se dieron en momentos históricos muy concretos en las sociedades industriales del pasado.

Por ello, hay que evitar el recurso a enfoques analíticos limitati- vos que encorseten de tal'manera las posibilidades de comprender la lógica de la desigualdad social que resulte prácticamente imposi- ble seguir un hilo conductor común en su evolución histórica. Con- secuentemente, la pregunta sobre si en el futuro habrá clases socia- les resulta en el fondo bastante retórica. Lo que podemos saber realmente, hoy por hoy, es que en el tránsito hacia las sociedades tec- nológicas avanzadas se están apuntando tendencias que denotan una acentuación de ciertas formas y niveles específicos de desigualdad, que existen determinados sectores sociales de caracterización socio- lógica similar que están quedando situados en circunstancias de pos- tergación y que en la lógica de dichos procesos de postergación y10 exclusión social se pueden identificar elementos estructurales aso- ciados a los nuevos modelos sociales emergentes. A partir de estos datos y tendencias, se constatan algunas dificultades para traducir y expresar las nuevas realidades con el bagaje conceptual y analítico heredado de las sociedades industriales, por más que el curso social iniciado permita augurar el surgimiento y10 la acentuación de movi- mientos y reacciones de inconformismo y de protesta contra aspec- tos concretos de la dinámica social. Pero lo que no puede saberse es si los alineamientos y realineamientos sociales y políticos que sur- girán de estas situaciones darán lugar a que se perfilen grupos que se vean a sí mismos como clases sociales en el sentido tradicional y que se ubiquen prácticamente como tales en los procesos de even- tuales conflictos y antagonismos con otros sectores sociales65.

Más allá de estas perspectivas, todo lo que podemos aventurar desde la perspectiva de principios del siglo XXI no dejará de ser otra cosa que un abanico de conjeturas abiertas sobre el futuro, por mucho que algunas de ellas sean bastante plausibles y estén asentadas en las experiencias históricas anteriores. Esto es lo que ocurre, por ejem-

65 Sobre las nuevas tendencias en estratificación y desigualdad social, vid. José Félix Tezanos, La sociedad dividida. Estructuras de clases y desigualdades en las sociedades tec- nológicas, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001; y JoaC Felix Tez~nos (ed.), Tendencias en des- igualdad y exclusidn social. 111: Foro sobre Iknduncias Sociales (2." edición, actualizada y ampliada), Editorial Sistema, Madrid, 2004.

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224 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGY

plo, con la expectativa de una recuperación de la línea evolutiva hacia una aminoración de las desigualdades sociales, después de la inflexión negativa que ha tenido lugar en las primeras fases de trand sición hacia las sociedades tecnológicas. Pero repito, en este caso hablamos de una posibilidad, o de una eventual necesidad, que no1 está prescrita, que no se puede considerar como una ley sociológi- ca inexorable. Se trata, en suma, de algo que exigiría una rectifica- ción, que podrá surgir a partir de las contradicciones y de los con- flictos que se produzcan en los procesos de antagonismo social, y que para su traducción efectiva requerirá una voluntad política expresa y concreta.

7. LOS ROLES SOCIALES

Las relaciones de los individuos en la sociedad no suelen produ- cirse de forma aleatoria y poco predecible. Más bien al contrario, los actores sociales tienden a comportarse de acuerdo a unos patrones y pautas de actuación establecidas, de acuerdo al papel, o papeles sociales, de cada cual. Esto es lo que los sociólogos llamamos rol, Todas las personas tienden a actuar en contextos sociales determi- nados de acuerdo a las pautas concretas y formas de comportarse propias del rol que desempeñan.

En términos del lenguaje común, la expresión rol o papel se relacio- na con los personajes que interpretan los actores en una obra de tea- tro. Debemos recordar que la expresión «persona» también tiene un origen en un símil teatral, ya que «persona» era la mascara que uti- lizaban los actores en sus representaciones de teatro.

El concepto rol está, pues, íntimamente relacionado con el con- cepto de persona como actor social. Lo «que vemos en la sociedad -como ha señalado Nisbet- son personas-en roles y roles-en per- sonas »66.

En nuestros días la popularización de los llamados «juegos de rol» permite entender esta expresión como la asunción del papel de determinados personajes por los jugadores (rey, guerrero, mago, etc.).

--

66 Robert Nisbet: El vínculo social, op, cll,, plig, 149.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A 225

En sociología llamamos rol a los distintos papeles sociales que se pueden desempeñar en una sociedad: por ejemplo, el rol de madre, de padre, de maestro, de juez, de hijo, de médico, de compañero, de estudiante etc. El número de roles que se desempeñan en una socie- dad en función de las distintas tareas y necesidades sociales es muy numeroso.

Cada rol social implica determinadas formas de comportarse y de actuar y todo el mundo espera que los individuos se adapten a las características de sus roles, de la misma manera que los actores en una obra de teatro se atienen al «papel» escrito por el autor.

Cada rol implica pautas específicas de comportamiento en con- textos determinados, pero no iguales en todos los contextos diferen- tes, ya que los actores sociales desempeñan diferentes roles; así el profesor desempeña también el p'ol de padre, o de esposo en su hogar, de «hincha» en el fútbol, de «afiliado» en un sindicato u organiza- ción profesional, etc. En cada caso se esperará de él una forma de comportamiento distinta, según las costumbres y usos sociales esta- blecidos. De un juez se espera, por ejemplo, un comportamiento solemne, riguroso y justo con los acusados, pero en su rol de padre o de esposo, se espera que sea afable y cariñoso, de la misma mane- ra que se espera que sea respetuoso y considerado con sus padres.

El juez se comporta de una manera determinada ante los acusa- dos cuando desempeña su rol de juez, y de una manera distinta, a su vez, cuando está con sus colegas profesionales, o cuando impar- te una conferencia. Sin embargo, cuando está en casa con sus hijos, o con unos amigos, desempeña el rol de padre o de amigo, actuan- do de una manera completamente diferente. Nadie entendería que cambiase sus formas de comportamiento, o que actuara de idéntica manera en el desempeño de unos y otros papeles. Si esto ocurriera se produciría una gran desorientación y nadie sabría a qué atenerse en sus relaciones con los demás.

De esta manera, la sociedad puede ser vista como un conjunto de roles sociales que los individuos desempefian en una forma que les orienta en su comportamiento y les permite prever el comportamiento que los otros tendrán de acuerdo al rol que desempeñan en cada mo- mento concreto, como maestro, o como juez, pero también como esposo, como padre, como amigo, etc,

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226 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

Por eso decimos que cada persona en la sociedad desempeña un conjunto variado de roles en el desenvolvimiento de sus actividades y tareas en la esfera de la economía, de la política, de la familia, del vecindario, etc.

La sociedad, pues, es un complejo entramado de relaciones entre actores sociales que se encuentran en determinadas posiciones socia- les y que realizan distintos roles en sus relaciones con los otros acto- res sociales. Los diferentes roles desempeñados en el gran «escena- rio» de la sociedad dan lugar a que cada actor se oriente en su comportamiento por los roles de los demás actores y, en consecuen- cia, «actúe» de acuerdo a las expectativas que los demás tienen de su comportamiento y de las reacciones «previsibles» que este com- portamiento despertará en los demás actores sociales.

El concepto de rol ha sido definido por los sociólogos como «un sector del sistema de orientación total de un actor individual que se organiza sobre las expectativas en relación con un contexto de interac- ción particular, el cual está integrado con una serie particular de criterios de valor que dirigen la interacción con un alter o más en los roles complementarios adecuados~67.

Los roles están caracterizados básicamente por cinco rasgos: en primer lugar son modos de comportamiento estandarizados y social- mente establecidos que son transmitidos de generación en genera- ción. En segundo lugar, los roles «enmarcan una serie de normas», es decir, están conectados a un orden normativo que con frecuencia se expresa en términos del lenguaje común cuando se habla de «ser una buena madre», o un «buen hijo», o un «buen profesor». En ter- cer lugar, todo rol forma parte de un «círculo o estructura social» que supone un conjunto de relaciones de interacción concretas; por ejemplo, en el sistema educativo se ubican el rol de profesor, el de alumno, el de director del centro, el de inspector educativo, etc.; y todos los que desempeñan cada uno de estos roles saben a qué ate- nerse, qué deben hacer y cómo hacerlo. En cuarto lugar, los roles sociales definen campos de acción legítima dentro de las competen- cias propias del rol; por ejemplo, en toda sociedad se define quién

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 227

puede hacer un uso legítimo de la violencia y quienes no, por eso la policía puede reprender o detener, pero no cualquiera, de la misma manera que el médico puede realizar ciertas preguntas o exámenes que se considerarían «fuera de lugar* en el caso de personas que desempeñan otros roles sociales. En quinto lugar, los roles forman parte del sistema de autoridad más amplio, e implican el cumpli- miento de determinados deberes y obligaciones para uno mismo y para los demás; por ejemplo, el rol de alumno implica los deberes de acudir a clase, de estudiar, de atenerse a las indicaciones del pro- fesor, e t ~ . ~ ~

Los roles hacen referencia, pues, a los modos de conducta social- mente establecidos. Lo cual significa que estos modos de conducta se encuentran institucionalizados y forman parte de la estructura de la sociedad, teniendo una entidad como tales, al margen de las per- sonas concretas que los desempeñen o representen en un momento determinado.

Toda sociedad tiene establecido, en este sentido, un conjunto de roles-tipo que adquieren un mayor o menor grado de prevalencia según los contextos sociales y la misma evolución histórica. Por ejem- plo, Nisbet ha referido un conjunto de roles básicos que es posible identificar a lo largo de toda la historia de la humanidad: el de patriar- ca, el de mujer en el matriarcado, el de profeta, el de mago, el de jefe guerrero, el de hombre político, el de intelectual -o sabio-, el de artista, el de empresario, el de rebelde...69. En definitiva, se trata de roles standard, similares a los que es frecuente encontrar en muchos de los llamados «juegos de rol».

El desempeño de los diferentes roles implica posiciones sociales diferentes. Lo que supone que cada rol lleva aparejado un status espe- cífico. Algunos sociólogos consideran que en realidad los conceptos de status y de rol son dos caras de la misma moneda. Con el con- cepto de rol se hace referencia a las obligaciones en el desempeño de un papel social y con el de status a los derechos y al honor o presti- gio social que se atribuyen a los que desempeñan dicho papel. Por ello se ha llegado a decir que «toda posición social es un status-vol»

67 Talcott Parsons: El sistema social, op. cit., pBg. 46. 68 Robert Nisbet: El vínculo social, op. cit . , pAgs. 144 y SS.

69 Ibld., pAgs, 158 y SS.

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que «tiene dos aspectos: uno consiste en las obligaciones y otro en los derechos. Se dice que una persona «ocupa» una posición social si tiene una serie de obligaciones y goza de determinados derechos dentro del sistema social. A estos dos aspectos de la posición social los llamaremos rol, refiriéndonos a sus obligaciones, y status, refi- riéndonos a sus derechos»70.

Los grupos de status pueden llegar a ser tan numerosos como los roles sociales específicos que existan en una sociedad concreta, de forma que una persona puede pertenecer a diversos grupos de sta- tus, por ejemplo, como empresario, o más específicamente como ban- quero, que a su vez es catedrático o economista, es directivo de una asociación o club, desempeña un rol como padre, como promotor de actividades culturales, o como represéntate público, etc.

En las sociedades complejas, los actores sociales desempeñan un número apreciable de roles, cuya consideración social y status pue- den ser diferentes, de forma que el status final dependerá del rol predominante que tenga mayor impacto social, o bien de una influen- cia con-junta de todos ellos.

En las sociedades más elementales, el status generalmente es un status adscrito que depende de las circunstancias personales de los individuos y de su rol o roles principales, sobre todo en función de la edad, el sexo y la estructura de relaciones familiares; en estas sociedades el ser hombre o mujer, niño, joven o viejo, o miembro de una u otra familia, lleva aparejado el desempeño de unos deter- minados roles y funciones sociales que implican distintos status en la sociedad71.

Las sociedades complejas están más abiertas a los status adqui- ridos que en gran parte dependen del despliegue de la propia activi- dad de los individuos y de los logros en su competencia profesional, en riqueza, en tareas especiales. En estos casos, lo que se es depen- de básicamente de lo que se hace y no del papel que se desempeña. Como en una obra de teatro, el desempeño de un papel destacado

Harry M. Johnson: Sociologfa. Una introduccidn sistemática. Paidós, Buenos Ai- res, 1965, p6g. 38.

7 ' Vid., en este sentido, Ralph Linton: Estudio del hombre. EC.E., Mexico, 1942, capl- tul0 VIII, pflgs. 122 y SS.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 229

en el reparto ciertamente puede proporcionar ciertas ventajas de par- tida, pero el prestigio y la posición social de un buen actor se alcan- za con unas buenas cualidades y un trabajo y un esfuerzo constan- te por representar bien los papeles.

El concepto de vol implica en principio también una cierta idea de ajuste. Cada actor social tiene que realizar un esfuerzo por aco- plarse al rol social que desempeña y que, como hemos dicho, está institucionalizado y despierta unas ciertas expectativas de compor- tamiento en la sociedad, a las que los actores deben atenerse.

Sin embargo, el hecho de que todo individuo tenga que desem- peñar simultáneamente varios roles conlleva, en sí mismo, un cier- to germen potencial de conflictividad y de tensión entre los requi- sitos y características de los diferentes roles. Solamente en sociedades muy elementales, en las que se pudiera dar el supuesto de que un individuo realizara un solo rol, que no entrara en situa- ciones de conflicto con otros roles, podríamos pensar en un desem- peño no conflictivo de ese rol social. Pero lo cierto es que en las sociedades de nuestros días existe una gran cantidad de tareas socia- les y actividades de todo tipo que dan lugar a que las personas con- cretas desempeñen simultáneamente una gran cantidad de roles que es difícil que no presenten algún grado de tensión, desajuste o con- flicto.

Cuanto más activa socialmente sea una persona, más posibilida- des tendrá de encontrarse ante conflictos de roles. Un ser solitario, que saliera cada mañana de su casa para realizar su trabajo y regre- sara al final del día al hogar sin apenas relacionarse con nadie, es posible que tuviera pocos conflictos de roles, mientras que un tra- bajador casado y con hijos, que se relacione con sus padres y sus suegros, que desempeñe un puesto de representación en un sindica- to de su empresa, que sea el presidente de su comunidad de vecinos y que escriba en un periódico de su barrio, seguramente se encon- trará en su vida con más conflictos de roles.

Pero no se trata solamente de que los individuos tengan que desempeñar en su vida social concreta roles múltiples en diferentes situaciones (como trabajador asalariado, como representante sindi- cal, como padre, como amigo, como miembro de un partido, como católico, etc.), sino que tambikn hay que tener en cuenta que cada situación social especifica «implica - como subrayó Merton- no s610

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un papel asociado, sino un conjunto de papeles asociados»72. Es decir, las personas se encuentran en realidad ante el desempeño de un set de roles que implican un haz de relaciones sociales a distintos nive- les. Un profesor, por ejemplo, desempeña un rol específico como docente con sus alumnos, y, a su vez, un conjunto de roles asociados a este desempeño docente, en sus relaciones con sus colegas, con las autoridades académicas, con las organizaciones profesionales, con los responsables de las editoriales donde publica sus libros, etc.

Las fuentes o causas específicas de conflictividad en el desempe- ño de roles sociales son muy variadas73. Pueden estar relacionadas con el simple hecho del crecimiento biológico, que afecta, por ejem- plo, el rol de hijo, el rol de adulto, etc.; pueden tener que ver con cam- bios sociales, por ejemplo, con la introducción de la figura de miem- bro de un jurado en la Administración de la Justicia, o con alteraciones en los usos y las costumbres sociales; también pueden surgir los con- flictos como consecuencia de encontrarse en contextos sociales con sistemas de valores o prioridades distintas, en familias de origen cul- tural o étnico distinto, o con diferentes religiones. Y, sobre todo, los conflictos de roles se producen en el desempeño de papeles que entran en colisión entre sí. Esto es lo que puede ocurrir en el desempeño de una función social concreta, por ejemplo, la de policía y padre de un hijo delincuente, o la de médico militar que cumple órdenes u obli- gaciones, y a su vez es miembro de una organización religiosa con determinadas convicciones, o bien respecto a tareas sociales en las que uno mismo se encuentra implicado, por ejemplo, como inspec- tor fiscal y como contribuyente con problemas, o como trabajador asalariado y como representante sindical con voz y voto en la adop- ción de determinadas decisiones en la empresa.

Los conflictos de roles pueden dar lugar a distintos tipos de trastor- nos psicológicos y ciertas formas de perturbación de la personali- dad, de anomia, de conductas desviadas, etc. Sin embargo, lo más frecuente es que la mayor parte de los conflictos de roles, sobre todo

72 Robert Merton: Teoría y estructura social. F.C.E., México, 1964, pág. 369. Vid. tam- bién «The role set: problems in sociological theoryn, en Alberto D. Ullman: Sociological foundation of personality. Hougthon, Miffin, Boaton, 1965, págs. 261 y SS.

73 Vid. Siegfried F. Nadel: Teoda de la rrrructura social. Guadarrama, Madrid, 1966, pAgs. 1 13 y SS.

los que no sean muy agudos, se resuelvan sin que lleguen a explici- tarse de manera claramente consciente.

8. PROCESOS SOCIALES Y FORMAS DE INTERACCI~N SOCIAL

La realidad social, como vemos, está formada por un conjunto de estructuras, instituciones sociales, grupos primarios y secundarios, ro- les, clases sociales ... Pero, hay algo que se mueve en todas esas instan- cias en torno a las que se nuclea lo social. Los seres humanos esta- blecen sus relaciones con los demás por medio de un conjunto de formas de interacción estandarizadas, que unas veces les llevan a competir, otras a cooperar, otras a oponerse, a conformarse, a aislarse, diferen- ciarse ... A estas formas estandarizadas de interacción las calificamos en Sociología como «procesos sociales». Los procesos sociales son como la sangre, o el fluido, que mueve lo social, que vincula y orien- ta la acción de las personas en los grupos y las instituciones sociales.

En el segundo epígrafe de este tema señalamos que la posible ten- dencia a la rigidificación y cosificación en los enfoques estructurales sólo podía subsanarse y evitarse con una consideración conjunta de los conceptos de estructura y proceso. Las estructuras sociales no deben ser vistas, por tanto, como arealidades)) rígidas y cristalizadas, sino como conjuntos interdependientes y dinámicos. Pues bien, esta ópti- ca dinámica no sólo debe aplicarse a nivel macrosociológico, sino tam- bién a nivel de los procesos sociales concretos en torno a los que se articula la interacción social. Es decir, la sociedad no sólo debe ser vis- ta como una realidad dinámica en su dimensión global, a partir de una perspectiva histórica, sino también en sus más inmediatas plasmacio- nes cotidianas.

Los procesos sociales están relacionados con el aspecto dinámi- co de lo social, con las maneras en que se conducen los hombres en el tejido social. Los procesos sociales han sido definidos como «las formas repetitivas de conducta que se encuentran habitualmente en la vida como «cadenas o complejos de interacciones diri-

74 Paul B. Horton y Chestcr L. Hunt: Sociología. Ediciones del Castillo, Madrid, 1968, phg. 308.

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gidas a un fin» (dotadas de sentido)75, o como los lazos o vínculos «que existen entre las personas y los gruposn76. En definitiva, pode- mos decir que los procesos sociales son las formas tipificables y repe- titivas de interacción social en que las personas organizan y orien- tan sus conductas sociales ennlas diferentes instancias grupales e institucionales que constituyen el entramado de la sociedad.

Para algunos teóricos sociales las formas de relaciones sociales estandarizadas constituyen, precisamente, la verdadera realidad de lo social, y por lo tanto, el objeto específico de estudio de la Socio- logía. «Un grupo de hombres -dirá Simmel- no forma sociedad porque exista en cada uno de ellos por separado un contenido vital objetivamente determinado o que le mueva individualmente. Sólo cuando la vida de estos contenidos adquiere la forma del influjo mutuo, sólo cuando se produce una acción de unos sobre otros - inmediatamente o por medio de un tercero-, es cuando la nueva coexistencia espacial, o también la sucesión en el tiempo de los hom- bres se ha convertido en una sociedad.. . Encontramos -subrayará Simmel- las mismas relaciones formales de unos individuos con otros, en grupos sociales que por sus fines y por toda su significa- ción son los más diversos que cabe imaginar. Subordinación, com- petencia, imitación, división del trabajo, partidismo, representación, coexistencia de la unión hacia adentro y la exclusión hacia afuera, e infinitas formas semejantes se encuentran, así en una sociedad polí- tica, como en una comunidad religiosa; en una banda de conspirado- res, como en una cooperativa económica; en una escuela de arte, como en una familian77.

La casuística de la interacción social puede llegar a ser tan amplia y variada que resulta difícil tipificar unos pocos modos estandariza- dos de interacción que nos permitan comprender mejor la forma en que ésta se produce en la realidad social. Los enfoques procesualis- tas, en este sentido, han permitido superar la rigidez de los esque- mas analíticos que veían la conducta social de los individuos sólo en

75 Jakobus Wossner: Sociología. Introducción y fundamentación. Herder, Barcelona, 1976, pág. 261.

76 Joseph H. Fichter: Sociologia. Herder, Barcelona, 1969, pág. 235. 77 Georg Simmel: Sociologfa. Estudios sobre las formas de socialización, op. cit., págs.

17-19.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A 233

términos de conformismo o desviación, al tiempo que, como ya hemos subrayado, llenan de contenido y dinamicidad los cortes analíticos transversales, es decir estructurales, en el análisis de la sociedad.

Sin embargo, lo cierto es que la óptica dualizadora, y la persis- tencia de fuertes preocupaciones latentes por el ajuste y la solidari- dad social, reaparecen también con otras presentaciones en muchos planteamientos procesualistas. De esta manera, con cierta frecuen- cia los procesos sociales tienden a ser clasificados y englobados en nuevas dualidades, por ejemplo, cuando se habla de seis grandes pro- cesos básicos, clasificados en dos grupos: los procesos sociales con- juntivos, que tienden a reforzar la integración social (la cooperación, la acomodación y la asimilación) y los procesos sociales disyuntivos, que tienden a producir un mayor distanciamiento entre las perso- nas, debilitando la integración y la solidaridad (el conflicto, la opo- sición y la c~mpetenc ia )~~ .

Nisbet considera que los procesos de interacción social básicos y universales son cinco: el intercambio, la cooperación, el conformis- mo, la coerción y el conflicto, a los que añade, desde otra perspecti- va diferente, cuatro grandes procesos históricos o tendencias de cam- bio: las de individualización o «liberalización», las de innovación, las de politización y las de secularización79.

Los estudiosos del tema han elaborado muchas otras clasificacio- nes, combinando unos y otros elementos y atendiendo a diferentes criterios clasificatorios: a los fines que se persiguen, a los compor- tamientos a que dan lugar, al contexto en que se producen, etc. Pero lo cierto es que, a medida que se profundiza en el estudio de los pro- cesos sociales concretos que se dan en los diferentes ámbitos de la sociedad, se comprende que éstos presentan tal variedad y tal rique- za de matices que no es fácil encasillarlos en clasificaciones excesi- vamente simplistas.

Aun a riesgo de caer también en una cierta simplificación puede proponerse un esquema clasificatorio de acuerdo a la consideración conjunta de dos grandes criterios o pautas de orientación: el acti-

70 Joseph H. Fichter: Sociologia, op. cit., págs. 239 y ss. 79 Robert A. Nisbet: El vfnculo social. Introduccibn a la Sociologfa, op. cit., págs. 61

y SS. y 361 y SS.

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vismo/pasividad, y la integración/desviación. Esta clasificación nos permite entender diversas formas de interacción, no como situacio- nes totalmente cristalizadas, sino como posiciones dentro de un con- tinuo de graduaciones que resultan de la combinación de los dos ele- mentos o criterios de clasificación a que hemos hecho referencia.

De acuerdo a una clasificación de esta naturaleza, cuya ilustra- ción está recogida en el Gráfico 5, buena parte de los principales pro- cesos sociales podrían ser ubicados en los cuatro cuadrantes del eje de coordenadas formado por las variables de activismo/pasividad (eje vertical) e integración/desviación (eje horizontal).

En el primer cuadrante (superior-izquierda) tendríamos los pro- cesos de integración activa, a través de los que las personas contri- buyen al logro de fines sociales colectivos de una manera activa. Los principales procesos sociales ubicables en este cuadrante son la coo- peración y las formas de competencia no disfuncionales para el sis- tenla, es decir, las que se producen en forma de emulación en el gru- po y no se basan en una sobre-imposición sobre los demás. También habrfa que ubicar en este cuadrante, con un menor grado de activi- dad positiva, el intercambio y, con menor grado de integración acti- va, lu coerción. La comunicación, como forma de integración activa en principio presenta, como luego veremos, diferentes plasmaciones y peculiaridades.

En el segundo cuadrante (inferior-izquierda) se sitúan los proce- sos de integración pasivos, es decir, aquellos en los que los lazos socia- leo no son puestos en cuestión, pero sin darse una orientación acti- va y positiva de la conducta; entre estos procesos estarían los de conformismo y acomodación y, en menor grado, la asimilación.

El tercer cuadrante (superior derecha) nos permite ubicar los procesos de desviación activa, de acuerdo a los distintos grados de activismo y las distintas posiciones posibles de desviación o modifi- cación de las inercias sociales. El mayor grado de activismo en la desviación daría lugar a los procesos de resistencia, oposición y con- flicto, mientras que el menor grado de desviación daría lugar al sim- ple disentimiento. A su vez las manifestaciones activas de una des- viación moderada dan lugar a los procesos de innovación y mediación o, si es poco activa, a la simple diferenciación. De igual manera, una competencia agresiva y con sobre-imposición sobre los demás podria ser ubicada en los límites de este cuadrante.

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Finalmente, el cuarto cuadrante (inferior derecha) corresponde a los procesos de desviación pasiva, en los que la no asunción de los patrones colectivos se traduciría en mecanismos de retraimiento o aislamiento.

Lógicamente, un esquema bidimensional de esta naturaleza no puede recoger toda la complejidad de la realidad. Por ejemplo, no refleja los fines que orientan los comportamientos colectivos, ni los soportes estructurales en que se desarrollan los procesos sociales, y que pueden tener que ver con la división del trabajo, con la compe- tencia política, con relaciones entre las clases sociales, etc.

De igual manera, hay que tener en cuenta que en la realidad con- creta no todos los procesos sociales tienen una orientación y una significación tan clara en el continuo integración/desviación. Es decir, no todos los procesos son fácilmente calificables como asociativos o disociativos, sino que en bastantes ocasiones son de carácter mixto, implicando tanto elementos que refuerzan la cohesión grupa1 o la funcionalidad social, como elementos que la pueden alterar y poner en cuestión, generando determinados niveles de tensión. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con los procesos de competencia, que algu- nos analistas consideran como disruptores para la solidaridad y la cohesión social, mientras que otros los valoran como emulativos y funcionales para el logro de ciertas metas y objetivos de la Sociedad.

A partir de los últimos lustros del siglo xx los especialistas en ciencias sociales han utilizado profusamente un nuevo concepto refe- rido a los procesos no integradores: la exclusión social. En los medios de comunicación, en los foros académicos y en las organizaciones voluntarias se escucha frecuentemente esta expresión. Pero, ¿cuál es la utilidad de este concepto para entender algunos procesos sociales que están teniendo lugar?, ¿por qué hablamos de exclusión social?, idesde cuándo?, ¿qué se entiende, en suma, por exclusión social?

El término «exclusión social)) se empezó a emplear a finales del siglo xx para referirse a todas aquellas personas que, de alguna mane- ra, se encuentran fuera de las oportunidades vitales que definen una ciudadanía plena en las sociedades avanzadas. Básicamente, se tra- ta de un concepto cuyo significado se define en sentido negativo, en términos de aquello de lo que se carece. Por lo tanto, su compresión cabal sólo es posible en función de la otra parte de la polaridad con- ceptual de la que forma parte, de su referente alternativo: la idea de

«inclusión» o «integración» social. Es decir, la expresión «exclusión social)) implica, en su raíz, una cierta imagen dual de la sociedad, en la que existe un sector «integrado» y otro «excluido». En conse- cuencia, el estudio de la lógica de la exclusión social nos remite en primer lugar a todo aquello que en un momento dado determina la ubicación de los individuos y los grupos sociales a uno u otro lado de la línea que enmarca la inclusión y la exclusión.

Aunque el fenómeno de la exclusión que se está dando en las sacie- dades de principios del siglo XXI presenta rasgos específicos, debe situarse en la perspectiva general de los procesos de dualización y segregación que han existido a lo largo de toda la evolución social. Procesos que, aún en sus dimensiones particulares y microscópicas, como es el caso de las clases, forman parte de la lógica específica de los grandes alineamientos sociales, que pueden situarse en una dia- léctica de «inclusión-exclusión)) .

La intensificación de los procesos de exclusión está alimentando el desarrollo de sectores sociales cada vez más perfilados, a los que una parte de la literatura sociológica -sobre todo anglosajona- tam- bién califica como «infraclases». En este sentido, hay que tener en cuenta que, en su origen, tanto esta expresión como la de exclusión han surgido para describir realidades sociológicas nuevas que no se podían «referir» adecuadamente empelando conceptos tradicionales, como «pobreza», «clases sociales)), etc. Por lo tanto, en su concre- ción y desarrollo analítico (de las causas y los procesos), existe un cierto paralelismo entre ambas nociones.

Podemos decir, pues, que con el término «exclusión» se pone el acento básicamente en los procesos sociales que están conduciendo al establecimiento de un modelo de «doble condición ciudadana», mientras que los «excluidos», o al menos algunos grupos de cierta homogeneidad y localización concreta, están configurando nuevas «infraclases». Es decir, la exclusión es un proceso de segregación social, mientras que las infraclases son grupos sociales o cuasi-clases forma- das por las víctimas principales de dichos procesos de exclusión.

El elemento clave a considerar en el análisis de los procesos de exclusión social nos remite al concepto antagónico en el que, como negación, adquiere la noción de exclusión su significado más preci- so; es decir, la concepción de ciudadanfa social, a partir de la cual se pueden identificar los procesos sociales concretos que están dando

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lugar a la dinámica de la exclusión social, en su doble vertiente de proceso social interno -el camino personal por el que se puede ir de la integración a la exclusión-, como en su dimensión global, es decir, como proceso de transformación general que da lugar a una nueva caracterización de la «cuestión social)) que implica quiebras sociales profundas con graves riesgos de «desvinculación» o cdesin- serción social».

El concepto de exclusión connota una visión sobre los modos de estar o pertenecer a una sociedad que cubre una gama de posicio- nes que van desde la plena integración a la exclusión, pasando por diversos estadios intermedios caracterizados por cierto grado de ries- go o vulnerabilidad social. Pero, ¿qué puede llevar a unas personas desde posiciones razonablemente integradas hasta los límites de la exclusión social? Para entender cabalmente este continuo de posi- ciones sociales se necesita partir de un referente, de una interpreta- ción sobre lo que en un momento histórico dado se entiende en una sociedad como el standard. Este mínimo referencia] lo proporciona la noción de ciudadanía social, tal como fue formulada por Thomas Humphrey Marshall, en sus célebres conferencias pronunciadas en Ici Universidad de Cambridge en 1949, en las que analizó el desen- volvimiento histórico de la noción moderna de ciudadanía en tres clcipus: la civil, la política y la social. Marshall puso el acento en la nueva etapa de conquista de la ciudadanía social como algo que no s6lo implicaba derechos civiles y políticos, sino también «todo ese espectro que va desde el derecho a un mínimo de bienestar econó- mico y seguridad, al derecho a participar plenamente del patrimo- nio social y a vivir la vida de un ser civilizado de acuerdo con los estandares predominantes en la sociedad». «Las instituciones conec- tadas más directamente con ello -añadirá- son el sistema educa- tivo y los servicios sociales»80. De ese conjunto de derechos sociales y oportunidades vitales es del que quedan excluidos algunos ciuda- danos en las sociedades de nuestro tiempo a partir básicamente de las políticas de recortes sociales y de la crisis del trabajogl.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA 239

Pero no se trata solamente, como resaltó Marshall, de una cues- tión de rentas, sino de una experiencia social que en el fondo apun- ta hacia un «enriquecimiento general de la sustancia concreta de la vida civilizada, una reducción general de los riesgos y la inseguri- dad, una igualación a todos los niveles entre los más y los menos afortunados, los sanos y los enfermos, los empleados y los parados, los jubilados y los activos.. . ». Y lo importante es que la conquista de esta nueva experiencia social se basaba en un compromiso del Esta- do para con la sociedad en su conjunto. Cuando ese compromiso social, y público, se debilita o desaparece para algunos ciudadanos se puede hablar de un proceso de exclusión social.

Una de las virtudes del concepto de exclusión social es que, de alguna manera, recoge en una nueva síntesis elementos proceden- tes de diversas aproximaciones sociológicas anteriores. Es decir, tiene una dimensión cultural (como las nociones de segregación, marginación, etc.), una dimensión y unos efectos económicos (como la pobreza) y, a su vez, permite situar el análisis de la cuestión social en la perspectiva de procesos sociales relacionados con la problemática del trabajo como mecanismo fundamental de inser- ción social (al igual que en la teoría de la alienación, pero en un sentido distinto). Esta concurrencia de perspectivas analíticas con- fiere a este concepto una densidad teórica y una riqueza analítica que lo hace bastante útil y pertinente para focalizar una proble- mática que cada vez se está haciendo más acuciante en las socie- dades del siglo X X I ~ ~ .

La popularización de la expresión «exclusión social» ha propi- ciado varios intentos de dotar a este concepto de mayor precisión y rigor. Los elementos comunes presentes en la mayor parte de las apro- ximaciones al tema tienden a coincidir, en primer lugar, en que la exclusión es un fenómeno estructural (y no casual o singular), en segundo lugar, que está aumentando, en tercero, que tiene un cariz multidimensional (y, por lo tanto, puede presentar una acumulación de circunstancias desfavorables) y, en cuarto, que se relaciona con

T. H. Marshall y Tom Bottomore, Citizenship and Social Class, Pluto Press, Lon- dres, 1990, pág. 8.

Vid, sobre esta crisis, José Félix Tezanon, El trabajo perdido. (Hacia una sociedad postlaboral?, Biblioteca Nueva, Madrid, 2001,

Un desarrollo más amplio y sistemático de la problemática de la exclusión social puede verse en JosC FClix Tezanos (ed.), Tendencias en desigualdad y exclusión social. Ter- cer Foro sobre Tendencias Sociales (2." cdici6n actualixuda y ampliada), Editorial Siste- ma, Madrid, 2004.

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procesos sociales que conducen a que ciertos individuos y grupos se encuentren en situaciones que no permiten que sean considerados como miembros de pleno derecho de la sociedad. Es decir, la exclu- sión social connota carencias no atendibles -ni resolubles- a par- tir de la lógica «espontánea» del mercado, al tiempo que da lugar a la difusión de sensaciones de «vulnerabilidad social~, «apartamien- to» y «pérdida de sentido de pertenencia social».

La expansión de los estudios sobre exclusión social se acentuó a medida que se difundió entre los analistas la impresión de que esta- ba aumentando el número de individuos que se encontraban ubica- dos en la estructura social en una situación como de «flotación», como de «gravidez social», sin un espacio ni un papel específico sufi- cientemente valioso; en zonas sociales fronterizas. Se trata de indi- viduos parados, subempleados y, a veces, a caballo de vivencias labo- rales difusas, con experiencias intermedias entre el trabajo formal y la desocupación, adaptándose a subsistir en ((modalidades secunda- rias de inserción», o intentando simplemente hacerse a la idea de vivir a largo plazo de las contribuciones sociales. La realidad es que muchos excluidos ni siquiera tienen la oportunidad de «ser explota- d o s ~ ; quedan fuera de los circuitos socio-económicos ordinarios, sufriendo una alteración importante en sus modalidades de inser- ción social global, en una forma que pone en crisis su propia condi- ción de actores sociales. La situación de los excluidos, por ello, es presentada en términos de cdualización social~, «inadaptación», « marginalidad~, «invalidación social», «precariedad», adescalifica- ción social», «prescindibilidad», «inempleabilidad», «desinstitucio- nalización social», etc. De ellos se ha dicho que son «no-indispensa- bles», «no-fuerzas sociales», «normales inútiles», «población residual por substracción», «los nuevos pobres -o parias- de la Tierra», «el cuarto mundo», etc.

La dinámica que se está viviendo en las sociedades de nuestro tiempo está dando lugar a que la «cuestión social» se manifieste más agudamente en aquellos terrenos fronterizos en los que se hace más palpable la crisis del trabajo y en los que se producen nuevas moda- lidades de vivencias sociales. En estos momentos existen poderosos procesos subyacentes de desinserción social (por el inempleo y la precarización laboral) que operan como una ((máquina centrifuga- dora» de exclusión social, en un contexto en el que se hace notar un

déficit estructural creciente de posiciones laborales estandarizadas (empleos de calidad), que garanticen un grado razonable de inte- gración social. Lo cual da lugar, entre otras cosas, a que tiendan a cristalizar zonas de diferente densidad en las relaciones colectivas, con un riesgo general de pérdida de consistencia del tejido social. En cierta medida es como si estuviéramos viéndonos afectados por una especie de ~osteoporosis social» y la sociedad fuera perdiendo poco a poco vertebradura, médula social.

La exigencia de entender la exclusión en sus raíces sociales como un proceso complejo, y no como una mera resultante de un destino personal más o menos casual, está permitiendo llegar a una cierta convergencia analítica entre los estudiosos del tema, que presentan una imagen espacial de la integración social (o de la misma estruc- tura de pertenencia en la sociedad), diferenciando analíticamente al menos tres zonas en el continuo que va de la integración a la exclu- sión. La primera es la «zona de integración» en la que se encuentran los individuos que tienen un trabajo estable y también una estruc- tura de relaciones sociales bien asentada. La segunda es una «zona de precariedad y/o vulnerabilidad» en algunas de las grandes varia- bles de riesgo (vid. Cuadro 2). Finalmente, cuando se acumulan diver- sos elementos de vulnerabilidad social se acaba entrando en un ter- cer nivel o estrato de pertenencia societaria devaluada, o «zona de exclusión social».

En esta perspectiva dinámica, la exclusión social vendría carac- terizada como una situación de alta vulnerabilidad, en la que los mecanismos de prevención, de asistencia o de apoyo social-relacio- nal no existen o no son capaces de restablecer un mínimo equilibrio de reinserción o integración. O si queremos decirlo de una manera más rotunda, la zona de exclusión es el punto crítico al que se lle- gar «cuando todo falla» y alguien queda convertido de hecho en un ciudadano de segunda o tercera categoría (vid. Gráfico 6).

Finalmente, otro proceso social específico que merece cierta aten- ción particularizada es el de comunicación, o más bien los procesos de comunicación, ya que en realidad se trata de un conjunto de pro- cesos de cierta complejidad social, que implican un haz bastante amplio de elementos sociales de interacción.

En los procesos de comunicación se produce uno de los más altos grados de interpenetración entre individuo y sociedad, en la medida

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242 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

GRAFICO 6 Grandes ámbitos de exclusión/integración en la sociedad

que lo social se haya en gran parte recogido y proyectado en el len- guaje. Por eso se ha podido decir que el lenguaje lleva en si mismo la matriz de lo social y que la sociedad penetra en el individuo con cada término que emplea. De ahí que el descubrimiento de la xestruc- turación lingüística>> del comportamiento interhumano haya sido un hallazgo que ha permitido enriquecer el conocimiento de todas las ciencias sociales.

La comunicación no se realiza solamente a través del lenguaje formal, sino a partir de un contexto comunicativo preciso en el que han intentado profundizar distintas corrientes sociológicas, desde la fenomenología, hasta el interaccionismo simbólico y la etno- metodología. Aunque aquí no es posible detenernos en la exposi- ción de todas estas teorías, vamos a señalar algunas de las apor- taciones fundamentales que se conectan con el contenido de este epígrafe.

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244 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

Una de las aportaciones más importantes del interaccionismo simbólico es la que nos permite situar la comprensión de los proce- sos de comunicación a partir del concepto de ((situación social)), que hace referencia a la complejidad de los contextos sociales, especial- mente en lo concerniente a sus significados simbólicos y a las pro- pias percepciones de los actores sociales. Las situaciones sociales implican no sólo unas determinadas condiciones objetivas, sino tam- bién la propia ((definición de la situación)) por parte de los indivi- duos y los grupos, en la que se implican actitudes, valores, deseos, etc. Probablemente uno de los ejemplos más claros que nos permi- te entender la influencia de la «situación social» es el que formuló William Isaac Thomas (1 863-1 947)) y que en la Sociología actual cono- cemos como el «teorema de Thomas~, cuando afirmó que «si los hom- bres definen las situaciones como reales, son reales en sus conse- cuencias~. Un Banco, por ejemplo, puede ser una institución tan sólida y solvente como la mejor, pero basta que muchas personas crean «erróneamente» que está al borde de la quiebra para que se produzca una psicosis que acabe dando lugar a que muchos clientes retiren sus ahorros, acabando por situar al Banco en una situación ob.jetiva de quiebra o colapsog3.

George Herbert Mead (1863-1931), por su parte, en su libro Mind, Self and Societys4, puso el énfasis en el papel desempeñado por el gesto como elemento de señalización recíproca en la con- ducta social. El gesto es entendido como un elemento de transición desde la acción al lenguaje. Hay gestos, como la sonrisa o las seña- Ics no verbales de aprobación, que animan a realizar una determi- nada conducta, mientras que otros gestos o señales de enfado y desaprobación la desaniman.

Hay que ser conscientes de que en los procesos de comunicación intervienen distintos elementos codificados que adquieren su significa- do en grupos determinados que los entienden y son influidos por ellos, en la medida que forman una comunidad de discurso».

ti' Robert Merton ha estudiado estos procesos en su libro Teoría y Estructura Socia- les, o!). cit . , págs. 4 19 y SS.

H4 Traducido en castellano como Espíritu, personcr .v sociedad. Paidhs, Buenos Aires, s.f. En realidad sc trata de una recopilacldn ofectuudu por siis disclpulos.

De esta manera, los «otros» -es decir, la sociedad- influyen con sus formas de comunicación lingüística y gestual en los com- portamientos mutuos, en los que cada uno de los actores se pone en el lugar de los otros y actúa guiado por gestos y formas de comu- nicación que le hacen saber el comportamiento que los otros espe- ran de él. En este proceso recíproco de influencias comunicativas, la sociedad como tal ejerce una influencia importante en la con- ducta de los individuos, mediante lo que los interaccionistas sim- bólicos califican como «el otro generalizado» que refleja la actitud de la sociedad.

En definitiva, como han señalado Gerth y Mills, «el contexto que da significado a las palabras es social y conductual tanto como lin- güístico. Esto está indicado por la falta de significado de palabras que oímos sin conocer el contexto en el cual se las emite o se las escribe. La mayor parte de las situaciones lingüísticas contienen referencias ocultas o inexpresadas que debemos conocer para que la expresión sea significativa ..., cuando hemos internalizado los ges- tos vocales de otros hemos internalizado, por decirlo así, ciertos rasgos claves de una situación interpersonal. Hemos incorporado a nuestra propia persona los gestos que nos indican lo que los otros esperan y requieren. Y entonces podemos tener ciertas expectati- vas sobre nosotros mismos. Las expectativas de los otros se han convertido así en las auto-expectativas de una persona auto-dirigi- da. El control social y la guía que los gestos de otros nos propor- cionan, se han convertido en la base del auto-control y de la ima- gen de sí de la persona~85.

Posiblemente la corriente de pensamiento sociológico más sin- gular que ha puesto el énfasis en los procesos de comunicación y, sobre todo, en las «otras formas» tácitas, o no suficientemente expre- sas, de lo social ha sido la etnometodología.

Los etnometodólogos han intentado fijar la atención de la Socio- logía en la vida cotidiana, procurando desvelar la «otra» estructura de la vida social, o lo que algunos analistas han calificado como las

85 Hans Gerth y C. Wright Mills: Curdcrer y esrructitru sociul. Paidbs, Buenos Aires, 1963, p8g. 95.

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24k - LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

«normas superficiales» aparentemente, pero que conforman un subs- trato fundamental de lo social.

Esta «otra» estructura de lo social es algo tan familiar que se da por sentado y pasa inadvertida, casi como parte «invisible» de la rea- lidad social. Los etnometodólogos han puesto el acento en la ~estruc- tura de las reglas y el comportamiento conocido y tácito -vale decir habitualmente inexpresables- que hacen posible una interacción social estable)) ... Para los etnometodólogos, «lo que cohesiona el mun- do social no es una moralidad con un matiz sagrado, sino una den- sa estructura colectiva de entendimientos tácitos (aquello que los hombres saben y saben que los demás saben) referentes a los asun- tos más mundanos y triviales, entendimientos a los cuales, si se les advierte, no suele atribuirse ninguna importancia especial y mucho menos una significación sagrada»86.

Los etnometodólogos se han esforzado en «desvelar» todos estos aentendimientos tácitos» en la vida cotidiana, por ejemplo, en los leater y ademancs, en la distancia social en que uno se coloca de

para hablar con él, en la utilización de ciertos «latiguillos~ del i n p a j e , etc., empleando métodos de investigación provocativos que deraricntan a los individuos, poniendo en cuestión los criterios de comunicacic)n e interacción social, y dando lugar, en ocasiones, a reacciones airadas y violentas, en las que se ha pretendido encontrar la demostraci6n palpable sobre la importancia de esta «otra» estruc- tura invisible de lo social.

Finalmente, uno de los enfoques sociológicos que en nuestro tiem- po mfis ha profundizado en el análisis de los contextos de los pro- cesos de comunicación es posiblemente el de Erving Goffman. Goff- man entiende la interacción como un proceso gradual y escalonado que va desde la .indiferencia educada» que implica un repertorio de unormas del cruzarse., de estar con otros sin prestar atención, por ejemplo, en una plaza o en un espacio público, hasta «el encuentro» que implica un conjunto de gestos de reconocimiento, de saludos, miradas, sonrisas, etc.87

no Alvin Gouldner: L.u crisis de la Sociologfu occideri~ul. Arnorrortu, Buenos Aires, 1973, n4u. 359.

n 7 ' ~ k i n ~ Goffrnan: Relaciones en público. Allanxu, Madrid, 1979.

LA SOCIEDAD, OBJETO DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGÍA

Las interacciones sociales han sido estudiadas por Goffinan no sólo en sus dimensiones espaciales, sino también en sus contextos generales más amplios. Desde el punto de vista especifico de la comu- nicación, la interacción implica una disposición corporal que com- prende un ((lenguaje simbólico corporal. (gestos, vestidos, expresio- nes emocionales ...) y un proceso comunicativo como tal que supone un intercambio de información conceptualizada, y también un con- junto de posiciones o disposiciones mutuas (de apertura, de evasión, de subordinación, etc.).

Goffman ha puesto especial énfasis en subrayar los componentes de expresividad no verbal en los procesos de comunicación, por medio de los que las personas despliegan, en el gran escenario de la vida social, una exhibición deliberada de elementos a través de los cua- les intentan ofrecer las «características sociales» con las que pien- san que quedan mejor «presentados» en sociedad.

La forma general en que los actores sociales «se presentan» con el fin de definir la percepción que los demás tienen de ellos es lo que Goffman califica como ((fachada» (front). Los elementos que integran esta «fachada» son, en primer lugar, el «medio» (setting) «que inclu- ye el mobiliario, el decorado, los equipos y otros elementos propios del trasfondo escénico, que proporcionan el escenario y la utillería para el flujo de acción humana que se desarrolla, ante, dentro y sobre él~sg. En segundo lugar está la «apariencia» (appearance). que puede dar información sobre el status social del actor social, por medio de sus vestidos, perfumes, etc., o de elementos identificativos del papel social que desempeña, con sus eventuales tocados, uniformes, insig- nias, etc. En tercer lugar están los ~modabsn (manner), a través de los que se desarrollan estímulos que intentan reforzar el rol que se desempeña, bien con un tono y ademanes y modales agresivos, humil- des, persuasivos, etc.89

En definitiva, podemos decir, para concluir, que los procesos de comunicación implican elementos de contextualización social, de definición de las situaciones y de simbolización muy diversos y com-

Erving Gofí'man: La preseniuciilti de la prrsonu en ku vidu cotidiana. Amorrortu, Buenos Aires, 1971, pág. 34.

ny Ibld., p4g. 36.

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plejos. Por ello la comunicación se realiza, a partir de estas situa- ciones, con las Erases y palabras del lenguaje, a través de las que se expresan en contextos específicos los contenidos de lo social, y tam- bién con el llamado paralenguaje (que abarca, acentos y énfasis espe- cíficos en las palabras y tonos de voz diferentes), así como emple- ando los componentes cinéticos de la comunicación (gestos. miradas, modales. movimientos, pausas, posturas y formas de presentación y apariencia). A través de todos estos elementos se proyecta una par- te importante, aunque a veces poco perceptible, casi invisible, de la realidad social.

1) Valorar la dimensión que ha alcanzado el cambio social en las sociedades de nuestros días. Poner algunos ejemplos.

2) Diferenciar entre elconcepto de estructura social y los deproce- sos y relaciones sociales.

3) ¿Hasta qué extremos llevaron los sociólogos organicistas sus comparaciones entre la estructura de la sociedad y el cuerpo humano?

4) ¿Cuáles son las características de los grupos primarios? Poner varios ejemplos de grupos primarios.

5) (Cuáles son las características de los grupos secundarios? Poner ejemplos.

6) ¿Qué es una institución social? Poner ejemplos de institucio- nes sociales de diferentes tipos y explicar qué funciones socia- les cumplen cada una de ellas.

7) Definir y comparar los conceptos de poder y autoridad.

8) Hacer una reflexión sobre lo que suponen las clases sociales en las sociedades de nuestros días, analizando en qué dife- rencias están basadas y qué consecuencias principales tienen.

9) Comparar los conceptos de clase social y estrato social.

10) ¿Cuáles son las nuevas tendencias en estratificación que están dándose en las sociedades de nuestros días?

11) Dibujar y explicar la «escalera» de la estratificación social.

12) ¿Qué se entiende en sociología por rol?

13) ¿Qué utilidad tienen los roles sociales para la orientación del comportamiento de los individuos?

14) Poner ejemplos de los diferentes roles que puede desempe- ñar una misma persona, indicando las diferencias en com- portamientos, actitudes, lenguaje, ademanes, etc., que pue- dan darse en el desempefio de los distintos roles.

15) ¿Qué es el status social? Comparar los conceptos de rol y status.

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250 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

16) ¿Cuáles son los principales procesos sociales?

17) ¿En qué consiste la <<otra estructura social» invisible de la que hablan algunos sociólogos? Poner ejemplos.

18) ¿En qué consiste exactamente la exclusión social?

19) (Qué son las infraclases?

20) ¿Cuáles son los principales elementos que intervienen en la comunicación?

2 1) Hacer un esquema de las diferentes partes y aspectos de una sociedad, señalando -y ubicando- algunos temas de inte- rés que puedan ser objeto de estudio por los sociólogos. CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD

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Lo primero que se puede comprobar cuando se estudia una socie- dad, es que existen multitud de comportamientos, pautas de actuación, formas de organización y agrupamientos y costumbres similares y repe- titivas entre unos y otros individuos. Precisamente la Sociología basa sus estudios en el carácter repetitivo y regular de los comportamien- tos humanos. Lo social se produce en nuestras sociedades conforme a una determinada lógica y a un cierto orden. Y estas regularidades socia- les permiten situar los estudios sociológicos en unas coordenadas de cierta coherencia lógico-racional.

Pero {cuáles son los referentes generales, a partir de los cuales los sociólogos nos enfrentamos con el estudio del comportamiento social humano? En el capítulo segundo ya vimos que uno de los conceptos sociológicos fundamentales para entender la naturaleza de lo social es el concepto de «cultura». Pero este concepto, a su vez, no puede enten- derse al margen de los propios conceptos de «personalidad» y de aso- ciedad».

Como ha señalado Chinoy, para ((dar cuenta y explicar las apa- rentes regularidades de las acciones humanas y el hecho de la vida colectiva, los sociólogos han desarrollado dos conceptos, cultura y sociedad, que pueden considerarse básicos para toda investigación posterior. A pesar de variaciones considerables en la forma precisa de utilizarlos, estos conceptos definen de un modo general la naturaleza y los límites del objeto de análisis sociológico. Aunque podemos dis- tinguir entre ellos conceptualmente, los fenómenos a que se refieren no pueden existir independientemente uno de otro; la sociedad no pue- de existir sin la cultura y la cultura sólo existe dentro de la sociedad» l .

Ely Chinoy: Introducción a la Sociología. Paidós, Buenos Aires, 1966, págs. 26-27.

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254 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

1. CULTURA Y SOCIEDAD

El análisis realizado en el capítulo segundo sobre «el hombre y la sociedad>> no puede cobrar su pleno sentido si no es a partir del desarrollo del concepto de cultura. La respueste a la pregunta de por qué ha sobrevivido el hombre y por qué se ha logrado adaptar satis- factoriamente al medio, en un proceso de evolución, quizás, poco .previsible)>, a partir de la lógica de lo natural-originario, sólo pue- de obtener cumplida satisfacción por medio de la utilización de este concepto nuclear.

La cultura es el rasgo distintivo de lo humano; los hombres nos diferenciamos por nuestra cultura. Los estudios realizados por los etólogos han permitido comprobar -como veremos en el capitulo siete- que en las sociedades de los monos más desarrollados, sobre la base de una importante inclinación gregaria, hay un significativo desarrollo de las prácticas sociales que tienen que ser objeto de apren- dizaje. En estas sociedades existen unas formas básicas de sociali- zación y unos ciertos esquemas generales de ~protoculturas», que pueden llegar a contener gérmenes susceptibles de evolución, pero no existen «culturas» desarrolladas en el estricto significado socio- lógico del término. De ahí la importancia que tiene la clarificación de este concepto para una adecuada comprensión de lo social, en el contexto expositivo más general de la argumentación que estamos trazando en este libro.

En efecto, como ha señalado Herskovits, la «tendencia a desa- rrollar culturas consolida en un conjunto unificado todas las her- zas que actúan en el hombre, integrando para el individuo el ambien- te natural en que se encuentra él mismo, el pasado histórico de su grupo y las relaciones sociales que tiene que asumir. La cultura reú- ne todo esto y así aporta al hombre el medio de adaptarse a las com- plejidades del mundo en que nació, dándole el sentido, y algunas veces la realidad, de ser creador de ese mundo, al mismo tiempo que criatura de él ..., la cultura -concluirá- es la parte del ambiente hecha por el hombre)?.

Melville J. ~erukavl t i : 81 hambrr y sus nbma. EC.E., Mexico, 1964, pdg. 29.

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 255

De la misma manera que el hombre ha sido calificado como ~ a n i - mal constructor de cultura.3, la cultura ha podido ser descrita, a su vez, como el verdadero «nicho ecológico del hombre^^, o la «heren- cia social de la humanidadn5.

El hombre no sólo hereda unos determinados rasgos biológicos, sino que hereda también un importante componente social. En con- traste con otras criaturas, los seres humanos no nacen con un her- te instinto social, sin embargo nacen con una estructura psicomoto- ra fuertemente dependiente, desarrollando lentamente una capacidad de aprendizaje que les permite ir interiorizando el componente social de su herencia. Es decir, mientras que la vida social de otros seres vivos está fundada básicamente en el instinto, la nuestra está basa- da en el aprendizaje.

«En el momento del nacimiento -dirá Johnson- la criatura humana es incapaz de tomar parte en ningún tipo de sociedad ... Y sin embargo los niños se convierten en miembros más o menos ade- cuados de sociedades humanas ..., este desarrollo es en gran medida un proceso de aprendizaje. La socialización es el aprendizaje que capacita a un individuo para realizar roles sociales ... La cultura es lo que se aprende en la socialización.~6

La comprensión de lo que verdaderamente es el hombre, y de lo que lo social supone en nuestro caso, resulta imposible, por tanto, sin entender correctamente qué significa la socialización, o lo que es lo mismo, sin captar la importancia del proceso de aprendizaje por el que los seres humanos llegan a adecuarse a las características y al mismo sentido de lo que hoy entendemos por hombre.

La socialización ha sido definida de muchas maneras; en un sen- tido general ha sido descrita como «lo referido a todos los factores

3 Ibíd., pág. 30. James F. Downs y Herman K. Bleibtreu: Human variation. Glencoe Press, Beverly

Hills, 1969, pág. 49. 5 Así por Ralph Linton: Cultura y personalidad. F.C.E., México, 1967, pág. 45 (aun-

que ésta no será, como veremos, la definición que Linton dará de cultura). Igualmente, en R. M. Maciver y Ch. H. Page: Sociologia. Tecnos, Madrid, 1963, pág. 57.

6 Harry M. Johnson: Sociobgia. Una introduccidn .si.steniática. Paidós, Buenos Aires, 1965, pAg. 137.

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256 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

y procesos que hace que un humano se encuentre preparado para vivir en compañía de otros~7, y, en sentido más preciso, como «el proceso por medio del cual: a) los individuos desarrollan una per- sonalidad como resultado del aprendizaje de los contenidos de una cultura dada y por medio del cual: b) una cultura es transmitida de una generación a otra»8.

La cultura se aprende mediante un proceso de socialización por medio del cual los individuos son enseñados -e impelidos social- mente- a comportarse de acuerdo con los patrones culturales que una determinada sociedad ha desarrollado a través de largos proce- sos históricos de acumulación. En este sentido, en la medida que en las sociedades existen diferentes patrones sociales y diferentes pau- tas de conducta establecidas y, también, diversas formas de presión social orientadas a buscar la conformidad individual a estos patro- nes y pautas, puede decirse que las personalidades humanas son mol- deadas e influidas por los contextos culturales en que se desarrollan.

Como vimos en el capítulo cinco, en toda sociedad existen determinadas formas de conducta institucionalizadas socialmente establecidas, a las que calificamos como roles sociales, y que impli- can unas obligaciones y unas pautas de comportamiento que todo el mundo espera que sean cumplidas. De esta forma, en las socie- dades todos los individuos tienden a ajustarse a sus papeles y a actuar conforme a lo que de ellos se espera en cada caso, de acuerdo con el papel social que desempeñan en cada circunstancia y con los dife- rentes roles que se pueden asumir en unos u otros momentos de la vida cotidiana (el profesor respecto a sus alumnos, respecto a sus colegas, o como padre con sus hijos, o como miembro de una aso- ciación...).

7 Peter Kelvin: The bases of social behaviour. Holt, Rinehart & Winston, Londres, 1969, pág. 270.

8 Bernard S. Phillips: Sociology, Social Structure and change. MacMillan, Londres, 1969, pág. 67. En un sentido aún más específico, la socialización puede ser definida, de acuerdo con Rocher, «como el proceso por cuyo medio la persona humana aprende e interioriza, en el transcurso de su vida», los elementos socio-culturales de un medio am- biente, los integra a la estructura de su personalidad bajo la influencia de experiencias y de agentes sociales significativos, y se adapta así al entorno social en cuyo seno debe vivir. (Cuy Rocher: Introducción a la Sociolo~(a general. Herder, Barcelona, 1973, págs. 133-1 34).

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 257

Precisamente, en virtud de la manera en que se desarrollan estos procesos de socialización y de interacción en la cultura, y en la medi- da que los comportamientos sociales se producen repetitivamente de acuerdo a pautas relativamente predecibles, resulta posible que lo social sea objeto de un estudio científico. Estudio que, obviamente, sería imposible sin una regularidad de los comportamientos huma- nos y sin su ubicación en la lógica de los patrones de una cultura determinada.

Corno ha subrayado Kluckhohn, «la cultura determina en par- te cuál de los muchos caminos de conducta elige característica- mente un individuo de una determinada capacidad física y men- tal. El material humano tiene tendencia a adoptar formas propias, pero de todas maneras una definición de la socialización en cual- quier cultura es la posibilidad de predicción de la conducta diaria de un individuo en varias situaciones definidas. Cuando una per- sona ha sometido mucha de su autonomía fisiológica al dominio cultural, cuando se comporta la mayor parte del tiempo lo mismo que lo hacen los demás, en la ejecución de las rutinas culturales, está ya socializada. Los que conservan demasiada independencia -concluirá- necesariamente se encuentran recluidos en el mani- comio o en la cárcel^^.

En definitiva, el concepto de cultura es no sólo un concepto fundamental para entender muchos de los interrogantes que plan- teamos en el capítulo segundo sobre los orígenes y la evolución de la humanidad, sino que es también, al mismo tiempo, una herra- mienta metodológica de gran utilidad, que nos permite situar y precisar la verdadera naturaleza y contenido de lo social. Por ello ha podido decir Linton, con razón, que «el trabajo del sociólogo debe comenzar con la investigación sobre las culturas, o formas características de vida de las diferentes sociedades»lO. En este sen- tido, pues, es en el que el concepto de cultura ha podido ser con- siderado como el concepto «de mayor importancia para la Socio- logía»' l .

y Clyde Kluckhohn: Antropologla. EC.E, Mtxico, 1962, págs. 21 1-212. l o Ralph Linton: Cultura y personalidad, op. cit., pdg. 44. " J. E. Goldthorpe: Introduccidn u la Sociologla. Allanza, Madrid, 1977, plg. 27.

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258 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

En las páginas que siguen vamos a detenernos, en primer lugar, en el análisis de la problemática que plantea la definición del con- cepto de cultura, para pasar a continuación a delimitar sus campos específicos, acabando finalmente con algunas consideraciones sobre las relaciones entre cultura y personalidad)). Sin embargo, antes de pasar a estas cuestiones, conviene hacer algunas precisiones sobre los propios conceptos de cultura y sociedad, en lo que tienen de con- ceptos mutuamente imbricados y complementarios.

En efecto, a veces ocurre que los conceptos de cultura y socie- dad, en esta perspectiva general que aquí hemos trazado, tienden a ser utilizados prácticamente como términos equivalentes. Esta com- paración ha intentado ser explicada como resultado de la influencia intelectual que en determinados ambientes europeos ejerció la escue- la de Durkheim, que en opinión de algunos tendía a atribuir al con- ccpto de sociedad contenidos parecidos, pero más radicales, que los que habia planteado Tylor en su definición de cultural2.

Sin en~bargo, la cuestión, tal como está establecida hoy en día, prcecnta m6s complejidades y matices que los que tienen que ver con una mcrn cuestión de preferencias terminológicas.

La culiiira, como veremos en el epígrafe siguiente, sea cual sea IR dcfinlcidn que de ella adoptemos, presenta diferentes facetas y contenidos, pudiendo identificarse en ella, al menos, un componen- te eocio-estructural, un referente conductual y una base materiall3.

Si cl concepto de cultura lo ciñéramos básicamente a los aspec- tos organizativos de lo social, entonces el contenido del concepto de sociedad se solaparía con aquél, precisamente, en los aspectos socio- estructurales de la cultura. Sin embargo, es obvio, y por ello casi ocioso recordarlo, que el concepto de sociedad es un concepto mucho más global e inclusivo, en el que resulta más difícil separar los con- tenidos de los continentes. Por ello los conceptos de cultura y socie- dad deben considerarse como conceptos íntimamente imbricados,

12 Rogelio Rubio Hernández: «Cultura», en Salustiano del Campo et al.: Diccionario de Ciencias Sociales. UNESCO e Instituto de Estudios Politicos, Madrid, 1975, págs. 601- 602.

Barton H. Schwartz y R. H. Ewald: Culrure and Society, Ronald Press, Nueva York, 1968, pdgs. 4 1 y SS.

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 259

habiendo llegado a hablarse de ellos, incluso, como verdaderos ~ c o - términos»l4, como conceptos cuyo sentido no puede entenderse cabal- mente si no es en su mutua relación.

Como se ha subrayado, «es tan estrecha la integración entre indivi- duo, sociedad y cultura, y tan continua su acción recíproca, que el investigador que intente trabajar con alguna de estas tres entidades, sin tomar en consideración las otras dos, bien pronto llegará a un callejón sin salidasl5.

El matiz que puede establecerse en estos conceptos es básicamente de naturaleza analítica, según consideremos lo social preferente- mente en referencia a sus componentes organizativos, a sus marcos estructurales, o en referencia a los contenidos sociales más genera- les heredados. En esta perspectiva la complementariedad de tales conceptos se entiende en función del mayor énfasis que se ponga, o bien en los contenidos, o bien en los continentes de lo social.

Las características de un libro como éste nos llevan a poner más énfasis, en este momento, en los aspectos del contenido de lo social, en cuanto que nos situamos en el campo de las aclaraciones y defi- niciones básicas sobre la naturaleza de lo social -como uno de los requisitos previos para comprender mejor qué es la Sociología-, en tanto que el tratamiento más sustantivo y sistemático de lo social, en cuanto sociólogos, nos llevaría, entre otras cosas, al estudio deta- llado de las estructuras sociales concretas existentes en determina- dos tipos específicos de sociedades, como ya vimos en el capítulo 5 .

2. EL CONCEPTO DE CULTURA

Una de las peculiaridades del concepto sociológico de cultura estriba en que este término es utilizado por los científicos sociales con un significado específico diferente al que tiene en el lenguaje común. La mayor parte de la gente identifica la expresión «cultura» con determinados conocimientos o aficiones por el arte, la literatu-

14 Haridas T. Muzumdar: The grantnrar o/'Sociologv, Mari i i ~ societ.~. Asia Publishing House, Bombay, 1966, pdg. 523.

'"alph Linton: Cultura .y personalidad, op, olt., pAg, 20.

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260 . .. .. LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

ra, la música ... Por ello se dice que una persona es culta si practica, o conoce bien, alguna de estas expresiones artísticas o intelectuales. Sin embargo, el concepto de «cultura» en las ciencias sociales es mucho más concreto y específico.

Los antecedentes de este desarrollo conceptual particular pueden rastrearse en distintas direcciones. Sin embargo fue en determina- dos círculos intelectuales alemanes donde se fue forjando un signi- ficado bastante similar al que ha llegado a adquirir el concepto de cultura en las ciencias sociales en nuestros días.

Aunque existen varias aproximaciones definitorias importantes a este tema, principalmente en la obra de Gustav Klemm, la primera definición moderna de cultura la dio Tylor en 1871. «La cultura o civilización, en sentido etnográfico amplio -dijo-, es aquel todo complejo que incluye el conocimiento, las creencias, el arte, la moral, el derecho, las costumbres y cualesquiera otros hábitos y capacida- des adquiridos por el hombre en cuanto miembro de la sociedad. La situación de la cultura en las diversas sociedades de la especie huma- na, en la medida en que puede ser investigada según principios gene- rales, es un objeto apto para el estudio de las leyes del pensamiento y la acción del hombre. Por una parte, la uniformidad que en tan gran medida caracteriza a la civilización debe atribuirse, en buena medida, a la acción uniforme de causas uniformes; mientras que, por otra parte, sus distintos grados deben considerarse etapas de desa- rrollo o evolución, siendo cada una el resultado de la historia ante- rior y colaborando con su aportación a la conformación de la histo- ria del futuro»l6.

En esta definición de cultura nos encontramos, por un lado, con una clara ubicación del concepto en una perspectiva evolutiva y comparativa, y, por otro lado, con una intima conexión con el con- cepto de sociedad («en cuanto miembro de la sociedad», «uniformi- dad», etc.).

No obstante, la decantación del concepto moderno de cultura ha venido directamente asociada a la generalización más reciente de su

l". Edward B. 51or: %La ciencia de la cultura., en J . S. Kahn (ed.): El concepto de cultura: textos fundamentales. Anagrama, Barcalona, 1975, pág. 29.

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 26 1

utilización por sociólogos y antropólogos. Difusión que, en algunos aspectos, ha corrido también pareja a una cierta diversificación sobre su sentido y alcance. Así la cultura se ha entendido, básicamente, como elemento de determinación de las conductas, como mecanis- mo adaptativo, como sistema coherente, como «comportamiento pau- t ado~ , etc. Kroeber y Kluckhohn en un célebre libro sobre este tema, inventariaron más de 150 definiciones de cultural7, y es evidente que en nuestros días aún sería posible añadir algunas más.

Por esta razón, en las páginas que siguen vamos a limitarnos a exponer algunas de las definiciones recientes de cultura que han logra- do un mayor grado de aceptación, para intentar perfilar a continua- ción algunos de los rasgos fundamentales con que puede ser descri- to este concepto, terminando con una breve referencia a los diferentes elementos que integran la cultura.

Un hito importante en el desarrollo del concepto de cultura lo encontramos en la obra de Malinowski. Malinowski se referirá a la cultura como «el conjunto integral constituido por los utensilios y bienes de consumo, por el cuerpo de normas que rige los diversos grupos sociales, por las ideas y artesanías, creencias y costumbres. Ya consideremos -dirá- una muy simple y primitiva cultura o una extremadamente compleja y desarrollada, estaremos en presencia de un vasto aparato, en parte material, en parte humano y en parte espi- ritual, con el que el hombre es capaz de superar los concretos, espe- cíficos problemas que lo enfrentan. Estos problemas surgen del hecho de tener el hombre un cuerpo sujeto a varias necesidades orgánicas y de vivir en un ambiente natural que es su mejor amigo, pues lo provee de las materias primas para sus artefactos, aunque es tam- bién peligroso enemigo, en el sentido de que abriga muchas fuerzas hostiles»lg.

Entre los aspectos de esta definición general que Malinowski quiso subrayar, hay que referirse, en primer lugar, a su acento en que «la teoría de la cultura debe basarse en los hechos biológicos»,

'7 A. L. Kroeber y C. Kluckhon: Culture. A critica1 review of concepts and definitions. Random House, Nueva York, 1963.

18 Bronislaw Malinowski: Una teorfa cientffica de la cultura. Edhasa, Barcelona, 1970, pág. 42.

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LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

en cuanto que «los seres humanos constituyen una especie ani- ma1))19.

En segundo lugar hay que precisar que, «con todo el equipo de artefactos, con su aptitud para producirlo y valorarlo, el hombre crea un ambiente secundario~20, para mejor adaptarse al medio y para mejorar sus condiciones de vida y de ser.

En tercer lugar, Malinowski insistirá en que la definición de cul- tura ha de tener en cuenta otro «concepto esencial», como es el de «organización», ya que «con el propósito de lograr cualquier obje- tivo o alcanzar un fin, los hombres deben organizarsen21. «El ras- go esencial de la cultura, tal como lo vivimos y experimentamos, como lo podemos observar científicamente, es la organización de los seres humanos en grupos permanentes. Tales hechos -dirá Mali- nowski- están relacionados por cierto acuerdo, por leyes o cos- tumbres tradicionales, por algo que corresponde al contrato social de Rousseau. Los vemos siempre cooperando dentro de un deter- minado ámbito material: un sector de ambiente geográfico reser- vado para su uso, un equipo de herramientas y artefactos, una por- ción de riqueza que les pertenece por derecho. En esa cooperación ellos siguen tanto las reglas técnicas de un status o profesión, las normas sociales de etiqueta y consideraciones consuetudinarias, como las costumbres religiosas, jurídicas y morales que informan su conducta»22.

Ralph Linton, por su parte, propondrá definir la cultura de mane- ra más elemental y sintética, como ala configuración de la conduc- ta aprendida y de los resultados de la conducta, cuyos elementos comparten y transmiten los miembros de una sociedad~~3.

Herskovits, como ya hemos visto, se referirá a la cultura como ala parte del ambiente hecha por el hombre» y proporcionará una definición simultánea y paralela de cultura y sociedad. «Una cultu- ra -dirá- es el modo de vida de un pueblo; en tanto que una socie-

I y Ibíd., pág. 42. 20 Ibíd., pág. 43. 2' Ibld., pág. 43. 22 Ibld., pág. 49. 23 Ralph Linton: Cultura y personalidad, o;). c s i r . , pág. 4 5

ULTURA, PERSONA, SOCIEDAD

ad es el agregado organizado de individuos que siguen un mismo iodo de vida ...; una sociedad está compuesta de gentes; el modo omo se comportan es su cultura»24.

Recapitulando, pues, podemos decir que la cultura puede ser enmarcada a partir de los siguientes rasgos:

- La cultura es básicamente una característica específica de los seres humanos. Aunque actualmente se ha puesto mucho énfa- sis en las protoculturas de algunos primates, y no puede excluir- se la hipótesis de que a lo largo de la evolución hayan existi- do formas intermedias entre las protoculturas de los simios y las culturas humanas más primitivas hoy conocidas, lo cierto es que desde la perspectiva de nuestro tiempo el hombre es el único ser con cultura como tal, el único ser viviente capaz de crear y transmitir una cultura humana.

- La cultura es el factor fundamental de la sociabilidad huma- na, y sólo puede desarrollarse en sociedad. La cultura pro- porciona el componente básico de referencias que identifica a las sociedades y da a los individuos vocación y sentido de pertenencia a las comunidades.

- La cultura es una adquisición. Constituye algo que no es inna- to al hombre, lo que supone que los rasgos culturales son asu- midos por medio de procesos de aprendizaje y socialización. Por tanto, la cultura precisa del establecimiento social de sis- temas de transmisión cultural adecuados, así como de meca- nismos eficaces de endoculturación, es decir, de interioriza- ción de los rasgos culturales, y procedimientos de coerción y sanción social, para lograr una efectiva conformidad de los individuos a los patrones culturales.

- La cultura está articulada institucionalmente, de forma que en toda sociedad existen determinados mecanismos institu- cionalizados de comportamiento -pautas culturales estable- cidas- que tienden a conformar la personalidad de los indi- viduos de acuerdo con los papeles sociales que desempeñan y con los estereotipos de comportamiento existentes.

24 M. J . Herskovits: El hombre y sus obras, op. c i t . , ptíg. 4 2 .

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264 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

- La cultura hace posible una mejor adaptación del hombre al medio físico, con la utilización de todo un componente de medios materiales e instrumentos muy diversos que, unidos al componente físico originario, nos permiten elevarnos por encima de las posibilidades originarias fijadas por la lógica natural. Mediante la cultura el hombre «recrea» un cambien- te» propio, que le proporciona una autonomía y una libertad de posibilidades sobre la naturaleza muy importantes, aunque a su vez -y paradójicamente- queda «atrapado» por la nue- va lógica de su obra histórica. El hombre es al tiempo artífi- ce y esclavo de sus creaciones culturales.

Finalmente, respecto a los componentes y contenidos de la cul- tura, de lo hasta aquí señalado ya se desprende que éstos pueden ser bastante amplios y variados, dependiendo de los diferentes tipos de culturas, de su complejidad y desarrollo, etc. Sin embargo, por enci- ma de estas variaciones posibles, los componentes de una cultura pueden ser divididos en varios tipos de elementos diferentes. Por ejem- plo, Linton se ha referido a los elementos materiales de la cultura (los productos de la artesanía, de la industria), a los elementos cinéticos (las conductas manifiestas) y a los elementos psíquicos, es decir, «los canocimientos, las actitudes y los valores de que participan los miem- bros de una «sociedad», lo que constituye el «aspecto encubierto* de la cultura, en oposición a los otros elementos que constituyen los aspectos manifiestos y tangible+.

Los inventarios y clasificaciones que pueden hacerse sobre los elementos de una cultura son muy numerosos, incluso partiendo de unos grandes alineamientos generales como los antedichos. Así por ejemplo, Johnson, refiriéndose sólo a los elementos no materiales de la cultura, en una clasificación más amplia, hace mención a: los ele- mentos cognitivos (todos los conocimientos teóricos y prácticos sobre

2 5 Ralph Linton: Cultura y personalidad, op. cit., pág. 5 1. En un sentido muy simi- lar para Leslie A. White, el «locus de la cultura)> está formado por las «cosas» y acontecimientos «que se manifiestan en el tiempo y en el espacio, en: a) los organismos humanos en forma de creencias; conceptos; emociones; actitudes; b) en el proceso de intcracción social entre los seres humanos, y c) cn los objetos materiales ... que rodean a los organismos humanos integrados en la8 pautar de interacción socialu (Leslie A. Whi- te, en J. S. Kahn, ed.: El concepto de cultura, k t o s fundamentales, op. cit., pág. 140).

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 265

el mundo físico y social, así como los sistemas y métodos de cono- cimiento), las creencias (todo el cuerpo de convicciones que no pue- de ser objeto de verificación), los valores y normas (los modelos de conducta pautados y los principios que los orientan, entre los que se comprenden no sólo los valores predominantes, sino también los secundarios), los signos (que incluyen las señales y símbolos que orien- tan las conductas y los que permiten la comunicación entre ellos y principalmente el lenguaje), y finalmente las formas de conducta no normativas (todas las formas de comportamiento que no son obli- gatorias y que generalmente se realizan de manera inconsciente, como los ademanes, los gestos, las posturas, etc.)26.

Clasificaciones aún más exhaustivas de los componentes de la cultura pueden encontrarse en Goodenough, por ejemplo, que se refiere: al lenguaje, a las obligaciones sociales, a las formas en que la gente organiza sus experiencias (en diferentes planos), a las pro- posiciones, a las creencias, a los valores, a las reglas y valores públi- cos, a las recetas, a las rutinas y costumbres, a los sistemas de cos- tumbres, a los significados y a las funciones, etc.27

3. CULTURA Y PERSONALIDAD

Una dimensión importante en la consideración de la problemáti- ca de la cultura es la determinación del influjo real de lo socio-cul- tural en la personalidad. Este influjo debe ser valorado teniendo en cuenta que para las ciencias sociales también el concepto de perso- nalidad tiene un significado diferente al de individuo o al de tempe- ramento; lo que exige algunas precisiones iniciales.

En todo tipo de sociedad se pueden encontrar distintos tipos de individuos con caracteres diferentes, influidos por las propias incli- naciones innatas de carácter biológico. Sin embargo, en estos casos, lo que nos encontramos no son realmente personalidades diferentes, sino distintos tipos de temperamentos (flemáticos, coléricos, etc.).

26 H. M. Johnson: Sociologia, op. cit., págs. 1 1 1- 12 1. 27 Ward H. Goodenough: Cultura, lenguaje y sociedad, en J . S . Khan (ed.): El concep-

to de cultura, op. cit., pAgs. 198 y SS.

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

Por ello, en la consideración de esta problemática es necesario empe- zar por precisar que el concepto de personalidad es más amplio y rico que el de individuo. En concreto el concepto de personalidad hace referencia específicamente a los «contornos sociales estereotipados conformados por la cultura», tal como son asumidos por los indi- viduos.

La mayor parte de la gente tiene asumida la idea de que toda cul- tura suele influir en determinados contornos de la personalidad, como lo demuestra el hecho de que existen estereotipos nacionales bastante perfilados que se atribuyen a los habitantes de unos u otros pafses o regiones. De acuerdo a estos estereotipos se dice: el escocés es ((tacañon, el alemán «disciplinado», el francés «chauvinista», el suizo «preciso», el italiano «extrovertido» ...; de manera que en cada uno de estos estereotipos se piensa que se encuentran reproducidas lus pec~iliaridades históricas, geográficas, culturales y sociales, que representan los rasgos más significativos y de mayor identidad para cadu zona geográfica o nacional.

Aunqiie la experiencia demuestra que los estereotipos nacionales nunca se dan en toda su puridad y para todos los individuos por Igual, lo cici.to es que cuando se habla de «personalidades básicas tlgan , o u estereo tipos nacionales », simplemente se está haciendo refe- rencia u hechos tan sencillos como que en todas las sociedades exis- ten distintas t i pologías predominantes de personalidad y que en cada sociedad existen determinadas peculiaridades más arraigadas. Por ello se dice que un zulú o un mongol son distintos de un inglés o un sueco.

Con el concepto de personalidad, pues, se hace referencia a las formas más típicas de comportarse de una determinada cultura. Como ya hemos visto, toda cultura ejerce una fuerte presión en todos los individuos, que tienden a comportarse según unas determinadas personalidades, que reflejan las características propias de los con- tornos sociales estereotipados de dicha cultura. Esto es lo que los científicos sociales llaman personalidades básicas.

Las investigaciones de Kardiner y Linton sobre varias comuni- dades primitivas y la sociedad norteamericana, constituyeron una fuente importante de aportaciones empíricas orientadas a intentar demostrar que cada cultura tiende a crear una cierta ((personalidad básica tipo)), formada por el conjunto de caracteristicas de la perso-

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 267

nalidad concordantes con el «orden total de las instituciones)) de una determinada sociedad. Tal conclusión, en la medida que coincidía también con los resultados procedentes de otras fuentes diversas de información, no era otra cosa, como el mismo Kardiner señaló, que «el perfeccionamiento de la observación de sentido común de que un hindú es «diferente» que un esquimal. Cada uno de ellos es pro- ducto de una cultura diferente^^^.

Aunque las interpretaciones sobre la verdadera naturaleza y alcan- ce del «carácter nacional», o de «la personalidad nacional)) no son unánimemente compartidas por los analistas, lo interesante de los estudios de Kardiner y Linton fue que, al centrarse en los desajustes de los individuos a las instituciones, contribuyeron a aportar luz a un campo de investigación de tanto interés como el de las relacio- nes cultura-personalidad.

La importancia de las interrelaciones entre cultura y personali- dad ha dado lugar a que los sociólogos hayan intentado situar su análisis en una amplia perspectiva, reivindicando el uso de una teo- ría general de la personalidad y del conocimiento de las caracterís- ticas distintivas de las personalidades de los participantes en el sis- tema social, tanto en su totalidad como en sus subsistemas principales y en sus roles particulares. «Aunque la acción de los individuos en cualquier situación es personal -dirá Inkeles-, sin embargo en su mayor parte refleja determinadas influencias del contexto social. Y el contexto social, por su parte, puede ser reflejado en la acción indi- vidual sólo en la medida en que está mediatizado a través de los sis- temas personales o de personalidad. En consecuencia, una com- prensión plena de cualquier situación social y de sus consecuencias probables -concluirá-, debe comprender no sólo el conocimiento de los principales factores de la estructura social -cuya acumulación es presumiblemente la parte especial del estudio sociológico-, sino también de los principales factores relativos a las personalidades actuantes en determinada estructura»29.

28 Abrarn Kardiner: El individuo y su sociedad. F.C.E., México, 1968, primera edi- ción de 1939 en inglés, pág. 442.

29 Alex Inkelcs: ~Pcrsonality and social slructurc», en R. K. Merton, L. Broom y L. S. Cottrell (eds.): Sociology today. Busic Books, Nueva York, 1959, págs. 272-273.

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268 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

De esta manera, pues, el concepto sociológico de personalidad debe considerarse también como uno de los elementos importantes para una adecuada intelección de lo social. En torno a este concep- to se han desarrollado una buena cantidad de investigaciones en las que se ha intentado profundizar en la comprensión de los modelos sociales de personalidad propios de las sociedades de nuestro tiem- po; lo que ha contribuido a dar un impulso notable a esta área de referencia.

Así, por ejemplo, algunos estudios importantes de esta clase son los de Whyte sobre el «hombre organi~ación»~O, los de Karen Hor- ney sobre la «personalidad neurótica de nuestro tiempon31. O el famo- so estudio de Riesman sobre las correspondencias entre determina- dos ((caracteres sociales» típicos y las distintas fases de evolución demográfica y el desarrollo económico de las sociedades; lo que lle- v6 a distinguir entre «el tipo de personalidad dirigida por la tradi- cidn», propio de las sociedades agrarias y de alto potencial demo- grdfico, «el tipo dirigido internamente», por sus propios criterios, que ac corresponde con las sociedades en fase de crecimiento industrial y can un crecimiento demográfico transicional, y «el tipo dirigido por /os otros)) orientado desde fuera por los demás, que se localiza prlnclpalmente en las sociedades terciarizadas, altamente industria- Ilzadas y en fase de declinación demográfica incipiente32.

En cualquier caso, la diversidad posible de desarrollos de este campo de atención permite que los análisis puedan ser situados en varios planos analíticos diferentes. Como ha señalado Stephan Spit- zer, la urelación entre personalidad y estructura social puede ser vis- ta desde varias perspectivas. La personalidad puede verse como un producto de la estructura social, o recíprocamente, la estructura social puede contemplarse como un producto de las características de la personalidad de sus miembros. La primera perspectiva nos lle- va a plantear la cuestión de cómo las instituciones sociales transmi- ten los valores y orientaciones, cómo se determinan las formas por

Williams H. Whyte: El hombre organización. F.C.E., MCxico, 1961. Karen Horney: La personalidad neurótica de nuestro tiempo. Paidós, Buenos Ai-

res, 1968. 32 David Riesman et al.: La muchedumbre solitaria. Paidós, Buenos Aires, 1964.

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 269

medio de las cuales la personalidad se desenvuelve y se estructura, y cómo se ejerce el control social en orden a minimizar el compor- tamiento desviado. La segunda perspectiva lleva a plantear la cues- tión de cómo la personalidad contribuye al mantenimiento y fun- cionamiento de los sistemas sociales y cómo la personalidad determina las características de las instituciones sociales. Una ter- cera forma de contemplar las relaciones entre personalidad y estruc- tura social es la de ver ambas como niveles de análisis separados aunque interdependientes~33.

Sea cual sea el enfoque predominante que se adopte, lo cierto es que la idea de que existe una interdependencia entre los referentes de los conceptos de cultura y personalidad, y de que en toda cultu- ra se plasman ciertas formas estandarizadas de comportamientos sociales-tipo, se basa en una serie de supuestos que es conveniente explicitar.

Así, un primer punto de referencia lo constituye la convicción de que en toda sociedad existen determinadas experiencias y determi- nadas necesidades comunes a todos los hombres, y también deter- minadas formas institucionalizadas de enfrentarse con tales expe- riencias y de resolver tales necesidades. Por ejemplo las necesidades de reproducción y renovación de la población dan lugar a las insti- tuciones familiares, las necesidades de socialización de nuevos indi- viduos generan las instituciones educativas, las necesidades de man- tenimiento y sustento, son resueltas mediante las instituciones económicas, e t ~ . ~ ~

Kardiner ha sido uno de los analistas que más enfáticamente ha reclamado la «universalidad de determinadas experiencias comunes a todos los seres humanos cualquiera que sea la cultura de que pro- ceden~35, e igualmente ha subrayado que «el número de posibilida- des de intentar la satisfacción de ciertas necesidades biológicas del hombre es limitadan36. Las instituciones, es decir, las modalidades

33 Stephan P. Spitzer: The sociology of personality. Van Nostrand Reinhold, Nueva York, 1969, pág. 1.

34 K. Young y R. Mack: Sociologia y vida social. Uteha, México, 1967, págs. 117 y SS.

35 A. Kardiner: El individuo y su sociedad, op. cit., phg. 93. 36 Ibid., pAg. 432.

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270 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA CULTURA. PERSONA. SOCIEDAD 271

fijas y aceptadas para resolver tales necesidades en cada cultura fue- ron divididas por Kardiner en dos grandes grupos: las instituciones primarias (organización de la familia, formación del grupo propio, las disciplinas básicas, la lactancia, el destete, el cuidado institucio- nalizado del niño, la educación anal, los tabúes sexuales, las técni- cas de subsistencia, etc.) y las instituciones secundarias (sistemas de tabús en general, la religión, los ritos, los cuentos populares y las téc- nicas de pensamiento)37.

Teniendo en cuenta que el ser humano es bastante moldeable y que, como hemos visto, es un producto de la cultura, podremos lle- gar fácilmente a la conclusión de que todo esto implica que las estruc- turas básicas de personalidad son imitadas fundamentalmente mediante la asunción de las pautas culturales establecidas. La expe- riencia, sin embargo, demuestra que aunque la mayor parte de los individuos de una sociedad se adaptan bastante bien a los tipos pre- dominantes de personalidad -buscando una aproximación a la idea de «normalidad», de «común denominador», etc.-, siempre hay gru- pos e individuos no adaptados, no integrados culturalmente. Estas faltas de adaptación revelan que la relación individuo-sociedad no es siempre una relación armónica, exenta de tensiones y conflictos. Lo cual nos lleva a plantear dos cuestiones importantes y mutua- mente relacionadas.

En primer lugar, al hablar de las relaciones entre cultura y personalidad, es necesario precisar cuáles son los límites y el alcan- ce de la capacidad conformadora de la cultura. Evidentemente los seres humanos poseemos importantes márgenes de libertad e inde- pendencia que, a un nivel global, garantizan las posibilidades de de- sarrollo dinámico, innovador y creativo de las culturas, y a un nivel particular, hacen posibles las propias singularidades personales, e incluso las «desviaciones», por muy fuertes que sean las presiones sociales y por muy sutiles y eficaces que puedan ser los procedi- mientos de endo-culturación.

En segundo lugar, es necesario plantear cuáles son las consecuen- cias y cuáles los problemas que crean, o pueden crear, a los indivi-

. . ---

l7 Ibtd., págs. 432 y SS.

duos los desajustes con los marcos institucionales de la cultura. En este sentido, la idea de «desajuste cultural» está abriendo en nues- tros días nuevas y sugerentes perspectivas al campo de la enferme- dad mental, a partir de la toma en consideración no sólo de los desa- justes de los individuos respecto a la sociedad, sino también del mismo carácter perturbador que algunas formas sociales sumamen- te competitivas, agresivas o individualistas pueden tener en el pro- pio desarrollo de la personalidad. Es el caso, por ejemplo, de los estu- dios sobre la «personalidad neurótica de nuestro tiempo» de Karen H ~ r n e y ~ ~ , o la misma posibilidad, más claramente planteada por Erich Fromm, de considerar el carácter enfermo o enfermizante de determinados tipos y formas de sociedad, que no satisfacen adecua- damente las verdaderas necesidades humanas39.

Sin embargo, y sin necesidad de llegar a plantear las cosas en estos términos, la realidad es que los datos empíricos en las socie- dades complejas demuestran que: a) realmente existen más clases de variación en los tipos de personalidad que los que se establecen en algunas clasificaciones esquemáticas; b) en las sociedades concretas se dan distintos grados de ajuste y acomodo a las pautas culturales dominantes y que, por tanto, c) hay también bastantes tipos de desa- rreglos y conflictos de personalidad como consecuencia de los pro- blemas y tensiones de ajuste entre las diversas influencias cultura- les posibles y hasta en las mismas diferencias en los papeles sociales que deben desempeñar simultáneamente los individuos y que, lógi- camente, pueden dar lugar, como ya vimos en el capítulo 5, a dis- tintos tipos de colisiones y conflictos de roles.

El hecho de que en sociedades complejas como las actuales todo individuo tenga que desempeñar simultáneamente varios roles lleva aparejado un importante germen de conflictividad. «En cierto senti- do -dirá Nisbet-, el conflicto -al menos en una medida leve- se edifica en la propia naturaleza de los roles y de su interrelación. Sólo si un individuo asumiera un rol único en su vida, y dicho rol que-

38 Karen Horney: La personalidad neur6tica de nuestro tiempo, op. cit. 3y Erich Fromm: Psicoanáiisis de /u sociedftd conlenipordnea. F.C.E., México, 1969.

Téngase en cuenta que el tltulo origlnal de esta obra en ingles era, precisamente, The sane society.

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272 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

dara aislado de algún modo de los roles asumidos por otros, resul- taría posible imaginar la desaparición total del conflicto. Pero en cualquier sociedad moderna occidental han de existir -en virtud del elevado nivel de diferenciación social en tal sociedad- muchas más posibilidades de conflictos de roles. Los conflictos de rol nos van acompañando a lo largo de toda nuestra vida. Cuanto más varia- da sea ésta, cuantos más roles se asuman y cuanto mayor sea el número de normas y aspiraciones a las que se está expuesto, mayor será, evidentemente, el número de conflictos de rol en la propia vidan40.

No resulta, pues, extraño que en estas complejas situaciones pue- dan surgir diversos tipos de conflictos y de colisiones de roles, que incluso lleguen a producir «incertidumbres» de conducta, compor- tamientos atípicos y no esperados y perturbaciones de personalidad (anemias, agresividades, pasividades, etc.).

En suma, pues, todo lo hasta aquí indicado nos lleva a la con- clusión de que la idea de ajuste absoluto a los patrones culturales no se corresponde con la realidad. Y no se corresponde, en primer lugar, porque la cultura absolutamente homogénea no existe en nuestro tiempo. Solamente una forma muy simple de cultura en una socie- dad muy rígida daría lugar a modelos con muy pocas «desviaciones» posibles.

En las sociedades complejas de nuestro tiempo, lo que en reali- dad existe es una cultura predominante y otras culturas secundarias, más o menos diversas y plurales; lo que abre la posibilidad de que los individuos reciban las influencias de ambientes culturales dife- rentes y, a veces, contrapuestos. Hay, incluso, quienes opinan que se ha llegado a un punto en el que «las normas de toda sociedad for- man una mezcolanza inconsistente y contradictoria (en especial en las sociedades grandes y complejas), de manera que si un individuo viola una norma es bastante posible que al mismo tiempo se esté conformando con otra~41.

40 Robert A. Nisbet: El vínculo social. Introduccibn a la Sociologia. Vicens Vives, Bar- celona, 1975, phgs. 153-155. '' Philip Slater: aLas bases sociales de la personalidad*, en N. Smelser (ed.): Socio- logia. Euramerica, Madrid, 1970, phg. 697.

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 273

Si a todo esto añadimos que la interdependencia mundial y la revolución en los sistemas de comunicación han multiplicado enor- memente en toda sociedad las posibilidades de conocimiento -y de influencias- de formas culturales muy diversas, comprenderemos por qué se ha podido decir que el concepto de influencia cultural, entendido en un sentido rígido, lineal y uniforme, ha entrado en una cierta crisis. En las sociedades complejas y diversificadas de nues- tros días resulta más pertinente y exacta, por tanto, la utilización del concepto de pluri-cultura.

A veces, incluso, en algunas sociedades actuales, la aceleración de los cambios, el creciente pluralismo cultural, y los mismos con- flictos de patrones culturales, están conduciendo a nuevas situacio- nes y experiencias sociales, en las que muchos individuos empiezan a sentir que han perdido criterios de orientación claros. Posiblemente la emergencia de nuevos tipos de personalidades, muy dúctiles y ~dir i - gidas por los otros», como aquellas de las que hablara Riesman, no obedece sino a una situación en la que se conjuga un fuerte deseo de conformismo y de adaptación a los criterios mayoritarios, con la búsqueda inmediata entre los seres circundantes de los criterios -y expectativas de conducta- a partir de los que poder actuar con cierta seguridad.

En las sociedades de nuestro tiempo se puede constatar también la existencia de importantes tendencias culturales grupales, a partir de la acentuación de las diferencias con el conjunto social en modos de vestir, de peinarse, de actuar, etc. Un ejemplo de estos procesos de diferenciación y de identificación socio-grupa1 se está dando a través de las llamadas «nuevas tribus urbanas juveniles».

En una perspectiva mucho más general el aumento de los proce- sos migratorios, y la mayor complejidad social, tienden también a agudizar en las mismas sociedades las interinfluencias de tradicio- nes culturales de raíz histórica y geográfica muy diferente. Por ejem- plo, esto es lo que está ocurriendo con muchas de las influencias que se están ejerciendo en determinados sectores de la población de occi- dente por el pensamiento oriental, especialmente en cuanto a orien- taciones religiosas y formas de entender la vida y la dialéctica hom- bre-naturaleza.

Finalmente -y como matización a todo lo que hemos señalado hasta aquí- hay que tener asimismo en cuenta que los ajustes entre

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274 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

cultura y personalidad están también influidos por otro conjunto muy diverso de circunstancias, entre las que no podemos dejar de men- cionar las propias cualidades innatas de los individuos, o la misma manera diferenciada en que los distintos individuos experimentan los procesos de socialización y aprendizaje, así como la eficacia rela- tiva de los diversos sistemas de socialización, etc.

Por todo ello, pues, hay que tener en cuenta que, más allá de deter- minados niveles básicos y elementales, realmente la cultura influye en los individuos -como ha señalado Linton- a dos niveles y por dos vías diferenciadas. Por una parte «a la cultura se debe el grueso del contenido de cualquier personalidad y, también, por el énfasis que pone en determinados intereses y objetivos, una gran parte de la organización superficial de las personalidad es^^^. Sin embargo, por otra parte, la organización central de las personalidades indivi- duales, es decir, «los tipos psicológicos, no pueden explicarse com- pletamente sobre la base de las influencias c~lturales»~3, ya que las personalidades en sus perfiles más concretos y detallados son el resul- tado de la interacción de factores extraordinariamente múltiples y variados.

En resumen, y como conclusión, podemos decir que la dialécti- ca cultura-personalidad es una dialéctica muy compleja que se pro- duce tanto a partir de las influencias ejercidas desde la sociedad, como a partir de opciones que pueden ser libremente desarrolladas por los individuos -e incluso pueden ser estimuladas culturalmen- te-, en unos contextos sociales caracterizados por unas crecientes complejidades y una considerable heterogeneidad de las influencias culturales.

42 Ralph Linton: Estudio del hombre. F L E , MCxico, 1961, pág. 44. 43 Ibfd., pág. 468.

CULTURA, PERSONA, SOCIEDAD 275

1) ¿En qué se diferencian las sociedades humanas de otras sociedades animales?

2) Establecer una comparación entre la concepción del sentido común del término «cultura» y el concepto sociológico de cultura.

3) ¿Qué partes o facetas básicas implica una cultura?

4) ¿Que diferencias existen entre el concepto de «cultura» y el de «sociedad»?

5 ) Explicar qué es y en qué consiste el proceso de socialización: poner varios ejemplos.

6) Realizar un esquema de los principales aspectos de la cultu- ra señalados por Malinowski.

7) Comparar las principales definiciones de cultura formuladas por distintos autores.

8) Hacer una clasificación de los diferentes elementos de una cultura, según las propuestas de Linton, Johnson, etc.

9) Diferenciar entre los conceptos de «individuo», atempera- mento» y «personalidad».

10) ¿A qué nos referimos cuando hablamos de temperamento? Poner algunos ejemplos.

1 1) ¿Qué se entiende por estereotipos nacionales y por (~personali- dades básicas tipo»? Poner ejemplos.

12) Hacer una relación de algunos de los estereotipos regionales que se dan en la sociedad española.

13) La interacción entre la «orientación individual» de cada personalidad y el ((contexto social», ¿suele, ser siempre armó- nica? {Por qué?

14) ¿Cómo se lleva a cabo la dialéctica de influencias entre cul- tura-personalidad en las sociedades complejas de nuestro tiempo?

15) Analizar los principales desequilibrios y conflictos que pue- den darse en las personalidades de los individuos en las sacie- dades más avanzadas, profundizando en sus causas. Poner ejemplos.

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SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES

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Augusto Comte, en la lección 48 de su Curso de fllosofiu positi- va, al referirse al método comparativo como una de las tres gran- des vías de la indagación científica, subrayó la manera en que dicho método podía ser empleado con provecho no sólo para comparar. «los diversos estados coexistentes de la sociedad humana en las di fe- rentes partes de la superficie terrestre))', sino también para procc- der -dijo- a la comparación sociológica del hombre con otros animales y sobre todo con los mamíferos superiores»2. A Comte no parecía caberle duda de que esta perspectiva analítica sería nece- sariamente introducida -con «utilidad permanente- en la Socio- logía, tan pronto como «los estudios sociales fuesen adecuadamente dirigidos por el espíritu positivon3. La importancia de la acampa- ración racional entre las sociedades humanas y las sociedades ani- males~ venía reforzada, en opinión de Comte, por el ((carácter natu. ral de las principales relaciones sociales)) y el interés en conoce1 «los primeros gérmenes de las relaciones sociales, las primera2 institu~iones»~.

Después de Comte esta perspectiva ha sido objeto de un ciertc interés, aunque discontinuo y desigual, por parte de teóricos socia, les entroncados con muy diferentes escuelas, desde aquellos direc, tamente situados en la estela de la influencia de Danvin, hasta los que como Kropotkin consideraban la sociedad como algo anterior a hombre, o los que como Engels juzgaban imposible que el hombrc

1 Augusto Comte: Cours de Philosophie pasitive. Hcrmann, Paris, 1975, vol. 2, phg. 146 Ibfd., pdg. 144. Ibfd., pAg. 144. Ibfd., pdg. 145.

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280 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

descendiera de un antepasado próximo que no fuera sociables. Inclu- so, más recientemente no han faltado sociólogos que han llegado a afirmar enfáticamente que ala reflexión sociológica comienza con la pregunta sobre qué diferencia al hombre de otras especies»6.

El mismo Parsons, en un artículo publicado en The Amevican Sociological Review en 1964, se refirió críticamente a las «viejas perspectivas» en el análisis del sistema social y cultural, por su encapsulamiento «antropocéntrico», por no tener en cuenta la «con- tinuidades con el resto del mundo vivo», y por no «considerar las perspectivas humanas en directa continuidad con las sub-huma- nas»'.

Durante muchos años los hombres hemos intentado establecer rígidas barreras con el resto de los seres vivos. Nuestra forma de ser sociales se ha visto como una manifestación singular y única, dis- tinta a cualquier otra forma de vida en este planeta. Sin embargo, la realidad es que los hombres no podemos ser contemplados como los únicos seres sociales, ya que, a pesar de tantas resistencias psicoló- gicas y de otro orden, existe un cordón umbilical que nos mantiene unidos a la lógica global de lo social.

Durante los últimos años una gran cantidad de estudios nos han permitido conocer mejor la realidad de otras «sociedades animales», como los hormigueros, los termiteros, las colonias de aves, las comu- nidades de primates, etc., dando lugar a que el debate sociológico acuse una incidencia específica importante de estos temas, a partir, entre otras cosas, de la popularidad adquirida por los estudios rea- lizados desde el campo de la Etología, es decir, desde la ciencia que

5 «No es posible d i r á Engels- buscar el origen del hombre, el más social de los animales, en unos antepasados inmediatos que no viviesen congregados» (Federico Engels: El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre, en KarI Mam y Federico Engels: Obras escogidas. Akal, Madrid, 1975, vol. 2, pág. 80).

Lewis A. Coser y Bernard Rosemberg (eds.): Sociological theory. MacMillan, Nue- va York, 1976, pág. 17.

Talcott Parsons: ~Evolutionary Universals in Societyn, The American Sociological Review, vol. 29, Nueva York, febrero, 1964, pág. 339.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 28 1

se ocupa del estudio de los comportamientos y las costumbres o hábi- tos de los animales.

Las razones que explican por qué se ha producido una gran popula- rización de los estudios etológicos, incluso más allá del campo de los especialistas, son de dos órdenes. Por una parte, en las últimas déca- das han visto la luz una considerable cantidad de investigaciones rea- lizadas básicamente por biólogos sobre la vida social de diversas espe- cies animales. Especialmente en los años posteriores a la 11 Guerra Mundial, la atención por la vida social de los animales se va a incre- mentar, ampliándose de las especies que habían merecido tradicio- nalmente una mayor atención (termitas, hormigas, abejas e incluso, aves), a determinadas especies de primates (macacos, chimpancés, gorilas, babuinos, etc.). Algunas de las investigaciones sobre la vida social de los grandes monos produjeron resultados llamativos, y en algunos casos incluso sorprendentes, lo que, a su vez, contribuyó a animar varias experiencias singulares, especialmente en el campo de los intentos de socialización y aprendizaje de primates y, sobre todo, en la perspectiva de intentar lograr su adiestramiento en el campo de la comunicación y del lenguaje

g.

A su vez, desde otra perspectiva, al impacto causado por muchas de estas investigaciones y experimentos, se unió la influencia de las nuevas orientaciones analíticas de aquellos investigadores que par- tiendo de unas metodologías propiamente etológicas han abordado -a veces con trabajos de considerable impacto popular- el estudio de la realidad social y biológica del hombre. Así ha ocurrido, por ejemplo, con los estudios y proyecciones de Lorenz sobre la agresi- vidadg, con los estudios de Desmond Morris sobre el «mono desnu- donlo y, con los de Tiger y Fox sobre el «animal imperial»" y, desde

8 Un resumen de la amplia bibliografía existente sobre este tema puede verse en R. y B. Gardner, P. Lieberman, D. Premack, D. Rumbaugh y otros: Sobre el lenguaje de los antropoides (Compilación de textos de Víctor Sánchez de Zabala), Siglo XXI, Madrid, 1976.

9 Konrad Lorenz: Sobre la agresión el pretendido mal. Siglo XXI, Madrid, 1980 (pri- mera edición en alemán en 1963).

' 0 Desmond Morris: El mono desnudo. Un estudio del animal humano. Plaza Janes, Barcelona, 1969 (primera edición en ingles en 1967).

1 1 Lionel Tiger y Robin Fox: The imperial animal. Holt Rinehart y Winston, Nueva York, 197 1.

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282 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

otra perspectiva, con los de Raymond Dart y Robert Ardrey sobre la «hipótesis del cazador» y «el mono asesino»12, etc.

En bastantes de estos casos, lo que se ha perseguido en buena medida ha sido utilizar las perspectivas metodológicas de la Etolo- gía para llegar a un mejor y más amplio conocimiento sobre la rea- lidad social humana, o como ha señalado Robert Hinde, utilizar los conocimientos que proporcionan «algunos estudios de las especies no humanas» en la medida en «que pueden ayudarnos a entender la conducta social del hombrep13. De ahí la importancia de estos temas para la Sociología.

Sin embargo, en los últimos años el impacto causado principal- mente por libros como el de Wilson, Sociobiología. La nueva sínte- sis14, o el de David Barash, Sociobiology and Behaviov15, ha contri- buido a dar un sesgo distinto a estas cuestiones, al tiempo que ha pi.oporcionado un nuevo impulso a la discusión de muchos de los temas relacionados con esta problemática, sobre todo en la medida en que la Sociobiología pretende no sólo buscar, como vimos, una liindamentación biológica del fenómeno social, sino también, y espe- cialmente, en cuanto intenta re-encontrar el cordón umbilical que nos mantiene unidos a los hombres a la lógica global de lo social. Existe -sostendrá Wilson- un fuerte hilo conductor que «va desde las conductas de las colonias de termes y hermandades de pavos has- ta el comportamiento social del hombrenl6.

La Sociobiología será definida por el propio Wilson precisamen- te «como el estudio sistemático de las bases biológicas de todo comportamiento social» 17.

l 2 Robert Ardrey: La evolución del hombre: la hipótesis del cazador. Alianza, Madrid, 1978.

l 3 Robert A. Hinde: Bases biológicas de la conducta social humana. Siglo XXI, Méxi- co, 1977 (primera edición inglesa en 1974).

l 4 Edward O. Wilson: Sociobiología. La nueva síntesis. Omega, Barcelona, 1980 (pri- mera edición en inglés en 1975).

1.5 David P. Barash: Sociobiology and Behavior. Hodder y Stoughton, Londres, 1982. Se trata de una edición corregida y aumentada de una obra publicada en 1977.

16 Ibld., pág. 133, Vid. también Edward O. Wilson: On human nature. Harvard Uni- vcrsity Press, Cambridge, Massachusetts, 1978.

' 7 Edward O. Wilson: Sociobiologta. L . nuevu stnte.si.s, o p . cit . , p8g. 4 .

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 283

Las reacciones que han tenido lugar desde los círculos socioló- gicos ante tales pretensiones de absorción disciplinar y de reduc- cionismo biológico, a veces han combinado -y acumulado- ele- mentos de defensa de un campo de especialidad científico propio (el de la Sociología), junto con valoraciones y consideraciones crí- ticas de mayor entidad analítica (la verosimilitud del reduccionis- mo biológico). Sin embargo, en ocasiones ocurre que la sensibili- dad despertada por esta polémica es asociada a otras perspectivas críticas más generales sobre los enfoques evolucionistas en general -lo que ha dado lugar a que se reabran nuevamente algunos vie- jos debates sociológicos-, al tiempo que las específicas tesis de la Sociobiología han sido tratadas y enjuiciadas, con harta frecuen- cia, de manera conjunta con las perspectivas etológicas a las que nos hemos referido.

De esta forma se ha llegado incluso a una cierta situación de cla- ra «desconfianza» entre determinados círculos sociológicos ante las nuevas perspectivas abiertas desde estas, en muchos aspectos varia- das y plurales, plataformas analíticas, a las que frecuentemente se pretende reducir intelectualmente a un común denominador.

El tema de las relaciones, diferencias y similitudes entre las sociedades humanas y las sociedades animales no puede ser despa- chado de forma sencilla ni simplificadora, debido no sólo a unos mínimos imperativos de honestidad intelectual -que obligan a con- siderar y evaluar con objetividad e imparcialidad todos aquellos datos que sean fruto de una tarea investigadora científica y rigurosa-, sino también por importantes razones de fondo relacionadas con la sig- nificación específica de los fenómenos sociales.

Por ello, antes de continuar con el hilo de nuestra exposición, parece necesario que nos refiramos aquí, siquiera sea brevemente, a algunas de las causas que nos pueden permitir comprender mejor la especial sensibilización que toda esta problemática despierta en algu- nos círculos sociológicos, en el contexto general del debate sobre el «continuo social».

2. EL DEBATE SOBRE EL CONTINUO SOCIAL

Aparte de las razones de fondo que es posible plantear ante algu- nas de las tesis a las que nos hemos referido en el epigrafe anterior,

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284 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

es preciso tener en cuenta que en la reacción que en bastantes ambien- tes sociológicos despiertan los análisis de los sociobiólogos y los et6- logos, en general, hay cierto componente de afirmación -incluso territorial, podríamos decir- de la especificidad del propio campo profesional de la Sociología. En tal sentido este fenómeno, a veces, se ha pretendido explicar a partir de la propia peculiaridad y ambi- valencia de las relaciones entre la Biología y la Sociología que se han producido desde los mismos orígenes de la Sociología, debido a las necesidades de afirmación de la especificidad diferenciada de sus campos temáticos en relación con los propios de la Biología18.

En las primeras etapas de desarrollo de la Sociología parecía que sc habían abierto importantes vías de comunicación y empalme con pcrspectivas próximas a la Biología, precisamente de la mano de la inlluencia de los enfoques spencerianos. Sin embargo, la línea ini- cialmente abierta por Spencer vino dificultada muy pronto no sólo por la lógica de las propias necesidades internas de la Sociología para alcanzar un desarrollo autónomo y suficientemente diferenciado de otras disciplinas, sino también por la misma proyección y alcance socio-político más general que adquirieron los enfoques del llamado danvinismo social, unidos a la misma mala prensa de que gozaron algunos de los planteamientos más ingenuos del organicismo spen- ceriano. Lo cual en su conjunto contribuyó a bloquear muchas de las posibilidades de colaboración mutua en este campo19.

Por otra parte, junto a la influencia de tal tipo de factores de descré- dito histórico, a veces también se ha querido ver un componente de ((resistencia psicológica» para una consideración imparcial y dis- tanciada de esta problemática. Sigmund Freud (1 856-1939), por ejem- plo, interpretó algunas de estas resistencias, como una reacción psi- cológica defensiva a lo que todas las teorías de la evolución pueden implicar de cierta agresión y ofensa al narcisismo humano, tal como éste se ha formado a través del desarrollo de las concepciones tra- dicionales sobre el hombre.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 285

«En el curso de la evolución cultural -apuntó Freud-, el hom- bre se consideró como soberano de todos los seres que poblaban la tierra. Y no contento con tal soberanía, comenzó a abrir un abismo entre él y ellos. Les negó la razón y se atribuyó un alma inmortal y un origen divino, que le permitió romper todo lazo de comunidad con el mundo animalJ0. Para Freud, como es sabido, las teorías evo- lucionistas de Danvin y sus seguidores fueron -de acuerdo con está interpretación- una de las tres grandes ofensas históricas al narci- sismo de la Humanidad: «la ofensa biológica». Ofensa que, obvia- mente, se amplifica con la posibilidad de extender y completar el esquema biológico de la evolución al campo de lo socia121.

De igual manera, otro factor de resistencia frente a la aceptación de la tesis de la continuidad de las formas sociales, procede también de la manera en que la llamada «hipótesis del cazador)), como ele- mento decisivo en determinadas explicaciones sobre la evolución de las organizaciones sociales en los homínidos, aparece asociada a interpretaciones que llevan a contemplar dicha hipótesis con cierta antipatía e incluso con «repugnancia».

El desarrollo de la práctica social de la caza debió jugar un papel fundamental en todo el proceso de hominización, no sólo desde el punto de vista de la subsistencia, sino también en todo lo que se rela- ciona con el perfeccionamiento, especialización y evolución de las primeras formas de organización social, en cuanto que la práctica de la caza implicaba un desarrollo de la división del trabajo, un estí- mulo para el perfeccionamiento de los útiles de acoso y ataque, de despiece, de condimentación, etc., y una clara complejización de los sistemas de comunicación asociados a todo lo anterior (coordina- ción práctica de las tareas de acoso y ataque y organización de la producción social de útiles y herramientas propias de una «cultura de cazan).

'Wilary Callan: Etologia y sociedad. F.C.E., MBxico, 1973, págs. 25 y SS.

I Y Sobre algunas de las implicaciones ideológico-polftlcaa del usocialdanvinismon, vid., por ejemplo, Hans Widmer: «El danvinismo rocial. Su valor como prueba de ideo- logizaci6n de la concienciaw, Sistema, n." 21, Madtld, 1977, plgri. 49-67.

20 Sigmund Freud: Una dificultad de psicoanálisis, en Obras completas, vol. 11, Biblio- teca Nueva, Madrid, 1948, pág. 1018.

2 1 Las otras dos grandes ofensas al «amor propio)) de la Humanidad han sido, según Freud, la uofensa cosmol6gica, infligida por Copérnico al refutar la ilusión de que la Tie- rra es el Centro del Universo, y la .ofensa psicológica» inferida por el Psicoanálisis al demostrar que el Yo no es completamente soberano (op. cit., págs. 1016-1020).

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286 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

Sin embargo, algunos datos arqueológicos han dado lugar a la formulación de ciertas hipótesis de acuerdo con las cuales en el lar- go camino de la hominización, el proceso de diferenciación respec- to a otras especies, tanto en la misma práctica de la caza, como en la más necesaria y enfática defensa del territorio, acabó gestando un componente social fuertemente agresivo y violento. Es lo que se cono- ce como la hipótesis del amono asesino». Robert Ardrey se ha refe- rido a esta hipótesis, en tono bastante enfático, señalando que «si entre todos los miembros de los primates el ser humano es único, aun en sus más nobles aspiraciones, ello es porque sólo nosotros, a través de incontables millones de años, nos vimos continuamente obligados a matar para sobrevivir». «El hombre es hombre -dirá Ardrey-, y no un chimpancé, porque durante millones y millones de años en evolución ha matado para

Algunos descubrimientos arqueológicos -especialmente los de las cuevas de Makapan en Suráfrica- en los que se encontraron res- tos de australopithecus junto con cráneos de papiones y restos de muchos otros animales, permitieron a Dart lanzar la hipótesis del «mono asesino)), después de comprobar que muchos de estos cráne- os, tanto de papiones como de australopithecus, habían sido destro- zados violentamente con instrumentos punzantes. Ciertamente, si aso- ciamos los descubrimientos de este tipo con las prácticas de canibalismo, aún bastante recientes en el tiempo, con los sacrificios humanos, y con la inveterada y sangrienta práctica de la guerra, com- prenderemos cómo se pueden formar los principales elementos de un rompecabezas, a partir del que no resulta difícil -ni extraña- la presentación de nuestra evolución humana como especialmente sangrienta y violenta.

Hoy en día, no obstante, las hipótesis de Dart y de los que con él coinciden, han sido objeto de una viva contrastación, tanto a lo que hace a la propia validez de las pruebas arqueológicas como a la expli- cación antropológica del papel de la agresividad23. Por ejemplo

22 Robert Ardrey: La evolución del hombre: la hipótesis del cazador, op. cit., págs. 17 Y 18.

2-n este sentido, por ejemplo, puede verse el libro de Ashley Montagu: La naturafe- za de la agresividad humana. Alianza, Madrid, 1978, y Ashley Montagu (ed.): Hombres y agresidn. Kairós, Barcelona, 1970.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 287

Richard E. Leakey ha puesto en duda que los destrozos en los crá- neos de las cuevas de Makapan hayan sido resultado de acciones vio- lentas voluntarias, sugiriendo la posibilidad de que se hayan produ- cido como consecuencia de la presión de diversos objetos duros y punzantes como resultado del peso de los sedimentos, que llegaron a alcanzar en estas cuevas hasta 30 metro+.

Sin embargo, lo que no puede negarse es que la historia conoci- da del hombre ha estado fuertemente marcada, junto a otras cosas, por una práctica muy intensa de la guerra y la violencia. El hombre, en este sentido, puede ser considerado específicamente como el ser vivo por antonomasia que practica la guerra organizadamente den- tro de su especie. La especialización en el «arte de la violencia» de las antiguas partidas de caza y el desarrollo de los ((ejércitos orga- nizados~ es, quizás, uno de los elementos que explica por qué nues- tra especie pudo adaptarse y sobrevivir, especialmente en contextos hostiles, a pesar de la insuficiente capacidad y la parca dotación natu- ral de elementos de ataque y defensa. ¿Y si esto ha sido así -se pre- guntarán algunos- en el pequeño período de historia conocido, qué no habrá sido a lo largo del dilatado período de la hominización?

Por esta razón, y debido a la antipatía que despiertan estas teorí- as, y quizás a la misma resistencia inconsciente a profundizar en sus orígenes, se comprende la frecuencia con que las comparaciones a que se recurre para establecer la diferenciación entre los modelos sociales propios de los primates, por un lado, y los hombres, por otro, caen en la falacia simplificadora de «prescindir» de una gran cantidad de eta- pas y estadios intermedios que se prolongaron durante cientos de miles de años y que, sin duda, nos podrían permitir conocer mejor los orí- genes remotos de las formas de lo social. Así un gran número de estu- dios han puesto énfasis en intentar resaltar, antes que nada, las dife- rencias entre las sociedades humanas y las de primates. Éste es el caso, por ejemplo, de Washburn y Devore, que en su estudio sobre la vida social de los babuinos reproducen un claro esquema en el que se refle- jan muy palmariamente las diferencias entre las sociedades de babui- nos y las humanas en lo que se refiere a su adecuación al «nicho eco-

z4 Richard E. Leakey: La formacidn de la humanidad. Ediciones del Serbal, Barcelo- nu, 1 YH 1 , p6gs. 223 y SS.

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lógico», a su «sistema económico», a su «sistema social» y a su modo de «comunicación»25. Pero, en este tipo de comparaciones general- mente se piensa en términos de las sociedades humanas modernas, sin tener en cuenta la verdadera naturaleza de ciertos tipos de socie- dades muy primitivas llegadas hasta nuestro tiempo, como, por ejem- plo, las sociedades cazadoras-recolectoras de los K ~ n g ~ ~ , como la «des- conocida~ «tribu tasa-dayn27, o como los desaparecidos tasmanos, así como otras comunidades primitivas australianas, etc.

Sin embargo, el verdadero salto en las comparaciones es el que se establece entre las comunidades de simios más inteligentes y desarrollados actualmente existentes (como pueden ser las de chim- pancés y gorilas), y las de todo aquel amplio conjunto de comuni- dades de homínidos hoy desaparecidos, y de las que sólo dispone- mos de algunos pocos restos fósiles y otros indicios arqueológicos.

Ciertamente, y por citar solamente a los homínidos más cercanos a nosotros, lo que sería preciso conocer, para poder establecer con rigor la verosimilitud de la hipótesis del continuurn social, es cuál f~ie la verdadera naturaleza de las sociedades de oreopithecus, de rarna- pithecus, de australopithecus, de horno habiíis, etc., que vivieron en este planeta hace millones de años. Lo que, a su vez, nos lleva a reco- nocer la necesidad de no entender el concepto «horno», como un con- cepto completamente cerrado y delimitado.

En este sentido debe tenerse en cuenta, como ya hemos señala- do, que actualmente se estima que el horno sapiens cuenta con más de 150.000 años de vida sobre la tierra, y que los rastros de los homí- nidos pueden datarse en más de cuatro millones de años28. Lo que nos obliga a considerar el proceso de hominización como un proce- so sumamente dilatado en el tiempo y del que aún carecemos de mucha información. Por lo que es difícil establecer las comparacio- nes precisas entre las formas sociales humanas y las de los princi-

25 S. L. Washburn e Y. Devore: «La vida social de los babuinos)), en Selecciones Scien- t ific American, Biología y Cultura. Herman Blume, Madrid, 1975. págs. 144-145.

*"Algunas interesantes y significativas referencias al sistema social de este gru- po pueden verse en Richard E. Leakey: La formación de la humanidad, op . cit., págs. 99 y SS.

27 La existencia de esta comunidad primitiva no fue conocida hasta 197 1 .

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 289

pales primates, sin tener información sobre tan amplio conjunto de etapas y referencias intermedias.

Pero los interrogantes no sólo surgen por estas vías, sino que tam- bién desde el punto de vista de las comunidades actuales de primates hay algunas cuestiones aún bastante controvertidas, y desconocidas hasta hace bien poco, especialmente las que hacen referencia a los sis- temas de comunicación y a la misma fabricación y utilización de herra- mientas; temas de los que nos ocuparemos más adelante.

Llegados a este punto, es necesario precisar aquí que el objetó de este capitulo no es profundizar en todas estas polémicas, ni tampo- co, claro está, entrar directamente en la discusión sobre la Socio- biología, sino que lo que aquí nos ocupa es la consideración de las relaciones y diferencias entre las sociedades humanas y las socieda- des animales con más amplitud.

Como hemos podido ver en los capítulos anteriores lo social en el hombre no es un simple impulso general, ni una mera tendencia agregatoria compartida con el común denominador, o al menos con la mayoría de los seres vivos, sino que la sociedad es para los huma- nos parte constitutiva de su propia realidad. Por ello venimos insis- tiendo en que, sin lo social, sin la cultura, el hombre, lo que hoy entendemos por hombre, no sería posible, ni siquiera sería concebi- ble como tal. De ahí que los sociólogos siempre hemos reclamado la especificidad de lo social en el hombre.

No obstante, en los últimos tiempos no es infrecuente que la reivindicación de lo social-humano, como una realidad substantiva- mente distinta de cualquier otro fenómeno de «agregación», haya querido ser presentada, a veces, como una reivindicación insufi- cientemente fundada, y ajena y desconocedora del principio general de «unidad de la lógica de lo vivienten, lógica que cada vez va a ser reclamada más enfáticamente desde otras disciplinas29.

En la mayoría de los manuales de Sociología lo usual, hasta hace poco tiempo, era encontrar toda una serie de argumentos iniciales con los que se pretendía fijar unas barreras diferenciadoras cualitati- vamente distintas y absolutamente claras y netas entre el tipo de socie-

89 ?rati~.ols Jacob: La ldgica de lo viviente. Laia, Barcelona, 1973. 2 W d . capitulo segundo.

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290 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

dad humana, por un lado, y las restantes sociedades animales y un más general «estado de naturaleza», por otro. Sin embargo, actual- mente -y al margen de que se compartan o no se compartan algunos de los planteamientos a los que hasta aquí nos hemos referido- la verdad es que, aun reconociendo las diferencias, la «claridad» de estas líneas arguméntales tiende a quebrarse, al tiempo que las barreras de diferenciación empiezan a aparecer como mucho más difuminadas.

Como ha señalado entre otros Philip Slater, «si definimos la existen- cia en sociedad (en oposición al «estado de la naturaleza») como un permanente vivir dentro de un grupo definible que se distingue profun- damente de otros grupos similares, en condiciones tales que: a) sea imposible la supervivencia fuera del grupo; b) la interrupción del proce- so normal de socialización impida que se alcance un comportamien- to plenamente adulto, y c) el comportamiento adulto de cada día se encuentre limitado, controlado y conformado por otros miembros del grupo, habremos de admitir en tal caso que la mayoría de los prima- tes viven en sociedades y no es un «estado de naturalezado.

Hoy en día, un gran número de estudios muy pormenorizados nos permiten tener un conocimiento bastante completo sobre los fenó- menos societarios, no solamente referidos a los tipos de agrupa- mientos más próximos a los nuestros, como pueden ser los de los grandes monos, sino también respecto a las sociedades de insectos, de castores, de aves, de lobos, etc. El desarrollo de los estudios eto- lógicos está permitiendo, así, profundizar en los distintos tipos de relaciones sociales (las asociadas a la territorialidad, las relaciones de dominio, las de jefatura, las de cuidado materno y estimulación mutua), así como en las distintas funciones que puede cumplir la sociabilidad (desde las meras funciones de «defensa contra las pre- siones del medio», hasta las mayores oportunidades de organizar mejor la alimentación, de autocontrolar la reproducción en función del territorio y la escasez de alimentos, de optimizar la capacidad de adaptación mediante el establecimiento de tradiciones sociales que son transmitidas y aprendidas de generación en generación, e t ~ . ) ~ l .

30 Philip E. Slater: <<Las bases sociales de la personalidad)), en N. J. Smelser (ed.): Sociologfa. Euramérica, Madrid, 1970, pág. 682.

3' P. H. Klopfer: Introduccidn al comportamiento aninral. EC.E., Madrid, 1976, págs. 245 y SS.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 29 1

Sin embargo, a pesar de que resulte factible encontrar esquemas de comportamientos sociales bastante comunes en el mundo vivien- te, la realidad es que los tipos de agrupamientos sociales son muy diversos y, desde luego, resulta muy difícil que puedan ser com- prendidos en su totalidad en la clásica trilogía formulada por algu- nos analistas, referida solamente a las formas de apareamiento, a los núcleos familiares y a las manadas o rebaños, como las tres grandes categorías de las formas de sociabilidad animal. En realidad en cada una de estas tres dimensiones son tan numerosas las variedades que podemos identificar que la misma clasificación llega a perder bue- na parte de su sentido y utilidad.

La propia naturaleza de este libro nos impide desarrollar aquí esta temática en toda su amplitud y complejidad, pero, sin embar- go, para lograr una adecuada comprensión de la naturaleza de lo social parece necesario detenernos, siquiera sea brevemente, en dos formas de sociedades animales que, en cuanto que constituyen arque- tipos bastante diferenciados, nos pueden ayudar a comprender mejor las especificidades de la sociedad humana. Aunque un análisis más riguroso y detenido de las formas sociales en la naturaleza, nos lle- varía a distinguir, al menos, tres grandes categorías (lo que Wilson califica, junto a las sociedades humanas, como «los 4 pináculos de la evolución social»): las colonias de microorganismos e invertebra- dos, los insectos sociales y los mamíferos no humanos32; aquí vamos a considerar específicamente, en primer lugar, las sociedades de insectos y, en segundo lugar, las sociedades de primates.

3. LAS SOCIEDADES ANIMALES

Las sociedades superiores de insectos (abejas, hormigas y termi- tas en sus múltiples variedades) constituyen, según una opinión bas- tante generalizada, uno de los tipos de sociedades animales más anti- guas conocidas. Algunas de estas sociedades, como las de las termitas, presentan formas de organización social muy sofisticadas, con una rígida división del trabajo que se traduce en la existencia de distin- tos tipos de individuos muy diferenciados entre sí (reproductores de

Edward O. Wilson: La Sociobiologla, sp, cit., pAp. 395 y SS.

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292 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

varios tipos, obreros, soldados de distinta clase: con trompa lanza- dora de líquidos, con mandíbulas cortantes, etc.), que tienen su pro- pio sistema de comunicación, que construyen edificaciones con com- plejas y sofisticadas formas arquitectónicas (produciendo una especie de cementos ensalivados con mezclas de madera y excrementos), que regulan la temperatura de sus moradas, que cultivan algunas varie- dades de hongos, que «estabulan» una especie de pulgones que les sirven como fuente de alimentación, etc.

Las sociedades de insectos son, sin embargo, sociedades básica- mente estáticas en las que no se producen modificaciones y en las que no existen márgenes significativos de variación en el comporta- miento de los individuos. En estas peculiares formas de organiza- ción, lo social es morfológico y la diferenciación de papeles sociales viene acoplada a la misma diferenciación biológica de los individuos. El comportamiento social es automático, mecánico, rígido, sin cam- bios años tras años. Las sociedades, en su conjunto, funcionan con una extraordinaria y sorprendente precisión, casi como si fueran una especie de gran «organismo» viviente.

¿Se parecen en algo este tipo de sociedades a las sociedades huma- nas? Como ha señalado Marcel Sire, «las sociedades de insectos y las humanas tienen como puntos comunes los siguientes: división del trabajo, jerarquía, reparto de los individuos en clases o castas, construcciones colectivas, lenguaje, nuevo enjambre cuando la pobla- ción se hace superabundante en un lugar dado, y equilibrio cualita- tivo y cuantitativo de las poblaciones por autorregulación. Estas con- vergencias -añadirá Marcel Sire- nos obligan a admitir, hasta que se demuestre lo contrario, que los insectos (sobre todo los hime- nópteros) y los hombres, representan el término de dos vías según las cuales se ha efectuado la evolución a la vez orgánica y psíquica del mundo animal ..., pero se trata, repetimos, de convergencias y no identidades, pues ... las sociedades de insectos, se basan en lo auto- mático y lo orgánico, mientras que las de los vertebrados están basa- das en lo psíquico~33.

Marcel Sire: La vida social de los animales. Martlnez Roca, Barcelona, 1968, pAg. 185.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 293

Tal tipo de conformaciones diferenciadas han permitido, incluso, hablar del enjambre, del hormiguero y del termitero, casi como de una especie de estadio intermedio entre determinados tipos de orga- nismos elementales integrados y las propias formas de agrupación social de los animales individualizados. En cualquier caso, lo cierto es que se trata de formas de organización social bastante distintas a aquellas otras que, también como mecanismo adaptativo, permitie- ron el desarrollo humano.

En este sentido no resulta extraño que el carácter sorprendente de algunas de estas sociedades, de las que el termitero constituye el arquetipo más claro, haya dado lugar a reflexiones profundamente pesimistas sobre determinadas formas de organización social. El ter- mitero, así, se ha presentado a veces como ejemplificación aberran- te de a dónde puede conducir la rigidificación perfeccionante de las organizaciones sociales. Maeterlinck, por ejemplo, ha puesto un gran énfasis en subrayar el peligro del modelo social del termitero, al que presentará como la forma de civilización «más antigua», «más curio- sa», «más inteligente» y, en cierto sentido -dirá-, la más lógica, mejor adaptada a las dificultades de la existencia», al tiempo que la más «feroz, siniestra y a menudo repugnante». «Se diría que estas sociedades de insectos -observará Maeterlinck- que nos preceden en el tiempo, han querido ofrecernos una caricatura, una parodia anticipada de los paraísos terrestres, hacia los cuales se encaminan la mayor parte de los pueblos civilizados; y se diría, sobre todo, que la naturaleza no quiere la felicidadJ4.

Sin embargo, la realidad es que este tipo de gregarismo, esta cla- se de instinto social de los insectos, no se presenta de la misma mane- ra en las sociedades de animales vertebrados. Estos animales, espe- cialmente los monos desarrollados, están vivamente orientados a la sociabilidad, pero sin embargo sus sociedades no están tan rígida- mente estructuradas y los individuos mantienen márgenes bastante amplios de independencia y libertad. Así, mientras que los inverte- brados aceptan pasivamente una situación de subordinación tiráni- ca al todo social, entre los primates la jerarquía social (que también

34 Mauricio Maeterlinck: La vida social de los termes. Espasa Calpe, Madrid, 1967, pAgs. 13- 14 y 109.

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suele ser bastante rígida) y las situaciones de dominación (que tam- bién son bastante despóticas), no vienen determinadas por los ras- gos morfológicos diferenciados heredados, sino que se producen entre individuos iguales, en procesos de afirmación en los que influ- yen tanto los rasgos propios del individuo (su fuerza, su agresividad, etc.), como la experiencia social del grupo; experiencia en la que la dominación ha de afirmarse y mantenerse cotidianamente y en la que las jerarquías pueden ser contestadas, y cambiadas, como de hecho ocurre.

La realización durante las últimas décadas de una gran cantidad de estudios sobre sociedades de primates (babuinos, chimpancés, gibones, gorilas, macacos, etc.) ha permitido completar bastante nuestra concepción tradicional sobre la naturaleza de los agmpa- mientos sociales entre estos animales. Lo primero que se ha podido comprobar con estos estudios es que las sociedades de los primates -como antes apuntábamos- son más complejas y variadas de lo que a primera vista pudiera parecer.

Refiriéndose en concreto a los babuinos, Washburn y Devore han subrayado muy enfáticamente, tanto su fuerte e intensa motivación social como el carácter marcadamente adaptativo de la forma de vida grupal; «la tribu -dirán- comparte una considerable tradición social. Cada tribu tiene su propio territorio y una segura familiari- dad con las fuentes de alimentación y de agua, caminos de huida, refugios seguros y lugares para dormir. Como consecuencia de este sistema de vida social, las actividades de todos los miembros de la tribu se hallan coordinadas en todas las etapas de la vida. Contem- plando el hecho en el contexto de la evolución -concluirán- pare- ce claro que, a la larga, sólo han sobrevivido los babuinos socializa- dos»35.

La vida en este tipo de comunidades, incluso con sus reglas de adaptación y selección, ha ido determinando la desaparición de los animales menos gregarios, bien por exclusión, bien por los mayores riesgos de muerte de los individuos aislados y solitarios, al tiempo que se han ido reforzando todos los factores que potenciaban el

35 S. L. Washburn e Y. Devore: «La vida soclal de l o ~ bahuinosm, en Selecciones Scien- tific American: Biologla y cultura, op. cit., pAg. 145,

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 295

aprendizaje y la misma práctica de la sociabilidad. El carácter vital de la sociabilidad en este tipo de comunidades explica, pues,el vigor e incluso el carácter altamente emocional de los vínculos sociales, que tanto ha llamado la atención de algunos estudiosos.

Intentando reflejar la complejidad de estas sociedades, Melotti ha señalado la necesidad de distinguir, al menos, entre .siete grados de vida social, correspondientes a otras tantas formas de organización social)) y «cuatro tipos fundamentales de sociedades de primates)). Las siete formas, o grados de vida social, según Melotti, son: a) «el grupo materno constituido por una hembra adulta y su prole inma- duran; b) «el grupo biparental, constituido por dos individuos adul- tos de sexo distinto y por los hijos inmaduros de la hembra»; c) «el grupo promiscuo simple, constituido por la asociación estable, pero poco organizada, de una pluralidad de individuos de ambos sexos y de todas las edades»; d) «el grupo múltiple monomasculino, consti- tuido por la asociación de un macho adulto con varias hembras adul- tas y sus crías»; e) el grupo complejo coactivo, integrado por varios machos y varias hembras adultas con sus crías, así como por grupos juveniles, que se caracteriza por su carácter estable, impuesto por las duras exigencias del medio; f ) el grupo plurimasculino ordenado por edad (varios machos adultos de diferentes edades, hembras adul- tas, jóvenes y pequeños) (con gran tolerancia recíproca y más hem- bras que machos), y g) el grupo complejo abierto, «constituido por la convivencia libre de varios machos adultos, hembras, jóvenes y peque- ños, gracias al desarrollo de la tolerancia recíproca, consecuencia de un aumento considerable del control de la corteza cerebral sobre los comportamientos instintivos»36.

A su vez los cuatro tipos básicos de sociedades que Melotti conside- ra imprescindible distinguir son los siguientes: 1) las sociedades de los primates arborícolas del bosque (prosimios, simios arborícolas e hilobatinos); se trata de sociedades poco organizadas, con una vida arelativamente pacífica, pero a menudo individualista y conflictiva», que se desarrolla en un «medio seguro., con muchos refugios en escondrijos, árboles, etc.; 2) sociedades de los primates terricolas de

36 Umberto Melotti: El hombre, entre la naturaleza y la historia. Península, Barcelo- na, 198 1 , p8gs. 204-209.

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la sabana (simios rojos y babuinos): se desarrollan en medios peli- grosos que exigen una organización social rígida, o una gran capa- cidad de dispersión; 3) sociedades de los primates terrícolas de las zonas áridas (gelada, homadriada), que se localizan en medios pobres en recursos y carentes de refugios, lo que da lugar a una dispersión diur- na de grupos mono-masculinos en busca de alimento y a la «agru- pación nocturna en manadas muy numerosas»; y finalmente, 4) socie- dades de grandes antropoides (gorilas y chimpancés), que son las más evolucionadas y las que presentan una «mayor variabilidad intraes- pecífican, en función de los diferentes habitáis en que se localizan y los diferentes sistemas de a l imenta~ión~~.

En su conjunto, las observaciones registradas en numerosos estu- dios sobre las sociedades de monos permiten establecer, aun sobre considerables variaciones, algunos rasgos comunes a casi todas ellas. En primer lugar, se ha podido constatar la existencia de sentimien- tos de territorialidad. Cada sociedad se desarrolla en ámbitos geo- gráficos concretos, que defienden contra los intrusos. Los territo- rios sirven como fuente de obtención de alimentos. A su vez el propio sentimiento de territorialidad influye en la estructura de domina- ción interna del grupo, en la medida en que son también los machos dominantes los encargados de velar por la integridad territorial y por la misma defensa del grupo. Igualmente los sentimientos de terri- torialidad actúan como mecanismos autorreguladores en la dimen- sionalización del grupo, que ha de acoplarse a las mismas (~posibi- lidades alimentarias prácticas» que ofrece el territorio. Para algunos analistas, no obstante, el concepto de «territorio» en sentido clási- co no existe en los primates superiores; «en cambio hallamos -dirán- en los gorilas y los chimpancés lo que los antropólogos anglosajones denominan « home rangen , que podríamos traducir por ((espacio económico» o «espacio trófico», concepción del espacio que, por otra parte, querrá verse como bastante similar a la de las tribus o bandas de los pueblos cazadores-recolectores actualmente conocidos ~38.

3' Ibid., pig. 210. 38 J. Sabater Pi: El chimpanck y los orígenes de la cultura. Anthropos, Barcelona,

1978, p6g. 92.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 297

El segundo rasgo que es posible identificar en estas comunida- des es el de la autorregulación demográfica, que se plasma en el mantenimiento de las dimensiones del grupo mediante las prác- ticas de la exclusión. Los elementos excedentes juveniles son situa- dos en la periferia social y con frecuencia se ven segregados y obli- gados al éxodo y a la fundación de nuevas colonias en otros territorios.

En tercer lugar, en estas sociedades existe una clara diferencia- ción de lazos sociales y de estructuras de dependencia que reflejan la misma complejidad de sus sistemas sociales. Así, por ejemplo, Jane Beckman Lancaster, en un interesante libro-resumen sobre esta temá- tica39, se ha referido, en primer lugar, a las jerarquías generales de dominación, que aunque presentan cierta variedad, dan lugar en las sociedades más desarrolladas a un sistema despótico de jefatura, con sus oligarquías y cuasi-castas perfectamente identificadas.. .); en segundo lugar se encuentran los lazos entre madres e hijos (que cons- tituyen la principal estructura de nucleamiento familiar, aunque tam- bién se han detectado afinidades y solidaridades entre «hermanos» y comportamientos amparadores entre padres e hijos); en tercer lugar están los lazos entre machos y hembras (aunque en la mayoría de los casos no existen lazos estables, las formas de relación observadas son bastante variadas y van de los consorcios esporádicos a los per- manentes, pasando por los temporales, tanto en formas de relación de un macho con varias hembras, como de varios machos con varias hembras en grupos diferenciados, habiéndose observado incluso rela- ciones monogámicas)40.

39 Jane Beckman Lancaster: Primate bekavior and tke emergency of kuman culture. Holt, Rinehart y Winston, Nueva York, 1975.

40 Jane Beckrnan Lancaster: Primate bekavoir, op. cit., págs. 31 y SS. El sistema de asociación de varios machos con varias hembras que se ha podido observar entre los babuinos del centro y el sur de África ha llamado poderosamente la atención de muchos analistas. Perinat, por ejemplo, ha puesto cierto énfasis en subrayar cómo «este sistema "familiar" constituye un verdadero enigma social, ya que su estabilidad y cohesión supo- ne una complicada dinámica de grupo» (Adolfo Perinat: los fundamentos biológicos de la sociabilidadn, en J. E Marsal y B. Oltra (eds.): Nuestra sociedad. Vicens Vives, Barcelo- na, 1980. pág. 83.). Referencias sobre estos temas, especialmente sobre relaciones mo- nogámicas en los primates, pueden verse tambiCn en R. H. Hinde: Bases bioldgicas de la conducta social humana, op. cit., phgs. 307 y SS.

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LA EXPLICACIÓN SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

Junto a estos lazos entre machos y hembras, en las sociedades de primates también se ha podido observar -en cuarto lugar- el establecimiento de relaciones afectivas entre individuos del mismo sexo, en forma de nexos de solidaridad entre lo que algunos etólogos han llamado «grupos de compadres» y otros han calificado como «cama- rillas~, lo que ciertamente supone una mayor diversificación de las relaciones sociales. Finalmente a todo este tipo de lazos hay que aña- dir los existentes entre jóvenes, entre grupos «marginados» y expul- sados, entre hermanos, etc. Estos lazos pueden mantenerse durante bastante tiempo y dan lugar a significativos movimientos de solida- ridad en situaciones de conflicto y tensión, lo que hace que los enfren- tamiento~ y rivalidades entre «camarillas» y «grupos de compadres» y grupos de afinidad constituyan otro aspecto más de la vida social en estas sociedades.

A todo esto debemos añadir también la existencia de una cierta diferenciación de papeles por sexo y edad (en relación sobre todo a la protección del grupo, a la obtención de alimentos y a las tareas de cuidado y «adiestramiento» de las crías) e, incluso, por función, en el desarrollo de ciertas actividades de cooperación instrumental de caza. Con todo ello podemos tener una imagen bastante completa sobre la complejidad de los sistemas sociales existentes en las comu- nidades de primates, sistemas sobre los que disponemos de descrip- ciones bastante precisas y detalladas en un buen número de libros y monografías científicas.

Finalmente, un último bloque de cuestiones relacionadas con las sociedades de primates a las que es preciso prestar atención, para tener una adecuada visión de conjunto sobre ellas, nos conduce directamente a algunos aspectos cruciales del debate sobre el continuum de la natu- raleza de lo social: estas cuestiones hacen referencia, en primer lugar, a la naturaleza de los sistemas de comunicación entre los primates, en segundo lugar a la «fabricación» y utilización de utensilios, y en tercer lugar a las características de las «protoculturas» de los primates y a la manera en que se produce la «innovación cultural».

Ahora, sin embargo, y como paso previo indispensable antes de pasar a estos temas, debemos retomar el punto inicial de nuestra exposición para preguntarnos nuevamente sobre cuáles son los prin- cipales rasgos diferenciadores entre las sociedades de primates y las sociedades de insectos a las que antes no, hemos referido.

A primera vista, estos dos tipos de sociedades presentan externa- mente unos perfiles generales bastante diferenciados. En las socie- dades de primates lo social tiene un carácter menos rígido y mecá- nico y el margen de autonomía para las manifestaciones individuales es bastante considerable. Incluso no han faltado los que quieren ver, en la misma manera en que se afirman los sistemas de jefatura, una clara plasmación de este papel de lo individual: por ejemplo, en el propio instinto de dominación que traduce la lucha por afirmar la jefatura, en las disputas que se producen para alcanzarla, en la dia- léctica resistencia-obediencia que se produce continuamente, etc. Es decir, en estas sociedades hay un tipo de tensiones de competencia y confrontación que no son posibles sino a partir de un cierto desa- rrollo de los sentimientos de individualidad.

Por otra parte, en las sociedades de primates, y aun a despecho de la complejidad de sus estructuras, hay un considerable grado de dinamismo interno e incluso de aparente desorden, que contrasta con las características del termitero o del hormiguero. A veces, se ha descrito el funcionamiento de estas sociedades como el resultado de una combinación de rígidas obligaciones con un conjunto de movi- mientos demasiado desordenados. Como ha señalado Edgar Morin, «la complejidad aparece en esta combinación individuos/sociedad acompañada de desórdenes e incertidumbres y se conforma a partir de la permanente ambigüedad de su complementariedad, de su com- petitividad y en el límite de su antagonismo~41.

La manera en que esta peculiar conformación social puede influir en las propias posibilidades dinámicas de innovación y cambio revis- te una importancia indudable. Como el mismo Morin subrayará «el desorden (conductas aleatorias, competiciones, conflictos) es ambi- guo, pues de una parte es uno de los componentes del orden social (diversidad, variedad, flexibilidad, complejidad), mientrae que de otra sigue comportándose estrictamente como desorden, en decir, como amenaza de desintegración. Aun en esta última faceta es la amenaza permanente representada por el desorden la que otorga a la sociedad su carácter complejo y vivo de reorganizaci6n perma-

4 1 Edgar Morin: El purudigtnu perdido: el paraíso olvidado. Kairós, Barcelona, 1974, pág. 45.

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Junto a estos lazos entre machos y hembras, en las sociedades de primates también se ha podido observar -en cuarto lugar- el establecimiento de relaciones afectivas entre individuos del mismo sexo, en forma de nexos de solidaridad entre lo que algunos etólogos han llamado «grupos de compadres)) y otros han calificado como «cama- rillas~, lo que ciertamente supone una mayor diversificación de las relaciones sociales. Finalmente a todo este tipo de lazos hay que aña- dir los existentes entre jóvenes, entre grupos «marginados» y expul- sados, entre hermanos, etc. Estos lazos pueden mantenerse durante bastante tiempo y dan lugar a significativos movimientos de solida- ridad en situaciones de conflicto y tensión, lo que hace que los enfren- tamiento~ y rivalidades entre «camarillas» y «grupos de compadres» y grupos de afinidad constituyan otro aspecto más de la vida social en estas sociedades.

A todo esto debemos añadir también la existencia de una cierta diferenciación de papeles por sexo y edad (en relación sobre todo a la protección del grupo, a la obtención de alimentos y a las tareas de cuidado y «adiestramiento» de las crías) e, incluso, por función, en el desarrollo de ciertas actividades de cooperación instrumental de caza. Con todo ello podemos tener una imagen bastante completa sobre la complejidad de los sistemas sociales existentes en las comu- nidades de primates, sistemas sobre los que disponemos de descrip- ciones bastante precisas y detalladas en un buen número de libros y monografías científicas.

Finalmente, un último bloque de cuestiones relacionadas con las sociedades de primates a las que es preciso prestar atención, para tener una adecuada visión de conjunto sobre ellas, nos conduce directamente a algunos aspectos cruciales del debate sobre el continuum de la natu- raleza de lo social: estas cuestiones hacen referencia, en primer lugar, a la naturaleza de los sistemas de comunicación entre los primates, en segundo lugar a la «fabricación» y utilización de utensilios, y en tercer lugar a las características de las «protoculturas» de los primates y a la manera en que se produce la «innovación cultural».

Ahora, sin embargo, y como paso previo indispensable antes de pasar a estos temas, debemos retomar el punto inicial de nuestra exposición para preguntarnos nuevamente sobre cuáles son los prin- cipales rasgos diferenciadores entre las sociedades de primates y las sociedades de insectos a las que antes nos hemos referido.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 299

A primera vista, estos dos tipos de sociedades presentan externa- mente unos perfiles generales bastante diferenciados. En las socie- dades de primates lo social tiene un carácter menos rígido y mecá- nico y el margen de autonomía para las manifestaciones individuales es bastante considerable. Incluso no han faltado los que quieren ver, en la misma manera en que se afirman los sistemas de jefatura, una clara plasmación de este papel de lo individual: por ejemplo, en el propio instinto de dominación que traduce la lucha por afirmar la jefatura, en las disputas que se producen para alcanzarla, en la dia- léctica resistencia-obediencia que se produce continuamente, etc. Es decir, en estas sociedades hay un tipo de tensiones de competencia y confrontación que no son posibles sino a partir de un cierto desa- rrollo de los sentimientos de individualidad.

Por otra parte, en las sociedades de primates, y aun a despecho de la complejidad de sus estructuras, hay un considerable grado de dinamismo interno e incluso de aparente desorden, que contrasta con las características del termitero o del hormiguero. A veces, se ha descrito el funcionamiento de estas sociedades como el resultado de una combinación de rígidas obligaciones con un conjunto de movi- mientos demasiado desordenados. Como ha señalado Edgar Morin, ala complejidad aparece en esta combinación individuos/sociedad acompañada de desórdenes e incertidumbres y se conforma a partir de la permanente ambigüedad de su complementariedad, de su com- petitividad y en el límite de su antagonismo~~l.

La manera en que esta peculiar conformación social puede influir en las propias posibilidades dinámicas de innovación y cambio revis- te una importancia indudable. Como el mismo Morin subrayará «el desorden (conductas aleatorias, competiciones, conflictos) es ambi- guo, pues de una parte es uno de los componentes del orden social (diversidad, variedad, flexibilidad, complejidad), mientras que de otra sigue comportándose estrictamente como desorden, es decir, como amenaza de desintegración. Aun en esta última faceta es la amenaza permanente representada por el desorden la que otorga a la sociedad su carácter complejo y vivo de reorganización perma-

4 ' Edgür Morin: El parudigma perdido: el puraiso olvidado. Kairós, Barcelona, 1974, pig. 45.

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nente, el desorden -dirá- se ve constantemente absorbido por la organización, recuperado y metamorfoseado en su contrario (jerar- quía), o bien expulsado al exterior (desviados), o mantenido, en la periferia (bandas marginales de jóvenes). Absorbido, expulsado, recu- perado y metamorfoseado, el desorden renace sin cesar y lo mismo hace por su parte el orden social. Aquí es donde aparece la lógica, el secreto, el misterio de la complejidad y el sentido profundo del tér- mino auto-organización: una sociedad se autoproduce sin cesar por- que constantemente se está auto-destruyendo~42.

Uno de los principales efectos de esta combinación de elementos de organización y conformación social, por un lado, y de desorden y de cierta autonomía y libertad individual, por otro, es que ofrece la posibilidad de cambio y de innovación social. La concurrencia de ele- mentos de conflicto y tensión y las posibilidades de experimentación individual se pueden trocar no pocas veces, de acuerdo al propio componente de «curiosidad» de los individuos, en experiencias socia- les nuevas, que serán transmitidas al conjunto de la comunidad, si se demuestra prácticamente que pueden ser de utilidad.

Un ejemplo de la manera en que se produce esta dialéctica de cambios e innovaciones es el «acontecimiento» tantas veces narra- do por etólogos y sociólogos, por medio del cual los macacos de la isla de Koshima -cuyo comportamiento estaba siendo estudiado- «inventaron» una nueva pauta de alimentación, a través del ~descu- brimiento casual» por parte de un individuo, que luego fue ~trans- mitido» y asumido socialmente por la colectividad. En efecto, el estu- dio sistemático y prolongado de este grupo de macacos permitió hacer un seguimiento muy preciso del impacto que tuvo el descu- brimiento casual de una joven y curiosa hembra macaco -1mo- de las ventajas de lavar la tierra de los tubérculos con que se alimenta- ban en el agua del mar, en vez de limpiarlos más lentamente con las manos. La rapidez de la operación y el efecto salazonador adicional dio lugar a que esta joven hembra repitiera habitualmente esta ope- ración. La primera imitación de esta costumbre vino de su madre y del agrupo juvenil de juego)), luego de sus hermanos, de las madres de sus acompañeros de juego juveniles)), etc. Cuando esta pauta se

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 30 1

difundió más ampliamente, la tribu de macacos extendió su territo- rio por las zonas costeras, empezando también a ampliar su dieta con pequeños crustáceos, mariscos, e t ~ . ~ ~

Es decir, las propias características y formas de comportamiento de las sociedades de primates, hacen posible el «descubrimiento» de nuevas pautas de conducta socialmente útiles, que pueden pasar a formar parte del acervo de sus ~proto-culturas»y ser transmitidas, por tanto, de generación en generación. El equilibrio de elementos de orden-desorden-libertad hace posible, por consiguiente, que en ciertas sociedades se produzcan innovaciones que dan lugar a una cierta evolución socio-cultural, con unas posibilidades de acumula- ción cuyos límites son difíciles de evaluar, más allá de la considera- ción de determinados niveles de dotación natural (posibilidades del cerebro y de la mano de los primates) y más allá de determinadas capacidades de aprendizaje, no sólo en cuanto a las mismas capaci- dades naturales, sino también en cuanto al desarrollo de los siste- mas de socialización y memorización colectiva.

Como ya hemos señalado antes, la mayor parte de los sociólogos han venido insistiendo durante bastantes años en la especificidad de la sociedad humana y en la existencia de claras y radicales diferen- cias cualitativas entre las formas sociales humanas y las que pueden identificarse en el mundo animal. En muchos casos, incluso, la pro- pia sociabilidad humana se ha definido a partir de las diferencias con el componente social de los animales: Wossner, por ejemplo, defi- ne el campo de lo social humano a partir de la consideración de seis puntos que, en su opinión, constituyen los verdaderos elementos dife-

43 S. Kawamura: «The process of sub-culture propagation among Japanese maca- quesn, Journal o f Primatology, 2 ( l ) , 1954, págs. 43-60, y M. Kawai: «Newly acquired pre- cultural behavior of the natural troop of Japanese monkeys on Koshima isletx, Primates, 6 (l), 1965, págs. 1-30. Investigaciones ulteriores sobre la misma comunidad de prima- tes refieren otras «innovaciones» proto-culturales, algunas de ellas también debidas a la misma hembra, como separar los granos -que también comían- de la tierra median- te el sistema de cogerlos en pufiados y arrojarlos al agua, recogiendo entonces cómoda- mente 10s granos quc quedaban flotando en el agua.

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renciadores. Así, hace referencia a la superior capacidad de apren- dizaje del hombre; al lenguaje como algo propio de la especie huma- na; al carácter no instintivo de los sentimientos humanos; a la posi- bilidad de innovación y desviación de las pautas sociales establecidas, merced a la libertad; a las limitaciones del potencial psicofísico de propulsión y carga; y al encuadramiento de la realidad humana en la «herencia cultural»44.

Estas observaciones, y otras similares, es posible encontrarlas en buena parte de los manuales de Sociología editados hasta hace unos pocos años. Pero ¿qué vigencia y utilidad tienen todos estos plantea- mientos en nuestros días?

Thorpe, en un interesante estudio sobre «la naturaleza animal» y la «naturaleza humana», ha intentado profundizar en la propia sig- nificación de la aparente «sima» diferenciadora que las interpreta- ciones tradicionales han venido estableciendo entre estos dos ámbi- tos de la realidad viviente. «Hace cuarenta años o más -dirá-, los psicólogos y los moralistas acostumbraban a enumerar puntos en los que los animales difieren claramente del hombre. Se decía -apun- tará- que: 1) los animales no pueden aprender; 2) los animales no pueden planear por adelantado; 3) los animales no pueden concep- tualizar; 4) los animales no pueden utilizar y mucho menos fabricar herramientas; 5) se decía que no poseían lenguaje; 6) que no podían contar; 7) que carecían de sentido artístico, y 8) que carecían de todo sentido ético~45. El mismo Thorpe se encarga en su libro de pro- porcionar los argumentos y los datos pertinentes que demuestran la inexactitud de muchas de estas concepciones, al tiempo que deja plan- teados serios interrogantes sobre otras.

Obviamente, aquí no es posible entrar con detalle en el tema, des- de luego, no sociológico de las «diferencias profundas» entre los hom- bres y los animales más próximos. Tema sobre el que algunos estu- dios científicos y descubrimientos arqueológicos recientes han venido a introducir algunas matizaciones e interrogantes que cuestionan en cierta medida la vieja concepción de la «inteligencia» como una

44 Jakobus Wossner: Sociologfa. Herder, Barcelona, 1976, págs. 47-48. 4WW. H. Thorpe: Naturaleza animal y narurakzu huntuna. Alianza, Madrid, 1980,

phgs. 269-270.

barrera diferenciadora verdaderamente cualitativa. En este sentido, la vieja afirmación de Max Scheler cuando señaló que «entre un chim- pancé listo y Edison (tomado éste sólo como técnico) no existe más que una diferencia de grado, aunque ésta sea muy granden46, ha per- dido casi toda su carga provocativa, de la misma manera que el gran impacto que en su día causaron los experimentos de Kohler4', hace que éstos aparezcan actualmente bastante superados y relativizados.

Sin embargo, a un nivel general, aún son muchos los interrogantes que se pueden plantear legítimamente, por ejemplo, sobre el verda- dero carácter del significado radical de la libertad humana, sobre el componente ético de la conducta, sobre la naturaleza de los senti- mientos «religiosos» en el hombre, sobre las capacidades y cualida- des artísticas, y desde luego, en relación con la manera que es posi- ble llenar las lagunas que aún existen para un conocimiento exacto y detallado de todas las etapas del proceso de hominización. Lagu- nas que ciertamente existen, pero que sólo pueden ser adecuadamente valoradas si tenemos en cuenta que este proceso, como se ha seña- lado con razón, y como ya hemos apuntado anteriormente, puede ser estimado como un camino de -darios millones de años48.

Resulta evidente que en este epígrafe no podemos entrar en la consideración de todas las complejas cuestiones relacionadas con esta problemática, ya que implican más elementos de atención que los que estamos en condiciones de poder desarrollar en un libro como éste. Por ello es importante precisar que aquí sólo nos interesa esta cuestión en la medida en que la aceptación o el rechazo de una con- cepción sobre la «unidad de la vida» puede influir muy importante- mente nuestra propia visión sobre lo social.

46 Max Scheler: E2 puesto del hombre en el cosmos. Losada, Buenos Aires, 1960, pág. 62.

47 Las experiencias de Kohler con chimpancés se orientaron a comprobar cómo éstos superaban los obstáculos que se les ponían frente a algún objeto que querían conseguir (por ejemplo, una fruta, un plátano): Los chimpancés para lograr sus objetivos utiliza- ron cajones, palos, cuerdas e incluso ensamblaron varios palos cuando con uno de ellos no lograban alcanzar las frutas.

48 Pierre Biberson: «Un camino de cinco millones de aAos», en El origen de2 hom- bre. Salvat, Barcelona, 1973, págs. 7 y SS. Esta cifra generalmente se sitúa entre los 4 y los 7 millones de afios, aunque últimamente se ha llegado incluso a utilizar la cifra de 14 millones de aAos para situar el origen de lor homfnldor,

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304 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

En el contexto de las influencias cruzadas a las que nos estamos refiriendo, lo que debemos preguntarnos es ¿hasta dónde se puede llevar la analogía etológica entre las sociedades humanas y las socie- dades más desarrolladas de los primates? Generalmente, la tenden- cia de sociólogos y antropólogoS ha sido, como ya hemos señalado, la de establecer una clara barrera cualitativa diferenciadora en tor- no al mismo concepto de cultura. La capacidad de tener, hacer y transmitir la cultura viene a ser considerada, así, como el verdade- ro rasgo diferenciador entre las sociedades animales y las socieda- des humanas. De esta manera el propio concepto de cultura tendría la virtualidad de situarnos ante nuestra misma especificidad, y por ende, la de permitirnos delimitar claramente el campo de atención de antropólogos y sociólogos.

El área de interrogantes se desplaza, entonces, al campo de la indagación sobre el tiempo y la manera en que surgen las culturas humanas, y en torno a los polos en que se nuclea su desarrollo. Un triple orden de cuestiones a considerar aparecen entonces asociadas: en primer lugar, las hipótesis sobre la influencia cooperativa de la caza; en segundo lugar, los orígenes de la producción social de úti- les, armas y herramientas, y en tercer lugar, el papel específico del lenguaje humano:

Así planteadas las cosas, lo que permanece vigente es la interroga- ción más general sobre las posibles líneas de continuidad en la evolu- ción entre las sociedades animales y las sociedades humanas. En este sentido, John Tyler Bonner, entre otros, ha manifestado su convic- ción en que es posible «seguir» el rastro de la capacidad cultural humana «hasta los primeros pasos de la evolución biológica. No tar- dará en resultar evidente -dirá- que no soy un catastrofista y que no creo que la cultura como el diluvio universal apareciera de repen- te como caída del cielo, en un momento determinado de la historia remota del hombre ..., sino que creo que todos los cambios evoluti- vos fueron relativamente graduales y que podemos encontrar la simiente de la cultura humana en los primeros pasos de la evolución biológica»49.

49 John 51er Bonner: La evolucibn de la cuiturú en los animales. Alianza, Madrid, 1982, pAgs. 12 y 13.

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 305

Para algunos analistas la continuidad de este proceso socio-cul- tural es una posibilidad que descansa en ciertos paralelismos impor- tantes, que pueden ser considerados como verdaderos prerrequisitos para el desarrollo de una cultura verdaderamente humana. Así, por ejemplo, Barton M. Schwartz y Robert H. Ewald situarán estos «para- lelismos)) en torno a los siguientes polos: « 1) la habilidad de los pri- mates para manipular objetos y herramientas proporciona las bases para la emergencia del uso humano de herramientas; 2) la capaci- dad de los primates para comunicarse mediante el empleo de siste- mas de llamada ha sido probablemente -dirán- la precondición para el desarrollo del lenguaje, y 3) la capacidad de los primates para implicarse en acciones concretas proporciona las bases biológicas para la aparición de la cooperación~50.

Sin embargo, lo que en el análisis de estas cuestiones casi siempre se mantendrá en penumbra será la manera en que se produce -o se ha podido producir- la dinámica del desarrollo de estas potenciali- dades. De esta manera, el proceso de evolución acaba, generalmente, presentándose con una profunda quebradura, que marca una especie de «frontera en el vacío),, a partir de la cual se sitúa, un tanto súbita- mente, la aparición de la realidad socio-cultural de lo humano.

Como es sabido, un buen número de antropólogos suelen coin- cidir en situar el elemento decisivo de la aparición del horno sapiens en asociación con la aparición y desarrollo del lenguaje verbal. Por otra parte, numerosos lingüistas han venido insistiendo en las dife- rencias del lenguaje humano con cualquier forma de comunicación animal51, al tiempo que se subraya que «mientras la comunicación de los animales se funda en signos que son ante todo señales acerca de sus estados individuales, sus necesidades o sus relaciones con otros individuos de su misma especie, la comunicación humana se basa primordialmente en signos que hacen referencia a cosas... Los siste- mas de comunicación animal -se nos dirá- carecen de especifici- dad referencial. Los animales pueden expresar emociones, pero no

50 Barton M. Schwartz y Robert H. Ewald: Culture and Society. Ronald Press, Nue- va York, 1968, pág. 132.

5 1 Vid., por ejemplo, J. C. Marihall: rblologla de la comunicación en el ser humano y en los animalesu, en John Lyoni (d.): Nwvos horizontes de la lingüfstica. Alianza, Ma- drid, 1975, pAgs. 241-253.

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pueden hacer referencia directa o específica a ningún objeto. La información que transmiten se infiere de manera indirecta, sobre la base de asociaciones habituales de determinadas señales con situa- ciones concretas~5~.

Por su parte algunos psicólogos sociales vendrán a añadir su pro- pio matiz a la interpretación del lenguaje verbal, como forma específicamente humana de comunicación, situándolo en el contex- to más general de las necesidades derivadas de procesos tan largos de socialización y cuidado de los hijos como son necesarios entre los hombres, como consecuencia de lo más dilatado del proceso de depen- dencia e inmadurez psico-motora de los niños.

No se nos puede ocultar que una diferenciación tan enfáticamen- te subrayada deja flotando en el aire importantes interrogantes sobre la manera en que se ha llegado a tal tipo de diferenciación. Lo que, obviamente, no resta validez alguna al hecho de que tal diferenciación exista o no exista. Sin embargo, los estudios de los etólogos nos están proporcionando nuevos tipos de informaciones sobre la complejidad y la riqueza de los sistemas de comunicación en el mundo animal, que, aun sin cuestionar la existencia de las diferencias apuntadas, nos obligan a abrir nuevos interrogantes sobre la verdadera profundidad de las líneas de ruptura que suelen establecerse entre los sistemas de comunicación de los distintos seres vivos en su conjunto.

La observación sistemática de las comunidades de monos, por ejemplo, demuestra que algunos de estos primates son sumamen- te expresivos y comunicativos: gestos, llamadas, actitudes, cari- cias, olfateos y algunas sonorizaciones, constituyen todo un com- pleto arsenal comunicativo, en el que «ponen todos sus sentidos)). Como ha señalado Jane Beckman Lancaster, «una de las generali- zaciones más significativas que se puede obtener del campo de estu- dios sobre los primates es que el sistema de comunicación entre los monos es extraordinariamente complejo en comparación con el de muchos pájaros y mamíferos primitivos.53. Algunos estudiosos

s2 John Gumperz y Adrian Bennet: Lenguaje y cultura. Anagrama, Barcelona, 1981, pAgs. 13-14.

" Jane Beckman Lancaster: Primate behavior and the emergency of human culture, np. cit., pAg. 5 8 .

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de este tema han observado la utilización de vocalizaciones por monos en su propio hábitat natural, llegando en algunos casos incluso a identificar 36 sonidos perfectamente diferenciados, tan- to por el oído humano, como por el espectrógrafo (aunque de manera diferente)54.

En lo que, sin embargo, casi todos los analistas coinciden es en que mientras que los monos tienen un sistema de comunicación bas- tante complejo y sofisticado para expresar su propio estado emo- cional, en cambio apenas tienen capacidad de comunicación en todo lo que se refiere a su entorno físico.

La importancia con que se ha destacado este tema en algunos debates ha dado lugar a que sean varios los investigadores que han intentado la experiencia de enseñar a hablar a chimpancés y gorilas. Los esposos Gardner, por ejemplo, después de las experiencias de Keith y Hayes, enseñaron a un chimpancé los rudimentos de un len- guaje basado en gestos, similar al que utilizan los sordomudos, del que llegó a dominar 550 símbolos (entre ellos, dulce, sucio, abrir, jugar, etc.), que empalmaba haciendo frases mediante la utilización de una sintaxis elemental. Igualmente Premack enseñó a hablar a otro chimpancé utilizando un lenguaje hecho a base de símbolos escri- tos en fichas, al tiempo que la psicóloga de la Universidad de Stand- ford Francine Patterson enseñó un lenguaje de 300 símbolos basa- dos en el lenguaje de los sordomudos a un gorila que llegó a construir frases de una cierta complejidad55.

Un aspecto destacado de las experiencias recientes en este tema es la constatación de la capacidad de estos animales incluso para inventar nuevos términos, a partir de la combinación de los ya ense- ñados, por ejemplo, calificando a un pato -que no se había visto

54 Ibíd., pág. 60. 55 R. y B. Gardner, P. Lieberman, D. Premack y otros: Sobre el lenguaje de los antro-

po ide~ , op. cit. Sobre este tema, vid. también Edgar Morin: El paradigma perdido, op. cit., págs. 53 y SS. Descripciones sobre estos y otros procesos de enseñanza a chimpancés se encuentran también en el libro de Jane Beckman Lancaster: Primate behavoir, op. cit., págs. 70 y SS.; en el de W. Thorpc: Natirraktzci utiit?iul .Y nutirraleza humana, op. cit., pág. 280; en el de Edgar Morin y Massimo Piutclli-Priimiiiini (eds.): El primate y el hombre. Argos Vergara, Barcelona, 1983, y J . Subuter PI: t i / ~~hi t t rput ic~ y los origrnes de la cultu- ra. Anthropos, Barcelona, 1978, etc.

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nunca anteriormente- como «gallina de agua)) y a un frigorífico como «meter-sacar-comida y bebida», etc.

Si a todas estas experiencias unimos todas aquellas otras reali- zadas con chimpancés, desde Kohler hasta nuestros días, para pro- bar su capacidad de dar respuestas innovadoras ante ciertas dificul- tades y para emplear útiles -e incluso «fabricarlos»- con el fin de lograr algunos objetivos, nos acabaremos formando una idea más exacta y matizada sobre las diferencias y similitudes entre los hom- bres actuales y algunos de los monos más inteligentes que han logra- do sobrevivir hasta nuestros días.

En concreto Jorge Sabater Pi se ha referido a un ((conjunto de capacidades conductuales básicas del chimpancé, también com- partidas por el hombre», que configuran -dirá- «un esquema con- diictual cuyos elementos integrantes podrían ser los siguientes: 1 ) Capacidad para el conocimiento del esquema corporal-noción de la muerte. 2) Capacidad comunicativa a nivel emocional, pre- posicional y simbólico. 3) Capacidad para el uso y fabricación de simples herramientas. 4) Capacidad para la actividad cooperativa -caza y distribución de alimentos entre adultos-. 5) Capacidad para mantener relaciones familiares estables y duraderas a nivel de madres-hijos-nietos. 6) Capacidad para mantener relaciones sexuales no promiscuas -evitación del incesto primario-. 7) Capa- cidad estética~56.

De manera más particular, el estudio de campo de las diferen- tes áreas proto-culturales de los chimpancés en África -«de los bastones», «de las piedras» y «de las hojas»- ha permitido a Saba- ter trazar un inventario bastante amplio de la utilización de herra- mientas por los chimpancés: «para machacar alimentos o mate- riales sólidos; romper huesos, caracoles, etc.: examinar alimentos i i objetos desconocidos que sería peligroso tocar directamente con la mano; apalancar objetos para moverlos o abrirlos; abrir termi- teros; hurgar al objeto de expulsar insectos, gusanos, etc.; cavar hoyos, canales, agujeros; remover la tierra para comerla; absorber agua o líquidos orgánicos por empapamiento con hojas secas

SOCIEDADES HUMANAS Y SOCIEDADES ANIMALES 309

machacadas; recoger agua; limpiar el suelo, el alimento, etc.; ahu- yentar insectos; asustar congéneres o bien al hombre; arrojar obje- tos como proyectiles en actividades agónicas, en actividades lúdi- cas, etc. »57.

A la luz de todos estos datos, si las comparaciones entre los tipos de sociedades animales y las humanas las situamos, por un lado, entre aquellas más desarrolladas entre los simios actuales y, por otro, entre las más primitivas de los humanos contemporáne- os (algunos con esquemas lingüísticos muy elementales y con un reducido equipamiento de útiles), entonces resultará más claro que las lagunas en el proceso de evolución socio-cultural, que tan enfá- ticamente subrayaron algunos, quedan situadas en unos términos que distan bastante de poder ser presentados como verdaderas «simas insalvables».

Si tenemos en cuenta que el proceso de hominización se ha prolongado durante millones de años, y que cientos de especies de primates y de homínidos de diversa caracterización social han desa- parecido por completo en este complejo y difícil proceso de evo- lución, estaremos en condiciones de llegar a la conclusión de que más que pensar en términos de un dudoso proceso de evolución plagado de quebraduras y lagunas, nos encontramos ante una cier- ta línea de puntos, en la que la falta de algunas piezas y los vací- os de información aún existentes, no nos impiden prefigurar las líneas maestras de todo el proceso en lo que a su orientación gene- ral se refiere.

Parece, pues, evidente que existe una inter-imbricación impor- tante entre los procesos de evolución fisiológica y de evolución socio- cultural. Si la teoría de la evolución de las especies se puede consi- derar correcta en su dimensión puramente biológica, cualquier intento de establecer a priori rígidas barreras a las posibilidades de un continuum de evoluciones entre el comportamiento social de los animales y el del hombre, puede llegar a ser una forma de recrear convicciones no científicas, ni fundadas, en la explicación de la con- formación de lo social-humano o, cuanto menos, aceptar por prin-

5b J . Sabater Pi: El c.liit?ipuricr' y io.v orlyrnrx <Ir /u r~rtltrtm, op. cit., pdg. 107.

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Apio la perspectiva de dejar sin explicar la forma en que ha surgido jsta realidad.

En definitiva, podemos acabar concluyendo, con Moscovici, que de la misma manera que ya estamos «acostumbrados a la idea de que nuestra fisiología, nuestra anatomía, desciende de la de los pri- mates, debemos aun hacernos a la idea de que sucede lo mismo con nuestro cuerpo

..... -

58 Scrgc Moscov ic i : Socsiedad contra Natura, Slylo XXI , Mhxico, 1975, p6g. 182.

EJERCICIOS Y TÓPICOS PARA LA REFLEXIÓN

1) ¿Por qué no ha existido hasta época reciente una atención suficiente sobre el estudio comparativo entre las sociedades humanas y las sociedades animales?

2) ¿Qué tipo de estudios han puesto de actualidad el interés por las sociedades animales?

3) ¿Qué explicación dio Freud a los intentos de buscar rígidas barreras entre la naturaleza del hombre y los restantes seres vivos? ¿Tiene vigencia esta interpretación? ¿En qué sentido?

4) (Qué es la Etología? ¿Y la Sociobiología?

5) ¿En qué consiste la hipótesis sobre el «mono asesino«? For- mular una crítica a esta hipótesis.

6) ¿Cuáles son las tres formas clásicas de agrupamiento en el mundo animal definidas por algunos analistas? ¿Puede ser considerada suficiente esta clasificación?

7) ¿Cuáles son las principales similitudes y diferencias entre las sociedades de insectos y las sociedades y grupos de primates desarrollados? Hacer un esquema.

8) ¿Qué puntos comunes y qué diferencias tienen las socieda- des de insectos y las sociedades humanas?

9) ¿Por qué el termitero es considerado como una ejemplifica- ción absurda de la rigidificación social?

10) ¿Cuáles son las características comunes de las sociedades de primates?

11) ¿Cuáles son los principales «lazos sociales)) que se pueden identificar en las sociedades de primates?

12) Explicar la forma en que se producen las innovaciones de costumbres y pautas de comportamiento en las sociedades de primates. ¿Qué características y qué formas de organiza- ción y de conducta hacen posibles estas innovaciones? Poner algunos ejemplos.

13) Valorar varios ejemplos de formas de comunicación entre animales y de experiencias cienttficas para enseñar sistemas de comunicación.

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14) {Qué siete grados de organización social observa Melotti en cuatro tipos fundamentales de sociedades de primates?

15) ¿Cuáles son las principales capacidades conducíales del chim- pancé señaladas por Sabater?

16) ¿En qué se diferencian las proto-culturas de las sociedades animales de las culturas de las sociedades humanas?

17) Hacer una lista de posibles argumentos a favor y en contra de la teoría del «continuo social».

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

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Una vez que hemos cubierto en nuestra exposición los primeros pasos para dar una explicación adecuada sobre qué es la Sociología, indagando en la realidad de lo social, en la cultura, en los primeros avances de esta disciplina, en los perfiles de la estructura social y en las diferencias entre los distintos tipos de sociedades, nos corres- ponde ahora profundizar en la forma en que influyó en el nacimiento de la Sociología el contexto específico en que surgió y se desarrolló, es decir, la sociedad industrial.

Para ello es necesario detenerse, tanto en el análisis de las transfor- maciones sociales ocurridas al hilo de la revolución industrial, como analizar los cambios políticos e ideológicos que hicieron posible no sólo la misma revolución industrial, sino también la emergencia de las actitudes, valores y mentalidades que caracterizaron todo este período histórico y a las que nos hemos referido en el capítulo tres. Como vamos a ver en este capítulo, el proceso de nacimiento y evo- lución de la Sociología se encuentra directamente conectado en muchos aspectos a la emergencia y a la dinámica de la propia socie- dad industrial. Por ello las nociones de la Sociología y la Sociedad industrial forman parte de unas realidades inseparables.

1. EL TRÁNSITO DE LA SOCIEDAD ESTAMENTAL A LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

Los dos grandes acontecimientos que marcan nuestra época histórica son la Revolución Francesa y la Revolución Industrial. Y en estos dos magnos acontecimientos, precisamente, se encuentran también las claves del proceso que permite comprender la génesis de la Sociología.

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316 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

Tanto la Revolución Francesa como la Revolución Industrial for- man parte de un mismo haz de transformaciones interrelacionadas, que coincidiendo en un período histórico determinado, dieron lugar a uno de los procesos de cambio social más impresionantes que hemos podido conocer. Sin embargo, este proceso de cambio no pue- de ser visto solamente como un fenómeno político, ni como un fenó- meno meramente económico. La Revolución Francesa fue la expre- sión política de las necesidades surgidas del derrumbe del viejo orden social ante la presión de los imperativos de una nueva época histó- rica. De la misma manera, los procesos de crecimiento económico que conocemos como revolución industrial fueron el resultado de un conjunto muy amplio de cambios.

La revolución industrial fue un fenómeno social muy complejo, en el que influyeron muchos factores y, «cada uno de estos factores -como se ha subrayado-tiene su propia cronología y significación; su importancia varía de acuerdo con su cronología ... Los factores decisivos fueron ... tanto sociales y culturales, como económicos y tecnológicos. Esta amalgama de cambios supuso una revolución en las últimas décadas del XVIII y primeras del XIX a consecuencia de que muchas líneas separadas de desarrollo convergieron al mismo tiempo en un punto determinadonl. En este sentido es en el que pue- de hablarse de la «revolución industrial» como un «fenómeno social global», que supuso «una ruptura total con toda la historia humana anterior»*.

Más adelante nos ocuparemos de analizar con algún detalle cuá- les fueron las consecuencias sociales de la revolución industrial y cómo contribuyeron al desarrollo de la Sociología; ahora, sin embar- go, lo que nos interesa subrayar, de acuerdo con la lógica general de nuestra exposición, es la amplitud con que debemos entender el con- cepto de revolución industrial.

La gran cantidad de elementos que aparecen implicados en el proceso que conocemos como revolución industrial ha dado lugar,

N. W. Flinn: Orígenes de la revolución industrial. Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1970, pag. 180.

2 David Brown y Michael J. Hirrlion: A sociology of'industrialisation. MacMillan, Londres, 1978, pág. 14.

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTFUAL 317

incluso, a que algunos analistas manifiesten ciertos reparos ante la misma expresión de revolución industrial, no sólo por lo que puede haber de inapropiado en calificar como «revolución» a un proceso que no fue en absoluto repentino, sino claramente progresivo y pau- latino. Al igual que también se considerará poco exacta la denomi- nación de industrial, para referirse a cambios que, como Ashton subrayará, fueron «también sociales e intelectuales»3, «La revolución industrial -dirá Ashton- debe concebirse como un movimiento social ... Siempre va acompañada por el crecimiento de la población, por la aplicación de la ciencia a la industria y por un empleo del capital más intenso y más extenso a la vez y también coexiste con la conversión de comunidades rurales en urbanas y con el nacimiento de nuevas clases sociales.. . n4.

En una perspectiva amplia, en la que podamos considerar los procesos de transformación a que nos estamos refiriendo como pro- cesos bastante dilatados en el tiempo, y como abarcadores de muy variados elementos de cambio, lo que debemos preguntarnos, de cara al hilo general de nuestra exposición, es: jcómo y por qué se produ- jo la transición de la sociedad estamental a la sociedad industrial?, y jcómo podemos evaluar, en cuanto a sus magnitudes básicas y en cuanto a su impacto en los hombres, el cambio de modelos sociales que se operó en ese proceso de transformación?

En lo que al primer punto se refiere, parece evidente -como se ha señalado con insistencia- que el proceso de transición desde la sociedad estamental a la sociedad industrial moderna no se puede entender si no es a partir de ciertos requisitos previos de índole económica, tecnológica y social, así como, a partir del ((allana- miento~ de determinados obstáculos ideológicos y culturales que limitaban las posibilidades de cambio ep la sociedad tradicional, sin olvidarnos tampoco de determinadad «rupturas» instituciona- les y políticas.

3 T. S. Ashton: La Revo2ucidn Industrial. EC.E., MCxlco, 1965, pág. 147. Aunque la popularización de esta expresión a veces se ha atríbuldo i Toynbee, este concepto ya fue utilizado por Saint-Simon, Comte, los economlitii cllilcor, Marx y Engels, etc. Sobre el concepto de revolución industrial puede verse: 0, M~rl: kvolucinn industrial. Histo- ria y significado de un concepto. Comunicacl6n, A l h Conmbn, Madrid, 1970.

4 Ibíd., pág. 147.

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Desde un punto de vista más concreto e inmediato, entre las diver- sas condiciones previas que hicieron posible la revolución industrial hay que citar, en primer lugar, el considerable incremento de la pro- ductividad agrícola. Así, la superación de una agricultura de subsis- tencia permitió la producción de excedentes agrícolas importantes, con los que se podían cubrir las necesidades alimentarias de todos aquellos ciudadanos residentes en un creciente número de núcleos urbanos cada vez más densamente poblados. A estos núcleos urba- nos se fueron trasladando un número cada vez mayor de personas procedentes del campo, y que constituyeron la base de reclutamien- to para la población activa de la industria y los servicios.

La revolución agrícola hizo posible que cada vez menos personas produjeran más recursos alimenticios, de forma que este aumento de la producción, unido a un mayor crecimiento demográfico, dio lugar a un importante incremento de la fuerza de trabajo potencial no agrícola. Lo que constituyó un decisivo elemento de estímulo para el desarrollo de nuevas formas de producción.

La revolución agrícola se produjo debido a la aplicación en la realización del trabajo agrícola de nuevos útiles, fruto de las inno- vaciones tecnológicas, así como por el empleo de nuevos métodos de explotación en la ganadería, por la mejora de las técnicas de culti- vo, por la ampliación de la superficie de tierras cultivadas, etc.

Otro factor fundamental que precedió e hizo posible la revolu- ción industrial fue la potenciación de los transportes y de las comu- nicaciones. La mejora de las redes de caminos, vías fluviales y puer- tos facilitó el transporte de mercancías, aumentando los intercambios, y dando lugar a mercados de mayores dimensiones y, por tanto, más óptimos para la comercialización de los productos elaborados en gran- des cantidades. De esta manera frente a la vieja producción artesa- nal, destinada a pequeños mercados de ámbito comarcal o regional, surgieron nuevas formas de fabricación a gran escala, para merca- dos nacionales mucho más extensos. Lo cual fue dando lugar a la sustitución de los pequeños talleres gremiales por unidades de pro- ducción mucho mayores, en las que era posible una más acusada división del trabajo, con todas las ventajas económicas que ello impli- caba.

Tal como lo expuso Adam Smith (1723-1790), las ventajas de la división del trabajo estribaban on que daba lugar a un: a) asumen-

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 319

to de la destreza de cada obrero» en la medida en que se especiali- zaban en la realización de tareas más concretas; b) permitía un «aho- rro de tiempo» debido a que se anulaban los tiempos muertos de pasar de una tarea a otra, y c) hacía posible la utilización de «un gran número de máquinas que facilitan y abrevian -decía- el tra- bajo capacitando a un hombre para realizar la tarea de muchos». En suma, la división del trabajo permitía un ({considerable aumento de la cantidad de mercancías que es capaz de realizar el mismo núme- ro de personasn5.

La afirmación progresiva de la fábrica sobre el viejo taller gre- mial fue, a su vez, considerablemente potenciada por el ritmo cre- ciente de innovaciones tecnológicas, que dieron lugar a una extra- ordinaria revolución en la utilización de fuentes de energía, con un inmediato y fundamental impacto, a su vez, en los aumentos de pro- ducción y reducción de costes.

Igualmente, y como requisito relacionado con el anterior, la acu- mulación de capital y el desarrollo de un sistema monetario ágil y moderno, fue también un elemento fundamental que hizo posible un desenvolvimiento adecuado de las prácticas de inversión e inter- cambio dinerario, sin las que el crecimiento industrial no resulta posible.

Finalmente, en este breve, y necesariamente esquemático, repa- so de los factores coadyuvantes a la revolución industrial, no pode- mos dejar de mencionar también aquellos otros cambios relaciona- dos con el aumento de la población y especialmente con la tendencia a su concentración en grado creciente en núcleos urbanos. Lo que daba lugar a mayores disponibilidades de fuerza de trabajo concen- trada en espacios reducidos, y, a su vez, a un mayor número de con- sumidores localizados en ámbitos territoriales más reducidos. De

5 Adam Smith: Indagaciones acerca de la naturaleza y causas de la riqueza de las nacio- nes. Aguilar, Madrid, 1961, pág. 12. De igual manera, Ferguson (1723-1816) insistió rei- teradamente en sus obras en la idea de que el progreso material de los pueblos se hace posible con la división creciente del trabajo. «Con la separación de las artes y las profe- siones -dirá- las fuentes de riqueza se abren, cada tipo de material es trabajado con la mayor perfección y cada gdnero are produce con la mayor abundancia* (A. Ferguson: Un ensayo sobre la historia de la soclrdad civil, Instituto de Estudios Politicos, Madrid, 1974, p8g. 228).

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igual manera también fue decisivo en este proceso, la emergencia de sectores sociales fundamentales para el crecimiento industrial (empresarios, técnicos e ingenieros, clases medias, etc.), sin olvi- darnos del desarrollo de sistemas educativos más adaptados a la lógi- ca y a las necesidades profesionales u ocupacionales del nuevo tipo de sociedad, etc.

Sin embargo, todos estos requisitos previos dieron lugar en el con- texto especifico de Occidente, y no en otros lugares, a la revolución industrial en virtud también, muy verosímilmente, de la concurren- cia de otra serie de circunstancias específicas de índole no econó- mica.

Los estudios de Max Weber, por ejemplo, han contribuido de manera muy importante a enfatizar la manera en que los factores ideológicos y culturales influyeron también en la propia dinámica del desarrollo industrial capitalista. De manera concreta algunos de los estudios de Max Weber, como ya vimos, se orientaron a «deter- minar la influencia de ciertos ideales religiosos en la formación de una mentalidad económica, de un ethos económico~6.

Como podemos recordar la concurrencia de la doble circunstan- cia de que el capitalismo surgiera en Occidente, y se desarrollara especialmente en países protestantes, en donde, a su vez, se podía constatar la existencia de una mayor proporción de «empresarios» con ideas «protestantes», llevaron a Weber a considerar la relación que se producía entre ciertos rasgos que definen el espíritu capita- lista necesario para triunfar en los negocios (actuación racional y calculadora, orden, disciplina, puntualidad, afán de trabajo, bús- queda del éxito, etc.) y la ética calvinista.

Para Weber existía una adecuación importante entre el espíritu del capitalismo y el espíritu del calvinismo, que descansaba en algu- nas concepciones específicas de la ética protestante: el libre albedrío, la idea de la predestinación y de la Providencia divina, en relación incluso al éxito o fracaso en esta vida, etc. La angustia sobre la pre- destinación y la preocupación por seguir los designios de Dios en

este mundo llevaba a los calvinistas a un escrupuloso cuidado en el cumplimiento de sus cometidos profesionales, que veían como una actividad bendecida por Dios y hecha en su propia gloria («Dios ayu- da a quienes se ayudan a sí mismos»).

Como el mismo Weber señala, este hecho ya había sido observa- do por Sir William Petty, para quien «el poderío económico holan- dés en el siglo XVII» podía reputarse a que los calvinistas «eran gen- tes que consideraban el trabajo y la industria como un deber para con Dios». Así los calvinistas -señalará Weber- tenían la ~seguri- dad tranquilizadora de que la desigual repartición de los bienes en este mundo es obra especialísima de la providencia divina, que por medio de estas diferencias y del particularismo de la gracia persi- guen finalidades ocultas desconocidas para nosotros». De ahí que el éxito en los negocios pudiera ser considerado como un signo de pre- destinación. Y de ahí también la influencia de estas concepciones religiosas en el desarrollo del moderno espíritu capitalista.

Como ya vimos, Weber estudió otras civilizaciones en las que se daban muchos de los rasgos y de las condiciones necesarias para el surgimiento del capitalismo (incluso con otras formas de racionali- dad), pero en las que no existía nada que pudiera compararse a la ética protestante occidental. Y de ahí, aplicando el criterio de la ausencia, llegó a establecer la conclusión general de la importancia decisiva del factor religioso (como factor causal) en la génesis del capitalismo occidental7.

En su conjunto, los análisis de Weber han tenido la virtualidad de contribuir a poner de relieve algunos aspectos del proceso social de industrialización poco tenidos en cuenta en otros enfoques, construyendo explicaciones muy incisivas de cómo determinados elementos ideológicos pueden jugar un papel fundamental en la dinámica interna de determinados sistemas económicos. Sin embar- go, resulta obvio que el análisis de los factores no económicos que influyeron en la transición de la sociedad estamental a la sociedad industrial no se agota en la consideración de estos aspectos de la cuestión.

o Max Weber: La etica pmtrstanlr y rl rsplritu del capi/ali.smo. Penlnsula, Barcelona, 1969; vid. capltulo 4 . 7 Ibfd., ptígs. 255, 252-253 y 257.

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LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

El contexto en que fue posible la revolución industrial no se pue- de entender únicamente a partir de la concurrencia de los elemen- tos de estimulo e influencia positiva para la industrialización, sino que es preciso tener en cuenta también la compleja dialéctica de supe- ración de resistencias, tensiones y rupturas ideológicas y políticas a partir de las que la revolución industrial fue posible.

El conjunto de cambios que iniciaron e hicieron factible la revo- lución industrial fueron posibles porque se había creado un clima propicio para tales cambios y se habían allanado muchas de las difi- cultades y obstáculos que presentaba el viejo orden tradicional. Lo que en muchos aspectos supuso una verdadera tarea de demolición intelectual y política.

Como han señalado David Brown y Michael Harrison, ano hay duda de que el "derrumbamiento" de las instituciones feudales fue necesario para la emergencia de la sociedad industrial, en la que las instituciones y actitudes que eran precisas para una sistemática exten- sión a la totalidad de la vida social de una «racionalidad instru- mental~ eran incompatibles con ella, y no podían sobrevivir -y menos aún prosperar- en el "cerrado contexto tradicionalista del feudalismo ... La ruptura con el feudalismo puede ser vista -dirán- como un proceso en el que las relaciones económicas se desemba- razan de las antiguas relaciones sociales marcadas por el sentimiento, el poder tradicional, las consideraciones sagradas y los vínculos per- ~onales))~.

Este proceso de ruptura con la lógica del orden estamental se produjo a partir de una doble vía de influencias: desde el campo específicamente político, y desde una perspectiva intelectual más general.

La aparición del Estado moderno vino a marcar, en este sentido, el principio de una nueva época histórica. El orden político se va a independizar del orden moral y religioso, poniendo fin a la vigencia práctica de la concepción medieval de los dos poderes. La aporta- ción teórica de Maquiavelo reflejó ya prácticas políticas en vigencia, contribuyendo a dar una especial proyección intelectual a una mane-

D. Brown y M. J . Harrison: A socloioly o~lnduvfdullsariori, op. cit., pAgs. 21 y 23.

LA SOCIOLOG~A Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 323

ra diferente de concebir la política. El Estado cobró nuevas funcio- nes: el desarrollo de las burocracias, el establecimiento de ejércitos profesionales, la vocación unificadora y, en suma, la consolidación de las bases necesarias para la conformación precisa de los «merca- dos nacionales)) serán parte de los elementos fundamentales para el desarrollo del nuevo orden económicog.

De igual manera una profunda revolución intelectual, vigorosa- mente reclamadora de la «libertad de espíritu», y proclamadora de nuevas formas de indagación e investigación, coadyuvó a todo el pro- ceso de transformación social como una de sus principales fuerzas activadoras. El impulso de la libertad y el desarrollo del espíritu cien- tífico pueden ser considerados, en este sentido, también como impor- tantes elementos dinamizadores en el advenimiento de la sociedad industrial.

A veces, las relaciones de causa-efecto entre revolución industrial, desarrollo científico y liberalismo, han sido objeto de cierta polemi- zación, en la que no siempre se tiene adecuadamente en cuenta la mutua interpenetración de los factores ideológico-culturales y los eco- nómicos, y el papel específico de los primeros.

Sin embargo, lo cierto es que en el siglo XVII se van a producir unas especiales circunstancias de florecimiento intelectual en el con- tinente europeo, de cuyo estimulante influjo social no puede dudar- se. Por ello, el siglo XVII ha podido ser considerado como el siglo de los genios. En él viven Cervantes, Shakespeare, Bacon, Kepler, Gali- leo, Maquiavelo, Descartes, Pascal, Newton, Locke, Spinoza, Leib- niz, etc.

Por esta razón es por la que algunos analistas, como Nef, han sostenido la tesis de que «fue el pensamiento mismo y no las insti- tuciones económicas o el desarrollo económico, el que dio los tonos y las variaciones que los más grandes científicos aplicaron después. Los revolucionarios descubrimientos científicos de Gilbert, Harvey, Galileo y Kepler, como las nuevas matemáticas de Descartes, Desar- gues, Fermat y Pascal, no fueron de uso práctico inmediato. La liber-

9 Sobre la conexi6n entre la conrolldacl6n del Estado nacional y los mercados, vid. Carlos Moya: «Estado Nacional y mercado Naclanaln, Sistema, número 29-30, Madrid, 1979, pAgs. 27-41.

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324 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

tad, más que la necesidad, fue la fuerza principal que impulsó la revolución científica.. . La primera revolución industrial -concluirá Nef- se unió a la revolución intelectual para hacer de los tiempos de Shakespeare y Milton en Inglaterra, Cervantes y Rubens en Euro- pa continental, la época crítica en que buscamos la génesis del indus- trialismo. Fundamentalmente, no fueron adelantos materiales los que aproximaron a los europeos más potencialmente al industrialismo a mediados del siglo xvrr de lo que habían estado cien años antes. Fue más bien la consagración del pensamiento humano a los valores cuantitativos y a los métodos cuantitativos del razonamiento, a la evidencia tangible y verificable, como base del conocimiento cientí- fico, y a una matemática más compren~iva»'~.

Al margen de la manera en que pueda valorarse la influencia de los factores intelectuales en el establecimiento del nuevo orden social, político y económico, lo que no puede negarse es la concurrencia en el horizonte histórico al que nos estamos refiriendo de una serie muy importante de factores ideológicos y culturales que contribuyeron de manera decisiva a la alteración de muchos de los supuestos ideoló- gicos del mundo tradicional. Entre estos factores se encuentran: el humanismo, con su desconfianza hacia el escolasticismo y su ape- lación a las libertades; y que va a influir en una preocupación mayor por los hechos que por las verdades; el protestantismo, que supone un germen de rebelión frente a los principios de autoridad y de tra- dición; el racionalismo, «que desalojó lo sobrenatural del ámbito del mundo y emplazó al hombre en el contorno del universo material», orientándole a la búsqueda de explicaciones racionales, y no sobre- naturales, de las cosas; el espíritu burgués con su afán de medida y de control, que influyó en una orientación cuantitativista, de bús- queda de las cantidades y no de las cualidades, etc. l l

Todos estos factores, en suma, con sus mutuas influencias, con- tribuyeron a formar el talante de una época, caracterizada por un gran optimismo y fe en el progreso. La filosofía iluminista, con su

' 0 John V. NeE: Fundamentos culturales de la civilización industrial. Paidós, Buenos Aires, 1964, phgs. 94-95.

1 1 Salustiano del Campo Urbano: & Sociolagla cientffica moderna. Instituto de Estu- dios Polfticos, Madrid, 1969, pl8, 22,

confianza en el progreso histórico y en la razón humana, fue, en este sentido, un buen exponente del espíritu de la nueva época que se estaba fraguando.

2. LAS CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA REVOLUCI~N INDUSTRIAL

Una vez apuntados los factores fundamentales que contribuyeron a hacer posible la transición de la sociedad estamental a la sociedad industrial, nos resta por considerar cuál fue la significación general de este proceso de transformación, tanto desde el punto de vista de lo que supuso de cambio en los modelos sociales globales, como en cuanto al impacto causado en los propios individuos.

No es necesario subrayar que ambos aspectos revistieron la mayor importancia, no sólo debido a que la sociedad tradicional y la socie- dad industrial constituían modelos de organización bastante dife- renciados, sino también porque el contexto general en que se pro- dujo el proceso de transición de uno a otro modelo de sociedad, se caracterizó por la intensidad y la diversidad de los procesos de cam- bio: intelectuales, políticos, tecnológicos, científicos, demográficos, sociológicos, etc.

En este contexto, pues, de grandes transformaciones de diferen- te signo, el cambio específico en los modelos sociales constituye un aspecto más de un proceso global y profundo de transformación.

Desde un punto de vista sociológico, los cambios que supuso la transición de la sociedad tradicional a la sociedad industrial pueden ser analizados de diversa manera. Goldthorpe, por ejemplo, ha inten- tado resumir los contrastes fundamentales entre uno y otro tipo de sociedad en el esquema que hemos recogido en el cuadro 112.

Por supuesto, dicho esquema puede ser ampliado con algunas otras dimensiones complementarias, pero lo cierto es que, a efectos de nuestra exposición, las características fundamentales que definen a la sociedad tradicional pueden ser resumidas en unos pocos ras- gos básicos, que contrastan radicalmente -como veremos en el epí-

' 2 J. E. Goldthorpe: Introduccldn a la Soclologla. Alianza, Madrid, 1977, pdg. 144.

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326 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 327

grafe siguiente- con los propios de la sociedad industrial. Siguien- do a Giddensl3 podríamos coincidir en señalar los siguientes rasgos característicos principales de la sociedad tradicional, en contraste con la sociedad industrial:

- «En el feudalismo existía un reparto autoritario del trabajo». «Cada hombre debía llevar a cabo obligatoriamente las tare- as que entrañaba esa vocación ... a la que había sido destina- do dentro de una jerarquía de ocupaciones sancionadas por el poder divinon. El nuevo orden, por el contrario, se basó en la libertad de trabajo.

- «La sociedad tradicional estaba dividida en ~estamentos legalmente diferenciados», de los que los individuos no podí- an salir y a cuyas normas estaban sometidos. La sociedad industrial liberó a los hombres de estas «ataduras» medieva- les, y los situó ante un mercado competitivo de trabajo.»

- «La economía feudal, basada en la comunidad señorial, impli- caba principalmente que la producción se efectuaba para el conjunto de necesidades de consumo locales conocidas, lo que fue reemplazado por la producción en gran escala, regulada por las leyes de la economía monetaria, instaurándose meros mecanismos dinerarios de vinculación entre productores y consumidores.

- «Las pautas de dominación y subordinación en la sociedad feudal ... eran sobre todo de tipo personalista. .., los vínculos de fidelidad y de servidumbre constituían el fundamento esencial de la estructura feudal», «lo que será sustituido por un siste- ma impersonal de relaciones» y de «igualdad formal de opor- tunidades. »

- «En el sistema feudal, el poder económico y político estaban fusionados «y su declive» fue acompañado y promovido por una incipiente separación de estas dos esferas instituciona- les, el comercio y la industria, por una parte, y el Estado, por otra.»

' 3 A. Giddens: La estructura de clasrs rn lar swlrdades avanzadas. Alianza, Madrid, 1979, phgs. 92-94.

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328 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

- «El feudalismo, de carácter primordialmente agrario, estaba necesariamente ligado al campo, mientras que el nuevo orden económico dependió del crecimiento de las ciudades, cuya existencia se fundamentaba, a su vez, sobre el comercio y la manufactura. »

El alcance de las diferencias entre ambos modelos sociales ha intentado ser objeto, incluso, de un cierto tratamiento conceptual diferenciado. En este sentido la distinción, propuesta por Tonnies (1855-1936) entre Comunidad (Gemeinschafi) y Asociación o Socie- dad (Gese1lschaft)l4, vendría a recoger, entre otras cosas, algunos de los aspectos más significativos implícitos en el proceso de transición de la sociedad tradicional a la sociedad industrial.

Dicho muy esquemáticamente, lo que supondría esta transición, de acuerdo con tal interpretación, no sería sino un ciclo de cambio de un período caracterizado por el predominio de las formas socia- les propias de un modelo de Comunidad (Gemeinschafi), a un pe- ríodo caracterizado por las formas de Asociación o Sociedad (Gesell- schaft).

Como el mismo Tonnies dirá «la Comunidad se caracteriza por la voluntad social como armonía, ritos, costumbres y religión; la Asociación mediante la voluntad social en calidad de convención, legislación y opinión pública. Los conceptos corresponden a los tipos de organización social externa que pueden clasificarse como sigue» -dirá Tonnies-, para incluir a continuación un doble esquema en donde la Comunidad es caracterizada en relación a «vida familiar)), «vida rural de aldea = ritos y costumbres», «vida de ciudad = reli- gión», «economía doméstica», «agricultura basada en los hábitos», «arte, basado en la memoria»; mientras la Asociación es caracteri- zada en relación a «vida urbana = convención ... intencionalidad indi- vidual), . . . «vida nacional = legislación.. . cálculo privado», «vida cos- mopolita = opinión pública», «comercio basado en la deliberación, a saber, en la atención, la comparación, el cálculo, el contraton,

' 4 Aunque en ocasiones Gesellschaff ha sido traducido al castellano como .Socie- dad», aquí nos referimos indistintamente a ente concepto como «Asociación», siguiendo la traducci6n de Jose Francisco Ivari y Salvador Qlner: vid. Ferdinand Tonnies: Comuni- dad y Asociacidn. Península, Barcelona, 1979,

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 329

((industria basada en las decisiones ..., en el uso productivo e inteli- gente del capital y la venta del trabajo. Las normas rigen la fábrica», ciencia, basada en conceptos» ..., etc. '5.

Ciertamente los análisis de Tonnies implican más elementos y matices de los que se desprenden de esta clasificación esquemática, transluciendo dos dimensiones diferentes de lo social, que merecen valoraciones muy distintas. De hecho en la distinción entre «comu- nidad» y «sociedad» se reflejaba un fuerte contenido de crítica social, y a la vez, un cierto intento de conceptualizar la superioridad de unas u otras formas de lo social.

En estas apreciaciones Tonnies coincidía con una importante co- rriente del pensamiento sociológico, que orientaba su esfuerzo a sen- tar las bases de lo que podía entenderse como la «buena sociedad». De hecho, la mayor parte de los «padres fundadores)) de la Sociolo- gía y de las primeras generaciones de sociólogos van a ligar esta ima- gen de la «buena sociedad» a la idea de comunidad, habiéndose lle- gado a considerar en algunos casos, incluso, que tanto en Comte como en Durkheim «el referente de lo "socialn» fue casi invariablemente lo comunal y no lo societal.

Esta conceptualización comunal de la naturaleza de lo social con- firió un carácter más sustantivo a los primeros enfoques sociológi- cos sobre esta cuestión, que lo apartaban completamente de las per- cepciones propias del pensamiento conservador, que contemplaban lo «comunitario» en términos de añoranza hacia un pasado que el nuevo orden industrial estaba triturando.

Por lo tanto, en el desarrollo de la Sociología -y del pensamiento político moderno- hay que diferenciar claramente las dos apro- ximaciones distintas que se producen en torno al concepto de comu- nidad. Por una parte, están las reacciones del pensamiento conser- vador ante el envite de los cambios sociales, que intentaron encontrar en la idea de la comunidad tradicional y patriarcal el mejor y más seguro baluarte defensivo contra los nuevos vientos que traía la his- toria a través de los dos grandes procesos revolucionarios (la revo- lución francesa y la revolución industrial). Por otra parte, estaba el

' 5 E Tonnies: Comunidad y koclaoldm, op, olt,, pA#r. 277-278.

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LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 33 1 330 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA

nuevo pensamiento sociológico que veía en la idea de comunidad la imagen de la buena sociedad, más estable e integrada.

Tonnies se sitúa, precisamente, en esta segunda dirección, utili- zando los conceptos de comunidad y asociación, en una perspectiva analítica e histórica más compleja que la que algunos divulgadores simplistas de su obra han intentado reflejar. Por tanto, para com- prender adecuadamente como entiende Tonnies estos dos concep- tos, o «tipos ideales», no basta con atenerse solamente al famoso cua- dro-esquema publicado al final de su obra, y al que nos acabamos de referir, sino que es necesario seguir con mayor atención sus pala- bras y precisiones a lo largo de toda su obra. Una lectura más aten- ta nos permite situar su dualidad de referencias, en los siguientes términos:

- El concepto de comunidad connota vínculos personales natu- rales y afectivos, motivaciones morales, altruistas y coopera- tivas, «vida orgánica y real», convivencia perdurable e íntima (se vive en comunidad, mientras que se accede o se está en «asociación»). La comunidad es un organismo vivo, cohesio- nado por el afecto, la simpatía y la voluntad de compartiv, don- de opera el consenso entre copartícipes próximos físicamente, con disposición para la armonía y el espíritu de concordia. En la comunidad existen lazos sociales visibles e identificables primariamente, prevalece el espíritu de cooperación, la ayu- da, la acción social altruista y las convicciones (frente a la pre- valencia de las convenciones en la «asociación»). Es propio también de la comunidad la satisfacción en el uso y disfrute de los bienes comunes. La comunidad es la esfera del derecho natural, de los derechos humanos y sociales. La iniciativa es considerada como una inclinación positiva, primando la generosidad, la confianza y la estimación de las cosas por su valor intrínseco.

- Por el contrario el concepto de asociación está ligado a las relaciones impersonales, instrumentales y ((tácticas », propias de la ((sociedad de masas)), a motivaciones racionales e inte- resadas, a una ((estructura imaginaria y mecánica» de lo social, y a la mera coincidencia ptlblica transitoria y superficial. La (<asociación» es un «artefacto, un uafiadido mecánico)), cohe- sionado por meros lazor jurídicoi o de necesidad interesada,

es una amalgama artificial regida por lazos de competitividad y egoísmo. Las interacciones sociales no son vistas como fines en sí, sino como medios para obtener otros fines; incluso las relaciones más personales, como el matrimonio y la amistad, se ven afectadas por ese afán instrumentalizador de todo. En la asociación los lazos son «invisibles», abstractos, los hom- bres están juntos aisladamente; prima la competencia, el ego- ísmo, la acción calculada e interesada y las convenciones. Es propio de la «asociación» el afán de lucro, las desigualdades extremas y la «ostentación» de las riquezas y los bienes, como símbolo de diferenciación, y no de acuerdo al valor intrínse- co de las cosas. La «asociación» es la esfera del derecho mer- cantil, en donde el dominio es el referente; es el reino del inter- cambio, en donde el valor de las cosas está en función del precio (como el «necio» de Machado que ((confundía valor con pre- cio»). La mercancía es vista como un valor en sí mismo, en un contexto regido por el dinero, el precio y el contrato, en don- de se produce el dominio de «los seres humanos sobre los seres humanos». En la «asociación» prima el escepticismo y la paz es entendida como resultado de las convenciones y el ((miedo recíproco». Como decía Adam Smith -recuerda Tonnies-: «en esta perspectiva todo hombre ... se convierte en cierta medi- da en un comerciante ... », adquiriendo un lugar prevalente los banqueros que son «los intermediarios de la mediación»16.

En definitiva, el tránsito de la comunidad a la asociación supone la modificación de los vínculos sociales primarios y las formas de relación directa y su progresiva sustitución por formas abstractas e instrumentales de relación, marcadas indirectamente por la lógica del mercado.

El principio regulador central de la asociación es el mercado. La asociación, podríamos decir, es el reino del Mercado; la lógica del mercado tiende a imponer modos de relación y formas de organiza- ción social y política, cada vez menos naturales, primarias, inme- diatas y aprensibles, ya que el mercado no enmarca una relación natural, sino procesos de intercambio impersonales.

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332 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

Por ello, pues, en la obra de Tonnies hay una crítica acerba a la lógica social que conduce a reducir toda la sociedad a la condición de un mero mercado.

En su conjunto la transición desde la sociedad tradicional a la sociedad industrial supuso un cambio sustancial en los modelos sociales globales, que -al margen de que pueda hacer necesario incluso la utilización de conceptos diferenciados- de lo que obvia- mente precisa -como señalábamos al principio- es de una con- ciencia analítica muy clara sobre el significado de «fenómeno social global)) que tuvo la revolución industrial.

Como se ha señalado con razón, la «transformación económica que trae consigo la industrialización no afecta tan sólo a un sector de la producción. Trastoca la agricultura, de la que es inseparable. Transforma la distribución. Y... renueva las condiciones de ejercicio de las profesiones más alejadas de la industria. Está claro que el cre- cimiento económico que la industria ha hecho posible, afecta a la vida económica todap. Pero no sólo a la economía, sino que también «el desarrollo de la industria supone un tipo de poder: apoyado en leyes, en un aparato jurídico estable, sustraído a la arbitrariedad» y, a su vez, la revolución industrial supone «no sólo máquinas y pro- ductos, sino una nueva cultura ..., una visión del mundo~l7.

En suma, pues, podemos concluir afirmando, con Friedmann, que la «diferencia entre sociedades pre-industriales y sociedades indus- triales no se refiere tan sólo al número de los altos hornos o a la pro- porción de agricultores. Contrapone asimismo, tipos de institucio- nes, prácticas y convicciones, estilos de vida y una cultura»lg.

:). PRINCIPALES CARACTERISTICAS DE LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

Antes de referirnos a la manera específica en que diversos pro- cesos sociales, económicos e intelectuales confluyeron, haciendo posi- ble -y necesario- el surgimiento de la Sociología, vamos a dete-

l 7 George Friedmann: uLa aocicdrid Induntrial y su porvenir., en Historia General del Pahajo, tomo IV, Grijalbo, Barcelona, 1965, pQ&x. 436, 437 y 438.

I H Ibfd., p8g. 439.

LA SOCIOLOG~A Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 333

nernos en la consideración de los aspectos más característicos de la sociedad industrial, en la medida en que estos aspectos forman la base de algunas de las más importantes vivencias sociales de los ciu- dadanos de nuestro tiempo, y constituyen, por lo tanto, áreas de refe- rencia básicas en el estudio sociológico.

La sociedad industrial ha sido definida de maneras diferentes por los distintos sociólogos que se han ocupado del tema. Aron, por ejem- plo, ha considerado que se «puede formular una definición simple de sociedad industrial» como la «sociedad en donde la industria, la gran industria, sería la forma de producción más característica»19.

De una manera más específica, los caracteres de la sociedad indus- trial, según Aron, son los siguientes: «la empresa se halla radical- mente separada de la familia», lo que constituye una importante sin- gularidad respecto a otras formas de organización social anteriores; ala empresa industrial introduce un modo original de división del trabajo, una compleja y variada división tecnológica del trabajo)); «la empresa industrial supone una acumulación de capital. La civiliza- ción industrial exige que cada obrero trabaje sobre la base de un capital importante y que éste se renueve)); la necesidad de un «capi- tal importante», en permanente «vía de expansión, requiere, a su vez, la implantación práctica de la idea de "cálculo racional", el cálculo económico; finalmente, una característica fundamental de la socie- dad industrial es la de la "concentración obrera en el lugar de tra- bajo".*O.

En otro lugar apuntará también Aron un rasgo específico de las sociedades industriales, que de alguna manera puede considerarse que forma parte de un contexto más general de influencias. Así, en su obra Progreso y desilusión, subrayará cómo una de las caracterís- ticas principales de la sociedad industrial es la de orientarse a lograr el máximo de producción y de eficiencia, entre otras cosas, median- te la «renovación de los instrumentos y de la organización del tra- bajo según el progreso de la ciencia))21.

19 Raymond Aron: Dieciocho lecciones sobre /u socierlad industrial. Seix Barra], Bar- celona, 1965, pBg.8 1 .

20 Ibfd., p8gs. 81-83. 2 ' Rayrnond Aron: Progreso y desllusldn, Monto Av~lr, Caracas, 1969, p8g. 192.

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334 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA

El tema de la caracterización de la sociedad industrial no se ago- ta, por supuesto en los rasgos apuntados por Aron, siendo muy nume- rosas las aportaciones disponibles en la literatura sociológica sobre este particularz2.

Por nuestra parte, y desde una óptica preferentemente atenta hacia aquellos aspectos de este magno proceso de transformación que en mayor grado constituyen elementos de cambio social, o de modifica- ción en las estructuras de referencia tradicionales de los individuos y los grupos sociales, vamos a ocuparnos en las páginas siguientes de esbozar un breve esquema sobre algunas de las principales dimensio- nes básicas del fenómeno de emergencia de la sociedad industrial.

En primer lugar, la industrialización puede ser caracterizada princi- palmente por la implantación hegemónica de la fábrica y la máquina en el sistema de producción. La invención de la máquina de vapor por James Watt en 1769, y su perfeccionamiento en 1782, fue uno de los cambios más revolucionarios y que mayores consecuencias prácticas ha tenido en nuestra era. La máquina no sólo reemplaza a la mano humana en la realización de determinadas tareas -con todo lo que ello implica-, sino que supone también un cambio tremendo, en la medida en que ((la utilización del vapor como fuente de energía ... des- plaza las demás formas hasta entonces comunes: energía muscular, energía animal, energía eólica e hidráulica»23.

La utilización de máquinas, cada vez más perfeccionadas en el siste- ma de producción permitió un gran salto adelante en la utilización de los sistemas de energía, a la vez que produjo una quiebra fundamen- tal en los sistemas y procedimientos tradicionales de trabajo. La máqui- na dio lugar al desarrollo de un sinnúmero de innovaciones tecnoló- gicas de muy diverso tipo, inaugurando una fase de producción fabril en masa. Las fábricas desplazaron los viejos sistemas gremiales de pro- ducción y de trabajo a domicilio, permitiendo producir grandes can- tidades de mercancías con una mano de obra poco especializada; lo que hizo posible un abaratamiento de los costes y una mayor compe-

22 Sobre este tema puede verse, por ejemplo, también Phylis Deeane: La primera rtvolucidn industrial. Penlnsula, Barcelonu, 1968.

2 3 Claudc Fohlen: .Nacimiento dc una clvllixuciOn industrial)), en Historia General ~ P I rrahajo, op. cit., tomo 111, pdg, 9,

LA SOCIOLOGIA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 335

titividad en el mercado, con unas mayores posibilidades de beneficio, que actuaron, a su vez, como poderoso estímulo para la inversión.

En segundo lugar, el sistema de producción industrial dio lugar a una creciente división del trabajo, acompañada de una importan- te modificación en su propia naturaleza y significado. La mecani- zación y la tendencia a la creciente complejización de los sistemas productivos, se tradujo en una creciente división del trabajo y en una especialización de tareas y oficios que acabaron conduciendo a un verdadero ((desmenuzamiento)) del trabajo24, acompañado por una creciente pérdida de las «visiones de conjunto)). Los trabajado- res fueron perdiendo, así, la conciencia -y hasta la misma ima- gen- de estar produciendo mercancías concretas, para pasar a tener percepciones sobre su trabajo ceñidas a la ejecución de tareas limi- tadas y rutinarias, en más o menos complejas y parceladas cadenas de producción.

La sustitución de las formas de trabajo gremiales, basadas en relaciones personales y en un tratamiento más unitario de las mer- cancías producidas, por las formas de organización fabriles fueron acompañadas por un conjunto de cambios muy diversos que afec- taron, no sólo a la naturaleza del trabajo en sí mismo considerado, sino también a las propias características de las relaciones labora- les, y a la misma manera en que éstas se ubican en el conjunto de la sociedad.

Los trabajos se hicieron impersonales y los vínculos laborales se tro- caron fundamentalmente en vínculos abstractos, quedando regidos por las neutras y Mas leyes del mercado, en donde el único vínculo real era el vínculo del salario. Los trabajos se hicieron más inseguros y fluc- tuantes, al tiempo que quedó más claramente marcada la tendencia a la segmentación entre trabajo y vida, y entre la propia función origi- naria del trabajo y la manera alienada en que éste se ejecuta25.

24 En este sentido, vid. George Friedrnann: El trabajo desmenuzado. Editorial Suda- mericana, Buenos Aires, 1958.

2 5 A toda esta problemhtica del trabajo me he referido con cierta amplitud en mi libro, Alienación, dialLctica y librrtad, Fernando Torrca, Valencia, 1977, asi como en mi tesis doctoral, Ortgenes y desarrollo da1 cemcrpto da allrnacidn y su utiiizacidn en la socio- logía contempordnea.

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En tercer lugar, la industrialización supuso también la implanta- ción práctica de nuevos valores sociales y económicos y de nuevas pautas de conducta. Por una parte el orden económico quedó regu- lado por nuevas leyes económicas, fuertemente impregnadas por los principios de racionalidad y cálculo. Todos los elementos que inter- vienen en el sistema de producción se mercantilizaron y se traduje- ron en términos monetarios. Lo que importa ya no será tanto el valor de uso de las cosas, como el valor de cambio, por lo que las mer- cancías, más allá de su clase, calidad, etc., acaban siendo traducidas en términos dinerarios.

El sistema de producción se organiza y orienta de acuerdo con los requisitos de la nueva lógica económica: la empresa se entiende como un orden abstracto de factores traducibles en dinero, que fun- ciona de acuerdo con la ley del mínimo coste y del máximo benefi- cio, y al margen de cualesquiera otras consideraciones de tipo moral, polttico, religioso que no sean imprescindibles para incrementar los beneficios.

El nuevo orden económico, con su sistema de valores, sus leyes, sus requisitos, será objeto de importantes teorizaciones, en las cono- cidas exposiciones sistemáticas de los grandes padres de la Econo- mfa Política. De esta manera, de la mano de las obras de Adam Smith, de Adam Ferguson, de John Millar, etc., una nueva disciplina-la Eco- nomía- acabará adquiriendo carta de naturaleza propia, autono- mizándose de la Política, de la misma manera que ésta, de la mano de Maquiavelo principalmente, se había independizado anteriormente de la Moral y de la Religión.

Sin embargo los valores del nuevo orden económico no aparece- rán ceñidos solamente al ámbito propio de la regulación de las ins- tituciones económicas, sino que se harán presentes en la totalidad del conjunto social. Las ideas de racionalidad, cálculo, previsión, ren- tabilidad, inversión, etc., formarán parte de un conjunto más amplio de valores que influirán decisivamente los comportamientos de los ciudadanos de las sociedades industriales.

La difusión de los valores individualistas, las ideas de responsabili- dad, de actuación racional y calculadora, las aspiraciones de éxito, la especial valoración del esfuerzo competitivo, la eficacia, la disci- plina y la puntualidad, el espíritu de esfuerzo y dedicación al traba- jo, junto a una cierta capacidad de ascetismo orientado a diferir satis-

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 337

facciones que hagan posible el ahorro para mayores inversiones futu- ras, todo ello, en suma, formará parte de un trasfondo de valores sin los que la sociedad industrial no hubiera podido llegar a desarro- llarse plenamente.

De la misma manera que Weber destacó la relación causal entre los factores religiosos (calvinismo) y el espíritu del capitalismo, los teóricos de la modernización insistirán también en nuestros días en el papel prevalente que juega la difusión de estos valores para la indus- trialización de las sociedades tradicionales. Apter, por ejemplo, ha enfatizado cómo el proceso de modernización puede entenderse bási- camente como un proceso de difusión de valores y ((roles de tipo industrial en medios no industrialesm26.

De igual manera, Moore ha subrayado conclusivamente como ((amplios cambios de valores son la condición más fundamental para la transformación económica^^^, al tiempo que Kerr, Dunlop, Har- bison y Myers, han puesto bastante énfasis en señalar la manera en que la ((cultura tradicional» puede condicionar de manera funda- mental el proceso industrializador. .La cultura preexistente -dirán- debe adaptarse o rendirse ante el avance de la industrialización ... Los moldes culturales de industrialización pueden incorporarse rápi- damente, avanzar lentamente o recluirse en una sociedad en parti- cular.. . La industrialización impone sus propios moldes culturales a la cultura preexistente. Esta transición -concluirán- es más rápi- da si la cultura preexistente tiene las siguientes características: a) un sistema de familia nuclear que tienda a acentuar los incentivos indi- viduales a trabajar, ahorrar e invertir; b) una estructura social rela- tivamente abierta que estimule la igualdad de trato y el progreso sobre la base de la capacidad; c) valores éticos y religiosos que sean favo- rables a la ganancia y el incremento económicos, las innovaciones y el cambio científico; d) un sistema legal que estimule el crecimien- to económico mediante la protección de los derechos de propiedad ante el poder arbitrario y caprichoso, y e) una fuerte organización gubernamental central y el sentimiento de ser una nación que pue-

26 David Apter: Estudio de la modernlzacldn. Amorrortu, Buenos Aires, 1970, p8g. 289.

27 Wilbert E . Moore: Cambio Social. Utehi, Mlxlco, 1966, pAg. 156.

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338 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA

de desempeñar un papel decisivo en el desarrollo económico. Dicho de otra manera, la cultura de la industrialización se caracteriza por estos factores y experimenta menos dificultades en suceder a una cultura más antigua, si algunos de los factores culturales necesarios ya se encuentran presentes, o si la rebelión social ya ha contribuido a desarraigar la cultura más antigua&.

En definitiva, pues, el proceso de industrialización implica nue- vas necesidades en la conformación del orden político. Unas de estas necesidades derivan de los imperativos de la delimitación precisa de los mercados, especialmente de los mercados nacionales, como ele- mento condicionante de la posibilidad de realizar ofertas masivas de mercancías. El Estado moderno, en este sentido, vendrá a ser un elemento importante para la consolidación de estos grandes mer- cados nacionales. De igual manera, la necesidad de garantizar gran- des inversiones no rentables a corto plazo, así como la de potenciar las obras de infraestructura industrial básica (ferrocarriles, minas, siderurgia, etc.), requerirá de la existencia de un clima político esta- ble, capaz de generar la confianza suficiente como para emprender unos tipos de inversiones cuyas ganancias no se producen a corto plazo.

Por esta razón, los nuevos sistemas políticos tuvieron que cubrir ciertos requisitos de estabilidad y ser capaces, a su vez, de esta- blecer unas reglas de juego político eficaces, y dotadas de la flexi- bilidad precisa cómo para adaptarse a las nuevas exigencias eco- nómicas, sin olvidar, al mismo tiempo, la necesidad de ser lo suficientemente firmes como para remover los obstáculos surgi- dos de la persistencia de rigideces heredadas del viejo orden tra- dicional.

La traducción de muchas de estas aspiraciones y necesidades se vehiculizó con la emergencia política de la nueva clase burguesa, en cuanto principal agente protagonista del nuevo orden social en ascen- so. El especial protagonismo político de la nueva clase burguesa fue, asi, uno de los aspectos más importantes de la revolución industrial. En quinto lugar, por tanto, la sociedad industrial se caracteriza tam-

28 Clark Kerr, J. T. Dunlop, F. H. Harbison y Ch. A. Myers: El industrialismo y el hom- bre industrial. Eudeba, Buenos Aires, 1963, paga. 101 - 102.

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 339

bién por los nuevos perfiles de la estratificación y del conflicto de clases. Uno de los principales efectos de la industrialización fue el surgimiento de un nuevo tipo de estructura de clases, que dio lugar a nuevas formas de conflicto y de antagonismo social, de una inten- sidad y de unas características no conocidas hasta la fecha.

Del tema de la estructura de clases en las sociedades industriales me he ocupado en diversas ocasiones29 y por esta razón no me voy a extender aquí sobre este particular. Sin embargo, es preciso subra- yar que la industrialización corrió paralela al inicio de una época de grandes conflictos sociales, que adquirieron una muy significativa proyección política. Uno de los rasgos principales que va a caracte- rizar a este período histórico, es el enfrentamiento de las dos gran- des clases surgidas del hilo de la revolución industrial: la clase bur- guesa y la clase trabajadora.

Durante las primeras etapas de la industrialización, las duras condiciones de trabajo y de vida de las clases trabajadoras, que tan vivamente fueron descritas por algunos analistas de la época, dieron lugar a que el conflicto de clases se planteará como un conflicto dota- do de una especial proyección política, impregnada por profundas aspiraciones de cambio del sistema de producción.

De esta manera, los bajos salarios, los largos horarios laborales, la escasa seguridad en el trabajo, la carencia de las formas más elementales de seguridad social, la falta de reglamentación del tra- bajo de mujeres y niños, las deficientes condiciones físicas de tra- bajo, unidas a unos niveles generales de vida que podemos califi- car como «críticos», dieron lugar al desarrollo de una especial sensibilidad social entre las grandes barriadas fabriles. En estos ámbitos concretos el pensamiento de los teóricos socialistas encon- tró las condiciones apropiadas para una recepción positiva de sus mensajes, surgiendo fuertes movimientos sindicales y políticos, cuya

29 Vid., por ejemplo, José Félix Tczanos: «La estratificación social, desigualdad y jerarquizaciónn, y «Principales teorlas sobre la estratificación social)), en Salustiano del Campo (ed.): Tratado de Sociologh. Taui.us, Madrid, 1984, págs. 235-313; Estructura de c1ase.s y conflictos de poder en la Espuflu po.s/fruriqui.s/u. Edicuha, Madrid, 1978; Las nue- vas clases medias, Edicusa, Madrid, 1973, y &'risis dr la coiicic,ni.icl obrera?, Mezquita, Madrid, 1982.

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dialéctica acabó dando lugar a un conjunto importantísimo de trans- formaciones de toda índole, en cuyo análisis no podemos detener- nos aquí.

Finalmente, un sexto rasgo con el que podemos caracterizar el proceso de industrialización, en términos mucho más amplios, es el de la intensificación generalizada de los procesos de cambio social y de movilidad. No sólo se trata de subrayar aquí la impor- tancia de los procesos de urbanización y de crecimiento demo- gráfico, a los que ya nos hemos referido, sino que junto a ello hay que tener en cuenta que la industrialización supuso también cam- bios muy sustantivos en prácticamente todas las estructuras y sis- temas de relación del viejo orden tradicional. Como se subrayará con frecuencia, la revolución industrial, entre otras cosas, marcó el tránsito de una sociedad estable a una sociedad en cambio per- manente.

Los principales ámbitos de movilidad que impulsó el cambio hacia la sociedad industrial fueron los de carácter geográfico (éxodo rural, urbanización, etc.), los de carácter profesional (del orden gremial a la significativa homogeneización indiferenciada del primer indus- trialismo y, después, a la creciente especializaron y diversificación derivada de la progresiva división del trabajo), así como los de carác- ter social (movilidad de clase, mejora en las condiciones de vida y, en general, todos aquellos que son posibles en contextos más o menos meritocráticos regidos por la lógica éxito-fracaso). Si a esto añadi- mos los elementos de cambio -económicos, culturales, tecnológi- cos, ideológicos, etc.- implícitos en los anteriores rasgos que aquí hemos enunciado, comprenderemos hasta qué punto una de las carac- terísticas fundamentales de la industrialización fue, como dijimos, no sólo la intensificación del cambio, sino la difusión radical de la ((vivencia social del cambio».

En su conjunto, la concurrencia de todos estos procesos de transformación darán lugar a que la sociedad industrial tenga, en sí misma, un importante componente de dinamismo interno que hoy en día prácticamente nadie niega.

En esta perspectiva dinámica, la acumulación de cambios ocu- rridos durante las últimas décadas en las sociedades industriales ha ido dando lugar a la emergencia de un nuevo tipo de sociedad: la sociedad postindustrial, o sociedad tecnológica avanzada, en la que

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL

se están modificando de manera bastante importante los sistemas productivos, entre otras cosas merced al impacto de las nuevas tec- nologías y a la creciente utilización de robots industriales y sistemas automáticos de trabajo en el sector servicios. En el contexto de esta nueva situación, las estructuras de clase también tienden a cambiar, complejizándose considerablemente, incluso con la aparición de sis- temas duales de desigualdad, o con la aparición de ainfra-clases», etc., al tiempo que se modifican también las relaciones de poder y las bases sociales de éste30.

Como ha señalado Daniel Bell, entre otros, la sociedad post-indus- trial no se caracteriza sólo por la transición de una economía pro-' ductora de mercancías, a otra productora crecientemente de servi- cios -según ya apuntó Colin Clark-31, y por una automatización ascendente del proceso de producción, sino porque «la habilidad téc- nica -dirá Bell- pasa a ser la base del poder, y la educación el modo de acceso a él, los que van a la cabeza (o la élite del grupo) en esta sociedad -concluirá Bell- son los científicos~3~.

Aquí no resulta posible entrar en el análisis de las nuevas formas y modelos de sociedad que están sustituyendo a las sociedades industriales, ni tampoco en otros aspectos importantes sobre la diver- sidad de formas que puede revestir el proceso industrializador y el desarrollo económico33 porque ello desborda el marco de nuestro análisis, que no es otro que el de delimitar el contexto histórico en

30 Sobre estos temas puede verse José Félix Tezanos: ((Clases sociales y desigualdad en las sociedades tecnológicas avanzadas», Revista Internacional de Sociología, n." 8-9, diciembre 1994, págs. 89-135, y «Las infraclases en la estructura social», Sistema, n." 131, Madrid, 1996, págs. 5-34.

3l Colin Clark: Las condiciones del progreso económico. Alianza, Madrid, 1967. 32 Daniel Bell: El advenimiento de la sociedad post-industrial. Alianza, Madrid, 1976,

pág. 412. En parecido sentido, vid. también Alvin Gouldner: El futuro de los intelectua- les y el ascenso de la nueva clase. Alianza, Madrid, 1980.

33 Aunque los teóricos del industrialismo han insistido en el carácter socialmente «homogeneizador» del proceso de industrialización, no se puede negar que, desde una perspectiva actual, este tema reviste ciertas complejidades que hacen preciso tener en cuenta no sólo la manera en la que la industrialización se produjo históricamente en algunos paises comunistas (principulmente la URSS), sino también las especificidades con las que en nuestros dlas algunon pulncn del icrcer mundo plantean su propio proce- so de desarrollo. Lo que ha pcrmltldo hirblur, ul mcnos, de un doble modelo de industrialización y de don o tres tlpar dlfemnter da nocledades industriales.

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que surge y se desarrolla la Sociología. Pero en cualquier caso, lo que aquí hemos apuntado, en la medida en que se relaciona con las perspectivas más generales de evolución de tan intensos procesos de transformación, nos puede servir para resaltar el verdadero alcance y profundidad de los elementos de cambio social que puso en mar- cha la revolución industrial.

4. LA CUESTIÓN SOCIAL Y LOS ORIGENES DE LA SOCIOLOGIA

En todo el complejo contexto económico, social e intelectual al que nos hemos referido en las páginas anteriores, puede decirse que estaban dadas las condiciones necesarias para que surgiera y se desarrollara la Sociología.

Como reiteradamente se ha señalado, en «el siglo XIX ... el pensa- miento político-económico, sociopolítico y científico natural se une con las grandes corrientes filosóficas de la ilustración y del roman- ticismo, creando una forma mental desde la que pudo desarro- llarse la Sociología bajo la presión de las tensiones sociales ..., con- secuencia de algunos cambios fundamentales y, sobre todo, extraordinariamente rápidos ... La llamada revolución industrial, los movimientos obreros, el socavamiento de la idea de legitimi- dad aplicada a la forma monárquica de gobierno, la conciencia de sí de los hombres como unidades más o menos igualitarias, el cre- ciente contacto entre un sinnúmero de grupos humanos como con- secuencia del rápido crecimiento demográfico, de los nuevos y eficaces medios de comunicación y de las nuevas instituciones sociales ...; todos estos factores contribuyeron a crear una presión real tan fuerte a través de los procesos sociales y socio-económi- cos, que casi de necesidad tenía que formarse una ciencia del tipo de la Sociología~3~.

Así pues, la Sociología surgió a partir de determinadas condicio- nes intelectuales y en el contexto de una situación social muy preci- sa. A algunas de estas condiciones intelectuales ya nos hemos refe-

rido en las páginas anteriores, de igual manera que en el capítulo diez nos referiremos a aquella que jugó un papel específico más deci- sivo: el desarrollo de una mentalidad y de un método científico.

Sin embargo es preciso subrayar que la incidencia de los facto- res intelectuales que influyeron en el nacimiento de la Sociología operaron a través de una doble vía: por una parte la relacionada con aquellas aportaciones que contribuyeron al desbloqueamiento del mundo tradicional, y por otra parte, las surgidas directamente de la reflexión sobre las consecuencias del proceso de industrialización y de transformación de la sociedad tradicional.

En lo que al primer bloque de cuestiones se refiere, a lo que ya hemos señalado en páginas anteriores, sólo podemos añadir aquí, a modo de recapitulación, que sin ese específico clima intelectual hu- biera sido muy difícil el desarrollo de una disciplina científica co- mo la Sociología. En este sentido, Durkheim, en la obra colectiva La Science francaise, publicada en 191 5 con motivo de la Exposición Internacional de San Francisco, pudo presentar la Sociología casi como fruto de la aportación francesa, en virtud, precisamente -y de acuerdo con su argumentación- de que en Francia se daban plena- mente las dos condiciones necesarias para su nacimiento: es decir, que se «hubiera puesto fin al imperio del tradicionalismo» y que exis- tiera una verdadera fe en la fuerza de la razón como instrumento de cono~imiento~~.

Precisamente cuando se hicieron más claras y explícitas las conse- cuencias sociales de los grandes procesos de cambio a que nos veni- mos refiriendo, surgió otra vía importante de reflexión intelectual que estimuló el desarrollo de la Sociología: nos referimos, obviamente, a la reflexión sobre la llamada «cuestión social».

Como ya hemos indicado, la dinámica práctica de la industriali- zación dio lugar a que muy pronto quedara de manifiesto que su implementación no sólo producía un fuerte proceso de convulsión social, como consecuencia del derrumbe del viejo orden tradicional, sino que también generaba toda una compleja problemática social

34 H . Schorck: Historia de. la Soclol~~la, Hordcr; Bui.celona, 1977, piíg. 146. J W d . , en este sentido, Carlor Moya: Socldlapos y Sociologfa. Siglo X X I , Madrid, 1970, pdgs. 13 y su.

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asociada a las nuevas formas de organización del trabajo industrial, a las nuevas condiciones de vida de las masas de trabajadores que se hacinaban en torno a los núcleos de expansión industriales, así como a todo un conjunto muy amplio y variado de problemas sur- gidos de las características de las «sociedades de masas» que esta- ban emergiendo.

La llamada «cuestión social», es decir, la sensibilización por la situación social de los sectores que vivían y trabajaban en peores condiciones, se convirtió bien pronto en uno de los puntos fun- damentales de referencia para todo el pensamiento social de esta época, desde los teóricos socialistas, hasta Papas como León XIII, que en su encíclica «Rerum Novarumn denunció las consecuen- cias negativas del nuevo orden económico. De esta manera, bajo el impacto de la «cuestión social» se empezó a producir una cier- ta inflexión en la evolución de las concepciones que, basadas en una extraordinaria fe optimista en el progreso, habían alentado y estimulado de manera tan decisiva la dinámica de la industriali- zación.

En este sentido, como ha recordado Dahrendorf, en «los años vein- te y treinta del siglo pasado, hallaron expresión en la literatura de la economía política y de la política social los primeros signos de cier- to escepticismo a propósito de los efectos sociales de la forma indus- trial de producción~36.

Después de un cierto período de exaltación optimista, se podía comprobar que el sistema industrial no era solamente «eficiente, dinámico y destructor de tradiciones»37, sino que también generaba nuevas contradicciones, conflictos y problemas sociales específicos. De estos conflictos y contradicciones -que se añaden a los surgidos como consecuencia del derrumbe del orden tradicional- se ocupa- ron casi todos los grandes teóricos sociales de los siglos XIX y xx, lle- gando a desarrollar unas líneas de análisis y unas teorías extraordi- nariamente densas y complejas.

36 Ralf Dahrendorf: Sociologla de la industria y de la empresa. Uteha, México, 1965, pAg. 20. " 7, Miller y W. Worm: Soclolopia Indurrdal. Rlulp, Madrid, 1969, pAg. 56.

De acuerdo con Tony J. Watson, podemos resumir las principa- les contradicciones específicas, surgidas como consecuencia del desa- rrollo industrial, en los siguientes ocho grandes bloques:

- Aquellas que surgen como consecuencia de la instalación de gran cantidad de trabajadores en un mismo lugar de trabajo, con unas mismas condiciones e intereses, lo que crea las cir- cunstancias apropiadas para el desarrollo del sindicalismo y, en general de la acción clasista.

- La acumulación de demandas crecientes de libertad políti- ca y mayor participación democrática surgidas como con- secuencia de la «extensión» de la lógica de los principios libe- rales, que eran imprescindibles para allanar las dificultades del orden feudal y para permitir el libre juego de intereses necesarios para el desenvolvimiento de la economía de mer- cado.

- Los problemas surgidos como consecuencia de las contradic- ciones entre las necesidades de los empresarios de control y coordinación, y las aspiraciones de mayor independencia e iniciativa de los sectores más cualificados de los trabaja- dores.

- Las contradicciones que generan los métodos racional- burocráticos de organización del trabajo, con su tendencia a la rigidez, al formalismo, etc., y que pueden acabar implican- do ciertos elementos de ineficacia.

- Las consecuencias de la división del trabajo que si bien pro- duce una mayor eficacia en la producción, al mismo tiempo tiende a generar monotonía en el trabajo, alienación, falta de estímulos y de motivación, etc.

- Los riesgos de anomia y de relaciones sociales impersonales y poco satisfactorias, surgidas como consecuencia de la susti- tución de los viejos valores tradicionales por los principios de individualismo, cálculo, interés, espíritu de competencia, aspi- raciones de éxito, etc.

- Los problemas generales de desmotivación en el trabajo según aumentan ciertos nivele8 econbmicos,

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- Las cuestiones relacionadas con los límites del crecimiento -y con sus consecuencias- no sólo en sus aspectos físicos, sino también en sus aspectos sociales (problemática real de la desi- gualdad), etc.38.

Y por supuesto, junto a todo esto, hay que considerar igualmen- te la manera especifica en que influye la problemática acumulada que es consecuencia del crecimiento demográfico y de la rápida urba- nización, así como las específicas condiciones de trabajo, sobre todo en las primeras etapas de la industrialización (bajos salarios, largas jornadas laborales deficientes condiciones físicas en los lugares de trabajo, falta de seguridad social, de asistencia sanitaria y de otras ventajas sociales, inestabilidad en los puestos de trabajo, etc.).

A su vez, hay que tener en cuenta también que toda sociedad indus- trial presenta un cierto grado de tensión interna y de conflictos refe- ridos especialmente a la persistencia de residuos importantes de la sociedad tradicional. Eisenstadt, por ejemplo, ha subrayado cómo todo proceso de industrialización implica una doble dialéctica de desorganización y dislocación estructural de la sociedad tradicional y de ((problemas sociales, rupturas y conflictos entre los diversos gru- pos y movimientos de protesta y resistencia al cambio~3~.

Evidentemente, desde una óptica actual, aun sin olvidarnos de los indudables y muy importantes aspectos positivos que ha supues- to la industrialización, habría que añadir nuevas contradicciones, conflictos y problemas a los que aquí hemos recogido: los desequi- librio~ entre países ricos y países pobres, los deterioros medio-ambien- tales y la ruptura de los equilibrios ecológicos, la explotación ((depre- dadoran de algunos recursos naturales, las contradicciones entre las políticas de pleno empleo y las necesidades de modernización tec- nológica y de recuperación de la tasa de ganancia del capital, el desempleo masivo, etc.

38 Tony J. Watson: Sociology, Work and Industty. Routledge & Kegan Paul, Londres, 1980, págs. 90-91.

3Y S. N. Eisenstadt: Modernizacidn. Movimientos de protesta y cambio social. Amo- rrortu, Buenos Aires, 1968, pBg. 41, Alaln Taurriinc, por su parte, verá en esta contradic- ci6n espcclfica uno de los factorer Imporlintcr que *permite e impone el desarrollo de la Sociologla*. Vid. Alain Touralno: &ulo&qtr ¿a la accidn. Ariel, Barcelona, 1969, pág. 454.

Sin embargo, ateniéndonos al horizonte histórico que aquí esta- mos analizando, es evidente que el impacto causado por toda la pro- blemática general a la que nos hemos referido, tenía que conducir de manera directa y lógica no sólo a una mayor atención hacia lo social como campo de estudio y de consideración, sino también a un nuevo planteamiento analítico. Por ello es por lo que puede decirse que «la Sociología ... está muy íntimamente unida en sus comienzos con la aparición de los problemas sociales. Nació cuando el proceso de la convivencia dejó de desarrollarse por sí solo y cuando fue pre- ciso comenzar a ocuparse de la sociedad, pues en este dominio de la vida humana se habían planteado problemas que reclamaban solu- c ión~. Por eso la Sociología surgió en un contexto histórico y social preciso, en el que la «cuestión social» dio lugar a que se suscitase una problemática específica con una intensidad como antes no se había conocido.

No es extraño, por tanto, que desde los primeros momentos del desarrollo de esta disciplina la atención temática central de los soció- logos se produjera en torno al binomio orden-desorden social. La Sociología surgió a partir de la difusión de una sensibilización inte- lectual bastante general ante todos los problemas de desorganiza- ción social que había puesto en marcha la revolución industrial. Des- de el mismo Comte el telón de fondo de la reflexión sociológica será el mismo: la «gran crisis social».

Ya en 1822 Comte abrió su obra Plan de trabajos científicos necesa- rios para reorganizar la sociedad, con estas palabras: «Un sistema social que se acaba, un sistema nuevo que ha llegado a su madurez com- pleta y que tiende a constituirse: tal es el carácter fundamental que asigna a la época presente la marcha general de la civilización. De acuerdo con este estado de cosas, dos movimientos de diferente natu- raleza impulsan hoy a la sociedad: uno de desorganización, otro de reorganización~~~.

La Sociología será la manera específica en que algunos teóri- cos sociales intentarán enfrentarse -de acuerdo con los plantea- mientos propios del método científico- con la misma problemá-

40 Augusto Comte: .Plan de trrbajor clantlflcoi nccc~ar io~ para reorganizar la so- ciedad*, en A. Comte: Primeros ensayos. P,C,E,, Mdxlco, 1977, pAg. 71.

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tica con que se enfrentaron también los especialistas en otras áreas del saber.

En conclusión, podemos decir, con Nisbet, que las «ideas fun- damentales de la Sociología europea se comprenden mejor si se les encara como respuesta al derrumbe del viejo régimen, bajo los gol- pes del industrialismo y la democracia revolucionaria, a comienzos del siglo XIX, y los problemas de orden que éste creará ... Los ele- mentos intelectuales de la Sociología -dirá Nisbet- son producto de la refracción de las mismas fuerzas y tensiones que delinearon el liberalismo, el conservadurismo, y el radicalismo modernos. El colap- so del viejo orden en Europa.. . liberó los diversos elementos de poder, riqueza y status consolidados, aunque en forma precaria, desde la Edad Media. Dislocados por la revolución, reunidos confusamente por el industrialismo y las fuerzas de la democracia, encontraremos a esos elementos recorriendo a tumbos el paisaje político de Euro- pa durante todo el siglo XIX, en la búsqueda de contextos nuevos. Del mismo modo que la historia política del siglo XIX registra los esfuer- zos prácticos de los hombres por volver a consolidarlos, la historia del pensamiento social registra los esfuerzos teóricos realizados en tal sentido; es decir, las tentativas de ubicarlos en perspectivas de importancia filosófica y científica para la nueva era»41.

4 ' Robert Nisbet: La fomacidn del prnsamlento sociol6gico. Amorrortu, Buenos Ai- res, 1969, vol. 1 , pAg. 37.

LA SOCIOLOGÍA Y LA SOCIEDAD INDUSTRIAL 349

EJERCICIOS Y TÓPICOS PARA LA REFLEXI~N

1) ¿Por qué se dice que la revolución industrial fue un fenóme- no social global?

2) ¿Cuáles fueron los requisitos y condiciones previas que hicie- ron posible el desarrollo de la revolución industrial? Hacer un esquema clasificando los requisitos económicos, tecnoló- gicos y científicos, sociales, culturales, etc.

3) ¿Qué ventajas implicaba la división del trabajo, según Adam Smith? ¿Y según Adam Ferguson?

4) ¿Qué explicación dio Max Weber sobre la influencia de los factores culturales en la génesis de un proceso económico como el capitalismo?

5) ¿Cuáles fueron los principales factores ideológicos y cultura- les que tendieron a modificar en el siglo XVII los supuestos del mundo tradicional? {Qué papel jugaron estos factores en el advenimiento de la revolución industrial?

6) ¿Qué cambios supuso la sociedad industrial en la sociedad tradicional? Hacer un esquema, siguiendo las propuestas de Goldthorpe y Giddens.

7) ¿En qué se diferencian, y a que se refieren, los conceptos de «Comunidad» y «Asociación» de Tonnies?

8) ¿Cómo se ha definido la «sociedad industrial»? Poner varios ejemplos.

9) ¿Cuáles son las principales características y dimensiones de la sociedad industrial? Hacer un esquema.

10) ¿Qué papel e influencias atribuyen los teóricos de la mo- dernización a la difusión de valores y pautas de carácter eco- nómico para el desarrollo de la industrialización?

11) ¿Qué rasgos culturales y características sociales tienden a favorecer y facilitar el proceso de industrialización de una sociedad?

12) Describir y analizar las principales condiciones sociales en que vivieron la mayoría de trabajadores durante las prime- ras etapas de la revolucidn Indu,trial,

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350 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

13) ¿Qué se entiende por «cuestión social»? ¿Cómo influyó y esti- muló la «cuestión social» el desarrollo de la Sociología, y algu- nas de sus aplicaciones concretas?

14) ¿Cuáles son las principales contradicciones específicas surgi- das como consecuencia del desarrollo industrial?

15) ¿Por qué la mayor parte de las reflexiones de las primeras generaciones de sociólogos se produjeron en torno al bino- mio orden-desorden?

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La complejidad y la esterilidad de algunas disputas metodológi- cas sobre el ser y el hacer de la Sociología han dado lugar, como ya hemos apuntado, a que algunos autores hayan intentado pasar por encima de estos debates diciendo que la Sociología sencillamente es «lo que hacen los sociólogos». Pero ¿qué hacen realmente los soció- logos? Posiblemente muchas personas sin conocimientos especiali- zados en estas cuestiones tienen las mismas dificultades para con- testar a esta pregunta que para responder al interrogante general sobre ¿qué es la Sociología?

Con bastante frecuencia la actividad de los sociólogos está rode- ada de oscuridades e, incluso, de misterios. ¿Cómo pueden los soció- logos adivinar el curso de los acontecimientos? -se preguntan muchas personas- ¿Cómo pueden averiguar quién va a ganar las próximas elecciones, o saber si la gente va a consumir un determi- nado producto, o conocer si en un barrio concreto va a surgir un problema social específico.. .?

Como ya señalábamos al principio de este libro, los sociólogos muchas veces son vistos como una especie de nuevos gurús, bru- jos, o adivinos de nuestra época. Pero el problema generalmente no es de los sociólogos, sino de las presiones y las demandas que se les plantean desde la sociedad, así como de las propias expec- tativas que su actividad genera. En este capítulo vamos a analizar esas expectativas, intentando situar el conocimiento sociológico en sus propios límites reales, al tiempo que vamos a precisar cuáles son los principales campos de orientación profesional y ocupacio- nal de los sociólogos y los principios que deben inspirar su que- hacer práctico.

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En el mundo clásico cuando los reyes o los militares pensaban em- prender alguna expedición bélica, o tomar alguna decisión, consulta- ban a los oráculos. Actualmente cuando los políticos o los empresa- rios tienen ante si la perspectiva de alguna iniciativa que les plantea dudas acaban acudiendo a los sociólogos, esperando informaciones o indicios que despejen sus incertidumbres.

Plutarco, en su obra Vidas Paralelas, cuenta una divertida anéc- dota que resulta muy ilustrativa sobre las expectativas que des- piertan estas prácticas previsoras o adivinatorias. Antes de empren- der su expedición contra los persas, Alejandro Magno decidió consultar el oráculo de Delfos. Y como quiera que los días en que llegó a Delfos eran días considerados como «nefastos», en los que no estaba permitido consultar el oráculo, ((10 primero que hizo -nos explica Plutarco- fue llamar a la profetisa; pero negándose ésta, y objetando la disposición de la ley, subió donde se hallaba y por fuerza la trajo al templo. Ella entonces, mirándose como ven- cida por aquella determinación, "¡Eres invencible, hijo mío!", expre- só; lo que oído por Alejandro, dijo que ya no necesitaba otro vati- cinio, sino que había escuchado de su boca el oráculo que apetecía» l .

En las sociedades de nuestros días ocurre algo parecido. General- mente se ponen muchas expectativas en los pronósticos y análisis de los sociólogos, y con harta frecuencia se les presiona para lograr de ellos los datos o las orientaciones en sus análisis que se desean obtener previamente. Y también se reacciona críticamente contra ellos cuando no proporcionan los resultados esperados. De esta manera, el quehacer de los sociólogos no puede substraerse de las expectativas y demandas concretas que se generan desde la socie- dad. Los sociólogos hacen los trabajos y se ocupan de las tareas que les son encomendadas en la sociedad, y tienen que realizar un gran esfuerzo de objetividad para no verse presionados en la forma de plantear sus análisis y sus encuestas en una dirección encaminada a obtener los resultados que de manera sutil o expresa, más o menos

l Plutarco: Vidas Paralelas. Planeta, Barcelona, 1991, vol. 11, pág. 498.

1.A ACTIVIDAD DE LOS SOCI~LOGOS u--. -. . u - 355

conscientemente, de ellos esperan quienes les encargan los estudios sociológicos.

Por ello es necesario empezar por tener muy claro cuáles son las verdaderas posibilidades y límites del conocimiento sociológi- co, despejando las dudas existentes sobre este particular, y acla- rando que los sociólogos no son unos nuevos gurús y oráculos, que puedan jugar el mismo papel de aliberadores de las angustias de las incertidumbres» que generalmente desempeñaban las pitonisas y los adivinos de la antigüedad.

La labor de los sociólogos es una labor científica, que debe ins- pirarse en principios de objetividad, rigor y seriedad, más allá de algunas pretensiones y expectativas sociales equivocadas y desme- suradas.

La Sociología ha alcanzado en estos momentos un determinado grado de desarrollo y cuenta con un conjunto de herramientas ana- líticas y procedimientos de investigación, que permiten llegar has- ta unos límites concretos. Conocer esos límites y precisar las posi- bilidades reales de la Sociología resulta imprescindible para evitar bordear las fronteras que separan y diferencian un verdadero que- hacer profesional serio, de algunas prácticas espurias más propias de aquellos charlatanes de feria, que con tanto grafismo nos han dibujado algunas películas del oeste, que recorrían las ciudades ven- diendo sus mágicos e inútiles elixires curativos de todos los males. Si se quieren evitar algunos conatos de linchamiento o desprecio como aquellos a los que, a veces, se hacían merecedores dichos char- latanes, es preciso que los sociólogos fijemos con claridad y since- ridad los propios límites de nuestro quehacer profesional y empe- cemos por ser suficientemente modestos respecto a las posibilidades existentes, hoy por hoy, de realizar pronósticos y previsiones total- mente certeras.

Una de las precisiones previas, de carácter básico, que resultan imprescindibles para acotar el propio carácter y contenido de la Sociología es la que se conecta con la delimitación general del cam- po temático del que se ocupa esta disciplina, diferenciando lo que es propiamente Sociología, de todo aquello que no lo es.

La necesidad de proceder a una mínima clarificación de los gran- des marcos en los que es posible situar la labor práctica de los soció-

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logos hace necesario que nos refiramos aquí, siquiera sea esquemá- ticamente, a esta importante cuestión, que será desarrollada con más detalle especialmente en el capítulo catorce, en donde intentaremos precisar cuál es el objeto específico de la Sociología y cuáles son los principales procedimientos, a través de los que es posible delimitar sus campos temáticos concretos.

Desde una perspectiva general, a la hora de evaluar la propia am- plitud temática de esta disciplina, es necesario recordar que también en este aspecto los planteamientos comtianos ejercieron un consi- derable influjo en buena parte de los desarrollos sociológicos poste- riores, sobre todo en lo referente a ciertas pretensiones de conside- rar a la Sociología como la síntesis no sólo de todos los saberes en general, sino también y más específicamente de los saberes sociales; como el verdadero vértice de todos los conocimientos desarrollados a partir del binomio de referencia «hombre-sociedad».

Como subrayó Simmel (1 858- 19 18), esta pretensión inicial de presentar a la Sociología como vértice de todos los saberes sociales fue fruto de muchos de los supuestos latentes que hicieron posi- ble el desarrollo histórico de la Sociología. «Adquirida la cons- ciencia de que toda actividad humana transcurre dentro de la socie- dad sin que nadie pueda sustraerse a su influjo, todo lo que no fuera ciencia de la naturaleza exterior tenía que ser ciencia de la sociedad. Surgió ésta, pues, como el amplio campo en que concu- rrieron la Ética y la Historia de la Cultura, la Economía y la Cien- cia de la Religión, la Estética y la Demografía, la Política y la Etno- logía, ya que los objetos de estas ciencias se realizaban en el marco de la sociedad. La ciencia del hombre había de ser la ciencia de la sociedad. A esta concepción de la Sociología, como ciencia de todo lo humano -recordará Simmel- contribuyó su carácter de cien- cia nueva. Por ser nueva adscribiéronse a ella todos los problemas que eran difíciles de colocar en otra disciplina; a la manera como las comarcas recién descubiertas aparecen cual Eldorados para todos los sin patria, para todos los desarraigados, pues la indeter- minación e indefensión de fronteras, inevitable en los primeros tiempos, autoriza a todo el mundo a establecerse allí. Pero bien mirado, el hecho de mezclar problemas antiguos no es descubrir un nuevo terreno del saber. Lo que ocurrió fue, simplemente, que se echaron en un gran puchero todai las ciencias históricas, psi-

cológicas, normativas y se le puso al recipiente una etiqueta que decía: Sociología. En realidad -concluirá Simmel- sólo se había ganado un nombre propio»2.

La expresiva argumentación de Simmel refleja bastante bien la realidad de un determinado período de desarrollo de la Sociología, a partir del cual era muy difícil determinar con un mínimo de pre- cisión sus límites y hasta su mismo contenido. Sin embargo, la evo- lución de esta disciplina hacia una mayor atención a temas de refe- rencia cada vez más concretos y específicos, unida al mismo desarrollo diferenciado de los otros saberes sociales, ha permitido ir trazando fronteras y perspectivas de dedicación y de especialización profe- sional cada vez más claramente perfiladas.

Así las viejas pretensiones «absorbentes» de la Sociología han ido dando paso a planteamientos mucho más modestos y contempo- rizadores. La Sociología, en la conciencia de la gran mayoría de los sociólogos de nuestros días, es entendida como una más de las disciplinas sociales, que tiene que operar sabiendo que las inter- dependencia~ entre algunas de estas disciplinas son sumamente importantes.

De todo lo que hasta aquí hemos señalado se comprende, pues, que el esfuerzo por definir la Sociología3, que caracterizó las pri- meras etapas de su desarrollo, haya sido superado por una perspec- tiva más práctica, orientada preferentemente a proporcionar expli- caciones más amplias y comprensivas del por qué, cómo y qué de la Sociología. Esta forma de proceder se basa en la convicción de que la necesidad de fijar los marcos y límites precisos de esta disciplina no se logrará mediante definiciones, sino a través del desarrollo de un quehacer práctico de verdadera utilidad social.

Estos nuevos enfoques están permitiendo superar en la historia de la Sociología una cierta fase de interminables discusiones con- ceptuales, de muy dudosa utilidad científica, para centrar una mayor

2 George Simmel: Sociologfa. Revlwta de Occidente. Madrid, 1977, págs. 12-13. 3 Los inventarios de deflnlcloner de Soclologfu son bastante numerosos, no faltan-

do incluso los estudios empfrlcoi iobm Iai pmplir deflnlciones. Algunas referencias a este tema pueden verse en Joi6 Cartllloi lnlduooldn a la St)ciologla. Guadarrama, Madrid, 1968, ptígs. 27 y SS.

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358 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

cantidad de esfuerzos en la investigación concreta y en el desarrollo de áreas específicas de conocimiento sociológico.

Como ha subrayado Mendras, «a principios de siglo sociólogos y especialistas en diferentes ciencias sociales discutieron amplia y vanamente la definición del objeto de la Sociología, intentando delimitar su terreno y precisar la postura científica del sociólogo. Ese dossier está archivado y no lo vamos a desempolvar nosotros. Dar una definición de una ciencia en su punto de partida carece casi de sentido: ¿Acaso los físicos del siglo XIX hubieran podido definir los problemas que la física nuclear plantea a los científicos del siglo x x ? » 4 .

Sin embargo, obviando el problema de la definición no siempre se logra resolver satisfactoriamente todos los complejos problemas de la delimitación y clarificación de los campos propios de la Socio- logía. El problema no es exclusivamente un problema de fronteras y de relaciones con las demás disciplinas sociales, sino que es también una cuestión de concepciones, de clarificación de su papel y de su alcance, de precisar sus relaciones con las «ideologías» y con los ((valo- res», y también, claro está, de cuál sea su propia naturaleza cientí- fica. Cuestiones todas ellas que deben ser objeto de diversas mati- zaciones y aclaraciones.

Así, se ha repetido hasta la saciedad que la Sociología tiene un objeto sumamente sutil y complejo que hace difícil la predicción científica, máxime cuando el propio sociólogo reúne la doble con- dición de observador y actor de la situación que es objeto de estu- dio científico. Se ha recordado «la doble hermenéutica que carac- teriza a las ciencias sociales», «con el doble proceso de traslación e interpretación que ello implica» (los significados de los fenóme- nos y los significados de las descripciones sociológica^)^. Se ha dicho también que la propia condición de los hombres, en cuanto seres dotados de libertad, hace que las probabilidades de predic- ción científica, basadas en el «conocimiento» de leyes regulares, sean más provisionales, ya que los seres humanos, en virtud de esta

Henri Mendras: Elemento8 dr Soclalogka. Ediciones de Cultura Popular, Barcelo- na, 1968, phg. 17.

Qnthony Ciddens: Tho conslltutlon afrwlrty, Pollty Prrss, Cambridge, 1984, p6g. 284.

libertad, pueden modificar el sentido y la orientación de las pre- dicciones. Y se ha insistido, en fin, en que la complejidad de lo social hace muy difícil la tarea de establecer con precisión las redes de causalidad y hasta la misma lógica de bastantes comportamientos sociales. A todo ello nos referiremos con más detalle en los próxi- mos capítulos.

Los problemas actuales concernientes a la actividad sociológica no son solamente de índole temática o metodológica, sino que se extienden, como ya indicábamos en el capítulo primero de este libro, al campo de su propia comprensión e identificación como tarea social específica. Así, incluso en países donde la Sociología ha alcanzado un notorio grado de desarrollo, los ciudadanos medios no siempre tienen una idea clara del qué y para qué de la Sociología y las más de las veces la actividad ocupacional del sociólogo aparece pública- mente dibujada con cierta imprecisión y preferentemente referida al campo de la «reflexión intelectual».

En la mayor parte de los casos, la verdad es que el papel social y ocupacional de los sociólogos se encuentra aún muy centrado en las esferas de la actividad docente e intelectual, y su ocupación es vis- ta, de esta manera, como una actividad que aún no se ha extendido suficientemente en contextos laborales distintos al de las Universi- dades y los centros de enseñanza.

Como señaló Betty Yorburg hace algunos años, en referencia a una de las sociedades donde se ha producido un mayor desarrollo práctico de la Sociología -los Estados Unidos-, «los sociólogos son primordialmente profesores e investigadores -pensadores antes que hacedores ...- La mayoría de los sociólogos (85%) enseña en Escue- las Superiores y en Universidades. Otros (en torno al 10%) trabaja en la industria o en actividades económicas, y unos pocos (en torno al 5%) son empleados par la Administración Pública~6.

6 Betty Yorburg: Introductlon lo &lolo@, Harpcr & Row, Nueva York, 1982, págs. 43-44.

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Esta situación, sin embargo, ha ido evolucionando en los últimos años, y cada vez se están abriendo más perspectivas de trabajos aplicados en la esfera de la previsión social, el análisis de problemas sociales, la asesoría y estudio en el ámbito local y regional, etc.

El abanico de trabajos «no docentes,, de los sociólogos en el merca- do de trabajo se ha ido abriendo paso de una manera paulatina, y, a veces, referida a ámbitos de actividad muy diversos, incluso en sociedades altamente industrializadas. Betty Yorburg, por ejemplo, en un claro esfuerzo por concretar las perspectivas ocupacionales de los sociólogos en Estados Unidos, enumeraba 20 tipos de empresas -o actividades- específicamente contratadoras de sociólogos»: centros de investigación, departamentos de marketing, hospitales, bancos, fundaciones, agencias de ventas, compañías de seguros, edi- toriales, librerías, etc. Es decir, en algunos casos, como vemos, la idea de «empresas típicamente contratadoras de sociólogos» apare- ce dibujada con bastante amplitud7.

El hecho de que estas polivalencias en la proyección ocupacional de la labor de los sociólogos se produzcan en sociedades con una lar- ga trayectoria de institucionalización académica de esta disciplina no deja de ser significativo. Máxime si tenemos en cuenta que en algunos países esta trayectoria -y esto es importante subrayarlo- generalmente no ha estado divorciada de un importante esfuerzo por potenciar un «mercado» real de tareas sociológicas fuera del propio ámbito de la Universidad.

En Estados Unidos, por ejemplo, «desde que la Sociología llegó a ser una disciplina académica, ha existido un esfuerzo continuo por crear papeles prácticos de sociólogos, lo que a menudo se ha califi- cado de Sociología aplicadan. El objetivo ha sido colocar sociólogos fuera de la Universidad para servir a una gran variedad de clientes específicos en el conjunto de la sociedad. Sin embargo «la cantidad de sociólogos comprometidos en tareas sociológicas fuera de la Uni- versidad es mucho menor que la de psicólogos o economistas. La ausencia de un efectivo elemento aplicado en Sociología -como se nos ha recordado- no es el resultado de la indiferencia de una par-

' Betty Yorburg: Introduction to Sociolopy, op, cit., phg. 44.

LA ACTMDAD DE LOS SOCI~LOGOS 36 1

te de la profesión; la búsqueda por una sociología «aplicada», tiene una larga tradiciónng.

En cualquier caso, lo cierto es que la popularización creciente de la Sociología ha ido cambiando durante los últimos años las pers- pectivas de trabajos sociológicos aplicados. La propia complejiza- ción social y la emergencia de nuevas incertidumbres y problemáti- cas sociales, especialmente en los ámbitos urbanos, ha dado lugar a que se difunda una nueva conciencia no sólo sobre la necesidad de intensificar los estudios sociológicos, sino también de extender la formación y el conocimiento sobre estas materias entre sectores más amplios de la población.

De esta manera la afirmación realizada hace algunos años por Goldthorpe, cuando señaló que «aunque la Sociología es una mate- ria sobre la que muchas personas deben saber algo, es una ciencia de la que pocas personas pueden esperar vivir»9, mantiene su vigen- cia en lo que se refiere a la necesidad a una amplia formación socio- lógica, pero ya no es del todo exacta en lo que se refiere a la exten- sión de los trabajos sociológicos aplicados.

Las perspectivas ocupacionales de los Sociólogos, lógicamente, varían bastante de unas a otras sociedades, dependiendo del grado de institucionalización de la Sociología y de las propias demandas específicas existentes en cada sociedad concreta.

En España, por ejemplo, se produjo una tardía institucionaliza- ción de esta disciplina, no contando con una carrera universitaria de Sociología hasta la década de los años setenta. Este hecho dio lugar a que hasta finales de dicha década no existiera un número suficiente de sociólogos titulados que pudieran satisfacer las deman- das ocupacionales que surgían desde la sociedad.

Este mayor retraso, en comparación con otras sociedades, en la institucionalización académica de la Sociología, y en el corres- pondiente desarrollo de un campo ocupacional específico, ha dado

Morris Janowitz: aProfescilonalizatlon of Sociologyn, en Robert K. Merton, Howard S. Becker y otros: Varieties of Political rxpnrrion in Soclology. The University of Chica- go Press, Chicago, 1972, pAg. 106.

J. E. Goldthorpe: Introduccidn a & Sock>k,gkr, Alianza, Madrld, 1977, phg. 91.

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362 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA [.A ACTIVIDAD DE LOS SOCI~LOGOS 363

lugar a que apenas se disponga de datos concretos que nos permi- tan saber con precisión en qué trabajan actualmente los sociólogos españoles.

La única información global disponible en el momento de escri- bir este libro corresponde al año 1983, en que el Colegio de Licen- ciados en Ciencias Políticas y Sociología realizó una encuesta a una muestra de licenciados en Ciencias Políticas y en Sociología. Esta encuesta nos permite hacernos una cierta idea sobre las perspecti- vas ocupacionales de los licenciados en ambas carreras en un momento, aún, de insuficiente desarrollo de la Sociología. Los resul- tados de dicho estudio, tal como podemos ver en los datos de la Tabla 1, indican que un 34% de los licenciados trabajaban en la Admi- nistración Pública, un 26% desempeñaba su tarea en empresas pri- vadas o mixtas, fundamentalmente del sector servicios, un 14% se dedicaba a la enseñanza, un 5% realizaba un ejercicio libre de la profesión y un 2% trabajaba en organismos, fundaciones y entida- des no lucrativas. Igualmente es de destacar la existencia de una proporción significativa de personas que no trabajaba, bien por estar parados (13%), por ocuparse sólo de tareas domésticas (4%), o por continuar estudiando o disfrutando de alguna beca (1%). Lo cual supone que los no activos en su conjunto llegaban a alcanzar una proporción superior al 18%, ascendiendo a un 29% entre las muje- res y a un 23% entre los que se licenciaron en el último período con- siderado en esta encuestalo.

Una imagen complementaria a la que se desprende de estos datos, nos la proporciona la encuesta realizada entre los asistentes al V Con- greso Nacional de Sociología celebrado en Granada en 1995. De acuerdo a los datos de esta encuesta, un 48% de los delegados que habían acabado sus estudios se dedicaban a la Enseñanza, un 14% trabajaban para las Administraciones Públicas, un 13% eran inves- tigadores, un 6% trabajaban en empresas privadas, mientras que un

'0 Francisco Alvira et al.: El papel de politblogos y socid~ogos en la sociedad española. Madrid, 1984. Informe sin publicar. Hay que tener en cuenta que los datos se refieren tanto a licenciados en Ciencias Pollticas, como en Sociologfa, por lo que el perfil laboral espectfico de los soci6logos -Incluro en 1983- no queda suficientemente reflejado en esta encuesta.

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364 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

6% declaraban dedicarse al ejercicio libre de la profesión y un 13% se encontraban en paroll.

Aunque estos últimos datos son más similares a los de otros paí- ses en los que la Sociología ha alcanzado un mayor desarrollo, hay que tener en cuenta que el perfil típico de los asistentes a los Con- gresos de Sociología se corresponde preferentemente con profesores e investigadores, tal como queda reflejado en los datos de dicha encuesta.

En los últimos años, la Sociología ha experimentado un consi- derable desarrollo en España, especialmente en lo que se refiere al aumento del número de Facultades de Sociología que se han abier- to en varias Universidades. La Sociología, en estos años, también se ha ido convirtiendo en una ciencia más popular, al tiempo que se han ido diversificando las perspectivas y las demandas y oportuni- dades de trabajo -al menos «en teoría»- para los sociólogos.

Los campos de trabajo concreto en los que los sociólogos pue- den plasmar su actividad laboral en países como España son en este momento básicamente cuatro: la enseñanza, la Administración Pública, la investigación y la empresa privada. En el campo de la enseñanza la apertura de varias Facultades nuevas de Sociología y el desarrollo de los estudios Universitarios en general ha abierto una demanda mayor de docentes cualificados no sólo en las Facul- tades de Ciencias Políticas y Sociología, sino también en las de Cien- cias Económicas, de Psicología, de Filosofía, de Ciencias de la Infor- mación, etc. A esto se han unido las necesidades formativas en materias sociológicas en otros estudios medios como Trabajo Social, así como la progresiva implantación de las áreas de Ciencias Socia- les en la Enseñanza Secundaria en general.

Las Administraciones Públicas ofrecen posibilidades de salidas profesionales en los cuerpos técnicos de la Administración, en los que ya existen algunos ámbitos específicos de dedicación sociológi- ca, así como en el campo de las ((estadísticas sociales)), en las áreas que se ocupan de la atención a sectores marginados, como el INSER-

1 1 Boletln de la FES, n . O 13, Mdrld, rrpllembre-diciembre de 1995, pág. 38. De los datos se han excluido las encuritri corroupondlcntca u los *estudiantes*.

LA ACTIVIDAD DE LOS SOCI~LOGOS 365

SO, en las Administraciones territoriales (Ayuntamientos y Comuni- dades Autónomas), en las que existe cada vez una mayor cantidad de gabinetes de Sociología, en donde un número creciente de titula- dos trabaja en tareas de asesoría, estudios y evaluación de las nece- sidades sociales.

La «investigación» sociológica también ha experimentado un significativo crecimiento durante los últimos años, tanto en lo que se refiere a investigación básica, en centros públicos y en departa- mentos universitarios, como en la investigación aplicada, en orga- nismos públicos (el CIS, por ejemplo), así como en un buen núme- ro de empresas privadas que realizan continuamente encuestas, sondeos y estudios pre-electorales, investigaciones sobre hábitos, orientaciones y preferencias de consumo, estudios sobre costum- bres, opiniones y actitudes sociales, de los que frecuentemente dan cuenta los medios de comunicación social. Todas estas actividades han dado lugar a que una de las tareas propias de los sociólogos que más se ha popularizado durante los últimos años a través de los medios de comunicación sean las encuestas electorales y los son- deos de opinión.

Finalmente, en las empresas privadas también se ofrecen posi- bilidades de trabajo para los sociólogos, en gabinetes de estudio y asesoría, en relaciones públicas, en estudios de imagen y de impac- tos, en relaciones laborales en la empresa y, cada vez más, en el lla- mado «tercer sector» de la economía, que está llamado muy posi- blemente a experimentar un crecimiento importante en las sociedades de un futuro inmediato, y que se relaciona con las actividades reali- zadas por empresas y entidades que no son públicas ni privadas, como las cooperativas, las fundaciones, los organismos con fines sociales y asistenciales -como Cruz Roja, Caritas, etc.-, así como un amplio número de Organizaciones no Gubernamentales (ONGs) y platafor- mas a través de las que se realizan tareas de voluntariado social.

El desarrollo de la Sociología ha ido acompañado también de una mayor potenciación de las organizaciones profesionales de sociólo- gos, así como de las plataformas de encuentro (Congresos, Simpo- sios, etc.) y de las revistas especializadas.

En estos momentos existen en Espafía dos grandes organizacio- nes profesionales en las que re integran los soci6logos: el Colegio Nacional de Licenciados en Cienciri Politicas y Sociología y la FES

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366 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

(Federación Española de Sociología), que celebra periódicamente Congresos Nacionales y que cuenta con Asociaciones específicas en prácticamente todas las Comunidades Autónomas.

Los Congresos, Simposios, Conferencias, etc., están sirviendo para divulgar públicamente los trabajos teóricos y aplicados realizados en número creciente por los sociólogos españoles y que, en muchos casos, son publicados en las revistas especializadas. De hecho, en estos mo- mentos se editan varias publicaciones sociológicas relevantes de dife- rente signo, entre las que podemos citar la Revista Española de Inves- tigaciones Sociológicas (REIS), la Revista Internacional de Sociología (RIS), Sistema, Zona Abierta, Papers, Política y Sociedad, etc.

La opinión de los expertos, en cualquier caso, no es muy conclu- yente a la hora de determinar si todo este desarrollo de la Sociolo- gía en España, con sus diversas actividades y posibilidades ocupa- cionales, será suficiente para absorber el número creciente de licenciados en Sociología que salen cada año de las Universidades españolas. Pero ése es un problema de carácter general que no afec- ta sólo a los licenciados en Sociología, y que está directamente vin- culado con la evolución reciente de nuestras sociedades y el preo- cupante aumento del paro juvenil. Precisamente la evolución de los sistemas económicos, las alteraciones de los mercados laborales y el mismo fenómeno del paro juvenil, son algunas de las cuestiones prio- ritarias de cuyo estudio y análisis de consecuencias y previsiones también tendrán que ocuparse los sociólogos.

En definitiva, podemos decir como conclusión que la expansión y desarrollo de la Sociología aplicada está en función de la propia dinámica de la complejización social y del surgimiento de nuevos problemas sociales, de los que es necesario ocuparse.

3. L ~ ; ~ ~ ~ ~ Í ~ ~ ~ ~ ~ O DIVULGADORES?

larlo de otra manera: jse orientan realmente la mayoría de los soció- logos de acuerdo a criterios propios del quehacer científico?

Para dar una respuesta global a esta pregunta lo que hay que com- probar es si en los diferentes trabajos que realizan los sociólogos se aplica realmente en la práctica el gran objetivo de lograr el desarro- llo de un saber construido sobre escrupulosos criterios científicos de investigación empírica, elaborados a partir de planteamientos teóri- cos pertinentes.

En tal sentido, los datos aportados por algunas investigaciones, como la realizada por Ken Menzies sobre los artículos publicados de 1970 a 1979 en las más importantes revistas de Sociología america- nas, británicas y canadienses, así como los análisis sobre los conte- nidos específicos de varios libros de texto de Sociología, proporcio- nan una información empírica muy reveladora sobre la manera concreta en que se ha venido desarrollando el «trabajo científico de los sociólogos» 12.

La investigación de Ken Menzies permitió constatar, entre otras cosas, la existencia de un significativo gap, o desfase, entre teoría e investigación empírica, al tiempo que reflejó muy expresivamente, tal como podemos ver en los datos de la Tabla 2, la manera en que el pluralismo teórico real de la Sociología queda traducido en la pro- ducción «intelectual» de los sociólogos. El estudio de Ken Menzies permitió validar empíricamente la impresión bastante extendida de que la existencia de un amplio pluralismo teórico y una «difícil» cone- xión entre teoría e investigación, son dos rasgos característicos de la Sociología.

Otros datos significativos que fueron puestos de relieve por la investigación de Menzies fueron la reducida proporción de referen- cias a «investigaciones actuales)) contenidas en los libros de textos

Finalmente, parece necesario referirnos aquí a la manera en que la problemática de la ((aplicabilidad práctica)) de la Sociología -en conexión también con todo lo concerniente a la manera en que los sociólogos desarrollan su actividad profesional- se relaciona con el importante tema de la forma en que se produce un empalme ade- cuado entre teoria e investigaci6n empfrica. O si queremos formu-

l 2 Ken Menzies: Sociological theory in use. Routledge & Kegan Paul, Londres, 1982. La investigaci6n se basó en una muestra aleatoria de 570 artículos de investigación publi- cados en: American Sociological Review, American Joumal of Sociology, Pacific Sociolo- gical Review, Canadian Revicw of Soclologv and Anthropology. Esta muestra se comparó con otra muestra estratiflcadr de 110 rrtlcular tc6rlcos aparecidos en las mismas publi- caciones, así como ucon un grupo da oonooldo~ Ilbrou de texto sobre teoría sociológica» (op. cit., pAgs. 5-8 y ap0ndber),

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-12,5%- (op. cit., pág. 179), así como una cierta tendencia de des- fase más general entre los enfoques teóricos a los que se presta más atención en los libros de texto y los que utilizan en la práctica una mayor proporción de sociólogos. Así, por ejemplo, las referencias teóricas más frecuentes en los libros de texto eran al funcionalismo (18,3%), al interaccionismo simbólico (17,9%) y al behaviorismo (13,6%), mientras que en los artículos analizados sólo se partía de estos enfoques en un 3,5%, 6,3% y 0,7% de los casos, respectivamente, dándose la circunstancia, además que desde el período 1970- 1974 al de 1975-79 la tendencia observada fue que los artículos basados en enfoques funcionalistas decrecieron en un 3,5%, los basados en el behaviorismo en un 0,9%, mientras que los que partían del interac- cionismo simbólico crecieron sólo en un 0,3%. Por el contrario, Men- zies comprobó que los libros de texto dedican poco espacio a algu- no de los enfoques cada vez más utilizados en la práctical3.

El desarrollo de la Sociología durante los últimos años, como ya hemos indicado, ha dado lugar a un mayor crecimiento de los estu- dios aplicados, por lo que algunos de los debates y enfoques de las décadas de los años sesenta y setenta han quedado bastante desfa- sados. Por ello, lo que aquí más nos interesa subrayar es el compo- nente de pluralidad de enfoques con el que se opera en Sociología y las dificultades para el progreso de la teoría sociológica.

En su conjunto, el esfuerzo teórico y aplicado de los sociólogos hasta la fecha sólo se ha podido traducir en unas cuantas ideas-base o teorías específicas, que gozan de un cierto grado de valoración posi- tiva entre la comunidad científica. El sociólogo Martin Slattery, por ejemplo, en un libro titulado Key ideas in Sociology, en el que inten- ta presentar y resumir las grandes ideas o aportaciones teóricas cla- ves de la Sociología, que puedan equipararse a las leyes o teorías establecidas por otras ciencias, sólo llega a presentar un inventario de cincuenta teorías o «ideas clave»l4. Y la verdad es que muchas de

13 Ibíd., pdgs. 173-187. 14 Martin Slattery: Key Ideas In Socfolopy, MacMlllan, Londres, 1991. Las ideas y teo-

rías resefiadas por Slattery pueden mor completadar y ampliadas por otras aportaciones que no considera. De igual manera, exliton dgunoi arpectos controvertidos sobre los enfoques subrayados y sobre la mayor o mnor portlnrnclr de algunos autores. Pero en

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370 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

las teorías que enumera, y que han sido recogidas en el Cuadro n." 1, distan mucho de contar con una aceptación suficientemente generalizada, y de presentar las mismas condiciones y característi- cas de validación empírica que son usuales en otras ciencias.

En suma, pues, si las fronteras de la Sociología con otras cien- cias sociales aún no aparecen suficientemente delimitadas, si el méto- do científico encuentra ciertas resistencias y dificultades prácticas para ser aplicado correctamente al campo propio de la Sociología y si la determinación del mismo objeto de esta disciplina da lugar a cierta controversia y ambigüedad, se comprende perfectamente que el recurso de explicar la Sociología a partir de su génesis social e his- tórica, y el método de definirla a partir del propio trabajo concreto de los sociólogos (aun con sus limitaciones), sea postulado por bas- tantes analistas como una de las pocas vías expeditas para evitar, al menos, la sensación de esterilidad que produce la repetición ad infi- nitum de los mismos debates y de los mismos argumentos formalis- tas y generalizantes.

Qué duda cabe que, aun con estas precisiones, permanecen abier- tos varios elementos de complejidad. Pero de la misma manera que los sociólogos han tenido que asumir con modestia su papel y reco- nocer que la Sociología es sólo una más entre las ciencias sociales, de la misma forma hay que reconocer también que la Sociología, en cierta manera, es una ciencia que aún está perfilando y delimitando sus objetos de estudio, en sociedades muy dinámicas que están some- tidas a crecientes procesos de cambio. Como ha señalado Aron, «por ser la última en llegar entre las ciencias sociales, la Sociología se ve precisada a buscarse su objeto y esta búsqueda es parte integrante de la misma» l5.

Pero aun asumiendo que la propia práctica sociológica actual es la que mejor puede ayudarnos a delinear las fronteras de esta disci- plina, resulta evidente que continuamos enfrentándonos a un haz de

cualquier caso, como ya hemos indicado, lo que aquf nos interesa no es valorar el carác- ter m8s o menos completo y adecuado de au caqucma, sino subrayar el número limita- do de ideas-clave y de teorfas sociol6~icaa iurtantlvaa ha~ta ahora desarrolladas.

' 5 Rayrnond Aron: La Sociologta akmana conlrmporánea. Paidós, Buenos Aires, 1965, p8g. 1 1 .

CUADRO 1 Cincuenta grandes ideas o aportaciones teóricas

claves en la Sociología según Slattery

ALIENACI~N, Karl Marx. ANOMIA, Emile Durkheim. BUROCRACIA, Max Weber. CONSUMO COLECTIVO, Manuel

Castells. TEOR~A DEL CONFLICTO, Ralf

Dahrendorf. TESIS DE LA CONVERGENCIA, Clark

Kerr et al. CORPORATISMO, Raymond E. Pahl,

Jack Winter. TEORÍA CRÍTICA, Escuela de Frankfurt. DESESCOLARIZACI~N, Ivan Illich.

DEscuAL1F1CAC16N* Hany Braverman. T E O ~ A DE LAS ELITES, Vilfredo

Pareto. ABURGUESAMIENTO DE LA CLASE

OBRERA, John Goldthorpe, David Lockwood.

ETNOMETODOLOGÍA, Harold Garfinkel.

FALSACI~N, Karl Popper. SOCIOLOGÍA FORMAL, Georg Simmel. COMUNIDAD-ASOCIACI~N, Ferdinand

Tonnies. GÉNERO, Feministas. HEGEMONÍA, Antonio Gramsci. MATERIALISMO HIST~RICO, Friedrich

Engels. CLASES RESIDENCIALES, John Rex,

Robert Moore. ECOLOGÍA HUMANA, Robert E. Park. RELACIONES HUMANAS, Elton Mayo. IDEOLOGÍA, Karl Mannheim. LEY DE HIERRO DE LA OLIGARQUIA,

Robert Michels. TEOR~A DEL ETIQUETAJE, Howard

Becker. CRISIS DE LEGITIMACI~N, Jurgen

I labermas.

C ~ D I G O S LINGUÍSTICOS, Basil Berstein.

TEORÍA DE LA MODERNIZACI~N, Walt Whitman Rostow.

PARADIGMAS CIENTÍFICOS, Thomas S. Kuhn.

PATRIARCADO, Feministas. FENOMENOLOGÍA, Edmund Husserl,

Alfred Schutz. POSITIVISMO, Augusto Comte.

SOCIEDAD POST-INDUSTRIAL, Daniel Bell.

ELITE DEL PODER, C. Wright Mills.

ÉTICA PROTESTANTE-CAPITALISMO, Max Weber.

AUTONOMÍA RELATIVA DE LO POLÍTICO, Nicos Poulantzas.

G E S T I ~ N CIENTÍFICA, Frederick W. Tylor.

SECULARIZACI~N, Bryan Wilson.

PROFECÍA QUE SE CUMPLE A SÍ MISMA, Robert Rosenthal, Leone Jacobson.

DARWINISMO SOCIAL, Herbert Spencer.

SOLIDARIDAD SOCIAL, Emile Durkheim.

SOCIOLOGIA DE LA CIENCIA, Robert K. Merton.

STIGMA, Erwing Goffman.

ESTRUCTURAL-FUNCIONALISMO, Talcott Parsons.

MARXISMO ESTRUCTURALISTA, Louis Althusser.

INTERACCIONISMO SIMB~LICO, George Herbert Mead.

URBANISMO, Louis Wright. «GESTORES» URBANOS, Raymond E.

Pahl.

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372 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

referencias temáticas de contenidos y de enfoques extraordinaria- mente amplios. Lo que, entre otras cosas, plantea al problema de fijar unas coordenadas razonables en torno a las cuales se puedan orientar, y puedan seleccionar sus fuentes de información quienes quieran iniciarse en su formación sociológica.

La considerable amplitud de iniciativas, estudios, publicaciones, etc., que se hacen bajo el rótulo genérico de Sociología y el extraor- dinario crecimiento de las producciones sociológicas especializadas en las ultimas décadas, ha dado lugar a que la sistematización de las fuentes de esta disciplina resulte una tarea bastante compleja.

Los factores fundamentales que influyen en la complejización de esta tarea, aun dentro de una franja más específica y profesionali- zada, son de dos órdenes: de carácter cuantitativo, en primer lugar, debido al aumento considerable que cada año se produce en la lite- ratura sociológica disponible, y cuyo crecimiento, incluso en áreas temáticas bastante especializadas, hace cada vez más ardua la labor de seguimiento pormenorizado. En segundo lugar ocurre que, debi- do a la específica conformación actual de la Sociología en compa- ración con el modelo monoparadigmático de otras ciencias, la his- toria de la teoría sociológica experimenta sólo en un grado muy escaso los procesos de selectividad habituales que dan lugar a un mayor acotamiento de la literatura pertinente en otros campos cien- tíficos.

Por esta razón, el sociólogo se encuentra en nuestros días con un campo de referencias bibliográficas muy extenso, en el que junto a los últimos desarrollos concretos en áreas específicas debe conside- rar una amplia gama de aportaciones que hunden sus raíces en una doble dirección: temporal, por una parte (antecedentes, «padres fun- dadores)), etc.), y espacial, por otra (aportaciones procedentes de dis- ciplinas cercanas o conexas).

En suma, pues, la caracterización de la Sociología actual, como disciplina teóricamente plural, supone que la labor intelectual de los sociólogos debe continuar teniendo, en nuestros días un fuerte com- ponente de amplia erudición. Lo que muchas veces da lugar a que el sociólogo tenga que situarse en una posición de cierta ambiva- lencia en cuanto a su papel: ~cbrno debe actuar?, ¿como un divul- gador o como un científico?

La experiencia cotidiana revela, con harta frecuencia, que la preocupación de muchos sociólogos por demostrar la utilidad social de su profesión, junto al esfuerzo por acercar más la Sociología a la comprensión de los ciudadanos medios, ha dado lugar a un cierta eclosión de un tipo específico de sociólogos-divulgadores muy típi- cos de nuestra época, que son capaces de «disertar» -y de genera- lizar- sobre todo lo divino y lo humano en «tertulias» radiofónicas, en «artículos» de prensa y en cualquier forma o plataforma de divul- gación que se les proporcione. Lo más curioso, y preocupante, es que este tipo de «sociólogos~, en muchas ocasiones, no tienen ningún empacho en presentar lo que no son sino meras opiniones políticas, o juicios valorativos muy personales, como verdaderos axiomas cien- tíficos, avalados por el conocimiento sociológico.

A partir, pues, de la concurrencia de este conjunto de situaciones parece evidente que el trabajo actual de los sociólogos debería orientarse a buscar un difícil equilibrio entre las aspiraciones exce- sivamente utópicas y ambiciosas propias de las etapas fundaciona- les y la fácil tendencia a la trivialidad de algunos «sociólogos-divul- gadores)), al tiempo que debe evitarse toda proclividad al enclaustramiento dentro de la propia comunidad científica, al mar- gen de la sociedad global.

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1) ¿Qué diferencias y similitudes existen en la «presión social» sobre el «pronóstico», ejercida en las sociedades clásicas y en las sociedades actuales?

2) ¿Qué debe hacer el sociólogo para evitar las expectativas desmedidas y las presiones sociales sobre su trabajo profe- sional?

3) Según Simmel, ¿qué circunstancias concurrieron en los orí- genes de la Sociología que permiten explicar una cierta con- fusión sobre sus campos temáticos?

4) {Qué ha supuesto para la Sociología la obsesión excesiva por las definiciones que ha caracterizado algunas etapas de su evolución? ¿Cuál es la opinión mayoritaria de los sociólogos actuales sobre estas cuestiones? ¿Qué consecuencias prácti- cas tienen estas opiniones?

5) (Cuáles son los límites y posibilidades reales del conocimiento sociológico en estos momentos?

6) {Cuáles son las imágenes predominantes en estos momentos sobre las labores a que se dedican los sociólogos?

7) ¿Qué resultados prácticos han tenido los esfuerzos de los sociólogos de varios países por abrir nuevos mercados labo- rales para su trabajo?

8) ¿Qué dijo Goldthorpe sobre las personas que esperan vivir trabajando como sociólogos? ¿Tiene razón? (Por qué?

9) ¿En qué trabajan la mayor parte de los Sociólogos Norte- americanos? ¿Qué datos se conocen sobre la actividad labo- ral de los sociólogos españoles? ¿Son suficientemente válidos y actuales estos datos? ¿Es posible que hayan cambiado en los últimos años? ¿Por qué? Comparar lo que reflejan los datos sobre Estados Unidos y los de España, valorando a que se deben las diferencias.

10) (Cuáles son las principales ocupaciones en las que pueden trabajar los sociólogos en las sociedades de nuestros días? ¿Qué nuevas tareas se podrlan realizar? Hacer un listado intentando poner ejemplos en aquellas áreas que se conoz- can mejor.

LA ACTIVIDAD DE LOS SOCI~LOGOS 3 75

11) ¿De qué va a depender que se produzca un crecimiento de las ocupaciones y los puestos de trabajo para los sociólogos en los próximos años?

12) La labor de los sociólogos (responde siempre a las exigen- cias propias del método científico? ¿Por qué?

13) ¿Qué demuestran los datos de la investigación realizada por Ken Menzies sobre las publicaciones científicas de los soció- logos?

14) ¿Cuántas ideas básicas o teorías claves se han desarrollado en la Sociología, según Martin Slattery? Hacer un inventario de aquellos autores que se conozcan, detallando los princi- pales postulados de su propuesta o teoría. ¿Qué significado tiene el listado realizado por Slattery?

15) ¿Qué papel desempeña en la Sociología el esfuerzo por bus- car un objeto propio de estudio?

16) ¿Qué dificultades se le presentan al sociólogo a la hora de buscar las fuentes y antecedentes para sus estudios? ¿A qué se deben estas dificultades?

17) ¿Qué críticas se pueden formular a algunos ~~sociólogos-divul- gadoresn propios de nuestra época que tienden a pronunciarse sobre los más diversos temas, sean o no de su especialidad?

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Posiblemente uno de los acontecimientos más importantes que han ~ciiido lugar a lo largo de la historia de la humanidad ha sido el desa- i.i*ollo de la ciencia moderna. El nacimiento de la Sociología, como ya vimos, se produjo en función de la aparición de los nuevos enfoques cicntíficos. Pero jqué es realmente la ciencia moderna?, jen qué con- siste el método científico?, jcómo surgió, y a partir de que antece- dcntes, la ciencia moderna?

En este capítulo vamos a intentar dar respuesta a estas preguntas. Pero, antes de ello, es necesario hacer notar que la tarea de historiar y definir adecuadamente a la ciencia es una cuestión bastante com- pleja y no exenta de controversias. Como Lakatos ha recordado, «la historia de la ciencia es frecuentemente una caricatura de sus recons- t rucciones racionales;. . . las reconstrucciones racionales son frecuen- temente caricaturas de la historia real; y... algunas historias de la cien- cia son caricaturas de ambas: de la historia y de sus reconstrucciones racionales» l.

Sin embargo, a despecho de esta observación, resulta evidente que el ciclo explicativo que hemos emprendido en este libro, para delimi- tar el concepto de Sociología, no se puede completar si no es con un análisis de la génesis y evolución de la ciencia. En este sentido es en el que puede decirse que el desarrollo del método científico constitu- ye uno de los requisitos principales y básicos para el surgimiento de la Sociología.

1 Imre Lakatos: Historia de la ciencia y sus reconstmcciones racionales. Tecnos, Madrid, 1974, pág. 73.

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1. GENESIS Y EVOLUCI~N DE LOS MODOS DE CONOCIMIENTO

Los antecedentes más remotos de la ciencia generalmente se sitú- an en los antiguos imperios de Oriente, aunque no faltan los que pien- san que su génesis más profunda hay que buscarla en el horizonte de la propia evolución del hombre como especie.

Así, por ejemplo, Friedrichs ha insistido en recordar que a pesar de que «la mayoría de los estudios contemporáneos rastrean los comienzos de la ciencia en los registros y cálculos de los aconteci- mientos astronómicos y de las reacciones geométricas de los antiguos babilonios y egipcios, podría demostrarse que su origen se remonta por lo menos a los tiempos en que surgió el lenguaje, durante la evo- lución del primate. Porque con el surgimiento del primate -dirá Friedrichs- los progenitores del horno sapiens pudieron por prime- ra vez establecer generalizaciones conceptuales susceptibles de ser compartidas con sus semejante y transmitidas de generación en gene- ración. A decir verdad, podríamos retroceder aún más hasta acercar- nos a la raíz misma del árbol de la evolución orgánica. El vocablo lati- no scientia deriva de selre, aprender o conocer -dirá-, y sabemos que la capacidad de aprender, de establecer entre los elementos del entorno relaciones que determinan una modificación sistemática del comportamiento, existe en formas de vida muy simples. Esta conducta ((adaptativa)) implica generalizar de un estímulo primario a otro, y la generalización basada en la experiencia empírica es la actividad fun- damental de la ciencia»*.

A veces, la búsqueda de los orígenes de la ciencia ha llevado tam- bién a establecer ciertos paralelismos entre el desarrollo científico y los propios procesos del desarrollo mental del niño, en una perspec- tiva general de covariación entre individuo y sociedad, como la apun- tada por Piaget3. Proceso que también guardaría ciertos paralelismos,

Robert Friedrichs: Sociologfa de la Sociologfa. Amorrortu, Buenos Aires, 1977, págs. 204-205.

.3 Sobre las ideas sociológicas de Piagct, vid. Lucicn Goldman y otros: Jean Piaget y Ius ciencias sociales. Ediciones Sfgucmc, Salamuncu, 1974. Un resumen sobre sus plante- amientos en John Phillips: Los odprnes do1 lntrlrcto según Piaget. Fontanella, Barcelona, 1970.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 38 1

a su vez, con la propia evolución de las ciencias. «Puede suponerse indudablemente con Piaget -dirá Madeleine Grawitz- que (las pri- meras etapas de la formación del espíritu científico) fueron bastante parecidas a las observadas en el desarrollo mental del niño, que com- prende con más facilidad la física aristotélica -lo alto, lo bajo, el aire, el fuego- que la física modernan4.

Si contemplamos esta cuestión con una perspectiva muy amplia y general, resulta correcto considerar que «la ciencia muestra una historia de continuidad y de acumulación desde los orígenes de la prehistoria del hombre hasta el presente~5. Pero, sin embargo, con un cierto rigor no debe confundirse lo que es la ciencia moderna -caracterizada por una metodología muy específica y concreta- con las diferentes formas o esfuerzos, más o menos sistemáticos y rigurosos, de conocimiento que han existido a lo largo de la histo- ria de la humanidad.

En las sociedades cazadoras y recolectoras, por ejemplo, se desa- rrolló un importante acervo de saberes y habilidades prácticas poco especializadas que eran patrimonio común del grupo. Los niños des- de pequeños ayudaban a preparar los vivaos, los abrigos, o las cho- zas, a realizar flechas y a «tallar» útiles de madera, hueso y piedra. Y mientras ayudaban aprendían todos los conocimientos disponibles. Las artes de caza y los sistemas de supervivencia eran sencillos y fáci- les, y se aprendían como un juego, como algo natural. En estas socie- dades prácticamente todos sabían de todo y el grupo en su conjunto tenía en depósito todos los conocimientos y los aplicaba sin mayores especializaciones, salvo las que en la interpretación de lo desconoci- do y en las artes curativas se fueron reservando los brujos y los cha- manes.

Con la emergencia de las sociedades horticultoras empezó a sur- gir una significativa división en el trabajo, que acabó abriendo la posi- bilidad de enfrentarse al reto del «conocimiento» de una manera dis- tinta. Según sostienen algunos antropólogos, en las sociedades

Madeleine Grawitz: MLlodos y técnicas de las ciencias sociales. Editorial Hispano Europea, Barcelona, 1975, pAg, 30.

"ernard Barber: uThe raclology af rclcncen, en lnternational Encyclopedia of the Social Sciences. MacMlllan, Nuwa York, 1968, vol. 14, phg. 93.

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382 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOG~A 383

cazadoras y recolectoras seminómadas el cambio climático produci- do al final de la gran glaciación, dio lugar a una progresiva extensión de las masas boscosas en las zonas en que antes pastaban los rebaños de animales, reduciendo poco a poco las oportunidades de la caza. En estos contextos, se cree que los efectos de la escasez de la caza, y posi- blemente la mayor presión demográfica, dio lugar a que las mujeres, que se quedaban cuidando de la prole en los asentamientos semi-esta- bles, fueran desarrollando los conocimientos que permitieron com- pletar la dieta alimenticia mediante el cultivo artificial de frutos y gra- nos diversos en «huertas» próximas a los asentamientos. El mayor conocimiento por parte de las mujeres de la lógica de la fertilidad, de los ciclos naturales y de las estaciones, habría hecho posible así una selección de las semillas más adecuadas para el cultivo y una even- tual crianza en cautividad de cachorrillos de algunas de las especies animales que fueron objeto de domesticación.

El desarrollo de las técnicas y conocimientos que hicieron posible los primeros cultivos y las primeras técnicas de almacenamiento y con- dimentación impulsaron, a su vez, el perfeccionamiento de distintos útiles de cultivo, de jofainas y vasijas, etc., mientras la importancia alimentaria de la caza poco a poco decaía, al mismo tiempo que se ampliaban los ajuares domésticos y se afianzaban los asentamientos.

Los nuevos conocimientos sobre la fertilidad y los cultivos, y las técnicas a ellos asociadas, acabaron convirtiéndose en patrimonio común de los grupos y fueron perfeccionándose poco a poco hasta que el desarrollo de las sociedades agrarias, dio lugar a una mayor divi- sión del trabajo, más allá del reparto natural de tareas entre personas de diferente sexo, edad o rango social.

La revolución en las técnicas agrícolas permitió producir ali- mentos para poblaciones cada vez más numerosas, que empleaban en su vida diaria útiles y bienes cada vez más diversos; lo que se tradujo en el desarrollo de diferentes especialidades artesanas, en el cuero, los tejidos, las cerámicas, las armas, etc. La metalurgia y los inventos de la rueda y la vela permitieron, a su vez, el desarrollo de nuevas actividades productivas y comerciales, en las fraguas, en las minas, en los transportes, etc. De esta manera, cada una de estas especialidades fueron desarrollando conocimientos técnicos parti- culares que permanecían udepositados~ en colectivos artesanales o profesionales específicos,

Un aspecto importante en la evolución de las sociedades, y en la división de las tareas, es el que se produjo como consecuencia del desa- rrollo de las sociedades agrarias, con la consolidación de grandes poderes políticos y con la emergencia de diferentes grupos sociales con mayor poder y riqueza. La existencia de estos poderes y la acu- mulación de «excedentes» en pocas manos dio lugar al surgimiento de unos sectores sociales con suficiente riqueza y poder como para poder vivir sin- tener que trabajar. Así, en las nuevas ciudades en expansión surgió una clase «ociosa» que disponía de esclavos o de sier- vos para hacer los trabajos y que podía dedicarse a las tareas de gobierno, a la guerra o a la contemplación y la reflexión. A partir de esta situación se pudieron realizar las grandes obras de arte y arqui- tectura de las grandes civilizaciones de la antigüedad y, sobre todo, fue posible el surgimiento de unas nuevas figuras sociales, de sabios, filósofos y pensadores dedicados al cultivo del conocimiento.

En el ámbito de la Civilización Griega, y más tarde en Roma, estas nuevas figuras sociales acabaron adquiriendo una mayor notoriedad. El progreso del conocimiento en estas sociedades, hace miles de años, no deja de ser sorprendente, contemplado desde la óptica de nuestros días. En los imperios asirios y babilónicos y en el antiguo Egipto se desarrollaron extraordinariamente las más variadas técnicas y arte- sanía~, así como el arte, la arquitectura, la astronomía, los sistemas de cálculo, la medicina, etc.

Pero fue posiblemente en Grecia donde todos estos conocimien- tos y técnicas alcanzaron un mayor desarrollo. Sabemos que los grie- gos, amén de sus conocimientos en medicina, metalurgia, astronomía, etc., construyeron complejos artilugios, máquinas, e incluso autóma- tas articulados, y que progresaron considerablemente en sus conoci- mientos químicos, matemáticos y ópticos. Por ejemplo, es conocido que Arquímedes en el siglo 111 antes de Cristo destruyó la flota roma- na que asediaba Siracusa utilizando la energía solar proyectada a tra- vés de espejos, y que diseñó distintas máquinas y sistemas de poleas, atribuyéndole Leonardo da Vinci la invención de un cañón metálico que utilizaba la energía del vapor. A su vez el ingeniero alejandrino Herón, que vivió en el siglo ri antes de Cristo, inventó la primera tur- bina de vapor, el Aelópilo, que utilizaba la energía de vapor, calentando agua en una esfera para hacorlr girar sobre un eje, impulsada por el vapor que salía a gran prerfbn por uno8 pequefios tubos. Herón y sus

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colaboradores también inventaron algunos otros ingenios automáti- cos, como un dispositivo que abría las puertas de un templo al encen- der el fuego del altar, o unos pájaros mecánicos que cantaban y se movían impulsados por una rueda de agua, o un «coro de figuras dan- zantes)) movido por una turbina de vapor. Igualmente fueron notables los experimentos y aplicaciones con bombas y otros aparatos que uti- lizaban aire comprimido, realizados por el alejandrino Ctesibius y por el bizantino Filón, también en el siglo 11 antes de Cristo.

Sin embargo, en los antiguos imperios y en la Grecia clásica, y des- pués en Roma, todos estos conocimientos técnicos fueron patrimo- nio de unos grupos muy exclusivos y reducidos. En algunos casos, como los Pitagóricos, es sabido que tenían prohibido, bajo graves res- ponsabilidades, revelar públicamente sus descubrimientos. El cono- cimiento se consideraba como una cuestión exclusiva de seres libres y privilegiados que amaban la sabiduría y buscaban el conocimiento por el conocimiento, más allá de sus posibles aplicaciones prácticas. De ahí que toda aquella acumulación de saberes y técnicas apenas se aplicara a los procesos productivos, es decir, a las «ingratas» tareas de las que se ocupaban los esclavos y los siervos.

De esta manera los avances en el conocimiento se mantuvieron des- conectados de las realidades concretas, de sus aplicaciones prácticas, o para decirlo en términos actuales, no surgió un pensamiento cien- tífico porque la reflexión y el análisis no tenían una finalidad aplica- da, una dimensión práctica. A su vez las técnicas se desarrollaron considerablemente, sin conexión con los saberes básicos, orientados a la determinación de los principios o leyes de la naturaleza.

Una de las principales causas de esta falta de conexión entre conocimientos y práctica aplicada se debió a la existencia de la escla- vitud y al predominio de concepciones y valoraciones muy negativas sobre el trabajo físico, que suponían en la práctica la existencia de dos categorías humanas y sociales muy diferentes: la de los seres libres y la de los esclavos y operarios. Aristóteles llegó a afirmar que «la uti- lidad de los animales domesticados y la de los esclavos son más o menos del mismo genero. Unos y otros -decía- nos ayudan con el auxilio de sus fuerzas corporales a satisfacer las necesidades de nues- tra existencia. La naturaleza misma lo quiere así, puesto que hace a los cuerpos libres diferentes do los esclavos, dando a estos el vigor necesario para las obras penoru de la sociedad, y haciendo, por el

EL MÉTODO CIENT~FICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGIA 385

contrario, a los primeros incapaces de doblar su erguido cuerpo para dedicarse a trabajos duros y destinándolos solamente a las funciones de la vida civil, repartida para ellos entre las ocupaciones de la gue- rra y las de la paz~6.

Esta visión negativa del trabajo fue propia de las grandes socie- dades agrarias de la antigüedad, en las que existió la esclavitud y duras formas de servidumbre.

De esta manera, la rígida separación entre las tareas de quienes se ocupan de indagar sobre las primeras causas y principios, es decir, entre los cultivadores de la sabiduría, y los que se ocupaban de satis- facer necesidades prácticas, es decir, los esclavos y trabajadores que conocían y aplicaban diversas técnicas, dio lugar a que el proceso de avance de los conocimientos no tuviera la traducción práctica de todo su potencial cognitivo.

El declive de la cultura griega y la decadencia de Roma dieron paso en Occidente a un período en el que los progresos en el conocimien- to sufrieron un cierto estancamiento. Los avances que se habían dado en Grecia y Roma con el desarrollo de papeles específicos de perso- nas que se ocupaban de profundizar en el conocimiento -los sabios, los filósofos, los matemáticos, los médicos ...- permitieron un consi- derable desarrollo de los saberes. Todas estas personas intentaron esta- blecer la base de conocimientos sistemáticos dando un paso de gigan- te respecto a lo que había sido la práctica habitual de las sociedades anteriores, en las que el «conocimiento» no era otra cosa que un con- junto de prácticas y de generalizaciones empíricas, sin más preten- siones ni alcance. En Grecia y Roma incluso se llegaron a institucio- nalizar «escuelas» muy relevantes en las que se enseñaban y aprendían los diferentes saberes.

Durante la Edad Media, sin embargo, estas escuelas prácticamen- te desaparecieron o declinaron en el mundo cristiano, e incluso muchas de las obras de la intelectualidad clásica desaparecieron o fue- ron quemadas. Solamente en algunos monasterios y centros religio- sos se mantuvieron ciertos rescoldos de aquella cultura, gracias a la labor de los «copistas» y a las ((relecturas)) efectuadas por ciertos eru-

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ditos, desde la óptica del cristianismo, de las obras de algunos de los grandes filósofos griegos y romanos.

No obstante, hasta que se inició el desarrollo de la ciencia moder- na se produjeron algunos nuevos inventos concretos y algunos avan- ces en el conocimiento, que más tarde contribuyeron a hacer posible un extraordinario desarrollo científico.

Los trabajos de los alquimistas, los botánicos, los galenos y los me- talúrgicos medievales, así como los viajes y los intercambios cultura- les fueron haciendo posible una paulatina acumulación de conoci- mientos. El desarrollo del álgebra y el «invento» del cero por los árabes, el perfeccionamiento de los molinos de viento y de agua, los dispositivos ópticos, la pólvora, etc., permitieron mejorar los instru- mentos de conocimiento, las aplicaciones prácticas de los saberes y su difusión pública, sobre todo a partir del invento de la imprenta en el siglo xv.

Pero las condiciones culturales y sociales para que surgiera la cien- cia moderna aún tardarían algún tiempo en producirse. La búsqueda de los principios generales del conocimiento y las aplicaciones prác- ticas y experimentales de estos continuaban separados. Durante muchos años sólo una minoría muy reducida se ocupó de la reflexión, y de la profundización en el conocimiento, bajo la atenta mirada de una Iglesia que ponía un especial celo en velar por la estricta ortodo- xia de los conocimientos, y que llegó a llevar a las hogueras de la Inqui- sición al español Miguel Servet en 1553, que descubrió la circulación de la sangre en el cuerpo humano, o en 1600 a Giordano Bruno, uno de los más importantes precursores de una concepción científica moderna del mundo. El mismo Galileo (1564-1642) como es sabido fue procesado por la Inquisición, acabando su vida en la cárcel a cau- sa de sus teorías, por no citar la extremada hostilidad que desperta- ron los descubrimientos de Copérnico (1473-1543).

Sin embargo, los límites al desarrollo del conocimiento durante estos años no provinieron solamente de la separación entre una dimen- sión especulativa y otra práctica del conocimiento, ni del control reli- gioso. Durante estos años tampoco existió una noción clara sobre cómo investigar, sobre cómo profundizar en el conocimiento. El bizan- tino Juan Filipón, por ejemplo, mil años antes de Galileo realizó la experiencia de caídas de graves de distinto peso desde una altura deter- minada y repitió la experiencia diversas veces, efectuando distintas

EL MÉTODO CIENTIFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 387

medidas. Pero fue incapaz de formular la ley de la gravedad, porque le faltaba una concepción moderna sobre el proceder científico, es decir, porque no se habían establecido aún los pvesupuestos fundamentales en que se basa el método científico: en primer lugar, la convicción de que existe un orden determinado en la naturaleza y que, por lo tanto, los hechos se producen de acuerdo con ciertas leyes regulares rela- cionadas causalmente, y en segundo lugar, que esas leyes pueden ser investigadas y conocidas de manera experimental a partir de la veri- ficación empírica de modelos de explicación racionales; para lo que fue fundamental el desarrollo de la lógica y las matemáticas.

2. EL DESARROLLO DEL CONOCIMIENTO CIENTIFICO

El hombre a lo largó de miles y miles de años se ha venido en- frentando al reto, teórico y práctico a la vez, del conocimiento -y de la transformación- de la realidad circundante. Sin embargo, no todas las formas de enfrentarse a este reto pueden ser calificadas como cien- cia. La magia, la religión, la filosofía ... pueden considerarse como importantes esfuerzos de conocimiento y explicación, especialmente significativos en determinados períodos de evolución de la humani- dad; pero lo cierto es que lo que se conoce específicamente como méto- do científico fue el final de un largo recorrido que inauguró una nue- va etapa en el proceso de indagación sobre la naturaleza; y ese acontecimiento ocurrió en tiempos muy recientes.

Como ha recordado Bertrand Russell, la «ciencia como factor en la vida humana es muy reciente. El arte -dirá- estaba ya bien desa- rrollado antes de la última época glacial, como sabemos por las admi- rables pinturas rupestres. No podemos hablar con igual seguridad de la antigüedad de la religión; pero es muy probable que sea con- temporánea del arte. Aproximadamente se puede suponer que ambos existen desde hace ochenta mil años. La ciencia, como fuerza impor- tante, comienza con Galileo y, por consiguiente existe desde unos trescientos años. En la primera mitad de este corto período, fue como un anhelo de los eruditos, sin afectar a los pensamientos o costum- bres de los hombres corricnter, S610 cn los últimos ciento cincuen- ta afíos la ciencia se ha convcrtldo en un factor importante, que deter-

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mina la vida cotidiana de todo el mundo. En ese breve tiempo ha causado mayores cambios que los ocurridos desde los días de los antiguos egipcios. Ciento cincuenta años de ciencia -concluirá- han resultado más explosivos que cinco mil años de cultura pre- científica^^.

Pero la ciencia no sólo es históricamente muy reciente, sino que una de sus principales características es, precisamente, la de su extraordinaria contemporaneidad, hasta el punto que «en la actuali- dad vive entre el 80 o el 90 por ciento de los científicos que hayan exis- tido jamás. Cualquier científico que vuelva la vista atrás, después de una biografía de duración normal encontrará que el 80 o el 90 por cien- to de los conocimientos científicos existentes se han adquirido desde que terminó su carrera y que solamente un 10 o un 20 por ciento es anterior»; pero esta misma situación se puede retrotraer igualmente hacia un pasado inmediato: «el fenómeno que hoy comprobamos -se nos recordará- se ha producido también en épocas anteriores ... En 1900, en 1800, y quizás en 1700, se podía mirar hacia atrás y afirmar que la mayor parte de los científicos de todos los tiempos estaban vivos, y que la mayoría de los conocimientos se habían conseguido dentro de la propia vida~8. Como más adelante tendremos ocasión de ver, esta característica de la ciencia, que es consecuencia de su crecimiento exponencial, constituye uno de sus rasgos más decisivos.

Ahora, sin embargo, lo que nos interesa considerar aquí, antes de adentrarnos en otras cuestiones, es cómo diferenciar la ciencia de todo lo que no es ciencia. Y lo primero que hay que precisar es que el calificativo de «ciencia» no se puede aplicar correctamente a cualquier tipo de saber, sino solamente a determinadas formas específicas de conocimiento, que proporcionan determinadas informaciones, me- diante la utilización de una metodología que ha de cumplir unos requi- sitos concretos.

La cuestión de delimitar la ciencia de otras formas de conocimiento no sólo está relacionada con la temática de la distinción entre cien- cia y filosofía, sino que hunde sus raíces en una problemática más

7 Bertrand Russell: La perspectiva cientlfica, Aricl, Barcelona, 1969, pág. 7. W. J. S. Price: Hacia una ciencia de la cirncia. Ariel, Barcelona, 1973, págs. 33-34

y 48.

EL MÉTODO CIENT~FICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 389

general sobre las fuentes y sobre los diferentes procedimientos uti- lizados para la obtención del conocimiento. Cohen y Nagel, por ejemplo, han señalado que las principales «maneras de desterrar dudas y llegar a creencias estables» han sido: «el método de la tena- cidad» (continuar creyendo en una proposición simplemente porque siempre hemos creído en ella, «aislándonos de las opiniones o cre- encias contrarias a las que siempre hemos sostenido»); el «método de la autovidad» (apelar «a una fuente muy respetada para susten- tar las opiniones defendidas»); el «método de la intuición» (capela- ción a proposiciones evidentes por sí mismas, proposiciones tan ((obviamente verdaderas» que la comprensión de su significado va acompañada de una incontrovertible convicción en su verdad»), y, finalmente, el «método científico», que se basa en un sistema de reso- lución de los problemas «independiente de nuestros deseos y de nues- tra voluntad» que «estimula y desarrolla las dudas todo lo que pue- de» y que progresa sobre resultados obtenidos de acuerdo con criterios que permiten que todo pueda «ser sometido a prueba repe- tidamente por todos los hombresng. Para la ciencia, pues, el cono- cimiento no es una cuestión de «tenacidad», de «autoridad», o de ((intuición)), sino de «método».

El esfuerzo por clarificar lo que es el conocimiento científico y lo que son los conocimientos no científicos, a veces también ha sido considerado a partir de un intento de establecer un cierto paralelis- mo entre la célebre distinción griega entre dóxa (el conocimiento apa- rente e incierto) y epísteme (el conocimiento verdadero). Sin embar- go, lo que caracteriza a la ciencia actual no es su pretensión de alcanzar un saber verdadero, sino la aspiración a obtener un saber riguroso y contrastable.

Como ha subrayado Popper, la ciencia no debe ser considerada como «un sistema de enunciados seguros y bien asentados, ni uno que avanzase firmemente hacia un estado final. Nuestra ciencia -dirá Popper- no es conocimiento (epísteme): nunca puede pretender que ha alcanzado la verdad, ni siquiera el sustituto de ésta, que es la probabilidad ... El antiguo ideal científico de la epísteme -de un cono-

Y M. Cohen y E. Nagcl: lnlduwldn a la ldglca y al método cientifico. Amorrortu, Bue- nos Aires, 1968, vol. 11, pAg8. 8.1 3,

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cimiento absolutamente seguro y demostrable- ha mostrado ser un ídolo. La petición de la objetividad científica hace inevitable que todo enunciado científico sea provisional para siempre: sin duda cabe corroborarlo, pero toda corroboración es relativa a otros enunciados que son, a su vez, provisionales.. . La ciencia -concluirá Popper- nun- ca persigue la ilusoria meta de que sus respuestas sean definitivas, ni siquiera probables; antes bien, su avance se encamina hacia una fina- lidad infinita -y sin embargo, alcanzable-: la de descubrir incesan- temente problemas nuevos, más profundos y más generales, y de suje- tar nuestras respuestas (siempre provisionales) a contrastaciones renovadas y cada vez más rigurosas»lO.

Una vez precisado que el objetivo de la ciencia no se enmarca en la aspiración de lograr un conocimiento «verdadero», en el sentido antedicho, la distinción entre el saber científico y el no científico se sitúa en un plano diferente. El plano de la metodología necesaria para alcanzar un tipo de conocimiento que sea práctico, acumulativo y per- fectible a la vez.

Como más adelante veremos, la verdadera superioridad de la cien- cia sobre otras formas de conocimiento estriba, precisamente, en que parte de unos determinados enfoques metodológicos y unas capaci- dades perfectivas que permiten corregir errores, al tiempo que hacen posible un constante y progresivo desarrollo del conocimiento.

La ciencia no pretende ser verdadera -dirá Bunge- ni, por tan- to, final e incorregible, cierta, como, en cambio, hace la mitología. Lo que afirma la ciencia es: 1) que es más verdadera que cualquier mode- lo no científico del mundo; 11) que es capaz de probar, sometiéndola a contrastación empírica, esa pretensión de verdad; 111) que es capaz de descubrir sus propias deficiencias, y IV) que es capaz de corregir sus propias deficiencias, o sea, de reconstruir representaciones par- ciales de las estructuras del mundo que sean cada vez más adecua- das ... En cambio, las especulaciones no-científicas acerca de la reali- dad: 1) no suelen plantear cuestiones propias y limpiamente formuladas, sino más bien problemas que ya contienen presupuestos falsos o insostenibles ...; 11) no proponen hipótesis ni procedimientos

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO D E LA SOCIOLOGÍA 39 1

fundamentados y contrastables, sino que ofrecen tesis sin funda- mento y generalmente incontrastables, así como medios incontro- lables (inescrutables) para averiguar su verdad; 111) no trazan con- trastaciones objetivas de sus tesis y de sus supuestas fuentes de conocimiento, sino que apelan a alguna autoridad; IV) consiguiente- mente no tienen ocasión alguna de contrastar sus conjeturas y procedimientos con resultados empíricos ...; V) no suscitan proble- mas, pues todo su interés es más bien terminar con la investigación, suministrando ... un conjunto de respuestas a toda cuestión posible o permitida»".

La cuestión, pues, de la distinción entre ciencia y no ciencia, abar- ca más elementos de referencia de lo que a primera vista pudiera pa- recer.

Empezando por remontarnos a los propios orígenes del conoci- miento científico, en comparación con otras vías de aproximación a la realidad, es necesario tener presente -aunque puedan parecer obvios- las principales diferencias de la ciencia respecto a la magia o la religión como mecanismos de conocimiento.

Las tres principales diferencias entre las prácticas científicas y las propias de la magia y la religión que pueden apuntarse, siguiendo a Giddensl2, son, en primer lugar, que la ciencia opera considerando los sucesos que ocurren en la naturaleza como resultado de «fuerzas impersonales», mientras que la magia y la religión implican en su dinámica a determinadas «fuerzas personales» (dioses, espíritus, demonios, etc.); en segundo lugar, que la ciencia tiene establecidos unos procedimientos determinados para la formulación de las teorí- as y para su verificación fomentando el debate, la crítica y la públi- ca discusión, mientras que esto no ocurre con la magia o la religión. Finalmente la magia y la religión implican ciertos aspectos de cere- monial, propiciación, etc., que son completamente ajenos a la reali- dad de la ciencia.

Sin embargo, más allá de estas diferencias, lo cierto es que la verdadera tarea de decantar los perfiles concretos de la ciencia debe

l o Karl R. Popper: La ldgica de la Invratlpacidn ckntlfica. Tecnos, Madrid, 1980, págs. 259,261 y 262.

' l Mario Bunge: LA inv8zll#arl6n cirn/l/kcc. Ariel, Barcelona, 1969, págs. 46 y 47. l 2 Anthony Giddens: N8w rvfrr of aoclolo~lcul method. Hutchinson, Londres, 1976,

pág. 139.

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392 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

situarse en una óptica de referencias más próxima a lo que han sido sus antecedentes inmediatos, y no limitarse a inventariar dife- rencias con otras formas de conocimiento que, en sí mismas, cons- tituyen aproximaciones distintas a la realidad. En este sentido es en el que hay que tener muy presente que la ciencia no partió de cero, sino que se desarrolló sobre un acervo de informaciones diversas que constituían el «conocimiento ordinario»; conoci- miento que es preciso diferenciar adecuadamente del conocimien- to científico.

«El conocimiento ordinario -dirá Bunge- puede desarrollarse en alguna de las tres direcciones siguientes: 1) Conocimiento técni- co: es el conocimiento especializado, pero no-científico, que carac- teriza las artes y habilidades profesionales. 11) Protociencia, o cien- cia embrionaria, que puede ejemplificarse por el trabajo cuidadoso, pero sin objeto teorético, de observación y experimentación. 111) Pseudociencia: un cuerpo de creencias y prácticas cuyos cultivado- res desean, ingenua o maliciosamente, dar como ciencia aunque no comparte con ésta ni el planteamiento, ni las técnicas, ni el cuerpo de conocimientos. Pseudociencias aún influyentes -dirá Bunge- son, por ejemplo, la de los zahoríes, la investigación espiritista y el psicoanálisis~ 1 3 .

Las aportaciones surgidas desde cada una de estas tres vías - que coinciden en gran media con tres momentos históricos deter- minados de aproximación al conocimiento científico- han sido importantes para el nacimiento y desarrollo de la ciencia moderna, que pudo beneficiarse en sus orígenes de todos los conocimientos técnicos y habilidades desarrolladas por los artesanos a lo largo de cientos y cientos de años, al igual que de los datos en bruto conse- guidos por la «protociencia», con sus clasificaciones y observacio- nes, de la misma manera que no es infrecuente que algunas cien- cias hayan «nacido de una pseudo-ciencia», como por ejemplo la química de la alquimial4. Sin embargo, estas formas de conoci- miento «ordinario» no deben confundirse con la ciencia moderna propiamente dicha.

'3 Mario Bunge: La investigación cfrntlflca, op. cit., p8g. 54. ' 4 Ibld., págs. 54 y SS.

EL MÉTODO CIENT~FICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 393

Una vez hechas estas precisiones, el siguiente paso en nuestra expo- sición será explicar qué debemos entender por ciencia.

La tarea de dar una definición precisa de ciencia no resulta del todo Mcil. En primer lugar, porque con el término ciencia se produce un tipo de ambigüedad especial que los lingüistas han calificado como ((la ambigüedad proceso-producto», debido a que con el mismo con- cepto nos referimos tanto a una actividad como al resultado de esa actividad. Es decir a la labor que realizan los científicos y al covpus de conocimientos adquiridos mediante su labor.

Por otra parte, esta ambigüedad inicial, aún puede ser extendida a otras perspectivas, debido -como ha apuntado Merton- al carác- ter ((engañosamente amplio» del concepto «ciencia» que «denomina una gran cantidad de cosas distintas aunque relacionadas entre sí». Así los significados de ciencia son para Merton los siguientes: « 1) un conjunto de métodos por medio de los cuales se certifica el conoci- miento* (la ciencia como proceso); ~ 2 ) un depósito de conocimientos acumulados procedentes de la aplicación de esos métodos» (la cien- cia como resultado); «3) un conjunto de valores y costumbres cultu- rales que gobiernan las actividades llamadas científicas» (la ciencia como ethos), y «4) cualquier combinación de lo anterior~15.

De igual manera también es posible referirse a la ciencia en cuan- to institución social específica, e incluso, como una concepción o manera determinada de enfrentarse con la realidad y los más varia- dos acontecimientos circundantes.

Finalmente, la imagen sobre la complejidad del concepto de cien- cia se completa con la referencia a todas las tareas que son propias de la actividad científica, en la medida en que las actividades que se relacionan con este vocablo y que constituyen dimensiones de la cien- cia son extraordinariamente amplias y comprenden tareas que van desde la específica reflexión teórica, a la observación, la medición, la experimentación, la descripción, la definición, la clasificación, la fal- sación, la disección, la manipulaci61-1, la previsión, etc.

'"obert K. Merton: Teorfa y estructum aookil, F,C,II,, M6xlc0, 1964, pág. 543

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LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

En consecuencia, para clarificar esta cuestión podemos empezar por decir que lo que caracteriza y define a la ciencia no son sólo unos contenidos específicos y objetivos, sino un talante determinado de enfrentarse con el problema del conocimiento y de la transformación de la realidad. Este talante se hizo posible a partir de determinados contextos históricos, sociológicos y culturales, y acabó plasmándose en lo que hoy conocemos como ciencia moderna, mediante el desa- rrollo de una metodología precisa y rigurosa que consiste en lo que conocemos como método científico. Por ello, en los siguientes epígra- fes de este capítulo, después de analizar el proceso de institucionali- zación social de la ciencia, vamos a detenernos, primero, en el análi- sis de las condiciones y de los presupuestos para el desarrollo de la ciencia, para explicar en segundo lugar cuáles son las principales características del método científico.

Como ya hemos indicado, el hecho de que la ciencia deba ser tipifi- cada como una forma de conocimiento actual, no quiere decir que ten- gamos que entenderla como resultado de una ruptura súbita con una tradición anterior que dio lugar al surgimiento de algo nuevo en el vacío. Lo nuevo de la ciencia no significa que parta de cero y que no sea posible establecer un cierto hilo conductor entre la propia evolu- ción socio-histórica y el desarrollo cognoscitivo del hombre, como ver- dadero substrato de una acumulación cultural que hace posible el desarrollo del conocimiento científico,

Es evidente, en este sentido, que el desarrollo de la ciencia moder- na no hubiera sido posible sin el desarrollo de la metalurgia, de la alfarería, de las artesanías, de las matemáticas, de la astronomía, de la medicina, de las técnicas del transporte, etc., en Mesopotamia y Egipto; sin el desarrollo de las técnicas, la arquitectura, las mate- máticas y la filosofía en Grecia; sin Tales de Mileto, Heráclito, Pitá- goras, Parménides, Demócrito, Arquímedes, etc. De la misma mane- ra debemos considerar decisivas, como ya vimos, las aportaciones de los alejandrinos y posteriormente de los árabes, con un mayor sen- tido práctico, así como la de los alquimistas, los botánicos y los gale- nos de la Edad Medialb. Sin todas estas aportaciones la ciencia mo-

16 Pese a todos los matices que reclentementc sc han introducido respecto a algunos clichbs sobre ala noche de la Edad Modlan, la clarto es que, como repetidamente se ha

derna no se hubiera podido desarrollar en la forma y manera en que lo ha hecho.

El desarrollo de los conocimientos que condujeron a la ciencia tie- ne bastante claramente delimitado su ritmo y su itinerario. Su ritmo fue desigual. A períodos de intenso desarrollo siguieron largas etapas de estancamiento; los impulsos surgidos en los imperios del Nilo y del Tigris y el Éufrates, y entre los primeros pensadores helénicos, fueron seguidos por largos períodos marcados por orientaciones diferentes.

Aunque en el desarrollo de la ciencia moderna fue muy importan- te el sentido práctico de Los árabes, y el influjo del Renacimiento, lo cierto es que la ciencia no alcanzó un verdadero impulso hasta que no se puso en marcha la revolución industrial. Como con frecuencia se ha subrayado que «el trayecto seguido por la ciencia -de Egipto y Mesopotamia a Grecia, de la España musulmana a la Italia del Rena- cimiento, de ahí a los Países Bajos y a Francia, para pasar luego a la Inglaterra y la Escocia de la revolución industrial- es el mismo que el del comercio y la industria~l7.

En un momento histórico determinado ambos procesos se acelera- ron. La economía fabril revolucionó todo el campo de la producción an- terior, al tiempo que los métodos de trabajo experimentaron grandes transformaciones. Estas transformaciones alcanzaron tal magnitud, que no es exagerado decir que fueron «menos los cambios en los méto- dos de trabajo desde el antiguo Egipto hasta 1750, que desde 1750 has- ta nuestros días»l8, ocurriendo algo parecido en el campo del conoci- miento científico. «Aunque en el año 1500 -ha escrito Whitehead- Europa sabía menos que Arquímedes que murió en el año 2 12 antes de Cristo, sin embargo en el año 1700, se habían escrito los Pvincipia de Newton, y el mundo estaba empezando a entrar en la época moderna~lg.

recordado, en el campo del conocimiento científico ((después de Ptolomeo se produce un declive de la ciencia en la cuenca del Mediterráneo ..., la química degenera en alquimia, la astronomía en astrología, la medicina utiliza los amuletos con preferencia a los principios clc Hipócrates, y las matemáticas se transforman en aritmética» (Madeleine Grawitz: Méto- ( l o s y tdcnicas de las ciencius .sociules, op. cií., pág. 35).

l 7 Ibíd., pág. 45. IH Bcrtrand Russcll: IA ~)ur?;prcllvu ~-icnl//ic~u, o p . cit., pág. 1 16. l 9 Alfrcd North Whltchord: ,9cd@ncrandlhr Morlrrn Worlcl. Mentor Books, Nueva York,

1964, p8g. 13.

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Sobre las relaciones entre ciencia y sociedad y sobre las formas en que se produjeron estos cambios nos ocuparemos en los dos siguientes epí- grafes.

4. CIENCIA Y SOCIEDAD

La ciencia encontró su impulso en un ambiente social específico. Fue alentada por las nuevas condiciones culturales del Renacimien- to, por el progreso del trabajo intelectual en las Universidades, por el desarrollo del racionalismo y el empirismo, y, sobre todo, por el con- texto político y social de las sociedades europeas a partir del siglo XVII, en el que poco a poco se fueron derrumbando los prejuicios y las con- cepciones tradicionales, creándose las condiciones de libertad que alumbraron una nueva época, a la que algunos calificaron con la era (le 1u Razón. En esta nueva época los cambios intelectuales y el desa- r-1-0110 del espíritu de libertad y de indagación fue alentado por todas las transformaciones sociales y económicas que hicieron posible la revolución industrial.

La imbricación directa del proceso de surgimiento de la ciencia en un contexto social concreto ha impregnado toda la evolución de la ciencia de unas claras orientaciones prácticas. La ciencia persigue la obtención de conocimientos rigurosos y contrastados. Pero la ciencia es hija de una Sociedad concreta, que ha dado lugar a que su finali- dad sea eminentemente práctica. Es decir, la ciencia no persigue el saber por el saber, sino explicaciones, predicciones y previsiones que permitan aplicaciones prácticas, bien en el campo de la producción, de la salud, de la mejora de las condiciones de vida, del aprovecha- miento de los recursos naturales, etc.

En contraste con otras formas de conocimiento anteriores, la cien- cia actúa con libertad, sin prejuicios ni limitaciones establecidas por mitos, imposiciones o creencias tradicionales, y persigue aplicacio- nes concretas. De ahí que la comprensión sobre el papel de la ciencia no pueda separarse de las condiciones a partir de las que surgió y del nuevo tipo de sociedad industrial que impulsó y en la que encontró el mejor ambiente para su propio desarrollo.

Las necesidades económicas del nuevo orden económico industrial estimularon la aplicación de los nuevos inventos y descubrimientos científicos al sistema productivo, en un esfuerzo permanente por

EL MÉTODO CIENTIFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGIA 397

fabricar cada vez más bienes, con medios y procedimientos cada vez más racionalizados. Lo que, a su vez, acabó operando como un per- manente acicate para el descubrimiento de nuevos inventos y hallaz- gos científicos, en un intenso proceso de influencias mutuas entre ciencia y economía, o lo que es lo mismo entre ciencia, tecnología y economía, y, por lo tanto, sociedad.

El nuevo modelo de relaciones entre ciencia y sociedad fue posible a partir de una nueva concepción de las tareas económicas y del tra- bajo humano como actividad libre y productiva. Y para ello fue deci- siva la influencia del pensamiento ilustrado y los aires de libertad que trajo la Revolución francesa, así como el nuevo espíritu burgués aso- ciado al nacimiento del capitalismo, con su afán de medida, de cálcu- lo, de racionalidad, de beneficio, de iniciativa emprendedora, de utili- dad práctica ... La concurrencia de todos estos factores dio paso a una época de grandes inventos y descubrimientos, cuya aplicación prácti- ca produjo un cambio social sin precedentes, que ha marcado el gran dinamismo de las sociedades industriales. En estas sociedades la cien- cia y el progreso tecnológico han llegado a impregnar todo el proceso productivo y la vida social en su conjunto. Por eso nuestra época ha podido ser calificada también como la era científica, una era en la que prácticamente desde todos los ámbitos sociales se promueve y apoya la actividad científica, y en la que la figura del científico se ha conver- tido en una de las más respetadas e influyentes.

Esta situación, como hemos visto, ha sido el resultado de un lar- go proceso de evolución. La búsqueda del conocimiento y las técni- cas prácticas inicialmente estuvieron separadas, encontrándose subordinadas estas últimas en virtud de un orden político y de valo- res primero (Grecia y el Mundo clásico) y de unos controles religio- sos después (Edad Media). Sin embargo, la Ilustración y el espíritu de la nueva época estimularon el desarrollo del conocimiento sin las cor- tapisas de las ideas religiosas o filosóficas, orientándose después a encontrar una síntesis entre el conocimiento científico y el desarro- llo tecnológico. En este nuevo contexto se difundió la convicción de que el progreso científico y económico puede llevar a la humanidad a encontrar las soluciones a la mayor parte de sus problemas y caren- cias. Por eso toda la sociedad ha llegado a implicarse en la promoción y desarrollo cientffico, poniendo al propio orden político al servicio de este objetivo.

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398 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 399

De esta manera la ciencia se institucionaliza y, como hemos dicho, adquiere una posición social central y prevalente. Cuando decimos que la ciencia se institucionaliza en las sociedades modernas, estamos ha- ciendo referencia al hecho de que la ciencia, y la labor de los científi- cos, pasa a convertirse en una de las actividades normales, y cada vez más importantes de la sociedad, que da lugar al desarrollo de las acti- vidades profesionales de los científicos, como una de las tareas nece- sarias para que la sociedad pueda continuar progresando y funcio- nando normalmente. El proceso de institucionalización de la ciencia supone, en este sentido, un cambio de mayor alcance práctico, y de carácter cualitativamente distinto, a las posibilidades que se abrieron en las civilizaciones agrarias de la antigüedad cuando una minoría «ociosa» pudo dedicarse al arte, la contemplación o el cultivo de la sabiduría.

El proceso de institucionalización de la ciencia en las sociedades de nuestro tiempo ha tenido lugar básicamente en tres etapas o perí- odos. Inicialmente en los siglos XVII y x v I I r se ocupaban de la ciencia individuos de la aristocracia y de los sectores más acomodados de la sociedad, a partir básicamente de sus propios recursos e iniciativas personales, que generalmente ponían en común a través de algunas «sociedades científicas)) y «academias» que ellos mismos gestionaban.

La segunda etapa en la institucionalización de la ciencia tuvo lugar a lo largo del siglo XIX y una parte del siglo xx con el desarro- llo de los departamentos de las diferentes especialidades científicas en las Universidades y los laboratorios de investigación promovidos por las grandes industrias. En esta segunda etapa se produjo una importante movilización de recursos públicos y empresariales y una gran profesionalización de la actividad científica. Los científicos se «forman» en las Universidades y se dedican profesionalmente a su trabajo de manera exclusiva y cada vez más coordinada e interde- pendiente.

Una tercera etapa en la institucionalización de la ciencia es la que se produjo durante la Segunda Guerra Mundial en torno al esfuerzo bélico. El «proyecto Manhattan)), por ejemplo, fue una iniciativa del gobierno de los Estados Unidos, que empleó recursos económicos muy importantes y movilizó a un buen número de científicos para inten- tar disponer de la bomba atómica antes que Hitler. Proyectos de este tipo, así como los que actualmente tienen cn marcha diversos gobier-

nos en el campo de la aeronáutica, la microelectrónica y la micro- biología, implican una dimensión organizativa de la actividad cientí- fica como nunca antes había sido conocida.

La movilización de grandes recursos económicos y humanos bajo la iniciativa de los poderes públicos, está planteando nuevos proble- mas de gestión, de organización e, incluso, de concepción sobre la propia actividad científica. Las decisiones sobre lo que se investiga y sobre las aplicaciones de los nuevos descubrimientos se han aca- bado convirtiendo en decisiones de un gran alcance social, político y económico. Por eso todo lo que concierne a la ciencia, en las socie- dades de nuestros días, no es ya solamente una cuestión de conoci- miento, sino que se ha convertido en una cuestión de poder, es decir, en algo que tiene mucho que ver con la evolución concreta de nues- tras sociedades.

5. LOS PRESUPUESTOS DE LA CIENCIA

Con frecuencia la ciencia se ha pretendido explicar básicamente como resultado del despliegue de la fuerza de la razón como instrumento de conocimiento. Sin embargo, la ciencia ha surgido en determinados contextos históricos y culturales y no en otros, en los que también se había producido un importante esfuerzo de desplie- gue de las fuerzas del raciocinio. Si ello fue así, y no de otra manera, no debemos pensar que obedeció exclusivamente a la existencia o no de un mayor grado de confianza en la razón, o a un mayor o menor estímulo cultural para su desarrollo, sino a la concurrencia junto a lo anterior, de varias otras condiciones económicas y sociales que hicie- ron posible el desarrollo de la ciencia.

Como quiera que estas condiciones se produjeron específicamen- te en la Europa del Renacimiento, podemos entender que «la clave de la ciencia está, pues, en la historia de esta época y región»20.

Así pues, la pregunta pertinente de la que debe partir nuestra inda- gación sobre la génesis de la ciencia, puede ser planteada en térmi-

20 Fauslino Cord6n: La fitncldn do la cloncla un L sociedad. Edicusa, Madrid, 1976, pbg. 51.

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400 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

nos similares a la formulada por Joseph Needham: «¿Qué ocurrió en la Europa del Renacimiento cuando las matemáticas y la ciencia se unieron en una combinación cualitativamente nueva y destinada a transformar el mundo? ~21.

El análisis de Needham, en referencia al desarrollo del pensa- miento y de las matemáticas en China, le llevará a la conclusión de que el elemento fundamental que permitió el nacimiento de la cien- cia moderna fue el desarrollo de un espíritu mercantil, calculador y práctico, que reemplazó el viejo mundo de cualidades por un mundo de la cantidad. El desarrollo de tal tipo de cultura en Europa, y no en China o en otros lugares, fue posible a partir de la concurrencia de un conjunto de factores diversos en la ((matriz social europea)), «con el Renacimiento, la Reforma y el surgimiento del capitalismo mercan- t i l , seguido por la manufactura industrial»22.

Uno de los presupuestos fundamentales para el desarrollo de una nueva mentalidad en Europa fue, como apunta Needham, la inflexión que se produjo en el mundo europeo, como consecuencia de la influen- cia árabe, desde un «simbolismo antropocéntrico)) hacia un genuino interés por la ((naturaleza objetiva)).

Sin embargo, ninguno de los factores concurrentes eran, por sí solos, suficientes para explicar la aparición de la ciencia. «El inte- rés por la naturaleza no era suficiente, ni lo era la predicción de los eclipses y los cálculos necesarios para confeccionar el calendario; todas estas condiciones existían en China -dirá Needham-. Apa- rentemente, sólo una cultura mercantil podía lograr lo que no pudo lograr una civilización agraria burocrática: llevar al punto de fusión las disciplinas, antes separadas, de la matemática y el conocimien- to de la naturalezad3.

En una perspectiva analítica comparativa similar, habría que situar también las reflexiones de Benjamin Farrington sobre por qué la cien-

2 ' Joseph Needham: .Las matemáticas y las ciencias en China y en Occidente», en B. Barnes: Estudios sobre sociología de la ciencia. Alianza, Madrid, 1980, pág. 23. Sobre este mismo tema, aunque en una perspectiva más general, vid. también La gran titulación. Cien- cia y sociedad en Oriente y Occidente. Alianza, Madrid, 1977.

22 Ibfd., pág. 36. 23 Ibfd., p4g. 45.

cia no llegó a desarrollarse en Grecia, pese a las óptimas condiciones intelectuales y sociales que se dieron en el marco de esta civilización. Una de las razones que explica la frustración de las posibilidades de desarrollo de la ciencia en Grecia está, según subraya Farrington, en la influencia de la misma distinción, de raíz aristotélica, a la que ya nos hemos referido, entre unos saberes orientados a satisfacer las necesidades prácticas y otros orientados al «conocimiento de las pri- meras causas y principios», y a los que sólo se podía considerar legí- timamente como «sabiduría».

Aunque esta concepción aristotélica ha sido valorada general- mente como la más típica representación del pensamiento helénico, sin embargo la vía lógico-racional de conocimiento en realidad supu- so una significativa e importante ruptura con la tradición del pensa- miento presocrático, que estuvo caracterizado por una concepción materialista más práctica y cuyas explicaciones científicas se desa- rrollaron en gran parte a partir de los conocimientos técnicos. De igual manera la lógica aristotélica supuso también una significativa infle- xión sobre los enfoques de Platón orientados a una comprensión de la realidad a partir de «modelos» (teoría de las «ideas»).

Según las interpretaciones sostenidas por autores como Farring- ton, el cúmulo de conocimientos técnico-prácticos no pudo desarro- llarse plenamente en la civilización griega, ni traducirse en interpre- taciones generales de la naturaleza, porque «la esfera de la naturaleza ya estaba ocupada por una laboriosa mitología que custodiaban cor- poraciones de sacerdotes»24.

De esta manera, las influencias religiosas, primero, y los enfoques lógico-racionales aristotélicos, después, impidieron que la herencia de conocimientos técnicos de la viejas civilizaciones de la Edad del Bron- ce rompieran los esquemas de compartimentalización de saberes y que éstos se pudieran desarrollar -y evolucionar- en diversas formas de conocimiento científico, como ocurrió en la Europa moderna.

«Existieron -dirá Farrington- varias formas de conocimiento en las antiguas civilizaciones de la Edad de Bronce. Había, por una par-

24 Benjamin Farrington: Mano y cenbm rn la Grecia antigua. Ayuso, Madrid, 1974, pág. 44.

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402 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

te, conocimiento práctico indispensable para el dominio de la natu- raleza, en técnicas tales como las del labrador, el alfarero y el forja- dor. .. Además de éstas existió un cúmulo de mitos y leyendas consti- tuido por una literatura anónima e inconexa, expresada con torpeza en lenguaje hierático, que explicaba los principales fenómenos de la naturaleza, y que los dirigentes consideraban como la base necesaria del orden social. Lo que hoy denominamos ciencia -señalará Farring- ton- no pudo comenzar a surgir hasta que se rompieron las barre- ras que separaban las distintas esferas del saber; hasta que las suge- rencias emanadas de los procesos técnicos pudieron ser aplicadas con audacia a todos los fenómenos de la naturaleza; hasta que pudo des- truirse el hechizo que envolvía el modo de explicación mitológico, y hasta que los conocimientos matemáticos dejaron de ser parte del equipo administrativo de los burócratas y pasaron a ser parte de la cultura de los ciudadanos libres»25.

Ciertamente, junto a lo anterior, no debemos olvidar que la inciden- cia de las barreras mito-religiosas, primero, y las aristotélicas, después, que se interpusieron entre los «saberes prácticos» y el «saber», fue- ron posibles, y se consolidaron históricamente, también en virtud de la concurrencia de otras circunstancias económicas y sociales, entre ellas las concepciones negativas sobre el trabajo, asociadas al régimen esclavista, que dieron lugar a importantes prejuicios sociales que esti- mulaban el abandono de los saberes técnico-prácticos por conside- rarlos «actividades menores», propias de «siervos y esclavos». Fue necesaria, pues, una nueva concepción de la actividad económica y del trabajo humano, como tareas libres y dignificadas, para que se pro- dujera una relación directa entre los ámbitos de los saberes prácticos inmediatos y de los saberes teorético-generales.

En suma, pues, muchas de las condiciones intelectuales, econó- micas y sociológicas que hicieron posible la revolución industrial, tal como vimos en el capítulo ocho, permitieron también el desarrollo de la ciencia moderna. Por lo que aquí no vamos a repetir lo que ya hemos señalado en otro lugar.

Sin embargo, de una manera más específica, en las páginas que siguen parece inexcusable hacer referencia a algunos de los factores

fundamentales que contribuyeron más directa e inmediatamente a la formación de la ciencia. De acuerdo con Whitehead, las tres condi- ciones fundamentales para el surgimiento del espíritu científico fue- ron: «el desarrollo de las matemáticas, la creencia instintiva en la exis- tencia de un orden determinado en la naturaleza y el influjo del 1-acionalismo~~~.

Una de las primeras condiciones para que se pudiera desarrollar un tipo de conocimiento como el científico, con pretensiones de generalidad, racionalidad y predictibilidad, fue la convicción en la existencia de un orden racional y cognoscible en la naturaleza. Esta convicción implica partir de la creencia de que los hechos naturales se producen de acuerdo con ciertas leyes regulares, susceptibles de indagación y de estudio, y, por tanto, supone un rechazo y abandono de las interpretaciones sobre la naturaleza basadas en la creencia de la existencia de una voluntad todopoderosa de seres superiores, o en la inexcusabilidad de las fuerzas ciegas e ignotas del destino, etc.

La ciencia se orienta fundamentalmente hacia la búsqueda de un orden, de unas regularidades existentes en la naturaleza y esta búsque- da juega un papel fundamental en la orientación vital de los hombres, que ya no se verán a sí mismos como un juguete impotente ante las fuerzas del destino. En este sentido es en el que puede decirse que la ciencia ha contribuido a ubicar al hombre en un orden de referencias más seguro y menos efímero, reemplazando viejas concepciones sobre el mundo fuertemente penetradas de componentes «arbitrarios» e cin- controlables», por la visión de un cosmos ordenado y cognoscible.

Al hablar expresamente de un cosmos ordenado y cognoscible que- remos hacer referencia a las dos dimensiones que se encuentran implí- citas en el desarrollo de la convicción en la existencia de un orden natu- ral, como presupuesto para el surgimiento de la ciencia. Por una parte, esta convicción supone que la naturaleza está regida por una legalidad determinada, que no se manifiesta caóticamente, ni de acuerdo con u n devenir arbitrario, y, por otra parte, supone que en ese orden pue- dc -y debe- ser conocido por el hombre a través de observaciones sistemáticas y positivas, y no mediante explicaciones basadas en el

2 h Alfred North Whlteheud: Sclrnor and rkr medrrn World, o p . cir., pág. 41.

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404 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA

principio de la autoridad, o en la tradición, o en la magia, o en la meta- física.

El afianzamiento del pensamiento racional, y el desarrollo de las matemáticas, entendidas «como el lenguaje en que está descrito el libro de la naturaleza» -según sentenció Galileo- estuvieron direc- tamente ligados a un fenómeno más global de transformación social y de cambio de las mentalidades y de las formas de pensar y de actuar. En esta perspectiva de cambio general fue fundamental, como ya vimos en el capitulo ocho, la difusión de una mentalidad especial- mente sensible a la cuantificación, al control y al cálculo: nos referi- mos a la mentalidad burguesa.

La Revolución Francesa jugó, en este sentido, un papel central no sólo por lo que supuso para la consolidación de la quiebra del viejo orden tradicional, y en lo que tuvo de aportación para el estableci- miento de unos patrones políticos diferentes y más apropiados para cl desarrollo del nuevo tipo de sociedad que se apuntaba en el hori- zonte histórico, sino también, y básicamente, en cuanto que la Revo- lución Francesa vino a consagrar la razón burguesa y a definir nue- vas y más amplias hegemonías sociales y nuevos enfoques en los métodos de análisis y conocimiento.

El nuevo tipo social hegemónico -el burgués-, con su afán de medida, con su preocupación prevalente «por las cantidades y no por las cualidades», y con su mentalidad práctica y orientada al lucro, contribuyó substantivamente a dar una nueva orientación a los sabe- res en la dirección de superar definitivamente la ya referida vieja esci- sión clásica entre unos saberes orientados al conocimiento de las pri- meras causas y principios y otros saberes de intención más práctica y aplicada. Precisamente uno de los intereses prioritarios de la nue- va clase burguesa fue superar esta escisión. El espíritu burgués, y los intereses sociales que lo alimentan, condujeron a una potenciación del desarrollo de un conocimiento científico basado claramente en estos presupuestos, haciendo posible enfrentarse de una manera dife- rente a la naturaleza, en función de criterios racionales y de intereses mundanos e individuales.

En resumen, pues, podemos decir que el desarrollo de la ciencia se produjo en el contexto de un determinado orden de aspiraciones prácticas y cuantitativistas, y a partir de dos presupuestos básicos tomados como incuestionableri, Estor, dos presupuestos son:

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 405

1. La convicción en la existencia de un orden en la realidad, en el sentido de que los fenómenos se encuentran relacionados causalmente entre sí, de acuerdo con ciertas reglas y patrones regulares, de forma que conociendo la estructura de las rela- ciones causales entre los fenómenos es posible llegar a prede- cir y prever cómo se desarrollarán acontecimientos que aún no se han producido.

2. La convicción en que este orden, esta estructura de relaciones de causalidad, puede ser conocida y de hecho es conocida por medio de nuestros sentidos, por medio de los métodos desa- rrollados por las ciencias y los instrumentos de medición ade- cuados a tales fines.

En suma, pues, la ciencia surgió en la matriz social e intelectual europea a partir de todo un conjunto de valores culturales concretos que conformaron el espíritu de una época, en la que por primera vez pudo desarrollarse una mentalidad científica. Estos valores cultura- les, en cuanto verdaderos «pilares del edificio científico», son, como nos recordará Salustiano del Campo, «el racionalismo -con el desa- 1-rollo de la lógica y de la matemática-; el empirismo con su hinca- pié en la observación y la experimentación de los elementos anterio- res; la creencia en la legalidad -tanto en la naturaleza como en la sociedad, que no es sino una parte de aquella-; el pragmatismo -la i i tilización del conocimiento para la transformación del mundo más que para la obtención de la sabiduría per se-; el ascetismo caracte- rístico de la vocación científica; el escepticismo frente a la autoridad y a la tradición; y finamente, el individualismo»27.

O. LAS CARACTERISTICAS DEL MÉTODO CIENTIFICO

En un libro de introducción a la Sociología, como éste, no es posi- ble que nos ocupemos en todos sus detalles de las características del método científico. Por lo tanto, en las páginas que siguen nos centra- remos, en primer lugar, en presentar resumidamente sus principales

27 Salustiüno del Campo: i.u Soclolopla oianlCflca moderna. Instituto de Estudios Polí- ticos, Madrid, 1969, p6g. 53.

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

rasgos generales; en segundo lugar, plantearemos el problema de la demarcación de las ciencias, y en tercer lugar consideraremos la manera en que se produce la organización y desarrollo de los c o r p s de conocimientos científicos, es decir, de los paradigmas científicos.

El método científico, en cuanto verdadero elemento definidor de la ciencia moderna, ha sido descrito y caracterizado de muchas mane- ras por los diversos autores que se han ocupado de esta temática, si bien hay que hacer notar que los científicos en general no se caracte- rizan precisamente por haber dedicado muchos esfuerzos específicos a la teorización sobre su método en sí mismo considerado.

En la mayor parte de las disciplinas los científicos hablan y escri- ben básicamente sobre sus hallazgos y teorías, pero muy poco de cuá- les son los supuestos generales que orientan sus métodos de investigar.

La desatención aparente a los problemas de método que se prac- tica en algunos campos de la ciencia no quiere decir, por supuesto, que el método no se considere como el elemento nuclear de toda cien- cia moderna. «El método científico -ha recordado Bunge-es un ras- go característico de la ciencia, tanto de la pura como de la aplicada: donde no hay método científico no hay cienciad8.

No obstante, el papel prevalente y central del método en el con- junto del edificio científico, no quiere decir que algunos de sus aspec- tos no hayan sido objeto de cierta consideración polémica, como ocu- rre, como veremos en el capítulo siguiente, con la debatida cuestión de la unidad del método científico, no faltando los que han llegado a negar la existencia de un único modelo de método científico fijo y esta- blecido.

Feyerabend, por ejemplo, ha considerado que la cidea de un méto- do que contenga principios científicos inalterables y absolutamente obligatorios que rijan los asuntos científicos entra en dificultades al ser confrontada con los resultados de la investigación histórica. En ese momento -dirá- nos encontramos con que no hay una sola regla, por plausible que sea, ni por firmemente basada en la epistemología que venga, que no sea infringida en una ocasión, o en otra)?.

2H Mario Bunge: La investigacidn clrntt/lcu, op. cit., pilg. 29. ZV Paiil K. Fcycrabcnd: Contra si mltado, Arlcl, R~ircclona, 1974, piíg. 1 S.

El análisis que Feyerabend realiza sobre el método científico le llevará a la conclusión general, y más de fondo, de que «la idea de que la ciencia puede y debe regirse según unas reglas fijas y de que su racionalidad consiste en un acuerdo con tales reglas no es realista y está viciada. No es realista -dirá- puesto que tiene una visión dema- siado simple del talento de los hombres y de las circunstancias que animan, o causan, su desarrollo. Y está viciada, puesto que el inten- to de fortalecer las reglas levantará indudablemente barreras a lo que los hombres podrían haber sido, y reducirá nuestra humanidad incre- mentando nuestras cualificaciones profesionales~30.

Sin embargo, a pesar de estas objeciones, lo cierto es que el méto- do científico como tal ha alcanzado un reconocimiento explícito muy notable y puede ser considerado, con toda razón, como la verdadera columna vertebral de toda ciencia.

¿En qué consiste, pues, el método científico? A esta pregunta po- dríamos responder inicialmente, de acuerdo con Bertrand Russell, señalando que el «método científico», si bien en sus formas más refi- nadas puede juzgarse complicado, es en esencia de una notable sen- cillez. Consiste en observar aquellos hechos que permiten al observa- dor descubrir las leyes generales que los rigen. Los dos períodos -primero el de la observación, y segundo, el de la deducción de una ley- son ambos esenciales y cada uno de ellos es susceptible de un afinamiento casi infini to~~l.

El propio Bertrand Russell describirá de la siguiente manera el pro- ceso de la investigación científica. «Para llegar a establecer una ley científica -dirá- existen tres etapas principales: la primera consis- te en observar los hechos significativos; la segunda en sentar hipóte- sis que, si son verdaderas, expliquen aquellos hechos; la tercera en deducir de estas hipótesis consecuencias que puedan ser puestas a prueba por la observación. Si las consecuencias son verificadas se acepta provisionalmente la hipótesis como verdadera, aunque reque- rirá ordinariamente modificación posterior, como resultado del des- cubrimiento de hechos ulteriores»32.

3O Ibld., pAg. 136. 31 Bertrand Russell: La prrnprctlw alrnlftlca, op. cit., p4g. 13. 32 Ibld., phg. 48.

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El método científico se caracteriza por una serie de procedimien- tos concretos y también por un conjunto de actitudes. Los procedi- mientos que integran el método científico no son algo cerrado y fijo, sino que han ido evolucionando desde los orígenes de la ciencia moderna, en Galileo, Kepler, Bacon y en los Principia de Newton, has- ta nuestros día+.

En las páginas que siguen vamos a referirnos con algún detalle a los procedimientos que caracterizan el método científico. Pero, antes de ello, es necesario subrayar que la actividad científica está inspira- da -o debe estarlo- por un conjunto de criterios morales generales y por unos talantes y actitudes que forman parte de un ethos concre- to, es decir, de un conjunto de principios y normas morales y de pro- cedimientos que deben inspirar el quehacer científico y subyacen en todo el desarrollo de la ciencia.

Partiendo del criterio general de que «el objetivo institucional de la ciencia es la extensión del conocimiento verificado», Merton ha recordado que los métodos técnicos cumplen el fin de suministrar «la definición pertinente de conocimiento: predicciones empíricamente confirmadas y lógicamente coherente», en tanto que los principios del ethos científico no sólo tienen una «justificación metodológica», sino que también «se cree que son correctos y buenos. Son tanto -dirá Merton- prescripciones morales como técnicas»34.

De acuerdo con Merton, podemos decir que el ethos de la cien- cia «incluye cuatro conjuntos de imperativos institucionales»; el universalismo en cuanto convicción de que la única prueba de vali- dez en las ciencias procede de la aplicación de «criterios imperso- nales preestablecidos», y, a su vez, que la ciencia debe permanecer abierta al libre juego de los talentos, sin tener en cuenta ningún tipo de prejuicios personales, sociales, religiosos, tradicionales, etc.; comunismo, o principio de comunidad, en cuanto que todos los hallazgos de la ciencia han de considerarse como patrimonio común

33 Una exposición detallada sobre la evolución del método científico puede verse, por ejemplo, en John Losee: Introducción histdricu a la filosoffa de la ciencia. Alianza, Madrid, 1976.

34 Robert K. Merton: uLos imperatlvoi Initltuclanales de la ciencia*, en B. Barnes: Es~udios sobre Sociologia de la ciencia, op, ok, plg. 67.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGIA 409

de la sociedad, debiendo reducirse al mínimo la intervención de cri- terios de propiedad privada y de secreto, así como todo aquello que pueda ser incompatible con el imperativo de comunicación de los hallazgos; desinterés, ya que los científicos deben guiarse en su investigación fundamentalmente por la vocación de conocimiento, por la curiosidad y por la preocupación altruista, y no por intere- ses egoístas o parciales; y escepticismo organizado, en cuanto dispo- sición a considerar provisional cualquier juicio o hipótesis, hasta que no haya sido sometido a criterios empíricos y lógicos de verifi- cación35.

En suma, pues, la imagen de la ciencia queda completada en la medida en que a los dos presupuestos fundamentales anteriormente señalados (convicción en la existencia de un orden lógico en la reali- dad y convicción en que dicho orden puede ser conocido empírica- mente), se une un ethos específico como el señalado, y un conjunto de procedimientos y operaciones concretas que permiten una obten- ción sistemática de información empírica relevante.

¿En qué consisten estos procedimientos y operaciones concretas propias del método científico? {Cómo se aprenden y se practican estos procedimientos? Los procedimientos forman parte de los procesos de investigación concretos de cada campo científico y, lógicamente, varí- an de una a otra ciencia, de uno a otro campo de aplicación, en fun- ción de los procesos anteriores de investigación desarrollados por cada comunidad científica, y que han permitido llegar a un determinado nivel o estadio de conocimientos.

Por ello no es extraño que se hayan formulado distintos inventa- r i o ~ y propuestas metodológicas, generalmente conectadas a campos de conocimiento específicos.

Desde un punto de vista general, podemos considerar, de acuerdo con Bunge, que «los estadios principales del camino de la investiga- ción científica, esto es, los pasos principales de la aplicación del méto- do científico)), son los siguientes:

1. Enunciar preguntas bien formuladas y verosímilmente fe- cundas.

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2. Arbitrar conjeturas, fundadas y contrastadas con la experien- cia, para contestar a las preguntas.

3. Derivar consecuencias lógicas de las conjeturas.

4. Arbitrar técnicas para someter las conjeturas a contrastación.

5. Someter a su vez a contrastación esas técnicas para comprobar su relevancia y la fe que merecen.

6. Llevar a cabo la contrastación e interpretar sus resultados.

7. Estimar la pretensión de verdad de las conjeturas y la fidelidad de las técnicas.

8. Determinar los dominios en los cuales valen las conjeturas y las técnicas, y formular los nuevos problemas originados por la in~estigación~~.

A su vez, Bunge se refiere también a las reglas elementales para la e.jecución correcta de tales operaciones: «R. 1 . Formular el problema con precisión y específicamente ... R.2. Proponer conjeturas bien defi- nidas y fundadas de algún modo y no suposiciones que no compro- meten en concreto, ni tampoco ocurrencias sin fundamento visible: hay que arriesgar hipótesis que afirmen la existencia de relaciones bien definidas entre variables netamente determinadas. R.3. Someter las hipótesis a contrastación dura y no laxa ... R.4. No declarar verdade- ra una hipótesis satisfactoriamente confirmada; considerarla en el rnejor de los casos, como parcialmente verdadera ... R.5. Preguntarse por qué la respuesta es como es y no de otra manera: no limitarse a hallar generalizaciones que se adecúen a los datos, sino intentar expli- carlas a base de leyes más fuertes~37.

El objetivo final al que apuntan todos estos procedimientos científicos es obtener una serie de proposiciones generales de carác- ter teórico, dispuestas de manera lógica y ordenada y que sean s.us- ceptibles de comprobación empírica. Este objetivo y la manera de alcanzarlo -el método lógico experimental- traducen las dos di- mensiones de la ciencia: la teórica, en cuanto aspiración a ofrecer

Mario Bunge: La investigación científica, op. cit., págs. 25-26. .'7 Ibfd., págs. 26-27.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 41 1

una imagen coherente y lógica de la realidad, y la empírica en cuan- to disposición a someter cualquier conocimiento a la prueba de los hechos.

La dimensión empírica de la ciencia fue estimulada históricamen- te por la reacción intelectual contra los métodos lógico-abstractos de conocimiento y por la convicción más general, a la que ya nos hemos referido anteriormente, de que es necesario fundamentar «positiva- mente» todos los saberes. El empalme de esta dimensión con la tra- yectoria de conocimientos técnicos y prácticos anteriores resulta evi- dente, de la misma manera que lo es la proyección aplicada y utilitaria que anima a la ciencia moderna.

La dimensión teórica, por otra parte, deriva de la necesidad de dar coherencia, sistematicidad y claridad a los conocimientos adquiridos por medio de los métodos experimentales, que sólo permiten llegar a resultados prácticos ubicando los procesos de verificación en estructu- ras lógicas con sentido.

El científico, como ya señaló Francis Bacon, cree que es «más fácil que la verdad surja del error que de la confusión». Por ello tiene razón Rudner cuando subraya que en la ciencia «la conexión de sistematiza- ción y simplicidad es de máxima importancia. El sistema -dirá- no es un mero adorno de la ciencia; es el mismísimo corazón de la cien- cia. Decir esto no es negar simplemente que el trabajo de la ciencia consista en amontonar pequeños fragmentos de información de for- ma aleatoria o inconexa; es subrayar también que un ideal de la cien- cia consiste en dar una explicación organizada del universo. Es un ide- al de la ciencia conectar, hacer encajar en relaciones lógicas, los conceptos y enunciados que incorporan todo el conocimiento que se haya adquirido. Tal organización es, de hecho, una condición nece- saria para la consecución de dos funciones fundamentales de la cien- cia: explicación y predicciónn38.

Esta doble dimensión de la ciencia, a veces, ha querido ser pues- ta en relación con una cierta interpretación dual de la naturaleza humana: la lógica-sensorial y la racional. Sin embargo, la realidad es que estos dos elementos de la ciencia deben ser entendidos como par-

" Richard S. Rudner: F~¡o#o/?M d# & olrncia social, o p . cit., pág. 76.

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412 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

te de una referencia común e indivorciable. No se trata de pensar que, en el proceso de construcción de la ciencia, el hombre «aporta» los elementos interpretativo-racionales, como manifestación de una de sus propias dimensiones humanas, mientras que, con su otra dimen- sión sensorial, recoge la información concreta de los hechos de la naturaleza, de forma que, como resultado de la convergencia de ambas dimensiones (una que «aporta» el hombre, y la otra que ((aportan la naturaleza), y de la misma capacidad del hombre para «aunarlas», surge la ciencia como una síntesis de referencias dis- tintas. Muy al contrario, el método científico no pretende establecer una síntesis de esta clase, sino que fundamentalmente intenta pro- porcionar una vía para descubrir la propia lógica de la naturaleza; aunque dicha lógica -como está ocurriendo recientemente en algu- nos campos de la ciencia- no coincida, o no pueda ser entendida muy bien con la lógica humana actualmente predominante, ni con el mismo sentido común.

La verdad de la ciencia está, pues, en los hechos, y no en la mera coherencia de las construcciones teóricas que dan cuenta de ellos, ya que en definitiva los sistemas interpretativos los construimos noso- tros y podemos darles el significado que queramos, pero la realidad tiene su propia dinámica.

Los hombres establecemos hipótesis sobre relaciones causales en- tre fenómenos, a los que damos una explicación lógica en forma de leyes o principios. Pero son los hechos observables en la naturaleza los que deciden la veracidad o falsedad de dichas hipótesis y leyes.

En el método científico la dimensión teórica y la empírica, pues, son absolutamente inseparables. La orientación teórica de las cien- cias es uno de sus principales rasgos definitorios. La verificación empírica es una exigencia inexcusable.

No obstante, aunque esto sea así, en la historia concreta de las cien- cias el desarrollo de teorías generales que hayan sido verificadas por los hechos es algo que sólo se puede producir, a un cierto nivel de sig- nificatividad, en determinados estadios de su desarrollo. Como ha sefialado Hempel, las teorías «se introducen normalmente cuando estudios anteriormente realizados de una clase de fenómenos han revelado un sistema de uniformidades que se pueden expresar en for- ma de leyes empíricas. Las teorías intentan, por tanto, explicar esas regularidades y, generalmente, proporcionan una comprensión mAs

profunda y exacta de los fenómenos como manifestaciones de enti- dades y procesos que están detrás o por debajo de ellos, por decirlo así. Se presume que estos procesos están gobernados por leyes teóri- cas características, o por principios teóricos, por medio de los cuales la teoría explica entonces las uniformidades empíricas que han sido descubiertas previamente y normalmente predice también nuevas i.egularidades de tipo similar»39.

La manera en que se interpenetran en la práctica los procesos de recogida de información y de selección de los datos relevantes, en fun- ción de informaciones anteriores y de suposiciones lógicas -en cuan- to que éstas forman el corpus teórico de una ciencia en un momento dado- constituye uno de los aspectos centrales de la investigación científica; aspecto al que tendremos ocasión de referirnos con más detalle en páginas ulteriores.

Pero ahora, y de acuerdo con la propia argumentación de Hem- pel, lo que nos interesa subrayar es que el proceso real de investiga- ción científica comienza con el «llamado método de las hipótesis, es decir, inventando hipótesis a título de intentos de respuesta a un pro- blema en estudio, y sometiendo luego éstas a la contrastación empí- i.ican40.

Las hipótesis pueden surgir de muchas maneras: como resultado de las inferencias realizadas a partir de datos observados, como refle- jo de convicciones particulares, como fruto de deducciones de otras hipótesis conocidas, como derivaciones de teorías de carácter más general, o de otras variadas formas. Pero lo importante es que la for- mulación de las hipótesis constituye uno de los elementos nudales del proceso de investigación. Por ello las hipótesis han de reunir deter- minados requisitos y características de claridad, simplicidad, rele- vancia, contrastabilidad, etc., en cuyos detalles particulares no pode- mos entrar aquí.

Finalmente es preciso señalar que la misma lógica global del méto- do científico, con su esfuerzo por la obtención acumulativa de saber, con su escepticismo y su permanente inclinación por someter todo a

.39 Carl G . Hempel: Filosafk & 18 elrncla natural. Alianza, Madrid, 1973, pág. 107. 40 Ibld., p8g. 36.

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414 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

continua verificación, supone que el covpus de conocimiento cientí- fico se encuentra sometido a un proceso permanente de renovación, de crítica, y de crecimiento.

Esta característica de la ciencia da lugar a que sus contenidos sean muy dinámicos, y a que su funcionamiento normal dé lugar a conti- nuos procesos de revisión y de cambio. Lo que sirve, a la vez, de impor- tante estímulo para el quehacer científico como tal, permitiendo que éste se manifieste con el máximo componente posible de modestia y de ponderación, en todo el proceso de conocimiento de la realidad. En este sentido es en el que debemos recordar, retomando algunas explicaciones anteriores, que la ciencia no aspira a obtener un saber absoluto y definitivo, sino distintas aproximaciones perfectibles al conocimiento de la realidad.

El postulado de que no hay nada indudable y de que todas las leyes científicas tienen algo de contingentes, constituye uno de los crite- rios metodológicos fundamentales desde los mismos orígenes de la ciencia.

Lo importante del método científico, en esta perspectiva concre- ta, es que, por su carácter no dogmático y escéptico, tiende a organi- zar la labor científica como «un proceso autocorrectivo»41. Los dos epígrafes siguientes de este capítulo van a orientarse precisamente a estudiar distintos aspectos de método científico relacionados con esta dimensión de renovación y cambio de la ciencia.

7. LA «FALSABILIDAD» COMO CRITERIO DE DEMARCACIÓN CIENTIFICA

Uno de los temas fundamentales que ha continuado animando el debate sobre la ciencia ha sido el de la propia división y demarcación de las ciencias. La distinción entre ciencias y no ciencias, así como la diferenciación entre ciencias empíricas y no empíricas continúa sien- do por ello un tema insoslayable.

4 1 M. Cohen y E. Nagel: Introduccldn a la ldglcn ,y al rndrodo cientffico, op. cit., vol. 11, pAg. 237.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 415

Algunos analistas, como Hempel, distinguen dos grupos funda- mentales de ciencias: las empíricas y las no empíricas. «Las primeras -dirá- pretenden explorar, describir, explicar y predecir los aconte- cimientos que tienen lugar en el mundo en que vivimos. Sus enun- ciados, por tanto, deben confrontarse con los hechos de nuestra expe- riencia, y sólo son aceptables si están convenientemente apoyados en una base empírica. Este apoyo empírico se consigue de muchas mane- ras diferentes: mediante la experimentación, mediante la observación sistemática, mediante entrevistas o estudios, mediante pruebas psi- cológicas o clínicas, mediante el examen cuidadoso de documentos, inscripciones, etc. Esta dependencia de una base empírica distingue a las ciencias empíricas de las disciplinas no empíricas, la lógica y la matemática pura, cuyas proposiciones se demuestran sin referencia esencial a los datos empíricos~42.

La pretensión de la mayoría de las ciencias de lograr un tipo de co- nocimiento que sea a la vez racional y objetivo, y de conjugar, por tan- to, los componentes teóricos y los empíricos, ha tenido a lo largo de la historia del pensamiento científico diversas soluciones, relaciona- das, a su vez, con esa aspiración ya formulada por Galileo de tradu- cir la naturaleza al lenguaje de las matemáticas.

Después de una etapa de fuerte crítica del primer positivismo con- tra todos los enfoques lógico-abstractos de pensamiento, el desarro- llo del neopositivismo lógico propició una cierta rehabilitación cien- tífica de los modos lógico-formales de análisis. Así Wittgenstein43 y los filósofos del Círculo de Viena44 insistirán especialmente en que el criterio de distinción entre ciencia y no ciencia estribará en «el tener sentido de los enunciados que constituyen la ciencia».

42 Carl G. Hempel: Filosofía de la Ciencia Natural, op. cit., pág. 13. La distinción, a su vez, dentro de las ciencias empfricas, entre ciencias naturales y ciencias sociales, será algo de lo que nos ocuparemos m8s adelante.

4 3 «La lógica precede a toda experiencia,,, dirá Wittgenstein en su Tractatus: Ludwig Wittgenstein: Tractatu.~ Logico-Phik)so~)hict~.s. Alianza, Madrid, 1973, pág. 159.

44 Sobre la influencia dc Wlttgcnntcin cn los pensadores del Círculo de Viena puede vcrsc el testimonio excepclond de Ini mproducciones taquigráficas de las conversaciones entre Wittgenstein y Morltz Schllck, tomndrr por Friedrich Waismann; vid. F. Waismann: 1,udwig Wittgenstein y el Clrcula do Wna, F,C,B,, MCxlco, 1975.

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LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA EL MÉTODO CIENTIFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOG~A A1 7

Lo importante de este enfoque es que desde él se propiciaba «la clarificación de afirmaciones y preguntas», al tiempo que se dese- chaban las disputas metafísicas desprovistas de significado empíri- .co». «Así comenzó -dirá John Losee- la búsqueda de un criterio de significatividad empírica que descalificase a los enunciados metafísi- cos. Uno de los propuestos fue el de que los enunciados empíricamente significativos son verificables: un enunciado es empiricamente signi- ficativo -se dirá-si y sólo si, es posible especificar las condiciones que harían verdadero el enunciado.. . Sin embargo, pronto surgió una disputa acerca del significado de la expresión «posibilidad de verifi- cación~. Existía acuerdo general en que un enunciado es empírica- mente significativo sólo si es lógicamente posible verificarlo ... Y se lle- gó rápidamente al acuerdo en que la mera irrealizabilidad técnica no basta para descalificar un enunciado.45.

Los problemas prácticos que planteaba el criterio de verificabili- dad, sobre todo en la medida en que conducía a la exclusión de enun- ciados científicos, empíricamente significativos, dio lugar al desarro- llo de tres «enfoques alternativos para solucionar el problema de la demarcación: 1 ) en primer lugar, la propuesta de construir un den- guaje empirista. al que deberían traducirse todos los enunciados empiricamente significativos; 2) en segundo lugar, «exigir que los enunciados empíricamente significativos» fueran «confirmables, aun- que no verificablew, y 3) en tercer lugar, buscar un criterio de méto- do empírico en lugar de un criterio de enunciados empíricamente sig- nificativos~~~.

La primera propuesta dio lugar a un esfuerzo de elaboración de minuciosas .definiciones operacionales~ en las que se desagregaban y especificaban todas las dimensiones, partes o componentes de aque- llo que se pretendía definir. En cambio, desde el segundo enfoque, en la medida en que sólo se formulaba la «exigencia del apoyo de algu- na observación», no se iba mucho más allá de lo que habían plantea- do Galileo o Newton sobre los requisitos del método científico. Sin embargo, desde la tercera propuesta, de la que vamos a ocuparnos con

45 John Losee: Introduccidn histdrica a la filosofia de la ciencia. Alianza, Madrid, 1976, p6g. 193.

46 Ihfd., p6g. 194.

más detalle, se ha producido una aportación más específica en la cla- rificación de la naturaleza del método científico.

Para uno de los grandes teóricos de la ciencia, como Karl Popper, el modo de proceder de hombre de ciencia no consiste en otra cosa que proponer «enunciados -o sistemas de enunciados-» y contras- tarlos paso a paso. «En particular, en el campo de las ciencias empí- ricas (el científico) construye hipótesis -o sistemas de teorías- y las contrasta con la experiencia por medio de observaciones y experi- mentos. Según mi opinión -dirá Popper- la tarea de la lógica de la investigación científica -o lógica del conocimiento- es ofrecer un análisis lógico de tal modo de proceder: esto es, analizar el método de las ciencias emp í r i ca s~~~ .

En esta perspectiva de indagación metodológica, Popper negará la absolutización del criterio clasificatorio, según el cual lo que caracterizaría a las ciencias empíricas es la utilización de los llama- dos «métodos inductivosn.

Para Popper, la lógica inductiva -o probable, según dirá- pre- senta dificultades insuperables, por lo que propondrá un «método deductivo de contrastan. De acuerdo con este método, los cuatro pro- cedimientos para «llevar a cabo la contrastación de una teoría» son los siguientes: «En primer lugar se encuentra la comparación lógica de las conclusiones unas con otras: con lo cual se somete a contraste la coherencia interna del sistema. Después, está el estudio de la for- ma lógica de la teoría con el objeto de determinar su carácter: si es una teoría empírico-científica o si, por ejemplo, es tautológica. En ter- cer término, tenemos la comparación con otras teorías, que tiene por principal mira la de averiguar si la teoría examinada constituiría un adelanto científico en caso de que sobreviviera a las diferentes con- trastaciones a que la sometemos. Y finalmente, viene el contrastarla por medio de la aplicación empírica de las conclusiones que pueden deducirse de ellasn48.

El último contraste propuesto por Popper tiene una orientación fundamentalmente práctica, ya sea por la vía «de experimentos pura-

47 Karl R. Popper: La ldplca de la investigación cientffica. Tecnos, Madrid, 1980, phg. 27.

48 Ibfd., p8g. 32.

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418 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

mente científicos o de aplicaciones tecnológicas prácticas». Pero en cualquier caso este contraste tendrá también, según señalará Popper, un carácter deductivo: «Con ayuda de otros enunciados singulares - que podremos denominar «predicciones»- en especial predicciones que sean fácilmente contrastables o aplicables. Se eligen entre estos enunciados los que no sean deducibles de la teoría vigente, y, más en particular, los que se encuentren en contradicción con ella. A conti- nuación tratamos de decidir en lo que se refiere a estos enunciados deducidos (y a otros), comparándolos con los resultados de las apli- caciones prácticas y de experimentos. Si la decisión es positiva, esto es, si las conclusiones singulares resultan ser aceptables, o verifica- das, la teoría a que nos referimos ha pasado con éxito las contrasta- ciones (por esta vez): no hemos encontrado razones para desecharla. Pero si la decisión es negativa, o sea, si las conclusiones han sido fal- sadas, esta falsación revela que la teoría de la que se han deducido lógicamente es también falsan49.

A Popper no se le ocultaba que sus propuestas de sustitución del método inductivo podían suscitar la objeción inmediata de que, de esta manera, se producía la disolución de los criterios de diferen- ciación de las ciencias empíricas respecto a las especulaciones meta- fisicas. Por ello puso un especial énfasis en subrayar que su recha- zo de la lógica inductiva era, precisamente, porque «no proporciona un criterio de demarcación apropiado» entre unas y otras. En con- secuencia, pensaba que era necesario establecer un criterio que garantizase que los postulados de la ciencia «representan un mun- do de experiencia posible».

Los tres requisitos del sistema teórico empírico que propone Pop- per son: en primer lugar que «ha de ser sintético, de suerte que pue- da representar un mundo no contradictorio, posible; en segundo lugar, debe satisfacer el criterio de demarcación, es decir, no será metafísi- co ...; en tercer término es menester que sea un sistema que se distin- ga -de alguna manera- de otros sistemas semejantes por ser el que represente nuestro mundo de experiencia»S0.

49 Ibld., págs. 32 y 33. " lbfd., págs. 38-39.

EL MÉTODO CIENT~FICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOG~A 419

Pero (cuál ha de ser, pues, el criterio de demarcación? Ciertamente no «el dogma positivista del significado o sentido», que exige que todos los enunciados científicos -con sentido- puedan ser suscep- tibles «de una decisión definitiva con respecto a su verdad». Para Pop- per, «las teorías no son nunca verificables empíricamente. Si quere- mos evitar el error positivista -dirá- de que nuestro criterio de demarcación elimine los sistemas teóricos de la ciencia natural, debe- mos elegir un criterio que nos permita admitir en el dominio de la ciencia empírica incluso enunciados que no puedan verificarse. Pero, ciertamente -añadirá- sólo admitiré un sistema entre los científi- cos o empíricos si es susceptible de ser contrastado por te experien- cia. Estas consideraciones -dirá- nos sugieren que el criterio de demarcación que hemos de adoptar no es el de la verificabilidad, sino el de la falsabilidad de los sistemas. Dicho de otro modo: no exigiré que un sistema científico pueda ser seleccionado, de una vez para siempre, en un sentido positivo; pero sí que sea susceptible de selec- ción en un sentido negativo por medio de contrastes o pruebas empí- ricas: ha de ser posible refutar por la experiencia un sistema cientí- fico empírico~51. Lo que, ciertamente, viene a suponer que no debe aceptarse como científico ningún postulado que no pueda ser so- metido a pruebas de contraste o falsación que permitan verificar y demostrar si es cierto o falso.

Esta práctica, propia del método científico, y orientada a inten- tar «extirpar teorías falsas, de encontrar los puntos débiles de una teo- ría para rechazarla si queda refutada por el experimento», a veces -observará Popper- puede considerarse «como paradójica; nuestra finalidad, se dice, es establecer la verdad de una teoría, no eliminar las teorías falsas. Pero precisamente porque nuestra finalidad es inten- tar establecer la verdad de las teorías, debemos experimentarlas lo más severamente que podamos; esto es, debemos intentar encontrar sus fallos, debemos intentar refutarlas. Sólo si no podemos refutarlas, a pesar de nuestros mejores esfuerzos, podemos decir que han supera- do bien severos experimentos. Ésta es la razón -concluirá- por la cual el descubrimiento de los casos que confirman una teoría signifi-

9 Ibfd., pág. 40. El enunciado alloverá o no lloverá mañana» -ejemplificará Popper- uno se considerar& emptrlco, par el rlrnple hecho de que no puede ser refutado; mientras que a ese otro: uIlovcrA aquf mrñrnar, dabe considerársele empfricon.

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can muy poco si no hemos intentado encontrar refutaciones y fraca- sado en el intento~52.

Con esta manera de proceder se facilita enormemente la dinámi- ca práctica de la ciencia en lo que se refiere a una de sus dimensiones fundamentales: su carácter perfectible, que da lugar a que, como ya subrayábamos al principio de este capítulo en palabras del mismo Pop- per, «todo enunciado científico sea provisional para siempre)).

8. LOS PARADIGMAS CIENTIFICOS

La teoría de Thomas Kuhn sobre los eparadigmas científicos» ha ejercido una influencia considerable en distintas disciplinas, y especialmente en la Sociología53, debido a que proporciona un esque- ma interpretativo bastante sugerente sobre la manera en que se pro- duce la lógica del desarrollo de las ciencias, y sobre la misma forma en que esta lógica influye en todo el quehacer científico.

Las interpretaciones de Kuhn sobre la manera en que tiene lugar el desarrollo científico, «como una sucesión de períodos de tradición eslabonados, puntualizados, por rupturas no acumulativas»54 y sus reflexiones sobre la manera en que se produce la defensa de los «para- digma~ científicos» por los profesionales de la ciencia, perfila una ima- gen de la ciencia que no coincide exactamente con la visión de un esfuerzo permanente por verificar la falsabilidad de las teorías y por avanzar acumulativamente hacia el desenvolvimiento de concepcio- nes progresivamente perfeccionadas, a que nos hemos referido ante- riormente.

52 Karl Popper: La miseria del historicismo, op. cit., pág. 149. 53 Sin embargo, en un artículo publicado en 1973 en The British Juornal of Sociology,

John Urry manifestaba aún su sorpresa por la poca atención que había merecido su obra entre los sociólogos, en contraste con las controversias que había suscitado en otras dis- ciplinas. Vid. John Uny: «Thomas Kuhn as Sociologist of Knowledgew, vol. XXIV, n." 4, diciembre 1973, págs. 462-473. No obstante, hay que tener en cuenta que el libro de Frie- drichs Sociologfa de la Sociologfa, por cJcmplo, data de 1970.

54 Thomas S. Kuhn: La estructura ds la8 mvoluciones cientfflcas. F.C.E., Mexico, 1971, p6g. 3 17.

En contraste con estas visiones, Kuhn mantendrá la interpretación de que las ciencias maduras funcionan a partir de paradigmas es- tablecidos, que marcan con bastante rigidez la forma en que operan los científicos. La idea de relacionar la madurez de una ciencia con la existencia de un paradigma compartido por la comunidad científica parte de identificar preferentemente la función de la ciencia, no tan- to con la exigencia de alcanzar conocimientos de una manera objeti- va e imparcial, sino con la necesidad de dar pruebas fehacientes de su progreso. Por ello Kuhn subrayará que, durante «el período ante- rior al paradigma, cuando hay gran número de escuelas en compe- tencia, las pruebas del progreso son muy difíciles de encontrar. Éste es el período durante el cual los individuos practican la ciencia, pero donde los resultados de su empresa no se suman a la ciencia, tal y como la conocemos»55.

Es decir, uno de los aspectos fundamentales en los que se fijará Kuhn para definir lo que es un período de ciencia normal», es el pro- pio funcionamiento de la comunidad científica, que se puede aplicar a perfeccionar y desarrollar un paradigma concreto sin necesidad de ((reexaminar continuamente los primeros principios». Así pues, «cien- cia normal» para Kuhn significa ({investigación basada firmemente en una o más realizaciones científicas pasadas, realizaciones que alguna comunidad científica particular reconoce, durante cierto tiem- po, como fundamento para su práctica posteriorn56.

A estas realizaciones y prácticas compartidas es a lo que Kuhn de- nomina paradigmas. En términos muy elementales Kuhn describirá los paradigmas como «lo que los miembros de una comunidad científica comparten», al tiempo que recíprocamente señalará que «una comuni- dad científica consiste en hombres que comparten un paradigrna~57.

De una manera más específica y estricta, un paradigma será defi- nido como aun logro científico fundamental, que incluye una teoría y alguna aplicación ejemplar a los resultados de la experimentación y la observación. Más importante aún -añadirá Kuhn- es que cons- tituye un logro abierto, que deja aún por hacer todo género de inves-

Ibld., p6g. 251. Ibld., p6g. 33.

57 Ibld., pAg, 271.

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tigaciones. Y, finalmente, es un logro aceptado, en el sentido de que es admitido por un grupo cuyos miembros ya no tratan de rivalizar o de crear alternativas. En cambio -dirá- tratan de extenderlo y explo- tarlo de una variedad de manerasda.

Los paradigmas proporcionan a la comunidad de científicos un cuerpo «seguro» de concepciones y procedimientos, que generalmente se encuentran sistematizados en los «libros de texto» en que son ins- truidos durante su período de aprendizaje, y a partir de donde se gene- ran marcos de referencia, sistemas de comunicación y «definición de los problemas y métodos legítimos)). Es decir, la educación de los cien- tíficos, según esta interpretación, se produce de manera dogmática: no se orienta fundamentalmente a estimular la búsqueda de noveda- des, sino a provocar la adhesión al «paradigma establecido»; adhesión que queda, a su vez, extraordinariamente reforzada por las prácticas de exclusión y aceptación que la comunidad científica pone en fun- cionamiento en toda su trama social, a través de sus corporaciones, publicaciones, institutos y academias, reuniones, etc.

El carácter funcional de los paradigmas viene a quedar puesto de relieve, como señalará Kuhn, no sólo por lo que implica de definición de una práctica social codificada, sino también porque el progreso de la ciencia no es posible que se efectúe eficazmente mediante un tra- bajo realizado absolutamente al azar. «Algo debe decirle al científico hacia dónde mirar y qué buscar y ese algo.. . es el paradigma que le ha proporcionado su educación ... Dado ese paradigma y la necesaria con- fianza en él, el científico deja en gran medida de ser un explorador, o al menos un explorador de lo desconocid0~5~.

La tarea de los científicos -añadirá- «no es descubrir lo desconocido, sino obtener lo conocido. Su fascinación no reside en lo que puede esperarse que el éxito permita descubrir, sino en la difi- cultad para lograr el éxito ... En lugar de asemejarse a la exploración, la investigación normal se parece a armar un rompecabezas cuya for- ma acabada se conoce desde el comienzo»60.

Thomas S. Kuhn: «Los paradigmas clcntlficos~, en B. Barnes et al., Estudios sobre Sociologia de la Ciencia. Alianza, Madrld, 1982, pbgs. 89-90.

Ibld., pág. 95. 60 Ibld., pág. 94.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA sOCIOLOGÍA 423

En tal sentido es en el que se piensa que la tarea del científico debe estar orientada no a buscar novedades, sino a perfeccionar los paradig- mas establecidos, acoplando mejor los hechos a la teoría, articulan- do y desarrollando mejor la teoría, etc.

En suma, pues, la imagen del científico sugerida por el ethos al que antes nos hemos referido, habría que matizarla y contrastarla con esta interpretación, según la cual los preconceptos y la resistencia a los cambios jugarían en la práctica real del mundo científico un papel verdaderamente central.

A partir de estas coordenadas parece que el progreso y la innova- ción científica resultarían extraordinariamente difíciles. Y, sin embar- go, la ciencia cambia, podríamos decir parodiando la célebre afirma- ción atribuida a Galileo. ¿Cómo se producen los cambios científicos? Los grandes cambios científicos se producen -dirá Kuhn- como rup- turas totales con los paradigmas establecidos. Ésta será precisamen- te la lógica de la evolución científica; pasar de un paradigma a otro.

Cuando en el marco de un paradigma empiezan a detectarse anomalías, la comunidad científica comienza a dividirse, al tiempo que se inicia la difusión de una cierta sensación de crisis. Cuando ala profesión ya no puede pasar por alto las anomalías que subvierten la tradición existente de prácticas científicas, se inician las investiga- ciones extraordinarias que conducen por fin a la profesión a un nue- vo conjunto de compromisos, una base nueva para la práctica de la ciencia. Los episodios extraordinarios en que tienen lugar esos cam- bios de compromisos profesionales son los que se denominan revo- luciones científicasn61. Las revoluciones científicas suponen «episo- dios de desarrollo no acumulativo» por medio de los que aun nuevo paradigma es reemplazado, completamente o en parte, por otro nue- vo e incompatiblen62.

Ejemplificaciones típicas de revoluciones científicas son las que van ligadas a nombres como los de Einstein, Newton y Copérnico, cuya revolución científica ha sido objeto de una disección específica por parte del mismo Kuhn63.

6' T. S. Kuhn: La estructura da la^ nrvoluc~unes cienti/lca.s, op. cit., pág. 27. 62 Ibld., pág. 149. 63 Thomas S. Kuhn: La rrvolucldn aoprmlcana, Arlal, Barcelona, 1978.

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No puede negarse que el marco interpretativo general formula- do por Kuhn da lugar a una imagen casi darwiniana de la manera en que se produce el desarrollo científico; imagen que el propio Kuhn parece aceptar en parte, como mecanismo «selectivo» a través del que se produce el progreso de la ciencia. «El proceso descrito como la resolución de las revoluciones -dirá- constituye, dentro de la comunidad científica, la selección, a través de la pugna, del mejor camino para la práctica de la ciencia futura. El resultado neto de una secuencia de tales selecciones revolucionarias, separado por perío- dos de investigación normal, es el conjunto de documentos, mara- villosamente adaptado, que denominamos conocimiento científico moderno. Las etapas sucesivas en ese proceso de desarrollo -aña- dirá- se caracterizan por un aumento de la articulación y la espe- cialización. Y todo el proceso pudo tener lugar como suponemos actualmente que ocurrió la evolución biológica, sin un beneficio de una meta establecida, de una verdad científica fija y permanente, de la que cada etapa del desarrollo de los conocimientos científicos fue- ra un mejor ejemplo~64.

En contraste con esta visión, la verdad es que la percepción común que generalmente tenemos hoy en día sobre el progreso de la ciencia no es precisamente la de un proceso de rupturas revolucionarias y no acumulativas, sino -como apuntamos antes- la de una dinámica en la que existe una autorregulación de los mecanismos de rectificación, al tiempo que una acumulación de conocimientos bastante constan- te y ajustada.

Esta percepción común será explicada por Kuhn, en cierto modo, en virtud de una interpretación casi generacional y biológica de las revoluciones científicas. Así, con frecuencia recordará una cita de Max Planck, como ejemplificación de la manera en que los científicos que han sido educados en un paradigma se mantendrán tenazmente en ese paradigma prácticamente de por vida. «Una nueva verdad cienti- fica -había observado M. Planck en su Autobiografía científica- no triunfa por medio del convencimiento de sus oponentes, sino más bien porque dichos oponente llegan a morir y crece una nueva generación

64 Thomas. S. Kuhn: La estructura de las revoluciones cientlficas, op. cit., págs. 265-266.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOG~A 425

que se familiariza con ella~65. Idea ésta que, desde una perspectiva más concreta de Sociología de la ciencia, ha sido subrayada también por otros analistas, como Richard Whitley, al señalar que los proce- sos de cambio en el conocimiento científico se producen con el desa- rrollo de nuevas comunidades científicas con una identidad propia66.

Finalmente, otra de las características fundamentales de las revolu- ciones científicas, según Kuhn, es la de su invisibilidad. La imagen de la evolución de la ciencia la proporcionan los libros en que se educan los científicos, y como quiera que cada vez que se produce una revo- lución científica lo primero que hay que reemplazar son los viejos libros de texto, ocurre que en los nuevos libros todo el proceso cien- tífico es re-explicado desde la perspectiva del nuevo paradigma, lo que, evidentemente, da lugar a que la concepción de la ciencia que estu- dian los científicos pueda ser bastante diferente a la de la historia social.

En la ciencia, como en la célebre novela de Orwell, 1984, «la ten- tación de escribir la historia hacia atrás es omnipresente y perenne~6~. Y los que la escriben son los divulgadores del nuevo paradigma. Por ello, en el proceso de educación científica, la enseñanza no sólo se cen- tra en el nivel de conocimiento definido por el último paradigma, sino que todo el proceso científico anterior se reinterpreta desde el pre- sente; lo que permite presentar el desarrollo de la ciencia como un proceso acumulativo coherente. Al estudiante, por otra parte, no se le suele pedir sino tener unas nociones muy generales y elementales sobre las teorías de los grandes científicos del pasado.

El carácter exclusivo de los paradigmas, por lo demás, permite a los científicos «ignorar la obra que han rechazado. Desde el siglo XVI

-recordará Kuhn- sólo ha habido dos ediciones completas del Alma- gesto (de Ptolomeo), ambas del siglo XIX y dirigidas exclusivamente a los eruditos. En las ciencias maduras aparentemente no hay nada que cumpla una función equivalente a la de un museo de arte o de una

65 Ibid., págs. 234-235. 66 Richard Whitley: aThe eitabllihment and structure of the sciences as reputational

organizations., en N. Ellai, H. Martlur y R, Whltley (eds.): Scientific Establishments and Hierarchies. D. Reidel Publlrhln# Comprny, tondrer, 1982, pág. 3 13.

6' T. S. Kuhn: La estructum da lar iruoluclonr~ clenrlflcas, op. cit., pág. 2 15.

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biblioteca de clásicos. Los científicos saben cuándo pasan de moda los libros ... Los reemplazan las obras al día, y esto es todo lo que requiere el progreso ulterior de la ciencia».

«Esta característica de los paradigmas -concluirá Kuhn- se relaciona estrechamente con otra «que tiene particular importancia para mi elección del término. Al recibir un paradigma, la comunidad científica se adhiere, conscientemente o no, a la idea de que los pro- blemas fundamentales resueltos en él, de hecho, lo han sido de una vez para siempre». Por ello los científicos ~retoman su labor donde la han dejado quienes compartían el paradigma». «Este género de labor sólo la emprenden quienes piensan que el modelo elegido es total- mente seguro. No hay nada similar en las artes, y las semejanzas en las ciencias sociales -subrayará Kuhn- son a lo sumo parciales. Los paradigmas determinan una pauta de desarrollo en las ciencias de la naturaleza que es diferente de lo común en otros

En una cierta posición intermedia entre las interpretaciones de Pop- per y las de Kuhn, en lo que hace a la interpretación sobre la manera en que se produce la evolución de las ciencias, podemos situar las tesis de otros autores como Lakatos, a cuyos planteamientos básicos vamos a referirnos también aquí de una manera breve y esquemática.

Para Lakatos la realidad del progreso de la ciencia no se corres- ponde ni con el estereotipo de convulsiones y revoluciones de Kuhn, ni con la imagen popperiana de unos pacientes, escrupulosos y pormenorizados esfuerzos de falsación de teorías e hipótesis. Para Lakatos, ni la resistencia que se ejerce desde los paradigmas es tan cerrada y excluyente, ni el imperativo de exclusión de teorías e hipó- tesis es tan radical cuando se ha producido alguna falsación.

La propuesta central de Lakatos es la de recurrir a la idea de los «programas de investigación)) para ofrecer una metodología adecua- da que permita comprender los «procesos de reconstrucción racional de la ciencia». En realidad, las revoluciones científicas -dirá- con- sisten en que un programa de investigación reemplaza a otro (supe- rándolo de modo progresivo) »69.

68 T. S. Kuhn: Los paradigma3 clrntCflcos, op. cit., págs. 84-85. 69 Imre Lakatos: Historia do la clrncla y yrrs reconstrucciones racionales, op. cit.,

phg. 25.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 427

Para Lakatos, la mera «falsación» (en sentido popperiano) no debe implicar sin más el rechazo necesario de una teoría, sino que cual- quier resultado de una experimentación debe situarse en la perspec- tiva más amplia y general de un «programa de investigación», en cuan- to que éstos constituyen «la guía más importante de la continuidad del desarrollo científico». «La unidad básica de estimación no debe ser una teoría aislada, ni una conjunción de teorías, sino más bien un "programa de investigación" con un "centro firme" convencional- mente aceptado (y por una decisión provisional "irrefutable"), y con una "heurística positiva" que defina problemas, esboce la construc- ción de un cinturón de hipótesis auxiliares, prevea anomalías y las transforme en ejemplos victoriosos; todo ello según un plan precon- cebido. El científico registra las anomalías -dirá Lakatos-, pero mientras su programa de investigación mantenga su fuerza, puede con toda libertad dejarlas de lado. Es primordialmente la heurística posi- tiva de su programa, no las anomalías, la que determina la elección de sus problemas~70.

Es decir, un «programa de investigación)) puede ser revisado, perfeccionado, o incluso eliminado, pero esto último no ocurrirá por el «fracaso» de algunos experimentos aislados, por muy cruciales que éstos sean considerados, sino que un «programa de investigación» deberá mantenerse mientras «su desarrollo teórico» anticipe «su desarrollo empírico, esto es, mientras continúe prediciendo ciertos hechos con cierto éxito», en mayor grado que otro «programa» com- petitivo71.

En definitiva, según la interpretación de Lakatos, la sustitución de una teoría científica no vendrá determinada por la comprobación ais- lada de su mera falsabilidad, sino por la existencia de otra que tenga una mayor capacidad predictiva y explicativa y un contenido empíri- co superior.

Ibíd., págs. 25-26. La .heurística positiva» en la concepción de Lakatos cumple una fiinción de rectificación y mejora de la teoría, en tanto que la ((heurística negativa» de un (<programa de investigaci6n~ cumplc la función de ((proteger el "centro firme" de refutación cxperimentaln, bien mediante modlflcacidn de hipótesis auxiliares, bien ((desechando otros (¡pos distintos de explicaclbnn (Ibld,).

7' Ibld., phg. 28.

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Por razones obvias, aquí no podemos entrar a considerar las crí- ticas de que han sido objeto los planteamientos de Kuhn o de Laka- tos, sobre alguno de cuyos aspectos volveremos en el capítulo siguiente, cuando consideremos la posible aplicación de sus con- cepciones al proceder de la ciencia en el campo específico de la sociedad. Ahora, no obstante, nos queda, para completar este capi- tulo, referirnos al lugar que ocupa la Sociología en el conjunto de las ciencias.

9. EL LUGAR DE LA SOCIOLOGIA EN EL CONJUNTO DE LOS SABERES

Antes de pasar a analizar -en el capitulo once- las característi- cas y peculiaridades que presenta la aplicación del método científico en la Sociología, resulta imprescindible recapitular algunas cuestio- nes ya abordadas, que nos ayudan a situar adecuadamente el lugar de la Sociologia en el complejo proceso de evolución y especialización de los saberes.

De la misma manera que el desarrollo del método científico no se puede explicar al margen de la concurrencia de un complejo haz de factores ideológicos, políticos, económicos y sociales, tal como éstos se produjeron en el contexto europeo en unos momentos determina- dos, de la misma manera el surgimiento de la Sociología debe ser situa- do en el curso del hilo evolutivo que dio lugar a una profunda revo- lución en la estructura tradicional de los saberes.

Desde esta perspectiva que nos ocupa, uno de los acontecimientos m6s significativos en la evolución de la historia europea fue, como ya hemos indicado, la aparición del Estado Moderno. Con Maquiavelo el orden político se autonomizó del moral, y el poder en sí mismo considerado se configuró como elemento diferenciado de atención. A su vez, el desarrollo del Estado Moderno corrió paralelo a la autono- mización de la Política como saber específico y diferenciado respec- to a la Moral y a la Religión.

La configuración del nuevo orden económico, al que nos hemos referido en el capitulo ocho, y las necesidades económicas que reque- rian ser atendidas en la nueva situación social, asi como los impera- tivos de organización y racionalización del desarrollo industrial, vinie-

EL MÉTODO CIENT~FICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOGÍA 429

ron, a su vez, a dar carta de naturaleza reconocida a un nuevo saber especializado, y diferenciado de la Política, que se ocupase de todo este nuevo e importante campo: nos referimos, obviamente, a la Econo- mía. El siguiente paso fue la definición de una nueva esfera de cono- cimiento -la Sociología- orientada a dar respuesta a todos los pro- blemas de la «destrucción y reconstrucción» del orden social que habían llegado a ser objeto de aguda sensibilización.

Esta doble perspectiva motivacional estaba ya apuntada, como vi- mos, en el Catecismo político de los industriales de Saint-Simon, en donde se planteó el gran tema de la «reconstrucción científica de la sociedad)). En Comte, de manera más clara, nos encontramos, por una parte, con la explicación del objetivo «de la reconstrucción del orden social trastornadon en un contexto caracterizado -como Comte seña- lará- por un momento en el que «un sistema social se acaba, (y) un sistema nuevo... tiende a constituirsen72.

Por otra parte, a nivel metodológico, desde el mismo Comte, el objetivo del nuevo saber quedará acotado como un intento de aplicar el método de conocimiento de las otras ciencias al estudio de los fenó- menos sociales. Así -como ya vimos-, de una forma expresa, Com- te señalará que la Física Social -y en esta denominación ya quedaba bien claramente establecida toda la analogía- es «la ciencia que tie- ne por objeto propio el estudio de los fenómenos sociales considera- dos con el mismo espíritu que los fenómenos astronómicos, físicos, químicos o fi~iológicos)>~3.

Así pues, la Sociología, desde sus orígenes, no fue otra cosa que el resultado de intentar aplicar los esquemas de análisis científico al pla- no de la realidad social humana. Este intento ha dado lugar a una lar- ga y, a veces, oscura, disputa sobre la adecuación entre objeto y méto- do. ¿Es posible -se dirá- un conocimiento científico de la compleja y sutil realidad social humana? ¿Puede aplicarse con provecho el método científico a tal objeto específico? ¿Algunos de los presupues- tos de los que se parte en el método científico acaso no son -se dirá-

72 Augusto Cornte: uPlan de trabajos cientlficos necesarios para reorganizar la socie- dad*, en Primeros Ensayos. F.C.E., MCxlco, 1977, pAg. 7 1.

7"ugusto Cornte: ~Consideradoner flladficau sobre las ciencias y los sabios*, en Primeros Ensayos, op. cit., pAg. 201,

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inválidos e inaplicables para entender a seres libres como los hom- bres? ¿Puede hablarse de un único método científico?

De toda esta temática tendremos ocasión de ocuparnos en el capítulo siguiente. Pero, sin embargo, antes de pasar a considerar estas cuestiones con detenimiento, es conveniente enunciar aquí algunos de los problemas que han sido planteados en torno a la ubicación de la Sociología en el conjunto de los saberes, ya que esta problemática ha dado lugar a una cadena importante de interrogantes diversos.

Como ya hemos indicado, desde la perspectiva concreta de evolu- ción anteriormente referida, la autonomización de la Sociología como ciencia se produjo a partir de un proceso de diferenciación, primero de la Política de la Moral, luego de la Economía de la Política y luego de la Sociología de la Economía.

Desde esta óptica, el problema clasificatorio no plantea más dificul- tades que las de constatar que un mismo objeto de estudio -la reali- dad del hombre viviendo en comunidad- puede ser objeto de una diferenciación progresiva de esferas de atención. Esta diferenciación se debe tanto a la propia tendencia a la complejización y diversifica- ción analítica que determina la evolución intelectual de la humani- dad, como a la forma en que la propia dinámica política (Revolución Francesa), económica (Revolución Industrial) y social (Cuestión Social), que se produjo en las naciones occidentales, hizo emerger focos temáticos de atención específica, que fueron estimulados bajo el impacto de profundos y significativos procesos de transformación del viejo orden tradicional. A través de este proceso se llegó. como vimos en los primeros capítulos, a delimitar un área específica de estu- dio -lo social- y unos campos temáticos concretos.

Pero, evidentemente, junto a esta perspectiva evolutiva centrada en la referencia al objeto, la ubicación de la Sociología en el conjun- to de los saberes exige que planteemos la cuestión también desde la perspectiva del método.

A lo largo de las páginas anteriores hemos subrayado reiterada- mente que lo que caracteriza a las ciencias no es el objeto, sino el méto- do. Por ello, y debido a que la Sociologta nació en un contexto histó- rico muy preciso, como disciplina con claras pretensiones científicas, es por lo que, antes de pasar a analizar las específicas características y peculiaridades del metodo clcntfflco en Sociología, debemos refe-

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOG~A 43 1

rirnos a las distintas maneras en que esta disciplina ha sido ubicada, tanto en el conjunto de las ciencias en general, como entre las diver- sas ciencias sociales en particular.

Una de las primeras cosas que es preciso señalar en relación a esta temática, es que si bien el método científico tiene pretensiones de uni- versalidad, lo cierto es que en la práctica el conjunto de las ciencias no puede ser objeto de una presentación absolutamente uniforme y lineal. Lo que nos lleva a plantear la necesidad de adoptar determi- nados criterios de clasificación.

Si tomamos como criterio de clasificación inicial la distinción apuntada por Hempel, entre dos grandes bloques de ciencias -las empíricas y las no empíricas-, a su vez, nos encontraremos con que frecuentemente se divide a las ciencias empíricas en dos grandes áre- as: las ciencias de la naturaleza y las ciencias del espíritu, en cuanto ciencias que tienen por objeto la «realidad histórica social-humanan74.

La experiencia práctica demuestra que los cultivadores de ambos tipos de ciencias constituyen comunidades diferenciadas, que parti- cipan de mundos académicos que tienen un desarrollo distinto, con procesos que dan lugar a sistemas de enseñanza no coincidentes, y que producen {{cuerpos de conocimiento)) que son divulgados en publicaciones de signo y naturaleza disimilares.

Pese a estas diferencias, lo cierto es que los criterios en virtud de los que se establecen las distinciones entre ciencias naturales y cien- cias sociales, son mucho menos claros -como subrayará Hempel- que los que permiten {(distinguir la investigación empírica de la no empírica)). En realidad no existe un acuerdo general {(sobre cuál es el lugar por donde ha de trazarse la línea divisoria. Por lo general se entiende que las ciencias naturales abarcan la Física, la Química, la Biología y sus zonas limítrofes; se supone que las ciencias sociales comprenden la Sociología, la Ciencia Política, la Antropología, la Economía, la Historiografía y las disciplinas relacionadas con ellas. A la Psicología se la incluye a veces en un campo, a veces en otro, y con cierta frecuencia se afirma que se superpone a ambos~75.

74 W. Dilthey: Introducctdn a lar olrnolar drl rapfrltu. EC.E., Mexico, 1949. G. Hempel: Filosofla & h Clrwda Nriturnl, op, cit., p8gs. 13-14.

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No obstante, muchas de estas clasificaciones distan de ser tan claras y pertinentes como a veces se ha podido pensar. El mundo científico no puede ser objeto de generalizaciones simplificadoras, ni puede ser reflejado en toda su complejidad en clasificaciones esquemáticas. Por ello no resulta suficiente apuntar las diferencias entre las ciencias empíricas y no empíricas, que dan lugar a que las llamadas ciencias exactas deban de ser objeto de una consideración distinta que las ciencias experimentales, sino que también es pre- ciso tener en cuenta el diverso grado de experimentalidad que se pro- duce entre las variadas ciencias llamadas de la naturaleza. Por ejemplo, no es el mismo grado de experimentalidad que puede dar- se en la Física o la Química que en la Geología o la Astronomía.

Igualmente no faltan elementos de referencia como para que en nuestros días se pueda hablar de una cierta tendencia al cambio de algunas ciencias tan arquetípicas como la Física, que se desagregan en una perspectiva experimental y otra teórica más cercana al mode- lo matemático, con lo que surgen unos perfiles de desarrollo propios y unos funcionamientos distintos, situados a ambos lados de la vieja frontera entre ciencias empíricas y ciencias no empíricas.

A su vez, los problemas de más difícil y controvertible considera- ción no sólo afectan actualmente a disciplinas como la Psicología, como apuntaba Hempel, sino que también habría que plantear cier- tos interrogantes de acuerdo a otros criterios, por ejemplo, sobre el grado de exactitud y cientificidad de disciplinas como la Medicina, o sobre el mismo grado de desarrollo teórico de la Biología, etc.

No se nos puede ocultar que algunas de las dificultades que presen- tan los criterios clasificatorios que a veces se manejan proceden, unas veces, de situar el criterio fundamental de diferenciación en el obje- to y no en el método, al tiempo que en otras ocasiones, lo fundamen- tal parece referirse a las posibilidades de alcanzar unas ciertas metas definibles básicamente en términos de exactitud.

Si tenemos en cuenta que la Sociología es -como venimos subra- yando- el resultado de la confluencia de un doble proceso evolutivo, por una parte, de delimitación de un objeto específico de estudio y, a su vez, por otra parte, de la difusión de una convicción en que el méto- do científico es el único procedimiento que garantiza un conoci- miento objetivo e imparcial, entonces comprenderemos que las posi- bles dificultades de ubicacidn de la Sociología proceden de esta doble

perspectiva: la del método científico por un lado (qué método y en qué forma), y la del objeto (qué aspecto o aspectos de lo social).

En los capítulos siguientes nos ocuparemos de la primera de estas cuestiones, intentando profundizar en cuáles son las características, peculiaridades y limitaciones que plantea la aplicación del método científico en Sociología. Finalmente en el capítulo catorce nos deten- dremos en las cuestiones relativas a la precisión del objeto de la Socio- logía, en la doble perspectiva de su ubicación en el conjunto de las ciencias sociales y de la delimitación de sus principales campos y áre- as temáticas.

De momento podemos decir que la Sociología es una ciencia que debe ser situada en el campo de las ciencias sociales, que intenta esta- blecer la validez de sus conocimientos sobre datos empíricos, y que presenta ciertas dificultades para la aplicación de métodos experimentales a su campo de estudio y para establecer previsiones con un alto grado de exactitud.

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LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

1) Trazar un esquema de las principales etapas de evolución de los modos de conocimiento, analizando los contextos y las con- secuencias.

2) ¿Por qué no se desarrolló algo parecido a la ciencia en la Gre- cia Clásica?

3) {Qué impedimentos existieron al desarrollo de una mentali- dad científica durante la Edad Media?

4) ¿Cuáles han sido, según Cohen y Nagel, las cuatro principales maneras o criterios a través de los que se asentaron creencias estables antes del desarrollo de la ciencia?

5) ¿Cuáles son las principales diferencias entre las prácticas científicas y las propias de la magia y la religión?

6) ¿Cuál es el rasgo u orientación metodológica fundamental que define a la ciencia?

7) Valorar el papel que desempeñaron en el surgimiento de la ciencia moderna todos los descubrimientos y habilidades téc- nicas desarrolladas a lo largo de la historia. Indicar cuáles fue- ron las principales influencias ideológicas y culturales que alla- naron el camino para la aparición de la ciencia.

8) ¿Cuáles son las tres etapas principales de institucionalización de la ciencia? Situar en su contexto, indicando características y consecuencias. Poner ejemplos.

9) ¿Cuáles fueron según Whitehead las tres condiciones funda- mentales para el surgimiento del espíritu científico?

10) ¿Qué influencia ejerció el espíritu burgués en el desarrollo de la ciencia?

11) Hacer un esquema detallando las principales características del método científico, los procesos y etapas de la investigación científica, las reglas de funcionamiento, etc.

EL MÉTODO CIENTÍFICO Y EL SURGIMIENTO DE LA SOCIOLOG~A

13) (Cuáles son las dos dimensiones fundamentales de la ciencia? ¿Qué función cumple cada una de ellas? ¿Cómo se interrela- cionan?

14) ¿Qué dos tipos de ciencias diferencia Hempel? ¿Cuáles son sus principales rasgos característicos?

15) ¿Qué influencia ejercieron en el desarrollo de las ciencias Wittgenstein y los filósofos del Círculo de Viena?

16) ¿En qué consiste el amétodo deductivo de contrastar» que pro- pone Karl Popper? ¿Y el criterio de falsabilidad? ¿Qué función cumple este criterio en la demarcación científica? Hacer un esquema con las propuestas y formulaciones de Popper.

17) ¿Cuáles son los principales postulados de la teoría de los ~paradigmas científicos» de Thomas Kuhn? ¿Cuál ha sido su influencia en la Sociología? ¿Por qué? Hacer un esquema de sus planteamientos y consecuencias prácticas.

18) ¿Cuál es la interpretación de Lakatos sobre la manera en que se produce el progreso de las ciencias?

19) Hacer una comparación entre las interpretaciones de Popper, Kuhn y Lakatos sobre la forma de evolución de las ciencias.

20) ¿Qué problemas plantea la ubicación de la Sociología en las clasificaciones sobre las ciencias, desde el punto de vista del objeto y del método?

21) ¿Cuál es la validez actual de la distinción entre ciencias de la naturaleza y ciencias sociales? ¿Cómo se relaciona este crite- rio de clasificación con el de ciencias empíricas y no empíri- cas? ¿Qué ciencias encajan difícilmente en estas clasificacio- nes? Hacer un listado de ejemplos de unas y otras ciencias.

12) ¿Qué es el ethos cientffico? lCu6les son los cuatro imperati- vos fundamentales del ethos clcntffico, según Robert Merton?

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LA SOCIOLOG~A COMO DISCIPLINA CIENT~FICA

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El criterio según el cual lo que realmente define a una ciencia cs cl método, tiene su correlato en el campo de la Sociología en la convicción de que esta disciplina se caracteriza, básicamente, por la pretensión de aplicar el método científico a su campo concreto clc estudio.

Sin embargo, esta aspiración metodológica ha sido objeto de no pocas cautelas y suspicacias, debido a la gran heterogeneidad de enfoques científicos que es posible identificar en el quehacer de los sociólogos y a las dificultades para efectuar predicciones válidas sobre comportamientos en los que intervienen seres libres, que pre- cisamente en virtud de su libertad pueden alterar el valor y senti- do de cualquier predicción.

Más allá del alcance y significado profundo de los problemas existentes para aplicar los criterios propios del método científico al campo de estudio de la Sociología, lo cierto es que, en estos momen- tos, no hay consenso en torno a la forma en que puede aplicarse este método en la actividad profesional de los sociólogos. La pre- sencia de diversos enfoques o paradigmas antagónicos y no predo- minantes, con distintas propuestas metodológicas, da lugar a que la manera en que se produce el quehacer sociológico presente dife- rencias significativas con el propio de otros campos científicos.

¿Acaso significa esto -podemos preguntarnos- que el método científico no sea aplicable a la Sociología?, o jacaso podemos pen- sar que los métodos aplicables a la plural y cambiante realidad social tienen que ser tan plurales como esta realidad?, jo quizás ocurre que la Sociología no es propiamente una ciencia, o al menos una ciencia como las demás? Éstas son algunas de las preguntas a las que vamos a intentar dar respuesta en este capítulo.

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440 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

En contraste con las dudas que pueden suscitar interrogantes como los que acabamos de formular, los teóricos de la ciencia han insistido en mantener el principio de unidad del método científico. Sin embargo, la validez de este principio no significa que el méto- do científico deba ser considerado como patrimonio exclusivo de los cultivadores de algunas ciencias concretas, ni que éste pueda ser objeto, tampoco, de una presentación absolutamente uniforme que excluya cualquier diversidad.

Para comprender la manera en que tal unidad y diversidad pueden ser compatibles es importante distinguir, como hace Bun- ge, entre lo que es el «método general de la ciencia)) y el conjunto de técnicas y tácticas que se siguen en cada disciplina y que cam- bian con más rapidez -tanto en sus dimensiones conceptuales como empíricas- que el método general de la ciencia que «es metodológicamente una, a pesar de la pluralidad de sus objetos y las técnicas correspondientes». «Diferenciando entre el méto- do general de la ciencia y los métodos especiales de las ciencias particulares -dirá Bunge- hemos aprendido lo siguiente: pri- mero que el método científico es un modo de tratar problemas intelectuales, no cosas, ni instrumentos, ni hombres; consecuen- temente puede utilizarse en todos los campos del conocimiento. Segundo, que la naturaleza del objeto en estudio dicta los po- sibles métodos especiales del tema o campo de investigación co- rrespondiente: el objeto (sistema de problemas) y la técnica van de la mano. La diversidad de las ciencias está de manifiesto en cuanto que atendemos a sus objetos y sus técnicas y se disipa en cuanto que se llega al método general que subyace a aquellas téc- nicas» l .

La clasificación que pueda realizarse posteriormente entre las ciencias factuales, será una cuestión de efectos meramente clasifi- catorios, «para la administración de la actividad científica y para los bibliotecarios» -apuntillar6 Bunge-, pero lo importante es la naturaleza del método cientifico subyacente a todas las ciencias.

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 44 1

Las reflexiones de Bunge nos permiten situar en un contexto más amplio los interrogantes relativos a cómo y en qué grado se puede aplicar el método científico al campo propio de la Sociolo- gía. A partir de la descripción que en el capítulo anterior hicimos del método científico resulta obvio que la respuesta a esta cuestión dependerá de la misma amplitud con que entendamos las caracte- rísticas de este método.

Si utilizamos criterios muy restrictivos y excluyentes para defi- nir la ciencia y confundimos el método científico general con algu- nos de los aspectos técnicos de los métodos especiales de algunas ciencias concretas, entonces nos encontraremos con un problema especialmente delicado en los mismos inicios de nuestra reflexión sobre la posibilidad de una Sociología científica.

Como ha señalado Quentin Gibson, «si alguien se empeña en aplicar la palabra (ciencia) sólo a la investigación que reúna todas las características del método válido para las ciencias naturales, incluyendo, por ejemplo, mediciones exactas y el control experi- mental, inmediatamente reconoceremos que no abarca la totalidad de las investigaciones sociales»2.

Más adelante vamos a referirnos a algunas de las dificultades existentes para la aplicación de determinados aspectos del método científico a diversos campos de la investigación sociológica, y las respuestas que han sido sugeridas frente a estos problemas. Sin embargo, antes de entrar en el análisis detallado de algunas de estas cuestiones, parece oportuno hacer aquí algunas precisiones previas.

La primera precisión se refiere a la necesidad de ser muy cau- ~

tos con algunas visiones ingenuamente absolutizadoras de la vali- dez de determinados aspectos del método científico, precisamente, en unos momentos en los que, como subrayará Bertrand Russell, los hombres de ciencia han empezado a plantearse sus limitacio- nes. «Las limitaciones del método científico se han hecho mucho más palpables en años recientes de lo que hasta ahora habían sido. Se han hecho más evidentes en Física -dirá-, que es la más avan- zada de las ciencias, y hasta el momento estas limitaciones han teni-

1 Mario Bunge: La invrstigaoldn olrnlflca, op. cit., pAg. 37.

Quentin Glbron: h 1611oa dr la invrstigación social. Tecnos, Madrid, 1964, pbg. 15.

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442 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 443

do poco efecto en otras ciencias. Sin embargo -añadirá-, ya que el término teórico de toda ciencia es ser absorbida por la Física, no es probable que nos extraviemos si aplicamos a la ciencia en gene- ral las dudas y dificultades que han resultado manifiestas en la esfe- ra de la física^^.

En este sentido hay que tener en cuenta que algunas reacciones que a veces surgen sobre la posibilidad de la aplicación estricta de la metodología científica al campo social, no son en el fondo sino reacciones contra determinadas-formas cristalizadas de entender rígidamente la ciencia a partir de un único patrón cientifista, que en muchos aspectos ya está desfasado.

En segundo lugar, el hecho de que no se haya alcanzado un úni- co paradigma compartido en Sociología -y hasta que existan muchas dudas sobre si esto será posible algún día- da lugar a que el desa- rrollo científico en esta disciplina se produzca de manera distinta a como ocurre en otros campos más avanzados.

La diversidad de paradigmas4 que co-actúan simultáneamente en la Sociología contemporánea da lugar no sólo a una gran diver- sidad de metodologías, sino que también propicia que los límites que definen la legitimidad de los métodos estén configurados con una extraordinaria laxitud.

De hecho, en la Sociología de nuestros días se están aplicando simultáneamente, al menos, tres modelos de investigación que se corresponden con diversas etapas o períodos históricos de desa- rrollo de las ciencias naturales. «Los tres modelos principales de investigación científica que los sociólogos han tomado de las cien- cias naturales -dirá Rex- son: primero, el que asigna a la ciencia una función principalmente clasificatoria; segundo, el que la con- cibe como una búsqueda de leyes; y finalmente, el que considera

Bertrand Russell: La perspectiva cientffica, op. cit., págs. 62-63. Hay que tener presente, en este sentido, que el concepto de paradigma está sien-

do utilizado con una cierta rliberalidadn en algunos clrculos sociológicos, aplicándo- se, a veces impropiamente, a enfoques soclolbgicox que, por no reunir todas las caracterlsti- cas propias de los paradigmas acñaladan por Kuhn, en realidad sólo pueden ser considerados como tales muy parclrlmcnto, En cualquier caso, más adelante volvere- mos sobre este tema.

que su tarea es el establecimiento de relaciones y sucesiones cau- sales ~ 5 .

En tercer lugar, hay que tener en cuenta la observación plante- ada por algunos sociólogos en el sentido de recordar que si bien muchos «estudios sobre el método científico han formulado los requisitos previos lógicos de la teoría científica ..., con frecuencia lo han hecho en un nivel de abstracción tan elevado que la perspecti- va de traducir esos preceptos a la investigación sociológica actual resulta utópican6.

El recurso a plantear propuestas generales y de principios, al máximo nivel de abstracción y sin tener en cuenta las circunstan- cias concretas en que se produce la investigación en cada campo especifico, resulta tan frustrante como inútil. Por esta razón, a la hora de formular estos debates es preciso empezar por ser muy conscientes de cuáles son las distintas dificultades concretas exis- tentes para el desarrollo de la Sociología como ciencia.

Si nos atenemos a la situación real de la Sociología, la verdad es que el esfuerzo por lograr su desenvolvimiento científico supo- ne en estos momentos prestar atención a cuestiones tales como el desarrollo de metodologías particulares adecuadas a los objetos de estudio, la clarificación de los conceptos y postulados y el esfuer- zo de síntesis de conocimientos para formular interpretaciones teóricas objetivas y coherentes. Asimismo, como el propio Merton indicará, la misma actividad teórica generalmente suele aparecer referida o asociada a seis tipos diversos de trabajos específicos: (( 1) metodología; 2) orientaciones sociológicas generales; 3) aná- lisis de conceptos sociológicos; 4) interpretaciones sociológicaspost factum; 5) generalizaciones empíricas sociológicas, y 6) teoría sociológica~7.

En cuarto lugar, es preciso reconocer que la amplitud y diversi- dad del objeto de la Sociología -y la misma disparidad de crite- rios fronterizos- constituye una dificultad adicional importante.

5 John Rex: Problemas fundamen~alrs de la teoría socioldgica. Amorrortu, Buenos Aires, 1968, págs. 15 y sr.

6 Robert Merton: lbaria y rrtruatum soclaks. F.C.E., México, 1964, pág. 95. Ibfd., pAg. 96.

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444 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

No se trata solamente de un problema de delimitación de campos entre los cultivadores de unas y otras ciencias sociales, o entre los especialistas de unos y otros campos sociológicos diferenciados, sino que en tal disparidad se encuentran también implícitos problemas mucho más complejos, relacionados con la cuestión nuclear sobre ¿qué es lo que realmente constituye el específico punto de mira cen- tral del análisis sociológico?

La diversidad de respuestas a esta pregunta mantiene abiertos los interrogantes sobre cuál es el campo central de atención de la Sociología. ¿Las leyes de los fenómenos sociales, como mantenía Comte?8 -podríamos preguntarnos-. {Las instituciones sociales y las grandes leyes de la evolución social como sostuvo S p e n ~ e r ? ~ ¿Los hechos sociales, a que se refirió Durkheim?lo ¿Los factores básicos de producción que determinan la dinámica de los procesos sociales de transformación, como señaló Mam?ll ¿Las interpreta- ciones causales de las acciones sociales típicas a que se refirió Max Weber?12 ¿Los fenómenos generales, como fenómenos sociales tota- les, a los que prestó atención primordial Georges Gurvitch?13 ¿Las formas de socialización a que se refirió Simmel?l4 ¿Los sistemas de personalidad interactuantes en los sistemas sociales, según las cons- trucciones teóricas de Parsons?l5 ¿Las potencialidades ínsitas en el decurso de los procesos sociales, en que han puesto el acento algu- nos sociólogos dialécticos?16 ¿Las comunicaciones interindividua-

8 A. Comte: Cours de philosophie positive. Hermann, París, 1975. Herbert Spencer: Principles of Sociology. McMillan, Londres, 1969.

10 E. Durkheim: Las reglas del método sociológico. Dédalo, Buenos Aires, 1964. 1 1 En el caso concreto de Mam, como ya vimos, un resumen de lo que él conside-

ró sus principales aportaciones metodológicas puede verse, por ejemplo, en el Prefacio a la Contribución a la crítica de la Economía Política; vid. en Obras escogidas. Akal, Madrid, 1975.

12 Max Weber: Economía y Sociedad. F.C.E., México, 1964. 13 Georges Gurvitch: Tratado de Sociología. Kapelusz, Buenos Aires, 1962. 14 Georg Simmel: Sociología. Revista de Occidente, Madrid, 1974. 15 Talcott Parsons: El sistema social. Revista de Occidente, Madrid, 1976. '6 T. W. Adorno et al.: La disputa del positivismo en la Sociología alemana. Grijal-

bo, Barcelona, 1973. Sobre la Sociologfa crttica puede verse tambikn, entre la ampltsi. ma bibliografla existente, Martln Jiy: La lmaglnacibn dialkctica. Taurus, Madrid, 1974; J . W. Freiberg (ed.): Critica1 Soclolow, Buropan perspectives. John Wiley & Sons, Nue- va York. 1979.

LA SOCIOLOG~A COMO DISCIPLINA CIENT~FICA 445

les mediante símbolos significativos, a las que Mead refiere la rea- lidad social?l7 ¿Los universos simbólicos en cuanto orientadores fundamentales de la experiencia de la vida cotidiana, de los que nos hablan Berger y Luckmann?lg. ..

Ciertamente todos estos enfoques pueden ser reducibles en lo sustancial a tres, cuatro, o cinco esquemas analíticos generales. Pero lo que aquí nos interesa destacar es que tal pluralidad de ópticas de referencia constituye uno de los trasuntos más impor- tantes que hay que considerar a la hora de dilucidar la cuestión de las posibilidades y límites de la Sociología como disciplina científica.

En definitiva lo que hay que tener en cuenta al plantear esta cuestión es que la Sociología constituye una realidad bastante plu- ral, y esta pluralidad forma parte consustancial del ser de la Socio- logía, tal como más adelante tendremos ocasión de analizar con más detalle.

Lo importante, ahora, es ser conscientes de cómo la pluralidad fáctica de la Sociología ha llevado a las distintas escuelas y autores a utilizar esquemas de análisis diferentes, a fijar la atención prefe- rente en diversos aspectos de la realidad social y también -y qui- zás esto sea lo más importante- a utilizar conceptos que adquie- ren significados y matices disimilares según la óptica analítica de la que se parta.

La cuestión no afecta únicamente a la mayor o menor confusión y disparidad que pueda producirse en el desarrollo práctico de la tarea sociológica y en el mayor o menor grado de dificultad exis- tente para establecer formas de comunicación precisas y claras entre los sociólogos, sino que también concierne a la misma respuesta que podamos dar a nuestra anterior pregunta sobre si la Sociolo- gía es una ciencia y qué tipo de ciencia.

La respuesta a esta pregunta no puede ser la misma si se piensa, como sostienen algunos autores, que el estudio sociológico debe

l 7 George Herbert Mead: Esptritu, Persona y Sociedad. Paidós, Buenos Aires, s.f. 18 Peter Berger y Thomas Luckmann: La construcción social de la realidad. Amo-

rrortu, Buenos Aires, 1968.

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446 LA E X P L I C A C I ~ N S O C I O L ~ G I C A : UNA I N T R O D U C C I ~ N A LA SOCIOLOG~A

orientarse al análisis del comportamiento de los actores sociales, que si se cree que lo prevalente es, como consideran otros, la aten- ción a estructuras sociales objetivables. De la misma manera la res- puesta variará, según se entiendan los «hechos sociales» como cosas con «una existencia propia, independiente de sus manifestaciones individuales~lg, que si se piensa que «la realidad no puede ser fija- da y aprendida como algo táctico ..., que los hechos no son ese lími- te último e impenetrable en que los convierte la Sociología domi- nante de acuerdo con el modelo de los datos sensibles de la vieja epistemología ..., sino que en ellos aparece algo -se nos dirá- que no son ellos mismos~20, o, según se crea, con afirmación muy grá- fica, que «ningún atlas social -en sentido literal y traslaticio- repre- senta la sociedad~21.

Asimismo, la respuesta a la interrogación general sobre qué tipo de ciencia es la Sociología dependerá de la manera en que se entien- da el comportamiento social humano, en lo que concierne a los ele- mentos que lo orientan y lo estructuran.

Nicholas Abercrombie, por ejemplo, refiriéndose a la crítica feno- menológica sobre algunas corrientes sociológicas, ha subrayado la decisiva significación que esta crítica tiene para la concepción cien- tífica de la Sociología. «Si en la Sociología convencional -dirá Aber- crombie- se ve al hombre determinado por las estructuras socia- les, entonces se podrá adoptar la interpretación de que la Sociología es una ciencia con unos métodos y unos procedimientos que no son diferentes en principio de los de las ciencias naturales. Por otro lado, si se le ve como un ser creativo y dotado de significado, cuyo comportamiento social se origina en su conciencia, entonces se podrá establecer una rígida distinción entre el mundo natural y el social, con la consiguiente convicción de que la Sociología no pue-

'9 E . Durkheim: Las reglas del método sociológico, op. cit., pág. 40. Una considera- ción más actual sobre el carácter de los «hechos sociales» puede verse en John Hund: ((Are social facts real?», The British Journal of Sociology, vol. XXXIII, n." 2, junio 1982, págs. 270-278.

20 Theodor W. Adorno: La disputa del positivismo en la Sociologia alemana, op. cit,, pag. 22.

21 Theodor W. Adorno y Max Horkhelmcr: Sociologfa:Taurus, Madrid, 1966, pAg, 288.

LA SOCIOLOGIA COMO D ISC IPL INA CIENTIFICA 447

de ser una disciplina científica en el mismo sentido, por ejemplo, que puede serlo la física^^^.

Alfred Schutz ha insistido en reclamar una estructura particu- lar para las constru.cciones de las ciencias sociales, diferente a la de las ciencias naturales, en virtud de la particular estructura de significatividad de que está dotado el comportamiento humano. Los liechos, datos y sucesos de que se ocupa el especialista de las cien- cias naturales -dirá Schutz- son objeto de «construcciones inter- pretativas)) dentro del ámbito de interpretación que le es propio, «pero este ámbito no «significa» nada para las moléculas, átomos y electrones, que hay en él. En cambio los hechos, sucesos y datos que aborda el especialista en ciencias sociales tienen una estructu- 1.a totalmente distinta. Su campo de observación, el mundo social, rio es esencialmente inestructurado. Tiene un sentido particular y una estructura de significatividades para los seres humanos que viven, piensan y actúan dentro de él. Éstos han preseleccionado y preinterpretado este mundo mediante una serie de construcciones de sentido común acerca de la realidad cotidiana y esos objetos de pensamiento determinan su conducta, definen el objetivo de su ucción, los medios disponibles para alcanzarlo; en resumen, les ayu- dan a orientarse dentro de su medio natural y sociocultural y a rela- cionarse con él. Los objetos de pensamiento construidos por los expertos en ciencias sociales -concluirá Schutz-, se refieren a los objetos de pensamiento construidos por el pensamiento de sentido común del hombre que vive su vida cotidiana entre sus semejantes, y se basan en estos objetos. Las construcciones usadas por el espe- cialista en ciencias sociales son, pues, por así decir -concluirá-, construcciones de segundo grado, o sea, construcciones de las cons- trucciones hechas por los actores en la sociedad misma, actores cuya conducta el investigador observa y procura explicar de acuer- do con las reglas de procedimiento de su ciencia~23.

Esta circunstancia no le llevará a Schutz a formular la conclu- sión de que las ciencias sociales son totalmente diferentes de las

22 Nicholas Abercrombie: C1us.s strlrcture and Knowledge. Basil BlackweII, Oxford, 1980, pág. 134.

2Qlfred Schutz: El problema da la ruulidud social. Amorrortu, Buenos Aires, 1974, pAgs. 37-38.

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ciencias naturales, sino más bien, a partir de la aceptación de unos presupuestos comunes en la lógica de investigación de todas las cien- cias empíricas, y a propugnar unos «recursos metodológicos especí-. ficosn adecuados al objeto particular de las ciencias socia1es;y «entre .ellos -dirá- la construcción de pautas de acción ra~ional»2~.

La reflexión metodológica acabará conduciendo a Schutz a plan- tear el tema de la unidad de la ciencia y de los supuestos generales del método científico, desde una perspectiva de afirmación, inclu- so, de la superioridad cognoscitiva del enfoque fenomenológico, «Qui- zás el especialista en ciencias sociales -dirá- coincida con la afir- mación de que las diferencias principales entre las ciencias sociales y las naturales no deban ser buscadas en una lógica diferente que gobierne cada rama del conocimiento, Pero esto no supone admi- tir -añadirá- que las ciencias sociales deban abandonar los recur- sos específicos que utilizan para explorar la realidad social, a cam- bio de una unidad ideal de métodos que se basa en la premisa, totalmente infundada, según la cual sólo son científicos los méto- dos empleados por las ciencias naturales, y en especial por la físi- ca. Por cuanto sé -dirá-, los adeptos del movimiento de la «uni- dad de la ciencia), nunca han intentado con seriedad responder, O siquiera plantear la pregunta de si el problema metodológico de las ciencias naturales, en su estado actual, no es simplemente un caso especial del problema más general, aún inexplorado, de cómo es posible el conocimiento científico y cuáles son sus presuposicioned lógicas y metodológicas. Mi convicción particular -concluir@ Schutz- es que la filosofía fenomenológica ha preparado el terre* no para tal investigación. Muy posiblemente sus resultados demos- trarían que los recursos metodológicos particulares elaborados por las ciencias sociales para comprender la realidad social son m% adecuados que los de las ciencias naturales para conducir el dek cubrimiento de los principios generales que gobiernan todo cona cimiento humano~25.

En una perspectiva general similar, Berger y Luckmann han reclamado una concepción especifica de la Sociología que no implb

ca -como subrayarán- «que la Sociología no sea una ciencia, ni que su método debiera ser nada más que empírico, ni que pueda estar libre de valores. Lo que sí implica es que la Sociología se ubi- ca -dirán- junto a las ciencias que tratan del hombre en cuanto hombre; o sea, que en este sentido específico constituye una disci- plina humana. Una consecuencia importante de esta concepción reside en que la Sociología debe desenvolverse en diálogo perma- nente con la historia y la filosofía y si así no sucede pierde su pro- pio objeto de investigación. Este objeto es la sociedad como parte del mundo humano, hecho por hombres, habitado por hombres y que, a su vez, forma hombres en un proceso continuo»26.

Todas estas observaciones sobre la significación humana del obje- to de la Sociología, sobre el carácter dialéctico y abierto de los hechos sociales y sobre las especificidades metodológicas que ello exige, son correctas y están bien formuladas. Sin embargo, en rea- lidad no constituyen otra cosa que una .anotación» pertinente, que no soluciona todos los problemas de fondo que aquí estamos plan- teando.

La clásica diferenciación entre ciencias de la naturaleza y cien- cias del espíritu, a la que ya nos hemos referido en páginas ante- riores, se vuelve a plantear por esta vía en la Sociología, aunque de forma distinta y más relativizada, de la mano de nuevas presenta- ciones sobre la problemática de lo único y de lo general, de lo dado y de lo posible, de 10 subjetivo y de lo objetivo en el plano de la rea- lidad social.

De esta manera, dentro de propio ámbito de la Sociología per- siste una doble línea de interpretación que da lugar a que esta dis- ciplina sea presentada como (ciencia natural» por unos, y como «ciencia humana» por otros; aunque desde ambas perspectivas se defenderá generalmente la necesidad de proceder científicamente en el análisis de la sociedad.

Aquellos autores que parten de enfoques propios de las ciencias naturales consideran que la sociología se ocupa de un objeto de

24 Ibfd., pAg. 38. 2s Ibfd., pBg. 85.

2"eter Berger y Thomas Luckmrnn: & consrruccidn social de la realidad, op. cit., pdgs. 232-233.

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450 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

estudio que es natural, que forma parte de la naturaleza, y que por lo tanto debe ser tenido en cuenta como una «realidad dada», que tiene que ser analizada con objetividad en su propia objetividad concreta. En cambio, los que entienden la Sociología como una ciencia humana piensan que «su objeto está dado sólo en el senti- do de que se constituye en el proceso de la comprensión, el cual nunca es consumado ni por el investigador individual ni histórica- mente, ni puede tampoco serlo. El acento no recae aquí sobre el objeto -se señalará-, sino sobre el investigador en tanto actor, y sobre su investigación en tanto acción, acción creadora. He aquí la cuestión fundamental que plantea este enfoque: ¿cómo investigar aspectos aún no elucidados de los hombres y de la vida humana en su conjunto?^^^.

Como vemos, pues, el tema de la distinción entre unos y otros tipos de ciencias, aparece y reaparece desde diversas perspectivas con un hilo conductor subyacente cada vez más netamente plante- ado. Este hilo conductor no es otro que la convicción de que una de las singularidades fundamentales de la Sociología, y de las cien* cias sociales en general, es que el hombre es a la vez el sujeto y el objeto de la investigación. Y esta doble condición implica no sólo dificultades de distanciamiento de aquello que se estudia, sino tam- bién la proyección de fuertes componentes de subjetividad y de sig- nificatividad.

¿Cómo situar, pues, a las ciencias del hombre -y entre ellas a la Sociología- dentro del conjunto del sistema social de las cien* cias? De acuerdo con lo hasta aquí dicho parece evidente que para afrontar tal cometido habría que empezar diferenciando los distin- tos tipos de ciencias del hombre. Siguiendo la división indicada por Piaget, entre otros, tendríamos en primer lugar las «ciencias nomo- téticas),, es decir, aquellas que «intentan llegar a establecer leyes*, entre las que se encontrarían la Psicología, la Sociología, la Eco* nomía, etc.; en segundo lugar, nos encontramos con las ~(cienciaa históricas,,, «que tienen por objeto reconstruir y comprender el desaa rrollo de todas las manifestaciones de la vida social a través da1

z7 Kurt Wolff: Contribucldn a una Seclolt~yfu del conocimiento. Amorrortu, Bueno4 Aires, 1974, pág. 49.

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 45 1

tiempo»; en tercer lugar, las «ciencias jurídicas», caracterizadas por ocuparse por el componente normativo de las sociedades, y en cuar- to lugar, las «disciplinas filosóficas~, que, como el mismo Piaget subrayará, son las más difíciles de clasificar y las que abarcan más planos de referencia y consideración28.

A partir de esta clasificación podemos considerar que las lla- madas «ciencias humanas» constituyen un conglomerado lo sufi- cientemente heterogéneo como para que las diferentes posibilida- des de aplicación del método científico permitan grados de aproximación bastante variados entre sí. Su propia diversidad, y las distintas posibilidades de aplicabilidad fructífera del método cien- tífico, vienen a poner de manifiesto que el carácter científico de unas y otras disciplinas no puede definirse en términos de absolu- ta rigidez, ya que las posibilidades de generalidad y de predictibi- lidad varían muy apreciablemente entre sí.

Sin embargo hay que recordar que las dificultades epistemoló- gicas y metodológicas de las ciencias no son únicamente privativas de las «ciencias del hombre», tal como ya indicamos en el capítu- lo anterior, de la misma manera que estas dificultades varían tam- bién apreciablemente de unas a otras ciencias humanas.

Por ello, es importante tener en cuenta, en primer lugar, que nin- guna ciencia puede aislarse del sistema global de las ciencias, y que más allá de los diferentes grados de exactitud y desarrollo de cada disciplina hay unos supuestos metodológicos subyacentes a todas las ciencias, que no deben confundirse con las más o menos tran- sitorias técnicas específicas desarrolladas por cada una de ellas en concreto.

En segundo lugar, hay que ser conscientes de que la diferencia- ción tan radical que a veces se establece entre ciencias humanas y ciencias naturales, se produce a partir de una presentación inexac- ta y maniqueamente exagerada de unas y otras ciencias. Como seña- lará Pierre Bourdieu, «la mayoría de los errores a que se exponen la práctica sociológica y la reflexión sobre la misma radican en una

2* Jean Piaget: ((La situaci6n de las ciencias del hombre dentro del sistema de las ciencias», en J. Piaget et al.: Tendencias de la investigacidn de las ciencias sociales. Alian- za, Madrid, 1973, págs. 46 a 53,

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452 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

representación falsa de la epistemología de las ciencias de la natu- raleza y de la relación que mantiene con la epistemología de las ciencias del hombre. Así, epistemologías tan opuestas en sus afir- maciones evidentes como el dualismo de Dilthey -que no puede pensar la especificidad del método de las ciencias del hombre sino oponiéndole una imagen de las ciencias de la naturaleza, origi- nada en la mera preocupación por diferenciar- y el positivismo -preocupado por imitar una imagen de la ciencia natural fabrica- da según las necesidades de esta imitación-, ambos en común ignoran la filosofía exacta de las ciencias exactas. Esta grosera equivocación condujo a fabricar distinciones forzadas entre los dos métodos para responder a la nostalgia o a los deseos piado- sos del humanismo y a celebrar ingenuamente descubrimientos desconocidos como tales o, además, a entrar en la puja positivis- ta que escolarmente copia una imagen reduccionista de la expe- riencia como copia de lo rea1~29.

En tercer lugar, es preciso considerar también que una de las tendencias actuales más significativas en la evolución científica es la del incremento de los «intercambios» e influencias mutuas entre las distintas disciplinas. Esta situación ha dado lugar a que se haya podido hablar, por ejemplo, de «una tendencia a "naturalizar" las ciencias del hombre» y «también de una tendencia recíproca a "h~manizar~~ algunos procesos naturales.30.

De igual manera, cada vez más autores insisten en recordar que «en el momento actual de expansión científica nada resulta más evidente que la caída de lo que antiguamente se consideraba como las fronteras inamovibles y eternas de las ciencias ..., los conceptos de una ciencia se van extendiendo dramáticamente al trabajo de otra. En la última generación, la Biología ha quedado totalmente alterada por los elementos que ha ido incorporando primero de la Química y luego de la Física, en sus estudios sobre los elementos de la vida. Pero donde el fenómeno de ampliación de conceptos se

z9 P. Bordieu, H. C. Chamboredon y J . C. Passeron: El oficio de socidlogo. Siglo XXI, Madrid, 1976, págs. 18-19.

30 J . Piaget: La situacidn da lar clanalas drl hombre dentro del sistema de las cien- cias, op. cit., pBg. 99.

LA sOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENT~FICA 453

ha dado con más intensidad ha sido -se dirá- entre las ciencias sociales~~l.

Ciertamente no se trata sólo de resaltar la creciente influencia en la Sociología de la Estadística o de la Cibernética, o de otras dis- ciplinas más cercanas, sino que también la influencia de la Física se hace notar en conceptos tales como el de entropía social, al tiem- po que el influjo de la Biología se manifiesta en conceptos como el de sistema -con toda su amplia esfera de referencias asociadas-, de la misma manera que más recientemente se apuntan nuevas pers- pectivas de interpenetración con el desarrollo de enfoques como los de la Sociobiología.

En definitiva, pues, todo esto no hace sino destacar la relevan- cia de los supuestos comunes y de las vías de intercomunicación que existen en el sistema global de las ciencias. Y lo importante es que ésta es una evidencia que se impone básicamente por la vía del propio desarrollo práctico de las ciencias en el conjunto del edifi- cio científico.

En cuarto lugar, y respecto a las objeciones que a veces se for- mulan sobre la cientificidad de la Sociología en relación con su objeto, debemos recordar aquí, una vez más, que lo que define real- mente a una ciencia no es el objeto sino el método. Y en lo que al propio método se refiere es preciso tener en cuenta que las difi- cultades para el desarrollo científico de la Sociología provenientes del campo de referencia del objeto no son exclusivas de esta disci- plina.

En cualquier caso, más allá de estas consideraciones metodoló- gicas, lo cierto es que en lo social se producen las circunstancias imprescindibles y mínimas de regularidad y de conexión causal entre los fenómenos y procesos sociales como para poder aplicar a su estudio la metodología científica.

En resumen, pues, podemos decir que la discusión sobre el carác- ter científico de la Sociología y de las otras ciencias sociales, con su correspondiente problemática clasificatoria, es una cuestión que debe ser situada en el marco general de la problemática actual de

3 ' Robert A. Nisbet: Bl vCnou/o roclaL Vlcann Vives, Barcelona, 1975, pág. 13.

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las ciencias; y sobre todo, es una discusión que no debe ser con- ducida al contexto cerrado de lo que pueden ser las técnicas y meto- dología~ concretas de algunas ciencias determinadas, sino que debe verse en la perspectiva más amplia de lo que realmente es la lógi- ca de la investigación científica.

Precisamente, en virtud de estas consideraciones, algunas viejas polémicas tienden a quedar cada vez más relativizadas -o al menos silenciadas- en los círculos sociológicos más influyentes y diná- micos de nuestro tiempo, en donde predominan los intentos de evi- denciar el carácter científico de la Sociología más bien por la vía práctica de las investigaciones y de los resultados, que por la vía de la argumentación metodológica.

Empero, si bien es cierto que la gran mayoría de los sociólogos de nuestros días aceptan la consideración de la Sociología como una disciplina que aspira a ser científica, no por ello es menos cier- to que la discusión metodológica -tal como hemos visto en las pági- nas anteriores-, aún permanece abierta y animada por considera- ciones de diverso signo.

Desde una óptica más amplia que la que es propia de los soció- logos, el estatuto real de la Sociología aún sigue siendo objeto de ciertas consideraciones marcadas por el escepticismo. Como ha subrayado Homans, «no todos los físicos, por supuesto, estarían de acuerdo con que las ciencias sociales son ciencias. Argumentarían que las ciencias sociales no son exactas y no pueden formular pre- dicción científica&. Reparos de este tipo pueden ser objeto del mis- mo tratamiento argumentativo que hemos seguido en las páginas anteriores, pero evidentemente lo que no podemos desconocer es que reflejan un determinado estado de opinión. Por esta razón, en el siguiente epígrafe de este capítulo, vamos a ocuparnos de consi- derar cuáles son las objeciones concretas que suelen formularse a la posibilidad de una Sociología realmente científica, y cuáles son las respuestas que generalmente se ofrecen a tales objeciones des- de el propio campo de esta disciplina.

32 George C. Homana: La naturaleza de la ciencia social. Eudeba, Buenos Aires, 1970, paig. 14.

2. POSIBILIDADES Y DIFICULTADES DE LA SOCIOLOG~A COMO CIENCIA

La tarea de codificar las objeciones que se plantean sobre la correcta aplicación de la metodología científica al campo de lo social no presenta especiales dificultades, entre otras cosas porque buen número de sociólogos han venido ocupándose de sistematizar y reproducir todas estas objeciones en gran parte de sus manuales y tratados de metodología. Incluso en muchos de estos manuales no es infrecuente encontrarnos con presentaciones en las que quedan perfectamente reflejados los componentes de ambivalencia y de incertidumbre que han estado presentes durante algunas etapas de la Sociología.

Este estado de ambivalencia está bastante bien ejemplificado en la introducción de Duverger a su libro Métodos de las Ciencias Socia- les, en donde, después de señalar que «las sociedades humanas no se sujetan por completo al análisis científico», llega a afirmar que «hay con toda probabilidad un misterio del hombre que no podrá jamás ser enteramente penetrado y sobre el cual los poetas pro- yectan más luz que los técnicos». Aunque, a su vez, añadirá a con- tinuación, «muchos pseudomisterios no son más que sombras pro- ducidas por nuestra ignorancia»33.

Ya hemos indicado en las páginas anteriores la manera en que algunas de estas ambigüedades e indeterminaciones tienden a ser superadas en los más influyentes círculos sociológicos de nuestros días. Pero lo cierto es que estos esfuerzos no han logrado evitar que la Sociología de nuestro tiempo aún aparezca caracterizada por unos importantes componentes latentes de este mismo signo, que dan lugar a algunas prácticas particulares bastante atípicas de la forma en que se entiende el comportamiento científico en otras disciplinas.

Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con la ya mencionada preocupación que reflejan muchos sociólogos por reproducir y codi- ficar en sus manuales y libros de texto las objeciones que se suelen

3Waur ice Duverger: Mlrodos de las ciencias sociales. Ariel, Barcelona, 1962, pbg. 14.

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456 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA S O C I O L O G ~

plantear sobre el carácter científico de la Sociología. Esta práctica da lugar, entre otras cosas, a que la presentación pública y la divul- gación pedagógica de la Sociología produzca frecuentemente la pri- mera impresión de que es una ciencia metodológicamente confusa y a la defensiva.

Hay quienes piensan que estos planteamientos, que tanto influ- yen a los estudiantes de Sociología desde los mismos inicios de su proceso formativo, no hacen sino reflejar el mundo de dudas en que se desenvuelven metodológicamente muchos sociólogos. De igual manera hay quienes consideran que tal situación responde a la misma complejidad y problematicidad de su campo de estu- dio. Pero también hay quienes creen, como Bunge, que no son sino una mera manifestación típica de la manera en que se suele pro- ducir la práctica científica en las primeras etapas de desarrollo de toda ciencia, o en las etapas de fracaso de un método determina- do; práctica que va dando lugar posteriormente a un desplaza- miento del interés temático por la metodología en favor de la inves- tigación aplicada.

«Los científicos -dirá Bunge- no se han preocupado mucho por la fundamentación ni por la sistematicidad de las reglas del pro- cedimiento científico: ni siquiera se preocupan por anunciar explí- citamente todas las reglas que usan. De hecho, las discusiones de metodología científica no parecen ser animadas más que en los comienzos de cada ciencia: por lo menos, tal fue el caso de la Astro- nomía en tiempos de Ptolomeo, de la Física en los de Galileo y hoy de la Psicología y la Sociología. En la mayoría de los casos los cien- tíficos adoptan una actitud de ensayo y error respecto de las reglas de la investigación, tan implícitamente que la mayoría ni las regis- tran conscientemente. Nadie, por lo visto, llega a ser consciente en cuestiones metodológicas -concluirá Bunge- hasta que el méto- do dominante en el momento resulta fracasar»34.

Quizás la Sociología esté aún bastante lejos de encontrarse en una situación equiparable a la de las ciencias más desarrolladas, tal como explicó un eminente especialista como Lazarsfeld en la reu-

J4 Mario Bunge: La invastl#acldn ol#ntt/ica. Ariel, Barcelona, 1969, p8g. 29.

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 457

nión de una importante Fundación en la que se discutía sobre la «productividad» de los fondos invertidos en investigaciones socia- les. «La respuesta de Lazarsfeld -cuenta Theodore Abel- fue que la Sociología está actualmente en la situación en que se encon- traba la Física hace cuatrocientos años. En su opinión, la Socio- logía tardará otros tantos en reunir y cotejar los datos sociales antes de obtener resultados apreciables. Cuando esto se hava loma- . - " do, dentro de unos cuatrocientos años, aparecerán los Newton, los Dalton, los Maxwell y los Einstein de la sociología y ésta será glo- rificada&.

Pero más allá de cuestiones generales de futuro, vamos a detener- nos ahora a analizar las principales objeciones concretas que se sue- len plantear actualmente a las posibilidades de una correcta y fruc- tífera aplicación del método científico a la Sociología. Para ello nos fijaremos en lo que se señala en algunos conocidos manuales y libros introductorios a esta disciplina.

Según Horton y Hunt, las principales dificultades de la investi- gación sociológica hacen referencia a la complejidad de los fenó- menos estudiados, a los cambios constantes que experimentan los fenómenos sociales y a la imposibilidad de formular pronósticos exactos de la conducta socia136.

Por su parte, para Goode y Hatt, los principales «puntos en liti- gio» que se presentan para que la Sociología pueda ser considera- da como ciencia hacen referencia a los siguientes aspectos: ((1) El comportamiento humano cambia demasiado de un período a otro, no permitiendo, así, predicciones científicas y exactas. 2) El com- portamiento humano es demasiado esquivo, sutil y complejo, para que tolere categorizaciones rígidas e instrumentos científicos arti- ficiales. 3) El comportamiento humano lo estudian solamente otros observadores humanos, y éstos siempre deforman fundamental- mente los hechos que observan, así que no puede haber procedi- mientos objetivos para llegar a la verdad. 4) Los seres humanos son

35 Theodore Abel: .Teorla, praxis e historia. Sobre el futuro de la teoría socio- 16gican, Revista Internacional de Ciencias Sociales. Unesco, vol. XXXIII, n." 2, 1981, pBg. 240. . -

j6 Paul B. Horton y Chrrtor La Hunt: Sociologia. Ediciones del Castillo, Madrid, 1968, p8gs. 41 y sr.

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LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTIFICA A 5 9

el sujeto de estas predicciones y tienen la habilidad de trastornar deliberadamente cualquier pronóstico que hagamosn37.

Otros autores se referirán también a las impugnaciones al carác- ter científico de la Sociología por la falta de resultados y, sobre todo, por las dificultades de su interpretación de estos resultados38, mientras que otros harán referencia al mero carácter aproximati- vo y no exacto de los conocimientos científicos en Sociología39, no faltando los que entienden que las dificultades para el desarrollo científico de esta disciplina estriban en las resistencias que se pro- ducen para la obtención y para la aceptación de los conocimien- tos científicos sobre lo social. «La gente -dirán- tiende a creer que sus opiniones personales etnocéntricas, religiosas o precipita- das tienen más valor que las formuladas en cualquier investigación sociológica. Otro obstáculo con que se ha topado la Sociologia, consecuencia de no considerarla ciencia pura, es la idea de que los sociólogos deben obtener resultados prácticos ... Hay otras dos difi- cultades -se dirá- que obstaculizan la marcha de la Sociología. Primero, la gente tiene recelos y se resiste, por tanto, a las ideas nuevas, sobre todo a las que se refieren a los demás seres huma- nos. Segundo. la nomenclatura de la Sociologia, que debería ser tan precisa como la de las demás ciencias, suele ser vaga y llevar un bagaje emocional»40.

A su vez otros autores, como Andreski, han insistido en las dificultades que se derivan de la desproporción de magnitudes que se produce en la Sociología entre el objeto a estudiar y el agente investigador. Así la magnitud y complejidad del objeto estudiado no se traducirá sólo en las dificultades que existen para aplicar correc- tamente las técnicas de experimentación, sino que también plante- ará un problema práctico de abarcabilidad; lo que dará lugar a toda una complicada problemática sobre la calidad, cantidad y contras- tabilidad de los datos obtenidos por los sociólogos.

37 William J. Goode y Paul K. Hatt: Mttodos de investigación social. F. Trillas, Méxi- co, 1967, pág. 10.

38 G. C. Homans: La naturaleza de lo social, op. cit., págs. 79 y SS.

39 William F. Ogburn y Meyer F, Nimkof'l': Sociologfa. Aguilar, 1968, pág. 25. 40 Kimball Young y ~ a y m o n d W, M ~ c k : Sociologfa y vida social. Uteha, Mexico,

«La fuerza de las ciencias exactas -dirá Andreski- radica en el hecho de que en extensiones enormes existen relaciones de mutua inferencia entre proposiciones sustentadas en la independiente evi- dencia de la observación. En las ciencias sociales no sólo no tene- mos una red de estricta implicación mutua, sino que tratamos toda- vía de eliminar contradicciones notorias, por lo que laboramos con varias desventajas a la vez: en primer lugar, hemos de apoyarnos, en mucho mayor grado que los naturalistas, en informaciones de segunda mano, que no podemos comprobar directamente; luego, nos es mucho más fácil procurarnos información de facto suscep- tible de aplicar a nuestras hipótesis; finalmente, en virtud de la incertidumbre de la mayoría de los informes, tenemos que confiar en mucha mayor extensión en la prueba de coherencia, que no pode- mos aplicar de modo tan riguroso como lo hace un cosmólogo, debi- do a que nuestros datos son más intrincados y menos precisos. Nues- tro problema -concluirá Andreski- se origina sobre todo en la disparidad de magnitud y longevidad entre nosotros y los objetos de nuestro estudio. La cosmología y la geología proporcionan las analogías más próximas en el campo de las ciencias naturalesn41.

Igualmente otra dificultad importante que se asigna a la Socio- logía, para poder lograr un tratamiento verdaderamente científico de su campo de estudio, es la de las ((resistencias a las medidas» por falta de unidades generales de medida adecuadas. Como ha subrayado Piaget, «la dificultad mayor de las ciencias del hombre, y, por otra parte, de todas las ciencias de la vida en cuanto que se trata con estructuras de conjunto y no con procesos aislados y par- ticulares, es la ausencia de unidades de medida, ya porque no haya sido posible todavía constituirlas, ya porque las estructuras en cues- tión, pudiendo ser muy bien de naturaleza lógico-matemática (alge- braica, ordinal, topológica, probabilística, etc.), no presenten carac- teres propiamente numér i cos~~~ .

Frente a todas estas objeciones es bastante común que en la mayor parte de los manuales de Sociología y obras introductorias.

4 ' Stanislüv Andi.cxkl: E l e t t ~ e ~ i ~ o s dc Sociologíu cowiparada. Labor, Barcelona, 1973, pdg. 41.

4 2 Jean Piagct: La situacldn de lar clrnchs del Iionihrr dentro del sistema de las cirn- cius, «p. cit., pilg. 8 1 ,

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460 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENT~FICA 461

se mantenga una confianza general en la validez del método cien- tífico, y se ofrezcan argumentos en los que se insiste en situar el tema en la perspectiva de los diferentes grados de desarrollo de las distintas ciencias y en los diversos niveles de exactitud y experi- mentalidad a que da lugar la pluralidad de objetos que son sus- ceptibles de estudio científico.

A veces ocurre, incluso, que el esfuerzo puesto en la refutación de todos los argumentos a los que aquí nos hemos referido sea un esfuerzo mínimo, debido -como se argumentará en ocasiones- a la consideración general de que las objeciones al carácter científico de la Sociología forman parte de un debate del pasado ya superado.

En otras ocasiones, el carácter científico de la Sociología es «defendido» en términos exclusivamente enunciativos, con una serie de afirmaciones repetitivas que no denotan sino una mera con- fianza personal y subjetiva en las posibilidades de la Sociología como ciencia.

Tampoco es infrecuente que, desde unas perspectivas más matiza- das, la justificación del carácter científico de la Sociología se pro- duzca en términos, no de aquello a lo que se aspira -o se cree que es posible alcanzar-, sino a partir de unas orientaciones generales que confieren a esta disciplina dicho carácter científico. Así John- son, al tiempo que indica que «la ciencia es una cuestión de gra- dos», afirma que la Sociología posee las siguientes características científicas: « 1 ) Es empírica; es decir, basada en la observación y el razonamiento, no en la revelación sobrenatural, y sus resultados no son especulativos ... 2) Es teórica; es decir, trata de sintetizar sus complejas observaciones en proposiciones abstractas y lógicamen- te relacionadas, que tratan de explicar relaciones causales en el obje- to de estudio. 3) Es acumulativa; es decir, que las teorías socioló- gicas se construyen unas sobre otras, siendo la misión de las nuevas teorías corregir, extender y afinar a las antiguas. 4) Es no-ética (ava- lorativa); es decir, que los sociólogos no preguntan cuáles acciones sociales particulares son buenas o malas, simplemente, tratan de explicarlas »43.

43 Harry M . Johnson: Sociolo~fa, Una In~mdirccidn sistemdtica. Paidós, Buenos Ai- res, 1965, pág. 23.

De todo lo que llevamos expuesto hasta aquí se desprende que la respuesta a los interrogantes que se han planteado -y se siguen plante- ando-sobre las posibilidades y resistencias de la aplicación del méto- do científico al plano de la realidad social no se puede despachar expe- ditiva y fácilmente. Por ello, en las páginas siguientes vamos a intentar dar una respuesta válida a algunas de estas objeciones, deteniéndo- nos en la manera en que pueden entenderse las relaciones de causa- lidad en el plano de lo social y en la nueva forma de concebir el prin- cipio de explicación probabilística en el conjunto de las ciencias.

No obstante, antes de pasar a estas cuestiones, conviene hacer una precisión en torno al asunto, no totalmente carente de sentido, de si una ciencia puede ser juzgada por sus resultados. Esta pre- gunta no resulta gratuita en la medida en que la Sociología, como rama del saber que aspira a alcanzar el rango de una ciencia madu- ra, no puede concebirse sino como una disciplina que se orienta a lograr la acumulación de un importante corpus de conocimientos científicos y, por lo tanto, prácticos, y en la medida también en que esta disciplina hasta la fecha no ha sido capaz de ofrecer unos resul- tados que puedan ser considerados como realmente concordantes con dichas aspiraciones.

Este problema es susceptible de ser explicado mediante el recur- so al consabido argumento de que lo que define a una ciencia no son sus resultados, sino sus objetivos y sus métodos. Lo que supon- dría olvidar que toda ciencia se orienta a lograr conocimientos con fines prácticos y no meramente a proclamar intenciones y a apli- car repetitiva y estérilmente métodos y procedimientos concretos que no permiten obtener resultados prácticos.

Igualmente la respuesta a esta cuestión podría ser remitida a la consideración sobre los problemas de desarrollo teórico de la Socio- logía, o puesta en relación con las mismas posibilidades y limita- ciones de las metodologías y técnicas de investigación hasta ahora disponibles; con lo que nuevamente volvería a surgir la problemá- tica de la adecuación entre objeto y método, de relación entre suje- to y objeto, etc.

Sin embargo, la realidad es que la Sociología es hasta la fecha una ciencia de pobres resultados. Y esta parquedad de resultados puede llegar a ser valorada de una manera aún más exagerada e, incluso, frustrante, ri oomprramos su situación actual con el extra-

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462 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA S O C I O L O G ~

ordinario ritmo de desarrollo que ha tenido lugar en las últimas décadas en otras disciplinas científicas.

Pero, como Merton ha subrayado, de la misma manera que algu- nos rasgos y detalles de la historia de las ciencias, como la Física, pueden resultar útiles y estimuladores para el desarrollo de la tarea sociológica, la comparación entre los resultados y avances de una y otra ciencia no pueden ser sino profundamente desalentadores. «Quie- nes cultivamos las ciencias sociales -dirá Merton- vivimos en una época en que algunas de las ciencias físicas han alcanzado una pre- cisión relativamente grande de teoría y de experimento, han creado una gran cantidad de instrumentos y utensilios y abundantes sub- productos tecnológicos. Ante eso, muchos científicos sociales lo toman como norma para la autoapreciación. Quieren, comprensiblemente, comparar sus bíceps con los de sus mayores. También quieren que se les tome en cuenta. Y cuando se hace evidente a todos los que lo vean que ni tienen aquéllos el poderoso físico ni descargan los golpes mor- tales de sus hermanos, los jóvenes se afligen llenos de desesperanza. Empiezan a preguntar: {Es realmente posible una ciencia de la socie- dad? No sólo sería más modesto y más realista, sino también, quizás, más remunerador desde el punto de vista psicológico -añadirá Mer- ton- advertir la diferencia de edad y de experiencia duramente adqui- rida. Percibir aquí la diferencia sería guardar las proporciones. Sería evitar el error de suponer que todos los productos culturales exis- tentes en el mismo momento de la historia deben tener el mismo gra- do de madurez intelectual. Porque una disciplina llamada Física y una disciplina llamada Sociología existen a mediados del siglo xx, se supone gratuitamente que los logros de una deben ser la medida de la otra. Pero esto es ignorar la historia previa de cada una de ellas: entre la Física del siglo xx y la Sociología del siglo xx hay miles de millones de horas-hombre de investigación constante, disciplinada y acumulativa. Quizás -concluirá Merton- la Sociología no está aún lista para su Einstein, porque todavía no tuvo su Kepler. Hasta el incomparable Newton reconoció en su día la aportación indispensa- ble de la investigación acumulativa cuando dijo: "Si vi a mayor dis- tancia, es porque me elevé sobre los hombros de gigantes"))44.

-- - 44 Robert K. MeiTon: ?'borla y rstri4clum rocialus. F.C.E., Mbxico, 1964, pAgs. 16-17.

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA

3. LA PROBLEMÁTICA D E LA CAUSACI~N SOCIAL. PROBABILISMO, DETERMINISMO Y PREDICCI~N

Como indicamos en el capítulo anterior, uno de los presupues- tos fundamentales de la ciencia es la convicción en la existencia de un determinado orden, de una determinada estructura de relacio- nes causales entre los fenómenos que acontecen en la naturaleza.

Por lo tanto, la meta de toda ciencia que aspire a ofrecer una «imagen ordenada de la realidad)) y que quiera explicar la manera en que se producen los fenómenos, en sus mutuos encadenamien- tos, no puede ser otra que la de descubrir los principios que regu- lan las relaciones de causa-efecto y que permitan prever y predecir el curso de los fenómenos.

No es extraño, pues, que una de las más serias interrogaciones que se han planteado a la Sociología se refiera a la misma posibi- lidad de conocimiento de unos principios «invariables» y cccognos- ciblesn de la causalidad social.

Lo social, se nos dirá con frecuencia, no es cognoscible en tér- minos exactos e inmodificables, entre otras cosas porque la «lega- lidad social», se produce de acuerdo con una lógica diferente a la que es propia de la «legalidad natural)). La dificultad fundamental para el conocimiento preciso de las relaciones de causalidad en el campo social reside en el carácter problemático de la predicción de los comportamientos de seres libres como son los humanos, máxi- me -se añadirá a veces- cuando la predicción tiene que ser rea- lizada, a su vez, por seres también humanos que pueden proyectar en sus estudios un componente de subjetivismo, capaz de entorpe- cer y dificultar la objetividad.

Por otra parte, la imposibilidad de realizar en los estudios socio- lógicos comprobaciones experimentales, sometidas a los mismos controles que en las ciencias naturales, junto al gran número de variables que intervienen, y que se están modificando continuamente en toda sociedad, convierten en extraordinariamente complejo todo intento de someter a contrastación cualquier hipótesis de relación causal.

En lo que a la dificultad de experimentación se refiere, hay que tener en cuenta, no obrtrnte, que estas dificultades no solamente

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constituyen un obstáculo en el caso de las ciencias sociales, sino que, como ya hemos recordado, también lo son en otras disciplinas como la Astronomía y la Geología, que no por ello dejan de ser con- sideradas como ciencias. Consecuentemente las dificultades, o has- ta la misma imposibilidad, de experimentación no deben reputarse radicalmente como un impedimento ab initio para la consideración científica de una disciplina, sino únicamente -aunque ello no sea poco- como un obstáculo para lograr un avance más rápido del conocimiento científico en dicho campo.

En cualquier caso, el planteamiento del tema de la causación social en Sociología se enfrenta desde un primer momento con la peliaguda cuestión de que los «objetos» de observación y previsión sociológica son también sujetos activos libres que pueden alterar en su dinámica práctica cualquier pronóstico y cualquier lógica de relaciones determinadas.

Los científicos sociales no sólo son observadores de realidades complejas y dotadas de sentido, sino que estas realidades distan mucho de ser homogéneas y exentas de contradicción y conflicto interno, al tiempo que están en continuo proceso de transforma- ción y cambio. Por otra parte, estos procesos no siempre siguen una lógica evolutiva paulatina y lineal, sino que con frecuencia experi- mentan alteraciones radicales de mayor o menor envergadura.

La peculiaridad de los actos humanos da lugar a que cualquier pronóstico sociológico sea, en sí mismo, un factor nuevo que influ- ye en la situación social y que puede configurarla en un sentido o en otro, alterando en la práctica el mismo valor previsorio del pro- nóstico inicial. Así, por ejemplo, Merton ha hablado del «teorema de Thomas~, como la «paradoja de la profecía que se cumple a sí misma». Los pronósticos públicos sobre cualquier situación social se convierten -se nos dirá- «en parte integrante de la situación y, en consecuencia, afectan a los acontecimientos posteriores)), de for- ma que «cuando los individuos definen las situaciones como rea- les, son reales en sus consecuencias~45. La experiencia práctica demuestra en muchas ocasiones que algunos pronósticos o percep-

45 Robert K. Merton: Teorfa y rstruclura sociales, op. cit., p8gs. 419 y SS.

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 465

ciones de la realidad, por erróneos que fueran sus fundamentos ini- ciales, pueden acabar haciéndose reales si la percepción colectiva los toma por ciertos.

Si los usuarios de un Banco -ejemplificará Merton- llegan a convencerse de que dicha entidad está al borde de la insolvencia -aunque ello no sea cierto- y se apresuran a retirar sus depósi- tos, el Banco acabará estando objetivamente situado no sólo al bor- de de la insolvencia, sino también quizás de la más total banca- rrota.

Inversamente, puede ocurrir -«paradoja de la profecía suici- da»- que un pronóstico bien fundado llegue a incumplirse preci- samente en virtud de haber sido efectuado antes de producirse. Las previsiones de Malthus (1766-1834), sobre la tendencia de la pobla- ción a crecer geométricamente, mientras que los alimentos lo ha- cían mucho más lentamente, aritméticamente, es un ejemplo de la manera en que los seres humanos tienen capacidad para evitar los efectos catastróficos de una previsión que, aun habiéndose formu- lado correctamente en función de los datos reales correspondientes al momento histórico en que se hizo, puede acabar incumpliéndo- se totalmente, precisamente, por haber sido formulada a tiempo. La reacción inteligente y previsora frente al «vaticinio» aparente- mente correcto de Malthus, por ejemplo, acabó rectificando el pro- nóstico, gracias a las prácticas de control de la natalidad y a la revo- lución agro-alimentaria.

Desde una perspectiva diferente, también se han formulado varias objeciones a las posibilidades de una predicción social totalmente exacta, por ejemplo por Horkheimer, al señalar que una de las razo- nes que explican la imperfección de las predicciones en ciencias sociales estriba en que los procesos sociales «todavía en modo algu- no son los productos de la libertad humana, sino que son resul- tantes naturales del ciego actuar de fuerzas antagónicas. La forma en que nuestra sociedad mantiene y renueva su vida se parece más -dirá- al funcionamiento de un mecanismo natural que a un actuar plenamente determinado por sus fines. El sociólogo se encuentra frente a ella como frente a un acontecer esencialmente extraño ... Los procesos sociales son producidos sin duda merced a la inter- vención de personas, empero, son experimentados como un acon- tecer fatal separado de éstas. Buenas y malas coyunturas, guerra,

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466 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

paz, revoluciones, períodos de estabilidad, aparecen a los hombres como acontecimientos naturales también independientes, como el buen y el mal tiempo, los terremotos y las epidemias. Se debe inten- tar explicarlos; predecirlos, sin embargo, es algo que con razón se considera extremadamente osado»46.

Sin embargo, Horkheimer sostendrá que la evolución de la humanidad conducirá a un mayor control de los hombres sobre los procesos sociales, en una progresiva transición «desde un fun- cionamiento meramente natural, y por ello defectuoso, del apara- to social, hacia una cooperación consciente de las fuerzas socia- les ... Cuando más la vida social pierde el carácter del ciego acontecer natural -concluirá-y la sociedad toma medidas que la llevan a constituirse como sujeto racional, con tanta mayor certeza se pue- den también predecir los procesos sociales. La inseguridad actual de los juicios sociológicos sobre el futuro sólo es un reflejo de la actual inseguridad social. Así pues, la posibilidad de prediction no depende exclusivamente -dirá- del refinamiento de los métodos y de la sagacidad de los sociólogos; depende también del desa- rrollo de su objeto: de las modificaciones estructurales de la socie- dad misma». Lo que finalmente acabará llevando a Horkheimer a una conclusión no exenta de ciertos ribetes paradójicos. «MUY lejos de que la prediction sea posible y necesariamente más fácil en el dominio de la naturaleza extrahumana que en el de la sociedad -dirá-, ella se vuelve tanto más fácil cuanto menos está subor- dinado su objeto a la mera naturaleza y más lo está a la libertad humana. Pues la verdadera libertad humana no se puede compa- rar con lo absoluto incondicionado ni con el mero capricho, sino que es idéntica con el dominio sobre la naturaleza ... merced a la decisión racional»47.

La compleja dialéctica objeto-sujeto y las singulares peculiari- dades que se producen en el esfuerzo de estudio científico de la sociedad humana pueden dar lugar, como vemos, a ópticas inter- pretativas diversas, que a veces acaban por traducirse en plantea- mientos en los que las objeciones iniciales al carácter científico de

46 Max Horkheimer: Teoría crítica. Amorrortu, Buenos Aires, 1974, pdg. 48. 47 Ibfd., p6gs. 48-49.

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA

la Sociología, en comparación con las ciencias naturales, llegan a trocarse en formas curiosas de presentación que implican una cier- ta inversión analítica del problema.

Así, por ejemplo, al poner énfasis especial en la dimensión teo- rético-racional de las ciencias, se ha llegado a veces a reclamar una mayor idoneidad científica -por su objeto- para las ciencias socia- les; «de hecho -dirá Popper- hay buenas razones, no sólo en favor de la creencia de que la ciencia social es menos complicada que la física, sino también en favor de la creencia de que las situaciones sociales concretas son en general menos complicadas que las situa- ciones físicas concretas. Porque en la mayoría, si no en todas las situaciones sociales, hay un elemento de racionalidad»48. E inclu- so parecerá ufanarse Popper de que nuestro conocimiento «del inte- rior del átomo humano es más directo que el que tenemos del áto- mo físico», llegando a sugerir que la desventaja del físico es que «no está ayudado por ninguna de estas observaciones directas cuan- do construye hipótesis sobre átomos~49.

A partir de las consideraciones que ya hemos planteado en las páginas anteriores, puede comprenderse que el tema de la causa- ción social generalmente sea objeto de un tratamiento bastante escéptico. {Quiere esto decir que es imposible cualquier tipo de análisis causal en Sociología? Y, aun en el supuesto que esto fue- ra así, ¿podemos pensar que la causalidad es la única forma de explicación científica y que, por lo tanto, no es posible que una disciplina alcance estatuto científico si no es capaz de análisis cau- sales?

La respuesta a estos interrogantes requiere una explicación pre- via en torno a cómo debe entenderse actualmente la problemática científica de la causalidad. Y en este sentido lo primero que se pue- de constatar es que el concepto de causalidad, así como los crite- rios de determinismo y determinación, han llegado a alcanzar en nuestros días un cierto grado de confusión. Como ha señalado Mario Bunge, «la palabra causalidad tiene, lamentablemente, no menos de tres significados principales, lo cual es un claro síntoma de la

48 Karl R. Popper: La miseriu del historicismo. Alianza, Madrid, 1973, pág. 155. 4Y Ibld., p6g. 153.

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468 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

larga y tortuosa historia del problema de la causalidad. En efecto, una sola y misma palabra, causalidad, se emplea para designar: a) una categoría (correspondiente al vínculo causal); b) un principio (la ley general de la causación), y c) una doctrina, a saber, aquella que sostiene la validez universal del principio causal excluyendo los demás principios de determinación~50.

De esta manera Bunge propone distinguir entre causación y ((principio causal», por un lado, y «determinismo causal» por otro. La «causación» debe ser ((entendida como conexión en general» o como «todo nexo causal particular». El principio causal, debe ser entendido en el sentido de que «la misma causa produce el mismo efecto». Finalmente, el «determinismo causal» es una doctrina que postula la validez universal del principio causal. ((Mientras el prin- cipio causal -dirá Bunge- enuncia la forma del vínculo causal (causación), el determinismo causal afirma que todo ocurre de acuer- do a la ley causal ... El determinismo causal/sin ser del todo erró- neo -concluirá-, es una versión muy especial, elemental y rudi- mentaria del determinismo general~51.

Sin embargo, no es infrecuente que en nuestros días se produz- ca una cierta tendencia a identificar el análisis causal en general con el determinismo, lo que generalmente es utilizado como un argumento indirecto más para postular una presentación diferen- ciadora entre ciencias naturales y ciencias humanas, es decir, entre ciencias capaces de captar la legalidad fija del orden natural y hacer predicciones y ciencias que sólo pueden «comprender» y «explicar» lo pasado, pero no prever lo que acontecerá.

Las percepciones actualmente existentes sobre el verdadero signifi- cado y alcance de la causalidad en la ciencias sociales están muy influidas por las ideas tradicionales sobre este tema. Por lo que muchas de las críticas, observaciones y recelos frente a tales plan- teamientos presentan la peculiaridad de permanecer anclados en el pasado, estando referidos en buena parte a los enfoques de la cien- cia basados en los principios de la unicausalidad rígida y mecáni-

Mario Bunge: Cuusalidad. El princ'ipio de (~riirsci/ichd en la ciencia moderna. Eude- bu, Buenos Aires, 1972, pág. 15.

lbld., págs. 16 y 42.

ca de la Física clásica. Enfoques que ya no se corresponden con los criterios propios de la actividad científica actual.

En efecto, como ha señalado Rosenfeld, ((históricamente la elaboración del concepto científico de causalidad en cuanto ele- mento fundamental del pensamiento racional es un resultado secun- dario del desarrollo de la formulación de las leyes del movimiento de los cuerpos materiales y del éxito de su aplicación a la dinámi- ca del sistema solar. Esta última circunstancia, sobre todo, es la que sirvió muy pronto para orientar la reflexión epistemológica hacia idealizaciones radicales tales como la ley de la inercia y la noción resultante de fuerza en cuanto agente que produce aceleración y que determina así el movimiento de forma unívoca. Así el concep- to de causalidad física fue dotado desde el principio de connota- ciones de necesidad y determinismo. La aceptación de esta cau- salidad determinista se vio favorecida por el éxito inicial de la tentativa que apuntaba a reducir todos los fenómenos físicos a pro- cesos mecánicos»5*.

No obstante, el desarrollo científico ha dado lugar a una susti- tución progresiva de un sentido restringido del principio de causa- lidad por otro mucho más amplio, en el que la descripción de la causa o causas de un fenómeno -según subrayará Kuhn- se pro- duce más bien en términos de explicar por qué y cómo sucede. «Aun- que el concepto restringido de causa haya sido -dirá Kuhn- una parte vital de la Física de los siglos XVII y XVIII, su importancia ha declinado en el XIX y casi ha desaparecido en el X X » ~ ~ .

La razón de esta crisis de los principios clásicos de la causali- dad no ha sido otra que una revolución en la explicación física. ((Esta vez -dirá Kuhn- no en la estructura, sino en la sustancia ... El campo electromagnético, en cuanto entidad física fundamental- mente no mecánica, teniendo propiedades formales y descriptivas únicamente según ecuaciones matemáticas, sólo ha sido el punto

L. Rosenfeld: consideraciones no filosóficas sobre la causalidad en Físicas, cn M. Bunge et al.: Las tuortus de Ir causalidad. Ediciones Sígueme, Salamanca, 1977, p6g. 7 1 .

~"homüs S. Kuhn: atar nocloncn dc causülidad en el desarrollo de la Física», en M . Bunge et al.: Las troríar ¿# la cau~allrlad, opa cit., p8g. 20.

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LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 47 1

de entrada del concepto de campo en Física. El físico contemporá- neo conoce otros dominios de esta clase y su número va en aumen- to. La mayor parte se dedica a explicar fenómenos que ni siquiera habían sido reconocidos en el siglo XIX, pero también han desplaza- do fuerzas a algunos dominios, por ejemplo, el electromagnetismo, que anteriormente le estaban prohibidos. Lo mismo que en el siglo xvr~r, lo que en un tiempo era una explicación, deja más tarde de ser- lo. Y no son únicamente los campos, un nuevo tipo de entidad, los que están implicados en el cambio. También la materia ha adquiri- do propiedades formales, mecánicamente inimaginables, como el espín, la paridad, etc., que sólo pueden ser descritos en términos matemáticos. Finalmente, la entrada en Física de un elemento pro- babilista aparentemente indeleble ha producido otro cambio radical en el principio de explicación. Hoy hay cuestiones perfectamente con- figuradas sobre fenómenos observables, por ejemplo, el tiempo en el que una partícula alpha abandona un núcleo, fenómeno que los físi- cos declaran que es en principio inexplicable por la ciencia. Como acontecimiento concreto, la emisión de una partícula alpha y bas- tantes fenómenos semejantes no tienen una causa. Toda teoría que quisiera explicarlos conduciría a un rechazo más bien que simple- mente a una adición de la teoría de los quantos. Quizás -concluirá Kuhn- algunas transformaciones ulteriores de la teoría Física cam- biarán esta impresión, pero en este momento pocos físicos conside- ran el hiato causal (en sentido restringido) como una imperfecciónn54.

En suma, pues, podemos decir que la influencia de contribu- ciones como la teoría de la relatividad de Einstein, el principio de indeterminación de Heisenberg, los planteamientos de Max Planck, el papel atribuido al azar en la lógica del comportamiento de los fenómenos físicos, las investigaciones recientes sobre la antimate- ria, etc., han contribuido a quebrar la validez de la forma newto- niana del determinismo clásico; pero, desde luego, no por ello han restado validez a la idea general de causalidad, pese a los esfuerzos de algunos por presentar el principio de indeterminación de Hei- senberg, por ejemplo, como la prueba de la imposibilidad de sus- tentar con validez universal cualquier principio de determinación.

Lo cual, referido a la esfera social humana, ha dado lugar a que se llegue a esgrimir este argumento como la prueba definitiva de la inaplicabilidad de cualquier criterio de análisis causal, ya que -se nos dice- si el principio del «libre albedrío» rige para el electrón, {quién puede negar que existe para el hombre?

No obstante, en realidad la mecánica cuántica no supone una negación total de la lógica causa-efecto, sino solamente una nega- ción de la absolutización de las relaciones causales rígidas. De igual manera, el énfasis puesto por los científicos en nuestros días sobre la manera en que influyen las condiciones de la observación en el comportamiento de lo observado y las limitaciones en los instru- mentos de medida -que sólo son capaces de captar momentos con- cretos de procesos sumamente complejos-, recuerdan bastante determinado tipo de argumentos de uso muy frecuente entre los especialistas en ciencias sociales.

Tal forma de entender las relaciones causales no quiere decir que no exista ninguna lógica causal, ya que el hecho de que tales relaciones deban ser definidas en términos de probabilidad, no sig- nifica que el análisis causal no continúe siendo una de las aspira- ciones fundamentales de la ciencia.

En su conjunto, pues, a pesar de todas estas consideraciones, no puede negarse que el estado actual de la ciencia moderna se corresponde realmente con las verdaderas pretensiones y objetivos del método científico, en tanto en cuanto la ciencia no pretende haber alcanzado un conocimiento absolutamente exacto en térmi- nos matemáticos, sino el más exacto y riguroso de los conocimien- tos posibles. Y esto es así entre otras cosas porque no puede sus- tentarse con evidencia válida que la idea de exactitud absoluta sea aplicable al conocimiento de toda realidad. Como le gustaba recor- dar a Bertrand Russell, «aunque pueda parecer una paradoja, toda ciencia exacta está dominada por la idea de aproximación. Si un hombre os dice que posee la verdad exacta sobre algo, hay razón para creer que es un hombre equivocado. Toda medida científica se da siempre con un error probablen55.

Bertrand Russell: La prr~prcllvu clentffica. Ariel, Barcelona, 1969, pág. 53.

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El planteamiento actual de las ciencias que algunos llaman de la naturaleza, ha asumido la necesidad de operar con criterios no absolutos de exactitud. Todo conocimiento científico se mueve den- tro de unos márgenes de error, por mucho que estos márgenes pue- dan estar más o menos calculados, y más o menos previstos, en tér- minos de probabilidad.

Estamos, pues, ante una nueva idea de causalidad, planteada en términos de probabilidad y con unos márgenes de error que pue- den, incluso, conocerse y calcularse con un alto grado de precisión, porque «hasta el mismo azar -como ha señalado Bunge-, que a primera vista es la negación misma de la determinación, tiene tam- bién sus leyesn56.

A partir de este nuevo marco general explicativo, podemos conside- rar que el principio de causalidad, con todas las matizaciones con que ha quedado planteado en la ciencia moderna, también es apli- cable en el plano de las Ciencias Sociales. Pero, lógicamente, es apli- cable con unos márgenes de error y unas probabilidades de pre- dicción de las regularidades muy distintas a las existentes en otras ciencias, debido al propio papel de la libertad humana y a la natu- raleza dialéctica y dinámica de los hechos sociales, que conforman unas complejas interacciones entre las predicciones y las propias posibilidades conscientes de su rectificación. Todo ello da lugar a que, en ocasiones, las probabilidades tengan que ser estimadas con unos márgenes de variación tan amplios que, a simple vista, pue- den llegar a producir la impresión de que no nos encontramos ante verdaderas relaciones de causalidad. En consecuencia, la cientifi- cidad de la Sociología, en lo que a este aspecto se refiere, queda planteada como una cuestión de grado.

De esta manera, la evolución científica en su conjunto ha aca- bado situando en una nueva perspectiva la discusión sobre el carác- ter científico de la Sociología, por más que las posibilidades que ofrece el análisis causal en esta disciplina sean aún muy limitadas y deban ser completadas -y a veces reemplazadas- por otras apro- ximaciones al análisis de la realidad mucho más modestas. Lo que

" Mario Bunge: Causalidad, El prlnclplo de cau.salidad en la ciencia moderna, op. cit., p6g. 2 5 .

LA SOCIOLOG~A COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 473

ha dado lugar a distintas propuestas alternativas y complementa- rias al análisis causal estricto. «A falta de la causalidad -dirá Gur- vitch, por ejemplo- se debe recurrir a «correlaciones funcionales», a la «regularidad de tendencias», o a «integraciones directas en los conjuntos» .. . », para concluir finalmente insistiendo en la necesidad de la explicación histórica: «A falta -dirá- de esos experimentos, la explicación sociológica necesita de la "causalidad histórica"~5~.

En definitiva, podemos decir, como conclusión, que hoy por hoy la explicación científica en Sociología se orienta preferentemente a indagar las estructuras de relación y ordenación de los fenómenos sociales, a partir de la convicción de que existe una determinada legalidad social, que puede ser objeto de investigación y estudio, de acuerdo a los procedimientos y las reglas propias del método cien- tífico.

57 G. Gurvitch: aLrr roglrr de la explicación en Sociología. Las variaciones de las fórmulas del determinirmo mlolbglcan, en Georges Gurvitch: natado de Sociologia. Kapelusz, op. cit., pAgi, 2759276,

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474 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

E.IERCICIOS Y TÓPICOS PARA LA REFLEXIÓN

1) ¿Cómo y en qué grado se puede aplicar el método científi- co al campo de estudio de la Sociología?

2) ¿Cómo puede afectar la amplitud de los criterios utilizados para definir la ciencia, en la consideración sobre la posibi- lidad de una Sociología científica?

3) ¿Qué tres modelos de investigación científica se están apli- cando simultáneamente en la Sociología actual según John Rex? ¿A qué enfoques conducen cada uno de ellos? Poner ejemplos de investigaciones sociológicas conocidas ubica- bles en uno u otro grupo.

4) Según Merton, ¿a qué tipos de trabajos específicos suele apa- recer referida la actividad teórica-científica en Sociología?

5) ¿Qué es lo que constituye el específico punto de mira cen- tral del análisis sociológico? Señalar las principales pro- puestas formuladas por los diferentes sociólogos y escuelas.

6) ¿Qué efectos tiene la pluralidad de enfoques sociológicos sobre la significación de los conceptos utilizados actualmente en Sociología?

7) ¿De qué supuestos parten los que entienden la Sociología como una «ciencia natural» y los que la conciben como una «ciencia humana»? Hacer un esquema sobre los respectivos puntos de vista, detallando los argumentos utilizados y las consecuencias prácticas que tienen en la orientación de la labor investigadora.

8) ¿Cómo se puede situar a la Sociología entre las ciencias del hombre y en el conjunto del sistema general de las ciencias? Hacer un esquema.

9) ¿Qué influencias e interpenetraciones mutuas se están pro- duciendo últimamente entre las diferentes ciencias?

10) ¿Qué ciencias están influyendo más en la Sociología actual? ¿En qué aspectos concretos?

LA SOCIOLOGÍA COMO DISCIPLINA CIENTÍFICA 475

12) ¿Qué explicación ha dado Lazarsfeld sobre el mayor retra- so de la Sociología en comparación a otras ciencias? ¿Y qué dijo Merton sobre este particular? ¿En qué coinciden ambas explicaciones?

13) ¿Cuáles son las principales dificultades o «puntos en litigio» para que la Sociología pueda ser considerada como una cien- cia? Hacer una lista de objeciones, señalando las refutacio- nes o explicaciones que pueden darse en cada caso.

14) ¿Qué ciencias presentan una mayor dificultad para aplicar el método experimental? {Por qué? ¿Constituyen estas difi- cultades un impedimento para que puedan ser consideradas como verdaderas ciencias? Justificar la respuesta.

15) ¿Por qué se puede considerar que la Sociología es una cien- cia?

16) ¿Qué dificultades existen para la predicción social? (Qué es el «teorema de Thomas»? Explicar y valorar, poniendo ejem- plos. ¿En qué consiste la «paradoja de la profecía suicidan? Explicar y valorar poniendo ejemplos.

17) ¿Qué particularidades señala Popper sobre el conocimiento de las realidades sociales en comparación con los objetos de estudio?

18) ¿Qué diferencias existen entre los conceptos de «causación» en general, «principio causal» y «determinismo causal*?

19) ¿Por qué se han sometido a crítica las concepciones del «determinicm0 causal»?

20) ¿Con qué criterios de causalidad operan las ciencias en nues- tros días? ¿Cómo afectan estos enfoques a la propia con- cepción sobre la cientificidad de la Sociología? ¿Cómo pue- den entenderse los márgenes de exactitud y probabilidad en unas y otras ciencias?

2 1) ¿Qué elementos complementarios, o alternativos, al análisis causal propone Gurvitch aplicar en Sociología?

11) ¿De qué manera están intentando demostrar la mayor par- te de los sociólogos de nuestros dias el carácter cientffico de la Sociologia?

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En el capítulo anterior hemos visto de qué manera se ha ido fruguando un criterio compartido entre la mayoría de los sociólo- gos sobre la manera de entender la cientificidad de la Sociología y Iri existencia de cierto tipo de relaciones causales en el plano de la realidad social. Estos criterios conducen a reconocer que los fenó- menos sociales se producen de acuerdo con ciertas leyes y pautas regulares, que pueden, por tanto, ser investigadas y conocidas. Éste cs, precisamente, el papel de la Sociología: investigar y descubrir lus leyes sociales.

Pero jcómo puede la Sociología cumplir este papel? Evidente- mente actuando de manera similar a como lo han hecho -y lo tiacen- los profesionales de otros campos científicos.

El modelo general de actuación investigadora de los profesiona- les de otras disciplinas está perfectamente dibujado. Como Hans Zet- terberg recordará, los científicos en otros planos de la realidad: «par- ten del supuesto de que existía un orden subyacente a las variadas manifestaciones de los hechos físicos. A través de observaciones y experimentaciones descubrieron este orden cuando encontraron regu- laridad en el comportamiento de los fenómenos físicos. Formularon estas regularidades en la forma más sucinta posible y obtuvieron leyes científicas. Combinaron y relacionaron las leyes entre sí y obtu- vieron las teorías de la Física. Estas teorías sirvieron de base para los cálculos de los ingenieros, quienes en respuesta a necesidades prácticas crearon las maravillas tecnológicas de nuestro tiempo» l .

1 Hans Zetterberg: Teoría y verificación en Sociología. Nueva Visión, Buenos Aires, 1968, pág. 20.

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480 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

Es decir, el proceso de investigación científica se basa en la observación de las regularidades, se desarrolla con la formulación de las leyes de explicación causal de esas regularidades, y conclu- ye con la proyección práctica de los resultados en diversos campos de aplicación concreta.

Si recapitulamos todo lo que hasta aquí hemos señalado sobre la ciencia, podemos llegar a una conclusión básica de carácter gene- ral: lo que define la ciencia es la finalidad y el método. La finali- dad es práctica;

no se trata de alcanzar la sabiduría por la sabiduría, sino de obtener conocimientos útiles. El método debe ser objetivo y racio- nal. Objetivo porque los enunciados han de adaptarse a los hechos; no han de ser meras especulaciones lógico-abstractas. Racional por- que la ciencia se orienta a dar una visión coherente de los hechos, o lo que es lo mismo, una imagen teorética de la realidad, ya que buscar una explicación en ciencia es buscar una teoría.

Y todo esto es, precisamente, lo que diferencia una verdadera ciencia de lo que no es más que una actividad de mero registro y clasificación de datos.

Como ya indicamos en el capítulo diez, el bizantino Juan Fili- pón, realizó mil años antes de Galileo la experiencia de la caída de graves de distinto peso, y llegó a repetirla hasta 100 veces, pero el experimento resultó a la larga irrelevante porque no estaba encua- drado en una teoría. Galileo, sin embargo, primero formuló la teo- ría (sobre la base de informaciones y conocimientos previos) y lue- go la verificó experimentalmente. Esta doble perspectiva -teórica y empírica- constituye, por ello, el fundamento de toda ciencia: toda teoría debe basarse en hallazgos empíricos y verificables, y toda investigación empírica debe desarrollarse en el marco de una teoría relevante. Si no se cumple el primer requisito se estará hacien- do mera especulación ideológica. Si no se cumple el segundo se estarán recogiendo datos sin mayor alcance ni utilidad. Por ello ha podido subrayar Parsona - c o n rcrx6n- que «el más importante de

los índices de la madurez de una ciencia es el estado de su teoría sistemátican2. Lo que tiene su correlato en la famosa afirmación de Einstein de que en ciencia «sólo la teoría decide lo que se ha de investigar».

Por lo tanto, lo que validará a la larga el carácter científico de la Sociología será su capacidad para desarrollar teorías verificables basadas en hallazgos empíricos y que tengan alguna utilidad prác- tica. Otra cuestión distinta es la de cuál pueda ser la amplitud y alcance de estas teorías. De momento, sin embargo, la verdad es que el carácter científico de la Sociología se manifiesta básicamente en su orientación general tendente a aplicar el método científico en el estudio racional y objetivo de la realidad social.

El desarrollo de teorías sistemáticas en Sociología se ve obsta- culizada en la práctica por dos graves handicaps en comparación con otras ciencias: por una parte, el derivado de todas las dificul- tades metodológicas y de la parquedad de las herramientas con que proceder a cumplir su cometido investigador, y, por otra parte, el concerniente a los problemas de cómo articular teóricamente los complejos hechos que son objeto de su estudio y que, al ser bási- camente dinámicos y mudables, pueden alterar continuamente la validez de lo registrado.

Quizás, a partir de las nuevas coordenadas en que se mueve la ciencia y a partir del mismo desarrollo de la Sociología, sea posi- ble empezar a superar realmente, y de manera fructífera, el viejo dilema entre objetividad y significatividad al que nos referimos en el capítulo anterior. Dilema que tiene una dimensión metodológi- ca, pero que también tiene mucho que ver con la misma conside- ración sobre el objeto de estudio de la Sociología.

Las peculiaridades que presenta el campo de estudio de la Sociolo- gía, dan lugar a que los enfoques que tienden a autolimitarse con una pre-concepción sobre el carácter estático y fijo de los hechos sociales sean incapaces no sólo de comprender científicamente la realidad en su dinámica, sino también de plantearse la misma posi- bilidad de tal comprensión científica.

2 Talcott Parsoni: Enaayoa dr teoría sociollgica. Paidós, Buenos Aires, 1967, pág. 184.

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482 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

Así pues, el doble frente de dificultades a que hemos hecho referencia sólo puede ser superado partiendo de una concepción dialéctica de los hechos, que intente explicar y comprender éstos en su propia y concreta dinámica estructurada y estructurante.

Los postulados fundamentales, e interrelacionados, en los que resulta factible basar una concepción de esta naturaleza, pueden ser presentados resumidamente de la siguiente manera:

1. Desde la perspectiva humana los hechos no son datos estáti- cos, sino dinámicos y dialécticos.

Todo hecho no debe entenderse como algo dado, cerrado y definitivo, sino como un momento de un proceso. De la mis- ma manera que una fotografía sólo recoge una instantánea estática de la realidad -sin impedirnos por ello reconocer lo que haya de movimiento en dicha realidad-, igualmente el análisis sociológico debe partir del reconocimiento de que la complejidad dinámica de lo real trasciende la imagen que de ella se pueda tener a través de cualquier foto-estática en blan- co y negro, que haya podido obtenerse, hoy por hoy, con el primitivo instrumental metodológico que actualmente esta- mos empleando los sociólogos.

3. La realidad de los humanos consiste precisamente en tras- cender los datos de lo real (naturaleza originaria) y modifi- car constantemente el orden de lo dado, para construir una existencia dinámica y dialéctica, es decir histórica. En la mis- ma raíz de la aparición y desarrollo histórico del hombre nos encontramos con esta realidad: hemos surgido como seres humanos, sociales, libres y creadores, porque somos capaces de transcender la condición real-originaria.

4. Todo hecho social es no sólo lo que aparece en un momen- to dado de nuestra observación, sino también todas las posi- bilidades implícitas en su dinámica. Es decir, toda realidad social humana contiene un importante germen de posibili- dades aún no explicitadas; al igual que una semilla, que a partir de determinadas condiciones puede dar lugar a un frondoso y robusto árbol, de la misma manera la dinámica social puede conducir a desarrollos potenciales de gran mag- nitud.

5 . La característica fundamental del ser humano es su capaci- dad para actuar como sujeto, es decir, como ser libre y crea- tivo, y ello supone -junto a las lógicas actuaciones de ajus- te y acomodación a lo dado- la posibilidad permanente de desafiar y cambiar el orden existente.

6. La capacidad de transformar el orden dado forma parte de la realidad social, que ha de ser vista, en consecuencia, tanto a partir de lo formalmente existente, como de los procesos de cambio y de las potencialidades que encierra lo dado.

La complejidad de la naturaleza de los hechos sociales, obvia- mente, no se agota a partir de los enunciados que acabamos de indi- car, y que aquí, por razones lógicas, soló podemos iniciar y sugerir3.

En cualquier caso, todas estas dificultades y problemas nos per- miten comprender por qué la disputa metodológica ocupa, aún, un lugar tan prevalente en la actividad de los sociólogos (cosa que siem- pre ocurre en las primeras etapas de desarrollo de toda ciencia) y por qué se producen todavía una gran cantidad de investigaciones empíricas planteadas sin hipótesis previas y sin encuadre teórico alguno.

Más allá de las intenciones que generalmente se declaran en los manuales de esta disciplina, la realidad es que, en la práctica con- creta de la Sociología actual, el acople entre la dimensión teórica y la empírica continúa apareciendo plagada de dificultades. Incluso, más allá de las diferencias entre escuelas y enfoques sociológicos, el mundo de los sociólogos, las más de las veces, aparece separado por un significativo foso de divorcio e incomunicación. A un lado se encuentran los sociólogos eminentemente teóricos y al otro los eminentemente empíricos, en una división que suele resultar bas- tante diferente, en la práctica, de aquella que en otros campos exis- te entre los que cultivan la ciencia pura y la ciencia aplicada.

En el caso de la Sociología esta división es objeto también de una singular caricaturización recíproca, de suerte que unos soció- logos son descritos frecuentemente como obsesos practicantes de

3 Un desarrollo m l i rmpllo de esta terndtica puede encontrarse en mi libro Aliena- cidn, dialLctlca y Ilbrrtd, krnrndo Turrer, Valencia, 1977.

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484 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

la ((cuantitofrenia~ y de la «encuestitis», es decir, de un afán des- medido de medirlo y cuantificarlo todo, al tiempo que los otros sociólogos son presentados como oscuros especuladores abstractos.

Las dificultades de empalme entre teoría e investigación empí- rica, y la excesiva «acumulación teórica» que todavía existe entre sectores bastante significativos de la Sociología actual, reflejan la herencia del énfasis especial en las dimensiones teóricas y en las construcciones lógico-formales, que se produjeron a partir de las primeras etapas de desarrollo de la Sociología. Lo que, en su momen- to, respondió, en gran parte, a las propias necesidades constituti- vas de la nueva disciplina.

Como ha subrayado John Rex, la especial atención puesta en su dimensión teórica como ciencia ha respondido -y aún responde- tanto a los imperativos lógicos de toda construcción científica, como a las necesidades prácticas de empezar a funcionar construyendo hipótesis teóricas susceptibles de ser sometidas a prueba, e inclu- so a la misma necesidad de acotar un campo temático propio, dife- renciado de otras ciencias sociales.

La Sociología -dirá Rex- «no tiene un objeto de estudio que pueda identificar mediante algún tipo de definición ostensible. Los datos con los que debe de trabajar el sociólogo son los mismos que utilizan los estudiosos de otras ciencias sociales y consisten, en últi- ma instancia, en conductas humanas de uno y otro tipo. Pero la tarea particular de aquél es idear medios para verificar las proposiciones relativas a la interacción social. Estas proposiciones son de una espe- cie teórica compleja, aunque usen la terminología del lenguaje coti- diano. La diferencia entre el uso de esta terminología en el lengua- je cotidiano y el que hace de ella el sociólogo radica en que éste debe probar lo que dice. Por esta razón, el paso más importante para la clarificación de los problemas de la investigación sociológica es de orden metodológico, y consiste en distinguir los problemas de obser- vación de los problemas de construcción teórica. Hecho esto -con- cluirá Rex-, resulta obvio que la definición del campo de la Socio- logía depende, sobre todo, de la conquista de la claridad teórica^^.

John Rex: Problemas fundamentales de la tcoria socioldgica. Amorrortu, Buenos Alrcli, 1968, pAgs. 79-80.

El problema que habrá que plantear entonces será el de qué tipo de teoría es posible en la Sociología actual. Las grandes construc- ciones teóricas de los padres fundadores obedecieron a unas deter- minadas necesidades fundacionales, pero hoy en día ¿debe conti- nuar orientándose el trabajo teórico en Sociología por la vía de las grandes construcciones globales, con pretensiones sintéticas gene- rales?

No puede decirse que ante esta pregunta los sociólogos de nues- tro tiempo hayan alcanzado un grado de acuerdo razonable. De hecho algunos de los grandes maestros de las generaciones actual- mente vivas se han continuado manifestando inequívocamente a favor de dar prioridad al trabajo de elaboración de la «gran teoría» sociológica.

Para Parsons, por ejemplo, esta teoría sistemática «incluye el carácter del esquema conceptual generalizado que se utiliza en este campo, las especies y grados de integración lógica de los diferentes elementos que lo constituyen y los modos en que se utiliza en la investigación empírica. Sobre esta base -dirá Parsons- puede aven- turarse la tesis de que la Sociología se encuentra en el proceso de alcanzar el status de ciencia madura. Hasta ahora no ha gozado la especie de integración y de actividad dirigida que sólo la existencia y la común aceptación y empleo de un buen integrado sistema teó- rico generalizado pueden dar a una ciencia ... La teoría que nos ocu- pa ... constituye, en primer lugar, un sistema y, por lo tanto, difiere de las teorías discretas, esto es, de las generalizaciones particula- res sobre fenómenos particulares. Un sistema teórico en el sentido que aquí se da -dirá Parsons- es un cuerpo de conceptos generali- zados, lógicamente interdependientes, y de referencia empírica. Un tal sistema -concluirá- tiende, idealmente, a «cerrarse lógica- mente», a alcanzar un estado tal de integración lógica, que cada consecuencia lógica de cualquier combinación de proposiciones del sistema se enuncie explícitamente en alguna otra proposición del mismo sistema~s. Por esta razón, para Parsons, el esfuerzo funda- mental que hay que realizar en la construcción de la Sociología no es un esfuerzo práctico, sino teórico. Los sociólogos, de acuerdo

5 Talcott Parnon#: lrtiryor k toorfa socioldgica, op. cit., pdg. 184.

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con esta convicción, no deben obsesionarse por obtener «resulta- dos» a corto plazo, ya que es precisamente del esfuerzo por lograr «que la Sociología alcance estatura como ciencia -dirá-... (de don- de) será posible una utilidad práctica a niveles que superen con mucho los actuales~6.

Una concepción diferente sobre la labor teórica en la Sociolo- gía es la que ha formulado, por ejemplo, Robert Merton, quien coin- cidirá con Parsons en la importancia atribuida al desarrollo teóri- co de la Sociología, pero postulará una vía más modesta e inmediata, orientada a trabajar en la construcción no de grandes teorías glo- bales y omnicomprensivas, sino en ateorías de alcance interme- dio)). Para Merton, la tarea fundamental de la Sociología en los momentos actuales es desarrollar «teorías intermedias entre las estrechas hipótesis de trabajo que se producen abundantemente durante las diarias rutinas de la investigación y las amplias espe- culaciones que abarcan un sistema conceptual dominante del cual se espera que derive un número muy grande de uniformidades de conducta social empíricamente observadas ... Así -dirá Merton- sucede a menudo en las primeras fases de una disciplina nueva, que sus expositores declaren típicamente extravagantes pretensio- nes de haber producido sistemas teóricos totales, adecuados para todo el campo de problemas que abarca la disciplina. Como obser- va Whitehead ... es característico de una ciencia en sus primeras etapas ... ser ambiciosamente profunda en sus propósitos y trivial en el tratamiento de los detalles. Los sistemas sociológicos com- pletos en la actualidad -concluirá Merton-, como en su día los sistemas completos de teoría médica o de teoría química, deben dejar el lugar a teorías intermedias menos imponentes, pero mejor fundadas ~ 7 .

Una virtualidad importante del tipo de teorías intermedias que propone Merton es que pueden permitir unificar y sistemati- zar muchas «hipótesis y uniformidades empíricas», que van sien-

Ibfd., pág. 317. Robert Merton: Teorta y estructura sociales, op. cit., págs. 16 y 17. Un resumen

útil de algunos aspectos de la discusión sobre el tema «gran teorfan versus «teorías de alcance intermedio», puede verse, por ejemplo, en Harold Fallding: The sociological task. Prentice-Hall, Londres, 1968, capltulo IV.

do formuladas y acumuladas por un gran número de investiga- ciones empíricas concretas y que se encuentran muchas veces dis- persa$.

El debate en torno a qué tipo de teoría es posible alcanzar actualmente en la Sociología no constituye una cuestión trivial y carente de alcance práctico. No se trata solamente de seguir la misma lógica de actuación científica que se ha utilizado en otras disciplinas, sino de saber qué es lo que realistamente se puede hacer en el actual estado de desarrollo de los conocimientos socio- lógicos y a partir de los medios e instrumentos analíticos actual- mente disponibles.

Como hará notar Merton irónicamente, «decir que son necesa- rias teorías generales y teorías especiales es ser correcto y trivial: el problema es dar destino a nuestros escasos recursos». Lo impor- tante es tener en cuenta que en la práctica «la Sociología progre- sará en la medida en que su mayor interés esté en producir teorías intermedias, y se frustrará si la atención se centra sobre la teoría general. Creo -concluirá Merton- que nuestra principal tarea hoy es formular teorías especiales aplicables a campos limitados de datos -teorías, por ejemplo, de dinámica de clases, de presiones de gru- pos antagónicos, o de la corriente de poder y el ejercicio de la influen- cia interpersonal-y no buscar inmediatamente la estructura con- ceptual «integrada» suficiente para sacar de ella todas esas y otras t eo r í a s~~ .

La disparidad de criterios existente sobre cómo entender actual- mente la tarea teórica en Sociología nos lleva necesariamente a plan- tear también, y en una perspectiva más general, la cuestión con- cerniente a cuál es el verdadero estatuto de todo aquello que

8 El gran dinamismo que ha cobrado la investigación empírica, sobre todo en las últimas décadas, y el carácter fragmentado y disperso de los hallazgos sociológicos, está dando lugar a una cierta -y útil- práctica de codificación y de recopilación de los hallazgos más sobresalientes de todas estas investigaciones empíricas. Un buen ejem- plo de tal tipo de recopilación de hallazgos empíricos lo constituye el libro de Bernard Berelson y Gary A. Steiner: Human behavior. An inventory of Scientific Findings. Har- court, Brace & World, Nueva York, 1964, donde se recopilaron un total de 1.045 hallaz- gos basados en datos e investigaciones empiricas.

y Robert Merton: Teorta y estructura sociales, o p . cit., pág. 19.

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usualmente se califica como teoría en la práctica habitual de los sociólogos contemporáneos.

En este sentido, es preciso subrayar que a las dos concepciones sobre la teoría a que acabamos de referirnos, se une una cierta tendencia más difusa -y a la que ya hicimos mención en las pri- meras páginas de este libro- a identificar la teoría sociológica con toda reflexión teórica que se ha producido a lo largo de la historia de esta disciplina, sin que, muchas veces, exista una distinción cla- ra entre la teoría, o las teorías actualmente vigentes, y la historia de la Sociología.

Igualmente ocurre que, junto a estas interpretaciones sobre la teoría, los especialistas en técnicas y métodos aplicados de investi- gación a veces tienden a identificar el concepto de teoría con cual- quier forma de generalización: «teoría -dirán por ejemplo Goode y Hatt- se refiere a las relaciones entre hechos, o al ordenamien- to de los mismos en alguna forma que tenga sentido»lO.

En muchos casos, especialmente en el de aquellos que se sitúan en los terrenos sociológicos con mayor vocación práctica, el con- cepto de teoría tiende a utilizarse con mayor laxitud que en otras ciencias, llegando a calificarse como tal a simples generalizaciones o regularidades sociales. Por ello resultan necesarias algunas pre- cisiones sobre este particular.

Siguiendo a Lazarsfeld, podemos establecer algunos criterios que nos permitan precisar qué debemos entender por teoría en Socio- logía, y de qué manera debemos hacerlo, de acuerdo con la expe- riencia práctica de otras ciencias. «En primer lugar -dirá Lazars- feld- se establece una serie de conceptos fundamentales. Algunos de ellos se prestan a medida; otros son construcciones a pviori, cuya validez se deja al principio sin determinar. Después se definen las manipulaciones a que serán sometidas estas unidades elementales, y que permitirán sacar nuevas conclusiones, que finalmente podrán verificarse haciendo observaciones concretas. En su forma más ela- borada -dirá Lazarsfeld- estas teorias poseen generalmente dos

10 William J . Goode y Paul K, Hatt: Mdtodos de investigacidn social. Trillas, MCxi- co, 1967, pAg. 17.

propiedades suplementarias: una es que las manipulaciones y las conclusiones se expresan en forma matemática; la otra es la ten- dencia al reduccionismo~l~.

Sin embargo nadie piensa que la Sociología -advertirá Lazars- feld- ha llegado ya a un nivel de este tipo, ocurriendo que lo que generalmente se llama teoría social se identifica a veces con algu- na de las siguientes operaciones:

- establecimiento de esquemas clasificatorios;

- formulación de conceptos «teóricos» que orientan el análisis hacia determinados hechos estratégicos;

- «formulación de problemas de investigación)) que tienen una gran importancia social;

- «formulación de ideas generales acerca de la manera en que se producen o pueden ser provocados los cambios sociales»;

- previsiones apoyadas en descubrimientos empíricos aún no verificados (hipótesis);

- .puesta en relación de unos hechos empíricos con otros hipotéticos o ya verificados (interpretación) » 12.

Sin minimizar la importancia de todas estas actividades para el desarrollo científico de la Sociología, lo que hay que dilucidar es si todo esto puede ser considerado propiamente como teoría, o si no sería más correcto hablar realmente de «reflexión analítica». Refle- xión analítica que ciertamente puede tender hacia una verdadera teoría, pero que actualmente no constituye otra cosa que una eta- pa más en el camino hacia el desarrollo de la teoría sociológica.

En cualquier caso, la equiparación del trabajo teórico de la Sociología con el de otras disciplinas científicas presenta proble- mas extraordinariamente complejos, no sólo por lo que se refiere a las posibilidades mayores o menores de predicción, a que ya hemos hecho referencia en las páginas anteriores, sino también debido a los grandes problemas de «simbolización)> y «cuantificación» de los

l 1 Paul Lazarsfeld: .La Sociología», en J. Piaget et al.: Tendencias de la investiga- cibn en las ciencias sociaks, op. cit., págs. 330-331.

l 2 Ibld., pAg. 331.

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490 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

datos sociales. La diferencia estriba en que en otras ciencias los datos «no nos llegan en bruto, sino que nos llegan ya elaborados en un lenguaje figuradon que los hace inteligibles y accesiblesl3.

En la mayor parte de los casos, la traducción de las realidades sociales en términos matemáticos presenta dificultades que no tie- nen parangón en otras ciencias. La ley de la gravedad, por ejemplo, puede formularse en términos claros, que son susceptibles de medi- ción y verificación empírica. Sin embargo, la elaboración de un índi- ce de «alienación en el trabajo», o de desintegración social, no pue- de ser objeto de una traducción y una medida tan clara, ni puede ser contrastado de manera fácil mediante comprobaciones empíri- cas netamente especificadas.

El tema de la traducción matemática de la información socio- lógica es, sin embargo, un tema que empieza a ser contemplado últimamente con una nueva óptica por algunos científicos sociales. Así, Raymond Boudon ha manifestado su convicción en que las ((líneas de fuerza que presiden el desarrollo de una metodología matemática ... conducirán, necesariamente, a una extensión rápida de las aplicaciones de las matemáticas» a las ciencias humanas, con el consiguiente impacto en el desarrollo de la teoría sociológica~4. «Aunque es difícil hacer previsiones concretas, disciplina por dis- ciplina -afirmará Boudon- podemos decir que en los próximos años se va a asistir -salvo un cataclismo imprevisible- a un desa- rrollo considerable de la metodología matemática y que las cien- cias humanas van a exigir matemáticas cada vez más cornplejas~~5.

Para Boudon las grandes líneas de fuerza que estimularán este proceso son: en primer lugar, las investigaciones tecnológicas (desa- rrollo de las calculadoras electrónicas y desarrollo técnico de las propias matemáticas); en segundo lugar, el considerable desarrollo de la investigación empírica que cada vez permite disponer de una mayor cantidad de datos; en tercer lugar, lo que él califica como

l 3 Hans Zetterberg: Teorfa y verificucidn en Sociologfa, op. cit., pág. 19. 14 Raymond Boudon: modelos y mctodos matemáticos», e n R. Boudon et al.: Co-

rrientes de la investigacibn en las cirnciar sociales, vol. l , Tecnos-Unesco, Madrid, 1981, p6g. 81.

l u b f d . , pAg. 82.

«aumento de las necesidades exteriores» (mejora de los instrumen- tos de medida y previsión en Demografía, en Economía, en Socio- logía; así como necesidades crecientes en materias de sondeos y encuestas, etc.); en cuarto lugar, el desarrollo de técnicas y proce- dimientos específicos de investigación y recogida de datos (por ejem- plo, sondeos por panel, etc.), y finalmente, junto a todo lo anterior, se hará notar también el efecto de «factores institucionales» (desa- rrollo de la enseñanza de la metodología, de la estadística y de la matemática) y «factores sociales» (el interés creciente de los mate- máticos profesionales por «las aplicaciones de las matemáticas a las ciencias humanas»)l6.

No obstante, a pesar de las perspectivas que pueden entreverse para un futuro más o menos cercano, la verdad es que actualmen- te el trabajo sociológico se desarrolla generalmente sobre la base de las dos grandes perspectivas teóricas a que nos acabamos de refe- rir, cuando no lo hace sencillamente sobre la base de recopilacio- nes de hallazgos y formulación de hipótesis, como eventual traba- jo analítico preparatorio para el desarrollo de ulteriores formulaciones teóricas más homologables a las de otras ciencias.

A tales efectos resultan útiles las indicaciones formuladas por Galtung, que señala una serie de criterios y dimensiones que deben reunir las teorías (generalidad, amplitud, evaluación de las hipóte- sis, formalización, axiomatización, relación con otras teorías, pre- dicibilidad, comunicabilidad, reproducibilidad y fecundidad)l7. Estas indicaciones constituyen un interesante prontuario de exigencias para el investigador social de cara a alcanzar el verdadero sentido del trabajo científico-teórico. Pero, hoy por hoy, la verdad es que la mayor parte del quehacer práctico de los sociólogos se produce bajo imperativos mucho más relativos, modestos e inmediatos.

En realidad, de todas las investigaciones empíricas que realizan los sociólogos en nuestros días sólo una pequeñísima parte tiene una dimensión teorética verdaderamente significativa en el sentido que aquí estamos señalando. Lo cual permite explicar que la mayo-

l h Ibíd., pág. 81. l 7 Johan Galtuny: Teorfu y mtitodos de la investigación social. Eudeba, Buenos Aires,

1966, tomo 11, p6gs. 546 y SS.

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492 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

ría de las investigaciones sociológicas no hayan permitido hasta la fecha establecer otra cosa que una serie de generalizaciones, que pueden ser clasificadas de acuerdo a tipologías como la siguiente: ((11) Asociaciones empíricas, o correlaciones de distintos grados de variación limitada entre algunos fenómenos)) (como, por ejemplo, sobre la comisión de más delitos en las ciudades que en el campo, sobre la mayor inestabilidad de la familia urbana que la rural, etc.); 11) «Generalizaciones en las que se formulan las distintas condi- ciones bajo las que surgen determinadas instituciones o formas sociales» (por ejemplo, el estudio de las condiciones para el desa- rrollo del capitalismo que realizó Max Weber); 111) ((Generalizacio- nes sobre la existencia de una asociación de los cambios que se pro- ducen en determinadas instituciones con los que acontecen en otras instituciones» (por ejemplo, las relaciones entre los cambios políti- cos, sociales y culturales, con los cambios en los sistemas de estra- tificación social); IV) «Generalizaciones sobre la recurrencia de determinados ritmos o fases de varias clases» (por ejemplo, sobre las «etapas» del desarrollo económico); V) ((Generalizaciones sobre las principales tendencias sobre la evolución de la humanidad en su conjunto» (como, por ejemplo, la ley de los tres estadios de Com- te, la teoría marxista sobre la evolución hacia una sociedad sin cla- ses, etc.), y, finalmente, VI) «Las Leyes que establecen las aplica- ciones sobre las asunciones referidas al comportamiento humano», pero en las que se acaba dejando para ulterior investigación «el pro- blema de en qué grado las asunciones se corresponden con los hechos, y en qué medida las desviaciones pueden ser explicadas en relación con factores perturbadores~l8.

A nadie se le puede ocultar que este tipo de generalizaciones presentan unos niveles bastante distintos de complejidad analítica y ofrecen unas posibilidades de predicción muy diversas entre sí. De igual manera constituyen el resultado de informaciones empíri- cas de diferente valor, obtenidas, a su vez, por métodos también dis- tintos. Todo lo cual, en suma, no hace sino reflejar las dificultades que existen en Sociología, y en las ciencias sociales en general, para progresar en el trabajo teórico.

' W o r r i s Ginsberg: Essays In Saclo1og.v und Social Philosophy. Penguin, Har- mondsworth, 1968, pags. 46-47,

Finalmente no quisiéramos dar por concluido este epígrafe sin hacer referencia a la manera en que el trabajo teórico y el trabajo empírico se conectan mutuamente entre sí, no solamente desde la perspectiva más general de la lógica de la investigación científica, sino también -desde un punto de vista más inmediato, práctico y elemental- sobre la manera en que ambos aspectos -el teórico entendido en un sentido laxo y el empírico-, han de concebirse como dos caras de una misma moneda, es decir, como dos aspec- tos de un mismo proceso teórico-práctico de investigación, que se complementan mutuamente, constituyendo una «guía» válida para orientar al sociólogo en su quehacer cotidiano.

La influencia mutua entre teoría e investigación empírica y la forma en que una y otra pueden contribuir al desarrollo del proce- so de investigación en su conjunto ha sido puesta de relieve por la mayoría de los expertos. «La clase de relación de teoría e investi- gación -se dirá- es de contribuciones mutuas. La teoría puede apuntar hacia áreas en que la investigación promete ser fructífera, puede resumir los resultados de un número de estudios determi- nados y puede proporcionar la base para la explicación y la pre- dicción. Los resultados de la investigación, por otro lado, pueden aclarar conceptos teóricos y pueden sugerir formulaciones teóricas nuevas o extender su área en las antiguas)), «La investigación esti- mulada por consideraciones teóricas puede hacer surgir nuevos as- pectos teóricos que, a su vez, llevan a posterior investigación y así indefinidamente» 19.

De igual manera, el papel de la teoría en este proceso concu- rrente es justificado en tanto en cuanto que la teoría «define las cla- ses de datos que se han de obtener», «presenta un esquema de con- ceptos por medio del que se sistematizan, clasifican y relacionan entre sí los fenómenos pertinentes)), «resume los hechos en: a) una generalización empírica, y b) sistemas de generalización», «predi- ce hechos» y «señala claros que hay en nuestro conocimiento)). Recí- procamente el papel de los hechos empíricos está en que «ayudan a iniciar teorías», «llevan a la reformulación de la teoría existente»,

l 9 C. Selltiz, M. Jahoda, M. Deutsch y S . W. Cook: Métodos de investigación en las relaciones sociales. Rialp, Madrid, 1965, pág. 55 1.

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«son causa de rechazo de teorías que no casan con los hechos», ((cambian el foco de orientación de la teoría», «aclaran y redefinen la teoría», e t~ .~O.

En definitiva, podemos decir como conclusión que el proceso de investigación sociológica debe conjugar adecuadamente las dimen- siones teóricas y empíricas propias de la lógica científica. El pro- ceso de investigación se ha de iniciar mediante la formulación de hipótesis, es decir, estableciendo en forma de ley o principio algún tipo de relaciones causales entre fenómenos y procesos sociales. Las hipótesis pueden surgir o bien de la observación directa de los hechos, o bien de regularidades contrastadas, o de hallazgos con- cretos obtenidos por diversas fuentes de información, o bien pue- den deducirse de forma lógica a partir de alguna ley o principio sociológico ya verificado, o de alguna teoría general, o por cual- quier otro procedimiento. Pero lo importante es que las hipótesis sean claras y específicas y que puedan ser objeto de verificación empírica. Popper ya nos advirtió sobre esta dimensión de las hipó- tesis, al señalar que la hipótesis «lloverá o no lloverá mañana» no cs específica, pero sí lo es si se formula en términos concretos tales como «lloverá aquí mañana». De igual manera las hipótesis serán tanto más valiosas cuanto más contenido teórico tengan, y cuanto mSs nos ayuden a prever y predecir hechos futuros.

De acuerdo con la lógica de la investigación científica, el paso siguiente en el proceso de estudio sociológico, consistirá en la verifica- ción de la hipótesis, o conjunto de hipótesis interconectadas en una teoría explicativa. Para ello es necesario definir primero con preci- sión y claridad todas sus partes o componentes en una forma que sea susceptible de verificación, mediante el sometimiento corres- pondiente a las pruebas de falsación. El paso final consistirá en la aplicación de las técnicas de investigación que permitan compro- bar si los hechos casan con las hipótesis. Esta comprobación habrá de realizarse de tal forma que se prevean y se controlen otras posi- bles influencias en los fenómenos estudiados y que resulte posible la repetición de la comprobación en las mismas condiciones, obte-

Williarn J . Goode y Paul K . Hatt: Metodos de investigacidn .social, op. cit., pdgs. 17 y SS.

niendo los mismos resultados, de acuerdo a unos determinados már- genes de probabilidad. Finalmente, si la hipótesis es verificada y ratificada por los hechos, podemos decir que se ha llegado a for- mular un principio o ley sociológica que será considerada válida y aplicable si demuestra alguna utilidad práctica, y hasta que el pro- greso de la investigación sociológica y la propia dinámica de los hechos sociales den lugar a una nueva ley o principio que supere y perfeccione el anterior.

En el plano concreto, lógicamente, el proceso de investigación social es mucho más complejo y presenta más especificidades, sobre todo en la fase de vevificación, en función de las distintas -y aun limitadas- técnicas de investigación disponibles. La experiencia práctica demuestra, sin embargo, que las limitaciones técnicas no han impedido que un buen número de sociólogos hayan podido rea- lizar investigaciones muy fructíferas utilizando procedimientos ana- líticos muy diversos, que van, por ejemplo, desde los estudios sobre las relaciones causales entre el calvinismo y el capitalismo de Max Weber, basado en informaciones y explicaciones históricas, o los estudios de Durkheim sobre el suicidio basado en series estadísti- cas y sus análisis tipológicos, hasta las recientes investigaciones sobre la anomia, la alienación en el trabajo, o el comportamiento electoral, basadas en datos de encuestas y otras informaciones empí- ricas sobre comportamientos y actitudes. El hilo conductor común a todos estos estudios es el criterio de intentar conjugar las dos dimensiones básicas e imprescindibles de la investigación científi- ca: la teórica y la empírica.

En el capítulo diez hemos tenido ocasión de examinar las tesis de Kuhn sobre la manera en que se establecen los paradigmas cien- tíficos en las «ciencias maduras», y sobre la forma en que éstos son reemplazados por nuevos paradigmas de acuerdo con la lógica de las revoluciones científicas.

Las tesis de Kuhn, aunque reflejan bastante bien la manera en que funcionan en la práctica algunas ciencias, plantean sin embar- go la cuestión de hasta qué punto este modelo explicativo puede ser aplicado al conjunto de las disciplinas científicas. En el caso de la

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Sociología parecen existir pocas dudas sobre su caracterización actual como una disciplina teóricamente plural.

El mismo Kuhn, en el prefacio a su obra La estructura de las revoluciones científicas, relata la manera en que la experiencia de «pasar un año en una comunidad compuesta, principalmente, de científicos sociales, hizo que me enfrentara a problemas imprevis- tos sobre las diferencias entre tales comunidades y las de los cien- tíficos naturales entre quienes había recibido mi preparación. Prin- cipalmente -dirá Kuhn- me asombré ante el número y el alcance de los desacuerdos patentes entre los científicos sociales, sobre la naturaleza de problemas y métodos científicos aceptados. Tanto la historia como mis conocimientos me hicieron dudar de que quie- nes practicaban las ciencias naturales poseyeran respuestas más fir- mes o permanentes para esas preguntas que sus colegas en ciencias sociales. Sin embargo, hasta cierto punto la práctica de la astrono- mia, de la física, de la química o de la biología no evoca, normal- mente, las controversias sobre fundamentos que, en la actualidad, parecen a menudo endémicas, por ejemplo, entre los psicólogos o los s0ci6logos»~~.

Aquí no vamos a abrir de nuevo el debate sobre la validez gene- ral de enfoques como los de Kuhn, sobre los ~paradigmas científi- c o s ~ , pero sí nos interesa plantear, aunque sólo sea brevemente, en quC medida estos enfoques se adecuan o se aproximan más a lo que puede ser el marco real en que se desarrolla la actividad científica concreta de los sociólogos.

La translación de estos debates al campo de la Sociología cho- ca de entrada con el gran handicap de que en esta disciplina no se ha producido hasta la fecha una única línea de desenvolvimiento teórico-empírico predominante, de forma que, como ya señalába- mos al principio, uno de los principales rasgos que caracterizan a la Sociología actual es el del «pluralismo teórico», o si queremos decirlo de otra manera, el de su carácter «poliparadigmático».

Si partimos, pues, del hecho de que la Sociología no posee actual- mente un paradigma común y compartido, la cuestión estribara

21 Thomas S. Khun: La estructura de las revoluciones cientfficas. F.C.E., Mbxico, 1971, pAg. 13.

entonces en determinar si tal situación puede equipararse a la de aquellas fases de evolución de otras ciencias en las que varios para- digma~ se enfrentaban y pugnaban por hacerse hegemónicos, o más bien, si lo que ocurre es que un componente de pluralidad teórica forma parte de la misma lógica interna del quehacer sociológico. Por lo tanto, lo que parece pertinente en nuestro caso será plante- ar hasta qué punto las interpretaciones de Kuhn pueden aplicarse correctamente en disciplinas como la Sociología en su totalidad, o solamente en algunos aspectos.

Así, por ejemplo, Friedrichs ha señalado cómo el análisis de Kuhn adolece de una cierta «miopía intelectual» y de una carencia de «un nivel paradigmático adicional». Su miopía se debe a su posición como observador situado en el mundo de las ciencias naturales y consiste -dirá Friedrichs- en no tomar en cuenta «la paradoja fundamental que diferencia la lógica de las ciencias sociales de la de las físicas naturales. Con el creciente percatamiento de que toda actividad conceptual específica y empírica dentro de una ciencia depende, en última instancia, de una Gestalt "dada" más general, las comunidades científicas -dirá- pueden llegar a aceptar que un pluralismo básico es el estilo de vida apropiado para el espíritu cien- tífico, de la misma manera que la gran masa de la población de Occidente ha llegado a aceptar el pluralismo en la vida cívica y reli- giosa como respuesta apropiada frente a la conciencia de la natu- raleza repetitiva de las revoluciones en la historia cívica. Contamos ya -afirmará Friedrichs- con algunas evidencias (aunque magras todavía) de que esto ha empezado a ocurrir en el campo de las cien- cias naturales. Empero, es en el campo de las ciencias sociales don- de sería dable esperar que el tema del pluralismo sea el primero en aparecer en escenad2.

El segundo problema o carencia de la teoría de Kuhn -según Friedrichs- es que sólo presta atención a «la imagen que los cien- tíficos tienen de su objeto de estudio». «Una ciencia social -dirá- quizás deba enfrentar una dimensión paradigmática más impor- tante, si se propone aprehender o extrapolar cambios radicales en

2 2 Robert Friedrichs: Socioiogla de la Sociologia. Arnorrortu, Buenos Aires, 1977, pAg. 325.

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aquélla, al considerar el nivel correspondiente a la imagen básica que el científico social tiene de sí mismo como agente científico. La razón por la cual esto puede ser necesario es muy sencilla. Hay entre los científicos sociales y su objeto de estudio una interacción mucho más íntima que la que existe entre los científicos que se ocupan de los fenómenos biológicos y físicos. Y mientras los átomos y las célu- las no reciben ninguna influencia significativa de la imagen que los físicos y los biólogos tienen de sí mismos como científicos, los fenó- menos sociales pueden ser condicionados de manera inmediata y profunda por la imagen que el científico social ha interiorizado con respecto a la naturaleza de su actividad. En otras palabras los para- digma~ que dictan a un sociólogo la concepción de su objeto de estudio pueden ser a su vez un reflejo o una función de una ima- gen más fundamental: el paradigma en cuyos términos el sociólo- go se ve a sí Lo que, según el propio análisis de Frie- drichs, en la práctica da lugar también a un pluralismo a nivel de autoimagen.

La conformación plural de la Sociología en realidad hunde sus raíces en los mismos orígenes de su existencia como disciplina dife- renciada. Como ya hemos visto, sus inicios corrieron paralelos a un esfuerzo singular por justificar y legitimar el nuevo campo del saber por medio de la construcción de complejos «sistemas» teóricos, en un cierto intento, consciente o inconsciente, de ofrecer una imagen aparente de similitud con otras ciencias.

Por ello el siglo XIX ha sido calificado a veces como «el siglo de los sistemas sociológicos~. «Una irreverencia trivial -apunta- rá Merton- nos tentaría a sacar la conclusión de que, en este tem- prano período, había tantos sistemas sociológicos como sociólo- gos. Pero, por supuesto, no era así. La misma multiplicidad de sistemas, cada uno de los cuales pretendía ser la Sociología genui- na, llevó de modo bastante natural a la formación de escuelas, con sus maestros, sus discípulos y sus epígonos. La Sociología no s610 se diferenció de otras disciplinas, sino que también se diferencid internamente. Pero no para dar origen a especializaciones, sino en forma de pretensiones rivales a la legitimidad intelectual, pre-

tensiones que -era típico sostener- eran mutuamente excluyen- tes e incompatibles»24.

Con el transcurso del tiempo se han ido decantado -y desta- cando- algunos enfoques sociológicos fundamentales, pero sin embargo el desarrollo de la Sociología y la formación de los soció- logos continúan produciéndose en el contexto de una clara imagen de pluralismo.

El estudio de Lodahl y Gordon sobre las opiniones de 1.161 científicos (físicos, químicos, biólogos, economistas, psicólogos, poli- tólogos y sociólogos), que contestaron a un cuestionario enviado a 80 departamentos universitarios en Estados Unidos, demostró que la Sociología era considerada por todos los grupos científicos refe- ridos, incluidos los propios sociólogos, como una de las disciplinas -junto a la Ciencia Política- que menos se aproximaba al ideal de desarrollo paradigmático de la ciencia, lo que, a su vez, aparecía significativamente relacionado con percepciones más críticas sobre la enseñanza y la investigación en las disciplinas con un menor nivel de desarrollo paradigmático25.

Esta situación refleja no sólo el grado real de pluralismo teóri- co que continúa persistiendo en el funcionamiento práctico de la Sociología, sino que responde también a la vocación de muchos sociólogos por defender y presentar tal pluralismo como una de las características fundamentales de esta disciplina. Ésta es la opinión, por ejemplo, de BIau, cuando subraya que «la diversidad y plurali- dad de enfoques tiende a ser una de las principales fuentes para el desarrollo del conocimiento sistemáticon26, y de Merton cuando insiste en reivindicar el pluralismo como «el estado cognoscitivo más apropiado para la Sociología a largo plazo. Por la sencilla razón -dirá- de que ninguna orientación teórica con pretensión de abar-

24 Robert K. Merton: «Conflicto social por los estilos de la labor sociológica», en R. K. Merton: La Sociología de la ciencia, op. cit., tomo 1, pág. 98.

25 Janice B. Lodahl y Gerald Gordon: «The structure of scientific fields and the functioning of University Graduate Departments~, Arnerican Sociological Review, 1972, vol. 38, págs. 57-72.

26 Peter M. Blau: uDivrrue vicws oí' social structure and their Common Denomi- nator)), en P. M . Blau y R, K, Mcrtoii (cds.): Continuities in structural inquivy. Sage Publicaiions, Londres, 1981, plg, l .

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carlo todo y mantenerlo todo firmemente unido, ha demostrado ser capaz de identificar y de enfrentarse con la gran cantidad de pro- blemas que requieren ser investigados con detalle. Parece que lo que ocurre, más bien -dirá- es que las diversas orientaciones teó- ricas resultan eficaces en variado grado para enfrentarse con dis- tintos tipos y aspectos, de los problemas sociales~27.

En tal sentido es en el que muchos teóricos sociales consideran que el pluralismo teórico de la Sociología no debe interpretarse como un indicador de sub-desarrollo científico, sino como un ras- go adecuado que se deriva de la singularidad de su propio objeto dc estudio, que, por lo tanto, puede ser abordado en mejores con- diciones a partir de enfoques plurales.

En la medida, pues, en que las diferencias de perspectivas con- ducen a prestar mayor atención a una pluralidad de cuestiones y en la medida. también, en que la diversidad de enfoques lleva a con- siderar más o menos prevalentemente distintos aspectos de la mis- mu rcalidad, el resultado final es que la diversidad de las teorías sociolOgicas «frecuentemente resultan complementarias más que contrudictorias~28.

El prcdicamento de este tipo de interpretaciones entre los sociólo- gas queda reflejado por la práctica bastante generalizada entre los profesores de Sociología de no organizar la enseñanza de su disci- plina en el marco de enfoques paradigmáticos cerrados, sino más bien a partir de esquemas de instrucción en los que se considera que el estudiante debe conocer con cierto detalle las principales corrientes e interpretaciones teóricas que se han producido a lo lar- go de la historia de la Sociología. Es decir, el estudiante debe tener una formación amplia, que le permita estar informado sobre los diferentes enfoques y opiniones, para poder valorar y considerar las distintas facetas de las cuestiones abordadas y fraguarse, así, sus propios criterios.

Como dirá Nisbet, «éste es el rasgo que diferencia a la Sociolo- gfa de algunas ciencias físico-naturales. Lo que el físico joven pue-

27 Robert K. Merton: ~Rernarks on theorethical pluralisrn», en P. M. BIau y R. K. Mcrton (eds.): Continuities in strirctural inquiry, o p . cit., piíg. l.

2H Ibld., p6g. IV.

de aprender, aun de un Newton, tiene un límite. Una vez entendi- dos los puntos fundamentales de los Principia, es poco probable que su relectura le ofrezca, como físico, mucho más. ¡Cuán diferente es la relación de un sociólogo con un Simmel o un Durkheim! La lec- tura directa será siempre provechosa, siempre dará como resulta- do la adquisición de una información fecunda, capaz de ensanchar los horizontes del lector. Proceso semejante al del artista contem- poráneo que se enfrasca en el estudio de la arquitectura medieval, el soneto isabelino o las pinturas de Matisse. Tal es la esencia de la historia del arte y la razón de que la historia de la Sociología sea tan diferente de la historia de la ciencia~29.

Sin embargo la peculiar característica de considerar la historia de la Sociología casi en un mismo plano de significatividad -el fenó- meno de la .actualidad viva» de los clásicos al que nos referimos al principio de este libro- puede llegar a tener unos efectos desorien- tadores entre los estudiantes de Sociología, especialmente cuando la historia no se acota ni se pondera adecuadamente en su pers- pectiva temporal. Una indiferenciación excesiva puede dar lugar así a un problema práctico, ya que ni es factible enseñar la Sociología en lo que tiene de común a partir del conocimiento preciso de todos los antecedentes que es posible identificar en el pensamiento social, ni su historia es un proceso plano, sin avances ni desarrollos30.

Para el estudiante de Sociología, pues, lo fundamental es ser ade- cuadamente instruido en el conocimiento de los principales enfo- ques teóricos operantes en el quehacer sociológico, en la manera precisa en que esto se realiza en la actualidad. Lo que nos lleva a plantear la pregunta de cuáles son los límites y la extensión del plu- ralismo sociológico actual.

29 Robert Nisbet: La formación del pensamiento sociológico. Amorrortu, Buenos Ai- res, 1969, pág. 36.

30 Sobre la discusión en torno al papel que actualmente juegan los clásicos de la Sociología y sobre la extensión con la que debe entenderse el propio ámbito de los clá- sicos, vid. Charles Camic: «On the methodology of the History of Sociology», American Journal of Sociology, 198 1 , vol., 86, págs. 1 139-1 144, así como el artículo de Robert Alun Jones, «On understanding a Sociological Ciassicn, American Journal of Sociology, 1977, vol. 82, págs. 279-319, y Buford Rhca (ed.): The fufure o f sociological classics. George Allen & Unwin, Londres, 1981.

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LA EXPLICACIÓN SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

En principio el pluralismo sociológico no tiene más límites que los que impone el desarrollo del quehacer práctico de la sociología y su traducción en la literatura pertinente. Por esta razón hay quie- nes, como por ejemplo Wallace, identifican once enfoques diferen- tes en la teoría sociológica contemporánea31, o como Ken Menzies, que en su amplia investigación empírica ya referida en el capítulo nueve, inventarió 18 enfoques fundamentales.

A su vez, en el otro extremo de estas interpretaciones plurales, no faltan quienes consideran que solamente existen dos bloques paradigmáticos: la Sociología del consenso, que se identifica con el enfoque funcionalista y la sociología del conflicto, que se identifi- ca básicamente con el marxismo.

Estas dos visiones reflejan, al menos potencialmente, orienta- ciones claramente distintas ante las posibilidades de un futuro desa- rrollo paradigmático de la Sociología. Desde la perspectiva de los que contemplan un panorama de gran diversidad teórica es evidente que resulta imposible, o muy difícil, prever a corto plazo un desa- i.rollo monoparadigmático de la Sociología. Por el contrario, desde las 6pticas que reducen el panorama sociológico solamente a dos o tres enfoques antagónicos y enfrentados, la posibilidad de una evo- Ii~ción de la Sociología en la perspectiva apuntada por Kuhn resul- ta más verosímil, especialmente en la medida en que de la con- frontación actual pueda salir vencedor uno de estos paradigmas, o en la medida en que de tal enfrentamiento surjan nuevos enfoques con capacidad suficiente como para afirmarse hegemónicamente.

No obstante, hay quienes contemplan el pluralismo teórico de la Sociología actual solamente como un aspecto secundario de una situación en la que es posible identificar otros elementos de iden- tidad más importantes, como son los metodológicos. Ésta es la inter- pretación que apuntan Bourdieu, Chamboredon y Passeron, cuan- do afirman que el problema de la «filiación de una investigación sociológica a una teoría particular acerca de lo social, la de Marx, la de Weber, o la de Durkheim, por ejemplo, es siempre secundario respecto del problema de la pertenencia de esta investigación a la

ciencia sociológica: el único criterio de esta pertenencia reside, en realidad -dirán-, en la aplicación de los principios fundamenta- les de la teoría del conocimiento sociológico que, en tanto tal, de ningún modo separa a autores a los que todo aleja en el plano de la teoría del sistema social. Aunque la mayoría de los autores han llegado a confundir su teoría particular del sistema social con la teoría del conocimiento de lo social que abrazaban, por lo menos implícitamente en su práctica sociológica, el proyecto epistemoló- gico puede permitirse esa distinción preliminar para vincular auto- res cuyas oposiciones doctrinarias ocultan el acuerdo epistemoló- gicon32.

Igualmente, hay quienes consideran que la discusión mono-para- digma versus multi-paradigma desconoce los distintos niveles a los que el mismo Kuhn sitúa el tema de los paradigmas, así como los distintos cortes, a partir de los que es posible analizar la realidad social. Así, por ejemplo, George Ritzer ha reivindicado la primera interpretación de Kuhn del concepto de paradigma como «matriz disciplinal~33, para proclamar la existencia de un paradigma socio- lógico meta teór i~o~~.

«Mantengo -dirá Ritzer- que hay cuatro niveles fundamenta- les de la realidad social que están formados por la intersección de dos continuos sociológicos básicos: el objetivo (real materia1)lsub-

32 P. Bordieu, J. C. Chamboredon y J. C. Passeron: El oficio de socióbgo. Siglo XXI, Madrid, 1976, pág. 16.

33 Kuhn diferencia dos formas de considerar el concepto de paradigma: o bien como «matriz disciplinar3 («elementos ordenados de varios tipos, cada uno de los cua- les requiere una especificación posterior que forman parte de la matriz común de los participantes en una comunidad científica.; las matrices disciplínales están formadas -dirá Kuhn- por las «generalizaciones simbólicas», las ((partes metafísicas del para- digma., es decir, los acuerdos de los científicos sobre una serie de ((creencias en mode- los particulares» que ((proporcionan al grupo las analogías y metáforas preferidas o permisibles)), y los valores compartidos sobre las características y condiciones del hacer científico, tales como el valor de la exactitud, la simplicidad, la plausibilidad, etc.). El segundo sentido fundamental del concepto de paradigma entiende éste como «ejem- plares (o ejemplos compartidos) de lo realizado en el pasado» (teorías y métodos y reglas para resolver los problemas propios del quehacer científico). (T. S. Kuhn: La estructura de las revoluciones científicas, op. cit., Post-data de 1969, págs. 268 y SS.).

34 George Ritzer: ((Paradigm analysis in Sociology: clarifying the issues)), American Sociological Review, abril 1981, vol. 46, n." 2, pág. 245.

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504 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

jetivo (existente en el reino de las ideas); y el macroscópico (gran escala)/microscópico (pequeña escala) ... Esta conceptualización de los cuatro principales niveles de la realidad social -dirá Ritzer- no sólo nos ayuda a comprender los paradigmas existentes, sino que también perfila la necesidad de un nuevo y más integrado para- digma sociológico. El paradigma de los hechos sociales (social facts) se ocupa de los niveles macro-objetivo y macro-subjetivo. El para- digma de la definición social (social definition) se ocupa de lo micro- subjetivo, así como de parte del mundo de lo micro-objetivo que se relaciona con los procesos mentales (acción). El paradigma con- ductista (social behavior) se ocupa de aquella parte del mundo mi- cro-objetivo que no implica procesos conscientes (conducta). Estos paradigmas -concluirá Ritzer- constituyen un corte horizontal de la realidad social, mientras que el paradigma integrado establece un corte vertical»35 (vid. gráfico 1).

Hechos sociales

La propuesta de Ritzer constituye una aportación sugerente, aun- que se pueden plantear algunos interrogantes sobre su verdadero alcance. Estos interrogantes tienen que ver en primer lugar con la verdadera «capacidad» de su esquema para recoger toda la com- plejidad teórica de la Sociología actual, y toda la diversidad de sus campos de estudio. Es decir, no todo el pluralismo de la Sociología

verdaderamente existente está recogido en su esquema. Pero, a su vez, junto a esta objeción, habría que preguntarse también hasta qué punto lo que hace Ritzer con su intento de ofrecer una imagen paradigmática integrada de la Sociología no es realmente otra cosa que proporcionar la simple descripción de un campus profesional común, en el que se anotan, uno tras otro, los principales enfoques teóricos que operan en la práctica sociológica, con su diferente aten- ción a los distintos planos de la realidad (lo macro, lo micro, lo objetivo y lo subjetivo).

La pregunta central que queda en el aire, de esta manera, es si la inexistencia de un coy?us teórico integrado y único debe consi- derarse como un rasgo coyuntural o temporal de la Sociología, o más bien como un componente constitutivo de su forma de ser, que suscita dudas sobre su verdadera cientificidad.

No han faltado, incluso, los que han sugerido, como Salvador Giner, que el problema que plantea la coexistencia de ala cienti- ficidad de la Sociología con sus considerables variedades teóri- cas», quizás se pueda solucionar «si partimos de la aceptación de que la ciencia social posee un doble enraizamiento en las dos esfe- ras del conocimiento humano: la racional y la afectiva. La pri- mera -dirá Giner- hace posible la ciencia, la cuantificación y el tratamiento lógico y objetivo de la experiencia, mientras que la segunda nos proporciona un saber vivencia1 y credencial sobre esa misma experiencia, que se materializa en formas estéticas y mora- les ... Aceptar la dualidad de la naturaleza humana conlleva recono- cer que la Sociología tiene que ser necesariamente una disciplina pluralista. El pluralismo significa que la Sociología, todo y con haber conseguido acumular conocimientos científicos y avanzar el saber racional sobre el propio campo, no puede sino expresar- se en forma de una serie de teorías que, a menudo, pretenden explicar la misma zona de realidad de modos hipotéticos y diver- g e n t e s ~ ~ ~ .

En suma, pues, el pluralismo teórico de la Sociología puede ser explicado y justificado, de diversas maneras y en función de

36 Salvador Giner: El progreso de la conciencia sociológica. Península, Barcelona, 1974, pAgs. 18-20.

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506 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

distintas metodologías y consideraciones sustantivas que tienen que ver con algunos rasgos característicos importantes de la Socio- logía37. Por ello, lo que habría que hacer para dar por zanjado este debate, quizás, no es tanto debatir el tema de la caracteri- zación multiparadigmática de la Sociología38, sino, como apunta Urry, cuestionarse la misma pertinencia de discutir su cientifici- dad precisamente en los estrictos términos formulados por Tho- mas K ~ h n ~ ~ .

37 Christopher G. A. Bryant: «Kuhn, paradigms and Sociology~, The British Jour- nal of Socioiogy, 1975, vol. XXVI, págs. 354 y 359.

Un resumen de la discusión sobre este tema puede verse en Manuel Garcfa Fe- rrando: «La Sociología. ¿Una ciencia multiparadigmática?», en José Jiménez Blanco y Carlos Moya (eds.): Teorfa socioldgica contemporánea, op. cit., p8gs. 445-464.

39 John Urry: uThomas S. Kuhn as sociologist of Knowledgea, The British Journal of'Sociolog,y, 1973, vol. XXIV, pAgri. 462-473.

EJERCICIOS Y T ~ P I C O S PARA LA REFLEXI~N

1) ¿Cuáles son las características básicas y la finalidad de la ciencia?

2) ¿Por qué las experiencias sobre caídas de graves realizadas por Juan Filipón mil años antes de Galileo, resultaron a la larga irrelevantes?

3) ¿Qué es lo que validó a la larga el carácter científico de la Sociología? Justificar la respuesta.

4) ¿De qué manera deben entenderse los hechos sociales? Hacer un esquema con los diferentes postulados implícitos en una concepción dialéctica sobre los hechos sociales.

5) {Qué dificultades tiene actualmente la Sociología para lograr un acople entre la dimensión teórica y la empírica?

6) ¿Por qué los padres fundadores y las primeras generaciones de sociólogos pusieron tanto énfasis en las construcciones teóricas?

7) ¿Quiénes sostienen actualmente la necesidad de trabajar en la construcción de una «gran teoría» sociológica? ¿Cómo y por qué se justifica esta propuesta? ¿Qué se entiende por «gran teoría».

8) ¿En qué consisten las ateorías de alcance medio» que pos- tula Merton? ¿En qué se basa su defensa de este tipo de teo- rías? ¿Cuáles son sus ventajas?

9) {Con qué se suele identificar a veces el concepto de teoría en la práctica sociológica, según Lazarsfeld? Señalar las dife- rencias.

10) ¿Qué problemas de traducción matemática existen actual- mente en la Sociología?

11) ¿Qué grandes líneas de fuerza pueden estimular el desarro- llo de la metodología matemática en las ciencias sociales según Boudon?

12) iQuC características y dimensiones deben reunir las teorías segdn Gal tung?

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508 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA S O C I O L O G ~

13) ¿A qué tipo de resultados teóricos, o a que clase de generaliza- ciones, se ha podido llegar hasta ahora en la Sociología? Hacer un esquema y poner ejemplos. .

14) ¿De qué manera la teoría y la investigación empírica se influ- yen y se estimulan mutuamente entre sí en el quehacer socio- lógico? Hacer una lista de las influencias y del papel que cada una tiene en el proceso investigador.

15) ¿Por qué no existe actualmente en la Sociología un único paradigma teórico?

16) ¿Son aplicables las concepciones de Kuhn sobre los paradig- mas científicos a la Sociología? ¿Qué críticas ha formulado Friedrichs a los análisis de Kuhn? Valorar unas y otras inter- pretaciones.

17) Según las opiniones de los científicos, ¿cuáles son las discipli- nas que menos se aproximan al ideal de desarrollo mono- paradigmático?

18) ¿Con qué argumentos se ha explicado y defendido el plura- lismo teórico de la Sociología?

19) ¿Por qué razones se justifica la conveniencia de que los estu- diantes de Sociología conozcan el pensamiento de los ~ c l á - sicos»?

20) ¿Cuántas teorías diferentes pueden identificarse en la Sociolo- gía actual? {Qué consecuencias e implicaciones tienen las diferentes percepciones sobre el diverso grado de pluralis- mo existente en la Sociología?

21) Resumir y valorar la propuesta de Ritzer sobre la posible existencia de un paradigma sociológico metateórico. {Qué críticas se pueden formular a su propuesta?

CAPÍTULO 13

LA SOCIOLOGÍA Y LOS VALORES

22) {Es pertinente discutir la cientificidad de la Sociología en los estrictos términos de la concepción sobre los paradig- mas científicos formulada por Thomas Kuhn? ¿Por qué?

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Para completar la visión que estamos trazando sobre la Socio- logía como ciencia, nos resta considerar aquí la controvertida cues- tión de la relación entre la Sociología y los valores.

Como ya vimos, uno de los requisitos previos para el surgimiento de la Sociología fue la disposición a considerar los fenómenos socia- les al margen de cualquier referente moral o religioso. De la mis- ma manera que la Ciencia Política surgió cuando Maquiavelo se planteó la política en el terreno específico de lo que es y no en el de lo que debería ser -dando así lugar a la formalización de una rama del saber autónoma de la religión y de la moral-, de igual manera la Sociología surgió a partir de la disposición a estudiar los fenómenos sociales tales como son -como «cosas», decía Durk- heim- y no como el sociólogo considera que deberían ser.

El proceso de surgimiento de la Sociología tuvo lugar bajo el imperativo de la diferenciación de los ámbitos de lo que es y de lo que debe ser, tanto desde la perspectiva de la separación de sabe- res que se produjo por la vía de especialización ya referida (de lo moral-religioso-político-económico-sociológico), como desde la pers- pectiva más general de la lógica del análisis empírico de lo dado, en cuanto que este tipo de análisis forma parte de los supuestos metodológicos generales de una forma de conocimiento que recha- za los prejuicios, la tradición, el principio de autoridad, o cualquier referente de creencias o valoraciones como base de un conocimiento científico.

Pero el estudioso de los hechos sociales-humanos es también un ser humano que tiene sus propias ideas y valores y al que le resul- ta imposible enfrentarse con realidades próximas con una total frial- dad y distanciamiento. Por esta razón, en este capítulo vamos a ana-

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lizar, en primer lugar, la manera en que en la Sociología se ha resuel- to metodológicamente la cuestión de la relación con los valores y, en segundo lugar, la forma en que puede entenderse actualmente el «compromiso» de los sociólogos.

1 . I<I, DEBATE SOBRE LA SOCIOLOGIA COMO CIENCIA LIBRE DE VALORES

A partir de los criterios metodológicos generales y del marco de intenciones en que se situó el surgimiento de la Sociología, parece 16gico pensar que desde sus mismos inicios debería haber resuelto el tema de su relación con el mundo de los valores, precisamente delimitando dos planos perfectamente diferenciados: el plano de los hcchos objetivos y el plano de las opiniones o los criterios. La lógi- cu dc la diferenciación de la Sociología como saber autónomo y la misma lógica del método científico así parecían requerirlo.

Sin embargo, la verdad es que el debate sobre la Sociología y los valores ha sido una de las cuestiones más controvertidas en toda la historia de esta disciplina. Desde el propio Comte, la Sociología ha arrastrado la influencia de un doble y contradictorio proceso de referencias: la pretensión de escrupulosa imparcialidad científica (con un total respeto por los métodos objetivos de conocimiento), y la vocación de reconstrucción, recomposición, reordenación, con- solidación, alteración, etc., del orden social (con sus implicaciones latentes o expresas relacionadas con los diversos proyectos perso- nales o grupales a ellos asociados).

A esta altura de nuestra exposición resulta casi ocioso recordar que el conocimiento científico exige una inequívoca disposición a la objetividad y que no hay conocimiento científico posible cuando el investigador se deja llevar por sus prejuicios, inclinaciones y sim- patías a la hora de seleccionar o registrar los «datos relevantes» para su investigación.

Precisamente por ello se considera que tanto el ethos científi- co, al que nos referimos en el capítulo 10, como los propios requi- sitos de la lógica de investigación científica, deberían ser capaces de «activar» los mecanismos autocorrectores suficientes como para que toda indagación efectuada a partir de tales planteamientos

1,A SOCIOLOC~A Y LOS VALOJtES 5 13

quedara prevenida contra los riesgos del subjetivismo y de la defor- mación.

Sin embargo, la compleja dialéctica de identidades y relaciones que se produce en la investigación sociológica entre objeto y suje- to -como observador y como parte de lo observado, a la vez-, da lugar a problemas de indudable entidad, que no pueden despacharse fácilmente.

El científico que observa y estudia fenómenos físicos, o quími- cos, o de cualquier otra índole diferenciada de la realidad humana, se encuentra en una situación biográfica separable de sus univer- sos de atención científica. Es un observador suficientemente «dis- tanciado~, capaz de desarrollar su trabajo de acuerdo con unos requisitos mínimos de neutralidad e imparcialidad. Pero jes esto posible en el caso de los científicos sociales?

Esta pregunta ha merecido respuestas muy diversas y ha dado lugar a un buen número de sugerencias y de propuestas metodoló- gicas concretas, orientadas a intentar hacer posible garantizar el máximo de objetividad, en un tipo de conocimiento, como el socio- lógico, en cuyo campo de referencia se encuentran implícitos indu- dables componentes dotados de sentido, y por lo tanto de subjeti- vidad.

Alfred Schutz, por ejemplo, ha puesto el acento en la necesidad de distinguir entre la actitud de distanciamiento y de ecuanimidad del científico como observador neutral del mundo social y la que, a su vez, puede tener como ser humano particular que opera en otros escenarios sociales concretos. «Una cosa -dirá Schutz- es abordar la ciencia y los asuntos científicos dentro del mundo social, y otra la actitud científica específica que debe adoptar el especia- lista hacia su objeto de conocimiento ... Al resolverse a adoptar la actitud neutral de un observador científico ..., el especialista en cien- cias sociales se separa de su situación biográfica dentro del mun- do social. Lo que se presupone en la situación biográfica de la vida cotidiana puede hacerse discutible para el científico, y viceversa; lo que en un nivel parece muy significativo puede no serlo en absolu- to en el otro. El centro de la orientación cambia radicalmente, y con él la jerarquía de planes y proyectos. Al decidirse a llevar a cabo un plan de labor científica regido por la búsqueda desinteresada de la verdad de acuerdo con reglas preestablecidas, que reciben el nom-

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LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

bre de método científico, el hombre de ciencia penetra en un cam- po de conocimiento preorganizado... Este marco constituye su "estar en una situación científica" que reemplaza a su situación biográfi- ca como ser humano dentro del mundo»'.

Sin embargo. la presunción de que es posible alcanzar la obje- tividad y la neutralidad necesaria para el conocimiento cientifico, mediante una especie de proceso de reemplazo de los componen- tes de una «situación biográfica personal)), por una «situación cien- tífica)), supuestamente garantizadora de una .distante ecuanimi- dad., constituye una forma exagerada de plantear la posibilidad de un desdoblamiento problemático, y no siempre fácil. Y tam- bien supone partir del supuesto de que toda comunidad científi- ca, con su corpus de conocimientos establecidos, puede considerarse totalmente exenta de prejuicios y elementos valorativos extra-cien- ltficos.

En contraste con esta presentación «idealizada» de los hechos, la experiencia concreta demuestra que los prejuicios y los ele- mentos valorativos extra-científicos pueden penetrar en el mundo científico de muchas formas, desde la misma elección preferente de unos temas sobre otros, hasta la fijación más o menos rígida de prioridades en función de metas políticas (especialmente en los sistemas totalitarios), desde las sutiles formas de establecimiento de redes de control e influencias por escuelas, por grupos de inte- res y por partidarios de unos u otros paradigmas científicos, has- ta el desarrollo de mecanismos ideológicos de exclusión y ostra- cismo, sin olvidarnos de las filtraciones formales y de las exigencias de adscripciones que se producen en determinados sistemas polí- ticos.

Por lo tanto, la objetividad y la imparcialidad del cientifico social no viene garantizada per se, simplemente a partir del desempeño de su papel como tal en las coordenadas de la propia lógica del operar científico en el seno de una determinada comunidad pro- fesional.

' Alfred Schutz: El problema de la nalldad soclal. Amorrortu, Buenos Aires, 1974, pdgs. 62-63.

LA SOCIOLOGIA Y LOS VALORES 5 15

El ethos científico, al que nos hemos referido anteriormente, en bastantes casos es más bien un desideratum a alcanzar que un des- criptor objetivo de la manera en que se produce el funcionamiento científico práctico en la mayor parte de los lugares.

Sin embargo, antes de entrar a considerar específicamente -y más allá de los referentes generales de aspiración a la objetividad- esta problemática, parece necesario hacer algunas precisiones pre- vias sobre qué es lo que realmente puede entenderse por (~influen- cia de los valores» en el quehacer sociológico, ya que en esta refe- rencia general pueden estar implícitas muchas más cuestiones de las que a primera vista pudiera parecer.

En primer lugar, como ha señalado Abraham Edel, para lograr un tratamiento adecuado de esta problemática en toda su comple- jidad, se precisa «como mínimo refinamientos que, al menos, nos permitan determinar. .. cuatro conceptos valorativos (finalidad, acti- tud favorable, importancia y deber), los múltiples significados de ciencia (al menos la distinción entre ciencia pura, ciencia aplicada y acción social) y nuestros tres modos de inserción (finalidad exter- na, influencia interna y parámetro valorativo), así como conceptos análogos para la inserción de la ciencia en los valor es^^.

Es decir, junto a la polivalencia de significados del concepto valor es^, y la diversidad de perspectivas desde las que se puede entender la ciencia, hay que tener en cuenta que los valores pue- den estar influyendo en las ciencias sociales de maneras muy dis- tintas y no siempre suficientemente explicitadas. Algunos de estos valores tienen sus orígenes y su razón de ser en la lógica interna de funcionamiento de los científicos, otros son introducidos des- de fuera, en forma de estímulos económicos para investigar unos u otros temas, exclusiones, sanciones sociales, etc. Otros -lo que Edel llama xparámetros valorativosn- operan a través de la aima- gen específica de la naturaleza humanan que implica toda teoría social.

2 Abraham Edel: «Ciencia social y valores: un estudio de sus interrelacionesw, en 1. L. Horowitz (ed.): La nueva Sociologia. Amorrortu, Buenos Aires, 1969, vol. 1, p8g. 255.

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En segundo lugar, es preciso recordar que buena parte de la discusión sobre el tema de la Sociología y los valores arranca del postulado a favor de una Sociología libre de valores que, a partir del famoso alegato de Max Weber, ha venido siendo uno de los estan- dartes más fervorosamente empuñados en algunos círculos socio- lógicos influyentes.

Sin embargo, como ha señalado Gouldner, la historia de este postulado ha acabado dando lugar a una cierta confusión. «Me temo -dirá Gouldner- que muchos sociólogos actuales al concebir la ciencia social como libre de valores, aluden a cosas muy diferen- tes; que muchos sostienen estas creencias dogmáticamente, sin haber examinado con seriedad las bases de su confiabilidad, y que algu- nos abogan por una Sociología libre de valores de manera ritual, sin tener idea clara de lo que ello puede significad.

En definitiva Gouldner sostendrá que la demostración de que el postulado de la Sociología libre de valores se ha convertido en «un mito de grupo», queda evidenciado por la pluralidad de maneras en que tal postulado es entendido por unos u otros sociólogos, escue- las y grupos.

Entre las diversas maneras en que puede ser entendido este postulado Gouldner se referirá a las siguientes: la idea de que la Sociología es -o debe ser- una disciplina que «excluye con todo éxito los supuestos no científicos, al elegir, estudiar e informar sobre un problema*; que los sociólogos «no hacen, no pueden, o no deben emitir juicios de valor concernientes a cosas ajenas a su esfera de competencia técnica*; «que los sociólogos son o deben ser indife- rentes a las aplicaciones morales de su labor»; que los sociólogos s610 pueden formular juicios de valor señalando expresamente que éstos son diferentes de los «enunciados fácticos»; que los sociólo- gos no pueden deducir lógicamente valores a partir de los hechos; que los sociólogos no deben expresar «sentimientos» a favor o en contra de las cosas que estudian; que los sociólogos no deben plan- tear las consecuencias de ciertos hechos, o sus opiniones sobre las soluciones a ciertos problemas sociales, a no ser que sean deman-

3 Alvin W. Gouldner: *El antimlnotauro. El mlto de una Sociologla no valorativan, en La Sociologia actual: renovacidn y crlllca. Allunzu, Madrid, 1979, p6gs. 17-1 8.

LA sOCIOLOGÍA Y LOS VALORES 5 17

dados específicamente para ello; que los sociólogos no deben expre- sar abiertamente sus opiniones; que los profesores de Sociología no deben «utilizar» su docencia para exponer y divulgar sus ideologí- as y opiniones particulares sobre las soluciones a los problemas estudiados, etc.

La importancia que ha tenido la famosa formulación de Weber sobre esta cuestión, nos obliga a recordar la forma y el modo con- creto en que el propio Max Weber planteó el postulado de la «neu- tralidad valorativa» de la Sociología, más allá de las exageraciones apologéticas en que acabaron derivando algunos de sus epígonos.

Lo primero que hay que tener en cuenta es el contexto en que se produjo -y con qué intenciones- el famoso alegato de Weber intitulado «El sentido de la neutralidad valorativa de las ciencias sociológicas y económicas».

La primera versión de este célebre texto se redactó, según refie- re el mismo Weber, con destino a «una discusión interna para la reunión de 1913 del Verein für So.~ialpolitik»~, en la que Weber se opuso a los criterios defendidos principalmente por Scholler sobre la intervención y proyección política de los científicos sociales. Lo que se discutía en aquel foro no era otra cosa que la pertinencia de que los científicos sociales «en la enseñanza académica hicieran profesión de las propias valoraciones prácticas, fundadas en la éti- ca, en los ideales culturales, o bien en una concepción del mundon5.

Weber en este debate adoptó una posición -que por cierto enton- ces resultó minoritaria- a favor de que se distinguiera claramente entre las cuestiones puramente empíricas y las valoraciones prác- ticas, de forma que no se produjera una mezcolanza confusa de ambos elementos con el único fin de atraer más alumnos a las aulas. Weber consideraba aceptable la idea de que la cátedra se ocupase de ambas cuestiones, «y ello a partir -observará- de la perspec- tiva subjetiva de sus propios eventuales sostenedores, sólo si el docente se impone como deber absoluto, en cada caso singular, aun

4 Max Weber: «El sentido de la neutralidad valorativa de las ciencias sociológicas y económicas», en Max Weber: Ensayos sobre metodología sociológica. Amorrortu, Bue- nos Aires, 1978, pág. 222.

Vbld. , p4g. 222.

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a riesgo de volver más insípida su exposición, mantener inexora- blemente en claro ante sus oyentes y, lo que es esencial, ante sí mis- mo, cuáles de sus aseveraciones corresponden a hechos deducidos lógicamente o empíricamente observados, y cuáles a valoraciones prácticas. Hacerlo es, en mi opinión -dirá Weber-, y reconocida la separación lógica de ambas esferas, un mandato de honestidad intelectual; en este caso, es lo mínimo que puede exigirsenb.

Esta propuesta, que constituía el punto de arranque del men- cionado texto, condujo a Weber a plantear, como algo perfectamente diferenciado de lo anterior, el tema de «la discusión puramente lógi- ca del papel que las valoraciones desempeñan en disciplinas empí- ricas como la Sociología y la Economía Política~7.

Esta cuestión fue considerada por Weber en toda su compleji- dad y dificultad, extendiéndose en diversas matizaciones sobre cier- tas formas de ~pseudo-neutralidad» políticamente interesada, sobre la falsa neutralidad aparente que a veces se esconde con el recurso al artificio de «dejar que los hechos hablen por sí solos», sobre las distintas formas en que puede entenderse el concepto de «valora- c ión~ , sobre la misma importancia que las valoraciones juegan en la motivación de las acciones humanas, etc.

En suma, pues, es en este contexto general de matizaciones, y a partir de las concretas circunstancias en que se produjo la antedi- cha discusión académica, donde hay que situar la afirmación espe- cifica de Weber de que «los problemas de las disciplinas empíricas han de resolverse de manera «neutral» frente a los valores». No son «problemas de valor». «NO obstante -añadirá Weber-, en el ámbi- to de nuestras disciplinas, sufren la influencia de la relación de las realidades con los valoresn8.

Lógicamente, la manera de entender la relación entre los valo- res y la Sociología ha evolucionado con el tiempo. Así, por ejem- plo, el mismo Gouldner, en su escrito citado anteriormente, puso un especial énfasis en señalar también algunos aspectos y conse- cuencias negativas del postulado de una Sociología libre de valo-

res, presentando la dualización que implicaba entre hechos y valo- res como un desgarro de la realidad, como una mala solución a la dialéctica entre las dos tradiciones más profundas del pensamien- to occidental: la que descansa en la razón y la que descansa en la fe. Igualmente presentará la reflexión de Weber sobre este tema como surgida del desgarro entre la confrontación de dos pulsiones (razón y pasión); Weber «deseaba -dirá- una obra escrita por un clásico, pero representada por románticos», pero su solución care- cía de la convicción de ser otra cosa -añadirá- que una treguag.

Finalmente, Gouldner acabará señalando un cierto paralelismo entre los supuestos de que parte el postulado de la neutralidad valo- rativa de la Sociología con la teoría averroísta de las dos verdades, describiendo el resultado final de esta dualización mediante el cono- cido símil del minotauro. «La tendencia de la ciencia social a seguir el modelo de la física -concluirá- podrá llegar a instruirnos en cuestiones que no se relacionan únicamente con la investigación. Antes de Hiroshima, también los físicos hablaban de una ciencia libre de valores; también ellos prometían no formular juicios de valor. En la actualidad, muchos de ellos ya no se sienten tan segu- ros. Si hoy nos preocupamos exclusivamente por la habilidad téc- nica de nuestros estudiantes y rechazamos toda responsabilidad por un sentido moral o su falta de él, quizás algún día nos veamos obli- gados a cargar con la responsabilidad de haber educado a una ge- neración dispuesta a servir en un futuro Auschwitz»lo.

Los criterios morales, por tanto, deben jugar un papel en el pro- ceso formativo y en el despliegue de la actividad práctica de toda ciencia, especialmente en lo que se refiere a su alcance y a sus con- secuencias. La cuestión entonces estará en determinar los límites de esta relación, y el papel de cada una de las referencias básicas en la labor investigadora. Lo cual no siempre está exento de com- plejidades y matices. De hecho, el mismo Gouldner, siete años más tarde de estas reflexiones, publicó un nuevo artículo en el que cri- ticó vivamente algunos trabajos de Becker, en los que éste autor

"bfd., pág. 223. Ibfd., pág. 229. Ibfd., pgig. 242.

9 Alvin W. Gouldnar: El antiminotauro. El mito de una Sociología no valorativa, op. cit. pgig. 32.

l o Ibfd., pAg. 35,

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520 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

había postulado abiertamente la necesidad de que los sociólogos decidieran claramente «de qué parte están».

El desarrollo de la llamada «sociología comprometida)) y la prác- tica de algunos sociólogos de tomar partido por los agentes socia- les implicados en la dialéctica arriba-abajo «desvelada por sus estu- d ios~ , le llevó a Gouldner a matizar y replantear sus reflexiones sobre el tema de la objetividad social, alertando sobre las conse- cuencias de ciertas formas exageradas e indiscriminadas de xcom- promiso)) sociológico; «temo -dirá en esta ocasión Gouldner- que el mito de una ciencia social libre de valores está a punto de ser suplantado por otro mito, y que la anterior fácil aceptación de la doctrina que prescribe la exclusión de los valores está a punto de ser reemplazada por el no menos fácil rechazo de ella ... Se nos dice -afirmará- que, independientemente de la perspectiva que adop- te un sociólogo, debe escribir su obra desde el punto de vista de los subordinados, o de los superiores))". En esta ocasión Gouldner aca- bará su alegato señalando que «un partidismo irreflexivo, incapaz de trascender la inmediatez de los compromisos políticos estre- chamente concebidos, es simplemente otra forma de investigación de mercados ... Los sociólogos -concluirá- deben dar su adhesión básica a valores, no a faccionesnl2.

En cualquier caso, en el marco de la complejidad de factores y puntos de vista implicados en este debate, lo cierto es que el pos- tulado de una Sociología libre de valores descansa, como apuntá- bamos al principio, en la consideración general de que es necesa- rio diferenciar perfectamente el plano de los hechos y el plano de los juicios: lo que a veces ha sido denominado como «el dualismo de hechos y decisiones».

Al ((dualismo de hechos y decisiones -apuntará Habermas- le corresponde, lógico-científicamente, la separación entre el conocer y el valorar, y metodológicamente, la exigencia de limitar el campo de las ciencias experimentales a las regularidades empíricas en los procesos naturales y sociales. Los problemas prácticos o las cues-

Alvin W. Gouldner: aEl soci6logo como partidario. La Sociologfa y el Estado Benefactor», en La Sociología actual, op. cit., pAgr, 36-37.

l 2 Ibfd., p4g. 72.

LA SOCIOLOGÍA Y LOS VALORES 52 1

tiones y preguntas acerca del sentido de las normas son científica- mente indecibles; los juicios de valor jamás pueden asumir legíti- mamente la forma de enunciados teoréticos, ni pueden ser puestos en relación de necesidad lógica con éstos~l3.

Este tipo de planteamientos a veces puede conducir a una interpreta- ción restrictiva y parcial del campo temático de una ciencia como la Sociología, en la que la separación entre ambos ámbitos no siempre es posible, ni aparece tan claramente delimitada en la también dual y compleja perspectiva de interacciones objeto-sujeto.

Desde el punto de vista específico del observador, por otra par- te, no puede negarse que los valores pueden influir de muchas y muy diversas maneras en el proceso investigador. Por ello, la ima- gen de un científico absolutamente neutro y capaz de no tener ni emitir ningún juicio o valoración, anterior o posteriormente a la realización de un estudio, es una imagen que de hecho no se corres- ponde con la realidad.

«El investigador -subrayará Merton-también tiene sus valo- res, tácitos o explícitos, que influyen en su definición del proble- ma, las líneas de investigación que le parecen más fructíferas, las políticas alternativas por explorar, etc. Estos valores pueden ser dis- cernidos -añadirá Merton- determinando la imagen que el inves- tigador tiene de su propio rol: como técnico aceptará propuestas alternativas para la adopción de políticas como bases para la inves- tigación, siempre que tales alternativas puedan técnicamente ser sometidas a investigación ... Como científico "socialmente orienta- do", sólo explorará aquellos cursos de acción alternativos que no violen sus propios valores ... El estudio del papel real que desempe- ñan los valores -concluirá Merton- del que elabora políticas y del investigador en la formulación de la investigación debe contribuir a elevar la cuestión, del contexto exclusivamente ético, al de la influencia de los valores sobre la importancia, el alcance y la utili- dad de la investigación misrna~'4.

'3 Jürgen Habermas: «Teoría analítica de la ciencia y dialéctica,, en T. A. Adorno et al.: La disputa del positivismo en la Sociología alemana, op. cit., pág. 161.

14 Robert K. Merton: uDimensiones técnicas y morales de la investigación,, en La Sociologia de la ciencia, val. 1, Alianza, Madrid, 1977, págs. 138-139.

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522 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

Es decir, en la propia elección del tema y en la forma en que se realiza técnicamente la investigación existen unas dimensiones mora- les indudables, que no se pueden dejar de reconocer.

En algunas ocasiones, la influencia de las dimensiones valorati- vas en el proceso de investigación han querido ser presentadas, incluso, como factor de influencia en las discriminaciones y selec- tividades que a veces tienen lugar en el propio proceso de recogida de la información. El sociólogo -se dirá- con frecuencia sólo ve lo que quiere ver y está ciego para lo que no quiere ver.

Sin embargo, la cuestión de hasta qué punto el sociólogo, median- te una selectividad valorativamente condicionada, puede conformar una imagen deformada de la realidad constituye un asunto poco dilucidado, al que los analistas han prestado una atención bastan- te escasa, precisamente debido a la confianza existente en la capa- cidad «depuradora» que viene garantizada por la correcta aplica- ción del método científico.

Así, algunos sociólogos eminentes, como Dahrendorf, no consi- deran de forma tan problemática la incidencia de los valores en la Sociología, ni siquiera en la selección de temas, ni en la misma for- mulación de hipótesis, ya que -dirá- la manera en que se selec- cionan los problemas, o se formulan las hipótesis no nos dice nada sobre su falsedad o su verdad. «Ni las valoraciones ni el proceso reflexivo del científico deciden sobre la validez de sus hipótesis; en este punto sólo decide la constatación empírica, cuyos resultados, por su parte, no pueden alterar en ningún punto los valores ni el proceso reflexivo del investigador. No tienen ninguna importancia -dirá Dahrendorf- para la exactitud y validez de las teorías e hipó- tesis sociológicas, los valores que hayan penetrado psicológicamente en su formulación. Dado que la psicología y la lógica de la investi- gación son dos cosas distintas, que ni están condicionadas la una por la otra, ni se estorban mutuamente, también con relación al problema de la formación de las teorías, las ciencias sociales y los juicios de valor forman dos esferas distintas, cuyo encuentro no tie- ne consecuencias desagradables~l5.

' 5 Ralf Dahrendorf: aCiencia social y julclor de valor*, en Sociedad y libertad. Tec- nos, Madrid, 1966, p8g. 45.

LA SOCIOLOGÍA Y LOS VALORES 523

Argumentaciones como las de Dahrendorf pueden conducir a formular este problema básicamente en términos de cómo lograr que el proceso de investigación se produzca con total y escrupulosa obje- tividad, en una forma que al mismo tiempo permita que queden expli- citados y diferenciados los posibles juicios de valor.

Sin embargo, la verdad es que los valores, e incluso los prejuicios, pueden acabar influyendo por medio de mecanismos muy sutiles y a veces difícilmente perceptibles; por lo que debemos dar la razón a Gunnar Myrdal cuando subraya que «los prejuicios en la ciencia social no pueden ser borrados simplemente "apegándose a los hechos" y refinando los métodos de tratamiento de los datos estadísticos, ya que los datos son frecuentemente más susceptibles que el pensamiento puro de ser influidos por tendencias encaminadas hacia los prejuicios»l6.

En este sentido, lo importante es tomar conciencia de la manera en que puede producirse latente u ocultamente la influencia de los prejuicios y adoptar una serie de cautelas y «métodos lógicos» que permitan conocer y purgar su influencia. «Estamos -dirá Myrdal- bajo la influencia de la tradición en nuestras ciencias, de la situación cultural y política de nuestro medio ambiente y de nuestras caracte- rísticas particulares. No somos autómatas como las máquinas elec- trónicas usadas crecientemente por nosotros para controlar grandes masas de datos. El resultado son los prejuicios sistemáticos en nues- tro trabajo~l7.

Para Myrdal los ((medios lógicos» posibles para protegernos de las desorientaciones negativas de los prejuicios son: ((desarrollar una conciencia total de las valoraciones que determinan realmente nues- tra investigación teórica y práctica, observar esas valoraciones des- de nuestro punto de vista respecto de la relevancia, significación y factibilidad en la sociedad estudiada, transformarlos en premisas específicas de valor para la investigación, determinar el enfoque y definir los conceptos en términos de un conjunto de premisas de valor explícitamente asentadas» l8.

l b Gunnar Myrdal: Objetividad en la investigación social. F.C.E., México, 1970, pág. 5 5 .

l 7 Ibtd., pág. 47. Ibtd., pAg, Y,

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Hay que reconocer que el recurso de cuidar especialmente el proceso investigador para saber exactamente cómo pueden influir los prejuicios, eligiendo premisas de valor de acuerdo con ciertas condiciones y huyendo de los términos cargados de valoraciones, puede ayudarnos a lograr una mayor explicitación de esta proble- mática, y, por lo tanto, al ser más explícita resultará más factible prevenir sus eventuales influencias distorsionadoras. Pero nada de esto supone, ni debe suponer, una aspiración a construir una cien- cia social caracterizada por el más absoluto nihilismo moral; lo que consecuentemente nos conduce a plantear la importante cuestión del compromiso de la Sociología, así como el tema de la misma posibilidad de una ciencia absolutamente desinteresada y sin nin- guna proyección práctica.

Lo que habrá que considerar, pues, no es tanto la necesidad, o la conveniencia, de una práctica sociológica absolutamente neutra -lo que ciertamente requeriría el concurso de un tipo de sociólo- gos irrealmente humanos-, sino la necesidad de una práctica inves- tigadora lo suficientemente objetiva como para evitar la deforma- ción ideológica, al tiempo que lo suficientemente explícita y transparente como para que sea posible la identificación de los ele- mentos valorativos o ideológicos que puedan estar «influyendo» en el quehacer sociológico de cualesquiera sociólogos concretos.

En suma, pues, el tema de los valores y la Sociología ha sido en el pasado, y continúa siendo en nuestros días, objeto de un trata- miento bastante heterogéneo por parte de unos y otros sociólogos. Pero, más allá de las diferencias, en la mayor parte de los enfoques por lo general laten dos intenciones básicas: por una parte evitar la conversión de la Sociología en mera ideología, o en instrumento político groseramente mediatizado por ideologías concretas, y por otra parte, la necesidad de dejar a salvo la posibilidad -y la mis- ma legitimidad- del compromiso práctico de los sociólogos, de for- ma que esta disciplina no tenga que verse reducida a esa imagen deformantemente dualizada que Gouldner describió gráficamente a partir del mito del minotauro.

Las soluciones sugeridas para compaginar estos dos puntos de referencia oscilan, como hemos tenido la oportunidad de ver, des- de las propuestas que enfatizan la necesidad de utilizar escrupulo- samente los métodos de verificación y de contrastación cientifica,

LA SOCIOLOG~A Y LOS VALORES 525

hasta las que sostienen que es suficiente la mera explicitación de los presupuestos valorativos de que parte cada sociólogo, para que sea posible su conocimiento público y eventual «evaluación» de su influencia. Hay asimismo quienes postulan la necesidad de distin- guir entre los planos de lo factual y lo decisional, y quienes consi- deran que es conveniente limitar el campo de estudio de la Socio- logía a lo meramente conductual.

2. EL COMPROMISO D E LA SOCIOLOGIA

Como hemos podido ver en el epígrafe anterior una de las dimensiones fundamentales de la problemática de la Sociología y los valores, es la que concierne a la manera de entender el com- promiso práctico de la Sociología.

Entre el estereotipo de una Sociología absolutamente neutra -y probablemente por ello volcada sobre lo trivial- y el cliché de una Sociología decididamente alineada con una ideología u opción política concreta, es evidente que cabe una franja importante de alternativas y formas diversas de entender el compromiso de los sociólogos.

El problema, entonces, consistirá en fijar con un mínimo de pre- cisión cuáles son las fronteras en las que puede ser situado legíti- mamente el quehacer sociológico. En tal sentido, es preciso recor- dar que la primera regla del método sociológico, formulada por Durkheim, fue la de la «independencia de toda la filosofía)). «Fren- te a las disciplinas prácticas -dijo Durkheim- nuestro método per- mite y exige la misma independencia. Entendida de esta manera, la Sociología no será individualista, ni comunista, ni socialista, en el sentido que se da vulgarmente a estas palabras. Por principio, la Sociología ignorará estas teorías, a las cuales no podrá reconocer ningún valor científico, puesto que tienden directamente, no a expre- sar los hechos, sino a reformarlos~lg.

En cualquier caso es preciso tener en cuenta que Durkheim no desconoció la importancia de la orientación práctica de la Sociolo-

' 9 E . Durkheim: Las reglas del mdtodo sociológico, op. cit., pág. 153.

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gia. Lo que ocurre simplemente es que remitía tales cuestiones al momento en que se hubiera concluido la investigación.

El sociólogo, como buen científico, debe practicar la moral de la objetividad; pero evidentemente su responsabilidad no se acaba con una presentación neutra y no comprometida de los hechos estu- diados. Y ello por varias razones, a las que nos vamos a referir aquí, aunque sólo sea de una manera sucinta.

En primer lugar, podemos decir que el compromiso general del sociólogo se produce en términos del propio ejercicio de su profesión y en relación con todo aquello a lo que ya nos hemos referido ante- riormente al hablar del ethos de la ciencia. Pero, junto a esto, la pro- pia singularidad del objeto temático de la Sociología da lugar a que el científico social venga obligado a asumir también un compromiso meta-profesional, orientado a crear, garantizar y defender las condi- ciones específicas bajo las que la ciencia, y sobre todo una ciencia como la Sociología, pueda funcionar y desarrollarse normalmente.

El compromiso metateórico parte del reconocimiento de que debe existir un determinado contexto socio-político en el que resul- te posible el libre ejercicio del quehacer sociológico; lo que conlle- va la necesidad de un régimen de libertades de investigación, de pensamiento, de expresión, de discusión, etc.

En segundo lugar, la Sociología, como toda ciencia, debe tener una proyección y un sentido práctico. El tipo de conocimiento que busca el sociólogo no es un saber de carácter ocioso y trivial, sino que se inscribe en el contexto de intenciones prácticas que inspi- ran el quehacer científico. «La ciencia -se nos recordará- no inves- tiga por deporte, pues en ese caso resultaría demasiado cara para financiarla con el dinero del pueblo. La realidad empírica nos pre- ocupa sobre todo por pragmatismo ... O una de las misiones de la Sociología es el apoyo a ideales pragmáticos (como una de las misio- nes de la Física es el abastecimiento de energía para usos indus- triales) o tendrá que seguir habiendo una filosofía social que se encargue de ese papel»20.

20 Enrique Ballestero: El encuentro de las ciencias socia1e.s. Alianza, Madrid, 1980, pAg~. 105- 106.

LA SOCIOLOGIA Y LOS VALORES 527

En la Sociología, al igual que en otros campos científicos, es posi- ble diferenciar entre una orientación hacia la ciencia pura y otra hacia la ciencia aplicada. Pero ello no debe hacernos olvidar que el sentido último del saber científico en su conjunto apunta hacia la traducción práctica de los conocimientos.

En tercer lugar, el carácter dinámico de los hechos y los datos con que se enfrenta el sociólogo confiere a su campo de estudio un significa- do dialéctico muy especial, al que ya nos hemos referido en las pági- nas anteriores; lo que supone que el investigador social debe situarse en las antípodas de cualquier actividad de sacralización del orden esta- blecido. El sociólogo tiene que ser objetivamente respetuoso en la cons- tatación de los hechos observados, pero tiene que ser también capaz de trascender la inmediatez de lo dado, y saber captar e interpretar la dinámica de los procesos de largo alcance en los que se sitúa cualquier observación parcial y temporalizada.

A su vez, en cuarto lugar, y en relación con lo anterior, el trabajo del sociólogo debe ser capaz de trascender lo dado estático, no sólo con su capacidad analítica para situar su información en perspectivas históricas de más largo alcance y para dotar a la realidad de sus sig- nificados potenciales, sino que el sociólogo como agente social puede también trascender lo dado en cuanto sujeto capaz -legítimamente capaz- de comprometerse en prácticas de transformación y autorre- gulación social. La responsabilidad del sociólogo no se acaba en su práctica profesional, sino que -y aun no pudiendo ser siempre divor- ciable de ella- se extiende lógicamente a su condición de ciudadano.

A partir de estas reflexiones podemos entender, pues, que la idea de compromiso haya ido penetrando en la Sociología contemporá- nea, a partir de perspectivas y posiciones que van, desde la convic- ción de algunos sobre la necesidad moral de tomar partido, como desde las posiciones de aquellos que reclaman la práctica metodoló- gica de la empatía (es decir, la capacidad de ponerse en la posición del que está siendo estudiado), como única forma de dotar de signi- ficación a la investigación, sin olvidar las perspectivas más genera- les de quienes consideran imprescindible conectar en un sentido amplio la ciencia con la política socialn21.

* ' Irving Louis Horowitz: una introducción a la nueva Sociología», en 1. L. Horo- witz (ed.): La nueva Sociología, (>p. cit., pág. 38.

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528 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

Algunos sociólogos no consideran suficiente la mera afirmación inespecífica de la vocación práctica de la Sociología, sino que sos- tienen que lo decisivo son la misma manera concreta y las garan- tlas en que ésta se produzca. Bottomore, por ejemplo, ha señalado que si se considera que «el objetivo de la Sociología es el descu- brimiento de los mecanismos ocultos de la vida social, comuni- chndose entonces en la formación de una reducida élite de inge- nieros sociales, se incurre en la producción y en la reproducción de una forma de dominación. Pero si se considera que el objetivo es la difusión a través de la sociedad de la comprensión del modo en que las relaciones sociales están establecidas, persisten, o pueden scr modificadas -a modo de ilustración pública- sus efectos pue- den ser catalogados de liberadores»; de esta manera las preocupa- ciones centrales de la Sociología serán «criticar las teorías sociales con arreglo al criterio que imponen del mundo social; investigar las desigualdades y coacciones empotradas en la estructura de clases y Clites, que obstruyen el incremento de la libertad humana; y exa- minar el carácter y las perspectivas de aquellos movimientos socia- les que contestan la estructura actual de la sociedad. Una Sociolo- gía radical así orientada -concluirá Bottomore- lleva consigo tres elementos: es al mismo tiempo teórica, empírica y política»22.

Sin embargo, es evidente que de la misma manera que el tra- bajo crítico se puede plasmar fácilmente en una perspectiva prefe- rentemente teórica, la aplicación práctica de los resultados cientí- ficos de una Sociología de este signo se encuentra con dificultades nada desdeñables, entre otras, las que hacen referencia a las con- diciones que se dan en cada sociedad concreta, en su propia estruc- tura social.

Lo que en definitiva acaba conduciéndonos a considerar el gran tema del poder y la posición en que se sitúa la Sociología respecto a las estructuras del poder establecidas.

Los imperativos de la lógica científica, que los sociólogos pretende- mos aplicar a nuestro campo de estudio, producen unos efectos complejos en lo que a la congruencia con la aspiración práctica de

22 Tom B. Bottomore: La Sociologla como crítica social. Penfnsula, Barcelona, 1976, pAgs. 10-1 1.

LA SOCIOLOG~A Y LOS VALORES 529

ésta se refiere. Lo que da lugar a una singular y difícil dialéctica entre Sociología y poder. Dialéctica que tiene, indudablemente, una dimensión directamente política -que trasciende los limites de un libro como éste-, pero que tiene también una dimensión socio-pro- fesional más general, referida a las propias posibilidades de los sociólogos, en cuanto componentes de comunidades profesionales que se enfrentan con el reto de cómo lograr engarzar realmente las dimensiones teóricas y prácticas de toda ciencia.

En tal sentido, es evidente que, más allá del «activismo» o del «compromiso» de los sociólogos, en la aspiración a conectar mejor teoría y práctica hay implicado también un importante componen- te ~organizativon. Como ha señalado Gouldner, para enfrentarse con este reto hay que realizar un serio esfuerzo tendente a la «creación de comunidades y muy especialmente creando nuevas comunida- des teóricas. En resumen, mi tesis afirma -dirá Gouldner- que es la organización, la organización social, la que hoy proporciona la mediación esencial entre la teoría social y la práctica social. Hoy la Sociología no necesita un Kar1 Marx o un Isaac Newton; necesita un V. 1. Lenin ... Los teóricos sociales -concluirá Gouldner- no pueden tener verdades sobre la sociedad sin tener verdades sobre sí mismos. Y no pueden tener verdades sobre sí mismos sin saber cómo organizarse para el fomento del discurso racional, y sin apli- car este conocimiento»23.

23 Alvin W. Gouldner: La Sociologia actual: renovación y crítica, op. cit., págs . 83-84.

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530 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGIA LA SOCIOLOG~A Y LOS VALORES 5 3 1

1) ¿Cuáles son los principales elementos que están implícitos en el debate sobre la Sociología y los valores?

2) ¿A través de que vías cree Schutz que es posible alcanzar la objetividad y la neutralidad necesaria para el conocimiento científico? Valorar sus propuestas.

3) ¿De qué maneras, directas o indirectas, pueden influir los valores en la investigación sociológica? Hacer un listado de posibles influencias.

4) ¿En base a qué argumentos sostiene Gouldner que el pos- tulado de una «Sociología libre de valores~ se ha converti- do en un «mito de grupo»?

5) ¿De qué diferentes maneras es entendido el postulado de una «Sociología libre de valores»?

6) ¿Quién fue el autor del famoso alegato a favor de la «neu- tralidad valorativa de las ciencias sociológicas y económi- c a s ~ ? ¿En qué contexto se escribió dicho alegato?

7) Hacer un esquema con los principales argumentos sosteni- dos por Max Weber en torno al debate sobre la «neutralidad valorativa)) de la Sociología.

8) Enjuiciar las opiniones de Gouldner sobre los valores en la Sociología, a partir de sus reflexiones sobre el hecho de que «antes de Hiroshima también los físicos hablaban de una ciencia libre de valores~ y de sus advertencias sobre el ries- go de «educar a una generación dispuesta a servir en un futuro Auschwitzn.

9) ¿Cuáles fueron las reflexiones posteriores de Gouldner en torno a algunas propuestas extremas sobre el compromiso de los sociólogos? {En qué sentido utilizó el símil del mito del «minotauro»?

10) ¿A qué nos referimos cuando hablamos del «dualismo de he- chos y decisiones»? ¿Es siempre posible la separación de estos dos ámbitos en la Sociología?

12) ¿Qué amedios lógicos» sugiere Myrdal para proteger la labor sociológica de las desorientaciones negativas de los pre- juicios?

13) ¿Cuál fue la primera regla del método sociológico que for- muló Durkheim? Valorar sus contenidos y su actualidad.

14) ¿Se acaba la responsabilidad de los sociólogos con su presen- tación neutra y no comprometida de los hechos estudiados? {Por qué?

15) ¿En qué consiste el compromiso meta-profesional del soció- logo?

16) ¿Qué implicaciones tiene el hecho de que la Sociología deba tener una orientación práctica?

17) ¿En qué consiste la práctica metodológica de la empatía? ¿Puede suponer esta práctica un peligro de distorsión en los análisis sociológicos? ¿Por qué?

18) ¿Por qué algunos sociólogos han dicho en ocasiones que lo que la Sociología necesita actualmente no es una figura como Marx o como Newton, sino como Lenin?

11) ¿Por qué razones Dahrendorf no considera tan problemáti- ca la incidencia de los valores en la Sociología?

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OBJETO Y TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOG~A

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Una vez que hemos completado el recorrido explicativo que inicia- mos en el capítulo primero de este libro en torno al qué, quién, cómo, por qué, etc., de la Sociología, nos queda pendiente sola- mente hacer algunas precisiones sobre los contenidos específicos de esta disciplina, es decir, sobre aquellos temas concretos de los que se ocupan los sociólogos.

La razón de incluir un capítulo sobre el objeto y temas de la Sociología en un libro de introducción a esta materia obedece a la necesidad lógica de intentar ofrecer una imagen más completa sobre la propia realidad de la Sociología a aquellas personas que inten- tan iniciarse en su conocimiento.

La Sociología es una ciencia muy dinámica, que está desarrollándose en un proceso paralelo de mutua interrelación con la emergencia de nuevas problemáticas sociales y con el surgimiento de nuevas demandas de estudio y análisis. Por ello hay que enten- der que los grandes campos y temas de atención sociológica aún están en un período de desenvolvimiento e irán evolucionando con el tiempo, en un continuo ajuste a las realidades concretas.

1. LOS GRANDES CAMPOS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGIA

En los capítulos iniciales de este libro ya tuvimos la oportuni- dad de referirnos a los problemas de delimitación de los campos temáticos de la Sociología, especialmente en relación con otras cien- cias sociales, señalando entonces que el desarrollo práctico de esta disciplina ha venido acompañado por una singular preocupación de «búsqueda de un objeto específico».

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La problemática de la delimitación del objeto de la Sociología presenta originariamente dos tipos de dificultades: por una parte, las referidas al hecho de que la Sociología se ha desarrollado his- tóricamente a partir de un conglomerado bastante amplio de cien- cias sociales poco diferenciadas inicialmente, y todas ellas aplica- das al estudio e investigación de una misma realidad: la sociedad.

Por otra parte, la tendencia a la especialización progresiva de los saberes ha dado lugar a que a partir de la Sociología se hayan ido diferenciando también varias áreas de estudio concretas, que poco a poco han ido perfilándose con una entidad propia.

De esta manera, el problema de la delimitación de los campos temáticos de la Sociología da lugar, frecuentemente, a un doble pla- no de solapamientos: en primer lugar, los que se producen respec- to a las disciplinas de las que la Sociología se desagregó para cons- tituirse como ciencia autónoma, y, en segundo lugar, respecto a las especialidades sociológicas más desarrolladas que tienden a confi- gurarse como entidades cada vez más diferenciadas del tronco común.

La cuestión, empero, resulta más compleja si tenemos en cuen- ta las particulares y diversas circunstancias sociales y económicas de los países en que se produjo el surgimiento de la Sociología.

Existe una forma sencilla de explicar la historia de la Sociolo- gía, a partir, como hemos visto, de determinadas situaciones de intenso cambio y de desorganización social, en las que la propia dinámica de los hechos parecía demandar una «nueva ciencia» que se ocupara de la «nueva problemática» surgida del hilo de la revo- lución industrial. De esta manera se puede considerar que la Socio- logía vino a llenar un hueco real en el conjunto de los saberes, bajo la influencia directa de la mentalidad científica de una época; hue- co que había quedado al descubierto por la propia insuficiencia de la ciencia económica para ocuparse específicamente de la «cuestión social».

No obstante, en esta presentación de los hechos no faltan los que quieren ver un fuerte componente de autogratificación y de racionalización a posteriori, respecto a un proceso que en la reali- dad fue mucho más complejo y diverso, tanto en lo que hace a la manera en que se produjo la delimitación y definición del campo

OBJETO Y TEMAS DE ESJJDlO Dt! 1.A SOCIOLOG~A -- -- . - . - -- - - --

temático de la Sociología, como a las influencias que recibió y a las propias pretensiones de los sociólogos en las distintas fases de su desarrollo.

Así, la tesis que hemos venido manteniendo a lo largo de estas páginas, a veces ha sido objeto de una lectura distinta. De acuer- do con estas interpretaciones, la ~ o c i o l b ~ í a no habría aparecido a partir del surgimiento, más o menos súbito, de un campo temáti- co claramente explicitado por la revolución industrial, y del que la Economía no era capaz de ocuparse adecuadamente, sino que se habría formado a partir de los campos temáticos que venían siendo desechados en la práctica por los especialistas de otras dis- ciplinas.

~azarsfeld, por ejemplo, ha señalado que la Sociología «no se ha ido desarrollando a partir de un tema de estudio determinado, sino que es el resultado de una actividad residual, cuyo papel consistía en llenar los espacios vacíos del mapa intelectualnl.

Es evidente que, si se lleva al extremo este tipo de argumentos se puede llegar a presentar a la Sociología en sus orígenes casi como un cajón de sastre, donde se venían a incluir cualesquiera temas sociales de 10s que no se ocupaban específicamente otras discipli- nas. A su vez, este tipo de interpretaciones pueden ser utilizadas como argumentos colaterales para explicar la manera en que actual- mente está teniendo lugar la tendencia a la desagregación y dife- renciación de las distintas especialidades sociológicas.

Éste es, frecuentemente, el punto de vista de los que consideran que lo propio de la Sociología es el matiz social que introduce en la consideración de cualquier tema concreto. De esta manera, algu- nos analistas han llegado a sostener que en realidad no existe una Sociología, como tal, sino un conjunto de sociologías -de la fami- lia, de la religión, de las clases sociales, del trabajo, etc.-, que lo único que tienen en común es la atención a dicho matiz social, así como la vocación de aplicar el método científico en sus respectivos campos temáticos concretos.

1 Paul Lazarsfeld: «La Sociología», en J. Piaget, W. J. Mackenzie y P. E. Lazarsfeld: Tendencias de investigación en las ciencias sociales. Alianza, Madrid, 1973, pág. 287.

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No se nos puede ocultar que, de acuerdo con estas interpreta- ciones, la Sociología, en si misma, no tendría un objeto ni un con- tenido temático específico, sino que serían las diversas sociologias concretas las que realmente lo tendrían.

Una segunda fuente de dificultades para la definición de un cam- po temático comúnmente aceptado en Sociología estriba en la diver- sidad de influencias nacionales que recibieron las primeras gene- raciones de sociólogos, tanto por la vía de las diferentes tradiciones culturales, como debido a las distintas circunstancias socioeconó- micas y las respectivas posibilidades y estímulos al trabajo socio- lógico que se produjeron en cada país concreto.

Aunque generalmente se admite que la Sociología surgió a par- tir de la Economía, y que sus principales antecedentes se encuen- tran en el «pensamiento social» y en los primeros trabajos de esta- dlstica social (Le Play, Quetelet, etc.), así como en las primitivas encuestas realizadas en la Francia y la Inglaterra del siglo XVII I~ , lo cierto es que prácticamente en cada país la Sociología recibió un cierto tipo de influencias específicas.

De esta manera se considera, por ejemplo, que en Inglaterra «la Sociología derivó principalmente de la Economía política, la admi- nistración social y la Filosofía. En Alemania tuvo también algunos de esos antecedentes y, además, tuvo importancia el Derecho com- parado. En Francia, sus raíces fueron la Filosofía y, durante un tiem- po, las Psicologías que allí surgieron. Entre sus variados antepasa- dos, en los Estados Unidos se contaron el interés por las reformas prácticas, la Economía y en cierto grado la Antropología ... En Yugos- lavia, la Sociología se diferenció gradualmente de la Etnología, la

2 Lazarsfeld ha referido cómo en Francia los xintendentes del Antiguo Régimen» y los ((consejeros de la Convención» realizaron ya encuestas, así como los miembros de las Comisiones reales en la Inglaterra del siglo XVII (P. Lazarsfeld: La Sociología, op. cit., pág. 291). Igualmente Duncan Mitchell consigna un amplio estudio publicado por William Creech en 21 volúmenes entre 1791 y 1799 con el título de The Statistical Account o f Scotland (Duncan Mitchell: Historia de la Sociología. Guadarrama, Madrid, 1973, págs. 193-194). Goldthorpe, por su parte, considera que la primera encuesta fue realizada en 1824 por la revista Literavy Digest en USA ( J . E. Goldthorpe: Introducción a la Sociología. Alianza, Madrid, 1977, págs. 64-65). En cualquier caso, los inventarios de antecedentes referidos a varios países son bastante diversos.

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Historia del derecho y la Antropo-geografía; en España -se dirá- fue durante un largo tiempo un apéndice de la Filosofía, en parti- cular de la Filosofía de la historia. En los países latinoamericanos, la Sociología se diferenció de la jurisprudencia ... »3, etc.

En cualquier caso, y más allá de los matices que pudieran plan- tearse en algunos países, lo cierto es que la Sociología en sus orí- genes recibió de manera no uniforme unas influencias muy diver- sas procedentes de los campos de la Economía, de la Filosofía, de la Estadística, del Derecho, de la Biología, de la Historia ..., etc. La mayor o menor prevalencia e importancia originaria de cada una de estas áreas de conocimiento como campo efectivo para el reclu- tamiento inicial de los sociólogos, han dado lugar a que en los dis- tintos países esta disciplina se haya desarrollado con ciertos mati- ces propios, que, a veces, incluso han dado lugar a que el «pluralismo» de las sociologías nacionales haya podido ser presentado como un aspecto más del carácter pluralista de la Sociología4.

Finalmente, una tercera fuente de dificultades para la delimita- ción de los campos temáticos de la Sociología está relacionada con las distintas orientaciones que se han dado en las diferentes etapas de su desarrollo. Así en el primer período fundacional, caracteri- zado por unas ambiciosas pretensiones globalizadoras y absorben- tes, en las que la Sociología intentó ser presentada «como la cien- cia de las ciencias» y como el verdadero núcleo central y común de todas las ciencias sociales, se produjo un gran esfuerzo de cons- trucción de amplios y complejos sistemas teóricos.

En una segunda etapa tuvo lugar una mayor amortiguación de estas pretensiones, reorientándose el trabajo de los sociólogos hacia metas más realistas y hacia objetos de estudio más concretos. En esta etapa, como ya vimos, se produjo una progresiva instituciona- lización y profesionalización de la Sociología. A esta fase corres- pondieron los primeros esfuerzos por construir unos índices de

3 Robert K. Merton: La Sociología de la ciencia. Alianza, Madrid, 1977, pág. 97. 4 Diversas aproximaciones al tema de las «sociologías nacionales» pueden verse,

por ejemplo, en G. Gurvitch y W. W. Moore (eds.): Sociología del siglo xu, op. cit., tomo 11, en Lazarsfeld: La Sociología, op. cit., y en Alain Touraine et al.: Ciencias Sociales: ideología y realidad nacional. Editorial Tiempo Contemporáneo, Buenos Aires, 1970.

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materias sistemáticos, como forma de precisar las distintas áreas temáticas pertinentes en la enseñanza de la Sociologfa, y. a su vez, como gufa orientativa para la investigación empírica.

Por último, la tercera fase de desarrollo de la Sociología, que es en la que ahora nos encontramos, parece caracterizarse por una acusada tendencia hacia la especialización. Tendencia que se está traduciendo ya en una cierta formalización de comunidades profe- sionales de especialistas, aplicadas a una investigación cada vez más intensa en campos de atención sociológica bastante concretoss. En esta fase de evolución de la Sociología, la tarea de delimitación temática tiene lugar básicamente a partir de áreas bastante res- tringidas, de modo que lo que a buena parte de los sociólogos les interesa no es tanto marcar fronteras precisas e inmodificables, o construir inventarios exhaustivos sobre los campos temáticos pro- pias. sino profundizar con detalle en áreas cada vez más especiali- zadas.

En cualquier caso, más allá de las variaciones circunstancia- les propias de cada una de estas etapas, hay algo que es común a las tres fases de evolución de la Sociología: tener que compartir con otras disciplinas sociales un mismo objeto general de estudio (la sociedad). Este compartir un mismo objeto, a su vez, plantea dos problemas: en primer lugar, tener que considerar simultáne- amente la delimitación de los campos temáticos de las otras cien- cias sociales cuando se emprende cualquier intento de precisar el propio campo de la Sociología; y en segundo lugar, tener que esta- blecer las relaciones y las vías de mutua influencia y dependen- cia que se producen entre la Sociología y las restantes ciencias sociales.

Más adelante tendremos ocasión de referirnos a las relaciones de la Sociología con otras disciplinas afines. Pero ahora, vamos a considerar, en primer lugar, la manera en que, hoy por hoy, es posi- ble delimitar los principales campos temáticos de esta disciplina.

Es curioso constatar cómo esta tendencia a la especialización temática se está traduciendo en la propia organización de los Congresos mundiales de Sociología, en los que se han venido estableciendo Comités y grupos «ad hoc» en temas sumamente concretos y especializados.

Las dificultades que presenta esta tarea han intentado ser obvia- das, con harta frecuencia, mediante el recurso translaticio de remi- tir la cuestión al campo específico de la actividad profesional de los sociólogos. Así, por ejemplo, Huntington Cairms, entre otros muchos. ha señalado que «hasta que los sociólogos se pongan de acuerdo acerca de la definición del objeto de su estudio, no queda otro recur- so sino el de suponer que la Sociología es lo que aquellos que se dicen sociólogos entienden por este término~6.

Desde una perspectiva más amplia, Inkeles ha propuesto tres vías concretas para definir el «objeto y materia» de la Sociología: la vía histórica, la empírica y la analítica. El criterio histórico no consiste en otra cosa que en buscar «en el estudio de las obras clásicas de la Sociología la huella de las preocupaciones y pro- blemas centrales que por tradición corresponden a la Sociología como disciplina intelectual. En pocas palabras, nos preguntamos: ¿qué dijeron los padres de la ciencia?... El empírico, por el que estudiamos las obras sociológicas de hoy para averiguar los temas a que esta ciencia otorga atención preferente. En pocas palabras, nos preguntamos: ¿qué están haciendo los sociólogos contempo- ráneos? ... El analítico, por el que dividimos y delimitamos a nues- tro arbitrio algún tema capital y lo asignamos a alguna de las diversas ciencias. Nos preguntamos en realidad ¿qué nos dicta la razón? »7.

Cada uno de estos criterios de delimitación tiene sus ventajas y sus inconvenientes, pero, desde luego, ninguno de ellos puede con- siderarse por sí solo como elemento de referencia suficiente para clarificar satisfactoriamente la cuestión que nos ocupa. Por ello fre- cuentemente se propondrá utilizar estos tres procedimientos de manera conjunta y complementaria. Lo cual no quiere decir, sin embargo, que operando de tal manera queden totalmente allanadas las dificultades que presenta esta tarea. Veamos por qué.

En primer lugar. en lo que respecta al criterio de referencia his- tórico, debemos preguntarnos hasta qué punto en los padres fun-

6 Huntington Cairms: «Sociología y ciencias sociales», en G. Gurvitch y W. E. Moo- re (eds.): Sociología del siglo xx, op. cit., tomo 1, pág. 2.

7 Alex Inkeles: Qué es la Sociología. Uteha, Buenos Aires, 1968, pág. 2.

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dadores es posible encontrar todas las perspectivas temáticas de las que puede ocuparse una ciencia en su dinamismo histórico. De la misma manera que los contenidos y perfiles de la Física actual no pueden acotarse, por ejemplo, a partir de lo que dijo Newton, o de los temas de que se ocupó, es evidente que la vía histórica puede derivar en nuestro caso hasta convertirse en un mero criterio de autoridad rígidamente entendido, que no daría lugar sino a una con- cepción petrificada y desfasada de la Sociología.

Una visión de tal naturaleza supondría desconocer, no sólo la dinámica que implica el decurso histórico, sino también la misma lógica científica que, como ya indicamos, implica la negación de cualquier principio de autoridad que pueda suponer un entorpeci- miento para el progreso del conocimiento científico.

Por otra parte, el criterio histórico lleva aparejada otra dificul- tad adicional referida a cómo lograr alcanzar un acuerdo suficiente en torno a quiénes deben ser considerados, a tales efectos, como padres-fundadores y quiénes no. Inkeles, por ejemplo, considera padres-fundadores a Comte, a Spencer, a Durkheim y a Max Weber. Pero ¿por qué solo éstos y no otros? ¿Por qué no Montesquieu, Comte, Marx, Tocqueville, Durkheim, Pareto y Weber, como nace Aron?8 ¿Y por qué no incluir también en esta lista a Simmel, como hacen otros auto re^?^ ¿Y por qué no extender simplemente -podrí- amos preguntarnos también- este criterio de selección patri-fun- dacional al elenco más amplio de todos aquellos que, de una u otra manera, también contribuyeron al nacimiento de esta disciplina?lO ¿Y por qué no ampliar también este criterio de autoridad a otros grandes teóricos de la Sociología más próximos a nuestro momen- to histórico?

Raymond Aron: Las etapas del pensamiento sociológico. Siglo X X , Buenos Aires, 1970, 2 vols.

y Bryan R. Creen y Edward A. Johns: An introduction to Sociology. Pergamon Press, Londres, 1969, págs. 66 y SS.

Asl, por ejemplo, Timothy Raison, cn su edicibn sobre los «padres fundadores*, ha incluido a un total de 24 autores. Vid. Timothy Raison (ed.): L o s padres-fundadores de la ciencia social. Anagrama, Barcelona, 1970. Obviamente, tan cumplida relación de uutores de diversas epocas no hace, en realidad, sino situarnos en el contexto preciso de la propia historia de la Sociologla en su conjunto.

OBJETO Y TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGIA 543

La dinámica de estos interrogantes nos puede acabar situando, una vez más, ante la controvertida cuestión de la diferenciación entre lo que realmente debe considerarse como historia de la Socio- logía y lo que debe ser entendido propiamente como teoría socio- lógica actual. Lo que, a su vez, nos llevaría a plantear el interro- gante de ¿en dónde se encuentran los criterios más pertinentes para una adecuada delimitación del campo temático de la Sociología?; (en la historia, o en la teoría sociológica actual?

Ciertamente, si el criterio histórico de delimitación temática es tomado con todo detalle y rigor, acabaría deviniendo, en el mejor de los casos, en mera historia; y en historia lógicamente bastante heterogénea.

Solamente mediante una práctica de exclusión parcializante de algunos de los grandes teóricos de la Sociología podría resultar alcanzable el objetivo de trazar algunas líneas claras de demarca- ción temática. Esto es, precisamente, lo que ocurre en la presen- tación que hace del tema Inkeles, quien después de afirmar que los cuatro padres fundadores de la Sociología -que él eligió- «parecen estar esencialmente de acuerdo sobre cuál es el objeto de la Sociología», al final no ofrece sino un pobre y excesivamen- te genérico campo de identidades. «Primero -dirá Inkeles- todos aceptan, y en algunos casos reclaman, que los sociólogos estudien una amplia serie de instituciones, desde la familia al Estado ... En segundo lugar, quienes representan la tradición clásica parece que coinciden en atribuir a la Sociología como objeto o materia prin- cipal el estudio de las relaciones entre las diferentes instituciones. En tercer lugar, concuerdan en la opinión de que la sociedad, en general, puede tomarse como unidad característica de análisis sociológico, asignando a la Sociología la función de explicar dón- de y por qué las sociedades son semejantes o distintas. Finalmen- te -dirá Inkeles- entre los autores clásicos en este campo se observa cierta tendencia a enfocar la Sociología hacia el «acto social» o las «relaciones sociales», sin tomar en cuenta un con- texto institucional~l l .

1 1 A. Inkeles: Qué es la Sociología, op. cit., pág. 14.

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Sin embargo, la visión que nos ofrece Inkeles de la Sociología es a todas luces una visión parcial y limitada. Si hubiera incluido en su análisis a autores como Marx, como Pareto, como Simmel, etc., se hubiera encontrado con otras percepciones diferentes en lo que a la delimitación de materias se refiere. Y, desde luego, las dife- rencias y los matices serían mucho mayores si la aproximación teó- rica se produjera también en la perspectiva de las grandes corrien- tes de la Sociología contemporánea.

El pluralismo teórico de la Sociología da lugar a una cierta diver- sidad de ópticas y de matices en lo que se refiere a los objetos temá- ticos a considerar. Desde cada uno de los enfoques sociológicos se presta atención preferente a unos u otros aspectos de la realidad, se enfatizan más o menos determinados campos y se utilizan pre- ferentemente unos u otros métodos, de acuerdo con las necesida- des de los objetos prefijados.

Como ha señalado Smelser, «las escuelas en las ciencias socia- les se agrupan en torno a los criterios que se emplean para des- cribir su campo de estudio y pueden clasificarse también de acuer- do con los mismos: 1. ¿Qué aspectos de la vida social deben estudiarse? La escuela "interaccionista simbólica", por ejemplo, se ocupa sobre todo de las unidades microscópicas de la acción social y subraya los diversos procesos psíquicos que acompañan los actos; esto contrasta, por ejemplo, con el enfoque "estructu- ralista" que estudia los patrones institucionales sin referencia explícita a los aspectos psicológico-sociales de los actos discretos o aislados. 2. ¿Cuáles son los determinantes de la conducta social? Las escuelas que se constituyen en torno a las variables inde- pendientes pueden ser muy específicas en cuanto al foco de su interés como en el caso del enfoque del "sobre-consumo" del ciclo económico; o pueden contrariamente ser muy generales, como en el caso de las escuelas de la "geopolítica" o del "determinismo económico". 3. ¿Cuáles son los modelos o las perspectivas teóri- cas más apropiadas? La escuela "organicista" y la "funcionalista" descansan en parte en una visión de la sociedad según la cual ésta funcionaria como un organismo biológico; la escuela "relativista cultural" se basa en cómo es posible comparar entre si las uni- dades sociales, así como en nociones morales sobre el grado en que es legítimo proclamar que una sociedad es superior a otra;

las posiciones "fenomenológica", "nominalista" y "realista" se basan en diferentes concepciones filosóficas sobre la naturaleza de la realidad )) 12.

En suma, pues, podemos concluir afirmando que el significado estrictamente histórico de las aportaciones de los padres-fundado- res de la Sociología, junto a la pluralidad teórica actual de esta dis- ciplina, hacen bastante difícil, e insuficiente, la tarea de dibujar un mapa preciso en el que aparezcan unívoca y específicamente tra- zados los grandes campos temáticos de estudio.

¿Acaso -podríamos preguntarnos entonces- puede resultar más factible esta tarea por la vía analítica a la que se refirió también Inkeles? Ciertamente el criterio lógico-racional de delimitación temá- tica podría ofrecer ciertas posibilidades de clarificación, siempre y cuando que con este criterio resultase factible llegar en la práctica a un mínimo grado de coincidencia.

La realidad, sin embargo, es que prácticamente cada sociólogo puede construir su propio esquema temático a partir del enfoque teórico particular que haya adoptado inicialmente. Lo que, en defi- nitiva, acaba por remitirnos nuevamente al criterio sobre lo que dijeron los grandes padres fundadores, y sobre lo que postulan las grandes corrientes teóricas de nuestro tiempo. ¿Pues qué otra cosa han hecho los grandes teóricos de la Sociología sino intentar deli- mitar de una manera lógico-racional el campo temático específico de esta disciplina?

Finalmente, el tercer criterio propuesto para definir el objeto y materia de la Sociología, merece ser objeto de una atención más cuidadosa y detenida en este capítulo, ya que los otros dos crite- rios, de una u otra manera, lo único que hacen es remitirnos a la propia historia de la Sociología, o al análisis de la teoría sociológi- ca actual.

El criterio de delimitación empírico tiene una clara ventaja sobre los anteriores, en la medida que nos sitúa en un terreno tan con-

' 2 Nel J . Srnobrr: uL1 Saclologla y las otras ciencias socialeun, en P. F. Lazarsfeld et al.: La Socioiopka & h profrrlonru, Paidds, Buenos Aires, 1971, pAgw. 44 y 45.

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creto e inmediato como es el de la propia actividad profesional de los sociólogos.

La definición de la Sociología, a partir de lo que realmente están haciendo los sociólogos, no sólo permite llevar esta discusión al pla- no de los datos empíricos, sino que también nos conduce a enfren- tarnos directamente con la Sociología en su propio e indiscutible desenvolvimiento concreto, en su hacerse cotidiano.

La imagen de lo que hacen los sociólogos puede captarse a par- tir de varias instancias específicas: los planes de estudios de los cen- tros donde se forman los sociólogos, los programas de enseñanza de las asignaturas sociológicas, los índices temáticos de los manua- les, las clasificaciones de los libros editados, los temas abordados en las revistas especializadas, los inventarios de las investigaciones concretas, los programas de los Congresos y Simposios, etc.

De hecho, algunos estudiosos se han ocupado de inventariar y cuantificar las informaciones contenidas en las fuentes de docu- mentación a que nos acabamos de referir, para, a partir de ellas, intentar precisar con suficiente apoyo empírico los campos temáti- cos de la Sociología. En las páginas que siguen vamos a referirnos, aunque sólo sea esquemáticamente, a algunas de las fuentes docu- mentales que han venido siendo consideradas como elementos de referencia importantes para la delimitación del objeto de la Socio- logía.

En primer lugar, una de las fuentes de documentación -aun- que ya está algo desfasada- que ha merecido una mayor consi- deración es la propia clasificación de la Sociología formulada por Durkheim en su propuesta de programa de 1909; propuesta que adecuadamente enriquecida y ampliada dio lugar posteriormente al esquema clasificatorio «de los capítulos de la parte bibliográfi- ca» de los volúmenes de LIAnnée Sociologique, a partir de 192513. En concreto, los títulos generales de estos capítulos -en los que se incluyen, a su vez, un gran número de sub-capítulos- son los siguientes:

l 3 A. Cuvillier: Introducción a la Sociologfa. La Pléyade, Buenos Aires, 1968, phgs. 72-73.

1. Sociología general. 11. Sociología religiosa.

111. Sociología moral y jurídica. IV. Sociología criminal y estadística moral. V. Sociología económica.

VI. Morfología social. VII. Varios.

Otro criterio clasificatorio significativo es el propuesto por el American Journal of Sociology 14, que abarca temas como: 1 . Natu- raleza y personalidad humanas. 2. Pueblos y grupos culturales. 3. La familia. 4. Organización social e institución social. 5 . Población y grupos territoriales (a. Demografía y población, b. Ecología). 6. La comunidad rural. 7. La conducta colectiva (a. El periódico, b. Recreos, conmemoraciones, festivales). 8. Grupos antagónicos y de ajuste (a. sociología de la religión, b. Sociología de la educación, c. Tribunales y legislación, d. Cambio social y evolución social). 9. Problemas sociales, patología social y adaptaciones sociales (a. Pobre- za y dependencia, b. Crimen y delincuencia, c. Salud, d. Enferme- dad mental. e. Higiene). 10. Teoría y métodos (a. Estudio de casos individuales, b. Teoría sociológica e historia).

Por otra parte, el criterio de definir la sociología a partir de los libros de texto ha dado lugar a distintos estudios específicos sobre su contenido. En este sentido, por ejemplo, el mismo Inkeles se ha referido a la existencia de doce temas fundamentales en los que, de acuerdo con el estudio de Hornell Hert, coinciden la mayoría de los manuales. «Estos doce temas principales» son: «el método científi- co en la Sociologia, la personalidad en la sociedad, la cultura. las agrupaciones humanas, la población, la casta, la clase, la raza, los cambios sociales, las instituciones económicas, la familia, la ins- trucción y la religión)) l 5.

Igualmente, si nos fijamos en el conjunto de la literatura pro- ducida por los sociólogos, podemos encontrarnos también unos cri-

14 Vid. en Ezequiel Ander-Egg: Introducción a las técnicas de investigación social. Editorial Humanitas, Buenos Aires, 1969, pág. 30.

1s A. Inkeles: Qut es la Sociología, op. cit., pág. 19.

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terios importantes de delimitación temática, a partir de uno de los principales instrumentos de explicitación de cualquier actividad científica: las publicaciones. De acuerdo con William M. Dobrinerl6, las principales áreas temáticas consideradas en las investigaciones teóricas y empíricas de los sociólogos son las siguientes:

1. Sistemas de relación: Estudio de pequeñas unidades de asocia- ción, acción social, relaciones sociales, papeles, status y gru- pos primarios.

2. Instituciones sociales: Estudio de las instituciones sociales distintivas: familia, Iglesia, economía, política, educación, etc.

3. La organización social: Estudio de cómo se interrelacionan las unidades principales de la estructura social (las institu- ciones básicas), para formar el sistema societario.

4. Sistemas societarios: Análisis y comparación del desarrollo, estructura y funciones de los sistemas societarios.

Asimismo, podemos considerar también como un elemento de delimitación temática importante los índices clasificatorios utiliza- dos en una publicación como Sociological Abstracts, cuyo objetivo es recoger ordenadamente y de acuerdo con los criterios clasifica- torios internacionales el contenido temático de todas las publica- ciones que realizan los sociólogos. La amplitud y detalle de este índice nos impide proceder aquí a una reproducción literal de todos sus epigrafes y sub-epígrafes, que por lo demás pueden ser consul- tados directamente en dicha publicaciónl7.

Finalmente, y sin que por ello pueda considerarse agotado el tema, parece obligado que nos refiramos también aquí a un ele- mento tan importante en la actividad profesional de los sociólogos como son los Congresos. Así, los temarios de los Congresos Inter- nacionales de Sociología proporcionan unos elementos de juicio muy relevantes sobre la manera en que se está produciendo en la práctica -y en torno a qué temas preferentemente- la actividad

de los sociólogos. En concreto, los Comités de investigación que han funcionado durante los últimos Congresos han estado referidos a temas tales como: «Fuerzas armadas y resolución de conflictos», «Economía y sociedad», «Investigación sobre la comunidad local», «Sociología de la educación),, «Relaciones, étnicas raciales y las mino- rías», « Sociología de la Familia., «Investigación sobre el futuro», «Historia de la Sociología», «Práctica y transformación social», «Participación, y autogestión», «Sociología de la vejez», ~Sociología del derecho», «Sociología del ocio», sociología de la comunicación, del conocimiento y de la cultura», «Sociología de la salud», «Teoría sociológica^^, sociología de las organizaciones», «Sociología políti- can, «Estado de Bienestar, políticas sociales y pobreza», «Sociología comparativa», «Desarrollo regional y urbano», ~Sociología de la reli- gión», «Sociología de la ciencia y de la tecnología», «Ecología social», c Sociolingüística», K Socio-técnica, práctica sociológica», « Sociolo- gía del deporte», «Estratificación social», «Desviación y control social», «Sociología del trabajo)), «Sociología de las migraciones», «Mujer y sociedad», «Lógica y metodología en la Sociología», «Socio- logía de la juventud», «Análisis conceptual y terminológico», «Teo- ría e investigación sobre la alienación», «Sociología del arte», (~Bio- grafía y Sociedad», «Sociología de los desastres», «Sociología de la agricultura», «Sociología de la población», «Psicología social», «La vivienda y el medio urbano», «Movimientos sindicales», «Teoría de las decisiones», «Sociología clínica», «Movimientos sociales y clases sociales», «Movimientos sociales, acciones colectivas y cambio social», «Enfermedad y salud mental», «Turismo internacional», «Sociología de los grupos profesionalesn, c Sociología de la infancia., .Indica- dores sociales», «Investigación del uso del tiempo», « Socio-ciberné- tica y teoría de los sistemas sociales», «Movimientos nacionales e imperialismo», «Hambre y sociedad» 18.

Tal elenco de temas refleja bastante bien cuáles son las princi- pales áreas de actividad investigadora de las que se está ocupando la Sociología en su desenvolvimiento práctico. O lo que es lo mis- mo, indican la manera en que los sociólogos se reúnen para deba- tir y para informar sobre aquello que realmente están haciendo.

l 6 William M. Dobriner: Estructuras y sistemas sociales. Trillas, Mkxico, 1975, p8g. 35.

l 7 Vid. American Sociological Association et al.: Sociological Abstracts. San Diego, publicación periódica.

' 8 Relación de ComitCs de Investigación, Grupos de trabajo y Grupos tematicos del Programa del XIV Congreso Mundial de Sociologia (Montreal, Canadá, 1998).

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Posiblemente aún podríamos añadir otras fuentes de informa- ción en torno a lo que los sociólogos hacen y sobre lo que los soció- logos enseñan en los centros docentes donde se cursan materias sociológicas y sobre lo que piensan sobre los contenidos de la Socio- logía. Pero lo hasta aquí indicado puede considerarse como una muestra bastante representativa de los criterios clasificatorios y los temas de atención concreta de los sociólogos, más allá de los par- ticularismo~ culturales que en algunos de ellos se reflejan.

Una vez llegados a este punto, habría que preguntarse si de esta manera hemos logrado solucionar de forma suficientemente satisfactoria el problema de la definición temática de la Sociología.

En este sentido, es necesario tener en cuenta que el criterio de definir el campo temático de esta disciplina a partir de lo que efec- tivamente hacen los sociólogos, plantea también el interrogante de tiasta qué punto los sociólogos son plenamente autónomos a la hora dc regular su propia actividad profesional.

Las peculiaridades de la Sociología dan lugar a que el proble- ma dc la traducción práctica de los hallazgos científicos cree un cierto muro de distancias, que hace que los sociólogos no se sien- tan especialmente inclinados a abordar muchas cuestiones que implican especiales problemas de realización y sobre todo de tra- ducibilidad práctica. Como ha señalado Richard Ofshe, «a dife- rencia de la mayoría de las disciplinas científicas, la Sociología se ha desarrollado hasta el momento actual sin haber logrado gene- rar soluciones a los problemas que son ulteriormente implemen- tados y por ello comprobados -y sin tener las ventajas que impli- ca un proceso de tal naturaleza-. Las razones de esto son complicadas, pero probablemente la principal es que los sociólo- gos nunca han tenido el poder necesario como para implementar los experimentos sociales que a ellos les hubiera gustado realizar, mientras que aquellos que detentan el poder han estado más ocu- pados por las realidades de la supervivencia política o de la carre- ra personal que por lo correctamente que pudiera estar efectuán- dose el cambio social»'9.

I Y Richard Okhe (ed.): The Sociology of'the posible. Prentice-Hall, Londres, 1970, p8go. XI y XII.

La compleja intermediación que se produce entre los científicos sociales y los ámbitos de decisión social y política dan lugar, a veces, a una cierta tendencia hacia un enmarcamiento limitativo de las cuestiones a estudiar. De esta manera, los temas de que se ocupan los sociólogos no son siempre autónomamente seleccionados por la comunidad científica, sino que, con harta hecuencia, lo son por las grandes entidades y grupos de interés que los financian. Por esta razón, lo que en realidad ((hacen los sociólogos en la práctica» no tiene por qué coincidir necesariamente -y efectivamente no siem- pre coincide- con lo que los sociólogos consideran más necesario y prioritario.

La experiencia práctica demuestra que las grandes instituciones financiadoras del trabajo sociológico generan una demanda temá- tica orientada y específica, que no pocas veces ha sido objeto de denuncias por los círculos de sociólogos más críticos e indepen- dientes, que han visto en esta dependencia financiera uno de los mayores peligros para el libre desenvolvimiento de la «imaginación sociológica»20.

Esta situación ha dado lugar a que no falten los que piensan que «con unas pocas excepciones los más prominentes sociólogos de nuestros días sean las más directas criaturas financiadas -funcio- nalmente los sirvientes- de la soberanía civil, militar y económi- ~ a » ~ l . Lo que, en definitiva, significa que, en buena parte, el tra- bajo de los sociólogos se produce a partir de un conjunto de demandas específicas, más o menos latentes o expresamente formuladas.

Tal marco de demandas y orientaciones predeterminadas ha dado lugar a que se hable de una «Sociología de lo posible», cuyos cam- pos temáticos en buena medida se configuran a partir de la influen- cia de instancias y prioridades extra-sociológicas. Por lo que, en definitiva, el criterio de delimitar los campos temáticos de la Socio- logía a partir de lo que hacen los sociólogos, no puede reputarse como un criterio totalmente neutro e inclusivo, especialmente si no

20 Wright Mills: La imaginación sociológica. F.C.E., México, 1964. 2' Martin Nicolaus: aThe Professional Organization of Sociology: a view from

belown, en R. Blackburn (cd.): Ideology in Social Science. William Collins Sons and Co., Clasgow, 1979, phg. 5 1,

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552 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

es completado con una indagación empírica paralela sobre lo que los sociólogos creen, por sí mismos, que se debería hacer.

En conclusión, podemos decir que la imagen empírica sobre la tarea sociológica «realmente existenten, obtenida a partir de los condicionantes mencionados, no debe considerarse sino como una de las dos caras de la moneda de la realidad temática de la Socio- logía: la cara posible de la Sociología. La otra cara es la cara de la Sociología necesaria, en la que deben reflejarse también todos aque- llos campos que los sociólogos pueden «imaginar» en el libre ejer- cicio de su reflexión analítica, más allá de los condicionantes a que nos hemos referido.

El análisis de las áreas temáticas de las que se ocupa la Socio- logla, que hemos realizado en el epígrafe anterior, puede ser obje- to de algunas consideraciones críticas. En efecto, a partir del des- granamiento de cuestiones anteriormente apuntadas puede obtenerse una cierta impresión de que la labor de los sociólogos se desarro- lla generalmente en torno a una casuística global poco sistemati- zada. Por ello, a veces, la delimitación de las áreas temáticas de la Sociología ha intentado ser ordenada lógicamente en grandes cam- pos de referencia.

Esto es lo que se ha intentado, por ejemplo, con la distinción que Sorokin estableció entre una Sociología general, dividida a su vez en una Sociología general estructural y una Sociología general dinámica y unas sociologías especialeG2, o con la clasificación temá- tica formulada por Ginsberg en torno a tres grandes bloques: la estructura social, el control y el cambio socia123, etc.

Sin embargo, uno de los grandes criterios clasificatorios utili- zados con mayor frecuencia es el que diferencia dos campos bási- cos: la macrosociología y la microsociología.

22 Pitirim A. Sorokin: Sociedad, cultura y personalidad. Aguilar, Madrid, 1969, pAg. 26.

23 Morris Ginsberg: Essays in Sociology and Social Philosophy. Penguin Books, Har- mondsworth, 1968, pAgs. 7 y 8.

La popularización de la distinción entre macrosociología y microsociología se atribuye generalmente a Gurvitch. Para Gur- vitch, «los ingredientes más elementales que componen la realidad social están constituidos por las múltiples maneras de estar liga- dos por el todo y en el todo, o manifestaciones de sociabilidad)). «Estos universos -dirá- son unidades'reales, dependientes de la macrosociología, representan, pues, macrocosmos de las manifes- taciones de sociabilidad)). En suma, las «manifestaciones de socia- bilidad -dirá- son "fenómenos sociales totales" en escala micro- sociológica^^^.

Macrosociología y microsociología son, desde esta perspectiva, dos formas de aproximarnos a un mismo fenómeno de la sociabi- lidad. Si el análisis está bien realizado, la una conduce a la otra. Desde la microsociología se llegará irreversiblemente a la macro- sociología, y al revés; «o bien, comenzando por la sociología de los grupos -dirá Gurvitch-, se llega necesariamente, por una parte, a la microsociología, y, por otra, a la tipología de las sociedades glo- bales. Sin embargo, si se quiere precisar, tal vez sería útil señalar que, ontológicamente, desde el punto de vista del ser social, la pri- macía se les debiera reconocer a las sociedades globales, mientras que, metodológicamente, la primacía más bien correspondería a las manifestaciones de sociabilidad. Es que estas últimas permiten esta- blecer -aclarará Gurvitch- los tipos sociales más generales y más abstractos. Estos tipos se repiten con más frecuencia y facilidad que los tipos de grupos (que son tipos abstractos-concretos) y, sobre todo, más que los tipos de sociedades globales (que son tipos más concretos en sociología)^^^.

Actualmente, la distinción entre microsociología y macrosociolo~ gía tiene más bien un valor clasificatorio -de la actividad de loz sociólogos y de los grandes campos de la Sociología- que analítico

Por ejemplo, Duncan Mitchell, en su Historia de la Sociología, tomará dicha distinción -según nos dirá- «por la conveniencia dt dividir el tema en estudios de las sociedades totales y de complejo! institucionales principales, por una parte, y en estudios que se ocum

24 Georgei Gurvitch: Parado de Sociología. Kapelusz, Buenos Aires, 1962, pág. 195 2s Ibtd., p10, 196,

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554 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

pan de aspectos limitados y a pequeña escala de la vida social, por otra)). «Así, a un nivel bastante abstracto -nos dirá- algunos soció- logos estudian los órdenes normativos, los complejos con los cua- les se puede constituir un sistema total o sociedad, mientras que otros se interesan más por las normas particulares, siempre y cuan- do influyan sobre la interacción humana, o por 'las relaciones cara a cara o por las que están próximas a ellas. De ahí que sea posible distinguir entre instituciones sociales, por una parte, y organiza- ciones sociales y grupos sociales por

En consecuencia podemos decir que la macrosociología compren- de las actividades orientadas a estudiar y comparar las sociedades globales, así como sus principales aspectos, a través de sus institu- ciones. Esto es lo que hicieron los grandes teóricos de la Sociolo- gía: Comte, Spencer, Marx, etc., y todos los que intentaron diseñar las líneas maestras de una «gran teoría social)). Igualmente pode- mos considerar como análisis macrosociológicos todos los estudios sobre aspectos globales de tales sociedades, sobre instituciones socia- les, estratificación y clases sociales, familia, sistema político, etc.

A su vez, la microsociología es aquella rama de la Sociología que se orienta al estudio de los grupos sociales (grupos pequeños) y las agrupaciones de tales grupos, o los ámbitos inmediatos en que se desenvuelven tales grupos (es decir, la empresa, la escuela, las peque- Aas comunidades, etc.).

El análisis microsociológico, a veces, ha sido visto como un requi- sito prácticamente insoslayable para cualquier investigador que quie- ra verificar realmente sus hipótesis. El carácter ~inrnanejable)) e ((inabarcable)) de las sociedades globales ha sido, así, presentado como justificación del recurso a la óptica analítica microsociológi- ca como estrategia metodológica de traslación. Es decir, el sociólo- go no puede pretender empezar por intentar estudiar realidades tan amplias y complejas como las sociedades globales, consideradas en su conjunto, sino que tiene que iniciar su tarea investigadora abor- dando determinados aspectos, o partes concretas de la sociedad, a partir de las que ir completando y mejorando conocimientos, que

'"uncan Mitchell: Historia de la Soclolo#fa, Guadarrama, Madrid, 1973, tomo 11, p8g. 75.

permitan comprender mejor y de manera suficientemente fundada los propios procesos sociales globales.

Como ha apuntado Randall Collins: «Existen varias ventajas en la traslación de todos los conceptos sociológicos al plano de los micro-fenómenos. La primera ventaja es epistemológica. Rigurosa- mente hablando -dirá- no existe ninguna cosa como una "eco- nomía", una "cultura" o una "clase social". Sólo existen conjuntos de personas individuales actuando en determinado tipo de micro- situaciones -conjuntos que están caracterizados por una especie de miniaturización ...-. Los conceptos sociológicos sólo pueden resultar verdaderamente empíricos mediante su ubicación en una muestra de los típicos micro-sucesos en que adquieren forma»27.

Por otra parte, la ubicación estratégica en una óptica de análi- sis microsociológico ha sido definida a partir de la consideración de que «la dinámica de cualquier explicación causal de la estruc- tura social debe ser micro-situacional, (debido a que) todas las macro-condiciones producen sus efectos mediante su impacto sobre las motivaciones situacionales de los actores. Los macro-agregados de las micro-situaciones pueden proporcionar el contexto y hacer surgir los resultados de dichos procesos -dirá Randall Collins-, pero el verdadero desencadenante es micro-situacional~2*.

De esta manera, la distinción entre macrosociología y microso- ciología queda reducida en buena parte a una cuestión de grado y de óptica. El análisis microsociológico, así, estaría destinado final- mente a inscribirse en el macrosociológico, del que formaría parte constitutiva, y a cuya realidad se llegaría precisamente a partir del más inmediato, concreto y «manejable» análisis microsociológico.

Sin embargo, la ubicación posible de un estudio sociológico en una perspectiva analítica microsociológica o macrosociológica no constituye una variable irrelevante. Por una parte, la realidad es que

27 Randall Collins: «On the Micro-foundations of Macrosociology», American Jour- nal of Sociology, vol. 86, n." 5, 1981, págs. 987-988. Para un tratamiento más amplio de la problemática de la integración de los niveles micro y macrosociol6gicos, vid. K. Knorr-Cetina y A. V. Cicourel (eds.): Advances in Social Theory and Methodology. Toward an integration of Micro and Macro-sociologies. Routledge & Kegan Paul, Londres, 198 1 .

28 Ibfd., p8g. 990.

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556 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

una u otra opción se encuentran en el fondo asociadas o bien con la orientación «hacia grandes teorías globales» (macrosociología), o bien hacia «teorías de alcance medio» (más propias de enfoques micro- sociológicos). Por otra parte, la adopción de estos enfoques puede conducir hacia formulaciones de referencia sumamente inmediatas y concretas, resultando también fundamental desde el punto de vis- ta de las aplicaciones generales que cada uno de ellos implica.

Por ello se entiende que unos y otros enfoques hayan sido obje- t o de diversas críticas. De los enfoques macrosociológicos se ha afir- mado que suponen una interpretación predeterminada de la confi- guración de la sociedad29 y que dan lugar a una formulación tan vaga y general de las hipótesis que resulta imposible su verifica- ción. Asimismo, de los puntos de vista microsociológicos se ha dicho que no permiten situar adecuadamente los análisis en sus contex- tos sociales; lo que a veces ha sido presentado como algo que pue- de dar lugar a la paradoja de una «sociología sin sociedad»30.

Igualmente, la adopción de uno u otro enfoque también ha sido vista en conexión con las dos grandes corrientes metodológicas de la Sociología actual, en sus mutuos referentes a enfoques objetivo- estructurales y subjetivo-simbólicos, con todo lo que ello implica; «el holismo -subrayará Giner- adopta la visión macrosociológi- cal mientras que el individualismo tiende al estudio de los proble- mas propios de la microsociología~~31.

3. I,A SOCIOLOGIA Y OTRAS CIENCIAS SOCIALES

Uno de los temas de referencia obligada en cualquier manual u obra introductoria sobre Sociología es el de las relaciones entre la Sociología y las demás ciencias sociales. La razón de que esto sea asi no estriba únicamente en la circunstancia de que la Sociología, como venimos repitiendo, tenga que compartir un mismo objeto general

2Y Edward Shils: aLa sociedad y las sociedades. Visión macrosociol6gica~, en T, Parsons (ed.): La Sociologia norteamericana contemporánea. Paidós, Buenos Aires, 1969, pdgs. 265 y SS.

30 Robert K. Merton: La Saciologla de la ciencia, op. cit., pAg. 118. N Salvador Gincr: El progreso de la conciencia socioldgica. Pcnfnsula, Barcelona,

1974, pAg. 22 1.

de estudio -la sociedad- con otras ciencias, como la Antropología, la Economía, la Historia, etc., sino que obedece también a la pecu- liar dialéctica que se ha venido produciendo desde los orígenes de la Sociología entre esta disciplina y las restantes ciencias sociales.

Las fronteras entre la Sociología y otras ciencias sociales no son siempre fáciles de trazar. Muchas de las disciplinas que tienen por objeto la sociedad aparecen muy directamente conectadas con la Sociología en lo que hace a su procedencia de un mismo tronco común y a su desarrollo en tiempos históricos muy cercanos.

Por otra parte, como ya hemos indicado, algunas disciplinas sociales se han desgajado del tronco común de la Sociología, como consecuencia de la dinámica de especialización progresiva de los saberes. Por lo que no siempre es fácil diferenciar lo que aún con- servan de común y de específico.

En general, la problemática de las conexiones entre las distin- tas ciencias sociales ha atravesado al menos dos períodos muy diferenciados. El primero de ellos, que se corresponde con los momentos fundacionales, fue de un gran esfuerzo por marcar enfá- ticamente las fronteras y las especificidades. Fue éste el momento en que muchas de las ciencias sociales pugnaban por afirmar su existencia y por conquistar unos espacios que hicieran factible -y verosímil- su reconocimiento público como ciencias con un status y un lugar propio en el edificio científico.

Sin embargo, en las circunstancias actuales este tipo de actitudes ha dado paso a unas tendencias diferentes más orientadas a poner el énfasis en los puntos de conexión entre las diversas ciencias sociales. El intercambio de técnicas y de conceptos, la complementariedad en los enfoques y la práctica de los estudios multidisciplinares está dan- do lugar, así, a una sustitución de la vieja obsesión por la delimitación de fronteras, por una práctica en la que tiende a ponerse un mayor acento en las conexiones e intercambios entre las diferentes ciencias sociales. Como dirá Gurvitch, esta situación se basa en la convicción de que la «Sociología y (las) ciencias sociales exigen, en primer lugar, ser situadas en relaciones de complementariedad dialéctica»32.

32 G. Gurvitch: Dialkctica y Sociología. Alianza, Madrid, 1969, pág. 319.

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558 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

En estas páginas no vamos a hacer un inventario exhaustivo y detallado de las distintas disciplinas sociales y de sus relaciones con la Sociología; pero, sin embargo, parece necesario, al menos, refe- rirnos a los grandes alineamientos en que es dable agrupar al con- junto de las ciencias sociales. Así, por ejemplo, de acuerdo con Duver- ger, podemos utilizar, desde un punto de vista lógico, «dos tipos de clasificación: una vertical, según los diversos aspectos de la vida social dentro de un mismo grupo (demografía, economía, sociolo- gfa religiosa, ciencia política, sociología del derecho, estética, etc.); la otra horizontal, según las diversas categorías de grupos sociales (etnografía o estudio de las sociedades otrora calificadas de "primi- tivas" o "salvajes"; historia, o estudio de las sociedades del pasado; estudio de los grupos elementales o intermedios dentro de una socie- dad más vasta, etc. Estas clasificaciones -advertirá Duverger-, har- to claras en principio, lo son mucho menos en la práctica, ya que frecuentemente se entreveran ..., pero a pesar de todo son útiles para fijar ideas. Vamos a examinarlas -dirá- llamando ciencias socia- les particulares a aquellas que estudian un determinado aspecto par- ticular de los grupos sociales, y ciencias sociales globales a las que estudian el conjunto de los aspectos de uno o varios grupos»33.

Entre las ciencias sociales particulares, Duverger diferenciará dos grandes áreas: aquellas que se ocupan de la morfología social (Geogra- fía humana y Demografía) y las ciencias sociales particulares espe- cíficas (Economía, Ciencia Política, Sociología del derecho, de la religión, de la moral y del arte). Entre las ciencias sociales globales distinguirá tres categorías: la primera estudia los «grupos sociales aislados en medio de grupos más vastos», la ((Sociología de los gru- pos elementales» (Sociología de los partidos políticos, de los gru- pos de presión, de los grupos intermedios en general, Sociología de las ciudades y las comunidades, etc). La segunda categoría estudia los grupos sociales complejos que ((constituyen conjuntos más o menos autónomos)) (la "Sociología de las colectividades", la Etno- logía, la Historia). Por último, la tercera categoría estudia ((todos los gmpos sociales en todas las sociedades)), lo que es propio de

33 M. Duverger: Mdtodos de las ciencias sociales. Ariel, Barcelona, 1962, ptigs. 56 y 57.

«Sociología general. (Sociología general histórica, Sociología del conocimiento, Filosofía de la Historia, e t ~ . ) ~ ~ .

Desde una perspectiva más atenta a diferenciar, por una parte, la Sociología de las restantes ciencias sociales, y por otra, a deter- minar cuáles son las relaciones que distintas disciplinas científicas pueden tener con la Sociología, Cazenueve, Akoun y Baile han pro- puesto diferenciar tres grupos de disciplinas: en primer lugar, las ciencias que pueden proporcionar al sociólogo instrumentos de aná- lisis (las Matemáticas, la Estadística, la Informática y las lenguas vivas); en segundo lugar, las disciplinas auxiliares o «clientes» que pueden dar o recibir aportaciones (la Filosofía, la Historia, la Geo- grafía, la Economía, la Ciencia Política, el Derecho, la Psicología y la Lingüística), y en tercer lugar, las disciplinas sociológicas, que son las más estrechamente conectadas con la Sociología, hasta el punto de que a veces se confunden con ella (la Etnología, la Psico- logía de los pueblos, la Psiquiatría social, la Psicología social y la Dem~graf ía )~~ .

Obviamente, esta esquemática panorámica sobre las ciencias sociales no tiene más finalidad que la de resaltar la complejidad del contexto de disciplinas en que debe ubicarse la Sociología. A par- tir de esta situación, cualquier pretensión de absorción o de sim- plificación no producirá sino unos efectos parcializadores clara- mente negativos. De ahí que la tendencia predominante entre los sociólogos de nuestros días no sea ni la de pretender situar a la Sociología en el vértice de un sistema supra-ordenado de todas las ciencias sociales, ni tampoco hacer de ella una disciplina auxiliar de todas las demás, bien metodológicamente, bien en lo que hace a sus posibilidades de aportar el «matiz social» que le es propio.

En suma, pues, podemos concluir afirmando que el talante con el que la Sociología actual afronta sus relaciones con las diferentes disciplinas sociales puede ser resumido en el conocido postulado de que «la Sociología no es ni la ama, ni la sirviente, sino la her- mana de las restantes ciencias sociales».

34 Ibíd., págs. 57 y SS.

35 J. Cazeneuve, A. Akoun y E Baile: Gufa del estudiante de Sociologfa. Península, Barcelona, 1974, pags. 146 y S S .

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560 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

E: JERCICIOS Y T ~ P I C O S PARA LA REFLEXI~N

1) ¿Qué tipo de dificultades presenta la problemática de la delimitación del objeto de la Sociología?

2) ¿De qué manera ha sido influida la Sociología en sus oríge- nes en los diferentes países? Poner ejemplos de influencias concretas.

3) ¿Qué consecuencias han tenido estas influencias?

4) ¿Cómo ha ido evolucionando la manera de entender la delimitación de los campos de estudio de la Sociología a lo largo de la historia? ¿Qué fases pueden diferenciarse? ¿Cómo se ha entendido la definición del objeto de estudio de la Sociología en cada una de estas etapas?

5 ) ¿Qué vías concretas ha propuesto Inkeles para definir el ((objeto y materia» de la Sociología? (En qué consiste cada una de estas tres vías? ¿A qué resultados y conclusiones con- ducen? ¿Qué inconvenientes y ventajas tiene cada una de ellas?

6 ) ¿Qué criterios propone Smelser para clasificar a las dife- rentes escuelas en las Ciencias Sociales? ¿Qué característi- cas presentan?

7) ¿A partir de qué elementos y bases de información -y documen- tación- podemos definir y delimitar los campos temáticos de los que se ocupan los sociólogos? Hacer una relación, indi- cando algunas posibles clasificaciones temáticas.

8) ¿Qué virtualidad tienen los temarios y programas de los Congresos de Sociología a la hora de precisar las áreas de estudio propias de la Sociología?

9) ¿Qué se entiende por «Sociología de lo posible))? Detallar los condicionantes que mediatizan la labor de los sociólogos.

10) ¿Qué es y de qué se ocupa la macrosociologia?

11) ¿Qué es y de qué se ocupa la microsociologia?

OBJETO Y TEMAS DE ESTUDIO DE LA SOCIOLOGIA 56 1

13) ¿Qué consecuencias e implicaciones tienen los enfoques micro-sociológicos y los macrosociológicos? ¿A qué enfo- ques teóricos y metodológicos se encuentran asociados?

14) ¿Con qué otras ciencias sociales comparte la Sociología el mismo campo general de estudio?

15) ¿Cuáles fueron las relaciones de la Sociología con otras cien- cias sociales en las primeras etapas de su desarrollo? ¿Y cuá- les son ahora?

16) ¿Qué tipo de ciencias sociales diferencia Duverger? ¿De qué se ocupa cada una de ellas?

17) ¿Con qué grupos de disciplinas se relaciona directamente la Sociología según Cazeneuve, Akoun y Baile?

18) ¿Es posible -y factible- en nuestros días una absorción o fusión entre la Sociología y otras Ciencias Sociales? ¿Por qué?

12) ¿Qué ventajas tienen los enfoques microsociol6gicos, frente a los macrosociol6gicos? ¿En que consiste el recurso analf- tic0 de u translaci6nm?

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El objeto de este Apéndice Metodológico es orientar a los alum- nos en la utilización de los materiales pedagógicos multimedia complementarios al texto de este libro.

Los materiales disponibles son: el Programa de Enseñanza Asis- tida por Ordenador (E.A.O.) y la serie de videos «La Sociologia. Una Introducción a la Sociología», con las correspondientes fichas temá- ticas.

La materia se puede preparar empleando únicamente el texto de las Unidades Didácticas. Sin embargo, la utilización conjunta de los materiales pedagógicos disponibles puede facilitar una mejor com- prensión y asimilación de los contenidos abordados.

2. VÍDEOS INTRODUCTORIOS

En los vídeos se pueden encontrar algunos de los elementos y argumentos fundamentales que deberán ser objeto de un estudio sistemático y completo en las Unidades Didácticas. Por ello, debe quedar muy claro que los vídeos no sustituyen al libro de texto, ni cubren todos los aspectos que deberán ser estudiados y conocidos para poder superar correctamente los exámenes.

Los vídeos pueden ser una valiosa herramienta complementaria de estudio, en la medida que presentan, de una manera sencilla, una introducción general a los contenidos fundamentales de los temas del programa, acompañada de imágenes y reflexiones que

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566 LA -- B X P L I C A C ~ ~ N SOCIOL~GICA: UNA IN'I'ROI>IJCC~~N A LA SOCIOI.OC;~A

pueden motivar mejor en el estudio y hacer comprender más cla- ramente la razón de ser de la Sociologia.

Con la puesta a disposición de alumnos y tutores de estos mate- riales didácticos, la UNED avanza en la dirección de basar sus ense- fianzas en paquetes de materiales multi-media integrados que per- mitan mejorar y facilitar el rendimiento de quienes cursan sus estudios de acuerdo a la metodología de la enseñanza a distancia.

2.1. Orientación metodológica

Para la utilización de los vídeos y los otros materiales pedagó- gicos se recomienda seguir la siguiente secuencia en la preparación de los temas del programa:

- Primero visionar los vídeos y trabajar con las fichas temáti- cas de la manera que se explica en el epígrafe 2.3.

- Una vez visionado cada capítulo de los vídeos, plantearse las cuestiones indicadas en los listados de «Ejercicios y tópicos para la reflexión» que se incluyen al final de cada capítulo, acudiendo al libro para ir completando y aclarando las cues- tiones referidas. Después de una primera reflexión deberá leerse sistemáticamente el capítulo correspondiente, subrayan- do o resumiendo los temas y argumentos fundamentales.

- Después de estudiar el tema, el alumno podrá comprobar que se encuentra en mejores condiciones de responder a las cues- tiones suscitadas en los listados de «Ejercicios y tópicos para la reflexión» anexos a cada capítulo.

- Una vez estudiado cada tema, el alumno podrá proceder a una primera auto-evaluación de sus conocimientos, proce- diendo a elegir al azar, con el libro cerrado, uno de los epí- grafes del programa, respondiendo por escrito durante una hora por cada tema. En la contestación a esta pregunta debe- rá atenderse al debido rigor y orden expositivo, a la especi- ficidad de la cuestión (centrándose en la pregunta elegida, y no en otras similares o relacionadas), a la redacción y la cla- ridad de letra, a la ortografía, etc. El propio alumno podrá cotejar su «examen simulado» con los contenidos expositivos recogidos en ese mismo epígrafe del libro.

- Cuando se hayan preparado los contenidos completos de uno de los semestres, se recomienda utilizar el Programa de Enseñanza Asistida por Ordenador (E.A.O.), como pro- cedimiento de repaso, de auto-evaluación y de aclaración de cuestiones. El Programa E.A.O. de Sociología se podrá utilizar en un tiempo bastante breve, y repetir tantas veces como se desee, en cualquier ordenador personal que se pueda utilizar, bien en casa, bien en el lugar de trabajo, o bien en el propio Centro Asociado de la UNED (vid. el epí- grafe 3).

Siguiendo todos estos pasos, con regularidad y con método, se llegará a adquirir un buen nivel de conocimiento de una asig- natura que, como la Introducción a la Sociología/Sociología Ge- neral/Fundamentos de Sociología, puede proporcionar una base sólida para continuar avanzando en el estudio de las Ciencias So- ciales.

2.2. Contenido de los vídeos

Las dos partes de los vídeos «La Sociología. Una Introducción a la Sociologia. Primera Parte» y rLa Sociologia. Una Introducción a la Sociologia. Segunda Parte», comprenden los catorce temas de la Unidad Didáctica. En su preparación han participado varios profe- sores del Departamento de Sociología 111 (Tendencias Sociales), en colaboración con el Departamento de producciones audiovisuales de la UNED.

El contenido de los vídeos es el siguiente:

LA E X P L I C A C I ~ N SOCIOL~GICA. UNA I N T R O D U C C I ~ N A LA SOCIOLOGÍA. PRIMERA PARTE

Capítulo 1 .O: Introducción General. ¿Qué es la Sociología? (Guión José Félix Tezanos).

Capítulo 2.': Hombre y sociedad (Guión: José Félix Tezanos).

Capítulo 3.': Los orígenes de la Sociología (Guión: José Félix Te zanos).

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568 LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

Capítulo 4.": El desarrollo de la Sociología (Guión: José Félix Te- zanos).

Capítulo 5.": La sociedad, objeto de estudio de la Sociología (Guión: José Félix Tezanos).

Capítulo 6.": Cultura, persona y sociedad (Guión: José Félix Tezanos y Violante Martínez).

Capítulo 7.": Sociedades humanas y sociedades animales (Guión: José Félix Tezanos y Josune Aguinaga).

LA EXPLICACIÓN SOCIOLÓGICA. UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA. SEGUNDA PARTE

Capítulo 8.": La Sociología y la sociedad industrial (Guión: María Rosario Sánchez Morales).

Capítulo 9.": La actividad de los sociólogos (Guión: José Félix Te- zanos).

Capítulo 10.": El método científico (Guión: José Félix Tezanos).

Capítulo 1 1 .O: La Sociología como disciplina científica (Guión: José Félix Tezanos).

Capítulo 12.": Teoría e investigación empírica (Guión: Antonio López).

Capítulo 13.": La Sociología y los valores (Guión: José Félix Te- zanos).

Capítulo 14.": Objeto y temas de estudio de la Sociología (Guión: José Félix Tezanos).

2.3. Criterios para la utilización de los vídeos

De acuerdo con los criterios generales indicados en el epígrafe 2.1, los videos pueden utilizarse de dos maneras diferentes:

- Individualmente.

- En grupo.

Trabajo individual: Aquellos alumnos que no puedan asistir a las sesiones tutoriales en el Centro Asociado, podrán utilizar los vídeos individualmente, visionándolos en su casa en condiciones que hagan posible un grado suficiente de concentración. Especial atención debe- rá prestarse, en este caso, a trabajar adecuadamente con los lista- dos de .Ejercicios y tópicos para la reflexión» una vez visionado cada capítulo. Lo más aconsejable es grabar las primeras reflexiones personales en un magnetofón, o bien realizar un breve esquema o apunte por escrito, para poder cotejar las primeras reflexiones con los criterios establecidos posteriormente, una vez estudiado el tema.

Trabajo en grupo: El método aconsejable para aquellos alumnos que pueden trabajar en grupo con su tutor, es el siguiente:

- Primero, el tutor realiza una presentación del capítulo de unos cinco minutos para situar lo que se va a visionar y rela- cionarlo con el tema o temas del programa con el que se corresponde.

- En segundo lugar, los alumnos ven el vídeo (catorcelquince minutos).

- En tercer lugar, el tutor y los alumnos realizan una primera sesión de trabajo planteándose las cuestiones suscitadas en el listado correspondiente de «Ejercicios y tópicos para la reflexión» (treintalcuarenta minutos). En esta sesión de traba- jo es necesario crear un clima de confianza y que todos pue- dan hablar. Lo importante es que cada cual manifieste sus propias nociones o ideas previas, antes de profundizar en el estudio de la asignatura. Se trata en definitiva de interiori. zar motivadamente la problemática de referencia y plantear se las preguntas antes de estudiar las respuestas.

- En cuarto lugar, los alumnos deberán estudiar sistemática. mente el tema en las Unidades Didácticas y acudir a un2 segunda sesión de trabajo en grupo con las respuestas y refle, xiones de los Ejercicios, debidamente elaborados y razona, dos. En esta sesión (sesenta minutos) se deberá dar la opor, tunidad a que los asistentes puedan expresar nuevamente su! criterios y compararlos con los que manifestaron más espon, táneamente en la sesión anterior. En esta sesión también po, drán abordarse aquellas otras cuestiones o referencias de

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570 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

tema que no sean objeto de atención en el vídeo o en los lis- tados de Ejercicios.

Como puede comprobarse, con este método, en catorce sesiones de trabajo se podrán preparar los contenidos del examen de cada semestre.

3. PROGRAMA DE ENSEÑANZA ASISTIDA PORORDENADOR

El Programa de Enseñanza Asistida por Ordenador (EAO) «La explicación sociológica» tiene un carácter complementario a las Uni- dades Didácticas editadas por la UNED con este mismo título. Se trata de un sencillo programa con el que los alumnos pueden veri- ficar la asimilación de conocimientos, cumplimentando un cuestio- nario tipo test en cada uno de los temas del programa. El Programa EAO, revisado desde el curso 2006-2007, dispone de cuestionarios de auto-evaluación para los 14 temas que integran el programa de Sociología General.

3.1. Modo de utilización del Programa E A 0

El Programa E A 0 «La explicación sociológica» es un programa pensado para que los alumnos de Sociología puedan autoevaluar sus conocimientos sobre la materia y, al mismo tiempo, precisar y aclarar conceptos o contenidos de los diferentes temas del progra- ma. El Programa EAO, sin embargo, no basta por sí solo para estu- diar la asignatura. Primero es necesario estudiar las Unidades Didác- ticas y, a ser posible, utilizar las fichas temáticas para la reflexión o debate en grupo en las tutorías. En este sentido hay que tener en cuenta que este programa forma parte de un paquete de materiales didácticos multimedia, que comprende también un libro y unos ví- deos, que han sido pensados para que su utilización conjunta, de acuerdo al procedimiento sugerido, haga posible una mejor asimi- lación de los contenidos de la asignatura Sociología General. Intro- ducción a la Sociología.

Cuando se hayan cubierto las etapas de aprendizaje y se hayan estudiado los contenidos completos de uno de los semestres se

recomienda utilizar el Programa E.A.O., como procedimiento de repaso, de auto-evaluación y de aclaración de cuestiones.

3.2. Equipo e instalación

Los requisitos mínimos del ordenador personal que el Programa E.A. O. «La Explicación Sociológica» requiere para funcionar correc- tamente son: que tenga instalado un Sistema Operativo Windows' 98 o versiones posteriores; que funcione con un microprocesador Pen- tium 11 y tenga disponibles en RAM un mínimo de 16 MB. Además, para su correcta visualización se requiere, preferentemente, una reso- lución de pantalla a partir de 800*600 píxeles.

El CDIDVD E.A.O. «La explicación Sociológica» consta de una carpeta que contiene cuatro ficheros:

Para instalar la aplicación se deberá abrir la carpeta y pulsar sobre el fichero «setup.exe», que arrancará el proceso de instalación j

guiará al usuario a través del mismo.

La primera pantalla solicitará al usuario el permiso para iniciar la aplicación. Se deberá pulsar sobre el botón «Aceptar».

La siguiente pantalla mostrará el directorio de instalación donde la aplicación guardará los archivos correspondientes. Para cambiar de directorio se deberá pulsar sobre el botón «Cambiar directorio» Una vez seleccionado el directorio, se pulsará sobre el icono que re. presenta una computadora para continuar con el proceso.

La siguiente pantalla permitirá al usuario seleccionar el grupo dc programas donde se guardará el enlace directo a la aplicación y per. mitirá posteriormente al usuario, a través del menú inicio, accede] directamente al Programa ESOCIOLO. Una vez seleccionado el grupc de programas, se deberá pulsar sobre el botón «Continuar».

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5 72 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOG~A

El sistema comenzará entonces a copiar los componentes nece- sarios para la ejecución de la aplicación. Debido a que se debe asegurar la compatibilidad con diferentes versiones de Windows, el instalador puede que trate de copiar componentes más antiguos. En este caso, se mostrará una pantalla de aviso al usuario por si desea sobrescribir tales componentes o bien conservar los origi- nales. Se recomienda siempre conservar los componentes actuales de cada sistema pulsando sobre el botón «Sí» en cada pantalla de aviso.

Si la instalación finaliza con éxito, el usuario podrá acceder al Programa ESOCIOLO a través del menú inicio (y en el grupo de trabajo que asignara). Por defecto, se accederá a través de:

- Menú inicio

o Todos los programas

ESOCIOLO

+ ESOCIOLO

También se podrá acceder a la aplicación navegando hacia la carpeta de instalación (por defecto será «Archivos de Programa1 ESOCIOLO))) y pulsando sobre el fichero «ESOCIOLO.EXE».

5.3. Funcionamiento del Programa EA0

Una vez que se accede al Programa E.A.O. «La explicación Socio- ldgica~, lo primero que ha de hacer el alumno es identificarse con el DNI y sus datos personales. El número del DNI será siempre la clave de acceso personal al programa, lo cual es especialmente impor- tante cuando en el mismo ordenador trabajan varias personas. A partir de ese momento, el alumno podrá siempre utilizar un menú completo de Ayuda, que le guiará en el uso correcto de la aplicación informática.

En cada tema se dispone de un cuestionario de seis preguntas, ofreciCndose en cada pregunta tres respuestas posibles, debiendo senalarse la que se estime correcta, bien con el ratón, bien con la tecla correspondiente. Cuando se elige la respuesta correcta se pasa

a la pregunta siguiente, y así correlativamente hasta completar todo el tema. Si se elige una respuesta incorrecta aparecerá en pantalla una explicación tutorial, en la que se aclararán los contenidos de la pregunta.

Si no se responden correctamente las preguntas de un tema, el alumno deberá repasar nuevamente las Unidades Didácticas hasta asimilar mejor los conocimientos. Entonces deberá intentar con- testar un nuevo cuestionario sobre el mismo tema que le propor- ciona el Programa EAO. Incluso, si lo desea, podrá emplear nue- vamente este sistema de repaso contestando nuevos cuestionarios adicionales, ya que el Programa EA0 tiene un sistema que permi- te generar y combinar nuevas preguntas y respuestas sobre cada tema. Para ello, el alumno deberá: o bien comenzar el cuestiona- rio con una identidad falsa, o bien reiniciar el cuestionario. iCui- dado! Esta última opción borra todas las contestaciones realizadas hasta ese momento en todos los temas que ya haya realizado el alumno. El certificado del alumno que será válido para el profe- sorado será sólo aquel cuya identidad utilizada se corresponda con la oficial.

Cuando se hayan cumplimentado correctamente todos los temas, el alumno habrá de completar su Ficha de Datos Personales. Una vez rellenados todos los campos de esta ficha, el alumno podrá imprimir su certificado y remitirlo al tutor de su Centro Asociado o, en su caso, al Equipo Docente de la asignatura, como resguardo de que ha cumplimentado correctamente todos los temas del pro- grama, habiendo realizado un trabajo de estudio, repaso y auto-eva- luación que, sin duda, será muy útil para realizar un buen examen de la asignatura.

3.4. Programa

Los cuestionarios del Programa E A 0 «La explicación sociológi- ca» han sido el resultado de una labor de equipo de los profesores de Sociología General de la UNED, coordinados por José Félix Te- zanos.

Los profesores que han colaborado en esta labor han sido los siguientes:

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574 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

TEMA 1: Introducción general. ¿Qué es la Sociología? José Félix Tezanos y María Rosario Sánchez Morales

TEMA 2: Hombre y Sociedad José Félix Tezanos

TEMA 3: Los orígenes de la Sociología José Félix Tezanos y María Rosario Sánchez Morales

TEMA 4: El desarrollo de la Sociología: Los padres fundadores José Félix Tezanos y María Rosario Sánchez Morales

TEMA 5: La sociedad, objeto de estudio de la Sociología José Félix Tezanos

TEMA 6: Cultura, persona y sociedad Violante Martínez

TEMA 7: Sociedades humanas y sociedades animales Josune Aguinaga Roustan

TEMA 8: La Sociología y la Sociedad Industrial José Félix Tezanos y María Rosario Sánchez Morales

TEMA 9: La actividad de los sociólogos José Félix Tezanos

TEMA 10: El Método científico José Félix Tezanos

TEMA 1 1 : La Sociología como disciplina científica José Félix Tezanos

TEMA 12: Teoría e Investigación empírica Antonio López Peláez

TEMA 13: La Sociología y los valores María Rosario Sánchez Morales

TEMA 14: Objeto y temas de la Sociologia José Félix Tezanos

Page 290: La Explicacion Sociologica Una Introduccion a La Sociologia 3a Ed Tezanos

Abel, Theodore, 41, 457 Abercrombie, Nicholas, 446, 447n Adorno, Theodor, 96n, 98, 44411,

446n Akoun. A, 559 Althusser, Louis, 37 1 Alum, Robert, 501n Alvira, Francisco, 362 Ander-Egg, Ezequiel, 547n Andreski, Stanislav, 2211, 458, 459 Anomia, 122, 126, 371

Suicidio anómico, 126 Apter, David, 337 Ardrey, Robert, 282, 286 Aristóteles, 49, SO, 77, 93, 94, 97,

108, 109, 384, 385n Arnaud, Pierre, 120 Aron, Raymond, 92n, 121, 12811,

139n, 140, 142n, 333, 334, 370, Arquímedes, 109, 393, 395 Ashton, T. S., 317 Asociación Norteamericana de So-

ciología, 20, S48 Autoridad, 145, 182-186, 38

Bachofen, 18 1 n Bacon, Francis, 110, 323, 408, 41 1 Baile, F., 559 Ballestero, Enrique, 526n Barash, David, 282 Barber, Bernard, 214, 381

Becker, Howard, 3 7 1, 5 19 Bell, Daniel, 341, 371 Bendix, Reinhard, 140 Bennet, Adrian, 306n Berelson, Bernard, 487n Berger, Peter, 445, 448, 449n Berkeley, George, 1 10 Berstein, Basil, 371 Biberson, Pierre, 303n Blau, Peter M., 499 Bleibtreu, Herman, 47 Bonner, John Tyler, 304 Bottomore, Tom, 2211, 27n, 87n,

9011, 131n, 13311, 198,238n, 528 Boudon, Raymond, 2211, 490 Bourdieu, Pierre, 451, 45211, 502 Braverman, Harry, 37 1 Brown, David, 316n, 322 Bryant, Christopher G. A., 506n Bunge, Mario, 390, 3911-1, 392,406,

409,410,440,441,456,467,468, 469n. 472

Cairms, Huntington, 54 1 Callan, Hillary, 284n Callon, Michel, 22n Cambios, 78,81, 137, 166,325,340

económicos, 1 1, 79, 82, 83 históricos, 164 ideológicos, 3 15 políticos, 79, 1 14, 3 15

Page 291: La Explicacion Sociologica Una Introduccion a La Sociologia 3a Ed Tezanos

sociales, 1 1, 41, 8 1, 82, 83, 1 14, 165, 316, 317, 329, 334, 342 tecnológicos, 1 1

Camic, Charles, 50 1 n Campo, Salustiano del, 97n, 324n,

405 Capacidad adaptativa, 43-45, 56 Castells, Manuel, 371 Castillo, José, 357n Causalidad, 467,468,469,471,472 Cazenueve, J., 559 Centro de Investigaciones Socioló-

gicas (C.I.S.), 365 Cervantes, Miguel de, 324 Chamboredon, Jean-Claude, 502 Childe, Gordon, 181n Chinoy, Ely, 194, 253 Ciencias, 480

del espíritu, 449 jurídicas, 45 1 natural, 449

Ciudadanía, Social, 237, 238

Clark, Colin, 341 Clases Sociales, 10, 188, 190, 193,

196, 198,205,209,211,216,220, 222 conciencia de clase, 2 14, 2 18 definición, 2 14-2 15 orígenes, 197

Cohen, M., 389, 414n Collins, Randall, 555 Comités de investigación, 549 Comte, Augusto, 18, 20, 21, 24, 79,

83-86, 95-99, 105-1 09, 1 1 1, 114, 115, 129n, 279, 329, 347, 371, 429, 444, 512

Comunidad (~;rntein.schafl), 173, 328, 330, 331, 371

Condorcet, Marie-Jean-Antoine- Nicolas-Caritat, 11 1

Conflicto, 23n, 11 1, 107, 132, 235, 502 de clases, 136, 339 de roles, 230, 271, 272 social, 20

Conocimiento, científico, 387, 392, 406, 414, 425, 512, 542 modos de, 380 ordinario, 392

Consenso, 20, 23n Conservadurismo, 23 Continuo social, 283 Cook, S. W., 493n Cooley, Charles H., 166 Cooper, David, 18 1 n Copérnico, Nicolás, 386, 426 Cordón, Faustino, 52n, 399n Coser, Lewis A., 90, 91, 96n, 280n Crick, F. H. C., 51n Crow, J. F., 51n Cuestión social (la), 342, 344 Cultura, 38,48,53,54,55, 127,253,

254, 255, 259, 256 dimensión cultural del hom- bre, 50 definición, 54, 56, 258, 260 .de la mano», 66 predominante, 272 secundaria, 272

Curelaru, M., 32 Cuvillier, A., 546n

Comunicación, 54,57,68,172,284. Da Vinci, Leonardo, 154 288, 298 Dahrendorf, Ralf, 12,344,371,522, animal, 305 523 humana, 305 Dart, Raymond, 282, 286 sistemas de, 285, 298, 306, 307, Darwin. Charles. 50, 279. 285 422 Davis, Kingsley, 42, 43, 210, 2 12

De Bonald, Louis, 106 De Maistre, Joseph, 106 Deeane, Phylis, 334n Demócrito, 393 Desargues, Gérard, 323 Descartes, René, 323 Desviación, 235

activa, 234 pasiva, 236

Determinismo, 463, 468, 470 Deutsch, M., 493n Devore, Y., 28811, 294 Dilthey, W. 106, 43111, 452 División del trabajo, 110, 126, 199,

285, 333, 381 Dobriner, William M., 548 Dominación, tipos de, 186,187,188 Domínguez, R., 198n, 219n Downs, James, F., 47 Dunlop, J. T. 337, 338n Durham, William, 45n Durkheim, Emilio, 18, 25, 99, 105,

106, 107, 111, 119, 120, 129n, 140, 172,175,258,329,368,371, 444, 495, 502, 5 11, 525, 546

Duverger, Maurice, 455, 558

Edel, Abraham, 5 15 Einstein, Albert, 470, 480 Eisenstadt, S. N. 32, 346 Engels, Federico, 131, 134, 13811,

180, 220, 279, 280n, 371 Escuelas sociológicas, 3 1, Estado (El), 78, 87, 98, 109, 110,

323 Estado de Bienestar, 181, 216 Estado Moderno, 78, 80, 322, 338,

428 Estática social, 4 1, 1 18 Estratificación social, 140,193-196,

203, 206, 213, 214 Estrato social, 192-193, 206, 21 1

Estructura de clases, 163,201,33 34 1,

Estructura social, 118, 135, 16 165, 177, 315, 326 definición de, 163

Etnometodología, 246, 368, 371 Etología, 46, 280, 281 Evolución, 43-45, 51, 52, 56

del hombre, 53, 63-67, 70 social, 63-67, 70, 71 teoría de la, 50

Ewald, Robert H., 47, 305 Exclusión social, 236, 237, 239

Familia, 81, 118, 176-179 orígenes, 179- 183

Farrington, Benjamin, 400, 4011 Federación Española de Sociolog

(F.E.S.), 364 Fellini, Federico, 18 Fenómeno social, 18, 1 1 1 Ferguson, Adam, 97, 110, 336 Ferraroti, Franco, 86 Feuerbach, Ludwig, 106 Feyerabend, Paul K., 406, 407 Fichte, Johann, 97 Fichter, Joseph, 232n, 233n Filipón, Juan, 386, 480 Flinn, N. W., 3 16n Fohlen, Claude, 334n Fox, Robin, 281 Freud, Sigmund, 17211, 284, 285 Freund, Julien, 14 1 n Friedmann, George, 332% 33.511 Friedrichs, Robert, 20, 380, 497 Fromm, Erich, 172n, 271

Galileo, 92, 94, 323, 386, 387, 4í 408, 415, 416, 423, 456, 480

Galtung, Johan, 491 Gaos, José, 66n García Ferrando, Manuel, 506n

Page 292: La Explicacion Sociologica Una Introduccion a La Sociologia 3a Ed Tezanos

580 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOG~A

Gardner, R. y B., 307 Garfinkel, Harold, 37 1 Gerth, Hans, 143, 245 Gibson, Quentin, 44 1 Giddens, Anthony, lOOn, 327,358n,

391 Giner, Salvador, 505n, 556n Ginsberg, Morris, 49211, 552 Goffman, Erwing, 246, 247, 371 Goldman, Lucien, 380n Goldthorpe, John, E., 25711, 325,

361, 371, 53811 Goode, William J., 457, 45811, 488,

494n Goodenough, Ward H., 265 Gordon, Gerald, 499 Gough, Kathleen, 179n Gouldner, Alvin W., 20n,22n, 246n,

516, 518-520, 524, 529 Gramsci, Antonio, 37 1 Grawitz, Madeleine, 381, 395n Green, Bryan R., 542n Greer, Scott A., 174 Gregarismo, 293 Grupos sociales, 165, 184

definición, 167 primarios, 168-1 73 secundarios, 173- 175

Guerra Mundial 11, 281, 398, Gumperz, John, 306n Gurvitch, Georges, 96, 108, 119,

133, 444, 473, 53911, 553, 557

Habermas, Jürgen, 371, 520, 521n Hamilton, W. D., 45 Harbison, F. H., 337, 3381-1 Harrison, M. J., 31611, 322 Harvey, William, 323 Hatt, Paul K., 457, 458n, 488, 494n Hecho social, 124, 125 Hegel, 99, 106 Hempel,CarlG,,412,413,415,431,

432

Heráclito, 393 Herkovits, Melville, 56, 254, 262,

263n Herodoto, 97, 108 Herón, de Alejandría, 383 Hert, Hornell, 547 Hinde, Robert A., 282 Hitler, Adolf, 398 Hobbes, 97, 109 Homans, George, C., 40, 93, 167,

169n, 172, 454, 458 Hombre-Sociedad, (binomio), 32,

37, 116, 122, 166 Hombre, 62

como ser social, 49-56, 64 Horkheimer, Max, 96n, 98, 465,

466 .-- Horney, Karen, 172n, 268, 271 Horowitz, H., 51n Horowitz, 1. L., 51511, 527n Horton, Paul B., 23111, 457 Hume. David, 1 10 Hunt, Chester L., 23111, 457 Husserl, Edmund, 37 1 Huxley, Aldous, 178

Ib Jaldun, 97, 109 Illich, Ivan, 371 Ilustración, 78, 106, 11 1, 397 Industrialización, 32 1, 322, 337,

340, 343 Inkeles, Alex, 30,267,541,543,544,

545, 547n Instituciones, 124, 125, 152

económicas, 176 educativas, 176 expresivas, 177 familiares, 179 ideológicas, 177 politicas, 176 primarias, 270 secundarias, 270 sociales, 127, 175, 177, 548, 554

Integración, 235, 237 activa, 234 pasiva, 234 social, 241

Interacción social, 41,133,136,184, 209, 231, 232

Interaccionismo Simbólico, 37 1, 544

Interpretación dialéctica, 132, Investigación empírica, 477, 491

Jacob, Francois, 289n Jacobson, Leone, 37 1 Jahoda, M., 493n Janowitz, Morris, 36 1n Jay, Martin, 444n Jiménez Blanco, José, 506n Johns, Edward A., 542n Johnson, Harry, M., 22811,255,264,

265n, 460,

Kant, Immanuel, 106 Kardiner, Abram, 266, 26711, 269,

270 Kaustsky, Karl, 106 Kawamura, S., 301n Kegan, Paul, 22n ~ e i v i n , Peter, 256n Kepler, Johanes, 323, 408 Kerr, Clark, 337, 33811, 371 Klemm, Gustav, 260 Klopfer, P. H., 290n Kluckholn, Clyde, 257, 261 Kohler, Wolfgang, 92, 303, 308 Konig, René., 18 1n Kroeber, A. L., 261 Kropotkin, Piotr, 279 Kuhn, Thomas, 89, 371, 420-428,

44211, 469, 470, 495-496, 502, 503, 506

Lammers, Cornelia J., 89n Lancaster, Jane Beckman, 297,306,

307n Latour, Bruno, 22n Lazarsfeld, Paul, 456,457,488,489,

537 Le Play, Frédéric, 538 Leakey, Richard, 44, 51, 287, 28811 Lefebvre, Henry, 16 1 n Leibniz, Gottfried Wilhelm, 97, 110,

323 Lenski, Gerhard, 43, 200, 20811 León XIII, 79, 344 Liberalismo, 323 Lieberman, P., 307n Linton, Ralph, 39, 55, 229n, 255n,

257, 259n, 262, 264, 266, 267, 274

Locke, John, 110, 323, Lockwood, David, 37 1 Lodahl, Janice B., 499 López Aparicio, J., 198n, 2 19n Lorenz, Konrad, 28 1 Losee, John, 416 Luckmann, Thomas, 445,448,449r Lucrecio, 180 Lukács, Georg, 106

Maciver, R. M., 255n Mack, Raymond W., 26911, 45811 Mackenzie, W. J., 537n MacRae, Donald G., 1 10n Macrosociología, 25, 552 Maeterlinck, Mauricio, 293 Magno, Alejandro, 354 Malinowski, Bronislaw, 56,261,26: Malthus, Thomas R., 11 1, 465 Mannheim, Karl, 37 1 Maquiavelo, Nicolás, 28, 78, 32:

323, 428, 51 1 Marsal. Francisco, 22n

Laing, R, D., lbln ~ a r s h á l l , J. C., 30511

Lakatos, Imic), 379, 426, 427 Marshall, T. H., 238, 239

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582 LA EXPLICACI~N SOCIOLÓGICA: UNA INTRODUCCIÓN A LA SOCIOLOGÍA

Martindale, Don, 108 Mam, Carlos, 67, 89, 99, 105, 106,

107,119,129,132, 140,143-145, 172, 192, 200, 204, 21911, 220, 280n, 444, 502 marxismo, 23, 12 1, 161, 196,200, 368, 371, 502

Matisse, Henri, 501 Mayo, Elton, 371 Mead, George Herbert, 68,89,244,

371, 445 Melotti, Umberto, 295 Mendrás, Henri, 22011, 358 Menzies, Ken, 367, 36811, 369, 502 Merton, Robert, K., 88, 8911, 229,

230n, 24411, 371, 393, 408, 443, 462,464,465,486,487,498,499, 50011, 521, 539n, 556n

Método comprensivo, 148, Metodología (métodos), 25, 26, 31,

448, 480, 491, 527 método científico, 343,377,389, 393,405,408,412,416,432,440, 471, 473, 514,

en la Sociología, 428,439,441 limitaciones, 441, 46 1

Michels, Robert, 371 Microsociología, 25, 552 Millar, John, 110, 336 Miller, D., 344n Mills, C. Wright, 2211, 143, 17111,

245, 371, 551 Milton, John, 324 Mitchell, Duncan, 53811, 553, 554n Montagu, Ashley, 4811, 286n Montesquieu, 97, 106, 109 Moore, Robert, 371 Moore, Wilbert, 210,212,337,539n Morgan, Lewis H., 180 Morin, Edgar, 299, 307n Morris, Desmond, 281 Mosca, Gaetano, 106

Moscovici, Serge, 3 10 Moya, Carlos, 323n, 343n, 506n Muzumdar, Haridas T., 259n Myers, Norman, 337, 33811 Myrdal, Gunnar, 523

Nadel, Siegfried, 162, 230n Nagel, E., 389, 414n Needham, Joseph, 400 Nef, John V., 323 Newton, Isaac, 90,92,94,323,408,

416, 423, 462, 542 Nicolaus, Martin, 55 1n Nietzsche, Friedrich 106, 143 Nimkoff, Meyer F., 45811 Nisbet, Robert A., 41, 42, 90n, 92,

16911, 183, 224, 227, 233n, 271, 272, 348, 453, 500

Nouguier, Louis-René, 66

Ofshe, Richard, 550 Ogburn, William F., 45811 Organización,

política, 83, social, 50

Orwell, George, 425 Ossowski, Stanislav, 164, 197, 201,

204, 205, 208, 209n

Padres Fundadores, 88,9 1,105,152, 166, 329, 485, 542, 545

Page, Ch. H., 255n Pahl, Raymond, E., 371 Paradigmas, 20, 32, 89, 406, 420,

442, 496, 498, 503, 504 Pareto, Vilfredo, 105, 106, 121, 371 Park, Robert, E., 371 Parsons, Talcott, 162, 163, 17511,

176, 226n, 280, 371, 444, 480, 48111, 485, 486

Pascal, 323 Passeron, Jean Claude, 502

Pasteur, 94 Patterson, Francine, 307 Payne, Robert, 130n Pérez Díaz, Víctor, 93n Perinat, Adolfo, 44, 45 Personalidad, 253, 256, 269

Concepto de, 266 Petty, William, 32 1 Phillips, Bernard S., 256n Phillips, John, 380n Piaget, Jean, 38011, 45 1, 452n, 459,

489n, 537n Pitágoras, 393 Planck, Max, 424, 470 Platón, 94, 401 Plutarco, 354 Poder, 182-186, 188, 194, 206, 332,

341, 348 Popper, Karl, 94,371,389,390,417-

420, 467, 494 Posada, Adolfo, 26 Positivismo, 113, 116, 371, 452 Poulantzas, Nicos, 371 Predicción, 418, 463, 465, 466 Premack, D., 307n Probabilismo, 463, 472 Proudhom, 1 19 Ptolomeo, 425, 456

Quetelet, Adolphe, 96, 11 1, 538

Raison, Timothy, 542n Realidad social, 12, 18, 231, 232,

248, 503, 526 Renacimiento, 78, 109, 395, 396,

399 Revolución Americana, 1 12 Revolución científica, 324,423,424,

426 Revolución Francesa, 78, 1 12, 1 16,

202,315,316,329,397,404,430 Revoluci6n Industrial, 79, 84, 106,

116,193,198,202,315-320,322-

325,329,332,338,340,342,347, 396, 430, 536, 537 consecuencias, 325

Revolución Liberal, 78 Revolución tecnológica, 202, 334 Rex, John, 371, 442, 443, 484 Ricardo, David, 106 Riesman, David, 268, 273 Ritzer, George, 503, 504, 505 Rizzi, Bruno, 175 Rocher, Guy, 256n Roles sociales, 42, 173, 224, 256

definición de, 224 Rosemberg, Bernard, 9611, 280n Rosenfeld, L., 469 Rosenthal, Robert, 37 1 Rostow, Walt Whitman, 371 Rousseau, Jean-Jacques, 106, 262 Routledge, Paul, 22n Rubel, M., 131n Rubens, 324 Rubio Hernández, R., 25811 Rudner, Richard S., 4 1 1 Russell, Bertrand, 387, 38811, 407

441, 471

Sabater Pi, J., 29611, 307n, 308 Saint Simon, 97, 105, 106,107,111

115, 119, 120, 429 Scheler, Max, 303 Schlick, Moritz, 4 15n Schoeck, H., 342n Scholler, 5 17 Schumpeter, J. A., 132 Schutz, Alfred, 371,447, 5 13, 5 14 Schwart, Barton M., 47,25811, 301 Selltiz, C., 493n Servet, Miguel, 386 Shakespeare, William, 323, 324 Shils, Edward, 556n Siches, Luis Recasens, 39 Simmel, George, 105,106,232,35

357, 371, 444

Page 294: La Explicacion Sociologica Una Introduccion a La Sociologia 3a Ed Tezanos

584 LA EXPLICACI~N SOCIOL~GICA: UNA INTRODUCCI~N A LA SOCIOLOGÍA

Sire, Marcel, 292 Slater, Philip, E., 272n, 290 Slattery, Martin, 369, 371 Smelser, Nel J., 24, 544, 545 Smith, Adam, 97, 106, 110, 204,

207, 318, 31911, 331, 336 Social (lo), 18, 37, 39-42, 56, 61,

64, 77, 80, 280, 289, 463 Sociedad les, 53, 54, 55, 159, 127,

225, 228, 253, 254, 396 animales, 42, 280, 277, 291 cazadoras, 38 1 estamental, 3 15 humanas, 42, 277, 292, 301 industrial, 107, 128, 313, 315, 332, 338, 340 postindustrial, 340 pre-industrial, 11 recolectoras, 38 1 tecnológicas, 222, 224, 340

Sociedad civil, 39, 98 Sociobiología, 46-49, 282, 453 Sociología y valores, 509, 5 1 1, 5 12,

5 15-525 Sociología, 280

campos de estudio, 535 características científicas de la, 440, 460 como disciplina científica, 437, 443, 445, 455, 458 crisis de la, 20, 26, 27, 87 definiciones, 19, 29, 30, 546 delimitación, 98 orígenes, 75,78-79,93, 100,342, 377, 430 posibilidades, 355 postulados, 482 problemas, 23, 359, 481 término, 83-86, 96

Sociólogo definición de, 19 profesión de, 362, 439

Sócrates, 1 14

Solidaridad, 123, 126, 127 colectiva, 46 de clase, 205, 217 mecánica, 126 orgánica, 126

Sorokin, Pitirim A., 22n, 193, 194, 204, 552

Spencer, Herbert, 24,105,106,204, 284, 371, 444

Spinoza, 97, 109, 197, 323 Spitzer, Stephan P., 268, 269n Sprott, W. J. H., 174 Status, 34,195,206,207,210n, 217,

218, 228, 262 Steiner, Gary A., 487n Szacki, Jerzy, 89n

Tales de Mileto, 393 Teoría crítica, 37 1 Teoría de la alienación en Marx, 67 Teoría de la falsación, 371,4 14,4 18,

426, 427 Teoría de la modernización, 371 Teoría de la productividad en Marx,

6 7 Teoría de las elites, 371 Teoría de los roles, 162 Teoría de los tres estadios, 109, 116,

119-120 Teoría del etiquetaje, 371 Teorías de alcance medio, 25, 91,

486 Teorías del conflicto, 371, Tercera Vía, 154 Tezanos, José Félix, 67,18 1 n, 196n,

19811, 201n, 219n, 223n, 23811, 239x1, 339n, 341n

Thierry, A., 114 Thomas, William Isaac, 244

teorema de Thomas, 244, 464 Thorpe, W. H., 302, 307n Tiger, Lionel, 28 1 Timasheff, Nicolas S., 141n

Tonnies, Ferdinand, 172,1731~ 328- 332, 371

Touraine, Alain, 204 Truffaut, Francois, 38, 55, 71n Tumin, Melvin M., 213n, 214n Turgot, 11 1 Tylor, Frederick, W., 56, 258, 260,

37 1

Urry, John, 506

Vico, Juan Bautista, 109

Wallace, Walter L., 502 Warner, Lloyd., 20811 Washburn, S. L., 28811, 294 Washington, George, 1 12 Watson, Tony J., 345, 346n Watt, James, 334 Weber, Max, 18, 24, 25, 89, 105,

106, 107, 119, 121, 12911, 140, 175, 185, 186, 192, 194,207,320,

321,337,368,371,444,492,49 502, 516-519 tipos de autoridad, 186- 187

Whitehead, Alfred North, 395, 4( Whitley, Richard, 425 Whyte, Williams H., 268 Widmer, Hans, 284n Wilson, Bryan, 371 Wilson, Edward O., 45, 46, 69, 7

282, 291 Winter, Jack, 37 1 Wittgenstein, Ludwig, 4 15 Wolf, Kurt, 450n Worm, W., 344n Wossner, Jakobus, 23211, 301, 30. Wright, Louis, 371

Yorburg, Betty, 359, 360 Young, Kimball, 269n, 45811

Zeitlin, Irving, 143 Zetterberg, Hans, 479, 490n

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LQ e ñ p t W n rodoldgka es un manual introdlKtotro para la emidlanter de áadotogla y a e R d a d ~ ñ i e l ~ e ~ ~ n t e n t a h r i e s p ~ a l a s p ~ ~ o b f e d q u ~ q u i ~ a r d d d o , dbde, cótnoypqu4 de la Zadologk El llbm mItd d e para tado estwnanteunhmbrio, ofrecleh en cada tema una visión ptural a paitir de los distintos enfoques y oplalones, con h finalidad de que el k o r pueda tener una comprenstón amplia y documentada de lob twnas tratados, pata I l q a a fmquarse sus pmpiás opinknes Con ese Ubro se p ~ d e qw el a l u m pue& wawr en la c o m p r d n áe h apllUd6n soddbgka, cimentando bh sus conodrnlentas i m o r , en una fwnia qü@ poderbrmente le pueda rewltai de utilidad para su progreso en d d i o de las Qendas Sotiales