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La fábula fabulosa de la vacuna lobuna @ UNICEF Comité Español No, no fue para comerse a caperucita y su cestita. La verdadera razón por la que el lobo se disfrazó de abuelita fue otra bien distinta. Para descubrirlo, lo mejor será que empecemos por el principio… En los cuentos hay castillos, casas de chocolate, plantas que crecen hasta el cielo y tesoros enterrados. Pero no hay hospitales… ¿Entonces qué pasa cuando se ponen malo sus protagonistas? Por suerte, hay un equipo de médicos de UNICEF que se dedican a recorrer el mundo atendiendo a los niños y niñas que viven en lugares sin hospitales ni centros de salud. Una de las cosas más importante que hacen es llevar vacunas para que no se pongan enfermos. Aunque tengan que ir a desiertos, o selvas, o islas en mitad del mar… O al bosque donde vive el lobo. Allí vacunaron a Pulgarcito, a Ricitos de Oro, a Hansel, a Gretel, a Pinocho, a Blancanieves, a siete enanitos, tres cerditos, siete cabritillos y un grúfalo. Los médicos de UNICEF estaban a punto de terminar cuando empezaron los problemas: “Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuún no estoy preparado. Yo no necesito vacunas, no cojo ni un resfriado.” El resto de habitantes del bosque intentaban arrastrar al lobo hasta el puesto de vacunación, pero este se resistía con uñas y dientes. “Auuuuuuuuuuuuuuuuuxilio yo no quiero jeringuillas. Son peores que las brujas, las garrapatas y las cosquillas.” El lobo aullaba mientras los animales intentaban animarle cantando: “Nunca más enfermarás si te pones la vacuna y podrás aullar de noche hacia la luz de la luna. Tranquilo, lobito bueno, que soplaré y soplaré y cualquier molestia o daño yo así te quitare.” De pronto el lobo se escabulló y empezó a correr a casa de la abuelita. Todos salieron tras él. Pero fue una doctora de UNICEF, llamada Caperucita, la primera en llegar tras los pasos del lobo. Entró en la casa, donde le lobo se había escondido disfrazándose de abuelita, y se acercó hasta la cama. “Abuelita, abuelita que orejas más grandes tienes…”, dijo Caperucita. “Son para oírte mejor hijita mía”, respondió el lobo poniendo voz de ancianita. “Abuelita, abuelita que ojos más grandes tienes…” “Son para verte mejor hijita mía.” “Abuelita, abuelita que brazos más fuertes tienes…” “Son…” “¡Para ponerte una inyección!” Caperucita aprovechó que el lobo se había despistado para ponerle la vacuna. El lobo iba a ponerse a aullar, pero enseguida se dio cuenta de que ni se había enterado del pinchazo. Después, Caperucita le puso una tirita de piratas y celebraron que ya estaban todos vacunados comiendo sopa, pastel y un tarro de miel. Y así fue la verdadera historia del lobo, caperucita y UNICEF. Ah, ¿y la abuelita? Pues no estaba en casa porque con la vacuna ya nunca se ponía mala.

La fábula fabulosa de la vacuna lobuna · La fábula fabulosa de la vacuna lobuna @ UNICEF Comité Español No, no fue para comerse a caperucita y su cestita. La verdadera razón

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La fábula fabulosa de la vacuna lobuna

@ UNICEF Comité Español

No, no fue para comerse a caperucita y su cestita. La verdadera razón por la que el lobo se disfrazó de abuelita fue otra bien distinta. Para descubrirlo, lo mejor será que empecemos por el principio…

En los cuentos hay castillos, casas de chocolate, plantas que crecen hasta el cielo y tesoros enterrados. Pero no hay hospitales… ¿Entonces qué pasa cuando se ponen malo sus protagonistas?

Por suerte, hay un equipo de médicos de UNICEF que se dedican a recorrer el mundo atendiendo a los niños y niñas que viven en lugares sin hospitales ni centros de salud. Una de las cosas más importante que hacen es llevar vacunas para que no se pongan enfermos. Aunque tengan que ir a desiertos, o selvas, o islas en mitad del mar…

O al bosque donde vive el lobo.

Allí vacunaron a Pulgarcito, a Ricitos de Oro, a Hansel, a Gretel, a Pinocho, a Blancanieves, a siete enanitos, tres cerditos, siete cabritillos y un grúfalo.

Los médicos de UNICEF estaban a punto de terminar cuando empezaron los problemas:

“Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuún no estoy preparado.Yo no necesito vacunas, no cojo ni un resfriado.”

El resto de habitantes del bosque intentaban arrastrar al lobo hasta el puesto de vacunación, pero este se resistía con uñas y dientes.

“Auuuuuuuuuuuuuuuuuxilio yo no quiero jeringuillas.Son peores que las brujas, las garrapatas y las cosquillas.”

El lobo aullaba mientras los animales intentaban animarle cantando:

“Nunca más enfermarás si te pones la vacunay podrás aullar de noche hacia la luz de la luna.Tranquilo, lobito bueno, que soplaré y soplaréy cualquier molestia o daño yo así te quitare.”

De pronto el lobo se escabulló y empezó a correr a casa de la abuelita. Todos salieron tras él. Pero fue una doctora de UNICEF, llamada Caperucita, la primera en llegar tras los pasos del lobo. Entró en la casa, donde le lobo se había escondido disfrazándose de abuelita, y se acercó hasta la cama.

“Abuelita, abuelita que orejas más grandes tienes…”, dijo Caperucita.

“Son para oírte mejor hijita mía”, respondió el lobo poniendo voz de ancianita.

“Abuelita, abuelita que ojos más grandes tienes…”

“Son para verte mejor hijita mía.”

“Abuelita, abuelita que brazos más fuertes tienes…”

“Son…”

“¡Para ponerte una inyección!”

Caperucita aprovechó que el lobo se había despistado para ponerle la vacuna. El lobo iba a ponerse a aullar, pero enseguida se dio cuenta de que ni se había enterado del pinchazo. Después, Caperucita le puso una tirita de piratas y celebraron que ya estaban todos vacunados comiendo sopa, pastel y un tarro de miel.

Y así fue la verdadera historia del lobo, caperucita y UNICEF. Ah, ¿y la abuelita? Pues no estaba en casa porque con la vacuna ya nunca se ponía mala.