Upload
lamthuy
View
212
Download
0
Embed Size (px)
Citation preview
TEATRO COMPLETO
DE IBSEN. = TOMO II
La fiesta de So lhaug
01af Liliekrans
/
Los g'uerreros en Helgeland
HE NRIK IBSEN
TEATRO COMPLETO. = TOMO 11
La fiesta de Solhaug
Olaf Liliekrans
Los guerreros en He1geland
TRADUCCIÓN CASTELLANA
DE
PEDRO PELLICENA
EDITORIAL MUNDO LATINO
MADRID
FRlJLM 839.822 123 F54 Ej .1
ES PROPI EDAD
1044872
111111111111111111111111111111111111111111111
J L M
Imp. Garrou.-Villarroel, 12 y 14.-Barce1ona
LA fIESTA DE SOLHAUG (G1LDET :PAA SOLHAUG)
DRAMA LÍRICO EN TRES ACTOS
PERSONAJES
BENGT GAUTE'SON, señor de Solhaug. MARGIT, su esposa. SIGNA, hermana de Margit. GUDMUND ALFSON, p:lJ'ieute de las anteriores. KNUT GCESSLING, oficial del rey . ERIK DE H.!EGGE, su amigo. CRIADOS 1.0 Y 2.°
:MENSAJERO DEL REY. UN VIEJO. UNA CRIADA.
Iuvitados, iuvitadas, compañeros de Kuut, criados y camareros del castillo
La acci6n en Solhaug, en el siglo XIV
Este drama !frico fué estrenado en el teatro de Bergen el 2 de enero de r856, con música de Scheeliwy. Fué representado desoués con mlÍsica de Pa olo Spemti. ele Lan~Muller v de G lcesser en difer pntps teatros de Cristi "nío v de Cnpenhague. La primera edici6n n oruee-a fué publicada en r8.16 en Cristian(a. En Noru el!a se titulo Gildet paa Solha,,!!; en (roncé., La fPl e ii Sol"all~ (traducci6n V. de Colleville v Fritz de 7enelinl : en a lem~n Da s Fest al'f SOlha,,!?" (traducciAn Klin j1"en(eldl; en ruso Pra zdl1lh y Solhallge y en italiano La festa di Solhallg.
ACTO PRI M ERO
Sala espaciosa. Puertas a derecha e izquierda. En primer término y a la derecha, ventana ojival en proyectu~a de vidrios pequeños unidos por enlaces de plon:o. Cerca de la ventana, mesa cubierta de joyas. A la izquierda, otra mesa grande, con jarros y vasos de plata. La puerta del foro se abre sobre un mirador de cristales, desde el cual se divisa el fiordo
BENGT GAUTESON, MARGIT, KNUT y ERIK,
sentados junto a la mesa de la izquierda. Al foro, de pie, están los compañeros de Knut, que se pasan unos a otros grandes jarros de cerveza. A lo lejos, repican- las campanas que llaman a los fieles a los oficios divinos.)
ERIK.-(Levantándose. ) Y ahora, ¿ qué contest áis a la petición de mano que acabo de hacer en nombre de mi am;go Knut Gressling?
BENGT.-(Mirando a su mujer y esperando que ésta dé su oPini6n .) Sí.. . sí. .. sin duda . .. (Viendo que Margit no dice nada ,) Sí.. . Margit: danos tu opinión.
M ARGIT.-(Levantándose.) ¡Señor Knut Gressling! Hace mucho tiempo sabía lo que Erik acaba de contar de vos. Sé que pertenecéis a una familia ilustre, que poseéis dilatados dominios, mucho
IBSEN
~ro y también que el rey os distingue con su ::afecto.
BENGT.-(A Knut.) Sí; esa es también mi opinión particular.
MARGIT.-Y seguramente mi' hermana no puede aspirar a un esposo que más le convenga.
BENGT.-j Que más le convenga! Esa es también mi opinión particular.
MARGIT.-Falta saber si conseguís agradarla. BENGT.-(En voz baja y co n inquietud .) Pero,
¿ qué dices, querida esposa? KN UT. - (Levantándose bnfscamellte. ) ¿ Cómo?
¿ Sei'iora, creéis que vuestra hermana ... ? BENGT.-(Procurando calmarle .) Un momento,
Knut . Debéis comprender que ... MARGIT.-No quieren mis palabras ofenderos.
Mi hermana sólo conoce las canciones que hablan de vos y esas canciones suenan mal en el oído de una virgen: que el castillo de vuestros antepasados es morada terrible donde celebráis orgías, noche y día, con brutales compai'ieros ; que Cristo ayude a la que ha de llevar vuestro nombre; que el Sei'ior tenga piedad de aquella a quien tienten vuestro ·oro, vuestros dominios y vuestras selvas vírgenes, porque, devorada por la pena, no aspiraría más que a descansar bajo tierra.
ERIK.-Es verdad . Knut observa una conducta un poco desordenada, pero cambiará cuando se case.
KNuT.-Oidlo bien, Margit. Hace una semana estábamos juntos en H regge, en casa de Erik,
LA FIESTA DE SOLHAUG 9
aquí presente. Bebimos mucho, la cerveza era muy fuerte y , avanzada la noche, juré que Signa, vuestra encantadora liermana, sería mi mujer antes de fin de año. Como nunca he faltado a mi palabra, es necesario que me aceptéis como esposo de vuestra hermana, t anto si os agrada como si os desagrada la boda.
MARGIT .-Antes de que se efectúe, debéis separaros de los malos compañeros; no produciréis escándalo al atravesar la villa, sea a caballo o en carroza; no inspiraréis terror cuando se anuncie vuestra llegada a una fiesta; y cuando asistáis os portaréis con decoro, y recordando que cuando la cerveza enrojece vuestro rostro, el hacha es arma demasiado ligera en vuestras manos, al salir de vuestra casa la dejaréis detrás de la puerta. Dejar~is en paz a las mujeres honradas y daréis a cada cual lo suyo. Dejaréis tranquilo al caminante pacífico desmintiendo la afirmación de que debe tener preparada la mortaja todo el que os encuentre en su camino. Si así os portáis hasta fin de año, tal vez os caséis con mi hermana.
KNuT.-(Conteniendo la ira.) Sois hábil para manejar la palabra, Margit. En vez de mujer, debisteis ser sacerdote.
BENGT.-¡ Oh! Yo también hablo muy bien . .. KNuT.-(Sin hacer caso de Bengt.) Pero si un
hombre capaz de manejar un arma, me hubiera hablado como vos ...
BENGT.-No. Knut, no ha querido decir .. . es necesario entenderlo ...
10 IBSEN
KNuT.-(Continuando.) Habría sentido en efec~ to que el hacha es un ~tiJ.a aemasiado ligera en mis manos, como acabáis de decir.
BENGT.-(En voz baja.) ¿ Lo ves, Margit, 10 ves? Esto va a acabar mal.
MARGIT:-(A Knut.) Me habéis pedido una respuesta Íeal y os la he dado.
KNUT.-¡ Bueno! ¡ Bueno! No me enfadaré con 'vos, señora Margit; vos sola sois más inteligente que todos nosotros juntos. Dadme la man:o; tal vez hayáis tenido razón al decirme verdades tan amargas.
MARGIT.-Así me gusta. Os veo en buen camino. Una palabra más. Esta noche hay fiesta en Solhaug.
KNUT .~¿ Fiesta? BENGT.-Sí, señor Hcessling. Es el tercer ani
versario de mi casamiento con Margit. MARGIT.-(Interrumpiéndole con impaciencia.)
Como os dije, hay 'fiesta en el castillo. Cuando regreséis de la iglesia y hayáis terniinado vuestros asuntos, venid a comer con nosotros y veréis a mi hermana.
KNuT.-Bueno, señora, gracias. Pero al venir a caballo esta mañana, por ' los alrededores del castillo, no pensaba ir a la iglesia, sino a ver a vuestro pariente Gudmund Alfson.
MARGIT.-(Con asombro.)' ¿ Cómo? A mi pariente ... imposible verle por aquí. ..
KNUT .-¿ Por qué no? Su casa está cerca; ha~ . bita al otro lado del fiordo
LA FIESTA DE SOLHAUG 11
MARGIT.-Sin duda; pero está ausente. ERIK.~No 10 creáis; está más cerca de 10 que
:magináis. KNuT.-(En voz baja, a Erik .) ¡Silencio! MARGIT.-¿ Más cerca? ¿ Qué queréis decir? KNUT.-¿ No sabíais el regreso de Gudmund
Alfson, despues de haber acompañado a Francia al canciller Audun de Hcegrances, que fué en busca de nuestra nueva reina? MAR~IT .-Sí; pero estando a punto de cele
brarse lel casamiento real en Bergen, Gudmund debe estar allí seguramente.
BENGT.-Nosotros también hubiéramos podido asistir. Ya se 10 dije a mi mujer . . .
ERIK.-(En voz baja, a Knut.) ¿ De modo que no sabe ? . .
KNUT.-(Igual.) Por 10 visto ... Cállate. (En alta voz.) Está bien, Margit, esta noche volveré.
MARGIT.-Y me demostraréis si sois capaz de dominar los instintos salvajes de vuestra alma.
BENGT .-Sí; sí; procurad 10.
MARGIT.-Dejaréis en descanso el hacha, ¿ no es verdad, Knut Gcessling?
BENGT.-El hacha, la espada y todas las armas. , MARGIT .-En caso contrario, jamás podréis as
pirar a ser mi hermano político. BENGT .-Así 10 hemos decidido .
. KNuT.-(A Margit.) Tranquilizaos. RENGT.-Y cuando tomamos una determinación
es irrevocable. KNuT.-Así 10 prefiero, señor Bengt Cauteson.
12 IBSEN
Tened la seguridad de que en mí todo es serio. Vaso en mano juré que sería vuestro cuñado. Y ya veréis si sé cumplir mi palabra. La paz de Dios sea con vosotros. Hasta la noche.
(Knut, Erik y S1/S compa1"ieros se van por el
foro. Bengt les acompaiia hasta la puerta. Las campa1las cesan de repicar.)
BENGT.-(Volviendo.) Me parece que nos ha amenazado al despedirse.
MARGIT .-(Dis traída . ) También me parece a mÍ. BENcT.-Es peligroso tener cuestiones con Knut
Gcessling y, reflexionándolo bien, nuestra conversación fué un poco violenta. En fin, no pensemos más en ello. Estemos alegres ya que debe ser día de fiesta el de hoy entre nosotros.
MARGIT.-(Sonrienda tristem ente .) Sí; ciertamente.
BENGT.-A decir verdad, no era muy joven, cuando pedí tu mano, pero era el más rico de la comarca y, aunque eras tú muy hermosa y muy noble, tu dote era insignificante para tentar a los enamorados.
MARGIT .-(Hablando consigo misma.) Y. sin embargo, i qué rica era entonces!
BENGT .-¿ Qué dices? MARGIT.-Nada, nada. (Va hacia la derecha de
la escena.) Ya que esta noche es de alegre fiesta, quiero embellecerme con ricas joyas.
BENGT.-Me gusta oirte hablar así. Adórnate con las más ricas galas para que nuestros huéspedes tengan que decir : i qué dichosa es la mujer
LA FIESTA DE SOLHAUG I3
de Bengt Gauteson! Pero tengo que disponer el 'estín. Hay que atender hoya muchas cosas. (Vase 'or la izquierda.)
MARGIT .-(Se deja caer tristemente en una silla, cerca de la mesa de la derecha.) Afortunadamente, se ha ido. Cuando está a mi lado, mi corazón cesa de latir, como si 10 adormeciera un frío mortal. (Llorando.) Es mi marido; soy su mujer. ¿ Cuántos años dura la vida humana? ¿ Cincuenta años tal vez? i Dios mío! i Y sólo cuenta mi vida veintitrés primaveras! (Pausa. Con más calma.) Es doloroso suspirar entre muros, aunque sean dorados; es muy triste permanecer entre rejas. (Automáticamente, coge sus alhajas y empieza a colocárselas.) Quiere que me adorne con las perlas y las joyas más hermosas. ¡Cuánto más alegre sería para mí la fiesta si hubieran de llevarme esta noche a reposar bajo tierra! (InterrumPiendo sus pensamientos .) ¡Basta! i No pensemos más en ello!. .. Sé una canción que consuela el dolor. (Canta.)
El Rey de la Montaña, la isla atravesaba . i Qué triste vivirás!
Con la hermosa doncella, casarse deseaba ... i De allí no volverás!
El Rey, con su caballo, al castillo llegaba i Qué triste vivirás!
y Kirsten, la doncella, su trenza desataba. i De allí no volverás!
El Rey de la Montaña, con ella desposaba. I Qué triste vivirás!
IBSEN
Con cinturón de plata su talle rodeaba. j De allí no volverás!
El Rey con aquel lirio tan puro se casaba, i Qué triste vivirás!
Con quince anillos ricos sus dedos adornaba; j De allí no volverás!
Pasaron tres veranos, el cuarto comenzaba; i Qué triste vivirás!
y Kirsten ver no pudo jamás el sol brillaba, j De allí no volverás!'
Ni vió el valle florido, ni el ave que cantaba; i Qué triste vivirás!
En la montaña de oro la noche dominaba. j De allí no volverás!
(Se levan ta y atraviesa la escena.) Esta leyerida la cantaba Gudmund muchas
noches cuando venía a casa de mi padre. ¡ Qué bien expresa la tristeza! Nunca la pude olvidar. Se apodera de mi alma y sin razón me hace soñar. (C on terror .) Ricos anillos y cinturón de plata. El Rey de la Montaña compró a su mujer con oro. (Desesperada, se deja caer ea un banco, cerca de la mesa de la izquierda.) ¡ Ay de mí! Soy yo la esposa del rey de la montaña y nadie vendrá a libertarme.
SIGNA.-(Entra gritando .) i Margit! i Margit! ¡ Ha llegado!
MARGIT.--(Levan tándose rápidamente. ) ¿ Quién? SIGNA.-¡ Gudmund, nuestro pariente! MARGIT.-¿ Gudmund Alfson, aquí? ¿ Cómo
puede ser?
LA FIESTA DE SOLHAUG 15
SIGNA.-Estoy segura. MARGIT.-(Se dirige hacia la ·derecha.) Gud
mund Alfson está en las bodas del rey. SIGNA.-Tal vez; y, sin embargo, estoy segura
de que era él. MARGIT .-¿ Le viste? SIGNA.-No, pero le oí. MARGIT .-Cuenta; i prouto ! SIGNA.-Era la mañana. Volteabau las campa
nas. Iba a caballo a la iglesia. Las aves de los bosques cantaban alegremente en 10 más es¡:eso del tallar. Alegre también estaba el aire . Por los senderos me imaginaba que las rosas me dirigían saludos amistosos al pasar. Entré en la iglesia, el saeerdote en el altar leía el evangelio y religiosamente los fieles oían la palabra santa. De pronto, a lo lejos, se oyó un canto. ¡Hasta me pareció que las imágenes santas se volvían para oir mejor!
MARGIT. - ¿ y después? ¡Signa! ¡Acaba pronto!
SIGNA.-Como si una voz misteriosa me llama· se fuera de la iglesia, salí, siempre escuchando, a pasearme por el atrio. Marchaba en mi ensuerio a través de montañas y de valles, entre bosques de abedules pálidos, y me pareció que la iglesia quedaba atrás, vacía, y que el" sacerdote y los fieles me seguían para oír también. Y mientras el canto misterioso seguía resonando, la Natura~ leza estaba en silencio y hasta los mismos pája~
16 IBSEN
ros callaban para oir la misteriosa música que repetía el eco de la montaJ1a.
MARGIT.-j Sigue! SIGNA.- y mientras los fieles, :al salir, se per
signaban, se apoderaba de mí una extraiia emoción, porque reconocí perfectamente el canto melodioso. Gudmund 10 había cantado muchas veces. Sí ; 10 había cantado muchas veces y siempre he conservado el recuerdo de todas sus canciones .
MARGIT.-¿ y crees que sería ... ? SIGNA.-Estoy segura. Pronto lo verás. (Rien
'do .) Las aves de paso vuelven después del invierno. No sé por qué; pero soy feli z , Margit. Voy a buscar su arpa, hace tanto tiempo colgada al muro. La limpiaré hasta que reluzca y templaré sus cuerdas de oro.
MARGIT.-(Pell sativ a.) Como quieras . SIGNA.-(Dulcemente .) j Basta de tristeza! (Be
sándola,) Con el regreso de Gudmund volverá a tí la alegría como cuando tu Signa era pequeJ1a.
MARGIT.-(Hablando consigo misma.) 1 Cuánto ha cambiado todo desde entonces!
SIGNA.-Márgit, ahora debes estar contenta. Tienes lacayos y serVidores. En tus habitaciones hay lujosísimos vestidos, eres rica, de día puedes cazar galopando a caballo a través de los bosques sombríos y por la noche reposar en la cámara nupcial, muellemente reclinada en almohadones de seda azul.
MARGIT.-(Mirando por la ventana.) ¡Dios mío! I El va a venir a Solhaug!
LA FIESTA DE SOLHAUG
SIGNA.-¿ Qué dices? MARGIT.-(Volviéndose .) Nada. Ve a preparar
te. Pronto podrás conocer por experiencia la felicidad conyugal que describes con tan magníficos colores.
SIGNA.-¿ Qué quieres decir? MARGIT.-(A.cariciando los cabellos de Signa.)
Pronto lo sabrás ... tal vez se presente esta noche un enamorado ...
SIGNA.-¿ Un enamorado? ¿ De quién? MARGIT.-De ti. SIGNA.-¿ De mí? Habría equivocado el camino. MARGIT.-¿ Qué le contestarías si respetuosa-
mente viniera a pedir tu mano? SIGNA.-Le contestaría que soy demasiado fe
liz aquÍ para pensar en el matrimonio. MARGIT .-¿ y si fuera un poderoso señor, due
ño de un magnífico castillo? SIGNA.-Aunque fuera un rey y su palacio es
tuviese lleno de suntuosos vestidos y de oro resplandeciente. i No lograría tentarme! Porque creo que ahora soy más rica, porque poseo la riqueza de la juventud, del cálido sol del estío y del rumor del arroyo, de los pájaros alegres en las ramas de los árboles y la riqueza de tu amor. i Oh, her_ mana querida! Quiero quedarme aquí y no quiero pensar en amoríos. i Soy demasiado dichosa! (Vase cantando por la izquierda.)
MARGIT.-(Después de una pausa.) ¿ Gudmund Alfson vendrá aquÍ? ¿ Es posible? ¿ Vendrá a SolhllUg? No. No. Signa no pudo oirle cantar. An_
IBSEN
tes, en el murmullo del viento a través de los abetos, en el rumor" del torrente, en el canto de las aves, oía la voz de Gudmund que se mezClaba a todos los sonidos . Y, sin embargo, estaba lejos, muy lejos de aquí. Signa se ha equivocado. No vendrá Gudmund .
BENGT.-(Sale muy aprisa por el foro y g rita :) Un huésped que no esperábamos .
MARGIT.-¿ Quién? BENGT.-Gudmund Alfson, tu pariente. (Grita
desde la puerta de la derecha: ) i Que preparen inmediatamente el mejor aposento del castillo!
MARGIT.-¿ Ha llegado? BENGT.-Y no puede tardar. (Gritando otra vez
por la derecha:) i Preparad 10 todo y disponed el lecho de encina esculpida con la cabeza del drag6n! (Acercándose a Margit.) Nos envió el escudero para anunciarnos su visita y para saludarnos.
MARGIT.-¿ El escudero? ¿ Viaja, pues , con " hombres de armas?
BENGT.-Sí; le acompañan el escudero y seis soldados. Gudmund no es el mismo que cuando partió para el extranjero. Pero tengo prisa en salir a recibirle. (Gritando a los de fu era :) Ensillad el caballo con la silla de oro y no olvidéis el bocado con cabeza de serpiente. (Mirando por el foro.) Pero ya llega . Dadme el bastón, el bastón ton puño de plata. Hay que recibirle con todos los honores . (Vase apresuradamente por el f oro. )
MARGIT.-(En actitud soiiadora.) Era muy pobre cuando dejó la villa y vuelve ahora acompa-
LA FIESTA DE SOLHAUG
ñado de escuderos y soldados. ¿ Qué quiere? Quiere saber si el dolor devora mi alma. Quiere conocer 10 que puede soportar un corazón antes de romperse. ¿ Pensaría tal vez que yo?.. i Que no 10 intente!... i Pronto se arrepentiría!. . . (Llama. a la puerta de la derecha y salen tres doncellas.) Oid, hijas mías. Traedme en seguida el traje de seda azul y seguidme al camarín para arreglar el terciopelo y las pieles. Dos prepararéis el manto de marta cebellina y la tercera adornará con :perlas mis cabellos. Me llevaréis también todas mis joyas. (Salen las criadas con los cotrecillos de joyas.) Así tiene que ser. Como Margit es la esposa del Rey de la Montaña debe engalanarse con preseas de reina. (Vase por la derecha. Bengt hace entrar a Gudmund por el mirador del foro.)
BENGT.-Vuelvo a dar al pariente de mi esposa l:a bienvenida a su llegada a Solhaug.
GUDMUND.-Y, ¿ cómo está Margit? Supongo que está bien .
BENGT.-Muy bien; podéis estar seguro. Nada le falta. Tiene cinco criadas, caballos siempre ensillados a su disposición. En fin, posee cuanto puede desear una dama de calidad.
GUDMuND.-Entonces, Margit estará contenta ... BENGT .-Así debía ser, pero ... GUDMUND.-¿ Qué? BENGT.-Tal vez no queráis creerlo; pero me
parece que Margit estaba más alegre antes cuando era pobre que ahora que es castellana de Solhaug.
20 IBSEN
GUDMUND .-(Aparte.) Ya me figuraba que tenía que ser así.
BENGT.-¿ Qué decís 7 GUDMUND.-Que vuestras palabras me sorpren
den mucho. BENGT.-Hay motivo. A fe de caballero, no
sé lo que la falta . Procuro estar a su lado todo el día. Nadie puede acusa rme ele severo con ella. Me encargo yo de dirigir los quehaceres de la casa y, sin embargo . . En fin, si seguís siendo el alegre caballero de anbño, tal vez vuelvan los buenos tiempos. Pero aquí está Margit. No dejéis traslucir nada de lo que os he .. .
(Margi t, ricament e ves tida, llega por la izquierda.)
GUD MUND.-(Yendo a su encuentro .) i Margit! ¡Querida Margit!
MARGIT.-(Se detiene y le mim con indiferencia.) Perdonad, caballero; pero ... (Fingiendo que le cuesta trabajo reconocerle.) ¡Ah! ¿ Si no me engaño, vos sois Gudmunel AJfson 7 . .. (L e tiende la mano.)
GUDMUND.-(Sin tomarle la mano.) ¿ C6mo vacilaste en reconocerme?
BENGT.-(Riendo.) Pero, Margit, ¿ dónde tienes la cabeza 7 Hace poco te advertí que llegaría tu primo . . .
M ARGIT.-(Dirigiéndose a la m esa de la derecha .) Son muchos doce años. Gudmund.
GUDMuND.-Pero hace siete nos vimos. MARGIT.-¿ Nada más 7 Debe hacer más tiempo,
LA FIESTA DE SOLHAUG 21
GUDMUND.-Efectivamente, así parece. (Mirándola fijamente.) Pero no es verdad.
MARGIT.-Es extraño. Era una niña entonces y me parece la infancia muy lejana. (Se deja caer sobre una silla.) Siéntate, primo. Descansa, porque esta noche tendrás que alegrar la fiesta con tus cantos. (Con risa forzada.) Porque hoyes día de gran fiesta en Solhaug.
GUDMuND.-Me lo dijeron cuando llegué. BENGT.-Sí; hoyes el tercer aniversario de mi
casamiento con .. . MARGIT.-(Interrumpiéndole.) Mi primo sabe
ya . (A Gudmund.) ¿ No quieres dejar el manto? GUDMuND.-Gracias, señora, pero me parece
que hace mucho frío aquí, mucho más frío del que hubiera podido esperar.
BENGT.-Yo tengo mucho calor; bien es verdad que hice bastante ejercicio. Ahora os dejo. Hablad del pasado y tú, Margit, procura que el tiempo le parezca breve a nuestro huésped . (Hace ademán de irse.)
MARGIT.-(Inquieta.) ¿ Te vas? Sería preferible que te quedaras.
BENGT.-(Volv iéndose a Gudmund.) Ya veis como logro complacer a las damas. Mi mujer no puede estar un momento sin mí. (A Margit, acariciándola.) ¡Bien! ¡Bien! Vuelvo en seguida. (Vase.)
MARGIT.-(Aparte.) i Qué vergüenza! ¡Tener que soportar tal ultraje! (Pausa.)
GUDMuND.-Querida M;argit, dadme noticia's de vuestra hermana.
22 IBSEN
MARGIT.~Está bien. GUDMuND.-Me dijeron que vivía en el castillo. MARGIT.-Sí; desde mi . .. (Cambiando de tono.)
Hace tres años vive conmigo en Solhaug. (Pausa corta.) Pronto ha de venir. .
GUDMuND.-Antes Signa era ingenua, ignoraba las malicias y las astucias de los hombres. Cuando recuerdo sus ojos azules, sueño con los ángeles del Paraíso. Pero, i todo cambia tanto en siete años! Decidme, mientras yo viajaba por países lejanos, mientras vivía en las regiones del Norte, ¿ ha cambiado ella también? ..
MARGIT.-(Queriendo burlarse.) ¿ Ella también? ¿ Es uso en la Corte hablar con tan escasa galantería? Me recordáis que el tiempo es un maestro singular. .. ,
GUDMUND.-Muy bueno, Margit, porque me habéis comprendido . Antes las dos érais muy cariñosas conmigo y llorásteis el día de mi marcha. Nos habíamos prometido querernos como hermanos y que nos fueran comunes dolores y alegrías. Entonces brillábais como sol, entre constelaciones de vírgenes. Ahora sois celebrada en la comarca y sois tan hermosa como entonces . Pero la castellana de Solhaug ha olvidado al pariente pobre, y sois altanera conmigo, vos que fuísteis en otro tiempo tan afectuosa.
MARGIT .-(Con emoci6n.) Sí; ciertamente, en otro tiempo.
GUDMUND.-(La mira con compasi6n. Pausa. Después dice en voz baja:) ¿ Vuestro esposo me
LA FIESTA DE SOLHAUG
dijo que recordaríais con placer el tiempo pasado? MARGIT.-(Con violencia.) 'i No! i No! i No
quiero! (Con más call1'w.) Me es doloroso recordar . No sé nada. Más bien contadme vos lo que hidsteis en los años de ausencia. Creo que este tiempo largo habrá sido para vos fértil en acontecimientos. Debéis tener mucho que contar. El mundo es grande y hermoso y en otros países el alma debe vivir libre y alegre.
GUDMuND.-Jamás fuí tan dichoso en los palacios del Rey como lo era cuando niño en mi pobre mansión .
MARGIT .-(Sin mirarle.) Y yo, todos los días, en Solhaug, doy gracias a Dios por la suerte que me ha dado.
GUDMUND.-¿ Sois dichosa? MARGIT.-(Con ira.) ¿ No me veis respetada e
independiente? ¿ No son cumplidas mis órdenes? ¿ No puedo disponer a mi antojo de mis actos? Nadie está por encima de mí y ya sabéis que siempre quise ser la primera. Pensábais encontrarme desgraciada, bajo el peso de mi grandeza, pero ya lo veis, soy dichosa y mi alma esta <:ontenta. Por esto es inútil vuestra visita a Solhaug y vana será vuestra espera.
GUDMUND.-¿ Qué queréis decir, señora? MARGIT.-(Levantándose.) Que sé perfectamente
por qué os halláis aquí a solas conmigo. GUDMUND.-¿ Sabéis por qué vengo y os mos
tráis enojada conmigo? (Saluda y se dispone a
lBSEN
salir.) Entonces, adi6s , noble dama, que la paz del Señor os acompaiie.
MARGIT. - Hubiera sido mús digno de vos continuar en el palacio del rey.
GUDMUND.-¿ En el palac io del rey ? (D etenién
dose.) No os burléis de mi desgracia. MARGIT .-¿ Vuestra desgracia? i Muy alta co
locáis vuestra ambici6n, primo mío ! ¿ A qué cumbre queréis subir? Vais con magníficos trajes de terciopelo, sois el confidente del rey y no pueden contarse vuestras riquezas ni en oro ni en tierras.
GÚDM uND.-Juzgad vos misma de mi elevada fortuna. ¿ Sabéis por qué vine hace poco a Solhaug?
MARGIT.-Lo sé. Gum!UND.-Entonces sabéis lo inmenso de mi
desgracia . Sabéis ¿ no es verdad? que estoy proscrito ...
MARGJT.-(Con terror. ) ¿ Tú, Gudmund? ¿ Pros_ crito?
GUDMUND.-Sí ; pero, por Cristo os juro, que si hubiera sospechado el cambio de vuestros sentimientos, nunca hubiera venido a Solhaug. Creí que seríais siempre afectuosa y tierna como cuando tuve que abandonaros. El bosque es grande, la roca será mi almohada y el antro del oso, mi refugio. (Quiere irse.)
MARGIT.-(Reteniéndole.) j Proscrito!. .. j Quédate! Te juro que no sabía nada.
GUDMUND.-Y, sin embargo, es verdad. Mi vida está en peligro, todos queremos conservarla. Como
LA FIESTA DE SOLHAUG
un perro, dormí tres noches al raso, descansando en la montaña mis pies cansados y apoyando mi cabeza en la roca. Erame penoso pedir asilo a los extraños. Mi fe era grande y muy profunda mi confianza. Al llegar a Solhaug, me decía, estarás en salvo. Allí acabará tu desgracia porque tienes amigos seguros. Pero la esperanza escomo flor que se marchita. Vuestro esposo me dió la bienvenida y llenó para mí jarros y vaso~ y abrió de par en par las puertas del castillo. Pero ahora vuestra casa me parece sombría y tristes vuestros salones. Ya no tengo amigos . j De nuevo subiré a la montaña!
MARGIT.-(SupZicando.) Pero escucha. GUDMuND.-Mi alma es altiva y al presente la
vida se me antoja despreciable . Ya no me interesa nada. Habéis destruído mis esperanzas más caras, habéis pisoteado cuanto amaba. j Adiós, Margit!
MARGIT.-j No! j Por Dios y por todos los santos! i Escuchadme, Gudmund!
GUDMuND.-Sigue viviendo en la alegría, acatada y respetada por todos. La sombra de Gudmund no enlutará tu puerta. No volverá Gudmund a molestar a tus servidores.
MARGIT.-j Basta! ¡Basta! Te arrepentirás de tus palabras amargas. Si hubiera sabido que, proscrito y fugitivo, te dirigías a Solhaug, jamás día alguno hubiese sido más alegre ni hubiera habido hora más feliz para mí que aquella en que el proscrito se hubiese convertido en mi h~ésped.
IBSEN
GUDMUND.-¿ Qué dices ahora? ¿ Qué debo creer?
MARG IT .-Cree que en Solhaug tienes amigos y parientes desinteresados. (L e da la llwn (J .)
GumIUND .-Pero ... hace poco ... MARGIT .-Olvídalo . Oye me atentamente y com
prenderás. Para mí la vida es sombría como noche sin estrellas. Nada puede mitiga r mi dolor porque vendí mi juventud, troqué en oro mi alegre inconsciencia, me encadené con mis propias manos. Créeme : vale muy poco el oro cuando el alma se llena de tristeza . i Qué feliz fuí antes ! Cuando niños, éramos pobres y modesta nuestra casa, pero la esperanza florecía en el corazón.
GUDMUND.-(Que 11 0 ha cesado de c(J¡ ztemplarla.) Y ya empezaba a dibujarse tu espléndida hermosura .
MARGIT.-Sí; pero esas alabanzas me perdieron . Partiste para el extranjero y la armonía de tus cantos seguía resonando en mi corazzón y mi frente se ensombrecía al recuerdo del pasado Habías cantado toda la alegr ía que puede contener el pecho humano. De nobles damas y caballeros de antaño habías contado alegremente la vida risueña. En tus canciones los enamorados llegaban del Este o del Oeste y después.. . después me casé con mi esposo . .
GUDMUND.-j Oh! j Margit! MARGIT.-PoCO tiempo tardé en derramar lágri
mas amargas y la única felicidad que me restó fué pensar en ti, mi amigo y mi pariente. Vacío
LA FIESTA DE SOLHAUG 27
me pareció el gran salón de Solhaug y vacíos también los grandes aposentos del castillo. Muchos caballeros y nobles damas fueron nuestros hnéspedes ; muchos poetas cantaron en mi honor, pero ninguno pudo comprenderme; ninguno pudo adivinar mi desgracia. Tenía frío como si viviese en la montaña y mi frente abrasaba, mi sangre bullía.
GUDMUND.-¿ Y tu esposo? MARGIT.-Nunca le amé; su oro me sedujo. Al
hablarme, cuando está junto a mí, el alma se desespera. (Retorciéndose las manos.) Así viví tres años. Mi existencia fué un horrible suplicio. Y me anunciaron tu llegada. Ya conoces mi orgullo : quise disimular mi pena, ocul~ar mi dolor porque tú, menos que nadie, debías saber nada.
GUDMuND.-(Conmovido.) Por eso te alejabas de mí.
MARGIT.-(Sin mirarle.) Creía que venías a mofarte de mi dolor.
GUDMuND.-Margit, ¿ cómo pudiste creerlo? MARGIT.-Todo me inducía a pensar así. Pero,
i alabado sea Dios!... i Acabó la pesadilla! No estoy sola y mi pecho respira libre, fácilmente, como el del niño que juega en un jardín. (Estremeciéndose.) Pero, ¿ dónte tengo la cabeza? ¿ Cómo pude olvidar? i Que Dios me perdone! i Proscrito! ¿ Pero, ¿ es posible? ¿ Tú condenado?
GUDMuND.-(Sonriendo.) Ahora estoy tranquilo. Los soldados del rey no vendrán a buscarme aquí.
IBSEN
MARGIT.-¿ Cómo es posible que tú, que hace poco gozabas de la mayor granr1·eza, te halles ahora en la desgracia?
GumwND.-Ya sabes que fuÍ agregado al séquito real del canciller Audun de Heegrances que salió de Bergen para Francia en busca de la princesa que había de ser reina en Noruega. Audun es hermoso y elegante; la princesa también es una hermosa mujer, cuyos oj os tienen un encanto poderoso y una seducción extraila. En el silencio de la noche, sobre el puente del barco, mientras. mis pensamientos volaban como graviotas hacia Noruega, oí una noche el mnrmullo de d'os voces, me volví: eran él y ella que hablaban. No veían, pero yo los distinguía muy bien a los dos . Ella le miraba con triste mirada y le decía: «si fuésemos hacia el Sur, hacia los países del sol, y si estuviéramos los dos solos a bordo, mi alma encontraría la felicidad.» Y respondía Audun : "y mi corazón no sufriría lo que sufre.» Ella decía palabras de amor, sus ojos brillaban como estrellas, imploró con pasión ... (Interrumpi éndodose.) Y un horrible temor se apoderó de mí.
MARGIT.-¿ Qué imploraba ella? GUDMuND.-Me levanté haciendo ruido y des
aparecieron. Quedé solo en el puente. (Saca un frasquito.) Pero encontré esto en el sitio en que estaban sentados.
MARGIT.-¿ Qué es? GUDMUND.-(En voz baja.) Un filtro misterio
so. Basta una gota de este veneno en el vaso de
LA FIESTA ElE SOLHAUG 29
un enemigo y, poco a poco, la vida y las fuerzas le abandonan , sin que nadie en el mundo pueda salvarle.
MARGIT.-Pero, dime ... GUDMuND .-Este veneno era para el Rey. MARGIT.-j Dios santo! GUDMuND.-(Guardando de nuevo el frasquito .) Afortunadamente, pude guardar el . frasquito.
Tres días después terminó nuestro viaje . Con mis soldados me apresuré a huir, porque sabía que Audun procuraría perderme en el ánimo del Rey, y se apresuraría a encarcelarme.
MARGIT.-Pero ahora todo acabó, todo va a arreglarse, todo volverá a ser como antes.
GUDMuND.-Todo, no, Margit; porque antes eras libre.
MARGIT.-¿ Qué quieres decir? GUDMuND.-Nada, nada. No me hagas caso.
Estoy alegre porque me encuentro, como en otro tiempo, en vuestra casa. ¿ Y Signa?
M ARGIT.-(1ndica sonriendo, la puerta de la izquierda. ) Va a venir . Quiere aparecer hermosa ante ti, y por 10 visto, necesita mucho tiempo.
GUDMUND.-Quiero ver si me reconoce. ¿ Está allí? (Vase por la izqzuierda.)
MARGIT.-Sí. (Mirándole.) E s hermoso y varonil (Suspira .) Poca semej'anza existe entre él y ... (Cam.bia de sitio los vasos en la m esa y de Pronto se para.) «Antes era libre.» Decía .. . Sí. .. antes. (Pausa.) Aventura singular de la princesa. Amaba a otro .. . y después ... Esas mujeres ex-
3° IBSEN
tranjeras . Ya me habían dicho que no eran tan miedosas como n~sotras .. . por lo menos ellas no temen convertir en acción el pensamiento. (Toma un jarro de la m esa. ) En este jarro Gudmund y yo brindamos por su feliz regreso, cuando partió. Es el único recuerdo de aquel tiempo que trajo a Solhaug. (Coloca el jarro eJ~ el armario.) ¡Qué hermoso día de verano! i Qué luz! i Hace tn~s
años que el sol no brilla tanto! (Signa y Gudmund entran por la izquierda.)
SIGNA .-(Riendo, corre hacia Margit.) No quiere creer que soy yo.
MARGIT.-(Sonriendo, a Gwdmund.) Ya ves como Signa también ha cambiado mucho desde tu partida.
GUDMUND.-Sí; pero... no. .. no. .. nunca hubiera creído (Coge las manos de Signa y la mira.) Y, sin embargo, veo aú.n, a través de tus ojos azules, tu alma inocente de niña. Y ahora me río pensando que muchas veces soñé verte como cuando te llevaba en mis brazos. Entonces eras una niña. Ahora, un hada, una hechicera que em~ bruja.
SIGNA.-(Amenazálldo le con el dedo.) Líbrate de que se enfade la heClhicera, procura que no te a rme una emboscada.
GumluND.-(Aparte.) Me parece que ya he caído en su poder.
SIGNA.-Pero espera. Voy a traerte el arpa. No sabes con qué esmero la conservé . (Saliendo
. ,)
LA FIESTA DE SOLHAUG 31
por la izquierda .. ) Has de enseñarme todas tus canCIOnes .
GUDMuND.-(Siguiéndola con la vista.) Parece una flor que acaba de abrirse al primer rayo de sol.
SIGNA.-(Trayendo el arpa .) Te traigo el arpa GUDMuND.-(Cogiéndola.) Mi arpa . Tan relu
ciente como antes . (Ensaya algunos acordes .) Suenan todavía sus viejas cuerdas. ¡Ah! No volverás a quedar olvidada en el muro.
MARGIT.-(Mirando hacia el foro.) Ya empiezan a llegar los invitados.
SIGNA.-(Mientras Gudmund preludia .) i Silencio! i Oid!
GUDMuND .-(Cantando .) Paseando a la orilla del río, de las ramas al suave rumor, me cantaba la alondra en su pío el nacer y morir del amor: «POCO a poco el amor se acrecienta como el roble, en su lento crecer, de melancolía se alimenta y sus lágrimas hay que beber. De pesar o de dicha es la letra que se canta en su varia canción; pero en un instante su raíz penetra, dentro de nosotros, en el corazón.»
(En los últimos acordes, va hacia el fondo y deja el arpa.)
SIGNA.-(Pensativa, hablando consigo misma.)
32 IBSEN
Pero en un instante, su raíz penetra dentro de nosotros, en el corazón.
MARGIT .-(Abstraída.) ¿ Qué dices? No he entendido ...
SIGNA.-¿ Yo ? ... Nada ... pensaba. (Vuelve a abstraerse. )
MARGIT.-(Con la mirada fija JI en 'uoz baja .) Poco a poco el amor se acrecienta como el roble en su lento crecer; de melancolía se alimenta y sus lágrimas hay que beber.
SIGNA.-(Como despertando.) Decías.
MARGIT.-(Pasálldose la mano por la fren/e.) Nada. Ven. Vamos a recibir a los invitados.
(Bengt entra, con 1nuchos invitados de ambos sexos, por el mirador.)
lNvITADos.-(Cantando alegremente.) Cantando alegremente llegamos a la fiesta, venturas deseando a su graciosa reina. Contento y alegría en todos resplandezca y el día tan hermoso que luce por doquiera, para Solhaug eterno y venturoso sea.
'l'E~ON
ACTO SEGU N DO
Bosque junto al castillo de Solhaug, que aparece en un ángulo a la derecha, en primer término. Al fondo, sendero que conduce a las montañas; junto al sendero un · arroyo que termina en cascada y se pierde entre rocas. La puerta del castillo está abierta. A través de los cristales se ven las luces y se oye la música.
INVITADos.-(Cantando desde dentro del castillo .)
Al compás de los violines, los donceles más apuestos bailarán con las doncellas más hermosas de sus sueños. i Que la música resuene, que los bailes den comienzo, y a las bellas homenaje, esta noche rendiremos!
(Se siguen oyendo confusos y lejanos acordes de música que salen del castillo . Erik de Hcegge y Knut Gcessling entran en escena viniendo del castillo.)
ERIK.-Me parece que vas a arrepentirte, Knut. KNUT .-Es cuenta mía. ERIK.-Es verdad; pero el peligro que corres
es grande. Como oficial del rey tienes que arres-
3
34 IBSEN
tar a Gudmund Alfson tan pronto como le encuentres. Y ahora que le tienes en tu poder, le ofreces amistad y le permites ir donde le plazca.
KNUT.-Sé 10 que debo hacer . Fuí a buscarle a su casa y no estaba. Y si le arrestara aquí, ¿ crees tú que Margit estaría dispuesta a concederme la mano de Signa?
ERIK.-De buena gana, tal vez no; pero . . . KNUT .-No quiero emplear más la violencia.
Además, Gudmund es un antiguo amigo y puede serme muy útil. (Con energía . ) Haré 10 que he dicho. Nadie sabe en Solhaug esta noche que Gudmund está proscrito. Mal1ana, que se arregle como pueda.
ERIK.-Sí ; pero, ¿ y la orden del Rey? KNUT.-j Ay! j La orden del Rey! Sabes tú tan
bien como yo que por estos contornos no se hace gran caso de las órdenes del Rey. Si la ley se observara con rigor muchos tendríamos que responder de muertes de enemigos y de raptos de doncellas. Ven ahora. Quiero buscar a Signa.
(V ánse por la dereclza. Gudmund y Signa descienden por el sendero del foro.)
SIGNA.~j Oh! j Habla! j Sigue hablando! Deja que te escuche. Tu voz resuena en mi alma como la música más dulce.
GUDMuND.-Signa, mi lirio blanco que deslumbra y que perfuma .. .
SIGNA.-(A la vez dulce y conmovida.) ¡Me ama!
LA FIESTA DE SOLHAUG 35
GUDMUND.-Sí; te amo más que a nada en el mundo.
SIGNA.-¿ Podría yo inspirar todo tu deseo, poseer toda tu alma? ¿ Puedo creerlo?
GUDMUND.-Sí; óyeme, Signa. Mientras los años se deslizaban, todos los días, fielmente, mi pensamiento venía ha.cia vosotras; pero aun no sabía 10 que pas·aba en mi alma. Cuando partí eras pequeña como uno de esos silfos que en nuestros ensueños ' vemos jugar por los bosques; pero hoy, al regresar ·a Solhaug, sentí de pronto la voz de mi corazón y comprendí que si Margit era una hermosa y noble dama, tú eras la rosa más bella de todo el país.
SIGNA.-(Que ha estado abstraída mientras hablaba Gudmund, dice :) Recuerdo que una noche de invierno, en que permanecimos junto al hogar, me contabas la historia de una doncella que el Nix (1) había, encantándola, apresado. Y en el fondo del río olvidaba padre y madre , olvidaba hermano y hennana, olvidaba cielo y tierra y hasta olvidaba a Dios y a las Santas Escrituras. Pero sucedió que un día un joven pastor llegó junto a la orilla y 'con inspirada mano pulsó las cuerdas del arpa y los arpegios resonaron muy lejos, y la · doncella, que dormía en el fondo del río, se despertó de pronto de su largo sueño-y el Nix tuvo que llibertarla. Entre los nenúfares subió a la superficie del agua y entonces reconoció
(1) Ni", divinidad de la mitología escandinava que vive dentro del agua.
IBSEN
cielo y tierra y oy6 el nombre de Dios y la palabra santa .
GUDMUND.-¡ Signa, mi hermosa flor! SIGNA.-T ambién como la doncella, estuve ador
mecida. Pero me han despertado alegremente tus palabras misteriosas de esta noche sobre el poderío del amor. Y me parecen el cielo, más azul; más hermoso también, el vasto mundo y más claro, el lenguaje secreto de las aves , al pasearme por aquí contigo.
GUDMuND .-El amor es muy poderoso y despierta en el pecho de los hombres pensamientos, nostalgias y deseos . Pero vamos a ver a tu hermana.
SIGNA.-(Con timidez .) ¿ Quieres confesárselo? GUDMuND.-Debe saberlo todo. SIGNA.-(Siempre con timidez .) Entonces ve tú
solo. Me daría vergüenza escucharlo. GUDMuND.-Sea. Voy. SIGNA.-y yo te esperaré aquí. (E scucha hacia
la derecha .) O mejor, a llí, junto a la orilla . Por aquí oigo a K nut GeessJing y a sus compañeros.
GUDMUN D.-Entonces , ¿ me esperarás all í ? SIGNA .-Hasta que hayas hablado con Margit.
(V áse hacia el sen dero del fOTo. Gudmund entra en el casti llo . MARGIT aparece por detrás del casti llo.)
MARGIT.-En el castillo reinan la alegría y el placer. Arrebata la danza a caballeros y hermosas damas, pero siento opresi6n en el pecho, arde mi frente pesada, porque Gudmund no está alli.
LA FIESTA DE SOLHAUG 37
(Suspira profundamente.) Aquí se está bien. Reina el silencio y me acaricia el viento refrescante de la noche. (Sombría y pensativa, dice:) ¡Qué pnsamiento horrible! . No sé porqué me persigue adonde voy el recuerdo del frasquitq .. . contiene un veneno misterioso. .. una sola gota en el vaso del enemigo... y poco a poco desaparece su fuerza, su vida, nadie en el mundo sabría curarle. (Pausa.) Y, ¿ qué me importa? i Si estuviera segura del cariño de Gudmund ! ...
(GUDMUND sale de la casa y entra en escena.)
GUDMUND.-¿ Aquí estás, Margit? ¿ Por qué te paseas tan sola? Te he busca!io por todas partes.
MARGIT.-j Hacía tanto calor en los salones! Aquí, ·por el contrario, hace fresco. Mira la nube gris que se eleva lentamente por encima del arroyo. Aquí no hay luz de día ni obscuridad de noche : es la penumbra. (Hablando consigo misma.) La penumbra, como en mi alma. Cuando te paseas en un crepúsculo como éste, ¿ no es verdad, amigo mío, que comprendes que te rodea un misterio, pero que adivinas el poder secreto que mueve los árboles, las hojas y las flores? (Cambiando súbitamente de tono.) ¿ Sabes lo que me gustaría ser?
GUDMUND.-¿ Qué? MARGIT.-Quisiera ser el hada misteriosa que
habita el bosque . ..
IBSEN
GumIUND.-Pero, ¿ qué tienes, Margit? Contesta .
MARGIT.-(Sin eSCllc/¡ar a Cudmu ll d .) j Cómo cantaría! j Cómo suspiraría a la luz del sol o de la luna! (C on pasión crecie1lt e .) j C6mo encantaría al joven viajero a través de la verde selva! Le conduciría a la gruta en la montaiia, olvidaría todo el dolor del mundo y me abrasaría en un amor sagrado. Viviría sólo para él.
GUDMUND.-j Margit! j Margit ! MARGIT.-(Con pasión creciente.) A media no
che, dormiríamos dulcemente en el bosque y si me hiriera la muerte al amanecer, j qué dulce sería morir as í! ¿ No es verdad? GUD~lUND.-Pero tú, ¿ estás loca? MARGIT .-(Riendo a carcajada .) ¡Ja! j Ja! j Ja!
j Déjame reir! j Déjame reir! Necesito reir. GUDMuND.-Veo que eres tan enigmática como
antes. MARGIT .-(Polliélldose de repente seria .) No te
asombres. Yo sólo soy as í a media noche, cuando todos duermen. Durante el día soy tímida como cordera . Y . .. ¿ qué te extrai1a? Recuerda las mujeres de los países lejanos, recuerda la hermosa princesa de Francia ... ¿ no era ardiente y atrevida? A su lado, yo sólo puedo parecer una corderilla. Ella no se contentaba con desear, quería que su pensamiento fu ese .
GUDMUND.-Haces bien en renovar ese recuerdo. No quiero conservar más tiempo el veneno que no me ha de servir. (Saca el frasquito.)
LA FIESTA DE SOLHAUG 39
MARGIT .-¿ Cómo? GUDMuND.-Lo ,conservé porque esperaba que
me diese la libertad si los soldados del rey me descubrían. Pero ya no tiene valor para mí. Ahora lucharé espada en mano. Reuniré amigos y parientes y combatiré por la vida y por la libertad. (Quiere estrellar el frasco contra el suelo.)
MARGIT.-(Deteniendo el brazo de Gudmund.) Espera, dámelo.
GUDMUND.-¿ Quieres? MARGIT.-Quiero rendir un homenaje al Nix.
Me cantó muchas veces canciones preciosas y quiero demostrarle mi agradecimiento. (Coge el frasquito.) i Ahí va! (Hace ademán de arrojarlo al arroyo.)
GUDMUND.-(Va hacia la derecha y dice, mirando al arroyo :} ¿ Lo arrojaste?
MARGIT.-(Owltando el frasquito.) Ya 10 VIste. (E)n '¡,'pz baja y dirigiéndose al castino.) ¡Dios: mío, ten piedad de mí! Ahora hay que intentarlo todo. (En voz alta.) Oye, Gudmund.
GUDMuND.-(Acercándose.) ¿ Qué quieres? MARGIT.-Necesito que me expliques la anti
gua leyenda de nuestra iglesia. Dice así la tradición que se canta desde tiempo inmemorial : una hermosa dama y un joven doncel se amaban y el día en que se enterró al doncel, la dama se atravesó con su espada. En el muro del sur de la iglesia depositaron el cadáver de ella y en el muro del norte reposó el cuerpo del doncel. Y no vivían allí árbol ni flor antes de que- descansasen
IBSEN
sus cuerpos en aquella tierra bendita. Pero, al año siguiente, sobre las dos tumbas , florecieron magníficos lirios y crecieron las plantas y unie ron sus ramas por encima del techo de la iglesia, y en invierno y en verano permanecían las hojas verdes . ¿ Puedes explicarme esta leyenda?
GUDMuND.-(Mirálldola.) No sabría . .. MARGIT .-¿ No es verdad que puede explicarse
de varias maneras? Pero yo creo que el único sentido verdadero 'es éste : que ni la Iglesia puede separar a dos seres que se aman.
GUDMuND.-(En voz baja .) ¡ Por todos los Santos! Sí, verdaderamente ... E s necesario que sepa en seguida la verdad . .. (En voz alta.) Dime, Margit, ¿ quieres que sea dichoso?
MARGIT.-(Alegremente conmovida.) ¡ Que si 10 quiero!
GUDMuND.-Creo que ... MARGIT.-Pronto, di. GUDMUND.-¡ Sea! ¡ Tú puedes darme la feli
cidad y la alegría! MARGIT.-(Entregándose.) i Gudmund! GUDMUND .-Oyeme bien . Quiero confiarte ...
(Se detiene porque oye las voces y las risas que llegan del lado del arroyo . SIGNA y algunas jóvenes entran por la derecha. Las acompañan KNUT, ERIK y muchos jóvenes.)
KNuT.-(Desde lejos .) E spérame, Gudmund Al-son, tengo que hablarte. .
(Knut se queda hablando con Erik. Los otros invitados entran en el castillo.)
LA FIESTA DE SOLHAUG 41
MARGIT.-(Hablando consigo misma.) i Dar la felicidad y la alegría! ¿ Qué otra cosa podría decir sino que . .. ? (En voz alta.) ¡Signa! ¡Querida Signa! i Querida hermana! (A braza a Signa y sube, hablando con ella, hacia el foro.)
GUDMUND.-(Que las ha seguido con la vista, dice en voz baja:) Sí ; mejor será que Signa y yo abandonemos a Solhaug. Knut Gcessling ha demostrado que era amigo mío. El me ayudará.
KNUT.-(En voz baja a Erik .) Sí; sí; te lo repito. Gudmund es su pariente. El, mejor que nadie, sabrá defender mi causa.
ERIK.-Bueno. Sea como quieres. (Entra en el castillo.)
KNuT.-(A delantándose.) i Gudmund! GUDMuND.-(Sonnendo.) ¿ Vienes 'a decirme
que no te atreves a dejarme más tiempo en libertad?
KNUT. - ¿ Atreverme? TranquiIí:rote. Knut Gcessling se atreve a todo lo que quiere . No, otra cosa. Sabes, ¿ no es verdad?, que en el país se me tiene por un calavera empedernido.
GUDMUND.-Sí... y si la fama no miente . . . KNuT.-No; tiene razón, en parte. Pero es
cúchame. (Hablando, se dirigen al foro. SIGNA y MAR
GIT vienen hablando a primer término.) SIGNA.-(A Margit, dirigiéndose al castillo.)
No te entiendo. Hablas como si tuvieses una gran alegría. ¿ Qué quieres decir?
MARGIT .-Signa, eres niña todavía. No com-
42 IBSEN
prendes lo que significa vivir siempre con una angustia horrible. (Illt erru,·npié ll dose.) Imagínate, Signa, sentirse herida de muerte y morir sin haber vivido.
SIGNA .-(La mira can asombro y mue've la cabeza .) Pero, Margit..
MARGIT .-Sí.. sí .. . no lo comprendes y a pesar de todo .. .
(De nuevo, hablando, suben hacia el foro, mientras G UDMUND y KNUT desc ienden en
sentido contrario.!
GUDMuND.-Siendo así, si verdaderamente estás hastiado de la vida desarreglada, el mejor consejo que te puede dar un amigo como yo es que te busques una esposa joven y virtuosa.
KNUT.-Y, ¿ si te dijera que tal es mi pensamiento?
GUDMuND.-Entonces te daría mi enhorabuena y te desearía muchas felicidades, Knut, porque has de saber que también yo . ..
KNUT .-¿ Tú tamb ién tienes el mismo propósito?
GUDMUND.-Sí ... pero la cólera del Rey ... Estoy proscrito.
KNUT .-No te inquietes por ello. Hasta ahora aquí sólo Margit 10 sabe, y mientras sea tu amigo puedes contar incondicionalmente conmigo, Pero oye .. .
(Continúan hablando en v oz baja y remontando la escena. SIGNA y MARGIT vu81ven a primer término .)
LA FIESTA DE SOLHAUG
SIGNA.-Dime, Margit. MAR.GIT.-No me atrevo .
43
SIGNA.-Pues yo voy a ser más franca; pero contesta antes una cosa. (Tímidamente, vacilante.) ¿ Nadie ... nadie .. . te ha hablado de mí?
MARGIT .-¿ De tí? ¿ Cómo? SIGNA.-(En el mismo tono y con la vista baja.)
Tú tne preguntabas esta mañana: ¿ si se presentara un enamorado . .. ?
MARGIT.-Es verdad. (En voz baja.) ¿ Habrá ya Knut G~ssling .. . ? (Con gran curiosidad dice a Signa:) Bueno, ¿ y qué?
SIGNA.-(Alegremente, con voz en que se mezclan contento y emoción.) i Llegó el enamorado! j Llegó ya, Margit! Entonces n"o podía entender lo que decías; pero ahora ...
MARGIT.-Y, ¿ qué has contestado? SIGNA.-Ya no quise saber nada más. (Se echa
en brazos de Margit .) Pero desde el momento en que me confesó su amor, me pareció más hermosa la vida y más alegre.
MARGIT.-j Signa! j Signa! j No comprendo cómo has podido tan pronto! Realmente casi no le conocías hasta hoy.
SIGNA.-Entiendo poco de amor. Pero no te extrañes; recuerda la antigua canción:
aPero en un instante su raíz penetra dentro de nosotros en el corazón.»
MARGIT.-j Sea! Así ya no tengo que ocultarte nada. j Ah! (Se para bruscamente a la vista de GUDMUND y de KNUT, que se aproximan.)
44 IBSEN
KNuT.-(Alegre .) ¡ Cuánto me alegro, Gudmund! Quiero estrechar tu mano.
MARGIT.-(En voz baja.) ¿ Qué significa? GUDMUND.-(A Knut.) Y yo la tuya . (Se estre
chan las manos.) KNUT.-Ahora sólo falta que nos descubramos
mutuamente nuestras elegidas. GUDMUND.-¡ Bien! Aquí, en Solhaug, entre
todas las mujeres hermosas, encontré la que ... KNUT.-Yo también. Y esta misma noche la
raptaría si fuera preciso. MARGIT .-(Que se ha ido acercando sin que lo
noten .) ¡ Santo Dios! GUDMuND.-(Asintiendo con la cabeza a Knut.)
Tal es también mi intención. SIGNA .-(Que ta111,bién ha escuchado.) ¡ Gud
mund! GUDMUND.-(A Knut, en voz baja, mientras los
dos señalan a Signa.) ¡ Allí está ! KNUT.-(Con asombro.) ¡ La mía! GUDMuND.-(También con asombro.) ¡ No!
¡ La mía! MARGIT.-(En voz baja y dolorida.) ¡ Signa! GUDMUND.-(A Knut.) ¿ Qué quieres decir? KNuT.-Que con Signa me quiero casar. GUDMUND.-¡ Signa! ¡ Signa es mi prometida
ante Dios! MARGIT.-(Gritando.) Era ella entonces ... ¡ Oh!
¡No! ¡No! GUDMUND.-(En voz baja y apeTcibiéndose de
LA FIESTA DE SOLHAUG 45
la emoci6n 'de Margit .) ¡ Margit! ¡ Lo ha oído todo!
KNUT.-¡ Con que era esa! Escuchadme, Margit, y reprimid vuestra emoción inútil. Ahora lo comprendo todo.
MARGIT.-(A S igna.) Pero hace poco me de~ías .. . (Comprendiendo de pronto.) ¡ Ah! Me hablabas de Gudmund .
SIGNA.-(Con asombro .) ¿ No lo sabías? ¿ Qué tienes, Margit?
M ARGIT.-(Con voz ahogada.) Nada; nada. K NUT.-(A Marg it .) Y ya esperabais a Gud
mund Alfson esta mañana cuando me exigisteis palabra de no provocar a nadie esta noche. ¡ Bien! ¡ Bien! Pero no imagineis burlaros de Knut Gcessling. Amo a Signa. Esta mañana sólo me impelía a pedir su mano un juramento irreflexivo, pero ahora., ..
SIGNA.-(A Margit.) ¡El! ¿ Era él el enamorado que habías elegido para mí?
MARGIT.-¡ Silencio! ¡Silencio! KNuT.-(En ton o se"uero y enérgico. ) Margit,
vos sois la hermana mayor. E xijo una respuesta . M ARGIT.-(Sosteniel1do una lucha interior. ) Sig
na eligió prometido. Nada tengo que contestar. KNuT.-Sea. Nada me retiene en Solhaug. Pero
pensad en mí después de media noche. Habrá terminado el día. Y, cumplido mi compromiso, volveré y veremos quien se lleva a Signa, si Gudmund o yo.
IBSEN
GUDMuND.-Inténtalo s610 y tu frente se enrojecerá con tu propia sangre .
SIGNA.-(Cariliosa1nent e. ) i Gudmund! j Por todos los santos!
K NUT.-j C álmate! j Cálmate, Gudmund Alfson! Antes de que salga el sol estarás en mi poder y tu prometida, también. (Se acerca a la puerta, hace una selial y dice en voz baja : ) j Erik! j Erik! j Ven! j En marcha! Vamos a buscar a nuestros amigos. (En tall a ameJlQzador.) j Ay de vosotros! Pronto estaré de regreso. (V áse Ca l! Erik por el foro derecha. )
SIGNA.-(En voz baja, a Gud11'lrund .) Explícame lo que significa .. .
GUDMUND.-(Igual1nel1te en voz baja .) Es necesario que los dos abandonemos Solhaug esta noche .
SIGNA.-¿ Es posibl~? .. ¿ Quieres ... ? GUDMuND.-Cállate. Ni una palabra a nadie,
sea quien sea, ni a tu hermana . MARGIT .-(Hablando consigo misllta.) jEra
ella! j Ella! Ella en quien él apenas había pensado antes de esta noche . Si yo hubiera sido libre, bien sé a Iquienhubiese elegido. j Oh! ¡Sí! ¡Libre!
(BENGT y los INVITADOS salen de la casa . Can-tan donceles y doncellas :)
Mientras las aves calladas dentro del nido se oculten, se celebrará la fiesta bajo el bosque de abedules.
LA FIESTA DE SOLHAUG
Que a los primeros compases de la música, se junten las canciones de alegría, bajo el bosque de abedules.
47
BENGT.-i Así lo quiero! i Así lo quiero! Estoy alegre, mi mujer también y por eso debe estarlo todo el mundo.
UNO DE LOS INVITADOS.-Sí; para divertimos que empiece la lucha .
MUCHOS INVITADos .-(Gritando.) i Sí! i La lucha! i La lucha! (1).
OTRO INVITADO.-No; la lucha siempre origina riñas. (En voz baja.) Y además, acordaos de que Knut G<rssling está esta noche en Solhaug.
MUCHOS INVITADos.-(En voz baja, entre ellos.) Tiene razón . . . recordad la última vez cuando .. .
UN VIEJo.-Pero vos, Margit. .. sé que vuestra familia conserva religiosamente las tradiciones del país. Vos misma, desde niña, sabíais muchas leyendas doradas .
MARGIT.-Sí; las he olvidado todas . Pero preguntad a mi pariente Gudmund Alfson que sabe historias y lfc!yendas hermosas.
GUDMuND .-(Suplicando, en voz baja.) i Margit!
MARGIT .-¿ Por qué tan triste semblante? i Alégrate, Gudmund, alégrate mucho! A decir verdad comprendo que no es fácil esta noche. (Se
(1) Alude a una costumbre escandinava que consistía en que cada guerrero relatara sus hazañas y el auditoriq prQl:)í!-maba ellal era el primero entre todos.
IBSEN
dirige riendo a los invitados .) Esta noche ha visto a la hechicera del bosque. Quería seducirle, pero Gud,mund tiene un corazón fiel. (A Gudmund.) Aunque la aventura no ha acabado. Cuando más tarde, a través de montes y bosques, marches con la mujer amada, no te vuelvas nunca, no mires ni una sola vez siquiera hacia atrás, porque la maga del bosque te espera oculta en la espesura y acompañará tu camino con el eco de sus últimas carcajadas. (En voz más baja, acercándose a Gudmund.) No llegarás más que hasta donde ella quiera. (Se dirige de nuevo hacia la derecha.)
SIGNA.-(En voz baja .) i Dios mío! i Dios mío! BENGT.-(Con alegría, a los invi tados.) Ya im
provisó una leyenda. Margit, cuandO quiere, sabe arreglarlo todo muy bien. Aún es m ás hábil que yo.
GUDMuND.-(Hablando consigo mismo.) Me amenaza; es necesario que la quite toda esperanza para que no 10 intente. (Dirigiéndose a los inv itados.) ¿ Queréis realmente oir una canción? Una recuerdo .. . y si puede agradaros ...
MUCHOS INVITADOS.--Sí ; sí; gracias, Gudmund Alfson.
(Forman círculo en torno suyo, 1l1WS de pie. otros sentados . Margit se apoya en un ' árbol, en primer término de la derecha. Signa queda a la izquierda, cerca del castillo.)
GUDMUND.-(Cantando.) A caballo crucé el bosque, en barco crucé la mar.
LA FIESTA DE SOLHAUG
Me dirigía al castillo, mi prometida a buscar. Una maga de los bosques, al verme, empezó a gritar: «Jamás la hermosa doncella contigo se ha de casaL» y yo la dije : «No intentes, lo que nunca has de lograr. ¡ Que a dos almas que se adoran nadie puede separar!»
49
UN VIEJo.-¡ Qué hermosa canción! Ved como los jóvenes miran hacia este lado. (Indicando al sitio en que están las doncellas.) Sí; sÍ; me parece que cada cual mira la suya.
BENGT.-(Haciendo signos a Margit.) Sí; yo tengo la mía. ¡ Eh! ¡ Eh! ¡Eh!
MARGIT .-(En voz baja y temblorosa.) ¡ Sufrir esta vergüenza! No; no; es preciso acabar.
BENGT .-¿ Qué tienes? Me parece que estás muy pálida.
MARGIT.-Ya pasará. (A los invitados.) Hace poco dije que había olvidado todas las leyendas; creo, sin embargo recordar una.
BENGT.-Bien, esposa mía. Cuéntanos1a. LAs JÓVENES .-(Suplicando.) Sí; Margit, una
leyenda. MARGIT .- Tengo miedo de que no os guste . GUDMUND.-(En voz baja .} ¡ Por todos los san
tos! ¡ No quiere ceder! MARGIT.-Pues, señor, una vez una hermosa
doncella que ha.bitaba el castillo de su padre, se
~
50 IBSEN
entretenía sólo en tejer seda y en hilar el lino. Sin placer y sin alegría, estaba sola y tri ste y los inmensos salones le parecían vacíos. La hermosa . vírgen era ambiciosa: quería casarse con un gran señor. Viniendo del Norte, el Rey de la Montaña llegó al castillo con gran acompañamiento y mucho oro. y a la tercera noche tornóse a sus dominios, llevándose a la virgen, después de haberse casado con ella . Muchos veranos pasó la reina en la montaña; bebía en vasos de oro, pero en el valle crecían preciosas flores y ella sólo en sueños podía aspirar sus aromas. Allá abajo, en el valle, había un hermoso joven que sabía pulsar muy bien las cuerdas de oro de la lira y pronto las notas de la lira llegaron al fondo de la montana en que vivía la reina. Nacieron en su alma pensamientos extraños y le pareció ver, como en un sueiio, que la montaña se convertía en valles florid os en que reinaba la paz de Dios. Al oir los sones armoniosos de la lira, por primera vez le pareció existir, por primera vez comprendió la alegría de vivir. y la Reina cautiva en la montaña, esperaba la libertad cuando oía las notas de la lira . Pero el joven pastor, a pesar de verla prisionera, a resar de oir los gritos de su desesperación, arrojó lejos de sí la lira, izó la sedosa vela y atravesando el mar, partió para lejanas regiones con otra mujer. (Con pasi6n creciente.) Y el pecho se llenaba de esperanza. Aspiraba profunda y alegremente el aire perfumado de los valles que reverdecen . . . y ahora, muero aquí, en la montaña, mientras él se
LA FIESTA DE SOLHAUG 51
ríe de mí y abraza a la mujer querida, atravesando el fiord y el mar. (Gritando.) Todo acabó para mí. Ha vuelto a cerrarse la montaña; el sol no alumbra ya para mí ; se han extinguido todas las 'estrellas.
(Se tambalea y cae desmayada, junto a un árbol. Signa llora y la recoge en sus brazos. Gudmund acude al mismo tiempo y la ayuda.)
GUDMUND.-¡ Socorro! ¡ Socorro! ¡ Se muere! (Bengt y los invitados la rodean gritando.)
TELÓN
ACTO TERCERO
Salón del castillo, como en el primer acto, pero con el desorden que sigue a toda fiesta. Es de noche todavía.
(BENGT está en el mirador .del foro con un jarro de cerveza en la mano. Algunos INVI
TADOS se disponen a abandonar el salón, que una CRIADA procura ordenar.)
BENGT.-(A los invitados.) j Que el Señor os acompañe y que volváis pronto a Solhaug! Hubiérais podido, como los demás, acostaros en el castillo. j Bueno! j Bueno! Esperad. Os acompañaré hasta el portón para beber con vosotros el último jarro. (V áse por el mirador.)
INVITADOS.-( Cantando.) El pedregoso sendero recorreremos cantando. Así será para todos el camino menos largo. Templemos los instrumentos, alegremente partamos, a los dueños del castillo mil venturas deseando.
54 IBSEN
(El canto se Pierde a lo lejos poco a poco. MARGIT entra en el salón por la izquierda.)
CRIADA.-¿ Cómo? ¿ La señora levantada? MARGIT.-Me encuentro bien ya . Puedes irte
a descansar. Dime ¿ se han ido los invitados? CRIADA.-No todos, algunos se quedan hasta
mañana. Deben estar durmiendo ya . MARGIT.-Y ¿ Gudmund Alfson? CRIADA .-También. (Selialando a la derecha .)
Hace poco fué a su aposento, allí enfrente, en el corredor.
MARGIT.-Bueno. Puedes retirarte . (La doncella v áse por la izquie1·da. ll'fargit
atraviesa la escena, se siellta junio a la mesa de la derecha y mira por 'la ventana abierta.)
MARGIT.-Por la mafiana temprano, Gudmund se irá lejos de aquÍ, en demanda de otras regiones y yo quedaré sola con mi esposo. Mi suerte será la de las flores : sufrir y marchitarse. (Pausa . Se apoya en el respaldo de la s illa.) Me contaron que una vez un nifio ciego vivía alegre y feliz . Su madre encontr6 una tela mágica que tenía el poder de iluminar la vista muerta, pero s6lo durante unas horas. Con alegre sorpresa el niño vió montes y valles, el mar y sus orillas; de repente la tela mágica perdió su encanto y el niño se encontró de nuevo en la noche. Acabaron sus juegos . Acabó su alegría. La pena y el dolor le hicieron perder los hermosos colores, en seguida cayó enfermo y pasó los últimos días en pro-
LA FIESTA DE SOLHAUG ss funda tristeza. También apagaron la luz de mis ojos, que no viero~ ni los resplandores del estío ni la belleza del sol. (Se levanta con sobesalto.) Pero, ¡ahora! ¡Ahora! i Seguir encerrada en esta cárcel! ¡No! ¡No! i Mi juventud es demasiado preciosa ! Ya le sacrifiqué tres años de mi vida. En adelante, todo acabó. Necesitaría la mansedumbre de la paloma. En el castillo me muero de tristeza . Fuera, a 10 lejos, está la vida. COl;llo una Walkyria quiero acompañar a Gudmund, compartir su alegría, calmar su dolor, seguir sus pasos, velar su sueño, y que el pueblo admirado cante alabanzas del caballero altivo y. de su esposa Margit. i Su esposa! (Junta las manos.) Perdonadme, Señor, perdonad me ; ya no sé 10 que me digo. Concededm~ la paz que calma y cura. (Se pasea en actitud soñadora.) Pero, ¿ y Signa, mi hermana? Malograda su vida, morirá de pena. Y, sin embargo, ¿ quién sabe? Es tan joven; no debe amarle tanto como yo. (Pausa . Saca el frasquito, lo contempla la1'go rato y dice en voz baja :) Si me atreviese .. . con este veneno mi esposo despertaría en la eternidad. (Con terror.) i No, no, no! Quiero arrojarlo al fondo del agua. (Va a arrojarlo por la ventana, pero se detiene.) ¡Horror! i Si pudiera hacerlo en este momento! (Murmura con terror y con emoción a la vez :) i Qué extraño encanto posee el pecado! i Parece que la felicidad tiene más valor cuando hay que comprarla con sangre, cuando hay que pagarla a precio del alma!
56 IBSEN
(BENGT sale por el lado del mirador, con el jarro de cerveza vacío, el semblante c011gestionado, vacilan/ e, deja el jarro sobre la mesa y dice:)
BENGT.-Esta fiesta dejará g ran recuerdo en el país. (Ve a Margit. ) ¿ Estás ahí, Mar git? ¿ Te encuentras mejor? Me alegro .
MARGIT.-(Que ocu.l/a el f rasq uit o.) ¿ E stá cerrada la puerta?
BENGT.-(Sentándose a la lzq túerda de la mesa.) Lo he vigilado todo: acompañé hasta el portal a los últimos invitados ; pero, ¿ qué se h a hecho de Knut Gcessling esta noche ? Dame de beber, Margit. Tengo sed . L1éname este vaso.
(Marg it busca en el armario un jarro de hidromel y llena el vaso co locado en la mesa ante Bellgt.)
MARGIT.-(Llevándose el jarro hacia la derecita.) ¿ Me preguntabas qué había sido de Knut Gcessling ?
BENGT.-Sí; como el mocito se permitió amenazarnos esta mañana . . .
M ARG IT .-(Colocando el cofrec illo de las alhajas en la m esa de la derecha .) Más amenazaba esta noche, al marcharse.
BENGT.-i Ah! ¿ Sí? Pues voy a matarle. MARGIT.-(Con sonrisa de desprecio.) i Bah! BENGT.-Te digo que le mataré. No me asustan
diez hombres como él. Colgada tengo el hacha de mi abuelo, y cuando la cojo, entonces ... (Golpeando la m esa, bebe.) Mañana me armaré, partiré
LA FIESTA DE SOLHAUG 57
con mi gente y mataré a Knut Gcessling. (Bebe.) MARGIT.-j Qué asco tener que vivir con se
mejante hombre L .. (Hace ademán de irse.) BENGT.-j Margit! j Ven! j Lléname otra vez
61 vaso! (Se acerca Margit y quiere él sentarla en sus rodillas.) j Ah! j Ah! i Qué hermosa eres, Margit! Me gustas mucho esta noche.
MARGIT.-(Desasiéndose de él.) Déjame. (Va hacia la derecha con el vaso.)
BENGT .-No eres amable. j Ah! Y esto lo podemos hacer '; nos está permitido, ¿ verdad?
MARGIT.-(Aparte, mientras llena el vaso.) j Ojalá fuese la última vez que te diera de beber! (Deja el vaso frente a él y quiere irse por la izquierda.)
BENGT.-¿ Sabes, Margit, que puedes dar gracias al cielo por haberte casado ~onmigo, antes de la vuelta de Gudmund A1fson?
MARGIT.-(Deteniéndose en la puerta.) ¿ Por qué?
BENGT.-Sí; porque su fortuna no es ni la décima parte de la mía y si no hubieses sido castellana de Solhaug, estoy seguro de que hubiera pedido tu mano.
MARGIT.-(Acerúíndose y mirando el vaso a hurtadillas.) ¿ Crees ... ?
BENGT.-Te 10 aseguro, Margit. MARGIT.-¿ Crees tú que 10 siente? BENGT.-i Ya 10 creo! i Como que no puede ca
sarse contigo! i Ah! i Si hubieses sido libre! Gudmund, como los demás, me tiene envidia por-
lBSEN
que soy tu marido. i Por eso te quiero tanto, mi Margit! i Dame el vaso! . . . i Llénamelo hasta el borde!
MARGIT.-(Ye1ldo Ca l! indecis ión a la derecha.) Te lo doy en seguida.
BENGT.-Knut Gcessling también ha pedido la mano de Signa; pero a éste le mataré . Gudmund es un buen muchacho; tendrú a tu hermana. Seremos vecinos, viviremos como buenos amigos, nos visitaremos, pasaremos el tiempo juntos, bebiendo y hablando ...
MARGIT.-(Hacielldo gra1/des esfuerzos de v oluntad para dominarse , saca el frasquit o y dice :) ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!
BENGT.-j Ah! Al principio tal vez Gudmund me mire de mala gana cuando te bese delante de él, pero supongo que le pasará con el tiempo.
MARGIT.-(En voz ba ja.) i E s cuanto puede soportar un ser humano! (E cha el collte1lido del frasquit o en el ·vas o. Va hacia la ve ntana y arroja el frasquit o v acío hacia afuera.) El vaso está lleno.
BENGT.-Dámelo, pues. MAR GIT.-(Qu e sos ti ene U1la lucha interior.)
No bebas más esta noche. BENGT.-j Ah! ¡Ah! (R iéndose e incorporán
dose en el sillón.) i Ja! i Ja! ¿ Me esperas, sin duda ? (Guiñándole el ojo.) Retírate. Voy a seguirte.
MARGIT.-(Decidiéndose de pronto.) El vaso está lleno. (Dánd oselo.) ¡Toma! (Vás e apresuradamente por la izquierda.)
LA FIESTA DE SOLHAUG 59
BENGT.-(Levantándose.) La amo y no siento haberme casado, aunque entonces ella sólo tenía alhajas de plata.
(Toma el vaso, y en este momento aparece por el joro un CRIADO y dice asustado :)
CRIADo.-(Gritando.) ¡ Señor, apresúrese! Knut G~ss1ing con soldados se acerca a Solhaug.
BENGT.-(Dejando el vp.so sobre la m esa.) ¿ Knut G~ssling? ¿ Quién le ha visto?
CRIADO.-Algunos invitados que han venido corriendoa prevenirnos.
BENGT.-¡ Bueno! Vamos .. . ¡ Bueno! Ve a buscar el hacha de mi abuelo.
(El y el criado vánse por el joro; poco después, por la puerta de la derecha, salen despacio, sin hacer ruido, GUDMUND y
SIGNA.) SIGNA.-(En voz baja.) Sea, pues, como quie
res . , GUDMUND.-(Igualmente en voz baja.) La fuer-
za de las circunstancias ' nos . obliga. , SIGNA.-¡ Ah! ¡ Irse ! ¡ Dejar el país en que
nací! (Se seca los ojos.) Por ti me voy; pero si no hubieras perdido el favor del Rey , me quedaría aquí con mi hermana.
GUDMUND.-Y mañana llegaría Knut G~ssling
con guerreros, te raptaría sobre su caballo y te obligaría a casarte con él.
SIGNA.-¡ Sí! ¡ Huyamos! Pero, ¿ dónde? GUDMuND.-Hacia el jiord. Allí tengo un ami
go. Nos proporcionará un navío y las olas' nos lle-
60 IllSEN
varán a Dinamarca. Créeme a mí. Se vive bien allá. Estarás a gusto. Allí crecen las más hermosas flores, a la sombra de las hayas.
SIGNA.-(Llorando.) j Adiós, mi pobre hermana, adiós! Velaste por mí como madre, me educaste, hiciste votos por mi felicidad y rezaste oraciones. ¿No es verdad, Gudmund? Vamos a beber en este vaso a su salud. Esperemos que pronto vuelvan para ella de nuevo la alegría y el contento y que Dios mitigue sus pesares. (Toma el vaso.)
GUDM UND.-Brindemos a su salud . (Deteniéndose de pronto. ) No, espera, te 10 ruego. (Cogiendo el vaso.) Creo reconocer este vaso.
SIGNA.-Es el vaso de Margit. GUDMuND.-(Ex aminándolo.) Sí; me acuerdo.
Cuando tuve que partir, el hidromel enrojecía el vaso y ella 10 vació con la esperanza de un alegre retorno; pero fué aciago para ella. No, Signa, no bebas nunca en este vaso. (A noja el contenido por la ventana.) Hay que partir. (Se oye ruido.)
SIGNA.-i Gudmund! Oigo pasos y voces. GUDMUND.-(Escuchando.) Es la voz de Knut
Gcessling. SIGNA.-j Dios nos asista! GUDMuND.-(Colocándose delante de ella .) Na
da temas. Sabré defender a mi prometida. (MARGIT entra apresuradamente por la iz
quierda y oye el ruido.) MARGIT.-¿ Qué pasa? Y ¿ mi marido? GUDMUND y SIGNA.-¡ Margit !
LA FIESTA DE SOLHAUG 61
MARGIT.-(Viéndoles.) ¡ Gudmund y Signa! ¿ Vosotros aquí?
SIGNA.-¡ Margit! ¡ Querida hermana! MARGIT.-(Viendo con terror el vaso vacío que
Gudmund ha conservado en la mano .) ¡ El vaso! ¿ Quién-ha bebido?
GUDMuND.-(Confuso.) ¿ Bebido? Signa y yo queríamos ...
MARGIT.-(Gritando.) ¡ Piedad, Señor, pieaad! ¡ Van a morir!
GUDMUND.-(Dejando el vaso sobre la mesa.) ¡ Margit!
SIGNA.-¡ Por Cristo! ¿ Qué tienes? MARGIT.-(Corriendo hacia el foro.) ¡ Socorro!
¡ Socorro! ¿ Nadie me ayudará? (Un CRIADO entra corriendo y dice con terror :)
CRIADO.-¡ Señora! ¡ Señora! Su esposo ... MARGIT.-i El! ¿ El también ha bebido? GUDMuND.-(En voz baja.) Ahora comprendo. CRIADO.-¡ Knut Gc:essling asesina a nuestro
amo! SIGNA.-¡ Asesinado! GUDMUND.-(Desenvainando la espada.) Espe
ro llegar a tiempo. (En voz baja, a Margit.) Tranquilízate, nadie ha bebido.
MARGIT.-¡ Alabado sea Dios, Dios que nos ha salvado a todos! (Cae sobre una silla, a la derecha. Gudmund va a salir por el foro.)
OTRO cRIADo.-Es demasiado tarde. i Nuestro amo ha muerto!
GUDMUND.-i MuertQ !
IBSEN
CRIADO.-(A G udmund.) Los invitados y vuestros guerreros pudieron apoderarse de Knut G Cl:'SSling y de los suyos, que est án presos y fuertemente atados . Ahí vienen.
(Los serv idores de Gudmulld, los inv ilad'lS y los criados tra en a KN UT GCESSLING, a ERIK DE HA':GGE Y a lJ'l.uch os hombres de Knut, atados.)
KN uT.-(Pálido y hablando lentamente. ) j Asesino l . . . Soy un asesino. . ¿ No es verdad, Gudmund?
GUDMUND .-j Knut 1 i Knut 1 ¿ Qué hiciste? ERIK.-Lo mató involuntariamente. j Lo juro 1 KNUT.-Se lanzó . sobre mí con el hacha levan-
tada . . quise defenderme ... no di más que un golpe.
ERIK.- Todos lo vieron . KN UT .-Señora, pedidme cuanto queráis; estoy
dispuesto a todo para borrar mi crimen. MARGIT.-Nada p ido. Dios nos juzgará a todos .
Os ruego que abandonéis los malos deseos sobre mi hermana.
KNuT .-Jamás volveré a intentar que sea mi esposa. Yo haré vida de reparación si apartan el castigo deshonroso de mi crimen. (A Gudmund.) Si vuelves a conseguir el favor del Rey, defiende mi causa y apela a su clemencia soberana.
GUDMUND.-¿ Yo? Antes de que se ponga el sol debo abandonar el país .
(Los in v itados m'anifieslan asombro. En voz baja, Erik exPl'ica la situaci6n.)
LA FIESTA DE SOLHAUG
MARGIT.-(A Gudmund.) ¿ Partirás? ¿ Y Signa te seguirá?
SIGNA.-(Suplicando.) j Margit ! MA'RGIT.-j Qué felices vais a ser! SIGNA.-(Besándola.) , j Querida hermana! GUDMuND.-Gracias, Margit. j Adiós! (Escu-
chando.) Oigo ruido de galope de caballos. SIGNA.-(Con miedo.) Vienen unos extranjeros. UN CRIADo.-(Desde !a pue~ta del foro.) Son los
soldados del rey. Buscan a Gudmund Alfson. SIGNA.-j Oh! j Dios mío! MARGIT.-(Levantándos~ con sobresalto.) ¡Los
soldados del Rey! GUDMUND.-j Todo ha terminado! j Qué ho
rrible e~ perderte en estos momentos! KNuT.-No, Gudmund. Vende cara tu vida.
Desátanos y todos, como un solo hombre, lucharemos por ti.
ERIK.-(Mirando por la ventana.) Es inútil. . Son muchos. Aquí están.
SIGNA.-j Mi Gudmund! j Mi Gudmun:i! (El MENSAJERO DEL REY entra con su séquito
por el foro.) \ MENSAJERO.-OS busco a vos, Gudmund Alf
son, en nombre del Rey. GUDMUND.-Aquí estoy; pero os juro que soy
inocente. MENSAJERO.-Todos lo sabemos. GUDMUND.-¿ Cómo? (Asombro de todos.) MENSAJERO.-Tengo orden de invitaros a que
IBSEN
vengáis al palacio del Rey, que os ofrece su amistad como antes y con ella honra y fortuna.
GUDMUND.-¡ Signa! SIGNA.-j Gudmund ! GUDMuND.-Pero.. . ¡ Explicaos! MENSAJERo.-Vuestro enemigo, el canciller Au-
dun, ha caído del poder. GUDMUND .-¿ El canciller? INvITADos.-{Con asombro.) j El canciller! MENSAJERo .-Hace tres días fué decapitado en
Bergen. (En voz baja.) Se había atrevido a poner sus ojos en la reina de Noruega .
MARGIT.-{Entre Gudmund y. Signa.) Así el castigo sigue a la falta. Angeles guardianes, buenos y generosos, me libraron del pecado y me salvaron antes de que fuera demasiado tarde. Ahora comprendo que la vida del alma vale más que la feEcidad de este mundo. Sentí el horror del crimen y vino el arrepentimiento cuando iba a perder el alma. Quiero retirarme a un convento. (Viendo que Gudmund y Signa quieren hablar.) ¡ Silencio! Mi resolución es irrevocable. (Margit une las manos de ambos. ) Gudmund, ama mucho a tu esposa. j Bendita sea vuestra unión! j Qué Dios os proteja! (Les estrecha las manos y va hacia la izquierda. Gudmund y Signa quieren seguirla; pero Margit les detiene con un gesto, sale y cierra la puerta. Al miS11w tiempo, el sol naciente alumbra con sus primeros rayos la escena.)
GUDMuND.-Signa, mi esposa, empieza el día que ha d~ alumbrar nuestro naci~nte amor,
LA FIESTA DS SOLHAUG
SIGNA.-A ti, noble cantor, debo mis sueños mejores, mis más hermosos recuerdos. En el dolor, o en la alegría, cuando resuenen tus' canciones, en 10 más profundo del alma el eco te contestará.
TODos.-(Cantan a coro.) Brilla en el cielo un astro luminoso que al hombre honrado guía con amor, ofreciendo en sus rayos la esperanza : j Sea alabado en las alturas Dios!
TELÓN
OLAF LILlEKRANS DRAMA LíRICO EN TRES ACTOS
PERSONAJES
KIRSTEN LILIEKRANS, madre de
OLAF LILIEKRANS.
ARNE DEL GULDVIK, padre de
INGEBORG.
HEMMING .
THORGIERD, músico viejo.
ALFHILD.
Invitados y parientes de Arne . Servidores de ambos sexos del castillo Liliekrans.
Acción en la Edad Media, en Noruega, en una población situada en medio de una montaña.
Este d rama \frica fué estrenad::, el 2 de enero de 1857, con música de F. C. Scedimy, en el teatro de Bergen y fué publicado en el tomo X de la edición completa en Copen· bogue, por Hegl. Ha sido traducido al al"mán por Emma Klingenfeld en Ber\fn, 1898, y al francés por el Vizconde de CoJleviJle y Fr. Zepelin, en París, 1903. No tiene el autor de esta traducción noticias de traducciones al italiano, al inglés, al ruso ni al castellano, anterior a la presente.
ACTO PRIMERO
Valle, en medio de la montaña, con árboles. Varios senderos conducen hacia montañas más abruptas. Al foro, torrente que va de izquierda a derecha, por encima del cual cruza un puente en ruinas, formado por troncos de árboles carcomidos. En -primer término, grandes peñascos. En último término se divisan las cumbres nevadas de las montañas. ' Alumbra el paisaje la luz del crepúsculo al empezar la acción y después sale la luna.
(THORGIERD, en pie, sobre una roca, junto al torrente, escucha los cantos de los coros que se hallan fuera de escena.)
_ CORO DEL SÉQUITO DE LA CASTELLANA KIRSTEN
(Hacia la izquierda) Al sonar de las campanas
en procesión avanzamos; ,ar los caminos rocosos, por los montes y los campos. ¡Despierta!. .. i Deja, al oirnos, toda pereza, cristiano!. ..
CORO DEL SÉQUITO DE ARNE
(Desde dentro, muy lejos, hacia la' derecha)
70 IBSSEN
Hacia el castillo nupcial todos nos encaminamos . Alegremente descienden por la cuesta los caballos y el verde bosque resuena con el ruído de sus cascos, por los caminos que pasan los alegres invitados.
CORO DEL SÉQUITO DE LA CASTELLANA KIRSTEN
(Más cerca) Nosotros te obligaremos a dejar los pasos malos, y huyendo da la montaña en que estás encadenado, despertaremos tu alma, librándola del pecado.
(THORGIERD desaparece detrás de una roca, ce-rca del torrente; se oyen la música y el coro de invitados más cerca .)
CORO DEL S ÉQUITO DE ARNE
En la noche de la boda nuestro camino abreviamos con nuestras risas y bromas y nuestros alegres cantos.
CORO DEL SÉQUITO DE LA CASTELLANA KIRSTEN
Entre lágrimas de angustia penosamente avanzamos, por los bosques de los montes al prometido buscando.
OLÁF LILIEKRANS 71
CORO DEL SÉQUITO DE ARNE
(Muy cercavpero todavía 'fuera de la escena) Hacia las fiestas nupciales
los j6yenes van marchando, con sus juegos y sus danzas el viaje ameniza~do.
CORO DEL SÉQUITO DE LA CASTELLANA KIRSTEN
i Olaf Liliekrans! i Olaf ! ¿ Por qué, con sueño pesado, tanto tiempo hace que duermes? ¿ D6nde te estás ocultando?
(Aparece ARNE DEL GULDVIK seguido del cortejo de parientes y músicos, al foro, a la derecha, al otro lado del torrente. Vienen todos con trajes de fiesta.)
VARIOS.-Aquí está el camino. ÜTRO.-No, no; es por aquí. ARNE.-¿ Otra vez tenemos que detenernos?
(Llamando.) i Hemming! ¿ Dpnde está-Hemming? (HEMMING viniendo del mismo lado y acer
cándose.) HEMMING.-Aquí estoy. ARNE.-Te he dicho ya que no te movieras de
mi lado, por si te necesito. HEMMING.-La señorita Ingeborg me pregunta
ba ... y además .. . ARNE.-(C01l mal humor.) i La señorita Inge
borg! i La señorita Ingeborg! ¿ Eres el ayuda de cámara de mi hija? Eres mi escudero y no el escudero de los demás. Debes sevirme _ .... 11 celo. Para
72 IBSEN
eso te pago. Nos hemos extraviado. Indícanos dónde está el camino.
HEMMING.-( V acilando. ) ¿ El camino? Conozco poco este país, pero . . .
ARNE.-Me lo figuraba . Así me sirves siempre. Como me llamo Arne del Guldvik tendremos que dormir hoy al raso.
HEMMING.-(Viendo el jYuente en ruinas.) Por aquí no hay peligro en atravesar el río.
ARNE.-Podías haberlo dicho antes. (Todos pasan el torren te y v ienen a primer
término.)
ARNE .-(Mirando a su alrededor.) Ahora reconozco el sitio. El torrente separa las propiedades de la castellana Kirsten de las mías. (Señalando hacia la izquierda.) Allí está el castillo de Kirsten . Antes de dos horas, apresurando el paso, podremos sentarnos ante la mesa del festín nupcial. (Llama.) i Ingeborg ! ¿ Dónde está ahora Ingeborg?
HEMMING.-Está en el bosque. (Señalando h;!J,
cía la derecha .) Juega con las damas de honor, coge ramas floridas de los árboles y está siempre alegre.
ARNE.-(Con ira, pero en voz baja .) i Hemming ! Este matrimonio me pone enfermo. Estoy harto de pequeños detalles y de preparativos. (Mirando hacia la derecha .) i Mírales cómo corren! Fué ella quien tuvo la idea de dejar la carretera para venir por los senderos de la montaña creyendo llegar antes . Mañana debe ir al altar y mira 10 que hace. ¿ Qué dirá la señora Kirsten cuando vea que mi
OLAF LILIEXRANS '/3
hija está tan mal educada? (Hemming quiere hablar pero se lo impide Anie.) No tiene educaci6n. Te digo que no tiene educaci6n.
HEMMING.-Nunca debísteis soñar en unir vuestra familia a la de Liliekrans, que es de tan noble abolengo.
ARNE.-¿ Estás loco, Hemming? Con nobleza no se come, amigo mío. Si la señora Kirsten es noble, yo soy muy rico. Hay oro en el fondo de mis cofres y vajillas de plata en mis armarios.
HEMMING.-Vuestros vecinos se ríen de vos, desde que os habéis reconciliado con ella.
ARNE.-Tienen envidia. Déjales que se rían. HEMMING.-Dicen que para disponer el matri
monio de la señorita Ingeborg con Olaf, tuvísteis que perdonar deudas. Tal vez haga mal en decíroslo, pero sabed que han compuesto una canci6n satírica a este propósito.
ARNE.-i Mientes! No hay quien se atreva a satirizar a Arne del Guldvik. Soy poderoso y puedo echarles de casa, si quiero. ¿ Canciones satíricas? Te equivocas. Si componen canciones será para festejar a la novia y a su padre. (Muy enfadado.) Además, esa canci6n es absurda. Te 10 digo · yo, y el que la ha compuesto es triplemente imbécil. SI alguna vez cae en mi poder . ..
HEMMING .-i Ah! i Ah! ¿ Vos la conocéis, mi amo? ¿ Alguien se atrevi6 a cantárosla?
ARNE.-i Cantarla! i Cantarla! No me hagas perder tiempo. (A los demás.) Adelante, amigos míos, no hay que entretenerse aquí, si queremos
74 IBseN
llegar al castillo antes de medio día. Es lástim1! que no hayáis oído 10 que me decía Hemming. Dice que la señora Kirsten en persona ha estado trabajando durante cinco días con los cocineros y con los reposteros, para prepararlo t()do y recibirnos con los honores que nos merecemos. ¿ No es verdad, Hemming?
HEMMING .-Sí, mi amo. ARNE.-Dice que la vajilla de plata, pulida de
nuevo, está sobre la mesa. Y que desde la visita del rey a su marido, hace veinte años, no se ha preparado fiesta más esplendorosa en el castillo. ¿ No es verdad, Hemming? ,
HEMMING.-Sí, mi amo. (En voz baja.) Hacéis mal hablando así. La señora Kirten está muy orgullosa de su nobleza. Pretende que esta uni6n es un honor para vos y no sabéis c6mo recibirá a vuestros invitados.
ARNE.-(En voz baJa.) ¡ Qué tontería! (En voz alta, a los demás.) Dice que no reposa un momento y que cuida personalmente de los preparativos. ¿ No es verdad, Hemming? (Sorprendido, mira hacia la izquierda.) Hemming, ¿ qué es esto? ¡Mira!
HEMMING.-¡ La señora Kirsten Liliekrans! TODOs.-(Con asombro.) ¡ La castellana!'
(La señora KIRSTEN entra por la izquierda con sus servidores.) .
KIRSTEN.-E;;toy segura que dentro de poco le encontraremos. (Se estremece y dice aparte :) ¡ Arne del Guldvik! ¡ Que Dios nos ayude!
OI.AF UUEKRANS 75
ARNE.-(Dirigiéndose a ella.) i Salud, noble dama!
KIRSTEN.-(Dominándose, le da la mano.) i Sa-1ud! (Aparte.) Tal vez no sepa nada.
ARm.-(Alegremente.) Nos encontramos en el límite de mis posesiones, 10 cual co"nsidero un gran hon~r para mí.
KIRSTEN .-¿ Qué queréis decir? ARNE.-Quiero . decir que ' es gran honor para
mí que os hayáis molestado en recorrer tán larga distancia Rara salir a mi encuentro. ~IRSTEN.-i Ah, señor Ame! (Aparte.) No
sabe nada todavía. ARNE.-y agradezco tanto más esta atenci6n
cuanto ' que sé 1ós cuidados que pesan sobre vos en este día. Debiendo celebrarse el casamiento de nuestros hijos en el castillo, y estando éste tan lejos de la iglesia, es muy galante, por parte vues_ tra, salirnos al encuentro c~n vuestros serVidores.
KIRSTEN.-(Molesta.) No hablemos más de ello, os lo ruego.
ARNE.-Al contrario, yo quiero hablar. La gente murmuraba que estabais tan orgullosa de vuestra rancia nobleza, que os burlabais de mí y de
. los míos, y que habíais consentido · en reconciliaros conmigo porque, viuda y de edad avanzada, queríais encontrar apoyo en mí. Según decían, esta era la verdadera causa de ...
KIRSTEN.-¿Quién puede creer semejantes maldades? Queremos olvidar las dificultades que exis-
76 IBSEN
tieron entre nuestras familias y que nos ocasionaron a unos y a otros tantos sufrimientos. Mirad en torno vuestro. E stas tierras, hoy salvajes e incultas, fueron en otro tiempo ricas y habitadas . Un puente que atravesaba el río, mantenía constantemente la comunicación entre vuestras posesiones y nuestro castillo. Pero imaginándose nues_ tros antepasados que estaban demasiado cerca, uno y otro comenzaron a destruir y a combatirse. Hoy el puente está cortado, y el país, triste y desierto, sólo lo habitan los osos y los lobos .
ARNE.-Se construyó un nuevo camino por la montaña para vigilar desde más lejos quien se acercaba. Afortunadamente, todo acabó.
KIRSTEN.-j Sí! j Sí! Pero, ¿ y la novia? ¿ Y sus compañeras? ¿ Dónde están que no las veo? ¿ No se ha puesto en camino?
ARNE.-Sí; viene en seguida. Pero perdonadme, señora. Quisiera hablaros para que estuvieseis prevenida. Tal vez lo sepáis ya. Ingeborg tiene con frecuencia caprichos raros, aunque yo la he educado muy bien.
KIRSTEN.-(Con angustia.) ¿ Y qué? (Aparte . ) j También ella!
ARNE.-Hay que perdonárselo. Para mí que soy su padre, es muy difícil, pero a vos os atenderá.
KIRSTEN.-Tranquilizaos . (Aparte .) j Y Olaf no aparece!
HEMMING .-(Mirando hacia la derecha.) Aquí
OI.AF LILIEK-RANS 77
está la señorita Ingeborg. (Aparte.) ¡ Es mucho más hermosa que las otras!
KIRSTEN.-(A los servidores, en voz baja.) ¡ Ni una palabra de 10 que vinimos a hacer aquí!
UN CRlADo.-No temáis, señora. HEMMING.-(Suspirando y mirando siempre
hacia la derecha.) ¡ Feliz Olaf que va a poseerla! (INGEBORG y sus compañeros atraviesan el
puente.) INGEBORG.-(Desde el foro.) ¿ Por qué corréis?
Es inútil. No se puede celebrar ta {:eremonia sin mÍ. ¿ No es verad? (Viendo a la señora Kirsten.) ¡ Vos, señora! ¡ Qué amable! (Pasa por delante de los servidores, a los que dice :) ¡ Buenos días! (A la señora Kirsten, mirando a su alrededor:) Pero, y Olaf, ¿ dónde está?
KIRSTEN.-(Que no sabe qué contestar.) ¡ Olaf! ARNE.-Es verdad. ¿ Dónde está?¡ Ni que fue
~a yo ciego! Afortunadamente, la novia tiene mejor vista. Yo ni siquiera me había dado cuenta de la ausencia, del novio. Ahora comprendo p~rqué venís a nuestro encuentro. Es por él. .
KIRSTEN.-Por él. ¿ Sabéis que .. . ? ARNE.-Quiero decir que el tiempo se le hizo
demasiado largo, allá, en el castillo nupcial. Ahora recuerdo el día de mi casamiento. También yo fuí joven. Tenía prisa por ver a la novia y os rogó que salieseis en su busca.
KIRSTEN.-Sí; tal era su deseo ... pero ... lNGEBORG.-Pero . .. KIRSTEN.-No vino con nosotros.
78 IBSEN
HEMMING.-(Acercándose.) ¿No está con vos-otros?
ARNE.-¿ Por qué? INGEBORG.~Os ruego que 10 expliquéis. KIRSTEN.-(Bromeando sin ganas.) Parece que
la novia arde en deseos de ver a su futuro. Acompañadnos al castillo. Allí lo encontraremos.
HEMMING.-(En voz baja .) ¿ Recuerda usted, mi amo, que le aconsejé prudencia?
ARNE.-(Con desconfianza, a la señora Kirs·, ten.) Contestad antes y después os seguiremos.
KIRSTEN.-Fué de caza. Partamos. La noche se acerca .
INGEBORG.-¿ De caza? KIRSTEN.-Sí, ¿ qué os asombra? ¿ No conocéis
la canci6n que dice: aPara la caza ha partido
el apuesto caballero; quiere probar en el bosque sus caballos y sus perrOS.D ?
INGEBORG.-¿ Tan poco caso hace de la novia, que se va de caza en los días de las ' fiestas nupciales?
KIRSTtN.-j Basta de bromas! j En marcha! AR!I1E.-(Que ha estado contemplando a la se
ñora Kisten y su acompa1íamiento.) Esperad un momento, señora Kirsten. Sé perfectamente ,que sois más lista que yo, pero comprendo que me ocultáis algo.
KIRSTEN.-(Viéndose descubierta.) ¿ C6mo podéis creer que . .. ?
OLAF LILIEKRANS 79
ARNE.-Veo claramente, al examinaros a todos, que me ocultáis algo. Estáis inquietos y disimuláis vuestra inquietud difícilmente. No conseguís engañarme.
KIRSTEN.-Esta mala opinión de mí, no fué h9Y cuando la formasteis.
ARNE.-Tal vez, pero siempre con raz6n. (Gritando.) Tan cierto estoy de que vivo, como de que vos me ocultáis algo.
KISTEN.-(Aparte..) 1 Díos mío! ¿ Qué hacer? ARNE.-Me dejé en,gañar, pero ahora 10 veo
claro. Siendo Ingeborg la que eligi6 el camino de la montaña y no habiendo nadie podido advertiros, ¿ c6mo lograsteis venir a nuestro encuentro. (A .la señora Kirsten que se calla.) ¿ Calláis? Ya veis que 10 he comprendido.
HEMMING.-(En voz baja.) Ya veis si tenía razón, mi amo.
ARNE.-(En voz baja.) j Cállate! KIRSTEN.-:-(Logrando por fin dominarse.' Voy
a decíroslo todo, senor Ame, y suceda 10 que Dios quiera.
ARNE.-j Hablad! INGEBORG.-¿ Qué pasa? KIRSTEN .-Ante todos aceptamos como compro
miso de honor que mi hijo se casara con vuestra hija y que la boda se celebrase mañana en el castillo.
ARNE.-(Impaciente.) Así fué. KxRSTEN.-j Maldito sea el que rompa el jura
mento! Pero ...
80 IBSEN
ARNE y LOS INVITADos.-Pero, ¿ qué? KIRsTEN-La boda no puede celebrarse mañana . ARNE.-¿ No puede celebrarse? KIRSTEN.-Es necesario esperar. HEMMING ·-i Ah! i Ah ! INGEBORG .-i El matrimonio no se celebrará! ARNE .-i Maldita seáis por haberme engañado! Los INVITADos.-(Desenvainando sus puñales,
se arrojan so bre el séquito de la señora Kirsten .) i Venganza por tal injuria! i Vamos a matar a todos los Liliekrans !
Los SERVIDORES DE LA SEÑORA KIRSTEN .-(Levantando las hachas y aprestándose a la defensa.) i Valor! i Mueran los defensores de Guldvik!
KIRSTEN .-(A rrojándose en tre los contendientes.) i Esperad, por favor! Señor Arne, no me condenéis sin oirme.
ARNE.-(Procurando calmar a su gente .) i Perdonad, señora! La cólera me ceg6. Debí comprender que se trataba de una broma. No me desmintáis, os lo ruego. Es imposible aplazar la boda . Si necesitáis plata , cerveza o mantelería podéis tomarla de mi casa.
KIRSTEN.-Señor Arne, vuestra hija no va a entrar en una casa pobre. Venid a la boda con todos vuestros amigos y parientes; que sean tres veces más de los que son, si os place. Estad seguro de que hallarán hospitalidad cumplida. No os imaginéis que tal cosa puede retardar la boda.
ARNE.-¿ Habéis cambiado de opinión? KlRSTEN.-Tampoco. Por tradici6n de fatnilia,
OLAF LILIEKRANS 81
mantengo la palabra que he dado. Pero, en el caso presente, no depende de mí.
INGEBORG.-¿ De quién, pues? Estando la novia dispuesta, ¿ qué puede faltar?
KIRSTEN.-Hacen falta dos para una boda. También se necesita el novio.
ARNE y LOS INVITADOS.- ¿ Olaf? INGEBORG.-¿ Mi prometido? KIRSTEN .-Sí; esta noche mi hijo se ha esca-
pado. INVITADOS.-¡ Escapado! ARNE.-¡El! KIRSTEN.-OS juro que no tengo culpa. ARNE.-(Dominando su c6Iera.) Mañana debe
celebrarse la boda. Mi hija viste sus galas más ' ricas y quiero que todos mis amigos asistan a la boda. (Sin poder contenerse.) ¡ Ah! Tened cuidado que Guldvik no 'Sea 'ridiculizado por sus vecinos, porque podría ' acarrearbs grandes perjuicios j Os lo juro!
KIRSTEN.-OS equivocáis al atribuirme mala intención en todo esto.
ARNE.-Hace (mu.cho tiempo existen cuentas pendientes entre nosotros. No es la primera vez que nos tendéis un lazo. Los de Guldvik fueron ' siempre engañados por vos y los vuestros. 'tenemos poderío y dinero, pero vos poseéis la astucia, buenas palabras y promesas engañadora!¡. Son esas, mercaderías que yo no aprecio en nada.
KIRSTEN.-Señor Ame, oidme. ARNE.-(Continuando.) Ya lo veo. Hice como
82 IBSEN
el que construye su casa sobre hielo. Llega el deshielo y muere entre los escombros de su morada. Poco os durará la satisfacción al ver este resultado, señora. A vos os exigiré cuentas de la conducta de vuestro hijo. ¿ No fuísteis vos quien pidió la mano de mi hija? Fuí un imbécil, un idiota, al fiarme de vuestra palabra. Los que me quieren bien, me decían que fuese prudente. Mis enemigos se reían de mí, pero no hice caso de nada ni de nadie. Al contrario, me vestí lujosamente, congregué a mis amigos y cantando partimos hacia el castillo nupcial, mientras el prometido se escapaba .
INGEBORG.-Jamás me dejaré conducir al altar por un novio tan despreciativo.
ARNE.-i Silencio! HEMMING.-(En voz baja. a A me.) La señorita
lngeborg tiene razón. Más vale no intentar la reconciliación.
ARNE.-i Silencio, digo! KIRSTEN.--Comprendo vuestra cólera. Pero es
táis completamente equivocado, si pensáis que tuve intención de engañaros. Imagináis ser nuestro juguete. ¿ Para qué habíamos de tramar semejante cosa, mi hijo y yo? ¿ Nó ama Olaf a Ingeborg? ¿ Dónde encontrar una mujer más completa? ¿ No es buena y hermosa? ¿ No son: su padre, rico y poderoso, y su familia, distinguida y honrada por todos?
ARNE.-Entonces, ¿ por qué Olaf hizo esto? KIRSTEN.-Lo que sucede es para mí más dolo-
OLAF LILIEKRANS
roso de 10 que imagináis. Y al saber la verdad, en lugar de irritaros contra mí, me compadeceréis. Desde que ha amanecido hoy, 10 he recorrido todo buscando a mi hijo.
ARNE.-¿ En la montaña? KIRSTE~.-Sí ; aquí. Porque aunque el saberlo
os 'cause terror, habéis de saber que Olaf está poseído por los espíritus de la montaña.
Los INVITADOS.-j Los espíritus de la mon-taña! , 1
INGEBORG.-(Al mismo tiempo .) j Que Dios me ayude!
ARNE.-¿ Qué decís, señora? KIRST;EN.-Sí, está poseído pór ellos. No puede
ser otra cosa. Hace tres semanas que se bebió en Guldvik la cerveza de los esponsales y Olaf no regresó al castillo hasta el día siguiente, ya muy tarde. Nunca le vi tan triste y tan pálido. Así Permaneció durante muchos días, sin levantarse y vuelto de cara a la pared. Sin embargo, por las nochas, una inquietud se apoderaba de él, y montando a caballo subía a la montaña. Nadie podía seguirle. Nadie sabía adónde iba. Los duende$ se apoderaron de su alma. Desde que la epidemia hizo aquí tantos estragos, adquirieron gran pode-do. No pasa día sin que los pastores o las lavanderas oigan resonar arpas harmoniosas, cuando no hay músicos por aquí.
ARNE.-Seducido, embrujado por los espíritus ... ¿ será posible?
KIRSTEN.-j Ruego a Dios que me evite este
IBSEN
dolor, pero no puedo dudar! Hace tres días y tres noches que no regresa al castillo.
ARNE.-¿ y no preguntáis a nadie si lo vieron? KIRSTEN.-j Oh, sí! Ayer un cazador le vió.
Pero su aspecto era salvaje como el de un reno. H abía recogido toda clase de plantas y las arrojaba ante sí, pronunciando palabras extrañas . Al saber su presencia por estos lugares, me apresuré a venir con mis servidores . Nada hemos encontrado hasta ahora.
INGEBORG.-¿ Nadie os pudo informar? KIRSTEN.-Ya sabéis que todo está aquí de
sierto. ARNE.-( Viendo a Thorgierd que sale del to-
rrente.) Ahí hay uno. Voy a preguntarle. HEMMING .-(lnquieto.) j Mi amo! ¡ Mi amo! ARNE.-¿ Qué quieres? HEMMING.-Dejadle en paz. ¿ No veis quien es? TODos.-(En voz baja .) j El músico Thorgierd,
el loco! INGEBORG.-j El que sabe las canciones de los
Nixs! (r). H EMMING.-Dejadle partir .
. ARNE.-Aunque él también fuese Nix yo .. . (THORGIERD, que se dirige hacia la izquier
da, se acerca al oir las últimas palabras de Ame.)
THORGIERD.-¿ Qué me quieres? ARNE.-(Con sorpresa.) ¿ Qué?
ül Divinidades de los dos en la Mitologia escandinaV!'.
OLAF LILIEKRANS 8S
HMMING.-Ya 10 véis. ARNE.-Déjame hacer. (A Thorgierd.) Busca-
mos a Olaf Liliekrans. ¿ Le has visto por aquí? THORGIERD.-¿ Olaf Liliekrans? KIRSTEN.-i Tú le conoces! THORGIERD.-¿ No es uno de esos hombres maL
vados de las ciudades? . KIRSTETN .-¿ Malvaao ? THORGIERD.-Todos lo son. Liliekrans maldi
ce al pájaro que canta bajo el techo de su madre. KIRSTEN.-j Mientes, músico! THORGIERD.-(Sonriendo.) Mejor para él en
tonces. ARNE.-¿ por qué? THORGIERD. - ¿ Buscáis a Olaf Liliekrans,
creéis que está extraviado y no le podéis encontrar?
KIRSTEN.-j Sí! j Sí! THORGIERD.-j Mejor para él ! INGEBORG.-Dime lo que sabes. THoRGIERD.--Seiía demasiado largo. (Con ma-
licia.) Aquí reinan los Elfos y los espíritus de la montaña, pero no temáis. Al no hallarle, es que iuega con los Elfos y los Elfos aman mucho a los que acarician a los pajaritos. Y habéis dicho' que Olaf . . . Regresad . Olaf se instaló en la montaña y no piensa más en vosotros.
KIRSTEN.-j Maldito seas por atreverte a decirlo!
ARNE.-(A la señora Kirsten.) No le hagáis caso.
86 IBSEN
THORGIERD.-(Acercán dose.) Ahora subo allá arriba para cantar. Allí · está Olaf y allí será celebrado el matrimonio. El viejo loco Thorgierd asistirá , porque cuando toca su violín sabe hacer bailar hasta los bancos y las mesas . Y vosotros, i tened cuidado! ¡Regresad! i Regresad a la carrera! Es peligroso permanecer aquí. ¿ No conocéis la canción?
Estate alerta, que al cantar los Elfos te pueden embrujar,
y lo que veas u oigas no es posible del alma desterrar.
(Int errumpiéndose de pronto y con alegría salvaje.)
i Ah! o.s acompañan los invitados a la boda. Las mujeres visten sus trajes más ricos. Los hombres, igual. Ya 10 veo. o.laf Liliekrans tal vez esté prometido en la aldea, pero tal vez esté prometido también allá arriba. i Está claro! Así sucedió una vez, hace muchos años ya, pero me acuerdo muy bien:
Era el señor Alvar el prometido de la pequeña Ingrid, niña preciosa. Tres días y tres noches celebraron
la fiesta de la unión. Era la novia elegante y bailaba alegremente entre los invitados de la boda. Lleg6 el Nix, el espíritu del mal, hizo sonar las cuerdas armoniosas de su lira y se vió como las mesas
OLAF LILIÉKRANS 87 ·. ;:~ .~1i~7~/~il~
y los bancos danzaban 'cual personas y el Nix apareció junto :a la puerta, y ¿ para qué negarlo? Vi a la novia seguirle, y embrujado el caballero inmóvil se quedó. Igual que todas las personas presentes, y fué el Nix quien al lecho nupcial llevó a la novia. y fué ~lledl,o nupcial, el mismo lecho del río que en torrente se desborda.
(Con más calma.) i Jamás podré olvidar esta canción! Pero regre
sad a vuestros hogares. Es tarde. Y, una vez el sol puesto, el bosque pertenece a los espíritus. ¡ Adiós! Voy a saludar a Olaf, que permanece en la montaña. (Vase por el bosque de la izquierda.)
ARNE.-(A la señora Kirsten.) ¡ Miente! No concedáis crédito a sus palabras.
HEMMING.-Sin embargo, es verdad lo que cuenta de la desposada que desapareció la noche de la boda.
ARNE-Hace ya mucho tiempo. Hoy no se estila. Iremos todos a buscar al prometido.
INGEBoRG.-En mi cuna no me cantaron que tendría que ir por los campos en busca del novio.
ARNE.-¡ Cállate! INGEBORG.-Si está embrujado por un hada de
la montaña que se lo guarde. En amor no admito particiones.
HEMMING.-(Con voz tierna y conmovida.)¡ Que Dios os be~diga por estas palabras!
lNGEBORG.-(Con orgullo.) ¿ Por qué?
ARNE.-¡ Silencio! (A' los invitados.) Démonos prisa en buscarle por todas partes. Partamos, partamos, mañana beberemos mucho en la boda.
(Los invitados y los servidores de la señora Kirsten salen en grupos por distintas direcciones.)
ARNE.-(En voz 6aja, a la señora Kirsten.) Es necesario enwntrarle: Sería para nosotros una vergüenza eterna si el matrimonio ...
KIRSTEN.- ¡ Venid! ¡ Venid! INGEBORG.-(A Hemming, que permanece in
móvil.) ¿ Por qué no sigues a los demás? En vez de darme las gracias por palabras mal interpretadas, mejor sería que encontrase~ a mi prometido.
ARNE.-(En el momento de ·marcharse.) ¡ Ven! ¡Ven!
INGEBORG.-(A Hemming, que va a maroharse.) Espera, Hemming, abrocha antes este botón de mi zapato. (La señora Girsten y A rne salen por la izquierda.) (Adelantando el pie .) Abr6chalo bien. (H emming se arrodilla y abrocha el botón. Ingeborg adelanta el otro Pie y dice :) Ahora el otro. {Por qué bajas así la cabeza? ¿ Tienes alguna pena?
HEMMING.-¿ Exigís que os diga ... ? INGEBORG.~Sí. HEMMING.-Sabed, pues, que., . . lNGEBORG.-(Vivamente.) No. Es inútil. (Se
a,leja.) HE.MMING.-(Se levanta y dice.) j Ah, ,señorita
Ingeborg, erais antes tan buena! Pero al ser ma-
OLAF LILIE!{RANS 89
yor '!J, sobre todo, desde que estáis desposada ... INGEBORG.-¿ Qué? HEMMING.-Nada. (Pausa.) ¿ Os acordáis del
tiempo pasado? INGEBORG.-Lo he olvidado. HEMMING.-Fué por aquí. Vos ibais en busca
de vuestra cabra y yo os seguía como siempre. Hace mucho tiempo y, sin embargo, me acuerdo como si fuera hoy. '
INGEBoRG.-(Acercándose .) Fué cuando oímos gruñir el oso.
HEMMING.-Sí. INGEBORG.-(Con interés.) Encontré 'mi cabra. HEMMING.-No, fuí yo quien la encontró pri-
mero. INGEBORG.- Tienes razón. Así fué . HEMMING.-y entonces, os quitasteis la liga. INGEBORG.-Y até la cabra. HEMMING.-Sí; para coger fresas. INGEBORG.-Sí, allá abajo. Y vos tejiais una
canastilla. HEMMING.-Entonces fué cuando oímos . . , INGEBOltG.-EI oso, sí. Y era necesario atrave
sar el pantano. HEMMING.-Y os llevé en brazos. INGEBoRG.-Saltabas de piedra en piedra con tu
carga. (Riendo.) i Qué miedo teníamos los dos! HEMMING .-Yo tenía miedo por vos. . INGEBORG.-Y yo por ti. (Se calla de pronto y
le mira. con aire ofendido y cruel.) Pero, ¿ qué me estás contando? ¿ Por qué estás todavía aquí? ¿ Es
IBSEN
este modo de hablar a la hija del amo? j Ve a buscar a mi prometido!
HEMMING.-j Ah! Me había olvidado del prometido. También había olvidado que erais la hija del amo.
INGEBORG .-Si encuentras a mi prometido, te lo agradeceré y en Nochebuena te regalaré un manto bordado por mÍ.
HEMMING.-Gracias por el manto. No os sirvo ni por oro ni por plata ni por la manutención ni mucho me!los por el vestido, pero parto y haré cuanto pueda para seros agradable, porque mi única satisfacci6n es complaceros.
INGEBORG.-(Su bida en tm peiiasco y cogiendo flores.) Hemming, ¿ mi prometido es rico?
HEMMING.-No sé exactamente cuál es su fortuna, pero oid lo que se cantaba de su abuelo :
Con libreas doradas vestir puede a más de cien criados en las bodas.
Olaf Liliekrans es tal vez menos ricG, pero tiene, sin embargo, un castillo y propiedades.
INGEBoRG.-(Que sigue cogiendo flores.) Y tú, ¿ qué tienes?
HEMMING.-Mi pobreza. Nada más . INGEBORG.-Bien poco es, Hemming. HEMMING .-Es verdad. INGEBORG.-(Cantando, sin volver la cabeza, y;
al parecer, ocupada con las flores.) Mi corazón no desea al que posee castillos.
OLAF LlLIÉK.RANS
Adoro al pobre muchacho, que es dueno del amor mío.
-9I
HEMMING.--:"(Loco de alegría.) Ingeborg, ¿ es verdad lo que .dices? Entonces debo ben:decir la pobreza.
INGEBORG.-(Vuelve la cabeza y dice fríamente.) No comprendo tus palabras. Es una canción antigua. (Baja del peñasco con las flores, se acerca a H emming, le mira y dice:) Sé otra can· ción que también voy a decírtela:
Es en la corte del rey. El amante caballero elige el mejor caballo de todos, bayos y negros. Lo ensilla y su prometida le sigue con gran contento. Juntos galopan los dos, van a través de su pueblo. Vivir y morir unidos es su constante des~o.
HEMMING.-¡ Ingeborg! ¡ Ingeborg! i Nada podrá detenerme! ¿ Qué me importan tu prometido, tu padre, mi señor? Por la luz que nos alumbra, ¡juro raptarte!
lNGEBoRG.-(Fingiendo enfado, pero no pudiendo disimular su sonrisa.) ¿ Qué tienes? i Qué idea tan singular! i Raptar a la hija de' tu amo! i Estás loco para pensar en semejante proyecto! En fin, por esta vez te perdono. Da gracias al cielo por mi clemencia: merecías un castigo. (Levanta una rama como para pegarle, la deja caer y le dice,
92 íBSEN
arrojándole el anillo que quita de su dedo :) j Ten! j Toma mi anillo de oro! (V áse ráptdamente por la izquierda.)
HEMMING.-Me arrojó su anillo, me lo dió. Si-, gue sIendo buena para mí. Cuando parecía irrita
da por mis palabras, lo fingía. No era verdad. Voy a intentar, voy a ,arriesgarlo todo. (En voz baja, con desaliento .) Y, sin embargo, soy tan pobre y mañana van a llevarla al altar. (Con energía,) Afortunadamente, el novio está lejos, en ' el bosque. Y espero que jamás vuelva a presentarse, (Va a salir y se detiene, gritando :) j Olaf!
(OLAF llega lentamente de las rocas del foro, avanza despacio, con la cabeza desnuda, las m.anos llenas de flores, las arroja por el camino, su mente parece extraviada.)
OLAF,-(Sin ver a Hemming.) j Si pudiera descifra~ el enigma! (Quiere irse por la izquierda.)
HEMMING . .!-j Señor Olaf! ¡Señor Olaf! ¿ Dónde vais? Escuchadme.
OLAF.-(Con sobresalto .) j Hemming! ¿ Eres tú? j Déjame!
HEMMING.-¿ Qué os pasa que andáis así perdido tres días? (Le mira con más deteni111liento.) Pero, ¿ 'qué os pasa? j Estáis pálido!
OLAF,-No te extrañe que esté pálido: durante tres noches combatí ' en forma singular. No te extrañe que esté pálido: durante tres noches jugué con los Elfos.
HEMMlNG.-j Qué Dios nos asista!
OLAF LILIEKRANS 93
O~AF.'-Estoy loco y sufro mucho. No conservo recuerdo ni de tierra ni de cielo.
HEMMING.-(Con temor.) Señór Olaf, seguidme al castillo de vuestra madre.
OLAF .-¿ El castillo? ¿ Dónde está? Me parece que aquí está mi morada. El bosque es mi casa. La voz del viento entre los árboles y el canto del torrente me son ahora más familiares que la voz de mi madre. (Con pasi6n creciente.) ¿ No es hermoso aquí todo? ¿ No reina la paz en mi dominio? ¿ No ves que mi salón está adornado como para una fiesta?
HEMMING.-(Aparte.) ¿ Qué le pasa? OLAF~-Pronto va a venir mi prometida . HEMMING.-¿ Sabéis, pues ... ? OLAF.-Cuando el sol se pone, cuando las nu
bes palidecen y cuando el ave duerme, entonces llega ella, joven y pura.
HEMMING.-(Persignándose.) i Por todos los dioses! ¿ Era, pues, verdad?
OLAF. .-¿ Sabes cuándo la vi por vez primera? Regresaba de Guldvik muy tarde. Habíamos celebrado un festín. Sentía el. alma inquieta, el corazón oprimido. Algo que no recuerdo me había herido allá. Solo, a caballo, atravesé el torrente a media noche. Entonces llegó hasta mí el son de un arpa. La música tenía acentos armoniosos y
dolientes. Crucé las manos e intenté rezar : ~ro lengua y pensamiento estaban parali:z;ados. El son misterioso me llamaba: eran llantos y risas, a veces . quejas de un corazón que va a romperse,
94 IBSEN
o gritos de un ser que va a morir. Apenas podía respirar . Mi ' alma estaba conmovida . Un imán extrañamente poderoso me atraía hacia el bosque . A pesar mío, vine aquí. Seguía resonando el arpa misteriosa . No sé cuanto tiem¡;o permanecí a caballo. HE~IMING.-(Apart e .) También la prometida de
que nos hablaba el músico hace poco, sentía el encanto.
OLAF.-De pronto se paró el caballo y me desperté. Arr~jé en torno mío miradas de asombro. i Qué hermoso era todo! Pero no conocía el sitio en que me hallaba. Me encontré en medio de un valle en que como roclo bienhechor, hubiera venido a reinar la paz. Jugaba la luna con el agua del torrente y parecía reirse cuando sus rayos besaban la superficie. Sentía pesada la cabeza y cansado el espíritu; vino el sueño a visitarme y me acosté bajo el haya de un bosque delicioso.
HEMMING.-Señor Olaf, ¿ cómo os atrevisteis? OLAF.-Entonces bailé con las hijas de los El
fos. Y me ofreció una corona de acianos y nenúfares, me miró con ojos tiernos y pronunció palabIas inolvidables. tlOlaf Liliekrans, me decía, ¿ sabes dónde se encuentra la felicidad? Entre las fiares más hermosas, elige la más bella, arráncala las hojas una a una y solamente entonces encontrarás la felicidad . D
HEMMING .-VOS os dormisteis y soñasteis . OLAF.-Desde aquel instante me pareció el cas
tillo de mi madre demasiado pequeño. A trav~s de
OLAF LILIEKRANS 95
bosques y praderas, necesitaba regresar aquí con mis arcos y mis ' flechas. Y aquí encontré "de nuevo la Elfo.
HEMMING.-(Retrocediendo y con asombro.) ¿ La volviste a ver, estando aespierto? OLAF.~ogí el anillo de desposado, lo coloqué
en la flecha y lo arrojé por encima de la cabeza de la Elfo. Ahora es mía para siempre .. HEMMING.~¿ y esa es la prometida que espe
ráis? OLAF.-Sí; es la elegida. Pronto debejlegar.
'HEMMING.-(Aparte.) Su alma está enferma. La señora ~rsten debe saberlo. (En voz alta.) ¿ y no tenéis temor alguno al venir por aquí?
OLAF.-j Es tan hermoso soñar! (Váse por la derecha.)
HEMMING.-Mañana debe celebrarse el casamiento y no piensa para nada en la prometida. Ignora que está cerca y sobre todo que ama a otro. Se pasea como loco por el bosque y a mí me di6 Ingeborg el anilló de oro. Diré' 10 que he vistó a la madre y j Dios sabe cómo aca\lará todo esto! (V&e por la izquürda.)
(OLAF LILIEKRANS entra por la derecha y deshoja algunas flores ante.s de llegar a primer tbmino.)
OLAF.-ClEntre las más hermosas flores, elige la más bella. Arráncale las hojas una a una y solamente entonces encontrarás la felicidad .• Estas palabras me persiguen siempre. j La más bella! ¿ D6nde está y cómo conocerla? ¿ Su belleza con·
96 IBSEN
siste en su perfume o en su aspecto? ¿ Tendrá un poder secreto que no podré descubrir? A veces una espada herrumbrosa posee un valor misterioso. y una lira callada, olvidada lejos de la vista, contiene la armonía encantadora que duerme en sus cuerdas.
(ALFHILD entra por el foro . Su ves tido es extra11o . Adorna con fl ores sus cabellos . Mira con inquietud en torno suyo y cuando ve a Olaf se dirige alegrem ente hacia él.)
ALFHILD.-i Quédate! i Quédate! i No te vayas!
OLAF.-(Dirigiéndose a ella.) i Alfhild, mi amada! i Mi deliciosa prometida!
ALFHILD.-i Olaf, mi hermoso caballero! No podía esperar más, por eso vine a tu encuentro.
OLAF.-Pero, ¿ por qué temes venir aquí? ALFHILD.-Ya te lo he dicho. Nunca abandoné
el valle, antes de que vinieras . Mi padre me había advertido que vagaban por aquí espíritus malignos. En la montaña, por el contrario, nada tengo que temer. Pero, ¿ qué importan los espíritus del mal, si te encuentro? i Déjame contemplar tu mirada! i Sí, eres tú!
OLAF.-Te pertenezco, ser divino. No puedo ser más que tuyo. Me has encontrado y no tengo voluntad. Condúcenos donde quieras, a las profundidades de las montañas, a las cumbres o al fondo de los torrentes, donde resuenan las arpas cuya armonía adormece los grandes pesares. ¿ Qué importa dónde? Iré donte tú vivas .
OLAF Z,lLIEKRANS 97
ALFHILD.-¿ Por qué hablas así, en contra de tu pensamiento? Las Elfos viven en la montaña, el Nix habita en el fondo del agua. Mi padre me lo ha dicho. ¿ Me has tomado por una Elfo? '
OLAF.-Eres un milagro del mundo. ¿ Qué importa tu nom~re, si me perteneces?
ALFHILD.-(Sonriendo.) i Oh, si fuera una Elfo, sería peligrosa para ti!
OLAF .~¿ Para mí? ALFHILD.-Sí ; para ti. Me encontrarías en tus
soledades y en vaso de oro te escanciaría el olvido, hasta que no recordaras ni cielo ni tierra, ni patria, ni el nombre tuyo ni el de tus padres. No pensarías más que en una sola cosa y ésta la desearías eternamente.
OUF.--Sí; tú eres una Elfo, porque desde el primer momento en que te vi, me arrojaste un sortilegio. ALFHILD.~¿ Yo ? OLAF.-A caballo descendía la pendiente de la
montaña, cerca del torrente... Era de noche y cantos quejumbrosos y ' extraños resonaban en torno mío. Me apartaron del camino y bien pronto me encontré entre montañas. El valle que ante mí se extendía era delicioso y jamás había sido hollado por planta humana y jamás 10 habían visto los ojos del hombre. Un sueño pesado se apoderó de mí y me rodearon las hijas de los Elfos y jugué con ellas. Al despertar, un solo sentimiento dominaba en mi corazón; me parecía necesario recorrer siempre el mismQ camino y me ftré imposi-
.,
IBSEN
ble vivir en el castillo. Me imaginé haber perdido un tesoro inmenso, cuanto hay de más rico y más hermoso en el mundo, y quería encontrarlo . .. Entonces te adelantaste a mi encuentro, hermosa y tentadora como ahora, cogí tu mano y hundí mi mirada en la tuya. Cielo y tierra, toda la belleza del mundo, estaba contenida en tus ojos. Entonces olvidé parientes y amigos ... Volví a la noche siguiente, rodeé tu talle con mis brazos y te estreché contra mi corazón. Todas las delicias del mundo se hallaban contenidas en aquel abrazo. Y olvidé el nombre que me dieron en el bautismo y el castillo de mi madre . Volví por tercera vez, besé tus labios y penetraron mis miradas hasta 10 más profundo de tu alma. Fué la revelación de la belleza más sublime. Olvidé a Dios y a mi morada y acabé por olvidarme a mí mismo. (Cae de rodillas ante ella.) i Alfhild! i Alfhild !
ALFHILD.-Si fué un filtro el que te di6 el olvido, yo también 10 bebí. Me ocurrió 10 que .a un músico que habiendo aprend.ido las canciones del Nixe para encantar a su amada', las cantó tan bien que se encant6 a sí mismo y ya nunca más pudo desencantarse. (Se calla pensativa.)
OLAF.-(Levantándose.) ¿ En qué piensas? ALFHILD.-En 10 alto de la montaña, es tan
aguda la arista de la roca, que no puede posarse ni la garra del águila. Allí vive un abedul solitario que, falto de tierra, tietle muy pocas hojas y que inclina sus ramas hacia el valle que se ve a 10 lejos, como si añorara a sus hermanos que en
99
el bosque reciben las caricias del sol. Mi vida es semejante a la del abedul. Mucho tiempo caminaba hacia ti sin <:onocerte. Era el valle demasiado pequeño para mí, pero ignoraba que' más allá existieran otros iguales. No me interesaban los caballeros y las nobles damas que venían todas las noches a visitarme. No me contaban nada de la vida de allá.
OLAF .-¿ Caballeros y damas? ¿ No me dijiste que jamás había llegado nadie aquí?
ALFHILD-Nadie parecido a ti. Pero mi padre me cantaba cada noche hermosas canciones. Y al cerrarse mis ojos, todos los héroes de ias 'canciones paternales volvían a la vida. Con el halc6nen la mano, montados en nobles y ricas hacaneas "Ve
nían los valientes caball~ros, las hermosas muchachas, a bailar sobre el tapiz de la hierba y a divertirse alegremente. En cada flor, le.s escuchaba un Elfo, en cada rama, un pájaro despierto de su sueño. Pero, al venir el día me quedaba sola, y entonces adornaba mis cabellos con flores y con hojas verdes. i Ah! Esta vida no me satisfacía. Germinaba en mi alma un deseo extraño, que no pudo ser satisfecho antes de tu llegada.
OLAF .-Hablaste de tu padre: nunca le he visto.
ALFHILD.-Muy rara vez viene por aquí. No ha vuelto desde el día en que nos encontramos.
OLAF .-¿ Qué es tu padre? ALFHILD.-Acabas de decirme que una noche
de verano, paseándote a caballo al lado del to-
100 IBSEN
rrente, oíste canciones tan armoniosas que jamás podrás olvidarlas:
OLAF.-Sí ;. es verdad. ALFHILD.-Entonces has oído las canciones de
mi padre. Escuchándolas crecí yo. Tampoco y9 las entendía todas, pero me imaginaba entonces que no existía nada en el mundo ni más dulce ni más precioso. Ya no tienen valor para mÍ. Eran s610 el anuncio de la felicidad que me esperaba. En los cantos se celebraba a un hermoso caballero, que yo imaginaba como el más apuesto y el más noble de todos. Aunque el ave volara tan lejos como se lo permitieran sus alas, aunque la nube se extendiera al más lejano horizonte, jamás podrían 'descubrir otro tan bello. j Olaf, tú eras mi sueño! Le reconocÍ. Háblame de ti, dime el nombre del valle lejano de donde vienes. Debe ser tierra de sol, a la que se dirigeh la.s golon'drinas en otoño, porque al regresar en primavera, tienen tantas historias alegres que contarnos, tantas canciones que vocalizar, que las flores se visten sus .más ricos trajes, que los árboles aorecen y que el sol maravilloso se pone más tarde y sale más . temprano para oir mejor el relato 'de tan bellas historias. Pero es necesario que me expliques ciertas cosas que no puedo comprender. Hay que encontrar contestaci6n a todas las preguntas que están en mÍ.
OLAF.-j Qué puedo decirte! ¿ Me preguntas de dónde' vengo? ¿ Si tengo otra patria más que ésta? Lo he olvidado. Todo es para mí nebuloso sueño
OLAF LltrEKRANS IOI
que se desvanece al despertar. Pero mira. Por allá hay una aldea en que me parece que he vivido antes de conocerte. Y creo que allá habitan mis padres. ¿ Oyes el ruido misterioso del torrente? Sigámosle. y allá, a lo lejos, cerca de la cascada, podremos ver un sitio en que he vivido mucho tiempo. ¡Ven! ¡Ven!
ALFHILD.-No Die atrevo. OLAF.-Sígueme sin temor. ALFHILD.-Estoy pronta, y aunque no quisiera
no podría dejar de seguirte a donde fueras. (Se . oye el coro del séquito de A rne y de Kirsten.)
CORO DE LA rJANZA Ten cuidado; libra el alma de los Elfos que aquí reinan.
(La señoraKIRsTEN y HEMMING entran por la izquierda.)
HEMMING.-Estaba aquí, de~e haberse marchado.
KIRETEN.-¿ y decía que esperaba a su prometida que iba a venir aquí?
HEMMING.-Sí; pero es difícil averiguar en quién pensaba. Pero ciertamente no era Ingeborg quien le preocupaba.
KIRSTEN .-Cállate, mi buen Hemming, no cuentes a nadie nada de lo que te ha dicho. Hiciste bien en no confiármelo más que a mí. Serás bien recom¡:ensado si le encuentras.
HEMMINc .-(Mirando hacia la derecha.) Mirad .. . allá .. . en el claro de luna, cerca del torrente, dos .. .
KIRSTEN.-Silencio, allí está Olaf.
102 IBSEN
HEMMING.-Hay dos personas : una mujer. KIRSTEN.-¡ Por todos los santos! HEMMING.-Señalan la aldea como si .. . Ahora
se alejan los dos . KIRSTEN.-Busca al señor Arne y a los suyos.
Aquí nos encontraremos. Yo me encargo de Olaf. HEMMING.-OS atrevéis .. . KIRSTEN .-Haz lo que te digo, pero ni una pa
labra de 10 que viste u oiste . Dirás que Olaf se extravió por la montaña cazando el reno y el osp.
HEMMING.-Contad conmigo, señora Kirsten. (V áse por la izquierda .)
KIRSTEN.-¿ Será verdad que los espíritus malignos se han apoderado de él? Puedo decírselo a Arne del Guldvik ; yo no 10 creo. Dicen que antes sucedía, pero sin duda las Elfos era u mujeres de carne y hueso como nosotras . Ahora viene, se dirige al torrente. Acabemos. (V áse por la derecha.)
CORO
(Que canta hacia la izquierda, en el bosque) Con el son de las campanas
y canciones rel igiosas el país atravesamos . Cristianos, para la boda preparaos prontamente. ¡ Despertaos que ya es hora!
(OLAF Y ALFHILD entran por el foro; les sigue a lo lejos la señora KIRSTEN.)
ALFILD.-Háblame siempre. Tus palabras bañan mi alma, como rocío refrescante . Tus palabras tan dulces me explican . todas las nostalgias del
OLAF LILIEKRANS 103
corazón. ¿ N o te ,quedaste nunca, en noche de , verano, junto a un lago' de montaña tan profundo, que nadie hubiera descubierto el fondo? ¿ No le viste reflejar las estrellas del cielo, como ojos q~e lo explican todo, mejor que pudieran hacerlo mil lenguas? Yo así permanecía e intentaba coger las estrellas brillantes que dormían en el fond'o del agua, quería tenerlas entre mis manos, verlas más cerca, Pero entonces las estrellas se velaban, como los ojos de~aparecen bajo las lágrimas. En otro tiempo, también era mi alma así: intentaba explicarme muchos enigmas, pero se me escapaban como la estrella al fondo de las aguás. Y cuanto más reflexionaba, menos comprendía.
OLAF.-¿ No me he convertido yo mismo en un enigma, enigma inexp1icable par.a mí mismo"{ ¿ Soy aún el caballero Liliekrans, orgulloso de su nombre, que se burlaba del amor y de los pájaros? ¿ Qué importa? Arranco de mi memoria el pasado .
. Soy feliz. Estoy seguro. Te engañaste al predecirme el porvenir y al afirmar que encontraría la felicidad cuando hallase la flor más bella. Ya he encontrado la felicid'ad.
ALFP.:ILD.- Yo nada te predije. Pero acaba de contar tu vida.
OLAF .-Deja que allá se deslice la vida. Mi morada está aquí, a tu lado, dulce y bella adorada. Háblame, Alfhild. ¿ No te parece que la Natunleza construyó para nosotros . esta hermosa sala de festines? Las campanillas azules esmaltan los senderos. Aquí está la voluptuosidad. La alegría
1°4 IBSEN
es demasiado intensa para que pueda contenerla el pecho. ¿ Oyes el torrente murmurar su canto confuso? Necesito llorar y reir a un mismo tiempo. Ese canto extraño y misterioso me ha conmovido y me ha dado más energía . (La abraza apasionadamente .) Quiero despedirme de la' aldea. Quiero tener en la montaña el lecho nupcial. Quiero renunciar al mundo entero para abrazar a mi hermosa y tierna amante.
ALFHILD.-(Retrocediendo con miedo.) i Olaf! OLAF.-(Se· detiene bruscamente, como domina
do por un recuerdo doloroso.) Amada mía ¿ qué dije? Dime, Alfhild ¿ no te acuerdas cuando vine por vez primera? ¿ Qué buscaba? ¿ No era a tí para llevarte, para rogarte que te unieras a mí?
ALFHILD.-¿ Qué quieres decir? ¿ Casarnos? No lo entiendo.
OLAF.-¿ No bebimos la cerveza de los esponsales en Guldvik para casarnos tres semanas después? ¡Oh! i C6mo arde mi frente! i No quiero pensar más!
CORO
(Cantando a lo lejos) i Olaf Liliekrans! i Olaf !
¿ Por qué duermes tanto tiempo? ALFHILD.-Olaf ¿ oyes? OLAF.-Tú también lo has oído. ALFHILD.- ¿ Qué es? OLAF.-Un recuerdo, a medias olvidado, que
revive cada vez que vengo aquí. Ese canto tan doloroso, me llama para hacerme volver a la aldea.
OLAF LlLIEKRANS lOS
La señora KIRSTEN entra por el foro, y dice aparte, sin ser vista.)
KIRSTEN.-Allí. están. Hablan. i Si pudiera sorprender su conversación! (Se acerca y escucha.)
OLAF.-(Con pasión creciente.) Sí, sí, volveré; pero no volveré ·solo, me acompañarán caballeros y nobles damas y vendrán conmigo a caballo a buscar a la prometida. Con la montura de oro ensillarán el corcel más ligero. Primero se adelantarán los músicos y los cantores, después los servidores precederán a los sacerdotes, irán . después los invitados de 1¡¡. aldea. Escuderos llenos de respeto conducirán de la brida tu hacanea; de flores olorosas estará sembrado el camino y mis campesinos ante ti doblarán la espalda como rama flexible, y cerca de la puerta las mujeres de los campesinos se arrodillarán a tu paso. Y a todo vuelo, las campanas anunciarán al país que Olaf Liliekrans conduce su prometida al castillo.
CORO DE INVITADOS Y ahora vayamos todos
hacia el castillo nupcial. El camino montañoso el caballo pasará. El rumor de sus pisadas en el bosque al resonar anuncia con alegría · que los nobles llegan ya.
KIRSTEN.-(Aparte, al oir el canto.) ¡Alabado sea Dios! i Hemming ha hablado!
ALFHII.D.-(Con gran alegría.) i Ya vienen! ¡Ya
106 lBSEN
les oigo!¡ Qué cantos tan armoniosQs! i Olaf! ¡Ven!
KIRSTEN.-(Adelantándose hacia Olaf al mismo tiempo que Alfhild, que sigue mirando hacia la izquierda.) ¡ Olaf! i Hijo mío !
OLAF.-¡ Dios mío! ¡Favor! i Mi madre! KIRSTEN.-¡ Pobre hijo mío perdido! Ahora te
libras del encanto. Aquí está el señor Ame con Ingeborg, tu prometida.
OLAF.-(Parece despertarse y da Ult grito.) ¡ Ingeborg! ¡ Este nombre basta para acabar mi vida! i Mi felicidad no fué más que sueño! i Vos me anunciáis la horrible desgracia! (Con desesperaci6It.) i Era tan hermoso mi sueño, madre mía! Ahora que me despertásteis, todo acabó.
(ARNE, INGEBORG, HEMMING y los séquitos de Kirsten y de Ame entran por la izquierda.)"
ARNE.-Mi enhorabuena, señora. Me han dicho que lo encontrásteis.
KIRSTEN.-SÍ, 10 encontré. Y ahora, al castillo. ARNE. -(A Olaf.) ¿ No os ha ocurrido ningún
accidente? OLAF.-(Distraído.)¿ A mí? ¿ Qué queréis decir? Krl.sTEN.':"-(lnterrumpiéndole.) No, señor Ame,
no. Se extravió sencillamente, mientres cazaba. INGEBORG .-(lndicando a A lfhild.) ¿ Quíén es
esta joven? KIRSTEN.-Una niña pobre que 10 socorrió. ARNE.-Pero este lugar está inhabitado. KIRSTEN.-Quedaron aún, después de la , epi-
demia, algunas familias
OLAF LILIEKRANS 107
ARNE.-Démonos prisa. Los caballos piafan . OLAF.-(Mirando a Alfhild con dolor.) Madre
mía, es imposible KIRSTEN.-(En voz baja, pero con energía.) Es
indispensable. Sería para tu madre una mancha eterna que .. .
ARNE.-¿ Qué dice? KIRSTEN.-Que todavía está cansado. Ya pasará.
(Mirando imperativamente a Olaf .) La joven nos seguirá ta.mbién.
lNGEBORG.-Queréis decir que ella ... KIRSTEN .-Le cuid6 fielmente y quiero recom-
pensarla. ARNE.-¿ y mañana, la, boda? KIRSTEN.-Mañana: 10 he jurado. ARNE.-Tengo vuestra palabra. HEMMING.-(En voz baja, ttiunfante y enseñan-
do el 'anillo de oro de Ingeborg.) Y yo tengo el anillo de oro de Ingeborg.
INGEBORG .-(Le quita el anillo y dice con indiferencia .-) Tú tenías mi anÍllo. Gracias. Lo guardaré yo misma.
(Hemming, desconcertado, sigue lentamente a los demás que salen por la izquierda. Alfhild queda sola.)
ALFHILD.-(Que ha visto con asombro la escena anterior sin comprenderla, cuando ve que todos se alejan parece despertar de un sueño.) i Están lejos ya! ¿ Puedo creerlo? ¿ Es verdad? Sí. Aquí estaban. La luna los alumbraba. Los he visto muy bien y ahora descienden por la montaña, y yo,
108 IBSEN
la prometida, debo seguirles. (Se dispone a salir por la izquierda.)
THORGoIERO.-(Desde el foro.) Alfhi1d, hija mía ¿ cómo estás ahí? ¿ No te había dicho que .. . ?
ALFHILo.-Padre amado, he de hablarte francamente. No puedo permanecer más tiempo encerrada entre estas montañas.
THORGIERD.-(A ocercándose.) ¿ A quién has en-contrado?
ALHIlLo.-(Aleg1'emente.) Ha venido. THORGIERD.-¿ Quién? ALFHILO.-j El caballero! Quiere llevarme con
sigo. Ahora comprendo porqué sentía el pecho oprimido. Pasamos muchas noches al borde del torrente. Tú cantabas la leyenda de la hija del Rey, que permaneció encantada en la montaña. La hija del Rey, padre mío, era yo. Y él, el hermoso caballero, rom¡:;ió el encanto y mató al monstruo. Ahora soy libre y sé 10 que quiero: salir de esta cárcel y unirme :a la vida. Sus palabras eran armonía celestial que me elevaban hacia el cielo. No existe fuerza que pueda retenerme aquí.
THORGIERD.-j Pobre hija mía! ¿ Quieres descender a la aldea? No, créeme, sigue aquí. Allí perderás la alegría del alma.
ALFHILD.-Es necesario, padre mío. De hoy en adelante, la canción más alegre me parecerla triste.
THORGIERD.-Ve, pues, A1fhi1d, y vive tu sueño alegremente. Tu padre velará por tí y ten cuidado con los astutos jóvenes que quieren engañar tu alma con mentidas palabras.
OLAF LILIEKRANS 109
ALFHILD.-Debo ir a donde esté Olaf. En los valles del sol, se eleva su castillo de artesonados de oro, como tú me dijiste en' tus canciones. El es el caballero, el hijo del Rey, joven y hermoso, y yo, la pobre Alfhild, soy su prometida. ¿ Pobre? Ya no lo soy, soy la prometida, soy la amada que eligi6 Olaf. (Se oye el coro lejano de los invitados.) ¿ Oyes c6mo me llaman? Adi6s, flores perfumadas, verdes bosques y rocas abruptas. Adi6s, valle. Eres demasiado pequeño para mi ' alegría. Ahora la felicidad me llama. Mañana, vestida con traje de oro, iré a arrodillarme a la iglesia. Soy la prometida de Olaf. Juntos nos sentaremos en los almQhadones del sitio de honor, y desde hoy quiero empezar a vivir.
(V áse por la izquierda. Thorgierd la sigue con mirada pensativa. Los cantos mueren a lo lejos.)
TELÓN
/',CTO SEGUNDO
La escena representa un patio de casa de la s\!ñora Kirsten. A la derecha, bohardilla de granero sin puertas ni ventanas visibles. Al foro, iglesia pequeña con cementerio. A la izquierda, varias dependencias de una granja. En primer término, a ambos lados, bancos de piedra. Es la tarde. '
KIRSTEN.-(Dir{giéndose a los que están' preparando el festín de la boda.) Hay que ordenarlo todo, platos y jarros. (HabZi:mdo consigo misma.) j Qué lucha hasta conseg~irlo! Ahor;;' voy a preparar la boda de tal modo, que se hable en todas partes. (A los servidores.) Ved si la mesa de los desposados ... no. Voy a ocuparme yo misma. j Que se llenen de vino los garrafones de plata y los jarros grandes, de cidra! La cerveza y el hidromel hechos en casa, se guardarán para la servidumbre. Hay que cuidar también de que hayan bastantes cirios amarillos en la iglesia, porque la ceremonia terminará tarde. Y es necesario acompañarles a la iglesia a la luz roja de las antorchas. Id, pero no olvidéis ninguna de las órdenes que os di. (Vánse los servidores.) j Dios sólo sabe lo que me costará este matrimonio! Pero Ingeborg trae dot~ crecida, y después. .. ya conseguiré humillar a
112 IBSEN
Arne cuando ... (Mirando hacia la derecha.) Ahí viene Olaf.. . ¡ Si al menos pudiera contar con él !
OLAF.-(Que sale de la casa, en traje de boda, Pálido y soñador, dice aparte :) ¡ Ayer y hoy! Nos separa de ayer una noche de verano y, sin embargo, me parece que han pasado un otoño y un invierno desde que fuí a la montaña al lado de AIfhild. (Viendo a su madre.) ¡Ah! ¿Estáis aquí, madre mía?
KIRSTEN.-Muy bien, hijo mío. Me place que te hayas vestido de seda y oro. Al menos hoy se sabe quien es el desposado. Veo que has recobrado el reposo.
OLAF .-Dormí; pero no reposé, porque he soñado.
KIRSTEN.-Un novio debe soñar: es tradicional. OLAF.-Mi sueño más hermoso ha terminado.
No pensemos ya en él. KIRSTEN.-(Queriendo cambiar de conversa
ci6n.) Espero que el día sea alegre . OLAF .-Sin embargo, me parece que el cielo no
se digna sonreir a mi matrimonio. KIRSTEN.-Y ¿ por qué? OLAF.-La tempestad se prepara. ¿ No veis como
se agolpan las ,nubes en Occidente? KIRSTEN.-Así alumbrarán más las antorchas
en la marcha nupcial. OLAF.-(Se pasea por la escena, después se
para ante su m.~dre y dicie :) Si me hubiera casado con una muchacha pobre, sin fortuna, sin familia ¿ qué hubiérais hecho?
OLAF LILIEKRANS
KIRSTEN.-(Mirándole fijamente.) ¿ Por qué me lo preguntas?
OLAF.-Contestadme antes. ¿ Qué hubiérais hecho?
KIRSTEN.-Te habría echado mi maldición y me hubiera ~uerto de vergüenza. Pero ¿ por qué me lo preguntas?
OLAF.-Sólo por broma. KIRSTEN.-Ml! lo figuro, porque siempre sen
tiste el respeto que se debe a :~uestra posición y a nuestra familia. Hay que estar alegres ahora. Mañana Ingeborg será tu mujer y en el castillo sólo habrá alegría y felicidad.
OLAF .-¿ Alegría y felicidad? Para conseguirlas, me faltará una cosa.
KIRSTEN.-¿ Qué quieres decir? OLAF.-Me faltará una flor, la flor más hermosa
que deshoj-é entre mis manos. KIRSTEN.-Deja ese sueño estúpido. OLAF.-j Ojalá pudiera arrojarlo de mi pensa
miento! KIRSTEN .-Hoy has hablado poco con tu novia.
Ve a encontrarla. Está allí, rodeada de sus doncellas.
OLAF.-(Swnergido en su sueño.) j Sí! j Sí! ¿ Dónde está?
KIRSTEN.-En la sala reservada al trabajo de las mujeres.
OLAF.-(Vivamente.) Nada le faltará en adelante. Tendrá zapatos con lazos de plata, anillos y
II4 IBSEN
brazaletes, Y para reemplazar las flores marchitas colocaré en su cuello una cadena de oro.
KIRSTEN.-¿ De quién hablas? OLAF.-De Alfhild. KIRSTEN .-Pero yo te hablaba de Ingeborg, tu
prometida. j Olaf! j Olaf! Eres tan extraño que me asustas. Estoy por creer que eres víctima de un sortilegio.
OLAF.-Sí, madre mía, fuí presa de un encantamiento. Jugué con las hijas de los Elfos y durante ese tiempo fuí feliz como ahora voy a ser desgraciado, mientras conserve el recuerdo delicioso.
KIRSTEN .-Si fuera bruja, podría tener la seguridad, pero es una mujer astuta y peligrosa la que te cautivó con tiernas palabras .
OLAF.-j Es pura como la Virgen! KIRSTEN.-j Bueno! j Bueno! Que sea lo que
quiera. Pero recuerda que mañana estarás casado y sería para tí gran vergüenza y gran pecado seguir . pensando en ella.
OLAF.-Ya lo comprendo, madre mía. KIRSTEN.-j Y tu prometida Ingeborg que te
ama! Sí, verdaderamente, te ama. El cielo te castigaría si jamás tú ...
OLAF.-¡ Sí! j Sí! KIRSTEN.-A propósito, no te he hablado de
nuestros intereses materiales; es necesario, sin embargo, fijarse en que la hija de Ame puede sernos muy útil. ·Ya· no somos ricos y si la cose-
OLAF LILIEKRANS IIS
cha fuera mala este año, no sería difícil que tuviéramos que ir a mendigar.
OLAF.-Me hago cargo perfectamente. KIRSTEN.-Pero el oro de ArneJo arreglará todo.
Tendrás una posición decente en la Corte. Reflexiona. Si has prometido a A1fhild cosas que no puedes cumplir, hay que verla y hablarla. De todos modos no se irá de aquí con las manos vacías. Ahí viene, OlaL Hijo mío,piensa en tu prometida, en tu noble familia, sobre todo en tu anciana madre que moriría ,de vergüenza si ... Olaf, sé hombre. Yo me voy para vigilar los últimos 'preparativos.
(Entra en la casa.) OLAF.-(Mirando hacia la dereCha.) Está alegre
como cervato que juega al lado de una serpiente. Pronto va a retorcerse sus manos tiernas de dolor y va a llorar su desgracia y su Fenatí Será preciso quebrantar su fe ciega, despertarla del sueño feliz y después ... y después tendremos que separamos. ¡Pobre Alfhild! i Vas a ·beber en fuente bien amarga! (Soñador:) i Qué me importaban honores, .fortuna, ni familia, cuando estaba allí arriba junto a ella! En sus ojos había descubierto un tesoro, secreto para todos. Mis tristezas y penas ' se habían desvanecido. Pero esta noche, al regresar aquí,sentado en la mesa familiar, cuando llegué ante mi madre. .. (Interrumpi¿ndose.) Sí, sóy hijo de una gran señora. Y en la p::1ontaña habita la pobre Alfhi1d. Ciertamente, no naci6 para ser esposa de 01af Li1iekrans. Es preciso decírselo. Nrl, es imposible, y, sin embargo,
II6 I1lSEN
esta noche ... es preciso. Debo oir estas palabras que son para mí mismo tan dolorosas.
AUHILD.-(Sale de la iglesia y se dirige al encuentro de Ola!.) ¡ Olaf! i Olaf! Me has traído a este hermoso país donde piso flores, en vez de andar como ayer sobre arena. Esta es la isla encantada en que voy a vivir sin pesares ni pecado. Tengo que preguntarte muchas cosas que no comprendo. Todo lo que veo me parece enigmático. Ya me lo explicarás. ¿ El verdor es aquí eterno? ¿ El" invierno es tan agradable como el verano?
OLAF .-¡ Ay, Alfhild ! ALFHILD.-No, no contestes todavía. ¿ Ves esta
casa con su torre? Esta mañana entré. Jugaban y reían fuera, pero dentro reinaba la paz. Al entrar ví una sala espaciosa, en penumbra de misterio, con muchas rersonas arrodilladas, pero, en lo alto! entre blancas nubes, se elevaba una Virgen cuya cabeza brillaba como la sangre de las rosas, como el cielo cuando el sol aparece. Pálida y blanca, con traje azul de cielo, sostenía en sus brazos un' lindo Elfo, y a su alrededor jugaban angelitos, que me sonreían desde lo alto de las nubes.
OLAF.-(Aparte.) ¡ Ay de mí! i Qué horrible! i Destrozar yo mismo su felicidad! Es preciso.
ALFHILD.-Dime, Olaf. ¿ Quién vive en aquella casa?
OLAF.-Todos los que son buenos y piadosos como tú. Todos los que tienen un alma pura e inocente como la tuya, en todos sus pensamientos. Es la Iglesia: es la casa de Dios.
OLAF LILIEKRANS II7
ALFHILD.-¿ El padre de la vida? ¿ Quieres burlarte? Su' casa está por encima de las estrellas, por donde nada el cisne blanco. Está tan lejos y tan alto que no puede verle ninguna mirada más que la del niño cuando sueña. Pero has hablado de la Iglesia. ¿ Es allí a donde tenemos que ir, a caballo, cuando vayamos a casarnos?
OLAF.-(Aparte.) Esta es la ocasi6n. No puedo ocultarle por más tiempo ...
ALFHILD.-Todas tus palabras se han grabado para siempre en mi alma. Llenan mi pecho de alegría. y de felicidad. Brillan en mi camino, como estrellas en la noche. Me dijiste que todos serían invitados, que los cantores y los sacerdotes nos precederían, que los caballeros llevarían de la brida mi cabalgadura, que las rosas' cubrirían el suelo a nuestro paso y que los lirios y las otras flores se inclinarían ante la desposada . . .
OLAF.-Te lo dije realmente .. . ALFHILD.-¿ Te acuerdas? ¿ No es .verdad? Mira
en torno tuyo. Cerca de la iglesia verdean los tilos, florecen las rosas y se balancean como Elfos en trajes de estío. Jamás bri116 el ojo luminoso del sol como hoy; jamás el ave cant6 tan dulcemente porque <:elebran la uni6n de los desposados. Me diste tanta alegría que llevo al mundo en el coraz6n. No hay sobre la tierra una brizna que quisiera aplastar con el pie; no hay ser por repugnante o miserable que fuese, que no quisiera asociar a mi felicidad. La belleza de la primavera está condensada en
II8 IBSEN
mi corazón y el pecho conmovido se levanta, como bosque agitado por el viento.
OLAF.-(A parte.) Sí, y el gusano roedor del mal va a devorarlo todo i hermosa y noble criatura!
ALFHILD.-i Qué hennosa es la vida! (Se arrodilla y eleva los brazos al cielo .) Padre y Señor mío, que habitas muy lejos, en las alturas del cielo, si supiera el lenguaje armonioso de los ángeles, cantaría un himno en tu alabanza. Pero i no puedo hablarte! Sólo puedo humillarme ante ti. i Gracias por toda la felicidad! i Gracias a ti, de quien no puedo ni siquiera pronunciar el nombre! i Gloria y loor por toda esta felicidad! (Se . levanta .) Sí, hermosa es la vida en casa de Olaf, tan hermosa como ser llevada ·a la muerte en un ataúd.
OLAF .-¿ Te parece hermoso ser llevado en UD
ataúd? ALFHILD.-No lo sé; pero he pensado muchas
veces en lo que puede ser la muerte . Lo pregunté a' mi padre, que entonces me cantó:
Cuando sufre el ser humano y quiere eterno dormir llega un Elfo de alas blancas que le libra de vivir. Le prepara el Elfo blanco el lecho en que ha de dormir. con 'pistilos de los lirios hace sábanas sin fin, y con pétalos de rosa ~lando y mullido cojín.
OLAF LILIEKRANS
Al niño coloca entonces ent¡:e almohadones allí y se lo lleva hastá el cielo 'entre nubes sin sentir. y en el eielo hay muchos niños que ,a los que . llegan así arrojan en las almohad~s perlas blanca~, y, al se~tir el ruido, se despiertan y alegran con 'su reir el cielo, y en la ' tierra no lo pueden concebir.
II9
OLAF.-¡ Alfhild! Más hubiera valido que tu vida se deslizara tranquilamente en la montaña. Tu felicidad va a romperse como una caña, tu fe va a morir .. .
ALFHILD.-La mujer de Olaf será enérgica e impetuosa como agua de cascada. ¿ Qúé me importan los peligros, si estoy cerca de ti? Quiero compartir tu alegría y tu dolor. (Escuchando.) Olaf, ¿ oyes la triste música, cuyo ritmo es tan impresionante?
(Se oye cantar hacia la derecha y lejos. El · coro canta himnos funerarios ,)
CORO Llevaremos con gran pena
a la tumba, el niño muerto. Bajo tierra quedará, de gusanos alimento. ¡ Qué doloroso es llevar de un nino sin vida el féretro
IBSEN
entre cantos funerales, para el último paseo!
ALFHILD .-(Con augustia inexplicable.) ¿ Qué significan estas palabras? Dímelo, Olaf.
OLAF.-Un niño que llevan a enterrar sus pa. rientes, la madre y los cinco hermanos menores ...
ALFHILD.-¿ La muerte? Pero, ¿ y las sábanas de lirio? ¿ Y los almohadones de rosa? Y el mUerto, ¿ dónde está?
OLAF.-No veo ni rosas ni lirios. Veo las tablas negras del ataúd . Ahí duerme el niño sobre paja .. .
ALFHILD.-Sobre paja ... OLAF.-Sí. ALFHILD.-y el Elfo que lo lleva en brazos y el
carro de nubes hasta el cileo, ¿ dónde están? OLAF.-No veo más que una madre, cuyo co
razón va a desgarrarse y los hermanos que siguen el negro ataúd.
ALFHILD.- y ¿ las perlas que los ángeles arrojan desde el cielo?
OLAF.-No veo más que las lágrimas que derraman los pequeños al pie de la tumba.
ALFHILD.-Pero· ¿ dónde está el paraíso encantado en que el muerto sueña y duerme?
OLAF.-Ya lo ves : lo echan en la tumba y arrojan tierra encima.
ALFHILD.-(Con ternura y pensativa.) No era la muerte así en los cantos de .mi padre.
OLAF.-Es cierto. La felicidad que cantaba, nadie la ha conocido en la tierra . ¿ Jamás oíste hablar del tesoro del Rey que durante la noche brilla
aLAF LILIEkRÁNS 1:21
Cómo oro enrojecido, y al intentar cogerlo con la mano, sólo se encuelltra paja y arena? Así acontece a veces en la vida, Alfhild. No te acerques demasiado a la vida porque te quemarás los deditos . Es verdad que la vida brilla como estrella, pero es a condición de mirarla de lejos. (Ve a la señora Kirsten hacia la derticha, fuera todavía de la escena.) Mi madre te dirá ... Yo me voy. ¡Que los ángeles lleven la paz y ia tranquilidad a tu corazón!
(Se dirige a la casa. La señ'ora KIRSTEN le detiene. El cielo se cubre de negros nubarrones, el viento silba ruidosamente entre los árboles. Alfhild está pensativa.)
KIRSTEN.-(En voz baja.) ¿ Qué, hijo mío, se lo has dicho?
OLAF .-Le dije 'Cuanto podía decirla. Encárgate del resto, madre mía, y procura que no vuelva jamás a encontrarla. (Echa una mirada a Alfhild y se di-rige a la casa.)
KIRSTEN.-Le curaría de su locura si ... (Como si le asaltara una idea luminosa.) ¡Sí! ¡Ah! Si lo consiguiese se curara. Estoy segura. Pero, ¿ y Alfhild? Probemos . . .
ALFHILD.-(Hablando consigo misma.) ¿ Tambi~n existen dolores y llantos? ¿ Qué importa? No desmayaré. La vida no puede serme penosa mientras Olaf me ame.
KIRSTEN.-(Acercándo~e.) Me parece que sufres. ¿ De qué proviene tu emoción?
122 IBSEN
AUHILD.-Sí, sufro por cosas que acabo de sa-ber.
KIRSTEN .-¿ Fué Olaf? ALFHILD.-Sí, fué Olaf el que me las dijo .. . KIRSTEN.-Sí, ya sé, Alfhild, 10 que ha di-
cho. (Aparte.) La habrá puesto al corriente de 10 que pasa. (En voz alta.) Y esta noche se celebrará la boda.
ALFHILD.-(A legremenle.) Sí, 10 sé. KIRSTEN.-¿ Cómo? ¿ Lo sabes y no sientes
pena? ALFHILD.-¿ Pena? ¿ Por qué? KIRSTEN.-(Aparte.) Tiene otra intenci6n. (F.'Il
voz alta:) Es una suerte para todos . Pero, una vez acabada la fiesta, ¿ qué piensas hacer?
ALFHILD.-No 10 he pensado todavía. KIRSTEN.-¿ Permanecerás aquí o regresarás a
la montaña? ALFHILD.-(Mirándola con asombro.) Me que
daré aquí. KIRSTEN.-(Aparte.) Piensa tenerle dominado
después de la boda. Ya 10 veremos. (En voz alta.) Alfhild, sólo me guía tu bien y si quieres fiarte en mí. . .
ALFHILD.-Con mucho gusto. KIRSTEN.-Yo me preocuparé de tu felicidad.
Obraré como mejor convenga a tus intereses, créeme, y si consientes, esta misma noche puedes casarte en la iglesia.
ALFHILD.-i Si ya está convenido así!
OLAr LILIEKRANS
KIRSTEN.-(Con sorpresa.) ¿ Quién te 10 ha dicho?
ALFHILD.-El mismo Olaf. Kn~sTEN.-¿ OlaO ,(Aparte.) Habrá Olaf.. . ~in
duda ha tenido la misma idea que yo: casa,rla para desembarazarse de ella, o tal vez para ... j Ah, tanto peor! Casados ambos, poco me importa 10 que ocurra. (En VQZ alta.) i Sí! i Sí! Bueno, Alfhild, puesto que Olaf te hizo conocer nuestras intenciones, es inútil insistir. . . Pero, date prisa, ' regresa a casa, allí encontrarás mi vestido de boda. Quiero que seas tú la que lo lleves.
ALFHILD.-(Con al-egría infantil.) i Para mí tu traje de boda!
KIRSTEN.-Haz 10 que te dije. Viste los trajes míos más ricos y más hermosos .
ALFHILD.-¿ Tendré también corona de desposada?
KIRSTEN.--Sí, y anillos de, plata y trenzas de oro. Encontrarás gran provisión de ellos en mis armarios y en xpis cofres.
ALFHILD.-i Anillos de plata y trenzas de oro! KIRSTEN.-j Pronto! i Pronto! i Ve! ALFHILD.-No me entretendré mucho. (Aplau-
de alegremente .) i La corona de desposada y trenzas de oro! (Vase corriendo por la izquierda.)
KIRSTEN.-i Miserable criatura! Aunque sabe que Olaf va a casarse con otra esta noche, es dichosa y está contenta. i Méjor! Todo sale mejor de lo que podía esperar. Parece pura como una
124 lUSEN
nma y, sin embargo, acepta sin reflexión el primer marido que se me antoja elegir para ella. Y, i yo que creía que amaba verdaderamente a Olaf! Si aun tiene fe en ella, vaya abrirle los ojos. Es necesario que la conozca bien, que comprenda porque la había encantado. Entonces se romperá el encanto. (Sonríe .) ¡Toma! ¡Toma! Olaf tuvo la misma idea que yo. Realmente, no hubiera creído que fuese tan listo .. . Pero, ¿ dónde encontrar el hombre que consienta en?.. ¡Ah! ¡Bah! Es hermosa. La daré dinero y hasta una propiedad; tal vez Olaf lo haya propuesto a alguien . No. No lo creo. Me ocuparé del asunto. No faltan muchachos en mis posesiones . (Mira hada la derecha.) i Hemming! ¡Bueno! Vaya probar con él. Aunque les encontró ayer juntos en la montaña y sospeche que puede haber algún lazo oculto ellos, como es pobre y débil de carácter, tal vez consienta.
HEMMING.-(Que llega por la derecha, hablando. Consigo mismo.) No encuentro a Ingeborg. Acabará por matarme. Ayer, amante conmigo, me daba su anillo; luego me lo recoge y hoy no se digna ni siquiera mirarme.
KIRSTEN.-(En voz baja, acercándose.) Hay que ser prudente. (En voz alta .) ¿ Eres tú, Hemming? Parece que te gusta la soledad . ¿ No buscas la compañía d.e las jóvenes y de los muchachos. Debe's tener alguna razón para obrar así.
HEMMING.-¿ Por qué, noble señora?
OLAF LILIEKRANS 125
KIRSTEN.-Sí, Hemming, algo me ocultas. No estás alegre. .
HEMMING .-( Creyéndose descubierto.) ¿ Que no estoy alegre?
KIRSTEN.-(Sonriendo.) Hay una linda joven que te gusta mucho y que también te ama.
HEMMING.':"-¡ Por todos los santos! KIRSTEN.-Sí; también te ama. HEMMING.~¿ A mí? ¿ Quién? No comprendo lo
que queréis decirme. KIRSTEN.-No me lo niegues, Hemmin?,. Lo
veo claro. HEMMINc.-(Aparte .) ¡ Dios mío! ¿ Lo habrá
adivinado viendo a Ingeborg? KIRSTEN.-Había notado que esta boda te ale
graba poco. No te entusiasma la ceremonia de la iglesia, porque quisieras tú ser el novio y no encuentras solución.
HEMMING.-(Confundido.) ¡ Ah! Señora Kirsten, noble y gran señora, no os enojéis .. .
KIRSTEN.-(Sorprendida.) ¿ Por qué he de enfadarme?
HEMMING.-Con todas mis fuerzas comhatí el amor desgraciado y ella también, estoy seguro.
KIRSTEN.-Pero, ¿ ella te ha dicho que te amaba?
HEMMING.-Sí. Casi. KIRSTEN.-Muy bien. - ¿ De modo que habéis
hablado frecuentemente de amor? HEMMING.-¡ Sólo una vez! ¡ Os lo juro! ; Una
vez!
126 IBSEN
KIRSTEN.-Una o diez veces, ¿ qué importa? (Aparte.) Están de acuerdo. Fué suerte encontrer a Hemming. Ahora comprendo porque Alfhild estaba preparada para el matrimonio. (En voz alta.) Hemming, te debo gratitud 'por haber encontrado a mi hijo y por haber cumplido mis órdenes. Quiero pagar la deuda y me <:omprometo a ayudarte con toda mi influencia en el asunto de que hemos hablado.
HEMMING.-(Loco de alegrí{l.) ¿ Vos lo haréis? j Señora Kirten, no me atrevo a creerlo! (De repente.) Pero y vuestro hijo, ¿ qué pensáis que diga? _
KIRSTEN.-No te lo impedirá. Yo me encargo. HEMMING.-(Con sencillez.) Creo que también
será mejor para· él, porque estoy seguro de que ella no le ama.
KIRSTEN.-(Sonriendo.) Ya lo he visto, Hemmingo
HEMMING.-¿ Lo habéis visto? j Verdad es que sois inteligente, señora Kirsten! Y i yo creía ser el único que lo hubiese advertido! (Con inquietud.) Pero, ¿ creéis que el señor Ame esté dispuesto a dar el consentimiento?
I(IRSTEN .-Hablaré a tri amó. Yo lo arreglaré todo.
HEMMING.-Pero yo soy pobre. KIRSTEN.-Encontraré remedio a tu mal, si el
mismo Arne no 10 prevee. HEMMING.-j Gracias! i Gracias, señora! . I Dios
os bendiga ! .
OLAF LILIEKRANS 127
KIRSTEN.-Sobre todo, mucha reserva de nuestro convenio.
HEMMING.-OS 10 prometo. KIRSTEN.-Y en ' cuanto los convidados se re
unan aquí, ven a ponerte a mi disposición. (V áse hacia el foro y mira por todas , partes, como buscando a Alfhild.)
HEMMING.-(Hablando consigo mismo.) ¡No! i Es un sueño! i Podríamos casarnos Ingeborg y yo! ¿ Es posible? ¡Jamás mi esperanza .-pudo elevarse tan alto! Cuando soñaba con ella por la noche, al despertar por la mañana me reprochaba el sueño como un pecado mortal. Además, a mí me parece que la señora Kitsten no se va a tomar todas estas molestias por mí. Deseará romper sus relaciones con el señor Arne, y' al descubrir que Ingeborg me ama, habrá encontrado un prete~to plausible. Muchas veces previne a mi amo y nunca quiso creerme.
ARNE.-(Gritando desde fuera, por la izquierda.) i Hemming! i Hemming !
KIRSTEN.-:-(Acercándose tl Hemming.) ¡Ve pronto! Tu amo te llama. Más tarde hablaré con él y todo se arreglará . Créeme, dejará que vayan a la iglesia, a un mismo tiémpo, el escudero y la hija. '
HEMMING.-¡ Muchas gracias, señora! ¡Sois muy buena para todos! (Váse por la izquierda.'
KIRSTEN.-(Hablando consigo misma.) ¡Tan joven y tan lista! J ug6 con Hemming, haciéndole a mi hijo 'creer que:.. Bueno. Olaf 10 sabrá todo
IBSEN
en seguida. Antes necesito hablar con Arne: quiere mucho a Hemming y con dificultad consentirá en separarse de él. Hemming también creía que esto podría impedir el matrimonio . .Pero, ¿ por qué no ha de continuar a su lado, aun después de la boda? Por otra parte, Hemming es más inteligente de 10 que me figuraba . Preguntó: ¿ qué dirá Olaf? Comprende, pues, que Olaf ama todavía a Alfhild. ¡Bueno! i Tanto peor! Si lo sabe no dirá nada y después del matrimonio .. . conozco a Olaf ... teme el qué dirán ... por eso .. . Sí, todo saldrá bien .. . Es precj¡;o. (Vase por la derech'a.)
(HEMMING entra por la .zquierda , trayendo oculto bajo el tlU4.tto un jano de cerveza. ARNE le sigue con precaución y mirando a todos lados.)
ARNE.-¿ No hay nadie? HEMMING.-Entrad sin temor, mi amo. ARNE.-Me parece haber oído la voz de la se-
ñora Kirsten. ~ HEMMING.-Salió ya. Venid. ARNE.-(Sentándose en el banco de la iz
quier'da.) Hemming, es una suerte que la boda se celebre esta noche. Mañana regresaré a casa . No permaneceré ni un . instante más en el castillo de Liliékrans.
HEMMING.-¿ Cómo? ¿ M~ amo, han surgido nuevas dificultades?
ARNE.-¿ No te parece bastante que todos los suyos se burlen de mí? Durante la cena se bur-
OLAF LILIEKRANS 129
laban, porque no sabía comer con pulcritud de todos esos platos exóticos. Y hasta ahora, ¿ qué hemos bebido? Vinos dulces y ;idra que no podré digerir en ocho días. No, prefiero cerveza fabricada en casa. (Bebe cerveza y dice con ira:) Envié tres toneles de cerveza deliciosa a esa maldita mujer, y, ¿ sabes 10 que ha 'hecho? Darla a sus lac~yos, y para poderla beber yo, necesito robarla. Sí, necesito robar mi cerveza, si no quiero que me tomen por un campesino grosero, que no entiende de bebidas distinguidas.
HEMMING.-Ya 10 veis, mi amo. Ya os había prevenido. '
ARNE.-j Prevenido, Hernming! ¿ Crees que no me di cuenta? Pero espera, espera. (Con gran ira.) i Dar mi mejor -cerveza a los lacayos, como si no fuera digna de la mesa de los amos!
HEMMING.-Sí, la señora Kirsten obr6 mal con respecto a vos.
ARNE.-(Ofreciendo un vaso de cerveza a Hemming.) Siéntate y bebamos. (Hemming se sienta.) Sena feliz, Hemming, 'si estuviéramos los dos ya en casa.
HEMMING.-Sí; aquí me fastidio. ARNE.-Me gusta mucho más la antigua sala de
fiestas de Guldvik, cuanQo los dos nos sentamos a jugar al ajedrez y a beber cerveza.
HEMMING-Mientras la señorita Ingeborg en la ropa blanca borda rosas.
ARNE.-O 'mientras canta, lo cual me parece tan delicioso que me rejuvenezco. Sí, Hemming, cuan-
'?
130 IBSEN
do la boda se haya celebrado, seguiremos los dos viviendo como antes .
HEMMING.-Sí : pero no habrá entonces señorita que borde cantando hermosas canciones .
ARNE.-Es verdad. Ingeborg estará lejos. Será . doloroso para mí. Me gustaba su genio salvaj-: y
caprichoso y la echaré de menos. (Reflexiom:mdo.) Sin duda podrá venir de cuando en cuando. Pero no; aquí se burlan de mí a hurtadillas.
HEMMING.-Si quisierais, aun podría romperse el matrimonio. ARNE .~i Romper! Es absurdo. ¿ Por qué ha
blas tú de romper? (Le dá de nuevo el jarro.) Bebe : te sentará bien. ¿ Romper? No es preciso romper. Fueron, sin duda, espíritus malignos los que me incitaron a entrar en la familia de la señora Kirsten, pero, i ya está decidido! i Es cosa hecha! La familia noble y distinguida de Liliekrans podrá reirse de mí cuanto guste. Pero mis antepasados no se reirán de mÍ. Di mi palabra, ' sabré cumplirla. (Con timidez:) Quisiera saber si Olaf va a ser bueno con ella. Le rogaré con insistencia que se porte bien. (Con violencia.) Será bueno o vendré a abofetearle con mis manos viejas .
HEMMING.-Hacéis bien en Rreocuparos de Ingeborg, porque parece que Olaf no hace caso de ella.
ARNE.-¿ Lo crees tú? HEMMING.-¿ No recordáis haber visto a Al- ,
OLAF LlLIEKRANS 131
fb.ild, la joven que nos sigui6 desde la montaña? ARNE.-Sí, es ~uy linda. HEMMING.-(Levantándose.) Igual cree Olaf. ARNE.-¿ Qué quieres decir? . HEMMING.-Olaf está muy enamorado. Muchas
veces fué a verla a 10 alto de la montaña . No creáis -todC! 10 que os cuenta la señora Kirsten.
ARNE.-Pero creo menos todavía lo que me cuentas. No quieres mucho a Ingeborg porque se burla de ti y estás enfadado porque hace un brillante matrimonio. j Ah! Amigo mío, te conozco
HEMMING.-¿ Qué os puede hacer creer? ARNE.-Sostienes que Olaf, un gran señor, ama
a la mendiga. Es tan tonto como si dijeras que Ingeborg te ama.
HEMMING .-(Humillado.) Es posible, en efecto. ARNE.-No lo creo, ·porque una cosa es tan . in
verosímil como la otra. Ahora bebe y basta de esta conversaci6n. (Levantándose .) Aquí' vienen la señora Kirsten y los invitados. ¿ Qué pasa?
HEMMING .-Todos deben congregarse aquí para acompañar a los desposados a la iglesia y des-pués se celebrará el festín. '
ARNE.-j Qué mala organizaci6n! j Ir de noche a la iglesia! ¿ Es el matrimonio un acto vergonzoso, q~e deba ocultarse en la obscuridad de la noche?
(La señora KIRSTEN, OLA~, INGEBORG, invitados, servidores entran por diversos lados .)
KIRSTEN.-(A parte.) No pude encontrarlo solo
13 2 IBSEN
a Olaf. Pero, pensándolo bien, más vale que no sepa nada hasta el fin. (En voz baja a Hemming, que ha estado hablando en voz baja con Ingeborg.) Hemming, ¿ tu amo está bien dispuesto?
HEMMING.-(En voz baja.) j Ah, señora! Tengo muy poca esperanza, si vos no me ayudáis.
KIRSTEN.-Todo se arreglará. (Se confunde en!l'e los invitados.)
INGEBoRG .-(En 1.'OZ baja a Hemming.) ¿ Qué entiendes tú por hermosa esperanza?
HEMMING.-Sobrepuja mis esperanzas. La señora Kirsten se interesa por nosotros. Pronto se demostrará que ...
IGEBORG.-j Silencio! Vienen. OLAF.-(En voz baja.) Madre mía, ¿ c6mo ha
pasado? KIRSTEN.-Como pensabas, muy bien. OLAF.-¿ Se podrá consolar? Kll~STEN.-(Sonriendo.) Sí. Tú mismo lo ve-
rás esta noche. OLAF .-¿ Qué queréis decir? KIRSTEN.-Es una muchacha muy astuta y
cada palabra suya era un lazo. QLAF.-No, madre mía. Eso no es verdad. KIRSTEN.-Ya lo veremos. Alfhild está muy
contenta. No te puedo decir más. OLAF.-Si fuera verdad, sería dichoso. KIRSTEN.-(En alta voz y con altanería.) i Se
ñor Arne del Guldvik! Ha sonado la hora que esperábamos.
HEMMING.-(Aparte.) Llegó el momento.
OLAF LILIEKRANS 133
KIRSTEN . ....:.-El sacerdote va a bendecir la uni6n de nuestros hijos, que será larga y feliz.
. HEMMING .-(Con sorpresa, aparte .) ¿ C6mo? KIRSTEN.-Todo está tratado entre nosotros,
pero me parece leal ~epeHr, por última vez, los convenios establecidos entre nosotros . HEMMING.~(Con preocupación creciente.) ¿ Se
habrá burlado d~ mí? ARNE.-Son palabras ociosas, señora. No ten
go más que una palabra y sabré cumplirla. KIRSTEN.-No lo dudo, señor Arne, pero esto
se hace pronto. Se conviene que en adelante no pueda existir querella alguna entre las dos familias y . que los yerros recíprocos de las antiguas dificultades surgidas entre nosotros, se olvidarán. ¿ No es verdad?
TODos.-Convenido. (Los invitados y los amigos de los dos bandos
se estrechan afectuosamente la mano.) HEMMING.-(En voz baja.) i Maldita seas! ¡Me
has engañado! • KIRSTEN.-Se conviene igualmente que los lí
mites establecidos entre nuestras propiedades, serán de nuevo colocados según el fallo arbitral de personas honorables .
ARNE.-Consiento. KIRSTEN.-¿ Está, pues, definitivamente conve
nido? (Se estrechan de nuevo la mano.) Además, el señor Arne dará en dote a su hija la vajilla de plata, la ropa blanca y los muebles, como se convino en el día de los esponsales, y todo deberá ser
134 IBSEN
depositado en el castillo en el momento en que Ingeborg sea la esposa de mi hijo, lo que se realizará esta noche misma. ¿ Está convenido?
INVITADos.-Convenido. (Estrechándose de nuevo la mano.)
KIRSTEN.-Y ahora que el novio dé la mano a la novia para ir a la iglesia.
ARNE.-(Aparte.) i Ah! Ahora verá Hemming si la señora Kirsten tiene intención de engañarme.
HEMMING.-(Aparte . ) Todo acabó ¡:ara mÍ. Fuí insensato al creer a la castellana Kirsten.
KIRSTEN .-Pero en un día de bendición como éste, hay que procurar también que los demás se alegren. Y he aquÍ porque os dirijo un ruego, señor Arne.
ARNE .-Hablad, señora. Si puedo, lo concederé gustoso.
HEMMING.-(Aparte .) ¿ Qué va a decir? KIRSTEN.-Hay una pareja que desea también
ir al altar. Yo me encargo de la novia, pero vos debéis ayudar al novio . Son Hemming, vuestro escudero, y Alfhild.
INGEBORG.-(Gritando.) i Hemming ! OLAF .-( Gritando.) i Alfhild .! HEMMING.-i Maldición! i Ahora lo comprendo
todo! Los INVITADOS.-i Hemming! i Alfhild! i La
hija de la montaña! (Todos ríen y lo comentan.) OLAF.-¿ Queréis casar Alfhild con ... ? No, no,
nunca. KIRSTEN.-Silencio, hijo mío. Te 10 mando.
OLAF LILIEKRANS 135
ARNE.~(Hablando consigo mismo.) Decididamente, Hemming tenía razón. Existe algún secreto entre Olaf y Alfhild. (En voz baja.) i Ah,
. señora Kirsten, sé lo que queréis! Comprendo ahora porque Olaf permanecía tres días y tres noches en la montaña y queréis que Hemming os libry de Alfhild . .
KIRSTEN.-(Confusa.) ¿ Cómo podéis creer?.., ARNE.-(En voz 'baja .) Lo veo claramente. Y
después de esto, creo tener derecho a romper nuestro contrato.
KIRSTEN.-(En voz baja.) ¿ Romper nuestro contrato? ¿ Queréis deshonrarnos a todos? (Sigue hablando en voz baja.) .
HEMMING.-(A Ingeborg, en voz baja.) Así es, te lo juro. La señora Kirsten y yo no nos entendimos.
INGEBORG.-Pero entonces, hay que hablar. De· bes hacerlo. Yo lo quiero.
HEMMING .---'No, no me atrevo. Enlonces com-prenderá la señora Kirsten que os amo. .
INGEBORG.-Bueno, hablaré y~. (En voz alta.) Hemming no conducirá a Alfhild al altar. Es demasiado noble para casarse con la querida de otro hombre.
OLAF.- j La deshonran! LOs INVITADOS.-j La querida! ARNE.-(A Ingeborg.) ¿ Qué dices tú? KIRSTEN.-jQue Dios me . ayude! OLAF.-i Maldito sea! i La he deshonrado! INGEBORG.--Sí, lo repito en alta voz : es la que-
IBSE:W
rida de otro. V el que se atreva a negarlo, que hable.
ARNE.-¡ Ingeborg! (Aparte.) ¿ Qué signi.6.ca? I{IRsTEN-(En 'Voz baia.) Es a ella a quien ama
Hemming. ¡ Sí! ¡ Sí! (En voz baja y enérgica
mente a A rlle.) Podréis seguir queriendo romper o;¡uestros tratos, pero al oir a vuestra hija, comprenderéis porque quise casar a Hemming.
ARNE.-(Humillado.) Mi hija, ¿ creeréis acaso que ... ?
KIRSTEN.-,--No os sorprenda. Ingeborg ama a vuestro escudero. Creo que debo ser yo quien rompa el compromiso.
ARNE.-¡ Romper! ¡ Romper L .. ¿ Pensáis hacerme tal afrenta?
KIRSTEN.-(Con irona.) ¿ No queríais ser vos el que lo rompiera?
ARNE.-(Con decisión.) Pero he reflexionado. Vale más que guardemos silencio los dos.
KIRSTEN.-(Hablando consigo misma.) He ganado. Estoy segura de que a Olaf ya no le tentará una mujer deshonrada públicamente.
(Sale ALFHILD de la casa con rico traje, una corona sobre la frente y los cabellos sueltos.)
ARNE.-(Aparte.) ¡ Qué día tan horrible! V, ¡qué 'malvado Hemming! Sabía que Ingeborg le amaba y por eso no quería que se casara con Olaf.
KIRSTEN.-(Dueña de sí.) V ahora, en marcha para la boda. Después pensaremos en Hemming. Olaf, da 1"a mano a la desposada.
OLAF LILIEKRANS 137
ARNE.-(Irritado, viendo a Ingeborg concertarse con H emming.) ¿ Dónde está la novia? ¡Que venga!
INGEBORG y ALFHILD.-(Tomando cada una una mano de Ola!.) Aquí estoy.
INVITADOS.-¿ Cómo? ¿ Coge la mano de Olaf? (Asombro general .)
KIRSTEN.-(Aparte .) ¡A 10 que la permite llegar! (En voz alta a Al!hild.) Te engañas, no es ese tu novio.
ALFHILD . ..:.-Sí, mi prometido es Olaf. INGEBoRG.-(Dejando la '/?'Ílno de Olaf.) Sí, es
su prometido. KIRSTEN.-(Con gran agitación.) Te digo que
Olaf no es tu prometido. Habla tú, hijo mío. (Ola! se calla. Los amigos de la señora Kirsten se mi'ran avergonzados. Los parientes de A rne se acercan irri tados y amenazadores .) i Olaf Liliekrans! i Responde claramente! Te lo piden con justicia. Responde.
OLAF.-(Después de sostener una lucha interior, con desesperaci6n.) j Que sea hecha vuestra voluntad, madre mía! Sí, por todos los santos, voy a contestar. Alfhild, te engañas, no soy tu prometido. (Señalando a Ingeborg.) Esta es mi desposada. (AI!hild retrocede un paso, le mira con ojos de asombro, muy abiertos, Ola!, con pasión creciente :) Alfhild, vete, vuelve a la montaña. será mejor para ti. Estuve enfermo. Estuve loco allá arriba y olvidé los juramentos que hice aquí abajo. No quiero recordarlos . No 10 quiero. Guar-
IBSEN
da la corona de oro. Guarda el oro y la plata. Te daré diez veces más . Pero, ¿ por qué me miras así? (A lfhild se quita la corona y las demás joyas, las deposita a los pies de Olaf y continúa mirándole con los ojos muy abiertos.) Tal vez te dije aquella noche que eras mi prometida y lo creíste. Tal vez imaginaste que Olaf Liliekrans querría casarse con una.. . ¿ De qué la calificasteis? No me mires asÍ. .. me embrujaste, me hiciste olvidar mi rango. Esta es mi desposada. (Coge por fuerza la m,ano de Alfhild.) Mírala, Alfhild : es la que amo. (Alfhild cae de rodillas y oculta el rostro entre sus manos.) j Levántate, Alfhild! j Levántate! ¿ Cómo te atreves a expresar tanto dolor? j Voy a matarte! Alégrate, alégrate como yo. V·' vosotros, ¿ por qué permanecéis silenciosos e inmóviles? j Reid! j Reid! j Que resuene vuestra alegría en el castillo! Pero, Alfhi'ld, ¿ por qué no respondes nada? ¿ No te he humillado bastante? ¡Insultadla vosotros también, la señora Kirsten lo quiere. ¡Burlaos! i Despreciadla! i Arrojadla a puntapiés! (Con risa terrible .) Porque es la querida: de Olaf. (Alfhild se desploma cerca de un banco -de piedra, a la izquierda. Al mismo tiempo estalla violenta tempestad que dura hasta el final del acto, creciendo en intensidad.) j Ah! Arriba también se burlan. Ahora voy a la iglesia con mi prometida. Venid, señorita Ingeborg. Pero antes ¡bebamos! j bebamos! j bebamos! Traed jarros y vasos . No, allí a la iglesia . Encended todos los cirios del altar, que el órgano toque un motivo de
OLAF LILIEKRANS 139
danza y no salmos tristes. (Rayos y truenos.) j Ah! j Ah! El cielo se ríe porque Olaf Liliekrans se casa. (V áse corriendo por la derecha.)
ARNE.-j Dios mío! Ha perdido la razón. KIRSTEN.-Tranquilizaos, le conozco, la crisis
pasará pronto. (A trae a A rne para hacerle entrar en el castillo. Arne, al pasar, amenaza a Hem-ming.) (
ARNE.-Hemming, eres un malvado y un pillo. (Los invitados salen irritados por la derecha;
los servidores por la izquierda.) INGEBORG.-(Reteniendo a Hemming, le dice :)
Hemming, jamás. me casaré con Olaf Liliekrans. 'HEMMING.-:Pero, ¿ qué hacer? INGEBORG.-Delante de todos, en el altar, diré
que no. HEMMING.-j Ingeborg ! INGEboRG.-;-Prepara mi caballo. HEMMING.-¿ Para qué? INGEBORG.-Lo quiero. .. Al estar a punto de
perderte, comprendí cuanto te amaba. Haz lo que te he dicho y avísame cuando llegue el momento. (Váse por la derecha.) ,
HEMMING.-Ahora soy fuerte y puedo atreverme a todo. (Váse por la izquief'da.)
ALFHILD.-(Permanece inm6vil, con el rostro oculto entre las ni1.nos, después se incof'pora a medias, mira con espanto en torno suyo y poniéndose de Pie rápidamente, exclama con' voz y risa ex traña :) Puede un halcón estar en el brazo de la reina, mientras otro sufre toda clase de dolores.
IBSEN
Con plumaje azul y rojo se viste un ave y otra tiene que conformarse con el plumaje gris. ' Sé gue las lágrimas consuelan la vida dolorosa; pero he sufrido tanto que sólo puedo reirme hasta morir.
(La noche ha cerrado, se ven brillar las luces
de la iglesia. A l/hild se acerca a la casa y escucha silenciosamente los cantos que llegan del interior.)
CORO DE INVITADOS
-Salud a los desposados. -¡ Qué alegres los dos están! -Ingeborg es muy hermosa. -y muy caballero Olaf.
(Mientras el coro canta, HEMMING se adelanta con p,recauci611 por la izquierda.)
HEMMING.-Ahora que el caballo está preparado, hago una señal a Ingeborg y en marcha. (V áse con precauci6n por la derecha)
ALFHILD.-Beben a su salud en vasos de plata . La prometida está sentada a su lado. En el altar alumbran los cirios. Sentados alegremente en la mesa, ríen y beben. Pronto irán a caballo a la iglesia y yo estoy sola, en medio de la tempestad y de la noche. ¡ Todos me rechazan! ¡ Olaf, silba el viento en mis cabellos! ¡ Olaf, la lluvia azota mi rostro! Olaf, Olaf, ¿ puedes verme sufrir este dolor? (Ríe locamente.) La lluvia y el viento, ¿ qué son? Poco, comparado con el dolor que atraviesa mi >corazón. Todo 10 abandoné, mi vivienda, mi padre querido, por seguir a Olaf, al amado.
OLAF LILIEKRANS
Me afirmó con juramento: serás mi mujer. Y vine aquí con el alma llena de amor. En seguida me arrojó. Y mientras me retorcía, él se burlaba. Como un perro debo estar a la puerta de la casa nupcial. i Quiero irme! i Quiero irme! (Va a marcharse, pero se detiene.) ¡No! ¡Imposible! ¡Imposible! Es necesario que me quede aquí, donde sufro tanto. Las plantas en el campo no pueden ser arrancadas sin sus largas raíces; yo arraigué en el corazón de Olaf y, bien o mal, he de permanecer en él. (Pausa . Los sirvientes vienen con antorchas por la izquierda . . AI/hild, con triste presentimiento:) ¿ Dónde vais? ¿ Qué va a pasar aquí?
UN CRIADO.-j Hola, Alfhild! ¿ Todavía aquí? ALFHILD.-¿ Qué van a ha{:er ahora? ¡Te 10
ruego, dímelo! UN CRIADO .-Va a ser echada La bendici6n nup
cial. ¿ No quieres asistir? ALFHILD.-(Temblorosa y vacilante.) ¿ La ben
dición nupcial? No, esperad. Esperad hasta mañana solamen~e . Una vez echada, mi vida acab6.
UN CRIADO.-¿ Esperar, Alfhild? Los novios no están dispuestos a esperar.
OTRO CRIADo.-Imagínate que fueras tú la desposada, ¿ querrías esrerar? (Se ríen.)
PRIMER CRIADo.-Ahora vamos a la iglesia para alumbrar con antorchas luminosas a los desposados, cuando, a caballo, abandonen el castillo.
SEGUNDO CRIADo.-Ven, Alfhild, toma también una antorcha . .
lBSEN
VARIOS CRIADo~.-Hay que festejar al señor Olaf. (Se ríen.)
ALFHILD.-(Cogiendo las antorchas.) ·Quiero ser humilde y cuando vea que le suplico y le recuerdo sus juramentos, decidme: ¿ no creéis que volverá a ser bueno para mí? i Decidme que sí! i Decídme que lo creéis!
Los CRIADOS.-i No lo pienses! (Vánse por la derecha.)
ALFHILD.-(Llorando.) Todos se ourlan. El pe_ ñasco es menos duro que su corazón. Permite que el musgo se adhiera a él. Pero nadie tiene compasión de mí : moriré de pena. (Rayos y truenos.) Hasta el cielo se irrita y descarga sobre mí su c6-lero. Y no hay un rayo para herir al que me ha engañado vilmente. (Se t3ye el 6rgano de la iglesia.) i Oh! ¿ Oís cantar a los ángeles del Dios bueno? Llaman a Olaf al altar. Y yo, vestida con estos oropeles, debo esperar bajo la lluvia a la puerta de la iglesia. (Levanta en alto la antorcha.) No, Dios del cielo, no obedeceré. No me tientes más o reniego de ti. (Escucha el 6rgano.) Los angelitos del Dios bueno cantan. Mi pecho se llena de 'tristeza. (Se arrodilh, en dirección de la iglesia.) Cesad, himnos armoniosos. Cesa, música divina. Sino Olaf responderá al llamamiento. i Silencio! ¡Silencio! i Un poco más todavía! (En voz baja y con angustia.) Ahora duerme y olvida, no le despertéis; sino irá a caballo a la iglesia y mi vida habrá acabado. (El viento trae los sones del 6rgano más fuerte todavía. Alfhild · tiembla,
OLAF LILIEKRANS 143
con desesperaci6n.) No, los ángeles del cielo me han abandonado, se nen de mi dolor, van a l1:amarle, ahora le llevan. i Ah! Si he de vagar en la noche obscura, brille la llama en tu cámara nupcial. (A rroja la antorcha al granero y cae' al suelo. INGEBORG y HEMMING entran rápidamente en escena.)
HEMMING.-Es la ocasión . El caballo está' preparado, detrás del castillo . . INGEBORG.-Y todos los criados están alredp.dor
de la iglesia, ¿ no es verdad? HEMMING.-No tengas miedo, la casa nupcial
está cerrada. Sujeté cuidadosamente puertas y ventanas y coloqué sólidas barras pe h.ierro, para que nadie pueda salir fácilmente .
INGEBoRG.-En marcha hacia la montaña d'e que habla Alfhild.
HEMMING.-Nadie nos buscará allí. (Vánse por la derecha. Alfhild permanece inm6vil; de pronto se oye ruido en la casa, se ven salir llamas del techo.)
ALFHILD.-(Levantándose, con desesperaci6n .) i Ah! i El fuego! i Arde todo! ¡Ya me acuerdo! Estaba muy obscuro y tenía mucho miedo. Olaf, hace poco te reías de mí y ahora es Alfhild la que se ríe. En la casa nupcial reina el espanto. La desposada arde en brazos del ~sposo.
(Entran criados sin antorchas y quedan como petrificados. Se ve a OtAF aparecer por la ventanilla del granero que procura ensanchar.)
144 IBSEN
OLAF.-¿ Alfhild, eres tú? Estaba seguro. Con oro y seda serás vestida, si me arrancas a este peligro.
ALFHILD.-(Con risa salvaje.) Sé como cumples tus palabras. Ve ahora a la iglesia con músicos y sa,cerdotes. Cásate y 'olvida la tu querida. Alfhild quiso honrarte también e hizo brillar la antorcha de tu boda. (V áse corriendo por el foro. Los servidores procuran ayudar a los que están encerrados. El techo se hunde en parte. En lo alto se ve a Olaf rodeado de llamas, en el momento en que el telón cae.)
ACTO TERCERO
Valle florido, con vegetaci6n muy rica, roqeado a lo lejos de montañas nevadas. En el centro, lago tranquilo; a la izquierda, peñasco que se interna en el agua y al mismo lado, en prirnt:r término·, caoaña vieja de madera, cubierta de malezas. El sol de la mañana alumbra las cumbres, pero no el valle. A medida que avanza la acción, el sol sube.
(ALFHILD duerme medio ocult.1 entre las ramas, cerca de la casa .)
OLAF.-(Que entra por la derecha, habiendo ocultado con un traje ordinari~ el nupcial.) Fué aquí. Recuerdo bien el sitio junto al lago. Bajo los tilos tuve el sueño extraño. Cerca de ese peñasco estaba el día en que encontré por vez primera a Alfhild. Coloqué. el anillo de rrometidoen·una flecha y la arrojé con el arco. Fué un golpe mágico que embruj6 al mismo tirador. ¡Qué extr.año! Cuando me paseo por aquí, por oncima de' la. aldea, respiro mejor. Sangre más ardiente corre por mis venas. Tengo otra alma. ¿ D6nde estará ahora? Es necosario que La encuentre. Estoy seguro de que ha de yolver aquí, porque no tiene casa en la fría y horrible ciudad. Y yo, ¿ qué soy; ..
10
146 IBSEN
más que un desterrado del munao? Desde el día en que la vi, ¿ no soy extranjero en el castillo familiar, entre los míos ? ¿ Una hada con su varilla me encantó? i La madre! Me parece que hice mal en dejarla gobernar mi vida. Me obliga II cometer actos que me hacen desgraciado. ¡No! ¡No! Ante todo debo encontrar a Alfhild, rogarla que me perdone y después. . . (Se calla y mira hacia la izquierda. Alfhild sigue durmiendo y THORGIERD entra por la izquierda, por detrás de la casa.)
OLAF .-Salud, desconocido. TORGIERD.-También te saludo. Te has levan
tado temprano. OLAF .-0 tarde. Temprano por el día, tarde
por la noche. THORGIERD.-Me parece que debes ser de la
ciudad. OLAF .-Mi familia habita allí, y ¿ tú? THORGIERD.-Donde me gusta vivo. Por eso me
instalé aquí. Mis antepasados no me lo tomarán en cuenta.
OLAF .---Conozco estos lugares. THORGIERD.-¿ Has venido otras veces ~ OLAF.-Sí, en el verano maté aquí una ser-
piente. Supongo que sería una princesa encantada.
THORGIERD.-(Mirándole fijamente.) i Caza pe" ligrosa!
OLAF.-Para el cazador. (Thorgierd asiente con la cabeza.) Tal creo. Me parece que después de la caza, estoy bajo el encanto.
OLAF LILIEKRANS 147
THORGIERD.-¡ Adiós y buena suerte! OLAF .-¿ Deseas buena suerte al cazador? THORGIERD.-Si se hiere con sus armas,mejor. qLAF .-Hablas sabiamente. THORGIERD.-La sabiduría reina aquí. OLAF.-Es verdad . Aquí recibí la enseñanza más
profunda. THORGIERD.-Adiós. Saludaré a tu familia en
tu nombre. OLAF.-¿ Vas a la ciudad? THORGIERD.-Es mi intención. Hay gran fiesta.
Se casa un poderoso señor. OLAF.-Debi6 haberse casado la noche anterior,
pero ahora todo se ha deshecho. THORGIERD.-Creo que llegaré a tiempo. OLAF.-No lo sé. Es lástima que no hayas ido
esta noche, porque no volverás a ver una sala de fiestas mejor alumbrada y más caliente.
THORGIERD.-Tanto mejor para los que estaban dentro.
OLAF.-Conozco, sin embargo, a alguien Que tuvo que quedarse fuera y que se hallaba, al mis· mo tiempo, mejor y peor que los que estaban dentro.
THORGIERD.-Es indispensable que vaya. Tomo el arpa y en camino. Les haré oir mftska.
OLAF .-¿ Eres músico? THORGIERD.-Sí, y no de los peores. Ahora
voy a buscar el arpa que está colgada cerca' del torrente. Debe,s oirme tocar una vez, al son del arpa, hice salir a la desposada de la sala del festín
IBSEN
y atravesó campos y bosques. .. ¿ No conoces la canción de la niña Ingrid? El que, al son de la música, supo arrancar la eSfosa de brazos del esposo, sabrá también hacer volver a la hija al hogar paterno. Adiós. Quédate aquí. Nos encontraremos cuando regrese. ( V áse por la derecha.)
OLAF.-¡ Ah! ¡ Si fuera él! Sí, verdaderamente es él. Alfhild me ha dicho muchas veces que su padre era un músico tan extraordinario, que cuantos le habían oído una sola vez, ya no podían olvidarle. La Ingrid de que me hablaba, y que desapareció la noc/he de su boda, fué amada por un mítsico que se llamaba Thorgierd. Rumores extraños corren acerca de él. Con frecuencia llegaba a la ciudad y tocaba tan admirablemente que todos tloraban, pero nadie conocía su vivienda ... Estoy seguro de que Alfhild es su hija. En este valle ignorado de todos, creció ella .. .. Y decía que Ingrid había desaparecido... (I.;a ve.) ¡ AHhild! i Aquí está! Se escap{¡ con el traje de novia .. Aquí despertarás después de tu verdadera boda. Cruel fué pra tí el día del festín . Querías conocer la vida y probar la felicidad del mundo. Doloroso fué el camino. Ahora voy a repararlo. Se revuelve, se retuerce en el dolor. Bien pronto, al despertar, la alegría y la felicidad sucederán a la tristeza.
ALFHILD.-(Soñando.) i Arde todo! i El está encerrado! i Salvadle! i No quiero que muera! (Se levanta con terror.) ¿ Dónde estoy? . . Me parece que ... ¡Cómo! ¿ El aquí? (Corre hacia él.) i Olaf, líbrame de mi sueño!
OLAF LILIEKRANS I49
OLAF.-Alfhild, cálmate. ALFHILD.-(Retirándose tímidamente.) ¿ Crees
que vas a seguir engañándome con tus hermosas palabras ?Tienes la crueldad en el corazón y la sonrisa en los labios. No me adormezcas con la dulce canción.
OLAF.-Alfhild, vuelve en tí. Soy Olaf, tu ama_ do. Te ultrajé y me porté mal contigo, pero no he dejado de amarte. Fuí débil, estuve ciego y te herí · sin miramiento. Alfhild ¿ llegarás a perdonarme? En adelante seré digno de tu cariño, te 10 juro. Beberé las lágrimas que caen de tus ojos. Te llevaré en brazos para evitar que lastimen tus pies las piedras del camino. Sabré arrancar la pena que <:onsume tu: alma y curaré las heridas que hacen sangrar tu corazón.
ALFHII;D.-(En tono tierno y quejumbroso.) Te conozco; adivino ahora tu astucia, pero me he vuelto ·prudente. Quieres engañarme con palabras. Quieres hacerme creer que eres tú quien ocupa mi alma, tú que me inundaste de alegría y me torturaste con dolor. Es inútil, te conozco. A cualquier hora que vengas, te conozco. En tu frente leo el engaño. No era así el otro Olaf.
OLAF .-¿ El otro Olaf? ¿ Qué quieres decir? ALFHILD.-¡ El que ha muerto! i Por eso soy
tan desgra·ciada! No me comprendes, pero has de saber que había dos Olaf : uno me amaba con toda su alma, el otro era traidor y malvado como tú. Uno vino a buscarme en una noche de verano y florecieron las rosas de mi corazón : era el que me
IBSEN
amaba. El otro me hizo descender de la montaña hacia la tierra en que jamás sonríe el sol, y ese, al que nunca podré olvidar, murió quemado por mis manos. (Cae sobre un peiíasco cerca de la cabaña y llora.)
OLAF.-Si es verdad que robó tu reposo, arrójale de tu corazón.
ALFHILD.-Si descendiera a la tumba, sé que me acompañaría la pena. Te juro que no creía amarle. Ahora comprendo que no sobreviré a mi dolor y, sin embargo, no dejaré de amarle. (Pau
sa.) Dime ¿ tienes en el pecho las cuerdas de una lira? Tu voz resuena tan armoniosamente cuando me eng¡añas que debes guardar en el ¡:echo las cuerdas de cna lira; pues recorre el país y en triste canto celebra la desgracia de Alfhild, para que la conozcan las doncellas de las ciudades. Escucha. Ayer era todavía corderillo que trisca por el bosque, pero llegaron todos y con halcones y perros me dieron caza. Ayer era pobre pajarito que cantaba en las ramas de los tilos, todos me arrojaron del escondite y me tiraron piedras. Ayer era paloma que no deja d'e volar y llegaron todos con arco y carcaj y atravesaron mi corazón con sus flechas.
OLAF.-(Conmovido dolorosamente .) Quisiera dormir el sueño eterno bajo tierra; porque cada una de tus palabras me hiere como flecha de acero.
ALFHILD.-(Levantándose con alegría.) j Ah ! j Así, así debe terminar la canción! Ya 10 ves, tienes una lira en el pecho. Así has de cantar y
OLAF LILIEKRANS
todos creerán que verdaderamente estás conmo"ido por mi dolor y pensarán que tu propia desventura es tan grande como la que cantas. (S~ calla y le mira melancólicamente.) No, más vale no cantar este dolor. Nadie tendrá piedad de la pobre Alfhild. Nadie debe saoer jamás de dónde vine ni a dónde iré. Canta a Olaf Liliekrans que gustaba jugar con las, hijas ae los Elfos, canta 13. Alfhild, la phfida que le sedujo y le hizo olvidar SR
p.rometida. Canta la pena que sintieron sus parientes cuando Olaf fué 'tendido en el sepulcro y cuando llevaron fuera de la cámara los tres muertos : Olaf, su prometida y su madre, que murió de pena.
OLAF .-Sí, tienes razón. Olaf ha muerto. Pero yo seré tu amigo fiel : aquí, ' si te quedas; allá abajo, si partes. Jamás te abandon:aré. Si es preciso sufrir para reparar el mal que hice, dulce me será el castigo. Será con~olador para mí permane-
.cer contigo en los valles desiertos, desde que el sol se levanta hasta que se pone. Como perro fiel seguiré tus pasos. Con palabras plañideras expresaré mi arrepentimiento hasta que me creas. Repetiré a tu memoria cada hora feliz que aquí vivimos. Cada flor v01verá a decírtelo y el cudillo y la golondrina formarán el eco. Todos los árboles que se agitan en el bosque, lo murmurarán.
ALFHILD.-¡ Cállate! ¡ Quieres engañarme! Sería más noble en tí que me dejaras. Cubres el engaño con forma demasiado 'Seductora. ¿ Qué vienes a hacer aquí? ¡ Dime! ¿ Para qué viniste? ¿ Qúieres hacerme creer que has reconocido este
IBSEN
sitio? Antes era delicioso y ahora el rayo maldito 10 arrasó todo. Antes, cuando sola vagaba por aquí, el ramaje estaba perfumado, todos los pájaros cantaban y todas las flores daban aroma. Entonces me abrazaste y me llamaste tu amada. En esta noche, el valle fué incendiado, ardieron ramas y . árboles , la hierba se agostó, las hojas se marchitaron, las flores se convirtieron en ceniza. Sí, en una sola noche el mundo ha envejecido, mientras, rendida ya, sucumbía de dolor y de vergüenza. Desapareció la alegría de la vida. Sólo existen la astucia y la traición. He aquí lo que me enseñó Olaf el día de la boda. Me engañó mi padre al dec irme que los muertos iban a encontrar a los ángeles . Olaf conocía mejor la verdad, al afirmar que a los muertos se les arroja en la tierra negra. (Con g ran dolor.) Sí, puedo atestiguar que decías verdad. Yo también estoy en la tierra negra.
OLAF.-¡ Alfhild! Tus palabras me matan . . ¡ Santo Dios! ¡ Era tan pura y tan buena tu alma! ¡ Perdona mi crimen y olvida tus desgracias!
ALFHILD.-(Con ex travío.) ¡ Silencio! ¡ No habIes! Mira, Olaf, llevan un cadáver a 1:a tumba, pero no le siguen ni la madre ni los cinco hermanos menores . No lleva almohadas rojas ni azules. Es Alfhild, echada sobre paja. No será llevada por los ángeles ni irá a reposar en brazos de Dios. Sin madre que sienta el coraz6n traspasado de dolor, nadie llorará en su tumba y los ángeles no arrojarán per1:as azules ante ella, en el jardín celestial, y jamás llegará al lugar venturoso del Paraíso
OtAF LltIEltRANS 153
en que el muerto sueña y -duerme tranquilamente. OI,AF.-¡ Alfhild! ALFHILD.-Ahora bajan mi cadáver a la tumba
y arrojan tierra sobre el ataúd y debo permanecer echada allí, con toda mi tristeza y, aunque muerta, vivir y sufrir todavía. He de saber que todo acabó para siempre, sin poder olvidar, sin poder ser libertada. He de oir al que amo ·pasar a cab~llo sobre mi tumba para ir a la iglesia; oirle gritar, entre 'llamas rojas de incendio, sin poderle socorrer. i Qué angustia siento! Los ángeles del Dios bueno me olvidaron : n~nguno de ellos oye mis quejas ni 1llis oraciones. Me encuentro fuera de la vida; llevad me con' vosotros. No me dejéis más tiempo aquí. (Váse por la \izquierda.)
OLAF.-¡ Alfhild! ¡ Alfhild! ¡ Dios mío! ¿ Qué hice?
(Corre detrás de ella. Queda desierta la escena breves instantes, y después entran INGEBORG y HEMMING por la derecha.)
INGEBORG.-¡ Ya llegamos! ¡ Qué paisaje tan encantador!
HEMMING.-¡ SÍ ! AqUÍ seremos felices. INGEBORG.-SÍ, pero no olvides que sólo eres
mi servidor hasta el día en que mi padre consienta en ' nuestro casamiento.
HEMMING .- Jamás consenti.rá . INGEBORG.-Calma. Le convenceremos. Pero
ante todo busquemos un albergue. HEMMING.-No nos ha de faltar. El valle está
154 IBSEN
lleno 'de casas desiertas, desde la terrible epidemia que hizo tantas víctimas.
INGEBORG.-Este lugar me gusta sobremanera. Mira esta cabaiia. El agua está cerca y en el bosque debe haber caza. Podrás pescar y cazar. Sí, vamos a ser muy dichosos aquí.
HEMMING.-Sí, vamos a vivir una vida deliciosa. Voy a cazar y a pescar y tú, entretanto, recoge frutas y arregla la casa.
INGEBORG.-¿ Yo? De ninguna manera . También te toca a tí hacerlo . HE~I~lING.-Muy bien. i Qué alegres vamos ·a
vivir! (Se calla y con un poco de desilusi6n exclama después :) Pensándolo bien, no tengo ni arco para cazar ni caiia para pescar.
INGEBORG .-(También con inqu.ietud. ) Y ahora que pienso, no tengo doncella que me ayude a desnudarme .
HEMMING.-Te ayudaré yo. INGEBORG.-No, es imposible. Y j todos mis tra
jes! j Aquí no tengo más que este traje de boaa! HEMMING.-j Es lástima haberse olvidado de
los vestidos! INGEBORG.-Sí, es verdad. De modo que es nece
sario que uná de estas noches vayas a Guldvik y procures, sin que nadie te vea, traerte los trajes y otras cosas que me son indispensables.
HEMM1NG .-Sí; para que me ahorquen por ladr6n.
INGEBORG.-No; te ordeno que tengas gran prudencia en esta expedici6n. (Pensativa.) y
OLAF LILIEKRANS 155
¿ cuándo lkgue el invierno?.. Además... aquí no hay nadie. Por consiguiente ... ni bailes ni canciones... ¿ debemos quedarnos aquí o sería mejorque ...
HEMMING.-Sí ; pero ¿ dónde ir? INGEBORG.-(Impaciente.) Pero j aquí no puede
vivir nadie! HEMMING.-Sí, seguramente, sí. INGEBOR.-No, ya lo ves. Todos los que vivían
aquí han muerto, Hemming. Mejor será que regrese a casa de mi padre.
HEMMING.-¿ y yo? ¿ Qué será de mí, entonces? INGEBORG.-Partirás para la guerra. HEMMING.-¿ La guerra? ¿ Debo hacerme
matar? INGEBORG.~No . . Combatirás valerosamente, te
armarán caballero y mi padre te concederá mi mano.
HEMMING.-Sí ; p~ro ¿ y si muero? INGEBORG.-'-Ya pensaremos más tarde en ello.
Por lo pronto, hay que quedarse aquí. Mientras los convidados coman y beban en el castillo, no tenemos nada que temer. Si se hacen investigaciones, las harán en la ciudad. Aquí estamos seguros. (Se calla y escucha. Se oye un coro hacia la derecha.)
CORO En marcha, en marcha, busquemos
a Alfhild, la mujer malvada. Ha de pagar con la vida el peligro y la desgracia.
IBSEN
HEMMING.-¡ Ingeborg! ¡ Ingeborg! ¡ Ya están aquí!
INGEBORG .-¿ Dónde escondernos? HEMMING.-¡ Qué sé yo! INGEBORG .-Entra en la c~sa y prepárala para
que podamos atrancarla por el interior. HEMMING .-Bueno, pero .. . INGEBORG.-Haz lo que te digo . Yo subo al pe
ñasco para ver si están lejos todavía. (V áse por la derecha.)
HB1MING.-i Sea! ¡ Con tal de que no nos atrapen!
(Entra en la casa. OLAF llega de la izquierda del bosque, a poco INGEBORG por la derecha.)
OLAF.-(En voz baja, mirando en tOnt9 suyo.) ¡ Alfhild! ¡ Alfhild ! No la encuentro por ninguna parte. Como un pájaro huyó de pronto al bosque y yo ...
INGEBORG.-Están cerca . (Con terror.) ¡ Olaf Liliekrans !
OLAF.-¡ Ingeborg! HEMMING.-(Sin ser visto, asoma la cabeza por
la pue1'ta de la cabaiia y ve a OTaf.} ¡ El señor Olaf! ¡ Todo se ha perdido! (Vuelve a esconderse.)
INGEBORG.-(Aparte.) Debe preceder a los demás.
OLAF.-(Aparte.) Debe haber venido con mi madre para buscarme.
INGEBORG .-(Aparte.) No le seguiré. OLAF .-(A parte .) No me moveré de aquí. INGEBORG.-(En voz alta, acercándose.) Olaf
OLAF LILIEKRANS 157
Liliekrans, estoy en tu poder; pero te engañas si piensas conseguirme a la fuerza. OLA~.-No es esa mi intención. INGEBORG.-¿ Por qué vienes aquí con mis pa
rientes? OLAF.-Al contrario, tú eres la que ... INGEBORG.-No puedo engañarme. Veo llegar
a todos. OLAF .-¿ Quiénes? INGEBORG.-Mi padre y nuestros parientes . OLAF .-¿ Aquí? INGEBORG.-Sí, llegan. OLAF.-j Maldición! Entonces ¿ mi maJre les
acompaña? INGEBORG.-Seguramente ; pero ¿ por · qué te
asusta? OLAF.-Porque es a mí a quien buscan. INGEBORG.-No, a m\. OLAF.~(Con asombro .) ¿A tí? INGEBORG.-(Empezando a comprender.) Espe-
ra un momento. Seamos francos. OLAF .-Con mucho gusto. INGEBORG.-Dime ¿ cuándo lle~ste aquí? ÜLAF.-Esta noche. INGEBORG.-Yo también. OLAF.-¿ Tú también? INGEBORG.-Tú, seguramente, te marcharías sin
avisar a nadie. OLAF.-Sí. INGEBC'lRG.-Yo también. OLAF.-Dime entonces .. .
IBSEN
INGEBORG.-El tiempo corre . D~monos prisa. Viniste aquí porque tenías pocas ganas de c'\Sarte conmigo .
OLAF .-¿ Cómo puedes pensar .. . ? INGEBORc.-Estoy segura. Confiésalo, puesto
que debemos ser francos . OLAF.-Pues bien. Lo confieso. INCEBORC.-Yo partí por la misma razón. OLAF.-¿ Tú, Ingeborg? INGEBORG.-Y ahora no quisieras que te en
contraran. OLAF .-No. INGEBORC .-Yo tampoco. i Ah! Es divertido.
Yo me escapé para huirte y tú te marchaste para no verme. Y volvemos a encontrarnos en el momento en que nuestros padres nos buscan. Oye, Olaf, convengamos en no traicionarnos.
OLAF.-Conven.ido. INCEBORG.-Ahora separémonos. OLAF .-Comprendido. lNGEBORG .-Si nos encontraran juntos, en
tonces . .. OLAF.-Sería, sin duda, m~s difícil. INCEBORG.-i Adi6s! Si alguna vez me caso tú
serás mi padrino. OLAF.-Y si me caso yo, tú ser~s la madrina. rnGEBoRG .-Convenido. Adi6s, y no me guardes
rencor. OLAF.-Te tenderé la mano siemrre que te en
cuentre.
OLAF LILIEKRANS 159
INGEBORG.--Yo también. Te daré la mano en todas partes, menos delante del altar.
(Ingeborg entra en la casa y Ola! sale por el bosque. La señora KIRETEN, ARNE DEL GULDVIK, los invitados, campesinos y servidores entran por la derecha.)
KIRSTEN.-Por aquí empezaremos a buscar. Es necesario que los nuestros se' separen y se junten alrededor del lago. Que la encuentren y j ay de ella! No hay piedad en mi alma .
ARNE.-¿ Qué pensáis hacer? KIRSTEN.-Juzgar1a en el sitio en que la encuen
tre. Tengo derecho de justicia sobre los crímenes que se cometan en mis tierras.
ARNE.-y ¿ qué importa? Lo perdido no se recupera.
KIRSTEN.-No, pero quedaré vengada y ya es bastante. Para vivir y soport:ar el perjuicio que me ha causado, me es necesario antes obtener venganza. La tempestad d~ esta noche ha destruído la cosecha del año y aquí, donde vive ella, todo florece. Debe ser un país encantado. Ella supo cautivar 'a 01af de tal modo, que le hizo abandonarlo todo para seguirla. j Ella incendió mi castillo! Cerr6 las puertas y las ventanas por fuera y fDé un milagro de Dios que llegaran los criados a tiempo de salvarnos.
ARNE.-j Dios mío! Y temo que esto haya costado la vida a dos seres para, mí muy queridos: j In_ geborg y Hemming!
KIRSTEN.-No, señor Ame, no desesperéis to-
160 IBSEN
davía . Ingeborg se salvó seguramente. Todos pudimos escapar sanos y salvos, a pesar de la brujería de esa maldita . Ingeborg habrá tenido miedo y estará oculta en cualquier [arte.
ARNE.- Tal vez se haya salvado. Pero a Remming ya no le veré más.
KIRSTEN.-¿ Por qué? ARNE.-Porque en estos últimos tiempos se ha
convertido en un bribón. Sabe que no puedo pasar ni un día sin él y para vengarse de mí se habrá dejado quemar. Le conozco .
KIRSTEN .-En todo caso, es necesario captural a Alfhild . Se la interrogará, se la juzgará y se la condenará severamente. Demasiadas consideraciones tuve con ella.
ARNE.-También la guardo rencor. :!n la noche robó el caballo gris. Esta mañana 10 encontramos a faltar y también una silla y unas riendas.
KIRSTEN.-Ingeborg y Hemming están lejos. El caballo también. Si estuviera en su lugar, sabría a que atenerme. (En voz alta.) Dividámonos ahora en muchos grupos. El primero que vea a Alfhild que . suene la trompa y todos nos reuniremos en segt'lida.
(Se separan y van en dist intas direccio;"es, excepci6n hecha de A me.)
ARNE.-y yo que no conozco estos sitios ¿ qué voy a ha,cer? (Llama.) i Hemming! i Hemming ! (Se calla.) ¡Toma! i Es verdad! Está ... (Moviendo la cabeza.) ¡Pobre! (Váse por la derecha .)
AI.FHII.D.-(Aparece por la derecha del lago,
OLAF. LlLIEKRANS 161
trayendo un paquete.) Bastante lloré y gemí. Estoy c;ansada. Necesito reposo. (Se deja caer sobre un peñasco en primer término .) Antes debo decir adiós a mi padre. En seguida subiré a la cumbre de la montaña. Por donde quiera que vaya, encuentro a Olaf. En las alturas solamente podré endurecer el alma. Hay que olvidar el pasado. Olvidar todos los recuerdos queridos .. . Y i yo que juzgué tan bella la vida! Nada es verdad, todo es sueño engañoso, todo falsedad y mentira , Todo s~ escapa ante nosotros. No se puede mirar nada de cerca, porque todo se evapora. (Se oye sonar la trompa.) Traigo las joyas d~ mi madre; quiero ocultarlas bajo tierra, allí, cerca de las raíces de este abedul, donde me senté tantas veces con Olaf. (A bre el paquete y saca Ut14 corona de desposada y joyas.) Esta corona de plata ciñó la frente de mi madre. También sufrió mucho, también creyó en la duración del amor. ¿ Tuvo un despertar tan amargo como el mío? ¿ N o parecen irónicos lo~ cantos de mi padre, que hablan del amor que llena el pecho de alegría? Más vale callar. Esos cantos turbaron mi alma. Crearon en mi pensamiento una casa quimérica que debía contener toda la felicidad del mundo y ahora, he aquí, la casa en ruinas. (Resuena de nuevo la trompa.) La plata es metal noble que no se pulveriza como el trigo de otoño. Sepultada mil años bajo tierra, brilla siempre y nunca se destruye. La felicid~d de este mundo es como trigo de otoño, mientras que el pesar es como metal üldestructible. (Vuelve a encerrar
I~
IBSEN
las joyas en el paquete.) Me contaba mi padre que todas las noches se escapaban de un tesoro m{¡gico nueve perlas blancas y, sin embargo, el tesoro permanecía inalterable. Mi pesar es como el tesoro mágico, no nueve perlas, sino mil se escapan cada día y cada noche, pero el tesoro no disminuye. La vida me ha desencantado completamente. Antes seguía el curso de las nubes, volaba mi pensamiento más aprisa que ellas hacia las inmensida_ des del cielo y las llamaba los cisnes del firmamento. Antes creía que las -ramas de los árboles estaban dispuestas para dar sombra a mi camino. Antes con el pensamiento animaba los peñascos de la montaña. Ahora todo pasó y todo lo veo de otro modo. Sólo el corazón del hombre puede vibrar de alegría o retorcúse de dolor. Las ramas y las fiares no pueden consolarme. Sola yo debo soportar el peso de mi dolor. (Se levanta.) j Sea! j En marcha para cumbres nevadas! Pero aquí o allá arriba j la única esperanza es la tumba!
(Va a salir. La señora KIRSTEN, ARNE y los invitados y servidores llegan de distintas direcciones.)
KIRSTEN.-j Allí está! Detente, Alfhild, no intentes escapar o te matamos.
ALFHILD.-¿ Qué me queréis? KIRSTEN .-Pronto lo sabrás. (Señalando el pa
quete.) ¿ Qué llevas ahí? ALFHILD.-La herencia de mi madre. KIRSTEN.-Dame. Una corona de plata. Si real
mente eres hija de esta mujer, temo que no podrás
OLAF LILIEKRANS
usar este emblema de desposada. (A los servidores.) Atadla. Está en una actitud tan extraña que no sabemos lo que quiere hacer. (Atan a AI/hild.)
KIRSTEN.-(En voz alta, con ira reprimida.) Se va a hacer justicia. Como sabéis, tengo el derecho de hacer justicia en mis tierras y con arreglo a las leyes del país, .me corresponde castigar a los que me han hecho pérjuicios. Defiéndete si puedes y piensa que se trata de tu vida.
ARNE.-j Señora Kirsten! KIRSTEN .-Perdonad, señor Ame, estoy en mi
derecho y lo ejercito. (A AI/hild.) Adelántate y contesta. \
ALFHILD .-Preguntadme y os responderé. KIRSTEN.-Muchos y graves son los cargos que
tengo contra tí. Ante todo se te acusa de habel" seducido a mi hijo con sortilegios condenables, de tal modo que, enloquecido y sin calma, abanilon6 . a la desposada y vino a buscarte al valle en que habitas. Todo esto no ha podido suceder naturalmente. Te acuso, pues, ante todo de hechicería. Responde si puedes.
ALFHILD.-POCO tengo que responder. En llamar hechicería al poder que condujo aquí a Olaf, tal vez tengáis razón, pero no era un poder maligno. Dios velaba las horas que Olaf vivi6 aquí y los ángeles podían conocer mi pensamiento cuando pensaba en Olaf.
KIRSTEN.-Basta, no añ·adas la blasfemia al cri. meno ¡Desgraciada! ¿ Ignoras que cada una de tus palabras pesa en la balanza de la justicia? (Diri-
164 IBSEN
giéndose a los presentes.) Os tomo por testigos de lo que acaba de responder. (Volviéndose hacia A 1-fhild.) Te acuso, además, de haber atraído aquí esta noche a Olaf Liliekrans por medios ocultos, de haberle conservado cerca de tí y de tenerle escondido.
ALFHlLD.-Tienes razón. Está aquí escondido muy secretamente.
KIRSTEN.-¿ Confiesas? ALFHILD.-Sí ; pero con todo tu poder no podrás
librarle. Tal vez sería mejor que lo pudieras conseguir, pero no hay en la tierra ser bastante poderoso para alcanzarlo.
KIRSTEN.-(Con violencia.) La muerte te espera. Dínos donde le tienes escondido!
ALFHILD.-(Apretándose el pecho con las manos.) Aquí, en mi corazón. Si puedes arrancarle, serás una hechicera más hábil que yo.
KIRSTEN .-j Vanas palabras! ¿ Dónde esta? ALFHrLD.-Ya lo he dicho. KIRSTEN.-{Dominando su c6Iera.) Está bien. ARNE.-(Dirigiéndose a los presentes.) Si Hem-
ming estuviera aquí podría descubrir el retiro de Olaf. Se había vuelto muy astuto últimamente.
KIRSTEN.-He aquí mi tercer cargo conh'-a tí. Incendiaste mi castillo esta noche. Todo lo ha consumido el fuego, tal vez hayan perecido hombres en él y aunque no fuera así, no modificaría la gravedad del caso, porque tu intención era quemarnos a todos. ¿ Negarás que incendiaste el castillo?
OLAF LILIEKRANS 165
ALFHILD.-Reconozco haber quemado tu casa. KIRSTEN .-¿ Y qué disculpa das? (Con amar
gura.) Difícilmente puedes invocar la irreflexi6n. Al contrario, tuviste tiempo de reflexionar. Estabas fuera de la casa, ~stabas sola, nadie te molestaba para nada. Podías obrar con perfecto conocimiento de causa. No puedes decir que la alegria de la re\lni6n te hizo perder l:a cabeza ni que el vino turb6 tu raz6n, porque no estuviste ni un momento en la fiesta . Y había viento y lluvia suficientes para refrescar tu frente.
ALFHILD.-Sí; incendié la casa. Pero tú, Olaf y todos vosotros habéis obrado peor conmigo. Para mí el lllundo era una inmensa sala de fiestas que pertenecía al Dios bueno. El cielo azul era el techo; las estrellas eran las lámparas que me alumbraban . Rica y feliz jugaba en la sala magnífica, cuando llegásteis vosotros y arrojásteis l:a tea incendiaria en ' todos mis esplendores y todo qued6 quemado y seco.
KIRSTEN.-i Vanas palabras! Por última vez te pregunto: ¿ d6nde está Olaf Liliekrans, mi hijo?
ALFHILD.-Ya he contestado. KIRSTEN.-Tú misma pronunciaste tu conaena
y voy a hacerla ejecutar en el acto. (OLAF aparece sobre los peñascos, entre los
árboles. Los que están en escena no le ven.) OLAF.-(Aparte.) i Alfhild! i Dios mío! ¿Qué
significa? (Se retira sin ser visto.) KIRSTEN.-Según la ley de nuestro país, por
'háber usado de brujería, por incendiaria' con inten-
166 IBSEN
ción premeditada de causar la muerte, te condeno a la última pena y vas a ser ejecutada en seguida.
ARNE.-Un instante. Oid, señ~ra Kirsten. KIRSTEN.-Lo he ordenado. Alfhild debe morir. ALFHILD.-Como quieras. No o[ondré resisten-
cia. Al renegar Olaf de su amor, mi vida se extingui6. Ya no vivo.
KIRSTEN.-Llevadla a lo alto de la roca. (Dos servidores conducen a A lfhild a lo alto de la roca.) Por última vez, devuélveme a mi hijo.
ALFHILD.-No contestaré. KIRSTEN.-Que se cumpla tu voluntad. (A los
servidores.) Precipitadla. No, esperad, tengo una idea. (A A lfhild.) Al verte ahora, reprodujo mi imaginación la escena de ayer cuando llegaste, ceñida la frente por la corona de desposada, creyendo que ibas a casarte con Olaf Liliekrans . Ahora veremos el caso que la opini6n hace de tí. Aquí presentes hay lacayos, campesinos y pobres. Tu vida aún puede ser salvada . Sí, Alfhild, me miras y es verdad : quiero ser clemente. (A los presentes.) Según la tradición, la mujer condenada a la última pena puede ser salvada si 'un hombre honrado se adelanta, responde de su inocencia y consiente en casarse. Todos conocéis la costumbre.
TODOS.-i Sí! i Sí ! ALFHILD.-(Llorando.) i Ser deshonrada y en
vilecida -tan inhumanamente en mis últimos momentos!
KIRSTEN.-Alfhild , esta costumbre te sed prov;echosa. Si uno solo de mis lacayos o el m{¡s mo-
OLAF LILIEKRANS 167
desto de . mis campesinos consiente en casarse contigo, eres libre. (Mira en torno suyo.) ¿ Nadie quiere? ¿ Nadie? (Todos callan.) Ponedle la corona de plata. Tal vez, Alfhild, te aprecien más ahora. (Colocan la corona en la frente de Alfhild.) Por segunda vez, me dirijo a todos. ¿ No hay nadie entre vosotros que quiera salvarla? (Mira en torno suyo. Silencio general.) Este es el momento supremo. Ahora tus minutos están contados. Escuchad bien. Si a mi tercer llamamiento, nadie responde, a una señal mía la precipitaréis en el lago. Y ahora, AIfhild, pon en juego toda tu brujería y toda tu magia para librarte del peligro. {Gritando.) Por última vez ¿ quién quiere salvar, casándose con ella, a la bruja y a la incendiaria?
(Mira en torno suyo. Todos callan. La señora Kirsten levanta vivamente la mano~ Los servidores cogen a Alfhild. Al mismo tiempo, se presenta en lo alto del peñasco OLAF en traje de boda.)
OLAF.-Yo la salvo. Yo me caso con ella. (Con gesto brusco aparta a los criados y des
ata rápidamente a Alfhild, que se deja caer en sus brazos. Con la derecha rodea el talle de la joven y con la izquierda amenaza .)
TODos .-(Con asombro.) j Olaf Liliekrans! KIRSTEN.-j Olaf! j Hijo mío! ¿ Qué has he
cho? Te has deshonrado para sie.mpre. OLAF.-No. Borro la vergüenza de mi conducta
pasada. Al expiar mi crimen, encuentro la felicidad. (Colocando a Alfhild delante.) Aquí está mi
168 IBSEN
desposada. Es inocente de todas las acusaciones dirigidas contra ella. Yo solo soy responsable de todo el daño. (A rrodillál1dose.) A tus pies te suplico que olvides el pasado y que me perdones.
ALFHILD . ...:...¡ Olaf! Me has devuelto la felicidad, la mayor felicidad que existe en el mundo.
KIRSTEN.-¿ Quieres casarte con ella? j Sea! Ya no eres mi hijo .
OLAF .-Me será muy doloroso, Aunque desde ha_ ce bastante tiempo hayais dejado de ser mi verdadera madre. Sólo me utilizásteis para el triunfo de vuestra vanidad; débil me dejé conducir. Fuerte ahora y decidido, quiero labrarme yo mismo mi felicidad.
KIRSTEN.-No piensas en que ... OLAF.-No; ninguna consideraci6n me detiene.
He de hacer 10 que quiero. Ahora, por fin, encuentro la explicación de mi extraño sueño. Encontré la fiar más hermosa, arranqué sus pétalos y los arrojé al viento. Así hice yo. La fior maravillosa fué el corazón de una mujer. Es verdad que arranqué y arrojé al viento los pétalos de oro, pero consuélate, Alfhild : vive el -corazón de la fior y, al soplo de la desgracia, germinará de nuevo y producirá una vida rica y feliz en este valle en que vamos a vivir.
ALFHILD.-Soy tan dichosa como en nuestro primer encuentro.
KIRSTEN.-(Aparte.} Ingeborg ha huído y este valle tan rico pertenece a Alfhild ... (En voz alta.) Pues bien, Olaf, no me opondré a tu felicidad. Si
OLAF LILIEKRANS I~
estás seguro de ser feliz con Alfhild, te doy el consen,timiento para el matrimonio.
OLAF.-Gracias, madre mía, ahora no me falta nada.
ALFHILD.-y a mí ¿ me perdonarás? KIRSTEN.-Tal vez yo también cometí yerros.
Olvidemos el pasado. ARNE.-¿ y yo? ¿ V, mi hija que era la prometi-
da de ,Olaf? Verdad es que tal vez haya muerto. OLAF.-'--No, vive. ARNE.-¿ Vive? ¿ D6nde está? OLAF.-No puedo decirlo. Pero puedo asegurar
que los dos rompimos amistosamente el compromiso de matrimonio . . .
KIRSTEN.-Ya veis, señor Arne, que yo ... ARNE.--:-No obligo a nadie a casarse con mi hija.
Estaba escrito que Alfhild se casaría con un caballero, tal vez Ingeborg tenga el mismo destino. (Con dignidad.) Nobles señores, oid mis palabras. Me han dicho que muchos de vosotros me' teníais por hombre poco ducho en las costumbres de los caballeros. Quiero demostraros que mintieron. En las antiguas cr6nicas se cuenta que el rey" cuando perdía una hija, prometía su mano y la mitad del trono al que la encontrase. Yo imitaré la conducta de esos reyes . El que ' encuentre a Ingeborg. será su esposo y poseerá la mitad de mis tierras. ¿ Habéis comprendido?
Los SERVIDORES JÓVENES.-j Sí! j Sí! (INGEBORG que sale de la cabaña arrastran'do
a HEMMING.)
170 IBSEN
INGEBORG.-Aquí estoy. Hemming me ha encontrado.
TODOs .-(Con asombro .) j Ingeborg y Hemming aquÍ!
ARNE.-(Irritado.) j Que el diablo . .. ! INGEBORG .-(A rrojándose a su cuello.) j Padre
mío! j Padre mío! j Es inútil! Has dado tu palabra.
ARNE.-No lo dije por él. Ahora comprendo que te ha raptado.
INGEBORG.-No, al contrario, padre mío, fuí yo quien me lo llevé.
ARNE.-(Inquieto.) ¿ Quieres callarte, desgraciada?
INGEBORG .-(En voz baja.) O dices que sí inmediatamente ~ digo que fuí yo quien .. .
ARNE.-j Cáll:ate! j Cállate! j Ya he dicho que sí! j Ya he dicho que sí! (Se adelanta y mira a H emming con c6lera .) ¿ Fuiste tú el que me robó el caballo gris con la silla y la rienda?
HEMMING .-j Oh, señor Arne! ·ARNE.-Hemming, eres un. .. (Reflexionando .)
Ahora ya eres el prometido de mi hija. No hablemos más.
HEMMING E INGEBORG.-(A 1 misma tiempo,) j Gracias! j. Gracias!
THORGIER D.-(Que se h a. mezclado a la muchedumbre. ) Hay mucha gente hoy en el valle.
Los CAMPESINOS.-j Thorgierd, el músico! ALFHILD.-(Arrojándose en sus brazos .) 1 Mi
padre '!
OLAF LILIEKRANS 171
TODOS~¡ Su padre! OLAF.-Sí, sí, viejo. Hoy todo está alegre y así
será siempre. Hoy se celebra la boda de tu hija. Eligió a su prometi4o por amor, por el amor que tú has cantado. Danos tu consentimiento ..
THORGIERD.-¡ Que los buenos duendes os protejan!
ALFHILD.-Te quedarás con nosotros. THORGIERD.-No', no, Alfhild. Un músico no
tiene vivienda. Está obligado a caminar siempre. Los que llevan una lira en el alma están desterrados en el valle, desterrados al borde de los ríos. Necesitan cantar por turno las olas y los campos verdes y hacer que vibre siempre su lira interior. Es necesario que escuchen la vida secreta que murmura, al caer las aguas, a las orillas de los fiords salvajes. Es necesario que escuchen la vida en los corazones conmovidos de los hombres. Con sonidos y palabras deben también traducir los sueños y los deseos del pueblo y explicarlos y hacer comprender a los ignorantes la grandeza de esos sueños.
OLAF.-Vendrás con frecuencia a nuestro lado. Construiremos una casa entre lEls abedules. Allí, Alfhild, vivirás en la paz. Te rodearé de mi amor y tus ojos no conocerán las lágrimas.
ALFHILD.-Sí, ahora lo veo. La vida es rica. Rica como la más hermosa poesía de mi corazón. Si el pesar fué negro como noche sombría, sigui6 a la noche una mañana esplén~idamente luminosa. (Se arrodilla.) Angeles del Señor, vosotros condu-
172 IBSEN
jísteis mis pasos hacia la paz y la felicidad; velásteis por mí cuando estuve al borde del abismo; me devolvisteis la fuerza. Si mi raz6n cesó de creer seguí creyendo hasta el último momento, con al coraz6n. Sí, potencias del cielo, vosotros me defendéis aún. Después de la terrible tem¡:estad, luce el sol de nuevo. En la ruina de todo, mi amor se salvó. En adelante ¿ qué importa el porvenir? Ahora estoy alegre y soy fuerte, dispuesta a vivir los días buenos o malos. (Mirando a Olaf.) Y cuando llegue el fin ... (Se calla y eleva los brazos al cielo.) en brazos de los ángeles seremos llevados al cielo.
(Durante estas últimas palabras todos han formado círculo a su alrededor.)
TELÓN
LOS GUERREROS EN HELGELAND DRAMA EN CUATRO ACTOS
PERSONAJES
ERNULF DEL FIORD, islandés.
SIGURD EL FUERTE.
GUNNAR, propietario en Helgeland.
DAGNY, hija de Emulf.
THOROLF, el más joven de los hijos de Ernulf.
HJERDIS, hija adoptiva de Ernulf.
KORE, campesino de' Helgeland.
EGIL, hijo de Gunnar (de cuatro años de edad) .
LOS SEIS HIJOS MAYORES DE ERNULF.
GUERREROS de Ernulf y Sigurd.
Invitados, criados, servidores, proscritos, etc.
La acción pasa en el reinado de Erik Blodekse (siglo x) ; en casa de Gun.nar , o en sus cercanlas, en Helgeland, Noruega Septentrional.
Los GUERRERO'; EN H ELGELAND (Hcermcendene paa Helgoland) tué estrenado en el Teatro Noruego de Cristianla el 24 de noviembre de 1858, y tué impreso por primera vez en el mismo año y en la misma población. En ing~ és se titula The Vikings at Helgeland (traducción Archer) ; en francés Les guerriers á Helgoland; en italiano Spedtzione Nordica; en alemán Nordtscl!e Heerfarth.
ACTO PRIMERO
Al foro, acantilados que caen a pico sobre el mar. A la izquierda, cabaña de madera; a la derecha, cordillera coronada por bosques de alerces. Abajo, en la bahía, se ven los palos de dos navíos. A lo lejos, en el horizonte, rocas escarpadas e islas. Mar muy agitado. Día he1ado de invierno, con tempestades de viento y de nieve.
(SIGURD llega al fiord, donde · están anclados sus navíos. Viste blanco jub6n sujeto por cintura de plata, manto azut, calzas de áspera tela, botas de Piel burda y casco de acero. Lleva al cinto una espada corta. APa·rece al mismo tiempo ERNULF, entre las rocas. Viste túnica obscura de Piel de carnero, coraza, canilleras, botas de cuero y calzas de lana; colgando de los hombros lleva un manto pardo, cuyo capuch6n caído sobre el casco, oculta parte del rostro. Ernulf tiene estaturo y porte de gigante; lleva barba blanca muy larga; su espalda está ligeramente encorvada por los años. Son sus armas escudo redondo, espada y lanza. Sigurd llega primero a la escena y mira en to-rno suyo. Ve la cabaña, se dirige ráPidamente a ella y procura abrir la puerta.
176 IBSEN
Ernulf se yergue en la cresta de la montaña; da señales de asombro al ver a Sigurd. que cree reconocer, desciende por la cuesta y grita:)
ERNULF.-¡ Atrás, guerrero 1 ... SIGURD.-(Se vuelve, empuiia la espada y con-
testa:) Sería la primera vez que retrocediese. ERNuLF.-Debes ceder; necesito la cabaña para
que descansen esta noche mis hombres. SIGURD.-y yo la reclamo para una mujer can
sada. ERNULF .-Mis guerreros son más dignos de
compasi6n que las mujeres. SIGURD.-¿ Desde cuándo en Helgeland valen
algo los proscritos sin patria ni hogar? ERNULF.-(LevantaAdo la lanza.) Te costarán
caras esas palabras. SIGURD.-Viejo, no quisiera estar dentro de tu
piel. (ERNULF Sil arroja sobre Sigurd, que para sus
golpes . DAGNY Y algunos soldados de Sigurd se acercan, viniendo de la orilla; de lo alto de las rocas de la derecha descienden Los SEIS HIJOS DE ERNULF.)
DAGNY.-(Con traje rojo , manto azul y gorro de pieles, precede algunos pasos a los demás. Se vuelve en direcci6n de los navíos y grita:) ¡Aquí, todos los guerreros de Sigurd ! ¡ Mi esposo lucha con un extranjero!
Los HIJOS DE ERNULF.-¡A socorrer a nuestro padre! ¡ Adelante!
LOS GUERREROS EN HELGELAND 177
SIGURD.-(A sus compañeros.) Es inútil que os molestéis. Me basto para vencerle.
ERNuLF.-(A sus hijos.) Permaneced donde estáis. Quiero luchar yo solo con él. (Atacando de nuevo a Sigurd, con encarnizamiento.) Quiero ver el color de tu sangre.
SIGURD.-Antes verás el color de la tuya. (Hier.e en un brazo a Ernulf, ·que deja caer la lanza .)
ERNULF.-«Ha sido, gu~rrero, un golpe maestro. Sabes herir a tu adversario y hacerle sentir el peso de tu espada cuando le hieres. Hasta Sigurd el Fuerte, se sentiría humillado ante ti.» (1.)
SIGURD.-(So;triendo.) Tus palabras son el mejor elogio que puede hacerse de Sigurd.
Los HJOS DE ERNULF .-(Con sorpresa.) ¡ Sigurd! ¡ Sigurd el Fuerte!
ERNULF.-Y aun me hiciste una herida más profunda el día en que me robaste a mi hija Dagny. (Echa el capuchón hacia atrás .)
SIGURD y LOS SUYOS.-j Ernulf del Fiord! DAGNY.~(Con alegría, no exenta de inquie
tud.) ¡ Mi padre y mis hermanos! .. . SIGURD.-Ponte detrás de mÍ. ERNULF.-La: precaución es inútil. (Acercándo
se a Sigurd.) Te reconocí apenas apareciste ante mi vista. Por eso te provoqué. Quise probar si es cierta la fama que te proclama el primer guerrero de Noruega. Reconciliémonos s in ren·cor y seamos en adelante buenos amigos.
(1) En el texto original están en verso las palabras que se hallan entre comillas.
12
lBSEN
SIGURD.-i Ojalá se pueda arreglar todo así! ERNULF .-i Ojalá se pueda! Esta es mi mano.
No tienes igual entre los guerreros . Nadie, hasta hoy, alcanzó el honor de cambiar tan rudos golpes con el viejo Ernulf.
SIGURD.-(C(Jgielldo la mano que le tiende Ernulf y apretándola calurosamente.) i Que jamás en 10 futuro se crucen nuestras espadas! Y ahora te nombro árbitro de nuestra querella . ¿ Quieres indicarme condiciones?
ERNuLF.-Perfectamente, porque creo llegado el momento de olvidar el pasado. (Dirigiéndose a los presentes .) He aquí, en pocas palabras de qué se trata. Hace cinco inviernos, el azar de una expedición de Vikings desembarcó en Islandia a Sigurd y a Gunnar. Hasta el retorno. de la estación hermosa, bajo mi techo, recibieron hospitalidad cumplida. Con astucia y violencia, Gunnar me arrebató a Hjerdis, mi hija adoptiva. Tú, Sigurd, te apoderaste de Dagny y huíste con ella a velas desplegadas . En reparación de este rapto te condeno a pagar trescientos escudos de indemnización y ,consiento en borrar de mi memoria nuestra querella.
SIGURD.-Es imposible, a mi ver, mostrarse menos exigente. Los trescientos escudos están a tu disposición, y será para mí un placer añadir un manto bordado, como jamás nadie tuvo otro igual en Islandia, regalo del rey de Inglaterra Edhelstan.
DAGNV.-Muy· bien, mi excelente esposo; mu-
LOS GUERREROS EN HELGELAND 179
chas gracias, padre mío. Desde hoy podré considerarme verdaderamente dichosa. (A braza a su padre y a sus hermanos y 1z,:;¡bla en voz baja con ellos.)
ERNULF.-Todo motivo de enemistad ha desaparecido entre nosotros. En adelante, Dagny será tu legítima esposa como si te la hubieras llevado de Islandia con el consentimiento de sus padres.
SIGURD.- y en lo futuro podrás contar con un hijo más.
ERNuLF.-Así lo espero y voy a pedirte una prueba.
SIGURD.-Estoy dispuesto a prestarte ayuda y
apoyo. ¡Habla! ¿ Qüé deseas? ERNuLF.-Tus consejos y tu brazo. Has de sa
ber que puse proa a Helgeland s610 con el fin de encontrar a Gunnar y de pedirle reparaci6n por el rapto de Hjerdis.
SIGURD.-(Con sorpresa.) Gunnar . . . DAGNy.-(Con igual expresi6n.) Y Hjerdis,
¿ d6nde está? ERNULF .-Supongo que en las posesiones de
Gunnar. SIGURD.-y éstas, ¿ dónde se encuentran? ERNULF.-A pocos pasos de aquí. ¿ No 10 sa
bías? SIGURD.-(Reprímiendo un movimiento de dis
gusto .) Po'co supe de Gunnar desde que abandonamos Islandia. Los azares de mi vida de Viking me pasearon por mares lejanos y puse mi espada
180 IBSEN
al servicio de un rey extranjero . Gunnar, en este tiempo, no dej6 el hogar. Hoy , al amanecer, una tempestad violenta oblig6 a mis navíos a buscar abrigo. Sabía, sí , que en las reg iones del Norte se encontraba el castillo de Gunnar, pero .. .
D AGNY.-(A Enwlf.) ¿ Y abandonaste nuestra patria con este objeto?
ERNULF.-Sí ; las potencias de lo alto nos colocaron en el mismo camino. Si hubiera querido buscarte, no habría sabido adonde dirigirme .
SIGURD.-(Pc llsativo. ) Es verdad. Tienes raz6n, sin duda alguna. Pero .. Tu asunto con Gunnar ... Dime ... Ernulf, ¿ intentas acorralarle sin piedad y no retroceder por nada hasta saciar tu venganza ?
ERNuLF .-No puedo obrar de otra manera . Oye, Sigurd, 10 que me resta decirte . El último verano acudí al Thing (1 ), con muchos islandeses de alto linaje . Cuando terminó la reuni6n me senté junto a l-a mesa de mis iguales. Circularon los vasos de vino y recayó la conversación en el rapto de las mujeres. Mis compañeros se permitieron insinuar, con gran acopio de palabras irónicas, que era una vergüenza dejar tanto tiempo sin ven_
(1) Thlng, asambleas populares. Las ordinarias se .con· vocaban mensualmente por el plenilunio. El T/¡ing anual, lue se C:enominaba Haestlling, se convocaba generallUente al principiar otoño. La opinión se manifestaba por medio de murmullos si era de desaprobación, o p or medio de g :llpes de espada o lanza sobre el escudo si eran de asentimiento La palabra Thing se conserva en el len guaie polftic0 escandinavo. En Norue¡ra las Cortes se dividen en dos Cá· maras, el Lagthing y el Odhelsthing y la reunión de ambas se denomina Stortll/ng.
LOS GUERREROS EN HELGELAND 181
gar el ultraje que me habían inferido. Poseído de violenta cólera, juré hacer rumbo a Noruega, buscar a Gunnar para pedirle reparación en plata o en sangre y no · volver a Islandia hasta triunfar en la empresa.
SIGURD.-Sí; siendo así, comprendo que debes intentarlo todo. ERNUÍ.F .~ Tal es mi intención; pero estoy dis
puesto a ser justo y sé que Gunnar goza fama de . hombre de honor. No me arrepiento en modo al
guno de haber emprendido esta expedición. Durank los últimos meses de permanencia en Islandia, me parecía cada minuto un sigla. He envejecido entre las olas y, luchando con ellas, mis cabellos tomaron el color de nieve. Una fuérza irresistible me impulsa a intentar la última av~ntura antes de ... Bergthora, mi fiel esposa, había abandonado la tierra hacía mucho tiempo. Mis hijos, los mayores, dejaban todos los años el hogar paterno para tomar parte en · las expediciones de Vikhing, y Thorolf crecía a ojos vistas.
DAGNv.-(Con alegría.) ¿Has traído a Thorolf? ¿ Dónde está?
ERNULF.-Allá , a bordo de mi navío. (Indica con la mano el foro derecha.) Verás un muchacho como pocos. Después de' tu marcha ha crecido mucho y es robusto y hermoso. Haremos de él uu guerrero magnífico, Sigurd. Con el tiempo se parecerá a ti .
. DAGNv.-(Sonriendo .) Veo que, ahora como antes, sigue siendo Thorolf el preferido.
IBSEN
ERNULF .-Es el menor y se parece extraordinariamente a su madre. Ahí tienes el motivo de mi preferencia .
SIGURD.-Pero, dime, ¿ el proyecto relativo a Gunnar, piensas realizarlo hoy mismo?
ERNuLF.-No hay que dejar para mañana 10 que pueda hacerse hoy. Perdonaré a Gunnar si me da una compensación razonable. Si no presta oído a mi demanda, sufrirá las consecuencias de su obstinación.
(El cam.pesino K ORE llega prec ipitadamente por la de,recha. Viste sayal gris, sombrero de fieltro y empmia un bast6n roto.)
KORE.-j Salud, guerreros! ERNuLF .-Pocos son los que se alegran cuando
tropiezan en su camino con guerreros. KORE.-Si sois hombres de honor consentiréis
en darme asilo entre vosotros. La servidumbre asalariada de Gunnar me busca para darme muerte.
ERNuLF.-¿ De Gunnar? SIGURD.-Para que sea 10 que dices, es me
nester que hayas cometido alguna acción culpable.
KORE.-He ejercitado mi derecho. Estábamos apacentando ganado, cuando los servidores de Gunnar vinieron a robarnos los bueyes más hermosos del rebaño. Uno de ellos se atrevió a llaIllJarme siervo (1). Empuñé la espada y lo maté.
(1) En la antigua Escandinavia los siervos represen, taban una casta aparte. Separados en vida de los hombres
LOS GUERREROS EN HELGELAND 183
ERNULF.-Nadie se 'atrevería a censurarte. KORE.-No es eso todo. Hoy, al amanecer, los
hombres de Gunnar se dirigieron a cercar mi casa con armas y siniestras intenciones . Tuve la suerte de ser avisado y emprendí la huída. Desgraciadamente mis enemigos me persiguen y cada minuto puede ser fatal para mí .
SIGURD.-Tus palabras me inspiran poca confianza, campesino. Conocí en otro tiempo a Gunnar como me conozco a mí mismo y sé que es incapaz de atacar sin ser provocado.
KORE .-Gunnar es aj'~no a todo esto. Tomó el camino del Sur. La culpable es Hjerdis, su esposa.
DAGNY.-j Hjerdis ! ERNULF.-(Murmurando.) No me extrañaría , KORE.-Ofrecí pagar a Gunnar la muerte del
siervo y se mostraba propicio a ~ceptar la compensación. Pero llegó Hjerdis y empezó a burlarse de su esposo de tal manera, que hizo imposible la reconciliación. Gunnar partió poco después hacia el Sur y esta mañana .. .
SIGURD.-(Mirando hacia la izquierda .) Distingo, por el camino del Norte, hombres; tal vez ' sea ...
KORE .-Es Gunnar en persona . . ERNuLF.-Tranquilízate. Yo hallaré medio de
reconci liarte.
libres, estaban excluidos en muerte del Walhalla, en que reinaban Odin y Freya y eran recog-idos por el Dios Thor, protector de la Agricultura.
lBSEN
(P or la izquierda aparecen G UNNAR y v atios servidores suyos. Viste traje de lana par'da, ca lzas de r opa burda, capuch6n azul y somorero de an ch as alas . No tiene más armas qu e W1Q deslml.)
GUNNAR.-(Dete l1i ':ndose COIl asombro e inquietud al ver las personas reu llidas.) Ernulf del Fiord ... Sí. .. es él...
ERNULF .-Como puedes ver. GUNNAR.-(Acenándose. ) Sé bienveñido a mis
posesiones, si desembarcaste en ellas con intenciones pacíficas.
ERNULF.-Si estás tú en igual disposición de . ánimo que yo, no dejaremos ni un solo momento de ser amigos.
SIGURD.-(Aéercándose.) Salud, Gunnar. GUNNAR.-(Con alegría.) i Sigurd, mi hermano
de armas! · (1.) Tu presencia aquí no me permite dudar de las intenciones pacíficas de Errtulf .. Y tú, anciano, dame la mano. No es difícil adivinar a qué inspiración obedeciste al emprender el viaje al Norte. Pensabas en Hjerdis, tu hija adoptiva, .¿ no es verdad? (2.)
(1) Los pactos entre guerreros, para convertirse en her· manos de armas, eran costumbre corriente en Escandinavia. y en los Sagas se encuentran descritas las ceremonias a 'Iue estaban sujetos. Era frecuente que un guerrero cediese su esposa o su prometida a un hermano <le armas. Esta I'raternidad de armas, que inspiró a t antos poetas, conser· vóse hasta el siglo XVII. v se cuentan casos ocurridos en la Guerra de Treinta años. .
(2) Los antiguos escandinavos confiaban muy a menudo a I!ersonas extrañas la educación de sus hijos . El padre adoptivo se llamaba Fostri y la madre adoptiva Fostra.
toS GUERREROS ÉN HÉLGELAN:b 185
ERNULF.-Ciertamente. No neecsito explicarte la injuria inferida el día en que te llevaste mi hija de I slaridia, sin pedir mi -consentimiento.
GUNNAR.-Al exi~irme. cuentas ejercitas un derecho consagrado por la costumbre. La edad madura debe reparar las faltas de la juventud. Mucho tiempo te estuve esperando, ErnuIf. y si con justa indeninización puedo obtener el olvido de mi conducta, confío en . que pronto el pasado se borre.
SIGURD.-Tal es también mi parecer. Ernulf se mostrará razonable en peticiones.
GUNNAR.-(Con ardor.) Así 10 espero, an-ciano. PorqlIe si quieres tasar a Hjerdis en su justo valor, toda mi fortuna no será suficiente.
ERNULF.-No temas; me ajustaré a los usos y costumbres. Pero hablemos de otra cosa. (Indicándole a Kore. ) ¿ Ves este hombre?
GUNNAR.-¿ El campesino Kore? (A Ernulf.) ¿ Ignoras que somos enemigos?
ERNULF.-Tus servidores se apoderaron de su ganado y el robo a mano armada simpre fué objeto de una indemnización.
GUNNAR.-La muerte igualmente: mató a un siervo.
KORE.-Que había merecido el castigo por haberme insultado.
GUNNAR.-Ya te dije que estaba dispuesto a aceptar un arreglo.
KORE.-Sí; pero Hjerdis no quiere saber na-
186 Il~SEN
da. Esta mañana, después de tu marcha, asa1t6 mi casa y ahora se me persigue para matarme.
GUNNAR.-(Con ira.) ¿ Es verdad lo que dices? Se habrá atrevido a ...
KORE.-Mis palabras dicen verdad. ERNULF .-Así el desgra-ciado campesino ha so
licitado mi ayuda, que no ha de faltarle. GUNNAR.-(Después de cort'a reflexi6n.) Tu con
ducta para conmigo fué la de un hombre de honor, Ernulf. Tengo el deber de pagarte en la misma moneda, accediendo a tu deseo. Oye, Kore, quiero considerar la desgracia que te ha ocurrido como equivalente a la muerte del siervo.
KORE .-(Ofreciendo la mano a Gunnar.) Es un trato razonable y lo acepto de todo coraz6n.
ERNULF.-¿ Y no tendrá nada más q~e temer ni de ti ni de los tuyos?
GUNNAR.-Estará en' perfecta seguridad en su casa o en cualquier otro lugar adonde se le antoje ir.
SIGURD.-(Señalando hacia la derecha .) Mirad hacia allá.
GUNNAR.-(Con disgusto.) Es Hjerdis. ERNuLF .-Seguida de servidores con armas. KORE .-Viene en mi busca.
(Aparece HJERDIS, a la que sigue un grupo de siervos con espadas y hachas. Viste de negro, traje, manto y capuch6n y lleva una javalina.)
DAGNY.-(Saliendo a su encuentro.) Salud, Hjerdis
LOS GUERREROS EN HELGELAND 187
HJERDIS.-(Con frialdad .) Gracias. Tenía poderosas razones para suponer que no ' andabas lejos. (Se aproxima echando una mirada escrutadora sobre los presentes.) Gunnar y Kope ... mi enemigo. Ernulf y sus hijos ... (No puede reprirri,i'r un movimiento de sorpresa y emoci6n al ver a Sigurd, pero se domina en seguida.) Muchos rostros 'me son conocidos; sólo me resta preguntar cuál es el que puede inspirarme confianza.
ERNULF.-Aquí sólo -hay amigos tuyos. HJERDIs.-Siendo así no te negarás a entregar
Kore a mi esposo. ERNULF.-Es inútil. GUNNAR.-Nos hemos reconcili:ado y ya somos
amigos. , HJERDIs.-(Con ironía.) ¿ Una reconciliación?
j Ah! Sí. Reconozco tu prudencia, Gunnar. Kore tuvo la suerte de encontrar amigos fuertes y numerosos que le defendieran y juzgaste más prudente... j Sí! j Sí !.,. j Comprendo!
GUNNAR.-Tus burlas no conseguirán hacerme perde~ la sangre fría. (Con energía.) Kore no tiene nada que temer de nosotros.
HJERDIs.-Muy bien; ya que te dejaste arrancar una promesa de paz, muestra que .eres hombre de palabra. '
GUNNAR.-(Con decisi6n, per@ con calma.) Es mi deber y no desmayaré.
ERNULF.--"':(A Hjerdis.) Y en el momento en que llegaste est~bamos a punto de ultimar otra reconciliación.
188 IBSEN
HJERDIS .-:-(C01l 'voz agria.) ¿ La tuya con Gunnar?
ERNULF.-Sí; por tu causa. HJERDIS.-No ignoro el objeto de \'uestras ne
gociaciones, pero has de saber una cosa, ¡oh, padre adoptivo! : que nadie podrá decir nunca qué asustaste a Gunnar desembarcando con tus guerreros en sus dominios. Estaríamos dispuestos a estrechar tu mano, en señal de reconciliación, si hubieras venido sin escolta a llamar a nuestra puerta y a pedirnos hospitalidad.
GUNNAR.-Ernulf y sus hijos no abrigan malas intenciones al desembarcar en Noruega.
HJERDIS. - Es posible, pero la opini6n 10 interpretará de otro modo. Además, Gunnar, ¿ no has probado tú mismo que no te ins¡:iraban ninguna confianoo las intenciones pacíficas de Ernulf? Al solo anuncio de la llegada al fi ord de un navío tripulado por Ernulf, ¿ no te apresuraste a enviar a tu hijo Egil al Sur?
SIGURD.-(A Gunnar.) ¿ Enviaste tu hijo al Sur?
H]ERDIS.-Sí; quería ponerle a salvo para el caso en que Ernulf nos atacase.
ERNULF.-No hay en ello motivo de burla, Hjerdis . Si, por tu causa, nuestra reconciliación no llega a verificarse, todos considerarán el acto de Gunnar como digno de un hombre previsor.
H]ERDIS;-El destino dispone de nuestra existencia . Suceda 10 que suceda, siempre preferiré
LOS GUERREROS EN HELGELAND I&)
más sucumbir que deber la vida a uu pacto cobarde.
ÚAGNY.-Sigurd ha consentido en pagar una indemnización y su fuma no ha sufrido por ello menoscabo.
HJERDIS .-Sigurd sabe mejor que nadie lo que exige el honor. .
SIGURD.-y no reconozco a nadie el derecho de recordármelo.
HJERDIs.-La fama de Sigurd está muy extendida; pero Gunnar fué el héroe de una acción brillante, que eclipsa todas ' las suyas, el día en que mató al oso blanco que gU,ardaba la puerta de mi alcoba.
GUNNAR.-(Mirando a Sigurd con intranquilidad.) Bueno; pero hablemos de otra cosa.
ERNuLF.-Hjerdis tiene razón. Jamás en Islandia se realizó una hazaña igual. ' Por eso mismo ...
SIGURD.-Por eso mismo Gunnar puede mostrarse conciliador sin que lo tachen de cobarde.
HJERDIS.-Si tiene que pagar una indemnización, también tenemos derecho a exigir otra. Gunnar, acuérdate de tu juramento.
GUNNAR.-El voto era injusto. Supongo que no pensarás en obligarme a qu~ lo cumpla.
HJERDlS.-Lo cumplirás, si quieres que nos siga cobijando el mismo techo. No olvides, Ernulf, que si tienes derecho a una reparación por el rapto de tu hija adoptiva, Jekul, mi padre, mu-
190 l'.ISEN
no a tus manos y te apoderaste de sus bienes. También nosotros pedimos justicia .
ERNu LF.-Jekul cayó en duelo leal (1). Tu familia me había causado un grave perjuicio al en'Yiarte, bajo nombre falso, a Islandia, y al hacer que te criara como hija propia .
HJERDIS.-Fué para ti honor, y no carga, servir de padre adoptivo a la hija de Jekul.
ERNuLF.-De todos modos, 10 cierto es que el tal regalo me ocasionó una serie de disgustos que . . .
HJERDIS.-Y puedes esperar otros más graves sí. ..
ERNULF .-No he venido aquí a charlar con mujeres. He aquí, Gunnar, mi última pregunta: ¿ estás dispuesto a concederme una reparación por el rapto de Hjerdis?
HJERDIS.-(A Gunnar.) Recuerda lo que prometiste.
GUNNAR.-(A Ernulf.) Ya 10 oyes, formulé un .: uramento y mi deber ...
ERNULF.-¡ Basta! (Con ira.) Nadie podrá decir que pagué una indemnización por haber dado muerte al contrario en desafío leal.
HJERDIs.-(Con . voz fuerte.) En tal caso, te 3esafiamos a ti y a los tuyos .
ERNuLF .-( Con c6lera creciente.) Y, ¿ quién de
(1) La palabra noruega H olmgand no corresponde exac· tamente a la castellana duelo. Literalmente ~uiere riecir : encuentro en una isla. Los guerreros escaDdiDavos solían elegi~ islas ~.partadas para sus combates singulares. Los Sagas y los Eddas relatan muchos combates fam080s
LOS GUERREROS EN HELGELAND 191
vosotros tiene derecho para pe~irme reparaci6n por la muerte de Jekul? ¿ Dónue están sus parientes? Según 'mis noticias, ninguno vive. ¡ Que se presente su vengador legal!
HJERDls.-Gunnar puede reivindicar tal título como representante de mis derechos.
ERNULF.-¡ Gunnar! Si hubieras pedido, antes de seguirle, permiso a tu padre adoptivo o si éste hubiera obtenido reparación del rapto, entonces, con arreglo a la ley, tendría el derecho de ejercer represalias. Pero en el estado actual de las cosas .. .
DAGNY.-(Angustiosa y suplicante.) ¡ Padre mío! ¡ Padre mío!
SIGURD.-(Interviniendo bruscamente.) No acabes.
ERNuLF.-(Elevando la voz.) Sí; puedo decirlo en voz alta. La mujer que huye en brazos de un raptor es , indigna de ser considerada como mujer legítima.
GUNNAR.-(Con energía.) ¿ Ernulf! HJERDls.-{Gritando desaforadamente.) Me in
sultan y me arr~stran por el lodo. (Con voz temblorosa por la emocWn.) Esta palabra te costará cara.
ERNuLF.-Una mujer rap~a no es más que una cortesana: así 10 establecen la ley y la costumbre. Puedes poner fin a tu situación deshonrosa, pero para conseguirlo debes . ..
H]ERDls.-(Conteniéndose.) No necesito que tus consejos guíen mi conducta. Sea. No soy más que
IBSEN
la querida de Gunnar. Le queda el recurso de honrarse con una hazaii.a t al , que mi condición deje de ser una infamia para mÍ. Y por 10 que a ti respecta, Ernulf, nunca te ' diré bastantes veces que te pongas en guardia. Nuestros caminos se separan en adelante para siempre. Nunca cesará mi odio para ti y los tuyos; no envainaremos la espada mientras nuestros amigos tengan fuerzas para empuii.arla. Perseguiremos con encarnizamiento tu vida y la de otros . (E cha a K ore una mirada l/ella de odio . ) i Kore! ¡Ah! i Ya sé! Ernulf se convirtió en tu aliado y ahora nosotros hemos dejado de ser enemigos. Pero sigue mi ·consejo : retarda 10 que puedas el momento de regresar a tu casa. Tu víctima deja amigos que pueden caer en la tentación de ... Te he indicado el peligro; procura evitarlo. Ven, Gunnar. Va a empezar para nosotros la velada de las armas. En Islandia fuíste héroe de una acción memorable; reúne todo tu valor y toda tu energía y prepárate a hazañas más brillantes si no quieres que . .. tu querida ... tenga que avergonzarse por ti y por mÍ.
GUNNAR.-Vuelve en ti, Hjerdis. Tus propósitos son jnjustos.
DAGNY.-(Suplicante.) ¡Quédate! ¡Quédate, hermana adoptiv~! Yo me encargaré de h!lcer volver mi padre a la razón .
HJERDIs.-(Sin eswchar.) ¡Vámonos! i Vámonos ! Nunca se me ocurrió que mi vida pudiera ser la de una miserable cortesana; pero si he de soportar un día más esta existencia y este oprq-
LOS GUERREROS EN HELGELAND 193
bio, mi marido debe honrar su nombre con una hazaña capaz de eclipsar la gloria de todos los de
- más. (Váse por la derecha.) GUNNAR.-(Con emoción.) Prométeme umi. cosa,
Sigurd : concédeme una entrevista antes de abandQnar el país . (Se dirige a la derecha, seguido por los suyos. La tempestad se ha calmado durante esta escena y el sol de mediodía aparece por encima del horizonte, semejante a un disco rojo.)
ERNULF.-(En tono amenazador.) Te costará cara tu conducta, hija adoptiva.
DAGNY.-¡ Padre mío! ¡ Padre mío! Supongo que no abrigas ningún mal deseo.
ERNULF.-Déjame tranquilo. A partir de hoy, Sigurd, mi odio contra Gunnar es tal, que no me he de conformar con ninguna indemnizaci6n.
SIGURD.-¿ Qué te propones? ERNULF .-No lo sé todavía. Pero se hablará
durante mucho tiempo de la visita de Ernulf del Fiord a las posesiones de Gunnar.
SIGURD.-(Con voz serena y firme.) Es posible; pero yo s610 puedo decirte una cosa : que no harás armas contra él, mientras yo viva.
ERNULF.-¿No? Y, ¿quién me 10 impedirá? SIGURD.-No lo harás,. sea el que fue:re tu de
seo. ERNULF.~(Con violencia.} Está bien. Veo que
haces causa común con mis enemigos, pero me basto yo para luchar contra todos .
SIGURD.-Oyelo bien, Ernulf. ¡ Jamás! ¡ Oye- lo. bien! ¡ Jamás amanecerá el día en que nuestras
l3,
194 IBSEN
espadas se crucen! Nos reconciliamos sin segunda intención; Dagny me es mis querida que la fama guerrera y que el oro, y nunc:! olvidaré q'ue eres su mús próximo pariente.
ERNULF.-No esperaba menos de ti, bravo Sigurdo
SIGURD.-Pero Gunnar es mi hermano de armas. Recíprocamente nos juramos paz y amistad . Juntos probamos fortuna, soportamos fatigas en los combates y di sfrutamos el placer del reposo cuando cesaba nuestra vida aventurera. Me es más querido que todos los hombres juntos. A pesar de su valor, le repugna la guerra. Nadie se atreverá a creer que me asuste la perspectiva de un combate; pero en este momento tengo un deber que cumplir: interponerme entre vosotros y conduciros a que os deis la mano. No me niegues esta alegría ...
ERNULF .-Seré el escarnio de mis compañeros de Islandia si llego con las manos vacías .
SIGURD.-Lejos de ti semejante temor. Allá abajo, en la orilla del golfo, están anclados mis dos navíos, con todos los bienes que adquirí en mi vida de rey del mar. Allí se encuentran, en revuelta confusión, muchos regalos de reyes, cofres llenos de armas magníficas y muebles de gr~n valor. Toma uno de esos navíos con 10 que contiene, considera el rapto de Hjerdis indemnizado y deja a Gunnar en paz.
ERNULF.-¿ Bravo Sigurd, consentirías en bacer semejante sacrificio por Gunnar?
LOS GUERREROS EN HELGELAND 195
SIGURD.-Cuando se trata de un amigo fiel, no hay sacrificio que pueda considerarse demasiado grande.
ERNULF .-¿ Cederías de buen grado la mitad de lo que posees?
SIGURD.-(Insis tiendo .) Toma, si quieres, cuanto poseo. Toma, si quieres, los dos navíos con su cargamento. Yo me resigno a acompañarte a Islandia: a ser, ent~e tus guerreros, el más pobre y el más miserable . Lo que ahora cedo, un azar afortunado puede devolvérmelo; pero si haces armas contra GUl1nar, no existirá en adelante felicidad para mí. Ernulf, ¿ qué respondes?
ERNULF.-(Ref lexionando.) Dos hermosos navÍos . .. armas . . , muebles . " la abundancia de la fortuna no viene nunca mal.., (Con vehemencia.) ¡ No! ¡ No! ¡ Hjerdis me provocó! Cometería una acción villana aceptando 10 que te pertenec,e .
SIGURD.-¡ Una palabra! ¡ Oye! ERNULF.-j No! Debo hacer triunfar mi den:
cho. La muerte decidirá entre nosotros. K ORE.-(Apmximándose.) El consejo de Sigurd
es el de un amigo; pero si no quieres perder tiempo y trabajo, sigue mejor mi consejo. Renuncia a toda esperanza de indemnización, mientras Hjerdis esté al lado de su' esposo para influir en su conduda. Por el contrario, te aseguro pronta y completa venganza, si quieres escucharme.
ERNULF.-¿ Pronta y completa venganza? ¿ Qué quieres aconsejarme?
SIGURD.-¡ Alguna infamia!
IBSEN
DAGNV.-(.4 Enllllf.) j No le escuches! KORE.-Hjerdis me ha colocado entre la espada
y la pared. Toda astucia le parecerá buena con tal de atentar contra mi vida. Si me prometes ayuda y apoyo, invadiré esta noche el castillo de Gunnar y 10 reduciré a cenizas. ¿ Te gusta mi plan?
SIGURD.-j Miserable! ERNULF.-¿ Si me gusta? ¿ Sabes, Kore, 10 que
me gustaría más ? (Co n voz de true1lo.) Cortarte las orejas y la nariz, j pillo infame! Poco conoces al viejo Ernulf, si le crees capaz de semejante desafuero.
KORE.-(Que ha retrocedido algunos pasos.) ¿ Quieres tratar con miramientos a Gunnar? Muy bien : él tomará la delantera.
ERNULF.-Tengo puños y armas para impedírselo.
KORE.-Está bien; puesto que es preciso, ya procuraré defenderme como pueda. Pero vuestra magnanimidad os ha de costar cara. Conozco a Hjerdis y sabrá encontrar el medio de aniquilaros. , (Se ale/a en direcci6n al mar.)
DARNy.-No aspira más que a vengarse. Nuestro deber, Sigurd, es impedirlo.
ERNULF.-(Con mal humor.) Deja que haga lú que le parezca. Hjerdis no es digna de mejor suerte.
DAGNY.-Tu corazón desmiente las palabras crueles. No puedes olvidar que creció en nuestra casa.
ERNULF.-j Maldito sea el día en que recibió
I.OS GUERREROS EN HEI.GEI.AND 197
hospitalidad en mi casa! Desde entonces comenz6 a cumplirse la profecía de Jekul.
SIGuÍm.-¿ De Jekul? ERNUI.F.-Sí; de Jekul, su padre. En el mo
mento en que le daba el golpe de muerte, se dej6 caer sobre el césped, fijó sus ojos en mí e improvisó estos versos : «Los hijos de Jekul vengarán la muerte de su padre. Seguirán siempre y a todas partes los pasos del enemigo, le disputarán su presa y le harán pagar cara la posesión del tesoro robado.» Cuando hubo acabado, guard6 ' un instante silencio, soltó una -carcajada y lanzó el último suspiro (1).
SIGURD.-No te preocupes ahora por semejante superstición.
ERNULF.-j Ah! ¿ Quién puede saber? Una leyenda, digna de fe, cuenta que J ekul hizo comer a sus hijos corazón de lobo para comunicarles la ferocidad de este animal. Hjerdis no fué olvidada en el reparto. Basta, para convencerse, ' mirarla. (Su mirada se dirige hacia al derecha y exclama con asombro:) j Gunnar! j Voy a encontrarme ot~a vez frente a frente de él!
(Entra GUNNAR.) GUNNAR.-Sí, Ernulf,piensa de mí 10 que quie
ras; pero no podemos separarnos como enemigos . ERNUI.F .-¿ Qué intentas?
(I) En lo.s leyendas escat-.dinavas es corriente ::ncolitr~1 ejeml':os de héroes que mueren cantando y riendo. El mis· ola Ernlllf. ea la primera ('~cena de este (!rama. al sel herid S y ú sarmado por Sigurd canta en verso d vig(JT de éste.
198 IBSEN
GUNNAR.-Darte la mano en sefíal de paz, antes de tu partida. Escuchadme todos. Os invito a que me acompaiiéis y a que seáis mis huéspedes el tiempo que queráis. En mi castillo encontraréis 10 necesario para reparar fuerzas por el sueiio y por la alimentación . Y ni hoy ni nunca se volverá a aludir a nuestra disputa.
SIG URD.-Pero . .. ¿ Hjerdis? GUNNAR.-Hjerdis accede a mi deseo. Recobró
la calma mientras nos dirigíamos al castillo, y cree posible una reconciliación si consentís en ser nuestros huéspedes .
DACNY.-j Que así sea! SICuRD.-(lndeciso.) No sé, sin embargo, si ... DACNY.-Gunnar es tu hermano de armas . Me
equiv.ocaría mucho si te negaras . GUNNAR.-(A S,:gurd.) Después de haber' sido
mi fiel compañero en tantas avent'uras no desmen. tirás hoy nuestra amistad.
DACNY.-Y no es posible abandonar el país, dejando el odio en el corazón de Hjerdis.
GUNNAR.-Me reconozco culpable de una grave ofensa respecto a Ernulf, j- me será imposible dormir tranq'.::~ :: !!'lentras no haya obtenido su perdón.
SICURD.-(Con decisi6n. repentina.) Haré cuanto pueda por serte útil, pero no me pidas que permanezca aquí más tiempo. (Disimulando.) Soy vasallo del rey Edhelstan y debo regresar a su lado antes del invierno.
LOS GUERREROS EN HELGELAND 199
DAGNy.-Pero esto no te impide aceptar el ofrecimiento de Gunnar.
GUNNAR.-Nadie puede leer, en el porvenir, el destino que le espera. Este encuentro tal vez' sea el último de nuestra vida. Acaso te arrepientas de haber. permanecido sordo a mis ruegos.
DAGNy.-En mucho tiempo no volverás a verme alegre si persistes en parfir hoy mismo.
SIGURD.-j Sea! Aécedo a vuestros ruegos: la suerte está echada. Esta es mi mano, me quedo y
acepto tu hospitalidad y la de Hjerdis. GUNNAR.-(Cogiéndole la mano y apretándola
calurosamente.) ¡Gracias! j Sigurd! j Estaba seguro! Y tú, Ernulf, ¿ aceptas igualmente?
ERNuLF.-(Con acento dolorido.) Hjerdis me ha herido hondamente. Me es imposible dar respuesta ahora mismo.
GUNNAR.-j Sí! j Sí! j Viejo guerrero! Sigurd y Dagny sabrán serenar tu frente. Os dejo para disponer los preparativos del festín. La paz sea con vosotros, mientras espero tener· el placer de saludaros en mi casa . (Sale por la derecha.) SIGURD.-(Hablal~do consigo mismo.) Dice que
Hjerdis ha cambiado de idea . Poco la conoce si cree que es posible. Más bien estoy dispuesto a pensar que sueña con. . . (Se interrumpe bruscamente y dice a los suyos :) Y ahora, a los navíos. Vamos a elegir ricos. presentes para Gunnar. y para los suyos.
DAGNy.-Apartemos para ellos cuanto tengamos de más precioso. Y tú, padre mío, no tendrás
~oo IBSEN
paz ni reposo si no te decides a seguirnos. (Se 'Vil
con Sigurd y con sus guerreros en direcci6n al mar.)
ERN ULF.-j Unirme a ellos! Lo haría ciertamente si en casa de Gunnar no hubiera de encontrar más que hombres. j Ah! ¿ Quién me indicarú el medio de llegar a su corazón?
(THOROLF enlra bruscamente en escena.) ERN ULF .-¿Tú aquÍ, Thoro1f? THOROLF.-Ya 10 ves : vengo a preguntarte si
es cierto el rumor de tu encuentro con Gunnar. ERNULF.-Es verdad. THOROLF .-Y, ¿ has luchado contra él? ERNULF .-Por 10 menos, contra Hjerdis. THOROLF.-Pues bien, alégrate. Tu venganza
será pronto completa . ERNULF.-¿ Mi venganza? ¿ Quién se ha encar
gado? THORoLF.-Verás . Estaba a bordo del navío
cuando vi venir un hombre con un bastón en la mano y, gritando a voz en cuello; me dijo: «¿ Perteneces al navío de Emulf? Pues bien, sa1údale de parte del campesino Kore y dile que estoy a punto de asegurar nuestra común venganza.» Después saltó a una barca, y alejándose gritó: «Veinte proscritos están ahora reunidos en la orilla del fiordo Con ellos ganaré la costa del Sur, y antes de que acabe el día, Hjerdis DO tendrá hijo de qué enorgullect rse. D
~RNULF .-¿ Dijo estas palabras? j Ah! j Ahora
LOS GUERREROS EN HELGELAND 201
comprendo! Gunnar quiso poner su hijo a salvo del campesino Kore.
THOiwLF.- Y en este momento, Kore se lanza en· persecución del hijo con la firme intención de matarle.
ERNULF .-(En tono brusco y decidido.) Hay que arrancarle la presa.
THOROLF .-¿ Qué piensas ' hacer? ERNu LF.-Ya 10 verás. No dejaré a Kore rea
lizar una venganza que me pertenece. THORoLF.-Te acompaño. ERNULF.- No; acompaña a Sigurd y a tu her
mana a casa de Gunnar. THOROLF.-¿ Está en el país? ERNULF.-Aquellos son sus navíos . Hicimos la
paz. El te acompañará. THOROLF .-¿ Al lado de tus enemigos? ERNULF .-Piensa sólo que vas a un banquete.
Hjerdis debe comenzar a conocer al viejo Ernulf. No hables a nadie de lo que proyecto. ¿ Me entiendes?
THOROLF.- Te lo prometo. ERNULF.-(Cogiéndole la mano y fijando en él
una mirada llena de ternura .) Adiós, mi hombrecito valiente! En casa de tus huéspedes usa comedimiento cortés y procura honrar el nombre de tu padre. Evita las palabras ociosas; por el contrario, haz que cada palabra sea cortante como hoja de acero. Responde a las atenciones con deferencia y amabilidad, pero no temas contestar a las injurias. No bebas más ' que 10 que puedas resistir,
202 IBSEN
pero no rechaces el jarro cuando te llegue el momento de vaciarlo, para que no puedan motejarte de afeminado.
THOROLF .-No; puedes estar tranquilo. ERNULF.-Ponte en camino para el festín. Tam
bién yo iré; sólo que mi llegada sorprenderá a los invitados. (Con voz alegre, dirigiéndose a los demás.) j Adelante, rebaño de lobos! j Aguzad los dientes! j Pronto apagaréis vuestra sed en sangre!
(V áse con sus hijos por el foro derecha. SIGURD y DAGNY, CQn espléndidos trajes de fiesta, se acercan viniendo de la orilla. Dos hombres que les siguen, se alejan, después de dejar un cofre en tierra.)
THOROLF .-(Siguiendo a su padre con la vista.) j Parten todos al combate y no me permiten que les acompañe! j Qué triste es ser el hermano menor! ¡Salud, Dagny, mi querida hermana!
DAGNY.-j Thor01f! j Por las Potencias celestiales! j Cuánto has crecido!
THoRoLF.-Ciertamente. N0 era para menos en cinco años ...
DAGNV.-Sí; tienes razón. SIGURD.-(Tendiéndole la mano.) O mucho me
equivoco o Ernulf tendrá en tí un digno heredero ... THOROLF .-Si quisiera ponerme a F!"!!~ba ... DAGNv.-(Sonriendo.) Pero vela por tu vida más
de lo que tú quisieras. Recuerdo su excesivo cariño hacia tí.
SIGURD.-¿ D6nde está? THOROLF.-Fué a su navío. Más tarde vendrá.
I LOS GUERREROS EN HELGELAND 203
SrGuRD.-Espero a mis hombres que· han de traer regalos y que han de poner mis navíos e~ seguridad . _
THoRoLF.-Voy a ayudarles . (Váse hacia la orilla.)
SrGURD.-(Después de corta reflexión.) Dagny, esposa mía, ahora que estamos solos, quiero confiarte algo que no puedo ocultar más tiempo.
DAGNY.-(Con asombro.) ¿ Qué es? SrGuRD.-Nuestra visita al castillo de Gunnar
puede dar ocasión a un gran peligro. DAGNY.-¿ Un peligro? ¿ Imaginas que Gun
nar? . . SrGuRD.-Nadie tiene derecho a dudar de su
valor y de la nobleza de su carácter. i No! Pero hubiera preferido embarcarme sin haber aceptado su invitación.
DAGNY.-Me asustas, Sigurd... ¿ Qué debo pensar?
SrGURD.--Contesta antes a mi pregunta. ¿ Dón_ de está el brazalete de oro que te regalé en otro tiempo?
DAGNY.-(Ensefiándoselo.) En mi brazo. Me ordenaste que 10 llevara,.
SrGuRD.-Arrójalo al fondo del mar o a un abismo tan profundo que nadie pueda volver a encontrarlo. Va en ello la vida de muchos hombres.
DAGNY.-i Mi brazalete! SIGURD. (Con voz apagada.) ¿ Te acuerdas de
la noche famosa en que se afectuó en casa de tu padre el rapto de las hijas?
20 4 IBSEN
D .'\GNY.-j Que si me acuerdo! SIGURD.-De esto quiero hablarte. DAGNY.-¿ Cómo? ¡Explícate! SIGURD .-Aquella noche se celebraba uná tiesta.
Tú, temprano, abandonaste la concurrencia y te retiraste a descansar a tu aposento; pero Hjerdis permaneció en compai1ía de los guerreros y se sentó a la mesa del festín . Los jarros circulaban rápidamente y los convidados formulaban toda clase de votos temerarios. Yo juré llevarme de Islandia una noble y hermosa mujer. Gunnar hiw el mismo juramento y Fasó la copa a Hjerdis. Esta la levantó en alto y, en pie, dominando a toda la mesa con su mirada, juró que ningún guerrero llegaría a ser su esposo, si no la raptaba después de haber dado muerte al oso blanco que guardaba la puerta de su aposento.
DAGNY.-Sí; lo sé. SIGURD.-Los concurrentes declararon por una
nimidad que la hazaña era irrealizable, porque el oso blanco poseía la fuerza de veinte hombres y s610 Hjerdis podía acercársele.
DAGNY.-Pero Gunnar consiguió matarle y esta hazaña hizo su nombre famoso en todo el mundo.
SIGURD.-(Con voz apagada.} ¡Sí! ¡Sí! Pero yo fuí el autor.
DAGNY.-(Con asombro.} ¿ Tú? SIGURD.-Cuando los compañeros abandonaron
la sala del banquete, Gunnar me rog6 que le siguiera a nuestro aposento: quería hablarme en secreto. aHjerdis, me dijo, es para mí más precia-
LOS GUERREROS EN HELGELAND 205
da que todas las mujeres juntas y no podría vivir sin ella .• Yo le contesté: aSiendo así, y como sabes el precio de su mano, procura penetrar en su aposento.» Pero él me replicó : aQuien ansía el amor de una mujer no debe jugarse la vida, porque tiene pocas probalidades de triunfar. Al luchar contra el oso me expongo a perder la vida y a Hjerdis.D Nuestra conversación fué muy . larga aquella noche. Por fin, decidimos que Gunnar preparase el navío para partir. "2' yo me vestí con el traje de mi compañero, <:eñí la espada y . me dirigí al aposento de Hjerdis.
DAGNY.-(Con orgullo y con alegría.) Y ¿ fuiste tú el vencedor del oso?
SIGURD.-Sí. Reinaba en el aposento la oscuridad más completa: parecía que nos rodeaba una muralla infranqueable de cuervos. Hjerdis creyó tener a su lado a Gunnar. El hidromel del festín se le había subido a la cabeza. Se quitó el 'brazalete y me lo dió : es el que tú llevas.
DAGNY.-(Con temor.) Y ¿ permaneciste toda la noche en la alcoba de Hjerdis ?
SIGURD.-Entre nosotros estaba la espada desnuda. (Pausa.) Antes de amanecer llevé a Hjerdis al navío de Gunnar. Mi compañero tenía su navío con las velas preparadas y pudo huir antes de que nadie advirtiese nuestro subterfugio. Entonces me dirigí a tu akoba y te arranqué del lado de tus doncellas. El resto, ya 10 sabes. Cumplí mi juramento Uevándome,. al abandonar Islandia, la mujer
206 IBSEN
valerosa que había de ser después fiel compañera de aventuras y peligros.
DAGNv.-(Con gran entusias!1w.) i Mi noble esposo! ¿ Tú eres el héroe de tal hazaña? i Ah ! i Hubiera debido imaginármelo! Sólo Sigurd era capaz de realizarla . Pudiste conquistar a Hjerdis, la hermosa y altiva mujer, y, sin embargo, me elegiste a mí. Si no fueras ya 10 que más quiero en el mundo, te querría diez veces más de lo que te quiero .
SIGURD.-Dagny , mi excelente esposa ¿ comprendes ahora lo que hay que hacer? Tuve que prevenirte, porque tu brazalete. .. no debe caer jamás ante la vista de Hjerdis. Si quieres serme grata arrójalo a las profundidades del mar.
DAGNy.-No, Sigurd, vale demasiado para mí. . i Imagínalo! i Un regalo tuyo! Pero, tranqui1ízate; 10 ocultaré cuidadosamente a la vista de todos, y lo que acabas de decirme quedará eternamente secreto entre nosotros.
(THoRoLF llega de la orilla donde están anclados los navíos, seguido de los hombres de Sigurd.)
THoRoLF.-Todo está preparado para ir al festín.
DAGNy.-Ven, Sigurd, noble y valeroso héroe. SIGURD.-Calma, Dagny, calma. En tus manos
está la vida de muchos hombres. De· tí depende que el festín termine con sangre o no. (Con energía, a los delltás.) Y ahora en marcha, al castillo de Gunnar y al festín . (Se dirigen a la derecha.)
TELÓN
ACTO SEGUNDO
Sa16n de fiestas del Castillo de Gunnar Al foro, en el centro, puerta de salida. A derecha e izquierda del foro dos puertas de menor e1evaci6n~ En primer término, a la izquierda, gran asiento de honor; enfrente, también en primer término, otro más bajo. En el centro, brasero encendido. Desde los dos asi~ntos de primer término al foro, mesás rodeadas de bancos. La oscuridad más completa reina fuera . La llama del brasero se refleja en el suelo.
HJERDIS y DAGNY llegan por la puerta de la derecha.)
DAGNY.-No, Hjerdis; no puedo comprenderte. Acabas de enseñarme el castillo y me vería ttlU.\' apurada para decir 10 que falta en él. Todo cuanto posees es bello y lujoso. ¿ Por qué te quejas?
HJERDIs.-Encierra al águila en ' una jaula y morderá los barrotes sin preocuparse si son de hierro o de oro.
DAGNY.-Y una cosa te envidio francamente: tienes un hijo, tu Egil.
HJERDIS.-Más vale no tener descendencia que ser madre de un hijo ilegítimo.
DAGNY.-¿ Ilegítimo?
208 IBSEN
HJERDIS.-¿ Olvidaste lo que dijo tu padre? Egil es bastardo; tal es la expresión que empleó.
DAGNY.-Son palabras de hombre arrebatado por la cólera. ¿ Cómo pueden preocuparte?
H]ERDIS.-Sí; Ernulf tenía razón . Egil es raquítico. Se conoce a simple vista que no es de raza libre.
DAGNY.-Hjerdis ¿ qué dices? HJERDIs.-(Sin prestarle atenci6n.) Es necesa
rio que lave esta vergüenza con 'sangre como se lava la mordedura venenosa de la serpiente. Los hijos legítimos de los héroes están fundidos en otro crisol que Egil. ¿ Recuerdas la historia de aquella reina que cosió a su hijo en el traje que llevaba, sin que el niño pestañeara? (Con ex presi6n de crueldad.) Dagny, quiero hacer el mismo experimento con Egil.
DAr.N y .-(Indignada.) j Hjerdis! j Hjerdis! HJERDIs .-(Riendo.) j Ja! j Ja! ¿ Vas a imagi
nar por ventura que hablo seriamente? (Cambiando de tono .) No 10 creas, si no quieres, pera a veces se me ocurre realizar tamañas acciones. Debe estar en mi sangre, porque desciendo de una raza de jotUllS (1), si la leyenda no mÍente. Siéntate, Dagny. Has viajado mucho en cinco años. Y, dime ¿ recibiste alguna vez hospitalidad de algún rey?
(1) jotuns, gigantes de la mitología escandinava que habitan la jotunheim, inmenso reino subterráneo f<,,-ieado :le montañas de hielos perpétuos. Su reyes Utg,arda L .oltl!, el Plut6n del N.orte., .
LOS GUERREROS EN HELGELAND 209
DAGNY.-Varias veces, y en particular la de Ethelstan, durante mi permanencia en Inglaterra.
HJERDIS.-¿ Y en todas partes te guardaron consideraciones? ¿ Te reservaron puestos de honor?
DAGNy.-Natura1mente .. La esposa de Sigurd ... HJERDIs.-¡ienes ra7lón : Sigurd tiene glI.'an
fama, pero es menor que la de Gunnar. DAGNY.-¿ Que ia de Gunnar? HJERDIS.-Mi esposo es el héroe de una hazaña
ante la cual retrocedió el tuyo. Pero hablemos de otra cosa .. . Dime, tú que has sido muchas V'.!".:es compaflera de Sigurd en sus expediciones de Vikings, cuando oías la música salvaje de las artmls que chocaban entre sí y veías la sangre enrojecer el puente del navío ¿ no sentías en tu alma un irresistible deseo de combatir en medio de los hombres? ¿ No querías entonces vestirte el traje de guerra y arrojarte en medio de la lucha, espada en mano?
DAGNY .-i Jamás! ¿ Cómo piensas tú? ¿ Una mujer?
HJERDIS.-¡ Un~ mujer! ¡ Una mujer! Nadie sabe de lo que es capaz nuestro sexo cuando llega el momento. Pero al menos podrás informarme sobre un punto que seguram~nte conocerás a fon- \ do. Dime .. . cuando una mujer r~cibe el abrazo ardiente d~ un hombre que la ama ¿ es verdad que la sangre hierve en las venas, que el pecho se llena de suspiros, que todos sus sentidos se extremecen con voluptuosidad salvaje?
14
210 IBSEN
DAGNV.-(Ruborizándose. ) Hjerdis ¡ que pre-gunta!
H]ERDIs.-Contesta . DAGNV.-Tú lo sabrás por experiencia. H]ERDIS .-Sí; una vez ... una sola ... la noche
famosa en que Gunnar penetró en mi alcoba; me estrechó en sus brazos con una fuetza tal, que su cota de malla se rompió . . . y entonces .. . ente ,nces ...
DAGNv.-(Gritanda.) ¿ Quién? ¿ Sigurd ? HJERDIS.-¿ Sigurd? ¿ Quién habla de Sigurd?
Pronuncié el nombre de Gunnar. La famosa noche. . . ¿ no te acuerdas? .. la del rapto.
DAGNv.-(Dominándose.) ¡ Ah! Sí; me acuerdo ... ya sé ...
H]ERDIS.-Fué la única vez . Después .. . nunca ... nunca más. He llegado a pensar que debía desprenderse de mi persona un poderío mágico para que Gunnar pudiera estrechar una mujer así entre sus brazos . (Se detiene mirando a Dagny.) ¿ Estás mala? ¿ Cambias de color?
DAGNv.-No hagas caso. No es nada. HJERDIs .-(Sin preocuparse de ella .) No; mi
vocación 'era seguir a los guerreros en sus alegres expediciones. Hubiera sido preferible para mí y tal vez para todos nosotros. Mi vida hubiera sido digna y noblemente empleada. ¿ No te asombra, Dagny, encontrarme viva todavííl? ¿ No temblarías ante la idea de permanecer sola conmigo en este apo·· sento, en medio de las sombras de la noche? ¿ No te imaginas involuntariamente que he muerto hace
LOS GUERREROS EN HELGELAND 2II
muchos años y que tienes delante de tí un espectro?
DAGNy.-(Que empieza a sentir cierta inquietud.) ¡Ve! Vamos a reunirnps a los demás.
FlJERDIS.,-(Cogiéndola por el brazo.) ¡No! i Quédate! ¿ Comprendes, Dagny, que pueda seguir viviendo aquí un ser humano . después de haber pasado cinco noches interminables?
DAGNY.-¿ Qué q'uieres decir·? HJERDIs .-Cada noche, en nuestro Norte, tie
ne la longitud de un invierno. (Con voz áspera,· cambiando bruscamente de tono.) Desde otros puntos de vista todo justifica la admiración. Verás espectáculos ante tí que jamás te ofrecieron· los palacios reales de Inglaterra. Mientras dure tu permanencia aquí, seremos inseparables como hermanas. Cuando la tempestad emriece a rugir, descenderemos a la orilla del mar. Verás las olas romperse contra las olas semejantes a caballos salvajes que dejan flotar al viento sus crines de nieve. Verás . a las ballenas que surcan los mares a lo lejos chocar entre sí, ante tus ojos, como guerreros, cubiertos de corazas y ae bardas de acero. ¡Oh! i Qué feliz sería si pudiera, amazona atrevida de un monstruo del mar, ejercer poderlo de sirena · sobre los navíos que cruzan los mares, promover tempestades, adormecer a los marinos con mágicos encantamientos y sepultarle.li en lo infinito del abismo!
DAGNY.-j Oh! IIjerdis ¿ cómo puedes decir tales cosas?
212 IBSEN
HJER DIS.-¿ Sabes encantos maglCos, Dagny ? DAGNV.-(COI1 horror.) ¿ Yo? HJERDIS.- Sí ; tú . ¿ Qué hici ste, pues, para
hechizar a Sigurd? D AGN\".-Tus palabras son odiosas. Me voy. HJERDls.-(Delell iéll do la.) Fué broma Déjame
continuar. Por la noche, sentadas junto a la ventana, escucharemos salir del fondo de los navíos sumergidos los gritos de los espectros quejumbrosos y veremos desfilar ante nos~tros la carrera infernal de los que no son y a, porque una de las etapas de su viaje es nuestro país del Norte . Podrás contemplar esforzados guerreros que sucumbieron en el fragor de la batalla y valerosas mujeres que no consumieron, como tú y como yo , su existencia en inacción vergonzosa . Cuando ruja la tormenta contemplarás los muertos que rasgan los aires al galope tendido de sus caballos negros; oirás resonar el acero de sus armaduras . (A rrojá11-dale los brazos al cuello y atrayéndola violentamente hacia sí .) i Ah! i Imagínalo bien, Dagny! i Hacer el último viaje a caballo del corcel brioso de la muerte!
D AGNy .-(Desprendiéndose del abrazo.) i Hjerdis! i Hjerdis! No quiero escucharte más tiempo.
HJERDlS .-(Riéndose .) Eres débil de espíritu y cualquier cosa te asusta.
(Entran por el foro GUNNAR, SIGURD y THO
ROLF.)
GUNNAR.-Verdaderamente, mi suerte es digna de env·idia. He vuelto a encontrar a Sigurd, mi
LOS GUERREROS EN HELGELAND 213
valeroso ·hermano de armas, fiel como en tiempos pasados; el hijo de Ernulf está bajo mi techo y el viejo guerrero se dispone también a venir ¿ no es verdad?
THOROLF.-Lo ha prometido. GUNNAR.-Una sola cosa falta a mi felicidad: la
presencia de mi hijo Egil. THORoLF.-Debe ocupar un sitio preferente en
tu corazón, porque hablas de él muy a menudo. GUNNAR.-Sí; es mi hijo úni~o y me hago la
ilusión de verle ya hecho un joven gallardo y hermoso.
HJERDIs.-Desgraciadamente, no tiene aspecto guerrero.
GUNNAR.-Tal vez} pero por ahora nada te autoriza para hacer semejante suposición.
SIGURD.-Pero ¿ por qué le enviaste lejos? GUNNAR.-Supongamos que no hice nada. (En
voz baja.) ¿ No ignoras, Sigurd, que el hombre cuyos pensamientos están dominados por un solo afecto se expone a perder la energía viril? (En
voz alta.) No podía contar para defender mi casa más que con un número reducido de personas y nadie se hubiera atrevido a garantizar su propia vida. Circulaba la noticia de que había fondeado en el fiord el navío de Ernulf.
HJERDIs.-Hay algo que el hombre de corazón debe poner en salvo antes que su vida.
THOROLF.-¿ Y es? HJERDIS.-EI honor y la fama de que goza entre
sus iguales.
2 14 IBSEN
GUNNAR.-Hjerdis ... SIGURD.-Nadie dirá que al obrar Gunnar como
lo hizo, dejó de ser digno de consideración. GUNNAR.-(Con voz severa .) No conseguirás
excitarme contra la familia Ernulf. HJERDIs .-(Sonriendo.) Dime, Sigurd ¿ tu navío
puede hacerse a la veja en todo tiempo? SIGUR D.-Sí; siempre que se le dirija con ha
bilidad . HJERDIS.-Yo también sabré manejar el timón
con mano hábil hasta llegar al puerto" (Se levanta y se retira al fondo.)
DAGNv.-(En voz baja, con inquietNd.) Sigurd, partamos esta noche misma. .. . I
SIGURD.-Es demasiado tarde.. . tú mIsma fuiste .. . D~GNv.-Sel1tía entonces · afecto por Hjerdis;
pero ahora. .. ha dicho una palabra que me hace estremecer cada vez que la recuerdo.
(Los guerreros de Sigurd y otros huéspedes de ambos sexos entran en la sala, seguidos de servidores JI criados . .)
GUNNAR. - (D esp ués de brevé pausa, durante la cual se cambian saludos· mutuos entre los recién llegados .) Ahora, sentémonos a la mesa del festín. Ernulf del Fiord, mi ilustre huéspea, no tardará en llegar. Así me lo ha prometido Thorolf.
HJERDIS.-(A los sirvientes.) i Que circulen la cerveza y el hidromel para que desaten las lenguas y reine la alegría!
(Gu.nnar ocupa el asiento de honor, teniendo '
LOS GUERltEROS EN HELGELAND 215
a su derecha a Sigurd ya DagnY. Enfrente de Gunnar, al otro lado de la mesa, se sienta Thorolfy a su 'lado Hjerdis. Los demás invitados ocupan los otros puestos de la mesa.)
HJERDIs.-(Después de una pausa, durante la cual los invitado$ hablan y beben.) Es rara fortuna encontrar reunidos tantos guerreros valerosos como se congregan esta noche en el salón. Y me parece que es oportuno resucitar una costumbre antigua : que los guerreros hagan el relato de sus hazañas y que la concurrencia proclame cuál es el primero entre todos.
GUNNAR.-T:al costumbre no me párece apropósito para un festín; a menudo sobrevienen riñas.
HJERDIS.-No me atrevo a pensar que Gunnar tema la comparación.
SIGURD.-Nadie puede imaginárselo; pero estamos aquí reunidos en número c01!siderable Y el relato ·de nuestras hazañas se haría interminable. Cuéntanos más bien, Gunnar, tu viaje a Biarmie (1). Magnífic:a empresa fué llegar tan lejos nacía el Norte y te escucharemos de buena gana.
HJERDIs.-Esta exploración puede a 10 sumo honrar a un marino, pero no es apropósito para ser contada en una reunión. Tú, Sigurd, tienes la
(1) Con el nombre de Biarmie se designaban los terri· torios situados a orillas Gel mar Blanco y del Oceano Gla· : ial, babitados por poblaciones de raza finesa. Los escan· dinavos hadan frecuentes excursiones pacíficas o guerrera! a aquellos lugares.
::uó IBSEN
palabra. Cuéntanos tus altos hechos o de lo contrario me imaginaré que te disgusta oir las alabanzas de mi esposo . ¡Habla! Menciona aquella hazaña de que más te enorgullezcas .
SIGURD.-Ya que me obligas, cumpliré tu vo- · luntad. Puedo contar, por ejemplo, que estando en las Orcades, en una expedición de Vikings, sali6 el enemigo a nuestro encuentro. Dejamos los navíos y yo solo combatí contra ocho.
HJERDJS.-Tu conducta merece elogios, pero supongo que estarías preparado para la lucha.
SIGURD.- Tenía la armadura completa: hacha, jabalina y escudo.
HJERDIS.-Tu acción no es por eso menos loable .. . Y tú, esposo mío, cuéntanos la hazaña que más estimes.
GUNNAR.-(De mala gana.) Maté dos pi~atas que se habían apoderado de un buque mercante. Una vez conseguido, me apresuré a repatriar a los prisioneros y no ¡::edí rescate por el navío. A consecuencia de esta aventura, el rey de Inglaterra adquirió gran simpatía por mí y declaró que había obrado como un caballero, y no me regateó ni las gracias ni las recompensas.
H¡ERDIs.-Verdaderamente, Gunnar, has realizado otras hazañas más notables y de que tienes más derecho a enorgullecerte.
GUNNAR.-(Con energía.) No recuerdo otras. Desde mi regreso de Islandia, hice vida apacible y me ocupé principalmente en empresas marítimas.
loS GUERREROS EN HELGELANb ~I7
En esta nUeva fase de mi existencia, nada merece los honores de un relato.
HJERDIs.-Pues bien, ya que te obstinas · en callar tu mejor título de gloria, tu esposa hablará por tí. .
GUNNAR.-(A Hjerdis. ) Ni una palabra más. : Te 10 prohibo!
HJERDIs.-Sigurd combatió contra ocho fiombres, pero estaba armado de pies a ca.beza. Gunnar, sin más defensa que su espada, penetró en mi aposento oscuro, después de haber matado un oso que poseía la fuerza de veinte hombres. GUNNAR.~(Con gran agitaci6n.) ¡ Hjerdis!
¡ Calla! DAGNY.-(A Sigurd, en voz baja.) Sigurd ¿ no
dices nada? SIGURD.-(En el mismo tono.) Sigue callada y
tranquila . HJERDIS .-(A los convidados.) Ahora, bravos
guerreros, a vosotros toca decidir cuál es más valeroso, si Gunnar o Sigurd.
GUNNAR.-¡ Basta! H]ERDIs .-(Elevando el tono de voz.) ¡ Hablad 1
¡ Lo exijo! UN GUERRERO ANCIANO.-A decir verdad, la
hazaña dc Gunnar es la más brillante que recuerda la memoria humana. Tu esposo oc¡¡pa por su valor el primer puesto entre los héroes y Sigurd el se-gundo. ( ..
GUNNAR.-(Mirando a Sigurd.) ¡ Ah, Sigurd! i Si supieras! .. .
218 JESEN
DAGNY.-(En 'L'OZ baja.) Es demasiado ya; ni por un amigo lo debes tolerar .
SIGURD.-j Cállate! (En V Oz alta, a los demás convidados.) Sí; Gunnar es entre todos el más digno de alabanza y conservaré esta opinión hasta el último día de mi existencia, aunque no hubiese realizado una hazaña a la cual concedo menos importancia que vosotros.
HJERDIs.-La envidia habla por tu boca, Viking Sigurd .
SIGURD .-(Sollriendo.) Te engañas . (A Gunnar, en tono ant lstoso, lev an/ando lo copa en alto para brindar.) i Salud, noble Gunnar! Nuestra amistad permanecerá inquebrantable, cualquiera que sea la persona que intente perturbarla .
HJERDIs .-Nadie se propone tal cosa. SIGURD.-No lo digas . Estoy dispuesto a creer
que nos has invitado al festín, con el propósito l eterlTl:nado de qt:e surgiera una querella.
HJERDIS. - Semejantes sentimientos no me asombrarían en ti, Sigurd. Estás furioso por no poder ocupar el primer puesto entre los héroes.
SIGURD .-Siempr~ coloque a Gunnar por encima de mí.
HJERDIS.-Lo comprendo. No es honroso ocupar el primer puesto después de un Gunnar. (Mirando de reojo a, Thorolf.) Si Ernulf hubiese estado aquí, se le hubiese podido conceder el tercer lugar.
THoRoLF .-Jekul, el jefe de tu fam ilia, está, en este Gaso, muy lejos de poder ser considerado
LOS GUERREROS EN HELGELAND 219
entre los héroes, porque tuvo que ceder el paso a Ernulf.
(El diálogo continúa con violencia creciente, a' pesar del esfuerzo de los interlocutores para mantenerse tranquilos.)
HJERDIs.-Nada te autoriza para pronunciar semejantes palabras'. A Ernulf, según rumores, le gusta vanagloria:rse de más hazañas de los que ha realizado.
THOROLF.-j Desgraciado del que se atreva a murmurar semejante infamia, en voz que pueda llegar a ~is oídos!
HJERDIs.-(Con sonrisa provocativa.) ¿ Tendrías, por casualidad, la intenci6n de vengar semejante injuria?
THORÓLF. - Y, ¿ puedes preguntármelo siquiera?
. HJERDIs.-En tal caso voy a vaciar esta copa, suplicando a los dioses que hagan crecer pronto los pelos de tu cara.
THORoLF.-Un joven imberbe bien puede sostener combates de palabras con mujeres.
HJERDIs.-Péro es incapaz de luchar con hombres j tu padre 10 comprende así cuando te deja en Islandia, mientras tus hermanos van a combatir.
THOROLF .-Es lástima que no hubiese tenido igual solicitud contigo. Porque vigilándote más, no hubieses huído e~ brazos de ·un raptor.
GUNNAR y SIGURD.-j ThoroIf ! DAGNv.-(AI mismo tiempo.) j Hermano!
:'!20 IESEN
HJERDIS.- (COIl voz débil y temblando de ira.) ¡Espera! ¡Espera!
THOROI.F ~-(Te11 die1l do la mano a GUHllar.) No te en fades conmigo, Gunnar . Tu mujer me arrastró a decir palabras desagradables .
D AGNY.- (En voz baja y eH tOll O s uplicante.) Hjerdis , hermana adoptiva, si alguna vez me has amado, procura evitar una riíla.
H]ERDIs.-(Rielldo.) Hay que bromear un poco para mantener la animación .
G UNNAR.-(Qtle aca ba de cam biar alg unas palabras en 'voz baja con Th orolf.) Eres un joven valeroso. (Le da la espada qu e lle'va al cinto.) Ten, Thorolf, un valioso presente : úsala siempre con honor. En adelante seremos buenos amigos.
HJERDIs .- Haces mal, Gunnar, en desprenderte :así de las armas. Llegarán a decir que te separas con gusto de objetos que ya no sabes emplear.
THOROLF .-(Desptlés de ex am inar la espada .) Mil gracias por tu regalo . Nunca nadie desenvainará esta espada más que para luchar con honor .
H]ERDIS.-Si quieres cumplir el juramento, no la prestes a tus hermanos .
GUNNAR.- j Hjerdis ! HJER DI s. --(Prosiguien do. ) Abstente de . igual
modo de colgarla en las ranoplias de Ernulf, porque tendría a su lado a rmas deshonradas.
THOROLF.-Tienes razón, Hjerd is; el nacha y el escudo de tu padre están allí hace varios años.
H]ERDIs.-(Con ira reprimida .) No dejas esca-
LOS GUERREROS EN HELGELAND 221
par ocasión de recordar q~e Jekul fué vencido por Ernulf; pero, según ... se murmura, cometes un gran error al - enorgullecerte por tan gran victoria.
THOROLF .-¿ Qué quieres decir? HJERDIs.-(Sonriendo.) Prefiero callarme para
no excitar tu ira. THORoLF.-Entonces que por mí no haya cues
tión. Lo prefiero. (Le vuelve la espalda .) HJERDIs.-Bueno, pues voy a satisfacer tu cu
riosidad . ¿ Es verdad, Thorolf, que tu padre, antes de aventurarse a un encuentro con Jekul, se vistió con traje de mujer y permaneció, durante tres noches, acurrucado junto a una marmita de hechicera, preparando un brevaje mágico?
(Todos se levantan. Gran ag itación entre los comensales. )
GUNNAR, SIGURD y DAGNY.-j Hjerdis ! THOROLF.-(En el parox ismo de la cólera.) j Ja
más oíste proferir tan vil calumnia, respecto de Ernulf del Fiord! j Tú fuíste la inventora de esta mentira! Sólo un ser venenoso como Hjerdis es capaz de inventar semejante infamia. Acabas de atribuir a mi padre la :acci6n más vil que un hombre puede cometer. (A rroja la espada lejos de sí.) Torna tu regalo, Gunnar; te lo devuelvo y quiero salir con las manos vacías de una casa en que a mi padre le cubren de ultrajes.
GUl';'NAR.-j Thorolf, escucha! THOROLF.- i Dejadme partir! Pero tener cui
dado, Hjerdis y tú . En este momento mi padre
222 IBSEN
tiene en sus manos el ser más querido del mundo por vosotros.
HJERDIs.-(Con asombro.) ¿ Tu padre, dices ... ? CUNNAR.-(Gritando. ) ¿ Qué dices? SIGURD.-(COIl 'uiolencia.) ¿ Dónde está Emulf? THOROLF.-(l\'iendo irónicamente.) Hacia el
Sur, con mis hermanos ... GUNNAR.-Hacia el Sur . .. HJERDIs.-(Con ira.) ¡ Gunnar, Ernulf acaba de
asesinar a tu hijo Egil ! CUNNAR.-¡ Muerto! j Egil muerto! En tal ca
so, ¡ maldición al asesino y a su familia! Thorolf, no me ocultes nada. ¿ Es verdad?
SIGURD.-j Cunnar! ¡ Cunnar! j Escúchame! G UNNAR.-j Habla, si en algo estimas la vida! THoRoLF .-No me asustas. Espera la llegada
de mi padre. El avanza, espada en mano, ~n estos momentos, hacia el castillo de Gunnar. Y tú, Hjerdis, puedes, entretanto, ir regocijando tu espíritu con estas palabras que he oído decir hoy ': aAn~es de esta noche Cunnar y su mujer no tendrán hijo 'de qué enorgullecerse.» (Desaparece abriéndose cantino entre los comensales.)
GUNNAR.-(Con gran dolor.) j Muerto! j Muerto; j Mi pobre Egil muerto!
HJERDIs.-(Con voz salvaje.) ¿ Y le dejas ir tranquilamente sin v~ngar en él la muerte de tu hijo? i Resígnate a pasar por un cobarde a los ojos de todos!
GUNNAR.-(Fuera de sL) ¡ Una espada! ¡ Un hacha! j Acaba de pronunciar su sentencia de
LOS GUERREROS EN HELGELANr 223
muerte. (Coge el hacha de un convidado y se lanza fuera de la sala.)
SIGURD.-(Se levanta para seguirle.) i Gunnar, tencaíma!
HJERDIs .-(Deteniéndole.) i Quédate! i Quédate! Les separarán .. . conozco a Gunnar.
(La muchedumbre congregada en la puerta de salida lanza un grito de t.errBr.)
SIGURD y DAGNY.-¿ Qué pasa? UNA voz.-Thorolf ha sido muerto. SIGURD.-i Thorolf! i Ah! i Dejadme salir! DAGNY.-i Mi hermano! i Mi he~mano!
(Sigurd se precipita a la salida. En este momento la m.uchedumbre deja paso a GUNNAR que entra. y arroja el hacha cerca de la puerta.) ,
GUNNAR.-Ya. está. Egil está vengado. SIGURD.-S6lo una cosa .te deseo : que no hayas
obrado demasiado ligero. GUNNAR.-Tal vez ten,gas razón; pero Egil,
i mi hijo! B:JERDls.-Ahora se trata de empuñar las ar
mas y de pedir ayuda y protecci6n a nuestros amigos y vecinos: son muy poderosos los parientes de Thorolf.
GUNNAR.-(Con asombro.) El mismo será su vengador. No se apartará su .imagen de mi vista noche y día.
HJERDIS.- Thorolf recibi6 su merecido: es justo que los hijos paguen las culpas de sus padres.
224 tBSEN
GUNNAR.-Tienes razón; pero sólo sé una cosa: que era más feliz antes de haberle matado.
HJERDIs.-La noche en que se derrama sangre está siempre llena de angustias; pero ya pasará. Ernulf usó de una estratagema indigna para alcanzar venganza. No le convenía venir a nuestro encuentro con las armas en la mano; prefirió fingir una reconciliación para caer sobre nuestro indefenso hijo. Yo, desde el principio, vi más claro que todos. Conociendo que Ernulf es traidor y
malvado, quería excitarte contra él y contra toda su familia.
UN CRIADo.-(Atravesando la muchedwn.bre.) Ernulf del Fiord acaba de llegar.
GUNNAR .-¡ Ernulf! HJERDIS y VARIOS GUERREROS.-j A las armas!
¡ A las armas! DAGNv.-(AI mismo tiempo.) i Mi padre! SIGURD.-(Poseído de Hn presentimiento.) ¡ Er
nulf! i Ah! i Gunnar! i Gunnar ! GUNNAR.-(Desenvainando la espada.) Todo el
mundo en pie. Venguemos la muerte de Egil. (ERNULF entra trayendo al nú'ío en brazos.)
GUNNAR.-(Gritando.) i Egil ! ERNULF.-Os traigo al pequeño Egil. TODos.-¡ Egil vive! GUNNAR.-(Dejando caer la espada.) ¡Ay :le
mí! ¿ Qlié hice? DAGNY.-i Oh, Thorolf, hermano mío! SIGURD.-Lo había previsto.
LOS GUERREROS EN HELG~LAND 225
ERNULF.-(Dejando a Egil en el suelo.) Tienes un hijo hermoso, Gunnar.
EGIL.-j Padre mío! El viejo Ernulf no me quiere mal como me dijiste esta mañana ál despedirme.
ERNuLF.-Esta es mi reparación por la muerte de tu padre. Creo que ya no hay razón para que seamos enemigos .
HJERDIs.-(Reprimiéndose.) ¿ Es posible? GUNNAR.-(Que parece despertar de un sueñ(l
profundo.) ¿ Soy víctima de una horrible pesadilla? ¿ Es Egil el que me traes?
ERNuLF.-Ya 10 ves, Egil que ha estado a dos dedos de la muerte.
GUNNAR.-Lo sé. ERNULF.-Y su retorno, ¿ despierta en ti tan
poca alegría? GUNNAR.-Más me hubiera alegrado si mi hijo
hubiera tardado menos en venir. Pero, infórmame pronto. ¿ Qué ha pasado?
ERNuLF.-He aquÍ lo sucedido en dos palabras. El campesino Kore alimentaba malvados designios contra vosotros. Al frente de una banda de miserables se dirigía al Sur para apoderarse de Egil.
GUNNAR.-j Kore! (En voz ba.ja.) Ahora comprendo las palabras de ThoroH.
ERNULF.-Tuve noticia de sus proyectos. Había que impedir a toda costa semejante maldad. Estaba decidido a negarte toda reparación por la lll.uene de Je~ul y t~ habría muerto en duelo si
~~
JBSEN
se hubiese presentado ocasión; pero tu descendencia es sagrada para mí. Acompañado de mis hijos salí al encuentro de Kore.
SIGURD.-Acaba de ocurrir una espantosa desgracia.
ERNuLF.-Cuando llegué a alcanzar a Egil, su escolta había sido hecha prisionera . Se encontraba en poder de tus enemigos, que no hubieran perdido el tiempo. Se entabló un rudo combate y mi espada repartió terribles golpes. Kore y dos de sus hombres huyeron al interior; el resto de la banda duerme el sueño que nada puede turbar.
GUNNAR.-(Con gran ansiedad.) Pero, ¿ y tú, Ernulf?
ERNULF.-(Sombrío.) Seis de mis hijos me siguieron al combate ...
GUNNAR.-(Casi sin respiraci6n.) Y, ¿ cuántos han vuelto?
ERNULF.-Ninguno. GUNNAR.-(A terrado.) Ninguno. . . (En voz ba
ja.) ¿ Y Thorolf? i Thorolf ! (Gran excitaci6n entre los concurrentes. Hjer
dis parece presa de un combate interior. Dagny llora en silencio en el sitio elevado qu~ ocupa en la mesa. Sigurd 1W puede ocultar una violenta emoci6n.)
ERNULF.-(Después de un momento de silencio.) Es triste para el árbol que tuvo frondosas ramas, verse despojado por una sola tempestad. Pero es destino de los hombres dar paso a las genraciones nuevas. Dadme un jarro; quiero honrar
LOS GUERREROS EN HELGELAND 227
la memoria de mis hijos. (Se lo da uno de los guerreros de Sigurd.) Salud, mis valerosos hijos, que vuestros caballos os lleven hacia el Wa1halla (1) . Las puertas de bronce no se cerrarán detrás de vosotros solos, porque os acompañará el cortejo de los numerosos guerreros que cayeron a vuestros golpes. (Be"be y devuelve el jarro.) Y ahora, camino para Islandia : la expedición h~roica de Ernulf ha terminado. Sólo queda en el árbol viejo una rama florida y 'hay que ponerla a salvo de la tempestad. ¿Dónde está Thorolf?
EGIL.-(A su padre.) Sí, dim~ dónde está Thorolf Ernulf me ha dicho que Thorolf me construirá un barco grande de madera, con muchos, con muchos guerreros dentro.
ERNuLF.-He de dar gracias 'a los dioses, porque Thorolf no me haya acompañado. ¡Si él también .. . ! i Oh, no, no! Por muy grande que sea mi fortaleza de ánimo, no hubiera podido resistir semejante golpe. , Pero, ¿ por qué tarda en venir? Siempre era el primero en salir al ' encuentro de su padre. Nos parecía, en efecto, que no podíamos vivir ni un día el uno sin el otro.
GUNNAR.-i Ernulf! ¡ Ernulf ! ERNULF.-(Con inquietud.) Todos callan aquí.
Ahora me doy cuenta. ¿ Qué pasa? ¿ Dónde está Thorolf?
DAGNY·-i Sigurd! i Sigurd, ésta es para él la más cruel de todas las aesgracias!
(1) Traducción literal: sala de los muertos. Paraíso d~ la mitología escandinava al que solo tienen acceso los héroes.
IBSEN
GUNNAR.-(Sostem:endo una lucha consigo mismo.) j Basta! j No! j No puedo .. . ! Y, sin embargo, no se le debe ocultar por más tiempo .. .
ERNULF.-{Con v101encUz.) Mi hijo, ¿ dónde está?
GUNNAR.-Acaba de recibir la muerte. ERNULF. - ¿ Thorolf? ¿ Muerto? ¿ Thorolf?
¡Mientes! GUNNAR.-Daría toda la sangre de mis venas
para que viviera todavía . HJERDIS.-(A Emulf.) Thorolf ha sido el prin
cipal culpable de lo que acaba de ocurrir. Sus palabras de doble sentido nos hicieron sospechar que te habías apoderado de Egíl para darle muerte. Nos habíamos separado como enemigos; yo, por otra parte, no podía olvidar que habías sido el asesino de uno de los míos. No es esto todo. Desde el principio del festín, Thorolf no dej6 de mostrarse fatuo y charlatán. La broma más insignificante le ponía fuera de sí y respondía siempre con palabras injuriosas. Entonces fué cuando Gunnar perdi6 su sangre fría y atac6 a tu hijo. Su conducta, a mi modo de ver, está perfectamente justificada.
ERNuLF.-{Con voz severa.) Se conoce al oirte que eres mujer, porque te complaces en alargar las palabras. ¿ Para qué? Muerto Thorolf, se cerr6 para siempre el iibro de mi vida.
ECIL.-¿ Thorolf mueril>? Entonces ya no tendré guerreros.
ERNUl,F.-No, Egil i uno Y otro perdimos nues-
LOS GUERREROS EN HELGELAND 229
tros guerreros. (A Hjerdis .) Me acuerdo ahora ahora del himno guerrero de tu padre: o:Los hijos de Jekul vengarán su muerte y siempre y en todo lugar seguirán los pasos del homicida.1I Tú has convertido estas palabras en realidad. (Guarda silencio durante algunos instantes, y volviéndose hacia uno de los guerreros, dice:) ¿ En d6nde recibi6 la herida?
GUERRERo.-En mitad de la frente. ERNULF.-(Con orgullo.) Es el lugar más glo
rioso para una herida. No volvió la cara. Pero, ¿ cómo cayó? ¿ De costado o frente a Gunnar?
GUERRERO.-El cuerpo quedó mitad al costado de Gunnar, mitad enfrente.
ERNULF.-Significa media venganza solamente. Ya veremos lo que nos reserva el porvenir.
GUNNAR.-(Acercándose .) Sé que todos mis bienes, Ernulf, no bastarían a compensar esta desgracia. Pero, ¡habla! i pide la reparación que quieras!
Eiu.uLF.~(InterrwmJPiendo, ¡con voz serena.) Dame el cadáver de Thorolf y déjame partir en paz. ¿ D6nde está?
(Gunnar indica con el gesto un sitio detrás de la casa.)
ERNULF.-(Da algunos pasos, se vuelve y dice con voz de trueno a Sigurd, Dagny y demás que se disponen a acompañarle para prodigarle frases de consuelo .) ¡Atrás! ¿ Me tomáis tal vez por débil mujer y os imagináis acaso que necesito un cortejo de plañideras detrás de mí? Tengo bas-
23° IBSEN
tante fuerza para llevarme yo solo a Thorolf . (Con voz entera y varonil.) Parto dejando aquí a mis hijos, pero nadie me habrá visto doblegar bajo el peso de mi infortunio. (Se aleja lentamente.)
HJERDIs.-(Con risa forzada.) i Que se vaya, . puesto que lo quiere! Así no tendremos que pensar en rechazar ningún ataque suyo. Porque me parece, Dagny, que esta es la última vez que tu padre abandona las costas de Islandia con estos proyectos .
SIGURD .-(Con gran indignaci6n.) ¡Oh! ¡Qué vergüenza!
DAGNY.-(Con el mismo tono .) ¿ Te atreves a burlar de él, después de lo que acaba de pasar?
HJERDIS.-Lo hecho, bien hecho está. Esta mañana juré vengarme de Ernulf. Pude haber olvidado la muerte de Jekul, pero quedan grabados en mi memoria las palabras injuriosas que empleó para humillar mi situación.~e acusó de no ser una esposa legítima. Tenía razón . Pero no tengo de qué avergonzarme, porque Gunnar es, en este momento, más poderoso que tu padre; supo colocarse por encima de tu esposo Sigurd y su gloria brilla con vivos destellos .
DAGNY.-(Presa de '¡¡iolenta emoci6n.) Hjerdis, te engañas. Ha llegado el momento de que todo el mundo sepa que vives al lado de un cobarde.
SIGURD.-(Bruscamente.) Dagny, ¿ qué vas a hacer?
GUNNAR.-¿ De un cobarde?
LOS GUERREROS EN HELGELAND 231
HJERDIs.-(Con risa burlona.) Hablas como si hubieras perdido el juicio.
DAGNY.-La verdad debe resplandecer. Guardé silencio mientras insultaste a mi padre y a mis hermanos que ya no viven; me impuse esta condición porque estaba delante Ernulf, que debe ignorar siempre que Thorolf murió a manos de un cobarde. Pero te prohibo que sigas celebrando la famosa hazaña, realizada en Islandia, porque Gunnar no es más que un cobarde. La espada desnuda que te separaba del raptor puedes verla al cinto de mi esposo y el anillo que llevabas, 10 recibió Sigurd como prenda. (Enseñandolo.) Aquí está. '
HJERDIs.-(Con voz salvaje.) i Sigurd ! TODos.-¡ Sigurd! i Fué Sigurd! HJERDIs.-(Temblando de emoción.) ¡El! ¡El!
¿ Es verdad, Gunnar? GUNNAR.-(Con noble energía.) Todo es verdad
menos que yo sea cobarde. Ni soy cobarde ni miserable.
SIGURD.-(Comnovvido.) No eres ni una cosa ni otra, Gunnar. Jamás lo fuÍste. (Volviéndose a los concurrentes .) En marcha, todos los guerreros de Sigurd.
DAGNV.-(A Hjerdis, en el dintel de la puerta.) Ahora, responde : ¿cuál es en el país el hombre niás dignb de admiración: tu marido o el mío? (Váse con Sigurd y su acompañamiento.)
HJERDIS.-Sólo me resta un fin, una idea que realizar: ¡ O Sigurd o Hjerdis tienen que morir!
TELÓN
ACTO TERCERO
Sala en casa de Gunnar. Hjerp.is, sentada en un banco, enfrente de una silla baja, se ocupa en trenzar la cuerda de un arco; sobre una mesa un arco y flechas .
HJERDIs .-(Probando la cuerda.) Es flexible y resistente. (Mirando las flechas:) Son fuertes y afiladas. (Deja caer las manos sobre las ' rodillas.) Pero, ¿ a quién dirigirme para ... ? (Con violencia.) Burlada por él.. .... por Sigurd ... Le odio ... le odio más que a nada en el mundo ... Afortunada-mente, no está lejano el día en que.. . (Entregándose a sus pensamientos .) Sí; pero, ¿ qué brazo se encargará de la venganza ?
\GUNNAR aparece por el foro y se acerca silencioso y pensativo.)
HJERDls.-(Después de una pausa.) ¿ Cómo, es_ poso mío?
GUNNAR.-Mal, Hjerdis. Desde el homicidio de ayer siento un peso que me oprime el pecho y nada puede librarme de esta obsesión.
HJERDIs.-Sigue mi ejemplo : procura distraerte.
GUNNAR.-No pido otra cosa. (Pausa. Gunnar se pasea. De pronto se fija y se acerca a Hjerdis :) ¿ Qué haces?
234 IBSEN
HJERDIs.~(Sin alzar la vista.) Ya lo ves, una cuerda de arco.
GUNNAR.-¿ Una cuerda de arco . .. con tu propia cabellera?
HJERDIS .-(Sollriendo.) Cada una de nuestras horas debe ser señalada en lo futuro por una acción brillante; tú mataste a mi hermano adoptivo ; por mi parte, desde la aurora estoy confeccionando esta cuerda de arco.
GUNVo\R.-¡ Hjerdis! ¡ Hjerdis ! IJJERDIS.-(A Izando la 'L·ista.) ¿ Qué hay? GUNNAR.-¿ Dónde has pasado la noche? HJERDIS.-¡ Qué pregunta! GUNNAR.-No estabas en tu alcoba . HJERDIS.-Y tú, ¿ te diste cuenta? GUNNAR .-No podía conseguir un minuto de
suel10 y revivía en espantosa pesadilla la escena de la muerte de Thorolf. Me parecía que mi vÍctima se presentaba otra vez ante mi vista. Volviendo a la realidad, con sobresalto, oí un canto armonioso y suave resonar a través del castillo. Me levanté y abrí nuevamente la puerta. Estabas sentada en este aposento calentándote · ante un fuego de ramizas que proyectaba a lo lejos un resplandor azcl y rojo. A tu lado había un manojo de flechas. Tú, las afilaoas y las embrujabas con cantos mágicos .
HJERDIS.-Es indispensable embrujarlas. El coraz6n que tienen que atravesar es muy duro ...
GUNNAR.-Comprendo. Tienes intención de matar a Sigurd.
LOS GUERREROS EN HELGELAND 235
HJERDIS.-Tal vez. GUNNAR.-Nada conseguirás. Estoy en paz con
Sigurd y en vano intentarás excitarme contra él HJERDIs.-(Sonriendo.) _¿ Lo crees? GUNNAR.-Estoy seguro. HJEDIs.-(Entregándole la cuerda.) Dime, Gun-
nar, ¿ eres capaz de desatar este nudo? GUNNAR.-(Después de haberlo intentado in
útilmente.) No; está hecho con mucha habilídad. HJERDIs.-(Levantándose.) Con más habilidad
tejen las Normas (1) y mucho menos conseguirás desatar sus nudos.
GUNNAR.-Los senderos de las Potencias de lo Alto son muy intrincados: ,ni ~no ni otro los conocemos.
HJJ;:RDIS.-Sé una cosa: que Sigurd nos prepara un cruel destino. (Pausa. Gunnar parece abismado en hondas reflexiones. Hjerdis, que le observa, dice:) ¿ En qué piensas?
GUNNAR.-En un sueño que tuve últimamente. Acababa de realizar ~l acto al cual quieres impulsarme. Sigurd yacía sin vida en tierra; tú estabas cerca de su cadáver, pálida como una muerta. _Yo entonces te pregunté: «¿ Estás contenta al ver tu deseo realizado?» Tú soltaste una carcajada y respondiste: aMe alegraría más si te viera a ti, Gunnar, en el sitio de Sigurd .•
HJERDIs.-(Intentando sonreir.) Me juzgas muy
IBSEN
mal si eres capaz de recordar semejantes sueños. GUNNAR.-A propósito, Hjerdis. ¿ Estás satis
fecha de vivir en el castillo? HJERDIS.-A decir verdad, 10 encuentro muchas
veces demasiado pequeilo para mí. GUNNAR.-Sí ; es lo que pensaba. Aquí hay uno
de más. HJERDIs .-(En voz baja.) Tal vez dos. GUNNAR.-(QlIe no ha oído.) Pero es fácil de
remediar. HJERDIs.-(1nterrogándole con la mirada.) ¿ De
remediar? Pensarías tú en ... GUNNAR.-Quie.ro armar mis navíos, dejar el
país y reconquistar el honor perdido. .. por la única razón de que te amaba por encima de todo.
HJERDIs.-(Pensativa.) ¿ Expatriarte? j Sea! Es tal vez lo mejor que puedes hacer en nuestro interés común.
GUNNAR.-Desde nuestra salida de Islandia comrrendí que nuestras horas de alegría y unión estaban contadas. Tu alma es ardiente y fiera y hay momentos en que casi tiemblo ante ti; pero, j fenómeno singular!, cada vez te quiero más. Tienes, 10 veo claro, el poder de incitarme al crimen y, por mi parte, encuentro noble y grande todo cuanto se te antoje ordenarme. Misteriosa es la voluntad de las Normas. Sigurd era a propósito para ser tu esposo.
HJERDIS.-j Sigurd !. .. GUNNAR.-Sí, Sigurd. Si no te cegaran el odio
y la sed de venganza, le harías justicia. Sólo me
LOS GUERREROS EN HELGELAND 237 ,-1 ',, 1 '
faltó para proporcionarte una existencia más en~ vidiable, parecerme a Sigurd.
H]ERDIs.-(Presa de una agitaci6n que por fin consigue dOminar.) Y él, ¿ crees que era capaz de hacerme feliz?
GUNNAR.-SU alma es altiva como la tuya y
tiene tu misma fiereza. HJERDIS.-(Vivamente .) Siendo así... (Conte.
niéndose.) Y, sin embargo, la suerte está echada. (Con ,ira.) Gunnar, mata a Sigurd.
GUNNAR.-j Jamás! HJERDIs.-Por la astucia y la mentira fuí tuya.
Consiento en olvidarlo. Durante cinco años estuve aquí privada de alegría: todo lo borraré de mi memoria el día en que Sigurd haya dejado de existir.
GUNNAR.-No se dirá que fuí el causante de ningún infortunio suyo. (Retrocediendo instintivamente.) j Hjerdis! i Hjerdis! j No me tientes!
HJERDIs.-En ese caso buscaré otro vengador. No quiero que Sigurd pueda burlarse impunemente de nosotros . (Sus manos se crispan en un violento acceso de c6Iera .) En este mismo momento, tal vez se distrae con su inocente Dagny, mezclando las caricias que le prodiga con palabras de escarnio para nosotros, hablándola de la injuria que me infirió al sustituirme para robarte, y de las carcajadas que tuvo que reprimir la noche en que entró en el obscuro aposento sin ser reconocido.
JBSEn
CUNNER.-No es capaz de hacerlo. Puedes est ar segura.
HJERDIs.-(Con energ ía .) j Mueran Sigurd y Dagny! No podré respirar libremente hasta que uno u otro hayan dejado de existir. (Se acerca hasta rozar su cuerpo con el suyo , clava en él su mirada penetrante y dice con voz sahraje , pero acariciadora :) ¿ Quieres ayudarme a conseguir mi fin , Cunnar? j Oh! Entonces sí que te amaría hasta exhalar mi último suspiro; te estrecnarfa en mis brazos con fuerza y pasión tales que verías realizados tus sueños de amor, más allá ,de tus misma~ esperanzas.
C u NNAR.-(Vacilando .) i Hjerdis! ¿ Tú podrías . .. ?
HJERDIs.-Hazlo, Cunnar, y acabarán para ti los días de dolor . No huiré de la alcoba cuando entres . Dejaré de acogerte con palabras ir6nicas y no apagaré la sonrisa de tus labios cuando rebose la alegría en tu corazón. Me cubriré con magníficas pieles y con trajes de seoa. Te seguiré a la guerra y también estaré a tu lado cuando abandones tus dominios con otr~ fin que el de verter sangre. En medio de los festines me verás junto a ti vaciando mi copa en tu honor y cantando las dulces melodías que t~nto agradan a tu alma.
GUNNAR.-(Casi a punto de sucumbir.) ¿ Es verdad? .. . ¿ Tú querrías .. . ?
HJERDIS.-¡ Más! ¡ Diez veces más que todo esto! Puedes creerme. No pido más que venganza, venganza que siga los pasos de Sigurd y de
LOS GUERREROS EN HELGELAND 239
Dagny y quiero... (Se detiene oyendo abrir la puerta. Aparece DAGNY.)
DAGNy.-(Desde el foro.) No hay tiempo que perder, Gunnar. Prepara tus hombres al com; bate.
GUNNAR.-¿ Al combate? ¿ Quién nos amenaza? DAGNY.-El campesino Kore se acerca al fren
te de un tropel numeroso de proscritos. Tiene malas intenciones. Sigurd acaba de interponerse, pero quien sabe... .
GUNNAR. - (Conrnovi-do.) ¿ Sigurd hizo esto por mí?
DAGNY.-Ya sabes que tienes en Sigurd un amigo siempre fiel.
GUNNAR.-Y nosotros, Hjerdis, que pensábamos en ... Sí; tenía razón al decir que un influjo mágico se desprende de tus palabras. Todo cuanto reclamas de mí me parece grande y ,noble.
DAGNY . .-:( Con asombro.) ¿ En qué piensas? GUNNAR.-En nada. Dejémoslo. Gracias, Dag
ny, por el aviso. Voy a reunir a mis servidores. (Se dispone a salir, pero se detiene brUSCa11te11te y pregw;ta a Dagny :) Dime, ¿ c6mo está Ernulf?
DAGNY.-(Con tristeza.) No me 10 preguntes. Ayer transportó el cadáver de Thorolf a bordo de un navío; en este momento se encuentra en la playa y construye el monUfnento funera'rio en el que deben reposar sus hijos. (Gunnar queda pensativo y váse.) Ningún peligro os amenaza antes de la noche. (Acercándose.) Hjerdis, un deber me reclama en esta casa. Te busco a ti.
IBSEN
HJERDIS.-¿ A mí? ¿ Después de lo que pasó ayer?
DAGNY.-Por esto precisamente; Hjerdis, mi hermana doptiva, no me guardes rencor; borra de tu memoria las palabras que pronuncié; el dolor y los espíritus infernales me los inspiraron. Olvida el daño que te hice, porque, puedes creerme, soy diez veces más desgraciada que tú.
HJERDIS.-¡ Desgraciada! ¿ Tú? ¿ La esposa de Sigurd?
DAGNY.-Todo cuanto ocurrió fué culpa mía. Soy la causante de la disputa, de la muerte de Thorolf, y de las injurias que recibisteis Gunnar y tú. Toda la responsabilidad es mía . ¡ Desgraciada de mí ! Hasta ayer fué mi felicidad completa; mi alma, en adelante, ya no conocerá la alegría.
HJERDIS.-(Co'nw si tuviera una idea repentina.) Pero, antes, durante cinco años, ¿ no has d6-jado un momento de ser dichosa?
DAGNY.-¿ Puedes hacerme semejante preguta? HJERDIs.-Ayer no tenía la menor duda, pero
hoy ... DAGNY.-¿ Qué quieres decir? HJERDIs.-Nada. Hablemos de otra cosa. DAGNY.-No; no quiero. Explícate, Hjerdis. HJERDIs.-Es inútil que te diga lo que pienso.
Sin embargo ... si tal es tu deseo. (Con expresión de odio.) Estábamos en Islandia. ¿ Te acuerdas? Después de acompañar a tu padre al Thing nos . S(ntamQs en ll!. sala de la Asambka con nuestrl1$.
LOS GUERREROS EN HELGELAND 241
compañeras: tal es, como sabes, la costumbre entre las mujeres islandesas. En aquel momento ~ntraron dos extranjeros.
DAGNY.-Sigurd y Gunnar. HJERDIS.-Nos saludaron cortésmente, se sen
taron en el banco a nuestro lado y empezamos a cambiar alegres bromas. Algunos asistentes quisieron saber porqué los Vikings habían desembarcado en Islandia y les preguntaron si habían venido a buscar esposa entre las jóvenes doncellas de la isla. Sigurd tomó la palabra y se expresó en estos términos : «Muy difícil será que encuentre mujer a mi gusto.» Ernulf se echó a reir y
añadió : «No faltan en Islandia muchachas que unan la nobleza de su familia al brillo de su fort~na.D Pero Sigurd le contestó : tiLa ,esposa de un héroe no puede ser una mujer vulgar. La que eligiese yo tendría que tener ambici6n, que despreciar las comodidades de una vida modesta, que aspirar a todos los honores porque a todos debe sentirse con derecho; que acompañarme en mis expediciones de Rey de mar; que vestir armadura de acero, excitar al combate y desafiar con su mirada el resplandor brillante de las espadas. Me daría vergüenza que mi mujer Juera pusilánime.» Tales fueron las palabras de Sigurd : ¿ No es ver. dad?
DAGNY.-(Con inquietud.) Ciertamente ... pero ... HJERDIs.-La compañera así descrita debía ase
gurar la felicidad de su vida y te eligió a ti. (Mirándola despreciativamente.)
16
IBSEt-:
DAGNY.-(Dolorosamelll e .) ¡ Ah! ¿ Crees? HJERDIS.-Y desde aquel momento fuíste alti
va y arrogante; exigiste de todos el respeto que merecía el nombre de Sigurd ... ¿ No es verdad?
DAGNy.-No, Hjerdis .. . pero . . . HJERDIs.-Le incitaste, sin embargo, a glorio
sas hazañas . . . le segu :ste a los combates vistiendo el traje guerrero y hallabas la felicidad en el fragor de la batalla. ¿ No es verdad?
DAGNY.-(COH em,oción prúfullda,) No; no. HJERDIS,-¿ Has aparecido, por el contrario,
como mujer pusilánime y has comprometido la fama de Sigurd ?
DAGNy,-(Humillada.) ¡ Hjerdis! ¡ Hjerdis l. .. HJERDIs.-(Sonrielldo irónicam,ente.) Pero no
has dejado de ser dichosa en este tiempo. ¿ Puedes decir otro tanto de Sigurd?
DAGNY,-¡ Déjame! ¡ Triste de mí! ¡ Me revelaste a mí misma!
HJERDIs.-Basta una broma para hacer saltar las lágrimas a tus ojos. No piénses más. Mira. Fíjate en qué he empleado el día de hoy. (Coge algunas flechas de encima de la mesa.) ¡ Mira; fíjate que bien afiladas y cortantes! ¿ No es verdad que sé afilar flechas?
DAGNY.-Y utilizarlas. Sabes herir con pulso firme, H]erdis. Nunca había pensado en todo 10 que acabas de decir. (Elevando el tono de voz.) Pensar que Sigurd ... que su vida ... se ha deslizado por mí triste y obscura durante tantos años. j No! j No puede ser!
LOS GUERREROS EN HELGELAND 243
HJERDIs.-Vamos, consuélate, Dagny. Seguramente no es así. Si alimentara Sigurd las mismas ambiciones que antes, mis pal~bras expresarían la verdad desnuda. Todos sus pensamientos, todas sus acciones convergían entonces a un mismo fin : colocar su gloria por encima de la de los demás hombres. Ahora se conforma con una felicidad más modesta.
DAGNY.-j No; Hjerdis! Sigurd tiene el alma tan elevada como antes. Comprendo que no soy capaz de mantener a su lado dignamente el rango de esposa. Se ha ingeniado en ocultármelo, pero estoy decidida a terminar ~sta situación . .
HJERDIS.-¿ Qué piensas hacer? DAGNY.-Dejar de ser obstáculo en su camino
y devolverle la libertad de sus acciones . HJERDIS.-¿ Querrías, pues? DAGNY.-j Silencio! Vienen . . . (Aparece un cria
do por el foro.) CRIADO.-Sigurd, el Rey del mar, se dirige
hacia aquí. HJERDIS.-j Sigurd! j Avisa a Gunnar! CRIADo.-'-Montó a caballo para reunir a los ve
cinos. Parece que el campesino Kore tiene intención . ..
HJERDIS.-j Bien! j Bien! j Basta! j Vete! (El criado se retira .. Voz.c'¡élldose hacia Dagny, que se dispone igudmente a salir :) ¿ Adónde vas?
DAGNY.-Te dejo para no encontrarme con Sigurdo Comprendo que es necesaria . una separación; pero volver a verle .. . no . . . no .. . no tendría
244 IBSEN
el valor suficiente. (Sale por la puerta de la iz
quierda.) HJERDls.-(La sigue co¡~ la v ista y luego dice :)
y a ella es a qtiien yo quería ... (A bismándose en
sus pensamientos sin dejar de mirar el arco de
cuerda.) Mi venganza hubiera sido mezquina. Este golpe es más cruel. j Ah! La muerte tiene agonías terribles; pero muchas veces es dulce comparada con la vida. (Elltra Sigurd.) Supongo que viniste para ver a Gunnar. Siéntate. Pronto llegará. (Va a salir.)
SIGURD.-No; quédate; te 10 ruego. Te buscaba a ti más que a él.
HJERDIS.-¿ A mí? SIG URD.-y me agrada haberte encontrado
sola. HJERDIS.-¿ Viniste aquí para burlarte de mí?
Siendo así, mejor podrías hacerlo delante de mucha gente.
SIGURD.-Sí; sé laopini6n que tienes de mí HJERDIs.-(Con amargura .) Vas a acusarme tal
vez de injusta. No; no; , tú emponwñaste tOdOS los días de mi vida. Fuíste tú el autor de la infame superchería; tú, el que entraste en mi alcoba de soltera para fingir un amor del que te burlabas; tú, el ~ue ' me arrojaste en brazos de Gunnar pensando que no era digna de mejor suerte y abandonaste Islandia con la mujer querida.
SIGURD.-La voluntad humana es capaz de vencer ' en determinadas empresas, pero s6lo el des-
LOS GUERREROS EN HELGELAND 245
tino puede dirigir las grandes acciones de nuestra vida. Así aconteció entre nosotros dos.
HJERDIs.-Tienes razón. Normas implacables desvían a su placer el curso de los acontecimientos. Pero para que sea eficaz su poder, es nece;ario que encuentre auxiliares en nuestros propios corazones. La felicidad sale al encuentro del que . tiene el valor de luchar contra las Potencias de lo Alto. Y yo voy a emprender la lucha.
SIGURD.-¿ Qué quieres decir? HJERDIs.-Me preparo a declararles la guerra
y a, sacudir el yugo aplastante que ejercen sobre mí. Pero dejemos esto. Tengo otras cosas que hacer hoy. (Se sienta junto a la mesa.)
SIGURD.-(Después de una pausa.) Fábricas fuertes y buenas armas para Cunnar.
HJERDIs.-(Con risa tranquila.) Las destino, no a mi esposo, sino a ti, que es a quien deben herir.
SIGURD.-Para el caso es lo mismo. HJERDIS.-¡ Ah! ¡ Sí! Tal vez tengas razón.
Si consigo engañar a las Nornas, tarde o temprano experimentaréis, Cunnar y tú. . . (Se in
terrtl.mpe ; se acerca a la mesa y cambiando de entonaci6n, dice :) ¿ Sabes en qué pienso muchas veces. A menudo encuentro placer en imaginar ante mi vista un espectáculo maravilloso de im~genes agradables. Sentada aquí cierro los ojos y me imagino ver a Sigurd el Fuerte desembarcando en el país. Bajo las ruinas de nuestro castillo incendiado quiere sepultarnos a mi esposo y a mí. Todos los guerreros de Cunnar mordieron
IBSEN
el polvo, sólo quedamos nosotros dos y el enemigo acerca ya la antorcha incendiaria. Entonces grita Gunnar : «dispara una flecha, una sola flecha y estamos salvados.» La cuerda se rom¡:e ... «Hjerdis corta una trenza de tus cabellos y fabrica un arco nuevo. Nos va en ello la vida . . . D Me echo a reir y le contesto: «¿ Arde el castillo? Pues deja
que arda. Una sola trenza de mis cabellos vale más qne la vida .D
SIGURD.-Todas tus palabras respiran una fuerza extraña. (Se acerca a ella. )
HJERDIs.-(Mirá1Zdole fríam en/ e .) ¿ Vas a sentarte a mi lado?
SJGURD.-¿ Imaginas que el corazón siente odio hacia ti? Hjerdis, nos encontramos por última vez. Un secreto pesa sobre mi alma y la devora como cáncer roedor. No puedo dejarte así. Quiero que me conozcas mejor.
HJERDIS.-¿ Qué vas a decir? SIGURD.-Voy a contarte una historia . HJERDIS.-¿ Es triste? SIGURD . .,-Como la misma vida. HJE.RDIs.-(Con amargura .) Y, ¿ qué sabes tú
lo triste que puede llegar a ser la vida? SIGURD.-Tú misma juzgarás cuando acabe la
relación . HJERDIs .-Te escucho; trabajaré mientras ha
blas. (Se sienta en un pequeñ o tabttrete colocado a la derecha.)
SIGURD.'"--Una vez, dos jóvenes guerreros abandonaron las playas de Noruega para alcanzar en
LOS GUERREROS EN HELGELAND 247
tierras lejanas, al mismo tiempo, gloria y fortuna. Se juraron amistad inquebrantable y marcharon lealmente de la' mano adonde l~s condujo su vida aventurera.
HJERDIS.-Y los dos guerreros se llamaban Sigurd y Gunnar.
SIGURD .--Sea. Podemos llamarlos así. Después de numerosas aventuras, desembarcaron en Islandia . En aquel país habitaba un noble caudillo, emigrado de Noruega en tiempos del Rey Hara1d Haarfagher. Vivían en su casa dos hermosas mujeres; pero una, la hija adoptiva, sobrepujaba a la otra en méritos de toda clase. En ella se encontraban reunidos en alto grado los do~es de la inteligenci:a. Gustaban los jóvenes Vikings de hacerla objeto de sus conversaciones y declaraban a una que jamás encotraron mujer más digna de ser admirada. Tal era la opinión de los dos.
HJERDIS.- ·(Que ha empezado a interesarse en el relato.) ¿ De los dos? ¿ T ienes intención de burlarte de mí? '
SIGURD.- Gunnar soñaba con ella día y noche y Sigurd lo mismo; pero ni uno ni otro querían confesar su amor. Hjerdis, por su parte, no dejaba adivinar en nada que prefiriese a Gunnar y, en cambio, no era difícil observar que manifestaba un poco de inclinación a Sigurd.
HJERDIs .-(rl n helante.) Sigue; te 10 suplico. SIGURD.-Sigurd, que seguía soñando con ella,
ocultaba cuidadosamente sus sentimientos. Una noche, mientras circulaba el jarro del 'festín, la
IBSEN
altiva doncella juró que no pertenecería sino a1 hombre capaz de realizar determinada hazaña. El corazón de Sigurd latió con violencia, porque se sentía capaz de realizar, punto por punto, el plan impuesto. Pero Gunnar le llamó aparte y le confesó su amor. Sigurd calló y fué al sitio indicado.
HJERDI s.-(lntcrru.m Piéndole. ) i Sigurd! i Sigurd! ¿ Tu historia es verdadera?
SIGURD.-Desde el principio hasta el fin .. Uno de los dos debía ceder. Gunnar era amigo : no pude obrar de otro modo. Así llegaste a ser esposa de Gunnar y yo elegí otra mujer.
HJERDIS.-¿ A la que has amado? SIG URD.-Conseguí estimarla. Pero una sola
mujer hizo latir el corazón de Sigurd : la que me manifestó tanta aversión desde el día de nuestro encuentro. (Levantándose. ) Aquí acaba mi histor ia. Llegó el momento de separarnos . ¡Adiós, es·pcd.~ de Gunnar! ¡Nunca Imás vblveremos a vernos!
HJERDIs .-(Sin poderse contener.) No; quédate . i Lo quiero! i Ay de nosotros! ¿ Qué has hecho?
SIGURD.-(Con asombro. ) ¿ Qué pregunta? ¿ Qué significan tus palabras?
HIERDIS.-Y, ¿ has esperado hasta hoy para confesármelo? Pero no; no puede ser.
SIGURD.-(Con asombro.) Esta entrevista es la última entre nosotros; mis palabras reflejan la verdad sencilla. Te descubrí mis sentimientos para que me juzgaras menos severamente.
LOS GUERREROS EN HELGELAND 249
HJERDIs.-(Cruzando las m,anos maquinalmen-te y mirándole con expresi6n de profundo asom.
bro.) jAmada! ¿ Me has amado L . (Con violencia acercándose a él.) No lo creo. (Clava su mirada en S igurd y después estalla en sollozos.) j Ah! j Y, sin embargo, es verdad! j Qué desgracia para los dos! ... (Oculta el rostro en tre las numos y se alej(l..)
SIGURD.-(Fuem de sí .) j Hjerdis !o" HJERDIs.-(Dominándose y pasando brusca
mente del llanto a la risa.) Déjame ... Creía simplemente que... (Cogiéndole por un brazo.) Sigurd, tu historia no ha terminado. La aitiva doncella que acabas de uombrar correspondía a tu amor.
SIGURD .-(Retrocediendo.) ¿ Tú ? HJERDIs.-(Tranquila y dignamente.) Sí ;Sí
gurd ; te he amado ;" no puedo engañarme por más tiempo. ¿ Me reprochas mi silencio y mi desvío? ¿ Qué puede hacer una mujer? ¿ Confesar su amor? Entonces mé habrías juzgado indigna del tuyo. Acostumbraba a ver en Sigurd al más digno y al más arrogante de los hombres, le vi de pronto, convertido en esposo de otra. Tal es la causa del amargo dolor que ni yo misma podía comprender.
SIGU RD.-(Conmmovido.) Las Nornas nos envolvieron una red de desgracias .
H]ERDIS.-¿ Quién tiene la culpa sino tú? El hombre debe manifestar con energía' su fuerza y su valor. Al poner condición tan dura a mi amor,
IBSEN
soñaba únicamente con Sigurd. Y, sin embargo . . . tú pudiste .. .
SIGURo.-Había leído en el alma de Gunnar los tormentos que le agitaban; sólo yo podía devolverle la calma. ¿ Qué otra consideración podía obligarme? Y, sin embargo, no respondo de lo que hubiera sucedido, si hubiese sospechado 10 que sé ahora: tan grande es el poderío del amor.
HJERDI s.-(Bruscamen te.) Sigurd : si un destino adverso nos separó durante tanto tiempo, hoy se rompe et" nudo fatal. El porvenir nos consolará del pasado.
SIGURO.-(Mo"l/icndo 11 cabeza.) No puede ser : un deber imperioso nos ordena separarnos .
HJERDIs.-De ningún modo. Te amo y puedo decirlo sin ruborizarme porque mi amor no se parece en nada al de lánguida mujer. Mi sentimiento hacia tí, puede ser colocado en el corazón de un hombre y las Potencias de lo Alto son testigo. Adelante, Sigurd, la felicidad merece el riesgo de una aventura para alcanzarla. Si tenemos voluntad de ser libres, 10 seremos y la fortuna comenzará a sonreirnos.
SIGURO.-¿ Libres? ¿ Qué quieres decir? HJERDIS.-¿ Qué eres para Dagny? ¿ Qué sitio
puede ocupar en tu corazón? El mismo que Gunnar en los íntimos repliegues de mi alma. ¿ Debe pesar tal recuerdo hasta el extremo de que se aniquilen dos almas?
SI<;URO.-j Hjerdis! j Hjerdis ! HJERDIs .-Dejemos a Gunnar aquí; que Dagny
LOS GUERREROS EN HELGELAND 25I
regrese con su padre a Islandia. Para seguirte, ceñiré coraza y armadura de acero y clavaré por siempre mis pisadas en las tuyas. (Movimiento de protesta en Sigurd.) No intentaré reivindicar el título de esposa porque pertenecí a otro y porque vive todavía la que compartió tu lecho. No, Sigurd... Permaneceré a tu lado sin que nos ate ningún lazo, contentándome con ser sierva de un guerrero y seré semejante a las mujeres valerosas que son dignas compañeras de los héroes. Te seguiré para infundir en tu alma el valor de los combates, para excitarte a viriles acciones y para hacer que resplandezca en otras regiones el nombre de Sigurd. Me verás cerca de tí en los torneos; se~é la compañera de los tuyos en medio de las tempestades y de las expediciones lejanas. Y cuando canten tus hazañas, la misma Drapa (1)
pronunciará, sin separarlos, los nombres de Sigurd y de Hjerdis.
SIGURD.-Tal fué en otro tiempo mi sueño más caro. Ya es demasiado tarde para realizarlo . Acaban de interponerse entre nosotros Gunnar y Dagny que también tienen derechos que defender. Hice a Gunnar el sacrificio de mi amor juvenil; si mi abnegación me produce sufrimientos, no se dirá, al menos, que fueron inútiles. ¿ Y Dagny?
(1) Canto fúnebre que se solía cantar en la tumba de los héroes. En esta misma obra se da un ejemplo de esta :ostumbre c.espués del entierro de los hijos de Ernulf. Se conc~día granáísima importancia a este acto y hubo SI,alde (poeta pcpular) que alcanzó como premio de un canto fúnebre, la corona de su patria. (Híalde, rey de Dinamarca) .
IBSEN
Fiel y confiada, abandonó por seguirme hogar paterno y familia. No quiero que pueda suponer que pensaba en Hjerdis cuando la estrechaba en mis brazos .
H]ERDIS.-Y por estas razones , ¿ consenfirás en echar sobre tus hombros un peso tan insoportable? ¿ Para qué haber recib ido en el reparto fuer .. za, prestigio y todos los ricos dones que se admiran en tí? ¿ Crees que será existencia tolerable para mí mucho tiempo, vivir,en casa de Gunnar? No, Sigurd ; entrégate a mi inspiración . Hay en este país para un hombre de tu temple, ocasión de brillantes hazañas.Erik reina en Noruega; sé su competidor. Muchos héroes se alistarán en tus banderas. Dispondrás de fuerzas invencibles para combatir y triunfar y no envainarás el acero hasta haberte sentado en el trono de Haroldo Haarfagher.
SIGURD.-¡ Hjerdis! i Hjerdis! Acaricié este sueño en la época de mi turbulenta juventud. 01-vidémoslo : ya no me tienta .
H]ERDIs.-(Con noble elevación.) Nuestro deseo es caminar siempr~ juntos. Así 10 decidieron las Nomas y no debemos discutir su fallo. En el momento actual comprendo claramente mi vocación en la vida : extender tu gloria a todas las naciones del mundo. En todos los días, en todas las noches, en todos los minutos de la existencia que 1levaba aquí, te veía delante de mis ojos. Quise arrancarte de mi alma 'sin conseguirlo. Es inútil
LOS GUERREROS EN HELGELAND 253
ahora que lo intente, porque estoy segura de tu amor.
SIGURD.-(Con fingida frialdad.) Siendo así, has de saber que te atoé pero que no te amo ya.
HJERDIS.-¡ Mientes, Sigura L .. Tengo una idea muy elevada de mí misma, y sé que si amaste un minuto, ya no habrás Fodido curarte de tu amor.
SIGUF,D.-(Violentamente.) Pero ahora quiero y debo hacerlo.
HJERDIs.-Tal vez, pero no 10 conseguirás : ¿ Intentas oponerte a mi voluntad? Será inútil. Antes de la noche, Gunnar y Dagny ·10 sabrán todo.
SIGURD.-No; tú no dirás naaa. HJERDIS.-Lo diré. SIGURD.-Entonces tendré que confesar que no
te conozco. Y habré de arrepentirme por haberte creído con buenos sentimientos. HJERIHs~-La desgracia engendra malos pensa~
mientos. Fué demasiado grande tu confian;o;a en mí. Quiero y debo seguirte. Arrojémonos en el torbellino de la vida y de los combates. El techo de Gunnar no es bastante elevado para Hjerdis .
SIGURD.-(Insistiendo. ) Pero siempre consideraste como el primer deber del hombre honrado conservar el respeto de sus semejantes. Sabes que entre tu esposo y yo existe una causa justa de querella. En el caso en que muriera a mis manos. ¿ Consentirías en divulgarlo todo y en seguirme?
. HJERDIS. -(Con asombro.) ¿ Por qué me lo preguntas?
254 IBSEN
SIGU RD. - Responde antes, ¿ qué harías si diera muerte a Gunnar?
HJERDIs.-(M irálldole fijamen/ e.) Prepararía en silencio mi vellgaD7.:a y no habría para mí tregua ni reposo mientras vivieras.
SIGURD.- (Sollrielldo.) Bien, Hjerdis, no lo había dudado nunca.
HJ ERDlS.-(M i1·áJldvlc fijamcllt c.) Pero esto no sucederá nunca.
SIGURD.- Tú misma preparaste las flechas que habían de herir la vida de Gunnar o la mía.
(G UNNAR aparece en el foro seguido de algun(ls serv idores.)
GUNNAR.-(Con voz sombría a H jerdis. ) Ahora recogemos el fruto de lo que has sembrado.
SIGURD.-(Acercándose .) ¿ Qué sucede? GUNNAR.-¿ Eres tú, Sigurd? Y, ¿ me preguntas
qué pasa? Nada más que lo que tenía derecho a esperar. Apenas Dagny, tu mujer, me informó sobre los propósitos de Kore, monté a caballo para rogar a los vecinos que me ayudaran . contra el enemigo.
HJERDIs .-(Presa de gran agitación .) Y, ¿ qué? GUNNARD.-Descorazonadora fué su respuesta .
Poca gloria había que eSFerar, según ellos, de una expedición contra Kore . Fueron pronunciadas otras palabras que me es imposible repetir. Estoy deshonrado . Me recriminan por haber cometido una acción indigna y tienen vergüenza de hacer causa común conmigo.
SIGURD.-En adelante, nadie se avergonzará de
LOS GUERREROS EN HELGELAND 255
la amistad de Gunnar. Antes de la noche tendrás en el castillo cuantos guerreros necesites, para hacer frente a Kore.
GUNNAR.-Sigurd ... HJERDIs.-(En voz baja, con aire de triunfo.)
i Ah! i Estaba segura! . SIGURD.-(Con fingida firmeza.) Pero en se
guida terminará el pacto de amistad que reina entre nosotros. Porque, escucha bien mis palabrlls, Grinnar: tú mataste a Thorolf,herma.no de mi mujer, y por tal homicidio te provoco a un duelo, mañana, al levantarse el sol.
(Hjerdis presa de gran agitacirín interior adelanta un paso hacia Sigurd, se contiene, sin embargo, y asiste impasible al resto de la escena.)
GUNNAR.-(Con asombro.) ¿ Un duelo? ¿ A mí? ¿ Bromeas, Sigurd?
SIGURD.-No puedes legalmente evitar el duelo. Juguemos a vida o muerte. Uno de los dos debe sucumbir.
GUNNAR.-(Con amargura.) ¡Ah! ¡Comprendo! Estabas solo con Hjerdis y hablábais cuando yo he llegado. Te habrá inferido alguna nueva ofensa.
SIGUR.D.-Tal vez. (Volviéndose Q.i medias a Hjerdis .) La mujer animada de sentimientos ele
. vados debe velar por el honor del esposo. (Dirigiéndose a los sirvientes que se habían quedado en el foro :) Y vosotros, sirvientes, id a encontrar a los vecinos de Gunnar y decid les que mañana se batirá conmigo. Nadie tachará de cobarde al ad-
IBSEN
versario del Viking Sigurd. (Sal en los s irt'iel1tes por la puerta del foro .)
·G uNNAR .-(Da algulIos pasos hacia Sigurd y le estrecha la mano, dominado por viva emoción.) Si_ gurd, mi hermano de armas, _ s610 ahora te comprendo : vas a exponer tu vida por mi fama, como otra vez la expusiste por mi felicidad.
SIGURD.-Da ·gracias a tu mujer que me inspiró la idea. Mañana, al amanecer. ..
GUNNAR.-Me batiré contigo. (Con 1.'OZ afectuosa :) ¿ Hermano de armas, quieres aceptar de mí una espada magnífica? PrecIoso es el don que te ofrezco.
SIGURD.-Gracias : que siga colgando del muro. Nadie sabe si podré valerme de ella mañana.
GUNNAR .-(Estrechándole la mano.) ¡ A3i.ós, Sigurd!
SIGURD.-¡ Adiós y valor! (Se separan, Gunnar sale por la puerta de la
izquierda . Sigurd desaparece a lo lejos, despu¿s de haber mirado un instante a Hjerdis.)
H]ERDIs.-(Queda un momento pensativa y dice con voz dulce y melancólica:) ¿ Cuál será la víctima? (Pausa, después de la cual dice con energía, como tomando una resolución irrevocable :) ¡ Caiga el que caiga, nada puede separarme ya de Sigurd!
TELÓN
ACTO CUARTO
La escena representa la orilla del mar, al amanecer. La luna aparece de tarde en tarde, en medio de sombríos nubarrones, desgarrados por el huracán. Al foro, un túmulo recién terminado. En primer término, a la derecha, está Ernulf sentado en una piedra, con la cabeza desnuda, los codos sobre las rodillas, el rostro oculto entre las manos. Sus hombres trabajan 'en la tumba, al resplandor de antorchas que sostienen algunos compañeros. Poco después salen Sigurd y Dagny de la cabaña en que arde una hoguera.
DAGNY.-(Con voz débil.) Allí está todavía ... (Reteniendo a Sigurd.) No; no le dirijas la palabra.
SIGURD.-Tienes razón; no es momento oportuno todavía. Vale más dejarle a solas con sus pensamientos.
DAGNY.-(Dirigiéndose hacia la derecha y contemplando a su padre con expresión de dolor.) Ayer di6 pruebas de una gran fortaleza, mientras
17
IBSEN
. llevaba sobre sus hombros el cadáver de Thorolf y cavaoon la tumba sus ' guerreros. Pero cuando descendieron sus hijos a la tumba y la tierra y las piedras comenzaron a ocultarles a su vista el dolor se 'apoder6 de él y se sinti6 desfallecer. {Enjug~n,.. do las lágrimas.) Dime, Sigurd; ¿ cuándo pie~sas regresar a Islandia?
SIGURD.-Cuando el buen tiempo domine a la tempestad y cuando haya termin:ado el duelo C9n Gunnar.
DAGNY.-Y ¿ me prometes comprar tierras, instalarte en tus posesiones y dejar p~ra siempre la vida de Viking?
SIGURD.-Sí; puedes estar segura. DAGNY.-y ¿ no se bur16, Hjerdis de mí al de
cirme que no era digna de ser tu esposa? SIGURD.-No, Dagny. Tienes mí palabra. DAGNY.-¿ Pu~do entonces, como en los prime
ros días del pasado, abandonarme a la alegría y olvidar todos los horrores de que fuimos testigos en Noruega? En las veladas largas del invierno hablaremos de Gunnar y de Hjerdis. SIGURD.~No, Dagny, por nuestro bien, jamás
pronuncies !tI nombre de Hjerdis, cuando estemos en nuestras posesiones de Islandia. DAG~Y.-(E~ tono de cariñoso reproche .} Tu
odio contra ella es excesivo, Sigurd, tú no me has acostumbrado :a tales ' sentimientos.
UNO DE LOS GUERREROs • ....:.(Acercándose.} Mirad . El túmulo está terminado.
LOS GUERREROS EN HELGELAND 259
ERNULF.-(Como si despertara de un sueño.) j El túmulo!... i Ah! j Sí! j Ya 10 veo!
SIGURD.-Ahora hay que hablarle, Dagny. DAGNy.-(Acercándose.) Padre mío: hace fdo
aquí. Amenaza tempestad esta noche. ERNULF.-j Ah! j No temas! j El túmulo es
sólido y bien construído! j Ten:drán mucho calor allí dentro!
DAGNY.-Sí ; pero tú ... ERNULF.-Yo no tengo frío. DAGNy.-Nada comiste hoy: entra un momento.
Todo está preparado para la cena. E:&.'lULF.-Deja . de importunarme con la cena.
N o tengo ganas de comer. DAGNY.-Pero no puedes quedarte aquí inmóvil.
Créeme. Se trata de tu salud. No estás acostumbrado .
. ERNULF.-Tienes razón: siento un peso que me oprime el pecho; no puedo respirar.
(Oculta de nuevo el rostro entre las manos. Pausa. Dagny se sienta a su lado.)
DAGNY.-¿ No e~ verdad que mañana partirás para Islandia?
ERNULF.-(Sin alzarla vista.) ¿ Que voy hacer allí? No; me quedo aquí con mis hijos.
DAGNY.-(Con dolor.) Padre mío ... ERNuLF.-(Alzando la vista.) Retiraos y dejad
me tranquilo aquí. Necesito que pasen sobre mi
IBSEN
frente una o dos noches de tempestad para que acaben mis sufrimientos.
DAGNY.-¿ Por qué se te ocurre semejante iaea? ERNULF .-¿ Deseo el descanso y te extraña? Mi
misión ha terminado puesto que rendí el último tributo a mis hijos. (Con vehemencia.) ¡Atrás! i Fuera de aquí! (Oculta otra vez el rostro entre las manos.)
SIGURD.-(En ~oz baja a Dagny que se ha levantado .) Dejémosle aquí un poco.
DAGNy.-No ; se me ocurre una idea. Conozco su carácter. (A Ernulf.) Dices que nada tienes que hacer hoy y estás en un error: es verdad que tus hijos recibieron sepultura; pero eres Skalde y debes componer un canto fúnebre en su honor.
ERNULF .-(Moviendo la cabeza.) ¿ Un canto fúnebre? ¡ No! ¡No! Ayer hubiera sido capaz; hoy, no; soy demasiado viejo.
DAGNY.-Es tu deber. Gloriosa fué la vida de tus hijos; tienen derecho a un canto de despedida y, entre todos nosotros, tú sólo eres capaz de improvisarlo . .
ERNuLF .-(Interrogando a Sigurd con la mirada.) ¿ Un canto de despedida? ¿ Qué opinas tú, Sigurd?
SIGURD.-Soy de su opini6n . Haz 10 que te aice. DAGNY.- Tus vecinos 'de Islandia sabrían con
disgusto que antes del banquete fúnebre te faltó valor para honrar la memoria gloriosa de tus hijos. Aún no llegó para tí el momento de seguirles.
LOS GUERREROS EN HELGELAND 261
ERNULF.--Sea. Voy a inten'tarlo. Tú, Dagny, presta atención para que puedas reproducir después mis versos, con runas. (1)
(Los guerreros se acercan con antorchas :JI
forman círculo a su alrededor. Permanece un momento en silencio J se reconcentra en sí mismo y ' dice:)
En el alma llena de melancolía, murieron los cantos de ayer de alegría,
los cantos de amor. El bardo que llora su llanto reprime
y al viento que gime esparce los ecos del justo dolor Las Parcas adversas sembraron de espinas la tierra que tocan mis plantas cansinas, la tierra: camino del triste vivir. y al verme dichoso, mis bienes hurtaron sin fe ni ilusiones mi vida dejaron y sólo una cosa me resta: morir. Los dioses me dieron los ricos presentes de siete varones i mis hijos valientes! orgullo del Viking, por tierra y por mar. y en mi marcha triste nadie me acompaña; termino sin hijos la triste campaña y miro temblando, desierto el hogar . Thorolf, el más joven, por mí preferido,
(1) Runas, letras del alfabeto escandinavo, en número Je dieciseis primitivamente. También se aplica la palabra runa como sin6nimo de canto o parte de un poema.
262 IBSEN
hermoso retoño del árbol . querido, j si tu alma vi"iera,
tendría consuelo tal vez mi dolor! j oh, flor arrogante ,de mi Primavera, capullo de vida, capullo de amor! Al verte la herida, sentí agonizante, que otra arma clavaba su filo tajante en 10 más profundo de mi corazón! ¡ Que me den los dioses vigor y pujanza
y en justa venganza, en la Parca aleve clavaré mi lanza, en la Parca aleve, con mi maldición!
Pero algo me resta, de ~i bien perdido, un cons.ue10 tiene mi pecho afligido, un bálsamo santo que calma el dolor, un don! de los dioses, el don de ~oesía que al alma que llora le da la energfa, que al alma que llora devuelve el valor.
Así, de mis hijos en la tumba santa, mi voz conmovida sus ecos levanta y el ritmo sagrado que su gloria canta es como una ofrenda que sube hasta Dios. Dormid bajo tierra, valientes guerreros que el himno entonásteis de vuestros aceros, dormíos al .eco del último adiós. Que si el cuerpo vuestro cayó en la batalla el alma guerrera volando al Walhalla os hizo por siempre iguales de Dios.
(Respira con fuerza, aparta los cabellos de su frente y dice con voz tranquila:)
LOS -GUERREROS EN HELGELAND 263
Contemplad 3. Ernulf: recobr6 su fuerza y su I,vida. (A sus guerreros :) Que empiece el banquete fúnebre: se hizo lo. que faltaba para completar el día. (Entra con ellos en la choza.)
DAGNY.-¡ Benditos sean los dioses que ~e inspiraron semejante idea! (A Sigurd :) ¿ No entras tú también?
SIGURD.-No; no tengo ganas. ¿ Lo has preparado todo · para mañana?
DAGNY.-No faltará nada. Pued~s ver en el banco el lienzo con franja de seda; pero, esposo mío, estoy segura de que nadie puede hacer frente a Sigurd y no he llorado al coserlo.
SIGURD.-Quieran los dioses bondadosos que jamás tengas que derramar lágrimas por causa mía. (Interru1njJiéndose, mira a lo lejos.)
DAGNY.-¿ Qué miras? SIGURD.-¿ No oyes? por allí... (Indicando la
izquierda.) DAGNY.-Sí ; un violento huracán se desencade_
na en el mar. SIGURD.-(Dando algunos pasos en direcci6n al
foro.) Esta tempestad va a terminar en un torrente de lluvia. (Grita.) .¿ Quién va? (Se oye a lo lejos y hacia la izquierda la· voz deKore.)
KORE.-Antiguos conocidos, Viking Sigurd.
(KORE entra por la izquierda, seguido de hombres con armas .)
SIGURD.-¿ A dónde vais?
IBSE:N
KORE.-A casa de Gunnar. SIGURD.-¿ Con infendones hostiles? KORE.-Naturalmente. Una vez te interpusiste
pero supongo que ahora te apresurarás a satisfacer Plis designios.
SIGURD.-Es posible. KORE.-Supe tu desafío con Gunnar. Probable
mente llegará al duelo con las armas embotadas. SIGURD.-Te lanzas a una empresa superior a
tus fuerzas. i Ten cuidado, campesino'! KORE.-(Cón risa insolente.) j Déjame hacer!
Si por casualidad necesitas aparejar tu navío esta noche, cuenta. para alumbrarte con mi antorcha. j Adelante! (Señalando a los que le siguen la derecha.) Aquel es el camino. (Kore y sus amigos se alejan en la direcci6n indicada.)
DAGNy.-j Sigurd! j Sigurd! j Debías impedir ese crimen!
SIGURD.-(Dirigiéndose a la puerta de la choza y gritando a Ernulf que está en el interior.) En pie, Ernulf, se presenta ocasión de vengarte de Kore.
ERNULF.-(Sa!liendo seguido :por los suyos.) Kore, ¿ dqnde está?
SIGURD.-Se dirige a casa de Gunnar para incendiarla.
ERNULF.-j Déjale! Así me vengaré de un solo gol p.e de Gunnar y de Hjerdis. Tiempo me quedará después para ocuparme de Kore.
SIGURD.-No, estás equivocado. Si quieres vengarte de Kore, es necesario que en seguida te lan-
LoS GUERREROS EN' HELGELAND 265
cés en su persecución porque, una vez su crimen coinetido, se apresurará a refugiarse en las montañas. Yo provoqué en duelp a Gunnar; no puede es_ caparse a tu venganza a menos que yo... Pero i poco importa! Debemos, antes del amanecer, interponernos entre él y sus enemigos. No quiero que un miserable de la especie de Kore me arrebate el placer de la venganza.
ERNuLF.-Tienes razón: esta noche, iré en socorro del asesino de Thorolf ; pero 'mañana sonará su última hora.
SIGURD.-Ola mía; puedes .estar seguro. ERNULF.-¡ En marcha! i Vamos a vengar a
la familia Ernulf. (Desaparece seguido por sus gt¡erreros por el foro derecha.) .
SIGURD.-Dagny, acompáñale~ . Yo debo permanecer aquí. La noticia de mi duelo, es conocida pOr todos y no puedo encontrarme con Gunnar hasta que . llegue el momento. Debes acompañar a tu padre y guiarle con tus consejos. ¡ Que no desmien-ta un solo momento la nobleza de su carácter! En
casa de Gunnar hay muchas mujeres; no se debe ejercer violencia ni sobre Hjerdis ni sobre sus compañeras.
DAGNy.-Sí; corro a reunirme con ellas. No puedes dejar de pensar en Hjerdis Te doy gracias por tu bondad.
SIGURD.-Ve, Dagny . DAGNY.-Voy; pero no nos inquietemos por
IMEN
Hjerdis. Tiene colgada en su aposento, una armadura, y sabrá defenderse.
SIGURD.-También 10 creo yo; pero ¿ qué esreras para partir? Guía los actos de tu padre. Vela por todos sin olvidar la mujer de Gunnar.
DAGNY.-Puedes estar tranquilo. Hasta pronto.
(Va a reunirse con Ernulf y sus compañe,ros.)
SIGURD.-Hermano de armas: es la primera' vez que permanezco desarmado mientras te amenaza un peligro. (Escuchando .. ) Oigo gritos y chocar de espadas : Ya han llegado a la casa. (Se dispone a salir por la derecha pero se detiene bruscamente y lanza una exclamaci6n de sorpresa.) i Hjerdis ! ... ¡aquí!
(HJERDIS, suelta la cabellera, aparece vestida con traje escarlata corto) en que están pintadas armas de oro. Lleva casco) coraza) brazales y canilleras; carcaj colgando de los hombros y escudo sujeto a' la cintura. Empuña . un arco) ouya cuerda está tejida con su proPia cabellera. Nerviosa y agitada se vuelve con terror) como si la persiguiera un monstruo; se acerca a Sigur:d) le coge por un brazo y grita con voz temblorosa por la emoci6n :)
HJERDIS.-¡ Sigurd ! .¡ Sigurd! ¿ le ves? SlGURD.-¿ Quién? ¿ D6nde? IIJERDIs.-EI lobo que me persigue... no se
LOS GUERREROS EN HELGELAND 267
mueve; pero tiene sus ojos color de sangre fijos en mí. Es un presentimiento, Sigurd. Aparece por tercera vez y viene a anunciarme qu"e, sin re-misión, debo morir esta noche. "
SIGURD.-¡ Hjerdis! ¡ Hjerdis! HJERDIS.-¡ Es él!. .. I Desaparece de repente
bajo tierra! . . . ¡ A,h! ¡ Gracias a él conozco el des-tino con seguridad! "
SIGURD.-Estás enferma: sígueme y sentémonos.
HJERDIS.-No; aqui debo esperar. Mi angustia durará poco.
SIGURD.-¿ Qué ha pasado en tí? HJERDIS.-Y ¿ me 10 preguntas? No sé nada
y sólo puedo contéstarte una cosa: tenías razón al decir hoy que Gunnar y Dagny forman ante nosotros infranqueable barrera. Librémonos de ellos, renunciando a la vida . Así nada podrá separarnos.
SIGURD.-Te imaginas, pues ... HJERDIs .-(Con sole11midad.) Mi existencia fué
la de una infortunada, sin apoyo en la tierra desde el día en que fijaste tu elección en otra mujer para hacerla tu esposa. Cometiste entonces una mala acción. El hombre tiene derecho de dar a un amigo fiel todos los tesoros que posee, pero no puede, sin cometer un crimen, arrojar en sus brazos la mujer que ama porque al obrar así rompe y desgarra la trama misteriosa de las Nomas y aniquila, de un solo golpe, dos espíritus. Una voz miste-
ll~SEN
riosa me repite que el destino de mi alma era sostener la tuya en el peligro, inflamarla con su propia llama y que el tuyo era hacerme glorios~ y triunfadora. Juntos los dos ... lo sé . . . habríamos sido: tú, entre todo varón, el más ilustre; yo, entre toda mujer, la más dichosa. S~GURD.-~S tard~ ya para volver al pasado.
¿ Crees que por mi parte pienso sin desesperación en la existencia que me espera? ¿ Que no desmayo ante la idea de tener que prodigar todos los días a Dagny las pruebas de un amor, cuyo solo recuerdo oprime mi corazón? Sin embargo así aehe ser y son vanos nuestros lamentos.
HJERDIs.-{Con violencia creciente.) No será. Llegó el momento de decir adiós a la vida. ¿ Ves esta cuerda? Estoy segura de alcanzar con ella mi fin porque la consagré cantando las estrofas mágicas más eficaces. (Desliza una flecha en el arco tendido.) ¡Escucha! ¡Escucha! ¿ Oyes el siniestro ruído que atraviesa los aires en este momento? Es la carrera infernal de los muertos al Walhalla; descienden al oir mis imprecaciones y se disponen a tocar en tierra. Llegó para nosotros la hora de seguirles.
SrGuRD.-{Retrocediendo con espanto.) i Hjerdis! i Hjerdis! i Me causas horror!
HJERDIs.-(Que parece haber olvidado su presencip..) Ningún poder conseguirá en adelante cambiar nuestro destino. Y prefiero esta suerte a
LOS GUERREROS EN HELGELAND 26g
la de haberte pertenecido teniendo que vivir sólo para tejer y para darte hijos. ¡ Qué vergüenza!
SIGURD.-Eres víctima _ del arte mágico, que llenó de turbación tu alma. (Helado de espanto.) ¡Ah! ¡ Mira al horiwnte ! Arde la casa de Gunnar.
HJERDIS.-¡ Que arda! El imperial castillo de las nubes vale más, mucho más que el de Gunnar.
SIGURD.-Pero, Egil, tu hijo, está en peligro de muerte. ¿ Puedes olvidarle?
HJERDIS.-¡ Que .muera! Así desaparecerá la prueba viviente de su deshonor.
SIGURD.-y ¿ Gunnar? ¡ También asesinan a tu esposo!
HJERDIS.-¿ Qué me importa? Yo me uniré esta noche al paso de un compañero más noble. No, Sigurd. Nada me hará retroceder. Ya no hay para mí f~licidad posible en esta vida . El dios Blanco (1) prosigue su marcha triunfal hacia el Norte y no quiero esperarle. Las divinidades antiguas ven desvanecerse el poderío pasado; dormitan y se han convertido casi en sombras. Guerrearé contra ellos. Librémonos de la vida, Sigurd. Quiero sentarte en el trono de hielo y sentarme también a tu lado. (Estalla la tempestad.) ¡Escucha! i Escu-
(1) El nombre de Dios Blanco se --aplicaba al mismo tiempo a Cristo y a Balder, el dios Sol de la mitologja escan¿ inava, hijo de Frigga y esposo óe Nanaa. L os misio-leros cristianos para difundir su religión se aprovecharon de la semejanza entre ambos, según afirma Carlyle en su hi~toria "De los héroes, del culto de los héroes y del he· fo~smo»,
27° IBSEN
cha! ¿ Oyes galop.ar, hacia nosotros los que han de constituir nuestro séquito? ¿ Ves los caballos temolinándose en la carrera infernal? Hay uno destinado pára tí y otro par.a m:í. (Dispara la flecha.) j En marcha, para el último viaje! .
SIGURD.-j Buena puntería, Hjerdis! (Ca(1.) HJERDIs.-(Conalegrfu. frenética precipitán
dose hacia él.) Sigurd, mi hermano, ahora seremos el uno para el otro.
SIGURD.~Ahora menos que nunca. Nuestros caminos se separan para siempre... porque soy cristiano .
HJERDIs.-(Fuer.a. de sí.) ¡Tú! ¡no! ¡mientes! SIGURD.-El dios Blanco es mi dios : el rey
Ethe1stan me enseñ6 a conocerle y mi alma va a elevarse hasta él.
HJERDIs.-(Con voz dolorosa.) ¿ Qué va a ser de mí? (Arrojando el arco.) i Maldici6n! ¡ Maldici6n!
SIGURD.-Muy dolorosa fué mi existencia desde el día en que te arr.anqué de mi corazón para entregarte a Gunnar. Gracias, Hjerdis . Ahora estoy libre de la pesada carga de mi vidá. (Muere.)
HJERDIS.-¡ Muerto! i Entonces mi alma huy6 con él! (La tempestad deja oir cada vez más sus rígidos. Ella grita con energía. salvaje :) Vienen: mis cantos mágicos los han atraído hacia aquí. Pero nunca. .. i nunca les seguiré! i Unirme a la carrera: infernal y no tener a Sigurd por compañero ! ... Nadie viene en mi auxi1io.~. i Fijan sus mi-
LOS GUERREROS EN ,HELGELAND 271
radas en mí! ¿ Cómo resistir a sus invitaciones y sus sonrisas? i Excitan sus caballos con la espuela! (Lanzándose al borde de un preciPicio.) Les veo encima de mi cabeza i y ni un amigo, ni un refugio desde donae pueda desafiarles ! A ver si 16 encuentro en el fondo del mar. (Se arroja al abismo.)
(ERNULF, DAGNY, GUNNAR, llevando a EGIL en brazos, y los guerreros de Sigurd que van llegando unos después de otros por el camino de la derecha .)
ERNULF .-(Extendiendo la mano hacia la tumba de sus hijos.) Y, ahora, hijos míos, dormid en paz. Ya no necesitaréis salir de vuestra tumba para pedir venganza.
DAGNY.-(Acercándose.) i Padre mío! ¡Padre mío! i Estoy anonadada por el térror ! . .. toda la sangre derramada en esta expedici6n.. . y ¡esta tempestad! i Escucha! ¡ Escucha!
GUNNAR.-(Teniendo a Egil en brazos.) Paz y misericordia por amor de este niño.
ERNuLF.-Gunnar, ¿ tú aquí? GUNNAR.-Sí, Emulf, mi casa no es más que un
mont6n de ruinas humeantes y han suc\lmbi4o mis últimos servidores. Estoy en tu poder. Haz de mí 10 que quieras .
ERNuLF.-Sigurd debe sentenciar. Por lo tanto, pongámonos al abrigo de este techo, porque no estamos con seguridad aquí.
IBSEN
DAGNy.-Sí, entremos en seguida. (Se 'dirige hadja, la choza, ve el cadáver de Sigurd y grittiJ con espanto:) ¡ Sigurd! ¡ Sigurd! ¡Esposo 11!Ío! Lo han asesinado. (Se arroja sollozando sobre el cadáver.)
ERNULF.-(Acudiendo.) Sigurcl . . , GUNNAR.-(Dejando a EgiL en el suelo.) ¡ Sigurd
asesinado! DAGNy.-(Volviéndose con mirada extraviada
a los guerreros que forman círculo en tÚ·rno del cadáver.) No; no es posible; mi esposo vive todavía. (Viendo el arco.) ¡Ah! ¿Qué veo? (Se levanta.)
ERNULF.-No te has engañado, hija, Sigurd ha muerto.
GUNNAR.-(Como presintiendo.) Y, Hjerdis ¿ pasó por aquí?
DAGNy.-(En voz ba.ja, conteniéndose.)No sé nada; lo único que puedo decir es que aquí está su arco ...
GUNNAR.-¡ Ah! ¡ Me lo figuraba! DAGNY.-¡ Cállate! ¡ Cállate! (Hablando con
sigo misma:) ¿ Será posible que tuviese tanto odio contra él ? . .
GUNNAR.-(En voz baja.) ¡Muerto! ¡ La noche del duelo! ¡ Su amor por mí, no estaba completamente extinto!
(Todps retroceden. El tropel de Ases (r) pasa por el aire.)
~ipidades de la ¡:¡tit91º~ía pa¡;ana que h"Qi~an III
LOS GUERREROS EN HELGELAND 273
EGIL.-(Con gran terror.) ¡ Mira! i Padre mío! ¡Mira!
GUNNAR.-¿ Qué? EGIL.-Los caballos negros encima de nosotros . GUNNAR.--Son las nubes. ERNULF.-No ; son los que sucumbieron en su
carrera infernal al \Valhalla. EGIL.-(Gritllndo.) ¡ Mi madre! i Veo a mi
madre entre ellos! ... DAGNY.-¡ En nombre de los dioses! GUNNAR .-¿ Qué dices, niño? EGIL.-Mira; delante de todos, montada en el
caballo ne&ro. ¡ Padre mío!.. . ¡ Padre mío! . ..
(Se agarra temblando a Gunnar. Pausa. La tempes tad alJ"av iesa rópidG>mente los aires; las nubes se disipan y aparece la luna iluminando la tierra con su luz serena.)
GUNNAR.-(Con dolor resignado.) No hay duda. Hjerdis ha muerto ...
ERNULF .-Sí ; mucho a ntes que tú había merecido ella mi venganza. Infortunado azar nos puso a los dos en el mismo camino. Esta es mi mano; te la tiendo en señal de paz y de olvido.
GUNNAR.-Gracias, Ernulf . Y ahora, démonos a la vela : te sigo a Islandia.
ERNULF ~-Sí; en marcha hacia Islandia. Ha
18
274 IBSEN
terminado la expedición heroica. La memoria de los hombres guardará mucho tiempo el recuerdo.
Mientras existan en la patria nuestra generaciones .que honren el valor, entonará el Skalde sus canciones de los bravos guerreros en loor; de los bravos guerreros, cuya sangre las. playas de Noruega consagró; de los bravos guerreros, cuya gloria siempre será del mundo admiración.
TELÓN
4 '00 pesetas Printed in Spaln
il·:;: ! . ~\
.
-;.~'.~! .. ~:,~
'EDf~ "l"""'1)()IA