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del Fondo de Cultura Económica ISSN: 0185-3716 Convivir con Martí: Federico Álvarez Poesía de Milosz, Landa y Lumbreras Roberto Arlt: Los siete locos Un cuento de Mónica Rovelo La píldora cincuenta años después: Carl Djerassi Jaramillo Agudelo sobre Cobo Borda y Cobo Borda sobre Arlt y Jitrik Román Piña Chan: En defensa de la tradición indígena Notas de Francisco Álvarez y Helena Beristáin

La Gaceta - Septiembre 2001 - Convivir Con Martí

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La Gaceta - Septiembre 2001 - Convivir Con Martí

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del Fondo de Cultura Económica

ISS

N:

0185

-371

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Convivir con Martí:Federico Álvarez

Poesía de Milosz, Landa y

Lumbreras

Roberto Arlt:Los siete locos

Un cuento deMónica Rovelo

La píldora cincuentaaños después: Carl Djerassi

Jaramillo Agudelosobre Cobo Borda

y Cobo Bordasobre Arlt y Jitrik

Román Piña Chan:En defensa de la tradición indígena

Notas de Francisco Álvarez y Helena Beristáin

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del Fondo de Cultura Económica

DIRECTORGonzalo Celorio

SUBDIRECTORHernán Lara Zavala

EDITORFrancisco Hinojosa

CONSEJODE REDACCIÓN

Ricardo Ancira, María Luisa Capella (España),

Adolfo Castañón, Joaquín Díez-Canedo, María del Carmen Farías, Mario Enrique Figueroa,

Daniel Goldin, Alejandro Katz (Argentina),

Josu Landa, Jorge Ruiz Dueñas,Juan Camilo

Sierra (Colombia)

DISEÑO, TIPOGRAFÍA

Y PRODUCCIÓN

elδoradoSnark Editores, S.A. de C.V.

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el Fondo de Cultura Económica, con domicilio en

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del Pedregal, Delegación Tlalpan, Distrito Federal,

México. Editor responsable: Francisco Hinojosa.

Número de Certificado de Licitud (en trámite); Nú-

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trámite); Número de Reserva al Título de Derechos

de Autor (en trámite). Registro Postal, Publicación

Periódica: PP09-0206. Distribuida por el propio

Fondo de Cultura Económica. Impreso por Impre-

sora y Encuadernadora Progreso, S.A. de C.V.,

San Lorenzo Tezonco 244, Delegación Iztapalapa.

LA GACETA

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SUMARIOSEPTIEMBRE, 2001

CZESLAW MILOSZ: Honesta descripción... • 3FEDERICO ÁLVAREZ: Convivir con Martí • 4ROBERTO ARLT: Estados de conciencia • 7

JUAN GUSTAVO COBO BORDA: Roberto Arlt, Noé Jitrik y el arte de leer • 9

ROMÁN PIÑA CHAN: En defensa de la tradición indígena • 13JOSU LANDA: Lunar • 16

CARL DJERASSI: La píldora... Una exaltación de Los Treinta: Murasaki & Co. • 17

DARÍO JARAMILLO AGUDELO: Juan Gustavo Cobo Borda: La musa inclemente • 18

ERNESTO LUMBRERAS: Lo que dijeron las estrellas... • 20MÓNICA ROVELO: La última voluntad del teniente coronel

o instrucciones precisas • 21J. FRANCISCO ÁLVAREZ: El cosmos de la metáfora

está literalmente lleno • 23HELENA BERISTÁIN: Euforia y disforia en la poesía

de Susana Francis • 25

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SEPTIEMBRE, 2001SUMARIO

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Honesta descripción de mí mismotomándome un whisky en un aeropuerto,

digamos que en Mineápolis

✸��CCzzeessllaaww MMiilloosszz

Traducción de Gerardo Beltrán

Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.

Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o en-vueltas en telas ligeras.

A cada una la observo por separado, sus traseros ysus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.

Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tum-ba en lugar de entretenerte con juegos y diversionesde jóvenes.

No es verdad, hago solamente lo que siempre he he-cho, ordenando las escenas de esta tierra bajo el dic-tado de la imaginación erótica.

No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,y ellas son como el signo de una relación extática.

No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitadde contemplación desinteresada y la mitad de apetito.

Si después de morir me voy al cielo, tendrá que sercomo aquí, sólo que liberado de estos torpes senti-dos, de estos pesados huesos.

Transformado en mirar puro, seguiré devorando lasproporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda laextraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosasvisibles.

• To, la colección de la que procede este poema, fue publicada por la editorial Znak de Cracovia a fines del año 2000, meses antes de queMilosz cumpliera noventa años, el 30 de junio de 2001. Con este motivo, en la ciudad de Gdansk se organizó un maratón de lectura desu obra durante tres días. La traducción que aquí se presenta fue leída el mismo día 30 en la Casa del Traductor de Tarazona (España),en el marco de un seminario de traducción literaria.

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� Palabras leídas en la presentación del libro José Martí y el equilibrio del mundo (Tierra Firme, 2000),

antología de textos con un estudio introductorio de Armando Hart. Federico Álvarez fue gerente del FCE en España. Ha vivido

también en Cuba y México.

Nosotros, los martinianos, que nos damos el gusto de leera Martí con frecuencia, creemos, a veces, que hay mu-chos libros publicados de Martí y sobre Martí (los tene-mos en nuestra biblioteca) y que la aparición de uno

más es siempre una redundancia. Pero la verdad es que hay pocostextos suyos accesibles (salvo en Cuba, por supuesto). Sus obras sehan publicado en ediciones de “obras completas”, en antologías volu-minosas o en cortas ediciones fugaces, y faltaba, entre nosotros, el libroesencial que nos lo dé a la mano.

Además, lo común es empezar a conocerlo por sus versos, y nopor su prosa, cuando, en realidad, aun siendo un poeta excepcional,es, en mi opinión, su prosa (discursos, artículos, manifiestos, cartas) laque lo convierte en un verdadero gigante de nuestra cultura moderna.

Todos tenemos predilecciones literarias que han sido fundamen-tales en nuestra formación: escritores que, en gran medida, han hechode nosotros lo que somos. En nuestras mentes fulguran algunos nom-bres durante toda la vida. En la mía Cervantes, Machado, Stendhal,Vallejo, Tolstoi, Mann... Martí ocupa un lugar excepcional entre ellos.Voy a explicar mi personal experiencia martiana. Llegué a Cuba en1940, con trece años de edad, después de haber vivido la guerra espa-ñola en casa de mis abuelos, en la zona franquista, estudiando en uncolegio religioso, lejos de mis padres, que habían quedado en Madrid;y la llegada a La Habana, al nuevo colegio, a los nuevos amigos, fueun deslumbramiento, y no sólo por el sol tropical. En ese deslumbra-miento, entre cien factores más, Martí fue un foco providencial. Porsupuesto, a Martí se le lee en Cuba muy temprano en las escuelas.Además, algunos de sus libros estaban en la pequeña biblioteca quelentamente mi padre iba reconstruyendo. Y el arranque fue, con todalógica, “La república española ante la revolución cubana”, el “Mani-fiesto de Montecristi” y “Nuestra América”. De la mano de Martí des-cubrí en Cuba a América casi repentinamente.

Juan Marinello, en uno de sus mejores ensayos, pudo hablar de“La españolidad literaria de José Martí” al descubrir las fuentes desu estilo en los siglos de oro de nuestra lengua. Por el camino inver-so los escritores españoles exiliados vivieron la coyuntura opuesta yparalela: la de nuestra americanidad literaria. Y conocimos Américaa través de los ojos que mejor la han visto.

Pero también, en lo que se refiere a mi generación, o al menos amí mismo, descubrimos con Martí a España. En Cuba, desde unaperspectiva americana, este hombre luminoso y cercano produjo enmí una especie de desespañolización, es decir, me dio distancia pa-ra volver a ver a España, a las dos Españas que había visto sin reco-

nocerlas durante la guerra, y a leer a los escritores españoles connuevos ojos.

Desde entonces, lo americano me resulta lo verdaderamente pro-pio, y lo español reaparece transfigurado en una España republicanay heterodoxa, siempre derrotada y, al parecer, utópica: no existenteen ningún lugar que no sea la memoria. Es la España de Martí. La Es-paña republicana y popular que, como veremos enseguida, él soñó alunísono con la Cuba independiente.

Durante mis siete años de adolescencia y juventud cubanas pudever también con Martí algo que los cubanos saben muy bien: la sin-gularidad de Cuba, la excepcionalidad de Cuba. Claro que todos lospaíses son “excepcionales” en algún sentido (México excepcional: elúnico país que ha derrotado dos imperios —además del de España—y fusilado a dos emperadores). Pero la excepcionalidad de Cuba erade otro carácter, más objetivamente determinada por la historia. Lodice muy bien Armando Hart en su prólogo, cuando describe “la ori-ginalidad de nuestro proceso”. Primero, la situación geográfica. Cu-ba, llave del Nuevo Mundo, subraya Hart; La Habana, puerto ameri-cano de recepción inmediata y directa de la cultura occidental enAmérica, pero también punto de partida de tantos viajes de cubanos

Convivir con Martí

✸ Federico Álvarez

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•Marcapasos•

La Benemérita Universidad Au-tónoma de Puebla otorgó elgrado de doctor honoris causaal polígrafo argentino-mexica-no Noé Jitrik, autor del libro Lavibración del presente: trabajoscríticos y ensayos sobre textosy escritores latinoamericanos,publicado por el Fondo de Cul-tura Económica. La ceremoniatuvo lugar en el salón paraninfodel edificio carolino y duranteun par de días se llevaron a ca-bo, simultáneamente, múltiplesmesas redondas a propósito dela vasta obra de Noé. Fue tanamplia la convocatoria y tan in-tensas las jornadas de trabajoque aquel homenaje fue bauti-zado por alguno de los partici-pantes como “La Jitrikíada”.

��La noticia del fallecimiento dedos notables escritoras nos lle-na de consternación. En efecto,el día 25 de julio murió la desta-cada cuentista y novelista Eu-dora Welty a la edad de 92 años.Welty fue una de las más famo-sas narradoras del Sur de losEstados Unidos, continuadorade la tradición instaurada porTwain, Faulkner y Carson McCu-llers. Ganadora del premio Pu-litzer en 1973 con su novela Lahija del optimista, tuvo una lar-ga y brillante carrera. Funda-mentalmente cuentista, la obrade Welty se concentraba en elpoder de la memoria a la queella llamaba “visión interior”.Cuenta además con varios li-bros de ensayos, entre los quedestacan El ojo del cuento ySobre los inicios del escritor.

y latinoamericanos a Europa y Estados Uni-dos. Lo que luego acabaría siendo el “viajetercermundista” al “primer mundo”, queteoriza brillantemente Edward Said, empezótal vez, muy pronto, en La Habana. Segundo:la rápida aparición, ya en el siglo XVIII, deuna plutocracia azucarera (Arango y Parre-ño) junto a una enorme —por momentos ma-yoritaria— población africana esclava quehabría de manumitirse y pasar a formar par-te activa esencial de la ciudadanía de la inde-pendencia. Tercero: la no ocurrencia de unaguerra de independencia en Cuba (como enBrasil, aunque por diferentes motivos) en losmomentos en que toda la América españolase levantaba contra la metrópoli. Cuarto: lacristalización de la idea independentista ma-yoritaria ya en el último tercio de siglo, conun sustrato ideológico (en tanto que “pro-ducción de ideas”, advierte Hart) muy avan-zado. Ahí está Martí: punto climático delproceso liberador latinoamericano en el sigloXIX. Este distinto, original proceso cubano seinicia al convertirse Cuba en el siglo XVIII enuna colonia muy rica, dominada en el terre-no económico por opulentos hacendadosque, aun siendo cubanos muchos de ellos,sienten que la independencia no correspon-de a sus intereses y prefieren mantenerse ba-jo el manto colonial. Cuando todas las colo-nias españolas de América luchan contra Es-paña, Cuba (y Brasil) se enriquecen y pros-peran en la primera mitad del siglo XIX. Pe-ro, con ese trasfondo de pacífico enriqueci-miento se produce también (como en Brasil)un extraordinario desarrollo cultural queacaba pasando de la ambigüedad a la crista-lización de una poderosa estructura intelec-tual nacional avanzada. No hago más queglosar el notable prólogo de Hart al libro quecomentamos. De ese proceso nace Martí co-mo un producto natural, casi predetermina-do. Es una verdadera cumbre que, como Bo-

lívar en la primera mitad del siglo, pero conideas mucho más avanzadas, sienta las basesde esa singularidad del proceso histórico, so-cial y político cubano en el último tercio delsiglo. De aquí el enorme papel, fuera de to-da norma, desempeñado por Martí. La His-toria hace a Martí y Martí hace la Historia.La ocupación norteamericana de la isla en1898 —tres años después de la muerte encombate de Martí— no hace más que acen-drar ese condicionamiento histórico singularque, efectivamente, lleva, con una coheren-cia extraordinaria, a la revolución cubanatriunfante en 1959. Martí, “autor intelectualdel asalto al Moncada”, dice Fidel Castro enel proceso que lo condena a la prisión de Islade Pinos. Sí, objetivamente exacto. Podrá de-círseme que es fácil trazar ese proceso a pos-teriori, pero, aparte de que no es otra la fun-ción de la historiografía, pediré que se leanestos textos de Martí, recogidos en este libro,para corroborar esa extraordinaria concre-ción del proceso moderno de Cuba.

El gobierno de España representó en to-do este proceso un papel lamentable. Mar-tí extendía una y otra vez la mano. España,en su ceguera egoísta y soberbia, enarbo-lando un cetro imperial cuya debilidad, ensu arrogancia, desconocía, proclamaba in-cesantemente que gastaría, para mantenerla posesión de su colonia, “hasta el últimohombre y la última peseta”. Lo decían losconservadores desde el poder, pero tam-bién los liberales —con contadas excepcio-nes— desde la oposición.

Hay una anécdota, bien conocida, con laque podría definirse este enfrentamiento. En1879, un Martí de veintiséis años, desterradoen Madrid, visita a Cristino Martos, líder delos liberales antidinásticos en el Parlamentoespañol, republicano en ocasiones, esperan-do —hay a veces una ingenuidad hermosaen Martí— lograr su apoyo a la independen-

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cia de Cuba. Martos escucha la voz encendi-da del cubano y entiende su razón. Pero larazón de Martí no es la de Martos, y éste aca-bará diciéndole: “O ustedes o nosotros”.¡Martos, que había sido condenado a muerteen el 66 y era uno de los conspiradores quederrocaron a Isabel II!

No obstante, Martí, al iniciar, con el Ma-nifiesto de Montecristi, la guerra de indepen-dencia contra España, se dirige a los espa-ñoles de Cuba con unas palabras casi in-comprensibles en quien llama a la lucha de-finitiva contra la metrópoli. Hay que citar-lo in extenso:

La guerra no es contra el español, que, enel seguro de sus hijos y en el acatamientoa la patria que se ganen podrá gozar res-petado, y aun amado, de la libertad quesólo arrollará a los que le salgan, impre-visores al camino...

En los habitantes españoles de Cuba,en vez de la deshonrosa ira de la prime-ra guerra, espera hallar la revolución,que ni lisonjea ni teme, tan afectuosaneutralidad o tan veraz ayuda, que porellas vendrá a ser la guerra más breve,sus desastres menores, y más fácil yamiga la paz en que han de vivir juntospadres e hijos [...] En el pecho antillanono hay odio; y el cubano saluda en lamuerte al español a quien la crueldaddel ejército forzoso arrancó de su casa ysu terruño para venir a asesinar en pe-chos de hombre la libertad que él mismoansía. Más que saludarlo en la muerte,quisiera la revolución acogerlo en vida;y la república será tranquilo hogar paracuantos españoles de trabajo y honorgocen en ella de la libertad y bienes que

no han de hallar aún por largo tiempoen la lentitud, desidia y vicios políticosde la tierra propia. Este es el corazón deCuba, y así será la guerra. ¿Qué enemi-gos españoles tendrá verdaderamente larevolución? ¿Será el ejército, republica-no en mucha parte, que ha aprendido arespetar nuestro valor, como nosotrosrespetamos el suyo, y más sienten im-pulsos a veces de unírsenos que de com-batirnos? ¿Serán los quintos, educadosya en las ideas de humanidad, contra-rios a derramar sangre de sus semejan-tes en provecho de un cetro inútil o unapatria codiciosa, los quintos segados enla flor de su juventud para venir a de-fender, contra un pueblo que los acoge-ría alegre como ciudadanos libres, untrono mal sujeto, sobre la nación vendi-da por sus guías, con la complicidad desus privilegios y sus logros? [...] ¿Quésuerte elegirán los españoles: la guerrasin tregua, confesa o disimulada, queamenaza y perturba las relaciones siem-pre inquietas y violentas del país, o lapaz definitiva, que jamás se conseguiráen Cuba sino con la independencia?

Y, por último, este párrafo de gran escritor:

La revolución emplea sin miedo este len-guaje, porque el decreto de emancipar deuna vez a Cuba de la ineptitud y corrup-ción irremediable del gobierno de Espa-ña, y abrirla franca para todos los hom-bres al mundo nuevo, es tan terminantecomo la voluntad de mirar como a cuba-nos, sin tibio corazón ni amargas memo-rias, a los españoles que por su pasión delibertad ayuden a conquistarla en Cuba,

y a los que con su respeto a la guerra dehoy rescaten la sangre que en la de ayermanó a sus golpes del pecho de sus hijos.

Entre estas palabras y las de Martos, “O us-tedes o nosotros”, o las de Cánovas: “hasta elúltimo hombre, hasta la última peseta”, mireflexión de adolescente adquirió un radica-lismo definitivo y, desde entonces, leer aMartí fue convivirlo.

Leerlo es verlo vivir. No sabemos si su fi-gura debe más a su palabra que a su vida. Suvida es un proyecto en realización perma-nente y su palabra es la cristalización de esavida. Por eso quien lo lee lo convive.

Siempre he creído, en la información quenos produce el contacto espiritual con un gi-gante, que mi relación con Martí era excep-cional, particular, propia. Que mi conoci-miento de Martí era, lo he dicho alguna otravez, autobiográfica. Que esa experiencia sólome había pasado a mí. Y resulta, bien lo sa-bemos, que le ha pasado a muchos.

La relación intelectual con Martí, en lamedida en que a cada uno nos sea dada, loconvierte misteriosamente en una presencia.Es verdad que es héroe como muy pocos,poeta extraordinario, apóstol (porque se con-sagró de por vida a la libertad y a la justicia),pero es como persona como lo percibo yo encuanto se menciona su nombre; y como rela-ción de persona a persona (si se me permitela petulancia) es como siento mi relación conél. No es santo, como alguien quiso; es, por elcontrario, humano, demasiado humano, de-masiado cercano, demasiado verdadero: to-do lo que dice o escribe parece que nos lo di-ce o escribe, a cada uno de nosotros, perso-nalmente. Se le puede aplicar lo que él dijode los mártires del Jeannette y que NicolásGuillén cita en estas mismas páginas: “Loshéroes son propiedad humana, comensalesde toda mesa familiar”. Se le podría corregir,¿todos los héroes son así de cercanos?, y to-marlo como ejemplo: no conozco héroe queme sea tan familiar y que pueda, en efecto,ser, como él, comensal de mi mesa. En él to-do era intensidad comunicativa. A diferenciade otras grandes figuras de nuestra historia,la veneración que puede sentirse hacia él sederiva de esa milagrosa, empática calidadpersonal. Este libro nos da muchas cosas. Pe-ro tal vez lo más importante sea reconocer yhacer propia esa personalidad sin par.

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� Fragmento de Los siete locos, quefue publicada, junto con Los lanzallamas, por el FCE en la

colección Archivos.

Sabía que era un ladrón. Pero lacategoría en que se colocaba nole interesaba. Quizás la palabraladrón no estuviera en conso-

nancia con su estado interior. Existía otrosentimiento y ese era el silencio circular en-trando como un cilindro de acero en la masade su cráneo, de tal modo que lo dejaba sor-do para todo aquello que no se relacionaracon su desdicha.

Este círculo de silencio y de tinieblas in-terrumpía la continuidad de sus ideas de for-ma que Erdosain no podía asociar con el de-clive de su razonamiento, su hogar llamadocasa con una institución designada con elnombre de cárcel.

Pensaba telegráficamente suprimiendopreposiciones, lo cual es enervante. Conocióhoras muertas en las que hubiera podido co-meter un delito de cualquier naturaleza sinque por ello tuviera la menor noción de suresponsabilidad. Lógicamente, un juez nohubiera entendido tal fenómeno. Pero él yaestaba vacío, era una cáscara de hombre mo-vida por el automatismo de la costumbre.

Si continuó trabajando en la CompañíaAzucarera no fue para robar más cantidadesde dinero, sino porque esperaba un aconteci-miento extraordinario —inmensamente ex-traordinario— que diera un giro inesperadoa su vida y lo salvara de la catástrofe queveía acercarse a su puerta.

Esta atmósfera de sueño y de inquietudque lo hacía circular a través de los días co-mo un sonámbulo, la denominaba Erdosain“la zona de la angustia”.

Erdosain se imaginaba que dicha zonaexistía sobre el nivel de las ciudades, a dosmetros de altura, y se le representaba gráfi-camente bajo la forma de esas regiones de sa-linas o desiertos que en los mapas están reve-lados por óvalos de puntos tan espesos comolas ovas de un arenque.

Esta zona de angustia era la consecuenciadel sufrimiento de los hombres. Y como unanube de gas venenoso se trasladaba pesada-mente de un punto a otro, penetrando mura-llas y atravesando los edificios, sin perder suforma plana y horizontal; angustia de dos di-mensiones que guillotinando las gargantasdejaba en estas un regusto de sollozo.

Tal era la explicación que Erdosain sedaba cuando sentía las primeras náuseas dela pena.

—¿Qué es lo que hago con mi vida? —de-cíase entonces, queriendo quizás aclarar conesta pregunta los orígenes de la ansiedadque le hacía apetecer una existencia en lacual el mañana no fuera la continuación delhoy con su medida de tiempo, sino algo dis-

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Estados de conciencia

✸ Roberto Arlt

��Olga Nolla es la otra escritoraque falleció el pasado 30 de ju-lio en la ciudad de Connecticut,en Estados Unidos. Nacida enPuerto Rico, Olga estuvo muycerca de México, donde partici-pó en varios encuentros de na-rrativa y poesía. Publicó dosnovelas, en una de ellas, El cas-tillo de la memoria (Alfaguara),explora los orígenes de la his-panidad de su país natal. Perosu aportación más importantese dio en el campo de la poesía,donde indagó los espacios deldeseo erótico desde el punto devista estrictamente femenino,como se muestra en su poe-mario Dulce hombre prohibido(1994), de donde selecciona-mos la siguiente cita: “Hay unhombre en el mundo/ que mebusca/ que me sueña./ Si yo a éllo sueño,/ por la ley del espejo/él debe estar soñándome... Si-gue soñándome, digo./ A cam-bio,/ voy a soñarte un placer in-tenso./ Te soñaré mi cuerpo, elque tú quieras,/ el que prefieras...”

Descansen en paz EudoraWelty y Olga Nolla.

��El 7 de julio pasado falleció, enHelsinki, el filósofo Abelardo Vi-llegas. Autor de esta editorial,dedicó toda su vida al estudiode las expresiones mexicanasde la filosofía. De esa perseve-rancia surgió una amplia seriede libros, entre los que cabríadestacar Positivismo y porfiris-mo (1972), Democracia y dicta-dura: el destino de una idea bo-livariana (1987) y El pensamien-to mexicano en el siglo XX, pu-blicado por nuestra casa en1993. El FCE se conduele consu viuda, Eugenia Revueltas, ytodos sus familiares, por tan la-mentable suceso.

��

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tinto y siempre inesperado, como en los de-senvolvimientos de las películas norteame-ricanas, donde el pordiosero de ayer es el je-fe de una sociedad secreta hoy, y la dactiló-grafa aventurera, una multimillonaria deincógnito.

Dicha necesidad de maravillas que notenía posibles satisfacciones —ya que él eraun inventor fracasado y un delincuente almargen de la cárcel— le dejaba en las cavi-laciones subsiguientes una rabiosa acidez ylos dientes sensibles como después de mas-ticar limón.

En esas circunstancias compaginaba in-sensateces. Llegó a imaginarse que los ricos,aburridos de escuchar las quejas de los mise-rables, construyeron jaulones tremendos quearrastraban cuadrillas de caballos. Verdugosescogidos por su fortaleza cazaban a los tris-tes con lazo de acogotar perros, llegándole aser visible cierta escena: una madre, alta ydesmelenada, corría tras el jaulón de donde,entre los barrotes, la llamaba su hijo tuerto,hasta que un “perrero” aburrido de oírla gri-tar la desmayó a fuerza de golpes en la cabe-za, con el mango del lazo.

Desvanecida esta pesadilla, Erdosain sedecía horrorizado de sí mismo:

—¿Pero qué alma, qué alma es la quetengo yo?

—Y como su imaginación conservaba elimpulso motor que le había impreso la pesa-dilla, continuaba: —Yo debo haber nacidopara lacayo, uno de esos lacayos perfumadosy viles con quienes las prostitutas ricas se ha-cen prender los broches del portasenos,mientras el amante fuma un cigarro recosta-do en el sofá.

Y nuevamente sus pensamientos caíande rebote en una cocina situada en los só-tanos de una lujosísima mansión. En tornode la mesa movíanse dos mucamas, ade-

más del chauffeur y un árabe vendedor deligas y perfumes. En dicha circunstancia élgastaría un saco negro que no alcanzaba acubrirle el trasero, y corbatita blanca. Sú-bitamente lo llamaría “el señor”, un hom-bre que era su doble físico, pero que no seafeitaba los bigotes y usaba lentes. Él nosabía qué es lo que deseaba de él su pa-trón, mas nunca olvidaría la mirada singu-lar que éste le dirigió al salir de la estancia.Y volvía a la cocina para conversar de su-ciedades con el chauffeur que, ante el rego-cijo de las mucamas y el silencio del árabepederasta, contaba cómo había pervertidoa la hija de una gran señora, cierta criatu-ra de pocos años.

Y volvía a repetirse:—Sí, yo soy un lacayo. Tengo el alma de

un verdadero lacayo, —y apretaba los dien-tes de satisfacción al insultarse y rebajarse deese modo ante sí mismo.

Otras veces se veía saliendo de la alcobade una soltera vieja y devota, llevando conunción un pesado orinal, mas en ese momen-to le encontraba un sacerdote asiduo de lacasa que sonriendo, sin inmutarse, le decía:

—¿Cómo vamos de deberes religiosos,Ernesto? —y él, Ernesto, Ambrosio o José, vi-viría torvamente una vida de criado obscenoe hipócrita.

Un temblor de locura le estremecía cuan-do pensaba en esto.

Sabía, ¡ah, qué bien lo sabía!, que estabagratuitamente ofendiendo, ensuciando su al-ma. Y el terror que experimenta el hombreque en una pesadilla cae al abismo en que nomorirá, padecíalo él mientras deliberada-mente se iba enlodando.

Porque a instantes su afán era de humilla-ción, como el de los santos que besaban lasllagas de los inmundos; no por compasión, si-no para ser más indignos de la piedad de

Dios, que se sentiría asqueado de verles bus-car el cielo con pruebas tan repugnantes.

Mas cuando desaparecían de él esas imá-genes, y sólo quedaba en su conciencia el“deseo de conocer el sentido de la vida”, de-cíase:

—No, yo no soy un lacayo... de verdadque no lo soy... —y hubiera querido ir a pe-dirle a su esposa que se compadeciera de él,que tuviera piedad de sus pensamientostan horribles y bajos. Mas el recuerdo deque por ella se había visto obligado a sacri-ficarse tantas veces, le colmaba de un ren-cor sordo, y en esas circunstancias hubieraquerido matarla.

Y bien sabía que algún día ella se entre-garía a otro y aquél era un sumado elementomás a los otros factores que componían suangustia.

De allí que cuando defraudó los prime-ros veinte pesos, se asombró de la facilidadcon que se podía hacer “eso”, quizá porqueantes de robar creyó tener que vencer unaserie de escrúpulos que en sus actualescondiciones de vida no podía conocer. De-cíase luego:

—Es cuestión de tener voluntad y hacer-lo, nada más.

Y “eso” aliviaba la vida, con “eso” teníadinero que le causaba sensaciones extrañasporque nada le costaba ganarlo. Y lo asom-broso para Erdosain no consistía en el robosino en que no se revelara en su semblanteque era un ladrón. Se vio obligado a robarporque ganaba un mensual exiguo. Ochenta,cien, ciento veinte pesos, pues este importedependía de las cantidades cobradas, ya quesu sueldo se componía de una comisión porcada ciento cobrado.

Así hubo días que llevó de cuatro a cincomil pesos mientras él, malamente alimenta-do, tenía que soportar la hediondez de unacartera de cuero falso, en cuyo interior seamontonaba la felicidad bajo la forma de bi-lletes, cheques, giros y órdenes al portador.

Su esposa le recriminaba las privacio-nes que cotidianamente soportara; él escu-chaba en silencio sus reproches y luego, asolas, se decía:

—¿Qué es lo que puedo hacer yo?Cuando tuvo la idea, cuando una peque-

ñita idea lo cercioró de que podía defraudara sus patrones, experimentó la alegría de uninventor. ¿Robar? ¿Cómo no se le había ocu-rrido antes?

Y Erdosain se asombró de su incapacidadllegando hasta reprocharse la falta de inicia-tiva, pues en esa época (tres meses antes delos sucesos narrados) sufría necesidades detoda naturaleza, a pesar de que diariamentepasaban por sus manos crecidas cantidadesde dinero.

Y lo que facilitó sus maniobras fraudu-lentas fue la falta de administración que ha-bía en la Compañía Azucarera.

LA GACETA

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Page 9: La Gaceta - Septiembre 2001 - Convivir Con Martí

�� De Cobo Borda hemos publicado unarecopilación de su poesía, Todos los

poetas son santos, y la Antología de lapoesía hispanoamericana.

I

Nacido en Argentina en 1928 yresidente en México durante unlargo periodo a partir de 1974,Noé Jitrik tiene una obra vasta

e incansable. Ha escrito con esclarecedora pa-sión sobre autores que ama y ha reflexionado,como teórico, sobre los avatares de la escritu-ra y la producción literaria. Lo que él denomi-na el trabajo crítico, como lo dijo en sus Temasde teoría (1987):

[...] entenderemos por “escritura” un pro-ceso que se traduce por medio de un tra-bajo real efectuado en la lengua desde unamultiplicidad de planos, entendidos to-dos ellos en una tensión social-individualdeterminada por el sistema de producciónsocial y, a veces, en antagonismo con él.

No es de extrañar, entonces, que sean figurasdensas y muy complejas las que han suscita-do sus mejores páginas. Su combate, cuerpoa cuerpo, con las palabras del otro para en-carnarlas en su propio discurso analítico, nopor ello menos fervoroso y personal.

Sus trabajos sobre Leopoldo Lugones y elmodernismo, sobre Horacio Quiroga y Ma-cedonio Fernández, sobre José Vasconcelos yBorges muestran algunos de sus focos de in-terés. “Sentimientos complejos sobre Bor-ges” se titula uno de ellos y tal título es reve-lador de su postura. El ilustre catedrático dela Universidad de Buenos Aires, siempre aldía, no elude los riesgos, a veces dramáti-cos, del trabajo intelectual. Peronismo, exilio,muerte y poesía asoman en sus textos abrién-dose hacia una intimidad compartida: la quesu poesía, sus memorias, sus apuntes de via-je nos otorgan en la fraternidad de la lectura,siempre alerta a lo social y a la política.

Se había formado Jitrik en el marxismo,versión Sartre, y en el psicoanálisis, que su

generación agrupada en la revista Contorno(1953-1959) —dirigida por los hermanos Da-vid e Ismael Viñas— había usado como ar-mas críticas para revisar a las figuras tutela-res del momento: Eduardo Mallea, EzequielMartínez Estrada, Borges y Roberto Arlt, en1954, “cuando una incipiente empresa litera-ria llamada Contorno, cuya preocupaciónmayor es entender la relación que hay entreliteratura y política, pone sus ojos en su obray le halla una sustancia que sus contemporá-neos no le vieron”.

En ese animado marco de debate y con-frontación, que Emir Rodríguez Monegaltrazó con tan ajustada agudeza en El juicio delos parricidas (1956), se sitúa el arranque desu sostenida indagación en el arte de leer laliteratura argentina, en un primer momento,y luego la latinoamericana en algunas de susfiguras mayores: de Cristóbal Colón a RubénDarío, de Alfonso Reyes a Juan Rulfo, de Jo-sé Lezama Lima a Gabriel García Márquez.

Lo anterior ha permitido dirigir, en docevolúmenes, una renovadora Historia crítica dela literatura argentina, publicada por Emecé apartir de 1999, donde se hace presente su ca-pacidad de convocatoria al trabajo en equi-po, sus cruces interdisciplinarios, su ángulode apertura, de Lacan y la semiótica a la cien-cia ficción y el comic, y en definitiva, su fide-lidad a un oficio que en otros, y también bri-llantes compañeros de promoción, como H.A. Murena, Juan José Sebrelli u Óscar Mase-ta derivaron hacia horizontes no específica-mente literarios. Por ello el trabajo que hoyse publica en Colombia: Roberto Arlt, o la fuer-za de la escritura, resulta ser la cifra y el sím-bolo paradigmático de su madurez ensayísti-ca. Al volver a los orígenes renace el caminoy además su contenido. Nos entrega una lec-tura reveladora e íntegra de un autor excep-cional, y en alguna forma todavía no agota-do en sus fecundas proyecciones.

II. ROBERTO ARLT (1900-1942)

Un narrador, periodista y dramaturgo sobreel cual Juan Carlos Onetti ha dicho:

[En su obra] el hombre común, el peque-ño y pequeñísimo burgués de las callesde Buenos Aires, el oficinista, el dueño de

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Roberto Arlt, Noé Jitrik

y el arte de leer

✸ Juan Gustavo Cobo Borda

Murió también Jorge Amado,poco antes de cumplir 89 años.Al ver las fotografías de su se-pelio en Bahía nos queda claroque el apellido era también unparticipio que hablaba de loquerido y popular que era. Ennoviembre La Gaceta le dedica-rá un espacio.

��La Bienal de Literatura MarianoPicón Salas, cuya quinta edi-ción acaba de realizarse en laciudad de Mérida, Venezuela,fue la ocasión para que la Uni-versidad de los Andes le otor-gara al poeta Rafael Cadenas eldoctorado honoris causa. Unreconocimiento por demás jus-to para el autor de tan amplia yvaliosa obra poética y crítica,recogida por el Fondo a finesdel año 2000, en el volumenObra entera. Poesía y prosa(1958 1995). Enhorabuena.

��También felicidades para nues-tro amigo y autor José EmilioPacheco por haber sido distin-guido con el primer Premio Ibe-roamericano de Letras José Do-noso que otorga la Universidadde Taica, en Chile. De él publi-camos recientemente una nue-va reunión de su poesía con eltítulo de Tarde o temprano.

��La Revista Universidad de Antio-quia no tiene desperdicio. En sunúmero 264, correspondiente aabril-junio del presente año, re-produce cinco picture poems deKenneth Patchen, así como unaentrevista con su esposa y unartículo de David Feller Pegg so-bre el poeta. Contiene tambiénun ensayo de Pablo Montoya so-bre Michel Tournier, “Un Robin-son cercano”, así como el cuen-

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un negocio raído, el enorme porcentajede amargos y descreídos podían leer suspropios pensamientos, tristezas, sus ilu-siones pálidas, adivinadas y dichas en unlenguaje de todos los días.1

Por su parte, Julio Cortázar escribió:

Roberto Arlt no necesitó la cultura popu-lar de la música, la pintura y las más al-tas letras para ser uno de nuestros viden-tes mayores. En último término su obraes apenas “intelectual”; la escritura tieneen él una función de cauterio, de ácidorevelador, de linterna mágica proyectan-do una tras otra las placas de la ciudadmaldita y sus hombres y mujeres conde-nados a vivirla en un permanente mero-deo de perros rechazados, por porteras ypropietarios.2

La crítica, a su vez, también ha intentadoabarcar ese mundo único. Beatriz Sarlo hadicho, por ejemplo:

Arlt no podía sentirse conforme porquese sentía desposeído (y, se sabe, no hayverdad o falsedad cuando hablamos desentimientos). Como desposeído se mue-ve con seguridad por todos aquellos es-pacios que no trasitan el resto de escrito-res que le son contemporáneos y mirahacia donde ellos no miran. Confía a loslocos y a los conocedores de la máquina,juntos, un poder de reconfiguración dela sociedad y la cultura. Allí se sustentael increíble poder de predicción de su li-teratura.3

Para concluir:

Gran bricollage, como el de los inventorespopulares, lo que hace Arlt participa dela estética de la mezcla y sobre todo de-muestra hasta el fin lo que un plebeyopuede hacer con la escritura: literatura dedesposeído, atravesada entonces por elresentimiento, la ambición, el furor, la co-dicia y el apuro.4

A partir del año 1926, en que aparecen si-multáneamente Don Segundo Sombra de Ri-cardo Güiraldes y El juguete rabioso de Rober-to Arlt, se abre un nuevo espacio en la narra-tiva argentina: el de la novela urbana, hirsu-ta, áspera, desprolija, y con terribles faltas deortografía, como no se dejó de señalar en elcaso de Arlt, que dejaba atrás la última meta-morfosis del campo y el gaucho idealizadospor Güiraldes, para internarse en la selva me-cánica del asfalto, donde ávidos inmigrantesbuscan hacerse ricos a toda costa. Tal es el ca-so de Arlt, de padre alemán y madre tirolesa,que en realidad quiso titular esta obra La vidapuerca y quien el 17 de octubre de 1934 recibela patente de invención número 42.050 por“Medias con puntera y talón reforzado concaucho o derivados”. Como en el caso de JoséAsunción Silva con su fábrica de baldosines,también Arlt quería contabilizar sus sueños.

Tal el personaje en quien Jitrik centra suindagación mostrando todos los niveles desu tarea: desde el cronista de las calles porte-ñas hasta el utopista que busca financiar re-voluciones con burdeles y puebla sus pági-nas con rosas galvanizadas y rayos de lamuerte, sin olvidar el espiritismo o un exis-

tencialismo avant la lettre vía Dostoievski maltraducido.

Por ello Jitrik va desmenuzando toda unacultura popular del tango y el lunfardo, elsainete y la radio, para mostrar cómo en esefascinante caldo de cultivo de una ciudadplebeya que se masifica podían darse la trai-ción y el acto gratuito, el suicidio y la sexua-lidad perversa, la caza compulsiva del dine-ro, reflejada en una escritura también ansio-sa, nerviosa, incorrecta.

Una fascinante aventura textual esclare-cida en la puntual urdimbre de un marco so-cial y político que lo lleva a sugerir fértilesrelaciones entre estructuras políticas y deci-siones formales: “en los momentos liberaleso confusos el realismo recobra fuerzas, en losmomentos dictatoriales (que no faltan en laArgentina) lo hace la ‘evasión’”.

El héroe fracasado de las clases medias,incapaz de asumir su derrota y su margina-ción, será el personaje central de esta saga,donde aparece la Argentina invisible de losaños 20 a los 40. Pero Arlt va más allá delrealismo. Lo impregna con dementes fanta-sías y compensaciones delirantes. El cronis-ta, que como Luis Tejada en Colombia, des-granaba cada día su acerada página, descar-nada en su visión pero no por ello menos im-pregnada de sentimentalismo, convierte esospequeños retablos en un auténtico cosmosnarrativo. Arlt confesó en alguna ocasiónque quería escribir libros que tuviesen “laviolencia de un cross a la mandíbula”, y lo lo-gró, con creces. Estafadores y astrólogos,seudo-revolucionarios y jóvenes misóginosque ven desvanecerse sus expectativas, co-mo en Metrópolis de Fritz Lang, el leviatán dela urbe parece deglutirlos a todos. Es una cal-dera hirviente que no puede apagar jamássus turbinas. La máquina infernal que degra-da la pureza, subvierte los valores y revelala, esa sí, esencial ambigüedad de todo ser.Cinismo y parodia, carnaval e incongruenterisa reveladora.

Idealizar y denigrar, exaltar y humillarapenas si las fantasías de la masturbación lo-gran conectar con una realidad cada vez másevasiva. Cada vez más esperpéntica en susambiguos límites. Cada vez más humana ensu desastrada caída.

Ni el sosegado reposo del viejo patricia-do, usufructuando la riqueza ubérrima deuna pampa —que cantó Rubén Darío exal-tando sus trigos y mieses—, la carne de susvacas y la elegancia de sus caballos de polo,tendrá un futuro garantizado. Todo está enpeligro. El barco hace agua por todos lados yArlt, reportero que conoce muy bien el ham-pa de su ciudad, muestra cómo sus métodosson, en definitiva, los que lubrican y aceitanla circulación de la riqueza, sepultando unpasado inerme, que aún se defiende, y presa-giando, en esas seudo-novelas policiacas, enesos seudo-tratados políticos, la sucia mezcla

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de géneros y clases. De filosofías banales yrabia real.

Como lo vio muy bien José Miguel Ovie-do en su reciente Historia de la literatura hispa-noamericana:

Podría decirse que Arlt es un realista quepor sus técnicas expresionistas, su sim-bolismo numerológico y cromático, sucrispada visión de la sexualidad, sus ex-perimentos con voces narrativas y hastapor ciertas incursiones en el monólogointerior representa una sustantiva reo-rientación del modelo establecido por elrealismo tradicional. Su hondura visio-naria y fantasmagórica puede comparar-se a la de Céline y a las perturbadoras te-las de Bacon.5

Arlt sólo viaja una vez a Europa, en el año de1933, enviado por el diario El mundo. Desdeallí siguió remitiendo sus aguafuertes, estavez europeos, y en uno de ellos, dedicado aLola la Chata, una gitana de Granada, cuentacómo un joven alemán, ex-conde y sin dine-ro, piensa casarse con esa mujer de rostro feoy agudo sentido práctico, quien vive en unacueva de su propiedad. Arlt, de paso, anota:

Yo no digo usté ni mosté. Contemplo aljoven travieso con ecuanimidad pasmo-sa. Ya no me asombro de nada. Creo enlas novelas de Pénson du Terrail; creo enel disparate. Creo en el absurdo.

Porque creía en el absurdo pudo hacer con-vincente la incongruencia de un mundodonde la fábrica futurista sustituía al campodel degüello y la aparente contradicción Ro-

sas-Sarmiento. Donde robo y dinero, lectu-ra y trabajo, evasión y arraigo trastocan sussignos. Donde la literatura, como bien lo di-ce Jitrik:

[...] sería falsificación y verdad al mismotiempo, sería la escena de un canje entreambos términos, similar al que se estable-cía entre “lecturas” y “experiencias”: laliteratura, en este trueque, sería falsifica-ción respecto de lo vivido y verdad en sutextualidad, en su falsificar.

El dinero, entonces, como fundamento de to-do deseo, en el agudo análisis con que Jitrikhace visible lo callado y muestra la fuerza desu acumulación, en medio de esa “ensaladaque ni Dios la entiende”, donde sus persona-jes se forjan inolvidables. Fascismo y comu-nismo, anarquismo y socialismo, deformi-dad física y gases venenosos. Los saldos dela primera guerra trasladados a una Argenti-na que comienza a enfrentar sus mentirasprogresistas con la rudeza de un lenguaje au-téntico y maloliente. Tan crudo como expre-sivo. Aquel mismo con que Arlt escribió surelato “Escritor fracasado” para esclarecer elenvidioso rencor que lo anima y seguir “tra-bajando por calles oscuras y parajes tacitur-nos, en contacto con gente terrestre, triste ysomnolienta”. Esa misma gente que la pers-picaz lectura de Noé Jitrik nos ha acercado,con lucidez compasiva y desoladora perti-nencia actual. En sus excesos grandilocuen-tes y en su contradicción sustancial esta lite-ratura de Arlt, interpretada por Jitrik, alcan-za una de sus cotas más altas: “una literatu-ra es tal, posee identidad, cuando se recono-ce en textos que no dejan dormir”.

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to “La familia de Adán” del autorde El vuelo del vampiro, publica-do por el Fondo.

��En la misma revista sobresalenlos ensayos dedicados a LewisCarroll, Alexander von Hum-boldt y Roberto Arlt, así comouno más extenso, de Tiberio Ál-varez, titulado “Aproximaciónal trabajo de morir”. Y otro másde Julián Vázquez Lopera acer-ca del paso de la poesía del an-tioqueño León de Greiff a tra-vés de Suecia, debido en buenamedida a la intervención de Ar-tur Lundkvist, el “más entusias-ta patrocinador y mecenas de laliteratura latinoamericana” enese país. Para los interesados,va la dirección electrónica:

[email protected] Y su página web:

www.editorialudea.com.co

��Fe de erratas desde el desván:en nuestro número pasado, elduende —por andar cuidandoque no se le fuera a ir Elisabeth(Roudinesco) con “z”— desa-tendió el título de su libro: La-can: esbozo de una vida, y le pu-so la “s” donde no debía. En elíndice, en cambio, el duende só-lo tuvo un leve tartamudeo, yaque escribió “Instantántaneas”.

��Al cierre de esta edición nosenteramos de la trágica muertede Manuel Ulacia, poeta, ensa-yista, traductor y director delPEN Club de México. Nos uni-mos a la pena que embarga asus familiares y amigos.

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NOÉ JITRIK: BIBLIOGRAFÍA TENTATIVA

1959. Horacio Quiroga: Una obra de experiencias y riesgo,2ª edición: Montevideo, Arca, 1967, 173 pp.

1960. Leopoldo Lugones, mito nacional, Buenos Ai-res, Editorial Planeta, 1960, 59 pp.

1967. Escritores argentinos, dependencia o libertad.Buenos Aires, Ediciones del Candil, 1967,131 pp.

1968. El mundo del ochenta. Esta introducción a unaantología de textos literarios y sociopolíti-cos del periodo ha sido reeditada en forma

independiente con tal título. Buenos Aires,Ediciones de América Latina, 1998, 105 pp.

1969. Los viajeros, Buenos Aires, Jorge Álvarez,1969, 223 pp. De Sarmiento a Cortázar, an-tología de textos de escritores argentinossobre Europa. Allí se encuentra el agua-fuerte de Robert Arlt sobre la gitana deGranada.

1971. El fuego de la especie, Buenos Aires, Siglo XXIEditores, 1971, 188 pp. Incluye trabajos so-bre José Hernández, Cortázar, Echevarría,Payró, Borges y Macedonio Fernández.

1973. La novela futura de Macedonio Fernández, Ca-racas, Universidad Central de Venezuela,1973, 147 pp.

1975. Producción literaria y producción social, Bue-nos Aires, Editorial Sudamericana, 1975,172 pp. Incluye, entre otros, trabajos sobreCien años de soledad y sobre “El persegui-dor” de Julio Cortázar.

1978. Las contradicciones del modernismo, México, ElColegio de México, 1978, 129 pp. 2ª. Ed.México, Fontamara, 2000.

1983. Los dos ejes de la cruz, México, UniversidadAutónoma de Puebla, 1983, 133 pp. La es-critura de apropiación en el diario, el me-morial, las cartas y el testamento del envia-do real de Cristóbal Colón.

1984. Las armas y las razones. Ensayos sobre el pero-nismo, el exilio y la literatura, Buenos Aires,Editorial Sudamericana, 1984, 311 pp.

1987. La vibración del presente, México, Fondo deCultura Económica, 1987, 183 pp. Incluyetrabajos sobre Borges, Paradiso, de José Le-zama Lima, Tomás Segovia, José María Ar-guedas, Juan Rulfo, Juan José Saer.

1987. Temas de teoría. El trabajo crítico y la crítica lite-raria, México, Premià Editora, 1987, 117 pp.

1988. El balcón barroco, México, Universidad Na-cional Autónoma de México, 1988, 249 pp.Incluye, entre otros, trabajos sobre la nove-la histórica latinoamericana, teoría del dis-curso, Alfonso Reyes y José Vasconcelos.

2000. Los grados de la escritura, Buenos Aires, Ma-nantial, 2000, 155 pp.

VOLÚMENES COLECTIVOS

Indicamos a continuación tres volúmenes colecti-vos en que Noé Jitrik actúa como compilador.

1996. Atípicos en la literatura latinoamericana, Bue-nos Aires, Universidad de Buenos Aires,1996, 431 pp.

1997. Nuevos territorios de la literatura latinoamerica-na, Buenos Aires, Universidad de BuenosAires, 1997, 465 pp.

2000. Las maravillas de lo real. Literatura latinoameri-cana. Buenos Aires, Universidad de BuenosAires, 2000, 340 pp. Incluye, entre otros,trabajos de Noé Jitrik sobre la poesía deJuan L. Ortiz y de Graciela Gliemmo sobrelas crónicas y relatos testimoniales de Ga-briel García Márquez.

NOTAS

1. Juan Carlos Onetti, “Semblanza de un ge-nio rioplatense”, incluida en Nueva novelalatinoamericana 2. Compilación de J. Laffor-gue, Buenos Aires, Editorial Paidos, 1972,p. 365-377.2. Julio Cortázar, “Apuntes de relectura”,prefacio a Roberto Arlt: Obra completa. 2 vols.Buenos Aires, Carlos Lohlé, 1981, pp. III-XI.3. Beatriz Sarlo, La imaginación técnica. Sue-ños modernos de la cultura argentina, BuenosAires, Buena Visión, 1992, p. 44.4. Ibid, p. 64.5. José Miguel Oviedo, Historia de la literatu-ra hispanoamericana, 3. Postmodernismo,Vanguardia, Regionalismo, Madrid, Alian-za Universidad, 2001, p. 216. En el mismovolumen, Oviedo realiza un esclarecedoranálisis del teatro de Arlt.

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� Texto inédito escrito a propósito delquinto centenario del descubrimiento de

América. Lo publicamos aquí como unmínimo homenaje a la memoria de su

autor, gracias a la gentileza de su viudaBeatriz Barba. De Piña Chan hemos

publicado Cacaxtla: fuentes históricas ypinturas, Quetzalcóatl: serpiente

emplumada y Tajín: la ciudad del diosHuracán, entre otros.

Desde la región glaciar del Ártico—donde vivían los Aleutas, Es-quimales y Ainús— hasta lasproximidades de la Antártica —

donde moraban los Onas y Fueguinos— hayun extenso territorio, unos 16,000 km. de lar-go, en el que numerosos grupos étnicos y lin-güísticos, partiendo de una tradición cultu-ral común, habían alcanzado en no pocos ca-sos el rango de verdaderas civilizaciones.

En la parte del territorio que hoy se llamaMéxico, se llevaba la cuenta exacta del tiem-po mediante un calendario solar de 365 días,al cual se le hacían las correcciones necesa-rias para ajustarlo a los años bisiestos; secontó con una escritura que, partiendo designos simbólicos e iconográficos, se tradujoen sistemas logográficos —como el de olme-cas y zapotecas— y logográficos-fonéticos—como el de mayas, mixtecas y mexicas.

Observaron que la luna se desplazaba entorno a la tierra cada 29 días y medio, por loque ajustaron su calendario lunar en 29 y 30días alternativamente; combinando periodosde cinco o seis lunas, hicieron tablas para lapredicción de los eclipses, como se puede ob-servar en el Códice Dresde pintado por losescribas mayas. Y también computaron laRevolución Sinódica de Venus en 548 días, osea que el planeta se observa en el oriente co-mo estrella de la mañana durante 236 días ydesaparece 90 días (Conjunción Superior),para luego aparecer en el poniente como es-trella de la tarde durante 250 días y desapa-recer 8 días (Conjunción Inferior).

Su modo de contar era de veinte en vein-te; es decir, tuvieron un sistema aritméticovigesimal. Sus números fueron signos o gli-fos como el punto, la barra, la bandera, lapluma y la bolsa de copal, que tenían valor

de uno, cinco, cuarenta, cuatrocientos y ochomil, respectivamente, además de tener nu-merales de figuras y de cabezas; a la vez queinventaron el cero y su correcta posición; to-do ello con el fin de registrar con exactitud eltiempo; llevar la cuenta y la cantidad de losartículos provenientes de la tributación; rea-lizar sus cálculos matemáticos aplicados a laastronomía; confeccionar sus almanaquesagrícolas; llevar el monto de sus transaccio-nes comerciales; hacer sus predicciones yotros asuntos cotidianos.

En las aldeas y en las tierras aledañas alas ciudades, los labriegos cultivaban elmaíz, el frijol y la calabaza a un mismo tiem-po, pero podían contar también con chiles,chayotes, tomates, amaranto, verdolaga yquelites; otros plantaban tubérculos como layuca, el macal, jícama, camote, papa y ñame;aprovechándose también aguacates, nopa-les, maguey, ciruelas, zapotes blanco y ne-gro, papayas, anonas, chía, cacao, vainilla,achiote, ramón, algodón, henequén, hule, ta-baco, y muchas plantas más. Para el riego hi-cieron terrazas que conservaban la hume-dad; canales sencillos excavados en los te-rrenos; y aun sistemas hidráulicos que lleva-ban el agua por canales de mampostería; ytambién levantaron camellones de tierra a laorilla de algunos ríos y sistemas en chinam-pas en los lagos, donde practicar la horticul-tura y floricultura.

Por aquellos tiempos, la sociedad estabafuertemente estratificada y jerarquizada, por

lo cual había unos cuantos ricos que detenta-ban el poder y muchísimos pobres, lo cual secontrastaba claramente en la indumentaria yen las viviendas de mampostería para losprimeros y en las chozas de bajareque paralos segundos; pero las ciudades rivalizabanlas unas con las otras por la monumentali-dad y riqueza de sus construcciones civiles,religiosas, administrativas y militares; por laapropiada distribución del espacio escogido;por el natural aprovechamiento del entornofísico; y por la conjugación de la escultura yla pintura con la arquitectura.

En esas ciudades se emplearon en el cur-so de los años las paredes revestidas con si-llares de piedra de buen corte; las fachadascon mosaicos de piedra perfectamente en-sambladas; los principios del talud y tablero;los techos de piedra en saledizo o arco falso;la columna monolítica con capitel, la colum-na decorada totalmente con bajorrelieves y lacolumna serpentina; el sistema de caja y es-piga; construyeron arcos de entrada y me-dios arcos bajo las escaleras; calzadas proce-sionales y caminos; drenajes y acueductos;pozos y cisternas; a la vez que levantaron to-rres ornamentales, templos con altas creste-rías, basamentos piramidales, altares, estruc-turas para jugar a la pelota, temazcales, forti-ficaciones, observatorios, y llegaron a contarcon jardines botánicos, parques zoológicos,bibliotecas, casas de canto y escuelas.

Aunque las aldeas eran autosuficientesy en ellas la vida era sencilla, con el tiempo

En defensa de la tradición indígena

✸ Román Piña Chan

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éstas fueron cayendo bajo el poder y la di-rección de una ciudad, a la cual debían tri-butar en productos, materias primas o tra-bajo; y así en la ciudad había por lo generaluna gran población local y foránea, en laque no faltaban gobernantes y nobles, seño-res y comerciantes, sacerdotes y guerreros,carpinteros, peleteros, lapidarios, alfareros,tejedores, plumarios, cesteros, canteros, al-bañiles, pintores, escultores, encaladores,orfebres, músicos, bailarines, jugadores depelota, cantores, poetas, acróbatas, magos,médicos y, en suma, representantes de to-das las ocupaciones, oficios, artes y profe-siones imaginables.

Los lapidarios tallaban —por la técnicadel mosaico— extraordinarias máscaras dejade verdeazul traslúcido, que ponían so-bre el rostro del gobernante muerto para suviaje al inframundo, o exquisitos pectora-

les, orejeras, collares y anillos que usabanlos altos dignatarios. También obtenían va-sos transparentes del ónix o alabastro, ycráneos y figuras del cristal de roca; discoscon mosaico de pirita, concha y turquesapara la parte trasera de los cinturones; es-pejos y orejeras de obsidiana tan delgadascomo el vidrio; collares con cuentas de ága-ta, amatista y ópalo; figurillas de cuarzosverdosos; había talladores que hacían del-gadas plegaderas de hueso de jaguar —conrelieves—, cual miniaturas chinas; pectora-les de caracol cortado con finos bajorrelie-ves; tambores musicales de madera, algu-nos decorados con figuras de animales; es-cudos y penachos de fina plumería, y mu-chos objetos más.

Los orfebres recibían de los mineros losmetales como el oro, la plata, el cobre, el es-taño, plomo y mercurio, pero obtenían alea-

ciones de oro y cobre que recibían el nombrede “tumbaga”, así como de cobre y plata,plomo y cobre, cobre y estaño (bronce). Ladureza del hierro se obtenía por recalenta-miento y laminado en frío, lo mismo que ellatón. Conocieron las técnicas del martilladoo laminado, fundido o moldeado a la ceraperdida, soldado dorado y alambre o falsa fi-ligrana. Hicieron preferentemente joyas paralos gobernantes y nobles, entre ellas, pecto-rales, pendientes, orejeras, narigueras, ani-llos, cascabeles y collares, a veces combina-dos con perlas, turquesa y coral; así comoagujas, alfileres, broches, hachas, azuelas,cinceles y punzones.

Los comerciantes, su grupo de cargado-res y, en ocasiones, su escolta, frecuentabanlas rutas terrestres, fluviales y marítimas pa-ra llevar y traer las mercaderías que se pro-ducían en las distintas regiones del territorio.Rutas importantes llegaron a ser Anáhuac-Xicalango, Anáhuac-Ayotla, Xicalango-Aca-lan, Golfo de Honduras-Acalan, Golfo de Ta-basco a Yucatán, Caribe de Isla Mujeres aHonduras, Bacalar-Río Hondo, y otras más.Había mercados importantes como Tenoch-titlan, Tlatelolco, Xicalango, Itzamkanac,Chectemal, Polé, Ecab, Conil, Chichén Itzá,Nito, Naco, etc. En ellos había almacenes pa-ra guardar las mercancías, autoridades parala vigilancia e impartición de justicia; un or-den asignado a los comerciantes para la ven-ta de sus productos, y ciertos artículos quehacían ya el papel de moneda, como granosde cacao, cañutos de ave con polvo de oro,conchas coloradas, mantillas y hachuelas decobre. Las mercaderías motivos del truequeescapan a la imaginación: añil, liquidámbar,grana, pelo de conejo, plumas de quetzal,pieles de jaguar, copal, ámbar, perros ceba-dos, petates, cuchillos de pedernal, canoas,miel, chía, mantas rayadas, teas de ocote...

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En algunas ocasiones los “tianguis” coin-cidían con las fiestas religiosas del dios local,y entonces se manifestaba el gusto por lamúsica y la danza, los juegos y los sencillospasatiempos de la gente que asistía a presen-ciar el juego de la pelota, o el Volador, laHuahua o Comelagatoazte, a ver los acróba-tas, a los que jugaban al Patolli, o ver a losbailarines danzar al ritmo de la música, pro-ducida por tambores verticales y horizonta-les con parches de cuero, tambores de made-ra con lengüetas vibradoras, flautas, trompe-tas de caracol marino, sonajas, resonadores,silbatos, ocarinas y tamborcillos hechos decarapachos de tortuga.

En casi todos los pueblos había curande-ros que atendían a los enfermos con conoci-mientos de una medicina herbolaria logradaempíricamente a través del tiempo. Dichamedicina llegó a ser también quirúrgica envarios aspectos: se practicó la deformacióncraneal, la mutilación dentaria y la incrusta-ción de jade y pirita en los dientes. Seextraían los dientes y se sacaba el corazón enlos sacrificios humanos. Se practicaba la tre-panación y se amputaban partes del cuerpo.Se atendían los partos, se concertaban loshuesos; se purgaba, sangraba y sajaba al en-fermo, se daban puntadas y baños terapéuti-cos en el temazcal. Cientos de plantas medi-cinales contribuían a la cura de las enferme-dades, como diuréticos, antipiréticos, pur-gantes, ungüentos, cataplasmas, etc. El “aca-jilote”, sagú cimarrón o arrurruz para curarlas heridas de flechas envenenadas; el “aco-coxihuitl”, que es estimulante y antipiréticopara curar la blenorragia; el “iztacpahtli” pa-ra el dolor de cabeza; el “coyotomatl” contrala diarrea; el “tlapatl” para curar la gota; y elpiñoncillo, la habilla, el ruibarbo, la higueri-lla, raíz de Jalapa, epazote; el peyote, tabacoy hongos alucinógenos como drogas; el llan-tén, la ipecacuana y muchas más.

En hojas de papel hechas de la cortezamachacada del amate (ficus spp.), a la que seagregaba el pegamento gelatinoso del “aca-chautle”, o en tiras de piel de venado adoba-das y dobladas como biombo, pintadas concolorantes minerales, animales y vegetales,se daba cuenta y se perpetuaban las historiasgenealógicas de los gobernantes, con sus ca-samientos, nacimientos y muertes; sus con-quistas, dioses y fiestas religiosas; lugaresgeográficos y otros temas, como puede verseen los llamados códices Borgia, Borbónico,Vindobonensis, Dresde, Selden, Tro-Corte-siano, Becker, Colombino, etc. Además se hi-cieron Anales Históricos, Lienzos, Mapas,Matrículas, Almanaques y muchos otros do-cumentos que hablan del alto desarrollo delos pueblos.

Su inventiva los llevó a producir el fuego,a cocer la arcilla para obtener la alfarería, y autilizar hornos y sopletes para la fundiciónde los metales; tuvieron cinceles, martillos,pulidores de pisos y paredes, plomadas,rampas, palancas, cuerdas, rodillos, poleas,módulos de medida, maquetas y dibujos pa-ra guía de los constructores; contaron conbrochas, pinceles, paletas, colorantes y adhe-sivos para embellecer con pinturas muraleslos interiores y exteriores de sus edificios; yesculpieron enormes cabezas en basalto, al-tares monolíticos, estelas dinásticas, dinteles,jambas, escalinatas jeroglíficas, colosos,atlantes, chacmoles, portaestandartes y gran-diosas esculturas de sus dioses.

La tierra era cuadrada; arriba había trececielos y abajo nueve inframundos. Los rum-bos del cosmos eran: donde nace el sol, don-de muere el sol, arriba y abajo. Cada rumbotenía un color y sus propios árboles, anima-les, vientos, lluvias y dioses. En el cielo dis-tinguían claramente a las constelaciones:Aldebarán, Orión, Las Pléyades, Géminis, ytambién a la Estrella Polar, a la vez que sa-

bían de la existencia de Marte y Júpiter. Es-tructuraron su universo en planos y direccio-nes, regidos por el sol y el devenir cíclico deltiempo, capaz de ser conocido y explicadopara beneficio del hombre.

Pero el año de 1492 fue aciago para los in-dígenas de este continente, pues al hallar ac-cidentalmente Cristóbal Colón un nuevomundo, estas tierras y sus habitantes queda-ron destinados a la conquista, a la explota-ción y al exterminio.

El resultado es bastante conocido: pordesprecio al ser humano de estas tierras, yaque los consideraron inferiores; por soberbiapara aceptar el valor de los conocimientosque poseían —y pensando sólo en sus rique-zas, títulos y propiedades—, se despojó a losindígenas de sus tierras, se les repartió en en-comiendas y corregimientos, se les prohibiósu religión y se les cristianizó, se les impusola lengua del conquistador, se arrasaron susciudades y, en suma, se les oprimió durantecasi cuatro siglos, considerándolos simple-mente objetos de explotación.

De esta manera se redujeron las lenguasnativas, se perdió la voz de los pueblos; lapoblación indígena disminuyó de unos 20millones en vísperas de la conquista a sóloun millón, y con ello toda su cultura quedóexterminada, lo cual puede ser consideradocomo una de las grandes tragedias de la hu-manidad.

Para 1992 los españoles, sus descendien-tes en América y los que sean partidarios dela explotación y el genocidio de los indíge-nas, pueden conmemorar y festejar a su ma-nera el Quinto Centenario de esa fecha. Y porlo que toca a los indígenas actuales, deberíarestablecerse el respeto a sus derechos hu-manos, el derecho a la posesión de la tierra,la autodeterminación de sus formas de go-bierno, una educación acorde con sus tradi-ciones y lenguas, ayuda tecnológica y liber-tad para afrontar de nuevo su futuro.

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Lunar

✸ Josu Landa

Algún día también nos robarán la luna.

Será como una historia de ex-virgen fría:viene la huella(lo que resulta de hollar)y en el lugar de la mancha:la insistencia,el frenesí,hasta dar con la falsa plata y su imán de lobos y mareas.

Ya se vio el primer capítulo:cohetes, banderas y pies ingrávidos(pese a masas de plomo oculto),pisoteando la circunferencia del tiempo:primer paso del Ojo-Espejo hacia el tumor sin terciopelo en la tersura del universo.

Después de estoserá posible devorar siglos de años-luzsin consecuencias aparentes.Pero en medio de ojos secos por millones,de ojos abandonados de la lágrima,de ojos como pantallas,vendrá el rechinar de dientescuando se descubra: sin astros no hay estro.

Eso sí:tromba de aleluyas hasta cuando el Gran Rostro de Ópalodeje de restañar con trozos de luzla mordedura contumaz de las tinieblas.

Vaya ciencia para tamaña inocencia.

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� El 15 de octubre de este año se cumplen cincuenta años de la síntesis

del primer anticonceptivo oral, la píldora, realizada en la Ciudad de

México. Su aprobación como fármacopor parte de la FDA ocurrió diez años

después, por lo que en algunas obras sehabla de cuarenta años (y no cincuenta)

de dicho anticonceptivo.De Carl Djerassi el FCE editará

próximamente una traducción de ThisMan´s Pill, libro que se suma a otros

suyos editados por nuestra casa editorial: La píldora, los chimpancés

pigmeos y el caballo de Degas, su novela no científica Marx, el difunto y su tetralogía del género que él llama

“ciencia en ficción”: El dilema de Cantor, El gambito de Bourbaki, La

semilla de Menachem y, en preparación,NO (que no es el adverbio de negación

de “no”, sino la fórmula del óxido nítrico).

En su portada del 12 de septiem-bre de 1999, el Sunday Times Ma-gazine de Londres presentó a las“Treinta personas más impor-

tantes” del último milenio. Para ponerlo conbenignidad, esta lista propuesta por quinceacadémicos británicos y estadounidenses fueidiosincrásica, si no es que del todo excéntri-ca. En otras palabras, fue una manifestacióndel alboroto de fin de milenio. En orden cro-nológico, la lista empezó con el único nom-bre de una mujer entre una multitud andró-gena. A pesar de la elección comprometedo-ra, su aparición se debió, como sospecho,más a la corrección política y a la predomi-nancia que a la lógica. ¿Cómo llegó Murasa-ki Shikibu a la Banda de los Treinta? Ade-más, también cuenta el eurocentrismo: Asiasólo fue representada por Murasaki Shikibu;Mahatma Gandhi y Mao Tsé Tung no apare-cieron por ningún lado. ¿Por qué los exper-tos de Rupert Murdoch eligieron a Napoleóny a Lenin, pero no a aquéllos? La pequeña ta-jada concedida a América, de la Bahía deBaffin hasta la Patagonia, demostró que el et-

nocentrismo fue parejo: ni Cortés, ni Bolívar,ni Washington o Roosevelt; sólo se admitió aun americano: Thomas Alva Edison. Por su-puesto, para estos exploradores intelectualesÁfrica siguió siendo un continente oscuro.

El aspecto más sorprendente de la listafue su completa arbitrariedad. Las omisionesmás notorias fueron los músicos; ni Bach, niMozart, ni Verdi, ni siquiera los Beatles.Tampoco pintores, aparte de Leonardo daVinci, cuya inclusión pareció deberse a suscredenciales de científico e ingeniero. Laselecciones en literatura fueron algo mejores:además de Murasaki, la muy obvia de Sha-kespeare, y las casi inevitables de Dante yChaucer. Jean-Jacques Rousseau pareció serirrecusable, hasta que uno se pregunta porqué él y no Goethe o Tolstoi.

La Lista tuvo marcado sesgo por la cien-cia y la tecnología: quince científicos, Bacon,Newton, Copérnico, Galileo, Darwin, Pas-teur y Einstein. Son elecciones racionales,aunque igualmente admisibles, Planck,Maxwell, Watson y Crick. El sesgo por losbritánicos fue obvio. Después de todo, setrataba del Times de Londres, no del NewYork Times. Y de los quince “jueces exper-tos”, once eran del Reino Unido y cuatro deEUA. Así, no sorprende el voto por el pri-mus inter pares, el Número Uno del milenio:Isaac Newton.

La votación del Times carece de sentido.No puede haber una persona que sea la másimportante del milenio. Ya no existe una co-munidad individual (si es que alguna vez lahubo) de hombres o mujeres instruidos queuna lista pudiera representar. Esto me llevaal siguiente punto. Newton, Galileo, Einsteiny los demás científicos no aparecen comopersonas, sino como representantes de susdescubrimientos. En la ciencia, a diferenciadel arte, difícilmente importa el individuo.

Bueno, casi nunca. A menos que resulteque el individuo resulte ser uno mismo. LaLista del Times concluye con una reliquia vi-viente. Al tener enfrente la lista, la presenciadel nombre de Carl Djerassi es francamenterisible bajo cualquier criterio, salvo uno: co-mo emblema de la píldora, que no es un pe-so ligero: en EUA ¡80% de las mujeres naci-das después de 1945 la han usado! La píldo-ra inició uno de los movimientos más monu-

mentales en los tiempos recientes: el divorciogradual del sexo y la reproducción. El poste-rior logro de las técnicas de fertilización invitro ha hecho realidad la separación comple-ta del sexo y la reproducción.

¿“Cincuenta años”? ¿Cuándo nació lapíldora? ¿Y dónde fue concebida? La ideade una píldora que permitiera tener relacio-nes sexuales sin fertilización surgió en ladécada de 1920, en Austria. Yo ni siquierahabía nacido, pero trataré de probar, comoespecialista en química orgánica, que de-sempeñé el papel materno en el nacimientode la píldora en la ciudad de México el 15de octubre de 1951.

Ahora, en el plano puramente personal,la píldora ha tenido un efecto monumentalen mí. Me ha convertido, de científico “du-ro” en uno “más suave”. Atribuyo este saltoa escribir novelas, a mi búsqueda de nuevasformas de comunicar a un público más am-plio los pensamientos y problemas científi-cos. Fue de ayuda el que haya tenido la suer-te de estar relacionado con esa crucial inven-ción, en la tercera década de mi vida, de ma-nera que medio siglo después todavía pue-do dedicarme a reflexionar sobre lo que esedescubrimiento ha hecho en mí. Por eso el tí-tulo de este libro, La píldora de este hombre, noes una declaración de propiedad, y muchomenos una jactancia o un ingenuo engrei-miento machista, sino más bien el destiladode un autoexamen que dista mucho de ha-ber terminado.

En el fondo soy un pedagogo, mi labora-torio está ahora cerrado. Tengo toda la liber-tad para reflexionar sobre acontecimientospasados a través del filtro y la neblina demás de medio siglo, así como a partir de unadistancia que permite mirar el futuro con laventaja de una visión más amplia. Para mí,este libro se ha convertido en una forma depenitencia pública por pecados de omisio-nes pasadas. Por haber estado tan ocupadocomo científico para poder dedicar muchotiempo comunicándome con un público másvasto; demasiado ocupado en analizar elmundo minuciosamente para poder aplicarlas aguzadas destrezas analíticas del científi-co a la reflexión de sí mismo. ¿Qué mejorocasión para hacerlo que el cincuentenariode la píldora?

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La píldora de este hombre. Una exaltación

de Los Treinta: Murasaki & Co.

✸ Carl Djerassi

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En un poema de los años sesenta,Juan Gustavo Cobo mencionaque su hermana Munky es toda-vía una niña y profetiza que

“cuando estemos grandes estas cosas seránmás viejas que las pirámides de Egipto”.Traigo a cuento esta torpe cita de memoriapara confirmar que, efectivamente, me cons-ta, las pirámides no son tan viejas, pues co-nozco a Cobo desde antes de tener noticia deKeops, Kefrén y Micerino.

Este conocimiento puede señalar hechosde dominio público. Cobo librero, Cobo di-rigiendo la revista Eco durante diez años,Cobo desplegando una inagotable laboreditorial desde Colcultura o desde la presi-dencia, Cobo en Buenos Aires por decisiónde Belisario Betancourt, que lo mandó a cui-dar a Borges, cuestión que lo convirtió endiplomático, Cobo de diplomático en Ma-drid y en Atenas, Cobo hoy repartiendo tar-jetas que lo identifican como “asesor lírico”de la revista Fucsia.

Ese Cobo público no quedaría completosi omitiera sus labores de ensayista, de críti-co, de divulgador, de bibliómano. En ejerci-cio de esta última manía, y es sólo un ejem-plo, Cobo es poseedor de una magnífica co-lección de ediciones de y sobre Borges. Y, co-mo divulgador y ensayista, ha escrito librossobre Arciniegas —Dios lo perdone—, Bor-

ges, García Márquez y Mutis, lo que demues-tra que, efectivamente, Dios lo perdona.

Para abochornarlo todavía más, ahoraque lo tengo aquí, forzado al silencio comomuchacho bien educado que es, el Cobo pú-blico llegó a miembro de número de la Aca-demia Colombiana de la Lengua cuando suscompañeros de generación, es literal, no ter-minábamos de aprender el alfabeto. Aúnahora yo no sé muy bien el orden de las le-tras y tampoco tengo claro si la che entró aformar parte de la ce. Hablando de dudas,aprovecho para preguntarle a Juan Gustavo,aquí en confianza, por qué los miembros denúmero de la Academia se distinguen cadauno con una letra. ¿No sería mejor llamarlosmiembros de letra?

Bromas aparte, tengo que detenermeaquí, en un aspecto del Cobo público relacio-nado con su generación. Lo digo a manera detestimonio personal: yo era un poeta secretoy me temo que aun hoy lo sería, de no serporque Juan Gustavo comenzó a incluir misversos en las antologías que preparaba paraperiódicos y revistas. Yo estaba escondido enun aula de la facultad de derecho de la Jave-riana leyendo versos en clase, intentando losmíos propios en papelitos ocultos y aparecióCobo y cometió dos desatinos: uno, me hizocreer poeta y, dos, me transmitió el virus delgusto por el oficio de editor.

Estoy convencido de que la labor de Co-bo como historiador, crítico y editor de poe-tas colombianos —de todas las generacio-nes—, su conocimiento de la poesía escritaen castellano, sus antologías de poesía co-lombiana y su —ya canónica— antología dela poesía hispanoamericana, comprenden elmás extenso trabajo personal sobre poesíaque se ha realizado en el país durante los úl-timos treinta años.

Podría seguir hablando del Cobo públi-co, del fundador de Gaceta, la revista que os-tenta el récord mundial de cambios de for-mato, de Cobo hallando el nombre para larevista Golpe de dados, de Cobo haciendo li-bros sobre Sofía Urrutia o sobre la leyendade Eldorado.

Sí, podría seguir hablando del Juan Gus-tavo Cobo Borda público y no habría dichonada de Juan Gustavo Cobo Borda, un mu-chacho tímido y torpe, desde niño robado ala realidad por los fantasmas obsesivos de lapoesía, un niño estupefacto ante los horroresdel mundo, que sólo encuentra consuelo enla soledad sin tiempo de la poesía y, a la vez,que sólo ante ella se rinde después de inda-gar en la parcela de su propio corazón.

Aislado por las atrocidades del mundo,Cobo el poeta las padece nombrándolas. Alque veo aquí, más antiguo que Keops, es aladolescente que huye de la carrera de aboga-do, en la que ve para sí, él lo sabe, la amena-za de volverse loco o imbécil. Y, acorralado,ignorando qué hacer, sintiéndose expulsadoo asilado, da lo mismo, de un destino seguroy previsible, se aferra solamente al resplan-dor esquivo y absolutamente irreal de lapoesía. El Cobo poeta nunca ha dejado deser, nunca podrá dejar de ser, ese mismoadolescente desamparado que posee la únicalucidez de que su asunto con la poesía no esese encuentro fácil que todos obtenemossiendo muy jóvenes, sino que es su vocaciónmás esencial, su más insobornable destino.

A pesar de que un bibliotecario diligentepuede hacer la lista completa de libros depoesía publicados por Cobo, esta bibliografíaresulta engañosa: hasta cierto momento, ca-da nuevo libro de Cobo era un recuento, ca-da vez más exiguo, de poemas de libros an-teriores que reaparecían corregidos, suma-dos a un conjunto de nuevos poemas. Así suslibros editados en Argentina, en México, enVenezuela. Ahora la novedad, en La musa in-

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Juan Gustavo Cobo Borda: La musa

inclemente

✸ Darío Jaramillo Agudelo

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clemente, es que el recuento de lo anterior seredujo hasta desaparecer (hasta donde mi li-mitada capacidad de cotejo lo confirma) y heaquí que con la edición de Tusquets que hoyse presenta, tenemos un libro de Cobo con 38poemas que no habían aparecido en sus vo-lúmenes anteriores.

Me temo que es un detonante universal,lo que no excluye la observación de que enCobo ha sido particularmente intenso. Merefiero a los viajes, a las estancias fuera delentorno nativo como tema de los poemas.Mezcla de cántabro con toques cubanos ytunjana, este bogotano que ha escrito tanhermosos poemas sobre su ciudad, nunca haperdido la capacidad de asombro infantilcon los sitios desconocidos, es insaciable enel registro verbal que le producen los nuevoslugares. En La musa inclemente desfilan la “lu-na roja sobre Atenas”, el monasterio de Me-teora —“más cerca del cielo cada siglo”—, en

fin, su experiencia griega que le revive en supropia cotidianidad la baraja de los mitos.

Hasta aquí, tan sólo refiero un secunda-rio complemento circunstancial de lugar deLa musa inclemente. En este nuevo libro, comoen toda su poesía, aparecen los mismos asun-tos obsesivos y también inagotables. Son losasuntos del amor, o sea, y en grandes dosis,sus varios momentos, desde la plenitud eró-tica hasta el desencanto, el exorcismo del de-samor —a una mujer, al país, a sí mismo—siempre en una fría clave de sarcasmo des-criptivo y, en contraste absoluto, los poemasde amor a la hija, “que se desliza de perfil sinrozar apenas la frágil costra de este planetaen llamas”.

En un libro anterior, Cobo se refería aéste como un “país mal hecho cuya únicatradición son los errores”. Ahora, afinapuntería y titula un poema “en liquida-ción”, que dice:

Este país mediocre,de endebles mitos,donde la injusticiaenseñael hambre de los dientes,se ha vuelto tenso,de nudos ciegos,que asustan inclusoel sueño de los niños.

¿Qué hay aquí? El desconcierto del que noacaba de entender, sin duda impotencia, pe-ro la rabia se ha dominado hasta imponerseel volumen del susurro —“el buen poema secome frío”, dice Jaime Jaramillo Escobar—,como también ocurre con los poemas de de-samor. Allí, ese “odio innecesario y trivial”ya ha pasado y pareciera que se agotara en elsolo instante de declararlo, poemas que sonactas, constancias de un dolor que ya noduele, señalamiento de hechos irreversibles—“cubriste todo con tus huellas de sal”—,

necesaria catarsis verbal del poeta para ex-pulsar el odio a sí mismo por haberse equi-vocado en el amor.

Sin embargo, el hecho central es que elpoeta está sometido a “la dictadura del amor”.Justamente así se titula uno de los poemas:

El amor es monstruoso.Ya no recordamossi alguna vezfuimos otro distintode quien sólo existepara escuchar una voz,una exigencia brutal,la dulzura inenarrablede un “te adoro, te adoro, te adoro”,un sarcasmo helado,un sol bajo el cualtodo florece de nuevo....

El amor es mortal:Te congela los piessi huyes de él.

Para mi gusto, los poemas eróticos de La mu-sa inclemente, como “Obra”, “Estado de gra-cia”, “En la desgarradura”, “En la selva os-cura”, son los mejores de este libro. Y, de to-dos, acaso el más antológico, esa hermosadeclaración de “Exhorto”.

En términos formales, pertenecientes altaller del poeta, la novedad consiste en la in-clusión de poemas en prosa y de poemasversiculares, atípicos con respecto a los ver-sos cortos y acezantes usuales en Cobo, co-mo el excelente “La actriz y el poeta”.

Tenemos aquí, pues, no al editor ni alasesor lírico, no al diplomático en receso ni alacadémico activo, esos son las máscarasdiurnas y de entre semana de un individuopicado por la peste de la poesía, una pesteque se mantiene activa, por fortuna, debidoal más antiguo arte del mundo:

He aquíel arte más antiguo:el milenario artede perder el tiemposin remordimiento alguno.

• Texto leído en la Casa Gómez Campuzano,Bogotá, Colombia, el martes 17 de julio de 2001

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Lo que dijeron las estrellas en el ojo

de un sapo (fragmentos)

✸ Ernesto Lumbreras

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Emoción de quedarme dormido en un pasto momentá-neo. Así nomás, mientras lo que es se fortalece y noacaba.

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Apenas despierte comenzaré a repartirme hasta quedarde nuevo dormido y mojado por la mirada de un pájarobobo.

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Oyendo un molino de viento, quiero respirar la vida quetuve. Lo que no quiero, y eso se dice fácil, es un garfiode gavilán rayando el agua.

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¿Qué si quería acabar de pronto con el mundanal deseoque me sofoca pero me ilumina también el alma ponien-do un carbón en la boca de todas mis palabras?

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Veneno que se deja llevar con arrullos.

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Plenitud, otra vez la insuficiencia para tocarte, para llo-rar a chorros sobre tu cara de niña que me dice: “baña-dos de una luz alegre y tonta, abro los ojos en un paíspequeño por el que pasamos de prisa.”

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(palabras del ahogado)

En las bravas crestas de un turbio río yo dejé de vivir.No soy ahora el que en la orilla fui, ese niño flaco to-cando con su dedo gordo las ondas de ese animal deagua. Muchos gritos pegué, cómo no hacerlo, pues lavida se me iba, toda, toda y yo sin poderle cortar suavidez de ir gozosa sobre un mundo que duerme.

• De Ernesto Lumbreras, el FCE ha publicado su poemario El cielo en su colección Letras mexicanas.

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Para el capitán Alejandro Robles Segura,mi cuñado consentido, para Yuyín.

El teniente coronel FranciscoAvellaneda Ordóñez estaba yamuy viejo y muy enfermo cuan-do decidió, en un estilo por de-

más romántico, qué hacer con su cuerpo unavez que éste fuera cadáver.

Le daba horror nada más pensar en losgusanos como posibles inquilinos de esaanatomía ya desgastada, de acuerdo, peroque en su tiempo fue adorada por más decinco mujeres hermosas y consentida con unesmero obsesivo. En sus peores pesadillas seveía carcomido por cientos de minúsculos einmundos insectos, y se despertaba con el es-tertor de gritos en los que pedía a su esposalo rociara de insecticida. Definitivamente noiba a dejar que esos asquerosos bichos pene-traran los tejidos inermes de su piel y comen-zaran a perforar sus entrañas. Jamás consen-tiría un entierro a la manera tradicional, esdecir, en una caja y bajo tierra. Optaría por la

incineración. Una vez decidido a ser polvo an-tes de tiempo, quedaba pendiente otro asunto:¿a dónde irían a parar sus restos después desometerlos al fuego purificador?

Entre una y otra dosis de solocaína (sus-tancia suministrada por la vía intramuscularpara evitarle al máximo el dolor pero que,por desgracia, lo hacía entrar en su pesadi-lla), le daba vueltas y vueltas al asunto: ¿quelo pusieran en una urna y lo dejaran en esehoyo de cuarenta por cuarenta centímetrosque le vendió el cura de su parroquia? ¡No!Nada más de pensar en ese lugarcito y yasentía claustrofobia. ¿Que lo metieran en unabolsa de fieltro azul y lo aventaran al mar?¡Tampoco! Le temía a los tiburones, y noquería acabar en las fauces de ningún espéci-men marino para luego ser platillo en algunamesa. ¿Y si lo colocaban en una caja fina deplata labrada sobre la chimenea de la sala?¡Claro! Así los nietos, sus hijos y su mujer po-drían venerarlo en forma cotidiana sin sentirtanto la ausencia del pater familia. Pero no,era una mala idea, porque estaría expuesto aldescuido de alguna sirvienta y ya se veía ti-rado en el suelo para luego ser levantado concualquier jerga maloliente. Y el viejo sufríapensando y pensando en dónde podría repo-

sar el pequeño montículo de su cuerpo ya in-cinerado, y por eso no se moría, y por eso se-guía sufriendo los dolores en cuanto dejabade hacerle efecto la solocaína, que cada vezlo aliviaba por lapsos más breves.

Una mañana, después de haber soñado denuevo con gusanos y encierros perpetuos, esdecir, después de haber medio dormido ysufrir con mayor intensidad los dolores, porfin encontró la solución: esparcirían sus des-pojos mortales en el Bosque de los Lamentos,lugar que rodeaba las instalaciones del cuar-tel general y que además tenía otras ventajas:sus hijos pasaban casi todos los días enfrentecuando se dirigían al trabajo o a la casa desus padres; su mujer solía caminar por allíunas tres veces por semana, y era el sitio másvisitado por los colegas y subalternos parahacer un poco de ejercicio al aire libre, o bienpara llorar a solas y en cualquier rincón susfracasos, como él lo había hecho en otrostiempos, de ahí la costumbre de llamarloBosque de los Lamentos.

¡Cómo no se le había ocurrido antes! Elteniente coronel Avellaneda, hecho ceniza ydiseminado por aquel precioso bosque, pe-netraría en esa tierra casi siempre húmedapara luego trepar, impulsado por la corrien-te de la savia, hasta el escaño más alto deesos majestuosos y ancestrales ahuehuetes.Desde allí podría mirar a sus seres queridosy a los que nunca pudieron dejar de ser suscontendientes. Con el tiempo, aquel hechollegaría a ser una leyenda: ¿Sabes por qué estan señorial y acogedor este bosque? Porque aquíestán los restos de un gran hombre. Siente, hijo,percibe su presencia.

Contento por la determinación llamó a sumujer. Cuando la señora Avellaneda entróen la recámara, lo vio repuesto y de buenánimo: otra vez usaba con ella el tono demando que en alguna época le llegó a fasti-diar pero al cual ya se había acostumbrado:

—¡Vieja, tengo instrucciones muy preci-sas para ti! Escúchame con atención porquehe decidido morir de una vez y para siem-pre. Escúchame bien, mujer. Quiero que meincineren de inmediato, nada de veladas nirezos ni misas de cuerpo presente, no deseoque nadie se lleve como último recuerdo es-ta imagen desgastada —respiró hondo pararecobrarse del enorme esfuerzo de hablar—.Pon sobre la urna la foto ésa que te mandé

La última voluntad del teniente coronel

o instrucciones precisas

✸ Mónica Rovelo

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antes de casarnos, para que todos vean loguapo que fui. ¡Que se guarden esa idea! Lla-ma al general y dile que mi última voluntades que rieguen mis polvos en el Bosque delos Lamentos —tosió con tanta furia que cre-yó no poder continuar.

—Pero, viejo ¿y la cripta de la parroquia?—le preguntó mientras lo ayudaba a endere-zarse un poco.

—¡No hables de ese asunto, por tu culpacompré ese maldito hoyo que va a servir pa-ra un carajo! Escúchame bien, pídele a migeneral, como cosa tuya, que preparen el he-licóptero para que mis polvos desciendandel cielo a la tierra y pueda yo quedar bienrepartido por los confines del bosque, que alcabo no es tan grande. En el momento enque lo estén haciendo, le dices a nuestra hijaque ponga a todo volumen, en el estéreomóvil que le regalé en su cumpleaños, la

Novena Sinfonía de “Betoven”, pero el ter-cer movimiento, que es el que más me gustapara la ocasión. Eso es todo lo que pido. Yasabrá el jefe si me echan unos cuantos caño-nazos, aunque no creo que lo hagan porquenunca fui hazañoso —y volvió a toser y to-sió y tosió, hasta que en una de ésas se le pa-ró el corazón.

A la mañana siguiente todo estaba dispues-to: el artefacto volador con las hélices en mo-vimiento; una fila de soldados haciendo va-lla, y el general que, a paso lento, es decir elde la marcha a razón de setenta y seis pasospor minuto y de cincuenta y cinco centíme-tros de longitud cada uno, se aproximaba alhelicóptero de la Fuerza Aérea para entregaral capitán una pequeña urna de cerámica po-blana con la foto del joven soldado pegada ala tapa con resistol. Los restos de Avellanedasubieron al helicóptero. Antes del despeguese escuchó un cañonazo y el himno nacional.En cuanto las hélices comenzaron a girar agran velocidad, el grupo de soldados y elmismo general se dieron a la desbandada.

Los tripulantes, ya en sobrevuelo por lascopas de los árboles, no alcanzaban a escu-char el tercer movimiento de la Sinfonía Nú-mero Seis de Tchaikovsky. La mujer del di-funto, con tantas ocupaciones, había olvida-do la pieza indicada, y para no ser recrimina-da por esa falta, tomó el primer cassette demúsica clásica que se encontró y les dijo a loshijos, con una templanza inusual en ella, quesu padre quería la “canción” número tres deesa cinta.

Abajo, la familia y los amigos, acompa-ñados por algunos militares de alto rango ymuchos de poca monta, no podían seguir los

movimientos del ruidoso aparato debido alabundante follaje y, obvio, tampoco podíanoír las órdenes que emanaban del cielo:

—¡Atención! —llamó el capitán a los trestripulantes—. ¡Subteniente González, abra lapuerta!... ¡Subteniente Aguilera, abra la ur-na!... ¡Soldado Gómez, tire las cenizas encuanto le dé el tres!... ¡Uno!... ¡Dos!... ¡Aho-ra!... ¡Pero... pero qué... si serás...!

Desde luego, todos los inmiscuidos en latrama se habían entregado a la tarea de cum-plir el último deseo del ahora fallecido, peronadie habría sospechado que, después detantos preparativos para darle gusto a Ave-llaneda, aquello terminara así: la mitad deldifunto fue a parar a la boca del azorado sol-dado; otra parte se fue a estrellar en las carasde los subtenientes, quienes aspiraron laspartículas hasta taponarse la nariz; una bue-na cantidad revoloteó por el impecable uni-forme del capitán y se metió por entre susgalardones dorados y más allá, detrás delcuello de su camisa. El sobrante de las prófu-gas y diminutas cenizas brincaba del suelo altecho y del techo al suelo por toda la cabina.Una vez en tierra, el capitán les dio la ordende no comentar con nadie lo sucedido.

—Esto es un secreto de Estado, compa-ñeros, un secreto que debemos llevar a latumba. Si alguien raja que se dé por muerto—sentenció para acentuar la gravedad delasunto. Soldado, vaya por la aspiradora ylimpie hasta la última gota de polvo que ha-ya quedado en el helicóptero, y se me quedaarrestado un mes, ¡por pendejo!

Los subtenientes salieron corriendo a la en-fermería, no fuera a ser que las cenizas delviejo enfermo y podrido les fueran a hacerdaño. Con un lavado de nariz y un buen re-gaderazo quedarían como nuevos. El capitánse cambió de uniforme y mandó su ropa a latintorería. El soldado, después de acatar laorden, se fue derechito a la prisión del cuar-tel y se hizo encerrar.

Triste destino del teniente coronel Avellane-da decidir el lugar de reposo de sus restos in-mortales para venir a parar, algo de sus pol-vos, en una destartalada máquina de lavadoen seco, un poco más en abolladas y desluci-das palanganas junto con mucosidades ysuero, otro tanto en lugares inciertos, y elgran sobrante, en un retrete mugriento adonde el pobre soldado fue a vomitar diezveces seguidas, hasta que sus intestinos que-daron completamente vacíos.

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�� El texto que sigue es un comentario a La metáfora. Ensayos

interdisciplinares, de Eduardo deBustos, editado por el Fondo de Cultura

Económica y la UNED en nuestra subsidiaria de España. Publicamos

esta nota con la cortesía del diario ABC.

Lo común en la reflexión filosóficacuando se habla de la metáforaes aceptar de plano una tradiciónque la conecta con la retórica y,

en todo caso, no ver en las metáforas nadamás allá de su carácter lingüístico. Sin em-bargo, romper las barreras disciplinares y co-locarse con decisión en las jambas y en los in-tersticios de reflexiones procedentes de muybien cercados ámbitos de la reflexión, ayuda,con frecuencia, a señalar lo importante y lopertinente para la reflexión filosófica. En es-te libro de Eduardo de Bustos se nos ofreceuna estupenda muestra del rendimiento quecabe esperar de ese saber colocarse en esosterrenos de nadie, que quedan entre las va-llas y alambres que pretenden deslindaráreas de conocimiento diversas.

Probablemente no es la primera vez, enla tradición filosófica occidental, que la me-

táfora goza de buena salud, pero en La metá-fora. Ensayos transdisciplinares el autor nos de-ja bien claro que los nuestros no son malostiempos para el estudio de la metáfora. Esteconjunto de ensayos parten del reconocimien-to explícito de que es un tema de nuestrotiempo. Eduardo de Bustos, quien es ya unautor de imprescindible referencia a la horade hablar de la filosofía del lenguaje que sehace en nuestra lengua, pergeña todo un ar-senal conceptual que nos permite reflexionarsobre muy diversos asuntos, precisamente apartir de una reflexión sobre el mismo fenó-meno de la metáfora. Sin duda se puede con-siderar este trabajo vinculado a lo que se co-noció como giro pragmático en filosofía dellenguaje aunque aquí aparezca teñido por elmás reciente giro cognitivista.

Buceando en diversos campos de las hu-manidades reformula muy diversos instru-mentos y herramientas que le permiten pen-sar sobre problemas filosóficos contemporá-neos, que discurren desde las nuevas tecno-logías de la información hasta la estructuracognitiva del nacionalismo, mostrando así lacapacidad de análisis y crítica cultural quepuede exhibir una adecuada teoría sobre lametáfora. Incluso no resulta extraño que, enuna suerte de bucle nada melancólico, cierresu libro con un análisis de la configuraciónde la intimidad, mostrando que la teoría ex-periencialista de la metáfora puede decirnos(precisamente por su carácter cognitivo y prác-

tico) bastante más que las diversas orientacio-nes y explicaciones románticas de este mismofenómeno.

“El uso metafórico parece quebrar la plá-cida relación entre el lenguaje y la realidad,violentando nuestra construcción lingüísticadel mundo”. Contra ese trasfondo del cono-cimiento tradicional se plantea la propuestade Bustos. Siguiendo una orientación casiopuesta al clásico planteamiento que apareceen el Ensayo sobre el entendimiento humano deLocke, se procede a una atenta reconsidera-ción de las relaciones entre pensamiento,lenguaje y realidad. Se propone dar un au-téntico vuelco a las consideraciones tradicio-nales sobre esas relaciones. Un giro que ca-bría calificar de copernicano pero que, porsuerte, no se pretende original sino que se se-ñalan con detalle sus fuentes e inspiraciones.Es un giro que también se percibe en otrosautores, por ejemplo en los trabajos más re-cientes de Hilary Putnam (a quien no se citaa este respecto en este libro, aunque sí se tie-nen en cuenta sus aportaciones en varias lí-neas de la reflexión sobre las ciencias cogni-tivas) y que no hacen sino avalar y fortalecerbuena parte del planteamiento de Bustos.

Se nos recomienda que utilicemos las he-rramientas del pensamiento metafórico paraque pensemos mejor. En cierto aspecto senos viene a decir que, análogamente a comoocurría con quien hablaba en prosa sin saber-lo, sería conveniente reconocer que buena

El cosmos de la metáfora

está literalmente lleno

✸ J. Francisco Álvarez

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parte de nuestro pensamiento se constituyemetafóricamente. Que con la metáfora no es-tamos ante un recurso retórico más ni anteuna simple forma lingüística, sino ante unprocedimiento cognitivo mediante el cualnos relacionamos con el mundo, adquirimosconocimiento y nos configuramos individualy socialmente. Aunque el autor no olvida nipor un momento la observación pertinentede que no “todo” es metafórico.

Se utiliza la estrategia de avanzar a partirde una reconstrucción de la historia y losavatares de la noción de metáfora para irconcretando en sucesivas aplicaciones a di-versos campos de la ciencia y la cultura con-temporáneas. Sin duda, resulta un expedien-

te sumamente productivo a la hora de situarcon claridad la llamada teoría contemporá-nea o experiencialista de la metáfora, pro-puesta principalmente por G. Lakoff y M.Johnson (aunque no exclusivamente porellos, como se nos informa detalladamente).Superada la simple distinción entre lo literaly lo metafórico, y la correspondiente elimi-nación o reelaboración de la conexión entreverdad y metáfora, aparece primeramente laidea, planteada por muchos, de que las me-táforas tienen fuerza retórica, pero se añadeque, con todo lo importante que pudo ser es-to para el posterior análisis del carácter prag-mático de las metáforas, esa es solamenteuna parte de la historia y que es preciso su-perar también la estricta separación de nues-tras capacidades cognitivas y nuestras capa-cidades emocionales. “La proferencia de unametáfora es el recordatorio de que no sólo setiene en común esta o aquella migaja de co-nocimiento, sino todo un mundo o forma devivir compartida”.

Resulta así posible sustentar un enfoquenada romántico, filocientífico, que hace su-yas las aportaciones más importantes del ro-manticismo. Mediante una lectura inteligen-te y abierta del pragmatismo, añadiéndolelas precisiones que hoy se pueden hacer apartir de los resultados de las ciencias cogni-tivas, se defiende una versión experiencialis-ta y crítica de la metáfora e incluso se propo-ne un plan de trabajo empírico para evaluarla adecuación de la propia teoría.

Lo importante es que el lenguaje es esen-cialmente metafórico, aunque no todo nues-tro conocimiento sean metáforas. “Sin unaadecuada teoría sobre la metáfora no sola-mente seremos incapaces de captar el núcleo

generador de los procesos cognitivos quenos permiten dominar el mundo natural,tampoco podremos comprender la médulade nuestra vida moral, política y social”.

La metáfora es un medio fundamentalpara la ampliación y extensión de los siste-mas léxicos, de ahí su importancia central enciencia y tecnología (no solamente como ins-trumento didáctico o heurístico) y ademásno existe una frontera totalmente definida ybien dibujada entre lo literal y figurativo.Aparece así la metáfora como un lugar pri-vilegiado desde el que podemos analizarnuestras relaciones con la realidad. “La me-táfora pone de relieve que nuestras formasde conocer, y la ciencia en particular, sonmenos ideales, por decirlo así, de lo que lateoría ortodoxa de la ciencia ha querido ha-cernos creer. Que en nuestro conocimiento,en nuestra ciencia, siempre habrá un ele-mento aventurado, que siempre, en últimainstancia, constituirá una exploración a tien-tas de lo desconocido, exploración en que nonos encontraremos absolutamente desvali-dos, sino ayudados únicamente, no es poco,por la capacidad inventiva, poética, de nues-tras metáforas”.

Sin seguir a pie juntillas la concepcióncontemporánea o experiencialista de la me-táfora, se la utiliza como foco para una muybuena relación histórica de los avatares de lanoción de metáfora, para llegar a la situaciónactual en la que una variante de las corrien-tes cognitivas, precisamente la experiencia-lista de Lakoff y Johnson, se presenta comola más adecuada, aunque Bustos le hace lascríticas correspondientes y muestra algunasde las debilidades teóricas (filosófico-históri-cas) que afligen a esos autores.

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�� El texto que aquí reproducimos fueleído por su autora en la presentación

del libro de Susana Francis Desde la cárcel de mi piel, publicado en nuestra

colección Letras mexicanas.

Susana Francis entra muy joven apertenecer a la tradición de laruptura y el cambio en la hetero-génea vanguardia artística lati-

noamericana; es decir, emprende la tarea deacuñar un lenguaje capaz de comunicar suaprehensión única e irrepetible del mundo.

Y no lo hace sólo mediante la intuición,sino aplicando un importante acervo de sa-ber, ya que es precursora del interés de losintelectuales por la sociedad chiapanecapues realiza una temprana investigacióncientífica sobre el habla de una población la-dina inserta en una zona indígena de los al-tos de Chiapas; además, obtiene una maes-tría en letras; cursa estudios de especializa-ción en lingüística en la Universidad de Mi-chigan, y luego de literatura en Roma, y mástarde un doctorado en la UNAM. Conocebien otras lenguas (sobre todo el inglés que

le ha servido para traducir varios libros); pa-sa varias décadas enseñando español y lite-ratura también en la UNAM; viaja mucho,no turisteando sino investigando culturas,visiones de mundo, singulares facetas deotras organizaciones sociales, y en tales son-deos por el planeta se acendra en ella unaconciencia —que siempre tuvo— de herma-namiento con todo lo vivo.

Su producción científica y artística nuncapasó inadvertida. Su más temprana poesía(en su libro Momentos, de 1962) fue atinada-mente celebrada por Manuel Durán, impor-tante poeta y crítico de la universidad de Ya-le. Su investigación lingüística en Chiapasfue elogiosamente comentada por RosarioCastellanos (que fue nuestra condiscípula).Su Carta a mí, que contiene una selección he-cha por Antonio Castro Leal y que apareceen una de las plaquetas de Pájaro cascabel, esexplicada por Javier Peñaloza en México en laCultura, en 1965, como un posible nuevoacercamiento al neoclasicismo y al soneto, yes comentada, más exacta y agudamente, porSalvador Reyes Nevares (en la sección Los li-bros al día de la que se hacía cargo junto conHuberto Batis), que la ve como una poesíapura, de calidad excelente; como una historiadada en su pequeña geografía somática, perotambién como conciencia de la magnitud de laaventura de vivir.

La primera edición de este libro, prologa-da por nuestro profesor Francisco Monterde(que era entonces —nada menos— presiden-te de la Academia Mexicana de la Lengua),es sabiamente descrita en términos que novoy a parafrasear ya que quienes están hoyaquí los tienen a la vista. En lo único que nocoincido con mi maestro es en llamar antirre-tórica a la claridad y a la sencillez; pero eseera un lugar común desde el principio del si-glo XX cuando, a propósito de muchos auto-res ultraístas, creacionistas, cubistas, etc.,que hacían un uso exagerado de la retórica yprincipalmente de la metáfora, los comenta-ristas aplaudían diciendo que así se zafabande la zarrapastrosa retórica. Al decirlo, llama-ban así al conjunto de pautas de cualquiermodelo periclitado, gastado por el uso. Deahí proviene ese disparate tan usado por loscríticos de Susana. En una sección llamadaLetras de una página periodística, el artículosobre su libro (de Rubén Salazar Mallén) sellama “Poesía sin retórica”. Y esto dura has-ta nuestros días; casi diariamente algún polí-tico alude al discurso de su contrincante di-ciendo: eso es pura retórica.

Uno de los primeros que la aplauden, en1967 —año de esta primera aparición— esJosé Muñoz Cota, en la revista Impacto, quereconoce en ella lo claro, lo sencillo, lo emo-tivo, la calidad de reflexión filosófica que leda una hondura transparente y que desem-boca en un diagnóstico acerca de la condi-ción humana, de su ubicación en el mundo,de su historicidad. En el mismo año de 1968,el crítico que firmaba como Bibliófilo en LaPrensa la ve como profunda y medular. El co-mentarista de la sección de Libros de la revis-ta Tiempo, en ese mismo 1968, advierte su be-lleza y originalidad.

Pero también muchos otros críticos y teó-ricos aplaudieron este libro que revela sumadurez (y que por primera vez apareció en1967). Raúl Leyva, por ejemplo, le dedicauna opinión que parece aludir a recienteslecturas de Vallejo cuando dice que “no fal-tan intensidad y hondura en estos cantos”(uno recuerda aquel soneto que se llama “In-tensidad y altura”).

Dolores Castro reconoce en Susana “ellenguaje preciso, meditado [...] de fuerza sor-prendente”, y calibra el poder seductor deesa mixtura de sueño y vigilia que crea una at-mósfera especial que, aunque sus comenta-

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Euforia y disforia en la poesía de

Susana Francis

✸ Helena Beristáin

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ristas de aquel tiempo no lo mencionan, tie-ne que ver con el surrealismo y sus antece-dentes de vanguardia.

Margarita Michelena la agrega al grupode mujeres notables en 1968: Carmen Tosca-no, Rosario Castellanos, Dolores Castro, Gri-selda Álvarez, entre otras, y describe su sen-cillez profunda con una frase de Juan RamónJiménez: “De desnuda que está, brilla la es-trella”, y la elogia como enemiga de un me-taforeo barroquista que la aproxima a lo clá-sico. Yo no comparto esta última idea, lametáfora no sólo está en el barroco, está entodas partes, y está en todas las épocas delarte (cuando no es catacrética, gastada porel uso). Creo que Susana inaugura su mun-do metaforizándolo novedosamente, talcomo ella afirma en su declaración auto-dedicada:

Lo aprendido, disuélvelo,como una exhalación dentro del aire.Sé nueva. Tus ojos al abrirseinauguraron la luz.El mundo comenzó cuando naciste.

En otras palabras: ¡no imites!, ¡crea! Ese es suManifiesto, su declaración de principios, suidea de texto literario. Y no creo que sea ca-sual que se parezca a la idea creacionista deHuidobro. Aquí uno recuerda versos como:“Cuanto miren tus ojos creado sea”, o bien:“Sólo para nosotros/ viven todas las cosasbajo el sol”. Cuando Susana comienza a estu-diar y a escribir, las teorías de vanguardia deprincipios del siglo XX ya se amalgamaronen una poderosa tradición de ruptura. La

metáfora no necesariamente oscurece la for-ma artística, puede ser diáfana y profunda,como cuando Neruda dice:

En alta mar navega el vientodirigido por el albatros.

O cuando Alfredo Mario Ferreiro dice:

Barcos: flores del mar.

O como cuando Tablada dice:

Tierno saúz,casi oro, casi ámbar,casi luz...

O como cuando Vallejo —que en otras partessuele ser tan difícil— dice:

Amanece lloviendo. Bien peinadala mañana chorrea el pelo fino.

O como cuando Oliverio Girondo dice:

Caravanas de montañas acampan en los alrededores.

La metáfora puede producir una forma obs-truyente, una oscuridad deseada que pro-longa el tiempo de la percepción y el del go-ce artístico; pero en Susana, como en estosejemplos, con sencillez y claridad desempe-ña la función de desautomatizar y singulari-zar el lenguaje, de modo que le permite sernueva e inaugurar, con sus ojos, la luz, como essu voluntad. Por eso pone “vino nuevo enodres viejos”, como dice de ella otro crítico

—Agustín Villa Garrido— en Santiago deChile, también en 1968.

Todos sus comentaristas hacen alusión asu sencillez, a sus temas y a su filosofía pesi-mista y, sin embargo, esperanzada y espe-ranzadora, y, efectivamente, esta es unaconstante, analíticamente manifestada conlucidez y con pasión. La vida es una cárcel.Nuestra circunstancia es una cárcel. Nuestrapiel es una cárcel. Convivimos todos en lacárcel, pero cada uno en su propia cárcel, ca-do uno buscando el sentido de este encierro,midiendo el paso del tiempo, por eso ella di-ce, en diversos poemas:

Todas las horas roenalgo de nuestra vida.El tiempo ara los camposde nuestra piel......Quizá mañana mismo moriré......Algún día serésólo polvo en el viento...

Pero también dice:

En medio del desastre y la batalladel mundo loco,¡tantas cosas nos quedan todavía!Belleza, alma universal: revivesen cada abrir de párpados; persistesen brotar de los poros imprevistosde cada cosa, ser... Siempre lo mismo,una alquimia incesante.

Todo el libro lleva al lector —en un vaivéncontinuo, montado en una reflexión que in-tenta comprender la existencia—, del pesi-mismo a la esperanza, del dolor a la alegría,de la sombra a la luz que resulta ser nadamenos que el amor.

Y el vaivén se vale, como vehículo,precisamente de esa tan denostada —porla mayoría de los comentaristas— retóricaque aquí adquiere muchas facetas (se leda muy bien el ritmo, se le da el soneto, sele da la adecuación de las voces a su vo-luntad poética, como cuando se refiere a“nuestro tiempo otoñecido”), se le da elcarácter de esa red de metáforas y sineste-sias que, según yo, son el aparato que nosdeslumbra cuando ante nuestros ojos es-trena su mundo:

Abrí los ojos: la mañana hundíaen la gárrula calle su impaciencia...

El sueño que en su opio disolvía,trozo a trozo, el glaciar de la conciencia...

(En “Ocasos y amaneceres I”)

La mañana invasora,—espada que dominaatrincherados cercos de pestañas—

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como camisa nueva, cada día,la sombra de mi cuerpo viste...

(En “Ocasos y amaneceres III”)

Una larga cadena de gritos en el viento,alud de toda voz surgida de las cosassacudiendo el vestido de vidrios del

silencio,y en medio del tumulto, mi soledad me

ampara,ánfora en que reposa mi voz

desamparada.

Luces quiebran las sombras, ¿dónde está mi tiniebla

que es para mi tristeza como una muelle almohada?

Ciérrense las compuertas de la conciencia—claro río doloroso que de doler no

acaba—y las aguas más turbias sumerjan en su

verdelos recuerdos más hondos —peces en

desbandada.(En “Trenos I”, de Lira pentáfona)

¿Qué es sino una cadena de metáforas estapresentación del alba en hexasílabos en losque cada estrofa podría haber sido un poemacreacionista independiente, de Huidobro, ha-ce casi noventa años?:

Rosas rosas del alba:sangre transpirael color de la nocheque lento expira.

Palomas cenicientasbeben la luna:una oblea desoladaen la frágil bruma.

Corren locas las horasa su martirio:levanta el día su hoguerapara el suicidio.

Cruzan el aire pájarosde campana:ecos y luces tajanpiel de mañana.

¿Y qué es sino una cadena de metáforas su-perpuestas esta alegoría donde el poema esla canción, es la oración y es la bienaventu-ranza, el estado de plenitud gozosa, de retor-no a la infancia, que produce el contacto conla naturaleza (de cuyo disfrute es especial-mente capaz Susana, y yo, casualmente, hesido testigo)?:

El hueco de mi razónse vuelve un ramo de oliva

cuando mi mano furtivame hunde en la suave canción;siempre empezada oraciónde las hojas de la yerba;blando regazo de selvaque me invita a hacerme niño.Me envolveré en su cariñoque cada estío renueva.

El título del libro es una metáfora. Todo ellibro es una cadena de metáforas, una ale-goría de la vida en su vaivén disfórico y eu-fórico. En ella están implícitos los otros tressentidos cabalísticos comentados por SanAgustín y por Dante Alighieri, utilizadosprofusamente en el barroco y en el neo-ba-rroco de la poesía vanguardista del sigloXX, sentidos que son, amén del sentido fi-gurado, el literal de cada paráfrasis de cadalectura de cada lector virtual (porque la lec-tura es una experiencia y cada experiencianos cambia); el sentido moral que recomien-da al receptor de este aviso: soportar el do-lor, la oscuridad, la noche de la desdicha,porque después vendrán la alegría, la luz, elamanecer gozoso, presentes en el AMOR, y,en fin, el sentido anagógico, que trasciendelos límites de lo humano y roza los de lo di-vino, y que trata de enviar un mensaje devalor imperecedero que hay que aplicar a lahumanidad entera para que se prohíban lasguerras, los pretextos para las guerras, lasarmas para las guerras. Amar a todo próji-mo como a sí mismo es, después de todo, elmensaje de valor más universalmente hu-mano que el ser humano ha logrado poseery comunicar.

Esa solidaridad con todo ser humanodespierta el más vivo e impresionante dolormanifiesto en uno de los más hermosos ejem-plos de este poemario:

Secas están las bóvedas del llanto.áridos los caminos de la pena.A fuerza de morir con cada hermanose cansó mi dolor.

Mi entraña abiertalos buitres picotean.Y mi dolor está dormido. A vecesmis oscuras raíces se conmuevencon la humedad de lágrimas ajenas,y mi dolor en sueños se estremececomo reptil secándose en la arena.

Y, repito, no es bueno olvidar (a estas altu-ras, después de todo lo que se trabajó sobreteoría del arte, retórica, semiótica, etc., en elsiglo XX) que la retórica está presente siem-pre, en la elección de las palabras, en su dis-tribución, en su transmutación en imágenesque revelan otra visión del mundo. Está pre-sente en el lenguaje práctico, en el científico,en el político, en el didáctico y, claro, en ellenguaje artístico donde, simplemente, comoen este caso, su presencia puede ser subrep-ticia, discreta, encaminada a ciertos fines(que en este libro así se han logrado). No haylenguaje sin retórica como no lo hay sin gra-mática. Hay que abandonar definitivamenteese disparate. Hay que homenajear a todoslos que nacieron poetas y después se hicie-ron (es decir, a los que, además, adquirieronoficio) y por ello son capaces de comunicarlo inefable.

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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA• ALGUNAS DE NUESTRAS NOVEDADES EDITORIALES •

• FERNANDO DEL PASO

Obras IJosé Trigo y Palinuro de México

Fernando del Paso es uno de los escritores mexica-nos que ha incursionado impecablemente en todoslos géneros literarios y periodísticos. El primer tomode sus Obras incluye los dos primeros trabajos enprosa del autor: José Trigo (1966) y Palinuro de Mé-xico (1976). En ambos trabajos, el sentido del lengua-je es primordial: en la primera se convierte incluso enel personaje central, mientras que en la segunda rea-liza, a partir de la lengua, la recreación de todos losmundos imaginables.

• FERNANDO DEL PASO

Obras IINoticias del Imperioy Linda 67. Historia de un crimen

Este segundo tomo –que incluye Noticias del Imperioy Linda 67– expone el carácter polifacético de la pro-ducción novelística de Del Paso. Por un lado, su con-versación subjetiva y lúdica con la historia de México,por otro, su flirteo y reconciliación con la novela ne-gra. Ambas conforman un corpus que resume la pa-radójica genialidad de un escritor cuyos mundos ima-ginarios no padecen de una línea divisoria.

• ALFONSO REYES

Misión diplomática I

Recopilación de informes políticos, cartas reservadas,proyectos, telegramas y algunos ensayos y poemasdel autor escritos en su servicio diplomático (1889-1959). La presente obra, publicada en dos tomos, re-gistra el esfuerzo monumental de Reyes por introdu-cir a Hispanoamérica en el cauce de la historia y la ci-vilización occidentales.

• ALFONSO REYES

Misión diplomática II

En este segundo tomo se aborda el periodo especial-mente complejo que va de 1930 a 1936 en Brasil,donde Reyes tiene que sortear las complicaciones po-líticas derivadas del inicio de la dictadura de GetulioVargas, al mismo tiempo que insiste en la promociónde la cultura y el intercambio de ideas.

• ANDRÉ BRETON

Nadja

Fabienne Bradu, prologista y traductora de este volu-men, nos dice que en éste como en la mayoría de susescritos, Breton pretende ir más allá del estricto rela-to autobiográfico: aspira a romper los límites de ungénero que, a menudo, se confunde con una autode-fensa al aducir explicaciones, causas, efectos sola-mente visibles a posteriori. Además, porque se niegaa inventarle al misterio causas que lo despojarían desu naturaleza intrínseca y que lo retrotraerían a unadimensión psicologizante, André Breton logra escribire inscribir en Nadja la turbación misma de la vida.

• ULALUME GONZÁLEZ DE LEÓN

Plagios

Plagios reúne los siete libros breves de poemas queUlalume González de León produjo de 1968 a 1979(Montevideo, Uruguay, 1932). “Todo es creación: yoelijo decir aun lo que fue dicho, que es ahora distintoporque lo transforma ese cúmulo de datos convergen-tes en cuyo punto de intersección me encuentro. Y to-do es plagio”, dice la autora.

• MAX AUB

Mis páginas mejores

La presente edición quiere contribuir a la difusión dela prosa narrativa de Max Aub, haciéndola accesible aun público amplio, como una invitación a la lectura delconjunto de su obra. Esta antología, preparada por elpropio autor, con un criterio muy personal y con la le-gitimidad de lo auténtico subjetivo, incluye cuentos yfragmentos de novelas, dispuestos en orden cronoló-gico, que nos permiten realizar un placentero y prove-choso recorrido por sus distintas etapas de creación.

• DÁMASO MURÚA

Las mujeres primeroAntología personal

Los relatos que componen la presente antología es-tán ordenados en apartados, que muestran facetasdeterminadas de este autor sinaloense. Estampas dela vida sencilla y a la vez complicada de las relacionespasionales en los pueblos chicos y apartados de So-nora y Sinaloa, sin dejar de lado a la ciudad cosmo-polita de Tijuana, reflexiones sobre la condición delhombre sinaloense, textos que ilustran la ironía de laexistencia de los donjuanes, asesinos, burócratas ypolíticos, hasta historias que se desenvuelven a partirde individuos singulares: Rulfo, José Revueltas, Sala-zar Mallén y Edmundo Valadés, entre otros.

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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA•REIMPRESIONES•

Filosofía

MARTIN BUBER •¿Qué es el hombre?

ERNST CASSIRER •El problema del conocimiento II

JON ELSTER •Ulises y las sirenas

WILLIAM K. C. GUTHRIE •Los filósofos griegos

MARTÍN HEIDEGGER •Arte y poesía

BERTRAND RUSSELL •Religión y ciencia

Educación y Pedagogía

ROGER CHARTIER •Cultura escrita, literatura e historia

CULTURA ESCRITA Y EDUCACIÓN •Conversaciones con Emilia Ferreiro

Psicología, Psiquiatría y Psicoanálisis

VIKTOR EMIL FRANKLPsicoanálisis y existencialismo

ERICH FROMM •Ética y psicoanálisis

A. S. NEILL •Summerhill

JEAN PIAGET •El desarrollo de la noción de tiempo

en el niño

Historia

PIERRE ALBERT Y ANDRE-JEANTUDESQ •

Historia de la radio y la televisión

MARC BLOCH •Apología para la historia o el oficio

de historiador

CHRISTOPHER DAWSON •Historia de la cultura cristiana

Libros para niños

• TARO GOMI¡Mira lo que tengo!

• MISKA MILESAni y la anciana

• GARY SOTOBeisbol en abril y otras historias

Literatura

• ENRIQUE ANDERSON IMBERTHistoria de la literatura hispanoamericana II

• GASTON BACHELARDLa intuición del instante

• CECILE MAURICE BOWRAHistoria de la literatura griega

• GUILLERMO CABRERA INFANTEInfantería

• RAÚL DORRAHablar de literatura

• ALFONSO REYESObras completas, XVIII

• ALFONSO REYESAntología de Alfonso Reyes

• JOSÉ LUIS MARTÍNEZ (COMP.)El ensayo mexicano moderno I

Entre voces

• JAIME SABINESJaime Sabines en Bellas Artes(disco compacto)

Sociología

• JORGE PADUATécnicas de investigación aplicada a las ciencias sociales

• NICHOLAS S. TIMASHEFFLa teoría sociológica

[ ]

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FONDO DE CULTURA ECONÓMICA1934 • LIBROS PARA IBEROAMÉRICA • 2001

Carretera Picacho Ajusco 227. Col. Bosques del Pedregal. Tlalpan, C.P. 14200. México, D.F.Tels.: (5)227-4612, (5)227-4628, (5)227-4672. Fax: (5)227-4698 • Página en Internet http://www.fce.com.mx

Coordinación General de Asuntos Internacionales [email protected] • cvaldes@fce. com.mx • [email protected]én México D. F. Dirección: José Ma. Juaristi 205, Col. Paraje San Juan.

Tels.: (5)612-1915, (5)612-1975. Fax: (5)612-0710FILIALES

Fondo de Cultura Económica deArgentina, S.A.Alejandro Katz El Salvador 56651414 Capital Federal, Buenos AiresTels.: (541-1) 4-777-15-47 / 1934 /1219Fax: (54-11) 4-771-89-77 ext. 19Correo electrónico: [email protected]

Fondo de Cultura Económica Brasil, Ltda.Issac VinicRua Bartira, 351 Perdizes, Sao PauloCEP 05009-000 BrasilTels.: (55-11) 3672-3397 y 3864-1496Fax: (55-11) 3862-1803Correo electrónico:[email protected]

Fondo de Cultura Económica Ltda.(Colombia)Juan Camilo SierraCarrera 16, Nº 80-18Santa Fé de Bogotá, ColombiaTel/Fax: (571) 530-7697530-7698 • 531-2288 Correo electrónico:[email protected]ágina del FCE-Colombia:www.fce.com.co

Fondo de CulturaEconómica Chile, S. A.Julio Sau AguayoPaseo Bulnes 152Santiago, ChileTels.: (562) 697-2644695-4843 • 699-0189y 688-1630Fax: (562) 696-2329Correo electrónico:[email protected]

Fondo de Cultura Económica de España, S. L.María Luisa CapellaC/Fernando El Católico Nº 86 Conjunto Residencial GalaxiaMadrid, 28015. EspañaTel.: (34-91) 543-2904543-2960 y 549-2884Fax: (34-91) 549-8652Correo electrónico:[email protected]

Fondo de CulturaEconómica USA, INC.Benjamín Mireles2293 Verus St. San Diego, CA. 92154, Estados UnidosTel.: (619) 429-0455 Fax: (619) 429-0827 Página en Internet http:www.fceusa.comCorreo electrónico: [email protected]

Fondo de CulturaEconómica deGuatemala, S. A.Sagrario Castellanos6a. avenida, 8-65 Zona 9 Guatemala, C. A.Tels.: (502) 334-3351334-3354 • 362-6563362-6539 y 362-6562Fax: (502) 332-4216Correo electrónico: [email protected]

Fondo de CulturaEconómica del Perú, S. A.Germán Carnero RoquéJiron Berlín Nº 238, Miraflores, Lima, 18 PerúTels.: (511) 242-9448447-2848 y 242-0559 Fax: (511) 447-0760Correo electrónico: [email protected]ágina en Internet http://www.fceperu.com.pe

Fondo de Cultura EconómicaVenezuela, S. A.Pedro Juan Tucat ZuninoEdif. Torre Polar, P.B. Local "E"Plaza Venezuela, Caracas,Venezuela.Tel.: (58212) 574-4753Fax: (58212) 574-7442Correo electrónico:[email protected]

Librería Solano Av. Francisco Solano entre la 2a av.De las Delicias y Calle SantosErmini, Sabana Grande, Caracas,Venezuela.Tel.: (58212) 763-2710Fax: (58212) 763-2483REPRESENTACIONES

DISTRIBUIDORES

Los Amigos del LibroWerner GuttentagAv. Ayacucho S-0156 Entre Gral. Anchay Av. HeroinasCochabamba, BoliviaTel.: (591) 450-41-50 y 450-41-51Fax: (591) 411-51 28Correo electrónico:[email protected]

Librería Las AméricasLtee.Francisco González10, rue St-Norbert MontrealQuébec, CanadáH2X 1G3Tel.: (514) 844-59-94Fax: (514) 844-52-90Correo electrónico:[email protected]

Librería Lehmann, S.A.Guisselle Morales B.Av. Central calle 1 y 3 Apartado 10011-1000San José, Costa Rica, A. C.Tel.: (506) 223-12-12Fax: (506) 233-07-13Correo electrónico: [email protected]

Librería Librimundi-Librería InternacionalMarcela García Grosse-LuemernJuan León Mera 851P. O. Box 3029Quito, Ecuador Tels.: (593-2) 52-16-06

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Cuesta. Centro del LibroSr. Lucio Casado M.Av. 27 de Febrero esq. Abraham LincolnCentro Comercial NacionalApartado 1241Santo Domingo, RepúblicaDominicana.Tel.: (1809) 537-50-17 y 473-40-20Fax: (1809) 573-86-54 y 473-86-44Correo electrónico: [email protected]

Aldila Comunicación, S.A.Aldo Díaz LacayoCentro Comercial Managua. Módulo A-35 y 36 Apartado Postal 2777Managua, NicaraguaTel.: (505) 277-22-40Fax: (505) 266-00-89Correo electrónico: [email protected]

Librería Nuevos LibrosSr. Juan José NavarroFrente a la UniversidadCentroamericana Apdo.Postal EC Nº 15Managua, NicaraguaTel. y Fax: (505) 278-71-63

Grupo Hengar, S.A. Zenaida Poveda de HenaoAv. José de Fábrega 19Edificio Inversiones PasadenaApartado 2208-9A Rep. dePanamáTel.: (507) 223-65-98 Fax: (507) 223-00-49 Correo electrónico: [email protected]

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Difusora Cultural México S. de R. L. (DICUMEX)Dr. Gustavo AdolfoAguilar B. Av. JuanManuel Gálvez Nº 234 Barrio LaGuadalupe Tegucigalpa,MDC Honduras C. A.Tel.: (504) 239-41-38 Fax.: (504) 234-38-84 Correo electrónico: [email protected]

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LA GACETA

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•13 (JUEVES)

19:00 LibreríaOctavio Paz

Vasco de Quiroga.Utopía y derecho enla Conquista deAméricade Paz SerranoGassent

•7(VIERNES)

Unidad CulturalJesús Silva Herzog

Ceremoniade aniversario delFCE

•20 (JUEVES)

19:00 UnidadCultural JesúsSilva Herzog

Ecos, alientos ysonidos de Ricardo Miranda

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA• Calendario de actividades •

S E P T I E M B R E 2 0 0 1

LIBRERÍAS DEL FCE(Visite nuestra página de internet: www.fce.com.mx)

• Librería Alfonso ReyesCarretera Picacho Ajusco 227,Col. Bosques del Pedregal,México, D.F. Tels.: 5227 4681 y 82

• Librería Daniel Cosío VillegasAvenida Universidad 985,Col. Del Valle,México, D.F.Tel.: 5524 8933

• Librería Octavio PazMiguel Ángel de Quevedo 115,Col. Chimalistac, México, D.F. Tels.: 5480 1801 al 04

• Librería Un paseo por loslibrosPasaje Zócalo-Pino Suárez delMetro,Centro Histórico,México, D.F.Tels.: 5522 3016 y 78

• Librería en el IPNAv. Politécnico, esquina WilfredoMassieu, Col. Zacatenco, México, D.F. Tels.: 5119 1192 y 2829

• Ventas por teléfono:5534 9141

• Ventas al mayoreo:5527 4656 y 57

• Ventas por internet:[email protected]

•5 (MIÉRCOLES)

19:00 UnidadCultural Jesús SilvaHerzogCaliente de Luc Delannoy

17:30 CECAL¿Cómo editar tupropia revista?Taller experimentalImparte: José MaríaEspinasa

•6 (JUEVES)

18:30 UnidadCultural Jesús SilvaHerzogInauguración de la exposición “DanielCosío Villegas”

19:00 Presentaciónde la Iconografía deDaniel Cosío Villegas

•14 (VIERNES)

20:00 MuseoRegional deAntropología eHistoria, Mérida,Yucatán

La Intendencia deValladolid deMichoacán: 1786-1809. Reformaadministrativa y exacción fiscal en unaregión de la NuevaEspañade Iván Franco

•25 (MARTES)

18:00 Librería Octavio Paz

Estado, constituciona-lidad y globalizaciónde Miguel Carbonell yRodolfo Váquez. Presentación

•27 (JUEVES)

19:00 UnidadCultural Jesús SilvaHerzog

Y si vivo cien añosde Rodrigo Bazán

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ORDEN DE SUSCRIPCIÓNSeñores: Sírvanse registrarme como suscriptor de La Gaceta por un año

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C.P.:País:

• NUESTRA FILIAL EN GUADALAJARA •

Librería José Luis MartínezAvenida Chapultepec Sur 198,

Colonia Americana, Guadalajara, Jalisco,Tels.: (013) 615-12-14, con diez líneas

• NUESTRA FILIAL EN MONTERREY •

Librería Fray Servando Teresa de MierAvenida San Pedro 222,

Colonia Miravalle, Monterrey, Nuevo León,Tels.: (018) 335-0371 y 335-03-19

JJUUAANN GGAARRCCÍÍAA PPOONNCCEEP R E M I O J U A N R U L F O 2 0 0 1

OBRAS DE JUAN GARCÍA PONCE

EN EL FCE• Apariciones: antología de ensayos •

• Crónica de la intervención •• El gato y otros cuentos •

• Encuentros •• Figuraciones •

• Inmaculada: o los placeres de la inocencia •• Las formas de la imaginación: Vicente Rojo en su pintura •

• Pasado presente •

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