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SUPLEMENTO CULTURAL No. 202 - 15 DE JUNIO DE 2015 - AÑO 5 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN José Enciso Contreras. Foto de Andrés Sánchez. El viernes pasado, el Dr. José Enciso Contreras recibió un merecido reconocimiento a su trayectoria académica por parte de sus compañeros del Programa de Maestría y Doctorado en Historia de la Universidad Autónoma de Zacatecas, lugar en el que laboró hasta hace apenas unos meses. En La Gualdra, nos sumamos a esta celebración de vida y compartimos con ustedes una serie de textos especialmente escritos para él por parte de sus amigos, alumnos y colegas.

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SUPLEMENTO CULTURAL No. 202 - 15 DE JUNIO DE 2015 - AÑO 5 DIR. JÁNEA ESTRADA LAZARÍN

José Enciso Contreras. Foto de Andrés Sánchez.

El viernes pasado, el Dr. José Enciso Contreras recibió un merecido reconocimiento a su trayectoria académica por parte de sus compañeros

del Programa de Maestría y Doctorado en Historia de la Universidad Autónoma de Zacatecas, lugar en el que laboró hasta hace apenas unos

meses. En La Gualdra, nos sumamos a esta celebración de vida y compartimos con ustedes una serie de textos especialmente escritos para él

por parte de sus amigos, alumnos y colegas.

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2LA GUALDRA NO. 202 / 15 DE JUNIO DE 2015 / AÑO 5

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A mi amigo Pepe Enciso(Al inicio de su quinta década) Por Uriel Márquez Valerio

Amigo es aquél que te dejaebrio en casa y sale corriendoPor Carlos Flores

Había una vez en Derechoun corazón muy rojilloPor José Juan Espinosa Zúñiga

Bosquejo biográfico deJosé Enciso ContrerasPor José Luis Acevedo Hurtado

Asociación de Historiadores Elías Amador, A.C. Get Back Doctor EncisoPor Eva Terán Fuentes

Un sujeto singular se apoderadel ámbito históricoPor Xochitl Marentes EsquivelTipo de letra: procesal encabronadaPor Aurora Terán Fuentes

Breve carta pública a JoséJefe Enciso ContrerasPor José Arturo Burciaga

On/offPor Mariana Terán FuentesPara Pepe Enciso, mi paisanoPor Pepe OlmedoBigotes y cucharitaPor Diana Arauz Mercado

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La Gualdra es una coproducción de Ediciones Culturales y La Jornada Zacatecas. Publicación semanal, distribuída e impresa por Información para la Democracia S.A. de C.V. Prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta publicación, por cualquier medio sin permiso de los editores.

Carmen Lira SaadeDir. General

Raymundo Cárdenas VargasDir. La Jornada de [email protected]

Jánea Estrada LazarínDir. La Gualdra

[email protected]

Roberto Castruita y Enrique MartínezDiseño Editorial

Juan Carlos VillegasIlustraciones

[email protected]

El Dr. José Enciso Contreras recibió un merecido homenaje el viernes pa-sado por parte de sus compañeros del Programa de Maestría y Doctorado en Historia de la Universidad Autónoma de Zacatecas, lugar en el que laboraba hasta hace apenas unos meses, pues decidió jubilarse para dedicarse de lleno a la in-vestigación y a otros placeres de la vida.

En La Gualdra, nos sumamos a esta celebración de vida y compartimos con ustedes una serie de textos especial-mente escritos para él por parte de sus amigos, alumnos y colegas; algunos de ellos fueron leídos el día 12 de junio –día de su cumpleaños- en el momento en que se develó la placa para darle su nombre a uno de los salones del lugar en el que laboró los últimos años como profesor, y otros más durante el home-naje realizado en rectoría de la UAZ ese mismo día por la tarde.

El Dr. José Enciso Contreras recibió este reconocimiento a su trayectoria por parte de la comunidad universitaria y al festejo acudieron también integrantes de diferentes asociaciones civiles y amigos que le admiran como historiador y como ser humano. Pepe Enciso ha dedicado prácticamente toda su vida al estudio y a la investigación y sus aportes al campo de la historia son encomiables.

Es Licenciado en Derecho por la Uni-versidad Autónoma de Zacatecas; fue becario del CONACyT y de la ANUIES para estudios de posgrado en el extran-jero; obtuvo el Doctorado en Historia del Derecho por la Universidad de Alicante, España; ha sido docente invitado en la Universidad de Alicante, en la Univer-sidad de Sevilla y en la Escuela de Es-tudios Hispano Americanos de España; así como de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, Argentina. En Zaca-tecas, ha sido catedrático de la Escuela Preparatoria, de la Facultad de Derecho, del Doctorado en Historia Colonial, de la Maestría en Filosofía e Historia de las Ideas y de la Maestría en Estudios Novo-hispanos de la UAZ. Fue responsable de la Maestría Doctorado en Historia.

Fue investigador de tiempo completo en el Centro de Investigaciones Jurídi-cas de la UAZ. Miembro fundador y de número de la Academia Mexicana de Historia del Derecho Patrio. Investiga-dor nacional del SNI nivel II desde 1994. Fue designado Cronista de la Ciudad

de Zacatecas por el Ayuntamiento de Zacatecas en marzo de 1996. El 21 de marzo de 2001 fue nombrado miembro de número del Colegio Coahuilense de Investigaciones Históricas, en la ciudad de Saltillo. El 27 de abril de 2001 recibió la presea Tepuztlacuihlolli, por parte de la Academia de Historia Regional de Texcoco. En septiembre de 2003, en la ciudad de Lima, fue aceptado como miembro de número del Instituto Inter-nacional de Historia Derecho Indiano. Ha sido distinguido como parte del Con-sejo Editorial del Anuario Mexicano de Historia del Derecho, de la Universidad Nacional Autónoma de México. Ha co-laborado en diversos medios periodís-ticos; fue director del Boletín Judicial y de la revista jurídica especializada Quid Justitia, del Tribunal Superior de Justicia del Estado de Zacatecas, entre 1994 y 1996. Actualmente es director del Digesto documental de Zacatecas, pu-blicación que difunde el acervo archi-vístico relacionado con el septentrión novohispano.

Es autor de los libros: Pinacoteca del Poder Judicial del Estado de Zacatecas (1996). Coordinador de A la mitad del foro, poemas de abogados zacatecanos de los siglos XIX y XX (1997). Epistolario de Zacatecas, 1549-1599, (1996). Cedu-lario de Zacatecas, 1554-1595, prólogo de Peter Bakewell (1998). Ordenanzas de Zacatecas del siglo XVI y otros docu-mentos normativos neo- gallegos (1998). Taxco en el Siglo XVI, sociedad norma-tividad en un real de minas novohispano (1999). Zacatecas para propios y extra-ños, guía histórica rápida (2000). Zaca-tecas en el siglo XVI, Derecho y sociedad colonial (2000). Testamentos y autos de bienes de difuntos de Zacatecas (1550-1604) (2000). Procesos criminales ejem-plares del Zacatecas colonial (2005). La Piña, tejido del paraíso. Cedulario de la Au-diencia de la Plata de los Charcas (2005), sólo por mencionar algunos títulos, pues su producción continúa: es un trabajador incansable, apasionado de los documen-tos, de la historia, de las historias, de la vida.

Muchas felicidades a Pepe Enciso por el homenaje recibido. Enhorabuena.

Que disfrute su lectura.

Jánea Estrada Lazarí[email protected]

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en el sentido ideológico e histórico, sino desde una actitud de ánimo tolerante, abierta para admitir posturas opuestas a la propia, pero, volterianamente, en disposición de razonar para convencer de sus propios argumentos y, en última instancia, de impugnarlas para lograr la prevalencia de su propia convicción.

No sería hiperbólico decir de nuestro Pepe lo que The Economist dijo recientemente de su tocayo, el de Uruguay, para referirse a la reciprocidad existente entre dicho país y su Presidente, que era “ferozmente laico, ilustrado, republicano e igualitario”.

5Lo intenso de su esfuerzo intelectual y la pro-ductividad de sus resultados no se han visto impedidos ni siquiera por las vicisitudes de su salud —que en un espíritu menos fuerte habrían sido capaces de vencer su gusto por la vida y por la actividad que, de manera sobre-saliente y envidiable, ha venido realizando—; tampoco han derrotado su alegría, y humor, a veces hasta para hacer ironías a costa de sí mismo.

Sin renegar de mi trayecto vital no puedo dejar de pensar que, si fuera verdad lo dicho por el poeta Amado Nervo o respecto de que somos arquitectos de nuestro propio destino, me hubiera gustado ser el Pepe Enciso que ahora festejamos y a quien deseamos una larga y fecunda vida para satisfacción de los suyos y complacencia de quienes lo queremos. Y me anima pensar que su palabra (cofre o envoltura de las ideas), oral y escrita, ya ha trascendido cualquier horizonte que, como tal, es un límite.

Lo admiro igualmente porque, sin tapujos,

externa ideas que algunos no desearían oír y porque su franqueza enturbia las buenas con-ciencias, desasosegando, quizá, a algunas de ellas con la desazón de que no vivimos en el mejor de los mundos posibles y que el nuestro no nació por generación espontánea, sino que es el resultado de nuestra historia y por ello estimo pertinente aludir a la interpretación hecha por Carlos Fuentes sobre Miguel de Cer-vantes en el sentido de: “Que no hay presente vivo con un pasado muerto. Leyéndolo, hombres y mujeres de hoy, entendemos que creamos la historia y que es nuestro deber mantenerla. Sin nuestra memoria que es el verdadero nombre del porvenir, no tenemos presente vivo, un hoy y un aquí nuestro, donde el pasado y el futuro verdade-ramente encarnan”.

No creo equivocarme al pensar que Pepe ha pretendido como historiador sacar del pa-sado de nuestro país lo rescatable y capaz de servir para liberar a nuestra sociedad de la opresión, la desigualdad y la injusticia perti-nazmente subsistentes. También, que rehúsa la interpretación facciosa del pretérito para legitimar las injusticias del presente.

Creo, con María Zambrano, que echar raí-ces es la necesidad más apremiante en la exis-tencia humana, es trascender, ir más allá de la propia vida, estar en otras vidas y en ello, Pepe ha cumplido con creces, pues con su generoso quehacer intelectual ha permitido nos asome-mos a la existencia humana de otros tiempos y en otras latitudes.

Condenso mi afecto y admiración hacia nuestro homenajeado, diciendo que me siento orgulloso de ser su amigo y agradecido con él por aceptar mi amistad.

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“La memoria intenta preservar el pasado sólo para que le sea útil al presente y a los

tiempos venideros. Procuremos que la memoria colectiva sirva para la liberación de los hombres

y no para su sometimiento”. Jacques Le Goff

1Respecto de quiénes y cómo somos existe casi un tópico, el de la perspectiva trilateral, con-sistente en explicar cómo nos ven los demás, cómo nos vemos nosotros mismos y cómo somos realmente (independientemente de las dos primeras, la última nos ubica casi en el autismo kantiano de “la cosa-en-sí”). El breve preámbulo, a propósito de Pepe Enciso. En este corto texto pretendo expresar cómo veo a nuestro amigo y el significado que, desde mi perspectiva, académica y humana, tiene para la Universidad de Zacatecas y para nuestro Estado. Es posible que mi visión disienta, en matiz, al menos, de algunas otras, incluida la de él mismo, pero mi preocupación al verterla no pretende ser original, sino auténtica.

2Deseo hacer hincapié en que resulta desa-costumbrado el que —en una cultura donde sólo se reconoce el mérito de los hombres destacados hasta que han muerto (en México no hay héroe vivo, y, con Díaz Mirón, “el mérito es el náufrago del alma, vivo se hunde, pero muerto, flota”)— tengamos la honestidad de reconocer la valía y merecimientos de un hombre como Pepe que no ha regateado su esfuerzo intelectual, y su vida misma, aún a costa de su salud, en beneficio, no sólo de la Universidad, sino de nuestro Estado. Pepe, con su inherente irreverencia y anti solemnidad, dirá que el homenaje que le rendimos, con motivo de su cumpleaños, resulta innecesario y digno de mejor fin, pues él únicamente se ha dedicado a realizar su inclinación vital, que ha colmado su anhelo y su proyecto existencial: principalmente, investigar y reflexionar sobre la historia de nuestros entorno y derecho, con el propósito de comprender mejor la mezquin-dad, y aún sordidez, de nuestro presente. Sin embargo, yo replicaría arguyendo que en una sociedad donde la responsabilidad no es carac-terística común, quien se entrega, como lo ha hecho Pepe, a servir con pasión y constancia a su vocación, esa brújula interna que señala el norte de nuestra vida —que, vale repetirlo, aunque parezca obvio y redundante, es única e irrepetible— merece no sólo reconocimiento, sino nuestra gratitud por todo lo que nos ha dado, como investigador, como maestro pues, de manera natural y sin tiesura o estiramiento, ha dispensado pródigamente los productos que su actividad investigadora, su reflexión,

y su pericia e inteligencia han descubierto. Y, “rara avis”, su expresión verbal y su escritura coinciden sin un aparente esfuerzo: frescura, desenfado, desinhibición, ingenio y humor que, para mí es una de las formas excelsas de la inteligencia. De él se podría decir, al respecto, lo que Stefan Zweig, uno de los biógrafos de Erasmo de Rotterdam, decía de éste: “que siempre supo mantener el equilibrio entre el humor alegre y burlón y la gravedad erudita”

3No obstante su juventud cronológicamente madura, su labor intelectual es ya extensa y múltiple; abarca: no sólo la autoría de libros, propios o en colaboración con otros creadores (25 y 15 en coautoría, respectivamente); prólo-gos y presentación de libros; edición de obras desconocidas para muchos de nosotros hasta que la avidez de su ojo escrutador las descubrió y propició su publicación; conferencias (66), cursos (50), participación en mesas redondas, coloquios, congresos (73) y artículos académi-cos publicados (57), los cuales dan cuenta de su intensiva laboriosidad intelectual, sin estri-dencias ni plegamientos a la complacencia de los efímeros poderes en turno, universitarios y del exterior, para los cuales, es posible haya sido, y sea, un intelectual incómodo; pero, en eso mismo, en la lealtad a sus convicciones, estriba el miramiento y admiración que le tenemos, más allá de nuestro afecto y grati-tud personales. Yo, en concreto, he visto su desarrollo, desde cuando él era estudiante de Derecho y pretendí mostrarle los rudimentos del juicio de amparo, hasta que la vida me compensó como su alumno que fui, hace dos años, en Historia del Derecho Indiano y Co-lonial, impartida en la Maestría en Derecho Constitucional. Deploro por los jóvenes que no podrán ser ya sus alumnos formales en la Facultad de Derecho de nuestra Universidad, de la que hace poco se ha jubilado.

4No puedo, ni debo, desentenderme de su actividad periodística que ha cultivado, con oportunidad, donaire e insobornable espíritu crítico, en artículos y entrevistas publicados en diarios locales. Ha sido consecuente siempre con su posición de izquierda, pero ha asimilado lo mejor de ella, la actitud crítica, inconforme con la injusticia existente en nuestro medio, que los espíritus condescendientes, dóciles e interesados en el statu quo, ven como algo determinado, natural, y, por ello, fatal e inmo-dificable, pero Pepe no ha sido, sin embargo, catequista de ninguna teoría que pretenda tener recetas o panaceas para toda ocasión; la pluralidad derivada de su espíritu razonable se lo impediría. Pienso que ha sido “liberal”, no

A mi amigo Pepe Enciso(Al inicio de su quinta década) Por Uriel Márquez Valerio La Gualdra

Uriel Márquez Valerio y José Enciso Contreras.Foto cortesía del Programa de Maestría y Doctorado de la UAZ.

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Acosta y unos cuentos de Alberto Huerta y Pilar Alba. Durante ese tiempo tuve la opor-tunidad de platicar con Enciso, quien resultó ser amigo de un tío mío y que al parecer había ido alguna vez a casa de mis abuelos.

Dejé de ser periodista y me convertí en profesor y el Jefe abandonó la crónica y por mucho tiempo no nos encontramos, hasta

que un día cualquiera me lo topé en la calle y me preguntó si seguía trabajando en la edición de libros. Trabajaba entonces en la secretaría de prensa del SPAUAZ, precisamente edi-tando publicaciones y mejorando la técnica, y le respondí que sí. Fue entonces cuando el tra-bajo de edición de libros para el sello editorial de Zezen Baltza nos permitió convertirnos realmente en amigos, a tal grado que alguna vez Miguel y Enciso me llevaron ebrio a la casa, tocaron la puerta y salieron corriendo.

Entonces conocí más a fondo al doctor. Cuando alguien te cuenta detalles sobre su familia, sus gustos, su historia, sus broncas, sus ideas, te muestra su biblioteca, sus autos y su casa, que cuando le mandas un mensaje preguntando qué significa la palabra encho-minada y a los pocos minutos te llama y dice que la encontró en un diccionario de mexica-nismos, es alguien que no puede llamarse de otra forma más que amigo. Pero es más que eso, pues también se convierte en una especie de mentor, pues los conocimientos que posee son muchos y siempre está dispuesto a com-partirlos de una forma tan natural, a veces hasta botana. Asimismo, está dispuesto a es-cuchar los problemas de uno y hacerle sentir mejor, como aquella vez que me quejaba de cierta tepocata que trataba de denigrar mi trabajo como corrector, a lo que me respondió que alguien que en un texto te cambia “ésas eran puras pendejadas” por “ésas son mensa-das” no tenía ni idea de lo que era la esencia de la corrección, caso muy particular que en verdad le sucedió a él justo con la persona con la que yo tenía conflicto.

Conocer al jefe es conocer un poco de cinismo, pero no del cinismo fatalista de los filósofos contemporáneos, sino cinismo de aquél que permite a los hombres ser libres, con un espíritu romántico que recibe la vida con alegría en las buenas y en las malas; un cinismo pueril que quiere para sí lo mejor de la existencia, por lo que se entrega a ésta con plenitud y goce, goce en el conocer cosas nuevas, música nueva, libros nuevos, mujeres, arte, en fin, todo aquello que los epicúreos recibirían con los brazos abiertos; pero al mismo tiempo comprometido con el trabajo, pues bien sabe Enciso que a la mente y al espíritu hay que estarlo alimentando cons-tantemente, para estar, como dijo Baudelaire, “…ebrio siempre. Todo reside en eso: ésta es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo que nos rompe las espaldas y nos hace inclinar hacia la tierra, hay que embria-garse sin descanso. Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como mejor les parezca. Pero embriáguense”.

Conocer al Jefe fue una experiencia que dejó huella en mi vida. Por aquel entonces era yo un recién graduado de la Facultad de Humanidades, con especialidad en Letras, o alguien condenado a ser pobre como bien me auguró un tío de poca fe. Pero yo sí tenía mucha, y por ello me acababa de embarcar en el matrimonio. Lo que no tenía era empleo. El periódico para el que trabajaba había sido incautado por la PGR y aunque seguía traba-jando no recibía un solo peso. Miguel Muñoz, viejo amigo de la niñez y de toda la vida, me invitó a trabajar como formador de textos y corrector con alguien que conocía.

Así pues, una pesada y sofocante tarde de junio dirigí mis cansados pasos a la Presiden-cia Municipal de la ciudad de Zacatecas. Des-confiaba entonces de las oficinas de gobierno, y aún lo hago, por lo que llegué cauteloso a la de la Crónica Municipal. Nada que ver con la de hoy, que parece realmente una oficina de gobierno, ostentosa y fría como cualquier área burocrática. Lo primero que oí antes de entrar fue una carcajada de ésas que llenan el alma. Ya dentro, las caras afables de una joven que no recuerdo ya quién era; la de Javier Acosta quien me tuvo una infinita paciencia en mis primeros intentos de corrector y formador; la de René Guerrero, alías el Macehual, y su hermano y entrañable amigo mío, Alonso, alías el Niño; y encabezando ese grupo ya de por sí ilustre y amistoso, estaba José Enciso Contreras, alías el Jefe, en aquel entonces Cro-nista de la Ciudad.

A esa gente amable se sumaba un am-biente harto agradable con olor a café y un montonal de imágenes que develaban para un ojo observador mucha información sobre quién era el cronista municipal: retratos de personajes históricos con tendencias libera-les, reproducciones de algunas obras de arte de excelente gusto estético, croquis y mapas antiguos, montonal de libros y papeles y so-bresaliendo un cartel de los Beatles cruzando la calle de Abbey Road; con eso y la música de fondo, un blues cien por ciento negro, inme-diatamente me sentí como en casa.

Estando ahí pude darme cuenta rápida-mente de que Enciso era una persona abierta y franca, alguien en quien puedes confiar de inmediato, eso sí, siempre y cuando estés dispuesto a aguantar la carrilla que fluye por sus venas y se manifiesta a través de su boca y su agudo ingenio. Para mí esa oficina se con-virtió en algo más que un espacio de trabajo, pues pronto hice de él un refugio al que podía acudir de vez en cuando, para fumar un ciga-rro y tener un rato agradable mientras espe-raba el parte policiaco de la policía ministerial

o algunas notas por parte de la sala de prensa de la misma presidencia.

Mis primeros trabajos con el Jefe fueron la corrección de unos cuadernillos de la Ju-dicatura que contenían los informes de las actividades del Poder Judicial de Zacatecas y, posteriormente, la formación de un dicciona-rio de cronistas, un libro de poemas de Javier

Amigo es aquél que te dejaebrio en casa y sale corriendoPor Carlos Flores

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Carlos Flores y José Enciso Contreras.

José Enciso Contreras con Luis René Guerrero, El Macehual.

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incrementar las notas si se respondía correcta-mente o, en caso contrario, disminuirlas. Sus clases, contrarias a lo que marcan las normas de costumbre, finalizaban con tareas que cau-saban sonrisas. Nos encomendaba consultar los últimos números de revistas especializa-das, como Arqueología Mexicana, Revista de Historia Mexicana o el Digesto Documental de Zacatecas, al tiempo que nos recomendaba títulos de cantantes y bandas de antaño (con el fin de quitarnos lo silvestre), desde Alfredo Zitarrosa hasta Black Sabbath. Recuerdo con especial cariño una ocasión en que me enco-mendó escuchar la canción Sailor´s lament de la setentera banda Creedence, que tuve que tararear al día siguiente en clase. No tiene caso escribir aquí todos los comentarios y sentimientos que aquella presentación suscitó.

Fuera de la Unidad Académica de Dere-cho, personalmente he tenido el privilegio de conocer otras facetas del Dr. Enciso, como la de mentor. Acudí todas las tardes, desde cuarto semestre, a su biblioteca especializada en Historia del Derecho, donde como chícharo

inicié labores en el noble oficio de historiar. Sus tratos como guía, asesor de tesis y amigo, siempre han sido cálidos y desinteresados, propios de un verdadero samaritano. Sus co-mentarios y posturas ante la Historia y la vida siempre ocuparán un lugar en mi mente. Alguna vez me dijo en un tono jocoso, después de conversar sobre los movimientos estudian-tiles y sociales que se suscitaron durante las décadas de los sesenta y setenta en México, “Juanito, te equivocaste de época, la nuestra era más divertida”, luego entonó la primera estrofa del famoso himno La Internacional. Sin dete-nerme en sus dificultades médicas, éstas me permitieron ver su fuerza de voluntad y su ca-rácter, además de corroborar su irreverencia, incluso ante la muerte. Seguro habrá muchos más testimonios que aborden sus “virtudes cristianas”, su camaradería, y su concordancia política, por lo que sólo me queda ofrecer mi reconocimiento a un maestro de los de antes, mentor de vida, hermano fraterno, amigo leal que puede vivir con un solo riñón por tener un corazón muy grande.

Conocí a José Enciso Contreras en un aula de clases. Eran los años en que yo cursaba la licenciatura en Derecho, en la Universidad Autónoma de Zacatecas, allá por el 2008. Su clase, historia del Derecho mexicano, era la primera del día y, la más taquillera si de contar la asistencia de alumnos se trata. Y es que para que un estudiante de Derecho esté atento y a carcajadas a las siete de la mañana, sólo puede deberse a dos razones conocidas: que el maestro sea muy bueno en lo suyo o que el estudiante aún este bajo los efectos del alcohol. En nuestro caso, con algunas excepciones, era la primera. Recuerdo que la llegada del Dr. Enciso era todo un aconteci-miento. Acostumbrados a ver desfilar docen-tes almidonados: ellos de corbata y saco, ellas dentro de planchadas faldas negras, el Dr. Enciso rompía con el prototipo del abogado común. Un tanto desaliñado, con libros bajo el brazo, café y cigarro en boca, aparecía en el marco de la puerta, donde era esperado con ansias, seguramente como en la antigüedad fueron recibidos Heródoto y Tucídides por sus aprendices. Espero que mi comentario sobre su atuendo no se mal entienda, coincido con Juan Manuel Rodríguez Valadez en que, aunque desaliñado, su compadre nunca ha perdido cierto aire italiano.

Con toda la facilidad de palabra con que su padre Dios lo dotó, el Dr. Enciso iniciaba su clase, explicándonos los antiguos sistemas judiciales que imperaron primero en el mundo precolombino, luego en el periodo virreinal. Las audiencias, los oidores y los casos de corte, cobraban vida (y un sentido más real que jurí-dico) cuando nos contaba historias que se sus-citaban en la cotidianidad novohispana, ante la sorpresa de todos los que lo escuchábamos. Es un hecho que su actividad profesional ha ido de la mano con esa rica tradición oral que cultivó desde el ayuntamiento de Zacatecas, cuando era cronista de la ciudad, y que nunca lo abandonó. Y sépase que este encanto —el de narrador—, es un don que aún entre los historiadores es escaso. No es de extrañar pues, que aquella hora matinal se esfumara tan rápido como los tres o cuatro cigarros que encendía durante la clase. Sus recomendacio-nes bibliográficas nos hacían constatar que, en efecto, el Dr. Enciso cargaba con su biblioteca en la cabeza. Ver aquel maestro de lentes monsivaiescos, amante de libros, abogado e historiador, nos hizo pensar al Derecho (en mi caso vivirlo) desde una perspectiva diferente a la cuadratura institucional, para descubrir a una disciplina que otorga múltiples opciones y escenarios para un estudioso de la carrera del foro. Gracias al Dr. Enciso descubrí que era

posible cultivar distintas áreas de las Ciencias Sociales a la vez y sin disociarlas.

Pero aquellas clases eran mucho más que lecciones de historia. Aún conservo en mis viejos cuadernos notas y citas críticas sobre el creacionismo y la evolución darwiniana, los sistemas económicos modernos y contem-poráneos y, los chuscos episodios morales de gobernantes de ayer y hoy. Sólo un humanista puede entender que no hay errores y culpas achacables a los hombres del pasado (desde una perspectiva de la moral histórica), puesto que son sólo eso, mujeres y hombres tan supersticiosos, amorosos, honorables y co-rruptos como los hay en la actualidad, y como seguramente los habrá en el futuro.

Célebre se volvió su juego académico la ruleta del amor, que decepcionó a más de uno cuando descubrieron que aquello no se trataba de besar a sus compañeritas de clase, sino un método en el que diariamente se elegía al azar un número de la lista, cuyo nombre seleccio-nado tendría que hacer un análisis crítico so-bre la clase anterior, con el aliciente de poder

Había una vez en Derechoun corazón muy rojilloPor José Juan Espinosa Zúñiga La Gualdra

José Juan Espinosa Zúñiga y José Enciso Contreras.

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Bosquejo biográfico deJosé Enciso Contreras 1

Por José Luis Acevedo Hurtado

otras actividades, obtuvo una independencia económica, que le permitió, entre otras cosas, comprar libros. Fue desde entonces cuando inició la conformación de su biblioteca. En todo este periodo de su vida, uno de sus me-jores amigos fue Juan Manuel Rodríguez, con quien compartió gran parte de su tiempo e intereses, como la adquisición de libros y de discos.

José y El Manis, guiados por Agustín Agui-lera, formaron parte del Centro de Fantas-mas Jurídicos, un nombre apropiado para las últimas décadas del siglo XX. El hecho de realizar investigación3 lo llevó a estudiar varias ciencias, a partir de la jurisprudencia y de la aplicación de la justicia desarrolló temas como el comportamiento del matrimonio en Río Grande, violencia y alcohol, con lo cual además

relacionó la teoría con la realidad social, apo-yándose en la sociología. A tal grado, que par-ticipó en un curso del Colegio de Sociólogos, donde aprendió, entre otras cosas, a mensurar el estudio de la sociedad, a conceptualizar cómo elaborar trabajos de investigación social y a la necesidad de ir a la realidad para confron-tarla con la teoría y aportar un conocimiento, si no nuevo al menos crítico. En este Colegio, elaboró un proyecto sobre acoso sexual. Ade-más, el trabajo sociológico, le proporcionó ele-mentos con relación a la necesidad de referirse permanentemente al trabajo modélico de otros y a la lectura de los autores, a partir de su obra y su vida; aprendió que el investigador es un sujeto normal y social, que vive, come, llora; así, en la investigación se enfrenta además de los problemas metodológicos, a los problemas cotidianos; dentro de los primeros, las varia-bles de la hipótesis, deben de ser analizadas, en su caso, discriminadas algunas de ellas, para tratar de encontrar la verdad, la cual final-mente es relativa, pero no obstante da sentido a la investigación, a la ciencia, incluso a la vida.

José, al poco tiempo, ingresó al Centro de Investigaciones Jurídicas y además obtuvo una plaza dentro de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Zacatecas, donde impartió 6 cátedras y se dedicó a realizar in-vestigación. Este hecho, el ser maestro, le con-firmó el conocimiento sobre las leyes, por lo que inició un estudio sobre la naturaleza de las leyes durante el periodo revolucionario mexi-cano y sobre procesos políticos, para lo cual analizó los fondos reservados de la Biblioteca “Mauricio Magdaleno” y conjuntamente con Oscar Cuevas Murillo, realizaron un estudio sobre la Historia de la hemerografía en Zacate-cas durante los siglos XIX y XX.

Ya como catedrático, se integró a una pla-nilla del Sindicato del Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas, ocupando la cartera de asuntos laborales. Con lo cual, aumentó su carga de trabajo. Al mismo tiempo, cursó la Especialidad en Informática en la Facultad de Ingeniería de la propia Uni-versidad. En ésta, principalmente estudió las matrices y las derivadas, con lo que aplicó las fórmulas matemáticas a los fenómenos sociales, a través de expresiones aritméticas. Participó en la revista Cuadernos de Investiga-ción, en la primera edición con el artículo “La estructura del derecho en Zacatecas” y en la segunda “La ficha de investigación jurídica”.

Cuando consideró que era el tiempo para estudiar un posgrado, escribió a 16 universida-des de España para solicitar información sobre la oferta de estudios. Después de analizar el plan de estudios y los programas del docto-

José Enciso Contreras nació en el municipio de Tabasco, Zacatecas. Después de sus estudios de secundaria, durante su adolescencia, José se trasladó a la capital, en donde ingresó a la Preparatoria de la Universidad Autónoma de Zacatecas. Le tocó vivir y ver las marchas de la ciudad, cuando miles de campesinos reco-rrieron las calles del centro histórico. Estos eventos lo motivaron a la reflexión sobre cuál era el origen de los problemas sociales y le con-tagiaron los aspectos de preocupación social.

José tardó en definir su línea de trabajo; más bien le gustaban las ciencias naturales; recordaba cuando jugaba con las ranas y los lagartijos que había en casa de sus abuelas, Hermelinda Méndez y Martina Betancourt.2 En el bachillerato llevó el área de ciencias na-turales. En este nivel educativo fue alumno de profesores que todavía recuerda con agrado y que actualmente son sus amigos. Tal es el caso de Arturo Burnes, Eliodoro Flores, Eligio Meza, Jesús Zúñiga y Luis Medina, entre otros. En el espacio escolar, los alumnos y maestros se con-virtieron en camaradas y juntos participaron en las brigadas en apoyo a las causas sociales, principalmente en las de campesinos.

Su padre, el profesor rural José Enciso Méndez, quería que estudiara para profesor y José quería ser antropólogo. Finalmente, ne-gociaron y se decidieron por la licenciatura en derecho en la propia Universidad Autónoma de Zacatecas. Ya en la facultad de derecho, se interesó por las cuestiones de la investiga-ción. En este campo, conjuntamente con Oscar Cuevas Murillo, realizaron un proyecto sobre “La violencia en la cárcel” con una perspectiva histórica. En su formación leyó Para com-prender la historia de Juan Brom, que en ese tiempo era una lectura obligada; Arturo Burnes influyó para que José estudiara la introducción a la economía, el desarrollo del capitalismo en Europa y la transición del feudalismo al capita-lismo; Agustín Aguilera, quien había influido para que José estudiara derecho, también lo in-dujo a la lectura de Luis Althusser, con lo cual descubrió las etapas, las edades y la filosofía de Carlos Marx, y su influencia sobre otros como Hegel y Feuerbach. En suma, comprendió que era posible llevar lo social hacia la ciencia.

Como estudiante de derecho, llegó a im-partir clases en el Colegio Margil de la capital, por lo que le pagaban aproximadamente $1000 al mes, con lo cual aumentó la adquisición de libros y discos. Una distracción favorita de los jóvenes de la época: una literatura alemana y un rock inglés, mediados por los norteame-ricanos.

Con el paso del tiempo, se interesó por el estudio del derecho y la economía, un binomio

con producto, que le hizo aprender la tecnolo-gía, el mercado y la oferta, entre otros concep-tos. La influencia de Gramsci, sobre política y derecho, le permitió analizar el concepto y los ejemplos de coyuntura, un modo de compren-der cómo delimitar y analizar un hecho histó-rico. En su tesis de licenciatura, su asesor fue el chileno Luis Díaz. Durante este proceso José, militante del nuevo Partido Socialista, matizó su postura política, identificó que más que la necesidad de una revolución social, lo que se necesitaba era una reforma democrática. Luis Díaz, lo motivó para que continuara con su formación académica y solicitara una beca en España. Idea que permaneció latente.

El joven José, a los 20 años, comenzó a impartir clases en la preparatoria de la Univer-sidad Autónoma de Zacatecas. Con esto y con

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José Enciso Contreras en su homenaje. Foto de Andrés Sánchez.

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al profesor Roberto Ramos Dávila. Como tal, tuvo contacto con gran parte de la población, a través de un lenguaje accesible para la gente que lo escuchaba en sus conferencias y po-nencias. No obstante, durante el periodo que permaneció como cronista, realizó el Episto-lario de Zacatecas 1549-1599, el Cedulario de Zacatecas 1554-1596, los Poemas de abogados de Zacatecas, los Cantos coloniales y participó con Thomas Hillerkuss en su Diccionario de términos coloniales.

El doctor Enciso, trabajó como líneas de investigación la historia del derecho colonial, los reales de minas (principalmente Taxco y Zacatecas), la vida social y las instituciones de los centros mineros (San Martín, Sombrerete, Nieves y Chalchihuites, entre otros). Otra línea de trabajo, de acuerdo con el Supremo Poder de Justicia de Zacatecas, fue la historia de la justicia en el Estado. La exploración y clasifi-cación de los archivos regionales se convirtió en una tarea permanente y la publicación de sus documentos, principalmente en el Digesto documental de Zacatecas, y en libros como el catálogo del Fondo del poder judicial y el Fondo de notarías del Archivo Histórico del Estado de Zacatecas.

Durante 1996, Enciso se mantuvo rea-lizando su trabajo de tesis sobre el derecho y la sociedad colonial en Zacatecas. Utilizó principalmente a la heurística y a la hermenéu-tica, para interpretar los documentos, su tipo, calidad de los testimonios, personajes, qué se dijo, en qué circunstancia histórica acaeció el acontecimiento, entre otras. Finalmente, logró terminar su trabajo a principios del próximo año y el 21 de marzo lo defendió en la Uni-versidad de Sevilla, obteniendo la máxima mención.

Durante todo este proceso de involucrarse con la historia, el doctor Enciso reafirmó la necesidad de diferenciar los documentos; de conocer su lenguaje, su semántica total; de ir

a la par con la interpretación del documento que da cuenta de los hechos históricos y con el marco teórico que delimita el significado de los conceptos y que es el cúmulo de datos y conocimientos que el investigador tiene en su competencia; de ver y hacer, a semejanza del maestro y el aprendiz, de ver cómo se hace y hacerlo, mediante el conocimiento de las herramientas y el uso de ellas; pero igual, el aprendiz cuando adquiere el conocimiento y el uso de las herramientas, tiende si no a la superación sí a la independencia del maestro, con sus propias técnicas y metodología.

El doctor Enciso reconoce que hay en lo general un despeje en la investigación en Zaca-tecas. Que en la comunidad de historiadores, existe la competitividad, pero que también hay diferentes métodos, temáticas y escrituras. En lo que se diferencia, no sólo en Zacatecas sino en el norte de México, es en realizar transcrip-ciones permanentes y en que la justicia es su tema favorito, lo que además da un sentido humano a su vida.

1 El presente resumen se realizó durante el

Taller: “Historiografía zacatecana contempo-

ránea II”, Unidad Académica de Docencia Su-

perior, Doctorado en Historia Colonial, Uni-

versidad Autónoma de Zacatecas, coordinado

por el Dr. Francisco García González, durante

el semestre agosto-diciembre del 2002. La

entrevista fue realizada el 5 de noviembre del

mismo año.

2 Al respecto, Enciso señala que “...cuando

estaba mi abuela aquí, se realizaba la matanza el

sábado y el domingo comía carne de a madre”.

3 El doctor reconoce, para realizar investiga-

ción, la importancia Raúl Rojas Soriano, Ma-

nual de investigación…

4 En Alicante, se llevó a cabo un concurso

sobre la historia de esta ciudad. José participó

con un ensayo y obtuvo un honroso 2º lugar y

una remuneración económica.

rado en historia de la Universidad de Alicante, consideró que era la institución que buscaba, realizó los trámites de ingreso y el doctor del posgrado de la Universidad le mandó la carta de aceptación.

En esos momentos, José como integrante y responsable de los asuntos laborales del Sin-dicato, se encontraba como uno de los líderes de la huelga que agobiaba a la Universidad, la cual estaba bajo la rectoría de Francisco Flores Sandoval, con quien José había tenido fuertes confrontaciones, uno como líder sindical y otro como autoridad oficial. No obstante, final-mente obtuvo el apoyo de la UAZ, del ANUIES y del CONACyT, para estudiar en España, por lo cual renunció a la cartera que ocupaba en el SPAUAZ. Estaba escrito, su camino no era el político, sí el académico.

En la Universidad de Alicante, José fue apoyado por la institución, por sus 11 com-pañeros y por su asesor Agustín Bermúdez Asnar, quien había sido discípulo de Alfonso García Gallo en la línea de derecho indiano. En el seminario de su asesor, elaboró un ensayo sobre un personaje de Alicante,4 quien había fallecido en México. Al ver el trabajo, su asesor lo motivó para que acudiera al Archivo General de Indias de Sevilla.

Una vez en Sevilla, fue contactado con un amigo del asesor de José, quien trabajaba la línea de estudios panamericanos. Los do-cumentos de los siglos XVI, XVII y XVIII jamás habían sido vistos por José, debido a que se encontraban escritos en letra difícil de transcribir, lo que provocó en José un cierto temor y regresó a Alicante con dudas sobre su formación histórica.

Con decisión y convencido de que era necesario estudiar paleografía, acudió y asistió a un curso, a cargo de María Luisa Cabanes Catalá. Después de tomar confianza con la coordinadora del curso y con sus jóvenes com-pañeros de licenciatura, José se convirtió en el

lector oficial de los documentos de Nueva Es-paña, ya que gran parte de su contenido incluía conceptos en español y en náhuatl. Además, entre 1991 y 1992, en Valladolid se ofreció una beca de instancia y cursos de paleografía, a los que José asistió y aprendió del maestro José Manuel Luis Asencio que la paleografía debía de ser una actividad lúdica, que conjugara la teoría y la enseñanza. Aquella frustración ini-cial, finalmente se convirtió en un reto y a la larga lo convirtió en un paleógrafo constante.

El resto del tiempo de sus estudios, se mantuvo en permanente traslado de Alicante a Sevilla, para dedicarle tiempo a sus cursos en la Universidad y a la investigación en el Archivo General de Indias. En esas visitas tuvo la opor-tunidad de saludar, entre otros, a su paisano José Francisco Román Gutiérrez y al alemán Thomas Hillerkuss. Con este último, mantuvo gran amistad, no sólo en lo afectivo, sino que conjuntamente se apoyaron en la transcripción de documentos. De ahí en adelante, a José se le hizo un vicio el trabajo paleográfico y realizó un permanente trabajo de transcripción.

Con la habilidad del trabajo paleográfico, herramienta necesaria en la investigación his-tórica novohispana, José inició la recopilación de libros y documentos para la elaboración de su trabajo de tesis. Por un tiempo, estaba olvidando a “su novia”: su trabajo de tesis, que tenía que atender y no separarse de ella.

En 1993, regresó a la ciudad de Zacatecas. Aquí se inició en el trabajo editorial, primero apoyado por Jesús Larios y después por Miguel Muñoz. Le gustó buscar lo atractivo a la vista de los libros y participar y vigilar en su elabo-ración y el contenido. A tal grado que sacó 4 números de la revista del Supremo Tribunal de Justicia de Zacatecas y publicó un catálogo de pinturas de la Academia de San Carlos, entre otros trabajos.

A la edad de 33 años fue nombrado cro-nista de la ciudad de Zacatecas, sustituyendo

La Gualdra

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LA GUALDRA NO. 2028

“Todos sabemos que los historiadores no tienenuna edad definida, por muchas canas

que presuman o por escaso que sea su pelo.Siempre se revitalizan y se inspiran

en las generaciones nuevas”.

José Enciso Contreras

El oficio de historiar no tiene en Zacatecas una larga data, si bien hay casos excepcionales de historiadores decimonónicos y algunos en el siglo XX, no sería hasta la creación de la Facultad de Humanidades en 1987, cuando se profesionalizara dicho oficio y brotaran nuevas camadas de clionautas; pero para que surgiera esta preocupación académica tuvo que haber quienes desde otras áreas demos-traran su gusto por la historia.

Uno de estos preocupados por el pasado fue José Enciso Contreras, quien con su tesis doctoral demostró que en Zacatecas había mucho que escribir sobre el pasado; y bajo su cobijo y compartiendo su gusto y saberes paleográficos inspiró a muchos futuros segui-dores de Clío.

Para ser historiador, y no sólo profesional de la historia, se necesita pasión y vocación por este noble oficio, siendo estas caracte-rísticas indispensables en los formadores de las nuevas generaciones de historiadores; y si hay algo que Enciso nos ha transmitido es esa pasión por la historia, ya sea en sus clases, conferencias, charlas o convites.

La incansable labor de Pepe Enciso lo ha llevado no sólo a los espacios tradicionales que suelen habitar los historiadores, sino que ha abierto camino haciéndose escuchar más allá de la academia, y no sólo por presentarse en espacios nuevos, sino por su innovación temática, metodológica y, por supuesto, por esa agradable y dicharachera forma de platicar la historia.

Venido desde la ciencia del derecho, En-

ciso es un experto en la interdisciplinariedad, sabedor de la riqueza y complejidad de las sociedades, ha sabido combinar la jurispru-dencia, el amplio conocimiento del funciona-miento institucional virreinal con el dominio de la paleografía y la problemática actual; demostrando que el verdadero historiador no es aquél que se encierra en su tema, sino quien lo conecta con sus preocupaciones presentes y le da un uso social.

La riqueza y vitalidad de la historia en Zacatecas está representada en la figura de Pepe Enciso, quien es un referente indiscu-tible en el panorama historiográfico no sólo local, sino nacional y allende nuestras fron-teras. Pero ese prestigio académico no lo ha hecho pedante ni inalcanzable, al contrario, mantiene una sencillez que invita a la charla, se trata de un historiador con quien siempre se puede hablar, pues no hay tema poco inte-

resante para él, y siempre tendrá una pregunta o un dato pertinente que oriente el trabajo.

Enciso es, ha sido y será, parte fundamen-tal de la Asociación de Historiadores Elías Amador A. C., a la cual pertenece como uno de sus tres socios honorarios; y en estos años nos ha brindado su amistad, su consejo, su respaldo y colaboración. En la AHEA sabemos que siempre podemos contar con él, ya que si alguien creyó en nosotros en esos momentos cuando todo parecía incierto hace 10 años, fue él. Nos emocionó hasta las lágrimas pro-logando el que fuera nuestro primer libro, con estas palabras: “La Asociación está marcando una senda que nadie había recorrido en nues-tro medio cultural, hecho que es muy digno de tomarse en cuenta, especialmente si nos detene-mos a pensar que este tipo de iniciativas rara vez cuenta con los estímulos y apoyos necesarios; que tienen que realizarse a fuerza de tesón, voluntad,

cariño a la profesión y convicción por la labor propia”.

El trabajo de la AHEA ha sido inspirado por historiadores como Pepe Enciso, quien ha demostrado que historiar y vivir es posible. Siempre estaremos esperando que inaugure la sección “Severo Amador”, y que funja como presidente de ésta al interior de la Asocia-ción. Pues sabemos que tiene aún mucho que ofrecer, ríos de tinta que escribir y charlas que compartir, cada una de ellas significativa y reveladora, pues a los que hemos tenido la fortuna de convivir con él no nos cabe duda de que ha redefinido nuestro camino como historiadores y como personas, por todo ello ¡Gracias!

Asociación de Historiadores

Elías Amador A.C.

“Para que siempre haya memoria”

Clase: Paleografía. Programa: Doctorado en Historia de la UAZ. Tal vez año 2009 o 2010, no recuerdo a ciencia cierta. La expectativa del grupo: el doctor Enciso, uno de los maestros más prestigiados de la Universidad, quien nos impartiría la materia.

Escepticismo a la a vez que expectativa entre el alumnado. ¿Será exigente?, ¿barco quizá?, ¿le hallaremos el modo o será de plano inflexible? Pues veamos de qué se trata.

Y repentinamente, a 15 minutos de iniciar la primera clase, en las escaleras del edificio de posgrado se escucha un extraño canto susurrado… y comienza el desconcierto entre quienes esperábamos afuera del aula. El pe-culiar tarareo se acrecienta hasta que por fin aparece un extraño ser, despeinado, desgar-bado, de mezclilla y con audífonos. Mientras se va acercando a nosotros, el susurro se va difuminando hasta perderse en las paredes

del recinto. Después de un coloquial “buenas tardes”, entra al aula, todo él.

Tal vez por inercia, quienes no lo conocían se dieron cuenta de que se trataba ni más ni menos que del famoso doctor Enciso. Ante las expectantes miradas, nuestro maestro prende un cigarrillo, saca un par de libros y un engar-golado, y después de dar algunas especificida-des del curso, así, sin más, nos da una peculiar indicación: “Saquen su cuaderno y su pluma, que les voy a dictar”.

¡Qué le pasa a este maestro!, estamos en un DOC- TO- RA- DO, ¿qué tiene en la cabeza?, ¿por qué nos trata como alumnos de primaria?, ¡qué barbaridad!, ¿por qué nos va a dictar?, ¿qué se cree? Pues sí, saquen sus plumas y sus cuadernos. Ante las miradas atónitas de quie-nes estábamos en calidad de alumnos, inicia, sin mayores miramientos:

“La Paleografía es, coma, bla bla bla, punto

y coma, bla bla bla bla bla bla, punto y aparte”. Y los alumnos, absortos, escribiendo en nuestro cuadernito los dictados. De no creerse, en ver-dad, de no creerse.

¿Y luego? Pues nada, que entre dictado y dictado y a lo largo del curso, el doctor Enciso nos dio cátedras y cátedras, no sólo de lo que decían aquellos documentos viejos, cuyas copias permanecían resguardadas en su engar-golado. Entre dictado y dictado, el doctor En-ciso nos dio la posibilidad de adquirir nuevos conocimientos, pero sobre todo, nos brindó la oportunidad de acercarnos a la historia de una manera empática, de sentir los sucesos pasados a flor de piel; en otras palabras, de enamorar-nos de nuestro pasado.

A lo largo del curso, mi hermana Boris y yo peleábamos por asistir a la clase de Paleo-grafía, y de esta manera no perder el dictado del doctor Enciso.

Así fue. El maestro más anticonstructivista que he conocido, fumador en clase, de mez-clilla y desgarbado, quien nos dictaba como cuando estábamos en la primaria, quien nunca aplicó alguna dinámica o estrategia de ense-ñanza-aprendizaje, ha sido el mejor maestro que he tenido, y ¡vaya que a lo largo de casi tres décadas en las que he estado en calidad de alumna me he beneficiado de los conocimien-tos de excelentes maestros!

Aún lo recuerdo cerrando su engargolado, saliendo de clase y, por aquella escalinata, colo-carse nuevamente sus audífonos y contonearse al ritmo de Get Back, para finalmente desapa-recer del edificio de posgrado.

Querido y admirado maestro Enciso, Get back, regrese siempre a las aulas, para que muchos otros, así como yo, tengan el privilegio de contagiarse de sus saberes y de apasionarse por la historia.

Get Back Doctor EncisoPor Eva Terán Fuentes

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José Enciso Contreras con integrantes de la Asociación de Historiadores Elías Amador A. C.

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En una barranca escondida pero que al mismo tiempo era tránsito obligado para muchos viajeros que se dirigían tanto al norte como al sur vivía un erudito pícaro,1

Pepe, era un enamorado de la historia, los libros, los viajes, las mujeres, el café y los buenos vinos. Le gustaba caminar despreo-cupado por la barranca y a donde iba siem-pre cargaba un libro y su tarro de café. Se dirigía regularmente a donde lo llamaran, pues por el lugar tenía fama de conocer más allá de la barranca y su historia.

Los numerosos grupos acudían a escu-charlo, pues sus relatos eran amenos, llenos de humor, sin miedo de hablar de los sujetos mas rimbombantes de antes y entonces. Se dirigía a ellos con tanta familiaridad, que parecía que había convivido con ellos en el tiempo y en el espacio. Tampoco dudaba en ventilar sus vicios, sus pecados o sus debi-lidades, pues lo hacía entender como parte natural de aquella disciplina que muchas ocasiones se hizo ver como poco digna de ser comprendida por las masas. La gente escuchaba atenta el relato y siempre había risas y hasta carcajadas que hacían que los transeúntes que pasaran por el lugar se acercaran curiosos por conocer la novedad que hacía sonreír al pequeño poblado, ya que esa algarabía que despertaba chocaba abruptamente con el silencio del lugar, con el sonido de las campanas de las iglesias de alrededor que llamaban para anunciar las horas del día.

Contaba con numerosos amigos dedi-cados a lo mismo, cabe decir que muchos de ellos habían sido sus alumnos, mientras

tanto los párvulos imberbes y amantes de la historia aunque disfrutaban sus lecciones diarias sufrían cuando era la hora de “La Sangre”, actividad que consistía en el apren-dizaje de la lectura de extraños dialectos y cuentas de tiempos lejanos de más allá de los confines de la barranca. Los asusta-dos estudiantes esperaban su turno para leer apropiadamente lo que decía aquellas letras enredadas, amontonadas, confusas, llena de signos, claves, letanías religiosas, que muchas veces no tenían sentido, pero una vez que se practicaba se encontraba un invaluable tesoro lleno de detalles, nombres, acusaciones e información que podía en ocasiones caer en la exageración o en el rumor, pero que funcionaban muy bien para entender el mundo de entonces.

Aunque existía una leyenda entre los alumnos más avanzados respecto a que aquel estudiante que no lograse aprobar la clase mediante una impecable lectura, iría directo a la guillotina ubicada en un salón superior, en el cual se discutían los temas más canden-tes, similar a lo que ocurría en la Escuela de Atenas, por ello el maestro denominaba la actividad como “La Sangre”, la realidad era que nunca se supo de alguno que hubiese obtenido semejante castigo por sus pocas habilidades, a pesar de que era una tarea que hacía transpirar hasta al más sereno, y cualquier otro en el lugar del pícaro hubiese optado por tal castigo para semejante falta de talento que se observaba entre la mayoría de los estudiantes. Si bien era cierto que ha-bía otros que leían con tal maestría como si ellos mismos lo hubiesen escrito —recuerdo

en particular a Tere (Anais) y Brenda— el pícaro reía y daba pistas divertidas, aunque no siempre comprendidas por el lector en turno en su angustia por leer correctamente y no llegar a la temida y ficticia guillotina.

Contaba con una gran cantidad de libros, mismos que en su generosidad compartió con la comunidad a través de una biblioteca, a la que invitaba a explorar en las lejanías de una ciudad en la que se concentraba la re-presentación de uno de los grupos más inde-seables de la sociedad —Ciudad Gobierno— pero a diferencia de aquéllos el señor pícaro sonreía, paseaba por su biblioteca en donde era visitado asiduamente por muchas perso-

nas y la cual era característica por su olor a libros y café, qué buena combinación.

Luego decidió alejarse un poco de la Aca-demia, cuenta la leyenda que en ocasiones era visto cabalgando en su caballo salvaje de tono rojo, observando la barranca a la que tanto tiempo dedicó su vida.

P.D. Dedicado con todo respeto y cariño para el doctor José Enciso Contreras, gra-

cias por sus enseñanzas.

1 El sentido de pícaro va dirigido hacia la

descripción de una persona astuta, creativa,

espontánea.

En mi paso por el programa del Doctorado en Historia de la UAZ, tuve que llevar como parte del plan de estudios seminarios, cursos y talle-res. En el mapa curricular tenía su lugar muy claro el taller de Paleografía. Necesario para toda persona que estudia Historia.

Me matriculé en dicho taller que estaba cargo del doctor Enciso, y tuve la experiencia de aprender de un gran maestro en toda la extensión de la palabra. No obstante su clase y su forma de ser no correspondía a lo que actualmente se defiende desde los organismos institucionales (no nos quedemos cortos: la Unión Europea y la OCDE), políticas públicas y reformas educativas nacionales; me refiero

al tan mencionado enfoque por competencias.El maestro en su práctica docente definiti-

vamente no iba con las tendencias internacio-nales, era un maestro que en el argot del gremio de los profesores se definiría y tacharía (una tacha) como tradicionalista, porque dictaba, además lo hacía a nivel doctoral, ¿cómo era posible?

Al iniciar la clase daba la instrucción clara y precisa de abrir nuestro cuaderno (el mío per-fectamente adecuado para la ocasión: chiquito, de cuadrÍcula para irme derechita y en forma italiana, sin espiral) y comenzaba a dictarnos, además decía groserías (que en algunas centros educativos no están permitidas, no van de

acuerdo con el enfoque, no es correcto).No obstante entre coma y coma o entre

punto y punto, detenía el dictado para disertar, para dar tremendas cátedras con un lenguaje muy florido.

Uno de los contenidos del curso era leer en varias tipos de letra, que respondía a de-terminados periodos o épocas. Me acuerdo que en una ocasión, me tocó junto con mi hermana Eva realizar una exposición sobre la letra Carolina.

Sin embargo llegó el día de leer una letra ilegible, (de la cual nos fue dictada su defini-ción): la procesal encabronada, perdón, procesal encadenada, por algo el doctor Enciso le decía

encabronada, la dichosa tipografía hacía honor al apodo, en lo personal no pude con ella.

En el taller de Paleografía, así como las conferencias y los textos del doctor Enciso aflora esa personalidad que provoca la risa y un ambiente relajado, y que paralelamente invita a enamorarnos de la historia, porque también se muestra su pasión por la disciplina y su erudición.

¡Qué bueno que no utilizó el enfoque por competencias! ¡Qué bueno que nos dio cáte-dra! ¡Qué bueno que es un maestro de la vieja guardia! Además siempre recordaré, aunque no la entienda, a la encabronada, dentro de tantas anécdotas del taller de Paleografía.

Un sujeto singular se apoderadel ámbito históricoPor Xochitl Marentes Esquivel

Tipo de letra: procesal encabronadaPor Aurora Terán Fuentes

La Gualdra

Con sus compañeros de la Maestría y Doctorado en Historia de la UAZ.

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XVIII JORNADASLOPEZVELARDEANAS 2015

del 14 al 19 de junio

Premio IberoamericanoRamón López Velarde

A Martha Canfield

PROGRAMA ZACATECAS

Domingo 14Ofrenda floral Panteón de Dolores Rotondade las Personas Ilustres Alocución: Israel RamírezParticipan: Pueblo y Gobiernodel Estado de Zacatecas Ciudad de México11:00 horas

Lunes 15Proyección del Cortometraje La vida perdurable Producción de: Tuna Cine Digital, CONACULTA, Instituto Zacatecano de Cultura “Ramón López Velarde” y RadioZacatecas 97.9 Fm CulturalDirección: Yain Rodríguez Producción: Anabel Ávila Medécigo Producción ejecutiva: María Teresa Velázquez NavarreteSala Introductoria delMuseo Zacatecano19:00 horas

Presentación de libroVerde fuego de espíritus(Premio de Poesía Dolores Castro 2014, Instituto MunicipalAguascalentense para la Cultura) de Verónica González ArredondoPresentan: Javier Acosta yFrancisco CamachoModera: Guadalupe Dávalos MacíasPatio Central del Museo Zacatecano20:00 horas

Martes 16Ofrenda floral Conjunto Escultórico aRamón López VelardeAlocución: Sofía Ramírez9:00 horas

Presentación de libroCofre de pájaro muerto de Armando SalgadoEdiciones Punto de partida,Dirección de Literatura, UNAMPresenta: Atenea CruzModera: Javier AcostaPatio Central del Museo Zacatecano19:00 horas

Presentación de libroNi las flores del malni las flores del bien de José Agustín SolórzanoSecretaría de Cultura de Michoacán Presenta: David Castañeda

Modera: Karen SalazarPatio Central del Museo Zacatecano20:00 horas

Miércoles 17Mesa redonda De la historia al mito, delmito a la historia La petrificación de la figurade López Velarde Participan: Azalea Romero Rubioy Citlaly AguilarPatio Central del Museo Zacatecano19:00 horas

Lectura de Poesía Ramón López Velarde:De la poesía al poeta Yamilet Fajardo, Simitrio Quezada y Gustavo de la Rosa MuruatoModera: Adolfo González Juárez Patio Central del Museo Zacatecano20:00 horas

Jueves 18Mesa redonda Genealogía Lopezvelardeana Participan: Leonardo dela Torre Berumen y Bernardo Del Hoyo Calzada Modera: Manuel González Ramírez Patio Central del Museo Zacatecano19:00 horas

Mesa de lectura La provincia inmutable Participa: Martha Canfield, Premio Iberoamericano RamónLópez Velarde 2015 Patio Central del Museo Zacatecano20:00 horas

Viernes 19Exposición y Premiacióndel Concurso de Pintura Dibujo infantil a RamónLópez Velarde, La suave Patria Sala de la de la Bóveda ICentro Cultural Ciudadela del Arte12:00 horas

Ceremonia de entrega delPremio Iberoamericano RamónLópez Velarde 2015a Martha Canfield Teatro Hinojosa, Jerez12:00 horas

Taller Teórico Práctico deLibro de ArtistaImparte: Verónica G. Arredondo.Del lunes 15 al viernes 19 de junio De las 16:00 a las 19:00 horas Salan Huiricuta delMuseo Zacatecano Cupo limitadoMayores informes: Subdirección de Enseñanzae Investigación Tel. 01 (492) 922 21 84 Ext. 117

AGENDA CULTURALJUNIO 2015

PROGRAMACIÓN GENERAL

MIÉRCOLES 17 y 2418:00 horasTodos al Centro HistóricoMiércoles de DanzónMercado J. Jesús González OrtegaCoordina: Casa Municipalde Cultura de Zacatecas

VIERNES 19 y 2618:00 horas ConciertoOrquesta Típica de ZacatecasPlazuela GoitiaCoordina: Casa Municipalde Cultura de Zacatecas

DOMINGOS 21 y 2813:00 horasTradicional ConciertoOrquesta Típica de ZacatecasCasa Municipal de Cultura de ZacatecasEntrada libre Coordina: Casa Municipalde Cultura de Zacatecas

JUEVES 1819:00 horasTeatroEl extraño caso de Mr. WilsonLa Ciénega TeatroDir. Iván GuardadoCafé “Casa de Moneda”

Centro Cultural Ciudadela del Arte

VIERNES 1912:00 horasExposición y Premiacióndel Concurso de Pintura Dibujo infantil a Ramón López Ve-larde, La Suave PatriaSala de la Bóveda ICentro CulturalCiudadela del Arte

SÁBADO 2018:00 horasActívate en FamiliaAcademia de Danza RoselldanzPlaza Bicentenario

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Estimado Jefe Enciso:No podría hablar de toda su vida en este momento, porque desconozco mucho de ella; basta con saber que ha sido fructífera en muchos sentidos. Sólo quiero recordar algunos de los pasajes que en amistad nos unen desde hace bastante tiempo. Disfruté su magisterio en la ya desaparecida Maes-tría en Estudios Novohispanos. Ahí entré de su mano, por vez primera, en contacto con la apasionante paleografía. No olvido el acicate que me causó cuando le pedí con-sejo y supo de mis intenciones de estudiar en España. Afuera de su casa en la avenida Morelos me dijo: “Primeramente, ¿ya tienes para el boleto de avión o te vas a ir nadando?”. Saber de su desenfado en un tren hacia Alicante, con las botas y el sombrero bien puestos y los pies en el asiento de enfrente ante la perplejidad de los viajantes y del supervisor de boletos. Y su desparpajo admirado por una de sus alumnas: “Es un maestro diferente: fuma en clase, contesta el teléfono, se ríe y hace reír a costa de muchas cosas”. En mi primer regreso de España me dedicó su libro Taxco en el siglo XVI: “Para el jefe Burciaga, con el deseo de que haga una tesis bien chingona”. Recuerdo esos viajes académicos que hicimos a Bolivia y también al centro de la tierra, literalmente. Luego de largas encerronas paleográficas en el Archivo y Bibliotecas Nacionales de Bolivia, disfrutamos de la belleza de Sucre, Santa Cruz de la Sierra y La Paz; degus-tamos con frecuencia los cortes vacunos en “El Parrillín”; sufrimos en el Desagua-dero, frontera bolivio-peruana; navegamos en el Titicaca, el gran lago sagrado; nos adentramos en las minas del cerro rico del Potosí. De ahí salimos vivos de milagro, tal vez gracias al tío Cristian, ídolo-demonio venerado por los mineros potosinos en las entrañas de la gran montaña roja que devora hombres.

Contar los años puede parecer ocioso; si intentara hacer un recuento de su obra en varios sentidos me toparía con el dilema de su vastedad y no me atrevo a equivocarme u omitir buena parte de ella. Me basta con saber que su actividad profesional en la do-cencia y la investigación ha dejado una gran escuela en muchos jóvenes y adultos, dedi-cados a seguir sus pasos en la reinvención de la historia y la aplicación del Derecho.

Escribir y decir públicamente, por ejemplo, que las intenciones que ha tenido siempre en su actitud de maestro han sido buenas. Tomo en cuenta las complejas batallas que ha librado para que su ejemplo perviva y siga dando de qué hablar entre sus alumnos y colegas, que sigamos todos

su ejemplo de trabajo y de disciplina en las técnicas y las formas de hacer historia. A un lado queda la crítica que se pueda hacer a su vida en otros aspectos, con la peligrosa combinación resultante de lo personal y lo profesional. Su magisterio, su obra histo-riográfica, su trayectoria, quedan fuera de percepción negativa. Por eso estamos aquí, reunidos en estos textos con un brindis de apoyo a su carrera y a lo que nos ha regalado. He de confesar que dos de sus nu-merosos proyectos me dejaron gratamente convencido de su calidad: los cedularios de las audiencias de La Plata de los Char-cas y de Guadalajara. En ellos conjugó su maestría en el arte de la paleografía y de la elaboración de valiosos estudios intro-ductorios. La enseñanza que en mí dejaron sendos proyectos fue la técnica de actuar, como usted dice, a la manera de un Ferrari de la paleografía. Pero mi habilidad no llega a los niveles que usted desarrolla, en ésa, la especialidad de la casa fuerte de los Enciso. Agradezco, a propósito, su valiosa colabo-ración paleográfica en mi libro Décadas pa-negíricas, en esas largas sesiones de cotejo donde hasta nos reímos de las historias que contó el padre Joseph Mariano de Bezanilla a finales del siglo XVIII.

Usted ha sabido conjugar un espíritu de creyente aunque no en la religión. Posee su muy especial fe a la vida en la que hay, posiblemente, una intervención divina. No sabemos si así es. Pero me queda clara su convicción de guerrero contra la adversi-dad, como se lo manifesté en un libro que dediqué a usted: “Al doctor José Jefe Enciso

Contreras, por la fuerza, por la entereza”. En fin, en lo que es lo suyo, seguiremos admi-rando su abordaje a temas historiográficos tan disímbolos; éstos pueden ir desde lo vi-rreinal hasta lo más lúdico y cotidiano. Así lo demostró en uno de sus últimos libros sobre la vida del ocio y la cultura en el siglo XX de la ciudad de Zacatecas.

Y me remonto tiempo atrás, a su interés por buscar en el mundo historiográfico las respuestas a las preguntas que nos asaltan como humanos y seres sociales. Desde sus convicciones nos ha regalado discursos y relatos históricos compuestos con una dedicación especial, primero hacia usted y después hacia todos nosotros, los demás, los otros, los que vemos en su obra una fuente inagotable de regocijo en la mirada y en el manejo de la historia. Esos relatos son desde siempre suyos, porque cada historia-dor, cada narrador, hace suyos los hechos que plasma en un libro. Sus colores y trazos en la historiografía son únicos. No se pare-cen a los de ningún otro.

Quiero expresar algunos aspectos invo-cados y provocados desde su trabajo como investigador. He podido notar una analogía entre las premisas del uso de una corriente, que esculpe paisajes al pensamiento y al lenguaje historiográfico. Cada discurso his-tórico escrito traduce el íntimo interés por entregar un buen producto final; recom-pone la visualización de lo estable en el pai-saje de la Historia. Descubre lo que se debe leer y analizar, lo que cualquiera puede tener al leer una obra suya, en colores vivi-dos a través de un estilo y un lenguaje que

suelen abatir a la monotonía. Ahora asistimos a un homenaje en el

que usted es protagonista. Muy bien ga-nado su reconocimiento, porque durante muchos años se continuarán revisando sus investigaciones, como una apología de in-timista sensación: nuestro pensamiento se puede convertir en una gira de beneplá-cito por los acontecimientos en la historia virreinal, la del México independiente, la de la revolución e incluso la contemporá-nea. Desde una imagen que remite a una Historia natural del cielo hasta sus Espacios vulnerables, sus escenas nos cambian, para bien, en las sensaciones de una lectura sin fin. José, Jefe Enciso Contreras, esa capaci-dad de verter un hilado discurso se puede convertir en la reparación de una cuenta pendiente con la magnificencia de la histo-ria y sus contrastes, de los descubrimientos de las mentalidades, de la cuenta larga del tiempo; de la metáfora realizada en su obra escrita y su docencia. Nuestro mundo uni-versitario, aunque pequeño, también dirige la mirada a lo que ha hecho y lo que hace en el ámbito de la historiografía. El manejo de su palabra ahora se mezcla con el aroma de las pastillas, la alfalfa y la tinta de los libros. Los aromas eruditos en su obra que nos ha regalado, deberán quedar para la posteridad. Jefe: es lo único que vemos ahora y que pensaremos mañana. Noso-tros, ahora. En el futuro otros disfrutarán la historiografía heredada por su pasión y su compromiso con la historia.

Con cariño y gran afecto, su amigo:José Arturo Burciaga

Breve carta pública a JoséJefe Enciso ContrerasPor José Arturo Burciaga La Gualdra

Arturo Burciaga, Marco Antonio Flores Zavala, José Enciso Contreras, Mariana Terán Fuentes y Oscar Cuevas Murillo. Foto de Leticia Ramos Castanedo.

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No somos coincidentes. Él estudia el siglo XVI, yo el siglo XIX. Él después estudió te-mas del siglo XIX, yo no me he asomado en serio al XVI. Él, irreverente, estudió el Acró-polis. Yo, sólo entro a la nevería a tomar café. No, no coincidimos. Él insiste en sus cedula-rios, yo en el federalismo. Él su liberalismo a la Mora, yo el liberalismo a la Alamán. Él con masones, yo con la virgen de Guadalupe.

Por más que quiera encontrar puntos de convergencia me cuesta trabajo encontrarlos. Sin embargo imagino cómo él viste y cómo visto yo. Ahí hay un ineludible punto de convergencia: zapatos horribles, gabardinas en desuso, pantalones de mezclilla (menos su estrella comunista que para mí es la estre-lla de Belén). Ahí nos parecemos tanto que nuestra carencia de zapatos pudo ser causal de huelga en 2014.

Pero me regreso en las divergencias, él ve como padre de la patria a Víctor Rosales, yo como un leal insurgente que tuvo miedo; él ve en los sermones el pretexto perfecto para bostezar, yo un mundo por encontrar; el ve en su Mustang la pasión por correr, yo me quedo con la idea de que gracias a ese estrafalario Mustang, nos acreditamos en el CIEES nivel I.

Él se emociona con los Beatles, yo tam-poco.

Cuántos espacios de no coincidencia. Él estudió en Alicante España para ex-

plicar Zacatecas, yo desde Zacatecas traté de armar mi artificio sobre Zacatecas. Él se empecinó con la paleografía, yo con la her-menéutica de José Ortega y Gasset.

Nadie nos soportaba en las reuniones formales de la Maestría y Doctorado en His-toria porque nos pasábamos papelitos para burlarnos hasta de nosotros mismos, igual

Lo conocí hace ya 23 años. Vivía él en la Barriada San Diego, Bloque V, 8° C, pero en realidad se le encontraba en el viejo edificio de la avenida Constitución, sí, el archivo General de Indias, en Sevilla.

Recuerdo que dijo venir de Alicante, yo de Toulouse, los dos tras un doctorado, los dos de México. Muy pronto compartíamos ya el “pintaíto” de las once junto con Virgilio, Mar-cela Corvera y otros que se me escapan (creo que el Hillerkuss también andaba entonces por allá) iniciando una bonita amistad que aún perdura.

Hemos compartido muchas cosas y debo agradecerle muchísimas más; a manera de anécdota, en alguna ocasión fuimos a tomar una cerveza para mitigar el calor sevillano y los chipirones que pedí de botana me hicieron daño (estaban fríos y grasosos), me puse tan mal que al buen Pepe le tocó ponerme en el camión y así llegar a Triana, donde yo vivía.

En otra ocasión, ya en Zacatecas, me intoxiqué con unas albóndigas de pescado que comí en Sanborns lo que echó a perder una sabrosa estancia en Las Quince Letras, ante la preocu-pación de Pepe. En Guadalajara, ya en alguna ocasión fuimos demandados y amenazados de embargo por apoyar a una linda damita, que-dando por suerte todo nomás en el puro ruido, sin llegar a las nueces.

Pepe, gracias a ti, con tus Digestos primero y a los cursos de la Maestría poco a poco fue creciendo mi cariño e interés por Zacatecas, y el número de los amigos zacatecanos. Eres un amigo en toda la extensión de la palabra, al fin maestro, eres modelo a seguir (o por lo menos a imitar); no escatimas pensamiento, palabra u obra para ayudar al colega que te pide consejo (y aun si no te lo piden).

José, gracias por tu amistad y por consi-derarme tu paisano. Que Dios te conserve y tengas un muy feliz cumpleaños. Un abrazo.

LA GUALDRA NO. 202 / 15 de junio DE 201512

Cuenta un grupo de viejillos chismosos de la Extremadura castellana (por allá son mu-chos y longevos, chavales de hasta ciento tres) que el verano del 2007 llegó al pueblo un señor de bigote negro en alegre soledad, llamado José de Jesús. Como en la comarca abundan los Pepe le bautizaron “Jesusito”, así que Jesusito recorrió los polvorientos archivos y las empedradas calles medieva-les, disfrutó los jamones de La Troya, los tubitos de cerveza, durmió en un cuarto con techo de estrellitas luminosas y cómo no, admiró más de una vez la casa que se estaba construyendo El Chito. De regreso a la capital y como el viaje en autobús tardaba lo

suyo, una vecina le preparó para el trayecto la reglamentaria bolsita de viandas, yogurt incluido. Jesusito agradeció el detalle pero se preguntó: ¿Y cómo me tomo el yogurt sin ensuciarme los bigotes? Buscó en el fondo de la bolsa y envuelta en una servilleta, estaba una cucharita de plata. Acabada la merienda limpió sus bigotes, bajó del autobús y la cucharita –cuentan los viejillos chismosos– siguió sigilosa a Jesusito por la capital y hasta el otro lado del Atlántico. Está guardada en una caja de recuerdos y también, en el fondo de algún corazón.

* Cuento dedicado al amigo Enciso.

On/offPor Mariana Terán Fuentes

Para Pepe Enciso, mi paisanoPor Pepe Olmedo

Bigotes y cucharita*Por Diana Arauz Mercado

La G

uald

ra

que como en la secundaria (aunque él no lo acepte, la mejor secundaria es la federal nú-mero 1 Benito Juárez).

No, no puedo decir que coincidimos. Él con una vieja libreta Scribe trataba de organi-zar el posgrado de Historia, yo con la impe-cable plataforma electrónica del Conacyt. Sin embargo, juntos defendimos ante tirios y tro-yanos nuestro programa en el Hotel Radisson de Avenida Revolución. Y nos salió bien.

Él es de vino, yo de cerveza. Él de Star-bucks, yo de café en casa. Él de contraco-rriente, yo de tomacorriente.

Él. Él. Yo, yo. Sus preguntas no fueron las mías. Mis preguntas fueron tan lejanas a su in-terés. Y sin embargo, nos preguntamos tantas veces por lo mismo.

Él buscón, yo tampoco.Él enamorado, yo tampoco.Él crítico. Yo tampoco.Él amante de Dire Straits, yo tampoco.Él conspicuo amante de los documentos,

yo tampoco.Él. Él. Yo tampoco.Y sin embargo, yo me asumo su alumna, su

admiradora, su amiga, su colega. Por más que bostece con mi federalismo.

En realidad, todo esto no tiene sentido, es ficticio, la única diferencia que él cree entre ambos es que él es on/off y, en cambio, yo soy miles de botones. El tiempo me ha dado la razón y coincidimos porque ambos somos on/off aunque él nunca lo acepte. Tan solo véase nuestro par de zapatos.

Como parte del homenaje se develó la placa que da nombre al salón José Enciso Contreras