La Insurrección Armada- A. Neuberg

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  • LA [NSURRECCIO ARMADA A. NEUBERG

    PUEBLO EN ARMAS

  • LA INSURRECCION ARMADA

  • P U E B L O E N A R M A S

    A . N E U B E R G LA INSURRECCION ARMADA

    [A EDICIONES f DE CULTURA y POPULAR. S A.

  • Ediciones de Cultur* Popular San Titan de Lerran 37, 401-407 Mexico 1, D.F. Telefono: 518-69-96 Impreso en Mexico.

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    EL BOLCHEVISMO Y LA INSURRECCION

    Lenin no s61o h a restaurado la teoria marxista del Estado (v6ase su libro El Estado y la revolucidn); ha estudiado y planteado pr&cticamente el proble-nia de la dictadura del proletariado, haciendo de 6sta la consigna de lucha de todo el proletariado internacional. Lenin ha enriquecido el marxismo descubriendo la fuerza concreta de esta dictadura: el sistema sovtetico.

    Por lo que a la insurrecci6n se reflere, ya en 1902 (v6ase su obra iQue hacer?), Lenin subrayaba la necesidad de prepararse para la insurrecci6n a rma-da inminente. En 1905, maduras las circunstancias, empleaba toda su autoridad en demostrar que s61o la insurrecci6n armada, la forma m&s aguda y m&s decisiva del combate en tiempos de revolucidn, pue-de finalmente conducir al proletariado a la victoria.

    Haciendo el balance de la insurrecci6n de diciem-bre de 1905 y atacando vigorosamente la famosa fra-se de Plekhanov, recogida por todos los oportunistas: 50

  • No habia que tomar las armas>, Lenin critica y en-sefta a nuestro Part ido y a todo el proletariado lo siguiente: \

  • del problema de la insurrecci6n a rmada y de las condiciones de su 6xito: Para ser coronada por el exito, la insurrecci6n debe

    apoyarse no en un complot, ni en un partido, sino en laclase avanzada. Este es el primer punto. La insurrec-ci6n debe apoyarse en el empuje revolucionario del pue-blo, He ahi el segundo punto. La insurrecci6n debe es-tallar en el apogeo de la revoluci6n ascendente, es decir, en el momento en que la actividad de la vanguardia del pueblo es mayor, cuando son mas fuertes las vacilacio-nes de los enemigos y de los amigos dbiles, equivocos e indecisos de la reyolucidn. Este es el tercer punto. Por el establecimiento de estas tres condiciones, a propbsito de la insurrecci6n, el marxismo se distingue del Wan-quismo.* ci6n, dice Engels. Pablo Froelich (vease su brillante ar-ticulo sobre el blanquismo en la revista La Internacional Comunista, 1925, num. 12) demuestra la exactitud de esta definicita y anade: Es la expresi6n m&s viva, el repre-sentante cl&sico de la epoca de las revoluciones que mar-can la transici6n entre la epoca burguesa y la proleta-ria, del momento en que el portavoz consciente de la revoluciGn era aiin la burguesia, pero era ya tambien el proletariado. En calidad de representante de esta epo-ca, por su origen y por su actividad a la vez, sirve de eslab6n intermedio entre el jacobinismo y el comunismo moderno*. Froelich tiene raz6n en absoluto. La t^ictica de Blanqui consistia en ejecutar la revolu-cion, en abrir una brecha en el regimen burgues, en apoderarse en el momento propicio del Poder, por me-dio de una organizaci6n armada, secreta, fuertemente organizada y centralizada, y en arrastrar luego al prole-tariado. Blanqui no comprendia y no podia comprender la necesidad de determinadas condiciones para que la insurrecci6n fuese victoriosa. Las tentativas de insurrec-ci6n preparadas por 61 mismo y por sus discipulos fra-casaron todas. El proletariado, representado por Blanqui, no tenia aiin perfecta conciencia de si como clase, no se habia cristalizado suncientemente todavia, estaba aiin emparentado con la pequena burguesia. Relaciones so-

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  • Lenin agrega inmediatamente: *Pero en cuanto estas condiciones son dadas, es trai-

    cionar al marxismo y a la revolucion negarse a con side -rar la insurrecciGn como un arte (es decir, prepararla politica y militarmente). (1).

    En el fondo todo est& dicho aqui, en forma con-cisa y general, sobre las premisas de una insurrec-citin victoriosa. Con todo, Lenin, en el mismo aflo 1917, en la Carta a los camaradas*, insiste de ma-nera m a s concreta y detallada respecto de la dife-rencia entre marxismo y blanquismo en la cuesti6n de la insurrecci6n. A la vez subraya las condiciones en las que puede ser victoriosa:

    Un complot militar es de la competencia del blan-quismo puro, si no est& organisado por el partido de una clase determinada; si sus organizadores no han aprecia-ciales insuficientemente rnaduras daban origen a una teoria insuficientemente madura. El marxismo-leninismo ha heredado del blanquismq la necesidad de organizar y preparar la revolucitin, la ne-cesidad y la fatalidad de una lucha armada implacable contra el Poder exisfcente. Pero el marxismo-leninismo no ha podido aceptar las ideas del ^revolucionario de la antigua generaci6n sobre la t^ctica del complot. Al lado de la preparaci6n sistem&tica de la revoluci6n, Marx y Lenin hacen resaltar la necesidad de las premisas eco-n6micas y sociales de la insurrecci6n (un potente im-pulso revolucionario del proletariado), sin las cuales no puede concebirse la victoria. Bernstein, a su tiempo, acusaba a Marx de blanquis-mo. Hoy, toda la Segunda Internacional acusa a la Inter-nacional Comunista de blanquismo y pone en pie de igual-dad blanquismo y comunismo. Calumniando asi a los co-munistas, los socialdem6cratas presentan al revoluciona-rio convencido del pasado, Blanqui, como un fan&tico pt-quenoburgues.

    (1) Lenin. Obras compleias, tomo XXI, articulo E1 marxUmo y la insurreccion*, paginas 240 241. 53

  • On exactitud el momento politico en general y la si-ttfn internacional en particular; si no tienen a su % la simpatia (atestiguada por los hechos) de la ma-3. del pueblo; si el curso de la revoluci6n no ha cuido las ilusiones y las esperanzas de la pequefla hiesia en la posibilidad y eflcacia de la entente en-tas clases; si los organizadores del complot no nan cuistado la mayorla en el seno de los 6rganos de la h. revolucionaria provistos de plenos poderes* o te-UIo, como los Soviets, un puesto importante en la vida d nacitin; si no hay en el Ejercito (en tiempo de gue-rhostilidad determinada hacia un Gobierno que pro-l, anulaci6n inmediata de los tratados secre-t< aboUci6n de la diplomacia secreta>, etc.) no tie-nia m&s amplia difusi6n y la mayor popularidad; si icbreros avanzados no est&n convencidos de la situa-te desesperada de las masas y seguros del apoyo del c*o (apoyo atestiguado por un importante movimien-tcimpesino o por una sublevaci6n de gran enverga-di contra los propietarios y el Gobierno que los de-flfc); si la situaci6n economica permite seriarnente es-P* una soluci6n favorable de la crisis por medios pa-ck y via parlamentaria> (1).

    el folleto La quiebra de la Segunda Interna-Oil en 1915, Lenin escribla a este respecto lo si-gute:

    .ra un marxista es evidente que ninguna revoluci6n essible si no existe situacitin revolucionaria. Toda si-tifcn revolucionaria, por lo dem&s, no termina en una reici6n. dCu&les son, en general, los indicios de una

    Lenin. Obras corrvpletas, tomo XXI,

  • situacitin revolucionaria? No nos engafiaremos segura-mente senalando los tres indicios siguientes:

    1. La iinposibilidad para las clases dominantes de mantener integramente su dominaci6n; una crisis> de los medios dirigentes, crisis politica de la clase que ejer-ce el Poder, produce una falla en la que penetran ei descontento y la indignaci6n de las clases oprimidas. Para que una revoluci6n tenga lugar, es, en general, in-suflclente que ya no se soporte abajo; es menester, ade m&s, que ya no se pueda vivlr como en el pasado.

    2. La agravacidn anormal de las privaciones y su-frJmientos de las clases oprimidas.

    3. El aumento sensible, en virtud de lo expuesto, de la actividad de las masas que, en tiempo de paz, se dejan robar tranquilamente, pero, en tiempo de tor-menta, son incitadas por la crisis, y tambien por los di-rigentes, a tomar la iniciativa de una acci6n hist6rica.

    Sin estas modificaciones objetivas, independientes de la voluntad de los grupos aislados y de los partidos, asi como de las clases, una revoluciGn, por regla general, es imposible. El conjunto de estas modificaciones objetivas constituye precisamente la situaci6n revolucionaria. Hubo una situacidn de este orden en Rusia, en 1905, y en to-dos los paises de Occidente, durante la era de las re-voluciones; pero tambien hubo otra en 1859-1860, en Ale-mania, y en 1879-80, .en Rusia, aunque no haya habido entonces revoluci6n. Por qu6? Porque toda situaci6n re-voluoionaria no engendra necesariamente una revolu-ci6n; porque esta no se realiza sino cuando se afiade a los factores enumerados el factor subjetivo, es decir, la aptitud de la clase revolucionaria para la accitin revolu-cionaria, la aptitud de las masas, suflcientemente fuertes, para romper o quebrantar el antiguo Gobierno, que, aun en el apogeo de las crisis, no caer& si no se le hace caer> (1).

    (1) Lenin y Zinoviev, Contra la corriente, tomo I, pa-ginas 148-149. Bureau d'Eciitions, Paris. 55

  • min ha insistido muchas veces sobre la necesi-d de las premisas sociales y politicas indicadas ariormente (1). Los extractos precedentes, que se-rf&cil multiplicar, muestran la inmensa y deci-s; importancia que atribuia a la cuesti6n de las piisas politicas de la revoluci6n. En relaci6n con es premisas, que determinan el grado de madu-rde la situaci6n revolucionaria, Lenin ha decidido sipre los problemas de orden hist6rico: ^Debe oitarse ya el Par t ido hacia la organizacidn inme-da de la insurrecci6n? Debe, por lo contrario, cdnuar su trabajo ordinario de movilizaci6n re-vcionaria de las masas?
  • las masas pa r a una forma superior de lucha duran te el impulso de la revolucidn, p a r a la insurrecci6n.

    Partiendo de la doctrina de Lenin, el proyecto de programa de la Internacional Comunista bosqueja como sigue las condiciones en las que el Partido esta obligado a conducir a las masas al combate pa ra el derrocamiento del poder de la burguesia:

    *En presencia de un impulso revolucionario, cuando las clases dominantes estdn desorganizadas, cuando las masas se hallan en estado de fermentaci6n revoluciona-ria, cuando los elementos intermedios se inclinan hacia el proletariado, cuando las masas estdn dispuestas a la acci6n y al sacrificio, se impone entonces al Partido del proletariado el deber de conducirlas al ataque directo contra el Estado burgues. Este resultado se obtiene por la propaganda de consignas transitorias cada vez mds energicas (Soviets, control obrero de la produccitin, Co-mites campesinos para la oeupaci6n de las grander ha-ciendas, desarme de la burguesia y armamento del pro-letariado) y la organizaci6n de acciones de masas, a las que deben subordinate todas las ramas de la agitacidn del Partido y de la propaganda, incluso la acci6n par-lamentaria. En estas acciones de masas estdn compren-didas: las huelgas, las huelgas combinadas con las ma-nifestaciones simples o armadas, en fin, la huelga general de concierto con la insurrecci6n armada contra el Poder de la burguesia. Esta ultima, que es la forma mds ele-vada de la lucha, se basa en las reglas del arte mllitar, supone un plan militar, tiene el cardcter ofensivo de las operaciones militares, requiere en el proletariado una abnegaci6n y un heroismo absolutos. Tales acciones exi-gen, como condici6n indispensable, la organizaci6n de grandes masas en unidades de combate, cuya misma for-ma abraza y pone en movimiento el mayor numero po-sible de trabajadores (Soviets de diputados obrero* y

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  • caipesinos, Soviets de soldados, etc.), asi como un tra-ba? revolucionario reforzado en el Ejercito y la flota.

    A pasar a nuevas consignas, m&s acentuadas, es ne-cesnio guiarse por la regla esencial de la t&ctica politica delleninismo: saber conducir a las masas a las posicio-nes revolucionarias de tal suerte, que las masas mismas se tonvenzan por su propia experiencia de la exactitud de a linea seguida por el Partido. La no observancia de esti regla conduce fatalmente al alejamiento de las ma-sas al putschismo y a la degeneraci6n ideol6gica del co-mmismo en un doctrinarismo de izquierda, un caven-turfcmo revolucionario pequefloburgues>. No hay me-noipeligro en no aprovechar el punto culminante de la sitiaci6n revolucionaria, que exige del Partido del pro-letariado un ataque decisivo y de extrema audacia con-t ra 3l enemigo; dejar pasar este momento y no desenca-denir la insurrecci6n es ceder la iniciativa al adversario y ccndenar la revoluci6n a la derrota.> (1).

    Una cosa es deftnir te6ricamente las condiciones indispensables en presencia de las que es posible el 6xit> de la insurrecci6n; otra, absolutamente dife-renle y mucho mds complicada, es apreciar pr&cti-carrente el grado de madurez de la situaci6n revo-lucimaria y, por consecuencia, decidir la cuesti6n del comlenzo de la insurrecci6n. El problema de la fe-c h a d e la insurreccidn es de una importancia excep-cioral.

    La experiencia prueba que no es posible siempre resolverlo como lo requieren las circunstancias. Su-cede frecuentemente que, bajo la influencia de la imptciencia revolucionaria, del terror y de la pro-vocacidn de las clases dirigentes, el grado de ma-durez de una situaci6n revolucionaria sea exagerado

    (1) Programa de la Internacional Comunista, cap. VI. 58

  • y Que la lnsurreccitin fracase. O bien, al contrario, Me Mbestime una situac!6n que exija del Par t ido del proletariado acciones decisivas y se deje asi huir el momento favorable para la organizaci6n de una in-surrecci6n victoriosa.

    Como ilustraci6n citaremos algunos ejemplos his-t6ricos:

    El 14 de agosto de 1370, los blanquistas organi-zan una insurrecci6n en Paris. Las masas no sos-tienen a los insurgcntes y son aplastados. Tres se-manas despus, derrctadas las tropas francesas por los prusianos en Sedan, todo Paris se subleva el 4 de septiembre. En el momento de la acci6n de los blan-quistas, la fermentaci6n ya era grande en las masas, la desorganizaci6n de las clases dirigentes era un he-cho incontestable. Pero faltaba el choque necesario para poner en movimiento a las masas. Este choque fue Sed&n. Los blanquistas no lo comprendieron, eli-gieron mal la fecha de la insurrecciGn, prematura-mente, y fueron derrotados.

    Kamenev, Zinoviev y otros, en 1917, cuando se de-batia en el Partido la cuesti6n de la toma del Po-der, estimaban que las circunstancias no estaban to-davia maduras, que los bolcheviques no conservarian el Poder, que las masas no se lanzarian a la calle, que no eran suficientemente revolucionarias, que nada habia en la situacidn internacional que obll-gase al Partido bolchevique a obrar inmediatamente, que se perjuaicaria m&s bien a la causa de la revo-luci6n socialista en Occidente si se dejaban dego-llar, que est&bamos aislados mientras que la bur-guesia aiin era% bastante fuerte, etc., en fin, que era preciso esperar a la Asamblea constituyente, que de-cidiria de la suerte de la tevoluci6n rusa.

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  • Felizmente, Zinoviev y Kamenev no tenian apoyo en el Partido. Pero es f&cil flgurarse lo que hubiera sucedido si estos camaradas, miembros del Comity central, hubiesen tenido a su favor, si no la mayoria del Partido, a l menos una fracci6n m&s o menos i m -portante y hubiesen prolongado la discusi6n sobre la toma del Poder. Las circunstancias podian modi-flcarse en detrimento del proletariado revoluciona-rio, porque, en general, no hay situacitin sin salida para las clases dirigentes. El momento favorable h u -biera podido perderse, y, por consiguiente, la toma del Poder quedaria diferida por mucho tiempo. Es indudable que si el Partido hubiese adoptado la p o -sici6n de Zinoviev y Kamenev, la crisis revoluciona-ria hubiera podido conducir a u n atolladero, lo mi s -mo que la crisis revolucionaria de Alemania en 1918. No hubiese existido un partido que considerara como un deber asumir la responsabilidad de organizar u n verdadero Gobierno proletario.

    La posici6n de Zinoviev y Kamenev en 1917 es un' ejemplo tipico de c6mo a veces puede perderse u n a revoluci6n.

    En julio, la parte revolucionaria del proletariado de Petrogrado ardia en deseos de intervenir, e in te r -vino, en efecto, para derribar al Gobierno provisio-nal. El Par t ido bolchevique, con Lenin a la cabeza, previno a las masas: Todavia es demasiado p ron-t o Las jornadas del 3 al 5 de julio terminaron en un descalabro. En septiembre-octubre, por lo con-trario, Lenin, a pesar de grandes desacuerdos en el Comit6 central del Partido bolchevique respecto de la toma del Poder, no cesaba de repetir: jAhora o nunca! jLa revolucl6n este en peligro de muerte!, y al mismo tiempo daba toda clase de directivas 6o

  • pr&cticas de car&cter politico, militar y prdctlco, pa-r a asegurar el exito de la insurrecci6n. He aqui cdmo apreciaba la 8ituaci6n en septiembre de 1017:

    Los dias 3 y 4 de julio se podia, con raz6n, plantear la cuestiGn en estos terminos: seria preferitrte apode-rarnos del Poder, porque, si nos negamos a ello, esto no impedird a nuestros enemigos acusarnos de sedici6n y tratarnos como facciosos. Pero tal consideraci6n no per-mitia concluir con la toma del Poder, pues las condi-ciones objetivas de la victoria faltaban aun:

    1. No teniamos todavia detrds de nosotros a la clase que es la vanguardia de la revoluci6n. No teniamos to-davia la mayoria entre los obreros y soldados de las ca-pitales. Ahora, la tenemos en los Soviets de Petrogrado y de Moscu...

    2. El entusiasmo revolucionario aun no habia ganado a la gran masa del pueblo. Ahora, despues de la aventura de Kornilov, es un hecho. Lo que sucede en provincias y la toma del Poder por los Soviets en numerosos lugares lo demuestran.

    3. Nuestros enemigos y la pequefia burguesia irreso-luta aun no daban pruebas de oscilaciones de una gran amplitud politica; ahora estamos en presencia de inmen-sas oscilaciones. Nuestro enemigo principal, el imperia-lismo aliado y mundial, pues los Aliados estdn a la cabeza del imperialismo mundial, oscila en este momen-to entre la guerra hasta la victoria final y la paz sepa-rada contra Rusia. Nuestros dem6cratas pequefioburgue-ses, que han perdido maniflestamente la mayoria en el pueblo, son presa de vacilaciones no menores; han re-nunciado al bloque, es decir, a la coalici6n con los ca-detes.

    4. Por eso, los dias 3 y 4 de julio la insurrecci6n hu-biera sido una falta: ni fisica ni politicamente hubiese-mos podido conservar el Poder. No hubieramos tenido la fuerza fisica, porque, aunque Petrogrado hubiera esta-

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  • do en nuestras manos unos instantes, nuestros m i n u s obreros y soldados no se habrlan batido y dejado matmr por conservar la ciudad: toda via no se hallaban en el estado de exasperaci6n> que hoy les es propio, no her-vian en un odio tan furioso contra los Kerenski, los Tse-retelli y los Tchernov. Nuestros militantes no estaban templados por la persecuci6n a la que han prestado su apoyo los socialrevolucionarios y los mencheviques.

    Politicamente, no hubtesemos conservado el Poder los dias 3 y 4 de julio, porque, antes de la aventura Kornilov, el Ejercito y las provincias hubieran podido marchar y hubieran marchado contra Petrogrado.

    Ahora la situaci6n es completamente distinta. La mayoria de nuestra close, la vanguardia de la re-

    voluci6n, la vanguardia del pueblo, capaz de arrastrar a las masas, esta con nosotros.

    La mayoria del pueblo esta, con nosotros, pues la di-misi6n de Tchernov es el indicio m&s visibleno es el unico, lejos de eso, pero si el ms visible-*-de que el blo-que de los socialistas revolucionarios (lo mismo que el Partido socialista revolucionario independiente) no dard la tierra a los campesinos. Ahora bien, esta cuesti6n con-fiere a la revoluci6n su car&cter esencialmente popular...

    Nuestra victoria es segura, porque el pueblo estd casi reducido a la desesperaci6n y nosotros le sefialamos la verdadera soluci6n> (1).

    Este extracto altamente instructivo de una obra de Lenin muestra qu6 enorme importancia atribuia a las condiciones politicas de la insurrecci6n, cuan-do se t ra ta de rljar la fecha de 6sta. Su apreciacidn de la situaci6n en julio era absolutamente justa. El Partido no tenia aiin a su favor a la mayoria del pueblo, el enemigo no estaba aiin bastante trabado

    (1) Lenin, Obras compleias, tomo XXI, art. E1 mar-xismo y la insurrecci6n, pdgs. 241-242. 6 2

  • 6n sus contradlcciones, los oprlmidos todavlapo-dlan vivir como antes, y las clases domlnantepo-dian aiin gobernar como en otros tiempos*. Erdos meses la situacidn cambid por completo. Nutro Partido tenia ya a su favor a la mayoria del ue-blo, y Lenin decidi6 la cuesti6n de la insurreidn en el sentido positivo, Se engafiaban burdarmte quienes, como Zinoviev, Kamenev y otros, crelaiciue Lenin destruirla asi la revoluci6n rusa y con el la revoluci6n internacional.

    Lenin, en septiembre, vela claramente que laaa-yoria del pueblo seguia al Par t ido bolchevique; uz-gaba con exactitud la situaci6n y sabia que lbia llegado el momento de la insurreccidn victoisa. Convencido de la enorme responsabilidad de nutro Partido an te el proletariado no s61o ruso, sino ter-nacional, temia dejar pasar el momento favorak a la insurrecci6n, temia que la situaci6n se modifcse radicalmente en favor de las clases dirigentes jiue la toma del Poder fuese asi diferida temporalmite. Por eso insistia tan imperiosa y categ6ricamentso-bre la insurreccidn en octubre: j Ahora o msa! iEl retraso es la muerte! jLa victoria es seguraes-perar es un crimen ante la revoluci6n!>

    Por esta raz6n, viendo Lenin que el momentes-taba maduro para una insurrecci6n victoriosa, ac6 tan f uriosamente a Zinoviev y Kamenev, llamdnlos rompehuelgas, reclamando su exclusi6n del Pailo. Tenia raz6n mil veces. Kamenev y Zinoviev ses-t imaban la madurez de la situaci6n revolucioria en Rusia y en Occidente, exageraban las fuerzsde la contrarrevoluci6n, ocupaban una posici6n quen el fondo, no se diferenciaba en nada de la dlos socialdem6cratas.

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  • Un ejemplo negativo, por lo contrarlo, de la fija-ci6n de la fecha de la lnsurrecci6n es el de la ac-cldn de marzo de 1921 en Alemania, o m&s exacta-m e n t e la t&ctica del Partido comunista alem&n res-pecto a esta acci6n de marzo. La acci6n de marzo estaba te6ricamente justiflcada por una ]lamada teo-ria de la ofensiva (1), que fu6 condenada por el Ter-cer Congreso de la Internacional Comunista, y que Lenin caracteriz6 como una teoria de putsch. Los obreros de las cuencas mineras de Alemania central t en ian m&s temple revolucionario que los de las de-m&s regiones. El Gobierno comenz6 a tomar contra ellos diversas medidas de represidn. Como respuesta, el Comity central del Partido comunista llam6 a las masas obreras de Alemania a la huelga general que debia conducir a la insurrecci6n. En Alemania cen-tral la consigna fu6 aceptada y estall6 una huelga general, que en algunas regiones degener6 en insu-rrecci6n armada. Pero como el proletariado del res-to del pais no sostuvo activamente a los obreros de Alemania central, estos tiltimos fueron aplastados por las fuerzas superiores de la contrarrevoluci6n.

    El Comite central del Partido comunista alem&n habia sobreestimado el car&cter revolucionario de la

    (l) Algunos te6ricos del comunismo alem&n lanza-ron en esta epoca la teoria de la ofensiva*, es decir, la teoria del asalto revolucionario. Razonaban asi: pues-to que la guerra imperialista de 1914-1918 y la Revoluci6n de Octubre han inaugurado la epoca de las revolucio-nes proletarias, la linica t&ctica justa de la Internacio-nal Comunista debe ser la del asalto revolucionario para derribar a la burguesia. Estos te6ricos no contaban con el principio leninista de que el capitalismo, en la epoca de su descomposicion, es capaz aun de sacudidas tempo-rales, durante las cuales la t&ctica del asalto revolucio-nario debe reemplazarse por otra m&s conveniente y no menos revolucionaria adem&s.

  • situacidn, no habia comprendido que decenasle millones de hombres no hacen la revoluci6n poiel simple consejo de u n partido*, que solo con la vanguardia no se puede obtener la victoria*, que *-cenas de millones de hombres no hacen la reva-ci6n de encargo, sino que la hacen cuando el pu4o es acorralado a u n a situaci6n imposible, cuandoa impulsi6n general, la decision de decenas de mi)-nes de hombres rompen todas las ant iguas barrets y estdn verdaderamente en condiciones de crear xa vida nueva* (1). El Partido comunista habia olvidio que el proletariado aleman, en su con junto, desps de sufrir t an duras derrotas y reducido, desde ,s jornadas de marzo de 1920, a la defensiva, no poa, sin preparacion politica previa, responder con si-ciente actividad a la consigna de huelga general ye insurreccidn lanzada por el Partido, es decir, a a Uamamiento para acciones de masas decisivas ir la toma del Poder. La transici6n era demasiado b r -ca. La vanguardia, con un pequefio destacamentoe la clase obrera, se lanzo al combate decisive sin -ber de ninguna manera si seria sostenida por l grueso de la clase obrera de todo el pais o si su i-ciativa seguiria siendo aislada.

    Aqui, la fecha de la acci6n decisiva habia sido fl-da en falso por el Comite central del Part ido con-nis ta de Alemania: el Uamamiento a la ofensiva r nera l era prematuro.

    Naturalmente, si el momento de la insurrecci6n d h a sido bien elegido, no se sigue de esto en modo -guno que nosotros debamos condenar la insurreccli de marzo. No se t r a t a de eso, sino de encontrar 3

    (1) Lenin, Obras completas, tomo XXV

  • causas de la derrota. En la insurfeccidn de marzo tomaron parte las masas obreras de algunas regiones de Alemania central. Desde este momento, no es po-sible condenar esta insurreccidn, pues seria menes-ter no ser revolucionario para condenar una lucha de las masas tinicamente porque su resultado no ha sido el deseado. Pero, al mismo tiempo, debemos cri-ticar el papel y la conducta de la direcci6n en este acontecimiento y no encubrir sus faltas si se han co-metido.

    Al hablar de la elecci6n del momento debe uno detenerse igualmente en la insurrecci6n de Reval de 1 de diciembre de 1924. S61o tomaron parte en ella de 230 a 250 personas. No hubo, como veremos m&s tarde en el examen detallado de esta insurreccidn, grandes acciones de masas del proletariado ni en visperas, ni durante , ni despues del movimiento. El Partido obrd sdlo con una tropa insigniflcante de re-volucionarios, con la esperanza de asestar un primer golpe sensible a las fuerzas gubernamentales y de arrastrar luego a las masas proletarias que termina-rian la insurreccidn. Pero los insurgentes, por su pe-quefio ntimero, fueron aplastados an tes que las ma-sas hubiesen podido entrar en acci6n.

    Los errores del Partido comunista de Estonia son aqui evidentes. La experiencia de Reval confirma una vez m&s la exactitud del principio de Lenin de que es imposible ac tuar sdlo con una vanguardia, y que la intervencidn de esta vanguardia sin sosten activo del grueso de la clase obrera este condenada al fra-caso.

    Finalmente, la segunda insurrecci6n de Shanghai de 21 de febrero de 1927 no deja de tener interns desde el punto de vista de la fijacidn de la fecha

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  • de la insurreccidn. Fue desencadenada cuando la huelga general declinaba ya y la mi tad de los huel-guistas, bajo la influencia del terror gubernamen-tal, se habian reintegrado ya al trabajo. Dos dias antes, el movimiento revolucionario del proletariado de Shanghai estaba en su apogeo: cerca de 300.000 obreros se hal laban en huelga. Sin embargo, el Par-tido, por falta de organizacion tecnica, diferia la fe-cha de la insurreccidn. Dos dias se perdieron en pre-parativos. Entre tanto, la situacidn general cambid en sentido contrario al proletariado. La insurreccidn, por esta causa, no podia dar resultado.

    El ejemplo de la segunda insurreccidn de Shan-ghai muestra que a veces un dia o dos pueden tener una importancia decisiva.

    Despu6s de lo dicho sobre la elecci6n del momen-to, no tenemos que detenernos en la cuestidn que, a su tiempo (en 1905, antes de la insurrecci6n de di-ciembre), h a sido materia de discusion entre Lenin y la nueva Iskra, en particular Martynov, a saber: ipuede fijarse u n a fecha determinada para la insu-rreccidn? Como sabemos, la insurrecci6n de Pet ro-grado en 1917 fue fljada para el 7 de noviembre, coincidiendo con la apertura del segundo Congreso de los Soviets; numerosas insurrecciones proletarias en otros paises se han fljado con fechas precisas y ejecutado segun u n plan. Sin duda, es imposible or-denar a fecha flja la revolucidn o un movimiento obrero. Pero fljar la fecha de la insurreccidn, si la hemos preparado realmente y si la revoluci6n ya realizada en las relaciones sociales la hace posible, es cosa perfectamente realizable... La fecha de la insurrecci6n puede ser fljada, si los que la fljan t i e -

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  • nen influencia en las masas y saben apreciar el mo-mento Justamente> (1).

    La insurrecci6n en el sentido amplio de la pala-bra no es, naturalmente, una operaci6n puramente mil i tar ; en el fondo, y ante todo, es un poderoso movimiento revolucionario, un poderoso impulso de las masas proletarias contra las clases dominantes, o, al menos, de la fracci6n activa de estas masas, aunque numSricamente sdlo constituya la minoria del proletariado. Es u n a lucha activa y resuelta de la mayoria activa en el momento decisivo y en el punto decisivo. Las operaciones militares de la orga-nizaci6n de combate deben coincidir con el apogeo del movimiento del proletariado. Sdlo en estas con-diciones, la insurreccidn puede tener exito. La situa-cidn revolucionaria m&s favorable, por si misma, no basta para asegurar la victoria de la revolucidn. La insurreccidn debe organizarse por un partido. El Po-der no viene a las manos, hay que tomarlo. E1 an-tiguo Gobierno, aun en tiempos de crisis, no caerd si no se le hace caer (Lenin).

    En este sentido, Lenin escribia, en E1 marxismo y la insurreccitim, ya citado, despues de la exposi-cidn de las condiciones politicas que garant izan el 6xito de la insurreccidn:

    Para tratar la insurreccion como marxistas, es decir, para tratarla como un arte, debemos, al mismo tiempo, sin perder un minuto, organizar un cuartel general de los destacamentos insurreccionales, distribuir las fuerzas, apostar los regimientos fleles en los puntos m&s impor-tances, cercar el teatro Alejandra, ocupar la fortaleza de

    (1) Lenin, Obra* completer, tomo VII, art. , p&gs. 141-142. 68

  • Pedro y Pablo, detener al gran Estado Mayor y al Go-bierno, enviar contra los junkers y la divisi6n salvaje* destacamentos capaces de sacriflcarse antes que dejar penetrar al enemigo en el centro de la ciudad; rnovl-lizar a los obreros armados, llamarlos a una ultima ba-talla encarnizada, ocupar simult&neamente el tetegrafo y el telefono, instalar nuestro cuartel general insurrec-cional no lejcs de alii, en la central telef6nica, enlazarlo por medio del telefono a todas las f&bricas, a todos los regimientos, a todos los puntos donde se desarrolle la lucha armada* (l)...

    Lenin no era solamente el gran estratega de la revoluci6n; comprendia mejor que nadie la tesis"de Marx, t a n rica en contenido: La insurrecci6n es un arte*, y supo aplicarla de m a n o maestra a la lucha pr&ctica por el Poder. S61o apreciando justamente el momento de la insurrecci6n y tratando esta ul t i -ma como un arte, es decir, aplicando todas las me-didas politicas, tScnicas y t&cticas necesarias, se ha hecho posible la Revoluci6n de Octubre.

    Por lo que se reflere a la preparaci6n de la lucha decisiva del proletariado por el Poder, para exami-nar esta cuesti6n s61o en su aspecto politico gene-ral, es esencial saber cudndo orientar toda la accidn politico, del Partido hacia la preparacion pr&ctica in-mediata (politica y tScnica) de la insurreccidn, cudn-do dar a las masas consignas como las de control obrero de la produccion, Comites campesinos pa ra la ocupaci6n de las haciendas de los grandes propieta-rios y del Estado, Guardia roja, armamento del p ro-letariado y desarme de la burguesia, organizacidn

    (1) Lenin, Obras completas, tomo XXI, art. E1 mar-xismo y la insurreccitin*. p&g. 245. 69

  • de los Soviets y toma del Poder por ia insurrecci6n armada, etc., es decir, cudndo hay que trasladar el centro de gravedad de la agitacidn prdctica cotidia-n& hacia las consignas del objetivo final de la lucha de las clases laboriosas, y cudndo concentrar toda la utencidn del Partido en la movilizacidn de las masas cn torno de estas consignas, que deben llegar a ser, dada la situacidn, las consignas dominantes del dia.

    Uste momento es, en el fondo, el comienzo de una nueva fase de la vida del Partido y del proletariado en general. Determinar precisamente este principio es tan dificil como determinar el de la insurrecciGn. Si se flja demasiado pronto, es decir, cuando la si-tiuci6n general requiere todavia la agitaci6n y la propaganda por las reivindicaciones parciales ordi-narias de las masas, cuando estas ultimas a u n estdn insuficientemente preparadas para las consignas de la lucha final y para la lucha, no estan bas tante pe-netradas del espiritu revolucionario, cuando el ene-mig[o no se halla bas tante trabado en las contradic-tions, las consignas de la lucha final ser&n incom-prendidas por las masas, el Uamamiento al combate por estas consignas les parecerd demasiado brusco, y, flnalmente, la decisi6n del Partido respecto al cambio de orientaci6n en el sentido de la prepara-cifo inmediata de la insurrecci6n no ser& viable y no producing nada positivo.

    Por ot ra parte, toda manifestacidn de seguimien-to) en la cuestidn del cambio de orientaci6n del Par-ti

  • puede reducir a la nada la lucha por el Poder sn el periodo dado, en t an to que una buena politica del Part ido y una buena solucidn del problema del cam-bio de orientacidn en el sentido de la preparacidn inmediata para la toma del Poder pueden hacer esta lucha posible y victoriosa.

    Si no examinamos mas que el aspecto militar de la insurreccidn, estd claro que, como toda operaci6n militar, no puede improvisarse, sino que reclama. por lo contrario, una preparaci6n prolongada, sistemd-tica y completa, mucho tiempo antes de la fecha fljada. Si no consideramos la insurreccion como un arte, si no la preparamos sistem&tica y tenazmente en todos sus aspectos y desde el punto de vista pu-ramente militar, es absolutamente imposible que tenga 6xito, aun si la situaci6n politica general es favorable a la toma del Poder por el proletariado. Es 6ste un principio valedero para todos los paises, y en particular para aquellos en que la burguesia, gracias a una dominacidn prolongada, h a sabido constituir un aparato gubernamental flexible y po-deroso. Por consiguiente, hasta partiendo de consi-deraciones puramente militares, sin hablar de otros factores politicos m&s importantes, importa en el mas alto grado que el Partido decida en tiempo litil la cuestitin: ^orientarse hacia la prejparacidn inme-diata de la insurreccidn, o bien continuar movili-zando a las masas en la lucha por las reivindicacio-nes cotidianas de la clase obrera?

    El Partido debe hallarse en condiciones, por un buen an&lisis de la situaci6n del pais, por una liga-z6n estrecha y directa con las masas, por el conoci-miento de la situacidn del adversario y de la direc-cidn de su politica interior y exterior, de prever en

    7 i

  • t iempo tltil la aproximacion de una situacidn revo-lucionaria y orientar suflcientemente pronto todo su t rabajo politico y su organizaci6n hacia la prepara-cidn inmediata de la insurrecci6n.

    U n a de las causas de la derrota de la revoluci6n a lemana en 1923 fu6 que el Partido comunista ale-m&n se habia orientado demasiado tarde hacia la preparacidn inmediata de la insurreccion. Con una direccion bolchevique en el Partido, la proximidad de una situacidn inmediatamente revolucionaria hu-biera podido preverse con toda seguridad desde el momento de la ocupacion (o por lo menos inmedia-t amente despuSs) del Rhin y del Ruhr por las tropas francesas. En este momento comenzd en Alemania u n a profunda crisis econdmica y politica. En este momento, en algunas regiones (Sajonia, Halle, Mer-seburgo, etc.), prlncipiaron a formarse, por iniciativa de los mismos obreros, centurias proletarias de com-ba te . Y, sin embargo, el Comitfc central del Partido comunista no se orientd hacia el a rmamento de los obreros y hacia la insurreccion sino a part i r de la huelga general de t res dias, de principios de agosto, que derribd al Gobierno de Cuno (nacionalista). Se habia per dido mucho tiempo: las centurias proleta-r ias se formaban sin cuadros ni direction convenien-tes ; no habian sabido hacerse con a rmas en numero suflciente; el trabajo en el ejercito y en la policia se habia Uevado a cabo muy insuficientemente, y todo esto, de concierto con las dem&s causas (1), no po-

    (1) Aqui no decimos nada de los errores oportunistas del Comite central del Partido comunista alem&n en toda clase de problemas, que han jugado un papel esencial en la derrota de la revoluci6n de 1923, y de los cuales se

    7a

  • dia dejar de influir en la solucidn de la crisis m o -lucionaria del otofio de 1923.

    El Part ido comunista alem&n, o m&s exactamente su dlrecci6n, no comprendi6 prontamente l a impor-tancia .de la ocupaci6n del Ruhr y del Rhin por los franceses, no apreci6 como convenia la p6rdida su-frida por la economia a lemana (80 por 100 de la producci6n de hierro y acero y 71 por 100 de car-b6n), ni el sentido de la politica de resistencia del Gobierno. Por esta razdn, no ha podido pre-ver oportunamente la crisis econ6mica que, en su desarrollo, engendr6 la crisis revolucionaria.

    Por ot ra parte, si el Par t ido comunista chino, in-mediatamente despu6s de la desgraciada insurrec-cion de febrero de 1927 en Shanghai, no hubiese comprendido que el momento iba a ser favorable para u n a nueva insurreccibn revolucionaria y no se hubiese preparado con t a n t a energia como lo hlzo, aceptando todos los sacriflcios, la insurrecci6n de 21 de marzo, aunque hubiese vencido (por las con-diciones extraordinariamente propicias), habr ia cos-tado, asi y todo, mucho m&s, sin duda, de lo que cost6 despuSs de haberse preparado cuidadosamente.

    Otro tanto puede decirse del Partido bolchevique ruso en 1917. La flrme orientaci6n de todo el Par-tido hacia la toma del Poder por los Soviets habia sido adoptada desde la llegada de Lenin (tesis de abril). A partir de este momento, todo el t rabajo po-litico y organico del Part ido fu6 conscientemente di-rigido hacia la preparaci6n de las masas pa ra la toma del Poder. F&cil es flgurarse lo que hubiera su-tratd detalladamente en el V Congreso de la Interna-cional Comunista. No examinamos m&s que algunos fac-tores de car&cter politico y militar.

    73

  • c&ido si el Partido hubiese vacilado en este punto esncial, si hubiese tardado en efectuar este cambio d( orientacidn, o bien si hubiese adoptado la posi-cim que mas adelante ocuparon Zinoviev, Kamenev yatros. Naturalmente, en tal caso no hubiera sido psible la victoria de Octubre, pues la situacidn ex-trmadamente favorable de octubre de 1917 no pro-rata solamente de causas objetivas (prolongacidn d< la guerra, crisis economica, revoluci6n agraria, etetera), no se habia creado completamente sola, p
  • del enemigo; llega, graciajs a esta experiencia, a crearse una politica y una t&ctica suyas; acumula las lecciones de la Historia y se lanza al combate con una nueva energia para realizar sus objetivos de clase. En este sentido, las derrotas temporales su-fridas por el proletariado no deben considerarse so-lamente como derrotas. Cada una de ellas contiene los elementos de una victoria fatal en el porvenir. Engels ha dicho en alguna par te : Los ejercitos de-rrotados est&n en buena escuela.> Estas admlrables palabras aun son m&s aplicables a los ejercitos re-volucionarios reclutados entre las clases avanzadas (Lenin). Sin la repeticidn general de 1905, no podria concebirse la victoria del proletariado ruso en octu-bre de 1917. Sin u n a serie de victorias y de penosas derrotas. con innumerables sacriflcios, que ha expe-rimentado en el curso de estos ultimos afios el pro-letariado chino, no podria concebirse la victoria fa-tal de la revoluci6n proletaria en China. Esto es in-contestable. En este terreno hay que plantear la cues-tidn de las insurrecciones, no ya generales, sino par-ciales, de la lucha parcial (no universal) del prole-tariado y de los campesinos oprimidos contra las cla-ses dominantes.

    Es absolutamente natural e inevitableescribe Lenin en 190G, en su articulo La guerra de partidarios*que la insurrecci6n alcance una forma superior y mis comple-ta, la de una guerra civil prolongada que abarque todo el pais, es decir, de una lucha armada entre dot partes del pueblo. Esta guerra no puede concebirse de otra ma-nera que como una serie de grandes combates poco nu-merosos, separados por intervalos bastante grandes, y una masa de pequeflas escaramuzas en el intervalo. Si es asi, y es efectivamente asi, la socialdemocracia debe

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  • en absoluto proponerse crear organizaciones con la ma-yor aptitud posible para dirigir a las masas a la vez en estos grandes combates y, si puede ser, en las pequerlaa escaramuzas* (1).

    Este combate, que comprende intervalos bastante largos, no puede concebirse como una victoria con-tinua sin fracasos ni derrotas parciales. Sucede fre-cuentemente que el proletariado interviene con las armas en la m a n o contra el Poder sin tener proba-bilidades decisivas de victoria, y que, por este medio, obliga a las clases dirigentes a satisfacer tal o cual de sus reivindicacicnes. No puede permitirse pensar que la intervenci6n armada del proletariado s61o es admisible con u n a garantia perfecta de victoria. Eso es una ilusi6n. La insurrecci6n a rmada es una ope-racion que se basa en los principios del arte mili-tar* y, como ta l (como toda operacion), no puede tener una garan t ia absoluta de 6xito. Fracasos, por tal o cual circunstancia, aun de orden puramente subjetivo (el proletariado nunca t iene y jam&s ten-dr& dirigentes en numero suficiente o suflcientemen-te preparados tecnica y militarmente), siempre son posibles y has ta inevitables.

    Kugelmann, a prop6sito de la Comuna de Paris, se habia permitido expresar algunas dudas respecto de las pocas probabilidades que tenlan los parisienses, y Marx le escribl6:

    Hacer la historia seria evidentemente muy c6modo, si no se emprendiese la lucha m&s que con probabUi-dades absolutamente seguras de victoria.

    (1) Lenin, Obras completas, tomo X, art. La guerra de partidarios*. 7

  • >Los canallas burgueses de Versalles hablan puesto a los parisienses ante esta alternativa: o bien aceptar el desafio, o bien rendirse sin combate. La desmoralizacidn de la clase obrera, en este ultimo caso, hubiera sido una desgracia mucho mas grande que la perdida de cuantos lideres quer&is> (2).

    Tambien en nuestra epoca, acaso no pueden p r o -ducirse y no se producen, en efecto, casos en que el proletariado de un pais o de un centro industrial, sin tener probabilidades de victoria, se ve obligado, no obstante, por tales o cuales condiciones, y en p a r -ticular por las provocaciones de las clases dirigentes, a empefiar u n a lucha armada? ^Acaso no se h a n visto ejemplos de insurrecci6n espont&nea (Craco-via en 1923, Viena en 1927, etc.), en que el proleta-riado, sin pensar en el resultado del combate, t o m a las arnias y entra en liza? Podria negarse el P a r -tido proletario a particlpar en la lucha de las masas , negarse a dirigirla, condenarla o permanecer n e u -tral? Semej a n t e partido cesaria de ser el Partido del proletariado y mereceria ver a las masas ale] arse de 61 con desprecio.

    El Partido comunista toma la parte m&s ardiente en cualquier lucha de las masas, en cualquier l ucha armada, se pone a su tabeza, las dirige, independien-temente de las condiciones en las que esta lucha tie-ne lugar, tenga 100 por 100 de probabilidades de vic-toria o no tenga ninguna. El Partido, como vanguar-dia de la clase, esta obligado a decidir de la utilidad o de la inutilidad de la accidn antes del comienzo del combate, y a hacer, en consecuencia, su agitaci6n en las masas. Pero desde que la lucha armada se

    (1) Cartas de Marx a Kugelmann, cita de Lenin. 77

  • empefta, no debe tener ya nlnguna vacllaci6n sobre lo que ha de hacer, sostenerla, dirigirla o no. El P a r -tido debe obrar en estos casos como Marx durante la Comuna de Paris y Lenin durante las Jornadas de julio en Petrogrado. Desde septiembre de 1870, Marx prevenla a los parisienses contra la insurreccidn, que consideraba u n a locura; pero cuando la insurreccidn estalld, form6 al lado de los insurgentes. Mientras se desarrollaba la lucha del proletariado parisiense, Marx escribia:

    Suceda lo que sucediere con la insurrecci6n parisiense, aun si es aplastada por los lobos, los cerdos y los perros repugnantes de la antigua sociedad, ser& la m&s glo-riosa hazafta de nuestro Partido desde la insurrecci6n de junto* (1).

    Lenin, como es sabido, estaba contra la insurrec-cidn de julio. E1 momento no ha llegado*, adver-tla, pero luego que las masas se lanzaron a la calle, estuvo con ellas.

    Hay diversas clases de insurrecciones: las insurrec-ciones victoriosas, las insurrecciones de masas, pero que conducen a un fracaso; la guerrilla de part ida-rios (pequefias escaramuzas), l a s insurrecciones putsch, es decir, las que est&n organizadas solamente por un part ido o alguna organizaci6n sin la pa r t i -cipaci6n de las masas.

    El principal criterio de la act i tud del Partido res -pecto de estas diversas clases de insurrecciones es este: toman parte o no las masas? El Partido re-chaza los putschs como una manifestacidn de aven-turismo pequefioburgu6s. El Part ido sostiene y dirige

    (1) Cartas de Marx a Kugelmann, cita de Lenin. 7*

  • toda lucha de masas, incluso las pequefias escara-muzas o las operaciones de partidarios, si las masas participan realmente en ellas.

    Sin embargo, seria un error grosero inferir de esto la conclusi6n de que, si tal o cual destacamento del proletariado esta dispuesto a en t ra r en la lucha ar-mada contra su enemigo de clase, el Partido estu-viese obligado, independientemente de las circuns-tancias generales y locales, a l lamarlo a la insunec-cidn. Semejante Partido seria indigno del titulo de dirigente de la clase de vanguardia.

    La insurreccidndecia Lenin en 1905es una gran pa-labra. El Uamamiento a la insurrecci6n es cosa suma-mente seria. Cuanto m&s se complica un regimen social, y la organizaci6n del Poder es m&s perfecta, y la tecntca mttitar este m&s perfeccionada, tanto mfi,s imperdona-ble es el empleo a la ligera de tal consigna.*

    Al llamar a las masas a la insurrecci6n, el Par-tido debe contar siempre con los resultados. Ha de prever que insurrecciones aisladas no pueden lograr 6xito decisivo. Su deber es llamar a las masas a la insurreccidn cuando la coyuntura local y general es la mas favorable al Sxito, cuando la correlaci6n de fuerzas este en favor

  • 1927 y comienzos de 1928, constatando la presencia de una situaci6n inmediatamente revolucionaria, 11a-maban frecuentemente a las masas proletarias a la insurreccion sin preguntarse si estas insurrecciones podrian tener 6xito, si reforzarian o debilitarian las posiciones del proletariado. En estos llamamientos, en estas tentativas de organizacidn de insurreccio-nes, se reflejaba la mentalidad de extrema izquierda de una determinada fraccidn del Partido comunista chino.

    El Partido sostiene cualquier insurreccidn de masa. Sin embargo, si la insurreccidn no estalla espontd-neamente, sino que es organizada por el Partido; si las masas entran en la lucha armada por el Uama-miento del Partido, este Ultimo tiene la responsabi-lidad de la eleccion del momento y de la direccidn de la lucha.

    La insurrecci6n es un arte, lo mismo que la guerra o cualquier otro, y est& sometida a ciertas reglas, cuya ne-gligencia arruina al partido culpable de ella. Estas_xe-glas, que son deducciones de la naturaleza de los parti-dos y de las circunstancias con las que hay que contar en semej ante caso, son tan Claras y simples que la corta experiencia de 1848 ha bastado a los alemanes para aprenderlas. Primeramente, no jugueis nunca con la in-surreccidn si no est&is decididos a afrontar todas las consecuencias del juego. La insurrecci6n es un c&lculo con magnitudes desconocidas cuyo valor puede variar todos los dias; las fuerzas que combatis tienen sobre vos-otros la ventaja de la organlzaci6n, de la disciplina y de la autoridad tradicional. Si no podeis oponerles fuer-zas superiores, sereis derrotados, est&is perdidos. En se-gundo lugar, una vez que se ha penetrado en la via re-volucionaria, obrad con la mayor determinacidn y to-8q

  • mad la ofensiva; la defensiva es la muerte de toda iu-blevaci6n armada; este aniquilada antes de haberse me-dido con el enemigo. Atacad a vuestros adversarios de improviso, mientras sus tropas esten diseminadas; obrad de tal forma que obteng&is todos los dias nuevos 6xitos, por pequefios que sean; mantened el ascendiente moral que os haya valldo la primera sublevacidn victoriosa; agrupad en torno vuestro a los elementos que siguen siempre la impulsi6n m&s fuerte y se alistan siempre en el partido m&s seguro; forzad a vuestros enemigos a ba-tirse en retirada antes de que hayan podido concentrar sus fuerzas contra vosotros. Segun la frase de Dant6n, el m&s grande maestro en tectica revolucionaria cono-cido hasta el dia: audacia, mds audacia y siempre au-dacia* (1).

    Al examinar los problemas de la insurreccidn, ten-dremos siempre a la vista en lo sucesivo este notable pasaje de Marx, t a n rico de contenido y de profun-didad de pensamiento, por el cual se han guiado Lenin y el Partido bolchevique en su tectica de la insurreccidn, y que debe servir de hilo director a to-dos los partidos comunistas en la preparacidn y di-reccion de la lucha armada por el Poder.

    Al sefialar los caracteres de las diversas insurrec-ciones de todos los paises, fijaremos nuestra aten-ci6n, no solamente sobre los problemas de principio, sino tambien en todas partes en que sea posible (en tan to que dispongamos de datos precisos), nos de-tendremos en detalle sobre las cuestiones de organi-zaci6n tecnica y de tactica militar en los prepara-tivos de la insurreccion y en la insurreccidn misma.

    (l)Marx, Revolucion y contrarrevolucidn en Alemania (citado segiin Lenin, Obras completas, tomo XXI, p&gi-nas 341-342). 81

  • U n examen, lo m&s completo posible, de los diver-sos ejemplos de insurreccidn proporcionados por la His tor ia nos proveera, de materiales que nos permi-tir&n algunas conclusiones generales en materia de organizacidn y direccidn de la lucha a rmada del pro-le tar iado.

    L a historia de la lucha de clases del proletariado internacional en el siglo XX es sumamente rica en ejemplos de lucha armada. Nuestra tarea no per-m i t e el examen de todas las insurrecciones proleta-r ias , ni siquiera de las m&s importantes. Analiza-remos solamente* los ejemplos m&s caracteristicos, que sean m&s instructivos, ya desde el punto de vista de los principios politicos, es decir, de la aprecia-ci6n de las condiciones sociales y politicas y de la eleccidn del momento de la insurreccidn, ya desde el punto de vista de la preparacidn y direccidn militar de la insurreccidn mi$ma.

    8a

  • XII EL TRABAJO MILITAR DEL PARTIDO ENTRE LOS

    CAMPESINOS LOS PARTID0S REV0LUCIONARI0S

    La victoria de la revolucibn proletaria es imposible en los palses agrarios y semiagrarios si el proletaria-do revolucionario no estd activamente sostenido por el grueso de la poblacidn campesina. Es una ver-dad indiscutible, tanto para la revolucidn democr&-ticoburguesa como para la revolucidn proletaria. En el periodo de la revolucidn democr&ticoburguesa no hay lucha del proletariado por la realizacidn de sus consignas, por la transformaci6n de la revoluci6n democr&ticoburguesa en revolucidn proletaria, que pucda ser coronada por el ixito sin un bloque revolu-cionario del proletariado y los campesinos, sin la par-ticipacidn activa de la masa de los campesinos opri-midos para la realizacidn de las consignas de la revoluci6n. Una prueba evidente de ello nos la dan tres revoluciones en Rusia, la gran revolucibn china y las luchas revolucionarias de muchos otros paises. Este principio leninista esencial es hoy un hecho absolu-

    383

  • t amen te indiscutible para todo verdadero revolucio-nario. En China, en la India, en la America latina, en muchos paises de Europa (paises balc&nicos, Ruma-nia, Polonia, I tal ia, Francia, Espafia, etc.), el aliado decisivo del proletariado en la revolucidn ser& la po-blaci6n campesina. S61o en el caso de que la ola r e -volucionaria movilice a las masas agrarias, conduci-das por el proletariado, podr& tr iunfar la revolucidn. De ah i la importancia excepcional que tiene la agi-tacidn del Part ido en el campo.

    Todo movimiento revolucionario importante entre los campesinos, como se vi6 en China y como se ve aiin hoy hasta cierto punto, adopta al principio la forma de levantamientos aislados, espontdneos y no organizados de destacamentos de nartidarios con-tra los grandes propietarios, los kulaks (1), los co-merciantes y los usureros contra las autoridades que hacen la leva de impuestos, en u n a palabra, contra todos los poderes administrativos y politicos que existen en la ciudad y en el campo, contra el regi-men existente, por la conflscacidn y el reparto de la tierra, por la supresidn de los arrendamientos y de las deudas, por la toma del Poder politico por las or-ganizaciones campesinas. En el primer estadio del m'ovimiento revolucionario, los campesinos lanzan raramente consignas muy acusadas de revolucidn agraria; se levantan solamente contra los malos propietarios, reclaman sdlo la disminucidn de los arrendamientos y de los impuestos, etc.

    El rasgo esencial de la revolucidn campesina en su primera etapa es su car&cter espontdneo, el aisla-miento y la fal ta de organizaci6n de las interven-

    Kl) Campesinos ricos. 384

  • R E I A L Bautn Russo-Bahique: Dursena Ruo-B allien. Fabrique de papier baliique: Fabrica de papel baltlaa. Fabrique de machine*: Fabrica de maquiaaa. Fabrique de fibres: Fabrica de librae. Usine d'ilectricitk Central eleotrica. Pare: Parque. Prison maritime: Priaidn maritima. Scale: Beouala. Reserve de police man tee: Reserva de pollcia montada. Commandemantrevohitionnaire: Man do revoluoiocario-Oare: Bstaoldn. Chateau: 0 ftillo. Quartier ouurier; Barrio obrero.

  • S H A N G H A I ParcJesjleld: Parque Jcafleld. Concession francaise: OonoeaiOn francesa. Sieges de: ResidencUe de. 1 Li-BavChan: S Conseil Municipal- Oonaejo Mantcipal. Casernes et Stat Major: Oaartelei y Bttedo Mayor. Corueil general: Oonsejo general. Egliif russe: Igtetla rasa. Presse commercial* Prensa oomerolal. Care du XorcL- Bataoldn del Norte. Gars du SwL Bstaelon del Bar. Pare Tramcays; Parqae de tranriai. Fleuoe: Bio. Canonniires: Oafioneros. Flotte de guerre du imperialist**: Plota de guerra de tot Imperialist**. Ytrt: Haoia...

  • ! CANTVN Repartition cfes force* de Mcontre-revo/ut/on

    &u debut de i'fnsurrectfm ie 7t dec6?*

    ef du W/n&fMrtt

    Vil'e dt CAeitlovog

    Care de Oun-Schw Synd/c&de?

    C A N D l s t r l b a c i 6 n de l a s fue r za s c o m l e n z o de l a i u s n r r e c c i d a

    O N

    Pare ntanciont Par;.* 4e Caterne: Quart* L Caserne det off icier s el ecoie la. Gore: Estaoidn. titles mk**RLm>A\* J _ -

    : Ouartel de oficiales y escuela de aapirantes.

    l a e o n t r a r r e v o l n c l d n a l 11 de d i c l embre de 1927 .

    Flolte ehinoise: Plota china. Petit arsenal: Arsenal pequefio. Grand arsenal: Gran arsenal. Environ: Alrededor de.

  • E s q u e m a de a n a b o r r l c a d a .

    Altbrad. * * * * * * * Trliiohtrt*. PMI muftum DlracoloAM do lot faegoo. TirmUUurt r*r*ncMs dmm U$ mmi$otu: Tlradorti otrlneherodo. en 1M O W I , d'klmiweurv. Oropo do exploradoroo. QmtUmrt. (DififUiuri immidlaU d* fa barricadt): Aoechodoreo. Defensorei Ao.ohodor... lumtdUtotd.Ub.moad*.)

  • clones, la inexistencia de un programa politico de-terminado y tlnico para todas las regiones, la falta de consignas ftjas.

    El objetivo del partido proletario respecto a los campesinos consiste en conquistar la direcci6n del movimiento, en organizarlo, en movilizar a las ma-sas campesinas en torno a ciertas consignas de clase conforme al car&cter de la revolucidn, en una pala-bra, en dirigir todo el movimiento hacia la realiza-ci6n de estas consignas. El partido del proletariado debe coordlnar el movimiento campesino con los fines y las operaciones revolucionarias del proletariado en los centros industriales.

    Para el partido revolucionario debe ser evidente que el movimiento campesino, por amplio que sea, no puede pensar en ningtin 6xito decisivo sin la en t rada en accidn de la clase obrera. Lo mismo sucede con las operaciones de esta tiltima (en los paises agrarios y semiagrarios), que no van acompaftadas de u n a p o -tente acci6n revolucionaria de los campesinos. O r -ganlzar y prep^rar acciones combinadas y, a ser p o -sible, simult&neas en las ciudades y en los campos, tal ser& el fin esencial del partido revolucionario en los paises agrarios y semiagrarios.

    En China, a consecuencia de la campafia del Nor-te, el desarrollo del movimiento campesino h a a l -canzado proporciones colosales. Hacia la 6poca del V Congreso del Partido comunista chino (mayo de 1926), habia en el centro y en el Sur del pais, a p r o -ximadamente, diez millones de campesinos o rgan! -zados en ligas campesinas. La enorme mayoria, p r i n -clpalmente en el Sur, e r la cuenca del Y a n g - S e -Kiang, luchaba conscientemente, ya desde en tonces (1027), bajo la consigna de la revolucidn agrar ia . El

    385

  • partido comunista chino (su direcci6n de entonces), en vez de realizar la agitaci6n revolucionaria entre los campesinos segun las directivas de la Internacio-nal Comunista, en vez de arrastrar a las masas de la poblacion agraria al camino de la accion revolucio-naria ayudandolas a organizarse y a elaborar un programa politico y un plan de acci6n, acelerando la diferenciaci6n social en el campo; en vez de someter el movimiento a su influencia y de orientarse firme-mente hacia la extension y profundizacibn de la re-voluci6n agraria, trab6 el movimiento campesino y combati6, de acuerdo con el Kuomintang, los se-dicentes excesos, es decir, en realidad, las interven-ciones revolucionarias de las organizaciones campe-sinas. Fue este el mayor error de la direcci6n comu-nista de entonces

    Nada tiene de asombroso que esta politica del Par-tido comunista para con los campesinos y este bloque con el Kuomintang hayan tenido como consecuencia que los insurgentes de Ye-Tin y de Ho-Lun, cuando cespu&s de haberse sublevado, el 1. de agosto de 1927, en Nantghan, se pusieron en camino hacia el Sur, no pudieran encontrar para trasladar sus rau-niciones y, en general, su material de guerra, el nti-mero suficiente de coolies (1). Los campesinos aban-donaban sus pueblos para escapar a la movilizacidn. Los ejercitos de Ye-Tin y de Ho-Lun se vieron por esto obligados a abandonar enormes cantidades de municiones, que cayeron en manos del enemigo. Lo mismo ocurri6 en la regi6n de Svatan, donde el man-

    ID Los Ejercitos del Sur no poseen convoyes espe-ciales, y todos los transportes de material de guerra se hacen con coolies, es decir, con campesinos movilizados o libremente asalariados. 3S6

  • do de este EjGrcito revolucionario, que tenia a su frente comunistas y miembros de la izquierda del Kuomintang, intent6 hacer entrar en sus rllas a los campesinos y d i s t r i b u t e s las armas no utilizadas. Los campesinos no entraron en el EjSrcito revolucio-nario, pues ho encontraban ninguna diferencia entre &ste y los ejercitos de* los militaristas. En realidad, no existia diferencia, pues aunque en algunas divi-siones (la 24 y la 25) todos los comandantes de los regimientos y el 20 por 100 de los oficiales eran co-munistas, aunque el Comite militar revolucionario tenia tambien en su seno comunistas, la politica del EjGrcito para con los campesinos (como en todas las dem&s cuestiones, por otra parte) no se diferenciaba en nada de la de la izquierda del Kuomintang. En lugar de las consignas jAbajo los grandes propieta-rios!, jConfiscaci6n de tierras!, etc., lanzadas por las ligas campesinas, el Comity revolucionario lanz6 las consignas siguientes: jAbajo los malos propie-tarios! Confiscaci6n de las propiedades que excedan de 20 mu, disminuci6n del 50 por 100 de los arren-damientos*, etc. Nada tiene de extrario que, despu6s de esto, las masas campesinas se hayan apartado de este EjSrcito, abandonando sus pueblos pa r a retirarse a las montafias ante la sola noticia de su llegada. Nada tiene de extrano tampoco que en la ciudad de Lin-Chuan el EjSrcito de Ye-Tin y Ho-Lun haya sido acogido por una demostracidn amistosa de los comerciantes. En esta manifestacidn, los campesi-nos "estaban totalmente ausentes.

    Hay que tener presente que estos mismos campesi-nos, al comienzo y durante la campafia del Norte, creyendo que el EjSrcito del Kuomintang les llevaria la liberaci6n social y econ6mica, le habian ayudado

    387

  • eon todaa sua fuerzas a aplastar al Kj^rclto de los militarises antiguo modelo (8un-Chuan-Fan, Wu-Pei-Fu y otros), levant&ndose contra sus re taguar-dias y hostigandoles con ataques incesantes de p a r -tidarios, con asesinatos de oflciales y de grandes p r o -pietarios, desorganizando, en una palabra, toda la vida de la retaguardia.

    Se debe subrayar que la mala politica del Par t ido comunista en la cuesti6n campesina fu6 una de las causas fatales de la derrota de la revolucidn ch ina en 1927.

    Otro cjemplo de la inanera cdrno no hay que otorar respecto al movimiento campesino, nos lo d a n las acontecimientos de Bulgaria en 1923. En el otofio de 1923, en este pais, las insurrecciones campesinas estallaban esponteneamente en todas las regiones, y a pesar de esfo, el Partido comunista btilgaro pas6 una semana entera sin emprender nada para ase -gurar la direccidn del movimiento. Las insurreccio-nes campesinas, por falta de organizaci6n y de coor-dinacidn, por causa de su aislamiento y de la fal ta de una buena direccidn del Par t ido comunista, fue-ron aplastadas por la contrarrevolucidn.

    Por otra par te , la victoria de la Revoluci6n de Oc-tubre hubiera sido imposible si el Partido bolchevi-que no hubiese sabido movilizar a las masas campe-sinas bajo sus propias consignas y llevarlas al com-bate por el derrumbamiento del Poder de la burgue-sia y el establecimiento de la dictadura del proleta-riado. Sin es ta buena politica del Partido bolchevi-que para con los campesinos, nunca se hubiera po-dido lograr la conquista del Ej6rcito zarista para la revolucidn, pues fu6, precisamente, la politica audaz del Partido bolchevique respecto a los campesinos 388

  • la que 3c proporcionti inmensas pocibilidadas para hacer pasar a sus fllas al EjGrcito zarista, compuesto principalmente por campesinos.

    Una de las causas de la derrota de la insurreccidn de Cant6n fu6 que en las regiones circundantes no habia, en la 6poca en que se sublev6 el proletariado dentro de la ciudad, grandes movimientos revolucio-narios campesinos. Antes al contrario, los innume-rables alzamientos campesinos de las diversas pro-vincias de China, y en particular de Chantung, fue-ron sofocados principalmente porque estuvieron ais-lados del movimiento revolucionario de la clase obre-ra de los centres industriales y no fueron sostenidos por una intervencidn del proletariado en las ciu-dades.

    En el momento de la lucha revolucionaria activa del proletariado ruso, en 1905, el grueso de la niasa campesina manifestaba aiin muy poca actividad re-volucionaria. El movimiento campesino er Rusia no alcanzd su apogeo hasta 1903-1907, aproximadamente un afio despuSs del reflujo de la ola revolucionaria del proletariado urbano. La falta de concordancia entre el movimiento revolucionario de las ciudadss y de los campos, fu6 la causa esencial de la derrota de la primera revolucidn rusa.

    Para asegurar todo lo posible la simultaneidad de accidn del proletariado y los campesinos, el partido del proletariado, sobre todo en los paises agrarios y semiagrarios, debe fljar su atenci6n sobre el traba-jo politico y de organizaci6n (militar, entre otros) entre los campesinos. Este trabajo no se debe hacer accidentalmente, sin plan, de manera uniforme en todo el pals, sino conforme a las consideracicnes esenciales del Partido, concernientes al orden j a

    $89

  • la fecha de las diversas intervenciones revolucio-narias posibles en tal o cual regidn o provincia. Una agitacidn politica y un trabajo de organizacion uni-formes, en un pais tan vasto como China, produci-r&n fatalmente la dispersion de las fuerzas y de los recursos. La dist inta importancia que tienen las di-versas provincias en la vida politica de China (y de los paises an&logos), debe determinar los diferen-tes grados de intensidad en la accidn del Partido entre los campesinos de cada una de ellas. Asi, por ejemplo, la importancia politica de Gan-Su, de Guit-Cheu, del Kuang-Si y otras provincias an&logas, no puede compararse a la de Kuang-Tung, a la de Hup6, Hunan, Siang-Su, etc., con sus grandes centros in-dustriales y comerciales y su numeroso proletaria-do. Naturalmente, la agitacidn revolucionaria en-tre los campesinos debe hacerse por todas partes, pero su centro de gravadad debe hallarse en una provincia o grupo de provincias determinado. Este principio se desprende de la verdad, universalmente reconocida, de que la revolucidn (la toma del Poder por el proletariado aliado a los campesinos y a la poblacidn pobre de las ciudades) en paises como China y otros semej antes, que presentan una infl-nita diversidad de condiciones geograficas, econd-micas y politicas, no puede realizarse como un acto instant&neo (es decir, que dure algunas semanas o meses), sino que debe comprender necesariamente todo un periodo m&s o menos largo, de movimientos revolucionarios en las diversas provincias o centros industriales o politicos. Se puede considerar como indudable que el Poder de los Soviets se establece-r& en China, en primer lugar, en alguna provincia o grupo de provincias que posean un gran centro 390

  • industrial o comercial, que sirva de base para el desarrollo ulterior de la revoluci6n. La fecha de la incorporaci6n de nuevos territorios a esta base re -volucionaria, depended de la correlaci6n de las fuerzas revolucionarias y contrarrevolucionarias, no sdlo en China, sino en el mundo entero. Es este un problema que s61o la lucha puede resolver. Pero en todo caso, la consolidacion y la union revoluciona-ria de China, exigir&n infinitamente mas tiempo del que ha sido necesario para ar rojar de Rusia a todas las fuerzas contrarrevolucionarias, despues de la r e -volucidn de Octubre en Petrogrado y Moscu.

    Por lo tan to , es necesario que el Partido revolu-cionario, en previsi6n de la proximiclad de una s i -tuacidn inmediatamente revolucionaria, al mismo tiempo que sigue realizando la educacidn y la movi-lizacidn revolucionaria de la clase obrera, indique aquellas provincias o territorios que tienen m&s im-portancia, desde el punto de vista de la agitaci6n entre los campesinos y fije como debe su atenci6a y concentre sus recursos sobre estas provincias. En cuanto a la agitaci6n entre los campesinos, hay que preocuparse, sobre todo, de las regiones vecinas de los centros industriales y politicos. Esto es apllcable por igual a todos los paises europeos (Polonia, Fran-cia, Rumania, etc.).

    No cabe la menor duda de que en los casos en que un fuerte movimiento campesino comienza despues de una derrota del proletariado (primera revolution rusa; China, despues de la derrota del proletariado en 1927), el Partido debe ponerse a la cabeza de este movimiento campesino y dirigirlo. La lucha revo-lucionaria de los campesinos, sobre todo si se des-arrolla con 6xito en las regiones que poseen centros

  • industriales y comerciales, cs iin arrna poderosa, que incita a la clase obrera deshecha y caida nuevamen-te en las garras de la reaccion, a volver a tomar la iniciativa de la acci6n.

    Sabiendo que todo movimiento revolucionario im-por tante de la poblacidn campesina, reviste nece-sar iamente la forma dc interveneiones armadas con-t ra la arbitrariedad de los grandes propietarios, de los usureros, de la administracita, etc., es decir, en realidad la forma de operaciones militares de des-tacamentos campesinos, es esencial e indispensable prestar atencion al trabajo militar del Part ido en-t re los campesinos.

    No se puede emprender en cualquier momento la formaci6n de destacamentos armados de campesi-nos, como no se puede formar en cualquier instan-te una guardia roja en las fabricas. Siendo la lucha a rmada de los campesinos una forma de la lucha de nias^s, surge en determinadas circunstancias po-liticas, cuando las masas rurales, por consecliencia de un yugo insoportable de las clases dominantes, se fialian en estado d fermentacidn revolucionaria y dispiiestas a combatir activamente al Podor existen-te. Las acciones espontaneas de los destacamentos armados de campesinos, indican que las masas ex-plotadas y oprimidas han adquirido conciencia de la imposibilidad de seguir viviendo como antes y recla-man cambios* (Lenin), que el pais se halla an te una situaci6n inmediatamente revolucionaria. No hay movimiento de partidarios revolucionarics posible or una situacidn normal y pacifica>, puesto que es la expresion de un periodo de guerra civil declarada entre dos fracciones de un pueblo.

    La experiencia de la guerra de partidas en dife-

  • rentes paises, demuestra que, en su periodo inicial, esta guerra, por la debilidad y el efectivo reducido de los destacamentos, por la poca consclencia que tienen los campesinos de sus objetivos, por falta de experiencia revolucionaria y por falta de influen-cia suficiente del partido proletario en el campo, tiene el car^cter de pequefios combates de importan-cia local. El objetlvo esencial de los destacamentos de partidarios en este periodo, es la defensa de los campesinos de una regi6n, de una localidad o de u n lugar ijabitado, contra las violencias de la buroera-cia reaccionaria, contra las requisas arbitrarias del EjSrcito (en t iempo de guerra), etc. Por eso la lucha de los destacamentos de partidarios toma frecuen-temente, la forma de actos de terrorismo individual o de sabotaje contra funcionarios rurales, comercian-tes, propietarios, oficiales, policias, jefes de orga-nizaciones de f ascistas o de Cien-Negros, o de ataques contra pequefios destacamentos de represidn o de pequefios Cuerpos de tropas para apoderarse de sus armas, de liberacidn de detenidos, de deteriorac!6n y desmantelamiento de las vias de comunicaci6n, de expropiaeiones para apoderarse de sumas de dinero, de incendios de propiedades, etc.

    La toma del Poder politico, la coordinacidn de las operaciones de partidarios entre las diversas regio-nes, la adaptaciGn de sus operaciones a la lucha p o -litica o econ6mica del proletariado de las ciudades, son problemas que ordinariamente no se plantean en este periodo inicial de la guerra civil en el c am-po. Las consignas de la guerra de part idas no t ienen atin un car&cter social tan marcado.

    DespuSs, a medida que crece el impulso revolu-cionario del campo, a medida que se acentiian los

    393

  • antagonismos de clase en la poblaci
  • no de Cant6n, que al salir de la provincia del Kuang-Tung contaba aproximadamente con 90.000 comba-tientes, destrozo los Ejercitos, varias veces superiores y muy notables para un pais como China, de* Wu-Pei-Fu, Sun-Chuan-Fan y Chan-Su-Chan. Este gran 6xi-to mili tar del EjSrcito poco numeroso, medianamente armado y mal pertrechado de Cant6n, sdlo h a sido posible gracias a las operaciones activas de los &es-tacamentos campesinos, que obraban detr&s de los enemigos. Durante toda la campafia del Norte y, par-t icularmente al principio, los campesinos de las pro-vincias del Sur y del centro, que veian entonces en el EjGrcito revolucionario el instrumento de lucha con-tra los grandes propietarios, los imperialistas, los mi-li taristas y, en general, contra toda la China revolu-cionaria, aportaron con sus operaciones, con sus re-vueltas, con su sabotaje de las vias de repliegue de las t ropas militaristas y con sus ataques bruscos con-t ra estas tropas, un concurso inestimable a l Ej6r-cito nacional. Los Ejercitos de los militaristas se \rie-ron obligados a sostener de frente el ataque de las tropas revolucionarias y a oponer a retaguardia una resistencia encarnizada a los destacamentos campe-sinos. En estas condiciones, ningun Ej&rcito era ca-paz de luchar con exito. El Ej6rcito de los militaris-tas del Sur y del centro de China, sostenido enfrgi-camente por el imperialismo, se desorganiz6 y no po-dia menos de desorganizarse bajo los golpes combina-dos y coordinados del Ej6rcito nacional y de losin-numerables destacamentos campesinos que atacaban su retaguardia.

    En la organizacidn y direccidn de los destacamen-tos campesinos que desorganizaron la retaguardia de los militaristas, tuvo una participacidn considerable

    395

  • el Partido comunista y tambien el Kuomintang, que haclan su propaganda entre los campesinos de las provincias sorhetidas a los militaristas.

    Un magnirlco ejemplo de utilizaci6n de los desta-camentos de los partidarios en provecho de objetivos contrarrevolucionarios, nos lo ofrece una vez m&s la historia de la lucha revolucionaria en China.

    Al comienzo de 1926, el segundo Ejercito popular de Feng-Yu-Sian, acantonado en la provincia de Hu-nan, se hallaba en guerra con el Ejercito de Wu-Pei-Fu. despues de incesantes combates ent re las cama-rillas militaristas, la provincia de Hunan estaba com-pletamente arruinada y los campesinos reducidos a la mendicidad. El proceso de pauperizacidn de la po-blaci6n campesina habia seguido, duran te la estan-cia del segundo Ejercito, cuyos 200.000 hombres eran sostenidos, naturalmente, por la poblaci6n. Esta pau-perizaci6n habia llevado a centenas de millares de campesinos a entrar en las bandas de tin-fei> (ban-didos). Otros se organizaban en las Ligas campesi-nas, religiosas y semirreiigiosas, cuyo numero creci6 singularmente en 1925 y 1926.

    El descontento de los campesinos del Hunan fue explotado por Wu-Pei-Fu, cuyos agentes realizaban una h&bil agitaci6n contra el segundo Ejercito po-pular. Diversas organizaciones campesinas (Picas ro~ jas, Grandes cuchillos, Vientres tensos, etc.), se le-vantaban activamente contra el regimen a que some-tia a Hunan el segundo Ejercito, desorganizaban con sus ataques las retaguardias de este Ejercito, hacien-do incursiones sisfem&ticas sobre las pequefias ur i -dades, induciendo a los soldados a desertar y a In-gresar en las agrupaciones campesinas, etc.

    La desmoralizacidn del segundo Ejercito popular, 3 9 6

  • a consecuencia de tsta act l tud hostil de las organi-zaciones campesina* semimilitares, llegd a tal punto, que inmediatamente despues de los primeros ataques de las t ropas de Wu-Pei-Fu, numericamente insigni-flcantes, este Ejercito de 200.000 hombres se derrum-bd como u n Castillo de naipes.

    Wu-Pei-Fu supo explotar, con una intenci6n con-trarrevolucionaria, las disposiciones revolucionarias de los campesinos del Hunan. Pero, cuando las tro-pas de Wu-Pei-Fu entraron en la provincia, estos mismos campesinos, que hacia poco atacaban al se-gundo Ejercito popular, volvieron sus golpes contra el Ejercito de Wu-Pei-Fu. Este tiltimo, en su lucha contra el Ejercito de Cantdn, sufrid duras derrotas a causa de la hostilidad de los destacamentos de gue-rrilleros.

    Se pueden encontrar en la historia de la guerra civil en Rusia, multiples ejemplos de heroicas accio-nes de guerrilleros en Siberia, en Ucrania, en el Don, en el C&ucaso septentrional, etc. Los guerrilleros han ayudado al Ejercito rojo a limplar el pais de las fuer-zas contrarrevolucionarias de los generales, de los grandes propietarios y de la burguesia.

    La condici6n esencial del exito duradero de los des-tacamentos de guerrilleros, es la solidez de su enla-ce con las masas campesinas. No hay acciones de guerrilleros sin una situaci6n revolucionaria, sin una fermentaci6n revolucionaria en las masas campesi-nas. Es preciso que la lucha de los partidarios rerle-je, como un espejo, los intereses de las grandes ma-sas campesinas; es preciso estar en presencia de una situacidn inmediatamente revolucionaria para que su exito sea posible. Los destacamentos kulaks crea-dos artirlcialmente por los partidos contrarrevolucio-

    397

  • narios en diversas regiones de Rusia durante la gue-r ra civil, no tuvieron y no podian tener exito dura-dero, porque no reflejaban las aspiraciones de la po-blaci6n campesina, que se negaba rotundamente a combatir el Poder de los Soviets. Sus 6xitos tempo-rales, por ejemplo, en la provincia de Tambov en 1920, fueron r&pidamente reemplazados por derrotas y por el levantamiento de las masas trabajadoras de los campos, contra sus instigadores contrarrevolu-cionarios.

    Las condiciones de la lucha, la amplitud del movi-miento revolucionario en los campos y el car&cter de los objetivos que se propone la poblaci6n campesina en cada momento y en cada pais, determinan las formas de la lucha de partidarios (1). El part ido del proletariado tiene en cada momento el deber de te-ner en cuenta condiciones concretas para dar al mo-vimiento de partidarios las formas que corresponden a esta situaci6n y para dirigir sus operaciones. La direcci6n del movimiento de partidarios no debe ser solamente politica, sino que tambien militar y tactica.

    Las recetas generales y los esquemas para todo evento en materia de organizacion y de tactica, son absolutamente inaplicables a la lucha de partidarios campesinos. Las formas que reviste esta lucha en China, por ejemplo, difieren esencialmente de las que revestir en Francia, por la sencilla razdn de que el teatro de las operaciones sera muy diferente, sin hablar de toda otra serie de diferencias y part icula-ridades. No se puede hablar, sin dejar el terreno del marxismo y arriesgarse a caer en la abstraccitin, m&s que de manera muy general, de las formas y de la

    (1) De estas formas se deducen, a su vez, la organiza-ci6n y la estructura de los destacamentos de partidarios. 398

  • estructura de los destacamentos de partidarios, es-bozando tan s6Io las cuestiones de principio.

    Antes de recomendar tal o cual forma dc orga-nizacion de la lucha de partidarios, hay que hacer u n profundo analisis de la situaci6n politica de la region en cuestion, teniendo en cuenta las particu-laridades de existencia y cultura de la poblaci6n, la experiencia de la lucha de clase que tienen ya los campesinos, etc.

    En el esquema de con junto de la lucha de clase, el movimiento de partidarios desempena el papel de un factor auxiliar; no .puetie resolver por si mismo los objetivos hist6ricos, ncHiace m&s que contribuir a la solucion aportada por otra fuerza, el proletariado. De aqui se desprende que el car&cter de los objetivos particulares de las operaciones de partidarios consis-te en hostigar a las fuerzas reaccionarias, en desor-ganizarlas, facilitando asi la victoria comun de las clases trabajcdoras guiadas por el proletariado.

    Las condiciones esenciales a que debe responder el movimiento ue partidarios en mater ia de organiza-ci6n, son las siguientes:

    a) La organlzacito debe ser flexible, formada por varios escalcnes capaces de obrar con independencia unos de otros.

    b) Debe ser m6vil, apta para acciones r&pidas, capaz de pasar rapidamente, si las circunstancias lo exigen, de la ilegalidad a la legalidad e inversamen- o te, capaz de combinar sabiamente los metodos lega-tes, semilegales e ilegales.

    c) La estructura debe ser tal, que permita al Par-tido tomar su direcci6n en materia politica y opera-tiva.

    d) Debe ser simple, inteligible para las masas. 399

  • eonforme a sus usos, de manera qua permit* la In-corporaci6n continua de fuerzas nuevas.

    Los destacamentos de partidarios (pequefios grupos primarios) en el periodo inicial, en que el movimien-to se propone la defensa de los campesinos del lugar contra la arbitrariedad de la reaccidn, se forman se-gtin el principio territorial. Por regla general, son clandestinos. M&s tarde, a medida que se acenttia la lucha de clases en el campo, a medida que se con-vierte en guerra civil declarada, estos grupos prima-rios se retinen conjuntamente para formar destaca-mentos regionales de mayor envergadura (pueblos, cantones).

    Ya se comprende que los destacamentos de parti-darios deben enrolar (esto es, por otra parte, lo que sucede siempre en realidad) los' elementos m&s avan-zados del pueblo. No obstante, en el periodo inicial, teniendo en cuenta la necesidad de observar la cons-piraci6n, el esplonaje y la provocacidn de las autori-dades, hay que vigilar muy de cerca el reclutamiento de los grupos primarios. M&s tarde, cuando el movi-miento se transforma en un vasto y potente torren-te de masas, que arras t ra a sus fllas a todo lo que hay de avanzado y activo en las aldeas, la conspiracidn y la seleccidn del personal pierden un poco su im-portancia. Pero una buena seleccitin de los dirigentes, que deben ser politicamente seguros y estar suflcien-temente preparados militarmente, ser& siempre un problema actual y cualquier negligencia sobre este punto tendrA siempre consecuencias funestas para toda la organizacidn.

    Una buena direccidn del movimiento de partida-rios por el part ido del proletariado, sdlo es posible si este tiltimo tiene influencia sobre los campesinos, 4 0 0

  • si los eampesinos aceptan las consigna* lanzadas por 61 y luchan por su realizaci6n. En los paises donde existen organizaciones campesinas de masas, el Par-tido debe esforzarse por hacer penetrar su influen-cia y por dirigir el movimiento de las part idas a la vez directamente y por intermedio de ellas (los des-tacamentos de partidarios son dirigidos precisamen-te por estas organizaciones campesinas): Donde no existen estas organizaciones de masas, el Part ido debe utilizar las organizaciones de partidarios como ins-trumentos para dirigir politicamente a los campesi-nos. La organizacita de partidarios debe ser y es, en-fecto, la vanguardia de los campesinos trabaj ado-res, su fracci6n activa, combativa y dirigente.

    Las insurrecciones campesinas de Bulgaria en 1923, han sido muy desfavorablemente influenciadas por el hecho de que no existia entonces en Bulgaria una bueua organizaci6n de fuerzas armadas ni apara to de direccidn de los destacamentos de partidarios. De ahi las acciones mal combinadas y mal coordinadas de los diversos destacamentos, de ahi la campafia re-lativamente facil de las tropas regulares enviadas contra ellos. No fu sino a comienzos de 1924, cuan-do el Part ido comunista comenzb a construir un apa-rato de direcci6n. Las fuerzas armadas de los cam-pesinos debian constituirse, o mejor dicho, reorga-nizarse, segun el esquema siguiente: en la base, gru-pos de seic (un jefe y cinco hombres armados); tres o cua t ro grupos de seis formaban una checa, tres a cinco checas, una drujina. En caso de necesidad, las drujinas pueden ser reunidas en destacamentos de tres a cinco.

    La direcci6n de la organizaci6n de combate de los campesinos, la tiene en el cant6n un Estado Mayor

    401

  • politico y militar, en el distrito un dirigente de dis-i rito, al que estan sometidas las drujinas.

    Hay que advertir que la organizacion de la drujina bulgara se basa en una uiferenciacion bastante Cla-ra de las funciones; ademas de las checas de comba-tientes, la drujina comprende exploradores, ametra-lladores, agentes de enlace, etc.

    Esta organizacidn precisa y que responde a las con-diciones impuestas por el lugar, los objetivos, el se-creto, etc., habria permitido ciertamente una buena ejecucibn de las misiones confiadas a los insurgen-tes bulgaros. Desgraciadamente, el Partido comunis-ta emprendi6 demasiado tarde la organizaci6n de las fuerzas de los partidarios, conforme a este esquema, tanto que no se realize, por decirlo asi, en ninguna parte. Esta reorganization no comenzd a efectuarse seriamente has ta el momento en que la ola revolu-cionaria, despues de la derrota de septiembre de 1923, estaba ya en descenso.

    En China, la estructura de las organizaciones de combate de la poblaci6n campesina (Picas rojas y otras), es distinta que en Bulgaria. La ceiula de base es el grupo de diez; estos grupos se reiinen en otros tie cien y estos ultimos forman, de ordinario, unida-des m&s fuertes.

    En Alemania, a fines de 1923 y comienzos de 1924, los destacamentos campesinos de Pomerania y de Prusia priental, se han formado segun el mismo es-quema que las centurias proletarias de las ciudades: escuadras de diez a quince hombres, secciones de tres a cuatro escuadras, centurias de dos o tres seccio-nes.

    La medida en que esta estructura era favorable o desfavorable, es dificil de juzgar, ya que la organi-4 0 2

  • zacion de las centurias campesinas de Alemania no ha tenido un g ran desarrollo; el Par t ido no comen-zo a formarlas has ta el momento del reflujo de la ola revolucionaria, y se dislocaron rapidamente. Sin embargo, como estas centurias reproducian, en el fondo, la estructura de las compafiias del Ejercito imperial, con la cual estaban familiarizadas las ma-sas por la experiencia de la guerra y, como por otra parte, las centurias proletarias de las ciudades ha-bian adquirido en 1923 (y aun antes) una gran po-pularidad, se puede deducir que esta organizacidn por centurias era la forma que mejor convenia a las condiciones alemanas.

    En Rusia, duran te la guerra civil, el movimiento de partidarios ha adoptado generalmente la misma for-ma que las pequefias unidades del Ejercito regular: secciones, compafiias, escuadrones, batallones, regi-mientos de Caballeria y de Infanteria. Despues, cuan-do el Ejercito rojo, atacando por el frente y los parti-darios atacando por retaguardia, arrojaron con golpes combinados al enemigo de las posiciones ocupadas por 61, los destacamentos de partidarios, o bien se fundieron dentro de las unidades del Ejercito rojo, o bien, como ocurrio con frecuencia, continuaron vi-viendo como unidades independientes del Ejercito rojo, recibiendo su mando y su material de las re-servas generales del Ejercito y obrando conforme a las ordenes del mando superior.

    Los ejemplos citados mas arriba sobre la estructu-ra del movimiento de partidarios en los diversos paises, demuestran que en el fondo hay que guiar-se en esta mater ia por los mismos principios que para las unidades de base del Ejercito regular, pero teniendo en cuenta las particularidades especificas

    4o3

  • HM cada pais, los objetivos del movimiento de parti-darios en cada periodo, las armas que existen o que yueden adquirirse en el cur so de la lucha y, *n fin, la necesidad de guardar el secreto. Observando todas estas condiciones, tendremos la estructura de los des-tacamentos de partidarios; en el periodo inicial, pe-quefios grupos combativos, convenientemente encu-biertos de cinco, ocho o diez hombres, formados pue-blo por pueblo y subordinados, por intermedio de sus Jefes, o Comisiones militares de cantones y de dis-tritos y a los delegados de las mismas en los pueblos. A medida que se desarrolla el movimiento (con la acentuacidn de la lucha de los campesinos oprimidos), estos pequefios grupos se retinen en subdivisiones su-periores (secciones, drujinas, piquetes). Estos liltimos, a su vez, forman unidades m&s grandes.

    En esta agrupacidn de los destacamentos en uni-dades m,s grandes, hay que someterse al principio establecido por el arte militar, de que en periodo de acci6n, un solo dirigente no debe tener bajo sus 6r-de