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La mano que decide la intensidad del aguaAlber Vázquez

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La mano que decide la intensidad del agua

Alber Vázquez

ColeCCión Poesía LdN

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dirección de la colecciónMaría José Hernández lloreda

Texto e ilustracionesAlber Vázquez

Maquetaciónóscar Villán

libro de notas, 2008

LicenciaCreative Commons

c(Reconocimiento - no comercial - Sin obras derivadas)

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alber Vázquez (Rentería, 1969). nos muestra el aspecto más

instintivo del hombre, desprendiéndolo de la capa de la cultu-

ra, mirando la sociedad humana como se observa una manada

de lobos. o quizá como si un lobo nos observara y tratara de

devolvernos lo que ve en nosotros. Un hombre en soledad con

otros hombres, en busca de un destino no muy definido, en-

frentado a Dios. Sus textos tienen siempre varias estructuras,

como varias capas que se pudieran ir desentrañando. Así, se

puede mirar tranquilamente la descripción tal y como la pre-

senta, sin más, como quien mira un paisaje. o puede ir bajando

hasta tantos niveles como uno sea capaz de descubrir, hasta

la dureza más absoluta del interior del hombre. escribe en

muchos registros distintos y en todos ellos destaca el domi-

nio del lenguaje. Su enfoque siempre es original con ese don

especial para dar una pequeña vuelta de tuerca. es ante todo

un escritor y no sólo de poesía: también resulta innovador y

sorprendente en sus novelas, en las que no deja nunca de des-

prenderse de esa capacidad innata para el lenguaje más allá

de la narración o la descripción, del lenguaje que por sí mis-

mo sostiene todo lo demás. Cosa que muy pocos consiguen.

La oscuridad últimaapenas tiene el tamaño de nuestra sombra.

Francisco Javier Irazoki, Cielos sesgados

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Es entonces cuandoadviertesque la velocidad a la que amanecevibra,vibra y su pulsión esdistinta,y distinta significa errónea.Es entonces cuando elerrorconvierte todo tu mundo enespasmo.El espasmo heladoque te sacude antes deque la lengua de fuegoabata tus sueños.

Armadoy partidario del vértigoresolutorio. Llora como humolo que no has sabido engendrarcomo bestiairacunda:morirás al tercer toquey será mi mano la que sobre tise halle mansamenteposada.Yo, que domestico la inmensidadcon un solo golpe de voz,yo, que comprendo loinabarcable.Yo, poderoso, Hijo,muerto,absurdo como el resto de lasnadadoras lentas,lentas,muy lentas.

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Extirpada lamúsica,logra ahora razonar lo miserabledel mundo.Yo he observado la ciudaden la noche,yo he advertido su pulsoa punto de detenerse:tiembla una cúpula de luzpara la que no se ha descritofórmula alguna.Existe al margen de cada consideración,existe cuando se observay porque se piensa.Existe y a su presenciala llamamossilencio,silencio tras la extirpaciónde lo accesorio.

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La bóveda celesteha licuado suficienteairey tú, ahora, levantas el rostrode la tierray miras hacia arribay adviertes lo inevitable:que la gran panza del arcanavega con firmezahacia buen rumbo,que la temperatura ambienteha disminuido,que la soledad aquí abajose torna inmensa.

Nadabas,nadabas para no ser alcanzaday pretendías que la salvaciónera posible.Oh, tú, sueño de pezinhabituado al tacto,oh, tú, mi vida en este mundo:creías que al otro lado de cadabrazadase hallaba la buena suerte.Y allí sólo estaba yo:yo a punto de abrasarte lasentrañasdesde el centro exactode tu propioser.

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Hombre vuelta su vísceradel revés,loco, ebrio, harto,comienza a lanzar animales por laborda,uno tras otrohasta que la cubierta resulta enpaz.Hombre respira agitadamentey piensa en el titánico esfuerzo deDiospor poner orden en Su casa.Piensa en lo desierto de la cubierta,en el hartazgo, en los elefantes,en las jirafas, en los búfalos,en lo bello de su salto, de su propioy cardinal salto,todo hombre de brazos abiertos,al vacío.

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Finjo espacio para elentendimiento:las almas de los animales muertosse alinean en cubiertay miran hacia el lugar preciso.Hacia el lugar desde el queel loco arrojaba cuerpos al mar,cuerpos al otro lado deOrigen. Finjo que sé lo quesucede y asumo el cargamento.Soy ser de niebla, transparenciaespectral, hecho exclusivamenterazonable: esmi mano la que decidela intensidaddel agua.

Animal de nieblaque se agazapa en las lomasde niebla, de imperceptibledemencia.Animal-hombre animalcapaz de explicar el sentidoal pasmo:te asomas por la borday observas la impericiade la muerte, el rastro de la sangreen las cuadernas, la ausenciadel esencial respeto.Te asomas y encarasla fastuosa miradade la desesperación.

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Mezo la intensidadde una declaración:aquí yo caricia en torno al quete piensas,aquí yo gemido que no despiertaduda.Sabes de mí lo imprescindible.Muestro mi mano yla acuno ante ti.Observa cómo inhalolas puertas del Paraíso,cómo abro tus sentidosal resto de los instantes.Acaricio cada gramode aire expirado.

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Golpean el hielo desdeabajo.Golpean con una cadenciamusical: la que germinaen la consternación de aquellosque advierten la inminencia de lamuerte.Golpean el hieloy observan a los que observamos.Hay algo parecido a la iraen su destello final.La rabia infértil de los queacuden a la escotilla de la vidapor última vez.

Limpia de intenciones,amaneces en cubierta.Has completado la mutacióny ahora mirascomo sólo los seresmagníficosse atreven a hacerlo:extiende tu cuerpo e invocala cardinalidad del mundo.Eres ya Origen yGermen, Ocaso,Muerte para todos nosotros.Tu pelo brilla, límpido, al solde la mañana. Sonríesimperceptiblemente.

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Nazco hacia dentrotras la inmersión.Invierto cualquier objetivoprevioy nadorumbo a mi propio útero.Pronto estaré en casa,en casa junto a ti.Tú, yo y lo que nos reúnebajo una oscuridad acuosa ymaternal:amo tu existencia donde fermentael fracaso. El fracasoamnióticoen el cual cierrolos ojos.

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Lenta mi manodiestraen el camino final.Sé más de lo espeso del aireque de todo lo anteriormenteacontecido. Sé más de tique de mi propio desprendimiento:he mudado de pielhasta tres veces, he respiradoen ausencia de aire, guardoluz para mañana.Lenta la manoen mi viaje hacia el útero.Lento cada uno de missentidos: oído, tacto,olfato, tacto.

Limpio como el leve balanceode mi manofrente a tu vientre.Soy yo quien te amaa ojos cerrados, quiendefine tu perspectivadesde lo más hondo de mi ser.Ven y trata de confundirte conmigo,elígeme como hueco materno:sabes que cuidaré de tipara siempre,que detendré cada tormentaa un palmode tu piel translúcida.

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En Úteroyo establezco el reglamentopues esa y no otra es la exactaprerrogativa de quien ya nada acumula,de quien amalo que amanecesin apenas importancia:los lobos hambrientos,la saliva que resbala entretus piernas, la experienciade saberte cercana.Agita la atmósferaa tu regreso einvocaré el sentido del Universopara ti.

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Y aun rodeadopor los animalesde extraña escritura,ante ti comparezcoadvirtiendo de mi especialidad:asumo el color de lamuerte en cada unade las dentelladas.Lee en mis ojosel trazo de lo que vendrá:un estadio de pazal que llamarás ruptura,un prado verdeen el que se alimentarántodos aquellos a los quela vida les ha sidoamputada.

Mi piel es ahorala del lagarto.Mis entrañas,esas a las que te has acostumbradodesde niña.Yo soy lo que tú poseístey construyo con el materialrobado.Observa la estructura elemental:hueco y habitablehacia dentro,espasmo y fracasoal otro lado de tus ojos.Mi piel transcurre ahoralejos de aquí.

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Mi escritura es ahorasalivasobre tu piel.Ignoraré que la músicanos rodea, que cada unode mis movimientosemite el rumor del fracaso.Tibio y obstinado,muevo mi manopara engendrar lo inconmensurable:se abren tus musloscon la intensidaddel sol a medianoche.

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Al dictado de tupielme someto:estoy vestido de tiy prometo amar para siemprela curva de tu vientre,tu rostro aterrorizado,mi señal inconfundible.Camino y lo hago porprimera vez.Siento la parsimoniaen la que mi nueva entrañase alinea.Siento que, de pronto,todo resultadiferente.

Fue mi amoraquello que perturbó la vibración:lo conocido no es precisamenteesto, sinolo otro: un diminuto sonidoque surge de los huecos más insignificantes,que nadie atiendeni a nadie importa: yohe descrito un nuevo sistemade hierba, de animales, de luzblanca, de amorconcebido por ti. Cuatropuntos cardinales y unoadicional perfecto.

38 39c© Alber Vázquez 2008

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