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9728 LA MISION CRISTIANA HOY JOH.N R. W. STOTT ¿Para qué existe la Iglesia? ¿Está bien que se limite su tarea a la predicación del Evangelio? ¿Hasta qué punto el servicio y la acción social y política son también parte es'encial de su misión? ¿Qué es la evangeli- zación? ¿Qué lugar hay para el diálogo en la comuni- cación del Evangelio? ¿Cómo se relaciona la salvación con la transformación social? ¿En qué consiste la conversión cristiana? Todas éstas son preguntas que se han venido debatien- do aceleradamente entre cristianos tanto en reuniones internacionales como en reuniones a nivel nacional y local. Son preguntas de vital 'importancia porque tienen que ver con la identidad cristiana en una época en que muchos ponen en tela de juicio el valor de la Iglesia y su mensaje . En la presente obra el autor las encara no sólo con la preocupación del teólogo y evangelista que cree en la Iglesia, sino también con el conocimiento y la expe- riencia de quien ha participado activamente en el deba- te sobre la misión cristiana durante varios años y que continuamente se esfuerza por ser justo con aquéllos que mantienen posiciones opuestas a las suyas. Fomen- ta así un mejor entendimiento de los múltiples aspec- tos de LA MISION CRISTIANA HOY. El autor JOHN R. W. STOTT, inglés, es uno de los pensadores evangélicos más destacados de la actualidad. Ha escrito muchos libros, incluyendo Cristianismo Bá- sico y Las Controversias de Jesús. san je.ion 4383 "' 'Jl buenos aír.zes

La Misión Cristiana Hoy

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Misionología

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    LA MISION CRISTIANA HOY JOH.N R. W. STOTT

    Para qu existe la Iglesia? Est bien que se limite su tarea a la predicacin del Evangelio? Hasta qu punto el servicio y la accin social y poltica son tambin parte es'encial de su misin? Qu es la evangeli-zacin? Qu lugar hay para el dilogo en la comuni-cacin del Evangelio? Cmo se relaciona la salvacin con la transformacin social? En qu consiste la conversin cristiana?

    Todas stas son preguntas que se han venido debatien-do aceleradamente entre cristianos tanto en reuniones internacionales como en reuniones a nivel nacional y local. Son preguntas de vital 'importancia porque tienen que ver con la identidad cristiana en una poca en que muchos ponen en tela de juicio el valor de la Iglesia y su mensaje .

    En la presente obra el autor las encara no slo con la preocupacin del telogo y evangelista que cree en la Iglesia, sino tambin con el conocimiento y la expe-riencia de quien ha participado activamente en el deba-te sobre la misin cristiana durante varios aos y que continuamente se esfuerza por ser justo con aqullos que mantienen posiciones opuestas a las suyas. Fomen-ta as un mejor entendimiento de los mltiples aspec-tos de LA MISION CRISTIANA HOY.

    El autor JOHN R. W. STOTT, ingls, es uno de los pensadores evanglicos ms destacados de la actualidad. Ha escrito muchos libros, incluyendo Cristianismo B-sico y Las Controversias de Jess.

    ~ san je.ion 4383 "' 'Jl buenos ar.zes C'(Rrf:L~

  • Del mismo autor Hombres nuevos Las controversias de Jess Las Cartas de Juan Creer es tambin pensar ( 2a. edic.) Cristianismo bsico ( 2a. edic. correg.da) Cmo comprender la Biblia

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    JOHN R. W. STOTT

    LA MISION CRISTIANA HOY

    EDICIONES CERTEZA BUENOS AIRES - ARGENTINA

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    Ttulo del original ingls: Christian Mission in the Modern World. Falcon Books, 1975. 1977 Ediciones Certeza, San Juan 43 83 , 1233 Buenos Aires, Argentina.

    Traduj.o al castellano : David Powell

    Ediciones Certeza es la empresa editorial d e la Comunidad Internacional de Estudiantes Evanglicos.

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    INDICE

    PREFACIO 7

    INTRODUCCION 11

    l. LA MISION 17

    II. LA EV ANGELIZACION 45

    UI. EL DIALOGO 77 IV. LA SALV ACION 109

    v. LA CONVERSION 145

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    PREFACIO

    Aparte del hecho de haberme dedicado _a la evangeli-zacin, tanto a travs de la iglesia local como en la universidad -esto ltimo a partir de una misin llevada a cabo en la Universidad de Cambridge en 1952- , cuatro acontecimientos especiales han contribuido a que se es-cribiese el presente libro.

    Primero, en 1968 concurrz', en calidad de "consultor'', a la Cuarta Asamblea del Consejo Mundia l de Jglesjas gue se llev a cabo en Upsala. Se me design para integrar la Seccin JI ("Renovacin del Concepto de Misin"), por lo cual me vi de inmediato sumergido en lo ms denso del debate contemporneo sobre el sentido de la misin cris-

    ~~ -Luego, si bien no me fue posible asistir a la confe-

    rencia denominada "La Salvacin Hoy", celebrada en Bangkok en enero de 19 73, la seguf, naturalmente, con sumo inters y profunda preocupacin. Cuando al ao siguiente fui invitado a dictar en Melbourne, Australill, la conferencia anual en memoria del obispo Donald Baker (profundo conocedor del Nuevo Testamento y ex-ret!tor del Ridley College, en Melbourne), eleg{ como tema "La Salvacin Ayer y Hoy". L o sustancial de dicha disertacin aparece, con la autorizacin correspondiente, pero am-pliado, en el cap(tulo 4.

    En tercer lugar, la Comisin 01ganizadora del Congreso Internacional de Evangelizacin Mundial, celebrado en Lausana en julio de 1974, me pidi que iniciara las sesiones con una exposicin sobre "La naturaleza de la evangelizacin blblica", y que procurase proporcionar una definicin bblica de las cinco palabras que siguen: "misin", "evangelizacin", "dilogo", "salvacin' y "conversin".

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  • De modo que -en cuarto lugar-, cuando en 1975 el cannigo Jim Hickinbotham, rector del Wy cliffe Hall, Ox-ford, me invit a ocupar la n-ibuna Chavasse (en memoria tanto d el obispo F. J. Chavasse de Liverpool, Inglaterra, que fu era rector del Wy clzffe Hall, como de su hzjo, Christopher Chavasse - tambin obispo-, que fuera direc-tor d el St. Peter's College y presidente de la comisin adn.1i11istradora del Wyclzffe Hall), la oportunidad me pa-reci p ropicia para tomar esos mismos vocablos como base de m is disertaciones a fin de desa.rrollar ms am-pliamente lo que hab i'a intentado bosquejar en Lausana. !Vle siento muy agradecido para con el rector, el personal y los alumnos del Wycliffe Hall, por la calurosa acogida que m e dieron y el inters demostrado en el tema, como tambin por el estz'mulo recib ido como consecuencia de las preguntas que surgieron al final de cada conferencia.

    Si bien no es mi intencin ocultar mi identidad ni disimular el hecho de que soy un cristiano de orientacin "evanglica '', esta obra no tiene como fin realizar propa-ga/fida de tipo partidista. No persigo ningn fin interesado, sino el de perseverar en la bsqueda de lo que el Espz'ritu quiere comunicar a las iglesias a travs de la Palabra. Nada me result m s alentador en el Wy clzffe Hall que escuchar las palabras finales del rector en el sentido de que mi exposicin haba sido "escrupulosamente justa" para con aquellos con los cuales me he atrevido a disentir. Por cierto que es esto, precisa.mente, lo que me habz'a pro-puesto. Adems, asz' como expreso mi parecer sobre opi-niones ajenas, es mi deseo ser riguroso conmigo mismo, como tambin con mis colegas evanglicos. La vida es un per.egrinaje constante, un viaje de descubrimiento, en los que los puntos de vista equivocados se van corrigiendo, las nociones torcidas se rectifican, las opiniones superficiales se profundizan y parte de nuestra tremenda ignorancia se reduce.

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    Quiz lo que ms urge en relacin con el debate ecumnico actual se relacione con la necesidad de llegar a una hermenutica pblica comn, ya que si falta sta es poco probable que se alcance jams un grado ms amplio de consenso en cuanto al significado de nuestra "misin" y a la obligacin que ella nos impone.

    Abril de 19 75

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  • INTRODUCCION LAS PALABRAS Y SUS SIGNIFICADOS

    Todo cristiano, cualquiera sea su formacin cultural o su persuacin teolgica, se ha de preguntar en algn mo-mento acerca de la .relacin entre la iglesia y el mundo. Sea que nos desenvolvamos en el contexto del secularismo

    poscristiano dentro del as llamado mundo libre, o en el de algn tipo de marxismo dentro del bloque comunista, o en el de una cultura saturada de hindusmo, budismo o islamismo en alguna de las naciones del Tercer Mundo 1 inquietan a la conciencia cristiana, en forma ineludible, los mismos interrogantes: Cul ha de ser la relacin de la iglesia con el mundo? Cul es la responsabilidad del cris-tiano para con sus parientes, amigos y vecinos no cris-tianos? Cul su responsabilidad para con la comunidad no cristiana total?

    En respuesta a dichos interrogantes la mayora de los cristianos empleara el trmino "misin" de algn modo"tl otro. Resulta casi imposible discutir las relaciones entre la iglesia y el mundo sin echar mano del concepto de "mi-sin". Pero habra profundas divergencias en cuanto a nuestro concepto de lo que constituye esa -~mis in", en cuanto al papel de la "evangelizacin" en la misin, y en cuanto al papel que le corresponde al " dilogo" en la evangelizacin. Me temo, ms an, que disent iramos unos de otros no slo en lo que entendemos como la natura-leza de la misin, la evangelizacin y el dilogo, sino tambin en lo que entendemos como el objetivo de los mismos. Probablemente los trminos "conversin" y "saj.-vacin" habran de figurar de algn modo en nuestra definicin de los objetivos, pero es posible que tan1bin

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  • LA MlS lON CRlSTlANA HOY

    aqu hubiese poco consenso con respecto al significado de los mismos. Mi tarea consiste, por lo tanto, en tomar este cGnjunto de cinco palabras - misin, evangelizacin, dilo-go, salvacin y conversin- para intentar definirlas bbli-camente. Como lo expres en Lausana, tengo sumo inters en que mi propsito no sea mal interpretado. Todos tenemo s conciencia de que durante los ltimos aos, espe-cialmente a partir de la Cuarta Asamblea del Consejo Mundial de Iglesias en U psala en 1968, las relaciones entre los cristianos ecumnicos y los evanglicos (si se me per-mite emplear por conveniencia estas expresiones a modo de descripciones sintticas -porque reconozco que de ningn modo se trata de expresiones mutuamente exclu-

    y~ntes) , se han endurecido y han adquirido las caracters-ticas de una confrontacin. No es mi deseo contribuir a que esta situacin empeore. Tampoco he de echar mano, espero, al dudoso recurso de colocar en fila unos cuantos " blancos" ecumnicos a fin de derribarlos con otros tan-tos "dardos" evanglicos bien dirigidos, para que podamos luego aplaudir y congratularnos ante una fcil victoria. Desde luego que pienso que algunos de los puntos de vista corrientes del ecumenismo son errados. Pero de igual modo creo sinceramente que algunas de las formulaciones evanglicas tradicionales tambin son errneas. Muchos crist ianos ecumnicos no parecen haber comenzado a aprender a someter su vida a la autoridad de las Escri- turas. Nosotros los evanglicos creemos que s - y no cabe duda de que con toda sinceridad queremos hacerlo-, pero ocurre que a veces somos bastante selectivos en nuestra sumisin, mientras que otras veces las tradiciones de los ancianos en el campo evanglico parecieran reflejar ms bien la cultura que la doctrina de las Escrituras. Mi propsi-to principal, por lo tanto, es el de someter tanto el pensa-miento ecumnico, como el evanglico a la misma prueba neutral y objetiva, vale decir, la de la revelacin bblica.

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    INTRODUCCION

    Mi punto de partida, con todo, no ser la palabra de Dios sino la sabidura de Alicia en el Pa{s de las Mara-villas, o, ms precisamente, de Alicia a travs del Espejo. El lector recordar la conversacin co n Humpty Dumpty.

    - Cuando yo uso una palabra - dijo Humpy Dumpty en un tono ms bien despreciativo- , ella significa ni ms ni menos que lo que yo he decidido que signifique.

    - La cuestin est en saber - respondi Alicia- si puedes hacer que las palabras signifiquen cosas diferentes. . ,

    - La cuestin est en saber - dij o Humpy Dumpty- quien va a ser el amo -eso es todo.

    Resulta constructivo reflexionar sobre esta conversacin. Alicia y Humpty Dumpty comenzaron discutiendo la pala-bra "gloria" (que Humpty Dumpty mencion a Alicia con una sonrisa desdeosa y que ella, por supuesto, no en-tendi hasta que l le explic lo que significaba), luego la palabra " impenetrabilidad" (a la que Humpty Dumpty le dio tantos significados que termin por agregar: "Cuando hago que una palabra eje cu te muchas funciones, corno en este caso, siempre le pago extra"), y , finalmente, el poema "Jabberwocky" (que le hizo decir a Humpty Dumpty que algunas palabras son como las alforj as, por-que encierran dos significados en un solo vocablo).

    Los norteamericanos bien podran ponerle a Humpty Dumpty el sobrenombre de "sophomore "*, por cuanto constitua una extraa mezcla de sabidura e insensatez, de sentido comn y falta de sentido. Tena toda la razn cuando deca que algunas palabras son realmente as, Y que otras merecen pago adicional dadas las mltiples fu~ciones que desempean. Pero estaba completamente equi-vocado al imaginar que l poda ser el seor de las palabras y que poda imponerles significados en forma arbitraria, segn su apricho momentneo. * El trmino se usa para hacer referencia a los alumnos de segundo

    ao en la universidad (N. del T.).

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  • lA MISION CRISTIANA HOY

    Sin embargo (me atrevo a decirlo), algunos telogos modernos parecen tan perversos como Humpty Dumpty en su uso de los trminos bblicos. Si yo tuviese una fraccin de la imaginacin de Lewis Carroll intentara hacer una parodia titulada Malicia en el Pas de las Mara-villas o A venturas en el campo de la fantasza teolgica.

    No se niega que el tiempo cambia el significado de las palabras. "El ideal del 'ingls eterno' -escribi C. S. Lewis en una de sus Letters to Malcolm (Collins)- es pura tontera. Ninguna lengua viva puede ser eterna. Sera como hablar de un ro irunvil."

    Ningn escritor moderno ha demostrado este hecho con ms vigor que Alvin Toffler en su Future Shock (Bodley Head, 1970). Tiene en dicha obra una seccin fascinante sobre la transitoriedad del lenguaje humano, titulada "El Shakespeare semiinculto" (pp. 159-162), en la que cita a Stuart Berg Flexner, director del Random House Dictionary of the English Language: "Si Shakes-peare apareciera sbitamente en Londres o Nueva York hoy, podra entender un promedio de slo cinco de cada nueve palabras de nuestro vocabulario. El gran bardo sera semi-inculto."

    Lo que nos estn diciendo Lewis, Flexner y Toffler es que el significado de las palabras evoluciona. Lo que significa hoy un vocablo probablemente sea muy distinto de lo que significaba ayer, y ms an de lo que significaba anteayer , y ms todava el da anterior a se. Pero el hecho de que tengamos conciencia de que el significado de hoy es diferente del de ayer no nos autoriza a confun-dirlos, o a darle el significado moderno a un vocablo que aparece en un contexto antiguo. Por el contrario, el vo-cablo de ayer ha de tener el significado que corresponda entonces, mientras que la palabra actual ha de tener el significado actual.

    Cuando se aplica a la interpretacin bfblica este prin-

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    INTRODUCCJON

    cipio elemental, generalmente se lo real~a mediante la expresin algo pomposa de "exgesis histrico-gramtica". Visto negativamente, esto quiere decir que no tenemos libertad para imponer a las palabras b{blicas significados que quienes las emplearon jams quisieron darles. Visto positivamente, nos obliga a la disciplina de estudiar las palabras tanto en su contexto gramatical como en su marco histrico. La gramtica y la historia conjuntamente determinan el significado de las palabras, como pue.cte confirmarlo cualquier abogado acostumbrado a interpretar documentos. E. D. Hirsch lo resume en su libro Validity in Jnterpretation (Y ale U niversity Press, 1967): "El texto tiene el significado que le quiso dar su autor".

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    l. LA MISION

    En primer lugar tenemos que considerar la palabra "mi-sin". Antes de -intentar una definicin biblica quiz re-sulte provechoso echar un vistazo a la polarizacin co~ rriente.

    Dos puntos de vista extremos

    El punto de vista antiguo o tradicional consiste en consi-derar eq.uj_y~~ntes los trminos misin y evangelizacin, misioneros y evangelistas, misiones y programas de evangeli-zacin. Ni siquiera la Comisin de Evangelismo y Misin Mundial hizo distincin entre "misin" y "evangelizacin" en su acta de constitucin, sino que defini su objetivo como el de "promover la proclamacin del evangelio de Jesucristo a todo el rriundo, a fin de que todos los hombres puedan creer en l y ser salvos" . Como lo ex-pres Philip Potter en su discurso ante el Comit Central del Consejo Mundial de Iglesias que se reuni en Creta en 1967 , "la literatura ecumnica desde Amsterdam ha em-pleado los vocablos 'misin', ' testimonio' y 'evange-lizacin' en forma intercambiable."

    En su forma externa este concepto ms antiguo, de que la misin de la iglesia consiste en la evangelizacin nicamente, pona tambin el acento en la proclamacin verbal. Al misionero se lo caracterizaba con frecuencia representndolo bajo una palmera, con sombrero de ex-plorador, recitndole el evangelio a un grupo de abor-genes pobremente vestidos y respetuosamente sentados en el suelo a su alrededor. De este modo la imagen tradi-cional del misionero era la del predicador, y, para colmo,

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  • LA MISION CRISTIANA HOY

    la de un predicador ms bien paternalista. Al poner el nfasis en el carcter prioritario de la predicacin evange-lizadora se dejaba poco lugar en algunos casos hasta para la creacin de escuelas cristianas. Philip Crow nos cont en la conferencia c1e Islington de 1968 acerca de un tal R. N. G_ust que en 1888 sostena que los fondos misioneros "se reunan con el fin de convertir almas, no el de agudizar intelectos." En 1894 modific ligeramente su posicin a fin de incluir "evangelistas laicos, evangelistas del sexo femenino, mdicos evangelistas cuando la pre-dicacin del evangelio constituye la misin principal", pero agreg: "Cuando se sugiere que debemos contar con un capataz de fbrica devoto o un fabricante de tejas evanglico, o un criador de ganado o cultivador de nabos de la baja iglesia, all trazo la lnea" (Mission in the Modern World, Patmos, 1968).

    Con todo, el que acabamos de mencionar constituye un caso extremo. La mayora de los que se adhieren al punto de vista tradicional sobre la misin aceptaran que las tareas educacionales y mdicas son perfectamente aceptables; ms todava, que constituyen complementos sumamente valiosos de la obra evangelizadora, con fre-cuencia como indicacin de la compasin cristiana para con los ignorantes y los enfermos, si bien a veces se los menciona descaradamente como "plataformas" o "tram-polines" para la evangelizacin -los hospitales y las es-cuelas proporcionan de este modo en la persona de sus pacientes y alumnos un auditorio cautivo o aprisionado que est obligado a escuchar el evangelio.

    Este concepto tradicional no est muerto y enterrado, ni mucho menos. El denominado "Movimiento de Jess" ha fomentado la formacin de comunidades cristianas a las que se incorporan fervorosos jvenes evanglicos con el objeto de alejarse del mundo malo que los rodea. Una comunidad de esta clase fcilmente degenera y se trans-

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    LA MISION

    forma en una organizacin cerrada, o aun en un estable-cimiento semimonstico. Luego el nico contacto que tienen tales cristianos con el mundo (al que consideran total e irremisiblemente malo) es el que se produce p~r las ocasionales incursiones al mismo con fines evangeli-zadores. Les resultan muy naturales las imgenes o met-foras apocalpticas. El mundo es como un edificio que se incendia, afirman; la nica misin del cristiano consiste en montar una operacin de rescate antes de que sea dema-siado tarde. Jesucristo puede venir en cualquier momento ; no tiene sentido ocuparse de las estructuras de la so-ciedad, por cuanto la sociedad est condenada y a punto de ser destruda. Adems, cualquier intento de mejorar la sociedad no puede ser sino improductivo porque los hom-bres no regenerados no pueden edificar un mundo nuevo. Slo as podra concebirse que la sociedad renaciera. P"ro ya es demasiado tarde hasta para eso.

    Un pesimismo de esta naturaleza, que niega el mundo, constituye un fenmeno extrao en quienes afirman que creen en Dios. Pero claro, la imagen que tienen de Dios est sl parcialmente formada por la revelacin bblica. No se trata del Creador que en el principio dio al hombre un "mandato cultural" de sojuzgar y gobernar la tierra; que ha instituido autoridades que gobiernen como sus "ministros" para organizar la sociedad y administrar jus-ticia , y a quien, como lo expresa el Pacto de Lausana, en razn de que es "tanto el Creador como el Juez de toQ.os los hombres", concierne "la justicia y la reconciliacin en toda la sociedad humana" (prrafo 5).

    En el polo opuesto a est e concepto anti bblico de la misin como evangelizacin exclusivamente? est el con-cepto ecumnico corriente , por lo menos a partir de mediados de la dcada del 60 y de las actividades prepa-ratorias de la Asamblea de Upsala. La publicacin en 1967 de los informes de los grupos de trabajo de Europa

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    occidental y de Norteamrica sobre " la estructura misio-nera de la congregacin" , titulada The Church for Qthers (WCC), le dio vigencia a todo un conjnto de vocablos nuevos relativos a la misin. La tesis que se sostena en dichos informes era la de que Dios obra en el proceso ,__ histrico, que el propsito de su misin, de la missio Dei, es el establecimiento de la shalom ("paz" en hebreo) en el sentido de armona social, y que esta shalom (que sera idntica con el reino de Dios) se ejemplifica en la "eman-cipacin de las razas de color, la preocupacin por la humanizacin de las relaciones industriales, diversos in-tentos de desarro llo rural, la bsqueda de una tica comer-cial y profesional, la preocupacin por la honestidad y la in tegridad in telec tuales" (The Church for Others, p 15).

    Ms todava, para cumplir este objetivo Dios se vale de "hombres y mujeres tanto dent ro como fuera de las iglesias", y el papel peculiar de la iglesia en relacin con la misin divina es el de " indicar que Dios est obrando en la historia del mundo" (p . 16), descubrir lo que est haciendo, compenetramos de su sentido y finalmente cornp rometernos en la tarea, porque la relacin primaria de Dios es hacia el mundo, se deca, razn por la cual la secuencia verdadera ya no ha de encontrarse en la f rmula "Dios-iglesia-mundo" sino en esta otra: "Dios-mundo-iglesia" (p. 16). Siendo as, "es el mundo el que tiene que proporcionar la agenda para las iglesias" (p. 20) - y las iglesias deben tomar en serio al mundo y procurar servir de conformidad con las necesidades sociolgicas contem-porneas de ste.

    J . G. Davies, que fue miembro del grupo de trabajo de Europa occidental, expres ideas similares en sus dos libros titulados Worship and Mission (SCM, 1966) y D"i-logo con el Mundo (La Aurora, 1967). Equipar los conceptos de humanizacin, reconciliacin, shalom y la instauracin del reino de Dios, considerndolos en con-

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    LA MISION

    junto como el objetivo de la misin de la iglesia (D"ilogo , pp. 13-16). " De ah que la misin tenga que ver con la solucin de disputas industriales, con la superacin de la divisin de clases, con la erradicacin de la discriminacin racial" (p. 16). Ms an, "debemos asociarnos con Dios en la historia para renovar la sociedad" (p. 18).

    Buena parte de este intento de reconstruir el concepto de "misin" fue citada en las Notas para las Secciones, que se publicaron como parte de los preparativos para la asamblea de Upsala. Se consideraba a la misin como el proceso histricp de renovacin de la sociedad, .y el texto lema de Upsala fue "He aqu , yo hago nuevas todas las cosas" (Apocalipsis 21.5). Pero esta palabra de Dios cons-tituye una afirmacin escatolgica. Fue pronunciada desde el trono (en la visin de Juan) , casi inmediatamente des-pus que aparecen el nuevo cielo y la nueva tierra. Sin embargo, varias veces se la us en Upsala como expresin de una realidad presente y no de una esperanza futura, de "la aceleracin del cambio social y poltico" y no de la regeneracin final del universo.

    Aparte de este empleo equivocado de la Escritura, qu diremo s acerca de la identificacin de la misin de Dios con la renovacin social? Cabe hacer una cudruple crtica. Primero, el Dios que es el Seor de la historia es tambin el Juez de la historia. Resulta ingenuo aclamar a todos los movimientos revolucionarios como si fueran seales de la renovacin divina. Tras una revolucin el nuevo status quo a veces ampara ms injusticia y opresin que el desplazado.

    Segundo, las categoras bblicas de shalom, la nueva humanidad y el reino de Dios, no deben ser identificadas con la renovacin social. Cierto es que en el Antiguo Testamento shalom (paz) significa con frecuencia bien-estar poltico y material. Pero, puede acaso sostenerse', con seriedad exegtica y bblica, que los escritores del

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    Nuevo Testamento presentan a un Jess que obtiene esta clase de paz y que se la otorga a la sociedad en su conjunto? Dar por sentado que todas las profecas del Antiguo Testamento se cumplen en forma literal y ma-terial equivale a cometer el mismo error que cometieron los contemporneos de Jess cuando intentaron tomarlo y hacerlo rey por la fuerza (Juan 6.15). El Nuevo Testa-mento indica que el cumplimiento de las profecas del Antiguo Testamento trasciende las categoras en las que se dieron las promesas. De manera que segn los apstoles la paz que predica y ofrece Jess es algo ms profundo y ms rico, es a saber, la reconciliacin y la comunin con Dios y entre nosotros (vase por ejemplo, Efesios 2.13-22). Ms todava, esta paz no se otorga a todos los hombres sino a aquellos que le pertenecen, a la comu-nidad redimida por l. De modo que shalom es la bendi cin que el Mesas trae para su pueblo. La nueva creacin Y la nueva humanidad se han de ver en aquellos que estn en Cri~to (2 Corintios 5.17); adems, el reino tiene que ser recibido como un nio (Marcos 10.15). Por supuesto que es deber cristiano recomendar, mediante argumentos Y por medio del ejemplo, a quienes no han recibido el reino o ingresado en l, las elevadas normas de justicia que lo rigen. Es as como vemos que la justicia del reino se irradia, por as decirlo, hacia diversos sectores del mundo, con el resultado de que se tiende a borrar hasta cierto punto la frontera que los separa. Con todo, el reino se mantiene inclume, diferencindose de la sociedad in-crdula, y el ingreso en el mismo depende de un nuevo nacimiento espiritual.

    Tercero, la palabra "misin" no puede usarse con pro-piedad para abarcar todo lo que Dios est haciendo en el mundo. En cuanto se refiere a la providencia y a la gracia comn es indudable que Dios est activo en todos los hombres y en todas las sociedades, sea que lo reco-

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    LA MISION

    nozcan o no. Pero esta no es su "misin". La "misin" se relaciona con el pueblo redimido, y con lo que les ha dado a ellos para que hagan en el mundo.

    Cuarto, la preocupacin de U psala por lo relativo al cambio social dej poco tiempo, prcticamente nada, para tratar lo relativo a la evangelizacin. Fue esta falta de equilibrio contra lo cual, si se me permite hablar personal-mente, me sent obligado a protestar en la seccin ple-naria en la que se present el informe de la Seccin II sobre la "Renovacin en el concepto de 'misin'".

    La Asamblea ha considerado seriamente lo relativo al ham-bre, la pobreza y las injusticias del mundo contemporneo -manifest-. Y con toda justicia. Yo mismo he sido tocado en este sentido. Pero no encuentro la misma preo cupaci n o compasin en cuanto al hambre espiritual de los hombre~ .. que (como nos lo dicen Cristo y sus apstoles repetidamente), al no tener a Cristo, se pierden ...

    El Consejo Mundial de Iglesias manifiesta conocer a Cristo Jess como Seor. Pues bien, el Seor Jesucristo mand a su iglesia a predicar las buenas nuevas y a hacer discpulos ; no veo que esta Asamblea en conjunto est muy ansiosa por obed ecer este mandato. El Seor Jesucristo llo r por la ciudad impen i-tente que lo haba rechazado ; no veo que esta Asamblea est derramando lgrimas de un modo semejante.

    Una sntesis bblica? -

    Teniendo en cuenta el punto de vista tradicional , segn el cual la misin cumple una funcin exclusivamente evange-lizadora, y el punto de vista ecumnico actual , segn el cual consiste en establecer la shalom, nos preguntarnos nosotros si no hay un modo mejor, ms equilibrado y ms bblico, de definir la misin de la iglesia, y de relacionar entre s las responsabilidades evangelizadora y social del pueblo de Dios. Los delegados que concurrieron a la reunin de la Comisin de Evangelismo y Misin Mundial,

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  • LA MlSION CRISTIANA HOY

    celebrada en ' la ciudad de Mxico en diciembre de 1963 tuviero~ conciencia del problema, pero manifestaron qu~ no pudieron encohtrar una solucin. En el informe de la Seccin 11 confesaron que :

    ..

    La discusin volvi vez tras vez a la relacin entre la accin de D io.s Y a travs de la Iglesia, y a todo lo que Dios est haciendo en .el mu~do en fo rma aparentemente independiente d e la comunidad cn stiana. Puede trazarse una distincin entre la accin providencial cte Dios y la accin redentora de D.ios? : Pudimos establecer la tesis y la anttesis en las d1ssus1ones, pero nos result imp~sible, ll egar a la verdad que, segun. nos. parece,. se encuentra mas alla de la dialctica (Wit-

    n,e~:s in S1x Connnenrs, edicin preparada por R. K. O"chard Edmburgh Ho use Press, 1964, 7. '

    Muchas personas fueron a Upsala con la esperanza de que se produjese un genuino encuentro de mentalidades dis-puestas a resolver dicha tensin. En uno de los discursos inaugurales W. A. Visser't Hooft manifest la esperanza de que la Asamblea hab ra de tratar la cuestin "positiva-mente y ecumnicamente -"positivamente en el sentido de que demos un claro sentido de orientacin a nuestro movimiento" y "ecumnicamente en el sentido de que

    r~almente nos escuchemos unos a otros". Prosigui ha-ciendo su propia contribucin en estas palabras:

    Cre~ que, con relac!n a la gran tensin entre la in terpretacin vertical del Evangeho como relacionada esencialmente con la

    ~cci n sal~~fica de. Dios en la vida de los individuos, y la .. mterpretac1o n honzontal de ella como vinculada principal-mente con las relaciones humanas en el mu ndo debemos salin:10s de ~ste movimiento oscilatorio ms bien pri~itivo que

    cons~st~ en rr de u n extremo al otro, lo cual no es digno de un movumento que por su misma naturaleza procura abrazar la doct~ina del ~vang~~o en su plenitud. Un cristianismo que ha perdido su d1111ens1on vertical ha perdido la sal y no slo se torna inspido en s mismo, sino que resulta intil para el mundo. Pero un cristianismo que se vale de la preocupacin vertical como medio para eludir su responsabilidad para con la

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    LA MISION

    vida comn del hombre es una negacin de la encarnacin, del amor de Dios .Pra con el mundo manifestado en Cristo (The Upsala 68 Report, edicin preparada por Norman Goodall, WCC, Ginebra, 1968, pp. 317-18).

    Lamentablemente, lo que Mxico dej incompleto Upsala no lo complet, y las esperanzas de Visser't Hooft no se cumplieron. Esa vieja polarizacin contina.

    Tendramos que poder convenir en que la misin surge ante todo de la naturaleza de Dios mismo y no de la iglesia. El Dios vivo de la Biblia es un Dios que enva. Creo que fue Johannes Blauw en su libro The Missionary Nature of the Church (McGraw-Hill, 1962; hay traduccin portuguesa por ASTE, Sao Paulo, 1966: A naturaleza missionria da lgreja) quien primero emple la palabra '"centrfuga" para describir la misin de la iglesia. Luego J . G . Davies la aplic a Dios mismo. Dios -escribe- es "un Ser centrfugo" (Worship and Mission, 1966, p. 28). Es esta una metfora dramtica. Pero, con todo, no es ms que otra forma de decir que Dios es amor, que con espritu de sacrificado servicio se extiende incesantemente para alcanzar a otros.

    De modo que envi a Abraham, mandndole que se fuera de su tierra y de su parentela y se encaminase hacia un gran mundo desconocido, prometiendo bendecirlo y, a travs de l, bendecir al mundo si le obedeca (Gnesis i2.l-3). Luego mand a Jos a Egipto, venciendo incluso la crueldad del hermano, a fin de preservar en la tierra un remanente fiel durante la escasez que sobrevino (Gnesis 45 .4-8). Ms adelante envi a Moiss a ese pueblo opri-mido en Egipto, con buenas noticias de liberacin, dicin-dole: "Ven, por lo tanto, ahora, y te enviar a F aran, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel" (Exodo 3 .1 O). Con posterioridad al xodo y a la toma de posesin de la tierra prometida les mand una sucesin de profetas con palabras de advertencia y de

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  • LA MISION CRISTIANA HOY

    promesa. Como dijo por boca de Jeremas: "Desde el da que vuestros padres salieron de la tierra de Egipto hasta hoy, os envi todos los profetas mis siervos, envindolos desde temprano y sin cesar; pero no me oyeron ni incli-naron su odo ... " (Jeremas 7.25,26; cf. 2 Crnicas 36.15,16). Despus del cautiverio babilnico les concedi la gracia de enviarlos nuevamente a su tierra, y mand ms mensajeros con ellos y a ellos que los ayudasen a reconstruir el templo, la ciudad y la vida nacional. Por fin, "cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envi a su Hijo"; y finahnente el Padre y el Hijo enviaron al Espritu en el da de pentecosts (Glatas 4.4-6; Juan 14.26; 15 .26; 16.7; Hechos 2.3).

    Todo esto constituye el trasfondo bblico esencial para comprender lo que significa la misin. La misin primaria corresponde a Dios, por cuanto fue l quien mand a los profetas, a su Hijo, a su Espritu. De todas estas misiones la del Hijo resulta central, por cuanto era la culminacin del ministerio de los profetas, y porque comprenda en s misma como punto cuhninante el envo del Espritu. Y ahora el Hijo enva, as como l mismo fue enviado. Ya durante su ministerio pblico mand primeramente a los apstoles, y luego a los setenta, como una especie de extensin de su propio ministerio de predicacin, ense-anza y curacin. Luego, despus de su muerte y resurrec-cin, ampli los alcances de su misin a fin de incluir a todos los que lo reconocen como Seor y que se consi-deran sus discpulos. Porque con los doce apstoles haba otros cuando se enunci la Gran Comisin (vase, por ejemplo Lucas 24.33). No podemos restringir su aplica-cin a los apstoles.

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    LA MISION

    La Gran Comisin

    Esto nos lleva a considerar los trminos en que est expresada la Gran Comisin. Qu fue lo que el Seor Jess encomend a su pueblo? No cabe duda de que la mayora de las versiones de la misma (p.or cuanto ~arece ser que la repiti en varias formas en diversas ocasiones_) realzan la evangelizacin. "Id por todo el mundo Y predi-cad el evangelio a toda criatura" reza el conocido m.anda-miento de la "conclusin ms larga" del Evangelio de Marcos, conclusin que parece haber sido agregada por alguna mano despus que la conc;~sin original _de ,Marcos se hubo perdido (Marcos 16.15). Id, y hace~ ,d1sc1pulos;;i todas las naciones, bautizndolos. . . y ensenandoles. . . , dice el relato de Mateo (Mateo 28.19,20), mientras que Lucas registra al final de su Evangelio las palabras d~ Cristo de "que se predicase en su nombre el arrepenti-miento y el perdn de pecados a todas las naciones" Y, al comienzo de los Hechos, que su pueblo habra de recibir poder para convertirse en testigos suyos "hasta lo ltimo de la tierra" (Lucas 24:27; Hechos 1.8). El nfasis acur:iu-lativo resulta claro. Dicho nfasis se coloca en la predica-cin el testimonio y la tarea de hacer discpulos, Y muchas personas deducen de esto que la m.isin de l iglesia, segn la especificacin del Seor resucitado, con~tituye una misin que consiste exclusivamente en pr~dicar, convertir y ensear. En honor a la verdad, co~ieso que yo mismo sostuve esto en el Congreso M_u~d1al de Evangelizacin en Berln en 1966, en las expos1c1ones en que intent explicar las tres versiones principales de la Gran Comisin.*

    Hoy, no obstante, me expresara de otro modo. No se "' Las exposiciones sobre la Gran C:omisin ~ ~.ue se : e.fiere el aut~;

    forman parte de la Evangelizacion y la B1b t'.:i. Ed 1c10nes Evan e-licas Europeas, 1969 (N. del E.) ..

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    t_rata solamente de que la comisin incluye la responsabi-lidad , de ep~ear a los convertidos todo lo que Jess mando antenormente (Mateo 28.20), y de que la respon-sabilidad social se encuentra entre las que Jess mand. Ahora veo ms claramente que si no queremos ser cul-p_ables de distorsionar las palabras de Jess, hemos de

    ent~nder que la comisin misma incluye la responsabilidad s?cial tanto como la evangelizadora, y no que aqulla sea sunplemente una consecuencia de la comisin.

    L~ .~ersin fu~dan:ental en que nos ha llegado la Gran Com1s1on es, la JOaruna (aun cuando es la ms ignorada por ser la ~as costosa o difcil). Jess la haba anticipado

    . en su orac1on en el aposento alto cuando le dijo al Padre: "Como t me enviaste al mundo, as yo los he enviado al mundo" (Juan 17.18). Luego, probablemente en el mismo aposento alto pero despus de su muerte y resurreccin transform la expresin afirmativa de su oracin en u~ mandamiento o comisin al decir: "Como me envi el Padre, as ~ambin yo os envo" (Juan 20.21). En estas dos expresiones Jess hizo ms que trazar un paralelo entr~ su misin y la nuestra. En forma deliberada y precisa puso a su misin como modelo para la nuestra curu;~~ dijo: "como me .envi el Padre, asz' tambin yo os envio . En consecuencia, nuestra comprensin de la mis10n de la iglesia hemos de deducirla de nuestra com-prensin de la misin del Hijo. Por qu y cmo envi el Padre al Hijo?

    Naturalmente que el propsito principal de la venida del Hijo al mundo tena un carcter nico. Quiz sea en parte por esta razn que los cristianos han titubeado ante

    la idea de que su misin pudiera ser comparable en sentido alguno a la del Hijo. Porque el Padre mand al Hijo a ser el Salvador del mundo, y con ese fin expiar nuestros pecados y obtener para nosotros la vida eterna (1 Juan 4.9,19,14). En efecto, l mismo dijo que haba

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    LA MISION

    venido a "buscar y salvar lo que se haba perdido" (Lucas 19 .1 O). En estos aspectos no podemos emularlo. Nosotros no somos salvadores. Sin embargo, todo esto no deja de constituir una declaracin incompleta del por qu de su venida.

    Resulta mejor comenzar con algo m s general, y afir-mar que vino a servir. Sus contemp orneos estaban fami-liarizados con la visin apocalptica de Daniel, la visin del Hijo del Hombre que recibe dominio y que es servido por todos los pueblos (Daniel 7.14). Pero Jess saba que para ser servido antes deba servir l mismo, y que deba enfrentar el sufrimient() antes de que pudiera recibir do-minio. De modo que fusion dos imgenes veterotesta-mentarias y aparentemente incompatibles - la del Hijo del Hombre de Daniel y la del siervo sufriente de Isaas, y dijo : "el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos" (Marcos 10.45). El sacrificio de rescate por el pecado es algo que slo l pudo ofrecer, pero esto habra de ser la culminacin de una vida. de servicio - y nosotros tambin podemos servir. "Yo estoy entre vosotros - dijo en otra ocasin- como el q sirve" (Lucas 22.27). De modo que se entreg a s mismo en desprendido servicio a los dems, y su servicio se caracterizaba por la gran variedad de formas en que se manifestaba, segn las necesidades de los hombres. Por cierto que predicaba, que proclamaba las buenas nuevas del reino de Dios, y que enseaba lo relativo a la venida del reino y el carcter del mismo, como tambin la forma de ingresar en l, y al modo en que se habra de extender. Pero serva con hechos tanto como con palabras, al punto que resultara imposible separar en el ministerio de Jess sus obras de sus palabras. Aliment bocas hambrientas y lav pies sucios; san en-fermos, consol a los tristes y hasta volvi muertos a la vida.

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  • LA MISION CRISTIANA HOY

    Ahora nos enva a nosotros - nos dice- as como el Padre lo haba enviado a l. Por ello la nuestra, como la de l, ha de ser una misin de servicio. Se vaci de su propio status y tom la forma de siervo, y su humilde sentir ha de estar en nosotros (Filipenses 2.5-8). El nos ofrece el modelo perfecto para el servicio, y manda a su iglesia al mundo para que sea una iglesia que sirva. Acaso no es esencial que recuperemos este nfasis biblico? En muchas de nuestras actitudes y empresas cristianas hemos tendido (particularmente quienes vivimos en Europa y Nor-teamrica) a obrar como patrones ms que como servi-dores. Sin embargo, parece ser que es en el papel de servidores donde podemos encontrar la sntesis equilibrada de la evangelizacin y la accin social. Porque ambas deben ser para nosotros, como lo fueron para Cristo, expresiones autnticas del amor que se resuelve en ser-vicio.

    Luego existe otro aspecto de la misin del Hijo que tiene su paralelo en la misin de la iglesia, a saber, que a fin de servir Cristo fue enviado al mundo. Cristo no descendi como un visitante de otro planeta, ni lleg como un extrao trayendo consigo su propia cultura ex-traa. Tom para s nuestra humanidad, nuestra cultura; se hizo hombre de carne y hueso como nosotros. Fue verdaderamente hombre como nosotros y experiment nuestras debilidades, nuestro sufrimiento y nuestras tenta-ciones. Incluso llev sobre s nuestro pecado y muri nuestra muerte. Y ahora nos enva " al mundo", a identi-ficarnos con los dems (pero sin perder nuestra identidad cristiana), como l se identific con nosotros, a volvemos vulnerables como lo hizo l. Es indudable que uno de los fracasos ms caractersticos de nosotros los cristianos, sin excluir a los que nos llamamos cristianos evanglicos, es que raras veces tomamos en serio este principio de la encarnacin. "Como nuestro Seor tom nuestra carne

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    LA MTSION

    -dice el informe de Mxico de 1963- as1 llama a la. Iglesia a tomar al mundo secular. Es fcil decir esto pero hacerlo es sacrificado" (Witness in Six Contirients, p. 151). Nos resulta ms natural gritarle el evangelio a la gente desde cierta distancia que comprometernos profun-damente en su vida, comprometernos en su cul tura y sus problemas, y compartir sus sufrimientos. Y sin embargo el ejemplo de nuestro Seor implica esto en forma inequ-voca. As lo expresa el pacto de Lausana: "Afirmamos que Cristo enva a los redimidos al mundo como el Padre lo envi a l y que esto exige una similar penetracin profunda y costosa en el mundo" (prrafo 6).

    La relacin entre evangelizacin y accin social

    Cul debe ser, entonces, la relacin entre la evangeli-zacin y la accin social en el contexto de nuestra respon-sabilidad cristiana total? Si aceptamos que no tenemos libertad para concentrarnos en la evangelizacin con ex-clusin del aspecto social o de adoptar el activismo social como sustituto de la evangelizacin, entonces tenemos que definir la relacin entre los dos. Esto se ha inten-tado de tres modos, principalmente.

    Primero, algunos consideran que la accin social consti-tuye un medio para la evangelizacin . En este caso la evangelizacin y la obtencin de conversos constituyen los objetivos principales, pero la accin social es un elemento preliminar til, un medio efectivo para llegar a los obje-tivos propuestos. En su forma ms descarada ella consi-dera la accin social (ya sea en forma de alimentos, medicinas o educacin) como la cobertura dulce de la pldora, la carnada en el anzuelo, mientras que en su forma ms positiva le acuerda al evangelio un grado de aceptacin del que de otro modo carecera. En cualquier

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    de estos casos una atmsfera de hipocresa rodea nuestro sentido filantrpico. Es un motivo francamente ulterior el que nos mueve a ello. El programa social que constituye un medio para llegar a otro fin arroja como resultado "cristianos" interesados en las limosnas que puedan con-seguir. Esto resulta inevitable si nosotros mismos hemos realizado la tarea evangelizadora con este sentido. Nosotros le transmitimos el engao. Con razn Gandhi dijo en 19'31: "Sostengo que realizar proselitismo al amparo de las obras humanitarias es, cuando menos, indecoroso ... por qu voy a tener que cambiar mi religin porque un mdico que profesa el cristianismo como religin me ha curado alguna enfermedad? ... "

    La segunda forma de relacionar la evangelizacin y la accin social es algo ms digna. Considera la accin social, no como un medio para la evangelizacin, sino como una manifestacin de la evangelizacin, o por lo menos del evangelio que se proclama. En este caso la filantropa no es algo que se agrega la evangelizacin en forma ms bien artificial desde afuera, sino que surge de ella como su expresin natural. Casi podra decirse que la accin social se transforma en el "sacramento" de la evangelizacin, porque hace visible en forma significativa el mensaje. J. Herman Bavinck en su famosa obra An Jntroduction to the Science of Missions (publicada en 1954 en holands, y en ingls en 1 % 0 por la Presbyterian and Reformed Publishing Co.) defiende este punto de vista. La medicina y la educacin constituyen algo ms que " un medio legtimo y necesario para crear oportunidades para la predicacin" - dice- por cuanto, "si dichos servicios estn motivados en el amor y la compasin, como corresponde, dejan de ser en este caso simplemente preparacin, y en ese mismo momento se convierten en predicacin" (p. 113). No debemos titubear en aceptar este criterio, hasta donde llega, ya que existe un poderoso precedente para

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    LA MISION

    ello en el nnisterio de Jess. Sus palabras y sus hechos se correspondan, desde el momento en que las palabras interpretaban los hechos y los hechos encarnaban las pala-bras. Cristo no slo anunciaba las buenas nuevas del reino ; realizaba en forma visible "seales del reino". Si la gente se negaba a creer sus palabras, deca, pues entonces que le creyesen "por las mismas obras" (Juan 14.11).

    El obispo anglicano John V. Taylor adopta una posi-cin similar en su contribucin a la serie de estudios "Christian Foundations" en la obra titulada For Ali the World (Hodder and Stoughton, 1966). Hace referencia a una "representacin del Evangelio por tres vas" (p. 43), con lo cual quiere decir que los cristianos han sido lla-mados a "articular ei evangelio .. . mediante lo que dicen (proclamacin), lo que son (testimonio), y lo que hacen (servicio)" (p. 40). Esto tambin es cierto, y est muy bien expresado. Pero, con todo, me deja intranquilo. Porque pretende que el servicio sea una subdivisin de la evangelizacin, un aspecto de la proclamacin. No niego que las buenas obras de amor tenan realmente un valor evidencial cuando las haca Jess, y que lo tienen tam-bin cuando las hacemos nosotros (cf Mateo 5 .16). Pero me resulta imposible aceptar que sta sea su nica justifi-cacin, ni siquiera la principal. Aun cuando lo, fuera, aqullas seguiran siendo, si bien tmidamente, sol.o me-dios para llegar a un fin. Si las buenas obras constituyen predicacin visible, en ese caso se espera que ocurra alg? como resultado; en cambio, si las buenas obras consti-tuyen manifestacin visible del amor, en ese caso no se espera de ello "nada" (Lucas 6.35).

    De este modo llegamos a la tercera forma de establecer la relacin entre la evangelizacin y la accin social, Y la que a mi juicio constituye la forma verdaderamente cris-tiana; a saber, que la accin social est asociada a l~ evangelizacin, es decir, es compaera de la evangelz-

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    zacin. Al ser compaeras se pertenecen la una a la otra, no obstante ser, al mismo tiempo, independientes. Cada cual existe por s misma, y con todos sus derechos, a la par de la o tra. Ninguna de las dos es un medio para llegar a la otra, ni tampoco una manifestacin de la otra. Cada cual constituye un fin en s misma. Ambas son expresin de un amor no fingido. Corno lo expres el Congreso Nacional Anglicano en Keele, Inglaterra, en 1968: "La evangelizacin y el servicio misericordioso van juntos en la misin de Dios" (prrafo 2.20).

    El apstol Juan me ha ayudado a comprender esto mediante las siguientes palabras de su primera carta: "El que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad, y cierra contra l su corazn, cmo mora el amor de Dios en l? Hijitos mos, no amemos de palabra ni d

  • LA MISION CRISTIANA HOY

    palabras como obras, preocupacin por el hambre y por la enfermedad tanto del cuerpo como del alma ; en otras palabras, t anto actividad evangelizadora como social. Pero supongamos que alguien sigue convencido de que la Gran Comisin se refie re exc lusivamente a la evangelizacin, qu ocurre entonces?

    Me atrevo a decir que algunas veces, tal vez porque se . trata de las ltimas instrucciones dadas por Jess antes de volver al Padre, le acordamos a la Gran Comisin un lugar demasiado preminente en el pensamiento cristiano. Espero que no se me entienda mal. Creo fmemente que la iglesia toda tiene la obligacin de obedecer. el mandato de su Seor de llevar el evangelio a todas las naciones. Pero pienso tamb in que no debemos considerar que esas fue-ron las nicas instrucciones que nos dej Jess. Tambin cit Levtico 19. 18, "amars a tu prjimo como a ti mismo", llamndolo "el segundo" mandamiento (y se-gundo en importancia slo en comparacin con el manda-m iento principal de amar a Dios con todo nuestro ser) y agregando que "no hay otro mayor" que ste y el pri-mer.o, y elaborndolo ms en el Sermn del Monte. All insisti en que en el vocabulario divino nuestro prj imo incluye a nuestro enemigo, y que amar significa " hacer el bien" , es decir, darnos en fo rma activa y constructiva para contribuir al bienestar de nuestro prjimo.

    Aqu tenemo s, por lo tanto, dos mandatos de Jess - un gran mandamiento a "amar al prjimo", y una gran comisin a "ir y hace r discpulos" . Qu relacin hay entre Jos dos? Algunos obramos como si creysemos que son idnticos, de tal manera que si compartimos el evan-gelio con alguno, creemos haber completado la obligacin de amarlo. Pero no es as. La Gran Comisin ni explica, ni ~gota, ni reemplaza al Gran Mandamiento. Lo que hace es agregarle al requ isito de amar al prjimo y servir al prjimo una nueva y urgente dimensin cristiana. Si real-

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    LA MISION

    mente amamos a nuestro prj imo no cabe duda de q~~ compartiremos con l las buenas nuevas del Seor Jesus. Cmo podernos afirmar que lo amamos, si conocemos el ~vangelio pero nos rehusamos a comunicrselo? lgua}-mente sin embargo, si realmente amamos a nuestro pro-jimo ~o nos limitaremos a evangelizarlo. Nuest.ro. prjimo no es un alma incorprea para que podamos lumtarnos a amar su alma, ni tampoco es un cuerpo sin alma para que podamos ocuparnos de su bienestar fsico sol~ente, . ni tampoco un cuerpo con alma aislado de la sociedad. D10s cre al hombre, que es mi prjimo, como un cuerpo con alma, integrado en una comunidad. Por lo tanto, si ama-mos a nuestro prjimo tal cual Dios lo hizo , inevita-blemente tendremos que ocuparnos de su bienestar total -el bien de su alma, de su cuerpo y de su vida comuni-taria. Ms todava , es esta visin del hombre como ser social tanto como psicosomtico, la que nos obliga . a agreg~r la dimensin poUtica a la preocupacin social. La actividad humanitaria se ocupa de las vctimas de una sociedad enferma. Nosotros tendramos que ocuparnos de la medicina preventiva o de la salud comunitaria tambin, lo cual significa la bsqueda de estructuras sociales me-jores en las que la paz, la dignidad, la libertad y la justi~ia estn aseguradas para todos los hombres. No hay razon que nos irnp ida, en la prosecucin de esta tarea, unir fuerzas con todos los hombres de buena voluntad, aun dado el caso de que no sean cristianos.

    En sntesis, como el Seor Jess, hemos sido enviados al mundo para servir. Porque sta es la expresin natural de nuestro amor hacia el prjimo. Porque amamos vamos y servimos. Y al h acer esto no tenemos (o no debiramos tener) motivos ulteriores. Cierto es que al evangelio le falta visibilidad si nos limitamos a predicarlo, y le falta credibilidad si los que lo predicamos slo mostramos in-ters en el alma y no nos preocupamos por el bienestar

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  • LA MISION CRISTIANA HOY

    corporal de la gente, r por sus circunstancias o su situa-cin comunitaria. Sin embargo, la razn que nos lleva a aceptar responsabilidad en lo social no se basa principal-mente en el deseo de dar visibilidad o credibilidad al evangelio, pensando que de otra manera no los tendra sino ms bien simple y sencillamente en la compasin. Ei amo: no necesita justificarse. No hace sino expresarse por medio del servicio dondequiera que ve que hay necesidad.

    Luego, entonces, con el vocablo "misin" no indi-camos todo lo que hace la iglesia. La expresin " la iglesia es la misin" suena muy bien, pero es una exageracin. Porque la iglesia es una comunidad que adems de servir adora, y, si bien la adoracin y el servicio van juntos, no

    ~en:1~~ ,~e confundirlos. Como hemos visto, la palabra mlSlon tampoco cubre todo lo que Dios hace en el

    mundo. Porque Dios el Creador est permanentemente activ? en s~ ?1.undo mediante la providencia, la gracia comun y el JUICIO, aparte de los propsitos para los cuales mand a su Hijo, a su Espritu y a su iglesia al mundo. Ms bien el tnnino "misin" describe todo lo que se le ha encomendado a la iglesia en el mundo. Abarca la doble vocacin de servicio de la iglesia de ser "la sal de la tierra" y " la luz del mundo". Porque Cristo env(a a su pueblo a la tierra para ser la sal de la misma, y env(a a su pueblo al mundo para ser la luz del mismo (Mateo 5 .13-16).

    Consecuencias prcticas

    Para concluir, quiz resulte provechoso considerar cules pueden ser las consecuencias realistas de esta orientacin en , cuanto . _la "misin". Los cristianos evanglicos se estan arrepintiendo en la actualidad del pietismo de an-tao, que nos mantena aislados del mundo secular, y han

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    LA MIS ION

    comenzado a aceptar la idea de que nos toca una respon-sabilidad social a la par de la evangelizadora. Pero, qu significar esto en la prctica? Me propongo explorar tres reas - la vocacional, la local y la nacional.

    Comencemos con la vocacin, con lo cual quiero sign i-ficar la actividad que el cristiano ha elegido para la vida . Con frecuencia hemos tendido a dar la impresin de que si un mu~hacho creyente est realmente interesado en cumplir la vo luntad de Cristo indudablemente se dedicar a la obra misionera; que si est algo menos entusiasmado que en el caso anterior se quedar donde est y se har pastor; que si le falta el espritu de dedicacin necesario para hacerse pastor, con seguridad que se har mdico o maestro, mientras que los que van a parar a las obras sociales o a los medios de difusin o (peor todav a) a la poltica no estn lejos de terminar en una seria claudi-cacin. Me parece urgente que obtengamos una perspec-tiva ms equilibrada en esta cuestin de la vocacin. El Seor Jess llama a todos sus di sc pulos al " ministerio", es decir , al servicio. El mismo es el siervo por excelencia, y nos ha llamado a nosotros a que seamos siervos igal-m ente. Hasta aqu estarnos seguros; por lo tanto, si somos cristianos hemos de dedicar nuestra vida al serv icio de Dios y del hombre. La nica di fe rencia ent re nosotros radica en la natu raleza del servicio que somos llamados a cumplir. Algunos por cierto son llamados a la obra misio-nera, a la evangelizacin o al pastorado , y o tros a las grandes profesiones relacionadas con el derecho, la edu-cacin, la medicina y las ciencias sociales. E n cambio otros son llamados al comercio, a la industria o a la agricultura; a las actividades contables y bancarias; a las esferas gubernamentales o al parlamento; a los medios. de comunicacin masiva; mientras que muchas niftas, por lo dems, descubren su vocacin en las actividades de la casa y en la funcin de madre, sin que les resulte necesario

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  • LA MlS lO N CR IST IANA HOY

    encarar al mismo tiempo una carrera independiente. En todas estas esferas, y en muchas otras adems, es posible que el cris ti ano interprete crist ianamente su actividad, y ll egu e a verla al mismo tiempo como algo que no es un mal necesario (necesario, vale decir, para sobrevivir) , ni tampoco como una posicin til desde la cual evangelizar o reunir dinero . para la evangelizacin, sino como una vocacin cristiana, como la forma en que Cristo lo ha llamado a dedicar su vida a su servicio. Ms an, parte de su llamado ha de consistir en mantener las normas de Cristo en lo que se re fi ere a la justicia, la honestidad, la dignid;d y la compasin humanas en una sociedad que ya no las acepta.

    Cuando una comunidad se deteriora, la culpa tiene que recaer donde corresponde: no sobre la comunidad que va de mal en peor, sino sobre la iglesia que no cumple su funcin de sal para de tener el deterior.o. La sal slo resulta efectiva cuando impregna toda la sociedad, slo cuando los cristianos vuelven a aprender que los llama-mientos divinos son sumamente variados, y slo cuando son muchos los que penetran profundamente en la so-ciedad secular con la mira de servir a Cristo en su seno.

    Coa este propsito pienso, personalmente, que sera sumamente positivo que se designasen orientadores voca-cionales cristianos que pudiesen visitar las escuelas, cole-gios, universidades e iglesias, no solamente con el fin de conseguir candidatos para el past orado, sino tambin para demostrar a la juventud que existe una apasionante varie-dad de oportunidades a su disposicin en el da de hoy para servir a Cristo y a los dems seres humanos. Igual-mente me agradara que hubiese en forma regular confe-rencias para orientacin vocacional, no solamente confe-rencias misioneras, que acuerdan prioridad absoluta al misiorero transcultural, o conferencias para el ministerio, que se dedican a realzar las actividades del pastorado

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    ordenado, sino conferencias sobre la misin, que desta-quen la amplitud bblica de la misin divina, la apliquen al mundo contemporneo y lancen un desafo a la juven-tud para que dediquen su vida sin reservas al servicio de algn aspecto de la misin cristiana.

    Hay una segunda aplicacin, que se relaciona con la iglesia local. Aqu tambin nuestra t endencia ha sido la de considerar a la iglesia como una comunidad de culto o adoracin y testimonio, estando su responsabilidad hacia la parroquia o el distrito limitada principalmente al testi-monio evangelizador. Mas si la iglesia local ha sido "en-viada" a esa zona, as como el Padre envi al Hijo al mundo, su misin de servicio tendr que ser ms amplia que la sola evangelizacin. Desde el momento e? que. ,la iglesia local en general reconozca y acepte esta dunens1on ms plena de su responsabilidad estar lista para hacer suya una verdad adicional. Si bien todos los cristianos son, en trminos generales, llamados a ambos tipos de servicio, a dar t estimonio de Cristo y a hacer de un buen samaritano cuando se presenta la oportunidad, no todos los cristianos son llamados a dedicar su vida a ambos aspectos o a dedicar todo su tiempo libre a ambos. Re-sulta claro que es imposible que todos hagamos todo lo que requiere atencin. Por ello tiene que haber especiali-zacin de conformidad con los dones y el llamado de Cristo. No cabe duda de que algunos miembros de la iglesia local tienen el don de la evangelizaci n y que son llamados a ella. Podemos, sin embargo, afirm ar con la misma conviccin que los dones y el llamado de Cristo encaminan a otros en direccin a lo social? Estamos ahora en condiciones de liberarnos de la esclavitud (por-que es eso justamente), impuesta por los hombres, que supone que todo cristiano realmente dedicado ha de de-dicar todo su tiempo libre a alguna empresa concebida para ganar almas? Acaso no resulta evidente que la doc-

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    trina bblica del cuerpo de Cristo, con diversos miembros capacitados por el Espritu para cumplir distintas fun-ciones, debiera ser suficiente para proporcionar este mar-gen ms amplio de libertad?

    U na vez que este principio ha sido aceptado, tendra que ser posible que en toda congregacin haya grupos de cristianos conscientes .de su responsabilidad que se nucleen y formen una serie de "grupos de estudio y accin". Por ejemplo, un grupo podra concentrarse en la actividad de hacer visitas casa por casa, otro dedicarse a la penetracin evangelizadora de algn sector particular no alcanzado (por ejemplo algn club juvenil, una escuela o colegio, un bar o caf), otro a entablar relaciones comunitarias con inmigrantes, otro a crear una asociacin para la vivienda a fin de ayudar a los . que no tienen, otro a visitar a los ancianos o a los enfermos, o a ayudar a los incapacitados, mientras que otro podra encarar cuestiones tico-sociales o poltico-sociales ms amplias, tales como el aborto (si hubiera una clnica para este fin en la zona) , las relaciones laborales ( si se trata de una parroquia industrial) o asun-tos relativos a la libertad y la censura (en casos donde los negocios pornogrficos o los cinematgrafos constituyen una ofensa para el vecindario). Con toda intencin he empleado la frase "grupos de estudio y accin", porque los cristianos tenemos una tendencia a pontificar desde una posicin de ignorancia, y tenemos que dedicarnos a resolver las complejidades de nuestro t ema antes de acon-sejar un curso de accin responsable a seguir, ya sea en el campo de la evangelizacin o en el de la accin social o en ambos a la vez.

    Nuestro tercer ejemplo relacionado con la necesidad de tomar en serio una comprensin bblica ms amplia de la misin nos coloca frente al escenario nacional. Aun cuan-do las iniciativas se han de tomar en el orden local, resultara fo rtalecedor para los grupos de estudio y accin

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    parroquiales que se pudiese establecer algn tipo de red nacional. En este momento en muchos pases existen organizaciones nacionales para la obra juvenil , para las misiones al exterior, para tareas de auxilio y desarroll o (tambin en el exterior), como para unas cuantas activi-dades adicionales -pero no para la misin en el sentido amplio.

    De esta red de grupos locales se me ocurre que podran surgir uno o dos grupos centrales influyentes. Hoy en da se oye mucho acerca de la "alienacin", no slo en el sentido econmico clsico desarrollado por Marx, sino .en el sentido ms general de impotencia. Jimmy Red, el dirigente de los estibadores, de orientacin marxista, que fue designado rector de la Universidad de Glasgow en 1972, se refiri a esto en el discurso que pronu nci al hacerse cargo de sus funciones: " Alienacin es el grito de los hombres que se sienten vctimas de las ciegas fuerzas econmicas ms all de su control. .. la frustracin de la gente comn que est excluida de los procesos en que se toman las decisiones." Y es cierto. Muchas personas se sienten esclavos impotentes dentro del "sistema" . Pero los cristianos no tienen por qu unirse a este espritu de impotencia. Estoy de acuerdo con Barbara Ward , quien, en lo que fue para m el discurso ms brillante de Upsala, dijo: "Los cristianos cabalgan sobre todo el espectro de las naciones ricas, y por lo tanto constituyen un grupo de presin, o pueden constituirlo, de insospechada impor-tancia .. . " Hablaba particularmente de las posibilidades de ayuda para el desarrollo .

    Si aceptamos este concepto ms ampl io de misin en el sentido de servicio crist iano en el mundo, que comprende tanto la evangelizacin como la acci n social -concepto que nos es impuesto por el modelo de la misin de nuestro Salvador al mundo- luego los crist ianos podra-mos, bajo la gida de Dios, hacer un impacto mucho ms

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    grande en la sociedad, impacto en proporcin con nuestra fueza numrica y con las radicales exigencias de la co-misin de Cristo.

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    La palabra "misin", segn lo que he sugerido hasta ahora, tiene un sentido global, ya que abarca todo lo que Dios quiere que su pueblo haga en el mundo. Por lo tanto incluye la evangelizacin y la responsabilidad social, dado que ambas son expresiones autnticas del amor que anhela servir al hombre en su necesidad.

    La prioridad de la evangelizacin

    No obstante, creo que tenemos que estar de acuerdo con la afirmacin del Pacto de Lausana de que "En la misin , de la iglesia, que es misin de servicio sacrificado, la evangelizacin ocupa el primer lugar" (prrafo 6). Los cristianos tendran que sentir compas in y un agudo dolor de conciencia frente a la opresin de otros seres humanos, o cuando se descuida a stos en cualquier sentido, ya sea que lo que se les niega sea libertades civiles, respeto en lo racial, educacin, atencin mdica, ocupacin, alimenta-cin adecuada, vestido o vivienda. Todo lo que tienda a menoscabar la dignidad humana tiene que resultamos ofensivo. Pero, existe algo ms dest ructivo de la dignidad humana que la alienacin de Dios como consecuencia de la ignorancia o el rechazo del evangelio? Cmo podemos, adems, sostener seriamente que la liberacin poltica y econmica sean igualmente importantes que la salvacin eterna? Ambas realidades constituyen por cierto un desa-fo al amor cristiano. Pero escuchemos al apstol Pablo cuando escribe con solemne nfasis ace rca de su preocu-pacin por sus compatriotas, los judos: "Verdad digo en

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    Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espritu Santo, que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazn. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes segn la carne" (Romanos 9.1-3). Cul era la causa de su angustia? El que haban perdido la inde-pendencia nacional y se encontraban bajo la bota colonia-lista de Roma? El que a menudo eran despreciados y odiados por los gentiles, boicoteados socialmente y pri vados de la igualdad de oportunidades? De ninguna ma-nera. "Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazn, y mi oracin a Dios por Israel, es para salvacin" (Romanos 10.1), y el contexto aclara sin dejar dudas que la "salva-cin" que Pablo deseaba para ellos era su aceptacin ante Dios (vv. 2-4). El hecho de que son muy pocos, si es que los hay, los que sentimos esta agona .interior, es una indicacin de nuestra inmadurez espiritual.

    Ms todava, en nuestra inquietud evangelizadora la preocupacin principal debiera girar en torno a aquellos que Peter Wagner, de la Fuller School of World Mission y del Institute of Church Growth denomina "el Cuarto Mundo", es decir, esas 2.700 millones o ms de personas en el mundo no alcanzadas por el evangelio. En relacin con ellas dice aqu el Pacto de Lausana: "Nos avergon-zarnos que tantas hayan sido descuidadas; esto es un continuo reproche para nosotros y toda la iglesia" (prra-fo 9). Esto es un eco de lo que dijo J ohn R. Mott en conexin con la gran Conferencia Misionera Mundial de Edimburgo en 1910. En su libro The Decisive Hour of Christian Missions, escrito antes de salir de Edimburgo y tambin, desde luego, antes de que la euforia de Edim-burgo se viniera abajo cuatro aos ms tarde por la 1 Guerra Mundial, Mott se refiri a los millones de no cristianos en el mundo en los siguientes trminos: "Es deber de la iglesia asegurarse que este reproche, evidente

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    desde hace mucho tiempo, sea completamente eliminado. Su plan de trabajo, para ser adecuado, debe proveer para la evangelizacin de toda esta multitud."

    Despus de la II Guerra Mundial el obispo anglicano Stephen Neill fue uno de los que procuraron que l~ evangelizacin constituyera la mdula del movimiento ecumnico. En la obra titulada Th e Church 's Witness to God 's Design que se public como preparacin para la Asamblea de Amsterdam de 1948, en la que el Consejo Mundial de Iglesias se constituy en forma oficial, escribi as: "El problema de la misin de la Iglesia es el punto crtico del movimiento ecumnico. Si un movimiento ecu-mnico no constituye principalmente una estrategia de evan-gelizacin mundial, no es, en consecuencia, ms que un interesante ejercicio acadmico". Philip Potter afirm ante el Comit Central del Consejo Mundial en Creta en agosto de 1967 que el Consejo Mundial de Iglesias estaba obse-sionado con dichas palabras. La integracin del Consejo Misionero Internacional con el Consejo Mundial de Iglesias en Nueva Delhi en 1961 tena como fin hacer que la evangelizacin ocupase un lugar central en los planes ecu-mnicos, pero no son muchos los que afirmaran que esta intencin tuvo xito. Si bien la proclama de Bangkok por la que se solicitaba una "moratoria" - o suspensin tem-poraria- tanto de misioneros como de fondos misioneros fue parcialmente incomprendida, no cabe duda de que la impresin que produjo fue la de que el Consejo Mundial de Iglesias haba perdido el entusiasmo, por no decir oti:,a cosa, por la tarea misionera de la iglesia. El Pacto de Lausana mismo afirmaba que "la reduccin del nmero de misioneros y de fondos procedentes del exterior puede ser a veces necesaria", pero agregaba que los nicos motivos para tomar un paso tan drstico seran los de "facilitar en un pas ya evangelizado el crecimiento de la iglesia na-cional en autoconfianza y para desplazar recursos a otras

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    reas no evangelizadas". No sera con el fin de reducir la esfera de accin de la obra misionera. Por el contrario, -continuaba-, "Debe haber un libre intercambio de misio-ne ros de todos los continentes a todos los continentes en un espritu de servicio humilde" (prrafo 9).

    El significado de la evangelizacin

    Si aceptamos el carcter prioritario de la evangelizacin, cmo hemos de definirla? En pocas palabras euange-lizomai significa traer o anunciar el euangelion , las buenas nuevas. Dos o tres veces en el Nuevo Testamento se la emplea en relacin a las noticias comunes, casi podra decirse " seculares" , como cuando el ngel Gabriel le cont a Zacaras las buenas noticias de que a su mujer Elisabet le iba a nacer un rujo (Lucas 1.19), y cuando Timo teo le trajo a Pablo las buenas nuevas de la fe y el amo r de los tesalonicenses (1 Tesalonicenses 3.6). General-mente, sin embargo, el verbo se emplea para hacer refe-rencia a las buenas nuevas cristianas. Es la proclamacin del evangelio lo que constituye la evangelizacin, y este hech o nos permite comenzar afirmando negativamente lo que no es la evangelizacin.

    Primero,. la evangelizacin no debe definirse en funcin de los que reciben el evangelio, aunque desde luego que se supone que sern lo suficientemente " no cristianos" como para necesita rlo. Estaba de moda hace algunos aos haer una dis tincin entre " misin" y " evangelizacin" diciendo que la misin estaba dirigida a quienes no haban escu-chado el evangelio antes, mientras que la evangelizacin se ocupa de los que se encuent ran dentro del marco de la cristiandad. Pero no es as - todo el que no haya nacido de nuevo en Cristo, sea que haya escuchado el evangelio o no, incluso sea que se haya bautizado o no, necesita ser

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    " evangelizado'', es decir, necesita or, un or mejor, las buenas nuevas. Ralph Winter, otro miembro del personal docente de la School of World Mission del Seminario Fuller, ha hecho una distincin entre tres tipos de evange-lizacin: evangelizacin "E-1 '', "E-2" y "E-3". La evan-gelizacin tipo E-1 se refiere al que se relaciona con el .. acto de compartir el evangelio con otras personas que hablan la misma lengua y pertenecen a la misma cultura que uno mismo. La evangelizacin tipo E-2 es la que procura alcanzar a gente de lengua o cultura similar a la nuestra, mientras que la evangelizacin tipo E-3 tiene que .. ver con actividades transculturales (Let the Earth Hear His Voice, tomo oficial del Congreso de Lausana 1975

    ' ' pp. 215-2 16). Se trata de una diferenciacin til, que to-ma en serio el factor cultural. Pero notemos que Winter acertadamente designa a los tres tipos como actividades de " evangelizacin".

    En segundo lugar, la evangelizacin no debe definirse en funcin de los resultados, porque no es as como se emplea el vocablo en el Nuevo Testamento. Generalmente el verbo se encuentra en la voz media en griego. Ocasio-nahnente se lo usa en forma absoluta, por ejempl o " all evangelizaban", con el significado de "all predicaban el evangelio" (H echos 14.7 ; cf Romanos 15.20). General-mente, sin embargo, se agrega algo. Algunas veces se trata del mensaje que predicaban, por ejemplo: " iban por todas partes evangelizando la palabra" (Hechos 8.4), mientras que Felipe en Samaria "evangelizaba lo relativo al reino de Dios y el nombre de Jesucristo" (Hechos 8 .12). A veces, sin embargo, lo que se agrega es una referencia a la gente a quien se le predicaba o el lugar donde se lo haca. Por ejemplo, los apstoles "evangelizaron" muchas pobla-ciones de los samaritanos y F elipe "evangelizaba en todas las ciudades" a lo largo de la costa palestina (Hechos 8.25, 40). No se hace mencin alguna en dichos versculos

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    a la forma en que fue recibida la palabra que fue " evan-gelizada" - si fue aceptada o no, o si los habitantes de los pueblos y villas "evangelizados" se convirtieron. "Evangelizar" en el uso que le da el Nuevo Testamento no significa ganar conversos, como es el caso generalmente cuando usamos la palabra nosotros. La evangelizacin con-

    '" siste en anunciar las buenas nuevas, cualquiera sea el resultado.

    Los lectores tendrn presente que el famoso lema del Movimiento Estudiantil Voluntario -"la evangelizacin del mundo en la generacin actual" - fue criticado justa-mente por esta razn. Gustav Wameck lo atac en la IX Conferencia Continental para las Misiones, celebrada en Bremen en mayo de 1897, afirmando que se trataba de un pronstico ingenuamente optimista y humanamente jactancioso de que el mundo habra de ser ganado para Cristo en esa generacin. Pero John Mott sali en defensa del lema. Sostuvo que " la evangelizacin del mundo" no significaba su conversin ni su cristianizacin, que no alentaba la predicacin superficial y que no deba consi-derrsela como una profeca (Th e Evangelization of the World in this Generation , por John Mott, 1901, citado por Hans Hoekendijk en la International R eview of Mis-sions, NO 233, p. 26). Como lo expresa William Richey Hogg en su Ecumenical Foundations (Harper, 1952), el lema constitua "un llamado a la obligacin, no la pro-feca de un hecho" (p. 88).

    No obstante, varias definiciones de la evangelizacin han incluido abiertamente una referencia a la conversin. Kagawa dijo que "la evangelizacin significa la conversin de gente de la mundanalidad a una santidad semejante a la de Cristo". William Temple dijo que "la evangelizacin consiste en ganar hombres que . acepten a Cristo como su Salvador y Rey, a fin de que se entreguen a su servicio en la comunin de su Iglesia" . La Asamblea de Evanston en

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    1954 se refiri a la evangelizacin como el acto de " llevar personas a Cristo como salvador y Seor para que com-partan su vida eterna". Pero la evangelizacin no consiste en convertir gente, ni en ganarlas, ni en llevarlas a Cris1o, si bien ste es el primer objetivo de la evangelizacin. La evangelizacin consiste en predicar el evangelio. ~

    J. l. Packer en su ensayo Evangelism and the Sove-reingty of God (IVP, 1961), ha crit icado con justa razn la famosa definicin de evangelizac in qu e formulara pri-meramente en Inglaterra en 1919 la "Comisin Arzobispal de Investigacin de la Tarea Evangelizadora de la Iglesia" . Comienza as: "Evangelizar consiste en presentar en el poder del Espritu Santo al Seor Jesucristo de tal manera que los hombres habrn de poner su confianza en Dios mediante l. .. " Packer llama la atencin a la forma en que est expresada la idea: "presentar al Seor Jesucristo de tal manera . .. que los hombres habrn de poner . .. " Esto equivale a definir la evangelizacin en funcin del xito. Pero evangelizar no consiste en predicar de tal manera que ocurra algo. "La fo rma de saber si estamos realmente evangelizando no es la de preguntarnos si sa-bemos de conversiones que hayan sido el resultado de nuestro testimonio. Consiste ms bien en preguntarnos si estamos dando a conocer fielmente el mensaje del evan-gelio" (p. 41 ). Agrega Packer que " los resultados de la predicacin no dependen de los deseos y las intenciones.de los hombres, sino de la voluntad de Dios Todopoderoso". Naturalmente que nuestro obje tivo es que sz' ocurra algo, es decir, que la gente responda y crea. Por eso es que les "rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios" (2 Corintios 5 .20). Al mismo tiempo debemos tener uidado de no confundir un objetivo (lo que queremos que ocu-rra) con una consecuencia (lo que realmente ocurre). Si queremos ajustarnos a lo que establece la Biblia, debemos insistir en que la esencia de la evangelizacin radica en la

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    fiel proclamacin del evangelio. Indudablemente que se hace con la mira de persuadir. No somos indiferentes a los resultados. Anhelamos que la gente se convierta. Pero sigue siendo evangelizacin, sea que logremos persuadir a l,ll gente que acepte e l evangelio o no. Volveremos a referirnos a esto de la "persuasin" ms adelante.

    E n t ercer luga r, la evangelizacin no ha de definirse en func in de los mtodos. Evangelizar consist e en anunciar las buenas nuevas, cualquiera sea la fo rma de hacerlo. Consiste en dar a co nocer las buenas nuevas, sea como fu ere. E n dive rsos grados podemos evangelizar oralmente (ya sea a individuos, grupos o multitudes) ; por medio de la palabra esc rita , pictricamente o en la pantalla; por medio de una obra de teatro (sea que la obra se refiera a algo imaginado o real ) ; mediante las obras de amor (Ma-teo 5 .1 6) ; media nte un hogar cristrocntrico ; mediante una vida transformada; y hasta mediante el entusiasmo prc ticamente ina rticulado acerca de J ess. Con todo, desde que la evangelizacin es fundamentalmen te un anuncio, se hace necesaria alguna medida de verbalizacin para que el co ntenido de las buenas nuevas pueda co-municarse con cier ta precisi n.

    Despus de estas co nsideraciones de carcter negativo , volvamos a la aseverac in afirma tiva de que la evangeli-zacin puede y debe definirse nicamente en funcin del mensaje. Por ello la evangelizacin bblica hace indispen-sable el evangelio bblico . Nada hay que obstaculice ms hoy en da fa evangelizac in que la dinfundida falta de confianza en la ve rdad , la relevancia y el poder del evan-gelio. Cuando deja de ser buenas nuevas que provienen de Dios y se transforma en cambio en "rumores acerca de Dios" (Peter Berger, R umor de Angeles, Herder, 1975) no podemo s en realidad esperar que la iglesia exhiba mayor entusiasmo por la evangelizacin. Pablo dijo que estaba " deseoso" de predicar el evangelio en Roma. Pero est

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    claro que l estaba convencido de que era " poder de Dios para salvacin" (Romanos 1.14-16).

    Hay un evangelio neotestamentario?

    Qu es, por lo tanto, el evangelio del Nuevo Testa-mento? Antes de estar en condiciones de contestar esta pregunta debemos resolver dos problemas preliminares. Primeramente, hay realmente un slo evangelio neotesta-mentario? No ser, por el contrario, que hay muchos? Es bien sabido que la escuela de Tubinga del siglo pasado basaba buena parte de su interpretaci n del Nuevo Testa-mento en un supuesto desacuerdo fundamental entre Pedro y Pablo; y en pocas ms recientes la tendencia de ciertos estudiosos los ha llevado a descubrir una cantidad de puntos de vista, todos los cuales estn en cierta medida en desacuerdo entre s.

    Por cierto que el Nuevo Testamento no nos presenta un evangelio est ereotipado, rgido e inflexible. Hay claras diferencias en cuanto a lo que destaca cada escritor - que se deben a su propia formacin y temperamento, o a la reve laci n del Espritu Santo- , de tal suerte que el aps-tol Pablo se atreve a hablar acerca de "su evangelio" cuando se refiere al "misterio" que le fuera revelado a l privadamente.

    En algunos casos hay que considerar tambin el desa-rrollo histrico, incluso en el mismo escritor, de modo que lo que Pablo escribe en sus ltimas cartas es eviden-temente dife rente de lo que escribe en las primeras. Ade-ms, las circunstancias dife rentes requieren tratamiento diferente. Los apstoles encaraban las cosas segn la situa-cin, es decir "situacionalmente", o sea con una reaccin sensible a cada c ircunstancia part icular. E l sermn de Pablo en la sinagoga de Antioqua difiere conside-

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  • LA MISION CRISTIANA HOY

    rableme nte del discurso que dio en al arepago de Atenas; su carta a los romanos es muy distinta de las que mand a los corintios. No obstante, despus de h acer lugar a todas estas variaciones, y a pesar de toda esa rica dive r-sidad de formulaciones teolgicas que encierra el Nuevo Testame nto, no hubo ms que una tradicin apostliGa bsica en cuanto se refiere al evangelio mismo. Pablo insiste en la carta a los Glatas que los apstoles de Jerusaln le haban dado "la diestra en seal de compae-rismo", y como demostracin de su reconocimiento de la misi n y el lenguaje paulinos (Glatas 1, 2; esp. 2.9). En estos mismos captulos afirma vehementemente que no hay otro evangelio, e invoca la maldicin divina sobre cualquiera, sea ngel o apstol - incluyndose tambin l-que pretendiese predicar un evangelio diferente. Ms tar-de , en 1 Corintios, d espus de sintetizar el evangelio y de enumerar las apariciones de Jess posteriores a la resurrec-cin, concluye diciendo: " Porque o sea yo o sean ellos, as predicamos, y as. habis credo" (1 Corintios 15 .11). Este conjunto de pronombres personales - " yo", " ellos", y los pronombres tcitos "nosotros" y "vosotros" - re-sulta impresionante. Es una afirmacin de que l y los apstoles de Jerusaln estaban de acuerdo en cuanto al evangelio; que todos los ap sto les lo proclamaban por igual, y que la iglesia cristiana toda lo recibi y lo crey. Hay un solo evangelio.

    La segunda cuestin preliminar a resolver es si ese evangelio neotestamentario nico tiene carcter transitorio porque estaba culturalmente condicionado, o si tiene vi-gencia permanente. Es un hecho innegable que en los propsitos divinos la revelacin de Dios alcanz su culmi-nacin en el siglo I d. de C., en Cristo y en el testimonio apostlico sobre Cristo, y, por consiguiente, en lo que para nosotros constituye una antigua cultura con una m ezcla de ingredientes h ebreos, griegos y romanos. Tam-

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    poco podemos negar que, a fin de comprender la revela-cin, tenemos que ubicarnos mentalmente en dicha cul-tura . Pero el hecho de que Dios se nos diera a conocer en b ase a una cultura particular no nos da un justificativo para rechazar la revelacin, sino ms bien un principio adecuado mediante el cual interpretarla, adem s de la solemne responsabilidad de reinterpretarla en t rminos ~ignificativos para nuestra propia cultura. Pero no hay ms que un evangelio, y en esencia el mismo jam s cambia.

    Permtaseme decir algo ms en cuanto a revelacin y cultura. Vengo sosteniendo que la evangelizacin ha de o definirse en funcin del mensaje que compartimos con otros. \T enemos buenas noticias que comunicar , de mGdo que si ha de haber evangel izacin, t iene que h aber comu-nicacin - verdadera comunicaci n entre esa antigua reve-lacin y la cultura moderna. Esto quiere decir que nuestro mensaje tiene que ser al mismo t iempo fiel y contempo-rneo. En primer lugar tiene que ser fiel - fiel , se entien de, a la Escritura. Primero y principalmente , tomamos nuestro mensaje de la Biblia y no de alguna situacin existenciaJ. ..Visser' t Hooft, en un artculo intitulado "La evangelizacin en el contexto neo-pagano" se expresa as :

    No creo que se describe la evangelizacin adecuadamente cuan-do d ecimos que responde a los interroga ntes qu e se e,.stn planteando los hombres, por profundos que sean dichos inte-rrogantes. Porque la evangelizacin consiste en primer trmino en transmitir lo que Dios plantea al hombre. Y d icho pl anteo gira en torno a si estamos dispuestos a aceptar a J esucristo como el solo y nico Seor de la V ida (!nternational R eview of Mission, tomo LXJII, N 249, e nero 1974 , p. 84).

    Pero sigue diciendo que deb emos " tratar de relacionar el planteo divino con la situaci n existencial de los hom-b re!: y demostrar que en la medida en que ellos responden al planteo de Dios encuentran al mismo t iempo la res-puesta a sus m s profundos interrogantes" .

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    Ahora bien, resulta relativamente fcil se r fieles si no tratarnos de se r contemporneos al mismo tiempo, como tambin es fcil ser contemporneo si no nos interesa man tener la fide lidad al mensaje. Lo que resulta difcil es la bsqueda de una combinacin aceptable de verdad y i;.elevancia. Mas no hay otro modo de encontrar una salida que nos libere de una insensible lealtad a las frmulas y contraseas, por un lado, y de una desleal traicin a la revelac in de Dios por otro. " La verdad y la oportu-nidad" (para citar al obispo anglicano Phillips Brooks) dan curso a la comunicacin, y sin comunicacin no hay evangelizacin, no hay un real compartir de las buenas nuevas.

    Volvemos ahora a la pregunta inicial: Cul es ese evangelio neotestamentario nico e inalterable? Podemos, adems, al enunciarlo, indicar todo su vigor contempo-rneo? La primera respuesta, y la mejor, sera decir que toda la Biblia constituye la buena nueva de Dios en toda su sorprendente relevancia. " Biblia" y "evangelio" son trminos casi intercambiables, desde que la funcin prin-cipal de la Biblia en toda su extensin y en toda su amp litud es la de dar testimonio acerca de Jesucristo. Con todo, la revelacin divina registrada en la Escritura ha sido sintetizada para nuestro beneficio en las buenas nuevas que proclamaban los apstoles. Cul es esa sntesis?

    Ya hace cuarenta aos que C. H. Dodd pronunci tres conferencias en el King's College de Londres, conferencias que fueron luego publicadas bajo el t tulo La predicacin apostlica y sus desarrollos (Fax, 1974). La distincin que hizo en tre kerygma y didaqu, entre la proclamaCin del evangelio y la instruccin tica de los conversos, se ha hecho muy conocida. Lo mismo ocurre con su reconstruc-cin del kerygma, tal como lo predicaba Pablo y tal como est contenido en los discursos que se atribuyen a Pedro en los Hechos, y su reconocimiento de que existe una

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    notable 'coincidencia' entre los dos. Todas las reconstruc-ciones posteriores estn en deuda con C. H. Dodd, y se ver fcilmente que yo no he hecho ms que mezclar las mismas cartas, con el agregado de algunas que l omiti inadvertidamente.

    Todos concuerdan en que, en una sola palabra, Jess constituye las buenas nuevas de Dios. En el da de Pente- " costs, despus de citar a Joel, Pedro dio comienzo a su discurso diciendo: "Varones israelitas, od es tas palabras: Jess . . . " (Hechos 2.22). Su primera palabra fue Jess, y

    ella debe ser nuestra primera palabra tambin. Cristo Jess es el todo - cuerpo y alma- del evangelio. Cuando Felipe se sent a la par del etope, se nos dice literalmente que "le evangeliz a Jess", es decir, comparti con l las ~ buenas nuevas acerca de Jess, " le anunci el evangelio de Jess" (Hechos 8.35). De igual modo Pablo comenz su gran manifiesto a los romanos describindose a s mismo como quien fue ". . . apartado para el evangelio de Dios . .. acerca de su Hlj