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 1  Miler Huanca La noche del íncubo Tacna 2015 Relatos

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Novela, relatos, amor

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  • 1

    Miler Huanca

    La noche del

    ncubo

    Tacna

    2015

    Relatos

  • 2

    LA NOCHE DEL NCUBO

    Primera Edicin, junio de 2015

    Miler Huanca

    [email protected]

    Tacna - PER

    VERSIN DIGITAL

    PARA DISTRIBUCIN GRATUITA.

  • 3

    ACERCA DEL

    AUTOR

    Miler Huanca [Tacna, 1984]

    Estudi Literatura tres aos en la Facultad de

    Educacin de la Universidad Nacional Jorge Basadre Grohmann (2010-2012). Lo que vivi antes de ese periodo no le importa y dice haberlo olvidado.

    Cierta noche (noviembre 2012), en el lmite de la muerte, decide apartarse de todo, incluso de amigos, y refugiarse por completo en la escritura. Desde entonces, considera que escribir es un oficio clandestino y solitario que debera practicarse slo de noche.

    Actualmente, exiliado tras alguna puerta de la ficcin, contina escribiendo.

    Libros publicados: - RIGOR MORTIS y otros Pre-textos (2014, relatos) - EL CAMINO TRAS LA PUERTA (2015, novela)

  • 4

    NDICE

    (7) Memorias de Luca

    (8) Espejismo

    (9) Confusin

    (11) Ruta Ganya

    (12) Blues de medianoche

    (13) Dont Speak

    (14) Consigna

    (16) Rescoldo

    (18) NN

    (22) Ciudad nocturna y serena

    (24) El individuo colectivo

    (27) Adn

    (37) Padre e hijo

    (39) /Divagat Orum/

  • 5

    PREFACIO

    Esta es la vida, la brevedad. Esta es la vida, un

    espacio vaco que ha de llenarse de recuerdos,

    inevitables lazos de efmera sustancia.

    Est aqu el hombre. Ha llegado

    la mscara. Se ha ido el hombre.

    Queda la sombra. Ha llegado

    la secreta resignacin

    que nadie escucha.

    Escribir no es ms que una excusa para darme a

    conocer a otro ser que tal vez quiere ver lo mismo que

    yo en un parpadeo, una exploracin circunstancial,

    retazos de una vida que no existe ms all de la

    imaginacin, en el instante de su lectura.

    Ahora, que he sublimado una etapa de mi vida en las

    pginas de este libro, siento que el interior est en

    calma de nuevo, y otra vez el exterior, la mscara,

    busca el solaz, la aventura, lo inesperado de una

    mirada que se vierta en la contemplacin de mi

    rostro

    El autor

  • 6

    y si alguien te pregunta, lector,

    nigalo todo.

    Son las situaciones de la aventura suprema,

    del conflicto, del sufrimiento,

    de la culpa y de la muerte.

    (Fritz Heinemann)

  • 7

    Memorias de Luca

    Ayer por la tarde fui a comprar libros. Hojeaba

    indiscriminadamente en los estantes y cog dos novelas

    al azar: Memorias de Luca y El judo errante. Pagu

    y sal rpidamente del lugar.

    Ya en casa, me sent al pie de la escalera y empec a

    leer el libro ms delgado. Cuando iba por la pgina 5, la

    protagonista describa a un sujeto de aspecto extrao,

    delgado, y con apariencia de no haber dormido en

    varios das. l la miraba de soslayo, y, descubierto in

    fraganti, volva la vista sobre los estantes.

    Le puedo ayudar? pregunt ella.

    No, descuide respondi l, ya encontr lo que

    buscaba.

    Pag en caja y se fue con prisa.

    Aquel hombre del relato apareca en la librera dos

    veces por semana, siempre el martes y el viernes, y

    compraba dos novelas cada vez. Tena la misma

    apariencia que yo, y el mismo nombre: Miler.

  • 8

    Espejismo

    El sueo le venca.

    Dej caer los prpados y casi al instante ya no fue

    capaz de abrir los ojos. nicamente pudo escuchar que

    alguien susurraba en su odo:

    Cuando despiertes por la maana, ve directo al

    espejo, y con los ojos an predispuestos para captar la

    ilusin del sueo, observa la imagen que parece

    resbalar de la fra superficie vtrea: all, oculto en tu

    propio espejismo, encontrars a tu otro yo.

    No pudo ms y su consciencia se abism en la

    hondura del sueo tan pronto como la desconocida voz

    dej de orse.

    Cuando despert, ignorante del tiempo, record la

    voz, prometindole el reflejo de su otro yo. Salt de la

    cama, lleg ante el espejo, busc su imagen. Pero slo

    hall un vaco donde antes haba estado su cuerpo.

  • 9

    Confusin

    Marcela me dijo vamos, y yo la segu.

    Le haba dicho que me pona nervioso cuando se

    acercaba, y ella se apeg todava ms a m. Para cuando

    entramos a ese oscuro saln, en vano busqu el

    interruptor de la luz, mientras tanto ella cerraba la

    puerta.

    Ya, hazlo me volvi a desafiar.

    Lo hago le dije.

    A ver?

    La agarr de los brazos, me acerqu La hubiera

    besado, pero el impulso estaba incompleto. Hubiera

    juntado mis labios con los suyos en esa penumbra

    densa del segundo piso; sin embargo, no lo hice.

    Quieres que te bese? pregunt, consciente de

    no querer ser yo el que arruinase la relacin que ella

    tena con su enamorado. Es lo que quieres?

    Antes no hubiera querido respondi. Pero

    ahora tengo problemas con l.

    De pronto empez a llorar.

    La abrac. Comprenda su confusin. En la oscuridad

    todo era ms claro para m. No la bes y le dije que no

    importaba, que la admiraba por no hacerlo, aun cuando

    estbamos tan cerca.

  • 10

    Termin de llorar. Un rato despus, busqu el

    interruptor y encend la luz. Me cont con ms detalle

    los problemas que tena. Luego salimos de all.

    Caminamos por los pasillos de la Facultad y nos

    detuvimos cerca de un muro rojo. Esperbamos a

    nuestros compaeros.

    Por qu no me besaste?

    No quise mentirle y respond:

    Tuve miedo.

    Apagu la luz para no recordar ese momento

    despus dijo ella. Hubiera pasado y lo hubiera

    olvidado.

    Quiz yo no.

    En ese instante, una persona sala del saln de

    segundo ao. Interrump mi conversacin con Marcela

    y vi que apareca mi enamorada a travs del umbral de

    la puerta, acercndose por el pasillo.

    Ya acab mi examen dijo ella. Vamos?

    Entonces me alej de all, sin despedirme de

    Marcela, confundido, arrastrando un profundo silencio.

  • 11

    Ruta Ganya

    Sub al autobs siguiendo a esa chica.

    En el paradero ya la haba notado. Los ojos

    hondamente enrojecidos, los prpados como cartn

    rgido, a medio cerrar, la mirada fija, aqu, luego all,

    izquierda, derecha, sobre m, a travs de m, hacia la

    profundidad de la avenida.

    El autobs se detuvo y la chica subi. Dud por un

    instante, pero tambin sub. La segu hasta el asiento

    del fondo.

    La miraba en el reflejo plido de la ventanilla.

    Cuando ella baj en un paradero desconocido, la

    segu una vez ms. Se fue rumbo a una plaza. Estaba

    oscuro. Se sent en una de las bancas, junto a una

    pileta.

    La observ ocultndome detrs de unos arbustos.

    Finalmente me acerqu y me sent junto a ella.

    Un rato despus ella dijo:

    Mi amigo trabaja en un hotel aqu cerca

    Se senta perdida.

    La acompa y un rato despus entramos a un hotel.

    Varias horas ms tarde sal de all y me fui errando

    pasos por una calle principal, trastabillando, impasible

    a miradas transentes.

    Caa una lluvia ligera. Era martes.

  • 12

    Blues de medianoche

    El ruido de la ambulancia despert a los vecinos. Sin

    embargo, nadie sali a mirar. Los noctvagos de la calle

    haban escuchado la misma sirena acercarse o alejarse

    mientras cruzaba media ciudad. A ninguno le import.

    La puerta principal del edificio an permaneca

    abierta cuando llegaron. Tres hombres subieron por la

    estrecha escalera hasta el segundo piso. All

    encontraron a una joven apoyada en la pared, an

    temblaba cerca de la entrada de su departamento, la

    puerta abierta. La meloda del blues an sonaba en la

    sala.

    Los tres hombres entraron al departamento. Uno de

    ellos se arrodill junto a la chica.

    Dnde est l?

    Sin decir palabra, ella seal la puerta del bao, al

    otro extremo del pasillo. Los otros dos se apresuraron

    a buscarlo. Tuvieron de forzar la puerta, luego

    descorrieron una cortina y encontraron a un joven,

    bajo un chorro continuo de agua, inconsciente.

  • 13

    Dont speak

    Shhh cllate dice Alonso. No me vengas con

    eso.

    Por favor

    Vanessa se limpia las lgrimas con el dorso de la

    mano.

    Si te sigues portando bien te traer un regalo, ya

    vers.

    Alonso camina hacia la puerta de la habitacin,

    sudoroso.

    Ahora duerme un poco le dice a Vanessa.

    Antes de salir, Alonso presiona el interruptor de la

    luz. Y cierra con llave la puerta. Un llanto entrecortado

    rebota en las paredes oscuras, un sollozo que ahora se

    oculta bajo las sbanas.

    Una puerta cerrada, una escalera que desciende del

    tico a la cocina. Ruido de sartn y ollas. Olor de carne

    asada y ajos. Un hombre soltero, respetado, prepara

    una ltima comida.

  • 14

    Consigna

    El comandante abri el ltimo cajn del escritorio,

    sac una fotografa de su hija, y observ largamente el

    retrato.

    Esperaba.

    Haba mandado llamar a su teniente, que estaba por

    irse del cuartel. ste haba sido destacado al norte del

    pas.

    Tocaron.

    Pase.

    La puerta se abri. El teniente salud y se qued en

    la puerta, de pie. El comandante lo mir, guard la

    fotografa y sac su arma. Sin decir nada apunt al

    teniente, directo al corazn, y dispar.

    De inmediato se oyeron pasos que corran por el

    pasillo. Abrieron la puerta, el comandante vio las caras

    de dos oficiales.

    Mi comandante! qu?

    Silencio dijo. El teniente fue visto saliendo

    del cuartel?

    Pero

    Responda la pregunta.

    S mi comandante respondi el otro oficial. Y

    tambin lo vieron regresar.

    Silencio. Yo me encargar de eso.

  • 15

    Mi comandante, pero

    Cllese le dijo al primero. Que vengan cuatro

    reclutas, que echen a ese miserable a los cerdos. Y t,

    rene a la tropa.

    Los dos oficiales se miraron entre s.

    Es para hoy, seores.

    S, mi comandante dijeron antes de salir de la

    oficina.

    El comandante guard el arma en el cajn. Sac un

    archivo, lo abri, ley hoja tras hoja, firm varias veces.

    Luego hizo un par de llamadas.

    Cuando todo estuvo listo, se levant de su silla y

    camin hacia la ventana. A travs de las persianas vio a

    los reclutas que llegaban al patio principal.

  • 16

    Rescoldo

    En el instante en que Luca entr a la catedral, el

    sacerdote ya la observaba desde la puerta del

    confesionario. Cerr y esper a que la chica se

    acercara. Sinti sus pasos, oy su voz de pecadora

    santa, el avemara sin pecado concebida frente a la

    celosa que lo ocultaba a l, entre las sombras.

    Estuvo atento al recuento de los pecadillos,

    desendola en la estrechez del recinto, mientras se

    tocaba sobre la sotana, respirando con una agitacin

    pausada, en secreto.

    La chica acab antes que el sacerdote, esto lo dej

    turbado. Pens en retenerla, quiz si le preguntase

    algn detalle trivial. Pero el confesor ya haba dudado

    demasiado y tuvo que dejarla marcharse.

    Inmediatamente despus de que se levant la

    muchacha y sali del confesionario, una mujer mayor

    se acerc, entr y se arrodill frente a la celosa y

    empez a desahogarse.

    El sacerdote la ignor sin palabras y sali tambin

    del confesionario, sin que la vieja lo notara, siguiendo

    los pasos de Luca, persiguiendo como un sabueso su

    virginal perfume.

    Sin embargo, no se atrevi a ir ms all de la puerta

    de la iglesia, desde donde la vea alejarse por una calle

  • 17

    oscura, mientras l, con la biblia en sus manos,

    esconda bajo la sotana su dolorosa lascivia,

    conteniendo las ganas de alcanzarla.

    Unos minutos despus, cuando Luca volvi la vista,

    tres cuadras ms all, vio que el sacerdote todava

    estaba de pie, como una gran estatua de yeso,

    abandonada en las puertas de la Catedral, inmutable

    frente a los fieles que llegaban para escuchar la misa.

  • 18

    NN

    Hoy fue el primer da en su nuevo trabajo.

    Romina, la profesora ms joven que haban

    contratado en aquel colegio privado: 22 aos.

    Desde que Manuel, el subdirector, observ con

    atencin la silueta de Romina, pasando cerca de las

    oficinas de la direccin, supo que a sus 48 aos se

    haba vuelto a enamorar, o eso se obstin en creer.

    Empez a frecuentar la oficina de la joven con

    cualquier pretexto, durante la hora de descanso, o en el

    momento en que ya no soportaba ms la angustia de no

    saber si ella, esta vez, al fin podra aceptar.

    Persistente, a pesar de no recibir ninguna respuesta

    a sus insinuaciones, luego de un mes, Manuel

    continuaba.

    Romina segua esquivando con educacin las

    propuestas indecentes. Pero Romina ya no est

    dispuesta a tolerar ms esta situacin. Descarta una

    denuncia, debe ser ms contundente: necesita un plan

    para detener de forma definitiva a Manuel. El instante

    preciso, la cena a la que Manuel an no se cansa de

    invitarla.

    Ella acepta.

    l pasar a recogerla.

  • 19

    No dice ella, nadie debe saber que nos

    veremos.

    Entonces? pregunta l, con una sonrisa que

    intenta ser agradable.

    Romina escribe en el reverso de una tarjeta

    personal.

    Bscame en esta direccin, a las ocho.

    Esa noche, Manuel conduce por una calle

    desconocida. No encuentra la direccin. A punto de

    rendirse, dobla una esquina y encuentra el nmero que

    buscaba.

    Baja del auto. Hace fro.

    Camina hasta la puerta de la casa y toca.

    Romina abre.

    Pasa, es mejor que no te vean.

    Manuel se siente ajeno a la realidad, feliz, como si

    tantas precauciones por parte de Romina le confiriesen

    a la situacin la relevancia y el encanto de un

    verdadero romance.

    No imagin que vivieras en esta parte de la

    ciudad.

    No, es slo temporal. Digamos que slo por esta

    noche.

    Si me lo pidieras, yo podra alquilarte un

    departamento, para nosotros dos.

  • 20

    Romina le observa. Luego camina hacia una mesilla,

    en medio de la sala, y coge una botella de vino que

    haba dejado ah un rato antes. Sirve unas copas.

    Todo es perfecto. La noche, la calidez del cuerpo de

    Romina cerca de las manos de Manuel que la desean

    cada vez ms mientras se termina la primera copa.

    Romina, la mujer de sus sueos. Romina, una extica

    ensoacin. Romina, Romina, una mujer que acaba de

    sedarlo, lo ha comprendido, en el instante infinitesimal

    en que su cuerpo, acostumbrado a la bebida, se ha

    dejado desequilibrar por un mareo inusual, por una

    descarga de somnolencia que an no lo deja dormido,

    pero que le resta toda movilidad muscular, que le

    descoloca la visin de la habitacin entera. Y la mesilla,

    y el piso, y el techo, y las paredes, son ahora parte de

    una masa amorfa que ha empezado a girar sin control

    en su cabeza.

    Manuel ha cado al piso.

    Ya saben qu hacer dice Romina.

    Pero, a quin le habla? Manuel intenta

    preguntrselo a la joven. No lo consigue. Ninguna

    palabra le fluye. Con gran esfuerzo abre los ojos y ve

    cmo Romina, en la entrada, abre y cierra la puerta,

    desapareciendo.

    Entonces Manuel cree estar solo, hasta que cuatro

    fuertes manos lo sujetan por los tobillos y empiezan a

    arrastrarlo, la espalda en el piso.

  • 21

    El miedo se le ha convertido en terror.

    En la calle, Romina sube al auto vaco de Manuel y

    conduce.

    Media hora despus se baja del vehculo, a un lado

    de la pista, y deja la portezuela abierta, y camina, en

    silencio, de regreso a su mundo, a su vida, repasando

    su coartada, pensando qu har durante la maana.

  • 22

    Ciudad nocturna y serena

    El ruido de un taxi lentamente avanza por la calle en

    penumbras. Ya est ms cerca, se ha detenido. La

    portezuela izquierda, detrs del chofer, se ha abierto,

    ha quedado como un ala estirada.

    Nadie ha salido an.

    Desde el interior del vehculo proviene un susurro

    apagado por la distancia. De pronto, una mano, la

    mitad de un brazo estirado ha salido, suspendida,

    cortada por la oscuridad del interior del taxi, adonde

    ha regresado un instante despus, como jalada por un

    resorte que quiere volver a su estado de reposo, y otra

    vez el silencio, la nada que deja una puerta abierta.

    Acaso eres t, Roco.

    Ms all, en alguna calle cercana, se ha escuchado el

    silbato lnguido de un hombre solitario.

    Inmediatamente el chofer del taxi ha empujado la

    portezuela, que se ha cerrado con un ruido seco, y se

    han alejado. Cerca de la esquina los he perdido de vista.

    En ese instante mi celular son.

    Contest.

    Hola.

    Llevas mucho tiempo esperando? pregunt

    Roco.

    No, acabo de llegar ment.

  • 23

    Me avergonzaba admitir aquellas tres horas

    intentando comunicarme a un celular apagado que

    recin ahora me llamaba.

    No puedo ir all donde ests dijo ella. Estoy

    en Moquegua.

    Por qu tan lejos? pregunt desde la soledad

    de una plaza.

    Llova. Deb haberme visto tan lleno de nostalgia, tan

    arrancado de una realidad como me senta, y sin

    embargo an pensaba, equivocadamente, que me

    queran. Y el golpe como una certeza, la noticia

    convertida en daga:

    Es que ya no volver a Tacna Lo siento.

  • 24

    El individuo colectivo

    La corona de la creacin,

    el cerdo, el hombre

    (Gottfried Benn).

    l estaba dentro de un auto, sentado con personas

    que apenas conoci aquella noche, y una cancin se

    proyectaba desde los parlantes del vehculo.

    La chica sentada a su derecha, en el asiento trasero,

    gir y acerc el rostro para decirle:

    Me llamo Kelly.

    l respondi al odo izquierdo de la chica. Ella le dio

    un beso en la mejilla y sonri. La botella de cerveza iba

    pasando por la derecha.

    El tiempo, las horas, no eran ms que un flujo

    circular ascendente que lo fueron elevando hasta el

    lmite ms alto desde donde lo dejaron caer al vrtice,

    abismo mental, la blanca niebla que desvanece

    recuerdos y memorias recientes.

    Despus de tres horas, l sali del auto y cerr la

    portezuela. La ventanilla tambin estaba cerrada.

    Camin hacia la parte trasera del vehculo. All vomit.

    Despus de un lapso indeterminado, volvi y se

    detuvo junto a la ventanilla.

  • 25

    La chica sentada delante, en mis piernas, dijo:

    Kelly, cierra, cierra.

    Kelly estir un brazo y accion el seguro de la

    puerta. l, desde afuera, intent abrir. Luego dio unos

    golpecitos al vidrio y mir a Kelly, que ahora le daba la

    espalda.

    El que conduca baj. Casi al instante, tambin baj

    yo por la derecha. Mi acompaante ocup mi asiento.

    El otro regres a la parte trasera del vehculo y se

    qued all, apoyado y aturdido. Vomit de nuevo.

    Seguamos tomando: las puertas de la derecha

    abiertas hacia la vereda, las dos chicas sentadas, las

    piernas en minifalda sobresaliendo del auto, mi amigo

    y yo de pie, frente a ellas, hablndoles.

    El otro an nos miraba desde el extremo opuesto del

    auto.

    No le pregunt a Kelly de qu estuvieron

    conversando al principio, tampoco lo supe despus.

    Nadie los haba escuchado por lo alto de la msica.

    Decid no preguntar. A mi amigo el asunto le era

    indiferente, quiz porque fue quien lo haba invitado.

    Kelly no recordaba con claridad por qu haba echado

    el seguro. Su amiga slo rea, resabida, mirndome.

    De pronto, por el lado izquierdo del vehculo, todos

    vimos cmo aquel sujeto se fue caminando, como un

    ser humano impasible a miradas que slo l pareca

    estar viendo varios metros ms all, por aquella

  • 26

    solitaria calle que lo volvi nuevamente un

    desconocido para nosotros, mientras se iba,

    trastabillando, doblando la esquina, a quin sabe

    dnde, para no regresar jams.

  • 27

    ADN

    ( 1 )

    ( 2 )

    Para Lilith,

    y Eva.

    Martes 16

    Es de maana. No suelo escribir a esta hora, pero

    sent deseos de repetirme en un par de lneas. Aunque

    no diga nada especfico, necesito expresar la

    incertidumbre del da.

    Mis cavilaciones no han sido fructferas, ni siquiera

    debera llamrsele pensar a lo que he estado haciendo.

    He disipado mi tiempo. Me he dejado invadir por

    imgenes, sombras recurrentes. Todo ello es absurdo,

    ( 1 ) NOTA DEL AUTOR: Decid empezar a escribir abril

    2004, el da que encontr las pginas manuscritas que se van a

    reproducir integras a continuacin, abandonadas en un asiento

    de autobs. Alguien las haba dejado ah a propsito. Eso me

    obstin en pensar. Quien lo haba hecho, haba imaginado

    tambin el instante de su descubrimiento. l o ella leeran el

    manuscrito engrapado, se lo llevaran a otro lugar, lo

    extraviaran, y el ciclo de prdidas y encuentros empezara

    entonces, interminable.

    ( 2 ) Fecha del diario: Mes y ao desconocidos. Anteriores a 2004.

  • 28

    el acto mismo de albergar recuerdos es absurdo. Estoy

    borrndome

    (Unas horas despus).

    He quedado vaco. De eso me doy cuenta. Porque al

    intentar recordar algn rostro, no puedo ver ms que

    contornos y fondos borrosos que no son las caras que

    antes vi. CMO SON (ERAN) LOS QUE YA NO ESTN

    CONMIGO?

    Jueves 18

    Por la noche sal de casa, vi gente, habl con algunos

    conocidos En un momento incierto alguien me

    alcanza un cigarro encendido. Somos dos caminando,

    buscando a otros amigos. Fumo. Y antes de que se

    consuma por completo el cigarro, mi eventual

    compaero de camino me dice:

    Lo que has fumado es pasta.

    Ser respondo, indiferente, consciente del

    engao.

    Cre que era marihuana sola, no una combinacin. Es

    lo que ellos llaman micky.

    Despus de un rato siento los primeros efectos: se

    me aparece una imagen en la mente, un nio empujado

    a una piscina. O aprendes a nadar o te hundes, parece

    que grita alguien desde lo ms recndito de un

    recuerdo.

  • 29

    Viernes 19

    Estoy aqu, una vez ms, rodeado de los murmullos

    inciertos del da. No quiero hacer nada, absolutamente

    nada (escribir es distinto). Escribir es una extensa

    digresin, una pausa en la vida. Al escribir se abre una

    brecha en la realidad circundante, mi cuerpo se

    transforma en envase, en mecanismo que alberga mis

    ideas y que las vierte a travs de la presin de mis

    dedos sobre el teclado, a la pantalla.

    Soy licuefaccin, fluyo a travs de la indiferencia.

    Hoy no saldr de casa. Me adormecer la televisin

    cuando caiga la noche. No sentir los pasos que me

    siguen. Tus recuerdos, como sombras, se quedarn del

    otro lado de la puerta, golpeando para entrar. Pero yo,

    pblico sordo que se aburre en la funcin, no har ms

    caso y me dormir

    Sbado 20

    Siento algo extrao en el cuerpo. Un vaco en el

    estmago. Ansiedad? He dormido menos de ocho

    horas, quiz seis. Debe tratarse de eso. Debera dormir

    y olvidarme del asunto. Hoy he comido poco, no

    porque no tuviese hambre, sino porque hubo poca

    comida. S, tal vez sea el hambre lo que percibo como

    ansiedad. El vaco del estmago a lo mejor no tiene

    nada que ver con el efecto colateral de la pasta que

    fum el jueves. Esperar a que todo pase.

  • 30

    Lunes 22

    El da ha empezado. Es muy probable que no

    recuerde esto que estoy escribiendo ahora. En algunas

    horas habr olvidado mucho de esta maana. El da se

    ir. Seguir pensando qu hacer.

    Viernes 26

    En algn punto indeterminado en la lnea del

    tiempo, parntesis-mnsico, no recuerdo qu hice ni por

    qu. No obstante, los escombros todava permanecen en

    derredor, agonizantes, como cuerpos volvindose carne:

    un objeto ms, bajo mis pies.

    No volver a fumar nada. An siento nauseas.

    Domingo 11

    Hago un esfuerzo para escribir en este momento. No

    tengo nada que quiera decir. Estoy en silencio. Puedo

    divagar. Digresiones que llenan espacios en blanco,

    palabras que se unen sin aparente sentido

    No quiero decir nada dije. Entindeme.

    Los silencios de la noche. Una gravitacin.

    Olvida.

    REMINISCENCIA

    La luna llena a travs de las ramas de un rbol, lo

    recuerdas?.

    No te creo dijo ella.

  • 31

    Siempre voy a mentirte respond.

    Despus caminamos hacia la Facultad contigua,

    penumbra silenciosa del pasillo. Subimos por una

    escalera. El segundo piso iluminado, excepto el ltimo

    saln. Entramos en su oscuridad. La puerta la ha

    cerrado ella, luego me ha besado.

    CARTA

    Cuntos instantes se han ido para siempre entre

    nosotros

    Decididamente, me he alejado de todo para empezar

    una vida distinta. No es la primera vez que lo hago.

    Cuando el cataclismo de emociones llega a su punto

    ms lgido y el olvido va menguando mis recuerdos de

    un pasado reciente que se desvanece llevndose

    consigo personas, lugares y momentos, yo, el

    superviviente, nufrago en el ocano inmenso del

    ahora, quedo convertido en pozo desrtico, fondo

    rido, hasta que alguna otra nube en el horizonte se

    acerca para llenarme de vida con su tormenta

    necesaria, rayos fulgentes, truenos retumbantes, la

    lluvia de una vida nueva, el inicio y el final inherentes a

    todo, encerrados en la piel de una mujer que se

    acerca

  • 32

    Lunes 19

    7:30 am.

    Inicio de clases: Preuniversitario de la

    Municipalidad de Alto de la Alianza.

    Desde la entrada, una chica solitaria, desconocida,

    me observa llegar al colegio Guillermo Auza Arce.

    Adentro, veo a un grupo dismil de chicos y chicas

    enmudecidos por la espera.

    Siguen llegando ms personas.

    Luego de un rato, otra chica, distinta de las

    anteriores, a la que no podr olvidar, a la que recordar

    mucho tiempo, hechizado por la belleza de su piel

    morena, por el sortilegio de su mirada egipcia, ha fijado

    por un momento su atencin en m, y desde entonces

    no he podido dejar de verla tambin a los ojos, y desde

    aquel instante, sin conocer todava su nombre, supe

    que me haba enamorado.

    Martes 20

    Segundo piso.

    Entr al saln e instintivamente la busqu con la

    mirada. Despus fui a sentarme detrs de ella. Al cabo

    de un rato, cuando el profesor entraba, me levant del

    asiento y avanc dos pasos hacia adelante.

    Puedo sentarme aqu? le pregunt a la chica

    sin nombre.

  • 33

    Ella no levant la mirada. Quiz no imagin que yo

    iba a acercarme en aquel momento. Volv a preguntar:

    Puedo sentarme aqu?

    Ella gir el rostro, me mir, y tras una pausa

    infinitesimal, con una voz que despus escuchara

    cercana, como un susurro que lea una pgina de su

    libro, dijo:

    S.

    Y me sent a su izquierda.

    Aunque no hablamos el resto de la maana, busqu

    la mirada de mi compaera de carpeta un par de veces.

    Tal vez ella tambin me mir cuando estuve distrado.

    No lo s.

    Mircoles 21

    Esta maana la he visto caminando con su amiga.

    Ella bajaba por la avenida Aviacin, y yo segu de largo,

    por la calle transversal, rumbo al colegio G.A.A. Un

    momento despus, ella y su amiga estaban detrs de

    m, varios metros ms all, viniendo en la misma

    direccin. Entr al colegio, gir a la izquierda y avanc,

    y a travs de la reja volv a verla. Ella tambin me mir,

    an desde afuera.

    Sub al segundo piso, entr al saln y fui a sentarme

    en el mismo lugar de ayer. Cuando ella entr, por un

    instante cre que se ira a sentar a otro sitio, al fondo

    del saln, pues tena la mirada fija al frente mientras

  • 34

    avanzaba por la fila de la derecha, pero para mi

    sorpresa se detuvo a la altura de la carpeta en la que yo

    estaba sentado, y en silencio, tom asiento junto a m.

    Qu significa que ella haya decidido sentarse a mi lado

    cuando pudo haber escogido cualquier otro asiento

    vaco?

    Antes del segundo receso, cuando iba tomando

    apuntes en mi cuaderno, inesperadamente mi lapicero

    se qued sin tinta. Dej de escribir y puse el bolgrafo a

    un lado, intil objeto desechado, sombra de un

    instrumento que dej de ser lapicero para convertirse,

    ya sin tinta, en pedazo de plstico sin sentido. Sin

    embargo, slo cuando lo volv a coger, accionando por

    su extremo el botn del mecanismo retrctil, el breve

    sonido que produjo al esconder su punta metlica me

    anunciaba una segunda posibilidad para su destino,

    otorgndole a la casualidad de su extincin como

    lapicero, su nueva condicin de objeto mgico, punto

    de quiebre, un final, un nuevo inicio, pues a travs de l

    se haba generado el pretexto adecuado para romper

    mi silencio y mi distancia y girar el rostro a la izquierda

    y preguntarle a ella:

    Puedes prestarme un lapicero? El que tengo ya

    no sirve.

    Ms tarde compartimos una hoja de prctica con

    ejercicios de Aritmtica que el profesor entreg, y casi

  • 35

    al final de clases, tambin a travs de una pregunta, ella

    me mir y dijo, concisa:

    Te vas a llevar la hoja?

    No. Llvatela. Maana pido otra.

    Sal del saln, despus cruc la puerta del colegio, y

    cuando estaba a una cuadra de distancia, me gir y a lo

    lejos vi que ella vena en la misma direccin, acaso

    siguindome los pasos?, pero esta vez sin su amiga.

    Continu mi camino, solitario, obstinndome en

    creer que, por un instante, me haba convertido en

    Orfeo guiando los pasos de la hermosa Eurdice. No

    obstante, el que descenda por un camino invisible era

    solamente yo.

    Viernes 23

    Tampoco hoy he podido hablarle.

    En la tarde, mi pap me ha dicho que me consigui

    un trabajo fuera de la ciudad, que iniciaba en dos

    semanas.

    Es un trabajo para un ao me dijo.

    Le respond que ira.

    Ms tarde, en la soledad de mi habitacin, he

    pensado en la situacin presente: ya no postulara al

    Tecnolgico Vigil, y la chica sin nombre, con la cual no

    haba iniciado ninguna historia ms all de mi amor en

    silencio, no sufrira por mi partida. Era mejor olvidarla,

    era lo mejor, eso he pensado.

  • 36

    Mircoles 28

    Escribir por el placer de divagar. Elucubrar

    explicaciones, disquisiciones retrospectivas que me

    ataen slo a m, lo cual es suficiente, o debera serlo,

    para dejar que las palabras fluyan en construcciones

    carentes, a veces, de sentido sintctico. Pero qu

    importa, lo sustancial ya lo han dicho otros, yo slo

    quiero expresar mi incertidumbre cotidiana.

    Sbado 31

    Un ltimo da. Cuenta regresiva. Este hoy.

    Despert temprano. Estuve leyendo algn libro,

    ideas que surgen en la contemplacin de mi entorno,

    momentos sosegados a la sombra clida de una

    buganvilla en algn patio de una casa que compartiste

    conmigo, vergel ednico del que sal una noche 14 de

    febrero, dicindote hasta luego, para nunca volver.

  • 37

    Padre e hijo

    Primeramente, porque la existencia no

    tiene fundamento, brota de un abismo, de

    la nada; en segundo lugar, porque su fin

    es la muerte, otro abismo de nada;

    tercero porque el ser mismo de la

    existencia es un correr en la muerte, en la

    nada. La existencia es en s misma

    vacua.

    (I. M. Bochenski)

    Para qu escribes, hijo? Ya djalo.

    Para relajar el msculo del tiempo, padre, para

    aliviar la tensin en la rodilla del mundo, para

    entender quin puedo llegar a ser la otra mitad de mi

    vida.

    Morirs pobre, hijo.

    Morir, s, padre, pero rico de palabras, tan

    pletrico de metforas que cien hombres de luto no

    podrn levantar mis restos.

    Sufrirs hambre, hijo.

    He vivido ms que hambre, padre, hambriento de

    verdad y de sentido, casi treinta aos de mi vida, y qu

    me han dado la comida y la promesa del dinero? Slo

    una vaca seguridad de que realmente vivo. Sin

  • 38

    embargo, muero, padre, muero. Por eso debo irme a

    escribir lejos, ms all de las antpodas de mi

    existencia, para buscar muy dentro de m los ruidos y

    el dolor que perdi el silencio, el mismo da que nac,

    padre, por tu culpa casi muerto.

    Mueres, hijo?

    S, padre.

    Cuando as sea, cuando la fra losa aplaste la tierra

    de tu pecho, te olvidarn, hijo, y qu habr sido de tus

    libros?

    Me despertarn de la tumba, padre, cientos de

    veces, miles de veces.

  • 39

    /Di'vagat 'Orum/

    Jueves 2 de abril, 2015.

    2:30 pm.

    Mirada ventanilla transporte pblico, observando

    peatones.

    Estoy concentrado en mis divagaciones, haciendo

    anotaciones en mi viejo cuaderno titulado Mentculus:

    volumen 5, hilvanando tramas absurdas y apuntando

    frases carentes de sintaxis, mientras el autobs avanza,

    tragando y regurgitando transentes, de paradero en

    paradero.

    A la derecha del pasillo viaja una joven de gafas

    oscuras, de cabello largo y lacio, y un chiquillo de polo

    negro le acompaa.

    En cierto momento, escucho que murmuran entre

    ellos:

    S es.

    T crees? Por qu no le preguntas?

    Es inevitable escuchar sus voces, en el autobs hay

    pocas personas. Afuera, la luz verde del semforo ha

    cambiado a rojo. El autobs disminuye la velocidad y

    se detiene.

    Hola, disculpe dice una voz adolescente.

    Volteo hacia la voz.

    Que tal respondo.

  • 40

    Disculpe, mi hermana dice que usted se parece a

    Miler, a Miler Huanca.

    Ella lo mira y sonre. Luego se dirige a m con la

    seguridad de una alumna aplicada, y me tutea:

    T escribiste Rigor Mortis, verdad?

    El autobs avanza de nuevo.

    Te has equivocado de persona le digo. Mi

    nombre es Miguel.

    Y slo por decir algo ms, agrego:

    Mi rostro es de lo ms comn.

    Miro por la ventanilla. El autobs dobla en la

    esquina, hacia la avenida (...).

    Tengo que bajarme aqu les digo. Hasta luego.

    S es escucho que susurra el chiquillo cuando

    me levanto del asiento.

    Su hermana ha quedado en silencio.

    Bajo en la siguiente esquina le digo al cobrador.

    Bajan! grita el cobrador desde la puerta.

    Un momento despus, ya soy un peatn caminando

    en sentido opuesto al avance del autobs.

    La calle est vaca.

    En un semforo, frente a una fila de vehculos que

    esperan el cambio de luz, un solitario nio les vende

    caramelos a los taxi drivers, y justo all...

    Miler! gritan dos voces al unsono.

    Por reflejo me detengo. El sol brilla. Giro el rostro

    por la derecha y veo a la jovencita de lentes y a su

  • 41

    hermano, apurando el paso, acercndose a m. Ya es

    tarde para fingir, he quedado al descubierto. Bien

    pensado, muchachos.

    S era usted dice el chiquillo, sonriendo.

    Aqu tengo tu libro dice su hermana, abriendo

    su mochila. Me lo puedes firmar?

    Ligeramente avergonzado por su pedido, digo s con

    un movimiento de cabeza, sorprendido adems al ver

    el libro que ha sacado de la mochila: una de las tres

    copias que yo haba regalado de forma annima, un

    mes antes.

    Cinco das despus de la correccin final de mi

    novela, haba hecho imprimir tres copias de mi primer

    libro, Rigor Mortis y otros pre-textos. Los empast

    cuidadosamente y sal a la calle. Era de noche. Dej uno

    de los tres libros en la banca de un parque; otro ms,

    en el asiento de un autobs; y el ltimo, lo extravi en

    una habitacin barata de hostal, al otro extremo de la

    ciudad.

    La joven de lentes me alcanza el libro.

    Segn tu biografa, en el libro, deberas tener

    treinta aos me dice, pero pareces de mi edad, de

    veinte.

    Cada quin elige qu creer le digo. En dos

    semanas cumplo treintain aos.

    Qu se siente ser un escritor? me pregunta su

    hermano.

  • 42

    Escritor? No s de qu hablas. No me considero

    escritor. Slo soy un payaso sin chiste que escribe

    porque no aprendi a hacer otra cosa.

    Ah?

    Yo me entiendo. Por cierto, cmo se llaman?

    Me dictan sus nombres. Luego ella pregunta:

    Y cundo publicas tu novela?

    Termino de autografiar el libro y se lo devuelvo.

    Qu novela?

    En la ltima pgina de Rigor Mortis deca que

    publicaras El camino tras la puerta, novela corta.

    Ah, eso. Ya lo publiqu. Fue una autoinmolacin.

    Cinco copias que repart por all, por rumbos

    desconocidos. No hubo ni habr presentacin oficial.

    Por qu no?

    Quiero ser pstumo.

    Veo sus caras de incredulidad.

    Nos gustara leer tu novela dice ella.

    S, nos gustara agrega su hermano.

    La curiosidad mat al gato les digo.

    Ahora veo cierta tristeza en sus miradas por mi

    respuesta, y me acuerdo de mis sobrinos.

    Bueno, encontraron una de las tres copias que

    dej olvidadas. Y ahora me encontraron a m. No s si

    llamarlo suerte, coincidencia o destino. Les dar lo que

    me piden.

    Meto la mano al bolsillo del pantaln y saco mi USB.

  • 43

    Toma le alcanzo a ella.

    Un USB?

    Dentro vas a encontrar el archivo de mi novela. La

    nica copia digital que existe. Comprtelo si quieres.

    Depende de ustedes que el libro sea conocido. A m no

    me interesa eso por ahora.

    Por qu no?

    Tengo mucho que escribir todava.

    Y el USB? Cmo hago para devolvrtelo?

    Dudo mucho que nos volvamos a ver. Qudatelo.

    Puedo conseguir otro.

    Tal vez podramos llamarte alguna vez. Cul es tu

    nmero de celular?

    La verdad es que no tengo. No me gustan los

    celulares, me interrumpen cuando estoy pensando.

    Ahora tengo que irme. Adis.

    Se despiden. Luego empiezo a caminar y vuelvo a

    mis divagaciones.

    Alguien me mira, ya no lo noto.