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La oración desde San Lucas ROMÁN LLAMAS (Roma) INTRODUCCIÓN Aunque no hay más que un evangelio, el evangelio de Jesu- cristo, el Hijo de Dios, la forma de presentarlo y de interpretarlo es múltiple. La interpretación del evangelio, como hecha por el Espíritu y desde el Espíritu de Jesús, no es traición al mensaje, es inculturación del mismo, es comprensión en profundidad, es des- cubrimiento de riquezas, porque el evangelio de Cristo es una mina de tesoros infinitos e inagotables, y la capacidad de adapta- ción del mensaje ilimitada. Y toca a la Iglesia descubrir esos tesoros y esa adaptabilidad, sin traicionar los contenidos, confor- me lo exigen las realidades y necesidades concretas y los interro- gantes precisos de una humanidad siempre en evolución y pro- greso. El Espíritu Santo os lo recordará e interpretará todo (Jn 14,26). Sería una traición permanecer en un inmovilismo ári- do; el evangelio es un evangelio vivo, su voz es una voz viva que resuena en la Iglesia. El evangelio es vida y la vida no se para. Lucas es un testigo de esta interpretación eclesial del evangelio de Jesús, un eco de esa voz viva que es el evangelio, que ha inculturado, que ha hecho escuchar a la comunidad cristiana, convertida del paganismo. Una comunidad bien caracterizada, que necesariamente encontró serias dificultades para asimilar el mensaje de Cristo y para adaptarse a una Iglesia, nacida en el seno del judaísmo, como lo testifican las cartas de San Pablo. Lucas escribe desde la Iglesia para esta Iglesia. Su obra es una obra de catequesis eclesial en diálogo con su Iglesia. Cada día los REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 49 (1990), 27-61.

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  • La oración desde San Lucas

    ROMÁN LLAMAS

    (Roma)

    INTRODUCCIÓN

    Aunque no hay más que un evangelio, el evangelio de Jesu-cristo, el Hijo de Dios, la forma de presentarlo y de interpretarlo es múltiple. La interpretación del evangelio, como hecha por el Espíritu y desde el Espíritu de Jesús, no es traición al mensaje, es inculturación del mismo, es comprensión en profundidad, es des-cubrimiento de riquezas, porque el evangelio de Cristo es una mina de tesoros infinitos e inagotables, y la capacidad de adapta-ción del mensaje ilimitada. Y toca a la Iglesia descubrir esos tesoros y esa adaptabilidad, sin traicionar los contenidos, confor-me lo exigen las realidades y necesidades concretas y los interro-gantes precisos de una humanidad siempre en evolución y pro-greso. El Espíritu Santo os lo recordará e interpretará todo (Jn 14,26). Sería una traición permanecer en un inmovilismo ári-do; el evangelio es un evangelio vivo, su voz es una voz viva que resuena en la Iglesia. El evangelio es vida y la vida no se para.

    Lucas es un testigo de esta interpretación eclesial del evangelio de Jesús, un eco de esa voz viva que es el evangelio, que ha inculturado, que ha hecho escuchar a la comunidad cristiana, convertida del paganismo. Una comunidad bien caracterizada, que necesariamente encontró serias dificultades para asimilar el mensaje de Cristo y para adaptarse a una Iglesia, nacida en el seno del judaísmo, como lo testifican las cartas de San Pablo.

    Lucas escribe desde la Iglesia para esta Iglesia. Su obra es una obra de catequesis eclesial en diálogo con su Iglesia. Cada día los

    REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 49 (1990), 27-61.

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    estudiosos de Lucas resaltan con más insistencia el carácter ecle-sial de su evangelio; leyendo la interpretación evangélica de Lucas se descubre la presencia viva y los rasgos particulares de su Iglesia. El evangelio de Lucas se escucha como una documentación his-tórica sobre la iglesia lucana de los orígenes. N os encontramos con un hombre que se preocupa por. darnos una descripción de la Iglesia y de su situación en un período difícil de transición. La imagen que Lucas da de la Iglesia refleja la de su misma alma '. Lucas es el hombre de Iglesia que, escuchando el encargo del Señor, da respuestas adecuadas a su época 2, válidas para todos los tiempos.

    Lucas escribe para la Iglesia con intenciones pastorales. Te-niendo en cuenta la situación a que ha llegado la Iglesia del 80, más o menos, trata de ayudarla a mantenerse en el fervor primero y a corregir los abusos que se han introducido, así como de animarla a ponerse a tono. Este intento pastoral lleva a Lucas a una selección de perícopas de la tradición oral y escrita con ele-mentos tradicionales, que los otros evangelistas no han tenido en cuenta, ya una introducción de elementos redaccionales propios, claramente observables en pasajes comunes con los otros evange-listas, especialmente allí donde existen ya frases o redacciones tradicionales. Esto significa una intención expresa de comunicar algo que considera importante y urgente. «Lucas elabora las pa-labras de Jesús, aplicándolas con autoridad a la situación de la Iglesia primitiva, como un profeta cristiano» 3.

    Si pasamos al campo de los contenidos, hay que notar que cuando un autor repite con insistencia un tema, lo articula de varias maneras, lo introduce en distintas secciones, hay que pen-sar en el propósito de resaltar ese argumento, máxime cuando por propia iniciativa modifica la redacción tradicional en que lo inserta. Tal es el tema en concreto de la oración en Lucas.

    Finalmente hay que tener también en cuenta el principio del contexto. El tercer evangelio forma un todo con el libro de los Hechos. Son como las partes de un libro por las que discurre una

    I J. ERNST, Luea. Un ritrato teologico, Edit. Morcelliana, Brescia, 1988, p. 74

    2 Ob. cit., pág. 132. J B. RIGAUX, Testimonianza del vangelo di Luea, Gregoriana Edit., Pado-

    va, 1973, p. 400.

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    relación vital. Esta relación es particularmente reveladora por lo que se refiere a la oración. El libro de los Hechos está empapado de oración, animada por el Espíritu Santo; respira oración de alabanza, de glorificación, de acción de gracias, de petición, de oración eclesial y comunitaria y de oración personal.

    La oración, tema lucano

    Las notas expuestas aparecen claramente en las perícopas del tercer evangelio, que se refieren a la enseñanza de la oración desde el ejemplo y las palabras de Cristo sobre la misma.

    San Lucas da amplitud y peculiaridad a la dimensión oracio-nal del mensaje evangélico. Por la cabida vasta y variada que le da en su evangelio, por el modo personal de presentarla, por la importancia y trascendencia que le otorga, al evangelio de Lucas se le ha llamado el evangelio de la oración. Ningún otro evange-lista ha dado tanto relieve y ha presentado de tantos modos el aspecto y el contenido oracional del mensaje de Cristo a su Iglesia. Aparece en la presentación que nos ofrece Lucas de Cristo, del Espíritu Santo, del cristiano y su vida eclesial 4.

    Aunque el lenguaje no lo dice todo, es muy significativo, y, por lo tanto, hay que tenerlo en cuenta. Lucas utiliza una serie de

    4 Además de los comentaristas de San Lucas, la mayoría de los cuales dedica algún excursus a la oración, cito como trabajos más especializados: L. MONLOUBOU, La priere selon saint Luc, Ed. Cerf, Paris, 1976 (LD 89) pp. 250; C. M. MARTINI, Itineraire de priere avec saint Luc, Edit. Mediaspaul, Paris, 1984, pp. 112; A. DRAGO, Gesu, uomo di preghiera nel vangelo di Luca, Ediz. Messaggero, Padova, 1975, pp. 128 (ambas de carácter pastoral); A. RÓDENAS, Orar con Cristo. Algunos rasgos fundamentales de la plegaria cristiana a la luz del Nuevo Testamento, Edic. Secretariado Trinitario, Sala-manca, 1979. En él se recoge todo lo relativo a la enseñanza de Lucas en el evangelio y Hechos (también de carácter pastoral); A. GEORG E, Lettura del vangelo di Luca, Cittadella Edit., Assisi, 1977 2, pp. 75-98; J. DUPoNT, Le discours de MUet, Ed. Cerf, Paris, 1962, pp. 341-375; J. DUPoNT, La priere e son efficacité dans l'évangile de Luc, Rech de Sc Re!. 69 (1981) 45-56; S. A. PANIMOLLE, «Gesú modelo e maestro di preghiera del vangelo secondo Luca», en Insegnaci a pregare, Quaderní dí lettura bíblica, EDB, 1979, pp. 122-139; J. CABA, La oración de petición en las parábolas del evangelio de S. Lucas, «Phase», 20 (19&0) 187-198; referida a todos los evangelios su obra: Pedid y recibiréis. La oración de petición en la enseñanza evangélica, BAC Minor, Madrid, 1980, pp. 318; M. LACONI, La preghiera, lo Spirito e la storia di Dio,

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    vocablos, verbos y sustantivos, para hablar de la oración, que no aparecen en los otros sinópticos o se encuentran menos veces; ello indica ya el vivo interés de Lucas por la oración en sus dis-tintas formas. Déesis sólo lo usa Lucas tres veces, y el verbo co-rrespondiente ocho veces, más siete en Actos por una de Mateo s.

    Precisamente, porque es un tema tan amplio, es difícil ence-rrar toda su riqueza en pocas páginas. Me voy a ceñir a algunos puntos de la enseñanza lucana sobre la oración, deteniéndome particularmente en el testimonio de Cristo orante.

    Cristo, el Orante

    En la presentación que Lucas nos ofrece de Jesús tiene una enorme importancia la realidad de su condición de orante. Y aunque es un título cristo lógico, que el evangelista no le da explí-citamente, bien podemos atribuírselo, dada la fuerza con que nos presenta el testimonio oracional de Cristo Jesús.

    La historia de Jesús no es una historia pasada, en el sentido de la historiografía. Lo que Jesús dijo e hizo, durante su paso por este mundo, para la salvación de la humanidad, tiene un signfica-do y un valor permanente. El Jesús de la historia continúa actual en la Iglesia, como el Cristo resucitado y elevado a la gloria, mediante su Espíritu, su Palabra, sus sacramentos ... Uno de los medios de que se sirve Lucas para resaltar esta permanencia activa de Cristo en su Iglesia es aplicándole el Hoy 6. Fijémonos en el relato de la sinagoga de Nazaret. Jesús lee unas palabras del

    c. 6 del libro S. Luca e la Chiesa, Gribaudi, Torino, 1986, pp. 79-93; B. PRETE. «Motivazioni e contenuti della preghiera di Gesú nel vangel0 di Luca», en el libro L'opera di Luca, Elle di Ci, Torino, 1986, pp. 80-100; R. MEDIA VILLA, La oración de Jesús en el tercer evangelio, «Mayeutica» 4 (1978) 5-34; 163-183; J. ROUILLER y C. V ARONE, «La preghiera», c. 14 del libro JI vangelo di Luca, Cittadella, Ed. Assisi, 1983, pp. 359-387.

    5 Véase MONLOUBOU, ob. cit., p. 99 ss.; PRETE, ob. cit., pp. 85-86; ROUILLER,ob. cit., p. 359. M. LACONI nota que sólo Lucas usa el verbo boáo en un contexto oracional ~oración fuerte e impetuosa, gritadora (Lc 18, 7-8; 9,38; 18,38) Y podría tomarse como una característica de la teología lucana de la oración (ob. cit., p. 82). Con todo, en Mc Jesús gritó su última oración: ébosen (Mc 15,34).

    6 Cfr. B. PRETE, Prospettive messianiche nel espressione semeron (oggi) del vangelo di Luca, ob. cit., pp. 104-117.

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    profeta IsaÍas: El Espíritu sobre mí, para esto me ungió ... y añade: Hoy se ha cumplido esta escritura en mí, sémeron peplerótai. Usa el verbo en perfecto para significar que la acción, realizada en-tonces, continúa en sus efectos en un Hoy que no se acaba. Bastaría el uso del perfecto, pero, para reforzarlo, Lucas añade el adverbio sémeron, que es un hoy que no pasa, siempre es hoy. Mientras en otros lugares del evangelio basta el empleo del séme-ron, hoy (Lc 2,11; 5,26; 19,9), y el verbo en aoristo, tiempo his-tórico o pasado, aquí refuerza el Hoy con el uso del perfecto. Es como una manera solemne de inaugurar la vida y misión evange-lizadora y salvadora de Jesús, que perdura sin interrupción.

    El hoy de Lucas, aplicado a Cristo, no tiene un sentido crono-lógico, sino un valor teológico: significa un momento decisivo en la historia de la salvación, realizada por Cristo, que permanece siempre hoy. Cristo salvador y evangelizador es siempre Hoy. Cristo orante es también siempre Hoy.

    Por eso, precisamente, la oración de Cristo Jesús es siempre hoy, de ahora, tanto en la realidad de su orar al Padre, como en la enseñanza de su palabra. El autor de la epístola a los hebreos afirma que Cristo puede salvar a los que por El se acercan a Dios, porque está siempre viviente para interceder por ellos (Hb 7,25). De ahí la importancia que San Lucas da al hecho de Cristo orando a su Padre, en distintos momentos de su vida. Se trata, sin duda, del capítulo más importante del tema de la oración en el tercer evangelista.

    Si en el relato de la pasión, con características propias, Lucas, como hombre de la Iglesia de la segunda generación, ha contem-plado a Cristo y nos lo presenta como un mártir íntegro, sometido a las persecuciones de las autoridades constituidas, que muere a manos de sus enemigos, entregando su espíritu al Padre, para estimular a los cristianos a no desfallecer en la lucha y en la persecución -hay que tener en cuenta el contexto de la Iglesia perseguida en los tiempos del evangelista-, de igual modo, como hombre de la Iglesia de su época, contempla a Cristo orante, en continuo diálogo con su Padre para animar a los discípulos a no ceder en una oración perseverante al Padre del cielo en el Espí-ritu.

    Merece la pena realzar y reflexionar sobre este aspecto ora-cional de Cristo, ya que Lucas tiene la intención expresa de pre-

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    sentarle en su condición de orante, como el ideal de la oración del cristiano. En Cristo se encarna la creación de la Iglesia. Realmen-te la dimensión de Cristo orante en el tercer evangelio es tan rica y con una proyección eclesial tan intencionada que bien merece la pena detenerse en ello. Mientras en Marcos y Mateo el tema de Jesús orante aparece sin especial relieve, Lucas nos lo presenta como algo esencial en su misión salvadora. La oración acompaña siempre los momentos más decisivos de su vida y de su misión. La oración es el lema de su vida y de su actuar: acostumbra a retirarse a orar a lugares solitarios (Le 5,16).

    Tanto la multiplicación de los momentos de la oración de Jesús como el modo de presentarle orante manifiestan una inten-ción expresa de realzar la dimensión oracional de Cristo, y, exa-minándola en cada caso, ofrece unas miras y unas líneas bien precisas: presentarle como el ideal de la oración del cristiano y de la Iglesia. Para Lucas es importante y decisiva la oración de Jesús, como fuente de la oración de los discípulos. Es necesario que su comunidad viva el ejemplo y las instrucciones sobre la oración, dadas por la persona misma de Cristo. Lucas nos traza la fuerza y la sinceridad de la vida orante de Jesús, en oración al Padre, perseverante, continuada, filial, desde el Espíritu, para enseñar cuál debe ser la actitud del cristiano, como hijo de Dios, en el campo de la oración y para animar y estimular a la Iglesia a la oración cristiana desde El. Al presentarnos la figura orante de Jesús, tiene las miras puestas en la Iglesia y en los cristianos. Precisamente algunas puntualizaciones sobre la oración de Jesús las encontramos en sus notas redaccionales, introducidas en pa-sajes de la tradición común, como el relato del bautismo y de la transfiguración, por no citar más que dos pasajes significativos.

    Como si hubiese intuido y hecho suyas las palabras de Pa-blo VI: «El hombre contemporáneo escucha con más voluntad los testimonios que a los maestros, y si escucha a los maestros es porque son testimonios» 7, Lucas da toda la fuerza al testimonio oracional de Cristo. A ningún maestro le cuadran mejor estas palabras. El vigor y la eficacia de su enseñanza sobre la oración radican en el testimonio orante de su vida, realmente maravi-lloso 8.

    7 EN, núm. 41. 8 Escribe MONLOUBOU: «Llevar a los cristianos a la oración no sólo es la

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    Con precisión teológica los momentos de oración de Cristo coinciden con los grandes momentos mesiánicos de su vida y su misión:

    Cuando se revelan sus relaciones con su Padre: pérdida en el templo, lugar de oración; bautismo, transfiguración. Cuando se revela a sus apóstoles: ¿quién soy yo según las gentes? Cuando los elige. Cuando les enseña a orar. Cuando ruega por Pedro como Jefe de la Iglesia. En el destino de su muerte y resurrección: agonía; oración en el momento de la muerte.

    La realización concreta de la misión mesiánica de Jesús brota y salta de los momentos misteriosos de comunión en oración con su Padre y se alimenta de la misma.

    1. Oración y teofanía

    Los hombres de la Biblia para prepararse a recibir las dispo-siciones y revelaciones de Dios se ponen en oración; sienten la urgencia de adoptar una actitud orante delante del Señor. La teofanía es una manifestación o revelación gratuita de Dios en gloria para comunicar sus designios salvadores, para dar una misión ... y se realiza en un clima de oración. Moisés y Elías para recibir la manifestación de Dios entran en la cueva, que es una manera de expresar el ponerse en oración (Ex 33,22; lRey 19,9). Elías pasa en ella toda la noche. Daniel entiende la profecía de las setenta y seis semanas estando hablando en oración (Dan 9, 20-22).

    finalidad del libro de Lucas, sino también el motivo por el que pasa por alto ciertos momentos de la oración de Cristo y propone otros» (ob. cit., p. 61 de la traducción italiana). «La oración de Jesús, por consiguiente, tal como nos la propone Lucas es una catequesis sobre la oración practicada por los cris-tianos. Lucas ha procurado situar a Jesús en situaciones análogas a las que podían pasar los cristianos, mostrando que Jesús las había afrontado primero en la oración. Así ayudaba a los cristianos en la oración» (pp. 62-63).

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    a) El bautismo de Jesús (Le 3,21-22).- El modo de presen-tar Lucas el relato del bautismo de Cristo contrasta con el de los otros dos evangelistas. Para Lucas el bautismo de Cristo señala el final del bautismo de todo el pueblo. En el relato lucano no interesa tanto el hecho del bautismo, que es presentado como pasado, en aoristo, como la actitud orante de Jesús; lo que apa-rece como presente e interesante es que, pasado el bautismo, estando Jesús orando, se abrieron los cielos y estalla una teofanía en la que Jesús, por boca de su Padre, queda constituido Mesías y profeta. Lucas pone especial relieve en el hecho de que, mientras ora Jesús, recibe la investidura mesiánica de parte de su Padre. No basta haber orado y suplicado, es necesario situarse en actitud de orante, hay que ponerse en oración para recibir la misión de Dios en el Espíritu Santo.

    La unión entre oración, actitud orante y recepción de mani-festación y misión de parte de Dios es continua en L~cas. La oración es para Lucas el «lugar» de la revelación de Dios y de la donación del Espíritu Santo.

    Los apóstoles perseveran en la oración en el cenáculo con María, esperando la venida del Espíritu Santo, que viene de re-pente estando todos juntos (Act 1,14 y 2,1). Los fieles, ante el conocimiento de las persecuciones a que han sometido los pontí-fices y los ancianos a la Iglesia naciente, prorrumpen en una oración al Dios del cielo, y concluye Lucas: Después de haber orado, tembló el lugar en que estaban reunidos y todos fueron

    . llenos del Espíritu Santo y hablaban la palabra de Dios con libertad parresía (Act 4,31). Pablo, estando en oración, recibe la revelación de Dios y la misión apostólica (Act 9,1 1; cfr. Gal 1,17). Pedro recibe la visión de la universalidad del evangelio mientras ora (Act 10,9).

    b) La transfiguración (Le 9,28-36).- Al igual que en el re-lato del bautismo, aparece la singularidad de Lucas en la descrip-ción de la transfiguración, al unir la teofanía del Tabor a la oración.

    Mientras los otros dos sinópticos no mencionan para nada la oración en el relato y descripción de la transfiguración, Lucas afirma expresamente que Jesús subió al monte para orar. Y que mientras oraba tiene lugar el milagro de la transfiguración y se

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    desarrolla la teofanía del cielo: se oye la voz del Padre que le proclama su Hijo y profeta: escuchadle.

    La investidura mesiánica y profética se realiza de nuevo en un momento y en un clima de oración para enseñarnos que en ese clima, en esa atmósfera de oración, de trato de amor con Dios, es donde El se comunica y revela. No se pueden esperar comunica-ciones ni investiduras divinas si no se pone uno en oración, por-que estas comunicaciones se producen mientras se ora, sin oración no hay manifestación de Dios.

    2. Oración y evangelización

    Después de relatar los milagros de Cafarnaún y la evangeliza-ción -predicación y curación de enfermos- por los pueblos de Galilea, Lucas concluye el relato con estas palabras: «muchos acudían a El para oírle y ser curados, pero El andaba retirándose a las soledades y orando» (Lc 5,16). El uso del participio de presente significa continuidad, asiduidad, permanencia: la evan-gelización de Jesús está alimentada incesantemente, continua-mente por la oración a solas con su Padre, se desarrolla en una atmósfera de oración. Si Dios le mandó a evangelizar (Lc 4,16-21), para Lucas la oración es un elemento esencial de la evange-lización. Cristo no evangeliza si no ora. El dato de retirarse Jesús a lugares solitarios es un modo de relacionar su ·labor evangeliza-dora con la comunicación directa con su Padre en la oración.

    3. Oración y elección de los apóstoles (Lc 6,12-16)

    Otro momento importante en la vida de Jesús-Maestro es la elección de sus apóstoles. Continuadores de la misión que el Padre ha encomendado al Hijo, sólo Lucas menciona la oración de Cristo en este momento: subió a una montaña para orar y estaba pasando la noche en la oración de Dios (Lc 6,12). Es la única vez que usa la expresión oración de Dios. Sin duda se trata de la oración vivida con Dios Padre. Es la oración, el trato filial con su Padre, prolongado durante toda la noche, en la que éste le hace ver, le da a entender a quiénes tiene que elegir. No es una

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    elección a la buena de Dios, es una elección discernida en la oración de Dios, en el diálogo filial con él. La vocación y llama-miento de los Doce nace de la oración de Jesús. El contexto indica también la importancia que tiene para Lucas la elección de los Doce en el plan evangelizador de Dios.

    La elección de Matías para el Colegio apostólico se hace después de una oración de los hermanos: Orando, dijeron (Act 1,15-26). La elección de los siete diáconos hecha por los hermanos se confirma por los apóstoles que, orando, les impusie-ron las manos (Act 6,1,6). La selección de Pablo y Bernabé para la obra a la que el Señor les llamaba se hace después de orar y ayunar (Act 13,1-3).

    4. Oración y confesión de Pedro (Lc 9,18-22)

    El hecho de la oración de que habla Marcos después de des-pedir a la muchedumbre, que había saciado con la multiplicación de los panes y los peces, Lucas lo desplaza uniéndolo a la pregun-ta que Jesús dirige a sus apóstoles sobre qué piensa la gente de él y qué opinan ellos mismos. De modo que esta oración de Jesús precede a la confesión de Pedro en Cesárea: Mientras estaba orando a solas, los discípulos estaban con él y les preguntó .... La oración de Jesús está como cubriendo toda la escena una vez más; no está como un elemento decorativo o marginal, sino dan-do carácter a toda la escena; la oración es vida. Lucas da a entender claramente que la mesianidad de Jesús es fruto de la oración de Cristo. En otras dos ocasiones Lucas apunta expresa-mente la necesidad que tienen los apóstoles de tener una fe ma-dura y firme: cuando le piden que les aumente la fe (Lc 17,5) con su oración y cuando pide para que la fe de Pedro no desfallezca (Lc 22, 31-32).

    5. Oración y el Padrenuestro (Lc 11,1-4)

    Otro gran momento en que Lucas nos presenta a Jesús orando es cuando enseña a orar a sus discípulos. Gran momento dada la

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    importancia que él da a la oración del cristiano. Las circunstan-cias en que coloca esta enseñanza son muy distintas de las que encontramos en Mateo. Añade además una circunstancia parti-cular: como Juan Bautista enseñó a sus discípulos, enséñanos a orar, dando a entender, de una parte, que todo movimiento reli-gioso expresa su ser en la oración y con formas particulares y, de otra, que la oración que Jesús les enseña será la oración caracte-rística del cristiano, en cuanto contrapuesto a fariseos y discípulos de Juan. ¿Nació en una situación vital de una polémica antibap-tista que recorre toda la obra de Lucas y antijudía?9.

    Mientras estaba en cierto lugar orando, cuando acabó, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar. .. El les dijo: Cuando oréis decid: Padre nuestro ... El relato da a entender que los discípulos están impresionados de la relación filial, de la inti-midad que Cristo manifiesta con su Padre; están tan impresiona-dos que no le quieren interrumpir su oración, esperan a que acabe de orar. Ellos quieren participar de esas mismas relaciones con el Padre. En el evangelio de Juan tenemos la escena en que Felipe pide a Jesús que les muestre el Padre, porque eso les basta (Jn 14,8).

    La oración del Padrenuestro, que Jesús les enseña, nace de su oración, es fruto de su trato largo e íntimo con su Padre. Es la oración de Jesús con la que nosotros oramos y vivimos. Salió caliente del horno de su corazón de Hijo, encendido y abrasado por la presencia continua del Padre-Amor, y, caliente, sigue cal-deando el corazón de sus discípulos.

    6. Oraciones de Jesús

    Además de estos lugares en los que Lucas nos presenta a Jesús orando, sin especificar sobre el contenido de su oración, aunque asociando el hecho de la oración a momentos significati-vos de su misión evangelizadora, el mismo evangelista nos ofrece cinco oraciones de Jesús con un breve contenido de las mismas,

    9 efr. S. SABUGAL, «Abbá. La oración del Señor», BAC, Madrid, 1985, p.202.

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    siempre dirigidas a su Padre y siempre como ideal de la oración que la Iglesia y el cristiano tienen que elevar al mismo Padre.

    a) Oración de alabanza gozosa al Padre (Le IO,21-22).-Es la primera oración de Jesús, que aparece en el evangelio de Lucas, y nos la ofrece en un contexto muy distinto del de Mateo. Llegan los 72 discípulos contando su viaje y experiencia misionera por los pueblos de Palestina a los que el Maestro les había mandado de dos en dos, prefiguración de la misión universal y como ensayo de la misma. Cuentan y no acaban, rebosan de alegría: hasta los demonios se nos sometían en tu nombre. Jesús conversa con ellos, cambia impresiones: debéis alegraros más de que vuestros nombres estén escritos en el cielo que del sometimiento de los demonios. Y en un momento dado Jesús se regocijó, saltó de gozo en su espíritu y expresó: Te glorifico, Padre, Rey del cielo y de la tierra ...

    Es el Espíritu Santo quien le inspira la oración; no hay que pensar en un momento de exaltación, motivada psicológicamente. Si en el bautismo el Espíritu Santo desciende sobre Cristo orante y le hace hijo de Dios y Mesías; si en la sinagoga de N azaret el Espíritu le consagra y le hace Mesías y evangelizador, aquí el Espíritu es el inspirador y animador de su oración; el Espíritu que tiene en plenitud le hace orante y prorrumpir en oración jubilosa. La oración de Cristo en el Espíritu no puede menos de traernos a la memoria la enseñanza de San Pablo: El Espíritu grita en nosotros: Abba, Padre (Rom 8,15.26; Gal 4,6).

    Se trata de una oración de alabanza profética y carismática; una oración filial, dirigida al Padre: Te glorifico, Padre ... Sí, Padre ... Todo me ha sido entregado por mi Padre. La confianza, la intimidad, la familiaridad que esta palabra encierra contrasta con las de «Señor del cielo y de la tierra». Trascendencia y cerca-nía; misterio y cercanía de Dios en maravilloso maridaje.

    Como Cristo grita desde el Espíritu una oración de alabanza ante las maravillas que Dios ha realizado por medio de sus discí-pulos, la Iglesia, los cristianos, verdaderos hijos de Dios, deben gritar desde el mismo Espíritu una oración de alabanza por las maravillas que la Palabra va realizando en el mundo, por la proclamación y extensión de la Palabra (cfr. Act 13,48-49).

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    b) Oración por Pedro en tentación (Le 22,31-32).-JesÚs sabe que su pasión y muerte serán dura tentación para sus após-toles. Sabe que Pedro será zarandeado como el trigo en la criba, pero no debe tener miedo porque El ha rogado a su Padre para que su fe no desfallezca, no se acabe.

    Lucas, colocando estas palabras entre dos secciones que se refieren a todo el Colegio apostólico, da a entender que Pedro está ahí como cabeza de la comunidad eclesial. De esta manera la oración de Jesús se proyecta mucho más eficaz en favor de la Iglesia. No sólo no faltará la fe de Pedro sino que debe confirmar en ella a los hermanos. Son unas palabras que infunden confianza a todos los que en la Iglesia tienen un servicio especial y respon-sable. Jesús ruega por ellos y les alcanza que, aunque su fe sea. duramente probada, salgan tüunfantes de la prueba. La Iglesia puede apoyarse en la oración de Jesús y esperar confiada la victoria final. Su fe no faltará.

    Sólo Lucas recoge esta oración de Jesús por Pedro, a quien confía su Iglesia, como sólo Lucas recuerda la mirada de Jesús a Pedro, que tuvo un traspiés en su fe.

    c) Oración en la agonía, en la lucha interior (Le 22,40-46).-A esta oración de Jesús por la forma, la estructura narrativa y el contenido de la misma, debidos a la redacción personal de Lucas, se le ha llamado una peculiaridad del tercer evangelista 10.

    Esta oración de Cristo adquiere todo su sentido del contexto. Jesús acaba de ofrecer el cáliz de su sangre: Esta es mi sangre, la sangre de la nueva alianza. Apenas una hora más tarde parece ponerlo todo en duda: Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Se entabla una lucha interior dura, intensa, prolongada, en la que acaba por aceptar la voluntad de su Padre: Pero no se haga mi voluntad sino la tuya.

    El relato de la oración de Cristo está encuadrado entre dos exhortaciones, dos llamadas a la oración, dirigidas a sus discípu-los con apremio: orad para no entrar en tentación. Se trata de una inclusión literaria con todo lo que ella significa. Mientras Mateo y Marcos introducen la frase en medio de la narración, no constituyendo el nervio de la misma, Lucas ha centrado el episo-

    10 Cfr. «Le preghiere di Gesú al monte degli ulivi e sulla eroee nel raconto della passione», de B. PRETE, en ob. cit., pp. 261-272.

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    dio y la enseñanza sobre una lección a todo cristiano. Repitiendo dos veces la exhortación a orar y colocando entre las dos la oración que Jesús dirige a su Padre en medio de una lucha durÍ-sima, en una verdadera agonía, quiere manifestar el verdadero intento del relato: la oración es difícil y empeñativa cuando se está pasando la prueba, es decir, la tentación; es necesario orar con constancia, con perseverancia y arrojo, con insistencia pesan-te para superar la tentación, como hace el mismo Jesús. No es difícil concebir en este relato de la oración de Cristo en la lucha agónica una fuerte recomendación parenética a la oración en la tentación fundada en su mismo ejemplo, que ofrece a la comuni-dad cristiana una regla para oponerse a la tentación. Intención parenética que, de otra parte, aparece en Lucas en todo el relato de la pasión.

    Cristo insta desde su experiencia. N o se puede entrar en la tentación sin oración. Sólo la oración te hace decir: Padre, hágase tu voluntad. Hay que gritar en la noche, hay que tener coraje. La oración es ese grito al Padre, la oración es un acto de coraje que te enfrenta con la realidad dolorosa superándola.

    ¿Podemos hablar de una lucha de Jesús en la oración, al usar Lucas por única vez en todo el Nuevo Testamento la palabra agonía? Y entrando en la lucha oraba más insistentemente. San Pablo exhorta a los fieles de Roma a luchar con él en las oracio-nes a Dios por él (Rom 15,30), y escribe a los de Colosas que Epafras siempre lucha por ellos en las oraciones para que sean perfectos (Col 4,12) ". Son los únicos lugares del N. T. en que aparece la oración como lucha. No sería extraño que Lucas apre-ciase esta oración de Cristo como una lucha intensa, una lucha que provoca sudor como gotas de sangre.

    Cuando la lucha se hace más intensa, más dura, ruega con más insistencia. A mayor prueba más oración. La oración es lucha. Sólo Lucas usa el adverbio ektenós, en comparativo, aplicado a la oración (Act 12,5; 26,7). Una lucha no tanto para someterse a la voluntad de Dios, al plan de salvación de Dios, que ha acogido plenamente, como significa con las palabras: si quieres, ei bouleis, sino para aceptar los medios y modos- por los que tiene que realizarse concretamente ese plan de salvación. Que se cumpla el

    11 efr. S. LYONNET, «Un aspet de la priére apostolique d'aprés saint Paul», en Christus, 19 (1958) 222-229.

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    plan de salvación del Padre, sí, pero por otros caminos. Sólo la oración intensa y perseverante hace brotar en su voluntad la fuerza de una determinación incondicional para enfrentarse con la dureza de esos caminos que son la pasión y muerte de cruz. Desde la oración Jesús acoge plena y filialmente los modos deter-minados de realizarse el plan de salvación de Dios: hágase tu voluntad, tu zelema, concreta y nrecisa.

    San Lucas elimina del relato de Getsemaní la tristeza de Cristo -sólo recuerda la de ·los apóstoles (Lc 22,45)-, el miedo, la angustia, de que hablan los otros sinópticos; no entra en la pers-pectiva del tercer evangelista, como no entra el abandono del Padre. Habla en cambio de lucha interior, de íntima tensión ante la tentación de la pasión y muerte de cruz.

    Para una Iglesia de convertidos del paganismo era perfecta-mente inteligible y adecuado hablar de lucha interior, de agonía en la oración. Y es que el Cristo que presenta Lucas a sus lectores griegos no puede ver comprometida su dignidad, su nobleza, su condición de resucitado, y no debe, por consiguiente, aparecer sujeto a emociones, a turbaciones e irritaciones. Es siempre un hombre perfecto, un ser superior, divino en su humanismo exqui-sito. Basta comparar los lugares paralelos de Lucas y Marcos en que se habla de este lado humano de Cristo.

    La aparición de un ángel que le conforta es como la respuesta a la sinceridad y a la intensidad de su oración. A Elías vino a alentarle un ángel para que pudiese llegar al monte de Dios, Horeb (lRey 19,5-8); a Cristo vino a confortarle un ángel para que pudiese atravesar sin claudicaciones la soledad terrible, el vasto y horrendo desierto de la pasión y muerte en cruz para entrar en el monte glorioso de la resurrección 12.

    A modo de breve conclusión podemos decir que el relato de la oración del huerto está concentrado en un único centro: pre-sentar a Jesús, orando a su Padre, en una lucha dura y extenuan-te, en un combate intenso, empleando todas sus fuerzas hasta el

    12 Lucas presenta en varios lugares la semejanza entre Cristo y Elías: Lc 4,25 con IRey 17,9; Lc 7,11-12 con IRey 17,10.17-24; Lc 7,16 con IRey 17,24; Lc 9,51; 24,49-51; Act 1,10 con 2Rey 2,2-11; Lc 9,54 con 2Rey 1,10-12; Lc 9,61-62 con IRey 19,19-21. Es de notar que Lucas usa el mismo vocablo, énisjúo fortalecer que los Setenta en este lugar. Cfr. R. SWAELES, «Jesús nouvell Elie d'aprés S. Luc)), Assamb. du Seigneur, 69 (1964) 41-66.

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    extremo de la tensión para acoger la voluntad concreta de su Padre. El nudo, el meollo de la narración se encierra en las palabras: puesto en agonía, en lucha, oraba más intensamente a su Padre. Oraba repetidamente, reiteradamente, intensamente. Después de esta oración Jesús puede entrar y avanzar seguro y tranquilo por el camino estrecho de la tentación, peirasmós, de la pasión y muerte de cruz.

    Lucas ha condensado vitalmente en la persona del Jesús oran-te del relato, tan personal y característico suyo por el modo de redactarlo, cuanto el mismo Jesús nos ha enseñado con anterio-ridad sobre la oración confiada, perseverante, siempre, sin can-sarse. Todo un testimonio de vida que viene a dar una fuerza especial a su enseñanza verbal.

    Además Lucas ha querido presentar a Jesús en este momento concreto a todos los discípulos y creyentes como la norma y el ejemplo de oración para los momentos difíciles, duros y empeña-tivos de la vida: orad ... Si Jesús ora al Padre con insistencia perseverante, los discípulos deben orar con la misma insistencia y perseverancia para no entrar en la tentación. Jesús desde su ejemplo exhorta, llama poderosamente a sus discípulos a orar intensamente para no sucumbir en la tentación. N o es enseñanza que se refiere solamente al momento que está viviendo. La exhor-tación de Jesús tiene un alcance más universal; motivada en la circunstancia concreta de su oración no se limita ni circunscribe a ella. El peligro de la tentación está siempre acechando. La tentación caracteriza la vida de la Iglesia en cada instante de su historia. El remedio para superarla es la oración intensa y perseve-rante.

    d) Oraciones en la cruz.-Todo lugar es bueno para orar al Padre; y todo momento. Jesús ora en lugares solitarios, ora ante los discípulos, ante el pueblo (bautismo), ora en el templo, en la sinagoga, en el huerto, de día y de noche; y para que no quede ni lugar ni momento sin oración ora en la cruz, el suplicio más abyecto, cuando está para morir. Para orar al Padre sólo se necesita fe y amor. Y precisamente la cruz es el momento y el lugar de la fe suprema y del amor total: autor y consumador de la fe (Hb 12,2), amó hasta el fin (Jn 13,1).

    Pide perdón para los que le crucifican (Lc 23,34). Las primeras palabras que brotaron de sus labios y corazón crucificado en el

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    suplicio de los malditos son palabras de petición de perdón para los mismos que le crucifican: Padre, perdónalos ... Ellos tiene ya perdonados en su corazón. Jesús, como siempre, desde la cruz no se preocupa de sí mismo sino de los otros: pide perdón por unos y ofrece el paraíso a un ladrón. Es la puesta en práctica de su precepto de amor a los enemigos -esencia pura de su enseñan-za- en el que San Lucas ha puesto cierta insistencia (Lc 6,27.35; 17,3 ss). Novedad y característica de su evangelio. Mientras los mártires del hebraísmo mueren maldiciendo a sus verdugos (2Mac 7,19; 4Mac 9,15), Jesús entrega su espíritu perdonándolos. Es la vivencia de una de las peticiones del Padrenuestro, la oración que El enseñó a sus discípulos (Lc 11,4) y que tan hondo caló en la comunidad eclesial.

    Se entrega en manos de su Padre (Lc 23,46). El momento de la muerte no es el momento de hacer largos discursos. Humanos como somos -y Jesús es un hombre perfecto- normalmente lo que prima en la oración que brota de labios y corazón en esos instantes supremos, condensa en su brevedad lo que se ha vivido toda la vida. La última oración es como la síntesis de una vida, el resumen de una existencia.

    A diferencia de los sinópticos que ponen en boca de Cristo el salmo 22, que comienza con las palabras: Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado ... ?, salmo que contiene en una oración de súplica una esperanza universalística y escatológica, y que hubiera escandalizado a los griegos poco conocedores de la Biblia, Lucas hace orar a Jesús con las palabras del salmo 31,6, menos trágico y más comprensible para una mentalidad venida del paganismo, al que añade la invocación: Padre. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. En ese momento de la muerte se abandona totalmente en manos de su Padre, como lo había hecho a lo largo de toda su vida. La primera palabra salida de la boca de Jesús, todavía niño, en Lucas -como ahora la última- sig-nifica y expresa su orientación y actitud filial bien definidas: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que esté en las cosas de mi Padre? (Lc 2,49). Acto de abandono en las manos de su Padre, que manifiesta también la plena aceptación del plan de salvación trazado por su Padre; total obediencia a El, viniendo a confirmar y continuar la conformidad plena expresada en la ora-ción del huerto.

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    Con la oración a su Padre, exhalando el último respiro de la vida terrena: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto, expiró, San Lucas quiere enseñarnos que el Hijo de Dios, el verdadero Justo, tiene que morir orando. La oración, compañera inseparable de la vida de Jesús, no pudo faltar en el momento supremo de la muerte. La oración, que marca todos los momentos mesiánicos más significativos y salientes de la vida y de la misión de Jesús, no podía faltar en el punto en que este mesianismo queda sellado definitivamente: Verdaderamente este hombre era Justo (Lc 23,47), y todas las multitudes, reunidas para aquel espectáculo, viendo lo sucedido, se volvían a sus casas dándose golpes de pecho (Lc 23,48).

    Es de resaltar el intento parenético del relato de Lucas sobre la muerte de Jesús. Escribe Ernst: «Todo el relato, hasta en sus mínimos detalles, está dispuesto y condicionado por un intento parenético. Jesús es el gran modelo para la comunidad no sólo en la vida sino también en la muerte. La breve frase sobre el paso al Padre renuncia a toda violencia dramática y a toda forma de interpretación teológica. Jesús entregasu espíritu, vuelve a la paz de Dios» 13.

    Lucas mismo en el relato de la muerte de Esteban, lleno de fe y del Espíritu Santo, entregando su espíritu a Jesús y rogando por sus lapidadores, nos ofrece la mejor prueba de este carácter parenético de su evangelio, al aplicar al primer mártir de la Iglesia las actitudes y sentimientos y oración de Cristo Jesús muriente.

    7. Características de la oración de Jesús y del cristiano

    Teniendo en cuenta que Lucas presenta la oración de Jesús como el modelo e ideal de la oración del cristiano, al desarrollar algunas características de su oración y de su enseñanza sobre la misma con su vida y sus palabras, mostramos los rasgos que debe tener la oración de la Iglesia y de los cristianos.

    13 JI Vangelo secando Luca, Morcelliana, Brescia, 1988, V. 2, p. 899.

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    Estas características aparecen destacadas en el testimonio de la vida orante de Jesús; y algunas de ellas, además de la fuerza del testimonio de vida, ofrecen el aval de la enseñanza de sus palabras de Maestro consumado.

    Sabemos que Jesús alargaba la oración, a veces toda la noche (Lc 6,12); que escogía normalmente la soledad como clima y ambiente: oraba a solas (Lc 9,18; 22,41), en lugares solitarios (Lc 4,42; 5,16), en el retiro de la montaña (Lc 6,12; 9,28; 21,37; 22,39); que buscaba la quietud de las horas: durante la noche sosegada (Lc 6,12; 21,37).

    a) Oraciónfi/ial.-La actitud filial de Jesús no sólo es una característica de su oración sino una originalidad. Es Jesús quien inaugura y revela esta actitud oracional.

    Tanto en los pasajes en que Jesús se presenta orando como, sobre todo, en las oraciones que dirige a Dios, aparece siempre como el hijo que habla con su Padre. En todas las oraciones, puestas por Lucas en boca de Jesús, elevadas al Dios del cielo, le invoca con el título de Padre. Es especialmente a través de estas oraciones -momentos particulares de experiencia intensa de Dios- como Jesús nos descubre el misterio de la paternidad de Dios y de su filiación divina. Llamando a Dios Abba, Padre, Padre mío, designación original sin paralelo en toda la literatura religiosa, ya se trate de la ambiental, ya de la específicamente judía o bíblica, Jesús expresa su conciencia y experiencia de Hijo y la cercanía, familiaridad e intimidad con que trata a su Padre. Invocándole Padre en el momento de la muerte acentúa y ratifica que siempre vivió como Hijo en relación con su Padre del cielo y que como tal muere, totalmente abandonado en sus manos.

    Las oraciones concretas del evangelio no son más que síntesis brevísimas y consignación escrita de lo que era la oración de Jesús: una oración diálogo, trato filial y abierto con su Padre. Jesús, como aparece claramente en los evangelios, tiene una con-ciencia cierta y limpia de que es el Hijo de Dios y que tiene que vivir como tal. Dios es su Padre. Si dijese otra cosa mentiría. En su condición de Hijo de Dios supera las tentaciones que se le presentan; en su condición de Hijo de Dios lleva a cabo la obra evangelizadora y salvadora que el Padre le ha encomendado; en su condición de Hijo de Dios traspasa el sábado ... Y por eso

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    precisamente su oración no puede ser otra cosa que expresión de su condición de Hijo, tiene que ser filial. Realmente uno de los campos donde aparece con más claridad su condición de Hijo es precisamente el de la oración. En la oración dialoga con su Padre, habla amistosa y abiertamente con su Padre, trata filialmente con El; por eso busca lugares solitarios y estar a solas y muchas veces con El. En las muchas y largas horas de oración, la palabra Padre brotaba repetidas veces de lo íntimo del corazón de Jesús, hijo. N oches enteras en diálogo con su Padre. Alimentaba en la ora-ción continua la intimidad, la familiaridad, la confianza y la franqueza para con su Padre y se acrecían pujantes en su ser.

    San Lucas da más importancia al hecho de la oración de Cristo Jesús que a los contenidos de la misma que, en última instancia, tiene como elemento más esencial la actitud filial de confianza y amor. Lo más importante de la oración es que esa actitud y disposición filial crezca, madure y se perfeccione. Que se sienta desde el amor, que produce la oración, más identificado con su Padre.

    Desde esta conciencia de Hijo, nutrida principalmente en la oración larga y perseverante con su Padre, manan las oraciones de alabanza exultante, de acción de gracias, de acogida incondi-cional de la voluntad del Padre, de petición por los mismos que le crucifican ... Y desde esta conciencia de Hijo, hecha experiencia en la oración, brota la oración distintiva del discípulo, que fun-damentalmente es una persona introducida en la experiencia de Jesús y que no puede por menos de ser una oración dirigida al Padre: Padre ... (Lc 11,2). De la abundancia del corazón habla la boca. Y en otra ocasión nos enseña que tenemos que pedir al Padre el Espíritu Santo: ¡cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu a quienes se lo pidan! (Lc 11,13).

    Cristo con su vida de oración y con sus palabras nos enseña que la oración es trato filial, de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama (V 8,5), porque es Padre. Las primeras comunidades cristianas, para mantener y alimentar la conciencia filial con respecto al Padre del cielo, en la oración prefirieron en ocasiones dejar la palabra aramea Abba o repetirla junto al vocablo griego Pater.

    b) Oración confiada.-Por ser trato filial con su Padre la oración de Jesús es esencialmente confiada; una oración alimen-

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    tada, vivificada e iluminada por la confianza en Dios, su Padre. Así ve Lucas la oración de Jesús.

    Es la nota que el mismo Cristo pone de relieve en la oración que enseña a sus discípulos, una oración dirigida al Padre e iniciada por la invocación: Padre, que cubre toda la plegaria, como una llamada a la confianza. Una oración dirigict"a al Padre, que Jesús nos ha revelado, que es bondadoso con todos y mise~ ricordioso (Lc 6,35.36), que sabe que tenemos necesidad de todo (Lc 12,30). Por eso debemos orarle con confianza. Que es mucho mejor en el campo de la bondad y el amor que todos los padres de la tierra: Si vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espí-ritu Santo a los que se lo pidan? (Le JI, 13).

    Es la nota que Jesús resalta en la parábola del amigo impor-tuno. Si se atreve a importunar es porque es amigo, si pierde la vergüenza en el pedir es porque se trata de un amigo, y si el otro se levanta y le da los panes es porque es amigo. Una parábola con la que Jesús nos llama a la confianza en la oración. El Hijo confía en su Padre y el amigo en su amigo.

    y desde esta conciencia y confianza con la que pedimos a Dios Padre, amante y amigo, viene la llamada de Cristo: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá (Lc 11,9). Así, sin connotación ninguna. Son expresiones de carácter general, sin complemento, sin determinar lo que hay que pedir, y que están condicionadas por el hecho de que la petición, la búsqueda y la llamada van dirigidas al amigo, al Padre. Siendo así, cierta-mente, el que pide recibe, el que busca halla y al que llama se le abre (Lc 11,10), porque un Padre tal nunca puede defraudar. Pero ¿qué recibimos? Jesús tampoco lo determina. Podemos pedir a Dios Padre lo que queramos. El siempre nos dará, al margen de otras cosas, el don del Espíritu Santo; por eso siempre se recibe. Se trata de una llamada a la confianza: El Padre os dará el Espíritu Santo, el que nos guía y anima en la vida de hijos de Dios, que es el bien supremo que busca toda auténtica y verdade-ra oración.

    Confianza que es a su vez certeza en la infalibilidad de la oración. N o importa que a veces no consigamos aquello concreto que pedimos. Si Dios no da rápidamente, no es que desprecie al que pide, es Padre; se trata sencillamente de una prueba; el silen-

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    cio de Dios es ya una respuesta para que se avive la fe, se enar-dezca la confianza y se intensifique la misma oración, que es ejercicio de fe y amor filiales ¿Y Dios no hará justicia a sus ele-gidos, que gritan a él día y noche, aun cuando les haga esperar? Os digo que les hará justicia prontamente (Lc 18,7-8), dándoles el don infalible de la oración, el Espíritu Santo.

    c) Oración en el Espíritu Santo.-La presencia y el papel que juega el Espíritu Santo en la obra lucana es realmente inte-resante y notable. Diría que es esencial, tanto por lo que se refiere a Cristo como por lo que dice relación a su Iglesia y a los cristia-nos 14.

    Precisamente porque la oración de Jesús es una oración filial, trato de Hijo con su Padre, debe hacerse en el Espíritu Santo; y porque es hecha en el Espíritu Santo es necesariamente una ora-ción filial, porque el Espíritu Santo es el que anima a Jesús, le consagra Hijo de Dios y testifica a su espíritu que es Hijo del Padre del cielo y le mueve internamente a portarse en todo y en todo momento como verdadero Hijo.

    Concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, fue consa-grado por él, fue lleno de él y de esa plenitud del Espíritu brota toda su vida y actividad, mana sU oración filial de alabanza, de acción de gracias, de petición a su Padre. Toda la vida de Cristo se desarrolla bajo la inspiración y moción del Espíritu Santo, que le posee plenamente y le llena totalmente. Y la oración es una dimensión esencial de la vida de Cristo, que, entre otros aspectos, embebe todas las funciones de profeta, maestro, evangelizador ... En el evangelio de Lucas no se comprende a Jesús sin la oración, en ninguna de las vertientes de su vida. Jesús es el Orante. Y el Espíritu Santo es el alma de la oración de Cristo, el principio y el animador. Si los hijos de Dios son guiados por el Espíritu (Rom 8,14), El es el Hijo de Dios.

    Desde esta experiencia de oración de Jesús en el Espíritu, Lucas enseña que el Espíritu Santo es el principio de la oración del cristiano. Donde no está el Espíritu no hay oración. La oración

    14 Sobre el Espíritu Santo en la obra de Lucas puede verse G. HA y A-PRATS, L'esprit Jorce de I'Eglise, Ed. Cerf, Paris, 1975, pp. 293 (LD 81). Amplia bibliografía; sobre la oración pp. 147-156; A. GEORGE, «L'Esprit Saint dans l'oeuvre de Luc», Bíblica, 85 (1978) 500-542; M.A. CHEVALLIER, «Luc et l'Esprit Saint», Rev des Scíen. Re/., 56 (1982) 1-16; E. RASCO, «Spirito e istituzione nell'opera lucana)), Rív Bí, 20 (1982) 301-322.

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    es un aspecto de la actividad eclesial, y el Espíritu es el alma de la Iglesia.

    Como el evangelio se abre por el don del Espíritu a Jesús, los Hechos se abren por el don del Espíritu a su Iglesia, pueblo del Espíritu (Act 2,16-21; JI 3,1-5). Sin el Espíritu no hay Iglesia, no hay ser cristiano. Los hijos de Dios son guiados por el Espíritu de Dios. Por eso el Espíritu es donado en el bautismo, sacramento de incorporación a la Iglesia (Act 1,5.8; 2,38; 4,31; 5,32 etc). Por eso los apóstoles con María piden la venida del Espíritu Santo para que quede constituida la Iglesia, comunidad orante. El cris-tiano recibiendo el Espíritu Santo, queda hecho persona orante. El cristiano es el hijo de Dios, y no se comprende un hijo de Dios sin la presencia del Espíritu Santo que lo mueve, lo guía, lo anima. Y porque no se comprende un cristiano sin el Espíritu Santo, fuente de toda oración, no se comprende un cristiano que no sea orante, como no se comprende en la teología o pneuma-tología de Lucas un cristiano que no sea misionero y testigo del evangelio.

    Es cierto que Lucas no atribuye explícitamente la dimensión orante del cristiano al Espíritu Santo, por ejemplo, en los suma-rios de los Hechos (Act 2,42-47; 4,32-35; 5,11-16), pero la coloca-ción de estos sumarios en la estructura actual del libro indica claramente que la vida de la comunidad eclesial, en la que ocupa un lugar destacado la oración, está guiada y movida por la pre-sencia del Espíritu Santo. Y aunque parece que Lucas no ha tenido el propósito de explicitar las repercusiones éticas o morales del don del Espíritu Santo en la comunidad, el hecho es que la vida cristiana en sus dimensiones concretas de doctrina, oración y comunión queda encerrada bajo el influjo del Espíritu Santo. La experiencia del Espíritu Santo intensifica la oración. Como escribe Georges: «Lucas hace del Espíritu la fuente de la oración y del gozo, para Jesús como para los discípulos» 15. En He-chos 2,38, a los que le preguntan qué tienen que hacer, Pedro les

    15 Art. cit., p. 518. HAYA-PRATS, en el análisis que hace de la presencia del Espíritu Santo en los sumarios concluye: «El desasimiento de los bienes de este mundo y la oración común son prácticas que tienen su origen en las exhortaciones de Jesús, pero se tiene la impresión que la experiencia del don del Espíritu Santo intensifica estas prácticas y las extiende hasta el punto que vienen a ser una suerte de testimonio del carácter sagrado de la comunidad» (ob. cit., p. 156).

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    contesta que arrepentirse y bautizarse para recibir el Espíritu Santo. A continuación se refiere cómo recibieron la gracia, se bautizaron y, consiguientemente, recibieron el don del Espíritu Santo; y, a renglón seguido, en uno de los sumarios, se afirma que perseveraban en la oración, que acudían unánimes al tem-plo cada día, que alababan a Dios (Act 2,38.41-42.46-47; efr 10,46) 16. No hay que perder de vista que el libro de los Hechos está centrado sobre la predicación y la misión, mucho más que sobre la vida interna de las comunidades y su oración. Por eso mismo las meras indicaciones son muy significativas.

    Este influjo y actuar del Espíritu Santo aparece más explícito y destacado en las oraciones de alabanza a Dios en la alegría (Act 2,4.11; 10,46; 19,6), en el hablar en lenguas, en la oración exultante, como la de Cristo (Lc 10,21) y la de Esteban, lleno del Espíritu Santo, que pide con gran voz por los lapidadores (Act 7,55.59.60; cfr. 6,3.5-10). Son las oraciones que el Espíritu Santo despierta y arranca de los corazones de las personas más directamente implicadas en la preparación y realización del mis-terio de la Encarnación y Nacimiento del Verbo de Dios en las entrañas purísimas de María. Oraciones explosivas, espontáneas, llenas de agradecimiento, de alegría y gozo, jubilosas. Son las oraciones, en forma de himnos, de Zacarías, de Isabel, de María, de Simeón. El Espíritu Santo, manatial insustituible e inagotable de oración, ante la abundancia de la gracia y salvación de Dios, arranca de lo más hondo del espíritu saltos de gozo y oraciones puras, limpias y sencillas.

    d) Oración sin desfallecimientos, siempre.-La oración de Jesús al Padre era una oración sin desfallecimientos, perseverante, continuada: Acostumbraba a retirarse a orar a lugares apartados y solitarios y prolongaba durante horas la oración. Oraba perse-verantemente. Esta nota de una oración sin desfallecimientos aparece sobre todo en la oración agónica del huerto de Getsemaní durante aquella noche oscura de prueba suprema. Oraba sin cesar y más insistentemente.

    16 N o todos están de acuerdo en ver en este texto una sucesión significa-tiva, ya que en otras ocasiones habla de recibir el Espíritu Santo antes del bautismo (Act 10,44-48; 11,15-17). Podría tratarse de excepciones, dada la plena libertad del Espíritu de darse -estamos en los principios de la Iglesia-aunque la vía ordinaria sea la expuesta en 2,38.

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    Así quiere que sea la oración de sus discípulos. N o contento con su ejemplo lo enseña con la parábola del juez inicuo y de la viuda. A base de dos personajes fuertemente contrastantes: un juez inicuo, sin entrañas ni corazón, perverso e indiferente y una viuda, la pura debilidad e incapacidad en la sociedad, saca un argumento a fortiori: Si esto hace el juez perverso con una mujer sin derechos para quitársela de encima, ¿qué no hará Dios, Padre bueno, con los suyos, si perseveran en la oración? Esta parábola de Jesús, para Lucas tiene una finalidad bien definida: hay que orar sin desfallecer ni cansarse, como consta de las palabras in-troductorias, pura redacción lucana: les dijo una parábola para manifestar que conviene orar siempre y no cansarse, gritar día y noche (Le 18,1.7) 17. Cristo, nos dice San Lucas, nos enseña que tenemos que orar en todo tiempo.

    Es la enseñanza que encontramos también en la parábola del amigo importuno. En ella prevalece, y es la enseñanza directa, la condición de amigo, aplicado a Dios como Padre, para escuchar la petición de los suyos; pero es que, aunque no fuese por esta condición, si uno se pone pesado y con descaro impertinente insiste, por esta desvergüenza le dará los panes que le pide (Lc 11,8). Y se reafirma la enseñanza sobre la necesidad de orar siempre con las expresiones de carácter general que vimos antes: pedid y se os dará ... El uso del imperativo de presente significa una repetición, una continuidad, una perseverancia en la oración, en la llamada y en la búsqueda. Aunque bastase pedir una vez, las palabras de Jesús, teniendo en cuenta el contexto de la parábola anterior del amigo importuno, son una llamada y una enseñanza sobre la perseverancia en la oración. Hay que importunar, es necesario no desfallecer en la oración, se debe orar en cualquier ocasión y circunstancia.

    Lucas, escribiendo a una Iglesia que ha perdido la ilusión estimulante de la parusía inminente, que ha dejado entrar en su seno el desfallecimiento, la despreocupación, el ceder de la vigi-lancia y el entusiasmo en algunos de sus miembros, inculca que es necesario orar siempre, porque la oración es la fuente de la fuerza

    17 La terminología orar siempre, no cansarse de orar, día y noche, es típicamente paulina; orar siempre (Rom 1,10; 12,12; Ef 6,8; Col 4',3; lTes 5,17), sin desfallecer (2Cor 4,1.16; Gal 6,9; 2Tes 2,13; Ef 3, 13), día y noche (2Tim 1,3-5; lTim 5,5; lTes 3.10).

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    del cnsÍlano. Lucas cambia la perspectiva de una escatología inminente por la realidad de la vida presente; desescatologiza las palabras sobre la oración de la parusía -Ven, Señor, Jesús-descubriendo todo su valor para la vida de cada día, como fuerza interior del cristiano, al no saber cuándo vendrá el Hijo del Hom-bre. Sustituye con la oración perseverante, el entusiasmo de una parusía inminente. La vivencia escatológica ha cedido su impor-tancia a la oración sin cansarse. Dios hará justicia a los suyos ante la oración sin desfallecimientos, sin que tenga que esperar al día de la parusía, que no sabemos cúando llegará.

    e) Oración humilde (Le 18,9-I4).-Con la parábola del fari-seo y el publicano, dos personajes modélicamente caracterizados, que suben al templo a orar, Lucas nos advierte que también la oración perseverante corre el peligro de la vanagloria y de la soberbia altanera.

    Para que la oración constante sea escuchada tiene que ser humilde, realista. Delante de Dios cuenta la actitud del cora-zón: un corazón roto y humillado tú no lo desprecias, Señor (Sal 50,19). Es inútil presentar a Dios realizaciones y devociones si el corazón está tocado de la vanidad y el orgullo. Dios resiste al soberbio y da su gracia a los humildes (Sal 18,28; 102,18; 138,6; Ecle 3,20; Prov 3,34; Sant 4,6; IPed 5,5). Lucas resume el contenido de esta verdad al fin de la parábola, en que, ciñéndose al campo de la oración, escenifica esta doctrina tantas veces repe-tida en la Biblia.

    A través de la actitud oracional de los dos personajes tipo, tan realísticamente descrita, Lucas recoge la enseñanza de Jesús sobre un aspecto concreto y esencial de la oración del cristiano: la humildad y el realismo. Cristo nos enseña que para que la oración llegue a Dios y sea escuchada favorablemente es imprescindible que esté informada de la que podemos llamar la primera y esen-cial disposición evangélica delante del Señor: la humildad. La humildad es el realismo espiritual -humildad es andar en ver-dad- de quien se sabe y reconoce pobre de espíritu según la primera bienaventuranza. Humildad que, como actitud, abarca toda la vida espiritual y de relaciones con Dios.

    En la parábola los dos personajes necesitan el perdón de Dios, la justificación. Lucas dirige la enseñanza de Jesús contra un vicio bien concreto, personalizado en el fariseo: los autosuficien-

    i

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    tes, los que se creen justos y desprecian a los demás, los soberbios, hipócritas y altaneros que, por lo mismo, caen en una oración falsa y absurda, porque ¿qué tenemos que no hayamos recibido de Dios? El hombre es esencialmente gratuidad, don; esa es su realidad; por eso su actitud esencial es la de la humildad, y por eso no puede vanagloriarse delante del Señor (1 Cor 1,29) sin caer en la representación tragicómica de la mentira y del absurdo.

    Vicio que encuentra su réplica y su respuesta más firme en la postura y oración del publicano. Auténtica y verdadera oración porque está informada del realismo de la humildad, de una hu-mildad que cuenta y se apoya en la realidad concreta de su per-sona: se sabe y reconoce no sólo hechura de Dios sino también pecador; tiene conciencia de que ha ofendido a Dios y necesita su perdón, y sólo desde su reconocimiento de pecador puede perdo-narle; cree y confía únicamente en su misericordia; sabe que quien conoce la malicia de su corazón es misericordioso. Reconoce que no tiene ningún derecho delante de Dios, no puede hacer valer nada suyo ante El, ni se atreve a levantar los ojos, ni ponerse en los puestos de adelante ... Lucas extrema las manifestaciones sin-ceras de la auténtica humildad. Y se abandona en las manos del Dios misericordioso. Su oración es verdadera y realista; es una oración humilde, la oración (~usta» para salir perdonado y justi-ficado del templo.

    f) Oración-petición.-Desde la característica esencial de la oración; como trato filial con el Padre en el Espíritu Santo, Lucas, al igual que los demás escritores del Nuevo Testamento, siguiendo las huellas del Antiguo, da una importancia enorme a la oración en su aspecto de petición. La mayoría de los textos oracionales, tanto en el tercer evangelio como en los Hechos, se refieren a este aspecto de la oración. El ejemplo de Cristo y sus enseñanzas abundan en este sentido. La oración característica cristiana, el Padrenuestro, que Cristo enseñó a sus apóstoles, es una oración de petición 18.

    Hay que pedir al Padre del cielo todo, hasta el pan de que tenemos necesidad cada día 19; aunque se debe notar que Lucas

    18 Sobre el Padrenuestro véase la obra citada de S. Sabugal en la nota 9. En las 759 páginas de que consta se puede encontrar cuanto se desee saber sobre esta oración. Agota la materia.

    19 El término epioúsios es de difícil traducción: de hoy; del día de mañana; necesario para vivir. Sólo se le encuentra en este pasaje.

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    no plantea siquiera la oración por los bienes terrenos. La oración del Padrenuestro, al mismo tiempo que la oración de los hijos, es la oración de los pobres, que saben que todo lo tienen que recibir de Dios Padre. Hay que pedirlo todo, pero con la concien-cia de que el Padre dará a sus hijos el don del Espíritu Santo (Lc 11,13). Es significativo el cambio introducido por Lucas en el texto de la tradición de cosas buenas de Mateo por el Espíritu Santo, dando a entender que el Espíritu Santo es todas las cosas buenas. Recibiendo el Espíritu Santo se recibe todo del Padre. El Espíritu Santo, origen de la oración, es también el bien que hay que pedir: el Padre dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan.

    Hay que pedir al Padre que mande operarios a su mies (Lc 10,2). Lucas coloca este logion, en un contexto distinto del de Mateo, significando que quiere darlo un sello personal. Lo sitúa antes de la elección de los 72 discípulos (70 según otra lectura) para mandarles a predicar. La mies es mucha y los obreros pocos; ante la escasez de obreros y la abundancia de mies les dice dos cosas: primero, orad, luego, yo os envío. Cristo asocia a sus discípulos a la labor de recogida de la mies, expresión del juicio de Dios en la hora escatológica, mediante la oración y la predi-cación. N o la una sin la otra. Y al cambiar Lucas la perspectiva de la última hora, quedando mucha historia por delante, les dice que hay que orar al Padre para que mande más operarios a su mies, dándoles a entender que ellos son pocos y su vida corta y no se puede interrumpir la recogida de la mies; y, de otra parte, los discípulos sólo pueden ejercitar la misión de una manera subsi-diaria: la mies es del Padre y el resultado está en sus manos. Por eso, orad. Orar y predicar es colaborar con el Padre a su obra.

    g) Oración cristiana.-Por la resurrección de los muertos Jesús queda constituido Señor y Mesías (Act 2,36), una misma cosa con el Padre (Jn 10,30; cfr 5,18), persona objeto de culto y oración como el mismo Padre. La oración eclesial se alarga en oración a Cristo Jesús. Los apóstoles y discípulos han expresado la experiencia del misterio pascual con espontaneidad en la ora-ción a Jesús y en Jesús. La oración cristiana a Jesús nace del misterio de la Pascua; su fuente es la resurrección.

    Cristiano es el que cree en Jesús Resucitado, el que invoca el nombre del Señor Jesús (cfr. Rom 10,13; ICor 1,2; Act 2,21; 9,

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    14.21); orante cristiano es el que además de al Padre ora a Jesús. Podemos decir que esta es la originalidad de la oración cristiana, que resalta San Lucas, especialmente en los Hechos. Oración cristiana auténtica es estar a solas largos ratos con Jesús, con quien sabemos nos ama, como Teresa de Jesús y tantos santos; es pedir al Señor Jesús que muestre a quién escoge entre José, lla-mado Justo y MatÍas (Act 1,2l.23-24); es ver a Jesús glorificado y exclamar como Esteban: Señor Jesús, acoge mi alma (Act 7,59; Lc 23,42); es encomendar a la gracia del Señor a Pablo que parte con Silas para el segundo viaje apostólico (Act 15,40; cfr. 19,17).

    - Oración, vida e historia.-Siempre desde el ejemplo y las palabras de Jesús, Lucas va haciendo una catequesis oracional en la que vuelve con frecuencia sobre los mismos temas y aspectos, ausentes en los otros sinópticos, y establece una relación Íntima entre oración, historia y vida.

    Sólo Lucas habla de la necesidad de orar siempre, sin cansarse (Lc 18,1). Habla con tanta fuerza y radicalidad que hace coincidir la vida cristiana con el ser orante; se es cristiano en la medida que se ora. Viene el texto a expresar el concepto específico que tiene Lucas de la oración del cristiano y de la comunidad (cfr. Lc 21,36; 22,31-46). Lucas en este paso, que podemos ver como síntesis de otros lugares en que trata de la oración, no habla de una oración estática o mística, ni siquiera de una práctica o ejercicio de la oración; habla de la urgencia de la invocación, de una plegaria que se debe dirigir a Dios Padre para obtener de él, con rapidez y certeza, gracias y dones absolutamente necesarios para la vida cristiana, como aparece claramente en las dos pará-bolas que siguen inmediatamente: la del juez inicuo y la viuda y la del fariseo y el publicano, que vienen a ser como la exposición y el comentario de la contundente afirmación introductoria: es necesario orar siempre, sin desfallecer, y orar bien.

    Precisamente Lucas en la parábola del juez inicuo y de la viuda introduce la llamada a orar siempre sin cansarse, como sostienen varios autores, haciendo referencia a la paciencia de Dios (v. 7b) y a la no inminente vuelta del Hijo del Hombre (v. 8b); «de esta manera ha querido subrayar cómo la segunda venida de Jesús no es inminente y, sin embargo, los creyentes no deben descorazonarse sino que deben prepararse a ella con una

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    oración constante» 20. Es como un reclamo a los lectores de su evangelio a la exigencia de una oración constante, como actitud de vida, que se traduce también en muchas horas de oración al Padre. Con esta llamada e invitación a una oración sin desfalle-cimientos Lucas viene a sustituir la espera escatológica por la oración, como fuerza interior vital. La oración continua viene a remediar los males que en el aspecto de vida trae el descubrimien-to del tiempo, que se prolonga sin saber hasta cuándo.

    - Oración-historia.-Es característico de Lucas presentar la salvación de Dios en la categoría de la historia. Sin prescindir de la escatología ha introducido el arco temporal del antes, el ahora y el después. La salvación no está a punto de realizarse definiti-vamente en una parusía inminente; se va realizando lentamente en el tiempo que corre. Se han ido esfumando con el paso del tiempo los deseos, las ansias, los anhelos de una parusía inminente o próxima (Lc 19,11; 21,7; 17,20-24). Lucas desescatologiza con-cretamente la figura de Cristo. La inminencia de la vuelta del Señor pasa a segundo plano. Y no es que sea sustituida por una fe en el más allá de impronta griega, sino que la subordina a la nueva experiencia de una salvación que se va haciendo en el decurso de la historia de este mundo. No es que desaparezca la parusía (Lc 3,9.17; 10,9.11; 12,45 ss; 18,7 ss; 21,32), pero pasa a segundo plano. Sí, el Señor Jesús vendrá, pero puede retrasarse mucho su venida, no sabemos cuándo será.

    El descubrimiento del tiempo en la vida de la Iglesia, exaltante y preocupante a la vez, viene a crear situaciones nuevas, a deter-minar actitudes inesperadas, a impulsar y avivar disposiciones aletargadas. El pasar del tiempo, perdida aquella ansia y espera febril de una inminente parusía, hace que la Iglesia entre en la tentación de dormirse un poco. La predicación insiste sobre la ignorancia del día de la parusía, revela la imprevisión de su hora, predica la vigilancia y la perseverancia y levanta la voz contra el avance de los cuidados terrenos 21.

    El tiempo es una tentación peligrosa para el cristiano; hay que superar día a día la enervante monotonía de la existencia cristia-na. Con su lento alargarse se ha hecho problema y crea no pocas

    20 A. SACCHI. «Pazienza di Dio e ritardo della parusia), Riv Bi, 36 (1988) 305.

    21 efr. B. RIGAUX, ob cit., p. 312.

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    dificultades al auténtico vivir cristiano. Este hecho y esta realidad están como gravitando en la enseñanza de Lucas sobre la oración vigilante, sobre el estar alertas y disponibles (Lc 12,25-48), en una oración constante y sin cansarse. N o hay que desfallecer en la oración, hay que orar siempre.

    - La oración, elemento de la Iglesia.-La eclesiología de Lucas depende de la concepción de la historia de la salvación que se desarrolla en el tiempo. Y la oración perseverante es, tal como la propone Lucas, un elemento, que forma parte de la misma Iglesia. Es vida de la Iglesia.

    Las persecuciones, que comenzaron en la pasión de Cristo, continúan en la historia de la Iglesia y de los cristianos. El libro de los Hechos es la prueba más convincente. A fin de que los discípulos no claudiquen, se mantengan firmes y fuertes en su ser de cristianos, es necesaria la oración continua, sin desfallecimien-tos. Mientras llega el Señor -y puede tardar mucho- el cristiano debe superar las tentaciones a que está sometido de riquezas, de poder, de persecuciones, con la oración perseverante. Oración en la que Dios nos da el Espíritu Santo, fuente de fortaleza y pa-rresía.

    N o se concibe la Iglesia de Cristo sin la oración, como no concebimos a Cristo sin ella. La oración, trato filial, diálogo de amor e intimidad con el Padre, petición y súplica al Padre, em-bebe todas las funciones-misiones de Cristo. Sin la oración Cristo y la Iglesia están hundidos en la tentación. Sin la oración no hay salvación; y la Iglesia es sacramento de salvación. La oración pertenece a la vida y santidad de la Iglesia en el Espíritu. Con razón definía Pablo VI a la Iglesia en una ocasión como una comunidad que reza, que ora 22• Es una dimensión de la Iglesia, tal como la instituyó Cristo. La oración en el mensaje de Lucas aparece como un hálito, como una vida en la vida de Cristo y del cristiano. Es un tema esencial porque es un elemento esencial de la vida de Cristo, de la Iglesia y del cristiano.

    22 Alocución del 9 de noviembre de 1971, Insegnamenti di Paolo VI, 'bp. PoI. Vaticana, pp, 867-70, Escribe Monloubou: «La oración es uno de los temas más frecuentemente evocados por Lucas, por no decir el más frecuente recordado. El tema de la oración, sobre todo, nos lleva a observar más de cerca la representación que Lucas nos hace de Jesús, del Espíritu, del Reino, de la Iglesia, de la misión, de la vida cristiana». Ob. cit., p. 20.

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    Oración- Vida. ~ La oración sin cansarse es el modo de vivir el cristiano en el mundo y la fuerza para superar todas las pruebas que trae el alargarse del tiempo de la Iglesia. A los de su comunidad eclesial Lucas les ha dado la indicación: Velad, pues, orando en todo momento, kairó (Lc 21,36), como lema al cual referirse en el camino. Durante la espera de la parusía el cristiano experimenta la presencia de su Señor en la oración 23.

    La oración pertenece a la vida de la Iglesia. N o se comprende vida cristiana sin oración. Es la enseñanza que se deduce del encuadre de la oración del Padrenuestro en un contexto bien distinto del de Mateo. Los discípulos tienen experiencia de Jesús como orante. El aspecto oracional repetido, intenso y prolongado de Jesús les impacta; les impresiona el hecho en sí mismo de Jesús orando a su Padre; ven la oración de Jesús como elemento esen-cial de su vida y le piden que les enseñe a orar. Con ello los apóstoles nos dan a entender que la comunidad de Jesús se funda en la palabra y en la oración del mismo. «Se demuestra aquí que la comunidad de Dios está constituida además de por la palabra por la oración» 24.

    Lucas encuadra la enseñanza de Jesús sobre la oración en la existencia oracional de Cristo, y con ello nos indica que la oración del cristiano es vida y que su vida es oración. El hecho de la oración de Cristo, además, ilumina y vivifica, en idéntico senti-do, la oración misma del Padrenuestro y cuanto le sigue en un contexto inmediato: la parábola del amigo importuno, la exhor-tación-mandato a la oración de petición: pedid y se os dará ... (Lc 11,5-13) con la mención expresa de la donación del Espíritu Santo a los que lo pidan, principio de vida cristiana, como lo es el pan para la vida del cuerpo.

    En esta misma línea es significativo este hecho: en un momen-to de la comunidad eclesial naciente se producen ciertas fricciones a causa del servicio de las mesas. Entonces se eligen siete diáco-nos, colaboradores de los apóstoles en ese empleo, para que éstos puedan dedicarse de lleno a la oración y al ministerio de la pala-bra (Act 6,4), dos elementos y funciones esenciales en la vida de

    23 J. ERNST, Luca ... , p. 190. Cfr. J. M. CASTILLO, Oración y existencia cristiana, Edic. Sígueme, Salamanca, 19763, pp. 293, especialmente capítulos 3 y 5 para profundizar en este tema.

    24 J. ERNST,lI vangelo ... , p. 507.

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    la Iglesia. Es de notar el orden establecido en la sucesión de los términos: primero la oración, como actitud fundamental y vital del apóstol, luego el ministerio de la palabra, la proclamación de la Buena Nueva de Jesús.

    Otro aspecto en el que aparece clara la relación entre oración y vida cristiana es el que se refiere a la fe. La fe es la vida del cristiano. El justo vive de la fe; sin la fe es imposible agradar a Dios. Y es precisamente esa fe la que Lucas ve que se enfría en la Iglesia. En un contexto oracional, el de la parábola del juez inicuo y la viuda, que introduce, como vimos, con la llamada a

    . orar siempre, sin desfallecer, concluye con esta expresión: «con todo, el Hijo del Hombre, cuando venga, ¿encontrará fe en la tierra?» (Lc 18,8). La partícula ara espera una respuesta negativa: no la encontrará. Y es que el contexto en que introduce esta parábola, para que se ore siempre, es precisamente un contexto en el que a causa de la tribulación, que pone en peligro la fe, es necesario orar sin cansarse.

    Si el análisis del texto sugiere que en un principio la parábola acentuaba la certeza de la salvación final, Lucas, introduciendo la interrogación del v. 8b, pone el acento sobre la prueba de la fe a que están sometidos los fieles de su tiempo. Aparece una vez más Lucas el predicador, el parenético, preocupado por la situa-ción de la Iglesia a la que escribe y con deseos de ayudarla. Con este cambio en la lectura de la parábola, Lucas nos enseña que la oración, sin cansarse, es la vida del cristiano, porque sin la fe no hay vida cristiana.

    La necesidad y urgencia de la oración es particularmente sen-tida en los días que arrecia la tentación, aumenta la dificultad y la prueba. Es la lección que Lucas inculca imperiosamente y con ardor desde el ejemplo de Cristo, que está pasando la tentación de su vida, en el relato de la oración del huerto. Al expresar la doble llamada a la oración a los apóstoles para no caer en la tentación en forma de inclusión, en la que encaja la oración cada vez más insistente de Cristo a su Padre, nos alecciona que es necesaria la oración al Padre del cielo en el momento de la ten-tación fuerte y nos apremia a una oración insistente como algo esencial en la vida. La oración es la vida del cristiano, cuya fe peligra precisamente en la hora de la tentación. La oración es la vida del fiel.

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    Lo mismo digamos por lo que se refiere a la caridad. La fe cristiana es la fe que obra por la caridad; la caridad, el ágape divino, derramado por el Espíritu Santo en el corazón del bauti-zado (Rom 5,5), es la vida del cristiano. Toda la ley se resume en la caridad (Rom 13,8-10; Gal 5,14). Y toda la vida. La vida es caridad, es amor.

    Pues bien, si admitimos la hipótesis de la trabazón buscada por Lucas entre 9,51-11,36, hipótesis que se apoya en la presencia de ciertos términos clave como suplicar, rogar (déomai, proseú-jomai, aitéo) (Lc 10,2;11,1-13; cfr. 10,21 ss.); ver (zeoréo, blépo, ideo) (Lc 10,18.23-24; 11,33; cfr. 11,29); escuchar la palabra (akoúo) (Lc 10, 16.24.39; 11,28), tendríamos que la parábola del buen samaritano (Lc 10,25-37) y el relato de Marta y María (Lc 10,38-42) están esencialmente ligados a la oración.

    La parábola del buen samaritano es la respuesta a la profesión de fe que el fiel israelita recitaba cada día en la oración diaria: Amarás al Señor tu Dios ... La oración es para sacar amor y el amor es vida: haz esto y vivirás, es decir, amar a Dios y al prójimo (Lc 10,28). Escuchar la palabra de Dios en la oración provoca no sólo alabanza y agradecimiento sino también amor práctico. Escucha de la palabra de Dios, contemplación, alaban-za, acción de gracias, caridad fraterna son aspectos y actividades que nacen de una misma realidad: la oración.

    Con el relato de Marta y María, que sigue inmediatamente a la parábola del buen samaritano, Lucas viene a incidir en la misma enseñanza: para hacer como el buen samaritano es nece-sario escuchar la palabra de Jesús. María a los pies del Maestro, escuchándole, es el punto focal del relato. Escuchar a Jesús es oración. Y se escucha la palabra, se ora, para ponerla por obra (Lc 8,21). El amor son obras. Para esto es la oración, para esto sirve el matrimonio espiritual: para que nazcan siempre obras 25. Las obras que indica Jesús: Vete, y haz tú lo mismo.

    Toda oración, trato de amistad con Jesús, escucha de su pa-labra, implica una actitud de disponibilidad y de apertura a aco-gerla y vivirla. Para hacer el bien, para amar, para vivir en cris-tiano, es necesaria la oración, la escucha de la palabra de Jesús, meditando en el corazón, como María (Lc 2,19.51).

    257M 4,6.

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    Conclusión

    Después de lo expuesto, teniendo en cuenta que San Lucas se refiere a la oración en 47 pasos del evangelio y los Hechos, bien podemos repetir que el tercer evangelista es el evangelista de la oración y que evangeliza desde la oración. El que evangeliza sin orar no evangeliza, pregona huecamente. ¿Qué sería la Iglesia, repleta la bolsa de dineros para los pobres, si faltase en la casa de Betania la fragancia del perfume? Sin la oración la Iglesia no sería la Iglesia de Jesús. En ella el perfume de la oración debe aromatizarlo todo. El que no ora, no sólo acaba por perder el contacto con Dios Padre sino que acaba perdiendo la idea de Dios mismo. Sin diálogo no hay conocimiento. La amistad y la familiaridad se pierden con la falta de trato. Desde el mensaje de Lucas es imposible no poner la oración en el corazón de la exis-tencia y de la actividad cristiana.

    Orar desde la sensibilidad de Lucas es pedir el Espíritu Santo y desde él prorrumpir en oraciones de alabanza, de glorificación, de acción de gracias, de petición al Padre; es ponerse silencioso ante Jesús, a la escucha de la palabra del Maestro, para meditarla en el corazón con calor y hacerla realidad práctica; es hacer de la oración un trato de amor filial y amistoso, a solas con el Padre y con Jesús; es hacer de ese trato de amor el alma de toda la existencia, la vida de cada momento, porque el Padre y Jesús están en todo lo que vivimos, deseamos, sufrimos y gozamos; es dilapidar por horas el perfume de un tiempo, aparentemente inu-tilizado, perdiéndolo con el Padre y con Jesús, defendiendo con la práctica la divina inutilidad de la oración solitaria; es hacer de la oración el soporte de la propia vida y el manantial de vida de la propia vocación, dándole un puesto de preferencia en las gran-des decisiones e intensificándola en los momentos difíciles de la prueba; es pedir con confianza de hijos, con humildad de pobres y con insistencia de pesados incansables, y pedirlo todo; es hacer de la oración un hontanar inagotable de alegría en el Espíritu y de fortaleza y parresía para evangelizar y anunciar al mundo la Buena Nueva de Jesús.

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