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 A ORATORIA ROMANA A pesar de que «el estilo oratorio invade toda la literatura la- tina» A . Michel), es muy escaso el bagaje de discursos de que dis- ponemos como testimonios directos de la elocuencia romana. Afor- tunadamente contamos con el caso excepcional de Cicerón. Cicerón es la oratoria romana. Sin él, apenas podrían enhebrarse unas líneas sobre esta parcela de la literatura latina. Pues no sólo nos faltaría el material eminente e impar de sus discursos, sino tam- bién la doctrina básica, los fundamentos teóricos de la elocuencia; y la mayor parte de las noticias sobre los oradores que le prece- dieron; y apenas existiría la oratoria posterior a él ni las obras teóricas que la fundamentan, pues una y otras, por seguimiento admirativo o por reacción contrapuesta, dependen umbilicalmente de la oratoria ciceroniana. Tomando, pues, como centro a Cicerón, haremos preceder y seguir el estudio de su obra oratoria por sendos apartados referi- dos respectivamente a la elocuencia anterior y posterior a él. 1 La ora toria romana ant erio r al siglo a. de C. nos es prác- ticamente desconocida. Cicerón Brutus 5 3 - 57) reseñ a unos nom- bres de personajes más o menos nebulosos, a los que «supone» elocuentes , en tr e los cuale s dest aca A P I O CLAUDIO L CIEGO, ombre pionero en la literatura latina, político, militar, gramático, poeta, del que sabemos por el propio Cicerón Cato M. 16 que en el año 280, ya anciano y ciego, pronunció un vibrante discurso ante el senado, incitándole a no firmar con el rey Pirro una paz des-

La Oratoria Romana

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Antonio Holgado Redondo

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  • LA ORATORIA ROMANA

    A pesar de que el estilo oratorio invade toda la literatura la- tina (A. Michel), es muy escaso el bagaje de discursos de que dis- ponemos como testimonios directos de la elocuencia romana. Afor- tunadamente contamos con el caso excepcional de Cicern. Cicern es la oratoria romana. Sin l, apenas podran enhebrarse unas lneas sobre esta parcela de la literatura latina. Pues no slo nos faltara el material eminente e impar de sus discursos, sino tam- bin la doctrina bsica, los fundamentos tericos de la elocuencia; y la mayor parte de las noticias sobre los oradores que le prece- dieron; y apenas existira la oratoria posterior a l ni las obras tericas que la fundamentan, pues una y otras, por seguimiento admirativo o por reaccin contrapuesta, dependen umbilicalmente de la oratoria ciceroniana.

    Tomando, pues, como centro a Cicern, haremos preceder y seguir el estudio de su obra oratoria por sendos apartados referi- dos respectivamente a la elocuencia anterior y posterior a l.

    1. La oratoria romana anterior al siglo 11 a. de C. nos es prc- ticamente desconocida. Cicern (Brutus 53-57) resea unos nom- bres de personajes ms o menos nebulosos, a los que supone elocuentes, entre los cuales destaca APIO CLAUDIO EL CIEGO, nombre pionero en la literatura latina, poltico, militar, gramtico, poeta, del que sabemos por el propio Cicern (Cato M. 16) que en el ao 280, ya anciano y ciego, pronunci un vibrante discurso ante el senado, incitndole a no firmar con el rey Pirro una paz des-

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    favorable para los romanos; discurso cuyo comienzo versific Ennio en sus Annales.

    2. A caballo entre los siglos 111-11 (aparte el citado Apio Clau- dio) vivieron los primeros oradores de los que nos queda algn testimonio, directo o indirecto, de discursos realmente pronuncia- dos. Bastar aludir a tres nombres y a otros tantos discursos, todos pertenecientes al gnero de las laudationes funebres, discursos que solan pronunciar en los funerales las personas ms allegadas al difunto y que se conservaban en los archivos familiares como ttulos de honor y como documentos recordatorios (quasi orna- menta ac monumenta). Cicern dice de ellos (Br. 62) que falseaban la historia, acumulando sobre el difunto honores inexistentes o inmerecidos.

    Q. FABIO MAXIMO. Se trata del famoso general, cinco veces cn- sul y dos veces dictador, que quebrant con su tctica dilatoria (Cunctator) las fuerzas de Anbal en Italia. A finales del siglo 111 pronunci un discurso a la muerte de su hijo Quinto. Cicern y Plutarco elogian su entereza moral y la gravedad de su elocuencia (est in manibus laudatio, quam cum Zegimus, quem philosophum non contemnimus?, Cic., Cato M. 12; fr. 2 de E. Malcovati, Ora- torum Romanorum fragmenta, Turn, 1976, obra por la que citar en adelante).

    Q. CECILIO METELO. Fue pontfice (216), cnsul (206), dictador (205); y parece ser el autor del famoso saturnio contra Nevio (da- bunt malum Metelli Naeuio poetae). En el ao 221 pronunci el elogio fnebre de su padre, del que dice que goz en vida de diez felicidades (decem maximas res optimasque), ya que fue un guerrero eminente (primarium bellatorem), un ptimo orador (opti- m u m oratorem), un valeroso general (fortissimum imperatorem), un competente administrador (auspicio suo maximas res geri), re- cibi los ms altos honores (maximo honore uti), destac por su sabidura (summa sapientia esse), tena el ms alto rango en el senado (summum senatorem haberi), goz de una gran riqueza honestamente adquirida (pecuniam magnam bono modo inuenire), tuvo muchos hijos (multos Ziberos relinquere) y sus conciudadanos reconocieron sus mritos (clarissimum in ciuitate esse) (fr. 2 Malc.).

    L. EMILIO PAULO. Algo ms joven que los dos anteriores, ven- cedor de Perseo en Pidna (168), dos veces cnsul y padre de Es- cipin Emiliano. De sus cuatro hijos, dos los cedi en adopcin y los otros dos murieron con unos das de intervalo. Del discurso fnebre en honor de estos ltimos conservamos un fragmento de

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    gran elevacin moral, en el que, en medio de su dolor, agradece a los dioses que hayan descargado una gran desgracia sobre su casa en lugar de hacerlo sobre Roma (cum in maximo prouentu felicita- tis nostrae, Quirites, timerem ne quid mali fortuna moliretur, Iouem optimum maximum Iunonemque reginam et Mineruam precatus sum ut, si quid aduersi populo Romano inmineret, totum in meam domum converteretur. quapropter bene habet: annuendo enim uotis meis id egerunt, ut uos potius meo casu doleatis quam ego uestro ingemescerern, fr. 2 Malc.).

    3. Pero es en el siglo 11 cuando la oratoria romana se va a consolidar. Y no hay duda de que con esta consolidacin tiene mucho que ver la influencia griega. Al terminar el siglo 111, con el final de la 2." guerra pnica, los romanos dominan ya toda la cuenca occidental del Mediterrneo. Y se vuelven entonces hacia la cuenca oriental para proseguir su expansin. De este modo se acrecientan los contactos con Grecia. Tres hitos especialmente importantes pueden sealarse al respecto: la guerra contra Filipo V de Macedo- nia (196); la guerra contra su sucesor Perseo, derrotado en la batalla de Pidna (168), tras la cual su vencedor, Emilio Paulo, se trajo a Roma la biblioteca del rey macedonio, que va a contribuir a la formacin helnica de su hijo Escipin Emiliano, con grandes repercusiones para la cultura romana; y finalmente, en 146, tras la conquista de Corinto, Grecia se convierte en provincia romana.

    Se cumple en esta poca la afirmacin de Horacio: Graecia capta ferum uictorem cepit. A la marcha de las huestes militares de Roma sobre Grecia corresponde una contramarcha de las hue- llas culturales de Grecia sobre Roma. En la primera mitad del siglo 11 se produce una avalancha de intelectuales griegos sobre Roma. Recordemos a nuestro propsito la llegada en el ao 155 de Carnades, Critolao y Digenes, y la conmocin que produjeron sus discursos en la sociedad romana, sobre todo los de Carnades, que negaba e impugnaba un da, con argumentacin bien trabada, lo que haba defendido el da anterior con argumentos igualmente vlidos (Cic., De Rep. 111, 6-7, 12-13, 19-20). Catn logr que se les expulsara, como haban sido expulsados seis aos antes los filsofos y rtores en general. Pero el poso de la retrica quedaba ya bien asentado en Roma.

    4. Por paradjico que pueda parecer, la oratoria romana de este siglo tiene sus principales valedores en dos figuras diametral- mente opuestas en mentalidad y en formacin: Catn y Escipin

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    Emiliano, este ltimo, adems, como eje de su crculo amical de intelectuales.

    Catn y Escipin comparten, no obstante, algo que va a cimen- tar y a conformar la oratoria de este perodo y que sobrevivir como tendencia en la oratoria posterior: la preocupacin moral, basada en una filosofa moral de la vida, una disciplina morum sin especulaciones tericas, que flotaba en el ambiente romano desde antiguo y se haba plasmado pronto en la literatura popular, llena de mximas y sentencias morales.

    M. PORCIO CAT~N, criado entre los roquedales de la Sabina, cul- tivando el campo y sembrando sauces en una adolescencia llena de privaciones, conserv siempre una austeridad de vida ejemplar (Yo no tengo palacios, ni lujosa vajilla, ni vestidos primorosos, ni esclavos o sirvientes de alto precio. Si tengo algo que pueda serme til, lo utilizo; si no, me paso sin ello. Me reprochan el que me pase sin muchos lujos; pero yo, a mi vez, les censuro el que no puedan pasarse sin ellos). Catn representa la conciencia moral de la sociedad de su tiempo. En su faceta literaria, adems de tratadista de agricultura e historiador, fue un orador destacado, que es el aspecto que aqu nos interesa.

    Es el primer nombre que aparece en el De inuentione y el se- gundo nombre de orador reconocido (tras Cornelio Cetego) que aparece en el Brutus. Para Nepote fue un orador estimable (pro- babilis orator); T. Livio lo considera eloquentissirnus; Plinio el Viejo lo llama optimus orator; para Quintiliano fue in dicendo praestantissimus; etc. Pero su mejor crtico y panegirista fue Cice- rn (Br. 63 SS.). Tena ste ms de 150 discursos de Catn, al que compara con Lisias y elogia ampliamente (quis illo grauior in lau- dando, acerbior in uituperando, in sententiis argutior, in docendo edisserendoque subtilior?).

    El ritornelo de su oratoria es la aludida preocupacin moral: fustiga incesantemente la corrupcin de las costumbres, el lujo de las mujeres, los despilfarros de los banquetes, la corrupcin administrativa de los ladrones del Estado que viven en prpura y oro (fures priuatorum furtorum in neruo atque compedibus aeta- tem agunt, fures publici in auro atque in purpura, fr. 224 Malc.). Sus discursos estn esmaltados de sentencias morales elevadas (cogitate cum animis uestris: si quid uos per laborem recte feceri- tis, labor ille a uobis cito recedet, bene factum a uobis, dum uiuitis, non abscedet; sed si qua per uoluptatem nequiter feceritis, uoup-

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    tus cito abibit, nequiter factum illud apud uos semper manebit, fr. 17 Malc.).

    Su concepcin moral de la oratoria se plasma en su definicin del orador como uir bonus dicendi peritus. Su despreocupacin por el estilo y la retrica se deduce de su rem tene, uerba sequen- tur. Aunque conoce las normas retricas y las utiliza cuando lo considera conveniente, como en su famoso discurso en favor de los Rodios (fr. 163 Malc.), del que dice Aulo Gelio (VI, 3, 52) que contiene omnia disciplinarum rhetoricarum arma atque subsidia. El mejor resumen de su oratoria lo hace, una vez ms, Cicern, al afirmar la congruencia con su vida: orationi uita admodum congruens (De Rep. 11, 1 ) .

    P. CORNELIO ESCIPI~N Y SU C~RCULO. Escipin y su circulo repre- sentan la impregnacin de la cultura romana por la griega. Pero no son menos romanos que Catn. Profesan igualmente una moral elevada, transida por un humanismo de raz filosfica, cOltivado bajo la inspiracin y gua de uno de los miembros del crculo, Panecio de Rodas, y plasmado literariamente en la obra entera de otro de los miembros, Terencio, que resumi dicho ideal de ma- nera insuperable en un bello verso: horno sum, humani nihil a me alienum puto.

    La oratoria de Escipin es fina, elegante, seorial. Entre los fragmentos conservados destacan los de tono moral, en la faceta que podramos llamar de diatriba moralizante. As, p. e., su ata- que contra el afeminamiento de los jvenes llenos de ungentos y cosmticos, con las cejas y las pantorrillas depiladas, borrachos y homosexuales (non modo uinosus sed uirosus quoque, fr. 17 Malc.). O contra los educadores que pervierten a los jvenes, ensendoles cantos y danzas reprobadas por los antiguos como propias de es- clavos y no de hombres libres (quam saltationem impudicus ser- uulus honeste saltare non posset, fr. 30 Malc.).

    fntimo amigo de Escipin es G. LELIO, al que Cic. considera superior en elocuencia a Escipin, y que pronunci un sentido dis- curso fnebre a la muerte de ste.

    5. Contemporneo de stos es SER. SULPICIO GALBA, el mejor orador de su tiempo, segn Cicern, que lo llama diuinum homi- nem in dicendo (De orat., 1, 40), de una elocuencia vehemente, acerba y con gran capacidad de improvisacin. Gran orador fue tambin Q. METELO MACED~NICO, cuyo discurso ms clebre es el de prole augenda, ledo pblicamente por Augusto ms de un siglo despus para apoyar su ley de maritandis ordinibus. Los argumen-

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    tos de Metelo no dejan de ser a veces pintorescos: si sine =ore uiuere possemus, Quirites, omnes ea molestia careremus; set quo- niam ita natura tradidit, ut nec cum iilis satis commode, nec sine illis u110 modo uiui possit, saluti perpetuae magis quam breui uoluptati consulendum est (fr. 6 Malc.).

    Un tanto ms jvenes son los hermanos TIBERIO Y GAYO GRACO, oradores vibrantes, de formacin griega; uterque summus orator, dice Cic., que elogia sobre todo al segundo como grandis uerbis, sapiens sententiis, genere foto grauis, y lo recomienda, ms que a ningn otro, como lectura para la juventud (Bu. 125 SS.). Famosos fueron los discursos de ambos en defensa de reformas sociales y de los derechos del pueblo; y lleno de pattica tristeza el de Gayo Graco al final de su vida, acorralado y sin esperanza (quo m e miser conferam? quo uortam? ..., fr. 61 Malc.).

    6. De finales del siglo, muertos ya dentro del siglo 1, cuando Cicern era adolescente, son M. ANTONIO y L. LICINIO CRASO. Ambos son hiperbolizados por Cicern, que los considera sus maestros, en muchos pasajes, siendo los protagonistas del De oratore. M. An- tonio estudi en Atenas y en Rodas, pero no posey una vasta cultura; dominaba, en cambio, a la perfeccin la tcnica oratoria. No brillaba en la elocutio, pero s en las restantes partes del dis- curso. Acomodaba sus palabras a las necesidades de cada situacin y buscaba ante todo emocionar y conmover. Ardiente, apasionada, la elocuencia de Antonio es, ante todo, la elocuencia del corazn (H. Bardon). Licinio Craso s posey una vasta cultura en derecho civil, filosofa, retrica, etc. Tradujo al latn a los oradores griegos y ejercit con esfuerzo su voz y su memoria. Saba utilizar, segn los casos, la gravedad y el patetismo (summa grauitas) o la irona y la chanza (oratorius lepos). La primera faceta puede verse, p. e., en su arenga contra el cnsul Filipo (vehementissima contentione animi), la segunda, en su discurso contra Escvola (redundauit hilarirate quadam et ioco).

    Estos dos oradores dejan ya roturado y abonado el terreno para que pueda surgir la figura cumbre de la oratoria romana: Cicern.

    11. CICER~N Y SU ENTORNO

    1. Como hemos apuntado, a comienzos del siglo I a. de C. se haban creado en Roma las condiciones favorables para una ora-

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    toria floreciente. Desde la poca de los Gracos, Roma, que haba estado volcada hacia el exterior, ve removerse en su interior y cobrar fuerza progresivamente una serie de problemas sociales y polticos, que van a culminar en el siglo I hasta la desaparicin de la Repblica. Estos problemas socio-polticos, 'con el enfrentamien- to de los partidos y el papel cada vez ms preponderante del pue- blo, fueron causas determinantes de un desarrollo vigoroso de la elocuencia: se denuncian ante el pueblo, desde la tribuna de las arengas, intrigas y proyectos revolucionarios, ambiciones de poder y casos de traicin a la patria. Se exponen ante los tribunales acu- saciones de soborno, concusin, etc. La opinin pblica se apasiona y jalea a los oradores, que se crecen y cuidan su preparacin. Y por otro lado, el desarrollo de la poesa y el progreso de la retrica hacen brotar en el campo de la elocuencia la consideracin y el sentimiento de que un discurso es una obra de arte que merece ser escrito, con sujecin a las reglas del gnero, y publicado como cualquier obra literaria. La preocupacin artstica acaba por tras- plantar a Roma las diversas tendencias o escuelas de oratoria, en las que se encuadran los oradores de la poca.

    2. La escuela asitica no es unitaria, sino que presenta dos ramificaciones o genera (Br. 325): uno, ms atento al contenido, se distingue por la sutilidad dialctica, la ingeniosidad, el carc- ter conceptuoso y punzante (sententiosum et argutum); el otro, ms centrado en la forma, tiende a la florida hojarasca, la ampulo- sidad pattica, la preocupacin por el ritmo oratorio, por la ligera y viva andadura de la frase (uerbis uolucre atque incitatum).

    La escuela tica defiende la desnudez de artificios, la frase di- recta y breve, la ausencia de patetismo, la sequedad de expresin.

    La llamada escuela rodia, que pretende ser la conciliacin de las dos anteriores (ni hinchazn ni sequedad), es, segn Paratore, una invencin de Cicern para magnificar a su maestro Apolonio de Rodas. Los rodios no podan intentar dicha conciliacin, porque el aticismo, como escuela oratoria, no exista en Grecia en esa poca, sino que surgi en Roma por reaccin contra el asianismo.

    3. En una u otra escuela se engloba toda una plyade de ora- dores importantes, entre los cuales Cicern es la sumidad. Casi todos son hombres pblicos, polticos en activo. Pueden citarse, entre los mejores: L. MARCIO FILIPO, de oratoria suelta y con muchas ideas; CSAR ESTRAB~N, de un lenguaje lleno de encanto y dulzura, aunque sin fuerza; G. AURELIO COTA, orador preciso, de estilo sim- ple y claro, que conmova sin levantar la voz; P. SULPICIO RUFO,

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    de estilo contrapuesto al anterior, vehemente, pattico, trgico; JULIO C~SAR, el dictador, orador eminente, de suma elegancia y brillantez en la exposicin, en los gestos y en la voz; G. LICINIO CALVO, el amigo de Catulo, el mximo representante del aticismo, hombre de gran cultura y de una oratoria sobria y austera.

    Mencin aparte merece Q. HORTENSIO, la mxima estrella del foro romano hasta que fue eclipsado por Cicern. De familia y de gustos aristocrticos, fue siempre el abogado del partido conser- vador. Adversario de Cicern en los primeros tiempos (p. e., en el proceso de Verres) y colaborador ms tarde (p. e., en el proceso de Murena). Fue el ms egregio representante del asianismo, de oratoria florida, ampulosa, vehemente, con una voz sonora y una prodigiosa memoria. Cicern lo califica de acer, ornatus, incensus, canorus, uerborum et actionis genere commotior (Bu. 317).

    4. M. TULIO CICER~N. Surge como un astro rutilante y los eclipsa a todos. Su oratoria llena los ltimos cuarenta aos de la Repblica romana. Vive unos aos decisivos, de duras convul- siones internas: la guerra social que ensangrent Italia hasta que todos los itlicos consiguen la ciudadana romana; la lucha por el poder entre Mario y Sila, con el triunfo final del ltimo, seguido de sus terribles proscripciones y su sangrienta dictadura; la re- belin de los esclavos al mando de Espartaco; la guerra contra los piratas que infestaban el Mediterrneo; la conjuracin de Cati- lina; la guerra civil entre Csar y Pompeyo, con la victoria final del primero, que da la puntilla a la libertad republicana.

    Todos estos sucesos los vivi Cicern muy de cerca, intervi- niendo decisivamente en algunos de ellos. Ya en una de sus pri- meras actuaciones pblicas se enfrent con Crisgono, el todo- poderoso liberto de Sila (Pro Sex. Roscio Amerino), al que tuvo el valor de atacar duramente, calificando su casa de officina nequi- tiae ac euersorium flagitiorum omnium (134). Fue protagonista directo en la conjuracin de Catilina. En la guerra civil entre Csar y Pompeyo se puso abiertamente de parte del ltimo. Csar, ven- cedor, lo perdon generosamente; pero l se retir entonces a la vida privada para dedicar sus ltimos aos a la redaccin de sus obras filosficas. Tras el asesinato de Csar, Cicern, ardiente republicano, crey errneamente que era posible la plena restaura- cin de la repblica, es decir, de la libertad (Ortega y Gasset nos pinta a Cicern retirado en su finca de Tsculo y aullando como un can malherido: Libertas, libertas! B). Vuelve a la palestra pol- tica, pronunciando sus Filpicas contra M. Antonio, que haba re-

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    cogido la herencia de Csar. Y esto le cost la vida a manos de los sicarios de M. Antonio, que, tras darle muerte, clavaron su cabeza en una pica y la pasearon por el foro (la bella descripcin que T. Livio hizo de la muerte de Cicern se conserva en Sneca el Rtor, Suasoriae VI, 17, 22).

    4.1. Cicern ostenta de forma insuperable la caracterstica, propia de otros muchos personajes romanos, de aunar pensamien- to y accin, otium y negotium. Desarrolla una actividad intelectual incesante y una actividad poltica intensa. La actividad poltica era para el romano deber primordial. Cicern nos dice que l poda haber vivido muy tranquilo, entregado a las dulzuras del estudio, que, desde su niez, haba sido su mayor encanto; pero no dud en exponerse a las ms duras tempestades para salvar -dice- a mis conciudadanos y para comprar, a costa de mi propio riesgo, la tranquilidad de todos; porque la patria nos engendra y nos educa, no para que hagamos lo que nos plazca, sino que se reserva para su servicio lo ms y lo mejor de nuestra alma, de -estras cualidades naturales y de nuestra inteligencia (De Rep. 1, 4).

    En este ideal de servicio a la patria y a los conciudadanos nace y se desarrolla la elocuencia ciceroniana. l quiere ser el orator optimus, en los dos planos moral y literario. A. Michel inserta la oratoria de Cicern en la tradicin romana que tiende a subordi- nar la retrica a la uirtus, pero evitando cualquier traba que pu- diera coartar la Iibre expresin de su talento. Apoyndose en la distincin de su maestro M. Antonio, Cicern no quiere ser slo disertus, sino eloquens, es decir, qui rnirabilius et magnificentius augere posset atque ornare quae uellet, omnisque omnium rerum quae ad dicendum pertinerent fontis animo ac memoria contineret (De orat. 1, 94).

    4.2. l mismo nos cuenta (Br. 304 SS.) su formacin y sus comienzos en el foro: su dedicacin al estudio da y noche; sus ejercicios dialcticos con el estoico Didoto; sus ejercicios de declamacin en griego y en latn; su dbil constitucin fsica, que haca peligrosa su dedicacin a la oratoria, pero que l est dis- puesto a superar; su viaje a Grecia y a Asia, donde escucha las lecciones de filsofos y rtores de primera fila, como Antoco, De- metrio Siro, Moln de Rodas, etc.; y por fin su vuelta a Roma y su fulgurante carrera en el foro.

    4.3. Sus discursos pueden dividirse en judiciales, pronun- ciados ante un tribunal, como abogado defensor o acusador (res- pectivamente, discursos pro y discursos in), y polticos, pronun-

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    ciados en el Senado o en el Foro (igualmente en defensa o en contra de alguien).

    Citemos, por orden cronolgico, algunos de los especialmente importantes:

    In C. Verrem (70). Cicern haba sido cuestor en Sicilia y haba dejado all un buen recuerdo; por eso, cuando los sicilianos acusan de concusin y extorsin a su ex-gobernador Gayo Verres, enco- miendan a Cicern la defensa de sus intereses, mientras que Verres era defendido por Hortensio. Cicern, despus de un exhaustivo acopio de pruebas, argumentos y testimonios irrefutables contra las tropelas de Verres, escribe siete discursos demoledores. Parece que slo pronunci los dos primeros, pues Verres, vindose per- dido, se desterr voluntariamente, adelantndose al fallo seguro del tribunal. Las Verrinas, obra maestra de la oratoria por la solidez argumenta1 y la brillantez de expresin, dispararon defini- tivamente a Cicern hacia la fama.

    Pro lege Manilia o De imperio Gn. Pompei (66). Apoya Cicern la propuesta de ley del tribuno Manilio en orden a que se conceda a Pompeyo el mando supremo (imperium) de las tropas romanas en la guerra contra Mitrdates, rey del Ponto. Este discurso, que anuda la amistad entre el orador y el general, contiene el mayor elogio conocido de las cualidades militares y personales de Pom- PeYo.

    In L. Catilinam (63). Catilina, candidato al consulado junto con Cicern, no es elegido. Y trama una conjuracin para ha- cerse con el poder, incluyendo en ella el asesinato de Cicern. ste, que est al tanto de todas las maquinaciones por la infor- macin que recibe de uno de los conjurados, pronuncia contra Catilina cuatro discursos en el senado, el primero de ellos (Quous- que tandem ... ?) en presencia del propio Catilina, al que seala acusadoramente una y otra vez, presionndole para que salga de Roma y se ponga abiertamente al frente de las tropas que tena preparadas, cosa que consigue.

    La actuacin de Cicern le acarre una gloria apotesica y el apelativo de padre de la patria. Pero esta misma actuacin, en la que mand ejecutar a los cmplices de Catilina sin concederles el derecho de apelar al pueblo, le ha de ser ms tarde funesta, ya que en ella se apoyar su mortal enemigo Clodio para enviarlo al destierro, donde pas un ao de amarga desesperacin. A su vuelta dio las gracias, en sendos discursos, al senado (Cum senatu gratias egit) y al pueblo (Cum populo gratias egit), que haban apoyado

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    su regreso. Y posteriormente tuvo la ocasin de tomarse la re- vancha contra Clodio en otros dos discursos: Pro CaeZio (56)) en defensa de su joven amigo Celio, ex-amante de Clodia (la Lesbia de Catulo), hermana de Clodio, la cual, por despecho, le acusaba de haber querido envenenarla. Cicern aprovecha la oportunidad para poner en la picota a la hermana y, de paso, al hermano, con un ataque rebosante de sarcasmo y de certera irona contra la infamante vida privada y pblica de ambos. Y el Pro Milone (52), en defensa de Miln, que haba dado muerte a Clodio en un en- cuentro callejero entre bandas rivales, de las que ellos eran los respectivos jefes. Cicern asume con entusiasmo esta defensa, pro- nunciada en el foro en un ambiente tenso, entre los gritos e in- sultos mutuos de los partidarios de ambos cabecillas.

    Pro Archia poeta (62). Toma como pretexto la defensa del poeta griego Arquas, al que se acusaba de usurpacin del derecho de ciudadana, para hacer un elogio encendido y entusiasta de las letras en general y de la poesa en particular.

    Pro MarcelZo y Pro Ligario (46). Tras el triunfo de Csar, Cice- rn, perdonado, pronunci estos discursos en defensa de dos per- sonajes que haban sido, como l, enemigos del dictador. Apela a la clementia cesariana, de la que hace un desmedido elogio.

    In M. Antonium orationes Philippicae (44-43). Las catorce Fil- picas contra Marco Antonio fueron el canto de cisne de Cicern como orador y, para muchos, sus mejores piezas oratorias, que componen un friso grandioso y deslumbrante por la pureza del vocabulario, la justeza de los trminos, la variedad de las figuras, la densidad de la expresin, el vigor de las frases, la vivacidad del ritmo y el martille0 de las clusulas, donde se reflejan la pasin del hombre y el ardor de la lucha (Wuilleumier).

    4.4. Este juicio podra aplicarse a toda su obra oratoria. Cice- rn no es encasillable en ninguna escuela. Ana lo mejor del asia- nismo y del aticismo. Su genio oratorio, como el de Demstenes, forma l slo una escuela. Su expresin es ornamental o desnuda, ajustndose siempre como un guante a lo que exijan las circuns- tancias. Para algunos pasa de un mayor asimismo en los discur- sos de juventud a una expresin ms decantada, ms cerca del aticismo, en los discursos de madurez. Norden disea la evolucin de su estilo oratorio con justeza tal vez excesiva: sus dos primeros discursos (Pro Quinctio, del 81, y Pro Roscio Amerino, del 80) se- ran del primer gnero asitico, el de uerbis uolucre atque incita- tum. El Pro Roscio comoedo, del 77-76, pertenecera al segundo

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    gnero asitico, el sententiosum et argutum. Luego el orador ira remansando su temperamento pasional y su tendencia natural a la frase sonora y ampulosa, que dara sus ltimos coletazos en la cuarta Verrina y en el Pro Milone, pero ya estaba domado el pathos y triunfante el ethos, la contencin que infunde dignidad y eficacia a su palabra. Para A. Michel, en cambio, es ms sobrio en su juventud y ms exuberante en su madurez, cuando domina todos los recursos. Lo cierto es que siempre utiliz el estilo y los recursos que convenan a la ocasin.

    4.5. Adems de los discursos ms perfectos, Cicern nos ha de- jado las mejores obras sobre oratoria. La teora y la prctica se funden en l de manera admirable.

    Las dos grandes obras retricas de Cicern son el De oratore y el Orator, que tratan de la formacin del orador y de la tcnica del discurso. Cicern opina que el perfecto orador es una com- binacin de tres factores: disposicin natural, cultura profunda y extensa en todas las disciplinas (derecho, filosofa, historia ...) y conocimiento de la tcnica oratoria. Esta tcnica, que se enseaba en las escuelas de retrica, se expone con amplitud en el De ora- tore y abarca cinco puntos fundamentales: inuentio, o bsqueda de argumentos apropiados y probatorios; dispositio, o distribucin de esos argumentos en un plan adecuado; elocutio, o arte de utili- zar la expresin formal, las palabras y las figuras ms convenien- tes; memoria, para recordar cada cosa en el lugar apropiado; y actio, que es todo lo relacionado con el aspecto fsico en el mo- mento de pronunciar el discurso, sobre todo los gestos y el tono de la voz.

    El discurso, como tal, tiene tambin diversas partes: exordium o introduccin; narratio o exposicin del tema a tratar; argumen- tatio, con dos caras: probatio o aportacin de los argumentos, y refutatio o rechace de las objeciones reales o posibles; peroratio o conclusin. Cada una de estas partes exiga un mtodo y una tcnica adecuados para alcanzar la finalidad de todo discurso, que no es otra que la de docere, delectare, mouere.

    El Orator se centra ms en la elocutio, estudindola en los tres estilos (simple, templado, sublime): figuras de diccin y de pensa- miento, elementos de la expresin, armona de la frase, ritmo ora. torio, etc.

    En su juventud escribi Cicern el De inuentione, que trata, de acuerdo con el ttulo, de la inuentio, pero tambin de temas ms generales. Cicern maduro llama a esta obra inchoata ac rudis,

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    salida de unos apuntes de clase. Pero ya en ella existen las cua- lidades de las obras de madurez: facilidad de expresin, madurez de estilo y rigor sistemtico (A. Fontn).

    Obras menores son: De optimo genere oratorum, donde se in- clina por el aticismo, pero exigiendo como modelo a Demstenes y no a Lisias. Las Partitiones oratoriae y los Topica tienen una finalidad eminentemente didctica. Al comienzo de las Partitiones, escritas para su hijo, hay un resumen pedaggicamente muy claro de las partes de la doctrina dicendi, las partes del discurso, etc., todo lo cual se despliega luego con precisin y claridad.

    He dejado para el final el Brutas, que tanto he citado. Es una obra original y nica, una historia crtica de la oratoria romanas, y constituye el primer monumento de historia de la Literatura del mundo latino que nos haya llegado (S. Mariner). Comienza con un excursus sobre la oratoria griega y luego resume unos siglos de elocuencia romana. Termina con los oradores de su generacin y con l mismo. Es la consagracin de su gloria como orador, pues el lento progreso del arte de la palabra a travs de los siglos, el ascenso hacia una perfeccin vagamente entrevista, en el que cada generacin va aadiendo algo a lo recibido, desemboca en Hor- tensio y luego en Cicern. ~Cicern es as el ltimo trmino de la progresin, el punto culminante. No se dice que el ideal de la elocuencia se realiza en l; pero la conclusin se impone por s misma, (J. Martha). En efecto, con suma habilidad Cicern (Br. 322) amontona sobre s todas las virtudes de la elocuencia sin decirlo expresamente. Al contrario, dice: Nihil de me dicam: dicam de ceteris. Pero lo que dice de los dems es que no conocan a la perfeccin la filosofa, el derecho, la historia, el arte oratorio, etc., todo ello con una construccin en anfora enormemente ex- presiva y eficaz: nemo erat qui ..., nemo qui ..., nemo qui ..., gra- bando en el lector ese nemo en ritornelo y hacindole deducir (sin que l lo diga) que Cicern era el nico que alcanzaba la perfeccin. Y deca, por vanidoso que fuera, una gran verdad. El fue el meollo de persuasin (suadai medula) que Ennio deca de Cornelio Cetego. En sus labios se haba asentado (como Supolis deca de Pericles) la diosa de la persuasin y, adems, el arte de la palabra justa, de la sfumatura, de la fina irona y la estocada elegante, del acabado de las frases y perodos, del ritmo y de la armona ...; de todo aquello que lo convirti en el punto cenital de la oratoria romana y en una de las sumidades de la oratoria de todos los tiempos. Nim. 81-82. - 23

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    1. A partir de Augusto desaparecen las condiciones que haban producido una eclosin oratoria de altos vuelos y desaparecen, con ellas, los grandes oradores. La causa profunda de la muerte de la oratoria en Roma en la poca imperial no es otra que la desapari- cin de la libertad poltica (as lo manifiestan el n ~ p l tpouq 44 y Tcito, Dilogo ..., 36 SS.). Los emperadores asumen el poder total y quedan abolidos, de hecho, los derechos polticos de los ciuda- danos. La vida poltica de Roma, que se desarrollaba en el foro, desaparece. Se acaban las rivalidades electorales, las campaas de los candidatos, las reuniones pblicas en las que se fogueaba el orador en busca de sufragios y de gloria. La vida poltica langui- dece y muere, y la oratoria romana, que necesitaba respirar el aire de la libertad, muere por asfixia.

    2. Entonces la eloquentia se convierte en declamatio, retirn- dose del foro hacia el interior de las escuelas. Y estas enseanzas escolares, sin poder contrastarse con la realidad, cara al pblico en la calle, se hacen cada vez ms artificiales, cayendo en el ama- neramiento y en la afectacin. Bardon ha pintado bien este cgrouil- lement d'orateurs en salle closen, a veces llenos de talento y de verdadera cultura, pero siempre a la caza del efecto, de las palabras ms que de las ideas, disputndose alumnos y oyentes y criticn- dose ferozmente unos a otros.

    Este mundo de las escuelas de declamacin nos lo ha trans- mitido SNECA EL MAYOR en una obra nica en la literatura latina: Oratorum et rhetorum sententiae, ditlisiones, colores, que divide en dos partes: Controuersiae y Suasoriae, y que nos ha llegado incompleta. Escribi esta obra a peticin y para instruccin de sus hijos, y tan importantes como el contenido central son los prefacios que encabezan los distintos libros, llenos de noticias y ancdotas curiosas sobre rtores y declamadores.

    Las suasoriae eran propias de los principiantes y consistan en consultas imaginarias dirigidas a personajes histricos que, en de- terminadas situaciones, deben tomar una decisin importante: Agamenn delibera sobre si debe inmolar a su hija Ifigenia~. &cern delibera sobre si debe solicitar el perdn de Marco An- tonio. Alejandro delibera sobre si debe entrar en Babilonias; etc. El aspirante a orador compona un discurso con las razones en pro y en contra que deban pesar en el alma del personaje.

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    Las controuersiae pertenecan a un estadio ms avanzado y solan tener contenido jurdico; eran debates de leyes en oposi- cin, de razones jurdicas a favor y en contra. Se perfilaba pri- mero el plan general del discurso, luego se buscaban las frmulas correspondientes a cada una de las partes y, finalmente, se esgri- man los argumentos particulares. Los casos presentados a debate eran casi siempre complicados y rebuscados (Sacerdos prostituta; Archipiratae fiia; Nepos ex meretrice susceptus; Peregrinus nego- tiator; etc.). Un ejemplo clebre es el del Iusiurandum mariti et moris:

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    trica ms completo de toda la antigedad. A diferencia de otros autores, que slo hablan de tcnica oratoria, Quintiliano, educador de vocacin y de profesin, se preocupa del orador desde que nace. Su obra traza un programa completo y detallado de instruccin y educacin para la formacin del orador desde la misma cuna hasta la cumbre de su carrera. Y, siguiendo la tradicin romana que veamos ya encarnada en Catn, no separa jams la elocuencia de la moral. Un buen orador tiene que empezar por ser un hombre honesto. La corrupcin de las costumbres es una de las causas de la decadencia de la oratoria. Para l, como para Catn, el ora- dor es el uir bonus dicendi peritus.

    Su teora sobre la oratoria y sus mtodos de enseanza tienen como modelo supremo a Cicern: El nombre de Cicern, dice, no es un mero nombre propio, es sinnimo de elocuencia. Apliqu- monos a su estudio, adoptmosle como modelo, sepamos que nues- tros progresos son proporcionales a la admiracin que l nos ins- piren. Como Cicern, pide para el orador una extensa cultura ge- neral. Insiste en la idea de la graduacin de los ejercicios es- colares. Y exige que los temas propuestos estn inspirados en la realidad, frente a la comn tendencia a debatir temas extraos, mitolgicos y absolutamente irreales.

    4. Tambin CORNELIO TCITO en SU Dialogus de oratoribus, es- crito a comienzos del siglo 11, se preocupa de la decadencia de la oratoria. All se contrapone la formacin del antiguo orador, que aprenda en vivo, escuchando a los grandes oradores en el foro (utque sic dixerim, pugnare in proelio disceret), con la educacin moderna en las escuelas de retrica, donde non facile dixerim utrumne locus ipse un condiscipuli un genus studiorum plus mali ingeniis adferant (cap. 25).

    Se alude tambin a las condiciones polticas de falta de libertad. Y la postura de Tcito es de pesimismo resignado*: la libertad republicana generaba elocuencia, pero tambin desrdenes, disen- siones y luchas civiles (magna eloquentia, sicut flamma, materia alitur et motibus excitatur et urendo clarescit, 36). Hay que aceptar el rgimen imperial y el consiguiente declive de la elocuencia y de la libertad en aras de una mayor estabilidad y de una mayor paz.

    5. As florece la elocuencia de funcionarios o elocuencia administrativa (A. Michel), la nica posible, y necesaria para asegurar la uniformidad de la administracin en todo el Imperio. El propio Tcito fue un orador de mrito. Y el modelo ms aca-

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    bado de este tipo de oratoria que imita la oratoria clsica, apor- tando una cultura propia, pero no una cultura en libertad, es el Panegrico de Trajano, de PLINIO EL JOVEN, el tributo que un in- telectual romano, temperamento potico y elocuente, rinde el ao 100 a un gran soldado de su siglo (Alvaro D'Ors). Trajano es la encarnacin del optimus princeps, un oasis, no de libertad, pero s de falta de tirana, durante el Imperio. Y Plinio es un funcio- narios imperial de alto rango, que acumula sobre el emperador todos los tpicos (bellamente expresados) del gnero demonstra- tiuum o encomistico. El orador asegura que en su discurso brillan la libertas, la fides y la ueritas, pero la nica libertas posible era aquella de la que realmente disfrutaba: la de tener un dueo justo*. Qu lejos la actitud de Cicern, para quien la libertad con- sista, no en tener un dueo justo, sino en no tener dueo (De Rep. 11, 23).

    6 . En el siglo 11 surge en la poesa y en la prosa una tendencia arcaizante, presente ya en el emperador Adriano (amauit genus uetustum dicendi, dice su bigrafo de la Historia Augusta) y que culmina en el orador y maestro de retrica M. CORNELIO FRONT~N, de origen africano, cnsul el 143 y maestro de Marco Aurelio. Pro- nunci discursos, que se han perdido, en elogio de Adriano y de Antonino Po, un tratado De eloquentia, tambin perdido, y otros discursos sobre temas triviales, como Laudes fumi et pulueris y Laudes neglegentiae. Es un apasionado de la retrica y un enemigo de la filosofa, aunque no pudo apartar de ella a su ms ilustre discpulo. Prefiere Catn a Cicern y Ennio a Virgilio, y busca y rebusca entre los antiguos la palabra rara y la expresin inslita.

    De la misma poca es APULEYO, tambin de origen africano, personaje singular, lleno de cultura e imaginacin, del que posee- mos prcticamente la nica muestra de elocuencia judicial bajo el Imperio: su Apologia, discurso pronunciado para defenderse de la acusacin de haber obtenido la mano de una rica viuda con artes mgicas. Con palabras llenas de bro y de artificios retri- c o ~ , y con una argumentacin clara en defensa de la magia como ciencia, logra dejar en ridculo a sus acusadores.

    7. En los siglos I I I ~ ~ V la elocuencia, bajo un rgimen de mo- narqua absoluta, acaba por no manejar otro tema que el elogio de los emperadores, ya iniciado por Plinio y seguido por Frontn. As surgi la coleccin de Panegyrici Latini, once discursos en honor de diversos emperadores, desde Maximiano Augusto hasta Teodosio, desde el 289 al 389, algunos annimos y los otros de

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    autores poco conocidos. El ms importante es el rtor galo EUME- NIO DE AUTUN, y el discurso mejor el que pronuncia dicho orador ante el gobernador de la provincia, pidiendo la reconstruccin de las escuelas de su villa natal. La coleccin es de gran inters para la historia romana del siglo IV. La lengua es bastante pura, con influencias de Cicern y de Plinio, y se aplican con conocimiento las reglas de la retrica.

    En el siglo IV vive el ltimo de los grandes oradores latinos paganos: Q. AURELIO SMACO. Pronunci panegricos a los empera- dores Valentiniano 1 y Graciano y dirigi, siendo prefecto de Roma, una famosa relatio a Valentiniano 11 pidiendo el restablecimiento de la estatua y el altar de la Victoria en el saln de sesiones, te- niendo un formidable antagonista en S . Ambrosio. Fue el ltimo gran defensor de las tradiciones romanas frente al cristianismo que lo invada todo. En los fragmentos conservados de sus discur- sos se ve la evidente ambicin de repetir los modelos de la elo- cuencia clsica, Cicern y Plinio el Joven (Rostagni).

    Resumamos diciendo que, despus de Cicern, la oratoria se impregna de retoricismo, y todos los oradores de los siglos si- guientes tienen su vista puesta en Cicern y en los ornamentos retricos. La lectura de los discursos de Cicern y de la obra de Sneca el Mayor son imprescindibles para entender toda la ora- toria posterior. El cristianismo traer vientos nuevos y realizar una sntesis perfecta de la retrica pagana con la nueva verdad cristiana.

    BIBLIOGRAFfA BASICA

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  • LA ORATORIA ROMANA

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