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La organización como problema: municipalismo, estrategia y contrapoder Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net) Ceronegativo.net Mario Espinoza, Instituto DM (@ MarioEspinozaP ) Enterrado bajo numerosas discusiones sobre construcción de liderazgos, medios de comunicación, redes, márquetin político y grandes dosis de improvisación, yace uno de los problemas centrales de la apuesta municipalista: la cuestión de la organización. Durante la fase electoral el tempo convulso de las campañas parecía no dar tregua, y cualquier reflexión que se moviese un ápice del presente se antojaba tan inactual, como fuera de tono. Así, cuando se señalaban las contradicciones del poder institucional o se hablaba de la necesidad de construir un movimiento municipalista -condición básica para impulsar una política verdaderamente transformadora- las palabras caían en el vacío. Eran asuntos que "no tocaban" o que podían posponerse sin más; lo que apremiaba estaba en otra parte. Por supuesto, la cuestión orgánica -el viejo y recurrente problema del partido- ni siquiera contaba con mimbres para plantearse. Después de las elecciones de 2015 y concluido por fin el "asalto" democrático a los municipios, los efectos de haber renunciado a un debate organizativo en clave colectiva no se hicieron esperar. El rápido desgaste de las "fuerzas del cambio" a golpe de guerra cultural – el caso Zapata, pero también el caso de los titiriteros, recientemente absueltos-, la reproducción de inercias y automatismos institucionales o la autonomización de los nuevos cargos respecto de sus asambleas, fueron consecuencia de haber desplazado sine die el problema de la organización. Por no hablar de la desconexión del nuevo municipalismo de los entornos movilizados, cada vez más patente. La política con mayúsculas adquiría repentinamente el tono gris de la gestión. Y las medidas más audaces y urgentes de los programas, desde la remunicipalizción hasta la creación de un parque público de viviendas, se daban de bruces con un espacio político renuente a los cambios. No obstante, la falta de capacidad para abordar el problema de la organización, esto es, la construcción de un dispositivo orgánico más allá de la partitocracia al uso, quizá no fuese una mera renuncia o un error de previsión -aunque, en cierto sentido, no dejara de serlo-, sino más bien un límite objetivo y subjetivo. Un límite del sujeto político fraguado en el 15M, una clase media Página 1 de 4

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La organización como problema: municipalismo, estrategia y contrapoderPublicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)

Ceronegativo.net

Mario Espinoza, Instituto DM (@MarioEspinozaP)

Enterrado bajo numerosas discusiones sobre construcción de liderazgos, medios de comunicación,redes, márquetin político y grandes dosis de improvisación, yace uno de los problemas centrales dela apuesta municipalista: la cuestión de la organización. Durante la fase electoral el tempo convulsode las campañas parecía no dar tregua, y cualquier reflexión que se moviese un ápice del presentese antojaba tan inactual, como fuera de tono. Así, cuando se señalaban las contradicciones del poderinstitucional o se hablaba de la necesidad de construir un movimiento municipalista -condiciónbásica para impulsar una política verdaderamente transformadora- las palabras caían en el vacío.Eran asuntos que "no tocaban" o que podían posponerse sin más; lo que apremiaba estaba en otraparte. Por supuesto, la cuestión orgánica -el viejo y recurrente problema del partido- ni siquieracontaba con mimbres para plantearse.

Después de las elecciones de 2015 y concluido por fin el "asalto" democrático a los municipios, losefectos de haber renunciado a un debate organizativo en clave colectiva no se hicieron esperar. Elrápido desgaste de las "fuerzas del cambio" a golpe de guerra cultural – el caso Zapata, perotambién el caso de los titiriteros, recientemente absueltos-, la reproducción de inercias yautomatismos institucionales o la autonomización de los nuevos cargos respecto de sus asambleas,fueron consecuencia de haber desplazado sine die el problema de la organización. Por no hablar dela desconexión del nuevo municipalismo de los entornos movilizados, cada vez más patente. Lapolítica con mayúsculas adquiría repentinamente el tono gris de la gestión. Y las medidasmás audaces y urgentes de los programas, desde la remunicipalizción hasta la creación de unparque público de viviendas, se daban de bruces con un espacio político renuente a los cambios.

No obstante, la falta de capacidad para abordar el problema de la organización, esto es, laconstrucción de un dispositivo orgánico más allá de la partitocracia al uso, quizá no fuese una merarenuncia o un error de previsión -aunque, en cierto sentido, no dejara de serlo-, sino más bien unlímite objetivo y subjetivo. Un límite del sujeto político fraguado en el 15M, una clase media

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precarizada con vocación de mayoría social, y de su maquinaria de asalto electoral, anclados ambosen un paradigma más comunicacional (tan tecnopolíticamente innovador como tacticista) quemilitante y con visión estratégica. En cualquier caso, plantear la cuestión no resultaba fácil ayer nitampoco hoy. La ausencia de referencias históricas próximas, la pérdida de formas de socializaciónpolítica alternativas, tales como las de la cultura obrera, sindical o asociacionista, y el pocoentrenamiento del 15M en las lides orgánicas -y no olvidemos que gran parte de su fuerza residióahí- no jugaron nunca a favor de un abordaje mínimo del tema organizativo.

Sujetos, agencia, contrapoder

Por ser claros, el problema que se plantea actualmente, en un momento de impasse colectivo y decomienzo de un nuevo ciclo político, es el de cómo organizar una serie de "átomos dispersos" -porutilizar una metáfora tardía de Louis Althusser- que durante un tiempo formaron un "mundo" (unmovimiento) y que hoy, en medio del tránsito por la instituciones, aparecen fragmentados y sin unrelato común ni dimensiones orgánicas que permitan socializar entre ellos una estrategia políticacompartida. Lo que probablemente deberíamos descartar a estas alturas de la historia es el repetidomeme del "partido-movimiento", ya sea desde una perspectiva municipal o estatal: la realidad de lacrisis y los límites del asalto han demostrado que tal hipótesis -que pudo materializarse en ciertomomento- es hoy una quimera. Las "máquinas de guerra electoral" y el gobernismo se han cobradoya su tributo. Da igual si inclinamos la balanza del lado izquierdista o del "neo-peronista", eldesgaste de la nueva política hace inviable este camino de manera inmediata -salvo, quizá, comosucedáneo discursivo-mediático-. La mejor estrategia para afrontar un ciclo de oposición, unciclo que acusa la segmentación de los nuevos sujetos políticos y requiere una expansióndel conflicto, es el contrapoder. Al menos si queremos producir transformaciones sustantivas.Pero no basta con decirlo.

Construir una estrategia de contrapoder pasa, para empezar, por establecer marcos de discusión yreconocimiento entre sujetos que operan en diferentes niveles, y cuya capacidad de agencia no esconmensurable. Descartada la tentación de la "mediación" institucional (escucha, diálogo,participación y otros eslóganes, etc.), tan políticamente improductiva como docilizadora, tendríamosque hablar de cómo articular una estrategia política entre distintos agentes que tengacomo protagonista al movimiento. Porque será de ahí, y no de los despachos, los pliegos o lasordenanzas desde donde emergerá el antagonismo, la novedad y las posibilidades de concretar en lapráctica los programas políticos municipalistas. Incluso de ir más allá, si se sabe aprovechar lainestabilidad de la crisis.

Recuperando la metáfora althusseriana de los átomos, el problema se plantea en términos defragmentación y dispersión: nuevos cargos en las instituciones en posición de debilidad respecto delrégimen, asambleas municipalistas heterogéneas -divididas entre la gestión, las intrigas palaciegas ylos "desajustes" de la confluencia- y movimientos cada vez más replegados hacia sus propiosespacios de lucha social, sin ningún tipo de interés en todo lo que huela a nueva política. ¿Cómohacer que estos tres agentes puedan agregarse y componer una dinámica virtuosa decontrapoder? ¿Una dinámica que requiere tanto de diálogo como de conflicto, de cierta estabilidadal tiempo que tensión? Sea como fuere, desde el plano institucional y municipalista el reto es arduo:no se conseguirá interpelar al "afuera" ni establecer alianzas que fuercen las costuras de lainstitución sin romper con automatismos, asumir riesgos y hacer gala de coraje político. Y desdefuera sólo se logrará impulsar transformaciones explotando las contradicciones de la administraciónmunicipal bajo la forma del desborde.

Organización, autonomía y alianzas condicionales

Desde el punto de vista del municipalismo, mientras la gestión consuma la mayoría de los recursos-humanos, económicos- difícilmente podrá construir un tejido mínimo con el que operar a lo largo deestos escasos dos años. Salvo, por supuesto, en los sectores más gobernistas, que seguiránapostando por la ley del menor coste político, concetrando el poder en cúpulas y vendiendo gestosen lugar de medidas reales (al modo de una empresa de máquetin político). Si el municipalismoinstitucionalizado no comienza a trabajar sobre las realidades conflictivas de las ciudades,apostando, además, por una intervención de cuño activista -ayudando a generar un ecosistemamovilizado- no sólo el músculo de la política municipal seguirá atrofiado, sino que el malestar y el

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aburrimiento social acabarán colonizando definitivamente las calles. Se trata, en cierto sentido, de "hacer partido" y generar red organizativa. De dar forma a una estructura híbrida que funcione,de nuevo, a través de lógicas más democráticas, horizontales y que no sólo "soporte" la tensiónde los conflictos, sino que sea capaz de caminar hacia ellos y darles recorrido violentandoel ámbito institucional.

El punto medular, y en esto es nítida la distancia con la concepción clásica del "partido-movimiento",radica en la autonomía del movimiento, su protagonismo (un "leninismo social", no de aparato) y enla importancia de la creación de espacios o dispositivos que permitan entrelazar distintas realidades-institucionales, activistas, ciudadanas-. Pero no de cualquier manera, sino en medio de una lógicade pugna política y conquista de derechos: por los problemas del urbanismo neoliberal, lasdesigualdades urbanas, el cierre de los CIEs, la lucha contra el securitarismo y el racismo, la defensade los servicios públicos, la recusación de la deuda o los sangrantes problemas de vivienda,precariedad y exclusión. Se trata de que el origen de las decisiones políticas se socialicecada vez más, de que el movimiento sea quien dibuje la estrategia y dote de contenidos auna política que, concentrada en intrigas y problemas gestionarios, se ha vuelto cada vezmás exangüe.

Como decimos, una apuesta interesante puede pasar por la creación de espacios sociales quecaminen hacia una forma-organización: hacia un movimiento vertebrado por contrapoderes, cadavez más estables y orgánicos -en los barrios o en torno a conflictos específicos- dentro de una lógicaque siempre estará sujeta a las turbulencias de un ciclo en crisis. Y, por supuesto, donde todaalianza se conjugará en tiempo condicional: cuando los cargos políticos del municipalismose separen del movimiento, adaptándose al marco neoliberal o las inerciasinstitucionales, el contrapoder estará ahí para enfrentarse a ellos. Del mismo modo queapoyará la valentía para implementar las medidas más potentes de los programas políticos. Estapuede ser otra forma de abordar el problema del partido en un momento en que la organización-social, política- se ha convertido en una de las cruces del municipalismo. Por otra parte, sin esaserie de "células" organizativas -y en este punto habrá que poner la imaginación políticaa trabajar a pleno rendimiento- las próximas oleadas de recortes podrían declinarse demanera reaccionaria. De construir organización en clave social y política dependerá eldecantamiento de un ciclo que no verá el renacimiento de las clases medias, sino su final.

Un corolario federativo

Mucho se ha hablado de la necesidad de dar forma a un frente municipalista entre aquellos queapuestan -apostamos- por una transformación social sustantiva, una ruptura democrática, y no poruna simple regeneración política de baja intensidad: esa suerte de neoliberalismo "social" con unrostro más humano y gestos amables. Está claro que para conseguir cambios efectivos en materiassensibles -vivienda, urbanismo, renta, deuda, derechos sociales- es primordial establecer unproyecto federativo, de manera que, además de presionar con más fuerza y en común, los conflictospuedan escalar y ocupar el centro de la agenda política del Estado. Pero para ello losmunicipalismos tendrán que construir un espacio compartido y organizado, tanto en suspropios enclaves específicos como desde una perspectiva federal propiamente dicha. Para lo quehabría que producir herramientas comunicativas comunes -una estrategia comunicativa amplia contodas las herramientas disponibles, que permita dar una imagen/relato autónomo al movimientomunicipalista y compartir recursos desde una perspectiva interna-, formas organizacionalesexperimentales (particulares, federales), es decir, espacios de formación, difusión de estrategias, yencuentro entre diferentes agentes; lugares que sólo pongan "en diálogo" realidades, sino quesocialicen cada vez más los lugares de toma de decisión política. Construir un nuevo tipo de CentrosSociales, participar en diversas empresas de Sindicalismo Social y materializar medidas clave-realmente antagónicas- permitirán ampliar la conversación a otros sujetos políticos más allá de lasclases medias, que ensancharán los marcos de lo posible. Como señalaba Althusser leyendo al viejoEpicuro, para que distintos átomos, en este caso realidades, se agreguen en un nuevo mundo -unaorganización, un contrapoder, una federación- hace falta un clinamen, un acontecimiento materialque altere el orden de las cosas. Quizá la nueva tanda de recortes, la crisis, sea ese clinamen. Quizáno. Todo dependerá del grado de organización y estrategia que sepamos desplegar.

¿Pero cómo? Sobre todo esto y mucho más debatiremos en el #MakDos

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Etiquetas: municipalismo, organización

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