LA PRESENCIA DE LA MUJER GRIEGA EN LA SOCIEDAD

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    LA PRESENCIA DE LA MUJER GRIEGA EN LA SOCIEDAD

    Referencias a textos clásicos citados en: Domindo Plácido, “La presencia de la mujer griega enla sociedad: democracia y tragedia”, Stud, hist., Hª Antig. 18, 2000, pp. 49-63.

    El kléos (fama) de las mujeresFragmento del “Discurso fúnebre” de Pericles por los muertos en el primer año de la Guerra del Peloponeso:

    Th. II,45,2Y si es necesario que me refiera a la virtud femenina, a propósito de las que ahora vivirán en laviudez, lo expresaré todo con un breve consejo: si no os mostráis inferiores a vuestranaturaleza, vuestra reputación será grande, y será grande la de aquella cuyas virtudes odefectos anden lo menos posible en boca de los hombres.

    Tucídides, Histria de la Guerra del Pelponeso. Traducción y notas de Juan José Torres Esbarkanch, Ed.Gredos, Madrid, 1990.

    Las mujeres lidiasHdt. I,93,4

    (…) resulta que todas las hijas del pueblo lidio se prostituyen para reunir una dote —lo hacenhasta que forman un hogar— y llegan al matrimonio con sus propios medios.

    Heródoto, Historia. Traducción y notas de Carlos Schrader, Ed. Gredos, Madrid, 1992.

    El marido como perro guardiánX. Mem., II,7

    Al enterarse [Sócrates] en cierta ocasión de que Aristarco estaba de malhumor, le dijo:

    - Aristarco, parece que tienes algún problema. Deberías dejar que tus amigos lo compartan, puestal vez nosotros podríamos aliviarte.Aristarco respondió:- Efectivamente, Sócrates, me encuentro en un gran aprieto, pues desde que hay revolución en laciudad y mucha gente ha huido al Pireo, se han concentrado en mi casa tantas hermanas,sobrinas y primas abandonadas que somos catorce sin contar la servidumbre. No sacamos nada,ni del campo porque lo ocupa el enemigo, ni de las viviendas por la escasez de habitantes en laciudad. Los muebles nadie los compra, ni se puede pedir dinero prestado en ninguna parte, sinoque antes lo encontraría por la calle si lo buscara que no que me lo prestaran. Es muy triste,Sócrates, dejar que tus parientes se mueran, pero resulta imposible mantener a tanta gente enestas circunstancias.Al oír estas palabras, intervino Sócrates:

    - ¿Cómo es posible entonces que Ceramón pueda mantener a mucha gente, proporcionando lonecesario para él y para los suyos, que encima ahorre dinero y se haga rico, mientras tú pormantener a mucha gente temes que todos perezcáis por falta de subsistencias?-Por Zeus!, es que él mantiene esclavos y yo gente libre.(…)En realidad, en este momento ni tú las quieres a ellas ni ellas a ti, tú porque las consideras unacarga y ellas porque se dan cuenta de que tú estás agobiado por ellas. De ahí sale el peligro deque el disgusto se vaya haciendo mayor y su primera gratitud vaya disminuyendo. En cambio, silas mandas algún trabajo, tú las estimarás al ver que son útiles para ti y ellas también te querránal darse cuenta de que estás contento con ellas, y, recordando con más gusto los beneficiosanteriores, aumentará el agradecimiento por ellos, y en consecuencia viviréis con más amor yconfianza mutua. Ahora bien, si tuvieran que trabajar en algo vergonzoso, sería preferible lamuerte, pero la realidad es que, por lo que se ve, ellas saben lo que parece más hermoso y másdecente para una mujer [hilar y tejer]. Todo el mundo trabaja con mayor facilidad, másrápidamente, mejor y con más gusto en aquello que sabe hacer. No temas por ello proponerles loque va a beneficiaros a ti y a ellas. Seguramente, te escucharán gustosas, como es lógico.(…)

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    La consecuencia fue que consiguió el capital y compró lana: trabajando almorzaban, después detrabajar cenaban, y en vez de caras largas estaban muy contentas, en vez de mirarse de reojo semiraban complacidos entre sí, ellas le querían como protector y él les tenía afecto porque eranútiles. Para terminar, un día se acercó a Sócrates y le contó divertido que ellas le echaban encara que era el único de la casa que comía sin trabajar.- ¿Por qué no les cuentas la fábula del perro? , le dijo Sócrates. Dicen que cuando los animaleshablaban, la oveja le dijo a su amo: Es extraño lo que haces, porque a nosotras que te

    proporcionamos lana, corderos y queso, no nos das nada que no tomemos nosotras de la tierra, yen cambio al perro, que no te procura nada parecido, le haces partícipe de tu propia comida. Yque el perro al oírlo dijo: ¡Por Zeus!, es que yo soy quien os guarda para que no os roben loshombres ni los lobos os lleven, pues si yo no os protegiera, ni siquiera podríais pastar, pormiedo a que os mataran. Dicen que entonces las ovejas estuvieron de acuerdo en que el perrotuviera trato preferente. Diles, pues, a tus parientas que eres como su perro guardián y cuidador,y que gracias a ti nadie les hace daño y pueden vivir trabajando con seguridad y a gusto.

    Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, Económico, Banquete, Apología de Sócrates. Introducciones,traducciones y notas de Juan Zaragoza, Ed. Gredos, Madrid, 1993.

    Las mujeres de los pobres

    Arist. Pol., VI, 8, 22-23=1323a(22) Peculiares de ciudades más holgadas y prósperas, y que además se preocupan por el buenorden, son las [magistraturas] encargadas de la inspección de mujeres, la custodia de leyes, lainspección de niños, la dirección de los ejercicios gimnásticos y, además de éstas, la encargadade los certámenes gimnásticos y dionisíacos y cualquier otro tipo de espectáculos que puedahaber. (23) De estas magistraturas, algunas evidentemente no son democráticas, como lainspección de mujeres y la inspección de niños, pues los pobres, por su falta de esclavos, se venobligados a servirse de las mujeres y de los niños como servidores.

    Aristóteles, Política. Introducción, traducción y Notas de Manuela García Valdés, Ed. Greds, Madrid,1988.

    La esposa en el oikos 

    X. Oec. VII, 37(37) Tal vez una de las cosas que te incumben te parecerá poco grata: que si se pone enfermouno de los esclavos, tienes que procurar por todos los medios que se cure”. “¡Por Zeus!”,respondió mi mujer, “será para mi muy agradable si los que van a ser bien atendidos me estánagradecidos y me miran con mayor benevolencia que antes”.X. Oec. IX, 5(5) Le mostré también el alojamiento de las mujeres, separado por una puerta con cerrojo del delos hombres, para evitar que se saque algo de dentro que no convenga ni puedan procrear hijoslos esclavos sin nuestro consentimiento. Porque, en general, cuando tienen hijios, los buenosson bastantes leales hacía la familia, pero al procrear los malos, resultan más propensos a hacerdaño.

    Jenofonte, Recuerdos de Sócrates. Económico. Banquete. Apología de Sócrates. Introducciones,traducciones y notas de Juan Zaragoza, Ed. Gredos, Madrid, 1993.

    Arist. Pol., I, 12, 1=1259b(1) Las partes de la administración doméstica eran tres: una, la del dominio del amo de la queantes se ha hablado; otra la paterna; la tercera, la conyugal. Pues también hay que gobernar a lamujer y a los hijos, como a seres libres en ambos casos, pero no con el mismo tipo de gobierno,sino a la mujer como a un ciudadano, y a los hijos monárquicamente. En efecto, el hombre espor naturaleza más apto para mandar que la mujer —a no ser que se dé una situaciónantinatural—, y el de más edad y maduro más que el más joven e inmaduro.Arist. Pol., I, 13, 6-8, 15-16=1260a-1260bDe modo que por naturaleza la mayoría de las cosas tienen elementos regentes y elementos

    regidos. (7) De diversa manera manda el libre al esclavo, y el varón a lamujer, y el hombre alniño. Y en todos ellos existen las partes del alma, pero existen de diferente manera: el esclavono tiene en absoluto la facultad deliberativa; la mujer la tiene, pero sin autoridad; y el niño latiene, pero imperfecta. (8)Así pues, hay que suponer que necesariamente ocurre algo semejantecon las virtudes morales: todos deben participar de ellas, pero no de la misma manera, sino sóloen la medida en que es preciso a cada uno para su función.

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    (…)(15) Sobre estos temas, quede definido de esta manera. En cuanto al marido y la esposa, loshijos y el padre, la virtud propia de cada uno de ellos y las relaciones entre sí, qué es lo que estábien y lo que no lo está, y cómo hay que perseguir el bien y evitar el mal, es necesario exponerloal hablar de las formas de gobierno 131. Porque como toda casa es una parte de la ciudad m , yestos son asuntos de la casa, y la virtud de la parte debe examinarse en relación con la virtud deltodo 133, es necesario educar a los hijos y a las mujeres con vistas al régimen de gobierno, si es

    que precisamente tiene alguna importancia para que la ciudad sea perfecta que sean perfectoslos hijos y las muje res. (16) Y necesariamente tiene importancia, pues las mujeres son lamitad 134 de la población libre, y de los niños salen los miembros de la comunidad política.

    Aristóteles, Política. Introducción, traducción y Notas de Manuela García Valdés, Ed. Greds, Madrid,1988.

    Arist. EN ., VIII, 10=1160b32-1161a310. Formas de regímenes políticos (32) El gobierno del marido sobre la mujer es, evidentemente, aristocrático, pues el maridomanda de acuerdo con su dignidad, en lo que debe mandar, y asigna a su mujer lo que se ajustaa ella. Pero si el marido es señor de todas las cosas, [1161a] su gobierno se convierte enoligarquía, porque actúa contra el mérito y no en tanto en cuanto es superior. A veces, lasmujeres, que son herederas, gobiernan la casa. Pero esta autoridad no está fundada en laexcelencia, sino en la riqueza y en el poder, como en las oligarquías.

    Arist. EN ., VIII, 11=1161a2511. Las distintas formas de gobierno y su relación con la amistad  La amistad del marido y de la mujer es la misma que la de la aristocracia, pues es lacorrespondiente a la excelencia, y al mejor le corresponde más bien, y a cada uno elconveniente; (25) y así, también, la justicia.

    Aristóteles, Ética Nicomáquea. Traducción y notas por Julio Pallí Bonet, Ed. Gredos, Madrid, 1985

    Proceso por asesinato del adúlteroLys. I. Discurso de defensa de Eufileto por el asesinato de Eratóstenes 

    (1) Mucho estimaría, señores que fuerais para mí en este asunto los jueces que seríais paravosotros mismos si hubierais tenido semejante experiencia. Y es que sé muy bien que situvierais con los demás el mismo criterio que con vosotros mismos, ninguno habría que no seencolerizara por los hechos ocurridos. Todos estimaríais pequeño el castigo para quienes hantramado tales actos. (2) Cosa que no se reconocería así solamente entre vosotros, sino en toda laHélade: éste es el único crimen por el cual los más débiles reciben la misma satisfacción que losmás poderosos en democracias u oligarquías. El más villano obtiene la misma que el más noble.Hasta tal punto, señores, consideran todos los hombres que esta ofensa es la más terrible. (3)Por consiguiente, pienso que todos vosotros tenéis el mismo criterio sobre la magnitud delcastigo y que ninguno está en disposición tan desdeñosa como para pensar que los culpables detales actos tienen que obtener el perdón o que son merecedores de un pequeño castigo.

    (4) Juzgo, señores, que mi obligación es, precisamente, demostrar que Eratóstenes cometióadulterio con mi mujer y que la corrompió; que cubrió de baldón a mis hijos y me afrentó a mí

    mismo invadiendo mi propia casa; que no teníamos él y yo ninguna clase de desavenencia,excepto ésta, ni lo he realizado por dinero —a fin de verme rico de pobre que era— ni porganancia alguna como no sea la venganza que la ley me otorga. (5) Os mostraré, porconsiguiente, desde el principio todas mis circunstancias sin omitir nada y diciendo la verdad.Ésta es la única salvación para mí, según creo: si consigo relataros absolutamente todos lossucesos.

    (6) Yo, atenienses, cuando decidí matrimoniar, y llevé mujer a casa, fue mi disposicióndurante casi todo el tiempo no atosigarla ni que tuviera excesiva libertad de hacer lo quequisiera. La vigilaba cuanto me era posible y no dejaba de prestarle atención como es natural.Pero cuando me nació un hijo ya confiaba en ella y puse en sus manos todas mis cosas,pensando que ésta era la mayor prueba de familiaridad. (7) Pues bien, en los primeros tiempos,atenienses, era la mejor de todas: hábil y fiel despensera, todo lo administraba

    escrupulosamente. Pero cuando se me murió mi madre, cuya muerte fue la culpable de todasmis miserias *** (8) pues mi mujer fue a acompañarla en su entierro y fue vista en la comitivapor este hombre, y se dejó corromper con el tiempo. En efecto, esperaba a la esclava que solía iral mercado y, dándole conversación, consiguió perderla. (9) Bien, para empezar, señores, puesesto también tengo que decíroslo, poseo una casita de dos plantas iguales por la parte delgineceo y del androceo. Cuando nos nació el niño, lo amamantaba la madre. Y, a fin de que ésta

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    no corriera peligro bajando por la escalera cuando hubiera que lavarlo, vivía yo arriba y lasmujeres abajo. (10) Era ya algo tan habitual, que muchas veces mi mujer bajaba para dormirabajo junto al niño por darle el pecho y que no llorara. Durante mucho tiempo iban así las cosasy yo jamás di en sospechar. Al contrario, tan inocente estaba yo, que pensaba que mi mujer erala más discreta de toda Atenas. (11) Pasado un tiempo, señores, me presento un díainesperadamente del campo; después de la cena chillaba el niño y alborotaba importunado apropósito por la esclava para que lo hiciera. (Y es que el hombre estaba dentro, que luego me

    enteré de todo.) Conque ordené a mi mujer que saliera a dar el pecho al niño para que dejara dellorar. (12) Al principio ella se negaba, como si estuviera complacida de verme llegar despuésde un tiempo. Y cuando, ya encolerizado, le ordené que se marchara, dijo: «Sí, sí, para quetientes aquí a la mozuela, que ya antes la has arrastrado estando ebrio.» (13) Echéme a reír, yella se levantó y, alejándose, cerró la puerta simulando juguetear, y echó la llave. Yo que nadade esto imaginaba ni sospechaba nada, dormí a placer, llegado como estaba del campo. Ycuando ya se acercaba el día, se presentó ella y abrió la puerta. (14) Como yo le preguntara porqué hacían ruido de noche las puertas, contestó que se había apagado el candil de junto al niño ylo había vuelto a encender en casa de los vecinos. Callé yo, pensando que era tal. Parecióme contodo, señores, que tenía pintada la cara, aunque su hermano no llevaba muerto todavía treintadías. Sin embargo, ni aun así dije palabra sobre el asunto y salí marchándome en silencio.

    (15) Señores, tras estos hechos pasó un tiempo, y yo me encontraba muy ignorante de mispropios males, cuando me vino una vieja esclava, enviada por una mujer con la que aquelcometía adulterio, según oí después. Encontrábase irritada ésta y se consideraba ultrajada,porque ya no visitaba su casa con la misma frecuencia, y se puso al acecho hasta que descubriócuál era el motivo. (16) Acercóse, pues, la esclava y poniéndose al acecho cerca de mi casa dijo:«Eufileto, no vayas a pensar que vengo a ti por ninguna clase de enredo. Resulta que el hombreque te injuria tanto a ti como a tu mujer es enemigo nuestro. Conque te enterarás de todo, sicoges a la sirvienta que os va al mercado y os hace los recados y la interrogas. Es, continuó,Erastóstenes de Oe quien lo hace. No sólo es el corruptor de tu mujer, sino de muchas otras. Ésees el oficio que tiene.» (17) En diciendo esto, señores, se alejó y yo, al pronto, quedémeaturdido. Pero todo me vino a la cabeza y estaba lleno de sospechas: pensaba, de un lado, quehabía quedado yo cerrado con llave en la habitación y, además, recordaba que aquella noche

    hicieron ruido las puertas del patio y de la casa —cosa que jamás había sucedido— y me habíaparecido que mi mujer tenía la cara pintada. (18) Todo esto se me vino a la cabeza y me llené desuposiciones. Llego a casa y ordeno a la sirvienta que me acompañe al mercado. Pero la condujea casa de uno de mis amigos y le manifesté que estaba enterado de todo lo que sucedía en micasa. Conque, «puedes elegir —le dije— lo que prefieras: o caer en el molino molida a azotes yverte envuelta sin cesar en males parecidos, o, si me cuentas toda la verdad, no sufrir dañoalguno y obtener mi perdón por tus yerros. (19) No me mientas, dime toda la verdad». Negábaseaquélla al principio y me invitaba a que le hiciera lo que quisiera, que no sabía nada. Pero,cuando le mencioné el nombre de Eratóstenes, añadiendo que era éste el que frecuentaba a miesposa, se turbó pensando que conocía todos los detalles. Fue entonces cuando cayó ante misrodillas, y aceptando de mí la seguridad de que no sufriría daño alguno, (20) comenzó aincriminarle, en primer lugar, que se había acercado a ella después del entierro; posteriormente,

    que ella había terminado por pasarle el recado, y que aquélla con el tiempo se había dejadopersuadir. También señaló de qué modo conseguía la entrada y cómo en las Tesmoforias,mientras estaba yo en el campo, había acompañado al templo a la madre de aquél. En fin, merelató con detalle todo lo sucedido. (21) Cuando hubo quedado todo dicho, le repliqué:«Cuidado, no vaya a enterarse de esto nadie en absoluto. O si no, no tendrá validez nada de loque hemos acordado. Te pido que me lo enseñes todo en flagrante; pues yo no preciso palabras,sino que se me muestre claro el hecho, si es que es así.» Ella se comprometió a hacerlo. (22)Conque transcurrieron cuatro o cinco días después de esta conversación *** como yo osdemostraré con pruebas contundentes. Pero primero quiero relataros lo sucedido el último día.Sóstrato es pariente y amigo mío. Encontréme con éste después de la puesta del sol, cuandovenía del campo. Como yo sabía que si llegaba en ese momento no encontraría en casa aninguno de sus parientes, lo invité a cenar conmigo. Llegamos a mi casa y subimos a cenar al

    piso de arriba. (23) Cuando le pareció bien retiróse aquél para marcharse y yo me eché a dormir.Conque entra Eratóstenes, señores, y la sirvienta me despierta enseguida y me comunica queestá dentro. Entonces le dije a ésta que se ocupara de la puerta, y bajando en silencio salí y mellegué a casa de fulano y mengano. A unos los encontré en casa y otros me enteré de que noestaban en la ciudad. (24) Tomé conmigo a los más que pude de cuantos se encontraban

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    presentes y me puse en marcha. Tomamos antorchas de la tienda más cercana y entramos, puesla puerta se encontraba abierta y la esclava dispuesta. Cuando empujamos la puerta deldormitorio, los primeros en entrar logramos verlo todavía acostado junto a mi mujer; losúltimos, en pie desnudo sobre la cama. (25) Yo, señores, lo derribo de un puñetazo y, mientrasllevaba sus brazos hacia atrás y lo ataba, le pregunté por qué me ultrajaba entrando en mi propiacasa. Admitió aquél que me agraviaba y me pedía entre súplicas que no lo matara, que lecobrara dinero. (26) Yo le dije: «No soy yo quien te mata, sino la ley de Atenas que tú infringes.

    La has puesto por debajo de tus placeres, y has preferido cometer tamaño crimen contra mimujer y mis hijos, en vez de someterte a las leyes y vivir decorosamente.»

    (27) De esta forma, señores, recibió aquél exactamente lo que ordenan las leyes que recibanquienes obran así. No fue forzado a entrar desde la calle ni se había refugiado junto al hogar,como afirman éstos. ¿Pues cómo, si cayó herido instantáneamente en el dormitorio; si yo leretorcí los brazos hacia atrás; si había dentro tantos hombres que no pudo escapar de ellos, noteniendo hierro ni palo ni cosa alguna con que defenderse de los que entraban? (28) Es que,señores, pienso que también vosotros sabéis que quienes no obran justamente no reconocen quesus enemigos dicen verdad. Al contrario, son ellos quienes con sus mentiras y con talesprocedimientos excitan la ira de los oyentes en contra de los que obran con justicia. Bien, lee laley en primer término.

    LEY(29) No discutía, señores, sino que reconocía su agravio y me rogaba y suplicaba no morir; y

    estaba dispuesto a compensarme con dinero. Pero yo no me avine a la compensación y exigí quela ley del Estado impusiera su vigor. En fin, me tomé el castigo que vosotros habéis impuesto aquienes cometen tales acciones por considerarlo el más justo. Conque subid a la tribuna mistestigos de estos hechos.

    TESTIGOS(30) Léeme ahora también la ley esta de la estela del Areópago.

    LEYYa oís, señores, que el mismo tribunal del Areópago, a quien corresponde por tradición y al

    que se ha devuelto en nuestros días la jurisdicción criminal, tiene expresamente decidido que nose condene por asesinato a quien se cobre tal venganza, si sorprende a un adúltero con su

    mujer1

    . (31) Y con tanto énfasis ha considerado el legislador que ello es justo en el caso de lasmujeres casadas, que incluso con las concubinas, inferiores en estimación, ha impuesto lamisma pena. Claro que es evidente que si tuviera un castigo mayor que éste para con lascasadas, lo habría impuesto. Ahora bien, como no era capaz de encontrar uno más fuerte queéste para con aquéllas, exigió que fuera el mismo para con las concubinas. Léeme también estaley.

    LEY(32) Ya oís, señores: ordena que si alguien deshonrara con violencia a un hombre o

    muchacho libre, pague una indemnización doble; y si a una mujer de aquellas por las que estápermitido matar, incurra en la misma pena. De esta forma, señores, considero merecedores demenor castigo a los violadores que a los seductores: a unos les impone la muerte, a los otros lesseñala una doble pena, (33) por estimar que quienes actúan con violencia incurren en el odio de

    los violentados, mientras que los seductores de tal forma corrompen el alma, que hacen mássuyas que de sus maridos a las mujeres ajenas; toda la casa viene a sus manos y resulta inciertode quién son los hijos, si de los maridos o de los adúlteros. (34) Razones por las cuales ellegislador les impuso la muerte por castigo. A mí, por consiguiente, señores, no sólo meabsuelven del crimen las leyes, sino que incluso me ordenan tomar tal castigo. De vosotrosdepende si éstas han de ser soberanas o no valer nada. (35) Yo, desde luego, creo que todos los.Estados imponen sus leyes con este fin: para que acudamos a ellas y consideremos quéhabremos de hacer en los asuntos en que tenemos problemas. Ahora bien, éstas aconsejan que,en tales casos, los agraviados se tomen este castigo. (36) Os ruego que tengáis el mismo criterioque ellas. Y es que si no, concederéis a los adúlteros tal libertad que incluso incitaréis a losladrones a que digan que son adúlteros, porque sabrán que, si aducen tal culpa contra sí yafirman entrar en las casas ajenas con este fin, nadie les pondrá la mano encima. Todos sabrán,

    en efecto, que conviene decir adiós a las leyes sobre el adulterio y temer vuestro voto. Pues éstees el más válido en todos los asuntos de Atenas.

    1 Se refiere a una ley de Dracón que aparece citada literalmente en Dem., XXIII 53: «si alguien mata (a otro)... con laesposa, madre, hermana, hija, o con una concubina a la que tiene con intención de engendrar hijos libres, que elhomicida no sea sometido a juicio en estas condiciones».

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    (37) Pero considerad esto, señores: me acusan de que aquel día ordené a mi sirvienta quefuera en busca del jovenzuelo. Yo, señores, pensaría que obraba justamente, cualquiera quefuera el modo de sorprender a quien corrompía a mi mujer. (38) Pues si le hubiera mandado abuscar por conversaciones habidas, pero no por actos realizados, habría incurrido en falta; perosi lo sorprendía, de cualquier modo que fuera, cuando ya todo estaba realizado y él habíaentrado en mi casa a menudo, pensaría que soy hombre recto. (39) Pero ved que incluso aquímienten. Y lo sabréis fácilmente por lo que sigue. Como antes dije, señores, Sóstrato, que es

    amigo mío y está conmigo en términos familiares, encontróme viniendo del campo a la puestadel sol y conmigo cenó. Y cuando le pareció bien, se retiró para marcharse. (40) Pues bien,considerad esto lo primero, señores: si aquella noche andaba yo maquinando contra Eratóstenes,¿acaso no me habría sido más ventajoso cenar con aquel en otro lugar que hacerlo entrar en micasa para cenar conmigo? Pues de esta forma el otro habría tenido menos valor para entrar en micasa. En segundo lugar, ¿os parece que habría despedido a mi comensal y me habría quedadosolo, en vez de invitarle a que se quedara para ayudarme a castigar al adúltero? (41)Finalmente,señores, ¿no os parece que habría hecho mejor en avisar de día a mis parientes, e instarles a quese reunieran en la casa más próxima de mis amigos, en vez de andar corriendo por la noche tanpronto como me enteré, sin saber a quién iba a encontrar en casa y a quién fuera? Y es que medirigí a casa de Harmodio y de fulano que no se hallaban en la ciudad (pues no lo sabía), y aotros no los cogí en casa y marché con cuantos me fue posible tomar. Pues bien, si de verdad lotenía previsto de antemano, (42) ¿no os parece que habría preparado incluso a mis sirvientes yse lo habría comunicado a mis amigos para entrar yo mismo con el menor riesgo (¿pues quésabía yo si aquél también tenía un arma?) y, además, para ejecutar mi venganza en compañía delmayor número de testigos? Pues bien, sin saber nada de lo que iba a suceder aquella noche,tomé a cuantos fui capaz. Subid mis testigos de estos hechos.

    TESTIGOS(43) Ya habéis oído a los testigos, señores. Investigad entre vosotros mismos sobre este

    asunto buscando si hubo, alguna vez, alguna clase de enemistad, salvo esto, entre Era- tóstenesy yo. No encontraréis ninguna. (44) Pues ni me interpuso denuncia de delación, ni intentódesterrarme de Atenas ni me ha puesto pleitos privados. Tampoco era mi cómplice en ningúndelito, por temor a cuyo descubrimiento deseara yo matarlo ni, aunque lo hubiera llevado a

    cabo, esperaba recibir dinero alguno. Pues son circunstancias así por las que algunos buscandarse muerte uno a otro. (45) Tan lejos, pues, estábamos de tener agravios, altercados porebriedad o disputa alguna, que ni siquiera había visto yo nunca a ese hombre salvo en la referidanoche. ¿A santo de qué iba yo, entonces, a correr semejante riesgo, si no hubiera recibido de élel mayor de los agravios? (46) Además, ¿habría yo cometido un delito llamando personalmentea testigos cuando me era posible, si de verdad deseaba matarlo injustamente, que nadie fueracómplice en el asunto?

    (47) Por consiguiente, señores, considerad que ésta no es una venganza privada en mi propiobeneficio, sino en el de todo el Estado. Pues quienes se disponen a realizar tales acciones,cuando vean qué recompensa les aguarda por tales crímenes, estarán menos inclinados a atentarcontra los demás si ven que también vosotros tenéis la misma opinión. (48) De lo contrario, serámucho mejor borrar las leyes vigentes y promulgar otras que castiguen a quienes protegen a sus

    propias esposas y proporcionen gran impunidad a quienes desean cometer agravio contra ellas.(49)Será mucho más justo de esta forma que el que los ciudadanos caigan en la trampa de unasleyes que ordenan que si alguien sorprende a un adúltero haga con él lo que quiera, mientras quelos procesos son más terribles para los agraviados que para los que deshonran a las mujeresajenas contra la ley. (50) Y es que yo ahora estoy arriesgando mi vida, mis bienes y todo lodemás por haber obedecido las leyes del Estado.

    Lisias, Discursos, vol. I. Introducciones, traducción y notas por José Luis Calvo Martínez, Ed. Gredos,Madrid, 1988.