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ISSN 1668 4737 Archivos Departamento de Antropología Cultural VIII - 2010 CIAFIC ediciones Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Cultural de la Asociación Argentina de Cultura

La produccion textil de las misiones y reducciones jesuitas

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ISSN 1668 4737

ArchivosDepartamento

de Antropología Cultural

VIII - 2010

CIAFICediciones

Centro de Investigaciones en Antropología Filosófica y Culturalde la Asociación Argentina de Cultura

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Archivos, Vol. VIII - 2010ISSN 1668 4737

Directora:Dra Ruth Corcuera

Miembros del Consejo Editorial:Dr. Eduardo Crivelli - Universidad de Buenos Aires, ArgentinaDr. John Palmer - Brookes University, Oxford, InglaterraDr. Tadashi Yanai - Universidad de Tenri, Nara, JapónDra. María Cristina Dasso - Universidad de Buenos Aires, Argentina

Archivos es la publicación periódica del Departamento de AntropologíaCultural del Centro de Investigaciones enAntropología Filosófica y Cul-tural (CIAFIC), que por este medio busca servir a la tarea del conoci-miento y la reflexión sobre las culturas. Con esta finalidad, tiene comocometido difundir las investigaciones del Departamento, publicar cola-boraciones que versen sobre antropología cultural y rescatar trabajos cuyovalor se considera meritorio para la disciplina.

8 2011 CIAFIC EdicionesCentro de Investigaciones en Antropología Filosófica y CulturalAsociación Argentina de CulturaCONICETFederico Lacroze 2100 - (1426) Buenos Aireswww.ciafic.edu.are-mail: [email protected]ón: Lila Blanca Archideo

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La presencia misioneraen algunos grupos chaqueños

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LA PRODUCCIÓN TEXTIL DE LAS MISIONES YREDUCCIONES JESUITAS

Norma Ledesma*

Nos ocuparemos de la obra realizada por los jesuitas entre losaborígenes del Chaco para valorar el heroísmo de estos Padres quellevaron la voz del Evangelio entre ellos. Además, el testimonio delos Padres nos permite observar como los jesuitas extendieron eluso del algodón americano en sus tejidos

La significación del Gran ChacoEl Chaco argentino comprendía Chaco, Formosa, el oriente

del Salta, el noroeste de Santiago del Estero, norte de Santa Fe yoriente de Córdoba. Esta gran llanura, que se halla surcada por losgrandes ríos Paraná, Paraguay, Bermejo y Pilcomayo, llegó a serpara los conquistadores hispánicos lo que el Atlántico, “mare tene-brosum”, para los antiguos marinos. Existía la fama que quien seaventuraba a desplegar las velas de su embarcación sobre las olasatlánticas o se atrevía a penetrar en la selva chaqueña desaparecíaentre los vivos, tragado por las aguas o devorado por las fieras.Antela llegada del español, los indios se refugiaron en la impenetrableselva chaqueña. Ese fue el hábitat de indígenas, tales como los abi-pones, mocobíes y tobas.

El Chaco es una tierra de contradicciones. Bañado por gran-des ríos -algunos de ellos como el Pilcomayo, de difícil navegación,cuyas aguas no eran recomendables para beber-, padecía épocas

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*Artículo realizado a partir de la tesis de Doctorado en Historia "La manufacturatextil en el actual territorio argentino. 1750-1880", Universidad del Salvador, Fa-cultad de Historia, Geografía y Turismo (dic. 2008). Agradezco a mi Directorade Tesis, Dra. Cristina Minutolo de Orsi, y a la Dra. Ruth Corcuera, por habermeguiado y apoyado en el trabajo de investigación y elaboración de la misma.

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prolongadas de sequía.Alternaba asimismo zonas selváticas con in-mensas distancias donde no crecía ni siquiera un arbusto. A eso sele debe sumar los fuertes calores y la presencia de animales salvajes,tales como “leones” –puma-, “tigres” –jaguar-, víboras y los moles-tos mosquitos.

Los indios y los españoles tenían percepciones encontradascon relación a esta región. Según el Padre Dobrizhoffer:

“Los Españoles lo consideran el teatro de la miseria; los bárbaros,en cambio, su Palestina, su Eliseo. En cuanto a los Españoles bajoPizarro hubieron sometido a los Peruanos y, por el derecho de laguerra, se habían apropiado de Chile, Quito y Tucumán, los indiosdesde todas partes se asilaron aquí como refugio de la libertad yel valladar contra la servidumbre. Los paracuarios corrieron cau-telosos a los escondrijos que el Chaco les ofrecía, para substraersea los ojos y manos de los huéspedes europeos, a los cuales no qui-sieron tener como amigos ni enemigos. Los cerros más altos lessirvieron de atalayas, los bosques intransitables en vez de una mu-ralla, los ríos y pantanos a guisa de fosas, los campos repletos defieras y árboles frutales como almacenes, en fin, la provincia en-tera que por su posición natural y condición está segura contratodos los asaltos extraños, a guisa de una fortaleza.”[1]

Los españoles con su visión utilitaria, al no encontrar metalespreciosos, perdieron su interés por la región, lo cual la transformóen la “tierra de la libertad” para las tribus indígenas.Allí se produjoun verdadero choque de culturas: la visión materialista del europeofrente a la valorización del indígena de la libertad y del estrechocontacto que tenía con la naturaleza. Es en este contexto que la obraevangelizadora de los jesuitas adquiere rango de epopeya.

1. LAS REDUCCIONES DE INDIOS ABIPONESUbicación de las reducciones jesuíticas entre los abipones

En un ámbito geográfico delimitado por los ríos Pilcomayo,Bermejo, Paraguay, Paraná y Salado se encontraban numerosos gru-pos indígenas. Según el Padre Furlong:

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“[...] al noroeste de esa vastísima región predominaban los Chiri-guanos, y al sur de ellos los Mataguayos. Entre el río Salado y elBermejo se hallaban los Vilelas y más al sur los Lules y los Tobas.Sobre ambas riberas del Bermejo tenían su asiento los Mocobíesy desde el río Yabebirí hasta el Pilcomayo estaban los Lenguas, yentre el Yabebirí y el río Paraguay moraban los Guanás.”[2]

La vecindad forjaba relaciones de amistad o bien hostilesentre los diferentes grupos indígenas. Las mismas variaban a travésdel tiempo.

Según la descripción de Dobrizhoffer -luego tomada por di-ferentes autores- entre los abipones se distinguían tres parcialidades,a saber:

“Todo el pueblo de los abipones está dividido en tres clases: Riicaé, que viven a lo largo y lo ancho del campo abierto; Nakaigeter-gehé, que mana de los escondrijos de las selvas, y por último losJaaukanigás. En determinado momento cada una constituyó unpueblo, con su lengua propia. En el siglo pasado fueron oprimidospor las insidias de los españoles (...) y aniquilados en una granmatanza. Unos pocos que sobrevivieron al desastre, hijos y viudasse unieron a sus vecinos abipones por aquel motivo, de modo queambas naciones se coligaron con mutuas uniones, desapareciendopor completo la antigua lengua de los jaaukanigás. En adelantelas tres tribus abiponas tendrían el mismo tipo de vida y de costum-bres y la misma lengua.”[3]

Según algunos autores, estos grupos o parcialidades corres-ponderían a tres ambientes geográficos. Los riikahés, provenían delnoroeste de Santa Fe; los nakaigetergehés, venían de las selvas querodeaban a Santiago del Estero y los yaaukanigás, ocupaban la zonanorte de la región abipona, al oeste de Corrientes[4].

Las reducciones jesuíticas entre los indios abipones compren-dían: San Jerónimo, San Fernando o San Francisco Regis y Concep-ción. Cada una respondía a una de estas parcialidades: así, SanJerónimo fue fundada para los abipones riikahés[5]; San Fernandoo San Francisco Regis estaba poblada por los abipones yaakani-gás[6] y la reducción de Concepción por indios nakaigetergehés.

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Antes de ocuparnos de estas reducciones, debemos destacarla gran movilidad de los guaycurúes y sus reiterados ataques aAsunción, las Misiones Guaraníticas, o bien a Corrientes, aleján-dose con sus familias a los escondites del oeste. Cuando invadíanlos campos de Santiago del Estero o Córdoba, se ocultaban en laslagunas, islas o cañadas del río Paraná. De esta manera, eludían elcastigo de los españoles[7]. De ello se desprende la importancia delas reducciones jesuíticas en esta área como un medio eficaz de pro-teger la frontera.

La Concepción era una reducción de indios abipones situadaen la actual provincia de Santiago del Estero, al sur del río Saladillo,en el punto donde éste desemboca en el Río Salado.Al norte, se en-contraba la localidad de Salavina y al sur la de Sumampa.

San Jerónimo estaba ubicada en la actual ciudad de Recon-quista (Chaco), sobre la orilla septentrional delArroyo del Rey, tras-ladándose poco después al sur del mismo. El Padre Cardiel fue sufundador, y le sucedió en el gobierno de ese pueblo el Padre JoséBrigniel, natural de Kagenfurt, en Harsten, de padre francés ymadre griega. Dos años estuvo Dobrizhoffer con él, en los cualesprofundizó el estudio de la lengua abipona. El Padre Brigniel realizóun completísimo vocabulario, gramática, catecismo y sermones enesta lengua. Es invalorable el aporte jesuítico en el conocimiento delas lenguas de los indios del Chaco, al igual que de los guaraníes,y de otras áreas donde éstos llevaron su prédica.

El Padre Klein, de la Reducción de San Fernando, opinabaque los abipones eran “la quintaesencia de la malevolencia” y elpadre Brigniel los solía llamar “tropa escogida de energúmenos”[8].

Es interesante destacar las condiciones que debían reunir losmisioneros destinados a América, según las Constituciones de laCompañía de Jesús, que exigían a quienes misionaran entre infieles,cualidades y dotes casi iguales a las que se exigían para el que habíade ser elegido General de la Orden. Se les realizaba un examen psi-cofísico para comprobar que estaban aptos para hacerse cargo deesa responsabilidad. Los misioneros alemanes contaban con gran

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estima por ser opinión general, según lo manifestara en 1711 elConsejo de Indias al Rey, que “universalmente los alemanes son decomplexión robusta, grandes trabajadores, celosos y muy dócilespara aprender lenguas extranjeras”[9].

Otra de las Reducciones de indios abipones era la de San Fer-nando, ubicada donde en la actualidad se halla la ciudad de Resis-tencia, capital de la provincia del Chaco. Estaba a cargo del PadreKlein, quien también era de origen alemán, junto a los Padres Gre-gorio Mesquida, Juan Quesada y Domingo Perfeti. Acerca de lalabor del Padre Klein, nos informaba Dobrizhoffer:

“Lo que trabajó y sufrió durante unos veinte años, es cosa másfácil de ser imaginada que de ser escrita. Pudo vencer todos los pe-ligros y miserias, despreciando los primeros con gran valentía ysufriendo las postreras con indecible paciencia. Gracias a los sub-sidios, que anualmente recibía de los indios de las ReduccionesGuaraníticas, pudo establecer una magnífica estancia sobre lacosta opuesta del Paraná. Con los productos de la misma se ali-mentaba y vestía toda la población.”[10]

Dobrizhoffer nos narra la situación de esta reducción:“... pude advertir, desde el primer momento, que el pueblo estabarodeado de esteros y lagunas, y rodeado de bosques demasiadocercanos; el aire era ardiente de día y de noche; la casa del misio-nero era tal que no tenía ventana alguna, aunque sí dos puertas ycon un techo de palmas, tan mal hecho, que llovía adentro igual-mente que afuera. El agua potable se sacaba de una zanja vecinadonde bebían y a donde iban a parar no pocas basuras del pueblo.Siendo todo esto así, pensé yo, no es de extrañar que la salud demis predecesores se haya arruinado tan infelizmente.”[11]

El Padre Dobrizhoffer estuvo en esta Reducción por el tér-mino de tres años, lapso en que desmejoró mucho físicamente, porlo cual pensó que sólo viviría dos o tres meses más. En esas cir-cunstancias, el Provincial lo envió a la Reducción Guaranítica SantaMaría la Mayor, en la costa del Río Uruguay, en la actual provinciade Misiones, y recuperó sus fuerzas en el término de cuatro meses,por lo cual fue destinado a la reducción de indios itatines, llamada

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San Joaquín de Trauma, al norte de Asunción, donde actuó duranteseis años.

Es interesante observar como funcionaban las reducciones je-suíticas, en un sistema de verdadera red, en la cual las reduccionesguaraníticas, que contaban con mejor situación material auxiliabaneconómicamente a las del Chaco, e incluso funcionaban como unlugar de descanso y recuperación para los misioneros, después deque éstos pasaran situaciones extremas.

Forma de vida

Los abipones eran nómades, que vivían de la caza y la pesca,y continuamente emigraban de un lugar a otro, en busca de los ele-mentos necesarios para la supervivencia.

Dobrizhoffer nos ofrece un cuadro de la fauna de la zona cha-queña:

“En los campos se criaba gran número de aves, ovejas, gamos, ti-gres, leones, conejos, y otros tipos de animales propios de América.Los ciervos vagaban con frecuencia por las márgenes de los gran-des ríos; en tanto, que en los lugares palustres, raramente faltabanlas innumerables manadas de jabalíes. En los bosques se alimen-taban grandes grupos de osos hormigueros, alces, monos y loros.En arroyos y lagos, riquísimos en peces, habitaban numerososejemplares de ánades y patos. No hablaré de las tortugas existentes,pues ni los abipones ni los españoles americanos las comían.”[12]

La naturaleza era sumamente pródiga y también les ofrecíauna flora variada que era comestible:

“Si acaso les faltaban todas estas cosas, nunca quedaban con eldeseo de probar las frutas comestibles de los árboles o la abun-dante miel. Sólo las palmeras, en sus distintos tipos, ofrecían so-lución a los que buscaban comida, bebida, medicina, habitación,vestido o armas. Tanto bajo la tierra como bajo agua encontrabanraíces aptas para alimentarse. La algarroba de dos especies, queel vulgo llama pan de San Juan, les ofrecía comida y bebida salu-dable la mayor parte del año.”[13]

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Precisamente, la naturaleza le ofrecía todo lo necesario parapoder vivir, y si escaseaban los alimentos en un lugar determinado,se trasladaban a otro en procura de éstos:

“¡Oh! ¡Cuánta liberalidad para aquellos que no la cultivan, Diosmío! ¡Oh! ¡Ruda imagen de la edad de oro! Sin ningún trabajo losabipones se proveían de todo lo que atañe al uso cotidiano de lavida. Si debido al clima los arroyos se secaban, o los campos que-daban desiertos, buscaban bajo las hojas del caraguatá el aguaque les quitaría la sed, frutos llenos de jugo, semejantes a melones,nacían bajo tierra. En los ríos secos, cavaban con la punta de lalanza un hoyo hasta ver brotar de él suficiente para ellos y su ca-ballo.”[14]

Los jesuitas se asombraban frente a este paraíso terrenal enque vivían los indígenas. Para los españoles la realidad era distinta,desconocedores de los recursos que proveía la flora y la fauna, yde los métodos utilizados para aprovecharlos, sufrían sed en las so-ledades americanas.

Existía una división del trabajo por sexo y edad. Mientras loshombres se encargaban de la fabricación de armas y herramientaspara cazar, pescar, recolectar miel y hacer la guerra; las mujeres re-colectaban productos vegetales, cazaban animales pequeños, cui-daban el hogar y los niños, transportaban los toldos y los trastos ensus mudanzas, confeccionaban la vestimenta y las ollas, transpor-taban el agua y la leña para uso cotidiano y preparaban el alimentoy las bebidas de algarroba. Los más jóvenes aprendían mediantejuegos y ceremonias las tareas propias de cada sexo: las mujeresayudaban a sus madres en las tareas domésticas y los varones seejercitaban en el arte de la guerra y la caza[15].

La algarroba constituía su principal fuente alimenticia de ori-gen vegetal, además de proveerles la chicha, bebida alcohólica quebebían los hombres en ocasiones especiales, tales como rituales deguerra, nacimiento o muerte de un cacique. La miel era otro de losproductos muy apreciados. La recolección de miel era una actividadparalela a la caza, que se realizaba durante las excursiones que em-

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prendían los hombres para obtener alimentos. En algunas de éstasparticipaba todo el grupo familiar, que colaboraba en la recolecciónde miel en la selva.

Cardiel nos informa lo siguiente:“... juntamente con la miel recogen muchísima cera que venden alos españoles por cuñas, cuchillos, abalorios, caballos, ropas yotras cosas semejantes. Pero los infieles que están más retirados(de las poblaciones españolas) la arrojan como cosa inútil.”[16]

Dobrizhoffer destaca la importancia de la cera, los caballos,las pieles y los tintes, en sus transacciones con los españoles, altiempo que critica la actitud de estos últimos que engañaban a losindígenas en un trueque desigual:

“No ignoro que muchos españoles lograron allí grandes ganan-cias. Ellos sabían que con adornos, trastos y desechos, a modo depaga podían lograr de los abipones caballos muy buenos, pieles deciervo o de tigre, cera o tinturas.”[17]

A medida que se establecieron relaciones pacíficas entre losabipones y la sociedad hispano-criolla, las relaciones comercialespasaron de ser circunstanciales -propias de encuentros ocasionalesen viajes y traslados- a ser frecuentes y estables:

“La ciudad de Santa Fe fue la primera en concertar la paz con losabipones y mocobíes. Algunos grupos de ellos, iniciada la paz, seestablecieron con sus familias en campos cercanos a la ciudad, yvivían comprando lo que deseaban y vendiendo en la plaza públicalo que habían robado a otros pueblos enemigos de losespañoles.”[18]

En este contexto de pueblos que se desplazaban de un lugara otro en busca de los alimentos que necesitaban para subsistir, elcaballo aportado por los españoles, se convirtió en el compañeroinseparable. La preparación del caballo era un asunto de suma con-sideración. El freno que usaban estaba hecho con cuero de buey,con cuatro maderas atravesadas en forma de enrejado, y atado condos correas de cuero a modo de riendas. La mayoría, con verdaderoorgullo, utilizó frenos de hierro.

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Dobrizhoffer nos brinda una descripción del aparejo de loscaballos:

“Fabricaban monturas semejantes a albardas, en cuero crudo devaca, rellenas de juncos. Antiguamente no usaron estribos. Los va-rones se sentaban en el lado derecho del caballo; tomaban las rien-das con la mano derecha, en tanto, que con la izquierda sosteníanuna especie de lanza muy larga, sobre la cual apoyaban con fuerzaambos pies, y de allí saltaban al caballo. En los combates emple-aban la misma táctica, admirando a los contrarios por la rapidezcon que descendían del caballo.”“No usaron espuelas. El látigo estaba formado por cuatro pieles debuey dobladas en forma de tablitas. Lo utilizaban no por la sensa-ción de dolor, sino por el ruido que producían, para estimular a loscaballos novicios o reacios a las carreras.”[19]

Las mujeres también eran excelentes jinetes, lo cual le ocasio-naba dificultades en los partos, debido a los prolongados viajes:

“Las mujeres usaban las mismas monturas que los hombres; peroellas, amantes de la elegancia, preferían hacer la suya de pielblanca de vaca. Se sentaban a horcajadas como sus maridos y enesta posición recorrían caminos durante días, sin perjuicio de susexo. Sin embargo, atribuían a esta manera de cabalgar la increí-ble dificultad de sus partos, en los cuales debían soportar grandesdolores. Por la forma de sentarse sobre la dura montura, el coxisy los huesos vecinos, se comprimen y endurecen, de modo que noes raro que las madres tengan gran trabajo para dar a luz.”[20].

Describía el modo en que las mujeres subían a los caballos:“Cuando las mujeres abiponas quieren subir a un caballo, se jactande hacerlo al modo europeo, por el lado izquierdo hasta el cuello;al mismo tiempo que con las piernas separadas a ambos lados sesientan y se corren hasta la montura desprovista de almohada. Noles molestaba esa falta de suavidad, ni aún cuando debían recorrerlargos caminos durante varios días; de lo que deducirán que la pielde los abipones es más resistente que el cuero de vaca, pues nuncase encallece, a pesar de las diarias cabalgatas. Andando sin mon-tura, los indios a menudo lastiman el lomo de sus caballos y lo des-garran; sin embargo, ellos no sufren ninguna lesión.”[21]

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Es muy interesante conocer que estas mujeres llevabancuando emigraban sus utensilios domésticos, entre los que se en-contraban elementos del tejido, tales como hilos de lana y algodón.También hilaban y tejían la fibra americana caraguatá, a la cual ledaban diversas utilidades.

“Escucha otra de sus costumbres cuando emigraban con sus fa-milias: la mujer además del arco y de la aljaba del marido, llevaen su caballo todo tipo de utensilios domésticos: ollas, cántaros,calabazas; gran cantidad de hilos de algodón y de lana e instru-mentos para tejer. Estas alforjas que cuelgan a ambos lados de lamontura, se cierran con tiras de piel. Allí suelen colocar a los ca-chorros y, a veces, a los niños. Además de estas cosas, una estoragrande, bien arrollada con dos pértigas para fijar la tienda dondeles plazca. Suspenden de los costados de la montura una piel devaca que les servirá como barquichuelo en las travesías por losríos.”[22]

También solían llevar unas estacas en forma de espátulas,cuya parte media estaba rodeada por un cilindro hecho en maderadurísima, de unos dos codos de largo. Este instrumento lo utilizabaen variados usos, tales como: extraer las raíces comestibles, parabajar los frutos de los árboles o las ramas para hacer fuego; o bienpara quebrar las armas y las cabezas de los enemigos que encontra-ban en el camino.

Con toda esta carga, los caballos de las mujeres se asemeja-ban a camellos.Además, las niñas o jovencitas acostumbraban subirde a dos o tres en un mismo corcel; no por carecer de caballos, queeran muy abundantes, sino porque les gustaba conversar mientrascabalgaban, como a las europeas, y eran enemigas del silencio y lasoledad. Los potros, si no estaban acostumbrados, no toleraban elpeso de varios jinetes a la vez y tiraban al suelo a las mujeres sin ha-cerles daño. Pero estas amazonas, entre risas, intentaban montartantas veces cuantas las despedía el animal.

La marcha era acompañada por gran número de perros, queeran sumamente útiles como cazadores de gamos y nutrias; además,empleaban su carne como alimento.

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Asimismo, transportaban las esteras que luego emplearíanpara construir sus casas, en donde se encontraran:

“En efecto: de la misma forma que el caracol lleva a cuestas suconcha, éstos transportaban en sus viajes, las esteras que luegoocuparían para construir sus casas. Dos pértigas clavadas en tie-rra, sostenían a dos o tres esteras, impidiendo la entrada del aguay del viento, para que la lluvia no mojara el suelo donde se acos-taban, abrían a los costados de la tienda, una canaleta para des-viar el agua.”[23]

Mientras la caza era una actividad fundamentalmente mascu-lina, la recolección era una actividad femenina. Estas solían saliren partidas colectivas, que podían durar varios días, para recoger ra-íces, frutos y tintes vegetales:

“Con frecuencia un centenar de mujeres recorre en grupo los cam-pos más lejanos en busca de distintos frutos, raíces, fibras paraextraer colores u otros materiales útiles. Aunque a veces tardancuatro u ocho días en regresar del campo, no aceptan a ningúnvarón como compañero de viaje.”[24]

Los abipones no sólo eran diestros jinetes, sino también eransumamente hábiles para atravesar los ríos. No sólo los varones, sinotambién las mujeres y hasta los adolescentes, eran eximios nada-dores, y atravesaban a nado los ríos, cuando no había vados o puen-tes. No tenían canoas, utilizaban una piel de buey, en ellaacomodaban a sus hijos, para luego acomodar la carga. Los abipo-nes la llamaban ñatac, y los españoles “la pelota”; la usaban paraatravesar los ríos menores. Para su construcción, empleaban cuerode vaca, de abundante pelo, crudo, no sometido a curtiembre y ma-cerado con los pies. Sus cuatro lados tenían una altura de unos dospalmos; ataban cada uno de ellos con una correa para que perma-necieran levantados en alto, de modo que formaban la figura de untetrágono.

Acomodaban la montura y el resto del lastre en el fondo de lapelota, cuidando mantener el equilibrio, de modo que pudieran cru-zar el río en su parte media. Ataban la barca por uno de sus lados

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perforados con una especie de rienda, y la sujetaban unas veces conlos dientes, otras con la mano. El nadador, remando, transportaba lapelota suavemente por el río sin peligro de que encallara, aunque tu-viera en contra el fuerte oleaje producido por el viento. En caso deque el nadador no pudiera seguir nadando, ya fuera porque el fríodel agua acalambraba sus pies o bien porque tragara agua, la pelotaarrastrada por la corriente lo llevaría incólume a la costa. En casode cruzar un río de gran cauce o de curso rápido y si notaba que notenía las fuerzas necesarias para poder realizar la travesía, se soste-nía con una mano de la cola del caballo que nadaba delante de él ycon la otra, conducía la pelota.

Dobrizhoffer afirmaba que, a pesar que a los europeos les pa-recía sumamente peligrosa esta embarcación, él la había empleadocon frecuencia y prefería este cuero para atravesar los ríos. Si llovíaen forma persistente durante días y se mojaba el cuero, se ablandabacomo si fuera una tela. En estos casos, para realizar la travesía conmayor seguridad, se cubrían los cuatro lados y el fondo de la pelotacon ramas de árboles, con lo que el cuero se sostenía y afirmaba.

Asombraba a los europeos la destreza de los abipones paraatravesar los ríos. Atravesaban habitualmente grandes extensionesde agua, desde la colonia de los Yasucanigás, San Fernando, hastala ciudad de Corrientes, en la parte donde el río Paraguay se une alrío Paraná. Lo hacían a caballo, dado que en este lugar el río erasumamente peligroso hasta para las mismas naves por su increíblerapidez, profundidad y amplitud[25].

Los tatuajes corporales

Los abipones, al igual que otros indígenas chaquenses, se re-alizaban tatuajes corporales. Según Dobrizhoffer:

“… hombres y mujeres estampan sus caras. Graban estas líneascon una aguda espina y la ennegrecen cubriendo la herida con ce-niza caliente, con lo que quedan indelebles. Estas marcas son he-chas con distintivos de familia y consisten en una cruz impresa enla frente, dos líneas desde el ángulo de los ojos hasta las orejas, lí-

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neas transversales y arrugadas como una parrilla por encima dela nariz, entre las cejas.”

Estos tatuajes se realizaban durante una ceremonia que mar-caba el paso de la niñez a la pubertad. También servían para simbo-lizar en las mujeres un rango social determinado: “… aquella quefuere pintada o punzada con más púas, la reconocerás como patriciao nacida en un lugar más noble”[26]. En los hombres, los dibujosgeneralmente se asociaban a la guerra o a la caza, manteniendo lacantidad de tatuajes y marcas una relación proporcional a la des-treza que demostrara el individuo en estas acciones[27]. Debemosdestacar que existía una relación entre el tatuaje y la vestimenta,dado que según Dobrizhoffer, el mismo dibujo del tatuaje muchasveces se encontraba bordado en ésta.

Las marcas corporales utilizadas por los abipones no se limi-taban a los tatuajes faciales, sino que solían quitarse cejas y pesta-ñas, perforar los labios y las orejas, sacar la pelusa del mentón yrasurarse la cabellera de la mitad de su cabeza[28]. Asimismo, eracomún que se atravesaran el labio inferior con un hierro o una agudacaña, en este orificio introducían una caña o bien un tubo lleno dehuesos. Esta costumbre era sólo masculina y no estaba permitida alas mujeres[29].

Estas prácticas se mantuvieron a través del tiempo. A finesdel siglo XVIII, Azara manifestaba lo siguiente:

“A primera vista observé que la mayor parte de ellos se arrancanlas cejas y pestañas y bello del cuerpo; que las mujeres tenían in-deleblemente impresa una cruz pequeña en medio de la frente.”[30]

Si bien desconocemos el significado de estos tatuajes, éstosconstituyeron una suerte de lenguaje y podrían estar indicandocierta pertenencia étnica o familiar. Según Dobrizhoffer:

“… a veces otras marcas impresas en el cuerpo muestran el origende la raza o patria (…) Aquellas pinturas y punciones son familia-res entre los abipones para distinguirse entre otros pueblos y res-petar las costumbres de sus mayores. Nunca pudimos encontrarlesotro motivo.”[31]

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Hilanderas y tejedoras

Las mujeres eran diestras en el hilado y tejido de diferentes fi-bras. En las Misiones Guaraníticas se ha constatado la existenciade algodón silvestre de origen americano. Podemos delimitar unaamplia zona que abarcaba las Misiones Guaraníticas, el Chaco yParaguay, donde crecía el algodón de este origen. Este dato es muyinteresante porque en general se suponía que el algodón no existíaen América hasta la llegada de los europeos, a su vez portadoresdel algodón de origen asiático.

Los españoles no pudieron disponer del algodón del Chaco,porque los aborígenes –que manejaban esta fibra-, se resistieron alcontacto con el conquistador, realizando temidos ataques a las ciu-dades fundadas en América, tales como Santiago del Estero, SantaFe y Corrientes. Tampoco tenían acceso al algodón existente en lasMisiones Guaraníticas, que era utilizado por los indígenas bajo ladirección de los jesuitas, en la confección de lienzos de algodón.

Las mujeres abiponas hilaban y tejían este algodón ameri-cano, que recibía el nombre de mendiyú. Asimismo, utilizaban lalana de las ovejas, traídas por los españoles. Estas se ocupaban deesquilarlas. Según Dobrizhoffer:

“... obtienen con gran habilidad los hilos; los tiñen con alumbre envariados colores, según el material del que dispongan. En seguidatejen con estos una tela con diversos trazos, líneas y figuras en di-ferentes tonalidades. Los creerías un tapiz turco, digno de los eu-ropeos, sin embargo no es más que el usual vestido de losabipones.”[32]

Los instrumentos para tejer se limitaban a unas pocas cañasy maderas, que transportaban a caballo en sus viajes sin ningunamolestia. Las mujeres abiponas, tenían una habilidad especial parahilar y tejer, al igual que otras indígenas americanas.

También tenían gran habilidad para modelar con arcilla, ollasy cántaros de múltiples formas, utilizando sólo las manos. Cocíanestas vasijas sin utilizar horno, a campo abierto, rodeándolas de

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leña. Las bañaban en un color rojo y después las untaban con unacola natural para darle brillo.

Fibras vegetales autóctonas

No sólo se utilizaban el algodón y la lana de oveja, sino tam-bién recurrían a fibras autóctonas tales como el caraguatá, el alga-rrobo y una especie de pino. Hilaban y tejían la fibra del algarrobo,que era similar al algodón.

Las plantas de caraguatá eran denominadas por los abiponeskalité, De ellas, había gran cantidad y eran sumamente útiles. Comotienen cierta similitud con el aloe, muchos lo consideraban una es-pecie de éste y por ello se llamaba en español acíbar o zábila, segúnel léxico de Antonio Nebrija.

En Paracuaria se veían varias especies del vegetal. Menciona-remos solamente algunas de las más conocidas. La caraguatá guazúo grande se apoyaba sobre una raíz gruesa pero corta. Consistía enveinte y tantas hojas extremadamente gordas, dentadas como un se-rrucho por ambos lados y muy agudas, del largo de dos pies. En elcentro, se elevaba su tallo como el tronco de un árbol hasta cincopies y aún más alto. Su copa se hallaba coronada por flores amari-llas azafrán[33].

De las fibras de las hojas de caraguatá, las indias abiponas hi-laban unos hilos como de cáñamo o lino y se fabricaban sogas,ropas y hamacas que colgaban de dos árboles para dormir.Además,utilizaban la fibra del caraguatá las viudas, siguiendo una costumbretradicional, para cubrirse la cabeza y los hombros, durante el tiempoque duraba el luto[34].

Esos hilos no llegaban a tener una blancura perfecta y todoslos artificios para obtenerla eran vanos; tampoco retenían ningúncolor por mucho tiempo.

En Guayana, se hilaban estos hilos de caraguatá, que los es-pañoles llamaban “hilo de pita” o “chaguar”, y se fabricaban unas

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medias tan lindas que –a veces en Francia- se las prefería a las deseda a causa de su duración y suavidad[35].

En los bosques existían otras especies de caraguatá, muy si-milares a la anterior, pero que no eran aptas para hilar. Los abiponesla llamaban “hermano de la caraguatá” kalite mañalhevoa.

Otra especie de caraguatá se asemejaba a un ananá o alca-chofa. Tenía frutas purpurinas y producía una semilla abundanteencerrada en un tallo recto y esbelto. En derredor de estas plantascrecían unas hojas sumamente grandes dentadas como un serruchoy dobladas hacia abajo en cuyo centro, los viajeros, encontrabanfrecuentemente una porción de agua purísima, que aliviaba la seden las grandes soledades áridas.

De las diferentes especies de caraguatá se obtenía un granprovecho. Se las podía utilizar alrededor de los huertos y edificiosadministrativos, se volvían un cerco vivo que no sólo resistía a todaintemperie sino que por sus esquinas era casi infranqueable para elganado y las gentes. Sus hojas se hilaban como el lino y se usabanpara techar chozas levantadas con apuro. De sus hojas se exprimíaun jugo graso que las lavanderas usaban en lugar de jabón. Sus es-pinas se utilizaban como agujas de coser. Hervido se consumía. Losindios comían diversas frutas de caraguatá. Asimismo, las heridaseran curadas con su jugo[36].

Otra fibra no convencional que era hilada y con la cual seconfeccionaba ropa, era la de un pino. En los bosques Mbaeverá,ubicado entre los ríosAcaray y Monday, las indias obtenían hilo deuna corteza de pino que, primero limpiaban prolijamente y elabo-raban ropas tan blancas como el lienzo de lino más hermoso, segúnel testimonio de Dobrizhoffer.

El tejido hecho de la corteza de pino expuesto al sol y regadofrecuentemente, se emblanquecía perfectamente y además conser-vaba inextinguible todos los colores. Este árbol se encontraba sóloen los bosques de Paracuaria[37].

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Del palo borracho o “árbol ebrio”, según los españoles, y de-nominado zamuú por los indígenas, se utilizaba su madera blandapara realizar botijas o barriles. También se usaban sus fibras en laelaboración de la vestimenta:

“[...] produce una fruta redonda parecida a los zapallos grandesy de cáscara dura que al quedar madura se abre por sí misma y en-tonces exhibe en su interior unas vedijas lanosas cual algodón.Estas son finas como la seda pero de hebritas tan cortas que sólocon mucho trabajo pueden hilarse.”[38]

Pieles

Los abipones utilizaban las pieles cuando hacía frío y sus ves-tidos livianos resultaban insuficientes para cubrirse. Las mujeresfabricaban un manto hecho de piel de nutria.

Una vez cazadas las nutrias con auxilio de perros, sus pielesse sujetaban al suelo con pequeñas estacas, para que no se arruga-ran. Una vez secas, les pintaban unos cuadros de color rojo, enforma de cubiletes. Las mujeres se dedicaban a sobarlas y ablandar-las con las manos; luego, las cosían con un hilo muy fino, para en-vidia de los curtidores. Lo hacían con tanta destreza, que las unionesno eran visibles ni a los ojos más perspicaces; todo el manto parecíaconfeccionado con una sola piel.

Usaban unas espinas muy finas a modo de agujas, con las queperforaban la piel de nutria, como los zapateros el cuero con lalezna; por allí, pasaban un hilo muy fino de caraguatá. Soportabanlos fuertes vientos con este manto que usaban hombres y mujeres,que denominaban nichigebé, porque nichigherit significaba nutria.Los ancianos se negaban a quitarse estas pieles, aún cuando el calorera muy intenso[39].

Los más pobres preparaban este manto con despojos de losgamos, ciervos y tigres. Los abipones al igual que algunos pueblosde la antigüedad, combinaban las prendas tejidas con el uso depieles[40].

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Los Padres Jesuitas poseían formación clásica, lo que les per-mitía observar la realidad americana comparándola con los pueblosde la Antigüedad, sin perder de vista la Europa contemporánea yalgunos aspectos medievales. También de ello surge la riqueza deltestimonio jesuítico.

Un elemento para destacar era que los caciques –cuya funcióncomo jefe la ejercían fundamentalmente en las guerras- no solíanmostrar signos de riqueza que los diferenciara del resto:

“El cacique no llevaba nada de especial en sus ropas o armas quelo distinga de los demás indios rasos; por el contrario, usa elvestido más gastado y anticuado; pues si apareciera en la callecon ropa nueva y elegante, acabada de confeccionar en el tallerde su esposa, el primero que lo viera diría: tach caué gribilagi,dame esa ropa. Si se opusiera, ganaría la risa y desprecio detodos.”[41]

Confeccionaban las coberturas de los niños con aquellas pie-les y mantas, ya en desuso, para no lastimarlos al envolverlos.

Tintes

Los jesuitas Martín Dobrizhoffer y José Jolís, se ocuparon dedescribir los diversos tintes utilizados en esta área. Cabe aclarar quemuchos de éstos también eran utilizados por los guaraníes.

La virga áurea, denominada en abipón nakalík, tiene untronco recto, con ramas desde arriba hasta abajo y hermosas floresamarillas. Posee una altura de cuatro a cinco pies y crecía enabundancia en muchos campos paracuarios. Su tronco y sus hojas,mezcladas con alumbre, hervidas en agua, daban un espléndidocolor amarillo para pintores y tintoreros. Si se le agregaba el colorazul, se obtenía un hermoso verde. Las astillas del árbol tatayyproporcionaban también color amarillo, pero éste no era muyvivo.

La virga áurea también era utilizada con fines medicinales.Existen diversas especies de esta planta[42].

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La corteza caá provenía de un árbol, llamado en abipónachite, que sumergida en el agua, teñía con color rojo pálido, espe-cialmente el cuero al ser curtido[43].

También obtenían el color rojo del lapacho colorado, con elque teñían sus paños y toda clase de huesos, logrando:

“[...] un color tan vivo e indeleble que no cede un punto, sino re-siste aunque se lave con agua hervida o esté expuesto a las incle-mencias del tiempo.”[44]

Para obtener este color también se recurría al: roncon, la co-chinilla o grana, el algarrobo blanco macerado en agua y la hierbachavi, llamada así por los chiriguanos y socondo en Tucumán, queera semejante a la grasiola, excepto por sus tallos sarmentosos, notan espinosos como los de ésta.

Asimismo, empleaban el color rojo para sus tinturas corpora-les, muy extendidas entre las distintas parcialidades indígenas cha-quenses. El roucou, llamado así por los franceses, archote, por losespañoles, y urucu, por los chiriguanos, era un arbusto cultivadopor los chiriguanos y guaraníes con este fin. Las hojas de este ar-busto formaban la figura de un corazón, las flores eran blancas convariantes rojas y forma de estrella. Tenían vainillas, cada una con 20o 30 granitos semejantes a los guisantes, rojos y resinosos, quepuestos en agua dejaban un depósito de color rojo, del cual se ob-tenían las tinturas. Los indígenas utilizaban la madera, que era muyresinosa, para hacer fuego[45].

De un árbol llamado jotom por los tobas, se obtenía el coloramarillo para teñir. También recurrían a una planta llamada en len-gua quichua Kello-Tullpuna, o bien a la chilca, según la lengua ge-neral del Perú. Si querían obtener un amarillo más fino o más clarose servían del lapacho amarillo[46].

La semilla de un fruto llamado en lengua peruana comer alll-puna, se utilizaba para teñir de verde. La semilla era negra, de lamisma forma y tamaño de la pimienta. En agua hirviendo se obtenía

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un hermoso tono de verde. También proporcionaba un tinte verdelas ramas u hojas de un árbol llamado por los españoles clavillo[47].

Aorillas del arroyo Nárahagem, Dobrizhoffer encontró un ar-busto que era utilizado para teñir de color verde. Consultó a las in-dias viejas del lugar acerca de las hojas brillantes que poseía y éstasle informaron que este arbusto servía para teñir, pero no era comes-tible porque contenía elementos venenosos[48].

Una especie de guayacán, distinta del palo santo, servía parateñir de negro, al igual que varias clases de algarrobos. Los jesuitasutilizaban algunas clases de estos últimos para hacer tinta para es-cribir, que no era inferior a la europea[49].

Jolís consideraba que había muy buenos tintes en el Chaco y,si bien de América se llevaba a Europa el campeche, la cochinillay el índigo, si se incorporase el Chaco, se podría enviar el lapachorojo y amarillo, el socondo o chapí, al igual que otras plantas y tie-rras coloridas, que según sus palabras: “...serían quizás de más apre-cio que las nombradas”[50].

Los misioneros: difusores del vestido entre los pueblosamericanos

Existía la costumbre entre los pueblos americanos que vivíanen zonas calurosas, de permanecer desnudos antes de la llegada delos misioneros. Estos incorporaron el sentido del pudor cristiano ydifundieron, por lo tanto, el uso de la ropa en pueblos que antes –ocasionalmente- se cubrían con pieles.

Según el testimonio del Padre Dobrizhoffer, los indios para-cuarios incorporaron gustosamente el uso de la vestimenta:

“Ofréceles un sombrero elegante, unos trozos de tela o de pañorojo, un puñado de cuentas de colores de vidrio y serás para ellosel gran Apolo: si le ordenas ir al cielo, irán.”[51]

Le solicitaban a los misioneros en forma de súplica: “Padre,dame un vestido. ¡Pay! Tachcane bibilalk, o aapar aik”[52]

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Obsequiarles ropa era necesario para poder ganar la voluntadde estos indígenas, y atraerlos a la aceptación de la labor evangeli-zadora de los Padres Jesuitas: “Esto los cautiva rápidamente, delmismo modo que el anzuelo a los peces”[53]

Asimismo, debía haber en las reducciones abundancia devacas y ovejas, ya que la carne se utilizaba como alimento y la lanapara la vestimenta. Si les faltaban algunas de estas cosas, abando-naban la reducción y volvían a sus antiguas costumbres. En esoscasos, nuevamente hacían la guerra contra los españoles, porquehaciéndoles la guerra conseguían armas y se consideraban más ricosy poderosos. En tiempos de paz era imposible obtener armas, apesar de sus súplicas.

La labor jesuítica perduró después de su expulsión. No hemosde considerar las grandes contribuciones que aportaron en los as-pectos: religioso, lingüístico, etnográfico, etc. Nos limitaremos alrubro textil. Con respecto a ello, hemos encontrado en el ArchivoGeneral de la Nación, un documento que consideramos de interés.Se trata de una carta enviada por Estanislao López a Justo José deUrquiza, fechada el 13 de octubre de 1834, en la cual hacía referen-cia a un poncho que le había enviado por conducto de su compadre,Don Pascual Echagüe, realizado por sus “chinas aviponas”, que seocupaban de hacer estos tejidos. Por lo cual, comprobamos queestos pueblos mantuvieron los hábitos del vestido introducido porlos misioneros y continuaron sus mujeres en el arte del hilado y deltejido, con la habilidad que las caracterizaba[54].

Las relaciones comerciales con los españoles

Artículos tales como la cera, los caballos, las pieles y los tin-tes, eran estimados en sus transacciones con los españoles. Dobriz-hoffer criticaba la actitud de estos últimos que engañaban a losindígenas en un trueque desigual:

“No ignoro que muchos españoles lograron allí grandes ganan-cias. Ellos sabían que con adornos, trastos y desechos, a modo de

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paga podían lograr de los abipones caballos muy buenos, pieles deciervo o de tigre, cera o tinturas.”[55]

Las pieles eran tan requeridas, que dejaron de ser sólo un ar-tículo para uso personal que acrecentaba el prestigio del cazador,para convertirse en un medio de obtener productos españoles me-diante el trueque. Asimismo, la caza de animales se hizo más fácilal incorporar el caballo y las lanzas con punta de hierro. El aporteespañol del caballo y del hierro fueron elementos muy valoradospor los abipones. A partir de la conquista española no podemos en-tender la realidad hispanoamericana sin este continuo interactuardel indígena y del europeo.

“La ciudad de Santa Fe fue la primera en concertar la paz con losabipones y mocobíes. Algunos grupos de ellos, iniciada la paz, seestablecieron con sus familias en campos cercanos a la ciudad, yvivían comprando lo que deseaban y vendiendo en la plaza públicalo que habían robado a otros pueblos enemigos de losespañoles.”[56]

Paradójicamente, los productos que los abipones comerciabancon esta ciudad, en algunas ocasiones provenían de los botines ob-tenidos por hurto, saqueo o malón:

“… prometían la paz con el fin de lanzarse con toda su fuerza, con-tra los españoles corrompidos de otras ciudades; y quitando boti-nes a estos, permutaban en la ciudad amiga de Santa Fe cuchillos,espadas, lanzas, hachas, bolas de vidrio o ropas.”[57]

2. LAS REDUCCIONES JESUÍTICAS ENTRE LOSMOCOVIES DE SANTA FELas reducciones jesuíticas entre los mocovíes contaron con

los siguientes pueblos: San Javier, fundado en 1743, y San Pedro,en 1764, bajo la jurisdicción de Santa Fe, y San Francisco Solano,en 1765, bajo la jurisdicción de Asunción. Estas dos últimas porhaber sido fundadas con muy pocos años de diferencia de la expul-sión de los jesuitas, no pudieron consolidarse.

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La reducción de San Javier estaba ubicada en el sitio del em-plazamiento de la primera ciudad de Santa Fe, distante dieciocho le-guas de la nueva ciudad sobre un brazo del río Paraná. El padreFrancisco Burgés fue el primer misionero que estuvo a cargo deésta y permaneció en la misma alrededor de ocho años. El padreJosé Cardiel, también participó de su fundación, pero se retiró luegode cuatro meses. Entre los jesuitas que colaboraron en esta reduc-ción encontramos a los siguientes: Jaime Bonenti, Miguel de Cea,Francisco Nabalón, José García y Florián Paucke. Este llegó a estareducción en 1750, cuando se realizaba su segunda mudanza porlos inconvenientes ocasionados por una crecida del río Paraná, y sehizo cargo de la misma hasta la expulsión de la Compañía de Jesúsen 1767. Durante su permanencia, se desarrollo la enseñanza de di-versos oficios, tales como herrería, carpintería, fabricación de ladri-llos, etc.[58].

Al acercarse nuevos grupos mocovíes, se hizo necesario fun-dar una nueva reducción. El padre Puole, que había acompañado aPaucke unos años en San Javier, se ocupó de la fundación de SanPedro en 1764 y se hizo cargo de la misma. Fue acompañado enesta empresa por los padres Wittermayer, Antonio Bustillo y JoséLechman[59].

Como se ha dicho, estos pueblos estaban ubicados en la fron-tera con los indios, por lo cual, aseguraban el territorio de posiblesinvasiones. El peligro de las invasiones y la inconstancia de los in-dígenas chaqueños hicieron que sufrieran inestabilidad y problemaseconómicos.

Dobrizhoffer nos brinda su testimonio acerca de los peligrosque se corrían en estas reducciones. En el momento de su llegada ala reducción de San Javier, la misma había sido asaltada por indiostobas y abipones, apoyados por indios mocovíes no convertidos.Dobrizhoffer relató las circunstancias dramáticas vividas por Sán-chez Labrador cuando ésta fue asaltada:

“Llegué al pueblo, y al momento me rodearon los indios alzados.El P. Sánchez salió a mi encuentro y se echó en mis brazos. Presen-

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taba un aspecto lastimero; estaba todo desgreñado y tenía la so-tana despedazada, de suerte que su vista me infundió terror, y des-pués me produjo tristeza y conmiseración. Su sotana o mantón erauna especie de bolsa, despedazada y rota, y sin color alguno defi-nido; la barba más negra que la tez, tupida y desgreñada. En susojos mismos aparecía cuánto había tenido que sufrir. ‘Más tolera-ble sería mi vida en Algería, entre los moros que entre los estosbárbaros que te rodean’, exclamó, no bien me saludó, y con gemi-dos de esta índole dióme la bienvenida.”[60]

Los jesuitas comparaban a los indios del Chaco con losmoros, que fueron el gran azote de la Cristiandad en Europa, espe-cialmente en España. Los sacerdotes comparaban la realidad ame-ricana con la europea, por lo cual -como consignáramosanteriormente-, su mirada es sumamente interesante, porque a lavez que nos proporciona una lectura de la situación americana, nose desprende de la realidad europea.

La presencia de las reducciones actuaba como un freno paralos ataques a las poblaciones españolas. También escribe Dobriz-hoffer acerca de los efectos benéficos de las reducciones de indiosmocovíes para la ciudad de Santa Fe:

“[..]. hallándome parado junto a la puerta de nuestra iglesia, pa-róse junto a mí un noble caballero español y medio llorando depura emoción, me dijo: ¡Oh Padre! ¡cómo estaban nuestras cosas,pocos años hace! Por ley se nos había prohibido venir a esta Igle-sia, si no era armado. Ni a la calle podíamos salir sin peligro dela vida.”[61]

Según el testimonio de Dobrizhoffer, la ciudad de Santa Feantes de la fundación de las reducciones -tanto de indios abiponescomo de mocovíes-, de San Javier, San Jerónimo, Concepción, SanPedro y San Pablo, sufrió las incursiones de los indios abipones,mocovíes, tobas y charrúas hasta el extremo de provocar la deca-dencia y la destrucción de sus mejores estancias, que estaban másdistantes. En consecuencia se dicta una ordenanza, por la cual nin-gún vecino debía ir sin fusil a la Iglesia, como refleja el texto citadomás arriba.

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Lo mismo sucedía con la ciudad de las Siete Corrientes. Estasufrió un ataque de los abipones, que la llevaron al borde de su des-población. Con la fundación de la reducción de San Fernando y laconsecuente pacificación de estos indígenas, se produjo un períodode prosperidad para la ciudad. Como consecuencia para la econo-mía urbana, se pudieron utilizar los prados y selvas ubicados allendeel río., obteniendo maderas para la construcción de barcos, y dispo-niendo de pasturas para el ganado.

Se destaca también, entre la acción llevada a cabo por los Pa-dres José Cardiel, Francisco Burgés, Florián Paucke, Antonio Bus-tillo, José Lechmann, Pedro Pool , la del padre Ramón Termeyer,especialmente en lo que atañe a sus estudios acerca de la seda de lasarañas y la introducción del gusano de seda.

Existía una marcada diferencia entre las prósperas reduccio-nes guaraníticas y las más nuevas establecidas entre los indígenasdel Chaco, como los mocovíes y abipones, que no alcanzaban a cu-brir sus gastos, por lo cual se las eximió del pago de impuestos. Lasreducciones entre los mocovíes contraían deudas, que luego les re-sultaba difícil poder pagar.

Uno de los aspectos relevantes es la iconografía que nos dejóel Padre Paucke, que tiene un valor histórico-etnográfico invalora-ble. Por su medio podemos interiorizarnos en el modo de vida y enla vestimenta de estos pueblos. Por otra parte, este sacerdote nosofrece su testimonio de cómo introdujo el tejido entre estas parcia-lidades indígenas, que hasta ese momento se cubrían con cueros ycómo esta actividad trajo como consecuencia un bienestar econó-mico para estos pueblos, logrando poder vender su producción enAsunción.

Actividad textil

El Padre Florián Paucke alentó la actividad textil ente los mo-covíes. Buscó sustituir las pieles de “tigre”, “león” y nutria, que cons-tituían su principal vestido hasta ese momento, por piezas tejidas.

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Ciertamente, las pieles constituían la materia prima que lasmujeres utilizaban para la confección de la vestimenta; eran objetosde intercambio con los españoles y, los cueros de “tigre”, se usabancomo parte del precio de la novia. Esta última utilización se debe aque los cueros eran símbolo de la valentía del hombre y de su apti-tud para la caza y para el aprovisionamiento de su futura fami-lia[62].

Además de la lana de oveja, incorporada por los jesuitas, losmocovíes utilizaban algunas fibras vegetales para fabricar algunasprendas:

“Tienen pencas de chaguar; y de él tejen primorosamente pañospara cubrirse las viudas la cabeza, que es su luto, y bolsas paraguardar sus cosas que llaman coteoqui. Le dan varios tintes espe-cialmente negro y morado, con zumo o agua de astillas de ciertospalos que ponen en infusión.”[63]

La presencia del ganado ovino en las reducciones trajo comoconsecuencia la enseñanza a las mujeres mocovíes de diversos ofi-cios con nuevos materiales textiles. Según datos aportados por elpadre Burgés, el trasquilado de las ovejas se había iniciado hacia elaño 1746[64]. En ese entonces ya se conocía el tejido de ropa delana entre las mocovíes, quienes adquirían este material en la ciudadde Santa Fe. Pero fue con la llegada del Padre Paucke que la acti-vidad textil adquirió relevancia y no se limitó a atender las necesi-dades domésticas, sino que produjo un excedente destinado almercado. Los talleres previamente desarrollados de carpintería, he-rrería, cerrajería, escultura -al igual que la albañilería- empleabanmano de obra masculina. Según el testimonio de este jesuita, hastaentonces la población femenina se divertía cazando o bien perma-necía en sus chozas, pasando sus días “en total indolencia”, y sóloalgunas mujeres recurrían al huso cuando tenían mucha necesidadde algún vestido de lana para su uso personal.

Para enseñarles a las mujeres la manufactura textil, convocóel Padre Paucke a todos los caciques de la reducción y les hizo com-prender cuán importante era que convencieran a sus esposas e hijas

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que tomaran parte de la labor común, mientras él, por su parte, lesprometía encargarse de buscar una persona idónea que les enseñaraa hilar, teñir y tejer la lana. El misionero le exigía que entre cada tresmujeres tejieran una manta por año y se comprometió a darles porrecompensa, la lana y tintes necesarios a fin de que pudiesen tejertambién para sus maridos mantas de “lindos colores” en sustituciónde las pieles que hasta entonces constituían su único vestido.

La reducción tenía entonces 1.700 ovejas de buena cría, cuyalana se repartió entre casi todas las mujeres. Estas se dedicaron conentusiasmo a esta tarea y en sólo tres meses el misionero ya tenía73 mantas bien confeccionadas. Las envió a Asunción y recibió acambio para la Reducción, 48 quintales de yerba paraguaya, 15 detabaco y algunos panes de azúcar, todo lo cual lo repartía diaria-mente entre los indios participes de esta industria, que además re-cibían el vellón de cinco ovejas y los tintes. Este efecto logrointeresar a las mujeres que no habían adherido a esta nueva formaeconómica, quienes se incorporarían en los años subsiguientes, lomismo que las jovencitas de menor edad.

Las niñas aprendieron pronto a hilar y teñir la lana y se suma-ron otras jóvenes.A los pocos días había unas cincuenta muchachasque concurrían regularmente y con asiduidad al trabajo. El Padre leshizo construir un local, en donde pudieron realizar sus tareas có-modamente. El les proporcionaba toda la lana que necesitaban y lesenseñó todo lo que sabía, hasta que ellas pudieron trabajar con au-tonomía.

Llegado el momento de empezar a tejer, eligió entre las mu-chachas a algunas de las mayores y les enseñó a tejer diferentes pie-zas, empezando por fajas de 3 a 4 pulgadas de ancho y de un solocolor, y luego varias tiras hasta con dibujos.

Una mujer india, que antes había servido durante muchosaños entre los españoles y sabía tejer perfectamente, fue constituidamaestra e inspectora de las niñas, y en poco tiempo, éstas apren-dieron a elaborar alfombras de varios colores y aún con algunossencillos diseños.

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Luego se agregaron las indias casadas, que querían aprenderesta industria, y en menos de un año en cada choza, salvo pocas ex-cepciones, se hallaba instalado un telar -si bien muy primitivo- enel que trabajaban la madre y sus hijas.

De esta manera, pronto pudo remitir al Paraguay 300 mantasescogidas, que fueron pagadas a razón de 25 pesos algunas, 12 lamayor parte y las inferiores a 6 pesos.

Según sus palabras, toda la reducción experimentó el prove-cho de esta industria:

“Ya no se fabricaban las mantas tan sólo para enajenarlas, sinotambién para trocarlas por ovejas, negociación en la cual siempreme vi obligado a hacer de intermediario a fin de evitar que mis in-dios fuesen explotados. Muy a menudo se conseguía por una solamanta 18, 20 y a veces aun más ovejas, y de vez en cuando tambiéntrocaban sus caballos por ellas para ir así aumentando sus reba-ños.”[65]

Esto llevó a que los indios infieles -que frecuentaban esos pa-rajes-, viendo los progresos que se experimentaban en la reducción,se acercaran e incorporasen a la misma.

Tintes

Las materias primas para la elaboración de tintes eran obte-nidos por las mujeres en su tarea de recolección. El Padre Pauckenos informaba acerca de la recolección de la grana y su aprovecha-miento, ya fuera para uso personal o venta en el mercado. Esta secomercializó a través del circuito jesuítico para que cada india ob-tuviera lo que pedía:

“De ahí guardan para ellos (una cantidad) para teñir y venden loque resta. La libra se les paga en un peso o ‘harten Thaler’. Yo re-cuerdo que mis ‘indios’ habrían reunido con trabajo de un añotreinta y siete ‘stein’(fanegas) que pesaron nueve ‘Cent’(quintales)sin (contar) aquella grana que cada ‘india’ guardaba para su usoy tintura. Estos nueve quintales y veinticinco libras se entregaronpor separado a mí para que yo los enviara en provecho de ellos al

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‘Procurator’de la ‘misión’y fuere pagado lo que cada ‘india’pedíapor ello.”[66]

La vestimenta de los mocovíes

El Padre Antonio Bustillo describía la vestimenta masculinaen estos términos:

“... su vestido ordinario en los hombres es una piel de nutrias o degamas, que a manera de manta doblada, y atada por una punta, sela mete por la cabeza por la parte superior del hombro derecho, einferior del izquierdo, con que cubren su caja, o lo más del cuerpo,dejando siempre desnudos y libres los brazos.”

Con relación a la indumentaria femenina:“En las mujeres, escribe el mismo misionero, es la misma piel do-blada, que ceñida por medio del cuerpo cubre toda su parte infe-rior de él, y dejan al aire toda la superior. Suelen algunas vecescubrir el medio cuerpo arriba con otra piel, que a modo de man-tilla, o capotillo de mujer europea, ponen a los hombros. Sus viudasa más del referido vestido cubren su cabeza, y cara con un veloclaro como red basta y ordinaria.”[67]

El Padre Canelas nos ofrecía una mayor información acercade la indumentaria femenina. Las mujeres se ceñían a la cintura –dejando a veces caer la parte de arriba- llevando sin rubor descu-bierto el cuerpo de la cintura para arriba, y otras veces se cubríancon ella como una mantilla. Siempre resguardaban medio cuerpo,lo que no hacían los varones, para no descuidar totalmente la hones-tidad. Estos vestidos que comúnmente se conocían como quijapisy ellos llamaban lilaló eran de cueros de tigres, “leones”, gamas yotros animales. Los cubrían o ablandaban, utilizando grasa. Logra-ban que quedaran suaves pero hediondos, perdiendo con el uso elfuerte olor.

Para el invierno, hacían sus lilalós de pieles de nutria, las queeran muy apreciadas en Europa. Se intentó exportar estas pieles,pero la polilla frustró este intento. Las nutrias tenían dos pelos: unocomo una pelusa, y otro que sobresalía por entre éste. Ambos eran

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suaves. Según el Padre Canelas, se asemejaba la suavidad a la vi-cuña, pero de aspecto eran muy parecidos a los castores. Su colorera más oscuro que la lana de vicuña; después de estaquearlas, co-sían los cueros con chaguar muy delgado y fuerte. Las “chinas” lospintaban por la parte que no tenían pelo, con un tinte que daba uncolor entre morado y colorado, que pasado el tiempo, tiraba a negro.Cada lilaló llevaba de 100 a 200 cueros, porque algunos los hacíandobles con el pelo por dentro y por fuera.

Cuando no eran dobles, para conseguir abrigo y adorno, do-blaban la parte superior que quedaba “como una cenefa”. Algunosusaban dos lilalós, uno sobre otro. El que iba abajo lo ceñían a lacintura, y el otro lo vestían a modo de “pluvial” o “capa de coro”,no con el nudo sobre el hombro, como quedaba el de abajo, sino conel nudo al pecho. Este vestido lo llevaban indistintamente los dis-tintos miembros de la familia, y podía servir con nudo como vestidoy sin éste, como manta, alfombra, cortina, techo de las casas, o loque quisieran[68].

En sus fiestas, añadían a los vestidos ordinarios, algunas plu-mas de varios colores, que distribuían por brazos, hombros, cintura,rodillas y pies, utilizando las más largas para prenderlas en sus ca-belleras o para formar con ellas una especie de guirnaldas con quese coronaban.

Algunos usaban unos capacetes brillantemente tejidos, y ma-tizados de plumas de loro. Se tatuaban el rostro, agujereando con es-pina de raya, el labio de abajo hacia la barba, y el de arriba hacia lanariz, hasta la ternilla y por los agujeros metían plumas. Este adornobuscaba un doble objetivo: por un lado, embellecerse, y por otro,demostrar su valor.

Se tatuaban los rostros y brazos con color negro y colorado,lo cual –según las palabras de los Padres Jesuitas- quedaban “pocomenos horrorosos que los diablos”. Si conseguían algún pedazo demetal amarillo o plata, se los ataban a la frente, cuello, y a su lilaló.Usaban zarcillos en las orejas, que se abrían desde pequeños, y co-llares al cuello de pedazos de vidrio, de concha redondeados y aba-

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lorios, con diferentes metales –plata, cobre, etc.- que obtenían loshombres en la guerra con el español. Untaban sus cabellos congrasa, echando un mechón para un lado, y otro para el otro, dejandocolgar hacia atrás el resto[69].

También adornaban a sus caballos con plumas y jáquimas vis-tosas, las que hacían tejidas con lana roja o amarilla, con cordonesdel mismo material, en lugar de riendas. También engalanaban lasflautas que tocaban. A las que eran de cuero, las cubrían con un te-jido esmaltado con pedazos de concha y abalorios; las solían llevarcolgadas al cuello.

Las mujeres se tatuaban sus pechos –que normalmente lleva-ban descubiertos- con tinta negra que giraba a azul. Para hacerseeste tatuaje, estaban cerca de un mes encerrados, por el sufrimientoe hinchazón que les ocasionaba. También se pintaban del mismomodo el rostro y los brazos.

Asimismo, los misioneros mencionan la existencia de pon-chos de lana, como “vestido propio de los indios”, que llamabanquiapi, aunque también lo utilizaban los españoles, dado que lespermitía –cuando andaban a caballo- defenderse de las lluvias y delfrío[70].

Las descripciones del Padre Canelas y la abundante icono-grafía que nos dejó el Padre Paucke, constituyen un invalorable tes-timonio histórico-etnográfico. La labor de los Padres Jesuitastrasciende el tiempo y nos acerca -de un modo vívido- a la realidadde estas parcialidades indígenas

Las reducciones del Chaco y la expulsión de los jesuitas

Con la expulsión de los jesuitas, estas reducciones dejaron defuncionar y los indígenas volvieron a su antiguo hábitat. Estos pue-blos que eran sumamente belicosos, retomaron la guerra contra losespañoles. El testimonio del Padre Caamaño es importante en rela-ción con la labor de los jesuitas en el Chaco y sus reducciones entrelos indios abipones, mocovíes e inclusive en el Chaco boreal, más

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allá del actual territorio argentino, como la Reducción de NuestraSeñora de Belén, de indios mbayás, de 1760:

“Estos pueblos rodeaban al Chaco formando un cordón por susconfines occidentales y orientales, y de este modo defendían lasprovincias españolas de los que aun quedaban gentiles en elChaco. Este ha sido el mejor medio- agregaba- para hacer cesarenteramente la guerra, y como esta había cesado con este arbitrioy se promovían cada vez más y más nuevas fundaciones, había muyfundadas esperanzas de ver en pocos años reducida a la fe deCristo, todo o la mayor parte de este país.”[71]

Sin embargo, si bien la presencia de estas reducciones facili-taron la situación de la frontera, los ataques continuaron, aunqueen menor escala, y las expediciones militares se sucedieron.

En 1750 desde el Tucumán, el gobernador Juan VictorinoMartínez de Tineo realizó una importante entrada, fundando reduc-ciones y fuertes, al tiempo que castigaba a los indios enemigos. Enla frontera de Santa Fe, Pedro de Cevallos promovió en 1759 unaentrada general, junto con los gobernadores del Tucumán y del Pa-raguay, Joaquín Espinoza y Jaime Sant Just, respectivamente. Hubootras entradas, como la de Juan Manuel Campero en 1764, que pro-curaron la búsqueda de un camino que comunicara Tucumán conAsunción y Corrientes.

Se produjeron guerras entre las naciones aborígenes -moco-víes, tobas y abipones- que llevaron a la inestabilidad de las reduc-ciones. La actitud amenazante de los tobas frente a la reducciónabipona de Timbó; los problemas domésticos de los mismos abi-pones de Concepción, o bien las guerras entre abipones y mocovíesen San Fernando, reflejan esta situación.

Más allá de lo expresado anteriormente, con la expulsión delos jesuitas no se perdió totalmente su labor evangelizadora y cul-tural. En relación con la evangelización, había entre los indios re-ducidos, un 61 % de bautizados. La proporción de lules, vilelas ymocovíes cristianos era más elevada que entre tobas y abipones,más reacios a dejar sus antiguas tradiciones.

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Las exploraciones realizadas en el Chaco, volcadas en granparte en la cartografía jesuítica, y las obras de los misioneros -ela-boradas en su mayoría en el destierro- , que revelan la nostalgia dela tierra americana y la necesidad de reivindicar su labor misional,permanecen como testimonios de esta gesta evangelizadora cuyostrabajos permanecieron entre estos indígenas, integrándose a su pa-trimonio cultural.

3. LAS MISIONES JESUÍTICAS ENTRE LOS INDIOSCHIQUITOS

Ubicación

El territorio poblado por los indios Chiquitos se extendía entreel río Grande al oeste y la frontera de Bolivia con el Brasil al estey desde el grado 14 hasta el 19 de latitud sur, comprendiendo, segúnel historiador Patricio Fernández S. J., veinte mil millas cuadra-das[72].

Se ubica en una zona de transición entre el Chaco Boreal, consu clima seco y su vegetación de algarrobos, chañares y caraguatás,y las selvas pantanosas que llegan hasta el Amazonas.

En la zona sur de este territorio, el verano es sumamente ca-luroso y en la estación de las lluvias, que empieza en septiembre ytermina en mayo, se registran grandes inundaciones. Encontramoslas reducciones jesuíticas de San José, San Juan, Santiago y SantoCorazón. En la parte media, el paisaje es montañoso y cubierto deselvas, con pampas en las zonas bajas, las cuales se convierten eninmensos lagos durante la estación de las lluvias. Se establecieronen este territorio las reducciones de San Rafael, San Miguel, SantaAna y San Ignacio. Más hacia el oeste, en una zona accidentada, seubicaba San Javier, el primer pueblo de indios Chiquitos que fun-daron los jesuitas, y un poco más hacia el norte Concepción, en unárea cubierta de bosques.

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Los Chiquitos antes de su conversión

Si bien nuestro trabajo se basa en los aspectos textiles, no po-demos ignorar elementos ligados al medio ambiente y a sus hábitosde vida, para poder valorar el aporte realizado por los jesuitas en elproceso de evangelización, especialmente cuando los misioneros res-petaron las características de estos pueblos, con relación a su idiomae idiosincrasia, buscando erradicar los elementos animistas y lasmalas costumbres en el ámbito privado como público, entre ellas lahostilidad que reinaba entre las distintas parcialidades indígenas.

Vivían tribus de diferente origen; el grupo mayor era el de losChiquitos y había pueblos indígenas que hablaban aruac, chapacura,otuque, guaicurú, etc. Cada tribu tenía su territorio dentro del cualse desplazaba. Al ser nómades, según Fernández vivían en:

“... cabañas de paja... una junto a otra sin algún orden o distincióny la puerta es tan baja que sólo se puede entrar a gatas, causa por-que los españoles les dieron el nombre de Chiquitos”[73].

No tenían una base cultural común. Había cazadores y pesca-dores nómades, que vagaban por las selvas, pero que en general,respetaban los distritos de caza de otras tribus. Había también pue-blos sedentarios que vivían de la agricultura. Desmontaban los bos-ques, quemaban los troncos, para luego sembrar maíz sobre lascenizas. Según Fernández, los Chiquitos eran un pueblo semise-dentario que ya conocía la agricultura: “Cultivaban la tierra conpalos de madera tan dura, que suple la carestía de arados o azadoresde acero”[74].

También practicaban la caza y los hombres se alejaban en ex-cursiones en grupos, en procura de obtener las provisiones necesa-rias para compensar las pobres cosechas. Cazaban jabalí, ciervo,oso hormiguero, tapir, etc. Estas prácticas se mantuvieron en el pe-ríodo jesuítico, ya que frente a una mala cosecha era necesario re-currir a la caza.

Hemos de ocuparnos del rubro textil, que es el tema que nosocupa. En relación con la vestimenta, Fernández describía:

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“Cuanto al vestir, los hombres andan totalmente desnudos; las mu-jeres traen una camiseta de algodón que llaman tipoy, con mangaslargas hasta el codo y lo demás del brazo, desnudo. Los caciquesy los principales usan también de este vestido, aunque un poco máscorto.”[75]

Knogler nos proporciona un testimonio muy interesante.“Andan desnudos, pues no hace frío en su país. Pero llevan unaseña que indica su nacionalidad y su idioma. Algunos usan con talfin un pedazo de piel de presa, con el cual se cubren, o bien com-ponen un tejido de fibra o de algodón silvestre.”[76]

También nos decía acerca de otra tribu:“He visto una tribu cuyos hombres llevan adherido al cuello uncuero de tigre resecado que mueven de un lado al otro según elviento que corre y que les sirve de colchón. Las mujeres de estatribu se envuelven la parte superior del cuerpo en un tejido de al-godón silvestre o de fibra, dándose varias vueltas alrededor delpecho con una larga faja. Estas mismas mujeres se cortan el cabe-llo al rape y dejan solamente una especie de copete desde la frentehasta la coronilla, de la altura del ancho de una mano. Se mantieneerguido y resulta para ellas sumamente gracioso.”[77]

Este testimonio es relevante respecto al tema textil, ya quenos permite deducir que el algodón silvestre, de origen americano,se extendía hasta esta zona del oriente altoperuano.

Se adornaban de distintas maneras, con pinturas corporales ytatuajes:

“Otros se ungen con tierra rodena, embadurnándose especial-mente la cabeza, de modo que parecen llevar puesto un casco depunta. Otros se pintan el cuerpo haciendo rayas con materias co-lorantes extraídas de raíces y plantas. Como la pintura es fácil dequitar, pueden adornarse con otras figuras, usando diferentes co-lores. Las mujeres se tatúan sirviéndose de espinas puntiagudascon las cuales se pintan en el rostro una flor, un pájaro o un ani-mal; mientras las punzadas están todavía frescas, pulverizan unpedazo de carbón e introducen el polvo en las heridas que formanlos contornos de la figura. Cuando las lesiones se han cicatrizado

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queda este cuadro imborrable, pues nada logra borrar las man-chitas negras.”[78]

Utilizaban como ornamentos las conchas de caracoles y mo-luscos, que las mujeres usaban en grandes cantidades para hacersecadenas, a las que apreciaban tanto como si fueran piedras precio-sas.Asimismo, los varones se perforaban, en la primera infancia, ellabio inferior a un dedo de distancia de la boca y les colocaban enel orificio una maderita parecida a un clavo, con una cabeza paraque no se cayera de lugar.

Este pedacito de madera era hueco como una cañita, de modoque podían fijar en él otra maderita del tamaño de un dedo pero del-gado como una aguja de coser. Esta madera la podían sacar y cam-biar. Otros varones tenían el labio superior perforado a ambos ladospara poner unos tarugos adentro. Por todo esto su cara resultababastante extraña para los europeos. Se quitaban las cejas, friccio-nando la piel con ceniza para que ésta no creciera nuevamente.También algunos se perforaban el lóbulo de la oreja, colocando ma-deras en el orificio, sustituyéndolas periódicamente por otras másgruesas, por lo cual el orificio se ampliaba y el lóbulo se tornabacada vez más flaco y largo[79].

Las misiones jesuíticas

Establecer misiones entre estos indígenas conllevó un procesode transformación, en el cual estos pasaron de ser seminómades asedentarios. Asimismo, en estos pueblos se englobaban diferentesetnias, que antes eran enemigas y que luego se manejaron en unámbito de convivencia pacífica.

Como dato interesante, debemos destacar que las diferentesnaciones que se reunían en un pueblo vivían separadas, cada unabajo la dirección de un cacique, cuya casa se encontraba, por lo ge-neral, en una esquina desde donde podía dominar con la vista lacalle reservada para su tribu.

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Modo de subsistencia de las misiones

Estas misiones entre los Chiquitos, se desenvolvían dentro deuna economía de subsistencia. Había dificultad en las comunica-ciones, porque no había ríos navegables y durante la estación de laslluvias, se inundaban los caminos y casi todo el territorio, que semantenía aislado.

Dentro de las actividades principales se encontraban la gana-dería, especialmente de ganado vacuno y en menor medida, caballary mular utilizado para transporte, y la agricultura de maíz, mandiocao yuca y caña de azúcar. No se elaboraba azúcar, sino que simple-mente se tomaba su jugo. El padre Schmid advertía que esto sucedíapor la dificultad en las comunicaciones, a diferencia del Brasil,donde era un cultivo costero, por lo cual los lusitanos la exportabanen los buques de carga a Europa[80].

Para poder mantener los gastos de estos pueblos, que reque-rían de productos importados que eran muy caros, tales como elhierro y acero, y para conservar en buen estado las iglesias y sa-cristías, se implantó la fabricación de cera de abejas silvestres. Estase enviaba a la ciudad altoperuana más cercana, de donde los espa-ñoles la mandaban a Potosí. Allí se vendía y ese dinero era entre-gado a los misioneros, previa deducción de los gastos. La gananciasufragaba todo lo necesario: hierro, estaño, cuchillos, tijeras, agujas,géneros y telas, utilizadas para adornar los altares y para los hábitossacerdotales, así como el vino para misa y la harina para las hostias.Muchas veces, sin embargo, esta entrada resultaba escasa para ad-quirir todo lo necesario, lo que obligaba a reunir más cera en el pró-ximo año[81].

La distancia desde las misiones de Chiquitos a Chuquisaca yPotosí, dificultaba los beneficios que podían obtener de la cera ylos lienzos que enviaban.

Observamos que mientras el textil para vestir a los indios pro-cedía de la producción local; se recurría al importado, que era muycaro, para usos específicos, tales los relacionados con el culto y el

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hábito de los sacerdotes. El precio exorbitante del textil importadoen Potosí, hacía que sólo se pudiera acceder a una cantidad exigua.

Merece destacarse la labor que realizaban los misioneros enestas reducciones, donde no sólo se ocupaban del aspecto espiritual,sino que también debían atender el material:

“... no sólo son curas párrocos que deben predicar, oír confesióny gobernar las almas, también son responsables por la vida y lasalud de sus parroquianos y deben procurar todo lo que se necesitapara su pueblo, pues el alma no se puede salvar si el cuerpo pe-rece. Por lo tanto, los misioneros son consejales y jueces, médicos,sangradores, albañiles, carpinteros, herreros, cerrajeros, zapate-ros, sastres, molineros, panaderos, cocineros, pastores, jardineros,pintores, escultores, torneros, carroceros, ladrilleros, alfareros, te-jedores, curtidores, fabricantes de cera y de velas, estañeros y mu-chas cosas más, en vista de que deben reemplazar a todos losartesanos que hay comúnmente en un pueblo europeo.”[82]

Producción de algodón

El Padre Martín Schmid, quien se desempeñó en estas misio-nes como maestro de música, nos ofrece su testimonio acerca delcultivo de algodón:

“Vientos no nos faltan. Nos agradan si son refrescantes, como elviento sur que viene del polo antártico y que trae, a veces, un fríointenso y muy raras veces escarcha, muy perjudicial para nuestroscampos, especialmente para las plantaciones de algodón que danbuen resultado en nuestro país y compensaron a los indios y a losmisioneros por la falta de lino y lana.”[83]

En relación con el tejido, había muchos telares en cada pue-blo, porque en casi todas las casas las mujeres tejían las camisaspara la familia. Estas eran hábiles hilanderas:

“Las mujeres hacen el hilo de algodón sin rueca y sin torno dehilar, hilan mientras caminan, sentadas o de pie. Alrededor delbrazo izquierdo ponen el algodón y sacan de allá la fibra y la en-rollan en el huso al que nunca dejan que toque el suelo. En vez demojar los dedos de vez en cuando, los meten a ratos en una escu-

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dilla llena de ceniza limpia que llevan siempre consigo a tal fin.Los chicos no las molestan en esta ocupación, pues los cargan a laespalda en un pañolón, de modo que tienen ambas manos librespara hilar o para otros trabajos.”[84]

La vestimenta

Si los hombres querían usar pantalones, recurrían al cuero:“Quien quiere tener pantalones se los fabrica de cueros, puestoque ya todos saben curtir; se los ponen abajo de la camisa, demodo que aparece sólo un pedazo alrededor de la rodilla. Los queson muy laboriosos se hacen también un jubón de cuero con o sinel pelo del animal en cuestión. Así se ve caminar por el pueblomedio tigre, medio oso hormiguero, medio ciervo, medio mono ojabalí.”[85]

Para adornarse recurrían, en algunas ocasiones, a una coronade plumas de papagayo y a las de avestruz en las caderas. Cuandose trenzaban el cabello, usaban un penacho abajo. Las mujeres nousaban esos adornos, sino collares de conchas de caracoles, meji-llones, frutos colorados, cuentas de vidrio, etc.

Sánchez Labrador mencionaba que estos versos parecían es-critos para ellas:

“El femenil ardor adula el dañoDe pobres mendigueses infelicesRústico traje pero tan extraño

Conchas y cocos de inferior tamañoVarían a colores sus matices

siendo parte aceptado en su hermosuraLa idea de tan rara compostura.”[86]

Con relación a su aspecto, así los vio este misionero cuandohizo el viaje desde Belén a Chiquitos:

“Cuanto permite su pobreza (que es muy grande) están limpios yaseados, el pelo tendido hombres y mujeres y el rosario al cuellopatente y manifiesto y sin este sagrado adorno jamás se verá chi-quito, ni grande, ni pequeño.”[87]

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Vivían descalzos y, únicamente, cuando viajaban por el montese hacían ojotas, con suelas de pieles fuertes sin curtir, atadas concorreas en los dedos de los pies y los talones.

D’Orbigny señalaba cuál era la vestimenta de los hombreshacia 1831:

“Llevan la ropa de los campesinos de San Cruz; tienen un calzónde algodón, camisa y la cabeza descubierta, los cabellos le caensobre los hombros.”[88]

En cuanto a la vestimenta femenina expresaba lo siguiente:“... las mujeres indígenas, vestidas con su tipoi, especie de camisalarga de algodón sin mangas, adornada arriba y abajo con borda-dos de lana de color y larga hasta el suelo. Estos tipois no se atanen el talle, de modo que flotan sin amoldarse el cuerpo.”[89]

También mencionaba que las mujeres llevaban una trenzacaída hacia atrás y que sus cuellos y brazos estaban cargados convarios kilogramos de cuentas de vidrio colorado.

Lamanufactura textil chiquitana después de la expulsión de losjesuitas

Lamentablemente, después de la expulsión de los jesuitas,estos pueblos debieron sobrellevar múltiples inconvenientes. Lasuerte de los mismos dependía de los administradores y los curas,que reemplazaron a los jesuitas, y el grado de corrupción existenteentre éstos, era muy grande. Sin embargo, se mantuvo en parte elsistema de trabajo ideado por los jesuitas, según el cual los indiostrabajaban tres días a la semana en los campos comunales, que apartir de la Independencia pertenecerían al Estado, y los otros tresen sus propias tierras.

También debieron soportar la invasión de los indios guaycuy-rúes en los primeros años después de la expulsión de los jesuitas.Tres cuadernos del Archivo de Chiquitos se llenaron con autos for-mados contra las irrupciones de estos indígenas entre los años 1767y 1774[90].

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A pesar de ello, los indios Chiquitos continuaron elaborandotejidos después de la expulsión de los jesuitas. Del relevamiento dematerial documental en el Archivo General de la Nación, hemosencontrado testimonios que se refieren al tema en cuestión. En cartadel gobernador Melchor Rodríguez al virrey Nicolás deArredondo,escrita en Chiquitos el 25 de marzo de 1792, se hacía referencia ala labor del capitánAntonio López Carvajal en la provincia. Este nose había ocupado del plantío de algodonales, que era uno de losramos principales, ni se ocupó de las casas de los indios ni de quesembraran para su subsistencia. Esto provocó que ante el hambre,los indios se dirigieran a los montes. Dejó a la provincia con unadeuda de 40000 pesos, cuando si estuviera bien gobernada podríacontribuir con 20000 pesos al Real Herario. Asimismo, informabaacerca de la presencia de indios salvajes que ponían en peligro estospueblos, tales como los: ymonos, guaycurués, guanás, payaguás ychiriguanos. LaAdministración General le envió en auxilio 3000 a4000 pesos en bayeta de la tierra, “fierro”, cuchillos y chaquinas, acambio de cera y lienzos[91].

En otra carta de Melchor Rodríguez al virrey Nicolás deArredondo, del 25 de junio de 1793, contestaba una Real Cédula,fechada en San Lorenzo el 18 de octubre de 1702, donde sesolicitaba que informaran sobre las necesidades públicas másurgentes de la provincia. Manifestaba que con la expulsión de losjesuitas, había disminuido el número de ganado vacuno, debido alos malos gobiernos. De las 100000 cabezas con que se contabaanteriormente, se llegó a una situación de carencia de carnes,provocando que los indios se fueran a los montes. Durante sugobierno se volvió a fomentar la cría de ganado. El dinero no sedebería tomar del ramo de las limosnas del sumario, sino delexcedente de lienzos y de ahí comprar 2.000 reses anuales porespacio de tres o cuatro años, para poder dar al Real Herario la sumade 20.000 pesos anuales[92]. Vemos las distintas utilización deltextil. Por un lado, de la carta anterior se desprende que servía, juntocon la cera, como trueque por artículos necesarios para estospueblos, que fueron enviados por la Administración General. La

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última carta muestra un excedente en lienzos que podría utilizarsepara compra de ganado.

Finalmente, en una nota de Melchor Rodríguez al virrey Ni-colásArredondo –Chiquitos, 29 de septiembre de 1794-, que acom-pañaba su memorial de servicios, le informaba acerca de su malestado de salud, por lo cual solicitaba ser enviado a Montevideocon pago de todo el sueldo, o lo que considerase el virrey. Asi-mismo, planteaba cómo sacó a la provincia de una situación dedeuda, encontrándose en ese momento con una ganancia conside-rable, gracias al fomento de la ganadería, el laboreo de la cera y laproducción de lienzos y añil:

“… después de sufragar sus cargas anuales produce a fabor delReal Herario veinte mil pesos, sin contar con veinte mil cabezas deganado bacuno, y con proporción al caballar y mular, que antes ibaen decadencia; con la refacción de los Pueblos y oficinas para ellaboreo de zera y lienzos; agregándose esto y entable del beneficiodel Añil que ofrece mucha utilidad, de modo que de todo lo ex-puesto resultan a favor de la temporalidad la crecida suma de dos-cientos mil pesos…”[93]

El Teniente Coronel Miguel Fermín de Riglos, oficial de granmérito, quien fue nombrado gobernador en 1799 y murió en 1808,fue uno de los buenos gobernantes que se preocupó por la situaciónde estos pueblos.

Los primeros documentos de su gobierno que figuran en elArchivo de Chiquitos, son expedientes que dirigió a la tesorería deSanta Cruz para solicitar herramientas para los talleres y mulas paratransportar los productos de los pueblos a Santa Cruz. El Archivocontiene informes anuales de las reducciones que se ocupan de laexistencia de ganado y la producción de los talleres. Los informesde San Miguel, de 1804-1805, mostraban una población de 2577habitantes, una carpintería con un maestro y dieciocho oficiales, untaller de pintura con un maestro y veinticinco oficiales, una herreríacon un maestro y doce oficiales, una escuela para ambos sexos concuarenta y tres alumnos, una escuela de música con dos maestros y

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cincuenta alumnos, estancias con ocho mil novecientas noventa ynueve cabezas de vacuno, etc. Este funcionario introdujo la vacunacontra la viruela entre los indios Chiquitos[94].

En una relación de una visita efectuada por Riglos, que fuepublicada en el Telégrafo Mercantil del 3 de enero de 1801, infor-maba acerca de su labor de fomento de diversas actividades, entreellas la manufactura textil:

“… dispuse que los hilados fuesen finos, ofreciendo y dando pre-mio á las mugeres que lo hacían mejor, y en efecto he establecidoen todos los Pueblos, texidos de Paños de manos, de macana, demantelería, de lienzo blanqueado, de medias, de mejorar la Cera,y fabricar belas.”[95]

De esta producción se hicieron dos remesas a la Administra-ción General de Chuquisaca, donde fue vendida en menos de ochodías, sin dejar de enviar mucho más de lo acostumbrado al Receptorde Santa Cruz.

En este mismo artículo se mencionaban los oficios promovi-dos por los jesuitas entre los jesuitas, tales como herreros, plateros,carpinteros, torneros, fundidores, zapateros y los que se dedicabanal “beneficio de la cera”. Durante la gobernación de Riglos nueva-mente se estimuló el aprendizaje de oficios en los diferentes pueblosa través de maestros:

“…he puesto á cada uno, y en cada Pueblo, seis muchachos apren-dises, y no hace diez meses, que empezaron, y ya trabajan a unacon los Maestros, por que son estos naturales de una havilidad ex-traordinaria que imitan todas las muestras que se les ponen pordelante.”[96]

Asimismo, se ocupó de fomentar el cultivo del algodón, queera “el principal manantial de la felicidad de estas Misiones”, orde-nando que todos los administradores lo sembraran y cuidaran lassementeras en sus respectivos pueblos. Les envió semillas “trahidasde afuera”, para evitar la escasez. En los “años buenos” se deberíanhacer depósitos con el algodón, para poder utilizarlos en los “añosmalos”[97].

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En una carta de Riglos dirigida al virrey Joaquín del Pino -SantaAna, 26 de agosto de 1801-los felicitaba por haber sido nom-brado virrey y le informaba que antes de su ingreso sólo se producíacera y lienzo llano. El se dedicó a que se “afinasen” los hilados yen esos momentos se hacían paños y macandos?, parecidos a los deMoxos, pero más durables. Asimismo, le informaba el haberle en-viado muestras de tejidos. En otra carta del 26 de agosto de 1801,reiteraba estos conceptos, afirmando que la Real Audiencia aprobóesta actividad y que los tejidos contaban con la aceptación del pú-blico[98].

En una nota de Riglos al virrey Marqués de Sobremonte, el 30de abril de 1806, en la cual le adjuntaban muestras de tejidos, des-tacaba las mejoras obtenidas en la producción de rosarios, cera ytextiles:

“Dirijo á V. E. por quadriplicado Treinta y seis Muestras de losTexidos mas finos (...)que estan texiendose en las Oficinas de estosPueblos en este año, y de los Rosarios qe se hazen También por losNaturales, cuyos Establecimientos e dirijido yo desde mi ingresoa este mando; pues en los anteriores Goviernos no á havido estasLabores, sino la de Lienzos ordinarios, y Rosarios toscos,haviendo logrado al mismo tiempo aumentár y mejorár elVeneficio de la Zera que producen estos montes, á favor de latemporalidad de los Pueblos, y en Veneficio de estos Naturales ysu fomento.”[99]

El Virrey recibió este muestrario, que fue enviado en cajonescon el correspondiente pasaporte a la receptoría de Santa Cruz yAdministración General de Chuquisaca.

El muestrario, que incluye muestras de tejidos fabricadas porlos naturales de Chiquitos entre los años 1766-1809, es sumamentevalioso, dado que nos permite conocer cómo era el algodón que setejía en estos pueblos, así como los motivos y los colores emplea-dos. El mismo se encuentra en el Archivo General de la Nación yfue publicado por el Dr. Ricardo Caillet Bois. Nosotros lo hemos in-cluido en nuestro Apéndice Documental.

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La Dra. Ruth Corcuera nos facilitó la siguiente información,que consideramos sumamente relevante. Envió una hebra de este al-godón al Instituto Universitario del Nordeste (Corrientes), que di-rige el ingeniero Krapovickas, en noviembre de 2006. Del análisisde la fibra surge que se trata de algodón gossipium barbadense, esdecir algodón americano. Los colores utilizados en este muestrariocorresponden al algodón sin teñir, que van del marfil casi blanco almarrón oscuro, a excepción del azul que es teñido.

Esta información nos permite corroborar que en Chiquitos seutilizó algodón americano y, al mismo tiempo, comprobar como laCorona, a través de sus funcionarios enAmérica, alentó en algunasocasiones la producción de “ropa de la tierra”, continuando –en estecaso- la labor jesuítica.

Por otra parte, en procura de fomentar la manufactura textil,el marqués de Avilés, en ese entonces virrey del Río de la Plata,concedió pasaporte al ex soldado saboyano José Sibilat en marzo de1800, para que pasara a las Misiones de Chiquitos a instalar una fá-brica de lienzos y medias de algodón. Riglos tenía gran confianzaen Sibilat, dado que sabía que era capaz de hilar media libra de al-godón por día, por lo cual le facilitó personalmente el viaje y leconsiguió la baja y el dinero necesario para el camino[100]

Lamentablemente, los acontecimientos políticos relacionadoscon la guerra de la Independencia afectaron la tranquilidad de estospueblos que, en algunas circunstancias, se vieron obligados a lucharen uno u otro bando. Sin embargo, el testimonio de los viajeros nospermite corroborar que, a pesar de las dificultades, se continuó conla elaboración de tejidos.Alcides D’Orbigny, quien visitó el pueblode San Javier en julio de 1831, mencionaba que había en su Cole-gio, denominado entonces “casa de gobierno”, cuatro patios:

“... que ofrecen departamentos espaciosos para el administrador,el cura, las habitaciones destinadas a los viajeros y numerosos ta-lleres. Cuarenta telares funcionan sin interrupción y vi tambiéncurtidores, zapateros, carpinteros, torneros y herreros. Observéademás instalaciones para la refinación y el blanqueo de la cera

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de abejas silvestres y para la elaboración de azúcar. Estos talleressuministran productos expedidos todos los años a Santa Cruz porcuenta del Estado, único propietario aquí.”[101]

Según D’Orbigny las entradas disminuyeron considerable-mente en relación con la época jesuítica:

“Con los jesuitas, Chiquitos producía alrededor de 300.000 fran-cos; con los primeros gobernadores españoles daba otro tanto. Hoyapenas rinde 59.000 francos, en tanto que los sueldos de los em-pleados, la paga de un pequeño destacamento de soldados situadoen la frontera con el Brasil, en el camino a Matto Grosso, y el mi-nimum necesario elevan los gastos a 69.500 francos.”[102]

François de la Porte, Conde de Castelnau, a mediados delsiglo XIX, manifestaba que se entregaba algodón a las mujeres,quienes debían devolver una libra de hilo por cada cinco libras dealgodón en bruto. Este trabajo se pagaba con carne, la que se dis-tribuía entre las hilanderas. Los hombres se ocupaban del tejido.Los géneros que se fabricaban eran bastante ordinarios. El tejidose pagaba en especies, a razón de una vara de género por diez varasde tejido[103]

4. LA PRODUCCIÓN TEXTIL EN MOXOS DESPUÉS DE LAEXPULSIÓN DE LOS JESUITAS

Moxos, en el noreste altoperuano, estaba ubicado en una zonade frontera con el Brasil lusitano. Contaba en las postrimerías delsiglo XVIII con varios pueblos importantes: San Pedro, Loreto, Tri-nidad, Santa Ana y La Exaltación, con 22.000 habitantes.

La política borbónica buscaba fomentar la actividad econó-mica en América, siempre que ésta no compitiera con la de la Pe-nínsula, y perseguía, entre otros, claros fines de recaudación deimpuestos, para hacer frente a las diferentes guerras que libraba laMetrópoli en Europa. Asimismo, la política borbónica en relacióncon la Iglesia se caracterizaba por el regalismo, verificado en primerlugar con la expulsión de los jesuitas, lo cual impactó en el gobierno

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de estas reducciones y fue la política que se siguió implementandoen las mismas.

Al implantarse la Real Ordenanza para el establecimiento einstrucción de Exército y Provincia en 1782, estableció entre lasobligaciones de los gobernadores intendentes, informarse:

“... particular y separadamente del temperamento y calidades delas tierras que comprehende cada Provincia, de sus produccionesnaturales en los tres reinos: mineral, vegetal y animal; de la industriay comercio activo y pasivo... Instaba a que fomentasen las cosechasde cera de abejas silvestres y de colmenas y de algodón”[104].

Lázaro de Ribera fue nombrado gobernador de Moxos el 3de septiembre de 1783, con lo cual terminaba el período de los in-terinatos. Si bien había nacido en Málaga en 1756, se trasladó jovena América en 1775. En Lima se desempeñó como paje del Virrey.Allí concluyó su formación personal bajo la tutela de Cosme Bueno,quien lo introdujo en las ideas de la Ilustración:

“El nuevo gobernador de Moxos –dice Vázquez Machicado- traíauna mentalidad trabajada por las corrientes modernas a la sazónen Europa y que incluso habían invadido España. El Fisiocratismoy el Enciclopedismo eran signos positivos del Iluminismo, el Auf-klaerung teutónico. Una nueva ideología con referencia a la con-dición misma del hombre se había divulgado concretándose enfórmulas de un jusnaturalismo que abogaba por ciertos derechospropios e inmanentes de la naturaleza humana.”[105]

A diferencia de sus antecesores, realizó visitas a los distintospueblos, tratando de sacarlos del estado de abandono en que se en-contraban.

Después de la visita a Santa María Magdalena, en junio de1789, dio varias instrucciones: prohibir la entrada de todo tipo decomerciantes que hacían negociaciones con los curas; fomentar lacría de ganado; procurar aliviar a los indios encargados de las na-vegaciones; fomentar la agricultura (fundamentalmente algodón ycacao); ordenar la enseñanza del castellano y, por último, recomen-dar respetar el fomento de la soberanía rural[106]

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Este funcionario procuró quitarle poder a los curas doctrine-ros, y sacarles a éstos el manejo de las Temporalidades, incorpo-rando administradores que se ocuparan del aspecto material,mientras los doctrineros sólo lo harían del aspecto espiritual. Acu-saba a los curas de mantener contrabando con los cruceños (SantaCruz de la Sierra) y portugueses, evadiendo una cantidad impor-tante de dinero, y de ser los responsables de la relajación de costum-bres.

Elaboró un plan de Gobierno, Reglamento de Administrado-res, que fue rechazado por autoridades civiles, como el gobernadorde Santa Cruz, Francisco de Viedma, y eclesiásticas: el Obispo deSanta Cruz y los curas doctrineros, y tampoco contó con el apoyode los indios. Este plan fracasó, al provocar un amotinamiento delos indios, encabezado por el cacique Maraza, del pueblo de SanPedro, que obligó al gobernador Zamora, sucesor de Ribera, a salirde la provincia en 1801. El fin de la administración jesuítica estuvomarcado en esta área por el enfrentamiento del poder civil y ecle-siástico y la consecuente inestabilidad en el gobierno de estos pue-blos.

Nos hemos de referir a los aspectos relativos con el fomentode la actividad textil.

Manufactura textil

Ribera en un informe al virrey Arredondo, destacaba la laborde los indios en los diferentes oficios:

“La habilidad de estos Naturales no puede menos que admirar átodo el que reflexione la destreza con que un solo individuodesempeña varias artes y oficios. Hay muchos Indios que son á untiempo buenos músicos, texedores, bordadores y carpinteros. Notienen el talento de la invención, pero imitan perfectamente quantoveen.”

En relación con la industria textil, el material utilizado era elalgodón:

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“Con su algodón hacen varios texidos para mantelerías, sobreme-sas, colgaduras de camas, paños de mano y listados.En el día imitan una cotonia de cordoncillo muy semejante á unaque traxe de Europa en una chupa que les sirvió de muestra. Losgorros y las medias, también de algodón, que ahora van traba-jando prometen a su comercio buenas esperanzas.”[107]

También trabajaban la madera y los cueros, pero los principa-les productos que se comercializaban eran el cacao, el sebo, cera ycafé. Estos productos eran de la comunidad y se los entregaba a losadministradores, quienes los enviaban a través de los ríos Mamoréy Grande a la Administración subalterna de Santa Cruz, de dondepasaban a la General, que se encontraba en La Plata. De allí reci-bían: sal, hierro, “ropa de la tierra” y algunos géneros de Europapara la conservación de los templos y las necesidades de la provin-cia.

Existían conflictos entre las autoridades civiles y religiosas.El funcionario criticaba duramente a los curas, a quienes acusaba deremitir a la Administración General sólo 7 u 8.000 pesos de los 70u 80.000 que producían los pueblos. El resto se destinaba al contra-bando con los dominios de Portugal. Asimismo, los españoles queentraban a estos pueblos, sólo podían tratar con los curas, ya que lesestaba prohibida toda comunicación con los indios. Estos sólo ha-blaban quichua o aymará, desconociendo el castellano. Según elgobernador, los pueblos, que recibían 200 o 300 pesos en abalorios,navajas, agujas y otras bujerías, tenían que entregarle 4 o 6.000pesos a sus administradores eclesiásticos.

Dos años más tarde, Lázaro de Ribera señalaba que las tresgrandes columnas del “edificio de la prosperidad de Moxos” eranel cacao, el sebo y los tejidos de algodón. Respecto a los tejidosdecía:

“Los texidos que salen de las manos de los Indios Moxos tienenestimación en todo el Perú, y sin embargo de que la concurrenciade otras Provincias divide con la de Moxos este comercio, la buenacalidad de los suyos, le dá la superioridad sobre las otras.”[108]

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Comparaba la producción anterior con la actual, expresandoque antes sólo se elaboraban paños de mano y mantelería, realiza-dos por mujeres y hombres respectivamente. Se buscó hacer unnuevo tejido:

“... cuyo consumo comprehendiese todas las clases del Perú. Estees un lienzo que llaman tucuyo, aunque el de aquí no merece estenombre por su excelente calidad. La dificultad estaba en hallarpronto telares y tejedores...”[109]

Se establecieron ochenta y ocho telares que tejieron sesentay seis mil seiscientas ochenta y seis varas de lienzo de algodón.

La Audiencia se ocupó de instalar una fábrica de muselina, ydespués de muchos obstáculos logró que:

“... sin conocimiento ni noticias del telar, y solo con el auxilio deun pedazo de musolina que sirvió de muestra, han hecho dos ten-tativas que han producido 987 varas y últimamente se ha remitidoá la Administración General una pieza rayada.”[110]

Expresaba cómo se llegó a realizar una cotonía rayada, a tra-vés de diferentes intentos:

“Ya han empezado –continúa diciendo- a trabajar una cotoniarayada que tiene aprecio en el Perú... Hasta ahora solo han texido4.479 varas, sin tener para esto mas guía ni maestro que unachupa que traje de Europa. De ella cortaron un pedazo para des-aserlo y examinar la dirección de los hilos. Setenta veces hicieron,y desbarataron el telar, y después de caminar á tientas muchosmeces, consiguieron imitarla...”[111]

Se elaboraban también:“Las medias, calzetas, gorros, y guantes de algodón se van adelan-tando, y los cortes ce chupas y calzones, blancos y listados, conotros objetos que piden fomento y atención, se trabajan con algunainteligencia.”[112]

También encontramos el testimonio del Oidor Protector deMisiones, quien se refería al aumento de la población, a los cultivos(entre los que se encontraba el algodón) y a instrumentos textiles:

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“[...] aumentó la población que ha habido en dos años cinco meses,a saber 494 a lunas con lo que asciende hoy el número a 20.017...La labranza no ha tenido poco en el plantío de 22 cacaguetales, 52algodonales y 12 cañaverales. La industria en la habilitación de112 telares, 12 tornos de urdir y 13 trapiches para la fabricaciónde azúcar.”[113]

Un cuadro estadístico del 18 de marzo de 1808 nos permiteapreciar la producción textil y compararla con la del período 1790-1792. Observamos que se mantiene el mismo tipo de textiles, y conrelación a las cantidades resulta difícil la comparación ya que mien-tras en algunos rubros es mayor la cantidad del período 1790-1792,en otros tales como sobrecamas, sobremesas, sábanas, algodón, go-rros, muselina, etc., mientras a veces no se puede comparar comoen el ejemplo de la cotonía rayada de 4.479 varas, mientras en 1808hay cotonías lisas, listadas, obscuras y celestes, que suman 4.728varas. Las alfombras bordadas sólo aparecen en el primer período.Suponemos que las mismas se realizaban con algodón, dado queera el material utilizado en esta área[114].

El informe de Ribera nos permite conocer la importante pro-ducción de la zona en el período post-jesuítico, a pesar de la ines-tabilidad en el gobierno de estos pueblos a fines del períodohispánico. Las guerras de la Independencia y los posteriores conflic-tos políticos y sociales durante el proceso de surgimiento y confor-mación de la Nación Boliviana contribuirán a la decadencia moraly material de estas reducciones.

Notas[1] MARTIN DOBRIZHOFFER, Historia de los abipones, Resistencia(Chaco), Universidad Nacional del Nordeste, Facultad de Humanidades,Departamento de Historia, 1967, v. I, p. 221.

[2] GUILLERMO FURLONG, Entre los abipones del Chaco: según no-ticias de los misioneros jesuitas Martín Dobrizhoffer, Domingo Muriel,Joaquín Camaño, Jose Jolis, Pedro Juan Andreu, José Cardiel y VicenteOlvina, Buenos Aires, Talleres Gráficos San Pablo, 1938, p. 10.

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[3] MARTIN DOBRIZHOFFER,Historia de los abipones, ob. cit., 1968,v. II, pp. 101-102. Dentro de los autores que reprodujeron casi literalmenteesta subdivisión interna de los abipones encontramos los siguientes: SAL-VADOR CANALS FRAU, Poblaciones indígenas de la Argentina: suorigen - su pasado - su presente, Buenos Aires, Editorial Sudamericana,1973; LUDWIG KERSTEN, Las tribus indígenas del Gran Chaco hastafines del siglo XVIII, Resistencia, Universidad Nacional del Nordeste,1968; BRANISLAVA SUSNIK, “Dimensiones migratorias y pautas cul-turales de los pueblos del Gran Chaco y su periferia (enfoque etnológico)”en Suplemento Antropológico 7 (1), pp. 85-107 y JAMES SAEGER, TheChaco Misión Frontier. The Guaycuruan Experience, Tucson Arizona,The University of Arizona Press, 2000.

[4] JAMES SAEGER, The Chaco..., ob. cit., p. 17. Véase también: CA-RINA PAULA LUCAIOLI, Los grupos abipones hacia mediados delsiglo XVIII, Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología, 2005, p.74.

[5] MARTIN DOBRIZHOFFER,Historia de los abipones, ob. cit., 1969,v. III, p. 120.

[6] Ibidem, v. III, p. 246.

[7] MARTIN DOBRIZHOFFER, Historia de los abipones, ob. cit., v. II,pp. 16-17.

[8] MARTIN DOBRIZHOFFER, “Carta al R.Antonio Miranda” en GUI-LLERMO FURLONG, “El Padre Martín Dobrizhoffer S. J: filólogo ehistoriador (1718-1791)”, Boletín del Instituto de Investigaciones Histó-ricas Nº 35, Buenos Aires, 1928, p. 435.

[9] VICENTE D. SIERRA, Los jesuitas germanos en la conquista espi-ritual de Hispanoamérica, Buenos Aires, 1944, pp. 76-117. Véase tam-bién: MARTIN DOBRIZHOFFER, ob. cit., v. I, p. 22.

[10] MARTIN DOBRIZHOFFER, ob. cit., v. III, p. 195.

[11] Ibidem, v. III, p.

[12] Ibid, v. II, pp. 113-114.

[13] Ibid, v. II, p. 114.

[14] Ibid, v. II, p. 114.

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[15] Véase: Ibid, v. II y CARINA PAULA LUCAIOLI, Los grupos abi-pones..., ob. cit., p. 126.

[16] JOSE CARDIEL, “Recuerdos del Gran Chaco” en Estudios XVIII,p. 381.

[17] MARTIN DOBRIZHOFFER, La historia de los abipones, ob. cit., v.III, p. 319.

[18] Ibid, v. III, p. 109.

[19] Ibid, v. II, p. 115.

[20] Ibid, v. II, p. 115.

[21] Ibid, v. II, pp. 115-116.

[22] Ibid, v. II, p. 116.

[23] Ibid, v. II, p. 120.

[24] Ibid, v. II, p. 137.

[25] Ibid, v. II, pp. 123-125.

[26] Ibid, v. II, p. 37. Véase también: CARINAPAULALUCAIOLI, Losgrupos aipones..., ob. cit., p. 88.

[27] Ibid, v. III. Véase también: Ibid, p. 88.

[28] Ibid, v. II, p. 42.

[29] Ibid, v. II, p. 38.

[30] FELIX DE AZARA, Viaje por la América del Sur, Montevideo, Bi-blioteca del Comercio del Plata, 1846, p. 185.

[31] MARTIN DOBRIZHOFFER,Historia de los abipones, ob. cit., v. II,pp. 43-44. Véase también: CARINA PAULA LUCAIOLI, Los gruposabipones…, ob. cit., pp. 88-89.

[32] Ibid, v. II, p. 130.

[33] Ibid, v. II, p. 515.

[34] Ibid, v. I, p. 515.

[35] Ibid, v. I, p. 515.

[36] Ibid, v. I, pp. 516-517.

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[37] Ibid, v. II, p. ¿?.

[38] Ibid, v. I, p. 458.

[39] Ibid, v. II, pp. 130-131.

[40] Ibid, v. II, p. 131.

[41] Ibid, v. II, p. 110.

[42] Ibid, v. I., p. 512

[43] Ibid, v. I, p. 513.

[44] JOSE JOLIS, Ensayo sobre la historia natural del Gran Chaco, Re-sistencia, Universidad Nacional del Nordeste, 1972, p. 105.

[45] Ibidem, p. 106.

[46] Ibid, p. 106.

[47] Ibid, p. 107.

[48] MARTIN DOBRIZHOFFER, ob. cit., v. I, p. 513.

[49] JOSE JOLIS, ob. cit., p.106.

[50] Ibid, p. 107.

[51] Ibid, v. II, p. 132.

[52] Ibid, v. II, p. 132.

[53] Ibid, v. II, p. 133.

[54] Archivo General de la Nación, Buenos Aires, República Argentina,Sala III, 3-3-4-, t. 164.

[55] Ibid, v. III, p. 319.

[56] Ibid, v. III, p. 109.

[57] Ibid, v. III, p. 22.

[58] FLORENCIA SOL NESIS, Los grupos mocoví en el siglo XVIII,Buenos Aires, Sociedad Argentina de Antropología, 2005, pp. 90-91.

[59] Ibid, p. 91.

[60] MARTIN DOBRIZHOFFER, ob. cit, v. III, p. 221.

[61] MARTIN DOBRIZHOFFER, ob. cit., t. III, p. 17.

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[62] FLORENCIA SOL NESIS, Los grupos mocoví..., ob. cit., p. 52.

[63] GUILLERMO FURLONG, Entre los mocobíes de Santa Fe segúnlas noticias de los misioneros jesuitas Joaquín Camaño, Manuel Canelas,Francisco Burgés, Román Arto, Antonio Bustillo y Florián Paucke, Bue-nos Aires, Sebastián Amorrortu e hijos, 1938, p. 75.

[64] Ibid, p. 32.

[65] GUILLERMO FURLONG, Entre los mocobíes..., ob. cit., p. 133.

[66] FLORIAN PAUCKE, Hacia allá y para acá. Una estadía entre losindios mocobíes, 1749-1767, Tucumán, Universidad Nacional de Tucu-mán, 1944, v. III, p. 202. Véase también: FLORENCIASOL NESIS, Losgrupos mocoví..., ob. cit., pp. 108-109.

[67] GUILLERMO FURLONG, Entre los mocobíes..., ob. cit., p. 96.

[68] Ibidem, pp. 96-97.

[69] Ibid, p. 98.

[70] Ibid, p. 158.

[71] ERNESTO J.A. MAEDER, Historia del Chaco, BuenosAires, PlusUltra, 1997, p. 52.

[72] JUAN PATRICIO FERNANDEZ, Relación historial de las misionesde los indios que se llaman Chiquitos, Madrid, 1726; nueva edición,Asunción, 1896 en WERNER HOFFMANN, Las Misiones Jesuíticasentre los chiquitanos, Buenos Aires, Fundación para la Educación, LaCiencia y La Cultura, 1979, p. 4.

[73] JUAN PATRICIO FERNANDEZ, ob. cit., I, 52 en WERNER HOFF-MANN, ob. cit., p. 6.

[74] JUAN PATRICIO FERNANDEZ, ob. cit., I, p. 56 en WERNERHOFFMANN, ob. cit., p. 5.

[75] WERNER HOFFMANN, ob. cit., p. 7.

[76] JULIAN KNOGLER, Relato sobre el país y la nación de los Chiquitosen las Indias Occidentales oAmérica del Sud y las Misiones en su territo-rio, redactado para un amigo en WERNER HOFFMANN, ob. cit., p. 140.

[77] JULIAN KNOGLER, ob. cit. en WERNER HOFFMANN, ob. cit.,p. 140.

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[78] JULIAN KNOGLER, ob. cit. en WERNER HOFFMANN, ob. cit.,p. 140.

[79] Ibid, pp. 140-141.

[80] Carta del P. Martín Schmid, al P. Schumacher, San Rafael, 10 de oc-tubre de 1744 (traducido del latín) en WERNER HOFFMANN, ob. cit.,p. 189.

[81] JULIAN KNOGLER, ob. cit. en WERNER HOFFMANN, ob. cit.,p. 157.

[82] Carta del P. Martín Schmid al hermano P. Francisco Schmid, que es-taba en Baden (Suiza), 17 de octubre de 1744 (traducido del latín) enWERNER HOFFMANN, ob. cit., p. 194.

[83] Carta del P. Martín Schmid al P. Schumacher, San Rafael, 10 de oc-tubre de 1744 (traducido del latín) en WERNER HOFFMANN, ob. cit.,p. 190.

[84] JULIAN KNOGLER , ob. cit. en WERNER HOFFMANN, ob. cit.,p. 153.

[85] JULIAN KNOGLER, ob. cit. en WERNER HOFFMANN, ob. cit.,p. 157.

[86] JOSE SÁNCHEZ LABRADOR. El Paraguay católico, ob. cit., t. I,p. 81.

[87] JOSE SANCHEZ LABRADOR, ob. cit., t. I., p. 81.

[88] ALCIDES D’ORBIGNY, Viaje a la América Meridional, ob. cit., t.III, p. 1148.

[89] Ibidem, t. III, p. 1145.

[90] G. RENE MORENO, Catálogo del Archivo de Mojos y Chiquitos,Biblioteca Boliviana, Santiago de Chile, 1888, p. 335, XXXIII en WER-NER HOFFMANN, ob. cit., p. 66.

[91] Archivo General de la Nación, Buenos Aires, República Argentina,Colonia, Gobierno, Gobierno de Chiquitos, Sala IX, 20-6-7

[92] Ibidem.

[93] Archivo General de la Nación, Buenos Aires, República Argentina,Colonia, Gobierno, Gobierno de Chiquitos, Sala IX, 20-6-7.

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[94] René Moreno, Catálogo del Archivo..., ob. cit., p. 420, XXIII, citadopor: Werner Hoffmann, ob. cit., p. 68.

[95] Visita General hecha en el Gobierno de Chiquitos por su actual Go-bernador el Teniente Coronel de Exército D. Miguel Fermín de Riglos, etc.en Telégrafo Mercantil, Rural, Político, Económico e Historiográficodel Río de la Plata (1801-1802), Reimpresión facsimiliar dirigida por laJunta de Historia y Numismática americana, Buenos Aires, 1915, Nº 1, t.III, domingo 3 de enero de 1801, p. 7. Véase también: RICARDO R. CAI-LLET BOIS, “Un ejemplo de la industria textil colonial” en Boletín delInstituto de Investigaciones Históricas Dr. Emilio Ravignani, BuenosAi-res, año XIV, t. XX, enero-junio de 1936, Nº 67-68, pp. 25-26; JOSE M.MARILUZ URQUIJO, El Virreinato del Río de la Plata en la época delMarqués de Avilés (1799-1801), Buenos Aires, Plus Ultra, 1988, p. 167.

[96] RICARDO R. CAILLET BOIS, “Un ejemplo...”, p. 12.

[97] Ibid, p. 12.

[98] Archivo General de la Nación, Buenos Aires, República Argentina,Colonia, Gobierno, Gobierno de Chiquitos, Sala IX, 20-6-7.

[99] Archivo General de la Nación, Buenos Aires, República Argentina,Colonia, Gobierno, Gobierno de Chiquitos, Sala IX, 20-6-7. Véase tam-bién: Ricardo R. Caillet Bois, ob. cit., p. 25.

[100] Archivo General de la Nación, Licencias y pasaportes, Libro 15,Sala IX, 12-9-1. Véase también: JOSE M. MARILUZ URQUIJO, El Vi-rreinato..., ob. cit., p. 167.

[101] ALCIDES D’ ORBIGNY, Viaje a la América Meridional, BuenosAires, Editorial Futuro, 1945, t. III, p. 1147-1148.

[102] ALCIDES D’ORBIGNY, ob. cit., t. III, p.

[103] François de la Porte, Conde de Castelnau, Expédition dans les par-ties centrales de l’Amérique du Sud, París, 1851-1857 en Werner Hoff-mann, ob. cit. , p. 91.

[104] Archivo de la Nación Argentina, Documentos referentes a la épocade la independencia y emancipación política de la RepúblicaArgentina yde otras secciones de América que cooperó desde 1818 a 1828, BuenosAires, 1914, pp. 31 y sigs. Véase también: RICARDO R. CAILLETBOIS, “Un ejemplo…”, ob. cit., p.19.

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[105] HUMBERTO VAZQUEZ MACHICADO y H. PATIÑO TORRES,“Un códice cultural del siglo XVIII” en Historia, Buenos Aires, IV, Nº.14, 1958, p. 74. Véase también: ALCIDES PAREJAS MORENO, “Unimpacto de la expulsión: el ‘nuevo’ régimen en Moxos” en Jesuitas. 300años en Córdoba, ob. cit., pp. 299-300.

[106] A.G.I., Audiencia de Charcas, 6233 en ALCIDES PAREJAS MO-RENO, “Un impacto...”, ob. cit., pp. 300-301.

[107] RICARDO R. CAILLET BOIS , ob. cit., p. 20.

[108] Ibidem, p. 22.

[109] Ibid, p. 22.

[110] Ibid, p. 23.

[111] Ibid, p. 23.

[112] Ibid, p. 23.

[113] A.G.I., Audiencia de Charcas, 142 en ALCIDES PAREJAS MO-RENO, ob. cit., p. 305.

[114] Véase Apéndice Documental.

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