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CONSULTORIO DE PREVENCIÓN Nº 219 • Marzo • 2008 Capital Humano 116 Con inusitada frecuencia, en nuestra sociedad postindustrial e interdepen- diente (sin llegar a hablar de globali- zación), la “externalización interna”, permítaseme el juego de palabras, ha- ce que todas las empresas, en mayor o menor medida, contraten con otras obras o servicios que corresponden o no a la propia actividad de las prime- ras; y, a su vez, las segundas contratan con terceras; y no quiero alargar más lo que, coloquialmente, ya se sabe, se conoce como “cadena de subcon- trataciones” (o, con más tono peyo- rativo, “cadena de subcontratas”). Y ya ejerzan la actividad contratada o subcontratada en el mismo o en dis- tinto centro de trabajo. Como es también conocido, en mate- ria de prevención de riesgos laborales, la distinción entre que lo contratado pertenezca o no a la propia activi- dad del contratante (o comitente) es esencial, como condición necesaria a la hora del conjunto de obligaciones que recaen sobre el comitente; y, a su vez, la ejecución de la propia actividad contratada es condición suficiente a la hora de determinar las responsa- bilidades por incumplimiento de las obligaciones. Todo esto está legislado de la siguiente manera: El apartado 3 del artículo 24 del la Ley de Prevención de Riesgos Laborales establece que «las empresas que con- traten o subcontraten con otras la rea- lización de obras o servicios correspon- dientes a la propia actividad de aquéllas y que se desarrollen en sus propios centros de trabajo deberán vigilar el cumplimiento por dichos contratistas y subcontratistas de la normativa de prevención de riesgos laborales». Este precepto hay que conectarlo, por afi- nidad, con lo establecido en el artículo 7 de la Ley 32/2006, de 18 de octubre, reguladora de la subcontratación en el Sector de la Construcción, a saber, «Las empresas contratistas y subcon- tratistas que intervengan en las obras de construcción incluidas en el ámbito de aplicación de esta Ley deberán vi- gilar el cumplimiento de lo dispuesto en la misma por las empresas subcon- tratistas y trabajadores autónomos con que contraten…». ALCANCE DEL DEBER DE PROTECCIÓN Para comprender el alcance de dicha vigilancia se puede decir que empre- sario «principal» en cumplimiento del deber de protección tiene que vigilar, a su vez, el cumplimiento del deber de protección que incumbe a los contra- tistas y subcontratistas. O, dicho de otro modo, el empresario principal es- tá obligado a evitar los incumplimien- tos de la normativa de prevención de riesgos laborales por parte de aque- llos. Pero es claro que la vigilancia no puede llevarse a cabo de una manera absoluta, pues hay obligaciones inter- nas de los empresarios contratistas y subcontratistas que competen a éstos respecto de sus propios trabajadores, que no están directamente en relación con las de la empresa principal, como, por ejemplo, el contenido y los medios destinados a la formación en la mate- ria. Al empresario principal le compete vigilar que el contratista haya cumpli- do la obligación de formación pero no le incumbe vigilar si lo ha hecho con medios propios o con medios con- certados, ni que contenido exacto ha tenido ésta formación; el deber, por tanto, de la empresa principal abarca al continente de las obligaciones en materia de prevención de riesgos la- borales, no al contenido de las mismas pues éste último es responsabilidad concreta de cada empresa con respec- to a sus propios trabajadores. Es decir, las empresas contratistas y subcontratistas no pueden eludir sus propias obligaciones y responsabilida- des escudándose, como muchas veces se piensa, en la obligación de su res- pectiva principal, sino que deben asu- mir las que les competen como tales a los empresarios de las mismas, con las particularidades que en ocasiones concretas sean exigibles, singularmen- te en el sector de la construcción. De dichas obligaciones se derivan, en caso de incumplimiento, responsabili- dades de naturaleza administrativa, y, en su caso, civil y penal. En cuanto a la administrativa (establecida inicialmente en el apartado 2 artículo 42 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y, hoy, en el apartado 3 del artículo 42 de la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social –LISOS–), es de índole solidaria y su tipificación está enuncia- da en los siguientes términos: «La empresa principal responderá solidariamente con los contratistas y subcontratistas a que se refiere el apartado 3 del artículo 24 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales del cumplimiento, durante el período de la contrata, de las obligaciones impues- tas por dicha Ley en relación con los trabajadores que aquéllos ocupen en los centros de trabajo de la empresa principal, siempre que la infracción se La responsabilidad solidaria en Prevención de Riesgos Laborales FELIPE MANZANO SANZ, abogado. Experto en Prevención de Riegos Laborales. Esjurídico Abogados 116_s_cp_219.indd 116 116_s_cp_219.indd 116 14-feb-2008 19:02:18 14-feb-2008 19:02:18

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CONSULTORIO DE PREVENCIÓN

Nº 219 • Marzo • 2008Capital Humano 116

Con inusitada frecuencia, en nuestra sociedad postindustrial e interdepen-diente (sin llegar a hablar de globali-zación), la “externalización interna”, permítaseme el juego de palabras, ha-ce que todas las empresas, en mayor o menor medida, contraten con otras obras o servicios que corresponden o no a la propia actividad de las prime-ras; y, a su vez, las segundas contratan con terceras; y no quiero alargar más lo que, coloquialmente, ya se sabe, se conoce como “cadena de subcon-trataciones” (o, con más tono peyo-rativo, “cadena de subcontratas”). Y ya ejerzan la actividad contratada o subcontratada en el mismo o en dis-tinto centro de trabajo.

Como es también conocido, en mate-ria de prevención de riesgos laborales, la distinción entre que lo contratado pertenezca o no a la propia activi-dad del contratante (o comitente) es esencial, como condición necesaria a la hora del conjunto de obligaciones que recaen sobre el comitente; y, a su vez, la ejecución de la propia actividad contratada es condición suficiente a la hora de determinar las responsa-bilidades por incumplimiento de las obligaciones. Todo esto está legislado de la siguiente manera:

El apartado 3 del artículo 24 del la Ley de Prevención de Riesgos Laborales establece que «las empresas que con-traten o subcontraten con otras la rea-lización de obras o servicios correspon-dientes a la propia actividad de aquéllas y que se desarrollen en sus propios centros de trabajo deberán vigilar el cumplimiento por dichos contratistas y subcontratistas de la normativa de prevención de riesgos laborales». Este

precepto hay que conectarlo, por afi-nidad, con lo establecido en el artículo 7 de la Ley 32/2006, de 18 de octubre, reguladora de la subcontratación en el Sector de la Construcción, a saber, «Las empresas contratistas y subcon-tratistas que intervengan en las obras de construcción incluidas en el ámbito de aplicación de esta Ley deberán vi-gilar el cumplimiento de lo dispuesto en la misma por las empresas subcon-tratistas y trabajadores autónomos con que contraten…».

ALCANCE DEL DEBER DE PROTECCIÓN

Para comprender el alcance de dicha vigilancia se puede decir que empre-sario «principal» en cumplimiento del deber de protección tiene que vigilar, a su vez, el cumplimiento del deber de protección que incumbe a los contra-tistas y subcontratistas. O, dicho de otro modo, el empresario principal es-tá obligado a evitar los incumplimien-tos de la normativa de prevención de riesgos laborales por parte de aque-llos. Pero es claro que la vigilancia no puede llevarse a cabo de una manera absoluta, pues hay obligaciones inter-nas de los empresarios contratistas y subcontratistas que competen a éstos respecto de sus propios trabajadores, que no están directamente en relación con las de la empresa principal, como, por ejemplo, el contenido y los medios destinados a la formación en la mate-ria. Al empresario principal le compete vigilar que el contratista haya cumpli-do la obligación de formación pero no le incumbe vigilar si lo ha hecho con medios propios o con medios con-certados, ni que contenido exacto ha

tenido ésta formación; el deber, por tanto, de la empresa principal abarca al continente de las obligaciones en materia de prevención de riesgos la-borales, no al contenido de las mismas pues éste último es responsabilidad concreta de cada empresa con respec-to a sus propios trabajadores.

Es decir, las empresas contratistas y subcontratistas no pueden eludir sus propias obligaciones y responsabilida-des escudándose, como muchas veces se piensa, en la obligación de su res-pectiva principal, sino que deben asu-mir las que les competen como tales a los empresarios de las mismas, con las particularidades que en ocasiones concretas sean exigibles, singularmen-te en el sector de la construcción.

De dichas obligaciones se derivan, en caso de incumplimiento, responsabili-dades de naturaleza administrativa, y, en su caso, civil y penal. En cuanto a la administrativa (establecida inicialmente en el apartado 2 artículo 42 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales y, hoy, en el apartado 3 del artículo 42 de la Ley de Infracciones y Sanciones en el Orden Social –LISOS–), es de índole solidaria y su tipificación está enuncia-da en los siguientes términos:

«La empresa principal responderá solidariamente con los contratistas y subcontratistas a que se refiere el apartado 3 del artículo 24 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales del cumplimiento, durante el período de la contrata, de las obligaciones impues-tas por dicha Ley en relación con los trabajadores que aquéllos ocupen en los centros de trabajo de la empresa principal, siempre que la infracción se

La responsabilidad solidaria en Prevención de Riesgos Laborales

FELIPE MANZANO SANZ, abogado. Experto en Prevención de Riegos Laborales.Esjurídico Abogados

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haya producido en el centro de trabajo de dicho empresario principal».

RESPONSABILIDADES

Pero tal responsabilidad no exonera, como alguna vez se ha pretendido, al empresario infractor. Por ello, hay que explicar que el empresario infractor puede ser el empresario denominado “principal”, es decir, el primer contra-tante o primer comitente, por el he-cho de no vigilar el cumplimiento de la normativa a sus contratistas (no ya los subcontratistas, pues la obligación hacia éstos, corresponde, a pesar de la dicción del precepto, al segundo o ulterior contratante, o sea, al contra-tista), incluso aunque no haya habido evento dañoso en los trabajadores del contratista; puede ser, el empresario contratista, por un incumplimiento genérico de las obligaciones con sus propios trabajadores (insisto, haya o no ocurrido evento dañoso en éstos);

o pueden ser los dos, evidentemente, por ambas cuestiones.

Cuando ocurre el primer supuesto, la responsabilidad es individual del co-mitente, puesto que no ha cumplido con la obligación de vigilar el cumpli-miento de las obligaciones del con-tratista, sin que a este contratista le afecte (naturalmente, siempre que es-te último haya cumplido con sus obli-gaciones). Pero hay que fijarse bien en una ausencia paradójica de la Ley Infracciones y Sanciones en el Orden Social: aquélla obligación de vigilar, prevista en el apartado 3 del artículo 24 de la Ley de Prevención de Riesgos Laborales, en caso de incumplimiento queda impune, pues no hay tipifica-ción infractora, ni sanción claro.

Es decir, solamente jugará la respon-sabilidad solidaria cuando, al tiempo que el empresario contratista haya in-cumplido sus propias obligaciones con respecto a sus propios trabajadores, el

empresario denominado «principal» no haya vigilado el cumplimiento de la normativa, es decir, de aquéllas obli-gaciones del contratista.

Pero si el empresario principal ha vigi-lado y el contratista ha incumplido (por ejemplo, ha entregado al empresario principal documentación que asegura haber llevado a cabo la formación de sus trabajadores, o los exámenes de sa-lud, o de haber transmitido la informa-ción que el empresario principal que, a estos efectos, no hay que olvidar que es el titular del centro de trabajo y, por lo tanto, le corresponde dar esa infor-mación al contratista en función de lo establecido en le apartado 2 del artículo 24 LPRL), la infracción y la sanción de-berían recaer en el empresario incum-plidor, hipótesis que, sin embargo, como se verá más abajo, no ratifica la Jurisprudencia, lo que equipara el tercer supuesto (incumplimiento de principal y de contratista) al segundo (incumpli-miento exclusivo del contratista).

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Así, pues, tal responsabilidad, de ín-dole administrativa por incumplimien-to de las obligaciones de seguridad y salud en el trabajo, constituye una responsabilidad directa del empresa-rio compatible con la responsabili-dad del empresario con el que haya contratado, cuando concurra la triple condición más atrás referida:

1) Que se trate de contrata de obras y servicios correspondientes a la pro-pia actividad (y, es propia activi-dad, según la doctrina del Tribunal Supremo, Sala de lo Social, entre otras en la sentencia de 24 de no-viembre de 1.998, en la que, a su vez, se cita la de 18 de enero de 1.995, lo que determina que una actividad sea “propia” de la em-presa es su condición de inherente a su ciclo productivo1, es decir, el núcleo esencial o fundamental de la actividad que desarrolla habi-tualmente la empresa).

2) Que la infracción se haya produ-cido en el centro de trabajo del empresario principal.

3) Que sea durante el período de la contrata.

Por otro lado, como se dice en la Sen-tencia de la misma Sala y Tribunal, de 5 de mayo de 1.999, es el hecho de la producción de un accidente dentro de la esfera de la responsabilidad del empresario principal en materia de seguridad e higiene lo que determina en caso de incumplimiento la exten-sión a aquél de la responsabilidad en la reparación del daño causado, pues no se trata de un mecanismo de am-pliación de la garantía en función de la contrata, sino de una responsabi-lidad que deriva de la obligación de seguridad del empresario para todos los que prestan servicios en un con-junto productivo que se encuentra bajo su control.

O sea, para la Jurisprudencia, la exis-tencia de la obligación del empre-sario principal es de índole directa y, además, es compatible con la del contratista. La presencia de los tra-bajadores pertenecientes al contra-tista en el centro de trabajo de la empresa principal vincula a ambos al cumplimiento de las normas de prevención de riesgos laborales. Y debe velarse por dicho cumplimiento tanto desde la perspectiva de la or-ganización del centro, que incumbe a la primera, como desde la perspec-tiva de la dirección de la actividad de los trabajadores, que corresponde al contratista.

Por consiguiente, la responsabilidad del empresario principal no es una responsabilidad presunta fundada en el mero hecho de la subcontrata-ción, sino una responsabilidad funda-da en el principio de culpabilidad por incumplimiento de las obligaciones de seguridad e higiene que derivan de las facultades de organización del centro de trabajo siempre que se tra-te de actividades propias.

El carácter directo de la responsabili-dad del empresario principal en rela-ción con la del contratista determina que sean distintas las circunstancias con arreglo a las cuales se produce y debe valorarse el incumplimiento de uno y otro, por lo que dicha diferen-ciación justifica que puedan impo-nerse distintas sanciones sin infringir el principio de igualdad consagrado en el artículo 14 de la Constitución. Aparte de los criterios de gradua-ción, no estamos ante una misma y única responsabilidad, sino ante dos bien diferenciadas, que surgen co-mo consecuencia del incumplimiento de las obligaciones propias de cada empresario, como ha quedado ex-presado en la hipótesis construida más arriba, en el punto 3 de este comentario.

NOTAS

1 Por ejemplo, la instalación de un repetidor para una empresa de telefonía que ésta a contrata a otra es propia actividad.

Para la Jurisprudencia, la existencia de la obligación

del empresario principal es de índole directa y,

además, es compatible con la del contratista

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