La Revolución Política Durante La Época de La Independencia. El Reino de Quito - Rodríguez O., Jaime E

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    Jaime E. Rodrguez O.

    LA REVOLUCIN POLTICADURANTE LA POCA DELA INDEPENDENCIA El Reino de Quito, 1808-1822

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    Biblioteca de Historia

    a biblioteca de historia ecuatoriana naci con el propsito de poner a disposicin de investigadores y pblico interesadoun conjunto de clsicos de la historiografa nacional, que ha- ban sido escritos entre las ltimas dcadas del siglo XIX y la

    primera mitad del siglo XX, y cuyas ediciones originales estabanagotadas. Los primeros nueve volmenes de la coleccin plasmaronesta intencin original y llenaron una sentida ausencia bibliogrfica. A partir del dcimo volumen la coleccin cambi derumbo e incluy la presentacin de investigaciones histricas,realizadas entre los aos ochenta y noventa, sobre una variedad detemas especficos y pocas diferentes. La coleccin se nutri devolmenes que se inspiraban en una pluralidad de enfoques yniveles de discusin acadmica, reflejando en buena medida elclima historiogrfico nacional y las contribuciones de algunosdestacados ecuatorianistas.

    La segunda poca de esta coleccin editorial busca contribuir aldebate historiogrfico nacional, y al de la regin andina, desde una perspectiva de renovacin temtica y metodolgica. La coleccin in-cluir la publicacin de investigaciones de reconocido mrito acad-mico, que se inscriban en los mbitos de la historia social, econ-mica, poltica, cultural, o que adopten un enfoque interdisciplina-rio. La coleccin est abierta a publicar estudios sobre diversos pe-rodos histricos, provenientes tanto del medio acadmico nacional

    como extranjero. Esta segunda poca incluye adems una renova-cin en el diseo editorial de la coleccin.

    Guillermo Bustos,editor

    L

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    Jaime E. Rodrguez O.

    LA REVOLUCINPOLTICA DURANTELA POCA DE LAINDEPENDENCIA El Reino de Quito, 1808-1822

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    BIBLIOTECA DE HISTORIAvolumen 20 Editor de la coleccin: Guillermo Bustos

    Primera edicin: Corporacin Editora Nacional: ISBN-10: 9978-84-414-7

    ISBN-13: 978-9978-84-414-4Universidad Andina Simn Bolvar: ISBN-10: 9978-19-127-5

    ISBN-13: 978-9978-19-127-9 Derechos de autor: 024721 Depsito legal: 003404Impreso en el Ecuador, julio 2006

    Corporacin Editora Nacional, Roca E9-59 y Tamayo, telfonos:(593-2) 255 4358/558/658, fax: ext. 12, e-mail:[email protected], Quito-EcuadorUniversidad Andina Simn Bolvar, Sede Ecuador,Toledo N22-80, telfonos: (593-2) 3228085/88, fax: (593-2) 322 8426, e-mail: [email protected] http://www.uasb.edu.ee, Quito, Ecuador

    Impresin: Editorial Ecuador, Santiago Oe2-131 y Versalles, Quito

    Diseo: Edwin Navarrete Supervisin editorial: Jorge Ortega Arma-do: Alexia Ibarra D. Traduccin: Marianela Santovea Rodrguez Co-rreccin: Martha Andrade Cubierta: Ral Ypez. Ilustraciones: mapa"Audiencia de Quito" de Requena, 1779; leo de finales del siglo XIX, to-mado de La independencia de Iberoamrica,de Guillermo Cspedes.

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    Contenido

    Prefacio 9 Introduccin 15

    1. La revolucin del mundo hispnico 39La revolucin poltica 39Las elecciones a la Junta Central 44La gran revolucin parlamentaria 46Las Cortes de Cdiz 49Las primeras elecciones constitucionales 53El regreso del Antiguo Rgimen 57La Constitucin restaurada 58

    2. De la "revolucin" a la fidelidad: el procesode la independencia en el Reino de Quito 61 El Antiguo Rgimen 61 La crisis de la Monarqua Espaola 64 Las elecciones de 1809 65 La "Revolucin de Quito" 70 Las elecciones de 1810 73 La segunda Junta de Quito 77 Las primeras elecciones populares 79 El regreso del Antiguo Rgimen 89 La Constitucin restaurada 91 Las elecciones de 1821-18220 93

    3. Los indgenas y la nueva poltica 103 El nuevo proceso electoral 104 Los nuevos ciudadanos espaoles 108 La nueva poltica electoral 109 La lucha por el control de las ciudades 115 La nueva poltica indgena 119

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    4. De la fidelidad a la "revolucin": el proceso de la independencia de la Antigua Provincia de Guayaquil 125 El Antiguo Rgimen 125 La revolucin hispnica 133 Las elecciones de 1809 134 La "Revolucin de Quito" 138 Las elecciones de 1810 140 Las primeras elecciones populares 143 La independencia 164

    5. La Independencia 173 La Repblica de Colombia 173 La conquista del Reino de Quito 179 "Un pueblo sometido" 185

    Conclusin 187 Fuentes 201 Anexos I. Plan de elecciones de Diputados en Cortes y de Provincia (1813) 217II. Plan de elecciones de Diputados en Cortes y de Provincia (1820) 225III. Lista de los electores y regidores elegidos patrocinada

    por el Jefe Poltico Superior D. Toribio Montes 233 El autor 237 Universidad Andina Simn Bolvar 239

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    Prefacio

    unque durante ms de treinta aos mi trabajo ha tocado dealguna u otra manera el tema de la formacin de la Repbli-ca de Ecuador, el proceso de independencia no constitua una parte significativa de mis investigaciones. Considero, sin

    duda, dicho perodo como uno crucial para comprender el procesode consolidacin nacional. En mi primer libro,El nacimiento de Hispanoamrica: Vicente Rocqfuerte y el hispanoamericanismo,1808-1832 (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1980) -en suversin original,The Emergence of Spanish America: Vicente Rocajuerte and Spa-nish Americanism, 1808-1832(Berkeley,University of California Press, 1975)- ya propona que en el mundohispnico haba ocurrido una revolucin y que los dirigenteshispanoamericanos en un principio "haban favorecido la creacinde una comunidad[com-monwelth)constitucional hispnica. Peroel posterior fracaso de las Cortes (1810-1814 y 1820-1823) losoblig" a ir en pos de la independencia.

    Al considerar el complejo proceso de la formacin nacional, meintrigaba particularmente la siguiente cuestin: por qu una anti-gua colonia como Estados Unidos estableci un gobierno estable yse desarroll econmicamente, mientras que los pases hispanoa-mericanos, que tambin haban sido colonias, se enfrentaron alcaos poltico y a la decadencia econmica durante todo el siglo xix.Fue entonces que comenc dos investigaciones distintas, una sobreEcuador -el antiguo Reino de Quito- y otra sobre Mxico -el antiguo

    Virreinato de la Nueva Espaa-, en un esfuerzo por comprender laforma en que estas dos regiones tan diferentes llevaron a cabo latransicin de reinos de la Monarqua espaola a estados nacionales

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    independientes. Los temas eran difciles y requeran de una larga

    investigacin en los archivos de Ecuador, Mxico y Espaa. Otras preocupaciones, como una labor de seis aos en el cargo de Deca-no de Estudios de Posgrado y Vicerrector de Investigacin en la Uni-versidad de California, Irvine, interfirieron y retrasaron la culmina-cin de mis pesquisas. Sin embargo, los impedimentos ms graves provinieron de las interpretaciones cannicas, basadas en una hos-tilidad infundada contra la cultura hispnica, y de los estudios so- bre el proceso independentista que glorificaban a los proceres y alos "hroes de bronce".

    Como resultado de mi trabajo sobre el perodo, Clara Lida, en-tonces directora de la revista Historia mexicana,me invit a colabo-rar con un estudio historiogrfico sobre la independencia de la Am-rica espaola en un nmero especial que preparaba con ocasin delQuinto Centenario. La preparacin de ese artculo coincidi con unavisita a Quito durante septiembre de 1990. Aun cuando los histo-riadores saban que bajo la Constitucin de Cdiz se haban llevadoa cabo elecciones en la Ciudad de Mxico en noviembre de 1812, notenan noticia sobre la situacin del Reino de Quito. Mis colegasecuatorianos insistan en que tales elecciones constitucionales nose haban realizado en el Reino porque "el carnicero Montes" habasojuzgado a la Junta de Quito e iniciado un reino de terror. En con-secuencia, no busqu los registros sino hasta mi ltimo da de es-tancia en la ciudad. Solo para asegurarme de que ellos estaban enlo correcto y que no se haban celebrado elecciones en Quito, visitel Archivo Municipal, ubicado entonces en el centro. Cul habr si-do mi sorpresa al encontrar un legajo titulado "Juramento a laConstitucin, 1820" que contena, a su vez, actas electorales. Pasa-ron varios aos antes de que me fuera posible regresar a examinaresos documentos, as como otros registros en el Archivo Nacional deHistoria. En mi artculo titulado "La independencia de la Amricaespaola: una reinterpretacin",1 revis los estudios que se ocupa- ban de la independencia de Hispanoamrica, llegando a la conclu-sin de que la independencia no haba sido un movimiento antico-lonialista, sino parte de una revolucin poltica del mundo hispni-co y de la disolucin de la Monarqua espaola. El ensayo mereciel elogio de varios colegas, entre ellos Manuel Mio Grijalva, quienle sugiri a Alicia Hernndez Chvez, presidenta del FideicomisoHistoria de las Amricas, invitarme a escribir un volumen sobre el

    "La Independencia de la Amrica espaola: Una reinterpretacin", en Historia mexicana,42, No. 167, enero-marzo, 1993, pp. 571-620.

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    Prefacio 11

    tema. La Dra. Hernndez Chvez acept amablemente y me brind

    su paciencia y su respaldo durante los aos en que trabaj sobre ellibro titulado La independencia de la Amrica espaola(Mxico,Fondo de Cultura Econmica, 1996).

    Dicho volumen, que John Lynch considera un "revaloracin ra-dical",2 fue bien recibido en Amrica y Europa. El libro fue merece-dor de una edicin corregida y aumentada en ingls-The Indepen-dence ofSpanish America(Cambridge, Cambridge University Press,1998)-, as como de una segunda edicin corregida y aumentada enespaol (Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 2005). Gracias a es-te trabajo, he contado con la buena fortuna de ser invitado a dictarconferencias magistrales en Espaa, Mxico y Ecuador, donde hetenido la oportunidad de discutir mis planteamientos con varioshistoriadores que ahora se ocupan del perodo de independencia.

    La presente obra fue preparada a sugerencia de colegas ecuato-rianos, quienes insistieron en que mis investigaciones sobre latransformacin poltica que tuvo lugar en el antiguo Reino de Quitodurante la poca de la independencia deban difundirse en Ecuador.Aunque mi intencin no era publicar un libro hasta que hubiesecompletado mi investigacin en Ecuador -algo que no he logradoan- acept que sera til ofrecer mi actual entendimiento del pro-ceso de la independencia del pas a un pblico ms amplio. Algunassecciones de este libro aparecieron en versiones anteriores enPro-cesos. Revista ecuatoriana de historiay en Lamirada esquiva. Refle- xiones histricas sobre la interaccin del Estado y la ciudadana enlos Andes (Bolivia, Ecuador y Per, siglo xix),editado por Marta Iro-ruzqui (Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas,2005). Para esta edicin, esos textos han sido corregidos, ampliadosy reestructurados. Gran parte del material que constituye el volu-men es nuevo.

    Las deudas intelectuales que he contrado al preparar esta obrason cuantiosas. En primer lugar, debo reconocer la influencia de mimaestra, Nettie Lee Benson. Sus estudios pioneros sobre la culturay las instituciones polticas espaolas y mexicanas durante el pero-do de independencia iluminaron mi camino. A lo largo de aos, hetenido la suerte de confrontar mis ideas y las suyas con varios his-

    toriadores distinguidos: Roberto Moreno de los Arcos, Mara del Re-fugio Gonzlez, Isaac Barrera, Carlos Manuel Larrea, Julio Tobar

    2. John Lynch, resea de Jaime E. Rodrgaez O., The Independence of Spanish America,Cambridge, Cambridge University Press, 1998, en Journal of Latn American Studies,32(2000), pp. 825-826.

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    Donoso, Luis Alfonso Ortiz Bilbao, Juan Freile Granizo, Julio Estra-

    da Ycaza, Jorge Prez Concha, William F. Sater, Colin MacLachlan,Virginia Guedea, Christon I. Archer, John TePaske, Hugh M. HamillJr., Manuel Mio Grijalva, Alicia Hernndez Chvez, Marcello Car-magnani, Steven Topik, Heidi Tinsman, Mark Burkholder, ManuelChust Calero, Jos Antonio Serrano, Mnica Quijada, Marta Iruroz-qui, Vctor Peralta Ruiz, Ivana Frasquet, Eric Van Young, KennethJ. Andrien, Brian F. Connaughton, Jorge Caizares Esguerra, Ma-riana Tern Fuentes, Jos Hernndez Palomo, Tmara EstupinViteri, Jordana Dym y Armando Martnez. En aos recientes he te-

    nido la oportunidad de conocer a varios historiadores ecuatorianosque han demostrado gran inters en mi trabajo y que, a travs decomentarios y preguntas, as como de sus propias investigaciones,me han ayudado a entender mejor la compleja historia de nuestro pas: Guillermo Bustos, Rosemarie Tern Najas, Enrique Ayala Mo-ra, Carlos Landzuri Camacho, Rosario Coronel, Mara EugeniaChvez, Jos Antonio Gmez Iturralde, Carlos Caldern Chico y Al- berto Cordero Aroca. Agradezco a Manuel Mio Grijalva por sus es-clarecedores y agudos comentarios que me hicieron corregir algu-

    nos aspectos del texto. Mi deuda ms grande es para con mi amiga,colega y esposa, Linda Alexander Rodrguez, quien me ha alentado,apoyado y aconsejado durante cuatro dcadas y que ley este tra- bajo en todas sus versiones, aportando sugerencias para mejorarlo,sugerencias que clarificaron y enriquecieron mi anlisis del procesode independencia en Ecuador. Desde luego, estos generosos acad-micos no tienen responsabilidad alguna en los errores fcticos o deinterpretacin que quiz comet.

    Durante los aos en que he trabajado sobre el tema, he sidoafortunado y he recibido la ayuda financiera del Consejo de Investi-gacin en Ciencias Sociales (Social Science Research Council), de laFundacin Fullbright, la Fundacin Rockefeller y el Comit Acad-mico de Investigacin de la Universidad de California, Irvine, as co-mo del Instituto Mxico-Estados Unidos de la Universidad de Cali-fornia (ucMEXUS), y del presidente de la Universidad de California bajo la forma de una Beca de Humanidades(President's HumanitiesFellowship).

    Agradezco a los directores y al personal del Archivo Nacional deHistoria (Quito), el Archivo Municipal de Quito, la Biblioteca Muni-cipal de Quito, el Archivo Histrico del Banco Central del Ecuador(Quito), la Biblioteca Ecuatoriana Espinosa Plit (Cotocollao), el Ar-chivo Histrico del Guayas (Guayaquil), la Biblioteca Municipal deGuayaquil, el Archivo del Congreso de Diputados (Madrid), el Archi-

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    Prefacio 13

    vo Histrico Nacional (Madrid), la Biblioteca Nacional (Madrid), el

    Archivo General de Indias (Sevilla), el Archivo General de la Nacin(Mxico), el Archivo Histrico del Ayuntamiento de Jalapa, la Ben-son Latin American Collection (Austin), la Biblioteca Pblica de Nueva York, la Biblioteca Britnica (Londres), la Biblioteca Bancroft(Berkeley), la Biblioteca de Investigacin de la Universidad de Cali-fornia, Los ngeles y la Biblioteca de la Universidad de California,en Irvine.

    Finalmente, agradezco a Marianela Santovea Rodrguez por lasensible y cuidadosa traduccin de esta obra.

    Jaime E. Rodrguez O. Los ngeles, California

    24 de noviembre de 2005

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    Introduccin

    onforme se acerca el tricentenario de los acontecimientos quecondujeron a la cada de la Monarqua espaola y a la creacinde nuevas naciones en Espaa y en la Amrica espaola, entreellas Ecuador, resulta til echar una mirada sobre esas

    grandes metamorfosis polticas en el contexto ms amplio de loscambios que tuvieron lugar en el mundo atlntico durante lasegunda mitad del sigloXVIII y las primeras dcadas del siglo xix.Este perodo ha sido denominado la "era de las revolucionesdemocrticas", ya que algunas sociedades monrquicas dejaron deserlo y se convirtieron en sociedades democrticas. Esto es, lossubditos de algunas monarquas se transformaron en ciudadanos deestados nacionales con gobiernos representativos. Dichatransformacin ha sido bien estudiada en los casos de EstadosUnidos y Francia, pero el mundo hispnico, en general, no ha sidoexaminado desde esta perspectiva. La mayora de los estudiososlimitan el perodo de las revoluciones democrticas al sigloXVIII yterminan sus anlisis en 1799, cuando Napolen Bona-parte asumiel control sobre Francia.1 No obstante, la revolucin del mundohispnico dio inicio despus de 1808.

    La independencia del Reino de Quito y la formacin de la Rep- blica del Ecuador tuvieron lugar dentro del contexto ms amplio delderrumbe de la Monarqua espaola. Como parte de esta confedera-cin mundial, el Reino de Quito como los dems miembros de la Mo-narqua -sali en defensa de su rey, su religin y su patria cuando

    Vanse, por ejemplo, los trabajos clsicos de Jacques Godechot, La Grande Natiorv L'ex- pansion rvoluthonnaire de la France dans le monde de 1789 a 1799,2 vols., Pars, Au- bier, 1956; y Robert R. Palmer,The Age qf Democratic Revolutions: PoliticaL History qfEu-rope and America, 1760-1800,2 vols., Princeton, Princeton University Press, 1959-1964.

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    La teora poltica hispnica evolucion de manera paralela al

    pensamiento poltico en los pases protestantes y en Francia. Elmundo hispnico, al constituir un segmento importante de la civili-zacin occidental, abrev en la cultura europea de Occidente quecomparta. Los intelectuales de la Monarqua espaola basaron susideas polticas en el pensamiento clsico antiguo, en teoras catli-cas y en los escritos de un grupo de pensadores hispnicos de los si-glos xvi yXVII-Francisco de Vitoria, Diego de Covarrubias, Domingode Soto, Luis de Molina, Juan de Mariana, Francisco Surez y, elms importante, Fernando Vzquez de Menchaca-. Como ha adver-tido Quentin Skinner: estos tericos hispnicos "ayudaron a colocarlos cimientos de las as llamadas teoras del 'contrato social' del si-glo xvii...".7 Vzquez de Menchaca asever que "las leyes de un reino,aun las positivas, no estn sometidas a la voluntad del prncipe, y por tanto no tendr poder para cambiarlas sin el consentimiento del pueblo; porque no es el prncipe seor absoluto de las leyes, sinoguardin, servidor y ejecutor de ellas, y como tal se le considera".8 Ms an, como ha sealado Skinner, "el jesuita Mariana... [present]una teora de la soberana popular que, pese a ser escolstica en susorgenes y calvinista en sus desarrollos posteriores, fue en esenciaindependiente de cualquier credo religioso y estuvo as a disposicinde ambas partes...".9 Algunas ideas de los tericos hispnicos, particularmente las de Vitoria, Covarrubias y Vzquez de Menchaca,se introdujeron en el pensamiento poltico ingls y francs a travsde las obras de Johannes Althusius y Hugo Grotius.10

    Los intelectuales hispnicos, como sus contrapartes en otrasregiones de Europa, crean en el ideal de unares publicaeo gobier-

    7. Quentin Skinner,The Foundations oJModern Politici Thought,2 vols., Cambridge, Cam bridge University Press, 1978, n, p. 159.

    8. Citado en Manuel Torres, "La sumisin del soberano a la ley en Vitoria, Vzquez de Menchaca y Surez", en Anuario de la Asociacin Francisco de Vitoria, w,1932, p. 146.

    9. Quentin Skinner,The Foundations oJModern Potical Thought,n, pp. 159, 347.10. Desde el punto de vista de Anthony Pagden "a pesar de estar ausente de casi todos los

    estudios contemporneos, elControversiarum illustrium[de Fernando Vzquez de Menchaca] tendra una influencia enorme y sostenida en Grotius -cuyo propio ataque deluniversalismo es poco ms que un sumario de las conclusiones de Vzquez- y, a travsde Grotius, en discusiones posteriores sobre las bases jurdicas de las relaciones entre

    estados". Lords ofall the World: Ideologies ofEmpire tn Spain, Britain and France, 1500-1800, New Haven, Yale University Press, 1995, p. 56. Annabel S. Brett analiza el pensamiento de Vzquez de Menchaca en Nature, Rights, and Liberty: Individual Rights in La-ter Scholastic Thought,Cambridge, Cambridge University Press, 1997, pp. 165-204.Brett concluye: "La construccin poltica de Vzquez, fundada sobre la nocin legal deuna libertad original y natural absoluta se yergue tras una tradicin de pensamiento poltico y jurdico radical cuyo principio se reconoce generalmente en Grotius, para quienVzquez fue una fuente importante", p. 204.

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    Introduccin 19

    no mixto. El trminorepblica,empero, no significaba una forma de

    gobierno sin rey. Ms bien se refera a un sistema de gobierno en elcual la virtud cvica aseguraba la libertad y la estabilidad. El verda-dero ciudadano republicano pona el bien comn de lares publicae,o la comunidad, por encima de su propio bien. El gobierno mixto, basado en la cultura poltica de la Grecia antigua, de Roma y de losEstados italianos renacentistas, era un rgimen en el cual el uno, elgobernante, los pocos, los prelados y los nobles, y los muchos, el pueblo, compartan la soberana. Los gobiernos mixtos eran consi-derados como los mejores y ms duraderos porque establecan limi-taciones severas al poder arbitrario o tirnico del gobernante, losnobles o el pueblo.11 Adems, como lo ha demostrado John Pocock,el pensamiento de Nicols Maquiavelo influenci en forma significa-tiva el concepto de gobierno mixto en Inglaterra y en otros lugaresdel mundo Atlntico.12 En ambos lados del Atlntico, los hispanoscultos recurrieron a Aristteles, Polibio y Maquiavelo para entenderla naturaleza del republicanismo clsico.

    A finales del siglo xvn, los nacionalistas de la Pennsula reinter- pretaron la historia para crear un nuevo mito nacional. Los espao-les ilustrados sostenan que los primeros visigodos haban gozadode una forma de democracia tribal. Supuestamente, estos ancestrosgermnicos forjaron la primera constitucin hispnica. Ms tarde,en el sigloXII, Espaa desarroll el primer parlamento de Europa:las Cortes. Como ha sealado David Brading: "fue Alfonso el Sabio,rey de Castilla en el sigloXIII, quien cre la constitucin medieval alconvocar a las Cortes no solo a la nobleza y a los prelados, sino tam- bin a los representantes de las ciudades".13 De acuerdo con estainterpretacin de la historia, la Espaa medieval haba gozado de lademocracia solo hasta que sta haba sido destruida a manos de losdespticos reyes de la casa de los Habsburgo.14

    11. Jos Antonio Maravall, La philosophie politque espagnole au xvne sicle dans ses rapportsavec Vesprit de la contre-reforme,Pars, J. Vrin, 1955, pp. 137-141. Federica Morelli, porejemplo, ha demostrado recientemente que la ideologa de la Revolucin quitea se fundaba en los principios del gobierno mixto: vase "La revolucin en Quito: el camino hacia el gobierno mixto", Revista de Indias, No. 222, mayo-agosto, 2002, pp. 335-356.

    12. John G. A. Pocock,The Machiaveian Moment: Florentine Politcal Thought and the Atlantic Republican Tradition,Princeton, Princeton University Press, 1975. Sobre el tema va

    se tambin: Maurizio Viroli,For Love qfCountry: An Essay on Patriotism and Nationalism, Nueva York, Oxford University Press, 1995, pp. 18-94.13. David A. Brading,The First America: The Spanish Monarchy, Crele Patrite, and the Li

    beral State, 1492-1867,Cambridge, Cambridge University Press, 1991, p. 541.14. Estudios recientes demuestran que dichos argumentos son acertados. Sobre la Impor

    tancia poltica de los Comuneros, vase: Mnica Quijada, "Las 'dos tradiciones". Soberana popular e imaginarios compartidos en el mundo hispnico en la poca de las grandes revoluciones atlnticas", en Jaime E. Rodrguez O. coord., Revolucin, Independen-

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    Aunque las primeras cortes representaban a reinos particula-

    res, tales como Castilla y Aragn, y no a la Monarqua espaola en-tera, los reformadores del sigloXVIII pensaban en un cuerpo unifica-do cuando hablaban de restituir las cortes. Las ideas de estos refor-madores culminaron en las obras del ms distinguido historiadorespaol del derecho, Francisco Martnez Marina, cuya monumentalTeora de las cortesentraaba la idea de que la restauracin de uncuerpo nacional representativo era necesaria para revitalizar el pas.15

    En las universidades y los colegios de Espaa y Amrica se rein-terpretaron las ideas de aquellos tericos hispnicos, ideas que pro- porcionaron la base del pensamiento poltico hispnico moderno a fi-nales del sigloXVIIIy principios del xix. Entre los conceptos formula-dos por los comentaristas jurdicos de los siglos xvi yXVII, entre ellosVzquez de Menchaca y Surez, dos adquiriran importancia a prin-cipios del siglo xix -la nocin de un pacto[pactum translationis)en-tre el pueblo y el rey, y la idea de la soberana popular-.16 Las teo-ras de gobierno basadas en el derecho natural tambin estaban am- pliamente difundidas en el mundo hispnico. Joaqun Marn y Men-doza, nombrado catedrtico de derecho en San Isidro por el rey Car-los m, por ejemplo, public su Historia del derecho natural y de gen-tes en 1776. l y otros profesores de derecho presentaron a susalumnos a varios autores europeos que desarrollaron teoras sobreel gobierno basado en el pacto entre el pueblo y el rey y en el dere-cho natural, entre ellos Gaetano Filangieri, Christian Wolf, Emme-rich de Vattel, y, sobre todo, Samuel Pufendorf. Fueron estos auto-res poco conocidos, antes que el renombrado Jean-Jacques Rous-

    seau, quienes prepararon a varias generaciones de estudiantes his- pnicos para reinterpretar la relacin entre el pueblo y el gobierno.17

    ca y la Nuevas Naciones de Amrica,Madrid, Fundacin Mapfre-Tavera, 2005, pp. 61-98. Jos Antonio Maravall la considera la "primera revolucin moderna", como lo indicael subttulo de su obra clsica: Las Comunidades de Castilla. Una primera revolucin mo-derna,Madrid, Revista de Occidente, 1963.

    15. Richard Herr,The Eighteenth Century Revolution tn Spain,Princeton, Princeton Univer-sity Press, 1958, pp. 337-347. Francisco Martnez Marina,Teora de las cortes,2 vols.,Biblioteca de Autores Espaoles, Madrid, Atlas, 1968-1969. Su introduccin crtica aSietePartidas ha sido reeditada junto con un excelente estudio de su pensamiento en elvol. 194 de la Biblioteca de Autores Espaoles, Madrid, Atlas, 1966.16. Francisco Surez,Tratado de las leyes y de Dios legislador,trad. Jaime Torrubiano Ri- poll, Madrid, Reus, 1918. Vase tambin O. Carlos Stoetzer,The Scholastic Roots qftheSpanish American Revolution, Nueva York, Fordham University Press, 1979.

    17. Richard Herr,The Eighteenth Century Revolution in Spain, pp. 172-183; Jos CarlosChiaramonte, "Fundamentos iusnaturalistas de los movimientos de independencia", enMarta Tern y Jos Antonio Serrano Ortega, edits., Las guerras de independencia en la Amrica espaola,Zamora, El Colegio de Michoacn, 2002, pp. 99-122.

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    Introduccin 21

    En la dcada de 1780, la Universidad de Salamanca se oonvir

    ti en un centro de liberalismo; ms tarde; sus egresados se conver-tiran en dirigentes revolucionarios en las Cortes de Cdiz. Estos in-dividuos recibieron la influencia del Snodo de Pistoia y de dos im- portantes telogos, Pietro Tamburini y Giuseppe Zola, quienes abo-gaban por una Iglesia menos centralizada y una mayor autoridaddel Episcopado. En trminos polticos, estos conceptos se traducanen un gobierno representativo con un poder ejecutivo dbil.18 Losfuturos revolucionarios tambin recibieron "con beneplcito lasideas de intelectuales angloparlantes de Inglaterra, Escocia y Esta-dos Unidos -entre ellos John Locke, Adam Smith, Adam Ferguson yBenjamn Franklin-. Este intercambio intelectual fue la continua-cin de un dilogo ininterrumpido que comenz en el siglo xvi. Lasideas britnicas, en particular la del principio de gobierno mixto,ejemplificada en la constitucin inglesa no escrita, podan ser incor- poradas con facilidad al pensamiento hispnico porque ya antes lostericos hispnicos, como Vzquez de Menchaca, haban influencia-do a los pensadores britnicos como Thomas Hobbes.19

    El pensamiento cientfico de la Ilustracin no transform sbi-tamente el ambiente escolstico de la Espaa y la Amrica de losHabsburgo. Ms bien, el cambio comenz en las dcadas de 1670 y1680, cuando algunos intelectuales espaoles comenzaron a cues-tionar ciertos aspectos de la escolstica. A finales del sigloXVIIy du-rante las primeras dcadas del sigloXVIII, estos individuos, a los quese conoce comoeclcticos,introdujeron la JUosoJia moderna,comosera llamada, al mundo hispnico.20 El nuevo enfoque crtico se di-semin ampliamente a travs de los textos de Benito Gernimo Fei-

    18. Juan Marlchal, "From Pistoia to Cdiz: A Generaon's Itinerary, 1786-1812", en A.Owen Aldrige, edit,The Ibero-American Enlightenment,Urbana, Universlty of IllinoisPress, 1971, pp. 97-110.

    19. John H. R. Polt, Joveanos and His Engish Sources, Economic, Phtiosophiccd, and PoliU-cal Writings,Philadelphia: Transactions of the American Philosophical Society, 1964;Manuel Moreno Alonso, La Jorja del liberalismo en Espaa. Los amigos espaoles de Lord Hoand, 1793-1840,Madrid, Publicaciones del Congreso de Diputados, 1997. Sobre lainfluencia de Vzquez de Menchaca en Hobbes, vase: Annabel S. Brett en Nature, Rightsand Liberty,captulos 5 y 6. Es interesante observar que John Adams, quien crea quela cultura castellana era retrgrada, autoritaria y que estaba dominada por el clero ca

    tlico oscurantista, consideraba, sin embargo, la antigua constitucin de la mtica Re pblica Vasca como un elemento importante en su defensa de la Constitucin de Estados Unidos de 1787. Vase su "A Defense of the Constltution of the Government of theUnited States", en Adams,The Life and Works qfJohn Adams,10 vols., Boston, Little,Brown & Company, 1850, pp. 4, 310-314.

    20. Olga Victoria Quiroz-Martnez, La introduccin de la filosofa moderna en Espaa,Mxico, El Colegio de Mxico, 1949. Vase tambin Bernab Navarro, La introduccin de laji-losqfa moderna en Mxico,Mxico, El Colegio de Mxico, 1948.

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    jo, quien buscaba introducir y popularizar los logros intelectuales

    y cientficos de la poca. Feijo insista en que la Monarqua espa-ola requera de la ciencia moderna, la cual no entraba en discor-dia con la religin. A partir de 1739, con su obra en nueve volme-nes Teatro crtico universal,Feijo disert sobre el arte, la literatura,la filosofa, la teologa, las matemticas, la ciencia natural, la geo-grafa, la economa y la historia. Posteriormente, public cinco vo-lmenes adicionales de ensayos tituladosCartas eruditas.Su enfo-que era crtico y desvelaba la falibilidad de los mdicos, los santosy milagros falsos, y en todos los casos pugnaba por la causa del pensamiento analtico moderno. Como ha sealado Richard Herr,Feijo "nunca cuestion la grandeza de las figuras intelectuales es- paolas que le antecedieron, ni expres una opinin que creyeraopuesta en lo ms mnimo a la religin catlica".21 Sin embargo, de-fenda el mtodo experimental de la ciencia inglesa protestante y re-chazaba los sistemas demasiado tericos y la filosofa materialistade algunos autores franceses.22 Aunque las publicaciones de Feijosuscitaron una gran controversia, sus obras se volvieron extrema-damente populares y aparecieron en un sinnmero de ediciones enlas dcadas siguientes. De hecho, fueron losbest sellersde la po-ca, superadas solo por el Don Quijotede Cervantes. Las obras deFeijo han sido encontradas en casi todas las bibliotecas colonialesde la Amrica espaola, incluidas las de Quito.23 En 1750, el ReyFernando vi expidi un decreto real mediante el cual se prohiba cri-ticar la obra de Feijo debido a que sus escritos "eran del real agra-do".24

    Los intelectuales hispnicos tambin estaban al tanto de la evo-

    lucin del pensamiento econmico. Los exponentes britnicos de laeconoma de libre mercado de finales del sigloXVII influenciaron alos tratadistas hispnicos.25 Durante la segunda mitad del sigloxviii, las sociedades que apoyaban el conocimiento til se convirtie-ron en un vehculo para difundir las ideas econmicas. En 1774, se

    21. Richard Herr,The Eighteenth Century Revolution in Spain, pp. 172-183.22. Jos Antonio Prez Rloja,Proyeccin y actualidad, de Feijo (ensayo de interpretacin),

    Madrid, Instituto de Estudios Polticos, 1965, pp. 40-41, 163.23. Sobre la influencia de Feijo en Quito vase: Ekkehart Keeding, Surgela nacin: La ilustracin en la Audiencia de Quito,Quito, Banco Central del Ecuador, 2005, pp. 175-193.24. Richard Herr,The Eighteenth-Century Revolution in Spain, p. 39.25. Sobre los comentaristas britnicos del sigloXVII, vase Joyce Appleby,Economic Thought

    and Ideology in 17th Century England,Princeton, Princeton Universiry Press, 1978. So bre Espaa, vase Richard Herr,The Eighteenth-Century Revolution, p. 52; y Marcelo Bi-tar Letayf, Los economistas espaoles del siglo xvii y sus ideas sobre el comercio con las Indias,Mxico, Instituto Mexicano de Comercio Exterior, 1975.

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    Introduccin 23

    fund en la Ciudad de Vergara la Sociedad Vascongada de Amigos

    del Pas, una organizacin inspirada en la Sociedad Real de Lon-dres, la Sociedad de Dubln y las academias reales de Pars, Berlny San Petersburgo, que se dedicaba a fomentar la educacin en lazona. La Sociedad Vascongada se convirti en un centro privilegia-do de discusin de toda suerte de conocimientos prcticos, inclui-das la ciencia y la tecnologa. En ella se agruparon los hombres msimportantes de las Provincias Vascas. En poco tiempo, la Sociedadadmiti a otros espaoles importantes y a distinguidos extranjeros.Conforme gan influencia, extendi su membresa para incluir aamericanos. Para 1773, haba admitido a numerosos miembros deultramar.26 Despus, otras sociedades de amigos del pas se esta- blecieron en Espaa y Amrica, entre ellas la Sociedad Econmicade los Amigos del Pas de Quito.27 Inevitablemente, las sociedades pusieron su atencin en cuestiones relativas a la economa y las l-timas teoras econmicas. En sus debates y publicaciones, estasagrupaciones difundan las obras de exponentes de la economa dellaissez-faire.

    Durante el reinado de Carlos m algunos distinguidos reforma-dores aplicaron la nueva filosofa y la nueva teora econmica a laMonarqua espaola. Su trabajo culmin en las actividades del graneconomista y estadista espaol Gaspar Melchor Jovellanos, quien,como Feijo, fue un admirador del pensamiento britnico. En 1774,an antes de que Adam Smith publicara La riqueza de las naciones,Jovellanos emiti una opinin legal que defenda el libre mercado:"Quisiramos restituir del todo la libertad, que es el alma del comer-cio, la que da a las cosas comerciales aquella estimacin que corres- ponde a su abundancia o escasez, y la que fija la justicia natural delos precios con respecto a la estimacin de las mismas cosas". Tan-to en sus acciones polticas como en sus posteriores publicaciones,Jovellanos busc eliminar los privilegios y fomentar la libertad co-mercial y poltica. Jovellanos afirm: "[El] primer principio poltico...aconseja dejar a los hombres la mayor libertad posible, a cuya som- bra crecern la industria, el comercio, la poblacin y la riqueza".28Durante su larga y sobresaliente trayectoria, Jovellanos abog porel libre comercio y atac toda forma de privilegio. l defenda los de-

    26. Robert J. Shafer,The Economic Societiesnthe Spanish World, 1763-1821,Syracus, Sy-racuse University Press, 1958; Robert Sidney Smith, "TheWealth ofNationsn Spain andSpanish America, 1780-1830", enThe Journal qfPoticalEconomy,65:2, abril, 1957, pp. 104-125.

    27. Sobre la Sociedad de Quito vase: Robert Shafer,The Economic Societies in the SpanishWorld, pp. 168-177; y Ekkehart Keeding,Surge la nacin, pp. 515-530.

    28. Citado en John H. R. Polt, Jovellanos and His English Sources, p. 25.

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    rechos de propiedad e inters individual, y por consiguiente se opo-

    na a la interferencia del gobierno en la economa. Desde su puntode vista, el papel del gobierno consista en proteger la propiedad ylos intereses privados mediante leyes que aseguraran la libertadeconmica, as como proporcionar educacin al pueblo e infraes-tructura -caminos, canales, irrigacin, puertos y otras instalacio-nes- para la economa. Sobre todo, el gobierno deba cobrar impues-tos justos, impuestos que todos -sin excepcin- deberan pagar deacuerdo a su capacidad.29

    Los grupos cultos de Amrica conocan los conceptos econmi-cos, legales y polticos europeos. A finales del sigloXVIIIy principiosdel xix, los estudiosos del Nuevo Mundo -en especial, los profesoresde las facultades de derecho en las universidades del continente-reinterpretaron la teora del pacto de Vzquez de Menchaca y Su-rez para ampliar sus intereses.30 Los americanos, como los espao-les, basaron sus mitos nacionales en una constitucin histrica. Deacuerdo con esta interpretacin, los derechos de los americanos provenan de dos fuentes: sus progenitores indgenas, quienes po-sean originalmente el territorio, y sus antecesores espaoles, quie-nes al conquistar el Nuevo Mundo obtuvieron privilegios de la Coro-na, incluido el derecho a convocar sus propias cortes. Ese pacto,empero, no se daba entre Amrica y Espaa, sino entre cada reinodel Nuevo Mundo y el monarca. Las leyes de las Indias afirmaban elestatus especial de las Amricas dentro de la Monarqua espaola.Desde el siglo xvi, los estudiosos del derecho, tanto europeos comodel Nuevo Mundo, haban comentado sobre la naturaleza nica del"derecho indiano". La publicacin de la gran Recopilacin de leyesde los Reynos de las Indiasen 1680, dio mpetu a numerosas inter- pretaciones nuevas sobre la naturaleza de los derechos americanos.En la segunda mitad del sigloXVIII, varios juristas publicaron nue-vas colecciones de leyes expedidas en Amrica.31

    Esas obras fomentaron la nocin de que el Nuevo Mundo poseasu propia "constitucin no escrita". Como declar Fray Servando Te-resa de Mier, uno de los ms distinguidos defensores de la tesis delos derechos americanos: "Lejos de haber pensado nuestros reyes

    29. Ibidem, pp. 15-43.30. Jos Castn, La influencia de la literatura espaola en las codificaciones americanas,Ma

    drid, Instituto de Estudios Jurdicos, 1984.31. Compilaciones de leyes, como la de Eusebio Ventura Beleo, Recopilacin sumaria de los

    autos acordados de la Real Audiencia y Sala del Crimen de esta Nueva Espaa,2 vols.Mara del Refugio Gonzlez, edit, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,1981, provey a los americanos de un sentido de identidad nico.

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    Las publicaciones peridicas, conocidas como "gazetas", juga-

    ron un papel central en la difusin de "un nuevo modo de ver las co-sas y de concebir la vida" en el mundo hispnico. LaGazeta de Ma-drid, que apareci en 1701, y laGazeta de Mxico(1722, 1728-1730, 1784-1809) tuvieron como propsito registrar los eventos po-lticos y culturales de importancia, otros acontecimientos de intersy los descubrimientos mdicos y cientficos relevantes. El Diario de Madrid,fundado en 1758, se convirti en el primer peridico diariode Europa. El ritmo de la publicacin se aceler en la dcada de1780 cuando un gran nmero de publicaciones peridicas, queabordaban diversos temas, aparecieron en Espaa y Amrica. Ma-drid y la Ciudad de Mxico se convirtieron en los principales centrosde publicacin. Entre los peridicos importantes de Madrid se con-taban el Semanario erudito(1781-1791),El Observador(1781-1877),El Correo literario de Europa(1781-1791),El Mercurio de Es- paa (1784-1830),El gabinete de la lectura Espaola(1787-1791), yel Espritu de los mejores diarios(1787-1791), una seleccin de las publicaciones ms importantes de Europa que circulaban en gran parte de Amrica, as como en Espaa. Entre las publicaciones msinfluyentes de la Ciudad de Mxico se contaban el Diario literario de Mxico(1768), el Mercurio volante(1772-1773), y laGazeta de litera-tura de Mxico(1788-1795). A finales del siglo, la prensa florecitanto en la capital de Nueva Espaa como en provincias importan-tes como Veracruz.36

    A diferencia de la Pennsula Ibrica, donde las publicacionesmadrileas circulaban por todo el pas, Amrica era demasiadogrande como para que cualquier gran ciudad dominara todo el mer-cado periodstico. Aunque las publicaciones de la Ciudad de Mxicocirculaban ampliamente en el virreinato de Nueva Espaa y el Rei-no de Guatemala, solo se distribuan de manera espordica en Su-damrica, particularmente en los puertos que tenan relaciones co-merciales con el gran virreinato del norte como Guayaquil y Cara-cas. Las publicaciones de Lima tenan una circulacin mucho msrestringida. A finales del sigloXVIIIaparecieron otras publicaciones peridicas en diversas regiones de Amrica, la mayora de ellas pa-trocinada por las sociedades locales de amigos del pas:El Mercurio

    36. Richard Herr,The Eighteenth-Centwy Revolution,183-200; Virginia Guedea, Las gacetasde Mxico y la medicina: Un ndice,Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico,1991; Ruth Wold, Diario de Mxico: Primer cotidiano de Nueva Espaa,Madrid, Gredos,1970; Ignacio Bartolache, Mercurio volante,Roberto Moreno, edit, Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1979; Jos Antonio lzate,Obras, vol. i,Peridicos,Ro- berto Moreno, edit. , Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1980.

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    Peruano de Historia, Literatura y Noticias Pblicas,Et Papel Peridicode la Ciudad de Santa Fe de Bogot,las Primicias de la Cultura deQuito, la Gaceta de Guatemala,el Correo Curioso, Erudito, Econ-mico y Mercantil de la Ciudad de Santa Fe de Bogot, El Telgrafo Mercantil, Rural, Poltico-Econmico e Historiogrftco del Ro de la Pla-tayla Lonja Mercantil de la Habana, por mencionar solo los ms no-tables.37 Como lo indican muchos de sus ttulos, las publicacionesdel mundo espaol siguieron la prctica de difundir el nuevo cono-cimiento "cientfico", en especial noticias sobre cmo mejorar la sa-lud, la educacin, la tecnologa, la industria y la agricultura.

    Los peridicos tambin informaban a sus lectores sobre histo-ria, arte, literatura filosofa y acontecimientos importantes. Lasobras de los principales escritores de la poca, incluidos los philo-sophes ingleses y franceses, se tradujeron o se presentaron en for-ma resumida. En algunos casos, los peridicos reportaron que cier-tas obras, tales como la Historia, de la decadencia y ruina del Impe-rio romano,de Edward Gibbon, haban sido prohibidas "por conte-ner doctrinas errneas, herticas, impas, injuriosas a la religin ca-tlica".38 Pero otros escritores, como Thomas Paine, fueron traduci-dos o parafraseados sin comentarios. Ms an, los eventos que hu- bieran podido tener implicaciones revolucionarias fueron reporta-dos abiertamente; los peridicos de Madrid, por ejemplo, llevaron elrecuento de la lucha de Estados Unidos por su independencia. Pos-teriormente, esos peridicos publicaron una edicin de la Constitu-cin de Estados Unidos de 1787 en espaol.39 En forma similar, pe-ridicos como La Gazeta de Mxico, El Mercurio Peruano y El PapelPeridico de la Ciudad de Santa Fe de Bogotabordaban aspectosde la Revolucin francesa al tiempo que defendan la fe catlica y laMonarqua espaola.40

    37. Robert J. Shafer,The Economic Societies in the Spanish World. 38. Diario de Mxico, n, No. 1454, septiembre 24, 1980.39. La Gazeta de Madrid, mayo 7, 1776; y el Mercurio histrico y poltico, julio 1776, por

    ejemplo, anunciaron la aparicin deCommon Sense, de Thomas Paine Respecto de laindependencia de Estados Unidos, vase Jos de Covarrubias, Memorias histricas de laltima guerra con la Gran Bretaa, desde el ao de 1774: Estados Umitas de Amrica,Madrid, Imprenta de Antonio Ramrez, 1783. Vase tambin Luis ngel Garca Melero,

    La independencia de los Estados Unidos de Norteamrica a travs de la prensa espaola, Madrid, Ministerio de Asuntos Exteriores, 1997; y Mario Rodrguez, La revolucin

    Americana de 1776 y el mundo hispnico: ensayos y documentos, Madrid, Tecnos, 1976.40. Vanse los artculos siguientes, que analizan el tratamiento de la Revolucin francesa en

    los peridicos americanos: Carlos Herrejn Peredo, "Mxico: Luces de Hidalgo y de Abady Queipo"; Jean Pierre Clement, "La Revolution Francaise dans le Mercurio Peruano", yRenn Silva, "La Revolucin francesa en el 'Papel Peridico de Santaf de Bogot'", enCaravelle: Cahiers du Monde Hispanique et Luso-Brasien, 54, 1990, pp. 107-135, 137-151, 165-178.

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    Las nuevas ideas se difundieron ampliamente. Los peridicos y

    los folletos, que se volvieron cada vez ms populares tras la Revolu-cin francesa, alcanzaron a un pblico importante, aunque limita-do, en Espaa y Amrica. Sin embargo, no se debe suponer, comosucede a menudo, que los ndices de alfabetizacin eran bajos encomparacin con otras naciones durante esa poca. Como ha sea-lado Francois-Xavier Guerra, por ejemplo, "el Diario de Mxicodel 4de noviembre de 1811 hace tres ediciones ese da, con una tiradatotal que sobrepasa los 7 000 ejemplares, cifra enorme para unaciudad que tendra entonces alrededor de 140 000 personas, lo queda un peridico para 20 habitantes (nios incluidos)".

    41

    La comunicacin oral en los espacios pblicos, un concepto po- pularizado por Jrgen Habermas, jug un papel central en la difu-sin de ideas para un pblico ms amplio.42 Las "tertulias", que ori-ginalmente consistan en reuniones familiares informales en las quehombres y mujeres se reunan y conversaban con amigos y conoci-dos, se extendieron en la segunda mitad del sigloXVIIIhasta conver-tirse en reuniones sociales para discutir literatura, filosofa, cienciay eventos de actualidad. En Espaa y Amrica, las tertulias reunie-ron a las lites -nobles y no nobles-, los mercaderes, los funciona-rios gubernamentales, los clrigos, los profesionistas y otras perso-nas cultas para discurrir sobre diversos temas. A finales de la dca-da de 1770, ya era comn que algunas tertulias tuvieran lugar encuartos privados de posadas. Para finales de la siguiente dcada, loscafs y las tabernas se convirtieron en la nueva arena del discursosocial. Al terminar el siglo, distinguidas mujeres nobles de las gran-des ciudades capitales, tales como Madrid y Mxico, organizaban ensus casas elegantes tertulias que atraan a los personajes ms so- bresalientes de la regin.43 En Quito, individuos distinguidos comoJuan Po Montfar y Larrea, Marqus de Selva Alegre, organizaban

    41. Francois-Xavier Guerra, Modernidad e independencias. Ensayos sobre las revolucioneshispnicas,Madrid, Mapire, 1992, p. 281.

    42. Jrgen Habermas,The Structural Transformation ofthe Public Sphere: An Inquiry into aCategory ofBourgeois Society,Cambridge, Massachusetts Institute of Technology Press,1989.

    43. Sobre el papel de las mujeres, vase Alfonso E. Prez Snchez y Eleanor A. Sayre,Goyaand the Spirt of the Enlightenment,Boston, Little, Brown, 1989. En la Ciudad de Mxico, por ejemplo, Mara Ignacia Rodrguez de Velasco, conocida popularmente comolaGera Rodrguez,fue anfitriona de las ms notables tertulias durante el perodo inde- pendentista. Jaime E. Rodrguez O., "The Transition from Colony to Nation: New Spain,1820-1821", en Jaime E. Rodrguez O., Mxico in the Age of Democratic Revolutions,1750-1850,Boulder, Lynne Rienner, 1994, p. 116. Sobre las tertulias y reuniones populares, vase Virginia Guedea, Enbusca de un gobierno alterno: los Guadalupes de Mxico,Mxico, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, 1992.

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    tertulias en sus hogares y haciendas. Sin duda, reuniones similares

    se llevaron a cabo en Guayaquil, Cuenca y probablemente en otrasciudades y pueblos del Reino de Quito. Los cafs pasaron de ser lugares en que se iba a merendar a ser

    lugares en que la sociedad sostena animadas discusiones. Se hizocomn que los suscriptores de peridicos los leyeran en voz alta enlos cafs y que los patrones hablaran durante horas de asuntos re-levantes. Como apunt Antonio Alcal Galiano, "En los pobres cafs[de Madrid] de aquel tiempo... era costumbre leer laGazeta[en vozalta] al lado del brasero de sartn en invierno, y cerca de la ventanaen verano... Tocndome, como sola tocarme, el papel de lectorentre los concurrentes".44

    En Amrica tambin surgieron lugares para efectuar discusio-nes pblicas. Segn el Mercurio Peruano,el primer "cafe [sic] p- blico" de Amrica se estableci en Lima en 1771. En la aoranza depocas ms tranquilas, el peridico se quejaba de que 20 aos mstarde todo el mundo hablaba nicamente de los grandes filsofoseuropeos y los acontecimientos del momento.45 La Ciudad de Mxicotambin posea cafs que, para la dcada de 1780, se haban con-vertido en lugares donde los individuos lean gazetas y discutanacontecimientos actuales, historia, arte y filosofa. Como un escritorcoment: "En los cafs concurre un pblico, y cuando no se culti-ven las ciencias, se puede enriquecer nuestra lengua espaola, y seexercita el raciocinio, al mismo tiempo que cada uno desenvuelvelas ideas que le asisten". En forma similar, las capitales de provin-cia se convirtieron en centros de una vida pblica activa.46

    Mientras que las tertulias y los cafs complacan a los segmen-

    tos ms acaudalados de la sociedad, las tabernas, las avenidas, los parques y otros lugares pblicos se convirtieron en centros de dis-cusin para el pblico en general. Ah, los sectores populares de lasociedad -artesanos, pequeos comerciantes, empleados medios,arrieros y, a menudo, desempleados- se reunan para hablar sobrelos acontecimientos del da. Como el Diario de Mxicoseal en1806, "Aunque la gente ruda y grosera no lea los diarios y dems papeles pblicos, ignorando acaso hasta su existencia, las tilesinstrucciones que ellos pueden comunicar, pasan insensiblemente

    por medio de las personas ilustradas. As se difunden poco a poco 44. Citado en Francois-Xavier Guerra, Modernidad e independencia, p. 292.45. Mercurio Peruano, No. 12, 10 de febrero de 1791.46. Diario de Mxico, xa. No. 1616, marzo 5, 1810; Isabel Olmos Snchez, La sociedad me

    xicana en vsperas de la independencia (1787-1821),Murcia, Universidad de Murcia,1989, pp. 277-278.

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    nuevo programa de estudios tuvo un efecto profundo. Los egresados de launiversidad de las dcadas de 1780 y 1790, tanto de Espaa comode Amrica, encabezaron la revolucin poltica del mundo espaoldespus de 1808.51

    Los americanos cultos, como sus contrapartes espaoles, eranindividuos modernos, ilustrados, que se hallaban bien preparados para abordar los numerosos y complejos problemas de su tiempo.Esos individuos eran versados en el pensamiento poltico contempo-rneo, que pona nfasis en la libertad, la igualdad, los derechos ci-viles, el rgimen de derecho, el gobierno constitucional representa-tivo, y la economa dellaissez-faire.Muchos de ellos eranliberalesantes de que el trmino se acuara en las Cortes deCdizen 1810;esto es, adoptaron la nueva ideologa. Estos hombres estaban com- prometidos en el proceso de transformar la Monarqua espaola enun estado moderno liberal. En el Reino de Quito, Eugenio Espejoera uno de estos individuos. Un intelectual ilustrado, un reforma-dor y un crtico, Espejo deseaba un gobierno autnomo para la re-gin.52 Tal transformacin no habra sido fcil ni rpida, puesto queimportantes grupos de intereses defendan elstatus quo.Pero la in-vasin francesa a Espaa y el derrumbe de la monarqua en 1808 proporcionaron a la minora liberal una oportunidad sin preceden-tes para implementar sus objetivos de libertad, igualdad, derechosciviles, imperio de la ley, gobierno constitucional y economa delais-sez-faire.

    El Reino de Quito, como el resto de la Amrica espaola, cons-titua una parte integral de la Monarqua espaola. Como miembrode esta confederacin mundial, Quito particip en la gran revolu-cin del mundo hispnico. Desafortunadamente, en un intento porretratar la "lucha por la independencia" del Ecuador como un acon-tecimiento glorioso y nico, la mayora de los historiadores que es-criben sobre la independencia ecuatoriana ignoran el contexto msamplio del mundo hispnico. Actualmente, la mayor parte de los es-tudios ecuatorianos que abordan el perodo de independencia se ca-racterizan por exponer mitos, antes que hechos. Las creencias err-

    51 George M. Addy, TheEnlightenment in the University of Salamanca,Durham, Duke Uni-

    versity Press, 1966. Vase tambin Bata B. Siebzehner, La universidad Americana y lailustracin: Autoridad y conocimiento en Nueva Espaa y el Ro de la Plata,Madrid, Map-fre, 1992. Sobre la universidades en Quito vase: Ekkehart Keeding,Surge la nacin, pp.305-327.

    52. Vase: Humanismo en a segunda mitad del siglo xvn,segunda parte, Quito, Banco Cen-tral del Ecuador/Corporacin Editora Nacional, 1984, de Arturo Andrs Roig, que de-muestra que otro gran hroe ecuatoriano -Eugenio Espejo- no fue precursor de la inde- pendencia, sino que fue un intelectual ilustrado que favoreca la autonoma.

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    neas constituyen una barrera para comprender el complejo y mul-

    tifactico proceso que dio nacimiento a las nuevas naciones de Es- paa y de la Amrica Espaola.53 Un ejemplo notable de los mitosque caracterizan la historia ecuatoriana es la creencia en que lo quese conoce como la "revolucin quitea" de 1809 fue el primermovi-miento deindependenciaen la Amrica espaola.54 Esta afirmacinequivocada se ha convertido en un smbolo de honor nacional, pesea la evidencia que indica que la Junta quitea no fue ni el primermovimiento de tal naturaleza en la Amrica espaola y ni siquieraun movimiento impulsado por el deseo de independizarse. En cam- bio, como lo he demostrado en mi libro La independencia de la Am-rica espaola,cuando la Monarqua espaola cay en 1808 comoresultado de la ocupacin francesa de la Pennsula Ibrica y en au-sencia del rey, los pueblos de Amrica, como los de Espaa, recha-zaron a los franceses, defendieron los derechos de Fernando vil yformaron juntas para gobernar en nombre del rey "preso". Esas jun-tas se establecieron primero en Espaa, en mayo de 1808. El primermovimiento juntero americano se dio en la Ciudad de Mxico en elverano de ese ao, cuando el ayuntamiento de la ciudad propusoformar un congreso de ciudades de Nueva Espaa para gobernar ennombre de Fernando vil. Ah, con el objetivo de impedir el estableci-miento de dicho congreso, un grupo de espaoles europeos derrocal Virrey Jos de Iturrigaray la noche del 15 al 16 de septiembre de1808. Si bien los americanos de muchas otras ciudades del conti-nente, ante el temor de que los franceses conquistaran toda Espa-a, plantearon la necesidad de establecer juntas locales para gober-nar en nombre del rey, no se form ningn rgano de esta natura-leza hasta que las ciudades de Chuquisaca y La Paz en la Audien-cia de Charcas establecieron juntas en mayo y julio de 1809. Later-cera junta se form en Quito el 10 de agosto de 1809. En su Mani- fiesto al Pueblo de Quito,la Junta declar que los franceses estabana punto de conquistar la Pennsula. En consecuencia, la Junta deQuito "Jur por su Rey y Seor Fernando vil, conservar pura la Re-

    53. Para un ensayo historiogrfico sobre el tema de la independencia, vase: Jaime E. Rodrguez O., "La independencia de la Amrica espaola: una reinterpretacin", en Historia mexicana,42, No. 167, enero-marzo, 1993, pp. 571-620.54. Para un debate actual sobre estos temas, vase: Carlos Landzuri Camacho, "Balancehistoriogrflco sobre la independencia en Ecuador (1830-1980). La construccin de lamemoria, los mitos y los hroes"; y Guillermo Bustos, "La produccin historiogrflca so bre la independencia ecuatoriana (1980-2001). Una aproximacin", en Guillermo Bustos y Armando Martnez, edits., La Independencia en os Pases Andinos: Nuevas Pers pectivas,Quito/Bogot, Universidad Andina Simn Bolvar y Organizacin de EstadosIberoamericanos, 2004, pp. 167-179 y 180-195.

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    ligin de sus Padres, defender, y procurar la felicidad de la Patria, y

    derramar toda su sangre por tan sagrados y dignos motivos".55

    El movimiento de Quito form parte de un proceso ms amplio

    en el que las distintas regiones que conformaban la Monarqua es- paola reaccionaron ante la deposicin del monarca por parte de losfranceses. Ms que una accin revolucionaria, el movimiento cons-tituy un esfuerzo por crear un organismo legtimo que gobernaraen nombre del rey hasta que ste regresara. Quito, como las demscapitales de Audiencias en todo el mundo hispnico, /decidi quecontaba con la legitimidad y el derecho para encabezar el reino, pe-ro, como sucedi en otras partes, sus pretensiones fueron cuestio-nadas. Los quiteos se sorprendieron al descubrir que las dems provincias del Reino de Quito no apoyaban sus actos. Muchos his-toriadores, en particular los historiadores ecuatorianos, comparten por lo general esa reaccin. Para ellos resulta difcil entender porqu esas regiones rechazaron un movimiento independentista. Sinembargo, en ese momento ni los quiteos ni la mayora de la genteen Amrica quera la independencia. Como he sealado en mi libro La independencia de la Amrica espaola,los americanos buscabanigualdad y autonoma,no independencia.Ms an, la reaccin dePopayn, de Cuenca, de Guayaquil y de otras capitales de provinciafrente al movimiento quiteo constitua el rechazo al principio se-gn el cual la capital de un reino tena el derecho de representar atoda la regin. Este fenmeno no solo ocurri en el Reino de Quito,sino tambin en Venezuela, Nueva Granada, Ro de la Plata y Chi-le.56 En todas estas regiones, las capitales de provincia afirmaronsu derecho a representar a los pueblos de su zona.

    Los historiadores nunca han realizado un anlisis detallado dela historia de Ecuador durante el perodo de independencia. Los es-tudios que versan sobre el tema se concentran en tres aconteci-mientos: la "revolucin quitea" de 1809-1812, la "revolucin deGuayaquil" de 1820 y la lucha por la independencia encabezada porel presidente de Colombia, Simn Bolvar, y su teniente, el generalAntonio Jos de Sucre. Esto puede afirmarse no solo de obras cl-sicas como las de Pedro Fermn Cevallos, Roberto Andrade, ManuelMara Borrero, Alfredo Ponce Ribadeneira, Jos Gabriel Navarro,Carlos de la Torre Reyes, Camilo Destruge, Octavio Cordero y Alfon-

    55. "Manifiesto del pueblo de Quito", en Boletn de la Sociedad Ecuatoriana de Estudios Histricos Americanos,II, No. 6, mayo-junio de 1919, pp. 429-430.

    56. Jaime E. Rodrguez O., La independencia de la Amrica espaola, pp. 132-203.

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    so Mara Borrero,57 sino tambin de las narraciones ms recientes.

    Estos tpicos, por ejemplo, dominan tanto los captulos del historia-dor "tradicional" Jorge Salvador Lara, en la Historia del Ecuador, publicada por Salvat en 1988, como el ensayo "revisionista" de Car-los Landzuri Camacho en la Nueva historia del Ecuadordirigida porEnrique Ayala Mora.58 El historiador espaol Demetrio Ramos Prezen su Entre el Plata y Bogot: cuatro claves de la emancipacinecuatoriana59 se concentr casi por completo en la "revolucin qui-tea" y releg el movimiento de Guayaquil a unas cuantas pginas bajo el encabezado "El pronunciamiento de Guayaquil". El historia-dor guayaquileo Julio Estrada Ycaza respondi con un estudio ex-tenso y bien documentado que llevaba por ttulo La lucha de Gua-

    57. Pedro Fermn Cevallos fue el primer historiador ilustre que contribuy a mitificar la "revolucin quitea", en la que los nobles encabezaron la "revolucin": vase su Resumende la Historia del Ecuador desde su origen hasta 1845,5 vols., Lima, Imprenta del Estado, 1870. El volumen m est dedicado a la independencia. Casi setenta aos ms tarde,Roberto Andrade desafi el mito del liderazgo nobiliario, pero no cuestion el propsitode la "revolucin", en su Historia del Ecuador, 7vols., Guayaquil, Reed & Reed, 1937-1939. El volumen n contiene documentos sobre los juicios contra los lderes: los "Procesos de la Revolucin de Quito de 1809". Algunas dcadas despus, Manuel Mara Borrero ampli los argumentos de Andrade y subray el papel que jugaron los grupos populares en la "revolucin quitea". Borrero fue el primero en analizar por completo los "Procesos de la Revolucin de Quito de 1809", en suQuito, Luz de Amrica,Quito, EditorialRumiahui, 1959; y en La Revolucin Quitea, 1809-1812,Quito, Editorial Espejo, 1962. No obstante, dos distinguidos historiadores reafirmaron el mito tradicional del liderazgonobiliario con nueva documentacin del Archivo Histrico Nacional de Madrid: AlfredoPonce Ribadeneira, enQuito, 1809-1812,Madrid, Imprenta Juan Bravo, 1960, y JosGabriel Navarro, en La Revolucin de Quito del 10 de agosto de 1809,Quito, EditorialFray Jodoco Ricke, 1962. Carlos de la Torre Reyes tambin sostuvo el mito de los lderes nobles en un estudio que se basa principalmente en obras publicadas y en el "Proceso de la Revolucin de Quito de 1809": La Revolucin de Quito del 10 de agosto de

    1809,Quito, Talleres Grficos de Educacin, 1961. Algunos historiadores de Guayaquily Cuenca tambin propusieron sus propios mitos regionales de actividades "revolucionarias" para mantenerse acordes con el espritu del centenario de la independencia. Camilo Destruge, por ejemplo, public su Historia de la Revolucin de octubre y la campaa libertadora,Barcelona, Imprenta de Borras, 1920. Por su parte, Octavio Cordero escribiCrnicas documentadas para la historia de Cuenca. La emancipacin: noviembre de1820, mayo de 1822,Cuenca, Centro de Estudios Histricos y Geogrficos, 1920, mientras que su colega Alfonso Mara Borrero publicCuenca en Pichincha,Cuenca, TalleresGrficos Municipales, 1922. Pese a sus diferencias, todos estos autores crean que loshabitantes del Reino de Quitodeseaban la independencia yconsideraban laliberacin por parte de los ejrcitos de Colombia como un hecho positivo. Ninguno de ellos cuestion el derecho de losextranjerosa imponer su gobierno en el Reino de Quito.

    58. Jorge Salvador Lara, "La revolucin de Quito: 1809-1812" y "Del alzamiento de Guayaquil a la batalla del Pichincha", en Historia del Ecuador,8 vols., Quito, Salvat EditoresEcuatoriana, 1988, v, pp. 23-71 y 81-107; y Carlos Landzuri Camacho, "La independencia del Ecuador (1808-1822)", en Enrique Ayala Mora, edit., Nueva Historia del Ecuador, 15 vols., Quito, Corporacin Editora Nacional/Editorial Grijalbo, 1983-1989, vi, pp.79-126.

    59. Demetrio Ramos Prez,Entre el Plata y Bogot: cuatro claves de la emancipacin ecuatoriana, Madrid, Ediciones Cultura Hispnica, 1978.

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    za, especialmente despus de seis aos de guerra encarnizada en la

    Pennsula y de la ocupacin francesa de 1808-1814. La lealtad delos pueblos de la regin hacia la Monarqua espaola fue productode una cultura poltica compartida y de los lazos sociales y econ-micos. En el caso especfico de Ecuador, es importante situar la "re-volucin de Quito" en un contexto ms amplio y examinar lo que su-cedi entre el fracaso de la Junta de Quito a finales de 1812 y la de-claracin de independencia de Guayaquil, a finales de 1820. En esapoca, haba muy pocos espaoles en Amrica. Si el pueblo del Rei-no de Quito hubiera querido la independencia, podra haberse rebe-

    lado mucho antes de 1820. En lugar de ello, ejrcitos venidos de Co-lombia forzaron a Quito a aceptar su separacin de la Monarquaespaola y a asumir un estatus secundario dentro de la nueva na-cin colombiana. Estudios detallados sobre el perodo nos permiti-rn comprender por qu el movimiento quiteo no busc la inde- pendencia y por qu los quiteos se mantuvieron leales durantems tiempo, en un momento en que la insurgencia estall en mu-chas otras partes del Nuevo Mundo.

    Esta obra da inicio al anlisis de los aspectos polticos y cons-titucionales de la independencia ecuatoriana, situando los aconte-cimientos dentro del contexto ms amplio de la Revolucin hispni-ca. El Captulo I examina la revolucin poltica del mundo hispni-co. Ah se explica la emergencia del gobierno representativo -lasCortes de Cdiz- como resultado de la invasin francesa a la Penn-sula en 1808, y el impacto profundo de ese parlamento sobre elmundo hispnico. El CaptuloII se concentra en la reaccin ante lacrisis de la Monarqua en las provincias de la Sierra del Reino deQuito, es decir, en lo que se conoce en el Ecuador como la "revolu-cin quitea" de 1809-1812, y en la introduccin de un gobiernoconstitucional en 1813, as como en el impacto de las nuevas elec-ciones populares. (En esta obra, el trmino "revolucin quitea" seutiliza entre comillas para referirse a un movimiento local en pos dela autonoma, antes que a una verdadera revolucin poltica, econ-mica o social; esto, en franco contraste al uso comn que se le daen Ecuador, donde se interpreta como un movimiento revoluciona-rio por la independencia.) En este captulo tambin se examinan lasrazones por las cuales Quito defendi el realismo hasta 1822. El Ca- ptulo III pasa de la "alta" poltica a la poltica "popular", pues en lse aborda la reaccin de los indgenas ante la Constitucin de C-diz y ante su nuevo papel activo como ciudadanos espaoles. Lamayora de los estudiosos ha supuesto que los grupos populares noeran actores polticos importantes, pero mis descubrimientos indi-

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    can que existe un rico registro de archivo relacionado con las acti-

    vidades polticas de estos grupos, un registro que no ha sido estu-diado. El Captulo IV examina las transformaciones polticas en laAntigua Provincia de Guayaquil y la determinacin de esta provin-cia para oponerse a la Junta de Quito y permanecer leal a la Monar-qua. Ah se demuestra que Guayaquil no estaba en contra de la "re-volucin quitea", sino en contra de la pretensin albergada por laciudad capital para representar al Reino entero, so pretexto de res- ponder a la amenaza francesa. En este captulo tambin se analizala participacin de Guayaquil en las elecciones constitucionales, su

    declaracin de independencia en 1820 y sus intentos por liberar elEstado de Quito. El Captulo v aborda la fase final del proceso, quetermin con la independencia del Reino; irnicamente, la emancipa-cin tuvo como resultado la conquista del Reino de Quito por partede las fuerzas colombianas. En consecuencia, la regin lleg a seruna parte subordinada de la Repblica de Colombia en 1822. Ochoaos ms tarde, los dirigentes del antiguo Reino de Quito se retira-ron de la unin y proclamaron la independencia de la nacin ecua-toriana.

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    La revolucin del mundo hispnico

    a Monarqua espaola, una de las estructuras polticas msimponentes del mundo, se vino abajo durante las primeras d-cadas del siglo xix. El colapso de esta entidad poltica de alcan-ce mundial fue acompaado por una gran revolucin poltica y

    por el surgimiento de los nuevos estados-nacin en Espaa yAmrica. Este fenmeno, que suele asociarse a la independencia deHispanoamrica, constituy tambin una lucha entre los defensores,tanto espaoles como americanos, de tres visiones del futuro. Dosde ellas son muy conocidas: la primera aspiraba a perpetuar elAntiguo Rgimen, mientras que la segunda, particularmente enAmrica, propona la separacin de la Corona espaola y laformacin de estados nacionales independientes. La tercera esmenos conocida y, por lo tanto, menos entendida; se trataba detransformar la Monarqua espaola en unacommonwealth(comunidad) dentro de la cual cada una de las partesconstituyentes -virtualmente autogobernadas-coexistiera comoigual, dentro de una Nacin espaola confederada ms grande. Laexpresin poltica de esta propuesta fue la Constitucin de laMonarqua espaola de 1812.

    LA REVOLUCIN POLTICA La gran revolucin poltica del mundo hispnico o de la Monar-

    qua espaola, como se le llamaba, comenz en 1808 cuando Napo-len Bonaparte se apoder de la Corona espaola y se la obsequia su hermano Jos. El colapso de la Monarqua espaola, resulta-do de la invasin francesa a la Pennsula, y de la abdicacin de sus

    L

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    gobernantes puso en marcha una serie de acontecimientos que die-

    ron inicio a una gran transformacin en el mundo hispnico. Traslos sucesos de mayo de 1808, el primer impulso que se dio en Es- paa fue de carcter centrfugo; esto es, se formaron juntas regio-nales con el fin de gobernar las distintas provincias. Cada junta provincial actu como si fuera un pas independiente. Las juntas provinciales invocaron el principio legal hispnico segn el cual, enausencia del rey, la soberana recae en el pueblo. Miguel Artola es-cribi muy acertadamente: "El resultado ms trascendental de lossucesos que han tenido por escenario a Espaa entera y por prota-gonista a todos los espaoles, es el sentimiento de reasuncin de lasoberana del pueblo, puesto de relieve en todos los escritores delmomento".1

    Las noticias sobre los acontecimientos que tenan lugar en Es- paa, as como en otras partes de la monarqua, se difundieron r- pida y ampliamente. La naturaleza de los transportes y las comuni-caciones influy en los sucesos. Normalmente, el retraso de dos atres meses en la comunicacin entre Europa y Amrica no tenaconsecuencias, pero en situaciones de emergencia se volva muy im- portante. Los puertos del Atlntico fueron los primeros en enterarsede los acontecimientos en el Viejo Mundo. Los puertos en el Pa-cfico recibieron las noticias mucho ms tarde. Por ende, no fue ac-cidental que Caracas estuviera entre las primeras ciudades en res- ponder a la crisis de la monarqua. Guayaquil, por su parte, a me-nudo se enteraba de los acontecimientos en Europa al mismo tiem- po que reciba las noticias sobre la reaccin a dichos acontecimien-tos por parte de ciudades como Caracas y Buenos Aires. En gran parte de Sudamrica, el transporte y las comunicaciones entre lasciudades de la Costa y el interior se vean obstaculizados por la geo-grafa y el clima; las grandes distancias, los bosques, montaas, elcalor, la lluvia y el fro afectaban las comunicaciones. Las ciudadesserranas como Santa Fe de Bogot, Quito y La Paz, podan no tenernoticias de la Costa durante meses en la temporada de lluvias.

    En el Antiguo Rgimen, las noticias y la informacin se difun-dan por diversos medios. Leyes impresas, decretos y avisos oficia-les se distribuan entre las autoridades pertinentes. A su vez, los

    funcionarios informaban a la gente colocando los comunicados enlugares pblicos y requiriendo los servicios de pregoneros para leerdichos comunicados ante el pueblo. Mucha de la informacin setransmita en forma oral. Los curas a menudo discutan cuestiones

    1. Miguel Artola, La Espaa de Fernandovn, Madrid, Espasa Calpe, 1968, p. 68.

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    importantes tanto de manera formal durante la misa como de ma-

    nera informal fuera de la iglesia. Los funcionarios pblicos y los particulares escriban con frecuencia a los amigos y colegas cartasque contenan informacin o comentarios sobre los acontecimientosactuales. Acto seguido, aquellos que reciban tales noticias informa- ban a su vez a amigos, colegas y vecinos. Los escribanos pblicosmantenan informado al pblico iletrado sobre los ms recientesacontecimientos. Los arrieros, comerciantes y viajeros mantenan alas villas y los pueblos al tanto de los sucesos que tenan lugar enlas capitales de audiencia, en las capitales virreinales y en Europa.

    La gente comentaba sobre las ltimas noticias en reuniones socia-les como tertulias, o en cafs, tabernas, paseos, etctera. De estamanera, incluso la gran poblacin iletrada estaba mucho mejor in-formada de lo que generalmente se cree. Claro que los rumores y ladesinformacin tambin estaban muy difundidos. Las noticias so- bre una situacin que cambiaba rpidamente a menudo no soloeran confusas, sino inquietantes.2

    Si bien las ideas, las estructuras y las prcticas polticas setransformaron a un paso vertiginoso despus de 1808, an queda- ba mucho del Antiguo Rgimen. La naturaleza de las relaciones so-ciales, econmicas e institucionales cambi lentamente. Las nuevasinstituciones y prcticas liberales frecuentemente se mezclaban con patrones y prcticas tradicionales. Conceptos como autoridad, so- berana, legitimidad, pueblo, representacin e independencia per-manecieron vagamente definidos. No hubo rupturas abruptas con el pasado; el Antiguo Rgimen y el nuevo liberasmo se fundieron a lolargo del proceso.3

    2. Los archivos nacionales y de ayuntamiento en la Amrica espaola estn repletos de informes e impresos sobre una gran variedad de acontecimientos. Es comn encontrarcartas e informes en los que se abordan no solo los acontecimientos en Espaa, sino entodo el continente americano. El 8 de julio de 1808, por ejemplo, el Ayuntamiento deGuayaquil "abri un pliego de Buenos Aires y dirigido por don Cornelio de Saavedra, como cabeza de la legin de aquellos Patricios". "Actas del Cabildo Colonial de Guayaquil,1807-1810", vol. 28, 8 de julio de 1808,AHG. LOSdocumentos oficiales a menudo incluan la siguiente instruccin: "y para que llegue la noticia a todos los habitantes, mando que se publique y se fije en los parajes acostumbrados". Adems, los pasquines y lashojas volantes transmitan el enojo y la oposicin pblica contra las medidas oficiales;en algunos casos, se llegaba a la difamacin. Vase por ejemplo: Jos Rumazo Gonzlez, "Guayaquil alrededor de 1809", en Boletn de la Academia Nacional de Historia[delEcuador], xxv, No. 66, julio-diciembre, 1945, pp. 221-222.3. Para la distincin entre conceptos corporativos del Antiguo Rgimen y conceptos liberales, vase: Annick Lempriere, "Reflexiones sobre la terminologa poltica del liberalismo", en Brian Connaughton, Carlos Illades y Sonla Prez Toledo, comps.,Construccinde la legitimidad poltica en Mxico,Zamora y Mxico, El Colegio de Michoacn/Univer-sidad Autnoma Metropolitana/Universidad Nacional Autnoma de Mxico y El Colegiode Mxico, 1999, pp. 35-56. Vase tambin de Lempriere: "Repblica y publicidad a fl-

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    ahora estaba desacreditado y al que la mayora de los americanos

    consideraba sospechoso de traicin. Los peridicos que llegaban deEspaa y Gran Bretaa describan una situacin compleja y cam- biante que pona al pueblo espaol contra los funcionarios reales.Las autoridades constituidas en la Pennsula haban reconocido laabdicacin de la familia real a favor de Napolen, pero el pueblo deEspaa se rehusaba a aceptar un cambio de dinasta. Puesto quehaban recibido su cargo del rey, los funcionarios reales de Amricano posean autoridad a menos que reconocieran un nuevo gobiernoen Espaa, ya fuera el de Jos Bonaparte o el de alguna entidad

    an desconocida. Muchos argumentaban, empero, que en la medi-da en que haban sido nombrados legtimamente, podan retenersus puestos en forma legal hasta que Fernando vil regresara al tro-no. Jos Fernando de Abascal y Sousa, virrey del Per de 1806 a1816, estaba decidido a mantener el orden establecido. Con el fin delograrlo, estaba preparado para violar ese mismo orden y para usarla fuerza cuando fuera necesario con tal de mantener la autoridadde la Corona espaola.5

    La desintegracin de la monarqua gener una serie de aconte-cimientos que a la larga culminaron en el establecimiento de un go- bierno representativo en el mundo hispnico. El primer paso de ese proceso fue la formacin de las juntas de gobierno en Espaa yAmrica, las cuales invocaron el principio del derecho hispnico se-gn el cual la soberana, en ausencia del rey, recaa en el pueblo.En tanto que las provincias peninsulares hicieron fcilmente esatransicin, los reinos americanos afrontaron la oposicin de los fun-cionarios reales, los europeos residentes en Amrica y sus aliadosdel Nuevo Mundo.

    La Junta Suprema Central Gubernativa del Reino, creada en laPennsula como un gobierno de defensa nacional en septiembre de1808, realiz los primeros movimientos revolucionarios para resol-ver la crisis de la Monarqua. Este rgano no solo reconoci los de-rechos de las provincias de Espaa, sino que tambin reconoci las pretensiones de los americanos, quienes sostenan que sus tierrasno eran colonias sino reinos, que constituan partes iguales e inte-grales de la Monarqua espaola y que tenan derecho a la represen-

    5. Jaime E. Rodrguez 0., La independencia de a Amrica espaola, pp. 73-74, 78-81; Vc-tor Peralta Ruiz,En defensa de la autori iad: Poltica y cultura bajo el gobierno del virrey Abascal, Per 1806-1816,Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Cientficas,2001.

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    tacin en el gobierno nacional, algo que ninguna otra monarqua

    europea le haba otorgado a sus posesiones.6

    LAS ELECCIONES A LA JUNTA CENTRAL La Junta Central se preocupaba ante todo por anular las pro-

    puestas que Francia haca a Amrica. En julio de 1808, Jos Bona- parte invit a los reinos del Nuevo Mundo a enviar seis representan-tes, uno por cada virreinato, uno por Guatemala y otro por Cuba, aun congreso constitucional que se celebrara en Bayonne, Francia.Si bien los americanos rechazaron la propuesta, la Junta Centralconsider que era necesario hacer algo con el fin de contener el de-seo que exista en el Nuevo Mundo por obtener representacin.7As,envi comisionados reales, que con frecuencia fueron originarios deAmrica, para que sirvieran como vnculos entre las autoridades lo-cales y el gobierno espaol. Adems, y puesto que Espaa necesita- ba desesperadamente del apoyo de sus posesiones ultramarinas pa-

    ra continuar la lucha contra los franceses, los miembros de la Jun-ta Central decidieron extender el nmero de sus vocales con el finde incluir representantes del Nuevo Mundo. La Junta Central decre-t el 22 de enero de 1809:

    Considerando que los vastos y preciosos dominios que Espaa posee enlas Indias no son propiamente colonias o factoras como los de otras na-ciones, sino una parte esencial e integrante de la Monarqua espaola ..,se ha servido S. M. declarar .. que los reinos, provincias e islas que for-man los referidos dominios deben tener representacin nacional inmedia-

    ta a su real persona y constituir parte de la Junta Central., por medio desus correspondientes diputados. Para que tenga efecto esta real resolu-cin, han de nombrar los Virreinatos de Nueva Espaa, Per, Nuevo Rei-no de Granada y Buenos Aires, y las Capitanas Generales independientesde la isla de Cuba, Puerto Rico, Guatemala, Chile, Provincia de Venezuelay Filipinas un individuo cada cual que represente su respectivo distrito.8

    De este modo, la Junta Central reconoci que las tierras ameri-canas, como sus habitantes pretendan, no constituan colonias si-no reinos, y que dichos reinos formaban parte de la Monarqua es-

    6. Jaime E. Rodrguez O., La independencia de la Amrica espaola, pp. 82-88.7. Jorge Castel, La Junta Central Suprema y Gubernativa de Espaa e Indias,Madrid, Im

    prenta Marte, 1950, pp. 71-76.8. "Real Orden de la Junta Central expedida el 22 de enero de 1809", en "Actas del Cabil

    do Colonial de Guayaquil",AHG, 10 de julio de 1809; Jaime E. Rodrguez O., La independencia de la Amrica espaola, pp. 82-84.

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    paola y tenan derecho a la representacin dentro del gobierno na-

    cional. Por primera vez se celebraran elecciones en el Nuevo Mundo para elegir a los representantes de un gobierno unificado entre Es- paa y Amrica. Y lo que es an ms sorprendente, solo se efectua-ran elecciones en el Nuevo Mundo, pues en Espaa las juntas pro-vinciales existentes ya haban seleccionado a sus representantes para la Junta Central.

    Las autoridades del Nuevo Mundo pusieron en prctica la con-vocatoria a elecciones de diversas maneras. Nueva Espaa, que seencontraba bajo el poder de los golpistas peninsulares, interpret eldecreto de la manera ms restringida, concediendo solo a las capi-tales de las intendencias, as como a otras dos ciudades que se lasarreglaron para convencer de sus "derechos" a las autoridades, el privilegio de celebrar elecciones. Los funcionarios de otros reinos in-terpretaron la convocatoria entendiendo que solo aquellas ciudadesque poseyeran ayuntamientos podan celebrar elecciones. As, la Nueva Espaa, que contaba con casi la mitad de la poblacin de laAmrica espaola, otorg a 14 ciudades solamente el derecho deefectuar la votacin, mientras que en el mucho ms pequeo Reinode Guatemala un nmero igual de ciudades disfrut de ese privile-gio. En Sudamrica la situacin fue sumamente variable: 20 ciuda-des llevaron a cabo elecciones en Nueva Granada, 17 en Per, 16 enel pequeo Chile, 12 en el Ro de la Plata y 6 en Venezuela.9

    Las largas y complicadas elecciones para diputados a la JuntaCentral constituyeron un paso importante en la formacin de un go- bierno representativo moderno para toda la nacin espaola, como

    era llamada ahora la Monarqua. El proceso electoral -por ejemploel uso de la terna- se basaba claramente en los procedimientos deeleccin de los organismos corporativos. La diferencia principal con-sista en que los procedimientos electorales tradicionales eran ajus-tados a los nuevos propsitos polticos. Adems, el procedimientoreconoca implcitamente el antiguo derecho putativo de las capita-

    9. Nette Lee Benson, "The Elections of 1809: Transforming Polltlcal Culture in New Spaln", Mexican Studies/Estudios Mexicanos,vol. 20, No. 2, Invierno de 2004, pp. 1-20; MarioRodrguez,The Cdiz Experiment in Central America,Berkeley, University of CaliforniaPress, 1978, p. 245, nota 27; Jordana Dym, "La soberana de los pueblos: ciudad e In-dependencia en Centroamrica, 1808-1823", en Jaime E. Rodrguez O., coord., Revolu-cin, independenciay la nuevas naciones de Amrica,Madrid, Fundacin Mapfre/Tave-ra, 2005, pp. 309-338; Francols-Xavier Guerra, Modernidad e independencias, pp.221-222; Julio V. Gonzlez,Filiacin histrica del gobierno representativo argentino,2 vols.,Buenos Aires, "La Vanguardia", 1937-1938, i, p. 215.

  • 8/10/2019 La Revolucin Poltica Durante La poca de La Independencia. El Reino de Quito - Rodrguez O., Jaime E.

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    les provinciales americanas -las ciudades cabezas de partido- a te-

    ner representacin en los congresos de las ciudades. En un breve perodo, poco ms de ao y medio, los habitantesdel Reino de Quito, como sus contrapartes en el resto de la Monar-qua espaola, haban pasado por una profunda transformacin po-ltica. Haban comenzado por rechazar a Napolen y reafirmar sulealtad al monarca espaol, FernandoVIL Pero algunos de ellos ha- ban avanzado rpidamente hacia la insistencia sobre la represen-tacin equitativa en el nuevo gobierno de la nacin espaola. Inclu-so propusieron una reestructuracin radical del gobierno: la convo-catoria a un parlamento constitucional - las Cortes. Aunque funda-do en la apariencia de mantener las instituciones tradicionales, to-do el proceso antedicho constitua un cambio drstico respecto deexperiencias anteriores. El pueblo de Amrica se embarcaba en unatransformacin poltica cuyas consecuencias no eran previsibles.En la mayora de las instrucciones dadas a los representantes unodescubre, adems, la zozobra por la rendicin de Amrica a los fran-ceses por parte de las autoridades peninsulares.10 Este era un te-mor que influy profundamente en los acontecimientos del NuevoMundo.

    LA GRAN REVOLUCIN PARLAMENTARIA

    Antes de que los diputados recin electos de Amrica pudieranreunirse con la Junta Central, los franceses renovaron su ofensiva para conquistar la Pennsula Ibrica. A principios de diciembre de1808, los ejrcitos franceses ocuparon nuevamente Madrid; poste-riormente, durante el mismo mes, las fuerzas catalanas sufrieronuna derrota aplastante. En Castilla, el mariscal Vctor derrot alejrcito espaol del Centro en enero de 1809; Zaragoza se rindi el20 de febrero; y, en la batalla de Medelln, librada el 28 de marzo,los franceses destruyeron un ejrcito peninsular formado por20 000 hombres.

    Aunque las fuerzas espaolas mantu