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Otros 27 Confedérales serán juzgados próxima- mente en Barcelona, pidiéndose contra 9 de ellos la pena de muerte. I El mundo no debe permitir que la sangre siga corriendo EN LA PENÍNSULA! A, VÍLA; ROUTE, hebdomadaln de La (J¡.£.&.£. en Cfcance Año VIII Precio 15 francos N° 34f) Lunes 31 de Marzo de 1952 Qiceeci&n paca la (iazzeÁpondeneia .• Administración Redacción M. Boticario - 4, rué Belfort, Toulouse - R- Mejias Peña l'ara g.ic»A (únicamente): (Pabla ( J$enaigeá C.C. Postal N- 1328-79 Toulouse (Hle-Gne) PRECIO DE LAS SUSCRIPCIONES: 3 meses: 195 frs. 6 meses: 390 frs. 1 año: 780 frs. La Solidaridad ante la injusticia T AREA harto extensa sería re- señar, aunque lo hiciéramos someramente, todas las ma- nifestaciones de indignación que los fusilamientos de Barcelona han provocado. Aquí y allá han surgido voces de protesta, aisla- das unas, otras en coro enérgico y decidido. La reacción en el cam- po auténticamente lihre fué uná- nime, y sólo callaron los que han hecho del silencio una consigna de comodidad y cobardía. Hace dos semanas, refiriéndo- nos al mitin de la Sala Wagram organizado por la Liga de los De- rechos del Hombre, dijimos que el acto tenía una enseñanza que nadie, y menos nosotros, podía ignorar: la certidumbre que, por encima de antagonismos indivi- duales y determinadas diferen- cias de interpretación, existe un vínculo que une a los hombres ante la injusticia, haciéndoles partícipes en idéntico grado del sufrimiento, la cólera y la rebel- día contra el crimen. ¿Y cómo no recordar hoy esa enseñanza, después de estas últi- mas semanas en que tantos sepes han vibrado al unísono, ligados entre sí por el sentimiento de pu- ra solidaridad? Lo que sugirió el mitin de Wagram ha sido confir- mado, plenamente confirmado por la actitud espontánea y viril de una multitud hasta entonces dividida, en mutua ignorancia, y absorbida por problemas particu- lares. El hecho no puede menos que infundirnos optimismo. Y no se erea que enjuiciamos la cuestión desde el ángulo practicista, pre- tendiendo confundir esa admira- ble unidad moral que comenta- mos con otra unidad, circunstan- cial y formulista, que podría na- cer en virtud de conciliábulos de hipotéticas conferencias triparti- tas, cuatripartitas o lo que fue- ren. No abordamos hoy ese pro- blema—importante, ¡quién lo du- da!—hi queremos dedicarnos a discusiones en torno a presuntos pactos o compromisos sobre acti- vidades inmediatas. La cuestión que estudiamos no puede encerrarse en una fórmula mágica, ni siquiera en un acuerdo oficial entre organismos de uno u otro tipo. La unidad moral que mencionábannos poco tiene que ver con tácticas del momento, con tácticas dictadas por razones de eficiencia, sino que representa algo más hondo, más cercano al hombre considerado como un va- lor en sí. Dejemos como elemen- to ajeno a la cuestión el tema de oficializar lo que hasta ahora fué movimiento espontáneamente creado; importante es el punto, repetimos, pero evitemos el peli- gro de circunscribir un vínculo profundo a un aspecto parcial de la realidad. Lo que cuenta ahora, en este ahora regado por la sangre de cinco confederales, es la actitud de repulsa contra la injusticia. Sa- bemos de sobra que en el futuro, mañana quizás, surgirán otra vez las divergencias que el movimien- to de protesta logró superar. ¿Acaso alguien creyó posible una coincidencia total, íntegra, entre los hombres que impugnaron los cinco crímenes de Barcelona? Quede solamente, y ya es mu- cho, la convicción de que «es más lo que une a los hombres que lo que los separa». Y baste ella para reforzar nuestro optimismo; mas no un optimismo hecho de huera alegría y de fanatismo mesiáni- co, que se pretende a veces soste- ner como presunto deber juvenil, sino el optimismo que se forja entre drama y drama, sabiendo que la vida es algo más que una sonrisa de beatitud. La solidaridad ante la injusti- cia es un puente tendido hacia el mañana. Bien lo supieron nues- tros compañeros caídos en el campo de la Bota, y de ahí que hayan muerto con la seguridad de ganar la partida. RUTA. En NUEVA YORK Londres y París áa fran eelebzada HUEVOS IHITIIIES DE PROTESTA C0MRA LOS FUSILAUflTOS Como era de esperarse, el mitin •realizado bajo los auspicios de la asociación francesa «Amis de la Répuíblique Espagnole» tuvo uoa éxito completo. Ante un público entusiasta, formado por franceses y españoles de distintas organiza- ciones, varios oradores expresa- ron su sentimiento solidario con el pueblo ibérico, sojuzgado desde hace trece años por la dictadura. Destacadas figuras de la actua- lidad francesa, viejos amigos de la causa de la libertad española, tradujeron así el sentir de un vastísimo sector ¡popular que no ignora les sufrimientos y las tor- turas de la España de hoy. Da- niel Mayer, De Moro-Giafferi, Achule Auban, Gastón Chazette, Guy Moncorgé, Vincent Badie y nuestro compañero Georges Fon- tenis, exponiendo cada uno de ellos diferentes aspectos de la atroz realidad franquista, denun- ciaron los peligros de un régimen que, después de la derrota inter- nacional del fascismo, continúa poniendo en practica los mismos procedimientos de Hitler y Mus- solini. A este mitin celebrado en París deben agregarse los que han te- nido lugar en Nueva York y Lon- dres, como protesta también por los fusilamientos de Barcelona. En el primero de esos actos in- tervinieron Norman Thomas, so- cialista; James P. Carey, tesorero de la C.I.O.; Vanny V. Montana, director de Educación de la Lo- cal 89 I.L.G.W.A.; Rogers Bald- win, presidente de la Liga Inter- nacional de los Derechos del Hombre; Eduardo Santos, ex- presidente de Colombia; Stanley Isaac, concejal de Nueva York; Fraices Grant, secretario general de la Interamerican Liberty and Democracy, y otras personalida- des. En cuanto al acto de Londres, contó con la participación de Fehener H. Brockay, Norman Brailsford, J. Michael Scott, Au- gustus John, Kinigsley Martin, Henry Moore y Hebert Read. Desde París, Londres y Nueva York, el mundo libre ha vuelto a manifestar su repudio a Fran- co. Mientras algunos Estados tratan hoy de reforzar el régi- men que impera en España, la conciencia universal rechaza de plano todo contacto con el so- breviviente del nazi-fascismo. CRITERIOS ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ > AV*WVWA*Ai« Si (PiMiéramcs al hombre H ^Y paradojas—-parajodas decía un agudo y empedernido picaresco— que nos desconciertan. En algu- nos casos son simples juegos de plumí- fero que, so pretexto de originalidad, resultan tronadas distinciones de un «snob». Pero cuando dan en el clavo, son mazazos descomunales que pueden echar abajo de un solo golpe, el tin- glado dialéctico mejor empotrado y amarrado. Culatazos de la lógica con- tra los que la manejan de forma unila- teral. Notas agudas y profundas de 'a sinfonía orquestada que es la vida so- cial, en la que cada hombre es una partícula de la partitura, pero que con sus instrumentos polífonos le es permi- tido tocar varios pitos a la vez, influen- ciando en la obra desde el principio al fin. Pero estas notas disonantes no jíjis! ¡i^ií/if^iir) DEFINICIÓN EXACTA En una Universidad falangista se inauguraba un curso de Estudios Po- líticos contemporáneos. El profesor, un jerarca de la Falange, metía en valor la definición autocrática del Es- tado moderno, según la orientación ultural de la España de Franco. —Vamos a ver—inicia la lección po- lítica el enfatuado profesor, dirigién- dose a sus discípulos: Escriban en sus cuadernos los siguientes títulos: Rey, TRUMAN EN PLENA DECADENCIA «El gobierno prepara ahora una guerra en Europa... Nuestras libertades constitucionales son pisoteadas y la amenaza de un conflicto bélico se cierne sobre el país...» El que así habla es el general en desgracia Mac Arthur, como se ve no muy amistoso para la política de Traman. La buena es- trella de este último parece pa- lidecer, y no sería difícil que su luz se extinguiera en los próxi- mos meses. ¡Mayoría, mayoría, tienes nombre de mujer! reina, príncipe, duquesa, sultán, ma- riscal, presidente y caudillo, y seña- len a continuación los países en que son designados los Jefes de Estado ron cada uno de ellos. Los estudiantes se ponen al traba- jo. Uno de ellos hace la observación ¡ siguiente: Diga, señor profesor. Cuando se trate de países como la Argentina y España, ¿es necesario honrar tam- bién con el titulo habitual del Jefe de Estado a sus ilustres consortes? ¡Naturalmente! Entonces se dice, por ejemplo: ((Títulos: Son de la Ar- gentina, Presidente y Presidenta», pues doña Eva, al igual que la ilus- tre esposa de nuestro amado Franco, pasarán a la Historia con una per- sonalidad muy destacada.. Y lo mis- mo sus hijos. Al cabo de un instante, los alum- nos van mostrando al profesor sus respectivos cuadernos. Este lee en uno de ellos: <(Son de España la Polilla, el Caudillo y la Caudilla.» Cómo! ¿Qué es esto?—grita, per- plejo. Eso es... una definición exacta.— contesta tímidamente un discípulo. J C. deben hacernos perder el ritmo a los conscientes del principio contradicto- rio, que so evidencia (D muchas mani- festaciones del hombre. Estas reflexiones desconcertantes obli- gan a concentrarnos. Además, toda la ironía—la que hace reír cuando se po- por Plácido BRAVO ne triste, y la que al ponerse alegre nos cosquillea el lagrimal, como ocurre con la inimitable mímica chaplinesca—tiene como base la paradoja. Nadie como Shaw para ridiculizar la rigidez proto- colaria o el apego tradicionalista de sus conciudadanos insulares. ¿Cómo? Sirviéndose de la paradoja sutil y poli- croma, más aparentada al genio lati- no que a la grisácea, y granítica Irlan- da. Y nadie como Unamuno, con sus glaciales y contundentes paradojas, pa- ra pegar el bocinazo que hiere el tím- pano de los justos, dormidos sobre la cama de la ignorancia, su cabeza re- clinada sobre la almohada de la buena fe; áspid, además, que se clava en las entrañas de los soberbios y envaneci- dos que se creen el ombligo del eos- mas, y que por el hecho de llevar ton- sura se creen aureolados por la gloria. Malas las paradojas que emplean los bribones en sus astucias; arma ésta de dos filos que hiere al que la usa sin pro- bidad. Muchas veces, entre el sí y el no puestos en las equilibradas balanzas de la paradoja, hemos mirado el fiel, y perplejos hemos dicho: quizás. Pero es- te neutralismo nos ha llevado lejos, ayudados por la razón. Tal fué el caso que me ocurrió al pesar esta paradoja de Bacón: «Para dirigir a la Naturaleza hay que obede- cerle». . Al traducirla me acojo al término di- rigir, pese a que la traducción mejor exigiría gobernar y aun someter. Pues bien, es muy posible que sea imposible dirigir, gobernar o someter algo infringiendo o desobedeciendo a las fundamentales leyes de la natura- leza. Pero, ¿cuáles son estas leyes? ¿Es que ya están todas definidas y especi- (Ptua a la página 4.) DOS anos antifranquistas EN PARÍS E NTRE los actos públicos rea- lizados por diferentes orga- nismos e instituciones, como protesta contra las cinco ejecucio- nes de Barcelona, merecen desta- carse los que tuvieron lugar en París los días 19 y 21 del corrien- te, organizados por las Juventu- des Socialistas Francesas y las Juventudes Socialistas Israelitas, en el salón des Prévoyants, respec- tivamente. En uno y otro se patentizó el re- pudio enérgico de los organismos allí representados contra la dicta- dura franquista, poniéndose de manifiesto la firme decisión de de- nunciar públicamente todos los crímenes que el actual régimen es- pañol cometa en su afán de con- tinuar subsistiendo. Los dos actos trascurrieron en una atmósfera de vibrante entu- siasmo, y sirvieron para demos- trar que todo atentado contra la libertad, consumado en no impor- ta qué sitio del globo, representa una afrenta contra todas aquellas voluntades dispuestas a defender la dignidad humana. CRISIS de valores coros u danzas eo salsa de Picasso R UTA, en su número 335, daba la noticia del fracaso y el desenmas- caramiento del espectáculo «Co- ros y danzas»—falangistas—por nues- tros compañeros de Londres. La prensa de Paco el Ferrolano ha registrado el hecho, pero falseándolo completamente: Un corresponsal de «El Diario Vas- co», José Lais F. del Campo, escribe en el citado periódico: «Los Coros y Danzas de España presentan los prin- cipales temis folklóricos de nuestras regiones hkpanas a un público espe- cialmente itteresado por nuestro país. ELEMENTOS COMUNISTAS TRA- TAN DE tOlCOTEARLES». No necesia ninguno de nuestros lec- tores devanase la masa encefálica pa- ra darse cufnta de los fines que, con toda desvergüenza y desparpajo per- siguen los aatores de tal mixtificación. «Digamos—escribe el citado sujeto— que fué la ingerencia de estos extre mistas lina boma de mal gusto y unas ganas de rrtzclar la gimnasia con la magnesia». Aquí el ilico que confunde;—inde- bidamente—li gimnasia con la magne- sia es usted señor del Campo, y 1> más acertado que encontraríamos nos- otros los litertarios (como libertarios y no «elemertos comunistas» fueron lo? que en Lonlres aguaron la fiesta al falangismo) e que fuera usted donde su apellido sigiere y se pusiese a arai con un par cí bueyes. Y sigamos on el artículo: «Pero iambinseamos en todo sin ceroshubo -na desarticulación pro- gramática que llevó al despiste a la mayoría de los espectadores. Estas gentes, tan rf.tidas en cuadriculas y tan organizada: en todo, se encontraron de pronto, queel programa que se les había entregad no «coincidía» con el ...HAY W SORDO MAS ENMADRID? Ha llegao recientemente a Madrid, Mr Lincoln Mac Veag- Su llegada oincide pues con el movimiento íternacional de pro- testas contr el franquismo. ...Aunque, icho sea entre nos- otros, no eremos que los ecos de tal movimieto lleguen a oídos del citado cplomático. La sor- dera suele sr profesión, y pro- fesión muy ien -retribuida... orden de aparición en las tablas. El sesudo «The Times» se quejaba esta mañana de estos contratiempos que ma- U.gran la atención que puede prestar el espectador ansioso de conocer, punto por punto, las cosas de España». Es decir, que el despiste fué com- pleto en todos los aspectos. Pero va- yamos a otro aspecto, y es que, aun- C. G. ATLAS que no hubiese habido «desarticula- ción programática» ni «aguadores de fiesta», dudamos mucho de que los in- gleses, en la actuación de esos coros y danzas, hubiesen llegado a conocer al- go del rico folklore que caracteriza a las diferentes regiones de España, de ese espíritu que Alaiz designaría pro- bablemente como vecinal; y lo decimos con conocimiento de causa. Cuando los falangistas trataron de colarnos su mercancía en el «Palais de Chaillot», el pasado año, y antes de armarse la fenomenal protesta de la que en su tiempo informó RUTA, tu- vimos ocasión de ver algunos números, por los que nos dimos cuenta de la adulteración, completa que los falangis- tas hacían en tal espectáculo: aquello no era folklore español; aquello parecía más bien una exposición paulatina de cuadros de Picasso: España no se veía por ninguna parte... Y es que España, la verdadera, la que llora, la que sufre, la que hierve, de ella misma saca la sal que con gra- cejo convierte en hirientes chistes que son la diatriba más concentrada que se conoce contra quien la oprime; esa Es- paña no es falangista, no es franquista ni merece la confianza del franquismo. A pesar de la amplitud de la protes- ta internacional, varias de las con- denas a muerte pronunciadas por un Consejo de .guerra en Barcelona, han sido cumplidas. Nuestro escepticismo sobre la generosidad del franquismo no ha sido desmentido en esta ocasión. No obstante, confesamos que una leve es- peranza había invadido nuestro corazón llegando a pensar que lo irreparable no se produciría. No ha sido así, por des- gracia. La fría justicia no se ha de- tenido ante ninguna consideración hu- manitaria y los fusiles homicidas han segado cinco vidas. Otros condenados a muerte esperan su turno. Ante la indignación que tal hecho ha producido, cabe preguntarse hasta q-.ié extremos de insensibilidad se ha llega- do en ciertos sitios para permitir que Franco siga asesinando fríamente a los que no están de acuerdo con su dicta- dura. Es fácil desatarse en amenazas con- tra los verdugos, prometiéndoles un cas- tigo riguroso. Pero, en la mayoría de los casos, los victimarios mueren tran- quilamente en la cama, como los gene- rales. Si viene a cuento comentar el cri- men de Barcelona es porque su comi- sión nos sugiere una serie de reflexio- nes sobre, la poca eficacia que tienen las campañas ole protesta para impedir que el Estado cometa asesinatos ampa- rado en el manto de la legalidad. Existen precedentes que demuestran cuan inútiles son las demostraciones ex- teriores para salvar la vida de un con- denado a muerte. En nuestra época, uno de los procesos más resonantes fué el de Sacco y Vanzetti. Resonante pot la personalidad moral de los dos acu- sados y por la amplitud que alcanzó la campaña internacional en favor de los dos anarquistas italianos. De nada sir- vieron ante la soberbia reaccionaria de Fuller, gobernador del Estado de Mas- sachusetts, que estaba decidido a eli- minarlos. Como casos más recientes te- nemos el de los siete negros de Scatts- baron y el de Mac-Cee, conducidos a la silla eléctrica, a despecho de las irregularidades de ambos procesos y de la:, intervenciones en su favor. Cuando en 1934 tuvieron lugar en U.R.S.S. los grandes procesos políticos que culmi- naron en el fusilamiento de los Id, se intercedió en su favor por parte de or- ganizaciones obreras y personalidades de relieve internacional. Tampoco se tor- ció el rumbo inexorable de la justicia. En la actuaildad, España, Grecia y las «democracias» populares ocupan el primer lugar en la tarea de suprimir físicamente al adversario político. Se habla mucho de la decadencia CURSOS DE APRENDIZAJE EN HUNGRÍA El Comité del Partido de los Trabajadores (comunista) de Hun- gría, acaba de adoptar severas medidas para reorganizar la Unión Nacional de la Juventud —entidad, claro está, comunistei- de—, en el seno de la cual, según palabras oficiales, «la indisplina hace estragos y el trabajo ideo- lógico educativo ha sido desesti- mado». Los jóvenes húngaros pueden preparase, en consecuencia, para recibir cursos prácticos de disci- plina cuartelera. Así lo exige el marxismo y así lo exige la biblia stalinista. moral de los pueblos. Si comparamos la situación actual con la de hace cin- cuenta años, comprobamos que existe un retroceso. Pero es exagerado querer C. PAKKA atribuir únicamente a los pueblos la responsabilidad de tal estado de cosas, También se puede afirmar que la ola de autoritarismo que invade todo el mundo tiene su origen en la creciente agresividad de las alases poseedoras, que ven sus privilegios amenazados. El fenómeno soviético ha creado una psi- cosis de miedo entre los dirigentes ca- pitalistas. El imperialismo americano ha dado nuevo lustre al estandarte antico- munista que primeramente habían en- arbolado Hitler y Musso\ini y que Fran- co todavía hace flamear al viento. Y so pretexto de combatir al comunismo, la reacción persigue a todos los hom- bres que no se resignan a ser escla- vizados. Entre todos los Estados existe una solidaridad perfecta cuando se trata de defender los intereses de la clase que representan. Según parece, cuando un diputado laborista ha preguntado a Mr. Edén si el gobierno inglés pensa- ba intervenir en favor de los condena- dos de Barcelona, aquél se ha encogido de hombros y no ha dicho nada. Ver- daderamente, la vida de unos pocos hombres representa muy poca cosa pa ra los que no vacilarán en sacrificar millones para defender sus intereses. Frente a esta solidaridad reaccionaria, ¡cuan poco efectiva resulta la de los hombres libres! La solidaridad progresi- va sólo se manifiesta en discursos y en mociones de protesta dirigidas a los gobiernos. Sin embargo, la causa de la justicia requiere más que bellas pala- bras. Mientras que ese sentimiento di- fuso de libertad que alienta en muchos hombres no encuentre el camino para traducirse en actos, las minorías de van- guardia estarán a merced de la fero- cidad capitalista y estatal. DETRAS DEL TELÓN DE HIERRO De «Esperantista» del 24-12-1951, pu- blicación de la Asociación Esperantista checoeslovaca: «El presente número de nuestra revis- ta es el último. El Ministerio de In- formación ha reorganizado un plan de edición de publicaciones. Varias han si- do anuladas y reemplazadas por otras, con el fin de que igualmente, en los ediciones de periódicos mensuales in- tervenga un nuevo plan. Entre los anu- lados se encuentra nuestra revista... Nuestra Asociación no cesa su existen- cia. Esperamos que podremos mante- ner contacto con nuestros miembros por circulares multicopiadas. Por otro lado, gestionaremos obtener permiso, para que puedan llegar a nuestro país, periódicos esperantistas del exterior en mayor número.» BASES DEL CCNCURSC de obras de teatro en un acto D E acuerdo a lo ya anunciado en anteriores nú- meros, RUTA organiza a partir de la fecha un CONCURSO DE OBRAS DE TEATRO EN UN ACTO, cuyas bases y condiciones se detallan a con- tinuación: Podrán intervenir en el certamen todos los aman- tes del teatro, sin distinción de edad, presentando uno o más trabajos. Estos deberán ser redactados en castellano, y su extensión será la habitual en piezas para representar en un acto. Los trabajos, a ser posible, se presentarán escritos a máquina y a doble espacio. Cada uno deberá estar firmado con un pseudónimo o lema, enviándose en sobre aparte el nombre y las señas del autor que co- rresponde al pseudónimo. Las obras podrán ser en prosa o verso, quedando tema y estilo al buen criterio de cada participante. Los trabajos podrán ser enviados, a partir de la fecha, a la dirección siguiente: Redacción de RUTA, Con- curso teatral, 4, rué Belfort, TOULOUSE (H.-G.). El plazo de recepción de trabajos quedará cerrado el dia 31 de mayo de 1952. El Jurado encargado de dictaminar sobre las obras presentadas estará inte- grado por los siguientes compañeros: Fontaura. José Peirats, un delegado de la Redac- ción de RUTA, un delegado del Grupo Artístico Ju- venil (F. L. F.I.J.L. de Toulouse) y uno del Grupo Artístico ((Iberia» (F. L. C.N.T. de Toulouse). Los autores de las dos mejores obras, designadas por el Jurado, recibirán sendos objetos de arte — cuyo detalle daremos a conocer en números próxi- mos. Las dos obras, además, serán representadas por los Grupos Artísticos ya indicados, de Toulouse, en un festival cuya fecha se fijará oportunamente, y durante el cual se procederá a la entrega de los premios a los dos autores ganadores del concurso. Toda la correspondencia solicitando informes y pre- cisiones en torno a este certamen, deberá ser diri- gida a esta Redacción, mencionando siempre en el sobre ((Concurso teatral». LA REDACCIÓN DE «RUTA».

La Solidaridad DOS anos CRISIS - ddd.uab.cat · partícula de la partitura, pero que con sus instrumentos polífonos le es permi ... —Vamos a ver—inicia la lección po ... tienes

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Otros 27 Confedérales serán juzgados próxima­

mente en Barcelona, pidiéndose contra 9 de ellos

l a p e n a d e m u e r t e . I El mundo no debe permitir que la sangre siga corriendo E N LA P E N Í N S U L A !

A, VÍLA; ROUTE, h e b d o m a d a l n de La (J¡.£.&.£. en Cfcance

Año V I I I Precio 1 5 francos N° 34f) Lunes 31 de M a r z o d e 1952

Qiceeci&n paca la (iazzeÁpondeneia .•

A d m i n i s t r a c i ó n R e d a c c i ó n M. Boticario - 4 , rué Belfort, Toulouse - R- Mejias Peña

l'ara g.ic»A (únicamente): (Pabla (J$enaigeá C.C. P o s t a l N- 1 3 2 8 - 7 9 T o u l o u s e (Hle-Gne)

PRECIO DE LAS SUSCRIPCIONES: 3 meses: 195 frs. 6 meses: 390 frs. 1 año: 780 frs.

La Solidaridad ante la injusticia

TA R E A h a r t o e x t e n s a sería re­s e ñ a r , a u n q u e lo h i c i é r a m o s s o m e r a m e n t e , todas las m a ­

n i f e s t a c i o n e s de i n d i g n a c i ó n que los f u s i l a m i e n t o s d e B a r c e l o n a h a n provocado. Aquí y a l l á h a n surg ido voces de protes ta , a i s la ­d a s unas , otras e n coro e n é r g i c o y dec id ido . La reacc ión e n el c a m ­po a u t é n t i c a m e n t e l ihre f u é u n á ­n ime , y só lo ca l laron los que h a n h e c h o del s i l enc io u n a c o n s i g n a de comodidad y cobardía .

Hace dos s e m a n a s , ref ir iéndo­nos al m i t i n d e l a S a l a W a g r a m organ izado por la L iga d e los De­rechos del H o m b r e , d i j i m o s que el a c t o t e n í a u n a e n s e ñ a n z a que nadie , y m e n o s nosotros , podía ignorar: l a c e r t i d u m b r e que, por e n c i m a d e a n t a g o n i s m o s indiv i ­dua le s y d e t e r m i n a d a s d i feren­cias d e in terpre tac ión , e x i s t e u n v íncu lo que une a los h o m b r e s a n t e la injust ic ia , h a c i é n d o l e s part í c ipes e n idént i co g r a d o del s u f r i m i e n t o , la có lera y l a rebel­d ía c o n t r a el c r i m e n .

¿ Y c ó m o no recordar hoy e s a e n s e ñ a n z a , después d e e s t a s últ i ­m a s s e m a n a s e n que t a n t o s sepes h a n v ibrado a l u n í s o n o , l i gados entre sí por el s e n t i m i e n t o d e pu­ra so l idar idad? Lo que sug ir ió el m i t i n de W a g r a m h a s ido confir­mado , p l e n a m e n t e conf i rmado por la ac t i tud e s p o n t á n e a y viri l d e u n a m u l t i t u d h a s t a e n t o n c e s d iv idida, en m u t u a i g n o r a n c i a , y absorbida por p r o b l e m a s part i cu­lares.

El h e c h o no puede m e n o s que in fund irnos o p t i m i s m o . Y n o se erea que e n j u i c i a m o s la c u e s t i ó n desde el á n g u l o pract ic i s ta , pre­t end iendo confundir e sa a d m i r a ­ble un idad m o r a l que c o m e n t a ­m o s c o n o t r a unidad, c i r c u n s t a n ­c ia l y f o r m u l i s t a , que podría na ­cer en v ir tud de conc i l iábulos d e h i p o t é t i c a s conferenc ias t r ipar t i ­t a s , c u a t r i p a r t i t a s o lo que fue­ren . N o a b o r d a m o s hoy e se pro­b l e m a — i m p o r t a n t e , ¡quién lo du­da!—hi q u e r e m o s d e d i c a r n o s a d i s c u s i o n e s e n torno a p r e s u n t o s pac tos o c o m p r o m i s o s sobre act i ­v idades i n m e d i a t a s .

La cues t i ón que e s tud iamos n o puede encerrarse en u n a f ó r m u l a m á g i c a , ni s iquiera e n u n a c u e r d o oficial entre o r g a n i s m o s de u n o u o t r o t ipo. La u n i d a d m o r a l que mencionábannos poco t i e n e que ver con t á c t i c a s del m o m e n t o , con tác t icas d i c t a d a s por razones de ef ic iencia , s ino que r e p r e s e n t a a l g o m á s h o n d o , m á s cercano a l h o m b r e c o n s i d e r a d o c o m o un va ­lor en sí. D e j e m o s como e l e m e n ­t o a j e n o a la cues t i ón el t e m a d e

of ic ia l izar lo que h a s t a a h o r a fué m o v i m i e n t o e s p o n t á n e a m e n t e creado; i m p o r t a n t e es el p u n t o , r e p e t i m o s , pero e v i t e m o s el pel i ­gro de circunscribir u n v íncu lo p r o f u n d o a u n a s p e c t o p a r c i a l d e la real idad.

Lo que c u e n t a a h o r a , e n es te ahora r e g a d o por l a s a n g r e de c inco confedera le s , es la ac t i tud de repulsa c o n t r a la injust ic ia . Sa­bemos de sobra que e n el futuro, m a ñ a n a quizás , surg irán otra vez las d i v e r g e n c i a s que el m o v i m i e n ­to de p r o t e s t a logró superar . ¿ A c a s o a l g u i e n creyó pos ib le u n a c o i n c i d e n c i a to ta l , í n t e g r a , e n t r e los h o m b r e s que i m p u g n a r o n los c inco c r í m e n e s d e B a r c e l o n a ?

Quede s o l a m e n t e , y ya es m u ­cho , la c o n v i c c i ó n d e que «es m á s lo q u e u n e a los hombres que lo que los s epara» . Y bas te e l la para reforzar n u e s t r o o p t i m i s m o ; m a s n o un o p t i m i s m o h e c h o d e h u e r a a l egr ía y de f a n a t i s m o m e s i á n i -co, q u e se p r e t e n d e a veces sos te ­ner c o m o p r e s u n t o deber juveni l , s i n o el o p t i m i s m o que se forja e n t r e d r a m a y d r a m a , sab i endo que la v ida es a l g o m á s que u n a sonr isa de beat i tud .

La so l idar idad a n t e la injust i ­cia es u n p u e n t e t e n d i d o h a c i a el m a ñ a n a . B ien lo supieron nues ­tros c o m p a ñ e r o s ca ídos e n el c a m p o de la B o t a , y de ah í que h a y a n m u e r t o con la segur idad de g a n a r la par t ida .

R U T A .

En NUEVA YORK Londres y París áa fran eelebzada

HUEVOS IHITIIIES DE PROTESTA C0MRA LOS FUSILAUflTOS

Como era de esperarse, el mitin •realizado bajo los auspicios de la asociación francesa «Amis de la Répuíblique Espagnole» tuvo uoa éxito completo. Ante un público entusiasta, formado por franceses y españoles de distintas organiza­ciones, varios oradores expresa­ron su sentimiento solidario con el pueblo ibérico, sojuzgado desde hace trece años por la dictadura.

Destacadas figuras de la actua­lidad francesa, viejos amigos de la causa de la libertad española, tradujeron así el sentir de un vastísimo sector ¡popular que no ignora les sufrimientos y las tor­turas de la España de hoy. Da­niel Mayer, De Moro-Giafferi, Achule Auban, Gastón Chazette, Guy Moncorgé, Vincent Badie y nuestro compañero Georges Fon-tenis, exponiendo cada uno de ellos diferentes aspectos de la atroz realidad franquista, denun­ciaron los peligros de un régimen que, después de la derrota inter­nacional del fascismo, continúa poniendo en practica los mismos procedimientos de Hitler y Mus-solini.

A este mitin celebrado en París deben agregarse los que han te­nido lugar en Nueva York y Lon­dres, como protesta también por los fusilamientos de Barcelona. En el primero de esos actos in­tervinieron Norman Thomas, so­cialista; James P. Carey, tesorero de la C.I.O.; Vanny V. Montana, director de Educación de la Lo­cal 89 I.L.G.W.A.; Rogers Bald-win, presidente de la Liga Inter­

nacional de los Derechos del Hombre; Eduardo Santos, ex­presidente de Colombia; Stanley Isaac, concejal de Nueva York; Fraices Grant, secretario general de la Interamerican Liberty and Democracy, y otras personalida­des.

En cuanto al acto de Londres, contó con la participación de Fehener H. Brockay, Norman Brailsford, J. Michael Scott, Au-gustus John, Kinigsley Martin, Henry Moore y Hebert Read.

Desde París, Londres y Nueva York, el mundo libre ha vuelto a manifestar su repudio a Fran­co. Mientras algunos Estados tratan hoy de reforzar el régi­men que impera en España, la conciencia universal rechaza de plano todo contacto con el so­breviviente del nazi-fascismo.

CRITERIOS ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ ^ >

A V * W V W A * A i «

Si (PiMiéramcs al hombre H ^Y paradojas—-parajodas decía un

agudo y empedernido picaresco— que nos desconciertan. En algu­

nos casos son simples juegos de plumí­fero que, so pretexto de originalidad, resultan tronadas distinciones de un «snob». Pero cuando dan en el clavo, son mazazos descomunales que pueden echar abajo de un solo golpe, el tin­glado dialéctico mejor empotrado y amarrado. Culatazos de la lógica con­tra los que la manejan de forma unila­teral. Notas agudas y profundas de 'a sinfonía orquestada que es la vida so­cial, en la que cada hombre es una partícula de la partitura, pero que con sus instrumentos polífonos le es permi­tido tocar varios pitos a la vez, influen­ciando en la obra desde el principio al fin. Pero estas notas disonantes no

jíjis! ¡ i^ i í / i f^ i i r )

DEFINICIÓN EXACTA

En una Universidad falangista se inauguraba un curso de Estudios Po­líticos contemporáneos. El profesor, un jerarca de la Falange, metía en valor la definición autocrática del Es­tado moderno, según la orientación

ultural de la España de Franco. —Vamos a ver—inicia la lección po­

lítica el enfatuado profesor, dirigién­dose a sus discípulos: Escriban en sus cuadernos los siguientes títulos: Rey,

T R U M A N EN P L E N A D E C A D E N C I A

«El gobierno prepara ahora una guerra en Europa... Nuestras libertades constitucionales son pisoteadas y la amenaza de un conflicto bélico se cierne sobre el país...»

El que así habla es el general en desgracia Mac Arthur, como se ve no muy amistoso para la política de Traman. La buena es­trella de este último parece pa­lidecer, y no sería difícil que su luz se extinguiera en los próxi­mos meses. ¡Mayoría, mayoría, tienes nombre de mujer!

reina, príncipe, duquesa, sultán, ma­riscal, presidente y caudillo, y seña­len a continuación los países en que son designados los Jefes de Estado ron cada uno de ellos.

Los estudiantes se ponen al traba­jo. Uno de ellos hace la observación ¡ siguiente:

Diga, señor profesor. Cuando se trate de países como la Argentina y España, ¿es necesario honrar tam­bién con el titulo habitual del Jefe de Estado a sus ilustres consortes?

¡Naturalmente! Entonces se dice, por ejemplo: ((Títulos: Son de la Ar­gentina, Presidente y Presidenta», pues doña Eva, al igual que la ilus­tre esposa de nuestro amado Franco, pasarán a la Historia con una per­sonalidad muy destacada.. Y lo mis­mo sus hijos.

Al cabo de un instante, los alum­nos van mostrando al profesor sus respectivos cuadernos. Este lee en uno de ellos:

<(Son de España la Polilla, el Caudillo y la Caudilla.» Cómo! ¿Qué es esto?—grita, per­

plejo. Eso es... una definición exacta.—

contesta tímidamente un discípulo. J C.

deben hacernos perder el ritmo a los conscientes del principio contradicto­rio, que so evidencia (D muchas mani­festaciones del hombre.

Estas reflexiones desconcertantes obli­gan a concentrarnos. Además, toda la ironía—la que hace reír cuando se po-

por Plácido BRAVO ne triste, y la que al ponerse alegre nos cosquillea el lagrimal, como ocurre con la inimitable mímica chaplinesca—tiene como base la paradoja. Nadie como Shaw para ridiculizar la rigidez proto­colaria o el apego tradicionalista de sus conciudadanos insulares. ¿Cómo? Sirviéndose de la paradoja sutil y poli­croma, más aparentada al genio lati­no que a la grisácea, y granítica Irlan­da. Y nadie como Unamuno, con sus glaciales y contundentes paradojas, pa­ra pegar el bocinazo que hiere el tím­pano de los justos, dormidos sobre la cama de la ignorancia, su cabeza re­clinada sobre la almohada de la buena fe; áspid, además, que se clava en las entrañas de los soberbios y envaneci­dos que se creen el ombligo del eos-mas, y que por el hecho de llevar ton­sura se creen aureolados por la gloria.

Malas las paradojas que emplean los bribones en sus astucias; arma ésta de dos filos que hiere al que la usa sin pro­bidad.

Muchas veces, entre el sí y el no puestos en las equilibradas balanzas de la paradoja, hemos mirado el fiel, y perplejos hemos dicho: quizás. Pero es­te neutralismo nos ha llevado lejos, ayudados por la razón.

Tal fué el caso que me ocurrió al pesar esta paradoja de Bacón: «Para dirigir a la Naturaleza hay que obede­cerle». .

Al traducirla me acojo al término di­rigir, pese a que la traducción mejor exigiría gobernar y aun someter.

Pues bien, es muy posible que sea imposible dirigir, gobernar o someter algo infringiendo o desobedeciendo a las fundamentales leyes de la natura­leza. Pero, ¿cuáles son estas leyes? ¿Es que ya están todas definidas y especi-

(Ptua a la página 4.)

DOS anos antifranquistas

EN PARÍS E NTRE los actos públicos rea­

lizados por diferentes orga­nismos e instituciones, como

protesta contra las cinco ejecucio­nes de Barcelona, merecen desta­carse los que tuvieron lugar en París los días 19 y 21 del corrien­te, organizados por las Juventu­des Socialistas Francesas y las Juventudes Socialistas Israelitas, en el salón des Prévoyants, respec­tivamente.

En uno y otro se patentizó el re­pudio enérgico de los organismos allí representados contra la dicta­dura franquista, poniéndose de manifiesto la firme decisión de de­nunciar públicamente todos los crímenes que el actual régimen es­pañol cometa en su afán de con­tinuar subsistiendo.

Los dos actos trascurrieron en una atmósfera de vibrante entu­siasmo, y sirvieron para demos­trar que todo atentado contra la libertad, consumado en no impor­ta qué sitio del globo, representa una afrenta contra todas aquellas voluntades dispuestas a defender la dignidad humana.

CRISIS de valores

coros u danzas eo salsa de Picasso R UTA, en su número 335, daba la

noticia del fracaso y el desenmas­caramiento del espectáculo «Co­

ros y danzas»—falangistas—por nues­tros compañeros de Londres.

La prensa de Paco el Ferrolano ha registrado el hecho, pero falseándolo completamente:

Un corresponsal de «El Diario Vas­co», José Lais F. del Campo, escribe en el citado periódico: «Los Coros y Danzas de España presentan los prin­cipales temis folklóricos de nuestras regiones hkpanas a un público espe­cialmente itteresado por nuestro país. ELEMENTOS COMUNISTAS TRA­TAN DE tOlCOTEARLES».

No necesia ninguno de nuestros lec­tores devanase la masa encefálica pa­ra darse cufnta de los fines que, con toda desvergüenza y desparpajo per­siguen los aatores de tal mixtificación.

«Digamos—escribe el citado sujeto— que fué la ingerencia de estos extre mistas lina boma de mal gusto y unas ganas de rrtzclar la gimnasia con la magnesia».

Aquí el ilico que confunde;—inde­bidamente—li gimnasia con la magne­sia es usted señor del Campo, y 1> más acertado que encontraríamos nos­otros los litertarios (como libertarios y no «elemertos comunistas» fueron lo? que en Lonlres aguaron la fiesta al falangismo) e que fuera usted donde su apellido sigiere y se pusiese a arai con un par cí bueyes.

Y sigamos on el artículo: «Pero iambin—seamos en todo sin

ceros—hubo -na desarticulación pro­gramática que llevó al despiste a la mayoría de los espectadores. Estas gentes, tan rf.tidas en cuadriculas y tan organizada: en todo, se encontraron de pronto, queel programa que se les había entregad no «coincidía» con el

...HAY W SORDO MAS ENMADRID?

Ha llegao recientemente a Madrid, Mr Lincoln Mac Veag-Su llegada oincide pues con el movimiento íternacional de pro­testas contr el franquismo.

...Aunque, icho sea entre nos­otros, no eremos que los ecos de tal movimieto lleguen a oídos del citado cplomático. La sor­dera suele sr profesión, y pro­fesión muy ien -retribuida...

orden de aparición en las tablas. El sesudo «The Times» se quejaba esta mañana de estos contratiempos que ma-U.gran la atención que puede prestar el espectador ansioso de conocer, punto por punto, las cosas de España».

Es decir, que el despiste fué com­pleto en todos los aspectos. Pero va­yamos a otro aspecto, y es que, aun-

C. G. ATLAS que no hubiese habido «desarticula­ción programática» ni «aguadores de fiesta», dudamos mucho de que los in­gleses, en la actuación de esos coros y danzas, hubiesen llegado a conocer al­go del rico folklore que caracteriza a las diferentes regiones de España, de ese espíritu que Alaiz designaría pro­bablemente como vecinal; y lo decimos con conocimiento de causa.

Cuando los falangistas trataron de colarnos su mercancía en el «Palais de Chaillot», el pasado año, y antes de armarse la fenomenal protesta de la que en su tiempo informó RUTA, tu­vimos ocasión de ver algunos números, por los que nos dimos cuenta de la adulteración, completa que los falangis­tas hacían en tal espectáculo: aquello no era folklore español; aquello parecía más bien una exposición paulatina de cuadros de Picasso: España no se veía por ninguna parte...

Y es que España, la verdadera, la que llora, la que sufre, la que hierve, de ella misma saca la sal que con gra­cejo convierte en hirientes chistes que son la diatriba más concentrada que se conoce contra quien la oprime; esa Es­paña no es falangista, no es franquista ni merece la confianza del franquismo.

A pesar de la amplitud de la protes­ta internacional, varias de las con­denas a muerte pronunciadas por

un Consejo de .guerra en Barcelona, han sido cumplidas. Nuestro escepticismo sobre la generosidad del franquismo no ha sido desmentido en esta ocasión. No obstante, confesamos que una leve es­peranza había invadido nuestro corazón llegando a pensar que lo irreparable no se produciría. No ha sido así, por des­gracia. La fría justicia no se ha de­tenido ante ninguna consideración hu­manitaria y los fusiles homicidas han segado cinco vidas. Otros condenados a muerte esperan su turno.

Ante la indignación que tal hecho ha producido, cabe preguntarse hasta q-.ié extremos de insensibilidad se ha llega­do en ciertos sitios para permitir que Franco siga asesinando fríamente a los que no están de acuerdo con su dicta­dura.

Es fácil desatarse en amenazas con­tra los verdugos, prometiéndoles un cas­tigo riguroso. Pero, en la mayoría de los casos, los victimarios mueren tran­quilamente en la cama, como los gene­rales. Si viene a cuento comentar el cri­men de Barcelona es porque su comi­sión nos sugiere una serie de reflexio­nes sobre, la poca eficacia que tienen las campañas ole protesta para impedir que el Estado cometa asesinatos ampa­rado en el manto de la legalidad.

Existen precedentes que demuestran cuan inútiles son las demostraciones ex­teriores para salvar la vida de un con­denado a muerte. En nuestra época, uno de los procesos más resonantes fué el de Sacco y Vanzetti. Resonante pot la personalidad moral de los dos acu­sados y por la amplitud que alcanzó la campaña internacional en favor de los dos anarquistas italianos. De nada sir­vieron ante la soberbia reaccionaria de Fuller, gobernador del Estado de Mas-sachusetts, que estaba decidido a eli­minarlos. Como casos más recientes te­nemos el de los siete negros de Scatts-baron y el de Mac-Cee, conducidos a la silla eléctrica, a despecho de las irregularidades de ambos procesos y de la:, intervenciones en su favor. Cuando en 1934 tuvieron lugar en U.R.S.S. los grandes procesos políticos que culmi­naron en el fusilamiento de los Id, se intercedió en su favor por parte de or­ganizaciones obreras y personalidades de relieve internacional. Tampoco se tor­ció el rumbo inexorable de la justicia.

En la actuaildad, España, Grecia y las «democracias» populares ocupan el primer lugar en la tarea de suprimir físicamente al adversario político.

Se habla mucho de la decadencia

C U R S O S D E A P R E N D I Z A J E

E N H U N G R Í A

El Comité del Partido de los Trabajadores (comunista) de Hun­gría, acaba de adoptar severas medidas para reorganizar la Unión Nacional de la Juventud —entidad, claro está, comunistei-de—, en el seno de la cual, según palabras oficiales, «la indisplina hace estragos y el trabajo ideo­lógico educativo ha sido desesti­mado».

Los jóvenes húngaros pueden preparase, en consecuencia, para recibir cursos prácticos de disci­plina cuartelera. Así lo exige el marxismo y así lo exige la biblia stalinista.

moral de los pueblos. Si comparamos la situación actual con la de hace cin­cuenta años, comprobamos que existe un retroceso. Pero es exagerado querer

C. PAKKA atribuir únicamente a los pueblos la responsabilidad de tal estado de cosas, También se puede afirmar que la ola de autoritarismo que invade todo el mundo tiene su origen en la creciente agresividad de las alases poseedoras, que ven sus privilegios amenazados. El fenómeno soviético ha creado una psi­cosis de miedo entre los dirigentes ca­pitalistas. El imperialismo americano ha dado nuevo lustre al estandarte antico­munista que primeramente habían en-arbolado Hitler y Musso\ini y que Fran­co todavía hace flamear al viento. Y so pretexto de combatir al comunismo, la reacción persigue a todos los hom­bres que no se resignan a ser escla­vizados.

Entre todos los Estados existe una solidaridad perfecta cuando se trata de defender los intereses de la clase que representan. Según parece, cuando un diputado laborista ha preguntado a Mr. Edén si el gobierno inglés pensa­ba intervenir en favor de los condena­dos de Barcelona, aquél se ha encogido de hombros y no ha dicho nada. Ver­daderamente, la vida de unos pocos hombres representa muy poca cosa pa ra los que no vacilarán en sacrificar millones para defender sus intereses.

Frente a esta solidaridad reaccionaria, ¡cuan poco efectiva resulta la de los hombres libres! La solidaridad progresi­va sólo se manifiesta en discursos y en mociones de protesta dirigidas a los gobiernos. Sin embargo, la causa de la justicia requiere más que bellas pala­bras. Mientras que ese sentimiento di­fuso de libertad que alienta en muchos hombres no encuentre el camino para traducirse en actos, las minorías de van­guardia estarán a merced de la fero­cidad capitalista y estatal.

D E T R A S D E L TELÓN D E H I E R R O

De «Esperantista» del 24-12-1951, pu­blicación de la Asociación Esperantista checoeslovaca:

«El presente número de nuestra revis­ta es el último. El Ministerio de In­formación ha reorganizado un plan de edición de publicaciones. Varias han si­do anuladas y reemplazadas por otras, con el fin de que igualmente, en los ediciones de periódicos mensuales in­tervenga un nuevo plan. Entre los anu­lados se encuentra nuestra revista... Nuestra Asociación no cesa su existen­cia. Esperamos que podremos mante­ner contacto con nuestros miembros por circulares multicopiadas.

Por otro lado, gestionaremos obtener permiso, para que puedan llegar a nuestro país, periódicos esperantistas del exterior en mayor número.»

B A S E S D E L C C N C U R S C de obras de teatro en un acto D E acuerdo a lo ya anunciado en anteriores nú­

meros, RUTA organiza a partir de la fecha un CONCURSO DE OBRAS DE TEATRO EN UN

ACTO, cuyas bases y condiciones se detallan a con­tinuación:

Podrán intervenir en el certamen todos los aman­tes del teatro, sin distinción de edad, presentando uno o más trabajos. Estos deberán ser redactados en castellano, y su extensión será la habitual en piezas para representar en un acto.

Los trabajos, a ser posible, se presentarán escritos a máquina y a doble espacio. Cada uno deberá estar firmado con un pseudónimo o lema, enviándose en sobre aparte el nombre y las señas del autor que co­rresponde al pseudónimo.

Las obras podrán ser en prosa o verso, quedando tema y estilo al buen criterio de cada participante. Los trabajos podrán ser enviados, a partir de la fecha, a la dirección siguiente: Redacción de RUTA, Con­curso teatral, 4, rué Belfort, TOULOUSE (H.-G.).

El plazo de recepción de trabajos quedará cerrado el dia 31 de mayo de 1952. El Jurado encargado de dictaminar sobre las obras presentadas estará inte­grado por los siguientes compañeros:

Fontaura. José Peirats, un delegado de la Redac­ción de RUTA, un delegado del Grupo Artístico Ju­venil (F. L. F.I.J.L. de Toulouse) y uno del Grupo Artístico ((Iberia» (F. L. C.N.T. de Toulouse).

Los autores de las dos mejores obras, designadas por el Jurado, recibirán sendos objetos de arte — cuyo detalle daremos a conocer en números próxi­mos. Las dos obras, además, serán representadas por los Grupos Artísticos ya indicados, de Toulouse, en un festival cuya fecha se fijará oportunamente, y durante el cual se procederá a la entrega de los premios a los dos autores ganadores del concurso.

Toda la correspondencia solicitando informes y pre­cisiones en torno a este certamen, deberá ser diri­gida a esta Redacción, mencionando siempre en el sobre ((Concurso teatral».

LA REDACCIÓN DE «RUTA».

RUTA P á g . 2

O creo que, desde el punto de vista de la cultura y la felicidad huma­nas, haya habido en la historia de la humanidad invento más signifi-

_ cativo, más vitalmente importante .y de mayor contribución a nuestro goce de la holganza, la amistad, la sociabilidad y la conversación, que el invento del té. Tan grande es su influencia sobre la cultura que. en China e Inglaterra por lo menos, ha llegado a ser una institución social.

El goce adecuado del té sólo se puede desarrollar en una atmósfera de hol­ganza, amistad y sociabilidad. Porque solamente con hombres dotados del sen­tido de la camaradería, extremadamente selectos en cuanto se trata de formar amigos, y provistos de un amor natural por la vida holgazana, se hace posible el pleno goce del té. Si se le quita el elemento de sociabilidad, el té no tiene significado. Su goce, como el goce de la luna, la nieve y las flores, debe ocu­rrir en la debida compañía, porque considero que ésta es la condición en que más frecuentemente insisten los artistas de la vida en China: que ciertas clases de flores deben ser gozadas con ciertos tipos de personas, ciertas clases de escenarios deben estar asociados con ciertas especies de mujeres, que el sonido de las gotas de lluvia debe ser gozado—si se le ha de gozar plenamente— cuando uno está tendido en un lecho de bambú, en la, montaña y en un día de verano; que, en suma, el talante es lo que importa, que hay un talante apro­piado para todo, y que una mala compañía puede echar a perder por com­pleto el estado de ánimo. Por ende, el comienzo de todo artista de la vida es que él, o cualquiera que desea aprender a gozar la vida, como condición abso-

LIN YUTANG lutamente necesaria debe encontrar amigos del mismo tipo de temperamento, y preocuparse tasto por ganar y mantener su amistad como se preocupan las es­posas por mantener a sus maridos, o como un buen jugador de ajedrez hace viajes de miles de kilómetros para encontrarse con otro jugador de ajedrez.

El ambiente, pues, es lo que vale. Sería un grave error salir de cabalgata con un amigo estudioso y pensativo, como lo sería ir a un concierto con una persona que no comprende la música.

Casto de espíritu, tranquilo de ánimo y rodeado por adecuada compañía, está uno en aptitud de gozar el té. Porque el té se ha inventado para las com­pañías tranquilas, como se inventó el vino para ruidosas fiestas. Hay en el ca­rácter del té algo que nos conduce a un mundo de quieta contemplación de la vida. Sería desastroso beber té mientras en tomo lloran unos niños, o con mu­jeres de voz potente, u hombres que hablan de política. De Quincey dice muy acertadamente que el té «será siempre la bebida favorita del intelectual», pero los chinos parecen ir más lejos y asociarlo con la idea de la sociabilidad.

Debe recordarse que, según Cha Lu, «la esencia del goce del té reside en la apreciación de su olor, fragancia y sabor». Es necesario, pues, un principio de quietud para la apreciación de esas cualidades, una apreciación que pro­viene de un hombre que puede mirar un mundo acalorado con una cabeza fría. El sabor del té, por ejemplo, puede pasar fácilmente inarvertido nara quien está ocupado en pensamientos atareados, o cuando la vecindad es ruidosa, o cuando disputan las mujeres, o cuando lo sirve una fea doncella. Además, debe ser pequeña la compañía. Porque al beber té, es importante que los huéspedes sean pocos; muchas huéspedes harían ruido, y el ruido le resta encanto.

Los verdaderos conocedores, consideran que la preparación personal del té depara un placer especial. Sin haber cobrado el carácter de un sistema rígido como en el Japón, la preparación y degustación del té es siempre un acto de intenso placer, importancia y distinción. Por cierto que la preparación es la mitad del deleite de tomar té, como romper semillas de melón con los dientes es la mitad del placer de comer melón. _^

En China, en general, el color ideal del té es un amarillo claro, pálido, do­rado, y jamás el rojo oscuro del té inglés. Es claro que estamos hablando del té como lo beben ios conocedores del arte y la técnica del goce, y no como se sirve en general entre tenderos. No puede esperarse tal delicadeza de la hu­manidad toda. Por eso el autor del Ch'asu, un escritor chino, dice: «Cuando hay una gran reunión, en que salen y entran los visitantes, sólo se puede cambiar con ellos copas de vino, y entre extraños recién conocidos o entre amigos ordi­narios sólo debemos servir té de calidad ordinaria. Sólo cuando han llegado nuestros amigos íntimos y de igual temperamento, y todos somos felices, todos brillantes en la conversación y todos capaces de dejar de lado -las formalidades, podemos pedir al sirviente que haga fuego y saque agua, y decidir el número de estufas y de tazas que usaremos de acuerdo con la compañía presente».

De acuerdo con la práctica china de prescribir el momento adecuado y el ambiente mejor para gozar de una cosa, Ch'amt expresa lo siguiente:

las

MOMENTOS ADECUADOS PARA TOMAR T E :

Cuando se tienen el corazón y las manos ociosas.

Después de leer poesía. Cuando están perturbadas

ideas. Si se escuchan canciones. Junto al hogar. Mirando pinturas. Conversando de noche. Ante una clara ventana. Con amigos encantadores. De regreso de una visita

amigos. Mirando flores de loto en un día

de verano. Después de terminada una fiesta

y marchados los huéspedes. En un bosque de altos bambúes.

LUGARES QUE HAY QUE EVITAR:

Cuartos calientes. Calles ruidosas. Cocinas húmedas.

los

MOMENTOS INADECUADOS PARA TOMAR TE:

Trabajando. Mirando un juego. Abriendo cartas. Durante grandes lluvias o neva­

das. En un festín, o en numerosa

pañía. Revisando documentos. En días atareados.

COSAS QUE SE DEBEN EVITAR:

Agua mala. Cucharas de bronce. Madera en el fuego (a caus.i (leí

humo). Sirviente ordinario. Doncella de mal talante. Trapos sucios. Olores fui Niños llorones. Mujeres parlanchínas. Personas acaloradas. Puertas que crujen.

N Madrid h a dejado de vivir Saj.' el renombrado escritor Enri-^ ^ que Jardiel Poncela, que ha

llenado con su nombre un cuarto de siglo en el humorismo de habla es­pañola. Jardiel , cuyos mayores éxitos fueron obtenidos cuando en los años que precedieron a la sublevación mi­li tar podía dejar a su espiritu vagar l ibremente por el ancho campo de las ideas, se veía úl t imamente cohi­bido en sus trabajos ñor la necesidacV ineludible de escribir den t ro de los estrechos moldes preconizados por re­ligiosos y gobernantes. Si bien es cierto que sentía su españolismo arraigadísimo, cosa bas tante ex t r aña en un hombre que había viajado mu­cho, es cierto también que su cato­licismo brillaba por su ausencia a pesar de haber afirmado la prensa y radio que había muerto después de recibir los santos sacramentos , con la salvedad de reconocer que en ta­les momentos el escritor había entra­do ya en el coma.

Quizás el principal mérito de la obra de Jardiel Poncela consiste en su habil idad pa ra mantenerse en equilibrio sobre el ridículo sin caer en él jamás. El humorismo de Jar ­diel e ra y es un humor de risotada. No tiene la elegancia académica n i ja suavidad y profundidad de un Wenceslao Fernández Plórez, pero e n cambio no existe n ingún otro autor con tal ligereza de espíritu. En sus

A riesgo de ganarme cordiales an­tipat ías , divagaré hoy sobre el con­curso de cuentos que organizó ((Ruta» hace algunas semanas . Y que fué, ni más ni menos, un concurso de demos­traciones noveladas.

En efecto, cada par t ic ipante se creyó en la obligación de plantearnos un problema—generalmente de idén­tica índole—, problema en el que los personajes cumplían la función de factores algebraicos. ¥ no había en ellos vida, no había ese tenue calor humano que hace del héroe un hom­bre.

Cuando se escribe un cuento con la misma disposición que se emprende la demostración de u n teorema, mal puede haber en la t r a m a atisbos de humanidad. Habrá, eso sí, una acep­table lógica de tipo matemático, con ecuaciones e incógnitas reveladas. Y cada diálogo cumplirá la misión de un humilde y disciplinado peón de ajedrez, mero engranaje sin sentido propio ni valor intrínseco.

La novela de estos últimos años, que ha sufrido la invasión inexorable de la filosofía, conoce ya las conse­cuencias producidas por el reinado de la demostración autosuficiente. La diosa Razón—sin carne , sin sangre, sin nervios—ha hecho de cada ins­tan te vital todo un capítulo de lógi­ca. Hegel, o Marx, o Heidegger, o Jaspers. han guiado la pluma del no­velista; y ningún personaje ha tenido el atrevimiento de no filosofar.

—o—

Los par t ic ipantes en el concurso juvenil se ciñeron también a las fór­mulas ((del a r te novelístico por el procedimiento discursivo». Sus héroes eran seres nacidos únicamente para facilitar la demostración que el autor se había propuesto, y desempeñaban

(AMARGA SILLA!) «En un lugar de la Mancha

de cuyo nombre no quiero acordarme...»

«Don Quijote».—Cervantes.

CASI en medio del triángulo topo­

gráfico que forman las ricas y populosas ciudades manchegas

de Manzanares, Alcázar de San Juan y famosa eln los anales de la literatura vada la antigua villa de Argamasilla de Alba, guadiánica, hortelana y labrie-ga, con no más de 4.000 habitantes, y Tomelloso (Ciudad Real), se halla, cla-universal, por ser la cuna y patria del inmortal Don Quijote.

«Nunca fuera caballero de damas tan bien servido».

Esta -propia estrofa d«l «subl i" t

C. L I Z C A N O .

manco» podíasele aplicar a esa oscura aldea manchega, tan pomposamente servida por las damas de la celebridad y la gloria universales, ignorándolo ella misma y quizá sin merecerlo.

Su población actual, como se ve, es escasísima, eu su mayoría hortelana, con un 90 por ciento rigurosamente analfabeta. Personas de algunas letras, no muchas: el boticario, el juez, el cu­ra y el maestro de escuela. El término municipal, cultivable y cultivado, es muy reducido; el más pobre de toda la comarca. Poblaciones laboriosas, em­prendedoras, intensamente vitícolas como Alcázar y Tomelloso, distante la primera a más de 40 kilómetros, intro­ducen hasta allí mismo las cuñas ver-

obras los ingeniosos «golpes» y «sa­lidas» se suceden a enorme velocidad, sin recurrir a escribir tres líneas blancas para preparar el efecto de la cuarta, has ta el punto de formar una característica de su estilo que lo di­ferencia de todos los otros. Su pro­pósito no es nunca el de a t aca r con el fácil a rgumento de la risa deter­minadas tesis, s ino el de provocar la risa, aun sacrificando las ideas. Al-

Federico AZORIN guien ha dicho que «La tournée de Dios» era la más divertida crítica que se h a escrito sobre el Crist ianismo, mientras yo veo en ella una superfi­cial obra festiva, inspiradísima como casi todas sus producciones pero sin malicia en el fondo. La misma d e d i ­catoria: (¡A Dios, que me es muy sim­pático», deja entrever que el papel de estrella o «vedette» que en el libro se le h a otorgado, desplazándolo del suyo habi tual de Dios—Creador—y Salvador, no tiene por objeto ridicu­lizarlo, sino simplemente divertir al lector.

El humorismo que h a conocido una mayor boga en España cuando plu­mas como las de Jardiel han debido enmudecer o recortarse, no podía de­jar de sentir la influencia de este autor y sus más destacados represen­tantes . Tono y Mihura , con sus co-dornicescas salidas dejan entrever en ocasiones cuánto deben al autor de

el papel a las mil maravi l las: sin t raspasar el limite, sin cometer el delito de aparentar a lguna vez un le­jano parentezco con los hombres que viven a nuestro lado...

Hubiera preferido un cuento con personajes menos lógicos, más inco­herentes, sin «ampiejos de engranaje%

mecánico. Personajes eme hubieran sonreído, y llorado, y vivido sin preo­cuparse t an to por la teoría que se les había ordenado demostrar. Persona­jes, en fin, que se hubieran burlado a cada instante del peón de ajedrez.

YO.

«Los ladrones somos gente honrada». Con Jardiel Poncela se acaba el hu­mor vacilando sobre el ridiculo y la pornografía sin caer en ellos, mientras los actuales plumíferos a quienes la censura les ha vedado este campo se h a n lanzado de lleno en aquél. La película «humorística» que quiso pre­sentarse como muestra del ingenio español de la post-guerra, «Un bigote para dos», era verdaderamente deplo­rable y en ella podía verse y oírse como «chiste» que al descender un caballero de un carruaje y abrir le el cochero la portezuela quitándose la gorra, le dijese aquél: «Cúbrete, que se va a const ipar el caballo».

No tenía en la l i tera tura una mi­sión t ranscendente , y la de alegrar y hacer reír a toda una generación la ha cumplido perfectamente. Ha tenido también el mérito de t raer al tea t ro y al cine un r i tmo personal, de una gran velocidad en consonan­cia con la inquietud de su espíritu que necesitaba cambiar cont inuamen­te de sitio y de idea. Es necesario haber visto representar «Eloísa está debajo de un almendro» p a r a llegar a comprender su incansable actividad mental . Los mismos títulos de sus obras hab lan c laramente de su per­sonalidad: «Espérame en Siberia, vida mía», «Amor se escribe s in hache», «Cuatro corazones con freno y mar­cha atrás», etc.

Creemos que el actual régimen le ha cortado las alas en los últimos años de su vida, y mantenemos una ligera esperanza de que en los bol-silos de sus gabanes queden a lgunas cuarti l las, impublicables actualmente . pero que volverán a regocijarnos a los españoles más tarde, como o t ras de sus producciones nos regocijaron antes . Digo en sus bolsillos, porque Enrique Jardiel Poncela escribía sus obras en los veladores de los cafés y, ha s t a no hace mucho tiempo, po­día vérsele extendiendo sobre el már­mol sus montones de cuart i l las que iba l lenando de una let ra menuda con numerosas tachaduras , mientras en su cara empezaban a marcarse las señales de la enfermedad que lo ha llevado a la tumba.

POESÍA MODERNA

Niña morena y ágil, el sol que hace las frutas, el que cuaja los trigos, el que tuerce las algas, hizo tu cuerpo alegre, tus luminosos ojos y tu boca que tiene la sonrisa del agua.

Un sol negro y ansioso se te ar ro l la en las hebras de la negra melena, cuando est i ras los brazos. Tú juegas con el sol como con un estero y él te deja en los ojos dos oscuros remansos.

Niña morena y ágil, nada hacia ti me acerca. Todo de tí míe aleja, como del mediodía. Eres la de l i ran te juventud de la abeja, la embriaguez de la ola, la fuerza de la espiga.

Mi corazón sombrío te busca, sin embargo, y amo tu cuerpo alegre, tu voz suelta y delgada. Mariposa dulce y definitiva como el tr igal y el sol, la amapola y el agua.

QfMe g,iiáta emand® eallaA... Me gusta cuando callas porque estás como ausente,

y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te ce r ra ra la boca.

Como todas las cosas es tán llenas de mi alma, emerges de las cosas, llena del a lma mía. Mariposa de sueño, te pareces a mi a lma, y te pareces a la pa labra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como dis tante . Y estás como quejándote, mariposa en arrul lo. Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: dé jame que me calle con el silencio tuyo

Déjame que te hable también con tu silencio claro como una lámpara , simple como un anillo. Eres como la noche, callada y constelada. Tu silencio es de estrella, t an lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente. Dis tante y dolorosa como si hubieras muer to . Una pa labra entonces, una sonrisa bas tan . Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

PABLO NERUDA.

(Lo dijimos ya, hace varias semanas , al hab la r de Rafael Alberti: poco cuenta , en ar te , la hondera y la e t iqueta del ar­tista. El nombre del chi leno Neruda n o es pa t r imon io de sec ta alguna, s ino del mundo . De ahí que, sin vacilar, incluyamos en nues t ra antología des de sus trabajos, escogidos en el libro «20 poemas de atmor y u n a canción desesperada», que Nerutia escri­bió en plena juventud.)

Coincidiendo con el « t reno en París de la película americana «The Big Carnaval» — ti tubda, en la versión francesa, ((Le gouífre aux ohiméres» —, nos llegg desde Méjico un art ículo de nuestro colabo­rador Adolfo Hernández, art ículo que comenta, no sólo diofto film,

BILLY WILDER y su gran noticia s ino a l g u n o s o t r o s d e Bi l ly W i l d e r . El l e c t o r d e F r a n c i a c o n o c e r á a s í u n i n t e r e s a n t e j u i c i o e n t o r n o a la o b r a d e l d i r e c t o r a m e r i c a n o , a c ­t u a l i z a d a po r l a e x h i b i c i ó n d e «Le gouf f r e a u x o h i m é r e s » en ' l a s p a n t a l l a s de e s t e p a í s . \Á\ R E D A C C I Ó N .

de y oro de sus viñedos y sus trigales inmensos.

Argamasilla de Alba se recluye en sí misma, con impotencia moruna, dur­miendo en las márgenes frescas y dul­ces, del río Guadiana, su siesta milena­ria de patatas, pimientos y habichuelas, cuyas cosechas sabrosísimas las ofrece la tierra munífica, sin apenas fequeril el esfuerzo del hombre.

El Guadiana (nombre árabe) que na­ce cercanamente, en las famosas Lagu­nas de Ruidera (soberbia manifestación de la naturaleza creadora), avanza des­d i allí, limpia y tímidamente por entre secos y pedregosos páramos, hasta to­car las primeras casas de la villa. Ahí se le alinean los cuadrados planteles de

(Pasa a la página 3.)

DESDE que en 1945 n>s ofreció su gran obra cinematográfica "Días Sin Huella , supinos que en Billy Wilder se aginba un tem­

peramento cósmico (1). Y eu tanto más notable su personalidad, p>r eit/ml. moda en los peligrosos -sets> de \oi Estudies Paramount, dondeel talento * controla para empequeñécelo por me­dio del dólar.

En «Dku Sin Huella», fim basado en la célebre novela de Cheles R. Jack-ton, se pintan las angustie y el «cres­cendo» de la pasión ahhólica, hasta llegar al delirio. «Es la lucha de un hombre—ha dicho alguie—contra una tentación avasalladora.» ero no es el libro lo que queremos jtfgar- ahora, es la mano maestra que mdó las cáma­ras y produjo el encaderimiento maes­tro de doce rollos de celloide, ante los cuales la Academia de Mes y Ciencias de Hollywood se rindió aquel año de 1945 a Wilder. En esa tínica imperaba la disección al estilo dePoe y también la trágica poesía del afí moderno por liberarse de los cánones En aq-uel Don Rirman, dipsómano erriedernido, per­cibíamos al hombre moemo intentando liberarse de la rutina d unos estamen­tos podridos. Había alo más que el alcohol...

Años más tarde, hactdos, hizo Billy una de esas obras llandas a perdurar en la historia del séptno arte por su hondo sentido humano Paramount re­veló nuevamente, por tedio del megá­fono de Wilder, el dran de los artistas famosos que entran en declive del ol­vido. «Sunset Bouleval» fué llamada con fusticia, por un grt director mexi­cano, drama «clásico», en las alaban­

zas a su estupenda dirección, hubo de añadirse la extraordinaria valentía de la veterana actriz Gloria Swansou al inter­pretar un papel en el que predominan muchos de los condimentos emociona­les que se gestaron en su vida íntima (ídolo de la ficción que desaparece de la popularidad y no se resigna, en su crepúsculo, a pensar que SU dorada au­reola ha desaparecido). Hojas otoñales arrastradus por el viento de los años. Nuevamente Billy Wilder habia logra­do un impacto dramático en la sensibi­lidad mundial.

La escena final de «Sunset Boule-v.ard» (las copias distribuidas en México llevaban el titulo «El Ocaso de una Vida») es de una tensión nada común-Bajo el sonido característico de los to­mavistas, el grito imperioso de un di-

val) (Se exhibe en México bajo el titulo de «Cadenas de Roca»).

¿Qué clase de film es? No es una obra maestra; hay, sin duda alguna, concesiones. Pero en ella se vuelve a agitar el temperamento cósmico de Wil­der; el misino pergeñó el argumento, en colaboración con dos escritores. Es en suma una disección aguda del pe­riodismo americano y sus ángulos mor­bosos («Amarillismo»). Es a! mismo tiempo, una crítica del gregarismo de los pueblos, en esta ocasión el yanqui. He aquí un film, que hubiera hecho estremecer a WiUiam R. Hearst, el rey del «sensacionalismo» americano; el «zar» de la más imponente cadena <h periódicos que nadie, jamás, haya te­nido.

Es una nueva faceta que ya había

Por ADOLFO H E R N Á N D E Z

(1) Quizá parezca (traño el califi­cativo de cósmico; qui'o designar con ello un elemento «uni\rsal». La gran­deza o un destello de Ha, tienen algo de la luminosa armoa del Cosmos. Permitidme emplear, p?s, e l impropia­mente elocuente termo de cósmico.

Para mí, expresa granaa.

rector genial y bajo el fondo musical de una zarabanda trágica—ritornello angustioso—la actriz rueda su última escena, que por ser real es terrible­mente ficticia, y camina hacia la cár­cel, suponiendo, en su locura, que M/ marcha será hacia la gloria.

La vida, con ser bella, tiene sus exi­gencias; no es estática. Varían los con­ceptos, los estados emocionales, la pro­pia contextura íntima y requiere un esfuerzo el conservar un carácter bá­sico. Fuerzas intangibles las pasionales, impelen al hombre a aspectos insólitos en el camino del vivir, aspectos, al fin, cubiertos de un materialismo insoslaya­ble. Seres hay que logran en graciosa excepción saltar la regla; a ellos la ad­miración.

Nuevamente Billy había hecho pen­sar y bordeó el camino de lo perdura­ble. Mas ¿quedó satisfecho? Un ar­tista no lo puede estar nunca. Ahora hemos encontrado la respuesta asistien­do a la proyección de su última pelí­cula producida, como un desafío a si misma, por la Paramount. Se trata de «The Big Carnival» (El Gran Cama-

examinado Orson Welles en su discu­tido «Ciudadano Kane» y algo también en «The Front Page» (La Primera Pá­gina) otro director europeo. El ama­rillismo de una prensa que sería capaz de provocar un conflicto armado con tal de tener material informativo sen­sacional para sus páginas, para sus en­cabezados.

¿Qué es «The Big Carnival»? Un pe­riodista busca la noticia que lo ha de redimir de su miseria y de la indife­rencia de los editores que lo han des­terrado de los grandes diarios. Encuen­tra el filón informativo en forma for­tuita. Un hombre está aprisionado en el fondo de una galería subterránea, en el corazón de un monte-sepulcro de los indios. Una leyenda agorera habla de la venganza de los espíritus «sioux» si se viola el sagrado recinto de los muertos, en el corazón de los Montes Rocallosos, y la Montaña de los «Siete Buijres», imponente mausoleo natural que destaca en la inmensidad del Es­tado de Nuevo México, ha sido vio­lada, profanada por un hombre que iba en busca de preciosos objetos in-

díos depositados n , la tumbas milena­rias, para venderla* como «curiosida­des». Aquel hombre, su desdichada mi­sión y el silencio letal de la montaña, auguran el cumplimiento del maleficio.

El periodista llega, vé y crea la más escandalosa farsa espectacular del si­glo. /Aquel hombre debe de ser sal­vado, pese ai maleficio (que le presta i special gracia anecdótica). Pero no de­masiado aprisa! Crea la simpatía ;/ MI digna secuela en la desgracia: la lás­tima. Alarga el salvamento y produce sni'aeión en la Unión Americana como el glorioso salvador de un hombre que, a pesar de todo y precisamente por todo, muere. Una labor de salvamento que podría haberse efectuado en 16 ho­ras se convierte en una pesadilla espe­culativa de cinco días en los que la montaña es taladrada desde ¡a ama. Canciones, «villancicos», cuentos, ex­torsiones, «exclusivas» y todo el barro humano en sus facetas mas variadas son agitadas en torno al drama por Billy Wilder. Esta historia debería ha­berse llamado «La Gran Noticia». El periodista-héroe que ha logrado las primeras páginas a ocho columnas de los principales diarios del país, advierte que no sólo ha muerto el hombre con el cual especuló; algo dentro en él ha muerto también. Su dignidad. Es un pingajo que «se vende por nada...» Muere entre los teletipos de un Perió­dico provinciano por circunstancias se­cundarias... (eso no importa). Nosotros creemos que Wilder quiso matar algo innoble; quiso matar la horrible feal­dad de un vida amorfa, inútil, dedi­cada a satisfacer la deformación de nuestros instintos más nobles. La soli­daridad social.

S, creímos y creemos que en Billy Wilder se agita un alma cósmica. ¿Que­dará cercado s-u espiritu entre los lar­gos callejones de concreto, que forman la urbe de ficciones de fa Paramount?

México D. F. Marzo 1952.

C-^ W .

R U T A P á g . 3

S . I . A . de Carcassonne Dará, el domingo 13 de abril , a

las 3 de la tarde y a las 9 de la noche, en la SALA EDÉN, DOS FESTIVALES DE ARTE

en colaboración con el Grupo Ar­tístico «Nueva Aurora», poniéndo­se en escena el d rama social en un acto:

UNA LIMOSNA POR DIOS y el saínete en un acto:

EL SEXO DÉBIL

Fin de fiesta a cargo del «Dúo Los Alegres)), con su variado re­pertorio de canciones franco-espa­ñolas, y del compañero Joaquín Tenas, cantor de jotas y mejica-merias acompañado de su «Mi­r ra .

En Toulouse (Sa l a « E S P O I R » )

El d i a 13 d e a b r i l , a l a s 15,30 h o r a s , el G r u p o A r t í s t i c o d e l a s J u v e n t u d e s L i b e r t a r i a s p o n d r á e n e s c e n a l a f a m o s a o b r a de l d r a m a t u r g o n o r t e a m e r i c a n o E u g e n i o O 'Nei l l :

<(TODOS L O S H I J O S D E D I O S T I E N E N A L A S »

U n a o b r a i n t e n s a y m a g n í ­fica, d o n d e s e p l a n t e a e l p r o ­b l e m a r a c i a l q u e e x i s t e e n E s ­t a d o s U n i d o s .

E n n u e s t r o p r ó x i m o n ú m e r o d a r e m o s m á s d e t a l l e s a c e r c a d e e s t e e s t r e n o .

CINE ELDORADO

BURDEOS Festival pro S.I.A. pa ra el do­

mingo 6 de abri l , a las 5 de la tarde, a cargo del famoso Grupo (( Cultura Popular ».

Representación de la tragicome­dia en tres actos , de Carlos Arni-ches:

D O N V E R D A D E S

D€S ffESiriWMB IPIPO-RUM EN ALES

ORGANIZADO por la Federación

Ibérica de Juventudes Liberta­rias, pro-RUTA, se ha celebrado

•ai gran festival en Ales (en el Teatro Municipal) el día 16 del corriente, en el que se celebró la obra en cuatro actos de Quintero i/ Guillen «Morena Clara».

f^a pieza teatral fué alternada con lloridos y agradables números de va­rietés, que consiguieron, por su diver­sidad y simpatía^ captarse el agrado de la numerosísima concurrencia que ha asistido al acto.

El simple anuncio de la celebración de este festival, movilizó a todos ku afines de las Locales inmediatas, hasta treinta kili^netros a la redonda), los cuales, por los medios más fáciles de locomoción, se trasladaron a la capital de las Cevennes, para hacer acto de presencia a esto que para nosotros tiene ya un recuerdo simbólico.

Entre otros asistentes que se nos es­capa su actual residencia, es obligado señalar la presencia de compañeros de Grand' Combe, Champclouson, Ro-chessadoule, Besseges, Gagniéres y otras localidades.

El aspecto que ofrecía la sala al mo­mento de levantarse el telón era im­ponente. Las taquillas tuvieron que ser cerradas por agotamiento de plazas an­te la desilusión de numeroso público deseoso de entrar.

Tanto como la satisfacción de asistir al festival (y éste fué satisfactorio en todos los órdenes) como al fin solida­rio que su producto liquido se destina­ba (ampliamente recompensado) fué nota agradable la acogida que los com­pañeros y amigos se dispensaban al encontrarse a su llegada al Teatro Mu­nicipal-

La presencia del Grupo Iberia de Tolosa nos ha procurado una jornada de largo olvido, tanto en el sentido artístico de los que tomaron parte co­mo de habernos facilitado esta herman­dad de relación tan relegada en nues­tra situación de exilio, amén de la re­compensa en líquido que se ha conse­guido para nuestro portavoz juvenil RUTA.

La actuación del conjunto mereció el reconocimiento de la amplia asisten­cia que no regateó sus manifestacio­nes de simpatía y sus aplausos en iodo momento.

En los diferentes números de varie­tés, tuvimos la ocasión de apreciar las (iialidades de Ramón Serra (guitarra en fandanguillos y sevillanas); Esme­ralda Moreno (canción popular; «La Tafá» y «Ojos verdeso); Joaquín Tena (canción mejicana «Yo soy mejicano»); Pablito (bailarín excéntrico, en «Al&-xander»); José Cirac y Tena (jotas ara­gonesas); Amparito Navarro (en «por soleares»), y Aurorita (en «El garrotín», «Sevilla», de Albéniz, y jota aragonesa).

Todos ellos merecieron el calor que el público les dispensó, pero la peque­ña Aurorita merece el distingo espe­cial del conjunto de varietés por su precocidad y por la gracia crue puso en sus intervenciones.

Por nuestra parte deseamos a los unos y a los otros, el estímulo necesa­rio para proseguir veladas de esta ín­dole, que persiguen un alto propósito de solidaridad compaginada con exhi­biciones de arte típico español.

En nombre de los compañeros de Ales y adjudicándonos el de RUTA, damos a todos un merecido saludo de reconocimiento.—Corresponsal.

EN NIMES F UE un verdadero acontecimiento

teatral la venida a Nimes del gru­po artístico «Iberia», de Toulouse.

Ya, cuando el proyecto de los orga­nizadoras fué conocido del conjunto de la emigración española, creó una efer­vescencia general, comentarios sin fin, que auguraban favorablemente del éxi­to de las dos tardes en perspectiva.

Este sobrepasó las esperanzas de los proyectantes. El programa, juiciosamen­te escogido, estaba hecho para satis­facer ai público el más exigente: tanto

Vacaciones en Noruega El Comité Noruego de Ayuda a ia

España republicana organiza una ex­pedición para vacaciones beneficiando a los niños refugiados españoles, yendo de los seis a los doce años de edad. Las familias son rogadas de dirigir las solicitudes lo antes posible a Mlle. Be-rit Bogstad, 35, Avenue Foch, Pa­rís (XVI).

Los niños que ya gozaron de vaca­ciones noruegas el año pasado no se­rán admitidos en este verano 1952; pero si tienen hermanas o hermanos com­prendidos en la edad indicada, no ha­brá inconveniente para comprenderlos en la expedición que se prepara.

Como quiera que la selección de ni­ños y las gestiones para fatilitarles ¡os papeles de identidad para el viaje exi­gen un margen de tiempo considerable, se ruega a las familias que cursen sus respectivas demandas de admisión den­tro de OCHO días a lo sumo, con el Rn de que los formularios puedan ser­les enviados con la premura debida. No se olvide que las primeras instancias serán las admitidas.

ARGAMASILLA (Viene de la página 2)

hortalizas que van siguiendo el breve curso del río, hasta internarse en las ca­lles angostas y porvorientas, sin e! más leve empedrado en las aceras.

Pronto surgen densas hileras de ár­boles macizos, enormes, que alternan con pequeños puentes rudimentarios de tierra y palos, que permiten pasar de una u otra acera, de una a otra calle. Diríase que es una pobre caricatura de

f e n e c í a ; o mejor que eso, un recuerdo fiel del México primitivo de Moctezu­ma, con su sistema de canales y puen­tes a través de la ciudad azteca, y que (Jvjara asombrados a Hernán Coi té-; y sus aguerridos compañeros de la «con­quista».

El único lugar sobresaliente es ei que la población «argamasillera- lla­ma, con énfasis, «la glorieta», signifi­cando que entre el infierno de la estepa

lenarios árboles, cuyas copas preñadas de verde s e entrelazan arriba, no de­jando penetrar el más leve rayo de sol. Cuatro bancos de madera roída y algunas plantas de media altura, de en­tre las cuales surgen en primavera al­guna que otra sonrisa d e florecitas sil­vestres.

Cuenta la leyenda que frente a i s -ta misma iglesia fué detenido Cervan­tes, por dirigir un requiebro amoroso a la bella hija del alcalde cuando en unión da otras amigas salía de la «misa de once». Otra versión más aca-démica es de que lo fué por deudas.

Encerrado en lóbrega cueva, oon mí­sero sustento y vislumbrando por entre los rendijas de una pesada puerta (de la que aún quedan residuos), las lecho­sas y dormidas aguas del Guadiana, allí comienza a escribir las primeras páginas del «Ingenioso hidalgo», y del

manchega, seca y calurosa," aquel'o es que Blasco Ibáñez (el solo novelista un tibio remanso de gloria. comparable a Cervantes), dijera en ia

Rectángulo arbolado de escasas di- más memorable ocasión de su vida, en mensiones, está situado frente a la lg le - el discurso que pronunció ante seis mil sia achatada y 1» forman gruesos y mi- personas en la Universidad G. Was­

hington de Nueva York, y como tesis doctoral única, que era «La mejor no­vela del mundo».

Ninguna calle, ninguna casa, plazj a centro, evoca en aquella aldea ignara el nombre del «augusto presidiario». Únicamente recuerdo que el año 1932 al 35 existió allí un oscuro equipo de fútbol con el nombre de «Cervantes F. C.»

Su población iletrada ignora quién era este hombre y la grandiosidad histórica, filosófica y estética de la obra que aquél escribiera. Nadie es ptofeta en su tierra, y el magnánimo «Caba­llero de la Triste Figura» tampoco lo es en la suya.

Y menos ahora que andan por allí las letras más escasas que el pan blan­co. En otros pueblos limítrofes, en cam­bio, Cervantes y su obra gozan de la estimación y la gloria que merecen. Alcázar de San Juan, por ejemplo, una sola vez que se sintió libre en julio de 1936, lo primero que se le ocurrió fué suprimirse su apellido postizo y frailu­no, adoptando oficialmente el nombre

de Alcázar de Cervantes. Calles, pla­zas, bibliotecas públicas, centros recrea­tivos y culturales recuerdan a cada ins­tante el nombre del «manco insigne». Y el pueblo también; el pJjeblo se trans­mite de generación a generación, esa consigna espontánea de respeto místi­co, emocional, hacia el venerable Don Quijote de la Mancha, libro que poca gente comprende, y hacia su autor, que todo el mundo se precia de conocer.

Mi madre (hoja ya mustia de ese árbol popular) es una viejecita octo­genaria e iletrada, que de niño me con­taba interesantes pormenores de la vida cervantina. ¿Por qué, madre, se llama Argamasilla aquel pueblecito terroso y mísero por donde pasa el río?

«Pues verás su origen hijo mío—me respondió—. Cuando al pobre Cervantes lo encerraron en la cueva, y a través de largas vigilias y febriles ayunos, co­menzó a escribir su Quijote, sentado en una silla desvencijada y coja, que le molía los huesos, exclamó con an­gustia: ¡Amarga-silla!»

C. LIZCANO.

la noche del sábado como la del do­mingo.

«Morena clara», que presentó por primera vez en Nimes el grupo «Ibe­ria», es universalmente conocida. Su alegría chispeante y típicamente anda­luza; sus numerosos «coups de théátre» de una comicidad perfecta; algunos mo­mentos de emoción, hacen esta obra agradable, cuyo éxito, sin embargo, depende mucho del talento de los ac­tores. Por eso nos cabe la satisfacción de felicitar a los componentes del «Ibe­ria», que han sabido rendir maravillo­samente todo el color de esta obra.

Amparito Navarro, desbordante de gracia y de sabor, encajó una Morena Clara verdadera; Leonisa Fuentes supo rendir muy bien el rol de madre in­dulgente y de esposa noble; Plácida Aranda, en Juanita Céspedes, se hizo melosa y temible (y conste que no queremos imitar a Montiel en su ofen siva contra el sexo débil); Aurorita y Carmen Castellón, en sus respectivos papeles, actuaron con acierto.

Antonio Feijóo, fué la ley hecha hombre, pero suponemos que a pesar de su rigidez escénica no debe despre­ciar la inspiración poética (recordamos cierta «Casada infiel»...); Juan Montiel, en su representación del gitano «Re-galito», se adaptó al texto con un es­tilo y una verdad inimitables; Joaquín Barceló sacó lo máximo del papel de «Don Elias», aprovechando todas sus posibilidades; Pablito Bueno, Ángel Castellón y Alfonso González, se com­portaron magníficamente.

El domingo por la noche, a pesar del tiempo inclemente, el público consagró nuevamente el éxito obtenido la noche anterior.

El programa, variado y de calidad, fué presentado con gracejo inimitable por J. Montiel, que consiguió regocijar al respetable con sus ocurrencias, chis­tes y poesías cómicas.

J. Tena, en sus canciones mejicanas, y J. Cirac, con sus jotas y trozos líri­cos, fueron bien acogidos. Esmeralda Moreno, por su interpretación típica de la canción andaluza, supo ganarse la simpatía de los espectadores.

Amparito Navarro, Aurorita, Pablito y Maruja, nos encantaron con sus dan­zas flamencas, clásicas e internaciona­les, especialmente Aurorita, que es una artista auténtica, de la que esperamos una rápida ascensión como estrella co­reográfica, porque ¡hay madera!

J. Serra nos deleitó con un recital de guitarra que fué largamente aplau­dido.

Todo lo que nosotros pudiéramos de­cir en alabanza de nuestros amigos del «Iberia», lo dijo con sus aplausos el numeroso público que llenó la sala du­rante las dos representaciones.

En fin, sólo nos resta felicitar a los jóvenes libertarios de Nimes por la or­ganización de esas dos «soirées», y es­peramos que continuarán organizando veladas artísticas como las que quedan reseñadas.

M. M.

GRAMÁTICA 1." Los i n g l e s e s s o n m á s fe l ices

q u e n o s o t r o s , y a q u e s u s a n t e ­p a s a d o s h a n t e n i d o el b u e n t i ­n o d e n o i n v e n t a r los a c e n t o s . Los n u e s t r o s , e n c a m b i o , n o s l e g a r o n e s a m a l d i c i ó n , y n o n o s q u e d a o t r o r e m e d i o q u e o c u p a r ­n o s d e e l l a . C h a r l e m o s , p u e s , s o b r e r e g l a s d e a c e n t u a c i ó n : ¿ e n q u é caso l l e v a a c e n t o la p a ­l a b r a «so lo»?

G u a n d o va p r e c e d i d a d e u n ver ­bo.

E n n i n g ú n ca so . C i t a n d o p u e d e r e e m p l a z a r s e p o r

« s o l a m e n t e » s i n q u e s e a l t e r e e l s e n t i d o d e la f r a s e .

Cu i ando p u e d e r e e m p l a z a r s e p o r « s o l i t a r i o » s i n q u e se a l t e r e el s e n t i d o d e l a f r a s e .

C u a n d o l a p a l a b r a q u e le s igue e m p i e z a c o n u n a c o n s o n a n t e .

2." S i g a m o s d e b a t i é n d o n o s e n t r e r e g l a s y a c e n t o s . . . y c o n s o l é m o ­n o s p e n s a n d o q u e l o s f r a n c e s e s t i e n e n e n ese a s p e c t o t o d a v í a m á s c o m p l i c a c i o n e s q u e ' n o s ­o t r o s . U n a p r e g u n t a s e m e j a n t e a l a a n t e r i o r : ¿ e n q u é c a s o n o se a c e n t ú a l a p a l a b r a « m a s » ?

C u a n d o la p a l a b r a s i g u i e n t e es u n a d j e t i v o .

G u a n d o p u e d e r e e m p l a z a r s e p o r « a p e r o » s i n q u e se a l t e r e e l s e n ­

t i d o d e l a f r a s e . C u a n d o p u e d e r e e m p l a z a r s e p o r

« t o d a v í a » s i n q u e s e a l t e r e e l s e n t i d o d e l a f r a s e .

C u a n d o e s t á a l c o m i e n z o d e l a f r a se .

C u a n d o el q u e e s c r i b e e s z u r d o .

3." V e a m o s a h o r a s i d e s c u b r i m o s el c u e r p o d e l d e l i t o . . P o r q u e se t r a t a d e e n c o n t r a r , e n t r e l a s c i n c o f r a s e s q u e e n u m e r a m o s , a q u é l l a q u e , p o r u n a u o t r a r a ­z ó n , e s i n c o r r e c t a . ¡ A t e n c i ó n los d e t e c t i v e s !

Y o o f r e c e r é u n r e g a l o . Y o e s c u c h a r é u n a c a n c i ó n . Y o e s c u d r i ñ a r é bu v i d a . Y o s a t i s f a c e r é t u s d e s e o s . Yo aca r i c i a i r é u n c e r d o . 4.o O t r a i n v e s t i g a c i ó n p a r a los

G R U P O A R T Í S T I C O

"mwíMii" D E T O U L O U S E

Se comunica que para el jueves día 3 de abril, a las nueve de la noche, en el local del Cours Dillon, tendrá lugar el ensayo general de la obra «Todos los hijos de Dios tie­nen alas», a representar próxima­mente en Toulouse. Se encarece, pues, la puntual asistencia de todos los artistas cuyos nombres figuran en los programas ya en curso.

Por el Grupo Artístico F.I.J.L.— El Director de Escena.

amantes del misterio. 'Citare­mos también cinco frases, entre las cuales el lector encontrará una defectuosa. ¿Cuál es?

Juan, de pie sobre el dintel de la puerta, se detuvo.

Juan, sonriendo burlonamente, asintió.

Juan, sin decir palabra, muró a su hermana.

Juan, fatigado y sudoroso, se sentó.

Juan, lleno de alegría, se pegó un tiro.

5. La gramática emplea a veces términos bastante raros. ((Sole­cismo» es uno de ellos, pues ¿sabéis acaso qué significa exactamente?

Repetición de palabras cuyo sig­nificado es igual.

Empleo de términos ajenos a la lengua castellana.

Palta de sintaxis. Error al escribir la palabra «sol». Palta que se comete al confun­

dir la velocidad con el tocino. 6 Y para terminar, otro cri­

men que los lectores deberán aclarar. Sabiendo ya, 'por la pregunta anterior, qué son los solecismos, vayamos a la caza y a la pesca de los mismos. En una de las frases que siguen podrá encontrarse uno de ellos. ¿Lo lograréis?.

Se alquilan habitaciones para estudiantes de medicina.

Se alquilan ^habitaciones con o sin muebles.

Se alquilan habitaciones para matrimonios.

Se alquilan habitaciones a iprecios económicos.

Se alquilan habitaciones para se­ñoritas bigotudas.

RESPUESTAS CORRECTAS •(«sorra uis o saiqanm UOD

sauoioBiiqnq irermbre as» Jioap «uas ojoajjoo oí) saiqantu uis o uoo sauoperrcqiexr tiBnnbiB as „ 9

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•(«r*? -mrp» ou i «rtjqum» jjoap cuaq -ap asiuj «1 ua :sEu«jua.\ X'SBJ -jand SBJ ap jouadns a?.red ea -yiuSts «piuip» sand ejoajjoo -ra sa) oAníjap as 'B?.iand «i ap lajurp ia ajqos 'ardí ap 'uunr „f

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SELECCIONADO en el Concurso juvenil

DE CUENTOS por José Ramos ,

44 DIEOC TARCAS A todos los infelices que visten traje de oro

w

ERA el cortijo del marqués de la Estrella uno de

los más hermosos de Andalucía. Señorial man­sión, elevada en medio de un océano de oli­

vos, cuya regia belleza contrastaba con el humilde as­pecto del afanoso hormiguero humano que en torno a ella se movía. Y era también, aquel cortijo, el que ma­yor riqueza y mayor miseria creaba para los hombres que vinculados a los tesoros de la tierra andaluza vi­vían. Riqueza, para el amo, para el señor marqués que gozaba de su opulenta existencia ec las capitales del mundo. Miseria, para los jornaleros que de sol a sol arrancaban tesoros a aquella tierra privilegiada, sin lo­grar otra cosa que costear el miserable gazpacho que débilmente luchaba contra el hambre secular de los tra­bajadores de Andalucía.

Allí, tras el inmenso olivar que púdicamente sepa­raba de la hermosa morada los corrales de los toros y las covachas de los jornaleros, nació Diego, de una ma­dre muy joven, pero cuyo rostro, crispado por el dolor de su azarosa vida, se asemejaba ya a un puñado de raíces retorcidas.

Diego vivió los primeros años de su vida como to­dos los niños que allí nacían. No supo lo que era una escuela. No conoció otra cosa que aquellos olivos her­mosos que parecían extender cien manos hacia la tie­rra y exigir trabajo y más trabajo de los campesinos. Y a aquellos toros, sus vecinos, que en las noches de invierno mugían furiosos en los corrales que a Diego se le antojaban palacios, y que bien hubieran podido serlo si todas las moradas de la humanidad hubiesen sido co­mo la cueva en que el niño y su madre se cobijaban.

Los toros fueron su primera distracción. Mientras la madre vareaba los olivos, el niño, sentado junto al cer­cado, contemplaba a aquellos animales de noble es­tampa. Y allí vio la primera corrida y sintió la primera emoción que la tauromaquia debía proporcionarle en su vida.

Fué una tarde en la que todos los campesinos habían acudido a las faenas del campo. Llegaron tres mozal­betes, ocultándose, como si temieran tremendos castigos. Saltaron la barrera del cercado y, no sin cierta habi­lidad, torearon con un trapo rojo uno de aquellos toros bravos.

Diego contempló a los torerillos admirado.1 Vio cómo provocaban a la bestia hasta enfurecerla; cómo la bur­

laban con su rezurcido capote. Y sintió en su corazón infantil el humano picazón del miedo. Pero vislumbró también no sé qué destellos de gloria.

Cuando los mozalbetes, cansados ya de lidiar al toro, volvieron a saltar la barrera, uno de ellos le dijo al niño: «¡Aquí tienes a los tres mejores toreros del mun­do!» —o—

Cuando el sol se puso, llegaron a través del bosque de olivos los campesinos. Venían como siempre, ago­lados, maltrechos por una interminable jornada de pe­noso trabajo.

Diego explico lo que aquella tarde había visto, y en seguida, como si pretendieran distraer el hambre con aquella conversación, unos cuantos mozos contaron in­finidad de anécdotas, más o menos veraces, que se clavaron como dardos emponzoñados en la mente de aquel chiquillo.

«¡Oh, la gloria de los toreros!» «¡Qué envidiable suer­te la suya!» «¡Qué enorme placer arrancar de la mul­titud explosiones se admiración!»... Tales eran los con­ceptos que penetraban en el ánimo de Diego.

Su determinación fué prestamente tomada: él sería torero, ganaría gloria y dinero en todas las plazas de España. Y ya casi sintió odio hacia aquellos tres cha­vales que habían dicho ser «los tres mejores toreros del mundo».

Desde aquel día, cada vez que oía hablar de toros y toreros, Diego escuchaba con incansable atención. Y cuando los mozos pretendían divertirse toreando unas astas atadas a una carretilla, el chiquillo copiaba los gestos de aquéllos trazando en el aire con imaginada capa cien arabescos distintos.

Pronto encontró parte directa en el juego, y no sin cierto orgullo impulsó por primera vez la vieja carre­tilla coronada con astas de toro.

Y así fué conociendo lo que para él eran los pri­meros pasos hacia el dinero y la gloria.

Hubo, sí, viejos campesinos que se apiadaron de su terrible vocación, y que le explicaron mil tragedias de las que en las plazas de toros se desarrollan. Pero el mozalbete empezaba ya a encontrar una sonrisa despec­tiva que despuntaba en sus labios a guisa, de argu­mento. Y cada vez que razonados consejos llegaban hasta él, lograba oponer a ellos el infranqueable muro de sus ambiciones brutalmente despertadas.

Los años pasaban, y lo que merced a la vieja ca­rretilla pareció un dia juego inofensivo, se transformó por completo. Diego tenía ya su capote arrancado al

hambre y a la debilidad de una madre. Y saltaba en cuantas ocasiones podía por encima de aquel cercado que lo separaba de novillos y toros. Allí toreaba incan­sable, adiestrándose en el peligroso juego de burlar a la muerte, y cada vez que un revolcón compensaba su audacia pensaba en aquella gloria y en aquel dinero que formaba la cima de sus aspiraciones.

Un día tuvo Diego la mayor alegría de su vida. Po­día trasladarse a Sevilla con un cargamento de olivas de las que en los olivares habian recogido los campe­sinos. La oportunidad era acaso única, y Diego deci­dió emprender aquel viaje para probar suerte en la tí­pica capital. Los ruegos de la madre de nada sirvieron. También cayeron en el vacío los consejos de los an­cianos que en los tiempos ya lejanos de su juventud habían pasado por aquella prueba casi tradicional. Y el muchacho se fué a Sevilla, llevando por todo bagaje sus vanas aspiraciones y el viejo capote con que apren­dió a torear.

Sevilla, lo acogió como a tantos otros torerillos: con la fría indiferencia que reservan las ciudades a las gen­tes del campo. Pero Diego no se desilusionó. Aceptó la hospitalidad de un puente. Comió lo que pudo y cuan­do pudo. Imploró caridad por las calles. Y así se sos­tuvo hasta el día que aparecieron en los muros de Se­villa los carteles que anunciaban una gran corrida.

Diego multiplicó sus esfuerzos hasta reunir el dine­ro necesario para comprar una entrada. Y el día de la corrida entró alegre y ufano por la gran puerta de La Maestranza, llevando cuidadosamente envuelto su viejo capote torero.

Aquel día el mozalbete no vio nada en aquella cé­lebre plaza. Sus ojos permanecieron firmes, fijados en la arena. Y cuando creyó llegado el momento oportuno, lanzóse al ruedo con la capa en la mano. Llamó al toro, y el noble animal embistió con furia, pero el to-rerillo lo burló con gracia. Volvió el toro y otra vez pasó por debajo de la capa. Y así durante varios mi­nutos hasta que los toreros arrancaron a Diego de la arena y le obligaron a saltar la barrera. El público, frenético, aplaudía, y el muchacho, con estúpidas lá­grimas de orgullo en los ojos, fué a parar a manos de la policía.

En La Maestranza siguió la corrida, la alegre borra­chera con ribetes de sangre, mientras Diego ingresaba en los calabozos de una comisaría

Pero su detención no se prolongó. Ni fué dura, por­

que el comisario era también, aunque sólo desde la barrera, aficionado a las fiestas taurinas; y lo eran los guardias; y hasta el viejo carcelero que tras acompa­ñar a Diego «al mejor calabozo» tuvo para él palabras de consuelo: «No te preocupes, chaval. Tú, ¡te lo digo yo que tengo olfato!, serás torero».

A las pocas horas de haber ingresado en la comisaría, el comisario en persona sacó a Diego de la celda y conduciéndolo a su despacho le dijo: «Tú eres un hom­bre con suerte. Imagínate que don José se ha ocupado de tí y ha pagado la multa que te retenía aquí...»

—¿Don José?—interrogó Diego. —Sí, don José, el «apoderado» más prestigioso de

Andalucía. Al día siguiente Diego acudió al despacho de su

inesperado protector respondiendo a la invitación que para él dejó don José en manos del. comisario de poli­cía.

Lo recibió aquel hombre con bien fingido interés. Le preguntó por su edad. Se interesó por el trato que al muchacho reservaron los polizontes. Por su situación económica. Y por último, golpeando con el dedo meñi­que el opulento cigarro que fumaba, le dijo al mucha­cho:

—¿Y, naturalmente, tú quieres ser torero? —Sí, señor. —Pues serás torero, ¡porque lo dice don José! Y ga­

narás dinero y gloria como pocos lo han ganado. Fir­ma este contrato—añadió tendiéndole un papel en blan­co—y yo me ocupare del resto.

En el «resto» no estaba incluido lidiar toros. Y ade­más Diego cambió de color, se puso pálido, luego rojo, lo que hizo exclamar al «apoderado»:

—Pero... ¿será posible? ¿Tendrás desconfianza para conmigo? ¡Después de lo que yo he hecho por tí!—y siguió un aluvión de palabras que expresaban queja e indignación, hasta que el torerillo acertó a decir con desolado tono:

—Es que no sé firmar, don José. —¡Ah! ¿Era eso sólo? ¡No importa! Haz una cruz y

en paz. ¡Que para ser gran torero no hace falta saber firmar!

Y así empezó la carrera de Diego Vargas. Una carrera deslumbrante que lo paseó por todas las plazas de Es­paña entre ovaciones y agasajos, entre juergas, manza­nilla y «vueltas al ruedo».

El torero conquistaba a granel aquella «gloria» que

tanto ambicionaba. Y don José conquistaba dinero, mer­ced a aquella cruz trazada con tembloroso pulso sobre un blanco papel.

Para Diego fué aquello como una gran borrachera. Hasta el día en que el miedo lo despertó brutalmente frente a las astas de un toro.

Aquella corrida había empezado como las otras: bajo el símbolo de una alegría ficticia que alimentaba la música alegre de un pasodoble andaluz. La plaza apa­recía llena. Diez mil personas. Quizás quince mil.

La cuadrilla había realizado su paseo llevando fren­te a ella al diestro Diego Vargas.

El público había ovacionado al matador con verda­dera furia.

Las mujeres lo habían admirado en su traje de oro y plata.

Y la corrida empezó. Y con ella la estúpida lucha de un hombre contra la muerte citada de antemano.

No duró ni tan sólo diez minutos. Cuando el torero intentó dar el primer muletazo al toro cubierto de san­gre y de banderillas, sintió que su vistosa chaquetilla se rasgaba bajo la presión de los cuernos del animal. Diego vaciló un momento, sólo un momento, pero aquello bastó para que el público, que hasta entonces lo había vitoreado, protestase ruidosamente. «¡Canalla!», gritaban unos. «¡Cobarde!», añadían los otros, y en un instante llovieron almohadillas y botellas sobre el dies­tro. Diego miró hacia el público y frente a aquella fiera horrorosa que lo amenazaba con ira se sintió fla-quear. Tuvo un gesto de rebeldía: quiso abandonar el círculo, pero de todas partes le amenazaba la misma bestia. Se quedó quieto, atónito, como si la sangre se le hubiese helado en las venas, y era que toda la ho­rrible realidad había aparecido de repente ante sus ojos.

La fiera no era sólo el toro. Era aquel público co­barde, que parapetado tras las barreras, lo empujaba a él hacia la muerte. Eran aquellos don José que pensa­ban en descubrir nuevas glorias entre los estúpidos to­rerillos que ambicionaban dinero y honores. Eran aque­llos empresarios, aquellos señoritos, aquellas «Manolas», aquellos protectroes de los vicios de la nación...

Un rudo golpe lo derribó al suelo. El dolor condujo su mano hacia el vientre y allí el tenue calor de la sangre le anunció que la muerte había acudido aquel día a la cita...

Como por encanto se hizo un silencio absoluto m !a plaza. El público cesó en sus aullidos de fiera rabiosa. Quizás consciente de su parte de responsabilidad en aquel crimen, quizás en signo de supremo homenaje a la sangre. Y mientras retiraban al torerillo de la are­na, volvió a resonar alegre la música de aquel paso-doble andaluz y saltó al ruedo otro chaval con un vie­jo capote en las manos.

Cuentan, quienes vieron morir a Diego Vargas, que no cesó de decir: «¡Pobre toro!, él no quena pelear».

laf.ilÍ3-f—e*a izártela*

por GERMEN tico, literario y sindical cuya conducta puede ocasionar la división nomi­nal—ya que la espiritual es evidente—de este enorme sector político y cooperativista inglés. Sobre este pleito, cuyas consecuencias pueden ser sa­ludables para el propio Bevan y sus seguidores, la prensa de los azules ha venido echando leña para que las llamas de la discordia no se extinguie­ran. En numerosas ocasiones han tenido que salir al frente de esta cam­paña los perjudicados, alegando que sólo la libertad de opinión di-1 in­dividuo es la que cuenta en estos movimientos políticos de influencia so­cialista.

Pero ahora resulta que no todo es orégano en la órbita de quienes a su gusto daban saltos de alegría cuando vieron a los laboristas tirarse los trastos viejos y los nuevos a la cabeza; Leslie Hunter, corresponsal polí­tico del Daily Herald, Via dado cuenta de una sensacional noticia a la opi­nión pública inglesa: Churchill no admite la decisión de Lord Woolton en dimitir del gobierno y de la presidencia del Partido Conservador, El solo anuncio de esta actitud en momentos de duras pruebas políticas y de gestión gubernamental para los azules, pondría—según la opinión del pri­mer ministro—en muy mal trance la situación de éstos para las futuras elecciones que, según deducciones, podrían tener lugar antes del plazo previamente creído.

Las cláusulas que han podido motivar esta radical actitud de Lord Woolton, como la crisis interna que sufre la dirección de los conservadores británicos, se han tratado de mantener estrictamente en secreto para no posibilitar el descrédito ante quienes concedieron su confianza al partido llamado a ser, a juicio de sus seguidores, el salvador de la decadencia eco­nómica, física, política y otras tantas «fallas» de Gran Bretaña. Pero como la seriedad de los secretos parece ser cosa vulnerable cuando se mezclan intereses personales y materiales, la publicidad en la prensa opuest.i tenía forzosamente que llegar para deshacer entuertos, al mismo tiempo que para poner otro sabor al problema de la disidencia en el seno de los sectores de izquierda.

No se conocen al detalle las razones de la discordia de los iones ni tampoco las fuerzas que pueden llegar a evadirse de la «reglamentación» del partido ni de la sección estatal de míster Churchill, pero sí se conviene en que los orígenes del disentir provienen al conocerse la introducción de medidas restringidas en los productos alimenticios por parte del actúa! «carterista» de Hacienda, problema que ha venido a dar al traste con todas las promesas de Lord Woolton, quien no regateaba palabras ni actos durante la campaña electoral inglesa para ofrecer promesas abundantes en torno a esta cuestión tan en boga y tan necesariamente indispeasable para llenar las lagunas del país: mayor cantidad de abastecimiento diario, mejor calidad y ninguna reducción en los Servicios Sociales establecidos ha;ta la fecha. Esta fraseología o política de abastecimientos le llevó al lugar que actualmente ocupa Lord Woolton y a quien los electores concedieron con­fianza por creer colmaría las esperanzas de las «mujeres de casa» en las enormes dificultades para conseguir lo indispensable para el hogar.

Esta trayectoria de promesas llevó a los conservadores al poder, vién­dose los azules envueltos en un galimatías cuando a la hora de afrontar con las realidades la gestión es totalmente opuesta. ¡Y a alguien hav que cargar con la responsabilidad con tal de salvar el prestigio (?) del par­tido! Auténtica o falsa, existe una discrepancia en las tácticas de los azules.

Con la crisis interna de éstos se establece un estado recíproco en la alegría de los políticos ingleses, cuyo afán más que ningún otro senti­miento es el divide y vencerás, situación de cualquier forma que vendrá a propósito para que los amarillos, cuando los azules vuelvan a la carga señalando a los laboristas como sector de discordias internas, puedan res­ponder en los mismos términos.

También los azules tienen problemas E N primer lugar debo dar cuenta a quienes me leen de lo que en

ésta se entiende por «azules», así como por los otros colores que clasifican los diferentes sectores de la opinión política inglesa.

Cuando se dice «up the blues», o arriba los azules, que es equivalente en español, es una exclamación de los partidarios de los conservadores de­seando ocupen éstos los lugares de administración social y política del país en períodos electorales. Las carteleras de propaganda de este sector son de fondo blanco y letras destacadas en azul, y quienes se presentan por candidatos ostentan orgullosos en las solapas abultados ramos de flo­res artificiales con los colores mencionados. Los laboristas observan el fon­do amarillo con letras negras en los anuncios y en las solapas de los pre­tendientes a diputado o concejal. Los liberales usan el fondo blanco con letras rojas en todos sus distintivos. Puestos en las ventanas los carteles electorales, no hace falta distinguir el contenido para que a través del co­lor se comprenda a quién sigue y da su confianza el inquilino que lo advierte.

En ocasión de ir la capital londinense al nombramiento de sus nume­rosos consejos de distrito, llamados aquí el London County Council,, en la actualidad esta clase de colorines es visible en muchas viviendas y en casi todas las calles, mayormente en los centros obreros. Se logra deducir a través del número de ventanas alusivas a un determinado candidato de un determinado sector quién mantiene la confianza y quién sigue o no gozando del prestigio de sus vecinos en esas situaciones.

Con lo expuesto puede el lector en otras ocasiones conocer por medio de colores y no de anagramas o títulos políticos lo mismo que saben los ingleses respecto a los partidos mayoritarios que integran la Cámara de los Comunes.

Son los azules los conservadores, no sé si por aquello de la nobleza o presagiando los cardenales que puedan ofrecer sus cuerpos en determina­das circunstancias, cosa esta última muy difícil por cierto.

A raíz de la discrepancia interna de los amarillos, la propaganda con­servadora no ha regateado esfuerzos en aras a ahondar en las grietas de los laboristas. No es un secreto para nadie aquí que la conducta reformista del actual líder de la oposición parlamentaria ha conducido principalmen­te a una fuerza de su partido a obrar y a actuar políticamente de manera muy distinta. Esta parte la componen elementos de cierto prestigio poli-

CFITE^ICS (Viene de la página 1)

ficadas, comprendidas y asimiladas pa-Ta poderles obedecer primero y dirigir­las, gobernarlas o someterlas después? Esta seguridad cuadriculada que se desprende de la estricta obediencia a la naturaleza, léase a la ciencia, no po­día rezar ayer ni cuadrar hoy pese a nuestros conocimientos. Lo que no quie­re decir que el hombre deba actuar a su capricho sin tener en cuenta las le­yes conocidas, pero lo que queremos significar es que Je es imposible obede­cer a lo que ignora, por lo menos cons­cientemente, es decir, con ciencia.

Pero el hombre es un pedazo de esta naturaleza, pedazo que no vamos a va­lorizar, al que seria absurdo negarle ciertas aptitudes directivas, de gober­nante y déspota: frente a la materia inanimada, respecto a la flora y la fau­na o fenómenos derivados de estos ele­mentos.

¿Pero y frente al hombre? Porque es vis a vis de sus semejantes cuando el hombre se muestra más déspota, gober­nándolo y dirigiéndole a su antojo.

¿Qué conocimientos tenemos del hombre; qué representan estas deida­des tiránicas que comen y evacúan co­mo otro hombre cualquiera, y cuya ma­

sa encefálica es en algunos casos infe­rior a la de un hombre cualquiera?

Si, saben una cosa: ser astutos, astu cía de la que se sirven para descubrir las debilidades y forzar por ahí sus fortalezas. Simbólica Dalila cortando las melenas de Sansón, o caballo de madera que abre brecha en la fortaleza de Troya. De ahí que el gobierno siem­pre sea sinónimo de lucha fratricida, de desorden y caos.

Porque si los hombres se conocieran y obedecieran sólo a la naturaleza, re­nunciarían los unos a mandar porque los otros se negarían a obedecer. Qui­zás con sólo comprender su miedo, me­nos aún, sin tener miedo al miedo. Bastaría con despojarse de esta igno­rancia para volver el equilibrio a esta sociedad, si es que alguna vez lo tuvo. Porque es de la fuerza ignara, merce­naria, miedosa, de la que se valen los que nos gobiernan para imponemos sus designios crueles a guisa de leyes.

Pero sacudirse de esta ignorancia significa destrozar huellas milenarias. Tendríamos que definir el miedo en sus múltiples aspectos, adentrarnos en la historia, zarandear no pocas religiones, y hasta destrozar, de la hidra cientí­fica, algunas de sus cabezas.

SUMARIO: ¿Cuál loco es más peligroso?. - Problemas ortográfi­cos en América. -Luxemburgo tiene una parada.-Tra-bajar más y comer menos.-Un tango reformado.-Los borrachos alemanes rejuvenecen.

I

DESPUÉS de una guerra, es lógico que se re­gistre un aumento sensible de clientes en manicomios y casas de reposo. Cuatro o seis

años de locura no pueden terminar bruscamente, de golpe, en virtud de armisticio alguno: por más que el armisticio presuma de cordura, iy por mas que las conferencias internacionales ordenen por decreto el cese automático de la demencia.

En los lares de la dinastía Popofí están de mo­da también esas persistencias en el desequilibrio mental. La gente no se resigna a volver al buen camino, seducida tal vez por las incalculables ven­tajas de la locura; y aquéllos que se conservan cuerdos, se preguntan en voz baja si no sería me­jor acogerse de una buena vez a los beneficios de la siempre acogedora demencia.

En un hospicio $e alienados de Moscú—que na­da tiene que ver con el Kremlin, digámoslo para evitar suspicacias—se demuestran de sobra nues­tras aseveraciones. Porque existen allí, alojados, alimentados, lavados, duchados y planchados, na­da menos que treinta Stalin, veintiocho Molotov, quince Beria, "nueve Malenkov... y hasta un Wilhelm Pieck.

Los locos—¡quién lo duda después de estos da­tos!—no se conforman ya con la identidad de Napoleón: también la locura se adapta a los cam­bios sociales e históricos. Falta saber ahora, úni­camente, cuáles enfermos son los peligrosos: aquéllos que creen ser Stalin, sin serlo, o aquél que, siéndolo, no está precisamente alojado en un hospicio de alienados...

II No ignoramos que nos estamos volviendo pesa­

dos y monótonos con nuestros periódicos ataques a la cultura norteamericana. Algún celoso defen­sor del Tío Sam habrá de pensar malignamente que existe de por medio una clandestina subven^ ción en rublos—¡ah, esos maquiavélicos soborna­dores comunistas!—, subvención que nos determi­na a proseguir este pérfido camino de crítica des­tructiva en detrimento de los pobres americanos.

Sin embargo, podemos asegurar que ningún cheque de Moscú ha llegado hasta la fecha a nues­tra indigente Administración. El presupuesto so­viético nos viene olvidando desde hace ya unos años, aunque ignoramos a ciencia cierta las cau­sas de tan lamentable omisión. Juramos por el vodka y por el Volga que carecemos de ayuda monetaria moscovita ; y si algún día nos llega la primera remesa, no dejaremos de comunicarlo a nuestros fieles lectores.

Terminado el prólogo, volvamos a América. La semana pasada hablamos de la ignorancia holly-woodense en cuanto a geografía, y hablaremos hoy de la ignorancia electoral en cuanto a orto­grafía. La rima es perfecta y vamos a demos­trarla.

En las elecciones primarias de Minnesota—; y vaya uno a saber qué significa ese misterio de «elección primaria»!—los partidarios del general Eisenhower hicieron gala de una completa igno­rancia ortográfica, menos disculpable por el he­cho de que la víctima fué el propio candidato. Una apreciable cantidad de papeletas de ¡voto se­ñalaba preferencia por el personaje llamado Izen-hour, o Eisenhour, o Izenhower, o Isenhower, o Einsehawer... e, inclusive, Eisinhuffer...

Ni el mismo elector americano, pues, sabe exac­tamente a quién vota. El general—candidato ga­naría con llamarse simplemente Smith, o Jones, para así evitar a sus admiradores excesivas com­plicaciones ortográficas. Al fin y al cabo, ningún norteamericano tiene por qué saber que el popu­lar «Ike» se llama Eisenhour... Isenhower... Izen-hour... ¡hombre, ya hemos vuelto a olvidar la fór­mula!

I I I En nuestros amargos tiempos de paro forzoso,

conviene de tanto en tanto leer algunas estadís­ticas reconfortantes. Es ésa la única manera de ingerir raciones de optimismo, acariciando la ilu­sión de una vida donde el derecho al trabajo sea una realidad y no un lema propagandístico.

La estadística que citaremos no pertenece a una democracia popular, ni a determinado Estado americano, ni al Congo belga ni al Polo Norte. Se trata simplemente de Luxemburgo, país al al­cance de la mano y que no ha tenido nunca Ja pretensión de haber resuelto el problema social. Pongamos remedio, así, a una ignorancia indiscul­pable.

La cifra es aleccionadora: según la última esta­dística luxemburguesa, hay en el Gran Ducado la cantidad de...veintidós parados. Repitamos el

número para convencer al lector que el linotipis­ta no ha devorado ceros: VEINTIDÓS, ni uno más ni uno menos. Veintidós ciudadanos en vaca­ciones obligatorias, sin horario ni vigilancias de capataz.

Un problema social reducido a dos decenas |de víctimas es casi nada, si se lo compara con las imponentes estadísticas de otros países. L,uxem-burgo—y Andorra, seguramente—son paraísos en miniatura, donde las indemnizaciones a los parar dos no han de representar cantidades astronó­micas-

Dato importante: entre los veintidós desocupados luxemburgueses figura una mujer. El Gran Du­cado tiene así su «Miss Paro Forzoso»...

IV El «Ilude Pravo», haciendo honor a su nombre,

acaba de dar un rudo palo a sus lectores. Especi­fiquemos que se trata de un periódico checoeslo­vaco que, como todos los periódicos checoeslova­cos, es disciplinado portavoz del nunca bien pon­derado gobierno de su patria.

El rudo palo del «Rude Pravo» consiste en afir­mar que los salarios del obrero checoeslovaco son demasiado altos, mientras la producción peca de escasa. Consecuencias, las habituales: para eco­nomizar en 1952 la cantidad de cincuenta mil mi­llones de coronas, los trabajadores deberán ganar menos y trabajar más.

Ignoramos qué piensan de esto los ciudadanos checos. Tal vez, como nosotros, consideren que la lógica marxista de nuevo cuño no se diferencia mucho de aquélla que Marx fulminó con tanta fur ia-

Más de un lector habrá cantado alguna vez, aun desentonando, el tango con el que no hace mu­cho Buenos Aires inundó el mercado mundial. La canción repetía el monótono estribillo de «Adiós, pampa mía...»—y, dicho sea de paso, no brillaba precisamente por su originalidad.

Pero nuestra intención no es la de ceñirnos a una crítica escueta del folklore argentino de ex­portación. Nos guía únicamente la intención de comunicar a nuestros amigos la necesidad de transformar el estribillo aprendido de memoria, ya que acontecimientos recientes hacen forzoso el cambio. Y resulta así que la frase de «Adiós, pampa mía...», ha quedado convertida de un golpe en «Adiós, Eva mía...»

¿Capricho del autor? ¿Modificación artística? Nada de eso. El capricho, en todo caso, es guber­namental, y la modificación geográfica. Todo con­siste en una noticia suministrada por las agen­cias informativas, noticia que nos entera de que las autoridades argentinas han cambiado el nom­bre al Territorio de La Pampa, transformándolo por decreto en Provincia Eva Perón.

No vale ya la pena aprenderse un tango de me­moria. Esfuerzo que se avera inútil el día menos pensado, en virtud de una disposición con fuerza :le ley y de propaganda. Hasta los tangos, en efecto, pretenden realizar su trabajito de prose-litismo.

Es verdad que lo de «Adiós, Eva mía» implica una posibilidad de alejamiento definitivo. Si se cumpliera, el hecho compensaría nuestra molestia de entonar una nueva letra de tango.

VI Hemos empezado por la locura en Rusia, y ter­

minaremos con el alcoholismo en Alemania. Co­mienzo y fin no son muy alegres, pero lo alegría sistemática, al fin de cuentas, no deja de ser una torre de marfil.

Pues bien, se está comprobando que la guerra rejuvenece a los borrachos. Es'os parecen formar un planeta aparte, ya que mientras casi todo el mundo envejece rápidamente mientras truenan los cañones, los hijos de Baco recobran primave­ras y retornan a la infancia. Por lo menos, en Alemania.

V si no se nos da crédito, ahí están las milagro­sas cifras: la edad media de los borrachos alema­nes—según estadísticas de la Liga contra el alco­holismo—era en 1939 de 55 años. Y actualmente, el promedio sólo es de 35. Es decir que antes de la guerra los hombres maduros tenían mayoría en la cofradía de ebrios profesionales, mientras que ahora el cetro ha pasado a poder de los «moins de quarante».

Otro milagro bélico, después de tantos y tantos. Y quizás se explique fácilmente recordando que en la ante-guerra algunos viejos bebían para ol­vidar—mientras en nuestra civilizada post-guerra muchos jóvenes beben para pensar.

Tal vez, en la próxima generación, los niños beban para jugar...

La política económica de EE. UU.

M MEMORIA PE UN IMPERIO El león británico piensa seriamente

en su vejez. No han pasado los años sin huella. Los fornidos normandos que desembarcaran otrora en la brumosa Albión, han desaparecido en uno de los múltiples recodos de la historia. Se tra­ta de una nueva situación; de un nue­vo problema que confronta ja poblada Britania.

Los arriesgados piratas (recordar a Sir Francis Drake), los galeotes, expor­tados a lugares lejanos para fundar fortalezas del imperio, en todos los_ con­fines del mundo (observar la historia de Australia); los puritanos, de recia estirpe cromweliana y los mercaderes del Lloyd fundaron uo imperio poten­te donde el león del rechoncho John Bull rugía a placer. Ante él España desaparecía desgajada (jamás se usó la diplomacia con tanto éxito; jamás se barajaron ideas de libertad más astu­

tamente), y Francia se batía en retira­da tras el incidente de Fachoda en el Sudán, entre el coronel Marchand y lord Kitchener. Los Pitt y Disraeli per­tenecían al siglo pasado y ese fornido conservador, escritor brillante, estadista equivocado, representante de .lo tozudez «tory» no podía ya hablar a una Ingla­terra sombría, donde la senectud y la experiencia demandaban una reflexión mesurada. Hablamos de Churchill.

Y sucedió que Canadá se sintió na­ción; Nueva Zelanda y Australia se molestan incluso de un tutelaje leve; la India era demasiado grande con Ra-bindranat Tagore, Ghandi y una inmen­sa pléyade de pensadores y maestros, y quiso dirimir sus trascentales conflictos sola, y África del Sur se sintió más nacionalista con el Dr. Malan y... todo el engranaje del imperio empezó a des­gajarse. Un brillante Commonwealth ha

T ODOS los países de América han sufrido el sistema antidemocrático de los Estados Unidos, no sólo en

las brutales expresiones de su política internacional, sino en la apresión de su poderío económico, expresado a través de una política imperialista más o me­nos disimulada.

Actualmente, lo sufren también los países de Europa, a través de los pia­res de colaboración militar, que les obligan a desesperados esfuerzos para defender su independencia económica, labor que Inglaterra ha logrado realizar y que la ha llevado, pese a la elogiada amistad anglo-estadounidense, a en­frentarse en más de una ocasión a las posiciones de Estados Unidos, y que mo­viliza la fuerte oposición que Estados Unidos encuentra en todos los países de Europa occidental, donde la voz po­pular goza de cierta libertad y encuen-

Por C. Cruz Arjona tra eco en la expresión gubernativa. En í.ste aspecto la posición de España es trágicamente inferior, y es muy posi­ble que sea, precisamente el completo estado de sometimiento en que se en­cuentra su pueblo el factor predomi­nante en la elección de su suelo, que han hecho los dirigentes norteamerica­nos, como base de sus operaciones en Europa.

Por razones obvias, todos los pueblos de América tienen como fuente vital de sus compras y ventas el rnercado de Estados Unidos. La gran mayoría de los artículos esenciales y materias pri­mas que estos países producen tienen en Estados Unidos «precios congelados» o «precios tope». Esto significa que pa­ra estos países no rige la ley liberal de la oferta y la demanda. La demanda extraordinaria de materiales bélicos y materias primas, motivada por la situa­ción de pre-guerra, no los favorecía en los precios de sus ventas; en cambio, los artículos de consumo, maquinarias, lubrificantes, etc., que estos mismos paí­ses deben comprar en Estados Unidos tenían precios libres y subían de acuer­do con ese mismo aumento de la de­manda. El desequilibrio creado por es­ta política en esos países, sólo pueden suplirlo mediante préstamos, contrata­dos con los propios Estados Unidos, pa­ra el desarrollo y progreso de su eco­nomía, pero empréstitos que los ligan cada vez más.

Isador Lubin, delegado norteamerica­no al Consejo Económico y Social de las Naciones Unidas fué interrogado por mí en el sentido de si Estados Uni­dos Unidos podrían adoptar, para el pago de los productos y materias pri­mas que compran en América latina, precios móviles que subieran en la pro­porción en que se alzaran los precios de aquellos artículos que América latina debía comprarles.

El Sr. Lubin rechazó esta posibilidad perentoriamente. Dijo: «Si Estados Uni­dos no puede asegurar a sus propios ciudadanos cuánto podrán comprar en un año más con un dólar, ¿cómo po­dría asegurárselos a ustedes?» Pero en­tre tanto, Estados Unidos se defiende con el sistema indicado de «precios to­pe» o «precios congelados», para evi­tar una gran salida de dólares por el concepto de compras a estos países.

Chile recibía hasta hace poco 17 cen­tavos de dólar por libra de su cobre, principal producto de su exportación a Estados Unidos. Sólo ahora este «pre­cio congelado» ha sido alzado a 24,5 centavos y se le han dejado 80.000 to­neladas de libre exportación, que Chile podrá vender en mercados libres a pre­cios hasta el doble superior a este nuevo «precio congelado» que paga Es­tados Unidos.

Entretanto, Chile ha necesitado em­préstitos por un término medio de 15 millones de dólares anuales para el des­arrollo de sus industrias básicas. Estos 15 millones podrían haber sido obteni­dos por Chile, sin necesidad de emprés­titos, si su cobre hubiera tenido precio libre y hubiera podido subir en la pro­porción en que lo han hecho todos los artículos que Chile ha necesitado com­prar en ese tiempo en Estados Unidos. En esta forma se i;os ha mantenido en una verdadera situación de opresión económica, mientras aparentemente Es­tados Unidos estaba ayudando con sus préstamos al desarrollo de nuestra eco­nomía (la tan cacareada ayuda a las regiones subdesarrolladas).

Una política similar a ésta sufren fo­sos los países latinoamericanos, con mu­cha mayor intensidad los mono-produc­tores, que con este sistema jamás aban­donarán efectivamente su deprimida calidad de tales. Es seguro que un he­cho similar se trata de producir en Eu­ropa Occidental y contra él se defien­den sus pueblos.

ASI ANDA EL MUNDO

Alguien que llega de Kuala Lumpur me dice como se vive en Malaca semi-comunisfa

demostrado que Inglaterra sólo puede fiarse—en parte—de los hijos de su pro­pia sangre, porque Birmania, Pakistán, i Malaya, Ceilán y la India no tienen | grandes deseos de sacrificarse por Lon- j dres.

Ocho años más tarde de la muerte de la reina Victoria, un francés, Ble-riot, cruzó el Canal de la Mancha en avión; era el 1909. Unos añas antes, dos americanos, Orville y Wilbui Wright, hacían volar una frágil estruc­tura de madera, alambres y lona, ar­tefacto que se sostuvo en el aire unos doce segundos a una altura de 40 me­tros; era el 17 de diciembre de 1903, en Kitty Hawk, Carolina del Norte.

Ese vuelo fué la primera derrota del imperio inglés; la estrategia básica de Nelson y la posterior del Almirantazgo se vino abajo. Ahora empiezan a darse cuenta. A. H.

M I mala reputación nictálope y noctámbula, hizo que el lejano visitante apoyara el séptimo bo­

tón eléctrico que forma la última uni­dad de un destacamento de timbres alineados verticalmente junto a la puerta de calle.

—¿A estas horas? —Nada de extraño; una vez, a más

avanzadas, alguien de Bolivia nos apor­taba diez millones de dólares para ha­llar «algo» que ennobleciera la exis­tencia de uno de los hombres más ri­cos del mundo que no había sabido hacer otra cosa que amontonar fabu­losas cantidades de dinero. ¡A lo mejor. ahora, viene otro Creso-Mecenas!

No era ni «Egenio» milyunanochesco, ni hada; era, más prosaicamente, un viejo camarada de trincheras europeas, cuyo gusto por la pelea le había lle­vado hasta la Península de Malaca, donde los ingleses se defienden de las guerrillas comunistas, que no les de­jan ni respirar en paz.

Venta directamente de Kuala Lum­pur, donde estuvo destacado junto a los 22.000 hombres, (ingleses) 10,500 gurkhas (nepaleses) y 100,000 malayos... Los únicos «hombres» eran los britá­nicos; los otros son guerreros engan­chados por necesidad, por gusto a la aventura, por esperanza de botín... y a los que les importa una berenjena her­vida el porvenir del Imperio Británico, el de Occidente, el del Capitalismo, el de la Democracia y, posiblemente, has­ta el de la Humanidad.

—Te aseguro que se vive apasiona­damente—me dijo apenas sentóse junto a la mesa de cristal cargada de botellas y de vasos—. Oímos la respi­ración de la selva virgen en todas par­tes. Cada media hora, los granjeros in­gleses se telefonean para saber si toda­vía viven. A veces los alambres se cor­tan solos; el voluntario galopa hacia el destacamento próximo, para que acu­dan... y cuando vuelve a su rancho lo halla en llamas, o dentro de él su fa-

| milia asesinada. —¿Pero hay mujeres?—preguntó un

j visitante retardado, a quien le pareció que' mi camarada guerrero estaba leyendo una novela de aventuras exó­ticas.

—Las de los colonos blancos, natu­ralmente. No quieren dejar a sus ma­ridos. Muchas de ellas son muchachas londinenses, otras australianas, no fal­tan las nativas, criollas y hasta indíge­nas, abnegadas y fieles como perros. Todas las mujeres llevan el rifle en bandolera, cargado, y cartucheras bien repletas de parque. Se recibe a los vi­sitantes con el arma en la mano; si se baja, puede pasar... si no se baja, lo

mejor es que dé media vuelta y se aleje... ¡hay tal cantidad de balas per­didas que no se sabe de dónde salen!

—-Y... ¿qué piensan de esa guerra lar­vado, los ingleses?

—Los ingleses, primero, no piensan. Tú sabes el sello que la historia les ha puesto en el cerebro: «Inglaterra tiene razón siempre, aunque no la tenga»... ¿Qué quieres de gente asi? ¡Son admi­rables! Se baten parsimoniosamente, mueren resignadamente... Viéndolos se tiene idea clara de lo que debe pasar en un organismo atacado por los mi­crobios los ingleses son las células del Imperio Británico, y si hay que morir por la conservación de él, se muere... ¡y san se acabó! Nada de tiradas líri­cas, nada de exaltaciones románticas;

Alejandro SUX el inglés sabe que debe batirse por el imperio... y se bate, como deben ba­tirse los fagocitos contra las bacterias jnvaáoras. Malaca es un órgano del cuerpo imperial; no debe permitirse qué la gangrena comunista lo anule, lo ampute, lo degenere, lo convierta en algo anquilosado... ¡y el inglés se bate fríamente, pero lo más eficazmente po­sible!

—¿Y los comunistas malayos? —¡Eso es otra historia! Los comunis­

tas, malayos o lo que sea, tienen otra mentalidad: ellos no se baten por algo i'xistente, sino por algo que va a exis­tir gracias a ellos. En el fondo son como los mártires cristianos de la pri­mera época; la diferencia está en que los discípulos de Jesúe motfan para cumplir y ganar un buen sitio en el paraíso celeste, y que los discípulos de Karl Marx mueren por aportar su óbolo a la gran obra de caridad social que deberá ser el comunismo, cuando se instale en el mundo.

—¿Y cómo se comportan? Lo mismo que los mártires; la di­

ferencia (jotra vez!) está en que la crueldad no se ejerce sobre ellos mis­mos, sino sobre los demás. Los cristia­nos hacían méritos sufriendo en carne propia; los comunistas ganan benefi­cios haciendo sufrir a los adversarios. En fin, no se trata de sadismos... Ma­tan, incendian, destruyen... y desapare­cen como sombras infernales, pero todo ello tiene un fin claro, preciso, matemático: debilitar a los británicos. Es un detalle de la batalla general. Porque no deben hacerse ilusiones: Es­tamos en plena guerra, aunque no haya declaración oficial de ella.

¡Como resulta opaco todo lo que ocurre por estos andurriales, si se lo compara con la serena heroicidad de esas poblaciones de Malaca!