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Introducción La reflexión ética sobre los actos humanos está muy interesada en la responsabilidad que el ser humano tiene sobre los mismos y se cues- tiona continua- mente hasta qué grado está involucrado en ellos. El tema de la responsabilidad moral es recurrente, tanto en la ética filosó- fica como en la teología moral y, en no pocos casos, crea un gran interés en ambientes políticos y profesiona- les. En la primera parte de este artícu- lo se ofrece una inicial descripción del problema de la responsabilidad mediante algunos factores que se observan en la sociedad, para pasar luego a la definición del concepto de responsabilidad. En la segunda parte se ha buscado encuadrar la reflexión de este tema partiendo de la contro- versia iniciada por Max Weber, el cual distingue en sus escritos una ética de la convicción y una ética de la responsabilidad. Dicho autor posee una noción pro- pia de respon- sabilidad en clave utilita- rista. Será precisamente a la luz de las reflexiones del Profesor Robert Spaemann que iré deli- mitando la ética de la responsabili- 233 * Artículo aparecido en la Revista Ecclesia, XX, p, 2, 2005. ** Profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas en el Ateneo Pontificio Regina Aposiolorum Ecclesia, XX, n. 2, 2006 – pp. 227-250. Alberto Mestre ** LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD SEGÚN ROBERT SPAEMANN *

LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD SEGÚN ROBERT SPAEMANN · 2017. 8. 13. · luego a la definición del concepto de responsabilidad. En la segunda parte se ha buscado encuadrar la reflexión

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Page 1: LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD SEGÚN ROBERT SPAEMANN · 2017. 8. 13. · luego a la definición del concepto de responsabilidad. En la segunda parte se ha buscado encuadrar la reflexión

Introducción

La reflexión ética sobre los actoshumanos está muy interesada

en la responsabilidad que elser humano tiene sobre

los mismos y se cues-tiona continua-

mente hasta

qué grado está involucrado en ellos.El tema de la responsabilidad morales recurrente, tanto en la ética filosó-fica como en la teología moral y, enno pocos casos, crea un gran interésen ambientes políticos y profesiona-les.

En la primera parte de este artícu-lo se ofrece una inicial descripcióndel problema de la responsabilidadmediante algunos factores que seobservan en la sociedad, para pasarluego a la definición del concepto deresponsabilidad. En la segunda partese ha buscado encuadrar la reflexiónde este tema partiendo de la contro-versia iniciada por Max Weber, elcual distingue en sus escritos unaética de la convicción y una ética dela responsabilidad. Dicho autor

posee unanoción pro-

pia de respon-sabilidad en clave utilita-

rista. Será precisamente a laluz de las reflexionesdel Profesor Robert

Spaemann que iré deli-mitando la ética de la responsabili-

233

* Artículo aparecido en la Revista Ecclesia, XX, p, 2, 2005.** Profesor del Instituto Superior de Ciencias Religiosas en el Ateneo Pontificio Regina Aposiolorum Ecclesia, XX,

n. 2, 2006 – pp. 227-250.

Alberto Mestre**

LA ÉTICA DE LA RESPONSABILIDAD SEGÚN ROBERT SPAEMANN*

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dad de Weber y ofreceré su punto devista sobre la misma.

A lo largo de todo el trabajo seirán entrecruzando los diversos con-ceptos que a los términos “ética de laresponsabilidad” y “ética del deber”van dando tanto Max Weber comoRobert Spaemann, pero será a la luzde este último, como extraeré unanoción enriquecedora para la refle-xión moral.

Inicial descripción del proble-ma de la responsabilidad

1. La vivencia de la responsabilidaden el mundo de hoy

El mundo de hoy se enfrenta anuevos desafíos que surgen de lasdiversas maneras de concebir el árealaboral, las relaciones familiares y elentramado del ámbito social. Estacreciente complejidad en las relacio-nes de la vida humana conduce a lanecesidad para un número, cada vezmás grande, de personas de crearespacios decisionales no previstos, enel intento de alcanzar a organizarcorrectamente estas mismas relacio-nes vitales.

Existe una real tensión entre lacreciente especialización en todas lasáreas y la necesidad de buscar unasuficiente integración de todas ellas.Hoy más que nunca se siente esta

necesidad de integrar las actividades,coordinarlas y englobarlas, de modoque no se pierdan en el bosque de lassucesivas divisiones.

Hasta no hace mucho tiempo eladiestramiento militar consistía enlograr que el soldado realizara suparte sin conocer muy bien o lomínimo posible el plan general, hoyse busca en la guerra moderna, noque sea una pieza de un engranaje deuna máquina de precisión, sino quesea capaz de resolver tareas de mane-ra individual, adaptándose a circuns-tancias tremendamente cambiantes;para ello debe ser muy competente,viviendo a la vez, un fuerte sentidode la responsabilidad. Sin embargo,en la gran mayoría de la población laresponsabilidad ha disminuido. Así,la trabajadora de una empresa delimpieza no tiene ya más la responsa-bilidad que poseían un tiempo lasamas de llaves de una hacienda o casaprivada. La trabajadora hoy en díacumple la tarea que le ha sido asigna-da, en un tiempo establecido, y luegose va. Pedirle que cumpla con lasobligaciones de áreas que no le hansido asignadas no sería justo y encierto sentido sería ilógico.

Viendo precisamente que entretareas asignadas pueden quedarespacios sin ocupar, se requiere deuna nueva coordinación, que permi-ta la correcta ocupación de estos

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tiempos, lo cual presupone no sólo lautilización de la acción hacia un fin,sino también que el sujeto esté infor-mado sobre los fines, además de queposea la competencia para alcanzar-los. Esto es muy notable en las gran-des empresas actuales, donde efecti-vamente en un tiempo los obreroseran piezas de un engranaje de laproducción y distribución del pro-ducto, sin embargo, ahora se estánconvirtiendo en actores dinámicosque participan en el entero proceso,si bien en muchos casos sólo desde elconocimiento de sus fines, metas,dificultades y soluciones. Hoy másque nunca son frecuentes los cursosde actualización, de capacitación y demayor rendimiento.

La necesidad de recurrir a unacontinua especialización en todos losámbitos de la vida social requiere,por lo tanto la aparición incesante denuevos roles diversificados. Cadatarea prescribe comportamientosbien determinados, precisos ymuchas veces hasta protocolados, sinembargo la coordinación de dichasdiversas tareas exige a su vez decisio-

nes que no están programadas conanticipación, como el comporta-miento en una tarea determinada. Enun hospital del Estado encontramosque un médico debe seguir con pro-tocolos y prescripciones precisas.Simultáneamente, como ciudadanoo incluso como miembro de unasociedad intermedia como una insti-tución Pro Vida, le espera eventual-mente cambiarlas.

También la ciencia está sujeta aexperimentar una creciente capaci-dad de predecir las consecuencias alargo plazo de las actividades huma-nas. El profesor Robert Spaemann1

reflexiona cómo la moderna tecnolo-gía ha logrado tomar extremamenteeficiente el obrar humano. La natu-raleza, sea como recurso de materiaprima, o como depósito de basuraproducido por nuestro estilo de vida,no está en grado de neutralizar siem-pre y con facilidad las consecuenciasdel obrar humano para reestablecerasí el equilibrio comprometido.Además, la ciencia nos enseña demanera cada vez más minuciosa cuá-les son las consecuencias del gran

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La ética de la responsabilidad según Robert Spaemann

1 Robert Spaemann nació en Berlín en 1927. Estudió Filosofía, Historia y Teología en las Universidades deMünster, Munich, Friburgo (Suiza) y París. Tras pasar por las Universidades de Münster, donde fueWissenschaftlicher Assistent y Stuttgart, donde ejerció como Ordinarias de filosofía y pedagogía en laTecbnische Hocbscbule, en 1968, sucedió a Gadamer en la cátedra de Filosofía en Heidelberg. Desde 1972hasta 1992 ha sido Professor de Filosofía en Munich. Además es Profesor Honorario en la Universidad deSalzburgo, y ha sido Profesor invitado en las Universidades de Río de Janeiro, Safehiirpnv, París (Sorbonne).Autor de numerosos ensayos de ética y de filosofía política.

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número de acciones humanas. Si hoyla alarma de la contaminación es másfrecuente que en el pasado, es porquehoy podemos adoptar medidas con-venientes mejor que antes. En elpasado, el agujero de ozono nuncafue notado. Hoy en día disponemosde teorías bien fundadas sobre larelación que ello tiene con el uso deciertos hidrocarburos. Por un lado, elradio de acción de nuestro obrar esmás extenso, por el otro, los conoci-mientos acrecentados sobre las con-secuencias de la acumulación delobrar humano, lleva a nuestra res-ponsabilidad campos cuya responsa-bilidad los hombres en el pasado nisiquiera tenían conciencia, como porejemplo, la conservación de la biosfe-ra. Junto a todo esto, la humanidadse ha dado cuenta que el potencialque está al alcance de sus manospuede afectar con consecuenciasirreversibles o por lo menos de modomuy serio y duradero, reconociendoen ello una insustituible responsabi-lidad. Así, la experiencia de los efec-tos de las bombas nucleares, sus con-secuencias desvastantes y terribles;las experiencias en el tratamiento decentrales nucleares, han creado nopoca inquietud y en muchas ocasio-nes reacciones de verdadero pánico yrechazo. Un factor hoy muy notablees la velocidad en los cambios de lasrelaciones de vida; velocidad crecien-

te según una ley exponencial, quehace bastante difícil confiar en uncierto repertorio fijo de esquemas deacciones propias con respecto a unomismo y a los demás.

Ejemplo de esta velocidad cre-ciente son los temas bioéticos, antelos cuales existe una enorme confu-sión general, no sólo y principalmen-te por la enorme diversidad de pun-tos de vista, sino también debido enmuchas ocasiones a la aparición con-tinua e incesante de nuevas proble-máticas, complejas, interdisciplina-res, que una gran parte de la pobla-ción no es capaz de asimilar y refle-xionar. Junto a todo esto hay queañadir la enorme cantidad de infor-mación indiscriminada a la que elhombre de hoy puede acceder, con laconsiguiente dificultad de elaboraruna síntesis personal satisfactoria,por lo que en muchas ocasionesqueda supendido el propio juiciosobre los temas en discusión buscan-do más bien adherirse a opiniones yrespuestas prefabricadas por otros.

El profesor Spaemann comentaque para nuestros predecesores exis-tía la simple regla comprobada deabstenerse, en caso de duda, de unaacción incorrecta. En la base de todoestaba la idea del mundo como uncosmos estable que conservaba siem-pre el propio equilibrio, sea que no seactúe, o así se obre de tal o cual mo-

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do. En un mundo concebido comohistoria, es decir como proceso, pare-ce que tanto la acción como la omi-sión tienen consecuencias sobre eldesarrollo en todo el proceso.

Se pone el ejemplo del que no vaa votar, el cual no adopta una posi-ción moralmente neutra, porque dealgún modo también vota, como sesuele decir, por el partido que va aganar.

2. Algunos factores importantes

Los cuatro factores que apenashemos insinuado más arriba estánprovocando que en nuestra cultura elprincipio de responsabilidad estéadquiriendo un significado moralcreciente. Es cierto que estos factoresse podrían probablemente completarcon otros, pero no dejan de ser losmás relevantes.

A modo de resumen podríamosexponer los factores del siguientemodo:

1) Complejidad creciente de lasrelaciones sociales.

2) Diferenciación de los diversossubsistemas sociales.

3) Capacidad creciente de la cien-cia en el predecir las consecuen-cias a largo plazo del obrarhumano.

4) La rápida variación de los lími-tes de la condición humana2.

La rápida descripción de estos fac-tores nos permite descubrir que en elobrar humano, actualmente, el tér-mino de responsabilidad es de uso fre-cuente. Ya Max Weber sostenía queera precisamente la ética de responsa-bilidad, que debía ser adoptada porlos políticos, pero como iremos vien-do más adelante, el concepto de éticade responsabilidad que él utilizaba notenía nada que ver con el conceptocristiano de responsabilidad. Hoy sepone un gran acento sobre la ética dela responsabilidad, parece que se haconvertido en sinónimo de morali-dad, y no en pocas ocasiones tambiénla doctrina moral cristiana es con fre-cuencia presentada en términos deresponsabilidad.

3. El concepto de responsabilidad

Lo que no queda tan claro es elsignificado de dicho concepto cuan-

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La ética de la responsabilidad según Robert Spaemann

2 Cfr. R. Spaemann, La coscienza.Capitolo 3, sull ‘Etica cristiana delta responsabilitd, Conferenza Internazionalepatrocínala dallo «Wclhcrsficld Inslitule» di New York Orvieto, 27-28 maggio 1994, a cura di G.Borgonovo,Librería Edilrice Vaticana. Roma, 1996: 80, La traducción de los párrafos utilizados de este artículo es mía.

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do se usa, de este modo: el médico oel familiar que ha provocado la euta-nasia a un enfermo terminal o unpariente con graves lesiones irrever-sibles, suele argumentar que esaacción fue fruto precisamente de ungran acto de responsabilidad, y que elpermitir que el enfermo siga vivien-do en ese estado deplorable e inclusoinhumano según ellos sería una deci-sión irresponsable. Así también, elcientífico que busca manipular losembriones humanos para un supues-to progreso de la ciencia, justificadicha manipulación, afirmando quesería irresponsable no realizar dichaexperimentación, pues con ello seestá comprometiendo el progreso dela ciencia y el bien potencial que sepuede ofrecer a tantas y tantas perso-nas. Los gobernantes así mismo, jus-tifican sus decisiones, afirmando queson el fruto de una madurada res-ponsabilidad. En muchas ocasionestambién parece el término responsa-bilidad sinónimo de conciencia, porlo que parece se pueden intercambiarcon facilidad dichos términos.

La responsabilidad, buscandoprecisar su significado, es una cuali-dad del responsable, es la obligación

de responder de una cosa. El respon-sable está obligado a responder desus actos o a responder de algunacosa3. Ya en su etimología latina4 res-pondeo, es decir, responder, significacontestar a una carta, contestar a estoen los siguientes términos; si en elcampo jurídico, resolver a una con-sulta de derecho, contestar con unaorden de que se realice algo; responderen justicia, acudir ante un tribunal;corresponder; ser proporcionadoa…; estar a la altura de…; corres-ponder a la generosidad de uno.

4. Un ejemplo ilustrativo

El profesor Spaeman expone unejemplo muy ilustrativo5, de lo quese entiende en la vida cotidiana porresponsabilidad, el ejemplo es el delmédico que prescribe una medicinay ordena tomar diez gotas tres vecesal día. El paciente se ciñe a esta pres-cripción. Al médico le compete laresponsabilidad de la medicina y desu justa posología. Al paciente le hatransferido confianza con base en laespecífica competencia en el juzgarlas relaciones entre el efecto químicoy el mejoramiento orgánico. La con-

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3 Cfr. R. FABRA, Diccionario general, Edhasa, Barcelona, 1994, Edición 32: 1459.4 Cfr. V. GARCÍA DE DIEGO, Diccionario ilustrado latino-español, Barcelona, 1992, Edición 19°: 435.5 Cfr. R. SPAIMAW, Límites. Acerca ele la dimensión ética del actuar, Ediciones Internacionales Universitarias,

Edhasa, Madrid, 2003: 205.

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fianza por lo demás procede de lacompetencia que el Estado me asegu-ra, al haberle otorgado su licenciacomo médico, su número de profe-sional ante el Colegio de médicos ysu permiso para ejercer.

La responsabilidad del médicotiene sin embargo muchos límites. Elgaleno debe estar seguro, por ejem-plo, de que el embalaje contengarealmente lo que está escrito encuanto a la etiqueta de la medicina.El debe fiarse además de la enferme-ra que prepara la jeringa por él pedi-da, pero normalmente no tiene ni laresponsabilidad de los errores deella, ni la de las consecuencias a largoplazo de una intervención en símismo lograda; no tiene además laresponsabilidad total en la medidaen la cual están en juego terceras per-sonas, por ejemplo, ante una personaque, regresando a su casa, golpea a laesposa, destruye el ambiente fami-liar, y que todos quisieran que des-apareciera.

No sería fiable un médico quequisiera extender su propia respon-sabilidad, de la cual extrae las reglasde su comportamiento, a todas estasextensas consecuencias, porque ac-tuando así infringiría su códigodeontológico. Si él quiere asumir unaresponsabilidad en tal dirección y siquiere ocuparse de un ulterior com-portamiento del paciente, puede

estar autorizado a hacerlo sólo a con-dición que haya satisfecho su respon-sabilidad específica de médico.

La responsabilidad existe siemprehacia algo o ante alguien. Este «al-guien», para el médico, es en primerlugar el paciente que le confía la res-ponsabilidad de su salud. En segun-do lugar, este «alguien» es, en ciertascircunstancias, el conjunto de losasegurados, en la medida en la cuallos costos del tratamiento están acargo de los demás. El radio de res-ponsabilidad de la enfermera queprepara la jeringa está más limitadoaún; normalmente debe simplemen-te seguir las prescripciones del médi-co. Lo normal en su trabajo de enfer-mera puede ser circunscrito en tér-minos de responsabilidad, pero esmejor expresarlo en términos deética profesional. La enfermera poseeen cierto sentido una obligación pro-pia en cuanto al almacenaje de lasmedicinas, para evitar que en lo másmínimo haya la posibilidad de come-ter equivocaciones.

Tendría en cualquier caso unaresponsabilidad específica si el médi-co se equivocara o si él le diera unaorden que mostrara una manifiestaincompetencia o mala intención.Tendría en tal caso la obligación deno seguir esa orden, y el deber de lla-mar la atención del médico sobre elerror o “en caso de mala intención”de informar a la instancia superior, si

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bien también de poner en sobreavisoal paciente. De este deber de asumirla responsabilidad en caso excepcio-nal, no se concluye sin embargo quela enfermera deba verificar constan-temente la corrección de las prescrip-ciones del médico. El sistema deórdenes y ejecuciones, tanto en elcampo profesional como en el políti-co no funcionaría nunca si el subal-terno tuviese ininterrumpidamenteeste deber. La vida común entre loshombres no tendría éxito sin una talsuposición de justicia y de legitimi-dad de las indicaciones y órdenesdadas. Son necesarios motivos espe-ciales para modificar y corregir lasindicaciones en un caso específico.

¿Qué nos enseña este ejemplo? “sepregunta el profesor Spaemann”.Que no se trata de responsabilidadallí donde se deben seguir las órdenesbien precisas; se trata, por el contra-rio, de responsabilidad cuando aalguien se le ha confiado la gestión deun determinado y complejo campode acción o cuando él ha de seguiruna tarea para la cual debe, por sucompetencia, cubrir un espacio dejuicio a su discreción. Finalmente, setrata de responsabilidad allí donde lapersona debe rendir cuentas delresultado de sus acciones. La respon-sabilidad política por su resultado

tiene, en este sentido, una extensiónmayor que la simple responsabilidadmoral.

Quien en política no tiene éxito sedebe ir. Por errores con graves conse-cuencias el superior es, más que otrapersona, responsable de sus subalter-nos, también si moralmente él notuviera la mínima culpa. La mayorparte de las veces ha sido él mismo enelegir el subalterno; él debe pues asu-mir la responsabilidad de la respon-sabilidad que le confía. La responsa-bilidad política, legal y moral no tie-nen, a la fuerza, por qué coincidir, sibien guardan una íntima y estrecharelación.

La responsabilidad política es másamplia que la legal, que es la más res-tringida, mientras que la responsabi-lidad moral es la más difícil de definirunívocamente6. No es muy difícilexplicar que la responsabilidad polí-tica sea la más vasta, vistas las enor-mes consecuencias que puede produ-cir a un grupo, a su vez, enorme depersonas. Una simple decisión políti-ca afecta a toda una nación, tanto enel sentido beneficioso como perjudi-cial. La historia nos puede ofrecerinfinidad de casos en los que unadecisión ha comprometido millonesde vidas. La responsabilidad legal porsu misma naturaleza es más restrin-gida, podríamos decir que es estricta-

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6 Cfr. SPAEMANN, La coscienza…, p. 80.

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mente restringida, precisamente por-que comporta acciones penales. Porlo tanto, la ley es por lo general mini-malista, aun así, el alcance de respon-sabilidad tiene un gran papel en elámbito del orden y educación de laspoblaciones.

Finalmente, la responsabilidadmoral, vivida por cada una de laspersonas de modo singular e intrans-feriblemente, con sus propias cir-cunstancias, depende de tantos fac-tores y situaciones. Si bien existenprincipios generales que seguir, laaplicación siempre será hic el mine.Una cierta univocidad se consiguepues los principios son los mismospara todos, siendo el objeto del actoalgo objetivo, pero luego entran enjuego la intencionalidad y las cir-cunstancias, es decir, todos los facto-res de la moralidad entran en accióndentro de la responsabilidad moral.

Es por ello que el mundo de lamoralidad es de lo más complejo encuanto a la dificultad de tipificar,pues no sólo las circunstancias sondistintas, las situaciones, sino que elmismo individuo es diverso, vive lascosas diversamente y enfrenta la rea-lidad de modo único. Si ya estas tresáreas son complejas en sí mismas, ladificultad crece cuando se interrela-cionan, suscitándose problemáticasen las que la responsabilidad apare-

cerá en muchas ocasiones agravada oatenuada.

Los tres campos: el político, ellegal y el moral, no se deben identifi-car ni tampoco separar. La relaciónque entre ellos existe en orden a unamayor fecundidad. Si bien son reali-dades en sí mismas diversas, ya quese refieren a contextos distintos delobrar humano, poseen una relaciónmuy estrecha, de mutuo apoyo yenriquecimiento, diversos pensado-res, entre ellos Max Weber, han creí-do ver una clara oposición.

Es preciso no olvidar que el obrares siempre humano. Aunque se estéhablando del obrar técnico, delobrar científico, del obrar del inves-tigador, siempre estamos hablandodel obrar de una persona, y como taltiene una responsabilidad moral ypersonal de lo que está realizando.No por otro motivo los grandescientíficos siempre han sentido laresponsabilidad por sus descubri-mientos, son tantos los ejemplos quese podrían citar al respecto. Casoclaro, en el mundo de la política, esque no siempre una acción políticaequivocada debe tener necesaria-mente una responsabilidad moral,pero también es cierto que sí lapuede tener si ha habido en dichaacción política un olvido en la previ-sión o en la intencionalidad.

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Historia del problema y de lacontroversia

1. La ética de responsabilidad segúnMax Weber7

Es preciso recordar que el con-cepto de “ética de responsabili-dad”8 ha sido introducido por MaxWeber. Con la introducción de talconcepto Weber ha perseguido nouna intención ética, sino más bienpolítica. El quería privar del derechode hacer política a las personas quesostenían una posición radicalmentepacifista, sobre la base de su conven-cimiento moral relativo al rechazoincondicionado del uso de las armas.Weber tenía un gran respeto por laposición de la persona, que en nin-gún caso está dispuesta a matar, y nocompartía la opinión de que unapersona con tales convicciones éticasdebiera asumir la responsabilidad

por eventuales graves consecuenciasdebidas a su elección. Podría dehecho también darse el caso que elpacifismo de masa por una partefavorezca la aparición de una guerra.Quien está convencido que en nin-gún caso deberá disparar no deberevisar su opinión, -según Weber-,por cualquier posible consecuenciade esta clase. Pero todo será muydiferente si el pacifista se convierteen elemento activo, y comienza aactuar políticamente por el rechazoen masa de las armas. En este caso sele podrán imputar las consecuenciasde su decisión.

Que el político deba obrar segúnla ética de la responsabilidad signifi-ca pues, para Weber que el políticodebe evaluar sus actos sobre la basede las consecuencias para el destinode la sociedad y debe, por lo tanto,sopesar los pros y los contras de las

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7 Algunos datos biográficos de Max Weber: Nació en Erfurt el 21 de abril de 1864. Su padre era abogado ehizo carrera política dentro del Parlamento Liberal-Nacional, primero como diputado en la Cámara de losDiputados prusiana (1868-1897) y después de la unificación de Alemania en 1871, como diputado en elParlamento Federal (Reichstag), desde 1872 a 1884. Max Weber estudió Derecho, Economía e Historia enlas universidades de Heidelbcrg, Berlín y Gottingen, obteniendo el grado de doctor en 1889.Tuvo un largoperíodo de docencia, hasta que una profunda crisis nerviosa le obligó a abandonarla, así como toda acti-vidad pública entre 1897 y 1903. A partir de entonces empieza su actividad de investigador y participaactivamente en la Asociación de Política Social y en la Sociedad Alemana de Sociología, de la que fue sociofundador. Escritor de numerosos artículos en el periódico, regresó más tarde a la docencia. Weber militóen el partido Demócrata (Deutsche Demokratische Partei, DDP), de reciente fundación y que era el parti-do que recogía el liberalismo de izquierda. Decepcionado por la vida política continuó con la docencia.Formó parte en 1919 de la delegación alemana en las negociaciones de paz en Versalles colaborando enla redacción de la respuesta alemana al escrito de las potencias vencedoras. En junio de 1920 cayó enfer-mo de pulmonía y murió el 14 de ese mismo mes.

8 Cfr. MAX WEBER, La ciencia como profesión-La política como profesión, Colección Austral Espasa Calpe, EdiciónJoaquín Abellán, Madrid, 1992, (Ediciones originales: Wissenscbaft als Beruf 1919 – Politik als Beruf 1919).

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varias modalidades operativas quetiene a su disposición. Si no está dis-puesto a una de estas modalidadespor motivos éticos, en ciertos casosdebe transferir a otros su responsabi-lidad.

Weber sostenía que no existíaningún criterio racional para realizaruna elección entre estas dos posicio-nes. El era también del parecer que laética de la responsabilidad incluía ladisponibilidad de cargar culpas basa-das sobre la responsabilidad asumiday que por ello, los santos, por estemismo motivo, debían basarse sobreuna ética de la convicción.

Contra este punto de vista debe-mos evidenciar la disensión de partede la ética racional y de la ética cris-tiana, ya que la ética cristiana impli-ca el uso de la razón. Si entre varioscriterios éticos se puede optar sinjustificar la elección, entonces ningu-no de estos diversos puntos de vistaes digno de ser llamado ético. Si unaacción es justa sólo basada en un cri-terio que elijo libremente, entonceslas palabras “bueno” y “malo” pier-den su significado. O estas palabrasno significan nada o ellas indicanuna “justa o equivocada relación a uncriterio absoluto”. También es precisodecir que donde la instancia de laresponsabilidad no se la ha hecho

residir ni en una divinidad ni envalores abstractos, sino en el DiosVerdadero, y donde el criterio de laresponsabilidad se fundamenta porser razonable, allí no habrá nunca eldeber de asumir las culpas moralesde los demás, con esto se afirma cla-ramente que nuestra responsabilidadnunca es universal y que sólo el con-cepto de una responsabilidad limita-da tiene sentido.

Max Weber entendía por ética deresponsabilidad, aquella actitud deuna persona que, en sus acciones,considera el conjunto de las previsi-bles consecuencias, y se preguntacuáles son —desde el punto de vistadel contenido de valor de la reali-dad— las consecuencias mejores enconjunto, y entonces actúa en conse-cuencia; y eso aunque tenga que rea-lizar lo que, independientementedeberíamos pensar como malo.Según Weber, actúa responsable-mente el médico que, por ejemplo,no dice la verdad sobre su salud a unpaciente porque teme que no sopor-te la verdad; lo hace por igual el polí-tico que fortalece el potencial de gue-rra, incluso la disposición para con-ducir la guerra en caso necesario, conel fin de conseguir un efecto disuaso-rio y reducir así las posibilidades deguerra9.

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La ética de la responsabilidad según Robert Spaemann

9 Cfr., R SPAEMANN, Ética: Cuestiones fundamentales, Eunsa, Pamplona, 1987: 72.

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Max Weber piensa que se trata deposiciones extremas y que ésta nopuede dirimirse con argumentos; élse inclina a designar la ética de lapolítica como ética de responsabili-dad, y la ética de los santos comoética de convicción, desconociendociertamente el hecho de que, aunqueraramente, ha habido políticos san-tos y con éxitos políticos.

Nos encontramos aquí con laética de la responsabilidad en oposi-ción a la ética de la convicción. Deacuerdo con Max Weber, la ética de laconvicción exige, por ejemplo, que elcristiano “haga su deber y se enco-miende a Dios en lo que respecta alresultado de la acción”; es ésta antetodo la ética de los profetas, de loshéroes y de los santos, que buscanhacer el bien y evitar el mal, aun sicon ello deben perder la vida. Laética de la responsabilidad, en cam-bio, es la ética del hombre político:comprometido en un mundo violen-to, no se tomará la molestia de hacerreflexiones sobre el bien y el mal parasalvar su vida y afirmar su suprema-cía. Recurrirá por fuerza a mediosinaceptables para quienes profesan laética de la convicción. Deben respon-der a las consecuencias previsibles desus actos. A diferencia de lo que suce-

de en la ética de la convicción, la éticade la responsabilidad no hace refe-rencia a actos buenos o malos. SegúnMax Weber, no existe ética alguna enel mundo que pueda pasar esto poralto, para alcanzar “buenos” fines, lamayoría de las veces estamos obliga-dos a echar mano, por una parte, demedios moralmente deshonestos o,por lo menos, peligrosos y, por laotra, contamos con la posibilidad “oincluso la probabilidad” de sufrirconsecuencias nefastas. Tampocoexiste ética alguna en el mundo queseñale en qué momento y en quémedida un fin moralmente buenojustifica los medios y las consecuen-cias moralmente peligrosas10.

En un pasaje de su obra Webercomenta que en ciertas circunstan-cias y si fuera requerido y convenien-te, se mostraría un gran sentido de laresponsabilidad si al luchar por valo-res nacionales o por la grandeza de lapropia patria se pusiera con ello enpeligro incluso la salvación de la pro-pia alma:

“…en los años que dominaba laIglesia. Una y otra vez hubo interdic-to sobre Florencia (y en esa épocaesto representaba para los hombres ypara la salvación de su alma unpoder mucho más fuerte que la “fría

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10 Cfr. M. SCHOOYANS, El Evangelio frente al desorden mundial, Diana, México D. F. 2000: 73. comentando la obrade Max Weber, Le Savant et le Politique, Le Monde, París, 10/18, 1959: 173).

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aprobación” del juicio moral kantia-no, por hablar con Fichle), pero losciudadanos lucharon contra elEstado de la Iglesia. Y en relación aesta situación, Maquiavelo, en unbello pasaje de la Historia de Flo-rencia, si no me equivoco, hace queuno de sus héroes alabe a aquellosciudadanos que pusieron la grandezade su ciudad-patria por encima de lasalvación de sus almas”.

Si bien de modo más cauteloso ymatizado, Weber se adhiere a lamáxima de Maquiavelo, el fin justifi-ca los medios.

Quien quiera hacer política engeneral, y quien quiera ejercerla,sobre todo, como profesión, tieneque estar consciente de esas parado-jas éticas y de que es responsable delo que él mismo pueda llegar a serbajo la presión de éstas. Repito quetendrá que comprometerse con lospoderes diabólicos que acechan entoda acción violenta.

Y en otros pasajes encontramos:Quien busque la salvación de su almay la salvación de otras almas, que nola busque por el camino de la políti-ca, que tiene otras tareas muy distin-tas, unas tareas que sólo se puedencumplir con la violencia11.

Pues todos esos objetivos, a losque se aspira con una acción políticaque opera con medios violentos ypor el camino de la ética de la res-ponsabilidad, ponen en peligro la“salvación del alma”12.

Es curioso constatar que aquellosque Weber denomina como defenso-res de la ética de responsabilidad, pro-tectores del cuidado de las conse-cuencias más a largo plazo, general-mente se autodefinan ellos mismoscomo seguidores de sus propias con-vicciones morales. Y así encontramosde modo paradójico, que son preci-samente los que creen obrar empuja-dos por la responsabilidad universalpor el máximo bien de la sociedad,buscando unas consecuencias quevan mucho más allá de lo que hayaquí y ahora, quienes serán los que seolviden que tienen ante todo y, sobretodo, la responsabilidad de sus pro-pios actos concretos y particularesante la sociedad.

Es esto lo que les ocurre precisa-mente a los terroristas, que se pre-sentan a su juicio como guiados yempujados por una supuesta supra-responsabilidad global y universal,que buscando un máximo bien de lasociedad, piensan que todo les dis-

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La ética de la responsabilidad según Robert Spaemann

11 M. WEBER, La ciencia como profesión-La política como profesión, Colección Austral Espasa Calpe, EdiciónJoaquín Abellán, Madrid, 1992: l6l (Ediciones originales: Wissenschaft ais Beruf 1919 - Politik ais Beruf 1919).

12 M. Weber, La ciencia como profesión-La política como profesión…, 160.

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pensa del cumplimiento de las máselementales responsabilidades hu-manas y civiles aquí y ahora.

A su vez, el terrorista que estáempujado por estas motivacionessiente que lo hace por un íntima éticade convicción, evidentemente defor-mada y aberrante.

2. La ética de responsabilidad deWeber es un consecuencialismo

Ética teleológica, consecuencialis-mo o utilitarismo, son nombres quele quedan bien a la “ética de respon-sabilidad” de Max Weber. La cuali-dad moral de una acción o de unaomisión está determinada por elconjunto de consecuencias que estaacción u omisión produce: más exac-tamente, ella se calcula sobre la basede una proporción entre las conse-cuencias de cualquier acción u omi-sión alternativa.

Contra este tipo de ética, encon-tramos la llamada ética deontológica,que pone por lo contrario, un límitea este tipo de cálculo ponderado;algunos comportamientos deben serrechazados siempre, independiente-mente de las consecuencias produci-das, como, por ejemplo, la muertedirecta e intencional de una personainocente, la tortura, el adulterio. Se

debe por lo demás precisar, que unaética deontológica pura, es decir, unaética que prescinda de todas las con-secuencias de una determinadaacción, no existe13.

Es cierto que se puede manteneruna ética consecuencialista pura enel marco teórico, pero en realidadella no es practicable por razones deprincipio. No podemos prescindirdel todo de las consecuencias de lasacciones porque el obrar consisteprecisamente en producir un efecto.Una acción que no tuviera ningunaconsecuencia no sería una acción.Por este motivo la única preguntaposible es: ¿de qué consecuenciasdebemos soportar la responsabilidadpor los efectos que van más allá de laacción inmediata, de tal modo que,tales consecuencias contribuyan adefinir el carácter moral de la acción?

El consecuencialismo dice: todaslas consecuencias, aunque si despuéssobre criterios de valoración natural-mente las opiniones difieren. El utili-tarismo clásico propone un paráme-tro más simple: la mayor felicidadposible para el mayor número posi-ble de personas. “Felicidad” equivaleaquí a placer y bienestar subjetivo.Otras posiciones tienden a introdu-cir criterios de valoración más dife-

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13 Cfr. Ibíd., p. 160.

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renciados. Todas ellas se encuentrande acuerdo sólo en no denominar“buena o mala” a una cierta acciónen sí misma considerada, adquirien-do por lo contrario la acción tal cua-lidad sólo después de una valoraciónuniversal de las consecuencias. Talposición sin embargo no funciona,por una serie de motivos que ahorase mencionarán.

Uno de esos motivos reside en elhecho de que, no sólo una previsiónde consecuencias a largo plazo esimposible, como lo es, con mayorrazón, una valoración universal,pero, sobre todo, una tal posiciónharía del todo imposible cada com-portamiento determinado. RobertSpaemann comenta acertadamenteque el obrar se diferencia del desarro-llo de los fenómenos naturales preci-samente porque el protagonista de laacción distingue ciertas consecuen-cias de otras en su intervención sobrelos mismos fenómenos naturales.

A estas consecuencias específicaslas llamamos “objetivos”. En relacióna estos objetivos, las demás conse-cuencias se reducen a los así llama-dos “efectos secundarios. Es así comotenemos cierta responsabilidad tam-bién por los efectos secundarios. Situviéramos, sin embargo, una res-

ponsabilidad no diferenciada portodas las consecuencias de nuestrasintervenciones en el mundo, enton-ces no sería en absoluto posible pri-vilegiar algunas consecuencias másque otras, no sería posible fijar obje-tivos ni acciones determinadas.

El consecuencialismo pone real-mente al hombre en el lugar de Dios,delante del cual todo lo que sucedeestá realmente presente, tambiéncuando se trata de la caída delgorrión en el terrado o del cabello dela cabeza. Anulando la diferenciaentre objetivos y efectos secundarios,el consecuencialismo anula el funda-mento del obrar finito14.

Permanece en pie la necesidad decontar con las consecuencias, no hayética alguna que prescinda absoluta-mente de las consecuencias de losactos, ya que es absolutamente impo-sible definir un acto sin considerarsus precisos efectos. Actuar significaproducir efectos, ya lo hemos recor-dado más arriba.

Quien tiene como reprobabletoda mentira, por ejemplo, no es queprescinda de sus consecuencias, sinoque considera justamente una deellas; la que hace a la mentira ser tal;el engaño y el inducir a error a otrapersona. Sin esta consecuencia no

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14 Cfr. Ibíd, l61.

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hay mentira, pues de lo contrariocualquier cuento sería lo mismo quela mentira. No se trata de conviccióno de responsabilidad, ni de conside-rar o no las consecuencias, sino de lacuestión: de qué se trata y hasta quéconsecuencias se extiende la respon-sabilidad de una acción. Se trata desaber si determinados efectos nuncapueden ser causados, o si está permi-tido cualquier acto con tal de quequede justificado por el conjunto delas consecuencias positivas. Se trata,a fin de cuentas, del viejo dilema de siel fin justifica los medios, cuando esun fin bueno que compensa el malproducido por los medios emplea-dos15.

El mero consecuencialismo, queno es otra cosa que un utilitarismo,queriendo buscar sólo la lógica delmayor provecho de las posiblesconsecuencias a obtener, se convierteen una ética absurda. Reducir todamentira a la categoría de cuento, noes aceptable, pues no explica la reali-dad de la actividad propia del serhumano, reduciría la vida a fábula eimpediría toda verdadera comunica-ción. Por lo tanto, el consecuencialis-mo no es humano, no responde a susnecesidades y no se preocupa de suintegridad.

La naturaleza del hombre nosmuestra qué debemos realizar si que-remos vivir armónicamente con nos-otros mismos y si no queremosdañar nuestra integridad personal.La ética teleológica tiene la peculiari-dad de no atribuir sustancialmenteningún papel a la propia integridaddel ser humano. La responsabilidadque contraigo conmigo mismo, parala ética teleológica, no es más ampliaque la responsabilidad que tengohacia cualquier otro. “Si yo puedoimpedir dos crímenes, cometiendouno yo mismo, entonces esto no esun crimen”: así argumentaban en losaños cincuenta dos médicos, acusa-dos de haber participado activamen-te en la muerte de un enfermo men-tal, habiendo ellos preparado listasreducidas de personas que matar enun manicomio.

Los médicos consiguieron hacercreer de haber salvado la vida anumerosos enfermos, sobre todo,con su transferimiento en diversosconventos. Si ellos hubieran rechaza-do el participar en el asesinato, pro-bablemente otros médicos nacistasmás virulentos se habrían encargadode ello. La Corte Federal de Justiciareconoció el atenuante, pero no dejóde condenar a estos médicos ya que,

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15 Cfr. R. SPAEMANN, La coscienza…, 88.

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según la comprensión cristiana-europea de la ética, “a nadie se ledebe permitir el realizar un asesina-to, ni siquiera en el caso en el que setrate de evitar lo peor”. No es casualla referencia de la Corte a la com-prensión cristiana de la ética. Dehecho la enseñanza moral cristianareconoce siempre una responsabili-dad específica de la persona haciaaquel que es el inmediato objeto desu acción, definiendo en tal modo laesencia de la acción misma. Además,la ética cristiana reconoce una res-ponsabilidad del hombre hacia símismo y hacia su propia integri-dad16.

Tampoco hay que olvidar que sedan modos de proceder que, al mar-gen de cualquier circunstancia, sonsiempre y en todas partes malos, por-que con ellos se le niega inmediata-mente al hombre su carácter de per-sona y de fin en sí mismo. En talesactos cesa el cálculo de consecuen-cias; esto quiere decir que no noscabe responsabilidad alguna en lasconsecuencias que se derivan de laomisión de una acción mala en símisma. Quien se niega a fusilar a unajoven judía, que le suplica por suvida, no tiene la responsabilidad de

que su jefe fusile acto seguido a diezhombres, acción con la que le habíapreviamente amenazado. Todosdebemos morir a la postre, pero anadie le es lícito matar17.

En este caso “el fin no justifica losmedios”, pues no habría coherencia,entre el fin y los medios, ¿de qué sirverespetar la vida de esos diez hombrescuando la de la joven no es respeta-da?, ¿qué significado tiene el respetode la vida de los diez cuando no herespetado la de la joven?, ahí se estáenviando un mensaje equívoco, dis-torsionado, incoherente, por no deciresquizofrénico, debido a su división.Conculcando la dignidad de la vidade la joven, ¿por dual motivo se res-petará la de los diez? ¿cuál será elargumento, de qué dignidad se esta-ría hablando? Sólo en la lógica utili-tarista, que es una lógica sin digni-dad, una lógica instrumental, unalógica que lleva a la aberración, y a laesquizofrenia, se podría entender.

La responsabilidad sobre mi acto,ayudará a “esclarecer” que la respon-sabilidad del extorsionador es abe-rrante, pues sobre él cae la responsa-bilidad de las diez vidas que pone enjuego. Mi responsabilidad iluminará,quiera o no dejarse iluminar.

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16 R. SPAEMANN, La coscienza…, 88.17 Cfr. R. SPAEMANN, Ética: Cuestiones fundamentales, Eunsa, Pampona 1987:75.

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3. Límites de la ética de responsabili-dad de Weber

Sólo a la luz de una ética que con-sidera también los actos en sí, se dauna verdadera responsabilidad. Laresponsabilidad utilitarista lleva a laincoherencia, y a la aberración. De-jada a sus fuerzas no logra más quedesorientación y confusión, y en lamayoría de los casos la denigraciónde la persona.

El profesor Spaemann añade unpárrafo muy significativo18, sobretodo porque procede de un filósofoque no tiene en consideración lamisma integridad humana, lo encon-tramos en las primeras páginas de losescritos póstumos: Cahierspour unemorale, de Jean-Paul Sartre. Sartreescribe que la idea de la integridadpersonal puede ser para un ateo, ycomo tal él mismo se confiesa, sólofariseísmo, egoísmo moral. Un ateopuede orientar su obrar sólo sobre elconjunto de las consecuencias de lasacciones. El creyente por el contrariointenta el cuidado de la integridad dela propia persona como una respon-sabilidad que le ha sido confiada. Porúltimo el vivir bien no es para el cre-yente un acto de egoísmo, sino lamanifestación de la gloria de Dios. Es

imposible decirlo más claramente yes raro encontrar una parecida clari-dad en las formulaciones en un teó-logo moralista.

Para el consecuencialista la inte-gridad no cuenta, y es por ello que entantos diversos ámbitos importantan sólo las ventajas de las conse-cuencias, así por ejemplo el utilitaris-mo -consecuencialista considera eldeber de mantener la palabra dada,no como responsabilidad hacia aquéla quien ha hecho una promesa, sinocomo compromiso por aquello queserá ventajoso para todos, ventajaque la idea de la promesa contribuyea preservar. Esto lo podemos aplicar,por ejemplo, a los moribundos aquienes se les debe hacer promesaspara consolarlos, pero el manteni-miento de la promesa depende deconsideraciones puramente utilita-ristas. Si a nadie beneficia tal mante-nimiento, pierde todo significado elhecho que yo haya prometido algunacosa. El adulterio, desde el punto devista consecuencialista, es de algunamanera insignificante si da satisfac-ción a la pareja, si les enriquece espi-ritualmente, si el cónyuge está deacuerdo o simplemente no está ente-rada de ello.

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18 Cfr. R. SPAEMANN, La coscienza…, 100

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4. Algunas aplicaciones

En un campo donde el conse-cuencialismo ha tenido mucho éxitoha sido en el de la sexualidad de losesposos. El consecuencialista piensaque la pareja debe ser muy responsa-ble de las consecuencias de sus actosconyugales, por lo que deberá pensarmuy bien si les conviene o no tenerun hijo. Una responsabilidad conse-cuencialista analizará atentamentelos pormenores: la situación real dela familia, los recursos humanos,materiales, incluso psicológicos conlos que se cuenta, y juzgará la opor-tunidad de traer al mundo un hijo ono, ciertamente en términos conse-cuencialistas, se dirá más bien si“conviene o no tener un hijo”.

Las consecuencias estudiadasserán la capacidad real de mantenerel hijo, de darle una formación ade-cuada, si la pareja dispondrá de tiem-po para poder estar con él, si en lacasa hay espacio, etc. (todos ellos,elementos válidos). Todos estos ele-mentos deben ser estudiados deteni-damente, y se buscará controlartodas las consecuencias posibles. Si elanálisis concluye que no convienetener un hijo, entonces se deberánbuscar los medios pertinentes parano tener un hijo, -siempre según elconsecuencialismo-, por lo que sebuscará hacer infecundos de modovoluntario los actos conyugales.

El modo o medio para lograrlono importan mucho, o mejor, síimportan, pero sólo en una direc-ción: deben ser eficaces, lo más efica-ces posible, y sólo eso. El consecuen-cialista, que busca ser muy responsa-ble de las consecuencias de los actos,cosa que está bien, y que así tambiéndebe ser, no se pregunta si es respon-sable de los medios que usará parapoder ser responsable de las conse-cuencias, es decir, no se pregunta si sees responsable de los actos misinos, delos que va a realizar, que son antetodo los más cercanos, y cercanos encuanto que son aquellos actos queconciernen en un primer lugar origi-nal su voluntad, y por lo tanto, que seles pedirá cuenta más inmediata-mente.

Aquí hay una incoherencia en laética de responsabilidad consecuen-cialista, que queriendo hacer muyresponsable a la persona, y en estecaso al matrimonio, lo que hace real-mente es que si la pareja decide vivirsu acto conyugal provocando volunta-riamente la infertilidad (con unmétodo como el coito interrumpidoo una pildora anticonceptiva, aquí sies natural en sentido biológico, o no,es decir artificial, como uso de píldo-ras, espermaticidas, etc., da lomismo), lo único que hace es dejarde ser responsable de su acto original,

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el acto conyugal, que se convierte enun acto desintegrado en su unidadde amor y su apertura a la procrea-ción. Lo primero y principal, de loque debería ser responsable, deja deimportar e interesar.

No es de extrañar entonces, quede esta práctica bastante frecuente deirresponsabilidad conyugal se extrai-gan consecuencias graves; ahora sí (yno contempladas curiosamente porla “responsabilidad consecuencialis-ta”), consecuencias tremendamentenocivas para la misma pareja que seacostumbra a vivir el acto conyugalsin ninguna responsabilidad, arran-cando progresivamente el amor delmismo acto conyugal convirtiéndoloen un mero instrumento de placer ymuchas veces de satisfacción indivi-dual, donde el cónyuge se va trans-formando paulatinamente en unmero instrumento.

Una pastoral familiar va confir-mando esta realidad, y un indicioalarmante es el aumento de divorciosque se van observando, muchas vecesfruto de una instrumentalizaciónprogresiva y mutua entre los cónyu-ges, que al ver que no se satisfacen susexpectativas se deciden resolverlasrompiendo el vínculo matrimonial.Los medios auténticamente respon-sables son los que implican una vir-tud, que será la que certificará la res-ponsabilidad de los actos. En este

caso, la virtud que forma en la res-ponsabilidad a la pareja es la castidad,que regula, modera, pero sobre todo,integra la sexualidad en la persona, esdecir, coloca dicha actividad en suámbito humano, en su lugar propio,permite que los actos conyugalessean de modo humano, y si se decideser responsable de la paternidad, y porlo tanto se decide que no convieneahora tener más hijos, se vivirá la vir-tud de la castidad, en su modalidadde la continencia, virtud conexa, quelleva a vivir responsablemente la acti-vidad conyugal, en forma que se abs-tendrán en ciertos períodos de tenerrelaciones conyugales. La vivencia dela virtud de la continencia formaráen la pareja una actitud de auténticaresponsabilidad, y es aquí cuandoaparecen los procedimientos o proce-sos de conocimiento de los ciclos dela mujer, conocimiento que permiti-rá vivir esta continencia de modo efi-caz. No es pues, dicho conocimientoun método más, como si fuera laalternativa católica a los métodosartificiales.

Por todo lo dicho hasta ahora,comentamos a modo de resumen,que el utilitarismo-consecuencialistaafirma que sólo se puede actuarcuando se conocen todas las conse-cuencias posibles de un acto, y si lle-váramos al extremo esto, resultaríaque nunca podríamos realizar una

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acción, por las incalculables conse-cuencias con las que nos podemosencontrar.

También el utilitarismo-conse-cuencialista deja el juicio moral enmanos de los tecnócratas, los cuáles,mejor que otros, pueden evaluar -todas- las consecuencias posibles delacto producido. Spaemann explicacómo una empresa dirigió un experi-mento que consistía en una pruebaque se le hacía a un persona común ycorriente, que había visto la peticiónde personas para un experimentocientífico, y cuya misión era tan sólola de aplicar una serie de descargaseléctricas, que por su voltaje inicialeran inofensivas, pero que iban enaumento, y que otra persona invitadasufría. Se presentaba la actividadcomo una investigación científica,dentro de la cual el aumento de lasdescargas eran progresivas, hasta lle-gar a una fase del experimento en elcual los niveles empezaban a ser peli-grosos para la persona que los reci-bía. La persona invitada a realizar lasdescargas, que consistía tan sólo enpulsar un botón, no ofrecía ningunaresistencia cuando se le pedía quefuera aumentando el voltaje eléctri-co, motivada por la razón de haceravanzar la ciencia, si bien con ellopodía llegar a producir al inicio uncierto dolor, luego un cierto daño, ytal vez más adelante la posible muer-

te de la persona que recibía las des-cargas.

Evidentemente, el experimentoera simulado, y la persona que su-puestamente recibía las descargaseléctricas era un actor que fingíarecibirlas, el experimento más biense centraba en la persona que pulsa-ba el botón de las descargas, y elexperimento buscaba ver la reacciónde aceptación o no de semejante pro-puesta: la de aceptar producir dolor aotra persona bajo la principal moti-vación de hacer avanzar la cienciacon dicho experimento. Es notableobservar que la mayoría de las perso-nas invitadas no ofrecieron resisten-cia e incluso muchas permitían llegarhasta los niveles mortales.

Veamos algunas conclusiones dedicho experimento:

En primer lugar, ¿qué se deriva detodo esto? Que orientar nuestrosactos según el conjunto de sus conse-cuencias los deja sin dirección, losentrega a cualquier experiencia ymanipulación. Aunque no conducecon seguridad a un mundo mejor,sin embargo el utilitarismo cae enuna contradicción, ya que sí preten-de lograr el mejor mundo posible.Pero ese mundo no se consigue porel hecho de que cada uno se lo pro-ponga como un objetivo. Incluso laorientación utilitarista de nuestrasacciones resulta perjudicial desde supropio punto de vista.

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Finalmente, el utilitarismo-con-secuencialista lleva a la promociónde la extorsión y de la corrupción,pues siempre se verá la posibilidad de“negociar” para evitar un mal mayor:

Sacando conclusiones y aplicacio-nes de lo dicho, podemos concluirque el utilitarismo permite o es laplataforma sobre la cual las accionesdel terrorismo pueden caminar, puessiempre habrá un modo de podernegociar con ellos, y siempre enbusca de un bien futuro, más univer-sal y global. En cambio, la ética de laconvicción no cae en este juego, puesno negociará bajo estos términos19.A lo largo de este recorrido el profe-sor Spaemann nos ha mostradocómo la supuesta ética de responsa-bilidad de Weber es tan sólo uno delos rostros del utilitarismo moral, a lacual el mismo Weber le contrapusouna ética antagónica a la que deno-minó ética de la convicción.

5. Antagonismo entre ética de la con-vicción y ética de responsabilidad

Dicho enfrentamiento Max We-ber lo expresa así:

Allí está el punto decisivo. Noso-tros debemos tener claro que todaacción que se oriente éticamentepuede estar bajo dos máximas queson radicalmente distintas y queestán en una contraposición irreso-luble: una acción puede estar guiadapor la ética de las convicciones o porla ética de la responsabilidad20.

Es cierto que acto seguido elautor busca moderar esta separaciónradical, comentando que no es que laética de las convicciones de concien-cia sea idéntica a la falta de responsa-bilidad y que la ética de la responsa-bilidad sea idéntica a la falta de con-vicciones de conciencia. No se tratade eso, naturalmente. Pero hay unadiferencia abismal entre actuar bajouna máxima de la ética de las convic-ciones de la conciencia (hablando entérminos religiosos: el cristiano obrabien y pone el resultado en manos deDios) o actuar bajo la máxima de laética de la responsabilidad de quehay que responder de las consecuen-cias (previsibles) de la propiaacción21.

No hay que olvidar que paraWeber una de las representantes más

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19 Robert Spaemann, Ética: Cuestiones fundamentales, Editorial. Eunsa, Pamplona, 1987: 82.20 Cfr. Robert Spaemann, Personas. Acerca de la distinción entre “algo” y “alguien”, Pamplona 2000: 16621 Cfr. Robert Spaemann, Ética: Cuestiones fundamentales, Eunsa, Pamplona 1987: 80.

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claras de la ética de la convicción esla ética católica, si bien la caricaturi-za sin llegar a entenderla bien.

En la ética católica, “siempresegún el autor” los consilia evangélicaforman, como es sabido, una éticaespecial para los dotados con el caris-ma de la vida santa. Ahí están, juntoal monje que no puede derramarsangre ni buscar ninguna riqueza, elcaballero piadoso y el ciudadano quesí pueden hacer respectivamente esascosas22.

Tampoco se escapa a su crítica laética protestante en general, y la lute-rana en particular, incluyendo lasramas fundamentalistas como loscuáqueros. Detrás de sus críticas a lasque él mismo concibe como éticas dela convicción, está la búsqueda dejustificar su tesis central de la políti-ca, que expone numerosas veces a lolargo de su discurso El político comoprofesión. Para él, que define elEstado por su medio específico, quees la violencia física23, su preocupa-ción continua es pensar que el políti-co como profesión debe gestionareste medio específico. El reconoceque no es la violencia el medio nor-mal, pero sí su medio específico.

Lo que determina la singularidadde todos los problemas éticos de lapolítica “siempre Weber”, es esemedio específico de la violencia legí-tima como tal en manos de las aso-ciaciones humanas24. El que hayapuesto como medio específico a laviolencia, no es de extrañar, puesWeber parte de una formación lute-rana, en la que la naturaleza humanaestá corrompida, y, por lo tanto, en elmundo impera el desorden y la irra-cionalidad.

Estando las cosas así, esto permitecon relativa facilidad la integraciónde la violencia en la ética de la políti-ca como un medio específico. Es anteesta problemática que él se decantepor una ética de la responsabilidadentendida en forma utilitarista, y porello él deslegitimiza la ética de la con-vicción como la apropiada para elpolítico de profesión, pues ademásreconoce que quien se guíe por unaética de la convicción no soportará lairracionalidad ética del mundo25,por lo que no es apto para poder rea-lizar la profesión de político. Sinembargo, al final de dicho libro,Weber añade que en cierto sentido, laética de las convicciones y la ética de

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22 Max Weber, La ciencia como profesión – La política como profesión…, 153.23 Cfr. Max Weber, La ciencia como profesión-La política como profesión…, p. 153.24 Cfr. Ibíd., p. 158.25 Cfr. Ibíd., p. 94.

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la responsabilidad no están en unaoposición absoluta, sino que ambasson complementarias y sólo juntashacen al auténtico hombre, a esehombre que puede tener “vocaciónpara la política”26.

Conclusión

Weber, al fin de cuentas, percibeque ambas éticas, tal como él las des-cribe, son radicalmente opuestas,pero sin embargo, bajo un sentido lamisma ética de la responsabilidadque él expone, no deja de ser más queuna ética de la convicción según lascaracterísticas que él mismo da, puesal afirmar de modo categórico quesólo la ética de la responsabilidad esla propia del político, ya con ello estáafirmando una íntima convicciónaceptada y practicada. No deja desorprender que queriendo evitar caeren una ética de la convicción terminacayendo en ella misma. El mismoMaquiavelo en su máxima “el fin jus-tifica los medios” es un representan-te de una cierta ética de la convic-ción, así mismo, Weber con la máxi-ma del político, haciendo referencia auna frase de Lutero, “no puedohacerlo de otra manera, aquí estoy

yo”, muestra que no puede escaparsede un cierta ética de la convicción.

Es pues la ética de la responsabili-dad de Weber otro modo de ética dela convicción, no puede por lo tantoescaparse del círculo que él mismoha creado. Es por este motivo que élconcluye que ambas son necesariaspara el político en determinadas oca-siones.

Llegados a este punto es precisoaclarar que ambas concepciones nose ajustan a la concepción de respon-sabilidad y de convicción cristiana, ycon ello lo único que se ha logrado esaumentar la confusión de dichos tér-minos. Será fruto de una posteriorinvestigación donde se podrá deline-ar una concepción de responsabili-dad cristiana, situada en el poloopuesto a la concebida por Weber.

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26 Cfr. M. WEBER, La ciencia como profesión-La política como profesión…, p. 158.

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La ética de la responsabilidad según Robert Spaemann