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EN EL PRINCIPIO — Bavinck 70 Una perspectiva teológica del mundo mate- rial difiere, pero no debiera estar aislada, de una que fuese filosófica/científica. Todas las religiones tienen historias de la creación; todos los sistemas científicos se arraigan en creencias religiosas. Todo esfuerzo por basar la historia bíblica de la creación en fuentes externas tales como los mitos Babilónicos no permanece bajo el más cercano escrutinio. La narrativa de la creación en el Génesis es total- mente única; está desprovista de teogonía y es rigurosamente monoteísta. La interpretación de Génesis 1 – 2 tiene una historia rica y diversa. Para entender la “semana” y los “días” de la creación es importante distinguir el primer acto de la creación – como la pro- ducción inmediata del cielo y de la tierra a partir de la nada – de la separación y forma- ción secundaria de los seis días que comien- zan la preservación y gobierno del mundo por parte de Dios. El período de seis días es divi- dido mejor en tres partes: creación, separa- ción, adorno. La iglesia Cristiana no está confesionalmente ligada a una cosmovisión específica de manera que el traslado de una cosmología Aristotélica a una Ptolemaica no es un problema para la teología Cristiana. La Biblia no nos provee de una cosmología cientí- fica – usando el lenguaje de la experiencia ordinaria – sino que, espiritual y éticamente, la tierra (con la humanidad) es el centro del universo. La información de las ciencias naturales debe ser tomada muy en serio por parte de los Cristianos como revelación gene- ral, pero solamente la revelación especial, la bíblica, puede describir el verdadero estado del mundo. La cronología bíblica y el orden que nos presenta de la creación parecen, a pri- mera vista, reñidos con los informes dados por la geología y la paleontología, y los varios intentos por armonizarlos solamente consi- guen resultados modestos y no finalmente satisfactorios. Sin embargo, es importante insistir en el carácter histórico, antes que mítico o visionario, de la historia de la crea- ción en el Génesis. La ciencia de la geología todavía es joven y enfrenta muchas preguntas sin contestar. La realidad de un diluvio cata- clísmico que produce cambios inmensos en el mundo – una historia tradicional que se halla virtualmente en todos los pueblos – com- plica el asunto considerablemente. La teología no debiera ni temer los seguros resultados de la ciencia ni, con ansiedad desmesurada, hacer concesiones prematuras ante las opinio- nes del día. Como la ciencia de lo divino y de las cosas eternas, debiese sostener sus convic- ciones confesionales con dignidad, honor y con paciencia. La Tierra: El Mundo Material 3

La Tierra: El Mundo Material 3 - Contra Mundum

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Una perspectiva teológica del mundo mate-rial difiere, pero no debiera estar aislada, deuna que fuese filosófica/científica. Todas lasreligiones tienen historias de la creación;todos los sistemas científicos se arraigan encreencias religiosas. Todo esfuerzo por basarla historia bíblica de la creación en fuentesexternas tales como los mitos Babilónicos nopermanece bajo el más cercano escrutinio. Lanarrativa de la creación en el Génesis es total-mente única; está desprovista de teogonía y esrigurosamente monoteísta. La interpretaciónde Génesis 1 – 2 tiene una historia rica ydiversa. Para entender la “semana” y los“días” de la creación es importante distinguirel primer acto de la creación – como la pro-ducción inmediata del cielo y de la tierra apartir de la nada – de la separación y forma-ción secundaria de los seis días que comien-zan la preservación y gobierno del mundo porparte de Dios. El período de seis días es divi-dido mejor en tres partes: creación, separa-ción, adorno. La iglesia Cristiana no estáconfesionalmente ligada a una cosmovisiónespecífica de manera que el traslado de unacosmología Aristotélica a una Ptolemaica noes un problema para la teología Cristiana. LaBiblia no nos provee de una cosmología cientí-fica – usando el lenguaje de la experienciaordinaria – sino que, espiritual y éticamente,

la tierra (con la humanidad) es el centro deluniverso. La información de las cienciasnaturales debe ser tomada muy en serio porparte de los Cristianos como revelación gene-ral, pero solamente la revelación especial, labíblica, puede describir el verdadero estadodel mundo. La cronología bíblica y el ordenque nos presenta de la creación parecen, a pri-mera vista, reñidos con los informes dadospor la geología y la paleontología, y los variosintentos por armonizarlos solamente consi-guen resultados modestos y no finalmentesatisfactorios. Sin embargo, es importanteinsistir en el carácter histórico, antes quemítico o visionario, de la historia de la crea-ción en el Génesis. La ciencia de la geologíatodavía es joven y enfrenta muchas preguntassin contestar. La realidad de un diluvio cata-clísmico que produce cambios inmensos en elmundo – una historia tradicional que sehalla virtualmente en todos los pueblos – com-plica el asunto considerablemente. La teologíano debiera ni temer los seguros resultados dela ciencia ni, con ansiedad desmesurada,hacer concesiones prematuras ante las opinio-nes del día. Como la ciencia de lo divino y delas cosas eternas, debiese sostener sus convic-ciones confesionales con dignidad, honor y conpaciencia.

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Además del mundo espiritual tambiénexiste un mundo material. Pero, mientrasque la existencia y ser de los ángeles nosson conocidos solo a partir de la revelacióny están ocultos de la razón y de la ciencia, elmundo material es visible para todos y semuestra para su consideración en la filoso-fía lo mismo que en la teología; en la reli-gión y también en la ciencia. Por esta causa,por tanto, las diferencias y choques sonposibles en todos los tiempos. Es verdadque la filosofía y la teología hablan acercadel mundo material de diferentes maneras.La primera investiga el origen y la natura-leza de todas las cosas pero la segundacomienza con Dios y rastrea todas las cosashasta llegar a Él. La teología trata con lascriaturas solo en tanto que son las obras deDios y revelan algo de sus atributos. De allíque también cuando trata con las criaturases y sigue siendo teología.1 Aún cuando hayuna importante distinción entre las dos, noobstante, la teología y la filosofía tratan conel mismo mundo. Para evitar un choqueentre ellas la gente a menudo ha propuestouna división de labores. La ciencia, handicho, debiese estudiar las cosas que sonvisibles, y dejarle a la religión y a la teologíanada más que el mundo de la ética y de lareligión; o, aún más rigurosamente, todo loque existe debiese ser para que la ciencia loexplore y a la religión se le debería dejarque hable solo en el tema de los juicios devalores. Pero, en teoría lo mismo que en lapráctica, tal división es imposible. Así comotodo sistema científico está arraigado, enúltima instancia, en conviccionesreligiosas, así no hay una sola religión queno traiga consigo una cierta visión delmundo creado. Todas las religiones tienen

sus cosmogonías, cosmogonías que nosurgieron del razonamiento intelectual sinoque están, al menos en parte, basadas en latradición y representan un interésreligioso. Aún la historia de la creación enGénesis 1 no pretende ser una cosmovisiónfilosófica sino que se presenta a sí mismacomo una narrativa histórica que se basa enla tradición y en algunos aspectosconcuerda con las cosmogonías de otrasreligiones pero de muchas maneras, otravez, exhibe diferencias extraordinarias conellas.

En tiempos recientes es la afinidadentre la historia de la creación Bíblica y laBabilónica la que ha atraído especialmentela atención. Esta historia, que había sidoantes conocida a partir de fragmentos deBerossus,2 fue redescubierta y publicada en1875 por George Smith. Llegó a ser promi-nente nuevamente cuando por excavacio-nes en Asiria y el descubrimiento de lascartas de Tell-el Amarna se colocó en granrelieve el importante significado histórico ycultural que Babilonia poseía en la antigüe-dad. Considerando el alto nivel de civiliza-ción que se hallaba en Babilonia siglosantes del surgimiento del pueblo de Israel,muchos eruditos se preguntaron si todo loque era característicamente Israelita nopodía explicarse en términos de Babilonia.Por años los críticos asumieron que elimpacto cultural de Babilonia sobre losJudíos ocurrió poco antes, durante y des-pués el exilio. Pero este cuadro de la situa-ción no podía ser sostenido: lasexcavaciones aclararon como el día quetodos los pueblos circundantes en la anti-güedad habían sido dominados por la cul-

1. T. Aquino, Summa Contra Gentiles, II, 2ss.; A. Polanus, Syn Theol., V, 7.

2. N. del E.: Berossus (b. 340 A.C.), era autor de una historia Griega de Babilonia en tres volúmenes.

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tura de Babilonia. En Canaán, gracias a losCananitas, o incluso mucho antes, en laépoca de los patriarcas, los Israelitas tam-bién se habían familiarizado con ella y seapropiaron de una variedad de cosas quemás tarde remodelaron de conformidad consu perspectiva Yahvista. Muchos eruditoscreen que todo lo que es peculiarmenteIsraelita, como por ejemplo el nombreYHWH, el monoteísmo, las historias de lacreación, la caída, el diluvio, la construc-ción de una torre, la semana de siete días, elSabbath y así sucesivamente, tiene su ori-gen en Babilonia. Pero esto no es todo. Loshechos e ideas del Cristianismo, la preexis-tencia, nacimiento sobrenatural, milagros,muerte expiatoria y sufrimiento de Cristo,la resurrección, ascensión y el regreso deCristo; la idea de María como la madre deDios; la doctrina del Espíritu Santo comoconsolador, y de la Trinidad – esto y muchomás se dice que se arraigan en la cosmovi-sión astral que desde tiempos antiguos erala posesión característica de los Babilo-nios.1 Según Jensen, toda la historia delevangelio está entretejida con sagas, demanera que no hay razón para considerarcualquier cosa que se haya dicho sobreJesús como histórica; la saga de Jesús es una“saga Israelita de Gilgamesh” y como tal “esuna saga hermana de numerosas sagas, estoes, de la mayor parte de las sagas del Anti-guo Testamento.”2

Por lo tanto, la derivación de la histo-ria de la creación de la tierra del Tigris y el

Éufrates, es solo una pequeña parte de estepan-Babilonismo. Con lo que tratamos aquíno es con un ejemplo aislado sino con unatendencia general intelectual que, despuésque la escuela crítico-literaria hubo exhi-bido su impotencia, intentó explicar el pro-blema de la Biblia a partir de líneashistórico-religiosas. La clasificación y sepa-ración de los documentos no tiene ningúnprovecho si la religión misma permanecetras ellos como una esfinge enigmática. Porlo tanto pareció como algo llovido del cielocuando el Oriente comenzó a develar sustesoros. Desde el Oriente la luz parecía ilu-minar la religión de Israel y también todo elfenómeno del Cristianismo. Pero inclusoahora la investigación posterior está mos-trando, y más y más trayendo a la luz, lavanidad de este intento de interpretación.En el caso de la historia de la creación en elGénesis la aseveración de que se originó enBabilonia se basa principalmente en losindicios de un origen mitológico que, se nosdice, todavía puede encontrarse en historiabíblica a pesar del proceso de edición: (1) larepresentación del caos bajo los términosantiguos de tehôm y tôhû wâbôhû y la nociónde que Dios formó al mundo presente delcaos; (2) la referencia al Espíritu y comoéste se movía sobre las aguas, lo que implicaaquí que el mundo es concebido, como enmuchas mitologías, como un huevo; (3) elhiato que existe en Génesis 1 entre los ver-sículos 2 y 3 y que fue anteriormente relle-nado con la teogonía; (4) el rasgo de que laoscuridad no fue creada por Dios ni fue lla-mada “buena,” mientras que, en la ense-ñanza Israelita Dios es el creador de la luz yde las tinieblas (Isa. 45:7); (5) el dicho deque el sol, la luna y las estrellas fueron colo-cadas [en el firmamento] para “gobernar”el día y la noche; (6) la forma plural en laque Dios habla de sí mismo en la creación

1. P. Biesterveld, De Jongste Methode voor de Verklaring van het Nieuwe Testament (Kampen: Bos, 1905); cf. H. Bavinck, Gereformeerde Dogmatiek , I, 148.

2. P. C. A. Jensen, Das Gilgamesch-Epos in der Weltliteratur (Strassburg: Trubner, 1906); cf. H. Schmidt, Theologische Rundschau (1907): 189ss.

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del hombre; la idea de que el hombre es laimagen de Dios y que porta su semejanza yque, al completar la semana de la creación,Dios descansa en el Sabbath.1

De todos estos comentarios solamenteel primero tiene alguna importancia porqueel tehôm en Génesis 1:2 realmente se corres-ponde con el término Babilónico tiamat, yen otras partes del Antiguo Testamentotambién nos encontramos con la idea deque Dios desde tiempos antiguos peleó unabatalla contra un poder natural. En algunostextos se hace mención de Rahab (Job 9:13;26:12;Sal. 40:5; 87:4; 89:10s.; Isa. 30:7;51:9s.); Leviatán (Job 3:8; 40:25s.; Sal.74:12s.; 104:26; Isa. 27:1); el dragón Tan-nin (Job 7:12; Isa. 27:1; 51:9; Eze. 29:3;32:2); la serpiente Nahash (Job 26:13; Isa.27:1; Amós 9:2) – siendo todos ellos pode-res a los que Dios se opuso venciéndolos.Pero después de una lectura cuidadosa nin-guno de estos pasajes establece virtual-mente ninguna base para la afirmación deque la creencia en la creación en Israel con-lleva todavía, en muchos aspectos, uncarácter mitológico. Pues, en primer lugar,no puede negarse que estas representacio-nes sirven para describir cosas muy dife-rentes. En Job 9:13; 26:12, 13, Rahab esciertamente un monstruo marino, pero enlos Salmos 87:4; 89:11; Isaías 30:7; 51:10 esindudablemente una metáfora para Egipto.En Job 7:12 e Isaías 51:9 Tannin es un dra-gón marino pero en Isaías 27:1 sirve comosímbolo de un poder futuro que será ven-

cido por Dios, y en Ezequiel 29:3; 32:2 seusa como una metáfora para Egipto. En Job3:8 el Leviatán es el dragón celestial quedevora la luz del sol y las estrellas, como lohace el Nahash en Job 26:12, pero en Isaías27:1 el profeta emplea ambas imágenes paradescribir futuros poderes mundiales. Todoesto es prueba que las palabras Rahab, y asísucesivamente, cualquiera que haya sido susignificado originalmente, son usadas comoimágenes para cosas diferentes.

Segundo, cuando estas palabras sonusadas como descripciones de poderes natu-rales, nunca en la Escritura se refieren alpoder natural que en la historia de la crea-ción Babilónica se presenta como el Tia-mat, sino a varios poderes naturales queestaban ya sea en el pasado, especialmenteen la salvación de Israel de Egipto y el pasoa través del Mar Rojo (Sal. 74:13, 14; 89:11;Isa. 51:9, 10), o se hallan todavía en el pre-sente (Job 3:8; 9:13; 26:12, 13) siendoenfrentados y vencidos por Dios. Pero enninguna parte e nos dice que en la creaciónhabía un poder natural opuesto a Dios queÉl tuviese que vencer. No hay absoluta-mente ninguna prueba para la identifica-ción de Rahab, Leviatán, y asísucesivamente, con el Tiamat Babilónico.Tercero, la noción de que Dios sojuzga yvence a los poderes naturales es una des-cripción poética que no puede de ningunamanera servir como apoyo para la asevera-ción de que los poetas y profetas de Israeldieran credibilidad a la mitología pagana.Es en verdad posible que en algunos casoslos términos “Tannin” y “Leviatán” (Sal.74:13, 14; 104:26; Job 7:12; 40:20) se refie-ran a monstruos marinos reales. Pero aúndonde este no sea el caso, y algún podernatural, como por ejemplo la oscuridad quedevora la luz, sea representado como un

1. H. Gunkel, Die Genesis übersetzt und erklärt (Göttingen: Vandenhoeck und Ruprecht, 1902), 109 (Trad. al Inglés Genesis, trad. por Mark E. Biddle [Macon, Ga.: Mercer University Press, 1997]); cf. V. Zapletal, Der Schöpfungsbe-richt der Genesis , 2a ed. (Regensburg: G. J. Manz, 1911), 62-63.

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Rahab o Leviatán o Nahash (Job 3:8; 9:13;26:12, 13), la poesía Hebrea estáempleando una imagen de la misma maneraque nosotros aún en la actualidad hablamosdel Zodíaco, la Osa Mayor (Ursa mayor) yla Osa Menor (Ursa menor), el Cáncer oCangrejo (el cuarto signo del zodíaco) y elEscorpión (el octavo signo del Zodíaco), oMinerva y Venus. Tal uso de imágenesmitológicas de ninguna manera constituyeuna prueba de creencia en su realidad. Estees el caso aún más evidente porque el Anti-guo Testamento muy a menudo se refiere almar como un enorme poder natural que esreprendido por Dios (Job 12:26; 38:11; Sal.18:16; 65:8; 93:4; Jer. 5:22; Nah. 1:4).Finalmente, la palabra tehôm como tal noprueba nada. Pues aún si este es idénticocon el tiamat Babilónico, uno no puedeinferir nada de ella para la identidad de lasideas que están asociadas con estas palabrasen la historia de la creación Babilónica y enla Escritura. Sin embargo, estas ideas noson de hecho las mismas sino, por el contra-rio, están muy separadas la una de la otra.Pues aunque el Tiamat es el único caosexistente cuya existencia precede a la crea-ción de los dioses y posteriormente serebela contra los dioses, el tehôm en Génesis1:2 es simplemente la designación delestado sin forma en el que existía la tierraoriginalmente, igual como la frase tôhûwâbôhû sirve para este propósito sin nin-guna asociación mitológica.

En realidad las historias de la creaciónen el Génesis y la de Babilonia son muydiferentes en todos los puntos. Según elGénesis, la existencia de Dios es anterior atodas las cosas; en la historia de la creaciónBabilónica los dioses nacen después y a par-tir del caos. En la Escritura el cielo y la tie-rra son llamados a la existencia por una

palabra divina de poder, y después el Espí-ritu de Dios se mueve sobre la faz de lasaguas; en la mitología Babilónica el caosexistía originalmente por sí mismo y a par-tir de sí, de una manera incomprensible, losdioses surgieron, contra quienes después elcaos se rebela. En la Biblia, después de lamención del estado sin forma de la tierraprimero sigue la creación de la luz, peroesto último está completamente ausente enla historia Babilónica. En la primera la pre-paración de la tierra en orden regular secompleta en seis días; en la última tal ordenes absolutamente inexistente. El únicoparecido entre ellos en realidad consiste enesto, que en ambas historias un caos pre-cede a la formación del cielo y de la tierra.Interpretar a partir de este paralelo unaidentidad común u origen común para lasdos historias es prematuro e infundado. Lanarrativa de la creación en Génesis es total-mente única; carece de cualquier rastro deuna teogonía, es rigurosamente monoteísta,enseña una creación de la nada, y noconoce nada de una materia primaria. Espor lo tanto increíble que los Judíos, en elexilio o incluso al principio en Canaán,tomara prestada esta historia de los Babiló-nicos. En primer lugar, la creación eraconocida de los Israelitas aún antes del exi-lio. Esto también era verdad de la semanade siete días, la cual se basa en los días de lacreación. Es improbable, además, que losJudíos pudiesen haber tomado tan impor-tante pieza de su doctrina de los Babilóni-cos o de los Cananitas. Y, finalmente, lascosmogonías paganas eran tan completa-mente politeístas que tenían que repelermás que atraer al pueblo monoteísta deIsrael; por lo tanto, no eran apropiadas paraser fácilmente transformadas en una her-mosa narrativa monoteísta como la deGénesis 1. Todo apunta más bien hacia el

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supuesto de que en Génesis 1 tenemos unatradición que se deriva de los tiempos másantiguos, fue gradualmente adulterada en elcaso de otros pueblos, y preservada en supureza por Israel.1

La Semana de la Creación

En la narrativa de Génesis 1 el primerversículo necesita leerse como el registro deun hecho independiente. En el verso 2 yaexiste la tierra, aún cuando está en unestado desordenado y vacío. Y el verso 1reporta el origen de la tierra; desde elmismo principio fue creada por Dios comotierra. Después de una breve referencia alcielo en el verso 1, el verso 2 inmediata-mente comienza a hablar acerca de la tierra:la cosmogonía se vuelve geogonía. Y desdeel primer momento esa tierra es tierra: nohulj (materia) en un sentido Aristotélico,ni materia prima, ni caos en el sentido delas cosmogonías paganas. “Un caos creadoes un absurdo” (Dillmann). Cierto: la tierranos es ahora descrita como tôhû wâbôhû,como una tehôm la cual estaba cubierta porla oscuridad. Pero esto significa algo muydiferente de lo que usualmente se entiendepor caos. La palabra tehôm ocurre repetida-mente, especialmente en Isaías, y consis-tentemente nos mueve a pensar en unespacio vacío (cf. Isa. 45:18), un área en laque todo se encuentra fuera de su pista ysin desarrollar. La palabra bôhû también seencuentra en Isaías 34:10 y en Jeremías4:23, en ambas ocasiones en conjuncióncon tôhû, y expresa la misma idea. El estado

de la tierra en Génesis 1:2 no es el de unadestrucción positiva sino como uno en elque todavía no se le ha dado forma. No hayluz, ni vida, ni criaturas orgánicas, ni formay configuración en las cosas. Esto es ade-más explicado por el hecho de que era untehôm, una masa de materia hirviente queestá envuelta en la oscuridad. La tierra“proviene del agua y por el agua subsiste”(2 Ped. 3:5; Sal. 104:5, 6). Este estado sinforma, sin desarrollar, de acuerdo al Géne-sis, ciertamente duró por algún tiempo,aunque corto. No hay una descripción aquíde una noción puramente lógica sino másbien de un estado factual. Y esta cuestiónes, nuevamente, totalmente dependiente desi la creación del cielo y de la tierra de laque habla Génesis 1:1 ocurrió antes o den-tro del lapso del primer día. El Génesis nodeja otra impresión sino que la creación delcielo y de la tierra en el verso 1 y que elestado no formado de la tierra en el verso 2son anteriores al primer día. Después detodo, en el verso 2 todavía prevalece laoscuridad y no hay luz. Ahora, el caso esque el día no es oscuridad y no comienzacon oscuridad sino con luz. Es solamente lacreación de la luz (v. 3) lo que hace posibleel día. Dios, por consiguiente, no llama a laoscuridad “día” sino a la luz, y a la oscuri-dad la llamó “noche” (v. 5). La alternaciónde luz y oscuridad podía comenzar sola-mente con la creación de la luz. Solo des-pués que hubiera luz podía una vez máshaber tarde y enseguida la mañana, y conesta mañana finalizó el primer día, puesGénesis 1 calcula el día desde la mañana ala siguiente mañana. De allí que la obra delprimer día no consistió en la creación delcielo y de la tierra, ni en la perpetuación deun estado sin forma, sino en la creación dela luz y la separación de la luz y las tinie-blas.

1. F. Delitzsch, Una Nuevo Comentario del Génesis, trad. por Sophia Taylor (Edin-burgh: T. & T. Clark, 1899), 60-61; H. H. Kuyper, Evolutie of Revelatie (Ámster-dam: Höveker & Wormser, 1903), esp. 117-23.

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Ahora, no habría en absoluto ningunaobjeción a esta exégesis si no leyéramos enotro lado que Dios creó el cielo y la tierraen seis días (Éxo. 20:11; 31:17). Sinembargo, esto solo puede entenderse, conrespecto a la segunda creación (creatiosecunda). De hecho, en ambos textos elénfasis no recae sobre el hecho que Dioshizo brotar todas las cosas de la nada sinodel hecho que estuvo ocupado por seis díascon la formación del cielo y de la tierra, yesto se nos ofrece como un paradigma. Hayclaramente una distinción entre lo que Dioshizo “en el principio” (Gén. 1:1; cf. Juan1:1) y lo que hizo “por las palabras de suboca” en seis días (Gén. 1:3ss.). El estadosin forma de Génesis 1:2 separa a los dos.La primera creación (creatio prima) esinmediata, un acto de hacer brotar el cielo yla tierra de la nada. No presupone en loabsoluto la existencia de un material dispo-nible sino que ocurrió “con el tiempo” ( cumtempore). Pero la segunda creación quecomienza con el versículo 3 no es directa einmediata; presupone el material creado enel verso 1 y se relaciona con él. Ocurreespecíficamente “en el tiempo” (in tempore)y ese tiempo es de seis días. De allí que estasegunda creación ya anticipe las obras depreservación y de gobierno. En parte es yapreservación y ya no es meramente crea-ción. En ese sentido en el mismo momentocuando el cielo y la tierra fueron creadospor Dios estaban también siendo preserva-dos por Él. La creación pasa, inmediata einstantáneamente, hacia la preservación yel gobierno. Sin embargo, la obra de los seisdías (Gén. 1:3ss.) debe todavía ser contadacomo perteneciendo a la creación. Pues,según el Génesis, todas las criaturas quefueron producidas en esos seis días (la luz,el firmamento, el sol, la luna, las estrellas,las plantas, los animales, el hombre) no

emergieron por fuerzas inmanentes deacuerdo con leyes fijas a partir de la mate-ria disponible a la manera de la evolución.Esa materia era en sí misma incapaz de pro-ducir todo esto sola, por medio de la progre-sión natural y el desarrollo inmanente. Ensí misma no tenía la capacidad para ello;solamente poseía una capacidad para laobediencia (potentia obedientialis). A partirde la materia prima de Génesis 1:1, Dios,por medio de hablar y crear, produjo el cos-mos entero. Mientras que en cada nuevoacto de formación Él lo vinculaba con loque ya existía, la fase superior no procediópor sí sola por medio de una fuerza inma-nente desde lo inferior. En cada fase senecesitaba una palabra creadora de la omni-potencia de Dios.

Los Seis Días de la Creación

Herder y otros dividieron la obra de lacreación en dos ternas, de manera que lasobras de la segunda terna se corresponden alas de la primera. Hay en verdad unacorrespondencia entre la obra del primero yla del cuarto día; pero los días segundo yquinto, y de manera similar los días terceroy sexto, no se ajustan exactamente a estepatrón paralelo. Después de todo al quintodía fueron creadas no solo las aves en el fir-mamento sino también los peces y los ani-males acuáticos, lo cual se ajusta más biencon la obra del tercer día. Sin embargo, enlas obras de la creación sí observamos unaclara progresión de un nivel más bajo a unnivel más alto, de las condiciones generalespara la vida orgánica a esta vida orgánicaen sí misma en sus varias formas. Por lotanto, es preferible la antigua división de laobra general de la creación en tres partes:creación (Gén. 1:1, 2); separación en los tresprimeros días de la luz de las tinieblas, el

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cielo de la tierra, la tierra del mar; y la orna-mentación del cuarto al sexto días, la pobla-ción de la tierra preparada con toda clase deentidades vivientes.1 Aún así esta divisióntampoco tiene la intención de ser unaaguda demarcación dado que las plantas,creadas al tercer día, también sirven comoornamentación.2 La separación y laornamentación señalan la cancelación de lacondición tôhû de la tierra. Sin embargo nose puede pensar del estado no formado y nodesarrollado de la tierra, del cual se hacereferencia en el verso 2, como un estadopasivo. Pues, sin importar cuán extenso ocorto pueda haber sido el período que hayaexistido, había poderes y energías queestaban en operación en él. Leemos,después de todo, que el Espíritu de Dios semovía sobre las aguas. El verbo rxT significa“revolotear sobre” (cf. Deut. 32:11) y el usode esta palabra prueba que en el caso derûah elôhîm no debemos pensar sobre elviento sino más específicamente delEspíritu de Dios a quien, en otros lugares,también se le atribuye la obra de la creación(Sal. 33:6; 104:30). El Espíritu de Dios,como el principio del ser y de la vida de lascriaturas, impacta la masa acuosa de latierra de una manera formativa yvivificante y anticipa así las palabrascreativas de Dios que en seis días,siguiendo a la ya existente condición de latierra, llamó a la existencia a las variasórdenes de las criaturas.

La obra del primer día consiste en lacreación de la luz, en la separación de la luzy las tinieblas, en la alternación del día y lanoche, de allí también en movimiento, cam-bio, transformación. La luz – según lashipótesis más ampliamente aceptadas el día

de hoy – no es una sustancia, ni una ondu-lación enormemente rápida, como Huy-gens, Young y Fresnel asumían, sino queconsiste, según la teoría de Maxwell, y mástarde confirmada por Hertz, Lorentz y Zee-man en vibraciones eléctricas y es, por lotanto, un fenómeno eléctrico.3 Por consi-guiente, ha de distinguirse de los emisoresde luz, el sol, la luna y las estrellas, y segúnel Génesis los precede. La luz es también elprerrequisito más general para toda la viday el desarrollo. Mientras que la alternacióndel día y la noche es necesaria solamentepara los animales y los humanos, la luztambién cumple una necesidad del mundode las plantas. Además, le da forma, figuray color a todas las cosas. En el segundo díase hace una separación entre el firma-mento, la bóveda celeste y las nubes, elcual, en su apariencia ante nuestros ojos amenudo es a menudo presentado como unatienda (Sal. 104:2), una cortina (Isa.40:22), un embaldosado de zafiro (Éxo.

1. T. Aquino, Summa Theol., I, qu. 74.

2. V. Zapletal, Der Schöpfungsbericht , 107ss. por lo tanto escoge una división diferente y la basa en Gén. 2.1. Allí lee-mos que el cielo y la tierra, y toda la mul-titud de ellos (huestes), fueron completados. De manera que se hace una distinción entre el cielo y la tierra, el lugar de la morada, por un lado, y las multitudes que habitan el cielo y la tierra por otro. Por lo tanto, hay una distinción entre el productio regionum y el productio excercituum. La primera ocurre durante los primeros tres días, la segunda en los siguientes tres. El sol, la luna y las estre-llas son las multitudes (huestes) del cielo; los peces y las aves lo son del agua y del aire; los animales y el hombre, de la tie-rra. Por esta razón, la creación de las plantas ocurre al tercer día – las plantas no pertenecen a las multitudes (huestes) de la tierra, sino a la tierra como lugar de habitación y son la condición necesaria para la vida de los animales y del hom-bre.

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24:10; Eze. 1:22), un espejo fundido (Job37:18), un techo o domo extendido sobre latierra (Gén. 7:11; Deut. 11:17; 28:12; Sal.78:23, etc.),1 y la tierra con sus aguas (Sal.24:2; 136:6). La obra de separación ydemarcación comenzada en el primer díacontinuó en el segundo. La distinción entrela luz y las tinieblas, del día y la noche, esahora puesta al servicio de la separación delcielo y la tierra, del aire y las nubes arriba yla tierra y el agua abajo. Al final delsegundo día no leemos que vio Dios que erabueno. A partir de esta omisión algunoslectores han concluido que el número dosera un número de mal agüero o que elinfierno fue creado ese día, pero la razón esque probablemente la obra del segundo díaestá muy íntimamente ligado con la deltercer día y fue completado únicamente enla separación de las aguas. La aprobacióndivina siguió al fin del tercer día, pues enese día la separación entre la tierra y elagua, la tierra firme y el mar, es completaday la tierra se vuelve un cosmos concontinentes y mares, montañas y valles,campos y arroyos. Indudablemente todasestas formaciones ocurrieron bajo elimpacto de procesos mecánicos y químicoscolosales inherentes en la naturaleza. Estosprocesos fueron incitados por la palabradivina de poder y la animación del Espírituy le han dado a la tierra su forma y figuracósmica. De este punto en adelante tambiénotras fuerzas, de tipo orgánico, hicieron suaparición. La tierra todavía está desnuda ysin facciones. Por esa razón este día notermina hasta que la tierra está vestida de

verde con vegetación que se halla divididaen dos tipos, hierbas y árboles, cada una deellos teniendo semilla según su género ypropagándose así ellas mismas. Este mundode vegetación podía habérselas sin el solpero no sin luz.

Pero eso no se aplica al mundo animaly al humano. Antes de ser creados debe lle-gar el cuarto día y el sol, la luna y las estre-llas deben estar preparados. Esto no implicaque las masas de materia de la que estáncompuestos los planetas fueron hastaentonces llamados a la existencia, sino quetodos estos planetas llegarían a ser, en estedía, lo que serían de allí en adelante para latierra. Juntos asumirían el rol de la luz yserían señales del viento y el tiempo atmos-férico, de sucesos y de juicios, para la tierra.Servirían para regular las estaciones paraagricultura, la industria de la navegación,los días festivos anuales, la vida del hombrey la del animal, y finalmente proveeríanuna base para el cálculo de días, meses yaños. Por lo tanto, el cuarto día cuenta nue-vamente la aparición de los cielos estrella-dos en relación con la tierra. De ahora enadelante el día y la noche, y así sucesiva-mente, son regulados por el sol; la tierra sevuelve una parte integrante del universo;está ubicado en armonía con todos los otrosplanetas. Ahora la tierra ha sido preparadacomo el domicilio de seres vivos animados,de animales y de humanos.

Al quinto día, por una palabra divinade poder, las aguas mismas hacen brotartodos los animales acuáticos, y el cielo sellena con un surtido de especies de aves.Luego, al sexto día, sigue la creación de losanimales terrestres quienes, al manda-miento de Dios, brotan de la tierra – especí-ficamente de tres clases: animales salvajes,

3. J. D. Van der Waals, “Het Zeeman-vers-chijnsel,” De Gids 67 (Marzo 1903): 493-512.

1. Cf. G. V. Schiaparelli, Astronomía en el Antiguo Testamento (Oxford: Clarendon, 1905).

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ganado y cosas que se arrastran; y final-mente también la creación del hombrequien, según un consejo específico de Dios,fue formado de la tierra en cuanto a sucuerpo y en cuanto a su alma fue creadadirectamente por Dios. De esta maneratoda la creación fue completada. Dios viotodo lo que había hecho y de veras que eramuy bueno. Se deleitó en gran manera ensu propia obra y por esa razón descansó alséptimo día. Este descanso es una conse-cuencia de la satisfacción de Dios con susobras y su deleite en ellas, que están ahoracompletas como las obras de la creación. Almismo tiempo es un acto positivo de bendi-ción y santificación del séptimo día demanera que la creación, en su existenciacontinuada al séptimo día, habiendo sidobendecida con todo tipo de fuerzas y consa-grada por Dios a su servicio y honor, sedesarrollaría de allí en adelante bajo el cui-dado providencial del Señor y respondería asu destino.

La teología Cristiana siempre ha tra-tado este período de seis días con especialcariño. La literatura sobre el tema es asom-brosamente rica pero ha sido casi exhausti-vamente procesada en la obra de Zöcklersobre la historia de las relaciones entre lateología y la ciencia natural.1 La interpreta-ción Cristiana más antigua del período deseis días ha sido preservada en el segundolibro de Teófilo Ad Autolycum (caps. 9-38).Es también tratada más o menos extensa-mente en la obra de Tertuliano y Orígenes,

pero especialmente por Basileo, Gregorio deNyssa, y Juan de Damasco en el Oriente,2 yen Occidente por Lactancio, Ambrosio yAgustín.3 Estas obras fueron utilizadas porIsidoro, Beda, Alcuin y otros y continúansirviendo como la base para la discusión delperíodo de seis días en el Escolasticismopor Lombardo, Tomás, Buenaventura yotros.

La misma cosmovisión y la mismaperspectiva del período de seis días, tantoen la teología Católica Romana como en laProtestante, son mantenidas después de laReforma. Del lado del Catolicismo los trata-mientos más importantes son los de Caye-tano en su comentario sobre el Génesis,Eugubinus en su Cosmopoeia (1535), Cata-rino en su comentario sobre los primeroscinco capítulos del Génesis, Pererio en suobra de cuatro partes sobre el primer librode Moisés, Lapide en su bien conocidocomentario, Molina en su tratado De operesex dierum, Suárez en su comentario de laprimera parte de la Summa, Petavio,Becanus y otros. Del lado del Luteranismolos siguientes merecen ser listados: elcomentario de Lutero sobre el Génesis, lasanotaciones de Melanchton sobre Génesis1-6, y las discusiones de Chemnitz, Quens-tedt, Hollaz y otros en sus obras sistemáti-cas. Aún más rica es la literatura producida

1. O. Zöckler, Geschichte der Beziehungen zwischen Theologie und Naturwissen schaften mit besonderes Rucksicht auf die Schöpfungsgeschichte , 2 vols. (Gütersloh: C. Bertelsmann, 1877-79); cf. idem, “Schöpfung und Erhaltung der Welt,”

PRE3, XVII, 681-704.

2. Tertuliano, Contra Hermógenes , 19ss.; Orígenes, en su homilía sobre el Hexa-merón al principio de sus diecisiete homilías sobre el Génesis; Basileo, Homi-lía sobre el Hexamerón , IX; Gregorio de Nyssa, Apología en el Hexamerón; Juan de Damasco, Exposición de la Fe Orto-doxa, II.

3. Lactancio, Los Institutos Divinos, II, 8-12; Ambrosio, Hexamerón , VI; Agustín, El Significado Literal del Génesis , 1, XII; idem, La Ciudad de Dios, XI, 4; idem, Confesiones, XI-XII.

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sobre el tema por los eruditos Reformados.Este material es considerado en los comen-tarios de Calvino, Zwinglio, Oecolampad,Musculus, Mártir, Piscator, de Dieu, Cocce-jus y otros; en obras de dogmática como lasde Polanus, Gomarus, Heidegger, Mastri-cht, Maresio, De Moor; pero además decomentarios y de reflexiones sistemáticastambién son dedicados al tema numerosostratados separados, como los de Capito,Danaeus, Voetius, Rivet, Hottinger y asísucesivamente.1

Todas estas obras surgen a partir deuna cosmovisión Aristotélica-Ptolemaica.La tierra se ubica inmóvil en el centro deluniverso; todas las estrellas y toda la expan-sión de los cielos rotan alrededor de ella.Los autores no podían concebir aquellasestrellas moviéndose libremente en el espa-cio, sino que se imaginaban que cada estre-lla estaba fija en una esfera particular. Porlo tanto, tuvieron que asumir la existenciade tantas esferas celestiales mientras obser-vaban las estrellas y sus movimientos ytiempo rotacional diferentes. Para ellos noeran las estrellas sino las esferas las que semovían, llevando consigo sus estrellas.Entonces, la bóveda de los cielos consistíade un sistema de o más esferas concéntricasajustadas fuertemente una dentro de laotra. La esfera más externa es la de lasestrellas fijas, el “primer cielo,” como lollamó Aristóteles. La tierra era represen-tada como una bala o disco rodeado deagua. Solo unos pocos autores asumían quepodía haber lugares diametralmente opues-tos en el disco y que había tierra también alotro lado del océano. Como norma, ambas

posiciones fueron rechazadas.

Por supuesto, esta cosmovisión Ptole-maica también influenció la exégesis delperíodo de seis días. En este aspecto unopuede discernir con claridad dos escuelasdistintas de pensamiento. Uno rechaza elcarácter temporal de los seis días, en sumayor parte se les atribuye un significadovisionario, mira al mundo completo comosiendo creado simultáneamente de un sologolpe, y frecuentemente llega a una varie-dad de interpretaciones alegóricas. Fue yarepresentado por Filón y más tarde, en laiglesia Cristiana, por Clemente, Orígenes,Atanasio, Agustín, Erigena, Abelardo,Cayetano, Canus, González y otros, lomismo que por Moisés Maimonides.2 Laotra escuela se adhiere al sentido literal dela narrativa de la creación, incluyendo la delos seis días. Fue seguida por Tertuliano,Basilio, Gregorio de Nyssa, Efraín, Juan deDamasco. Más tarde alcanzó un dominiocasi exclusivo en el Escolasticismo, lomismo que en el Catolicismo Romano y lateología Protestante, aunque la exégesisalternativa de Agustín fue discutida consis-tentemente con respeto y nunca fue tildadade herética. 3

Sin embargo, a pesar de este impor-tante desacuerdo en la exégesis había unacuerdo perfecto en el tema de la cosmovi-sión. El sistema Ptolemaico se mantuvofirme incluso entrados los tiempos moder-nos mucho después que Copérnico huboentrado en la escena con su explicación delmovimiento de los cuerpos celestes. No fue-

1. Además de O. Zöckler, véase también J. G. Walch, Bibliotheca Teología selecta, 4 vols. (Jenae: Croecker, 1757-65), I, 242; C. Vitringa, Doctr. Crist ., II, 93.

2. M. Maimonides, More Nebochim (War-saw: Goldman, 1872), II, 30.

3. P. Lombardo, Sentencias, II, dist. 15, 5; T. Aquino, Summa Theol., I, qu. 74, art. 2.

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ron en lo absoluto ni la iglesia ni la ortodo-xia como tales las que se opusieron a lacosmovisión más nueva, como le encanta ala gente presentar la situación.1 En lugar deello fue el Aristotelismo que en cadacampo, tanto en el de la ciencia como en elde la religión, el de las artes y el de la igle-sia, buscó mantenerse a sí mismo de cara ala modernidad.2 Esa es la razón por la cualla iglesia Cristiana y la teología Cristiana,aunque hoy han cambiado generalmente lahipótesis Ptolemaica por la de Copérnico,han continuado existiendo hasta el día dehoy y no están de ninguna manera muertasaún en este siglo. Esta es una prueba de quela iglesia y la teología no están tan fuerte-mente ligadas con estas cosmovisionescomo para que se levanten o caigan conellas. De hecho, no es del todo obvio que lahipótesis de Copérnico, si explica de hechoadecuadamente los fenómenos astronómi-cos, tendría que ser, como tal, rechazadapor la teología Cristiana. Pues la Escriturasiempre habla en verdad de manera egocén-trica y también explica el origen de lascosas desde un punto de vista egocéntrico,pero en este asunto usa el mismo lenguajede la experiencia ordinaria diaria comoaquel en el que todavía hablamos hoy, aúncuando tenemos un cuadro muy diferentedel movimiento de los cuerpos celestes deaquel que generalmente prevalecía en eltiempo cuando fueron escritos los libros de

la Biblia. Incluso se puede admitir rotunda-mente que los escritores de la Biblia notenían otra cosmovisión que aquella queera asumida universalmente en sus días.Después d todo hay una diferencia entre laautoridad histórica (auctoritas historiae:“descriptiva”) y la autoridad normativa(auctoritas normae: “prescriptiva”).3 Desdela perspectiva de este lenguaje empleadopor la Escritura podemos explicar como losmilagros narrados en Josué 10:12, 13; 2Rey. 20:9 e Isaías 38:8 son descritos en tér-minos del sol quedándose quieto y su som-bra devolviéndose sobre el dial. De ningunamanera se establece, por medio de estaexplicación, que el milagro en sí consistióen un “quedarse quieto” objetivo del sol yen un “regreso” de su sombra. El milagropuede ser, y de hecho ha sido, interpretadode varias maneras por los eruditos4 quienesno hicieron una exégesis racionalistaechándolo al olvido. Incluso hoydescribiríamos el mismo fenómeno de lamisma manera: La Escritura reporta elmilagro como un hecho; no nos dice cómoocurrió.

Pero debemos afirmar el asunto aúnmás fuertemente: aún si, en un sentidoastronómico, la tierra ya no es central paranosotros, es aún definitivamente central enun sentido religioso y ético, y así siguesiendo central para toda persona sin distin-

1. Cf., e.g., J. W. Draper, Historia del Con-flicto entre la Religión y la Ciencia (New York: D. Appleton, 1897).

2. E. Dennert, Die Religion der Naturfors-cher, 4a ed. (Berlín: Buchhandlung der Berliner Stadtmission, 1901), 13; R. Sch-mid, Das Naturwiss. Claubensbekenntnis eines Theologen (Stuttgart: n.p., 1906), 38-42 (El Credo Científico de un Teólogo, trad. por J. W. Staughton, 2ª ed. [New York: A. C. Armstrong, 1906]).

3. Cf. H. Bavinck, Gereformeerde Dogma-tiek, I, 427.

4. F. W. J. Dilloo, Das Wunder an den Stu-fen des Achas (Amsterdam: Hoveker, 1885); G. F. Wright, Wetensch. Bijdragen tot Bevest. Der Oud-Test. Geschiedenis, trad. por C. Oranje (Rotterdam: D. A. Daamen, 1907), 63ss. (Confirmaciones Científicas de la Historia del Antiguo Tes-tamento [Oberlin: O. Bibliotheca Sacra, 1906]).

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ción, y no hay nada que la ciencia puedahacer para cambiar eso. El hombre, en unsentido, es la más débil de todas las criatu-ras; el poder de la naturaleza, el poder demuchos de los animales, le superan enmucho. Aún así el hombre es el rey de latierra, la corona de la creación. Puede quesea frágil como una caña, pero es una cañapensante (roseau pensant). Puede que la tie-rra sea miles de veces más pequeña quemuchos de los otros planetas; en un sentidoético es y sigue siendo el centro del uni-verso. Es el único planeta adecuado paraser el lugar de habitación de seres superio-res.1 Es aquí donde el reino de Dios ha sidoestablecido; es aquí donde está siendopeleada la batalla entre la luz y las tinieblas;aquí, en la iglesia, Dios está preparando,para sí mismo, una morada eterna. Portanto, desde esta tierra continuaremosmirando hacia arriba, desde donde, tantoen un sentido físico como ético, tendránque venir la lluvia, el sol y el crecimiento,sin imaginar que estamos – de esta manera– determinando el lugar del cielo en un sen-tido astronómico o conociendo su locaciónprecisa en el universo. Sin embargo, decirque la investigación científica le ha quitadoa Dios y a los ángeles su lugar de residenciaes absurdamente superficial. Pues aunqueLalande presumía de decir que había inves-tigado a través de todo el universo y nohabía encontrado a Dios, la verdad es que,para nuestra visión limitada, el universocon sus espacios inmensurables es todavíaun vasto misterio; y uno que no encuentraa Dios en su presencia inmediata, ni en sucorazón ni en su conciencia, en la palabra yen la comunidad Cristiana, no le encon-trará tampoco en el universo, aún cuando

se equipe a sí mismo con el mejor telescopioque el dinero pueda comprar.2

La Hipótesis de las Ciencias Naturales

Entonces, la teología Cristiana no tieneobjeciones para la cosmovisión Coperni-cana. Sin embargo, la situación es muy dife-rente con las hipótesis asumidas hoy en díapor la ciencia con respecto al génesis denuestro sistema solar y nuestra tierra. Conrespecto a lo primero Kant y Laplace postu-laron la hipótesis de que nuestro sistemasolar, y en realidad incluso todo el uni-verso, era originalmente una vasta gota decaos gaseoso, caracterizada por una tempe-ratura extremadamente alta y girandosobre su propio eje de oeste a este. Estarotación se movía con tal fuerza que partesde su masa gaseosa se desprendían y, dadoque continuaban moviéndose en la mismadirección, tomaban una forma esférica.3

Ahora, debemos notar primero quetodo que esta hipótesis, no importa cuanto

1. Cf. Alfred R. Wallace, El Lugar del Hom-bre en el Universo (New York: McClure, Phillips, 1903).

2. J. H. A. Ebrard, Der Glaube an die H. Schrift und die Ergebnisse der Naturfors-chung, trad. por A. v. d. Linde (Amster-dam: n.p., 1862); *P. Wigand, Die Erde der Mittelpunkt der Welt , Heft 144 de Zeitfragen des Christlichen Volkslebens; H. Schell, Der Gottesglaube und die

Naturwissenschaftliche Welterkenntniss2 (Bamberg: Schmidt, 1904) escribe: “Como resultado de la cosmovisión Copernicana la tierra se ha vuelto pequeña, pero no así el hombre: Pues mientras que la magnitud de la tierra consiste de su materialidad masiva, la de la humanidad consiste de su espíritu” (p. 12); También cf. R. Schmid, Das Naturwissenschaftliche Glaubensbekennt-nis eines Theologen (Stuttgart, 1906), 42. (Traducción al Inglés, El Credo Científico de un Teólogo, trad. por J. W. Stoughton [Londres: Hodder & Stoughton, 1906]).

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se conciba de manera deísta, no tenía en loabsoluto, por parte de Kant, la intención deeliminar a Dios. Sin embargo, era su juiciode que esta caótica condición de toda lamateria era el estado más elemental quepodía seguir a la nada y que todos estosmateriales fueron modelados así por Dioscomo la primera causa y no por fuerzasinmanentes y de acuerdo con leyes fijas quepodían producir el actual sistema delmundo sin ninguna intervención milagrosapor parte de Dios. Pero, en nuestra opinión,está hipótesis es insuficiente para explicarel origen del universo, o del movimiento yde los seres orgánicos. En general se nece-sita decir que, sin importar cuán caótico yprimitivo se piense que pueda haber sidoaquel primer estado de toda la materia y sinimportar cuántos millones de años puedanproyectarse en retrospectiva, esto no pro-vee descanso para nuestro pensamiento.Pues uno tendrá que reconocer ya sea conKant de que este estado original de la crea-ción depende en su totalidad inmediata-mente de Dios y sigue a la nada, o unotendrá que ver aquel estado caótico no solocomo el principio del presente sistema delmundo sino también como el fin y la des-trucción de un mundo precedente y asísucesivamente ad infinitum y de esta

manera eternizar a la materia y al movi-miento.1 Además, esta hipótesis estáabierta a muchas objeciones y no explicalos fenómenos. Todas ellas no necesitan seraquí discutidas: podemos, por ejemplo,pasar por alto la objeción de que hay tam-bién cuerpos celestes que hacen un movi-miento retrógrado y que no giran de oeste aeste sino de este a oeste. Sin embargo, lasobjeciones anteriores son tan significativasque incluso Haeckel las reconoce. Y quere-mos señalar que, dada esta nebulosagaseosa y dado el movimiento mecánico,esta hipótesis, en ningún sentido, es capazde explicar este sistema del mundo. Pues elmovimiento y la materia, por sí solos, noson suficientes para explicarlo. Debe haberdirección en ese movimiento, y aparte de lamateria debe haber todavía algo más paraexplicar el mundo de los fenómenos espiri-tuales y mentales. ¿Por qué es que nuestropresente sistema del mundo, que en cual-quier otro lugar exhibe orden y armonía yque haría implosión o colapsaría a la menordesviación de ese orden, surgió de estamasa nebulosa? ¿Cómo pudo un movi-miento, inconsciente y sin propósito, deátomos resultar en la formación del uni-verso? La probabilidad de que tal todo orde-nado se originase de tal estado caótico esaltamente improbable y en realidad bas-tante imposible. “Es exactamente tan sim-ple considerar la creación como uncapricho travieso del azar como explicaruna sinfonía de Beethoven diciendo queson marcas y puntos que han aparecido por

3. E. Haeckel, Naturliche Schöpfungs-

Geschichte5 (1874), 285ss. (9a ed. [Ber-lín: G. Reimer, 1898]); E. Haeckel, El Enigma del Universo al Final del Siglo Diecinueve, trad. por Joseph McCabe (New York: Harper & Brothers, 1900), 239-40; L. Büchner, Kraft und Stoff , 17c A. (1888), 130ss. (Fuerza y Materia, 4ª ed. trad. de la 15va ed. Alemana [New York: P. Eckler, 1891]); F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte3 (Heidelberg: C. Winter, 1881), 190ss.; O. Liebmann, Zur

Analysis der Wirklichkeit3 (Strassburg: K. J. Trübner, 1900), 389ss.

1. F. A. Lange, Geschichte des Materialis-mus und Kritik seiner Bedeutung in der Gegenwart , 8a ed. (Leipzig: Baedekker, 1908), II, 522; D. F. Strauss, Der alte und der neue Glaube (Leipzig: Hirzel, 1872), 225; Büchner, Kraft und Stoff , 133 [Fuerza y Materia]; Haeckel, El Enigma del Universo, 249-50.

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casualidad sobre una pieza de papel.”1

Añada a esto que esta hipótesis, aúncuando explicara los fenómenos, no seríanada más que una hipótesis. Pues, ¿quéconclusión puede sacarse para la realidad apartir de una posibilidad? Las consecuen-cias no validan el movimiento de la posibili-dad a la existencia (A posse ad esse non valetconsequentia). ¿Qué prueba podría citarsede que el sistema del mundo no solamentepodía sino que en realidad se originó de esamanera? Hay una gran diferencia entre unasuposición lógica y un estado presente deasuntos que pudieron haber existido en untiempo. Cuando la ciencia natural investigalos fenómenos intenta seguirles el rastrohasta sus formas más simples. Por consi-guiente, finalmente asume la existencia deelementos extremadamente primitivos ysimples tales como los átomos, los dinamis-mos, las energías, el éter, el caos y así suce-sivamente. Pero estas son suposicioneslógicas a las cuales llega. La idea de quetales átomos existieron en un tiempo comoátomos puros en un estado primordial, unoque siguió con posterioridad a un estado dela nada, de ninguna manera se compruebapor tales suposiciones. Igual que los ele-mentos originales de las cosas (átomos,dinamismos, mónadas), así también losestados primordiales que los científicos pos-tulan como habiendo precedido los proce-sos de transformación no son sino teorías,no realidad. Su status es como el de unestado que se afirma sin religión que esahora asumido en la investigación queinquiere acerca del origen de la religión, ocomo el estado de la naturaleza según Rous-

seau del cual, por medio de un contratosocial, se supone que el estado se haya origi-nado. Quizás todas estas hipótesis puedanser de algún uso como teorías, como laslíneas de construcción en las matemáticas,pero aún así eso no las convierte en lasexplicaciones reales de la realidad exis-tente.

Finalmente, lo que ninguna ciencianatural puede enseñarnos nos es dado porrevelación, lo cual es además confirmadopor la tradición de todos los pueblos. Nosenseña que le ha placido a Dios, al formarel mundo, proceder de lo imperfecto a loperfecto, de lo simple a lo complejo, de loinferior a lo superior. Hay un elemento deverdad en la teoría de la evolución que esreconocido en la Escritura, como Génesis1:2 muestra claramente. Pero allí el estadode creación es real; no hay caos en el verda-dero sentido, no hay hulj (materia) en elsentido Aristotélico, no hay materia primi-genia sin forma, no hay masa inconcebiblede átomos puros, sino un estado de sinforma cósmica que existió por un tiempo,sobre el cual el Espíritu de Dios se movía ysobre el cual aquel Espíritu anidó. Simple-mente no será posible, como muchos apolo-gistas Cristianos, adoptar la hipótesis deKant-Laplace sin ninguna forma de críticay luego estar agradecidos que se las hayanarreglado tan maravillosamente como paraajustarla a Génesis 1:2. La verdad es másbien que la Escritura nos cuenta la historiade un estado real, mientras que la ciencianatural nos está ofreciendo suposicionesque no son sostenibles científicamente.2

Por consiguiente, en años recientesesta hipótesis ha sido abandonada pormuchos científicos y cambiada por la hipó-tesis del “meteorito” de Lockyer. Y así, Sir

1. Oswald Heer, según E. Dennert, Moses

oder Darwin?2 (Stuttgart: Kielman, 1907), 50.

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G. H. Darwin, hijo del afamado naturalista,en una reunión de la Asociación Británicacelebrada en Johannesburgo el 30 deAgosto de 1905, dio una conferencia en laque habló sobre los resultados de sus estu-dios con respecto a la así llamada teoríanebular del origen el mundo y expresó susgraves dudas sobre la certeza de esta teoría.La “evidencia” principal a favor de esta teo-ría era la observación de que todos los pla-netas, tanto grandes como pequeños, semovían en la misma dirección alrededor delsol junto con sus satélites. Pero en añosrecientes los astrónomos han descubiertoun satélite de Júpiter y un nuevo satélite deSaturno cuyo movimiento no es congruentecon el de sus planetas. También parecedudoso si una de las dos lunas reciente-mente descubiertas de Júpiter realmente seestá moviendo en la misma dirección de laotra. Pero incluso si uno acepta los postula-

dos de Laplace, hay razones matemáticaspara dudar de si a partir del postuladoestado primordial tenía que surgir un sis-tema de planetas y satélites en lugar de unenjambre de asteroides o incluso cuerposcelestes más pequeños. Por tanto, el Prof.Darwin está intentando reemplazar la hipó-tesis de Kant-Laplace por otra. Si unodibuja un planeta girando alrededor de unsol e inserta en este sistema una serie ecuerpos meteóricos más pequeños, enton-ces estos meteoros (asumiendo que son tanpequeños que sus fuerzas gravitacionalesmutuas puedan ser pasadas por alto) descri-birán cursos extraordinariamente compli-cados. Pero después de un período ya sealargo o corto la mayoría de ellos o llegarán adescansar en el sol o en un planeta y sola-mente unos pocos, que desde el principiodisfrutaban de las condiciones más favora-bles de velocidad y dirección, habrán pre-servado su existencia independienteoriginal y aumentado de tamaño. De allíque, si uno acepta un sol ya existente y unplaneta, la teoría de Darwin solamenteasume una suficiente cantidad de materiameteórica para explicar el presente sistemasolar. Pero la teoría no dice nada sobre elorigen del sol y del primer planeta.1

2. F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte (Frankfurt a.M.: Heyder & Zimmer, 1877), 731ss.; H. Ulrici, Gott und die Natur (Leipzig: T. O. Weigel, 1862), 334-53; F. H. Reusch, La Naturaleza y la Biblia, trad. por Kathleen Lyttelton de la 4a ed. Alemana, 2 vols. (Edinburgh: T. & T. Clark, 1886), II, 31; T. Pesch, Die Grossen Welträthsel, 2a ed., 2 vols. (Freiburg i.B.; Herder, 1892), II, 326-52; D. G. Braun, “Die Kant-Laplace´’sche Weltbildungs-theorie,” Neue Kirchliche Zeitschrift 3 (Septiembre, 1903): 672-704; E. G. Steude, Christentum und Naturwiss Wis-senschaft (Gütersloh: n.p., 1895), 142ss.; P. Schanz, Uber neue Versuche der Apolo-getik Gegeneuber dem Natural und Spiri-tual. (Regensburg: Nat. Verl-Anst., 1897), 211ss.; C. Gutberlet, Der Mecha-nische Monismus (Paderborn: F. Schö-ningh, 1893), 28ss.; W. Hahn, Die Entstehung der Weltkörper (Regensburg: Pustet, 1895), 6ss.; A. Dippe, Naturphi-losophie (München: C. H. Beck, O. Beck, 1907), 238; W. H. Nieuwhuis, Twee Vra-gen des Tijds (Kampen: Kok, 1907), 73.

1. Handelsblad, Noviembre 17, 1905. La conferencia de Darwin titulada “Evolu-ción Cósmica” ha sido incluida en Wetenschappelijke Bladen (Junio 1906): 406-34. Un juicio similar ha sido expre-sado por Fr. Ratzel en E. Dennert, Glau-ben und Wissen (Septiembre, 1906): 304; y por Riem, Glauben und Wissen (1905): 228; cf. también E. Dennert, Die Wel-tanschauung des Modernen Naturforsche-res (Stuttgart: M. Rielmann, 1907), 64; R. Schmid, Das Naturwissenschaftliche Glaubensbekenntnis, 49, 59 [El Credo Científico]; Stölzle, “Newtons Kosmogo-nie,” Philosophisches Jahrbuch 20 (1907): 54.

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La Formación de la Tierra

Una diferencia similar a la que encon-tramos en relación con la formación denuestro sistema solar ocurre también enrelación con la historia del desarrollo de latierra. La geología, basándose en los estra-tos de la corteza de la tierra y los fósiles deplantas, animales y humanos encontradosen esos estratos, ha formado una hipótesisacerca de los diferentes períodos del desa-rrollo de la tierra. Según esa hipótesis elperíodo más antiguo es el Azoico,1 o el de laformación Primigenia, en el que fueron for-madas especialmente las rocas de tipo erup-tivo y no se encuentra ningún trazo de vidaorgánica. Luego siguió la Era Paleozoica ode la formación primaria en la cual, ademásde varios tipos de rocas, especialmente tam-bién fue formado el carbón e incluso plan-tas del tipo más simple y se encuentrantodas las clases de animales excepto aves ymamíferos. En la tercera, la Era Mesozoicao de la formación secundaria, sucedió laformación de la piedra caliza (entre otrascosas) y se encuentran diferentes tipos deplantas y animales, incluyendo los prime-ros animales ovíparos y mamíferos. Lasiguiente, la Era Terciaria o Cenozoica, vadesde la formación de la piedra caliza hastala Era del Hielo y, aparte de las plantas, loscampos y los animales de agua dulce, fuetestigo especialmente del surgimiento de losdepredadores y muchos de los mamíferosahora extintos. Según algunos eruditos,2 enel Período Terciario los humanos ya vivíantambién al lado de estos animales, perosegún la mayoría, los humanos no aparecie-ron en escena hasta al final de esta era, des-

pués de la Era del Hielo, en el PeríodoCuaternario.3 No hay duda de que estateoría de los períodos geológicos estámucho más firmemente encallada que lahipótesis Kantiana; está basada en datosprovistos por el estudio de los estratos de lacorteza terrestre. Por tanto, aquí elconflicto entre la revelación y la cienciatiene un carácter mucho más serio. Enmuchos puntos hay diferencias ycontradicciones, primero que todo, en eltiempo y, segundo, en el orden en el que seoriginaron las varias criaturas.

En cuanto al tiempo la diferencia esnotoria. Sabemos que la cronología de laLXX difiere sustancialmente de la del textoHebreo. Los padres de la iglesia, quienesfrecuentemente siguieron la traducciónGriega, calcularon el tiempo entre la crea-ción del mundo y la captura de Roma porlos Godos en 5611 años.4 En tiempos poste-riores, especialmente después de laReforma, los estudiosos dieron preferenciaa la cronología del texto Hebreo y sobre esabase calcularon que la creación del mundoocurrió en el 3950 A.C. (Scaliger), 3984(Kepler, Petavius), 3943 (Bengel), o el 4004(Ussher). Los Judíos actualmente cuentanlos años hasta el 5689.5 Pero algunos busca-ron un cálculo más preciso. Hubo una seria

1. Nota del Traductor: El término “Azoico” ya no se encuentra en uso hoy; equivale aproximadamente al período Precám-brico.

2. Por ejemplo, H. Burmeister, Geschichte der Schöpfung , 7ª ed. (Leipzig: C. G. Gie-bel, 1872), 612; L. Reinhardt, Der Men-sch zur Eiszeit in Europa und Seine kulturentwicklung bis zum Ende der Stein-zeit (München: Ernst Reinhardt, 1913), 1ss.

3. F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte , 485ss.; Ulrici, Gott und die Natur , 353ss.; Reusch, La Naturaleza y la Biblia, 265ss.; K. A. von Zittel, Aus der Urzeit, 2ª ed. (Munchen: R. Oldenbourg, 1875), 537.

4. Agustín, Ciudad de Dios , XII, 10.

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controversia sobre si la creación ocurrió enla primavera o en el otoño del año. La pri-mera era la opinión de Cirilo, Basilio, Beda,Cayetano, Molina, Lapide, Lutero, Melan-chthon, Gerhard, Alsted, Polanus, G. J.Vossius, y otros; la segunda fue defendidapor Petavius, Calvisius, Calov, Danaeus,Zanchius, Voetius, Maresius, Heidegger,Turretin entre otros. Algunas veces inclusose llegó a determinar la fecha exacta: 25 deMarzo o 26 de Octubre.1 En contraste, losgeólogos y los científicos naturales de nues-tro día postulan cálculos basados en la rota-ción de la tierra en relación con elaplanamiento de sus polos, la constantecaída en la temperatura de la tierra en lasuperficie, la formación de los deltas delNilo y del Mississippi, la formación de losestratos de la tierra, los varios tipos de roca,especialmente el carbón, y así sucesiva-mente. Las cifras asumidas para la edad dela tierra son fabulosas – como entre algunospueblos paganos: Cotta habla de un ilimi-tado espacio de tiempo, Lyell de 560 millo-nes, Klein de 2000 millones, Helmholtz de80 millones, e incluso Pfaff de al menos 20

millones de años.2

Pero, en segundo lugar, también hayuna gran diferencia entre la historia de lacreación en el Génesis y la opinión demuchos estudiosos con respecto al orden enque se originaron los seres creados. Paramencionar solo unos pocos puntos: según laEscritura la luz fue ciertamente creada elprimer día, pero nuestro sistema solar nollegó a existir hasta el cuarto día, despuésque la tierra hubo sido preparada los díassegundo y tercero y cubierta con un exube-rante crecimiento de plantas. Sin embargo,según los geólogos, el orden es precisa-mente el opuesto. Según el Génesis, el reinode las plantas fue creado al tercer día, perolos animales no fueron creados hasta elquinto; sin embargo, la geología nos diceque en la Era primaria o Paleozoica podíanya encontrarse animales del tipo inferior lomismo que los peces. El Génesis relata quetodos los animales acuáticos y todas lasaves fueron creados el quinto día y quetodos los animales terrestres, además delhombre, aparecieron el sexto día, perosegún la geología ciertos mamíferos yaestán presentes en la Era secundaria oMesozoica. Así pues hay claras diferenciassobre muchos puntos significativos entre laEscritura y la ciencia.

5. O. Zöckler, Die Lehre vom Urstand des Manschen (Gütersloh: C. Bertelsmann, 1870), 289ss.; P. Schanz, Das Alter des Menschengeschlechts nach der Heiligen Schrift, der Profangeschichte und der Vor-geschichte (Freiburg i.B.: Herder, 1896), 1ss.

1. G. Voetius, Select. Disp., I, 587; K. R. Hagenbach, Lehrburch der Dogmengeschi-chte (Leipzig: Hirzel, 1888), 630 nota. Un paralelo de tal credulidad en los tiem-pos modernos ocurre en Sigmund Wellisch quien, en su Das Alter der Welt und des Menschen (Viena: Hartleben, 1899), nos asegura que la tierra tiene 9,108,300 años de edad, y la luna tiene 8,824,500, el hombre en su estado ani-mal tiene 1,028,000, y el hombre como un ser cultural tiene 66,000 años; cf. Der Beweis des Glaubens (Mayo 1900): 164.

2. F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte , 640-66; F. Pfaff, “Das Alter der Erde,” Zeitfragen des Christlichen Volkslebens, VII; O. Pes-chel, Abhandlungen zur Erd und Völkerkunde5 (Leipzig: Duncker & Hum-boldt, 1878), 42-52; E. Haeckel, Natürli-che Schöpfungsgeschichte (Berlín: G. Reimer, 1889), 340ss. [Trad. en Inglés por E. Ray Lankester, La Historia de la Creación ó, El Desarrollo de la Tierra y sus Habitantes por la Acción de Causas Naturales (London: Henry S. King, 1876)].

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Armonizando la Ciencia con la Escritura

Naturalmente se han hecho variosintentos de reconciliación. Está, primeroque todo, la teoría ideal, llamada así porquese adhiere solamente a la idea y no a la letrade la historia de la creación. No mira Géne-sis 1 como un registro histórico sino comouna descripción poética de los actos creati-vos de Dios. Los seis días no son vistoscomo períodos ordenados cronológica-mente de una duración más larga o máscorta, sino solamente como perspectivasdiferentes desde las cuales puede verse elmundo creado cada vez con el propósito dedarle al limitado ojo humano una mejorvisión de conjunto. Por lo tanto, se le dejacompletamente a la paleontología determi-nar el tiempo, la manera y el orden de ori-gen de los diferentes períodos. Se puedereconocer que esta teoría tuvo su precur-sora en la exégesis alegórica que desdetiempos antiguos se había seguido en laiglesia Cristiana con respecto a Génesis 1.Siguiendo el ejemplo de Filón y apelando aSirac 18:1 (“Dios creó todas las cosas deuna vez”), Orígenes, Agustín y muchosotros enseñaban que Dios había creadotodas las cosas de una vez y de manerasimultanea; los seis días no son en realidadperíodos sucesivos sino que se refierensolamente a la relación causal y al ordenlógico de los seres creados y describen cómoen períodos sucesivos los ángeles obtuvie-ron conocimiento de toda la creación.Incluso entre aquellos que se apegaron alsentido literal de la historia de la creación,la alegoría no obstante todavía jugaba ungran rol. El caos, la luz, el término “un día”en lugar del primer día, la ausencia de laaprobación divina al final del segundo día,el paraíso, la creación de Eva, y así sucesi-vamente – todo esto dio lugar a ingeniosas

espiritualizaciones. Similares interpretacio-nes alegóricas, mitológicas y racionalistasde la historia de la creación florecieronespecialmente después del despertamientode la ciencia natural y fueron aplicadas porHobbes, Espinoza, Beverland, Burnet,Bekker, Tindal, Edelmann, J. L. Schmidt,Reimarus y otros. Herder considerabaGénesis 1 como un poema espléndido de lahumanidad más antigua que, procediendodesde los días del alba, celebraba las alaban-zas de la semana de siete días.1 La filosofíay la teología modernas han ido más allá eneste camino rechazando incluso el conceptode creación junto con la historia de la crea-ción y considerando Génesis 1 como unmito que, en el mejor de los casos, tiene unnúcleo religioso. Los teólogos Cristianos nohan llegado tan lejos, pero, en el interés dereconciliar la religión con la ciencia, fre-cuentemente han retornado a la concepciónideal de Agustín y han abandonado la inter-pretación histórica y literal de Génesis 1.2

Íntimamente relacionada con esta teoríaideal está la teoría visionaria que fue com-puesta por Kurtz y que fue más tarde, des-pués que otros intentos de reconciliación(véase más adelante) fallaron en produciruna solución satisfactoria, asumida pormuchos otros. Según esta hipótesis en lahistoria de la creación estamos tratandocon un cuadro histórico-profético que Dios

1. J. G. Herder, Aelteste Urkunde des Mens-chengeschlechts (Riga: Hartknoch, 1774-76); Bishiop W. Clifford también soste-nía que Génesis 1 era un himno a la semana de siete días; V. Zapletal, Der Schöpfungsbericht , 88; J. B. Heinrich, y C. Gutberlet, Dogmatische Theologie, 10 vols., 2ª ed. (Mainz: Kircheim, 1881-1900), V, 206; cf. la opinion – que está relacionada con la teoría de Clifford – del Prof. De Grijse en P. Mannens, Theologie Dogmaticae Institutiones, II, 239.

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le mostró al primer ser humano en visión,de la misma manera en que este último fueinstruido sobre la creación de la mujer enuna visión, que después traspasó en unahistoria regular. En ese caso Génesis 1 noes historia real sino “una profecía en retros-pectiva en la forma de una presentaciónvisionaria” que conlleva un carácter revela-torio en tanto que conduce hacia la historiade la salvación.1

Un segundo intento de reconciliaciónes la así llamada teoría de la restitución.Trata de producir un acuerdo entre la reve-lación y la ciencia de la siguiente manera:Hace una separación entre Génesis 1:2 y

1:3, e inserta todos los eventos y los fenó-menos que la teología nos ha enseñado enel período antes del caos mencionado en elverso 2. No mira la tôhû wâbôhû como ladescripción de un estado puramente nega-tivo aún sin formar, sino el término quedescribe la destrucción causada por lasgrandes catástrofes precedentes. Así pues,la unidad de seis días que comienza con elverso 3 relata nuevamente la restauraciónde aquel estado de destrucción y la prepara-ción de la tierra como un lugar que sirviesede morada para la humanidad. Los propo-nentes de esta teoría creen que por mediode ella pueden resolver cualquier conflictoconcebible entre la Biblia y la geología ymantener el significado literal e históricode la obra de los seis días de la creación.

Mientras que la primera teoría mencio-nada podría apelar al ejemplo de los padresde la iglesia, el surgimiento de esta segundateoría ocurrió sólo considerablemente mástarde. Los Remonstrantes (Disidentes)Episcopius y Limborch ya habían postuladoun espacio de tiempo más largo entre Géne-sis 1:1 y 2 para hacer espacio para la caídade los ángeles.2 En el siglo dieciocho la teo-

2. F. Michelis, Entwicklung der beiden ers-ten Kapitel der Genesis (Münster: Theis-sing, 1845) y en varios ensayos de su periódico Natur und Offenbarung , 1855ss.; Reusch, La Naturaleza y la Biblia, I, 348-75; P. Schanz, Apologie des Christenthums, 3 vols. (Freiburg i.B.: Herder, 1887-88), I, 293ss. [Traducción al Inglés por el Rev. Michael F. Glancey y el Rev. Victor J. Schobel, Una Apología Cristiana , 4ª ed. rev. (Ratisbon: F. Pus-tet, 1891)]; M. J. Scheeben, Handbuch der Katholischer Dogmatik , 4 vols. (Freiburg i.B.: Herder, 1933), II, 105ss.; Heinrich y Gutberlet, Dogmatische Theologie, V, 234ss.; H. Lüken, Die Stiftungsurkunde des Menschengeschlechts (Freiburg i.B.: Herder, 1876); F. Hettinger, Apologie des Christenthums, 4 vols., 7a ed. preparada por Eugen Muller (Freiburg i.B.: Herder, 1895-98), III, 206. Pertenecientes a esta escuela del lado Protestante estàn T. Zollman, Bibel und Natur in der Harmo-nie ihrer Offenbarungen (Hamburg: n.p., 1869), 52ss.; G. Riehm, Christentum und Naturwissenschaft , 2a ed. (Leipzig: J. C. Hinrichs, 1869); Steude, Christentum und Naturwissenschaft (Gütersloh: C. Bertelsmann, 1875); A. Dillmann, Gene-sis (Edinburgh: T. & T. Clark, 1897); Vuilleumier, “La première page de la Bible,” Revue de théologie et de philosophie (1896): 362ss., 393ss.

1. J. H. Kurtz, La Biblia y la Astronomía, trad. por T. D. Simonton, 3ª ed. (Phila-delphia: Lindsay & Blakiston, 1857) 112-17; O. Zöckler, art. Geschichte der Bezie-hungen zwischen Theologie und Naturwis-sen schaften mit besonderes Rucksicht auf die Schöpfungs geschichte, 2 vols. (Güters-loh: C. Bertelsmann, 1879); Dennert, Moses oder Darwin , 9ss.; F. Húmmelauer, Der biblische Schöpfungsbericht ein exege-tischer Versuch (Freiburg i.B.: Herder, 1877); idem, Nochmals der biblische Schöpfungsbericht (Freiburg i.B.: Herder, 1898); B. Schäfer, Bibel und Wissenschaft (Münster: Theissing, 1881); M. Gander, Naturwissenschaft und Glaube. Benzigers Naturwissenschaftliche Bibliothek (New York: Benziger Bros., 1905), 117.

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ría de la restitución fue defendida por J. G.Rosenmuller, J. D. Michaelis y Reinhard;los teosofistas Oetinger, Hahn, St. Martín,von Baader, Schelling, Fr. von Meyer, Ste-ffens, Schubert, Keerl, Kurtz, Delitzsch yotros, la unieron a la idea de que la primeratierra, creada en Génesis 1:1, era en reali-dad la habitación de los ángeles y fue arrui-nada de manera catastrófica por su caída.1

Sin esta asociación teosófica también fueaceptaba por Chambers, Buckland, el carde-nal Wisemann y unos pocos otros, peroencontró poca aceptación.2

Una tercera teoría, la así llamada teo-ría de concordia, busca lograr una armoníaentre la Escritura y la ciencia viendo losdías de la creación como períodos de dura-ción más larga. Ya a inicios de la historiaCristiana la exégesis de los seis días suscitóproblemas. El sol, la luna y las estrellas nofueron creadas sino hasta el cuarto día; porlo tanto, los tres días precedentes – en cual-quier caso – debían ser diferentes delsegundo conjunto de tres días. La explica-ción de Basilio era que lo que Dios efectuóen los primeros tres días lo hizo por mediode la emisión y contracción de la luz creadael primer día.3 Pero esta explicación no erasatisfactoria para todos, por ejemplo, nopara Agustín, quien a veces se desviaba desu propia teoría de la simultaneidad.4 Ade-más hubo un mayor desacuerdo sobre si la

obra de cada día de la creación fue comple-tada en un solo momento o si se extendíasucesivamente a lo largo del curso completoel día. Descartes, después de todo, habíadicho que las cosas puramente naturales(res pure naturales) pudieron haber surgidodel caos existente sin ningún acto divino decreación. Esto sugería la idea del desarrollonatural. Unos pocos teólogos Cartesianos,tales como Wittichius, Allinga y Braun, teo-rizaron por tanto que cada una de las obrasde la creación necesitó de todo un día paracompletarse.5 Y Whiston ya había dichoque los días tenían que verse como años,una teoría también adoptada por otros.Pero el padre de la teoría de concordia es elabad de Jerusalén. Fue retomada por loscientíficos naturalistas tales como de Luc,Cuvier, Hugh Miller, Pfaff y similares; porteólogos como Lange, Delitzsch, Louge-mont, Godet, Ebrard, Luthardt, Zöckler yotros,6 lo mismo que por Católicos comoHeinrich, Palmieri, Simar, Pesch y así suce-sivamente.7 Muchos estudiosos combina-ban esta opinión con la teoría de larestitución y se contentaban estando de

2. S. Episcopius, Instit. Theol., IV, sect. 3, 3; P. van Limborch, Theol. Christ. (Amster-dam: n.p., 1735), II, 19-21.

1. Cf. más abajo en relación con la caída de los ángeles.

2. N. Wisemann, Zusammenhang zwischen Wissenschaft und Offenbarung (Regens-berg: Manz, 1866), 263ss.

3. D. F. Strauss, Chr. Dogm., I, 621.4. Agustín, El Significado Literal del Géne-

sis, I, 16.

5. Cf. C. Vitringa, Doctr. Christ., II, 95; B. de Moor, Comm. Theol., II, 212.

6. J. Ebrard, Der Glaube an die H. Schrift und die Ergeb. Der Naturforsch ., trad. por A. v.d. Linde (Ámsterdam: n.p., 1861); C. E. Luthardt, Apologetische Vorträge uber die Grundwahrheiten des

Christenthums8 (Leipzig: Dörffling und Franke, 1878); O. Zöckler, “Schöpfung,”

en PRE2, XIII, 647; Brandt, Der Beweis des Glaubens (1876): 339ss.; E. W. Hengstenberg, “Biblischen Kosmogenie und Kosmogenischen Wissenschaft,” Beweis des Glaubens 3 (1867): 400-18; cf. G. F. Wright, Wetenschappelijke Bijdra-gen, 304ss. (Original en Inglés: Confir-maciones Científicas de la Historia del Antiguo Testamento [Oberlin, Ohio: Bibliotheca Sacra, 1907]).

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acuerdo en los puntos esenciales. HughMiller, por ejemplo, hizo coincidir elperíodo Azoico con Génesis 1:3; el Paleo-zoico con Génesis 1:6-13; el Mesozoico conGénesis 1:14-23; y el Cenozoico con Géne-sis 1:24.1

Finalmente, la cuarta teoría, la llamadaalgunas veces la teoría “anti-geológica,”continúa sosteniendo el significado literal ehistórico de Génesis 1, y trata de colocar losresultados de la geología en parte en los seisdías de la creación, en parte también en elperíodo entre Adán y Noé, y especialmentedurante el tiempo del diluvio. Ya desdetiempos antiguos el diluvio era consideradocomo muy importante en relación con esto.Los exegetas argumentaban sobre un dilu-vio parcial versus un diluvio universal – unasunto que ha estado siempre en discusión– sobre la construcción del arca y sobre laaltura del diluvio.2 Pero el diluvio adquiriósignificación geológica solo después deNewton. En 1682 Thomas Burnet publicósu Teoría sacra telluris y en ella postuló unadiferencia muy grande entre el tiempoantes y el tiempo después del diluvio. Parael diluvio se convierte en el fin de un anti-guo mundo y en el nacimiento de unmundo totalmente nuevo. Fue una catás-trofe tremenda que alteró toda la superficiede la tierra, creó océanos y montañas, pusofin al prevaleciente clima suave de prima-

vera, la fecundidad abundante y a laextraordinaria longevidad de las personasque vivieron antes de ese tiempo y cambióespecialmente el eje de la tierra, el cual sehallaba anteriormente paralelo al del sol, demanera que ahora se halla ubicado oblicua-mente con relación a la órbita de la tierra.Esta teoría totalmente nueva, aunque fueresistida vehementemente, entre otros porSpanheim y Leydecker, fue no obstantemás desarrollada por Whiston, Clüver ymuchos otros.3 Hacia fines del siglo diecio-cho esta teoría diluvial fue más y más aban-donada pero seguía siendo tenida en altaestima entre muchos teólogos Católicosortodoxos y Protestantes.4

Los proponentes de este intento dereconciliación continuaron equiparando eldiluvio bíblico con el diluvium o Era delHielo de la geología y en ese sentido juzga-ban que el diluvio fue universal y que por lotanto se extendió sobre la toda la tierra. Entiempos recientes la mayoría de geólogos yteólogos, tales como Sedgwick, Greenough,Buckland, Hitchcock, Hugh Miller, Barry,Dawson, Diestel, Dillmann, Pfaff, Kurtz,Michelis, Reusch y Guttler,5 creen que eldiluvio bíblico fue muy diferente del dilu-vium de la geología y por tanto tambiéntenía que ser visto como parcial. Solamentepuede ser llamado universal en tanto quetoda la raza humana haya perecido comoresultado, aunque este punto es otra vez

7. Heinrich y Gutberlet, Dogmatische Theo-logie, V, 234, 256: H. Th. Simar, Lehr-buch der Dogmatik , 2 vols. (Freiburg i.B.: Herder, 1879-80), 249; C. Pesch, Praelec-tiones Dogmaticae (Freiburg i.B.: Herder, 1916-25), III, 40; P. Mannens, Theologiae Dogmaticae Institutiones, II, 233.

1. O. Zöckler, Geschichte der Beziehungen zwischen Theologie und Naturwissens-chaft, 544.

2. Ibid., II, 122ss.

3. Ibid., II, 143-92.4. C. F. Keil y F. Delitzsch, Comentario

sobre el Génesis, vol. 1 (Edinburgh: T. & T. Clark, 1864-1901) y otros por Zöckler, Geschichte er Beziehungen , II, 420-82, 288.

5. Cf. también A. Kuyper, De Heraut, 929 (13 de Octubre 1895): 1; 930 (20 de Octubre 1895): 1; 962 (31 de Mayo 1896): 1.

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negado por algunos, tales como Cuvier.Otros también han expresado dudas acercade la realidad de tal diluvio enorme, seauniversal o parcial, pero entonces tuvieronque enfrentarse a la cuestión de si en lashistorias del diluvio estaban tratando consagas o mitos, o si la premisa subyacenteera un hecho o una idea. El geólogo VienésSuess asumía que una horrenda inundaciónde los valles del Éufrates y el Tigris consti-tuía el núcleo de la historia.1 Aunque alprincipio esta hipótesis halló amplia acepta-ción fue luego fuertemente resistida, entreotras cosas, con el argumento de que lashistorias del diluvio se encuentran no sola-mente en Babilonia e Israel sino también enEgipto y a través del mundo, entre losEsquimales, entre los varios pueblos de lasIslas del Mar del Sur, y así sucesivamente.Esta distribución de evidencia parecía noser explicada por las memorias de un grandiluvio en Babilonia.2 Por esa razón otroscomenzaron a coleccionar, comparar, orde-nar y clasificar las varias historias del dilu-vio3 y llegaron a pensar ya sea otra vez encierto hecho histórico, como por ejemploun diluvio en Mongolia, 4 o de varias inun-daciones en diferentes países,5 o de un mitoen el que se narraba el nacimiento y ascen-sión de un dios-luz.6 Como es claro a partirde esta breve inspección, el debate sobreeste importante y difícil asunto está lejos de

haber terminado, y los estudios más recien-tes parecen más bien sostener la antiguaopinión diluvial del diluvio. G. F. Wright loconsidera un desastre en el Asia Centralque concluyó una serie de desastres en laEra del Hielo y que, excepto la familia deNoé, destruyó a los miembros de la razahumana que aún quedaban allí.7

La Semana de Seis Días de la Creación

Estos cuatro intentos por armonizar laEscritura y la ciencia no se hallan, en todoslos sentidos, opuestos el uno al otro. Hayun elemento de verdad incluso en la teoríaideal mencionada antes. Cada una de ellasconcuerda, después de todo, que la Escri-tura no habla el lenguaje de la ciencia sinoel de la experiencia diaria; que también alcontar la historia de la creación asume unpunto de vista geocéntrico o antropocén-trico; y que, en relación con esto, no estáintentando dar una lección de geología o dealguna otra ciencia sino que, también en lahistoria del génesis de todas las criaturas,permanece como el libro de religión, larevelación y del conocimiento de Dios. “Noleemos en el Evangelio que el Señor dijera:'¡Les enviaré un Paracleto quien les ense-

1. E. Suess, Die Sintfluth (Leipzig: G. Frei-tag, 1883).

2. Sobre la comparación de la historia del diluvio, la Bíblica con la Babilónica, uno puede consultar ( inter alia) las siguientes fuentes: Kosters, “De Bijbelsche Zond-vloedverhalen met de Babyl. vergele-ken,” Theol. Tijdschr. (1885): 161ss., 321ss.; J. S. Nikel, Genesis und Keilschrif-tforschung (Freiburg i.B.: Herder, 1903), 173ss.; H. H. Kuyper, Evolutie of Revela-tie (Amsterdam: Höveker & Wormser, 1903), 123ss.

3. R. Andree, Die Flutsagen, ethnographisch betrachtet (Braunschweig: F. Vieweg, 1891); F. v. Schwarz, Sintfluth und Völkerwanderungen (Stuttgart: Enke, 1894); H. Usener, Die Sintflutsagen , vol. 3 de Religionsgeschichtliche Untersuchun-gen (Bonn: Cohen, 1899); Winternitz, Die Flutsagen des Altertums und der Naturvölker (Wien, 1901).

4. Así, Schwarz, Sintfluth und Völkerwan-derungen .

5. *Winternitz, Die Flutsagen des Alter-tums , también sostenía esta opinión, como lo hizo también L. von Ranke.

6. Así, H. Usener, Die Sintflutsagen; Win-ternitz, Die Flutsagen des Altertum .

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ñará sobre el curso del sol y de la luna!'Pues Él deseaba hacer Cristianos, no mate-máticos.”1 “Moisés, acomodándose élmismo para las personas no educadas,siguió las cosas tal y como aparecen ante lossentidos.”2 “La Escritura intencional-mente no trata las cosas que sabemos en lafilosofía.”3 Pero cuando la Escritura, desdesu propia perspectiva precisamente como ellibro de religión, entra en contacto conotras ciencias y también arroja su luz sobreellas, no deja para nada de ser la Palabra deDios sino que sigue siendo esa Palabra.Aún cuando habla sobre el génesis del cieloy de la tierra, no presenta una saga o unmito o una fantasía poética sino que ofrece,en concordancia con su clara intenciónpropia, historia, la historia que merececrédito y confianza. Y por esa razón lateología Cristiana, con solo unas pocas

excepciones, continúa sosteniendo la visiónhistórica y literal de la historia de lacreación.

Sin embargo, es notorio que ni unasola confesión hiciera un pronunciamientofijo sobre el período de los seis días comoun todo y que también en la teología sedejara que existiera, conviviendo lado alado, una variedad de interpretaciones.Agustín ya animaba a los creyentes a noconsiderar rápidamente una teoría queestuviese en conflicto con la Escritura, aentrar en la discusión de estos temas difíci-les solo después de un estudio serio, y a noponerse ellos mismos en ridículo por suignorancia ante los ojos de la ciencia incré-dula.4 Esta advertencia no siempre ha sidofielmente seguida por los teólogos. Lageología, debe decirse, puede rendirnos unexcelente servicio en la interpretación de lahistoria de la creación. Igual como lacosmovisión Copernicana ha presionado alos teólogos a dar otra interpretación, ymejor, al “quedarse quieto” del sol de Josué10; como la Asiriología y la Egiptologíaforman fuentes preciosas de informaciónpara la interpretación de la Escritura; ycomo la historia frecuentemente, yfinalmente, nos capacita para entender unaprofecía en su verdadero significado, asítambién las investigaciones geológicas ypaleontológicas nos ayudan en este siglo aobtener un mejor entendimiento de la

7. Además, cf. Diestel, “Die Sintflut,” Deutsche SEIT und Streitvragen , vr. 137;

Reusch, Bibel und Natur4, 289ss. [Natu-raleza y Biblia]; P. Schanz, Apologie des Christentums, I, 341ss. [Una Apología Cristiana]; F. G. Vigouroux, Les Livres Saints, 4 vols. (París: A. Roger & F. Chernoviz, 1886-90), IV, 239; Jürgens, “War die Sintflut eine Erdbebenwelle?” Stimmen aus Maria-Laach (1884); H. H. Howorth, El Mamut y el Diluvio (Lon-dres: S. Low, Marston, Searle & Rivin-gon, 1887); R. Girard, Etudes de Géologie Biblique , I (Freiburg: Fragnière, 1893); C. Schmidt, Das Naturereignis der Sin-tflut (Bazel: n.p., 1895); *O. Zöckler, Neue Jahrb. F. d. Theol ., 3-4 (1895); M. Gander, Die Sündflut in ihrer Bedeutung für die Erdgeschichte (Münster: Aschen-dorff, 1896); A. Trissl, Sündflut oder Gletscher? (Regensburg: G. J. Manz, 1894); Th. Schneider, Was ist's mit der Sintflut? (Wiesbaden, 1903); J. Riem, Die Sintflut in Sage und Wissenschaft (Ham-burg: Rauhe Haus, 1925); G. F. Wright, Wetensch. Bijdragen, 164, 287 [Confir-maciones Científicas].

1. Agustín, Procesos Contra Félix el Mani-queo, I, 10.

2. T. Aquino, Summa Theol., I, qu. 70, art. 4.

3. J. Alsted, Theol ., I-II, 181; cf. G. Voetius, Select. Disp., V, 131; Hettinger, Apologie des Christenthums , III, 196.

4. Agustín, El Significado Literal del Géne-sis, I, 18, 19, 20, 21; cf. T. Aquino, Summa Theol., I, qu. 68, art. 1.

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historia de la creación. Debemos recordarque la creación y la preparación del cielo yde la tierra son una obra divina porexcelencia, un milagro en el sentidoabsoluto de la palabra, lleno de misterios ysecretos. Sin embargo, Génesis relata lahistoria de esta obra de una manera tansimple y sobria que casi parece ser unacontradicción entre el hecho mismo y sudescripción. Detrás de cada rasgo en lahistoria de la creación yace un mundo demaravillas y hechos poderosos de Dios quela geología ha puesto de manifiesto antenuestros ojos en una serie virtualmenteinterminable de fenómenos. Porconsiguiente la Escritura y la teología notienen nada que temer con respecto a loshechos traídos a la luz por la geología y lapaleontología. El mundo, también, es unlibro cuyas páginas han sido escritas por lamano del Dios todopoderoso. El conflictosurge solo porque tanto el texto del libro dela Escritura como el texto del libro de lanaturaleza son a menudo tan mal leídos ypobremente entendidos. En relación conesto los teólogos no quedan sin culpa puesfrecuentemente han condenado a laciencia, no en nombre de la Escritura sinoen nombre de sus propias opinionesincorrectas. Los científicos naturales haninterpretado repetidamente los hechos y losfenómenos que han descubierto de unamanera, y en apoyo de una cosmovisión,que no estaba justificada ni por la Escriturani por la ciencia. Por motivo del tiempoparecería conveniente que la geología – lacual es una ciencia relativamente joven y,aunque ya ha logrado mucho, todavía tieneuna gran cantidad de trabajo que hacer – selimitara a la recolección de material y seabstuviera de formar conclusiones yformular hipótesis. Es aún completamenteincapaz de hacer esto último y debe todavía

practicar la paciencia por un largo períodode tiempo antes que sea competente y sehalle equipada para hacerlo.

Ahora, si estos comentarios provisio-nales han sido considerados seriamente,diría que es probable, en primer lugar, quela creación del cielo y de la tierra en Géne-sis 1:1 precedió a la obra de los seis días delos versículos 3 en adelante por un períodode tiempo más largo o más corto. La teoríade la restitución ciertamente erró cuandocolocó la caída de los ángeles y la devasta-ción de la tierra en Génesis 1:2. No haynada en este versículo que respalde estaposición. El texto no dice que la tierra llegóa estar desordenada y vacía sino que estabaasí y que así fue creada. Este vacío sin his-toria previa de ninguna manera implica quela tierra había sido devastada, sino sola-mente que aunque ya era tierra, estabatodavía sin haber sido desarrollada, sin con-figuración o forma. En cuanto al resto escierto que la creación del cielo y de la tierra,y el estado vacío y sin historia previa de latierra, no pueden ser colocados dentro delas fronteras del primer día. Este últimocomenzó, y por la naturaleza del caso podíasolamente comenzar, con la creación de laluz. El primer día no fue formado por unacombinación de oscuridad original y poste-riormente de luz creada, sino que fue for-mado por la primera alternación de tarde ymañana la cual fue iniciada después de lacreación de la luz. La oscuridad mencio-nada en Génesis 1:2 no era la primeratarde; solo después de la creación de la luzhubo una tarde y luego una mañana. Y esamañana completó el primer día que habíacomenzado con la creación de la luz. Un díaen el Génesis comienza y termina con lamañana.1 Agustín, Lombardo, Tomás,Petavius y muchos otros juzgaron de

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manera correcta que la creación del cielo yde la tierra, y el estado tôhû wâbôhû de latierra, ocurrieron antes que cualquier díaexistiera (ante omnem diem).1 Solamente deesta manera puede uno hacer justicia alhecho de que la creación en Génesis 1:1está siendo simplemente relatada como unhecho sin ninguna descripción adicionalsino que la preparación de la tierra (Gén.1:3ss.) es relatada con mayor amplitud.Génesis 1:1 solo declara que Dios es el crea-dor de todas las cosas pero no nos dice queDios las creó por su Palabra y por su Espí-ritu. Claro está, no se niega este últimopunto, pero tampoco es declarado, ni se nosdice en cuanto tiempo ni de qué maneracreó Dios el cielo y la tierra o cuánto duróel estado no formado de la tierra. Es solocuando comienza la obra de los seis díasque se nos dice que también esa tierra sinformar es sostenida y que se le hace fructifi-car por el Espíritu de Dios (Gén. 1:2) y quetodas las cosas sobre y en esa tierra hansido producidas por la Palabra de Dios(Gén. 1:3ss.). La sabiduría de Dios se mani-fiesta en el ordenamiento y en la ornamen-tación de la tierra durante los seis días.2

Pero aún si uno quisiera, con una miradaen Éxodo 20:11; 31:17, incluir la historia deGénesis 1:1 y 2 en el primer día, esosolamente habría dado como resultado queel primer día fuera el más inusual de todos.Entonces hubiese comenzado en elmomento de la creación e inicialmente

hubiera habido oscuridad por un tiempo yhubiese comenzado con una larga noche(Gén. 1:2), una situación que es difícil deajustar con Génesis 1:3-5.

Algo similar ocurre con los días en losque la tierra fue formada y convertida enhabitación para los humanos. En todos lostiempos la gente ha abrigado diferentes opi-niones sobre este asunto, y Tomás afirmacorrectamente que en las cosas que no per-tenecen por necesidad a la fe se permitenvarias opiniones.3 Agustín creía que Dioscreó todas las cosas simultáneamente en unsolo instante, de manera que los días de losque habla Génesis 1 nos hacen conocer noel orden temporal sino solamente el ordencausal en el que las partes de la obra de lacreación se hallan unas con otras. Y en losasuntos oscuros, advirtió a los creyentes encontra de tomar una posición tan firme afavor de una cierta interpretación de laEscritura que, cuando una luz más clarafuese arrojada sobre un pasaje, más biennos encendamos defendiendo nuestra pro-pia opinión que luchar por el significado dela Sagrada Escritura.4 Esto ha ocurrido, porejemplo, cuando al principio se consideróque la cosmovisión Copernicana estaba enconflicto con Josué 10:12 y fue por lo tantorechazada sobre la base de una exégesisincorrecta. Pero la advertencia de Agustínse aplica tanto a la derecha como a laizquierda. Hace unos pocos años la teoríade concordia mencionada antes fueampliamente aceptada porque parecíaproducir un acuerdo entre la historiabíblica de la creación y los períodos de lageología. Pero también se han levantadoobjeciones muy serias contra esta teoría,dos de las cuales merecen atención en

1. Cf. Comentario sobre el Génesis de C. F. Keil y F. Delitzsch.

1. Agustín, Confesiones, XII, 8; P. Lom-bardo, Sent., II, dist. 12, 1, 2; T. Aquino, Summa Theol., I, qu. 74, art. 2; D. Peta-vius, Opera Omnia , “De sex dier. Opif.,” I, 9, n. 2; W. G. T. Shedd, Teología Dog-mática, 2 vols. (New York: Charles Scri-bner’s Sons, 1888-89), I, 474.

2. J. Calvino, Comentario del Génesis, 1:3. 3. T. Aquino, Sent., II, dist. 2, qu. 1, art. 3.

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particular. En primer lugar, en cuanto a suorden y duración, los períodos geológicos,como se verá más tarde, no son taninvulnerables a la objeción de que en ellasestamos tratando con un resultadoestablecido de la ciencia. Y aún si ese fueseel caso, la armonía entre la geología y laEscritura todavía no se alcanza por la teoríade concordia porque permanecen variospuntos de diferencia. El principal propósitopara el cual fue propuesta y recomendada, asaber, el acuerdo entre la Escritura y laciencia natural, no pudo ser alcanzado porsu medio y por consiguiente fue decayendomás y más en significado e influencia.

Una objeción adicional, a saber, quelos días en Génesis 1 no son períodos en losque ocurren alternaciones diarias repetidasde luz y tinieblas sino días en los que, encada caso, están formados por una alterna-ción individual de oscuridad y luz y que esdefinida como [una] tarde y una mañana. Yaunque a pesar de esta objeción la teoría de

concordia todavía está siendo defendidapor muchos estudiosos,1 otros la han aban-donado completamente, por cierto no pararetornar a la visión histórica antes acep-tada, sino por el contrario para moversehacia la teoría ideal, visionaria y hasta mís-tica.2 La opinión de Agustín, la cual élmismo en realidad presentó solamentecomo algo posible, no como una interpreta-ción indubitable,3 generalmente fue discu-tida por los teólogos con aprecio pero noobstante fue generalmente bastante recha-zada porque parecía violentar el texto de laSagrada Escritura. Y este, incluso, esmucho más el caso con respecto a la teoríavisionaria y mítica. Concedido: la revela-ción puede explotar todos los tipos y géne-ros de la literatura, incluso la fábula;4 perosi una sección dada de la Sagrada Escrituracontiene una descripción poética, unaparábola o una fábula, no es asunto denosotros determinar de manera arbitrariasino que debe ser claro a partir del mismotexto. Sin embargo, el primer capítulo delGénesis apenas contiene alguna base afavor de la opinión de que aquí estamostratando con una visión o un mito.Claramente conlleva un carácter histórico yforma la introducción a un libro que sepresenta a sí mismo, de principio a fin,como historia. Tampoco es posible separarlos hechos (el contenido religioso) de lamanera en la cual son expresados. Pues si

4. Agustín, El Significado Literal del Géne-sis, libro 1, capítulo 18, en el vol. 41 de Antiguos Escritores Cristianos (New York: Newman, 1982), 41: “En asuntos que sean oscuros y que se hallen más allá de nuestra visión, aún en la manera en que los encontremos tratados en la Sagrada Escritura, algunas veces son posibles diferentes interpretaciones sin perjuicio de la fe que hemos recibido. En tal caso, no deberíamos apresurarnos para así tomar firmemente nuestra posi-ción en un lado de manera que, si un pro-greso adicional en la búsqueda de la verdad socava justamente esta posición, nosotros también caigamos con ella. Eso sería batallar no por la enseñanza de la Sagrada Escritura sino por la nuestra, deseando que su enseñanza se conforme a la nuestra, mientras que deberíamos desear que la nuestra se conforme a la de la Sagrada Escritura.” Cf. T. Aquino, Summa Theol., I, qu. 68, art. 1.

1. E.g., Heinrich y Gutberlet, Dogmatische Theologie , V, 256; F. P. Kaulen, Der biblische Schöpfungsbericht (Freiburg i.B.: Herder, 1902); P. Mannens, Theologie Dogmaticae Institutiones, II, 233; F. Bet-tex, en varias obras; A. Gnandt, Der mosaische Schöpfungsbericht in seinem Verhältnis zur modernen Wissenschaft (Graz, 1906); G. F. Wright, Wetensch. Bijdragen , 332ss. [Confirmaciones Cientí-ficas].

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con Lagrange, por ejemplo, la creaciónmisma es considerada como un hecho perolos días de la creación como y forma ymodo de expresión, entonces todo el ordenen el cual la creación llegó a existir colapsay hemos removido el fundamento para lainstitución de la semana y del Sabbath elcual, según Éxodo 20:11, se halladecididamente fundado en el período deseis días de la creación y en el subsiguienteSabbath de Dios.

Así, aunque por las razones anterioreslos días de Génesis 1 han de ser considera-dos días y no han de ser identificados conlos períodos de la geología, sin embargo –como la obra de la creación como un todo –tienen un carácter extraordinario. Esto esevidente a partir de lo siguiente. En primerlugar, no dará resultado, como se dijo antes,colocar la “primera creación” (Gén. 1:1) yel estado no formado de la tierra (Gén. 1:2)en el primer día. Pues la primera tarde(Gén. 1:5), que no coincide con la oscuri-dad de Génesis 1:2, comenzó y solo podía

comenzar después que la luz fue creada yhubo brillado por un tiempo. De allí que elprimer día comenzó con la creación de laluz; luego que hubo brillado por un tiempocayó la tarde y llegó la mañana. En esepunto terminó el primer día: Génesis cal-cula el día desde la mañana hasta lamañana. En segundo lugar, la primeratríada de la “segunda creación” es formaday calculada en la historia bíblica de unamanera que difiere de la segunda tríada. Laesencia de un día y una noche no consistede su duración (más corta o más larga) sinoen la alternación de luz y oscuridad, comoGénesis 1:4 y 5a enseñan claramente. En elcaso de la primera tríada esta alternaciónno fue efectuada por el sol, que hizo su apa-rición solo al cuarto día, sino que se pro-dujo de una manera diferente: por laemisión y contracción de la luz creada en elversículo 3. Si este es el caso, los primerostres días, no importa cuánto puedan pare-cerse a nuestros días, también difieren sig-nificativamente de ellos y por tanto fuerondías cósmicos extraordinarios. En tercerlugar, no es imposible que la segunda tríadaaún participara también de este carácterextraordinario. Pues aunque es cierto queel sol, la luna y las estrellas fueron creadosen el cuarto día, y es concebible por tantoque la segunda tríada estuviese determi-nada por la rotación de la tierra con rela-ción al sol, no se concluye a partir de laformación del sol, la luna y las estrellas alcuarto día que las relaciones astronómicasy terrestres fuesen las mismas entoncescomo lo son ahora. La misma Escritura nosmuestra que como resultado de la caída y eldiluvio sucedieron cambios cataclísmicos,no solamente en el mundo humano y ani-

2. E.g., O. Zöckler, Beweis des Glaubens (1900): 32-39 y art. “Schöpfung” en

PRE3; Bachmann, “Der Schöpfungsberi-cht und die Inspiration,” Neue Kirchliche Zeitschrift (Mayo 1906): 383-405, Cf. también Neue Kirchliche Zeitschrift (Octubre 1907): 743-762; Urdritz, Neue Kirchliche Zeitschrift (Octubre 1899): 837-52; Schmid, Das Naturwiss. Glau-bens., 26ss. [El Credo Científico]; J. Reinke, Die Welt als That: Umrisse Einer Weltansicht auf Naturwissenschaftlicher Grundlage, 4 vols. (Berlín: Gebruder Pae-tel, 1905), 481ss.; C. Holzhey, Schöpfung, Bibel und Inspiration (Mergentheim: Carl Ohlinger, 1902); F. Hümmelauer, Noch-mals der bibischen. Schöpfungsbegriff ; M. Gander, Naturwissenschaft und Glaube (New York: Benziger Bros., 1905): 117.

3. Agustín, El Significado Literal del Géne-sis, IV, 28.

4. Cf. H. Bavinck, Gereformeerde Dogma-tiek, I, 418-20.

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mal, sino también en la tierra y su atmós-fera;1 y el período de la creación, por lanaturaleza del caso, existió bajocircunstancias muy diferentes de aquellasque prevalecieron después de habersecompletado la creación. En cuarto lugar, esmuy difícil para nosotros encontrar espacioen el sexto día para todo lo que Génesis 1 –2 dice que ocurrió en ellos si ese día era, entodos los aspectos, como nuestros días.Pues ocurriendo en ese día está la creaciónde los animales (Gén. 1:24, 25), laformación de Adán (Gén. 1:26; 2:7), laplantación del huerto (Gén 2:8-14), elanuncio del mandamiento probatorio (Gén.2:16, 17), la conducción de los animaleshacia Adán y el proceso de nombramientode ellos por el mismo Adán (Gén. 2:18-20),el profundo sueño de Adán y la creación deEva (Gén. 2:21-23).

Ahora, puede ser posible que todasestas cosas ocurrieran en el lapso de unaspocas horas, pero eso no es probable. Enquinto lugar, ocurrió mucho más en cadadía de la creación de lo que las sobrias pala-bras del Génesis pudieran llevarnos a sos-pechar. La creación fue una serie demilagros imponentes que la historia bíblica,que es tanto sublime como simple, nos des-cribe cada vez con una simple pincelada sinentrar en detalles. Igual como en el decá-logo un solo pecado representa muchosotros pecados, así en la historia de la crea-ción de cada día solo se nos presenta elasunto característico más prominente:aquel que era el más importante y necesariopara el hombre como señor de la tierra y laimagen de Dios. La ciencia natural, porconsiguiente, nos revela toda clase de cria-

turas de las cuales nada se dice en el Géne-sis. Una amplia variedad de componentesde cuerpos celestes, numerosos minerales,plantas y especies animales se dejan sinreportar en el Génesis. Sin embargo, debenhaber sido creados y ocupado su lugar entrelas obras de la creación de los días. La obrade creación en cada día ciertamente debióhaber sido mucho más grande y más rica-mente entretejida de lo que el Génesis resu-midamente reporta en su sublimenarrativa. Por todas estas razones, “día,” enel primer capítulo de la Biblia, denota eltiempo en el que Dios estaba trabajando,creando. Con cada mañana él producía unnuevo mundo; la tarde comenzaba cuandoÉl lo terminaba. Los días de la creación sonlos días laborales de Dios. Por medio de untrabajo, continuado y renovado seis veces,Él preparó toda la tierra y transformó elcaos en un cosmos. En el mandamiento delSabbath este patrón también nos es pres-crito. Como lo hicieron con respecto a Dios,así también para el hombre seis días delabores son seguidos por un día de des-canso. Las divisiones del calendario litúr-gico en Israel estaban todas basadas sobreese tiempo de creación. Y para todo elmundo permanece como un símbolo de loseones (edades) de esta dispensación queculminarán algún día en un reposo eterno,el Sabbath cósmico (Heb. 4).

Hechos e Interpretaciones

Ahora que hemos llegado a conocer demanera básica el contenido de la historiabíblica de la creación es de alguna impor-tancia enfocar también nuestras mentespor un momento en los hechos y fenóme-nos traídos a la luz por la investigación geo-lógica. Nadie tiene ninguna objeción, nadiepuede tener alguna objeción, a los hechos

1. Cf. A. Kuyper, De Gemeene Gratie in Wetenschap en Kunst (Amsterdam: Höve-ker & Wormser, 1905), I, 10ss., 84ss.

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presentados por la geología.1 Estos hechosson tan palabra de Dios como el contenidode la Sagrada Escritura y deben, por tanto,ser confiadamente aceptados por todos.Pero estos hechos deben ser rigurosamentediferenciados de la exégesis de estos hechosque los geólogos presentan. Los fenómenosque la tierra muestra son una cosa; lascombinaciones, hipótesis y conclusionesque los estudiantes de la ciencia de la tierraasocian con estos fenómenos son otratotalmente diferente. Ahora, sin consi-deración a la posibilidad absolutamente noimaginaria de que también la observación,identificación y descripción de los hechos yfenómenos geológicos son algunas vecesdecididamente teñidos por una cosmo-visión a priori, la geología contemporáneareconoce que la corteza de la tierra estácompuesta de diferentes capas, cada una delas cuales muestra claramente las huellas dehaber sido depositada en agua; que estascapas, todas y cada vez que se presentan,siempre ocurren en un cierto orden, demanera que, digamos, una formación másbaja nunca ocurre entre dos superiores; y,finalmente, que estas capas terrestrescontienen una gran masa de fósiles que,una vez más, no se hallan indiscri-minadamente esparcidos por todas lascapas sino que se hallan en los sedimentosmás bajos, en el grado en que son más bajosen tipo. Estos son los hechos, y sobre esabase los geólogos han construido todos esosprolongados períodos geológicos queenumeramos antes.

Pero existen muy serias objecionesprecisamente a estos largos períodos. Enprimer lugar, el hecho de que la geología es

una ciencia joven merece consideración.Todavía no tiene cien años. En la primeramitad de su existencia, en el caso de hom-bres como von Buch, de Saussure y asísucesivamente, no fue en lo absoluto hostila la Escritura. Fue solo cuando Lyell y otrosla vincularon con la doctrina de la evolu-ción que se volvió un arma en la guerracontra la historia bíblica de la creación.Solo esta consideración nos habla de sercautelosos; a medida que la ciencia geoló-gica crezca en edad y se torne más rica pro-bablemente se revise a sí misma conrespecto a este punto.

Segundo, uno puede llamar geología ala arqueología de la tierra. Nos familiarizacon las condiciones en las que existía la tie-rra en los primeros tiempos. Pero claro, nonos dice virtualmente nada sobre la causa,el origen, la duración, etc., de estas condi-ciones. El deseo de reconstruir la historiade la tierra a partir de los fenómenos de latierra parece ser un proyecto tan a prioricomo precario como el deseo de reconstruirla historia de un pueblo a partir de sus arte-factos arqueológicos. Como una cienciaauxiliar la arqueología puede ser muy útil,pero no puede reemplazar a la historia. Lageología ofrece datos importantes pero, porla naturaleza del caso no puede nunca pro-ducir una historia de la creación. Cual-quiera que intente escribir tal historia deberecurrir continuamente a conjeturas. Todonacimiento, dijo Schelling, sucede de lastinieblas a la luz. Todos los orígenes estánenvueltos en la oscuridad. Si nadie nos dicequienes son o fueron nuestros padres yabuelos, nosotros sencillamente no lo sabe-mos. Si la historia de la creación estáausente, la historia de la tierra se encuentray permanece desconocida para nosotros.

1. Ya ocurría así con Agustín, El Signifi-cado Literal del Génesis , I, 21.

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Tercero, por lo tanto, la geologíanunca puede elevarse hasta el nivel de lahistoria de la creación; opera sobre el fun-damento de lo que ha sido creado y no seacerca al nivel de Génesis 1. Puede identifi-car lo que observa pero solo puede conjetu-rar acerca de sus orígenes. El geólogo Rittervon Holger señala de manera correcta ymaravillosa: “Hemos de lidiar con el hechodesagradable de que hemos llegado al teatrosolo después que el telón ya había caído.Debemos intentar adivinar cuál fue la obrapresentada a partir de la decoración, las pie-zas de colección, armas, etc., que han sidodejadas en el escenario (estos son los descu-brimientos paleontológicos o fosilizacio-nes); de allí que sea totalmente disculpablesi cometemos errores.1

Cuarto, aunque las capas de la tierra,toda vez que ocurren en una locación dada,están situadas en un cierto orden, es igual-mente cierto que en ninguna parte ocurrentodas juntas y de manera completa, puestoque algunas se hallan en un lugar y otras enotras partes. “En ninguna parte poseemosuna copia completa del libro de la tierra; loque tenemos, esparcido sobre la faz de ella,es una cantidad enorme de copias defectuo-sas de los tamaños y formatos más diversosy en materiales muy diferentes.”2 La suce-sión y orden de las capas de la tierra, y deallí también los períodos geológicos basadosen ellas no nos son, por lo tanto, inmediata-mente comunicados por los hechos, sinoque descansan sobre una combinación dehechos que está abierta a todo tipo de conje-

turas y errores. Como los mismos geólogosreconocen, se requiere de mucha pacienciay de un esfuerzo esmerado para estableceral verdadero orden de las capas de la tie-rra.3

Quinto, solo una pequeña parte de lasuperficie de la tierra ha sido, hasta aquí,investigada, de manera notable Inglaterra,Alemania y Francia. Muy poco se sabesobre las otras partes de Europa, virtual-mente nada sobre el porcentaje más grandede Asia, África, Australia y así sucesiva-mente. Incluso Haeckel admite que apenasuna milésima parte de la superficie de la tie-rra ha sido examinada de manera paleonto-lógica.4 Y este cálculo ciertamente no esdemasiado bajo. De allí que posterioresinvestigaciones pueden todavía traer a laluz una colección de otros hechos. Encualquier caso, las hipótesis y conclusionesde la geología han sido construidas sobre unfundamento factual muy delgado.

Sexto, es un hecho, uno que es recono-cido cada vez más desde el lado de la mismageología, que el tiempo de la formación delas capas de la tierra no pueden ser determi-nadas, de manera absoluta, a partir de lanaturaleza y calidad de esas capas. “Lacomposición de las capas,” escribe Pfaff5

“generalmente no arroja ninguna pistasobre la cual basar una conclusión con res-pecto al tiempo de su formación.” Bajo lainfluencia del Darwinismo, que ha buscadoexplicarlo todo en términos de cambiosinfinitamente pequeños a lo largo de perío-

1. En A. Trissl, Das Biblische Sechstagewerk vom Standpunkle der Katholischen Exe-gese und vom Standpunkle der Naturwis-senschaften, 2a ed. (Regensburg: G. J. Manz, 1894), 73.

2. F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte , 5.

3. A. S. Geikie, Geología (New York: D. Appleton, 1880), 74-82; F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte , 5.

4. Haeckel, Naturliche Schöpfungsgeschi-chte, 355.

5. Pfaff, Schöpfungsgeschichte , 5.

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dos de tiempo infinitamente largos, loscientíficos han hablado de millones deaños. Pero esas no son más que cifras mito-lógicas que en realidad carecen de todabase.1 Los geólogos no saben en lo absolutosi en los tiempos antiguos prevalecían lasmismas o diferentes circunstancias. Y aúncuando las circunstancias sean idénticas,todo crece mucho más rápida y vigorosa-mente durante la juventud que en los añosposteriores. Además, todas los fundamen-tos sobre los que los geólogos han basadosus cálculos han probado ser insostenibles.La formación de los deltas, el surgimiento yhundimiento de las masas continentales,las formaciones de carbón, y así sucesiva-mente, han sido todas – otra vez – abando-nadas como base para el cálculo. Loscientíficos naturalistas sensatos, por consi-guiente, hablan hoy un lenguaje muy dife-rente. “Carecemos de cualquier estándarpreciso para el cálculo de los eventos o pro-cesos prehistóricos.”2

Séptimo, aún el orden en que sucedenlas capas terrestres no puede ser un están-dar para calcular el tiempo y la duración desu formación. Naturalmente, en un lugardado la capa más baja es más antigua que lacapa superior, pero se carece de cualquierjustificación para combinar las diferentescapas terrestres de diferentes lugares y for-mar así una serie esquematizada de forma-ciones y períodos. “Igual que en nuestroslagos de hoy los depósitos de piedra calizase acumulan en ciertas locaciones mientrasque al mismo tiempo, en otras ubicaciones,se depositan capas de arena o arcilla, asítambién en los primeros tiempos se acumu-laron diferentes capas simultáneamente en

diferentes ubicaciones, y capas similares enmomentos diferentes.”3 Las capas que sefechan hasta los así llamados diferentesperíodos no son consistentemente diferen-tes y aquellas de las que se afirma son igual-mente antiguas no son siemprecualitativamente idénticas.4 En el mismoperíodo de tiempo, en diferentes partes dela tierra, pueden haber ocurridoformaciones similares, comofrecuentemente ocurre todavía hoy.

Octavo, por tanto, el tiempo de la for-mación de las capas de la tierra y el ordende su posición se hallan casi exclusiva-mente determinados en términos de losfósiles hallados en ellos. La geología se havuelto dependiente de la paleontología yhoy, esta última, se halla casi totalmentecautiva de la teoría de la evolución. Se

1. Cf. ya F. W. J. Schelling, Werke, II, 1, 229.

2. A. Zittel, Aus der Urzeit: Bilder aus der Schöpfungsgeschichte (München: R. Oldenburg, 1875), 556. También Sir G. H. Darwin, en su conferencia antes citada, dijo que no podemos usar ni la hipótesis nebular ni la meteórica para estimar el tiempo que se necesitó para el desarrollo del sistema solar. Él sí cree que los geólogos con sus cálculos, que sugieren un tiempo entre 50 millones y un billón de años, están más cerca de la verdad que los físicos con su período de tiempo más corto (como norma) de casi 20 millones de años. Pero, continúa diciendo, en tiempos recientes se ha aña-dido un nuevo elemento: la radioactivi-dad. Un pequeño porcentaje de radio en el sol sería suficiente para explicar su radiación presente. Esta rama de la cien-cia aún es joven pero podemos aprender de ella cuán peligroso es determinar, a partir de nuestras nobles posiciones, lo que es posible y lo que no lo es. La dura-ción de los períodos geológicos sigue siendo desconocida para nosotros (Wetenschappelijke Bladen [Junio 1906]: 425ss.).

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asume a priori, como un hecho compro-bado, que los seres orgánicos se han desa-rrollado de lo inferior a lo superior; yentonces, sobre esta base, se determinan elorden y la duración de la formación de sedi-mentos. De manera inversa, los científicosluego usan el orden de la sedimentacióncomo una prueba a favor de la teoría de laevolución, siguiendo así un círculo vicioso.La verdad es que la paleontología tiende acontradecir más que a favorecer la teoría dela evolución, a medida en que se encuen-tran en las diferentes capas diferentes fósi-les de plantas y animales, no solo unospocos especimenes y unas pocas especies,sino grandes cantidades. En cada estrato lageología es súbitamente confrontada por unreino incalculablemente rico de vida orgá-nica, diferenciadas en tipos pero no incre-mentándose en formas de transición. Se haencontrado que los fósiles de plantas y ani-males que han estado extintos desde enton-ces sobrepasan a todas las formacionesposteriores en tamaño y fortaleza, como sirevelaran la naturaleza en su poder crea-tivo original y exuberante fecundidad.1

Noveno, ahora es verdad que los fósi-les no se hallan esparcidos indiscriminada-mente por todas las capas y que en ciertosestratos generalmente también se encuen-tran fósiles de ciertas plantas y animales.Pero también, a partir de estas condiciones,nada puede inferirse con certeza, ya sea afavor de la teoría de la evolución o de losperíodos geológicos. Las diferentes especiesde plantas y animales, después de todo,estaban y están distribuidas sobre la super-ficie de la tierra según su naturaleza y lascorrespondientes condiciones de vida.

Vivían en lugares y zonas diferentes y portanto también tuvieron que petrificarse enlos diferentes sedimentos que se formaronen esos variados lugares. Por consiguiente,los fósiles no son los representantes deltiempo en el que estos seres orgánicos seoriginaron sino de las zonas más altas omás profundas en las que vivían. Supongaque las plantas y los animales que ahoraviven por todo el mundo fueran de prontoenterrados en las capas de la tierra y sepetrificaran. En tal caso no se podría tomarninguna decisión con respecto al tiempo desus orígenes ya sea a partir de los variostipos de fósiles que se produjeron o de losdiferentes estratos en los que aparecieron.Añada a esto los factores que hacen que seavirtualmente imposible la división y elfechado de los períodos geológicos. Losejemplos son que en los tiempos primitivoslas diferentes especies de plantas y anima-les no se hallaban tan ampliamente distri-buidas sobre la tierra como lo estabanposteriormente; que de buen número deplantas y animales no se ha preservado nin-gún fósil en las diferentes capas; que una

3. F. Praff, Schöpfungsgeschichte , 5.4. A. Trissl, Das Biblische Sechstagewerk ,

61.

1. F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte , 667-709. Según Glauben und Wissen (Marzo 1906): 104-5, G. H. Darwin en su confe-rencia en Sudáfrica también declaró lo siguiente: “Podemos comparar los hechos sobre los que se basan las teorías de la evolución con una pila de cuentas de cristal de diferentes colores y revuel-tas entre sí – de la cual, una astuta per-sona, en busca de la verdad, escoge unas cuantas las cuales arregla entonces en un hilo, notando incidentalmente que estas cuentas se ven algo parecidas... pero el problema de introducir orden en esa pila de cuentas probablemente siempre pon-drá en vergüenza a la astucia del investi-gador... la inmensurable magnitud de lo no descubierto estará por siempre allí para humillar el orgullo de los huma-nos.”

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amplia variedad de causas pueden haberenviado a ciertas plantas y animales hacialugares y zonas de las que no eran origina-rios; que las mismas capas de la tierra, cier-tamente como norma pero lejos de serlosiempre, contenían las mismas especies defósiles, y que por lo tanto las capas de la tie-rra que son cualitativamente las mismas yque se hallaban una vez ubicadas en elmismo período fueron más tarde identifica-das como pertenecientes a otro períododebido a que se hallaron en ellas fósilesnuevos y diferentes.

Finalmente, los mismos geólogos admi-ten frecuentemente que los períodos geoló-gicos no pueden distinguirse claramente.Esto es especialmente evidente en el casode los períodos Terciario y Cuaternario.Aquí virtualmente todo es aún incierto. Laincertidumbre se aplica a los límites, alprincipio y al fin, de esos dos períodos lomismo que a la causa, extensión y duraciónde la así llamada Edad de Hielo. Hay des-acuerdo sobre si debemos asumir una o másEdades de Hielo. Incluso el acontecimientoen sí de alguna Edad de Hielo se halla toda-vía sujeto a serias dudas. Hay incertidum-bre acerca de la causa, lo mismo que sobreel tiempo y la manera, en la que perecieronlos grandes animales prehistóricos, anima-les cuyos fósiles, en muchos casos, han sidopreservados totalmente intactos. Hay incer-tidumbre sobre el debut del hombre, antes odespués de la Edad de Hielo, en el Terciarioo en el período Cuaternario, simultánea-mente con el mamut, el mastodonte y elrinoceronte, o después de ellos. La incerti-dumbre se aplica a la causa de las formacio-nes diluviales y a su distribución sobre elglobo terrestre. Los científicos no estánseguros sobre la causa y el tiempo de la for-mación de las montañas y los glaciares. Con

relación a esto el hecho que el desplaza-miento de los glaciares desde el norte haciael centro de Europa requiera una altura de44,000 metros para las montañas de Escan-dinavia arroja una objeción virtualmenteinsuperable.

El Factor Diluvio

Finalmente, añadido a todo esto, estáel hecho que la Escritura y la tradición devirtualmente todos los pueblos narran lahistoria de un diluvio cataclísmico que pro-dujo cambios inmensos en el estado total dela tierra. Según la Escritura, apareció todoun nuevo conjunto de condiciones para lahumanidad y para la tierra después del dilu-vio. Antes del diluvio la humanidad se dis-tinguía por un gran intelecto, un espírituvigorosamente emprendedor, una valentíatitánica, una expectativa de vida grande-mente extendida, cuerpos físicos suma-mente fuertes y una terrible maldad. Eindudablemente la naturaleza, el reino delas plantas y los animales, concordaba conesa humanidad. Pero en el diluvio perecie-ron casi todas las personas, se extinguieronnumerosas especies de plantas y animales,la naturaleza fue refrenada y se inauguróuna dispensación más moderada, aquella enla que vivimos. Estos testimonios de laEscritura están siendo confirmados actual-mente desde todas las direcciones por lageología. No se han encontrado aún ningu-nos restos humanos del período Terciario;y no es probable que tales restos seanalguna vez encontrados. Antes del diluviola humanidad probablemente no se habíaaún esparcido sobre la tierra. El diluvioexplica porqué no hay restos de fósileshumanos antes de ese tiempo. Los cráneosy huesos humanos encontrados aquí y alláse originaron todos en el período Cuaterna-

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rio y no difieren de los nuestros. La geolo-gía además enseña claramente que loshumanos fueron contemporáneos de losmamuts, el Hebreo “behemoth” (Job40:10), y que por lo tanto los mamuts seubican en el tiempo histórico. La universa-lidad de las formaciones diluviales com-prueba que el diluvio debió haberseextendido sobre toda la tierra. Las monta-ñas, en gran arte, se originaron en eltiempo histórico. Las causas de la Edad delHielo, si alguna vez existió, son totalmentedesconocidas y por lo tanto pueden muybien trazarse hasta el diluvium y al subsi-guiente descenso de la temperatura. Es solopara cuando el diluvio, y después de él, quela tierra adquirió su forma presente.1 Hayen realidad solamente una objeción seria ala identificación del diluvium con el dilu-vio, y esa es el tiempo. La geología general-mente coloca la Edad de Hielo y el diluviumvarios miles de años antes de Cristo. Perose puede señalar, en contra de esa objeción,por un lado, que la cronología de la Escri-tura tampoco ha sido todavía establecida deninguna manera. Uno no necesita llegar tanlejos como de Sacy, quien escribió “noexiste la cronología bíblica,” o incluso argu-mentar con Voetius quien declaró: “Nopuede derivarse un cálculo exacto a partirde la Sagrada Escritura.”2 No puededescartarse que a veces algunasgeneraciones han sido salteadas y que losnombres personales han sido usadosintencionalmente como los nombrescolectivos de los pueblos. Y, por otro lado,como dijimos antes, los cálculos de lageología son también muy inciertos paraderivar de ellos una objeción sólida contra

la opinión antes citada.

Si resumimos ahora lo anterior y lotomamos todo en cuenta, podemos decirque desde el momento de la creación enGénesis 1:1 hasta el diluvio la Escrituraofrece un lapso de tiempo que puede fácil-mente acomodar todos los hechos y fenó-menos que la geología y la paleontologíahan traído a la luz en este siglo. Es difícil dever porqué no podrían todos estos ser ubi-cados en ese marco de tiempo. En estepunto esto es todo lo que la teología tieneque hacer. No tiene que envolverse ellamisma en el asunto de lo que ha causadoestos fenómenos. ¡Que la geología expliquelos hechos! Pero, en relación con esto, laEscritura puede quizás rendir más servicioque lo que las ciencias naturales general-mente sospechan. Después de todo, laEscritura señala que la creación es una obradivina por excelencia. En el origen y forma-ción de las cosas han estado en operaciónfuerzas, y han existido hasta las condicio-nes del diluvio, y en ese diluvio ha ocurridouna catástrofe, tal que nunca se ha vistodesde entonces. El génesis de las cosas essiempre controlado por otras leyes ademásde aquellas de su desarrollo subsiguiente.Las leyes emitidas por la criatura no son lanorma de la creación, mucho menos la delCreador. Además, la teología estará bienrecomendada si se apega solamente a loshechos indisputables que la geología ha des-cubierto, y a estar vigilante contra las hipó-tesis y conclusiones que la geología hayaañadido a la mezcla. Por esa razón la teolo-gía debería abstenerse de hacer cualquierintento de igualar los así llamados períodosgeológicos con los seis días de la creación.Después de todo, no es más que una opi-nión indemostrable el que estos períodos sehan desarrollado sucesivamente y en ese

1. Para la literatura sobre el diluvio, cf. las notas anteriores 37-53.

2. G. Voetius, Select. Disp, V, 153; cf. p. 113, n. 33 antes.

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orden. Esto no es negar que, digamos, lasformaciones Azoicas comenzaron ya a ocu-rrir desde el momento de la creación. Perola geología no puede en ninguna manerasaber si estas formaciones no ocurrierontambién después en conjunción con las for-maciones Paleozoicas, y así sucesivamente,y solo conjetura sobre las causas y lamanera de su origen. Lo mismo es cierto detodos los otros períodos. Es muy probableque el así llamado período Terciario seextienda hasta el diluvio y que el diluviumy la Edad de Hielo coincidan con esta catás-trofe. Además, nada se ha fijado definitiva-mente en el así llamado período Paleozoicopor la ocurrencia simultánea de fósiles deplantas y animales con respecto al orden enel que se originaron estas especies. Pues lageología no sabe lo primero sobre el origende estos seres orgánicos; los encuentra perono puede penetrar el misterio de su origen.Y también debe asumir que el reino vegetalse originó antes del reino animal, por lasimple razón de que los animales viven delas plantas. Si es hasta aquí que la geologíallega al decir una palabra sobre el origen delas cosas entonces está en perfecto acuerdocon la Escritura. Primero fue la creacióninorgánica; luego vino la creación orgánica,comenzando con el reino de las plantas;luego siguió el reino animal, y este otra vezen el mismo orden, primero los animalesacuáticos, luego los terrestres, y entre ellosespecialmente los mamíferos.1

Así que, como Cristianos y como teólo-gos, aguardamos con algo de confianza losresultados ciertos de las ciencias naturales.La teología no tiene nada que temer de lainvestigación cuidadosa y multifacética.

Solo necesita estar vigilante en contra deconcederle demasiado valor a un estudioque es aún completamente nuevo, impre-ciso e incompleto, y que por lo tanto estásiendo aumentado constantemente conconjeturas y sospechas. Necesita estar pre-cavida en contra de dar concesiones prema-turas, y de buscar acuerdo, con los asíllamados resultados científicos que pueden,en cualquier momento, ser derribados yexpuestos en su calidad de indefendiblespor una investigación más cuidadosa. Comola ciencia de las cosas divinas y eternas lateología debe ser paciente hasta que la cien-cia que contradiga haya hecho un estudiomás profundo y más amplio de su caso y,como ocurre en la mayoría de los casos, secorrija a sí misma. De esa manera la teolo-gía conserva su dignidad y honor más efec-tivamente que por ceder y adaptarseconstantemente a las opiniones de sutiempo.2

1. F. Pfaff, Schöpfungsgeschichte, 742; G. F. Wright, Wetensch. Bijdragen, 304ss. Enz. [Confirmaciones Científicas].

2. Cf. Howorth, El Mamut y el Diluvio; idem, La Pesadilla Glaciar y el Diluvio (Londres: S. Low, Marson, 1893).