La Trama de La Desigualdad

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  • 8/3/2019 La Trama de La Desigualdad

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    ESTRUCTURA SOCIAL

    Y

    DESIGUALDAD

    Mariano Fernndez Enguita

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    INTRODUCCIN

    La (des)igualdad no est de moda. Como problema real, es cierto, est

    ms vigente y parece ms urgente que nunca. Segn el ltimo Informe Sobreel Desarrollo Humano 2000 de Naciones Unidas (PNUD, 2000) la riqueza acu-

    mulada por las 200 personas ms ricas del mundo pas, en 1998-1999, de

    1.042.000 a 1.135.000 millones de dlares, mientras que los 582 millones de

    personas de los pases ms pobres tenan que conformarse, en total, con una

    cantidad ocho veces menor, 146.000 millones de dlares. Las posesiones de

    los tres individuos ms ricos superan el PIB conjunto de los 48 pases ms po-

    bres. Sin ir tan lejos, un habitante ordinario de un pas desarrollado consumir

    durante su vida 50 veces lo que el de un pas en desarrollo. Un trabajo reciente

    para el Banco Mundial (Milanovic, 1999) muestra que el ndice de Gini de la

    distribucin de los ingresos en el mundo pas, en el periodo 1988-1993, del

    0,63 al 0,66 (un ndice igual 0 sera la igualdad perfecta; igual a 1, la desigual-

    dad perfecta). De nuevo segn el PNUD, treinta pases con 500 millones de

    habitantes tienen un ingreso per capita inferior hoy al de hace veinte aos. En

    Espaa y Grecia, el quintil ms rico de la poblacin ingresa o consume 5,4 ve-

    ces lo que el ms pobre; en los Estados Unidos y el Uruguay, 8,9 veces; en

    Nueva Zelanda y Chile, 17,4; en Rusia y Mal, 12,2, etc. Se pueden matizar

    estas cifras, claro est, sealando que slo reflejan la economa monetaria (los

    ms pobres viven, en mayor medida, en una economa natural, no monetaria),

    que a veces comparan stocks y flujos (patrimonio y PIB), etc., o se pueden

    esperar alteraciones en las mismas, relacionadas tal vez con los espasmos del

    nasdaq, pero el panorama global ser el mismo. La desigualdad es brutal, y va

    en aumento. Esto puede producir indignacin, desolacin o simple inters cien-

    tfico, pero no es algo que quepa ignorar.

    Como problema terico, sin embargo, el de la desigualdad ha estallado

    en pedazos ante la complejidad real. Durante el ltimo tercio del siglo XIX y los

    dos primeros del XX, fue percibida esencialmente como desigualdad entre las

    clases sociales y, stas, como grupos humanos definidos por la propiedad o la

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    falta de ella sobre los medios de produccin. El marxismo codific brillante-

    mente esta idea, hasta el punto de convertirla, durante un tiempo, en un ver-

    dadero motor de la historia; en contrapartida, oscureci la percepcin de otras

    formas de desigualdad coexistentes. No obstante, la segunda mitad del siglo

    XX ha mostrado, por un lado, que el socialismo real, lejos de acabar con las

    desigualdades, no fue mucho ms all de sustituir unas por otras (aparte el

    precio de la falta de libertad); por otro, que el mundo est surcado por otras

    formas de desigualdad, como las que separan a los grupo de gnero, etarios o

    tnicos, a los nacionales y extranjeros y a las naciones entre s, que no pueden

    explicarse en funcin de las desigualdades de clase y no tienen por qu supedi-

    tarse a ellas como problemas, ni en la teora ni en la poltica.

    Esta complejidad, en parte realmente nueva y en parte slo tardamentedescubierta o aceptada, desafa los esquemas tericos y conceptuales previos.

    Comprender es siempre simplificar, explicar el mximo de realidad con el m-

    nimo de teora, pero hay una delgada lnea que separa la parsimonia cientfica

    del reduccionismo ideolgico. Ni el marxismo ni otras interpretaciones

    simplificadoras de la desigualdad (sea la reduccin a la distribucin de la

    autoridad, a la desigualdad de oportunidades o a la divisoria riqueza-pobreza)

    pueden dar cuenta, con sus explicaciones monocausales y sus descripciones

    monocordes, de la sociedad que nos rodea. Tampoco puede hacerlo, dicho sea

    de paso, esa rendicin a la empiria que supone, hoy en da, concentrar toda la

    atencin en la llamada exclusin social, nueva expresin mgica que apenas

    oculta nuestra pereza terica.

    Las pginas que siguen pretenden sistematizar el anlisis de la desigual-

    dad. Para ello, en primer lugar, proceden a una reconceptualizacin de lo eco-

    nmico que parte de negar su identificacin con la economa monetaria o con

    el mercado y la propiedad. Economa es todo aquello que atae a la satisfac-cin de las necesidades con recursos escasos; y, por tanto, debe incluir, ade-

    ms del mercado, las esferas pblica y domstica. A partir de ah se propone

    una reconceptualizacin de la sociedad en torno a las distintas formas de las

    que nos servimos para producir y distribuir los bienes hogares, estados, or-

    ganizaciones y mercados y a los diferentes modos de produccin y distribu-

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    cin que surgen de su combinacin domstico, hacendario, mercantil, buro-

    crtico, tributario y capitalista. De esto se ocupan los captulos I y II, que

    pueden considerarse como una reformulacin tanto de los lmites de la econo-

    ma o un intento de hacer coincidir los lmites de la economa terica y los de

    la economa real como de las bases para una interpretacin materialista de

    las desigualdades sociales.

    Los captulos siguientes profundizan en la idea de la desigualdad. Quiz

    haya llegado el momento de decir que, aunque, por pura comodidad, nos ple-

    guemos al lenguaje convencional al hablar de (des)igualdad, el tema que nos

    ocupa no es realmente sta, sino la (in)justicia social y, ms restrictivamente,

    econmica. No nos preocupa que Jos sea ms rico que Mara si ello obedece

    tan slo a que es ms trabajador, ms ahorrador o incluso ms afortunado; loque nos preocupa es que pueda obedecer a una relacin explotadora entre

    ambos, a que no han tenido las mismas oportunidades o a que, simplemente,

    se les han asignado lugares definitivamente distintos al nacer: de esto se ocu-

    pa el captulo III, que trata de distinguir netamente las ideas de explotacin

    (utilizacin del otro como un medio) y discriminacin (desigualdad de oportu-

    nidades) y presenta las variantes bsicas de cada una de ellas. Por otra parte,

    para poder hablar de justicia o injusticia econmicas es preciso tener algn

    criterio de valor sobre lo que cada cual merece: de esto se encarga el captulo

    IV, que propone, primero, abandonar la idea positiva de una teora del va-

    lor en favor de la idea moral de una norma de distribucin para, a conti-

    nuacin, sugerir una norma compuesta de justicia que combine la igualdad b-

    sica recoleccin, la equidad acorde con las contribuciones retribucin y

    la bsqueda de la eficacia a travs de incentivos extraordinarios

    recompensa, complementadas por el apoyo a quienes estn de antemano en

    desventaja en cualquier relacin igualitaria la solidaridad.A continuacin, los captulos V y VI se ocupan de la explotacin. En pri-

    mer lugar se propone una concepcin amplia de sta que cubra tanto la pro-

    duccin cooperativa (conjunta, en cooperacin) como el intercambio de bienes,

    y en la que resulten integrables, como casos particulares junto a otros, los t-

    picos tanto marxista (extraccin de plusvala) como liberal (ventajas monopo-

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    listas). Hecho esto, se aborda el problema de la relacin entre la explotacin

    agregada (el excedente social) y la justicia econmica y se propone una tipolo-

    ga de las relaciones de explotacin segn las diversas combinaciones de for-

    mas econmicas que tengan por escenario. Ello nos lleva a distinguir relaciones

    de explotacin simples domstica, mercantil, organizativa, tributaria, que

    se sirven de slo una forma econmica de produccin o distribucin, y com-

    puestas familiar, estatal, burocrtica, capitalista, que se sirven de combi-

    naciones diversas de stas.

    Una consecuencia bsica de este tratamiento multiaxial es que, a pesar

    de que en cada relacin discreta o analticamente considerada puedan (ca-

    so de que haya explotacin) distinguirse con nitidez explotadores y explotados

    (aunque no siempre sean los que se esperaba), tal lnea divisoria deja de exis-tir para la sociedad concreta o sintticamente considerada, pues cada indi-

    viduo puede ser a la vez explotador y explotado en las distintas relaciones en

    que participa. Por consiguiente, necesitamos algn saldo o balance de su situa-

    cin si queremos poder lidiar con personas reales, no con simples papeles en

    relaciones parciales. Como consecuencia adicional, se argumenta en el captulo

    VII, se multiplican las clases, entendidas a la vez como categoras analticas y

    agregados empricos, pero dejan de tener cualquier relacin predeterminada

    con las clases como actores sociales colectivos (o incluso como estilos de vida).

    El problema ya no es explicar por qu tal o cual clase no acta segn sus pre-

    suntos intereses, sino por qu llega alguna vez a hacerlo, ocupando el escena-

    rio que podra haberlo sido por otras alineaciones de intereses potenciales.

    Los captulos VIII y IX abordan la discriminacin. Primero se ataca desde

    una perspectiva general que nos lleva a distinguir, por un lado, las formas ab-

    solutas o estamentales y relativas o segmentarias de discriminacin, as como

    las diferencias estructurales y las conexiones histricas entre unas y otras; y,por otro, a destacar lo que es comn a los distintos mecanismos discriminato-

    rios y a proponer su modelizacin formal como distribucin desigual de las

    oportunidades y con especial atencin a sus formas acumulativas (discrimina-

    cin sucesiva, concurrente, condicional). A partir de ello, se conectan los mo-

    delos de explotacin y discriminacin propuestos para reunirlos en lo que se ha

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    dado en llamar el valor de las oportunidades, algo as como una medida de la

    relevancia econmica de la discriminacin. Despus se especifican las caracte-

    rsticas propias de las formas ms poderosas de discriminacin en la sociedad

    actual, particularmente la discriminacin genrica, la generacional y la tnica,

    as como las cualitativa y cuantitativamente menos relevantes, pero de ningu-

    na manera desdeables, asociadas a la clase social, la opcin poltica, las pre-

    ferencias sexuales, etc.

    En los captulos III, V, VI y VII se adoptan numerosas formulaciones al-

    gebraicas y se recurre a algunas representaciones grficas, pero el lector no

    debe alarmarse ni dejarse llevar a error sobre su propsito. No se pretende

    calcular nada, sino exponer un conjunto de relaciones con el mximo nivel de

    generalidad y de abstraccin, a la vez que de claridad, y nada mejor para elloque la eficaz simplicidad de las matemticas. Cualquier persona capaz de hacer

    la declaracin de la renta podr seguir el hilo argumental sin demasiada dificul-

    tad.

    Finalmente, el captulo X aborda el problema de la desigualdad ms all

    de los lmites de la comunidad y a travs de la sucesin. Bajo el epgrafe

    comunidad se renen dos realidades aparentemente muy distintas, la familia

    y la nacin, pero similares en su carcter excluyente frente a colectivos ms

    amplios como son, respectivamente, la nacin y la humanidad y en la

    cualidad de servir de base, en cada caso, a una doble moral, hacia dentro y

    hacia fuera del grupo. En ambos casos, se argumenta, hay una forma de

    sucesin, la herencia o la nacionalidad, que supone un mecanismo de exclusin

    (ahora s), de cierre comunitario, contrario al principio de igualdad entre todos

    los seres humanos.

    No por casualidad, la crtica de la herencia obliga a una discusin del de-

    recho a dar como parte del derecho de propiedad, ya que sta parece ser la

    ltima y definitiva lnea de defensa de la misma por parte del conservadurismo

    disfrazado de liberalismo. Y la crtica de la nacionalidad lleva a cuestionar el

    pretendido universalismo del demos frente al todava no derrotado etnos (del

    Estado-nacin frente a la nacin-Estado, del llamado nacionalismo cvico u

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    occidental frente al tnico u oriental), y, de paso, a discutir la idea misma de

    nacin y la pretensin de encontrar en ella una realidad cultural independiente

    de y anterior al poder poltico. No es que el etnos sea mejor de lo que parece,

    sino que el demos no es tan bueno como pretende algo que nos recuerda

    cada da el drama de la inmigracin.

    Lo que aqu se hace, en suma, es separar lo que estaba inadecuadamen-

    te unido, en concreto formas de desigualdad tan distintas como la explotacin,

    la discriminacin y la exclusin; reunir lo que estaba innecesariamente separa-

    do, como las diversas formas de discriminacin entre s de gnero, edad o

    etnia o las distintas formas de cierre comunitario familiar y nacional;

    desvelar y descomponer lo que estaba injustificablemente oculto o confundido,

    como las diferentes formas de explotacin. Es para eso que se procede tanto ala redefinicin del mbito de la economa como a la reformulacin de la idea de

    la justicia econmica.

    Visto con distanciamiento, el resultado es una teora plural que ampla la

    problemtica de la desigualdad y le proporciona un sustrato material y moral

    ms vasto, pero que renuncia, en consecuencia, a cualquier explicacin reduc-

    cionista. Las teoras reduccionistas, qu duda cabe, son atractivas: un proble-

    ma, una causa, una solucin. Estn llamadas a convertirse en guas para la

    accin. La teora aqu ofrecida quiere ser sencilla y parsimoniosa y, por su-

    puesto, til, pero no al precio de la simplificacin. Esperemos que lo que se

    pierde en sencillez se gane en comprensin.

    ..............................

    De un modo u otro, llevo casi un decenio trabajando sobre el contenido

    de este libro, lo cual significa una nutrida lista de resultados intermedios y de

    deudas personales. Algunos de sus captulos son versiones revisadas o coinci-

    den en parte con artculos publicados con anterioridad. Concretamente el I

    (Redes econmicas y formas de desigualdad, REIS 64, 1993), el II (Modos

    de produccin y distribucin, Sociologica 2, 1997), el III (Recursos y oportu-

    nidades: explotacin y discriminacin en el anlisis de la desigualdad, Revista

    Internacional de Sociologa 24, 2000), el IV (Valor y distribucin: de la teora

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    a la norma, REIS 90, 2000) y el VII (Propiedad, autoridad y cualificacin en

    el anlisis de las clases sociales, Poltica y Sociedad 11, 1992).

    Entre las personas con las que he tenido ocasin de discutir algunos as-

    pectos de mi teora y a las que debo, al menos, el impulso para haber intenta-

    do formularla mejor, debo mencionar a Michael W. Apple, Miguel Beltrn, Mi-

    guel Canzos, Julio Carabaa, Modesto Escobar, Salvador Giner, Daniel Krym-

    kowski, Emilio Lamo de Espinosa, Eduardo Lpez-Aranguren, Jos S. Martnez

    Garca, Eduardo Sevilla, Neil J. Smelser y Erik O. Wright. Durante tres aos he

    utilizado sucesivos borradores de este texto en mis cursos de doctorado, lo que

    me ha permitido beneficiarme de las observaciones de los estudiantes en una

    etapa en que son particularmente crticos y creativos. En la fase final, Jess M.

    Snchez Martn me ayud amablemente a revisar las galeradas. La responsabi-lidad ltima, huelga decirlo, es solamente ma

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    NDICE GENERAL

    I LAS FORMAS ECONMICAS: HOGARES, ESTADOS, ORGANIZACIONES YMERCADOS 13

    I.1 Grupos domsticos y comunidades polticas 16I.2 Formas inclusivas y formas voluntarias 24

    I.3 Organizaciones y mercados 34II MODOS DE PRODUCCIN Y DISTRIBUCIN 46II.1 Los modos de produccin como combinaciones de formas 51II.2 Produccin y distribucin 56II.3 Conflictos inherentes 67II.4 Dinmicas internas 72

    III RECURSOS Y OPORTUNIDADES: EXPLOTACION Y DISCRIMINACIN 80III.1 Explotacin y discriminacin, dos formas de desigualdad 83III.2 La explotacin: asimetra y disproporcionalidad 96III.3 La discriminacin: absoluta y relativa 112

    IV DE LA TEORA DEL VALOR A LA NORMA DE ATRIBUCIN 130IV.1 Bienes, precios y valores 132IV.2 Una teora ampliada del valor-trabajo 141IV.3 De la apropiacin original a la dotacin inicial 152IV.4 Incentivos y desigualdad 164IV.5 Recoleccin, retribucin y recompensa 174IV.6 Corolario: discapacidades y solidaridad 179

    V TEORA FORMAL DE LA EXPLOTACIN 183V.1 La transaccin asimtrica 184V.2 La apropiacin disproporcional 191V.3 La explotacin agregada 199

    VI RELACIONES DE EXPLOTACIN 218VI.1 Relaciones simples: mercantil, organizativa, tributaria y domstica 221VI.2 Relaciones compuestas: capitalista, burocrtica, estatal y familiar 233VI.3 Multidimensionalidad, complejidad y acumulatividad: implicaciones 253

    VII LAS CLASES: UNA VISIN MULTIDIMENSIONAL Y PARALELISTA 264VII.1 Qu son las clases sociales 269VII.2 Propiedad, autoridad y cualificacin 277VII.3 Tipologa de las clases sociales 293VII.4 Del agregado al actor colectivo 308

    VIII TEORA FORMAL DE LA DISCRIMINACIN 317VIII.1 La discriminacin estamental 319VIII.2 La discriminacin segmentaria 327VIII.3 Un modelo formal 338VIII.4 Relaciones de discriminacin acumulativas 345VIII.5 El valor de las oportunidades 359

    IX LAS DIMENSIONES DE LA DISCRIMINACIN 369IX.1 La discriminacin genrica 382

    IX.2 La discriminacin generacional 392IX.3 La discriminacin tnica 405IX.4 Otras formas de discriminacin 421

    X COMUNIDAD Y EXCLUSIN: EL CIERRE COMUNITARIO 426X.1 Los crculos comunitarios 433X.2 Las dos variantes del cierre: demos y etnos 442X.3 Los conflictos intercomunitarios 450X.4 La sucesin: herencia y nacionalidad 459X.5 El derecho a dar 468

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    X.6 Inmigracin y extranjera 476REFERENCIAS 494NDICES 511

    NDICE DE CUADROS 511NDICE DE TABLAS 513NDICE DE FIGURAS 513

    NDICE DE GRFICOS 513INDICE DE ECUACIONES Error! Marcador no definido .

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    I LAS FORMAS ECONMICAS: HOGARES, ESTADOS,ORGANIZACIONES Y MERCADOS

    A lo largo y ancho de su prolongada y complicada existencia, la humani-

    dad se ha servido de muy diversas figuras sociales para la movilizacin, la pro-

    duccin y la distribucin de los recursos llamados a satisfacer sus necesidades.

    Algunas resultan obvias, como los grupos de parentesco o las empresas. Otras

    no tanto, como la donacin o la guerra de rapia. La mayora de estas figuras,

    sin embargo, podran agruparse bajo cuatro grandes epgrafes: hogares, esta-

    dos, organizaciones y mercados. Estas cuatro formas o estructuras de relacin

    social tienen dos importantes elementos en comn. Uno es que hoy se han ge-

    neralizado ya con carcter universal. La prctica totalidad de los seres huma-nos, por supuesto, es parte integrante de hogares (incluidos los compuestos

    por un slo individuo y excluyendo, tal vez, apenas las distintas variantes del

    internamiento).1 La totalidad de ellos forma parte de estados, aunque algunos

    de stos sean todava entidades en formacin o poco diferenciadas y desarro-

    lladas.2 Virtualmente toda la humanidad adulta se relaciona constantemente, o

    al menos muy frecuentemente, con el mercado, y la mayora satisface ya a

    travs del mismo buena parte de sus necesidades bsicas.3 Adems, la gran

    mayora de las personas en nuestro entorno, el de los pases industrializados,est incorporada a organizaciones, y ms concretamente a organizaciones pro-

    ductivas, como empleados.4

    Esto no significa que tengamos un hogar, un estado, un mercado o una

    organizacin. En algunos momentos hemos podido estar cerca de ello, al me-

    1 Como no poda ser menos, la literatura sobre hogares, estados, organizaciones ymercados, cada uno de ellos por separado o, si acaso, en diversas combinaciones de

    pareja, podra medirse en toneladas. No obstante, si hemos de hacer alguna indicacinsobre obras anteriores que abordan estos mbitos en un sentido asimilable al de esteescrito, vaya por delante, en relacin con los hogares, la referencia a la impresionanteobra de Wallerstein (1974, 1980).2 Sobre el desarrollo de los estados creo particularmente relevantes y oportunas lasobras de Mann (1986, 1993) y Elias (1939, 1969).3 El mejor estudio sobre el desarrollo y la significacin del mercado sigue siendo, creo,el de Polanyi (1944).4 Para un anlisis del fenmeno organizacional, vase Boulding (1953).

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    nos en el mbito al alcance de la percepcin individual: por ejemplo en la tribu

    primitiva, que pudo parecer muy cerca de ser un solo grupo domstico, o en el

    socialismo real, que era algo muy parecido a una nica organizacin; hoy

    sera algo ms fcil sostener la inminencia, y parcialmente la existencia, de un

    mercado mundial (por ah va el ritornello de la globalizacin), pero hara falta

    mucha imaginacin para pensar todava, o siquiera, en un estado mundial. Lo

    que tenemos en la actualidad es una serie ya bastante numerosa de estados,

    un inmenso nmero de organizaciones, una serie interminable de hogares y

    una infinidad de transacciones que constituyen un mercado discontinuo. Los

    hogares son entidades casi por entero discretas, salvo por los lazos que vincu-

    lan a los de distintas generaciones de una misma lnea y, en menor medida, a

    los situados en la misma generacin, es decir, salvo por las relaciones que

    acompaan a los lazos consanguneos. Los estados parecen ser y son entida-

    des claramente discretas si nos fijamos slo en los estados-nacin, pero no

    hay que olvidar la existencia ya relevante de instancias supranacionales ni las

    figuras subestatales de gobierno (que, no obstante, son tambin discretas con-

    templadas en su propio nivel). Las organizaciones son entidades por entero

    discretas si consideramos que sus elementos individuales son las actividades

    que coordinan, pero no si asignamos tal papel a las personas, ya que cada una

    de stas puede pertenecer simultneamente a varias organizaciones (incluso,aunque sea menos comn, a varias organizaciones productivas). El mercado,

    en fin, es la figura que ms se presta a ser percibida como una entidad nica,

    tanto desde la perspectiva nacional como incluso desde la mundial, pero en

    realidad puede reducirse a una sucesin ilimitada de transacciones individua-

    les, y otros muchos motivos aconsejan a menudo descender de la idea de un

    mercado en general a la distincin entre distintos mercados por razn del pro-

    ducto concreto (del caf, del acero...), del tipo de producto (de bienes de con-

    sumo, de capital, de bienes races, de trabajo, etc.) o del alcance geogrfico

    (local, regional, nacional, internacional). No obstante, la continuidad de los

    mercados viene dada por la convertibilidad universal del dinero; su disconti-

    nuidad, por los obstculos y lmites a la movilidad (en sentido funcional y geo-

    grfico) de otras mercancas, en particular de la fuerza de trabajo.

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    Sealar la yuxtaposicin de cada uno de estos tipos de figuras sociales

    no es el anuncio de una reduccin del todo a la suma de las partes, sino una

    simple cautela necesaria debido a que, a partir de ahora, hablaremos genri-

    camente del hogar, el estado, la organizacin o el mercado; o sea, los trata-

    remos despreocupndonos de su conexin o desconexin mutua (entre hoga-

    res, entre organizaciones, entre estados, entre mercados o entre transacciones

    en el mercado) y nos referiremos a ellos como las formaseconmicas, o for-

    mas de produccin y/o distribucin,5 bsicas, en las cuales participa la genera-

    lidad, y en nuestro entorno la prctica totalidad, de los seres humanos.6

    Pero hay un aspecto importante en el que los elementos y las figuras de

    tal yuxtaposicin difieren entre s. Al menos en el mbito de la experiencia y el

    alcance individuales, estado y mercado son redes en el sentido fuerte del tr-mino, ya que vinculan entre s de manera inmediata y potencial (el mercado) o

    mediata y actual (el estado) a todos los individuos. El estado puede tratarlos

    concretamente de manera distinta, escolarizando a uno, cobrando impuestos a

    otro y olvidndose de un tercero, pero los convierte a todos en ciudadanos,

    sbditos o lo que sea a un mismo ttulo. Con el mercado pueden entrar en con-

    tacto como compradores o vendedores, de bienes finales o de factores, pero

    todos son en principio poseedores de mercancas. Estado y mercado son, pues,

    formas coextensivas con la sociedad misma, al menos con la sociedad nacio-

    nal. Hogares y organizaciones, sin embargo, son tambin redes en el sentido

    fuerte, incluso mucho ms fuerte (ms el hogar que el estado, y ms la orga-

    nizacin que el mercado), si se mira hacia su interior, a la manera en que rela-

    cionan a los individuos que pertenecen a ellas, ya que suponen una interaccin

    5 En una versin anterior y reducida de este captulo (Fernndez Enguita, 1993c) y enalgunos trabajos asociados a ella (Fernndez Enguita, 1997, 2000a) he subsumido ahogares, estados, organizaciones y mercados bajo el epgrafe general de las redes deproduccin y distribucin, o redes econmicas. No obstante, la palabra red se utiliza yapara tantas y tan distintas cosas en la sociologa (entre ellas el anlisis de redes, laempresa-red, etc.) que he terminado por prescindir de ella.6 La continuidad-discontinuidad entre mercados y organizaciones ha sido particular-mente sealada por la nueva economa institucional, de la que cabe destacar a Coase(1937) y Williamson (1975, 1985). Entre estado y mercado por algunos estudiosos delestado social, de los que sealar a Offe (1984a) y Esping-Andersen (1985, 1990).

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    continuada entre los mismos; pero se reducen a una coleccin de entidades

    independientes si se mira hacia su exterior, y en ese sentido son ms bien

    tramas; en el sentido fotogrfico del trmino, como sucesiones interminables

    de puntos, o en la acepcin textil original, como hilos que discurren paralelos

    sin relacionarse mutuamente, pues slo la intervencin del estado o del mer-

    cado permite su incorporacin al tejido social global.

    Otro importante elemento comn a todas estas formas (si bien no a las

    figuras individuales) es, por ltimo, su estabilidad. Un estado, dos hogares re-

    lacionados entre s y un reducido puado de organizaciones suelen ser escena-

    rio ms que suficiente para que se desenvuelva la biografa de cualquier per-

    sona. La mayora de los estados tienen ya una larga historia tras de s, y los

    que no la tienen la tendrn. Los hogares se extinguen y dividen de manera in-exorable por la fuerza del ciclo vital, en una interminable sucesin desde la

    perspectiva histrica de la sociedad, pero pueden considerarse como altamente

    estables desde la perspectiva del ciclo personal individual. Las organizaciones

    individuales aparecen y desaparecen, pero hasta ellas parecen ganar en perdu-

    rabilidad y, desde luego, hacen de ello un blasn ("Fundada en..."); en todo

    caso, su omnipresencia colectiva por encima de los avatares individuales es ya

    un dato estable del panorama social, y su capacidad de sobrevivir a sus parti-

    cipantes tambin. Los mercados, en fin, estn formados por una infinidad de

    transacciones efmeras, pero gran parte de ellas recurrentes, y en conjunto

    forman tambin una realidad estable y en buena medida previsible. En conjun-

    to, todas estas formas son altamente estables o recurrentes. Pueden transfor-

    marse, incluso de manera radical, pero han venido para quedarse.

    I .1 Grupos domsticos y comunidades polticas

    La forma econmica ms elemental de las consideradas es, sin duda, el

    grupo domstico. Todo el mundo nace en el seno de alguno, es sostenido por

    su esfuerzo en su perodo de desarrollo y, al alcanzar la madurez, gana en su

    Entre el hogar y cualesquiera formas extradomsticas por el ya mencionado Wallers-tein (1974, 1984) y Durn (1987).

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    interior el status de adulto y/o se separa para constituir uno nuevo. Pero, his-

    tricamente, el grupo domstico no ha podido pervivir como tal ms all de

    ciertas dimensiones, determinadas en lo esencial por las caractersticas del en-

    torno y por la tecnologa disponible. Sobrepasadas stas, ha tenido que escin-

    dirse en varios grupos independientes, bien fuera para llevar una vida por en-

    tero separada, bien para integrarse en una forma superpuesta ms amplia.

    Esta segunda forma social es lo que podemos llamar comunidad poltica.

    En el proceso histrico de su surgimiento, la comunidad poltica resulta

    difcilmente distinguible del grupo domstico. Rene a distintos grupos doms-

    ticos ligados, a su vez, por relaciones de parentesco, y las relaciones entre go-

    bernantes y gobernados no son esencialmente distintas, al menos no por cmo

    unen entre s a los diversos componentes de la jerarqua domstica. Tanto si lacomunidad poltica toma la figura de una monarqua, en la que un individuo o

    una familia ocupa el lugar del padre frente a los dems,7 como si adopta la de

    una repblica, en la que todos los grupos domsticos, o quienes detentan en

    ellos la autoridad los cabezas de familia, son considerados iguales, unas

    dimensiones reducidas van siempre asociadas a una constitucin democrtica.

    Sirvan como ejemplo los jefes de los pueblos germnicos en la poca de Tcito

    o las pequeas ciudades-estado griegas.

    A medida que las dimensiones de la comunidad poltica aumentan, y so-

    bre todo a medida que lo hacen frente a las de los grupos domsticos (i.e., sin

    que existan grupos intermedios slidos), la fuerza tiende a sustituir al consen-

    so; el poder poltico (comunitario) conserva todos los elementos arbitrarios del

    poder domstico (patriarcal) pero sin verse mitigado por los lazos afectivos a

    la vez que acumula instrumentos de poder de acuerdo con su creciente tama-

    o; los elementos democrticos iniciales se pierden ms o menos irremisi-

    blemente, pues las viejas formas de produccin o distribucin resultan estre-chas para una sociedad en expansin: si hacen falta ejemplos, pinsese en la

    evolucin de Roma desde la Repblica hasta el Imperio, o en la posterior evo-

    lucin paralela de los pueblos germnicos. La comunidad poltica juega un pa-

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    pel creciente en la movilizacin de los recursos econmicos, pero esta movili-

    zacin se basa a partir de cierto momento en la fuerza y la imposicin: es el

    trabajo forzado, como modalidad de movilizacin de los recursos humanos, de

    la actividad, del trabajo, y el impuesto o la expropiacin como medios de movi-

    lizacin de la naturaleza, de los recursos naturales, de la materia.

    La humanidad ha vivido la mayor parte de su existencia, ms o menos la

    totalidad de su prehistoria, sin conocer otra forma social que el grupo domsti-

    co, y la mayor parte de su existencia civilizada, la prctica totalidad de su his-

    toria, sin aadirle apenas otra cosa que la comunidad poltica. Podemos re-

    montarnos tan lejos como deseemos para buscar antecedentes a otras formas

    econmicas, concretamente a los mercados (por ejemplo, en el llamado true-

    que silencioso) y a las organizaciones (por ejemplo, en la partida de caza), ysin duda los encontraremos, pero no es difcil convenir que unos y otras han

    desempeado un papel desoladoramente marginal junto a los grupos domsti-

    cos y las comunidades polticas. Interesa ms ahora sealar que, en contra de

    lo que la mayora de las tipologas histricas parecen sugerir, sobre todo por el

    uso de terminologas reduccionistas al menos si se toman al pie de la letra,

    los grupos domsticos no han desaparecido ni se han visto relegados a un pa-

    pel puramente marginal por las comunidades polticas, ni siquiera hoy por las

    organizaciones y los mercados.

    Los grupos domsticos y las comunidades polticas tienen muchos ele-

    mentos en comn, elementos que veremos mejor algo ms adelante, cuando

    los contrapongamos a las organizaciones y los mercados, pero presentan tam-

    bin algunas caractersticas netamente diferenciales entre s, como las que se

    resumen en el Cuadro I.1.

    Tanto los unos como las otras han conocido, de sus orgenes a hoy, un

    proceso de evolucin que podemos considerar tambin un proceso de reduc-

    cin, de compresin, de especializacin. Unos y otras han venido retirndose

    progresivamente de sucesivas parcelas de la vida social y la actividad econ-

    7 No me discutis deca el zar a los boyardos, segn Foucault. Recordad que soyvuestro padre.

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    mica y, con ello, han ido dejando espacio a otras formas econmicas, concre-

    tamente a los mercados y las organizaciones. Es precisamente al replegarse

    sobre s mismos cuando los grupos domsticos y las comunidades polticas de-

    vienen, respectivamente, algo con lo que ya estamos ms familiarizados:

    hogares y estados (podramos decir tambin, para ser ms exactos: hogares

    nucleares y estados modernos, pero estos adjetivos son casi redundantes, en

    particular el segundo). Los grupos domsticos han pasado inexorablemente de

    clanes a grupos familiares, de familias extensas a familias nucleares, y en el

    proceso no slo ha disminuido su tamao, sino que tambin han ido delegando

    o viendo cmo les eran arrancadas, en todo o en parte, la mayora de sus fun-

    ciones excepto las estrictamente reproductivas. Las comunidades polticas lo

    han hecho de las omnipresentes formas tributarias (despotismo oriental, feu-

    dalismo) a monarquas absolutas y de tales a estados modernos, lo que en

    unos casos ha supuesto un aumento y en otros una disminucin de su tamao

    (su territorio), pero en todos una mayor delimitacin y especializacin de sus

    funciones en relacin con el conjunto de la vida social. Desde luego, esto es

    simplificar al lmite una historia larga y compleja, pero aqu slo necesitamos,

    al menos por el momento, atender a los rasgos ms generales de las estructu-

    ras domstica y poltica.

    Los grupos domsticos y las comunidades polticas, o los hogares y los

    estados (en adelante emplearemos estos trminos mientras sigamos movin-

    donos a este nivel de generalidad), tienen tambin en comn el empleo de la

    sangre y el territorio como criterios de pertenencia y exclusin que separan a

    quienes estn dentro de quienes quedan fuera de ellos. Los hogares se reali-

    mentan o se fundan a travs de la decisin o la prctica de residir en comn

    (territorio) y se amplan a travs de la reproduccin biolgica (sangre). Pero si

    la residencia en comn es esencial, el lugar de residencia no lo es; y si, prohi-bido el incesto, la ampliacin o fundacin del hogar con otras personas adultas

    requiere el recurso a una sangre extraa (colateral), su finalidad es precisa-

    mente la formacin de una lnea de sangre comn (consangunea). Adems, la

    residencia en comn puede ser condicin necesaria, pero no es suficiente para

    la pertenencia al grupo (esclavos, sirvientes, criados o huspedes no forman

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    parte de l, aunque los primeros no han estado tan lejos de hacerlo en algunas

    sociedades y pocas). En ese sentido, podemos decir que el criterio primario

    de pertenencia o exclusin es la sangre, aunque juega un papel subsidiario el

    territorio.

    Con los estados parece suceder exactamente lo contrario, al menos en

    nuestra civilizacin. Por lo general, se considera sbditos o ciudadanos tanto a

    los nacidos de los ya nacionales (ius sanguinis) como a los nacidos en ciertas

    condiciones en el territorio (ius soli). Pero el estado slo puede ejercer y

    ejerce realmente su poder en los lmites de su territorio, incluso sobre los no

    nacionales, mientras que le resultara difcil o imposible hacerlo sobre los na-

    cionales fuera de sus fronteras. Slo de algunos pueblos nmadas podra pre-

    dicarse la existencia de un estado sin territorio, y aun sos son a menudo n-madas dentro de cierto territorio considerado propio. A Jutan Chu-tsai, conse-

    jero de Ogodai (sucesor de Gengis Khan) se atribuye precisamente la afirma-

    cin de que se puede conquistar un imperio a caballo, pero no gobernarlo o

    sea, que no puede haber estado si no hay territorio, sin un pueblo y un poder

    sedentarios. Podemos, pues, postular que el criterio primario de pertenencia o

    exclusin de la comunidad poltica, del estado, es el territorio, mientras que

    como criterio secundario acta la sangre. (Hoy, sin embargo, asistimos a una

    fuerte presin en sentido contrario, precisamente porque los estados no se

    muestran muy capaces de controlar de manera estricta el acceso a y la perma-

    nencia en su territorio, frente a las fuerzas internas y externas de la economa,

    que dan lugar a las migraciones.)

    Hogares y estados se estructuran en torno de elementos naturales que,

    a su turno, por efecto de la accin de aqullos, dan lugar a constructos socia-

    les. En los hogares se trata del sexo y la edad, que el poder patriarcal convier-

    te en gnero y generacin. En el estado, de la poblacin y la tierra, a los que elpoder poltico transforma en pueblo y territorio.

    Puesto que el ser humano no es hermafrodita, se precisan personas de

    ambos sexos para la formacin del hogar y la reproduccin biolgica impone

    ciertas diferencias de vida, sobre todo en los estadios menos desarrollados de

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    la humanidad, como el de la caza y recoleccin, o simplemente mientras una

    esperanza de vida corta, una mortalidad infantil elevada y una lactancia pro-

    longada hacen de la maternidad una labor casi permanente, capaz por s de

    absorber una vida. Por otra parte, el hecho de que el nuevo ser no nazca ple-

    namente desarrollado, y que su perodo de desarrollo sea extremadamente

    largo, es, adems de la condicin de la cultura, la base de la importancia de la

    edad. Sin embargo, lo que determina el paso del sexo al gnero y de la edad a

    la generacin, o sea de las diferencias biolgicas a las diferencias sociales, es

    el poder patriarcal, el poder de los hombres sobre las mujeres y de los adultos

    sobre los nios. No importa ahora si en el origen han tenido mayor o menor

    peso los factores biolgicos o los sociales, ni si pudo ser o alguna vez fue de

    otro modo. Lo que importa es que la indispensabilidad de las mujeres en la

    gestacin se ha visto secularmente asociada a su reclusin domstica, su su-

    bordinacin en la familia, su alejamiento del poder poltico, su apartamiento

    del uso de las armas, etc., es decir, que el sexo se ha visto englobado, amplifi-

    cado y transformado en el gnero; o que al ritmo del desarrollo biolgico (y

    luego al de la decadencia) del ser humano se han superpuesto modelos de

    comportamiento, expectativas mutuas, pautas de relacin y rituales de paso

    que establecen las diferencias entre un grupo de edad y otro con independen-

    cia ya de las etapas del proceso vital, o sea, que la edad ha dejado paso a lageneracin.

    Quiz merezca cierta explicacin el uso del trmino "generacin" en este

    contexto, sobre todo por cuanto es un uso poco habitual y distinto del que ms

    eco ha encontrado en la sociologa, el que en su momento hiciera Mannheim

    (1928). La edad es simplemente un continuo, y carece por entero de inters

    estudiar las relaciones entre las personas separadas por un mes, un ao, dos

    aos, etc.; lo mismo podemos decir sobre la diferencia de condicin para unamisma persona al cabo de perodos de tiempo similares, salvo que se les haga

    coincidir con un rito de paso, un requisito legal, etc., y entonces ya no se trata

    de un mes o un ao, sino de ese mes, ese ao, incluso ese da. Tampoco me-

    rece mucho ms inters el asunto si pasamos a considerar las cohortes, por

    ejemplo de cinco en cinco o de diez en diez aos, salvo por cuanto aqu se van

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    acumulando ya las pequeas diferencias, porque ya es ms probable que algu-

    nas de ellas estn separadas por divisorias correspondientes a ritos de paso o

    condicionamientos legales y porque los perodos invocados ya pueden dar lugar

    a lo que convencionalmente se llama generaciones, es decir, a grupos de edad

    con experiencias vitales, culturales y sociales distintas. Sin embargo, la socio-

    loga suele interesarse slo o principalmente por los llamados "grupos de

    edad": infancia, juventud, adultez, vejez, que a su vez pueden descomponerse

    con ms detalle (infancia y niez; adolescencia y juventud; juventud adulta,

    adultez y madurez; tercera y cuarta edades, o cualesquiera otras variantes).

    Sin negar la importancia de estas clasificaciones ms sofisticadas, lo que que-

    remos sealar es lo siguiente. En el interior de los hogares, lo que menos im-

    porta es si los hermanos se suceden regularmente con un ao de diferencia o

    estn separados por grandes lapsos, o si los padres tienen a sus hijos apenas

    pasados los veinte o cercanos a los cuarenta: lo que importa es que unos son

    padres y otros hijos, que aqullos generaron a stos, y que si hay otras perso-

    nas en la vivienda es casi seguro que son los abuelos, los que generaron a

    aqullos. En los hogares, pues, lo que cuenta son las generaciones, y no los

    grupos de edad, ni las series de edad, ni las cohortes, ni las promociones..., y

    difcilmente podra encontrarse para aqullas, as definidas, otro nombre ms

    adecuado. Ms adelante veremos que puede afirmarse otro tanto para la esfe-ra extradomstica.

    Del lado de la comunidad poltica o el estado nos encontramos con algo

    muy parecido. Un pedazo de tierra no es ms que un pedazo de tierra, no im-

    porta cules sean sus dimensiones, y slo en ciertas condiciones se convierte

    en un territorio. Aunque el lenguaje comn tienda a confundirlos, la primera es

    una delimitacin natural, mientras que la segunda es una delimitacin adminis-

    trativa, jurdica o poltica. Pero para que haya tal debe haber antes una comu-nidad poltica que fije los lmites entre lo propio y lo ajeno, o que se subdivida

    a s misma en regiones, provincias, comunidades autnomas, departamentos,

    municipios, etc. De manera anloga, un agregado de individuos, de hogares o

    de clanes slo pasa a ser un pueblo si se dota de alguna entidad poltica su-

    pradomstica. Lo dems, la lengua, la religin, la cultura, etc., caractersticas

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    diferenciales que tal vez se den o tal vez no, puede venir como consecuencia o

    con independencia de ello, pero no es por s mismo suficiente, y en ningn

    modo es causa sui.

    El poder dentro de la esfera domstica se basa en el monopolio de la re-

    produccin. Paradjicamente, aunque los sujetos principales de la capacidad

    reproductora son las mujeres (o quiz por ello, si seguimos a Meillassoux),8

    quienes detentan este poder son los hombres, ya que ejercen una posicin de

    supremaca sobre ellas. Si el hombre puede disponer de sus hijos, y sobre todo

    de sus hijas, y puede coartar y castigar la libertad sexual de su mujer, enton-

    ces es l quien domina la capacidad de reproduccin. El poder sobre los nios

    es en parte efecto de la reproduccin (ellos son su resultado) y en parte ins-

    trumento de influencia sobre la misma (se veta el incesto o se autoriza un ma-trimonio). El poder basado en el sexo y la edad, al que cabe llamar poder pa-

    triarcal, es el poder de crear vida (o de no crearla).

    En la esfera comunitaria, el poder se basa en ltima instancia, tanto

    frente a los sbditos (los que son parte del grupo) como frente a los extraos

    (los que no lo son), en una capacidad extraordinaria, asimtrica, de violencia,

    o en algn grado de monopolio, legtimo o ilegtimo, de la violencia (sin l, to-

    do poder poltico se disolvera). Por muy lejos que est de consistir solamente

    en eso, nunca ha dejado de ser cierto que el estado es, en ltima instancia, un

    grupo de hombres armados (Engels dixit). El poder basado en la violencia, o

    en la amenaza de su ejercicio, que puede ser caracterizado como poder militar,

    es, a su vez, el poder de destruir la vida (o de protegerla de la destruccin).

    8 Meillassoux, 1975.

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    Cuadro I .1: GRUPOS DOMSTICOS Y COMUNIDADES POLTICAS

    GRUPOS

    DOMSTICOS

    COMUNIDADES

    POLTICAS

    Forma evolucionada Hogares Estados

    Criterios depertenencia...

    Sangre(+ territorio)

    Territorio(+ sangre)

    ...que separan a Propios y extraos Compatriotas y extranjeros

    Elementos naturales

    en que se basa...

    Sexo yEdad

    Poblacin yTierra

    ...que mediados por el... Poder patriarcal Poder poltico

    ...basado en control de la... Reproduccin Violencia

    ...se transforman en Gnero y

    Generacin

    Pueblo y

    TerritorioCategoras internascorrespondientes

    Hombres/mujeresAdultos/nios

    Diferentes estamentos ocastas, en su caso

    Ntese que estos constructos sociales han servido de base para la di-

    ferenciacin de los individuos dentro de sus respectivas esferas. En la esfera

    domstica, el gnero ha dividido a hombres y mujeres y la edad a adultos y

    nios, y estas divisiones se han proyectado y se siguen proyectando, como

    luego veremos, sobre la sociedad global. En la esfera poltica, el control del

    pueblo y del territorio, coextensivos, indisociables y caractersticos ambos tan-

    to del feudalismo como del despotismo oriental ("nobleza de posicin"), dieron

    lugar a la formacin de estamentos, si bien stos han sido hoy ya eliminados

    como tales de la vida poltica y social en la mayor parte del mundo (pero toda-

    va Weber sinti la necesidad de ocuparse profusamente de ellos).

    I .2 Formas inclusivas y formas voluntarias

    En la simbiosis entre grupos domsticos y comunidades polticas llega

    siempre un momento en que, correlativamente, aqullos son demasiado pe-

    queos y stas demasiado grandes. En ese espacio intermedio surgen los mer-

    cados y las organizaciones, como formas econmicas de alcance medio, capa-

    ces de conectar entre s a los grupos domsticos sin necesidad de movilizar

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    para ello la cada vez ms pesada maquinaria de la comunidad poltica. Cierto

    que relaciones aisladas de intercambio de productos, precursoras de los mer-

    cados, pueden existir y han existido antes, entre grupos domsticos pertene-

    cientes o no a una comunidad poltica, as como entre comunidades polticas

    diferentes, pero slo han llegado a sistematizarse, es decir, a convertirse en

    verdaderos mercados desarrollados, cuando han podido hacerlo bajo la protec-

    cin de una comunidad poltica, o ms bien de un estado, o de un acuerdo s-

    lido entre estados. De manera parecida, podramos afirmar que toda comuni-

    dad poltica implica, por el hecho de serlo, algn tipo de organizacin, con lo

    que carecera de sentido presentar a sta como una figura intermedia entre

    aqulla y los hogares; sin embargo, tal organizacin, por ejemplo las obras de

    irrigacin basadas en el trabajo comunitario o esclavo, carece de una entidad

    separada y diferenciada como la que poseen hoy una empresa privada, una

    agencia gubernamental o una asociacin profesional: no es una entidad distin-

    ta, sino una funcin singular de la comunidad poltica.

    Aunque slo sea para evitar la reiterada enumeracin de los cuatro tr-

    minos, en lo que sigue llamaremos a los hogares y estados formas inclusivas, o

    de pertenencia, y a las organizaciones y mercados formas voluntarias, o de

    afiliacin. Pero tambin porque estos dos pares y tipos de formas econmicas

    presentan algunas diferencias entre s, las que se condensan en el Cuadro I.2.

    En estas denominaciones se contiene ya una de las diferencias que las separa:

    las primeras son bsicamente involuntarias, en todo caso en cuanto que la

    incorporacin inicial a alguna unidad en cada una de ellas (a un estado y a un

    hogar) es inevitable y no deja lugar a la eleccin (sobre a qu unidad. i.e. a

    qu hogar o a qu estado), pero tambin en la medida en que slo pueden ser

    abandonadas bajo condiciones altamente restrictivas e improbables (el estado,

    por ejemplo, slo en la medida en que existan fronteras libres o se cuente conla acogida de otro estado; el hogar, sea el de origen o el de destino, dentro de

    estrechos lmites marcados por la ley o la costumbre); a las segundas, en

    cambio, se accede de manera voluntaria, tanto en lo que concierne a la deci-

    sin de acceder o no, en la que la posibilidad de abstenerse es mayor, como en

    lo que atae a la eleccin de a qu organizacin o a qu mercado (qu compra

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    o venta) concretos hacerlo, y el abandono puede producirse en cualquier mo-

    mento sin que nada se oponga a ello de manera directa. Desde la perspectiva

    individual (de la persona y de cada una de las entidades dentro de esas for-

    mas) podemos decir, pues, que el mbito temporal de las primeras es virtual-

    mente definitivo (estados), o al menos altamente duradero (hogares), mien-

    tras que el de las segundas es siempre provisional (organizaciones) e incluso

    ocasional (mercados).

    Cuadro I.2: FORMAS INCLUSIVAS Y FORMAS VOLUNTARIAS

    HOGARES

    Y ESTADOS

    ORGANIZACIONES

    Y MERCADOS

    Tipo de forma social Inclusiva(pertenencia)

    Voluntaria(afiliacin)

    Finalidad Inespecfica Especfica

    mbito funcional Totalizador Segmentario

    Posiciones Adscritas(condicin)

    Adquiridas(posicin)

    Desigualdad tipo Discriminacin Explotacin

    Grupos Categoras Clases

    Una segunda gran diferencia entre unas y otras formas econmicas, in-

    clusivas y voluntarias, es que las primeras conciernen a la persona como tota-

    lidad, en todas o la gran mayora de sus facetas, mientras que las segundas

    slo ataen a aspectos aislados de la misma. Podemos decir, tomando la ter-

    minologa del funcionalismo, que las primeras son inespecficas y las segundas

    especficas, o, respectivamente, no especializadas y especializadas, si bien es

    cierto que la especializacin activa de organizaciones y mercados tiene como

    consecuencia la especializacin pasiva de hogares y estados. Pero, mientras

    que las organizaciones y los mercados singulares se resisten a ampliar su m-

    bito funcional, los hogares y los estados siempre estn dispuestos a hacerlo. Elmbito funcional de los hogares y los estados es, por defecto, todo: presentan

    una intensa vis atractiva, una capacidad en principio ilimitada de absorber ms

    y ms cometidos, al menos mientras stos no puedan ser eficazmente traspa-

    sados a otra instancia. En tal sentido, son formas totalizadoras (algo distinto,

    pero no ajeno, a la posibilidad de ser totalitarias). Las funciones o tareas asu-

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    midas por mercados y organizaciones, en cambio, son siempre especializadas,

    concretas, afectan solamente a un aspecto preciso de la vida individual y social

    o a un nmero limitado de ellos. En ese sentido son conjuntos de relaciones

    segmentarias, que conciernen a un mbito limitado de la personalidad de quie-

    nes se integran en ellas.9 As, la familia se ocupa por igual del bienestar mate-

    rial y psquico de los individuos, de su comportamiento conforme a las normas,

    de su pasado, su presente y su futuro, y el estado, aunque con una interven-

    cin ms limitada desde la perspectiva individual, viene a hacer otro tanto al

    asegurar una asistencia mnima en ltima instancia, ciertos consumos sociales,

    que la conducta no salga de determinadas normas, etc.; las organizaciones, en

    cambio, slo esperan de los individuos lo necesario para algn o algunos fines

    especficos, por ejemplo que trabajen pero no que respeten las leyes, que res-

    peten las leyes pero no que trabajen, que apoyen al partido pero no que amen

    a su cnyuge, y los mercados an se conforman con menos, concretamente

    con que entreguen las mercancas en tiempo y forma o con que las paguen,

    segn de qu lado del intercambio se encuentren. En la medida en que (nue-

    vas) organizaciones y mercados, adems, se expanden (se multiplican) asu-

    miendo funciones que antes estaban en manos de los hogares y los estados,

    podemos decir que el mbito competencial de los primeros es creciente, y el de

    los segundos decreciente (al menos en trminos relativos, aunque pueda cre-cer el de unos y otros en trminos absolutos en tanto que tambin se expanda,

    como parece hacerlo el universo, la totalidad de las necesidades y las activida-

    des dedicadas a satisfacerlas). No hay contradiccin, en fin, entre la especiali-

    zacin de las organizaciones y los mercados singulares y la expansin a nuevos

    campos de unas y otros en general, como tampoco entre la retraccin de

    hogares y estados y su tendencia latente a cubrir cualquier vaco.

    Aunque resulta clara la limitacin del compromiso individual con el mer-cado (slo se acude a l incluso apenas virtualmente con vistas a la tran-

    saccin buscada), nunca se subrayar lo suficiente el carcter asimismo limita-

    9 Como ya se adivina, estas distinciones, inespecfica / especfica o totalizadora / seg-mentaria, guardan estrecha relacin con la vieja dicotoma de Parsons y Shils (1951a:83-84; tambin Parsons, 1959: 69-70 et passim) entre difusividad y especificidad.

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    do del compromiso con las organizaciones. El concepto de miembro de la orga-

    nizacin (en vez de participante), o la definicin de sta como la coordinacin

    de un conjunto de personas (en vez de actividades), etc., no son sino metoni-

    mias que pueden ocultar lo fundamental: que la persona, como tal, no est

    involucrada en la organizacin. De hecho, cuanto mayor es el lugar que ocupan

    en nuestra vida las organizaciones, menor es el que ocupa cada una de ellas

    en particular.10

    Ahora podemos volver sobre una distincin anterior: que las posiciones

    individuales en el seno de las formas de pertenencia son adscritas, mientras

    que en el interior de las formas de afiliacin son adquiridas;11 podramos decir

    tambin que en el hogar y el estado se es de una condicin, mientras en la

    organizacin o el mercado se est en una posicin. Todo esto, sin embargo,debe ser matizado en atencin a la evolucin social. Las posiciones de los indi-

    viduos en los hogares son netamente adscriptivas en la medida en que depen-

    den en lo esencial de su sexo y de su edad, es decir, de rasgos individuales

    que no est en su mano modificar. No obstante, sin duda estamos asistiendo a

    una progresiva, aunque limitada, prdida de relevancia (dentro de los hogares)

    de ambos factores: del sexo en todo caso y de la edad en todo lo que vaya

    ms all de la variacin biolgicamente determinada en las capacidades fsicas,

    intelectuales y caracteriales de las personas. La pertenencia o no pertenencia a

    la comunidad poltica es igualmente adscriptiva, como resulta obvio en la con-

    traposicin entre nacionales y extranjeros, aun cuando existan maneras de

    saltar la lnea separatoria. Mas lo que interesa subrayar es otra cosa: en la

    medida en que existan diferencias entre los miembros de la comunidad poltica

    en cuanto tales, stas sern tambin adscriptivas, como lo fueron entre el mo-

    narca y los sbditos, o entre los nobles, los ciudadanos libres y los siervos, o

    como pueden serlo todava en los lugares en que pervive alguna particin de la

    10 En la vieja estructura social, antes de la invencin del moderno actor corporativo, lapersona era un elemento en la estructura de la accin social. Ahora, la persona es me-ramente un ocupante y la posicin que la persona ocupa es el elemento de la estructu-ra de la accin social. Una consecuencia de importancia central es que la persona, co-mo persona, es ahora libre. (Coleman, 1982: 25)

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    comunidad poltica: hombres y mujeres en algunos pases islmicos (o canto-

    nes suizos, hasta ayer), blancos y negros en la Sudfrica del apartheid, inmi-

    grantes de sucesivas generaciones y nacionales en Kuwait, los nativos abor-

    genes hasta no hace mucho en Australia o los Estados Unidos, etc. Dicho esto,

    hay que aadir que una caracterstica esencial de lo que llamamos "estado

    moderno" es precisamente la supresin de estas diferencias adscriptivas en el

    interior de la comunidad poltica, que hoy apenas persisten ya como escasos

    residuos, si bien ha sido un largo camino el que ha hecho que la igualdad pol-

    tica cruzara las barreras de la raza, el sexo, la edad, la propiedad y, ocasio-

    nalmente, otras.

    Adelantemos ya, aunque todava no nos detengamos a tratar este as-

    pecto ms detalladamente, que designaremos a los agregados o grupos for-mados en torno a condiciones homogneas definidas en las formas inclusivas

    como categoras sociales, y a los formados en torno a las posiciones definidas

    en las formas voluntarias como clases sociales. As como que las primeras es-

    tn unidas entre s por relaciones de discriminacin, pero no necesariamente

    de explotacin; y, las segundas, por relaciones de explotacin, pero no necesa-

    riamente de discriminacin.

    El lector probablemente se encuentre ya, a estas alturas, en la incmoda

    situacin de quien se ve a s mismo ante algo que suena familiar, dja vu, y

    extrao a la vez. Por supuesto, las dicotomas de este tipo no son nada nuevo

    en la sociologa y, con un sentido ms o menos parecido, pueden encontrarse

    casi a lo largo de toda su historia: mecnico / orgnico,12 primario / secunda-

    rio,13 folk / urbano,14 etc., y, sobre todo, comunidad / asociacin. Efectivamen-

    te, si hay que buscar un apelativo unitario para cada uno de estos pares de

    formas econmicas, hogares y estados de un lado y organizaciones y mercados

    de otro, bien podra encontrarse en la pareja de conceptos comunidad-

    11 Esta distincin remite, por supuesto, a Davis y Moore (1945) y, sobre todo, a Par-sons y Shils (1951a: 82-83) y Parsons (1959: 102ss).12 Vase Durkheim (1893).13 Cooley (1909).14 Redfield (1930).

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    asociacin (Gemainschaft y Gesellschaft)15. Podramos, entonces, definirlas,

    respectivamente, como formas comunitarias y formas asociativas, en el senti-

    do dado a estos trminos por Tnnies. Es cierto que, si bien Tnnies puso una

    y otra vez al hogar como ejemplo de comunidad, tambin puso al estado como

    ejemplo de asociacin, mientras que aqu lo que se sugiere es alinearlo sin lu-

    gar a junto al hogar, del lado de la comunidad. Esta divergencia de interpreta-

    ciones podra atribuirse a que Tnnies consideraba al estado como organiza-

    cin, y desvanecerse as, pues tambin aqu, al considerarlo en cuanto tal, en

    cuanto que organizacin de la actividad para el desempeo de cualquiera de

    sus funciones o sea, en cuanto que agencia y no en cuanto que articulacin

    global de la sociedad nacional, lo incluiremos del otro lado, el lado de las aso-

    ciaciones, segn tendremos ocasin de argumentar en su momento. Sin em-

    bargo, la cuestin no es tanto buscar la manera de ajustarnos a la herencia de

    Tnnies como despedirnos rpidamente de la mayor parte de ella. En mi opi-

    nin, aunque su intuicin sobre el carcter heurstico de una dicotoma de ese

    tipo y su hallazgo de los dos conceptos mencionados puede calificarse incluso

    de genial como lo demuestra su frtil uso posterior por otros autores y el

    hecho de que sea ya casi parte del inconsciente colectivo de los socilogos,

    su aplicacin de los mismos no fue muy afortunada, como habr tenido ocasin

    de comprobar cualquiera que haya ledo su obra principal. La mejor prueba deello quiz sea precisamente la falta de correspondencia entre la inmensa popu-

    laridad alcanzada por los conceptos tnniesianos y la escasa necesidad que los

    mismos que los utilizan han sentido de leer su obra; o, ms an, el escaso o

    nulo uso de la misma que han hecho quienes se tomaron el trabajo de leerla.

    Hay, no obstante, algo ms que un acierto en la eleccin de dos conceptos en

    la obra de Tnnies, y creo que su intuicin y su idea rectora son esencialmente

    correctos, pero valga esta toma de distancias para permitirnos servirnos de

    ellas en funcin de su utilidad para nuestros fines argumentales y no de la fi-

    delidad a los de su progenitor.

    15 En Espaa, afortunadamente, se ha traducido la obra de Tnnies (1887) como Co-munidad y asociacin, y no comunidad y sociedad, como a veces se dice entre soci-logos. Comunidad y asociacin son, ambas, figuras y partes constitutivas de la socie-dad.

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    Cuadro I .3: COMUNIDAD Y ASOCIACIN

    Tipo de formaCOMUNIDAD

    (Gemainschaft)

    ASOCIACIN

    (Gesellschaft)

    Formas comprendidas Hogares y estados Organizaciones y mercados

    Cometido principal Reproduccin ProduccinCarcter Esencial Instrumental

    Relacin con el tiempo Continuidad Discontinuidad

    Relacin con el espacio Ancladas en territorio Relacin circunstancial

    El Cuadro I.3 resume las diferencias que considero aqu pertinentes. En

    mi opinin, lo que separa a la comunidad de la asociacin no es tanto la volun-

    tad esencial o arbitraria, como crea Tnnies, cuanto el hecho de que la

    primera centra su papel en la reproduccin y la segunda en la produccin. Sin

    necesidad de entrar aqu en sutiles disquisiciones sobre una y otra, ya que sus

    fronteras son harto discutibles, cabe sealar que, si la funcin primera y distin-

    tiva de los hogares es la reproduccin de la vida, la de los estados es la repro-

    duccin de las condiciones que hacen posible la cultura, entendida sta en un

    sentido amplio, antropolgico. Como se argumentar ms adelante, no puede

    haber cultura (pueblo, etnia, nacionalidad, nacin) sin algn grado de organi-

    zacin poltica, lo que de manera general venimos llamando comunidad poltica

    y, de manera abreviada y probablemente abusiva, estado. Creo, al mismotiempo, que ste es el sentido salvable de las afirmaciones de Tnnies sobre el

    carcter orgnico de la comunidad, su condicin de entidad real o natural,

    a diferencia de la conceptual o artificial de la asociacin, etc.

    Ahora bien, en cuanto que el individuo debe al hogar-familia la vida y al

    pueblo-estado la cultura, y a ambos fundamentalmente su identidad, su ad-

    hesin a los mismos llega normalmente a alcanzar una cualidad y una intensi-

    dad que no seran posibles con, ante y en las organizaciones y los mercados.

    Es entonces cuando adquiere fundamento hablar de algo parecido a una vo-

    luntad esencial o natural (Wessenwille) y una voluntad arbitraria, instrumen-

    tal o racional (Krwille), a la manera de Tnnies,16 un tema que tambin ha

    16 [D]istingo entre la voluntad que incluye al pensamiento y el pensamiento que abar-ca la voluntad. [] Esta unidad debe entenderse en el primer caso como una unidad

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    planteado Abel al referirse a las relaciones de sentimiento y las relaciones

    de inters. Ntese la similitud entre esta distincin y, por ejemplo, la realiza-

    da entre lo primordial (afectivo, simblico, expresivo) y lo circunstancial

    (interesado, material, instrumental) por D. Bell al oponer la pertenencia al

    grupo tnico (para nosotros una categora del mbito comunitario, inclusivo) a

    la afiliacin a la clase (que corresponde al mbito de lo asociativo, voluntario).

    Esa carga emotiva que suscita siempre la identidad tnica o nacional puede

    encontrarse tambin, aunque con fuerza paulatinamente decreciente, en la de

    gnero y la generacional.

    La centralidad de la reproduccin o la produccin da lugar a dos tipos

    distintos de posicin en y de relacin con el tiempo. Desde el punto de vis-

    ta del individuo, el hogar y el estado se distinguen por su continuidad: le pre-ceden y le suceden, estaban ah cuando naci y seguirn, en principio, cuando

    muera. Las transacciones mercantiles son por esencia ocasionales y efmeras,

    aun cuando puedan reiterarse una y otra vez, y para las organizaciones es in-

    esencial, desde la perspectiva del individuo, la duracin, aun cuando algunas

    puedan sobrevivir a las estirpes familiares y hasta durar ms que algunos es-

    tados, pues para aqul su relacin con ellas siempre est sujeta a renovacin y

    puede darse por terminada, cosa inviable o slo mucho ms difcilmente viable

    en el caso de hogares y estados. Hogar y estado, familia y nacin, estn cons-

    tantemente presentes ante el individuo como su origen, su pasado; en el caso

    de la familia el sentido es obvio, y en el de la nacin, donde no lo es tanto, se

    percibe no obstante en la misma terminologa que la designa y rodea: na-

    cin, patria, madre patria, lengua materna, verncula, cuna (de

    grandes artistas, por ejemplo), estirpe (de guerreros, pongamos por caso),

    sangre (espaola, por decir algo)

    Tambin con el espacio, con el territorio, desarrollan hogar y estado, ofamilia y nacin, una relacin que no pueden llegar a tener ni la organizacin ni

    el mercado. Tnnies seal con acierto la relacin entre la vida comunitaria y

    real o natural; en el caso segundo, como una unidad conceptual o artificial. La volun-tad del ser humano bajo la forma primera es voluntad esencial o natural [Wesenwille];

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    la tierra, concretamente el hogar,17 y nosotros hemos de generalizar el razo-

    namiento al estado, cuya identidad con su propio territorio es ms que obvia.

    Tambin las transacciones comerciales y las organizaciones necesitan un espa-

    cio fsico, pero su relacin con el mismo es ms bien accidental. Quiz por eso

    los mercados se convierten fcilmente en planetarios, con slo que se les per-

    mita hacerlo, y las empresas en transnacionales, mientras que los estados ra-

    ramente logran o aceptan una dbil integracin en los organismos internacio-

    nales y los hogares sobreviven difcilmente a la separacin fsica.

    No nos corresponde aqu juzgar si la irrupcin de organizaciones y mer-

    cados ha mejorado o empeorado la suerte de la humanidad. Grupos domsti-

    cos y comunidades polticas, u hogares y estados, son sin duda ms protecto-

    res, y en ese sentido ms igualitarios (aunque pueda ser una igualdad de m-nimos, la tan criticada "socializacin de la miseria"), pero tambin ms ago-

    biantes y contrarios a la libertad individual. Organizaciones y mercados, en

    cambio, respetan ms la autonoma del individuo, y probablemente sean tam-

    bin ms meritocrticos, pero fomentan la desigualdad y le niegan seguridad.

    Rousseau lamentaba que los individuos pudieran pagar porque otros sirvieran

    a la patria en su lugar, en vez de suspirar y pugnar por hacerlo; pero este la-

    mento, quiz justificado en relacin a una pequea comunidad poltica, tiene

    poco sentido frente a un gran estado. A medida que la comunidad poltica cre-

    ce tiende a basarse ms en la fuerza y menos en el consenso. En una comuni-

    dad pequea, la igualdad y la democracia son una frmula de convivencia rela-

    tivamente fcil de articular, pero en una grande requieren un elevado grado de

    elaboracin y de conciencia. En general, el dinero no ha significado la quiebra

    de la democracia colectiva, sino la base de la libertad individual. Si el estado

    no toma hoy sus recursos por la fuerza es, esencialmente, porque puede com-

    prarlos, tanto si se trata de recursos humanos (fuerza de trabajo) como si derecursos materiales (riqueza), es decir, porque puede actuar a travs de orga-

    bajo la forma segunda, voluntad arbitraria, instrumental o racional [Krwille].(Tnnies, 1887: 115).17 La vida comunitaria se desarrolla en relacin permanente con la tierra y con el en-clave del hogar. (Tnnies, 1887: 51)

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    nizaciones y mercados. Compra a los hombres, en vez de someterlos, y los

    bienes, en vez de confiscarlos.

    I .3 Organizaciones y mercados

    Organizaciones y mercados tienen en comn, segn hemos visto, ser

    conjuntos de relaciones voluntarias, especficas y segmentarias, con la finali-

    dad particular de movilizar, producir y asignar los recursos econmicos, y que

    pueden convertirse en escenarios para la explotacin de los individuos y para

    su diferenciacin sistemtica en clases sociales. Pueden coexistir y funcionar

    de manera complementaria en el espacio total de la sociedad, si bien represen-

    tan alternativas para la cobertura de cada espacio econmico concreto. Pero se

    distinguen de modo sistemtico por los elementos que relacionan, el orden y

    las vas por las que persiguen unos u otros fines, las relaciones de poder en su

    interior y las opciones disponibles para quienes toman parte en ellos, tal como

    se sintetiza en el Cuadro I.4.

    Las organizaciones vinculan a los individuos a travs de sus actividades

    (trabajo), las cuales ordenan para la consecucin de un resultado: actan as,

    de manera inmediata, como relaciones de produccin. Los mercados los vincu-

    lan por intermedio de sus productos (mercancas), bienes y servicios capaces

    de satisfacer necesidades recprocas (de sus poseedores): actan de modo in-

    mediato, pues, como relaciones de distribucin. Pero, al relacionar a los indivi-

    duos, o sus actividades, las organizaciones ponen tambin en relacin, de ma-

    nera mediata, los resultados de su actividad: se manifiestan, entonces, como

    estructuras de distribucin. En sentido inverso, al poner en contacto a los pro-

    ductos, los mercados conectan entre s a sus poseedores, en ltima instancia a

    sus productores, y devienen as estructuras de produccin.

    Las organizaciones buscan el equilibrio a priori, como objetivo planeado,

    producto de la coordinacin consciente, subordinando a l las acciones indivi-

    duales de sus miembros. Eso es, precisamente, la organizacin: la coordina-

    cin de un conjunto de actividades con vistas a un fin. Los mercados pretenden

    alcanzarlo a posteriori, como resultado espontneo de un automatismo incons-

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    ciente, como sntesis no buscada de las acciones aisladas de los participan-

    tes.18

    Las organizaciones persiguen un inters nico, que debe ser asumido

    como propio por sus miembros, convirtindose as en un fin comn,19 y con el

    cual se presumen acordes o al cual deben someterse los intereses particulares

    de cada uno;20 los mercados no presumen ni necesitan otro mvil que el de los

    intereses privados, como subproducto de cuya colaboracin o competencia

    habr de lograrse el inters pblico.21

    Las organizaciones y los mercados son escenarios de relaciones de po-

    der. En las primeras ste adopta la figura de la autoridad (poder de disposicin

    sobre las personas, o ms exactamente sobre una parte de su actividad), en

    los segundos la figura de la propiedad (poder de disposicin sobre las cosas o,

    ms exactamente, poder de privar a los dems de disponer de ellas).22 Este

    poder puede estar distribuido, tanto en unas como en otros, de manera bsi-

    camente igual o desigual. En el primer caso decimos de las organizaciones que

    son democrticas y de los mercados que son competitivos; en el segundo afir-

    mamos de aqullas que son autoritarias, oligrquicas, etc. y de stos que son

    18 La norma que se cumpla planificadamente y a priori en el caso de la divisin del

    trabajo dentro del taller, opera, cuando se trata de la divisin del trabajo dentro de lasociedad, slo a posteriori, como necesidad natural intrnseca, muda, que slo es per-ceptible en el cambio baromtrico de los precios del mercado y que se impone violen-tamente a la desordenada arbitrariedad de los productores de mercancas. (Marx,1867: I, 2, 433)19 Las organizaciones son "formaciones sociales que se han independizado institucio-nalmente y que cumplen fines especficos o bien persiguen objetivos especficos."(Mayntz, 1963: 26)20 Es el capital empleado en busca de beneficios el que pone en movimiento la mayorparte del trabajo til de toda sociedad. Los planes y proyectos de los propietarios delcapital regulan y dirigen todas las operaciones ms importantes del trabajo, y el bene-ficio es el fin que persiguen todos esos planes y proyectos. (Smith, 1776a: 357-8)21 [A]l dirigir esa industria de manera tal que su producto alcance el mximo valor,slo busca su propio beneficio, y en esto, como en muchos otros casos, es conducidopor una mano invisible a promover un fin que no formaba parte de sus intenciones.[] Al perseguir su propio inters, frecuentemente promueve el inters de la sociedadms efectivamente que cuando realmente intenta promoverlo. Nunca he tenido noticiade mucho bien producido por los que pretendan comerciar por el bien pblico.(Smith, 1776b: IV, II, 9).22 M. Fenwick, congresista norteamericano, lo defini as: Poder es tener algo que otrodesea. (Pfeffer, 1981: 100).

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    monopolsticos, oligopolsticos, etc. Si el reparto del poder es desigual, dar

    lugar, en las organizaciones, a una polarizacin colectiva entre directivos y su-

    bordinados, i.e. entre quienes poseen autoridad y quienes estn sometidos a

    ella, y, en los mercados, entre propietarios y no propietarios, i.e. entre los que

    poseen bienes relevantes y los que no.

    Siendo tanto las organizaciones como los mercados formas voluntarias,

    los individuos pueden influir sobre ellas, o sobre su posicin en ellas, de dos

    maneras: modificndolas y conservando la libertad de incorporarse o no a

    cualquiera de ellas, o de elegir entre ellas. Llamaremos a lo primero negocia-

    cin, puesto que de un modo u otro siempre se trata de conjugar o conciliar

    intereses distintos, y a lo segundo eleccin, lo mismo si se trata de la decisin

    de entrar o no en la relacin que si de elegir entre una u otra (la seleccin deuna relacin entre varias posibles puede considerarse como una suma de elec-

    ciones binarias correspondientes a entrar o no entrar en cada una de ellas, y la

    opcin binaria frente a cada una es producto tambin de la consideracin de

    las restantes opciones disponibles). La modalidad de negociacin en la organi-

    zacin es la participacin en las decisiones; en el mercado, el regateo sobre el

    precio. La modalidad de eleccin en el primer caso es la incorporacin o el

    abandono, en el segundo la aceptacin o la negativa a la transaccin. Ante y

    en las organizaciones, la modalidad prioritaria de accin al alcance de las par-

    tes es la negociacin, o sea la participacin, ya que el abanico en que elegir

    suele ser limitado y los costes de hacerlo altos. Ante y en las transacciones de

    mercado, la modalidad prioritaria de accin al alcance del individuo es la elec-

    cin, mientras que la negociacin pasa a un segundo plano dada la amplia ga-

    ma de opciones y el bajo coste de la renuncia a la transaccin.23

    23 Hirschman (1970) ha hecho especialmente populares las expresiones voz (protes-ta: voice) y salida (abandono: exit). Sin embargo, stas recogen slo un aspectotanto de la participacin como de la eleccin, a saber, la expresin de disconformidad.

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    Cuadro I.4: ORGANIZACIONES Y MERCADOS

    ORGANIZACIONES MERCADOS

    Relacin inmediata entre Actividades(trabajo)

    Productos(mercancas)

    Actuando as como Relaciones deproduccin Relaciones dedistribucin

    Relacin mediata entre Resultados Individuos

    Actuando as como Estructuras dedistribucin

    Estructuras deproduccin

    Orden de los fines Comn / particular Privado / pblico

    Equilibrio A priori A posteriori

    Centros de decisin nico Mltiples

    Mecanismo empleado Coordinacin

    consciente

    Automatismo

    inconscienteExpresado en Normas Precios

    Modalidad de poder Autoridad Propiedad

    Poder repartido Democracia Competencia

    Poder desigual Autocracia,oligarqua, etc.

    Monopolio,oligopolio, etc.

    Grupos consiguientes Directivos/subordinados

    Propietarios/no propietarios

    Modalidad prioritaria/secundaria de accin

    Negociacin/Eleccin

    Eleccin/Negociacin

    Modalidad de la negociacin(resultado)

    Participacin(decisin)

    Regateo(precio)

    Modalidad de eleccin Incorporacin/Abandono

    Aceptacin/Negativa

    Las organizaciones y los mercados son alternativas en el sentido de que

    representan a menudo opciones ambas viables,24 aunque no lo sean en el

    mismo grado, para la realizacin de un conjunto de actividades o la obtencinde un mismo producto. Las organizaciones desplazan y sustituyen a los merca-

    24 Hasta cierto punto un mercado es un sustitutivo de la organizacin, en el sentido deque permite a la sociedad desarrollar las ventajas de la especializacin sin necesidadde una coordinacin consciente. (Boulding, 1953: 34)

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    dos cuando parece ms importante la reduccin de la incertidumbre,25 y los

    mercados a las organizaciones cuando se quieren evitar los costes y los riesgos

    de la coordinacin.26 En principio, toda organizacin podra disolverse en un

    mercado, y todo mercado constituirse en una organizacin. La economa y di-

    versos subconjuntos de la misma registran una tensin constante, y se dira a

    veces que un movimiento pendular, entre regulacin y desregulacin, planifi-

    cacin colectiva (organizacin) y competencia individual (mercado).

    Aadamos ahora que no todas las organizaciones, ni todos los merca-

    dos, son iguales, funcionan con la misma lgica ni producen similares efectos.

    Unas y otros se distinguen internamente, ante todo, por el carcter del objeto

    que movilizan; pero no por su carcter natural o fsico, sino por su carcter

    social. Las organizaciones, segn procesen bienes y servicios, personas o in-tereses. Los mercados, segn se trate de mercados de consumo o de produc-

    cin.

    25 Lo que las nuevas empresas [las grandes corporaciones] hicieron fue arrancar almercado la coordinacin y la integracin del flujo de bienes y servicios desde la pro-duccin de materias primas, a travs de los diversos procesos de produccin, hasta lasventas al consumidor final. (Chandler, 1977: 11). Mientras que la jerarqua simple yla integracin vertical pueden considerarse la sustitucin por la organizacin interna delos fallos en los mercados de trabajo y de productos intermedios, respectivamente, losconglomerados del adecuado tipo multidivisional constituyen la sustitucin por laorganizacin interna de los fallos en el mercado de capitales. (Williamson, 1975: xvi)26 se y no otro es el objetivo de la desconcentracin empresarial, la descentralizacinde actividades, la subcontratacin, la flexibilidad externa o numrica, etc.

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    Cuadro I.5: TIP OS DE ORGANIZACIONESPROCESAN ENTORNO SUBTIPOS (ejemplos)

    Empresas

    Bienes:

    productos,servicios,datos

    Tcnico: mercado

    Capitalistas (empresascapitalistas privadas

    Burocrticas (agencias yempresas pblicas)

    Cooperativas (coops. detrabajadores, gabinetes,bufetes)

    InstitucionesPersonas:

    total oparcialmente

    Institucional:sistema profesional

    Totales (prisiones,manicomios,conventos)

    Tutelares (iglesias,escuelas, hospitales)

    Administrativas(agencias)

    AsociacionesIntereses:generales oparticulares

    Poltico:democracia liberal

    Polticas (partidos,foros)

    Sectoriales (sindicatos)

    Conviviales (clubes)

    Las organizaciones se distinguen, en primer trmino, por el tipo de obje-

    to que procesan. Llamaremos empresas a las que procesan bienes, en el senti-do ms amplio (bienes productos de cualquier tipo, servicios no institu-

    cionales o smbolos informacin, con independencia de su naturaleza);

    instituciones a las que tienen por objeto las personas mismas, a las que pre-

    tenden modificar en un sentido u otro, generalmente en algn aspecto de su

    conducta; asociaciones, en fin, a aquellas que pretenden la defensa de algn

    tipo de intereses de los miembros (vase el Cuadro I.5).

    Los socilogos neoinstitucionalistas han sealado que las organizacionesse distinguen por el entorno o, ms bien, por el elemento predominante en el

    entorno en que se desenvuelven, y apuntan la existencia de dos tipos diferen-

    tes de entorno, tcnico e institucional, que corresponderan respectivamente,

    ms o menos, a lo que aqu denominamos empresas e instituciones:

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    Por definicin, entornos tcnicos son aquellos en que un bien oservicio se produce en un mercado, de modo que las organizaciones sonrecompensadas por el control efectivo y eficiente de sus sistemas deproduccin. En el caso ms puro, tales ambientes son idnticos a losmercados competitivos tan caros al corazn de los economistas neoclsi-cos. [...] Entornos institucionales son, por definicin, aquellos caracteri-zados por la elaboracin de reglas y requisitos a los que deben plegarselas organizaciones individuales si quieren recibir apoyo y legitimidad. Losrequisitos pueden surgir de agencias reguladoras autorizadas por el Es-tado-nacin, de asociaciones profesionales o de oficio, de sistemas decreencias generalizados que definen cmo deben conducirse tipos espe-cficos de organizaciones y de otras fuentes similares. (Scott y Meyer,1991: 123).27

    Sin embargo, cabe postular un tercer tipo de entorno, que corresponde-

    ra a nuestro tercer tipo de organizaciones. Se trata del que podemos denomi-

    nar entorno poltico, en el cual tienen que desenvolverse las asociaciones. Lacombinacin del objeto especfico que procesan, el entorno en que se desen-

    vuelven y la estructura de las relaciones de poder entre sus miembros consti-

    tuye la base de una configuracin claramente distintiva para cada tipo de or-

    ganizacin postulado.

    Las empresas actan, efectivamente, en un entorno tcnico representa-

    do esencialmente por el mercado (pero, tambin, eventualmente, por otro po-

    sible mecanismo competitivo, por un sistema de planificacin central, o por

    una combinacin de ambos). Su objeto es la produccin de bienes o servicios

    incluidos datos a partir de los factores de produccin (capital y trabajo).

    Comprenden desde las empresas capitalistas propiamente dichas (privadas),

    pasando por las empresas burocrticas (en las que el propietario es el Esta-

    do, sea en sentido jurdico empresas pblicas o poltico agencias pbli-

    cas), hasta las empresas cooperativas (en sentido estricto cooperativas de

    trabajadores-propietarios o sociedades annimas laborales o funcional

    gabinetes, bufetes, estudios y otros partenariados profesionales). Con la ex-cepcin de estas ltimas, que son tambin las menos relevantes numricamen-

    te, las relaciones internas estn marcadas por la asimetra fundacional que se-

    27 Conceptos parecidos son los de sistema de industria (Hirsch, 1972), campo organi-zacional funcional (Scott, 1981), campo organizacional (Di Maggio y Powell, 1983) osector societal (Scott y Meyer, 1983b).

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    para al empleador publico o privado de los empleados, que coloca a stos

    bajo la autoridad especfica de aqul.

    Las instituciones actan, valga la redundancia, en un entorno institucio-

    nal definido por la regulacin ms o menos pblica de su cometido (castigar,

    educar, curar, salvas las almas, aplicar las leyes), sobre la base general de la

    divisin del trabajo o la ms particular del sistema de las profesiones.28 Su ob-

    jeto es la conducta de los individuos, pero pueden tratar de abarcarla total-

    mente (instituciones totales), slo en aspectos fundamentales pero parciales

    (instituciones tutelares) o apenas de manera ocasional y discontinua (institu-

    ciones administrativas). Una seccin de los participantes (los internos, tutela-

    dos o administrados) son a la vez objeto y sujeto de la accin organizacional,

    puesto que se trata de modelar tal vez entre otras cosas su conducta pormedio en todo caso, entre otros medios de su propia conducta. Aqu tam-

    bin se da una asimetra fundacional bsica entre este sector, globalmente su-

    bordinado, y el sector de plantilla, generalmente profesionales y globalmente

    superordinados.

    Las asociaciones, en fin, se mueven en un entorno poltico, constituido

    por el conjunto de reglas, escritas o no, que definen la forma en que se organi-

    za la sociedad, se toman las decisiones generales y se defienden frente a ella

    los intereses especiales; o el mbito de autonoma en el que, ms all del con-

    texto familiar, pueden los individuos asociarse para su mutuo beneficio en lo

    que no afecte a los no asociados. Estas reglas, ciertamente, no son hoy otras

    que las de la democracia (que establece el modo de determinar y perseguir el

    inters pblico), digamos neocorporatista (que fija el modo de articular los in-

    tereses especiales) y liberal (que establece el mbito de autonoma de grupos

    e individuos). Variantes dentro de este grupo son las asociaciones polticas

    (partidos, pero tambin grupos de opinin y similares) que tratan de sacaradelante sus visiones del inters pblico; las asociaciones sectoriales (como

    sindicatos, patronales, colegios profesionales, organizaciones de consumidores,

    etc.), que tratan, simplemente, de defender los intereses de sus miembros y/o

    28 Segn lo define Abbott, 1988.

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    representados frente al res