6
I LA VISIÓN RESPONSABLE La filosofía no se puede dar nunca por supuesta; en la medida en que así acontece, deja de funcionar como filosofía. Esto explica un extraño fenómeno histórico: la detención o interrupción de la filosofía en algunas sociedades en ciertos momentos de la historia, sin que se vean razones eficaces que lo justifiquen. A la filosofía se llega; en rigor, se está siempre llegando. Consiste pri- mariamente en un cambio de óptica o perspectiva, pero lo interesante es que luego se cae en la cuenta de que, a lo largo de toda su existencia, la filosofía mantiene los caracteres de la perspectiva cuando cambia; si se quie- re una expresión sencilla, diríamos que siempre está empezando a mirar. El que entra en la filosofía, cuando realmente ha pe- netrado en ella hace la experiencia de lo que es la des- orientación; penetrar en la filosofía significa perderse; pero luego descubre que antes estaba desorientado: desde la desorientación que es la filosofía, el anterior estado «normal» se le presenta como una desorientación más profunda y radical, porque ni siquiera se da cuen- ta de sí misma. El origen inmediato, vivido, de esa des- orientación filosófica es que se cae en la cuenta de que las cosas son más complejas de lo que se pensaba, y sobre todo que están en conexiones recíprocas; por tanto, que hay que tenerlas en cuenta a la vez. Por tres veces ha recurrido, en diferentes fórmulas, la palabra

La Visión Responsable.marías

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Resumen del libro de Marias

Citation preview

Page 1: La Visión Responsable.marías

I

LA VISIÓN RESPONSABLE

La filosofía no se puede dar nunca por supuesta; en la medida en que así acontece, deja de funcionar como filosofía. Esto explica un extraño fenómeno histórico: la detención o interrupción de la filosofía en algunas sociedades en ciertos momentos de la historia, sin que se vean razones eficaces que lo justifiquen. A la filosofía se llega; en rigor, se está siempre llegando. Consiste pri­mariamente en un cambio de óptica o perspectiva, pero lo interesante es que luego se cae en la cuenta de que, a lo largo de toda su existencia, la filosofía mantiene los caracteres de la perspectiva cuando cambia; si se quie­re una expresión sencilla, diríamos que siempre está empezando a mirar.

El que entra en la filosofía, cuando realmente ha pe­netrado en ella hace la experiencia de lo que es la des­orientación; penetrar en la filosofía significa perderse; pero luego descubre que antes estaba desorientado: desde la desorientación que es la filosofía, el anterior estado «normal» se le presenta como una desorientación más profunda y radical, porque ni siquiera se da cuen­ta de sí misma. El origen inmediato, vivido, de esa des­orientación filosófica es que se cae en la cuenta de que las cosas son más complejas de lo que se pensaba, y sobre todo que están en conexiones recíprocas; por tanto, que hay que tenerlas en cuenta a la vez. Por tres veces ha recurrido, en diferentes fórmulas, la palabra

Page 2: La Visión Responsable.marías

12 Antropología metafísica

«cuenta» en pocas líneas; pronto veremos la significa­ción filosófica de esos giros de la lengua hablada. Se advierte que hay, en lugar de la estructura lineal con que usualmente procede el pensamiento, una estructu­ra circular: cada uno de los elementos o ingredientes, ni tiene sentido por sí solo, ni se apoya solo en los «an­teriores», sino también en los «posteriores», con lo cual pierde sentido claro esta noción de anterioridad y pos­terioridad. Esa estructura circular —que habrá que lla­mar en su momento sistemática—• impone un movimien­to de ida y vuelta o, mejor aún, un constante recorrido de la realidad. Por eso, la mirada filosófica nunca se queda quieta, va y viene, tiene que justificarse. La ver­dad filosófica no sirve si no se está evidenciando, si no exhibe sus títulos o porqué. Podríamos decir que nin­guna verdad es filosófica si no es evidente.

Esto reclama un esfuerzo como parte integrante de toda relación con la filosofía, aun aquella que renuncia­se a todo carácter creador. La pasividad es incompati­ble con la filosofía, la cual consiste en pensar y repen­sar; apropiarse de una doctrina ajena significa seguir aquel movimiento interno por el cual pudo ser origina­da y hacer así, de paso, que deje de ser ajena. La con­dición de recorrer la realidad, en que consiste, como vimos, la mirada filosófica, tiene una consecuencia: el carácter «transitable» de toda doctrina filosófica, y por tanto la posibilidad de usarla creadoramente. Más aún: yo diría que todo uso filosófico de una doctrina es nece­sariamente creador, porque si no lo es, no es un uso filosófico. Tener acceso filosófico a una filosofía cual­quiera es transitar por ella, vivirla ejecutivamente, usar­la como se usa una lengua, moviéndose, en un caso y en otro, en la realidad.

Puede entenderse la permanente desconfianza fren­te a la filosofía, que con raras excepciones domina la his­toria y reaparece en formas distintas, que sería suges-

Page 3: La Visión Responsable.marías

La visión responsable 13

tivo explorar y filiar. Una «historia del recelo y la hos­tilidad frente a la filosofía» iluminaría todo un lado de la realidad humana. El filósofo es un hombre inquieto e inquietante. Tiene, claro es, una enorme audacia; su riesgo permanente e ineludible es la soberbia; pero esta se cura solo con que el filósofo siga siéndolo, con que acepte su condición y su destino hasta sus últimas consecuencias; entonces desemboca en la más radical humildad, en la única verdadera humildad: aceptar la realidad. El filósofo no parte nunca de la ignorancia, sino del saber: de un repertorio de interpretaciones y creencias recibidas, en las que estaba instalado y que resultan insostenibles o insuficientes; por eso la fórmu­la general de la tesis filosófica no es nunca del tipo «A es B», sino «A no es B, sino C». Lo mejor sería —quién lo duda— no tener que hacer filosofía; solo se justifi­ca la inevitable, la irremediable. Mientras la vida flu­ye, no hace falta. El hombre sabe siempre muchas co­sas, va haciendo su camino sobre la tierra, pero está rodeado de oscuridad. Esto no importa demasiado; cuenta con ello, lo toma como parte de su vida, como ingrediente de ella. Lo patente —una breve isla de pre­sente manifiesto— está rodeado de un océano de laten-cia: lo que está más allá, lo recóndito, lo olvidado, lo futuro, lo posible. $óai; xxjikTsoOat cptXeí, physis kryptesthai phi-lel (la naturaleza gusta de ocultarse), decía Heráclito. La contrapartida es la revelación de lo latente, cuando quiere, mediante los oráculos o la moira. En todo caso, el hombre es llevado, conducido dentro de una unidad, la sociedad tradicional, en cuyo seno viaja, encapsulado en la cual cruza la vida. No quiere esto decir que no tenga problemas, preguntas, decisiones que tomar; pero todo eso queda localizado en el interior de una gran certidumbre primaria, que le permite saber a qué atenerse.

Page 4: La Visión Responsable.marías

14 Antropología metafísica

En este contexto es donde aparece con claridad la significación de los términos que presiden el nacimien­to de la filosofía en Grecia: la háta (dóxa) y la «Xr¡6sta (alé-theia), que suelen traducirse «opinión» y «verdad». Voy a t ra tar de emplear las menos palabras griegas y los menos neologismos posibles. Los «términos», definidos o estipulados, son en rigor lo contrario de las palabras, que no son resultado de ninguna convención sino que, por el contrario, preexisten a toda situación locuente, de manera que nos encontramos ya con ellas y con su significación. La palabra debe abrirse y derramar su significación, que es lo contrario de la función del tér­mino o del neologismo forjado. La palabra hermética, la «palabra-quiste», es lo inverso de la filosofía. Otra cosa es que una palabra siga derramando nuevas signi­ficaciones, como el rostro que siempre se puede seguir mirando y es siempre nuevo.

Intentemos abrir esas dos palabras griegas. El ori­gen de dóxa es el verbo §oxéco (dokéo), que quiere decir primero «esperar», y solo secundariamente parecer; dóxa, en la lengua homérica, significa «expectativa»: oüS'dTtó Uíf¡Q (oud' apó dóxes) (II. X. 324; Od. XI. 344) quiere decir «no de otro modo que como se esperaba». Solo después de Homero viene dóxa a significar «no* ción», «opinión», «juicio», sea o no bien fundado, sea o no verdadero. De ahí se pasa al sentido de «mera» opi­nión o conjetura; en forma más específica, opinión de los mortales (x&v ppo-cwv bota, ton hrotón dóxa, Parménides); o bien opinión de los demás, es decir, estimación, repu­tación, fama; un paso más es el sentido de gloria o es­plendor (§o5« év ¿(jjíoToic; 6eu>, dóxa en hypsístois theó = glo­ria in excelsis Deo). La dóxa es lo que se esperaba, aquello con lo que se cuenta. El sentido de «opinión» es poste­rior al fallo de la dóxa o expectativa: cuando no pasa lo que se esperaba o las cosas no son como se esperaba,

Page 5: La Visión Responsable.marías

La visión responsable 15

se empieza a opinar. El correlato de esta actitud es, por parte de la realidad, el «parecer»: parece que algo es de cierto modo, pero acaso no: la inseguridad se desliza en el seno de lo real y en el comportamiento mental y vital del hombre con ello.

Entonces es cuando se hace necesario llegar a la verdad; es la actitud que se inicia con Hecateo de Mile-to y, sobre todo, Parménides; es el momento en que el hombre se cree capaz de echar mano a la realidad y arrancarle el velo que la cubre, que la hace estar laten­te, que hace también que «parezca» una cosa y «sea» otra; lo que es de verdad, év akrftsiq. (en aletheía) es lo que ahora se manifiesta: es el desvelamiento, descubri­miento, patentización, el «quitar de un velo o cubridor» que dijo Ortega en 1914, al iniciar la utilización filosó­fica del concepto de alétheia en nuestro tiempo, des­pués del hallazgo de la significación etimológica de esta palabra griega por Leo Meyer y Gustav Teichmüller en el último cuarto del siglo xix (véase sobre todo esto mi Ortega. Circunstancia y vocación. Madrid 1960).

No quisiera repetirme; en la Introducción a la Filo­sofía mostré hace muchos años cómo las tres grandes interpretaciones históricas de la verdad —la griega o alétheia, la latina o veritas, la hebrea o emunah—, que corresponden en cierto sentido y exagerando las cosas al presente, el pasado y el futuro, si se quiere, a la cien­cia, la historia y la profecía, corresponden a los tres sentidos de la verdad y la falsedad en la vida del niño, es decir, en la forma más elemental y menos teórica de la vida humana. En Biografía de la Filosofía me ocupé también con bastante detención de cómo la variación o cambio, la kínesis, en conexión con la pluralidad de creencias verdaderas, de opiniones que pueden ser cier­tas, llevaba a la necesidad de saber radicalmente a qué atenerse, lo cual requería una forma nueva de saber. De la instancia credencial o mítica había que pasar —de

Page 6: La Visión Responsable.marías

16 Antropología metafísica

esto se trata— a otra que es la de la razón, entendida como Xo-j-ov SiStívaí (lógon didónai) «dar cuenta» o, como decimos en español, con duplicación quizá no innecesa­ria, «dar cuenta y razón». El examen de oráculos que hace, con mentalidad racionalista, Creso, antes de «creer» en ellos; la conducta de Jenofonte, en contra de la evidencia y la convicción racional, frente a los orácu­los; todo ello muestra la crisis interna de una manera de instalación en el mundo, las dificultades de un lento y penoso tránsito —lleno de vacilaciones y retrocesos— a otra manera de vivir.

La filosofía aparece así como una forma radical de nacimiento, como un desgarramiento de la placenta ori­ginaria que es la sociedad tradicional, para vivir a la intemperie y —de un modo nunca dado hasta enton­ces— desde uno mismo. Lo decisivo es que la verdad filosófica no consiste solo en el momento de la alétheia, el descubrimiento o patentización y, por tanto, la visión; requiere al mismo tiempo el afianzamiento o posesión de esa realidad vista; la filosofía es descubrir y ver, po­ner de manifiesto; si una filosofía no es visual, deja de ser filosofía —o es la filosofía de otros—; pero no basta con ver: hace falta además «dar cuenta» de eso que se ve, dar razón de sus conexiones. Por eso propuse hace algún tiempo una «definición» de la filosofía: la visión responsable.

Esto sucedió en Miíeto, en el Asia Menor, a fines del siglo vil o quizá comienzos del siglo vi antes de Cristo; pero sería un error creer que simplemente «sucedió»: sigue sucediendo siempre que alguien nace a la filosofía, siempre que la filosofía vuelve a existir. Y lo más grave es que la filosofía consiste en que ese doloroso naci­miento no ocurre solo al principio: tiene que estarse renovando instante tras instante, y eso es lo que quiere decir «dar razón». Filosofar es estar renaciendo a la verdad; es no poder dormir,