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LACOLONIZACIÓNDELARESERVALAMACARENA:YOLEDIGOUNADELAS COSAS.. Molano, Alfredo Agradecimientos Agradecemos la colaboración especial de Angel Guarnizo, Paul Melman, Ely Lissen, Humberto Rojas, Néstor Alvarado, Vitaliano García, Jorge Delgado, Pedro Parra, Alfredo Quiroga y de las autoridades de Vistahermosa, San José del Guaviare y La Macarena. Mención especial merecen los cientos de colonos que can paciencia y amabilidad nos respondieron las preguntas, nos hospedaron y nos orientaron Introducción En menos de una década, La Macarena ha cambiado radicalmente de significado para los colombianos. Hasta mediados de los años setenta, la remota serranía era una reserva ambiental, que poco conocíamos, pero de la cual nos sentíamos orgullosos y hasta seguros, porque el Estado -suponíamos- velaba por ese patrimonio. Pero poco a poco, La Macarena comenzó a ser sinónimo de conflicto. Las informaciones de prensa, un buen día, sin que mediara explicación alguna, comenzaron a dar cuenta de la devastación producida por un puñado de colonos "ignorantes .y brutales". Se nos mostraron entonces fotos de las quemas y de las "derribas", que

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LACOLONIZACIÓNDELARESERVALAMACARENA:YOLEDIGOUNADELASCOSAS..Molano, AlfredoAgradecimientos 

Agradecemos la colaboración especial de Angel Guarnizo, Paul Melman, Ely Lissen, Humberto Rojas, Néstor Alvarado, Vitaliano García, Jorge Delgado, Pedro Parra, Alfredo Quiroga y de las autoridades de Vistahermosa, San José del Guaviare y La Macarena. Mención especial merecen los cientos de colonos que can paciencia y amabilidad nos respondieron las preguntas, nos hospedaron y nos orientaron

 IntroducciónEn menos de una década, La Macarena ha cambiado radicalmente de significado para los colombianos. Hasta mediados de los años setenta, la remota serranía era una reserva ambiental, que poco conocíamos, pero de la cual nos sentíamos orgullosos y hasta seguros, porque el Estado -suponíamos- velaba por ese patrimonio. Pero poco a poco, La Macarena comenzó a ser sinónimo de conflicto. Las informaciones de prensa, un buen día, sin que mediara explicación alguna, comenzaron a dar cuenta de la devastación producida por un puñado de colonos "ignorantes .y brutales". Se nos mostraron entonces fotos de las quemas y de las "derribas", que contrastaban radicalmente con las imágenes anteriores que destacaban los riachuelos cristalinos, la variedad de las aves y el exotismo de la flora. Nadie podía entender cómo existían seres tan desalmados como los colonos. Hábilmente, los medios de comunicación dejaban escurrir una pregunta: Habiendo tanta tierra baldía en los Llanos, ¿por qué los colonos se dirigen

hacia La Macarena? ¿No habría -preguntaba alguien- una maniobra criminal detrás de la movilización campesina?A nadie se le ocurrió, en ese momento, pedirle cuentas al Estado, que a nombre de los colombianos -para no hablar de la humanidad- era responsable de conservar la reserva. No. El culpable era el colono. A nadie se le ocurrió tampoco preguntarse por qué los colonos hacían lo que hacían. Los más perspicaces, con cierta falsa indulgencia, llegaban hasta señalar la falta de educación como causa del desastre. Pero de todos modos el problema fue sepultado por el alud de información que cada día caía sobre el país. La Macarena estaba demasiado lejos de los afanes del gobierno y de las preocupaciones diarias de los colombianos. Frente a los precios del café en el mercado mundial, a las divisiones habituales del liberalismo, o a las aventuras del M19, la colonización era una noticia pálida que interesaba a un público muy reducido y un tanto excéntrico. Pero la colonización continuó silenciosa y masiva, organizada e irreversible, hasta que el movimiento salió nuevamente a la luz pública, el día que veinte mil colonos se tomaron a San José del Guaviare, en diciembre de 1985, pidiendo títulos, créditos, caminos, escuelas y puestos de salud. El gobierno entonces volvió perezosamente la mirada hacia la región y encontró que los ignorantes colonos se contaban por centenas y no por decenas, que, además, eran cultivadores de hoja de coca y, para rematar, estaban dirigidos por líderes de la UP. ¡No, eso ya era demasiado! La cuestión pasaba de castaño a oscuro.Ese día, la importancia ecológica de la reserva y la amenaza al orden público, ocuparon la imaginación de los editorialistas de la prensa y la preocupación de los funcionarios oficiales. Los colonos -acusaban todos a una- estaban destrozando un patrimonio universal y sembrando las selvas de coca, dirigidos por la guerrilla.Diligentemente, los empleados estatales y los periodistas

volaron al lugar de los hechos para informar al país sobre los desmanes del movimiento. La argumentación ecológica reforzó a la legal, para que la opinión pública encontrara al verdadero culpable: la narcoguerrilla, término acuñado ad hoc por el entonces embajador de Estados Unidos en Colombia. El problema de los colonos, que se reducía a la colonización, para ellos, de una zona baldía ante la incapacidad del Estado para hacer la reforma agraria, se trocó en un atentado inminente contra la seguridad nacional. El colono no era solo un depredador sino un criminal; sus dirigentes no solo eran oportunistas, sino subversivos. Así el caso quedó fallado. El resto era procedimiento.Se descubrió entre el cartapacio legal que la Universidad Nacional era por ley la responsable de la Reserva; sin embargo, los militares toman de hecho el control del asunto, no solo porque había coca, sino porque había guerrillas. Los políticos de los partidos tradicionales atizaron la hoguera, y los grandes propietarios de las tierras que rodean la Reserva, aquellas tierras que se suponían baldías, defendieron su tradición de propiedad, anticipando una sindicación que preveían contraria a sus intereses.Vinieron después los asesinatos de concejales en Vistahermosa, San José del Guaviare, las masacres de campesinos en Piñalito y Concordia y... las movilizaciones de colonos. Entonces la opinión pública fue percatándose de que el problema de La Macarena era serio; de que allí se estaba cocinando algo de lo cual sólo se percibían sus humores. Sólo quedaron interrogantes.Tales interrogantes son los que este estudio pretende dilucidar. Queremos internar al lector, sin preámbulos, en el apasionante proceso, para que él mismo juzgue y. falle; para que se acerque a las razones que conducen a un colono a invadir una zona considerada como patrimonio de la humanidad, y para que sea, a la vez, testigo frío de las condiciones en las que tal proceso se lleva a cabo y de los

sueños que sus protagonistas persiguen.Para alcanzar nuestro objetivo hemos recogido testimonios de viva voz, en un recorrido que comenzó en Vistahermosa, continuó por el Güejar y el Ariari, remontó el Guayabero hasta La Macarena y nos llevó hasta el río Duda. Durante dos meses, un equipo multidisciplinario realizó un viaje enriquecedor, no solo por la variedad de paisajes que tuvo oportunidad de conocer sino por la diversidad de tipos humanos con los que entró en relación.El estudio se compone de dos partes. La primera es una crónica del viaje realizado, que además pretende poner en contacto al lector con los actores principales del proceso. Los testimonios recogidos se articulan en entrevistas, historias de vida o fragmentos de conversaciones, sobre las cuales hemos hecho tan sólo un trabajo de edición, pero respetando siempre el contenido y el lenguaje. Los investigadores intervienen aquí sólo para conservar el eje de la exposición y reconstruir, superficialmente, el contexto en que fueron hechas las entrevistas.La segunda parte del estudio es una reflexión científica que busca enmarcar la colonización de La Macarena en el movimiento de colonización que viene realizándose en el país desde mediados del siglo XIX. Es también una evaluación rigurosa y equilibrada de las condiciones naturales y de sus efectos en el medio ambiente, que funda cruciales cuestionamientos.Con este trabajo buscamos mostrar cómo la colonización tiene unas causas, unas modalidades y unos protagonistas, que están muy lejos de los estereotipos con que acostumbramos especular, explicar, silenciar y sancionar acerca de los movimientos sociales. El poblamiento de la Reserva es el resultado de un proceso del que ningún colombiano puede sentirse ajeno. Por acción, y sobre todo por omisión, todos hemos contribuido a su desarrollo, y

todos, por tanto, debemos asumir sus consecuencias.El estudio fue realizado gracias al apoyo desinteresado del Fondo para la Protección del Medio Ambiente "José Celestino Mutis" -FEN Colombia- de la Financiera Eléctrica Nacional, así como del Convenio Colombo-Holandés, del Departamento Administrativo Nacional de Intendencias y Comisarías -Casam-, y de la Corporación del Araracuara. Sin sus aportes, la historia de la colonización de La Macarena, de sus problemas y desafíos, hubieran permanecido ocultos hasta el día en que fueran irreversibles. Si el trabajo que hemos realizado mueve a la reflexión y contribuye a que se vislumbre una solución que tome en cuenta a los colonos actuales sin comprometer el futuro de las nuevas generaciones, los autores nos sentiremos suficientemente gratificados, y las entidades que nos apoyaron, sin duda, ampliamente reconocidas. Alfredo Molano Bravo

La colonización: voces y caminosAlfredo Molano BravoVistahermosaSalimos de Bogotá el 17 de junio de 1986, llenos de entusiasmo y cargados de mapas, rollos de fotografías, casetes, y con un mercado que la prudencia más que la experiencia nos había aconsejado comprar. En aquel momento, la imagen que teníamos sobre la Reserva de La Macarena era la que nos habíamos formado a través de la prensa y que se reducía a dos hechos: el control de la guerrilla comunista y la generalización de los cultivos de coca.

Tenemos que confesar que esta imagen nos seducía y a la vez nos atemorizaba.Al atardecer llegamos a Vistahermosa, un pequeño pueblo situado al sureste de los Llanos de San Juan de Arama, en el extremo de un extenso banco de sabanas que divide las aguas del Güejar y del Ariari. Desde la plaza principal -que dicho sea de paso no queda en el centro del pueblo ni está presidida por una iglesia- pudimos observar los avances de la colonización sobre las vegas del Güejar y sobre los pliegues orientales de la serranía. Vistahermosa, fundada hacia 1960, ha sido uno de los epicentros más dinámicos de poblamiento de la zona.Vistahermosa también ha sido el escenario donde han chocado dos fuerzas al parecer irreconciliables. De un lado, los colonos, que, desde fines de los años cincuenta, han abierto las selvas, y que poco a poco han encontrado en el cultivo de la coca un renglón productivo de alta rentabilidad. Hoy, según censo de la Universidad Nacional, son unos 35.000 y se hallan organizados en sindicatos y juntas vecinales. De otro lado están los grandes hacendados, los narcotraficantes, y los políticos tradicionales. Ambas fuerzas se disputan el control económico y político de la región, generando un enfrentamiento radical entre la guerrilla y los grupos llamados paramilitares, que han dejado hasta el momento -mediados de 1988- un centenar de muertos.No quisimos comenzar nuestro trabajo en Vistahermosa sino en la propia serranía, y por tal motivo, después de elaborar un itinerario y de contratar un guía1, salimos hacia Maracaibo, pequeño caserío situado "en la pata del cerro", donde, se nos aseguró, podríamos constatar directamente el estado de la colonización y realizar algunas entrevistas con fundadores.No nos fue difícil encontrar en Maracaibo un colono dispuesto a conversar con nosotros y así, sin preámbulo, el "Mico" Fernández nos contó su historia.

 El "Mico" Fernández"Cuando nosotros llegamos Belarmina venía criando, o sea que si la mona tiene 14 años, eso llevamos aquí. En Maya, Cundinamarca, nos aburrimos de lo puro pobres y de ver crecer la familia sin futuro. Allá, todas son haciendas; uno vive en la tierra de uno, pero trabaja en la de otro y así no rinde el trabajo. Yo era encargado en la hacienda de don Carlos Vidales, y a Belarmina le pagaban por asistir a los trabajadores. Con ella los patronos eran cumplidos, pero conmigo no, y esa fue la razón del aburrimiento. Un día venía yo de traer unas bestias y me encontré con Evelio; me dijo: 'Hola Mico, vámonos para Vistahermosa que por allá eso es bueno'. Ahí mismo le contesté: Para antier. Volví a la casa y le dije a ella: alísteme la ropa, que me voy.

"Nos vinimos con Evelio, solos, a mirar. Subimos el Sardinata desde Puerto Triste y llegamos aquí a Maracaibo. Esto era un mero punto. Había dos ranchos y unas mejoras. Con Evelio buscamos para arriba un plano bonito y trochamos la pica en cuadro, saliendo de donde el vecino. Paramos un rancho de Pa roid y tumbamos dos hectáreas. Ah í metimos unos colinos de plátano que nos prestaron y nos devolvimos por la familia.

"De Maya a Villavicencio viajamos en camión: veníamos ella y yo, porque Evelio se había quedado, tres niñas y la crianza, cuatro; una vaca parida como ella, una mula, un. caballito entero, un potro, dos marranos, una pareja de gallinetas y un baúl con ropa. De Villavicencio a Vistahermosa también, viajamos en camión. De aquí buscamos el río, y salimos de Puerto Triste como a las dos de la tarde. El motorista estaba borracho y andaba, por el río de, lado a lado. Temíamos que nos fracasara. porque llovía y llovía. Era junio. Uno debajo de ese mar de agua que no dejaba seca ni la lengua, se aburría del miedo. Caímos aquí a las seis de, la tarde. Manicruzados. Nos paramos en la puerta de un rancho que habían hecho, como por no dejar, porque el agua se entraba por arriba. y

por debajo. Ella acomodó los críos en la hamaca y les echó un mosquitero por encima. Nosotros buscamos una orilla seca y nos acurrucamos a esperar que amaneciera. Esa noche no quería. amanecer. Yo creo que si Belarmina hubiera tenido aunque fuera dos pesos, se devuelve.

"El rozado con plátano que habíamos hecho con Evelio, ya estaba reventando. Se dio solo, porque en esta tierra no había ni Dios. Fuimos con la mujer y comenzamos a trabajar. A eso habíamos venido. Derribamos en junta., yo con el hacha y ella con la rula; yo en la tala, y ella en la socola. Los niños, en la casa. A pura fuerza dimos los primeros pasos, porque aquí no había colaboración: solo don Sergio, el fundador del pueblo, -el que después hizo el trazo-, tenía un rancho habitado; en los demás, que eran pocos, no había ni perros. Los pobladores habían fracasado y se, habían, ido. Al principio hay mucha derrota. Los fracasos se suman pero no se pierden, porque después, los que llegan, los aprovechan. Yo veo que eso nos pasó a nosotros.

"Esa vez, no pudimos quemar porque en junio no se quema, se, hace es un tapado. Hay dos cosechas, la 'de año' que se siembra en marzo, y la de septiembre, llamada en Maya de 'mitaca' o "travesia", que aquí mentan 'machuco.' La 'de año' se coge en junio o julio, la 'machuca.' en enero. La 'de año' es más segura, (la más, pero vale menos, porque a todo el mundo le va bien; en cambio, la de 'travesía' la pueden coger los hielos; da menos pero vale más, si tiene suerte y los demás no. Esa vez no coronamos. Derribamos hectárea y media y le botamos maíz, al mes y medio estaba reventando, pero -no dio. La, de malas. A hectárea y media se le cogen, por malo, unas veinte caigas de maíz; pero esa vez no le cogimos ni tres bultos en nacura, es decir, en amero. Los ratones se lo jartaron en la mata. Pero con la siguiente, 'de año', nos fue bien: a dos hectáreas y media le cogimos setenta cargas. Eso ya daba esperanzas. El arrastre de la carga al puerto salía 15 pesos y se rendía a 90. Siempre ,fue que quedó. Como no se gastaba nada, todo era tumbar,

quemar y botar la semilla, porque no había con qué desyerbar. Ahí, tocamos el centavo.

"En esos días, todo lo que se ve hoy despejado era guáimaro, guacamayo, bolso, tambor2. No había vivientes. Cuando tumbamos y quemamos, comenzó a entrar gente. Había que acomodarla sin disgustos. Aquí nunca ha habido disgustos por picas. Cada cual respeta y eso es el todo de que no haya peleas. El rastrojo comenzaba a salir al otro día. Regentaba primero la guacamaya, el escobillo, un palo que llaman sancochado, después salía al arboloco y la varasanta. A cada rozado le sacábamos hasta l as tres m a nos, la 'de año': la 'machuca' y otra vez la 'de año'. Después había que dejarlo enrastrojar, hasta que engrosaran los palos y a los dos o tres años, se le podía volver a botar candela otra vez.

"Con el maíz que vendimos, a buen precio, compramos 25 hectáreas a don Leonel por 1.400 pesos. Era una mejora, que el hombre tuvo que vender- porque se enfermó. La tierra daba, pero entonces uno se enfermaba mucho. Esa era la contra. En esos tiempos de atrás, las sementeras eran fuertes, pero como uno llegaba débil del hambre que aguantaba, no había compensación. Nosotras nos enfermamos mucho. Cuando ella caía, yo lavaba la ropa, y cuando yo caía, ella cogía el hacha. Nosotros hemos sido parejos para el trabajo. Le arrancamos a lo que salga. A la niña mayor le dio mal de tierra, seguro por lo desnutrida que venía y se la comía antes de heredarla. Por eso se hinchó; se le hincharon hasta lo pelos. Había un 'hermano' por allá arriba, que sabía de hierbas y le formuló jugo de badea hervido con ajos, canela y aguardiente. Con eso se alentó.

"Yo no sufrí de nada, gracias al Santísimo. El hígado me acongojaba de vez en criando y me botaba a la cama, pero una enfermedad de ,fiebre, nunca. Solo una vez que me picó la taya-equis. Venía yo del caño, cuando sentí en la corva como un chuzón. Creí que era una rama atravesada, alumbré con el foco ;y miré dos picaduras como de vampiro. Dije: no

me ponga yo de confianzudo, eso es una. culebra. Miré por los lados y sí, ahí estaba enchipada, lista a mandarse otra vez. Cuando la distinguí, se me vino el mundo encima, se me subió todo lo que andaba, por dentro, derecho a la cabeza y allá se agolpó. Sonaba como un timbo .y la sangre corría para arriba a meterse allí,. Creí que me iba a estallar. Cuando llegué a la casa, ella me hizo un caldo con harto cilantro y harto ajo. Peor, ¡Ave María ; entonces sí fue. cierto. Sentía que me rompía. La pata no la podía tener en. pie, me tocó alzarla para arriba y colgarla de urca piola. El dolor no se podía aguantar. Comencé a vomitar, boté lo que había, jactado en un, mes. Ella llamó al 'hermano'. Llegó rápido eso sí, porque de lo contrario, me entierran. El cliente llegó, me rezó, yo comencé a sentir, ahí mismo, el alivio, volví a respirar porque el resuello amagaba con irse para siempre. El hombre hizo una cruz en la herida, me dio una copa de aguardiente con cola, de gurre, y ya... pasó. Me viera las finas. No estaba maduro para morirme.

"Era que en lo antiguo había mucho animal.. La marisca se desperdiciaba. Había, mucho araguato, paujil, pava, gualí, cafuche. Se topaba danta hasta de 16 arrobas. Tan grandes eran que tenían menudo congo la res. Había, marimbas y marimondas, cusumbos. ¡Qué no había! Si uno no cazaba era. porque le daba pereza hacer el tiro. Había otras veces, como me pasó, que ni haciendo el tiro caía el bicho porque había también mucho encantamiento.

"En una vez eché a salir con unos clientes recién llegados, no los conocía ni sabía, de sus antecedentes. Resultaron ser malpajorros, sabían rezar. Subimos hasta el filo de la pata del cerro dizque a mariscar; anduvimos horas enmontados, cuando en un oscuro se me perdieron. Dije yo, no puede ser, ¡malaya vida! Los anduve buscando por harto rato, pero nada, puro silencio. Nada se movía. Habrán volado, pensé. Bueno, dije, lo que es no me pierdo en una loma de estas. Si no me pierdo en la vida, tampoco aquí. Busqué un caño y seguí el agua, Caminé y caminé, descansé un rato y caminé otra vez

en medio de ese monte. En esas, un ruido raro se fue acercando: me dio miedo y paré la escopeta, una macoca que tenía papeles. Era un oso. Así, por ahí de uno con cincuenta, negro, peludo y de gafas blancas. Yo que miro semejante animal tan grande, y con tanta fuerza y le apunto. Estaba a escasos cuatro metros y no podía darle la espalda. Le apunté bien apuntado y tiré: nada. No se mosquió. Me hice para atrás, volví a cargar, descargué bien en la mira y nada. El tiro salía pero no le daba. El oso me miró, mirado, de, eso que uno sabe que miró, me mostró los dientes; me voltió el culo y se fue. Sin duda, me habían rezado la macoca, los malpajorros.

"Cuando volví le conté a ella. Me dijo: 'mire que dicen que cuando rezan una escopeta hay que ensayarla haciéndole el tiro a un blanco y si no se le da, es que está rezada. Si. está rezada hay que buscar un gualice macho con giba, y hacerle el tiro. Después, lavar la escopeta bien lavada con agua tibia y sal, colgarla y amarrarla a las seis de la tarde a un palo de varasanta que tenga -como saben tener-, hasta hormiga. Uno tiene que ir con cotizas de caucho bien saladas. Una vez amarrada al palo, se quita uno la cotiza y con ella hay que largarle una fuetera mientras la insulta: sinvergüenza, despreciada, mala mujer, pancha, monda, y otra vez sinvergüenza, despreciada, mala mujer, pincha, monda. Así, hasta que uno siente que le duele. Entonces se deja la macoca amarrada toda la noche. Al otro día hay que madrugar y cuando el sol sale, apuntarle a él, y hacerle el tiro. Pero todavía no se puede usar. Hay que esperar y toparse con un zorro, entonces sí. Si el animal muere, el rezo sirvió, si no, la escopeta sigue encantada'.

"Le hice el remedio, busqué el zorro y cayó. Estaba curada. Después la ensayé con una marimba, y también. Con un venado cachiforrado y también. Me volvió a ser fiel.

"En ese entonces, había también mucho pescado: amarillo, rayado, payara, sardinata, bocachico, yamú y cuchas. En el caño Guapaya se cogía hasta rayado de cuero, nicuro y

yagué. Había para dar y convidar. No se pescaba como ahora con atarraya sino con dinamita y barbasco. ¡Uno de bruto! La dinamita era menos mala que el barbasco, porque el barbasco corre con el agua y acaba con todo. De una sola mano cogíamos hasta 300 ó 400 pescados. Por eso se acabó. Por ahí hace unos cinco años, daba tristeza asomarse a un caño. No había sino agua. Cuando llegaron los 'guerreros' prohibieron el barbasco y la pólvora. Toda la pólvora. De ahí para acá, ha vuelto a verse el pescado.

"En las 25 hectáreas que le compramos a don Leonel, botamos maíz y arroz; la platanera ya: estaba dando, y teníamos para ajustar, una yuquera y un pedazo de huerta, con cilantro, cebolla y tomate. Como uno en Maya estaba acostumbrado a sembrar hasta en la tierra que tiene en las orejas, nos pusimos a sembrar. La tierra era buena. Desde que vi que tenía guaduales dije: esta es la tierra. Porque hay que saber. No toda tierra, por bonita que se vea, es buena. Hay una que pinta bien, como la de todas esas fincas que se, ven para la 'pata del cerro' y la que hay arriba, de la cresta para dentro, pero que cuando uno va a ver, es puro capote. Son tierras capotudas. Uno camina y se va enterrando porque es pura hojarasca jecha y podrida. Eso es lo que mantiene ahí la selva. Son hojas encima de hojas y hojas, así quién sabe por cuántos años: un arrume de pura hoja. Uno se hunde ahí. Pero debajo, la tierra es arenosa o gredosa, para nada sirve. No se dan ni las malas mañas debajo de ese capote. Si se quema, sale la tierra amarilla y ya nada se puede hacer. Por eso la gente no quema ahí.

"La primera cosecha que echamos en la finca nueva fue muy buena. Nos dejó bastante. Habíamos trabajado eso sí duro, pero así es lo bonito; que el trabajo no se pierda. Teníamos entonces yuca, plátano y arroz; maíz y auyama. Dijimos, pongamos ahora cerdos. Nos metimos con los marranos que habíamos traído, parieron y esa fue la semilla. Llegamos a tener cuarenta marranos horqueteados en un lote de 5 hectáreas. Poco a poco hicimos la marranera, mientras

acabamos de tumbar en el rastrojo. Pero un buen día, la marranera se vino abajo. A los cerdos les dio como peste; unos se las prendieron a otros y a los otros, y así a todos. Les daban tumores en la piel, se echaban y no se podían parar. Perdimos lo que habíamos hecho, todo el plátano que les habíamos dado y la yuca y el trabajo que iba ahí adentro; pero bueno -pensamos- lo de Dios es así: un día bueno y otro malo. Al fin, la finca estaba salvada, ya estaba limpia y hasta habíamos empezado a sembrar pasto.

"Antes de la peste habíamos vendido unos marranos y con eso compramos dos mulas, más la que teníamos, más el caballo, cuatro bestias. Me puse a hacer arriería. De Maracaibo a Vistahermosa; viaje para allá y viaje para acá. Hice socia con don Sergio. Belarmina me preparaba el desayuno y sólo con él me iba; volvía a comer. En Vistahermosa me tomaba una cerveza, cargaba y para Maracaibo otra vez. Arriaba todo el día. Madrugaba, cargaba y le hacía. Así duramos bastante.

"Ya habían entrado para esas fechas otros fundadores. Lo nuestro comenzó a quedar en la entrada del pueblo. Ella daba partijas y yo trabajaba en la arriería, así volvimos a pararnos. Cogíamos cosechas buenas y cosechas malas; a la larga compensaba. y, temiendo uno el flete, poco a poco la moneda se dejaba apañar. Cuando hubo modo, le comprarnos a un vecino que se arruinó, 40 hectáreas. Ahí fuimos metiendo ganado.

"De Maya habíamos traído una vaca parida que llamábamos la Feria. Nos dio más de ocho crías. Con esa leche levantamos a los pelados y con la vaca fuimos haciendo el hatico. En esta finca sembrarnos sólo braquiaria, un pasto muy guapo que no echa, para atrás ni dejándolo enmontar. Después compramos un macho y un toro, que llamamos 'el Muñeco', por tres mil quinientos pesos.

"Con esas platicas que se apoyaban unas en otras, comprábamos lo que necesitábamos y el resto lo

guardábamos para comprar otra novilla. Después hicimos la casa, aquí en Maracaibo, pensando en. la, escuela para, los pelados y en montar una tienda, que fuimos surtiendo hasta que abrimos los billares.

"No nos ha ido mal. Eso no. Tampoco nos hemos hecho ricos. El trabajo da lo que era él se pone. Ahora, todo depende de que haya, paz porque si esto se daña, volvemos a las mismas, y ya estando uno entrado en años, se vuelve mañoso".

Esa noche nos hospedamos en El Internado, una concentración escolar que sostiene la diócesis del Ariari porque está ubicada dentro de la Reserva y por tanto cae fuera del programa de Educación Contratada del gobierno. Se educan allí 200 niños, la mitad internos, y cuenta ya con primero de bachillerato. Lo dirigen siete profesores y lo administran conjuntamente con la diócesis, la junta de padres de familia y la Junta de Acción Comunal.El desayuno -siempre lo recordaremos- fue exquisito y generoso. Arepas de maíz pelado, huevos pericos con picado de danta y chocolate. Cuando estábamos terminando y nos disponíamos a salir, llegó un muchacho de unos 30 años, fornido y desenvuelto. Se sentó, no nos equivocamos al suponer que se trataba de un guerrillero. Fríamente nos comunicó que el comandante quería hablar con nosotros.A una hora larga de camino, nos encontramos a boca de jarro, con los dos primeros "muchachos", uniformados de verde oliva y armados con fusiles. Nos saludaron y nos condujeron hasta una casa. Allí se encontraba el comandante Emilio, quien se presentó como tal. Muy seco, el hombre mandó destapar una docena de Coca-colas y una botella de ron, sin importarle que fueran las ocho y media de la mañana.Emilio nos interrogó hasta que se consideró satisfecho con nuestras respuestas y poco a poco-mitad por el ron, mitad por la simpatía que el equipo deliberadamente desplegaba- se mostró dispuesto a decirnos quiénes eran.

 EmilioEmilio nació en Chaparral, Tolima, en el año 50. Su padre peleó al lado de los célebres hermanos Loaiza, dirigentes liberales de las guerrillas del sur del Tolima, y de Isauro Yosa, el mayor Lister, fundador con Manuel Marulanda, "Tirofijo", de la llamada República Independiente de Marquetalia. Cuando las guerrillas del sur del Tolima se dividieron entre "limpios" y "comunes", es decir, entre liberales y comunistas, el padre de Emilio huyó al Guamo, donde trabajó clandestinamente. Hacia 1960 se trasladó a vivir con su familia a Medellín del Ariari -donde Isauro Yosa tenía finca- y luego compró unas mejoras en Lejanías. Allí reanudó su actividad política a favor del partido liberal, hasta que murió en 1971. La madre de Emilio lo reemplazó en el trabajo y en la política. Llegó a ser diputada a la Asamblea del Meta. "Todas las escuelas de Lejanías -recuerda Emilio- las hizo ella. Tenía mucho empuje, era corajuda y por eso la tenían entre ojos. Estuvo con el pueblo hasta que el partido liberal estuvo con los pobres. Después renunció al liberalismo y, se volvió comunista. Entonces la mataron. Yo le había prometido que lo que era yo no prestaba el servicio militar. Ella estuvo de acuerdo. Cuando me vinieron a echar para el cuartel, yo salí fue para el monte y me uní a las guerrillas. Yo estoy aquí en memoria de ella".Quisimos ampliar un poco el tema sobre las guerrillas del Tolima, con la intención de conocer más sobre este movimiento, pero Emilio nos dijo: "el que sabe de eso es Efraín".Efraín, un campesino que desde el comienzo de la entrevista había estado observándonos, se reía al otro lado de la mesa porque sabía que la conversación iría a llegar a ese punto. Efraín

"A 'Tirofijo', es decir a Pedro Antonio Marín como se llama de pila, no lo han llamado siempre así. Yo lo vine a distinguir cuando lo mentaban Pedro Vitrolas. Vivíamos en Génova (Quindío), éramos primos, porque su padre era hermano del mío. Lo apodaban así porque en esa tierra había muchachas bonitas, volantonas, y Pedro se regalaba siempre para cargar la vitrola. Donde se armaba la fiesta allá caía Pedro con la máquina. En ese tiempo había que moler la música. El se sentaba a moler ahí sin enamorar a las muchachas, con el sombrero bien echado sobre los ojos. Miraba, pero no bailaba.

"Bailaba era con el machete. De allí. tuvo que salir pitado, porque una vez se embocinó con un hombre grande; Pedro tenía la edad que yo tenía, 16 años. Estaba como siempre, sentado, dándole de comer a la vitrola, cuando llegó el otro haciendo galantiados con el poncho y alardes de caballería y de infantería. Se había botado mucho aguardiente. Dijo: 'aquí no hay hombres para pelear'. Pedro seguía con su sombrero, callado, mirando la máquina. El otro amagó y amagó, hasta que Pedro fue cogiendo una rula y le salió. A las primeras, recibió dos trincherazos que lo dejaron en el suelo. El otro se mandó a cuchillo, porque en el suelo no se puede dar machete. No que no se pueda, sino que es peligroso. Hay gente que se tira al suelo porque se tiene más agilidad, y si el enemigo se acerca:, le quiebran las putas. Por eso, los que saben de careos a machete, no se arriman al caído sino con la pala. Yo pensé que a Pedro lo iban a rematar. Pero no. Volteaba como una culebra, no había manera de ensartarlo, hasta que en una de esas vueltacanelas que sabía hacer, acabó la pelea..

"Nos criaron en Génova, sin escuela. No es como dicen por ahí que nuestra tía, Francisca Marín, Doña Pacha, había sido maestra. Mentiras. Si él no sabía leer ni escribir. Ahora es que le tocó aprender, porque con tanta declaración y tanta firma de pactos, le tocó por fuerza. Pero él no sabía coger un gis, ni sabía para qué era.

"Salimos a trabajar en Ceylán. El trabajaba por los lados de Puerto Frazadas, era aserrador. Andareguió por el Dovio, por un lado y otro. Aserrando y jornaleando, haciendo lo que le saliera. El volvía a la casa por tiempos, contaba mucho cosa que había hecho, que esto, que lo otro, que lo de más allá. Mi papá nos decía. 'embustes de Pedro, no le crean' Yo le hice oídos a mi papá, pero mi hermanó no, y se fue con Pedro. Se volaron para los lados de Cumbal. Formaron entre los dos una. guerrilla para trabajar. A mi hermano lo llamaban 'Metralla' y ellos hicieron una muy buena socia. Cuando arrimaban a la casa contaban sus cuentos, pero nadie les creía.

"En el 49, la policía chulavita se tomó a Ceylán, que era un pueblito netamente liberal. Nosotros vivíamos en la finca. Cuando supimos del incendio y de la huida de todas esas familias, mi papá mandó matar una novilla para darle comida al que fuera llegando. Nos acusaron de ayudar a la chusma y nos tocó huir. En la casa dejamos un viviente; al resto del personal nos tocó guachimaniar. Dormíamos de día y volteábamos de noche. A los días llegó una comisión mandada por 'Lamparilla' y 'Pájaro Azul' buscando a Pedro. Lo buscaban dizque para darle coloca. Engaños, era para pelarlo. Ahí supimos que no eran mentiras lo que contaban

"Pero no lo volví a ver. Se perdió del mapa del mundo. Yo me puse a trabajar formal, hasta que reparé que Pedro Antonio, mi primo, era el mismo que mentaban Manuel Marulanda Vélez, 'Tirofijo', y que mandaba en Marquetalia. Yo le escribí una carta larga, pero no me contestó a pesar de que ya él también había aprendido a escribir".

La entrevista con Emilio no fue tan ilustrativa como esperábamos, ni la de Marín tan rica como se anunció en un comienzo, pero ambas dejaron cabos sueltos que pronto pudimos atar.De Maracaibo salimos al atardecer y a las cinco de la tarde llegamos a Caño Negro, que estaba crecido porque el invierno

comenzaba a generalizarse. Pasamos con el agua a la cintura y al otro lado nos esperaba un antioqueño con una botella de aguardiente "para quitarnos lo mojado" según nos dijo. Comenzó a hablarnos, sin que mediara pregunta alguna, del Procurador Jiménez Gómez, a quien llamaba el "bienmembrado", porque era el único empleado oficial que llamaba a la coca por su nombre.El problema -agregó ya en tono de discurso cuando notó que habíamos prendido la grabadora- es que se necesita que se digan las cosas como son:"Aquí habemos más de 5.000 familias y cada día entran más. La semana pasada llegaron seis, con niños y con corotos a fundarse donde hubiera un claro. Si aquí hay tierras, tierras buenas, ¿por qué no nos las dan? ¿Para qué queremos micos gordos y bonitos y campesinos flacos y hambrientos? Para los micos está. él Amazonas y para nosotros los campesinos ésta tierra. Hay que levantar la Reserva y dar crédito; ¿ para qué más estudios y más pendejadas, investigaciones é informes tontarrones? Tierra y trabajo es lo qué sé necesita.. Habiendo dé lo uno y de lo otro, se acaban tantos problemas como hay por aquí.. Si el Inderena reconociera qué aquí. hay miles dé brazos trabajando, si el Incora diera títulos y la Caja créditos, él problema se acaba porque se acaba. Pero no. No levantan la Reserva porque tendrían qué reconocer qué esa. política fue un fracaso. Entonces ignoran que existen. colonos para no deslindar y mientras tanto, habiendo como hay tanta. hambre y necesidad de trabajar, la: Reserva se llena de gente. Si a nosotros nos dicen, hasta aquí es la Reserva, nosotros mismos cuidados de que otro no se entre. Pero si nos dicen que estarnos metidos dentro dé la Reserva y qué lo que tenemos es qué salirnos, peces nosotros antes metemos más gente para qué les quedé más difícil sacarnos. Si no hay deslinde, de todos modos hay colonización, y va habiendo progreso así sea a los puños. Es que el gobierno no entiende sino así".

Poco habló el hombre, pero claro.A nuestro regreso a Vistahermosa nos esperaban los miembros de la Junta Directiva del Sindicato de Pequeños Agricultores, para una entrevista que habíamos acordado antes de nuestra partida para Maracaibo. El sindicato de pequeños agricultores3

La colonización de La Macarena -según el sindicato- comenzó hacia el año 1960 con gente que entró por el camino de San Juan. Provenían de todas partes del país, pero principalmente del Tolima, del Valle y de Antioquia. Un primer grupo se ubicó en las fértiles vegas del río Güejar; otro, pasándolo, colonizó la hoya del río Sanza, y un tercero, abrió la zona norte de La Macarena, entre la serranía y lo que es hoy el municipio de Mesetas. Una vez que estas regiones fueron ocupadas, los inmigrantes siguieron los cursos de los ríos Güejar ,y Cunimía hasta encontrarse con la colonización que venía siguiendo el curso del río Ariari.Es cierto que esta gran área había sido ya explorada y explotada por otros fundadores antes de los años setenta. De una parte, durante las primeras décadas del siglo, los caucheros explotaron -sin mucho éxito por lo demás- las selvas del Ariari, Güejar y Guayabero, teniendo como sede la hacienda Colombia de los señores Herrera y Uribe. También por la misma época se trató de explotar el oro de aluvión en los ríos Guape, Ariari y Güejar con suerte adversa, por lo cual esta actividad no pasó de ser un mero "cateo". Entre los años veinte y cuarenta, las compañías petroleras (Shell y Texas) exploraron el territorio y realizaron algunos sondeos sin hallazgos de importancia económica. En los años cuarenta y cincuenta la explotación de maderas finas, tales como el cedro y el abarco, conoció un enorme impulso, vinculando a la zona no solo a pequeños aserradores sino a compañías de importancia. Por último, en los años cincuenta y sesenta la

cacería y la pesca constituyeron renglones comerciales de primer orden.Para la colonización actual, estas actividades en su conjunto tuvieron dos consecuencias relevantes. De un lado, vincularon a un gran número de campesinos a la región, y de otro, abrieron trochas y caminos que facilitaron y estimularon luego la ocupación.Los caminos, se ha dicho, son el esqueleto de la colonización, y, es cierto. La red de trochas y caminos fueron, y son, en La Macarena los ejes vitales del proceso. Ella es el testimonio de la exploración y su resultado; ella llama a los colonos a la aventura de fundarse; ella sirve de lindero y punto de partida a los recién llegados y se constituye en la base y fuente de la toponimia; por ella, en fin, el colono circula y hace circular sus bienes.Las vías centrales de la zona de Vistahermosa, según el sindicato, fueron el antiguo camino entre San Juan y La Uribe, del que se desprendieron las trochas hacia la Reserva, y el río Güejar por el cual subió una punta de colonización desde el Ariari. A partir de estos ejes centrales se abrieron nuevas rutas hacia el Sanza, Maracaibo, Puerto Micas, Puerto Triste, Piñalito y Puerto Toledo; amén de las trochas que construyó el Incora a partir de la carretera hacia Vistahermosa en los años 1966-1968.Nos ilustró también el sindicato que los colonos tienden a ubicarse por colonias de origen. Así, por ejemplo, los Medina (Cundinamarca) se asentaron en el caño Sardinata; mientras que los antioqueños y caldenses escogieron las trochas 22 y 33; los vallunos lo hicieron en las vegas del Guapaya; en Caño Blanco, los santandereanos, y en Puerto Triste, los huilenses.Quisimos averiguar sobre la manera como los pioneros se establecen y nos relataron diversos casos, que en su conjunto coinciden con la historia que nos contó en Maracaibo el "Mico" Fernández.

Los fundadores suelen llegar solos o en grupos compuestos por dos o tres hombres adultos. En esta etapa no se dan casos de muchachos jóvenes o de familias constituidas. Llegan con los instrumentos de trabajo más necesarios: hacha, machete y, a veces, escopeta. Traen también tela asfáltica (Paroid), recipientes y, naturalmente, una remesa muy reducida compuesta por sal, pastas, que acostumbran comer en gran cantidad, panela y algunas cajas de sardinas. Se supone que el colono no dura en esta primera fase más de dos meses internado, y que la cacería y la pesca le proveen de carne. En este lapso el fundador ubica un área, "taja la pica", es decir hace los linderos y tumba un pedazo de selva para construir un rancho, sembrar yuca y maíz. Esta operación se hace regularmente en agosto, de tal manera que en diciembre y enero, cuando regrese con la familia, a hacer lo que se llama "la derriba", ya el maíz está produciendo. "La derriba" es la apertura de la selva en una extensión promedio de cinco hectáreas, que luego, en enero y febrero, quema, para sembrar con las primeras lluvias, en marzo. Así inicia el colono su ciclo.Muchos pioneros se adentran en la selva siguiendo las trochas abiertas por los aserradores o por los tigrilleros, pues aseguran que donde se da el abarco y el cedro, así como donde hay tigre y danta, la tierra es de una calidad superior. Además de que en muchos casos les evita hacer el "primer abierto", y hasta suelen encontrar en algunos sitios yuca, plátano y maíz, ya sembrado por los tigrilleros y por los aserradores.Ahora bien, un rasgo generalizado en esta primera etapa es que el trabajo es colectivo. El "brazo prestado", la "fuerza ganada" son expresiones que designan las formas de asociación para realizar trabajos colectivos que van desde las picas, para deslindar las posesiones, hasta las trochas, para entrar el ganado y sacar la cosecha, pasando por la derriba, la siembra, la recolección y el acarreo. La fórmula es sencilla: un fundador trabaja un determinado tiempo en la mejora de otro,

a condición de que ese tiempo de trabajo sea devuelto al primero. Naturalmente el rendimiento es mayor y sobre todo, la asociación, proporciona compañía y seguridad. El colono, nos decía algún miembro del sindicato, es un solitario, pero no por gusto.Hay otros que suelen llegar "al corte" o "línea de descumbre" o "raya" a comprar directamente la mejora, lo que supone, por supuesto, una "base" o un ahorro en dinero para realizar la operación. Hay fundadores que se dedican exclusivamente a este negocio. Habilitan la tierra y la venden y se trasladan a otro lugar. Es el colono profesional. Pero ello da lugar eventualmente a la concentración de mejoras y a la creación de grandes haciendas. En la margen izquierda del Güejar, los ganaderos de San Juan se dedicaron a comprar mejoras. Se cita el caso de los Benjumea, ricos hacendados que ampliaron escandalosamente sus propiedades a costa de la compra o despojo abierto de las posesiones a colonos.Este caso dio lugar a la ampliación y al fortalecimiento del sindicato, el cual comenzó como una asociación para invadir propiedades en San Juan, cuyos títulos eran -o se sospechaba- ilegales o, por lo menos, precarios. Pero en la medida en que la colonización avanzó sobre la reserva, el sindicato, que era la única autoridad reconocida por los colonos, amplió su cobertura y funciones. No sólo defendía a los "invasores" en San Juan, sino a los colonos del Güejar frente a la expansión de los latifundistas, y poco a poco, llegó a intervenir para resolver diferencias de linderos entre fundadores, ubicar recién llegados, definir uso de aguas, declarar vedas de caza y pesca, y naturalmente, arreglar problemas entre marido y mujer. Fallaba sobre casos concretos, basado en la comunidad de vecinos, hasta establecer un verdadero código tácito por todos acatado. El Estado, por supuesto, ignoraba la existencia de este movimiento colonizador, y si llegó a enterarse de algún conflicto, falló en contra de los colonos y a favor de los grandes propietarios, como es el caso de los Benjumea. El sindicato creó un clima de paz y de respeto entre los

colonizadores. Pero cuando Vistahermosa fue erigida en municipio y el gobierno central nombró alcalde, la situación comenzó a descomponerse, porque de hecho más que de derecho -aunque suene paradójico- el Estado entró a desconocer las funciones del sindicato, sus fallos y, sobre todo, sus modalidades empíricas y populares de administrar justicia. Los hacendados se sintieron fuertes, los comerciantes apuntalados, y los pícaros -que abundan en toda colonización- entrevieron la posibilidad del soborno y de la impunidad. Estas afirmaciones no solo fueron sostenidas por los miembros del sindicato, sino -como se verá a través del estudio- por diversos colonos y campesinos.Esa noche, Marcos Arenas, un colono fundador del sindicato, y un gran conversador, traía constantemente casos de la vida cotidiana para apoyar sus tesis. Fue así como en la grabación quedaron consignados trozos autobiográficos, que ilados y concatenados, dieron por resultado el siguiente testimonio. Marcos ArenasNació en Pasca, Cundinamarca. hijo de un campesino pobre que pagaba "la obligación" a los señores Ramírez, propietarios de una gran hacienda llamada El Salitre. Marcos creció entre la rabia .y el miedo que le producían los patrones, hasta que conoció a Juan de la Cruz Varela y supo del ataque a la Policía en La Cuncia: allí las guerrillas liberales les asestaron un severo golpe. Entonces -dice- se sintió "guapo de repente" y decidió ayudar al movimiento a escondidas de la familia, porque sus hermanos, que eran combatientes, lo consideraban peligroso por lo enclenque. Su actividad por aquellos días -1952- se redujo a ser estafeta y como tal conoció a muchos de los comandantes guerrilleros. Cuenta que, precisamente, él fue quien le entregó a Juan de la Cruz una carta firmada por varios dirigentes liberales, entre los cuales recuerda los nombres de Rafael Rangel, comandante de las guerrillas del Magdalena Medio, y de Guadalupe

Salcedo, general de los llaneros. En ella invitaban a Varela a sumarse a las conversaciones de paz que luego se concretarían en la amnistía que Rojas Pinilla otorgó a los alzados en armas en 1953. Según la versión de Arenas, Juan de la Cruz reunió a los comandantes de Sumapaz y palabra más, palabra menos, les dijo: "Aquí les presentó estas cartas de otros frentes guerrilleros que ya han pactado la paz con el gobierno. Nosotros comprendemos muy bien que la paz, siendo necesaria, no va a ser duradera, pero creo que nos va a tocar seguir el mismo camino de la otra gente y negociar, o mejor, hacer un simulacro de entrega de armas. Solos nada podemos hacer en adelante, aunque solos hayamos luchado hasta hoy. De todos modos continuaremos la lucha a través de los sindicatos por la revolución colombiana que apenas comienza".En efecto, días después, se efectuó la entrega de armas en Cabrera ante el general Duarte Blum. A renglón seguido Juan de la Cruz dejó en libertad a sus hombres para trabajar donde quisieran.Fue así como Arenas salió primero para Fusagasugá y luego para la Sabana de Bogotá. Siguiendo las orientaciones de Varela, colaboró en la fundación del sindicato de El Rosal en Subachoque (Cundinamarca) y, luego se dirigió a Fuente de Oro (Meta). Allí conoció a Dumar Aljure, amo y, señor de la región: trabajó con él, pero pronto aparecieron divergencias insalvables. Aljure era enfermizamente anticomunista y tuvo, a través de su accidentada vida, varios encuentros armados con los hombres de Juan de la Cruz. En Fuente de Oro, Arenas se dedicó a la organización de células, hasta cuando lo detuvo la Policía por una carta enviada al Comité Central solicitando material de agitación, que cayó en manos del "detectivismo". Pero la acusación no era muy sólida y obtuvo su libertad en Granada.Granada era, por aquellos días, un hervidero, motivo por el cual se dirigió a San Juan de Arama buscando trabajo. Llegó a

Vistahermosa en el año 65. La colonización de La Macarena se había ya iniciado con gente venida principalmente del Tolima y del Sumapaz. Conocía a muchos de los recién llegados. Algunos habían participado en la Columna de Marcha, otros habían combatido con el mayor Lister en el Davis, y otros, por último, habían sufrido los embates del hambre y de la violencia en diferentes partes del país y llegaban derrotados a buscar trabajo, pero encontrarlo no era fácil. De un lado estaban los propietarios de las haciendas: de otro lado, la selva de La Macarena, en ese tiempo bajo tutela de la C.V.M. Los colonos, a instancias de Arenas y de otro veterano luchador. Rafael Reyes4, fundaron el sindicato de Vistahermosa, sasesorados por la Organización Sindical del Alto Ariari."Sucedía -cuenta Arenas- que en todas esas sabanas existían varios hatos como Corozal, Crisantero, Yopal, Lejías y Talanqueras; tenían miles y miles de hectáreas; el más pequeño que era Lejías tenía 14.000 hectáreas. Eran hatos viejos, no tenían escritura pública ni nada. Eso nos favoreció. La situación de la gente era grave, venían con necesidad. Nosotros con temor, decidimos hacerle el tiro a los hatos: le echamos mano a las leyes del Incora y comenzamos a invadir. Tuvimos luchas. Los ricos nos ahucharon la Policía y el Ejército. El dueño del Hato Yopal que era un militar retirado, trajo la tropa y la. paso a vivir en la propia casa de la hacienda. Nos atacó mucho, pero nosotros fuimos colonizando lentamente. Nos apresaban, pero otros hacían lo que tenían que hacer. Teníamos la, lección del Sumapaz porque en eso habíamos nacido. Hacíamos ranchos por la noche, y en la mañana estaban parados. Los tumbaban, y los volvíamos a levantar. Nos colaboró mucho un sacerdote, el padre Miguel Ruiz, y también, para qué va uno a decirlo contrario, el Incora. El gerente regional del instituto, el doctor Miguel Martínez, fue personalmente a conversa r con el comandante del Batallón en Granada para impedir que nos atropellaran, y eso nos dio un respiro para constituirnos en Junta de Colonos. Nos

organizamos de tal manera que si caía uno, los otros seguían. Muchas veces el Incora tuvo que conversar también con los terratenientes, porque ellos también resultaron amenazados. De todos modos recuperamos ocho predios. De ahí salieron dos mil fincas para los colonos, y las pusimos a producir, y fundamos cooperativas y empresas comunitarias".

Seguramente el anuncio de que el Estado estaba resolviendo el problema de tierras en San Juan, atrajo una nueva ola de colonizadores, porque -agrega Arenas-"Dio en llegar gente de todas partes. Abrieron las tierras del Zanza, las vegas del Güejar y llevaron el corte bien lejos. ¿Qué podíamos hacer? No nos podíamos quedar manicruzados, teníamos que comer. El sindicato había ganado la pelea. en San Juan y al ver el tumulto de gente que llegaba, se metió a colaborarle, a ubicarla, y a sacarla adelante. En ese tiempo nadie nos dijo que había una vaina que se llamaba la Reserva, nadie nos comunicó una prohibición. Había una oficina de la C.V.M. manejada por unos corrompidos que dejaban hacer matazones de animales con solo untarles la mano. Prohibían la pesca, pero ellos sí pescaban.

"En el año 69 la cosa se agravó porque llegaron de Bogotá con el cuento de la Reserva y entonces decretaron que todo mundo tenía que salir, costara lo que costara. El sindicato se opuso y le salió a la lucha. Cuando eso se echó a oír hablar del Inderena, que entró derecho a hacernos descolonizar, a hacernos desocupar. No valían razones, hasta que hicimos un frente común entre liberales y comunistas y nos fuimos para Bogotá a investigar. Encontramos un defensor en la persona del doctor Eduardo Serna Vallejo. La propuesta que le hicimos al gobierno fue la de reducir la Reserva para no tener que descolonizar, con la promesa de impedir nosotros mismos nuevas colonizaciones. El doctor Carlos Lleras aceptó la idea, y el 23 de agosto de ese año mandó una comisión de alto gobierno integrada por el gobernador del Meta, el

comandante de la 7a. Brigada, el gerente general del Incora y el gerente del Inderena.

"Ese día se inauguró una escuela que habíamos construido con aportes del mismo Incora. En ella nos reunimos todos. A mí me tocó llegar la vocería. Pedía la reducción de la Reserva y la construcción de, una trocha por las faldas de la serranía que separara las mejoras de los últimos colonos y la montaña virgen. Pedimos que el gobierno amojonara y pusiera letreros:  'Prohibida la entrada. Reserva Nacional de la Macarena'. La discusión fue bastante larga, pero al fin aceptaron la reducción. Para definir el límite de la nueva Reserva, propusimos que lo trazara una comisión integrada en un 50% por colonos y en un 50% por el gobierno, y que sobre el terreno, lo definiéramos. Nosotros pensábamos tirar la trocha por frente a San Juan. Arrancar del río Güejar, bajarla por un punto que se llama. ahora Costa Rica, seguir hasta otra vereda que se llama Yarumales y luego por el pie de la cordillera hasta Maracaibo; de ahí buscar el frente de la colonización y volver luego hacia el Güejar. Ellos aceptaron en principio. La comisión de colonos quedó integrada por Marcos Arenas, José Rodríguez y Pedro Angulo. El gobierno nombró una comisión de topógrafos encabezada por el doctor Osías Porras, ingeniero civil del Inderena.

"El acuerdo fue celebrado con aguardiente y mamona, y todos quedamos de amigos. Nosotros confiados esperamos y esperamos, hasta. que un día, llegó el doctor Parrado, desconoció la comisión de colonos y tiró el nuevo lindero por donde le dio la gana. Los colonos se enverracaron y al sindicato le tocó actuar otra vez. La, gente salió con machetes y paró la comisión del doctor Osías en seco. Yo y Pedro Angul o viajamos a Villavicencio a poner la denuncia. Hablamos con unos y con otros, con cl gobernador, con el Incora, con el Inderena, con la Caja Agraria y dimos una entrevista por la Voz del Llano.

"El gobierno no tenía nada qué hacer, y llamó a la comisión, prometiendo mandar otra, para hacer el deslinde de, acuerdo con los colonos. Pasaron los días y nadie apareció. Tiempo después llegó una, comisión, de la Universidad Nacional. Nosotros seguimos trabajando y actuando.

"En el año 1971, el Inderena le quitó ala reserva 500.000 hectáreas de las cuales el Incora adjudicó 8.000 a 365 prestatarios, dio títulos y la Caja prestó plata. Así, nosotros creíamos que habíamos ganado, pero unos años después, el gobierno volvió a quitarnos los títulos y a cerrarnos los créditos, y el problema siguió, y peor que antes, porque hoy habemos unas 10.000 familias dentro de la Reserva que no tenemos reversa. Si nos hubieran cumplido lo que, acordamos con el gobierno de Lleras, hoy la Reserva no estaría invadida. Nosotros hubiéramos podido hacerla respetar".

 Pedro AnguloPara obtener una visión más amplia de la historia y de las opiniones que habíamos obtenido del sindicato, decidimos entrevistar al mismo Pedro Angulo, dirigente liberal de Vistahermosa y fundador del pueblo. La entrevista con don Pedro es la siguiente:-¿Dónde nació don Pedro?-Soy pastuso.

-Y su familia, ¿de dónde era?-De Barbacoas.

-¿Y cómo hizo usted para venir a reventar por estos lados?-Es una historia larga, muy larga.

-Nosotros no tenemos afán.-Les cuento sólo los pasos, porque lo demás es cosa mía: Yo pagué el servicio militar en el año 49, salí en el 50. Estuve en el Batallón de Infantería No. 9 de Pasto.

-¿Y lo sacaron a pelear?-No, yo entregué las bayonetas limpias, no quise pelear, no me gusta la violencia. Cuando me retiré del Ejército volví a la casa, después me puse a deambular, estuve en el Caquetá, manejando motores fuera de borda y aserrando. En el 54 me vine para el Llano.

-Pero ¿cómo llegó aquí, por qué aquí, don Pedro?-Porque quería trabajar.

-Pero en otras partes, por ejemplo en el Caquetá, también había trabajado...-Sí, pero yo llegué aquí.-Entonces?-Primero estuve en Villavicencio, luego en San Martín, después en Granada, Boca de Monte., Fuente de Oro, y por fin me vine para acá. Esto eran sabanas y selva. Llegué de aserrador. Primero de. Granada a Puerto Callos, después hacia Cana. guaro, por último San Juan y el Güejar. Allí ya había colonos: Rubén Pardo, santandereano; Pedro Nel y Ramón Arroyave, caldenses; Ernesto Oliveros, Cristóbal Loaiza, Salomón Romero, José Castillo y mi persona. Comenzamos a trabajar en la margen derecha del Güejar porque allá había más madera. Estimábamos mucho la madera., no tumbábamos sino árboles que, dieran por lo menos 90 piezas. No tumbábamos lo que no se debía. Los aserradores somos destructores de bosques pero sólo de sus maderas finas. Yo sé que ustedes quieren saber de eso, pero también sé que tienen afán y no voy a demorarlos.

-Sí tenemos afán, pero de hablar con gente como usted... queremos saber del pasado porque el presente lo estamos viendo. Qué maderas apreciaban ustedes, don Pedro?-Únicamente el cedro macho.

-¿No más?- Pues había otras como el amarillo, el cedro amargo. No talábamos sino los grandes repito, sólo los grandes y los que no estuvieran a la orilla de los caños. El cedro macho no se da

en lotes sino desparramado. Uno salía de cacería, miraba donde estaban, estudiaba la forma de tumbarlos y de sacarlos. Todo palo sirve. Uno analizaba y volvía. Nosotros dejábamos lo que le iba a servir al colono, eso no lo tocábamos, pero después él, como no podía sacarlo, lo quemaba. Si. hubieran habido trochas buenas se habría podido sacar alguna madera raliadita, y no se habría quemado, pero como no había trochas, ni hay, la gente quemaba parejo. La madera barata no daba, ni da, la base para sacarla. Faltan trochas. Nosotros comprábamos los palos, aserrábamos y sacábamos; a veces hacíamos una cosecha de maíz o de arroz para comer entre el monte. Por lo general trabajamos con otros que eran los que compraban el palo y nos daban la comida. Uno duraba los dos o tres meses en el puro corazón de la selva. Había mucha cacería y con una escopeta se mantenía, uno. Culebra había hasta para amarrarse los pantalones. Después de los aserradores, poco a poco iban entrando los cultivadores, a veces compraban el abierto, a veces se lo tomaban. Cuando salíamos nos reuníamos por acá.

Así comenzó el pueblo, un día alguien dijo: vamos a hacer un pueblo para que no nos toque ir hasta Granada, y lo hicimos. Trazamos un parque. No teníamos escuadra, ni metro, .y por eso quedó descuadrado. Después se comenzaron a trazar las manzanas 80 x 80 y 20 x 20 de calle. Organizarnos una Junta de Acción Comunal y así fueron haciendo el trazo. Vistahermosa se fundó el 14 de abril del afino 64; en el 69 se creó como municipio y fue inaugurado el 5 de abril del año 70. Se nos olvidó hacer iglesia porque aquí éramos todos liberales o comunistas. En el 65 habían 17 casas, en. el 66 llegó el Rápido Acacías, en el 68 entró Incora y la C.V.M. Ese fue el acabóse de la selva. Había tres tipos, funcionarios de la C.V.M., les gustaba la plata y como llegaron a mandar, ellos eran los que daban las licencias. La gente decía: 'quiero ir a tumbar, bueno, preste para acá y tenga la licencia, sin mirar'. Yo digo que prácticamente si no hubiera entrado la C.V.M. el

bosque se hubiera podido resguardar porque nosotros lo cuidábamos.

Los colonos siguieron llegando, avanzando. Después vino el Inderena .y dijo que iba a trazar una línea divisoria: la selva para allá, los colonos para acá. Pero no se llegó a tirar la. tal línea. Ahora dicen que nos van a sacar.

Esto era todo un nacimiento de agua, allí en la loma, por todo lado. El Inderena dejó desmontar y a nosotros los de la junta, que estábamos protegiendo, no nos dejaron actuar y nos quitaron la autoridad. Los colonos hoy ya dejamos avanzar la colonización a sus anchas. Antes no.

Necesitamos una delimitación para que dejen los colonos que están donde están; para que no vayan a presentarse problemas. Hay que organizar al mismo colono para que cuide lo que queda, porque nosotros somos los que necesitamos la Reserva, nosotros la apoyamos, pero que no nos vayan a sacar... Nosotros mismos pedimos que haya Reserva, queremos que siga pero donde exista monte, no donde no haya. Nosotros entendemos que en La Macarena hay cosas que no sabemos explotar y que se deben guardar, sabemos que hay uranio, que es una de las partes más ricas que tiene la. Tierra, que hay orquídea negra, que es una mata que el que la topa se vuelve millonario, que hay quién sabe cuántas cosas. No somos enemigos de que haya Reserva. Pero que saquen a la gente, sí es otra cosa.

-Pero, don Pedro, hoy la mayoría de los colonos son partidarios de la UP. Usted como liberal, ¿está de acuerdo en que ellos manejen la Reserva-He dicho muchas veces que quienes deberíamos hacer respetar la Reserva somos los colonos, la gente del agro, los que vivimos aquí. No importa si son o no son de la UP. Ellos, los comunistas, dominan esto porque desgraciadamente los gobiernos conservadores y los gobiernos liberales no han sabido apreciar al hombre del campo, porque al hombre que trabaja, lo olvidan. En la serranía no hay puestos de salud, no

hay escuelas; no hay nada. ¿Cómo quieren que un tipo que está a 8 ó 10 horas de camino, que sea liberal o conservador, vaya a votar liberal o conservador, si nunca lo ayudan ? Vota descontento, vota por la UP, porque quiere decirle al gobierno que está descontento. Si lo atendieran con escuelas y puestos de salud, no votaría por la UP. Faltan gobiernos que nos dén la mano como si fuéramos colombianos. Esta semana sacaron a una señora podrida. Duró cinco días muerta y no la podían sacar porque no había puente, entonces se descompuso, les tocó amarrar el cajón para que no se toteara. Cuando el colono ve que el gobierno no le colabora, pues vota contra el gobierno, esa es la inconformidad que hay. No es que los 3.444 votos que salieron de la UP quieran decir que ellos son comunistas, sino que están inconformes con el gobierno por el mal trato que les ha dado. No sólo nuestro partido, el liberal, es culpable, sino ambos, también el conservador.

-Pedro don Pedro, mire le digo una cosita: supongamos que hubiera delimitación y que hubiera carretera como ustedes piden, ¿la carretera no impulsaría la colonización hacia más adentro?-No. Si hay compromiso, eso se respeta. Cada colono se vuelve un policía para hacer respetar el acuerdo.

Hace cuatro años Ortiz Bautista presentó un proyecto para delimitar la Reserva. Es lógico que de ese tiempo a hoy ya hayan entrado muchos colonos. Pero ellos aceptarían que los reubicaran en otro lado. pagándoles sus mejoras, su trabajo. Los que están afuera, de la raya, se encargan de no dejar entrar nuevos colonos, de hacer respetar el acuerdo. Por eso no creo que una carretera raya a impulsar más la colonización, siempre y cuando haya una delimitación y siempre y cuando sean los colonos mismos los encargados de cuidar.

Hace como dos años vinieron unos señores japoneses y rolaron todo esto, por un lado y por otro. Hicieron los estudios para la marginal de la selva. Dieron mucho detalle: para sacar

la carretera por Uribe a bajarla a San Vicente del Caguán y al Caquetá, habría que hacerla por unos precipicios y unos cañones que hay en el Duda muy profundos, saldría muy costosa. En cambio, si se sacara de San Juan de Arama por La Bodega al pueblo de La Macarena, casi no valdría sino la sola explanación, no habría que construir sino un solo puente, el del río Güejar. Si por allá vale digamos cien mil millones, por aquí sólo vale mil millones, cien veces metros. Estos señores japoneses que vieron todo, hablaron también de una base, arriba, en el centro de la serranía...

-Una base, ¿cómo así que una base, una, base de qué?-Pues una base militar. De los guerrilleros no puede ser, porque los guerrilleros no van a ubicarse en una parte así, entre un hoyo. Los militares de Colombia, tampoco van a tener una base allá, ¿para qué?

-¿De quién es la base? ¿Qué hacen allá ? ¿Qué están explotando? Nosotros queremos saber.-Ellos la vieron, nosotros no podemos afirmarlo, pero ellos sí. Es una base que tiene de todo.

Nosotros queremos que se haga, una nueva delimitación como para que la Reserva siga y se haga fuerte, pero también queremos que sea nuestra, para, Colombia. No vaya a ser que se le esté restringiendo la entrada, a los colombianos, pero se le esté dando la entrada a los americanos o a quienes sean...

Don Pedro nos dejó pensando en lo de la base... Hace algunos años, cuando estudiábamos en la universidad se agitó la cuestión de la base militar en la serranía. Se decía que había aeropuertos camuflados, que llegaban aviones, que había movimientos extraños. La cosa la olvidamos.Pero los colonos hablan hoy todavía de ciertos misterios de la serranía. Se dice, por ejemplo, que anteriormente se oía un ruido ensordecedor y se veían luces intermitentes; que los pocos que han subido a la "cresta del cerro" han visto ciudades enteras con calles, edificios y gente. Ciudades

escondidas en lo más profundo de la selva. Algún colono nos contó que en la cresta de la serranía había una bola de cristal del tamaño de un balón de fútbol que seguía al Sol, "daba vueltas con él; por la mañana estaba mirando para el oriente, ,y por la tarde, al occidente. Era una bola suspendida, cuando se oscurecía, la bola perdía fuerza ,y se caía y el ruido que hacía era tan espantoso que se oía en todas partes, por eso esos ruidos se oían por la tardecita. Un día se nubló la sierra, iba a llover, cayó un rayo y la partió. Entonces el ruido fue tremendo, como si hubiera estallado una bomba atómica... desde ese día dejó de oírse el bramido de la sierra".La serranía tiene sus misterios. Es tan imponente que uno siente cierto sobrecogimiento cuando la observa. El colono le pone colores a esa sensación, y el hecho de que el gobierno defienda con tanto énfasis la Reserva, pone a la gente a pensar... ¿qué será lo que se reserva dentro de la Reserva? ¿Por qué el gobierno -se preguntan- que nunca cumple nada, es tan estricto en lo de la Reserva? Estas dudas unidas al misterio natural de la serranía conducen necesariamente a versiones fantásticas, y no sólo de los colonos.En el año 70, por ejemplo, el general Matallana, entonces jefe del DAS, hizo una investigación en Lomalinda, la sede del Instituto Lingüístico de Verano, y concluyó que el gobierno carecía de control sobre ciertas actividades realizadas por extranjeros, generalmente norteamericanos, en la serranía de La Macarena, "que ha sido objeto de permanentes excursiones de reconocimiento, toma de muestras de suelo, marcación de puntos en el terreno y actividades más o menos clandestinas"5.Aquella noche, después de las entrevistas con el sindicato y con don Pedro Angulo, y a raíz de las especulaciones sobre tesoros escondidos y ruidos misteriosos en la serranía, decidimos irnos a dormir. El día había sido extraordinario e intenso. Camino al hotel, un funcionario del Inderena se nos acercó y, en tono confidencial y, marcadamente académico,

nos dijo: "Hay que poner mucha atención a la trabazón interna y real de los fenómenos -y agregó-, como ustedes deben saber, las determinaciones axiológicas de los fenómenos tienen, por decirlo así, dos dimensiones, una interna y otra externa". Continuamos sin entender... "Hermano -le cortamos- hable claro". "Bueno -dijo por fin- creo que en este problema de La Macarena hay dos fuerzas reales interesadas. De una parte, los Estados Unidos a través del Ejército, y de otra, la Unión Soviética, a través de las FARC. La Macarena posee en sus entrañas riquezas insospechadas, uranio, cobalto, materiales radiactivos desconocidos, un verdadero emporio de materias primas para la guerra de las galaxias". Nos quedamos mustios. No quisimos -o no pudimos- hacer ningún comentario. Silencio. Cuando nos despedimos, un miembro del equipo balbuceó: "Es decir, el Pacto de Varsovia contra el Pacto de Defensa Mutua Interamericana",Aquella noche dormimos en paz. 

El "Mico" Fernández. 

Transportando indígenas 

Efraín 

Alfredo Molano discute con Mario Guerra 

Decretos de la Guerrilla 

Gallera de Piñalito 

El concejal Perea 

Ariari 1Aldemar Rojas, quien fuera acesinado en el Guaviare un año después.

2Ver apéndice de nombres científicos.

3De los cinco miembros que esa noche conversaron con nosotros, tres han sido asesinados y uno ha tenido que huir de Vistahermosa.

4Asesinada en Granada en 1985.

5Departamento Administrativo de Seguridad, Informe de la Comisión de Lomalinda (mimeógrafo), s.f., s.l.

La colonización de La Macarena en la historia de la frontera agraria

Darío Fajardo M.

En esta sección se pretende presentar una panorámica general de los procesos de ocupación del territorio nacional dentro de los cuales se enmarca la colonización de la serranía de La Macarena, objeto específico de este estudio.

Como lo testimonia un creciente número de trabajos, la colonización de las selvas y llanuras subtropicales y tropicales de América tiende a convertirse en un área especializada de lo que podría llamarse las "sociologías de la colonización". E n estos estudios, que muestran con profundidad cada vez mayor las especificidades de este proceso en nuestras latitudes, se plantean distintos temas, como son las tecnologías de uso de los recursos, los choques culturales (los cuales han conducido por ejemplo a la liquidación de comunidades indígenas), las relaciones con el Estado, etc. En el caso colombiano tienden a configurarse unas peculiaridades que vale resaltar desde ahora: el ciclo "migración - colonización - conflicto - migración", que traslada a muchos de sus actores, inclusive, a través del tiempo y el espacio, como elementos constantes en el proceso de la colonización y que detrás de ellos lleva y reproduce las estructuras agrarias y las contradicciones propias de ellas, prácticamente a todos los rincones de la frontera agrícola. Una segunda particularidad que se va haciendo visible en esta historia es la presencia de la organización de los colonos, fenómeno que en cierta medida rompe con la tradición -prácticamente universal- del individualismo como rasgo de las sociedades de frontera.

El lector de este ensayo encontrará que este último elemento no constituye propiamente una generalidad en todo el proceso; surge, según los testimonios, en unas regiones de origen (sur y oriente del Tolima), en forma determinada de condiciones gremiales y políticas, y de allí se expande gradualmente hacia zonas en donde se proyectan las sucesivas corrientes de colonos, expulsados por los continuos conflictos agrarios y políticos. En esta expansión, la práctica de la organización deviene, podríamos decirlo, en parte de una cultura de la colonización.

Un aspecto que amerita necesariamente mayor estudio y reflexión, es el referido a la configuración social de los espacios en la colonización. Generalmente, en nuestro caso, las apreciaciones sobre la ocupación del espacio en las fronteras reseñan la configuración de núcleos preurbanos o urbanos, la estructuración de la tenencia y uso de la tierra, la aplicación o construcción de infraestructura, etc., pero está ausente "una visión de conjunto" sobre el espacio, sus articulaciones y sus dinámicas. Como se verá más adelante, la ocupación de ese "medio país" que son la Orinoquia y la Amazonia colombianas, configura gradualmente la prospectiva de integración de un vasto espacio, con características ecológicas, económicas, sociales, políticas y culturales marcadamente diferentes de las que previamente han estado presentes en la integración del país andino o del "país" de las sabanas y litorales caribeños.

Estos "nuevos" elementos lo son solamente en las proporciones en que intervienen, en su mezcla. El "capitalismo rapaz" que hoy actúa en el narcotráfico y actividades asociadas, es nuevo solamente en sus alcances y dimensiones: las tradiciones del campesinado andino hunden sus raíces en las sociedades coloniales y postcoloniales del siglo XIX, pintadas por Eugenio Díaz o Medardo Rivas, pero ahora se encuentran en nuevos espacios y disponen de mayores recursos. Pero hay también esos elementos novedosos que antes se señalaban: la organización político-gremial como elemento de la cultura colonizadora y, con ella, las proyecciones militares que plantean las experiencias guerrilleras. Esto es lo "viejo" y lo "nuevo" que entra a configurar e integrar a esta nueva Colombia de las selvas y llanuras orientales.

A continuación se examinan los aspectos históricos de la colonización que se han considerado más relevantes, junto con algunos rasgos de la ocupación de La Macarena.

El proceso de la colonización en Colombia

Se ha caracterizado como colonización al proceso de apertura de la frontera agrícola, a través de distintos tipos de trabajadores del campo. Las tierras que han delimitado esta frontera han estado varias veces bajo títulos de uno u otro tipo (mercedes reales, concesiones, haciendas) que son finalmente impugnados pero sin dejar de constituir un condicionante para el usufructo de las mismas.

La ocupación del territorio colombiano por parte de los conquistadores europeos se extendió fundamentalmente por los valles y cordilleras andinos y la llanura del Caribe, buscando el acceso de los recursos minerales (oro y plata), a la mano de obra (y subsecuentemente a la tributación indígena) y posteriormente a las tierras que permitían la producción de los alimentos y otros bienes requeridos para los asentamientos e igualmente el control de la misma mano de obra.

Las características económicas, políticas y culturales de la Conquista definieron una rápida concentración de la propiedad territorial, afectando negativamente a las comunidades indígenas pero también a las capas de mestizos y "blancos pobres" que comenzaban a configurar las vertientes de la formación del campesinado.

Las diferentes regiones que hacia la terminación del período colonial (finales del siglo XVIII) componían el entonces territorio de la Nueva Granada, sirvieron de marco para la estructuración de sociedades diferenciadas, en las cuales, al parecer, el patrón común lo constituyó la concentración de la propiedad territorial1 si bien con matices de ocurrencia local, según lo señala Marco Palacios en su estudio sobre la propiedad agraria en Cundinamarca2.

La densificación demográfica ocurrida en las regiones centrales del país a partir de la segundad mitad del siglo XIII3estimuló el desbordamiento de las fronteras agrícolas de entonces. Previamente algunas zonas habían escenificado procesos puntuales de colonización, esto es, de asentamientos estables en el interior de medios selváticos para desarrollar economías de base agrícola, recolectora y cazadora, como lo fueron los "palenques", de esclavos cimarrones. No obstante, las colonizaciones de este tipo que se sostuvieron durante más tiempo, no trascendieron los límites microrregionales, restringiéndose a constituir un componente de la configuración étnica regional. A diferencia de estos últimos movimientos, las colonizaciones desarrolladas en las vertientes andinas entre finales del siglo XVIII y comienzos del XX trascendieron las esferas locales y proporcionaron productos para la articulación de Colombia con los mercados internacionales en diferentes coyunturas del período4.

Tal vez el más conocido de estos procesos de colonización de vertiente ha sido el antioqueño, analizado inicialmente por James Parsons5 y revaluado posteriormente por Álvaro López Toro6. Independientemente de la ideologización elaborada sobre este fenómeno, centrada en una imagen democrática e igualitaria de un proceso que en realidad estuvo alejado de tales características7, sus alcances sociales, económicos y espaciales le otorgan un lugar preponderante en la formación de la Colombia rural.

Estas características están cimentadas en las relaciones sociales desde las cuales se proyectó la colonización antioqueña, generadas sobre una economía minera de explotaciones pequeñas e inestables, realizada por trabajadores libres, y de la cual estaban completamente ausentes los vínculos propios de las sociedades hacendarias que primaron en otras regiones del país, así como

otras formas de sujeción entre los mineros y los comerciantes que tuvieron ocurrencia por ejemplo en el Brasil8. Una peculiaridad de la colonización antioqueña consistió en la vinculación que tempranamente ocurrió entre empresarios capitalistas de la región con los pioneros de la colonización. Esta vinculación, dado el poder de los pioneros y en virtud de su interés por valorizar las tierras que respaldaban los bonos de deuda pública que habían adquirido, se tradujo en la asignación de fondos para construcción de infraestructura y legalización de la tenencia de las tierras colonizadas en las primeras etapas de la ampliación de esta frontera. De esta manera, las primeras fases de esta colonización actuaron sobre tierras en concesión (tal como ocurriera desde la providencia del oidor Mon y Velarde a finales del siglo XVIII). En otros términos, era una colonización que contaba con la anuencia del Estado y de los empresarios locales, factor que facilitó la dinamización del proceso a través del apoyo con infraestructuras, el cual permitió una más rápida integración económica de la frontera. Los flujos posteriores de la colonización se proyectaron ya sobre tierras baldías9; en este caso, sin embargo, las particularidades de la organización social y la ideología de estos núcleos de colonos, enfáticamente colectivistas y organizados, dieron vía a una pronta articulación con la administración estatal10.

El modelo inicial de la colonización antioqueña se modificó posteriormente dando paso a procesos de concentración de la propiedad. En estas condiciones los nuevos emigrados no pudieron constituir las pequeñas y medianas empresas agrícolas de la primera etapa y configuraron la base de una población dependiente. El papel de esta última, en su carácter de asalariada dentro del proceso de acumulación que dio base a la industrialización del noroccidente colombiano, ha sido estudiado por Mariano Arango, quien, sin embargo, desestima las etapas de mayor equilibrio social y económico que sirvieron de sólido fundamento al posterior desarrollo de la colonización antioqueña11.

El proceso colonizador antioqueño, por su significado económico y social y por su prolongación temporal, que se extiende desde finales del siglo XVIII prácticamente hasta el presente, si se tiene en cuenta la incorporación de tierras en Urabá y el Magdalena Medio, ha opacado en alguna medida fenómenos similares ocurridos en otras regiones del país. Jorge Villegas, en sus estudios sobre la propiedad agraria en Colombia enmarcó estas historias en el conjunto por él denominado "la colonización de vertiente" y en ella englobó tanto la expansión antioqueña como los procesos que tuvieron lugar en el centro y oriente del país, originados en contextos diferentes del primero12.

Los testimonios sobre la colonización de occidente insisten en señalar la génesis de la misma en la pobreza de los suelos y la inestabilidad de las explotaciones de la minería del oro. En el oriente, particularmente en Santander, Villegas, con base en las cifras de población, considera los efectos de la crisis artesanal, resultantes de la política librecambista asumida por los gobiernos nacionales, como factor desencadenante de la expansión sobre las tierras de vertiente en el oriente Colombiano. A este respecto es importante considerar cómo determinadas condiciones externas se han constituido en factores de presión para los procesos de ampliación de la frontera agrícola del país, con una recurrencia como la que hoy se advierte, cuando diversos frentes de colonización reflejan la impronta tanto de la crisis de las economías occidentales y sus secuelas de deterioro en las estructuras productivas del Tercer Mundo y empobrecimiento de sectores sociales que buscan salidas en la aventura colonizadora, como el floreciente mercado de narcóticos.

Villegas, en sus estudios, explora, además de las etapas iniciales de la colonización antioqueña, su extensión hacia el oriente (Manizales, Pereira y el norte del Tolima) y los procesos ocurridos en Cundinamarca, Boyacá y los Santanderes. La colonización del Viejo Caldas tal como la revela el autor, con base en las evidencias documentales, definitivamente se aparta de la imagen idílica de la conquista democrática de la frontera. El proceso, ya visto en sus desarrollos e implicaciones legales y jurídicas, estuvo desde sus inicios sacudido por conflictos sociales de distinta índole. En un principio es evidente la diferenciación entre aquellos que disponían de recursos económicos para afrontar la colonización con recuas de mulas, bastimentos y herramientas, además de fondos para costear aperturas de caminos, etc., y aquellos que solamente contaban con su fuerza de trabajo y la de sus familiares, quienes eran frecuentemente contratados como taladores y posteriormente se convertirían en arrendatarios de los poseedores de la tierra. Pero las mayores contradicciones se habían de desarrollar, a lo largo de todo el siglo XIX y a principios del presente, entre los colonos independientes y los favorecidos por concesiones, ampliadas de manera fraudulenta a medida que los peones abrían perspectivas a las selvas de vertiente.

Estos conflictos los ilustra el autor en torno a las concesiones de Villegas y Aranzazu y a las sociedades de González Salazar y Burila. Allí se aprecia cómo el esfuerzo de los concesionarios por extender sus dominios y aprovechar la valorización creada por el trabajo de los colonos, tropezó continuamente con la resistencia de estos últimos y cómo la retaliación de los acaparadores se dio entonces bajo la forma de amenazas, incendios de casas y destrucción de enseres, formas de violencia que habrían de repetirse un siglo más tarde en el marco de la crisis política y social que consumió al país por más de una década y en la cual la mayor parte de las víctimas fueron igualmente campesinos y colonos.

La ampliación de la frontera agrícola en el centro-oriente y el oriente del país, esto es, Cundinamarca, Boyacá y los Santanderes, la documenta Villegas únicamente con las memorias de Medardo Rivas y Manuel Ancízar. Ese proceso ocurrió, según las referencias, dentro de las líneas trazadas por la política de asignación de baldíos, que, en particular desde la Desamortización de Bienes de Manos Muertas, afianzó y fortaleció la formación del latifundio. En esta modalidad, la población campesina que se desplazó de los antiguos resguardos indígenas y de otros núcleos humanos hacia la frontera agrícola, desmontó las tierras en los bordes de las haciendas, abriendo paso a la expansión de las mismas sobre los baldíos de la nación13

Marco Palacios examina este mismo proceso y reconstruye las etapas de la ocupación del territorio en las zonas aledañas a los altiplanos centro-andinos, considerando, en primer término, la significación de los viejos asentamientos campesinos de Boyacá, que se proyectan posteriormente hacia el occidente de Cundinamarca; de otro lado resalta la importancia que desde mediados del siglo XIX tomó esta sociedad aldeana en la ocupación de las tierras medias, dinamizando los mercados de capital y dejando sin piso la apreciación de Medardo Rivas, según la cual, la conquista de estos territorios había sido obra de sus amigos, los "terratenientes de nuevo cuño"14.

El estudio de Palacios, sustentado en fuentes como los censos de población (1843,1870,1912), los estudios geográficos de Alfred Hettner, Agustín Codazzi, J. Holton y, primordialmente, el Catastro de Cundinamarca, pone en evidencia, además, la particular regionalización de la estratificación social de este arraigado asentamiento, en la cual se definían -con gran persistencia hasta el

presente- nítidas subzonas de pequeña, de mediana y de gran propiedad. Esta red social proyectó "puntas" de colonización hacia tierras templadas y aun frías (Alto Sumapaz), algunas de las cuales fueron protagonistas de los conflictos que posteriormente habrían de configurar los desarrollos centrales de este estudio; este fue el caso de Sumapaz, precisamente, y del Tequendama, zonas en las cuales se configuraron dos tipos de conflictos (el no reconocimiento de la propiedad de las haciendas sobre los baldíos, en el primer caso, y la lucha por el derecho a la siembra de café, en el segundo), que fueron afrontados organizadamente por los colonos y campesinos.

En esta etapa de la historia de la colonización, correspondió también a otras dos zonas de la región central del país -el oriente y el sur del Tolima-, una participación de especial relevancia, por su significa do en la posterior ocupación del pie de monte oriental y la llanura de la Orinoquia. A ellas se hará referencia en el siguiente texto.

La política agraria y la colonización a partir de los años 20

Prácticamente sin excepción, las decisiones del Estado en torno a la problemática agraria se orientaron, hasta la reforma constitucional de 1936, hacia la titulación de baldíos, dejando intocadas las peculiares estructuras configuradas en el interior de la frontera. Sus rasgos generales los sintetiza Juan Sebastián Betancur al examinar el desarrollo histórico de las políticas agrarias: "El siglo XIX termina con un balance de guerras civiles, colonización antioqueña, concentración de la propiedad y cantidades de campesinos sin tierras"15.

Estas condiciones, dinamizadas por el proceso de desarrollo industrial y la profundización de los vínculos de Colombia con la economía mundial, generaron nuevas presiones sobre las estructuras productivas agrarias; algunas de ellas habrían de expresarse en leyes relativas a la importación de alimentos, política que implícitamente induciría cambios en las condiciones productivas de los bienes básicos (Ley de Emergencia de 1927)16.

Este contexto, en el cual se hacían evidentes contradicciones entre el gobierno y los grupos terratenientes que previamente hegemonizaban el control del poder político, enmarcó conflictos masivos en determinadas regiones del país17, en donde chocaba la incesante expansión de las haciendas sobre las tierras baldías con el avance de los asentamientos campesinos en los bordes de los latifundios. Tal situación, en la cual se mezclaba la crisis de las formas de producción, sustentadas en gran medida en las rentas de trabajo, con la pugna entre la usurpación de los baldíos por las haciendas y el no reconocimiento de esta propiedad por los colonos, sirvió a su vez como catalizador para acelerar la descomposición de las haciendas como organización económica y social18.

Los cambios de la economía y la sociedad nacionales, ya ampliamente estudiados por varios autores, significaron modificaciones y "reacomodamientos" de las economías campesinas, pues comenzaron a romperse sus ligaduras con las haciendas, se hicieron más directos sus nexos con los mercados regionales, proyectaron sus "excedentes" de fuerza de trabajo a la producción capitalista y, en fin, se amplió en alguna medida la oferta de tierras -independientemente de sus costos-. A través de la política de asignación de baldíos, principalmente, pero también de las parcelaciones financiadas por el Banco Agrícola Hipotecario, se amplió extraordinariamente la disponibilidad de tierras para la agricultura campesina, J. A. Bejarano estableció que entre 1910 y

1937 fueron adjudicadas 1.013.466 hectáreas, si bien la mayor parte de ellas lo fueron en grandes globos, ya que solamente el 8.8% de las adjudicaciones correspondieron a promedios de 20 hectáreas o menos. Valle, 1.429 adjudicaciones con 15.6 hectáreas en promedio; Caldas, 999 adjudicaciones con 13 hectáreas en promedio19 . Por otra parte, ya entonces comenzó a expresarse un matiz recurrente en la política agraria colombiana, como ha sido el de apelar a la colonización como alternativa frente a la inviolabilidad de la estructura agraria en el interior de la frontera. Dentro de esta política, y a partir de 1930, el Estado comenzó a estimular la colonización en el Magdalena Medio, Catatumbo, Putumayo, Caquetá, Urabá y Bahía Solano, para posteriormente dirigirla hacia los Llanos Orientales.

Esta tendencia se hizo evidente cuando comenzaba a manifestarse la crisis que condujo a la "violencia". Precisamente, en 1941 fue creado el Instituto de Parcelaciones, Colonización e Inmigración20. Vale seña lar que en los archivos del INCORA, sucesor en alguna línea de los anteriores institutos de tierras, reposa documentación de los mismos, dentro de la cual figuran algunas recomendaciones políticas de Directorios Conservadores locales, para facilitar el asentamiento de militantes de esa colectividad en programas desarrollados por el gobierno, precisamente en torno a las colonizaciones campesinas que habían surgido en el Sumapaz en la lucha contra las haciendas por las tierras baldías.

La reversión de la Ley 200 de 1936, a través de la Ley 100 de 1944, que reimplantaba la legalidad de los contratos de aparcería y ampliaba los plazos para la exclusión de afectación de los predios inexplotados, se conjugó con las tendencias políticas en el gobierno, favorables a la liquidación de las organizaciones campesinas. Esta nueva coyuntura, de signo "restaurador" para las estructuras agrarias, congeló las posibilidades de ampliación de las economías campesinas en el interior de la frontera agrícola y con acceso a los mercados locales regionales, dejando nuevamente, como válvula de escape, a la inamovible estructura de la propiedad agraria las tierras marginales de la frontera,

En este contexto fue muy significativo lo ocurrido con la comunidad indígena de Yaguará, en el municipio de Ortega, Tolima. En esta época se desarrolló una fuerte movilización de sus miembros en defensa de las tierras que les estaban siendo arrebatadas con mayor brutalidad entonces; la acción del gobierno consistió en enviar un avión militar, en el que fue trasladada una parte de la comunidad al Caquetá, en donde se les trató de reimplantar en el asentamiento que fue denominado Yaguará II, en recuerdo de su lugar de origen.

Una parte del escenario la configuraron las recomendaciones de la Misión Currie, consignadas en la propuesta Operación Colombia, las cuales partían de un modelo de desarrollo agrario basado en la "modernización" de la gran propiedad.

Dentro de este esquema estaba excluida, obviamente, la participación de la economía campesina y se trataba solamente de presionar a los grandes latifundistas, mediante instrumentos tributarios, para lograr un aprovechamiento de las tierras adecuado a los requerimientos del desarrollo. Pero, según lo expresaba la Sociedad de Agricultores de Colombia, ni siquiera este tipo de intervención podía ser tolerada por los terratenientes21. Más aún, la contrapropuesta ante la Operación Colombia, fue la solicitud de ampliación de los recursos de crédito para los sectores que ya disponían de acceso al mismo, el mejoramiento del transporte regional y; obviamente, el incremento de la colonización22.

Giraldo y Ladrón de Guevara, en su estudio ya citado, destacan la realidad de esta última política, anotando cómo "no obstante la carencia de información que dé cuenta de la magnitud de la colonización espontánea en ese período, su importancia relativa se puede estimar a partir del hecho de que los programas del Incora en la década siguiente intentaron darle cauce a focos de colonización pre-existentes, debido al reforzamiento de corrientes migratorias hacia las diferentes áreas de colonización que ya estaban abiertas, inmediatamente después del desencadenamiento de la violencia rural, es decir, a partir de 1948". Sin embargo, una medida de la magnitud de la colonización en ese período es el caso del Caquetá, cuya población en 1951 era de 40.950 habitantes, según datos censales, en tanto que en 1964 alcanzó la cifra de 103.718 habitantes, lo que representó casi su triplicación en trece años.

Pero las cifras referidas a las ejecuciones del Incora durante los años de mayor vigor de su acción, son aún más indicativas en la alternativa escogida por el Estado colombiano para afrontar la crisis de las estructuras agrarias. Absalón Machado señala de manera concluyente: "En el período 1962-1982 se titularon 6.534.472 hectáreas y se otorgaron 225.125 títulos, 5.4 veces más que los adjudicados por el Fondo Nacional Agrario, lo cual muestra que esta actividad de titulación fue mucho más importante que la misma Reforma Agraria". Esta afirmación se sustenta en las siguientes cifras: "Hasta 1972 más del 90% de las tierras entregadas, lo fueron por titulación de baldíos en áreas de colonización básicamente; entre 1973-1979, el 85% y entre 1979-1982, más del 90%. En síntesis, sólo un máximo de 15% de las tierras otorgadas provinieron de acción de reforma agraria entre 1973-1979 y en todo el período 19621982, sólo un 7.9% en promedio, provinieron del Fondo Nacional Agrario; es decir, la acción del INCORA estuvo más orientada a la colonización que a la redistribución de la propiedad en el interior de la Frontera Agrícola".

A pesar de las drásticas limitaciones que se ejercieron sobre la Reforma Agraria, particularmente luego del Acuerdo de Chicoral, la presión política de los terratenientes no cesó, hasta prácticamente enterrar al Incora y a las políticas de tierras que pudieran debilitar la estructura vigente de la propiedad. Tres años después de promulgada la Ley 4a. de 1973, que dio origen legal al Acuerdo de Chicoral, con el que se neutralizó la acción expropiatoria de la Reforma Agraria, se comenzó a dar aplicación a los Programas de Desarrollo Rural Integrado, los cuales excluían de plano cualquier intervención de carácter redistributivo de la propiedad rural.

Pero el fantasma era obstinado; a poco de iniciarse la administración Betancur, se hizo explícito su propósito de buscar la paz con los movimientos guerrilleros, y el tema de la reforma agraria se colocó de nuevo sobre el tapete, planteándose en su base el punto de la redistribución de las tierras. Dentro de los planteamientos suscitados por la coyuntura, se destaca el de uno de los más hábiles contradictores de la Reforma, el ex presidente Alfonso López Michelsen, quien advirtió, nada menos que en el XIX Congreso Ganadero: "No reside en la Reforma Agraria la totalidad del problema del campo colombiano, pero tampoco puede concebirse una solución de paz y salvo de productividad sin adelantar una reforma agraria en donde ella sea necesaria"23.

Todo lo anterior puede entonces sintetizarse en lo siguiente: Las estructuras agrarias en el interior de la frontera agrícola se han caracterizado por un patrón de concentración de la propiedad que solamente ha cedido ante la racionalización exigida por los procesos mismos de modernización, que desplazan a los grandes latifundios de más de 2.500 hectáreas a zonas marginales; no obstante, en los escenarios de la "modernización agrícola" tampoco hay democratización o

siquiera una agilización de los mercados de tierras, como lo evidencia la elevada participación de la renta territorial en los costos de producción24. El resultado de la vigencia de esta estructura y de las opciones tecnológicas adoptadas para el desarrollo agropecuario, es el volumen de "excedentes" laborales, para los cuales la única solución visualizada por las clases dominantes colombianas y por su Estado es la colonización. A pesar de ello, la atención para las zonas en donde ella ha cristalizado una alternativa para los desplazados, tampoco ha implicado la asignación de recursos ni el tipo de intervenciones requeridas para constituir una solución efectiva. Lo anterior, no obstante la significación que el proceso de apertura fronteriza ha tenido para la expansión de las superficies destinadas a la agricultura y a la ganadería vinculadas al mercado nacional y aun al internacional.

Esta significación se da en un sentido doble y complementario: de una parte el volumen de población incorporado actualmente a la colonización en las distintas regiones de frontera, calculado en más de un millón doscientas mil personas, según lo ilustra el cuadro 1; por otra, la expansión de la superficie agrícola y de la producción agropecuaria del país. En cuanto al segundo aspecto, el Incora -según referencia de M. Jimeno-, ha calculado en 3.4 millones de hectáreas la superficie incorporada por colonizaciones entre 1960 y 198025, a lo cual se adiciona la participación de estas tierras en la producción.

Cuadro 1Población total en las áreas de colonización1951-1980

ZONA 1951 1964 1973 1980

Llano abierto 45.025 74.504 119.687 137.223

Pie de monte llanero 17.529 35.378 67.135 128.766

Caquetá 40.950 103.718 186.500 271.754

Amazonia 50.031 82.645 106.100 160.926

Región suroccidental 98.299 153.834 154.759 155.762

Urabá 45.473 127.802 177.034 236.545

Región andina central 77.142 124.393 159.337 187.750

Total 374.449 702.273 970.552 1.278.726

Fuente: D. Giraldo, L. Ladrón de Guevara, Desarrollo y Colonización. El raso colombiano, LISTA, Bogotá, 1981, cuadro 17, con base en DANE (censos), SEM y proyecciones de población.

A pesar del significado que ofrece la colonización para el modelo de desarrollo agrario, cuyas contradicciones aminora en una y otra forma, la asignación de los recursos del Estado pareciera sin embargo dirigir se a reproducir los conflictos generados en el interior de la frontera agrícola. Los indicadores de esta tendencia son los siguientes: En primer lugar, y a pesar de privilegiarse la titulación de baldíos frente a otras acciones de reforma agraria, en las zonas de mayor atención

del Estado (Arauca, Meta y Caquetá) en 1980, solamente se habían otorgado títulos sobre menos de la mitad de las tierras colonizadas (se titularon 1.353.000 hectáreas de 3.400.000 colonizadas26); teniendo en cuenta que el título constituye requisito indispensable para el otorgamiento de los créditos es fácil suponer que estos recursos se han orientado hacia el desarrollo de la agricultura comercial, y en proporciones inferiores a las del interior de la frontera, para la agricultura tradicional, según se desprende de las cifras sobre producción y la participación en ellas de cada subsector. Así, en las áreas de colonización, la agricultura moderna participa en un 75.8% dentro de la producción y los cultivos tradicionales en un 16.1%, proporciones que para el resto del país son del 45.1% y el 31.8% respectivamente27.

Cuadro 2Superficie cultivada en el país y en las áreas de colonización según tipos de cultivos1975

Tipos de cultivoSuperficie cultivada nacional (Miles Ha.)

%Superficie cultivada en las áreas de colonización (Miles de Ha.)

%

Agroindustriales

1.077.0 40.4 63.7 37.3

Mixtos 716.8 26.9 77.2 45.2

Tradicionales 869.9 32.7 29.8 17.5

Total 2.663.7 100.0 170.7 100.0

Fuente: D. Giraldo y L. Ladrón de Guevara, Desarrollo y Colonización..., cuadro 315, con base en cifras del Sector Agropecuario, Ministerio de Agricultura.

No deja de ser inquietante que, al menos hasta mediados del decenio pasado, el 70% de los recursos aplicados a la colonización, que superaba los 68 millones de dólares, provenían de fuentes externas (AID, BID, BIRF), según datos del Incora28. Teniendo en cuenta el efecto disruptivo que estos recursos tienen en la débil estructuración de la política sectorial colombiana, por las limitaciones institucionales de las entidades responsables del diseño, dirección y coordinación de la misma, es comprensible la falta de coherencia entre los múltiples diagnósticos elaborados sobre los problemas de la estructura agraria y las acciones establecidas para corregirlos.

Considerando la estrecha relación existente entre las dinámicas generadas dentro de tales estructuras agrarias, y específicamente entre la violencia de las décadas de 1950 y 1960 y los procesos de ampliación de la frontera, se presenta a continuación una reseña de los principales hitos de la epopeya colonizadora durante ese período.

La violencia y las colonizaciones campesinas

La transición de la sociedad colombiana hacia el desarrollo capitalista afrontó la adecuación de un conjunto de estructuras políticas, económicas y sociales a las exigencias del nuevo ordenamiento.

Ello hacía referencia a la propiedad territorial, las formas de trabajo y la organización de la producción y las estructuras del poder a nivel local, regional y nacional. Con ellas se encontraban vinculadas las relaciones internacionales del país, nivel que también incidió en las peculiaridades de la transformación capitalista de Colombia.

Las estructuras agrarias, sacudidas por décadas de conflictos, se adecuaron en un lento proceso con grandes diferenciaciones regionales, pero sin alterar el patrón de predominancia de la gran propiedad. Ciertamente en muchas zonas desaparecieron las extensas haciendas que habían dominado hasta la primera mitad del siglo, pero ellas dieron paso a explotaciones de tipo agroindustrial, ya no poseídas por "un señor de la tierra", sino por una sociedad de empresarios en los que, de todas maneras, estaban representados los primeros o sus descendientes.

Según un estudio reciente de CEGA (Corporación de Estudios Ganaderos y Agrícolas), la tendencia de la estructura de la propiedad ha sido la del desplazamiento de las grandes unidades (mayores de 2.500 hectáreas) hacia las zonas marginales y con deficiente calidad de suelos. Sin embargo, no puede decirse que las zonas en donde antes primara una gran hacienda, fueran escenario de una redistribución de la misma: por efectos tributarios, de racionalidad económica y a veces por la presión campesina, los antiguos latifundios de miles de hectáreas fueron divididos, dando lugar a la organización de explotaciones más reducidas, pero sin que por ello concluyera el control monopolístico de la propiedad territorial. Este proceso, muy diferenciado regionalmente de acuerdo con la dinámica de los mercados, el comportamiento de los epicentros locales, etc., no significó entonces un cambio sostenido a favor de las economías campesinas. En algunos lugares, como en el sur del Tolima, o en la vertiente occidental de la cordillera Central, a raíz de la Ley 200 de 1936 y de procesos anteriores de colonizaciones aldeanas, se habían configurado importantes núcleos campesinos que dieron lugar inclusive al surgimiento de mercados locales de cierta importancia (Barragán, Ceilán, Versalles, en la cordillera Central, por ejemplo). Sin embargo, la profundización de los conflictos condujo en muchas zonas a la liquidación de estos núcleos campesinos; en otros casos, se produjeron emigraciones masivas, quedando algunos asentamientos que posteriormente lograron alguna recuperación.

En el tráfago de la guerra, algunos grupos campesinos se desplazaron hacia zonas marginales del interior de la frontera, estableciendo colonizaciones como la de El Davis y Marquetalia en el Tolima, o el Alto Duda y Alto Ariari en el Meta, el Magdalena Medio y el Urabá principalmente antioqueño. Otras, se orientaron propiamente hacia las fronteras, como ocurrió con Arauca, Caquetá, el Guaviare, etc., iniciando procesos como el que ocupa este estudio, en los pliegues de la serranía de La Macarena.

Varias de estas últimas aventuras colonizadoras, en especial las de El Davis, Marquetalia, el Alto Ariari y el Alto Duda, principalmente, ofrecen una particularidad de gran importancia como es su organización político-gremial, rasgo que aparentemente le ha proporcionado a estos asentamientos una estabilidad comparativa, frente a otros casos de colonización campesina. Este rasgo tuvo mucho que ver con la experiencia política de los campesinos que participaron en los conflictos de los años 20 y 30 en las regiones del Tequendama, Sumapaz, oriente y sur del Tolima, al lado de la UNIR (Unión Nacional Independiente Revolucionaria), del Partido Socialista Revolucionario, y finalmente, del Partido Comunista, con el cual se desarrollaron experiencias de autodefensa y de guerra irregular.

En este rasgo también han confluido otros elementos de carácter cultural. Marco Palacios en su estudio ya citado, menciona la persistencia de los lazos familiares en los asentamientos campesinos, lazos que viabilizan el apoyo a las empresas de colonización y que dieron continuidad a los "linajes" en los núcleos de la resistencia armada y en las nuevas colonizaciones. A este respecto, es necesario decir que la organización, ya asumiera funciones políticas, militares, gremiales o familiares, ha constituido definitivamente la clave para comprender la continuidad de un movimiento colonizador que a lo largo de casi un siglo, y partiendo de Nuevo Colón o Ramiriquí, en Boyacá, transmontó una y otra vez la cordillera para llegar a asentarse -por ahora- en las márgenes del Ariari o del Güejar. Esta misma organización, que asimiló el aporte del "servicio militar obligatorio... para los de ruana", ha sido capaz de dar una respuesta militar, tanto en las épocas de "la violencia", como en las de la "Seguridad Nacional" a los cuerpos armados del Estado y a las formaciones paramilitares; sin embargo, esta capacidad no puede calificar al conjunto de esta vertiente de colonización campesina, como no la pueden calificar de manera exclusiva otras facetas organizativas que ha debido asumir en su historia.

La colonización de La Macarena

Al comparar los rasgos del proceso de colonización de las vertientes y pie de montes colombianos con los testimonios recogidos en el trabajo de campo, surge la épica de estos campesinos como una historia cien veces contada. No obstante, la riqueza de las memorias personales pone en evidencia ciertos matices que bien vale la pena resaltar.

Según vimos, el proceso colonizador que ha expandido la frontera agrícola del país, resulta de las condiciones de la apropiación territorial en el interior de la misma, esto es el de la estructura agraria. A su vez, este proceso de colonización, estimulado por el propio Estado a través de las políticas sobre baldíos y por sus "colonizaciones dirigidas", se convierte en la "válvula" de escape para las presiones generadas en el interior de la frontera, resultantes de la concentración de la propiedad y de las limitantes para la expansión del empleo urbano.

Esta constante del proceso colonizador está presente en cada episodio de la expansión sobre el territorio. No obstante, existe un conjunto de particularidades, presente en cada región colonizada, todas las cuales, curiosamente, tienden a concurrir en la colonización de La Macarena; ella se convierte entonces en la "suma" de nuestro proceso de expansión territorial y por tanto no es de extrañar la inquietud del Estado ante el proceso, pero también ante la convergencia de fuerzas adversas dentro de un contexto que aparece cada vez más articulado con la dinámica política y económica del conjunto de la nación.

El círculo migración-colonización-conflicto-migración

Tal vez es en esta región en donde con mayor nitidez se aprecia esta constante del proceso colonizador del país. El proceso se inició, en no pocos casos y según el testimonio de varios de los viejos pobladores, en el Tolima y en el Valle. Con respecto a La Macarena, los hechos más recientes, asociados con el surgimiento de los cultivos ilegales, con la implantación del movimiento guerrillero y con la consolidación de la organización gremial y política de oposición

entre buena parte de los colonos (sindicatos agrarios, Partido Comunista-Unión Patriótica) configuran el contexto actual de la movilización campesina. Sin embargo, afloran aquí algunas particularidades que es preciso considerar.

En primer lugar, al examinar las zonas de origen, que como se verá corresponden en algunos casos al Tolima pero también al Valle y al Magdalena Medio, se destaca cómo ellas corresponden a "fronteras cerradas", esto es, bolsones de baldíos incrustados en el interior de la frontera agrícola. En todos estos casos, el proceso colonizador y la posterior expansión latifundista ganadera sobre las "mejoras" conduce a la expulsión de los colonos contra los "bordes" de estas regiones y de allí hacia las "fronteras abiertas". En los asentamientos de esta región se han hecho presentes ciertas modalidades, ligadas estrechamente con la configuración histórica de esta corriente colonizadora. En la generación de los conflictos han intervenido con mayor fuerza los componentes políticos y militares, lo cual compromete más profundamente al Estado en la dinámica que allí se genera. Por otra parte, la vinculación relativamente temprana de los cultivos ilegales (marihuana, coca) ha estimulado procesos económicos y sociales (acumulación de base para la diversificación económica), todo lo cual, aunado al carácter "abierto" de esta frontera, ha significado la gradual articulación de una "macro-región" integrada a los mercados cordilleranos aledaños pero poseedora de dinámicas propias en su interior.

La dinámica regional de la colonización

La perspectiva de la "macro-región", correspondiente a la Orinoquia y la Amazonia, ha sido incluso percibida por algunos políticos, temerosos de la erosión de su poder regional, quienes creen advertir la supuesta amenaza de secesión de una "república amazónica". En esta hipótesis converge como antecedente, la vieja idea de las "repúblicas independientes", como fueron calificadas las zonas de autodefensa campesina, constituidas por colonos de "fronteras internas" en los comienzos de los años 60. Tal idea fue esgrimida por dirigentes políticos adversos al movimiento agrario y sirvió de base para una compleja estrategia militar y política que apuntó hacia la "reincorporación" de estas zonas al dominio político tradicional liberal-conservador.

Independientemente de estos antecedentes, la hipótesis de la "república amazónica" corresponde a una interpretación particular de la configuración de este nuevo espacio en el cual la característica de una "frontera abierta", de un gran espacio, equivalente a más del 40% del territorio nacional, converge con un caudaloso y heterogéneo torrente social, compuesto por individuos, familias y comunidades, quede una u otra forma se han constituido en herederos de las anteriores experiencias de colonización.

Este último punto da cabida a un contenido aún más complejo, por cuanto el fenómeno colonizador colombiano está estrechamente ligado al conjunto de las sociedades agrarias del país. Remite a los sistemas de relaciones familiares, sociales y políticas del mundo rural colombiano, los cuales han actuado como vehículo en distintos procesos de movilización, como las migraciones y la colonización, la autodefensa, los desplazamientos hacia las ciudades y los asentamientos en las mismas, y la misma participación electoral.

Estos elementos, articulados dentro de esa gran "frontera abierta" permiten reproducir un amplio espectro de procesos sociales, culturales y políticos; allí están, entonces, las tradiciones de los

"sindicatos agrarios" de los años 30 y 40 y la disciplina que hizo posible las marchas de La Galilea, el Sumapaz y el Duda; también los "compadrazgos" y clientelas de los "mineros" de Muzo y Cozcuez, entroncados con la organización del narcotráfico, así como las tradiciones de las "guerrillas de paz" y las vindictas "anti-cachiporros", que continúan entrelazadas en guerra a muerte contra los herederos de los viejos guerrilleros comunistas. Pero al lado de estos componentes viajan y se asientan en estos territorios otros elementos de las culturas campesinas andinas, como las prácticas agrícolas y, ganaderas, con resultados poco favorables para el hábitat amazónico, restos de las tradiciones alimentarias, etc.

Por otra parte, la estructuración regional en el largo plazo ha seguido un patrón tradicional, si bien enriquecido con nuevas dinámicas. En esta estructuración se ubica el surgimiento de los epicentros y su jerarquización de acuerdo con las funciones que cumplen tales epicentros: Villavicencio, proveedor de mercancías (herramientas, medicinas, pólvora, anzuelos, etc.) y centro para la temprana comercialización de la balata y las pieles, de la "marimba" y la coca más tarde; Granada, posteriormente, Vistahermosa y Piñalito, en la medida en que se retiraba la frontera y, más abajo, una multitud de caseríos (La Carpa, El Silencio, Puerto Nuevo, Cachicamo, Nueva Colombia) cuyo destino depende ahora no solamente de la ventura de los colonizadores sino de la incógnita de guerra o paz que pende sobre toda la república pero particularmente sobre estos territorios.

Esta circunstancia enmarca buena parte de los rasgos de la colonización, particularmente en la "macro-región" que nos ocupa. Se trata ahora de un fenómeno vivido anteriormente pero con magnitudes nunca alcanzadas previamente: las contradicciones económicas y sociales han llevado a la formación de una nueva sociedad en una frontera en la cual está ausente el Estado. Pero su vacío comienza a ser llenado por el desarrollo de los gérmenes de organización que traen los colonos, y con los cuales buscan soluciones a sus necesidades de educación, de salud, vías, etc. Es la magnitud del germen de un nuevo Estado.

Así, el escenario de esta colonización es, definitivamente, el del otro capítulo de la sociedad colombiana, en el cual se proyectan los resultados de la inflexibilidad de las estructuras productivas y políticas de la "frontera interna", pero en la cual se comienza a construir un espacio y una colectividad, con aprendizajes duramente logrados al conquistar y esculpir este nuevo mundo.

1 Ver, por ejemplo: Orlando Fals Borda, Historia Doble de la Costa: Mompós y Loba, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1979; Germán Colmenares, Cali: Terratenientes, Mineros y Comerciantes, U. del Valle, Cali, 1975; Álvaro López Toro, Migración y Cambio Social en Antioquia durante el Siglo XIX. CEDE, U. de los Andes, Bogotá. 1970.

2 Marco Palacios, "La propiedad agraria en Cundinamarca 1880-1970: un esbozo sobre la sociedad de las tierras templadas". Trabajo presentado ante el Simposio sobre el Mundo Rural

Colombiano, FAES, Medellín, 1981.

3 Ver Jesús Antonio Bejarano, "Campesinado, Luchas Agrarias e Historia Social en Colombia notas para un balance historiográfico", en: Pablo González Casanova (Coordinador), Historia Política de los Campesinos Latinoamericanos, Tomo 3. Siglo XXI Editores, México, 1985, pp. 15-16.

4 Ver José Antonio Ocampo, Colombia y la Economía Mundial 1830-1910, Siglo XXI Editores, Bogotá, 1984.

5 James J. Parsons, Antioqueño Colonization in western Colombia, University of California Press, Berkeley, 1949.

6 Álvaro López Toro, Migración y cambio social en Antioquia durante el siglo diecinueve, CEDE, Uniandes, Bogotá, 1970.

7 Mariano Arango, Café, e Industria, Carlos Valencia Editores, Bogotá, 1977. También Keith Christie, Oligarcas, Campesinos y Políticos en Colombia, U. Nacional, Bogotá, 1986.

8 A. López Toro, Op. cit., p. 19.

9 Ibídem, p. 37 y siguientes.

10 Comentando la relación que entonces se dio entre las instituciones estatales y las comunidades de colonos, López Toro advertía con una premonición plenamente válida para las condiciones actuales de la colonización: "Si las expectativas de aquellos pioneros hubiesen auspiciado la consolidación del latifundio en las nuevas colonias, es presumible que la vigencia de la ley, la preservación de orden público y el control de los conflictos sociales se hubieran convertido en problemas insolubles para una administración pública tan inestable como la de Colombia durante el siglo pasado", Op. cit., p. 43.

11 Mariano Arango, Op. cit.

12 Jorge Villegas, "La Colonización de vertiente del siglo XIX en Colombia", Estudios Rurales Latinoamericanos, Vol. 1, No. 2, Bogotá, 1978.

13 Un caso ilustrativo lo constituyó la hacienda de El Hato, al suroriente de Bogotá: luego de haber pertenecido a una comunidad religiosa, fue adquirida por un laico, cuando apenas contaba con 300 hectáreas; su extensión abarcaba en los años 30, poco más de 12.000 hectáreas.

14 Marco Palacios, La propiedad agraria en Cundinamarca, 1880-1970: Un esbozo sobre la sociedad de las tierras templadas, FAES, Medellín, 1981.

15 Juan Sebastián Betancur, El debate sobre Reforma Agraria, FEDESARROLLO, Bogotá, 1986.

16 Ver: Absalón Machado. Políticas Agrarias en Colombia. CID, U. Nacional, Bogotá, 1986.

17 Ver: Gloria Gaitán, Las luchas por la tierra en Colombia, Tercer Mundo, Bogotá, 1975.

18 Ver: Marcos Palacios, Op. cit.

19 Jesús Antonio Bejarano "Orígenes del Problema Agrario", en varios, La Agricultura Colombiana en cl siglo XIX, Colcultura, Bogotá, 1976.

20 Diego L. Giraldo, Laureano Ladrón de Guevara, Desarrollo y Colonización. El Caso Colombiano, Universidad de Santo Tomás, Bogotá, 1981, p. 56.

21 Absalón Machado, Políticas Agrarias en Colombia, 1900-1960, CID, Universidad Nacional, Bogotá, 1986, p. 114 y siguientes.

22 Ibídem.

23 Economía Colombiana, Nos. 160-161, agosto-septiembre, 1984, Bogotá.

24 Ver: Banco Ganadero, informe anual, Bogotá, diciembre, 1985.

25 Myriam Jimeno, "La descomposición de la colonización campesina en Colombia", Estudios Rurales Latinoamericanos. Vol. 6, No. 1, Bogotá, 1983, p. 66.

26 Ibídem, p. 73.

27 D. Giraldo y L. Ladrón de Guevara, Op. cit., p. 101.

28 M. Jimeno, Op. cit., p. 72.

Modificaciones de los principales ecosistemas de la Serranía de la Macarena

Julio Carrizosa Umaña

Para fundamentar este análisis, se han realizado las siguientes acciones:

-Inventario de la información disponible.-Reconciliación de la información en un mapa geológico.-Interpretación, identificación de grandes unidades geomorfológicas en mapas a escala 1:500.000 y 1:25.000.-Elaboración de un mapa de uso del suelo de la zona nororiental de la Reserva.-Entrevistas a los colonos asentados en la zona plana de la Reserva y a lo largo de la trocha Macarena-Piñalito.-Inspección a las zonas nororiental y suroriental.-Elaboración de mapas del uso del suelo en tres etapas de colonización: 1966, 1976 y 1982 (de acuerdo con la información aerofotográfica disponible).

Estado de la información biofísica a nivel científico

A pesar de que La Macarena ha centrado durante los últimos veinte años el interés de las ciencias naturales en varias universidades, la información científica existente es precaria. Las principales fallas de la información procesada sobre el área son:

Falta de cubrimiento

No se ha realizado un estudio de toda el área, ni siquiera a nivel topográfico. Las fotografías aéreas existentes no la cubren adecuadamente. Solamente existen imágenes de satélite con cubrimiento total. Las colecciones de flora y fauna no se han hecho en forma sistemática, y son el resultado de investigaciones puntuales o de viajes a lo largo de los ríos.

Baja "resolución"

Los estudios existentes se han hecho, en su mayoría, a escalas muy pequeñas o corresponden a la identificación de grandes grupos biofísicos, sin proporcionar el detalle necesario para orientar acciones en el terreno, mucho menos para fundamentar actividades de interpretación científica o de aplicación técnica.

Ausencia de sistema

Como se dijo, la mayor parte de los estudios básicos y de las investigaciones realizadas en La Macarena, carecen de orientación sistemática o sea, no corresponden a un esfuerzo integral ordenado y continuo de conocimiento.

Ausencia de análisis

Gran parte de los estudios encontrados son grandes síntesis o simples colecciones sin análisis de interrelaciones. En este sentido, está ausente el estudio ecológico (muy recientemente ha surgido una excepción con la colección de OIKOS, premiada por FEN).

Ausencia de aplicabilidad

Lo anterior, ha conducido a que no se haya desarrollado ningún estudio de ciencia aplicada (al menos no se conoce), lo cual es contradictorio con las razones de utilidad de la Reserva alegadas por todos los que hemos hablado de ella como "banco genético".

Secreto

Es posible que algunos estudios de ciencia aplicada sean mantenidos en secreto por sus financiadores, sin que el Estado haya podido controlarlos (petróleo, primates, etc.).

Duplicación

Gran parte de los documentos consultados se limitan a repetir en diversas formas los escasos conocimientos básicos obtenidos años atrás, sin avanzar en ellos. Esto sucede con la continua repetición de los estudios geológicos que a nivel explorativo realizó Hubach, o con las extrapolaciones de colecciones realizadas en los sitios más accesibles de la Reserva.

Retórica

Casi todos los que hemos hablado y escrito sobre La Macarena, nos hemos dejado llevar por la gran fuerza retórica de los argumentos esgrimidos por los primeros exploradores, sin que esté presente el análisis o la simple reflexión. Esto ha conducido a que simples observaciones iniciales sean acogidas por los medios de comunicación como verdades científicas inobjetables.

La serranía según los colonos

La imagen percibida por los colonos que bordean y avanzan dentro de la Reserva Biológica, desde Vistahermosa hasta El Refugio, está bien presentada por esas dos alusiones; refugio contra una sociedad que, por una u otra razón, los ha expulsado y primera visión de una naturaleza que los asombra y reflexión estética que conforta. Los dos nombres sintetizan también las principales características de la información que los colonos tienen sobre su propio ecosistema; retórica, concentración en el objetivo de sobrevivir y posterior ampliación hacia una visión ambiental.

En su intento de comprender un medio, aplicando sus elementos de lenguaje y la tradición oral esencialmente andina, los colonos, en una o dos generaciones, han pasado a través de tres fases principales de conciencia ambiental.

En la primera fase, de aceptación de la retórica tradicional, el campesino andino, en medio de la crisis económica y asediado por circunstancias políticas, encuentra en los Llanos, palabra síntesis de la región, el mismo significado que ha tenido desde el siglo XIX para casi todos los colombianos. Símbolo de esperanza, redención, libertad y prosperidad futura, su sola mención indujo en minutos el viaje de uno de los colonos entrevistados. El calificativo de Reserva (retórica científica internacional) evidentemente despertó en los recién llegados un doble sentimiento: el de rebeldía ante su connotación de bien que es reservado para el uso de otros y el de hallazgo y necesidad de apropiación de un tesoro que, dentro de la lógica de la economía campesina, solo estaba esperando la llegada de los desposeídos para ayudarlos a sobrevivir. Es así como, paradójicamente, la comunicación masiva de conceptos a través de palabras código produce efectos contrarios a los esperados; la contradicción implícita en el sistema colombiano ante el mantenimiento de un horizonte abierto, válvula de escape de los conflictos sociales y la necesidad de aceptación de una racionalidad científica internacional, se reproduce con singular violencia en el campo concreto de la colonización.

En una segunda instancia el campesino reduce su visión retórica del ambiente a donde ha llegado, a la percepción única de sobrevivir. La necesidad de alimentarse con sus propio trabajo, aislado casi totalmente de la comunidad, obliga al colono a olvidarse de todo lo que no sea la caza, el desmonte y la siembra. En este proceso de concentración elaboran sus propias tipificaciones de

los elementos físicos-bióticos. Sin ninguna ayuda didáctica (no hay maestros en la colonización, mucho menos técnicos o científicos), los campesinos andinos construyen lentamente su visión del mundo selvático que empiezan a transformar. Se limitan inicialmente a aquellas partes del ecosistema que tiene relación obvia con la cosecha, los suelos, el agua; inventan palabras y proyectan interrelaciones, "los suelos arenosos son buenos para la yuca y el plátano", "esta tierra por el color debe tener esmeraldas". El ámbito cercano es un azar, "este sitio no lo escogimos... ¿dónde más vamos a ir?..." y "...cada noche un bicho y sin saber lo que era...". Los animales salvajes son los bichos; la carne de caza, la marisca; los árboles, los palos. Sólo los corteros y cazadores especializados para el mundo exterior saben diferenciar su presa.

Completamente aislados del conocimiento científico, por ausencia de la universidad y del Estado, los colonos interpretan su ambiente como un conjunto de objetos en donde las interrelaciones rara vez se distinguen y el cambio poco se percibe. Cuando los eventos exceden su capacidad de explicación o de reacción, el colono recién llegado acude a la tradición de los Llanos, que reemplaza así el ámbito católico andino; hay que rezar las cosechas y sanar a los niños con la ayuda de los "hermanos".

Lentamente su conciencia ambiental se hace más amplia. Los factores de este cambio son principalmente dos: la experiencia adquirida por aquellos que han permanecido varias décadas en medio del ambiente selvático, y la introducción de conceptos ecológicos simples a través del contacto político de la guerrilla con medios académicos. Es así como los "muchachos", muchos de ellos segunda generación en la selva y en contacto con estudiantes urbanos, se hacen portavoces e impulsores de una nueva actitud hacia el ecosistema, evidenciada en dos políticas principales: la prohibición total de la pesca con dinamita y la protección de los bosques de galería. En general la reacción de los colonos antiguos y de los llegados en los últimos años es positiva ante el nuevo orden ecológico. Los primeros tienen ya una fuerte tradición de prueba y error y se alborozan cuando, a los pocos años de veda de dinamita, regresan los peces; los segundos admiten la exigencia de mantener 30 a 50 metros de bosques sobre el río. Tal vez recordando que esto además de favorecer al ecosistema dificulta la identificación de las siembras de coca. Los conflictos se diluyen cuando coinciden las tácticas.

La conformación de una conciencia ambiental más amplia es evidente en las áreas más cercanas a la serranía, como en las riberas del alto Guayabero y en el Duda. Las preguntas que allí se hicieron sobre interrelaciones ecológicas fueron contestadas en forma clara y frecuentemente acertada, el cambio se percibe con más detalle y aun el ambiente lejano se conoce con mayor objetividad, como se apreciara en los siguientes puntos.

La noción de sistema

El desarrollo de la noción de sistema entre los colonos se examinó desde el punto de vista de su percepción de interrelaciones entre los animales, su conocimiento de la geografía de la Reserva y las imágenes prevalecientes sobre ámbitos no inmediatos como la serranía en sí o el valle del río Duda. Todos los colonos entrevistados estaban asentados en las riberas del Guayabero o vivían en el pueblo de El Refugio.

Las interrelaciones entre los animales conocidos son explícitas y concretas, ninguno deja de contestarlas: "El águila y el gavilán comen pajaritos. El tigre y el tigrillo comen cafuche, venado, gallinetas, lapas y si uno los deja, el ganado. Los zancudos nos comen a nosotros"; algunos tienen mayor precisión: "Los pescados comen maticas y lama... la lapa como pepas todo el año, el saíno come yuca y pepas... los pescados chicos barro y hojitas".

La geografía física de la Reserva se conoce entre los colonos por experiencia personal y tradición oral. No circulan entre ellos los precarios mapas que hasta ahora ha elaborado el Estado. La nomenclatura, y aun la estructura de la red hídrica, es objeto de discusión y la verdad geográfica es fruto del consenso coyuntural.

En áreas no ocupadas, como la parte superior de la serranía, a donde pocos colonos han subido, el mito continúa apareciendo en la imagen popular: se habla todavía de ciudades indígenas de piedra y de extensas bases militares, pero la mayoría percibe la serranía sólo como un conjuro rico en árboles y animales.

El uso de la parte alta de la Reserva y de la zona del Duda es tema de discusión sobre el que no es fácil apreciar un consenso. Si bien algunos insisten en que "cada quien se mete en donde puede" y en que todas las tierras buenas deben ocuparse y fomentar en ellas la explotación maderera, otros perciben la necesidad de protección: "La Reserva hay que cuidarla para tener nosotros algo en el futuro; la Reserva se la deben adjudicar a los 'muchachos' para que la cuiden, no dejen abrir más rozas ni matar animales".

Percepción del cambio

La conciencia de la modificación del sistema y su relación con la colonización, o sea la visión dinámica del ecosistema, se estudió preguntando a los colonos sobre los cambios recientes en el clima, el río, la vegetación y la fauna y la productividad agrícola.

Los cambios en el clima se perciben en toda su complejidad aun sin contar con un marco científico de referencia: "Ningún año llueve igual que el anterior... la luna ya no sale igual... en junio y julio llega la frialdad del Brasil".

La percepción de modificaciones en el río estuvo dominada, durante el período de las entrevistas, por la reciente inundación (julio de 1986). Existía una noción general de que las crecientes eran cada vez mayores y las márgenes se desbarrancaban más. Aguas arriba de El Refugio la situación se percibía más estable: "El río es el mismito que cuando llegamos". La interrelación entre el cambio en el río y los cambios en otros elementos del sistema es percibida con gran claridad: "Demasiado invierno en la cordillera es, para la mayoría, la causa de las inundaciones, sin que nadie aluda a una posible deforestación como factor adicional (hipótesis preferida de la T.V. y la prensa). En otro sentido la inundación afecta suelos, flora y fauna: 'Lavó los suelos y ahora sólo se da maleza'; 'en la inundación murieron muchos animales, los que sobrevivieron los mató la gente'; 'el río se pone barroso en invierno y disminuye la pesca, en verano hay mucho pescado'".

Según los mismos colonos, el cambio más apreciable en los últimos 30 años se refiere a la cantidad y variedad de la fauna. No cabe duda que los primeros colonos que se asentaron a mediados del

siglo encontraron en las vegas de los grandes ríos una fauna diversa y abundante que hoy no existe. Los colonos se refieren especialmente a las manadas de cafuches y a la presencia constante de dantas, caimanes, "zorros" de agua, lapas, borugos y venados e inclusive chigüiros. La causa de la evidente disminución de todas estas especies es atribuida por los colonos más a la caza masiva que a la destrucción del hábitat selvático. Como excepción se menciona al tigre, el cual, según algunos, aumenta conforme aumentan los asentamientos.

La transformación de la vegetación es la razón vital de la colonización, y como tal no se la percibe aisladamente sino en función de su propia supervivencia. El colono gesta un nuevo ecosistema por medio de su esfuerzo personal y el cambio lo percibe estrechamente relacionado con sus objetivos. Es así como la "descumbrada" no sólo abre la posibilidad de sembrar maíz, sino que elimina la "plaga" y crea frontera entre él y sus vecinos, proporciona energía y materiales de construcción. Entre cada fundo se deja una faja de vegetación como testigo de los derechos de posesión. Una vez destruida la selva, la cosecha y el enrastrojamiento caracterizan el cambio de la cubierta vegetal, ya en manos del colono.

Maíz y yuca son los cultivos iniciales. El colono desmonta de 2 a 4 hectáreas por año, las siembra, recoge cosechas durante uno o dos años y luego deja "descansar" la tierra por períodos que varían entre 1 y 4 años. El descanso lo inician cuando la productividad que fluctúa al principio entre 12 y 20 cargas/ Ha, se reduce por debajo de 10 cargas/ Ha. Empieza entonces el proceso de enrastroje.

El crecimiento del rastrojo, o sea la regeneración natural de la vegetación, es considerado por el colono como enriquecedor de sus tierras. La forma como se desarrolla es indicio de su fertilidad; algunos bejucos sólo aparecen rápidamente en las mejores tierras, mientras árboles como el yarumo son colonizadores de cualquier terreno. Preguntamos por las secuencias de enrastrojamiento, mencionan tres o cuatro diferentes, apareciendo en casi todas la "grama", los bejucos y el yarumo. Sólo una familia de las entrevistadas observa que las plantas que prosperan no son las mismas que había antes del descumbre.

Aquellos colonos que han logrado limpiar suficiente tierra y que tienen capital inicial o crédito para comprar ganado, optan por mantener sus fundos en pasto. Es frecuente encontrar afirmaciones sobre las ventajas de la ganadería y la supuesta vocación del sistema: "Esto sirve es para potreros". En aquellos lugares en donde se han conformado fundos casi exclusivamente ganaderos se ha introducido el brachiaria, pasto recomendado por el ICA, que acepta poca competencia de otro tipo de vegetación, completando así la simplificación del otrora complejo ecosistema.

El conocimiento de los elementos

Los colonos nos proporcionan una visión del estado actual de los suelos, la flora y la fauna del sistema en que viven.

Los suelos en que están asentados, primordialmente las vegas, "banquetas" y terrazas aluviales, empiezan a ser tipificados por los colonos según su color, textura y producción. Prefieren los poquísimos suelos negros que se encuentran en el extremo norte de la Reserva; sin embargo, ya saben también que la "tierra negra con huevitos" no sirve y que "la tierra capotuda" no se descompone.

Otros indicadores más complejos, como la acidez o la fertilidad, no fueron empleados por los colonos en sus respuestas. Uno de ellos correlaciona la tierra ácida con la que es apropiada para producir limones y otros cítricos, indicio de la precaria penetración del lenguaje científico.

Al deforestar, cultivar y dejar enrastrojar su fundo, el colono construye un nuevo ecosistema, que constituye su ambiente próximo. Preguntados sobre las características de su ámbito nos proporcionaron valiosa información sobre la diversidad percibida.

Según las respuestas obtenidas en la ribera del Guayabero, en los fundos la variedad de árboles tiene un máximo de 13 especies y un mínimo de dos, con promedio de 9 especies. De ellas solamente seis se repiten y aparentemente sólo cinco son sembradas como frutales. El total de especies identificadas es de 38. Preguntados sobre el nombre de las malezas, las respuestas fueron más genéricas; bejucos y gramas se mencionaron en todos los fundos y sólo se identificaron 11 con nombres locales, para un total de 13 formas diferentes, un máximo de 4 y un mínimo de 2 por entrevistado. A lo largo del Güejar y el Ariari se cuantificaron 31 especies arbóreas diferentes, proporcionando ambos datos un orden de magnitud relativamente bajo que refleja tanto los límites del conocimiento de los entrevistados como el grado de disminución de la diversidad del sistema.

Preguntados los colonos sobre su conocimiento de plantas útiles, las respuestas se concentraron en hierbas medicinales de uso andino, como la hierbabuena y el toronjil, ornamentales como la alstroemeria y la veranera, o condimentos, como el cilantro. Sólo uno de los entrevistados, el más cercano al Duda, mencionó plantas obtenidas en el sistema selvático. Al investigar en el mercado de Vistahermosa, se encontró que, efectivamente, las hierbas medicinales que se consumen en la región son traídas de Bogotá. Confirma este desconocimiento de los recursos de la selva el que los colonos acudan frecuentemente a los indios o a los "hermanos" para sanar casos extremos, como las mordeduras de culebras.

Una situación semejante se percibe en las respuestas a la pregunta sobre aves que anidan en los fundos. En ellas, la evidentemente rica avifauna de la Reserva se reduce a un total de 20 especies, de las cuales sólo 7 podrían catalogarse como propias del ecosistema.

El nivel de conocimiento de los elementos de su propio ambiente es mayor cuando se pregunta por elementos directamente relacionados con su supervivencia, como son los peces u otros animales selváticos comestibles. Un total de 27 especies ícticas fueron identificadas, con un máximo de 7 por entrevistado. Las 28 especies de animales comestibles identificadas incluyeron todos los mamíferos de tamaño grande y mediano, especialmente la danta y las diversas formas de cerdos salvajes, sin que fueran mencionados ninguno de los reptiles o especies menores que conforman también la dieta indígena.

Para un colono que conoce otras zonas del pie de monte, la variedad de la fauna de la Reserva no es mayor que la que él conoció en el Caguán, con excepción de las toninas y las cachamas.

Conocimiento del funcionamiento del sistema

Entre algunos colonos de larga permanencia en la Reserva o en sus límites, se pudo apreciar el desarrollo de conocimientos básicos sobre el funcionamiento del sistema, evidenciado por sus respuestas sobre migraciones o costumbres de los animales. Son de especial interés las observaciones sobre el comportamiento de los tigres y de los "manaos", las cuales son probablemente producto de experiencias cercanas de los cazadores que enfrentaron' la primera etapa de colonización.

Actitud hacia el indígena

Los escasos grupos indígenas que habitaban la región son percibidos por los colonos como seres fundamentalmente diferentes, describibles únicamente con palabras reservadas para los animales: "Nosotros cogimos dos parejas...", "no pudimos desbaratar la manada...", "el indígena en el monte es lo mismo que el cafuche...".

Proyecciones de producción

Preguntado sobre la rentabilidad de las actividades agropecuarias, el colono muestra conocimientos precisos de las circunstancias económicas que lo obligan a optar por el cultivo de la coca o, en su defecto, por la ganadería, para aquellos que han logrado acumular suficiente capital. En segundo lugar, el cacao aparece en varias respuestas, y el maíz y la yuca se mantienen como opciones de "pancoger". Las gallinas y los cerdos son también percibidos en la actualidad más como apoyo para la subsistencia que como actividades de alta rentabilidad.

El uso de agroquímicos se reduce, en la región, a los plaguicidas que se utilizan para la coca. El transporte se percibe como el determinante de los bajos precios de los productos y los altos costos de las vituallas. La demanda de transporte para la coca y la injusticia social, ("lo del campesino no vale"), son los factores más comúnmente mencionados como causantes de esta situación.

Estado de la Reserva

Del reconocimiento realizado por los ríos Güejar, Ariari y Guayabero y por las trochas entre Vistahermosa y Maracaibo, y El Refugio (Macarena) y Vistahermosa, así como del examen de la bibliografía y los documentos fotográficos, surge una visión "científica" o ilustrada del estado del ecosistema, la cual se sintetiza en este punto.

Cobertura vegetal

La vegetación de La Macarena ha sido fuertemente afectada por la acción humana, la cual, especialmente durante los últimos 10 años, ha transformado significativamente tanto el extremo norte (pie de monte y terraza) como las vegas de los ríos Güejar, Ariari y Guayabero y las de los caños Cabra y Cafre.

El límite de la intervención humana parece ser en la actualidad, al occidente, la trocha Macarena-Vistahermosa; al oriente, el caño Cabra; al norte, una amplia faja paralela a la misma trocha; y al sur una faja paralela al río Guayabero, constituyendo todo un pequeño cuadrilátero cuya área disminuye según avanzan los cultivos de coca. El paisaje actual en casi toda el área plana y ondulada de la Reserva es de tipo mosaico, alternándose los potreros de brachiaria con los cultivos de coca, las zonas en descanso o enrastrojadas, los pequeños cultivos de maíz y yuca, las cejas de monte dejadas entre fundo y fundo y al borde de algunas corrientes de agua, y las áreas no desmontadas todavía por encontrarse en suelos de mala calidad, según los colonos. En el área cercana a Piñalito las cejas de selva desaparecen dando lugar a un paisaje típico de sabana.

La evaluación anterior no incluye la serranía en sí, la cual no fue inspeccionada. De las entrevistas realizadas, y según lo que se alcanza a percibir en la distancia, se deduce que aunque es posible que la parte superior de La Macarena haya sido poco alterada, se ha iniciado ya la transformación de algunas de sus laderas, especialmente en su extremo norte, en donde se localizan algunos cultivos de café.

El proceso de transformación de la cobertura vegetal se ha efectuado en la Reserva en forma drástica, no selectiva, y con el único objetivo de su "limpieza" para efectuar labores agropecuarias. La extracción de madera para su comercialización parece haber sido mínima y realizada en el extremo norte durante la primera ola colonizadora. Sin embargo, la explotación maderera se encuentra entre los proyectos de los colonizadores una vez se resuelva la cuestión jurídica de la Reserva y se mejoren los sistemas de transporte.

El bosque secundario que crece luego de la deforestación inicial, está dominado por las especies más rápidas, como el yarumo, y posee un menor grado de diversificación. Los potreros están dominados casi totalmente por praderas de brachiaria. Los rastrojos están compuestos inicialmente por conjuntos de una o dos docenas de formas de pastos, bejucos y arbustos. Las formas arbóreas más aceleradas, como el mencionado yarumo, alcanzan alturas de 15 metros en 5 años.

La fauna

Según las fuentes de información disponible, la fauna selvática visible en las terrazas y vegas de la zona plana y ondulada de la Reserva era por lo menos tan diversa como la del resto del pie de monte andino y especialmente abundante. En las primeras listas de especies que fueron elaboradas antes de 1968 ya se habían identificado no menos de 20 especies o subespecies endémicas de aves (Grinwood, 1968). En esa misma época se señalaba la presencia de más de una docena de mamíferos y reptiles incluidos en la lista de Especies en Peligro de la UICN, que habían encontrado albergue en la Reserva.

Las expediciones de 1968 (Grinwood, Olivares, Mozo y Fernández) dejaron testimonios de una situación que se caracterizaba todavía por una gran cantidad de aves, primates y grandes mamíferos (dantas y saínos) visibles a lo largo de los ríos Güejar, Ariari y Guayabero.

Sin embargo, ya en ese año se alertaba por la desaparición de caimanes, chigüiros y perros de agua en las riberas de los principales ríos y se atribuía su ausencia a la presión de la caza para la

obtención de pieles. En los últimos veinte años la destrucción del hábitat selvático en las vegas y en las terrazas más próximas a los grandes ríos, inclusive a lo largo de los caños Cabra y Cafre, así como la pesca con dinamita y la continua presión de la caza para subsistencia, han afectado peligrosamente a otras especies.

La población visible de aves a lo largo de los ríos es mucho menos abundante y diversa de lo anotado por los expedicionarios de 1968. Dantas, lapas, cafuches y saínos, tampoco fueron visibles durante las varias semanas de nuestro recorrido por ríos y trochas, como sí lo habían sido, y en grupos numerosos, hace veinte años.

La subienda de peces, según los colonos, fue seriamente afectada por la pesca con dinamita, hasta el punto de casi desaparecer en el Güejar. Sin embargo, la reacción de las comunidades desterró el hábito y, según los entrevistados, los peces han vuelto a remontar la corriente y la pesca es ahora suficiente para las necesidades de la población.

Felinos y primates parecen haber soportado bien el período de mayor afluencia de colonos e inclusive haberse beneficiado del nuevo paisaje de mosaicos que les proporcionan posibilidades adicionales de alimentación. De los tigres, dicen los colonos que abundan cuando se introducen los marranos y el ganado mayor. Los primates continúan siendo visibles en el bosque de galería, y algunas especies parecen beneficiarse de la existencia de cultivos como el maíz.

La serranía en sí no fue visitada y existen pocas referencias de primera mano sobre las poblaciones que alberga; sin embargo, es posible, según rumores, que todavía osos y venados sean abundantes.

Las inundaciones de julio de 1986, según los entrevistados, afectaron gravemente la fauna, especialmente a lo largo del río Guayabero. Se vieron, particularmente, grandes cantidades de mamíferos mayores y primates ahogados o tratando de salvarse. Aquellos que se pusieron al alcance de los colonos fueron exterminados: "Los que no se ahogaron la gente acabó con ellos".

La confluencia de los anteriores factores caracterizan como crítica, en extremo, la situación de la fauna de la Reserva; fauna que, paradójicamente, sólo ha sido estudiada en forma superficial, asistemática y puntual.

Suelos y aguas

En el informe inicial se sintetizaron los textos sobre las características de los suelos, según los sondeos existentes en la fecha (primer semestre de 1986). Durante el reconocimiento de la trocha El Refugio (Macarena) Vistahermosa se procuró anotar las características principales de los suelos (color y textura). Este trayecto, que atraviesa de sur a norte la mayor parte del área plana y ondulada de la Reserva, proporciona una visión general de preponderancia de arcillas rojas y amarillas cortadas por arenas blancas. Aun debajo del dosel de la selva que resta, se observaron horizontes superficiales arenosos y arcillosos, blancos y rojos, estos últimos en tal proporción que en algún caso alteraban el color de los caños.

En general, las aguas conservan una calidad adecuada para la vida acuática, la cual retorna cuando la presión de la pesca con dinamita disminuye. La turbidez aumenta rápidamente cuando se

producen las primeras lluvias, especialmente en el Guayabero y en el Güejar, pero en las aguas más altas del Duda la transparencia se mantiene constante.

En las zonas bajas del Guayabero y en el Ariari, la presencia de cultivos comerciales de arroz y cacao puede estar afectando la calidad de las aguas por el uso de agroquímicos.

Comunidad y productividad

Las familias asentadas en la Reserva y en sus márgenes sobreviven en un sistema de productividad cíclicamente variable dominado en la actualidad (1987) por la producción de coca y oscilante, en los últimos veinte años, entre la subsistencia proporcionada por la cacería, la pesca, la cría de cerdos, los cultivos de maíz y la ganadería extensiva; esta última accesible sólo, o con poquísimas excepciones, a aquellos que mantienen ingresos adicionales de origen comercial o que viven en las ciudades, repitiendo el esquema colombiano clásico del propietario ausentista.

El colono procura mantener niveles adecuados de productividad rotando las tierras bajo su control, dejándolas descansar y enriquecer mediante el rastrojo.

Las productividades máximas del maíz, sin fertilización química, según las informaciones, se dan en alrededor de las 20 cargas/Ha. Por debajo de 10 cargas/Ha el colono considera que debe abandonarse el cultivo y dejar enrastrojar la tierra. La yuca produce entre 80 y 100 arrobas/Ha.

Las plantaciones de cacao y plátanos se mantienen en pequeñas extensiones. La producción de plátano se percibe como rentable pero sujeta a la variación de los costos del transporte.

La caza fue una actividad rentable en años pasados, debido al alto precio de las pieles de felinos y reptiles. Dicha rentabilidad permitía el uso de grandes mamíferos (tal es el caso de la danta), como carnada para atrapar tigres. Se habla de cazadores que en un mes de temporada traían de la selva entre 10 y 20 pieles de tigre y tigrillo.

Aunque se presentan casos de animales selváticos mantenidos en cautividad en los fundos de los colonos, ningún entrevistado percibió su posible domesticación como actividad rentable. Sin embargo, de otra parte, la cría de peces ya se percibe como actividad económica futura. La pesca fue actividad comercial en años pasados pero hoy es solamente objeto de consumo familiar debido a la reducción de las poblaciones, posiblemente originada en la pesca con dinamita.

La ganadería en el extremo norte está controlada por comerciantes residentes en Vistahermosa y Piñalito. Se menciona también la presencia, como propietarios, de profesionales o militares retirados, residentes en Villavicencio y Bogotá. La capacidad de carga de los potreros de brachiaria parece oscilar por encima de una res por hectárea. En el Guayabero se encontró solamente un caso de colono convertido en ganadero en pequeña escala; sus actividades comerciales las realizaba con El Refugio (Macarena). En las cercanías de este último pueblo los comerciantes residentes son poseedores de extensas sabanas artificiales creadas con el concurso de trabajadores asalariados que han transformado la selva.

La producción de cada familia es directamente proporcional al tamaño de su fundo. Aunque la mayoría alega la posesión de varios cientos de hectáreas, en la práctica un fundo próspero, estable

durante los últimos quince años, sobre vega y banqueta, se compone de unas 5 a 10 hectáreas de plátano y maíz, otro tanto en rastrojo, otro tanto en terreno quemado, aproximadamente 20 hectáreas en pasto (sobre terraza) y muy probablemente 1 a 2 en coca para un total de aproximadamente 50 hectáreas. En las cercanías de Piñalito se alegan extensas propiedades cercanas a mil hectáreas (ver Apéndice 2).

La comunidad. Calidad de vida

El anterior sistema de producción gesta bajos niveles de calidad de vida cuyas características principales se sintetizan en este punto.

La morbilidad entre los colonos de la Reserva se caracteriza por la presencia constante del paludismo, agravada por situaciones de desnutrición y anemia crónica y complicada por afecciones gastrointestinales. Se menciona también la reaparición de casos de fiebre amarilla. Los recursos aportados por el Estado para enfrentar esta situación se reducen a uno o dos puestos de salud en cada extremo del área, mal dotados y con una alta deserción de personal médico. Ante la precariedad de la medicina oficial, el colono adquiere "pepas" en las poblaciones mayores o acude a los curanderos tradicionales.

La vivienda del colono de La Macarena reproduce los esquemas vigentes en las riberas del Cauca o del Magdalena. Techos de Paroid o zinc; paredes de madera (cachicamo, cedro, áyito y flormorado) y pisos de tierra, madera o cemento, predominando los primeros. En las riberas del Guayabero las casas se construyen sobre pilotes como prevención de las frecuentes inundaciones. En algunas casas hay energía producida por pequeñas plantas.

La situación recreativa en los pueblos se concentra alrededor de los cafés y discotecas, nutridos por el dinero fácil del narcotráfico. Canchas de básket y de fútbol, así como "polideportivos", comienzan a aparecer, incluso en los caseríos más pequeños. Desde 1985, en algunos puertos o caseríos de la Reserva, especialmente sobre el Güejar, los sindicatos y las juntas han construido centros de servicio y comercio en donde, bajo un techo común, se organizan áreas destinadas para jugar tejo y billares, junto con carnicerías, puestos para vendedores ambulantes, cafés, cantinas y discotecas. Las organizaciones comunales parecen controlar directamente estos "polos de desarrollo" en donde colocan carteles con sus consignas y fijan los precios de los productos. Alrededor de los galpones principales se han dado los pasos para futuras urbanizaciones estableciendo y vendiendo lotes pequeños para vivienda y comercio.

Algunas conclusiones

Del anterior análisis creemos necesario extraer las siguientes conclusiones:

Dependencia

El sistema constituido por la Reserva, después de pasar por una etapa en la que estaba poco relacionada con el ámbito nacional e internacional, entró, a partir de 1980, a un período de

apertura hacia el exterior que aumentó extraordinariamente sus lazos de dependencia, hasta el punto de que es posible afirmar que su estabilidad depende de decisiones tomadas en el resto del país y en los mercados de drogas del resto del mundo. Contra esta tendencia predominante subsisten opciones de desarrollo interno semiautárquicas representadas por los núcleos de colonos fuertemente relacionados con las FARC. Sin embargo, aun en estas tendencias los lazos ideológicos con el resto del mundo, e inclusive las consignas partidistas, determinan significativamente las políticas y aun las estrategias que afectan la vida diaria de la comunidad.

Inestabilidad

La estructura de dependencia, fuertemente relacionada con el precio de la cocaína, conlleva la inestabilidad del sistema, hasta el punto de que un cambio en dicha variable puede afectar desde la cubierta vegetal de la Reserva hasta el estado de las poblaciones de animales de caza. Esta inestabilidad moldea la conducta de los colonos, quienes, para asegurar su supervivencia, plantean estrategias de muy diversa índole, desde la construcción comunitaria de trochas hasta la alianza con grupos partidistas y la organización de paros cívicos.

A la anterior inestabilidad económica y social se agrega la propia del ambiente físico tropical, demostrada recientemente por las inundaciones del Guayabero, y en el próximo pasado por los incendios forestales. Unos y otros, unidos a las transformaciones antropogénicas, pueden llegar a constituir situaciones de carácter sinergético conducentes a cambios radicales de todo el sistema.

Simplificación

La complejidad inicial del sistema físico-biótico se ha reducido en forma muy significativa debido a la acción humana sin que la estructura social construida haya alcanzado una complejidad equivalente. Esta situación aumenta la sensibilidad del sistema ante cualquier acción del mundo exterior y disminuye su capacidad de respuesta. Las comunidades de colonos han disminuido sus posibilidades de adquisición de proteínas y energía del ambiente natural y n han logrado construir una estructura económica suficientemente fuerte para asegurarse un flujo mínimo de esos insumos vitales desde el mundo exterior. En términos económicos esto equivale al fortalecimiento de un proceso de pauperización del sistema en donde se ha destruido el patrimonio físico-biótico sin que haya sido posible acumular internamente el capital necesario para suplir sus flujos de ingresos, debido a que los rendimientos de la operación se han invertido fuera del sistema. Este proceso todavía no ha alcanzado su estado crítico, pero puede estar próximo el día en que, como ha sucedido en el Caquetá, la desvalorización físico-biótica coincida con etapas de crisis económicas, y todo ello conduzca a un estado de anarquía social difícil de superar.

Síntesis

El estado del sistema es reflejo y resumen de lo que acontece en todas las zonas de la frontera agropecuaria colombiana, en la mayor parte de las áreas rurales cálidas y en muchos otros países con las mismas características físicas y culturales. El potencial de los ecosistemas tropicales cálidos

está siendo utilizado para la producción de drogas destinadas a los países desarrollados y es hoy considerado como botín de guerra por todas las partes en conflicto, botín cuyo enorme valor conduce a la creación de extrañas alianzas.

El resultado es la progresiva destrucción no sólo de las vidas que están envueltas en ambos campos del proceso, sino del patrimonio físico y biológico del planeta. En el caso concreto de La Macarena esto significa la pérdida de enorme capital humano y ecológico, las vidas y la tradición de los sobrevivientes de cincuenta años de conflicto ideológico y los recursos genéticos que son síntesis de tres de los grandes ecosistemas globales: los Andes, el Amazonas y el Orinoco.

La Reserva Biológica de La Macarena ha sido víctima de la agudización de las confrontaciones entre cuatro procesos globales típicos de la segunda mitad del siglo XX:

-La descomposición social de los países del Tercer Mundo, iniciada con la desaparición de la economía campesina, y la consecuente emigración hacia las ciudades, cortada y corrompida esta última por la imposibilidad del empleo industrial por efecto de la falta de inversión interna, la precariedad de los mercados nacionales y el cierre de los internacionales, la automatización y la consecuente confrontación violenta de los ejércitos de desempleados.

-La disminución de la calidad de la vida en las grandes ciudades de las superpotencias, la pérdida de sus valores tradicionales y el consecuente refugio en los paraísos artificiales de la droga, gestores de la demanda de cocaína y marihuana.

-La confrontación por el poder mundial entre las-dos superpotencias y su trasfondo filosófico que proporcionan el marco subjetivo de la lucha armada y aportan apoyo objetivo a cada grupo de combatientes.

-La debilidad de los estados demócratas del Tercer Mundo, oscilantes entre la necesidad de libertad y justicia y su dependencia de los mercados financieros internacionales y del poder político de las superpotencias.

Recomendaciones

Se sugieren las siguientes acciones, agrupadas, según su urgencia y su dificultad de realización, en tres grupos: corto, mediano y largo plazo.

Acciones para el corto plazo

A pesar de la retórica científica que se ha apropiado de La Macarena en los últimos cuarenta años, la realidad es que no se cuenta con un conocimiento científico de sus posibles recursos genéticos. Muchos de ellos ya han desaparecido, pero aún restan conjuntos significativos. Se recomienda una acción inmediata de conocimiento y salvamento de esos posibles recursos, para lo cual son necesarias actividades urgentes tanto de inventario como de conservación en sitio y en laboratorio. El desarrollo de las técnicas de cultivo de tejidos facilita esto último y hace posible la creación de un banco genético que proteja efectivamente lo que resta.

Acciones en el mediano plazo

Las actividades de conservación en el sitio, o sea la realinderación efectiva del ecosistema selvático de la zona plana y de la serranía propiamente dicha, sólo parece posible si al mismo tiempo se efectúa un plan de desarrollo sostenido de las comunidades que están asentadas en el área. Este plan, para hacerse factible, debe estar fundamentado en la participación consciente de dicha comunidad en los proyectos de investigación, planificación y ejecución que lo conformen.

Acciones para el largo plazo

Cualquier plan de desarrollo que se ejecute en el área sólo tiene posibilidades de éxito en el largo plazo, si se acompaña con una estrategia de solución de los conflictos fundamentales que se han mencionado en la síntesis de este artículo. Esto implica que sólo una acción de carácter internacional puede asegurar en este plazo la estabilidad del ecosistema de La Macarena.

Caracterización físico-biótica de la Reserva

Claudia Córdoba G.

Transformaciones legales

En el año de 1948, el gobierno colombiano declaró, por la Ley 52, a la sierra de la Macarena como Reserva Natural, con el antecedente de un estimativo internacional expuesto en Montevideo en 1933.

En 1949, con el Decreto 438, se reglamenta esta Ley, determinándose la conservación de sus riquezas naturales, con fines de estudio e investigación científica. La organización técnica ,y administrativa fue adscrita al Instituto "Roberto Franco", en Villavicencio.

Entre 1959 y 1963 se declara Monumento Nacional, ratificándose su destinación como "Reserva integral de todos los recursos naturales". (Ley 163 de 1959 y Decreto 264 de 1963).

Sólo en 1965 se delimita el área reservada, estableciéndose su extensión en 11.313 Km2, esto es, 1.131.300 Ha (Decreto 2963 de 1963), fijándose sus límites con base en un estudio previo, realizado por una comisión de especialistas del Instituto de Ciencias Naturales (ICN) de la Universidad Nacional y del Ministerio de Agricultura (Olivares y Monzón, 1968)1.

En 1971, el Consejo de Estado falla sobre la competencia administrativa de la Reserva, asignando al Inderena (1968) su control, vigilancia, preservación y -previo acuerdo con la Universidad Nacional- su utilización; a esta última se le asignó la coordinación técnica y administrativa de la investigación.

En 1973 el Inderena deslinda de la Reserva 531.359 Ha, como parte de un programa de colonización dirigida por el Estado, ante la situación de subversión política, y teniendo en cuenta la historia, el origen y la densidad de la población allí asentada. El área deslindada en favor de la colonización, plana y ya para entonces considerablemente poblada, correspondía a la zona fértil de vegas del Bajo Güejar y Bajo Ariari. Su colonización había comenzado 20 años atrás.

Entre 1976 y 1977, ciertas zonas de la Reserva fueron declaradas de "reserva especial" (Decreto 625 de 1976), por la posible existencia de yacimientos de uranio. En 1977 se excluyen del área original de la Reserva Natural las zonas de reserva especial, para exploración y explotación de minerales radiactivos.

La Shell había descartado la existencia de reservas petrolíferas, por estudios realizados entre 1943 y 1956.

Estado de los conocimientos sobre la Reserva

Los primeros estudios científicos datan aparentemente de 1943.

El profesor Idrobo (1958) reporta cinco expediciones de carácter naturalista -participando en una de ellas- provenientes de universidades norteamericanas y alemanas, de botánicos y zoólogos de cuyos informes no existe original ni copia en los archivos de las entidades competentes.

En 1955, Hubach elabora un croquis geológico del área de la Reserva a escala de 1:1'000.000, interpretando la sierra como un núcleo montañoso antiquísimo (Precámbrico) rodeado de formaciones sedimentarias terciarias y cuaternarias de origen fluvial, provenientes de los Andes, descansando sobre la plataforma de los Llanos, de origen fluvial y marino.

Identifica la Formación Roraima propia del Escudo Guayanés (Precámbrico) en las areniscas altas de la sierra, estableciendo una continuidad entre ésta, la serranía de Puerto Arturo -frente a la confluencia del Ariari y el Guayabero- y las estribaciones elevadas más occidentales del Escudo Guayanés: la denominada por el autor Saliente del Vaupés, en el suroriente colombiano.

El trabajo de Hubach (1957, 1965) constituye la primera síntesis de los factores geográfico, topográfico, hidrográfico y geológico (en menor medida climático y de vegetación) que se conjugan y caracterizan física y biológicamente el área de la Reserva.

Pava Silva y Van der Hammen (1959) realizan un trabajo geológico y palinológico en el extremo sur de la sierra, al que zonificaron como Mesetas Orientales, Mesetas Occidentales y Valle Central.

Corroboran, por la identificación de sedimentos desde la Edad Reciente hasta el Cretáceo Superior (Secundario), de fósiles característicos del Maestrichtiano-campaniano así como de cierta asociación de polen, la relación entre la Formación Roraima y la Formación Macarena.

Tanto Hubach como Van der Hammen y Pava Silva, hacen referencia a los trabajos existentes en los archivos de varias compañías petroleras, especialmente de la Shell, estableciendo que de esta información sólo algunos datos fueron publicados por Trumpy (1943) y Ganser (1954).

Por la misma época, los profesores Richter y Medem realizan trabajos erpetológicos y entomológicos en diversos puntos de la Reserva.

Medem establece una relación entre la fauna erpetológica al interior de la Reserva y la de otros puntos del pie de monte llanero, reportando además las especies prácticamente extintas fuera del área de la Reserva.

Richter publica una reflexión sobre el equilibrio biológico de la sierra, ejemplificando una relación compleja y autosuficiente en el nivel más alto de la cadena trófica: la relación entre la población de Felis onza (puma) y las manadas de cafuches (Tayassu pecari), cerdos gregarios de grandes grupos migrantes de la sierra y la planada central. Llama al puma "médico de la selva" por el control sanitario que ejerce sobre las manadas, eliminando los individuos enfermos o con problemas desventajosos en relación con sus congéneres.

Señala, en relación con las poblaciones de serpientes y lagartos, que en la época de selva virgen las manadas de omnívoros debían mantener baja su densidad.

En 1968 se publica el trabajo de Olivares y Monzón que sirvió de base a la delimitación de la Reserva. En la forma de un relato de itinerario de experimentado naturalista, da cuenta de la fauna de la Reserva; Olivares (1968 b) la sintetiza clara y sencillamente: "La Macarena ha sido escogida debido a su situación geográfica y topográfica como un refugio natural; aquellas especies del norte de los llanos que han sido perseguidas y se les ha cambiado sus hábitos, se replegaron e invadieron la sierra por el norte; por el occidente pasaron especies de los Andes, por el sur especies de la Amazonia .y por el oriente gran cantidad de especies provenientes de la Orinoquia, lo cual no es difícil de probar habiendo estudiado las colecciones aviarlas de La Macarena y conociendo la avifauna andina, llanera, orinoquense y amazónica, como detalladamente se prueba en los estudios de Balke (1959) y Olivares (1962)".

De la información accesible, el Inderena posee reportes más o menos sistemáticos desde 1970: éstos se refieren básicamente a observaciones puntuales, con excepción de lo expuesto por Grinwood (1968), quien aborda el problema más ampliamente, cuestionando el status de Reserva Natural en relación con el de Parque Nacional y hace precisiones sobre los límites de la Reserva. Los demás constituyen fundamentalmente inventarios locales florísticos y faunísticos (Olivares, 1968; Bradley, 1970; Fernández, 1971; Lemke & Gertler, 1978) y estudios locales de suelos (Cortés & Soto, 1976; Garzón, 1984).

En 1985 el Inderena elabora una propuesta de bases para estructuras políticas de manejo y gestión ambiental de la Reserva (Caicedo, 1985). Este trabajo produce dos mapas a escala 1:500.000 sobre la densidad y distribución de la colonización. Se han subestimado ampliamente el número de pobladores de la Reserva y establecido patrones de distribución con los cuales, nuestra experiencia de campo y la fotointerpretación histórica del avance colonizador, están en completa contradicción.

La información existente en las bibliotecas del Inderena, Ingeominas, Igac, Corporación Araracuara, ICN-UN e Incora, permite establecer una imagen visual y comprensiva de la Reserva, si bien a escala muy general (1:500.000).

El paisaje de la planada (terraza septentrional y altillanura central ) se compone fundamentalmente de:

-Pequeños y medianos cultivos "estacionales" (siembras de "año grande" y "travesía" de plátano) y perennes (cítricos y cacao) sobre las vegas interiores y exteriores, caños del interior de la Reserva y vegas del Güejar, Ariari y Guayabero, y el pie de monte oriental.

-Grandes extensiones de pastizales de brachiaria y extensiones menos importantes de otros pastos.

-Vegetación secundaria: Rastrojos de composición y estadios de desarrollo diversos.

-Estrechas bandas de selva muy intervenida a lo largo de los caños.

-Cultivos clandestinos de coca en pequeños y aislados tumbados, al interior de los relictos de la selva y en rastrojos maduros sobre la planada, en el pie de monte y aun accediendo en ciertas zonas a los primeros escarpes montañosos.

La selva de la planada ha sido destruida por 20 años de colonización continua, la tala y las quemas anuales en forma reiterada y expansiva, el uso agrícola, el enrastrojamiento, la creación de potreros, particular mente en brachiaria, a partir de los años 80, y los cultivos de marihuana y coca en las décadas del 70 y 80 respectivamente.

La introducción y generalización del pasto brachiaria, es el factor más contundente en modificaciones irreversibles, dadas sus características de buen invasor: propagación vegetativa muy rápida y densa por rizomas impodiales, que generen de inmediato una red impenetrable sobre el suelo, eliminando la posibilidad de instalación de otras especies. Donde se siembra brachiaria no se desarrolla siquiera vegetación arbustiva; sólo algunas especies herbáceas y volubles, de hábitos ruderales prosperan en tales terrenos2. Para remover este pasto una vez implantado, se requiere de mecanización.

La dirección de la ola colonizadora se da hacia el pie de monte y la montaña, el abrupto flanco oriental. La zona que aún se conserva en la sierra selvática se encuentra por encima de la cota de los 1.000 metros sobre el nivel del mar, sobre el costado oriental; del otro lado, la vertiente del río Duda es despoblada, salvo por el frente norte de la sierra.

Los esfuerzos de preservación del área legal de reserva (1965) son ineficaces y contraproducentes. Para lograr resultados positivos en esta etapa, tendrían que estar orientados hacia la protección de la zona montañosa a partir de los 1.000 metros.

Una protección de la sierra, como la propuesta hasta ahora, no es adecuada por las siguientes razones:

-No se conoce y su modificación es aún incipiente

- El resultado global de empobrecimiento biológico de la parte plana no se tradujo en enriquecimiento social, al menos hasta cuando se introdujo la coca en la zona; ello muestra que no resulta provechoso destruirla por razones económicas, ni por motivaciones sociales.

- Los mecanismos prácticos para conservarla los proporcionarían las mismas organizaciones gremiales de la zona. Su realidad depende, desde luego, de la situación legal y económica de las tierras planas ya colonizadas, y de la situación políticamente conflictiva del área.

La Reserva y sus límites

El territorio reservado es una zona naturalmente delimitada por tres arterias fluviales y la sierra; un espolón selvático, separado por el Güejar-Ariari de las sabanas orientales, y por el Guayabero de la Hylea amazónica, conectada ésta originariamente con las selvas andinas por la Depresión de Colombia, el boquete andino más importante sobre el Llano.

Se reservaron la sierra en su totalidad, las estribaciones suroccidentales de la terraza de Arama (de la margen occidental del Güejar), la antigua altillanura encerrada entre el Bajo Ariari y el Guayabero y las vegas de sus márgenes occidental y norte respectivamente.

Por el costado occidental de la sierra, la Reserva llega hasta el límite más próximo de las primeras escarpas sobre el río Duda.

Los límites formales de la Reserva corresponden, pues, a límites naturales.

Las consideraciones de base para sustentar y delimitar la Reserva fueron:

-La naturaleza geológica de la sierra y la importancia de su ubicación intermedia entre el Escudo Guayanés y la cordillera Oriental como clave de problemas de correlación y determinación de edades.

- La riqueza de su fauna y su flora, de procedencia muy diversa y buena probabilidad de endemismos.

- La cercanía y facilidades potenciales de acceso desde centros importantes en pleno corazón andino.

Estudio ecológico de la Reserva: Hipótesis generales y zonificación

Las ideas en las que se basa esta mirada ecológica sobre el proceso de colonización son, en principio:

-El ambiente actual registra históricamente la capacidad y los medios de transformación de la actividad colonizadora, así como su grado de conocimiento y manejo de los factores de producción.

-La composición de la vegetación actual del área plana de la Reserva.

-Relictos de selva primaria y los diversos tipos y estadios de vegetación secundaria (rastrojos).

-Son indicadores de factores ambientales que han intervenido -yen cierto sentido modelado-el proceso colonizador, y podrían caracterizar más finamente particularidades locales de éste (distribución, densidad, velocidad de avance, utilización de suelos, productividad, nivel de vida).

Criterios de zonificación de la Reserva

-El contraste de la información secundaria (bibliográfica y cartográfica) sobre los aspectos geográfico, topográfico, geológico, geomorfológico, macroclimático e hidrográfico permite deslindar unidades homogéneas y distintas (ecotopos), definibles y factibles de cartografiar a escala 1: 500.000. Estas zonas constituirán unidades espacio-temporales de análisis del proceso colonizador.

-La fotointerpretación histórica, previa zonificación del área, permite un nivel de resolución mucho mayor (1:50.000). Aunque las fotografías aéreas no dan un cubrimiento general del área ni de las zonas sobre los mismos períodos, facilitan, en cambio, una caracterización del avance colonizador (formas de acceso, vías de penetración y estabilización).

Las diferencias geológicas, geomorfológicas, pedológicas y de patrones de drenaje, revelan cuatro vastas zonas homogéneas y distintas, en la escala de 1: 500.000. Ellas son:

-El pie de monte de la sierra y la terraza septentrional.-Las vegas del Bajo Güejar y el Bajo Ariari.-La altillanura central.-Las vegas del Guayabero.

Las posibilidades de acceso, el tipo de paisajes y terrenos, la familiaridad, protección y fertilidad que ofrecían a los colonos, establecerían entre estas zonas diferencias importantes en cuanto a antigüedad de la colonización, su procedencia y distribución, y la utilización de suelos y productividad.

Pie de monte y terraza septentrional de la Reserva: Primer modelo de estudio

Se tratará con detalle lo relativo a esta zona por hallarse, su conocimiento, más sólidamente apoyado por la experiencia de campo. Sobre ella se ha realizado un trabajo de fotointerpretación histórica (años 1966, 1976, 1982-1983); como resultado del mismo se presentan tres mapas del norte de la Reserva a escala 1:50.000 que dan cuenta del estado de la colonización en los años referidos, por medio de la identificación fisionómica de la vegetación y del uso de la tierra.

Esta zona comprende el flanco oriental de la sierra, entre los 500 y 1.000 metros sobre el nivel del mar (la cota superior ampliamente estimada), y la parte plana más septentrional de la Reserva, la cual corresponde a las estribaciones meridionales de la terraza de Arama, disectadas por el Güejar.

Límites

N: Curso medio del Güejar, a partir de su salida del cañón del frente norte de la sierra y su entrada al Llano en la región de Los Micos.

S: El caño Tubo, en toda su extensión: el más meridional del sistema que desemboca al Güejar.

E: Margen occidental del Güejar medio hasta la confluencia del caño Tubo.

W: Flanco oriental de la sierra hasta los 1.000 sobre el nivel del mar.

El pie de monte y la terraza, si bien constituyen unidades geológicas y geomorfológicas distintas, y aunque la proporción de esta última es pequeña en relación con la totalidad del área plana de la Reserva, conforman en conjunto una unidad de características particulares, como son:

-La continuidad de condiciones geológicas, pedológicas y de acceso entre el pie de monte andino y el pie de monte macarénico, y entre la terraza septentrional, originalmente selvática (encerrada entre la sierra y el Güejar, y las sabanas de Arama.

-La existencia de una zona de transición selva-sabana entre el Güejar y el Ariari, en la vecindad nororiental más próxima de la Reserva. El análisis aerofotográfico muestra que originariamente los pastizales naturales de sabana penetraban esta zona desde el oriente hasta muy cerca del Güejar, entreverados con amplias bandas selváticas de galería; el límite de la selva apenas sobrepasa la margen oriental del Güejar, corriendo paralelo a éste a unos cinco kilómetros.

Macroclimáticamente, la totalidad de la Reserva está fuera de la transición selva-sabana y no tiene la función divisoria orográfica del clima (Brücher, 1968); el límite climático lo constituye la línea Ariari-Guaviare; sin embargo, a la altura de la región de Vistahermosa la transición antecede al Ariari, y entre éste y el Güejar medio se presentan amplias bandas selváticas en sentido ESE, paralelas al Güejar.

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Geología Z.1

En términos generales, el pequeño triángulo plano del norte de la Reserva, así como la estrecha y desvanecida franja de pie de monte (de 2 a 3 kilómetros de ancha), presentan, por sus materiales parentales, recientes y modernos suelos, si no tan fértiles como los de las vegas del Ariari, superiores a los del resto de la Reserva, más antigua en términos geológicos y pobre en términos pedológicos.

En efecto, un transecto general EW de la Z.1 muestra:

- Sobre las vegas del Güejar, materiales de aluvión, arcillas, limos, arenas y gravas del Holoceno (modernos).

- Sedimentos pleistocénicos y pliocénicos (cuaternarios y terciarios) pertenecientes a las estribaciones meridionales de la gran terraza -alta y suavemente ondulada- de Arama, separados de las vegas por taludes.

-El pie de monte de La Macarena, al igual que el pie de monte andino compuesto por una gruesa sucesión de sedimentos arcillosos grises y rojos del Terciario, con intercalaciones secundarias de areniscas finas, carbón, lignito y dos a tres niveles fosilíferos de agua salobre cuya edad parece remontarse del Oligoceno al Mioceno Inferior, pudiendo implicar también el Eoceno Superior.

Pedología Z.1

Los suelos reportados sobre las vegas del Güejar y de sus caños afluentes corresponden a Entisoles (Tropofluvents) e Inceptisoles (Distropepts y Humitropepts).

Los primeros, caracterizados por una evolución incipiente que no ha desarrollado horizonte, son suelos aluviales de texturas finas, francas y arcillosas y perfiles muy simples, propios de planicies aluviales sujetas a inundación.

Los segundos, formándose en una amplia gama de condiciones de drenaje, desarrollan en ambientes bien drenados colores con matices pardo-amarillento y pardo-rojizo característicos. Son de fertilidad relativamente alta (Distropepts), pudiendo haber incorporado una significativa concentración de humus (Humitropepts). Se desarrollan ampliamente sobre las terrazas y el pie de monte de la Reserva.

Los informes sobre los dos tipos de suelos en las vegas del Güejar no indican los sitios precisos de sondeo, lo cual limita el uso de los datos ya que el régimen del río no parece ser el mismo de su curso medio a su curso inferior: aproximadamente hasta el caño Tubo, lugar donde el Güejar abandona las últimas estribaciones de la terraza para penetrar en la altillanura, no se registran inundaciones (corroborado por los colonos); el río viene de salir al Llano con corriente y declive relucidos -después de correr por un pie de monte abrupto y un profundo cañón del frente norte de la sierra- a diferencia, por ejemplo, de su explayada y pedregosa llegada al Llano del Ariari. El último tramo del Güejar, hacia su desembocadura, podría tener un comportamiento diferente por efecto del reflujo de las crecientes del Ariari. Aparentemente, el límite de estos dos comportamientos lo constituye el paso del Güejar del sistema de terrazas a la altillanura.

Arriba del pie de monte, los suelos se empobrecen y aparecen reiteradamente (presentándose también en zonas planas) los típicos suelos rojos tropicales de la Orinoquia (Haplustox), sujetos a un avanzado estado de alteración y concentración residual de sesquióxidos; suelos que sólo soportan pluviselva, selva-ducidua o vegetación sabanera, siendo prácticamente estériles a la producción inducida por el hombre.

La razón de esta limitación tiene su origen en el ciclo directo de nutrientes que se establece entre la vegetación y la delgada capa de substrato orgánico, hojarasca y otros residuos en rápida vía de descomposición y mineralización. Esto se evidencia en la amplia presencia de raíces

alimentadoras, hongos micorrizas y epífitas, en la maraña del sotobosque, observables en los relictos de la selva primaria del pie de monte nororiental3.

La eliminación de la selva rompe esta cíclica relación y pone al descubierto un suelo mineral, altamente evolucionado y pobre.

Hidrografía Z.1

El triángulo septentrional de la Reserva está drenado por un sistema que sigue la dirección E-SE y desemboca en su totalidad en el Güejar.

Entre los caños más importantes de este sistema se hallan:

El Blanco, al norte, con un recorrido corto que conecta la región de Los Micos con el pie de monte nororiental de la sierra.

El Guayapas, que corre prácticamente paralelo al Güejar, a unos 3 Km de su margen oeste, atravesando en el sentido E-SE toda la parte central del triángulo de terraza y pie de monte.

El Unión, con un recorrido más corto que el Guayapas y más orientado en sentido E-SE, atravesando toda la parte meridional del triángulo.

Tanto el Guayapas como el Unión poseen importantes tributarios que confluyen aproximadamente sobre la misma cota (500 m).

Tres momentos de la colonización de Z.1

Las fotografías aéreas tomadas en 1966 muestran que hace 20 años la colonización del área era puntual e incipiente y se concentraba preferencialmente en las vegas de los caños interiores de la Reserva antes que sobre las vegas del Güejar.

La vecindad oriental de la Reserva presenta una colonización importante pero dispersa, concentrándose al interior de las amplias bandas de selva que corren en sentido E-SE entre el Güejar y el Ariari.

Los focos de poblamiento más importantes en dicho año se situaban en la región de Los Micos y el caño Blanco. Por este último, de manera puntual, pero a lo largo de toda su extensión, la colonización alcanza el pie de monte.

Siguiendo el Güejar en el sentido de su curso, la banda selvática de las vegas de su margen oriental se presenta apenas poblada a la altura de lo que hoy es Vistahermosa, la cual no existía aún (1968). Del margen de la Reserva, las vegas del Güejar Medio presentaban también una incipiente colonización.

En contraste con lo anterior, la estrecha vega del caño Guayapas se hallaba poblada, en forma discontinua pero a lo largo de todo su curso, así como la de su tributario norte4, alcanzando también la base del pie de monte, a corta distancia de los colonos que remontaron el caño Blanco.

De toda la zona, las vegas más densamente pobladas son las del caño Unión, en su confluencia con el Guayapas para desembocar al Güejar.

La colonización penetra en forma continua por los grandes caños interiores hasta la confluencia de sus tributarios, atravesando de este a oeste la totalidad del triángulo por el norte, el centro y el sur.

La mayor extensión de las áreas quemadas y de rastrojos bien desarrollados, así como la vecindad entre éstos, indican que el frente de colonización de mayor antigüedad vino por el caño Unión. El resto de la colonización de la zona es reciente (aproximadamente de 1960).

Eran características del avance colonizador en el año observado, los pequeños (1 a 3 Ha) y medianos (3 a 6 Ha) descumbres y los pequeños rastrojos, que se extendían en forma discontinua a lo largo de todos los caños.

La parte más meridional del triángulo, entre el caño Unión y el caño Tubo, se hallaba completamente virgen.

Las fotografías aéreas no particularizan áreas de cultivo. Más que a su pequeña extensión y a la escala de la fotografía, esto se debe a que se encuentran entreverados con el rastrojo. "En esta época el maíz y el plátano reventaban al tiempo con el rastrojo, no había necesidad de desyerbar, todo se daba vigoroso" (colono de Maracaibo).

De otra parte, había una presencia muy exigua de pastizales fuera de las áreas naturales de la sabana y al interior de la Reserva.

Las aerofotografías muestran una zona de selva más baja y homogénea en dirección a las vegas del Güejar, demarcando las áreas de más alto nivel freático permanente; consideración interesante para el análisis de la composición y fisonomía de los rastrojos observados sobre el área, totalmente modificada 20 años después.

En 1966, la colonización general del área ocupaba del 5% al 15% del territorio norte de la Reserva.

Existe otra serie de fotografías aéreas de la zona, tomadas en 1976, El lapso de 10 años resulta muy amplio y la totalidad de la parte plana del norte de la Reserva aparece ocupada de manera continua, llegando la colonización a la base del pie de monte nororiental en un frente compacto. Los relictos de selva primaria ocupan apenas entre el 5% y el 10% del área plana.

Las áreas quemadas cubren de manera discontinua entre el 1% y 5% de la zona, observándose quemas reiteradas sobre terrenos que ya no son selváticos. Los cultivos v los rastrojos dominan en aproximadamente un 70% del área.

La proporción de potreros es apreciable; cubren entre el 10% y el 15% de la zona. Para la época, no se trataba aún de brachiaria.

A la altura de los tributarios del caño Unión, el pie de monte presenta profundas entrantes y salientes libres de colonización.

Por otra parte, la colonización del frente norte de la Sierra -viniendo del occidente- remonta las escarpas superiores, especialmente por el río Zanza.

Mientras que la colonización por el flanco oriental no alcanza las escarpas a 1.000 m, por el frente norte supera ampliamente la faja del pie de monte.

Es interesante observar que entre el caño Unión y el caño Tubo, completamente despoblado en 1966, el avance posterior de la colonización es muy lento. A esta altura, la terraza de Arama da paso a la altillanura central.

El conjunto de fotografías aéreas más recientes estudiadas, data de 1982 y revela tres fenómenos destacados:

-Un significativo aumento de las extensiones de pasto en la parte plana, que revela la introducción del brachiaria.

-Las zonas de cultivos, rastrojos y quemas sobrepasan la cota de los 500 m a todo lo largo del pie de monte.

-El tamaño de las parcelas quemadas se ha reducido sensiblemente en relación con los dos registros anteriores y remontan las escarpas en forma diversa; revelan probablemente las zonas de cultivo de coca.

Hipótesis sobre el acceso de la colonización a la Reserva

La primera ocupación al interior de la Reserva se produjo por la terraza norte, facilitada por la continuidad de condiciones con el pie de monte andino y las sabanas de. Arama, regiones de antiguo e importante poblamiento: La Uribe y San Juan de Arama.

Las condiciones de violencia que se dieron en el interior del país, generaron procesos de migraciones forzosas, tratados ampliamente en este libro. Entre las zonas del territorio nacional que acogieron estos traslados humanos se encuentran las bandas selváticas enmarcadas por el Güejar y el Ariari que permitían un desplazamiento protegido en dirección E-SE desde aquellos importantes centros hacia las riberas del Güejar.

La procedencia y el origen de los colonos (pequeños cultivadores de las pendientes medias de la montaña andina, de los valles interandinos y de los transversales), determinan también un desplazamiento por la selva y una colonización prioritaria de ésta, en lugar de ocupar las sabanas, estériles y apropiadas por terratenientes ganaderos.

Por razones de protección se alejan también de las vegas expuestas de los grandes ríos, penetrando en el único lugar posible, la Reserva, a lo largo y profundo de sus caños.

La colonización penetró el oriente de la Reserva por Los Micos y por la confluencia del Guayapas y el Unión; hacia 1966 los polos importantes son los antes mencionados y un puerto sobre el Güejar: Piñal o Puerto Triste; uno de ellos proviene del frente de colonización más antiguo del norte de la Reserva.

En 1966, Vistahermosa aún no existe, aunque sí el cruce de caminos donde se instala hacia 1968. La banda selvática que corre paralela al costado oriental del Güejar, se adelgaza naturalmente; a la altura de ' este cruce de caminos no alcanza los 2 kilómetros hasta las riberas del río;

Vistahermosa se instala en el punto donde el borde de la selva se aproxima más a la corriente. Ahora bien, para 1966, la penetración a la Reserva por este punto es muy incipiente. Un factor importante en la rápida estabilización de la colonización en la estrecha zona norte es el hecho de que el río Güejar no está sujeto a inundaciones.

Penetrar la Reserva desde las vegas del Bajo Ariari y el Guayabero, debió ser un proceso más lento, debido fundamentalmente a la extrema pobreza de la altillanura encerrada entre éstos y la sierra; se trata de las estribaciones occidentales de la plataforma llanera, de formación terciaria (Oligoceno), en términos pedológicos muy antigua, e inundable gran parte del año.

A diferencia de la terraza septentrional de la Reserva, penetrada por las desembocaduras de sus caños, la altillanura central fue probablemente colonizada en sus comienzos primordialmente por las cabeceras de los usvos (Yarumales, Cabrera y Cafre los más importantes) como una lenta y difícil continuación del proceso originado desde el norte.

La altillanura fue vedada a la colonización desde las grandes vegas hasta tanto no hizo su aparición la coca y, con jugosos excedentes, el ganado y los pastizales seleccionados.

El brachiaria se introduce por el norte en el decenio de los 70, pero es en la altillanura donde adquiere la categoría de pionero y tumbador de selva.

Desde las vegas del Guayabero, la colonización avanzó con más éxito probablemente por el caño Yarumales dada su posición privilegiada, corriendo paralelo al pie de monte oriental, desde su parte central hacia el sur.

La secuencia del poblamiento fue probablemente:

-Terraza y pie de monte norte por las vegas interiores.-Vegas del Ariari y el Guayabero.-Altillanura central y pie de monte meridional.

El esquema 2 expone este modelo de poblamiento.

Utilidad del modelo

De verificarse la hipótesis sobre la procedencia de la colonización y la forma de acceso a la Reserva -por el testimonio de los colonos, memoria viva del proceso durante los últimos 15 a 20 años- sería contrastable con la hipótesis de migración generada por la violencia, enunciada por Molano.

Alcance de los datos del trabajo de campo

Dos consideraciones importantes para el tratamiento de estos datos:

-El trabajo teórico y la revisión de información fueron posteriores a la observación directa. La naturaleza del problema y la manera de formularlo implican y orientan la estrategia de muestreo, de manera que los datos de campo directos están limitados a una información general, cualitativa, del ambiente actual de la Reserva.

-Esta actualidad ambiente, es producto de un rapidísimo cambio en las condiciones socioeconómicas de la región durante los últimos 10 años.

Los factores son en su orden:

-La reapropiación ganadera de pequeños agrosistemas.

-La introducción de pastizales seleccionados de brachiaria en los años 70, y

-La introducción de la marihuana y de la coca en el decenio de 1980, cuyos excedentes favorecen la ganadería.

La percepción histórica que poseemos se basa en material muy fragmentario: tres cortes de tiempo (1966, 1976, 1982-1983) con un lapso que se verificó excesivamente largo entre ellos. En efecto, mientras en 1966 sobre nuestra unidad de análisis se da un poblamiento puntual que ocupa aproximadamente el 15% del área, en 1976 toda la zona plana nororiental está ocupada y la proporción de suelos ganaderos es bien importante y en 1982, los pastizales de brachiaria dominan la planada.

Sin embargo, la descripción general que aporta el trabajo de campo (entrevistas y observaciones directas) permite formular dos problemas más y orientar de manera más precisa la fase de trabajo en el terreno subsiguiente en este proyecto:

-El conocimiento sobre la composición de los rastrojos actuales indica varias de las condiciones ecológicas locales que determinan la productividad de los terrenos. Esta composición es fuente de información para el colono, quien, con base en ella, toma cierto tipo de decisiones, y este conocimiento es fuente de información para el análisis ecológico.

-El conocimiento del colono sobre este medio es de todas maneras novedoso y superficial, su tecnología y manejo de los factores de producción (los naturales) resultan inadecuados e insuficientes, su capacidad productiva mínima y el resultado general a corto plazo es el empobrecimiento biológico del entorno y la degradación de su nivel de vida.

Sobre estas dos ideas gravita el análisis de los datos de campo, así como la reorientación y precisión de los planes de muestreo, para la siguiente fase del trabajo.

Anotaciones sobre la instalación de un fundo

"¿Que cómo se colonizó esto?Aguantando hambre, sufriendo, acabandocon la familia" (colono de Puerto Lucas).

La colonización de La Macarena se caracteriza, en primera instancia, por desarrollarse en un ámbito que exige al ser humano, hasta el límite, grandes condiciones de adaptación: La selva pluvial, hábitat de la malaria, el paludismo, la lepra y otros mortales endemismos tropicales. Y se halla aislada de centros económicos medianos o pequeños por una total inoperancia de las instituciones estatales.

La familia Rojas se encuentra entre las primeras que incursionaron al área de Maracaibo. Llegaron hace 14 años, provenientes de Maya, en cabeceras del Llano. Su jefe fue un jornalero agricultor que emigró por encontrarse en tierras de haciendas ganaderas "aburrido y sin trabajo".

El lugar de destino no lo escogieron, "fue un viaje inventado en menos de cinco minutos"; Rojas llegó solo en junio, le "dieron" un fundo al que le hizo dos lotes descumbrando media hectárea, socolando y tumbando, sin quemar por no ser la época para hacerlo.

Sembró plátano y fue por la familia. Vendió lo que tenía en Maya por $5.500.

Ingresaron a la zona por Vistahermosa, penetraron por el Guayapas (tres horas en bote, que recuerdan con espanto), ubicándose entre caño Grande y caño Albania, sus tributarios, en la base del pie de monte. "Cuando llegamos casi nos morimos todos", señala, lacónica, la señora de Rojas.

Compraron a un vecino 24 hectáreas por $4.500 poco después de llegar, dejando el pequeño fundo arriba. Al nuevo fundo le tumbaron una y media Ha, y sembraron maíz en travesía (junio).

"Hectárea y media es para cogerle 20 cargas; le vino a coger tres bultos de maíz, de nacua, los ratones acabaron la cosecha".

"Machucó" y quemó el lote, descumbrando y quemando 2 y media hectáreas más entre enero y febrero. Sembró maíz en marzo y recogió una cosecha de "año grande", de aproximadamente 35 cargas por hectárea.

Su mejor cosecha fue la tercera de "año grande", cuando descumbró y quemó aproximadamente 6 Ha, recogiendo de ellas 150 cargas de maíz.

A este lote le "sacaron" 7 u 8 cosechas. La última les produjo 8 a 10 cargas por Ha, fue entonces cuando se dedicaron al pasto.

Detallando más la utilización del fundo, Rojas cuenta que en un principio sembró, además de plátano y maíz, yuca, arracacha y fríjol. Sin embargo, a ninguno de esos productos "había manera de sacarlos de aquí"; de una carga de maíz, entre jornales y transporte le quedaban "limpios" 20 a 30 pesos. Bajar la carga a la bodega costaba entre 12 y 15 pesos; llevándola directamente a Puerto Triste podía venderla entre 90 y 95 pesos.

Se dedicó a la arriería hasta hace cinco años, trabajando tres mulas propias y tres en compañía. Sacaba carga para Puerto Triste y Vistahermosa. Actualmente tiene una tienda.

Llegó además a criar una piara de 45 cerdos, a los que mantuvo en el borde de los potreros alimentándolos con plátano y maíz; "valían lo que cuatro cargas de maíz y caminan solos". En un año el cerdo lograba 7 arrobas y se vendía entre 400 y 450 pesos.

Con el producto de los cerdos compró, en $2.500, 14 Ha contiguas a sus potreros y fue ocupándolas directamente en pastos.

En el año 70 vendieron el fundo de 25 Ha por $700. "Nadie creía que esto iba a progresar". Se instalaron en lo que sería el núcleo de Maracaibo seis años después.

"... Aquí junto a la escuela, de para abajito, donde es la casa del motor había una casita de Paroid y piso de yaripa picada... Un ranchito. De ahí para arriba comenzaron a hacer ranchitos. Fue donde se comenzó a fundar.

El fundador del pueblo, don Sergio, murió hace algo más de cuatro años.

Con los resultados de la entrevista no puede establecerse si actualmente la familia Rojas posee un fundo agrícola o pastizales, o si su economía depende de la tienda o de otras fuentes.

En relación con los suelos de la región de Maracaibo, los caracterizaba como de buena fertilidad en un comienzo, pero agotados al cabo de cinco u ocho cosechas.

En estos terrenos "buenos" las primeras cosechas de "travesía" y "año grande" tienen más o menos la misma productividad. La diferencia se da en qué la "travesía" de maíz, por ejemplo, es más delicada, puede perderse, "la de 'año grande', como entra en tiempo más invernoso, se hiela menos".

En época de "travesía" se tala menos y no se quema (preparación del terreno en invierno). El tiempo de quema transcurre en enero y febrero (finales del verano); el de siembra de "año grande" en marzo (comienzos del invierno), cosechándose entre junio y agosto. La siembra de "travesía" se efectúa entre septiembre y octubre (finales del invierno) y se recoge entre enero y febrero.

En relación con cultivos permanentes, plátano por ejemplo, no parece tener importancia la época de siembras. La productividad del plátano está sujeta más bien a un período de bajo nivel freático, el que se da todos los años en el pie de monte, yen las vegas, cuando las inundaciones no se prolongan.

Anotaciones sobre especies arbóreas de la selva nativa

Las especies más importantes y su distribución en la zona -según informes de los colonos- indican que hubo una composición florística distinta entre el área plana, el pie de monte y la "cordillera" (Macarena).

En la primera se manifestaba una dominancia de especies de crecimiento rápido, de maderas livianas, fibrosas, látex en su mayoría, pertenecientes a unas pocas familias: Moráceas -cauchos arbóreos, arbustivos y trepadores-, esterculiáceas -de la familia del Teobroma cacao-, Ulmáceos, Sapotáceas, Malláceas, Burseráceas y Anacardiáceas. No existía madera de aserrío.

En la segunda área, dominaban árboles más lentos, de maderas resinosas, más duras y finas (Cedrelas y Lauráceas).

Si bien la mayoría de los árboles inventariados por los colonos son habitantes corrientes del pie de monte llanero y en general de zonas cálidas y húmedas, en su distribución radicaba la particularidad de la Reserva, pudiendo ser un buen modelo de estudio de la autoeconomía de estas especies, de su repartición en relación con los factores de textura y estructura de los suelos, la calidad del drenaje y los niveles freáticos.

El cuadro 1 recoge básicamente la información aportada por el señor Molano, antiguo colono de Maracaibo, y por don Fabio, aserrador santandereano, gran conocer de la región. En él se indican los árboles más representativos de la selva que encontraron aquí, de manera que se evidencie su distribución en bajos y vegas (Ba, Ve), terraza, pie de monte y cordillera (T, Pm, C).

Anotaciones sobre algunas especies importantes de los rastrojos

Para los colonos de vegas, terrazas y el pie de monte (nororiente de la Reserva), son tres las especies indicadoras: Platanillo (Heliconia bihai), yarumo (Cecropia sp) y guadua (Bambusa sp), a las que pueden acompañar la iraca (Carludovica palmata) y la batatilla (Convolvulus sp), la guaba (Phytolaca sp), la pringamoza ( Urtica sp) y una trepadora: la uña de gato (Ficus plumila).

Heliconia Biahi, L.: Platanillo, bijao o bihao (Musácea)

Característica de playas recién formadas, cuando comienzan a cubrirse de vegetación. Crece en densas formaciones monoespecíficas o mezclada a la caña brava (Arando donax) fijando y estabilizando los suelos aluviales.

Cuatrecasas la reporta bordeando en extensiones inmensas los ríos Cauca y Magdalena. Estudios fisiológicos (Posada, 1909), muestran que las semillas acumulan como única reserva carbonatos cálcicos, sobre terrenos ácidos y desaturados.

Se trata de una especie pionera de borde de selva, sobre vegas, al tiempo que una vigorosa invasora de tumbados.

Las características generales del suelo en el que crece, son: pobreza de nutrientes, moderada acidez, alto nivel freático en verano e inundable o no, en invierno. Tolera una gama diversa de texturas de suelo, prosperando sobre texturas finas, limosas, limoarcillos; los playones esencialmente arenosos son poblados por una compuesta arbustiva grisácea, en densas formaciones monoespecíficas.

Esta planta se halla estrechamente relacionada con la cocina de las regiones selváticas, siendo utilizada para envolver alimentos o cocerlos bajo tierra.

Cecropia sp: Yarumo o guarumo (Morácea)

De la familia del árbol del pan (Artocarpus comunis), de los cauchos (Ficus sp), del árbol vaca (Galactodendro afile), del matapalo (Urostigma sp) y de la contrayerba (Dorstenia contrayerba), el medica mento rnás generalizado entre los nativos, el yarumo es especie periférica de la selva en terrenos de vegas y terrazas, y fuerte invasor de tumbados.

Los indios del Caquetá preparan la coca con cenizas de yarumo, por contener éstas gran cantidad de cal. Esta acumulación de carbonatos cálcicos, al igual que en el platanillo, es lo que le permite establecerse como dominante en terrenos pobres y ácidos; ser pionero sobre bordes de vega inestable y prosperar rápidamente en terrenos desmontados, en los cuales se inicia un acelerado proceso de empobrecimiento.

Al ser utilizados como indicadores de "buena tierra", sobré la riqueza de sus nutrientes, están señalando otras condiciones favorables del suelo, en términos de textura, nivel freático y calidad de drenaje.

La fertilidad adjudicada a los terrenos en los que crece el yarumo se debería en buena parte al enriquecimiento en cenizas calcáreas por la quema de los yarumales. El efecto sobre el suelo es apreciable ya que las poblaciones de yarumo son densas y monoespecíficas.

La fisonomía del rastrojo de platanillo y yarumo está determinada principalmente por el alto nivel freático del suelo, el cual limita la presencia de especies a aquellas de ciclos rápidos, sistemas radicantes poco profundos y resistencia a condiciones de acidez y de saturación. Estos suelos son comparativamente más ricos que los de la altillanura interior.

Fauna

Se presenta un listado de la fauna importante para el colono, su "marisca", de la cual buena parte de las especies se reconocen como casi extintas.

La pesca en el área es algo que desde hace cinco años parece estar recuperándose, debido a la prohibición que establecieron las organizaciones sindicales sobre el uso de la dinamita.

1 Olivares y Monzón, 1965. Publicado en 1968.

2 Algunas especies solanáceas, ciperáceas, liliáceas, convolvuláceas y compuestas.

3 Recorrido Vistahermosa-Puerto Lucas- Albania- Maracaibo- Caidan de Sardinata (proximidades).

4 Los tributarios de los caños mencionados, visibles en las aeorofotografías, no registran nombre en la cartografia del IGAC.

Aspectos físicos de la región

Alvaro E. Castañeda T.

Introducción

El sector comprendido entre los ríos Ariari y Guayabero, desde su nacimiento hasta su confluencia -en lo que actualmente se conoce como los municipios de han Juan de Arama, San José del Guaviare, La Uribe y el Parque Nacional Serranía de La Macarena-, presenta, desde el punto de vista geográfico, una diversidad de paisajes y formas de relieve, que van desde topografías planas de origen reciente hasta laderas abruptas que corresponden con las montañas más antiguas de la Tierra.

Esta diversidad de caracteres, sumada a unas condiciones climáticas severas y a una baja densidad de población, ha permitido que este sector se encuentre relativamente abandonado en cuanto a investigaciones científicas se refiere, encontrándose en la actualidad muy poca información bibliográfica de profundidad que ilustre sobre las condiciones reales de la zona en referencia.

El presente informe pretende ilustrar de una manera muy general las características físicas de este sector; para ello se ha efectuado un compilación de la información geológica, edafológica, climática y ecológica existente, procesada por los organismos encargados de dichas investigaciones. Con el fin de permitir una aproximación a lo que ha sido el diagnóstico físico de la región, se presenta un mapa (escala 1:1.500.000) en el cual se separan áreas homogéneas, con similitudes en cuanto a características geológicas, geomorfológicas, climáticas, ecológicas, edafológicas y de aptitud de uso. Este mapa constituyó la cartografía para la elaboración del estudio socioeconómico de la región.

Este texto se ha organizado en dos partes. En la primera, se presenta una descripción general de la zona de estudio; en la segunda una descripción de cada una de las áreas homogéneas, señaladas en el mapa citado, con un símbolo y color.

Descripción general de la zona de estudio

Geología general

El marco geológico general se encuentra comprendido entre las formas estructurales de las zonas quebradas y la secuencia estratifica de los depósitos de los terrenos planos.

Las zonas quebradas presentan características litológicas que van desde rocas ígneo-metamórficas del Precámbrico hasta rocas sedimentarias del Cretácico y Terciario antiguo; las zonas planas muestran depósitos de finales del Terciario hasta el Cuaternario reciente.

Las rocas más antiguas se encuentran localizadas en el centro de la serranía de La Macarena y hacia el occidente del río Guayabero. Están constituidas por cuarcitas, anfibolitas, neisses de origen metamórfico, y granitos cuarzodioritas de origen ígneo-plutónico que corresponden a la era Precámbrica.

Algunas protuberancias rocosas cerca a San José del Guaviare, presentan esta misma composición, intercaladas con colinas del Terciarlo.

La zona que da origen a los ríos Duda y Ariari, al norte de la serranía de La Macarena, en lo que corresponde a la cordillera Oriental, está constituida por rocas del Paleozoico, de origen metamórfico, tales como pizarras, filitas, esquistos y neiss.

El sector bajo de la cordillera Oriental y los extremos norte y sur de la serranía de La Macarena, están constituidos por rocas sedimentarias de origen marino, compuestas por areniscas duras intercaladas con lutitas y arcillolitas, que configuran unas pendientes escarpadas dentro del sistema montañoso; también se encuentran en forma coadyacente rocas del Terciario de origen continental, constituidas por depósitos de areniscas, arcillolitas y conglomerados, que le imprimen un aspecto ondulado o quebrado a distintos sectores del norte y sur de la serranía de La Macarena.

Los sectores con relieves planos a ondulados localizados en la parte más baja del área de estudio, están constituidos por materiales del Terciario superior (sedimentos del Oligoceno, Mioceno y Plioceno),

especialmente arcillolitas y areniscas intercaladas con conglomerados, y por sedimentos muy recientes localizados en las áreas adyacentes a los cauces de los ríos, compuestos por cantos rodados, arenas y arcillas de origen fluvial.

Geomorfología general

El origen de las formas está relacionado con el levantamiento de la cordillera Oriental y los procesos erosivos subsecuentes.

El levantamiento de las estructuras más antiguas (grupo ígneometamórfico), produjo el fracturamiento y plegamiento de las estructuras sedimentarias del Cretáceo, dando lugar a procesos erosivos muy intensos, los cuales formaron una gran cantidad de sedimentos que recubrieron las estructuras más antiguas, dando lugar a los grandes abanicos del pie de monte de la cordillera Oriental.

Estos sedimentos del Terciario sufrieron posteriormente fallamientos y levantamientos que dieron origen a las altillanuras y serranías, debido a la erosión natural causada por las aguas de lluvia.

El posterior recavamiento de los ríos y la avenidas y avalanchas subsiguientes dieron origen a las vegas y terrazas que caracterizan las zonas más planas del área de estudio.

Existen en la zona tres paisajes claramente diferenciados por sus características topográficas, lo que permite clasificarlos en montañas, altillanuras y formas aluviales.

El sector de montañas presenta un origen estructural, en la mayoría de los casos caracterizado por los escarpes fuertes de los frentes y reveses monoclinales de las areniscas y a las estructuras masivas del complejo ígneo-metamórfico de la serranía de La Macarena.

Este mismo sector de montañas muestra un modelado Torrencial en las áreas de pie de ladera y en los terrenos arcillosos, originando las formas ondulado-quebradas de la parte baja de la cordillera Oriental, en áreas circunvecinas al municipio de La Uribe.

El sector de altillanuras, que presenta formas onduladas convexas a veces muy pronunciadas, a pesar de su origen fluvial inicial, se caracteriza por la erosión de las terrazas antiguas dando lugar a paisajes ondulados, a veces quebrados, modificados íntegramente por la acción de los eventos climáticos.

Las formas aluviales circunvecinas a los cauces de los ríos Ariari, Güejar, Duda y Guayabero presentan un moderado aluvial, caracterizado por la presencia de varios niveles de terrazas, bajos, diques, meandros abandonados, basines y complejos de orillares, que se ven durante casi todo su recorrido, susceptibles de inundaciones en épocas de invierno fuerte con lluvias de alta intensidad.

Descripción de áreas homogéneas

Montañas

-Laderas estructurales escarpadas

Se identifican en el mapa con el símbolo FH y se presentan en color rojo.

Corresponde al sector localizado en alturas superiores a 2.000 m, en condiciones de alta pluviosidad y temperaturas relativamente bajas (frío perhúmedo) de la serranía de La Macarena.

Litológicamente presenta un núcleo precámbrico de plutonitas y metamorfitas, rodeadas de estructuras sedimentarias del Cretáceo y Terciario inferior.

La topografía es muy escarpada y termina en la parte superior en cimas convexas quebradas que presentan pendientes menores.

En general son suelos superficiales, rocosos; con alto contenido de materia orgánica; con media a alta capacidad de intercambio catiónico; ácidos y desaturados, debido al excesivo lavado de las lluvias y las altas pendientes (Troporthents).

Su aptitud de uso es de reserva protectora; constituye una zona productora de aguas debido a la gran cantidad de acuíferos en las estructuras geológicas, que almacenan y surten de líquido a las partes bajas de la región.

Actualmente se encuentran cubiertas de bosque primario no intervenido.

-Laderas estructurales escarpadas con influencia coluvial.

Se identifican con el símbolo MH y se presentan en el mapa en color rojo brillante.

Corresponden a los sectores de la sierra de La Macarena comprendidos entre 1.500 y 2.000 metros sobre el nivel del mar aproximadamente, en clima medio perhúmedo, cuyas precipitaciones oscilan alrededor de los 3.500 mm anuales.

Litológicamente están constituidas por areniscas, shales y lutitas del Cretáceo, y arcillocitas y areniscas del Terciario inferior.

En general, las topografías son muy escarpadas en los sectores de arenisca, y quebradas en los sectores de lutitas y arcillocitas, con pendientes superiores al 50%.

Los suelos se caracterizan por ser superficiales, pedregosos, con alto contenido de materia orgánica, muy ácidos y desaturados (Troporthents, Distropepts).

Su aptitud es netamente la de protectora de aguas y reserva forestal ya que es un sector regulador de las aguas de la zona.

La vegetación natural se encuentra muy poco intervenida y aun hay gran cantidad de bosque primario.

- Laderas quebradas de influencia coluvial

Se identifican con los símbolos CH y CP y se presentan en el mapa en color lila rayado, respectivamente.

Están localizadas en los sectores bajos de la cordillera Oriental y de la serranía de La Macarena, en alturas que varían entre 500 y 1.500 metros sobre el nivel del mar, bajo condiciones climáticas cálido perhúmedas, con precipitaciones cercanas a los 3.000 mm anuales.

Desde el punto de vista litológico están constituidas por rocas sedimentarias del Terciario, principalmente arcillocitas y lutitas, aunque aparecen en forma local areniscas del Cretáceo y rocas ígneometamórficas del Paleozoico.

El sector identificado con el símbolo CH presenta topografías entre quebradas y escarpadas con pendientes superiores al 50%, y muestra suelos superficiales con roca dura a poca profundidad, muy ácidos, desatorados, con mediano contenido de carbón orgánico (Troporthents). La aptitud de uso de este sector es netamente el de reserva forestal protectora.

En la actualidad presenta un bosque primario poco intervenido.

El sector identificado con el símbolo CP y de color lila rayado en el mapa, presenta topografía quebrada a fuertemente ondulada, cuyas pendientes varían entre el 25% y 50%; está localizado en los sectores bajos de la cordillera Oriental y de la sierra de La Macarena, en límites con los sectores planos.

Los suelos se caracterizan por ser moderadamente profundos, pedregosos, ácidos y desatorados (Distropepts. Troporthents).

La aptitud de uso de esta unidad es protectora-productora y permite cultivos multiestrata, en medio de bosques naturales y protectores. En la actualidad presenta bosques primarios y secundarios, y sectores fuertemente intervenidos.

Altillanuras

- Terrazas muy antiguas, disectadas y suavemente onduladas.

Se identifican con el símbolo AB y se presentan en color amarillo en el mapa.

Corresponden al sector selvático comprendido entre los ríos Güejar, Ariari y Guayabero, al oriente de la sierra de La Macarena, en alturas comprendidas entre 300 y 500 metros sobre el nivel del mar, en clima húmedo con precipitaciones alrededor de 2.500 mm anuales.

La topografía es planoconvexa, suavemente ondulada, con pendientes de 7, 12 y 25%.

Presenta suelos muy profundos, en un avanzado estado evolutivo, con alta saturación de aluminio, extremadamente ácidos, muy desatorados y con alto contenido de materia orgánica.

Dado que es un ecosistema frágil, su aptitud de uso es el de reserva forestal, si bien es posible el establecimiento de sistemas agrosilvopastoriles.

Una extensión significativa del mismo se encuentra cubierta de bosque primario y secundario. Los sectores de bosque primario que se hallan intervenidos muestran el establecimiento de cultivos transitorios con una baja productividad.

-Laderas de serranía con topografía entre fuertemente ondulada y quebrada

Se identifican con el símbolo AQ y en color café claro. Corresponden al sector comprendido al oriente de la zona de estudio, especialmente a partir de la margen izquierda del río Ariari y al norte del río Güejar.

Están comprendidas entre los 200 y 500 metros sobre el nivel del mar, bajo condiciones climáticas cálido-húmedas, cuyo promedio de precipitación es de 2.500 mm anuales.

En general, su topografía va de fuertemente ondulada a quebrada, con pendientes entre 25 y 50%.

Fundamentalmente, sus suelos están muy evolucionados y son de color predominantemente rojizo, superficiales, limitados por el exceso de aluminio y por la presencia de materiales petroférricos; tienen baja capacidad de intercambio canónico, alta acidez, baja saturación de bases y están fuertemente erosionados (Haplorthoxs).

Son aptos para ganadería extensiva, de baja productividad; su uso actual se concentra en la vegetación baja y los pastos naturales.

Formas de sabana ligeramente onduladas

Se identifican con el símbolo AO y el color café a rayas en el mapa.

Se encuentran localizadas al sur de la sierra de La Macarena, en alturas comprendidas entre los 300 y 500 metros sobre el nivel del mar, en un pequeño sector conocido como las Sabanas del Refugio, en la margen derecha del río Guayabero.

Sus características climáticas son cálido-húmedas, con transición a cálidas secas, con un promedio de precipitación de 2.500 mm anuales.

Como todas las formas de altillanuras, litológicamente están constituidas por sedimentos del Terciario, especialmente arcillas, arenas y conglomerados.

En general poseen suelos que van de superficiales a moderadamente profundos, limitados a veces por un horizonte endurecido o por un alto contenido de aluminio; tales suelos son generalmente ácidos, desaturados y con medio a bajo contenido de materia orgánica (Haplusthoxs, Haplorthoxs, Distropepts).

Son aptas para la ganadería extensiva, pero pueden sostener cultivos transitorios y permanentes, con adecuadas prácticas de manejo. En la actualidad están bajo vegetación herbácea de sabana y relictos de bosques secundario.

Formas aluviales

-Terrazas altas, planas a suavemente onduladas.

Se identifican con el símbolo TS y el color verde en el mapa.

Se encuentran localizadas principalmente en inmediaciones del río Duda y en la parte media del río Guayabero. En alturas comprendidas entre 300 y 400 metros sobre el nivel del mar, en clima cálido húmedo con promedio de precipitación de 3.000 mm anuales.

Estas terrazas se han desarrollado a partir de depósitos sedimentarios del Terciario y del Cuaternario, constituidos principalmente por arenas y arcillas.

La topografía es suavemente ondulada y sus pendientes varían hasta el 7%. En general, los suelos son ácidos, con alto contenido de aluminio, alta proporción de materia orgánica y muy desaturados (Haplorthoxs, Distropepts).

Su aptitud de uso es la de reserva forestal protectora y permite el establecimiento de cultivos multiestrata.

En la actualidad se encuentran en franco proceso de intervención en los sectores aledaños a los ríos.

-Terrazas altas suavemente onduladas

Se identifican con el símbolo TA y color verde rayado en el mapa.

Se encuentran localizadas en los alrededores del municipio de San Juan de Arama, desde la margen derecha del río Ariari hasta la parte alta del río Güejar.

Están comprendidas en alturas que varían entre 400 y 700 metros sobre el nivel del mar, en clima cálido húmedo cuyo promedio de precipitación es de 2.500 mm anuales.

En general la topografía es ondulada, con pendientes hasta del 12%.

Litológicamente están desarrolladas a partir de depósitos cuaternarios de arcillas y arenas, principalmente.

En general los suelos son moderadamente evolucionados, profundos, ácidos, desaturados y con bajo contenido de materia orgánica (Haplorthoxs, Tropaquepts, Tropudults).

Son aptas para la producción; permiten ganadería extensiva, cultivos de subsistencia, y, en sitios seleccionados, cultivos permanentes y programas de reforestación.

En la actualidad su uso es intenso, con una gran parte en pastos naturales y otra, en cultivos transitorios.

- Terrazas medias planas, vegas y diques

Se identifican con el símbolo TM y el color verde manzana en el mapa.

Se encuentran localizados sobre el río Ariari y el caño Cunimía, y ocupan una franja alargada, de 5 a 10 Km de ancha, lado y lado de los ríos Güejar, Ariari y Duda.

Están localizados entre los 200 y 300 metros sobre el nivel del mar, en el clima cálido húmedo cuya precipitación es de cerca de 2.000 mm anuales.

Litológicamente corresponden a una serie de terrazas dispuestas en varios niveles, pobremente drenadas, que ocasionalmente pueden ser inundadas, especialmente las de los niveles bajos. Están constituidas por una serie de depósitos arcillosos, intercalados con aglomerados, si bien en general predominan los elementos finos.

Presentan un relieve plano cuya pendiente es menor del 3%.

Los suelos son profundos con media a alta proporción de materia orgánica y media a alta capacidad de intercambio de cationes; son ácidos y desaturados, presentan moteos de oxidorreducción en profundidad y a veces aparecen inclusiones de suelos neutros y de mayor fertilidad (Distropepts, Tropofluvents, Haplorthoxs).

Es posible encontrar en la zona algunos diques, complejos de orillares y meandros antiguos.

Su aptitud es netamente productora, permite ganadería mejorada y cultivos transitorios y presenta posibilidad para proyectos agroindustriales.

En la actualidad el bosque natural se encuentra casi totalmente intervenido, especialmente al nordeste de la zona de estudio.

-Vegas recientes planas, terrazas bajas

Se identifican con el símbolo VA y el color azul marino en el mapa.

Se encuentran localizadas en una franja alargada alrededor del río Guayabero y sus afluentes, en alturas de 200 a 400 metros sobre el nivel del mar, en clima cálido húmedo cuya precipitación se encuentra en alrededor de 2.500 mm anuales.

Se han desarrollado a partir de sedimentos muy recientes de arcillas, arenas y gravas, que configuran un relieve plano, con pendientes menores del 3%.

Presentan suelos muy poco evolucionados y muestran decrecimiento irregular de la materia orgánica.

Están limitados por el nivel freático y tienen moteos de oxidorreducción casi desde la superficie. En general son ácidos y de baja fertilidad (Tropaquents, Fluvaquents, Tropaquepts).

Su aptitud de uso es la de bosque protector, si bien algunos sectores se pueden habilitar para cultivos transitorios.

En la actualidad el bosque natural está poco intervenid, aunque la presión sobre éste es cada día más intensa.

-Vegas y bajos plano-cóncavos

Se identifican con el símbolo BB y el color azul oscuro en el mapa.

Se los localiza adyacentes a los cauces y ríos de la zona, ocupando franjas largas susceptibles de inundación.

Se han desarrollado a partir de sedimentos muy recientes de arcillas y arenas, configurando un relieve plano-cóncavo, de pendiente menor de 3%; se caracterizan por la presencia de ciénagas, meandros abandonados, bacines y áreas constantemente anegadas.

En general los suelos son encharcados, con alta proporción de materia orgánica; algunos sectores presentan colchones de humus, en bajo estado de descomposición, son ácidos, poco evolucionados y limita dos por el nivel freático (Fluvaquents, Tropaquents, Tropofluvents).

La aptitud de uso de este sector es la de reserva protectora; en algunas épocas permite cultivos de subsistencia y/o transitorios.

En la actualidad presentan alta intervención y hay cambios severos en la configuración de la vegetación natural.

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Glosario de localismos

A la lata: En abundancia.

Alpargates: Zapatillas tejidas con suela de caucho; cotizas.

Adareguió: Caminó, recorrió, vagó.

Apañar: Coger, descubrir.

Aparatos, aparaticos: Armas.

Arrastre: Transporte, traslado.

Arriería: Oficio consistente en transportar cargas en mula o a caballo.

Atarraya: Red para pescar.

Banqueta: Alto en la vega de un río.

Brotar: Germinar.

Cachiporro: Apelativo dado a los liberales durante la época de la Violencia.

Caño: Río, quebrada.

Cateo: Búsqueda, prueba, exploración.

Colinos: Retoños de matas.

Columna de marcha: Exodos campesinos efectuados a través del Sumapaz hasta los Llanos y otras regiones durante la época de Rojas Pinilla.

Comunes: Guerrilleros de línea comunista.

Coronan, coronar: Ganarse un dinero o llevar con éxito una acción.

Corotos: Útiles domésticos personales.

Corva: Pantorrilla.

Cotiza: Calzado típico, alpargata.

Cucho: Viejo.

Chanfa: Empleo.

Chopo: Fusil.

Choros: Ladrones, delincuentes.

Chulavita: Policía conservadora.

Chulos: Apelativo dado a los miembros del Ejército nacional.

Churrias: Diarrea.

Chusma: Guerrilla liberal.

Derribar : Tumbar la selva; derriba.

Encantamiento: Rezo, hechicería.

Enclenque: Débil.

Engallar: Adornarse, llenarse de joyas.

Enmontados: Internados en la selva.

Fracasará: Fracaso, tragedia, derrota, revés, desastre.

Galanteados: Desplantes con una ruana o poncho.

Gis: Lápiz.

Guachimaniar: Celar; anglicismo de watch-man, montar guardia.

Guámbitos: Niños.

Guerreros: Guerrilleros.

Guindó, guindar: Colgar hamacas.

Hermano: Curandero, generalmente de religión evangélica.

Hidratar: Aplicar suero y vitaminas por vía intravenosa. costumbre muy común entre los campesinos.

Jecho(a): Viejo(a).

Limpios: Guerrilleros de línea liberal, comunes.

Macoca: Escopeta de fabricación artesanal.

Mal de tierra: Infección estomacal.

Malpajorros: Ladinos, traidores.

Mamona: Carne de ternera asada a la brasa, plato típico llanero.

Marisca: Cacería. Genérico de animal de monte, comestible.

Mariscar: Cazar.

Marrano horqueteado: Cerdo al que se le amarra una horqueta en el cuello para quitarle capacidad de movimiento.

Menudo: Vísceras, estómago.

Mitac Travesía. Pequeña cosecha intermedia, también llamad machuca, en algunas áreas de La Macarena.

Monda: Admiración.

Mosquearse: Moverse, inquietarse.

Mosquié: Mosquearse, ponerse alerta. Muchachas: Guerrilleras.

M-1: Marca de fusil.

Nacura: Amero. Maíz con tusa y hoja.

Partijas: Sociedad o compañía para cultivar en la cual anualmente uno pone la tierra y las semillas y el otro el trabajo.

Pelarlo: Matarlo.

Picos: Linderos.

Pincha: Admiración.

Pitado : Salir rápidamente, fugarse.

Raliadito: A pedazos, muy tamizado.

Rastrojar: Dejar crecer la vegetación que viene después de derribar la selva.

Remesa: Mercado de víveres.

Regalarse: Ofrecerse, ponerse a la orden.

Resochín: Antipalúdico, droga.

Reventando: Aflorando, floreciendo.

Rozado: Abierto. Tumba de montaña.

Rula: Machete, peinilla.

Socola: Poda de ramas bajas.

Tala: Derribo de árboles.

Tapado: Sembrado sin remover ramas o palos.

Tigrilleros: Cazadores de tigres.

Timbo: Tambor, caneca.

Vivientes: Gente, habitantes.

Voladoras: Lanchas rápidas.

Voltear: Responder a un reto.

Vueltacandela: Figura, pase en una pelea a machete, volantín.

Guerrilleros liberales con Guadalupe Salcedo (izquierda), en 1945.

1989

Siguiendo el corte, Alfredo Molano

2014/01/24

POR ALONSO SALAZAR

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Alfredo Molano es el hombre que más ha contribuido, desde una disciplina indefinible pero seria, a conocer lo que acostumbramos llamar la “otra Colombia”.

Molano nació en Bogotá en 1944, estudió en la Universidad Nacional, donde obtuvo el título de Sociólogo, luego se fue a París, considerada la meca de las Ciencias Sociales. Regresó a ejercer como profesor, pero el sedentarismo lo agobió y decidió ser nómada. Sin duda, Molano es un pensador de Izquierda, con mayúscula, pero es heterodoxo. Hasta en su pinta se ve: es un hombre menudo, con cuerpo de adolescente, bigote y pelo blanco, de mochila arahuaca y tenis o botas, según la ocasión.

La frase puede no ser exacta, pero alguna vez le escuché decir que había que aprender rigurosamente los métodos y, luego, olvidar rigurosamente los métodos y abrirse con todos los

sentidos al mundo. Por eso, cuando publicó Siguiendo el corte, se preguntaba Orlando Fals Borda, gurú de la sociología: “¿Cómo hace Molano para obtener semejante montaña de datos tan interesantes e importantes para la sociedad y la historia del país y del Llano? ¿Actuó como sociólogo, como literato, o como periodista?”. Y el propio Fals Borda se responde: “Me tiene sin cuidado”.

El profesor Juan José Hoyos nos enseñó que “el periodismo es un viaje a pie”. Molano ha sido el mayor viajero que ha tenido este país; por caminos que desde el trópico ascienden a los cielos y ríos inmensos que hasta hace poco desconocíamos. Con su trasegar cumplió el mandato del reportero, pero amplió la definición a las Ciencias Sociales, como la Etnografía y la difícil Sociología, que requieren trabajo de campo.

El investigador desciende de la Colombia de los Andes, que sigue mirando de lejos, como los españoles en la Colonia, los territorios de borde, calentanos, ignorados o percibidos como indeseables. Las palabras que conforman los títulos de sus obras lo dicen: selva adentro, trochas, fusiles, viajes, tapón del Darién, Orinoquía… En la otra geografía física, busca otra geografía humana.

Siguiendo el corte es un cuadro del gran fresco sobre cultura, colonización y violencia que es su obra. Nos brinda la dimensión subjetiva de la historia: el amor, el odio, la venganza, ansias disímiles, el cuadro humano que no se representa en los procesos “objetivos” de los historiadores.

Ya en su presentación de los Años del tropel (1985), Molano había definido el testimonio –el relato en primera persona, presente en casi toda su obra– como una voz colectiva que permite conocer lo que la historia oficial ha obviado: la voz de los excluidos.

¿Qué es Siguiendo el corte? Simplemente es arte, es gran literatura. Una obra que nos completa. Por eso es trascendente. Rompiendo ortodoxias, Molano encontró esa otra parte del alma que nos hace falta para completarnos como nación: lo negado.