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Las guerrillas durante la Guerra de la Independencia 1808-1814. Parte I

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LAS GUERRILLAS DURANTE LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA 1808-1814 ¿LA GRAN APORTACIÓN ESPAÑOLA A LA GUERRA? I PARTE

D. DAVID ODALRIC DE CAIXAL I MATA

Director del Departamento de Historia y Cultura Militar del CFICD (Centro de Formación Interactivo para la Cultura de la Defensa) Historiador colaborador del Instituto de Historia y Cultura Militar del Ejército. Historiador colaborador Foundation Ecole Militaire de Saint-Cyr. Historiador colaborador US Army Military History Institute. Historiador colaborador The Strategic Studies Institute of the Army War College. Historiador colaborador del Aula de Cultura de Defensa. Historiador Colaborador del Museo Nacional Militar del Dia-D (Universidad de Nueva Orleans-EEUU). Miembro de la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y Guardia Civil.

La guerrilla en la guerra de España nace como fruto de la incapacidad del ejército español, al ser derrotado en continuas batallas contra los franceses en los desastres de 1808 y 1810. Exceptuando la gran victoria en la Batalla de Bailén, que significaba la primera derrota de los ejércitos franceses en el campo de batalla, y como tal una inyección de moral para los españoles, con lo cual se constataba que los franceses no eran invencibles y se les podía derrotar. Con la ruptura del dispositivo de defensa tras las campañas militares de 1809,

obligaría a la población española a combatir de la única forma posible: la guerrilla. La guerrilla fue por tanto una alternativa a las batallas a campo abierto, donde la superioridad enemiga tanto táctica como técnicamente era superior a los ejércitos españoles. Las partidas de guerrilleros acabarían al final de la guerra militarizadas. En 1810 el ejército francés requirió más de 50.000 soldados para combatir a la guerrilla, lo que reducía la efectividad de las tropas francesas en campaña en su lucha contra los ejércitos de la coalición aliada hispano-anglo-portuguesa. Las guerrillas vivían del suministro del apoyo británico en armas, equipo y uniformes. Como fue el caso del Regimiento de Caballería Almasa, equipado al completo por los ingleses. Incluso muchas unidades españolas estaban bajo mando de oficiales ingleses como los generales Wittinham, Murria, Rochild o Moore.

Durante la guerra de la Independencia hubo cientos de partidas de guerrilleros luchando contra los franceses. Es difícil calcular el número de guerrilleros, aunque según diferentes historiadores se podría estipular una cifra entre los 35.000 y 50.000 hombres. Aunque según iba avanzando la guerra, su número iba creciendo, lo que les permitía actuar como unidades militares, sobre todo cuando su jefe era militar. También hay que decir que el estricto sentido jerárquico del ejército británico y su rígida disciplina chocaron siempre con el anárquico sentido de la vida del pueblo

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español. La guerra de España tuvo unas características perjudiciales para los franceses; se vieron envueltos en una guerra irregular, una guerra de guerrillas, que desgastó a las tropas francesas. Favorecidos por un perfil montañoso y accidental del país, precario en las comunicaciones, siempre expuesto a una emboscada y por la solidaridad de la población civil con la guerrilla. La “guerrilla” surge a principios del siglo XVI con el significado de guerra interna o acción punitiva emprendida contra rebeldes del interior. Covarruvias en su diccionario escrito en 1611 dice: “Guerrilla: (quando entre particulares ay pendencia y enemistad formada”. En el siglo XVIII se utiliza el término en España con el significado de “encuentro ligero de armas”. En Francia como muy bien sabemos se utilizó el término que veremos más adelante como de “Petite guerre”. El libro de Gradmaison publicado con este título en 1756 se tradujo al castellano en 1780 como la “Guerrilla”, la petite guerre o guerrilla. En el sentido francés era simplemente guerra pequeña, o irrelevante. Los ingleses utilizarían la expresión guerrilla “Warfare”, o guerra de guerrillas, para referirse a la acción

militar emprendida por fuerzas no regulares que hostilizaban al enemigo.

Guerra interna, guerra pequeña y guerra irregular. Éstas son las tres opciones interpretativas; españolas, francesas e inglesas respectivamente. Los franceses tendieron a devaluar el concepto interesadamente, y los aliados de los españoles, primaron el componente organizativo o estratégico de la guerra irregular. La palabra “guerrilla” aparece en agosto de 1808 en boca de la duquesa de Chinchón: “Las guerrillas que han hecho los voluntarios” En septiembre de 1808 se auto-titulaba Francisco Moreno como “comandante de la guerrilla” de la división de Andalucía. La teoría de la guerra fue posterior a la práctica. Se desarrolla sobre todo a lo largo

de 1810: “Que los ejércitos sólo sirven para obligar a los enemigos a tener a su frente fuerzas considerables, y la verdadera guerra sólo la hagan partidas multiplicadas hasta lo infinito por todo el suelo español” Aunque desde diciembre de 1808 existe una normativa oficial reguladora de las partidas de guerrilleros establecida por Vicente Alcalá Galiano. El Reglamento para las partidas de guerrilleros se hizo en julio de 1812. De la guerra de resistencia se hicieron eco los franceses muy pronto. Suchet decía que: “Los campesinos, propietarios, padres de familia, sacerdotes y frailes abandonaron sus ocupaciones sin dudarlo con el fin de empezar las bandas formadas contra nosotros” El general español Blake dijo que: “la condición del francés se convirtió en un crimen a los ojos de las gentes del país” Propiciaban esta resistencia factores como el rechazo o determinadas muestras de crueldad o rapacidad del ejército invasor, la orografía del país y una tradición bandolera en determinadas comarcas. La asociación de la guerrilla con el empobrecimiento y bandidaje no ocurre siempre, pero lo cierto es que era frecuentemente el “Viva Fernando VII y vamos robando”.

Los franceses contribuyeron con su propaganda a radicalizar esta imagen del guerrillero-bandido que “arruina las propiedades, roba los ganados, irrumpe las comunicaciones”, “hombres salidos de las cárceles y las galeras, marcados en las espaldas con el hierro caldeado y en la frente con el oprobio y la infamia”. Las partidas eran de extensión desigual, la de Espoz y Mina llegó a agrupar cerca de 14.000 hombres, caracterizados todos por su drástico corte de pelo y por su uniforme

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marrón con sus sombreros negros. El Empecinado contó con 5.000 efectivos. Hubo 16 partidas grandes que cubrían más del 80 por ciento del total de los guerrilleros. La táctica era casi siempre la misma: ataque por sorpresa en un espacio adecuado y rápido y la huida a un lugar seguro, pero la organización no fue siempre la misma. Los ataques fugaces a Cataluña se hicieron a cargo de agrupaciones temporales de miqueletes y somatenes por cada acción y para cada zona. En Castilla actuaban lejos del ejército regular y en Cataluña muy cerca. Unos suplían, otros complementaban. Los guerrilleros catalanes, como veremos más adelante alcanzaron altos grados en la milicia catalana. Eroles; teniente general, Llauder; brigadier general y marqués del Valle de Ribas, Milans del Bosch; mariscal de campo, Rovira; brigadier general, Clarós; coronel, entre otros muchos.

El brigandage (bandolerismo, la acepción peyorativa de la guerrilla), tal y como lo llamaban los franceses, hizo estragos por su violencia feroz, realimentada por la represión que ejercieron los franceses sobre los propios guerrilleros a sus familias. Las torturas feroces ejecutadas por los guerrilleros son de echar a temblar: hombres apedreados hasta morir, hervidas en aceite, serradas por la mitad, muertas de sed tras haber sido enterrados hasta el cuello, orejas narices o lenguas cortadas, frentes alquitranadas (la crueldad del cura Merino destacó sobre la media) la leyenda de la crueldad de los guerrilleros debilitó al ejército francés. La estrategia del enemigo invisible los desazonaba. La violencia fue particularmente grande en Navarra. Mientras que, la funcionalidad de la guerrilla no excluye que, la mayoría de ellos tuvieron relaciones conflictivas con los campesinos de los propios pueblos y desde luego con el ejército regular español. El marqués de la Romana fue muy crítico con Juan Díaz Porlier, al que calificaba de jefe de una banda de ladrones. Luis de Villalba, oficial de artillería, hacia un balance de su labor considerando “lo mucho que superaban los perjuicios sobre los beneficios” El comandante Serrano Valdemoro decía: “Mientras las tropas no se den cuenta de que las batallas se ganan con la espalda y la bayoneta no hay nada que hacer. Disparar es quimérico. Como se consigue la victoria es acometiendo al enemigo con unión y valor”. Los juicios críticos se alternaron con los favorables. El general Girón fue muy crítico con la guerrilla y, en cambio, el general Freyre consideró a los guerrilleros muy útiles en la batalla que se estaba librando para vencer a los franceses.

Lo curioso del caso, es que muchos guerrilleros proceden del propio ejército del que habían desertado. El catalán Joan Bonsoms, el asturiano José Fombella, Bartolomé Anzor y Tomás Príncipe, el aragonés Martín Calvo, Espoz y Mina, eran desertores del ejército. Otros fueron soldados profesionales desligados de las unidades orgánicas por diversos motivos (Romerales, Llauder, Durán) Por una parte, al ejército lo veía muy bien la ayuda de las fuerzas irregulares de la guerrilla, y por otra parte, la guerrilla estimulaba la deserción. Inicialmente las autoridades militares recomendaban la formación de guerrillas. Las mayores críticas desde el ejército se desatan a partir de 1810. La Romana se despachó en “A la Nación Española”

(marzo de 1810) calificándoles a todos de desertores. La diversidad sociológica de los guerrilleros era notable. Roland Fraser los dividió en tres categorías: los que tomaron las armas sin permiso alguno (partisanos); los que recibieron autorización oficial

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(corsarios) dentro de los cuales había una subcategoría de proscritos. Es de destacar la ausencia de jornaleros y, en contraste, la abundancia de clérigos y estudiantes. El promedio de edad del guerrillero era de 25,9 años. El guerrillero más joven que podemos registrar durante la Guerra de la Independencia tenía 10 años y el más viejo 60 años.

LOS CONDICIONANTES DE LA GUERRA DE GUERRILLAS

La guerra de guerrillas constituye una praxis bélica cuya elevación doctrinal no se realizará hasta nuestro siglo con ocasión de las campañas revolucionarias o independentistas. La primera realización moderna de lo que hoy se conoce como guerra revolucionaria es, sin duda alguna, la guerra de guerrillas española. La guerra de guerrillas requiere por su aparición ciertos supuestos condicionantes, sin los cuales la guerrilla no tendría ninguna posibilidad, de poder realizar sus fines bélicos o, por el contrario, sería innecesario en el desarrollo de la campaña militar. La guerrilla sólo puede surgir sobre el hecho inicial de una indiscutible inferioridad militar que no permite mantener posiciones frente al enemigo. La segunda condición inexcusable para la aparición de las guerrillas es más difícil de lograr, por cuanto es un factor activo que requiere una generalizada unidad de decisión por parte de la población civil, lo que conduce a una situación de beligerancia universal en que todos, o al menos la inmensa mayoría de los nacionales, se definen como beligerantes frente al enemigo, sin llegar por ello a considerarse o actuar como soldados.

La guerrilla presupone el carácter nacional de la guerra, manifiesto en la colaboración plena del pueblo, que adopta una posición beligerante sin la cual los guerrilleros estarían condenados a un inmediato exterminio. La beligerancia del pueblo resulta decisiva en cuanto facilita a los combatientes irregulares una serie de servicios militares que en otro caso ocuparían una parte importante de sus efectivos, como son los abastecimientos, la información, el servicio de correos y la sanidad, por cuanto es la propia población civil la que se hace cargo de las heridos o imposibilitados. Descargada de todas estas obligaciones a las que tienen que atender las formaciones militares de cualquier otro tipo, la guerrilla se configura desde el primer momento como un grupo formado exclusivamente por combatientes, con una sensible desproporción a su favor en todo encuentro con un número igual de tropas regulares, en que sólo una parte de los efectivos son realmente capaces de combatir.

En tanto a la inferioridad militar responde siempre a una iniciativa del enemigo, contra la cual no se ha previsto la defensa o no existen los medios materiales para compensarla, la beligerancia universal es un factor que ha de crearse y, sobre todo, mantenerse a lo largo de campañas y que son siempre –de larga duración-- Mientras un levantamiento o un movimiento ocasional de una multitud puede ser en gran medida e incluso totalmente espontáneo, una guerra prolongada no puede explicarse en las mismos términos. Seis años de lucha interrumpida, como la de la independencia y, en general, toda guerra revolucionaria, constitucionalmente prolongada, requiere una importante dosis de organización. El objetivo último del ejército victorioso consiste en la pacificación del territorio, lo que supone el reconocimiento unánime por parte de la población, aún cuando sea forzado, del poder político al que aquél representa. Toda política pacificadora implica una acción policíaca represiva, que desemboca, con gran facilidad, en una serie de violencias, las cuales, a su vez, sirven para incrementar la hostilidad entre el ejército enemigo y la población, y terminaron

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por provocar reacciones por parte de esta, iniciándose un proceso cuya etapa final es un odio implacable entre ambos grupos humanos, con lo que se destruye la pretendida labor de pacificación.

Tal y como lo describe Moliner Prada: “La guerra de 1808, más que de frentes, fue una guerra irregular, defensiva, guerra nacional porque afecto directamente o indirectamente a todos los españoles, pero también fue una guerra total, porque todos los medios de lucha fueron válidos”. Pero las circunstancias fueron idóneas para el nacimiento de las guerrillas: Presencia de un opresor, depredaciones y saqueos de una tropa que tenía que vivir sobre el terreno que ocupaba, brutalidades ejercidas sobre la población civil, ejercida de una autoridad despótica, conciencia por parte de la guerrilla de estar defendiendo su tierra, sus bienes, y sus familias, ante la indeseada autoridad de un invasor. Este tipo de guerra dio paso a trágicos episodios que han sido mostrados por Goya en sus “Episodios de la Guerra” Entre los más famosos guerrilleros encontramos a Juan Martín Díaz “El Empecinado”, que llegaría al grado de Brigadier, mandando una división. Francisco Javier Espoz y Mina, un analfabeto, hijo de labradores que llegaría al grado de mariscal de campo, mandando la División de Navarra o Juan Palarea “El Médico”, el cura Merino, Pablo Murillo, que finalizada la guerra de la Independencia, fue nombrado capitán general de las Provincias de la Costa Firme (virreinato de Nueva Granada, la actual Venezuela, Colombia y Panamá). Se enfrentó con notable éxito a bolívar, ganando el título de marqués de la Puerta y conde de Cartagena, hasta su derrota en la batalla de Boyaca. José Uranga que formó parte tras la guerra de las partidas absolutistas en Álava. Tras el fin del período constitucional fue nombrado por Fernando VII comandante general de Álava. O el propio Gaspar de Jáuregui, que fue nombrado en 1834 brigadier de los ejércitos de María Cristina y comandante de la Columna Móvil de los Voluntarios de Guipúzcoa, que lucharon contra las partidas carlistas. Muchos de ellos que habían combatido juntos en la guerrilla, para expulsar a los franceses, volverían a combatir, pero esta vez en bandos separados, durante las luchas entre absolutistas y liberales en 1823 contra los Cien Mil Hijos de San Luis, que bajo el mando del Duque de Angulema, hijo del futuro Rey de Francia Carlos X, enviados por las potencias absolutistas parta restaurar en el Trono a Fernando VII y al Antiguo Régimen y en 1827, durante la Guerra dels Malcontents o Agraviats en Cataluña, la lucha entre los Realistas Apostólicos y los liberales, lucha que sería la antesala de las guerras carlistas. Pero sobre todo durante la Primera Guerra Carlista. Realmente, todos aquellos hombres, campesinos, agricultores, artesanos, bachilleres, y demás oficios que habían aglutinado las partidas de guerrilleros, tras la guerra se convertirían en generales de los ejércitos españoles, sustituyendo a aquellos que, militares de carrera, habían fracasado en sus intentos de derrotar a los franceses, en las batallas a campo abierto, siendo derrotados una y otra vez en combates encarnecidos.

Teniendo en cuenta la aplastante superioridad del ejército francés, el pueblo español tan sólo podía hacer una cosa, hacer uso de un tipo de guerra irregular y poco convencional tal y como regían las reglas de la guerra de entonces. Lo que esta claro, es que los franceses se encontraron con un tipo de guerra a la que no estaban acostumbrados a combatir, y aquello marcaría el principio del fin para las tropas francesas en España. El origen de la guerra de guerrillas viene por la denominación que los franceses le dieron a esta guerra irregular, llamada por ellos como “Petite

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Guerre” Guerra Pequeña. Los franceses al no poder enfrentarse a los guerrilleros a campo abierto, aprendieron de sus tácticas y crearon diversos grupos de contraguerrilla en Cataluña, y País Vasco, donde tuvieron bastante éxito al reclutar a diversos grupos de la “brivalla” como ellos la llamaban. Una de estas partidas contraguerrilleras estaba bajo el mando de un tal Pujol, con unos 300 hombres apoyaban las operaciones de los franceses en la Cataluña Central. Estos grupos también fueron conocidos como los Partisanos del Berguedà. Pero en Andalucía, entre 1810 y 1812 se llevó a cabo un plan para combatir a la guerrilla, redactado por el Comisario General de Policía de Córdoba; en la cual y a través de las prefecturas de la policía francesa se crearon algunas unidades de partisanos o “Agentes Montados de Córdoba”, cuyo gasto corría a cargo del Comisario General de Policía. Estos grupos de irregulares tenían que “exterminar” o como mal menor hacer la vida imposible a los malhechores dentro de la prefectura de Córdoba hasta que fueran expulsados o aniquilados. Los grupos de malhechores se constituían de la siguiente forma:

• Insurgentes: Eran los miembros de las tropas que no habían sido “sometidos” a José I Bonaparte y como tal vivían sobre el terreno, saqueando y rapiñando lo que podían, o lo que les daban los campesinos y vecinos de los pueblos de la comarca.

• Dispersos: Eran soldados y oficiales que se habían reintegrado en sus hogares, sobre todo después de la batalla de Ocaña. Algunos de estos dispersos, pidieron el indulto y se reintegraron a sus oficios, pero otros muchos optaron por alistarse con los insurgentes o con las partidas de bandoleros o de los contrabandistas.

• Partidas de Bandoleros: La Guerra de la Independencia ayudo a aumentar el número de bandidos y bandoleros a gran escala, los cuales vivían de diversos delitos de extorsión, secuestro, coacción y robo. Las causas de estos grupos de delincuentes fueron debidas en gran parte a los dispersos, a los grupos de desertores de las tropas imperiales (austriacos, rusos, prusianos, italianos, belgas, holandeses, irlandeses, suizos, alemanes etc...) y sobre todo, debido en gran parte, a la crisis de la agricultura por culpa de la guerra y a la impunidad con la que pudieron moverse estos grupos durante toda la guerra.

• Partidas de Contrabandistas: La diferencia de los contrabandistas con los bandoleros, se diferenciaban de las otras partidas en que estas, no robaban ni creaban inseguridad en la población, pero iban fuertemente armadas y en el caso de que vieran en peligro sus mercaderías, podían enfrentarse encarnizadamente a los que trataran de requisárselo, fueran españoles o franceses.

• Cuadrillas de Delincuentes: Estos grupos actuaban dentro y en las inmediaciones de las poblaciones. No estaban constituidos como partidas, porque su asociación era temporal o para cometer algún delito y después volvían a disolverse.

• Los desertores del Ejército Imperial: No podemos hablar de una cifra exacta de desertores del ejército imperial; pero se calcula que podían ser entre 300 y 500 los que fueron fusilados al intentar pasarse a la guerrilla o al ejército regular. El reintegro a sus unidades podía significar su fusilamiento. Nunca se asociaron entre ellos, porque las posibilidades de sobrevivir en un territorio hostil eran prácticamente nulas.

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Los trastornos que causaban la actuación de estos grupos era la inseguridad en el correo, los peligros para los viajeros y el deterioro del comercio, lo que produciría que las quejas de la población fuesen continuas. Los franceses querían establecer lógicamente un control sobre la población para poder controlar y combatir a la guerrilla. Consistía entre alguna de las medidas de dotar a los ciudadanos de un documento de identidad. Pero hasta el momento los únicos documentos que existían eran los pasaportes. El plan antiguerrillero era bastante ingenioso, contenía una serie de elementos que si se hubieran llevado a la práctica, hubiera posiblemente tenido éxito. Pero debido en gran parte al enfrentamiento entre la administración josefina y española y a la reticencia de los alcaldes de los pueblos y sobre todo, por los enfrentamientos de jurisdicción entre las diferentes prefecturas de policía, el plan antiguerrillero francés acabo en un fracaso. La guerra de guerrillas es una táctica militar de conflictos armados consistente en hostigar al enemigo en su propio terreno con destacamentos de irregulares. Por lo tanto podemos afirmar, que el termino guerrilla y guerrillero se empezó a utilizar en España durante la invasión de Napoleón. La palabra guerrilla, se refiere generalmente al ataque de grupos de civiles armados contra el ejército de un Estado, que puede ser invasor de su territorio, o bien promover el rechazo de la mayoría de la población. La guerrilla, esos grupos de combatientes que atacan solo cuando el contrario es menor en número o esta desventajosamente situado, matan y hacen prisioneros, los que pueden, y al saber que acuden refuerzos se retiran a una posición más segura. La guerrilla es muy vieja en nuestra historia, la habían usado ya los celtiberos, contra la potencia invasora de su tiempo, Roma. Los romanos, al igual que la Francia napoleónica era demasiado fuerte para ser atacada frontalmente y solo podía ser herida en pequeñas y repetidas escaramuzas.

En Hispania, los cabecillas legendarios se llamaban Indivil y Mandonio y sobre todo el lusitano Viriato. Pero en la antigüedad, el líder guerrillero más emblemático fue David de Judea, Rey de Israel, que derrotó a los ejércitos de filisteos y meronitas en batallas irregulares de guerrilla. Aunque el Rey David también conquisto la ciudad de Canaan, tal y como nos relata la Biblia con ataques sorpresivos de irregulares, aunque también fue el primero en utilizar las tácticas de guerrilla urbana en la toma de Jerusalén en el año 1.000 a.C. A lo largo de la historia podríamos encontrar muchos ejemplos de grupos de irregulares en combates contra ejércitos regulares, como por ejemplo: Con Alejandro Magno, el cual tuvo que enfrentarse a las guerrillas de las tribus montañesas durante su incursión sobre Persia, o el propio Aníbal que tuvo que enfrentarse a los ataques de las guerrillas de las tribus salaseas cuando cruzaba los Alpes, o incluso Don Pelayo y sus seguidores utilizaron tácticas de combate de grupos de guerrilla y de irregulares combatiendo contra los ejércitos invasores de sarracenos en Asturias. E incluso los vascones que utilizaron técnicas y tácticas de combate como grupos de irregulares en Roncesvalles contra los soldados del ejército de Carlomagno. Pero el término de guerrilla alcanzó su consagración durante las campañas napoleónicas en España; ensalzado, si se quiere, por el propio Napoleón que llegó a considerar la resistencia española la causa principal de su derrota; por encima incluso, según su opinión, de las catástrofes en Rusia que, según los historiadores, fueron mucho más sangrientas que las españolas.[] Aunque tendríamos que matizar que los irregulares son aquellas fuerzas que no están organizadas de acuerdo a los rangos y procedimientos estándar de unas fuerzas armadas. En la guerra de la Independencia de 1808 podríamos ver la similitud de varias fuerzas de irregulares, guerrilleros, milicianos, partisanos o incluso paramilitares. Otro termino que podríamos realzar con su parecido a la Guerra de la Independencia, sería sin lugar

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a dudas el de la guerra asimétrica, la cual sería aquel conflicto donde existe una gran desproporción entre las fuerzas militares de ambos bandos implicadas a utilizar medios fuera de la tradición militar común. Entre ellos; la guerrilla, la resistencia y la desobediencia civil y la contrainsurgencia. Aspectos claves, que fueron de la lucha armada del pueblo español contra el invasor francés. Los irregulares son frecuentes en conflictos civiles o revolucionarios, donde la implicación directa de la población pone en situación de combate a personas sin preparación formal al respecto; desempeñan en general funciones de guerra no convencional, como hostigamiento, guerra de guerrillas, emboscadas o resistencia clandestina, en las que su organización menos estrecha no representa una desventaja.

Esta táctica guerrera resucitará con la invasión francesa, con mucha más fuerza y virulencia. Las partidas de guerrilleros se componen de pocos hombres con un jefe elegido por ser conocido en el pueblo en el que se formaba la partida. El problema estaba en la Junta Suprema Central, al no poder controlar las guerrillas, al no tratarse de una fuerza del ejército regular, les da su bendición y les otorga un Reglamento de Guerrilleros a los que denomina “Milicia de Nueva Especie” se fijaba el número máximo en 100 hombres por “partida” o “cuadrilla” de ellos 50 irían a caballo y 50 a pie. Los soldados franceses tan sólo eran dueños del terreno físico que ocupaban, ir

más allá significaba el enfrentamiento a las fuerzas de guerrilleros. El mayor riesgo lo tenían los correos que por su obligada velocidad, no podían viajar en grandes grupos haciéndolos presa fácil de los guerrilleros. De esta manera, las noticias de la situación militar del ejército francés en Europa, llegaban antes a los españoles que a los destinatarios del ejército imperial en España. Como por ejemplo, ocurrió con el “Boletín de la Gran Armée”, describiendo el desastre napoleónico ante los rusos, fue leído por los españoles 19 días antes!!! que el Rey José I Bonaparte En 1812 se suprime el termino de partida de guerrilleros por el de Cuerpos Francos, ya militarizados y en muchas ocasiones con jefes militares. Incluso después de la guerra, en 1814, muchas de estas unidades, tras la desmovilización general, se reconocerán sus grados

militares y permanecerán en el organigrama militar de la caballería. Tales como los Húsares o Cazadores de Iberia, o los Cazadores de Guadalajara y de Madrid.

Como ejemplo de aquellos jefes guerrilleros, que acabaran la guerra como jefes militares de alto rango, entre ellos; Javier Espoz y Mina, analfabeto e hijo de labradores, llegó al grado de general, mandando la División de Navarra, encuadrada en el 7º Ejército del general Mendizábal, o el propio Pablo Morillo, que empezó la guerra de soldado en Bailén y la acabó de general en la batalla de Vitoria en 1813, mandando una división encuadrada en el 3º Ejército, en dicha batalla Morillo resulto gravemente herido. Hubo otros casos como el cura Merino, Díaz Porlier, Milans del Bosch, Manso, Llauder, Jáuregui entre otros muchos. La guerrilla tiene un componente fundamental: la adscripción no es tanto por leva como por voluntad (aunque en la Guerra de la Independencia se llevaron a cabo levas de reclutamiento forzoso), la disciplina es laxa, siendo el mando de hoy un simple guerrillero de ayer, de la misma adscripción social y cultural. Sin diferencia ni de clase ni de educación o formación. La propia operatividad tiene su razón en la iniciativa sobre el terreno,

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sobre la decisión de cada partida. Esta “libertad” táctica de cómo consecuencia una falta de sumisión ciega, de subordinación, al mando. Porque el mando es un compañero solamente de rango superior. Pero tras seis años de padecimientos, tras sobrevivir a combates, heridas, persecuciones, mazmorras, pero ahora aquellos hijos de labriegos, de herreros, de panaderos, de gentes humildes, se encontraban con entorchados de coronel y de general. Con un ascenso social que jamás habían podido imaginar desde su humilde origen, de simples gentes de pueblo. Su ideología era una difusa mezcolanza de generalidades sobre la libertad, la regeneración de España. Un futuro de progreso y bienestar en el que sin duda ellos recibirían el merecido premio a su heroico sufrimiento durante aquellos seis largos años de guerra.

El problema principal de los franceses era mantener sus líneas de comunicaciones y de abastecimientos con sus distintas unidades dispersas por la Península, debido a los continuos ataques de la guerrilla. El daño que las tropas irregulares de guerrilleros hacían a las tropas francesas provocó tal irritación en sus mandos que, a primeros de

mayo de 1810, el mariscal Soult abandonaba la teoría de tratar a estos hombres como soldados de un ejército regular y les da la categoría de asesinos y bandidos; designando que en España no hay otro ejército regular que no sea el de SMC Don José Bonaparte, Rey de España. Así que con esta orden, todas las partidas de guerrilleros que existen en la Península serán tratadas como vulgares bandidos. En la primavera de 1812, se estaba produciendo la bajamar del poder francés. Su tropas eran jóvenes bisoños, sin experiencia en el combate, como aquellos que habían sido derrotados por Reding en Bailén en 1808, soldados poco curtidos en batallas. Las mejores tropas imperiales habían sido enviadas para participar en la campaña rusa, 771.000 soldados, las mejores fuerzas de Napoleón. Aquellos soldados morirían en las heladas estepas de Rusia. El

bajo nivel combativo del ejército de Napoleón en la península, recrecía la moral de una guerrilla envalentonada, que hacía acto de presencia y de hostigamiento de norte a sur y de este a oeste. En la guerrilla como escribe Pérez Galdos: ”No hay verdaderas batallas, es decir, no hay el duelo previsto y deliberado entre ejércitos que se buscan y se encuentran, eligen terreno y se baten. Las guerrillas son la sorpresa y, para que haya choque, es preciso que una de las partes ignore la proximidad de la otra. Los guerrilleros no se retiran, huyen y el huir no es vergonzoso para ellos. La base de su estrategia es el arte de reunirse y dispersarse.”

En las investigaciones recientes llevadas a cabo por historiadores británicos, como Charles Esdaile o Ronald Fraser, podríamos encontrar que, de las fuerzas que integraban la guerrilla, un 20'9 por ciento de los individuos listados en aquellas casi 4.000 partidas o cuadrillas, se consideraban pertenecientes a una primera categoría de clases acomodadas, subdivididos en un 8'3 por ciento de eclesiásticos, un 5'5 por ciento de militares, un 2'4 por ciento pertenecientes a la Administración, un 2'3 por ciento de profesiones libres, un 1'3 por ciento de estudiantes y un 1'1 por ciento de rentistas. En una segunda categoría, un 25'6 por ciento procedían del pueblo llano, un 12 por ciento del campesinado, un 3'4 por ciento son pastores, un 1 por ciento son arrieros, carreros, acemileros; los de procedencia artesanal ocupaban un 4'3 por

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ciento, un 0'5 por ciento eran bandoleros y matuteros. Finalmente, otro 0'5 por ciento ocupaba una miscelánea de taberneros, curtidores, jornaleros, aguadores y barberos. Pero dentro del grupo de guerrilleros que formaban el pueblo llano, también se enrolaron en estas cuadrillas o partidas personajes con los más variados y sospechosos antecedentes, donde estuvieron como pez en el agua, aunque lo bárbaro y cruel de alguna o muchas de sus acciones contribuyeron en alto grado, a crear la leyenda brigantina de la guerrilla. Eran los contrabandistas, desertores, salteadores de caminos, para quienes echarse al monte era dar salida a un espíritu delictivo, que podía revertirse o camuflarse de móviles patrióticos. En este rango hay que situar a Pedro Juárez, Saturnino Abuín (el Manco) de la partida del Empecinado, que se pasaría a los franceses, Anselmo Alegre (el Cantorero), Ignacio Alonso (el Cuevillas), Saormil, Díez, Barons, Alfonso (el Barbudo), entre otros muchos. Se calcula que en la Península había 4.000 partidas de guerrilleros, diseminados por todas las provincias, muchos de los jefes de estas partidas habían jurado dar muerte a 30 o 40 franceses al mes, que sumando el resto de partidas podía dar una cifra mensual de 6.000 franceses al mes. Lo cual nos daría una cifra de 80.000 franceses muertos o heridos al año. Todas estas bajas sin haber llevado a cabo una batalla a “campo abierto” contra los ejércitos enemigos tal y como marcarían las reglas de la guerra. Aunque ha habido muchos intentos de calcular las bajas sufridas por el ejército francés en España durante la Guerra de la Independencia a manos de los guerrilleros; los generales franceses Marbot y Bigorre cifran las bajas en 100 hombres diarios, lo que daría un total de 180.000 hombres muertos y heridos. Sin duda existen otros cálculos, como los del general Lemière de Corvey que nos da una cifra de entre 6.000 y 8.000 bajas al mes, lo que nos daría una cifra cercana a los 500.000 soldados, algo quizás muy exagerado, por ello, la cifra que más se aproximaría a la realidad sería la de 300.000. Además los jefes guerrilleros, podían ser objeto de admiración popular por un estilo de vida independiente y valerosa que resultaba simpático al carácter individualista

español.

Los guerrilleros podían ser muy duros, crueles e indisciplinados, poco ajustados a las reglas del juego de la guerra. Pero ante todo, eran necesarios ante la injustificada agresión del ejército invasor napoleónico. Fue en Catalunya, precisamente en Hospitalet del Llobregat, donde se creó la primera partida de guerrilleros compuesta exclusivamente por mujeres. Siempre se ha hablado de aquellos guerrilleros como Juan Martín Díaz “El Empecinado, Andrés Ochotorena, Mario Renovales, Francisco Herrera, Vicente Moreno o la partida de Ruiz Falcón entre otros muchos de aquella variadísima tipología que nutrió las filas de los oponentes al ejército francés, de todos aquellos valientes, hombres y también las mujeres que formaron y estuvieron al mando de diversas partidas de guerrilleros. Lo cual es ineludible y

justo añadir, y en grado preponderante, las motivaciones patrióticas y de defensa nacional que estuvieron en la razón de ser y de obrar de los hombres y mujeres que decidieron el correr el riesgo y la aventura de abandonar sus hogares y a sus familias, obedeciendo a un noble impulso de defensa de la patria, en peligro de caer en manos del ejército invasor. Como tal, es una obligación el recordar a todas aquellas mujeres que lucharon denodadamente con un fervor patrio, dando su vida en muchas

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ocasiones para liberar a España de la opresión de las bayonetas del ejército napoleónico. Entre todas ellas me gustaría resaltar a varias de las que podemos considerarlas como autenticas heroínas de la Guerra de la Independencia:

• Manuela Malasaña, Clara del Rey o Benita Pastrana: Que combatieron con gran valor durante los combates por las calles de Madrid y en el Parque de Artillería de Monteleón.

• Martina de Ibarriaga (la vizcaína); que llegó al grado de teniente coronel del ejército, haciéndose pasar por hombre. Tras la muerte de su hermano y su padre fusilados por los franceses, asumió la identidad de un tal Manuel Martínez y creó un grupo de guerrilleros, más tarde militarizados como Cuerpo Franco, con unos 400 jinetes. Su identidad se descubrió al caer herida en el combate de Barbastro, donde un joven médico militar descubrió su autentica identidad como mujer.

• Margarita Tena o Magdalena Bofia; Que mandaron dos partidas de guerrilleras en la comarca de Viladrau, en Girona, las cuales acostumbraban a cortar la lengua de los correos franceses que capturaban, entre otras cosas.

• Rosa Aguado; Que era la amante del general Kellermann, gobernador militar de Valladolid, la cual también asimismo era la espía de Wellington, con lo que pasaba toda la información de los movimientos franceses a los británicos. Rosa Aguado se convirtió en nuestra Matahari española.

• Agustina Zaragoza Doménech; Que ha pasado a la historia como Agustina de Aragón, por la brillante y heroica defensa de la batería del Portillo en Zaragoza, durante el asedio de los franceses en julio de 1808.

• María Bellido; La aguadora, que llevó agua en su cántaro a nuestros soldados muertos de sed, durante el combate en Bailén, en aquella calurosa mañana del 19 de julio de 1 808. Aunque esto es una personificación simbólica, ya que fue toda la población de Bailén la que participó en el suministro de agua a nuestros soldados.