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LAS LENGUAS EXTRANJERAS COMO VEHÍCULO

DE COMUNICACIÓN INTERCULTURAL

GOBIERNODE ESPAÑA

MINISTERIODE EDUCACIÓN

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MINISTERIO DE EDUCACIÓNSecretaría de Estado de Educación y FormaciónDirección General de Formación Profesional

Instituto Superior de Formación y Recursos en red para el Profesorado

Edita:© SECRETARÍA GENERAL TÉCNICASubdirección General de Información y Publicaciones

Catálogo de publicaciones del Ministerio de Educaciónhttp://www.educacion.es/

Fecha de edición: 2009NIPO.: 660-09-004-5ISBN.: 978-84-369-4711-3

Depósito Legal: M-23.861-2009Imprime: Fer Fotocomposición, S.A. - C/ Alfonso Gómez, 38 - 3º C - 28037 MADRID

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Colección: AULAS DE VERANOSerie: Humanidades

LAS LENGUAS EXTRANJERAS COMO VEHÍCULO

DE COMUNICACIÓN INTERCULTURAL

Este libro propone una reflexión sobre el papel que desempeñan las len-guas extranjeras en la formación cultural de las personas, atendiendo especial-mente al contexto actual de España. Por ello, se tratará el decisivo asunto delmultilingüismo, un reto determinante en el nuevo contexto europeo, de com-plejas implicaciones culturales. El multilingüismo supone, además, un inmensodesafío pedagógico. La presente publicación abordará tanto el marco históricoy cultural que da sentido a este proyecto como la metodología educativa quemejor puede facilitar su correcta materialización, poniendo especial énfasis enla enseñanza integrada de lengua y contenidos. Se atenderá de manera predo-minante a la lengua inglesa, su pasado, presente y futuro como lengua interna-cional; pero se discutirá, asimismo, el papel de lenguas emergentes en un planoglobal, analizando la presencia cultural y educativa del alemán en España.

Dirección editorial del volumen Las lenguas extranjeras comovehículo de comunicación intercultural: JULIÁN JIMÉNEZHEFFERNAN

Coordinación: M.ª TERESA PEDRAZ GÓMEZ

Autores:

DRÄXLER, Hans-DieterJIMÉNEZ HEFFERNAN, JuliánMARTÍNEZ-DUEÑAS ESPEJO, José LuisPAVÓN VÁZQUEZ, VíctorPÉREZ VIDAL, CarmenWHANON BENSUSAN, Sultana

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ÍNDICE

Lost in translation. Apuntes sobre los beneficios culturales de la formación multilingüe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Julián Jiménez Heffernan

Multilingüismo y aprendizaje de lenguas en Europa, una cuestión de contexto y de contacto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39Carmen Pérez Vidal

Cambios en la realidad educativa a través de la enseñanza integrada de lengua y contenidos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65Víctor Pavón Vázquez

El ideal cosmopolita: claves históricas y culturales . . . . . . . . . . . . . . . 85

Sultana Whanon Bensusan

Pasado, presente y futuro de la lengua inglesa como lengua internacional . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131José Luis Martínez-Dueñas Espejo

Presencia cultural y educativa de la lengua alemana en España: una aportación a la formación para un futuro plurilingüista y multicultural . . 155

Hans-Dieter Dräxler

Ediciones del Instituto Superior de Formación y Recursos en red para el Profesorado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173

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Índice

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LOST IN TRANSLATION.APUNTES SOBRE LOS BENEFICIOS CULTURALES

DE LA FORMACIÓN MULTILINGÜE

Julián Jiménez HeffernanFacultad de Filosofía y Letras

Universidad de Córdoba

Es ist so schwer, ins Herz zu sehen!Theodor Fontane. Effi Briest

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Cualquier decisión política que se adopte en ámbitos institucionales, enespecial los educativos, pero no sólo en ellos, relativa a la implantación de medi-das destinadas al fomento del plurilingüismo en cualquiera de sus grados y for-mas, será una decisión basada, consciente o inconscientemente, en un modeloepistemológico y/o antropológico que trata de responder a preguntas como lassiguientes: ¿qué es el lenguaje?, ¿qué significa hablar?, ¿qué relación existe entrelo humano del hombre y el lenguaje que habla?, ¿cuál es el origen del lenguaje?,¿qué relación existe entre la llamada racionalidad y el lenguaje?, ¿por qué haydiversos lenguajes naturales y no solamente uno? Lo paradójico es que dos per-sonas pueden apoyar idénticas medidas destinadas a la promoción del plurilin-güismo sin ser conscientes de que disienten en lo principal. Y lo principal se resu-me en dos preguntas ¿por qué el plurilingüismo?, ¿para qué el plurilingüismo?

Las respuestas a estas dos preguntas se implican necesariamente con lasrespuestas posibles a las preguntas mencionadas con anterioridad. A casi nadiese le escapa que, a despecho de la bonhomía ocasional que adorna algunos deestos proyectos educativos, la razón que alienta en su fondo es prioritamiente uti-litarista: decimos sí al plurilingüismo porque conocer varios idiomas es útil–vale decir, rentable– en las sociedades profesionalizadas del tardo-capitalismoglobalizado. Y luego añadimos, entre dientes, una razón estratégica: el plurilin-güismo facilita las relaciones interculturales. Así reza el título de la presentepublicación: “Las lenguas extranjeras como vehículo de comunicación intercul-tural”. Los que leemos este libro, todos nosotros docentes, damos un créditoinnegociable a esta razón estratégica. Y por ello mismo no necesitamos, real-

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mente, este libro. Tampoco lo requieren los diplomáticos, presumibles conoce-dores de la codificación –y en muchos casos motivación– lingüística de casi todadiferencia cultural. Quizás esta publicación ayudaría a algunos empresarios, yaque conocer un idioma ajeno ayuda no sólo a traducir transacciones al idioma delcliente, sino también a conocerlo, lo cual refina estudios de mercado, mejora tupublicidad, potencia ritos de negociación, redundando todo ello en un incremen-to de ganancias. Y tengo la impresión de que un adecuado diseño del presentevolumen ayudaría sin duda a los políticos. Perder la inocencia en materia educa-tiva es uno de los desafíos más acuciantes del presente, muy especialmente enEspaña, un país en el que “aprender idiomas” ha pasado de la agenda educativaa la del ocio, ocupando un lugar equivalente al de “hacer maquetas de portavio-nes”, “visitar a la suegra” o “sacar a pasear al perro”. Y todo ello a pesar de lasproclamas incesantes sobre la necesidad de mejorar la educación multilingüe delos ciudadanos o el diseño compulsivo de programas-bilingüe-piloto.

De ahí la limitación argumentativa que se impone a quien desea abordarun asunto como el que hoy nos reúne aquí, “Las lenguas extranjeras como vehí-culo de comunicación intercultural”, pues la propia formulación del título ya loda por hecho: “Las lenguas extranjeras [son] vehículo de comunicación inter-cultural”. Así es. Pero, insisto, ¿por qué? Miremos de nuevo a la formulación ydespleguemos sus proposiciones latentes: existen las culturas; a cada cultura sele atribuye fundamentalmente una lengua; las culturas pueden entrar en comu-nicación; uno de los vehículos idóneos para entablar dicha comunicación es elconocimiento por parte de los ciudadanos de las dos culturas respectivas de lalengua de la cultura ajena, que llamamos extranjera. Cabe asimismo inferir deltítulo algunas sospechas:

1. Primera sospecha. Que la relación intercultural no implica bilaterali-dad en cuanto al aprendizaje de la “lengua extranjera”, pues basta conque los miembros de una cultura hagan el esfuerzo de aprender la len-gua de otra para que la comunicación intercultural se produzca.

2. Segunda sospecha. Que lo que se comunica, en el proceso de comu-nicación, son contenidos de dichas culturas, que bien podrían comu-nicarse de otro modo.

La primera sospecha nos conduce a cuestiones de imperialismo cultural.Supongamos que un ciudadano griego aprende inglés. La pregunta es: ¿comu-nica esta persona griega trozos de su cultura griega a un sujeto inglés con lamisma efectividad que un inglés le comunica a él trozos de su propia cultura?Es decir, en un intercambio monolingue intercultural, qué cultura es la quenecesariamente queda mejor comunicada: ¿la del aprendiz o la del nativo? Estacuestión recibe un tratamiento radical en las tesis de Spivak, quien postula el

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silencio forzado de los sujetos “subalternos” en situaciones de imposición cul-tural imperial1. Pero no hace falta alcanzar tal radicalidad para suponer que, enla situación actual de imperialismo cultural anglófono, estas culturas (inglesa,americana, canadiense, australiana) estarán siempre en mejor posición parainternacionalizar el conocimiento de sí mismas. Y dicha internacionalización yaes, en sí, un mecanismo de colonización epistemológica, pues la particularidadde las culturas se difumina en la categoría, global porque compulsivamentecomprensible, de “Cultura”. El resto de las culturas tienden a obtender su auto-comprensión mediante una transferencia no siempre legítima de los modeloscognoscitivos empleados por las culturas del inglés. Ello quizás no afecte enexceso a los estudios de hematología o física atómica, pues ni la sangre ni losprotones entienden de geo-política. Pero sí afecta sin duda a estudios de socio-logía, antropología, historia, a los estudios, en definitiva, culturales. Una con-secuencia palpable es el hecho de que los países no anglófonos comienzan a sermás comprensibles, no sólo para otros sino también para sí mismos, en el idio-ma recibido del Imperio. El hecho, por ejemplo, de que tanto el hispanismo devanguardia como ciertas corrientes avanzadas de la historiografía española seescriban en inglés, y en muchos casos en suelo anglófono, por parte de investi-gadores españoles temporal o definitivamente expatriados, es un hecho singu-lar de amplias consecuencias epistemológicas. Ello confirma, entre otras cosas,el nuevo orden mundial que siguió al cierre de la guerra fría, una situación, cer-teramente diagnosticada por Jacques Derrida, en la que los Estados Unidos seerige como garante del orden global no sólo por su capacidad de intimidaciónmilitar, sino más bien por lo que esa capacidad permite: el hecho de quecomience a ser visto por el resto de países como el lecho último de justificaciónmundial, el fondo de solidez que subtiende a toda transacción material o men-tal. Estados Unidos obtiene créditos de poder en todos los planos: económico,técnico, militar, mediático, dialéctico, discursivo, axiomático. Se convierte, así,en la condición misma de posibilidad de eso que llamamos “mundo” comoobjeto comprensible: el sistema de interpretación, la axiomática, lógica y retó-rica que nos permite precisamente hablar, es decir, comunicar(nos) y comuni-car nuestras culturas2. ¿Quiere ello decir que cuando otras dos culturas se estáncomunicando lo hacen necesariamente en un marco facilitado y autorizado porla cultura norteamericana? En cierto modo, sí. Y lo que es más grave: hablemoslo que hablemos, transmitamos lo que transmitamos, el idioma inglés será el

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1 GAYATRI CHAKRAVORTY SPIVAK. (1988). “Can the Subaltern Speak?”. En CaryNelson y Lawrence Grossbert (eds). Marxism and the Interpretation of Culture. London:Macmillan.; recogido en Bill Ashcroft, Gareth Griffiths, Helen Tiffin (eds). (1995). ThePostcolonial Studies Reader (pp. 24-28). London: Routledge. 2 DERRIDA, Jacques and HABERMAS, Jürgen. (2003). Philosophy in a Time of Terror.The University of Chicago Press. Uso la edición francesa: Le ‘concept’ du 11 septembre,Galilée, Paris, 2004, pp.142-43.

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murmullo de fondo, el silencio imposible que –paradójicamente– hará posibletoda comunicación.

Pero pasemos a la segunda sospecha, que formulé del siguiente modo:que lo que se comunica, en el proceso de comunicación, son contenidos (emo-ciones, valores, funciones antropológicas) de dichas culturas, que bien podríancomunicarse de otro modo. La lengua es considerada un mero vehículo o con-tinente, frente a la sustancia cultural, que es vista como contenido. No quisieraafirmar que esta tesis sumergida sea forzosamente inherente a la fórmula, “Laslenguas extranjeras como vehículo de comunicación intercultural”. Pero la sos-pecha es fuerte. Y lo es porque estamos instalados en un orden epistemológicoque, velis nolis, hace de dicha sospecha un axioma fundamental. Con leves reto-ques, el axioma es asimilable a cualquier posición racionalista o cognitivista deltipo: el lenguaje exterioriza, expresa, patrones racionales que son innatos alsujeto o motivos culturales (de consistencia no verbal) que el sujeto adquiere.En la medida en que el lenguaje es meramente un vehículo la transferenciainterlingüística de esos patrones y motivos no se verá en absoluto entorpecida.Simplificando de manera ostensible, este tipo de axioma es deducible del pro-yecto generativo-transformacional, de inspiración racionalista, fundado porNoam Chomsky en los años cincuenta y que ha encontrado, con modificacio-nes sucesivas y desarrollos inesperados, cierto grado de confirmación en, por unlado, las llamadas ciencias cognitivas contemporáneas (Lakoff, Langacker,Pinker), y por otro en la teoría de la acción comunicativa del filósofo alemánJürgen Habermas. Cierto es que en muchos modelos de lingüística cognitivadicho axioma no sería del todo posible, pues se muestran muy atentos a la opa-cidad recíproca intercultural, pero lo cierto es que los herederos de Chomskyacatan, de manera más o menos explícita, y muy a pesar de sus proclamas pro-gramáticas, un principio racionalista en virtud del cual las formas del lenguajeestán determinadas por campos cognitivos que las preexisten. La preexistenciade dichos campos se explica, en parte, en función del innatismo fundamental dela estructuración profunda (gramatico-lógico-racional) del lenguaje. Si StevenPinker afirmaba que el lenguaje es un “instinto”, el último Chomsky, el del lla-mado programa minimalista, se atreve a decir que el lenguaje es más bien un“órgano”3. Este doble gesto biologicista propone, en el fondo, la anterioridadradical de un horizonte (el lenguaje) a cualquiera de sus determinaciones parti-culares (los lenguajes). Esta anterioridad, esta priorización tanto cronológicacomo causal, caracteriza asimismo muchos desarrollos cognitivos de la prag-

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3 PINKER, Steven. (1994). The Language Instinct. The New Science of Language andMind. London: Penguin.; CHOMSKY, Noam. (2000). “New Horizons in the Study ofLanguage”. En New Horizons in the Study of Language and the Mind (pp. 3-19; en par-ticular, p. 4). Cambridge: Cambridge University Press.

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malingüística, pues en ellos se acata un principio de prioridad intencional en elque espejea, necesariamente, este racionalismo. Así, Sperber y Wilson no dudanen afirmar que la comunicación es “a process of inferential recognition of thecommunicator’s intentions”. Primero es la intención comunicativa, luego laarticulación deferencial/inferencial, luego la codificación, y luego, finalmente,la expresión del acto de habla.

En este entorno de pensamiento racionalista (mentalista, intencionalista,cognitivista) no es descabellado un exabrupto como el de Pinker cuando afirmaque un pastor escita tiene, por naturaleza, el mismo potencial cognitivo quePlatón. El potencial cognitivo, diríamos, no lo proporciona la lengua particular,sino que constituye una invariante antropológica. El hecho, pues, de que algu-nos de esos campos cognitivos, los más próximos a la urbe de la razón, seancompartidos por casi todos los hablantes del planeta, es lo que hace posible unmarco de razón comunicativa que los abraze, legitime y ponga en comunicación(diplomática, política, social, intercultural...). En la acción comunicativa, ni ellenguaje ni la cultura de los emisores respectivos deben suponer, segúnHabermas, un obstáculo importante, porque lo han dejado, literalmente, suspen-so o a sus espaldas:

Al ejecutar o entender un acto de habla, los participantes en lacomunicación se mueven hasta tal punto dentro de su lenguaje, que unaemisión actual no pueden ponerla ante si como ‘algo intersubjetivo’ almodo como pueden hacer experiencia de un suceso como algo objetivo,al modo como una expectativa de comportamiento les sale al paso comoalgo normativo, o al modo como viven (o atribuyen al otro) un deseo, unsentimiento, etc. como algo subjetivo. El medio del entendimiento semantiene en una peculiar semitrascendencia. Mientras los participantesen la interacción mantengan su actitud realizativa, el lenguaje queactualmente utilizan permanece a sus espaldas. De ahí que cultura y len-guaje no cuenten normalmente como ingredientes de la situación. Norestringen en modo alguno el espacio de acción, ni tampoco caen bajouno de los conceptos formales de mundo con cuya ayuda los participan-tes se entienden acerca de una situación4.

La razón de esta virtual suspensión –“semitrascender” o “poner a lasespaldas” recuerdan a la “reducción” fenomenológica, también conocida en cas-

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4 HABERMAS, Jürgen. “Observaciones sobre el concepto de acción comunicativa”(1982). En Teoría de la acción comunicativa: complementos y estudios previos. Cáte -dra, Madrid, 1989, p.496.

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tellano como “puesta entre paréntesis”– hay que buscarla en un supuesto invisi-ble: puede suspenderse el lenguaje (y con ello la especificidad cultural) porqueel lenguaje es un medio funcionalmente transparente. Es decir, cuando el lengua-je funciona, en situaciones comunicativas mediante actos de habla normales, ellenguaje, en calidad vehicular de instinto u órgano, queda suspendido, reducido,omitido, como lo haría el estómago en un proceso feliz de ingesta de jamón.Ahora bien, esta presunta transparencia funcional del lenguaje en su estructura-ción profunda, admitida de manera más o menos tácita por muchos cognitivis-tas, funcionalistas y pragmalingüistas, es un presupuesto altamente problemático,que no sólo fue cuestionado anticipadamente por las tesis deterministas posro-mánticas (Humboldt, Sapir, Whorf)5, sino que sigue siendo contestado desdemuchos ámbitos de reflexión teórica en torno al lenguaje, la filosofía y la litera-tura. Así, herederos desconstructivistas de Nietzsche y Heidegger, como Derridao Paul de Man, han defendido con argumentos nada desdeñables la inmanenciaopaca del lenguage, en tanto que estructura de articulación íntimamente retórica(no gramatical), comportamiento anómalo y determinación diacrónica. Y es eneste preciso marco de pensamiento desconstructivo donde mejor se preserva elmeollo de la propuesta determinista: que es el lenguaje (el lenguaje particular) elque determina al pensamiento, y no al revés. Y al decir pensamiento dicen:semántica, intenciones, conceptualizaciones, dominios cognitivos... y porsupuesto razón (verbal, comunicativa) como órgano o instinto medular del serhumano. Y quien dice todo eso dice también, claro está, cultura.

Ahora bien, ¿cómo afecta esta doble concepción del lenguaje a la refle-xión sobre la adquisición de una segunda lengua y, por ende, a la valoraciónmisma del plurilingüismo como fenómeno cognoscitivo?

En una posición racionalista-cognitivista, diríamos que una segunda len-gua no añade mucho, casi nada, cognitivamente hablando, a la matriz pre-exis-tente, el instinto activo u órgano funcional que es –dicen– el lenguaje (prime-ro). En esta posición, lo que define al hombre no es tanto su lenguaje como lagramática racional profunda que todos los hombres comparten universalmente.De esta tesis se derivan ciertas fascinaciones intelectuales: la búsqueda de laslenguas universales, el interés por la reducción del lenguaje natural a lenguajecomputacional, la fascinación por la traducción automática.

La segunda posición, determinista, postula un concepto de lenguajecomo instrumento convencional creado por el hombre que define retroactiva-

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5 Una ejemplar exposición de estas tesis puede encontrarse en el capítulo “Languageand Gnosis” del libro de STEINER, George. (1998). After Babel. Aspects of Theory andTranslation (1975). Oxford University Press, Oxford, pp.51-114.

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mente, en una suerte de feed-back tan asombroso como catastrófico, al hombremismo en calidad de productor cognitivo y/o cultural. A esta posición se acogetanto las tesis del determinismo clásico (Humboldt-Sapir-Whorf), como las pro-puestas desconstructivas (Nietzsche-Derrida) y algunas procedentes del campode la ciencia (Terence Deacon). Según esta visión, la productividad cognitiva decada lengua es diferente. Las distintas lenguas son cognitivamente inasimila-bles. La determinación cognitiva, moral y emocional –cultural, al cabo– de cadapersona depende de la estructuración particular de su lengua nativa: la personaes según su lengua. Aprender una segunda lengua supone, por ello, una expe-riencia traumática en todos los planos, cognitivo, moral y emocional. La segundalengua provoca, al ser interiorizada, un cuestionamiento, no siempre conscien-te, de la arbitrariedad de muchos elementos, aparentemente naturales, propiosde la primera lengua. Por un lado, provoca una relativización de los valorestransmitidos por la semántica de la primera lengua6. Por otro, socava la precisacomprensión del mundo que dicha primera lengua traslada. Es evidente que sidos lenguas distintas no comparten una gramática (lógica o razón) profunda,entonces la matriz cognitiva que proponen es asimismo diversa. De ahí, en defi-nitiva, la casi imposibilidad de la traducción y la comunicación interlingüísticas.Frente a la racionalidad e identidad que propone la tesis racionalista-cognitivis-ta, esta segunda posición postula irracionalidad y diferencia. El ser humano sepresenta, en ella, como una realidad dinámica, precaria, oscilante, no definidade entrada. Si el aprendizaje de una lengua proporciona un espejismo de enraí-zamiento y estabilidad, la interiorización de una segunda lengua contribuye adevolver al sujeto al ámbito originario de extraterritorialidad, desenraízamien-to y nomadismo, a esa fría intemperie que es –lo queramos o no– la vida.

Es evidente que esta segunda tesis socava las pretensiones científicas dela lingüística funcional y generativa, de la traductología y del racionalismo filo-sófico, en especial en su variante de ética comunicativa. Proporciona una visióncompleja, conflictiva y escéptica, de la realidad humana, una visión escasamen-te reconciliable con las pretensiones dialogantes, universalistas e igualitaristasde tanta política y pedagogía contemporáneas. El recurso más solicitado de esta

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6 Ya en los años veinte reflexionaba William Empson sobre el impacto crítico que elconocimiento de una segunda lengua tenía sobre la primera, provocando, en el hablan-te, una conciencia incrementada y problemática de la arbitrariedad y convencionalidadde muchos elementos de esta primera lengua: “As examples of the things that are takenfor granted in this way, and assumed a habit, rather than a piece of information, in thereader, one might give the fact that a particular section of the English language is beingused; the fact that English is being used, which you can be conscious of if you can useFrench; the fact that a European language is being used, which you can be consciousof if you can use Chinese...”. EMPSON, William. Seven Types of Ambiguity (1930).Penguin, London, 1995, p.22.

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nueva política, el diálogo interlingüístico y por ello inter-cultural (inter-nacio-nal, inter-religioso, inter-étnico), queda saboteado por una premisa disidente:personas de lenguas diversas difícilmente podrán comunicar-se (es decir, comu-nicar su identidad, su legitimidad, su cultura), pese a hablar en una lengua fran-ca. No quiere decir que no puedan hacerlo. Quiere decir tan sólo que es dichadificultad, en ese grado de opacidad inherente, en ese no poder comunicarsetotalmente y de forma totalmente transparente, donde se cifra, quizás, la raízgenuina de muchos conflictos esencialmente insolubles. El paternalismo frenteal otro, uno de los obstáculos inconscientes de toda diplomacia, procede confrecuencia de la pretensión ilusa de haber comprendido a ese otro. Frente a laposición racionalista, la tesis determinista defiende que no es posible comuni-car una cultura porque es precisamente desde la cultura –desde el lenguajecomo matriz cultural– desde donde se comunica. El lenguaje no es un merovehículo: es parte del contenido mismo, es la parte matricial que determina, endefinitiva, el resto del contenido, la cultura. De ahí que la comunicación inter-cultural constituya un desafío estimable. Puedo tratar de comunicar algo pare-cido a “mi cultura” con la variedad que uso de mi lengua. El mero hecho dehablarla es ya un acto cultural, una performance cognitiva. Pero no puedocomunicar mi cultura en otra lengua, pues esa otra lengua se me impone comocultura ajena. El resultado, mi comunicación deficitaria, no brota de un interfazcognitivo equilibrado, sino más bien un ámbito intersticial presidido por la des-localización, la errancia. Y no es impensable que desde dicha errancia semióti-ca broten instancias de inusitada productividad cognoscitiva. Por decirlo enplata y contra Habermas: el “medio del entendimiento” nunca queda en semi-trascendencia o a las espaldas del hablante, mucho menos el medio primero, elidioma nativo. Su presencia terca y constante, en todo acto lingüístico, en idio-ma propio o ajeno, sitúa la interferencia, la opacidad, la diferencia, en el hori-zonte mismo de toda razón comunicativa. El aprendizaje de una segunda len-gua constituye, en este sentido, una experiencia extraordinaria en la creación yconsolidación de sujetos críticos, abiertos al conflicto, expuestos a la intempe-rie de la diferencia. Todo sujeto bilingüe o plurilingüe estará, forzosamente y depor vida, perdido en traducción. Y ese extravío, conviene insistir, constituye atodas luces una gracia cognoscitiva.

Todo lo expuesto hasta ahora parece una mera sospecha. Y en ciertamedida lo es. No es posible demostrar esta tesis. Lo único que cabe hacer esbuscar confirmaciones parciales en la obra de algunas personas excepcional-mente capacitadas para enunciar dicha verificación, sujetos especialmente hábi-les en el manejo de una lengua, es decir, escritores, que, por añadidura, se vie-ron sometidos a la experiencia catastrófica, traumática, determinante, del pluri-lingüismo.

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Vladimir Nabokov es un caso significativo, quizás el más llamativo de laliteratura inglesa después de Joseph Conrad. De origen ruso, educado en inglésy francés, residente durante varios años en Alemania, Nabokov escribió sus pri-meras novelas en ruso, coqueteó literariamente con el francés y luego, en 1939,poco antes de su exilio permanente a los Estados Unidos, comenzó a usar elinglés como lengua literaria, pasando a engrosar la insigne y exclusiva lista demaestros del idioma. Estamos, ciertamente, ante un sujeto multilingüe. Estacondición políglota no es, empero, el accidente de un sujeto esencialmentedeterminado por otras cosas. Constituye, más bien, la esencia misma de dichosujeto. George Steiner ha señalado con acierto que “esta matriz plurilingüe esel factor determinante de la vida y obra de Nabokov”. Poco después, reitera: “lasituación multilingüe e inter-lingüística es tanto la materia como la forma de laobra de Nabokov”7. Esta condición híbrida no procede meramente de una amal-gama de formas léxicas de diversa procedencia. Steiner apunta a interferenciassintácticas de alto rendimiento estético y cognoscitivo:

Like Borges –whom he cheaply and self-betrayingly mocks in Ada–Nabokov is a writer who works very near the threshold old syntax; heexperiences linguistic forms in a state of manifold potentiality and,moving across vernaculars, is able to keep words and phrases in a char-ged, unstable mode of vitality. (21)

Según Steiner, Nabokov habita pues un ámbito extraterritorial. Su ejem-plo, y el de otros muchos escritores insignes como Conrad, impugna la “ecua-ción de un único pivote de lengua, de profundo enraízamiento nativo (nativedeep-rootedness), con la autoridad poética” (17), sugiriendo en parte lo contra-rio: la creación literaria o poética, una de las expresiones más destacadas delpotencial cognoscitivo del lenguaje, se vería acentuada por la condición deextravío o extraterritorialidad lingüísticos.

Son muchos los lugares en los que Nabokov aborda el asunto de su con-dición multilingüe. En su libro autobiográfico, Speak, Memory (1967) afirma:“Aprendí a leer en inglés antes de poder leer en ruso”8. Fue educado, en elentorno familiar, por diversas institutrices inglesas. Los personajes del libro conel que aprendió se llamaban Ben, Dan, Sam y Ned. Nabokov los recuerda,muchos años después, como sus primeros amigos ingleses, “las cuatro almassimples de su gramática”. La complejidad en las construcciones, léxicas y gra-

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7 STEINER, George. “Extraterritorial”. En Extraterritorial. Papers on Literature andthe Language Revolution (1968). Penguin, London, 1972. p.18.8 NABOKOV, Vladmir. Speak, Memory (1967). Penguin, New York, 2000. La primeraversión de estas memorias se publicó en 1951 con el título Conclusive Evidence.

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máticales, del inglés, crecía a medida que el libro avanzaba. Nabokov evoca suansiedad anticipatoria al hojear las páginas finales en busca de “una tierra pro-metida en la que, finalmente, se supone que las palabras significan lo que sig-nifican (words are meant to mean what they mean)” (64). Evidentemente, sucreciente extravío plurilingüe no haría sino reforzar la sospecha contraria, quelas palabras no tienen una significación segura. Una institutriz suiza, figuranteen sus memorias como “Mademoiselle”, con escaso dominio del ruso, se con-vierte en su profesora de francés. Con ella lee a Verne, Hugo, Dumas: LesMalheurs de Sophie, Le Tour de Monde en Quatre Vingts Jours, Le Petit Chose,Les Misérables, Le Comte de Monte Cristo (83). La literatura rusa y la inglesaeran ya, por otro lado, parte del preciado y asimilado patrimonio familiar. Enuna entrevista, Nabokov exhibe con orgullo este notable pedigrí multilingüe:

Desde la primera infancia fui bilingüe (ruso e inglés) y a los cincoaños aprendí francés. De muchachito, todas las notas que tomaba sobrelas mariposas que coleccionaba eran en inglés, con diversos términostomados de esa revista encantadora, The Entomologist, que publicó miprimer trabajo (sobre mariposas de Crimea) en 1920. Ese mismo añocolaboré con un poema en inglés en el Trinity Magazine, en Cambridge,donde fui estudiante de 1919 a 19229.

Su alimento primero tiene consistencia verbal, y está tocado por la dife-rencia. El niño habita un ámbito decididamente extraterritorial, que compensa-rá, siquiera parcialmente, la pérdida de patrimonio territorial e identidad nacio-nal motivada por la revolución, la expropriación y el exilio: “Entre los diez y losquince años, en San Petersburgo, debo de haber leído más literatura noveles-ca y más poesía (inglesa, rusa y francesa) que en ningún otro quinquenio de mivida”, asegura en la misma entrevista. Esta exposición a la alteridad verbalpudo sin duda condicionar su sensación creciente de “identidad evaporada”(176), palpable en la siguiente declaración: “I see myself as a hundred differentyoung men at once” (185)

De ahí que no sorprenda que, cuando el joven comience a escribir poe-mas, el idioma constituya el objeto de una elección consciente: “Mi medioresultó ser el ruso, pero pudo haber sido el ucraniano, el inglés básico, o elvolapük” (169). Su sensibilidad idiomática le lleva pronto a percibir las insal-vables diferencias, estéticas y cognitivas, existentes entre literaturas diversas.Así, critica la anemia verbal de la poesía elegíaca rusa, influida en exceso porel verso francés dieciochesco (170). Su condición de traductor ocasional, en

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9 NABOKOV, Vladimir. (1977). Opiniones contundentes (15). Madrid: Taurus.

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especial del ruso al inglés, intensificó su conciencia de la interferencia intercul-tural. Años después, cuando trata de traducir Eugenio Onegin, de Pushkin, alinglés, vuelve a mencionar la interferencia problemática del francés10, idiomareverenciado por Nabokov, que conocía íntimamente y en el que había escritoal menos un relato, “Mademoiselle O” y un ensayo sobre Pushkin. Preguntadopor las diferencias entre el inglés-ruso, Nabokov refiere a la variedad léxica y ala fleixibilidad sintáctica:

En cuanto al mero número de palabras, el inglés es más rico queel ruso... El inglés es, sintácticamente, un instrumento extremadamenteflexible, pero al ruso se le pueden dar más vueltas y tirones. Traducir delruso al inglés es un poco más fácil que traducir del inglés al ruso, y diezveces más fácil que traducir del inglés al francés. (Opiniones contunden-tes, 38-39).

Ahora bien, para este sujeto “perdido en traducción”11, la mayor, la másdeterminante interferencia, en el plano creativo, era la que su idioma nativo, elruso, provocaba en sus intentos de comunicación literaria en inglés. Debe recor-darse, y Nabokov lo hizo de forma tajante en su cómica reseña a su propia auto-biografía, que, a diferencia de lo que sucediera con Conrad, quien no escribióliteratura en polaco, él comenzó a escribir en inglés tras una larga experiencialiteraria en ruso12. El recuerdo constante del éxito expresivo de dicha experien-cia le conduce a un lamento elegíaco, pastoral, no exento de cierta captatiobenevolentiae:

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10 “One of the complications attending the translation of Eugene Onegin into Englishis the necessity of coping with a constant intrusion of Gallicisms and borrowings fromFrench poets. The faithful translator should be aware of every such authorial reminis-cence, imitation, or direct translation from another language into that of the text.”NABOKOV, Vladimir. “Foreword” a Aleksandr Pushkin, Eugene Onegin. A Novel inVerse. Translated by Vladimir Nabokov. Volume I. Introduction and Translation (1964).Princeton University Press. 1975, p. 10.11 Una rigurosa reflexión sobre los efectos creativos de la poliglotía de Nabokov es lade CORNWELL, Neil. “From Sirin to Nabokov: the transition to English”. En JulianW. Connolly (ed.). The Cambridge Companion to Nabokov, Cambridge UniversityPress, Cambridge, 2005, pp. 151-169.12 “To bring Conrad’s case in reference to Nabokov’s novels written in English (TheReal Life of Sebastian Knight and Bend Sinister) would mean missing the point of thelatter’s achievement. Conrad –whose English style, anyway, was a collection of glori-fied clichés– had not had twenty years of intense participation in Polish literaturebehind him when he started on his British career. Nabokov, on the other hand, when heswitched to English, was the author of several novels and numerous short stories inRussian...”. “Appendix: ‘Chapter Sixteen’ or ‘On Conclusive Evidence” (1950), enNabokov, Speak, Memory, cit. p. 246.

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After Olymplia Press, in Paris, published the book, an Americancritic suggested that Lolita was the record of my love affair with theromantic novel. The substitution “English language” for “romanticnovel” would make this elegant formula more correct. But here I feel myvoice rising to a much too strident pitch. None of my American friendshave read my Russian books and thus every appraisal on the strength ofmy English ones is bound to be out of focus. My private tragedy, whichcannot, and indeed should not, be anybody’s concern, is that I had toabandon my natural idiom, my untrammelled, rich and infinitely docileRussian tongue for a second-rate brand of English, devoid of any of thoseapparatuses –the baffling mirror, the black velvet backdrop, the impliedassociations and traditions– which the native illusionist, frac-tails tying,can magically use to trascend the heritage in his own way13.

Es sin duda esta condición de conciencia extraterritorial en la que, no yael medio sino más bien los “medios del entendimiento”, diferentes e irreconci-liables, no quedan jamás en semitrascedencia, lo que pudo empujar a Nabokova responder, al ser preguntado en qué lengua específica piensa:

En ninguna. Pienso en imágenes. No creo que la gente piense endeterminada lengua. No mueven los labios cuando piensan. Sólo ciertotipo de personas ignorantes mueven los labios al leer o reflexionar. No,yo pienso en imágenes, y la espuma de las oleadas del pensamiento, decuando en cuando, forman una frase en ruso o una frase en inglés; peroeso es todo. (Opiniones contundentes, 22).

Como bien señalara Neil Cornwell, esta consideración, postular la cons-titución imaginativa, visual, y no verbal, del pensamiento, es característica desujetos bilingues o políglotas (2005: 153). Una manera, algo escapista sin duda,de tratar de conjurar su problema, perforando la doble opacidad idiomática. Loimportante, en todo caso, es que el pensamiento tenga “oleadas”, y para ellopudo ser imprescindible la cohabitación conflictiva, como de corrientes subma-rinas opuestas, de diversas lenguas, o al menos de dos determinantes.

En su lectura de Nabokov, Steiner situaba la aparente singularidad idio-mática del ruso en un contexto amplio que la volvía no sólo comprensible, sino

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13 NABOKOV, Vladimir. “On a Book Entitled Lolita” (1956), Lolita, Penguin,London: 1981, p. 315. Vuelve a repetir este lamento, casi verbatim, en una entrevista de1962: “Mi tragedia personal, que no puede, que no debe interesar a nadie, es que tuveque abandonar mi lengua natural, mi idioma natural, mi rica, infinitamente rica y dócillengua rusa, por una calidad de inglés de segundo orden”. (22)

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hasta cierto punto normal. El riguroso desmantelamiento de una ética de la “at-homeness” (Geborenheit) y la subsiguiente adhesión a un principio vital de des-enraizamiento, desterritorialización o nomadismo (la condición de quien notiene un hogar, de quien está “unhoused”), era una norma entre ciertas élites deintelectuales dieciochescos, maestros de su idioma nativo y del francés o latín.Esta situación de bilingüismo voluntario se modifica en el período moderno deentre-guerras. El exilio y desplazamiento provocados por las dos guerras mun-diales del siglo XX ha sido, sin duda, la causa más importante en la producciónde sujetos contemporáneos multilingües y multiculturales, aunque no la única.Fue entonces cuando la metáfora de la desterritorialización idiomática quedóliteralizada. Un caso interesante es el de Elias Canetti, quien comparte conSteiner su condición originariamente judía y ulteriormente multilingüe. Nacidoen Bulgaria, de familia sefardí, educado en francés, residente en Inglaterra yAlemania durante su infancia y juventud, Canetti constituye un sujeto plural, unvértice idiomático en el que se solapan, en compleja reconciliación, idiomas yculturas de la vieja Europa. La descripción que hace en su autobiografía deRustchuk, su pueblo natal, es ya un emblema anticipatorio del post-babelismoagónico que marcará su vida:

Rustchuk, en el bajo Danubio, donde vine al mundo, era una ciu-dad maravillosa para un niño, y si digo que está en Bulgaria no doy másque una vaga idea de ella. Allí vivían gentes de las más diversas proce-dencias, en un mismo día se podían escuchar siete u ocho idiomas dife-rentes. Además de los búlgaros, que por lo general provenían del campo,había muchos turcos que vivían en su propio barrio, y colindando conéste estaba el barrio de los sefardíes, el nuestro. Había griegos, albanos,armenios y gitanos. Los rumanos venían de la otra orilla del Danubio;mi nodriza, de la que no me acuerdo, era rumana. Ocasionalmente tam-bién había rusos14. (12)

Cuando Canetti evoca su exposición original a la lengua española, con-servada en la sefardí, su valoración exhibe una singular sensibilidad a la vincu-lación estrecha entre idioma y cultura. Es evidente que tanto en el español comoen los antiguos romances españoles “se cristaliza la historia interna, la visióndel mundo específica de un Volk o nación” (Steiner 1972: 14)

Las primeras canciones que oí eran españolas, se trataba de vie-jos ‘romances’ españoles, pero lo que se grababa con más fuerza en unniño era la mentalidad de los españoles. Con ingenua arrogancia mira-

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14 CANETTI, Elias. La lengua absuelta (12). Barcelona: Seix Barral.

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ban por encima del hombro a los demás judíos, y utilizaban la palabra‘todesco’, cargada con sarcasmo, para designar a un judío alemán oaskenazi. (14)

El caso de Edward Said, más contemporáneo, ejemplifica la continuidadde este problema. Said nace en Jerusalén, pasa parte de su infancia entre elCairo y el Líbano, se forma académicamente en los Estados Unidos convirtién-dose en una las figuras más sobresalientes de la inteligentzia universitaria nor-teamericana. Árabe y cristiano, palestino con pasaporte norteamericano, denombre británico y apellido árabe, su identidad constituyó una fuente de perple-jidad constante. Las raíces de ese desconcierto se entremezclan con las de suspadres15, aunque están, en cualquier caso, casi siempre relacionadas con suincierta identidad idiomática:

I have never known what language I spoke first, Arabic or English,or which one was really mine beyond any doubt. What I do know, howe-ver, is that the two have always been together in my life, one resonatingin the other, sometimes ironically, sometimes nostalgically, most ofteneach correcting, and commenting on, the other. Each can seem like myabsolutely first language, but neither is. I trace this primal instabilityback to my mother, whom I remember speaking to me both English andArabic, although she always wrote to me in English – once a week, allher life, as did I, all of hers. (4)

Más adelante afirma, resignado: “I have retained this unsettled sense ofmany identities –mostly in conflict with each other– all of my life”. (5) La bús-queda de una identidad le condujo a una alternativa posible:

It was to open myself to the deeply disorganized state of my realhistory and origins as I gleaned them in bits, and then try to constructthem into order. But I never had enough information; there were neverthe right number of connectives between the parts I knew about or wasable somehow to excavate; the total picture was never quiet right (6).

No es descabellado suponer que será precisamente esa pieza ausente, eseconector perdido que impide el cierre de la imagen total, del puzzle completode su identidad, lo que permitiera a Said convertirse en uno de los más autori-

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15 En el Cairo la madre hablaba árabe egipcio con dejes de damasceno, conocía bien elárabe clásico y el demótico. Nacida en Nazaret, educada en Beirut, era palestina, aun-que su madre era libanesa. Su padre pasó una larga temporada en Texas, EstadosUnidos.

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zados exploradores de las identidades culturales fronterizas, en libros comoOrientalism o Culture and Imperialism.

De identidades extraviadas, tanto coloniales como colonizadas, cultural-mente híbridas y post-imperiales, saben bastante los escritores surafricanoscomo Breyten Breytenbach y Joseph Maxwell Coetzee, pues ambos compartenuna violenta reconciliación entre dos identidades coloniales, la afrikaner (deorigen holandés) y la británica, amén de la exposición constante a las culturasnativas de Suráfrica. La sensación de desterritorialización idiomática se vive, enel caso de Coetzee, inicialmente como una victoria: la potencial posesión de dosidiomas equivale a la posesión de dos culturas. En su primer volumen autobio-gráfico, titulado Boyhood, reflexiona sobre su doble exposición lingüístico-cul-tural:

Because they speak English at home, because he always comesfirst in English at school, he thinks of himself as English. Though his sur-name is Afrikaans, though his father is more Afrikaans than English,though he himself speaks Afrikaans without any English accent, he couldnot pass for a moment as an Afrikaner. The range of Afrikaans he com-mands is thin and bodiless; there is a whole dense world of slang andallusion commanded by real Afrikaans boys –of which obscenity is onlya part– to which he has no access.

There is a manner that Afrikaners have in common too –a surli-ness, and intransigence, and, not far behind it, a threat of physical force(he thinks of them as rhinoceroses, huge, lumbering, strong-sinewed,thudding against each other as they pass)– that he does not share and infact shrinks from. They wield their language like a club against their ene-mies. (...)

Yet, to his surprise, he finds himself unwilling to yield up theAfrikaans language to them. He remembers his first visit to Voëlfontein,when he was four or five and could not speak Afrikaans at all. His bro-ther was still a baby, kept indoors out of the sun; there was no one to playwith but the Coloured children. With them he made boats out of seed-pods and floated them down the irrigation furrows. But he was like amute creature: everything had to be mimed; at first he felt he was goingto burst with the things he could not say. Then suddenly one day he ope-ned his mouth and found he could speak, speak easily and fluently andwithout stopping to think. He still remembers how he burst in on hismother, shouting, ‘Listen! I can speak Afrikaans!’

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