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LAS MOZUELAS DE LAS JABERAS EL BARRIO Eran muy pesadas y no llegaban a entenderlo. - Pero ¿por qué no podemos salir un poquito?. Preguntaban a su padre. - Ya os he dicho que las calles están inundadas y es peligroso. El río Guadalmedina se ha desbordado de nuevo. Les respondió el padre. - ¡Vaya! cada vez que llueve fuerte se desborda el río y nos tenemos que aguantar encerradas en casa. Las dos hermanas se llamaban María y Dolores.y vivían en el barrio La Trinidad, que está situado junto al río Guadalmedina. Hace ya de esto un montonazo de años. Era cuando las calles no tenían ni aceras, ni asfalto, todo de tierra y charcos., no había coches y sólo pasaban por las calles carrozas tiradas por caballos y mulos y hombres subidos en burros. A estas dos hermanas les gustaba mucho salir a la calle a jugar, sobre todo en el cauce del río, que siempre que llovía, arrastraba hasta allí objetos raros y juguetes rotos; entre animales muertos y frutas flotando en las aguas. Pero sus padres no les dejaban casi nunca porque era peligroso. Esto no lo entendían Dolores y María, siempre protestaban y hacían 1000 preguntas.

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LAS MOZUELAS DE LAS JABERAS EL BARRIO Eran muy pesadas y no llegaban a entenderlo. - Pero ¿por qué no podemos salir un poquito?.

Preguntaban a su padre. - Ya os he dicho que las calles están inundadas y es

peligroso. El río Guadalmedina se ha desbordado de nuevo. Les respondió el padre.

- ¡Vaya! cada vez que llueve fuerte se desborda el río y nos tenemos que aguantar encerradas en casa.

Las dos hermanas se llamaban María y Dolores.y vivían en el barrio La Trinidad, que está situado junto al río Guadalmedina. Hace ya de esto un montonazo de años. Era cuando las calles no tenían ni aceras, ni asfalto, todo de tierra y charcos., no había coches y sólo pasaban por las calles carrozas tiradas por caballos y mulos y hombres subidos en burros. A estas dos hermanas les gustaba mucho salir a la calle a jugar, sobre todo en el cauce del río, que siempre que llovía, arrastraba hasta allí objetos raros y juguetes rotos; entre animales muertos y frutas flotando en las aguas. Pero sus padres no les dejaban casi nunca porque era peligroso. Esto no lo entendían Dolores y María, siempre protestaban y hacían 1000 preguntas.

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Su madre y su padre siempre muy pacientes las contestaban todas.

-¿Por qué se desborda el río? Preguntó Dolores. -Porque los montes que hay detrás de la ciudad no

tienen árboles que quieran quedarse con las aguas de la lluvia.

-¿Y por qué no tienen árboles?. -Porque los hombres los cortaron para hacer cosas

con la madera. Como las aguas de la lluvia no son sujetadas por las

raíces de los árboles, corren libres desde lo alto de los montes y vienen a mucha velocidad, así el río no puede sujetar tanta agua en su cauce y se les escapa por los lados inundando todo.

-¡!Vaya, y nos toca a nosotras aguantarnos!!. - ¡Pues a ver si se plantan árboles en los montes! -Sí hija, eso había que hacer. (Decía su padre ,

moviendo la cabeza, como si pensara que eso era imposible).

Sin embargo, parece que alguien oyó esta

conversación porque años después se plantaron árboles en los montes de Málaga y ya no se volvieron a repetir las inundaciones.

De todas formas, cuando el río regalaba sus aguas al mar y ya llevaba menos agua, siempre era divertido rebuscar en las orillas de su cauce.

Los niños, niñas y ancianos andaban buscando

lentamente con la cabeza agachada y las manos cogidas en la espalda a la altura de la cintura. Buscaban con la

esperanza de encontrar cualquier objeto que les pudiera servir. Era como buscar tesoros: algún juguete, una herramienta, a veces alguna moneda , un anillo etc.

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Se levantaban temprano y caminaban nerviosas e ilusionadas hacia el cauce del río, que aun mantenía un pequeño riachuelo. Allí pasaban largas horas hasta que su madre con una llamada fuerte y prolongada les ordenaba que volvieran: ¡!Dolooooores, Maríííía, venga pa la caaaasa.!!.

LOS JUEGOS Aunque su madre y su padre no les regañaban por

jugar en los mismos lugares que los niños, los vecinos sobre todo los más viejos, siempre les llamaban la atención

porque jugaran a las mismas cosas: saltando, corriendo, subiendo a los árboles, cruzando el río por las piedras, etc. Decían los viejos y viejas que estos eran juegos de niños, que las niñas debían estar en sus casas ayudando a sus madres y jugando con muñecas y cocinitas y no haciendo el “macho perico”.

Las demás niñas no iban nunca donde los niños.

Decían que se manchaban sus vestidos. Que se podían hacer daño y rozaduras en las manos y brazos. Así no estarían guapas y no se podrían casar cuando fueran mayores.

A Dolores y María les gustaba jugar a las aventuras,

usar el tirachinas para probar su puntería tirándole piedras

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a las latas, pero luego no se lo decían a los demás que habían jugado a estas cosas para evitar las regañinas

Una vez, mientras paseaban por el cauce del río,

vieron como dos niños querían pegarle a otro chico más pequeño que ellos, uno pelado y delgado. Rápidamente acudieron en su ayuda y lograron hacer que se fueran los dos niños peleones. El chico les dio las gracias y ellas le preguntaron sobre la causa de la pelea. Paquito, que así es como se llamaba les contó entonces que aquellos niños querían obligarle a jugar a tirarle piedras a las lagartijas, y maltratando a los camaleones.

-Y ¿por qué no te has defendido con ese tirachinas que llevas en el bolsillo? Preguntó María.

- Porque el tirachinas es para divertirme, no para hacer daño. Le respondió Paquito.

- Y ¿cómo te diviertes con él si darle pedradas a los demás?.

Ante esta pregunta a Paquito se le iluminó la cara y emocionado amontonando las palabras una detrás de la otra les explicó que primero tenía que sujetar fuertemente el tirachinas con la mano izquierda, luego tenía que escoger una buena piedra que fuese del tamaño adecuado y redondita, tenía que colocarla y estirar bien las gomillas, apuntando entre la horquilla y con el ojo izquierdo cerrado.

Entonces soltaba la piedra y ¡!ZAS!! si daba en la lata sentía mucha emoción y alegría.

- Bueno, pues si que es apasionante este juego, a mi me gustaría jugar, pero dicen que las niñas no debemos jugar a eso. Dijo Dolores.

- ¡Toma! Y a mi me gusta jugar con muñecas y tampoco me dejan . Dijo Paquito.

- Hagamos un trato (añadió María), nosotras te dejamos jugar con nuestras muñecas, cocinitas y demás juegos de niña y tú nos dejas jugar con tu tirachinas, camiones y pelota.

- ¡Vale! Respondió Paquito muy ilusionado. Desde entonces se veían y jugaban compartiendo sus juguetes, con mucho cuidado de que no los viera nadie. Paquito y las dos hermanas se hicieron muy amigos desde aquel día.

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A él no le gustaba hacer daño ni abusar de animales y plantas, tampoco las peleas y cada vez que tenía que discutir con alguien se ponía muy nervioso y el corazón le latía muy rápido y parecía que le estallaba, como si se le volviera loco, no soportaba la violencia y se marchaba cuando veía que podía encontrar enfrentamientos, peleas, o discusiones. Los amigos eran muy crueles y le llamaban “gallina” y cobardica y nenaza.

Los demás niños, al principio, en las primeras discusiones que terminaban a golpes, se habían sentido mal como Paquito, pero se esforzaban por vencer lo que sentían y llegaban a pelearse muchas veces y se habían acostumbrado a ocultar sus miedos, nerviosismos y la locura del corazón. Así se habían vuelto violentos, pero ellos llamaban a eso ser valientes. Así les decían los mayores que tenían que ser los hombres, y así se esforzaban por ser los niños. Los niños habían aprendido a ocultar su miedo y sus sentimientos, se habían vuelto duros e insensibles.

Sin embargo, a Paquito le resultaba muy difícil esconder sus emociones, cuando estaba feliz le encantaba dar abrazos y besos, cuando tenía miedo, cuando sentía pena o tristeza siempre se le notaba y los demás le decían : -¡venga hombre no seas blandengue que eres un hombre!.

A veces, Paquito prendió a coger la muñeca y lo acariciaba y besaba tiernamente como si fuera su hermanito, le encantaba las cocinitas, porque admiraba a su madre cuando cocinaba los platos tan ricos que tanto le gustaban.

Cuando se reunían los tres se reían y lloraban juntos

comentando estas cosas y se sentían mejor porque se desahogaban hablando de sus problemas e ilusiones. Hablar de todo esto les hacía sentirse mejor y hasta se reían de la gente que no los entendía.

LA ESCUELA Los mayores, siempre habían separado a los niños y

niñas. Hasta en las escuelas estaban separados, tenían una

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escuela para niñas y otra para niños. Y esto si que era injusto y doloroso para las niñas. Cuando Paquito les explicaba todas las cosas que aprendían los niños en las escuelas, ellas se entristecían mucho y a veces hasta lloraban de impotencia.

Separando a los niños y las niñas trataban de conseguir que los niños aprendieran cosas distintas de las niñas y así cuando fueran mayores cada uno se encargaría de cosas distintas. Además decían que así tenia que ser y no de otra manera.

Dolores y María se quedaron tristísimas no acababan

de comprender porque a los niños les enseñaban cosas maravillosas que ellas querían aprender como leer y escribir, hacer deporte, cosas sobre el espacio, las selvas y los desiertos y otras muchas cosas; y a las niñas solo cosas para trabajar en la casa y cuidados de la familia.

Cuando Dolores y María volvieron a sus casa,

hablaron entre llantos con sus padres y el padre que sabía leer y escribir, las consoló diciéndoles que no se preocuparan, que si ellas tenían siempre presente, esa necesidad de aprender y ser libres , conseguirían lo que quisieran. Se comprometió a enseñarles a escribir y a leer y todo aquello que él les pudiera enseñar. La madre lloró abrazada a ellas porque a ella le había pasado lo mismo y las entendía muy bien. También se propuso ayudarlas y enseñarles todo lo que pudiera.

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LA MÚSICA Y EL FLAMENCO Para celebrar que habían descubierto algo muy

importante decidieron ir a la fiesta que se celebraba en el barrio ese fin de semana.

En la fiesta llegaron unos cantaores que cantaban unos cantes que llamaban seguidillas, otros llamados fandangos y verdiales, y otras canciones populares. Algunos cantaban acompañándose con botellas, panderos, platillos, violines, bandurrias y laudes. Pero había unos cantaores modernos que cantaban sólo acompañados de una guitarra. Estos cantaban cosas nuevas que llamaban

abandolaos o malagueñas, la gente decía que eran cantaores flamencos.

Ellas tenían muy buena voz y siempre habían cantado

en las fiestas de la familia, en bautizos, comuniones, bodas y demás fiestas. Esa tarde disfrutaron mucho, quedaron sorprendidas, no lograban olvidar lo que habían cantado con tanto ritmo. Cuando llegaron a casa, con más tranquilidad, ellas repetían los cantes que oyeron y hacían variaciones con sus voces y se divertían mucho viendo lo que salía de sus gargantas. A veces la vecina les gritaba desde la cocina ¡!OLE!!, ¡!BIEN CANTAO!! Y ellas se ponían muy contentas

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LAS HABAS Así poco a poco iban creciendo. Un día su padre tuvo

una idea para explicarles cómo se desarrollaban las plantas.

Detrás de la casa tenían un solar pequeño en el que crecía unos grandes matorrales, donde él guardaba los trastos viejos y donde tenían un perro que él llevaba siempre al campo cuando iba de caza con sus amigos, y el padre decidió limpiarlo de hierbas y sembrar algo con lo que enseñar a sus hijas cómo crecen las plantas.

- Sembraremos habas que crecen bien, con pocos cuidados y en tierra no muy buena. (Dijo el padre)

Sembraron las habas y observaron cómo se producían

todos los cambios: cuando echaba las primeras hojas, las ramas, las flores y que tipo de flores eran, etc. Poco a poco fueron descubriendo muchas cosas sobre las plantas. Primero, salían tímidamente, dos o tres hojas abrazadas, como teniendo miedo o frío, después estas hojas se

extendían abriéndose como manos pidiendo sol y

lluvia. Y sus flores pequeñitas y blancas adornan sus tallos y ramas, vistiendo de fiesta toda la planta. Al final, como por milagro, los pétalos se secan apartándose y dejando

crecer una vaina pequeñita de habas. Parece increíble

que de una flor tan pequeña crezca un fruto que se haga tan grande, al final su fruto nos regala unas pipas carnosas, jugosas y sabrosas.

Cuando recogieron las habas, estuvieron comiendo habas muchos días, pero eran tantas, que pronto se cansaron de comer siempre lo mismo y tuvieron que dejarlas secar. Llenaron varios sacos de habas secas y como no tenían ni cerdos ni caballos para dárselas de comer, un día pensaron ir a venderlas al mercadillo que se montaba en calle Mármoles todos los sábados.

La madre les dijo: En Málaga nunca se ha visto a mujeres vendiendo habas en la calle, y ellas dijeron: - Pues

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ya es hora de que se vean. Y se dispusieron a marchar al mercadillo.

Una vez allí, colocaron unas cajas y encima de ellas pusieron las habas. Las cosas no les iba muy bien, porque había más puestos con habas y los clientes estaban acostumbrados a comprarlas en esos sitios.

Así pasaron dos o tres sábados, pero ellas no se

aburrían, al contrario siempre estaban felices porque hacían lo que querían aunque no estuviera bien visto por la gente.

EL CANTE DE JABERA Un sábado llegaron muy contentas porque el viernes

anterior estuvieron escuchando a los cantaores en el barrio. Ellas llegaron con la música en sus cabezas y entre bromas, comenzaron a cantar entre ellas inventando las letras, decían entre gritos y cantes: ¡Cómprarme las habas, son las mejores!.

Hacían variaciones con la voz y competían entre ellas para ver cual de las dos cantaba mejor, pregonando las habas:

¡Las tengo muy buenas y baratas!, !! Habas para los animales, qué buenas son!!

Así poco a poco fueron componiendo casi sin darse

cuenta una nueva forma de cantar aquellos fandangos que llamaban los cantaores cantes abandolaos.

Pero estos que ellas cantaban eran más difíciles, prolongaban la voz y subían y bajaban con muchas florituras. La gente que empezó a estar atentas, se acercaban para oírlas, después le compraban habas en señal de agradecimiento y reconocimiento por lo bien que habían cantado.

Así cada sábado pregonaban cantando, hasta que acabaron las habas. Entonces vieron que tenían tanto éxito, que decidieron dedicarse a eso de vender habas,

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compraron más habas secas y siguieron vendiendo todo los sábados.

De la misma manera seguían pregonando las habas con ese cante que habían inventado. Cada día eran más conocidas, no sólo en el mercadillo, ya toda Málaga conocía a las hermanas por su forma de pregonar.

Cierto día apareció por su puesto de habas un señor que les propuso que cantaran ese pregón en un escenario para que el público lo oyera. Ellas rápidamente dijeron que sí. Muy nerviosas, actuaron aquella tarde acompañadas de su padre, su madre y su amigo Paquito que las acompañaba tocando las palmas y que siempre las animaba. El público comenzó a llamar al cante que ellas hacían cante de jaberas. Ya sabemos que los andaluces y andaluzas pronunciamos la “h” como una jota, por eso al escribir por primera vez Haberas, lo escribieron con jota y quedó para siempre como jaberas.

Como el cante sirve para expresar los sentimientos y las cosas alegres y tristes que uno vive, las hermanas cantaban todas las cosas que les parecían mal: que niños y niñas estuvieran separados y aprendiendo cosas distintas, que tampoco pudieran compartir los juegos y otras cosas que les habían hecho daño y que les parecía injustas. También cantaban a las cosas alegres que les había pasado en la vida.

Las jaberas es hoy uno de los cantes malagueños más difíciles de cantar y es tan distinto a los demás que no se sabe bien si se parece más a una malagueña o a un fandango abandolao.

Las dos hermanas son conocidas desde entonces y cada día se valora más la creación del cante que ellas inventaron. La jabera. La letra más conocida de este cante es la que cuenta parte de su historia:

Dos hermanas, dos mozuelas Del barrio la Trinidad Pregonaron por jaberas Y desde entonces para acá Las canta Málaga entera Así se cumplió aquello que tanto habían deseado:

vivir de lo que ellas ganaban y tener libertad para hacer lo que querían en la vida. A partir de ese momento se habían convertido en cantaoras flamencas.

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