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ACADEMIA CHILENA DE CIENCIAS NATURALES' LAS ZOONOSIS TRANSMISIBLES AL HOMBRE, EN CHILE / POR BALBINO SANZ Académico de Número O Santiago de Chile IMPRENTA "EL ESFUERZO" Eyzaguirre 1116-18 1943

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ACADEMIA CHILENA DE CIENCIAS NATURALES'

LAS ZOONOSIS TRANSMISIBLES AL HOMBRE, EN CHILE

/

POR

B A L B I N O S A N Z Académico de Número

O

San t i ago de Chile IMPRENTA "EL ESFUERZO"

Eyzaguirre 1116-18

1943

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Apartado de la "Revista Universitaria" (Universidad Católica de Chi le) , año X X V I I I , N.9 1, 1943.

LAS ZOONOSIS TRANSMISIBLES AL HOMBRE. E N CHILE (*)

Por Б A L B I N O S A N Z Académico de Número de la Academia Chilena de Ciencias Naturales.

I. — CONSIDERACIONES PRELIMINARES

Existe la creencia de que Chile es un país privilegiado por la naturaleza, en cuanto a la patología animal se refiere: se tiene el convencimiento de que estamos resguardados del peligro de un sinnúmero de enfermedades que en otros paí-ses atacan a los animales y ocasionan contagios al hombre, las cuales son desconocidas entre nosotros.

Dicha creencia tiene fundamentos ciertos: la situación geográfica de nuestro país, encerrado y separado del resto del planeta por su dilatado mar y su abrupta y.elevada cor-dillera, le hace, en parte, inaccesible a la importación de virus o de parásitos, cuando, por su fragilidad o por la rá-pida evolución de las enfermedades que producen, se destru-yen o eliminan a los portadores antes de su arribo a este apartado destino. Por otro lado, la topografía y el clima de Chile cooperan también, dificultando el acceso y des-arrollo de muchas enfermedades; así vemos, que la zona norte, desértica y poco ganadera, constituye una barrera para las enfermedades tropicales que en ella podían surgir y que probablemente nunca arraigarán en el país, .y la zona austral, casi aislada: del continente, constituye también un magnífico lazareto natural para obstaculizar la propagación

(*) Leído en la$«esi%pc* del 30 de agosto, 25 de octubre y 28 de no-viembre de 1942.

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de contagios. En cuanto al clima, la escasa vegetación y la pobre fauna del desierto norteño, ofrecen un ambiente muy apropiado para la esterilización de todo germen nuevo, que no encuentra elementos para nutrirse y propagarse, ni los huéspedes intermediarios que muchas veces necesita y que pródigamente le brindan otras regiones en las mismas lati-tudes; la región central, aunque templada y fértil, posee un clima bastante seco y luminoso, poco propicio para la vida y desarrollo de gérmenes y parásitos, y, finalmente, la re-gión austral, con sus rigores invernales y sus estepas dese-cadas por los vientos del estío, constituye una de las regio-nes más sanas, como lo prueba la ausencia, casi absoluta, de enfermedades infecto-contagiosas y parasitarias en la gran masa ovejera de Magallanes.

T o d o esto es evidente y a ello debemos atribuir la au-sencia en Chile de muchas zoonosis conocidas y hasta fre-cuentes en países de otros continentes y del nuestro, con cli-mas similares.

Podemos señalar, entre las más comunes, aquí descono-cidas:

Enfermedades parasitarias:

Ecto-parásitos: Hipodermiosís bovina. Ixodiasis (garrapatas).

Endo-parásitos: Tripanosomiasis (durina, etc.). Piroplasmosis.

Enfermedades infecciosas:

Microbianas: Muermo (lamparón). Mal rojo del cerdo (erisipela). Perineumonía contagiosa (bovinos). Tularemia.

Por virus: Peste bovina. Peste porcina. Peste aviar. Viruela ovina.

Esta situación que acabamos de examinar, realmente ventajosa para Chile, debe congratularnos; pero quizás ha venido determinando un optimismo exagerado, hasta consi-derar que nuestro suelo es refractario para estas enfermeda-des, todavía exóticas y para otras que antes eran desconocidas

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y que han tomado carta de naturaleza en el país. Y ese op-timismo, cómodo y agradable, ha permitido que se introduz-can" poco a poco y se desarrollen después, esas zoonosis cuya entrada pudo muy bien haberse evitado y nos amenaza tam-bién con la posible llegada de otras nuevas.

Si pasamos revista a la patología veterinaria chilena de los últimos tiempos, encontraremos muchas enfermedades nue-vas o anteriormente desconocidas; otras que solamente tenían carácter esporádico y ahora constituyen enzootias arraigadas, y finalmente, algunas que aparecieron temporalmente, para extinguirse después.

Entre las enfermedades de diagnóstico reciente, que se supone no existían anteriormente, tenemos las siguientes:

Parasitarias: La "anaplasmosis", comprobada por el Ins-tituto Biológico en el año 1928, que actualmente se ha exten-dido y persiste en el país.

Infecto-contagioras: La "peste porcina" o "cólera del cerdo", diagnosticada por el Instituto Biológico en 1922, ex-tinguida desde 1926.

La "encéfalo-mielitis equina", aparecida en 1931 y diagnosticada por el Instituto Veterinario Nacional y el Ins-tituto de Investigaciones Veterinarias, la que actualmente pa-rece haber desaparecido también.

La "hepatitis necrosante" o "bradsot" en el ganado lanar, comprobada por primera vez por el Instituto Bioló-gico en el año 1931 y que probablemente existía anteriormen-te en el país, constituye hoy día una de las mayores plagas en dicho ganado.

La "leucosis" o "leucemia'1' y la "neurolinfomatosis" de las gallinas, también desconocidas hasta 1925 y muy raras entonces, han ido gradualmente en aumento y hoy día cons-tituyen enfermedades comunes en los gallineros, según las estadísticas del citado Instituto.

Otras enfermedades, cuya existencia en el país segura-mente data de más tiempo; pero que no habían sido debida-mente diagnosticadas y que, en todo caso, han llegado a ad-quirir un carácter epizoótico que antes no tuvieron, son:

La "brucelosis" o "enfermedad dé Bang" en el ganado vacuno, y

La "pulorosis"' o "enfermedad del Pul lorum" en las aves de corral.

El mismo descuido confiado que- se ha tenido para evi-tar la introducción y la propagación <k las enfermedades con-

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tagiosas entre los animales, ha existido y subsiste en gran parte, para prevenir los riesgos de su transmisión al hombre, en aquéllas que poseen el funesto privilegio de afectar también a nuestra especie. *

En rigor, no existe una reglamentación definida ni mu-cho menos completa, de medidas higiénicas y sanitarias que pueda dar siquiera una sensación de garantía para los peli-gros que diariamente amenazan nuestra salud, a este respecto.

Los servicios de Inspección Veterinaria en los Mataderos, además de ser imperfectos donde existen, faltan en muchas localidades y en otras ni siquiera existe matadero. Además, no son sólo las carnes o las visceras de los animales en donde siempre radica el contagio, pues hay muchas y graves enfer-medades transmitidas por otros alimentos, como la leche, o por otros medios, como sucede en la rabia.

Este estado de indefensión sanitaria es mucho más inquie-tante entre la población rural, donde, a la carencia de todo servicio técnico, se puede agregar la falta de conocimientos y los equivocados conceptos que sobre estas cuestiones dominan en nuestros campesinos, quienes, pudiendo cooperar en alto grado a evitar o reducir muchos casos lamentables, contribu-yen muchas veces con su ignorancia e inconsciencia, a su pre-sentación y a su difusión.

Por éste y otros motivos, creemos que es indispensable procurar la divulgación de todo lo concerniente a este im-portante problema sanitario, antes de las medidas represivas que suelen dictarse y aplicarse violentamente, con resultados muy dudosos, como sucedió, por ejemplo, en la campaña an-ti-rábica de 1939.

Para contribuir a su mejor conocimiento y hacer resal-tar la importancia de un problema tan descuidado, he procu-rado reunir los escasos datos que me ha sido posible obtener y exponerlos en la forma más sencilla y realista, cómo se pre-senta en Chile.

Por esto, voy a limitarme a examinar las enfermedades que ya existen en el país y que no constituyen un peligro imaginario, sino real y comprobado, dando unas ligeras no-ciones sobre su naturaleza y formas del contagio, refiriéndo-me siempre, en lo posible, a las modalidades con que aquí se presentan.

Omitiré la descripción de otras enfermedades francamen-te exóticas, cuya presentación no es de temer en ningún caso, como la fiebre recurrente, v. gr., o de aquéllas cuya inciden-cia en Chile puede considerarse problemática, como las lep-

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tospirosis; pero señalaré, a guisa de apéndice, algunas no existentes, como el muermo y la psitacosi$, que accidental-mente podrían llegar al país.

El estudio que voy a presentar, consta de dos partes: en la primera, voy a referirme a las enfermedades infecto-conta-giosas causadas por microbios, hongos o virus, comunes a al-gunas especies animales y al hombre y en otra segunda parte, a las parasitarias del hombre cuya fuente radica únicamente en los animales. Prescindiré de las enfermedades que, aun sien-do comunes al hombre y alguna especie animal, tienen un origen extraño o independiente, etiológica y sanitariamente consideradas.

Las enfermedades infecto-contagiosas comprendidas en este trabajo, son las siguientes:

A) Microbianas:

1. Carbunclo bacterídiano. 2. Tuberculosis. 3. Brucelosís. 4. Salmonelosis. 5. Pasterelosis.

B) Por virus:

1. Fiebre aftosa. 2. Viruela. 3. Rabia. 4. Encéfalo-mielitis.

C) Por hongos:

1. Actinomicosis. 2. Dermatomicosis.

Las enfermedades parasitarias tomadas en cuenta, son:

1. Teniasis. 2. Triquineáis. 3. .Equinococosis. 4. Anquilostomiasis.

En el apéndice incluímos:

1. Tularemia. 2. Muermo. 3. Psitacosis. 4. Erisipela del cerdo (Mal ro jo) .

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II. — ENFERMEDADES INFECTO-CONTAGIOSAS

Incluyo en este primer grupo, como ya lo indiqué ante-riormente, aquellas enfermedades de carácter iíifecto-conta-gioso producidas por microbios, virus u hongos, que son co-munes al hombre y a otras especies animales en las que habi-tualmente radica la fuente principal para el contagio humano.

Aj) Enfermedades microbianas.

Entre las producidas por microbios o bacterias patóge-nas, voy a considerar las siguientes:

1) Carbunclo bacíetidiano.

Esta enfermedad, de carácter agudo, febril y casi siem-pre mortal, se conoce en el campo por distintos nombres (el "grano'", la "picada", la "pajarilla", etc.), ataca a todas las especies mamíferas domésticas y salvajes, de las cuales, directa o indirectamente, se contagia el hombre.

La escala de susceptibilidad de' los animales domésticos para el carbunclo bacteridiano, puede establecerse en este or-den: vacunos, ovinos o caprinos, equinos, porcinos, caninos y felinos. Las aves pueden considerarse refractarias, pues sólo en casos excepcionales han llegado a infectarse.

El agente causal del carbunclo bacteridiano es el Bacillus anthracis, un aerobio que esporula con facilidad y que presen-ta, en esta forma, gran resistencia a su destrucción. Se en-cuentra en la sangre y en todos los órganos de los animales en la última fase de la enfermedad, que adquiere en ellos carác-ter septicémico y sus cadáveres inficionan los campos, donde el germen puede conservar su vitalidad latente, en sus espo-ras, por veinte años o más.

El contagio del carbunclo bacteridiano en los animales es casi siempre de origen telúrico: las esporas existentes en la tierra y en los pastos de los sitios inficionados, se inoculan fácilmente en la piel o en las mucosas en cuanto exista una pequeña solución de continuidad y una de las formas más frecuentes del contagio es la inoculación producida por los pinchazos o pequeñas heridas que ocasionan en la boca las plantas punzantes o los pastos secos, y duros de ciertas épo-cas. En otras ocasiones se prodúce el contagio por intermedio de objetos o productos contaminados, como cueros, coyundas o lazos provenientes de animales carbunclosos y, finalmente,

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en grado menor, por vehículos accidentales, como los insec-tos hematófagos (tábanos, stomoxis), picanas, clavos, alam-bres, etc.

En el hombre, el contagio del carbunclo bacteridiano siempre procede, directa o remotamente, de los animales. La forma más frecuente en Chile es la directa, al descuerar y ma-nipular los cadáveres carbunclosos, y • es en el campo, entre los trabajadores y empleados de los fundos, donde se presen-ta la mayoría de los casos. El aprovechamiento de las carnes carbunclosas, que también es frecuente entre la gente campesina, no ofrece tantos peligros, aunque también se se-ñalan casos, probablemente ocasionados más al prepararlas que al ingerirlas. Las industrias que utilizan materiales pro-cedentes de animales (cueros, crines, lanas), aportan también un buen número de casos de contagio al hombre (carbunclo industrial) por inoculación en la piel (manos, cara) o por inhalación (neumonía carbunclosa). La primera forma es más frecuente en los trabajadores de las curtiembres; la se-gunda entre los esquiladores, empacadores de lana, colchone-ros, etc. Como muestra de la efectividad del peligro y de su persistencia, pueden citarse casos de personas que se infecta-ron de carbunclo por la rozadura de ün zapato y otras por el hisopo o brocha de afeitar.

El carbunclo en el hombre, en su forma externa, que es la más frecuente, se manifiesta en el punto de inoculación bajo el aspecto de un grano o pápula (pústula maligna) ro-deado de una zona tensamente inflamada y enrojecida, que va oscureciéndose en su centro hasta formar una escara o costra casi negra, rodeada de unas flictenas o ampollitas llenas de un líquido seroso y claro. Si radica en un miembro, la hin-chazón edematosa va cundiendo rápidamente alrededor de la lesión, infartándose los ganglios linfáticos (axilares o ingui-nales) y si la lesión se encuentra en la cara, el edema se ex-tiende al cuello y pecho, dificultando la deglución y la respi-ración. El carbunclo interno en el hombre es muy difícil de diagnosticar, si no existe una clara anamnesis que haga pre-sumirlo.

El pronóstico siempre es grave; pero especialmente en los casos de pústula eri la cara y, por supuesto, en el carbunclo interno (pulmonar o intestinal), es fatalmente mortal sin una oportunísima intervención con suero y arsenicales.

N o hay estadísticas, ni siquiera aproximadas,, del núme-ro de casos de carbunclo bacteridano que se registran en Ohile en los animales; pero, juzgando por lo extendida que se en-

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cuentra la enfermedad y por la frecuencia con que se la com-prueba en los análisis de los laboratorios, debemos conside-rarla como la más común de las enfermedades infecto-con-tagiosas.

La estadística demográfica oficial acusa un promedio de 300 casos al año en el hombre, con una mortalidad de un 16,6 %, cifras seguramente inferiores a las reales, pues la mayoría de los casos se producen en los campos, donde la asis-tencia médica es muy deficiente, y que indican una propor-ción elevada de mortalidad, dados los recursos terapéuticos de que hoy disponemos.

Las cifras de los últimos nueve años, son las siguientes:

Año 1933 224 casos, con 37 defunciones " 1934 263 " " 4 0 " 1935 224 " " 50 " 1936 223 " " 38

1937 284 " " '63 " 1938 327 " " 65 " 1939 340 ** " 61 " 1940 357 " " 49 " 1941 387 " " 55

Totales 2,629 casos, con 458 defunciones

Las provincias más afectadas fueron: Aconcagua, Santia-go, O'Higgins, Colchagua, Talca, Linares, Ñuble y Maullín.

La profilaxis del carbunclo bacteridiano en el hombre requiere estas atenciones principales:

1.? Reducir los casos de enfermedad en los animales por medio de las vacunaciones preventivas y de las medidas sanitarias tendientes a destruir los focos infecciosos (destruc-ción de cadáveres por cremación o enterramiento profunda, desinfección, etc.).

2.* Prevenir el contagio eni el hombre, evitando su contacto o manejo inconsciente, con los animales enfermos o muertos de carbunclo; impedir el consumo de las carnes de los mismos y el aprovechamiento de los _ cueros; asegurar la buena procedencia de las pieles, lanas, crines, etc., empleadas en la industria y obligar a la desinfección de los sospechosos o de origen desconocido.

3.* Divulgar en la forma más amplia, especialmente entre los campesinos y los obreros de las industrias señaladas,

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las características de la enfermedad en el hombre; los medios de evitar el contagio y la necesidad de su rápido tratamiento y, en cuanto a éste, dotar a los hospitales, postas de asistencia, fundos, etc., de suero anticarbuncloso y elementos para aten-der de urgencia los casos que puedan presentarse.

2) Tuberculosis.

Aunque la principal fuente de contagio de la tuberculo-sis en el hombre es el hombre mismo, la susceptibilidad de éste en ciertas edades para algunos tipos de tuberculosis ani-mal es innegable y justifica la importancia que siempre se le ha dado a esüe problema.

La tuberculosis es producida por un bacilo, el Mycobac-terium tuberculosis, del cual se conocen tres tipos que tienen relación ¿on el hombre: el M. tuberculosis hominis (huma-no) , el M. tuberculosis bovis (bovino) y el M. tuberculosis avium (aviar).

El bacilo tipo humano infecta principalmente al hom-bre; pero puede encontrarse incidentalmente en otras especies animales, especialmente en el perro y en algunas aves (psi-táceas), seguramente por su más próxima convivencia con el hombre.

El tipo bovino se encuentra de preferencia en lo« ani-males vacunos; pero ataca también, con relativa frecuencia, a otras especies animales, como los cerdos, ovejas y gatos.

El tipo aviar, casi exclusivo de las aves, que pueden considerarse refractarias para los tipos humano y bovino, puede infectar con facilidad a los chanchos y, algunas veces, al caballo.

La susceptibilidad del hombre para los tipos de tuber-culosis animal es muy variable: para el tipo bovino;, que es el considerado como el más virulento, el hombre adulto po-see una marcada resistencia; pero en las primeras edades puede fácilmente contagiarse. En 1917, Wang sumarizó en una estadística, todos los informes aparecidos respecto a esta cuestión, con el siguiente resultado:

Número y clase de enfermos T i p o humano Tipo bovino Proporción

1,311 adultos de 16 años arriba 1,273 38 2,9 % 591 niños de 5 a 16 años 420 171 28 ,9 .% 614 niños menores de 5 años 415 199 32 ,4 .%

2.516 2,108 408 16,2 %

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Los casos de infección tuberculosa en el hombre con el bacilo del tipo aviar son tan reducidos, que se había llegado a negar su virulencia para nuestra especie; pero últimamente se ha recopilado un número de casos debido a este tipo de in-fección, que nos obliga a considerarla.

La propagación de la tuberculosis en los animales se debe principalmente a la convivencia o contacto de los sanos con los infectados que presentan lesiones abiertas de la enfermedad, especialmente en las localizaciones pulmonar, mamaria, intestinal y génito-urinaria. El contagio se efectúa por la vía respiratoria (inhalación), por la digestiva (inges-tión) y excepcionalmente por la piel y mucosas (inoculación), de los productos virulentos expulsados con la tos, con las deyecciones o con la leche que, directa o indirectamente, llegan desde los animales enfermos hasta los sanos. Por eso, la ma-yor proporción de animales tuberculosos se encuentra en los vacunos estabulados y especialmente en las lecherías.

El contagio de la tuberculosis desde los animales al hom-bre tiene lugar principalmente por la vía digestiva, con los ali-mentos (carne, leche, huevos) infecciosos. El peligro por la carne es muy limitado, pues el tejido muscular es muy esca-so en bacilos y las visceras más peligrosas (ríñones, pulmo-nes, hígado, linfo-glándulas,, etc.) suelen presentar lesiones visibles y todo ello es sometido a la cocción o cocinado al fuego, aparte de la inspección veterinaria en los mataderos.

La leche y sus derivados (crema, mantequilla, queso) son. sin duda alguna, los productos que con, más facilidad pueden transmitir la tuberculosis. L?. leche puede ser infeccio-sa por la existencia de vacas con focos tuberculosos localiza-dos en la ubre, que vierten los bacilos 'en la ordeña o por con-taminación al ensuciarse con la tos o el excremento de vacas tuberculosas con lesiones pulmonares o intestinales. La man-tequilla, la crema y el queso, pueden albergar vivos los mi-crobios de la tuberculosis por un tiempo relativamente larño <20 a 40 días).

La tuberculosis aviar ofrece poco peligro para el hom-bre, porque generalmente el hígado, que es la viscera preferen-temente atacada, muestra claramente las lesiones propias de la infección y se 'elimina del .consumo. Casi todos los casos de contagio se atribuyen a los huevos comidos crudos o mal cocidos, provenientes de gallinas muy infectadas, que pueden contener bacilos.

La tuberculosis de origen bovino en el hombre, puede adquirir varias formas; pero es generalmente rara la pulmo-

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— l i -

nar, precisamente la más común en el tipo humano1. Se en-cuentran en primer término las adenitis cervicales, la tubercu-losis ósea y articular,, la abdominal y tampoco escasean las formas generalizadas.

Las infecciones tuberculosas del t ipo aviar en el hombre son rarísimas; sin embargo, se han comprobado casos de tu-berculosis renal en los niños y en el bazo, glándulas mesenté-ricas, piel, etc., en los adultos, con dicho tipo de bacilo.

Los métodos para prevenir la transmisión de la tuber-culosis de los animales al hombre, comprenden las siguientes medidas:

1.* Erradicación de la tuberculosis en los animales. Inspección sanitaria de los alimentos de origen ani-

mal e higienización de la leche y productos lácteos. 3.9 Educación anti-tuberculosa. La erradicación de la tuberculosis en los animales, se está

efectuando en Chile voluntaria y espontáneamente, aunque en forma lenta, en algunas lecherías, por agricultores compren-sivos y progresistas, bajo el siguiente plan propiciado y apli-cado por el Instituto Biológico:

1.® Prueba bíanual de tuberculina (intra-dermo-reacción sub-caudal),, en todo el ganado.

2.° Examen clínico de todos los reaccionantes. 3.° Eliminación de los animales con signos clínicos de

tuberculosis abierta (respiratoria, digestiva, mamaría) o gan-glionar.

4 . ' Separación en dos lotes diferentes, de los animales reaccionantes, sin manifestaciones clínicas de la enfermedad y de los negativos a la tuberculina.

5.9 Observación especial de los primeros (.positivos a la tuberculina) en el intervalo de las pruebas y eliminación inmediata de los que aparezcan con algún síntoma sospecho-so (tos, diarrea, mamitis;, etc.).

Sería deseable que el Gobierno dispusiera alguna medi-da .conducente a la obligatoriedad de este plan y a la indem-nización o ayuda a los ganaderos, para hacerlo más efectivo, ya que nada ha hecho en tal sentido, por lo que está limitado a lo que los interesados y las instituciones particulares vienen efectuando por su propio interés.

La inspección sanitaria de los alimentos de origen ani-mal (carne y sub-productos), que se efectúa eft los mataderos y mercados .de las grandes ciudades, <es ¡suficiente garantía rara que no alcance al hombre el peligro de contagio de la tuber-culosis de las reses de abasto, pues en dichos establecimientos

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se dispone el decomiso parcial de las visceras lesionadas en las tuberculosis localizadas o el decomiso total del animal en las formas generalizadas y en la tuberculosis multi-ganglionar.

Pero en las localidades adonde la inspección veterinaria es deficiente o no se ejerce, así como en ciertos casos (tubercu-losis porcina y aviar) que no suelen interven iree, sólo pode-mos encontrar una garantía en la esterilización que, feliz-mente, se obtiene con Ja cocción a que son sometidos los pro-ductos cárneos antes de su consumo.

En cuanto a la leche y sus derivados, el peligro es mayor. Cierto que en nuestro país es escaso o nulo el consumo1 de la leche cruda; pero hay muchas otras razones que justifican la necesidad de la higienización de este alimento bajo* medidas generales y obligatorias.

Estas deben comprender, indispensablemente: el buen es-tado sanitario de los animales; la higiene de los establos y de la ordeña; la refrigeración y el manejo y transporte adecua-dos del producto y, por último, su pasteurización.

Mucho se ha discutido* y se sigue discutiendo aquí sobre la conveniencia o la inconveniencia de esta última medida: yo la considero indispensable, aunque reconozco y lamento que han existido desaciertos y abusos en su aplicación, cau-santes de molestias y perjuicios injustificables.

Con la pasteurización se eliminan, sencilla y definitiva-mente, los gérmenes de la tuberculosis y de la brucelosis que, prácticamente, contienen todas las leches, además de otras bac-terias asporógenas que pueden ocasionar enfermedades o afec-ciones peligrosas en el hombre, sobre todo en los niños, o bien alterar rápidamente las cualidades de la leche. Baste decir que, •antes de reconocerse oficialmente, como lo está noy e-n todas partes, las ventajas de la pasteurización, se efectuaba ésta clan-destinamente, en secreto, como una medida económica para asegurar la conservación de la calidad de la leche.

N o podemos detenernos aquí a 'examinar las ventajas e inconvenientes de los diversos sistemas de pasteurización apli-cados; pero su efectividad puede apreciarse conociendo la si-guiente tabla de resistencia al calor del bacilo tuberculoso, es-tudiada por Park;

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Temperatura Tiempo requerido para matarlo

779 С 71» С 689 С 669 с 63 ' с 619 С 609 С 599 С 589 С 5 79 С 569 С

Como se ve, el bacilo tuberculoso es sumamente frágil ante las temperaturas altas y cualquier método de pasteuriza-ción ofrece, en este sentido, un amplio margen de seguridad, debiéndose preferir aquél que menos altere las cualidades nu-tritivas de la leche.

Se comprende fácilmente la conveniencia que tendría, en la lucha anti-tuberculosa, la divulgación entre el público de todas -estas cuestiones por medio de afiches, folletos, confe-rencias, etc.,, donde se expliquen, en forma gráfica y objetiva, las fuentes de donde proviene el contagio de la enfermedad y los modos de evitarla.

Las estadísticas necrológicas acusan en Chile una eleva-da mortalidad por tuberculosis en el hombre; pero no dis-tinguiéndose los casos derivados del contagio de los animales, nos abstenemos de comentarlas.

Por lo que se refiere a la tuberculosis animal, tampoco tenemos suficientes-elementos de información; pero nuestras observaciones demuestran que existe en grado bastante elevado en el ganado bovino y porcino y que es también frecuente^ en las aves. Especialmente alta, es la proporción de casos entre los vacunos de lechería, como lo comprueba la estadística de tuberculinizaciones del Instituto Biológico, en la cual puede apreciarse, además, el aumento progresivo de reaccionantes du-rante cinco años consecutivos y un marcado descenso en 1940, debido, tal vez, ál efecto de la campaña de saneamiento reco-mendada e iniciada por dicho Instituto. He aquí las cifras:

20 segundos 30

segundos

1 minuto 2 minutos 6 9 *

10 t t

15 f t

20 "

30 tu

40 i t

1 hora

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Айо N . ' de animales Positivos % de reaccionantes fuberculinizadoj

1934 2,943 674 22,9 1935 4 ,097 1,307 31,9 1936 4,330 1,441 33,2 1937 7,077 2,358 33,3 1938 6,504 2,413 37,1 1939 4 ,490 1,810 40,3 1940 8,684 2,726 31,3 1941 8,003 2,523 31,5

3) Brucelosis.

La brucelosis es una enfermedad de los animales y del hombre, causada por una de las tres especies del género Brucelk: Br. melitensis, Br. abortus y Br. suis.

El principal huésped de la Br. melitensis es la cabra; el de la Br. abortus, la vaca y el de la Br. suis, el cerdo*. Cada una de estas especies es infecciosa para todos los animales domésticos, excepto la Br. abortus con respecto al cerdo.

El hombre puede infectarse con las tres variedades de Brucellas, contrayendo la llamada "fiebre ondulante".

La brucelosis en los animales no tiene síntomas aparen-tes ni produce mortalidad apreciable, por lo que ha ido apa-reciendo y propagándose en todos los países, sin darse apenas cuenta de ello los ganaderos. La única manifestación ostensi-ble de la infección son los abortos, que no se producen en todas las hembras grávidas infectadas, porque el germen pue-de implantarse en la ubre u otros órganos, sin comprometer la -vida del feto. Pero las pérdidas que la brucelosis ocasiona a la ganadería por la mortalidad en las crías, esterilidad y otras afecciones y trastornos de la reproducción, son incalcu-lables. .

El contagio entre los animales se efectúa casi exclusiva-mente por la vía bucal, al ingerir leche virulenta o al comer pastos infectados con los fetos o las secreciones de las hem-bras que malparen, al lamerse unos animales a otros, etc. El contagio por la cópula no se realiza, salvo el caso de que el macho es'é infectado, con localización díel proceso en los ge-nitales internos.

La transmisión de la brucelosis de los animales al hom-bre se efectúa principalmente por la leche. Una gran pro-

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porción de las hembras domésticas infectadas elimina, tem-poral o continuamente, gérmenes vivos por la glándula ma-maria y por esta circunstancia están muy expuestas a infec-tarse las personas dedicadas a la ordeña o las que manejan o acostumbran a tomar la leche cruda. También puede produ-cirse el contagio a través de la piel, aunque no se encuentre ésta lesionada, y en esta, forma se han comprobado muchos casos en las personas, como veterinarios y estableros, en las intervenciones obstétricas que suelen requerir a menudo las hembras infectadas.

La brucelosis del melitensis en el hombre es, según Bruce, "una enfermedad de larga duración, caracterizada clí-nicamente por fiebre continua, profusa transpiración, estre-ñimiento, fecuentes relapsos, dolores reumáticos o neuralgias, inflamación de las articulaciones u orquitis". Las infecciones producidas por la Br. abortus y la Br. suis difieren de las de la Br. melitensis por ser éstas de más larga duración y pre-sentar una temperatura de reacción de tipo ondulante. El promedio de duración de la enfermedad por las Br. aborfcus y suis es de seis semanas; en la Br. melitensis es de tres meses y más. Son, pues, estas últimas las más graves para el hombre; las de la Br. abortus se consideran más benignas qute las de la Br. suis.

En Chile ha sido comprobada por el Dr. San Miguel en el Instituto Biológico y per los Dres. Vaccaro y Onetto en el Bacteriológico, la existencia de los tres tipos de Brucellas. La Br. melitensis existe en las cabras, en la región cordillera-na del cajón del Maipo y en algunas provincias del norte, encontrándose, entre las primeras, una proporción de un 25 % de infectadas. La Br. suis se ha encontrado también en varios criaderos de cerdos.

La Br. abortus se encuentra prácticamente diseminada por todo el país. Las estadísticas del Instituto Biológico de las pruebas de aglutinación efectuadas en sus laboratorios, en un período de once años, en ganado lechero de los fundos de la región central, arroja un promedio de un 34 % de reac-cionantes, según puede verse en el siguiente cuadro:

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Ano N . ' de pruebas Positivas Sospechosas Negativa»

1931 .. .. 429 70 8 351 1932 .. .. .. .. 4 ,583 1,059 236 3,288 1933 .. .. .. .. 4,335 1,034 798 2,503 1934 .. .. . .. 6,103 1,026 859 4 ,218 1935 .. .. 4 ,575 570 434 3,571 1936 .. .. .. .. 8,528 1,855 1,054 5,619 1937 .. .. .. 10,758 2,264 1,742 6,752 1938 .. .. .. .. 8,143 1,079 1,119 5,945 1939 .. .. . .. 7,284 1,183 1,044 5,057 1940 .. .. .. .. 8,527 1,506 2,405 4 ,616 1941 9,199 1,391 2,072 5,736

72,464 13,037 11,771 47,656

El programa para la prevención del contagio de la bruce-losis de los animales al hombre debe comprender, a mi juicio, los siguientes puntos:

l . 9 Campaña de erradicación de la brucelosis en los animales.

2.9 Higienización de la leche. 3 ° Divulgación sanitaria,

o sea, muy parecidos a los de la tuberculosis. La campaña de erradicación de la brucelosis en los ani-

males, según nuestra experiencia en Chile, deberá fundamen-tarse en las siguientes bases:

1.® Diagnóstico, mediante la prueba die aglutinación de la sangre, aplicada a todos los animales de las lecherías (va-cunos y caprinos) y en las crianzas de cerdos.

2.® Eliminación de los reaccionantes o separación de éstos y de los sanos, según las circunstancias, en el ganado vacuno. En el ganado caprino y porcino se debe proceder al sacrificio obligatorio de los reaccionantes, destinándolos al con-sumo.

3.? Vacunación obligatoria contra el Bang, de todas las terneras, entre los cuatro y los ocho meses de edad ("calfhood vaccination") con los cultivos de la cepa 19 del В. А. I.

La higienización de la leche, requerida para evitar la transmisión de la brucelosis de los animales al hombre, recla-ma idénticas medidas que para la tuberculosis, por lo que considero innecesario repetirlas.

Debo, empero, señalar el mayor peligro de contagio que existe para la brucelosis en el manejo de la leche (ordeña, etc.),

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en el consumo del queso (especialmente el fresco de cabra) y en el contacto o en las intervenciones (obstétricas u otras) con animales infectados. También es más peligroso que en la tuberculosis, el manejo de los cultivos de Brucellas en los la-boratorios.

Por estas razones, sería también conveniente una intensa divulgación sanitaria relativa a las formas de contagio en las brucelosis y sus consecuencias para nuestra especie.

En la estadística oficial chilena se registran 110 casos de brucelosis en el hombre desde el año 1935 al 1941, con una defunción, repartidos en la forma siguiente:

9 casos 2 " 8 " 7 "

17 " 50 " 17 "

Año 1935 " 1936 " 1937 " 1938 " 1939 " 1940 " 1941

los cuales se distribuyen entre las siguientes provincias:

Antofagasta 69 casos Atacama 7 Aconcagua 1 Valparaíso 1 Santiago 30 O'Higgins 1 Maule 1

Debemos suponer que existe un número mucho mayor de casos indiagnosticados.

4) Salmonieloeis.

En el extenso y un tanto confuso grupo de las enfer-medades producidas por las Salmonelbs, podemos considerar algunas que, infectando los animales, pueden ocasionar en el hombre infecciones alimenticias de naturaleza: microbiana. •

En Chile tenemos comprobada en el Instituto Biológico, la existencia de las siguientes especies de Salmonella:

S. cholerae sais o S. suipestifer, S. abortus equi, S. pullorum, S. gallinarum,

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de las cuales la primera es considerada capaz de producir en el hombre intoxicaciones alimenticias más o menos graves.

No se han hecho, que sepamos, investigaciones sobre otras Salmonellas, tales, como la S. enteriditis y la S. aer-trycke, todavía más patógenas para nuestra especie y que, en otros países han determinado muchas veces casos graves en personas que consumieron carne o leche de animales, general-mente vacunos, infectados con dichos gérmenes.

Creemos que este asunto, aun cuando parece no tener mayor gravedad en nuestro país, debe estudiarse y atenderse especialmente en la inspección veterinaria de los mataderos.

5) Pasterelosis.

Entre las diversas Pasteureilas que atacan a las diferen-tes especies animales y cuya existencia en, Chile está amplia-mente comprobada, sólo hay una, la p . pestis, que ataca al hombre y que es primariamente una enfermedad de los roe-dores, especialmente de las ratas.

En ei hombre se produce la enfermedad de tipo bubó-nico, ai transmitirse la infección por intermedio de las pul-gas que picaron ¿ntes ratones enfermos.' Ei tipo neumónico es la enfermedad, se propaga directamente de hombre a hombre.

Por tratarse de una enfermedad especial, que en nuestro país sólo se ha presentado accidentalmente en algunos puer-tos y por estar suficientemente reglamentada su profilaxis por la Dirección General de Sanidad, nos consideramos rele-vados de mayores consideraciones sobre ella.

B) Enfermedades producidas por virus.

1) Fiebre aftosa.

La fiebre aftosa, enfermedad aguda, febril y eruptiva, que ataca a las especies animales bi-unguladas o de uña parti-da, es muy común en Chile y, con frecuencia, toma carácter epizoótico.

Son muy susceptibles a esta enfermedad los animales vacunos y los cerdos, siguen los ovejunos y las cabras, así como varios animales salvajes (ciervos, guanacos, jabalíes, llamas, alpacas, etc.) que pueden también propagarla. Otras especies animales son naturalmente resistentes y sólo excep-cionalmente contraen la infección, como sucede en el hombre. El cobayo (cuy) se ha logrado utilizar en los laboratorios со-

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mo sujeto susceptible, mediante la inoculación intra-dérmica plantar.

El agente etiológico de la fiebre aftosa es un virus fil-trable de una sutilidad extraordinaria y de un poder infec-tante muy elevado, pues material diluido 10 millones de ve-ces es todavía capaz de infectar cobayos.

Este virus se encuentra algún tiempo en la sangre de los animales infectados, durante el período febril que prece-de a la formación y ruptura de las aftas y, después, en el contenido de éstas y en las células epiteliales de las mismas.

El contagio entre los animales se difunde muy fácil y muy extensamente en las más diversas formas: unas veces directamente, por contacto inmediato con los animales en-fermos o sus secreciones virulentas (saliva, leche, etc.) y otras, las más, indirectamente, por intermedio de personas, de otros animales (caballos, perros, aves), de los potreros, caminos, ferias, carros de transporte, alimentes, aguas, etc., que pueden contener el virus accidentalmente y transportarlo a grandes distancias.

Es h fiebre aftosa la más contagiosa, de las enfermeda-des en la ganadería y. aunque generalmente es baja la mor-talidad que ocasiona, las pérdidas que origina con sus com-plicaciones y el gr:\n número de animales afectados, explica el terror que su presencia produce entre los agricultores. Se avalúa en m ' s de 300 millones los perjuicios de la última epizootia en el país, por disminución de la producción de leche, carne y trabajo en las lecherías, engordas y bueyes de labranza y por la muerte o inutilización de animales.

El hombre ofrece, en .general, bastante resistencia para el contagio de la fiebre aftosa y no todos los casos diagnos-ticados como tales, son infecciones genuinas del virus afto-so. Los casos verdaderamente comprobados, por inoculación en los animales, son bastante raros.

Los síntomas en el hombre son: fiebre, vómitos, infla-mación dclorosa y sensación de calor y sequedad en la boca, seguidas de una erupción de vesículas en la boca, labios y lengua. Pueden también ser afectadas las manos. Algunos casos van acompañados de cefalalgia, dolor de espaldas, vér-tigo, cólicos, diarrea y debilidad general.

La transmisión de la fiebre aftosa al hombre se realiza en la mayoría de los casos por la leche de animales infecta-dos. habiéndose comprobado también algunos casos de con-tagio directo por inoculación del virus a través de la piel denudada.

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La profilaxis de la fiebre aftosa, en cuanto hace refe-rencia a la forma de evitar su transmisión al hombre, es sencilla si se observan las precauciones generales sobre higie-ne de la leche, ya señaladas para otras enfermedades,

2) Viruela.

Parece ser que esta enfermedad eruptiva y contagiosa, la padeció primariamente el hombre* de donde pasó al gana-do vacuno (cow-pox) y al caballo (horse-pox), con la particularidad de que, al revertir al hombre el contagio des-de estos animales no produce en él la verdadera viruela (man-pox) sino la "vacuna" descubierta por Jenner (1796) , que le hace inmune contra aquélla.

La viruela de la oveja (sheep-pox) es una infección distinta del cow-pox y la de las aves (fowl-pox) es proba-blemente una epiteliosis.

Todas las viruelas son producidas por virus filtrables y los corpúsculos encontrados por algunos investigadores, como el Cytoryctes variola-vaccinae de Guarniéri, no pueden con-siderarse como agentes específicos, puesto que no atraviesan los mismos filtros que dejan pasar el virus.

En Chile es relativamente frecuente la aparición del cow-pox en el ganado lechero y muy común en tales casos la transmisión a las personas ocupadas en la ordeña, que ge-neralmente no habían sido vacunadas. Es muy rara la virue-la del caballo y no se conoce la viruela ovina. La de las aves, junto con su inseparable compañera, la difteria aviar, es muy común en los gallineros; pero estas enfermedades no afectan al hombre.

La propagación de la enfermedad entre los animales se efectúa casi exclusivamente por las manos de los ordeña-dores. Como las pústulas del cow-pox se localizan princi-palmente en las tetas, si no se toman a tiempo las debidas precauciones, la enfermedad se extiende rápidamente entre las vacas que se están lechando.

Estando, pues, prácticamente limitada en Chile la vi-ruela transmisible al hombre, a los casos de cow-pox en las lecherías, la profilaxis para reprimir la propagación de la enfermedad en los animales se reduce a unas sencillas medidas de aislamiento de los primeros casos, que se ordeñarán aparte por personas que no deben manejar otras vacas y que cuidarán de desinfectarse las manos después de cada ordeña.

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La transmisión del cow-pox al hombrea no tiene ningu-na consecuencia grave, puesto que se reduce a la producción de una o unas pocas pústulas en el piflnto inoculado, general-mente en las manos, con la ventaja de quedar inmunizado doblemente, para el cow-pox y para la viruela humana.

La prevención consistiría en la vacunación oportuna de todo el personal de las lecherías, medida que en nuestro país y en casi todos tiene carácter general y obligatorio y que puede considerarse fundamental en la higiene pública, por ser la vacuna antivariólica la más eficaz e inofensiva de todas las conocidas.

3) Rabia.

La rabia o lisia es una enfermedad mortal causada por un virus filtrable de tipo neurótropo. que puede afectar a todos los animales de sangre caliente, siendo más frecuente y se supone que primariamente radicó, en la especie canina. El nombre de "hidrofobia" se puede aplicar al hombre, por existir en él, durante los ataques rábicos, el horror al agua; pero, es inadecuado para los animales, en los que no aparece tal síntoma.

El virus rábico se encuentra en el tejido nervioso (en-céfalo, medula, etc.) y en las glándulas salivares de los ani-males atacados.

El contagio entre éstos se efectúa casi exclusivamente por la mordedura de perros rabiosos, los cuales, a su vez, fue-ron infectados del mismo modo por otro congénere. Para la inoculación infectante se requiere la lesión de la piel o de las mucosas, pues hallándose ambas intactas, no hay peligro de transmisión. También puede resultar inocua la morde-dura si los dientes, antes de4lesionar la piel, se han limpiado de saliva (mordedura a través de la ropa) .

La transmisión de la rabia de los animales al hombre también ее realiza, en la mayoría, de los casos, por la morde-dura de perros o gatos rabiosos; pero existen, además, otras formas de contagio, contra las cuales debe estar prevenido.

En efecto, existe la posibilidad díe - infectarse, siempre que haya contacto del virus con. una herida o lesión de la piel, por pequeña que sea, lo que puede acontecer fácilmente a los profesionales y a los dueños o cuidadores de animales 0I examinarlos o al medicinarlos. En Chile tenemos un do-loroso ejemplo de este peligro en el caso del profesor Amión, quien se infectó al examinar una vaca enferma, en los pró-

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dromos de rabia y pagó con su vida el tributo inexorable a tan terrible enfermedad.

En las autopsias, en el descueramiento y en el manejo de cadáveres de anímales rabiosos, existe asimismo el peli-gro de contagio en las personas que intervienen en tales ope-raciones sin las precauciones debidas, especialmente cuando tienen alguna herida, erosión o rasguño en las manos.

Las bases principales para una campaña anlti-rábica y para ¡la prevención de la transmisión de esta enfermedad al hombre, deberán comprender:

l . y Campaña para la eliminación de la enfermedad en los perros.

2.9 Cooperación médico-veterinaria para el diagnósti-co oportuno de los casos de rabia en los anímales.

3.9 Divulgación sanitaria. 4.9 Tratamiento anti-rábico. Siendo el perro el principal diseminador de la rabia, la

primera y más elemental medida sería la de procurar la ex-tinción de la enfermedades en estos animales. Esto resulta-ría posible conseguir, como ya se ha logrado én otros países, con la exterminación de los perros vagos y con la vacuna-ción anual y ciertas restricciones impuestas a los dueños de los demás perros.

La cooperación recíproca del médico y del veterinario en los casos de rabia, en que hay personas mordidas o proba-blemente infectadas, es de necesidad absoluta. El médico no podría, en muchos casos, formarse un juicio exacto ni fi jar su conducta ante la situación, por falta de antecedentes pre-cisos y certeros, principalmente diagnósticos; por otro lado, el veterinario que interviene solo, en uno de estos casos, asu-me una enorme responsabilidad, si se limita a atendér sola-mente a los anímales y no se cuida de averiguar y de preve-nir posibles contagios a las personas. JEn estas circunstancias está justificada la intrusión en los campos de ambas medici-nas y la necesidad de una cooperación estrecha y recíproca de ambos profesionales.

Podríamos resumir la conducta a seguir en estos casos de personas mor; i :das por animales sospechosos de rabia, con estas prevenciones»;

1.® Acudir a un médico: éste o, en caso de ausencia, el veterinario, desinfectará, cauterizará y vendará la herida.

2.9 El perro o animal mordedor deberá, en lo posible, no ser sacrificado, sino conservarlo vivo en observación por el veterinario.

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3.9 Si durante la observación: muestra el animal sín-tomas de rabia, todas las personas mordidas,, rasguñadas, o que han tenido contacto con el animal y presenten alguna herida o efracción de la piel, con probabilidad de contagio, deberán someterse inmediatamente al tratamiento anti-rábico.

4.9 En los casos en que el animal mordedor desaparez-ca o cuando fué sacrificado sin observación técnica, las per-sonas mordidas deberán ser puestas en tratamiento, sin espe-rar el resultado del análisis diagnóstico.

5.9 Este análisis (histo-patológico y experimental) debe hacerse en todos los casos (sacrificio o muerte natural del animal), enviando la cabeza de éste al laboratorio, para fines comprobatorios y estadísticos.

La divulgación por medio de afiches, folletos, etc., de estas precauciones, así como de otras relativas al cuidado de los perros, etc., contribuirían a ilustrar y a prevenir al vul-go de los peligros y contingencias a que está expuesto con esta enfermedad, y a desvanecer errores y prevenciones que pueden ocasionar fracasos irremediables.

El tratamiento anti-rábico, perfectamente establecido en el Instituto Bacteriológico de Chile, constituye, lógicamente, uno de los recursos más importantes y necesarios para la prevención de la enfermedad en el hombre y en los animales. Para estos últimos, el Instituto Biológico coopera también en la preparación de la vacuna anti-rábica.

Sobre esta cuestión, debe tenerse en cuenta que la vacu-nación contra la rabia, en el hombre, es absolutamente eficaz y evita el desarrollo de la enfermedad, oportunamente apli-cada. Es tanto más seguro el tratamiento, cuanto- menor, sea el tiempo transcurrido entre la inoculación infectante y la iniciación de aquél: un plazo de quince días ya se estima pe-ligroso, especialmente si la inoculación tuvo lugar en la cara.

En los animales es menos seguro el tratamiento de los sujetos mordidos y generalmente se recomienda su sacrificio inmediato. En cambio, es eficaz y sencilla la vacunación pre-ventiva, que puede evitar una infección ulterior durante un año.

Las estadísticas de nuestro país acusan 33 casos de muer-te por rabia en personas, en el transcurso de nueve años, a saber:

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En 1933 " 1934 " 1935 " 1936 " 1937

1938 " 1939 " 1940 " ¡1941

С) Enfermedades producidas por hongos.

1) Actinomicosis.

La ' actinomicosis" es una enfermedad causada por el Acrinomyces bovis, que se caracteriza por el desarrollo de tumores granulosos, algunas veces supurados. Ataca prefe-rentemente al ganado vacuno y puede afectar al hombre.

El caballo, el cerdo y la oveja, entre los anímales domés-ticos, son también susceptibles a la actinomicosis; pero la pa-decen con menos frecuencia que los vacunos.

El contagio de esta enfermedad en los animales se efec-túa con las fibras de paja, heno, etc., que contienen el hongo y se clavan fácilmente en la lengua o en las encías^ Por eso, los tumores actinomicósicos suelen presentarse en las man-díbulas o en la lengua.

El hombre se infecta de un modo análogo: no hay, en realidad, transmisión directa desde los animales; pero éstos constituyen el reservorio principal de material infectante que conserva y disemina los focos del contagio.

La mayoría de los casos de actinomicosis humana se registran entre los estableros o vaqueros. La afección se lo-caliza generalmente, como en los vacunos, en la mandíbula, donde se desarrolla lentamente una tumoración difusa, dura, indolora, rodeada de una zona rojo-violácea, con formacio-nes de'pus con los característicos "granos de azufre".

La profilaxis de la actinomicosis, en general, consistiría simplemente en evitar la diseminación del contagio, aislando y tratando los animales afectados de dicha enfermedad v en instruir a los campesinos sobre el peligro de adquirirla cuan-do se tiene la costumbre de morder o chupar tallos de heno, paja, granos, etc., especialmente cuando se tienen caries den-tarias o alguna lesión en la lengua o encías.

2 casos 2 " 7 " 3 " 3 " 1 " 4 " 4 " 7

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2) Dermatomicosis.

Todas las dermatomicosis o "tiñas" de los animales pueden transmitirse y afectar al hombre.

La tiña pelada o "herpes tonsurante", causada por un hongo filamentoso, el Tricophyton tonsurans, mucoríneo, es muy frecuente en el ganado vacuno, particularmente en los terneros. Menos común en el caballo, es aún más rara en el perro y demás especies domésticas.

La tiña favosa o "favus", producida por el hongo mu-cedíneo Achoriom Schonleinii, la padecen comúnmente los perros, los gatos y las gallinas, siendo rara en el caballo. Es muy frecuente en los ratones, de donde pasa a los gatos y a los perros.

El contagio se efectúa generalmente, tanto en los ani-males, como entre éstos y el hombre, por contacto con los sujetos afectados . En los animales vacunos y caballares, la convivencia, el empleo de útiles de liir^pieza o arneses comu-nes, etc., facilitan la difusión de la t iña; en el perro y el gato, como cazadores de ratones, suelen ser éstos los que se la transmiten. Finalmente, el hombre la adquiere al acari-ciar o manosear animales tiñosos, perros o gatos o al tocar, asear o curar éstos u otros animales enfermos (caballos, va-cunos) .

La prevención del contagio, tanto de lo$ animales entre sí, como de los animales al hombre, consiste en adoptar toda clase de precauciones para evitar el contacto directo o indirec-to con los afectados de la enfermedad y en el tratamiento de éstos, con la destrucción por el fuego o con desinfectantes, del material peligroso (pelos, costras, etc.).

III. — ENFERMEDADES PARASITARIAS

Felizmente, la fauna parasitaria de nuestros animales domésticos es muy reducida en Chile, si se compara con la de otros países sud-americanos, especialmente los tropicales.

Como exponíamos en nuestras consideraciones prelimi-nares, la zona norte de nuestro país, que por su latitud está ya dentro del trópico, carece de vegetación y de población animal suficientes para el desarrollo de muchos parásitos que de otro modo la hubieran invadido.

En la zona central y en el extremo sur, el régimen de lluvias no es tampoco suficientemente regular para mantener un constante grado de humedad, tan necesario para asegurar la vitalidad de la mayoría de los parásitos patógenos, los

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cuales perecen fácilmente por la desecación en alguno de sus ciclos o no se desarrollan por las desfavorables condiciones de humedad y temperatura que a menudo se les presentan.

Sólo en algunas regiones de la zona sur, donde los des-censos de la temperatura no son muy pronunciados y adonde las lluvias son frecuentes, o en los fundos de riego de la re-gión central, son relativamente comunes y variadas las afec-ciones parasitarias en las especies animales domésticas.

Entre las que pueden afectar al hombre, tenemos las siguientes:

1) Tenias».

Los animales domésticos constituyen un; importante elemento en las infestaciones del hombre por las tenias, sir-viendo de reservorios o de huéspedes intermediarios para estos parásitos.

Las teniasis más frecuentes e importantes en el hombre son las ocasionadas por las especies Taenia solium y T . sa-ginata. La tenia echinococcus, por la forma Especial como ataca al hombre, la consideramos separadamente.

La Taenia solium o "lombriz solitaria" es la más co-mún en Chile y, como es sabido, se adquiere con la ingestión de carne cruda o mal cocida de cerdo atacado de "cisticerco-sis" (Cysticercus cellulosae), forma larvaria de dicha tenia.

El cerdo contrae la cisticercosis al ingerir los huevos de la tenia expulsados con las heces del hombre infestado con el parásito.

De este modo, el ciclo evolutivo del verme, parásito del cerdo y del hombre, se completa entre ambas especies.

La Taenia saginata o T . mediocanella'ta. del hombre proviene del Cysticercus inermis o C. bovis, que se encuentra en varios órganos musculosos de los bóvidos infestados.

La evolución de esta tenia es idéntica a la de la anterior, sólo que su ciclo se completa entre el hombre y el ganado vacuno.

Al contrario de lo que sucede en otros países, en el nuestro- abunda más la cisticercosis porcina que la bovina y, consiguientemente, son más frecuentes en el hombre las tenia-sis de la solium que las de la saginata.

En las estadísticas del Matadero de Santiago encontra-mos una proporción del 23,85 por mil de Cisticercosis entre los cerdos, o sea, un promedio de casi 4,000 cerdos cisticer-cosos al año, entre unos 80,000 beneficiados.

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La cisticercosis bovina no figura en sus estadísticas. Ambas teniasis se adquieren únicamente cuando el hom-

bre come carne de cerdo o de vacuno inadecuadamente cocida o asada, en la que se encuentren las larvas o cisticercos que han de convertirse en tenias. Los animales vacunos o porci-nos se infestan también de cisticercosis, únicamente al ingerir pastos o alimentos contaminados con las heces humanas de individuos portadores de la tenia, que llevan los huevos de este parásito.

La profilaxis de estas teniasis consistirá, por consi-guiente, en evitar ambos modos de contagio, los que reduci-rán, a la vez, los casos de cisticercosis en los animales y el manantial de contagio para el hombre.

Deberá evitarse y hasta prohibirse, las crianzas de chanchos en las proximidades de las poblaciones o viviendas que carecen de alcantarillado' o existan letrinas o estercoleros.

En los focos endémicos de cisticercosis bovina, no se de-be permitir que pasten los animales en campos abonados con estiércol que contenga deyecciones humanas.

Por otra parte, deberá educarse a la población de las zonas reconocidas como peligrosas, sobre las precauciones que deben tomar, especialmente del cuidado en cocer bien las car-nes y de procurar un pronto tratamiento tenicida en los afectados.

La inspección sanitaria de las carnes en, los mataderos, previene absolutamente el peligro de la transmisión al hom-bre de estas afecciones, por lo que, prácticamente, queda re-ducido el problema a la población rural que en éstas, como otras muchas enfermedades transmisibles, es la más afectada.

2) Equinococosis.

Afunque originada también esta enfermedad por una tenia, la Taenia echinóchoccus, no la incluimos entre las an-teriores, porque la verdadera teniasis de este verme no se en-cuentra en el hombre, sino en el perro, de donde se infesta aquél, adquiriendo una afección más propiamente llamada "equinococosis" o "hidatidosis".

El perro se infesta al comer las visceras de animales (vacunos, ovinos o porcinos) que contienen los quistes hida-tídicos (Echinococcus granulosus) y que, a su vez, se infes-taron con los huevos de la tenia expulsados por los perros que la hospedan.

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La frecuencia de esta enfermedad en el ganado está com-probada por las estadísticas del Matadero de Santiago, que acusan los siguientes promedios:

En bovinos, del 37,91 a b 7 7 , 9 6 por mil, alrededor de 10,000 casos anuales entre 150,000 reses sacrificadas.

En ovinos, de un 101,98 a un 159,48 por mil, con un promedio de 38,000 atacados de los 300,000 que se benefi-cian al año.

En porcinos, un 10,23 a un 57,84 por mil, con cerca de 2,000 casos, entre 80,000 cerdos sacrificados anualmente.

Pero estas cifras alarmantes, si bien denotan la exten-sión y frecuencia de la enfermedad,4 no entrañan ningún peli-gro directo para el hombre, pues la hidatidosis no se adquiere con el consumo de carne o visceras de los animales de abasto infestados.

El contagio al hombre procede únicamente de los perros portadores de la tenia. Estos animales expulsan, con sus ex-crementos, los huevos de ese verme, que pueden ensuciar al-gunos alimentos, como las verduras, que el hombre come crudos. Otra forma .posible de transmisión, sobre todo en los niños, es la convivencia1 íntima que suelen tener con estos nobles y cariñosos animales, pues a menudo éstos les lamen en la cara o en la boca, depositando así algunos huevos de la tenia que habían recogido al lamerse a sí mismos.

En la profilaxis de la equinococosis habría necesidad de procurar, en primer término, la reducción de los casos de esta enfermedad en los animales, cada día más numerosos y, en seguida, impedir la transmisión del perro al hombre.

Ambos objetivos constituyen simplemente un problema de educación sanitaria, que sería muy conveniente abordar. El primero debe dirigirse especialmente a la población cam-pesina, para hacerla saber que sólo la torpe ignorancia es la responsable del desarrollo de la equinococosis y de las pérdi-das y peligros que su presencia acarrea. Impidiendo estricta-mente que los perros lleguen a comer las visceras crudas de los animales (bovinos, ovinos o porcinos) portadores de los quistes hídatídícos, se evitaría el contagio de la tenia en aque-llos animales y administrando oportuna y periódicamente un tenífugo a los perros en los fundos, se completaría la medi-da eliminando la fuente de contagio para los herbívoros.

En cuanto a la prevención para el hombre, sería tam-bién cuestión de educar, divulgándolo en todas formas, des-de la escuela primaria, iel peligro de los perros en su convi-vencia con el hombre y en especial con los piños. Otra me-dida importante, bastante descuidada, es la de impedir el ac-

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ceso de los perros a los mataderos, sobre todo a las canchas de matanza, donde pueden ingerir despojos de animales con equinococos e infestarse fácilmente.

3) Triquinosis. Esta enfermedad parasitaria, producida por el nematode

Trichinella spiralis, que el hombre puede adquirir ai comer carne de cerdo infestado, cruda o insuficientemente cocida, es relativamente frecuente en nuestro país.

Las estadísticas de que disponemos acusan hasta un 5,74 por mil de cerdos triquinosos en el Matadero de Santiago, cifra que vendría a significar aproximadamente un chancho diario entre 200 sacrificados.

Como es sabido, la carne de cerdo infestado contiene las larvas de la triquina enquistadas entre las fibras muscu-lares, quistes que se disuelven en el estómago del hombre, de-jando en libertad л las larvas que completan su desarrollo en el intestino y, al reproducirse, sus embriones pasan a la circulación sanguínea e invaden el tejido muscular, para en-quistarse en él.

En los casos de fuerte infestación, durante el período de invasión de la pared intestinal, se presentan síntomas de una intoxicación alimenticia aguda; el período de emigración larval se caracteriza por dolorosas miositis y edema, y en el tercer período, de intoxicación, que sigue al enquistamiento de las larvas, aparece una variedad de síntomas de origen tóxico difíciles de caracterizar. La consecuencia puede ser la muerte o una invalidación prolongada. Hay, naturalmente, casos más benignos, con síntomas menos pronunciados o sin ningún síntoma aparente.

La triquinosis en el cerdo, proviene principalmente del contagio de este animal por la rata, en cuya especie se man-tiene la triquina por el canibalismo de estos roedores. El cerdo, de instintos bastante carniceros, devora los ratones que están a su alcance y que a menudo hospedan la triquina en la forma intestinal o en la enquistada. También se infestan al-gunos cerdos con los desperdicios o restos de comidas que se les suele dar y que contienen visceras o despojos de otros cerdos infestados.

La transmisión de la triquinosis al hombre puede decir-se que se efectúa únicamente por la ingestión de carne de cer-do infestado, cruda o insuficientemente calentada. La deseca-ción, el ahumado y el salado, no aseguran la muerte de las larvas, lo mismo que .pueden sobrevivir, en un asado ligero,

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las contenidas en la porción central de los trozos, cuando és-tos son gruesos.

La profilaxis de la triquinosis, en cuanto se refiere a prevenir su transmisión al hombre, consiste principalmente en establecer la obligatoriedad de la inspección veterinaria de la carne de cerdo, prohibiendo el beneficio de estos animales en los sitios adonde no exista este servicio. Como esto seria to-davía muy difícil de conseguir ¡en Chile, dada su extensa y diseminada población rural, habría necesidad de divulgar lo más posible, la conveniencia de someter a la cocción toda la carne o embutidos de chancho que se consumen, si no han sido debidamente inspeccionados.

4) Anquilostomiasis.

La "anquilostomiasis" o "unánariosis", llamada vul-garmente "anemia de los mineros" ha sido comprobada en Chile, entre el personal de las minas carboníferas de Lcta y Curanihhue, por el Dr. Otto Wilhelm de la Universidad de Concepción.

Aun cuando se ha culpado mucho al perro en el con-tagio de la anquilostomiasis, los dos géneros más comunes de anquilostomas humanos, el Necator americanus y el Ancy-loá:oma duodenale" se encuentran raramente en mesoneros de otras especies, y el más común en el perro, el Ancylostoma canínum, pocas veces o nunca parasitiza al hombre.

Por estas razones, creemos innecesario aconsejar medidas especiales, fuera de las prevenciones previstas para esta en-fermedad por las empresas mineras.

SV. — APENDICE

Para finalizar esta reseña, señalaré sucintamente algunas de las zoonosis, cuya existencia no se ha comprobado en el país; pero que accidentalmente podrían llegar hasta nosotros y aun tomar algunas de ellas carta da naturaleza aquí, con el consiguiente peligro para la salud pública y para Ibs intereses de la ganadería nacional.

1) Tularemia.

Es una enfermedad infecto-contagiosa, causada por el Bacterium tularense. Originariamente, se encuentra entre los roedores silvestres, especialmente en el conejo y la liebre. Se-cundariamente, es una enfermedad del hombre transmitida

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desde dichos anímales por la picadura de una mosca hemató-faga o de una garrapata. No se ha comprobado la transmi-sión de la tularemía de persona a persona.

La enfermedad en los animales es casi siempre mortal y en los países donde existe, se calcula que la contraen un uno por ciento de los conejos silvestres.

b n el hombre, la enfermedad presenta diversos tipos (úlcero-glandular, óculo-glandular, glandular, tifoideo y neumónico^, su duración es de tres semanas más o menos y su convalecencia lenta, de dos a tres meses. La mortalidad es de un 4 a un 5 por ciento.

2) Muermo.

Ei muermo o "farcínosís" es otra enfermedad infecto-contagiosa que la padecen primariamente las especies equinas, con cuyo contacto puede infectarse el hombre. Su agente etiv-lcg ;co es el Actmobacillus mallei.

Se .presenta como una infección natural sólo en los caba-llos. muías y asnos; pero pueden llegar a infectarse los cu-yes, gatos, perros y las lauchas de campo. Las ovejas, cabras, los cerdos, conejos y las lauchas caseras y las blancas son mu-cho meros susceptibles; los vacunos son totalmente refrac-tarios.

E! término "muermo" se usa para designar la forma nasa! o h. pulmonar de la enfermedad, y el de "farcínosís" 'para la forma crónica cutánea. La primera se presenta con ulceraciones de la mucosa nasal y descarga de un mucus espe-so, virulento, infartos y supuraciones ganglionares, respira-ción acelarad.a e irregular y muerte en una a seis semanas. La segunda forma se caracteriza por inflamaciones circunscriptas en diferentes partes del cuerpo, que se abscedan casi siempre dejando úlceras abiertas supurantes; puede durar años, hasta que qualquíera circunstancia adversa acelera la muerte.

En nuestra especie, >el muermo es considerado como "la enfermedad de. más atrorts sufrimientos aue el hombre puede padecer", según expresión de Gaiger, aue la contraio1. Se seña-lan muchos casos de contagio entre los veterinarios, palafre-neros, laboratoristas y otras personas que tienen contacto di-recto con anímales enfermos o con los cultivos del germen. La forma aguda de la enfermedad es la más común en el hom-bre y la mortalidad alcanza "a un 60 por ciento de los casos. Muchas veces los síntomas son oscuros jr se precisa el examen del laboratorio.

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En los animales es muy útil el empleo de la maleína, prueba semejante a la de la tuberculina, para descubrir los casos incipientes. También se hace uso de las pruebas se-rológicas de aglutinación y fijación del complemento, o de la reacción de Strauss en el cobayo.

Aunque la presencia del muermo se ha reducido mucho en todos los países con las medidas sanitarias que se íian puesto en juego para eliminar esta peligrosa enfermedad, siempre sería conveniente precaverse, con algunas disposicio-nes adecuadas, de la posible introducción de algún animal atacado, decretando la maleinización u otra prueba diagnós-tica obligatoria para los équidos que se importen o lleguen al país.

3) Psítacosís.

Esta enfermedad de las aves está muy extendida entr¿ los loros, cotorras, periquitos, cacatúas y especies afines, en estado silvestre. Pero en los últimos años se ha encontrado también en muchos criaderos y pajarerías, como una infec-ción crónica e inaparente, en los periquitos o catitas, canarios y pinzones y, junto con ello, el aumento d<e casos de infección entre las personas expuest'as al contacto con estas fuentes de contagio.

La psitacosis es producida por un virus ,que contiene unos finos corpúsculos (Rickettsia^ psittaci o Microbaccerium mumform peittacosis) que atraviesan algunos filtros y son retenidos por otros y se encuentran en los exudados, en la sangre y en ios órganos de los individuos atacados.

La transmisión de la enfermedad de las aves al hombre puede efectuarse por dos vías: la más común es la aerogénica, por inhalación del polvo contaminado con partículas infec-tivas provenientes de los excrementos desecados, orina, plu-mas, cadáveres, etc. y de las secreciones nasales, o, más rara vez, por inoculación directa en heridas producidas por pi-cotazos.

La enfermedad en el hombre presenta una sintomato-logía complicada y confusa, sobre todo en los primeros casos, hasta que por los antecedentes y el examen de laboratorio, se llega a aclarar las dudas. Es lo común que aparezca súbita-mente una neumonía atípica en un sujeto cuya familia adqui-rió recientemente un loro o unas catitas y que, a menudo y en rápida sucesión, se presenten nuevos casos en personas de la casa o en sus visitantes. A veces, el ave responsable no está visiblemente enferma. Generalmente transcurren dos a tres

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semanas entre la adquisición de las aves y la presentación del primer caso humano. La enfermedad puede continuar por contagio de persona a persona y no hay evidencia de que el agente infectivo pierda su agresividad en su paso por el hombre.

La gravedad de la psitacosis para nuestra especie está confirmada por las estadísticas que señalan una mortalidad de un 21 a un 40 por ciento en las epidemias registradas en varios países (39 % para 49 casos en París; 24 % para 167 casos en Estados Unidos; 20,9 % рагз 215 casos en Ale-mania; 21,36-% para 117 casos en Inglaterra).

La profilaxis de la psitacosis sería sencilla si el público apreciase el posible peligro inherente, al contacto con aves de origen desconocido, especialmente las psitáceas; pero el cari-ño por estas aves, tan profundamente arraigado en la natura-leza humana, no puede cambiarse.

Las medidas restrictivas, prohibiendo la importación de loros y otras aves susceptibles, que suelen aplicarse en los momentos de alarma, van gradualmente descuidándose y desapareciendo. El control sanitario de los establecimientos de crianza y venta de aves de jaula, que se ha establecido en algunos estados de Norteamérica y de Europa, para conse-guir una industria avícola libre de la psitacosis, merece ser imitado, toda vez que de ahí vienen los principales propaga-dores de la enfermedad.

4) Erisipela diel cerdea.

La "erisipela" o "mal rojo" del cerdo, una enfermedad de carácter epizoótico en esta especie animal, ocasionada por el Erysipelothrix rhusiopathiae, un bacilo del orden de los Actinomycetales, puede también afectar al hombre.

La infección se difunde de cerdo a cerdo directamente por vía bucal, pudiendo alcanzar en ellos hasta un 80 % de mortalidad.

En el hombre, la enfermedad puede adquirirse a través de erosiones o efracciones de la piel y generalmente la infec-ción queda confinada al sitio de inoculación, en forma de una lesión inflamatoria que sana entre ocho y catorce días. Se citan algunos casos excepcionales de forma septicémica con desenlace fatal.

El mayor número de casos se registra entre veterinarios, infectados al practicar vacunaciones y entre los carniceros u otras personas que manejan los chanchos o sus carnes.

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La profilaxis de la erisipela suina se consigue en los cerdos mediante la suero-vacunación.

Su transmisión al hombre se previene tomando las precauciones debidas (empleo de guantes de goma en las va-cunaciones, curación de las heridas o erosiones en las manos, etc.) las personas que han de estar en contacto con cerdos o manejen sus carnes y despojos.

Pido disculpas a los señores académicos por tanto tiem-po como he molestado su atención y les agradezco su bene-volencia en escucharme.

He tratado de reunir y clasificar todas las enfermedades que nos pueden interesar bajo> el aspecto sanitario señalado, porque este trabajo no se había hecho en, Chile, y en él he procurado esbozar las medidas que, según mi criterio y ya larga experiencia, resultarían más adecuadas para nuestro país y podrían servir como base a un programa sanitario de doble interés: el que se relaciona con la ganadería y el to-davía más trascendente, con la higiene y la salud pública.