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Primera parte LE CORBUSIER Le Corbusier, proyecto para el Plan Director (1950): borrador de la propuesta del sistema de espacios verdes a nivel urbano sobre un plano de Bogotá de 1948. © FLC 33690-1.

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Primera parte

LE CORBUSIER

Le Corbusier, proyecto para el Plan Director (1950): borrador de la propuesta del sistema de espacios verdes a nivel urbano sobre un plano de Bogotá de 1948. © FLC 33690-1.

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16 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Le Corbusier: Bogotá, vista aéreaCarles Martí Arís

(A P. Q.)1

En su papel de leader de la arquitectura moderna, Le Cor-busier tuvo que vencer muchas resistencias a lo largo de su carrera para lograr que sus clientes y el público en general aceptasen que la legitimidad social de sus propuestas ar-quitectónicas y urbanísticas era indisociable de su valor ar-tístico. Porque una cosa es el valor y otra, bien distinta, es el éxito. Él sabía que la actitud vanguardista era poco compa-tible con la obtención inmediata de aplausos y parabienes. Por ello adoptó como divisa de su trabajo la célebre frase «la recherche paciente». En ella subyace la hipótesis de que el tiempo, aliado con la actitud perseverante del artífice, aca-bará decantando, tarde o temprano, el valor y el peso espe-cífico de cada una de las aportaciones. Una vez concluido el siglo XX y viendo las cosas con suficiente distancia crítica, ¿quién de nosotros no estaría dispuesto a conceder hoy a Le Corbusier un lugar entre los cuatro mayores arquitectos de ese siglo? Ello no significa en absoluto suponer que el itinerario de Le Corbusier fuese un paseo triunfal. Por el contrario, sabemos que fue un camino arduo y salpicado de múltiples derrotas parciales. Y que fue en el ámbito urbanístico donde cosechó los más decepcio-nantes fracasos, hasta el extremo de que, aún hoy, les si-gue siendo útil a muchos la idea de cargar a Le Corbusier la culpa de los mayores abusos cometidos en nombre de la ciudad contemporánea, sin concederle a cambio el mérito de ninguno de sus beneficios. La historia oficial ha sido, hasta el momento, incapaz de convertir esas derrotas en victorias, ni siquiera a título póstu-

mo. Resulta todavía bastante frecuente oír, en muchas con-versaciones informales, el desenvuelto comentario de algu-nos, según el cual «Le Corbusier fue tan notable arquitecto como pésimo urbanista». Quienes hemos estudiado con de-tenimiento su trabajo no podemos dar por buena sin más esa valoración, sobre todo cuando se formula en términos tan esquemáticos y desabridos. Ahora bien, si tenemos la inten-ción de refutarla, estamos obligados a prestarle la atención que requiere, analizando los significados que se esconden tras ella y los prejuicios de los que se alimenta. Tomemos como ejemplo típico del modo en que se ha pretendido certificar la demolición conceptual del urba-nismo lecorbusieriano esa argumentación en que se suele comparar la Unité d’Habitation construida por Le Corbusier en el Boulevard Michelet de Marsella (1945-1952), tenida ahora, con rara unanimidad, por una extraordinaria obra de arquitectura, con el proyecto de urbanización Marseille-sud (1951) compuesto por 24 unités (una de las cuales coincide en posición y tamaño con la construida), a las que se añaden otras 15 torres cilíndricas para apartamentos. Esta operación sigue siendo considerada por muchos como un grave error de escala que por fortuna no se llevó a cabo, ya que su realización hubiese causado de manera inevitable, dicen, la aniquilación, desde su propia raíz, del tejido urbano preexistente. Cuando argumentos como estos, de base puramente cuantitativa, se utilizan como discrimi-nantes de la calidad de un proyecto, estamos ante un salto lógico difícil de admitir. La Unité del boulevard Michelet está concebida exactamente con los mismos principios y reglas que el conjunto de Marseille-sud. Entonces ¿por qué es tan distinto el juicio que se hace sobre ambos proyectos? ¿Por

Foto de las fachadas norte y oeste de la Unité de Marsella, publicada por Le Corbusier en el tomo V de la Œuvre Compléte. © FLC.

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17Le Corbusier: Bogotá, vista aérea | Carles Martí Arís

qué la Unité es vista como portadora de tantas virtudes y potencialidades, mientras que la extensión de esos criterios a un área de mayor tamaño como el barrio de Marseille-sud amenaza de repente con provocar un desastre urbanístico?

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La única explicación plausible que se me ocurre para com-prender el doble rasero con que se suelen juzgar esos dos proyectos estaría en el temor que suscitaban las propuestas de Le Corbusier interpretadas como apología de la actitud totalitaria, es decir, de una visión de los problemas urbanos basada en la uniformización mecánica y repetitiva de las so-luciones adoptadas. No es esta, desde luego, una objeción menor o desdeñable. Tampoco cabe considerarla como una sospecha carente de fundamento, ya que fueron pocos los intelectuales europeos que durante la primera mitad del siglo XX quedaron completamente a salvo de la tentación totalitaria. Imaginar una eficiente maquinaria lecorbusieriana pasan-do por encima de todo lo que pudiese encontrar y aplastán-dolo sin miramientos para alcanzar por la vía más directa sus fines «urbanizadores» tal vez no planteara demasiados

Imagen de la localización de las Unités en Marseille-sud, publicada por Le Corbusier en el tomo V de la Œuvre Compléte. © FLC.

Xavier Monteys, en su libro La gran máquina, redibujó a escala los 21 proyectos urbanos que Le Corbusier propuso desde 1925, con el Plan Voisin para Parísen 1925, hasta Berlín, en 1965. Son los proyectos que tienen un emplazamiento «real», en ciudades en cuatro continentes. © Monteys.

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18 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

escrúpulos a los aguerridos y confiados seguidores de Le Corbusier en aquel momento, pero a nosotros, bastante más desengañados y pusilánimes, no deja de asustarnos, debe-mos reconocerlo. Aunque tampoco creo que la situación sea como para echarse a temblar cada vez que creemos atis-bar tras la puerta la denostada pezuña totalitaria, sobre todo ahora que conocemos bien los resultados de una aplicación a ultranza del liberalismo descarnado al campo urbanístico. En cualquier caso, en tanto que estudiosos, estamos obli-gados a distinguir y deslindar las ideas, a emplear los matices y a no confundir las cosas. La obra de Le Corbusier, caracte-rizada por la extrema radicalidad de los procedimientos, pu-diera dar la impresión de que tiende a ser monolítica y exclu-sivista, o sea totalitaria. Pero basta con analizar uno a uno los proyectos en su particularidad y concreción, a la vez que se

contemplan a lo largo de su propio proceso evolutivo, para que esta impresión se corrija de inmediato o incluso se desplome. Xavier Monteys, en su espléndido libro La gran máquina: la ciudad en Le Corbusier (Serbal, 1996), redibuja y describe 21 proyectos de diversa escala y grado de elaboración, que componen la opera omnia del maestro suizo en el ámbito del proyecto urbano, y los divide en tres grandes apartados, presididos cada uno por un modelo teórico de referencia. La primera etapa comprende las propuestas iniciales para París y se basa en el modelo teórico de la Ville Con-temporaine pour Trois Millions d‘Habitants (1922-1925). La segunda etapa abarca el núcleo central de su reflexión teó-rica sobre la ciudad y adopta como modelo teórico el de La Ville Radieuse (1932-1935). La tercera etapa, que cubre los últimos quince años de su carrera profesional, se resuelve en diversos ensayos basados en sistemas abiertos de con-figuración, a partir del modelo teórico de Les trois établisse-ments humains (1945), uno de cuyos principales corolarios será la Regla de las 7 vías (1948), mediante la cual Le Cor-busier propone un ajuste de las diversas escalas territoriales que quedan así mutuamente coordinadas. Estos tres modelos o concepciones urbanas se suceden en el tiempo. Los elementos que los definen van, a su vez, evolucionando. Pero lo que los distingue de un modo sustan-cial es el grado de compatibilidad con que en ellos se com-binan y yuxtaponen los elementos en juego. El vocabulario arquitectónico de Le Corbusier, si bien se enriquece y trans-forma en el curso del tiempo, está en buena medida fijado y establecido desde el principio. No son los nuevos elementos, cuado los hay, los que caracterizan y dotan de contenido a los sucesivos modelos urbanos, sino que este papel lo asu-men las relaciones que se establecen entre dichos elemen-tos. Le Corbusier comprendió pronto que para desarrollar de un modo ilimitado las formas de la composición propias de cualquier disciplina bastaba con dotarse de un alfabeto con un número restringido de signos.

El punto de inflexión decisivo a lo largo de todo ese proceso es la ruptura que separa el segundo modelo del tercero, es

Le Corbusier, planta del proyecto de la ciudad para tres millones de habitan-tes, que presenta por primera vez al público en el Salón de Otoño de 1922 y que luego saldrá publicada en Urbanisme. © FLC 31006a.

Le Corbusier, planta de la Ville Radieuse, publicada en la pág. 170 del libro del mismo nombre en 1935. © FLC.

Le Corbusier, plano que describe la teoría de las 7V, publicada por Le Corbu-sier en el tomo V de la Œuvre Complète. © FLC.

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19Le Corbusier: Bogotá, vista aérea | Carles Martí Arís

La transformación de nuestra vida material, en su opinión, sólo podía cumplirse desde el reconocimiento de su tridimen-sionalidad. Para ello era preciso tomar altura y emprender el vuelo. Tal vez la crítica más severa y demoledora que había infringido a la arquitectura académica era el haberle echado en cara su incapacidad para operar en la realidad desde esa perspectiva. Para Le Corbusier, todos los formalismos, tanto en arquitectura como en urbanística, provienen en último tér-mino de esa limitación. El urbanismo de las tres dimensiones que él proclama deberá ser capaz de contrarrestar la desvia-ción formalista, situando el proyecto de la ciudad contempo-ránea en su justo contexto: el territorio y su base geográfica. En su segunda conferencia habla de establecer un diálo-go interpares entre naturaleza y artificio, un diálogo abierto y sin sumisiones para ninguna de las partes. Habla de «hacer entrar todas esas riquezas naturales en los equipamientos humanos». Creo entender que aplicar los principios bási-cos de Les trois établissements humains a esa localización específica significa para Le Corbusier hacer de Bogotá una ciudad surgida de la superposición equilibrada de montañas y edificios, torrentes y parques, valles y viales; una ciudad formada por la coexistencia del tejido histórico y de la emer-gencia del nuevo centro cívico; una ciudad en que la arqui-tectura salude con la mano abierta a les joies essentielles de la naturaleza.

Una ciudad así puede llamarse Bogotá o también, Chan-digarh o París, Barcelona o Moscú, Buenos Aires o Argel. Pero con una precisión: que cada una de ellas posee una identidad que la hace única con relación al universo. No me parece que esto tenga nada que ver con una visión totalitaria del escenario humano. A fin de cuentas, ¿cómo no estar de acuerdo con Le Corbusier cuando, al contemplar desde la última vuelta del camino la energía y el esfuerzo desplega-dos desde su pensamiento y su acción, es capaz de resumir los afanes y querencias de una vida intensa como la suya en esta sencilla frase: «Trabajé por lo que más necesitan los hombres de hoy: el silencio y la paz»?

Carles Martí Arís (Barcelona): arquitecto por la ETSAB-UPC en 1972. Subdirec-tor de la revista 2c Construcción de la Ciudad hasta 1985, año en que dejó de editarse. Su vida profesional estuvo entre la práctica del proyecto y la docencia, como catedrático en el departamento de Proyectos de la ETSAB. Entre sus libros cabe destacar, entre otros: Las variaciones de la identidad: ensayo sobre el tipo en arquitectura (1990), Silencios elocuen-tes (1999), Las formas de la residencia en la ciudad moderna (1991) y La cimbra y el arco (2005).

decir, aquel momento en que Le Corbusier alcanza la plena madurez técnico-artística y consigue incorporar a su pro-pio alfabeto, sin ninguna resistencia, otros elementos tales como fragmentos de urbanización históricos o categorías geográficas, que no pertenecen a su obra sino al ámbito de los universales, con las que todo artífice debe confrontarse. Cuando eso ocurre, el proyecto urbanístico no solo alcanza a tener la escala que le corresponde sino que, en gran medi-da, se neutraliza el riesgo o la inclinación totalitaria que podía suponerse inherente a un discurso transformador y radical como el de Le Corbusier.

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En ese punto crucial del relato entra en escena, precisamen-te, uno de los grandes protagonistas de su universo urbanís-tico: la ciudad de Bogotá. El 16 de junio de 1947, Le Corbu-sier contempla por primera vez la ciudad de Bogotá desde la ventanilla del avión que le lleva de visita a Colombia, donde permanecerá durante una semana cumpliendo una apretada agenda de reuniones, que incluye dos conferencias y una serie de contactos para establecer las bases de su futura colaboración con las autoridades del país. Resulta significa-tivo que sea precisamente el avión el medio que le procura el primer contacto físico con Bogotá. Hacía ya algún tiempo que Le Corbusier maduraba la hipótesis que el avión ofrecía un punto de vista privilegiado para sentar las bases de la ciudad contemporánea. Lo primero que ve Le Corbusier desde el cielo de Bogotá en su primera visita es una ciudad situada en el extremo de una gran meseta colocada a unos 2500 metros de altitud y rodeada por un circo de montañas cuyas cumbres alcanzan los 3000 metros. Una ciudad, pues, cuya potencia proviene del escenario geográfico en que se inserta: la gran cordillera que le sirve de fondo, el valle que se despliega a sus pies, el perfil de la ciudad histórica que se recorta contra la pared de las montañas, los trazados que siguen las principales líneas de la orografía, es decir, ve lo que ven también sus habitan-tes y que Le Corbusier define como «un paisaje admirable».

Le Corbusier, Carnet 2-182. Dice: «8 1/2 de la mañana / Todo se levanta, as-pirado por el sol, la tierra visible azul, el río rosa, el horizonte blanco de las nubes, las montañas azules». Este dibujo fue hecho en el quinto viaje, en mayo de 1951. © FLC.

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20 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Observar, escuchar y escribir: algunas palabras sobre las conferencias de Le Corbusier en BogotáMaría Margarita González Cárdenas

Una mesa, seguramente un vaso de agua, un micrófono, una pizarra de papel, todos juntos en un escenario. Es el miércoles 18 de julio de 1947, en el Teatro Colón de Bogotá. Eduardo Zuleta Ángel, representante de Colombia ante las Naciones Unidas, presenta con una emoción impregnada de discurso político a Le Corbusier. En el escenario, la voz del arquitecto es profunda, grave. Esta introducción tiene por objetivo describir el trabajo de transcripción y traducción de, quizás, el único registro de audio que quedó del paso de Le Corbusier por Bogotá. No es una tarea fácil. En cada frase hay una emoción propia a la palabra hablada, que es difícil trasmitir al papel. Las en-tonaciones, los cambios de voz, los silencios, la longitud de los silencios y las vacilaciones son sucesos que harían de la transcripción un texto casi críptico y de compleja lectura. La tarea de la transcripción ha sido, literalmente, el paso al papel de las palabras de Le Corbusier. Esta tarea, sin embargo, ha supuesto varios inconvenientes. El primero de ellos ha sido el estado de las cintas, que nos ha impedido en pocos momentos entender a cabalidad lo que dice. El segundo ha sido la simultaneidad de las ideas expresadas oral y gráficamente. Al carecer de los documentos gráficos, nos hemos tenido que refugiar en sus publicaciones para imaginar las imágenes que acompañan sus palabras. El ter-cero –cómo habríamos de dejarlo de lado–, la lengua nativa de la transcripción. La tarea de la traducción ha sido más agradable. La fami-liaridad de las ideas de Le Corbusier nos permite entender su léxico, sus intenciones, el uso reiterativo de ciertas palabras y la ausencia consciente de otras. Pero no podemos negar que esta tarea nos recuerda la idea de la «traición». No podemos

negar tampoco que una traducción es un texto hecho a dos manos, si se quiere: la mano del autor y la mano del traductor. Cada mano, en un espacio y un tiempo diferentes, reunidas en un momento, en simultánea, para dar un texto que se es-pera, sea claro y coherente a los ojos del lector. Carecemos de los detalles técnicos de las conferencias, pues no hay registro oficial de las mismas. Algunos se han aventurado a darles un título: la primera, bajo el ya conocido «El urbanismo como ordenador social», de la que en realidad, ya lo verán ustedes, Le Corbusier decide cambiar el título al inicio; y la segunda, al parecer se titula «Caracteres mundia-les y regionales de la arquitectura moderna».1 Otros detalles, como la hora, el número y el tipo de asistentes, son ajenos y quizás innecesarios al documento que se presenta acá.

Observar y escuchar

La calidad de las cintas no es la mejor. Las grabaciones, al parecer, han desaparecido de los archivos de la que hasta hace no mucho era la Radiodifusora Nacional de Colombia. Contamos, por ejemplo, con la introducción de la primera conferencia, pero no con la de la segunda. En tres momen-tos clave se corta la grabación y queda la sensación de no haber finalizado una idea. Recomponer el hilo que une las conferencias ha sido un trabajo de alta costura. Al haber únicamente registros sonoros de la conferencia, la transcripción puede resumirse en dos palabras: observar y escuchar. Observar antes y escuchar después. Es nece-sario imaginar a Le Corbusier en el escenario, con las luces sobre él. Y luego, observar la pizarra, el papel sobre el que

dibuja y ubicarse con la imaginación en ese papel: dónde van las referencias, los ejemplos; dónde va el plano; dónde está dibujando la perspectiva; cuáles son los colores; cuá-les, los tamaños, las escalas; qué privilegia; qué jerarquiza. No hay respuestas. Durante un par de veces, Le Corbusier reconoce que lo que ha dibujado no es muy claro, que no es «muy bonito», pero le pide al público un poco de esfuerzo para entender, el mismo que los lectores tendrán que hacer al leer las páginas que siguen esta introducción. Su conferencia está, como quien habla sobre un papel, llena de adverbios de lugar –acá, allá– y de pronombres de-mostrativos –esto, eso–. Las referencias, por supuesto, tienen nombre: el edificio de la ONU en Nueva York, los immeubles à redent y el proyecto para el señor Peyrissac, en el norte de África, entre otros. Pero los proyectos solo le sirven como intenciones: son ejemplos de lo que se puede llegar a hacer, a «constituir» con el urbanismo moderno. Por ello, en esta pu-blicación se han empleado imágenes para todos conocidas. No son exclusivamente hechas sobre Bogotá, porque de he-cho Le Corbusier, durante la conferencia, dibujará muy poco

Caricaturas de Le Corbusier en Bogotá hechas por Eduardo Angulo y publi-cadas en el libro: Cincuenta años de Arquitectura. 1936-1986, Universidad Nacional, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 1987, p. 105.

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21Observar, escuchar y escribir | María Margarita González

nuestra ciudad. Los dibujos son, gracias a las descripciones, similares a los que encontramos en la Obra completa. Frente a las imágenes, hemos escuchado con algo de dificultad la reacción del público. Hay momentos clave en los que el público se manifiesta, como cuando Le Corbusier se queja de la falta de crayones de color o cuando quiere explicar que habría que demoler una calle del centro de Bo-gotá (¿la octava?) para tener más beneficios. El público de su conferencia se escucha molesto, quizás abatido por la severidad de sus frases. Estos pequeños detalles son impo-sibles de transmitir en un texto de esta naturaleza. Tampoco constituyen el centro del contenido. La lectura de la transcripción será un poco complicada, pues no se han omitido ni los acentos ni las detenciones de Le Corbusier; tampoco los silencios. Igualmente hubo algu-nos momentos en los que fue necesario interpretar algunas palabras. En otros, nos sorprendemos por el uso de las mis-mas. Veamos la traducción.

Escribir y escribir

Traducir a Le Corbusier no es tarea sencilla. Debo hacer uso de una modestia absoluta para explicar que en algún mo-mento, después de horas y horas de escucha, traducir el texto del francés al español resultó ser una actividad casi natural. Diría que la esperaba con ansias. Y si bien se volvió una labor familiar a mi lengua, lentamente surgieron pregun-tas al cambiar de idioma, así como cuestiones propias a mi versión del español. Para empezar, he empleado el «ustedes» típico de los bogotanos. Pienso que usar el «vosotros» o el «os» (os digo, os repito, en vez de les digo o les repito, o vosotros a cambio de ustedes) se vería forzado en este discurso. El tono de Le Corbusier es respetuoso, lejano y cercano a la vez. Usar la tercera persona del singular es mi opción, aunque respetaría una traducción en la que la segunda persona del plural sea la utilizada para referirse a su auditorio. En cuanto al léxico, es necesario también explicar algu-nas palabras. Le Corbusier siempre habla en primera perso-

na y algunas veces empieza sus frases diciendo «Yo creo que…». Para el que no está familiarizado con el francés de la calle, o incluso el académico, el verbo «creer», que en nues-tro español puede ser sinónimo del verbo «pensar», tiene connotaciones diferentes en francés. El uso del verbo creer le da un tono dogmático a la conferencia, un tono que pasará desapercibido en la traducción, pero que le da un empuje especial en la transcripción. Es importante aprender del lenguaje que Le Corbusier utiliza para explicar sus ideas. Es frecuente, por ejemplo, el uso de palabras particulares, como caracteristique o carac-terisé, para expresar un carácter que le permite distinguirse de otros. Le Corbusier no emplea la palabra typique (típico) y mucho menos singulière (singular). Tampoco se refiere a los problemas que tiene el arquitecto con la palabra contraintes, sino que utiliza la palabra consequences. Las consecuen-cias parecen ser producto de algo, mientras que los pro-blemas pueden no tener solución. Igualmente sucede con folclor, que aparece en la segunda conferencia. «Folclórico» reemplaza en este caso a «vernáculo» (vernaculaire) para mostrar que su interés no es solo lo que pertenece al lugar, eso sería lo vernáculo, sino lo que no se ve del lugar, lo que hace parte de la cultura que se traduce en lo folclórico. Para finalizar, como en todas las épocas, hay dejos del len-guaje que Le Corbusier no puede evitar. Si hoy en día el fran-cés hablado tiende a utilizar el quoi como muletilla, en 1947 seguramente se empleaba n’est-ce pas? (¿no es cierto?). Esta muletilla se ha omitido conscientemente en muchas partes de la transcripción y de la traducción para no cortar la lectura. Desde hace ya muchos años tengo en mi poder el par de cintas de audio con la voz de Le Corbusier. Los encontré gracias a un alumno que quería imaginar Bogotá transfor-mada por el Plan Piloto. Estuvieron allí mucho tiempo, espe-rando ver la luz pública. Esta trascripción se ha hecho sin pretensiones, esperando tan solo ser un archivo escrito de un archivo radial al que muchas personas no tendrán acceso jamás. Es una tarea que respeto y de la cual espero no haber traicionado los principios de Le Corbusier, ni sus intenciones. Como las cosas siempre terminan llegando adonde las espe-ran, es el momento de escuchar a Le Corbusier.

María Margarita González Cárdenas: arquitecta de la Universidad de los An-des (1999) en Bogotá. Luego de varios años trabajando como profesora y arquitecta independiente, empezó su maestría en investigación en la Universidad de París 8, grado que logró con honores, bajo la dirección de Jean-Louis Cohen. De vuelta a Bogotá, trabajó como profesora en las universidades de los Andes y Nacional, y participó en las investigaciones de «Bogotá, años 50», coordinada por la Universidad Nacional, y «Los recorridos urbanos», coordinada por el grupo de investigación Construc-ción de lo Público. Regresó a París en el 2007 para iniciar sus estudios doctorales en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, bajo la dirección de Christian Topalov. Es autora de varios artículos y traduc-ciones, todos visibles desde su página web:  <http://sciencesdesvilles.blogspot.com/>.

1 P. Bannen, «Bogotá – Colombia, cinco viajes y un plan para una ciudad latinoamericana», en F. Pérez, Le Corbusier y Sudamérica, Santiago de Chile, ARQ, 1991; citado en Doris Tarchópulos Sierra, Olga Lucía Ceballos Ramos, Patrones urbanísticos y arquitectónicos en la vivienda dirigida a sectores de bajos ingresos en Bogotá, Bogotá, Pontificia Universidad Ja-veriana, 2005.

Le Corbusier en la Universidad Nacional, en su primera visita, en 1947. 1 Le Corbusier; 2 Augusto Tobito; Jorge Gaitán Cortés; 4 Fernando Martínez Sa-nabria; 5 Jorge Arango Sanín; 6 Emma Villegas de Gaitán; 7 Paul Lester Wie-ner. © IDPC-MdB.

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22 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

El urbanismo como ordenador socialLe Corbusier

1.ª conferencia en el Teatro Colón de BogotáMiércoles, 18 de junio de 1947

(Palabras del señor ministro de Colombia ante la ONU, doctor Eduardo Zuleta Ángel).

Señoras y señores: El señor Le Corbusier no necesita presentación ante un público tan selecto como el que llena esta noche la sala del Colón. Todos y cada uno de ustedes saben muy bien que él es el historiador de la arquitectura contemporánea. Todos y cada uno de ustedes conocen el trascendental papel que él ha desarrollado en el mundo entero para lle-var a la arquitectura un moderno concepto, un concepto esencialmente biológico. Tuve el placer de conocer al señor Le Corbusier personalmente hace ya bastantes meses en la ciudad de Nueva York, cuando me correspondió el altísimo honor de presidir la comisión de apoyo de las Naciones Unidas. Tuve el altísimo privilegio de trabajar en estrecha colabo-ración con él. Y tuve el insigne privilegio también de ver de cerca la tarea, probablemente trascendental y maravillo-sa, que él realizó en todo lo relacionado no solamente con la escogencia del edificio para las Naciones Unidas, sino con la planificación de los grandes edificios que van a ser construidos a la orilla del Hudson River para que funcione allí la gran organización mundial. En ese trabajo, que fue para mí un motivo diario de admiración, en esa colabo-ración en la cual tuve oportunidad de ver, de palpar, de sentir lo que era el genio de Le Corbusier, me entusiasmé de tal modo con su obra que lo comprometí a que hiciera

una visita a Colombia. Sé en [sic] la forma pudorosa, mag-nánima, desinteresada, extraordinaria en que suele hacer todas sus cosas; atendió sencillísimamente mi invitación, y sin poner condiciones y sin hacer recateos de ninguna especie, inmediatamente que yo le hice saber cuánto se le admiraba en este país y hasta qué punto los estudiantes de Arquitectura y los profesionales verían con complacen-cia su presencia entre nosotros, se apresuró a dejar tareas urgentes y magníficamente remuneradas que tenía, para hacer esta visita que todos le debemos agradecer y de la cual el país, en general, y la capital de la República, en especial, van a reportar insignes beneficios.

Intervención de Le Corbusier

Tan pronto llegué a la ciudad de Bogotá, le prometí a mi gran amigo, el doctor Zuleta, hacer una conferencia esta noche, que puede llevar como título «El urbanismo: ordenador social por excelencia». Se trata de una conferencia que ya había hecho una vez, improvisada, además de todo, hace dos me-ses en Nueva York y que reutilizo sin cesar. Tenía la intención de retomar ese mismo tema y desarrollarlo delante de uste-des; pero ayer tuve el privilegio de pasar algunas horas con el alcalde en su oficina, en donde nos pusimos a discutir sobre el tipo de urbanización a [por] emplear, y del urbanis-mo de Bogotá, a partir de un estudio de mercado. Hemos terminado hablando de nuestros amigos profesionales y, a medida que fuimos avanzando en las descripciones, le he dicho a Zuleta que debía hacerme un favor, porque haré mi conferencia sobre un tema diferente.

En su primer viaje a Bogotá, son numerosos las reportajes que aparecen de la visita de Le Corbusier. En la imagen, un apartado del reportaje escrito por Hernando Santos, con el título: «Bogotá es una ciudad sin modelar, opina el gran urbanista Corbussier» [sic], publicado el 17 de junio de 1947. © FLC X1-15-57.

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23El urbanismo como ordenador social | Le Corbusier

Son muy pocos los dibujos que se conocen de Le Corbusier durante su visita a Bogotá duran-te junio de 1947. Este es uno de ellos. En él, Le Corbusier dice: «26 de junio del 47 / La Alcaldía va a abrir calles y “ensanchar” / Bogotá está en la atrocidad de las bocinas (Ministerio de Educa-ción Nacional, Ministerio de Petróleos (terribles) Hotel Granada forum) / Al ensanchar las grandes vías se precipitará en ellas el cauce de automó-viles, exactamente como se produjo cuando fue cubierto el río y construyeron edificios de ofici-na». © FLC H3-5-37.

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24 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Pues bien, sé que tengo la suerte de estar en frente de ustedes en este momento. Lo que quiero es hablarles, entre comillas, de «una manera total de tipos de urbanismo como benefactor social», en términos de una manera de aplica-ción directa al caso de Bogotá, en cuyo caso esta noche me permito actuar como profeta, puesto que acabo de llegar a su país y ustedes conocen bien las ventajas que tienen los viajeros sobre los autóctonos: desde que llegan a otro lu-gar, con una madurez total, sienten a veces que descubren las cosas donde los habitantes están acostumbrados a ver siempre la misma dureza.

Hace una pausa, pues siente que la gente no le escucha y pregunta: Me pregunto si me escuchan bien. No me doy cuenta. Me pregunto si la acústica es buena porque no me doy cuenta.

Luego continúa…

¡Bueno!

A propósito del sujeto [tema] de esta primera conferencia, «El urbanismo como ordenador social», me gustaría que vie-ran la sustancia que me servirá y que no habla de hombres, sino simplemente de materias. Las iré desarrollando y [les iré] explicando los detalles. Había desarrollado ese tema en Nueva York, «El urba-nismo [como] ordenador social», y había dicho que es una definición decisiva, que cambia regularmente la concepción o la excepción que se ha tenido, desde ahora excepcional-mente, en la que el urbanismo –o el urbanista, si ustedes prefieren– era antes que nada un trazador de calles: era un hombre que sobre los planos de los geómetras basaba un realismo, trazaba calles un poco al norte, un poco al sur y luego se tenían los beneficios y los problemas de los futuros habitantes. Este tipo de urbanismo, programador social, es un tipo admirable. Lo he leído simplemente en la primera línea de una hoja que me ha dado un miembro de una organización, de nuestra organización de tipo doctrinario en París, y que

había encontrado esta definición magnífica para que los es-pecialistas, comenzando por mí, pudieran utilizarla. He desarrollado el término de urbanismo y de arquitec-tura unidos como un todo, siendo considerados como un todo. He aquí una definición como de diccionario: el urba-nismo como las artes, es una ciencia, si podemos llamarlo una ciencia; es sobre todo una práctica; una práctica en dos dimensiones. Y aquí no podemos olvidar lo esencial, porque esto no es todo lo que será aplicado, lo que contendrá cosas y personas, pensamientos, bienestar y malestar. Por lo tanto, es una ciencia que ha causado el desorden de las ciudades, porque no hemos considerado la tercera dimensión, que es la altura, pensar en términos de volúmenes. La consecuencia que aparece de esta afirmación es la siguiente: el urbanismo debe hacer volúmenes; los volúmenes contienen actividades y en consecuencia, el urbanismo se convierte en la puesta en escena de los volúmenes en el espacio y, en ese sentido, según las condiciones determinantes que contemplan el res-peto de las condiciones cósmicas y que están al servicio de la ley del sol, el respeto del viento y el respeto de la vista, la visibilidad, el paisaje; y, para finalizar solamente, estas con-diciones se conectan por sucesiones de naturaleza diversa, que son en el sentido moderno o desde hace más o menos un siglo, y que llevan aun al fin del mundo, puesto que siguen la ley de las comunicaciones, es decir, siguen las calles, los caminos, las rutas, otros espacios, los bulevares. Los volúmenes, los apoyos que he evocado acá son en alguna medida la vivienda, el alojamiento de las cosas. Un mecanismo que se llama «el alojamiento de las cosas» es de una exactitud absoluta, impecable. Es la idea de tener una pieza mecánica que recibe un nombre y que responde exactamente a su función. Ese es el derecho. Al tomar, por ejemplo, esta definición de mecánica, hago una crítica sobre la vivienda tal como es vista hoy en día en el mundo entero, en donde se trata simplemente de ver cómo se adaptan mal que bien a las necesidades domésticas y cómo están igualmente mal adaptadas a la economía general, puesto que son cosas que siguen otro objetivo. Más adelante tendré la ocasión de desarrollar este punto de vista.

Las viviendas necesitan o deberían necesitar una ciencia, la instauración de una ciencia. Una ciencia de la vivienda, por ejemplo, en nuestros países. La ciencia de las viviendas no ha sido jamás establecida, ni en la escuela, ni en los es-tablecimientos superiores que se encargan de enseñar, de formar a los arquitectos o a los ingenieros. Así que hay que atravesar un vacío inmenso. Creo que la vivienda no ha sido hasta ahora considerada como aquella que puede ser ob-jeto de una ciencia. El mundo, hoy en día, tiene necesidad de resguardarse. Podemos decir que en todos los rincones de la tierra, esta ciencia que trae como problema la difícil puesta en marcha de un lugar es una ciencia que será bien-venida y que es necesaria, y pienso que poco a poco las necesidades se harán sentir y las personas, las autoridades, incluso los ministros y cuando les hablo de ministros… [corte de la cinta] El ministro de Educación quiere ocuparse de una ciencia de la vivienda. El gran valor de una ciencia de la vi-vienda será naturalmente la educación del usuario; es decir, la noción de «saber habitar» es una ciencia y esta noción permanece aún incierta y mal definida.

Le Corbusier, Ciudad para tres millones de habitantes, 1922: «A la misma es-cala y desde el mismo ángulo, vista de la “Cité” de Nueva York y de la cité de la “Ciudad contemporánea”. El contraste es impresionante». © FLC.

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25El urbanismo como ordenador social | Le Corbusier

Para que la vivienda responda a las reglas de la ciencia, debe obedecer a las leyes. ¿Cuáles son las leyes? Las enu-mero simplemente: la ley de la gravedad; la ley de la biología, la misma biología del cuerpo humano con todas las conse-cuencias que ustedes deben conocer: la respiración, el ca-lor, el frío, el movimiento, la circulación, la altura, la extensión, etc.; las leyes de la naturaleza, es decir, las consecuencias de que la naturaleza opere en el cuerpo humano, en el ser viviente, siendo benévola o maligna. Luego, las leyes cós-micas, las leyes del sol, que se ignoran casi por completo. Comenzamos ahora a saber cuáles son las reacciones del sol en los seres vivos. Las leyes que vienen de una pequeña ley personal que he introducido, fruto de mis observaciones durante mis últimos viajes por América, y que llamaré la ley de las alternativas y de los contenidos. Constato que frente a la perturbación y el desorden del contenido que [sic] son las pruebas de la máquina; la máquina que nunca para y que cuando para es un desorden y que son lo contrario a las leyes vitales relativas a la persona humana. Esas leyes son la alternativa que permite todos los elementos de diversidad. El edificio de bomberos, las caminatas, la respiración, la pa-labra son elementos alternativos y les permiten la excitación de intenciones; también la realización, la fatiga y el reposo, el día de descanso, etc. Ustedes tienen allí todo un fenómeno que produce una diversidad increíble y me permito evocar-lo sólo para hacerles saber que no tenemos el derecho de crear un nuevo Manhattan y que el contenido, el gran conte-nido, es la maldición de las cosas en sí mismas. Añadiré a esas observaciones sobre la necesidad de la diversidad, una pequeña y respetuosa consideración de orden filosófico: las leyes esenciales. Se trata, entre todas las posibilidades que se ofrecen a nuestra inteligencia, a nuestras sensibilidades, a nuestras sensaciones, de elegir. La elección de las leyes esenciales pertenece a aquellos que las resaltan, a aquellos que les dan el valor, que han apreciado las condiciones. Las leyes esenciales han de de-finirse y, en el Congreso de Atenas de 1933, en el CIAM, yo había dicho esto: las leyes esenciales son el sol, el espacio, el verde y había dicho, son los mismos materiales del urba-nismo y si ustedes adoptan esta manera de pensar es un

Le Corbusier, La casa de los hombres, 1942, p. 139: «La naturaleza, lección permanente / Arquitec-tura, urbanismo, determinación / de las funciones, clasificación de las funciones, / Jerarquía. // La Arquitectura, el urbanismo = biología / Impecable. / Armonía final, que corona una obra / compleja, una ordenanza perfecta. / “Juego sabio, correcto y magnífico de las / formas bajo la luz”». © FLC.

Le Corbusier, Poema del ángulo recto, 1955, p. 15: «El sol, dueño de nuestras vidas, / indiferente, lejos. / Él es el visitante -un señor-, / en nuestra casa. / Al acostarse dice buenas noches / a esos mohos (¡oh, árboles!), / a esos charcos que están por todas partes / (¡oh, mares!) y a nuestras arrugas / altivas (Alpes, Andes y nuestros / Himalayas). Y las lámparas / están encendidas. / Puntual máquina giratoria, / desde lo inmemorial, / a cada instan-te de las / veinticuatro horas, hace nacer la gradación, / el matiz, lo imperceptible, / proporcionándoles casi / una medida. Pero él la rompe, / dos veces, brutalmente, por la / mañana y por la noche. / le pertenece, mientras que él / nos impone lo alternativo: / la noche, el día los dos tiempos / que reglan nuestro destino: / Un sol se levanta, / un sol se acuesta, / un sol se levanta de nuevo». © FLC.

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26 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

juicio formidable que podrán hacer a las cosas existentes, y que tiene por efecto la reforma urbana que hay que hacer.

Y acá, permítanme ustedes una pequeña incidencia. Hace tres días que estoy en su hermoso paisaje y veo, alrededor de la ciudad y a veces desde fuera de la ciudad y en la ciu-dad antigua, veo aparecer las leyes esenciales, es decir, el sol, el espacio, el verde; la belleza y el esplendor de la natu-raleza; los conceptos de la población, que, como más o me-

nos en casi todos los países del mundo, ha sido privada por sus instituciones urbanas, totalmente privada, es decir, en-cerrada, atada, en este caso, sin sol, sin espacio y sin verde. Aquí está la noche; la indicación de las 24 horas solares nos lleva a pensar en un fenómeno o una regla operativa que es la del urbanismo, de la medida del urbanismo, de los proyectos humanos: es la ley de las 24 horas solares. Esta no es otra que, el sol se levanta cada mañana, se acuesta cada noche y durante las 24 horas que determinan esta sucesión

formidable, que es incluso la medida de todos nuestros equi-pamientos; las horas de luz, las horas de noche. La conclusión que resulta de esta constante es la siguiente: si en el curso de la jornada solar de 24 horas las funciones esenciales no son perfectas, no se resuelven de una manera armoniosa y triunfal, y bajo la amenaza de las satisfacción de las leyes; pero si en el sentido contrario es tan complicado que provoca sufrimiento, los sufrimientos que condenan las cosas y si esas cosas se repiten todos los días de la vida, sucede entonces una gran condena en torno a los proyectos urbanos. La ley de 24 horas solares es el respeto de la vigilancia, debe ser un te-soro en el espíritu del urbanismo y del régimen que preside los trabajos de urbanismo, puesto que para obligarse a mirar no se puede permitir que exista el más mínimo error en un plano, en su realización; porque el menor error se repetirá todos los días y esa repetición de todos los días crea el bienestar o la molestia de las ciudades y de su población. El concepto previsto ha de realizarse en esta corta y co-tidiana medida de 24 horas solares. En lo que he llamado las leyes esenciales, es necesario evocar dos cosas: de una parte, el equipamiento de la vivienda; el equipamiento de las viviendas se ha vuelto en nuestra época particularmen-te pequeño. El equipamiento de las viviendas en todas las culturas era admirable, estaba hecho a la medida. Era en general, de una sobriedad enorme porque la vida era simple, pasaba tranquilamente y se hacían menos cosas en la vida; se hacían menos y mejor. Pero ahora nos encontramos con necesidades de tiempo en este periplo diario de 24 horas; y son tantas, que las herramientas domésticas son más que necesarias. Y para vivir consigo mismo y con su familia, para educar a sus hijos, para vivir finalmente todos los días de la vida, es necesario tener equipamientos que estén en el interior de las viviendas. Y por otro lado, hay que tener cosas muy importantes, que son la extensión de la vivienda. Es decir, desde que la vivienda se vea, debe poder ser utiliza-da. Un equipamiento y todo lo que hay alrededor de la vida cotidiana, como prolongamiento de la vivienda, es lo que el urbanismo debe poder aportar. Me contento con denunciar, pues no hay mucho, el deporte que debe haber cerca de las casas. Los talleres de jóvenes cercanos, para los niños

Le Corbusier, dibujo de los cerros de Bogotá en la última página de un docu-mento que el director del Instituto de Crédito Territorial (ICT) le envía, con fecha 23 de junio de 1947, respecto a unos acuerdos verbales a los que han llegado tras un encuentro en el Hotel Granada. En varias ocasiones Le Corbusier hará referencia al espléndido marco natural en que se encuentra construida Bogo-tá. © FLC H3-4-319.

Le Corbusier, Manera de pensar el urbanismo, 1946, p. 100. «Definición de los “equipamientos de la vivienda” procedentes de la unidad de habitación (designación de los órganos reconocidos como necesarios): parvulario, jardín infantil, escuelas primarias, casas para jóvenes, deporte para infantes, adoles-centes y adultos, huertos individuales». © FLC.

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27El urbanismo como ordenador social | Le Corbusier

desde la edad de tres años hasta la edad de veinte años, es su medio lúdico y mental. Y estas estrellas [refiriéndose al dibujo] son todas las unidades que harán parte de la vida cotidiana y de la vida familiar; las escuelas maternales, pri-marias, los talleres de juventud, que forman la unidad com-pleta alrededor del corazón familiar. Ustedes ven que poco a poco, a medida que enuncio los principios, las reglas apa-recen, los elementos aparecen, puesto que son ellos los que ayudarán a constituir la clave del urbanismo. En fin, sobre eso se trata esta investigación, sobre las leyes esenciales. Esta búsqueda de armonía que tiene por objeto no solo pasar los días sin problema, sino por el contra-rio, crear vidas admirables y demostrar que todas las socie-dades pueden hacerlo. Esta investigación conduce a conse-cuencias gravísimas y obliga a reexaminar la razón de ser de todas las cosas: las razón de ser de las ciudades, la razón de ser de las aldeas, la razón de ser de las granjas, [de] los campos, la razón de ser de los pueblos, de los puertos, etc. Todo el mundo moderno se encuentra actualmente delante de fenómenos de transporte y de movimiento que ha creado la sociedad moderna. Todo el mundo moderno se encuen-tra en la obligación de reconsiderar el estado esencial de la ocupación de suelo. La palabra es grave, pero el hecho es absoluto. Los países que tienen una historia y que hacen su historia deberían considerar la ocupación de su suelo, la cual seguía unas leyes que precedían las actuales; leyes que han sido pensadas a partir de los grupos, de los individuos y de las sociedades a lo largo de las rutas; y las rutas, que se han probado y completado cada vez más a medida del impre-sionante desarrollo, todo para crear una red de ocupación particular del suelo.

Quiero ahora, retomando una conversación que tuve ayer con el alcalde, evocar la cuestión de las rutas. Me contento con llamar su atención sobre esto: lo que hay que hacer y lo que tendremos que hacer es reconsiderar la ocupación del suelo, en virtud de las rutas disponibles. Las rutas disponi-bles en los países del mundo son en general: la ruta de tierra, que es la más vieja, que es la ruta eterna y que ha cambiado, como les he explicado hace poco; la ruta del agua, que tiene

Le Corbusier, Las cuatro rutas, 1941: Europa y Colombia con su centro, Bogotá: un espacio susceptible de ser cruza-do por las cuatro rutas. «La cuarta ruta, la ruta del aire. Las cuatro rutas: tierra, agua, ferrocarril, aire». © FLC.

dos espacios, la ruta de agua al interior y la ruta de agua al exterior, como las de las riveras y los ríos, el océano y el mar; la ruta de hierro, que ha sido una introducción abrupta a lo largo del siglo XIX y que ha tenido consecuencias fantásticas en el destino de los países y de las sociedades, y para la alegría de las familias; y por último, la ruta de aire, que nos ha parecido un evento accidental. Les confesaré algo ahora mismo: desde el fin de la guerra de 1918, la aviación se de-tuvo, los bombardeos que podían hacerse sobre París eran amenazadores –no es el caso de los americanos, que venían

en grupos de ocho en esta última oportunidad, y eso es di-ferente–. Pues bien, habíamos dejado los aviones en reposo, hasta que un día, en el diario, puede que en 1921, alguien que había vaciado su depósito dijo: «Con esos aviones po-dríamos volver a fabricar algunos más, podríamos transpor-tar correo e incluso personas». Pues bien, diciendo eso, yo he dicho [que] esa gente debe estar completamente loca; es decir, qué nos vamos a subir a unos aviones para rompernos la cara, para morirnos o incluso para arriesgarnos un poco. Y ahora admito que es un milagro. Les digo que delante de las

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28 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

proposiciones nuevas podemos arriesgar todo, aunque nos deshagamos de todo, es un momento honorable. Si pensa-mos en la ruta del aire, no la veíamos desarrollarse. En 1913 asistí a la primera grabación de la ruta del aire: los aviones han permanecido tardes enteras en los campos de flores o entre la hierba, sin atravesar las colinas, cuando eran capa-ces de subir a cualquier altura; y he visto reuniones con cin-co mil y hasta trescientas mil personas que no se han dejado seducir por el avión. Y ahora, el sábado pasado estaba en la noche en Nueva York y el lunes en la mañana llegue acá. Es un transporte fantástico.

Hablemos ahora de su país, aunque tendré la ocasión de ha-cerlo más adelante. Hablemos de la ruta del aire, porque veo que su país tiene condiciones extraordinariamente particula-res, curiosas y patéticas. Y es que frente a la apertura de la ruta del aire, que comienza hoy en día y que continuará ma-ñana, será necesaria toda una serie de elementos de trans-porte, los trasatlánticos del aire, es decir, los grandes aviones horizontales y, por otra parte, los helicópteros, que unen la vertical. En su país habrá una seducción por hacer ensayos con esta innovación, con esta cuarta ruta. Es ahí donde resi-de uno de los problemas eminentes del urbanismo, esencia-les para la autoridad, que tiene el deber de cuidar de eso.

Es así como termino mi primera conferencia. Así que comien-zo la segunda ahora mismo. La segunda es una declaración de guerra con el señor alcalde y quiero volver a comenzar nuestra discusión, porque había prometido devolverle los papeles después de esta conferencia, incluso con una pe-queña dedicatoria. He escrito acá: «Entrevista con el señor alcalde de Bogotá, martes 17 de junio de 1947, en la Alcal-día. Un homenaje amigable al señor alcalde», Le Corbusier. Así que voy a poner los problemas sobre el papel. Aquí está mi primer dibujo. Retomo los efectos de un cáncer que no presionará ya más y es el hecho de comer pan y no conocer la geografía. Así que voy a hacer la geografía a la francesa, es decir, sin garantía del Gobierno.1 Estos son los hechos. Con toda modestia y sin pretensiones, Colombia: esto es el golfo del mar Caribe, esto es el Pacífico. Y esto sigue siendo Colombia. Tienen un pequeño punto acá que es Bogotá. Bogotá se convierte acá en un puerto. Ese puerto está ligado con el mundo por una gran radiación horizontal y es muy importante saber que su objetivo es convertirse en un puerto. Desde acá, él va a irradiar y a aprovechar este estado de cosas para ir más allá de una topografía increíble. En fin, aquí están los Andes, no sé en qué sentido van… van por acá. Hay rutas por todo lado, ¿no es cierto? Pues bien, tenemos, antes que nada (déjenme completar mi dibujo, ha-ciendo acá un avión). Un avión pasa acá, es el gran avión trasatlántico. Y las cosas por hacer, que se ignoran y que se viven, pueden estar en ese punto de recepción. Lo que hay

que mirar es la consideración de su territorio y los planos para las pequeñas concepciones, a través de un avión que dibujo en pequeño así, en forma de helicóptero, que puede hacer de avión vertical. ¿Cierto? Pues ahí tienen ustedes cosas nuevas. La única ruta de la que ustedes disponen ahora será muy clara, por la ausen-cia que hay de redes de autorrutas en una topografía que es muy difícil. Les faltan redes en planos bien hechos. Un estudio que intente introducir opciones terrestres, puentes, en esta topografía no tiene sentido, porque la ruta pluvial no representa gran cosa. Ustedes tienen y son probablemente el primer país que deberá tomar en consideración toda la ruta del aire, recientemente descubierta por la civilización. Las rutas están en ese pequeño dibujo que he hecho rápidamente. Pero he tenido en mi bolsillo, del verano pa-sado, una carta postal en color con la publicidad de los si-tios que yo había visitado –entonces tuve que hablar con un viajero sin consenso– y que había encontrado en el bolsillo del asiento en el que viajaba y que representaban bóvedas. Estos son. Acá se ven las distancias, además de una gran carreta. Una gran carreta con no importa qué en su interior, cosas ordinarias. Acá están las montañas lejanas, acá está el río, acá ven un verde o una cantidad de árboles y acá se en-cuentra de golpe un avión que está puesto allí y es así como aparece toda la historia de los tiempos modernos. Ahí tienen la historia de la nueva América. La nueva, que se descubre ahora por el avión y que puede tener consecuencias fantás-ticas. ¡Pero estos no son muy bonitos! En fin, ahora añado un poco de color. Este avión, que permite circular a la gente de calidad, permitirá a las mercancías de calidad circular y permitirá a los observadores de calidad observar. Es así como se hace el reconocimiento decisivo de las riquezas territoriales a la altura de los hombres, es decir un metro sesenta o bien a la altura del caballo, es decir, dos metros de alto. Les aseguro que será muy difícil para los exploradores medir con exacti-tud esta diversidad cuando atraviesen el país. El avión es una cosa prodigiosa, fantástica. Uno pue-de leer inmediatamente las cosas. Así se ve la manera en que los pueblos son ricos o pobres, con esperanza o sin

Le Corbusier, primer dibujo hecho durante la conferencia en el Teatro Colón en Bogotá, publicado en la revista Proa n.o 8 de agosto de 1947. © Proa.

Le Corbusier, segundo dibujo hecho en Bogotá en el Teatro Colón, donde sintetiza la realidad nacional: del burro al avión. Proa n.o 8. © Proa.

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esperanza. Todo se descubre en avión. Es una cosa abso-lutamente nueva. El avión se convierte así mismo en un re-velador de la economía nacional de cada país. Entonces, el problema no seguirá siendo, por intermedio de un inventor, la determinación de cuáles son las fuentes de un país, cuáles son sus razones de ser. Se sabe por qué ha nacido a la vida, cómo se ha desarrollado. Se sabe cuáles son sus felicida-des y sus tristezas, cuáles son sus ciudades. Pero con el avión se podrá descubrir de una mejor manera su futuro. Y en consecuencia, las ciudades se transformarán y se harán otras, como se harán eventualmente equipamientos. Todos los equipamientos podrán crearse.

Entonces podremos ocuparnos de los tres estableci-mientos humanos. Los escribo acá, los tres establecimientos humanos que son la clave del urbanismo ordenador social por excelencia. Las tres establecimientos humanos son 1. la unidad al detalle, en la escuela; 2. la fabricación y luego es 3. el sentido o la disposición, como ustedes quieran. Pues bien, ese plan de estas tres grandes funciones, las actividades para ocuparse, necesita unas herramientas en forma de me-dios rápidos, en forma de medios de comunicación que re-clamen una sabiduría en las decisiones y una especificación en los valores de cada una de esas cosas. Han visto cómo una vez nos encontramos frente a un gran problema en curso

o común a muchos países, por ejemplo, en estos tiempos de grandes dificultades, de incertidumbres, las poblaciones reaccionan casi de manera instintiva y vienen a reagruparse en el centro de las ciudades, y pueden verse los campos vacíos por completo. Esta es una de las primeras razones de este agrupamiento. Pero igualmente se tienen los nidos de reserva que siguen el mecanismo moderno, las herramientas de civismo moderno, que han puesto a disposición los ojos y las orejas del mundo. Ustedes tienen el gramófono, la radio, las revistas, el periódico, tendrán la televisión dentro de poco y todos son elementos formidables de ruptura de la tradición. Esta ruptura de la tradición tiene por efecto desorganizar los

Le Corbusier, Los tres establecimientos hu-manos, 1945: plano de la finca radiante que utiliza para explicar las diferentes partes que conforman la «Unidad de Explotación Agrícola». © FLC.

Le Corbusier, Los tres establecimientos humanos, 1945: plano de la ciudad lineal industrial – 1.er esquema, una unidad «de tamaño ade-cuado». 1. Habitar; 2. trabajar; 3. cultivarse; a) ciudad-jardín horizon-tal; b) ciudad-jardín vertical; c) las prolongaciones de la vivienda. © FLC.

Le Corbusier, Los tres establecimientos humanos, 1945: reagrupamiento en torno a los centros cooperativos. © FLC.

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campos. El campo, que alguna vez fue un centro humano, di-gamos, lo juzgamos con un carácter malvado, sin apreciarlo, porque las personas seguían sus vidas de manera natural; esas personas se encuentran hoy en día privadas y conde-nadas por los efectos de la ciudad. En todos los países del mundo, frente a los pueblos del campo hay un verdadero y perpetuo problema, pues si todos los campos se vacían, los pueblos no podrán ser alimentados nunca más. Y tratándose de prever el «regreso a la tierra», como se ha llamado pomposamente, no se trata de hacer un regre-so a la tierra. Se trata de volver a introducir en la tierra las poblaciones capaces de respetar, con amor y de una sola vez, y no por un efecto de patetismo que no existe. ¿Cómo obtener este estado de espíritu? Creando unidades agríco-las, explotaciones agrícolas que sean de tal naturaleza que las personas estén contentas de comenzar, al menos para Francia, por ejemplo, de comenzar por la discusión que po-dría resumirse por una simple historia del sombrero de paja contra la belleza de la elegancia, porque la belleza de la elegancia choca con el sombrero de paja y este a su vez molesta a las personas, no quieren más. Para Francia ya hay un primer problema que es la sequedad de las granjas y la supresión de los gustos. Pero en Suiza también hay un gusto de una lengua propia, el gusto de una cocina bien hecha, el gusto de unas excelentes decisiones corporales, de toda una educación y una formación por hacer, en la cual las he-rramientas modernas y las propagandas, la educación, los libros, las revistas, los periódicos, la radio pueden hacerlo fácilmente, de tal manera que se cree un sentido en la es-cuela que hará pública esas necesidades y esos beneficios morales, considerables ¡y muy considerables! y que se be-neficia, de otro lado, por el agrupamiento de las salas donde están las máquinas, las máquinas disponibles para aligerar el trabajo humano. Así ustedes tienen acontecimientos que pueden producir un efecto natural, como el caso del sentido agrícola, que tiene esta forma celular. Tomemos, por ejem-plo, una jornada como la hemos tomado antes y se conver-tirá en grupos así, con los silos y la organización del trabajo agrícola. Dentro de esta nueva célula agrícola crearemos por completo ciudades nuevas y sostenibles. Pero ustedes tie-

nen problemas de una importancia considerable. ¿Cómo se crearán esas granjas, esos silos, esas actividades mecáni-cas, etc., en los campos, donde no hay nada, o mejor, donde ya casi no hay campesinos, o incluso donde aún hay un poco de muchas cosas?... Esto nos trae el problema de la renova-ción de los campos por la industria, cuyo primer programa será el de construir por completo todos los elementos de la explotación agrícola. La granja, la estación y las viviendas por dentro. He ahí el problema que provoca la amplitud de preguntas que genera el urbanismo.

Ayer estábamos discutiendo estas cosas. Entonces había-mos pasado a otro tipo de ideas, a otra división, y es sa-ber que cuando se quiere urbanizar a París o Bogotá, hay que mirar las fronteras del país en detalle. He dibujado esto: he dibujado el hexágono francés con París acá. Pues bien, cuando se hace un estudio de París, hay que tener en cuenta el Havra, hay que tener en cuenta Cherbourg y Brest, hay que tener en cuenta Burdeos, hay que tener en cuenta la ruta islámica, la ruta de España, hay que tener en cuenta Marsella, la ruta de Italia, de Ginebra, etc., puesto que todas esas conexiones íntimas de la ruta de hierro que he evoca-do al principio tienen por objetivo servir de nudos, servir de centro de las ciudades, y esas ciudades son como una ca-lle. Cuando ustedes dibujan una calle tiene el efecto de rayo alrededor de un nudo y en ese caso, los invito a mover un nudo y verán que no se podrá desplazar. Pues bien, quiero demostrar acá una de la reglas que se trata de romper y es la ausencia de consistencia en las ideas urbanísticas actuales y que conducen a la siguiente consideración. Cuando una ciudad es así, no queremos meternos con ella y decidimos comenzar una nueva ciudad en otro lugar. Esto es una falta absolutamente enorme, porque va contra la ley de la calle y contra la ley de la calle expresada por la geografía. Esta pri-mera falta es demostrable tranquilamente. La segunda falta es, una vez se ha hecho la ciudad acá, ¿qué se puede hacer con todo eso? Los que estaban acá irán para allá y cuando lleguen allá, cuando esta gente esté allá, todo esto no será más que polvo, salvo algunos edificios que sobrevivirán. Entonces habrá que vaciarla y demolerla por completo. Ese

terreno que habían buscado en un nuevo sitio es el mismo que encuentran en el anterior, no hay mucho por hacer. Lo que hay que hacer es quedarse en la ciudad. Quedarse en la ciudad es una de las reglas que podemos afirmar hoy en día, a favor del espíritu; irse de la ciudad es una falta de coraje de los que tienen la responsabilidad y que conducen a las personas, dirigiéndolas de izquierda a derecha en el mundo entero. Les he mostrado que en París, el alcalde y las comunas periféricas han desarrollado fronteras comunes a largo pla-zo. Así, el propio París llegará a ser [piensa sobre el dibujo]… Aquí esta la curva del Sena, esta es la ciudad, aquí está el Sena, marquemos esto y lo otro. Pues todo ese trabajo que se ha hecho en París no podrá continuarse si no se consi-deran las rutas que llegan acá, que llegan por acá y por lo tanto, viendo todo lo que llega, llevarse su ciudad, evadirse; no se puede hacer eso. El problema, por ejemplo, es de una violencia impresio-nante en Manhattan, en Nueva York, donde ustedes tienen una ciudad: [sobre el dibujo] esta es, que toma esto y que es una red extraordinaria de ciudades panorámicas, pero con una red cortada. Este pueblo no es como cualquier otro. Se le reclaman muchas cosas. Yo lo veo como un milagro. Actualmente están en ese estado, lamentable, porque las dimensiones son realmente pequeñas. Aquí está la ciudad, que se ha vuelto imposible de vivir. Los neoyorquinos no se sentían bien, así que se han ido de Manhattan hacia una región que está a 100 kilómetros alrededor de la ciudad y hacen el viaje cada día. Si los responsables públicos quisie-ran comenzar a ver sus tareas, es ahí donde está el trabajo, donde tienen que hacer un milagro. Y, según el dibujo de la primera página, los convenceré de que es acá que, cuan-do se trata de una estética, hay muchas cosas por hacer. Incluso una ciudad verde, como me gustaría mostrarles, en la que las condiciones podrían ser admirables y en la que hay lugar para seis millones de habitantes. Por lo tanto, hay que saber satisfacerse teniendo seis millones de habitantes en este lugar que hoy en día es accesible y que funciona normalmente, y no evadirse a una centena de kilómetros, allá donde actualmente no hay sino colinas. Así que el trabajo

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31El urbanismo como ordenador social | Le Corbusier

de Manhattan es [un trabajo] análogo al que he evocado: una Manhattan que está hecha de pequeñas casas de dos o tres plantas y de golpe unos rascacielos de 40 o 50 plantas, delgaditos, con los castillos de la Loire en el remate. Pero el número de rascacielos es muy grande y su índice de ocupa-ción es mínimo. Cuando uno ve algunos lugares, uno podría, con edificios bien concebidos, llegar a agrupar las superfi-cies de vivienda y de trabajo de tal manera que se puede crear una ciudad verde. Así que actualmente la coyuntura es tal en Manhattan que los trabajos en los cuales me ocuparé parcialmente, las Na-ciones Unidas, podrán, en un sitio dado, crear un punto de partida de todo lo que trato de desarrollar acá y que estoy obligado a dejar regularmente, y dar eventualmente un punto de partida. Ahora la transformación de la ciudad se hará de tal manera que el milagro se pueda cumplir. Podría decir que nuestros planos están lo suficientemente avanzados para que me sea permitido afirmarles que esas cosas son reales, que son posibles, y que la milagrosa aparición de una vida urbana puede hacerse sobre el terreno antiguo de las ciudades. La cosa aplicada, por ejemplo, para París es la siguiente: delante de esas llegadas se puede tener una entrada rápi-da de las rutas. Se puede entonces, con inteligencia, crear una red de tráfico y de penetración rápida grandiosa. Así, [refiriéndose al dibujo], ustedes podrán crear en una ciudad antigua una irrigación nueva que es necesaria para el Estado moderno con sus nuevas velocidades, con su velocidad a treinta kilómetros por hora o más. Así, en una ciudad tan bella como París, ustedes podrán conservar todas las bellezas, to-das las obras maestras. Se podrá conservar todo el pasado parisino, todo ese pasado acá se convertirá en un acto mag-nífico. No hay razón alguna para no preservar a las personas de corazón que aman esas cosas, porque la nueva ciudad reclama el espacio de los tugurios. Actualmente la valoriza-ción puede hacerse perfectamente dentro de la ciudad y no por una fuga a los alrededores de la ciudad, en las ciudades satélite: son torturas que vuelven la vida de los habitantes imposible e incluso, el reino de la ciudad imposible. Para finalizar, llegamos al final con una palabra esencial que está en la boca de todas las personas que no han reflexionado

Le Corbusier, La casa de los hombres, 1942, p. 55: «En América, todo ab-sorbido por el interés de un juego ciego, uno se da cuenta de que el árbol fue plantado al revés: con las raíces al aire. / Y la vida en Estados Unidos ha tomado formas alucinantes: los rascacielos demasiado pequeños y apretados de Manhattan y las ciudades-jardín extendidas inmensamente en un diámetro de 100 kilómetros alrededor de Nueva York o de Chicago. La jornada solar desarticulada. / La ilusión de las ciudades-jardín. Manifestación primaria de un maquinismo bárbaro y destinado a desaparecer ante una reforma de en-vergadura». © FLC.

Le Corbusier, La casa de los hombres, 1942, p. 93: «En plena ciudad de ne-gocios, donde pueden erigirse rascacielos, la ciudad sin embargo permanece verde, los arboles son reyes; los hombres bajo su protección viven en la égida de la proporción; la relación naturaleza hombre es restablecida». © FLC.

Detalle de uno de los dibujos hechos por Le Corbusier durante las conferencias en Bogotá, publicados en la revista Proa n.o 8, en el cual aparece un trozo de la planta del centro de la ciudad y algunos otros datos que parecieran coincidir con el momento en el que está explicando cómo hacer que los núcleos antiguos de las ciudades se irriguen con un nuevo sistema de vías. © Proa.

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32 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

sobre los problemas del urbanismo. Es el problema de la ex-tensión de las calles, por el cual se quiere resolver todos los problemas del urbanismo. Quiero mostrarles de una manera rápida que la extensión de calles es una cosa completamen-te errónea. Para finalizar esta presentación con ustedes, creo que se debe hablar más de las condiciones constitutivas del urbanismo, así que retomo mi dibujito, acá estoy yo siempre con el alcalde de Bogotá. Esta es mi casita. Aquí está la ca-lle; se habló de demoler, de extender la calle. Por lo tanto, se demuele esto. Entonces, ¿qué vamos a hacer? Vamos a hacer sobre esta calle, que extenderemos, una calle de edifi-cios, un vecindario de grandes torres. Hacemos esto con las circulaciones, así que hemos perdido dos calles. Esas calles son [calles] pequeñitas, no se vive ya allí, aunque muy a me-

nudo, en las grandes ciudades, estas calles son adorables. En París tenemos las calles del Barrio Latino, la orilla izquier-da y la orilla derecha del Sena. Aquí ustedes tienen algunas calles que no merecen ser demolidas, pueden ser perfecta-mente conservadas. Acá ustedes las demuelen, demuelen el pasado, todos los desechos del pasado, y las restituyen por una calle más grande. Luego, una vez han conservado su calle actual, nunca encontrarán tanto encanto. He aquí una caminata cualquiera, hay que conservarla. Y quiero cortar en sentido transversal, no importa dónde, y ahí quiero hacer una concesión importante, con las alimentaciones de los an-denes, los carros desaparecen, se localizan en altura o en el subsuelo, y los peatones que van al parque esperan acá… Y he creado un nuevo estado de vida. ¿Cómo empieza ese fenómeno? En ese caso, acá están las calles y pongo una calle que era como así, y meto una calle para generalizar el código y la localizo exclusivamente, como esta. Y entonces la destruyo y la restablezco acá, y todo esto permanece en tugurio o una explanada, o sin interés. Pero si mejor corto por acá, por una parte que tiene otros ancestros diferentes a la vieja calle, pero que trata de establecer un gran circuito, podría, según las leyes que he explicado: cósmicas, natura-les, sol, etc., poner los edificios, a partir de la actividad de la orientación, de la forma justa. Y puedo crear acá, como en todas partes, llegar a tener una densidad suficiente y luego conservar acá la belleza de las calles antiguas; los carros pasarán sobre lo que sólo un camino de carros puede es-tablecer: una autorruta; y acá los peatones encontrarán un camino de peatones para ir por una calle separada, edificio a edificio y podrán encontrarse incluso en la vieja calle histó-rica que estará acá. ¿Ustedes ven los beneficios que tengo? He creado realmente un beneficio urbano considerable. He creado, resumido en un dibujo un poco más específico que es este y en el que las nuevas condiciones que he evocado a lo largo de esta presentación, el helicóptero, avión, etc., o las rutas de hierro, estos medios nos pueden llevar a decir: necesito una ruta de hierro y una ruta de automóviles como esta y otra como esta. Luego, tengo necesidad de las viejas calles españolas, no las dibujo acá en este corte para no perder la visión directa. Pero esta parte sería como esta otra,

con sus casas conservadas acá. Aquí están los caminos, los viejos cañones, esos son… vuelvo a mi primera definición, el camino de los asnos del cual he hablado, que son tan gra-ciosos, que son, más allá de Nueva York, son la calle Saint-Jacques en París, el Faubourg Saint-Honoré, el Faubourg Saint-Antoine; en todas las calles del mundo hay caminos de asnos, un camino predestinado en la topografía de la ciudad.

Después yo podría dibujar lo que constituye la verdadera re-forma de la arquitectura moderna: la de los edificios que se orientan bajo el sol, las leyes cósmicas, los edificios, sea de esta forma, sea de esta otra, sean como aquellos; así no me preocupo de alinearlos sobre la calle o si no, los pongo en forma de redent,2 como este otro. Los caminos de peatones serán para ir de un lado a otro, para llegar directamente a la puerta de los edificios, en dónde el único objetivo es la expo-sición directa del peatón, y la ciudad se cubre de verde por todas partes. Termino poniendo de acuerdo a todo el mun-do y las finanzas, acompañadas por esa palabra, «valoriza-ción», porque que he propuesto un plan para seiscientos ha-bitantes diciendo con esto «¡ahí tienen!» Así es como hago el presupuesto para la ciudad antigua, en donde el tiempo pasa aún más rápido, y trato de mostrarles o de dejarles una trampa, un testigo de las ideas que se han desarrollado en el mundo desde hace mucho tiempo.

Pues bien, terminemos con esto: ¿cuáles son los elementos del urbanismo? ¿Extender las calles? Ustedes han visto que extender las calles no nos conduce a nada. He comenzado por tomar palabras que vienen del pasado. No quiero ser el negador o el deformador del pasado. Mi formación ha sido hecha a partir de viajes a través del mundo y de admiración de las cosas del pasado […]

[La cinta se corta].

Y luego, el objetivo cívico... El civismo es la clave de la ur-banización, de la aglomeración. El civismo ha de evocarse en la fundación del grupo constitucional, con la catedral, el Parlamento, el foro, etc. Y vuelvo a decir: esto es lo que todas

Le Corbusier, Manera de pensar el urbanismo, 1946, p. 74: «ruta de vehículos – ruta de peatones». © FLC.

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33El urbanismo como ordenador social | Le Corbusier

las ciudades del mundo necesitan, necesitan un lugar donde estén los centros, las fortalezas civiles; donde estén los cen-tros religiosos, donde estén los centros, los teatros, lo que he llamado los teatros espontáneos, porque creo que nuestra civilización va a crear con sus fuentes unas posibilidades de vida extremadamente atractivas, manifestaciones que espe-ran eso, las artes espontáneas, que al lado del teatro tradi-cional serán muy interesantes. Y los talleres de jóvenes, que es una de la tareas de las que más tenemos necesidad en la sociedad actual. Por talleres de jóvenes quiero decir los dispositivos que se organizan en medio de esas unidades de habitación para que… tomen los locales, acojan jóvenes de 4 años, de 6 años, de 10 años, 14 años, 16 años, toda clase de ocupación magnífica que les dará la cultura necesaria, la fuerza necesaria y les formará el carácter. Esto es un gran programa de educación bien delimitado y posible de realizar. El tiempo cívico, el civismo aparecerá en la ciudad como una de las condiciones esenciales. Luego tendremos los negocios. Los negocios, que tienen el interés de reagrupar para ganar tiempo, para el bienestar. Para dramatizar la situación: la demostración se ha hecho en los centros de negocios, de los cuales hay ejemplos formida-bles, como en Nueva York, en el Rockefeller, donde cuarenta y cinco mil empleados trabajan en condiciones casi perfec-tas. Tienen problemas por culpa del calor, porque no se ha hecho lo necesario hasta ahora. En fin, hay cuarenta y cinco mil empleados que son o que representan un fenómeno so-cial más importante que cuando se está en la calle, donde todo brilla por el sol. Pues bien, ustedes tienen en esa calle una especie de orden en la que ninguna persona se parece a la otra. Es impresionante. Es el resultado de una cifra im-presionante: hay gente que trabaja en esas condiciones or-ganizadas, modernas y dignas, puesto que el agrupamiento de la organización se permite dar y abordar toda clase de cosas, y ustedes ven una población formarse, que espera calificarse, una población hecha por el progreso y el urba-nismo llegada de la agencia de los Rockefeller. Luego ustedes tienen los negocios, entre los que se cuenta la administración de la ciudad, con una capital que es la administración del gobierno. Luego tienen la adminis-

tración municipal, los hoteles. Los hoteles juegan un papel capital, muy importante ahora sobre todo para una ciudad en la cual he hablado del futuro, gracias a la aviación. Ustedes saben que yo soy un gran viajero. Yo sé lo que es viajar y sobre todo, lo que significa no encontrar hoteles donde se llega. Es estresante porque el hombrecito perdido en el fin del avión, al final del trasatlántico, lejos de la tierra prometi-da, lejos de todos… es un hombre miserable si no encuentra su «sombrero».3

Y entonces, para finalizar, la cosa gubernamental para una capital debe manifestarse en ciertos equipamientos, es-pecíficamente prácticos y específicamente representativos. Ustedes han visto que estamos lejos de pensar en extender las calles. Estamos creando, sugiriendo organismos eminen-tes y sin cesar, constitutivos de una ciudad, de una vida ur-bana. Así que esos elementos son identificables, son todos dignos de magnificencia, son todos capaces de aportar, han coordinado la grandeza, la majestuosidad, el esplendor de una ciudad que parece bien ordenada. Aportarán la econo-mía, la eficiencia y luego los problemas de distancia, los pro-

blemas de leyes naturales por respetar, los inconscientes, la biología por respetar, serán satisfechos. Así ustedes tendrán una población que se sentirá equipada moralmente y que se convertirá en una población de civismo grandioso y que recordará lo que he dicho hace poco, de decirle al mundo o de sobresalir en el mundo. ¿Por qué no Bogotá?

1 N. del T. Sans garantie du gouvernement (SGDG) es una frase popular francesa que en este caso significa que Le Corbusier no está muy seguro de lo que va a dibujar.

2 N. del T. Redent: «n. m. 1611 de re et dent. Arts. Ornement gothique formé d´une serie de coupures en forme de dents. Ornamento gótico formado de una serie de cortes en forma de dientes». Le Nouveau Petit Robert, Dictionnaire de la langue française, 1993. Las traducciones españolas lo llaman «rediente». Son las barras de edificios que se doblan a 90°, siguiendo los puntos cardinales.

3 N. del T. Hemos traducido literalmente chapeau por sombrero, aunque la idea es hablar de un abrigo.

Le Corbusier, dibujo del centro de Bogotá, donde aparecen los cerros y la Catedral, acompañados por edificios lecorbuse-rianos, a la manera del Centro Cívico de Saint-Dié. © Proa.

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34 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Segunda conferenciaJueves 20 de junio de 1947

[…] Acá están las personas del anfiteatro, donde pueden en-contrarse, por ejemplo, aun hoy en día se puede tener hasta catorce mil auditores cubiertos, y eso es poco con respecto a las cantidades que cubre la sala, que ocupa la sala. Estos son unos vitrales, la mayoría de ellos de cerca de cuatrocientos años, todavía disponibles en la arquitectura moderna. Estas son parábolas de cemento armado, que nos ofrecen cosas de una cierta calidad. He aquí, por ejemplo, otra forma que es esta: la hemos conseguido en Nueva York para el secretaria-do de las Naciones Unidas. Con esto, ustedes tienen una ar-madura de objetivos, que se fuerza sobre las columnas; una plataforma de servicios así. Tienen una armadura que marca otra columna, así lo dispondrán en los inmensos volúmenes que pueden rápidamente servir de ventanas y bahías, de tal

manera que se genera esto: una forma de un efecto imprede-cible, en donde el exterior servirá de ventana al aire libre, con los jardines acá, mientras que el sol, que esta por acá, acoge las cosas. Ustedes tienen toda una serie de cosas nuevas. Luego, por la conclusión de esas formas que, como lo verán, vienen de dentro hacia fuera y son especies de or-ganismos que nacen según las necesidades de las funcio-nes interiores, yo podría terminar mi dibujo, representando una imagen verdaderamente característica de los objetivos de las técnicas modernas, de los elementos arquitectóni-cos disponibles para el urbanismo de las ciudades. Pueden explicarse, por ejemplo, así: he aquí el cuerpo de un edifi-cio como el que acabo de dibujar, como ese de abajo, por ejemplo; y aquí otros más, en ese sentido, por razones de orientación o de normas en Francia o en cualquier parte. He aquí, por ejemplo, un gran edificio como este, en planta. Aquí también tienen otra forma posible de edificio, que está dada

por las condiciones de sol, de insolación, de resistencia a los vientos, etc. Y luego, aquí finalmente, otra forma capaz de responder a las necesidades, en redent. Esas formas que ustedes ven acá son lo suficientemen-te fuertes. Actualmente el diccionario de urbanismo y de la arquitectura habla de una nueva arquitectura que, viniendo desde el interior hacia el exterior, tiene por efecto la crea-ción de organismos, yo los he estudiado en plan, y por ende de seres verdaderamente vivos, de seres biológicos, los cuales vienen a situarse sobre cualquier terreno para estar rodeados de lo que ustedes quieran, es decir, de verde y de paisajes de este tipo, y permitirán a las comunicaciones de automóviles o de transportes rápidos pasar por donde queramos; y a las comunicaciones peatonales, continuar los caminos más pequeños. Y ustedes entenderán el bien que se le ha hecho al urbanismo moderno por los vacíos que se han dejado entre las columnas.

Después de la primera conferencia que dicta Le Corbusier en el Teatro Colón, un periódico local publica este artícu-lo, titulado «Que Bogotá se está demoliendo mal, insinuó anoche Le Corbusier». Este titular muestra cómo, a pesar de la poca información que existe sobre el tema, Le Corbusier efectivamente conoció la situación en la que quedó el centro de Bogotá tras los sucesos del 9 de abril de 1948. © FLC X1-15-134.

Le Corbusier, proyecto para la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1947): maqueta del conjunto. © FLC.

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35Segunda conferencia | Le Corbusier

Termino este dibujo dando la expresión rápida a esos pla-nos, en los que se pueden permitir edificios como estos, se pueden ver otros grandes edificios como este, y no habrá sino eso. Acá y acá desplazamos… [durante un largo silen-cio, Le Corbusier parece concentrado en el dibujo]. Entonces termino mi dibujo y muy rápido ustedes se dan cuenta. Estas son partes finalizadas empleando diversas modalidades de fachadas. Y luego es difícil tener… La naturaleza entrando alrededor de todos estos elementos. Mucho ruido [en el di-bujo]… pero bueno. Lo que les digo es de buena voluntad, con amabilidad. Ustedes verán seguramente alguna cosa. Les pido distancia porque yo no me doy cuenta. Esto no es muy bonito, pero bueno. Ustedes están enfrente de una ar-quitectura de volúmenes que viene del interior al exterior y que se localiza en la naturaleza y que produce una biología de las ciudades completamente nueva. Lo que ustedes ven es la evolución de una construcción antigua: las construccio-nes nuevas, la consecuencia de las formas, la consecuencia del revestimiento. Estamos ahora delante de unas necesida-des de clima, según en donde estemos, adaptándonos a un sol más o menos amigable o enemigo. Quiero mostrarles lo que el sol hace y sus consecuen-cias [cambia de página]. Ustedes vieron que la construcción moderna permitía, si se quiere –nada nos obliga– permitía realizar los edificios con los muros enteramente abiertos, capaces de dejar entrar los rayos luminosos y de explotar así en el interior todos los beneficios de la luz, sea para los locales de trabajo, sea para los locales de habitación. Ahora se trata de evitar esta luz que sale del sol, que está presente en invierno y que se vuelve dramática en verano, incluso en los lugares más sórdidos de París. Pues delante de una evi-dencia tal como la entrada posible de luz, hemos tenido que admitir o las buenas cosas o renunciar a tanto vidrio y tanta luz, y eso es una lástima, es un crimen contra el progreso. O bien podíamos permanecer positivos y permitir la entrada de toda la luz favorable en invierno y toda la sombra favorable en verano. Y bien, todo esto, refiriéndose a las leyes del sol, es fácil hacerlo de una manera simple. El objetivo es este: la cota del sol en invierno y la cota del sol en verano. Esas dos cotas nos darán la solución que necesitamos. Sol de invierno,

En varias ocasiones, desde cuando Le Corbusier explica los Cinco puntos de la Arquitectura moderna, hace referencia a la serie de dibujos que muestran la ventana en la historia (figs. 1-7). Para explicar el brise-soleil, utiliza una y otra vez las figs. 8-15. Ver Œuvre Complète, volumen 4, p. 104. © FLC.

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36 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

sol de verano. Al retomar nuestros edificios sobre su esque-leto, lo que también nos permite introducir el sol es poner agua delante, con un dispositivo que ustedes tienen y veo que es aún más luminoso, puesto que los rayos horizontales del invierno permitirán al sol entrar hasta lo más profundo de las piezas, y veré que los rayos casi verticales del verano provocarán sombra… Y pongamos los locales al abrigo, con ese brise-soleil,1 metamos los locales al abrigo y en lo más profundo del armazón. ¿Cuál es la consecuencia de esta posibilidad? Puede que desde el punto de vista de la estética arquitectónica, un elemento enteramente nuevo. De hecho, la gran conse-cuencia que quiero mostrarles es que los principios de la ventanita, pequeña en el muro, pequeña en tradición, no pueden subsistir y creo que los arquitectos han superado este problema desde hace mucho tiempo. Desde hace trein-ta años he seguido poco a poco la pista, para saber cómo se podían enfrentar las consecuencias del crecimiento y la simplificación de las formas dadas por la construcción y las necesidades del urbanismo, y cómo se podía llegar a crear una arquitectura que permitiera la realización y la diversidad de formas. Aquí están dibujadas las consecuencias de lo que acabo de explicar. Dentro de la pieza, ustedes pueden obtener una de las tramas, esos brise-soleils, de la manera más grande. Ustedes podrán ver desde el exterior la proyección de las pantallas horizontales y verticales, sobre las formas más re-cientes de una logia, que reencuentra las formas antiguas.2 Y ustedes se darán cuenta rápidamente, cuando termine mi dibujo. He aquí un vitral que viene a meterse delante. Imagi-nen ahora acá, en el suelo, locales con oficinas y viviendas, cuantas quieran. Para hacer comprender mi dibujo, me gustaría dibujar las sombras necesarias: las sombras de los edificios están aquí abajo, bajo el brise-soleil y nosotros hemos hecho techos y paredes verticales, logias y balcones. Y bueno, para terminar el dibujo… no puedo, incluso si esto les gusta… pues ese es justamente el problema… ¡no hay crayones claros en Bogotá! ¡No se tiene el material necesario para hacer una conferencia interesante! Bueno. Supongan que hay un horizonte monta-

ñoso de mar y se darán cuenta inmediatamente de lo que significa el brise-soleil. Pues ese brise-soleil ha sido objeto de grandes evoluciones en nuestras investigaciones, desde 1933, desde hace 17 años, no desde 1932, o sea, 15 años, para llegar al final a una cosa que es el principio mismo de la arquitectura y es cualquier local humano precedido de su logia, y ustedes encontrarán eso en cualquier proyecto de arquitectura; los hay en las rutas de Bogotá, hay incluso en las rutas de Asia, a lo largo de las rutas de Europa, a lo largo de las rutas de África, siempre por todo lado. Y entonces eso nos permitirá aplicarlo a más edificios. Por ejemplo, uno lo su-ficientemente grande como el de Nueva York, que acabamos de explicar, para las Naciones Unidas, en donde ustedes tie-nen un edificio de sesenta metros de largo, que será dividido, que tendrá oficinas, que tendrá escritorios, y por lo tanto es-tará hecho de superficies vidriadas. Esas superficies vidria-das se volverán tórridas, como lo son actualmente en Nueva York, y en consecuencia, inhabitables. Pero gracias a esos brise-soleils que deberán colocarse delante de las superfi-cies vidriadas, podremos adquirir una textura de fachadas que reemplazará el dibujo que les he mostrado al principio y que era el objetivo del contenido de un muro perforado por ventanas y que permitirá, por ejemplo acá, instalar una red como esa de antes, una red creada con un sentido…

[Alguien lo interrumpe… Corte de la cinta].

En fin, hay muchos proyectos por hacer y por representar, y poco a poco le he dado una nueva actitud estándar a la ar-quitectura actual, a los materiales presentes, a los verdade-ros factores de la sensación arquitectónica, los dibujos con esas búsquedas de la luz, del espacio, de las formas que se pueden encontrar. Otra consecuencia que podemos tener de esta naturale-za son los factores técnicos, los factores de tecnicidad, ade-más de la carpintería metálica y de las leyes de la madera, digamos que buscamos las soluciones. Hemos fijado una manera de hacer la ciudad y hemos encontrado una nueva expresión, que es al final la misma cosa para el mismo clima, pero bajo la forma moderna.

Así es que quiero mostrarles un factor diferente que ha aparecido por una suma de circunstancias o de obligacio-nes diversas. Esta es una casa que ha sido hecha con todo el recorte de obligaciones que les he contado hace poco. Describiré antes que nada la casa y luego la explicaremos [empieza a dibujar en silencio]. Y pongo en el interior lo que representa la mampostería, esto es una estructura de ma-dera, y ahora dibujo el aspecto de esta combinación. ¡Es cierto que uno hace acrobacias! Se ha concebido así: una superficie de piedra, esta parte de mampostería ordinaria y así como estas otras, del otro lado, todo es abierto gracias a la estructura de madera. La piedra, acá y la madera, acá. La piedra, como esta y los muros en mampostería, a la vista. Vamos a terminar el dibujo y ustedes verán esto. Acá ustedes estaban en la sombra, dibujemos los planos acá, por acá está el mar y el concreto, por acá. Quiero explicarles las reglas de la arquitectura, el por-qué de esta estética que ha nacido de esta manera. He aquí una casa, en principio en hormigón, en estado vegetal, con diversas disposiciones. Pero esta casa tenía un problema de terreno. Ese problema de terreno era el siguiente: no había dinero para construirla, o al menos no mucho. Ha-bía tan poco dinero que el propietario no podía permitirle a su arquitecto venir a visitar la obra y supervisar la cons-trucción. En esas condiciones, teníamos que crear en la construcción un seguimiento del terreno que permitiera la realización de los trabajos y simplificar la mano de obra de la siguiente manera: que los trabajos no se mezclaran, aun-que tuvieran que venir hasta el borde del mar, lejos de todo. Así que los trabajadores debían venir los unos después de los otros, para que cada uno hiciera su trabajo y después se marchara. Así fue como los obreros comenzaron los mu-ros que ustedes ven, los carpinteros venían luego y luego venían los que rellenaban. Tenía que diseñar los detalles. Y ustedes ven que, bajo una estrechez de dinero como esta, es posible encontrar una expresión arquitectónica muy in-teresante y es posible gracias al hecho de habernos pues-to a estudiar cómo funciona la construcción. He aquí uno de los problemas a los que se enfrenta constantemente el arquitecto.

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37Segunda conferencia | Le Corbusier

Les quiero mostrar los problemas que he tenido en ese dominio. He podido crear para Alger una composición de orden folclórico, que es interesante en un periodo en el que el folclor era honorable y era peligroso hacer otras cosas, y yo he sido acusado de ser incapaz de hacer algo así; de ser incapaz de comprender la belleza de las cosas populares. Ustedes verán cómo, al contrario, cuando hay condiciones incluso desfavorables, se puede llegar a hacer de la arqui-tectura una cosa con grandes efectos y objetivos. Se trataba de un paisaje al borde del mar, muy lejos de todo sector ha-bitado y durante la guerra, al principio de la guerra loca, de hacer un dominio para un propietario que cultivaba legum-bres y frutas frescas en el borde del Mediterráneo, a sesenta kilómetros de Alger. En ese momento solo disponíamos de obreros y carpinteros poco calificados. La única construc-ción posible era esta. Los pilares de mampostería como es-tos, y a los pilares debíamos atar, con un poco de bricolaje, las planchas de madera y en el suelo con estas piedras por-tantes y acá la posibilidad de hacer en madera los detalles para rellenar esa parte de la obra como quisiéramos y con los detalles que quisiéramos. Como verán, teníamos que ha-cer muy pocas cosas con la posibilidad de hacer muchas combinaciones y ustedes verán cómo la falta de dinero pue-de conducir, al contrario, a la riqueza arquitectónica. En ese estado de cosas, he hecho cosas extraordinarias. Pero trate-mos de ver cuáles son los resultados a los que este tipo de procedimientos puede llevarnos. Este es el sitio: primero que todo, es una montaña muy conocida, que se llama La Chenoua, en África del Norte, cer-ca de una antigua colonia. El terreno estaba sobre una es-pecie de pavimento y con un posible aterrazamiento, y estas preparaciones que ustedes tienen acá pueden expresar las maneras diversas que quiero mostrarles. Podremos… Estas son las bóvedas, estos los pilares, en piedra o en mampos-tería aparente, en mampostería ordinaria. Muestro la mam-postería aparente acá y luego la misma cosa en el otro sen-tido, como esta, y estoy explicando combinados la unidad arquitectónica y el paisaje, los dos, debiendo hacer, desde mi punto de vista, una entidad indisoluble. El paisaje es uno de los elementos constitutivos de la arquitectura y puede

generarse así, en descenso, para localizar las cosas. Estos son los elementos arquitectónicos de la bóveda. Esto es una bóveda y con esto podemos comenzar a componer grandes arquitecturas ¡y miren cómo! Ustedes han notado que he di-bujado un pilar estrecho... uno, dos, otro acá. Pues bien, con esta combinación quiero tratar de mostrarles la propiedad que comienza con un gran muro de cerramiento, puesto que estamos lejos de todo, en medio de las zonas amenazadas por los roedores y los ladrones. Y aquí, allá, dibujo, antes que nada, el mar. Quiero dibujar, puede que en rojo… quiero adoptar un orden de una simplicidad fantástica y que es la clave de la gran arquitectura. Todo será ocupado por los de la misma dimensión, son travesaños estándar y estarán de tal manera que llegan a la vía pública de manera diferente. Los más grandes acá, acá los pilares como estos, mírenlos. Luego, los pilares de la misma naturaleza; luego medios pi-lares, como estos y luego, ahora, el muro plano acá, y luego hay grandes pilares, como estos, y ahora, como estos. Hago lo que puedo… No se ve muy claro. Pero bueno, con esos dibujos que he hecho he constituido una grilla, primero, una grilla muy espesa. Luego he creado espacios arquitectónicos y efectos arquitecturales de una diversidad extraordinaria. Hablo a nombre mío, a los arquitectos y a los códigos unitarios de una cierta profesión, pero hay que decir que lo que les he mostrado es para los bajos recursos. Estas son precisamente las reglas o las fuentes más considerables de la arquitectura, cuando el orden regular puede seguirse y alternarse con divergencias y admitir de esta manera otras tres cosas que van muy bien con el paisaje, del cual ustedes van comprendiendo la expresión. Acá viene un jardín a la manera árabe, con una irrigación como la que los árabes hacen con árboles de todo tipo, los granadinos, los albarico-ques. Ustedes verán, lo he explicado ahora, verán aparecer esta creación arquitectónica dada por los medios más po-bres. Y admitamos…

[Corte de la cinta].

[...] El mar y un paisaje de montañas delicioso. Realmente, igualmente hacemos salir diez mil quinientos habitantes… y

las personas salen de sus casas al centro de la ciudad y hacemos saltar a la mano, con granadas, durante tres días y tres noches, si es el caso. Se trataba de reconstruir, y en-tonces la sorpresa de los habitantes ha sido constatar que su paisaje es un milagro. Lo veían desde los exteriores de la ciudad, pero cuando han estado más cerca, han visto que ese paisaje es admirable. Así que el proyecto ha tratado de hacer entrar todas esas riquezas naturales en los equipa-mientos humanos. Y esos son los problemas del urbanismo y la arquitectura, es evidente. Pero en general, la solución se presenta así: estos son los edificios de habitación importan-te, pongamos un número de cuatro edificios, que contienen una diversidad. Esto es una evidencia que vendrá y si no te-nemos aún esos edificios, tienen la posibilidad de beneficiar-se de los servicios comunes que harán la vida doméstica, la vida de familia, absolutamente diferente de lo que era antes, es decir, facilitando enormemente el trabajo del hogar.

La idea de folclor es explicada a partir de este proyecto para el señor Peyris-sac en la montaña de La Chenoua (Argelia). Los materiales empleados y la tipología edilicia responden, según Le Corbusier, a las condiciones del lugar. Ver en: Œuvre Complète, volumen 4, p. 122. © FLC.

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38 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

La terraza verde es la mejor respuesta para el edificio. La naturaleza responde a su manera y reacciona bien al paso del tiempo. Le Corbusier en el volumen 4 de la Œuvre Complète (p. 141) muestra la terraza de su propio apartamento en Nungesser-et-Colí donde, después de la guerra, llega y encuentra la terraza verde y florecida. © FLC.

Le Corbusier, Tres edificios tipo, explicados en este esquema para la ciudad de Estocolmo.  Œuvre Compléte, Volumen 4, p. 150. © FLC.

Luego, acá se encuentra la catedral, que está medio demolida, pero que podremos salvar en parte, y acá está el tiempo para las fortalezas cívicas, que serán tratadas de una manera pintoresca, digamos, serán tratadas de manera particular. Y entonces, acá se encuentran las rutas. Acá se encuentra el río que durante las tormentas permite en verano tener el agua almacenada en las piscinas, como esta. Así es que delante de las playas se encuentra un dispositivo más turístico, tiendas, playas, etc. Esos crecimientos suceden en todos los países: las grandes tiendas se pueden agrupar en un edificio. El hotel esta acá, y luego, abajo, continúa el mismo edificio. Delante, las manufacturas, que podrán agru-parse así, en talleres modelo. Antes estaban el puente y la estación de trenes, una manufactura, escuelas de aprendi-zaje, institutos y nosotros, acá. Y después, la montaña, en su cadena suroeste, casi florentina, como una caja, con el verde en algunos lados. Una ciudad verde no es simple y permite alojar a los habitantes en las viviendas, con el deporte cer-ca de las casas. Es el objetivo del civismo, atraído por los dispositivos inviolables. Esto es para mostrarles que es po-sible componer teniendo en cuenta una base de problemas

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39Segunda conferencia | Le Corbusier

y resolverlos mucho mejor que las simples costumbres de la arquitectura o el urbanismo.

Resumo de alguna manera. Esta especie de ermita, ¿no es cierto? Nos acerca regularmente a un problema que podría ser este. Ustedes tienen acá un paisaje magnífico que los ciudadanos no ven para nada. Ustedes tienen un tiempo cívi-co que es la catedral o el Parlamento, que es muy pequeño. Ustedes tienen preguntas graves por responder. Ustedes tie-nen preguntas de teatro, de salas para todo tipo de reunión por organizar. También habrá, seguramente, algunas cien-cias gubernamentales por mejorar. Así, ustedes introducirán en la puerta de sus casas y habitaciones, introducirán la na-turaleza de nuevo. Esa gran entrada me permite mostrar que las perspectivas se han abierto al urbanista y al arquitecto. Tienen al lado lo que les he demostrado, una piedra magní-fica que es una especie de respeto a su naturaleza, cuando la emplean. Es bella, es optimista, es de sentido positivo, de sentido elevado. También tienen cosas admirables, las que he encontrado con un poco de problemas en los humeda-les, porque cederán; en especial, la Ciudad Universitaria. No pueden parar la Sabana para venir a lo que era antes. Metan el sol a sus terrazas. Ustedes tienen sus construcciones en hormigón armado y juiciosamente pueden instalarles siste-mas de riego automático para medir lo que hay que medir. De todas maneras, los techos-jardín son lugares adorables y funcionan muy bien. Les diré que, personalmente, duran-

te la guerra, tenía en la octava planta, sobre el techo de mi edificio, un jardín y lo había abandonado por ciertos proble-mas, pero se ha comportado muy bien. Todas las plantas que había sembrado allí se revolcaron, se deformaron, los rosales se volvieron enormes y además las semillas nuevas, que llegaron del pico de los pájaros y por el viento, se han desarrollado, los árboles, las flores, todo tomó una extensión extraordinaria. Las plantas que debieron salir, crecieron; las que no, murieron. La naturaleza siempre tiene la manera de arreglarse y podemos, sobre los techos de las construccio-nes modernas, para evitar los efectos de la dilatación, em-plear los jardines y por lo tanto, esa tierra magnífica que us-tedes tienen acá, que ciertamente es el mejor aislante desde el punto de vista térmico. Esto es un detalle que veo impor-tante, pero aún tengo respeto por las condiciones locales. Y ustedes tienen un problema de respeto por las condicio-nes locales y es la ausencia de ciertos materiales, de esas ar-quitecturas, de ciertos materiales que ustedes jamás tendrán y que tendrán que traerlos en avión. Eso será inútil. Ustedes los tienen acá, pues estudiando seriamente los problemas de prefabricación, ustedes podrán crear toda una gama de mate-riales admirablemente equilibrados, hacer las combinaciones más ricas, las más armoniosas, las más delicadas. Eso es todo. Tengo que terminar de exponerles mis ideas. Un poco de esas ideas. Me pregunto si les he hablado mucho. He tratado de mostrarles lo que han visto. No he dibujado

un solo balcón con tuberías o tubos de calefacción. Es la única cosa moderna que se admira hoy en día en el mun-do entero. Pues yo me admiro de no haber traído tubos de calefacción desde Nueva York o desde cualquier parte. He venido a ver otras cosas. He venido a ver los brise-soleil he-chos con piedra, natural o recuperada del concreto. Hay mil y un métodos para tener en cuenta las condiciones locales, para tener en cuenta el progreso magnífico que el arte de construir ha adquirido. Hay en marcha una verdadera revolu-ción. Digamos que las cosas... No lo sé. Pienso que todo lo que les he mostrado no está tan mal. Es formidable todo lo que aparece delante de la imaginación de los que tienen un alma y de los que son expertos entre ustedes. Ahí tienen una posibilidad grandiosa y es abrir las puertas, abrir las venta-nas, atraer y poner a reflexionar a algunos sobre una mesa, sobre el milagro de los números, es decir, las combinaciones matemáticas que permiten hacer todas esas cosas en una proporción adorable y ustedes saben que las cosas más be-llas de la arquitectura no son bellas gracias a su decoración: son bellas gracias a sus medidas, gracias a su proporción. Pues bien, exponiendo todas esas ideas he pensado que puede ser que haya dejado un recuerdo en algunos de los habitantes de Bogotá. Y los estudiantes de Arquitectura me dicen que hay que huir de todo ese academicismo moderno y encontrar en los lugares, hacer un inventario de los lugares, y con las herramientas universales del progreso, encontrar los medios para una arquitectura magnífica. ¡Eso es!

Le Corbusier y la vuelta de la naturaleza a la ciudad, El desastre contemporá-neo: «A: la ciudad verde, sol, espacio, verdor; B: el desierto de las ciudades; C: el exilio y la desilusión de la ciudad-jardín». Œuvre Complète, volumen 4, p. 146, croquis A. © FLC.

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40 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Le Corbusier, bajo la luz de SudaméricaFernando Pérez Oyarzún

La crítica especializada, especialmente la europea, ha soste-nido frecuentemente que Le Corbusier tuvo una gran influen-cia sobre la arquitectura sudamericana. Más aún, quienes han sostenido una opinión crítica sobre Le Corbusier piensan que el arquitecto ha sido sobrevalorado en el subcontinente. Para ellos, su figura habría predominado con pocos contra-pesos frente a la de otros maestros del siglo XX. Sin ser com-pletamente falsas, tales afirmaciones resultan excesivamente simplificadoras. Las múltiples relaciones entre Le Corbusier y Sudamérica fueron complejas y, en ocasiones, paradójicas. Su relación con la producción arquitectónica sudamericana no es ni simple ni unidireccional. Ella se presenta más bien como un complejo juego de relaciones que se dan en diversos planos y en múltiples sentidos. No sólo Le Corbusier fue importante para Sudamérica; también Sudamérica llegó a tener gran sig-nificación para Le Corbusier. Tal significación se da menos en los resultados profesionales que en las redes de contactos, las relaciones culturales y el propio imaginario del arquitecto. Pre-guntarse por las conexiones entre Le Corbusier y Sudamérica es preguntarse por viajes, amistades, ideas, ilusiones y desilu-siones. El texto que sigue pretende contribuir a dibujar algo de ese complejo panorama de relaciones y contactos.

Los primeros contactos

La primera visita de Le Corbusier a Sudamérica se realiza en 1929.1 Se trata de un viaje prolongado que se desarrolla entre octubre y diciembre de ese mismo año. El viajero que hace puerto en Río de Janeiro a bordo del Massilia tiene 41 años. Vive en París desde 1916, donde había llegado en busca de

mejores perspectivas desde su Suiza natal. Su domicilio es, por entonces, el de la rue Jacob 20, un viejo apartamento más parecido a una habitación de artista que a sus austeros proyectos de los 20. Su taller es, desde hace cinco años, el local de la rue de Sèvres 35, un viejo y estrecho local que se convertirá en atracción para arquitectos de todo el mundo. Le Corbusier elige 1929, el año para cerrar el primer vo-lumen de su obra completa (1910-1929). Durante los diez años anteriores, ha producido su serie de casas blancas, asociadas a su actividad como pintor «purista», que Tim Benton ha rotulado como las Villas de Le Corbusier.2 Algu-nas de ellas, como la Villa Savoie y la Villa Stein, llegarán a ser consideradas como clásicos de ese primer periodo. En el terreno del urbanismo, sus ideas se expresan en di-versos planes, ninguno de los cuales ha llegado a ponerse en práctica. Entre ellos, su proyecto para la Ville Contem-poraine para tres millones de habitantes y su propuesta de intervención en París, conocida como Plan Voisin alcanzarán particular difusión. Su labor como escritor también se ha consolidado. Ya en 1912 había publicado su primer libro, Étude sur le mouve-ment d’art décoratif en Allemagne.3 En 1919 comienza a apa-recer L’Esprit Nouveau que publica en asocio con el pintor Ozenfant, cofundador del purismo, y con el poeta Paul Der-mée. Con el sentido estratégico que siempre lo caracterizó, había producido a partir de los artículos publicados en esa revista el que llegaría a ser uno de los más célebres entre sus libros: Vers une Architecture.4 Este alcanza pronto difusión internacional, incluyendo Sudamérica. En 1924,5 poco des-pués de su publicación, el escritor Juan Emar publicaba en La Nación, de Santiago de Chile, una reseña acerca de él.

Fotografía de Le Corbusier en su casa de rue Jacob 20, tomada por Brassai. © FLC.

Fotografía de Le Corbusier trabajando en el atelier en la rue de Sèvres, 1959. © Rene Burri.

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41Le Corbusier, bajo la luz de Sudamérica | Fernando Pérez Oyarzún

En 1925, coincidiendo con la gran exposición de París, había aparecido L’Art Decorative d’Aujourd’hui.6

El viaje sudamericano, comenzado a gestar algunos años antes, era uno más de los muchos que había realizado hasta entonces: a Italia, en 1907; a Francia, en 1908; a Alemania, en 1910; a Grecia y Turquía, en 1911; a Madrid y Barcelona, en 1927; a Moscú, en 1928. Los últimos viajes ya no tenían el carácter formativo de los primeros.7 El objetivo de este, gestado por intelectuales sudamericanos, era difundir sus ideas y conseguir nuevos encargos. Estos no abundaban en ese momento debido a los vientos de crisis económica que soplaban en el ámbito internacional. Dentro del panorama internacional, la figura de Le Cor-busier se había ido afirmando de manera creciente. El año anterior, había protagonizado la primera reunión de los Con-gresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), rea-lizado en el castillo de La Sarraz (Suiza), bajo los auspicios de Mme. Mandrot. Sin embargo, no todo había sido coin-cidencia en tales discusiones. En efecto, a fines de los 20 aparecía ya claro que entre los arquitectos de vanguardia convivían visiones variadas y hasta contrapuestas. El viaje a Sudamérica se realiza al mismo tiempo que el CIAM de Frán-cfort, dominado por los alemanes. De hecho, Le Corbusier privilegia su viaje a Sudamérica por sobre la asistencia al congreso. Este no es un dato menor, ya que permite situar mejor el rol que Le Corbusier parece haber atribuido a Suda-mérica dentro de sus planes de expansión internacional.

La experiencia sudamericana inicial

Confirmando la importancia que los viajes tenían para Le Corbusier, este, realizado en un momento de cierre del pri-mer ciclo de su carrera, fue cuidadosamente recogido en sus cuadernos de viaje, especialmente en su Carnet B4. Aunque su interés más íntimo fuese conseguir nuevos encargos, su experiencia vital irá, ciertamente, mucho más lejos. De he-cho, el único encargo concreto que conseguirá durante el viaje, a pesar de las numerosas posibilidades que exploró y los bocetos de casas o urbanizaciones que realizó, es el

de la casa Errázuriz, que progresó hasta un cierto punto sin llegar a concretarse. Entre las experiencias asociadas con el viaje de 1929 hay que destacar de modo particular su enfrentamiento a la geo-grafía sudamericana. De hecho, la importancia que adquiere el dibujo de paisajes y paisanos, incluyendo indios paragua-yos y mulatos brasileños, será evidente en sus carnets. La exuberancia de las montañas de Río, la roja topografía que rodea a São Paulo, los alrededores de Asunción y las plani-cies argentinas lo impresionarán fuertemente.

Una mención especial merece su viaje a Asunción (Pa-raguay), aparentemente el primer vuelo de su vida. La visión desde el aire, siguiendo el curso del río Paraná, tiene para él la fuerza de una epifanía, como la había tenido el arribo des-de el Río de la Plata a Buenos Aires. Ella no solo inspira al-gunas de las reflexiones más trascendentes de su viaje sino que, muy probablemente, estará en la base de algunos de los bocetos urbanos surgidos durante el viaje en los que rein-terpreta las ciudades que visita mediante operaciones arqui-tectónicas de gran escala.8 Estos contrastan fuertemente con

Bocetos tomados sobre el río Paraná en Carnet B4. © FLC.

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42 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

los planes y proyectos urbanos realizados hasta entonces, incluido el Plan Voisin para París. Así, Buenos Aires, Monte-video, São Paulo y Río son objeto de estas operaciones en las que piezas arquitectónicas de gran escala, asociadas a operaciones de infraestructura, hacen presente algún rasgo de las ciudades que Le Corbusier piensa, debe ser monu-mentalizado. Los rascatierras (por oposición a rascacielos), interactúan con el paisaje natural o urbano y pueden verse como resultados de su experiencia geográfica.9

Una segunda experiencia a la que habría que atender en esta primera estadía sudamericana es la de la construc-ción popular o espontánea, realizada sin arquitectos, en las periferias de las ciudades que visita. Especial interés ma-nifiesta por las favelas de Brasil y en las construcciones de ciertas zonas periféricas de Buenos Aires. Este interés no es completamente nuevo. De hecho, Le Corbusier se había in-teresado en varios de sus viajes por hechos arquitectónicos sin mayor alcurnia y había incluso situado algunos de ellos en la base de sus ideas arquitectónicas. Algunas de estas observaciones, como las de Buenos Aires, vinculadas a la comprensión de la grilla urbana fundacional, tendrán conse-cuencias en su obra posterior. Dar una larga serie de conferencias, como hizo con las diez en Buenos Aires, constituye también una experiencia nueva para Le Corbusier. Hasta entonces sus viajes iban a acompañados de una o dos conferencias. Esta larga serie le permitió una síntesis de las ideas arquitectónicas desarro-lladas hasta entonces. En ellas repasa sus discusiones con la academia, su interés por la técnica como base de una poética, sus ideas sobre la vivienda, la ciudad y el diseño, todas ellas ejemplificadas por sus proyectos. Esta serie de conferencias será la base de Précisions…,10 tal vez su libro más importante después de Vers une Architecture, en el que reexamina sus puntos de vista sobre la arquitectura y el urba-nismo al finalizar un ciclo de trabajo y por contraste, con las ideas de algunos de sus contemporáneos. Por último, habría que mencionar la experiencia de sus contactos sudamericanos, el inicio de una red que se prolon-gará y se expandirá en las décadas siguientes. Entre ellos se cuentan arquitectos e ingenieros, empresarios ilustrados, intelectuales y autoridades públicas de diversos niveles.

Le Corbusier, dibujo de «rascatierras» atravesando la ciudad de São Paulo, Conferencia en Río de Janeiro, 8 de diciembre de 1929 «Corolario brasileño… que es también uruguayo», publicado en Precisiones. © FLC.

Le Corbusier, dibujo de veinte casas como la Ville Savoye implantadas en la campiña argentina. Quinta conferencia en Buenos Aires, viernes 11 de octubre de 1929, «Los amigos de las artes» publicado en Precisiones. © FLC.

Le Corbusier, propuesta para palacio para el Ministerio de Educación Nacional y de la Sanidad Pública en Río de Janeiro, publicado por Le Corbusier en el volumen 3 de la Œuvre Complète. © FLC.

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43Le Corbusier, bajo la luz de Sudamérica | Fernando Pérez Oyarzún

Precisando posiciones

En Precisiones… Le Corbusier registra su experiencia de via-je a Sudamérica, presenta el desarrollo de sus ideas hasta ese momento y traza planes de futuro. El cuerpo central del li-bro está constituido por las intervenciones realizadas en Bue-nos Aires y en Río de Janeiro (Corolario brasileño), corregi-das durante su viaje de vuelta a Europa en el Lutetia. A estas agrega un Prólogo americano, redactado en el barco, y dos capítulos que recogen sus experiencias a la vuelta a Europa: Temperatura parisién y Atmósfera moscovita. El texto del libro se consolida, por tanto, entre diciembre de 1929 y marzo de 1930. París, Moscú y la costa atlántica sudamericana son las referencias geográficas que por entonces actúan sobre su sensibilidad, los problemas que le preocupan las posibilida-des de trabajo futuro. De hecho, su presencia en Moscú se justifica por la necesidad de entregar el proyecto para el Cen-tro Soyuz, su trabajo más significativo de entonces. Precisiones tiene una importancia considerable en la ex-posición de las ideas corbusianas. Transcurridos seis años de la publicación de Vers une Achitecture, Le Corbusier pue-de ajustar su postura frente a algunos de los temas plantea-dos en el libro, luego de la experiencia de años de fructífero trabajo y de haber sufrido también los primeros embates de la crítica. Le Corbusier asume en él un tono menos teoremá-tico y más analítico, utilizando como pruebas sus realizacio-nes: desde la arquitectura hasta los planes urbanos. Así, los sucesivos capítulos reconsideran su posición respecto a al-gunos de los problemas urbanos y arquitectónicos. Comen-zando con cuestiones generales, como aquellas relativas al papel de la técnica y la crítica de la academia, aborda luego temas como la vivienda, el diseño de muebles y los planes urbanos. Contra el fondo de tales ideas, así como de su obra, va impostando observaciones e ideas sobre la experiencia que vive en Sudamérica. El libro aún da espacio para temas que le Corbusier no trató con mucha frecuencia, como es el de la enseñanza de arquitectura. ¿Si yo tuviese que enseñar arquitectura?11 es un texto muy probablemente dirigido a los estudiantes y puede verse en él el germen de su futuro Men-saje a los estudiantes de Arquitectura, de 1943.

En Precisiones…, la posición de Le Corbusier parece si-tuarse entre dos extremos: por una parte, continúa atacando el espíritu académico, al que quiere diferenciar de la auténti-ca tradición. Por la otra, se defiende de una visión puramente técnica o económica de la arquitectura y la cultura moder-nas, aludiendo ya a algunas posiciones de los arquitectos alemanes, ya a lo que le parece es el espíritu dominante en Moscú o Nueva York. Uno de los aspectos destacables en este texto es preci-samente su declaración de intenciones respecto de Suda-mérica. Ello es especialmente evidente en el Corolario brasi-leño, en el que subraya las razones por las cuales le parece que Sudamérica jugará un rol protagónico en la afirmación de una nueva arquitectura: «Vosotros estáis en Sudamérica, en un continente viejo y joven; vosotros sois pueblos jóvenes de razas viejas. Vuestro destino tiene lugar ahora. ¿Actuaréis bajo el destino del hard labour? No, yo os deseo que actuéis como latinos que saben ordenar, apreciar, medir, juzgar y sonreír».12

Los trabajos y los viajesDespués de su experiencia de 1929, Le Corbusier viajó nu-merosas veces a Sudamérica, casi siempre motivado por encargos, combinando las estadías profesionales con con-ferencias y contactos. Uno de los resultados más concretos de su viaje de 1929 fue el proyecto para la Casa Errázuriz.13 Encargada por el diplomático chileno residente en Buenos Aires, Matías Errázuriz, la casa debía construirse en el bal-neario de Zapallar, uno de los más sofisticados de la costa central chilena. El terreno de Matías Errázuriz estaba planta-do como un jardín y contenía incluso algunos elementos ar-quitectónicos preexistentes: cuatro columnas consideradas en el proyecto. Por razones nunca del todo clarificadas, la casa Errázuriz no pasó del anteproyecto que el arquitecto envió al propietario a comienzos de 1930.14 En el terreno se construyó una casa menos radical, proyectada por el arqui-tecto chileno Carlos de Landa. A pesar de ello, y desde su publicación en las Obras completas (Vol. 2, 1929-1934), la casa ha constituido un referente indispensable para el com-prender el desarrollo de la arquitectura corbusiana posterior

a 1930. La utilización de materiales tradicionales y rústicos, junto con el tratamiento volumétrico con base en aguas in-vertidas (techo mariposa), la convirtieron en el inicio de una saga de proyectos similares de muchos arquitectos, tanto de Sudamérica como del resto del mundo.15 En 1936, siete años después de sus primeras experien-cias sudamericanas, arriba nuevamente a Río de Janeiro a bordo del dirigible «Hindemburg». La visión desde el aire de la geografía carioca hará revivir sus ideas urbanas del 29. Permanecerá una temporada en Brasil, a donde llegaba con-tratado como asesor de grandes proyectos como la Ciudad Universitaria y el Ministerio de Educación y Salud. Este epi-sodio estará lleno de equívocos en su esfuerzo por convertir en encargos personales lo que inicialmente había sido una solicitud de asesoría. En el ministerio, insiste en cambiar el terreno desarrollando un bloque lineal junto a la costa. Muy poco antes de su partida, intenta, sin éxito, un boceto para el terreno que el Gobierno brasileño nunca estuvo dispuesto a cambiar. Aunque la crítica ha demostrado de modo feha-ciente el grado de autonomía con que el equipo brasileño desarrolló el proyecto, la presencia de Le Corbusier en su proceso de gestación no fue indiferente. Ello no solo porque contribuyó a validar un equipo de muy jóvenes arquitectos, sino también porque su posición crítica respecto al proyec-to inicialmente desarrollado por los brasileños y sus propios intentos por proponer una alternativa juegan un rol induda-ble en el proceso de desarrollo del proyecto. Por otra parte, su proyecto para la ciudad universitaria figurará en un lugar destacado dentro de las obras del periodo. Su idea de las diez mil palmas reales plantadas en un cuadrado constituirá una de las contribuciones originales de este proyecto, que reelabora temas tratados en proyectos anteriores, como el Mundaneum. En 1939, Le Corbusier protagoniza un confuso pero in-tenso incidente, a propósito de la posibilidad de realizar un viaje a Chile que nunca llegó a concretarse.16 Su ofrecimiento se originó en el fuerte terremoto que afecta a la ciudad de Chillán, para la que ofrece un plan urbano gratuito a cambio de ser contratado para realizar el de la capital, Santiago. Las conversaciones, más allá de unos cuantos contactos. Más

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significativa fue la polémica pública local entre los arquitec-tos partidarios y contrarios a su visita. Ella puede registrarse en la prensa durante unos seis meses. El episodio chileno hace evidentes las tensiones entre arquitectos y urbanistas de vanguardia, que veían sus ideas representadas en las de le Corbusier y los seguidores de Karl Brunner,17 que ejerció en Chile, Colombia y Panamá, que detentaban cargos clave en la administración pública. Estos últimos consideraban ex-cesivamente utópicas las ideas de Le Corbusier y se veían capaces de afrontar por sí mismos la tarea de reconstruir Chillán o planear Santiago. La fase final del plan para Buenos Aires, iniciada en la rue de Sèvres en 1937 y realizada en esta misma ciudad en el ámbito del EPBA (Estudio del Plan de Buenos Aires),18 a cargo de Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, fue publica-do en La Arquitectura de Hoy, en 1947.19 El desarrollo del plan no significará ni viajes ni encargos para le Corbusier. Sin embargo, él constituye un indudable nexo con Sudamérica y es el resultado de dos décadas de interés por la ciudad. Publicado inicialmente en las Obras completas (1934-1938), como han señalado Liernur y Pschepiurca, en él se ensam-blan intuiciones iniciales, como la Ciudad de los Negocios sobre el río, con múltiples propuestas que habían venido su-cediéndose desde comienzos de siglo. Más o menos contemporáneamente con la finalización del plan de Buenos Aires, Le Corbusier recibe el encargo de una vivienda de parte de un médico de La Plata, el doctor Curutchet,20 innovador en técnicas quirúrgicas y diseñador de instrumental destinado a ellas. La casa se localiza en uno de los bordes del sector central de La Plata y frente a un área arbolada. El encargo permite a Le Corbusier volver so-bre algunos de los temas abordados por él en su viaje del 29, relacionados con la trama urbana de Buenos Aires y la estructura de subdivisión de la misma. En efecto, veinte años más tarde, le propone una respuesta a la estructura urbana tradicional de tantas ciudades de trama regular que había criticado en sus conferencias. El resultado, nada banal, ocu-pa el terreno de manera densa combinando una consulta médica y una vivienda en una suerte de trama virtual tridi-mensional que combina algunos de sus temas más caros,

como la rampa y el techo-jardín, con la estructura de la casa con patio (chorizo), tradicional en muchas ciudades argenti-nas. Proyectada en hormigón visto, ella ocupa un lugar sig-nificativo en la arquitectura doméstica de Le Corbusier en la segunda posguerra. Construida en un largo proceso con la colaboración de arquitectos locales, esta casa de escala relativamente modesta, que combina ideas generales de le Corbusier sobre la vivienda con una atención a la especifici-dad de su localización, es la única obra del arquitecto que alcanzó a concretarse materialmente en Sudamérica.21

Los cinco viajes que realiza a Colombia entre 1948 y 1951 son más breves y estrictamente profesionales, lo que no impide que escenas y paisajes de ellos queden registra-dos en sus cuadernos de viaje. El plan para Bogotá, a pesar de no haberse concretado, llegó a ser bastante desarrolla-do.22 Fundamental resulta en él la asociación con Josep Lluís Sert y Paul Lester Wiener, establecidos profesionalmente en los Estados Unidos. Las tareas que cada uno de los socios asume en el proyecto ponen de relieve los reales intereses de Le Corbusier, más dirigidos a realizar un proyecto urba-no y menos, a los inevitables componentes técnicos y admi-nistrativas de los planes urbanos. Como ya había quedado en evidencia en Buenos Aires, publicado unos años antes, y a pesar de las radicales intervenciones que Le Corbusier proponía en el centro de Bogotá, el plan bogotano puede verse más bien como una reestructuración y acentuación de la trama urbana existente. Algunos de los temas surgidos de este plan serán retomados en Chandigarh, encargo que el maestro asumirá mientras trabaja en él. El viaje a Brasil, ocurrido en 1962, está motivado por el encargo de la Embajada de Francia en Brasilia y le permite la experiencia directa de la, ya para entonces, prestigiada arquitectura brasileña. Habían transcurrido más de tres dé-cadas desde su primer viaje a Brasil y Le Corbusier estaba convencido de haber contribuido a la gestación de la arqui-tectura moderna brasileña. El viajero era para entonces un anciano más reflexivo, que había perdido a su mujer, Ivonne, hacía cuatro años y se acercaba al final de su vida. Uno de los testimonios más vivos y fidedignos de tal visita está reco-gido en una entrevista hecha por Hugo Segawa al arquitecto

brasileño Italo Campofiorito,23 que lo acompañó durante la visita. Su promenade brasileña parece combinar entonces el reconocimiento de sus propias huellas, en un movimien-to arquitectónico ya maduro y las distancias que percibe respecto a una arquitectura que le parece más estética y más delicada que la suya. Podrá contemplar directamente el Ministerio de Educación y Salud, acompañado por Costa, y recorrer Brasilia junto a Niemeyer. Su muerte, ocurrida en agosto de 1965, interrumpirá entre otras obras, el desarrollo de su proyecto para la embajada de Francia en Brasilia, que seguirá otros derroteros. Reducida su obra construida a la casa Curutchet, y consi-deradas un sentido estricto, las relaciones profesionales con Sudamérica no resultarán particularmente exitosas para Le Corbusier. Al fracaso de la casa Errázuriz hay que sumar el de los eventuales encargos de casas para Victoria Ocampo y Paulo Prado.24 Recientemente Alejandro Lapunzina ha re-gistrado otro proyecto interrumpido, el del mausoleo para la Carlos Delgado-Chalbaud en Venezuela,25 que por razones diversas tampoco llegó a concretarse y ni siquiera se registra en la Œuvre Complète. A pesar de ello, las expectativas de realizar algo significativo en Sudamérica se mantendrán has-ta el fin de su vida y muchos de los contactos generados en sus viajes formarán parte de su red de relaciones personales.

Sudamericanos en la rue de SèvresLa visibilidad internacional de Le Corbusier atrajo a muchos arquitectos, especialmente a los más jóvenes, al taller de la rue de Sèvres. La presencia de dichos colaboradores cons-tituye un dato fundamental para comprender el curso que siguió la obra de Le Corbusier, así como también su difusión internacional. Ellos aportaron su trabajo y su talento al de-sarrollo numerosos proyectos; algunos son inexplicables sin su contribución. La constitución del taller y el modo en que interactuó con él pueden verse como una idea arquitectónica más de Le Corbusier; una propuesta estratégica para llevar adelante su obra en medio de su actividad como pintor, sus viajes y sus múltiples compromisos. Dentro de este grupo por el que pasarían personajes de la talla de Doshi, Candillis y tantos otros, que posteriormente brillarán con luz propia, la

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45Le Corbusier, bajo la luz de Sudamérica | Fernando Pérez Oyarzún

Plantas de casas de Roberto Matta (sobre cuerpos o formas orgánicas).

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46 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

presencia de arquitectos latinoamericanos resultará decisi-va. Una mirada general a tal presencia nos permite agrupar-los en torno a dos momentos: la década de 1930 y los años que van desde el fin de la guerra hasta su muerte. Un repaso a los nombres de dichos colaboradores nos revela que ellos, al retornar a sus países, ocuparon posiciones clave en la pro-fesión, la universidad o la administración pública. Con posterioridad a su primer viaje sudamericano y antes de la segunda guerra, se registran en el taller nombres como los de los chilenos Roberto Matta, Roberto Dávila Carson; el uruguayo Carlos Gómez Gavazzo y los argentinos Jorge Fe-rrari Hardoy y Juan Kurchan. Matta había estudiado Arquitec-tura en la Pontificia Universidad Católica de Chile y se trasla-da a París en los primeros años 30, a poco de haber obtenido su título. Trabaja junto con Le Corbusier, en 1930-1931, antes de dedicarse por completo a la pintura y revelarse como una de las figuras clave del movimiento surrealista. Le Corbusier parece haberlo recordado como un colaborador particular-mente talentoso. Dávila Carson, quien llegaría a ser uno de los maestros más reconocidos en la Universidad de Chile, llegó a establecer una cierta relación de amistad con Le Cor-busier. Así lo prueba un boceto que el maestro le obsequió para la construcción de un taller ubicado en la cubierta de una vieja casa en Santiago de Chile. Con posterioridad a su estadía parisina, Dávila, muy interesado en la arquitectura local, manifestó críticas a las ideas de Le Corbusier. Gómez Gavazzo, por su parte, trabajó en el taller en 1933, siendo muy joven. Posteriormente enseñó por largos años en la Uni-versidad de la República en Montevideo, donde contribuyó a la renovación de la enseñanza. En 1937 arriban al taller los recién titulados arquitectos argentinos Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan. Le Corbu-sier se manifiesta interesado en recuperar, a través de ellos, sus contactos con Buenos Aires y llevar adelante un plan para la ciudad.26 Este arranca de sus intuiciones dibujadas en el viaje del 29 y que incluyen la Ciudad de Negocios, una serie de torres construidas sobre el Río de la Plata. En 1938, Ferrari Hardoy y Kurchan retornan a Buenos Aires. Por diver-sos motivos, la publicación del plan se retrasa hasta 1947, cuando una versión preparada por los argentinos, eventual- Boceto de Le Corbusier para el taller de R. Dávila (Le Corbusier y Sudamérica, originalmente publicado por la U. de Chile).

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47Le Corbusier, bajo la luz de Sudamérica | Fernando Pérez Oyarzún

Dibujo de Serralta y Maisonnier, mujer de 1,83 m, inscrita en un cuadrado y un círculo, publicado por Le Corbusier en el Modulor 2 1955. © FLC.

mente la más conocida en la actualidad, es publicada en La Arquitectura de Hoy. Con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, los la-tinoamericanos aumentan considerablemente su presencia en el taller. Entre ellos se cuentan el argentino Conrado Son-dereguer, el brasileño Roberto de Carvalho y el peruano Ro-berto Waceham. Pasan también por allí el uruguayo Justino Sierralta, los colombianos Rogelio Salmona y Germán Sam-per, los mexicanos Enrique de la Mora, Teodoro González de León, Enrique Castañeda y Vicente Medel, el venezolano Augusto Tobito Acevedo, los chilenos Emilio Duhart y Gui-llermo Jullian. La colaboración del uruguayo Justino Sierralta ocurre en 1949. Entre otras tareas, participó en los trabajos de El mo-dulor, que el maestro por entonces desarrollaba. Su esfuerzo por relacionar El modulor con el codo egipcio, en conjunto con Maisonnier, es explícitamente reconocido por Le Corbu-sier en El modulor 2.27

Rogelio Salmona comienza a trabajar en el taller de la rue de Sèvres en 1948, como un joven estudiante de Arquitec-tura que había abandonado Colombia por razones políticas. Su estadía en el taller, a pesar de sus reconocidos desacuer-dos con el maestro, se prolongará hasta 1957. Durante dicho periodo, colaborará en el plan para Bogotá y en el proyec-to del gran inmueble comprendido dentro del plan. Germán Samper permanece en el taller entre 1950 y 1954, también durante el periodo de realización del plan. Su rol en el desa-rrollo de la arquitectura colombiana de la segunda mitad del siglo XX es ampliamente conocido. Emilio Duhart, arquitecto chileno de origen francés, se integrará al taller en 1952. Su incorporación se produce vía Walter Gropius, mientras se encontraba gozando de una beca para realizar estudios de urbanismo en París. Duhart había conocido a Gropius en los Estados Unidos mientras realizaba estudios de posgrado en la Universidad de Har-vard. Durante su permanencia en el taller, participó en el di-seño de algunas construcciones para la India. En esa misma década permanece en el taller el venezolano Augusto Tobito Acevedo (1953-1959), quien más tarde ejercerá la docencia en la Universidad Central de Venezuela.

En 1958, Le Corbusier, siguiendo algunos desacuerdos con sus colaboradores en el taller, lo reorganiza completa-mente. Iniciará así, con nuevo personal, la última etapa de su producción. Es en este contexto que se incorpora el chileno Guillermo Jullian de la Fuente, quien luego de concluir sus estudios en la Escuela de Arquitectura de la Universidad Ca-tólica de Valparaíso había viajado a Francia, especialmente interesado en la figura y obra de le Corbusier. Jullian de la Fuente llegará a ocupar un rol significativo en el taller y se hará cargo de algunos de los proyectos pendientes después de la muerte del arquitecto. Entre ellos, la embajada de Fran-cia en Brasilia, que será finalmente proyectada por él, y el del Hospital de Venecia, que no llegará a construirse. A los nombres de quienes trabajaron en el taller hay que agregar los de quienes, sin trabajar en él, mantuvieron con-tacto y cercanía con Le Corbusier y visitaron ocasionalmente el taller, constituido en una suerte de lugar de peregrinación. Ellos forman parte de una red por medio de la cual sus ideas circularon y fueron reelaboradas. Entre ellos, habría que men-cionar los brasileños Lucio Costa y Oscar Niemeyer, que man-tuvieron un contacto permanente con Le Corbusier. Fue este un contacto más igualitario que otros, dado el rápido éxito in-ternacional alcanzado por Niemeyer y la enorme reputación de Costa. Al margen de la significativa presencia de Le Cor-busier en los inicios de la escuela brasileña, especialmente en el grupo de Río, esta irá adquiriendo prontamente autonomía. De hecho, Niemeyer sostiene haber ejercido una influencia sobre las últimas obras del maestro. Al margen de la dificultad crítica para determinar tales influencias, es un hecho que Le Corbusier siguió con atención la trayectoria de Niemeyer y en general, de la arquitectura producida en Brasil. Su vinculación y a la vez su distancia respecto de ella se aprecia con claridad en la ya referida entrevista a Italo Campofiorito. Otro contacto significativo es el del argentino Amancio Wi-lliams. Williams, que mantuvo contactos relativamente perma-nentes con el maestro, lo conoció personalmente a fines de la década del cuarenta, cuando presenta algunos de sus pro-yectos en la rue de Sèvres. La admiración de Le Corbusier por su trabajo se expresa, entre otros aspectos, en el encargo que este le hace para desarrollar el proyecto y dirigir el proceso

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48 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

de construcción de la casa Curutchet en La Plata, tarea de la que se hará responsable en una primera etapa. Por su parte, Williams desarrollará ideas arquitectónicas coincidentes con las de Le Corbusier, como el proyecto de aeropuerto sobre el Río de la Plata. En síntesis, el taller de la rue de Sèvres constituirá una referencia permanente en Sudamérica. Muchos arquitectos pasaron ocasionalmente por allí, como los chilenos Sergio Larraín García Moreno o Juan Borchers. Los volúmenes de las obras completas fueron distribuidos en Sudamérica y ad-quiridos por muchos arquitectos a medida que iban apare-ciendo. La presencia de Le Corbusier y sus ideas como un polo significativo en el desarrollo de la arquitectura sudame-ricana van ciertamente más allá de las obras que logró con-cretar. Por otra parte, la significativa presencia de arquitectos sudamericanos en su taller da cuenta no solo de la simpatía con que fueron recibidas sus ideas sino también de la cola-boración que recibió para llevarlas adelante.

Bajo semejante luz

«Bajo semejante luz, la arquitectura nacerá»,28 escribiría Le Corbusier en las páginas iniciales de Precisiones. Manifesta-ba de este modo el cúmulo de expectativas que Sudamérica representaba para él. En sus artículos para L’Esprit Nouveau y posteriormente en Vers une Architecture, Le Corbusier ha-bía definido la arquitectura como el manejo de los volúmenes bajo la luz. La «luz» sudamericana a la que se refería en Precisiones, sin embargo, no es la luz genérica de esos pri-meros escritos –tal vez inconscientemente la luz mediterrá-nea–, sino la luz de un ámbito geográfico y cultural concreto, en el que le parece que sus ideas y sus propuestas pueden fructificar. La referencia que a continuación hace a «lo la-tino», especialmente proviniendo de un suizo residente en París, merece atención especial y puede ayudar a clarificar sus propias posturas en relación con las de algunos de sus contemporáneos. Es difícil precisar con nitidez cuáles son esas caracte-rísticas que Le Corbusier ve como particularmente esperan-zadoras en América. Una mezcla de apertura a lo nuevo y conexión con la tradición cultural europea; la presencia si-multánea de lo remoto y lo cultivado; una capacidad de em-prendimiento que él asocia al espíritu pionero. En definitiva, una ambiente privilegiado para recibir su mensaje. En él, la técnica como base del lirismo, según la definición de su con-ferencia en Buenos Aires, no se oponía a una inscripción de la arquitectura en la esfera del arte, defendida por alguien que confesaba dedicar medio día de su jornada a la pintura. Que tal posibilidad se dé en lo que él ve como el ambiente cultural de Sudamérica constituye un dato que no es menor para comprender sus ideas. Es muy probable que más allá de esta sintonía cultural y muy especialmente en sus primeros viajes, cuando su acceso a las esferas políticas europeas era más limitado, le pareciera que estas conexiones eran más fáciles en Sudamérica. Lo que vio primordialmente entonces fue una cantera de proyec-tos. Cada uno de los contactos con arquitectos sudamerica-nos, desde Dávila a Ferrari Hardoy y desde Costa a Williams, intentó utilizarlos para conseguir nuevos proyectos.

En este sentido, las expectativas de Le Corbusier en Sudamérica no se cumplieron. Más aún, ellas estuvieron pla-gadas de equívocos a nivel personal e institucional, a los que sus permanentes expectativas contribuyeron en una medida no menor. Sin embargo, Sudamérica continuó teniendo una presencia significativa en su vida profesional y acaso tam-bién en la personal. Entre el primer viaje de 1929 y su muer-te, en 1965, Le Corbusier tuvo casi de manera permanente entre manos proyectos vinculados a Sudamérica. Varios de tales proyectos fueron significativos en su trayectoria. La casa Errázuriz, por ejemplo, ha sido asociada, y con razón, a la mutación que se produce en su arquitectura en los años 30. La casa Curutchet, por su parte, tal vez pueda asociarse a otro de esos giros, respondiendo a un problema que se había planteado en su viaje del 29. Los grandes inmuebles para Buenos Aires y Bogotá se pueden situar junto al de Ar-gel y el de las Naciones Unidas, en una línea de investiga-ción que representa una evolución respecto a los rascacielos de los 20. Por último, sus bocetos sudamericanos represen-tan un giro visible dentro de su producción urbanística y en el plan de Bogotá se han visto prefigurados algunas de las ideas que desarrollará en Chandigarh. En el terreno de la producción intelectual, bastaría Precisiones para demostrar la importancia de la presencia sudamericana. Las relaciones entre Le Corbusier y Sudamérica son com-plejas, asumen modalidades variadas y se extienden por casi cuatro décadas. Tal vez en una forma diversa a la que el imaginó la arquitectura, a que él aludía, con su colaboración, nació bajo la luz sudamericana. La presencia relativamente menor de obras construidas de su autoría se debe tal vez precisamente a ello.

Fernando Pérez Oyarzún: arquitecto por la Pontificia Universidad Católica de Chile (1977) y doctor arquitecto por la Universidad Politécnica de Barce-lona (1981). Actualmente es profesor titular de la Pontificia Universidad Católica de Chile, jefe del doctorado en Arquitectura y Estudios Urbanos y director del Centro de Patrimonio Cultural.

Guillermo Jullian de la Fuente, proyecto para la capilla del Hospital de Venecia (18 de marzo de1966) que trabajó por su cuenta después de muerte de Le Corbusier. © FLC 32179.

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49Le Corbusier, bajo la luz de Sudamérica | Fernando Pérez Oyarzún

1 Un descripción y cronología detallada del viaje de Le Corbusier, en F. Pé-rez, «Le Corbusier y Sudamérica en el viaje del 29» en: F. Pérez (ed.) Le Corbusier y Sudamérica, viajes y proyectos, ARQ, Santiago de Chile, 1991.

2 Benton, Tim, The Villas of Le Corbusier, Yale University Press, New Haven, Londres, 1990.

3 Jeanneret, Ch. E., Étude sur le mouvement d’art décoratif en Allemagne, La Chaux-de-Fonds, 1912.

4 Le Corbusier-Saugnier Vers une Architecture, G. Crès et Cie, París, 1923.5 Ver Jean Emar, «Ideas sueltas sobre arquitectura», La Nación, 24 de junio

de 1924. Incluido en Lizama, P. Jean Emar Notas de Arte, Ril, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, Dibam, Santiago de Chile, 2003.

6 Le Corbusier L’Art decorative aujourd’hui, G. Crès et Cie., París, 1925.7 Ver Hidalgo, G., La arquitectura del croquis: dibujos de Ch-E. Jeanneret

en Italia y en Oriente 1911: un estudio de sus antecedentes. Tesis doctoral Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, 2000.

8 Sobre la importancia de esta experiencia aérea y sus consecuencias, véase Pérez, F. «Le Corbusier in South America: Reinventing the South American city» en: AAVV Le Corbusier and the Architecture of Reinven-tion, Architectural Association, Londres, 2003.

9 Ver al respecto Pérez, F., «Le Corbusier Latin American Traces» en: AAVV (J. F. Lejeune, ed.) Cruelty and Utopia, cities and landscapes of Latin America, Princeton Architectural Press, Nueva York, 2003, pp. 98-107.

10 Le Corbusier, Précisions sur un état présent de l’architecture et de l’urbanisme, G. Crès et Cie., París, 1930.

11 Ver última conferencia en Buenos Aires, Precisiones… Poseidón, Barcelo-na, 1978, pp. 243-254.

12 Ver fin del «Corolario brasileño», Precisiones… p. 270.13 Christiane Craseman Collins ha sido la primera en publicar un estudio

en profundidad acerca de esta casa. Ver Craseman, C. «Le Corbusier’s Maison Errázuriz. A conflict of fictive cultures». The Harvard Architectu-re Review 56, págs. 38-53. La versión en español puede encontrarse en Le Corbusier y Sudamérica, pp. 98-113. Ver también tesis del arquitecto chileno Claudio Vásquez en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, La Casa Errázuriz de Le Corbusier y Pierre Jeanneret: ba-ses para un proyecto de ejecución (2008), donde realiza un estudio en profundidad de una cantidad de materiales vinculados con el desarrollo y significación de esta casa. Varios intentos por construir el proyecto en otros terrenos, algunos de los cuales fueron aprobados por él mismo, fra-casaron.

14 Se han señalado variadas razones para ello, incluyendo dificultades cons-tructivas, pero contemplando la casa que habitaba Errázuriz en Buenos Aires, proyectada por René Sargeant y la que finalmente se edificó en el lugar, proyectada por Carlos de Landa, la razón más plausible es que el propietario no estuvo de acuerdo con el carácter, para él vanguardista, de la casa.

15 Una casa del arquitecto checo Antonin Raymond, con evidente parecido, constituye uno de los primeros ejemplos y ha hecho creer muchas veces

Amancio Williams, aeropuerto en el río para Buenos Aires. Imagen to-mada de: revista Arquitectura de Hoy n.o 4, abril de 1942, p. 79.

que la casa fue efectivamente construida. Ver Le Corbusier, Œuvre Com-plète 1929-1934, 4 ed.1947, pp. 48-52.

16 Ver al respecto Bannen, P., Pérez, F. Vásquez, C., «Entendidos, subenten-didos y malentendidos sobre el urbanismo moderno: alternativas del frus-trado viaje de Le Corbusier a Chile». Massilia, 2003, Caja de Arquitectos, Barcelona, pp.130-151.

17 Karl Brunner estuvo en Chile en dos oportunidades (1929-1932 y 1934). Organizó allí un seminario de urbanismo, asesoró a la municipalidad de Santiago y al Ministerio de Obras Públicas. Con posterioridad, ejerció en Colombia, donde publicó su Manual de Urbanismo en dos volúmenes, y en Panamá, antes de retornar a Viena, donde continuó su labor profesional.

18 Ver al respecto J. F. Liernur y P. Pschepiurca, «Le Corbusier y el plan de Buenos Aires» en Le Corbusier y Sudamérica, pp. 56-71. Ver También J. Liernur y P. Pschepiurca, La Red Austral, Universidad Nacional de Quil-mes, Prometeo Libros, 2008, que contiene ese y otros trabajos sobre le Corbusier y la Argentina.

19 «Plan Director para Buenos Aires… Le Corbusier» La Arquitectura de Hoy 4, abril 1947, pp. 2-53.

20 La personalidad del médico, orígenes del encargo y proceso de cons-trucción pueden verse en D. Casoy, «Le Corbusier en La Plata, Entrevista al doctor Curutchet» publicada originalmente en Arquitecturas Bis 43, pp. 2-10, e incluida en Le Corbusier y Sudamérica, pp. 156-159.

21 Existe abundante literatura sobre la casa Curutchet. Dentro de esta vale la pena mencionar los trabajos de J. Liernur y P. Pschepiurca, «La casa del doctor Curutchet», La red Austral, pp. 375-417; A. Lapunzina, Le Corbusier’s Maison Curutchet, Princeton Architectural Press, 1997; A. Co-rona Martínez, «Algunas observaciones sobre la Casa Curutchet en La

Plata y el rol de las casas particulares en la obra de Le Corbusier», en Le Corbusier y Sudamérica, pp.148-155; D. Casoy, «Le Corbusier en La Plata. Entrevista al doctor Curutchet», inicialmente publicada en Arquitec-tura Bis 43, pp. 2-10 y reproducida en Le Corbusier y Sudamérica, pp. 156-159; «La casa Curutchet», Revista de teoría, historia y crítica de la arquitectura; 3, Syntaxis, Buenos Aires, 1996.

22 Ver al respecto P. Bannen, «Bogotá, Colombia, cinco viajes y un plan para una ciudad latinoamericana» y R. Cortés, «Bogotá 1950: Plan Director de le Corbusier» en Le Corbusier y Sudamérica, pp. 72-85 y 86-95, respec-tivamente. También Vargas Caicedo H. (Comp.), Le Corbusier en Colom-bia, Cementos Boyacá, Bogotá, 1987. Sobre las dimensiones arquitectó-nicas del plan, F. Arias Lemos, Le Corbusier en Bogotá «El proyecto del gran inmueble, 1950-1951», Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Arte, 2008.

23 H. Segawa, «Entrevista a Italo Campofiorito» en: Le Corbusier y Sudamé-rica, pp. 50-53.

24 Ver F. Pérez, «Encargos menores», en: Le Corbusier y Sudamérica, pp. 170-177.

25 A. Lapunzina, «The Pyramid and the Wall» ARQ (Architectural Research Quarterly), Vol. 5, #3, 2001, pp. 255-270; en castellano, «La pirámide y el muro», Massilia, 2002, Caja de Arquitectos, Barcelona, pp. 148-161.

26 Ver al respecto J. F. Liernur y P. Pschepiurca, «Urbanización de Buenos Aires: ¿plan o programa?», La red austral, pp. 177-218.

27 Le Corbusier, Modulor 2 (1955), Poseidón, Barcelona, 2 ed., 1979, pp. 47-57.

28 Precisiones… «Prólogo americano», óp. cit., p. 34.

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50 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

De la pampa al altiplano: los planes directores de Le Corbusier en AméricaAlejandro Lapunzina

A lo largo de su prolífica carrera de arquitecto y urbanista, Le Corbusier produjo dos planes directores para ciudades del continente americano: el Plan Regulador de Buenos Aires (Argentina, 1938-1940) y el Plan Piloto de Bogotá (Colombia, 1949-1952).1 Con anterioridad, y como fruto de su incansa-ble trotar por el mundo diseminando sus ideas y buscan-do encargos, Le Corbusier ya había formulado propuestas para algunas ciudades que había visitado en sus viajes por América. En la primera de sus experiencias americanas, en 1929, esbozó audaces propuestas para Buenos Aires (que eventualmente servirían de base para el Plan Regulador de 1938-1940), Montevideo, Río de Janeiro y São Paulo, y años más tarde, durante su primera visita a América del Norte (en 1935) planteó la conocida Propuesta para Manhattan, que más que una propuesta fue una crítica al desarrollo urbano de Nueva York.2 Sin embargo, compuestas de unos pocos dibujos pro-ducidos para ilustrar sus conferencias o publicaciones, nin-guna de estas propuestas puede considerarse un «plan de urbanismo», sino que –aunque lejos de constituir ficciones o fantasías urbanísticas– deben ser consideradas como «provocaciones» que perseguían atraer el interés de sus in-terlocutores (a los que Le Corbusier veía como clientes en potencia). Paralelamente, estos bocetos constituían ejerci-cios experimentales de reflexión y búsqueda, verdaderos disparadores y catalizadores de ideas a las cuales recurriría en otras ocasiones, como sucedió con el Plan Obus (Argel, 1930) cuya larga y serpenteante autovía que bordea la cos-ta es el desarrollo de ideas ensayadas por primera vez en los bocetos de 1929 para Río de Janeiro. Además de estos casos específicos, y aunque reducidos al intercambio de Le Corbusier, propuesta esquemática para Río de Janeiro, 1929. © FLC. Le Corbusier, propuesta esquemática para Manhattan, 1935. © FLC.

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51De la pampa al altiplano: los planes directores de Le Corbusier en América | Alejandro Lapunzina

cartas o expresiones de deseo tanto de un lado como del otro, hubo otras oportunidades en las que pudo haberse ma-terializado la participación de Le Corbusier como urbanista de ciudades americanas. Coincidiendo con su presencia en Colombia a fines de la década de los cuarenta, existió la po-sibilidad de que también se ocupara de planes para Medellín y Barranquilla. Previamente, en la antesala de la Segunda Guerra Mundial se planteó su aparentemente desinteresada colaboración en la producción de planes para las ciudades chilenas de Chillán y Concepción, que en enero de 1939 ha-bían sido devastadas por un violento terremoto, operación que fue abortada en medio de negociaciones que quizás hubieran llevado a Le Corbusier a establecerse, aunque sólo fuera en forma temporaria, en Suramérica.3 Los planes para Buenos Aires y Bogotá fueron fruto di-recto del interés por América que el arquitecto cultivó con ahínco aun desde antes de su primer viaje al continente, en 1929, y también de su ambición de plasmar sus teorías y postulados urbanísticos. Separados en el tiempo por la dé-cada más difícil y compleja del siglo XX, distanciados en el espacio por la inmensa longitud de América del Sur y con características geográficas opuestas –la llanura y el puerto abierto a los mares de Buenos Aires frente al altiplano de la Cordillera Oriental y la sabana que rodean a Bogotá– los dos planes tienen tantos puntos en común como diferencias, ya sea en cuanto a sus historias particulares como al desarrollo de las propuestas y de su doctrina urbana. Interrumpidos tanto por cuestiones relacionadas con los vaivenes políticos que la Argentina y Colombia como el resto del subcontinente sufrieron a mediados del siglo XX, como por el desencuentro entre el arquitecto y sus interlocutores locales, ambos planes comparten también el desagradable hecho de haber dejado un sabor amargo en el recuerdo de Le Corbusier y sus de-seos de darle forma a una capital de América.

Dos planes, dos historias singulares

Si bien ya desde los años veinte existían en Buenos Aires ini-ciativas y proyectos dedicados al estudio, desarrollo e imple-

mentación de un plan integral de crecimiento de la ciudad, y en la década siguiente se habían creado organismos encargados de formular y llevar a cabo proyectos de urbanismo,4 el Plan Regulador de Buenos Aires fue inventado por Le Corbusier como un ejercicio proyectual y como un intento de reactivar su relación con Argentina en un momento crítico de su carrera, en el que virtualmente no contaba con encargos.5 La semilla la había plantado él mismo cuando, en la novena conferencia del ciclo de diez que ofreció en Buenos Aires, en octubre de 1929, la cual fue dedicada a presentar el Plan Voisin para París (1922), sorprendió a su audiencia con una audaz propuesta de reorganización de la ciudad.6 La materialización, total o par-cial, de aquella provocativa propuesta se convirtió en los años siguientes en casi una obsesión, un objetivo que no cesaba de mencionar en cartas dirigidas a los que habían sido sus interlo-cutores y anfitriones locales (Victoria Ocampo, Alfredo Gómez Garaño, Enrique Bullrich y Antonio Vilar). Su interés primordial era obtener el encargo de los cin-co rascacielos de la Cité des Affaires que él había puesto en terrenos ganados al río y que fuera la imagen-emblema de su propuesta. A tal efecto, aun antes de partir de re-greso a Europa y hasta mediados de la década del trein-ta, intentó persuadir a sus «amigos» argentinos de crear un comité cívico que instalara en la opinión pública (y así presionar a la autoridades) que era necesario desarrollar un plan para Buenos Aires, según las líneas esbozadas en su conferencia. Obviamente, el comité debía también ges-tionar su contratación como urbanista y arquitecto jefe del plan. Sin embargo y más allá de alguna tímida respuesta de Enrique Bullrich que hubiera podido alimentar las equivoca-das esperanzas de Le Corbusier,7 por aquellos años siguió recibiendo invitaciones para regresar a Buenos Aires como conferencista, pero reinaba una indiferencia total respecto a su plan de urbanismo.

Le Corbusier, propuesta esquemática para Buenos Aires, 1929. © FLC.

.Le Corbusier, la Cité des Affaires: los cinco rasca-cielos que se alzan sobre el Río de la Plata se con-virtieron en el emblema de su audaz propuesta para Buenos Aires. © FLC 30304.

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52 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Su ilusión y entusiasmo fueron enfriándose poco a poco hasta que, en octubre de 1937, dos jóvenes argentinos –Jor-ge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, recientemente egresados de la Facultad de Arquitectura de Buenos Aires y de viaje de estudios por Europa– llamaron a su puerta con el deseo de trabajar en su taller parisino. Sin encargos concretos, Le Corbusier les propuso desarrollar un plan para Buenos Aires cuyo punto de partida sería, implícita pero incuestionable-mente, su audaz propuesta de 1929.8 De esta forma, Ferrari Hardoy y Kurchan integraron el atelier de la rue de Sèvres en octubre de 1937, con la específica misión de desarrollar un nunca encargado plan urbanístico para Buenos Aires. Con la ayuda de sus camaradas de clase, que desde Buenos Aires contribuyeron enviando material gráfico y escrito, y los contactos que Ferrari Hardoy tenía en la embajada argenti-na de París, los dos jóvenes arquitectos lograron obtener un considerable volumen de información necesaria para enca-rar un análisis metódico de la ciudad tal como era en aquel momento y que, a pesar del corto tiempo que había pasado, era ya muy distinta a la que Le Corbusier había conocido en 1929. Esta era una etapa que Le Corbusier consideraba como fundamental para la elaboración de un verdadero plan, aun si en gran medida la imagen que él se había creado del futuro Buenos Aires determinaría la forma final del plan, prin-cipalmente la de los cinco rascacielos de la Cité des Affaires, alzándose como contrapunto a la predominante línea hori-zontal donde la pampa encuentra el ancho río. Ferrari Hardoy y Kurchan trabajaron en el proyecto por aproximadamente doce meses y culminaron la tarea hacia fines de octubre de 1938. Entonces Le Corbusier montó un interesante dispositivo para atraer el interés de quienes él creía que podrían jugar un rol importante en la aceptación y posterior implementación total o parcial de su propuesta: organizó una «presentación oficial» del proyecto en su ate-lier con la presencia de invitados especiales de la embajada argentina en París y de algunos miembros selectos de la co-munidad argentina residente en la capital francesa. Esto fue precedido por un hábil «operativo de prensa», a través del cual se hizo saber –sobre todo en Argentina– que el afamado arquitecto y urbanista franco-suizo se aprestaba a develar

Le Corbusier, Plan Director de Buenos Aires, 1938-1940: fotomontaje que abarca la totalidad de la ciudad e incluye, a modo de collage, los elementos principales de la propuesta. © Frances Loeb Library, Harvard University Graduate School of Design.

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53De la pampa al altiplano: los planes directores de Le Corbusier en América | Alejandro Lapunzina

un plan urbanístico para Buenos Aires, concebido y desa-rrollado en su atelier parisino con la colaboración de jóvenes arquitectos argentinos. El plan fue presentado como el fruto de un año de traba-jo, en el cual se estudió rigurosamente la ciudad. El corpus de la propuesta estuvo constituido por una gran cantidad de dibujos, fotografías históricas, planos, datos históricos y es-tadísticos, y un texto que explicaba las etapas de estudio y la propuesta de reforma, material que Le Corbusier tenía inten-ción de publicar en forma de un libro exclusivamente dedi-cado a presentar este proyecto.9 El elemento más importante de la presentación, verdadera síntesis gráfica y conceptual de la propuesta, fue una enorme foto aérea que abarcaba la totalidad de la ciudad y a la cual se le insertaron, a modo de collage, los elementos constitutivos de la propuesta. Urba-nísticamente, esta consistía en una serie de intervenciones a escala urbana y territorial, apoyada por una reestructuración radical de la red vehicular y la creación de un considerable número de conjuntos urbano-arquitectónicos y paisajísticos que redefinían las aéreas funcionales de la ciudad. El nuevo orden establecido incorporaba los principios de la sectori-zación o zoning, característica fundamental de los postula-dos modernos promovidos por Le Corbusier y CIAM. Lejos de proponer una demolición masiva de vastas aéreas de la ciudad (como, por ejemplo, en el Plan Voisin para París), que hubiera sido básicamente impensable en cuanto a sus posi-bilidades reales de ejecución, el reordenamiento urbano que promovía «el plan» sugería una cirugía selectiva del tejido urbano existente. De esta forma, la propuesta de transfor-mación urbana se sobreponía a la ciudad real (existente) incorporando un gran número de grandes edificios para el gobierno, la administración, el trabajo y el esparcimiento, así como también incluía fragmentos de propuestas e inicia-tivas que ya se venían debatiendo en Buenos Aires desde hacía ya varios años, como por ejemplo la reestructuración del puerto del ingeniero Briano, el parque costero propuesto en los años veinte por el paisajista francés Claude Nicolas Forestier, y el eje-avenida norte-sur (hoy, avenida 9 de Julio) que ya se encontraba en pleno proceso de apertura cuando Le Corbusier, Ferrari Hardoy y Kurchan abordaron el plan.10

La hábil maniobra de difusión del proyecto puesta en marcha por Le Corbusier, aun a pesar de la inexistencia de un encargo formal y de que en la Municipalidad de Buenos Aires efectivamente existía un organismo dedicado al urba-nismo (la Oficina del Plan Regulador dirigida por Della Pao-lera), logró generar expectativa e interés en Argentina, un hecho que tanto Le Corbusier como sus jóvenes colaborado-res intentaron capitalizar rápidamente procurando convertir el estudio realizado sobre Buenos Aires en algún encargo concreto. De regreso, en Buenos Aires, a fines de 1938, entu-siasmados por la experiencia de su trabajo con Le Corbusier y el eco que la misma alcanzaba, Ferrari Hardoy y Kurchan –a los que pronto se sumó Antonio Bonet– comenzaron a desplegar una gran actividad destinada a difundir «el plan» en el ámbito local. Paradójicamente, el mismo Le Corbusier se convirtió en obstáculo a su ímpetu juvenil frenando mu-chas de sus iniciativas porque creía haber establecido los contactos necesarios en París y, con ellos, los mecanismos adecuados que desembocarían en obtener los objetivos de difusión y eventual implementación de la propuesta. Los es-fuerzos de unos y otros fueron en vano y todo no pasó de ser una ilusión pasajera hasta que, casi una década más tarde, en abril de 1947, el plan fue publicado en una revista de Bue-nos Aires bajo el título de «Plan Director de Buenos Aires».11 La creación, menos de un año más tarde, de la Oficina del Estudio del Plan de Buenos Aires (EPBA), a cargo de Fe-rrari Hardoy y con la colaboración de muchos de los partí-cipes de la historia (desde Juan Kurchan y Antonio Bonet hasta algunos de los viejos camaradas de clase que en 1937 les habían enviado documentación a París para el desarrollo del plan e incluyendo la posible contratación del propio Le Corbusier como consultor), fue consecuencia directa de di-cha publicación. Ahí comenzó otra historia, la de la Oficina del Estudio del Plan de Buenos Aires y del desencuentro final entre Le Corbusier y sus antiguos colaboradores, uno más en la larga lista de sus fallidos intentos por obtener encargos que desembocaran en una obra realizada en América.12

La historia particular del Plan Piloto para Bogotá es sustan-cialmente distinta a la del plan para Buenos Aires, ya que fue

consecuencia de un encargo directo y específico casi hecho a su medida por las autoridades de Colombia que a finales de los años cuarenta pusieron a su disposición numerosos recur-sos e instrumentos legales para llevar a cabo un plan de urba-nismo de su autoría.13 Por aquellos años, aunque por distintas razones, Bogotá experimentaba una explosión demográfica similar a la que había empezado a experimentar Buenos Aires unos años antes. Asimismo, como en su contraparte argenti-na, en la capital colombiana existían desde hacía ya algunos

Carátula de La Arquitectura de Hoy en la que se publicó, aunque solo par-cialmente, el Plan Director de Buenos Aires. © Frances Loeb Library, Harvard University Graduate School of Design.

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años proyectos e iniciativas destinados a la planificación del crecimiento de la ciudad y sus alrededores.14

Le Corbusier visitó por primera vez la capital de Colom-bia en junio de 1947. El viaje fue producto de la iniciativa de Eduardo Zuleta Ángel –embajador de Colombia ante las Na-ciones Unidas y presidente de la comisión para la sede del edificio central de la naciente organización internacional–, con quien el arquitecto había trabado una amistad personal. Lle-gado desde Nueva York por avión, fue recibido con grandes honores por el alcalde de Bogotá, Fernando Mazuera Villegas, y aclamado por la juventud que lo esperaba en el aeropuerto. El motivo formal y visible de la visita fue dictar dos conferen-cias, una sobre temas de urbanismo y otra dedicada a la ar-quitectura, reeditando el viejo esquema de conferencista que había utilizado en los años veinte y a principios de la década del treinta. Sin embargo, había otro motivo para su visita a Colombia, ya que de forma implícita y aunque algo encubierta existía el preacuerdo de que se trataría de un primer contacto con Bogotá para más tarde desarrollar un plan urbanístico.15 Consecuentemente, antes de que Le Corbusier empren-diera el regreso a Nueva York, el alcalde Mazuera cumplió con su parte del acuerdo y solicitó su concurso en la elaboración de un plan de urbanismo para Bogotá que sería realizado en colaboración con la firma Town Planning Associates (TPA) fun-dada en Nueva York tan solo dos años antes por Josep Lluís Sert –antiguo colaborador y amigo personal de Le Corbusier– y Paul Lester Wiener.16 Ambos, Le Corbusier y la TPA, contarían con el apoyo de los técnicos y profesionales colombianos de la Oficina del Plan Regulador de Bogotá (OPRB), un organismo especialmente creado para tal efecto.17

Los alcances, objetivos y responsabilidades de cada uno de los equipos que intervendrían en el desarrollo del plan quedaron claramente definidos el 30 de marzo de 1949, cuando hacia el final de la segunda visita de Le Corbusier a Bogotá se firmó el contrato.18 El acuerdo establecía que la tarea completa abarcaría cuatro grandes etapas sucesivas y ligeramente superpuestas: 1. análisis, para ser desarrolla-do por la OPRB, entre marzo de 1949 y marzo de 1950; 2. desarrollo del Plan Piloto, entre agosto de 1949 y agosto de 1950, a cargo de Le Corbusier, con Sert y Wiener (TPA) como

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: Plano urbano – LC-BOG 4211. © Montaje de varios planos de la FLC hecho por el grupo de investigación PCA - Uniandes.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: Plano metropolitano – LC-BOG 4210. © IDPC - MdB.

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consultores; 3. desarrollo del plano urbano o Plan Regula-dor, entre agosto de 1950 y agosto de 1952, con los roles in-vertidos, es decir, a cargo de Sert y Wiener, con Le Corbusier como consultor, y –finalmente y una vez terminada la tarea planificadora– 4. aplicación del Plan Regulador, a cargo de la OPRB, con Sert y Wiener como asesores. En primera ins-tancia, las responsabilidades de Le Corbusier consistían en la elaboración de un plan regional, un plan metropolitano, un plan urbano y un plan del Centro Cívico, que serían acompa-ñados de un informe escrito, y quedaba implícitamente acor-dado –o al menos así lo entendió él– que el diseño de los edi-ficios del Centro Cívico le estaría personalmente reservado.19 A partir de la firma del contrato, en marzo de 1949, y cada uno por su lado, los distintos equipos realizaron sus respectivas tareas en Bogotá, Nueva York y París. Las ideas directoras del plan fueron esbozadas en un clima de colabo-ración ideal en agosto de 1949, cuando Herbert Ritter, direc-tor de la OPRB, y Sert y Wiener acudieron, respectivamente, desde Bogotá y Nueva York, a reunirse con Le Corbusier en su residencia veraniega de Cap Martin. El desarrollo proyec-tual de esas ideas se llevó finalmente a cabo en el atelier de la rue de Sèvres con la participación de algunos jóvenes ar-quitectos colombianos (entre ellos, Germán Samper, Rogelio Salmona y Reinaldo Valencia). Ellos fueron los encargados de producir la voluminosa documentación gráfica que, cul-minada en el atelier en junio de 1950, Le Corbusier presen-tó oficialmente a las autoridades colombianas en su cuarto viaje a Bogotá dos meses más tarde.20 La presentación fue organizada siguiendo el formato de la grilla CIAM, desde la presentación gráfica hasta el contenido de la propuesta, que consiste en cuarenta y nueve láminas de dibujos a diversas escalas y un informe escrito de cuarenta y seis páginas. A grandes rasgos, el Plan Piloto de Bogotá fue un plan de restructuración urbana basado en los principios estable-cidos en la Carta de Atenas y adoptados por el CIAM –con sus cuatro categorías, habitar, trabajar, circular y recrearse, claramente definidas y diferenciadas–, aplicados a una ciu-dad capital nacional de mediana escala tomada en su tota-lidad. Fundamentalmente fue un plan realista en la medida que tomó en consideración la ciudad tal como era, con su

red vial de avenidas, carreras y calles existentes, su trama de manzanas y su espontánea sectorización funcional.21 La pro-puesta se articuló con base en tres operaciones principales e interrelacionadas entre sí: el rediseño de la red vehicular, que se apoyó en el sistema circulatorio ya existente aplicando un proceso de clasificación y rejerarquización de las vías de transporte, de acuerdo con el sistema de las 7V;22 la reorga-nización funcional de la ciudad, definiendo y estableciendo la sectorización o zoning de áreas para habitación (con sus densidades respectivas), administración, trabajo, industria, comercio y recreación de la mente y el espíritu; y en tercer término, la reorganización y recalificación del centro de la ciudad como un área de alta densidad habitacional, sede del Gobierno Nacional y de las principales actividades culturales y artísticas del país, y como centro comercial citadino. Aunque la presentación del plan, hecha en agosto de 1950, no logró reunir el consenso de opiniones ni el entusias-mo esperados, el Plan Piloto se convirtió en normativa urba-na en abril de 1951, con la sanción de un decreto municipal que le dio vigencia legal. Posteriormente, en mayo y junio del mismo año, el plan fue expuesto públicamente en la Alcaldía de Bogotá. La nueva fase establecida por contrato, la del Plan Regulador, con Sert y Wiener a la cabeza y Le Corbusier como consultor, estaba en marcha y los equipos continuaban su labor en sus sedes respectivas de Bogotá, Nueva York y París. Entre los directores de la TPA (Sert y Wiener) y Le Cor-busier existían algunos desacuerdos con respecto al diseño de varios componentes de la propuesta;23 sin embargo, Le Corbusier continuaba desarrollando aspectos del proyecto, concentrándose en la zona del Centro Cívico y los edificios gubernamentales alrededor de la plaza de Bolívar.24 Por su lado, en Nueva York, Sert y Wiener entablaban el desarro-llo del Plan Regulador a través de propuestas para barrios de vivienda y centros comunitarios para sectores de menor densidad habitacional que en el centro de la ciudad. Poco a poco, el pragmatismo de Sert y la obstinación de Le Corbu-sier comenzaron a mostrar las diferencias que los separa-ban. Estas se manifestaron particularmente en el plano que Sert y Wiener enviaron a Le Corbusier en julio de 1952 y en el cual poco quedaba ya de aquella imagen que Le Corbusier

había concebido, con el Plan Director, para el centro de Bo-gotá. Pero, al igual que en el caso del plan de Buenos Aires, esto pertenece a otra historia: la del Plan Regulador liderado por los colaboradores de Le Corbusier hasta el fin de su con-trato, en 1953, y del cual poco llegó a materializarse.25

Los planes y la doctrina: un paralelo

La Carta de Atenas –indudablemente el documento más importante, que sintetiza los principios y postulados doctri-narios de Le Corbusier, CIAM y el urbanismo moderno, en general– comienza con la siguiente declaración: «La ciudad no es más que una parte de un conjunto económico, social y político constituido por la región».26 Esta, y en líneas gene-rales el resto de los noventa y cinco puntos que conformaron este documento fundador del urbanismo moderno, es la pie-dra fundamental en la que se sostiene el corpus teórico de principios y postulados que Le Corbusier desarrolló y aplicó en cada uno de sus proyectos y propuestas de urbanismo, incluyendo, naturalmente, los planes para Buenos Aires y Bogotá. Consecuentemente, sustentado en esos postulados que había ensayado por más de dos décadas en propues-tas para ciudades de Europa, África y América, y que en su forma de entender el urbanismo eran aplicables universal-mente, no sorprende que, más allá de algunas diferencias obvias, los dos planes presenten algunas características similares, aun a pesar de que ambas ciudades se encuen-tren enclavadas en regiones geográficas tan dispares como la pampa y el altiplano. Esto se manifiesta, sobre todo y de forma elocuente, a través del material gráfico y el contenido narrativo con el cual los dos planes fueron presentados. Muy probablemente a causa de su dispar origen –estu-dio frente a encargo– los dos planes fueron presentados de distinta forma. En la presentación del plan de Buenos Aires se utilizó una gran cantidad y variedad de material gráfico y un texto dedicado a sostener las hipótesis y tesis planteadas por la propuesta. Ambos constituían la materia prima del li-bro que Le Corbusier deseaba publicar sobre el proyecto y con el cual aspiraba atraer la atención de las autoridades

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argentinas. La maqueta del libro fue culminada en 1940 y estaba organizada en cuatro grandes secciones –I. análisis, II. posibilidades de reforma, III. la reforma, y IV. legislar–, en las que se entremezclaban elementos de análisis y da-tos históricos y estadísticos, con doctrina urbanística y frag-mentos de la propuesta.27 Quizás porque esta no había sido originada por un encargo, el tono del texto era explicativo, argumentativo y persuasivo a la vez, e intentaba demostrar los principios urbanísticos que habían guiado el desarrollo del proyecto y los beneficios de la aplicación del plan, tan-to para Buenos Aires como para Argentina. A través de la insistencia en el rol de capital subcontinental que Buenos Aires alcanzaría una vez que el plan fuese ejecutado,28 Le

Corbusier buscaba entusiasmar a sus posibles interlocutores argentinos y calculaba que así obtendría algún encargo. El plan de Bogotá, en cambio, fue presentado de acuerdo con lo establecido en el contrato con el que se formalizó el encargo. El material gráfico estaba compuesto por una gran cantidad de planos que ilustraban el proyecto urbanístico a escalas regional, metropolitana y urbana, para terminar con el desarrollo en mayor detalle del Centro Cívico emplazado alrededor de la histórica plaza de Bolívar. Fotos, diagramas, documentos históricos y otro material gráfico y escrito de so-porte, obtenido o especialmente preparado por la OPRB, no formaron parte de la presentación, aunque es posible que hubieran sido utilizados en una publicación del plan de Bo-

gotá en forma de libro que Le Corbusier consideró en al-gún momento. El texto de cuarenta y seis páginas estaba organizado en cuatro grandes capítulos: I. Descripción del contrato; II. Preámbulos; III. Plan Director (el más extenso y a su vez subdividido en cuatro partes, en directa relación con las cuatro escalas de presentación de la propuesta), y IV. Conclusión.29 El tono de este texto divergía notablemente de aquel con el que se había presentado el plan de Buenos Aires, ya que, quizás porque respondía a un encargo directo hecho por las más altas autoridades de Colombia, Le Corbusier no sintió necesidad de ser persuasivo (no había interlocutores que atraer y convencer) y elaboró un texto más directo y técni-

Página manuscrita por Le Corbusier en la que se indica la organización del libro dedicado Plan Director de Buenos Aires. © Frances Loeb Library, Harvard University Graduate School of Design.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: Índice del infor-me técnico que acompañó los planos del Plan Piloto. [Nota: Esta imagen fue tomada del documento Élabo-ration du Plan Regulateur de Bogota. Etablissement du Plan Directeur par Le Corbusier, à Paris 1949-1950.] © Archivo Samper.

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co, limitándose a explicar y describir los aspectos salientes de la propuesta presentada en la cuarenta y nueve láminas de dibujos.30 A pesar de las marcadas diferencias de tono y organización, los dos informes tienen varios puntos en co-mún, hasta tal punto de que algunos fragmentos podrían ser intercambiables. Estos tienen un correlato directo en los planos de las dos propuestas, incluyendo tanto aspec-tos de doctrina general como elementos específicos de tipo proyectual, que en ambos casos están emparentados con los postulados emanados de la Carta de Atenas, y también exhiben rasgos provenientes de La Ville Radieuse. Entre los puntos de convergencia se destacan la importancia otorga-da a la reconcentración del tejido urbano (o la determinación de interrumpir su proceso de extensión descontrolada), la reestructuración de la red circulatoria, la transformación de la estructura del tejido y la «ordenada» zonificación de áreas funcionales. En ambos planes, Le Corbusier y sus colaboradores ad-virtieron que las ciudades estaban muy distendidas y propo-nían concentrar la ciudad en un área más reducida, frenando la expansión del tejido urbano y regulando su crecimiento a través de reglas de densidad y la consolidación de núcleos satélites. En el apartado titulado «Concentrar la ciudad», uno de los ejes de la propuesta para Buenos Aires, Le Corbusier escribió: «He aquí la proposición; uno de los más importan-tes puntos de nuestro proyecto: fijar el límite de la ciudad. […] Crear una cintura de vegetación. Organizar el resto en ciudades satélites».31 Diez años más tarde, en un contexto geográfico y urbano muy distinto, observó un fenómeno simi-lar en Bogotá: «La ciudad se desarrolló sin orden ni razón y ha tomado una extensión anormal».32 La solución que adoptó para ambas ciudades es la misma: fijar límites a la extensión de la trama urbana y rodearla de espacios verdes. Concibió a Buenos Aires como una ciudad de tamaño similar a París, una ciudad que oscila entre ocho y quince kilómetros de ancho por una profundidad en el sentido oeste de aproximadamente siete kilómetros y medio, detrás de la cual estableció un cinturón verde de protección y mas allá de la cual permite la consolidación de núcleos urbanos sa-télites en barrios existentes y ya bastante desarrollados para

Le Corbusier, La Ville Radieuse (p. 166): clasificación de vías de transporte y comunicación reutilizada en el libro dedicado al Plan Director de Buenos Aires. © FLC.

Le Corbusier, Les Trois Etablissements Humains (p. 48): esquema de las 7V publicado. © FLC.

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aquella época. Aunque de tamaño total algo inferior –cator-ce kilómetros de norte a sur por una profundidad de tres a cinco kilómetros en dirección oeste–, la estrategia adoptada para Bogotá fue virtualmente idéntica: la existente avenida Cundinamarca, ensanchada, fija el límite de la extensión ur-bana hacia el oeste y es bordeada por una banda verde de seiscientos metros de ancho que la separa del resto del te-rritorio, consolidado de la ciudad; nuevamente, núcleos ur-banos satelitales fueron indicados al norte, noroeste y oeste del límite establecido como aceptable para el crecimiento de la ciudad. Tanto en Buenos Aires como en Bogotá, la reestructura-ción de la red circulatoria –adecuándola a la velocidad, movi-lidad y agilidad de conexiones provocadas y requeridas por la irrupción del automóvil– es un elemento vital de la propues-ta, el entramado que sostiene, define y estructura los diver-sos componentes del plan. Recurriendo en ambos casos a la analogía biológica de un «sistema cardiaco» compuesto por arterias y arteriolas,33 la reestructuración emprendía la clasificación y clara diferenciación de las distintas vías de circulación estableciendo de forma inequívoca caminos di-ferenciados para vehículos y peatones, uno de los principios más claros y contundentes de la doctrina urbanística moder-na. En la documentación del plan de Buenos Aires, se limitó a presentar algunos tipos de vías circulatorias diferenciadas (autopistas elevadas, grandes avenidas de circulación rá-pida, calles de distribución dentro de la nueva manzana),34 mientras que en el plan de Bogotá aplicó por primera vez su reciente sistema de las 7V (siete vías), las cuales desarrolló de forma bastante detallada a través de plantas y cortes (BOG 4227, 4228 y 4229). Curiosamente ninguna de las vías, inclu-yendo las avenidas Cundinamarca, la 10.ª y la Jiménez, ejes centrales de la propuesta, tomaron la forma de autovías ele-vadas; en cambio se realizaron varios estudios que exploran los cruces entre vías de distinta jerarquía a distintos niveles y por medio de rotondas de distribución del tráfico (BOG 4231). Aunque la forma de las dos redes es distinta, el plan-teamiento en ambas ciudades fue similar y se apoyó en las características de la grilla urbana preexistente. En Buenos Aires, partió del damero uniforme proveniente de la época

colonial y propuso una malla de grandes avenidas dispues-tas aproximadamente cada cuatrocientos metros en las dos direcciones principales (norte-sur y oriente-occidente),35 a las cuales se superponen las autovías elevadas, mientras que en Bogotá, reforzó la jerarquía y diferenciación entre carreras (avenidas en dirección norte-sur) y calles (en sen-tido oriente-occidente), que genera una grilla vehicular con características netamente más direccionales. La reorganiza-ción de la red vial conllevaba a la sectorización de la ciudad en zonas de uso diferenciado, el zoning promovido por CIAM: gobierno, negocios, comercio, entretenimiento, recepción y distribución de materias primas y mercancías, industria, ar-tesanado y vivienda ocupaban áreas distintas del tejido ur-bano, debidamente puestas en relación entre ellas por el sis-tema circulatorio principal y recorridas interiormente por ar-teriolas de repartición. Todo esto estaba íntimamente ligado a lo que Le Corbusier llamaba «la transformación molecular de la ciudad», es decir, el proceso a partir del cual la vieja es-tructura reticular que en ambas ciudades estaba compuesta de una grilla ortogonal de manzanas con calles dispuestas aproximadamente cada cien o ciento veinte metros en las dos direcciones (que tanto en Bogotá como en Buenos Aires pro-venía de la época colonial y sus Leyes de Indias) daba paso a la nueva manzana –el sector– de la ciudad moderna. Dentro de los sectores se destacaban la diferenciación de las vías de circulación, la liberación del suelo y su aprovechamiento como zonas verdes y de actividad comunitaria, manteniendo, y hasta aumentando, la densidad poblacional del mismo.

Aunque quizás sin llegar a proponer la arrolladora tabula rasa que había preconizado en el Plan Voisin, ambas ciuda-des –sobre todo en el centro– estaban sujetas a este proceso de reemplazo de la estructura urbana existente. En el plan de Buenos Aires esto apareció apenas insinuado, quizás por-que, como años más tarde sugiriera Jorge Ferrari Hardoy, no se trataba de una propuesta «total», sino de una serie de ideas que podían activar la transformación de la ciudad.36 En cambio, los planos del proyecto urbanístico para la capi-tal colombiana mostraban la ciudad al final del proceso de reforma, una ciudad cuya transformación (modernización)

Le Corbusier, Plan Director de Buenos Aires: diagrama de la red vehicular propuesta. © Frances Loeb Library, Harvard University Graduate School of Design.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: borrador de estudio del sistema circulato-rio y la clasificación de las vías de comunicación. © FLC 31553.

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había sido cumplida y acabada.37 Esto se manifiesta en el alto grado de intervención sobre la ciudad real que muestran los documentos, desde la aparente aplicación de un proce-so de cirugía selectiva del tejido que permita el desarrollo de la nueva red de transporte vehicular y la implantación de conjuntos urbano-arquitectónicos en Buenos Aires hasta la casi total limpieza propuesta para el área central de Bogotá –entre las carreras 4.ª y 14.ª y las calles 6 y 26– donde solo los edificios históricos más significativos (la Catedral y otras iglesias del centro, el Capitolio, el Teatro Colón y otros edifi-cios) y grandes fragmentos de la carrera 7.ª, espina dorsal de la actividad comercial bogotana, quedaron intactos.38

Por el volumen y extensión que naturalmente ocupa en cualquier ciudad, esto quedó plasmado en la magnitud del esfuerzo dedicado a estudiar el tema de la vivienda en la elaboración de la documentación de cada uno de los dos planes. En el plan de Buenos Aires solo hay un pequeño sec-tor dedicado a la vivienda que –dado el lugar (décimo, de un total de doce) que ocupa en el listado de los elementos constitutivos del plan– parecería tener un rol subsidiario en el proceso de ejecución del plan. Se trata de un barrio de habitación ubicado en el borde sur de la ciudad y que servi-ría para alojar a los habitantes desplazados por la expropia-ción de manzanas demolidas para permitir la apertura de los ejes-autopistas centrales. Es un conjunto «Ville Radieuse» o a-redents, de alta densidad y formalmente similar al relativa-mente reciente, en aquel entonces, proyecto para el Ilot Insa-lubre n.º 6 (París, 1937). En cambio, para el plan de Bogotá se realizaron numerosos estudios dedicados a estudiar la inserción de nuevas unidades de vivienda de baja densidad edilicia en sectores redefinidos por la nueva red vial y que ya albergaban áreas fuertemente urbanizadas y habitadas. Los nuevos conjuntos –para los cuales se estudiaron diver-sos tipos de vivienda («Una casa, un árbol», «Rochelle» o «tipo Sert»)– se insertaban en las áreas libres de la secto-rización de la ciudad (BOG 4221-4222, 4232-4235 y 4239-4244), mientras que para otros sectores, notablemente los más cercanos al centro, se propagaba el reemplazo de las manzanas típicas por grandes espacios verdes salpicados de edificios de vivienda derivados de la Unidad de Habita-

ción (en aquel entonces, la primera, en Marsella, se hallaba en su última etapa de construcción) y otros de tipo a-redents tomados de la Ville Radieuse.

El escaso desarrollo del tema de la vivienda en el plan de Buenos Aires pudo haber obedecido también a otra ra-zón fundamental: ya desde 1929, Le Corbusier adhería a la idea de que la capital argentina debía ser la ciudad capital, no solo de su país, sino de una región simbólicamente más vasta y que incluía toda América del Sur. Por lo tanto, Buenos Aires debía ser dotada de los organismos correspondientes a ese importante rol subcontinental como, por ejemplo, el Centro Panamericano y los diversos centros gubernamen-tales y financieros que la componían, entre ellos la emble-mática Cité des Affaires, plantada sobre el río y de cara al mundo, punto de comando de una ciudad, un país y una re-gión continental. Consecuentemente, la propuesta dedicó un esfuerzo considerable a estudiar y determinar la ubicación e interrelación de una gran variedad de conjuntos urbano-arquitectónicos (centro de Gobierno Nacional, Gobierno Mu-nicipal, Panamericano, de asociaciones o sindicatos, finan-ciero, de esparcimiento, de diversiones, ciudad universitaria,

y hoteles, embajadas, comercio e industria) que harían de Buenos Aires una ciudad multipolar, es decir, con múltiples centros de actividad y de poder. En cambio, Le Corbusier entendía el rol de Bogotá como capital y cabeza administrativa de Colombia y como tal le otor-gaba un rol representativo importante para su país y su región, pero también advertía y señalaba los límites respecto al poten-cial de desarrollo que dicta notablemente su emplazamiento con respecto a la industria y al comercio, y concentraba todas las actividades (Gobierno Nacional y Municipal, sindicatos, embajadas, negocios y diversión citadina) en un único centro unipolar en el que convergen las cuatro actividades funda-mentales de la ciudad: habitar, trabajar, circular y recrearse. Es evidente que una reestructuración urbana de la esca-la y magnitud de los planes propuestos para Buenos Aires y Bogotá sólo podía ser llevada a cabo por etapas. La docu-mentación gráfica y escrita del plan de Buenos Aires provee algunas indicaciones de las posibles etapas de ejecución, co-menzando por la apertura de los dos grandes ejes viales y la reclasificación de las calles y avenidas como arterias de dis-tribución o de repartición y siguiendo paso a paso hasta com-pletar el plan, en un plazo no fijado. En cambio, en el informe

Le Corbusier, Plan Director de Buenos Aires: barrio de viviendas propuesto. © Frances Loeb Library, Harvard University Graduate School of Design.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: vista de la maqueta del área correspondiente al Centro Cívico y a los conjuntos residenciales que lo rodean. © Archivo Pizano.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: vista de la maqueta del área correspondiente al Centro Cívico y a los conjuntos re-sidenciales que lo rodean. © FLC L1-4-24, fotografía Lucien Hervé.

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60 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Le Corbusier, Plan Director de Buenos Aires: detalle del área central (1938-1940). © Frances Loeb Library, Harvard University Graduate School of Design.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: Centro Cívico (BOG 4220). Circulación – separación de peatón y automóvil (1950), publicado en Œuvre Complète, Tomo V. © FLC.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: Centro Cívico (BOG 4220). Recrear el cuerpo y el espíritu (1950). © IDPC - MdB.

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Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: plano a escala metropolitana que muestra la pri-mera etapa de ejecución del plan. © Archivo Pizano.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: plano a escala urbana que muestra la segunda etapa de ejecución del plan. © Archivo Pizano.

Le Corbusier, Plan Director de Buenos Aires (1938-1940): los cinco rascacielos cartesianos de la Cité des Affaires del Plan de Buenos Aires, alzándose en una plataforma construida sobre el Río de la Plata. © Frances Loeb Library, Harvard University Graduate School of Design.

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62 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá: vista de la maqueta del Centro Cívico recortándose contra la montaña. © FLC L1-4-25, fotografía Lucien Hervé.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá (1951): alzado y corte del centro cívico con los edificios pro-puestos alzándose delante de la montañas. © FLC R2-15-9-001.

Le Corbusier, Plan Piloto de Bogotá (1951): perspectiva esquemática de la plaza de Bolívar con los edificios históricos que debían mantenerse y los edificios de gobierno propuestos y que Le Corbusier aspiraba a proyectar. © FLC R2-15-15-001.

escrito para el plan de Bogotá, presentado a las autoridades colombianas en agosto de 1950, si bien reconoce que deberá ejecutarse en varias etapas y que entre las primeras se en-cuentran –como en Buenos Aires– la apertura de las avenidas principales (la avenida Cundinamarca y la carrera 10.ª, el em-palme con la calle 26 y el de esta con las carreras 4.ª y 6.ª), Le Corbusier prefirió que fuera «la Autoridad» quien decidiera el orden en el que los distintos elementos del plan fueran eje-cutados.39 Sin embargo, existe una serie de planos fechados en junio de 1950 (es decir al mismo tiempo que se preparó el conjunto de planos presentado en Bogotá), que dan cuenta de una posible ejecución por etapas del plan utilizando las mismas escalas de la propuesta (regional, metropolitana, ur-bana y Centro Cívico), pero estos no parecen haber formado parte de la entrega y presentación oficial del plan. Finalmente, la geografía, tan dispar en las dos ciudades, también tuvo un papel importante en la concepción y confec-ción de los planes. En su afán por devolver la ciudad al río (o viceversa) en el plan de Buenos Aires, Le Corbusier otorgó un rol preponderante al frente «marítimo» (para Le Corbusier, el Río de la Plata era como un mar). Desde el aeropuerto y el puerto industrial, al sur, hasta la ciudad universitaria, al norte, Buenos Aires toma la forma de una ciudad costera extendida a lo largo del Río de la Plata. En Bogotá, es la belleza agreste y majestuosa de la montaña infranqueable la que marca el límite físico contra el cual se recorta la ciudad, la cual se extiende también linealmente a los pies de la precordillera. Como marcando la necesaria fusión entre el ámbito natu-ral y el urbanismo, los componentes emblemáticos de ambos planes se situaron precisamente allí, sobre esos accidentes topográficos que dicta la geografía: la Cité des Affaires de Buenos Aires surge como contrapunto vertical a la horizontal infinita del encuentro entre la pampa y el río, mientras que los planos suavemente inclinados de las explanadas del Centro Cívico y las áreas de protección natural domestican la acci-dentada topografía de la montaña en el corazón de la ciu-dad. Convertidos en emblemas de la ciudad, son también los centros de gravedad de la red vial: desde ellos, y en ambos casos hacia el oeste, surgen las grandes vías de transporte vehicular que se adentran en el territorio y establecen las co-municaciones esenciales con el resto del país y con la región.

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63De la pampa al altiplano: los planes directores de Le Corbusier en América | Alejandro Lapunzina

Dos ciudades, dos planes y un destino común

Fundiendo la singularidad de la geografía con la universali-dad de la doctrina, Le Corbusier aspiraba a convertir estas dos ciudades de América en verdaderos modelos del urba-nismo moderno. Pero todo fue en vano, o casi.40 Pobre in-térprete de la compleja trama de lazos e intereses políticos, sociales y personales que caracterizan las sociedades de América del Sur, su recurrente pedido de que se le encarga-ra un proyecto de arquitectura importante provocaba el efec-to contrario y lo alejaba cada vez más de toda posibilidad de obtener un encargo concreto. El entusiasmo con el que había sido recibido el plan de Buenos Aires luego de ser presentado en París y los auspicios seguramente prometidos por alguno de sus interlocutores ge-neraron falsas o exageradas expectativas en Le Corbusier de que, de una forma u otra, su estudio sobre Buenos Aires, el sueño de 1929 elaborado como proposición en 1938-1940, rindiera algún fruto. Diez años más tarde, la ilusión resurgió con la creación de la Oficina del Estudio del Plan de Buenos Aires y el acuerdo implícito de que sería llamado a la capital argentina como consultor especializado. Pero no era su plan el que estaba en consideración y el malentendido que surgió a causa de esto dio por terminada su relación con Ferrari Har-doy y enterró definitivamente su viejo deseo de darle forma de capital subcontinental a Buenos Aires y construir en ella su soñada Cité des Affaires sobre el Río de la Plata. Para ese entonces, 1948-1949, sus ilusiones de construir una gran capital ya se habían desplazado al norte de Amé-rica de Sur donde, junto con Sert y Wiener había llegado a un acuerdo con las autoridades colombianas para llevar a cabo un ambicioso plan regulador para Bogotá, para el cual se habían creado todas las condiciones para que sí fuera ejecutado. Pero, nuevamente, cuestiones políticas obstacu-lizaron el camino que llevaba a la culminación del proceso. Para empeorar la situación, el desafío de Chandigarh y la certeza que presintió casi desde el primer momento de que esta ciudad que surgiría de la nada a los pies del lejano Hi-malaya sí se llevaría a cabo y que allí podría construir obras de arquitectura que trascenderían el tiempo y el espacio se

interpusieron en el calendario preestablecido con Bogotá, un hecho que provocó asperezas en el seno del equipo y fasti-dio y malestar en el Gobierno colombiano. El plan de Buenos Aires había nacido como una idea be-lla y contundente, y el plan de Bogotá fue concebido para ser puesto en práctica, pero ninguno de ellos se llevó a cabo y ambos pasaron a engrosar la larga lista de proyectos no realizados de Le Corbusier. A través del proyecto de un Plan Regulador, en 1938 Le Corbusier había propuesto para Bue-nos Aires un nuevo orden urbano, incompleto pero posible. Una década más tarde, concibió un plan que, en sus pro-pias palabras, convertiría a Bogotá en la primera ciudad que contaba con y ponía en ejecución un plan de urbanismo mo-derno.41 Indudablemente, de haber sido implementados, es-tos planes hubieran cambiado radicalmente la evolución de estas dos ciudades americanas. Las razones que explican el fracaso del proceso que hubiera podido desembocar en la ejecución de estos planes son variadas y extremadamen-te complejas. Pero hasta en este aspecto los dos planes se parecen. La «Autoridad», esa figura abstracta en la que Le Corbusier había depositado su confianza y sus esperanzas desde siempre, fue una de ellas. En Buenos Aires, porque fue precisamente «la Autori-dad» –la misma que habiéndose entusiasmado al ver su pro-puesta encomendara a sus antiguos colaboradores la tarea de retomar y ampliar el estudio de la ciudad– la que se opu-so y obstaculizó su participación directa. En Bogotá, porque a pesar de que fue «la Autoridad» la que le encargó que hiciera un plan de urbanismo, fue también «la Autoridad» – nominalmente la misma, aunque la persona fuera otra– la que abortó la ejecución del plan cuando, recién gestado, co-menzaba a ponerse en práctica. Los intereses y los vaivenes políticos e ideológicos que él tanto se esforzó en distanciar de su tarea de urbanista y arquitecto insistiendo en que los planes debían ser reali-zados por técnicos sobre la base de datos científicos e in-cuestionables, ajenos a la política y la ideología de turno, surgieron como ríos y montañas infranqueables a su deseo de darle forma a una capital americana. A finales de los años cuarenta, el llamado de Bogotá había coincidido con el epi-

sodio final del malentendido con Ferrari Hardoy por el plan de Buenos Aires; pocos años más tarde, en 1952, las puertas de Bogotá, que lo había recibido con vítores, comenzaron a cerrarse definitivamente; y así, sus sueños, ideas y ambicio-nes, y con ellos su poesía arquitectónica, se trasladaron a Chandigarh, a los pies del Himalaya, lejos, muy lejos de la pampa y el altiplano de América.

Alejandro Lapunzina (Nueva York): arquitecto por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (Argentina, 1983); Mas-ter of Architecture, Washington University in Saint Louis (Missouri, EUA, 1987). Actividad pedagógica: University of Arkansas, University of Illinois at Urbana-Champaign y Study Abroad Program in Versailles; investigador de la arquitectura del siglo XX y contemporánea; autor de dos libros: Le Corbusier’s Maison Curutchet (Princeton Architectural Press, Nueva York, 1997) y Architecture of Spain (Greenwood Press, Greenwood, CT, 2005), así como de artículos publicados en revistas de Argentina, Brasil, España, Estados Unidos, Francia e Inglaterra; conferencista en Argentina, Brasil, Chile, Escocia, España, Estados Unidos, Francia, Holanda y Portugal.

1 En la variada documentación existente, estos dos proyectos son a veces conocidos con distintos nombres: la propuesta para Buenos Aires es tam-bién llamada Plan Director, que es como apareció finalmente publicado en abril de 1947 en el número 4 de La Arquitectura de Hoy, versión cas-tellana de L’Architecture d’Aujourd’hui, mientras que el plan de Bogotá recibe a veces también los nombres de Plan Director –que es el utilizado en el título del informe escrito presentado por Le Corbusier y sus colabo-radores— y/o Plan Regulador; en este último caso cabe aclarar que el desarrollo del Plan Piloto o Plan Director de Bogotá era una de las fases de lo que sería en última instancia un plan regulador para la ciudad de Bo-gotá. Con el único fin de diferenciarlos, a lo largo de este texto se usarán los nombres de Plan Regulador de Buenos Aires y Plan Piloto de Bogotá.

2 Los dibujos con los que presentó sus ideas para Buenos Aires, Monte-video, São Paulo y Río de Janeiro fueron publicados en Le Corbusier, Précisions sur un état présent de l’architecture et de l’urbanisme, Vincent, Fréal & Cie., París, 1930. La propuesta para Manhattan fue publicada en Le Corbusier et Pierre Jeanneret, Œuvre Complète 1934-1938, Max Bill architecte, Dr. H. Girsberger, Zúrich, 1938.

3 Enterado del terremoto y ya sin obras ni proyectos que atender, en medio del pesimismo general que reinaba en Francia y Europa a finales de aque-lla década de 1930, Le Corbusier se dirigió a sus colegas chilenos (entre otros, Roberto Dávila) y a algunas autoridades del Gobierno de Chile para ofrecer desinteresadamente sus servicios de urbanista para la recons-trucción de las dos ciudades afectadas. En cartas a diversas personas

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64 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

con las cuales mantenía una correspondencia fluida, dejó traslucir que consideraba trasladarse a Suramérica, aunque solo fuera temporalmente, donde presentía que sus posibilidades de construir algo, sobre todo de gran escala en Argentina, Brasil o Chile, eran mucho mayores que las que tendría en una Europa paralizada por la guerra. Sin embargo, por diversos motivos esto no llegó nunca a materializarse y Le Corbusier permaneció en Europa hasta el fin de la guerra. Esta información puede inferirse en la correspondencia alojada en un gran número de dosieres existentes en los archivos de la Fondation Le Corbusier, en París.

4 El más importante es el Proyecto orgánico para la urbanización del muni-cipio, más conocido como Plan Noel, en referencia a Martín Noel, inten-dente de Buenos Aires que lo encomendó. Jean C. Forestier, reconocido paisajista francés, formó parte del equipo de profesionales de la comisión y fue autor del proyecto del parque Costanera que años más tarde Le Cor-busier incorporó a su propuesta para Buenos Aires. Carlos M. Della Pao-lera –ingeniero argentino que había cursado estudios de Urbanismo en el Instituto de Urbanismo de París, y a quien Le Corbusier había conocido durante su viaje a Argentina, en 1929– fue nombrado jefe de la Oficina de Urbanización de la Municipalidad de Buenos Aires en 1932, cargo que mantuvo hasta 1939. Della Paolera fue el impulsor de un Plan Regulador para Buenos Aires y desde su oficina de urbanización de la ciudad llevó a cabo numerosos proyectos urbanos de considerable importancia como, por ejemplo, la creación de la avenida 9 de Julio, que atraviesa el centro de la ciudad en sentido norte-sur.

5 Pablo Pschepiurca, generalmente en colaboración con Jorge Francisco Liernur, ha estudiado y analizado con seriedad y un abrumador soporte documental la compleja trama e historia del plan de Buenos Aires y sus derivaciones. El estudio más profundo y detallado sobre este tema se encuentra en el libro, recientemente publicado, La red austral: obras y proyectos de Le Corbusier y sus discípulos en la Argentina (1924-1965), escrito por Jorge F. Liernur con la colaboración de Pablo Pschepiurca (como se indica en la introducción –p. 20–; este último es el autor princi-pal de los capítulos V y VI, dedicados al Plan de Buenos Aires). Previa-mente, los mismos autores habían abordado el tema en otros artículos, como «Precisiones sobre los proyectos de Le Corbusier en la Argentina 1929/1949», publicado en Summa #243, noviembre de 1987, pp. 40-55, y «Le Corbusier y el Plan de Buenos Aires», publicado en: Fernando Pérez Oyarzún (editor), Le Corbusier y Sudamérica, viajes y proyectos; ARQ, Santiago de Chile, 1991; pp. 56-71. Sobre el Plan de Buenos Aires, puede consultarse también: Juan Manuel Borthagaray, Jorge Glusberg y Benoit Junod, Le Corbusier y Buenos Aires. El Plan Regulador; CAYC, Buenos Aires, 1981; Odilia Suárez, Planes y códigos para Buenos Aires; FADU-

UBA, Buenos Aires, 1986; Juan Molina y Vedia, Mi Buenos Aires herido, Colihue, Buenos Aires, 1999; y Alejandro Lapunzina, «El Plan Régulateur de Buenos Aires y la oficina del EPBA: crónica de un malentendido», en Massilia, 2008 / Encuentro de Granada: 2008; pp. 216-241.

6 La transcripción de las conferencias, realizada a posteriori por el pro-pio Le Corbusier, fue publicada en Précisions sur un état présent de

l’architecture et de l’urbanisme, Vincent, Fréal & Cie., París, 1930. Sobre la propuesta esquemática para Buenos Aires de 1929, véase el citado libro de J. F. Liernur y P. Pschepiurca, La red austral (capítulo III) y los artículos citados en la nota precedente. Sobre Le Corbusier como conferencista y un estudio sobre las conferencias de Buenos Aries, véase también: Tim Benton, Le Corbusier Conférencier; Le Moniteur, París, 2007 (capítulo 4, pp. 132-187).

7 Carta de Enrique Bullrich a Le Corbusier, marzo 2 de 1934 (archivos FLC T2-13 p. 21).

8 La importancia que las ideas generadas durante su visita a Buenos Aires en 1929 tuvieron sobre el desarrollo del plan fueron reconocidas por el propio Le Corbusier en su obra completa. Le Corbusier, Œuvre Complète 1934-1938, Les Editions d’Architecture, Zúrich, 1967. Para los pormeno-res del encuentro de Ferrari Hardoy y Kurchan con Le Corbusier, ver J. F. Liernur y P. Pschepiurca, La red austral, óp. cit., pp. 181-183.

9 Presentado poco antes de que Ferrari Hardoy emprendiera el regreso a Argentina, la idea de Le Corbusier era publicar el plan de Buenos Aires en un libro de formato similar al de La Ville Radieuse. El propio Le Corbusier terminó de confeccionar la maqueta de la publicación en 1940 e intentó, infructuosamente, publicarlo en Francia, por lo que decidió, finalmente y ya en plena guerra mundial, enviarlo a Buenos Aires, donde Ferrari Har-doy tampoco logró publicarlo en su versión original. El plan fue finalmente publicado en 1947, en el número 4 de La Arquitectura de Hoy, a pesar de contar con el rechazo total de Le Corbusier de publicar el «libro del plan» en una revista. El libro en su formato original continúa inédito; la maqueta del mismo se encuentra en los archivos de Jorge Ferrari Hardoy (AJFH); Special Collection-Francis Loeb Library de Harvard University, Cambridge (Massachusetts, EUA).

10 Para un análisis más profundo de estos temas, ver la bibliografía citada en la nota número 5, en particular los escritos de F. Liernur y P. Pschepiurca.

11 Como se menciona anteriormente (ver nota 9), el plan, aunque en forma par-cial y con alteraciones del formato original, fue publicado en abril de 1947.

12 Sobre este tema, véase Alejandro Lapunzina, «El Plan Régulateur de Bue-nos Aires y la Oficina del EPBA: crónica de un malentendido», óp. cit., así como también Jorge F. Liernur y Pablo Pschepiurca, La red austral, óp. cit. capítulo XII.

13 Con anterioridad a esta publicación, los estudios más significativos de-dicados al Plan Piloto de Bogotá son los siguientes: Carlos Eduardo Her-nández Rodríguez, Las ideas modernas del Plan para Bogotá en 1950. El trabajo de Le Corbusier, Wiener y Sert; Alcaldía de Bogotá, Bogotá, 2004; los artículos de Pedro Bannen Lanata, «Bogotá-Colombia. Cinco viajes y un plan para una ciudad latinoamericana» y de Rodrigo Cortés, «Bogotá 1950: Plan Director de Le Corbusier», ambos publicados en Fernando Pérez Oyarzún (editor): Le Corbusier y Sudamérica, viajes y proyectos; ARQ, Santiago de Chile, 1991; pp. 72-85 y 86-95, respectivamente. Véase también el artículo de Doris Tarchópolus, «Las huellas del plan para Bo-gotá de Le Corbusier, Sert y Wiener», en Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Co. X, no. 218, Universidad de Barce-

lona, Barcelona, agosto de 2006. Consultado vía web: <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-86.htm>.

14 Entre ellos se destacan el «Plan Bogotá futuro» de Enrique Uribe Ramírez (1922-1925), el «Plan urbanístico integral» de Harland Bartholomew y el «Plan de mejoras y obras públicas» del renombrado urbanista alemán Karl H. Brünner (1933-1940), que propuso el crecimiento de la ciudad desde la existente cuadrícula de calles. Otro proyecto de urbanismo destacable fue la «Ciudadela del Empleado», propuesta lanzada por la revista Proa, la cual, bajo la dirección de Carlos Martínez, tuvo un rol im-portantísimo en la diseminación y desarrollo de la arquitectura moderna en Colombia. Durante la década de los cuarenta, se propusieron tres pla-nes urbanísticos: el plan vial y de zonificación, elaborado en 1944 por el ingeniero Alfredo Bateman durante la alcaldía de Jorge Soto del Corral y conocido con el nombre «Soto-Bateman»; la contrapropuesta a este pro-yecto, formulada en 1945 por la Sociedad Colombiana de Arquitectos, y la propuesta vial, publicada por Carlos Martínez Jiménez en la revista Proa no. 2 de 1946, con el título «El Bogotá futuro de Proa» (agradezco a María Cecilia O’Byrne por proveer datos complementarios sobre los planes que precedieron al Plan Piloto de Le Corbusier, Sert y Wiener).

15 La mayoría de los autores que han estudiado la relación de Le Corbusier con Colombia sugieren que el encargo para la capital colombiana ya es-taba acordado antes de que visitara a Colombia por primera vez. Ver, por ejemplo, Pedro Bannen Lanata, «Bogotá-Colombia. Cinco viajes y un plan para una ciudad latinoamericana», óp. cit., p. 73. El mismo Le Corbusier deja traslucir la misma impresión en una carta a su madre, fechada en Bogotá el 24 de junio de 1947 (archivos FLC R2-04 102 y 102T).

16 Le Corbusier y Sert ya habían colaborado en el Plan Maciá para Barcelo-na (1933); Bogotá sería la segunda y última colaboración en un plan de urbanismo entre dos de los más grandes representantes del urbanismo moderno que, aunque compartían los fundamentos del mismo, divergían en aspectos de su aplicación. Fundada en los principios urbanísticos del CIAM, la TPA ya actuaba activamente en países vecinos a Colombia: en 1943-1945, desarrolló el proyecto de la Cidade dos Motores, en Brasil, y en 1947, un plan urbano para la ciudad de Chimbote, en Perú. Sobre la obra de Sert, ver Jauma Freixa: Josep Lluís Sert, Santa y Cole, Barcelona, 2005.

17 La Oficina del Plan Regulador de Bogotá fue creada por disposición mu-nicipal, en septiembre de 1948, puesta bajo la dirección de Herbert Rit-ter. Hacia mediados de 1950, con Santiago Trujillo como alcalde, la OPRB pasó a estar bajo la dirección de Carlos Arbeláez.

18 Si bien la producción de un plan urbano para Bogotá había sido preacor-dada en su primera visita a Colombia, en junio de 1947, cuando se firma el contrato, poco más de un año y medio más tarde, el centro de Bogotá yacía parcialmente en ruinas. El 9 de abril de 1948, durante la rebelión popular conocida como «el Bogotazo» que siguió al asesinato del líder político Jorge Eliécer Gaitán, una gran parte de edificios de la zona cen-tral fueron saqueados, incendiados y severamente dañados, a tal punto que muchos habían quedado en condiciones deplorables. Desde la re-vista Proa, entre otras, se consideraba entonces que la oportunidad era

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65De la pampa al altiplano: los planes directores de Le Corbusier en América | Alejandro Lapunzina

propicia para llevar a cabo una reforma radical y moderna del centro. Ver Jorge Arango, Herbert Ritter y Gabriel Serrano: «La reconstrucción de Bogotá», en revista Proa, junio de 1948.

19 Es pertinente señalar que en este preciso momento las «historias» de los dos planes comienzan a mezclarse y superponerse, ya que en Bue-nos Aires la Oficina del EPBA había sido creada en marzo de 1948 y Le Corbusier no perdió la oportunidad de sugerirle a Ferrari Hardoy que un acuerdo similar al de Bogotá tenía que ser posible con Buenos Aires. Ver correspondencia entre Le Corbusier y Ferrari Hardoy en los archivos de Ferrari Hardoy (AJFH, Cambridge, Massachusetts).

20 El equipo proyectista –Le Corbusier, Sert, Wiener y Carlos Arbeláez (que había reemplazado a Ritter a la cabeza de la OPRB)– volvió a reunirse en Bogotá, en marzo de 1950. A partir de este momento y por los tres meses siguientes que precedieron la presentación oficial del Plan Piloto, la acti-vidad en los tres puntos geográficos en los que se desarrollaba el plan se aceleró notablemente, como lo demuestra el flujo de cartas y consultas entre Bogotá, Nueva York y París. En este momento, quizás por urgencias relacionadas con intereses políticos y económicos que empezaban a ma-nifestarse en Bogotá, la interacción entre las partes muestra los primeros síntomas de desacuerdo y los objetivos dispares de cada una de las par-tes, un tema que excede el marco de este texto.

21 Le Corbusier lo presenta de forma contundente: «Este plan no es revo-lucionario en absoluto. Él se limita a discernir y a reconocer los valores históricos, geográficos y topográficos preexistentes. Él los confirma, él los ordena a la escala de los tiempos modernos, él le da a la ciudad cohesión y la reúne alrededor de su corazón». Le Corbusier: Elaboration du Plan Régulateur de Bogota; Établissement du Plan Directeur; p. 26. Sobre el «realismo» del Plan Piloto, véase también el artículo de Rodrigo Cortés, «Bogotá 1950: Plan Director de Le Corbusier», en Fernando Pérez Oyarzún (editor): Le Corbusier y Sudamérica, viajes y proyectos; óp. cit., pp. 86-95.

22 La «Règle de 7V» es un sistema de clasificación jerárquica de las vías de transporte y comunicación, aplicable universalmente. En Les Trois Etablissements Humaines, Le Corbusier recuerda que esta regla fue desarrollada en 1948, a pedido de la Unesco. Le Corbusier: Les Trois Etablissements Humaines; Minuit, París, 1959; p. 48. El plan de Bogotá, contemporáneo con el desarrollo de este sistema de clasificación de vías de comunicación y transporte, fue el primer proyecto de urbanismo en el cual Le Corbusier aplicó la regla.

23 Estos desacuerdos o diferencias de enfoque están claramente plasmados en la correspondencia de aquellos años entre TPA y Le Corbusier, la cual se encuentra alojada en diversos archivos, principalmente los de la Fon-dation Le Corbusier en París y los archivos de Josep Lluís Sert guardados en la Special Collection-Francis Loeb Library de Harvard University, Cam-bridge (Massachusetts, EUA).

24 Ver dibujos fechados en mayo de 1951 y alojados en los archivos de La Fondation Le Corbusier (FLC, dosier R2-15).

25 Para una síntesis de las diferencias entre Sert y Le Corbusier, sobre todo aplicada al caso de Bogotá, ver: Carlos Eduardo Hernández Rodríguez:

Las ideas modernas del Plan para Bogotá en 1950. El trabajo de Le Cor-busier, Wiener y Sert; Alcaldía de Bogotá, Bogotá, 2004, en particular el capítulo 5 y la conclusión.

26 Le Corbusier: La Chartre d’Athènes, Minuit, París, 1957; p. 19.27 Como se señala anteriormente, el libro dedicado al plan tal cual como Le

Corbusier lo concibió no llegó a ser publicado y permanece inédito. La versión del plan publicada en La Arquitectura de Hoy está incompleta; algunos elementos fueron reorganizados por Ferrari Hardoy y el formato gráfico es fundamentalmente distinto.

28 En realidad, la idea de Buenos Aires como «capital subcontinental» no era propia de Le Corbusier, sino una vieja aspiración de la élite argentina (o porteña) emanada de la llamada «generación del ochenta» (por 1880). Perspicaz como siempre, Le Corbusier seguramente percibió ese deseo en quienes habían sido sus anfitriones en 1929 (herederos de aquella visión) y su propuesta fue una forma más de atraer la atención y captar partidarios.

29 Le Corbusier: Elaboration du Plan Régulateur de Bogota; óp. cit.30 El mismo Le Corbusier lo aclara en la apertura del preámbulo: «El presen-

te informe contendrá todo lo que los planos no pueden explicar y nada de lo que los planos contienen y demuestran». Le Corbusier: Elaboration du Plan Régulateur de Bogota; óp. cit. p. 3.

31 «Plan Director de Buenos Aires», en: La Arquitectura de Hoy, n.o 4, abril de 1947; p. 24. En dicha publicación, «Concentrar la ciudad» es el primer capítulo de la propuesta de reforma; sin embargo, en la maqueta original compuesta por Le Corbusier, el orden de los apartados era distinto y este tema figuraba en cuarto lugar. Según Pablo Pschepiurca, fue Ferrari Har-doy quien reordenó los capítulos para la publicación del plan en La arqui-tectura de hoy y lo puso en primer lugar, es decir, le otorgó una jerarquía superior. Ver La Red Austral, óp. cit.

32 Le Corbusier: Elaboration du Plan Régulateur de Bogota; óp. cit.; p. 5.33 En el apartado «IV. Sistema cardíaco» del Plan de Buenos Aires, Le Cor-

busier menciona «Grandes arterias de dirección, arterias de distribución y arteriolas de repartición», La Arquitectura de Hoy; óp. cit., p. 30. En el plan de Bogotá, retoma el lenguaje biológico: «La circulación es la forma de llevar la sangre a los órganos de un ser viviente…» Elaboration du Plan Régulateur de Bogota; óp. cit., p. 26.

34 El dibujo con el que ilustra el principio de separación de las circula-ciones fue tomado de: Le Corbusier. La Ville Radieuse; L’Architecture d’Aujourd’hui, París, 1935, p. 166.

35 De hecho, el ensanche de algunas calles del damero colonial para con-vertirlas en avenidas de circulación más ágiles ya había comenzado en Buenos Aires, unos años antes; Le Corbusier se apropió de esta iniciativa y la incorporó a su propuesta de reestructuración de la red vehicular.

36 Esta es una afirmación hecha por Jorge Ferrari Hardoy en una conferen-cia dictada en Buenos Aires, en 1965; el texto de la conferencia es inédito, pero fue citado por F. Liernur y P. Pschepiurca en La Red Austral, p. 177. El texto completo de la conferencia está alojado en los archivos de Ferrari Hardoy (AJFH, Cambridge, Massachusetts).

37 Hablando en tercera persona en el capítulo de cierre del documento es-crito en el que explica el plan de Bogotá, Le Corbusier escribe respecto a su labor: «Su deber [el suyo, como urbanista] fue el de prever todo y concebir la ciudad totalmente construida». Le Corbusier, Elaboration du Plan Régulateur de Bogota; óp. cit., p. 42.

38 Como se señala en la nota 18, el centro de Bogotá ya estaba severamente dañado, como consecuencia del Bogotazo. Por lo tanto, la restructuración del centro –el proceso de demolición de viejos edificios– puede haber obedecido a la lógica interna del plan y a algo ajeno a él, como el reem-plazo de edificios que habían sido afectados por los incendios y desma-nes del 9 de abril de 1948.

39 «La cuestión de las etapas interviene en función de circunstancias locales o mundiales de orden político, financiero, económico y social» y «resulta imposible, en tanto autor del plan, fijar por mí mismo la cadencia y se-cuencia exactas del futuro». Le Corbusier. Elaboration du Plan Régulateur de Bogota; óp. cit., pp. 42-43.

40 El plan de Buenos Aires nunca fue más allá de ser una propuesta; el plan de Bogotá, en cambio, sí llegó a convertirse en normativa urbana, a través del Decreto 185/51 del Alcalde de Bogotá, aunque poco tiempo después la normativa dejó de ser aplicada en su totalidad. Aun así, en ambas ciu-dades, la elaboración de los planes y la difusión y repercusión que ambos tuvieron lograron proyectarse sobre el futuro de las ciudades y algunas de las ideas desarrolladas en ellos fueron ensayadas, pero, carentes de la visión global y unificadora de los planes en sí mismos, estos ensayos no dejaron de ser experimentos aislados.

41 El informe escrito presentado por Le Corbusier concluye de forma con-tundente: «La ciudad de Bogotá tiene un Plan Director, algo que ninguna ciudad del mundo posee hoy. Puede representar beneficios materiales inmensos, una fuerza espiritual propia del civismo, un impulso en la po-blación capaz de pasar a través de todas las dificultades provisorias o accidentales y de realizar, armónicamente, la ciudad que es expresión de nuestra civilización maquinista». Le Corbusier. Elaboration du Plan Régu-lateur de Bogota; óp. cit., p. 46.

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Segunda parte

BOGOTÁ

Le Corbusier, proyecto para el Plan Director (1950): primera y segunda etapas de ejecución a escala metropolitana. © FLC Archivo Pizano.

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68 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Bogotá, 1940-1950: hacia la modernizaciónAlberto Saldarriaga Roa

La ciudad de Bogotá se transformó radicalmente a lo largo del siglo XX. Al comienzo del siglo, conservaba todavía su apariencia colonial y apenas iniciaba el recorrido hacia el mejoramiento de las condiciones de sus servicios públicos, del transporte colectivo, de las comunicaciones y en general de la calidad de vida de al menos un sector de su población. Una idea embrionaria de modernización estaba presente en esos intentos, avanzó gradualmente y cobró una fuerza es-pecial hacia 1930, cuando el Gobierno Nacional, a cargo del Partido Liberal, la adoptó como un propósito oficial. En los si-guientes quince años se intentó arraigar el espíritu moderni-zador en diversos sectores de la vida nacional: la administra-

ción pública, la educación, la salud y la cultura, entre otros. Los pequeños grupos intelectuales y artísticos de la época se inclinaron hacia las ideas de izquierda y miraron con inte-rés algo tardío las propuestas de las vanguardias europeas y norteamericanas. El sector privado, impulsado por los avan-ces del capitalismo, encontró en la banca, la industria, el comercio y el entretenimiento, horizontes de modernización y se aproximó a ellos. Se estableció así una concepción bi-céfala de la modernización y del progreso, una liberalizante, otra conservadora. El giro del país hacia el conservatismo, después de 1945, descartó el contenido socializante de los gobiernos anteriores y buscó fortalecer el enfoque moderni-

zador del mundo privado, visibilizado entre otras cosas en las obras de ingeniería y arquitectura. Entre 1940 y 1950, Bogotá tuvo un aumento conside-rable de población. El censo de 1938 dio una cifra aproxi-mada de 330.000 habitantes y el de 1951 registró 715.000 ciudadanos. Los planos urbanos de ese periodo muestran una ciudad de forma alargada en sentido norte sur, adosada a los cerros orientales y todavía distante del río Bogotá. El crecimiento de la década se manifiesta en la una prolonga-ción acentuada del extremo norte, una menor del extremo sur y brotes urbanizados en el borde occidental. Las rutas del tranvía y algunas vías importantes, como la carrera 7.a, la avenida Caracas y la avenida de Las Américas enlazaron ese tejido urbano y propiciaron su desarrollo.1

El paisaje urbano de Bogotá, según fotografías de la épo-ca, era el de una ciudad de mediano tamaño, de baja altura, rodeada por la naturaleza agreste de los cerros orientales y la amplia extensión verde de la sabana. Sobresalían en ese paisaje las edificaciones de mayor altura localizadas en el sector bancario de la avenida Jiménez de Quesada y los es-pacios verdes de los parques del Centenario, la Independen-cia y el mayor de todos, el Parque Nacional. En los barrios residenciales construidos después de 1930 se desarrolló la arquitectura doméstica «estilo inglés» que caracterizó el sec-tor norte de la ciudad desde entonces. En las publicaciones de la época se pueden apreciar distintas imágenes de este paisaje.2 Le Corbusier visitó Bogotá antes y después de los disturbios del 9 de abril de 1948. La ciudad que visitó en 1951 no era la misma que conoció en su primera estadía; el país tampoco era igual. El ambiente político, enrarecido después del asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, se debió manifestar

Plano de Bogotá, plan para cinco años, publicado por Marcela Cuéllar y Ger-mán Mejía Pavony, Atlas histórico de Bogotá: cartografía, 1791-2007, Alcal-día Mayor de Bogotá, Planeta. Bogotá (2007).

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69Bogotá, 1940-1950: hacia la modernización | Alberto Saldarriaga Roa

de un modo u otro en la recepción de su trabajo. Los signos de destrucción del centro de Bogotá eran demasiado visibles como para ser ignorados. ¿Percibió Le Corbusier esos cam-bios? ¿Influyeron en algo en la versión final del plan?

La modenización visibilizada

Los signos evidentes de modernización de la ciudad entre 1940 y 1950 no fueron abundantes, pero algunos de ellos fue-ron bastante significativos. La celebración, en 1938, del cuar-to centenario de fundación de la ciudad había motivado ya algunos avances importantes, uno de ellos, el de la puesta en funcionamiento del acueducto de Vitelma, el primero efecti-vamente moderno en la historia de la ciudad. Las obras inau-guradas en ese año incluyeron escuelas y colegios, parques, instalaciones deportivas, algunos barrios de casas para obre-ros y empleados y un plan bastante completo de tratamien-to del borde oriental del centro, planeado por Karl Brunner, quien lideró prácticamente todas las obras realizadas. En la Ciudad Universitaria, trazada por Leopoldo Rother y Fritz Karsen, se dio un primer avance en la planeación moderna de la Bogotá, con un plan integral de desarrollo urbanístico y arquitectónico de un gran globo de terreno lo-calizado en la periferia occidental de la ciudad. En la traza se advierten ciertos ecos del academicismo precedente, en especial en la disposición simétrica de las vías y de los edi-ficios. En la práctica, estos se liberaron como unidades in-dependientes y en cada uno de los primeros, sin abandonar los principios de la simetría, se aplicó un tratamiento formal análogo, pero no idéntico; Rother exploró algunos principios de arquitectura de Le Corbusier en las porterías y en las ca-sas para profesores y proyectó posteriormente, en 1945, el edificio de la imprenta, una obra original e interesante con un lenguaje formal completamente ajeno al de sus primeras obras. La Ciudad Universitaria fue un ejercicio urbanístico especial completamente distinto del modelo de desarrollo aplicado en el resto de Bogotá, basado en la construcción de «urbanizaciones» o «barrios» por parte de empresarios privados, consistente en la delimitación de calles, manzanas

Fotografía del barrio La Merced en Bogotá, publicado en: Consuelo Mendoza de Riaño, Bogotá, la ciudad, Gamma, Consuelo Mendoza, fotografía de Daniel Rodríguez, 2006.

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70 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

y predios, con la dotación exigida de parques y algunos ser-vicios comunitarios. Unos pequeños desarrollos de vivienda en serie para obreros y empleados fueron llevados a cabo por dos instituciones públicas municipales, el Instituto de Acción Social y la Caja de la Vivienda Popular, y por otra de orden nacional, el Banco Central Hipotecario. Entre esos ba-rrios sobresale el Modelo del Norte, trazado por Karl Brunner, en el que se aplicaron algunas normas derivadas del Decre-to Legislativo 380 de 1942, en el que se formuló y reglamentó la propuesta de «Barrios Populares Modelo», una interpreta-ción colombiana de las «unidades vecinales» seguidoras de las ideas de los urbanistas Clarence Perry y Clarence Stein y aplicadas ya en varias ciudades estadounidenses. El Instituto de Crédito Territorial avanzó en el desarrollo y actualización de esa propuesta y, en la Unidad Vecinal de Muzú, en 1948, aplicó un nuevo modelo urbanístico, el de las supermanzanas, interconectadas exteriormente por dos únicas vías vehiculares e interiormente por una red de senderos peatonales integrados a las áreas verdes libres. Unos pocos años después, en la Unidad Vecinal Quiroga, y luego de las visitas de Le Corbusier y Josep Lluís Sert, el modelo se perfeccionó en algunos aspectos, antes de ser abandonado casi por completo. En ambas obras, el institu-to ensayó sistemas de prefabricación de piezas en concre-to reforzado, en un primer intento de industrialización de la construcción. En otro ámbito de trabajo, algunas firmas incipientes de arquitectura e ingeniería adoptaron rápidamente los princi-pios funcionales y técnicos de la arquitectura internacional y tuvieron a su cargo la realización de encargos de alguna envergadura. Sobresale entre ellas la firma Cuéllar Serrano Gómez, establecida en 1939, que hacia 1948 proyectó y construyó dos edificios significativos por sus avances téc-nicos: el Hospital de San Juan de Dios y la sede de la Caja Colombiana de Ahorros. En el primero se aplicó un sistema novedoso de construcción de entre piso de concreto, el «reti-cular celulado», diseñado por el ingeniero italiano Doménico Parma Marré. En el segundo, el más alto de ciudad en su momento, se empleó una estructura de acero importada de Estados Unidos, lo que aceleró notablemente su ejecución.

Le Corbusier y el espíritu modernizador

La primera visita de Le Corbusier no fue fortuita: se le in-vitó expresamente para atender su oferta de elaboración del plan de la ciudad. Le Corbusier era reconocido como un gran maestro en el medio universitario y profesional, pero era poco conocido en los círculos políticos y económicos. Su visita, aparte de entusiasmar a los estudiantes de Arquitec-tura de la Universidad Nacional, se orientó a la motivación de los sectores gubernamentales y privados hacia una mo-dernización radical de la ciudad modelada de acuerdo con sus ideas. Tres planes urbanos antecedieron la primera visita de Le Corbusier. Uno de ellos fue el plan vial y de zonificación, ela-borado en 1944 por el ingeniero Alfredo Bateman durante la alcaldía de Jorge Soto del Corral y conocido con el nombre Soto-Bateman. La Sociedad Colombiana de Arquitectos for-muló al año siguiente una contrapropuesta que no llegó a ser adoptada, lo mismo que la propuesta vial publicada por Carlos Martínez Jiménez en la revista Proa, en 1946. Los tres planos fueron modernos a su manera, pero no respondieron a un proyecto de ciudad propiamente dicho. No se tiene muy claro si algunas de las ideas contenidas en esos planes influ-yeron en alguna medida en la propuesta de Le Corbusier. La noción moderna del «plan» se había difundido tanto desde la academia como desde el gremio profesional de la arquitectura. La cátedra de Urbanismo se estableció en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional desde 1938. Sus principales impulsores fueron Karl Brunner, Carlos Martínez Jiménez y Herbert Ritter. Los dos últimos adhirieron prontamente a las ideas del urbanismo moderno y eventual-mente se distanciaron de las propuestas de Brunner, califi-cadas como «academicistas». Es significativo que la revista Proa –fundada en 1946 por Martínez Jiménez, junto con Jor-ge Arango Sanín y Manuel de Vengoechea, que se dedicó a temas de «Urbanismo, Arquitectura e Industrias» [sic]–, en su primer número incluyera un artículo firmado por la promo-ción de arquitectos de 1945, titulado «Para que Bogotá sea una ciudad moderna» y que en el segundo número, fechado en septiembre de ese año, José de Recasens escribiera un

artículo titulado «El otro Corbusier», en el que trató sobre la pintura y la escultura del arquitecto suizo. Más interesante es el tercer número de Proa, cuyo contenido se dedica al tema «Bogotá puede ser una ciudad moderna», concentra-do en la «reurbanización de la plaza central de mercado y de las 16 manzanas vecinas», un proyecto ambicioso de renovación urbana que comprendía desde la calle 7, al sur, hasta la calle 11, al norte, y desde la carrera 9.ª, al orien-te, hasta la carrera 12, al occidente. El proyecto se planteó como un conjunto de edificios repetitivos de gran altura, de una manzana de extensión, apoyados sobre plataformas bajas, con espacios verdes interiores y un gran parque.3

De la propuesta publicada en Proa se deduce que para sus autores una porción apreciable del centro histórico de Bogotá era susceptible de ser demolida para convertirse en un fragmento de ciudad moderna. En ningún momento se manifestó interés por su valor patrimonial. Esa actitud era propia del enfoque moderno de transformación de sectores antiguos que el mismo Le Corbusier había ejemplificado con su famoso Plan Voisin de París. El encuentro entre el arqui-tecto suizo y sus jóvenes colegas colombianos tuvo entonces afinidades que facilitaron la propuesta mucho más radical del arquitecto suizo para el futuro centro cívico de Bogotá.

Bogotá pos-Corbusier

El conjunto de factores anteriormente descritos permite en-tender que en el momento de la primera visita de Le Cor-busier a Bogotá, ya existía en diferentes esferas políticas, académicas, culturales y empresariales un ánimo favorable hacia la modernización. Es importante acentuar la importan-cia de los hechos sucedidos entre 1947 y 1950, que afecta-ron no solo a la ciudad sino también al país. En la década si-guiente, la población bogotana aumentó en forma explosiva y en 1964 llegó a la cifra de un 1.700.000 habitantes, más del doble de la existente en 1951. Buena parte del crecimien-to poblacional se debió a la llegada masiva de inmigrantes expulsados de las áreas rurales por la violencia política que alcanzó niveles de crueldad nunca antes conocidos en Co-

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71Bogotá, 1940-1950: hacia la modernización | Alberto Saldarriaga Roa

lombia. Durante la dictadura de Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), se realizaron dos obras de gran impacto urbanístico en el eje oriente-occidente: el Centro Administrativo Oficial y el Aeropuerto El Dorado, y se construyó la autopista nor-te como prolongación de la avenida Caracas. Estas obras no estaban previstas en la versión definitiva del plan de Le Corbusier, traducido a términos prácticos por la firma Wiener y Sert. El cambio de lugar del Centro Cívico, del centro a la periferia de la ciudad, fue uno de los signos de abando-no de la propuesta de Le Corbusier, la que fue retomada y modificada algunos años después por los arquitectos de la oficina de Planeación de la ciudad. Luego de la dictadura, la planeación de la ciudad adquirió otro rumbo y se inició una cascada de planes que ha concluido parcialmente con el Plan de Ordenamiento Territorial vigente. El fantasma de Le Corbusier ha estado presente en todos ellos.

Alberto Saldarriaga Roa: arquitecto por la Facultad de Artes de la Universi-dad Nacional de Colombia (1965). Especializado en Vivienda y Planea-miento en el Centro Iberoamericano de Vivienda en Bogotá. Realizó cur-sos de Planeamiento Urbano en la Universidad de Michigan (EUA).

Es autor de varias publicaciones, entre las que se destacan: Habitabilidad (1976), Arquitectura y cultura en Colombia y Arquitectura para todos los días, (1986), Arquitectura popular en Colombia: herencias y tradiciones, con Lorenzo Fonseca (1988); Arquitectura fin de siglo, Aprender Arquitec-tura y el CD-Rom Bogotá CD (1992); Bogotá siglo XX: urbanismo, arquitec-tura y vida urbana (2000). En 2005 fue reconocido por el premio América en la categoría de Teoría en IX Seminario de Arquitectura Latinoamericana reunido en México. Ha ganado varias bienales en Colombia y el Ecuador.

Ha sido profesor en las universidades Nacional de Colombia y Andes y coordinador académico del Programa de Maestría en Historia y Teoría del Arte y la Arquitectura de la Universidad Nacional de Colombia (1989-2005). Actualmente, es decano de la Facultad de Ciencias Humanas, Arte y Diseños de la Universidad Jorge Tadeo Lozano.

1. Marcela Cuéllar y Germán Mejía Pavony, Atlas histórico de Bogotá: carto-grafía, 1791-2007. Alcaldía Mayor de Bogotá, Planeta, 2007.

2. Guillermo Hernández de Alba, Álbum de Bogotá, 1938, Sociedad de Me-joras y Ornato de Bogotá, Litografía Colombia, Bogotá, 1948.

3. Los autores de la propuesta fueron Luz Amorocho, Enrique García, José J. Angulo y Carlos Martínez.

Propuesta para la plaza central de mercado y de las 16 manzanas vecinas, publicado en la revista Proa en su tercer número «Bogotá puede ser una ciudad mo-derna: reurbanización de la plaza central de mercado y de las 16 manzanas vecinas», Los autores de la propuesta fueron: Luz Amorocho, Enrique García, José J. Angulo y Carlos Martínez.

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72 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Notas para un contexto sobre el Plan Piloto y el Plan Regulador de BogotáHernando Vargas Caicedo

Pero sobre todo, lo que se necesita es un cambio de actitud mental. Una vez nos hayamos convencido verdaderamente de que la época de las ciudades es una realidad y de que van a crecer, que la mayoría de nosotros vamos a pasar la mayoría de nuestras vidas en las ciudades, que una densi-dad alta es conveniente económicamente y que es posible sin congestión, que el carácter y la distinción de una ciudad afecta nuestro bienestar y que, tal como en muchas ciuda-des europeas, cuando construyamos debe ser de modo duradero y que se ajuste a un patrón armónico y no algo improvisado que tenga que ser tumbado a los pocos años. Si somos capaces de efectuar esta revolución mental, enton-ces se seguirá de por sí la revolución de nuestro medio am-biente físico, podremos guiar nuestros destinos de un modo concienzudo y racional, o tendremos que permanecer en manos de fuerzas ciegas. Esta es, en esencia, la cuestión.1

Este texto se propone ordenar y sugerir elementos de refe-rencia infrecuentemente advertidos en la creciente literatura que se ha venido dando en los años recientes sobre la géne-sis y momentos en que el Plan Piloto y el Plan Regulador de Bogotá se desenvolvieron. Se presume que estos procesos fueron resultado de más extensas incubaciones y confronta-ciones de distinta naturaleza. Entre estos criterios, se plantea que la conciencia sobre las necesidades y opciones de mo-dernización urbana había explorado por un tiempo opciones y modelos con diversos esfuerzos de adaptación. Por último, se proponen algunas lecciones eventualmente aprendidas.

Evolución urbana hasta la Segunda Guerra Mundial

En el lento siglo XIX, el único plan de ensanche que se re-cuerda es el del general Mosquera para Bogotá, en tiempos de la euforia especulativa desatada por la desamortización de bienes de manos muertas.2 Las ciudades mayores de Co-lombia habían empezado a mostrar signos de hacinamiento y deterioro al final del siglo XIX, cuando una primera serie de industrias y mejoras anunciaban nuevos moldes y proble-mas.3 Ya los tranvías habían señalado el impacto que sobre el tamaño y forma urbana podían tener los recientes medios, según modelos como Chicago o Buenos Aires.4 No tenía Bo-gotá, como São Paulo, el empuje de grandes promotores, como los de la Companhia City, que adelantaran las enormes urbanizaciones de Jardim America bajo los postulados de la ciudad-jardín, desde 1912.5 Las primeras zonas de barrios obreros, la promoción de urbanizaciones en ensanches, la aparición y extensión de nuevas redes de energía, acue-ducto, teléfonos y transporte público, expresaban cómo el crecimiento poblacional y la especialización de los centros urbanos del tiempo republicano demandaban más espacio y mejores estándares. Por otra parte, era claro que aparecían indicios normativos sobre control edificatorio, esfuerzos por levantar planos técnicos, campañas higienistas a favor de arborizaciones y saneamientos. Con la llegada de los ferrocarriles a las ciudades colom-bianas (Barranquilla, 1871; Bogotá, 1889; Medellín, 1914; Cali, 1915), se había acentuado el problema de definir su dirección. En medio de una generación de promotores in-mobiliarios con negocios múltiples y de origen rural, como Nemesio Camacho o José María Sierra, una figura como la

de Ricardo Olano expresaba la preocupación del empresa-rio parcelador por acometer ensanches urbanos dentro de un marco conscientemente organizado de ciudad futura, be-biendo en las experiencias internacionales. Olano, después de asistir a la Conferencia Internacional de Habitación y Ur-banismo en París, en 1928, donó sus libros sobre el tema a la Escuela de Minas, a condición que se dictara un curso sobre la materia.6

Después de Medellín, Bogotá y Cali entraron en ese mo-vimiento de adhesión a planes de ensanche, cuando los recursos de la expansión económica de los veinte, que su-maban dineros públicos de la indemnización de Panamá y fondos bancarios locales e internacionales, permitieron con-tratar diversas mejoras en acueductos, plazas de mercado, establecimientos de educación y avenidas. Fue también el tiempo en que se advirtieron estándares foráneos para pai-sajismos y pavimentaciones en concreto, como las de El Pra-do o urbanizaciones como La Mutualidad.7

Antes de los urbanistas, era este tiempo de arquitectos-ingenieros como Enrique Uribe Ramírez, que en todo el con-tinente lideraban propuestas de mejoramiento. No debe olvi-darse que el ingeniero de Ponts et Chaussées Maurice Ro-tival fue encargado del plan para Caracas desde finales del gomecismo.8 La presencia de la banca internacional para suplir la débil capacidad local en recursos financieros cre-cía para apoyar obras de infraestructura urbana enfrentadas a un ritmo de crecimiento industrial y proceso de urbaniza-ción que tomaba momento en los treinta. En raras ocasiones, como en Barranquilla, esto derivó en modelos avanzados de gestión de servicios municipales. A su turno, la vivienda obrera, que había sido vista en sus primeras legislaciones

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73Notas para un contexto sobre el Plan Piloto y el Plan Regulador de Bogotá | Hernando Vargas Caicedo

como problema de presupuestos públicos y organizaciones de fomento, tras el débil efecto de las primeras iniciativas tomaba la atención de nuevas instituciones públicas, local y nacionalmente. En la égida del Respice Polum de Marco Fidel Suárez, es significativo que el presidente Olaya Herrera (1930-1934), previamente embajador en los Estados Unidos, determinara que Bogotá tuviese un primer plan urbano orientado a códi-go de urbanismo a partir del alto prestigio de Bartholomew, pionero de la nueva profesión en Norteamérica. Y que, en una circunstancia aún no plenamente aclarada cómo, con su importante responsabilidad en encargos en Chile, Karl Brunner llegara a Bogotá para dirigir de la significativa Ofi-cina de Urbanismo, en 1933. En tiempo muy corto, la ilustra-ción de Brunner, que educaba al Concejo en su exposición en el Teatro Colón en 1937, hizo posible que con iniciativas nacionales, municipales y privadas se formaran criterios, en-sanches, barrios y espacios públicos inéditos. El urbanismo de Brunner, bajo el epígrafe de Mumford, era una forma de alta cultura, de sentido de organización cívica, política, esté-tica y técnica. El profesor austriaco acumulaba ideas euro-peas, norteamericanas y aun suramericanas sobre la mejor ciudad posible, en un esfuerzo de experto que aspiraba a totalizar esas sensibilidades en el Plan Regulador.

La Bogotá que Brunner aconsejaba en los treinta tenía cla-ras cojeras. Era la inmensa aldea sin servicios municipales. Aparte de los sectores de piedemonte que reclamaban sa-neamientos, había creciente congestión por la extensión centro-norte, localización inapropiada de vetustos edificios públicos, falta de parques, bloqueo vial, ausencia de una dirección de crecimiento deliberada, industria desordenada en un amplio territorio. Lo que se esperaba que tuviera la capital para 1950, después de la bendición de obras como las que el IV Centenario de 1938 significaba, era una serie de parques interconectados, nuevas localizaciones para tres mercados principales, estaciones de trenes y de buses, ba-rrios obreros saneados, fábricas, talleres y depósitos orga-nizados. Brunner advertía que los cerros se habían ocupa-do indebidamente, que debían excluirse de allí industrias y

que era necesario confirmar vías y parques lineales para su conservación. En suma, la de Brunner era una operación in-trovertida sobre la ciudad existente, con ensanches localiza-dos, de cirugías arduas, de nuevas conexiones localizadas que tropezaban con el impacto que, en sus propias pala-bras, tenía la misma valorización urbana.9 Hay que recordar que Brunner y Humeres ya habían desarrollado en Santiago un plan que se consideró como segregador de barrios popu-lares, estetizante en los edificios públicos e ingenuo en sus proyecciones demográficas, aunque se reconozca su insis-tencia en la herencia de parques.10 Brunner había expandido su acción a Cali, donde se encar-gó de urbanizaciones como Versalles, Miraflores y Santa Isabel; contrató en 1944 el Plan Regulador de la Ciudad Futura y se enfrentó a las presiones de los urbanizadores que se resistían al bloqueo de nuevas licencias mientras se maduraba el plan que fuera finalmente adoptado por la ciudad, en agosto de 1947.11

La capital estaba además en la mente de los políticos, de los médicos y de los ingenieros. Con alta inestabilidad de los alcaldes, pocos casos, como los de Jorge Eliécer Gai-tán, Germán Zea y Carlos Sanz de Santamaría, entusiasta de los alcantarillados, aportaban mandatos suficientes para proponer y realizar mejoras antes de las alcaldías por venir de desarrolladores como Mazuera Villegas, Trujillo Gómez y Salazar Gómez.12 Detrás de Medellín, que tenía fuerza hi-droeléctrica sobrante desde 1932, Bogotá soñaba con un acueducto moderno que cosechó en Vitelma, a pesar de lo cual padeció, sometida a la curva de veloz urbanización de los treinta y los cuarenta, de crónicos racionamientos hasta poder cumplir con abastecimiento del río Bogotá, solamente a finales de la década siguiente. Debe recordarse que la casa Pearson ya había levantado el primer plano para el proyecto moderno de acueducto en 1907, pese a lo cual, en 1954, se daba la queja de que la capital no conocía las redes que tenía y que su alcantarillado era apenas de la tercera parte del área urbana señalada en el Plan Piloto, con graves deficiencias en las áreas centrales, con zanjones inmundos. Desde 1940, con el apoyo del gurú internacional en geotecnia, el profesor Arturo Casagrande, de Harvard, en Vitelma se fueron dando en la periferia –en

el Muña, Neusa y Sisga– proyectos que ofrecían suministro de agua y energía para esta ciudad que se resistía a pagar contribuciones y obras.13 Brunner ya advertía que los cerros se habían ocupado indebidamente, que debían excluirse de allí industrias y que era necesario conformar vías y parques lineales para su conservación. La industrialización local se había acentuado en los trein-ta con estímulo estatal y se disparó en los cuarenta con las oportunidades que para la manufactura ofreció la guerra. El comercio se había modernizado difícilmente, sin nuevo es-pacio, se había dispersado linealmente. Los mercados per-manecían en el centro, con impacto unánimemente señala-do en todas las propuestas de mejoramiento. En su ínsula de entonces, el nuevo campus de la Universidad Nacional y el estadio representaban la modernidad.

De la guerra al Plan Piloto

Con las convulsiones que en la economía causaba el con-flicto internacional, el empresariado había empezado a or-ganizar su acción colectiva en la ANDI y Fenalco, y la legis-lación laboral y social reconocían gradualmente novedades en medio de controversia política. El país rural anunciaba su conversión a la Colombia de ciudades de la segunda mitad del siglo y el Estado asumía tareas en industria, vivienda, salud, turismo, transporte, educación, que venían compro-metiendo recursos económicos y humanos de importancia en sucesivas series de iniciativas. Un Estado fuerte, tomado por el partido de turno, con ganas de presentar resultados en la tarea indiscutida de la modernización y, en particular, en la vitrina de la capital. Hernando Vargas Rubiano, electo presidente de la SCA a principios de 1947 y miembro del primer grupo de egresados de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional, en 1941, recordaba asiduamente que esta agremiación que-ría hacerse crecientemente visible e influyente como aconte-ciera desde su crítica al plan Soto-Bateman, en 1943.14 Al ver en el periódico El Tiempo la noticia sobre la visita de Le Cor-busier con Rockefeller y Eduardo Zuleta Ángel al predio para

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74 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Karl Brunner, proyectos y urbanizaciones para Bogota, sobre el plano de 1941, elaborado por el equipo de investigación dirigido por el arquitecto Fernando Cortés Larrea-mendy y publicado en el catálogo de la exposición «Karl Brunner – Arquitecto Urbanista, 1887-1960», en el Museo de Arte Moderno de Bogotá, mayo de 1989.

Urbanizaciones1. Palermo, 19342. Anteproyecto El Campín, 19343. El Retiro, 19394. Medina, 19355. Barrio Obrero, centro social y deportivo, 19356. Proyecto El Campín7. San Luis, 19368. El Bosque Izquierdo, 19369. Barrio El Centenario, 193810. Ciudad del Empleado, 194211. Ciudad Satélite, 1942

Ensanches y planes viales12. Estudio sobre el ensanche sur, 193413. Estudio sobre el ensanche occidental, 1934-193514. Estudio del ensanche de la Calle Real, 193515. Estudio sobre la construcción de la avenida Central, 193516. Plan vial para Bogotá, 1936-193717. Apertura de vías, 193418. Plano regulador y ensanche de Bogotá19. Regulación de la avenida Caracas20. Regulación de la avenida Jiménez

Equipamientos21. La Media Torta22. Jardines de la Escuela Bellavista23. Estadio El Campín24. Monumento a Humboldt25. Clínica de emergencia26. Proyecto de un hotel diurno (subterráneo)27. Terraza mirador Paseo Bolívar28. Prolongación de la calle 2629. Paraderos para el tranvía30. Kioscos para el Paseo Bolívar

Parques31. Parque Paseo Bolívar32. Parque calle 13, carrera 2633. Plaza de Nariño34. Parque Santander35. Parque Santa Sofía36. Parque San Martín37. Parque San Diego38. Parque forestal El Salitre39. Bosque Panamericano40. Parque San Fernando41. Parque barrio La Estrella42. Parque Bosque Calderón Tejada43. Parque 20 de Julio44. Parque Los Rosales45. Avenida Sebastián de Belalcázar

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75Notas para un contexto sobre el Plan Piloto y el Plan Regulador de Bogotá | Hernando Vargas Caicedo

el proyecto de Naciones Unidas en Nueva York, tuvo la idea de que la SCA comprometiera al Gobierno Nacional y a la Alcaldía de la ciudad para que el arquitecto y urbanista visi-tara Bogotá, dictara conferencias y se le encargara asesorar el desarrollo urbano que, entonces, advertía el agotamiento de la estrella de Brunner. Dada la amistad de Zuleta y Le Corbusier, fue fácil interesar al arquitecto europeo, aunque resultara insólito entonces que el alcalde Mazuera, de futu-ras grandes realizaciones en el cargo y como desarrollador inmobiliario, lo desconociera del todo. Con la compañía de Gabriel Serrano y Gabriel Largacha, Vargas Rubiano puso en marcha este contacto, que culminó en la mitológica primera visita de Le Corbusier. Ausente Vargas Rubiano por duelo familiar, en el homenaje a Corbu en el Hotel Granada, Lar-gacha leyó el discurso del presidente de la SCA en el que se elogiaba la arquitectura y el urbanismo del visitante y se le declaraba miembro honorario de la misma. Maestro de su generación, era su obra, en sus palabras, realización per-durable y doctrina orientadora. Vargas Rubiano recordaba los comentarios de Le Corbusier en la cima de Monserrate sobre proyecciones de población de la ciudad, que no al-canzaría el millón de habitantes, y su admiración por la obra de transformación del Panóptico en Museo Nacional que se preparaba para la IX Conferencia Panamericana de 1948. En la euforia de su primera visita, Le Corbusier fue inte-resado por el ICT para participar en el barrio Los Alcázares y para desarrollar la industria de prefabricados en Colombia con el apoyo de ATBAT, cooperativa multidisciplinaria que se había formado alrededor del taller de Le Corbusier con gran prestigio en la Unidad de Marsella.15 Pasó un tiempo importante para que Le Corbusier estuviera efectivamente a cargo del Plan Piloto de la ciudad. Se habían atravesado muchas cosas, intereses, pero sobre todo, el 9 de abril de 1948, que produjera una serie de incendios y saqueos en el corazón de la ciudad. Esta situación demandó acelerar ac-ciones diversas. En la orilla profesional, se formó en junio de ese año el Colegio de Ingenieros y Arquitectos, antecesor de la futura Cámara Colombiana de la Construcción, que agru-paba profesionales de la ciudad dedicados a la edificación. Varios cometidos principales se planteaban, como gestionar

el trámite y uso de los diez millones de dólares que el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento había aprobado para la reconstrucción de la ciudad, adaptar y adoptar una ley de propiedad horizontal inspirada en la experiencia chi-lena y necesaria para regular nuevos tipos de desarrollos, catalogar y visibilizar los materiales de la industria local de construcción, actuar frente a las autoridades para reclamar definiciones técnicas y urbanísticas que el rápido desarrollo urbano planteaba.16 Consecuencia inmediata fue la comisión que Serrano, Ritter y Arango conformaron para enfrentar la reconstrucción y que tanteó la eventual integración predial sobre la carrera séptima como forma de renovación de sec-tores comerciales destruidos. Brilló en ese momento la furia contra Brunner en Proa, con el respaldo de Rotival, que acre-ditaba que los arquitectos bogotanos no requerían sino una tutoría espaciada de consejeros internacionales.17 El periodo presidencial de Mariano Ospina Pérez se ha-bía mostrado como propicio para el mejoramiento urbano. El presidente había fundado desde 1933 una exitosa empre-sa urbanizadora y constructora, que se había apoyado en Brunner para muchos de sus nuevos barrios y apoyaba, a través de sus ministros de Obras Públicas, programas sus-tanciales de modernización de la infraestructura.18 Por en-tonces, en Medellín se había dado un proceso original para el desarrollo urbano. A partir de una ley de 1920, empre-sarios antioqueños encabezados por Jorge Restrepo Uribe habían gestionado una ley nacional que permitiera llevar a cabo obras de mejoramiento por valorización.19 Aunque al principio estas se hacían primero y las contribuciones de los predios gravados se recaudaban después, el instrumento se formalizó a través de una oficina municipal que tuvo desta-cados logros en obras, como canalizaciones de quebradas y nuevas vías. Restrepo invitó a Le Corbusier a Medellín para interesarlo en hacer un plan piloto para esa ciudad, pensan-do que el costo del estudio podría recogerse posteriormente en las mismas obras que la valorización gestionara. La valo-rización de los antioqueños quiso extenderse a Bogotá, Cali y Barranquilla en los años siguientes, con desigual suerte, debida quizás a culturas y políticas locales que contrasta-ban con la tradición asociativa de la región. En todo caso,

aunque Le Corbusier y Sert lo mencionaron varias veces en la correspondencia de los planes que se les encargaron, este original instrumento de financiamiento y administración de proyectos urbanos, sin duda heredero de los sistemas coloniales de derrama para obras públicas, no se cuantificó, analizó o incorporó formalmente a esas propuestas. En un memorando confidencial sobre valorización, de 1950, se se-ñalaban criterios eventuales para su aplicación.20

Sin embargo, no hay duda de que había aprendizajes de los foráneos en Colombia. En los cuadernos aparecen referencias a Pizano y la bóveda catalana y en las corres-pondencias de Le Corbusier, Wiener y Sert se hacen elogios a las bóvedas de Solano, al entusiasmo y calidades de los equipos de jóvenes. Dentro de estos, había temperamentos distintos, como los de Gaitán Cortés o Arbeláez Camacho. El primero, tecnócrata, político, se interesaba con Sert, des-de Tumaco, en los planes urbanos. Sus múltiples roles como profesional, funcionario público, industrial y académico pa-recían ejemplificar la ambiciosa tarea por traer al medio el estado del arte internacional. Germán Téllez nos habla sobre su decano de entonces21 (ver nota 6) y sobre la protuberan-te diferencia entre la fe corbuseriana que Germán Samper mostraba frente a la crítica que Francisco Pizano sostenía respecto del esfuerzo del plan.22 Al cabo de intensa carrera, en 1966 culminaba Gaitán Cortés su reconocida alcaldía con un plan de la ciudad para los siguientes 25 años.

Como primer director de la Oficina del Plan Regulador, hasta noviembre de 1949, Herbert Ritter había atendido la reunión de Cap Martin en agosto de ese año y mantenido corres-ponsalía con los equipos de París y Nueva York. En 1949, en la correspondencia sobre el Plan Piloto, se anunciaba el estudio sobre servicios públicos de la oficina del Plan Regu-lador donde se explicaba que el río Bogotá era esencial para las redes de servicios públicos, para producir casi toda la electricidad de Bogotá y formar la base de la irrigación en la sabana. Era central dentro de las recomendaciones empezar los estudios sobre el río y crear una comisión del río consti-tuida por los responsables de servicios y los de la higiene en Bogotá.23

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76 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Desde noviembre de 1949 lo sucedía Arbeláez, que ve-nía de la Dirección de Edificios Nacionales y era uno de los miembros del CIAM, garantía para los consultores.24 Se mos-traba acucioso para atender las presiones locales en vías y, sobre todo, en validar los desarrollos que la propia oficina del OPRB adelantaba. Conservador, mantenía una cerca-nía clave con la Alcaldía y la Presidencia (ver nota 8). Con Francisco Pizano y un equipo creciente de arquitectos e in-genieros, la OPRB con plantas crecientes de personal venía transmutándose de grupo de pupilos a crítico o competidor en ideas y desarrollo de prototipos, como los de las unidades vecinales. La OPRB hacía sus pinos ensayando esquemas de vecindarios con edificios tipo unité, lo que parecía a TPA algo positivo en sus principios, por lo que habría que dejarlos hacer hasta verlos con Le Corbusier.25 El ensamblaje técni-co que suponía la OPRB permitía disponer de informaciones anteriormente dispersas, como los esquemas de crecimiento comercial, distribución de población y actividad de construc-ción de vivienda por años.26 Es muy claro que la alcaldía de Santiago Trujillo Gómez (de abril de 1949 a julio de 1952) impuso presión en tiem-po, detalle y expresión clara de los productos del plan con-tratado. Este alcalde, constructor en la firma Trujillo Gómez y Martínez Cárdenas, desempeñó tareas como ministro de Obras hasta ascender a gerente de la recién nacida Compa-ñía Pública de Petróleos. Tanto Trujillo como Arbeláez conclu-yeron sus tareas en la Alcaldía y la OPRB, cumplido el objeti-vo técnico y político de gestar y hacer público el Plan Piloto que, finalmente, después de su secreto desarrollo y fallida exposición, en septiembre de 1950, se presentó en mayo de 1951, sustentado en disposiciones que lo aseguraban frente a la enemistad del Concejo Municipal y la ansiedad de los urbanizadores privados.27 Examinando la documentación sobre sus corresponden-cias en el periodo de elaboración del plan, se advierte silen-cio de los consultores sobre lo que hacía el ICT en materia de procesos, barrios y sistemas constructivos, destacados desde Muzú, lo que se revierte cuando Sert reclama la au-toría de los prototipos de Quiroga. El ministro Leyva había emprendido los superbloques del CUAN, a partir de la infor-

mación obtenida en la gira de los arquitectos encargados a México,28 y se daba un total hermetismo sobre la aparición en Bogotá del CINVA desde 1951, convirtiéndose en una es-pecie de antimodelo para el enfoque CIAM, como escuela de técnicos que apostaba a la mezcla disciplinaria, a la zonifica-ción mezclada, a la participación comunitaria, al desarrollo tecnológico con medios locales.29 Se ha intentado interpretar el proceso de cercanía y ale-jamiento del grupo de Proa respecto del Plan Piloto. Historia de confusiones y pocas gratitudes, habría empezado con el asesinato del padre cuando se relegó a Brunner, maestro que perdía sucesivamente control sobre sus propuestas en Bogotá, Medellín y Cali. Es posible que el enfriamiento y posterior crítica de Martínez al Plan Piloto se debieran tam-bién a cuestiones de la política partidista. Claramente, el plan y sus reportes intermedios estaban sometidos a una ley de silencio, de modo que la correspondencia registra una insólita situación cuando Sert recomienda qué y cómo decirlo, la OPRB y el alcalde controlan la publicidad a pun-to de justificar la inconformidad creciente por la ausencia de productos o resultados hasta gastar irremediablemen-te el crédito del proyecto y sus autores. Opositor esencial, Manuel Pardo Umaña representaba el interés de los cons-tructores tradicionales frente al radicalismo de las tipologías corbuserianas.30 Grandes cambios en forma, naturaleza y escala había tenido la ciudad desde el cambio de siglo. El primer plano detallado, levantado por la casa Pearson en 1907, mostraba una muy pequeña ciudad, con la oreja de Chapinero. Este contrastaba con el de Bucle, de 1933, que constataba una proliferación de barrios en todas direcciones, lo que se ar-maba por primera vez en el fotomosaico de imágenes aéreas de 1935. En ilusión sucesiva, los acuerdos sobre perímetro urbano, en 1940, y zonificación, en 1944, se enfrentan a la cruda realidad del plano de parcelaciones clandestinas de 1950, en el escenario de la elaboración de los planes por los consultores internacionales y la OPRB.31 Por último, la pro-puesta de orden del Plan Director, en 1950; Plan Piloto, en 1951, y Plan Regulador, en 1953, se plantean como culmina-ción de la hipotética serie de estados de la ciudad en la his-

toria, desde 1538 hasta 1938. Se había proyectado la ciudad y se había construido su historia eventual.

Después de los urbanistas, los economistas

En la defensa del Plan Piloto, la OPRB declaraba su evangelio: Con la llegada de la industria y el automóvil, las calles se hicieron estrechas, el perímetro y el radio de acción urba-no se ampliaron repentinamente y los campos y las aldeas fueron abandonados por las promesas de la ciudad nueva. Las consecuencias fueron el destrozo de la armonía exis-tente, la ciudad empezó su desarrollo sin orden ni razón, hasta adquirir una extensión anormal. Los intereses privados especularon con urbanizaciones cada vez más alejadas, y en el momento actual la ciudad se encuentra abocada al problema de una extensión exagerada. Anotamos el creci-miento desmesurado de la ciudad alejado de toda actividad humana, al mismo tiempo que su tendencia a transformarse en una ciudad lineal de biología precisa. Quedan multitud de vacíos en las zonas destinadas a vivienda, vacíos codicia-dos por la especulación de tierras.32

Esta afirmación se contrastaba con la de Currie, años después:Dos de los desarrollos verdaderamente asombrosos que distinguen al siglo y medio pasado de los anteriores fueron la explosión demográfica y el urbanismo. A su vez, en los países económicamente más avanzados, en los últimos 30 años, el urbanismo se está convirtiendo en metropolitanismo, o sea extensiones casi sin fin de suburbios entre y alrededor de los centros urbanos. La tecnificación de la agricultura y los medios de transporte urbano, seguidos por medios de trans-porte individual, hicieron posibles estos tremendos creci-mientos en las cifras y cambios radicales en las condiciones de vida y medio ambiente. Ellos son ilustraciones de cómo la tecnología y la economía modelan nuestro mundo y nuestras vidas. La dinámica de estos procesos de ningún modo ha dejado de obrar. Por cierto, en Colombia, tal como en otros países subdesarrollados, nos encontramos en el punto de partida de enormes procesos que harán casi irreconocible

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77Notas para un contexto sobre el Plan Piloto y el Plan Regulador de Bogotá | Hernando Vargas Caicedo

al país dentro de pocos años relativamente. El mecanismo administrativo para ejecutar esta política podría ser un Minis-terio de Asuntos Urbanos para hacer planes y proporcionar incentivos y trabas o impedimentos para lograr un desarrollo urbano balanceado; oficinas de planeación y agencias de re-novación urbana en todas las ciudades grandes para llevar a cabo la política de unir la habitación con el trabajo, que caracterizó a la vida urbana durante 3000 años hasta el siglo XIX; un sistema de subsidios, si es necesario, para contra-rrestar los costos de la renovación y los altos valores de las tierras cercanas a los centros.Otros elementos fundamentales en una política urbana de-ben ser proveer adecuadamente que el tránsito vaya alre-dedor de las ciudades, la localización de los mercados al por mayor y los mataderos sobre la periferia de la ciudad, y facilidades para diversiones de los habitantes urbanos en el campo.33 [sic]

La Bogotá de principios de los cincuenta se movía rápida-mente. La economía colombiana se aceleraba al tono del crecimiento internacional de la posguerra y la escena urbana registraba nuevos hoteles, como el Tequendama, en 1951; almacenes de departamentos de cadenas norteamericanas como Sears, en 1953; servicios de gas domiciliario, en 1954; el proyecto del Centro Administrativo Oficial, en 1955; la reor-ganización de la OPRB, en 1956, como Oficina de Planeación Distrital. Después del auge de los urbanistas, la nueva estre-lla en el medio desde 1949 era Lauchlin Currie, sobresaliente propulsor de ferrocarriles, instituciones de planeación, auto-ridades regionales y, finalmente, estudios y políticas urba-nas: racionalidad, instituciones y mecanismos económicos eran su plataforma.34 Su estudio para el Banco Mundial sigue siendo ejemplo de documentación sintética de un país que se asomaba al desarrollo desde su ruralidad y que apos-taba a lo que Lleras Camargo llamaría «nuestra revolución industrial».35 Allí se plantean cifras sobre las crecientes ne-cesidades de vivienda, formas de financiación, sistemas de planeación para infraestructuras. Frente al racionalismo económico, el Plan Piloto tenía su retórica provocadora: «El urbanismo es una tarea social que

trata de conducir a la sociedad moderna hacia la armonía. El mundo tiene necesidad de armonía y dejarse guiar por los armonizadores».36 Se refería someramente a los problemas humanos de la ciudad (Geografía Humana), resumiendo en algunas dimensiones la pobre condición material, cultural y social: hacinamiento, servicios sanitarios, ausencia de coci-nas, gasto salarial en bebida, falta de formación de oficios, tiempo de movilización de los obreros, educación básica. Y resumía rasgos de una ciudad por superar que en vez de alcantarilla tenía el «antiguo caño español», con un espa-cio para automóviles, ya que el ferrocarril se consideraba «perfectamente antieconómico», dotada de un «aeropuerto mundial» más la ampliación del aeropuerto actual, donde fuera «cada barrio un organismo perfecto», con «subdivisión racional de la ciudad» y, como manzana de la discordia, un «centro cívico que reúne en una armonía espiritual y mate-rial el conjunto de funciones colectivas», donde estaría la historia de la ciudad sin ruptura y sin abandono. Presumía que «ese plan lo ha estudiado todo, lo ha previsto para una realización total». Se advertía que el nuevo perímetro incluía 3000 hectáreas nuevas y se tomaban en cuenta obras para los siguientes cinco años. A su vez, Arbeláez contestaba a los críticos del plan37 re-saltando compromisos de la nueva clase del equipo de téc-nicos que, además de conocimientos técnicos necesarios, debía tener:

[...] un espíritu de trabajo y de superación muy alto… condi-ciones de observar a conciencia, deducir las conclusiones lógicas y saber adaptar las resoluciones positivas… poseer un temperamento especial que le permita aceptar las suge-rencias del conglomerado por el cual está trabajando, siem-pre y cuando éstas tengan bases razonables de buena fe o intención y que persigan a la larga el mismo fin.

Graciosamente y eventualmente por sobre la majestad de los consultores o el príncipe, consideraba que «la opinión pública debe ser tenida en cuenta, ya que la planificación que se adelanta tiene un carácter democrático esencialmen-te, porque quiere beneficiar a muchos sin dejar de oír todo lo que se quiera decir al respecto. Pero también la oficina pue-

de opinar sobre lo que se critica». Se dolía de la acusación sobre «contraste entre la imaginación creadora (vale decir la fantasía) y la realidad existente» ya que «la exposición co-rresponde en su escala a un juego de muñequero y que todo aparece aquí limpio, sano y sin problemas». Añadía que el Plan Piloto:

[...] es apenas un Ante-Proyecto [sic] que en líneas genera-les resuelve un problema tan complejo como la zonificación urbana. Cada caso en particular debe ser estudiado y re-suelto por un organismo vivo que lo constituye la Oficina del Plan Regulador, la cual deberá permanecer investigando las condiciones generales de la ciudad.

Frente al dogma del equipo del plan, fue clara la señal de desbandada por la noticia que diera la prensa sobre el CIAM en Hoddesdon. Hablando de Le Corbusier, reportaba:

[...] a causa de su exaltación poética olvidó tratar puntos tal vez menos hermosos, pero más importantes: contemplaba ese proyecto las condiciones, posibilidades y necesidades sociales del país. ¿Estaba acorde con los principios de la Carta de Atenas?... Vieco señaló la similitud existente entre las condiciones sociales de la India y de Colombia respecto a desnutrición, analfabetismo y falta de asistencia. Si el Plan Regulador de Bogotá se estudió con el mismo criterio, será más perjudicial que beneficioso, dijo. El Centro Cívico con palacio presidencial de 2000 metros cuadrados de recep-ción dejaba problemas mucho más importantes sin resolver y sin empezar a estudiar siquiera. Se hablaba de saber ex-traer valores tradicionales y apreciar las condiciones clima-téricas de nuestros países y tomar en cuenta las condicio-nes de vida y la diferencia de clases, carencia de higiene y de educación. Las explicaciones que dieron los maestros a continuación dejaron sin absolver estas preguntas.38

En la tarde, Germán Samper sostuvo que: «técnicamente, los problemas están bien resueltos pero la limitación del área urbana (por efectos del plan) valorizaría más los terrenos en ella comprendidos, favoreciendo de esta manera a una minoría que los posee y encareciendo la vi-vienda para las clases pobres».

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78 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Del Plan Piloto al Plan Regulador: de los sueños a las prácticas

Después de la condición visionaria y enunciativa del Plan Piloto, víctima de la edad preestadística en que se gestara, el contrato de consultoría del Plan Regulador significaba un compromiso de detalle y consejo mucho más concreto. La ciudad se movía más rápido que los estudios y era necesario proponer criterios y referentes de uso claro e inmediato. Se autodefinía un plan que «señala pautas, indica un camino y forma un programa que debe regir el desarrollo ordenado y armónico de la ciudad, corrigiendo errores cometidos en el pasado y tratando de evitar su repetición en el futuro». Y se hacía constar que sus «sugerencias y preceptos standard... [sic] no representan un criterio rígido y su variedad permite soluciones muy diversas». Era necesario superar los vicios

de abrir «grandes avenidas que empiezan en cualquier si-tio, no van a ninguna parte y frecuentemente terminan en el embudo de la ciudad vieja», aludiendo eventualmente a recientes grandes vías, como la avenida de las Américas o la carrera 10.a. En este entorno, en el que los servicios de acueducto, alcantarillado y electricidad no habían guardado relación con el crecimiento urbano, con edificios ventilados por pequeños patios, normas como el Acuerdo 21 de 1944 tenían reglamentos sobre alturas, retrocesos, patios y empa-tes incompletos y contradictorios.39 El problema de la evolución, control y tributación sobre los valores del suelo urbano apenas se esbozaba, haciendo mención a las iniciativas de Ernesto González Concha sobre impuesto único, y no aparecía por ninguna parte referencia al sistema de valorización que ya era un hecho eficaz en

Plano de urbanizaciones realizadas por Ospinas & Cía., Fernando Mazuera & Cía. y Olcasa, entre 1940 y 2000.

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Medellín y se organizaba en Cali, Barranquilla y Bogotá. Se suponía posible fijar un valor tope a terrenos y se menciona-ban los planos de curvas de nivel económico del municipio. El plan presumía de ser un marco general flexible en sus detalles y rígido en los principios básicos, bajo la imposi-bilidad de predecir exactamente el crecimiento de Bogotá durante los próximos cincuenta años, lo que requeriría co-nocer todos los cambios que puedan afectar la economía nacional e internacional. El informe de Wiener y Sert incluía planos 1 a 5000 y 1 a 2000, estándares gráficos, tres vo-lúmenes de material informativo y bibliografía. Parte de su discurso se refería a cómo continuar la organización de la OPRB, hija de sus consejos desde septiembre de 1948, a urgir medidas para evitar el crecimiento de urbanizaciones clandestinas, a concebir sistemas de Intersecciones viales con varias sucesivas fases de desarrollo con los bridged rotaries después de round points. Se reconocía la dificultad de avanzar sin un embrionario marco regulatorio, que por entonces dominaba Luis Córdoba Mariño, asesor jurídico de la OPRB. Debería crearse lo antes posible una autoridad regional e incorporar los municipios antes de que el desarrollo de la población pasara de la fase inicial. Los loteamientos marginales multiplicados rápida-mente en los últimos años debían limitarse, reorganizarse e incluirse en un plan regional. Se imaginaba que podría ser efectivo control de escrituración de urbanizaciones extra-perimetrales y que el perímetro mismo (herencia del tiempo del «urbanismo feudal» de Brunner) podría controlar. Al mis-mo tiempo, se sostenía que era necesaria urbanización con normas especiales para parcelaciones espontáneas y que convenía facilitarle al obrero planos, materiales en forma de elementos premoldeados a bajo precio y que era necesario facilitar la compra de lotes con servicios elementales. Después de la hégira que el 9 de abril desatara sobre el comercio del centro para llevarlo a Chapinero,40 se plan-teaban nuevas tipologías de espacio para esta actividad: mercados tipo americano, como los que Carulla acababa de abrir, y se planteaban en el CUAN, shopping centers, se-gún los modelos del novísimo criterio sobre comercio vecinal propugnados por comités de vivienda de los Estados Uni-

dos. Ante la ausencia de otros promotores, se quería que los bloques se impulsaran por las compañías de seguros, los bancos y el Estado. Faltarían dos décadas para que los me-canismos de financiación fuesen suficientes para soportar un volumen de edificación como el que estaba implícito en el plan y sus densidades.

Para alcanzar el aspecto de capital de una gran nación eran necesarias muchas acciones: prohibir chircales dispersos, continuar la reforestación, desarrollar edificios monumenta-les conforme a modelos y estándares norteamericanos en su iluminación, ventilación, accesos, servicios, salidas de emer-gencia baterías de ascensores y estacionamientos, además de alojar a empleados de ministerios en zonas apropiadas. Ya desde el informe del Servicio Geológico de 1949, se plan-teaban cuestionamientos a las construcciones y explotacio-nes en los cerros, aunque el PR no demostrara específica-mente cómo manejar urbanización en pendientes, secular asunto de la ciudad andina colombiana41 y se manejaban datos de los colectores que, en la OPRB, estaban a cargo del equipo que Jorge Forero dirigía en redes de alcantarillado.42

El tráfico urbano por primera vez se cuantificaba con los estudios de los consultores Seeyle, Stevenson, Value and Knecht, con capacidades, movimiento de vehículos en horas críticas, estacionamientos periféricos. Se mencionaban par-king meters, estacionamientos en el interior de manzanas, en calles, sótanos y aún edificios de varios pisos, cuando en Bogotá los sótanos eran una rareza. Con una población de setecientos mil habitantes, Bogotá tenía solamente veinte mil carros que, sin embargo, eran un problema en el con-gestionado centro. Era necesario ofrecer para el CBD 9520 parqueos más un parqueo periférico de 4000 puestos. La ciudad imaginada debía tener un área de 6577 hectá-reas para alojar la población proyectada de 1.653.242 habi-tantes al cabo de 50 años, manejando densidades de 200, 300, 350 y 400 habitantes por hectárea en distintas zonas. Eran imperativos el urbanismo de tres dimensiones, la elimi-nación de zonas mixtas, índices FAR para controlar densida-des construidas, antejardines, adecuados estándares para urbanizaciones de montaña, superbloques rodeados de

áreas verdes en apartamentos de más de diez pisos, cons-trucción en serie o en masa, series de parques lineales. El problema de la evolución, control y tributación sobre los valores del suelo urbano apenas se esbozaba, haciendo mención a las iniciativas de Ernesto González Concha sobre impuesto único, y no aparecía por ninguna parte referencia al sistema de valorización, que ya era un hecho eficaz en Mede-llín y se organizaba en Cali, Barranquilla y Bogotá. Se mencio-naban planos de curvas de nivel económico del municipio. Todo este propósito requería que la OPRB, organizada a la manera de los Planning Department, garantizara un nú-cleo técnico estable y asegurara su visibilidad: «Para poder ejecutar el plan, hay que hacer comprender a la ciudadanía en general su conveniencia y utilidad pública. Se les debe explicar que el plan es para el bien general de la ciudad, que afectara la vida de todos. Debe popularizarse el plan». Nostálgico, elogiaba a los pequeños pueblos con plazas coloniales de gran encanto y se aspiraba en la ciudad nue-va a restablecer concepto de vecindad, haciendo que cada sector tuviera carácter propio o personalidad. La creación del Distrito Especial era una necesidad.43 Ya en Medellín, TPA había planteado asociación municipal, de futuras y perdura-bles consecuencias. Detrás de la secuencia contractual de análisis de la ciu-dad, esquema básico preliminar. Plan Director, Plan Regula-dor, desarrollo y aplicación del plan, las provocaciones de nuevas parcelaciones ilegales, congestión, hacinamiento, especulación sobre el suelo y edificaciones inadecuadas habían generado una serie de respuestas sobre perímetro, vialidad, superbloques, intervención del suelo, sistemas de parques y edificios gubernamentales que se proponía inno-vaciones radicales. Este ambicioso conjunto demandó una inconsciente distribución de roles alrededor de la idea. De una parte, emocional, Le Corbusier representó la poética y el sueño. La SCA personificó el impulso inicial exaltando los factores positivos de la iniciativa. Como abogado del diablo, el conjunto de los urbanizadores hacía de francotirador a lo largo de la evolución de los planes. Queriendo ser neutro y objetivo, el equipo de la OPRB se refería a datos y realida-des. Por último, como coordinador y tutor principal, el equipo

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de TPA era el verdadero facilitador con aplomo, veteranía, soluciones tipo y capacidad organizativa. Simplificando el esquema organizacional que nadie diseñara, la SCA había sugerido qué hacer, Mazuera había encontrado por qué apo-yarlo, Trujillo había determinado cuándo lograrlo, la OPRB había propuesto dónde cumplirlo, TPA había prescrito con quién desarrollarlo y Le Corbusier, con Wiener y Sert habían dictaminado cómo sería. La realidad de la nueva urbanización en las siguientes décadas sería dominada por los promotores privados y los asentamientos informales, con mínima presencia estatal, como expresión de una incompleta visión sobre la naturale-za de las transformaciones en curso44 (ver imagen de plano de Bogotá que presenta urbanizaciones de Ospinas y Cía., Olcasa y Fernando Mazuera y Cía.). Los planes, que habían sido campo privilegiado de entrenamiento, se transmutaron y abandonaron bajo el apremio, comprometidos frente a re-sultados de corto plazo que no pudieron demostrar.

Hernando Vargas Caicedo: ingeniero civil, SMArchS  y MCP MIT. Profesor aso-ciado en los Departamentos de Arquitectura e Ingeniería Civil y Ambiental en Uniandes. Director del grupo de investigación sobre Historia de la Téc-nica Constructiva en Colombia. Coordinador de la maestría en Ingeniería y Gerencia de la Construcción. Miembro correspondiente de la Academia Colombiana de Historia de la Ingeniería y las Obras Públicas. Ha publi-cado libros, capítulos de libros y artículos sobre arquitectura, urbanismo, construcción, estructuras, historia de la tecnología, historia urbana.

1 Lauchlin Currie, «El urbanismo», en: Plinio Mendoza Neira (Ed.), Colombia en cifras: Síntesis de la actividad económica, social y cultural de la Na-ción, Librería Colombiana Camacho Roldán, Bogotá, 1963.

2 Sergio Uribe, «La desamortización en Bogotá, 1861-1870», tesis de Eco-nomía, Universidad de los Andes, Bogotá, 1976.

3 Germán Mejía, Los años del cambio: historia urbana de Bogotá, 1820-1910, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, 2000.

4 Harold Mayer, Richard Wade, Chicago: Growth of a Metropolis, The Uni-versity of Chicago Press, Chicago 1967. La capital había tenido un despe-gue lento de sus mejoras urbanas a comienzos de siglo: macadam (es el sistema de pavimento inventado hacia 1820 por MacAdam en Inglaterra para formar el afirmado en material compactado arcilla-arena sobre vías

carreteables) en calles del centro en 1910, primeros barrios como Unión Obrera o La Perseverancia en 1912, creación de la Sociedad de Embe-llecimiento Urbano e inicio de la reforestación de los cerros, en 1917. El transporte evidenciaba el ritmo de modernización: en huelga de aurigas de coches, en 1921; primeros buses de escalera, en 1923; primera em-presa de taxis, en 1929; importación de primeros trolleybuses, en 1947. Con los eventos del 9 de abril de 1948, se suscitó la desaparición final del tranvía en 1952, año en que se inició la construcción de la autopista norte y, en cumplimiento el tono de control de tráfico del Plan Regulador, apare-cieron en 1954 los primeros semáforos y parquímetros. Fabio Zambrano, Exposición Bogotá Siglo XX, Museo de Desarrollo Urbano, Bogotá, 2000.

5 Richard Morse, Formação histórica de São Paulo: de comunidade á me-trópole, Difusão Euopéia do Livro, São Paulo, 1970.

6 Luis Fernando González, Medellín, los orígenes y la transición a la moder-nidad: crecimiento y modelos urbanos 1775-1932, Universidad Nacional, p. 181.

7 Néstor José Rueda, Bucaramanga: paradojas de un ordenamiento urba-no, Universidad Santo Tomás, 2003, p. 45.

8 Henrique Vera (Dir.) El Plan Rotival: La Caracas que no fue, 1939-1989. Un plan urbano para Caracas, Universidad Central de Venezuela, 1989, p. 13.

9 Karl Brunner, «Bogotá en 1950», en: Registro Municipal, Bogotá, 1938. Luis Carlos Colón, «El saneamiento del Paseo Bolívar y la vivienda obrera en Bogotá» en Urbanismos no. 2: Áreas residenciales en Bogotá, Uni-biblos, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2007, pp. 119-128. Antonio Amézquita, «Barrios obreros bogotanos» en Urbanismos no. 2: Áreas residenciales en Bogotá, Unibiblos, Universidad Nacional de Co-lombia, Bogotá, 2007, pp. 93-103.

10 Armando de Ramón, Santiago de Chile: historia de una sociedad urbana, Mapfre, Madrid, 1992.

11 Édgar Vásquez, Historia de Cali en el siglo 20: Sociedad, economía, cultura y espacio, Artes Gráficas, Universidad del Valle, Cali, 2001. Brunner actuó en el diseño del campus de la UPB y el barrio Laureles en Medellín, en 1941, en el plan y urbanizaciones en Cali, en 1944, y en consultorías para Popayán, Pasto, Manizales, Santa Marta, Girardot y Buenaventura. Tania Maya, «Karl Brunner (1887-1960) o el urbanismo como ciencia del detalle», en: revista Bitácora, Universidad Nacional, Bogotá, septiembre de 2004.

12 Julio Dávila, Planificación y política en Bogotá: la vida de Jorge Gaitán Cor-tés, Alcaldía Mayor de Bogotá, IDCT, Bogotá, 2000. Los alcaldes de Bo-gotá tuvieron (Dávila, 2000) muy cortos periodos de mandato y solamente algunos del periodo considerado se destacaron por diversas ejecutorias, como Jorge Eliécer Gaitán a cargo de la preparación del Cuarto Centenario (1936-1937), Germán Zea (1938-1941), Carlos Sanz de Santamaría (1942-1944), Fernando Mazuera (abril a octubre de 1948 y enero a octubre de 1958) y sobre todo, Santiago Trujillo (abril de 1949 a julio de 1952).

13 Hernando Vargas Caicedo, Cincuenta años en la construcción de Colom-bia, Camacol, 1957-2007, Panamericana, Bogotá, 2007.

14 Hernando Vargas Rubiano (1917-2008) perteneció al primer grupo de ar-quitectos egresados de la Universidad Nacional, en 1941, que incluyó a

Carlos Arbeláez y alumnos de Brunner. Encargado del proyecto para el Museo Nacional en 1947. Presidió la SCA en 1947, 1955 y 1956. Hernan-do Vargas, Le Corbusier en Colombia, Cementos Boyacá, Bogotá, 1987.

15 Sobre ATBAT y Bodiansky, ver Bruno Reichlin (Dir.), Le Corbusier, Enciclo-pedia, Electa, 1988, pp. 97-98.

16 Hernando Vargas Caicedo, Cincuenta años en la construcción de Colom-bia, óp. cit.

17 Jorge Arango, Herbert Ritter, Gabriel Serrano, «La reconstrucción de Bo-gotá», en: Proa 13, Bogotá, junio de 1948.

18 Enrique Santos, Crónica de una empresa 1932-1995: Ospinas, Antropos, Bogotá, 1995.

19 Jorge Restrepo, Jorge Restrepo Uribe y su influencia en el desarrollo de Medellín, IDEA, Medellín, 1996.

20 «1) Los trabajos se harán por instigación de la comunidad: «Plan Piloto». 2) Valorización por 3D. 3-4) Distribución de la valorización según servicios «a la francesa»: a) habitación, b) oficina, c) manufacturas, d) industria, e) comercio, f) diversión. 5) Los beneficiarios del plan serán: a) la co-munidad. b) la 1/2 de la comunidad y 1/2 de personas afectadas. c) el grupo directo de personas afectadas. 6) El gasto se recupera entre estas 3 categorías. 7) El revisor será una junta ya constituida. 8) La valorización es sobre superficie pero impacta sobre índice de construcción. 9) El co-eficiente de valorización cambia según clases. 10) Todo propietario se be-neficiará por la valorización del plan. Si no paga, deberá vender o entrar a un sindicato en el que es propietario de su parte. 11) El «PP» reparte la población en clases de valorización. 12) Cada clase se compone de ele-mentos urbanos enteros que producen sindicatos de realización. 13) Los elementos urbanos contienen los órganos que los componen: afectacio-nes, volumen construido, accesos... serán estimados y asegurados por la valorización total. 14) Un impuesto instaurado que irá a un fondo rotatorio que se renueva cada año (para cada 8 millones de pesos se financian 150 millones de pesos de obra). El Catastro constituye 2000 millones de pesos en Bogotá.» (FLC H3-4-470, nota extracto de Carnet, hacia septiembre de 1950).

21 «El autor de este texto llegó allí en 1951 y recuerda que la interminable pared que dividía longitudinalmente el edificio tenía colocados dos apor-tes traídos por Jorge Gaitán Cortés, el primer decano de la Facultad: uno era la famosa “grille CIAM” (la malla de los Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna), una trama de módulos rectangulares utilizada en los congresos del grupo CIAM para estandarizar la presentación de pro-yectos de urbanismo y planificación sectorial. Gaitán Cortés era entonces delegado colombiano a esas reuniones, lo que explicaba la presencia de la “grille CIAM” en la sede de la facultad. En una ocasión, Gaitán Cortés montó sobre esos rectángulos de cartón blando y corcho un estudio y propuestas para un sector de Bogotá, con lo cual la “grille” adquirió sen-tido para nosotros, pero nunca más tuvo el uso para el cual fue diseñada. Para los estudiantes, la “grille” era una especie de tótem ceremonial que presumiblemente anunciaba o permitía establecía un orden del cual igno-rábamos prácticamente todo. El resto del muro en cuestión tenía montada

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81Notas para un contexto sobre el Plan Piloto y el Plan Regulador de Bogotá | Hernando Vargas Caicedo

una bella exposición de arquitectura escolar en los Estados Unidos, tam-bién traída a Colombia por Jorge Gaitán Cortés, incluyendo los pabello-nes diseñados por Frank Lloyd Wright para la Universidad de la Florida y los de Eliel Saarinen para el Instituto Cranbrook. Sobra decir que, luego de años de servir como soporte para “colgar” proyectos y más proyectos de estudiantes uniandinos sobre ellos, la grille CIAM y la arquitectura es-colar norteamericana fueron a parar, muy averiados, a uno de los tantos depósitos de desechos académicos que fueron apareciendo aquí y allá en la Universidad». Germán Téllez, Historia de la Facultad de Arquitectura Universidad de los Andes 1948-1998, investigación inédita, 1998.

22 Jorge Gaitán Cortés, Francisco Pizano y Germán Samper se sucedieron como primeros tres decanos de la Facultad de Arquitectura de la Univer-sidad de los Andes, iniciada en 1949.

23 FLC H3-4-496, carta de Herbert Ritter a Wiener y Sert, Bogotá, 17 de marzo de 1949.

24 La sección de Edificios Nacionales fue una escuela esencial en el entre-namiento de los expertos que allí se desempeñaron en proyectos en las décadas de la modernización: varios ministros fueron destacados cons-tructores, como Mariano Ospina Pérez, 1926-1927; César García Álvarez, 1934-1938; José Gómez Pinzón, 1941-1942; Carlos Sanz de Santamaría, 1944; Víctor Archila Briceño, 1949-1950; Santiago Trujillo, 1953-1954; Ro-berto Salazar Gómez, 1957-1958. Protagonistas en sus profesiones fueron directores como Jorge Arango Sanín, Carlos Arbeláez, arquitectos como Álvaro Ortega, el grupo para la reconstrucción de Bogotá, con Manuel de Vengoechea y Gabriel Serrano, el Grupo Tumaco con Édgar Burbano, Luz Amorocho, Fernando Martínez S., Hernán Vieco, Jorge Gaitán C., Gonza-lo Samper y Eduardo Mejía, arquitectos como Gabriel Solano, Francisco Pizano, Germán Samper G., Guillermo Bermúdez y Fernando Martínez S. Véase Carlos Niño, Arquitectura y Estado. Contexto y significado de las construcciones del Ministerio de Obras Públicas, MOP, de Colombia, 1905-1960, Universidad Nacional e Instituto Colombiano de Cultura, Bo-gotá, 1991.

25 FLC H3-4-11, carta de Town Planning Associates a Le Corbusier, Bogotá 12 de julio de 1950.

26 OPRB, Exposición del Plan Piloto de Bogotá, 1951, Multigraph ICSS.27 Rafael Uribe (ed.), El arquitecto Carlos Arbeláez Camacho. Compilación

de sus más importantes escritos cortos,1947-1969, Canal Ramírez, Bogo-tá, 1980.

28 La formación de experiencia institucional capaz frente a la escala reque-rida de producción de vivienda pasaba inicialmente por los ensayos en-focados en proyectos unifamiliares, como Los Alcázares (1949), con 324 unidades; Muzú (1949), con 1216 unidades; Quiroga (1951), con 4014 unidades; modelos claramente enfrentados al urbanismo de tres dimen-siones de la fórmula CIAM emprendido directamente por el Gobierno Na-cional en 1952 en el CUAN para 768 unidades, eco colombiano de los superbloques de Brasil, México o Venezuela en esos tiempos. Alberto Saldarriaga, ICT, medio siglo de vivienda social en Colombia, 1939-1989, Inurbe, Bogotá, 1995. Beatriz Mesa, «Superbloques y masificación: vi-

vienda Banco Obrero en Venezuela (1955-1957)», en: revista Tecnología y Construcción, vol. 24, n.o 2, Bogotá, mayo de 2008.

29 Luis Fernando Acebedo, «El CINVA y su entorno espacial y político», po-nencia en el seminario Hábitat y Ciudad a 50 años del CINVA, Universidad Nacional, Bogotá, 18 de septiembre de 2001.

30 Manuel Pardo Umaña, ingeniero civil, socio de Pardo, Restrepo y San-tamaría, fue uno de los factótums del CIA, gremio de los ingenieros y arquitectos constructores, fundado en 1948.

31 Germán Mejía, Marcela Cuéllar, Atlas histórico de Bogotá: cartografía 1791-2007, Alcaldía Mayor de Bogotá, Planeta, Bogotá, 2007.

32 OPRB, Exposición del Plan Piloto de Bogotá, 1951, óp. cit.33 Lauchlin Currie, «El urbanismo», óp. cit.34 OPRB, Exposición del Plan Piloto de Bogotá, 1951, óp. cit. Economista

de origen canadiense, consejero del presidente Roosevelt, director de la Foreign Economic Administration, consejero del Comité Nacional de Pla-neación de Colombia, director de la Misión de Estudio del Valle del Mag-dalena, coordinador de la Misión del Transporte, asesor de la Fundación para el Progreso de Colombia, y asesor técnico de varias asociaciones.

35 Lauchlin Currie, Bases de un programa de fomento para Colombia: Infor-me de una misión, Banco de la República, Bogotá, 1951. Alberto Lleras Camargo, Nuestra revolución industrial, Aedita, Bogotá, 1957.

36 (Le Corbusier), OPRB, Exposición del Plan Piloto de Bogotá, 1951, óp. cit.37 Ibídem.38 Arturo Laguado, «Desde Londres: Lo que dijeron del Plan Piloto», El Tiem-

po, Bogotá, miércoles 8 de agosto de 1951.39 Town Planning Associates, Paul Lester Wiener y Josep Lluís Sert, Plan

Regulador de Bogotá: Memoria descriptiva, mecanografiado, 1953.40 Hernando Vargas Caicedo, «Arquitectura de centros comerciales y de ofi-

cinas en Bogotá en el siglo XX», en: Luis Fernando Molina (ed.), Ospinas 75 años, Panamericana, Bogotá, 2008.

41 José Royo y Gómez, Mapas geológicos de Bogotá, del centro y sur de su Sabana y su explicación, Ministerio de Minas y Petróleos, Servicio Geoló-gico Nacional, informe, agosto de 1949.

42 EAAB ESP, El agua en la historia de una ciudad. Vol. 2, EAAB ESP, Plazas, Bogotá, 1997.

43 Julio Carvajal, «La incorporación a Bogotá de los municipios vecinos es indispensable complemento al triunfo de los derechos de la capital» en: Anales de Ingeniería, V. 58, n.o 654, Bogotá, noviembre de 1954.

44 Fernando Correa, Organización Luis Carlos Sarmiento Angulo, 20 años, Litografía Arco, Bogotá, 1979. Indalecio Rodríguez, Pedro Gómez y Cía., S. A.: Un mejor modo de vivir, Litografía Arco, Bogotá, 1998. Enrique San-tos, Crónica de una empresa, óp. cit.

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82 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

«Arquitectura en todo, urbanismo en todo»Le Corbusier: del Centro Cívico al centro de BogotáMaría Pía Fontana y Miguel Y. Mayorga

Bogotá: la ciudad vista y la ciudad imaginada por Le Corbusier

Una de las diez conferencias que Le Corbusier dictó en 1929 en Buenos Aires llevaba como título Arquitectura en todo, urbanismo en todo,1 una frase que resume de manera muy evidente la importancia de la unidad entre arquitectura y ur-banismo, y de la definición de relaciones de tipo interescalar entre territorio, ciudad y arquitectura. Le Corbusier volvió a retomar la noción de arquitectura en todo, urbanismo en todo, como aplicación directa al caso de Bogotá, en una serie de reflexiones que expone en sus conferencias presentadas en Bogotá, en junio de 1947 y que ponen en evidencia que para él,

[...] la evolución de la ciencia del urbanismo había pasado de la práctica de un realismo en dos dimensiones, que se basaba en la operación de extensión de calles, hacia una en tres dimensiones, que permite incorporar como nuevo factor la altura y pensar en términos volumétricos. En fin, el urba-nismo debe hacer volúmenes, convirtiéndose en la puesta en escena de éstos en el espacio. Así la arquitectura seguirá las condiciones de la naturaleza y se ordenará, agrupándose con criterios formales y compositivos de orden, bajo las le-yes de las comunicaciones, de las relaciones de los canales de circulación y movilidad, es decir, las calles.2

¿Qué ciudad estaba imaginando Le Corbusier para Bogotá? Le Corbusier estaba imaginando una ciudad que siguiera las leyes de la naturaleza y se relacionara con su historia: él entendía que la geografía era la que definía de entrada la estructura territorial y urbana de la ciudad, así como a la

vez las preexistencias históricas serían las que definirían el paisaje urbano de referencia. Y de hecho es él mismo quien deja muy en claro, desde el principio, cuáles son los puntos de partida de sus propuestas para Bogotá:

La obra revolucionaria se manifiesta por un carácter alta-mente tradicionalista. Porque reencuentra la raíz misma de las cosas, porque designa de nuevo su verdadero eje. En Bogotá, la historia y la geografía, la topografía, el régimen

del sol, el de las aguas, de los vientos, etc., han conducido al Plan Director en el respeto de las mismas leyes que ha-bían descubierto, respetado y seguido los fundadores de la ciudad.3

También la ciudad que Le Corbusier se imaginó sería una ciu-dad abierta viable y alejada de la promesa dorada de la era de la máquina, abandonando un modelo utópico e ideal y acep-

Le Corbusier ya enfatizaba que los volúmenes, los edificios, es decir, la arquitectura, representaba nuevas posibilidades de relación en urbanismo (A propósito del urbanismo). Y también debe dar orden y definir la silueta urbana, la «sinfonía de la ciudad» (Precisiones). a) Le Corbusier, A propósito del urbanismo, lámina 41, p. 144 © FLC. b) Le Corbusier, A propósito del urbanismo, lámina 40, p. 142 © FLC. c) Le Corbusier, Precisiones: respecto a un estado actual de la arquitectura y el urbanismo, láminas 72-79, p. 104. © FLC

a) b) c)

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83«Arquitectura en todo, urbanismo en todo» | M. P. Fontana y M. Y. Mayorga

Apuntes de viaje de Le Corbusier: la relación entre la geografía y la ciudad existente en un dibujo de la calle Sexta con los cerros al fondo. La relación de las pre-existencias naturales y construidas en el nuevo paisaje urbano propuesto para la ciudad de Bogotá. a) Le Corbusier, Carnet 2–E20–433 © FLC. b) Le Corbusier, Carnet 1–B5–332 © FLC.

a) b)

tando el inexorable carácter del topos.4 En Bogotá se apos-taba por una malla vial estructurante arraigada a la geografía del territorio, donde la nueva unidad de agregación sería la unidad de barrio, los sectores, que dentro del orden general permiten flexibilidad y dan cabida al uso de diversas formas de ordenación, tipos edificatorios y técnicas constructivas.5

Una ciudad en la que su principal espacio cívico y repre-sentativo quedaba definido a partir de la renovación de su propio centro, lugar donde de manera más explicita se pone en escena el urbanismo en tres dimensiones, donde volúme-nes, calles y espacios se imbrican y confrontan directamente con la geografía y la historia, atendiendo a nuevas pautas

de relación que se suman al orden urbano establecido, so-breponiendo una serie de reglas formales que surgen de la reinterpretación de las condiciones preexistentes. Es, de hecho, en el ámbito central de la ciudad, es decir en el Centro Cívico, donde el planteamiento urbano-arquitec-tónico se integra y se hace más visible. Un «nuevo» centro donde la unidad viene regida por la agrupación y mezcla de elementos procedentes de la base geográfica y de las formas de la evolución urbana del centro histórico existente, muy presentes desde el inicio del desarrollo del encargo. Para verificar estos planteamientos que parten de una convicción sobre las «nuevas» posibilidades de la arqui-

tectura de hacer ciudad, en el caso del centro de Bogotá, nos aproximaremos inicialmente al proceso de diseño de la propuesta de ordenación del Centro Cívico por parte de Le Corbusier, para luego observar dentro de la estructura urba-na del centro de la ciudad, la materialización y concreción de dos proyectos de equipos de arquitectos colombianos, que podemos considerar como arquetipos que abordan esta pre-misa de hacer arquitectura urbana mediante el uso de una serie de reglas comunes para la arquitectura y el urbanismo, pautas formales y compositivas puestas en práctica por el propio Le Corbusier, así como por los arquitectos modernos en general.

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84 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Primeras reflexiones sobre el centro de la ciudad. Secuencia de tres croquis de Le Corbusier, 1947. a) Le Corbusier, Bogotá, 24 de junio de 1947. © FLC H3-5-36-001. b) Le Corbusier, Bogotá, 26 de junio de 1947. © H3-5-37-001. c) Le Corbusier, Bogotá, s. f. © H3-5-38-001.

a)

b)

c)

Dice Le Corbusier: «La arquitectura es un acto de volun-tad consciente. “Arquitecturar es poner en orden” ¿Poner en orden qué? Unas funciones y unos objetos. Ocupar el espa-cio con unos edificios y con unas carreteras».6 Sin embargo, cuando habla de la forma en la que se deben relacionar o poner en orden estos objetos se refiere a

[…] espacios, distancias y formas, espacios interiores y for-mas interiores, encauzamiento interior y formas exteriores y espacios exteriores, cantidades, pesos, distancias, atmós-fera, es con todo esto con lo que actuamos. Tales son los hechos que hay que considerar. Desde ese momento, con-fundo solidariamente, en una sola noción, arquitectura y ur-banismo. Arquitectura en todo, urbanismo en todo.7

Fijémonos en esta secuencia de tres croquis: aquí quedan plasmados rasgos determinantes de lo que será la propues-ta para el Centro Cívico por parte de Le Corbusier:

- En el primero se destaca la necesidad de dotar de conti-nuidad urbana al centro en sentido longitudinal; aparecen los ejes viarios principales las carreras séptima, décima y catorce, intersectados por la avenida Jiménez y además se destacan algunos ámbitos de referencia como la plaza de Bolívar, el parque Santander y la plaza de toros con la insinuación del solar triangular que ocupará parte del fu-turo Centro Internacional de Bogotá, y que en su momen-to era propiedad de la Escuela Militar. Dice la nota: «La Alcaldía va abrir calles a través del parque y el terreno militar y ensanchar dos grandes calles. ¿Qué primero?»8

- En el segundo se destaca la importancia de la relación transversal del centro apoyada en la decisión de poten-ciar el eje viario de la avenida Jiménez, evidenciando parte de su historia urbana, además de la necesidad de redistribuir los usos públicos y a su vez de limitar el trán-sito vehicular en el centro. La nota dice:

La Alcadía va a abrir calles y a ensanchar calles. Bogotá está dentro de la atrocidad de las bocinas, Ministerio de Educación Nacional, Ministerio del Petróleo, hotel, al en-sanchar las grandes vías en ellas se precipitarán los flujos de los coches, exactamente lo que se produjo cuando se cubrió el río y se construyeron los edificios de oficinas.9

- En el tercero, ensaya un nuevo orden urbano que super-pone al existente, basado en una arquitectura de bloques sobre la trama en damero de la ciudad colonial, enfati-zando su relación con el paisaje; aparecen los bloques en dos direcciones, mostrando así sus posibilidades compositivas y unas perspectivas donde estos enmarcan los cerros orientales de Bogotá y se insinúa una solución de las plantas bajas.

ETAPA 1. Plano FLC 607 A

El Centro Cívico se encuentra dibujado dentro de la malla de sectores propuesta para la ciudad, estructurado mediante un sistema lineal de tres puntos focales de tensión: la plaza de Bolívar, un espacio al sur de la plaza y otro al norte. Los ejes viales principales son la Jiménez y la décima, uno transversal y uno longitudinal. Se plantean dos edificios principales alre-dedor de la plaza de Bolívar, cuya composición volumétrica es semejante a la propuesta para las Naciones Unidas. Ya está definida una trama de calles transversales. Se marcan algunas preexistencias relevantes y entre ellas, destacan las tramas urbanas alrededor de la plaza de Bolívar y la carrera séptima.

Propuesta de Le Corbusier para el edificio de la ONU en Nueva York, 1947. © FLC.

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85«Arquitectura en todo, urbanismo en todo» | M. P. Fontana y M. Y. Mayorga

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 607a.

El Centro Cívico: urbanismo en tres dimensiones

Consideramos que la mejor manera de explicar la génesis formal del Centro Cívico de Le Corbusier es a través de sus mismos dibujos, mostrando su evolución y las distintas ver-siones del proyecto. Destacamos cuatro temas principales que servirán de referencia y de relación entre todos los es-quemas: 1. La estructura lineal de espacios urbanos principales del

centro. 2. Los ejes viales longitudinales y las relaciones de continui-

dad formal con la ciudad que estos generan. 3. Los ejes viales transversales como relaciones con el en-

torno geográfico y territorial. 4. El papel de los volúmenes como “arquitecturas urbanas”

que definen e introducen nuevas formas de relación ur-bana en altura y a nivel del suelo, mediante la disposición de los nuevos volúmenes y la configuración de un tapíz urbano.

Hemos identificado cinco etapas previas al proyecto final, que marcan el proceso evolutivo de la propuesta y que pre-sentamos agrupando los dibujos en series temáticas median-te esquemas interpretativos. Los esquemas son indicativos y su propósito es el de mostrar los que son, en nuestra opinión, los aspectos más destacables en cada caso, a través de una lectura sintetica del dibujo original.

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86 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

ETAPA 2. Plano FLC 31560

Se muestra un acercamiento al sector del Centro Cívico en su franja central. Todavía se plantea un cierto equilibrio en la relación de tensión, ya sea hacia el norte como hacia el sur, a pesar de que este último viene limitándose. Se recono-cen algunos edificios históricos como referentes. La carrera séptima junto con la carrera octava configuran un sistema longitudinal de ejes peatonales relacionados con el sistema de espacios públicos alrededor de la plaza de Bolívar. Los bloques y las plataformas de los edificios aparecen dibuja-dos con un grado de definición semejante. Queda de hecho configurado un tapiz urbano alrededor de la plaza de Bolívar hasta la avenida Jiménez, donde los bloques superpuestos están ordenados según una primera propuesta de orden se-rial, que cambiará a lo largo del proyecto. En cambio, en el tramo entre la avenida Jiménez y la calle 26 se enfatiza la importancia de la carrera novena configurada mediante una serie de elementos todavía poco definidos. Sigue es-tando dibujada una trama de calles dispuestas en sentido este-oeste, pero todavía predomina la tensión longitudinal, en sentido sur-norte.

Plano FLC 31561, 10 de enero de 1950Se muestra de manera más detallada solamente el ámbito alrededor de la plaza de Bolívar y respecto al plano anterior no se perciben cambios importantes.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31560.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31561.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31564.

Plano FLC 31564, 2 de febrero de 1950 En esta versión, aparecen definidas las tres partes del pro-yecto, que configuran un sistema lineal de espacios focales: uno hacia el sur; el segundo, que corresponde al ámbito al-rededor de la plaza de Bolívar, y un tercero, de desarrollo lineal, que empieza en el parque Santander y que engloba la ordenación de la carrera novena («Broadway», para Le Corbusier). En este croquis se muestra el conjunto como un tapiz urbano, donde los edificios altos no destacan y llegan a confundirse con la trama del tejido urbano. Se nota todavía una predominacia de las relaciones longitudinales, en senti-do sur-norte, mientras las relaciones transversales son toda-vía secundarias. El cambio más importante respecto a las versiones an-teriores es la orientación de los dos bloques principales al-rededor de la plaza, que ya no cambiará hasta el final del proyecto, mientras sí veremos en las versiones posteriores cambios en su posición y relación recíproca.

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87«Arquitectura en todo, urbanismo en todo» | M. P. Fontana y M. Y. Mayorga

ETAPA 3. Carnet n.o 2, Bogotá, 16 de febrero de 1950

Le Corbusier vuelve a centrarse de manera más específica en el ámbito alrededor de la plaza de Bolívar. En la configu-ración de la plaza entran en juego ahora tres bloques princi-pales que configuran la plaza hacia el sur, el oeste y el norte, que muestran la necesidad de ordenar formalmente sus lími-tes y accesos. El edificio principal del Grand Immeuble está retrocedido en relación con el Capitolio y empiezan a verse variaciones más específicas en los edificios bajos y en las plataformas de los edificios altos.

Carnet n.o 2, Bogotá, 2 de marzo de 1950En el primer croquis la mirada de Le Corbusier vuelve a a fijarse en las determinantes geográficas de la ciudad, y en el papel estructurante de los ríos.En el segundo sigue reflexionando sobre la ordenación del ámbito de la Plaza de Bolívar. De los tres bloques principa-les: el que define el costado a sur se desplaza respecto a su plataforma, el dispuesto hacía occidente se adelanta hacía la plaza mientras su cuerpo bajo varía y, por último, el que configura el lado norte se convierte en el primero de una se-rie de tres bloques que sirven para configurar el primer tramo de la carrera Séptima. En el vial se reafirma con claridad el papel de “Broadway” como eje estructurante en sentido sur-norte.

Carnet n.o 2, Bogotá, 5 de marzo de 1950Utilizando como base dos esquemas de la retícula vial del centro de Bogotá, la propuesta, hasta el momento marca-damente lineal, incorpora formalmente el vínculo con las preexistencias históricas y con la naturaleza existente, me-diante la definición de unas potentes relaciones transver-sales sobre todo en el ámbito alrededor de de la plaza de Bolívar y al final de la avenida Jiménez. Los dos bloques hacia el sur y el occidente adquieren finalmente su rol es-tructurante dentro del conjunto, uno enfatizando una ten-sión urbana hacia los cerros y el otro, hacia el norte.

Le Corbusier, Carnet 2–D16’–169-170. © FLC. Le Corbusier, Carnet 2–D16’–187-188. © FLC.

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88 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

ETAPA 4. Planos: FLC 33698, 20 de marzo de 1950, FLC 33689, FLC 31565, FLC 31568, 22 de marzo de 1950, y FLC 31566, 25 de marzo de 1950

Desde este momento en adelante se precisa y concreta el sistema de relaciones, en sentido longitudinal y transversal, establecido mediante la disposición final de los dos bloques que configuran en la plaza de Bolívar un conjunto urbano uni-ficado con el existente edificio del Capitolio y que, median-te un sistema relacional dispuesto en esvástica, marcan las pautas generales de todo el conjunto del Centro Cívico. En esta secuencia de planos es posible verificar cómo se con-cretan sobre todo las relaciones transversales con los cerros, reafirmando el papel del ámbito de la plaza de Bolívar como epicentro del sistema urbano. Los elementos urbanos principales son cinco bloques y dos barras (en negro); dos edificios preexistentes (en gris); el sistema de calles y el sistema verde. En este momento del proceso, los elementos que configuran el tapiz urbano quedan en un segundo plano y toman protagonismo algunos edificios que definen unas tensiones urbanas principales. Los bloques prácticamente ya no cambiarán de posición hasta la versión final, la barra en dirección sur-norte, que aquí adquiere un papel tan importante para reafirmar la rela-ción con los cerros, acabará transformándose en la versión final del proyecto, una vez cumplida su función durante la evolución de la propuesta. A nivel vial se están definiendo la jerarquía y la continuidad de las calles en sentido sur-norte y su papel de conexión con el entorno natural y de definición del ámbito central de la plaza. En estos esquemas, hemos optado por no marcar en rojo los elementos principales sino los elementos que varían o que se desplazan respecto a la versión anterior, para que sea más legible el proceso evolutivo de la propuesta.

Le Corbusier, Carnet 2–D14–27-28. © FLC.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 33688.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 33689.

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89«Arquitectura en todo, urbanismo en todo» | M. P. Fontana y M. Y. Mayorga

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31565.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31568.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31566.

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90 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

ETAPA 5. Fig. Serie planos: FLC 31572 y FLC 31563

La labor de encaje y superposición de un nuevo orden sobre el centro existente se hace ya patente y el nivel de concre-ción alcanzado muestra una correspondencia que pone en valor la base geográfica, las preexistencias históricas y el trazado en damero, mediante una composición que define tanto las calles y los espacios públicos, como los edificios. El resultado es un ámbito urbano configurado mediante un tapiz urbano de base –edificaciones bajas y en platafor-ma– al que se superpone, de manera seriada, un conjunto de bloques, todo esto gobernado por el espacio emblemá-tico principal, la nueva plaza-explanada donde además se levanta el Grand Immeuble, principal referente y síntesis de un nuevo urbanismo entendido en tres dimensiones. En esta etapa casi final del proceso ya se ve un conjunto unitario donde además cada ámbito urbano, cada espacio y cada edificio adquiere su medida y función específica.

En los dos croquis de la serie aparecen detallados dos ámbitos urbanos: uno alrededor de la plaza de Bolívar (FLC 31563), en el cual quedan configuradas las relaciones territo-riales con los cerros y el entorno natural próximo; las relaciones urbanas con los edificios y calles preexistentes y las pautas de relación con la ciudad, marcando una dinámica de desarrollo y continuidad longitudinal –hacia el norte– y transversal –princi-palmente hacia los cerros orientales–. En el esquema hemos marcado en rojo los edificios ar-quetípicos que configuran la plaza-explanada, el sistema vial que refuerza las principales relaciones con los cerros, en sentido este-oeste y el sistema vial que refuerza la relaciones en sentido sur-norte, con una clara tensión hacia el norte, reforzada mediante una secuencia serial de edificios que de-finen el perfil inicial de la carrera séptima (bloques en negro). Esta misma disposición seriada se repite en el segundo tramo de la carrera séptima (FLC 31572), donde queda con-figurada una doble serie: una, definida por la secuencia de

edificios en altura que marcan una tensión urbana a lo largo de la séptima reafirmando su papel estructurador, y otra de-finida, que aporta complejidad urbana al tapiz de edificios de baja altura, plataformas y espacios públicos y verdes que animarían la «Broadway» bogotana. El sistema vial del Centro Cívico viene definido a partir de una franja principal con dos ámbitos a los dos costados. El sistema vial define el área central del Centro Cívico a partir de ejes perimetrales, con un acceso vehicular controlado, y que conforman dos ámbitos principales que se encuentran articulados interiormente por una red de calles peatonales donde destaca el «foro» de la Calle Real. La avenida Jimé-nez que al atravesar el conjunto urbano además dispone de una conexión a un aparcamiento principal.

FLC 31587, 30 de mayoEl sistema vial del Centro Cívico viene definido a partir de una franja principal con dos ámbitos a los dos costados. El

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31572. Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31563.

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sistema vial define el área central del Centro Cívico a partir de ejes perimetrales, con un acceso vehicular controlado, y que conforman dos ámbitos principales que se encuentran articulados interiormente por una red de calles peatonales donde destaca el «foro» de la Calle Real. La avenida Jimé-nez, al atravesar el conjunto urbano dispone de una conexión a un aparcamiento principal.

Serie planos: FLC 621 y FLC 605 BOG 4220Ya en estos documentos finales del plan se observa que las intenciones de Le Corbusier han evolucionado y se han sin-tetizado en una propuesta que reúne los aspectos aborda-dos anteriormente.

Ciudad y arquitectura en el Centro Cívico

La aproximación a la solución del Centro Cívico se ha desa-rrollado a través de una estrategia de continua verificación, mediante la interpretación de las determinantes existentes y la superposición de su propuesta. Resumimos a continuación las cinco etapas que hemos identificado:1. Definición de un sistema vial principal estructurado me-

diante dos calles principales, la carrera décima (sur-nor-te) y la avenida Jiménez (este-oeste). Existe una trama de calles secundarias (este-oeste). Se identifican tres espacios focales relacionados con las preexistencias. Propuesta de dos edificios principales que configuran el ámbito de la plaza de Bolívar.

2. Propuesta de un desarrollo longitudinal del Centro Cívico. Sistema lineal de tres espacios focales. Primera variación de los edificios que rodean la plaza.

3. Nueva reflexión a escala territorial. Relación con la natu-raleza y la geografía. Puesta en valor de las relaciones transversales (este-oeste). Papel estructurante de los edi-ficios urbanos.

4. Definición de un doble sistema de relaciones en el ám-bito de la plaza de Bolívar, transversales (este-oeste) hacia los cerros, longitudinales (sur-norte), reafirmando

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 31567.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 621. Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 605.

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92 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

el papel estructurante de la carrera séptima. Variaciones en los edificios alrededor de la plaza y en el sistema vial para llegar a la definición de todo el conjunto. Definición de los bloques altos como tensionadores urbanos. El ta-piz urbano, las plataformas y los edificios bajos aparecen dibujados esquemáticamente, pero no detallados.

5. Integración de de todos los elementos y sistemas que componen el proyecto: las plantas bajas, el tapiz urbano, los bloques, las calles configuran una unidad.

Finalmente en el proyecto para el Centro Cívico de Bogotá, Le Corbusier pone en práctica un «urbanismo en tres dimen-siones», o sea, una manera de intervenir en la ciudad cons-truida asumiendo las determinantes del lugar, sobreponien-do un nuevo orden, para finalmente transformarla y otorgarle una nueva escala. Un urbanismo que inicialmente reconoce e interpreta la realidad urbana en sus aspectos geográficos,

históricos, formales, espaciales y funcionales. Un urbanismo que propone una nueva imagen de la ciudad con la puesta en escena de un orden formal basado en pautas de relación con el entorno y reglas de composición del espacio urbano (calles y edificios): la serialidad y secuencia, mediante la dis-posición de los bloques; la continuidad e integración espa-cial, mediante la definición de un tapiz urbano (plataformas y edificios bajos), y por contrapunto o focalidad, mediante el uso de edificios hito. Un urbanismo que resuelve en términos arquitectónicos las relaciones del edificio entendido, ya sea como elemento o como sumatoria de elementos (torre, blo-que, barra, cuerpo bajo, plataforma, etc.). El Plan Piloto para Bogotá se aprobó mediante el Decre-to 185 de 1951, con resultados dispares: la malla vial que organizaría los sectores es uno de los aspectos más eviden-tes en su ejecución; sin embargo, la estructura urbana lineal propuesta ha sido fuertemente transformada en el esquema

radial semicircular resultante, que contravino la forma natu-ral alargada imaginada por Le Corbusier. El proyecto para el Centro Cívico, en cambio, como ya sabemos, no se realizó ni se aprobó, pero sus repercusiones, en nuestra opinión, son y pueden ser importantes. Sus pautas y apuestas coinciden con postulados básicos de la modernidad arquitectónica, ideas que encontraron su aplicación sobre todo en la defini-ción del área central de la ciudad, configurando así su actual carácter moderno.

El centro de Bogotá: un sistema policéntrico lineal

El centro de Bogotá es un sistema urbano basado en un trazado colonial con una trama en cuadrícula, con dos ejes principales compositivos que marcan su centro, donde se ubica la plaza mayor y con un desarrollo lineal sur-norte,

Persistencia de la relación entre la base geográfica y la forma urbana de la ciudad de Bogotá, en la ciudad fundacional y en la propuesta de Le Corbusier. a) Plano hipotético de Bogotá en su fundación, en 1538, elaborado por Carlos Martínez para su libro: Santafé, capital del Nuevo Reino de Granada, 1987, p. 65. © Proa. b) Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá. © FLC 606.

a) b)

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paralelo a los cerros orientales y que intersecta un sistema transversal con dirección este-oeste conformado por corrien-tes de agua, ríos y quebradas. Un ámbito de la ciudad que ha adquirido su carácter y que se ha configurado durante los años cincuenta y sesenta mediante una serie de interven-ciones que han conseguido consolidar el centro de Bogotá, retomando el espíritu moderno que había alimentado el plan para el Centro Cívico de Le Corbusier. El sistema lineal longitudinal vinculado transversalmente a los elementos naturales que había existido desde la funda-ción de la ciudad persistió como estrategia urbana y estruc-tura del Centro Cívico propuesto por Le Corbusier: los puntos focales, uno alrededor de la plaza de Bolívar, uno vinculado con el parque Santander y uno en proximidad de la plaza de toros (donde se ubicará el conjunto urbano Tequendama-Bavaria dentro del actual Centro Internacional de Bogotá), se reafirman como ámbitos nodales del centro. Es decir, la su-perposición e intersección entre la base geográfica y el tra-zado urbano potencian puntos focales de importancia territo-rial, de manera tal que su jerarquía ha venido reafirmándose en el tiempo: los mismos puntos de intensidad geográfica y urbana que Le Corbusier retoma, que Sert confirma y que constituyen, en la actualidad, lo que podemos definir como un sistema policéntrico lineal. La plaza de Bolívar, con el proyecto de Fernando Mar-tínez Sanabria de 1960, adquirió una nueva fisonomía que se adaptó al tejido colonial valorando las preexistencias his-tóricas de la plaza, redefiniendo el potente «vacío urbano» como apertura al escenario natural, liberando totalmente el plano horizontal de manera unitaria y resolviendo con suti-leza las pendientes: «Los ambiciosos planteamientos de Le Corbusier en relación a [sic] la civilidad de la plaza no toma-ron cuerpo real con demoliciones, cemento y ladrillos, pero perduraron afirmando la conveniencia de dar a este recinto la fisonomía sobria impuesta por su tradición centenaria»,10 afirmó Carlos Martínez. El parque Santander, por su lado, es una plaza arbolada totalmente reconfigurada en sus bordes y consolidada por la inserción de notables edificios modernos, que coexisten con otros de importante valor histórico, dentro de los que desta-

El centro de Bogotá en el urbanorama de J. Aparicio Morata de 1772. Las centralidades urbanas enfatizan puntos de intersección entre la base geográfica y el trazado de la ciudad. © Carlos Martínez – Proa.

El centro de Bogotá: sistema policéntrico lineal en el Plan Piloto y en el Plan Regulador. Persistencia de las relaciones transversales y longitudinales. a) Le Cor-busier, Plan Piloto para Bogotá, Centro Cívico – BOG 4212. © FLC 604. b) Wiener y Sert, Plan Regulador para Bogotá: carrera sexta. 1928-1979. Obra completa: medio siglo de arquitectura. Josep Lluís Sert; Rovira i Gimeno, Josep M. Barcelona, 2005. © Fundació Joan Miró.

a) b)

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can el edificio de la torre Avianca, el Banco Central Hipoteca-rio, el Museo del Oro y el edificio de la Nacional de Seguros; edificios que confieren nuevos rasgos a la plaza sin poner en duda su valor como referente histórico en la evolución y caracterización de la ciudad. Finalmente, el Centro Internacional (y específicamente el conjunto urbano Tequendama-Bavaria) es el ensayo de una nueva manera de hacer ciudad, en una localización estraté-gica, sobre una parcela irregular resultante de importantes operaciones infraestructurales, dentro de un ámbito contras-tado por la coexistencia de preexistencias históricas y edifi-caciones obsoletas. Este conjunto urbano se ejecuta con un trazado urbano poco definido y conformado, donde la mo-dernidad plasma una nueva espacialidad. Las dos plazas históricas, sin perder su vocación simbó-lica, quedan transformadas por nuevas y diferentes formas de intervención y un nuevo centro queda consolidado en un área que ofrece nuevas oportunidades para la ciudad

Arquitecturas urbanas: el edificio Avianca y el conjunto urbano Tequendama-Bavaria

La belleza urbana se origina a través de un equilibrio visual en-tre los componentes de un fragmento de ciudad, un cambio en uno de estos provoca el desajuste de ese equilibrio general.11

Cornelis van Eesteren

Nos centraremos ahora en dos de los tres ámbitos urbanos anteriormente citados: el parque Santander, que se consolidó como espacio focal para la ciudad, principalmente gracias a la construcción del edificio Avianca (1962-1968, Esguerra-Saénz-Urdaneta-Samper; Ricaurte-Carrizosa-Prieto y Domé-nico Parma, ingeniero) y el conjunto urbano Tequendama-Bavaria (1952-1982, Holabird-Root-Burgee; Cuéllar-Serrano-Gómez y Obregón-Valenzuela). En ambos casos hablamos de proyectos que por su en-vergadura y estratégica inserción en la ciudad se convierten en operaciones urbanas representativas de un modus ope-randi que apuesta claramente por la configuración del edifi-

Relación urbana del Gran Inmueble de Le Corbusier con la plaza de Bolívar y del Edificio Avianca con el parque Santander. a) Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá: maqueta del Centro Cívico © Archivo Pizano. b) Fotografía del ámbito del Parque Santander en Bogotá hacia 1970. © Foto de Rudolf, en Bogotá: Metrópoli moderna, Servicios Técni-cos Editoriales, 1970. a) b)

cio y del conjunto de edificios como arquitecturas urbanas, como nuevos elementos que asumen la nueva escala de la ciudad y se convierten en la medida de la transformación y de la apuesta hacia la modernidad. Estos son exactamente los tipos de edificios capaces de provocar cambios de tal envergadura que es necesario buscar un nuevo equilibrio en la ciudad y así llegar a la «belleza urbana» a la que se refiere Van Eesteren o a la «verdadera sínfonía arquitectural y pai-sajística», tal como comentaba el mismo Le Corbusier en la memoria del Plan Piloto. La torre construida para la aerolínea Avianca se localiza sobre la carrera séptima, en un entorno que destaca por su valor histórico y urbano, y además hace parte de un con-junto de edificios variados por su uso, época y arquitectura, que definen y delimitan el parque Santander. Dentro de una manzana de figura rectangular irregular, sobre una parcela de esquina de dimensiones casi cuadradas –50 x 45 metros cuadrados–, se erige el edificio de cuarenta plantas de altu-ra, el primer edificio en torre más alto de la ciudad.

En una reciente conversación con Germán Samper,12 tuvimos ocasión de hablar de algunos temas relativos a la concepción de la torre Avianca, entre ellos del porqué de la apuesta de los proyectistas por un edificio mucho más alto de lo que en un primer momento estaba previsto (que lo ha-cía totalmente diferente respecto a las demás propuestas) y de cuál era el papel urbano que querían dar al edificio dentro de la ciudad. A las preguntas formuladas, el arquitecto respondió que el primer objetivo del equipo era sencillamente «ganar el concurso» y por esto tenían que apostar por algo que tenía que convencer al jurado. Sus razonamientos demostraron que, sin alterar la superficie construida máxima prevista, se podía conseguir un edificio mucho más alto que permitía el doble objetivo del mejor aprovechamiento del solar y que se-guramente destacaría dentro de la ciudad. Al preguntarle entonces por sus referentes, fue inmediata la respuesta: el edificio Pirelli, de Gió Ponti, y el Seagram Building de Mies; llegó también a la relación con el Grand

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Immeuble de Le Corbusier, por el papel urbano parecido que iba a tener en la ciudad de Bogotá. En un extracto de la memoria publicada en la revista Proa, los mismos proyectistas así definen el edificio: «Una cons-trucción nueva, equilibrada, que por su sencillez perdure a través de los años»; «Contribución plástica que se convier-ta en símbolo para la empresa promotora y para la ciudad»; «Síntesis en el momento actual del urbanismo, la arquitectura y la técnica».13

Evidentemente el edificio Avianca se concibió como un nuevo hito, un referente dentro de la ciudad que responde a la idea de edificio como «tensionador» urbano, como contra-punto visual en el desarrollo de la ciudad a lo largo de la carre-ra séptima, como elemento vertical de «contraste» necesario para compensar la horizontalidad del espacio urbano en el que está ubicado. El tema principal del proyecto es la «ponde-ración», el equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo y, a la vez, el «contrapunto» y contraste respecto a lo existente. El elemento torre asumía el papel de referente urbano a escala de toda la ciudad o de un ámbito de ella, apostando por un evidente con-traste con el entorno, mientras la planta baja y la plataforma resolvían las relaciones a la escala de la calle y de la plaza.

Van Eesteren, «Propuesta para el área de Rokin, Ámsterdam, 1924», Ten-sión, contrapunto y equilibrio entre elementos urbanos. © Julián Galindo. Cornelis van Eesteren. La experiencia de Ámsterdam 1929-1958, Barcelona, 2003, pp. 38. Fundación Caja de Arquitectos.

Propuesta de «imagen» de ciudad y de relaciones urbanas a nivel de la planta baja; vista desde el parque Santander hacia la carrera séptima en una perspectiva del concurso y fotografía aérea del ámbito en los años 60. a) Esguerra, Sáenz, Urdaneta y Samper, Edificio Avianca. © Archivo Distrital.

Fotografía del centro de Bogotá hacia 1970. © Foto Rudolf, Bogotá: Metrópoli moderna, Servicios Técnicos Editoriales, 1970.

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La plataforma, elemento de encaje en la parcela, está concebida de manera unitaria con la torre; los dos cuerpos se perciben fusionados y la parte baja de la torre es una ex-tensión de la misma plataforma. La planta baja del edificio se resuelve en un sistema de tres espacios de diferentes ca-racterísticas y categoría, dispuestos sobre distintos niveles: el parque Santander, destacado espacio urbano del entorno, sirve de «antesala» al acceso principal de la torre, sobre el que domina el edificio alto como referente urbano-arquitectó-nico; el vestíbulo-plaza de entrada desde la carrera séptima, a una cota superior respecto a la calle, se configura como un espacio exterior-interior de acceso y de conexión entre torre y plataforma, que sirve de espacio-mirador sobre la calle; el otro espacio es el vestíbulo interior, ubicado debajo de la torre a un nivel inferior respecto de la calle, relacionado visualmente con el entorno urbano gracias a la transparencia de la fachada. Maestros de la modernidad como Van Eesteren, en pro-yectos como la ordenación del área de Rokin, en Ámster-dam, de 1924, o como el mismo Le Corbusier en el proyec-to para el Centro Cívico, habían apostado exactamente por este tipo de dinámica urbana, proponiendo para sus planes nuevos elementos urbanos capaces de establecer conexio-nes visuales, funcionales y formales con el espacio, y estruc-turados mediante una reglas del juego que no podían esta-blecerse a priori sino interpretando las condiciones específi-cas del lugar. «Ustedes ven que poco a poco, a medida que

enuncio los principios, las reglas aparecen, los elementos aparecen, puesto que son ellos los que ayudarán a constituir la clave del urbanismo», comentaba Le Corbusier en su pri-mera conferencia en Bogotá. Como ya hemos visto en el proyecto del Centro Cívico, Le Corbusier pone en valor toda una serie de reflexiones ur-banas básicas para construir la Bogotá moderna: la interpre-tación del paisaje como un sistema de base estructurador y parte de la composición urbana, sin relegarse a ser un simple fondo; la incorporación de las preexistencias históricas como elementos que enriquecen el sistema de relaciones urbanas; la configuración de los vacíos urbanos, plazas y explanadas mediante la tensión existente entre los edificios, más que por la continuidad de sus bordes; la configuración de la calle a partir de una secuencia de espacios públicos conformados por plataformas que componen un tapiz urbano en lugar de una alineación de fachada, y el uso de los edificios en altura como elementos capaces de establecer nuevos mecanismos de relación de distinta naturaleza: por contrapunto, por con-traste, por repetición, por serialidad o por continuidad; ensa-yos que quedan ejemplificados en las agrupaciones urbanas para los distintos centros (administrativo, de negocios, co-mercial y cultural) que conforman el Centro Cívico. En un croquis de febrero de 1950, Le Corbusier dibuja una propuesta de ordenación de un conjunto de edificios urbanos situados adelante de la plaza de toros. Son, evidentemente,

edificios altos y de gran envergadura que otorgan a este ám-bito de la ciudad un importante papel estratégico como nueva centralidad urbana y territorial, un polo cultural y de ocio que potenciará los usos de los edificios existentes (la plaza de to-ros, el Museo Nacional, etc.) mediante unos nuevos usos hote-leros. La propuesta para este nuevo centro, seguramente muy general e incipiente, incorpora de todos modos y de manera instintiva muchas de las intuiciones que Le Corbusier madu-raba y definía para el proyecto del Centro Cívico. Las monta-ñas, el parque, los edificios existentes, los nuevos edificios, los espacios urbanos, en su conjunto aparecen profundamente relacionados entre sí; una vez más se pone en escena un urba-nismo en tres dimensiones, que incorpora todas las reflexiones previas sobre el ámbito de actuación referidas a la comple-jidad del lugar, del entorno y que las materializa mediante la disposición de unos edificios urbanos representativos. La propuesta de Le Corbusier para este ámbito de la ciu-dad no va más allá de este dibujo, pero al cabo de unos pocos años varias firmas de arquitectos colombianos y ex-tranjeros llevan a cabo el proceso de realización de un con-junto urbano muy emblemático para la ciudad de Bogotá: el solar escogido para el proyecto será otro, prácticamente colindante con aquel que se había imaginado Le Corbusier y con características de relaciones estratégicas aún mejo-res; el Centro Internacional de Bogotá, que a pesar de un poco conocido proceso de gestión y de la complejidad de su construcción, posee como resultado formal una imagen unitaria, un nuevo centro urbano con un alto valor simbólico y funcional para la ciudad, un proyecto de centro de negocios, complementado con usos hotelero, de ocio y residencial. A nivel metropolitano, el conjunto hace parte de un siste-ma de centros que conforman un ámbito urbano emblemático, el llamado centro expandido de la ciudad, estructura urbana organizada a través de dos vectores principales: uno en direc-ción sur-norte conformado por las carreras séptima y décima, y otro hacia el occidente, la avenida El Dorado, que abre un nuevo frente de relación hacia el aeropuerto El Dorado. A nivel urbano, por un lado, se aporta continuidad a la secuencia de una serie de espacios de referencia: plazas, parques, ejes y cruces representativos, a lo largo de la carre-

Le Corbusier, Carnet 2–D16’–187-188, croquis del 28 de febrero de 1950. Propuesta de una nueva centralidad en el ámbito de la plaza de toros (San Diego): los edificios urbanos propuestos forman un conjunto unitario relacionado con la naturaleza, los espacios públicos y los edificios existentes. © FLC.

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ra séptima, resolviendo la transición entre la ciudad de traza colonial y la de nueva formación. A nivel arquitectónico, los edificios con programas y usos diversos (residenciales, de oficinas comerciales y de ocio) son elementos urbanos que establecen diversos tipos de re-laciones recurriendo a variaciones de edificios compuestos por torre y plataforma, con un destacable repertorio de me-canismos de relación entre sus propias partes, con los otros edificios, con los espacios públicos y con la ciudad. Si observamos las distintas etapas de la proyectación y construcción del conjunto, podemos valorar el proceso, las pautas de orden asumidas y sus resultados a nivel urbano y arquitectónico: - Origen de la manzana en el sector de San Diego: Ampliación y prolongación carrera décima y partición del

parque del Centenario, 1949. Conformación glorieta de San Diego, 1952. Construcción de los viaductos de la calle 26 y demolición

de la glorieta, 1958.- Etapas de construcción de los edificios: A. Hotel Tequendama, 1950-1951 / 1952-1953.

Proyecto: Holabird-Root-Burgee. Construcción: Cuéllar-Serrano-Gómez.

B. Edificio Bochica, 1952 / 1955-1956.Proyecto y construcción: Cuéllar-Serrano-Gómez.

C. Primera ampliación hotel Tequendama, 1959-1960/1961-1962.Proyecto y construcción: Cuéllar-Serrano-GómezDiseño estructural: Doménico Parma.

D. Conjunto Bavaria, 1963-1965.Proyecto: Obregón-Valenzuela.Construcción: Pizano-Pradilla-Caro.Diseño estructural: Doménico Parma.

E. Edificio Bachué y teatro Tisquesusa (hoy, Casino Aladín), 1963-1964 / 1966.Proyecto y construcción: Cuéllar-Serrano-Gómez.

F. Segunda ampliación hotel Tequendama, 1966-1967.Proyecto y construcción: Cuéllar-Serrano-Gómez.

G. Residencias Bachué (hoy Tequendama), 1978-1982.Proyecto y construcción: Cuéllar-Serrano-Gómez.

Le Corbusier, Plan Piloto para Bogotá: maqueta del Centro Cívico: contrapunto, serialidad, continuidad en la composición urbana en un ámbito del Centro Cívico. © FLC L14 – 24 / Lucien Hervè.

Primera propuesta de Cuéllar-Serrano-Gómez para el conjunto Tequendama, 1952:a) Esquema de la composición urbana. © Mayorga-Fontana, 2009.b) Perspectiva del conjunto. © L’Architecture d’Aujourd’hui n.o 80, 1958.a)

b)

a) Esquemas de las etapas de construcción del conjunto urbano Tequendama-Bavaria entre 1952 y 1982 © Mayorga-Fontana, 2009.b-c) Fotografías de Saúl Orduz de dos momentos de la evolución correspondientes respectivamente al segundo y al tercero de los esquemas. © Saúl Orduz, IDPC.

a) b) c)

AB

FE G

CD

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98 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

El conjunto: la relación con la naturaleza y con la ciudad

El Hotel Tequendama fue el primer edificio construido del conjunto, que desde su construcción se planteó como un proyecto de gran trascendencia para la ciudad; «Conclui-do ya el Hotel Tequendama», publicaba el 25 de abril de 1953 el periódico El Espectador, y el 20 de octubre de 1973, 20 años después, el mismo periódico dedicaba un suplemento especial a la consolidación del nuevo «Centro Internacional de Bogotá», una gran apuesta hacia el futuro. Es evidente que, desde sus inicios, cada edificio de este conjunto urbano generó grandes expectativas de cambio y representó una apuesta aparentemente novedosa, dados su envergadura y tamaño respecto a lo que se estaba ejecutan-do en la ciudad. En realidad, el carácter innovador de la propuesta tenía que ver sobre todo con una lógica de equilibrios y de bús-queda de nuevas relaciones con lo existente: en la misma lí-nea de las propuestas de Le Corbusier para el proyecto para el Centro Cívico, o que Van Eesteren, en sus propuestas para el área de negocios para una ciudad contemporánea en La Haya, de 1926,14 solo para citar unos pocos ejemplos, lo que se plantea con este proyecto para Bogotá es una serie de nuevas reglas del juego para una ciudad que quiere ser mo-derna sin renegar de su «pasado». El proyecto del conjunto urbano Tequendama-Bavaria se construyó, como hemos visto, en varias etapas, pero son dis-tinguibles dos grandes ámbitos del proyecto, que denomi-namos Conjunto Tequendama y Conjunto Bavaria; cada uno responde a unas reglas de agrupación y de composición urbana específicas, así como a unas apuestas territoriales y urbanas principales: relacionarse con la naturaleza y con las preexistencias y marcar claramente una directriz de tensión reafirmando la importancia de la carrera séptima como eje estructurante de la ciudad. Ambas partes cumplen con estos objetivos mediante dis-tintas composiciones urbanas: en el ámbito del «Conjunto Tequendama», por ejemplo, si nos fijamos en la primera pro-puesta de Cuéllar-Serrano-Gómez más que en el conjunto que se acabó construyendo, identificamos una agrupación

Planta baja del Edificio Bavaria-San Martín en el conjunto urbano Tequendama-Bavaria Perspectiva de un modelo tridimensional. © Mayorga-Fontana, 2009.

Vista general del conjunto urbano Tequendama-Bavaria. Perspectiva de un modelo tridimensional. © Mayorga-Fontana, 2009.

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urbana compuesta por cuatro edificios en barra (incluyendo el ya construido Hotel Tequendama), cada uno de ellos rela-cionado con diversos tipos de cuerpos bajos o plataformas. Tres cuerpos están dispuestos transversalmente respecto a la calle, y uno, longitudinalmente sobre la carrera 13, de manera tal que el conjunto se abre hacia los cerros y queda además definida una secuencia de testeros sobre las carre-ras séptima y séptima, así como una fachada más compacta sobre la carrera 13. En la realización final, la segunda ampliación del Hotel Tequendama y la gran torre de las Residencias Tequendama, en nuestra opinión, alteran el espíritu y las intenciones de la propuesta inicial, le quitan fuerza a la repetición seriada de los testeros sobre la calle, pero mantienen de todos modos la apertura hacia los cerros. Para el ámbito del Conjunto Bavaria, los arquitectos apuestan en cambio por una composición de tres cuerpos (dos torres de planta cuadrada y una más alta de planta rec-tangular), desplazados entre sí y apoyados sobre una plata-forma común. La disposición de estos elementos permite es-tablecer distintas relaciones visuales con los cerros (enmar-cando vistas o recortando siluetas) o con el edificio existente del Museo Nacional, lo que configura en su globalidad una fuerte relación hacia el norte de la ciudad con la disposición del edificio más alto en la esquina del solar.

Las partes: variaciones del edificio torre-plataforma

Si es importante reconocer una lógica común en el conjunto de los edificios, también es necesario fijarse en las soluciones arquitectónicas específicas planteadas en cada uno: las di-versas maneras de relacionar entre sí la torre y la plataforma o los cuerpos bajos nos muestra toda una variedad de posibili-dades, repercusiones y soluciones urbanas y arquitectónicas. Para Josep Lluís Sert, en cada edificio es posible recono-cer tres partes principales a nivel volumétrico, cada una con un grado de relación urbana distinto: la planta baja, o sea la relación con el suelo, el ámbito de relaciones urbanas más densas y directas; la plataforma, elemento intermedio que

Esquemas de los mecanismos de relación de los bloques y cuerpos bajos o plataformas que componen el conjunto urbano. © Mayorga-Fontana, 2009.

Vista aérea actual del Centro Internacional con base en una imagen de Google Earth, 2008.

Emplazamiento y alzado del conjunto urbano Tequendama-Bavaria. © Mayorga-Fontana, 2009.

puede albergar usos públicos y también privados; la torre o bloque superpuesto, con relaciones urbanas directas meno-res, pero con alto un valor como hito o referente urbano. En el caso del Hotel Tequendama y de su primera am-pliación, por ejemplo, los dos bloques dispuestos transver-salmente respecto a la calle están superpuestos al cuerpo bajo. En el edificio Bochica, el bloque dispuesto longitudi-nalmente respecto a la calle está superpuesto, pero casi fu-sionado con el cuerpo bajo, que adquiere función de zócalo comercial y ayuda a resolver el cambio de cota entre el nivel de la calle y la «plaza interior». En el edificio Bachué, el blo-que y el edificio plataforma están separados y la relación

entre los dos edificios se resuelve mediante una dilatación que alberga una calle-pasaje comercial. En el Conjunto Ba-varia, las dos torres residenciales se apoyan sobre una gran plataforma urbana que alberga usos comerciales, de ofici-nas y de ocio, mientras el edificio más alto está desplazado respecto a ella. En cada caso, además de las variaciones de relación entre los volúmenes principales, se configuran diversos espacios urbanos como calles interiores, galerías comerciales, calles y plazas cubiertas, espacios aportica-tos, etc., toda una serie de espacios de mediación que de-finen una red de relaciones urbanas entre los edificios y su entorno.

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100 Le Corbusier en Bogotá, 1947-1951: Precisiones en torno al Plan Director

Arquitecturas urbanas y urbanismo en tres dimensiones: a) Hotel Tequendama y primera ampliación. Perspectiva de un modelo tridimensional. © Mayorga-Fontana, 2009. b) Edificio Bochica. Perspectiva de un modelo tridimensional © Mayorga-Fontana, 2009. c) Edificio Bachué. Fotografía © Mayorga-Fontana, 2004. d) Conjunto Bavaria. © Saúl Orduz, IDPC-MdB.

a) b)

c) d)

«Arquitectura en todo, urbanismo en todo»: Bogotá, la arquitectura de la ciudad moderna

Para Le Corbusier, Bogotá representó una page à tourner, tal como afirmó en su último texto, escrito un mes antes de su muerte:

En Bogotá, en 1950, tuve la sensación de pasar página: el final de un mundo, inmanente, inminente. Solo queda cono-cer la duración, en horas humanas, de los segundos o los minutos de esta… ¿catástrofe? No, amigos, de esta libera-ción. Una circunstancia sin énfasis y en nada solemne: un viaje de negocios en Bogotá me llenó las manos, en cinco días solamente, de una cosecha de hechos y de pruebas de orden general y de orden personal capaces de afirmar sin angustia, pero, desde de la alegría del mañana, que la página pasará, una gran página de la historia humana, la historia de la vida de los hombres antes de la máquina y que esta rompió, trituró, hizo migajas.15

Y Le Corbusier representó lo mismo para Bogotá: una nueva página de su historia, un encuentro que no hizo más que acelerar la evolución de la ciudad hacia unas transformacio-nes que ya estaban en proceso. Los dos personajes de este encuentro seguirán su des-tino por caminos separados, pero con las huellas marcadas por una interrelación que repercutirá en la evolución de cada uno de ellos, sin la posibilidad de llegar a cuestionar su iden-tidad propia. Con seguridad podremos considerar la ciudad de Bogotá como un laboratorio de la modernidad, para el que llegaron a producirse un conjunto de ideas, proyectos y/o realizaciones a escala territorial, urbana y arquitectónica que conforman un capítulo importante de la arquitectura y el urbanismo. Nosotros nos hemos referido de manera más específica solamente a unas pocas realizaciones, pero son muchas las que se llevan a cabo y que son emblemáticas de este mo-dus operandi, de esta nueva manera de concebir la ciudad. Es verdad que Le Corbusier llegó a proponer un plan para la ciudad de Bogotá, pero en realidad sus ideas ya eran ampliamente conocidas o implícitamente asumidas por los

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101«Arquitectura en todo, urbanismo en todo» | M. P. Fontana y M. Y. Mayorga

arquitectos colombianos; uno de los aspectos más destaca-bles de su presencia en Bogotá fue que tuvo ocasión de pro-poner, una vez más, un «urbanismo en tres dimensiones», que en la práctica pudo materializarse por diversas vías. Un legado de la modernidad: la arquitectura y el urbanismo en-tendidos como una unidad formal y funcional, fruto de las re-laciones entre los nuevos elementos urbanos a tres escalas: la escala de la ciudad conocida y de los monumentos, la es-cala de los rascacielos y las nuevas actividades, y la escala de las vías de comunicación de conexión con el territorio.16

Remitámonos entonces a la primera imagen de este es-crito; explica Le Corbusier:

He expresado una silueta de ciudad. ¿Por qué falta de me-sura y por qué ignorancia de las consecuencias (como la moda hace estragos) tendríamos que hacer la silueta de la casa como la silueta de la ciudad? ¿Si empiezo a multiplicar, por la calle o en la ciudad, las casas maltratadas de esta forma, el efecto será miserable: el tumulto, la desagregación, la cacofonía. [...] Reservemos esta diversidad indispensable a nuestro intelecto para la hora en que se preparará la sinfo-nía de la ciudad. Los inmensos problemas contemporáneos del urbanismo y de la arquitectura aportarán a la ciudad, en extensión y en altura, unos elementos de una nueva escala. La unidad residirá en el detalle; la algarabía estará en el con-junto. He hecho intervenir el espacio alrededor de la casa: he contado con la extensión y con lo que se eleva por encima: distancia, tiempo, duración, volúmenes, cadencia, cantida-des: urbanismo y arquitectura.17

María Pia Fontana: arquitecta por la Universitá degli Studi di Napoli “Federico II”. Es profesora de Proyectos de la Universitat de Girona (España), DEA por la Universidad Politécnica de Cataluña (2004) y cursa el programa de doctorado en Proyectos Arquitectónicos por la UPC, Barcelona.

Miguel Y. Mayorga: arquitecto por la Universidad Nacional de Colombia de Bogotá, es profesor de pregrado y de maestría en Urbanismo de la UPC y de la UOC (Barcelona), DEA por la UPC (2003) y y cursa el programa de doctorado en Gestión del Territorio por la UPC.

Han sido editores invitados de la DPA 20 Cosenza (2004) y DPA 24 Bo-gotá Moderna (2008). Han sido comisarios de varias exposiciones, entre ellas Colombia. Arquitectura Moderna. 50-60, UPC - La Salle, Barcelo-na (2004); Colombia. Contribución a la modernidad, Museo de Bogotá. Bogotá (2005); Ciudad y arquitectura moderna en Colombia. 50-70, Mi-nisterio de Cultura, Bogotá (2008); Luigi Cosenza. El territori habitable, UdG – COAC, Girona (2008); Museo de Arquitectura Leopoldo Rother UN, Bogotá (2009). Han publicado varios artículos sobre arquitectura y urbanismo, y son autores del catálogo Colombia Arquitectura Moderna, ETSAB Barcelona, 2004 y 2007; del libro Luigi Cosenza. Il territorio abita-bile, Università Roma La Sapienza, Alinea, Florencia 2007 y del Catálogo Luigi Cosenza, El Territorio Habitable 10 proyectos Museo de arquitectura Leopoldo Rother UN, Bogotá (2009).

1 Se trata de la tercera conferencia dictada en Buenos Aires, el martes 8 de octubre de 1928, en la sede de la Facultad de Ciencias Exactas. Publica-do en: Le Corbusier, Precisiones respecto al estado actual de la arquitec-tura y el urbanismo, Apóstrofe, Barcelona, 1999, pp. 89-105.

2 Ídem, p. 90.3 Le Corbusier, «Plan Piloto de Bogotá», en revista Pórtico, edición especial

fuera de serie, 1952, p. 194 Dice Frampton: «Tras su visita a los Estados Unidos, en 1936, Le Corbu-

sier se inclinó, de un modo más decisivo, por desarrollar una forma de crecimiento urbano viable y de tipo ciudad abierta, que correspondiera más de cerca de la realidad de la megalópolis genérica que por entonces estaba naciendo espontáneamente en las zonas periféricas que rodea-ban a las principales capitales. […] La ciudad delimitada, centralizada y neohumanista, como la Ville Contemporaine, se ha disuelto definitivamen-te, al tiempo que la arquitectura blanca y sin juntas se ha abandonado por

completo. Estamos en 1944 y Le Corbusier tiene 57 años. Ha aceptado la caja de pandora que es la megalópolis infinita y aún tiene por delante otros 21 años de ejercicio y pensamiento en torno a la ciudad-abierta». Kenneth Frampton, «El otro Le Corbusier: la forma primitiva y la ciudad lineal, 1929-1952». En: Arquitectura 264-65, COAM, Madrid, pp. 36-37.

5 Ídem.6 Le Corbusier, Precisiones respecto al estado actual de la arquitectura y el

urbanismo, Apóstrofe, Barcelona, 1999, pp. 89-105.7 Ídem.8 Traducción del texto del croquis de Le Corbusier H3-5-36-001, del 24 de

junio de 1947.9 Traducción del texto del croquis de Le Corbusier H3-5-37-001, del 26 de

junio de 1947. 10 AA.VV., Bogotá, estructura y principales servicios públicos. Cámara de

Comercio de Bogotá. Villegas, Bogotá, 1978.11 Julián Galindo, Cronelis van Eesteren. La experiencia de Ámsterdam:

1929-1958. Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona, 2003, p. 41.12 Entrevista con Germán Samper, Bogotá, abril de 2009.13 Revista Proa 162, noviembre de 1963. Número monográfico sobre el Edi-

ficio Avianca. 14 Julián Galindo, Cornelis van Eesteren. La experiencia de Ámsterdam

1929-1958. Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona, 2003, pp. 39-5315 Le Corbusier: «Rien n’est transmissible que la pensée», en: Volume 8 des

Œuvres Complètes – Les dernière Œuvres, publié par Willy Boesiger, Les Editions d’Architecture Artemis, Zúrich, 1970; pp. 168-169.

16 Julián Galindo, Cornelis van Eesteren. La experiencia de Ámsterdam: 1929-1958. Fundación Caja de Arquitectos, Barcelona, 2003, pp. 39-53.

17 Le Corbusier, Precisiones respecto al estado actual de la arquitectura y el urbanismo, Apóstrofe, Barcelona, 1978.

El conjunto urbano Tequendama-Bavaria: La planta baja y las relaciones de continuidad es-pacial a nivel de la calle. El tapiz urbano; cuerpos bajos y plataformas. La composición de los volúmenes altos, las torres y bloques. © Mayorga-Fontana.

Van Eesteren, Área de negocios para una ciudad contempo-ránea, La Haya, 1926. © Julián Galindo. Cornelis van Ees-teren. La experiencia de Ámsterdam 1929-1958, Barcelona, 2003, pp. 38. Fundación Caja de Arquitectos.