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Parte sexta CRECIMIENTO Y MADUREZ EN EL SEGUIMIENTO DE CRISTO. LAS VIRTUDES CRISTIANAS Sección primera LAS VIRTUDES EN GENERAL 1. LA VIRTUD ES UNA a) La moral burguesa del pasado siglo presentó la virtud como "una vieja solterona, regañona y desdentada", o como probidad innocua o como una timorata mediocridad. En cambio, para los clásicos griegos la virtud es el brillo esplendente del héroe que se esfuerza por ganar las alturas, es la armonía y plenitud del hombre de nobles y magnánimos sentimientos que se da por completo al bien. El defecto de este ideal era replegar al hombre sobre sí mismo : la adoración de Dios no contaba. Para el cristiano, la virtud perfecta se encuentra en forma única e inimitable en la "benignidad y humanidad" de Cristo, en su humildad y grandeza y en su amor desinteresado; virtud de Cristo, maestro inimitable, pero que nos impone el deber de ir en su seguimiento . Cristo fue quien enseñó lo que es la virtud, ante todo por su amor universal, por su supremo sacrificio en aras del honor de Dios y por la salvación del hombre, sacrificio que con ser del más elevado heroísmo, nada tiene de afectado, y despide el precioso olor de la más acabada perfección. La virtud es la constancia y la facilidad en el bien obrar, que Procede de la bondad interior del hombre virtuoso. "Virtus est bona qualitas mentis qua bene vivitur, qua nemo male utitur" (S.Ag.) . Al paso que el hombre dotado de altas cualidades intelectuales puede usar de ellas bien o mal, de la virtud no puede usar sino para vivir bien; no es riqueza de que se pueda hacer mal uso.

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Parte sextaCRECIMIENTO Y MADUREZ EN EL SEGUIMIENTO DE CRISTO.LAS VIRTUDES CRISTIANASSeccin primeraLAS VIRTUDES EN GENERAL

1. LA VIRTUD ES UNAa) La moral burguesa del pasado siglo present la virtud como "una vieja solterona, regaona y desdentada",o como probidad innocua o como una timorata mediocridad. En cambio, para los clsicos griegosla virtudes el brillo esplendente del hroe que se esfuerza por ganar las alturas, es la armona y plenitud del hombre de nobles y magnnimos sentimientos que se da por completo al bien. El defecto de este ideal era replegar al hombre sobre s mismo : la adoracin de Dios no contaba.Para el cristiano, la virtud perfecta se encuentra en forma nica e inimitable en la "benignidad y humanidad" de Cristo, en su humildad y grandeza y en su amor desinteresado; virtud de Cristo, maestro inimitable, pero que nos impone el deber de ir en su seguimiento.Cristo fue quien ense lo que es la virtud,ante todo por su amor universal, por su supremo sacrificio en aras del honor de Dios y por la salvacin del hombre, sacrificio que con ser del ms elevado herosmo, nada tiene de afectado, y despide el precioso olor de la ms acabada perfeccin.La virtud es la constancia y la facilidad en el bien obrar, que Procede de la bondad interior del hombre virtuoso. "Virtus est bona qualitas mentis qua bene vivitur, qua nemo male utitur"(S.Ag.).Al paso que el hombre dotado de altas cualidades intelectuales puede usar de ellas bien o mal, de la virtud no puede usar sino para vivir bien; no es riqueza de que se pueda hacer mal uso.A las cualidades y aptitudes viene a aadirse elhbito habitus, hexis de las virtudes, el cual da laconstanciaen el bien obrar y hace que el hombre se muestre siempreconsecuente consigo mismoen las diversas resoluciones que le exigen las mltiples y variadas situaciones de la vida. La virtud no es una probidad cualquiera, sino el ajuste perfecto y radical con el bien. Poseer la virtud no quiere decir nicamente haberse decidido en general por el partido del bien, sino hacerlo penetrar hasta el ms profundo seno de la personalidad y mostrarlo en las ms pequeas manifestaciones libres.La virtud perfecta es la buena disposicin radical del nimo que ha llegado a convertirse en segunda naturaleza.Tomada en este sentido, la virtudes una.De manera que, en definitiva, no es virtuoso el hombre por ser casto, o moderado, o justo, etc., sino por estar dominado por el bien en toda su amplitud.b)Segn los griegos, laculminacin de la virtud es la prudencia:el summum de la virtudes ser prudente. Ycon mucha razn, pues slo el que est ntimamente posedo por el bien y en cierto modo emparentado con l consigue juzgar rectamente en toda situacin lo que es bueno. Y cuando este fallo sobre la bondad de una accin procede de la ntima fusin con el bien, queda asegurada su realizacin. Quien, por el contrario, en su juicio prctico, no alcanza a determinar lo que es realmente bueno, tampoco alcanzar a realizarlo en forma armoniosa. Para un griego como Aristteles o Platn, orientados hacia la objetividad, no hay verdadera virtud por el simple hecho de tener buenos sentimientos. Para ellos, lavirtud es el sentimiento que abraza el bien objetivo y lo realiza.Como punto esencial de la virtud consideran los griegos laprudencia, que ajusta su fallo prctico a la realidad.Por lo dems, en su concepto de la prudencia como virtud suprema hay un resto del optimismo socrtico, pues que la virtud es aprendible y el conocimiento del bien garantiza ya su realizacin.Nada tendramos que objetar al sistema que considera la virtud de prudencia corno virtud suprema, si se hiciese resaltar con suficiente claridad que la prudencia tiene como fondo y razel amor al bien, sila prudencia se entendiese en el sentido bblico (lesabidura,que es aquel conocimiento que "saborea" el bien(sapere, sapientia)y que no se limita a establecer la diferenciaterica entre el bien y el mal, sino que conoce por un fino y delicado toque amoroso de la conciencia cul es la esencia del bien.El cristiano no se cree capaz de llegar por sus fuerzas a esta prudencia coronada por la sabidura; slo la enseanza y el ejemplo de Cristo, slo el soplo del Espritu Santo, que es Espritu de sabidura y de amor, puede conducirlo all.Esta prudencia que no mira la cruz de Cristo como una locura es una gracia que procede de lo alto agape ,es una iluminacin especial y amorosa de Dios en Cristo. Su ltima finalidad es la realizacin del primer mandamiento, el del amor en 'el seguimiento de Cristo.Esto no significa condenar el justo medio aristotlico (lamesotes,mxima realizacin de la prudencia que se manifiesta en todas las cosas como trmino medio), la busca de una armona en la realizacin humana del bien que efectuaron los griegos, sino superar con mucho este justo medio, que no es ya la prudencia propiamente humana, ni se fija como fin de la virtud en una concepcin harmnica del hombre.El principio, el medio y el fin de la virtud es el amor de Dios.La virtud por excelencia y la que las comprende todas es, para el cristiano, lacaridad,el estar abrasado en el amor a Dios, el imitar el amor de Cristo olvidndose heroicamente de s mismo para quemarse en aras del amor a Dios y al prjimo. Este amor, que paraelpagano es locura, mirado con la luz de la "sabidura" y con los ojos iluminados por el amor, es para el discpulo de Cristo la verdadera prudencia. Esta prudencia, como virtud cristiana, tiene como principal misin, asistida por la fe y por los dones del Espritu Santo, la desealar los caminos del amor.Ya SAN AGUSTN mostr que sta era la ley fundamental de la virtud cristiana: lacima es el amor a Dios.La virtud, en su sentido pleno, es la que pone el orden en el alma, o en otros trminos, es el recto orden del amor.La virtud perfecta es el amor ordenado: "ordo amoris, ordo caritatis".El amor a Dios, con todo el squito de virtudes que vivifica, es la fuerza que establece el orden en el alma, y slo el alma as ordenada puede conocer y observar perfectamente la jerarqua de valores que solicitan el amor. Cuando reina el orden del amor, toda virtud culmina en la libre orientacin del hombre hacia Dios, objeto supremo del amor. Pero es claro que este amor ordenador no puede traer su origen y su fuerza sino del amor que Dios nos profesa.As queda el concepto de la virtud cristiana diferenciado con toda precisin del simple dominio del mal. El hombre virtuoso es aquel que tiene su alma perfectamente aparejada para realizar el gran mandamiento del amor; esel que se sabe galardonado con el amor divino y por eso no se atribuye a s mismo orgullosamente la bondad que pueda poseer.II. MULTIPLICIDAD DE LAS VIRTUDESLos grandes sistemas ticos centran todas las virtudes en una virtud bsica o por lo menos en una actitud fundamental. Para los griegos, esta virtud es la prudencia o la sabidura. Para el orgulloso estoico, la virtud fundamental es el orden interior de la razn al que la pasin no logra perturbar(apatheia).Para Kant no hay ms que una sola virtud verdadera, y es estar totalmente posedo de esta idea:el deber,aunque sean muchos los que impone la virtud.Para el cristiano, lo fundamental es estar lleno del amor de Dios; amor recibido y amor dado.As como no reina acuerdo perfecto para sealar la virtud fundamental que a todas las dems encierra, as tampoco lo hay respecto del nmero de virtudes en que aqulla se manifiesta. La escuela que sigue a Platn determina el nmero de virtudes por el nmero de potencias del alma ordenadas por la virtud. As se sealan cuatro virtudes cardinales conforme a las cuatro potencias del alma: la prudencia es la virtud del entendimiento orientado hacia la prctica, la justicia seala a la voluntad la constante direccin de los derechos conocidos, la templanza modera los apetitos concupiscibles de la vida afectiva, y la fortaleza los irascibles. El que se atiene a esta explicacin tiene que tomar las dems virtudes como una derivacin de las cuatro fundamentales. Aristteles define las virtudes por su objeto, o sea por los valores objetivos particulares a que la respectiva virtud se ordena. sta es la direccin seguida por la enseanza cristiana acerca de las virtudes. Especialmente la doctrina moderna de los valores, basada en la consideracin de los valores objetivos, no ve otra posibilidad para explicar la esencia ntima de la virtud. La unicidad de la virtud se explica por la unicidad del bien en Dios. La pluralidad de las virtudes corresponde exactamente a la pluralidad de valores morales especficos.En Santo Toms se unen ambos puntos de vista : la virtud ordena las potencias del alma y las abre a las exigencias del bien.Los actos de las virtudes y las virtudes mismasreciben del objeto su distincin especfica.Una virtud particular ser perfectasiva rodeada del cortejo de las dems virtudes,si arraiga en la virtud fundamental que las comprende todas.Quien, por ejemplo, observa la justicia pero descuida la caridad, demuestra que no practica la justicia movido por un amor bsico al bien, que no ha penetrado hasta el corazn de dicha virtud, ni se ha sometido al bien considerado en toda su totalidad y unidad, o sea que no se ha sometido a Dios totalmente, puesto que es l, Seor de todo bien, quien se impone en todo bien particular.Los estoicos percibieron sin duda esta realidad, pues afirmaron que el hombre, o tiene todas las virtudes, o no tiene ninguna; quien posee una virtud las posee todas.El valor o la virtud particular slo alcanzatodo subrillo y dignidad con la totalidad de ellas. La virtud particular no confiere orden y belleza sino en el concierto ordenado de todas las virtudes. Respecto de la prudencia se ha expresado esta verdad diciendo que una virtud particular perfecta supone la perfecta prudencia, que dicta su fallo en todo tiempo, en general y en particular, sobre el justo medio del bien. Pero dicha prudencia perfecta, respecto de una virtud particular, slo es posible cuando la prudencia es perfecta en s y respecto de todas las virtudes. Mas, desde el punto de vista cristiano, que sostiene el primado de la caridad, esta verdad se expresa as:quien tiene caridad perfecta, tiene que mostrarla en todo y por todo.Tericamente, esto es del todo exacto. Mas la vida nos plantea a este respecto problemas difciles, que la novela deGRAHAM GREENE,El poder y la gloria,ha puesto de relieve. El "cura borracho" muestra una humildad, abnegacin y olvido de s mismo que van hasta el herosmo; tiene un espritu de feyde caridad incomparables,ycon todo... es un borrachn. La doctrina estoica de que, o se poseen todas las virtudes en grado perfecto o no se posee ninguna, sera verdadera siel hombre fuese psquicamente perfecto.No es difcil concebir que un hombre est ms o menos arraigado en la virtud y, sin embargo, al menos en el exterior, muestre una falta total o parcial dealguna virtud particular.Esto se explica por ladefectuosa constitucin psquica,y en ltimo trmino por los estragos causados en el hombre por el pecado original. As vemos como hay personas que presentan notables debilidades en un punto, siendo irreprochables en todos los dems. El "cura borracho" no es un bebedor de voluntad, puesto que deplora su vicio. Masen su situacin, su libre albedro no alcanza a vencer los obstculos que leoponesu naturaleza.La falta evidente de alguna virtud no se puede explicar siempre diciendo simplemente que la persona en cuestin no se ha dado al bien en forma absoluta y radical, o que no ha percibido con claridad la hermosura y sublimidad del bien. Tales faltas se explican a menudo por la estrechez o prejuicios del medio ambiente a que uno se ve ligado, o por la defectuosidad de su organismo psquico.De todos modos, el cura borracho de la novela es un caso anormal, pues si posee en grado tan profundo la humildad, el espritu de sacrificio, el amor a los enemigos, cmo es que la accin saludable de todas estas virtudes sobre su libertad y sobre su naturaleza defectuosa accin que no puede faltar , cmo es, decimos, que no alcance a suprimir ese vivo contraste entre la sublimidad de este conjunto virtuoso y la bajeza de laconducta en este punto particular? "La santidad positiva es alta salud espiritual, la exige y la produce"Desde el punto de vista de la conexin de las virtudes, o sea mirando la decisin fundamental de la voluntad por el bien, los esfuerzos del cura borracho por llegar a la templanza muestran una virtud ms perfecta que la del epicreo que se abstiene de la bebida a la que es hostil no por voluntad y amor razonado del bien, sino porque no quiere perturbar el goce tranquilo de la vida. Sin duda que la "templanza" del cura borracho, considerada desde el punto de vista de la virtud, que quiere ser ejercicio fcil, agradable y equilibrado, est muy lejos de ser perfecta. Si constara, sin embargo, que la intemperancia en el beber fuera una culpa que procediera slo de sulibre determinacin,sera prueba de que no ha ligado estrechas relaciones ni con la virtud de la templanza ni con ninguna otra verdadera virtud, y que aquellas otras cualidades no son virtudes que realmente procedan de una actitud fundamental virtuosa; son simples inclinaciones innatas o adquiridas, vistosidades arruinadas de un edificio desmoronado en su interior, pues es caracterstico de toda virtud llevar al abrazo radical del bien entero.III. VIRTUDES INFUSAS Y ADQUIRIDASa) La virtud infusaNada pone tan de manifiesto la profunda diferencia entre el concepto de la virtud del orgulloso estoico y el de la virtud cristiana, como la doctrina de lasvirtudes infusas.Con esta expresin se designa el armamento espiritual con el que las potencias del alma quedan dotadas inmediata y gratuitamente por Dios para la vida cristiana y virtuosa. De manera que Dios no slo da un valor sobrenatural a cada acto virtuoso mediante una gracia o auxilio actual, sino quesantifica la misma raz del acto por la infusin o concesin de virtudessobrenaturales.Ensea claramente la Iglesia que junto con la gracia santificante se infunden en el alma las virtudes sobrenaturales defe, esperanza y caridad (Dz 800).Con ello se indica expresamente que la potencia o facultad permanente de hacer actos de fe, esperanza y caridad con la ayuda de la gracia actual, es un don del amor de Dios. La doctrina general de los telogos, de que junto con las virtudes teologales se infunden tambin en el almavirtudes morales sobrenaturales,que son disposiciones permanentes,se apoya en una declaracin de Inocencio III (Dz 410)y del concilio de Vienne (Dz 483)."Al mismo tiempo que la gracia bautismal, entra en el alma el nobilsimo cortejo de todas las virtudes".Mas la infusin de las virtudes morales no quiere decir que el hombre no tenga ya que trabajar en la adquisicin de la perfeccin moral. Y piensan muchos telogos que la infusin de las virtudes como tales no facilita absolutamente el ejercicio de la virtud, sino que se limita a conferir a la facultad unttulo de nobleza y elevacin sobrenatural, yun armamento con el que se puede pasar al ejercicio de la virtud moral con la ayuda de la gracia.La doctrina de las virtudes morales infusas seala la razn y finalidad de la virtud cristiana :la raz y fundamento es el Espritu Santo con su gracia dispensadora y renovadora; la finalidad es Cristo y el Padre: esto es, reproducir en nosotros la imagen de Cristo en virtud de su Espritu.Para la conciencia cristiana, la vida virtuosa es esencialmente ms que una orientacin hacia una ley o un ideal abstracto. Vivir virtuosamente significaestar animado por el espritu de Cristo,por su amor, por su ejemplo, trabajar en imitar, en copiar sus virtudes, ayudado por esas energas sobrenaturales que unen al hombre con Cristo mediante la gracia.Miguel Sailer, particularmente, mostr el carcter sobrenatural de la virtud cristiana: "Las virtudes son realmentevirtudes cristianaspor cuanto se encuentran en los amigos y discpulos de Cristo y por cuanto son fuerza victoriosa que determina a guardar la ley de la ms alta santidad y justicia, conforme a las enseanzas de Cristo, a los ejemplos de Cristo, al Espritu de Cristo y en el Espritu de Cristo"."Quiero copiar en m y fuera de m lo divino y lo eterno, para glorificar lo eterno y lo divino: he ah el sentimiento dominante que entra en la esencia y finalidad de la virtud".Tres son las notas distintivas de la virtud cristiana segn Sailer: imitacin de Dios tomada primero corno ley, segundo como razn formal y tercero como ltima finalidad.Las virtudes cristianas, y no slo las teologales sino tambin las morales, sonuna cualidad dada por Dios, una penetracin ntima de la virtud de Cristo.As se destaca la virtud cristiana con toda claridad sobre el ansioso "autoperfeccionamiento", en que el esfuerzo virtuoso gira slo en torno del diminuto "yo" humano. La fuente de energa de la virtud cristiana y su hito sublime es Jesucristo. Si la virtud cristiana es una cualidad inmediatamente infundida por Dios en el alma, elprimer deber que impone es el de una profunda humildadanteDios, dador de toda cualidad virtuosa, y ante Cristo, modelo perfecto de toda virtud y en particular de la humildad. La virtud llega a su ms noble esplendor mediante la humildad que nada se atribuye a s, sino que, aun cuando su fidelidad sea tan exacta y perfecta que vaya ms all del simple mandamiento, todo se lo atribuye a Dios. Nada obscurece tanto la virtud ms firme como la mirada complacida sobre el propio yo, que se arroga todo el trabajo de la virtud, siendo as que todo tiene en Dios su propia y primera fuente.b) La virtud adquiridaEl hombre puede adquirir hbitos morales por va distinta de la infusin de las virtudes. En su semejanza espiritual con Dios tiene ya una disposicin natural para el bien. Mas sin la transformacin interior por el Espritu Santo, su esfuerzo no alcanza a formar sino virtudes morales puramente naturales; nunca puede levantarse a la virtud sobrenatural. Estas virtudes puramente naturales son verdaderas y autnticas virtudes slo cuando se orientan hacia Dios por la religin; y slo alcanzan un valor religioso y sobrenatural como virtud cristianapor la infusin de la disposicin y cualidad que asemeje a Cristo.Exteriormente, la adquisicin de los hbitos morales no revela la presencia o la ausencia de las virtudes infusas. La orientacin y desarrollo interior de la virtud es muy otro, sin embargo, cuando procede de una virtud infusa y sobrenatural, cuando es virtud aprendida en la escuela del divino Maestro, cuando est iluminada por la fe y caldeada por la esperanza y la caridad, y cuando en lo ms profundo de sus energas est asimilada al Espritu de Cristo.Los escolsticos sealan comocaracterstico de la virtud la firmeza, la facilidad y la prontitud en su ejercicio,cualidades que se adquieren en gran parte por la repeticin de los actos. Pero nada sera tan equivocado como hacer descansar lo principal y esencial de la virtud sobre el ejercicio y la costumbre."La virtud es lo ms opuesto a la simple costumbre".El ejercicio y la costumbre no debe nunca reemplazar la decisin siempre actual y renovada por el bien desde lo ms profundo de los sentimientos, porque cuando el mero ejercicio mecnico o la costumbre sin reflexin reemplaza la actuacin vital de la persona, la virtud muere. As dice Kant con razn : "La virtud es la fuerza moral que lleva al cumplimiento del deber y que nunca se convierte en costumbre, sino que rejuvenece siempre y procede de la profundidad de la mente"."La virtud no es ni la apata estoica, ni la costumbre mecnica, sino la fuerza espiritual para una accin alegre; mucho menos ser la frvola habilidad o virtuosidad. Aun supuesta la disposicin permanente para el bien, es fuerza que procede de una seria determinacin actual y que se alimenta de la alegre aquiescencia a los valores que aquella disposicin encierra. Esta aquiescencia y amor a los valores slo es posible cuando se conocen y aman"14.Lo importante en la virtud es estar prendado del valor que encierra. Por eso la virtud se diferencia del mero cumplimiento de la ley bajo la presin del castigo o por la esperanza de la recompensa.Es el profundo conocimiento de los valores y el ntimo amor a los mismos lo que da vida a la virtud.Mas no por ello hemos de tener en menor estima el ejercicio y la costumbre. Pues dada la debilidad de la naturaleza humana y los estorbos exteriores que dificultan la prctica del bien, no sera fcil llegar a su realizacin sin la disposicin que confiere un ejercicio constante. Mas cuando desaparece la fuerza que a la libertad confiere el conocimiento y el amor de los valores, desaparece tambin muy pronto la costumbre. En el mejor de los casos, cuando la costumbre est sostenida por la inclinacin natural o por la rutina, podr ofrecer una precaria barrera contra numerosas cadas.c)La belleza de la virtud y el afn por poseerlaUna idea predilecta de Max Scheler es que la accin de veras buena no es tanto la que se realiza para alcanzar la felicidad, cuanto la que mana de la plenitud de la felicidad; y que el hombre bueno ama la virtud no tanto para abundar en bondad, sino porque ya rebosa interiormente con ella. Ambas cosas han de considerarse. Sin duda debemos ejercitar el bien tambinpara hacernos mejores,para aduearnos del hbito de la virtud; para merecer un aumento de virtudes infusas. Claro es que la ltima finalidad perseguida con la prctica del bien no son las ventajas que la virtud proporciona a quien la posee, sino la obediencia y el amor a Dios. Pero slo el que ya es virtuoso puede obrar el bien. No hay autntico ejercicio de virtudes si no se las posee ya en cierto grado. Esto lo ensea la doctrina de la gracia actual y sobre todo la de las virtudes infusas morales. Slo poseyendo el hbito del bien, hbito recibido ya, pero que peligra siempre en nuestro poder, podemos ejercitarnos en l. Al realizar el bien, al ir hasta el extremo de las posibilidades que nos da la virtud actual, adquirimos un nuevo grado en la facilidad para la prctica de la virtud, y por la gracia de Dios tambin un acrecentamiento del mismo hbito virtuoso. El hombre virtuoso ejecuta el bien conforme ya lo posee interiormente, mas el bien que realiza le aumenta su posesin.Perocuanto menos codicie su propio enriquecimiento y cuanto ms se desprenda de s para unirse ntimamente con el bien, tanto ms crecer el tesoro de gracia interior.No hay ningn medio de aumentar directamente las virtudes infusas. Lo nico que podemos hacer es merecer que mediante los actos buenos Dios nos las aumente gratuitamente. Podemos fortificar directamente la habituacin exterior de la virtud adquirida con el ejercicio, al menos cuando un nuevo acto de virtud va hasta lo ltimo de la energa que se posee ya por la disposicin y hbito precedente. Si el ejercicio de las buenas acciones queda mucho tiempo por debajo del grado de disposicin a la virtud, es indicio de un debilitamiento en la habituacin exterior, aunque no necesariamente de un debilitamiento ale la virtud infusa, cuyo desarrollo probablemente coincide con el de la gracia santificarte.La virtud es una riqueza y hermosura interior que se muestra tambin en el rostro y aun en las obras. Esta riqueza es tanto ms hermosa cuanto menos se considera el hombre virtuoso a s mismo. El brillo de la virtud es tanto ms grato a los ojos de Dios y de los hombres cuanto ms obligado se cree el hombre virtuoso a esforzarse a la virtud. Porque cuanto ms sube el tesoro de la virtud, tanto ms amplios son los campos y los deberes que de ella se descubren. El hombre virtuoso no obra el bien principalmente en vista de un perfeccionamiento personal egosta; mas cuando se mira y considera a s mismo, no ve tanto las cualidades ya adquiridas como las posibilidades que reclaman an un desarrollo. El hombre virtuoso est ebrio con la hermosura de la virtud, mas no tanto con la hermosura de las cualidades y buenas disposiciones que ya posee, cuanto con la nobleza y elevacin de los valores que tiene por adquirir. La virtud se le presenta como ama y seora, cuya"nobleza interior le obliga en grado sumo".Lo ms hermoso en la virtud es el brillo de las cualidades no advertidas por quien las posee, es el desposorio del pretendiente a la virtud con su hermosura dominadora en la cmara nupcial de la libertad.La virtud se hace palpable slo en el hombre.No anda por el cielo de los valores como virtud; all slo est como exigencia ideal. El cristiano no se enfrenta ante la exigencia ideal de una imagen abstracta de la virtud, sinoante la persona infinitamente perfecta de Cristo,en quien la virtud se encarn en el grado ms acabado.En esta vida la virtud humana no llega a la perfeccin.En el estado de viandante rara vez reina sin combate. Mas, a pesar de todo, conoce que tiene energas para la lucha, pero que la fuente de dichas energas no es la naturaleza, sino la gracia de Dios:"Todo lo puedo en aquel que me fortalece"(Phil 4, 13).En la virtud cristiana se muestra el glorioso amanecer de la nueva era y el ansia de llegar a la definitiva perfeccin.Es la virtud cristiana una revelacin incipiente de la victoria de Cristo y un combate sostenido merced a las fuerzas que manan de su pasin.La virtud cristiana est siempre en camino hacia la plena manifestacin de la gloria del reino de Dios.No es de la esencia de la virtud el suprimir todos los trabajos y dificultades y todos los estorbos para su ejercicio. Pero aunque suponga una lucha a brazo partido, incluye una liberacin interior y una irradiacin de santa alegra. "Slo la falta de virtud, slo el vicio dificulta la prctica del bien y baa la frente en sudor. Cuando, por el contrario, se posee la virtud, se ejecuta cualquiera buena accin con la misma facilidad con que el ave vuela libremente por los aires.La adquisicin de la virtud cuesta el sudor del esfuerzo, mas ni el sudor ni los trabajos son la virtud;jams pueden stos formar la virtud, pues sta, ante todo, es un "don de la gracia; los esfuerzos y fatigas de la voluntad no significan ms que la necesaria preparacin para recibirlo"La virtud cristiana supone que se ha recibido el tesoro del amor y que ese tesoro va aumentando. Por su origen y por su finalidad la virtud es "religin" : unin con Dios mediante Dios, homenaje que tributamos a Dios socorridos por su ayuda; as como tambin gloria nuestra, por gracia de Dios. Por su origen, ejercicio y finalidad es una bienaventuranza: es don del Dios infinitamente feliz; su ejercicio est condicionado por el tesoro beatificante de la gracia y prepara al don magnfico de la bienaventuranza eterna. Pero esto no quita queen su camino se yerga el rbol de la cruz.BERNHARD HRINGLA LEY DE CRISTO IHerder - Barcelona 1961Pgs. 513-524

Parte primeraLAS TRES VIRTUDES TEOLOGALESSeccin primeraLAS VIRTUDES TEOLOGALES EN GENERAL1. LAS TRES VIRTUDES TEOLOGALES, FUNDAMENTO DE LA VIDA MORAL SOBRENATURALPara que la accin moral del hombre reciba un contenido y un valor sobrenaturales, no basta que la gracia eleve la substancia del alma; preciso es que tambin sus potencias se encuentren elevadas y equipadas sobrenaturalmente.La moralidad cristiana no es otra cosa que la vida animada por la gracia santificante, la vida llevada conforme a la dignidad y energa que confiere la condicin de hijos de Dios.La gracia santificanteno es un capital muerto,sino unafuerza vitalpara llevar una vida deiforme. De ah que en su squito figuren necesariamente las tres virtudes teologales, por las que la gracia santificante se difunde, en cierto modo, desde la esencia del alma sobre sus potencias, para fundamentar la actividad vital.Por lafe,lainteligenciaqueda habilitada para ser rgano receptor de las riquezas de laverdad divina;por laesperanza,lavoluntad,que ansa la felicidad, queda ordenada a ladivina bienaventuranza,herencia propia de los hijos de Dios; por lacaridad,la facultad de amar, que es tambin la facultad de apreciar y aceptar los valores, se hace apta para descansar en launin amorosacon Dios, bien supremo; digno del amor absoluto, pero con un reposo y descanso que es principio de libre actividad.No ha de creerse que la gracia santificante y las virtudes teologales estn simplemente yuxtapuestas ; estn, al contrario, fundidas en una ntimaunin vital.Sin las tres virtudes teologales, la gracia santificante, con todo y servida,seraincapazde producir sus propios actos vitales; a su turno, las tres virtudes teologales sin la gracia santificante no significaran ms queaptitudespara los actos de la vida sobrenatural, perosinsumisterioso principio productor.No es siquiera imaginable que pueda producirse el acto especficamente propio de los hijos de Dios, el de caridad, sin la gracia habitual. Es cierto que la fe y la esperanza pueden existir en el alma y traducirse en actos, an estando ausente la gracia santificante y la caridad; pero en tal caso esas virtudes no son ms que simples aptitudes para actos que suspiran por aquella vida sobrenatural de que estn privados, actos que claman para que el alma obtenga la vida sobrenatural.Son virtudes que claman por recibir laformade que carecen(virtutes informes).Cuando la fe no se desborda en su ansia por su autntico principio vital, entonces es, en estricto sentido,fides mortua,una fe muerta.Lo mismo vale decir de la esperanza sobrenatural, cuando no siente la inquietud por la adquisicin de la bienaventuranza, es decir, de la caridad.Las tres virtudes teologales sonvirtudesen el sentido ms alto, puesto que pertrechan y capacitan para actos que sin ellas fueran del todo imposibles.Sin embargo, lagracia actualpuede tambin habilitar para los actos singulares y pasajeros sobrenaturales que llevan a la justificacin.Son, en efecto, virtudesteologales,pues1)Slo Dios puede darlas;la nica contribucin positiva de que el hombre es capaz. consiste en preparar su alma para recibirlas.2) Proporcionan la participacin en los bienes propios y exclusivos de Dios; por ellas participa el hombre del tesoro de las verdades divinas naturalmente inasequibles, como tambin de la divina bienaventuranza y de la comunin con la divina caridad.3) Dios mismo es el motivo y el fin (objeto material y formal) de las virtudes teologales. Dios es sufin uobjetomaterial:la fe tiende a Dios, en cuanto Dios se conoce a s mismo y en cuanto es veraz al comunicarle al hombre el tesoro de los misterios de su corazn; la esperanza tiende a Dios, en cuanto infinitamente dichoso y beatificante; la caridad descansa en Dios, en cuanto digno de un amor absoluto. Dios mismo es tambin elmotivo(objetoformal)de las virtudes teologales: el motivo y fundamento de la fe es la veracidad de Dios; el de la esperanza, la bondad, omnipotencia y fidelidad de Dios, o con otras palabras, las prometidas riquezas de la divina caridad; el de la caridad, la suma bondad de Dios, digno de un amor absoluto.La trada de las virtudes teologalesen la unidad de la gracia santificante es una imagen de la santsima Trinidad, de la nica esencia en las tres personas.Las tres virtudes teologales corresponden tambin a tres facultades espirituales del hombre, a las de conocer, desearyamar. San Pablo seal expresamente estas tres virtudes: "Ahora permanecen estas tres cosas: la fe, la esperanza y la caridad" (1 Cor 13, 13). Con ello quiso decir: estas tres virtudes son "las condiciones esenciales v permanentes de nuestra vida cristiana".Las manifestaciones todas de la vida cristiana tienen que basarse en estas tres virtudes y amoldarse a ellas. (Otros pasajes en que tambin se habla de las tres virtudes teologales : Hebr 10, 22-24; Rom 5, 1-5; Gal 5, 5 ; Col 1 , 4 ; 1 Thes 1, 3 ; 5, 8, en este ltimo se presentan como la armadura completa del soldado de Cristo.)SAN AGUSTN considera las tres virtudes teologales como la suma de la moral cristiana(Enchiridion sive de fide, spe et caritate) .Hablamos siempre de tres y slo tres virtudes teologales ; y as dejamos intacto el problema de si la virtud de religin debe contarse entre las teologales, o ms bien entre las morales. Los salmanticenses con muchos otros telogos rehusan decididamente subordinarla a la virtud moral de justicia. Nosotros procuraremos mostrar que es una virtud que corresponde a lo que la sagrada Escritura nos ensea acerca de la"gloria Dei".II. LAS VIRTUDES TEOLOGALES, FUNDAMENTO Y ESENCIADEL MISTERIOSO DILOGO ENTRE DIOS Y EL HOMBREEl fin principal de las virtudes teologales no es pertrechar al hombre para su cometido en este mundo aunque le comuniquen brios poderosos para llevarlo a una altura insospechada , sino para entablar el dilogo con Dios, dilogo que alcanzar su perfeccin en la eterna bienaventuranza.Las virtudes teologales no han de mirarse como resultado del esfuerzo humano, sino como habilitacin concedida gratuitamente al hombre por Dios para realizar los actos esenciales de su ser y condicin de cristiano. Dichos actos no son los que van encaminados a mejorar el mundo o a perfeccionarse personalmente, sino los que se enderezan a unirse con Dios y a participar de su divina actividad.Antes de que el hombre pronuncie ante Dios el s de la fe, ya ha pronunciado Dios su s a la participacin del hombre (deestehombre concreto) en la divina verdad, que nuestra la riqueza de su amor y su bienaventuranza (a travs de la revelacin y la infusin gratuita de la virtud de la fe). Antes de que el hombre aspire a la beatitud sobrenatural por medio del acto de esperanza, ya Dios le ha tendido su mano paternal (por sus promesas y por la comunicacin de la divina esperanza). Antes de que el hombre encuentre su descanso en el amor a Dios, ya Dios ha abrazado al hombre como a su hijo y lo ha unido consigo, comunicndole su divina caridad y su vida divina. El dilogo principia, pues, siempre en Dios, quien, por su gracia creadora, trabaja en el hombre para hacerlo capaz de una respuesta adecuada.En la conversin del adulto se realiza esto primero por medio de lasgracias actuales ytransitorias que lo mueven a creer y esperar. En el bautismo de los nios, por el contrario, se infunden ya desde el principio las tres virtudes teologales, cuyosactosquedan al hombre la capacidad de responder y amar a Dios slo ms tarde vendrn a producirse.Maravillosa sobre toda ponderacin es esta reciprocidad del dilogo que principia en Dios y sigue por el hombre, en lo que respecta a la virtud y primer acto de caridad del convertido. El acto de divina caridad no se realiza antes de que el hombre haya respondido, por la fe y la esperanza, al amoroso llamamiento de Dios a travs de la revelacin y las divinas promesas. Dios mismo, impulsado por su amor, se llega hasta el hombre, hacindolo apto para el acto de amor filial, porque este don no va jams sin el dador mismo. Tan luego como formula el hombre el acto de caridad, se encuentra correspondido por Dios, el cual se une a l, en su divina intencin, comunicndole al mismo tiempo con el primeractode divina caridad, y en cierto modo como divinarespuesta, lavirtudde la caridad. Y entonces todo cuanto de bueno quiere y obra el hombre agraciado de este modo, lo obra y quiere en virtud de esa misma divina cualidad, y como respuesta directa a la amorosa solicitacin de Dios. que todo lo ha renovado y recreado.Lo primero que las virtudes teologales estn destinadas a elevar y ennoblecer, no son las obras exteriores, sino lossentimientos y las palabras,puesto que es hacia Dios a lo que directamente se ordenan; en otros trminos, el amor que Dios tiene al hombre y la respuesta que ste le da, tienden directamente a establecer entre Dios y el hombre un activo comercio de amor.Pero como las virtudes teologales sorprenden al cristiano en su peregrinacin por el mundo, impregnan tambin todas sus obras exteriores y toda su actuacin en el mundo (o sea, su moralidad entera), dndoles el sentido d una respuesta a Dios y de responsabilidad ante l. Que es como decir que las obras exteriores pedidas por las virtudesmorales, sise realizan estando en gracia de Dios, quedarn informadas y animadas por las virtudesteologales yentrarn en el dilogo religioso del hombre con Dios. Entendemos que hay deberesy virtudes moralessiempre que el hombre tiene que volver su rostro y sus manos su alma y su actividad al mundo, a lo temporal, aun cuando se trate de un empeo religioso, cual el de imprimir el sello del culto al ambiente y a la sociedad humana : todo ello es actuacin moral. Pues bien, por el dinamismo propio de las tres virtudes teologales, la zona de la actuacin terrenal se transparenta de tal manera, que el hombre, aunque vuelto hacia el mundo, sigue siempre, en realidad, vuelto hacia Dios.Basta que el hombre se resuelva de una vez a vivir bajo el impulso de las virtudes teologales, para que se eclipse la vida simplemente moral y se establezca la vida religiosovnoral, caracterizada por el "s" de aceptacin ante Dios de las responsabilidades morales, abrazadas entonces a impulsos de la divina caridad.III. LAS VIRTUDES TEOLOGALES, FUENTE DE SECRETAENERGA PARA SEGUIR A CRISTOLas virtudes teologales nos introducen en el dilogo con Dios, pero slogracias a Cristo y mediante l.Cristo, eterna palabra del Padre, palabra de Dios dirigida a la humanidad, se convierte,de hecho, ennuestra verdad,ennuestro maestro,slo mediante la fe. La fe dirige nuestro odo interior hacia Cristo y nos lo hace recibir como a maestro, teniendo entendido que es Cristo quien nos comunica los tesoros de la verdad, encerrados en Dios.Mediante la esperanza, Cristo es el camino que nos llevaa la bienaventuranza.Por su obra redentora, Cristo se nos ha revelado y ofrecido como camino a la bienaventuranza, por su gloriosa resurreccin nos ha puesto ante los ojos el poder infinito de que dispone su amor redentor : he ah las razones que fundamentan nuestra esperanza. S : nuestra esperanza 'y la ntima seguridad que nos comunica, estriba absolutamente en Cristo; l es nuestro camino, l es nuestra esperanza.Cristo es tambin nuestra vida, por la divina caridad que ha sido infundida en nuestros corazones(cf. Ioh 14, 6). Cristo Jess nos patentiza la divina caridad con que nos anea el Padre ; Cristo Jess nos enva el Espritu Santo, que derrama en nuestras almas la divina caridad (Rom 5, 5) ; en fin, Cristo Jess nos hace particioneros de su amor al Padre y del amor que el Padre le profesa a l, y esto mediante el amoroso misterio de nuestra incorporacin en l.Las virtudes teologales nos ponen en ntima relacin con Cristo, nuestro maestro, redentor y amigo. Ellas nos habilitan internamente para seguirlo. Al concedrnoslas, Dios nos invita y obliga a seguir a Cristo, ya que ste es para nosotros la nica fuente de esta vida divina. Vivir segn las virtudes teologales no es otra cosa que seguir realmente a Cristo, escucharlo, esperar en l, tributarle un amor obediente.BERNHARD HRINGLA LEY DE CRISTO IHerder - Barcelona 1961Pgs. 601-607