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BIO LIBER FRIDMAN Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman” , Ediciones del Sol, 1994 primeros pasos: buenos aires, luján y santa fé l.f. restaurador viajes y trascendencia perú venezuela y europa brasil paraguay luján y santa fé

liber fridman bio primeros pasos: buenos aires, … prestigio, obedecía, además, a una serie de peculiaridades que lo hacían distinto, especial. Pues Israel, de oficio panadero,

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

marco de unas circunstancias especiales: bajo el signo del deseo de libertad y su vida es un testimonio de ello. De deseo, pero sobre todo de realidad: de vida hecha en libertad. Liber primero por el padre, Liber no adquiriría derechos plenos sobre su nombre hasta el mo-mento de su descubrimiento creativo. Liber se crió en el seno de una fami-lia, como decíamos, donde abundaban las mujeres, pues, además de la madre, -¡claro está!- estaban las cuatro hermanas: Ignacia, Anita, Isabel y Libia que se encarga-rán de mimarlo, cuidarlo, regañarlo y reclamarlo durante todos los años de su vida.En la Argentina el matrimonio ingresó como tanto judío o no judío, europeo o no europeo, exilado o emigrante, con el único equipaje de las manos. Aquel era un contingente de gentes de todas las razas y lenguas, con nombres y apelli-dos distintos a los comunes en la Argentina. Es por esta ra-zón que los Fridman, posiblemente Friedman, o incluso otro

Liberto Fridman Schlafman vio la luz del día el año de 1910 en la ciudad de Bue-nos Aires. Nació en la calle Vidt -así cree recordar el propio Liber- que se encuen-tra a pocos pasos de su casa actual en Julián Alvarez, después de tantas an-

danzas por América y Europa. Nació un día que su padre estaba preso. El padre, Israel Fridman, emigrante ruso en la Argentina, de oficio panade-ro, era anarquista de corazón, aunque no activista. La oca-sión le brindó, sin embargo, la oportunidad de la acción y la pagó con unos días de cárcel.La madre, Amalia Schlafman, mientras tanto faltábanle es-casos días para dar a luz. E Israel, como dándole verdadero valor a la palabra libertad, esa palabra esencial del credo anarquista, quiso que el vástago que naciera llevara dicho nombre. Si era mujer se llamaría Libertad, si hombre, Li-berto. Y así fue, pues a los pocos días Israel gozaba de la libertad física para estampar un beso en la frente sobre el primer y único hijo varón que le diera Amalia, en una familia de eminente predominio femenino. Liber, pues, nació en el

el niño soñador

“Mirá este grandote que tiene su infancia retenida en juegos de barrilete, de rayuela, de carrito”

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apellido más complicado, tuvieron dificultad para hacerse entender en la aduana. Y el argentino llano, como el pueblo llano de todas partes, optó por facilitar las cosas, y el matrimonio entró oficialmente al país como Fridman. Un nuevo país y una nueva identidad los esperaba. Los princi-pios fueron duros como lo suelen ser todos los principios y más para una gente “venida de afuera”, con dificultad para el idioma. Hasta su estable-cimiento casi permanente en la capital, los Fridman vivieron en Entre Ríos y algunos puntos de la provincia de Buenos Aires. Israel era panadero de oficio y al parecer de los buenos. Las crónicas familiares cuentan, con el

mayor de los orgullos, “que el padre había sido panadero de la corte del emperador, en Viena”. Sea como fuere, la cuestión es que Israel cono-cía su oficio y allá a donde fuere nunca le faltó trabajo y nunca mejor dicho ¡el pan para sus hi-jos! El pan, dada la carismática personalidad del padre (de la que hablaremos enseguida), ha sido un elemento importante en esta familia. Liber, el protagonista de la historia de esta vida, ha tenido períodos en que, como evocando la pre-sencia del padre, ha hecho pan y recordado, or-gulloso, como si no lo supiéramos, que su padre hacía pan. El mejor pan del mundo. Este tema me permite introducir la idea de que a lo largo de su vida Liber tendrá como “ejemplo de vida” algunas de las facetas del carácter del padre y que, sin saberlo, inconscientemente, pondrá a la

...“estaban las cuatro hermanas: Ignacia, Anita, Isabel y Libia que se encargarán de mimarlo, cuidarlo, regañarlo y reclamarlo durante todos los años de su vida.”

Ignacia, Liber y Libia, circa 1917

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práctica. Valga como ejemplo el siguiente comentario que hallamos en una de las cartas enviadas por un Liber maduro a su padre, anciano ya, y que expresa su voluntad de conti-nuar en el ejemplo de integridad de aquel: “Tú eres un eld, una persona que cuida todos los detalles para vivir en paz. Yo soy también como vos y siempre, dentro de mí, observo ese cuidado de comportarme decentemente. En ese plan el tiempo me dará sus frutos”. Establecido en la capital, en Buenos Aires, el hogar de los Fridman está dominado por la personalidad del padre: figu-ra principal de una familia en que la mujer se ocupaba de hacer sus labores y los varones gozaban del prestigio de ser varones. Dicho prestigio, obedecía, además, a una serie de peculiaridades que lo hacían distinto, especial. Pues Israel, de oficio panadero, inserto en el medio chato del Buenos Aires pobre y popular de su barrio, era un hombre con as-piraciones e inquietudes. Las hermanas -Ignacia- recuerdan hasta allí, hasta el padre. Nada se sabe de la educación que recibiera éste, de la generación anterior, la de los abuelos. Es de imaginar que una educación con inquietudes como la que transmitiría a sus hijos y por la cual estos se senti-rían agradecidos de por vida. Pero no sólo agradecidos sino orgullosos de ser diferentes, de pertenecer al clan de los Fridman. La idea de tratar de superarse a sí mismos, de progresar, era, por otro lado, una idea cara para la gente de

aquel tiempo, incorpora-da a su discurso y a sus íntimos pensamien-tos. Israel gustaba de leer en las ter-tulias a los nove-listas rusos, -las hijas, las herma-nas, aún recuer-dan a Tolstoi, a Dostoievski-. Des-pués del almuer-zo, los hijos, que no gozaban pronunciar una palabra más alta que la otra cuando el pa-dre hablaba, lo escuchaban en el idish que nunca abandonó, relatar las historias de su lejano país. Y una vez más, el hijo, como evocando la figura del padre, con o sin el con-sentimiento de sus contertulios, ha leído una y otra vez una página traída por su curiosidad a la mesa. “El comentaba libros, él engrandeció mi horizonte” -concluye Liber. No sólo lecturas sino también antiguas canciones popula-res rusas e idish amenizaban tertulias y fiestas tradiciona-

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les que eran las contadas ocasiones en que la

gran familia se reunía. Pues Israel, una vez establecido en la Argentina, recla-mó a parientes y amigos. Eran mo-mentos en que la tradición ponía de manifiesto la per-tenencia de aquella

familia al judaísmo y que, posiblemen-

te, los hacía sentir un pueblo, en medio de tan-

to desarraigo. Reuniones a las que no faltaban los amigos

hechos en el nuevo país y sobre todo aquel amigo, tan caro a la familia que era Kive. O mejor dicho tío Kive: tal como se lo conocía entre los Fridman. De tío Kive se decía que era tan alto y tan corpulento como el propio Israel. ¡Dos gigantes! -según la mitología de la familia-. Dos gigantes que se reunían para beber, cantar y contar y que evitaban hacer pulseadas entre sí -tan propias de los amigos de su grupo- pues querían evitar el trago de la derrota. Ello po-

dría significar el fin de una hermosa amistad. “Kive sentía una ‘amistad amorosa’ por mi madre” -recuerda Liber al evocarlo-, “pero sólo eso...,- añade Ignacia-, “pues mamá fue la más linda compañera que pudo tener papá”. Era poco frecuente, sin embargo, que Kive se paseara por el hogar de los Fridman, pues la mayor parte de su tiempo lo gas-taba en aventuras en tan lejanos países que transtornaban las mentes infantiles. “Kive venía a casa para contarnos sus viajes y aventuras”, recuerda Liber. El tío Kive fue, sin lugar a dudas, un personaje de referencia vital para el niño Liber, pues, en ese medio tan desprovisto de encanto y de estí-mulo, las historias del “tío” acicatearon la imaginación del pequeño. Liber fue, ya por el padre, ya por el amigo, desde su infancia, un degustador de historias y cuentos. Dicha fa-ceta, tan cultivada en su casa, tan propia por otro lado de esa época y de la Argentina misma, -país generoso para la charla y la tertulia-, fue de vital importancia.Liber amó esos cuentos, deseó vivirlos en carne propia. Su infancia fue una aspiración continua a ello; su juventud los hizo realidad. Y de tal modo que Liber en el camino de la vida convirtióse en “un tejedor de sueños”. Creador de sus propios cuentos. Esos cuentos que luego adoptaron en al-gunos casos, cuando la originalidad de la anécdota así lo exigía, una forma escrita; y las más de las veces una forma oral.

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Hoy, muchas de esas historias, anécdotas, todavía descan-san en el sueño de la oralidad, esperando “la mano que le arranque notas”. Otras, en cambio, gozaron no de una sino de más versiones. Aquellas tal vez que desempeña-ron un papel especial en la vida de Liber. Estas por su lado esperan el sueño de una publica-ción (¿la segunda parte de este libro?). Esta es, pues, la principal deuda que contrajo Liber con tío Kive pero que luego devolvió con generosas creces. Kive iba y volvía a Buenos Aires, y estando Liber ya en pleno camino de la vida, conoció noti-cias suyas, siempre referidas a lejanos paraderos. Un día, sin embargo, le llegó la triste noticia de su muerte, pero de una muerte que, felizmente no manchó su memoria. Pues cuentan que Kive -co-nocida era su proverbial fuerza- desencajó de un solo tirón una carreta para el reparto del pan, hundida en el barro. Dicen que desen-terró la rueda y del tremendo esfuerzo un ataque al corazón se lo llevó a tierras más lejanas...En el hogar de los Fridman los hijos debían ayudar al pa-dre con el reparto del pan. Este se cargaba en una carreta, luego decorada por Liber al manifestarse su joven vocación

de pintor. Era una carreta alegre, llena de olor y color. Se trabajaba y se estudiaba, pero el estudio no era algo que atrajera particularmente al niño Liber. Un niño cuyo único

deleite era soñar con países lejanos y maravillosos. Es por eso que el chico dejó pronto la escue-

la. Liber gustaba de vagar por los campos y en aquel entonces el terreno baldío estaba

muy próximo a la ciudad. Cuando no era el campo, siendo ya adolescente, gusta-ba de ver pasar el tren rumbo a Mendo-za. Aquel tren -siempre recordará Liber- era el tren de los sueños. El tren que llevaba a tierras lejanas: a esas tierras que ansiaba conocer. Entonces toda la fuerza se le iba en suspirar por ese gran amor que era la aventura. “En mis an-

helos infantiles, cuando veía pasar el tren transandino por la estación Sáenz Peña,

con su imponente humareda hasta perderse en el horizonte, éste representaba para mí el

símbolo de un inmenso mundo que me esperaba. Yo miraba al maquinista retornando de sus largos via-

jes con inmenso respeto. Sería el equivalente de lo que es el astronauta para un niño de hoy”.La vuelta a casa ya no tenía el mismo aliciente que la esca-

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pada de la escuela, pues significaba el retorno a la rutina, a la inmovili-dad. Tan opuestas a Liber como el agua al aceite. No sólo de contempla-ción vive el hombre, y Liber se dio cuenta que era necesaria una cuota de

acción para conseguir “algo en la vida”. Fue así que, curioseando en el barrio, descubrió cosas que captaron su interés. Una de esas ocasiones se la proporcionó el aludido repar-to del pan. Liber descubrió que el vecino, ese vecino anónimo que todos los días le compra-ba pan, era pintor y, olvidándose de la tarea de repartir, se quedó para contemplarlo. Y dicha práctica la convirtió en una costumbre. Liber había hecho un trato, de sus primeros tratos, con el “viejo pintor”, como desde en-tonces empezó llamarlo, y era que a cambio de unos pancitos que el chico le sacaba al padre a escondidas, el artista en cuestión le permitía quedarse. El descubrimiento, pues

de eso se trata, de descubrimiento, fue determinante en la vida del Li-ber infante, ya que la existencia de una persona dedicada al arte, -pues el pintor, invariablemente, día tras día, sacaba su caballete al poyo de la entrada de la casa-, le abrió los ojos. Le hizo conocer que la realidad era mucho más amplia, más rica que su anodina apariencia. El ya lo había presentido, adivinado, intuido, en sus sueños de precoz aventurero, pero esto de la pintura se le representaba como algo más. Una forma de rela-cionarse con la realidad más acorde con una sensibilidad que necesitaba del color y de las formas para expresarse. Pintar, sí, fue la nueva consig-

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“En mis anhelos infantiles, cuando veía pasar el tren transandino por la es-tación Sáenz Peña, con su imponente humareda hasta perderse en el hori-zonte, éste representaba para mí el símbolo de un inmenso mundo que me esperaba.”

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

na de Liber, pero ¿pintar con qué? Él se había dado cuenta que en la escuela había un chico de aspecto más pudiente y que tenía... Tenía una hermosa caja de acuarelas. ¡La más hermosa que había visto en su vida! Era una caja de latón con seis colores transpa-rentes, para acua-rela. Su dueño hacía alarde del objeto, pero a Li-ber le parecía que no le tenía espe-cial afecto. Fue así que le propuso un negocio y le com-pró la cajita por setenta y cinco cen-tavos. Liber había acertado: el chico

había sido capaz de desprenderse de la cajita. No la merecía. Era suya por tanto en toda ley. Las escapa-das al Rosedal ahora sí tenían un sentido más defi-nido. Ya no se tra-taba de ir a vagar como un “linyera” sino que Liber era todo un mucha-cho con sus obje-tivos definidos.El Rosedal fue el lugar donde Liber pintó sus primeros paisajes. Después vino pintar todo y en medio de esa alegría generosa que brinda toda

actividad creativa, Liber pintó no sólo el carro del pan, sino que toda la fa-

milia empezó a desfilar delante de su caballete. La familia, por su parte, al descubrir tan formada decisión optó por encauzarlo. Y es aquí cuando la dulce Amalia, la madre que siempre permanecía a la sombra, como una humilde y benéfica sombra, toma una buena mañana al hijo de quince años y lo inscribe en la Mutualidad de Estu-diantes de Bellas Artes. Es el año 1925. Dirige la institución De la Cárcova y Liber tiene como maestros, -recuer-da- a Pio Collivadino, a Rossi y otros tantos que la memoria no retiene. De aquella época de formación acadé-mica Liber sólo conserva el recuerdo de unos nombres, las grandes bateas de frutas y legumbres para copiar, y nada más. El resto queda en el olvido y la vida continúa... Es una época len-ta, de formación, sin otra conquista -¡gran conquista!- que la afirmación de ser pintor.

Retrato de joven, El Rosedal (?), 1932, óleo sobre tabla pintada en ambas caras

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

los dibujos de los alumnos. Época por tanto de múltiples oficios para ga-narse el sustento diario y que Liber sumaba a su actividad normal de pintor. El pintor de Luján era un pintor de paisajes tanto urbanos como campestres y entre los pri-meros no podía faltar el cabildo. Imaginemonos una mañana, tem-prano, en que el joven pintor, caba-llete en mano, se dispone a captar

aquel noble edificio de la historia de la ciudad, cuando, un curioso, de esos

que suelen acompañar la labor del pin-tor solitario (como el mismo había hecho

años atrás con el pintor vecino), se acerca y le dice: “Joven, si usted le añade un par de ca-

bildantes al cuadro se lo compro por 100 pesos”. Y el joven, atribulado, ante la oferta, no duda ni un segundo, e incorpora los personajes. Sus manos apresan entonces, por primera vez en la vida, la escalofriante suma de 100 pe-

Cerrado el capí-tulo militar, Li-ber inicia, ahora sí, su vida de hombre joven e independien-

te. El grueso de la familia queda en la capital y Liber parte a Luján: allí convive durante algún tiempo con Anita, una de las hermanas, casada entonces, y madre de una preciosa niña: la futura poetisa Flor Schapira Fridman. Pero la convivencia es difícil y Liber decide ir a vivir con un carpintero amigo. Es la época de “sapos, repisas y maestras”. Sapos para los tiempos de carestía y que los amigos salían a cazar en el río Luján. Repisas las construidas por el carpintero y que Liber se encargaba de pintar y decorar como tiempos atrás había hecho con el carro de reparto del pan. Maestras cuyo cochero era Liber, a las cuales, además, les corregía

el pintor de luján (1932-35)

...“esta gente que aparece en Luján es para mí

la luminaria”

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

Paisaje del Río Luján, 1933, óleo sobre tabla

joven no duda y a la mañana siguiente se presenta ante Zuliani quien lo toma como ayudante. Se inicia entonces una nueva etapa en la vida del joven pintor. La restau-ración se presenta como el oficio seguro para ganarse la vida frente a la inseguridad que representa la pintura. Más en el caso de un pintor en sus inicios. El Museo de Luján, pues, será el nuevo escenario de sus esfuerzos en la lu-cha por aprender un oficio que le proporcionará un cono-cimiento técnico sobre los misterios de la pintura. Por otro lado, engrosará la colección del mismo con sus aportacio-nes. Cualquiera que se acerque hoy al Museo podrá ob-

sos. “Plata entonces, -como dice Liber al recordar-: mi primer cuadro vendido”. El “affaire” no queda aquí pues el curioso en cuestión era nada más y nada me-nos que el director del Mu-seo de Luján, el señor Enri-que Udaondo, el cual al ver la dedicación y dotes del jo-ven, no duda en aconsejar-le que vaya a visitar al se-ñor Zuliani, restaurador de la Pinacoteca de Brera, en Milán, Italia, que luego se-ría contratado por el Museo de Luján. Allí puede apren-der el oficio de la restaura-ción, pues con éste progre-sará en su pintura. ¡El oficio de la restauración! -se que-da pensando el joven-. Un nuevo horizonte se vuelve a presentar en su camino. El

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

Liber junto a su pintura “Llegada del General Paz”, propiedad del Complejo Museográfico “Enrique Udaondo”. Tomada en el mismo Museo, Luján, 1932

servar las pinturas de aquel tiempo. Son las obras de un principiante, dubitativas, rígidas, especialmente cuando el dibujo se completa con la copia de láminas de época.En contraste, ya por esta fecha, con una pin-tura más libre, de caracter impresionista y de buena calidad. Luján es para Liber, al recor-dar aquella época “el camino que me llevó a la vida”. Y añade: “Mi familia era gente humil-de, que no tenía ningún contacto. Solamente esta gente que aparece en Luján es para mí la luminaria”. Luján le proporcionó el estímu-lo artístico e intelectual que su inquietud, su trabajo, precisaban. Luján fue, pues, punto de partida, encrucijada de caminos. Allí se inició no sólo en el camino del arte sino también el de la amistad. Con los amigos disfrutaba de los conciertos de órgano y coros de la Ba-sílica, en particular los ensayos del organis-ta Frason; asi como de la música transmitida por los altavoces en las plazas públicas. Todo a instancias de ese activo núcleo de ciudada-nos que eran él y sus amigos. La música, la clásica, era motivo entonces de recreo y de unión.

“Luján fue el camino que me llevó a la vida”

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

Autorretrato, Luján, 1935, óleo sobre cartón entelado

Jorge M. Furt y Liber, Luján, 1934

El capítulo de amistad más importante de la etapa “luja-nera” fue, sin lugar a dudas, la trabada con Jorge Furt, o Don Jorge, como así llamaba Liber a su amigo, por una cuestión de edad pero sobre todo de respeto. Asimismo, las cualidades del joven inspiraron en el mentado amigo el nombre de “maestro”, pues así era como se dirigía Furt a Liber en la correspon-dencia. Furt no vivía en Luján propiamente dicho sino en una hacienda próxima, “Los Talas”, conocida familiarmente entre los estudiosos como “El Escorial de la Pampa”, dado el alto número de de libros de todas las disciplinas que albergan sus estanterías. “Los Talas” era una síntesis perfecta para el hombre amante de la paz del campo y de la cultura. Era un lugar hecho a la medida de Don Jorge: historia-

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

dor, bibliófilo y es-critor. Dicho lugar fue marco de la amistad de ambos hombres, a la ma-nera del maestro y del discípulo. De amistad, intercam-bio de ideas, pero también un lugar aislado del mundo, hecho a propósi-to para el descanso espiritual y por-que no del cuerpo. “¡Como se sanaría pronto en esta casa llena de vida! Si Usted estuviera aquí vería como no es un sueño poder alejarse del mundo. Y Usted sería capaz de encontrarse con alguien nuevo dentro de sí mismo, alguien que no ha conocido nunca y que recién comenzaría a pintar de un nuevo modo. Y este sería, hermano Liberto pintor, el milagro de Los Talas. ¿Usted no cree que donde vivió lleno de corazón y de arte un artista no va a despertar su gran espíritu y él no lo llevara a pensar cosas altas?” Después del padre, de tío Kive, Furt desempeña un papel importante en la

vida de este joven lleno de aspiracio-nes, necesitado tanto de estímu-lo como de direc-ción. Debe quedar

clara la idea de que Liber desde el mo-mento de su primera escapada de la escuela y su decisión de pintar, asume la tarea de dirigir su propio destino. De ordenar su vida guiándose única y exclusivamente por su instinto. Hacer la carrera por libre, esto es no institu-cionalmente, es una carrera realmente más dura que la universitaria, si bien aquella a la larga tiene réditos más duraderos. Es por ello que la aparición en el ca-mino de personalidades como la de Furt, en un momento de-cisivo como son los inicios, los veintitantos años en nuestro caso, fue de vital importancia para Liber. Furt fue el que conociendo la pasión de aventura del joven unida a su vocación pictórica, lo incentivó a “hacer el camino”. Si bien dicha idea

estaba en la cabeza del joven, parece sonar de modo diferen-te de un hombre maduro, con cultura y una profesión cimen-tada. Le da carta de autoridad:

el visto bueno. Le aconseja, en con-creto, que vaya a Santa Fé, allí podrá contemplar los restos de una cultura, la colonial, que le será de sumo inte-rés. No sólo artístico sino cultural. Di-cho consejo encaja perfectamente en el esquema de Liber pues ya había he-cho por cuenta propia sus “pinitos” en arqueología. Nos encontramos, pues, ante una nueva faceta del joven y que no va a quedar en el camino, sino será una constante de su trayectoria. Me refiero a su faceta de “buceador de culturas” como el propio Liber suele

denominar a ese interés suyo cons-tante en el tiempo por el mundo cul-tural antiguo. Por tanto, el consejo de Furt, cae en terreno fértil. De un modo más general interesa el hecho de que Furt fue el que le sumi-nistró, como un verdadero maestro, un puñado de máximas extraídas de

“Que cada dia de vida sea de vida”

“Siempre levantar anclas”

“Quien sigue a otro va detrás”

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

la lectura y que Liber hizo suyas. Liber no las olvidó nunca y lucha, y sigue luchando, por llevarlas a la práctica como tendremos ocasión de demos-trar a largo de estas páginas. Para esta etapa rescatamos concretamente la máxima de Séneca “Siempre levan-tar anclas. Nunca detenerse”. Dicho consejo será el que le

dará el envión necesario para lanzar-se efectivamente al camino: ese ca-mino que partió de Luján. Importa la circunstancia de que dicho conse-jo ocurrió en un momento especial-mente doloroso para Liber -la muer-te de su madre-, pues de otro modo el joven se hubiera sentido culpable y obligado a permanecer en el hogar familiar. Furt en cambio le aconseja

que siga adelante: “Porque yo sé como el afecto de una madre

no se reemplaza con nada, por mucho cariño que se

le tenga. Sus hermanas tienen cada una su ca-mino en la vida; su pa-dre es hombre y sabe lo que es hacerse y levantarse solo. “Lo de más importancia para Usted -y no pien-so que Usted se sienta

molesto por esto que yo le digo y que a Usted le

parecerá egoísmo pero que

la vida ha de confirmarle -, lo de más importancia para Usted es pensar en su vida misma que debe ser salmo para que pueda ser trabajo y para que pueda ser obra que no muera maña-na cuando Usted fatalmente desapa-rezca. “Uno tiene, Fridman, promesas con uno mismo: compromiso de crear para los demás y del que nada ni na-die puede librarnos. Sólo la muerte o la incapacidad física. “Ahora Usted esta solo. Una madre, de cuyo cuerpo hemos salido, tiene la comprensión y el aliento incomparable para lo que un hijo hace. Un padre es también cariño, lo más alto, que Usted quiera, pero sin el impulso instintivo de la mujer. Pue-de ser comprensión y ayuda pero en sentido mucho menos cordial, aunque inteligente, más cerebral. Por eso yo le digo que Usted está solo y que su voluntad debe ser todo para Usted. “Debe estar fijo en su labor y desli-garse de todo: tener siempre armas listas para cortarse nudos y atadu-ras. Siempre esta hora de pena que

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

Usted pasa no es para literaturas. Le digo una palabra de uno de esos lati-nos que con tanto amor vivo leyendo en ratos y que recuerdo ahora como un consejo para su vida en adelante: ¡Anchoras praécide! Siempre levan-tar anclas. No quedarse a la espera: ir siempre más arriba”. Y Liber siguió adelante con toda la carga de ale-grías y tristezas, pero con la fe puesta adelante. Furt no sólo le proporcionó consejos para la vida, sino que inter-cambio con Liber ideas sobre arte. Así rescatamos de la correspondencia las ideas siguientes: “Mejor es que ante una obra linda no piense en querer interiorizarse de su autor. Puede serle un desengaño inútil” Opinión según la

cual el propio Furt desautorizaría la presente biografía en tanto que aproximación a la obra de un artista. O aquella más amplia: “El arte es emoción: es la capacidad de sufrir y gozar llevada a lo más intenso. Es la cuerda de instrumento capaz de cortarse con tal de conseguir su nota más alta” Idea lanzada dentro del contexto de la muerte de la madre y que comprende de un modo distinto, (de un modo distinto a como lo entendería la familia) desde la perspectiva del ar-tista que es Don Jorge, el sufrimiento del joven artista Liber ante la muerte de la madre. Esto es que el joven sentirá de un modo peculiarmente agudo, dada su naturaleza sensible,

Paisaje del Río Luján, 1934, óleo sobre tabla

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

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la muerte del ser querido. Por último, la correspondencia no sólo la constituyen consejos sobre la vida y conceptos sobre el arte en general, sino también hablan de la amistad entre los dos hombres. Una amistad que desde el lenguaje utilizado por Furt tiene un carácter severo, austero, escueto. “Andaba por escribirle... por escribirle cuatro líneas cortas donde Usted adivinaría mi estima de siempre y mi recuerdo y nada más” “Y charlaremos y soñaremos mil cosas desde la tarde hasta que las estrellas aparezcan por el cielo como decía de sus charlas con Miguel Angel, Francisco de Holanda. Y adiós.” Este fue, pues, el cariz de las relaciones entre Liber y Don Jorge. Con esa bolsa de ideas, palabras y sueños, partirá a Santa Fé y de ahí al Paraguay misionero. Caminos que nacen de Luján y del estímulo brindado por Don Jorge. Los amigos más adelante se encontraran en diversas ocasiones, siempre con viajes mediando, pero el contacto esencial pertenece a la época de Luján. Por otro lado, la relación entre ambos cobra-

rá otro aspecto desde el momento en el cual Liber, recordan-do la pasión bibliófila de Furt, le envíe, desde lejanos puntos de América, libros para su colección. “Maestro: ¡Maravilloso el manuscrito! ¡Desde que lo tuve en mis manos Luján está más grande!” La síntesis donde se concreta, finalmente, dicha relación tomará la forma de un libro: “Arquitectura de Santa Fé”. Se trata de un libro escrito, editado y publicado por Furt en el año 1939 con ilustraciones de Liber. Pues nada mejor que un libro para sellar la amistad entre estos hombres: com-pendio de los intereses de ambos dos.

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

reladas sobre motivos arquitectónicos, así como de los elemen-tos ornamentales: fri-sos, bajorrelieves, es-culturas, etc. A ello se une, y aquí se introduce un elemento nuevo, una documentación fotográfi-ca y escrita sobre dicho arte. Liber pues actúa no sólo como artista sino como estudioso. Quede claro que Liber no posee una formación universitaria de ar-queólogo, antropólogo o historiador del arte: disciplinas que calificarían una actuación semejante a la emprendida. Liber es un espíritu curioso e inquieto que se forma en el cami-no, en la universidad del camino. Es una especie de antena atenta al estímulo artístico y cultural que se manifiesta a través de lo material. Estímulo, por un lado; autoestímulo, por otro, pues nace del mismo, pues responde al deseo per-sonal de superación y de conquista del mundo del arte.

Santa Fé: primera parada en el cami-no de la aventura, la andanza, que se propone Liber como una de las formas y

objetivos de su vida. “El arte como búsqueda, la vida como peregrinaje”, expresión cara al hijo del pintor, Ariel, nos pue-de servir muy bien para expresar este ideal de vida. El “se hace camino al andar” del poeta español Antonio Machado. Y de un arte que se desarrolla paralelamente a las vivencias, se hace con la vida. Santa Fé es el punto de partida. A San-ta Fé parte Liber desde Luján, como dijimos anteriormente, por sugerencia de Furt. Allí una nueva experiencia cultural aguarda al joven: el arte colonial franciscano que se con-vierte en nuevo tema de su pintura, pero también de modo más general inquietud del momento. Ahora, junto a los pai-sajes y retratos de tipos locales, aparece la arquitectura como tema; pues si bien ésta había hecho su aparición con cuadros sobre edificios históricos de Luján, ahora proliferan por razones obvias. Liber realiza una serie de pinturas acua-

santa fé: el encuentro con la cultura colonial (1935)

“Realmente hoy estoy en la más gran necesidad de pintar. Estoy ner-vioso, con deseos de crear algo grande que pueda enaltecerme. Pinté un motivo del convento de San Francisco de Santa Fé”

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Liber pinta también la laica. En concreto un conjunto ame-nazado de demolición, el barrio de” El Quillá” y sobre el cual se levantara una construcción moderna. En este caso, a di-ferencia de los monumentos religiosos cuyo “relevamiento” obedece a razones puramente personales, iniciativa del pin-tor en definitiva- la “documentación iconográfica” de dicho barrio le fue encargada por las autoridades locales. Y dicho trabajo vino encadenado al primero y así le sucedió a Liber en varias ocasiones, cumpliéndose el dicho aquel que dice “quien siembra, recoge”.

El aporte de Liber en este contexto adquiere por tanto la característica de una información fresca, directa y pintores-ca, en absoluto exenta de interés. Liber es un pionero en el estudio de campo de la historia del arte santafesino. Más exactamente, su estudio de la cultura colonial franciscana de Santa Fé se puede considerar como una fuente directa: material por tanto a elaborar dentro de un estudio científi-co. El material iconográfico en cambio sí aparece temprana-mente publicado en 1939 por Furt en “Arquitectura de San-ta Fé”. Junto con la arquitectura colonial, de tipo religioso,

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Es de imaginar el sedimento que di-chos trabajos, que el ejercicio conti-nuo de captación del entorno cultural, ejercían en nuestro artista. Un depó-sito de imágenes, de colores, de for-mas, se iría acumulando, hasta lograr la forma artística deseada. Soñada. No son las formas de la arquitectu-ra ni el color lo que más interesa al joven de 25 años que es Liber en su etapa santafesina, sino la expresivi-dad de los rostros. Pues el pintor no sólo pinta paisajes sino también re-tratos. El tema de captar la expresivi-dad de los rostros, de los gestos, tie-ne que ver con el hecho de que Liber en su primera etapa de pintor es, fun-damentalmente, pintor retratista. Ya dijimos que Liber aprende en Luján el oficio de la restauración con el cual se mantiene, pero no siempre hay tra-

bajo y menos aún en en lugares ais-lados o pobres. Liber dispone, gracias a su versatilidad, de un abanico de oficios que le permiten subsistir, vivir. La restauración sí, pero también los retratos. Y cuando no hay lo uno, hay lo otro. Es por ello fundamental que Liber po-sea un dominio absoluto de las técnicas plásticas. “Inicié un motivo de paisaje en la calle Moreno junto al murallón, y un lego, el padre del convento de San Francisco de esta ciudad. Es un tipo de cara interesante por lo grotesco” Hay otra razón, sin embargo, de tipo estética que subyace a esta preocu-pación vital, y es que Liber fue siem-pre, y dicho rasgo se fue acusando en su pintura con los años, un pintor “ex-presionista”. Pues cuando se liberó de “la tiranía” -como a veces el mismo

recuerda- del modelo, de la copia del natural, con ese bagaje, de base, sin embargo, desarrolló una pintura figu-rativa con acentos propios, deforma-ciones expresivas, etc. Pero este es un tema que aquí queda inicialmen-te planteado, a él retornaremos en la tercera parte de nuestro escrito... “La naturaleza era mi mejor acade-mia” -dice Liber en esta etapa. La na-turaleza es su maestra y el interés de este joven, la lucha, se centra en el dominio de la técnica de la copia del natural. Y hasta que dicho domi-nio no ocurrió Liber siguió trabajan-do, en tanto que, paralelamente, una corriente interna de descontento fluía dentro suyo. La conquista de un es-tilo propio sería ardua pero llegaría... En esta etapa -cuya fuente principal de información son los cuadernos de

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Texto extraído del libro de Pilar Vigil Cartagena “Yo, de allí: una biografía de Liber Fridman”, Ediciones del Sol, 1994

viaje- el pintor no anota impresiones personales sobre la ciudad y alrede-dores, como luego sí acostumbrará a hacer. Sólo el artista en relación con lo que pinta. Es una etapa de intensa preocupación por la solución de pro-blemas plásticos. Y, sobre todo, de necesidad de reconocimiento, de tras-cendencia pública: afán especialmen-te característico de todo joven pintor que se inicia, empeñado por conseguir un lugar en la sociedad plástica. Es por ello, pues, de suma importancia todo comentario realizado a propósito de su obra. Este opera como un estímu-lo necesario: la comunicación que el pintor necesita tener con la sociedad. Su respuesta. “Hasta hoy, en casi to-dos los periódicos, hay elogios de los artistas locales, más no de mis tra-bajos” Palabras del Dr.R.Borzone: “Yo creo Fridman que más de dos años no necesitará para triunfar y aplastar a cuantos artistas locales hay aquí. Yo lo creo capaz de eso”.

Dos de las primeras notas sobre Fridman: Luján (1932) y Santa Fé (1935)

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