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Asociación Italiana de Socorro Mutuo Unione e Benevolenza Societá Italiana di Unione e Benevolenza 150 años de historia

Libro Unione e Benevolenza 150 años

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Libro Unione e Benevolenza 150 años

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Page 1: Libro Unione e Benevolenza 150 años

Asociación Italiana de Socorro Mutuo

Unione e Benevolenza

Societá Italiana di Unione e Benevolenza

150 años de historia

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Asociación Italiana de Socorro Mutuo

Unione e Benevolenza Rosario

150 años de historia

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- 5 -- 4 -

Presidente

Pattini Nestor José

Vicepresidente

Vignuda Ricardo Alberto

Secretario

Viani Romeo Donato

Pro-Secretario

Berlanga Miguel Ángel

Tesorero

Delizia Roberto Enrique

Pro-Tesorero

Befumo Juan Sebastián

Consejeros titulares

Mulasano Gladis Noelia

Befumo Luis María

Lerme Juan Carlos

Ferrari Alberto José

Maiolino Juan Carlos

Rampello Paola Romina

Basilio Roque

Fiore Francisco Rubén

Consejeros suplentes

Carignano Graciela

Grecco Natalia Andrea

Órgano de fiscalización titular

Pellegrino Hugo Ricardo

Gaiteri Osvaldo Francisco

Bertolissi Gastón Anibal

Investigación Histórica: Víctor Nardiello

Corrección: Susana Cossettini de Talvo

Diseño: DG Lalo Gómez

Impreso en Argentina

© Copyright 2013

Todos los derechos reservados

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Este libro no puede reproducirse, total o parcialmente, por nungún método gráfico,

electrónico, mecánico u oralmente, incluyendo los sistemas de fotocopia, registro

magnetofónico o de alimentación de datos, sin expreso consentimiento del autor.

Patrimonio Histórico Cultural de la Ciudad de Rosario, Enero de 2013.

Patrimonio cultural Asociación Italiana de Socorro Mutuo Unione e Benevolenza.

Ciudad de Rosario, Santa Fe, Argentina, 2013.

100 p. ; 21x15 cm.

1a ed. - 1000 ejemplares

Page 4: Libro Unione e Benevolenza 150 años

Índice - Tabla de contenido

Introducción

I. Rosario, su origen, su historia

II. Rosario y la inmigración

III. Rosario y los inmigrantes

IV. Rosario y los sucesos político - militares

V. Comienza la historia

VI. La fundación

VII. La casa. El edificio social

VIII. La escuela

IX. El panteón

X. El hospital

XI. La nueva sede

XII. El presente

Instituto de Lenguas y Cultura

Epílogo

Bibliografía

Índice de láminas

8

14

22

26

33

40

46

52

60

65

72

80

83

85

89

91

93

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- 9 -- 8 -

Hablar de la ciudad de Rosario y hablar de la inmigración no es difícil de entender. Ambos se conjugan. Y recordar los 150 años de la “Asociación Italiana de Socorros Mutuos Unione e Benevolenza”, institución fundada por italianos, en esta ciudad, que llegó a tener casi un 46% de extranjeros en su población y, de ellos, la enorme mayoría de esa nacionalidad, es una nece-sidad y una obligación.

Este trabajo no tiene por objeto repetir lo que en ocasión de la conmemoración del Centenario de aquélla se dijo; sería más de lo mismo y no tendría sentido. Sí creemos que es importante volver a recordar el marco histó-rico en que se imaginó, fundó y desarrolló la “Unione e Benevo-lenza” por aquello de que “quien ignora de dónde viene no sabe adónde va”. Y es indispensable para los que lleguen en el futuro a esta institución, sea como asociado, adherente o directivo, no olvidar que lo que hoy se toca, se palpa y se ve nació de la ima-ginación y por necesidad, no sólo física sino incluso espiritual, de los inmigrantes italianos radicados en Rosario. Y de su esfuerzo.

Dicho así parece que habláramos de algo lejano. Pero el tiempo transcurrido no nos impide meritar todo lo que se puso en marcha para ayudar al “paesano” o incluso al “amico,” allá, a mediados del siglo XIX, cuando la Nación Argentina tenía un poco más de

La asociación itaLiana de socorros Mutuos “unione e BenevoLenza” de rosario.

(1861-2011)

Introducción

cincuenta años y comenzaba a recibir la mayor ola inmigratoria que se conociera en esta parte del mundo.

Hoy, con el acceso a los correos electrónicos, la televisión, el teléfono, las distancias se han borrado. Pero cuánto debió haber sufrido aquél que, por el motivo que fuere, lo dejó todo y cruzó el océano para buscar lo que la vieja Europa ya no le podía dar: co-mida y trabajo, aunque con la sensación de que las posibilidades de recuperar lo que se dejaba atrás eran remotas.

No obstante, fueron más de seis millones los italianos que, vo-luntariamente o llamados por los ya residentes en suelo argentino, llegaron al país; y, de ellos, casi la mitad, los que decidieron quedar-se. Trabajaron sin descanso; fundaron familias, empresas, talleres; fueron jornaleros; se transformaron en profesionales. Empuñaron las herramientas para construir, junto a los nativos y demás habitantes, el país soñado por todos. Y, cuando tuvieron que empuñar las armas para defender esta segunda patria, tampoco dudaron.

Por ello, éste es un reconocimiento profundo al inmigrante ita-liano y, en este caso particular, a su esfuerzo materializado en una gran obra suya: la institución que nació para, en los primeros tiem-pos, beneficiar a su par y luego, a la sociedad a la que pertenecía, sin distinción de miembros.

Valga como homenaje, entonces, a todos aquellos que tanto hi-cieron por la ciudad de Rosario, a la que le dieron un alma de ciudad gringa, esta poesía italiana anónima del año 1953, casi cuando la última oleada de inmigrantes llegaba al país.

L’immigrante italiano

L’immigrante italianoChe in America arrivò,

Un sacchetto sulle spalleSolamente si portò.

introducción

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Piano, piano, poverettoLa familia sua fondo,

Notte e giorno a lavorareE iul lavor mai lo stancò.

Ed or che l’mmigrante è vecchierelloCoi figli che in America ci ha,

Senza dimenticare el caro paeselloDove spera un giorno ritornar.

L’America, l’America,Terra di lbertà

Ognuno che ci ha i figliSe debe respetar!

L’America, l’America,Si debe aver l’onor

Sol la bella nostra ItaliaNon posiamo mai scardar!

Ponti, strade, le miniere,Ferrovie, egli impiantó,Del vecchietto italianoNe conoscono il sudor.

Ogni figlio d’italianoQui in America lo sa,

Sia dottore, sia avvocatoTutto debe al suo papà

E voi vecchierelli lo sapeteChe i vostri nomi sempre avanti vanLa vostra gioventú vi è andata bene

In questa terra di felicità

L’America, ’America …

El anónimo poeta supo en estas estrofas resumir todo el universo sentimental del inmigrante italiano. Aquél que, además de puertos, calles y vías férreas –como dice– también sembró campos y creó instituciones como la que hoy nos convoca. Esta es su traducción.

El inmigrante italiano

El inmigrante italianoque a América llegó

un saco en sus espaldassolamente aportó.

Poco a poco, pobrecito

su familia formónoche y día trabajando

su labor jamás lo cansó .

Y ahora que el inmigrante es viejecitocon los hijos que en América tuvo

sin olvidar su querido pueblitodonde espera un día retornar.

América, América,tierra de libertad

cada uno que tiene hijosla debe respetar.

América, América,le debemos nuestro honor

solamente a nuestra bella Italiano podemos olvidar.

Puentes, calles, mineríasferrocarriles él construyó

del viejecito italianose conoce el sudor .

introducciónintroducción

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Cada hijo de italianoaquí en Argentina lo sabesea doctor, sea abogado

todo se lo debe a su papá.

Y vosotros viejecitos lo sabéisque vuestros nombres siempre adelante van

vuestra juventud ha sido buenaen esta tierra de felicidad .

América, América.

Porque en el marco del homenaje a los 150 años de existen-cia ininterrumpida de la Asociación Italiana de Socorros Mutuos “Unione e Benevolenza” de Rosario, esto es historia. Historia de la Institución y de un período importante del desarrollo de la ciudad de Rosario. Porque la Historia no es sólo lo que pasó ni lo que queda atrás. La Historia es, ni más ni menos, la causa del presente. Acertadamente un filósofo alemán1 supo definirla como “Un profeta que mira para atrás…” Gerardo Salinardi2, historiador italiano, lucano, en una obra suya sobre la historia del pueblo natal de mi abuelo –Ruoti– trans-cribe un pensamiento de Formentoni, que dice: Chi non si cura di sapere la storia della sua patria e da parangonare al trovatello che ignora i parenti o all idiota insensibile che non li vuol conoscere.

Sea, pues, este pensamiento, dedicado especialmente a las genera-ciones más jóvenes, herederas del tremendo legado que es la “Unio-ne e Benevolenza”. El que no se preocupa de conocer la historia de su patria se lo puede comparar con el niño abandonado que ignora a sus parientes o al idiota insensible que no los quiere conocer.

Y tiene mucho que ver con el objeto de este trabajo. Ya que, cuando nos referimos a hechos o a personajes históricos, se lo hace siempre por algún motivo en especial. Parafraseando a Fernando Assuncao3 recordamos que... todos

los que pretenden escribir alguna historia lo harán por algún fin. Sin embargo, no son todos llevados por los mismos motivos: unos lo hacen para ostentar elocuencia, otros por lisonjear a aquéllos de quienes relatan proezas, algunos se toman ese trabajo para hacer públicas las acciones en que ellos tuvieron parte; otros finalmente para que no queden sepultadas en el silencio aquellas cosas que son dignas de que todo el mundo las sepa.

Por ello, porque la historia no nace con nosotros, porque desde su fundación los dirigentes de “Unione e Benevoleza” supieron crear un futuro sólido sin olvidar el origen del cual provenían, por-que su obra y sus esfuerzos son cosas dignas de que todo el mundo las sepa, vaya, pues, este homenaje.

1. Frederick von Schelegel, Athenaeum, Berlín, I, 2,20, cit por Cesáreo Goicochea Romano en Diccionario de Citas,” Editorial Labor SA, Buenos Aires, 1952, página 222.

2. Gerardo Salinardi, L´antica “terra” di Ruoti, in Lucania, Circolo Culturale Ruotese, Ruoti, 1973.

3. Fernando Assuncao, Prólogo a Relación de la conquista de la colonia por D. Pedro de Men-doza, Academia Nacional de la Historia, Buenos Aires 1980, cit. por Leopoldo A. Kanner en “El Superior de Comercio”, UNR editora, Rosario, 1993, pág.7.

introducciónintroducción

Notas

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La presencia italiana en el territorio de lo que es hoy nuestro país podemos ubicarla ya en el siglo XVI, cuando la expedición española al mando de Sebastián Gaboto, fundó, cerca del río Carcarañá, el fuerte Sancti Spiritu, en el año 1527. Este asenta-miento hispano fue el primero en el territorio del futuro virrei-nato del Río de la Plata. Debemos recordar que esta expedi-ción fue financiada por genoveses y contaba entre su dotación a treinta italianos, de los cuales, catorce eran ligures. Pero en la historia nacional la presencia italiana estuvo siempre, de una u otra manera, presente. Baste recordar el origen del apellido Belgrano, por ejemplo.

Pero, debemos empezar esta historia desde su principio y, como en lo antiguos cuentos infantiles, comenzaremos dicien-do “había una vez…”. Porque el inicio de todo esto se da allá, en el año 1689, cuando un funcionario de Santa Fe, en premio a sus esfuerzos a favor de la Corona española, recibe como “Merced Real” –donativo del rey– la superficie que se encontraba en el Pago de los Arroyos, superfi-cie esta que comprendía desde el río Carcarañá al norte, hasta el Arroyo Ramallo, al sur. Dentro de la misma, el área comprendida desde el arroyo Salinas (hoy Ludueña) y el paraje conocido como La Matanza, localizado entre los arroyos Frías y Seco, al sur. Al este, el río; y al oeste, todo lo que estuviese sin dueño.

De todo este territorio, el funcionario beneficiario, don Luis Ro-mero de Pineda, tomó posesión el 27 de diciembre de 16894.

La ciudad de Rosario, originariamente denominada Ciudad del Rosario de Santa Fe, constituyó uno de esos fenómenos urbanos difíciles de explicar a priori. Nacida “de la nada” –valga esta iló-gica expresión– aquel mísero rancherío conformado en torno a la humilde capilla, a comienzos del siglo XVII, termina conformando una ciudad que, para el momento de su declaración como tal en el año 1852, ya se perfilaba como algo distinto.

Fue superando etapas en su crecimiento: de Capilla del Pago de los Arroyos, en 1731, pasó a llamarse Capilla del Rosario, en 1741; luego, Villa del Rosario, en 1823, hasta culminar como ciudad del Rosario de Santa Fe, en 1852. Luego, por una cuestión puramente ideológica, se la privaría de su identidad, en cuanto a su nombre, ya que a partir de 1931, será denominada simplemente, Rosario.

Vale la pena recordar que, por disposiciones de la Corona, du-rante el virreinato estaba prohibido el asentamiento o radicación de no españoles en lo que era el Virreinato del Río de la Plata. Cuando se establecieron, fueron más los franceses e ingleses que los italianos o españoles radicados.

En lo que a Rosario se refiere, en 1763, año en que se practica un censo a cargo de Pedro Manuel de Arismendi, se puede inferir en 200 a 250 los habitantes de la Capilla del Rosario. Para 1771, eran 400. Donde se pudo localizar a un veneciano5. El origen italiano más remoto registrado es el del apellido Gran-doli, cuyo arribo se lo conoce registrado en el año 1763, cuando Pedro Paulo Gandulli (o Grandoli) arribó a la Capilla del Rosario. Años después, cuando en el año 1814 el Gobierno ordena el censo, practicado por el Comandante militar de la entonces Ca-pilla del Rosario, don Bernardino Moreno, entre los años 1815 y 1816, este vecino se proclamará de origen “americano”. Sólo dos denuncian como nacionalidad la italiana: un vecino de apellido Fonseca y otro, Nicolorich, cuyo apellido parecía denunciar otra

Capítulo I

rosario, su origen, su historia

i - rosario, su origen, su historia

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cosa; se debía a que Dalmacia pertenecía al reino de Venecia. El total de los censados era 753 habitantes, ubicados en doce manzanas en el radio que conformaban el río Paraná y las calles San Juan y San Martín. La ciudad crecía.

Pero, volviendo al relato de los hechos ocurridos en los primeros tiempos de nuestra historia, digamos que, generalmente, y con ra-zón, se ha dicho que, cuando a la capacidad se le suma la ocasión, se da aquello que los envidiosos llaman suerte. Tal es lo que aconteció con nuestra ciudad, lugar en que Dios de-rramó sus dones: libre de indios, con un enorme río a su vera, con la interminable pampa a sus espaldas, con tierras magníficas que espe-raban ser explotadas, sólo faltaba quien pusiera todo esto en marcha. Los primeros habitantes vinieron desde la ciudad de Santa Fe y se fueron concentrando en derredor de la humilde capilla: la Capilla del Pago de los Arroyos, luego Capilla del Rosario. Con el correr de los años, otros se sumaron a esta epopeya. Muchos de ellos llegaron allende el mar. La vieja Europa mandaba a sus hijos; no a conquistar sino, simplemente, porque ella no les po-día ofrecer lo que aquí encontrarían en cantidad: comida y trabajo. Sería el comienzo de la inmigración.

Dicho así parece que hubiera sido demasiado fácil. Nada lo fue. Ni partir dejando sus raíces, afectos, familia, sa-biendo que, probablemente, jamás los volverían a ver, ni viajar durante interminables jornadas de navegación. De esa manera lle-garon los primeros “gringos” a nuestro suelo. Y con esta adición de esfuerzos que se sumaba a la del criollo, se fue conjugando un elemento que en poco tiempo estallaría y pondría al rancherío original entre las primeras ciudades del país. Precisamente será lo que sorprenderá a los visitantes del siglo XIX que dejaron en las memorias de sus viajes descripciones maravillosas.

Será esa característica la que destacarán permanentemente aquellos viajeros que nos visitaron a partir de 1850. Rosario es el principal emporio de comercio en la provincia de Santa Fe y el

puerto por donde las provincias de Córdoba, Mendoza, San Luis y algunas otras realizan necesariamente su comercio exterior…6 Este viajero se lamentará no haber encontrado a ningún súbdito inglés. Sí a muchos italianos.

Años después, se tienen registros del valor destacable de dos puntos importantes para nuestro tema: la actividad portuaria, ani-mada por alegres genoveses, y el aspecto de la ciudad.

Rosario tenía, en 1854, una edificación compacta determinada por la plaza 25 de Mayo7, cuando, apenas unos años antes –en 1832– Darwin la describe como un caserío disperso8. El germen del crecimiento de la todavía Ilustre y Fiel Villa del Rosario, era notorio y continuo. A punto tal que, cuando en 1855 es Nathaiel H. Bishop el que registra sus impresiones, ya calcula en un veinte por ciento la población extranjera de la ciudad que según sus cálculos era de 7 a 8 mil habitantes. (El Censo provincial de 1858 cerraba la cifra en 9.785 habitantes). Pero va más allá de ese mero cálculo. El tuvo la capacidad de leer

Plano de la Capilla del Rosario (1815-1816)

i - rosario, su origen, su historiai - rosario, su origen, su historia

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Plano de la ciudad de Rosario en 1853 (Timoteo Guillon)

el estilo de los rosarinos de entonces que, con el tiempo, sería lo que hoy se da en llamar “marca rosarina”: la iniciativa; el propio impulso. Destacará la existencia del pequeño hospital, refiriéndose al de Caridad, hoy Provincial, sobre el cual remarca que se lo cons-truyó con el “aporte de los vecinos, sin ninguna ayuda oficial”. También destaca el espíritu emprendedor y competitivo de sus pobladores. La gente de Rosario, a diferencia de la mayoría de los habitantes de otras ciudades hispanoamericanas parece sentir gran orgullo por el progreso del lugar que está comenzando a rivalizar con Santa Fe9, será su comentario. Este crecimiento se ve, también, reflejado en la opinión del chi-leno Vicuña Mackenna quien, en 1855, consigna que: … de ser una miserable ranchería, hace apenas dos años, hoy es un pueblo

donde todo parece recién construido. El autor destacará la existencia de dos hoteles que califica de re-gulares, dos cafés montados mitad a lo gaucho y mitad a la francesa y muchos talleres de artesanos piamonteses. Y hace una descripción muy particular … La mayoría de los habitantes son además colonos europeos y, como hubiera llegado en el vapor con nosotros el cónsul del Piemonte, veíamos flotar la cruz sarda en la puerta de casi todas las casas. Lo que hacía parecer la ciudad en un día de fiesta…10

Tenemos, entonces, que un vulgar rancherío, devenido en villa y luego en ciudad, que aparece como un caso de generación espon-tánea, respondiendo a los misteriosos arrebatos del Paraná y de la Pampa11, sumó, a lo que la naturaleza le proveía, la laboriosidad de sus habitantes y, tal como lo describe un historiador rosarino, esta ciudad –que no nació de ningún despacho oficial– supo man-tener su iniciativa; ganarse su propio sustento, no depender de otros para crecer y aprendió que era imprescindible no asilarse e integrarse al exterior, para lograr sus metas12.

Repasar este crecimiento dará la clave para entender muchas cosas pero, en este caso, una en particular. Fundamentalmente, la inmigración italiana. Fue tal su impronta que bien puede afir-marse que no cambió o modificó a la sociedad argentina. Fue origen de otra sociedad.

Tradicionalmente se reconocen etapas en el estudio del espectro social rosarino. Desde sus orígenes hasta 1823, cuando es declarada Ilustre y Fiel Villa del Rosario; hasta 1852, con su declaratoria como ciudad del Rosario de Santa Fe; hasta 1870; hasta 1890 y hasta 1914.13

Es cierto que desde 1914 hasta 1930-40 y luego a mediados de los años 50’ del siglo XX, fueron momentos en que se produjeron los últimos movimientos inmigratorios de los italianos en el país.

En 1856 con la creación de la Colonia Esperanza, comienza a vislumbrarse la llegada masiva de inmigrantes y la ciudad cre-cerá permanentemente.14

i - rosario, su origen, su historiai - rosario, su origen, su historia

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1869 26.169 habitantes1887 50.914 habitantes1895 94.025 habitantes1900 112.461 habitantes1914 226.000 habitantes

Ante estas cifras absolutas de crecimiento demográfico de la ciudad, la incidencia del extranjero en la composición de su so-ciedad tuvo una relación también en alza. Así, por ejemplo, la ciudad, que en el año 1895 tenía una po-blación de 94.025 habitantes y un componente de extranjeros del 46%, en el año 1914, mostraba que sus habitantes eran 245.199 y la proporción de no nativos había bajado al 42.9 %.15

Comparando los datos conocidos respecto del origen de los in-migrantes italianos llegados a nuestro país, se da una lectura lla-mativa. Se pueden observar dos etapas bien definidas: la primera que comprende el período 1876 a 1894, donde sin duda la mayo-ría son piamonteses. Luego, en el período 1895 a 1914, se puede observar que los primeros años, la mayoría sigue teniendo como origen el Piamonte. Pero luego, entre 1899 y 1902, la mayoría es calabresa y desde 1905 a 1913, son los oriundos de Sicilia los que ocupan el primer lugar.16 Luego, y hasta la mitad del siglo XX, se-rán oriundos de la zona centro-sur de Italia.

4. Arch. Trib. Rosario, Escrituras Originales, I, fs. 1 t ss, cit por Juan Alvarez en “Historia de Rosario,” imprenta Léz, Buenos Aires, 1943, pág. 36.

5. Miguel Angel De Marco- Osar Luis Ensinck, Historia de Rosario, ediciones Colmegna, San-ta Fe, 1965, pág. 29.

6. William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas, Hyspanoamérica, Bue-nos Aires, 1986, pág. 223.

7. Marta Frutos de Prieto, Rosario visto después de Caseros por un adolescente viajero, en Revista de Historia de Rosario, año XIX, nº 33, Rosario, 1981, pág. 121.

8. J. Alvarez, ob cit, pág. 282.

9. Nathaiel H. Bishop, Las pampas y los Andes. Una travesía de mil millas.

10. José Luis Busaniche, Estampas del pasado, editorial Soler/Hachette, Buenos Aires, 1971, pág. 786.

11. Nicolás Amuchástegui, Las Ejecutorias rosarinas, publicación oficial, empenta Rava-ni, Rosario, 1939.

12. Miguel A. De Marco (h), La ciudad nacida de la confianza en sí misma, en Revista “Rosario, la fuerza de su historia,” año I, nº 1, octubre de 2000, pág. 2.

13. Adriana Beatríz Martino, Inmigración y Sociedad en Rosario (1870-1914), en revista “Todo es Historia”, año XVI, nº 188, enero 1983, pág.66.

14. Censo Nacional 1869. Primer Censo Provincial Santa Fe 1887, II Censo Nacional 1895; I Censo Municipal de Rosario 1900; III Censo Nacional 1914, cit por Adriana Marino, ob cit, pág. 69.

15. Censo Nacional 1895 y Censo Municipal 1914.

16. Commissariato Generale dell’emigrazione - Annuario Stadistico, cit por Vicente Váz-quez-Presedo en “Estadísticas Históricas Argentinas” (comparadas). Primera parte (1875-1914), ediciones Macchi, Buenos Aires, 1971.

Notas

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Y semejante aporte inmigratorio dejó su sello en la ciudad. So-mos una ciudad “gringa”. Fundamentalmente, en los veinte años que transcurrieron entre 1870 y 1890, la fisonomía ciudadana como su sociedad comienza a no ser la misma “de antes”.18 Luego, a partir de ese momento y hasta 1914 y al menos entre 1930 y 1950, la influencia será continua.

En cuanto a este flujo inmigratorio, existió lo que podríamos denominar “una etapa mediata”. Se dio entre los años 1820 y 1840 cuando, desde la Liguria, arriban contingentes de italia-nos vinculados con la actividad naviera que, por supuesto, traía consigo la mercantil. A partir de allí, algunos estudiosos diferencian diferentes perío-dos dentro de la inmigración. La primera, luego de Caseros, en 1852, que tiene su techo en 185719 con el establecimiento de las primeras colonias agrícolas. Casi 600 mil, se estima, fueron los arribados. La segunda, que es la “aluvional” en el decir de José Luis Romero. Se da la llegada masiva de italianos entre los años 1880 y 1920. Aquí, en este período, se acrecienta y asienta el inmigrante italiano y llega a estar presente en todos los cam-pos de la vida argentina: en lo cultural, en lo social, y, funda-mentalmente, en lo económico. Fue tal el empuje arrollador de esta corriente inmigratoria que despertó en Europa reacciones impensadas. En principio, desde las provincias alpinas, para luego atraer a los del centro y sur de Italia. A punto tal que, ante el hecho incontrovertible de que casi el 60% del aparato industrial y su parque estaban en manos de italianos, se llegó a publicar una obra paradigmática: “La italianización de la Ar-gentina” cuyo autor fue Carlos Néstor Maciel. Fue editado por la Casa Editora de Jesús Fernández e Hijo en Buenos Aires, en el año 1924, quien en el subtitulado dejaba entrever el contenido: “Tras la huella de nuestros antepasados”. Finalmente la tercera etapa o “tardía”, se da entre 1818/1890 y 1930/1940 hasta culminar en los años 50 del siglo XX.

En este último período, con la Segunda Guerra mundial termi-

La corriente inmigratoria fue como un torrente humano que llenó las dársenas de los puertos de Buenos Aires, Montevideo o Rosario que por años recibiría miles de hombres y mujeres pro-venientes del Viejo Mundo. Atrás quedarían sus familias, sus recuerdos, su historia. Lo tre-mendo del desarraigo en tierras desconocidas pero promisorias era motivo suficiente para mitigar tanto dolor. Llegados, hicieron lo que hace todo recién llegado a tierras que no son las suyas, en el mapa de la Historia. Llegados, estos gringos lo hicieron de tal manera que algún autor definió de aluvional17 su arribo, haciendo alusión a lo que produce un aluvión, a su paso.

En este proceso se conjugaron dos circunstancias opuestas que se complementaron. Desde Italia, por un lado, una enorme masa de agricultores fueron expulsados por el sistema que asomaba. Por el otro, allende el mar, un enorme territorio deshabitado en su gran parte, con tierras como no existían en ningún lugar del planeta, los esperaba para recibirlos generosamente. En el país se formaron Comités de Repatriación formados por los propios inmigrantes y el gobierno, a fin de facilitar el retorno para las ocasiones en que el sentimiento vencía a las ansias. Así y todo, no fueron muchos los que hicieron uso de esa posibili-dad y, de los que lo hicieron, al poco tiempo, muchos ya habían regresado nuevamente.

Capítulo II

rosario y La inMigración

ii - rosario y La inMigración

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Rosario visto desde el río en 1865

nada, se volvería a repetir el escenario: Europa, destruida y sin recursos, soportaría una enorme pauperización y miles de desem-pleados. En la Argentina, los planes de industrialización del país harían que los gobiernos acordaran tratados de inmigración. Para 1950, se calcula que medio millón de italianos llegaron al país gracias al mencionado mecanismo de “llamada” por el cual parientes o amigos, ya radicados, fueron el vehículo de conexión.

En este sentido es interesante recordar las conclusiones a las que arriba Juan Bialet Massé en su Informe sobre el estado de las clases obreras en la República Argentina20, que fue editado a comienzos del siglo pasado. Si bien se refiere a los comienzos de siglo XIX, su comentario atañe a todo el período inmigratorio. Cuando visitó la herrería y fundición de Santiago Righetti, en Rosario, informó: Es aquella casa como una especie de estableci-miento de adaptación de los obreros italianos que llegan al Rosa-rio. Hacen en él el aprendizaje del idioma y del modo de trabajar del país, y luego se van a las empresas ferrocarrileras u otras, y al-gunos se perfeccionan en sus respectivos oficios. La casa del señor Righetti es una gran escuela.

Righetti fue un conspicuo miembro de la colectividad italiana en la ciudad y el establecimiento al que se hace referencia era su he-rrería. Entre las obras que ejecutó, se puede contar la reja que cercó la columna de la Constitución o pirámide, como se la conocía, que, inaugurada el 25 de mayo de 1856, fuera demolida en el año 1879. Le sucedió desde el año 1883, la que actualmente conocemos como Monumento de la Independencia o Columna de la Libertad.

17. Romero, José Luis, La experiencia argentina, Fondo de Cultura Económica, 2ª edición, Buenos Aires, 1989, cit Osvaldo R.I. Agatiello en Hacia una ética de progreso, Fundación Banco de Boston, Buenos Aires, 1992, pág 43.

18. Adriana Beatriz Martino, ob cit, pág. 78.

19. La población en ese año era de 1.299.600 habitantes, cit por Zulma Recchini y Alfredo Lattes en La población argentina (compilación).

20. Juan Bialet Massé, Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la Repúbli-ca Argentina, casa editora Adolfo Grau, Buenos Aires, 1904, cit Marta Frutos de Prieto, en Evolución industrial de Rosario (desde sus orígenes hasta 1900), publicado en Revista de Historia de Rosario, n° 34, 1982, pág. 128.

ii - rosario y La inMigraciónii - rosario y La inMigración

Notas

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- 27 -- 26 -

minar “elite”, que terminó, también, siendo modificada por la incorporación referida. Más que descriptiva la opinión de los genealogistas Sebastián Alonso y Margarita Guspí Terán, cuando abordan el tema de las primeras migraciones de italianos en Rosario. Explican con cla-ridad el comportamiento y consecuencias sociales que tal arribo produjo. Los inmigrantes estaban ligados por lazos de parentesco y ocupacionales. También –agregan– una red de reciprocidad y de ayuda mutua22. Esta conducta irá condicionando, con el tiempo el mapa social de la ciudad; a su vez, el económico y el político.

Inmigrantes

Como bien afirma la doctora en Historia Ada Lattuca, La masiva inmigración italiana […] originó una heterogénea sucesión de he-chos y situaciones que conmovieron los estratos mismos de la socie-dad recipiendaria […] Los gustos culinarios, la vestimenta, el fervor por la música, el hábito tenaz del ahorro, la contracción al trabajo, la búsqueda afanosa del techo propio fueron algunas características comunes de aquellos paisanos que arribaban all’América.21

Porque con el tiempo, nada fue igual. Se alteraron usos, costum-bres, modos de hablar y hasta surgió una nueva clase que, a los apellidos tradicionales, les opondría el poderío económico que, con los años, asumirían un rol protagónico en la vida nacional.

Aunque esta transformación tuvo sus aristas. Los inmigrantes llegados a la ciudad no respondían, en general, al concepto idealizado que se tenía de ellos. No eran lo que la clase dirigente del momento había imaginado. No obstante, si bien en mayor número constituyeron mano de obra pues muchos se desempeñaron como agricultores o jornaleros, aportaron la presencia y el accionar de personajes exitosos en sus negocios que se integrarían de tal manera a la vida social, económica y política que llegarían a generar cierto rechazo. Rápidamente se dio una competencia social y de influencias con la clase más poderosa, que podemos deno-

Capítulo III

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Y es esa situación la que generará en los recién llegados la acti-tud propia de las personas inmigrantes. Reunirse entre sí. Mante-ner las costumbres del país, de la región, de la familia. Y, así, estos inmigrantes comenzaron a dejar su marca. Lo primero que hacen es conformar las primeras asociaciones de Socorros Mutuos y, contrariamente a lo que se podía esperar, no serán las cuestiones de las regiones de origen las que provocarán disensos; esto lo provocarán las ideologías, luego, en el siglo XX23.

Por eso, una vez afincados, los inmigrantes crearon innumera-bles instituciones. Pero en su mayoría orientadas a la ayuda mutua, tal como lo resalta Ada Lattuca: …como apelativo del profundo sentimiento de solidaridad fundante…, según lo declarado en sus respectivos Estatutos24. Así surgen cantidad de entidades fundadas por los inmigrantes. Entre las Asociaciones de italianos, se desta-can, conforme lo explica la autora Alicia Megías25:

Società Unione e Benevolenza di Mutuo Soccorso (1861*), Società La Lira (1886), Società Lago di Como (1888), Società di Mutuo Soccorso Giuseppe Garibaldi (1884*), Società degli operaii Italiani (1872), Società Filodramatica Roma (1877), So-cietà Italiana Principe di Napoli (1889*), Circolo Napoletano di Mutuo Soccorso (1883*), Circolo Casino Campidoglio (1871*), Società Stella d’Italia (1889*), Circolo Filodramaticao Italiano (1893), Società Ocarinisti Montanari di Budrio (1895), Societá Imposibile (1872), Società Fratellanza Siciliana (1889*), Il Tro-vatori (1891), Società Fratesenza Repubblicana (1884), Reducci delle Patrie Battaglie (1889*), Società Italiana Patria e Umani-tà (1888*), Società Giordano Bruno (1899), Societa La Marina (1877*), Camara di Commercio Italiana (1885*), Società Umber-to Primo, Circolo Democratico Italiano.

La autora, de quien se toma esta cita, aclara que el asterisco indica la fecha de la fundación de la entidad. El resto, al descono-cerse la misma, indica que, a esa fecha, aún existían.

Algo conviene dejar en claro. La Società Unione e Benevolen-

Tapa revista Todo es Historia, edición especial

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Gabriel Carrasco: …Sería necesario, por lo general, tomar una ciudad con triple número de habitantes para encontrar una acti-vidad análoga a la nuestra…28

El vertiginoso crecimiento de la ciudad quedaba demostra-do en sus números. El Censo de Bernardino Moreno de 1816 daba cuenta de 763 habitantes en la Capilla del Rosario, a 3.000 para el año 1851, a casi 50.000 en 1884 alcanzando la cantidad 220.000 habitantes en el año 1914. En todos, la presencia italiana en el quehacer rosarino ya es-taba arraigada. Ya dominaba en gran medida el comercio y, en el ámbito social, sus apellidos tenían trascendencia única. En los fines del siglo XIX, la sociedad rosarina cobijaba a casi un 40% de extranjeros; de ellos aproximadamente un 38%, de italianos. Representaban más del 23% de la población total.Casi su cuarta parte29.

Un dato revelador surge del hecho de los datos registrados en el Asilo de Inmigrantes de Rosario que estaba ubicado en la calle Urquiza 22, donde hoy está el edificio de la Aduana30. Entre los años 1870 y 1883 de los 42.214 inmigrantes arriba-dos, se quedaron en la ciudad 28.178, de los cuales la enorme mayoría eran hombres solteros. Esta situación facilitó la relación con la población femenina nativa. De esos matrimonios entre americanas y europeos resultará una curiosa mezcla de apellidos extranjeros dando lugar a un fenómeno propio de la provincia de Santa Fe y, en especial, de la ciudad de Rosario: no es posible conocer la nacionalidad de una persona por la sola mención de su nombre, como ocurría en las provincias mediterráneas31.

za di Mutuo Soccorso, es la única con presencia ininterrumpida durante estos últimos 150 años.

Se debe destacar que en la nómina precedente existen entida-des de variada naturaleza. Por ejemplo, las recreativas, como la Società Imposibile o la Società degli Operarii Italiani. Otras fueron creadas para ciertos sectores de la población; generalmente po-pulares. Su finalidad, atender con la forma de una asociación de asistencia o de protección recíproca, como la Sociedad Argentina de Socorros Mutuos de 1870. Este espíritu asociativo tenía la finalidad de reunirse con sus pai-sanos y ayudarse entre sí. Casi como en defensa propia. Y esto tendría una implicancia para nada menor en el futuro. El padrón municipal del año 1904 señala que existen más ex-tranjeros que nativos. Si consideramos que cada inmigrante se-guía con su voto a un connacional, basta para darse cuenta de la importancia que llegaron a tener. Esto tuvo su reflejo en el año 1884, cuando se produjo el anónimo asesinato del primer médico veterinario municipal: Giuseppe Piermattei26.

Fue tan grande la influencia que la inmigración italiana al-canzó en nuestro país que, por ejemplo, entre los años 1870 a 1880, ocupa todos los sectores productivos y sociales, dado que su capacidad económica permitió encumbrarse en un estructura social móvil que permitió rápidos ascensos aceptados y convali-dados por los criollos, en muchos casos poseedores de tierras y apellidos prestigiosos pero carentes de dinero y capacidad para provocar cambios sensibles y visibles en la vida personal, fami-liar y del área de influencia, como con certeza lo destacan los historiadores Viglione y Valenta27. El tema de la concentración económica quedará reflejado en los depósitos bancarios. Los italianos llegaron a concentrar el 44,17% de los depositantes que representaron el 28,23% del total de los depósitos, a comienzos del siglo pasado.

Ese empuje arrollador que le dio la inmigración a la ciudad, se verá reflejada en la descripción que, en el año 1886, hiciera

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Con el marco, hasta aquí desarrollado, podemos trazar una lí-nea de tiempo que comience en 1861 y culmine en el año 2011. Ese recorrido de 150 años será un sendero hecho al andar por la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos “Unione e Benevolenza” de la ciudad de Rosario. En ella podremos ubicar la vida de la Sociedad. Sus anhelos, proyectos y logros. Lo cual, a la distancia, pareciera que, como ya está hecho, fue fácil. Veremos que no.

Para comprender mejor el significado de este sesquicentenario institucional obligadamente debemos mirar hacia atrás. Hacer un alto en el camino y tomar conciencia del camino recorrido. El sólo hecho de pensar que, hace muy pocos meses conmemoramos el Bicentenario del país y estar ahora haciendo lo propio, en el 150º aniversario de la Sociedad, nos da la pauta de lo extenso del reco-rrido realizado. Es el momento de detener la marcha y mirar todo lo caminado hasta acá y comprobar cuánto se hizo, ya que ese re-cuerdo no sólo es necesario sino que permite tomar impulso para seguir con el compromiso heredado. Luego, habremos de seguir mirando hacia adelante…

Si, como dijo Aristóteles, el fin de la asociación –en el sentido del agrupamiento humano– es el bien común, tratándose de enti-dades mutualistas ello constituye un axioma… Así se lo recordaba en ocasión de cumplirse el Centenario de la Sociedad32. Pero en

Capítulo IV

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21. Ada Lattuca, Acerca de un marco teórico para el estudio de la Mutualidad italiana en la provincia de Santa Fe, en Revista de la Junta de Historia, año XXX, n° 40, 1992, pág. 82.

22. Sebastián Alonso y Margarita Guspí Terán, Historia genealógica de las primeras familias italianas de Rosario, (S. XVIII y S. XIX hasta 1870), Rosario, 2009, pág. 9.

23. Hebe Viglione - Angel Valenta, 100 años - Hospital Italiano Garibaldi, Rosario, 1992, pág.

24. Ada Lattuca, ob cit.

25. Alicia Megías, ob cit, pág.203.

26. Víctor H. Nardiello, Giuseppe Piermattei. El primer médico veterinario municipal de Rosa-rio, (inédito). Conferencia ante la Junta de Historia de Rosario, Centro Cultural Bernardino Rivadavia, Rosario, 6 de abril de 2004.

27. H. Viglione - A. Valenta, ob cit, pág. 19.

28. Gabriel Carrasco, Descripción geográfica y estadística de la provincia de Santa Fe, Stiller & Laas, 2ª edición, Buenos Aires , 1869, pág. 571.

29. Alicia Megías, ob cit, pág. 40.

30. Ielpi, Rafael O, De inmigrantes y conventillos, en Vida cotidiana (Rosario, 1900-1930), La Capital, 1997, pág.3.

31. Gabriel Carrasco, Descripción geográfica y estadística de la provincia de Santa Fe, impren-ta Carrasco, Rosario, 1884, pág. 16.

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Notas

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Urquiza y los de Mitre, por la provincia de Buenos Aires. Se topa-ron en Cepeda, al sur de Santa Fe, en octubre de 1859. Victorioso, Urquiza marchó sobre Buenos Aires. Resultado: la firma del Tra-tado o Pacto de San José de Flores, del 11 de noviembre de 1859. Por el mismo, Buenos Aires se incorporaba a la Confederación y podía imponer reformas a la constitución. Pero el ambiente político no era el mejor. Con Derqui como presidente, Mitre a la cabeza de Buenos Ai-res, finalmente, otra vez los ejércitos estaban listos para la batalla. En esta oportunidad fue en Pavón, el 17 de setiembre de 1861. Misterioso desarrollo del combate, aún discutido, dejó a Mitre ár-bitro de la situación ante la defección de Urquiza. Le sucedería, en 1862, la presidencia de Mitre. En el medio, Rosario. La capital económica de la Confederación y su puerto, eran los objetivos en la mira de los intereses porteños. Había argumentos para vivir preocupados.

Camino a este desenlace Rosario sufrirá los vaivenes propios de la economía regional. En 1858, Rosario había crecido a punto tal que superaba por tres a la ciudad de Santa Fe, superándola en tres mil habitantes. Pese a ese crecimiento, los años de guerra habían debilitado no sólo las cansadas fuerzas. También los espíritus. Temas como la salud y la educación fueron soslayados, como suele ocurrir en tales emergencias.

En los primeros tiempos, se contaba con dos dispensarios que se hacían cargo del cuidado de los habitantes de la ciudad. En el año 1854, se crea la Sociedad de Beneficencia y, a través de su gestión, el Hospital de Caridad. Los residentes españoles, los franceses y los suizos, a su momen-to, hicieron lo suyo.

En cuanto al tema educativo, ante la inoperancia oficial, nacían las escuelas privadas por cuanto el apoyo oficial era mísero. Es más, cuando se intentó abrir una escuela normal para maestros, la Cámara de diputados hizo fracasar el intento.

el caso, el tema es aún más particular. Hablamos de cuál fue el propio origen de aquélla y el de sus inspiradores, los que le dieron el marco épico del inicio. Pero es fundamental recordar los episodios ocurridos en el año 1861 que fueron moldeando el futuro político e institucional del país y, por ende, de la ciudad.

Rosario en julio de 1858 (Nicolás Grondona)

Al respecto, podemos ubicar el inicio de una etapa comprendi-da entre los años 1852 y 1861. Otra, a partir de este último año. Ambas desarrollándose en un momento en que Rosario fue el puntal de la Confederación33. Momento de crisis económica, de guerra entre la Confederación y Buenos Aires, momento en que se instala la Municipalidad rosarina34. Generalmente, a este período se lo menciona como el de la orga-nización nacional, habida cuenta de que el 1º de mayo de 1853, en Santa Fe, se sanciona la Constitución Nacional, rechazada por la Pro-vincia de Buenos que no había participado de dicho acontecimiento. Años después, producto de esa situación se enfrentarán los ejér-citos de la Confederación, al mando de su presidente, Justo J. de

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Rosario”. En él se anoticiaba lo que ya era una idea lanzada en el año 1859. Como puerto opositor al de Buenos Aires. Puerto natural de 10 provincias, posición estratégica y de desenvolvimiento asombroso en 6 años. Rosario será el futuro rival de Buenos Aires. El monopolio del puerto peligraba. Con él sus rentas, motivo por el cual había decidido la dirigencia de aquella provincia “conservarlo a toda costa.” Avergüenza una reunión de hombres de Buenos Aires para des-truir a Rosario, proseguiría la publicación de Federico de la Barra, su director, a la vez que advertía que: El Consejo del gobierno, inte-grado por jefes del ejército han resuelto pegar el golpe de mano al Rosario… […] … El Dr. Obligado y los jefes militares han sostenido el pensamiento de 1859, atizando el fuego devorador de la guerra civil […] “…han demostrado la necesidad de ocupar este punto… El ideólogo estaba identificado. También sus palabras quedarían reflejadas en la publicación rosarina: …Es necesario pegar el golpe al Rosario y desbaratar su comercio. Es el corazón del tema. Segui-damente, Obligado descalifica a los rosarinos: …los comerciantes son como las gallinas que se ahuyentan todas a la vez y vuelven una por una y lentamente…

Hospital de Caridad con su Capilla

En 1847 había dos escuelas en Rosario, llegando a tres, en 1858.

En 1860 se había establecido la Municipalidad de Rosario y electos sus integrantes, los apellidos italianos, digamos que, aún, no se hacían sentir. Sólo José Caffarena, denuncia tal ascenden-cia. Con el paso del tiempo se irá revirtiendo esta situación. Ve-remos, más adelante, que esta referencia no será casual en la creación de la Sociedad.

El año 1861 trajo a la ciudad los restos del general Lavalle prove-nientes de Bolivia. Después de recibir honores del Primer Batallón, fueron transportados a Buenos Aires en el vapor Guardia Nacional.

En ese año, también, llegarían veintiséis religiosos franciscanos con destino el convento de San Lorenzo. Pero no todas serían noticias de esta índole. 1861 fue, recorde-mos, el año del terremoto que destruyó la ciudad de Mendoza. Asimismo, las consecuencias de la batalla de Pavón conmocio-narían a la ciudad.

No faltaron notas de color como la aparición, en la ciudad, de un tigre que deambuló por las calles rosarinas.

Pero, en general, el estado de ánimo que dominaba a todos era de preocupación.

Por su parte, la Sociedad de Beneficencia había mejorado ostensiblemente al Hospital de Caridad; incluso, se había ter-minado la capilla35. Pero para tener una idea de lo que acontecía en el país, en realidad, en Buenos Aires, y sus relaciones con la Confederación y, en especial, con la ciudad del Rosario de Santa Fe, basta recurrir a la prensa. El tema siempre fue y será el puerto: el de Buenos Aires, el que no aceptaría competencia alguna y el de la ciudad lo constituía.

Por eso no extrañó que el periódico “La Confederación”36 publica-ra un artículo cuyo título era más que preocupante.”Proyecto contra

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Mitre no era una garantía. Si bien se había opuesto a la agresión, ya había manifestado que se sometería a la voluntad de su partido y lo que la mayoría le ordenase. De allí que “La Confederación” lo calificara como el nuevo “Pilatos”.

Finalmente, Federico De la Barra, su propietario y editor, pu-blicaba la advertencia que no era sino el sentir del pueblo del Rosario: …aceptamos la lucha, nos encontraran preparados […] …recibirán una dura y tremenda lección…

Esto es lo que se vivía en nuestra ciudad en el año 1861. Las heridas de la batalla de Pavón37 no cerraban y la certeza de que la guerra nuevamente estaría presente era, más que un senti-miento, una premonición.

Estos hechos políticos generaban un clima de continua zozobra, mezclado con progreso e incertidumbre no fue impedimento para que un grupo de inmigrantes italianos tomara una particular inicia-tiva de llevar adelante el proyecto de constituir una asociación que los nucleara, contuviera y ayudase.

Todo comenzó formalmente en el mes de abril de aquel año. Seguramente la cuestión venía conversada desde mucho antes. Si bien no hay documentación que lo respalde, la decisión tomada, concretada en la reunión iniciadora, evidentemente, no fue un he-cho de generación espontánea.

Quizás el disparador haya sido el catastrófico terremoto mendo-cino del 20 de marzo de ese mismo año el que haya despertado el sentimiento y la necesidad.

Lo cierto es que un pequeño grupo de italianos residentes en la ciudad decidieron autoconvocarse. La ciudad ya conocía la exis-tencia de una entidad de socorros mutuos; la de la otra colectivi-dad mayoritaria de la ciudad. Y como modelo para organizarse apelaron a la similar italiana de Buenos Aires. Pero vayamos de a poco.

32. Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Unione e Benevolenza Rosario, 1961, pág. 1.

33. Miguel A. De Marco y Oscar Luis Ensinck, Historia de Rosario, ediciones Colmega, Santa Fe, 1979, pág. 109.

34. Juan Alvarez, Historia de Rosario, Imprenta López, Buenos Aires, 1943, pág. 338.

35. Ibidem, pág. 473.

36. La Confederación, 4 de junio de 1861.

37. Célebre combate que enfrentó, en el paraje de ese nombre, a las tropas de la Confeder-ación Argentina, al mando del general Justo José de Urquiza con las de la provincia de Buenos Aires, al mando del general Bartolomé Mitre, el 17 de setiembre de 1861. Rosario, recordemos, respondía a la Confederación.

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Notas

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Vista de la calle del Puerto (hoy San Martín)

Primitiva Aduana de Rosario

Rezia y Sala construirían el magnífico edifico de la primitiva Aduana de Rosario, llamada la “de Sarmiento”, ya que la piedra fundamental se colocó en 1870, y que se habilitó en el año

Por momentos pensemos qué pudo significar para la ciudad la aparición de este grupo de italianos fundando su entidad de ayuda y socorros mutuos en una urbe, paupérrima, con una más que mo-desta edificación, donde, en los primeros tiempos, sólo existían 19 casas de altos y los ranchos de paja y adobe sumaban 400. Que, luego, en el período 1860-70, podemos describirla, citando a Silvia Alicia Dócola, como… una ciudad con facha-das continuas, de edificios construidos unos junto a otros. En aquellas se reproducen los mismos elementos arquitectónicos: ventanas y puertas normatizadas, pilastras y arcos, ornamen-tos. Estos elementos, combinados de diferente manera, siempre responden a la misma ordenación: una base con un zócalo bajo, un desarrollo donde se insertan aberturas separadas por pilastras y generalmente rematadas por arcos, un remate for-malizado por una cornisa sobre la cual se localizan trozos de mampostería que, unidos en ocasiones por rejas, configuran especies de remate almenados, fachadas continuas que cada unidad repite en la vecina. La primera reunión se realizó en el establecimiento comercial propiedad de uno de sus más destacados miembros, en ese mo-mento: la que giraba bajo la firma de los señores Rezia y Sala, ubicado en la entonces calle Puerto –hoy San Martín– cuya an-tigua numeración era la de 129, dedicados a la ferretería, vi-driería y pinturería.

Capítulo V v - coMienza La historia

coMienza La historia

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1874, con su característico aspecto de fortaleza por las almenas que adornaban sus torres, sobre un proyecto del sueco Enrique Gustavo Aberg, radicado en nuestro país en 1869, donde fue autor de otros varios.

Siguiendo el típico modus operandi de los inmigrantes, fueron quienes más se destacaban entre ellos los encargados de convocar al resto, reunirlos en su derredor y a partir de allí, ante la necesidad común, afrontar la creación de entidades como la Sociedad que homenajeamos. Gaspar Rezia había nacido en San Pietro, Cerdeña, en 1821 y Fidel Sala, en Chiavenna, Sondrio, Lombardía en 1837. Para conocer la cronología de los momentos fundantes de la So-ciedad, comenzaremos diciendo que, de acuerdo a ciertas pautas que podemos rescatar de la historia, el hecho de que hayan deci-dido constituir la Sociedad en el año 1861, no es del todo casual. Al margen que coincidía con la Unificación de Italia, un año antes se había instalado la Municipalidad de la ciudad, cumpliendo con lo decidido por ley en el año 1858. ¿Por qué esta afirmación? Este tipo de asociaciones, de ayuda mutua entre los inmigrantes italianos, surgen indefectiblemente casi de inmediato del momento en que se instala la autoridad ad-ministrativa del lugar, llámese Concejo Municipal o de Fomento.38

Esa primera reunión se realizó el día domingo 28 de abril de 1861. En la oportunidad, una veintena de miembros de la colectividad se encontraron, como dijimos, en el establecimiento propiedad de los señores Fedele Sala y Gaspare Rezia que, dedicado a los rubros de herrería, vidriería y pinturería, estaba ubicado en la calle Puerto (hoy calle San Martín) N° 129 de la antigua numeración. Para en-tonces, esa cuadra tenía la numeración del 95 al 137.

La reunión fue registrada en un acta que denominaron “Pro-tocolo N° 1” y por la cual podemos conocer la identidad de los presentes. Fidel Sala, Esteban Arnolfi, Gaspar Rezia, Enrique Riva-rola, Angel Questa, José Quaretta, Juan Fassio, Juan Perego, Angel Muzzio, Antonio Bosia, Luis Musso, Juan Boglione, Bartomé Bos-chetti, Santiago Garassini, Santiago Pusso, Antonio Runchi, Juan

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Fidel Sala

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Sala, José Landó, Félix Dalmasso y Jacinto Borelli, quienes lo hi-cieron conforme la declaración de objetivos que resulta de aquel documento para …fundar en esta ciudad del Rosario de Santa Fe, una Sociedad de Socorros Mutuos que se denominará Sociedad Italiana de Unione e Benevolenza…

Los congregados se fijaron dos objetivos: uno inmediato: …pro-mover la idea entre los italianos conocidos… y otro mediato, el de…procurar nuevos suscriptores. Inmediatamente se comprome-tieron para una futura reunión que se llevaría a cabo el domingo 5

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v - coMienza La historia v - coMienza La historia

de mayo en el café Peirano, propiedad de Esteban Peirano, confi-tería de jerarquía de la ciudad que, desde 1854 estaba ubicado en calle Córdoba al 800 y que, luego, en el año 1869, se trasladó a la calle Puerto, entre Córdoba y Santa Fe.

Acta fundacional, 28 de Abril de 1861

Para asegurarse contar con suficiente número de concurrentes, se fijó una multa de dos pesos bolivianos. Se estableció, también, una cuota de ingreso por esa misma suma y una mensualidad de un peso de similar moneda.

De esa reunión surgió una Comisión Promotora o Provisoria, como la denominaron, y que estaba integrada por los señores Fidel Sala, como presidente; Esteban Arnolfi, secretario; Gaspar Rezia, tesorero y Enrique Rivarola y Angel Questa, como inspectores.

38. Ada Lattuca, ob cit, pág. 83.

Notas

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culaba una moneda distinta a la que se utilizaba en Rosario. Se buscó un equivalente y de los pesos fuertes de aquélla se pasó al peso boliviano.

El espíritu que inspiraba la creación de la Sociedad de Socorros Mutuos, bajo la denominación de “Società Italiana de Unione e Benevolenza” lo refleja el sistema asistencial convenido para sus socios: el socio enfermo sería asistido con la suma de un peso boliviano mientras durase la enfermedad, el pago del médico, los medicamentos y la asignación de un enfermero si era necesario. Este artículo fue propuesto por señor Juan Bautista Recagno y, lógi-camente, aprobado por unanimidad.

Finalmente, de esa reunión surgió la primera Comisión Directiva. Aprobado el Reglamento, se procedió a la elección de las Autori-dades que arrojó el siguiente resultado: Presidente: Juan Bautista Monteverde, Vicepresidente: José Quaretta; Secretario: Esteban Ar-nolfi; Prosecretario: Gaspar Rezia; Tesorero: Enrique Piantelli; Vo-cales: Fidel Sala; Angel Muzzio; Enrique Rivarola; Juan Cafferata; Santiago Garassini, Juan Grasso y Juan Bautista Recagno. Luego de casi cuatro horas de sesión, nació la primera Comisión Directiva.

Obviamente, se produjeron algunas renuncias. Como la del se-ñor Juan Antonio Grasso, que a partir del 12 de febrero de 1862, sería designado Cónsul italiano en la ciudad lo cual demuestra el grado de compromiso con la colectividad que mantenían sus miembros, a la vez de la influencia en el ambiente social. Tampo-co será casual esta circunstancia que se repetirá de manera cons-tante en el desarrollo histórico del “fenómeno inmigratorio”.

Poco tiempo después, la Sociedad no hizo distingo alguno entre sus miembros ni con los ingresantes: solamente el de gozar de buena salud y conducta. No hubo diferencias en cuanto a la re-gión de origen de sus miembros.

Las diferencias –ideológicas– nacerían en el siglo XX y, con ellas, las divisiones dentro de la colectividad.39 Pero, en su mo-

Con entusiasmo y compromiso, se encontraron en la reunión, que se llevó a cabo el 5 de mayo del mismo año, según lo acordado. Trataron, en primer lugar, el Reglamento de la entidad, que tuvo como modelo el de su similar de la ciudad de Buenos Aires. Su inspiración estaba reflejada en dicha institución italiana que fun-cionaba en la ciudad de Buenos Aires desde el 17 de julio del año 1858, fundada por siete emigrados italianos que llegaron de ma-nera clandestina al país y que contó con el padrinazgo de los dos Giuseppe de la Historia italiana: Garibaldi y Mazzini.

Con ese modelo, y teniendo en cuenta que los motivos que lle-varon a su creación se repetían en Rosario, no dudaron en hacer lo que hicieron aquel domingo de abril de 1861. Esto es, …aunar voluntades para el socorro mutuo de la colectividad, la educación, la previsión social y la cooperación, como consta en la documen-tación original.

Y los hechos demostraron que la módica cuota de ingreso po-pularizó a la institución que, desde el comienzo, evidenció sus propósitos. Ello resulta de lo decidido en la segunda reunión, la del también domingo 5 de mayo: organizarse sobre la base de la ya existente en Buenos Aires, cuyo Reglamento fue adoptado.

Surgió una diferencia que no fue menor. En Buenos Aires cir-

Capítulo VI

La fundación

vi - La fundación

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debemos destacar al rosarino, el abanderado Mariano Cleto Gran-doli, muerto en Curupaytí el 22 de septiembre de 1866, a los 17 años de edad. Precisamente, descendiente de la familia italiana más antigua de la ciudad, como ya se mencionara.

Don Bosco, el socio N° 417

mento, hubo emigrados políticos, exiliados republicanos, escapa-dos de Italia. Y en el año 1865, el cónsul italiano en la ciudad, Lo-renzo Chapperon informa a su ministro de Relaciones Exteriores, La Mármora, en nota del 22 de agosto de 1865, cumpliendo con el informe a su gobierno sobre el origen o lugar de procedencia y del perfil político de parte de la colectividad; y luego, con fecha 10 de setiembre del mismo año, hace lo propio, poniendo en co-nocimiento que … existe una sociedad […] de sediciosos republi-canos italianos, infundada al partido de acción y apoyada sobre principios más funestos para el porvenir de Italia…40 Se refería a la “Unione e Benevolenza”. Se debe destacar que el cónsul tenía una conducta tendenciosa fundada en su cerrada oposición a los republicanos italianos.41

En el año 1865, cuando se desarrolló la sesión del 12 de mayo, en el temario había uno muy particular para tratar: la incorpora-ción de un sacerdote que, desde Italia, solicitaba ser miembro, asociado, aunque sin gozar de ninguno de los derechos que el estatuto le reconocía como tal. Este hombre de Dios abonó puntualmente sus cuotas hasta el año 1870. Es más, oportunamente remitió una copia de su testa-mento designándola albacea. Fue inscripto bajo el N° 417.42

Enumerar su obra pastoral excedería con creces el objeto de este trabajo. Al momento de su fallecimiento, el 31 de enero de 1888, su obra se había extendido hacia los cinco continentes. El hoy Santo de la Iglesia no era otro que Juan Melchor Bos-co, Don Bosco. Como si hubiera sido una broma del destino, su relación societaria coincidió con la desgarrante, cruel e injusta guerra hecha al Paraguay. La de la Tripla Alianza, iniciada en 1865 y terminada en 1870. Convivieron, esos cinco años, la santidad con la barbarie. Su obra, a través de los padres salesianos, aún perdura en nuestro país, siendo la Patagonia, el lugar donde su sello, a través de los misioneros, ha quedado como una marca imborrable.

Por otro lado, recordemos que, entre los héroes de esa guerra,

Con la experiencia ya adquirida en las anteriores situaciones críticas, los directivos de la Sociedad fueron sorteando las innume-rables dificultades que se generaban en ese ambiente angustioso, con la consiguiente multiplicación de pedidos de ayuda.

Para mayor desgracia, el cólera, que hacía estragos entre las fuerzas combatientes, en marzo de 1867 alcanza a nuestra ciu-dad y produce gran número de víctimas. A punto tal que se debió designar un segundo médico que auxiliara al Dr. Francisco Riva, siendo nombrado a tal efecto al Dr. Juan B. Arnaldi, mientras ambi-ciosos políticos se levantan en armas contra el gobierno provincial del Dr. Nicasio Oroño, en enero de 1868.43

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No debemos olvidar que los genoveses y lombardos ya estaban asentados desde la primera mitad del siglo XIX.

Se conocen los denominados “apuntes de un viajero” que, de paso por la ciudad, describe …tiene un puerto lleno de barqui-chuelos, de animados y alegres genoveses…44. Años antes, un in-glés se lamentaría de no haber encontrado a ningún compatriota. …Los extranjeros son todos italianos,45 será su conclusión.

Pero, volviendo a los miembros fundadores y primeros directivos de la Sociedad, ellos rápidamente advirtieron que no contaban con el sitio adecuado para reunirse en sus asambleas institucionales. La solución estaba a metros del establecimiento donde se reu-nieran por vez primera sus promotores. Sobre la misma vereda de la calle Puerto, pero casi en la esquina con la actual calle Santa Fe. En el nº 109 de la misma calle. A propuesta del vice presidente de la Sociedad, Santiago Garassini, se instaló el tema de la necesidad

Teatro La Esperanza

de contar con una sede social propia. Ello lo propone en la Asam-blea del 12 de junio del año 1864. Pero las reuniones comenzaron a ser organizadas en el único teatro con que contaba la ciudad en ese momento: el Teatro de La Esperanza, la segunda sala para espectáculos públicos, que había sido inaugurada el 21 de julio de 1857, con una función lírica y que, lamentablemente, se incendió el 19 de setiembre de 1868, perdiéndose definitivamente como sede de las reuniones societarias.

Esta situación obligó a los directivos de la Sociedad a solucionar el tema de la falta de un sitio donde reunirse y sesionar.

39. Hebe Viglione-Angel Valenta, 100 años-Hospital Italiano Garibaldi, Rosario, 1992, pág. 21.

40. Alicia Megías, La formación de una élite de notables-dirigentes. Rosario, 1860-1890, edito-rial Biblos, Fundación Simón Rodríguez, Buenos Aires, 196, pág.68.

41. Ibídem.

42. Sociedad italiana de Socoros Mutuos “Unione e Benevolenza, ob cit, pág. 13.

43. Unione e Benevolenza, Ob cit, pág. 14.

44. La Confederación, 10 de junio de 1854 cit por Elías Díaz Molano en “Nicasio Oroño y su ciudad”, en Revisa de Historia de Rosario, 1964, N° 7-8,pág. 2.

45. William Mac Cann, Viaje a caballo por las provincias argentinas, Hyspanoamérica, Bue-nos Aires, 1986, pág. 23.

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Notas

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Ubica lo que llamamos el centro de la ciudad en …ocho cua-dras, limitadas al norte por la playa; al sur, por la calle Córdoba; al este por la Iglesia y al Oeste por la calle del Puerto….

De la población dirá que la mujer, a quien denomina “china” –y aclara que no se trata de la habitante del país asiático– es “alta y pulcra y de cabello negro”, “ojos de llama”, “labios sen-suales” y “tez de bronce”. Menos gentil es cuando describe al gaucho rosarino a quien presenta como especialmente feo y de apariencia salvaje.

En esa sociedad rosarina los inmigrantes, italianos, comenzaban a dar pasos firmes hacia su consolidación no sólo social, sino, luego, política. Y empezaban a dejar en la ciudad que los había cobijado, su sello: la Iglesia, la Jefatura Política y la plaza 25 de Mayo, con su columna que no es la actual, sino la que se conoció como “Columna de la Constitución”.

Esos inmigrantes de los que puntualmente estamos hablando, se aferraron a sus propias pautas y, asegurado el trabajo, pasaron a construir la casa propia.

Un primer paso trascendente para la entidad fue la adquisición, ante una oferta del socio Alberto Pedemonte, en el año 1869, de un terreno de 19 varas de frente por 36 de fondo, donde se cons-truiría, luego, la sede social.

Era el ubicado en la calle San Juan, entre la de Aduana (hoy Maipú) y Puerto (hoy San Martín). Finalmente, tras desechar la po-sibilidad de adquirir otro inmueble sito en calle Rioja, se concretó la operación el 16 de marzo, abonándose la suma de 1.120 pesos fuertes. El escribano Arzac formalizó la operación que hicieron realidad el presidente de la Sociedad, José Quaretta y el tesorero, José Bobone. El arquitecto Leopoldo Rocchi donó los planos y se ofreció para dirigir la obra.47

La piedra fundamental de la obra fue donada por el asociado

Entre los años 1869 y 1870 se concretará la idea de la sede pro-pia de la Sociedad. Para esa época, en las postrimerías de la Guerra contra el Paraguay, llegó a Rosario un famosísimo espía inglés que pres-taba servicios diplomáticos en Brasil y traductor de obras de variado género. Acostumbrado, por su oficio, dejó una des-cripción más que pintoresca de la ciudad. Los detalles sobre sus habitantes, edificación, sociedad, entre otros, nos dan una idea sobre cómo era o cómo se veía, a la fecha, la ciudad del Rosario de Santa Fe.

Estamos hablando de Richard Francis Burton46, quien –al igual que lo habían hecho anteriores viajeros– no hace sino destacar un aspecto que fue un ícono de la ciudad: su crecimiento; y anota: …El principal interés de la población radica en su prodi-gioso crecimiento… Y hace un vaticinio que con el tiempo se cumplirá: …Su importancia se basa en la ubicación que tiene como puerto fluvial para las vastas provincias del interior… […] …conectada por línea de diligencias con Mendoza […] …ha florecido gracias a la guerra del Paraguay y el ferrocarril que la une con Córdoba… […] pronto hará de Rosario otra Chicago… Además de remarcar la superioridad que tenía sobre Buenos Aires, en sus aspiraciones de pasar de ser la capital económica de la Confederación Argentina, la capital del país.

Capítulo VII

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La ciudad había visto partir al batallón “1º de Santa Fe” integra-do por 564 rosarinos, al mando del coronel José M. Abalos y de su segundo, el mayor Miguel Panelo del cual regresarían apenas 175. Y al regimiento “Rosario”, integrado por 500 soldados, de los cuales regresaron 212. Estos restos de las tropas rosarinas llegaron al mando del tenien-te coronel Spika, del 2° de Línea. Ese día, el presidente Domingo F. Sarmiento, que había arribado a la ciudad a bordo del“El Pavón” recibió a los sobrevivientes y diezma-dos batallones de la Guardia Nacional rosarina, en nuestra ciudad. El cónsul italiano, Campodónico, se plegaría al recibimiento portando el estandarte italiano.49

La entidad no conocía de pausas y a poco de colocarse la pie-dra fundamental del edificio de la futura sede societaria, el 5 de setiembre de 1870, por Asamblea se aprobaban los planos del in-geniero Manuel Raffo, italiano de origen que tuvo destacada ac-tuación en nuestro país en la segunda mitad del siglo XIX, cuando, entre otras, proyectó y ejecutó las obras del templo de Monserrat y varias iglesias que se levantaron en la provincia de Buenos Aires. La Casa de los Niños Expósitos es también de su autoría, labor que desarrolló gratuitamente. La obra se programó en tramos. En primer lugar, un salón con frente rústico, para lo cual se autorizó una inversión de cuatro mil quinientos pesos bolivianos, para la adquisición de materiales. Una idea del empuje de los directivos de la sociedad la da el he-cho de que, cuando el 8 de enero de 1871 se reúne la Asamblea General de la Sociedad, la misma se desarrolló en la sala construi-da en el terreno de calle San Juan.

Posteriormente, el edifico fue reformado, a mediados del año 1885, con ampliaciones entre las que se contaron grandes salones especia-les donde funcionaría, luego, la Cámara Italiana de Comercio.

El edificio sería demolido en el año 1945.

Del plano de Grondona del año 1858, podemos advertir la exis-

Antonio Runchi y en ella se podía leer “En Rosario de Santa Fe el día 24 de enero 1870, la Sociedad Italiana Unione e Bene-volenza fundada el día 28 de abril 1861 […] coloca la primera piedra del edificio que se propone levantar en este terreno para uso de sus reuniones, estando la comisión directiva compuesta de los señores Juan Campodónico, Presidente; Natalio Ricardo-ne, Vicepresidente; Pedro Tiscornia, Tesorero; Tobías Coppola, Protesorero; José Bobone, Secretario, Antonio Magnasco, Prose-cretario; Inspectores, Juan Borgonovo, Francisco Falcone, Bene-dicto Castagino, Juan Ruffo, David Carnesi, Juan Bautista Torelli, Miguel Montanaro, Gerónimo Conseglieri; Suplentes, Antonio Copello, Andrés Fontana.”

Vemos cómo ya aparecen apellidos de la colectividad italia-na ligados e identificados con el progreso rosarino, en sus más diversos campos. El acta referida destaca quiénes fueron los padrinos de la obra: el excelentísimo señor Conde Della Croce, enviado extraor-dinario y Ministro Plenipotenciario de Italia ante el gobierno argentino y el presidente Domingo F. Sarmiento, representado en la ocasión por su ministro de Hacienda, Dr. Gorostiaga ya que …El Consejo directivo, atendiendo al pedido de muchos socios… así lo habían solicitado. También estuvieron presentes el gobernador de la provincia, Ma-riano Cabal; el jefe político de Rosario, Pascual Rosas; el cuerpo consular, representado por los cónsules de Italia y Bélgica. La piedra fue bendecida por el canónigo Martín Piñero, acompa-ñado por entidades mutualistas, público en general y, en especial, de la colectividad italiana.48

Pero, ese día, el 24 de enero de 1870, no fue un día más en la ciudad.

El 19 de enero habían regresado las tropas rosarinas de la Guerra del Paraguay o de la Triple Alianza, como se la conoció. Es de suponer el clima que reinaba en la misma. De casi los 1.200 hombres y jóvenes que habían partido en 1865, apenas llegaban menos de 400.

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Adviértase que la Sociedad había adquirido su terreno a po-cas cuadras de dicha laguna pero en lo que fue el casco históri-co de la ciudad.

En cuanto a su autor, el ingeniero Rocchi50, fue el constructor de un hotel famoso en la ciudad en el siglo XIX que tuvo la particula-ridad de cambiar no pocas veces su nombre. Así, se conoció como Hotel Argentino, Hotel de la Paix, Turín Hotel, Hotel Plata, Hotel Firenze, para terminar sus días como Hotel Litoral. Hay un antecedente en un acta de fecha 28 de noviembre de 1937, en la cual el presidente pide autorización a la Asamblea a fin de solicitar un préstamo para la construcción del edificio social. No era antojadiza la petición. La evolución de la entidad lo exigía. En esa ocasión se trataron dos aspectos que apuntaban directa-mente al futuro institucional: la construcción de un nuevo pabe-llón en el Hospital y la de un edificio social “para rentas.” Se planteó, también, la manera de encararlo. A través de un préstamo del Banco Hipotecario Nacional o de alguna otra institu-ción pública o particular. En el medio de las discusiones y argumentaciones, propias de toda asamblea, el cónsul italiano, Lorenzo Nicolai, propone la fu-sión de las instituciones italianas de Socorros Mutuos, en trámite, y solicita el apoyo a la Comisión Directiva. Era evidente que el cónsul vislumbraba los inconvenientes de los esfuerzos individuales. “La unión hace la fuerza”, el emblema de los lictores romanos, el manojo de varillas de mimbre entrela-zadas, sería su propio lema.

Cuando se celebró la Asamblea del 25 de junio de 1939, a tra-vés del presidente José Giannone, se da cuenta que el 20 de mayo de 1938, con el secretario de la institución, Fernando Borlandi, habían firmado un contrato con Don Carlos Canosa Pérez, de la ciudad de Buenos Aires, para la construcción del edifico social.

Pero, dada la firme oposición que el proyecto había tenido entre los asociados, con buen criterio, el informante impuso a los asam-

tencia de la famosa “laguna de Sánchez”, que en período de cre-cida ocupaba una enorme superficie: desde la calle Mendoza, al sur, hasta cerca de La Rioja, hacia el norte; Corrientes le servía de límite oeste; y Entre Ríos, el límite este.

Sede social en la calle San Juan 940. Demolida alrededor de 1945

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si la finalidad –de la construcción– debería ser para renta o no. Ahora había que volver a lo decidido en la Asamblea del 28 de noviembre de 1937, donde se había resuelto por unanimidad la autorización para la obra. Finalmente, la obra se inauguró el 25 de mayo.

bleístas el contenido de la cláusula que habían hecho insertar en el mencionado contrato. Precisamente, era la 14ª que preveía que ese convenio se firmaba ad referéndum de la Comisión Directiva y de la Asamblea de los Socios de la Sociedad.

Es interesante destacar varios aspectos que rodearon e integraron ese momento tan importante para la vida y futuro de la institución.

En primer lugar, los argumentos expuestos por el presidente cuando informa a la Asamblea de los motivos por los cuales se firmó el convenio referido sujeto a la condición de la aprobación. Constituyen un manual de la prudencia de un dirigente. Fueron sus palabras, en la ocasión: … teniendo presente que la sociedad no tiene un propósito mercantil, que su objetivo es el mutuo socorro, que su patrimonio ha sido amasado á través de lar-gos años con el sacrificio de miles de socios y teniendo en cuenta muy especialmente que la Honorable Comisión Directiva carece de atribuciones estatutarias para resolver por sí sobre esta cuestión y sin olvidar la fuerte oposición que el proyecto de construcción del edifico social despertó en el seno de los asociados…51

Lo cierto es que el tema no se resolvió favorablemente en esa ocasión, ya que la decisión mayoritaria fue por la desaprobación del convenio firmado. El principal argumento radicó en la falta de credibilidad que, en los asambleístas, provocó Canosa Pérez. No fue una crítica a lo actuado por el presidente y su Comisión Directiva. A punto tal que se propone que reinicie las tratativas con el mismo objetivo, ya que, opina el asociado Enrique Assanelli: …está en el espíritu de todos nosotros que debe hacerse un edificio social… […] … a fin de edificar la esquina de San Juan y Maipú, teniendo como mira no la grandiosidad sino las fuerzas propias de la Institución…52

Fue un debate prolongado y lleno de encendidos argumen-tos. La discusión giró sobre temas: si la obra la asumía la propia institución o si se recurría a un crédito del Banco Hipotecario Nacional. La otra vertiente del debate giraba en relación a definir

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46. Richard F. Burton, Cartas desde los campos de batalla del Paraguay, librería El Foro, Bue-nos Aires, 1998, pág. 365 y ss.

47. Sociedad Italiana de Socorros Mutuos “Unione e Benevolenza” - Rosario (1861-28 de abril-1961) publicación institucional, Rosario, 1961, pág. 15.

48. Sociedad italiana, ob cit, pág. 16-17.

49. Víctor H. Nardiello, Morir en Curupaytí, inédito.

50. En la documentación que pudo rescatarse el mismo figura como Ronchi.

51. Acta de Asamblea del 25 de junio de 1939.

52. Ibídem.

Notas

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–además– estaba materializado en la poca calidad de los maestros existentes, situación que hizo que se los trajera del exterior. En medio de semejante estado de cosas, a partir del momento en que se crea la Municipalidad de Rosario, todo lo relacionado con la “ilustración” quedará bajo la órbita municipal. Quedan a su cargo el cuidado de las escuelas de primeras letras, las de arte y oficios y la de agricultura.

La instrucción en Rosario, siguiendo a Mikielievich, tendrá su nota destacada en la reacción de las distintas asociaciones parti-culares ante la indiferencia oficial por el tema.

Las distintas colectividades extranjeras, como así también las instituciones religiosas, incluidas la de credos evangélicos, impul-saron la actividad. Del extenso trabajo de Antoniutti53, podemos reconstruir la nómina de los establecimientos educativos de la ciu-dad en el período 1855-1871 en la ciudad de Rosario.

La primera entidad particular de que se tiene noticia data del año 1855, a cargo de los profesores Laurino R. Puentes y Julio Boach.

La enumeración de los “Colegios” –tal su denominación– que se instalaron hasta el año 1874 es enorme: el Colegio Normal Mer-cantil (1858), la Academia Mercantil (1859), la Escuela del Progreso (1860), el Liceo y Escuela de Artes y Oficio (1863). (Este, quizás, el primer jardín de infantes de la ciudad). El Seminario Anglo-Argen-tino (1865), la Escuela Inglesa (1865) filial de la que funcionaba en Buenos Aires, el Colegio Concepción (1866), el Colegio Italiano (1866) que fue el primero de la colectividad, al que le siguió el Co-legio Italo-Argentino que dirigió José Angelini Caraffa, en 1868. Este establecimiento estuvo ubicado en calle Aduana n° 67.

El Colegio Francés (1869), el Colegio Inglés (1868), el Colegio Inglés e Instituto Comercial (1868), el Colegio del Litoral (1869), el Colegio del Rosario, el College Francais, luego transformado en Colegio Argentino (1869). El Nuevo Colegio Inglés (1869) y, en la misma fecha, la Scuola Commerciale Serale, con orientación

La inquietud de los pioneros de la Sociedad tenía una mirada por sobre el horizonte. Rápidamente advirtieron aquéllos la nece-sidad de la creación de una escuela para los hijos de los asociados que, de paso, recordemos, eran todos de nacionalidad italiana.

La actividad educativa en la ciudad era muy pobre. Al mo-mento de constituirse, en 1861 la Sociedad, en la ciudad sólo se contaba con apenas dos escuelas en funcionamiento; una de varones y otra para mujeres. Esta situación databa desde el año 1851. Claro, cabe una aclaración: para este año, la población era de apenas unos tres mil habitantes. En 1858, se había triplicado: ahora los rosarinos eran 9.785.

La inoperancia oficial dio lugar a la aparición de las llama-das “escuelas pagas”, lo que alejaba aún más a una enorme cantidad de niños en edad de ser escolarizados. Durante una década la ciudad, que había multiplicado por tres su población, siguió contando con sólo dos escuelas. Una estadística oficial demuestra que en Rosario, por cada un niño que se educaba, había 20 que no podían hacerlo.

De allí la proliferación de institutos particulares, tantos para ni-ñas como para niños, que surgieron para paliar ese déficit, que

Capítulo VIII

La escueLa

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para concretar el proyecto. Entonces, se aceptó la propuesta del maestro Juan Primo Sella que, junto a Angel Muzzio, tenían en funcionamiento el llamado Colegio Italo-Argentino.

El acuerdo fue, por lo menos, novedoso: el maestro abonaría $50 por la ocupación del local e instruiría a los hijos de los socios. Por su parte, recibiría de la Sociedad la suma mensual de $25 como secretario rentado. Ese mismo año se comenzó a recibir una subvención del go-bierno italiano, a lo cual el cónsul, de su bolsillo, agregó una colaboración de $50.55

Se trató de estimular el estudio en los 20 alumnos cursantes in-virtiendo la suma de $30 bolivianos en premios al estímulo.56

Tiempo después, y a raíz de la imposibilidad de continuar con dicha escuela, se propuso aceptar, por Asamblea, una nueva pro-puesta proveniente, esta vez, del maestro Alemano Grecchi.

comercial, fundada por el maestro italiano Angelo De Capitani.

Como la necesidad de escuelas elementales se mantenía, en 1870 se crearon dos, fundadas por los maestros José Marcelino Ruíz y Gerónimo Ghiappano. En 1871, se creó el Colegio Cos-mopolita. En el año 1871, el Colegio Unico Italiano de Antonio Muzzio, el Colegio Inglés y el Colegio Argentino. Cuando este úl-timo pasó a ser dirigido por el profesor italiano Prima Stella su denominación pasó a ser la de Colegio Argentino-Italiano. Se lo clausuró a fines de 1873. En ese mismo año nace el Colegio Ame-ricano. En 1871, el Colegio Franco-Argentino.

A estos establecimientos, a los que se debían agregar las dos es-cuelas municipales de la ciudad y tres que funcionaban dispersas en el Departamento Rosario, se le sumaron otros institutos priva-dos de enseñanza primaria y secundaria: el Colegio Santa Rosa, la Escuela Comercial, el Colegio Italo-Argentino, Colegio Único Italiano, el Colegio Primario.

Un dato es elocuente: asistieron 1.569 alumnos de los 5.128 de los que tenían entre 6 y 15 años. Si dijimos que, en 1859, de cada joven que se escolarizaba, había 20 que no lo hacían, trece años después, lo puede hacer 1 de cada 2,2. En 1873, aparecerán el Colegio del Litoral y el Anglo-Argentino.

Evidentemente, algo había cambiado. Dentro de este marco, la Sociedad de Socorros Mutuos “Unione e Benevolenza” consideró que había llegado la hora de tener su propia escuela societaria, ya que hasta ese entonces subvenciona-ba a varios de los hijos de sus socios en el Colegio Italo-Argentino.

Por asamblea del 26 de febrero de 1871 se crea una comisión encargada de estudiar la posibilidad de su creación. La misma se integró con los asociados Pedro Tiscornia, Juan Colli, Juna Bobone, Natalio Ricardone y Juan Costa.54

Pero se enfrentaron al problema de siempre: la falta de medios Plano de la ciudad de Rosario de 1875

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Una colectividad como la italiana le daba trascendencia a la cuestión religiosa. De allí que la necesidad de contar con un pan-teón social motivó a los directivos del momento a iniciar las ges-tiones para obtener por parte de la Municipalidad las parcelas de tierra necesarias para su construcción. Las gestiones iniciadas se concretan cuando, en el año 1893, se obtiene la concesión gratuita de dos lotes que se identificaron como los Nº 8 y 9 de la 2ª sección en el llamado, por entonces, Cementerio Nuevo. Se refiere al que conocemos como La Piedad.

El otro cementerio, anterior, de allí esta denominación de “nue-vo”, es el de El Salvador, que databa desde el 7 de julio de 1856, fecha de su inauguración y apertura, coincidente con el cierre del segundo cementerio de la ciudad, ubicado en el terreno delimita-do por las actuales calles Jujuy, Brown, Corrientes y Paraguay, (la playa de embarque de la estación Rosario Central),59 que databa del año 1810 y había sido bendecido por el cura Julián Navarro. De paso, recordemos que el primer enterratorio funcionó dentro de la iglesia –la actual Catedral– cuyo primer registro data del 27 de agosto de 1731, “entierro de Ambrosio Morales, hijo de legíti-mo del Cap. Joseph Morales y Da. Juana López.60 Sepultado con entierro menor”. El mismo fue clausurado en el año 1810 por disposición del obispo Benito Lué (y Riega).

Capítulo IX

eL panteón

La colaboración de asociados ya llegados permitió su apertura. Sus clases comenzaron el 9 de abril de 1874. Al año siguiente –1875– la escuela quedó a cargo de los maes-tros Luis Nasi y Nazario Ciaffardini. La Sociedad tuvo la escuela para los hijos de sus miembros bajo esta dirección durante muchos años.57

Finalmente, en el año 1912, la misma cesó, cuando se dispuso que las distintas escuelas italianas de la ciudad pasaran a formar parte y depender de la asociación italiana “Dante Alighieri.”58

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53. Valentín T. Antoniutti, La instrucción Pública en el pasado rosarino, Revista de Historia de Rosario, varios números (años 1963-1974).

54. Actas de la Sociedad.

55. Ibídem.

56. Ibídem.

57. Ibídem.

58. Ibídem.

Notas

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Panteón Social, habilitado, finalmente, el 10 de mayo de 1903.

La ceremonia de inauguración contó con la presencia de im-portantes personalidades, al margen de los directivos y asociados, como ser el cónsul de Italia en la ciudad, Cav. Uff. Luis Testa; el gobernador de la provincia de Santa Fe, Rodolfo Freyre; el Jefe Político de Rosario, Octavio Grandoli, el primer intendente electo por los rosarinos, en 1883; el intendente municipal Luis Lamas y representantes de distintas sociedades y asociaciones italianas.64

Se trató de un verdadero monumento funerario que enriqueció el patrimonio cultural de la ciudad y aún hoy, es recordado por los memoriosos con admiración por su estilo, espíritu y construcción. A la fecha, se encuentra remodelado ignorándose el paradero de las piezas escultóricas que lo engalanaban.

El día 8 de mayo de 1903 se lleva a cabo la “Seduta Ordinaria” –sesión Ordinaria– entre cuyos temas del Orden del Día, en el N°3, se trataría el tema referente a “Relazione della Commsisione del panteón e feste”. Todavía los registros societarios eran llevados en el idioma italiano. Así, puede leerse que el Acta N° 802 rela-cionada con esta Sesión Ordinaria y con el punto referido se titula “Relazione della Commissione técnica panteón”.

En esa reunión, que tuvo inicio a las 8.30 p.m., quienes cono-cían del tema asesoraron a los directivos de ese momento, acon-sejándoles no entrar en conflicto con el constructor, el arquitecto Nalo, y abonarle una suma que solicitaba. Retrasos no previstos habían provocado esa situación con el constructor que fue, final-mente, resuelta convenientemente.

Y llegado el momento de su inauguración, el 10 de mayo de 1903, la ciudad se enteraba a través de la prensa de los actos que se habían preparado para dicha ocasión.

El diario La Capital65 publicaba el programa de los actos prepa-rados para la oportunidad. Todo comenzaría el día domingo 10 de mayo a las 8 de la ma-

Al respecto, cabe acotar que, a fines del año 1810, cuando Ma-nuel Belgrano, camino hacia el Paraguay al frente de una reducida fuerza militar para lograr el reconocimiento del gobierno surgido de la Revolución de Mayo, dicta el Reglamento para las Misiones, ya tiene una consideración al respecto. En el art. 12 del mismo dispondrá: “….Los cementerios se han de colocar fuera de los pue-blos […]“… desterrando la absurda costumbre, prohibida absolu-tamente de enterrarse en las iglesias.” Este Reglamento bien puede ser considerado como la primera constitución escrita de nuestro país, por sus previsiones y alcances.61

Volviendo a nuestra historia, debemos hacer aquí una salvedad. La pérdida de los Libros fundacionales motivada por una excep-cional inundación, impiden ubicar la fuente documental de estos hechos. En los Registros municipales de esa fecha, tampoco se los encuentra. Pero sí se pudo localizar otra fuente documental. Es la que demuestra la “…cesión gratuita de terrenos en el Ce-menterio a la Asociación de Socorros Mutuos de Empleados Na-cionales […] “terrenos de 10 m. x 5 m., con fecha 5 de octubre de 1893.62 Esto ocurrió siendo intendente Alberto J. Paz. También, y con la misma finalidad, se ceden terrenos la Sociedad Tipográfica Rosarina de Socorros Mutuos.63

El 9 de noviembre de 1893, durante la intendencia de Marull, otra disposición municipal otorga “… la donación gratuita de te-rrenos en el Cementerio á las Sociedades de Socorros Mutuos y Beneficencia […] “que así lo solicitaren y que carecieran de ello, en uno ú otro Cementerio (art 1°). En el artículo 2° ubica los mis-mos sobre los costados del predio y sus dimensiones varían según la importancia de la Sociedad requirente (art 2°). Con el impulso de su presidente, Esteban Frugoni, la Sociedad pudo abocarse a la concreción de tan caro proyecto.

Posteriormente, en el año 1901, con el progresista intendente Luis Lamas en el gobierno de la ciudad, se reciben en canje de aquellos lotes una fracción de terreno de 7 m por 14 m., en la Tercera Sección del cementerio El Salvador. Con dicha adquisición se pudo concretar la construcción del

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Para la ciudad fue un gran acontecimiento, no sólo por la im-portancia social que la inauguración representaba, sino porque la obra en sí misma era un aporte cultural muy importante dada la calidad escultórica y arquitectónica que representaba. Los asociados y público en general, en gran número, partici-paron del acontecimiento. En ocasión de celebrarse los 100 años de la Sociedad, la obra fue descripta como de características magnas y armoniosas lí-neas arquitectónicas, adornado con esculturas y símbolos ade-cuados a su destino.69

ñana, con una reunión en el local de calle San Juan 926 y con una marcha hasta la plaza 25 de Mayo. Luego, a las 9 horas, en tranvía –vale la pena aclarar que lo eran a caballo– se trasladarían hacia el Cementerio “San Salvador”. Era la manera de denominar-lo en esa época. A las 10, se produciría la bendición del panteón con la presencia del gobernador, Dr. Rodolfo Freyre; del ministro de Hacienda, Dr. Claudio Andino; del ministro de Gobierno, Dr. Julián V. Pera; el intendente Sr. Luis Lamas; el Jefe Político, señor Octavio Grandoli y cónsul italiano barón Testa, asociados y públi-co en general, momento en que se repartirían medallas alusivas, con diseño del maestro Anfossio Constantino, de la inauguración de la obra, hecho muy común por entonces, serían padrinos, el Cav. Giácomo Pinasco y la señora Corina Arijón de Martinoli.66

Más tarde, a las 11 la comitiva oficial e invitados, se trasladarían a la quinta del señor Ottorino Costa. Los festejos seguían con una fiesta campestre en horas del mediodía. A las 13 horas se procedería a la entrega de medallas a los alumnos destacados en la escuela social. Los actos seguirían con la venta de medallas y flores, organizada por la Comisión de Damas, cuya presidenta era Erminia F. de Mar-chese. Esto ocurriría a las 14 horas. A las 15 horas tendría lugar la venta de una obra pictórica dona-da por el pintor Testa, a fin de recaudar fondos para a la sociedad. A las 15:30 se rifaría un donativo de un socio que no quiso darse a conocer: un anillo con brillantes. A las 16, los socios con más de 25 años como miembros de la sociedad serían distinguidos con la entrega de un diploma. Esta parte de la programación no pudo ser cumplida “por no haber concluido el trabajo la casa a quién le fue encargado.”67 Finalmente, a las 17 horas, se darían por terminados los actos y en tranvía se produciría el regreso, “a la ciudad”68 Fue-ron varias las líneas de tranvía previstas para el traslado. Dos, para las integrantes de la Comisión de Señoras y Señoritas, que partirían a las 9 desde Córdoba y Buenos Aires. Ocho coches para los so-cios e invitados, harían lo propio pero a partir de las 9 y 15 hs. y otros tres para los alumnos e invitados con horario de salida a las 12: 15 hs. Se aclaraba en la publicación que la banda de música dirigida por el maestro Torzello amenizaría la fiesta.

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Panteón histórico

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Panteón actual

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Hoy, otro, remodelado, reemplazó al histórico y artístico pan-teón original, cuya expresión artística y calidad arquitectónica, lamentablemente, se perdieron en el pasado de la historia de la ciudad, ya que ni registros de su autor han podido ser localizados.

59. Héctor Jorge González Day, El Cementerio “Del Salvador”, Adaces, Rosario, 2010, pág. 11.

60. Eudoro y Gabriel Carrasco, Anales de la Ciudad del Rosario de Santa Fe, Imprenta, Lito-grafía y Encuadernación de J. Peuser, Buenos Aires, 1897, pág. 59.

61. Mardoqueo Navarro, El territorio nacional de Misiones, publicación oficial, Buenos Aires 1881, pág. 17 y Hernán F. Gómez, Yapeyú y San Martín, Buenos Aires 1923, p. 56, cit por Mario Belgrano en “Belgrano”, Espasa Calpe SA, Buenos Aires, 1944, pág. 93.

62. Digesto Municipal (1892-1895), Litografía e imprenta J. Peuser, Buenos Aires, 1896, pág. 309.

63. Ibídem, pág. 318.

64. Sociedad Italiana de Socorros Mutuos Unione e Benevolenza Rosario, 1961, pág. 21.

65. La Capital, 10 de mayo de 1903.

66. La Capital, 12 de mayo de 1903.

67. La Capital, 12 de mayo de 1903.

68. Ibídem.

69. Sociedad italiana…. ob cit, pág. 22.

Notas

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calle San Juan y Maipú, de un edificio: de “un gran edificio”. Finalmente el Dr. Mastrosimone presentó a la Asamblea Socie-taria, para su tratamiento, el contrato que él ya había firmado con el Dr. Bartolomé Vasallo, propietario del sanatorio que funcionaba en calle 3 de Febrero y Ayacucho. En esa Asamblea Extraordinaria del 9 de enero de 1921 no sólo se aprobó la adquisición del inmueble, sino también la creación del hospital por el que venía bregando el Dr. Mastrosimone. Nacía el “Ospedale Italiano Unione e Benevolenza”.

Este episodio dejará una múltiple enseñanza. La de la convic-ción en las ideas, la del valor para concretarlas y el compromiso para sostenerlas.

El Dr. Mastrosimone avalará con su propio patrimonio la ope-ración, a la vez que hacía pública su promesa de no abandonar la dirección del hospital –con la que había sido designado– hasta que la deuda mantenida con el Dr. Vasallo no estuviese cancelada. Claro, tampoco ha de olvidarse el gesto generoso del que fuera el propietario del sanatorio, Vasallo. De la operación, que significó la suma de $200.000, hizo un donativo de $30.000, a la vez de ofrecer sus servicios como cirujano. No dudó la sociedad en ena-jenar dos propiedades inmuebles –sitas en Montevideo N° 1056 y Laprida 1483– para hacer frente a los primeros pagos. Los asociados no estuvieron ajenos a la situación y, con la ad-quisición de rifas por valor de $10, colaboraron en la medida de-seada, adquiriendo las siete mil emitidas.

Finalmente, el 6 de noviembre de 1921, se inauguraba el hos-pital con la presencia del presidente, Dr. Mastrosimone; del vice-presidente, Vicente Ferullo; el secretario, Miguel A. Marchese y el resto del Consejo Directivo de la institución. Al día siguiente, la prensa70 daba cuenta que en más de dos mil personas se calculó la concurrencia. La Banda de Policía de la ciudad amenizó el acto. Una guardia especial de agentes de uniformes y la Guardia de Seguridad, con la caballería de gala, dieron el marco necesario al acto. La correspondiente bendición

A comienzos del siglo XX, la Sociedad no contaba con atención específica para sus miembros. En el año 1914 se decide impulsar la idea de habilitar consultorios propios para la cada vez mayor can-tidad de asociados. Así el 29 de setiembre de 1914 se inaugura el primer consultorio, que estuvo a cargo del Dr. Alfonso Jannelli.

La atención de los asociados de la Institución no cedía en su calidad, pese a las propias limitaciones de la época. Un episodio trágico para la humanidad, como la Primera Guerra Mundial, no fue óbice para que, en medio de semejante crisis, se inaugurara el primer consultorio médico societario.

Para entonces, el Hospital de Caridad era el encargado de atender las cuestiones de salud de la población toda. Era impe-rioso para los miembros de la colectividad, a través de la Socie-dad, el encontrar la solución de dicho problema. Terminada la guerra, en 1918, el presidente de aquélla era un médico: el Dr. Francisco Mastrosimone. Fue evidente que tal circunstancia influyó notoriamente en lo que vendría.

En el año 1920, el doctor Francisco Mastrosimone lleva adelante dos proyectos señeros en la vida de la Sociedad: la construcción de un hospital social propio y la construcción, en el inmueble de

Capítulo X

eL hospitaL

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Imágenes publicadas por el diario La Capital el día de la inauguración

estuvo a cargo del vicario foráneo presbítero Nicolás Grenon, haciendo uso de la palabra, luego, el director del Hospital, Dr. Francisco Mastrosimone.

Las autoridades presentes fueron el vice gobernador de la pro-vincia, señor Mendieta, el diputado nacional señor Calixto Ro-dríguez, el jefe del regimiento 11 de infantería, el gerente del Banco de la Nación Argentina, el doctor Padilla, el jefe de la ad-ministración sanitaria Dr. Coulín,71 el secretario de la intendencia municipal, el jefe político y su secretario, el jefe del Distrito Mi-litar, el presidente de la Cámara de Diputados de la provincia, el gerente del Banco de la Nación Argentina, el jefe del Regimiento 11 de Infantería. Expresamente, desde Buenos Aires, vino el Dr. Padilla, el cuerpo consular, diputados nacionales, el jefe de la Administración Sanitaria, el cuerpo médico de Rosario, profeso-res y estudiantes de la Facultad de Medicina. Se sirvió un lunch y las damas presentes fueron agasajadas con un ramo de flores. Los actos culminaron al mediodía.72

La ciudad, que contaba con una población superior a los 250.000 habitantes, había recibido con gran entusiasmo la puesta en marcha del nuevo hospital.

En el año 1939 se inauguraba, en el mismo, la sala de trauma-tología. En esa jornada del 30 de abril, sería el presidente José Giannone el encargado de tal inauguración que coincidía con el 78° aniversario de la creación de la Sociedad. Las crónicas recuerdan la presencia de numerosas autoridades de la ciudad, del cuerpo consular y de entidades italianas y del cuerpo médico y directivo.

En la Asamblea General Extraordinaria del 16 de febrero de 1941, el escribano público Agustín Caputti explicaría el sanea-miento de los títulos registrales del Hospital. Dichos terrenos, ad-quiridos en el año 1921, lo fueron en tres fracciones que fueron exhaustivamente explicadas. Será el 16 de febrero de 1941 cuando el presidente de la institu-

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la obra encarada por la Sociedad. Y Fernández Díaz, continúa ex-plicando: … El costo del edificio será de $500.000, más o menos… Se explica luego cómo se integrará la diferencia y el cálculo de los recursos previstos, sobre la base del alquiler de los 30 depar-tamentos, la playa de estacionamiento y locales de la planta baja. Deducidas las cargas bancarias, quedaban para la sociedad una utilidad de $21.650 que se lo califica como “bastante apreciable.” Su conclusión, mirando al futuro era bien optimista: ...a los 30 años la Sociedad contará con un capital de $1.000.000, rea-lizando esa operación.

Durante mucho tiempo, los socios y la ciudad toda contaron con un servicio médico asistencial de jerarquía. Para una Asociación de Socorros Mutuos, primero estaba lo asis-tencial. Pero los tiempos económicos, a veces, no opinan lo mis-mo. Por esa razón, la actividad del Hospital, desde lo económico, comenzó a sufrir dicho impacto.

Distintas etapas fue atravesando tratando de adecuarse a las épocas. En el año 1966, dada la situación general del país, se tratan en la Asamblea del 26 de junio,74 algunas posturas referidas a la posibilidad de desprenderse de parte del patrimonio, que in-cluía la autorización para la venta parcial o total del inmueble de calle 3 de Febrero 268/80 y/o del terreno baldío lindante con el edificio de rentas de calle San Juan, llegado el caso, para sanear las finanzas societarias.

Pero, también se planteó la posibilidad del cese del Hospital si no se lograra su autofinanciación para el cumplimiento de las leyes sociales y de previsión, por lo cual se decide pedirle a la Comisión Directiva que, en un plazo de noventa días, eleve a la Asamblea un informe y las alternativas de solución. Se formó, a tal efecto, una Comisión especial, integrada por los miembros directivos y cinco socios que deberían cumplir con dicha tarea.

Por eso y, más allá de que el Hospital llenó un espacio importan-

ción someta a consideración y plantee formalmente la necesidad de …demoler el actual edificio de pertenencia de la sociedad ubi-cado en la calle San Juan esquina Maipú y la construcción, en su reemplazo, de un nuevo edificio, invirtiendo en dicha construcción

Foto del quirófano

el importe del préstamo hipotecario concedido por el Banco Hipo-tecario Nacional y los recursos con que cuenta esta institución…73

Completa su propuesta informando el cálculo de inversión, fi-nanciación y recursos sugerido por el arquitecto Fernández Díaz.

El mencionado profesional, presente en la Asamblea, dio un pormenorizado informe y, en uso de la palabra, expondrá: …el Banco Hipotecario ha transferido el crédito en las condicio-nes más favorables… […]… sobre hipotecas sobre la Sociedad, $325.000 y sobre el Hospital, $95.000… Conviene reparar en el informe ya que, de esa manera, se puede apreciar la magnitud de

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La opción fue dolorosa para el sentimiento de todos. Se decidió su cierre y posterior alquiler del inmueble, donde hoy funciona una institución geriátrica.

No obstante, la Sociedad había preservado su patrimonio.

Durante años en el frente del hospital, una placa recordaba el nombre de los socios fundadores: Monteverde; Juan Bautista; Quaretta, José; Arnolfi, Esteban; Rezia, Gaspar; Piantelli, Enrique; Sala, Fidel; Muzzio, Angel; Rivarola, Enrique; Ca-fferata, Juan; Garassini, Santiago; Grasso, Juan; Recagno, Juan Bautista; Frugoni, Esteban; Fantoni, Carlos y Questa, Ángel

tísimo en la atención de la salud de los rosarinos, los vaivenes de la política y economía nacionales fueron acotando su desarrollo a punto tal que, como tantas otras instituciones, se vio superada –pese a los enormes esfuerzos de directivos y asociados– por aque-llos acontecimientos que estaban lejos de poder dominar, aunque sí eran capaces de soportar.

La actividad sanatorial, fundamentalmente en entidades de So-corros Mutuos, nunca fue fuente de utilidades; por eso, cuando las condiciones externas lo impusieron, para mantener el servicio se apeló a su tercerización. Tampoco pudieron sostenerse quienes arriesgaron en tomar a su cargo la prestación asistencial. La decisión final fue dura y casi heroica: desprenderse del mis-mo. Era el sacrificio que la realidad imponía.

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70. La Capital, 7 de noviembre de 1921.

71. La Lectura Popular, n° 189, Rosario, 15 de noviembre de 1912, pág. 7.

72. La Capital, 7 de noviembre de 1921.

73. Libro de Actas. Asamblea Extraordinaria del 16 de febrero de 1941.

74. Libro de Actas de Asambleas, sesión del 26 de junio de 1966.

Notas

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piedad de la sociedad, en donde luego se estableció la sede societaria, por calle San Juan75.

Fieles, en definitiva, a la política del inmigrante, la mejor inver-sión era el ladrillo y, con gran visión de futuro, la Sociedad no se apartó del noble consejo de los ancestros.

La modernidad exigía la construcción de la nueva sede social en el terreno sito en la esquina de las ya denominadas calles Maipú y San Juan, donde se llevó a cabo una famosa Asamblea de agri-cultores y delegados de la Federación Agraria Argentina fundada en Rosario el 1° de agosto de 1912, por el Dr. Francisco Netri, presidente de la Sociedad en el período 1908-1910.

Precisamente en ese año, se abrió un concurso de proyectos que contemplaba la construcción de dicha sede, además de otras obras –casas de negocio y de familias– en el mismo terreno ubicado en la esquina de las actuales calles San Juan y Maipú.

Finalmente, en los inmuebles sitos en calle San Juan 920 y Maipú 1070/79/90, con el proyecto de los arquitectos Picasso, Fernández Díaz y Carlos M. Funes, la construcción a cargo de la Empresa Constructora Arroyo y Spiler S.R.L., (quien también construyó el actual Palacio de Correos y Telégrafos de Rosa-rio), con la ejecución de la estructura del ingeniero Civil J.C. Van Wyk, (quien dirigió, además, la construcción del Palacio Fuentes), se concretó la imponente torre de quince pisos, pro-

Capítulo XI

La nueva sede

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La torre de quince pisos y nueva sede

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Capítulo XII

eL presente

Entre los servicios ofrecidos a sus asociados se promueve el Servicio de Ayuda Económica Mutual, al que le seguirá el de Sepelio o su correspondiente subsidio por fallecimiento, como, asimismo, el Servicio de Vivienda y de Turismo, con su última adquisición de varios inmuebles que incrementaron el patrimo-nio societario. Así, los inmuebles de calle San Juan, de Av. Pe-llegrini y de calle San Luis.

A la fecha, la Sociedad ha trasladado su sede a la antigua cons-trucción de calle 3 de febrero, vecina al otrora hospital, remo-zando sus dependencias y haciéndolas funcionales a la par del moderno estilo de su decoración y equipamiento.

75. El autor agradece la colaboración de la Arq. Viviana Marini, Miembro de Número de la Junta de Historia de Rosario, por su asesoramiento en esta referencia.

Notas

La obra, terminada en el año1943, fue inaugurada el 25 de mayo de ese mismo año. Se trató de una inauguración simbólica, ya que los tiempos que se vivían en el mundo en plena Guerra Mundial, no permitían otra cosa. La fecha elegida no fue casual. En el Día de la Patria, los italia-nos dejaban sentir su presencia y colaboración en su desarrollo. Así como un fuerte sentimiento de pertenencia y reconocimiento a la Nación que los había acogido como hijos propios.

Esta construcción, única en Rosario, tuvo por finalidad asegurar una fuente de ingresos dirigida al desarrollo de los servicios socia-les de la Entidad, destino final de las sumas que por el arriendo de sus departamentos se esperaban obtener. La realidad impuso otra cosa cuando se dispuso la conge-lación de los alquileres que, por lustros, rigió en el país. Los vaivenes de la economía, las devaluaciones que se sucedieron, impidieron cumplir con el noble objetivo propuesto, causando severas pérdidas a la Entidad.

Xi - La nueva sede

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eL instituto de Lenguas y cuLtura

“unione e BenevoLenza”

Habían transcurrido 135 años en la vida de la Sociedad pero la fuerza inicial de sus fundadores seguía estando presente. Así, en el año 1996 asoma un proyecto en el seno de aquélla, que, de vastos alcances, tuvo trascendencia por la finalidad que lo inspi-raba: recuperar la identidad institucional y retomar los objetivos que hicieron a su fundación.

Era el embrión del futuro Instituto de Lenguas y Cultura. Du-rante ese mismo año comenzaron las gestiones y los primeros trámites para ubicar la nueva actividad en las pautas fijadas por el Gobierno de Italia, a través de sus autoridades locales, para la difusión de la lengua italiana.

Fue todo muy veloz y no menos dificultoso. Pero se logró el objetivo propuesto.

En el año 1997, con el expreso reconocimiento del Ministe-ro degli Affari Esteri, Ministerio de Relaciones Exteriores, y del Consulado italiano de la ciudad, dio comienzo el primer curso de Lengua y Cultura italiana, con la entusiasta asistencia de un grupo de diecisiete alumnos, socios y familiares de la Institución que, de esa manera, tuvieron la posibilidad de mantener la tradi-ción a través de la lengua ancestral.

El comienzo de estos cursos necesitaba de una estructura para contener el entusiasmo de alumnos, profesores y directivos. Como ocurrió en 1861, las ganas volverían a imponerse a la carencia. A falta de un lugar adecuado para el desarrollo del curso, fue la sala de reuniones del Concejo Directivo el elegido. Ciento cincuenta años atrás, la casa del tesorero había sido el lugar donde los fundadores daban rienda suelta a su entusiasmo.La historia de los hombres tiene estas coincidencias.

Terminado el primer curso, pasados los exámenes y otorgados los La nueva mutual, en 3 de Febrero 268

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reconocidos de enseñanza del exterior para, de esa manera, poder hacer llegar a los docentes y alumnos la jerarquía necesaria en la calidad de la enseñanza impartida y recibida.

Más tarde, será la escuela Mariano Moreno, ubicada en calle Paraguay y Mendoza, la sede del Instituto y fue lo que decidió a los directivos de la entidad a plantearse la necesidad de adquirir un inmueble donde poder desarrollar estas actividades culturales que no cesaban de crecer.

Se logró adquirir el inmueble de calle Mendoza 659 y se co-menzó con la construcción del edificio donde hoy funciona. Pero debemos resaltar un detalle que no es para nada menor. Estos sucesos tuvieron lugar en el año 2001, momentos difíciles para la economía nacional si los hubo. El emprendimiento fue todo un desafío. Finalmente el coraje, la ambición, pudieron contra cualquier dificultad que se presentó y en el mes de abril del año 2002 era oficialmente inaugurado el “Instituto Unione e Benevolenza.” Ahora, con un ámbito adecuado no sólo a los tiempos, sino a las necesidades físicas de aquél, se le agregó una sala de computación e internet que permitieron el ingreso de un número mayor de alumnos.

Desde el año de la inauguración, el Instituto amplió su oferta: también se comenzó a enseñar alemán y francés. Y los vínculos internacionales mencionados se ampliaron con entidades como la Universidad de Siena, la Universidad de Venecia y la Universidad de Caxia do Soul, que avalan la calidad de la enseñanza.

Llegó, entonces, el momento de probar fuera del país los cono-cimientos adquiridos en terreno propio. Así nació la idea de los viajes de perfeccionamiento a Italia y con ellos el medio de tomar un contacto directo con la cultura italiana. Será el objetivo a cumplir desde ese momento y el propósito definido de su cumplimiento anual.

En el año 2009 se realiza el I Incontro di insignanti di italiano

instituto de Lenguas y cuLtura

correspondientes reconocimientos, una doble satisfacción pudieron exhibir directivos y docentes: la demostración de un hondo e inalte-rable sentido de pertenencia hacia las raíces originadas en la cultura italiana y hacia la institución generadora de esa nueva actividad.

Había sido un éxito y los directivos fueron por más. Los cursos se abrieron a la comunidad toda. Por ese motivo, en el año 1998, ante la enorme aceptación lo-grada, se construye una nueva sala en el primer piso de la sede so-cietaria, dotada con todos los elementos pedagógicos y didácticos necesarios. Inaugurada, se le impuso el nombre de “Juan Belmon-te”, en homenaje al destacado directivo. Ahora, la actividad ya te-nía un curso de segundo nivel y dos más en el primero. Cincuenta alumnos completaban la matrícula.

La modernidad, los medios de comunicaciones, borran las distancias. Por eso, se decide que, sin dejar de ser prioridad la enseñanza de la cultura y lengua italiana, se produzca, tam-bién, una apertura hacia la enseñanza de otros idiomas. Se in-cluyó el portugués y el inglés. Las razones fueron más que ob-vias: el inglés, prácticamente un idioma mundial y el portugués llegaba de la mano del Mercosur y los lazos que con el Brasil se generaron a partir de ese momento. Socios y no socios, tenían ahora la posibilidad de ampliar sus conocimientos lingüísticos.

El crecimiento no se detenía. Ya la sala destinada al dictado de las clases mencionadas, en el inmueble de calle 3 de febrero 268 resultaba insuficiente ante la cantidad de alumnos. Era el año 1999 y la urgente necesidad de contar con un ám-bito adecuado a esos tiempos se imponía. La momentánea solu-ción estaba cerca. A pocas cuadras se alquiló un inmueble que fue adaptado para el desarrollo de las actividades del Instituto, precisamente en 9 de julio y Juan Manuel de Rosas.

En el año 2000, ante la cada vez mayor cantidad de alumnos, se apunta a la excelencia. Para ello, se realizan contactos con centros

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La vida –de las personas y la de sus instituciones– tienen mo-mentos irrepetibles. Momentos que –cada tanto– se impone la necesidad de recordar. Siempre es necesario voltear hacia atrás y no sólo ver, sino mirar el camino transcurrido. Es saludable –de tanto en tanto– detenerse y es inevitable hacer un balance. Y, en ese recuerdo, incluir las obras, los proyectos concretados y los otros; las frustraciones, los logros, las personas que los hicieron posibles, aquellos a quienes les debemos lo que hoy tenemos; lo que ayer tuvimos. En ocasión de conmemorarse el centenario de la Sociedad se re-cordó a las personas que imaginaron esta obra…y la concretaron. Hoy también los tenemos presentes pero, además, destacamos a quienes la conducen y apoyamos a quienes tendrán la obligación de llevarla más allá de este sesquicentenario. Toda esta enorme labor, esta fenomenal empresa, esta casi titá-nica tarea llevada adelante empeñosamente y sin denuedo por los inmigrantes italianos, nos toca muy de cerca y no sólo es parte de la historia de muchos sino que es el principio de la historia de cada uno de nosotros, sus descendientes.

Cuando en 1961 se publicó76 el recorrido histórico de la Socie-dad Italiana de Socorros Mutuos “Unione y Benevolenza” de Ro-sario, bajo el título de “Una Centuria de Beneficencia y Mutualis-mo”, se recordaba el pensamiento del profesor Martignetti, hecho palabras en el marco de la Exposición Internacional de Torino del año 1911, cuando Italia celebraba el Cincuentenario de su naci-miento político, oportunidad en que será el pabellón argentino,

LS”, cuya organización estuvo a cargo de los docentes del Insti-tuto y al cual concurren prestigiosos docentes de universidades italianas. Se contó, además, con el apoyo de editoriales espe-cializadas. Más de 150 fueron los asistentes, todos docentes de lengua italiana de la Argentina.

En el año 2010 un contingente de profesores y alumnos se traslada-ron a Le Marche, donde fueron recibidos en la D.A. De Cameritto.

El año del 150° aniversario de la fundación de la Sociedad tiene al Instituto de Lenguas y Cultura italiana en pleno apogeo y desarrollo en su actividad, a la par de que su prestigio, día a día, crece en una ciudad que exige cada vez más la excelencia en este tipo de actividades.

El instituto de idiomas, en Mendoza 659

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que ocupaba más de 4 mil metros cuadrados, uno de los mejores y el primero en ser inaugurado. Fueron sus palabras:

“Sin las sociedades italianas nuestros trabajadores, dispersos acá y allá, perderían grado a grado el idioma, los usos, las cos-tumbres y tradiciones del país de origen, encontrándose así solos en un mundo nuevo, sin protección, sin ayuda, sin consuelo. Sin las Sociedades italianas quitaríamos a nuestros trabajadores esa satisfacción moral que es bálsamo para el corazón del emi-grante. Que es incentivo para las nobles empresas, que realza y ennoblece el espíritu trabajador y le da fuerzas frente a todas las adversidades de la vida”. “En torno de otras tantas banderas con los colores de la pa-tria, desplegadas con el santo nombre del socorro mutuo, se reúnen ejércitos de trabajadores italianos. En su mayor parte son los humildes, los héroes desconocidos, los mártires oscu-ros que luchan por la existencia combatiendo palmo a palmo, resistiendo las más rudas tareas, soportando continuas privacio-nes, realizando cualquier sacrificio sin ninguna queja, mientras ganan con el honrado sudor de su frente el pan para sus propias familias y para sí.”

En aquella ocasión, tan sentidas palabras sirvieron casi de pró-logo. Ahora, de epílogo. Todo continúa. El espíritu inicial perdura intacto. Que siga así es nuestro deseo.

76. Sociedad… Ob cit, pág. 3.

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Notas

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Índice de láminas

Plano de la Capilla del Rosario (1815-1816)

Plano de la ciudad de Rosario en 1853 (Timoteo Guillon)

Rosario visto desde el río en 1865

Inmigrantes

Tapa revista Todo es Historia, edición especial

Rosario en julio de 1858 (Nicolás Grondona)

Hospital de Caridad con su Capilla

Vista de la calle del Puerto (hoy San Martín)

Primitiva Aduana de Rosario

Fidel Sala

Acta fundacional, 28 de Abril de 1861

Don Bosco, el socio N° 417

Teatro La Esperanza

Sede social en la calle San Juan 940. Demolida alrededor de 1945

Plano de la ciudad de Rosario de 1875

Panteón histórico

Panteón actual

Imágenes publicadas por el diario La Capital el día de la inauguración

Foto del quirófano

Placa en el frente del hospital

La torre de quince pisos y nueva sede

La nueva mutual, en 3 de Febrero 268

El instituto de idiomas, en Mendoza 659

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