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Libros de Cindi McMenamin publicados por Portavoz · ama el corazón quebrantado. A Él no le agrada que tengamos que pasar por la experiencia del quebrantamiento, pero le agrada

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Libros de Cindi McMenamin publicados por Portavoz

Cuando Dios ve tus lágrimas: Te conoce, te escucha, te ve

Cuando una mujer se siente sola: Encuentra fortaleza y esperanza en tu vida

Título del original: When God Sees Your Tears, © 2014 por Cindi McMenamin y publica-do por Harvest House Publishers, Eugene, Oregon 97402. Traducido con permiso.Edición en castellano: Cuando Dios ve tus lágrimas, © 2015 por Editorial Portavoz, filial de Kregel Publications, Grand Rapids, Michigan 49505. Todos los derechos reservados.Traducción: Rosa PuglieseEste libro contiene historias en las cuales la autora ha cambiado los nombres de las perso-nas y algunos detalles de sus situaciones a fin de proteger su privacidad.Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, almacenada en un sistema de recuperación de datos, o transmitida en cualquier forma o por cualquier medio, sea elec-trónico, mecánico, fotocopia, grabación o cualquier otro, sin el permiso escrito previo de los editores, con la excepción de citas breves o reseñas.A menos que se indique lo contrario, todas las citas bíblicas han sido tomadas de la versión Reina-Valera © 1960 Sociedades Bíblicas en América Latina; © renovado 1988 Sociedades Bíblicas Unidas. Utilizado con permiso. Reina-Valera 1960™ es una marca registrada de la American Bible Society, y puede ser usada solamente bajo licencia.El texto bíblico indicado con «ntv» ha sido tomado de la Santa Biblia, Nueva Traducción Viviente, © Tyndale House Foundation, 2010. Usado con permiso de Tyndale House Publishers, Inc., 351 Executive Dr., Carol Stream, IL 60188, Estados Unidos de América. Todos los derechos reservados.El texto bíblico indicado con “lbla” ha sido tomado de La Biblia de las Américas, © 1986, 1995, 1997 por The Lockman Foundation. Todos los derechos reservados.El texto bíblico indicado con “nvi” ha sido tomado de La Santa Biblia, Nueva Versión Internacional®, copyright © 1999 por Biblica, Inc.® Todos los derechos reservados.El texto bíblico indicado con “dhh” ha sido tomado de versión Dios habla hoy, © 1966, 1970, 1979, 1983, 1996 por Sociedades Bíblicas Unidas. Todos los derechos reservados.El texto bíblico indicado con “nblh” ha sido tomado de Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy, © 2005 por The Lockman Foundation. Todos los derechos reservados.El texto bíblico indicado con “blp” ha sido tomado de La Palabra, © 2010 por Sociedad Bíblica de España. Todos los derechos reservados.Las cursivas en los versículos bíblicos son énfasis de la autora.EDITORIAL PORTAVOZ2450 Oak Industrial Dr. NEGrand Rapids, Michigan 49505 USAVisítenos en: www.portavoz.comISBN 978-0-8254-5635-0 (rústica)ISBN 978-0-8254-6443-0 (Kindle)ISBN 978-0-8254-8580-0 (epub)

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Impreso en los Estados Unidos de América Printed in the United States of America

La misión de Editorial Portavoz consiste en proporcionar productos de calidad —con integridad y excelencia—, desde una perspectiva bíblica y confiable, que animen a las personas a conocer y servir a Jesucristo.

Para cada apreciada lectora que me ha escrito, me ha enviado un correo electrónico o me ha venido a ver para preguntarme:

“¿Dónde está Dios cuando sufro?”. Sus historias, sus momentos de fragilidad, sus lágrimas

—y el Dios que ha visto cada una de ellas— son la inspiración que me ha llevado a escribir este libro.

Y para Alina, Amanda y Helena.

No puedo ni imaginar la profundidad del sufrimiento que las han llevado a conocer al Señor…

pero tengo el privilegio de poder contar sus historias y ayudar a cada una de ustedes a dejar el legado

de una fe inquebrantable en Cristo.

Reconocimientos

Gracias, Shane White de Harvest House Publishers, por haberme presentado tu visión para este libro titulado Cuando Dios ve tus lágrimas. Tu carga y tu pasión por este libro y por las mujeres que serían inspiradas por él han motivado mi corazón a escribirlo y me ha llevado a experimentar a Dios de una manera más profunda. Mi oración es que Cuando Dios ve tus lágrimas no solo llegue a las manos de las mujeres que esperabas, sino que Dios lo utilice de una manera mucho más abundante de todo lo que tú y yo podamos pedir o imaginar, para su gloria.

Y gracias a mi esposo, Hugh, por trabajar duro y ministrar a tu esposa, tu hija e infinidad de otras personas todos estos años como pastor, maestro, consejero, oyente y amigo; de tal manera que yo pudiera tener la libertad y la flexibilidad para escribir desde mi cora-zón. Mi ministerio es nuestro ministerio… en todo momento.

Contenido

Cuando se te caen las lágrimas ..........................................9

1. La pieza que falta: Cuando sientes un vacío ..................................................13

2. La provocación: Cuando tu corazón es atormentado ................................... 35

3. El punto ciego: Cuando los demás piensan que estás bien ......................... 55

4. Una oración desesperada: Cuando finalmente abres tu corazón .................................. 69

5. Una calamidad inesperadaCuando sucede lo impensable ......................................... 87

6. La confirmación: Cuando estás aferrada a la esperanza ............................ 101

7. La llegada: Cuando finalmente recibes la respuesta a tu oración ............ 117

8. El máximo sacrificio: Cuando se lo devuelves a Dios ....................................... 131

9. La persistencia: Cuando sigues siendo fiel ............................................... 149

10. Hacia el futuro: Cuando tu anhelo —o pérdida— se convierte en un legado ....................................................................... 167

Apéndices

A. Cómo saber que eres una hija de Dios ............................. 191

B. Consuelo y promesas para el corazón herido .................... 193

Cuando se te caen las lágrimas

¿Dónde está Dios cuando sufro?Sé que te has hecho esta pregunta. Tal vez, no consciente-

mente, pero en lo profundo de tu corazón te preguntas a veces si Dios realmente se preocupa y te escucha cuando clamas a Él.

¿Por qué no ha intervenido para socorrerte? ¿Por qué no te ha dado lo que le has pedido? ¿Por qué todavía sigues orando y derramando lágrimas?

Yo me he hecho las mismas preguntas: cuando mis padres se divorciaron, cuando perdí al hombre con el que pensé que me casaría, cuando luchaba para tratar de tener un hijo y cuando pasé por etapas de soledad. Sé sin duda alguna que Dios nunca me ha dejado. Pero hubo veces en las que no hubiera querido seguir derramando lágrimas y aún hoy me sigue pasando.

En todos estos años, nunca he escuchado la voz audible de Dios en respuesta a una de mis preguntas. Pero muchas veces, en medio de los días largos y las noches solitarias de mi vida, he sentido su presencia reconfortante, que me asegura que Él ve todo y sabe lo que sucederá y que Él puede fortalecerme para seguir adelante.

No pretendo saber qué ha causado tus lágrimas o qué hay en tu corazón mientras sostienes este libro en tus manos. Pero creo que la raíz de tu dolor es un pasado de heridas no sanadas, un sueño no concretado, una dolorosa decepción o la pérdida de algo o alguien muy amado. De alguna manera, sientes que la vida se ha acabado

Cuando Dios ve tus lágrimas

para ti. Sin embargo, no estás sola ni eres víctima del antojo del destino o de tus circunstancias.

En el Salmo 56:8, David, el salmista, el muchacho pastor y rey, escribió:

Mis huidas tú has contado; Pon mis lágrimas en tu redoma; ¿No están ellas en tu libro?

Dios no solo sabe cuántas lágrimas has derramado, sino que las recoge, de modo que ninguna de ellas cae sin que Él lo note. Las Escrituras también dicen que Dios ha escrito en su libro todos los días de tu vida y que sus pensamientos de ti son preciosos y tantos que no se pueden contar (Sal. 139:16-18). El mismo Jesús dijo en Mateo 10:30 que aun los cabellos de tu cabeza están contados.

Dios tiene pleno conocimiento de todos los detalles de tu vida. Él te conoce. Te escucha. Te ve. Y en su infinito conocimiento de ti, evidentemente, considera de más valor las lágrimas que hoy derramas y tu bien eterno, que darte lo que estás esperando.

Como mujeres, es fácil perdernos en medio de nuestro drama y no ver la verdadera historia de transformación: la historia que Dios está entretejiendo en nuestra vida sobre Él y lo que Él puede hacer cuando le entregamos nuestras lágrimas. A través de las páginas de este libro quiero animarte a confiar en que Dios está escribiendo la historia de tu vida… una historia que quizás esté pasando por una etapa conflictiva o un momento crítico. Sin embargo, Dios está escribiendo un capítulo concluyente, y estoy convencida de que te dejará boquiabierta, aunque en este momento te parezca casi imposible. Estoy convencida de que cuando le entregamos nuestra historia a Dios de principio a fin, lágrimas y todo, Él toma nuestros anhelos —y nuestras pérdidas— y los convierte en un legado.

Yo quiero dejar un legado en mi vida, no importa las lágrimas que haya derramado. Y creo que, al fin y al cabo, este también es tu objetivo: vivir bien, agradar a Dios en todas las cosas y ejercer

Cuando se te caen las lágrimas

influencia sobre otros de tal manera que sus vidas sean transfor-madas. Sin embargo, en medio de las luchas de la vida diaria, es natural que a veces solo queramos ser felices y sentirnos realizadas.

Hace treinta años que ayudo a las mujeres a establecer objetivos importantes en sus vidas. Y, francamente, veo que muchas veces nuestro principal objetivo en la vida no es tan importante. Desear casarnos o la satisfacción matrimonial no es suficiente. Desear un bebé o criar hijos buenos y respetuosos, o que nos recuerden como madres ejemplares o mujeres generosas no dejan de ser cosas super-ficiales. Nuestro objetivo no puede ser tan solo hacer un sueño reali-dad o hacernos de una buena reputación o lograr lo que nosotras —o el mundo que nos rodea— consideramos que es el éxito. Dios quiere algo más de tu vida y la mía. Él quiere que nuestras vidas sean his-torias que le rindan gloria y alabanza. Como nuestro Creador, esta es su prerrogativa. Pero aquí está el secreto: ¡cuando rendimos gloria a Dios con nuestra vida, sentimos una inmensa felicidad también!

Quiero recordarte en estas páginas que el resultado o el desen-lace final de lo que Dios está haciendo en tu vida a través del dolor no es lo único que a Él le interesa. A Él también le interesa lo que te está pasando en el proceso de formación que estás atravesando en este momento. No dejes de ver la maravilla de lo que Dios está haciendo en ti en este momento, con tus ojos puestos en el día en el que todo tendrá sentido. Atesora lo que puedas aprender en el aquí y ahora, y experimenta el gozo de atravesar este proceso.

Mientras te preparas para recorrer junto a mí las páginas de este libro, quiero que te aferres a esta consoladora revelación: Dios ama el corazón quebrantado. A Él no le agrada que tengamos que pasar por la experiencia del quebrantamiento, pero le agrada lo que sucede cuando estamos quebrantadas, cuando nos dejamos moldear, cuando estamos completamente vacías y desesperadas por Él. Es entonces, cuando Él puede llenarnos con lo que más quiere que poseamos: ¡su misma presencia!

En las páginas siguientes, te contaré la historia de una mujer de la Biblia, que anhelaba algo con tanta desesperación, que, a pesar

Cuando Dios ve tus lágrimas

del costo, se lo ofreció nuevamente a Dios. Veremos qué la llevó a estar tan desesperada, cuál fue su “trato” con Dios y cómo le respondió Dios. También veremos el legado que Dios puso en su vida a través de su anhelo y su consiguiente pérdida.

A lo largo de este libro, también te daré a conocer historias de mujeres como tú, que han clamado a Dios —muchas veces con enojo y confusión— en sus momentos de estrés, en sus difi-cultades, en su dolor inexplicable o en una pérdida irreparable. Algunas de ellas han visto a Dios intervenir en sus vidas de manera extraordinaria. Otras todavía están esperando ver por fe, que Dios transformará lo que están atravesando para su “bien”. Pero todas ellas han experimentado la presencia y el poder de Dios en cada lágrima derramada.

Conocerás a mujeres que han deseado tener un hijo y que han visto a Dios hacer lo imposible. Mujeres que han perdido a su esposo y han visto a Dios asumir ese rol en sus vidas. Mujeres que han recibido el diagnóstico de una enfermedad terminal y, que a pesar de todo, descubrieron el gozo del Señor. Y el secreto de su gozo puede ser tuyo también.

Al conocer estas mujeres, te convencerás de que, cuando Dios ve tus lágrimas (o mejor dicho, ya las ha visto), hay esperanza. Cuando Dios ve tus lágrimas, hay consuelo. Cuando Dios ve tus lágrimas, hay transformación. Y cuando Dios ve tus lágrimas, Él comienza el proceso de convertir tu dolor en esperanza y tu pérdida en un legado. ¿Estás lista para descubrir cuál puede ser ese legado? Tal vez solo necesites consuelo y esperanza para llegar al final de este día. Cualquiera que sea el anhelo de tu corazón, quiero ayudarte. Apreciada lectora, toma mi mano y acompáñame a transitar este recorrido, y espero que te dé alivio, esperanza y lágrimas de gozo al recibir una mayor revelación de este Dios que te ama y desea que finalmente llegues a ser la mujer que Él ha diseñado que seas.

Dios puede transformar tu pérdida en un legado. Déjame mos-trarte cómo…

1

La pieza que faltaCuando sientes un vacío

Sin embargo, a Ana, aunque la amaba, solo le daba una porción selecta

porque el Señor no le había dado hijos.1 Samuel 1:5 (ntv)

Sé que puedes sentir un vacío. Es probable que por eso hayas ele-gido este libro. Te falta algo —o alguien— en la vida. Y sufres.Todas sentimos un vacío a veces. Para algunas mujeres, es

un vacío grande y doloroso en el corazón por la ausencia de algo que han anhelado toda su vida o por la pérdida de algo —o de alguien— sin lo cual sienten que no pueden vivir. Las obsesiona y mortifica. Para otras, es una pequeña herida supurante, que les sigue recordando, de tanto en tanto, que les falta algo.

Lisa es una mujer que nunca pensó que podía llegar a sentir un vacío en su vida. Hasta que sintió que lo había perdido todo.

Lisa se sentía la muchacha más dichosa de la tierra el día de su boda cuando estaba frente al altar e intercambiaba sus votos con “Javier”, el hombre a quien amaba y con el que pensaba pasar el resto de su vida. Apenas había cumplido veinticinco años y era una reciente esposa con mucha ilusión de ser feliz para siempre en su matrimonio.

“Ni me imaginaba lo que me esperaba en nuestra primera semana de casados”, dijo Lisa.

Cuando Dios ve tus lágrimas

Dejaré que ella cuente su historia con sus propias palabras:“A los pocos días, descubrí que mi esposo tenía una gran adic-

ción a los narcóticos. No podía hacer nada sin ellos. Como recién casada, me dolió y me confundió mucho descubrir eso, y no sabía qué hacer. Solo seguía pensando: No puedo perderlo. Lo amo dema-siado. Además, ¿qué haría sin él?”.

“Así que en vez de acudir a Dios con fe para recibir dirección y sabiduría sobre cómo manejar eso, recurrí a mi propia fortaleza y traté de salvar mi matrimonio por mis propios medios. Empecé a trabajar más de noventa horas a la semana para pagar las cuen-tas mientras mi esposo, que no estaba en condiciones de traba-jar, trataba de dejar su adicción. Fueron casi tres meses de peleas y lágrimas constantes y ni siquiera sentía que estuviera casada, mucho menos recién casada. Una vez que él se desintoxicó, las cosas empezaron a parecer esperanzadoras, hasta que me di cuenta de que él era una persona completamente diferente cuando no tenía acceso a las drogas”.

“Parecía indiferente y distante. De hecho, nunca más me volví a sentir amada. Me sentía usada y nada más que un objeto para satis-facer sus necesidades físicas y sexuales, lo cual empezó a generar resentimiento en mí. Trabajaba todo el tiempo, y todos los días le pedía que me ayudara; pero cuando volvía del trabajo encontraba una casa desordenada, tres perros para atender y una sensación de agotamiento y desesperación por falta de sueño. Javier empezó a trabajar en la granja de una familia amiga (por muy poco dinero), y después de eso, apenas lo veía. Le llegué a suplicar que al menos estuviera en casa cuando yo volvía del trabajo para que pudiéramos pasar un breve tiempo juntos por la noche”.

“Luego, a los cuatro meses de habernos casado, descubrí que estaba embarazada. Él parecía entusiasmado con la noticia hasta que mencioné que él debía empezar a buscar un trabajo estable, que tuviera un pago regular. Después de un mes, me diagnostica-ron Lieden, factor 5: un trastorno en la coagulación de la sangre, que provoca complicaciones durante el embarazo. De repente, me

La pieza que falta

encontré con un embarazo de alto riesgo sin poder trabajar más de cuarenta horas por semana ni levantar más de diez kilos. Una vez que Javier supo que yo no podía seguir siendo el sostenimiento financiero de los dos, todo lo que hacíamos era discutir y todo lo que yo hacía era llorar”.

“Pasó otro mes y Javier se volvió aún más distante. Cuanta más ayuda le pedía, más intratable se ponía. Así que regresó a vivir con sus padres y me dejó sola con las responsabilidades financieras. Yo le enviaba mensajes de texto y lo llamaba todos los días para que volviera a casa. Mi familia trató de ayudarnos y empezamos una terapia de consejería matrimonial. Después que Javier y yo asistimos a tres sesiones, me tuvieron que hospitalizar y ya no pude pagar la consejería. Cuando le pedí a Javier que pagara la consejería, se negó. Poco después, tuve que mudarme a la casa de mi madre porque ya no podía pagar la renta debido a todas las cuentas médicas que había acumulado, además de los gastos de la vida diaria que todavía trataba de afrontar sola”.

“Tras suplicar a Javier que tratáramos de buscar una solución juntos y que al menos tratara de conseguir un trabajo para que pudiéramos ser una familia, me dijo que ya no me amaba y que nunca volveríamos a ser una familia. Me dijo que dejara de lla-marlo y de enviarle mensajes de texto. Lo que sí me dijo es que quería ser parte de la vida de nuestro hijo, pero desde aquella res-puesta nunca volví a saber nada más de él”.

“Cuando todo esto empezó, yo batallaba con pensamientos como ¿Por qué me está pasando esto? Señor, yo lo amo: ¿Por qué me lo quitas especialmente ahora que estoy embarazada? ¿Por qué no permitiste que esto se terminara antes que llegara el bebé?”.

“Lloré mucho y me sentía sola y desesperada. Recuerdo que detestaba la vida. Cada día que pasaba sin saber nada de Javier era mucho más doloroso. Empecé a asistir a la iglesia con mi familia y, para ser sincera, en ese momento no sabía si detestar a Dios o correr hacia Él para que me ayude. Era una mujer desdichada”.

¿Qué mujer espera estar embarazada, abandonada y desesperada

Cuando Dios ve tus lágrimas

tan solo a los seis meses de su boda? Lisa estaba viviendo lo que parecía ser una pesadilla. Al sentir que no tenía otra opción ni otro lugar a donde ir, finalmente, le abrió su corazón a Dios.

“Estaba amargada —dijo ella—. No quería vivir. Perdí a mi esposo. Perdí mi trabajo. Perdí mi casa. Casi pierdo a mi perro. Casi pierdo a mi bebé. Fue una derrota tras otra. Le dije a mi mamá que quería recuperar mi vida y volver a sentirme normal. Mi mamá estuvo a mi lado y me dijo que sabía que lo que estaba atravesando era difícil, pero que necesitaba entregarle mis circuns-tancias a Dios, abrirle mi corazón y confiar en Él en medio de todo lo que me estaba sucediendo”.

Lisa encontró una salida Una vez que Lisa empezó a entregarle su dolor a Dios en vez de

reprimirlo y guardárselo, empezó a salir de su crisis de desaliento.“Empecé a abrirle mi corazón a Dios y a leer su Palabra en

busca de esperanza”, dijo Lisa. Y comenzó a ver la intervención de Dios —y su provisión— en cada una de sus circunstancias.

Unos meses antes del nacimiento de su bebé, Lisa dijo:“En este momento, mi mamá, mi hermano y yo estamos muy

unidos y queremos servir al Señor, no importa cuán dura sea la vida. Estamos luchando para llegar a fin de mes con lo que gana-mos. Dentro de poco nacerá mi bebé y no tenemos dinero para terminar la habitación de abajo, ni mencionar para los alimentos y el combustible de esta semana. Sin embargo, tengo tanta paz de saber que Dios tiene el control de mi vida que ni siquiera lo puedo describir. Dios me ha dado todo lo que necesito. Todavía está escribiendo mi historia. Sí, a veces me asusto y lloro y me siento sola, pero ahora, cuando me siento así, alabo a Dios por las bendi-ciones que me ha dado. Tengo una casa donde vivir, un auto para conducir, un trabajo de donde recibo ingresos, pero más que nada, una familia y un Dios amoroso que nunca me dejará ni siquiera cuando me equivoco o me aflora el orgullo. Él siempre hará que las circunstancias de mi vida resulten para bien”.

La pieza que falta

Aunque en ese momento sus circunstancias eran inciertas, Lisa estaba poniendo su esperanza en la certeza de su Dios y en sus antecedentes de fidelidad: “Dios me va a sacar de la oscuridad. No sé qué me depara el futuro, pero mi confianza está solo en Él, ¡y esto es muy liberador! Alabo a Dios por haberme llevado nueva-mente a Él, y oro para que me siga guiando y enseñando para que pueda ser la madre que mi hijo necesita y a quien pueda admirar. Me asusta pensar en el día de su nacimiento, pero sé que mi hijo no es mío, sino de Dios. Es difícil entregarle ese miedo a Dios, pero Él tiene un plan y Jesús no me fallará. Él me ayudará. Ninguna vida está más segura que una vida rendida a Dios”.

A pesar del estrés que Lisa estaba experimentando y las com-plicaciones con el trastorno de coagulación de su sangre, un mes de hospitalización, la orden de hacer reposo absoluto y el cons-tante monitoreo de su embarazo a partir de la semana 26, Lisa pudo llevar a cabo un embarazo de 37 semanas y dar a luz a un pequeño bebé de 2.5 kg, a quien le puso por nombre Samuel Isaías, debido al consuelo que encontró durante su embarazo en la historia bíblica de Ana y su hijo Samuel, y en el libro de Isaías.

Aun ahora, Lisa puede ver las bendiciones que Dios ya ha derramado sobre su vida y la vida de su pequeño Samuel. “Cada vez que llevo a mi bebé a su control médico, la doctora se asom-bra. Ella dice que Samuel es el bebé más sano que jamás haya visto, considerando todos los problemas que he tenido durante el embarazo”.

¿Sigue Lisa clamando a Dios con la con-fianza de que Él ve sus lágrimas? ¡Desde luego!

“Hace mucho tiempo que no sé nada de mi esposo. He estado orando y confiando en que Dios tiene un plan para nuestra vida. Mi mamá y mi hermano e incluso amigos de la iglesia me han brin-dado tanto apoyo que en este momento lo único que puedo hacer es dar gracias a Dios por todo, aun a pesar de mi deseo de que mi esposo esté a mi lado. Dios es bueno, amoroso y misericordioso,

“Dios es fiel y sé que Él me ama”.

Cuando Dios ve tus lágrimas

y conoce el corazón de mi marido. Todo lo que yo puedo hacer es confiar”.

Aunque el esposo de Lisa está ausente en su vida, ella se da cuenta de lo que Dios le ha dado mientras tanto: “En este momento, la respuesta de Dios no es un sí a restaurar mi matrimo-nio, sino un sí a restaurar mi fe y confianza en Jesús. Cada vez que me siento derrotada y empiezo a preocuparme por las cosas, por lo que va a pasar con la custodia de mi hijo, cómo voy a pagar los honorarios de un abogado o incluso cómo voy a pagar los pañales, alabo a Dios, escucho alabanzas, cito pasajes de las Escrituras y leo su Palabra así como libros de edificación. Lleno mis pensamientos de Él, en vez de pensar ‘qué pasa si…’. No es fácil y todavía me falta mucho, pero Dios es fiel y sé que Él me ama”.

A lo largo de su prueba, incluso su esposo que la abandonó, su embarazo de alto riesgo y la incertidumbre sobre su futuro, Lisa ha declarado Isaías 49:15-16 como la promesa de Dios para su vida:

¿Se olvidará la mujer de lo que dio a luz, para dejar de compadecerse del hijo de su vientre? Aunque olvide ella, yo nunca me olvidaré de ti. He aquí que en las palmas de las manos te tengo esculpida; delante de mí están siempre tus muros.

“Aunque no tengo idea de lo que me depara el futuro, sé que Dios tiene un plan y un propósito para mi vida y me ayudará a seguir corriendo la carrera aun cuando me siento derrotada”, dijo Lisa.

Al momento de escribir este libro, a tan solo un año del día de su boda, Lisa sostiene a su hijo (a quien llama “mi pequeño maní”) en sus brazos y enfrenta la vida como una madre soltera, que confía en el Padre celestial, que es un Padre suficiente para su hijo y la protege, la ama y siempre estará a su lado para ayudarlos.

“La semana pasada nos quedamos sin pañales. Y alguien [una antigua amiga de su madre], que no sabía que se nos habían termi-nado, nos regaló tres paquetes de pañales justo a tiempo. Cuando le

La pieza que falta

pregunté cómo lo supo, dijo que estaba orando y sintió el impulso de traer pañales para el bebé. Algo que aprendí el año pasado es a depender totalmente de Dios y no dejar que el orgullo me impida recibir la ayuda que me ofrecen. Dios quebró en mí el orgullo de no querer que los demás se enteren de que necesito ayuda. Desde que empecé a admitir delante de Dios que necesito su ayuda —y la ayuda de otros— toda mi vida cristiana ha cambiado”.

Por qué nos toca sufrirPiensa un poco. Si nos sintiéramos plenas en todo sentido

y nuestra vida fuera sencillamente maravillosa, ¿necesitaríamos realmente a Dios? Desde luego que sí. Nuestra propia existencia depende de Él, y sin fe y confianza en Cristo, no podemos ser rectas delante de un Dios santo, mucho menos comportarnos en la vida de una manera que le agrade y alcanzar el potencial para el cual fuimos creadas. Pero es parte de la naturaleza humana olvidarnos de Dios —y de nuestra verdadera necesidad de Él— cuando todo en nuestra vida es maravilloso. Y Dios lo sabe. Él sabe que cuando estamos muy bien —física, emocional y financieramente— somos menos propensas a depender de Él para nuestra protección, pro-visión y sabiduría para tomar las decisiones correctas. Dios sabe que si no pasamos por cierta clase de sufrimiento, frustración o desesperación, no nos aferraremos a Él. Y Él sabe qué hace falta en cada una de nuestras vidas para que reconozcamos el vacío enorme que tenemos dentro… y permitamos que Él lo llene.

Como seres humanos imperfectos, solemos pensar que sabe-mos cómo llenar ese vacío, esa pieza que falta en nuestra vida. Para ti podría ser el amor que estás anhelando. Para tu amiga podría ser la unión o la armonía emocional que está buscando en su matrimonio. Para las mujeres que trabajan contigo podría ser el hijo que anhelan tener en sus brazos. Aun para otras podría ser un sueño que anhelan hacer realidad, una medida de éxito que esperan alcanzar o un propósito emocionante que sienten que aún deben descubrir.

Cuando Dios ve tus lágrimas

Cada mujer tiene una definición diferente de la pieza que falta en su vida; ese deseo cumplido que cree que la hará sentir reali-zada y plena. Sin embargo, Dios ve que en nuestra vida falta una pieza mucho más extraordinaria y de consecuencias mucho más eternas que las soluciones temporales que buscamos. Él ve que todavía necesitamos experimentar una mayor dependencia de Él, una transformación que ha estado esperando llevar a cabo, un legado que quiere que dejemos al morir, una vasija de posible gloria para Él que sabe cómo usar mejor.

A los veintidós años, creía que la pieza que me faltaba era un esposo que me hiciera sentir plena. Todas mis conocidas y amigas se comprometían y se casaban, y yo acababa de cortar una relación de noviazgo de cuatro años. Recuerdo ese dolor y el temor a pasar toda una vida de soledad. Ahora, al mirar atrás, veo lo joven y ridícula que era para tener tanto temor de quedarme sola para el resto de mi vida. Pero, en ese momento, el dolor —y el temor— era intenso.

Conocí a Hugh ese mismo verano, y nos comprometimos y nos casamos al año de habernos conocido. En ese momento, yo tenía una carrera profesional, un esposo y una promesa de vivir felices para siempre. Por lo tanto, me imaginaba que era todo lo que necesi-taba para vivir contenta durante el resto de mi vida. Pero después de cuatro años de matrimonio (¡incluso, con un pastor!), me di cuenta de que un hombre no puede llenar los rincones profundos de mi alma de la manera que Dios lo hace. Tuve que descubrir que mi satisfacción y mi sentido de la realización solo provienen de Él.1 Y cuando le damos al Señor el primer lugar en nuestra vida, Él tiene la manera de llenarnos de gozo y fortaleza, así como lo hizo con Lisa.

Dentro de cada mujer hay un vacío que clama por la realización personal. Tú no eres la única que siente eso: el vacío de expecta-tivas no cumplidas o el fracaso de un matrimonio o la muerte de

1. Para saber más sobre este concepto, lee mi libro Letting God Meet Your Emo-tional Needs (Eugene, OR: Harvest House Publishers). Está disponible solo en inglés en mi sitio web: www.StrengthForTheSoul.com.

La pieza que falta

un hijo o la pérdida de un sueño o el deseo por ese “algo más”. Es esa parte de nuestra vida que sentimos que será plena si tan solo… Y Dios es el único que puede llenar ese vacío de aquello que le estamos pidiendo. Pero, a veces, a fin de lograr que busquemos a Dios, Él decide no hacerlo. Ese fue el caso de Ana.

La pieza que le faltaba a AnaAna también sentía un vacío en su vida. Su historia está regis-

trada en la Biblia en los primeros capítulos de 1 Samuel, y nos conmueve por la desesperación con la que clamaba a Dios por el deseo de su corazón. Ana le rogaba que llenara ese gran vacío y que le diera un hijo. Todas las mujeres que ella conocía daban a luz y criaban hijos. Pero Ana no podía concebir un hijo. Por si no conoces su historia, te daré una idea general.

Ana tenía un esposo, Elcana, que la amaba. Las Escrituras dicen que él la amaba más que a su otra esposa, Penina. Sé que esto parece extraño, pero ellos vivían en una parte del mundo donde la poli-gamia era culturalmente aceptable. Desde luego, no era el designio de Dios para su pueblo, pero estaba permitida por la ley judía bajo ciertas circunstancias, que podrían explicar por qué Elcana tenía dos mujeres.2 Aunque Ana tenía el amor de su esposo, ella anhelaba algo más. Quería tener un hijo. Y vivía en una cultura donde se conside-raba una vergüenza y una deshonra que una mujer no tuviera hijos. Para empeorar las cosas, la otra mujer de su esposo, Penina, tenía hijos y hacía llorar a Ana por no tener hijos.

Sigue la historia conmigo:

Cuando Elcana presentaba su sacrificio, les daba porciones de esa carne a Penina y a cada uno de sus

2. Las circunstancias que permitían la poligamia bajo la ley judía incluían la situación en la cual el esposo de una mujer moría y el hermano de este podía tomarla como esposa, si lo deseaba, para hacerse cargo de sus necesidades. Las Escrituras no explican si esta era la razón por la que Elcana tenía dos mujeres. pero podemos supo-ner esto, porque Elcana era un hombre temeroso de Dios que honraba los sacrificios anuales de la ley judía.

Cuando Dios ve tus lágrimas

hijos. Sin embargo, a Ana, aunque la amaba, solo le daba una porción selecta porque el Señor no le había dado hijos. De manera que Penina se mofaba y se reía de Ana porque el Señor no le había permitido tener hijos. Año tras año sucedía lo mismo, Penina se burlaba de Ana mientras iban al tabernáculo. En cada ocasión, Ana terminaba llorando y ni siquiera quería comer (1 S. 1:4-7, ntv).

El esposo de Ana trataba de consolarla y, básicamente, le decía, “¿Por qué estás tan preocupada? Me tienes a mí. ¿Qué más quieres?”. (Sé lo que puedes estar pensando en este momento. Pero espera un poco… hablaremos del esposo de Ana en el capítulo 3). La historia continúa diciendo que Ana se calmó, comió y bebió, y luego buscó un lugar tranquilo donde abrir su corazón a Dios en oración…

e hizo el siguiente voto: “Oh Señor de los Ejércitos Celestiales, si miras mi dolor y contestas mi oración y me das un hijo, entonces te lo devolveré. Él será tuyo durante toda su vida, y como señal de que fue dedicado al Señor, nunca se le cortará el cabello” (v. 11, ntv).

Ana no solo le estaba pidiendo a Dios lo que creía que la haría sentir plena, sino lo que aliviaría su sufrimiento y su tormento. Le pedía a Dios que se acordara de ella, aliviara su sufrimiento y la restaurara. Su oración, básicamente, fue: “Concede mi deseo, y yo te lo devolveré para tu gloria”.

Vamos a regresar a la historia de Ana a lo largo de este libro y veremos cómo Dios concedió su petición de manera tierna y sorprendente. Veremos el “pacto” sincero de Ana con Dios, cómo reaccionó ella a una malinterpretación cuando estaba haciendo ese pacto, y los riesgos que corrió —años más tarde— al cumplir ese pacto con Dios. Veremos también lo que Dios estaba preparando

La pieza que falta

divinamente con todo un pueblo y que podría haber hecho que retrasara la respuesta de ese bebé a Ana por bastante tiempo, de tal modo que ella se desesperara hasta el grado de hacer un pacto con Él. Pero, por ahora, veremos una frase fundamental que podría ayudarte a entender qué puede estar haciendo Dios en tu vida cuando ve tus lágrimas.

Una frase inquietanteHay una frase inquietante en el pasaje bíblico que vimos ante-

riormente. ¿La has notado? Esa frase del relato me impactó mucho: “porque el Señor no le había dado hijos”.

Parte de esta frase nos afecta a todas de alguna u otra manera puesto que ha llegado a ser el relato de nuestra propia vida también: “porque el Señor…”.

Estimada lectora, me sentiría mucho mejor si esa frase acerca de Ana dijera: “porque ella no podía concebir hijos”. Pero ese ver-sículo dice específicamente que el Señor no le había dado lo que ella tanto deseaba. Dios era el responsable de la anhelada pieza que le faltaba a Ana. El Señor no solo fue el que permitió el vacío que ella estaba sintiendo, sino el que lo dispuso.

Ahora bien, antes que lances el libro contra la pared y pienses: Eso es… yo lo sabía. Dios es el responsable de mi sufrimiento; te pido que por favor te quedes conmigo y me permitas explicártelo.

Nos gustaría pensar que Dios es responsable solo de las ben-diciones y las recompensas en la vida y que, cuando enfrentamos momentos difíciles o no recibimos algo, se debe a las consecuencias naturales de una mala decisión o a las consecuencias desdichadas de vivir en un mundo caído o tal vez incluso al castigo de Dios por algún pecado en nuestra vida. Pero nos cuesta pensar en la posibilidad de que Dios permita —o incluso disponga— ciertas dificultades en nuestra vida. Sin embargo, esa es una de las princi-pales maneras de Dios de despertar en nosotras nuestra necesidad de Él, profundizar nuestra dependencia de Él, moldear nuestro carácter y atraernos más a Él.

Cuando Dios ve tus lágrimas

Las Escrituras dicen que Dios “todo lo [puede], y que no hay pensamiento que se esconda de [Él]” (Job 42:2). También dicen que “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg. 1:17). De modo que si toda dádiva proviene de Dios y tú estás orando por una “dádiva” que aún no has recibido, Dios es el que, por alguna razón, decide negarte esa dádiva. Y, a través de los años, he aprendido que algunas de las “dádivas” de Dios son esas mismas cosas que Él decide negarnos. Esas “dádivas” a veces toman la forma de dificultades, pérdidas, frustraciones y sufrimiento en general. Al principio, no las vemos como dádivas, sino más bien como decepciones, agravios o incluso rechazo. Sin embargo, son dádivas que Dios nos concede para que crezcamos y lleguemos a un nuevo nivel en nuestra vida espiritual, o para prepararnos para algo mejor que Él ha diseñado para nosotras, o tal vez incluso para ayudarnos a ver algo extraordinario de Dios que antes no podíamos ver.

Cuando la “dádiva” de Dios es un NoRecuerdo no querer aceptar una de las “dádivas” que Dios me

estaba dando, principalmente, porque yo la veía como la nega-ción a un deseo, no como su dádiva. No podía tener un segundo bebé (algo que los médicos actualmente definen como infertilidad secundaria). Para mí fue difícil, porque recuerdo “confesar” un versículo como promesa de que tendría otro hijo: “Nada bueno niega a los que andan en integridad” (Sal. 84:11, lbla).

Primero resalté ese versículo en mi Biblia cuando oraba al Señor y le pedía que Hugh fuera mi esposo. “Señor, Hugh es bueno para mí y yo camino en integridad. Sin duda, no me lo negarás”. Y Dios no me lo negó. Un año después de hacer esa oración, Hugh y yo nos casamos y puedo confirmar que durante los pasados veinti-cinco años, Hugh ha sido “bueno” para mi vida.

Por lo tanto, pensé que la misma oración funcionaría a la hora de tener un segundo hijo. “Señor, sin duda, es bueno tener otro

La pieza que falta

bebé —oraba—. Seguramente, no me lo negarás”. Y, sin embargo, me lo negó. Hugh y yo no pudimos tener un segundo hijo y, desde entonces, Dios me ha mostrado amablemente que un solo hijo fue, y sigue siendo, lo que Él consideró “bueno” para mí. Al parecer, lo que Dios consideró “bueno” no era que tuviera un segundo hijo, sino, en cambio, que diera a luz un ministerio de la palabra escrita y hablada. Aunque en ese entonces sentía que Dios estaba negando mi deseo, hoy puedo ver su negación como una “dádiva” que me llevó hacia una dirección diferente, conforme a su voluntad para mi vida.

A través de los años, he visto una y otra vez que lo que Dios piensa que es bueno para mí (y, a fin de cuentas, lo mejor para mi vida cristiana) podría ser totalmente distinto a lo que yo pienso. Aunque mi opinión muchas veces ha sido diferente a la de Dios en las primeras etapas de su negación (por ejemplo, conozco muchas mujeres que tienen un ministerio para mujeres y también un segundo, tercero ¡y hasta quinto hijo!), he aprendido a no cuestio-nar la sabiduría y las acciones de un Dios que todo lo sabe y es todo amor, y que puede dirigir mi vida mucho mejor que yo.

Hoy no tengo un segundo hijo, porque el Señor no me lo ha dado. Pero también puedo decir: “Estoy viviendo el sueño que Dios ha puesto en mi corazón —a través de la palabra escrita y hablada—, porque el Señor no me ha dado un segundo hijo”.

Podría darte una larga lista de otras “dádivas” que he recibido de la mano de Dios pero que, originalmente, no parecían dádivas porque todas incluían la frase porque el Señor…

No me casé con Mike porque el Señor cambió su corazón.Perdí a una buena amiga porque el Señor la alejó de mí.Experimenté un tiempo de pérdidas porque el Señor me cerró

la puerta.Pero hay otras maneras de ver esas mismas “dádivas” (o nega-

ciones):Me casé con Hugh porque el Señor cambió el corazón de Mike.Me evité más dolor porque el Señor la alejó de mí.

Cuando Dios ve tus lágrimas

Hoy puedo ministrar a las mujeres porque el Señor cerró aquella puerta.

¿Qué frases como estas han afectado tu vida y te han hecho derramar lágrimas? ¿Eres una mujer que está donde está hoy…

…porque el Señor cerró aquella puerta?…porque el Señor cambió su corazón?…porque el Señor la alejó de ti?…porque el Señor no permitió que te casaras?…porque el Señor no te ha sanado?…porque el Señor permitió que contrajeras cáncer? …porque el Señor no lo impidió?Amiga, Dios tiene sus razones por permitir o impedir que

suceda algo en tu vida. Y no es porque no te ama o no se preocupa por ti o no escucha tus oraciones. Es muy posible que Él quiera bendecirte en otro aspecto. Y es muy posible que Él quiera que descubras que lo que tú más necesitas —la pieza que falta en tu vida— es su misma Presencia.

La pieza que faltaba en la vida de LisaLisa, que ahora está criando sola a su hijo y depende de Dios en

todo momento, reconoce cuál era la pieza que le faltaba desde un principio.

“Al principio pensé que la pieza que me faltaba era mi esposo. Pensé que mi vida se había terminado y que ya no podría volver a encontrar el amor ni ser feliz otra vez. Le rogaba a Dios que me lo trajera de vuelta, y no entendía por qué me estaba pasando todo esto. Pero cuando entendí la insensatez y el egoísmo de esas palabras (por estar enfocadas solo en mí), descubrí que lo que real-mente me faltaba era Aquel a quien había alejado de mí durante los pasados dos años de mi vida”.

“Mi madre siempre me inculcó la verdad y me enseñó que solo Jesús puede suplir y satisfacer mis necesidades, carencias y deseos. Pero era demasiado orgullosa para escucharla y terminé por dejar que las cosas y las personas equivocadas influyeran en mí.

La pieza que falta

Ahora reconozco que mi vida se ha ido desmoronando. Llegué a arrepentirme de decisiones que había tomado y de haberme vuelto autosuficiente al creer que tenía un buen empleo, que estaba casada con un hombre que pensaba que me amaba y que iba a tener una familia. Dios tuvo que despojarme de todo eso para llevarme nue-vamente al lugar donde una vez había estado: a un lugar de total entrega a Jesús”.

Si hace un año le hubieras preguntado a Lisa por qué su vida había tomado ese curso, te podría haber respondido, enojada o confundida: “Porque el Señor permi-tió que mi esposo me dejara”.

Y, después de haber escuchado su historia, seguramente hubieras acep-tado que esa frase había cambiado el curso de su vida.

Pero, hoy día, Lisa no considera lo que Dios le negó, sino las bendiciones que Él le ha dado a través de su pérdida. Y, hoy día, la frase que describe cómo ha cambiado el curso de su vida es diferente: “Por-que el Señor me ha mostrado su misericordia”.

Me pregunto si incluso podría decir: “Porque el Señor se ha convertido en mi Esposo”.

Lisa dice: “Sigo amando a mi esposo y lo extraño aun después de todo el mal que ha hecho. Pero a menudo me pregunto dónde estaría ahora si él se hubiera quedado conmigo. Sé que no hubiera acudido a mi Salvador, el Señor Jesús, a quien clamé en mi deses-peración. Y todo el dolor y el sufrimiento que sentí y sigo sintiendo ha valido la pena porque podré dejar a mi hijo un legado de fe que no le hubiera dejado si hubiera seguido con mi esposo”.

¿Comprendes?Lisa es consciente de que la pérdida que experimentó dio origen

a un legado. En medio de su prueba, ella llegó a conocer a Dios íntimamente, y ahora tiene una fe viva y confianza en el Señor que puede transmitir a su hijo.

¿Puedes confiar en Dios y en el magnífico resultado de lo que está haciendo en y a través de ti?

Cuando Dios ve tus lágrimas

“Dios me ha dado un varón saludable, una maravillosa bendi-ción —dijo Lisa—. Y sin duda, Él tiene un plan para mi ‘pequeño maní’. Todos los días le digo a mi hijo que crecerá y que llegará a ser un hombre de Dios fuerte y valiente”.

Además, ella descansa en el hecho de que Dios tiene el control total de las circunstancias de su vida.

“Dios me ha dado un hijo por una razón. Y también hay una razón por la que mi esposo no está aquí, y no sé cuál es. Me cuesta entenderlo, pero tengo que tener siempre presente que Dios tiene el control de toda esta situación y sabe lo que está haciendo”.

Cuando buscamos una razónForma parte de nuestra naturaleza humana tratar de saber la

razón o el propósito de nuestro sufrimiento. A veces decimos “si en algún lugar alguien se beneficia en algo de lo que yo estoy atra-vesando, todo habrá valido la pena”. Pero amiga mía, puedes estar segura de estas dos cosas:

1. A veces no lo entenderás. Aunque no puedas entender cómo puede Dios usar lo que estás atravesando, eso no significa que Él no pueda usarlo. Dios podría darte una vislumbre de lo que está haciendo y cómo está obrando. Si lo hace, dale las gracias. Él ha sido amable y te ha dado una pequeña vislumbre de su gran plan. Pero Dios no siempre nos da una pista de cómo está obrando y cómo se glorificará en nuestra vida. Él no está obligado a decirnos cómo está obrando o por qué está haciendo algo. Él no necesita nuestra aprobación ni nuestras sugerencias. Allí es donde entra nuestra confianza. Si te rindes a Dios, Él hará su voluntad en tu situación, a su tiempo y a su manera.

2. A veces tú eres la que te beneficiarás de lo que estás atravesando. Solemos pensar que el plan de Dios siempre implica “algo bueno en el futuro” o algo de consecuencia eterna para alguien. A veces nos aferramos a la idea de un impresionante resultado que finalmente alivie nuestro dolor o le dé un propósito a nuestro sufrimiento. Y, sin embargo, a Dios le interesa más lo que está sucediendo en ti en

La pieza que falta

este momento mientras tratas de explicarte las complejidades de la vida y encontrarle sentido a tu dolor. Desde luego, Él puede usar tu dolor para beneficio de la vida de otra persona o para algún beneficio aún futuro. Él es Dios y puede hacer cualquier cosa. Pero su proceso de transformación en ti es tan importante para Él como cualquier resultado final o gran beneficio que esperas comprender. ¿Puedes confiar en Dios en medio del proceso? ¿Puedes confiar en Dios y en el magnífico resultado de lo que está haciendo en y a través de ti? ¿Puedes poner su contentamiento por encima del tuyo en lo que Él está haciendo en tu vida?

Expectativas no cumplidasNinguna mujer joven —como Lisa— imagina que terminará

siendo una madre soltera en apuros tan solo al año de haberse casado. Ninguna niña —como algunas que he conocido— espera encontrarse sin un padre o con la duda de si realmente la aman. Ninguna mujer espera llegar a los cuarenta años y darse cuenta de que pasará el resto de su vida sin un esposo, hijos o nietos. En realidad, ninguna mujer imagina anticipadamente los dolores de cabeza y las angustias que experimentará. Y, sin embargo, mira el mundo en el que vivimos y verás personas imperfectas, corazones que maquinan maldades, egoísmo, promesas rotas. Y en medio de todo eso hay Uno que, indiscutiblemente, tiene el control absoluto.

Cuando Lisa me contó su historia, su énfasis no estaba en el vacío que su esposo había dejado, sino en el vacío que el verdadero “Esposo” de su vida estaba llenando. Ese Esposo es el Señor, su Hacedor, que ha demostrado ser su Esposo espiritual, su Provee-dor, su Protector y su Amigo.3

Lisa pudo reconocer sabiamente qué necesitaba más: una dependencia de Dios que jamás había imaginado que podría tener. Y hoy, está empezando a ver cómo Dios ha tomado una pérdida enorme en su vida y la está transformando en un legado.

3. Isaías 54:5 dice: “Porque tu marido es tu Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”.

Cuando Dios ve tus lágrimas

¿Y tú? No pretendo saber cuál es tu vacío. Pero Dios sabe exactamente

cuál es… y sabe que es lo único que te hará depender totalmente de Él.

Una mañana, cuando estaba orando y le pedía a Dios que lle-nara el vacío que seguía aflorando en mi vida como resultado de expectativas no cumplidas, recuerdo pensar que no se trataba de una petición difícil para Dios. Él podía dármelo fácilmente y en cualquier momento.

Y, sin embargo, nunca olvidaré el susurro que escuché en mi corazón aquella mañana: “Hija mía, ¿por qué habría de darte lo único que te mantiene aferrada fuertemente a mí?”.

En ese momento, al “escuchar” eso, no me decepcioné al saber que Dios me volvía a decir que no. En cambio, quedé cautivada por su amor y su celo por mí. Mi “deseo no cumplido”, en reali-dad, es lo que me mantiene de rodillas delante de Él, aferrada a Él, cerca de su corazón. Por eso, Él me sigue negando ese deseo, porque sabe qué es lo mejor para mí desde una perspectiva eterna. Él quiere seguir ocupando el primer lugar en mi corazón. Quiere que busque en Él lo que más necesito. Quiere ser el Objeto de mi deseo. Y lo es… porque el Señor sigue negando mi petición.

A veces me pregunto si Dios nos niega todo aquello que final-mente se convertirá en un ídolo en nuestra vida; todo aquello que podría evitar que lo pongamos a Él en primer lugar. Si Dios te da un esposo, ¿seguirás poniendo al Señor en el primer lugar de tu vida? Si Él te da un hijo, ¿ocupará tu hijo el primer lugar en tu corazón? Si Él te permite vivir tu sueño, ¿te olvidarás de Él y vivirás para ti? Si Él alivia tus preocupaciones financieras, ¿seguirás dependiendo de Él por el pan de cada día? Dios sabe qué necesita-mos —y qué pieza nos debe faltar— para mantenernos aferradas a Él. Dios conoce —y permitirá o negará— todo aquello que nos mantenga en el lugar propicio para nuestra relación con Él.

En el caso de Ana, Dios le concedió un hijo. Pero, como vere-mos en los próximos capítulos, ella no recibió la dádiva de Dios y

La pieza que falta

desapareció. Ella ofreció devolverle el mismo niño a Dios y siguió viviendo en dependencia de Él y siendo una mujer de oración. De hecho, la concesión de su deseo pudo haber profundizado su dependencia de Dios. ¿Será así con lo que le estás pidiendo a Dios? ¿Acaso el cumplimiento de tu deseo hará que dependas más del Señor?

Cualquiera que sea el vacío que experimentes, espero que no pongas tu mirada en la decepción o la desgracia que estás enfren-tando, sino en la dependencia de Dios que puedes cultivar. Esa dependencia de Dios finalmente llenará todo vacío que clama por más. Amiga mía, confía en Él en medio de tus lágrimas y en medio de tu vacío. ¡Oh, Él desea llenarlo de su misma Presencia!

Permite que Dios llene tu vacíoReflexiona en estas preguntas como una manera de procesar lo

que acabas de leer y aplicarlo a tu situación.

1. En una o dos frases, trata de describir el vacío en tu vida.

2. ¿Cómo podría Dios usar tu vacío o pérdida para transfor-marte en una persona que dependa más de Él?

3. Considera las maneras en que Dios quiere llenar el vacío en tu vida, y lee los versículos para cada una (incluso podrías copiar los versículos para que te recuerden de qué manera quiere Dios llenar tu vacío):

Cuando Dios ve tus lágrimas

• Él quiere ser tu proveedor emocional y tu Esposo espiri-tual.

Isaías 54:5

• Él quiere ser tu proveedor material.

Filipenses 4:19

• Él quiere ser el deleite de tu corazón.

Salmos 37:4

Mateo 22:37

• Él quiere hacerte más semejante a su Hijo

Romanos 8:28-29

Una oración de invitaciónSi nunca le has entregado tu vida a Cristo ni le has pedido que

llene el vacío de tu corazón, puedes hacerlo ahora (y, si ya lo has hecho, puedes adaptar esta oración y hacerla a modo de una nueva entrega y un nuevo compromiso).

Señor,

Sé que tienes un plan y un propósito para mi vida. Y quiero amoldar mi vida a tu plan y tu propósito. Pero no puedo hacerlo si sigo teniendo las riendas de mi vida. Por eso, te entrego mi corazón, mi voluntad y

La pieza que falta

mi vida. Reconozco que soy pecadora por naturaleza y que nada podrá hacerme ganar el favor de Dios. Tú me aceptas solo por medio de tu Hijo Jesucristo, que es perfecto, puro y justo, y su muerte y resurrección por mí. Por eso te pido que, por la muerte expiatoria de Cristo en la cruz, limpies mis pecados. Sé el Señor de mi vida y guarda mi corazón. Ayúdame a vivir desde hoy en adelante en obediencia a ti, en amor y reconocimiento de tu tremendo sacrificio por mí, al haber permitido y planificado de antemano que tu propio Hijo muriera para pagar el castigo por mis pecados y preparar un lugar en el cielo para mí. Te pido que llenes el vacío de mi vida con tu misma Presencia y que seas el Objeto de mi deseo para que así puedas confiarme los deseos de mi corazón.

Gracias por conocerme, escucharme y querer que me aferre a ti sin importar la condición de mi vida. Acércame a ti y muéstrame qué significa tener una vida plena en ti.