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LIBROS Y NOMBRES DE CASTILLA-LA MANCHA CENTESIMO VIGÉSIMOOCTAVA ENTREGA 128 Año IV/ 22 de agosto de 2013 Manuel Lozano Leyva El gran Mónico Ed. Debate; 2013; 172 pags.; 18 € “El gran Mónico”: un pequeño libro (que se agradece) No es una biografía, no es un ensayo, no es una novela. En cada entrevista que concede, el autor no cesa en el empeño de intentar definir su libro a base de negaciones. Es una de las formas, lícitas, de perfilar un hecho editorial que está teniendo una buena acogida entre el público y en los medios. Hablo de Manuel Lozano Leyva, uno de los divulgadores científicos más acreditados de nuestro país. Su obra es reconocida y su nombre, bien relacionado con prensa y radio, convierte en actualidad cuanto toca. Este año ha concentrado su atención en la figura del ilustre inventor Mónico Sánchez Moreno -D. Mónico para sus paisanos piedrabueneros- al que intenta acercarse en las 170 páginas del libro que con el título de El gran Mónico ha editado Debate. En un momento de crisis fiscal, financiera y empresarial como el que vivimos, el trabajo de Lozano Leyva ha encontrado su acomodo como manual bienintencionado de autoayuda para jóvenes aspirantes a científicos. Es un texto donde la figura del personaje sirve de excusa para avisar, a los que ahora llegan a la investigación, tanto de las posibilidades como de los riesgos de su futura actividad. Así se publicita. No está mal tramada la razón del asunto, porque en Mónico Sánchez, el ingeniero hecho a sí mismo, existe el hombre de ingenio que viajó a Nueva York para tutearse con la crema de aquellos que, a principios del siglo XX, levantaron en Norteamérica la burbuja de los avances en electricidad, tanto como existe el empresario ingenuo atrapado entre el amor a la tierra y el error de creer que el aislamiento no disminuiría el valor de lo logrado. El clásico tema del coraje que nos hace fuertes y de la nostalgia que nos debilita. Con esos mimbres teje Manuel Lozano su moraleja. A la que añade, está en su estilo, cierta contextualización histórica y económica, consideraciones morales y políticas, constantes y gratuitas suposiciones, alabanzas familiares y algún que otro material de relleno. Tal vez por esto, porque el autor es consciente de todo lo anterior, es por lo que no se atreve a considerar su obra ni

Libros de CLM Nº 128

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128 entrega de "Libros y Nombres de Castilla-La Mancha"

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LIBROS Y NOMBRES DE

CASTILLA-LA MANCHA

CENTESIMO VIGÉSIMOOCTAVA

ENTREGA

128 Año IV/ 22 de agosto de 2013

Manuel Lozano Leyva

El gran Mónico Ed. Debate; 2013; 172 pags.; 18 €

“El gran Mónico”: un pequeño

libro (que se agradece)

No es una biografía, no es un ensayo, no

es una novela. En cada entrevista que

concede, el autor no cesa en el empeño

de intentar definir su libro a base de

negaciones. Es una de las formas,

lícitas, de perfilar un hecho editorial que

está teniendo una buena acogida entre el

público y en los medios. Hablo de

Manuel Lozano Leyva, uno de los

divulgadores científicos más

acreditados de nuestro país. Su obra es

reconocida y su nombre, bien

relacionado con prensa y radio,

convierte en actualidad cuanto toca.

Este año ha concentrado su atención en

la figura del ilustre inventor Mónico

Sánchez Moreno -D. Mónico para sus

paisanos piedrabueneros- al que intenta

acercarse en las 170 páginas del libro

que con el título de El gran Mónico ha

editado Debate.

En un momento de crisis fiscal,

financiera y empresarial como el que

vivimos, el trabajo de Lozano Leyva ha

encontrado su acomodo como manual

bienintencionado de autoayuda para

jóvenes aspirantes a científicos. Es un

texto donde la figura del personaje sirve

de excusa para avisar, a los que ahora

llegan a la investigación, tanto de las

posibilidades como de los riesgos de su

futura actividad. Así se publicita.

No está mal tramada la razón del

asunto, porque en Mónico Sánchez, el

ingeniero hecho a sí mismo, existe el

hombre de ingenio que viajó a Nueva

York para tutearse con la crema de

aquellos que, a principios del siglo XX,

levantaron en Norteamérica la burbuja

de los avances en electricidad, tanto

como existe el empresario ingenuo

atrapado entre el amor a la tierra y el

error de creer que el aislamiento no

disminuiría el valor de lo logrado. El

clásico tema del coraje que nos hace

fuertes y de la nostalgia que nos

debilita. Con esos mimbres teje Manuel

Lozano su moraleja.

A la que añade, está en su estilo, cierta

contextualización histórica y

económica, consideraciones morales y

políticas, constantes y gratuitas

suposiciones, alabanzas familiares y

algún que otro material de relleno. Tal

vez por esto, porque el autor es

consciente de todo lo anterior, es por lo

que no se atreve a considerar su obra ni

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como biografía, ni como ensayo, ni

como novela.

Plenitud divulgadora

Es muy de agradecer que este pequeño

libro llamado El gran Mónico haya

puesto en el centro de la atención y del

debate nacional la odisea del

piedrabuenero. Diarios de prestigio

como El Correo y El País preparan

amplios reportajes sobre él. Estos

tiempos españoles de hoy en día andan

necesitados tanto de ejemplaridad como

de estímulos.

Pero, como paisano que soy del

personaje y conocedor con anterioridad

de lo que Lozano Leyva maneja, noto

que falta alguna que otra aportación

novedosa; algo que indicase el interés

del autor por el personaje más allá de

servirle de objeto y pretexto, y que

añadiera a la intención divulgadora un

peldaño en el conocimiento de los

hechos.

El apasionamiento que constantemente

proclama con la labor del inventor

quedaría mejor demostrado.

El asunto es que Lozano Leyva ha

construido, correctamente, la figura de

Mónico Sánchez a través de Internet y

de los datos que el profesor Juan Pablo

Rozas (de la UCLM, Ciudad Real) ha

tenido a bien publicar y/o facilitarle. Lo

dice con toda sinceridad. Dice que no ha

tenido tiempo ni decisión de investigar

la figura y la obra de la persona sobre la

que levanta su tinta. Efectivamente,

todos los datos mostrados son

conocidos e incluso las redes guardan

muchísimos más. Muchos otros que, si

hubiera tenido una pizca de intención

escrutadora, pudieran haberle servido en

tiempo y forma. Pero está en su derecho

a plantear la obra en límites y modos,

faltaría más.

Lo único que quiero decir con esto que

la figura y la obra del inventor de

Piedrabuena, bien publicitada por el

libro que comentamos, espera todavía el

estudio, la valoración y la publicación

que merecen. Algo que todos esperamos

del profesor Juan Pablo Rozas, a quien

Lozano remite, que le está dedicando

tiempo, sabiduría y cariño.

Algo que sobra

Y si hay algo que falta también hay algo

que sobra. Y no es sino el intento de

Lozano Leyva de agrandar la figura de

Mónico Sánchez menospreciando el

lugar de donde procedía. Una fácil

tentación en la que toscamente ha caído.

Piedrabuena, lugar que seguramente el

autor no conoce, es tildado de “pueblo

de mala muerte” tanto para enmarcar el

nacimiento de Mónico en 1880, como

para remarcar su fallecimiento.

Dice textualmente el final del libro:

“…podrían ser muchas más las

lecciones que se podrían formular a la

vista de los avatares del gran Mónico

Sánchez Moreno y su magnífico

Laboratorio Eléctrico. Dejo que las

extraigan ustedes, pero piensen que tras

la muerte del primero y la desaparición

del segundo, lo único incontrovertible

es que Piedrabuena volvió a ser un

pueblo de mala muerte”.

Palabras que, por inútiles y falsas,

sobran. Y sobran por ser sin duda

producto de la ignorancia, algo que

cualquier buen divulgador debe evitar.

No pontificar sobre lo que se desconoce

parece el abc de la curiosidad

intelectual. Y sobran porque, sin añadir

nada, pueden hacer creer al lector medio

que el resto del libro goza del mismo

tono y credibilidad, y entonces

aventuren que merece ser tachado con el

mismo e injusto calificativo.

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En fin, demos las gracias a El gran

Mónico por existir, por su capacidad

para ser tomado en cuenta por los

medios, y por difundir su figura a

niveles casi de coloquio. Pero hay que

advertir que la labor de Mónico Sánchez

hace años que está reconocida por

científico avisados y salvada por el

Museo Nacional de Ciencia y

Tecnología, el cual inauguró su sede de

La Coruña con una muestra espléndida

de sus tubos de vacío.

Labor que vive también en la memoria

de su pueblo, Piedrabuena, que rotula

con su nombre una de sus calles (desde

1914), y titula con el mismo al Instituto

de Secundaria, que levanta en una de

sus plazas el bronce de su busto, que le

tiene presente en sus actos y

conferencias, que en 1995 le dedicó un

homenaje recordatorio, y que ha

conseguido que todos los terrenos del

viejo Laboratorio hayan dado buen

fruto, el de estar dedicados al servicio

público: educativo, sanitario y cultural.

En este 2013, al cumplirse el centenario

de la iniciación del edificio del

Laboratorio, Piedrabuena lo recordará

con una mesa redonda, un dossier al

efecto y la colocación de una placa en

los restos de murallas que aún subsisten.

Tal vez sean actos modestos, pero

manifiestan el respeto y la admiración

que un buen pueblo, “de buena vida”,

tiene por un buen hombre que tanto hizo

por él.

Francisco Caro; en Lanza 9/8/2013

Cristina López Barrio:

El cielo en un infierno cabe

Editorial Plaza Janés (Mondadori);

624 pags.; 19,90 €

“La verdad de lo que cuento es

la historia”

Cristina López Barrio presentó su

segunda obra, "El cielo en un infierno

cabe", en el Parador de Toledo,

ciudad de la que se nutrió para este

nuevo trabajo literario

Pensó, Cristina López Barrio, en situar

su historia en «una época de muchos

contrastes». Por eso, y teniendo en

cuenta que el Barroco español, uno de

sus tiempos fascinantes, cumplía con los

objetivos, esta escritora se lanzó a

componer un puzzle de personajes que,

con sus historias, describen un periodo

marcado por «la decepción y el

desencanto» con la clase política y con

la situación social. Sentimientos

«similares» a los percibidos en este

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presente que, aprecia la autora,

«propicia un aprendizaje de nuestra

historia» conveniente para «explicar

desde el pasado lo que ocurre en esta

realidad».

Así, y descubriendo un espacio histórico

en el que convive «la carne con el

espíritu y lo divino con lo profano», en

„El cielo en un infierno cabe‟ -su

segunda novela-, Cristina López Barrio

vertebra el relato iniciado en Toledo, en

1625, cuando el Santo Tribunal de la

Inquisición juzga a una misteriosa

mujer de la que se dice que puede sanar

y destruir con el roce de sus manos.

El mundo mágico «en pugna con la

razón» aparece en palabras, calles y

rincones de una ciudad, Toledo, que

visitó e investigó con motivo de este

libro. Porque se hace imprescindible

destacar que la autora dedicó tiempo y

esfuerzo a documentarse sobre una

época y unos comportamientos de los

que «existen mucha información», tanta

que acabó siendo un problema ante al

que tuvo que hacer frente «parando,

seleccionado y sacrificando historias».

Cuenta, quien con su primer trabajo „La

casa de los amores imposibles‟ se ha

visto traducida a quince lenguas y

publicada en veinte países (entre ellos

Estados Unidos, Italia, Alemania,

Brasil, Argentina, Suecia, Israel o

Serbia), que esta obra es «un poco más

ambiciosa» por tratar más temas e

introducir «pinceladas de novela

policiaca». Asunto que «nunca había

trabajado» pero que «iba perfecto» para

una novela que recoge, además, «una

historia de amor de tres huérfanos

acogidos en un orfanato durante la peste

de 1600». No falta, claro está, el sello

gótico imprescindible para dotar a la

obra de ese ambiente carcelario

impuesto por la Inquisición, por sus

formas y sus torturas.

Recorre, esta madrileña que siempre

quiso escribir historias que «contienen

la verdad de lo que cuento», un mundo

poblado de dualidades que, a la vez,

convergen en personajes y vidas

gestadas en ambientes en los que

existían sociedades secretas y universos

paralelos, en los que la cábala y la

alquimia eran alimentos del espíritu.

Buscó los ingredientes, paró en

archivos, leyó obras de aquél tiempo, y

orquestó un suspense en el que

«desenredar lo que se enreda».

Sincera al ser preguntada por el vértigo

que debe generar la publicación de un

segundo trabajo cuando el primero ha

obtenido un resultado inmejorable,

Cristina López Barrio admite que «es un

reto y una responsabilidad que, a veces,

angustia». Porque aunque trata de

obviarlo, «es inevitable pensar en lo que

esperan los lectores», algo que no

ocurrió con „La casa de los amores

imposibles‟, libro que escribió «con

absoluta libertad y sin ningún tipo de

„presión‟» que, al fin y al cabo, sólo

perjudica a la obra.

La Tribuna de Toledo C.M.

21 de junio de 2013

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Juan I. Laguna

La Philosophía Moral en el

Guzmán apócrifo: la autoría de

Juan Felipe Mey a la luz de las

nuevas fuentes, Ciudad Real, Almud ediciones, 2012

El presente libro, como indica su título,

pretende establecer la autoría de la

continuación del Guzmán de Alfarache

de Mateo Alemán. Esta continuación

(en adelante, el Guzmán apócrifo) se

publicó en Valencia en 1602 bajo el

nombre de “Mateo Luján de

Sayavedra”, dando a la erudición otro

caso de anonimato literario que

dilucidar. Cuando se habla de intentos

de establecer la autoría de una novela

picaresca anónima o publicada bajo

pseudónimo, se piensa, claro está, en el

Lazarillo de Tormes de 1554. Los

esfuerzos por desvelar la identidad del

creador de Lázaro datan del mismo

Siglo de Oro,

pero han cobrado nuevo ímpetu en los

últimos años, con publicaciones de Rosa

Navarro Durán proponiendo la autoría

de Alfonso de Valdés (1), y una réplica

de Alfredo Rodríguez López-Vázquez

que avanza la candidatura de fray Juan

de Pineda (2). Son sólo dos de los

candidatos propuestos para la autoría

del Lazarillo en un debate que, cabría

decir, sigue sin resolución definitiva.

El libro de Laguna Fernández es distinto

en cuanto se propone dilucidar la

autoría de una obra mucho menos

valorada por la crítica y la historia

literaria. El Guzmán apócrifo, sin

embargo, tiene muchos puntos de

interés, y el estudio de Laguna

Fernández hará que crezca ese interés al

demostrar, casi sin lugar a dudas, que el

autor ha sido Juan Felipe Mey, un

impresor valenciano y a la vez

catedrático en la universidad de la

misma ciudad.

Los esfuerzos por desvelar la identidad

de “Mateo Luján de Sayavedra”, que

Laguna Fernández repasa

cumplidamente en su estudio,

comenzaron con el mismo Mateo

Alemán, que publicó su Segunda parte

de la vida de Guzmán de Alfarache dos

años después de la aparición del

Guzmán apócrifo. Alemán insinúa que

el que se esconde bajo el seudónimo de

Luján es un tal Juan Martí, y buena

parte de la crítica, siguiendo la pista de

Alemán, ha apuntado al tal Juan Martí,

un abogado valenciano, como el autor

de la obra.

Laguna Fernández rompe con esta línea

para proponer la candidatura de Juan

Felipe Mey, impresor, catedrático y

hermano de otro impresor, Pedro

Patricio Mey –el impresor, justamente,

del Guzmán apócrifo. Lo que ha llevado

a Laguna Fernández a la figura de Juan

Felipe Mey son las fuentes del Guzmán

apócrifo. La crítica ya había

identificado muchas de estas fuentes, y

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Laguna Fernández de nuevo hace una

buena reseña de estas pesquisas. Pero su

aportación consiste en haber localizado

más fuentes de la obra -nueve, para ser

precisos- en su mayoría obras

didácticas. La que encabeza la lista, y la

que más apoya la hipótesis de autoría de

Laguna Fernández, es la Philosophía

moral, obra moral-didáctica del jesuita

Juan de Torres, publicada en 1596. El

grueso de la primera parte del libro es

una demostración de esta dependencia,

con los pasajes del Guzmán apócrifo y

los de la Philosophía moral colocados

en columnas paralelas, permitiendo la

comparación y con ella la

comprobación sin lugar a dudas de que

el autor del apócrifo ha copiado una

gran cantidad de la obra de Torres, tanto

que, en opinión de Laguna Fernández, a

veces son los pasajes de Torres que

motivan la trama de la novela, y no

viceversa (57). Según Laguna

Fernández, la totalidad de las fuentes

del Guzmán apócrifo (las nuevas

encontradas por él, con la Philosophía

moral a la cabeza, más las halladas por

la erudición anterior) “supone el plagio

de más de la mitad de la obra” (17).

La dependencia del Guzmán apócrifo de

la Philosophía moral, junto con otras

fuentes, lleva a Laguna Fernández a

proponer a Juan Felipe Mey como

autor. De sus razones para tal atribución

(que ocupan la segunda parte del libro),

mencionaré las que me parecen de más

peso. Para empezar, para Laguna

Fernández la dependencia de la

Philosophía moral por parte del autor

anónimo apunta a Juan Felipe Mey por

sus muchos vínculos con los jesuitas a

lo largo de su vida. Otra conexión es la

que mantuvo Juan Felipe con el

humanista Antonio Agustín, al cual se

alude en el Guzmán apócrifo según

Laguna Fernández, y quien tendría en

su vasta biblioteca una obra italiana de

muy difícil acceso que el autor anónimo

utilizó. Aparte de estos contactos están

los que tendría Juan Felipe en su

condición de impresor, lo que le

facilitaría la consulta de muchas obras

de reciente aparición. Y finalmente

existen razones económicas: como nos

cuenta Laguna Fernández, Juan Felipe,

a pesar de sus dos ingresos (el de

impresor y el de catedrático) no vivía

una vida muy holgada, así que un libro

que aprovechase el éxito editorial de la

primera parte del Guzmán de Alemán

habría constituido un gran atractivo.

Laguna Fernández no es el primer

investigador en señalar a los hermanos

Mey como partícipes en la trama del

Guzmán apócrifo. Ya David Mañero

Lozano, en un artículo publicado en

2011, había sugerido que el blanco de

las acusaciones de Mateo Alemán -o

sea, “Juan Martí”- no es el autor del

Guzmán apócrifo, sino el impresor,

Pedro Patricio Mey. Incluso sugiere, de

una manera muy vaga, la posible

participación del hermano menor Juan

Felipe en el negocio del apócrifo (3). Es

de suponer que este estudio no se

incluye en el de Laguna Fernández por

la acostumbrada demora entre

terminación y publicación de un libro

(4), una lástima, porque las dos

conclusiones merecen estar en diálogo,

lo que seguramente ocurrirá con la

publicación del libro reseñado. De todos

modos, el hallazgo de nuevas fuentes

del Guzmán apócrifo que trae a colación

el estudio de Laguna Fernández, junto a

la información recogida sobre el

entorno de Juan Felipe Mey,

proporciona muchos indicios de que

éste último es en efecto el autor de la

obra, y al mismo tiempo aporta otra

información, aunque de índole

diferente, sobre las actividades de Pedro

Patricio.

A mi juicio, el único punto discutible

del estudio es su conclusión: el plagio

de los textos didácticos -con la

Philosophía moral a la cabeza- debería

resultar en el destierro del Guzmán

apócrifo del reino de la novela

picaresca. Laguna Fernández comienza

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esta línea de argumentación con

matizaciones, afirmando que solo los

pasajes plagiados deben sufrir este

castigo: “no pueden ni deben ser

tomadas, de ninguna de las maneras,

como parte de una novela picaresca o

como pertenecientes al denominado

género picaresco, pues a este género son

completamente ajenas” (135), para poco

más tarde volver al tema de forma más

terminante, refiriéndose a toda la novela

al decir que “no podremos nunca estar

de acuerdo en la asimilación de este

„centón‟ a un género al que no

pertenecen la mayor parte de los textos

que lo componen” (136). Una

conclusión discutible a mi parecer

porque hay otras novelas picarescas con

rasgos a primera vista ajenos al patrón

sentado por el Lazarillo de 1554 o de la

primera parte del Guzmán de Alemán.

Se podría pensar en la Segunda parte

del Lazarillo, continuación anónima del

original de 1554 publicado el año

siguiente en Amberes, en que Lázaro se

convierte en pez y mora en el reino de

los atunes. Como ha afirmado Marina

Brownlee, a pesar de este episodio

lucianesco hay buenos motivos para

mantener esta novela dentro del género

picaresco, no solo por la actitud crítica

hacia la sociedad que comparte con el

original, sino también por la

heterogeneidad de la novela en general,

que como Bajtín ha enseñado, resiste

cualquier codificación (5).

Es por eso que además del logro de

Laguna Fernández de haber dado tantas

pruebas a favor de dilucidar la identidad

del autor, la gran virtud de su trabajo

será la de ayudar al estudio del género

de la picaresca desde puntos de vista

más amplios. Se podría pensar en un

reciente estudio como el de William H.

Hinrichs, que resalta la importancia de

las continuaciones en el consumo y

producción de la novelística del Siglo

de Oro (6). Estudios de este tipo en

adelante se beneficiarán mucho del

estudio de Laguna Fernández, el cual

ofrece un retrato pormenorizado de la

composición de una continuación que

influyó, como mínimo, en la segunda

parte de Alemán. Laguna Fernández ha

realizado un rastreo excepcional de

textos para establecer una autoría con

argumentos muy sólidos, dando lugar a

un estudio muy cuidadoso, con un

mínimo de errores tipográficos. Los

investigadores del género picaresco le

agradecerán la labor.

NOTAS

1 NAVARRO DURÁN, R., Alfonso de Valdés,

autor del Lazarillo de Tormes, Madrid, Gredos,

2004, y otras publicaciones.

2 RODRÍGUEZ LÓPEZ-VÁZQUEZ, A., “Una

refutación de las atribuciones del Lazarillo a

Alfonso de Valdés, Hurtado de Mendoza y Arce

de Otálora: la hipótesis de Fray Juan de Pineda”,

en Lemir: Revista de Literatura Española

Medieval y del Renacimiento ,14 (2010), pp.

313-34. http://parnaseo.uv.es/Lemir/

Revista/Revista14/19_Rodriguez_Alfredo.pdf

3 MAÑERO-LOZANO, D., “Pedro Patricio

Mey y Mateo Alemán: nuevos enigmas del

Guzmán apócrifo”, en Nueva Revista de

Filología Hispánica, 59 (2011), pp. 79-96 (la

referencia a Juan Felipe está en la página 83).

4 Es el caso del reciente libro de MARTÍN

JIMÉNEZ, Alfonso, Guzmanes y Quijotes: dos

casos similares de continuaciones apócrifas,

Valladolid, Universidad de Valladolid, 2010,

que Laguna Fernández dice en nota (132n.557)

no haber podido consultar a tiempo.

5 BROWNLEE, M. S., “Discursive Parameters

of the Picaresque”, en The Picaresque: A

Symposium on the Rogue’s Tale, Ed. Carmen

Benito-Vessels y Michael Zappala, Newark, U

de Delaware, 1994, pp. 25-35.

6 HINRICHS, W., The Invention of the Sequel:

Expanding Prose Fiction in Early Modern

Spain, Woodbridge, Suffolk, Tamesis, 2011. El

estudio de Martín Jiménez (ver nota 4) también

merece mención en este contexto.

PAUL CARRANZA

(Dartmouth College, Estados Unidos)

Revista OGIGIA nº 14 (2013),

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La música en Hellín. Historia de

la Capilla Parroquial y de la

Banda Municipal (1580-1966)

Gregorio García Ruiz

Instituto de Estudios Albacetenses

Albacete, 2013

Este libro trata de llenar un vacío en el

conocimiento social y cultural de la

ciudad hellinense, mostrando a través de

sus dos instituciones musicales más

importantes la influencia que ellas han

ejercido sobre sus habitantes y, por

tanto sobre sus actividades religiosas,

recreativas, lúdicas e incluso

pedagógicas.

También tiene la vocación de añadirse a

la creciente oleada de estudios

realizados sobre corporaciones

musicales en España, tanto de las

Orquestas como de las Bandas

Municipales de Música.

La Capilla de Música de la Parroquia de

la Asunción hunde sus raíces en el siglo

XVI, y perdura hasta la mitad del

vigésimo, amenizando la vida tanto

dentro como fuera del templo

hellinense, en manifestaciones tan

importantes como la Semana Santa,

Navidad, festividades locales y demás

citas contempladas en el ciclo religioso

anual.

La Banda Municipal data de la mitad

del siglo XIX, siendo la consecuencia

de la antigua música eclesiástica, por un

lado, y por otro, de la reorganización de

las bandas de Cornetas y Tambores de

la Milicia Nacional, circunstancias

comunes a una gran cantidad de pueblos

y ciudades españolas.

La Banda Municipal tuvo una vida más

corta pero mucho más intensa que la de

la Capilla, ejerciendo su influencia en

todos los ámbitos sociales y culturales

hellinenses, convirtiéndose en el

epicentro de las manifestaciones lúdico-

festivas, oficiales, políticas y

propagandísticas, dependiendo su

propia existencia y desarrollo de las

circunstancias económicas y

administrativas del Ayuntamiento

Página web del IEA

Page 9: Libros de CLM Nº 128

Carmen de Ybarra

Leyendas Vascas Guadalajara, Aache Ediciones, 2008,

74 pp.

Leyendas Vascas es un libro escrito con

cariño. Lo he disfrutado antes de leerlo,

cuando su autora, Carmen de Ybarra, me

hablaba de él con esa misma pasión que los

padres ponen cuando hablan de sus hijos,

porque al fin y al cabo este libro, como los

que lo han precedido, son hijos de su

creador. Pasión no solo en explicarme las

leyendas, esas seis pequeñas joyas que

contiene entre sus páginas, sino también al

irme describiendo los pequeños detalles de

la edición, los dibujos, las ilustraciones

perfectamente elegidas por su editor, las

letras capitales del inicio de cada cuento,

todo lo que ha contribuido a que este libro

sea precisamente el arca esmaltada que

sirve para contener los cuentos Carmen de

Ybarra es autora de una gavilla de libros,

generalmente infantiles, como no podía ser

de otra forma, dada su sencillez, la candidez

casi infantil que la caracteriza.

Así, de su pluma surgieron piezas para

hacer feliz a la grey infantil como El pájaro

azul, de bellísimo nombre que, aparte de

recordarme a Stravisky, también me trae a

la mente aquellos sonoros nombres, tan

cromáticos, del expresionismo alemán “Der

blauer raiter” (“El jinete azul”); Nicolás en

Marte, porque Nicolás, curiosamente,

siempre me pareció un nombre muy

adecuado para el protagonista de un cuento

para niños; Saskia y otros cuentos, con

delicado sabor ruso y color de nieve,

además de Las mujeres de la Biblia.

Pero los hombres a veces también somos

niños y no era justo que no hubiera cuentos

para nosotros, cuentos para niños que

todavía no han dejado de serlo, y surgió una

colección amena y entrañable que fue

Chaqueta Teófila; por cierto, uno de cuyos

cuentos, “Juanillo”, fue incluido en la

Antología de Cuentos y Poesía Infantil de

Castilla-La Mancha, de F. G. Porro.

El libro que comento, Leyendas Vascas, es

diferente a los libros mencionados

anteriormente. Es un ramillete sencillo de

seis narraciones, más cercanas al mundo de

lo mitológico, extraídas del imaginario

vasco.

Leyendas tradicionales ampliamente

conocidas aunque en parte transformadas y

adaptadas a los tiempos que corren, o que

corrían cuando formaban parte de la vida

cotidiana de los pueblos, porque no es lo

mismo leer una leyenda o un cuento, que

escucharlo, ya que junto al oído también

interviene la gestualidad del narrador que

pondrá cara de miedo o de dulzura cuando

corresponda y la narración lo requiera, que

moverá los brazos y jugará con los espacios

de silencio, como si de una pieza musical se

tratara, puesto que también eso formaba y

aun forma parte del proceso narrativo y por

eso quedaba más profundamente grabado

en la mente infantil, aunque, como todos

ustedes sabrán, a veces los cuentos no

fueran en exclusiva para niños.

Pero si los tiempos cambian, también las

leyendas lo hacen y se adaptan a estos

tiempos y se narran de otra forma, mucho

más abreviada, mucho más sincopada,

quedando apenas unos trazos, unas escuetas

pinceladas de aquella narración original

que, en ocasiones, cuesta reconocer.

No es este al caso de las leyendas que

recoge Carmen de Ybarra en su libro, en

estas Leyendas Vascas, que llegan a

nosotros con su jugosidad anterior, a pesar

de haber sido tamizadas por la mente

Page 10: Libros de CLM Nº 128

recreadora que las ha sabido adaptar a la

perfección.

Personalmente encuentro en alguna de estas

leyendas formas expresivas que me hacen

pensar en la poesía de García Lorca, quizás

exagere, que el lector podrá comprobar

personalmente a través de las siguientes

formas que he entresacado de “Las tres

olas”, a modo de ejemplo: “… una nube de

nácar y esmeralda”, “… ola de sangre,

ondulada y roja”, “la playa amaneció de

color carmesí”, todo un mundo de

sensaciones coloristas que se le escapan al

lector avezado.

Pero lo que verdaderamente subyace en

estas leyendas, que Carmen de Ybarra

posiblemente seleccionó de entre las que

recogió don Juan Venancio de Araquistaín

en su libro Tradiciones vasco-cántabras

(Tolosa, 1866), especialmente en la de “Las

tres olas” y “Hurca Mendi” (“La Montaña

de la Horca”), es el terrible misterio y la

amenaza que entraña la ambivalencia

amorosa y en la que el deseo y el destino se

emparejan de una manera que suele ser fatal

para el protagonista: en la primera a través

del amor entre “primos” y el posterior

simbolismo de las tres olas, nieve, lágrimas

y sangre, que son la representación de las

propias fuerzas de la naturaleza encarnadas

en la mujer -que en realidad es una “lamia”-

y, por extensión, una bruja, esa que no

permitía una buena pesca de besugos y que

después resultó ser la ola de sangre, y en el

segundo, aquella mujer que de niña fue

encantada por la hechicera o “astiya”, que

conjuró al hombre que la amase y que,

finalmente, se vio abocado a ahorcarse tras

haber robado las joyas de la Virgen de Icíar,

con las que poder competir en dote con el

señor de Igueldo, a quien se le había sido

entregada en casamiento por su padre.

Tema que se repite hasta la saciedad en

multitud de leyendas en las que la hija rica

no puede casarse con el humilde rústico que

ha de superar ciertas pruebas…

Algo parecido, la muerte por amor y la

lejanía, sucede en “La hilandera de la

capilla”. La leyenda de “Milena de

Irarrazábal” habla de los odios y rencillas

surgidos entre los Bustinzaga y los Iturriola

y sus reveses de fortuna amañados por la

vieja Damiana, la casera de los primeros

que, gracias a su mal hacer, provocó la

desaparición vengativa de ambas familias.

Pero donde volvemos a encontrar el tema

de la mujer “encantada”, es en “El pastor y

la lamia”.

Una “lamia” -según la creencia popular-, es

una mujer bella y atractiva, esbelta, de

carnes suaves, ojos verdosos y cabellos

rubios, sedosos y largos hasta el suelo, pero

que tapaban su cuerpo de manera que no se

pudieran distinguir del resto de las mujeres

para que no se le vieran sus repugnantes

patas de gallina, ni sus aceradas garras.

Un ser mitológico heredado de la cultura

clásica, pues no otras eran las sirenas que

atrajeron con sus cánticos a los compañeros

de Ulises.

Estas lamias vivían en la montaña o en las

orillas de los ríos esperando la llegada de su

bocado favorito que solían ser los incautos

pastores, que es lo que viene a contarnos

esta leyenda que trata de Chema el pastor,

enamorado de Teresa, al que de regreso al

caserío con sus ovejas se le apareció una de

estas escultóricas supervedettes,

cautivándolo con sus hechicerías

picarescas, al que le propuso casarse con

ella, cautivándolo con un anillo de oro que

le hizo desfallecer y olvidarse de su amada

Teresa. Tras una conversación en el bar

con otros aldeanos que le gastaron bromas

acerca de las lamias, no puede dormir y en

su duermevela se le aparecen las formas

monstruosas que la gente sencilla tiene de

tan atractivas hembras y piensa que lo

mejor, antes de casarse el sábado, sería

buscar la forma más adecuada de verle las

piernas, para lo que descubre sus largos

cabellos durante un frenético baile a la luz

de la luna encontrándose con unas enormes

patas de gallina, con lo que la lamia se

lanza al agua y el pastor vuelve en sí

después de un gran susto, comprendiendo

que su amor verdadero es Teresa. Final

feliz. Distinta a las anteriores en la leyenda

del “Gau-illa” o (“Velatorio”) en que la

protagonista es una auténtica “cenicienta”,

pero con un final diferente que debo dejar al

lector… Solo me queda felicitar a Carmen

de Ybarra por habernos hecho entrega de

este haz de leyendas, maravillosas, que, sin

duda, contribuirá a que permanezcan

registradas en el tiempo y puedan llegar a

un mayor número de personas.

José Ramón LÓPEZ DE LOS MOZOS

Page 11: Libros de CLM Nº 128

Libro de los privilegios de

SANTA CRUZ DE LA ZARZA

(edición digital)

El libro de los “Privilegios de la villa de

Santa Cruz de la Zarza” es, sin duda, el

documento más importante y relevante

de la historia de Santa Cruz, desde el

otorgamiento de su Carta Puebla y

fundación como villa de la Orden de

Santiago en 1253, hasta bien entrado el

siglo XVIII y aporta una información

muy valiosa para conocer la historia del

pueblo y de sus relaciones con otros

pueblos de la comarca y con la Orden

de Caballería de Santiago, a la que

perteneció durante todo ese período

histórico.

Historia del manuscrito

Según se desprende de la lectura del

propio libro, éste debió estar en el

Archivo del Ayuntamiento de Santa

Cruz de la Zarza al menos hasta 1722.

Posteriormente, tal vez por algún avatar

histórico violento o por algún trámite

administrativo que tuviera que llevarse

a cabo en instancias superiores (en

Ocaña o Toledo), el libro desaparece del

archivo local, permaneciendo en manos

desconocidas durante muchos años.

A mediados de la década de 1970, el

manuscrito es adquirido a un bibliófilo

por su actual propietario, D. Maximino

Sánchez. LA edición digital en DVD.

La edición digital del Libro de

Privilegios, elaborada por José Manuel

Avia a partir del material proporcionado

por Maximino Sánchez, Fernando Cana

y Maribel Quijada (imágenes del

manuscrito, transcripción, guía de

lectura, cuadro cronológico, contexto

histórico, biografías y bibliografía),

tiene por objetivos:

1. Preservar el documento original

2. Difundir su existencia y su valor

histórico y

3. Ponerlo al alcance de historiadores,

estudiantes y personas interesadas en

conocer la historia de Santa Cruz de la

Zarza y su comarca.

4. Reducir los costes de reproducción de

las copias

Esta edición para web

La presente edición web ha sido

elaborada a partir de la edición digital

en DVD, adaptando la presentación y

los esquemas de navegación entre

contenidos. Se ha optado por una

presentación austera que, sin embargo,

ofrece la misma información que la

versión en DVD, con la única excepción

de las imágenes del manuscrito, que se

presentan con menor tamaño y

resolución que en la versión en DVD.

http://www.museosantacruz.org/P

RIVILEGIOS/index.html