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n una secuencia casi tanrápida como esta enu-

meración, la Ilustración, ladeclaración de la indepen-dencia de los EEUU, la re-volución francesa, la eman-cipación de la América espa-ñola y las revoluciones de1848 habían puesto en cues-tión los poderes dinástico yeclesial e impulsado las an-sias de libertad. Arrasadas lasprerrogativas feudales y losabsolutismos autocráticos, sedemocratizaba la idea de unhombre universal emancipa-do. La utilización de las má-quinas para la producción engran escala daba lugar a lagran revolución industrial. Lapoblación aprendía a despla-zarse en ferrocarriles mien-tras enfrentaba los cambioseconómicos y sociales y lainjuria narcisista que signifi-có aceptar que las máquinassustituyesen a la mano deobra artesanal.

La marea revolucionaria,señala Erich Kahler, “habíasacado a la superficie tantolas clases bajas de la pobla-ción como las capassubliminales de la psique”.La burguesía había surgidoa partir de esa clase de hom-bres que habían capitaneadola destrucción del orden aris-tocrático, pero conforme seiba consolidando la sociedadburguesa, el revolucionariode otrora devenía burgués,mientras que el hombre delcomún, campesino o artesa-no, iba quedando reducidoa la condición de proletario.

Tal vez nadie comoFrançois Furet haya caladotan hondo en la sensibilidadproblemática de este nuevotipo de hombre, el burguésurbano, desgarrado por dosexigencias que instauraba lasociedad moderna: el mer-cado y la ciudadanía.Bifronte cual Jano moderno,miraba al futuro pero sentíala mirada desdeñosa del aris-tócrata y volteaba los ojos alpasado aristocrático con nos-talgia. Al igual que el prole-tario, se entusiasmaba con laidea de la igualdad, pero adiferencia de éste se conten-taba con proyectarla sobre el

horizonte imaginario de unfuturo tan utópico como ame-nazante. Dividido en su pro-pio interior arrojaba “unamitad de sí mismo a la críti-ca de la otra mitad”.

El individuo y las masashabían irrumpido al unísonoen el escenario social del si-glo XIX. Rousseau anticipóesta simultaneidad conflicti-va: la soledad en Los ensueños

del paseante solitario y las exi-gencias democráticas en elContrato social. Personaje deprofundos e intensos con-flictos y de extrema sensibi-lidad social, Rousseau es para

EN UN LUGARDE MORAVIA

Max Hernández

En un lugar de Moravia nació hace siglo y medio Sigmund Freud.El margraviato era entonces parte del imperio austríaco, once años más

tarde lo sería del imperio austrohúngaro. Hoy, luego de tanta agua pasadabajo tantos puentes, pertenece a la República Checa. Cuando el pequeño

Sigmund tenía tres años, su familia se asentó en Viena, capital del imperio.Habría de vivir en su ciudad adoptiva hasta un año antes de su

muerte, cuando la amenaza nazi se hacía una horrendarealidad en la Europa continental y tuvo

que exiliarse en Londres.

E Furet el hombre modernopor antonomasia. Soledad,convicciones democráticas ysintonía con las nuevas reali-dades históricas fueron losingredientes de aquello queen vísperas de las grandesrevoluciones hacía que elindividuo cobrara concien-cia de sus derechos. Muypronto los habría de exigiragrupado en masas com-pactas.

Sigmund Freud viviríasus años formativos en unametrópolis que era un crisolde nacionalidades, etnias ylenguas. Es interesante ano-tar que en esa Babelfinisecular el Freud adoles-cente fundó con su amigoEdouard Silberstein la“Academia Castellana”.Ambos –los únicos miem-bros de la academia– habíanaprendido la lengua deCervantes de maneraautodidacta para leer el Qui-jote –de ahí la frase que dainicio a estas líneas– y utiliza-ban los nombres de Cipióny Berganza, los personajescaninos de El coloquio de los pe-rros, en su correspondencia.Más adelante, Freud siguiósus estudios de medicinabajo la inspiración delberlinés Hermann Helmoltzy el austríaco Ernest vonBrücke, quienes encarnabanel positivismo médico en suversión más radical, aunquetambién asistió entusiasma-do a los cursos del filósofoFranz Brentano, precursor dela fenomenología.

Era aquel un tiempo enque los conflictos, pasiones,oportunidades y peligrospropios de circunstancias his-tóricas cambiantes y turbu-lentas generaban un difusosentimiento de desasosiegoque socavaba la confianza ili-mitada en la razón ilustrada.Pero había algo más queacentuaba el malestar: el im-perio hegemónico de unaconcepción de civilizaciónque enrarecía la atmósferaque respiraba la sociedad.Ésta se balanceaba en unequilibrio inestable entre laigualdad civil y la desigual-dad económica y aceptaba

Hace 150 años, Sigmund Freud

Retrato de Sigmund Freud por Ferdinand Schmutzer, 1926.

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REVISTA DE CULTURA DE LA BIBLIOTECA NACIONAL DEL PERÚ

Sinesio López JiménezDirector de la Biblioteca Nacional

Luis Valera DíazEditor de LIBROS & ARTES

Benjamín Blass RivarolaDirector Ejecutivo de Ediciones

Diagramación: José Luis Portocarrero Blaha

Secretaria: María Elena Chachi Gambini

Coordinación: Olga Rodríguez Ulloa

© Biblioteca Nacional del Perú Lima, 2006

Reservados todos los derechos.

Depósito Legal: 2002-2127 / ISSN: 1683-6197

Biblioteca Nacional del Perú - Av. Abancay cuadra 4, Lima 1. Teléfono: 428-7690.Fax: 427-7331 http: //www.bnp.gob.pe Correo electrónico: [email protected]

Esta publicación ha sido posible gracias al apoyo de la Organizaciónde Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura.

sin más el pesado fardo queoprimía la sexualidad.

Fue en los albores del si-glo XX que Freud delineó losgrandes trazos del psicoaná-lisis. La sociedad victorianahabía arrinconado las expre-siones sexuales, particular-mente de las mujeres, a laszonas más oscuras. Esto eramotivo de conflictos íntimosque enfrentaban a hombresy mujeres consigo mismos.Comprender las condicionesen que discurría la vidasexual, entender su impor-tancia y adentrarse en su na-turaleza era un tema urgen-te. La escucha atenta del dis-curso histérico u obsesivo desus pacientes permitió aFreud captar los deseossexuales prohibidos que seagitaban por debajo de lasuperficie de la conciencia. Seha dicho que fue el primeroen comprender que sus des-cubrimientos anunciaban lasluchas por los derechos dela mujer anticipadas por “elfeminismo espontáneo de lahisteria”.

La interpretación de suspropios sueños le permitiótrazar las coordenadas de losprocesos inconscientes. En lamitad del camino de su vida,a través de una exhaustivaindagación acerca de sí mis-mo, concibió un instrumen-to para la exploración delpsiquismo y la subjetividad:el psicoanálisis. La observa-ción crítica de las grandes ins-tituciones culturales de unasociedad que se sentía satis-fecha de sus logros materia-les, pero insatisfecha en susanhelos más profundos, lollevó a proponer el diag-nóstico de una moderni-dad represiva que niega laverdadera expresión de lasexualidad y los deseos per-sonales.

Si por una parte el psi-coanálisis estaba enraizadoen el suelo de la moderni-dad, por otra, sus descubri-mientos contribuyeron acuestionar, en no poca me-dida, sus fundamentos. Alseñalar las evidencias de queno somos dueños de nues-tra propia conciencia, “la

megalomanía humana habíasufrido el más fuerte de losgolpes”, escribió Freud. Noes de extrañar entonces quesi bien las nociones de in-consciente, sexualidad infan-til, complejo de Edipo y con-flicto permanente entre erosy tánatos han alcanzado am-plia aceptación, el psicoaná-lisis sigue enfrentando resis-tencias.

El descubrimiento delinconsciente significó una ra-dical desestabilización de lossupuestos racionalistas de lamodernidad. Las evidenciasdel desgarro entre las pala-bras y lo que pretendíannombrar, y la inclusión de lacorporeidad en el centromismo de la actividad pro-ductora del pensamiento y ellenguaje, acentuaron la sos-pecha que acosaba a la con-ciencia moderna e hicieronpatente el descentramientodel sujeto con respecto a símismo y a la palabra.

La búsqueda febril de suidentidad, la arrogancia de suempeño, la voluntad pararescatar lecciones de sus con-gojas y su trágica pasión porconocerse, hicieron delEdipo de Sófocles el héroede los momentos defini-torios de la modernidad. Elsolitario itinerario que lo lle-vó a despejar los enigmassagrados con pasión profa-na inauguraría una perspec-tiva humana, tal vez dema-siado. El gran mérito deFreud fue intuir su universa-lidad y hacer del héroe trági-co una figura emblemáticadel sujeto moderno. Éste,como Edipo, actúa como sifuese el centro del universopero se siente acosado porla angustia de no saber el lu-gar que ocupa en el mundo.El Edipo contemporáneono puede sino apelar a la ra-zón aun cuando sienta quepoco puede con las deman-das de su mundo interno opretender el escape imposi-ble a la incesante presión desus fantasmas más íntimos.¡Y pensar que este periploempezó en un lugar deMoravia!

FREUD, UN REVOLUCIONARIO RADICALIgor A. Caruso

l 23 de septiembre de 1939 murió el fundador del psicoanálisis. Freud supomuy bien lo que significan las manifestaciones oficiales de duelo para que se

cometiera con él la injusticia de hacerle una especie de necrología. Freud denominóal duelo por la pérdida de un ser venerado, un «trabajo de duelo», de manera análogaa como se habla del «trabajo del parto», y nos enseñó que ese trabajo de duelo es enrealidad una manera de dar muerte definitiva al difunto para que el sobrevivientepueda continuar viviendo.

Decir que Freud tiene su puesto en el panteón de los grandes hombres resultauna fórmula vacía y rimbombante, si no agregamos que este hombre es y siguesiendo motivo de perplejidad y ocasión de escándalo y que en eso consiste precisa-mente su contradictoria grandeza. Al dedicar su vida a la investigación del poder queproviene del inconsciente, se dio cuenta de que con ello proporcionaba una humilla-ción al narcisismo, que la humanidad no le perdonaría fácilmente. Sin formularparadojas, podemos decir que si todos los hombres cultos de hoy hablan del difuntoFreud con aparente respeto y con ponderación académica, esto se debe en parte aque Freud no está ya entre nosotros.

En realidad no se debería rendir homenaje a Freud colocando coronas en sutumba. Estrictamente hablando, no se le puede rendir homenaje con fórmulas so-cialmente atemperadas y honestas. Pensemos que con él murió un revolucionarioradical que puso en tela de juicio todo el legado de la cultura, y continuando enforma consecuente la tarea de su vida él mismo debe ser puesto en tela de juicio.Como nos legó un amplio método crítico de duda, poner a Freud en tela de juicioquiere decir aceptarlo, esperar de él aún nuevas respuestas (¡más que respuestas,nuevas preguntas!); continuar pensando con él y para él, y no considerar absoluta-mente nada como un tabú instituido por él mismo. Sin embargo, es evidente que porlo general sucede lo contrario. Ordinariamente existe una no aceptación de Freudbajo la máscara de consideraciones académicas, o una seudo-aceptación, que cons-tituye la forma más astuta de traicionarlo.

Conferencia pronunciada en Bogotá en el Círculo Vienésde Psicología Profunda. 1964.

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islado tempranamente,aunque famoso, Sig-

mund Freud es el fundadorde un nuevo tipo de psicolo-gía médica, conocida comopsicoanálisis, que durante suvida fue casi exclusivamenteenriquecida con el productode su observación y de su in-tuición creadora; con todo eltalento de sus discípulos ocontinuadores, ninguno hahecho, ni siquiera JacquesLacan, tan celebrado en cír-culos cerrados, contribucionesmás originales que las del fun-dador de esta disciplina.Natualmente, el común de laspersonas conoce los nombresde algunos célebres disidentes,Alfred Adler y Carl Jung, en-tre los primeros que se sepa-raron del maestro, o deWilheim Reich en años pos-teriores, y conoce también eléxito mundano del psicoaná-lisis en estos últimos setentaaños, en especial en EstadosUnidos, circunstancias, unas yotras, que dan una imagenbastante parcial del propiopsicoanálisis, que aspiraba yaspira a ser un todo coheren-te, una concepción de la vida,un sistema de psicología indi-vidual, aunque como terapiaes “el primero entre pares”,como dijo el propio Freud. Laimportancia en las últimas dé-cadas de Melanie Klein o deFrançoise Dolto en la vidacontemporánea no hace sinoreforzar, de modo indirecto,la vigencia de Freud.

Ciertamente, Freud nodescubrió el inconsciente,Nietzsche o Schopenhauer oKierkegaard o el propio Platóno cualquier otro ilustre filó-sofo de la antigüedad cono-cieron esa fuerza a vecesdemoníaca. Lo que Freudpuso para siempre delante denuestros ojos fue el inmensopoder dinámico de la parteinconsciente de nuestro apa-

FREUD, AQUÍ Y AHORA

Sesentiséis años después de su muerte, ocurrida en Londres el 23 de setiembre de 1939, y ciento cinco años despuésde la publicación de su obra más popular, La interpretación de los sueños, Sigmund Freud, ese neurólogo austríaco nacido

en 1856, se ha convertido por derecho propio en una de las celebridades científicas más características de la época contemporánea.Y lo es, también, porque sale bien librado de los apasionados ataques que sempiternamente recibe. Resistir, sobrevivir en las

condiciones más difíciles, es una lección que día a día recibimos de este maestro de la psicología profunda.

Marco Martos

rato psíquico, sede y depósitode nuestros impulsos instinti-vos, de todos nuestros resen-timientos más profundos, detodos los odios y agresionesque no nos atrevemos a en-carar y admitir. Ese incons-ciente no conoce ni espacioni tiempo; experiencias denuestra más remota infanciasiguen sepultadas ahí comorescoldos dispuestos a incen-diarse en cualquier edad. Elinconsciente es un feroz ene-migo de la lógica, lucife-rinamente astuto, capaz depresentarse en cualquier situa-ción bajo una capa de volun-tad real y racional. Como dijoSimmel en su oración ne-crológica sobre Freud, el co-nocimiento del inconsciente“permitirá al hombre domi-nar las fuerzas instintivas ele-mentales de la naturaleza hu-mana y dirigir sus energíashacia un objeto constructivo,haciendo a la vida más librepara todos”. El propio Freud,como puede leerse en una desus últimas obras, El malestar

de la cultura, era bastante me-nos optimista y nunca dejó decreer en ese viejo aforismoromano que sostiene que elhombre es lobo del hombre.

EL PSICOANÁLISISORTODOXO

El psicoanálisis, comotodo cuerpo científico, no seformó de un día para el otro,ni sentó bases definitivas sinodespués de una muy laborio-sa actividad empírica. Surgiódel estudio de los fenómenoshistéricos, cuando a fines delsiglo XIX los maestros de lapsiquiatría discutían acerca dela etiología de esa enferme-dad. El Dr. Joseph Breuerobtuvo éxito resonante con laaplicación de la hipnosis a unaenferma. Freud se unió aBreuer, y como ambos cono-cían además las contribucio-nes de Charcot y Berheim, es-tuvieron capacitados para ex-perimentar un nuevo métodoal que denominaron “asocia-ciones libres”, que consistefundamentalmente en dejar

hablar al paciente, para queafloren uno a uno sus proble-mas; correspondía al terapeu-ta una actitud activa enca-rriladora del monólogo. Estatécnica no fue ni aceptada nirechazada en los medios cien-tíficos. Aunque Breuer deci-dió más tarde suspender susexploraciones, Freud continuócon renovado ímpetu.

En 1900, con La interpre-tación de los sueños, Freud am-plió el método que luego de-nominaría psicoanalítico, seña-lando que los sueños son ex-presión encubierta de los de-seos reprimidos, especialmen-te deseos sexuales que despla-zan los mecanismos patológi-cos que han de producir sín-tomas neuróticos. En estaobra, además de introducir losconceptos de “desplazamien-to” (que es la transferencia deun afecto hacia una u otraidea), de “simbolismo”, “en-cubierto”, etc., fue acuñado eltérmino “complejo”, que hapasado a designar en el len-guaje popular no solo nume-

rosas manifestaciones delpsiquismo humano, sino di-versas expresiones mentalesen el arte, la literatura, la an-tropología, etc.

Freud continuó aplicandosus puntos de vista y en 1904publicó su Psicopatología de lavida cotidiana y en 1905, Elchiste y su relación con el incons-ciente y también Tres ensayos so-bre teoría sexual. En estas obrasdescribe otros mecanismosque señalan la presencia delinconsciente en la vida de losindividuos: los lapsus en laspalabras habladas o escritas,en la memoria, que diariamen-te cometemos; así mismo lasfalsas asociaciones libres, loschistes y el humor. En el últi-mo de los libros menciona-dos, Freud desarrolló la teo-ría del instinto sexual a partirde un número de instintos“componentes” que se mani-fiestan desde el momentodel nacimiento del ser huma-no. Al nacer el niño, por ra-zones de orden biológico,concentra sus instintos en lazona de la boca, el principalvehículo del alimento mater-no; al cabo de unos meses sedesplaza hacia la zona anal ypor fin se integra la hegemo-nía de los instintos a los ór-ganos sexuales.

Más adelante Freud de-sarrolla el concepto de “libido”como instinto sexual; dentrode ese instinto Freud señalael “narcisismo”, representa-ción del autoerotismo. Unaparte de la “libido” busca sa-tisfacción autoerótica, y otrasson proyectadas hacia el ex-terior. Los primeros objetosde amor, y, en consecuencia,los forjadores más primitivosde los celos y del odio, debenhallarse necesariamente en elcírculo familiar, porque en élgira la vida del niño durantelos primeros años. Como elniño varón ama invariable-

A

Comité de la Asociación Psicoanalítica Internacional. Berlín, 1922. De izquierda a derecha, de arriba aabajo: O. Rank, K. Abraham, Eiton, E. Jones, S. Freud, S. Ferenczi y H. Sachs.

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mente a su madre que le pro-porciona el primer alimento,ve en su padre a un rival ysurje así el “complejo deEdipo”, que cubre el devenirde la vida humana y se pro-yecta a las costumbres socia-les. Así, la “libido”, con elcursar de la vida, tiende abuscar nuevos objetos que seencuentran como reencarna-ciones de los primitivos, en laescuela, en el trabajo, en el ma-trimonio, lo que se interpretamediante los sentimientos queoriginalmente fueron dirigidosa la madre. Freud atribuyóuna significación especial alsexo. Dijo: “las doctrinas dela resistencia y de la represión,del inconsciente y del signifi-cado etiológico de la vidasexual y de la importancia delas experiencias infantiles, sonelementos básicos del psicoa-nálisis”.

En otra de sus obras fun-damentales, El yo y el ello, quees de 1923, Freud divide losmecanismos mentales en trescategorías: el consciente oYO, el ELLO o la reservaintintiva del incosciente y elSUPER YO o los elementosmorales. Este último es el re-sultado de tres procesos fun-damentales: la introyeccióndentro de sí de instanciasmorales externas representa-das por los padres o por cual-quier persona que haya de-sempeñado función impor-tante en los primeros años devida; en segundo lugar, la di-rección que ha seguido esamoral “internalizada” (inte-riorizada, en la lengua gene-ral) en su narcisismo,o sea queel individuo ame en sí mismolo que es o lo que deba ser, y,por último, la recepción de losimpulsos hostiles y agresivosque no pueden ser proyecta-dos al exterior.

LIBROS SOBRE FREUD YLOS DISCÍPULOS REBEL-DES

Cuando a Freud se le pi-dió que redactase algunas lí-neas autobiográficas, prefirió,con grandes alardes de mo-destia (que era cierta en quientenía como lema “ama y tra-baja” y supo soportar el aisla-miento durante muchos años),hacer una historia del movi-miento psicoanalítico lo másimpersonal posible, exceptoen lo que se refiere a sus dis-putas con los discìpulos rebel-des Alfred Adler, WilheimStekel y Carl Jung. Hasta hace

unas décadas no contábamoscon una biografía seria deFreud hasta que apareció eninglés el monumental trabajode Ernest Jones, uno de losfieles seguidores del maestro;junto con este laborioso es-fuerzo existen los aportes deMartín Freud, Sigmund Freud:mi padre; Teodoro Reik, Trein-ta años con Freud; LudwigMarcuse, Sigmund Freud ;Helen Walker Purner, Freud,su vida y su mente. De todosestos libros existe traduccio-nes en castellano. A estos li-bros, bastante conocidos, hayque añadir uno reciente degran valor, escrito por un his-toriador, Peter Gay. Su Freud,una vida de nuestro tiempo* es ellibro más apasionante sobreFreud desde que apareció ellibro de Jones. Como en ungran fresco, Gay entrelazaaspectos conocidos de la vidade Freud con otros menosdifundidos pero de gran va-lor analítico y, a su vez, todosestos episodios biográficos sir-ven de fondo a sus descubri-mientos científicos. Otro li-bro que merece consultarse,en el capítulo destinado aFreud, es Mentes creativas, deHoward Gardner**. Este psi-cólogo explica bien lo que po-dríamos llamar la opinión másdifundida sobre Freud hoydía, más allá de los linderosdel psicoanálisis, y es queFreud se vio a sí mismo como

un científico y al psicoanálisiscomo una ciencia. Tenía fe deque al final, sus descubrimien-tos tendrían una base neu-rológica y química. Esto no leimpidió, ni a otros tampoco,reconocer la naturaleza artís-tica y filosófica de su obra ylas facetas de pionero de supersonalidad. Aunque algu-nos aspectos del psicoanálisishan recibido apoyo científicoa lo largo de los años, es justodecir que la mayor parte delinterés en el psicoanálisis havenido de fuera de la comu-nidad cientifica y que la ma-yoría de los científicos intran-sigentes no considera a Freudseriamente como miembro desu fraternidad. Esta situación,dice Gardner, habría decep-cionado a Freud, pero proba-blemente no le habría sor-prendido: y habría seguidososteniendo que, a la larga, labase científica de sus princi-pales descubrimientos seríaconfirmada.

Resulta innegable el he-cho de que Freud, no sola-mente por sus descubrimien-tos científicos, sino por suaudacia imaginativa, ha con-tribuido a aumentar nuestrosconocimientos sobre los se-res humanos, junto con susadmirados Shakespeare ySófocles, o sus más cercanosNietzsche y Schopenhauer.Estos dos últimos, con méto-dos totalmente diferentes,

habían llegado a las mismasconclusiones que Freud sobrela naturaleza y la conducta delos seres humanos. Como diceGardner, Freud pertenece almundo, es difícil imaginarloconvertido en una figura me-nor. Esto ya es una hazañanotable para un individuo casidesconocido hace un siglo,cuya arma poderosa fue unmodo de investigar la natura-leza del soñar y los sueñosmismos. Freud fue un indivi-duo emblemático que recuer-da para Gardner la doble na-turaleza de la creatividad: unavance dentro de un campoconcreto que, al final, puedetambién iluminar los interesesy valores de diversas comu-nidades humanas.

Cada uno de los libros alos que hemos hecho referen-cia responde a finalidadesconcretas, la principal de to-das, satisfacer la curiosidad demiles de lectores en todo elmundo por conocer los ve-ricuetos personales de un au-tor que ha dado tanta impor-tancia a la biografía infantil.El propósito divulgador de lamayoría de estos trabajos estáíntimamente ligado con el otrointerés: el conocimiento cien-tífico, que aparece con mayorclaridad en los tres tomos deErnest Jones que, además dedarnos un sinfín de datos, vahaciendo un comentario, lasmás de las veces acertado,

sobre la obra científica delmaestro.

Paul Roazen, que habíaestudiado las relaciones deFreud con Víctor Tausk, eldiscípulo suicida, en los añossetenta del pasado siglo publi-có un libro sumamente inte-resante sobre los vínculos delmaestro con otros amigos su-yos, menores***. Estudia losconflictos de Freud con AlfredAdler, Wilheim Stekel y conCarl Jung.

Como es sabido, AlfredAdler (1870-1937) redujo laimportancia de los factoressexuales, negó, en una pala-bra, la “libido” e hizo remon-tar todo a la agresión. De otrolado, como Jean Paul Sartremucho después, Adler enten-dió que las personas, a partirde sus propias insuficienciasy falta de autoestima, puedensostenerse a sí mismas degra-dando a otras y cuando se hatratado de alguien inferior aun grupo o a una clase, esossentimientos se intensifican ypueden conducir a maniobrascompensatorias de las dudassobre sí mismas. Adler se ade-lantó a su tiempo en la com-prensión de algunos funda-mentos sociales de la destruc-tividad; por ejemplo, quienesse han ocupado de la razacomo fuerza psicológica en elmundo moderno, hombrestan cercanos de la psicologíacomo Franz Fanon, han re-conocido su deuda con Adler.Examinada retrospectivamen-te, la controversia entre Freudy Adler se parece más quenada a lo que Freud calificóde narcisismo de las peque-ñas diferencias: una disputaentre hombres que están tanpróximos el uno al otro quese sienten obligados a compa-rarse, pero que consideran susdiferencias como reproches ocríticas.

Carl Gustavo Jung (1875-1961) fue el discípulo másquerido de Freud. El prínci-pe heredero sostuvo hetero-doxamente que “la causa delconflicto patógeno radicaprincipalmente en el mo-mento presente”. Freud re-plicó en cambio que “la teo-ría de la represión y de la re-

* Peter Gay. Freud, una vida de nues-tro tiempo. Barcelona. Paidós. 1990.** Howard Gardner. Mentescreativas. Barcelona. Paidós. 1993.*** Paul Roazen. Freud y sus discí-pulos. Madrid. Aianza Editorial.1978.

En Ocho y medio, (1963), una de las obras maestras de Fellini, un director de cine (MarceloMastroianni) transforma el psicoanálisis en un gran espectáculo.

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sistencia, el reconocimientode la sexualidad infantil y laintepretación y aprovecha-miento de los sueños” eranpiedra de toque del psicoaná-lisis. Pero habría que escribirtodo un libro para estudiar susdiferencias.

Con Wilheim Stekel(1868-1940) la disputa fuemás leve. Stekel nunca elabo-ró una alternativa a las ideasde Freud. Tenía una extraor-dinaria perspicacia para lacomprensión intuitiva de lasemociones inconscientes yFreud –cosa rara siendoStekel un discípulo– siemprelo reconoció; se alejó de élmás por razones personalesque científicas, por algo queno está totalmente estableci-do. Cuando Stekel tuvo unadisputa con Tausk, Freud leretiró su confianza. Stekelsolía decir que un enano veíamás lejos si se subía en loshombros de un gigante. YFreud, que tenía poco humoren las controversias, respon-dió: “Eso puede ser cierto,pero un piojo en la cabeza deun astrónomo, no”. Debemosa Stekel el uso del término“tánatos”, para referirnos aldeseo de muerte, que Freudadoptaría, y, además, otra cer-teza a la que arribó el propioFreud: “que el odio y no elamor es la relación primordialentre los hombres.”

EROS Y EL VIDRIO OPA-CO DE LA MUERTE

En uno de sus últimos es-critos, el breve texto tituladoMás allá del principio del placer,Freud condensa en una ima-gen poderosa la historia trági-ca de la humanidad desde laperspectiva de Occidente.****Pueda que este descubrimien-to parezca a sus detractoresno estrictamente científico.Pero, en todo caso, hunde susraíces en creencias comparti-das por casi toda la humani-dad. Se trata de Eros yTánatos, dos dioses, dos fuer-zas que gobiernan y dividennuestro ser. En permanenteconflicto, ellos determinan losritmos de la existencia, la pro-creación, la evolución psíqui-ca y somática, pero al final,contrariamente a nuestras in-tuiciones y nuestras esperan-zas, no es Eros, el amor, sinoTánatos, el vidrio opaco de lamuerte, el que está más cercade las raíces del hombre. Loque el hombre se esfuerza porconseguir no es la sobrevi-

vencia y la perpetuación,sino el reposo, la inerciaperfecta. Para Freud, la vidaorgánica, que ha conducidoa la explosión de la vida hu-mana, fue algo anómalo, unaexuberancia fatal que trajodolor indecible y deterioroecológico y por eso mismoterminará tarde o temprano.La quietud volverá a la crea-ción cuando la vida vuelvaa la condición natural de loinorgánico. La “libido” con-duce a la muerte. Freud sa-bía muy bien que lo que de-

cía eran especulaciones de laimaginación de un hombreenvejeciendo en medio de lapersecución. Pero aún así, loque resulta asombroso, másallá de su sombría conclusión,es que el hombre, efectiva-mente, en décadas posterio-res, está haciendo todo lo po-sible por deteriorar la tierra,la casa de todos, de un modoque no ha sido hecho en losúltimos siglos. El ser humanoparece votar por un no a lavida de un modo cada vezmás irracional, actitud que co-

rrobora los negros vaticiniosde Freud. Si Calderón pen-saba que el peor delito delhombre era haber nacido, yHeidegger constata que elhombre es un ser para lamuerte, Freud vaticina lamuerte de la especie.

Para Freud no hay salva-ción más allá de la muerte.Pensó que el psicoanálisis po-día terminar con las ilusionesinfantiles que tienen su origenen la religión. Hizo la ecua-ción que emparenta lometafìsico con lo infantil. Y

Jung le replicó, en los pri-meros tiempos, cuando eranamigos:

“Pienso, querido doctorFreud, que debemos dar tiem-po al psicoanálisis para que seinfiltre en las gentes desdemuchos centros, para revi-ficar entre los intelectuales laemoción por el símbolo y elmito. Muy poco a poco de-bemos transformar de nuevoa Cristo en lo que era, el diosa divino de la viña, y así ab-sorber aquellas instintivasfuerzas extáticas del cristia-nismo con el único propósi-to de hacer del culto y elmito sagrado lo que una vezfueron: una fiesta de alegríaembriagadora en la que elhombre recupere el ethos yla santidad animal. En estoconsistía la belleza y el pro-pósito de la religión clási-ca.*****

Freud trató de desterrarlas formas arcaicas delirracionalismo, de la fe en losobrenatural y coincide, de unmodo curioso, con alguien quesiendo de origen judío, comoél, no tenía que ver con elpsicoanálisis: Elías Canetti,quien en uno de sus libros máscélebres, Masa y poder,******al hablar de las masas religio-sas, sostiene que mantienen sucoherencia, entre otras razo-nes, por la lejanía de la metay, naturalmente, por la impo-sibilidad de comprobar la ve-racidad de la existencia de unavida más allá de la muerte. Sedice que la fe mueve monta-ñas y mantiene las creencias,agregamos. En la religión ju-día, de la que Freud se apartótempranamente, se cree fuer-temente en la reencarnación,pero no se habla de ello paraevitar que la vida se vuelvapasiva con el pretexto de lapróxima reencarnación. Y sedice que el objetivo de cadauno es hacer una “repara-ción”, “tikun” en hebreo, du-rante su vida. Si así fuese,podría decirse que Freud cum-plió con su reparación, ¡y dequé modo!. Pero dejó de creeren el Dios del antiguo testa-mento, ese Dios que todo loaniquila y que es, comoTánatos, el vidrio opaco de lamuerte.

**** George Steiner. Nostalgia de loabsoluto. Madrid, Siruela, 2001, p.51.***** Ibidem, p. 56.****** Elías Canetti. Masa y poder.Barcelona, De bolsillo, 2005.

EL LEGADO DE FREUD A 150 AÑOS DE SU NACIMIENTOXXVI Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis

Este evento, que pasará revista a los aportes más importantes de Sigmund Freudy a los desarrollos del psicoanálisis desde sus orígenes hasta la actualidad, tantoen el campo clínico, como en el social y académico, contará con la participaciónde los más destacados psicoanalistas de Latinoamérica así como de importantesinvitados de otras regiones y disciplinas. Organizado por la FederaciónPsicoanalítica de América Latina (FEPAL), presidida por Álvaro Rey de Castro,este congreso se llevará a cabo del 5 al 8 de octubre próximo, en el Hotel LosDelfines.

Informes e inscripciones: Grupo Milenium, Av. Rivera Navarrete 453, 601, San Isidro.Telf. 421-4977 / 440-8171; e-mail: [email protected]

HLA AGONÍA DEL PSICOANÁLISIS

Harold Bloom

ablo aquí de Freud el escritor, y considerando el psicoanálisis comoliteratura. Este es un libro sobre el canon occidental de lo que, en

tiempos mejores, llamamos literatura de imaginación, y el verdadero éxi-to de Freud consiste en haber sido un gran escritor. Como terapia, elpsicoanálisis agoniza, y quizá ya esté muerto, su supervivencia canónicadebe buscarse en lo que Freud escribió…

La crítica literaria freudiana de Shakespeare es un chiste celestial; lacrítica shakespeariana de Freud tendrá un difícil alumbramiento, pero na-cerá, pues Freud, como escritor, sobrevivirá a la muerte del psicoanálisis.La transferencia a un chamán es una antigua técnica curativa extendida entodo el mundo, ampliamente estudiada por los antropólogos y los exper-tos en historia de la religión. El chamanismo precedió al psicoanálisis y losobrevivirá; es la forma más pura de psiquiatría dinámica. La obra deFreud, que es la descripción de la totalidad de la naturaleza humana, supe-ra con mucho la marchita terapia freudiana. Si existe una esencia en Freud,debe encontrarse en esa guerra civil que él ve dentro de la psique. Esadivisión presupone una idea de cómo se organiza la personalidad, y laexistencia de una cierta cantidad de mitos o metáforas que convierten esaorganización en dinámica (o, por aplicarle un término más literario, endramática). Esas metáforas freudianas incluyen la energía psíquica, laspulsiones, los mecanismos de defensa. Aunque Freud, como correspon-de a un fundador, llevó a cabo un análisis de sí mismo a fin de descubriro inventar su drama del yo, explícitamente prohibió a todos aquellos quevinieron después de él que emularan a su líder.

El canon occidental. Editorial Anagrama, 2003.

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Homenaje personal a Sigmund Freuden el 150 aniversario de su nacimiento.

e parece lo más adecua-do seguir su propia me-

todología, es decir la asociaciónlibre. ¿Qué significa asociar libre-mente? Significa transmitir lospensamientos, sentimientos,fantasías, impulsos, deseos, sue-ños, por más insignificantes, irre-levantes, vergonzosos y horri-bles que sean, de la manera másauténtica y honesta posible. Sonlas experiencias dolorosas, peno-sas, culposas, prohibidas o mor-bosas las que no se pueden co-municar fácilmente por factoresde supresión o represión cultu-ral, social, política, familiar y/opersonal.

Para adquirir la identidad, elconocimiento y la profesión ana-lítica, es indispensable que el can-didato aceptado a la formacióninicie su psicoanálisis personalcon un psicoanalista didacta dela Asociación Psicoanalítica Inter-nacional, es decir, perteneciente acualquiera de las instituciones,asociaciones, sociedades de Eu-ropa, Norteamérica, Sudamérica,Asia, África y de Australia, u otrasinstituciones psicoanalíticas se-rias y respetables, como la con-dición más trascendente de suformación.

Este análisis personal debeser hecho de tres a cinco vecespor semana, de 45 a 50 minutosde duración cada vez, por untiempo considerable, consisten-te y continuo con separacionesde fin de semana y durante lasvacaciones de ambos. Usualmen-te sería de 10 meses al año, en unespacio facilitante y confiable.

Otra de las condiciones enla formación es la supervisiónpor un analista didáctico de lospacientes en análisis del candida-to una vez por semana, por es-pacio de dos años (ochenta ho-ras) los dos primeros casos y unaño (cuarenta horas) el tercero,sugiriéndose, de ser posible, queéstos sean de una neurosis,transtorno de personalidad, per-versión, limítrofe (borderline),adicciones o psicosis.

Y por último, seminariosteóricos, clínicos y técnicos du-rante cuatro a cinco años, de tres,cuatro o cinco veces por semana.

Estas son las condicionesindispensables de la AsociaciónPsicoanalítica Internacional fun-dada por Freud, inherentes, cons-tituyentes y estructurantes de estaciencia, que es un conocimientocompartido, pero diferenciado,distintivo y con características dela experiencia que cada uno he-mos vivido, no sólo a través dela formación con nuestrosanalistas y maestros, sino que se-guimos viviendo con pacientes,colegas, instituciones, publicacio-nes, congresos y en nuestra rela-

ción con el mundo en todas lasdimensiones posibles. Asumola responsabilidad de que lo queestoy manifestando se refiere nosólo a mi experiencia previa y ac-tual sino a la forma como com-prendo mi propia disciplina: elpsicoanálisis, que puede ser di-ferente, distinta, lejana u opues-ta a otras concepciones. Estaposición está íntimamente vin-culada no sólo a la historia denuestra ciencia y a todas sus vici-situdes con las cuales nos hemosidentificado –se espera, dis-

criminativa y genuinamente–sino a nuestra propia historia, deahí que le dé una importanciaespecial a lo que he denominadoideología inconsciente. Ésta tie-ne que ver con nuestra visión delmundo, influida por nuestrasexperiencias interpersonales yobjetales tempranas y por otrassignificativas durante la vida, encuanto a lo instintivo, a lo yoicoy a lo superyoico.

Al preguntarnos qué gene-ró en Freud este descubrimien-to, su compromiso, profundi-

zación y curiosidad, surge unarespuesta: el ser humano. Paracomprender su dolor, su sufri-miento, amargura, pesar, angus-tia, depresión, etcétera, era im-portante escudriñar en términosdiferentes y a través de una me-todología distinta. Al confron-tar el modelo positivista-cientificista llegó a la comproba-ción de que la mejor manera deaproximarse real y legítimamen-te a estos problemas, conflictose incertidumbres era el modelopsicológico, mental, anímico, es-

piritual y afectivo donde preva-lecía el rescate y la importanciasobresaliente del diálogo, la co-municación humana, la otredady el involucramiento indudabledel sí mismo, en una comunica-ción tendente al establecimientode una relación emocional, inte-lectual, ideológica, filosófica y éti-ca entre analista y analizando.¿Cuáles eran los valores sustan-ciales que se fueron perfilandoimplícita y explícitamente? Elinnegable interés por el ser hu-mano, por su armonía, bienes-tar y equilibrio en proporcionesadecuadas e integradoras.

La asociación libre revelabaque para una ayuda real –salir delas múltiples prisiones, temorese inhibiciones que coartan el lo-gro de una identidad propia– eraimprescindible facilitar gradual-mente la libertad interna, men-tal, psicológica y espiritual. Estava más allá de nuestras identifi-caciones y contraidentificacionestempranas que pueden conser-varse luego de un procesodiscriminativo, en el que la exis-tencia de objetos internos no seaperpetuando su vigencia y pre-sencia en nosotros como obje-tos extraños e invasores, sinocon la diferenciación, individua-ción y separación necesarias. Enotras palabras, la libertadintrapsíquica, afectiva, emocional,mental, ideológica, filosófica yética –suficientemente buena(good enough)– es una de las ex-presiones más evidentes de sa-lud mental y va acompañada in-negable e insustituiblemente deuna responsabilidad personal yde la capacidad de estar solo yacompañado.

Es sorprendente que unaciencia que en su raíz es ins-tintivista, de vida y de muerte,Eros y Tánatos, llegue a tener untallo, hojas, flores y frutos queconstituyan, en su integridad ytotalidad, valores superiorescomo la libertad y la responsabi-lidad.

La autenticidad vendría a serotra de las expresionessustantivas del análisis. Durantela vida se dan múltiples circuns-tancias –desde lo más primario,familiar y elemental, hasta lo mássofisticado de la sociedad– queconducen a la hipocresía, false-dad, doblez, cobardía, desnatu-ralización, desafectivización ydeshumanización. La persisten-cia de estos elementos son con-trarios a un buen análisis. Labúsqueda y el intento permanen-te de genuinidad va a permitir elcambio y el respeto pleno de unomismo y del otro.

El análisis conduce al pre-dominio de lo creativo sobre lodestructivo, que no necesaria oirremediablemente son antagó-nicos; pueden integrarse para supropio fortalecimiento en un

FREUD, UNCOMPROMISO

CON LO HUMANOSaúl Peña K.

Una actitud válida frente a una disciplina personal, como la creadapor Sigmund Freud, es evaluarla, cuestionarla, criticarla profunda ycreativamente. Toda actividad científica o humanista, en este caso elpsicoanálisis, debe confrontar esta experiencia que permite esclarecer

desconocimientos, malentendidos, mitos y mala fe o intencionesdestructivas, deformantes, trastrocantes e idealizantes.

M

Freud paseando por Viena años antes que se desencadene la peste nazi.

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Eros y un Tánatos creativos(libidinización de la agresión oagresificación creativa del Eros,en contraste con la agresificacióndestructiva de la libido o Eros).De ahí que uno de los factorestraumáticos o perturbadores deldesarrollo sea el uso no saluda-ble y patológico de estas poten-cialidades. No se trata, por lo tan-to, de suprimir ni reprimir losinstintos, sino de facilitar y esti-mular su expresión y realizacióncreativa y saludable.

Otro factor imprescindiblees el valor de la presencia, tantoen sus aspectos productivoscomo en sus aspectos nocivos.Aquí adquiere vigencia funda-mental la importancia de la ma-dre, del padre, de la relación de lapersona con cada uno de ellos yde la relación entre ellos mismos.Esta presencia es indispensableno sólo física sino interna y psí-quicamente. Aquí se establece laimportancia innegable de las re-laciones objetales e interperso-nales en cuanto a su continui-dad, consistencia, constancia,relacionabilidad y a las expresio-nes eróticas y tanáticas, creativasy saludables en contra de lasdestructivas y patológicas. Porejemplo, la presencia ausentepuede ser muchas veces más pe-nosa y nociva que la ausencia oinexistencia. De ahí que el psi-coanálisis rescate la necesidad dediferenciar patologías provenien-tes de la deprivación, de la caren-cia y de la ausencia, de aquellasprovenientes de su frustración,neurotización, perversión opsicotización.

Expresiones valiosísimas dela existencia como son el amor,la amistad, el trabajo, el sentidode humor, se encuentran ame-nazadas por perturbacionesmúltiples e identificaciones ne-fastas o fijaciones en su desarro-llo. El análisis tiende gradual-mente a hacer que la persona re-cupere, rescate, restituya, reparesu incapacidad, su limitación oimpedimento de vivir y amarplenamente, no de manera idea-lizada, sino en términos válidosy reales, dentro de un espacio yun tiempo. Lo mismo que laamistad, la capacidad de trabajovendría a ser expresión de la in-tegración entre potencialidadesinstintivas desarrolladas en unambiente facilitante, estimulan-te, lúdico y con evidentes mani-festaciones de fecundación y deproducción. El sentido del hu-mor es la posibilidad de reírsede sí mismo, tener la fuerza deenfrentar frustraciones y desarro-llar la capacidad de un sufrimien-to saludable y resolutivo.

En el análisis y en la vida essobresaliente la noción de in-consciente. Produce una revolu-ción no solamente en el mundocientífico, sino en el mundo ideo-

lógico, filosófico y ético. Éstapermite aproximarse a la com-prensión de fenómenos de esci-sión, despersonalización, des-realización, disociación y no in-tegración. Y es aquí donde sur-ge el reconocimiento de la ideo-logía inconsciente con una fuer-za trascendente de lo primario,donde se estructura legítima yrealmente la moral y la ética per-sonal.

El psicoanálisis es una cien-cia antidogmática en base a sumismidad, pues todo vínculohumano es único, distintivo, di-ferente. El superyó se torna am-plio, comprensivo, tolerante,flexible, humano y no punitivo,castigador, destructivo, retaliativoni con uno mismo ni con losdemás.

A través del proceso analíti-co se puede alcanzar la madurezy una genitalidad real, en oposi-ción al infantilismo o actitudesinfantiloides.

Desde el punto de vistayoico, es importante la perma-nente discriminación e intento deprofundización y de cultivo delpotencial perceptual, conscientee inconsciente, reflexivo e intui-tivo. La transformación gradualde la superficialidad, artificialidad,frivolidad y apariencia en elemen-

tos lúdicos, de seriedad, profun-didad y genuinidad.

No podemos dejar de men-cionar la importancia en el análi-sis de la transferencia y con-tratransferencia. Es decir, cómoen la situación analítica presentese actualizan abierta o sutilmen-te situaciones que correspondena experiencias previas, tempranasy específicas con las figurasprimigenias más importantes ycómo éstas se reviven y repitenen la relación con el analista a tra-vés del análisis. Esto permitegradualmente la reconstruccióny restitución de situaciones quehagan posible, a través del vín-culo y de la mutualidad analíti-cos, del insight y del workingthrough, la superación y liberaciónde estos patrones compulsivospor otros libres y elegidos.

La contratransferencia es elelemento que incorporó plena-mente al analista dentro de la re-lación analítica, dado que a dife-rencia de sus inicios en que secreía en la posibilidad de unaneutralidad, frialdad o distanciafrente al paciente, se descubriócómo el analista estaba impedi-do de ser neutral y que la únicaposibilidad de neutralidad era suconciencia de no neutralidad. Elhecho de que no podamos ser

neutrales no implica que dentrode la ética analítica no debamosen forma auténtica y legítima serlo más neutrales posibles. Igual-mente pienso que la contra-transferencia, a diferencia de loque dicen muchos autores e in-cluso los generadores más repre-sentativos de este hallazgo tanvalioso como Paula Heimann yHeinrich Racker, no sólo es de-bido a una respuesta al estímu-lo del paciente sino a problemá-ticas, rasgos, valores y conflic-tos provenientes del propioanalista.

El psicoanálisis tuvo dosfuentes precursoras: la cultura yla medicina. Ya los poetas, losliteratos, los historiadores, losfilósofos y los teólogos habíanpercibido y reconocido plena-mente la trascendencia del in-consciente. Es gracias al genio deFreud que se sistematizó y sehizo ciencia; ciencia abierta a unaposibilidad de desarrollo a par-tir de su identidad básica, de loque va más allá de la limitacióndel tiempo. Inseminó su creati-vidad para continuar sus hallaz-gos y sus logros a través de laprofundización y extensión denuevos vínculos analíticos, concontribuciones tremendamenteimportantes y luminosas de sus

discípulos directos o indirectosy de sus continuadores, llegan-do en la actualidad a ser una cien-cia que tiene elementosinsustituibles pero que al mis-mo tiempo es pluralista.

A través de una reflexiónretrospectiva, he planteado unanomenclatura que no se limita ala nosografía tradicional y de nin-guna manera trata de excluir suimportancia y valor permanen-tes. Sustento que la patologíaproviene de los derivativosdestructivos del instinto demuerte, y tiene que ser conside-rada también patoplástica, gene-rada por las perturbacionesobjetales, interpersonales y am-bientales que producen la pato-logía de la libertad y de sus com-pañeras inseparables: la autenti-cidad y la responsabilidad. Estonos permite darnos cuenta clara-mente que la libertad –que noquiere decir libertinaje– va acom-pañada con responsabilidad; esuna fuente inherente y consubs-tancial al ser humano.

Inicialmente Freud conside-ró un elemento que destacaba ensu tiempo y que se ha modifica-do en ciertos aspectos: la repre-sión, interna e inconsciente, esproducida por las imagosparentales sociales y culturales ypor la supresión, que es externade naturaleza ideológica, filosó-fica, política y ética. La superaciónsaludable de esta represión y su-presión es la puerta a la mejora yal cambio.

La represión involucra el ol-vido, lo mnémico perturbado; esnecesario recordar aquello queestá prisionero e impedido desalir a la luz. A través de los sue-ños, de la transferencia y de lasasociaciones, se vio que lo queno se recordaba, se repetía.

Cuando la persona ha vivi-do situaciones de carencia, ausen-cia, exceso, abuso, prepotenciaque han perturbado su libertad,es muy probable que desarrolleuna patología severa. Gracias a lacontraidentificación y a las expe-riencias restitutivas y reparado-ras se da una orientación dife-rente que muestra la libertad yresponsabilidad personal. Todoesto se extiende a los pueblos. Sinos obligan, exigen, demandan,reclaman un comportamientonuestro no libre, si nos somete-mos estamos muertos en vida ynuestra válida agresión de res-puesta al no poder ser expresadadebida y saludablemente, se di-rige a nuestras propias células, anosotros mismos, identificán-donos con el agresor, persecutory enloquecedor, manteniendouna internalización repetitivo-compulsiva que nos lleva a lainexistencia.

Lo mismo, diría yo, pasa conla patología proveniente de nofavorecer un desarrollo auténti-

Con Recuerda, protagonizada por Ingrid Bergman, Hitchcock inició la boga de los temas psicoanalíticosen el cine norteamericano.

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co, cuya carencia engendra pato-logías severas que van desde lahipocresía y cobardía hasta la de-lincuencia y la psicopatía.

La sexualidad no enferma.Cuando bajo una apariencia deseducción se esconde la utiliza-ción con un fin primordialmen-te destructivo y no libidinal es eluso aparente de la sexualidadpero trastrocada, deteriorada, de-generada que implica ser actuadaen pro de un fin hostil, violentoy destructivo.

A diferencia de lo que creenmuchos psicoanalistas, que loimportante es exclusivamente lointerno, sostengo que lo exter-no lo es tanto que genera lo in-terno y viceversa. La sobrevalo-ración de lo interior minimizan-do lo externo, como falso, insig-nificante y distractivo, me pareceprejuiciosa. Ambos aspectos sonimportantes y explican el resul-tado.

El descubrimiento de unanueva realidad no debe dejar delado la conocida con anteriori-dad. El ser humano está inmer-so en su medio ambiente enconstante interacción con él. Laansiedad es siempre una fusiónde lo interior y lo exterior, de unpeligro desde afuera (de lo triviala lo importante) y de una ten-sión creciente con temor al de-samparo psíquico desde aden-tro. El trauma es el resultado deun estímulo externo imprevis-to, físico e interpersonal que vamás allá de la defensa del indivi-duo perturbado. Sin embargo, loque para uno constituye un trau-ma puede pasar inadvertido paraotro.

El descubrimiento de la rea-lidad psíquica interna no reem-plazó ni excluyó a la realidad ex-terna sino se sumó a ella. Sóloambas explican el resultado to-tal de la conducta. Es indispen-sable el reconocimiento de todoslos adelantos válidos tanto parala teoría en general como paraaspectos específicos de la clínica yde la técnica. De ahí que el pre-sente sea tan importante comoel pasado y viceversa; y lo cons-ciente tanto como lo inconscien-te. Hay que tender a la integra-ción y a la imaginación creativa,incluyendo este conocimientoreal, intuitivo y empático comoelemento preventivo y facilitantedel futuro.

Las distorsiones de realida-des internas ocurren mayormen-te en las neurosis, mientras quelas distorsiones de la realidadesexternas son patognomónicas delas psicosis.

La subjetividad entra en jue-go en la valoración aun de cosasconcretas. La experiencia subjeti-va es siempre una combinaciónde aspectos inconscientes actuan-do sobre hechos reales.

Muchos creen que lo subje-

tivo no es objetivo y que pertur-ba la objetividad. Planteo la sub-jetividad objetiva que no pertur-ba sino ilumina la objetividad yque en esencia, por sí misma esya objetiva (pasión lúcida).

El psicoanálisis aspira a uncambio profundo, real, estructu-ral –no paliativo, superficial, tran-sitorio ni aparente–; su interésprimordial no sólo va dirigido ala superación de los síntomas,sino, más aún, a la actitud que seasuma frente a ellos y que logreuna genuina identidad. Esto esfundamental.

El yo inconsciente debe al-canzar una síntesis creativa y unsueño lúdico en que el símbolo

que representa al objeto no seaconfundido ni identificado conél y que brinde una confianzabásica y el desarrollo de su capa-cidad imaginativa.

El psicoanálisis peruano sedistingue por sus característicaspropias: la ideología humanistade los miembros de la SociedadPeruana de Psicoanálisis, dadoque no solamente pertenecen aella psiquiatras y psicólogos sinofilósofos, historiadores, antro-pólogos, lingüistas, sociólogosy teólogos. En segundo lugar,su carácter antidogmático por surespeto a la pluralidad de pensa-miento y sentimiento y a todaslas contribuciones significativas

PASIÓN DE FREUDPOR LA VERDAD Y LA RAZÓN

Erich Fromm

l psicoanálisis, como le gustaba repetirlo al mismo Freud, fue creación suya. Susgrandes logros, lo mismo que sus defectos, muestran la huella de la personali-

dad del fundador. No cabe duda, pues, que el origen del psicoanálisis hay que buscarloen la personalidad de Freud.

¿Qué clase de hombre era Freud? ¿Cuáles fueron las fuerzas impulsadoras que lehicieron obrar, pensar y sentir como lo hizo? ¿Era un vienés decadente, enraizado enla atmósfera sensual e indisciplinada que se ha dado en considerar típicamente vienesa–como decían sus enemigos–, o era el gran maestro, en quien no podía descubrirseningún defecto personal, valeroso e intransigente en la investigación de la verdad,amante de su familia, bondadoso con sus discípulos, sin vanidad ni egoísmo, comoafirman sus partidarios más leales? Evidentemente, ni el vilipendio ni el culto delhéroe son útiles para captar la compleja personalidad de Freud, ni para comprender elinflujo de esa personalidad sobre la estructura del psicoanálisis. La misma objetividadque Freud descubrió como requisito necesario para el análisis de sus pacientes esindispensable cuando tratamos de hacernos una idea de quién era y de los impulsosque lo movían.

La fuerza más notable y probablemente la de la mayor intensidad emocional enFreud fue su pasión por la verdad y su fe inquebrantable en la razón. Para él, la razón era laúnica capacidad humana que podía ayudarnos a resolver el problema de la existencia o,por lo menos, a aminorar el sufrimiento inherente a la vida humana.

La razón –así lo sentía Freud– es el único instrumento, o la única arma, quetenemos para dar sentido a la vida, para librarnos de ilusiones (entre las cuales, segúnpensaba Freud, se cuentan los credos religiosos), para hacernos independientes deautoridades que nos arrojan y, por consiguiente, para sentar nuestra propia autoridad.Esta fe en la razón fue la base de su incesante búsqueda de la verdad, una vez que habíavisto una verdad teórica en la complejidad y la multiplicidad de los fenómenos obser-vables. Aunque los resultados parecieran absurdos desde el punto de vista del sentidocomún, ello no le inquietaba a Freud. Por el contrario, la multitud burlona, cuyopensamiento está determinado por el deseo de la comodidad y del sueño tranquilo,no hacía sino acentuar la diferencia entre convicción y opinión, razón y sentido común,verdad y racionalización.

Era un hombre solitario, desgraciado cuando no prosigue activamente sus des-cubrimientos y sus propósitos semipolíticos. Es benévolo y jovial, salvo cuando sesiente desafiado o atacado; una figura completamente trágica en un aspecto esencial,que él ve con penetración; quiere mostrar al hombre una tierra prometida de razón yde armonía y, sin embargo, él sólo puede verla desde lejos; sabe que nunca entrará enella y probablemente tiene la sensación, después de la defección de Josué-Jung, de quetampoco los que están con él entrarán en la tierra prometida. Uno de los grandeshombres y descubridores de la especie humana, tuvo que morir con un hondo senti-miento de desengaño, pero su orgullo y su dignidad nunca fueron mellados por laenfermedad, la derrota ni la desilusión. Para mentalidades más independientes que lasde sus discípulos, la convivencia con Freud probablemente era difícil, así como eltomarle afecto; pero sus talentos, su valor y el carácter trágico de su vida deben llenara uno no sólo de respeto y admiración, sino también de compasión por aquel hom-bre verdaderamente grande.

La misión de Freud. Fondo de Cultura Económica, 1992.

y serias, incluso discrepantes delpsicoanálisis, que muchos psi-coanalistas peruanos apreciamosy valoramos. En tercer lugar, laimportancia que le damos al vín-culo, no solamente a los aspec-tos del paciente, sino a los delanalista y a la conjunción de susconscientes e inconscientes. Encuarto lugar, el analista no es unpersonaje ideal sino una perso-na que para aproximarse al pa-ciente tiene que ser consciente desu neurosis, perversión, psico-sis, locura y desde allí, rescatar laposibilidad de una mutualidady un nosotros que se descubra yque vaya más allá de las posibili-dades de ambos. Y por último,

en su actitud y aplicación tieneuna orientación hacia lo social,lo mítico, lo histórico, lo cultu-ral, lo estético y lo ético; es decir,consecuente con la orientaciónque el mismo Freud le dio, nosólo interdisciplinaria sinotransdisciplinaria en lo clínico,social y cultural.

Tengo el honor y el privile-gio de haber iniciado, fundado,participado y desarrollado el psi-coanálisis en estos casi 40 añosde existencia en el Perú, habién-dose ya formado siete promo-ciones de psicoanalistas.

Respetamos y entendemosla importancia del psicoanálisisaplicado al estudio de la pareja,de la familia, del grupo y de lacomunidad. Distinguimos ladiferencia entre psicoanálisis ypsicoterapia psicoanalítica, bási-camente, por diferencias precisasen la formación de unos o deotros, pero consideramos muyvaliosa su contribución en prode la salud mental.

Estamos listos a seguir con-tribuyendo tanto fuera comodentro de la universidad.

Como bien dijo Freud: elpsicoanálisis no es algo que sepuede aprender leyendo, sinoviviéndolo, sintiéndolo, experi-mentándolo, sufriéndolo ygozándolo.

Me pregunto qué es lo másdistintivo, esencial, movilizadory trascendente de mi admiración,reconocimiento e identificacióncon Sigmund Freud. Al reflexio-nar sobre esto veo que mi vida,en gran medida, ha estado ínti-mamente vinculada a la de él. Alos trece años descubrí uno desus libros en la biblioteca de mipadre. Al leerlo descubro tam-bién que en mi propia vida yatenía precursores y antecedentesen mi captación del inconscien-te. No creo que Freud me hubie-ra impactado tanto si no hubie-ra vivido lo que viví.

Sentir el inconsciente comosi fuera la médula del ser huma-no, tener un instinto de vida yuno de muerte, Eros y Tánatos,internalizar las experiencias.Freud para mí significa la inte-gración de lo instintivo, que esvida, nacimiento, creación, muer-te. Connubio, coito, amor, pa-sión. Esto va unido al yo y a losvalores, en un mensaje vital, éti-co y estético.

Cómo no se va a admirar algenio de un hombre que se hacomprometido auténticamenteen su vida en un vínculoconsubstanciado con el ser hu-mano, sus relaciones, la cultura,la amistad y el amor.

E

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ras una sinopsis enviada aHuston a finales de 1958,

Sartre empleó todo el año si-guiente en la elaboración delguión. A su conocimiento de laobra de Freud se añadió la lectu-ra de la biografía escrita porErnest Jones y de la correspon-dencia entre Freud y Fliess, am-bas recién publicadas entonces.Para Sartre, y para todo el mun-do, esos nuevos materiales erantodo un descubrimiento: porprimera vez se daba a conocer alpúblico la historia personal queFreud intentó ocultar.

Sartre, hasta entoncesopuesto al psicoanálisis y al con-cepto mismo de inconsciente,cambió radicalmente de opinióna medida que escribía el guión; yeste cambio de perspectiva influi-ría decisivamente sobre algunosde sus grandes trabajos poste-riores. El apasionamientosartriano dio como resultado unguión que equivalía a una pelícu-la de siete horas de duración. Na-turalmente, John Huston lo re-chazó, exigió modificaciones,cortes y una duración más racio-nal. Sartre modificó, retoco, cor-tó, reescribió… ¡y el resultadofue un guión aún más extenso!Las relaciones entre Huston ySartre fueron deteriorándose, elguión fue reconvertido a propor-ciones más usuales por CharlesKaufmann y Wolfgang Rein-hardt, y Sartre exigió que sunombre no constara en la fichatécnica de la película Freud, a secretpasion, rodada en 1961 conMontgomery Clift en el papel delprotagonista.

Ofrecemos a nuestros lecto-res un curioso fragmento delguión original de Sartre, que fuepublicado completo por la edi-torial francesa Gallimard.

DRAMATIS PERSONAE

Wilhelm Fliess: otorrinolarin-gólogo berlinés; fue el principalinterlocutor de Freud en los añosde intensa elaboración de susprimeros descubrimientos.

Joseph Breuer: médico vienésque practicaba la hipnosis y porel que Freud –quince años másjoven– sentía una gran admira-ción. Entre los dos escribieron

Estudios sobre la histeria (1895).

Cecily: uno de los personajesclave del guión de Sartre. Se tratade una joven histérica, basada endiversos casos reales estudiadospor Freud y Breuer.

Theodor Meynert: profesor depsiquiatría en la Universidad deViena, especialista en anatomíacerebral. Cuando Freud era soloun joven médico (1883), trabajóa sus órdenes.

Jakob Freud: el padre de…

Sigmund Freud: ¡¡¡ÉL!!!

(Freud está en su despacho y se des-pierta, con un sobresalto debido al tim-bre. Es el día siguiente al del entierrode su padre. Se había dormido. Lapuerta se abre).

La sirvienta: El doctor Fliess.(Fliess entra. Freud se levanta rápida-mente para recibirlo. Se dan la mano,con un fuerte apretón).

Freud: ¡No puedo creer que us-

ted esté en Viena! Usted es laúnica persona que me podríaayudar. Wilhelm, me encuentromuy mal.

Fliess (con sincero interés): ¿Lequería mucho?

Freud: ¿A mi padre? Bueno,¡créame, no lo sé! Le quería, sí.Con todas mis fuerzas. Estamuerte me está volviendo loco.(Se aparta de Fliess y mira por la ven-tana).Y sin embargo, me pregunto sile quería (Con tono sombrío).Algunas veces me pareció que loodiaba.(Sacude la cabeza como para así des-hacerse de una preocupación, luego segira hacia Fliess y le mira con ojosbrillantes).No importa si lo detesto o si loamo; el acontecimiento más im-portante en la vida de un hom-bre es la muerte de su padre.(Fliess sonríe tímidamente).

Fliess: Odiar a Jakob Freud, esome parecería imposible. Sólo levi en dos ocasiones, pero tenía el

aspecto de ser tan buena perso-na…(Freud se mueve nerviosamente por lahabitación).

Freud: ¡Es cierto! Tenía ese as-pecto. Pero ¿qué demuestra eso?(Se gira con inquietud hacia Fliess, lecoge por los hombros y le mira de unmodo casi amenazador.)

Freud: A menudo yo me decía:no es normal odiarlo con tantafuerza; uno de los dos debe serun monstruo: si no lo soy yo, loes él.(Fliess está cada vez más visiblementemolesto por el rumbo psicológico ymoral que está tomando la conversa-ción.)

Fliess (demasiado apresurado entranquilizarlo): ¡Pero usted le qui-so!

Freud (sombrío): Sí. También lequise.(Con brusca violencia).Razón de más para que estos arre-batos de odio me sean incom-prensibles.

(Sin mirar hacia Fliess).Quién sabe si no arrastro, en lomás hondo de mi inconsciente,un recuerdo de infancia… ¿infa-me? Me tendría que aplicar mipropio método. Si me pudieraexprimir como un limón…

Freud: ¿Me ayudará usted?

Fliess: ¿En qué?

Freud: ¡Venga aquí!(Conduce a Fliess hasta el diván. In-dicándole la silla situada en frente).Siéntese aquí.(Le detiene)No.(Tras un momento de vacilación, cogela silla y la pone al lado de la cabeceradel diván, en el sitio –posteriormente,clásico– del psicoanalista)Aquí. Es mejor que no le vea:nos conocemos demasiado. Us-ted representará mi papel. Yosoy el paciente.(Fliess se resiste, molesto e indigna-do).

Fliess: ¿Está loco? Yo no soypsiquiatra.

Freud: ¿Y qué más da? Si quie-ro analizar mi caso, es preciso quehable ante alguien.(Obliga a Fliess a sentarse, a la vezque él mismo se tumba en el diván).Lo único que usted debe haceres escucharme. No sé dónde iréa parar. Pero necesito un testigo.(Fliess se sienta, tenso, tras haberseencogido de hombros. Freud habla,tumbado).Primero, el sueño. Estaba en unabarbería. Ayer fui allí a arreglar-me la barba; había mucha gentey llegué tarde al entierro. Meavergonzé. Vale. Sueño de ver-güenza y remordimiento. Veo laspalabras grabadas en mi sueño:Se Ruega Cerrar los Ojos. Es decir:“los hijos deben cerrar los ojosde sus padres; y tú, tú llegastedemasiado tarde para cerrar losojos del tuyo”.

Fliess: Oígame, Freud.(Freud se agita en el diván, como unverdadero paciente).

Freud: Cállese. Cállese un rato.Ocurre otra cosa. Un sueño siem-pre es la satisfacción de un deseo.¿Dónde está el deseo? ¡Espere!

EL EDIPO DE FREUDJ. P. Sartre

Este es un fragmento del guión que Jean-Paul Sartre escribió para una película sobre la vidade Sigmund Freud, guión que fue rechazado por el director cinematográfico John Huston. En 1958, el cineasta

norteamericano encargó a J.P. Sartre un guión sobre Freud, o mejor dicho sobre los tiempos “heroicos” de la invencióndel psicoanálisis. Este “trabajo de circunstancias”, que Sartre aceptó por necesidad económica, acabó convirtiéndose

en obsesión y revelación para el maître à penser parisiense.

T

Freud, la pasión secreta, 1961, de John Huston, donde Montgomery Clift encarnó al famoso psicoanalista vienés.

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Espere un poco. Cerrar los ojostambién significa morir. Yo que-ría morir; hace años que invoco ala muerte en sueños: tengo algoasí como un instinto de muerte,es un rasgo de mi carácter respec-to al cual no puedo cerrar los ojos.(Dice estas palabras con toda natura-lidad, sin reflexionar sobre ellas. Derepente, se sobresalta y se sienta brus-camente en el diván).¿Eh?(Muy deprisa).Los banqueros engañan al fiscoy el gobierno cierra los ojos. Unamujer considera más prudentecerrar los ojos sobre las infideli-dades del marido.(Pausa. Se vuelve hacia Fliess).¿Lo ve usted? La frase se volviódel revés por sí sola, sin que yo laforzase. Y en un tercer sentido.El más profundo de los tres, elque explica todo el sueño. Ennombre del respeto filial, deseocerrar los ojos respecto a un actode mi padre.(Se levanta y anda nerviosamente).

Freud: Un acto que no quierover. Que escondo. Que expulsode mi conciencia.(Fliess también se quiere levantar).Quédese donde está. Encontra-ré ese recuerdo, aunque tengaque buscarlo toda la vida.(Se vuelve a sentar).¡Ocurrió durante aquel viaje, es-toy seguro!

Fliess (con desgana): ¿Qué viaje?

Freud: Nací en Freiberg, Bohe-mia. Mi padre era comerciante.Y rico. La aparición del antisemi-tismo le dio miedo. Nos mar-chamos a Leipzig y luego a Viena,arruinados. Fue durante mi pri-mera infancia. ¿Qué aconteció?¿Qué pasó?(De repente, echa a reír a carcajadas.Fliess pega un respingo).

Fliess (furioso): Sigmund…

Freud (sin dejar de reír): ¿Espere?¿Sabe por qué me río? Estabapensando: “el viejo Jakob debehaber violado a una de sus hijasdelante de mí”. Y entonces meacordé de que mis hermanas aúnno habían nacido.(Fliess le mira, horrorizado).

***

(Freud se detiene ante la tumba deJakob Freud. Lleva un ramo de floresque deposita torpemente en la losa,entre flores aún frescas y otras yamarchitas.Breuer pasa por delante con MatildeBreuer. Mira hacia la tumba de Jakoby ve que Freud, que ha levantado lacabeza, le está mirando.Los dos hombres se dan un apretónde manos).

Freud: Me enteré de que…

Breuer: No tiene importancia…Mi hermano y yo no nos hablá-bamos desde hace más de trein-ta años. Estoy aquí por meroformalismo.(Se acerca a la tumba de Jakob y laobserva).Yo apreciaba a su padre. Su muer-te me conmovió más que la deCharles… ¿Cómo está usted?

Freud: Trastornado.(Freud señala la tumba).Una parte de mi mismo está en-terrada ahí. Todo es culpa mía,Breuer.(Gira hacia Breuer, con calma, sinemoción, pero profundamente since-ro).

Breuer: No. Cecily nos separó.(Mira hacia la tumba, poniendo unamano sobre la verja que la rodea).Y además… pensé mucho enello, Freud. Me consideraba supadre espiritual. No soy envidio-so, pero… cuando advertí queusted llegaría más lejos que yo…yo… eso me predispuso contra

usted y contra sus ideas.(Con una risa irónica).Usted tenía un aspecto juvenil yyo, yo me sentía un viejo decré-pito. ¡Bah!(Hace un gesto con la cabeza, comodando a entender que todo eso ya haterminado).¿Cómo está Martha?

Freud: Martha ama a sus hi-jos, es una ejemplar ama de casa,y estoy seguro de que me amatanto como el día de nuestraboda. Pero entre nosotros ha-bía algo… que ya nunca volve-rá. Nunca más. Breuer, le rue-go que me disculpe. Sabe, des-de el día del entierro nunca mehabía atrevido a venir otra veza la tumba de mi padre. Regre-sé hoy porque esperaba encon-trarle a usted. Breuer, me heaplicado mi propio método.Yo solo. Y continuaré hacién-dolo. Quería a mi padre y sen-tía celos de él. No podía ni ver-lo sin sentir una tremenda agre-sividad…

“DONDE ERA ‘ELLO’, HA DE SER ‘YO’”Thomas Mann

reud, el psicólogo del inconsciente, es un verdadero hijo del siglo deShopenhauer y de Ibsen, a mediados del cual nació. ¡Qué trabazón tan

íntima guardan el contenido y la orientación moral de sus revolucionariasteorías con el sistema schopenhaueriano! Su descubrimiento del enormepapel que juega el inconsciente –el “ello”– en el psiquismo del hombreprodujo y produce todavía el mismo escándalo en el ámbito de la psicolo-gía clásica –que identifica consciencia con psiquismo– que la doctrina sobrela voluntad de Schopenhauer en el de una filosofía basada en la razón y en elespíritu. Si, creo firmemente que en ese juego que la psicología practica conlo mítico en las novelas emparentadas con el mundo freudiano se encierra elgermen de una nueva sensibilidad humana, y estoy absolutamente convenci-do de que la obra vital de Freud será reconocida algún día como una de lascontribuciones más importantes a la emergencia de una nueva antropología,que hoy vislumbramos sólo fragmentariamente, como una aportación alfuturo, a la construcción de una humanidad más inteligente y libre. Estepsicólogo y médico será considerado –estoy seguro de ello– pionero de unhumanismo futuro que hoy apenas entrevemos, de un humanismo enrique-cido con numerosos rasgos desconocidos en el pasado, un humanismo quemantendrá con las fuerzas del mundo subterráneo, con el inconsciente, conel «ello», una relación más madura, audaz, libre y relajada que la que se lepermite al hombre de nuestro tiempo. Atenazado por un miedo neuróticoy por el odio que de él se deriva… En una ocasión, Freud definió su doctri-na de los sueños como “una parcela de tierra virgen conquistada por laciencia a la creencia popular y a la mística”. El espíritu colonizador y elsentido de la investigación freudiana residen en esa “conquista”. “Donde era‘ello’, ha de ser ‘yo’”, afirmó una vez a modo de programa, y él mismo llegóa calificar el trabajo psicoanalítico de obra civilizadora, comparable a ladesecación del Zuiderzee. En fin, para terminar, los rasgos de este hombrememorable que hoy celebramos se confunden ante nuestros ojos con losdel anciano Fausto, cuando siente la urgencia de expulsar de la orilla a esemar tiránico, restringir las fronteras de su húmeda extensión.

Shopenhaver, Nietzsche y Freud. Alianza Editorial 1998.

F

Breuer: ¿Agresividad? ¿Contraese hombre tan bondadoso?

Freud: Precisamente. Su bondadme exasperaba. Me hubiese gus-tado tener por padre un Moisés.¡La ley!

Breuer: ¿Para así poder rebelar-se contra él?

Freud: Y para obedecerle.Meynert cumplió ese papel, du-rante algún tiempo.(Sonríe).Era… una transferencia.

Breuer: ¿Y yo también cumplíese papel?

Freud: Sí. Durante diez años. Yoodiaba a Meynert porque mehabía insultado; por usted sólosentía cariño y respeto. Meynertha muerto, me pidió perdón, locual me permitió liberarme de él;usted es mi único padre, el obje-to de sentimientos contradicto-rios. Descubrí que usted era dé-

bil, lo que me hizo enloquecerde rabia. Pero no era su debili-dad lo que detestaba; era la deJakob Freud.(Señalando la tumba).

Breuer (con sinceridad): Soy débil.

Freud: No. Usted es bueno.

Breuer: ¿Y Fliess?

Freud: Un espejismo. Le teníapor un demonio, pero no eramás que un cuentista. No estu-vo mal; respeté la fuerza –lo queél creía que era su fuerza– y esome permitió odiar lo que toma-ba por su cobardía.

Breuer (sonriendo): ¡Cuántos pa-dres! Durante casi toda su vidausted tenía dos a la vez.(A partir de esta réplica, desaparecenlos dos hombres. Aparece Meynert, ensu consultorio, débil y avejentado, bajouna enorme estatua de Moisés).

Freud (voz en off): Si. Tenía mie-do de mi mismo, me negaba aconvertirme en un adulto, a verla verdad. Breuer, me desgarrabacontinuamente. Yo adoptabatodos esos padres para proteger-me de mí mismo y no parabahasta haberlos destruido ¡Todosustedes me fascinaban y yo que-ría matar al padre en ustedes!(Se vuelve hacia la tumba de JakobFreud).Él ha muerto. Y mis padresadoptivos han sido enterradoscon él. Estoy solo ante mi mis-mo y ya no odio a nadie.

Breuer: ¿Podrá usted continuaramando?

Freud: Sí. A mis hijos. Y a mishijos adoptivos: los hombresque creerán en mi palabra, si esque existe alguno. Ahora, el pa-dre soy yo. Breuer, le he usadocomo un medio para perdermey encontrarme. ¿Podrá usted per-donarme?(Breuer toma con afecto la mano deFreud. Silencio).

Breuer (suavemente): No volve-remos a vernos más, me temo.

Freud (amistosamente): No, nun-ca más.

Breuer: Usted ha conquistadoel derecho a estar solo.

Freud (con profunda tristeza): Sí.(Señala hacia el cielo: las nubes des-aparecen y se puede ver un áspero yfrío sol de invierno).Estoy solo y el cielo se ha despe-jado. Trabajaré en solitario, serémi único juez, y mi único testi-go. Felizmente, siempre se acabamuriendo.

Traducción de Juan Pedro Sala.

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ara este propósito, habíaque emplear tanto los

recursos racionales conocidosy consagrados por la herme-néutica marxista, cuanto losno racionales, fincados en elestudio de los aspectos instin-tivos y afectivos de la natura-leza humana. Ubicado en lamédula de concepción deMarx, entendido éste comopensador viviente, con perma-nente desarrollo de su méto-do, Mariátegui estimaba queel “moderno marxismo” nopodía sustraerse a “las gran-des adquisiciones del 900”.2

Pero además de la utili-dad del instrumento científi-co, importaba a Mariátegui elsignificado de las ideas deFreud como expresión de unaactitud crítica frente a la so-ciedad y sus productos, enespecial, del pesado lastre delpositivismo dogmático enton-ces presente en el marxismoacadémico. Con el psicoanáli-sis se incorporaba“lo irracio-nal”, algo que después se juz-garía herético en la especula-ción marxista llamada orto-doxa. Como ocurrió con lateoría soreliana de los mitos,el psicoanálisis paraMariátegui abría la posibilidadpara el estudio de la realidaden sus campos inexplorados:una tentación demasiado fuer-te para un riguroso analista dela compleja realidad nacional. A Mariátegui le interesa-ba pues, al mismo tiempo quesus ideas y sus métodos, loque en Freud había de críticocontestatario, de cuestionadordel comportamiento de la so-ciedad burguesa. Rechazadopor la ciencia oficial y por lamedicina académica, Freudaparecía en el frente intelec-tual, más que como el crea-dor de una concepción diná-mica del comportamientohumano, o el terapeuta de losdesórdenes mentales, comoun “objetante de conciencia”de la sociedad de su tiempo,como gran agitador de la in-quietud contemporánea por elradicalismo de sus ideas y elvigor de su lucha por propa-garlas y defenderlas.

El breve ensayo “Resis-tencias al psicoanálisis”, publi-cado en el primer número deAmauta, es uno de los másricos en contenidos sobre lateoría freudiana y sus contes-tatarios en el ámbito social.3Expresa ahí Freud algunas desus más conocidas for-mulaciones: “Es una pesadatarea tener por paciente algénero humano completo”,como tan gratificante escribie-

ra. Repite Freud lo formula-do con anterioridad acerca delas “humillaciones” creadaspor el psicoanálisis para elamor propio de las gentes. Laprimera había sido la “humi-llación cosmológica” deCopérnico, que hizo de la Tie-rra un satélite del sistema so-lar y no el centro del mismo.La segunda, la “humillaciónbiológica”, la del darwinismo

y la teoría de la descendenciadel género humano. La terce-ra, la “humillación psicológica”derivada de la investigaciónanalítica que hacía del conscien-te una función dependiente deun “inconsciente todopodero-so”. Finalmente, señala Freuden el ensayo examinado, sucondición de judío, y las resis-tencias generadas por el anti-semitismo.

Es pues emblemático queJosé Carlos Mariátegui, en elprimer número de su revistaAmauta, reprodujera este ar-tículo de Sigmund Freud,denotativo no sólo de las “re-sistencias”, que iban de lo in-dividual a lo colectivo, sino delfranco rechazo de sus ideasen el campo médico, ex-tramédico y social. Hemosescrito en otra parte que “La

elección del polémico ensayo‘Resistencias al psicoanálisis’en el número inaugural deAmauta, no es casual ni unaconcesión a la novedad.4 Esuna elección pensada, aguda-mente deliberada, como lo esun capítulo del libro Tempes-tad en los Andes de Luis E.Valcárcel. La presencia delmaestro vienés en la presen-tación de Amauta se explicapor el carácter crítico y sub-versivo del freudismo en elmundo entonces contemporá-neo. Freud sintetizaba la in-tuición de un tiempo crítico,grávido, y al mismo tiempocreativo”.

Como no podía ser deotro modo, así como el arte yla literatura de vanguardiaestá presente en Amauta, la“divulgación” y discusión delpsicoanálisis freudiano fuepromovida a través de diver-sos artículos especialmentepor Honorio Delgado (HorstNitschack)5. Publica el profe-sor Delgado en el número 2de Amauta un artículo basa-do en una pequeña encuestasobre la psicogénesis de la afi-ción por los ojos de la mujeren “Por qué nos gustan losojos”, aparecida originalmen-te en alemán en Imago6.Honorio Delgado dio a la es-tampa, finalmente, en el nú-mero 7 de Amauta un ensayosobre “La rehabilitación de lainterpretación de los sue-ños”7.

Javier Mariátegui

MARIÁTEGUI,AMAUTA Y ELPSICOANÁLISIS*

Para un espíritu avizor y analítico como José Carlos Mariátegui,quien repetía con el clásico que “todo lo humano es nuestro”, consagrado

al mismo tiempo al estudio de la sociedad peruana y de la escena internacional,el interés por el psicoanálisis se explica como un modo de extender las

posibilidades del examen de la realidad.1

P

* Presentación de la Mesa Redon-da “Mariátegui y el psicoanálisis”.Simposio Internacional José Car-los Mariátegui, Lima, 13-17 de Ju-nio de 1994.1 José Carlos Mariátegui. Defensadel marxismo, Polémica revolucionaria.Empresa Editora Amauta, Lima,1959.2 José Carlos Mariátegui: Ideología ypolítica. “Del autor”, Empresa Edi-tora Amauta, Lima, 1969.3 Sigmund Freud: “Resistencias alpsicoanálisis”. Amauta, Año I, N°1, Lima, septiembre de 1926.4 Javier Mariátegui: “SigmundFreud en el Perú”, Introducción a:Honorio Delgado: Freud y el psi-coanálisis. Escritos y testimonio.Universidad Peruana CayetanoHeredía, Lima, 1989.5 Horst Nitschack: “La recepciónde la cultura de habla alemana enAmauta” . En Encuentros ydesencuentros. Estudios sobre la recep-ción de la cultura alemana en AméricaLatina. Pontificia Universidad Ca-tólica del Perú, Lima, 1993.6 Honorio Delgado: “Por qué nosgustan los ojos”. Amauta, Año I,N° 2, Lima, octubre de 1926.7 Honorio Delgado: “La rehabili-tación de la interpretación de lossueños”. Amauta, Año II, N° 7,Lima, marzo de 1927.

Freud con su esposa Martha Bernays, con quien contrajo matrimonio en 1886.

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E

La presencia de Delgadoen Amauta es expresiva delinterés del maestro peruanoen el pensamiento y la prácti-ca del psiconálisis. Hombre deorientación política opuesta,del grupo de la generación“arielista” encabezada porRiva Agüero, Víctor AndrésBelaunde, los García Calde-rón, y Carlos Monge yHermilio Valdizán entre losmédicos –Delgado haría des-pués un explícito reconoci-miento de lo que debía en suautoformación a la obra deJosé Enrique Rodó–, el pro-fesor arequipeño se apartótempranamente de Amautapara encontrar más segurovehículo de divulgación en elMercurio Peruano y en la NuevaRevista Peruana. Honorio Del-gado pertenecía a los intelec-tuales a los que estaba dirigi-do el primer editorial deAmauta: “Esta revista, en elcampo intelectual, no repre-senta un grupo. Representa,más bien, un movimiento, unespíritu. En el Perú se sientedesde hace algún tiempo unacorriente, cada día más vigo-rosa y definida, de renova-ción. A los fautores de estarenovación se les llamavanguardistas, socialistas, re-volucionarios, etc. La historiano los ha bautizado definiti-vamente todavía. Existen en-tre ellos algunas discrepanciasformales, algunas diferenciaspsicológicas. Pero por encimade lo que los diferencia, to-dos estos espíritus ponen loque los aproxima y mancomu-na: su voluntad de crear unPerú nuevo dentro de unmundo nuevo. La inteligencia,la coordinación de los másvolitivos de estos elementos,progresa gradualmente. Elmovimiento –intelectual y es-piritual– adquiere poco a pocoorganicidad. Con la apariciónde Amauta entra en una fasede definición”8.

Conforme la revista deMariátegui esclarecía su defi-nición socialista, principalmen-te después del primer supues-to “complot comunista” dejunio de 1927, los elementosintelectuales conservadoresque la acompañaron en la pri-mera etapa “con título de sin-ceridad y competencia”, sealejaron de ella. El editorial delnúmero 10 de Amauta (Di-ciembre de 1927), que marcasu reaparición, y principal-mente “Aniversario y balan-ce”, editorial del número 17(septiembre de 1928),9 defi-nitorio de la política de la re-vista, anuncio del tipo de so-

cialismo que proponía: “Noqueremos, ciertamente, que elsocialismo sea en América cal-co y copia. Debe ser creaciónheroica. Tenemos que darvida, con nuestra propia rea-lidad, en nuestro propio len-guaje, al socialismo indoame-ricano. He aquí una misióndigna de una generación nue-va”.

Honorio Delgado estuvoentre los “sinceros y compe-tentes” compañeros de la pri-mera etapa. Pero la presenciadel psicoanálisis no terminacon el alejamiento de Delga-do. Recientemente HorstNitschack ha destacado lapresencia de Gutiérrez-No-riega en los números finalesde Amauta, números 20 y 22,de 1929, con aporte originalal pensamiento psicoanalítico.“El intento de integración dealgunos elementos psico-análiticos –escribe Nitschack–en una teoría autónoma delarte es llevado a cabo porCarlos Gutiérrez-Noriega ensu artículo ‘Hacia una concep-ción biológica del arte’ en losNos. 1929/20, 40-51, y1929/22, 17-31. Su objetivoprincipal es integrar los con-ceptos freudianos de sub-consciente, inconsciente ysublimación (op. cit. pp. 49)en su teoría del arte. El he-cho de que en varios momen-tos colisione con el propiopensamiento freudiano –entreotros cuando habla de ‘los tresinstintos fundamentales’(hambre, egoarquismo, sexua-lidad)– parece no inco-modarlo, o inclusive hastaescapársele de la propia con-ciencia”. El ensayo de Gu-tiérrez-Noriega, entonces co-laborador cercano de Ho-norio Delgado, no sería su úl-tima contribución al psicoaná-lisis: dedicará su tesis de ba-

chillerato en medicina al tema“Historial y tratamiento deuna neurosis. Homosexualidadfemenina y complejo carac-terológico ligado al erotismooral” (1936).10 Ambos apor-tes tempranos de un auténti-co investigador esperan toda-vía la revisión exhaustiva quemerecen.

José Carlos Mariáteguifue de los primeros en nues-tra lengua en destacar la pre-sencia del psicoanálisis en laliteratura y el arte. Conside-raba que el freudismo era una“intuición” del siglo veinte,presente en la “atmósfera deideas” de la Europa del nove-cientos: “El germen de la teo-ría de Freud estaba en la con-ciencia del mundo, desde an-tes del advenimiento oficialdel Psicoanálisis... Freud noha sido sino el agente, el ins-trumento de una revelaciónque tenía que encontrar quienla expresara racional y cientí-ficamente, pero de la que ennuestra civilización existía yael presentimiento... La funcióndel genio parece ser, precisa-mente, la de formular el pen-samiento, la de traducir unaintuición de una época”11.

Mariátegui analizó la pre-sencia del “freudismo” en dosnombres sumos de la litera-tura de las primeras décadasde nuestro siglo: Pirandello yProust. Y haría después un“ensayo de novela” de cortepsicoanalítico: La novela y lavida. Siegfried y el profesorCanella12. Se trata de un ejer-cicio especulativo y narrativograto a José Carlos sobre larealidad y la ficción, con elreclamo de los legítimos fue-ros de la fantasía. Este tematiene un tratamiento aparte enesta mesa redonda pero nopuedo dejar de mencionar quefue escrito en el verano de

1929, pocos meses despuésde la sentencia del Tribunal deTurín sobre el caso Canella-Bruneri, cuando Mariáteguiacababa de fundar el PartidoSocialista y se aprestaba a en-frentar la Conferencia de lospartidos comunistas deSudamérica, donde se deba-tieron, con resultados desfa-vorables, sus tesis ideológicasy sus tácticas políticas. Eraindudable que una mentalidadcomo la de José CarlosMariátegui tenía que colisio-nar con el dogmatismo into-lerante del estalinismo, enton-ces rampante en el mundo.

También es interesanteseñalar el sonado “asalto a laCasa de Washington” por lapolicía leguísta, para detenerel supuesto “complot comu-nista”, en operación que seinició el 18 de noviembre de1929.13 Escribió Mariáteguien carta enviada a varios ami-gos cercanos que “La batidaha estado particular e inexpli-cablemente dirigida contra losjudíos –casi todos vendedoresambulantes o pequeños co-merciantes, de nacionalidadrumana–” lo que da a la “ope-ración” “un curioso carácterantisemita, nuevo en el Perú”.Desde la casa de Washingtonse habría gestado una “cons-piración comunista” que unía,en rara simbiosis, a la colecti-vidad judía, a “miembros deuna organización de agitado-res”, con “la agitación de losmineros de Morococha”, quehabían obtenido triunfos enreivindicaciones sindicalesque el gobierno les había obli-gado a renunciar. Ese “com-plot” terminó con la efímeravida de la revista Repertorio He-breo, publicada con los auspi-cios de Mariátegui por la Edi-torial Minerva en 1929, ycuya aparición fuera saluda-

8 “Presentación de Amauta”(Editorial), Amauta, Año I, N° 1,Lima, septiembre de 1926.9 “Aniversario y balance” (Edito-rial), Amauta, Año II, N° 17, Lima,septiembre de 1928.10 Carlos Gutiérrez-Noriega. His-torial y tratamiento de una neuro-sis. Homosexualidad femenina y com-plejo caracterológico ligado al erotismooral. Separata de Anales de la Fa-cultad de Ciencias Médicas, T.XVII. Lima, 1936.11 José Carlos Mariátegui: “El ‘freu-dismo’ en la literatura contempo-ránea”. En El artista y la época.Empresa Editora Amauta, Lima,1959.12 José Carlos Mariátegui: La novelay la vida. Siegfried y el profesor Canella.Empresa Editora Amauta, Lima,1955.13 César Miró: Asalto en Washing-ton Izquierda (Una carta inédita deJosé Carlos Mariátegui). Librería Edi-torial “Minerva”, Miraflores, 1974.14 Miguel B. T. Adler. RepertorioHebreo, N° 1. Lima, abril de 1929.

EL PSICOANÁLISIS HOYJavier Mariátegui

l psicoanálisis nació dentro del campo médico, psiquiátrico enparticular. Como terapéutica, el psicoanálisis ha decaído en su

empleo en los últimos tiempos, mientras crece su importancia en lasciencias sociales en el estudio de las religiones, en la lingüística, en-tre otras dimensiones del saber humano. Es interesante señalar queel propio creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, adelantó esteempleo extramédico del análisis.

El psicoanálisis es una gran creación del pensamiento humano.Su aplicación extrapsiquiátrica revela su extraordinaria virtualidadcreativa.

da en carta autógrafa por elmismo Freud.14 Mariátegui,advertido de que estas manio-bras no tenían otro propósitoque “aislarme por el terror”,tuvo desde entonces un arres-to domiciliario no siempre di-simulado, hasta su desapari-ción física el 16 de abril de1930.

* * *

La presencia del psicoa-nálisis y en general de las ideasde Freud en la obra de JoséCarlos Mariátegui no expresasino la amplitud de su criterioy su perspicuo modo de de-tectar las señales mayores dela “emoción de nuestra épo-ca”. Alertado y discriminativo,José Carlos trascendió la cha-ta concepción positivista y subúsqueda afanosa del “he-cho”, para explorar sentimien-tos e instintos, puesto que larealidad estaba integrada pordiversos niveles, superpuestosa veces, pero concurrentessiempre, de aspectos raciona-les e irracionales. O para de-cirlo de otra manera, paraganar conocimiento racionalhay que explorar el vasto cam-po de la irracionalidad. En elterreno de la especulaciónmarxista, Mariátegui superó elprejuicio de su tiempo, y“oxigenó” su concepción delmundo con las más válidas“corrientes del 900”. Por eso,en los tiempos de crisis del lla-mado “socialismo real”, supensamiento sigue vivo y vi-gente, siempre dispuesto apartir en una nueva aventuradel espíritu.

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n ocasiones esta violenciaprovoca un desborde ma-

sivo incontrolable, en otras cir-cunstancias es aceptada e inclusi-ve promovida por las propiasautoridades. Ejemplos de estesegundo tipo de violencia, tal vezla más terrible y a la que en algu-na oportunidad he llamado “lo-cura de las naciones”, ha habidomuchos en el siglo XX: la Ale-mania nazi, el Gulag soviético, lamasacre que cometieron los ja-poneses en China y, más recien-temente, lo ocurrido en la ex Yu-goslavia. Este abandono masi-vo de los estándares habitualesde conducta de una civilizaciónque se funda sobre el respeto a lavida humana, acaba producien-do situaciones de barbarie gene-ralizada a nivel grupal, insti-tucional, social o nacional. Elpsicoanálisis proporciona algu-nas pistas para desentrañar lasfuentes y la dinámica de estosfenómenos.

ILas primeras hipótesis

psicoanalíticas fueron planteadaspor Sigmund Freud en Psicolo-gía de las masas y análisis del yo(1921) y giran en torno a los la-zos de identificación que existenentre los miembros de un gru-po grande entre sí y con respectoa su líder, en quien depositan susaspiraciones y a quien se some-ten. El líder es transformado asíen una suerte de creador de nor-mas y proveedor universal, locual hace que los miembros de lamasa se desembaracen de la res-ponsabilidad de controlar susimpulsos agresivos y sean capa-ces de atacar, destruir y hasta ase-sinar según sus deseos. Estoslazos de identificación mutua ge-neran en los individuos que con-forman una masa una sensaciónde pertenencia y fuerza que loslibera de ataduras morales y loslleva a comportarse de una ma-nera impensable en condicioneshabituales.

En 1961, W. Bion postulóque un grupo podrá ejecutarapropiadamente la tarea que sehaya planteado cuando tiene unaorganización y un liderazgo ade-cuados. Cuando éstos fallan ocuando la tarea no es realista o laintegridad del grupo se ve ame-nazada, éste funcionará de acuer-do a lo que llamó “supuestosbásicos”: 1) dependencia, 2) ata-que y fuga, y 3) apareamiento.

El grupo que funciona deacuerdo al supuesto de depen-dencia, que Otto Kernberg(1970) llama “regresión narcisis-ta”, buscará un líder que ostenteuna autoridad total y que ofrez-ca hacerse cargo de satisfacer to-dos los deseos de los miembrosdel grupo, quienes se conviertenen seres pasivos y dependientesque se sienten con derecho a ser

“alimentados”. Si es que el líderno cumple con este deber, se lle-narán de furia, lo cual significarápara el grupo enfrentar la ame-naza de desintegración y trans-formar su dinámica de compor-tamiento según el supuesto bá-sico de ataque y fuga. Sus miem-bros estarán en estado de alerta ytensión permanente, como si en-frentaran un peligro inminente.Kernberg denomina a este tipode grupo “paranoide”. Esta di-námica genera recriminacionesmutuas y conflictos internos quepueden conducir a la división en

facciones, a la búsqueda de unchivo expiatorio cuya elimina-ción ritual permita volver a ob-tener la generosidad del líder su-premo, de un enemigo externoque permita cohesionar al grupoo de un nuevo líder que puedaexpresar mejor sus sentimientosde agresividad, odio y persecu-ción. Pueden aparecer tambiénfantasías, que Bion denomina“de apareamiento”, que den lu-gar a la aparición de otro líderidealizado al que se le otorga cua-lidades de omnipotencia, y res-pecto del cual los miembros

mantengan una dependenciaparasítica. Cuando ninguno deestos intentos de reestructurar elgrupo funciona, aparece unaacentuada sensación de impo-tencia y temor que puede llevaral pánico, lo cual precede a la for-mación de subgrupos organiza-dos en torno a liderazgos“narcisistas” o “paranoides”, se-gún si sus características exaltanmás la idealización o la búsque-da de enemigos externos comoeje de organización grupal.

Pero hay ocasiones en queuna organización que ha logra-

do cierto equilibrio se quiebrapor una catástrofe social o natu-ral, que pone en evidencia la fra-gilidad de sus estructuras y la in-capacidad de su líder de hacer fren-te a circunstancias extremas. Estoes lo que sucedió en NuevaOrleáns, cuando la multitud en-frentó el pánico de la desintegra-ción y aparecieron súbitamentedepredadores sociales que inten-taron sacar provecho de la situa-ción. En tales circunstancias, lamasa suele buscar un “mercaderde ilusiones” que le haga ofertasbanales tranquilizadoras o chivosexpiatorios, y cuyo discurso seestructura en torno a una divi-sión absoluta entre los buenos ylos malos: los amigos sinceros ylos peligrosos y malvados ene-migos, y que le asegurará su per-tenencia a un grupo superior conderechos de dominio frente a ungrupo maligno, agresivo y ame-nazante. Hay ocasiones en queeste discurso elemental, que pue-de incluso ser sensiblero, se trans-forma en una ideología política,religiosa, racial o nacional regre-siva y violenta, que se articulacomo un sistema cognitivo quetransmite a la masa una esperan-za de futuro o un propósito deorigen que sustituirá a la sensa-ción de caos, y que puede ser di-fundido y potenciado a través delos medios de comunicación.Desde Mussolini a Stalin, y des-de Fujimori a Abimael, la ofertade orden, completud y sumisióncomo única salida, ha sido esen-cialmente la misma.

IIVamik Volkan ha examina-

do la relación entre la personali-dad del líder y el tipo deliderazgo que ejerce, que puederesultar exitoso de acuerdo a cadacircunstancia histórica particular.Los tipos de líderes que ha iden-tificado son los siguientes:

1) Narcisista: Intentan negarlos sentimientos de vergüenza,inferioridad y envidia a través dela búsqueda de perfección. Ge-neralmente tienen una persona-lidad avasalladora y seductora, undiscurso articulado y se sientenherederos de un pasado glorio-so. Son personas con talento yéxito social, aunque desprecian yse burlan de sus críticos. Se abu-rren fácilmente y suelen ser co-rruptibles. Se sirven de su habi-lidad verbal para distorsionar larealidad.

2) Paranoide: Se rodean depersonas que les merezcan su ab-soluta confianza pues tienen unacentuado temor a ser traiciona-dos. Son arrogantes y suspica-ces, pero también muy trabaja-dores y empeñosos. Tienen pocosentido del humor y muchasveces se precian de una morali-dad que exige a sus seguidoresuna pureza ideológico-religiosa.

LAS FRONTERAS DELA IDENTIDAD

Moisés Lemlij

Psicoanálisis y política

Los fenómenos de violencia social que aparecen bajo ciertas condicioneseconómicas, religiosas, históricas, ideológicas, políticas o incluso derivadas de

catástrofes naturales, han concitado la atención de numerosos estudiososdesde hace mucho tiempo y los psicoanalistas no han sido la excepción.

E

Sigmund Freud, dibujo de Carlos Raygada.

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3) Esquizoides: Son seressolitarios, distantes, autosufi-cientes, de pocos amigos y pocointeresados en los sentimientosde los demás. Tienen una vidasocial muy restringida y mues-tran una acentuada tendencia almisticismo y a la parapsicología.A veces su discurso es poco arti-culado y torpe.

Estos no son modelos pu-ros de liderazgo, suelen presen-tarse combinados y correspon-den a la descripción de tipos depersonalidad realizados porFreud. Un líder adecuado seráaquél que sume a una combina-ción de estos rasgos, el respetopor los otros, un narcisismosano y asertividad. Es evidenteque todo aquel que aspira a al-canzar una posición de liderazgoes naturalmente ambicioso, peroesta característica puede ser tanintensa como para hacer de él loque Kernberg (2003) y Volkan(1988) denominan “narcisistaperverso”, que tenderá a abusardel poder, a deshumanizar a losdemás, a la crueldad y a justificarcualquier decisión suya a travésde la afirmación de ideales utó-picos.

IIILa masa, por su parte, pue-

de llegar a construir una identi-dad nuclear (Erik Erikson, 1956)en la que la esencia del propio seres compartida con otros. Millo-nes de personas pueden estarenlazadas por la sensación de sersimilares, no importa cuán pare-cidas sean también a quienes nopertenezcan al mismo grupo.Vamik Volkan (1999a, 1999b) haplanteado la existencia de unasuerte de hilos conductores deun tejido que recubre y refuerzala identidad de los grandes gru-pos: naciones, religiones, etnias,etc.: identificaciones comparti-das; reservorio de imágenes aso-ciadas a sentimientos positivos;asimilación de rasgos “malos”asignados por otros cercanosidentificados como absoluta-mente distintos; asimilación decaracterísticas “transformadoras”del líder; glorias y traumas elegi-dos; y formación de símbolosque pueden desarrollarseautónomamente.

1) Identificaciones compartidas:Se forjan desde la niñez a partirde las identificaciones con el idio-ma, las canciones, los bailes, lasleyendas, las preferencias cultu-rales de los padres y otros adul-tos significativos, que los conec-tan con sus identidades étnicas(“soy aymara”), nacionales (“soychileno”) o religiosas (“soy cató-lico”), etc. A veces lo que primaes la identidad religiosa, por ejem-plo, en Irlanda es más fuerte laidentificación con los católicos ocon los protestantes que con elhecho de ser irlandés; otras veces

los sentimientos nacionales sonmás intensos, es el caso de unniño nacido en Chipre, cuya iden-tidad grupal se define en relacióna si es turco o griego, y no a si esgriego ortodoxo o musulmán.Es decir, la identidad nuclear delniño se forja en relación a la iden-tidad del grupo que predominaen el momento histórico de sudesarrollo.

2) Reservorio de imágenes aso-ciadas a sentimientos positivos: Es-tas imágenes son aquellas que seasimilan culturalmente y que ge-neran la sensación de unidad algrupo, de comunidad, de un“nosotros”, particularmentecuando se está fuera del terruño:el sauna para los finlandeses, lafalda para los escoceses, las rimasinfantiles para los ingleses, elceviche para los peruanos. Estasimágenes deben ser compartidasy constantes. Cada grupo tendráun reservorio de estas imágenes,por ejemplo, los escoceses aso-ciarán la falda, la gaita y el whisky,Muchas de estas identidades nu-cleares se cristalizan durante el pa-saje a la adolescencia, cuando seproduce el fenómeno de identi-ficación con otros miembros delgrupo.

3) Asimilación de rasgos “ma-los” atribuidos por otros cercanos iden-tificados como absolutamente distin-tos: Tanto la identidad de un in-dividuo como la de un grupo

también reposa parcialmente enlas características que definen laidentidad de otro grupo grande,generalmente cercano. Es decir,es resultado de la interacción en-tre identidades grupales vecinas,la cual da lugar a la asimilaciónde atributos “malos” asignadospor los otros. Es el caso, porejemplo, de lo que era hasta nohace mucho la imagen predomi-nante de los negros en el sur delos Estados Unidos, a quienesse les consideraba “salvajes”, locual generó que éstos se sintie-ran orgullosos de ser “salvaje-mente” potentes sexualmente.

4) Asimilación de característi-cas “transformadoras” del líder: Cier-tas características de líderescarismáticos se convierten enemblemas de la identidad de ungrupo grande, por ejemplo, lacamisa de Mao, la barba de Fidelo el pañuelo de Haya de la Torre.

5) Glorias y traumas elegidos:Representaciones de hechos his-tóricos y figuras asociadas a ellosacaban transformándose en íco-nos emblemáticos a través de latransmisión transgeneracional.Por ejemplo, cuando Milosevic,luego de 600 años, sacó los res-tos del príncipe Lázaro en proce-sión por toda la región, reactivóel trauma serbio “elegido”: labatalla de Kosovo. Esto produ-jo un colapso en el tiempo quepropició la masacre de los

albanos como sustitutos de losotomanos, con quienes no te-nían relación alguna. Otro ejem-plo puede ser el trauma de lamediterraneidad de Bolivia.

6) Formación de símbolos quepueden desarrollarse autónomamente:Muchas veces el símbolo cobrapresencia sin que se tenga con-ciencia de lo que simboliza. Si-guiendo el ejemplo anterior, laderrota de Lázaro que se trans-forma en la necesidad de vengan-za contra un enemigo inventado.

Cuando la identidad nuclearde una nación o de un grupocualquiera, por ejemplo, los hin-chas de un equipo de fútbol, re-sulta amenazada, una manera deresponder es incrementar la dis-tancia y las diferencias con los gru-pos vecinos creando barreras psi-cológicas. Así, el grupo ex-ternalizará, proyectará y despla-zará aspectos propios no desea-dos hacia el otro grupo. Esto eslo que Freud llamó “el narcisis-mo de las pequeñas diferencias”.Por ejemplo, los tutsi y los hutusde Ruanda son grupos racialesindistinguibles, pero pequeñosdetalles de vestimenta o mane-ras de hablar desataron terriblesmatanzas. Estos sentimientosse incrementan cuando los gru-pos sienten la amenaza de la de-saparición o cuando existe des-organización y caos en sus estruc-turas sociales.

Curiosamente, esto haceque a veces sea necesaria la crea-ción de una barrera real que hagaclara la separación, por lo menosdurante un tiempo. Esto trae ala mente, por supuesto, el murode Berlín y el hecho de que luegode la euforia de su caída, los ale-manes orientales y occidentalestuvieron que enfrentar un difícilproceso de integración que to-davía no termina de cuajar y cuyaconflictiva ha sido desplazada alos inmigrantes turcos.

IVLo aquí visto puede apli-

carse a cualquier grupo grande:una nación, una organizaciónpolítica, un club deportivo ouna empresa. En esta época deprofundos cambios sociales, esimprescindible tomar en cuen-ta el análisis de la formación yevolución histórica de las estruc-turas básicas para identificar losproblemas y plantear solucionesalternativas luego de evaluacio-nes costo/beneficio tanto decambio de estructura como deliderazgo. Es necesario aprenderdel pasado. De allí la importan-cia de que cualquier estudio so-bre estos fenómenos sea abor-dado desde una perspectivainterdisciplinaria en la que con-fluyan los aportes de las cienciassociales, la historia, la ciencia po-lítica y el psicoanálisis, entre otrasramas del conocimiento.

BIBLIOGRAFÍA

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SUEÑOS ANTIGUOSVladimir Nabokov

epetidas veces, mi mente ha hecho esfuerzos colosales por distinguirhasta las más tenues luces personales en la impersonal tiniebla

que hay a ambos lados de mi vida. Esta creencia en que la causa de esastinieblas no es más que la muralla del tiempo que nos separa a mí y amis contusionados puños del mundo libre de la intemporalidad, lacomparto alegremente con el salvaje más pintarrajeado. He viajado haciaatrás con el pensamiento –un pensamiento que se iba abusando de formairremediable a medida que avanzaba– hasta regiones remotas en lasque busqué a tientas alguna salida, aunque sólo para descubrir que laprisión del tiempo es esférica y carece de ellas. Menos el suicidio, lo heprobado todo. Me he desprendido de mi identidad para pasar por unespectro convencional y colarme así en reinos que existían antes de queya fuera concebido. He soportado mentalmente la degradante compañíade novelistas y coroneles retirados de la época victoriana que recordabanhaber sido, en vidas anteriores, esclavos que llevaban mensajes por lascalzadas romanas o sabios sentados al pie de los sauces de Lhasa. Hesaqueado mis sueños más antiguos en pos de llaves y claves, ypermítaseme que declare inmediatamente que rechazo por completo elvulgar, raído y en el fondo medieval mundo de Freud, con su chifladabúsqueda de símbolos sexuales (algo así como buscar acrósticosbaconianos en las obras de Shakespeare) y sus rencorosos y diminutosembriones espiando, desde sus escondrijos naturales, la vida amorosade sus padres.

Habla memoria. Editorial Anagrama. 1966.

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s conocido que la libre asociación de ideas y la ael inconsciente, la sexualidad, el erotismo, son los princip

Sin embargo, el entusiasmo y la devoción que las teorías freudiay poeta Andre Bretón, no tuvieron la reciprocidad esperada. Freud se limitque a Freud más le interesaba la sonrisa de la Mona Lisa que la sonrisa ver

y “El Moisés” de Miguel Ángel, demuFelizmente, la actitud displicente de Freud no tuvo ningún efect

surrealista continuó en su colorida variedad. Cada uno de los artistas quEl mundo divertido, lúdico, erótico y trastocador de Magritte; el exhibicioni

sin asomo de humanidad, del refinado Tanguy; los delirios de Dalí, más calgunos ejemplos que comprueban que la obra de arte siempre escapa de

De la obra maravillosa de Max Ernst, quisiera, en esta oportunidad, dea mi modesto entender, el cuadro surrealista más ligado al psicoanálisis.

escena es contemplada con placer vouyerista por un trío perverso, dos hoimplícito, por las fantasías sadomasoquistas que despierta, es imPero levantémonos del famoso diván y dejemos nuestras libre

que supo crear una obra libérrima, más allá d

PSICOANÁLISIS YUNA FALSA

Lorenzo

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apertura a mundos casi inexplorados: los sueños,ales vasos comunicantes entre psicoanálisis y surrealismo.anas despertaron en algunos surrealistas, sobre todo en el psiquiatrató a un comentario displicente y aguafiestas sobre el surrealismo. Era obviortical o que los relojes amelcochados. Sus ensayos sobre Leonardo da Vinciuestran sus preferencias renacentistas.to desestabilizador entre los curtidos seguidores de Bretón y la fiestae integraron este movimiento conservó su sello personal e intransferible.ismo onírico de las hieráticas féminas de Paul Delvaux; el universo desolado,ercanos a una fantasía desquiciada que a la realidad de los sueños, son soloe las intenciones del autor, más aún si quiere hacerla calzar con una teoría.estacar su inquietante pintura La Santa Virgen corrigiendo al Niño Jesús por ser,La Virgen María, muy severa, le da nalgadas al Niño Dios y la edificante

ombres y una mujer, desde una estrecha y sórdida ventana. Por su erotismomposible no asociarla al famoso ensayo de Freud Pegan a un niño.es asociaciones para celebrar a los surrealistas, ese grupo de artistasde la razón, de la moral y de la propia estética.

Y SURREALISMO,A EMPATÍAo Osores

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1. Héctor y Andrómaca, 1905. Georgio De Chirico.2. Poema objeto, 1927. André Bretón.3. La Santa Virgen corrigiendo al Niño Jesús, 1936. Max Ernst.4. Mujer sentada, 1960. Alberto Giacometti.5. La vía pública, 1948. Paul Delvaux.6. Personajes rítmicos, 1934. Joan Miró.7. Sortilegio de Lenin, 1930. Salvador Dalí.8. La condición humana, 1934. René Magritte.

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hora bien. No todoslos mortales se desvi-

ven por alcanzar un lugar deprivilegio en las diversas es-calas establecidas según cri-terios intelectuales, sexuales,sociales y económicos: hayquienes transcurren sus díasocupando cómodamentepuestos secundarios, sin másdesvelos que el preciso comopara pasarla bien entre lossuyos, es decir, sin insomniosde por medio en procura deobtener premiaciones, pre-laturas, principados. Ensuma, no les importa ser el“más-más” en nada, menosaún quemarse las pestañaspara ganar prestigio en elmercado de la personalidad.

En ningún caso, comoen el de Freud, se revela coninnegable nitidez tales ansiasde preeminencia. Por eso, lla-mamos complejo de Freuda la búsqueda inacabable dela gloria, sin importarle a estebuscador mayormente losdesvelados esfuerzos porencontrarla o no encontrarlamientras viva. Stendhal, otroansioso por ser glorificado,estaba seguro de que, cin-cuenta años después de sumuerte, iba a tener un pues-to de honor en la novelística.Efectivamente, lo tuvo y to-davía lo sigue teniendo.

Honorio Delgado –úni-co psiquiatra peruano queconoció personalmente aFreud– se refirió al padre delpsicoanálisis en estos térmi-nos: “su voluntad y su pathosexcelsiórico siempre señorea-ban en su personalidad, des-tacándose por encima de suscompañeros”. En Freud di-cha alfamanía (o manía dequerer ser el primero) tam-bién produjo esos desvelostípicos de quien, a sabiendasde que está por descubriralgo, sabe igualmente queotros alfámanos están mero-deando, como él, la mismaverdad ad portas. Al respec-to, en la carta que escribe aFliess el 10 de marzo de1889, Freud confía a su ami-go lo siguiente: “Abrí el librode Janet, ‘Névrose et IdéesFixes’, con el corazón palpi-tante. Al cerrarlo encontré mipulso normal: no tiene lamenor idea de la solución”.Por aquella época PierreJanet ya había publicadoL’automatisme psychologique(1889), y Les accidents mentauxdes histeriques (1893). Como

suele decirse, Janet venía pisán-dole los talones a Freud en lasolución del problema que lahisteria planteaba a los investi-gadores de fines del siglo XIX.De ahí la reacción de júbilo deFreud, reacción sin lugar adudas desproporcionada, ante

tanto, siente apremio de jus-tificar su genialidad con eldescubrimiento de algo degran envergadura. No, encuanto además de esa con-génita condición superior, talafán de ser primero obede-ce meramente a un aspectodel complejo de Edipo deFreud, que él mismo lo des-cubrió en su famoso auto-análisis.

Ya se sabe que en unasociedad tremendamentecompetitiva, donde el récordes la meta y el match* el modusvivendi, proliferan los alfáma-nos.

Por otra parte, como di-ría Richard Dawkins, no sólohay un gen egoísta, sino quetodo genio necesariamentetiene que ser un “genio egoís-ta”. Circunscribiéndonos a lahistoria de la literatura, porejemplo, ¿cuántos libros hansido escritos al precio de sa-crificar cónyuges, hijos, etc.?Todo por seguir el dictadode esa fuerza darwiniana dela superioridad de los másfuertes en la lucha por la vida.

Por último, siguiendo elmétodo que nos legaraFreud, tratándose del amor,nadie puede ser el primero,ni siquiera el “primer amor”,pues nuestra madre es la pri-mera mujer que nos engañacon nuestro padre. Uno delos modos de cerrar esta he-rida primordial y profundaes reordenar la vida dándoleotro sentido a ésta, a travésde la sublimación, hasta lle-gar a la situación donde nues-tras energías pueden ser gas-tadas incluso en pro de losdemás, ciertamente a cambiode ser el número uno, el pri-mero, en este caso concretotransformándose en máspadre que el mismo papá,como resultó siendo Sig-mund Freud, el padre delpsicoanálisis. ¿Quién lo po-dría negar?

EL COMPLEJODE FREUD

Max Silva Tuesta

“Ser el primero” resulta fundamental, casi una necesidad primaria, nosólo en el harto conocido cuadro de honor, sino en otros aspectos de la vida

traducidos en términos de gloria y poder. Dicho de otro modo, el hecho de quererser el número uno en cierto orden de méritos parece tan natural, como lo es en

los predios del amor, motivo por el cual el llamado terreno virgentermina siendo altamente cotizado.

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* “La vida como match –dice Cé-sar Vallejo–, es una desvitalizaciónde la vida […]”. Y sigue diciendonuestro poeta: “Yo no vivo com-parándome a nadie ni para vencera nadie y ni siquiera para sobrepu-jar a nadie […] no busco batir nin-gún récord. Yo busco en mí eltriunfo libre y universal de la vida”.(Variedades, Nº 1021, 24 de se-tiembre de 1927).

el último libro del psiquiatrafrancés. Desde entonces, Freudpudo dormir tranquilo, o loque es lo mismo, tiempo des-pués él se convertirá en el ade-lantado, en el primer hombreque pisó la tierra virgen del in-consciente.

¿Acaso no es común laaprensión que se refleja en lacarta que Freud dirige aFliess? Sí y no. Sí, en cuantose trata de alguien que tieneconciencia de estar exce-lentemente dotado comopara descubrir algo y, por lo

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e suele pensar que suprincipal audacia con-

sistió en desenmascarar lapretendida inocencia infantily develar aspectos ocultos dela sexualidad humana, todolo cual le valió la acusaciónde pansexualismo. Y se sue-le explicar también, comolo hace Elisabeth Rou-dinesco, que tales acusacio-nes proyectaban en el psicoa-nálisis los miedos y las an-gustias de una época carac-terizada por la liberación delas costumbres, la emanci-pación de la mujer y el de-clive de la autoridad patriar-cal.

Pero, en mi opinión, elatrevimiento mayor del psi-coanálisis –el que más angus-tias produjo, y el que le valiósus detractores más podero-sos– consistió en cuestionaral sujeto del actuar, el deseary el conocer; desvaneciendo,en ese acto, la solidez de laidea misma de una realidad.

En Estudios sobre la histe-ria, publicado en 1895,Freud hizo la afirmación deque los histéricos sufren dereminiscencias, dando fe alos relatos de sus pacientessobre episodios infantiles enlos que habían sido seduci-dos por personas mayores,y que, habiendo estado olvi-dados, reaparecían en la con-versación con el médico, pro-duciendo un inmediato ali-vio de los síntomas.

Los histéricos sufrían,pues, por sus recuerdos. Estafrase se hizo emblemática delpsicoanálisis de esa época,porque marcó la primeraruptura frente al modo enque entonces se concebía la

enfermedad. Aún hoy, unavisión popular del psicoaná-lisis –que se pone de mani-fiesto en muchas películas yen las expectativas de algu-nos prospectivos pacientespsicoanalíticos– está signadapor la expectativa de la re-pentina revelación de un re-cuerdo puntual que solucio-naría la neurosis,

La ruptura de Freud conla tradición médica sería aúnmás radical, pero tendría quevenir por etapas. No hay queolvidar que, si bien Charcot,su maestro, reconoció la im-portancia de las ideas en lossíntomas histéricos; su expli-cación etiológica se cir-cunscribía a un deterioro he-reditario del cerebro, consi-derando los factores restan-tes como simples agentesprovocadores. Para el Freudde fines del siglo antepasa-do, en cambio, el trauma psí-quico no era un mero desen-

cadenante: su recuerdo se-guía vivo, aunque oculto, enun segundo estado de con-ciencia, siendo la causa acti-va del síntoma.

Pero luego, en 1897,cuando Freud deja de creerque los relatos de sus pacien-tes se sujetan a una verdadmaterial, y abandona la teo-ría de la seducción, da unpaso más radical -el verda-dero giro psicoanalítico- se-gún el cual lo reprimido enla histeria no son los recuer-dos, sino los impulsos deri-vados de las escenas origina-rias. Las imágenes de seduc-ción o violación siguen sien-do escenas clave de la enfer-medad, pero ya no son con-sideradas como episodios dela realidad material, sinocomo construcciones men-tales que expresan deseosconfigurando, así, una reali-dad psíquica de especial im-portancia para la patogénesis

y el psicoanálisis en general.Los neuróticos no su-

fren, ya, de reminiscencias.Sufren de deseos. Deseosreprimidos, que presionandesde el fondo del psi-quismo, que son agentes ac-tivos en su misma constitu-ción como inconsciente di-námico, que signan el dis-currir de la vida de los indi-viduos, que les hacen enga-ñosas sus suposiciones de sersujetos, que atan sus destinosa su naturaleza intrínseca deanhelos irrealizables.

Este cambio, así comolos ulteriores planteamientossobre los recuerdos encubri-dores y la noción de fanta-sía, culminarían, al inicio delsiguiente siglo, en la primeragran sistematización desarro-llada en La interpretación de lossueños. Esa combinación decompendio científico y con-fesión autobiográfica quepublicara en el 1900, marca

el inicio del psicoanálisis pro-piamente dicho, para el cualla realidad material no es másel eje de la comprensión.

Así, en la historia del psi-coanálisis, la imagen mentalse desliza, de ser un registrode la realidad, a ser una ver-sión de ella teñida por el de-seo. Si apelamos a nocionesde la plástica, podríamosdecir que Freud pasó de unfigurativismo ingenuo a unaversión figurativo-recreativade la representación de la rea-lidad en la mente humana.

Pero es fácil inferir queese deslizamiento en el carác-ter de las imágenes mentalesimplica, a su vez, el desliza-miento del tipo de realidadque se postula como entor-no. El piso se mueve, nosólo para los pacientes, hom-bres y mujeres comunes ycorrientes, que pueden sertocados por la inquietanteprovocación del psicoanáli-sis. También se mueve el pisode aquellos que están dedi-cados a señalar con autori-dad el lugar de la realidad,ese pedestal sobre el cual seasientan sus construccionesteóricas. Los epistemólogos,entonces, amenazados en lasbases de su quehacer, parti-ciparán en la sentencia demuerte al psicoanálisis.

Para Popper, por ejem-plo, el psicoanálisis es una su-perchería que no merece unlugar en el mundo, porquesu teoría es imposible de re-futar, no es falsable. Y no esPopper,por supuesto, un ver-dugo de poca monta. A éldebemos la formulación, enla primera década del sigloXX, de una muy contundente

EL CADÁVER SALUDABLE Y LAREALIDAD LANGUIDECIENTE

El psicoanálisis

Hacia fines del siglo antepasado, un médico –judío, agnóstico y vienés– produjo una ruptura mayor de las bases de la medicina.Sigmund Freud, neurólogo que había conocido de los rigores de la investigación histológica, y que abrazaba los presupuestos del

materialismo y el monismo biológico, se había atrevido a enunciar que algunos de los pacientes atendidos por los neurólogos estabanenfermos de pensamientos y no de perturbaciones de los órganos. A lo largo de la historia del psicoanálisis, la amenaza del castigo

por esa trasgresión se ha levantado innúmeras veces: el psicoanálisis está condenado a la desaparición. Es como si losángeles exterminadores estuvieran próximos a descender para cobrarle caro su atrevimiento.

Augusto Escribens

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Un perro andaluz, una de las obras cinematográficas del siglo pasado más atractivas para el análisis freudiano.

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crítica de la lógica inductiva,articulada con el importantecriterio de demarcación, quepostula que una ciencia, paradefinirse como tal, deberíabuscar, no que sus hipótesisse vieran comprobadas porlos datos de la realidad, por-que nunca sería posible veri-ficarlos todos, sino que de-bería ser capaz de encontrarlas situaciones clave, los da-tos específicos, que pudieranrefutarlas concluyentemente.La posibilidad de establecercondiciones de falsación, en-tonces, se torna en criteriodecisivo para discriminar loscuerpos de conocimiento ycreencia que pueden consi-derarse ciencias de aquellosque no.

Cuando arremete contrael psicoanálisis, Popper afir-ma que su teoría no puedeser falsada porque cualquierevento es interpretado comoconfirmatorio. Por ejemplo,cuando Freud busca traumassexuales infantiles que expli-quen la neurosis y éstos sonnegados por el paciente, sos-tiene que fueron reprimidos,y cuando se hace evidenteque el suceso nunca ocurrió,lo considera una fantasía in-consciente. Según Popper, enese caso, el pensamientofreudiano ejecuta dos vecesel artilugio de huir hacia loinfalsable, y así puede seguirsosteniendo su hipótesis.

Pero hay un supuestoimplícito en la reflexión dePopper que hace que sea suafirmación, más bien, la quese revele como artilugio.Subyace a ella que hay unlugar fijo en el cual se ubica-rán las condiciones defalsabilidad, y por ello es queinterpreta la trayectoria delpsicoanalista como un “huirhacia lo infalsable” y nocomo un “correr en buscade lo falsable”. Como con-secuencia de ese supuesto, eldiscurrir de la mente huma-na tendría que darse en unasola dimensión, y no en eldeslizamiento entre variasrealidades.

También Wittgensteindescalifica al psicoanálisiscomo anti-empirista, debidoa su sesgo a buscar confir-maciones y reinterpretar laevidencia contraria en modofavorable (por ejemplo, lla-mar resistencia a los casos enlos que la terapia no avanzao el paciente no acepta las in-

terpretaciones). Pero desdeun enfoque interno al psicoa-nálisis podemos ver que, enesos casos, se trasponen di-ferentes niveles de realidad enel psiquismo del paciente, yque lo que en un momentoera el plano en el cual habríaque establecer las condicio-nes para la refutación, en elsiguiente instante ya se desli-zó hacia otra parte sirvien-do, más bien, como elementode encubrimiento de cual-quier posible falsación.

Como psicoanalista, nopuedo dejar de pensar queen ese implícito sobre ellocus de la falsabilidad, com-partido por ambos filóso-fos, se revela una postulaciónacerca de la realidad misma.Desde esa visión de una rea-lidad inamovible y ubicableen coordenadas precisas, nohay falsabilidad posible parael psicoanálisis, porque éstaresultaría tan absurda comoel intento de convencer a unparanoico de que no esSimón Bolívar mostrándolesu partida de defunción.

Por ello, no puedo dejarde imaginarme a este tipo decrítico como un pensadorque huye hacia la refutacióndel psicoanálisis, para no en-frentar la pérdida de su cer-tidumbre –y autoridad– so-bre la realidad. Por esa pér-dida se sentiría abismado sise permitiera ver como unsemejante al analista en agó-

nico equilibrio sobre provi-sorias certidumbres que lodejan en el súbito vacío; envez de verlo como un falsomalabarista de esquina. Y mepregunto cómo se las veríacuando tuviera que replantearlas condiciones de falsaciónen un contexto que se parez-ca más a la arena movedizaen que nos movemos lospsicoanalistas en nuestro que-hacer clínico cotidiano, queal lecho de roca que Freudsiempre añoró, y al que debemás de un error.

Porque Freud siemprepensó en la existencia de unarealidad –objetiva, material,externa, como quiera que de-cidamos denominarla–.Frente a ella sólo postuló undescentramiento, en tanto lonuclear era la realidad psíqui-ca, porque en ella se desarro-llaban los fenómenos a losque atendía el psicoanálisis.En posteriores alternativasteóricas, más radicales encierta dirección, la realidadmaterial llega, incluso, a serirrelevante.

Para Roy Schafer, porejemplo, no tiene sentido, enpsicoanálisis, hacer referenciaa algo que no sea la realidadpsíquica. Para él, el psicoa-nálisis tradicional –que con-virtió en una suerte de esco-lástica lo que Freud creó ypadeció en su agónica bús-queda de creador– ha equi-vocado el camino, ubicando

el problema de la realidad enuna concepción claramentepositivista según la cual larealidad está “allá afuera”,o “acá adentro” (en el mun-do interno), existiendo comouna esencia certificable ycognoscible. La realidad esencontrada y reconocida ino-centemente, porque en par-te se le impone a uno por lafuerza de su evidencia y enparte es descubierta odevelada por la investiga-ción y por la razón libre deteoría. La decisión acerca dequé es una fantasía (realidadpsíquica) y qué es un hecho(realidad externa) resulta, en-tonces, de fácil y rápido trá-mite. Pero este razonamien-to es, para Schafer, engaño-so, ya que estamos limitadossiempre a lidiar con versio-nes de la realidad, con sig-nificados.

A veces, por ejemplo,una acción asertiva de ciertotipo en una situación dadapuede, con igual legitimidad,ser descrita como sádica ymasoquista, regresiva yadaptativa. En esta óptica,la realidad siempre está me-diada por la narración. Le-jos de ser encontrada o des-cubierta inocentemente, escreada de una manera regu-lada por el observador.

Me he detenido en elpunto de vista de Schafer, noporque lo suscriba necesaria-mente, sino porque, siendo

una de las múltiplesformulaciones que coexistenen el psicoanálisis contempo-ráneo, nos permite ver hastaqué punto puede llegar, den-tro de la lógica de esta disci-plina, el radical cues-tionamiento de la realidadque dejó ya bastante lejos esasuerte de realismo ingenuo –propio del medio intelectualde la época– del que partióFreud, Porque el creador delpsicoanálisis no sabía muchode lo que tenía entre manoscuando formuló sus pre-misas, y menos aún podíaprever el despliegue de suscorolarios. Nos encontra-mos ahora con que el desa-rrollo de su aventura comoaprendiz de brujo ha sobre-vivido a su muerte, sin quetampoco podamos imaginarsu desenlace.

Y entonces, en una y otradirección, el psicoanálisis se-guirá privando al hombredel piso seguro de la reali-dad, ganándose detractoresque querrán verlo desapare-cer, para poner en su lugaralguna palabra preñada deautoridad y certidumbre,provenga ésta de la ontolo-gía, de la industria o del dis-curso ordenado sobre uncuerpo limpio de toda per-turbación de deseo o verdadalucinatoria.

En la actualidad, es ésteúltimo el caso, que cuentacon la eficiente colaboraciónde eso que llaman psicotera-pia cognitivo conductual,–una suerte de análisis racio-nal, desprovisto de todo atis-bo de deseo y desvarío– conla industriosa estrategia demarketing de los laborato-rios dedicados a la elabora-ción de psicofármacos. Deellos parten, hoy en día, lasmás radicales críticas al psi-coanálisis. De aquellos a losque Roudinesco calificacomo adeptos del hombre-máquina que pretenden quetodos los problemas psíqui-cos derivan del cerebro y quepueden erradicarse con tra-tamientos químicos.

Mientras tanto, el psicoa-nálisis, ese anunciado cadáver,goza de plena salud. Siguecreciendo y desarrollándose,a pesar de que su propia acti-vidad teórica ha hecho cadavez más incierta la ubicaciónde la realidad y más enigmá-tica la verdad que busca conafán impenitente.

M

LUIS BUÑUEL YLOS SUEÑOS DEL DOCTOR FREUD

uchos psicoanalistas, por ejemplo, han encontrado, en Un perro anda-luz, una de las obras artísticas de nuestro siglo más atractivas para el

análisis; Luis Buñuel ha confesado como, desde 1923, leía con aplicación aFreud; sabidas son, por otra parte, las hondas relaciones existentes entresurrealismo y psicoanálisis.

En el filme está amalgamada la estética del surrealismo con los descubri-mientos de Freud, respondía a los principios generales de esa escuela quedefine al surrealismo como un “automatismo inconsciente no psíquico ca-paz de devolver a la mente su función real fuera de todo control ejercitadopor la razón, la moral o la estética”. Esta película iba dirigida a los sentimien-tos del inconsciente humano y, por lo tanto, su valor es universal, auqueresulte desagradable a cierto grupo de la sociedad aferrada a los principiospuritanos de la moral.

Poesía y psicoanálisis configuran esta sugestiva síntesis en la que conflu-yen los procesos creativos del poeta surrealista y las obsesiones del aplicadolector freudiano.

Carlos Barbachano. Buñuel. 1987.

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“Si queréis saber mássobre la feminidad, podéisconsultar a vuestra propia

experiencia de lavida, o preguntar a los

poetas, o esperar a que laciencia pueda procurarosinformes más profundos y

más coherentes” (Freud, 1933)

a lista pues sería larga(ver recuadro al final de

este mismo trabajo “Freud ylas mujeres: amor y cenizas”).Recordar, por ejemplo la de-pendencia que siempre tuvocon su esposa y luego con sucuñada, quien, además, le ayu-dó como secretaria; con Anna,la menor de sus hijas, suAntigona, quien cuidó de él yde su obra con celo entraña-ble; los paseos nocturnos conLou Andreas-Salomé, cuandola acompañaba de retorno asu casa luego de sus reunio-nes de los miércoles; el cari-ño y respeto con MarieBonaparte, quien le brindóafecto, influencias y dineroque permitieron no solo sal-varle la vida sino también suobra científica. Es relevante,así mismo, recordar que, apar-te de su vida amorosa en laesfera amical, en sus encuen-tros intelectuales y científicoscon las mujeres tuvo una ac-titud de decidida aceptacióny estímulo, invalorable paracon ellas: como seres huma-nos pensantes y vivos. Por lotanto, insistir en los aspectosmachistas o misóginos deFreud puede resultar mezqui-no, por decir lo menos. Elhaber intuido, escuchado y fi-nalmente “dejado hablar” a lasmujeres de su época y entor-no nos ha permitido alcanzarlos avances extraordinarios delos que hoy gozamos lasféminas por lo menos en par-te de Occidente.

Nos escuchó, nos intuyó,o para decirlo en lenguajepostmoderno: nos leyó muyde cerca y profundamente.

Es comprensible que, enun entorno furiosamente pa-triarcal, también para Freudfuese difícil entender el com-plejo psiquismo femenino. Sullamado a los poetas, epígrafede este artículo, da cuentaque apela a imponderablespoéticos para acercarse a untema que, de alguna forma,no era de su total compren-sión científica y teórica aún ya pesar de su cercanía afectivae intelectual con las mujeres.

Para entender las ideas de

Freud sobre la feminidad y lasexualidad femenina necesita-mos citar dos aspectos del psi-coanálisis: la naturaleza de lavida mental inconsciente; y lasleyes específicas que la rigeny el significado de la sexuali-dad en la vida humana.

CUANDO LA RAZÓN NOES SUFICIENTE

En términos didácticos,todo esto empezó en la Vienadel fin de siècle. La joven Vienaque se inclina ante el brilloimpresionista, el deslumbra-miento del instante, la curio-sidad positiva y la fugacidadde lo bello. A contramano delnaturalismo, todo se centra enel ètat des choses. En la psicolo-gía se curiosea en el alma y suexistencia. Las teorías mode-ladas por la conciencia ya nosatisfacen. En 1895 aparecenlos Estudios sobre la histeria queFreud y Breuer escriben encolaboración. Los detalladoshistoriales clínicos y el análi-sis de casos ahí tratados con-firman las conjeturas de lospoetas, según las cuales se de-sarrollan procesos y obran

fuerzas más allá de la con-ciencia, que aun hoy deberánser descubiertos.

El psicoanálisis no se cen-tra en el análisis y el tratamien-to de alteraciones aisladas, psí-quicas o físicas. Su interésprincipal está enfocado en lacomprensión del funciona-miento del aparato psíquico,es decir, del funcionamientode las tendencias inconscientesde la psique. Freud aspirabaa una psicología de las verda-deras relaciones entre el com-portamiento y la experiencia.Es por ello que inicia sus es-tudios a partir de fenómenoso aspectos a los que la cienciahasta entonces no había pres-tado mayor atención, comopor ejemplo, los actos fallidosy los sueños. También intentódeducir a partir de las relacio-nes anímicas los fenómenosneuróticos, como los ataquesespasmódicos, los delirios, lasvisiones, las ideas y actos ob-sesivos. Según Freud, tanto losprocesos normales como lospatológicos están sujetos a lasmismas normas. La realidadpsíquica, con sus problemas

particulares y leyes propias, esel objeto de la investigaciónpsicoanalítica. El propósito eshacer visibles los conflictos yla dinámica que se escondendetrás de lo manifiesto y ob-servable del comportamiento.En cada proceso participantendencias y contra tenden-cias, es decir, una tendenciaprimaria, que tiene como metadirecta la satisfacción de losapetitos, es valorada por unatendencia conservadora yestructuradora de acuerdo asu capacidad de concienciación.Aquí son reprimidos determi-nados impulsos instintivos denaturaleza sexual y/o agresi-va. No todos los impulsos ins-tintivos, que surgen desde lainfancia para ser satisfechos,pueden mantenerse latentessin haber sido modificados.Atendiendo a criterios cultu-rales, estos instintos se veránsometidos a modificacionesdiversas. Los impulsos repre-sentan, por así decirlo, la par-te de la psique que urge porexpresarse, sin respetar las le-yes de espacio y tiempo ni tam-poco el principio del “tercio

excluido”; en otras palabras,funciona con su propia lógi-ca, que no es la aristotélica porcierto.

La existencia de lo incons-ciente era algo conocido aunantes de Freud, pero el des-cubrimiento acerca de sumanera de funcionar y departicipar en la determinaciónde nuestra conducta es úni-camente mérito de Freud.Ello abarca el entendimientode los mecanismos de repre-sión, de la inversión en loopuesto, de la creación de re-acciones, de la sublimación yotros aspectos. Freud consi-deraba que su aportación auna nueva imagen de ser hu-mano consistía en la compro-bación de que el Yo no es “se-ñor” en su propia casa, ni enla vida anímica, y fue eso loque demostró.

LA DIFERENCIA SUTILLa obra de Freud es com-

pleja en cuanto a teorías so-bre la mujer y la diferenciaentre los sexos. Freud noabandona la noción positivis-ta de ciencia. Se mueve entreel positivismo y la noción deinconsciente, que cuestionatodo intento exclusivamenteracional de entender al sujeto.Sus ideas sobre el complejode Edipo y el de castración sedesgajan de una concepciónbiologista sobre la diferenciasexual. Esta diferencia no serásolamente del orden de lo bio-lógico, sino que formará par-te de una cadena de signi-ficantes. Lo mismo ocurre conla concepción freudiana de lasseries complementarias (1916-1917). El acceso a la diferen-cia de los sexos será una ope-ración simbólica, una opera-ción de la cultura. Para la teo-ría freudiana primigenia nohay feminidad primaria, lasexualidad de la niña es pri-mariamente masculina (Freud1923). Presenta una versionfalocéntrica, pero al mismotiempo genera la posibilidadde desligar el acceso a la dife-rencia de los sexos de cual-quier determinación naturalis-ta. No hay un acceso obvio ala diferencia; esta se juega,para Freud, en el tránsito di-ferencial por el complejo deEdipo y de castración, cuyositinerarios difieren en la niñay en el varón. Aparece otroelemento divergente en laobra de Freud que complejizael panorama: la coexistenciade esta masculinidad prima-ria de la niña y la ligazón tiernacon la madre, que toma como ar-

Matilde Ureta de Caplansky

Una lectura cercana

FREUD Y LA MUJER

Cuando se trata del tema femenino en relación con el fundador del psicoanálisishay, a mi entender, aspectos que no siempre se mencionan, como por ejemplo queFreud amó a las mujeres: empezando por su madre, su novia y luego esposa

Martha, sus hijas, y entre sus discípulas a Lou Andreas-Salomé, MarieBonaparte, Helen Deutsch, Ruth Brunswick y tantas otras.

L

Freud y su hija Anna, especialista en psicología infantil, que continuó y desarrolló la obra de su padre.

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quetipo; esta constituye un ele-mento decisivo en la identifi-cación con la madre edípicay el futuro desarrollo de laidentidad femenina.

En los Tres ensayos, Freud,ya en 1905, deslinda la elec-ción sexual de lo que él deno-mina carácter sexual masculi-no o femenino y, así, planteaque la virilidad plena es com-patible con la inversión. Esdecir, desarticula el circuito deldeseo del de las identificacio-nes concernientes a la mascu-linidad y la feminidad, quepueden seguir caminos opues-tos.

“Todo lo relacionado con estaprimera vinculación materna mepareció siempre tan difícil de cap-tar en el análisis, tan nebuloso yperdido en las tinieblas del pasa-do, tan díficil de revivir, como sihubiese sido víctima de una repre-sión particularmente inexorable.Esta impresión mía probablemen-te obedeciera, empero, a que lasmujeres que se analizaron conmi-go, pudieron, precisamente por elloaferrarse a la misma vinculaciónpaterna en la que otrora se refu-giaron al escapar a la fase previaen cuestión. Parecería que lasanalistas como Jeanne Lampl-deGroot y Helene Deutsch, por serdel sexo femenino, pudieron captarestos hechos más fácil y claramen-te, porque contaban con la ventajade presentar sustitutos maternosmás adecuados en la situacióntransferencial con las pacientes so-metidas a su tratamiento”. (Sobrela sexualidad femenina, 1931:3078).

Posteriormente, Freudmismo, en 1933, relativiza susopiniones anteriores cuandodice: “lo que nosotros, los hom-bres opinamos de las mujeres…”y “que de las mujeres presentes nose espera que sean tal enigma parasí mismas”. Esto se apoya enuna propuesta teórica explíci-ta en el campo libidinal: el tra-yecto a la feminidad será unaserie de sucesivos desliza-mientos de la madre al padre,del pene al niño, en los que lameta máxima de la feminidadserá la maternidad que, para-dójicamente, es una meta deorden fálico.

DE LA ESFINGE A LAMADRE

Existen ciertos ideales so-bre la feminidad que formanparte de un imaginario com-partido tanto por hombrescomo por mujeres. Por unalado, la idealización y engran-decimiento ligados a las figu-ras de la madre y la virgen,unidas a la pureza, las emo-

ciones, la sensibilidad, el amory la belleza. Por el otro, el re-pudio ligado a las figuras dela prostituta, de la tentaciónsexual, lo demoníaco, lo ho-rroroso. Esto último, puedeconvertirse en condición deamor (Freud 1910).

En este contexto una delas propuestas importantes enrelación con la feminidad es lamaternidad. En las edades in-termedias de la vida, eldescentramiento del lugar ma-terno como sustento represen-tacional, con el refuerzo de laintensidad pulsional concomi-tante (Freud 1937) puede serexperimentado como un en-frentamiento con el vacío.

Según Freud, “en nuestromundo cultural las mujeres se en-cuentran bajo el efecto de contra-golpe de la conducta de los hom-

bres. Esto genera un efecto desfa-vorable tanto si no se las abordacon toda su potencia como si se lasdegrada o menosprecia”. Si lamujer elige el lugar respetadoo aceptado deberá restringirsu sensualidad. Y si elige lasensualidad deberá soportar elmenosprecio.

La mujer llega a la situa-ción edípica normal positivaluego de superar una prehis-toria gobernada por el com-plejo negativo. En el curso deesa fase el padre no es para laniña mucho más que un rivalfastidioso, aunque la hostilidadhacia él nunca alcanza la altu-ra que supone para el varón.

Al final de esta primerafase de la ligazón con la ma-dre emerge como el más in-tenso motivo de extrañamien-to de la hija respecto de la

madre el reproche de nohaberla dotado de un genitalcorrecto, es decir, de haberlaparido mujer. Y esta sensaciónprevalecerá a lo largo de lavida de las mujeres, con-densadamente, a través deotros temas, pero será unacausa importante de malestar,en ellas. Las metas sexuales dela niña junto a la madre sonde naturaleza tanto activacomo pasiva, y están coman-dadas por las fases libidinalesque atraviesan los niños. Lapreferencia de la niña por eljuego de la muñeca suele con-cebirse como signo del tem-prano despertar de la femini-dad. Lo que se exterioriza esla actividad de la feminidad,y que esta predilección de laniña tal vez atestigüe el carác-ter exclusivo de la ligazón con

la madre, con total prescin-dencia del objeto-padre.

La actividad sexual de laniña hacia la madre, tan sor-prendente, se exterioriza si-guiendo la secuencia de aspi-raciones orales, sádicas y has-ta fálicas dirigidas a aquella.

La intelección de la pre-historia pre edípica de la niñatiene el efecto de una sorpre-sa, semejante a la que en otrocampo produjo “el descubrimien-to de la cultura micénica tras lagriega”.

La fase de la ligazón-ma-dre deja conjeturar un nexoíntimo con la etiología de lahisteria, del mismo modo quetiene que ver con las diversasarticulaciones que tendrá eldesarrollo de la feminidad tan-to en sus aspectos normalescuanto patológicos.

La intensa dependenciaposterior de la mujer respec-to de su padre no es sino laheredera de una igualmenteintensa ligazón con la madre,fase esta cuya importancia esfundamental de la identidadfemenina.

A MODO DE EPÍLOGOFinalmente, con respecto

del desarrollo sexual femeni-no no es posible refrenar cier-to juicio acerca de la femini-dad en su conjunto. Hallamosen acción las mismas fuerzaslibidinosas que en el varón yen ambos casos, durante cier-to tiempo, se transita por idén-ticos caminos y se llega a igua-les resultados. El psicoanálisisnos enseña a contar con unaúnica libido, que, a su vez, co-noce metas activas y pasivas.Esta “universalización del deseo”se instala en la cultura con-temporánea como una suertede sistema operativo que fa-cilita el discurrir de laspulsiones libidinales en lamujer, con las mismas condi-ciones de “libertad”, al final decuentas, que en los hombresy puede ser vista como unade las claves para el progresoy el cambio en la condiciónfemenina que se ha experi-mentado en los últimos cienaños. No reconocer al patriar-ca entrañable un mérito enesos avances sería, como dijeal principio, no solo inexactosino también mezquino.Freud no fue infalible ni es-tuvo ajeno a su tiempo y a suscircunstancias, pero dibujó,diseñó, descubrió una parce-la infinita de conocimientoque nos toca a nosotras, no-sotros, cultivar y cuidar.

FREUD Y LAS MUJERES: AMOR Y CENIZAS

ecientemente se ha publicado, con motivo del ciento cincuenta aniversariodel nacimiento del “padre del psicoanálisis”, por las historiadoras austríacas

Lisa Fischer y Regina Koepl, un libro bajo el título Sigmund Freud: escenarios delpsicoanálisis en Viena, que revela el importante papel que desempeñaron las mujeresen su carrera y vida personal; ellas señalan que: “Sigmund Freud (1856-1939), unhombre de época, al fin y al cabo, no podía haberse impuesto con sus descubri-mientos y teorías sobre el psicoanálisis sin la ayuda y el apoyo de numerosas muje-res que estuvieron a su alrededor, entre ellas su propia esposa, Martha Bernays, ysu cuñada Minna.

Entre las representantes femeninas figuraron varias pacientes adineradas, comoBertha Pappenheim, que entró en los anales del psicoanálisis como Anna O. y sehalla en el inicio de la así llamada “cura de conversación”, o sea la terapia basadaen el diálogo con el terapeuta.

También es citada la princesa Marie Bonaparte, mecenas que además le salvóla vida en 1938 al convencer al “venerado maestro” para que emigrara, huyendocon su familia de los nazis.

Tampoco hay que olvidar a su hija Anna, experta en psicología infantil, quecontinuó y desarrolló el legado del padre. En el hogar de los Freud, establecidodesde 1891 en el posteriormente famoso domicilio de la calle Berggasse 19, cre-cieron seis hijos, y la madre y esposa Martha, hija de una familia judía de letradosalemanes. Anna, la hija más joven de la familia, nació en una fase muy precaria pormotivos económicos y por la situación psíquica de una madre agotada tras muchospartos y un padre dedicado a su labor cientifica. Fue la hija preferida de Freud,una guardiana celosa de su persona y obra.

Minna, hermana de Martha, se convirtió a mediados de los años 90 del sigloXIX en secretaria privada e interlocutora importante del médico de almas enasuntos profesionales, que además tenía acceso a las tertulias..

Marie Bonaparte, princesa de Grecia y Dinamarca, fue paciente y discípula deFreud, más tarde llegaría a ser una de las psicoanalistas más destacadas de suépoca, y como traductora de las obras de Freud al francés contribuyó esencial-mente a que sus ideas se propagaran en el extranjero. Fue portadora de uno de losanillos que Freud regalaba a discípulos y discípulas excelentes, como también, suhija Anna o Lou Andreas-Salomé, musa y amiga de muchos famosos como elpoeta Rainer Maria Rilke o el filósofo Friedrich Nietzsche. La discípula, sobrinanieta de Napoleón, también apoyó la fundación de la “Societé Psychoanalytique deParís”, salvó la editorial de escritos sobre psicoanálisis de la bancarrota y adquirióla correspondencia entre Freud y su amigo Wilhelm Fliess, fuente histórica esen-cial. En 1938, la princesa no sólo salvó la vida a los Freud sino también a otrosdoscientos intelectuales, a los que rescató de la persecución nazi, y pagó por lafamilia el impuesto que los nazis exigieron a quienes querían emigrar. Las cenizasde Sigmund Freud descansan en una antigua vasija griega que ella había regalado almaestro, símbolo del aprecio que había entre ambos”.

R

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os aniversarios son unospretextos arbitrarios y, en

cierto modo, ridículos, tal comolo señalaba hace poco el escritorJavier Marías, en un artículo endonde hacía mofa de la agitaciónen torno al cuatricentenario delQuijote. Lo propio podría decir-se del sesquicentenario del naci-miento de Freud: ¿tiene impor-tancia la fecha? Acaso lo relevan-te es que las obras sigan siendorecordadas pese al paso del tiem-po, el cual, si no las desvanece,las recubre con la pátina ambi-gua de lo clásico. El problema esque dicho revestimiento puedeterminar aislando al artefacto cul-tural hasta congelarlo en una re-liquia de museo, venerable peroinservible. Son las lecturas y susresonancias, tanto eruditas comoestrictamente personales, las queconfieren su vigencia y actualidadal texto. En el caso de la obra deFreud, su doble dimensión clí-nica y cultural nos plantea un te-mible desafío. Esta es la parado-ja enunciada por Zizek1: “Cuan-do los estudios culturales igno-ran lo real de la experiencia clíni-ca, la víctima definitiva no sonlos propios estudios culturales,sino la clínica que permanece atra-pada en un determinismopreteórico. Y, viceversa, cuandola clínica fracasa (en dar cuenta desus presupuestos históricos), lavíctima definitiva es la propia teo-ría cultural que, separada de laexperiencia clínica, termina porser un ejercicio ideológico vacío”.Lo cual exige un esfuerzo críticopara actualizar tanto la fabulosacaja de herramientas del psicoa-nálisis, como los problemas conlos que debe confrontarse en estetiempo y lugar en el que nos hatocado vivir. Es bajo esas coor-denadas que pretendo celebrar,con este texto sobre el racismoen el seno del psicoanálisis en elPerú, pese a las ácidas observa-ciones de Marías, el 150 aniver-sario del nacimiento de Freud.

En el Perú, siguiendo el en-foque de Gayatri Spivak, estamosen una etapa poscolonial. En el

EL AFECTO RACIALEl racismo en los procesos psicoanalíticos de los peruanos

Jorge Bruce

“En mi pueblo yo era blanco, pues mi padre era el administrador de una institución oficial. Además me eduqué en el mejorcolegio que había allá. Pero cuando terminé la secundaria y vine a Lima, tuve muchas dificultades para ingresar a una universidad

privada y, cuando por fin logré pasar el examen, entonces me di cuenta que para los otros alumnos, mis compañeros, yo no erablanco sino serrano. Al llegar a Lima dejé de ser blanco y me convertí en serrano.”

sentido que, pese a haber termi-nado el periodo colonial, los pro-blemas de esa época están lejosde haber sido resueltos. Por ello,la cuestión de las razas y el racis-mo sigue siendo medular. Elsociólogo peruano Juan CarlosCallirgos2 lo pone en estos tér-minos: “pero además de ser unproblema de relaciones interper-sonales e intergrupales y unacuestión nacional, lo racial es par-ticularmente espinoso en el fue-ro íntimo de los peruanos; allídonde la historia adquiere unadimensión subjetiva, donde losconflictos irresueltos se pasean,marcando escondida y silencio-samente nuestra vida cotidiana.”

El racismo y la discrimina-ción son, ante todo, productosideológicos que funcionan enuna lógica de dominación. El ar-gentino Carlos Weisse, desdeuna lectura lacaniana, define a laideología racista como un pun-to de capitón, un punto deabrochamiento que detiene el

deslizamiento de los signi-ficantes y fija un significado de-terminado. En este caso, el quelo fija es el significante de segre-gación. Por ello la ideología ra-cista dependerá de su conexióncon otros elementos ideológi-cos: puede ser elitista, populista,nacionalista, colonialista o terro-rista. En ese sentido, se trataríade racismos. Además, habrá quetener en cuenta desde qué pers-pectiva hablamos: la que sueleprimar es la de los discri-minadores, pero la otra, la delos discriminados, en nuestrasociedad es largamente mayori-taria.

Sin embargo, sea cual fueresu estirpe o linaje –el términono es casual–, la impronta delracismo en el mundo interno ylos vínculos humanos es pri-mordial en una sociedad con lascaracterísticas de la nuestra, tanmarcada en su historia y en suidentidad por dicha ideología.En una encuesta a nivel nacional

efectuada en febrero del 2005, entorno a exclusión y discrimina-ción social, encargada porDemus, el responsable de la mis-ma, el investigador DavidSulmont, llegaba a la conclusiónque en el siglo XXI se mantieneuna continuidad histórica entrelo que nos hacía desiguales hacedos siglos, en donde la raza o elorigen étnico designaban el lu-gar que podían ocupar las perso-nas en la sociedad. Sin embargo,pueden apreciarse mutacionesconsiderables en el paisaje de lasciudades, en donde la presenciade los migrantes de provinciasalejadas –más adelante presen-taré un ejemplo clínico sobreesto– ha introducido una múl-tiple y diversa vitalidad.

Ahora bien, al reflexionar entorno a estos componentes dra-máticos de nuestra historia tan-to reciente como secular, me ocu-rrió que, en paralelo a mis esfuer-zos por aportar una miradapsicoanalítica a un ámbito tradi-

cionalmente reservado a las in-vestigaciones del ámbito colecti-vo, se fue abriendo campo en mimente otro espacio, más especí-fico, del psicoanálisis. Como diceMontaigne, si no podemos es-tar seguros de la causa maestra,entonces amontonemos varias,a ver si resulta que ésta se en-cuentra entre ellas. Me estoy refi-riendo a la presencia del afectoracial, recurriendo a un conceptode Daniel Sibony3, en el procesoanalítico. Afecto racial en el senti-do en que esa palabra designa elimpase, el bloqueo de los pen-samientos inconscientes, con di-ferentes niveles de represión,desde la originaria hasta la repre-sión final del crimen. En ciertasregiones de su palabra, dice, elsujeto es afectado por una suertede inscripción única que excluyeel despliegue, la distancia, la do-ble inscripción.

RACISMO Y CLASISMOEl afecto racial pertenece al

terreno de lo imaginario, porqueuna de las características de las de-finiciones raciales es su extremaimprecisión y variabilidad, segúnquién la emita. De hecho, la pro-pia noción de raza carece de asi-deros biológicos, pero su im-pronta en el nivel de las repre-sentaciones sociales es de tal fuer-za que tiene el mismo efecto dela realidad psíquica en el ámbitodel trauma. Las razas existen enel imaginario social. Sin necesi-dad de trabajar como terapeutaso analistas, todos nos encontra-mos con expresiones que defi-nen la ubicación, ya seaautodefinida o designada por losotros, de las personas en el ima-ginario racial. Desde niños, losperuanos somos entrenados por

L

1 Slavoj Zizek. La suspensión políticade la ética, p. 12. FCE. México,2005.2 Juan Carlos Callirgos. El racismo.Desco. Lima, 1993.3 Daniel Sibony. Écrits sur leRacisme . Christian Bourgoiséditeur. Paris, 1988.Freud en su ancianidad, los últimos años transcurridos en Viena (1934-1938).

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diversos medios para efectuarclasificaciones raciales, las cualesestán enlazadas con percepcionessocioeconómicas. El racismo y elclasismo son las dos caras de unamisma moneda, cuyo sello dis-tintivo es el menosprecio y laamargura.

Los psicoanalistas perua-nos, con la excepción de MaxHernández4 y espero estar con-tribuyendo en ese mismo senti-do5, poco o nada han dicho so-bre un problema que es esencialtanto desde una perspectiva his-tórica como desde la más coti-diana y actual, la más íntima, aque-lla que no debería estar ausenteen el trabajo diario de los analistasperuanos. Territorios íntimos,dice Hernández, sobre los que si-guen pesando viejas hipotecas.

En la literatura analítica a ni-vel mundial tampoco ha sido unasunto trabajado de manera ex-haustiva, aun cuando en los úl-timos años ha ido cobrando unamayor relevancia. En la obra deFreud, el racismo ni siquiera fi-gura como objeto de estudio. Ysus aproximaciones al problemadel antisemitismo dejan muchoque desear, sin mencionar eleurocentrismo que lo caracteriza,y que Edward Said señaló concaracterística agudeza poco antesde morir6. Freud, cuya curiosi-dad intelectual abarcó, con la pro-fundidad que hasta sus detrac-tores le reconocen, una gran va-riedad de asuntos personales yculturales, fue muy poco contun-dente ante hechos que convul-sionaban Europa ante sus pro-pios ojos, y de los cuáles fue tan-to testigo como víctima.

La situación postcolonial sereproduce en ciertos marcos teó-ricos; mientras que en el centrolos trabajos son autorreferidos,en la periferia seguimos miran-do hacia allá. Ya es hora de que,por elemental lealtad a la ense-ñanza analítica, miremos hacia acá–me refiero en particular al asun-to del racismo, pues en otros as-pectos existen una serie de tra-bajos relevantes de analistas pe-ruanos– lo que parece estar ge-nerando mucha resistencia. Elracismo siempre la ha generado.Sigue siendo un tabú. Sigue vi-gente, todos los días, en unagran variedad de situaciones co-tidianas, que algunos hemos co-mentado y analizado en mediosmasivos. ¿Cómo podría el psi-coanálisis ahorrarse esta insidio-sa contaminación de nuestrovínculo social?

Pongamos un ejemplo. Setrata del caso de un hombre de40 años, profesional oriundo deuna ciudad intermedia de la se-rranía peruana, a la que él llama-ba “mi pueblo”. En la primeraentrevista que tuvimos me dijoque venía por un problema depareja. En apariencia venía por

una pena de amor. En realidadasí era, siempre lo es, pero esapena era -y eso es lo que él nosabía que sabía- una pena de amorpropio. Me dijo lo siguiente: “Enmi pueblo yo era blanco, puesmi padre era el administrador deuna institución oficial. Ademásme eduqué en el mejor colegioque había allá. Pero cuando ter-miné la secundaria y vine a Lima,tuve muchas dificultades paraingresar a una universidad pri-vada y, cuando por fin logré pa-sar el examen, entonces me dicuenta que para los otros alum-nos, mis compañeros, yo no erablanco sino serrano. Al llegar aLima dejé de ser blanco y meconvertí en serrano.” Recordarána Sartre: es la mirada del otro laque te define.

IDENTIFICACIÓN CON ELAGRESOR

Cuando tuve contacto coneste señor, él ya llevaba viviendomás de veinte años en la capital.

Sin embargo, no había perdidodel todo su acento local y, aun-que vestía con el atildamiento quesu puesto de trabajo como es-pecialista en una institución re-conocida requería, algo en sumirada huidiza, en sus manerasextremadamente formales, encierta estudiada lentitud de susmovimientos, revelaba la im-pronta de una adaptación com-plicada y dolorosa a la inhóspitaciudad de Lima –por lo menospara los migrantes de provinciacomo él. Si tuviera que mencio-nar los afectos que ese conjuntode observaciones me sugirieronde entrada en este hombre, diríaconfusamente: miedo, rabia,dolor, tristeza, resentimiento yalgo así como un odio contra símismo. Algo en la misma líneade un homosexual homofóbico,de un judío antisemita o de unamujer misógina. Una contradic-ción brutal en el corazón de unomismo, en la línea de la identifi-cación con el agresor.

La segunda observación noestaba en el ámbito de lointrapsíquico sino de lointerpersonal. Desde el momen-to que esta persona pisó mi con-sultorio, acaso desde el momen-to en que se decidió a llamarmepor teléfono para pedirme unacita porque había leído algunosde mis artículos en los medios,tal vez había visto mi imagen, secomenzó a establecer un vínculotransferencial entre nosotros.Para resumir groseramente perosin ambages, diré que desde esemomento él era el serrano y yoera el blanco (subrayo esa condi-ción del ser que no admitecuestionamiento alguno). Esdecir que yo representaba a esoscompañeros de la universidad, aesos colegas del trabajo, a esaschicas de la ciudad, a todas esaspersonas que, de una u otra ma-nera, se habían encargado de ha-cer trizas la imagen que él se ha-bía construido de sí mismo enlas alturas de su pueblo. Era

como si entre nosotros existie-ra, de entrada, una brecha invisi-ble pero imposible de ignorar,que nos asignaba roles y nosubicaba en ese magma de estereoti-pos y prejuicios que más arriba hemosllamado el imaginario racial, en don-de se abrochaba el significante de ladiscriminación y se instalaba el afec-to racial.

A partir de ese momento,supe que tenía que encontrar elmomento y la manera de poneresa constelación de manifiestoentre nosotros. Y eso, debo de-cirlo, me fue muy difícil. Puedehaber sido el efecto de la identi-ficación proyectiva, es decir lainoculación de esos sentimien-tos de vergüenza, miedo, dolory culpa amalgamados a los quealudí antes. El hecho es que sen-tía miedo de hacerlo, me deteníala posibilidad de lastimar aúnmás el magullado narcisismo deeste hombre, quien sentía quesus colegas en el trabajo murmu-raban a sus espaldas y se burla-ban de su acento, de sus moda-les, de su sumisión.

Entonces, un recuerdo per-sonal acudió en mi auxilio.

Cuando yo estudiaba en launiversidad, la misma a la quehabía aludido este señor, unamigo de la facultad de Artes quenecesitaba hacer un retrato al car-bón como parte de su forma-ción, me pidió que posara en sutallercito de estudiante para él.Grande fue mi sorpresa cuandome mostró el resultado. El ros-tro que aparecía en el papel eraindudablemente el mío, pero losrasgos del mentón, la nariz y lospómulos, siendo los de mi cara,tenían un aire andino que jamásme había descubierto en el espe-jo ni en los ojos de los demás.Entonces me puse a pensar quemi aspecto anglosajón se debíaal azar genético de mi bisabueloescocés, William Bruce, pero quemis abuelas eran una de Santia-go de Cao, en la sierra de Trujillo,y la otra del pueblo costeño deChepén, las señoras ConsueloCáceres y Carmen Rojas. A loque habría de añadir a mi abueloLázaro Mitrani, un judío sefar-dita de Constantinopla. Y quede esas mezclas improbableshabían salido esos rasgos que elojo del artista había captado conuna lucidez que a mí, y a la gentede mi entorno, se le había esca-

4 Max Hernández.¿Es otro el rostrodel Perú? Agenda: Perú. Lima,2000.5 Jorge Bruce. La CVR, ladiscriminación, el racismo y laexclusión social: Una perspectivapsicoanalítica. En: ¿Por qué algunasvidas en el Perú valen menos que otras?Lima, CNDDHH, 2004.6 Edward Said. Freud and the non-european. Londres: Verso, 2003.

Sigmund Freud con su hija Anna, durante una excursión a los Dolomitas, en 1912.

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7 En: Estudios culturales: Discursos,poderes y pulsiones, p. 20. Red parael desarrollo de las CienciasSociales en el Perú. Lima, 2001.

pado o más bien nos habíamosnegado a ver, por racismo fami-liar, que es el más familiar de to-dos. Como sabemos, en el inte-rior de las familias no solo seaprende el racismo, sino que sele practica entre los propiosmiembros. Desde entonces,nunca más volví a verme de lamisma manera en el espejo. Laprueba de que ese dibujo fun-cionó como una interpretaciónde esas que producen insightsdecisivos, fue que acudió en miauxilio tantos años después.

LA IDEOLOGÍA DEL MES-TIZAJE

Entiéndase bien: no me lasestoy dando de cholo (en el Perú,la inmensa mayoría de gente enlas encuestas se autodefine comomestizo y casi nadie como cho-lo, dicho sea de paso). La ideolo-gía del mestizaje, aquello de queel que no tiene de Inga tiene deMandinga, es el discurso delamo, en la mirada de Lacan. Loque necesitaba, y ese recuerdo mepermitió, era liberarme de miafecto racial a fin de poder decirlea ese hombre lo que yo sentía ypensaba de nuestro encuentroanalítico. Mientras no lo hiciera,estaba atrapado en una lógica deracismo inverso, como el quedescribe Zizek.

Mi entrampamiento podríadescribirse así: “lo aprecio por-que es un serrano valiente queha venido a enfrentar los rigoresde esta capital racista ydiscriminadora, pero no tantocomo para decirle algo que estápasando entre nosotros porqueno sé si va a aguantar y podríahundirlo más”. Con lo que esta-ba no solo subestimando laresiliencia que ya había mostra-do para poder llegar hasta aquí,pero lo más grave es que estabaperpetuando su autodenigra-ción, permitiendo que ésta seinstalara inmutable en el alma delvínculo transferencial y, por su-puesto, en mi contratrans-ferencia. Para poder ayudarlo yromper el congelamiento, laclausura del sentido, tenía quepasar por el difícil trance de iden-tificarme con ese odio bidi-reccional: del blanco al serrano yviceversa.

Cuando escribía estas líneasrecordé dos citas: una de Spivak,citada por López Maguiña et al7,yotra del psicoanalista argentinoJaime Lutemberg. Spivak pro-pone, como parte de los estu-dios postcoloniales, la necesidadde desaprender los propios pri-vilegios. “Entonces no solo sedeviene capaz de escuchar a losotros sino también de aprendera hablar de una manera en queuno sea capaz de ser tomado se-riamente por esos otros”. YLutemberg nos recuerda cómola responsabilidad frente al hom-

bre que sufre obliga a tomar con-ciencia de los prejuicios que im-piden su desarrollo y actualiza-ción, que cada paciente es unaindividualidad y que en elinterjuego transferencial se iráconstruyendo la verdad de esapareja psicoanalista-paciente.

De modo que se lo dije:-Me parece que usted y yo

estamos repitiendo una situa-ción que a los dos nos está cos-tando trabajo formular, en don-de usted ocupa el lugar del serra-no devaluado y yo el del blancosobrevaluado.

A lo que él me respondió:-Pero doctor, si he venido a

verlo es precisamente porque yosé que usted es diferente a los otrosa los que yo me he referido. Lo sépor las cosas que usted escribe.

Le agradecí la confianza queme estaba mostrando, pero aña-dí:

-Eso no debería impedirnosver cosas distintas a las que yoescribo, a las que usted lee. Esas

cosas que pasan cuando uno vie-ne a Lima y los otros le tiendenun espejo diferente.

Castoriadis subraya: “Laheteronomía y el odio tienen unaraíz común: la casi absolutaimperiosidad, la casi necesidad de laclausura del sentido, que derivade las tendencias intrínsecas a lainstitución y de la búsqueda decertezas últimas por parte de lapsique singular que lleva a iden-tificaciones extremadamentefuertes, a cuerpos de creenciasestancas compartidas y sosteni-das por colectividades reales”. Lainformación racista promete unacceso directo a la realidad quehace del proceso secundario algosuperfluo. Repito: él era el serra-no, yo era el blanco. Punto decapitón.

En mi experiencia en el Perú,la ubicación de las personas res-pecto de la problemática racial oracista, aparece inevitablementeen el interior del proceso analíti-co. Ya sea que éstas introduzcan

dicha problemática como algoque han padecido o bien que pa-decen otras personas en su en-torno, el hecho es que el compo-nente racial constituye un ele-mento ineludible en la forma-ción de la identidad de los pe-ruanos. Los afectos en juego, re-sentimiento, devaluación, envi-dia o idealización, asociados conla problemática de la vergüenzay la culpa, son de los que se esca-motean porque ponen en riesgoel equilibrio narcisista en diver-sos planos. Por ello, de un modou otro va a gravitar en el curso dela exploración de los vínculos dediversa índole de las personas queacuden en procura de una ayudaterapéutica.

De hecho, mucha gente nohace conscientes esos afectos demanera espontánea, con lo quepermanecen amalgamados jun-to a una serie de vivencias de de-nigración, desprecio, dolor y mie-do. Así se forma una constela-ción que, en el caso de los perua-

nos, parece configurar un cuadrode características particulares que,a mi juicio, sería preciso explorarsistemáticamente.

En casos como el citado, laexplicitación del afecto racial con-tribuye al trabajo terapéutico demanera decisiva. El hombre quecité ya dejó de venir a verme, perocuando nos separamos, tras ha-ber podido trabajar juntos eseaspecto escindido, estaba salien-do con una profesional que pro-venía del mismo pueblo que él.Participaba cada vez más activa-mente en las actividades del clubde su región en Lima y esto cons-tituía para él una fuente de ale-gría y orgullo, que a mí me dejóun sabor muy grato. En cambio,he visto otros casos, de hom-bres que salían con mujeres deuna condición social inferior, endonde ninguno continuó conesa relación asimétrica con per-sonas que sentían por debajo desu estatus social y racial. Elsignificante de la segregación fuemás fuerte que todos ellos. Sinembargo, eran personas tenaces,capaces de emprender tareas ar-duas y exigentes, que requierenespecial coraje, en el terreno desus actividades laborales. Peroese botón acolchado no pudie-ron enfrentarlo y los derrotó. Nosderrotó en el proceso analítico.En este caso, fueron los vence-dores los que resultaron venci-dos.

Tengo la convicción de quelos procesos psicoterapéuticos,para poder llegar al fondo de lascosas, no pueden darse el lujode ahorrarse el paso por esa en-crucijada de todas las identida-des, de todos los vínculos socia-les, que es el racismo en el Perú.En este país en donde a menu-do nos tratamos como extrañoscuando no como enemigos, noolvidemos la enseñanza de JuliaKristeva: “la lección del extranje-ro es que todos lo somos, nosolo ante los foráneos, sino so-bre todo ante nosotros mis-mos.” Esta idea está en el nú-cleo de mi reflexión acerca del afec-to racial en el proceso analítico.La de que no somos idénticos alos otros de nuestro grupo, ni alestereotipo adulterado, colectivao individualmente, que preten-demos encarnar. Ni siquiera so-mos idénticos a nosotros mis-mos: eso fue lo que me tocó des-cubrir tanto en mi propio psi-coanálisis, como en el retrato alcarbón que me hizo un amigoen el local de Artes, un día quedebería recordar como si fuera unaniversario.

RELIGIONES SUSTITUTASGeorge Steiner

na mitología verdadera desarrollará un lenguaje propio, un idioma caracte-rístico, un conjunto particular de imágenes emblemáticas, banderas, metá-

foras y escenarios dramáticos. Generará su propio cuerpo de mitos. Una mitologíadescribe el mundo en términos de ciertos gestos, rituales y símbolos esenciales.Consideremos ahora estos atributos: totalidad, por la que sencillamente quieroexpresar la pretensión de explicarlo todo; textos canónicos entregados por el geniofundador; ortodoxia contra herejía; metáforas, gestos y símbolos cruciales. Sinduda todo esto es algo obvio. Las mitologías fundamentales elaboradas en occi-dente desde comienzos del siglo XIX no solo son intentos de llenar el vacío dejadopor la decadencia de la teología cristiana y el dogma cristiano. Son una especie deteología sustituta. Son sistemas de creencia y razonamiento que pueden ser feroz-mente antirreligiosos, que pueden postular un mundo sin dios y negar la otra vida,pero cuya estructura, aspiraciones y pretensiones respecto del creyente son profun-damente religiosos en su estrategia y en sus efectos. En otras palabras, cuandoconsideramos el marxismo, cuando observábamos los diagnósticos freudiano ojunguiano de la conciencia, cuando consideramos la explicación del hombre ofreci-da por lo que se denomina “antropología estructural”, cuando analizamos todoeso desde el punto de vista de la mitología, lo vemos como una totalidad, comoalgo organizado canónicamente, como imagines simbólicas del sentido del hom-bre y de la realidad. Y si reflexionamos sobre ellos, reconoceremos ahí no solonegaciones de la religión tradicional (pues cada uno de esos sistemas nos dice:“mira, no necesitamos ya a la vieja iglesia: fuera con el dogma, fuera con la teolo-gía”), sino unos sistemas que en cada punto decisivo muestren las huellas de unpasada teológico.

Permítaseme subrayar esto. Es realmente lo esencial de lo que intento decir, yespero que quede bastante claro. Esos grandes movimientos, esos grandes gestosde la imaginación que en occidente han tratado de sustituir a la religión, y al cristia-nismo en particular, son muy semejantes a las iglesias, muy semejantes a la teologíaque pretenden reemplazar. Quizás podríamos decir que en toda gran batalla unoempieza a hacerse semejante a su oponente.

Desde luego, ésta es sólo una forma de pensar los grandes movimientosfilosóficos, políticos y antropólogos que ahora dominan en gran medida muestraatmósfera personal. El marxista convencido, el psicoanalista en ejercicio, elantropólogo estructural, se sentirían ultrajados ante la idea de que sus creencias, susanálisis de la situación humana, son mitologías y construcciones alegóricas quederivan directamente de la imagen religiosa del mundo que han tratado de reempla-zar. Se sentirán furiosos ante esta idea. Y su rabia esta justificada.

Nostalgia de lo absoluto. Ediciones Siruela. 2001.

U

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n psicoanálisis, el gran me-canismo que convierte lo

natural en producción creativa esla sublimación, que consiste entransformar el impulso biológi-co en producto artístico, social-mente valioso. Es el mecanismoque alude el paso a la cultura yexplica toda forma de creatividad.El artista es el que en cierto sen-tido hace que el hombre pase delpredominio de la naturaleza alde lo humano, lleva a cabo el vie-jo anhelo de apropiarse de lospoderes que él le asigna a las fuer-zas que crea, pero no sin conflic-tos.

Así, en la mitología griega,Prometeo convierte dicho anhe-lo en realidad. Es un Titán; Zeusel poseedor, como dios que es,del fuego divino. Prometeo, quetiene un especial cariño por losmortales, decide, al ver el sufri-miento de éstos, robarse el fue-go de Zeus y entregárselos. Po-demos interpretar que el fuegopara los hombres significa elpaso a la cultura, pero dios –Zeus– ofendido por este robodecide castigarlo porque no pue-de aceptar que los mortales seancomo él, inmortal, y posean elsecreto de la cultura representa-do por el fuego. En castigo, en-cadena a Prometeo al monteCáucaso, le coloca un águila quele roe las entrañas y que se comesu hígado; éste vuelve a crecerdurante la noche y las entrañasse rehacen. El castigo se relacio-na a cómo el creador suele entraren el laberinto, en la depresión dela culpa trágica por haber robadoel fuego sagrado. Es muy frecuen-te encontrar entre los creadores aaquellos que, movidos por di-cha culpa, desvalorizan su obra.Es también frecuente encontrarel temor terrible a no poder se-guir creando. El psicoanálisis lorelaciona con el sentimiento decastración. El castigo por preten-der crear es esterilizarse.

CASTRACIÓN YTRANSGRESIÓN

El sentimiento de castraciónsimbólica relacionado con latransgresión del crear está aso-ciado, para Freud, al complejo deEdipo. Es el padre el que castra,por eso cuando un artista tienedificultades para crear, esto seasocia a la figura de la interdic-ción: ‘no lo deja crear’. Cuandolo hace, por el contrario, resultavencedor. El sentimiento de queha sido “corroído internamen-te” y que se ha quedado “sin hí-

EL ACTO CREATIVOLuis Herrera Abad

“García Márquez pasó diecisiete años pensando en la trama y en cómo escribir Cien años de soledad, sin embargo, no hallaba lamanera adecuada para el inicio; entonces, el recuerdo de infancia acude en su ayuda: rememora cuando su abuelo lo llevó al circo. Laintención de éste era mostrarle el dromedario, animal inexistente para él hasta aquel momento. Al aparecer un vendedor, el abuelo seacerca y le pide que levante la tapa de la caja que con él llevaba, la cual contenía pescado helado. Hace que el niño toque por primera

vez el hielo. Este recuerdo de la realidad se transforma en el inicio de la novela”.

Una reflexión psicoanalítica

gado” es muy frecuente en el ar-tista quien, frente a su propiaobra, siente que ha colocadoafuera todo y adentro de él sóloqueda el vacío1. Después recupe-rará su capacidad. Lo prometeicoapunta a renacer, es decir, a vol-ver a experimentar la posibilidadde crear. El artista se recupera,como Prometeo. Un segundoaspecto de lo prometeico es elque tiene que ver, precisamente,con el vencimiento de la inter-

dicción. Renacen las fuerzas crea-doras después de la culpa trági-ca y vuelve otra vez a plantearsela posibilidad de superar la pro-hibición. El transgresor se con-vierte en héroe, que sufre comoen el caso de Prometeo el sercorroído, pero que finalmenterenace.

El artista, entonces, satis-face el anhelo humano de po-seer aquellos poderes que loshombres quisieran tener para

ellos y que les asignan a sus dio-ses. Utiliza la simbolización y per-mite a los seres humanos partici-par de lo mejor que tiene. El pasodel estado de la naturaleza al esta-do de la cultura, dijimos, suponeque el hombre se emancipa de losdioses. En otras palabras, se hacemás consciente de sus fuerzascreativas, de su posibilidad detransformación y de cambio. El acto creativo puede tener,además, otro contenido intere-

sante: hace alusión a ponerse encontacto con las propias mise-rias y posibilidades que llevan alhombre a la conciencia de sufinitud, de que es un ser mortaly busca emanciparse intentandotrascender a la muerte a través dela obra de arte. En general, losseres humanos tenemos esanecesidad de trascendencia.

Los creadores, entonces, sonespecialistas en transformar lamuerte en vida, esto es partesustancial de este proceso de re-cuperación que llamamos en psi-coanálisis reparación. La vida hu-mana debiera recuperar, paranuestra propia historia, lo sig-nificativo de lo que vivimos y, alrecrearlo, poder mirar hacia de-lante. Recuerdo una frase queaparece en Platero y yo, que a míme resulta conmovedoramenteinteresante: en una noche deluna, el burrito mira al fondo delpozo porque le llama la atenciónel reflejo de la luna en las aguas2;su dueño se acerca y mirandotambién dicho reflejo le dice:“–Platero, si alguna vez me tiro aeste pozo no ha de ser por matarme,créelo, sino por coger más pronto lasestrellas”. Se transforma el dolorde la muerte en una frase que espoéticamente creativa.

LA REPARACIÓN ENGARCÍA MÁRQUEZ Dolores Michelena cuentaque García Márquez sentía queno podía desarrollar su idea so-bre Cien años de soledad 3

Dicha obra comienza con lasiguiente frase: “Muchos años des-pués, frente al pelotón de fusilamien-to, el coronel Aureliano Buendía ha-bría de recordar aquella tarde remotaen que su padre lo llevó a conocer elhielo”. Podemos reconocer queesta frase responde a un “mala-barismo” en el cual el presente,el pasado y el futuro se unen.

García Márquez no creció consus padres, fue cedido a sus abue-los. Conocerá a sus padres reciéna la edad de siete años, fecha quecoincide con la muerte de su

E

1 La creación anal según DidierAnzieu.2 “El pozo” en Platero y yo.3 Las fuentes en las que baso mianálisis son las siguientes: Cien añosde cesión e incesto, de la psicoanalistaespañola Dolores Michelena;García Márquez: Historia de undeicidio, de Mario Vargas Llosa, yEl aroma de la guayaba, de PlinioApuleyo Mendoza.

“Moisés” de Miguel Ángel. Freud escribió una interpretación de estepersonaje bíblico en su ensayo Moisés y la religión monoteista.

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abuelo. Desde ese momento vi-virá con ellos; confiesa a VargasLlosa: “desde los ocho años, que esmás o menos la edad en que muere miabuelo, no me ha pasado en mi vidanada interesante”, luego agrega,“antes viví mucho”.

Cuenta a Plinio ApuleyoMendoza, a propósito de su re-lación con su abuela, que ésta erauna suerte de “cordón um-bilical”, sentimiento que le per-mite comunicarse con un mun-do maravilloso. Esto es intere-sante, porque cuando el senti-miento de frustración es muy in-tenso, el ser humano compensaesta deficiencia a través de su fan-tasía: las figuras cercanas recrea-das no constituyen un referenteexacto de la realidad; son reno-vadas y sustituidas. Un caso si-milar es el de Rudyard Kipling.Cuando éste es dejado por suspadres en manos de una familiasustituta, él y su hermana sufrenla hostilidad de su tía Rosa. Fren-te a esto, el niño Kipling elaborauna fantasía en torno a un mara-villoso jardín, poblado de ani-males fabulosos. Cada vez queacontece algún problema con latía, los hermanos corren a refu-giarse allí; inventan un código yelaboran toda una vivencia entorno a este paraje fantástico.Como si el “vivenciar” esta fan-tasía les ayudase a sobrevivir.

García Márquez señala quegracias a su abuela hereda elmundo de lo sobrenatural. Desu abuelo heredará la seguridad.Ambos sentimientos emanandel cariño y la ternura. GarcíaMárquez, entonces, encuentra lasuerte negada a Kipling.

Pasó diecisiete años pensan-do en la trama y en cómo escribirCien años de soledad, sin embargo,no hallaba la manera adecuadapara el inicio; entonces, el recuer-do de infancia acude en su ayu-da: rememora cuando su abuelolo llevó al circo. La intención deéste era mostrarle el dromeda-rio, animal inexistente para élhasta aquel momento. Al apare-cer un vendedor, el abuelo seacerca y le pide que levante la tapade la caja que con él llevaba, lacual contenía pescado helado.Hace que el niño toque por pri-mera vez el hielo. Este recuerdode la realidad se transforma en elinicio de la novela. Por otro lado,nos cuenta que en el largo proce-so de maduración de la idea deesta obra tuvo una iluminación:contar esta historia de la mismamanera como se la contaba suabuela a través de sus cuentos.Podemos señalar que es ‘la voz’de la abuela que vuelve a ‘narrar’a través de García Márquez. Elautor la recupera y, al recuperarla,la repara.

Recupera un espacio en el cualel pasado se une con el presente.Que une fantasía con realidad,

puesto que el padre de AurelianoBuendía es la modificación lite-raria de la figura de su abuelo.Otra transacción, dice Michelena,entre las esferas antes menciona-das la supone el dolor referido ala pérdida de la abuela, que a tra-vés del filtro de la gratitud –lashistorias contadas durante la in-fancia–, vuelve a vivir para él. Estehecho se conoce como la elabora-ción del duelo. A través de esta for-ma –la opción de un estilo na-rrativo– la abuela es incorporadaen él. La elaboración del duelo através de este recuerdo le permi-te seguir escribiendo. Ella lo res-cata, y él rescata la figura de laabuela y la recrea. No la copia,sino recibe la función, directa-

mente de ella y puede seguir es-cribiendo. Es un ejemplo de lareparación. Recogió el objeto per-dido y lo trajo al presente, lo tuvodentro de él, lo recuperó, lo su-frió un poco y ya nunca más sefue de él y, como hemos dicho,tomo posesión de la funcióncentral: contar sus historias, talcomo su abuela se las contabacuando lo introdujo, de niño, aese maravilloso mundo de loscuentos.

El niño quizá sienta a la fi-gura materna como alguien quelo protege y, por momentos, lapercibe como alguien amenazan-te. En un momento inicial lamadre es escindida: o es una bru-ja o es el hada madrina. Cada vez

que nosotros separamos lo bue-no y lo malo, funcionamos enesos esquemas absolutos, comoel niño pequeño que divide suspercepciones. Un logro en el de-sarrollo humano es la posibili-dad de darse cuenta que la ma-dre integra lo malo y lo bueno.A partir de ese momento yanunca más la madre va a ser sólobuena o sólo mala; pero más queeso: ya nunca más la realidad va aser sólo buena o sólo mala. Seunen ambos aspectos y nuncamás se separarán y, si así fuera,estaríamos frente a un transtornosevero. En la medida en que seintegran los dos elementos ya noes posible agredir sin experimen-tar culpa. El sentimiento de mie-

do y de cólera se puede transfor-mar ahora en sentimiento de ter-nura, de miedo a dañar y ser da-ñado así como el miedo a serabandonado. El sentimiento demiedo a ser agredido pasa a unsegundo plano y predomina elsentimiento de miedo a perderel ser querido: perder a la madreo perder a aquella que la repre-senta. Para poder apreciar ‘al otro’como algo que podemos perder,debemos integrar los dos senti-mientos antagónicos y diferen-ciarnos.

Reparar es, entonces, modi-ficar, reconstruir, revivir e inte-grar. El artista cuando repara yrevive personajes de su pasado,recreándolos en el presente, loshace vivir en su obra. Desde elpunto de vista de la experienciacreativa y desde el material psico-lógico implícito, esos personajesviven y hacen vivir también a lagente que participa de ellos. Losartistas son grandes ‘reparado-res’, desde el punto de vista deMelanie Klein, son los grandesespecialistas en recuperar las fi-guras perdidas y traerlas al pre-sente para hacerlas vivir de nue-vo.

PROUST Y LA INSPIRACIÓNREPARATIVA

Hanna Segal usa como ejem-plo de la reparación a MarcelProust, quien una vez que sehallaba en un bloqueo creativo,al comer unas magdalenas (pas-teles dulces) recuerda el aroma deaquellas que preparaba su abuelacuando él era niño, recuerda tam-bién sus sensaciones de infanciay empieza a “recuperar el tiempoperdido”, escribiendo sobre él.Esa anécdota es un ejemplo dela reparación: otra vez se regresaal personaje del pasado y éste vie-ne en ayuda del autor.

Proust decía que “el artista seve obligado a crear para recuperar eltiempo perdido no para recordarlo (re-cordar es una función intelectual dela memoria), sino para revivirlo, pararecrear el tiempo pasado. Recobra eltiempo perdido recreándolo y revivién-dolo”. ¿Cómo se realiza esta fun-ción?, “en cualquier momento” –seresponde. Para él, el artista tieneque utilizar esos momentos yperennizarlos, porque si no, sepierden. Dice Didier Anzieu queel trabajo de la creación consisteprecisamente en lograr la fijaciónde lo inspirado. La inspiraciónes el primer adelanto, una chispaque surge, pero la utilización deese chispazo y el desarrollo delmismo es un trabajo que tienemucho de intelectual. Sobre labase de una idea o un sentimien-to, un músico desarrolla una sin-fonía en torno a un tema. Y serepite, se reintegra y se cambia:hace variaciones sobre el tema.Pero si lo deja escapar, lo pierde.El ‘trabajo’ de la creación es fun-Casa de la calle Bevggasse, en Viena, donde Sigmund Freud vivió entre 1891-1938.

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damental y se da sobre la basede la inspiración. Y esa inspira-ción inicial es siempre reparativa.Es una recuperación de algo per-dido que se trae al presente y serecrea, a veces con dolor, porquealude a personas o situacionesque no fueron suficientementeaceptadas o representadas y quedan vueltas en nuestro derredor,como reclamando ser incorpo-radas.

La inspiración o sobreco-gimiento creador es una especie decrisis personal. Es un estado deéxtasis muy parecido al religio-so. Crisis en la cual se debilitanlas defensas racionales; la regre-sión se hace más patente; pare-ciera agudizarse considerable-mente la percepción de aspectosde la realidad exterior; probable-mente el individuo ‘sienta’ másque ‘piense’.

En este momento del pro-ceso creador sobrevienen elemen-tos emocionales intensos y noes infrecuente que el artista expe-rimente cierta aprehensión en re-lación a lo que está creando, pue-de, por ejemplo, tener vergüen-za al sentir que está mostrandosus ‘cosas internas’.4 Luego, elartista deberá darle “un estilo”,un orden, un sistema, una es-tructura que no tendrían razónde ser si no fueran acompaña-dos del talento creador. Ordenar,armar, tal es la clave de este mo-mento. Psicoanalíticamente, ha-blamos de procesos secundarios,concientes y racionales, pero in-sistimos en la participación deltalento. Este es el eje del trabajocreativo: el momento en el cualel artista se reconoce en su obra.Podrá, entonces, “manejar elmaterial” en el sentido de agre-gar/desagregar, quitar y poner:predomina la presencia de lo in-telectual. Se acentúa lo racional.

El proceso creador, para mu-chos analistas, centra el debateentre la inspiración y el ‘trabajo’creativo, si bien son complemen-tarios, existen diferentes formasde percibirlos. Para algunos, eltrabajo creativo puede ser algode duración variable, existiendoartes más/menos elaboradas. Sedice que Goethe tardó sesentaaños en escribir su Fausto.Wagner, por su parte, encuentrael tema central de Lohengrin mien-tras tomaba un baño. Tambiénhay autores como Poe que songrandes detractores de la inspi-ración. Para él el trabajo del poe-ta es precisamente eso, un traba-jo. A Borges le llama la atenciónque un poeta y escritor del mejorestilo romántico como Poe pue-da plantear una tesis clásica entérminos del trabajo de elabora-ción intelectual de la creatividad,sin la necesidad de la inspiración.

Al terminar su obra al artis-ta le es difícil aceptar que ha con-cluido, dado que el proceso que

culmina con el “dar a luz” lo hamantenido absorto y ocupadoen su producción. Ha manteni-do en funcionamiento una seriede mecanismos internos, algu-nos de ellos muy “primarios”,tempranos, emocionales, otros,como el trabajo intelectual, másracionales o “secundarios”. ParaAnzieu, el hecho de terminar laobra suscita el sentimiento de que“algo acabó”. Esto, dice, explica-ría por qué tantos artistas no ter-minan una obra o les cuesta ha-cerlo.

Puede darse el caso de que elautor sienta que su obra pierdevalor al ser exhibida: ya no es pro-ducto de un goce personal, ínti-mo y pasa al dominio público.Otros la miran y la aprecian, in-clusive la adquieren. Tal vez,como el niño, quiere ocultar losuyo por temor a la vergüenza,en especial cuando esto se rela-ciona con esferas personalmenteprofundas y privadas.

Los que contemplamos elarte encontramos compensación.Este goce tiene que ver con la li-beración de tensiones. El artistanos permite gozar sin culpa denuestras fantasías, aunque pue-de ocurrir que en ocasiones lasociedad experimente cierto te-mor y rechazo por determinadasproducciones artísticas o por elestilo personal de algún artista.Estas actitudes parecen relacio-narse con los sentimientos demiedo y repudio que suscitan el“loco” y también, muchas vecesen forma directa o encubierta, el

niño. Parece que el “nuevo or-den” que desde su fantasía elpoeta, el loco y el niño impri-men a la realidad fuera sentido,muchas veces, como una insur-gencia intolerable, temida y com-batida, quizás porque, en ger-men, todos poseemos un po-tencial subversivo desde que larealidad impuso sus normassobre la tendencia al placer. El“orden” propuesto por la fanta-sía, por el contrario, responde aldeseo, a la demanda de placer.Los cultores de la fantasía –artis-tas y niños– se sumergen en loque está más allá de la realidad.Así, la obra creativa se ubica en elextremo opuesto a lo rígido ydogmático en cualquiera de susformas. Surge en pugna con loque la limita.

Octave Mannoni señala quela sensatez y la prudencia quisie-ran que “los límites del escena-rio de la fantasía estuvieran cui-dadosamente amurallados y vi-gilados (como el hospicio de lo-cos de Foucault) y que fueranalgo así como el bosquejo ima-ginario de los límites adminis-trativos y policiales en cuyo inte-rior la locura está permitida”.

Lo fantástico se mueve en elmismo nivel de lo onírico y de laobra artística, es decir, de lo quesolemos denominar “lo impo-sible”. Plantea que “lo imposi-ble” es factible en contradiccióncon la realidad (posible por serordenada). Es así que cuando lofantástico de la creación irrumpeen la realidad, surge la posibili-

dad de un “algo más allá” de loreal. Pensamos en el arte –formasublime de la creatividad– quecomo el sueño, constituye unescenario en el que el artista ma-neja sus conflictos internos y ex-ternos. Su modelo original, el jue-go, también cumple esta fun-ción: manejar lo siniestro y darlevida en la ruta del placer.

Podemos decir que desde lacontemplación es posible distin-guir artes que son más viven-ciables y otras que son más for-males. En un trabajo sobre lamúsica, Copland hablaba de un“dejarse llevar”, por un lado, yde establecer un orden en ese“dejarse llevar”, por otro. Al pa-recer, hay una estética más for-mal y hay una estética más es-pontánea. Hay formas musica-les que están mucho más ligadasa lo menos formal y cuando lasescuchamos nos invitan a dejar-nos llevar. Bollas elabora la ideade una “estética maternal”, másoceánica, más regresiva.

Este autor explica este fenó-meno con un cuento tradicionalbritánico en el que una ratita osa-da y un topo tímido deciden unbuen día recorrer el mundo. Eltopo quiere quedarse porque leda miedo lo desconocido perola rata lo convence; posterior-mente, después de varias peri-pecias, se da un fenómeno cu-rioso: la rata escucha un sonidoque la deja en un estado entredespierta y dormida. El topotrata de volverla en sí pero la rata

no le contesta, él insiste y se em-pieza a desesperar. Por fin la ratasale de su trance y le cuenta queacaba de escuchar un sonido quela ha hecho experimentar un sen-timiento que no es placenteropero que no podía abandonar:“me resulta al mismo tiempo placen-tero y doloroso, pero no puedo dejarde sentir lo que siento”, dice.

Bollas habla de un fenóme-no que él ha llamado de ‘con-moción uminosa’. Uminososignifica misterioso, siniestro,algo que irradia una suerte de luzextraña. Es un estado de pro-funda comunicación subjetivacon un “objeto” que puede seruna pintura, un poema, una me-lodía, un paisaje, una sonrisa.Este “objeto” que conmocionaprofundamente sugiere que elcontemplador se siente fusiona-do con él, como la rata aventure-ra y la música y, en lo primario,como la madre y el niño.

De lo expuesto se despren-de que tanto las fantasías que to-dos poseemos, como la creativi-dad artística, se encuentran enuna misma línea relacionada conlo sustancialmente humano.Puesto que en lo humano se dala contradicción desgarrada de laexistencia: el amor y el odio, elsueño y la realidad, la esperanzay la desesperación; y como telónde fondo, la razón que se enfren-ta al impulso y responde a laslimitaciones del cuerpo y sus ne-cesidades, aspirando, no obstan-te, a la eternidad oscilante entrelo divino y lo demoníaco. Preci-samente el arte surge de ese os-curo encierro. Por eso es que“Dios no escribe novelas”, diceSábato.

Podemos afirmar que loprofundamente humano se daen la crisis, en el conflicto, en lacontinua tempestad de antinomias, endonde son constantes las fusio-nes y las rupturas. El hombrejamás logra realizar la ilusión deunir a los contrarios. Sólo llega atransacciones precarias luego degrandes esfuerzos y tensiones. Aligual que los sueños, los actoscreativos del ser humano son, eneste contexto, antagónicos. Serápor eso que lo bello, en la medidaen que puede ser apreciado porel hombre, está acompañado dela desgarradora condición huma-na de vivir en el conflicto. El actode crear artísticamente se tiñe delansia de inmortalidad, de la bús-queda de las raíces para empezarde nuevo y recuperar así el tiempoperdido.

4 Se dice que Kafka, posiblementeaplastado por el Superyó perse-cutorio, tenía grandes dificultadespara terminar sus obras. A veceslas terminaba de modo demasiadoabrupto y por ello no quedaba con-forme.

La lección de Charcot, gracias a él, la histeria se convirtió en unaenfermedad del sistema nervioso, enteramente respetable.

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Antonio Cisneros:Un agujero en la barcade CaronteRossella Di Paolo

En Un crucero a las islasGalápagos (nuevos cantos maria-nos)*, un golpe de timón permi-te que el bagaje intimista pase aprimer plano, y haga de este nue-vo libro una brillante estacióndentro de la travesía poética deAntonio Cisneros.

Aquí estoy, de espaldas a la mary la rompiente, tumbado boca arribaentre la hierba(...) Allá van los avio-nes. Los aviones biplanos pintadosde naranja descienden de los cielos.Tocan la tierra y ruedan dulcementesobre los pastizales hasta mi corazón(“El campo de la Faucett”).Como muestra esta hermosaescena, lo que alcanza a ver unapersona tendida sobre la hierbao la arena, lo que puede obser-var fuera, pero, sobre todo, a aus-cultar dentro de sí, es lo que cir-cula entre estas páginas y las marcade manera original. Esa es la es-cala desde donde nos situamosjunto con la voz de este libro;voz que ya no está abocada a en-trecruzar las propias fibras conlas de la historia o paisaje o len-guas del mundo, sino a enfocarcon precisión los puntos esen-ciales del recorrido por una geo-grafía subjetiva, recalandoimaginariamente en puertos oplayas de su infancia, juventud,madurez y aun del más allá. Cadaser u objeto se halla aquíindividualizado y en primer pla-no por obra del afecto antes quede la ironía, y el que los poemasmantengan el mismo registro, yse presenten, además, en las lí-neas horizontales de la prosa, yno en la desafiante torre de man-do que es al fin y al cabo un ver-so alzado sobre otro, reafirmanla sugestión de hallarnos en uncontexto más cercano a la confi-dencia.

No son solo las del mar lasaguas que sostienen este viaje porel tiempo y la memoria, puesaquí hallamos también las de lalaguna de Barranco, o las de eserío Nanay que en la primera sec-ción nos sitúa en la gran metáfo-ra de la existencia como un cursocontinuo, desde la partida gozo-sa, hasta ese severo calla y aprendeal final del recorrido. Un recorri-

do en el que se enfrentan reali-dad y deseo, tal como parecenanticipar los términos Galápagos/ María, desde el título y el sub-título, respectivamente.

En el plano de realidad, yrealidad brutal, qué mejor sím-bolo que las islas donde Darwinnos hizo vernos tal cual: criatu-ras anónimas dentro de la espe-cie, ocupando fugazmente unagrada en la escalera evolutiva. Enel plano de los deseos, María, en-carna, en cambio, la posibilidadde que toda criatura humana seaamorosamente reconocidacomo individuo, y acogida al ex-tremo de facilitarle el paso a lavida eterna.

Como condensación de unideal de amor y esperanza (e in-cluso de incorruptibilidad físi-ca, pues por nacer sin pecadoMaría no estaba sujeta a las le-yes del envejecimiento), la me-táfora, o el sentimiento, ma-riano tiende entre estos poemasun largo hilo vital en el que seenhebran como cuentas lumi-nosas los seres, hechos o paisa-jes caros al poeta. Así, a María sele encomiendan las jóvenes hi-jas, en especial la menor de ellas;María es testigo de excepción dela saludable juventud del poetaen las playas norteñas, y tam-bién del deseo de recobrarla mi-lagrosamente intacta, muchoslustros después, en las aguasdel boquerón de Pucusana. Porsu parte, en tanto que constata-ción de la realidad, la metáforade Galápagos ensarta aquí otrascuentas: el desencanto, la con-ciencia angustiosa del mal y delpaso del tiempo, la enfermedady la muerte, no obstante hospi-tales, agujas y remedios.

En esta línea de interpreta-ción, es sintomático el tratamien-to poético de Galápagos, en laparte final: desiertos de lava ha-bitados por animales fofos y tris-tones, y donde lo más memora-ble es un cafetín al que llega lanoche con tal sobresalto que hacepensar en la muerte. También essintomática la imagen de Maríacomo una zona liberada de lasospecha; aunque, atención,siempre en tono cisneriano, tra-vieso, sin solemnidades, pero noincontrolablemente escépticocomo en obras anteriores: Es cosamuy difícil distinguir el manto com-pasivo de la Virgen de alguna terraci-ta refrescante, con baldosas azules yjarras de cerveza, metiéndose en elmar. (“El náufrago bendito”).

Por caminos inconscientes,este crucero me trasladó hasta unaisla que parece suspendida en elsueño; aquella imaginada porShakespeare en La tempestad,donde el espíritu del aire, llenode gracia y luz, enfrenta a un tor-tuoso engendro de hombre ypez. En las islas cisnerianas asis-timos a combates semejantes.

Por el lado oscuro, los poe-mas traen la imagen terrible deun naufragio en el que las aguasse bambolean como un inmensopáncreas sobre el terror de losalucinados; asimismo, las carnesregistradas por las tomografías, lasagujas de acero, la neblina, las ra-tas, los murciélagos, el MonjeLoco, los alacranes de los crista-les de azúcar en la sangre, lasodiosas palomas cuculíes... Unaenumeración que aparece en “Elreposo de un jesuita” bien po-dría sintetizar esas fuerzas ma-lignas: revientan los aullidos y bra-midos y berridos y maullidos y gruñi-dos y balidos y mugidos y ladridos yrugidos y chillidos y alaridos. Con-tra ese vocerío, los nítidos can-tos marianos, esto es, las memo-rias de la niñez al día siguientedel Viernes Santo, chiquillo re-mando con los pelos al viento,Sandokán invencible en la lagu-na de Barranco; la juventud; loscuerpos del deseo; el amor; lascervezas frente al mar; la esposay las hijas bajo el sol; losserafines con espadas; el bellorostro y los milagros de Nues-tra Señora.

Se da aquí, entonces, unalucha entre la forma sólida ytranquilizadora de lo conocido(la historia personal) y lo infor-me y angustioso de lo descono-cido (la enfermedad y la muer-te). El encuentro es feroz. Poreso cada uno de estos textosposee una cualidad de vibración,de animal embellecido en, y por,la lucha, en la que se dice condolor, y se desdice con humor, yviceversa, en una marcha y con-tramarcha que sobrecoge por suhondura y por su brillantez.

La emoción de la claridad esmuy intensa en este libro. Clari-dad que viene del omnipresentesol y de su reverberación sobrelas salinas, la nieve, la espuma.El color amarillo es rey, y está enel cielo, en los cerdos, en la ca-mioneta Toyota, en el pelo deAlejandra. Y aquí también, labicicleta verde, el malecón azul,el cerro naranja; como si nosmoviésemos dentro de los óleosde Gauguin, con esa misma ca-pacidad para proyectar limpia ynítidamente la densidad de loscuerpos, su enorme sensualidady erotismo (erotismo, dicho seade paso, más explícito que enobras anteriores): Unos potros sal-vajes, detrás de los portones entreabier-tos, se deleitaban mirando cómo yo temiraba ahí donde tu pubis se enreda-ba, carmín enloquecido, entre tusmuslos lisos y empapados (“Madri-gal 1”). Imágenes vitales y con-tundentes recorren estas páginasde lado a lado. Por ello, a pesarde que la voz que escuchamosdiga: y condenado a muerte como es-toy, y se obligue a callar por serun diabético tedioso o se repita másde una vez que esto y aquello ya

no tienen la menor importancia... Apesar de que se sientan los ecosde ese terrible “qué se fizo”, deJorge Manrique: Y qué fue de laciudad descrita hace poco con lujo dedetalles(...) Igual se han hecho polvolos altos ventanales (sorbetes delicio-sos) de la antigua botica francesa (“Laciudad”)... A pesar de que unaniebla perniciosa alcance la casa, yquizá al grupo familiar, en el úl-timo poema, no es menos cier-to que tanta vida (y gana de vida)que hay por aquí contamina es-pléndidamente la percepción dela enfermedad o del fin. Estaenergía vital, de cuyo hechizo esimposible sustraerse, se ve refor-zada por el hecho de que las imá-genes del “lado oscuro” poseenel mismo vigor expresivo o cua-lidad pictórica de aquellas asocia-das con la claridad. Imágenes deese tipo, incluso, son las respon-sables de la naturaleza surrealistade muchos de estos poemas: losarcos de granito perdiéndose en el cie-lo igual que un remolino de abejasasesinas (“Abadía de Roya-mont”). Deslumbrantes imáge-nes de pesadilla, en tono de hi-pérbole y nunca inmóviles ni si-lenciosas: todo en ellas retum-ba, naufraga, aúlla, rebasa, gira,revienta...

Hay una vivacidad que vie-ne también dada por la sorpresay el humor que brotan como con-secuencia de que “lo serio” o “loraro” revelen siempre sus muydomésticos puntos de partida,o de llegada: ese horizonte siniestroy repentino que aparece debajo de micama (“La ciudad”); la ronca carca-jada, alaláu, más fiera que las ropasde lana remojadas, pegadas contra elcuerpo (“El monje loco”).

El que las Galápagos se lla-masen originalmente Islas Encan-tadas por lo difícil de su ubica-ción y acceso, y el hecho notablede que las habiten tortugas casieternas, hacen que unas y otrasencarnen a la perfección la atmós-fera a la vez libre y sólida de lostextos de Cisneros. Unas y otrassimbolizan, respectivamente, sucapacidad de observar siempre elhaz y el envés de todo –esqui-vando con ironía las simplifica-ciones confortables–, y su fer-viente deseo de permanecer todoel tiempo posible “sobre la cu-bierta” para experimentar o ano-tar. Este tramado a la vez realistay desiderativo (que repite a sumodo la dinámica Galápagos /María, o Calibán / Ariel) implicaun movimiento vital incesanteque atrapa al lector y le hace sen-tir que ha emprendido un viajeen dirección opuesta a la de labarca de Caronte (¡o que la hahundido al fin!), y que ha escu-chado con gratitud, y tambiéncon fervor, un canto nada ronco,antes bien, tan claro e incorrup-tible como el manto azul de laVirgen o de ese ubicuo mar, mar-

de-mar y mar de la memoria, quea todo aquí rodea y acoge y sos-tiene.

Si el mito de Drácula cerrabahace 13 años Las inmensas pregun-tas celestes –libro en el queFinisterre era más que el estribillode un poema emblemático so-bre la dolorosa historia peruanareciente, y en el que se hablabatambién de un guardacaballo quesobrevuela oscuramente el mar,y de una isla, El Frontón, que sebambolea como una vaca muerta. Ynada resta– ahora es la hora deUn crucero a las islas Galápagos, li-bro que avanza a contrapelo dela oscuridad y de ese Nada resta.

*Antonio Cisneros. Un crucero a lasislas Galápagos (nuevos cantos marianos).Lima, Peisa, 2005.

Mario MontalbettiEl blanco del círculoPeter Elmore

El epígrafe de Cinco segundosde horizonte, el cuarto poemariode Mario Montalbetti, señala que,para abarcar el área más ampliaposible con una cuerda, es preci-so que ésta forme un círculo. Ellibro del poeta no se proponeverter la experiencia –afectiva, es-tética, intelectual, física– de unamanera directa y lineal, como si allenguaje le correspondiera ser elvehículo eficiente de la expresióny al discurso poético le tocara tra-zar la vía más corta entre el poetay su materia.

La escritura demarca, másbien, una zona pródiga en ries-gos y posibilidades, siempre ycuando se eviten en ella los tra-yectos previsibles y consagradospor la costumbre: “Que aun en lasaguas de la ensenada/ el hábito abu-se una misma derrota/ y que esta seaseguida, alba y ocaso,/ por navíos yderivas en delirio imitado,/ sus quillasafeitando el rubor rosado/ de invisi-bles corales ¿no es una lástima?”(11),dicen con barroca e irónica ele-gancia los versos iniciales de“Coma Berenices”, el admirableantisoneto que abre Cinco segun-dos de horizonte. Alerta al juegode los significantes, el poema aco-ge la doble acepción de la palabra‘derrota’: fracaso y ruta. Los dosusos de esa voz coexisten, demanera inestable y tensa, tantoen el esfuerzo de remar como enel trabajo de los signos. En am-

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cha blanca llega al fondo. La miradaabsorta no llega a él, solamente lointuye y es siempre lo mismo: un es-plendor blanco, algo que sobrevive, unatercera cosa, y una inconsolable feli-cidad”(71). Luz no visible, pro-fundidad inalcanzable: ¿no sonesas las manifestaciones de lo sa-grado? Así, quien no “abusa lamisma derrota” resulta ser nosolo un navegante, sino un pere-grino. Su destino es el sentido.Las varias dicciones que en Cincosegundos de horizonte se encuentrantienen como eje magnético, preci-samente, ese lugar: de ahí, la ad-mirable coherencia y el creativo ri-gor de un libro tan brillantecomo imprescindible.

José WatanabeObra en marchaAlonso Rabí Do Carmo

A contracorriente de mu-chos miembros de su generación–especialmente de aquellos queformaron parte de distintos gru-pos–, José Watanabe se refugióen una poesía que, lejos de ple-garse a la necesidad del cambiosocial o de adherirse tanto a unoptimismo histórico como a unaidea radical de lo conversacional,prefirió practicar una límpida in-timidad para desde allí observar,conocer y reflexionar el mundo yla condición humana a partir desu propio entorno personal.

A eso debemos, quizá, losprincipales ejes temáticos de supoesía, que asumen el carácter deconstantes: la experiencia familiar,la evocación de su infancia en lapródiga calma rural de Laredo, elcuerpo y los actos fisiológicoscomo experiencia vívida y de hon-da significación y, por cierto, unapermanente y vigilante actitudmeditativa en torno a su queha-cer con las palabras.

En términos personales,Watanabe queda unido a su ge-neración principalmente por ra-zones de orden ideológico yamical. En términos formales,comparte con sus coetáneos ras-gos como la narratividad, la iro-nía y eventualmente el empleode elementos conversacionales ycoloquiales en el poema. Las di-ferencias, en cambio, pueden re-sultar más notorias: la de

bos casos, no basta con evitar elextravío; es necesario, sobretodo, encontrar el sentido: “Parirseresta con velas blancas de este caldo depronombres importados, tomar la al-tura,/ plegarse al viento, crudo comoel algodón,/ burlar Camotal y Aba-to, y entonces fugir,/ como se decíaantes, fugir de las mechas/ si es pre-ciso, con las intremidades intac-tas”(11). Hallar el rumbo, orien-tarse en una dirección no repeti-da: la ambición es vanguardista,pero el lenguaje no es iconoclas-ta y se reconoce su pertenencia auno de los linajes principales delcanon peruano moderno. La dic-ción del poema, su imaginería ysu impulso se miden, sin com-plejos, con los del Adán de Tra-vesía de extramares y los del Vallejode Trilce. No es un exceso decirque dan la talla. Como en esoslibros decisivos, el espíritu de laletra es marcadamente experi-mental: “Un ave. Un mar. Un videoal límite, cinco segundos de horizon-te y a ver qué haces”(11).

En el poemario, el mar y suslindes son el principal escenariode un drama autorreflexivo: eldel yo y su decir poético. Hay va-riantes de ese espacio (la piscina,por ejemplo, en “Pequeño ciclolírico sobre el amor filial”) y, cier-tamente, también hallamos am-bientes domésticos (la casa de“El peruano perfecto”, acaso elpoema más intenso y ceñido dellibro). Sin embargo, como enTrilce, el teatro del lenguaje es,sobre todo, el litoral peruano,que resulta al mismo tiempo re-conocible y extraño: “Alrededoresde San Lorenzo. Como una mala-ria,// que luego de vagar perdida so-bre mares abiertos/encuentra por finel inhóspito hogar de la otra orilla,//el ocaso cubre de Oolong y fiebre lasladeras de la isla”(15), dice la vozpoética para establecer sus coor-denadas en “Alrededores de SanLorenzo”. El paisaje marino esaquí el lugar donde se encuen-tran varios órdenes: el ecológico,el histórico, el biográfico y, porúltimo, el textual, que es el quesostiene a los anteriores. En elambiente enrarecido del poema,el yo –ese boga solitario– encuen-tra que todo remite a los útiles ylos protocolos de la escritura:“Las olas rompen estilos de espumacomo si fueran/ estilos reales, estig-mas del gineceo. Nadie aguarda/ enlos muelles, nadie en los muelles vigi-la. La sola amenaza es un poste su-mergido y un cartel en su cabo:/ ES-CRIBE PARA OTROS. En le-tras negras y vulgares./ La ausenciade clima es palpable en la caligrafía./Y en la ausencia de estilo es que inda-go”(15). La referencia al propioquehacer funda la reflexión so-bre el límite incierto entre lo ine-fable –aquello que, por defini-ción, no puede ser dicho– y laspalabras de la tribu: “El cielo grisde Lima, he aquí el cromosoma ex-

tra/ con el que venimos a la granciudad y que nos hiere/ como a hijoslegítimos; he aquí el rugido interior/de la hélice genética, el rugido quellevamos prendido al ADN de laschompas de lana y que nos hace ha-blar,/ con seguridad, de lo que no sepuede hablar (…)”(18). Está enjuego la memoria colectiva, esaforma imaginaria de pertenecer auna geografía y una historia espe-cíficas: “…Lo que realmente impor-ta/ no es detectable con facilidad. Enel sonar hay ecos falsos, / en el radarfantasmas golpeados. Y entonces, elprimer plano/ se disuelve velozmenteen paisaje y fecha, que es lo único/ queretenemos en el disco duro: 1535 (unarenal con rayas),/ 1821 (un balcónde madera sobre plaza de provincia),1880/ (un mar distante y un brandyen cubierta), 2000 (una procesión vapor fuera), figuritas…”(19).

Uno de los vectores de Cin-co segundos de horizonte tiene quever, en efecto, con lo que hastalos años 80 se discutía bajo larúbrica del ”problema de la iden-tidad nacional”. Montalbetti noplantea esa cuestión como unaidea –sujeta, por eso, a argumen-tos y refutaciones–, sino comouna imagen –propicia, por ello, alas identificaciones fantasmáticasy las proyecciones alegóricas. Así,en “El inspector y la puta”, el yopoético examina un cuadro em-blemático –“Los funerales deAtahualpa”, de Luis Montero—con una mirada inquisitiva y ra-dical: “Y a pesar de todo, nadie puedequitarse la idea de que el inca/le estáhablando a alguien con palabras ro-tas por la velocidad./ Como si su vozse transmitiera por cables de teléfo-no/ que luego de kilómetros de pro-longarse abiertos/ terminaran/ su-mergidos bajo el espejo sin fondo deaguas servidas./ Tal vez el inca dice,ESCRIBE PARA OTROS. Fue-ra del bar, la breve folía de un parquecon cuatro árboles. Necesitamos unsíntoma menos abstracto que cuatroárboles y el pesado/ sueño de un incapara despertarnos. Algo como un cafécon leche,/ una tostada con mante-quilla y un taxi sin plumillas rom-piendo/ la garúa de Javier Prado. Elsíntoma debe llegar al mar destino”(36). El yo poético es articuladoy perspicaz, pero de una manerapeculiar: no persuade desde ellado de la razón, sino desde elsitio de la experiencia.

“El ombligo del sueño”permite que se le lea como unapólogo que, enigmáticamente,ofrece su lección a partir de unmotivo –el del movimiento cir-cular y continuo– común en cier-tos delirios, pero evocativo tam-bién de la figura tutelar del librode Montalbetti: “Un pequeño au-tomóvil ingresa al Ovalo Gutiérrez/y no sale más. Gira alrededor del óva-lo, una vuelta/ tras otra prendido,como un amante taciturno,/ del cen-tro del mundo. El conductor luchacontra la centrífuga de San Isidro que

intenta despedirlo/ en todas sus pro-longaciones. El drama es de una be-lleza rarísima(…)”(27). A la larga,el auto se detiene por falta degasolina, pero su insistente cir-cuito sugiere “la persistencia deuna fuerza superior a la centrífu-ga”; así, se celebra un dinamis-mo que recalca y recrea una for-ma –la del círculo– capaz de re-sistir la presión de la entropía yel caos. La “belleza rarísima” es,entonces, la del orden, pero ésteno es el de la Ley. Se trata de unorden excéntrico y, literalmente,poético, pues lo distingue su ín-dole generadora, activa y creadora.

“Mi nombre no tiene importan-cia. Bebo demasiado y escribo/ másde la cuenta. Las palabras se filtranentre mis dientes/ como hilo dental.Mi refugio es escribir. De ella. Mien-tras/ ella entra en su fase de abando-no controlado(…)” (31), confiesaen “El inspector y la puta” el al-ter ego del poeta, al que versosantes su ocasional compañera hallamado, erróneamente, MisterMundy. La persona dramáticapone en escena un estado de cri-sis, que es la condición de la cualsurge Cinco segundos de horizonte.Esa crisis es la del sujeto y, tam-bién, la de los signos: “Yo/ soloquiero entender aquellas palabras que,emitidas al amanecer,/ duelen aloído”(33). Compleja y exigente,la poesía de Montalbetti no es,sin embargo, cerebral. Hay algodesquiciado, intensamente ner-vioso, en sus búsquedas y susrevelaciones: “A todos nos pasa algoque termina en un verso o en un lien-zo/ ¿Entonces? Alguien escribealgo, alguien mira donde no debe./Esperabas algo del lenguaje y ahoraesperas algo de su fin” (33). Esadeclaración es, notoriamente,apocalíptica y melancólica. El ha-blante –híbrido de personaje yyo poético– se desdobla y, al ha-cerlo, propone una cierta distan-cia; ésta no enfría el pathos, peroimpide que el poema se lea comoun desborde testimonial, comola confesión terapéutica de un egosensible. Justamente, la confian-za en la singularidad del yo esuna ilusión perdida, aunque nopor eso deja de ser seductora:“Porque el problema siempre ha sidollegar/ a uno. Y detenerse en uno.In-di-vi-si-ble-mente” (33).

Otro de sí mismo, el poetada cuenta en “El peruano per-fecto” de la ausencia de quienesama. Al hacerlo, se dice en tercerapersona (lo cual, anoto de paso,me hace recordar la austera prosaautobiográfica de J. M. Coetzee).El poema se ofrece como un re-lato en verso, compuesto por uncontrapunto de preguntas y res-puestas: “¿A quién espera sentadobajo el cobertizo?/ Esta es su casa.Esta no es su casa./ El hombre na-ció en el Perú pero ahora vive enArizona. El hombre vive/ exacta-mente a 6104 kilómetros de su espo-

sa/ y de su hijo. Esta es la casa delhombre” (47). El poema expone,con un estilo de aspecto didácti-co, una escena privada: el hom-bre en cuestión es un profesorde filología que prepara su clasey afila, ominosamente, sus cu-chillos. La dicción reticente y elmodo descriptivo sostienen elefecto intenso y perturbador delpoema, que a mi parecer es delos mejores en la poesía peruanadel cambio de siglo.

“EL PROFETA ES ELLORO”, rezaba una sentenciasibilina en “El inspector y laputa”. El verso reverbera en “So-bre la diferencia entre una fotoborrosa y una movida”, el pe-núltimo poema del libro: “El pa-pagayo imita/ el verso que lleva en elpecho: Vusco volver de golpe/ el gol-pe, alargando las ‘v’s como homenajeal nombre del poeta”. La cita procedede Trilce IX , donde el juegoanagramático inscribe el nombrede Vallejo en el texto de un poe-ma marcadamente erótico.Como antes el inspector, aquí lapersona poética se revela en cri-sis: “Me propuse leer dos o tres librosy ya los he leído./ Me propuse escri-bir un manojo de poemas elegantes/y ya los he escrito. Ahora temen pormí mis amigos”(63). A una llama-da oscura y perentoria, la delsexo, acude el hablante: “…Conuna vara de encino golpeo el suelo/ depiedra y me conforta el saber que aúnestá ahí, un aliado; junto al crepúsculoque se deshilacha/ de a pocos, y al ladri-do efímero de un perro que se/ apagacomo un síntoma. Las aves dibujan cír-culos/ cada vez más estrechos. Enton-ces, cae la noche y/ bajo solo a los bur-deles del puerto” (64). El descensono es aquí una caída moral sino,más bien, un ingreso a la carne y laletra: la cópula y el verso de Vallejoestán en (nunca más apropiado elnombre) la casa de citas.

“Nada seduce más al hombre queun abismo”, se lee en “El fondodel poema”, el texto que cierraCinco segundos de horizonte y anu-da sus claves. La página en blan-co se ha transfigurado en un pre-cipicio por el cual cae la saliva delpoeta: “Y esto es lo más curioso: sino encuentra nada que arrojar, hacealgo plenamente romántico: escupe.Y luego sigue con la mirada las evolu-ciones de la mancha blanca de salivadeformándose en el aire durante sucaída. Digamos que dura cinco segun-dos”(71). La palabra es no solouna presencia en el espacio, sinouna duración en el tiempo: “Haytambién abismos poéticos, versos quecaen de barrancos marrones a playasde arena negra, acompañados de lamirada absorta del poeta que se delei-ta con las contorsiones de las sílabasabismo abajo”(71).El texto es so-bre todo un evento, una perfor-mance donde se conjugan el im-pulso lúdico, en apariencia irre-verente y gratuito, con el gestomisteriosamente ritual. “La man-

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Mario Montalbetti: Cinco segundos dehorizonte. Lima, Álbum del UniversoBakterial, 2005.

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Watanabe, antes que una poesíaque pretende erigirse en discur-so social, es una poesía que sesitúa en la orilla opuesta, privile-giando la reflexión y un retratoíntimo del mundo.

Precisamente Watanabe per-tenece a la Generación del 70, lamayoría de cuyos miembrospracticó, con más o menos for-tuna y algunas excepciones, unapoesía de indudable aliento cívi-co y político, de ánimo funda-mentalmente expansivo quealimentó, por ejemplo, un em-pleo radical del lenguaje coloquialcomo ingrediente del poema.Watanabe, en cambio, hurgó enla meditación íntima de la reali-dad y se preocupó por hacer deLaredo –pueblo de Trujillo don-de nació y pasó toda su infancia–el escenario de la mayoría de suspoemas (una suerte de Comalapersonal, según él mismo) y con-templar la naturaleza, desdeñan-do las metáforas urbanas.

La experiencia familiar y elrecuerdo de la vida rural deLaredo, hemos dicho, son dosde las constantes de la poesía deWatanabe. Desde su primer li-bro, Álbum de familia, la relacióncon el tópico familiar es más queevidente. Ciertamente, se trata deun tema que goza de larga dataen la tradición poética peruana,desde Valdelomar y Vallejo has-ta Cisneros y Martos, por citarcuatro ejemplos.

Watanabe ve en la familia yLaredo no sólo un fino trama-do de relaciones signadas por laevocación o la nostalgia de lopasado, es también el punto departida de un discurso deindesmayable ánimo reflexivosobre el mundo. Sirvan de ejem-plo estos versos del poema “Losiguana” de su segundo libro, Elhuso de la palabra: “Mi pueblo debemuchísimos años./Todos heredamosesa deuda de tiempo.”

Versos que sintetizan y resu-men ese sentido de pertenencia aun tiempo y un espacio que, sibien anclados en el pasado, sonmateria prima para conocer el pre-sente y meditar sobre la vida y lafinitud de las cosas. La mirada delpoeta, por momentos pesimis-ta, podría permitirnos vincularloa Quevedo en lo que a Occidentese refiere, pero en su afán senten-cioso, de búsqueda de lo esencial,debemos remitirnos necesaria-mente a la tradición japonesa que,según me confesó él mismo enuna entrevista, fue determinanteen su formación como poeta.

La tradición poética japone-sa, en especial la del haiku, comopodemos apreciar, ha sido unainfluencia decisiva; sin embargo,ello no le impide compartir unrasgo común con sus compañe-ros de generación: la narratividaden el poema, un elemento fun-damental en la poética de

Watanabe. “Yo intento caminary ver. A veces me tomo algunaslicencias, como montar una es-cenografía, pero en esencia cuen-to lo que veo. Por eso, la ciertasabiduría que encuentran en mispoemas los críticos, mis amigosy los lectores, no me pertenecerealmente. Yo sólo reclamohaberla encontrado”, fue lo queme refirió una vez en una con-versación el mismo poeta.

Pero hay que añadir aquí quela narratividad, en muchos poe-tas del setenta, es un recurso li-gado íntimamente no sólo a laexpresión oral o al artificio ver-bal, sino además a un propósi-to, en muchos casos, ideológico.Watanabe parece comprender deotro modo la poesía: “gran partede la poesía contemporánea se de-sarrolla en base al despliegue deuna gran imaginería verbal. Losversos vuelven al creacionismo ya los caminos sorpresivos, peromuchas veces esconden la clavepara comprender sus sentidos.Tal vez mi modesta inventiva ver-bal me llevó a un ideal que man-tengo: quisiera que mis poemastengan claridad, que ningún re-curso formal los torne oscuros,por más inteligente que a vecessea la oscuridad. Y para mayor cla-ridad me apoyo en una línea na-rrativa que se orienta hacia la pará-bola, que es la elevación de la anéc-dota a conocimiento”.

La infancia transcurrida en elarenal de Laredo es también unapresencia recurrente, ligada a lasrelaciones entre los padres y elhijo, como en este fragmento delpoema “La cura”, del libro His-toria natural: “La vida pasaba sinaspavientos / Entre gente parca, pa-dre y madre / Que me preguntabanpor mi alivio. El único valor / Eravivir. / Las nubes pasaban por la cla-raboya / Y las gallinas alineaban ensu vientre sus santas ovas / Y mimadre esperaba nuevamente el másfresco huevo / Con un convencimien-to: / La vida es física. / Y con eseconvencimiento frotaba el huevo con-tra mi cuerpo / Y así podía vencer. /En ese mundo quieto y seguro fuicurado para siempre.”

La visión del mundo y elorden de las cosas a partir deluniverso familiar no aparecenasociadas en Watanabe a circuns-tancias de corte trágico o elegía-co, al menos esa no parece ser suintención. Incluso en un poemadel mismo libro, dedicado a unhermano fallecido, el poeta sepermite una exquisita ironía queno impide notar la intensidad desu dolor. Cito: “Nunca hemos es-tado tan callados, nunca con las ma-nos así, / Quietas y tontas sobre lasfaldas. Sin embargo, mira: / Otrasmanos nacen de nuestros hombros yse toman, hacen / Ruedo / Y túquedas en el centro, pero tendido, des-ganado, sin jugar.”

El humor es otro elemento

presente en las evocaciones delmundo familiar y de la infanciaque practica Watanabe. En Cosasdel cuerpo, por ejemplo, el poema“La vuelta” se convierte en unespacio discursivo en el que cam-pea la autorreferencia irónica: “Elmuchacho de la escuela veinticuatro/ Cero / Cuatro / Escribe poemas.Vengan a celebrarlo / Bajo la rama-da de la pasionaria cuyos frutos cuel-gan / Como plenitudes de este vera-no. // La silla de junco para el poe-ta. / Siéntate sin perturbar al perro/ Que hace veinte años duerme / Bajoel sol que otra vez es un regocijo. //El corazón, en la vuelta, es un pén-dulo azorado / Que va de este patioáspero al suave pueblo de tu memoria.// Bebes y escuchas: // Ojalá teden el premio Nobel, hermanito, //Cuando todavía puedas hacer el amor.”

El cuerpo y todas susimplicancias físicas es tambiénotro motivo presente en la obrade Watanabe. Expresamente sulibro Cosas del cuerpo aborda eltema de forma casi exclusiva yaunque aparece también en suobra anterior, es aquí donde co-bra mayor intensidad y contun-dencia. El cuerpo es una certi-dumbre rotunda y que no ad-mite dudas, una suerte demicrocosmos, de mapa a escaladel universo, donde el poeta dis-fraza con sabia elegancia el pavory la perplejidad ante la finitudcorporal. Al mismo tiempo,Watanabe otorga al cuerpo infi-nitud y límite, trascendencia einsignificancia. El cuerpo, de estamanera, es el eje de toda reflexión:“Mi casa es membranosa y viva, perono es asunto / Uterino. Estoy ha-blando del lugar de mi cuerpo / Quehe construido, como el pájaro aquel /Con baba / Y donde espacio y fun-ción intercambian / Carne.”

El cuerpo es, entonces, co-mienzo y fin. Watanabe, buenconocedor del lenguaje cinema-tográfico y la estructura dramáti-ca, apela a estos recursos para pre-sentarnos poemas de caráctereminentemente visual, a mane-ra de descripciones escénicas queaprovechan también los meca-nismos de la fábula clásica paralograr un efecto sentencioso enel remate del poema, tal comosucede, por ejemplo, en “Animalde invierno”: “He venido porenésima vez a fingir mi resurrección./ En este mundo pétreo / Nadie sealegrará con mi despertar. Estaré yosolo / Y me tocaré / Y si mi cuerposigue siendo la parte blanda de lamontaña / Sabré / Que aún no soyparte de la montaña.”

La más reciente entrega deWatanabe, La piedra alada, parececonfirmar lo dicho hasta aquí. Yaunque el lector pueda sentir cier-ta familiaridad con los asuntostratados en los poemas que con-forman este libro, algo ha cam-biado en la manera de abordar-los, pues a diferencia de sus li-

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bros anteriores, esta vezWatanabe apela a un símbolo, lapiedra, para articular el mundorepresentado en buena parte deeste poemario.

La piedra nos tiende enton-ces un camino de orden especu-lar, porque en ella se refleja el diá-logo continuo de Watanabe conlas dicotomías que parecenhaberlo preocupado siempre:vida/muerte, finitud/infinitud,salud/enfermedad, entre ellas.Por eso nos encontramos, otravez, con retratos de la vida fami-liar y esa melancolía frente a unmundo bucólico extinto quevuelve a la vida solo mediantelas palabras.

Pero el lenguaje, que tam-bién es materia tratada en estospoemas, tiene también unos lí-mites. En el poema que da títu-lo al libro, en sus versos finales,hay una clave: “Durante variosdías / el viento marino / batióinútilmente el ala, batió sin en-tender / que podemos imaginarun ave, la más bella, / pero no ha-cerla volar.”

La expresión de esta certi-dumbre es ciertamente dramáti-ca, es casi una serena confesiónde impotencia frente a los lími-tes de la representación, porqueel lenguaje sirve para aprehenderel mundo, pero esa tarea no secumple a plenitud y ese senti-miento de incompletitud es loque empuja al poeta a la reflexión.A guisa de final de este apuradoviaje por la obra de Watanabe,quiero señalar que nos hallamosfrente a una poesía que no seexalta ni se regodea en el melo-drama, una poesía que prefierela contención y la sobriedad, quese traduce siempre en la búsque-da de un equilibrio primigéneo,en el deseo de recuperar el ordendel origen. No en vano Watanabenos obliga, en cada poema, a en-frentar esa dicotomía entre la vidacitadina y la contemplación de lanaturaleza y nos invita, en cadaverso, a meditar en nuestra con-dición mortal.

Rocío Silva SantistevanFugaz historia de amorVíctor Vich

¿Qué es lo que perturba ypromueve turbulencia?¿En qué

consiste esa ansiedad nerviosa que sedesata negra como la muerte misma?¿Por qué aquella dimensión, trá-gica sin duda, se repite una y otravez en la vida? Tu quebranto esinmenso como el mar, ¿quién te sana-rá? dice un hermoso texto bíbli-co que este poemario recoge en-tre sus versos (Lamentaciones2,13). En realidad, toda obra deRocío Silva Santistevan ha inten-tado responder a las preguntasanteriores a partir de un ejerciciopoético cuya estética ha sido siem-pre muy heterodoxa y cuyas fi-guraciones, por lo general, hanestado estructuradas a partir delabsurdo, el rencor y la violenciacontra uno mismo. Este nuevolibro no es la excepción, y no loes porque en él también apare-cen otros elementos que tam-bién han marcado, desde siem-pre, su propio ejercicio poético:el del cuerpo gozoso, la libera-ción de los mandatos impues-tos y los escondidos resquiciosdel placer.

Turbulencia es la narración deuna fugaz historia de amor. Casipodría decirse que este poemarioha sido escrito para deconstruirdicho sentimiento, vale decir,para representar y problematizar,uno por uno, los elementos quelo constituyen. ¿Cuáles son es-tos? Podemos enumerar algu-nos: el papel de la fantasía y deldeseo, la asimetría constitutivade los amantes, las relaciones depoder entre ellos y el inevitablesentimiento de pérdida. Todosellos son aquí figurados dentrode una opción estética que nun-ca le rehuye al discurso popular(la frase cursi, el melodrama, lascanciones de moda) pero que ala vez no deja de dialogar con latradición letrada de buena partedel siglo XX.

Comencemos con la fanta-sía: mal haría el lector si conclu-yera que este libro está dirigido auna persona específica. Piensomás bien que debemos leerlocomo una increpancia contra lafantasía misma, ese cruel agenteque termina por calcinar a loscuerpos comprometidos. Desdeel psicoanálisis, sabemos que lafantasía es un espacio destinadoa borrar los antagonismos, unlugar mediante el cual el sínto-ma se sublima –aunque ahí tam-bién se construye y se hace pre-sente– con la ilusión de podercontrolarlo. En el amor, porejemplo, la fantasía no es otracosa que el deseo de comple-mentariedad absoluta y la uto-pía de una unión desproble-matizada. El poema “Amor enpretérito imperfecto” es unvalioso ejemplo de aquello:“Ibamos a vivir toda la vidajuntos/Ibamos a reírnos de no-sotros mismos durante el restode nuestras vidas/Ibamos a ha-cer el amor quince mil veces/Iba-

José Watanabe. La piedra alada, Lima,Peisa, 2006. 59 pp.

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mos a besarnos cada mañanade nuestras mañanas vivos/Ibasa darme una rosa rosada los 365días del año/Ibamos a tener unacasa en Magdalena frente almar/Ibamos a viajar a Boston yluego a Nueva York y despuésa Lisboa/Ibamos a tener dos de-partamentos juntos para podermanejar nuestra autonomía/Ibamos a casarnos en la capillade la Virgen de la O/Iba a dor-mir el resto de mis noches pe-gando mi trasero a tus caderas/Iba a escribirte un libro concien sonetos de amor/íbamosa dirigir una revista porinternet, una campaña política/Ibamos a llenar de olor ainciensos la vida cotidiana/Iba-mos a repetir siempre la pala-bra siempre/Ibamos a ser tanfelices que íbamos a reventar.//Ahora ven amor, despacio ami lado, y vamos a comenzarde verdad.” (Turbulencia, 25).

La fantasía es entendida,entonces, como un velo que cu-bre, que presiona y que inevita-blemente conduce a una explo-sión final. Dicho en una imagenmás sencilla: lo que la fantasíahace es intentar disolver el anta-gonismo, pero al final el antago-nismo siempre resurge y termi-

na por imponerse sin compa-sión. Cuando al final del poemael verbo se vuelve invocativo ellector se pregunta entonces quésignifica “comenzar de verdad.”Muchas respuestas son posibles,e inclusive podría llegar a soste-nerse que este poema es algoinocente puesto que no hay po-sibilidad de articular un amor sinfantasía como no hay realidadsin discurso sobre ella misma.

Sin embargo, me parece quelo que aquí se está poniendo encuestión es la posibilidad decambiar de posición respecto dela misma fantasía luego dehaberla atravesado. ¿Qué signi-fica aquello? Defenderse de laangustia, construir otra narrati-va que sea capaz de articular nue-vos deseos que involucren la fal-ta y el antagonismo como dimen-siones menos sorpresivas en elsujeto. Sabemos que un buenanálisis se basa en el intento depoder atravesar la fantasía paraque el sujeto pueda construirotro relato de sí mismo. Este li-bro no llega a aquello porque suproyecto es solo el de la turbu-lencia, el de la visibilización delmomento en que el antagonis-mo aparece para echarlo todo aperder: “Volábamos sobre las

nubes a velocidad de crucero/miles de millas por hora//perofue necesario pisar tierra firme//durante el descenso no sentimoslos vientos/huracanados la lluviacruzada/la estela de fuego sobreel campo quemado//y de pron-to todo se hizo oscuro/golpes queno avisan/fuego, humo y confu-sión//te alcé la mano/pero solomirabas los cuerpos calcinados/y corrías lo más lejos de mí”.

Me parece, además, queotra imagen central de estepoemario podemos encontrar-la en el poema “Todo para qué”,el cual ilustra, con belleza ydesgarro, la dinámica de unarelación amorosa donde lasposiciones están siempre fijasy los sujetos no puedenreinventarlas. El amor pleno essiempre una imposibilidad yaque consiste en una alternanciade posiciones entre los aman-tes, los cuales deben ocupar po-siciones de objeto y de sujetoen momentos diferenciados. Esdecir, la disposición a ponersecomo objeto del otro es funda-mental en la medida en que lue-go ese mismo sujeto ocupe laposición contraria. Lo que eneste poema vemos es una resis-tencia de la masculinidad a ocu-

par la posición de objeto, valedecir, la necesidad deposicionarse siempre en el lu-gar central para imponer desdeahí su deseo. Este poema revelaclaramente cómo la feminidades obligada a quedarse en unaposición que finalmente con-cluye en el desamparo.

He ahí también la clave paraentender ese contundente versode Silvia Plath que afirma quetoda mujer adora un fascista. Enrealidad, lo que se está diciendoes que todos los hombres son fas-cistas en tanto son (somos) inca-paces de alternar posiciones y entanto naturalizamos fijamente laposición en la que hemos sidosocializados. Cuando el sujeto devoz de este poema sostiene “sos-pecho que vino con toda la inten-ción de irse” lo interesante no esreconstruir la identidad del per-sonaje que vino y se fue sino, másbien, reconstruir aquella voz queenuncia y que refleja su poquísi-mo margen de movimiento.

Por eso mismo, la tentacióna posicionarse como víctima esuna dimensión latente que apa-rece por todos lados en estepoemario: “Qué tengo adentropara comportarme de esta mane-ra” se dice en un poema. La

pulsión de muerte es un tema cen-tral pero en este momento no quie-ro detenerme en aquello. Baste de-cir que el goce de situarse comoun sujeto sin agencia es finalmen-te neutralizado por la escritura queintenta construir un nuevo discur-so -un nuevo deseo- con los frag-mentos que han sobrevivido. Lapoesía entonces “asoma por las cos-turas del miedo, por donde menosuno lo imagina” y su función esinterpelar al sujeto para no termi-nar posicionado en la asfixia de lamuerte y la desolación.

Este es un libro de amor y,como toda buena historia de amor,el dolor y el castigo se han hechopresentes para recordarnos que sila fantasía quiere domesticar loreal, los antagonismos siempre re-tornan para desbaratar lo que creía-mos seguro. Lacan dio una conoci-da definición de este problema: “elamor es dar lo que no se tiene a al-guien que no quiere recibirlo.” Des-de aquí, en este nuevo libro de Ro-cío Silva Santisteban, podemos de-cirlo de otra manera: el amor essiempre una turbulencia; algo queconstantemente repetimos sin sa-ber exactamente por qué.

Rocío Silva Santisteban. Turbulencia,Lima, Estruendomudo, 2005. 45 pp.