Linaje de Magdalena

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    La EsperadaLa EsperadaLibro Primero de la Triloga del

    Linaje de la Magdalena

    Kathleen McGowan

    Traduccin deEduardo G. Murillo

    Umbriel EditoresArgentina Chile Colombia Espaa Estados Unidos Mxico

    Uruguay Venezuela

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    Ttulo original: The Expected OneBook One of the Magdalene LineEditor original: TOUCHSTONE, New YorkTraduccin: Eduardo G. Murillo

    Este libro es una obra de ficcin.Nombres, personajes, lugares e incidentes citados son producto

    de la imaginacin del autor o son usados ficticiamente.Cualquier parecido con personas vivas o muertas es slo coincidencia.

    Copyright 2006 byMcGowan Media, Inc.All Rights ReservedThis edition published byarrangement with TOUCHSTONE de la traduccin, 2006 byEduardo G. Murillo 2005 byEdiciones Urano, S.A.Aribau, 142, pral. - 08036 Barcelonawww.umbrieleditores.comISBN: 84-89367-12-4Depsito legal: M - 40.491 - 2006Fotocomposicin: Germn Algarra

    Impreso por Mateu Cromo Artes Grficas, S.A.Ctra. de Fuenlabrada, s/n - 28320 Madrid

    Impreso en Espaa - Printed in Spain

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    RECOMENDACIN

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    Este libro est dedicado a

    Mara MagdalenaMi musa, mi antepasada

    Peter McGowanLa roca sobre la que erig mi vida

    Mis padres, Donna yJoePor su amor incondicional y unagentica interesante

    Y a nuestros prncipes del GrialPatrick, Conor y ShanePor llenar nuestras vidas de amor,

    risas e inspiracin constante

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    A la Seora electa y a sus hijos,a los cuales amo en la verdad,

    y no slo yo, sino tambin cuantos conocen la verdad,por amor de la verdad, que mora en nosotros

    y con nosotros est para siempre.

    II EPSTOLADE JUAN, 1-2

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    Prlogo

    Sur de la Galia, ao 72

    NOLEQUEDABA mucho tiempo.La anciana se ci el chal alrededor de los hombros. Este ao el

    otoo haba llegado con antelacin a las montaas rojas, y estabahelada hasta los huesos. Flexion los dedos poco a poco, sin forzarlos,con la esperanza de que las articulaciones artrticas sedesentumecieran. Sus manos no deban fallarle ahora, cuando tanto

    estaba en juego. Tena que acabar de escribir esta noche. Tamar notardara en llegar con las jarras, y todo deba estar preparado.Se permiti exhalar un largo y tembloroso suspiro. Hace mucho

    tiempo que estoy cansada. Muchsimo tiempo.Saba que esta postrera tarea sera la ltima que acometera en la

    tierra. Los ltimos das, concentrados en los recuerdos, habanvaciado de vida su cuerpo marchito. Le pesaban sus viejos huesos,con la pena y el cansancio indecibles que acosan a quienessobreviven a sus seres queridos. Dios la haba puesto a pruebamuchas veces, sin piedad ni compasin.

    Tan slo Tamar, su nica hija y ltimo vstago, viva con ella.

    Tamar era su bendicin, el destello de luz en las horas ms oscuras,cuando recuerdos ms aterradores que las pesadillas se niegan a serdomeados. Su hija era ahora la nica otra superviviente del GranMomento, aunque slo era una nia cuando todos haban asumido supapel en la historia viviente. De todos modos, la consolaba saber quequedaba alguien que recordaba y comprenda.

    Los dems haban desaparecido. La mayora estaban muertos,martirizados por hombres y mtodos demasiado brutales parasoportarlos. Tal vez todava seguan con vida algunos, diseminados alo largo y ancho del gran mapa de la tierra de Dios. Nunca lo sabra.

    Haban transcurrido muchos aos desde que recibiera noticias de losotros, pero, en cualquier caso, haba rezado por ellos desde el albahasta el ocaso, en aquellos das en que los recuerdos eran msacuciantes. Deseaba con toda su alma y su corazn que hubieranencontrado la paz, sin padecer la agona de muchos millares denoches de insomnio.

    S, Tamar era su nico refugio en aquellos aos crepusculares. Lania era demasiado pequea para recordar todos los detalleshorrorosos del Tiempo de la Oscuridad, pero lo bastante mayor pararememorar la belleza y la gracia de aquellos elegidos por Dios paraseguir su santo sendero. Al dedicar su vida al recuerdo de los

    elegidos, Tamar se haba decantado por un camino de servicio y amor.

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    Kathleen McGowanLa esperadaLa singular dedicacin de la muchacha al consuelo de su madre en laspostrimeras de su trnsito por este mundo haba sido extraordinaria.

    Abandonar a mi amada hija es la nica dificultad que me restapor afrontar. Incluso ahora, cuando la muerte es inminente, no puedosoportarla.

    Y sin embargo...Se asom a la entrada de la caverna que haba constituido suhogar desde haca casi cuatro dcadas. El cielo estaba despejadocuando alz su cara arrugada y contempl la belleza de las estrellas.Nunca dejara de maravillarla la creacin de Dios. En algn lugar, msall de aquellos astros, las almas que ms amaba en el mundo laesperaban. Las poda sentir en aquel mismo momento, ms cerca quenunca.

    Poda sentirle a l.As sea susurr al cielo nocturno. Girndose lentamente la

    anciana regres al interior de la cueva. Respir hondo, estudi eltosco pergamino y forz la vista bajo la luz tenue y humeante de unalmpara de aceite.

    Tom el clamo y continu escribiendo con trazos esmerados.

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    ... Tantos aos han pasado, y no me resulta ms fcil escribirsobre Judas Iscariote que en aquellos das oscuros. No porquealbergue ningn resentimiento contra l, sino por todo lo contrario.

    Contar la historia de Judas, y confo hacerlo con equidad. Era unhombre intransigente en sus principios, y quienes nos siguen han desaber esto: no los traicion (o nos traicion) por una bolsa demonedas. La verdad es que Judas era el ms leal de los doce. Duranteestos aos transcurridos he tenido muchos motivos para sumirme enel dolor, pero creo que slo a Uno lloro ms que a Judas.

    Muchos querran que escribiera sobre Judas con agrias palabras,para condenarlo por traidor, por estar ciego a la verdad. Pero nopuedo escribir nada de eso porque seran mentiras antes de que miclamo tocara la pgina. Bastantes mentiras se escribirn sobrenuestros tiempos, Dios me lo ha revelado. Yo no escribir ms.

    Pues cul es mi propsito, sino contar toda la verdad de loacaecido entonces?

    EL EVANGELIODE ARQUESDE MARA MAGDALENAEL LIBRODELOS DISCPULOS

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    MarsellaSeptiembre de 1997

    MARSELLAERAUNBUENLUGAR para morir, y lo haba sido durante siglos.El legendario puerto mediterrneo conservaba su reputacin deguarida de piratas, contrabandistas y asesinos, una fama disfrutadadesde que los romanos arrebataron la ciudad a los griegos en tiemposantes de Cristo.

    A finales del siglo XX, los esfuerzos del Gobierno francs porlimpiar de delincuentes la ciudad haban conseguido por fin que fueraposible tomar una bullabesa sin temor a ser asaltado. De todosmodos, el crimen no impresionaba a los marselleses. El asesinatoestaba arraigado en su historia y en su gentica. Los curtidospescadores ni siquiera pestaeaban cuando sus redes atrapaban algomuy poco adecuado para preparar su famosa sopa.

    Roger-Bernard Glis no era nativo de Marsella. Haba nacido ycrecido en las estribaciones de los Pirineos, en una comunidad queexista orgullosamente como un anacronismo viviente. El siglo XX nohaba hecho mella en su cultura, tan antigua que veneraba el poder

    del amor y la paz por encima de todos los dems asuntos terrenales.Aun as, era un hombre de edad madura a quien las cosas mundanasno le resultaban extraas. Al fin y al cabo, era el lder de su pueblo, ysi bien la comunidad gozaba de una profunda paz espiritual, nodejaba de tener enemigos.

    A Roger-Bernard le gustaba decir que la luz ms poderosa atrae laoscuridad ms impenetrable.

    Era alto y fornido, una figura imponente para los forasteros.Quienes desconocan el talante bondadoso de Glis podanconfundirle con alguien temible. Con el paso del tiempo se impuso la

    teora de que sus atacantes no le eran desconocidos.Tendra que haberlo imaginado, tendra que haber dado porsentado que no le dejaran portar un objeto de un valor tanincalculable con absoluta libertad. Acaso no haban muerto casi unmilln de sus antepasados por salvaguardar este precioso tesoro?Pero le dispararon por la espalda y el proyectil perfor su crneoantes incluso de que Glis sospechara que el enemigo lo rondaba.

    El examen forense de la bala no sirvi de nada a la polica, pues elataque de los asesinos concluy con la desaparicin de una partecrucial de la anatoma del muerto. Tenan que ser varios, pues laestatura y peso de la vctima requiri el concurso de unos cuantos

    hombres para hacerle lo que le hicieron a continuacin.

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    Roger-Bernard tuvo la suerte de estar muerto antes de queempezara el ritual. Se ahorr el regocijo de sus asesinos cuandopusieron manos a su espantosa obra. El jefe de los sicarios enton suantiguo mantra de odio mientras ejecutaba su cometido.

    Neca eos omnes. Neca eos omnes...

    Separar una cabeza humana del tronco es una tarea complicada ydifcil. Exige fuerza, determinacin y un instrumento muy afilado. Losasesinos de Roger-Bernard contaban con todos estos elementos, y losutilizaron con la mxima eficacia.

    El cadver haba pasado mucho tiempo en el mar, maltratado por lasolas y mordisqueado por los hambrientos habitantes de lasprofundidades. El lamentable estado del cuerpo desalent tanto a lospolicas, que concedieron escasa importancia al dedo que le faltabaen una mano. Una autopsia, enterrada despus por la burocracia (ytal vez por algo ms), se limit a constatar que le haban seccionadoel dedo ndice de la mano derecha.

    Septiembre de 1997

    LA CIUDAD VIEJADE JERUSALN bulla de actividad frentica, como todoslos viernes por la tarde. La historia impregnaba el aire sagrado yenrarecido, mientras los fieles se dirigan a los templos para prepararel sabbat. Los cristianos paseaban por la Va Dolorosa, una serie de

    tortuosas calles adoquinadas que sealaban el camino de lacrucifixin. Fue aqu donde un magullado y ensangrentado Jesucristo,cargando una enorme cruz, se encamin hacia su destino divino en loalto del Glgota.

    Aquella tarde de otoo, la escritora norteamericana MaureenPaschal no se diferenciaba en nada de los dems peregrinos quehaban llegado desde todos los confines de la tierra. La embriagadorabrisa de septiembre combinaba el aroma de shwarma con la fraganciade los aceites exticos que llegaba desde los antiguos mercados.Maureen flotaba inmersa en la sobrecarga sensorial caracterstica deIsrael, aferrando una gua comprada por Internet a una organizacin

    cristiana. La gua detallaba el Va Crucis, junto con planos ydirecciones de las catorce estaciones del camino de Cristo.

    Quiere un rosario, seora? Madera del Monte de los Olivos.Quiere una visita guiada, seora? Nunca se perder. Yo le

    enseo todo.Como la mayora de mujeres occidentales, se vio obligada a

    rechazar el acoso de los vendedores callejeros de Jerusaln. Algunoseran inasequibles al desaliento en su esfuerzo por ofrecer mercancaso servicios. Otros slo se sentan atrados por la menuda mujer depelo rojo y tez blanca, una combinacin nica y extica en esta partedel mundo. Maureen rechazaba a sus perseguidores con un educadopero firme No, gracias. Luego interrumpa el contacto visual y se

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    Kathleen McGowanLa esperadaalejaba. Su primo Peter, un experto en estudios sobre OrientePrximo, la haba aleccionado sobre la cultura de la Ciudad Vieja.Maureen era muy meticulosa, incluso en los detalles ms nfimos desu trabajo, y haba estudiado con detenimiento la cultura siempre enevolucin de Jerusaln. Hasta el momento, el esfuerzo haba valido la

    pena, y era capaz de mantener a raya las distracciones con el fin deconcentrarse en su investigacin. Anotaba detalles y observacionesen su libreta Moleskine.

    Se qued conmovida al borde del llanto por la intensidad y bellezade la capilla franciscana de la Flagelacin, de ochocientos aos deantigedad, construida en el mismo sitio donde Jess haba recibidolos azotes. Fue una reaccin emocional inesperada, porque Maureenno haba ido a Jerusaln como peregrina, sino para investigar, puesnecesitaba documentarse para plasmar un escenario histricoverosmil en su prxima obra. Mientras Maureen procurabacomprender mejor los acontecimientos del Viernes Santo, abordabaesta investigacin ms con la cabeza que con el corazn.

    Visit el convento de las Hermanas de Sin, antes de desplazarsehasta la cercana capilla de la Condenacin, el legendario lugar dondeJess haba recibido la cruz despus de que Poncio Pilatos aprobara lasentencia de muerte por crucifixin. Una vez ms, el inesperado nudoque sinti en la garganta vino acompaado por una abrumadorasensacin de dolor mientras recorra el edificio. Esculturas enbajorrelieve de tamao natural ilustraban los acontecimientos de unaterrible maana de dos mil aos atrs. Maureen se detuvo, fascinada,junto a una grfica escena de evocadora humanidad: un discpulo que

    intentaba detener a Mara, la madre de Jess, para que no viera a suhijo cargando la cruz. Las lgrimas se agolparon en sus ojos mientrascontemplaba la imagen. Era la primera vez en su vida que pensabaen aquellas figuras histricas como gente real, seres humanos decarne y hueso presos de una angustia casi inimaginable.

    Maureen se sinti momentneamente mareada, y tuvo queapoyar una mano contra las fras piedras de la pared para no caer. Sevio obligada a concentrarse de nuevo para tomar ms notas sobre lasimgenes y las esculturas.

    Continu su camino, pero las labernticas calles de la Ciudad Viejaeran engaosas, incluso con un buen plano. Los puntos de referencia

    eran antiguos con frecuencia, y acusaban el paso del tiempo, yquienes no conocan bien su emplazamiento solan pasarlos por alto.Maureen maldijo en silencio cuando comprendi que haba vuelto aperderse. Se detuvo al abrigo de la entrada de una tienda pararesguardarse de la luz del sol directa. La intensidad del calor, pese ala leve brisa, desmenta lo avanzado de la estacin. Protegi la guadel resplandor y pase la vista a su alrededor, con la intencin deorientarse.

    La octava estacin de la cruz. Tiene que estar por aqu murmur en voz baja. El lugar interesaba en especial a Maureen, puessu obra se centraba en el papel de las mujeres en esta historia.Consult la gua y ley un pasaje de los Evangelios relacionado con laoctava estacin.

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    Un gran nmero de gente le segua, incluyendo mujeres quegeman y lloraban por l. Jess dijo: "No lloris por m, hijas deJerusaln. Llorad por vosotras y por vuestros hijos".

    Un golpe seco en el vidrio de la puerta que tena detrs lasobresalt. Alz la vista, imaginando que vera el rostro de su

    propietario, airado porque bloqueaba la entrada al comercio, pero elrostro que la miraba sonrea. Un palestino de edad madura, vestidode manera inmaculada, abri la puerta de una tienda deantigedades e invit a Maureen a pasar con un ademn. Cuandohabl, lo hizo en un hermoso ingls, pese al acento.

    Entre, por favor. Bienvenida, me llamo Mahmoud. Se haperdido?

    Maureen agit la gua sin conviccin.Busco la octava estacin. El plano dice...Mahmoud desech la gua con una carcajada.S, s. La octava estacin. Jess consuela a las mujeres de

    Jerusaln. Est a la vuelta de la esquina indic. Una cruz sobre lapared de piedra la seala, pero hay que mirar con mucha atencin.

    Mahmoud observ a Maureen con detenimiento antes decontinuar.

    Pasa lo mismo con todo en Jerusaln. Hay que mirar con muchaatencin para reconocer las cosas.

    Maureen observaba sus gestos, satisfecha de comprender susindicaciones. Sonri, le dio las gracias y se dispuso a marchar, pero sedetuvo al ver algo en una estantera cercana. La tienda de Mahmoudera uno de los establecimientos mejor surtidos de Jerusaln, y venda

    antigedades autnticas: lmparas de aceite de los tiempos de Cristo,monedas con la efigie de Poncio Pilatos. Un exquisito destello coloridoque atravesaba el vidrio de un escaparate atrajo a Maureen.

    Son joyas hechas de fragmentos de cristal romano explicMahmoud, cuando Maureen se acerc al estante donde se exhibanjoyas de oro y plata con cristales engastados.

    Son bellsimas observ Maureen, al tiempo que admiraba unpendiente de plata. Prismas de colores bailaron en la tienda cuandoalz la joya a la luz, iluminando su imaginacin de escritora.

    Me pregunto qu historia podran contarnos los cristales.Quin sabe lo que fueron en otro tiempo estos cristales?

    Mahmoud se encogi de hombros. Eran parte de un frasco deperfume? De un tarro de especias? De un jarrn para colocar rosaso lirios?

    Es asombroso pensar que hace dos mil aos formaban parte deun objeto cotidiano de una casa cualquiera. Fascinante.

    Maureen dedic a la tienda y a su contenido una inspeccin msdetenida, y se qued impresionada por la calidad de los objetos y labelleza del muestrario. Extendi la mano para pasar el dedo condelicadeza sobre una lmpara de aceite de cermica.

    De veras tiene dos mil aos de antigedad?Por supuesto. Algunos de mis objetos son todava ms antiguos.Maureen mene la cabeza.Este tipo de antigedades no deberan estar en un museo?

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    Mahmoud lanz una estentrea y entusiasta carcajada.Querida ma, todo Jerusaln es un museo. No puede excavar en

    su jardn sin desenterrar algo de suma antigedad. La mayora de losobjetos ms valiosos van a parar a colecciones importantes. Pero notodos.

    Maureen se acerc a una vitrina llena de joyas antiguas de cobre,batido y oxidado. Se detuvo, su atencin concentrada en un anillo quetena engastado un disco del tamao de una moneda pequea.Mahmoud sigui su mirada, extrajo el anillo de la vitrina y se loofreci. Un rayo de sol que entraba por el escaparate cay sobre elanillo, ilumin el disco y revel un dibujo de nueve puntos alrededorde un crculo central.

    Una eleccin muy interesante dijo Mahmoud. Su tono jovialhaba cambiado. Ahora estaba serio y concentrado, y observaba aMaureen con atencin mientras ella le interrogaba acerca del anillo.

    Cul es su antigedad?No sabra decirle. Mis expertos afirmaron que era bizantino, tal

    vez de los siglos seis o siete, pero cabe la posibilidad de que sea msantiguo todava.

    Maureen mir con atencin el dibujo que componan los puntos.Este dibujo me parece... familiar. Tengo la sensacin de haberlo

    visto antes. Sabe si simboliza algo?Mahmoud relaj su concentracin.No puedo afirmar con seguridad lo que el artista quiso crear

    hace mil quinientos aos, pero me han dicho que era el anillo de uncosmlogo.

    Un cosmlogo?Alguien que comprende la relacin entre la Tierra y el cosmos.Lo que est arriba es igual que lo que est abajo. Debo decir que, laprimera vez que lo vi, me record a los planetas bailando alrededordel Sol.

    Maureen cont los puntos en voz alta.Siete, ocho, nueve. Pero en aquella poca no saban que haba

    nueve planetas, ni que el Sol era el centro del sistema solar. No puedeser eso, verdad?

    No podemos presumir de conocer lo que los antiguos saban. Mahmoud se encogi de hombros. Prubeselo.

    Maureen, que presinti de repente una argucia de vendedor,devolvi el anillo a Mahmoud.

    Oh, no, gracias. Es muy bonito, pero slo era curiosidad. Mepromet que hoy no gastara dinero.

    Ningn problema dijo Mahmoud, negndose a tomar el anillo. Porque tampoco est en venta.

    No?No. Mucha gente me ha ofrecido comprar este anillo. Yo me

    niego a venderlo. Por lo tanto, prubeselo sin condiciones. Slo pordiversin.

    Tal vez porque el hombre haba recuperado su tono guasn y ellase senta menos presionada, o debido a la atraccin del dibujo

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    Kathleen McGowanLa esperadainexplicado, Maureen desliz el anillo de cobre en su dedo anularderecho. Encaj a la perfeccin.

    Mahmoud asinti, serio de nuevo, y susurr casi para s:Como hecho a la medida.Maureen alz el anillo a la luz y lo examin en su mano.

    No puedo apartar mis ojos de l.Es porque es para usted.Maureen levant la vista con suspicacia. Mahmoud era ms

    elegante que los vendedores callejeros, pero al fin y al cabo era unvendedor.

    No ha dicho que no estaba en venta?Empez a quitarse el anillo, a lo cual se opuso con vehemencia el

    vendedor, que alz las manos en seal de protesta.No. Por favor.De acuerdo, de acuerdo. Ahora es cuando empieza el regateo,

    verdad? Cunto vale?Mahmoud pareci muy ofendido antes de contestar.No me ha entendido bien. Me confiaron el anillo hasta que

    encontrara la mano adecuada. La mano para la que fue hecho. Ahoraveo que es su mano. No puedo vendrselo porque ya es suyo.

    Maureen mir el anillo, y despus a Mahmoud, perpleja.No lo entiendo.En el rostro de Mahmoud se dibuj una sonrisa sabia y el hombre

    avanz hacia la puerta de la tienda.No, pero un da lo har. De momento, conserve el anillo. Un

    regalo.

    No puedo...Puede y lo har. Ha de hacerlo. De lo contrario, habr fracasado.No querr cargar con ese peso en su conciencia, por supuesto.

    Maureen mene la cabeza, desconcertada, mientras le seguahasta la puerta, donde se detuvo.

    La verdad es que no s qu decir, ni cmo darle las gracias.No hace falta, no hace falta. Pero ahora debe irse. Los misterios

    de Jerusaln la estn esperando.Mahmoud le abri la puerta a Maureen, quien volvi a darle las

    gracias.Adis, Magdalena susurr cuando ella sali. Maureen se

    detuvo y se volvi al punto.Perdone, qu ha dicho?Mahmoud volvi a exhibir su sonrisa sabia y enigmtica.He dicho, adis, madonna.Salud a Maureen con la mano, y sta le devolvi el gesto y sali

    al ardiente sol de Oriente Prximo.

    Maureen regres a la Va Dolorosa, donde encontr la octava estacinjusto donde Mahmoud le haba indicado. Pero estaba inquieta y eraincapaz de concentrarse, pues se senta extraa despus de suencuentro con el comerciante. Cuando continu su camino, volvi asentirse aturdida, hasta el punto de la desorientacin. Era su primer

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    Kathleen McGowanLa esperadada en Jerusaln, y deba ser efecto del jet lag. El vuelo desde Losngeles haba sido largo y fatigoso, y no haba dormido mucho lanoche anterior. Lo que sucedi a continuacin, si fue combinacin delcalor, el agotamiento y el hambre, o algo ms inexplicable, Maureenjams lo haba experimentado.

    Encontr un banco de piedra y se par a descansar. Se balancecuando sufri otra oleada inesperada de vrtigo, en el momento enque el sol implacable proyectaba un destello cegador, y se sintitransportada a otra dimensin.

    De forma abrupta se encontr en medio de una turba. A sualrededor reinaba el caos. La gente gritaba y se empujaba. Maureenconservaba la lucidez suficiente para reparar en que las figurashormigueantes iban vestidas con ropas toscas de fabricacin casera.Los que iban calzados llevaban una burda versin de las sandaliasmodernas. Se fij cuando alguien la pis. Casi todos eran hombres,barbudos y hoscos. El sol omnipresente de la tarde caa sobre ellos.Los rostros airados y afligidos que la rodeaban estaban cubiertos desudor y suciedad. Se encontraba al borde de un angosto camino, y lamultitud que tena delante empez a propinar empellones. Se estabaabriendo una brecha natural, y un pequeo grupo avanzaba poco apoco por la senda. Daba la impresin de que la turbamulta la segua.Cuando la masa se acerc ms, Maureen vio a la mujer por primeravez.

    Una isla inmvil y solitaria en el centro del caos. Era una de laspocas mujeres de la muchedumbre, pero no era eso lo que ladiferenciaba sino su porte, majestuoso como el de una reina pese a la

    costra de tierra que cubra sus manos y pies. Llevaba recogida partede su lustrosa cabellera pelirroja bajo un velo prpura que ocultaba lamitad inferior de su cara. Maureen supo al instante que deba llegarhasta ella, que necesitaba establecer contacto, tocarla, hablar conella. Pero la multitud se lo impeda, y ella se mova como en un sueo,a cmara lenta.

    Mientras luchaba por abrirse paso hasta donde estaba la mujer,su dolorosa belleza la impresion. Era menuda, de rasgos exquisitos ydelicados. Pero fueron sus ojos lo que continuaron hechizando aMaureen mucho despus de que la visin se desvaneciera. Los ojosde la mujer, enormes y brillantes a causa de las lgrimas sin

    derramar, ocupaban un lugar del espectro entre el mbar y el verdesalvia. Tenan un extraordinario color avellana claro que reflejabainfinita sabidura e insoportable tristeza: una combinacin que partael corazn. La mirada desgarradora de la mujer se pos en Maureendurante un breve e interminable momento, y aquellos ojosinverosmiles transmitieron una splica de absoluta y totaldesesperacin.

    Tienes que ayudarme.Maureen saba que la splica iba dirigida a ella. Estaba extasiada,

    petrificada, con la mirada clavada en los ojos de la mujer. El momentose rompi cuando la desconocida baj la vista para mirar a la niaque tiraba de su mano con insistencia.

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    Los ojos de la pequea eran como los de su madre. Detrs de ellase ergua un chico, mayor y de ojos ms oscuros, pero no caba dudade que tambin era hijo de la mujer. Maureen supo en aquelinexplicable instante que era la nica persona capaz de ayudar aaquella extraa reina sufriente y a sus hijos. Al tiempo que adquira

    esa certeza, una oleada de intensa confusin, y rayana en el dolor, laembarg.Entonces, la multitud se puso en movimiento de nuevo, y envolvi

    a Maureen en un mar de sudor y desesperacin.

    Maureen parpade y cerr los ojos con fuerza durante unos segundos.Mene la cabeza enrgicamente para ayudarse a enfocar la vista, sinsaber muy bien al principio dnde estaba. Una mirada a sus tejanos,la mochila de microfibra y las zapatillas Nike la convencieron de quecontinuaba en el siglo XX. A su alrededor continuaba el bullicio de laCiudad Vieja, pero la gente iba vestida al estilo contemporneo y lossonidos eran diferentes: Radio Jordn emita una cancin pop (eraLosing My Religion, de REM?) desde una tienda de enfrente. Un chicopalestino tamborileaba sobre el mostrador. Le dedic una sonrisa sinperder el ritmo.

    Maureen se levant del banco e intent desprenderse de la visin,si haba sido eso. No estaba segura, ni tampoco poda permitirse ellujo de seguir pensando en ello. Tena el tiempo limitado en Jerusaln,y dos mil aos de lugares que ver. Apel a su disciplina de periodistay a toda una vida de reprimir los sentimientos, archiv la visin para

    llevar a cabo un anlisis posterior, y se oblig a seguir andando.Se mezcl con un grupo de turistas britnicos cuando doblaronuna esquina, conducidos por un gua que llevaba alzacuello desacerdote anglicano. El hombre anunci a los peregrinos que seestaban acercando al lugar ms sagrado de la cristiandad, la baslicadel Santo Sepulcro.

    Gracias a sus investigaciones, Maureen saba que las restantesestaciones del Va Crucis se hallaban dentro del venerado edificio. Labaslica, que abarcaba varias manzanas, ocupaba el lugar de lacrucifixin desde que la emperatriz Elena haba jurado proteger esteterreno sagrado en el siglo IV. Elena, quien tambin fue la madre del

    emperador romano Constantino, fue canonizada con posterioridad porsus esfuerzos.

    Maureen se acerc a las enormes puertas de entrada conparsimonia y cierta vacilacin. Cuando pis el umbral, cay en lacuenta de que haca muchos aos que no entraba en una iglesia, perotampoco arda en deseos de cambiar dicha situacin. Se record confirmeza que la investigacin que la haba llevado a Israel era de ndoleerudita antes que espiritual. Mientras no perdiera de vista estedetalle, podra hacerlo. Podra atravesar aquellas puertas.

    Pese a su reticencia, aquel colosal templo posea algo carismtico,algo que provocaba temor reverencial. Cuando entr, oy las palabrasdel sacerdote britnico:

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    Dentro de estos muros, vern el lugar donde el Seor hizo elsacrificio definitivo. Donde le despojaron de su ropa, donde leclavaron en la cruz. Entrarn en la tumba sagrada donde depositaronsu cuerpo. Hermanos y hermanas en Cristo, en cuanto entren en estelugar, sus vidas nunca volvern a ser como antes.

    El penetrante e inconfundible olor a incienso envolvi a Maureen encuanto entr. Peregrinos de todos los rincones de la cristiandadcolmaban la gigantesca baslica. Pas ante un grupo de sacerdotescoptos congregados en reverente discusin, y vio que un sacerdoteortodoxo griego encenda una vela en una de las capillas pequeas.Un coro masculino cantaba en un dialecto oriental, un sonido exticopara los odos occidentales. El himno se alzaba desde algn lugarsecreto de la iglesia.

    Maureen estaba asimilando las vistas y sonidos del lugar,extraviada en la sobrecarga sensorial. No vio al hombrecillo nervudoque se situ a su lado hasta que le dio una palmadita en el hombro, locual hizo que se sobresaltara.

    Lo siento, seorita. Lo siento, seorita Mo-ri.Hablaba ingls, pero al contrario que el enigmtico Mahmoud, su

    acento era muy marcado. Su dominio del idioma de Maureen erarudimentario, en el mejor de los casos, y como resultado ella noentendi al principio que la estaba llamando por su nombre. Repitisu cantinela.

    Mo-ri. Su nombre. Es Mo-ri, no?

    Maureen estaba intrigada, mientras intentaba dilucidar si elhombrecillo la estaba llamando efectivamente por el nombre, y en talcaso, cmo lo saba. Llevaba en Jerusaln menos de veinticuatrohoras, y nadie, salvo el recepcionista del hotel Rey David, saba sunombre. Pero el hombre estaba impaciente, y volvi a la carga.

    Mo-ri. Usted es Mo-ri. Escritora. Usted escribe, no? Mo-ri?Maureen asinti poco a poco y contest.@S. Me llamo Maureen, pero cmo lo sabe?El hombrecillo hizo caso omiso de la pregunta, agarr su mano y

    tir de ella.No hay tiempo, no hay tiempo. Venga. Nosotros esperarla

    mucho tiempo. Venga, venga.Para ser un hombre tan pequeo (ms que Maureen, y ella era

    muy menuda), se mova con mucha celeridad. Sus cortas piernas leimpulsaron a travs del vientre de la baslica, al otro lado de la colade peregrinos que esperaban para entrar en el Santo Sepulcro. Siguiandando hasta que llegaron a un pequeo altar situado en la parteposterior del edificio, donde se detuvo de repente. La zona estabadominada por una escultura en bronce de tamao natural de unamujer, que extenda los brazos hacia un hombre en posicinsuplicante.

    Capilla de Mara Magdalena. Magdalena. Usted venir por ella,no? No?

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    Maureen asinti con cautela, mientras miraba la escultura ybajaba la vista hacia la placa, que rezaba:

    EN ESTE LUGAR,MARA MAGDALENA FUE LA PRIMERA

    EN VER AL SEOR RESUCITADO

    Ley en voz alta la cita de otra placa que haba debajo del bronce.Mujer, por qu lloras? A quin andas buscando?Maureen no tuvo mucho tiempo para meditar sobre la pregunta,

    porque el hombrecillo ya estaba tirando de ella otra vez, caminando atoda prisa con su paso peculiar hasta otro rincn ms oscuro de labaslica.

    Venga, venga.Doblaron una esquina y se detuvieron delante de un cuadro, el

    retrato envejecido de una mujer. El tiempo, el incienso y los siglos deresiduos aceitosos de velas haban obrado su efecto en la pintura, porlo cual Maureen tuvo que acercarse ms para examinarla. Elhombrecillo habl con voz muy seria.

    Cuadro muy antiguo. Griego. Entiende? Griego. El msimportante de Nuestra Seora. Necesita que usted cuente su historia.Por eso vino aqu, Mo-ri. La hemos esperado mucho tiempo. Ella haesperado. A usted. No?

    Maureen contempl con cautela la pintura, el antiguo retrato deuna mujer que llevaba una capa roja. Se volvi hacia el hombrecillo,muy intrigada ahora por saber adnde la estaba conduciendo todo

    esto. Pero ya no estaba, se haba desvanecido con tanta rapidez comohaba aparecido.Espere!El grito de Maureen reson en la enorme iglesia, pero no obtuvo

    respuesta. Devolvi su atencin al cuadro.Cuando se acerc ms al retrato, observ que la mujer llevaba en

    la mano derecha un anillo que tena engastado un disco redondo decobre, con un dibujo que plasmaba nueve crculos rodeando unaesfera central.

    Maureen levant la mano derecha, en la que llevaba su nuevoanillo, para compararlo con el del cuadro.

    Los anillos eran idnticos.

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    ... Mucho se dir y escribir en los tiempos venideros acerca deSimn, el Pescador de Hombres. De cmo Easa y yo misma lellambamos la roca, Pedro, mientras los otros le llamaban Cefas, ensu lengua verncula. Y si la historia es justa, dir que amaba a Easacon pasin y lealtad sin parangn.

    Y mucho se ha dicho ya, segn me han contado, sobre mi relacincon Simn Pedro. Estn los que nos llamaban adversarios, enemigos.Preferan creer que Pedro me despreciaba, y que pugnbamos poratraer la atencin de Easa en cada momento. Tambin estn los queacusaban a Pedro de odiar a las mujeres, una acusacin que no sepuede aplicar a ningn seguidor de Easa. Spase que ningn hombreque sigui a Easa menospreci a una mujer o subestim su papel enel plan de Dios. Cualquier hombre que acte as y afirme que Easa essu maestro, miente.

    Estas acusaciones contra Pedro son falsas. Los que fuerontestigos de las crticas que Pedro verti sobre m no conocen nuestrahistoria, ni el motivo de sus arrebatos. Pero yo lo entiendo y no lejuzgar, jams. Esto es, por encima de todo, lo que Easa me ense,y confo en que tambin lo enseara a los dems: no juzguis.

    EL EVANGELIODE ARQUESDE MARA MAGDALENAEL LIBRODELOS DISCPULOS

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    Los ngelesOctubre de 2004

    BASTAYA DE DIFAMACIONES: Mara Antonieta nunca dijo Que comancruasanes, Lucrecia Borgia jams envenen a nadie, y MaraEstuardo no era una ramera asesina. Al enmendar estos yerros,damos el primer paso para devolver a las mujeres al lugar de lahistoria que les corresponde con honor, un lugar mancillado por

    generaciones de historiadores con motivaciones polticasinconfesables.Maureen hizo una pausa cuando el grupo de estudiantes adultos

    manifest su aprobacin entre cuchicheos. Dirigirse a una clasenueva era como la noche de estreno en un teatro. El xito de suactuacin inicial determinaba el impacto a largo plazo de todo sutrabajo.

    Durante las prximas semanas, examinaremos las vidas dealgunas de las mujeres con peor fama de la historia y la leyenda.Mujeres que han dejado una huella indeleble en la evolucin delpensamiento y la sociedad modernos. Mujeres que han sido mal

    comprendidas y peor descritas por aquellos individuos que hanestablecido la historia del mundo occidental al confiar sus opinionesal papel.

    Estaba lanzada y no quera interrumpir su exposicin paracontestar preguntas tan pronto, pero un estudiante haba alzado lamano desde la primera fila en cuanto haba empezado a hablar.Pareca muy inquieto, pero por lo dems su apariencia era de lo msnormal. Amigo o rival? Admirador o fundamentalista? Siempreexista ese riesgo. Maureen le cedi la palabra, pues saba que ladistraera hasta que no le complaciera.

    Considera que su visin de la historia es feminista?Eso era todo? Maureen se relaj un poco mientras contestaba lapregunta.

    Considero que es una visin sincera de la historia. Mi nicoobjetivo es llegar al fondo de la verdad.

    An no haba conseguido escapar.Bien... A m me parece muy antimasculina.En absoluto. Me encantan los hombres. Creo que toda mujer

    debera tener uno.Maureen hizo una pausa para dejar que las mujeres presentes

    rieran.

    Estoy bromeando. Mi objetivo es devolver el equilibrio a lascosas, a base de observar la historia con ojos modernos. Usted vive

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    Kathleen McGowanLa esperadadel mismo modo que lo haca la gente hace mil seiscientos aos? No.En tal caso, por qu las leyes, creencias e interpretaciones histricasdictadas en los albores de la Edad Media deberan gobernar nuestraforma de vivir en el siglo veintiuno? Es absurdo.

    Por eso estoy aqu replic el estudiante, para descubrir de

    qu va todo esto.Bien, le aplaudo por estar aqu y slo le pido que mantenga lamente abierta. De hecho, quiero que todos ustedes dejen lo queestn haciendo, levanten la mano derecha y presten el siguientejuramento.

    El grupo de estudiantes nocturnos cuchiche de nuevo, y todosintercambiaron miradas, sonrieron y se encogieron de hombros, comopara decidir si hablaba en serio. Su profesora, escritora de grandesxitos de ventas y respetada periodista, se ergua ante ellos con lamano derecha levantada y una expresin expectante en su rostro.

    nimo les aguijone. Levanten la mano y repitan conmigo.La clase se mantuvo a la expectativa.Juro solemnemente, como estudiante de historia concienzudo

    Maureen hizo una pausa, mientras los estudiantes la coreaban, noolvidar jams que todas las palabras confiadas al papel han sidoescritas por seres humanos.

    Otra pausa para observar la reaccin de los estudiantes.Y como todos los seres humanos estn gobernados por sus

    sentimientos, opiniones y filiaciones polticas y religiosas, toda lahistoria se compone tanto de opiniones como de hechos, y en muchoscasos ha sido falsificada debido a las ambiciones personales o

    intenciones secretas del autor.Juro solemnemente mantener mi mente abierta mientras asista aesta clase. Repitan conmigo nuestro grito de batalla: La historia no eslo que sucedi. La historia es lo que se escribi.

    Levant un libro de tapa dura del atril que tena delante y lomostr a la clase.

    Todo el mundo ha comprado un ejemplar de este libro?Cabeceos generalizados y manifestaciones afirmativas

    contestaron a su pregunta. El libro que sostena en alto Maureen erasu propia y controvertida obra Historia de Ella. Una defensa de lasheronas ms odiadas de la historia. Era el motivo de que llenara

    aulas nocturnas y salas de conferencias cada vez que daba clase.Esta noche, empezaremos hablando de las mujeres del Antiguo

    Testamento, antepasadas femeninas de la tradicin judeocristiana. Lasemana que viene, pasaremos al Nuevo Testamento, y dedicaremos lamayor parte de la clase a una sola mujer: Mara Magdalena.Analizaremos las diferentes fuentes y referencias sobre su vida, tantoen su condicin de mujer como de discpula de Cristo. Hagan el favorde leer los captulos correspondientes para preparar la discusin de lasemana entrante.

    Tambin habr una conferencia de nuestro invitado especial, eldoctor Peter Healy, a quienes algunos de ustedes tal vez conozcanpor nuestro programa de extensin universitaria de Humanidades.Para los que an no hayan tenido la suerte de asistir a una de las

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    Kathleen McGowanLa esperadaclases del buen doctor, es tambin el padre Healy, erudito jesuita yexperto de fama internacional en estudios bblicos.

    El insistente estudiante de la primera fila volvi a levantar lamano, y no esper a que Maureen le concediera la palabra.

    No estn emparentados usted y el doctor Healy?

    Maureen asinti.El doctor Healy es mi primo.Nos explicar el punto de vista de la Iglesia sobre la relacin de

    Mara Magdalena con Cristo, y nos ilustrar sobre la evolucin de lasopiniones a lo largo de dos mil aos continu Maureen, ansiosa porretomar el hilo y terminar a tiempo. Ser una buena velada, demodo que procuren no perdrsela.

    Pero esta noche, empezaremos con una de nuestras madresancestrales. Lo primero que conocemos de Betsab es que est"purificndose de su suciedad"...

    Maureen abandon a toda prisa el aula, manifestando sus disculpas yjurando que la semana siguiente se quedara despus de la clase. Encircunstancias normales, habra permanecido media hora ms, comomnimo, en el aula, hablando con el grupo que, inevitablemente, nose mova de su sitio al terminar la sesin. Le gustaban mucho esosratos con sus estudiantes, tal vez ms incluso que las propiasconferencias, pues los que se quedaban eran sus almas gemelas.Eran los estudiantes que la animaban a seguir enseando. Nonecesitaba, desde luego, la miseria que le pagaban por las clases.

    Maureen daba clases porque le encantaban el contacto y el estmulode compartir sus teoras con otros, gente entusiasta y de mentalidadabierta.

    Aceler el paso, con los tacones repiqueteando sobre las acerasde las avenidas flanqueadas de rboles del campus norte. No queraque Peter se le escapara, esta noche no. Maureen maldijo su adiccina la moda, pues habra necesitado unos zapatos ms cmodos paracorrer y llegar a su despacho antes de que l se marchara. Comosiempre, iba vestida de manera impecable, ya que era tan meticulosaen su vestimenta como en todos los dems detalles de su vida. Eltraje de diseo de corte perfecto se adaptaba de maravilla a su

    menuda figura, y el color bosque destacaba sus ojos verdes. Un parde zapatos Manolo Blahnik bastante osados prestaban un toqueactual a su, por lo dems, indumentaria conservadora, y un poco msde estatura a su metro cincuenta. La causa de su frustracin en aquelmomento era, precisamente, el par de Manolos. Por un instante,pens en sacrselos dando un puntapi.

    No te vayas, por favor. Qudate ah. Invoc a Peter mentalmentemientras corra. Siempre haban estado conectados de una formaextraa, incluso de nios, y confi en que pudiera captar hasta qupunto necesitaba hablar con l. Maureen haba intentado llamarleantes por vas ms convencionales, pero sin xito. Peter odiaba lostelfonos mviles y nunca llevaba uno encima, pese a que ella se lohaba suplicado numerosas veces a lo largo de los aos, y para colmo,

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    Kathleen McGowanLa esperadal casi siempre se negaba a descolgar la extensin de su despacho siestaba inmerso en el trabajo.

    Se quit los incmodos zapatos de tacn y los meti en su bolsode piel antes de echar a correr por el ltimo tramo que faltaba parallegar a su destino. Maureen contuvo la respiracin cuando dobl la

    esquina, alz la vista hacia las ventanas de la segunda planta y contdesde la izquierda. Exhal un suspiro de alivio cuando vio luz en lacuarta ventana. Peter an no se haba marchado.

    Maureen subi los escalones con parsimonia, dndose tiempopara recuperar el aliento. Gir por el pasillo de la izquierda y sedetuvo cuando lleg a la cuarta puerta de la derecha. Peter estabaexaminando un manuscrito amarillento con una lupa. Ms que verla,la presinti en la puerta, y cuando levant la vista, una sonrisa debienvenida ilumin su rostro.

    Maureen! Qu maravillosa sorpresa. No esperaba verte estanoche.

    Hola, Pete contest ella con idntico afecto, y se acerc alescritorio para darle un abrazo. Me alegro de encontrarte. Tenamiedo de que te hubieras marchado, porque necesitaba verte condesesperacin.

    Peter enarc una ceja y medit un largo momento antes decontestar.

    Ya sabes que, en circunstancias normales, me habra ido hacehoras. Me sent impulsado a quedarme a trabajar hasta tarde, poralgn motivo que no llegu a comprender del todo... hasta ahora.

    El padre Healy se encogi de hombros con una leve sonrisa de

    complicidad. Maureen se la devolvi. Nunca haba sido capaz de daruna explicacin lgica a la relacin que sostena con su primo mayor,pero desde el da en que haba llegado a Irlanda, cuando erapequea, haban sido tan ntimos como gemelos, y compartan unamisteriosa habilidad de comunicarse sin palabras.

    Maureen introdujo la mano en el bolso y sac una bolsa deplstico azul, de las utilizadas por tiendas de importacin de todo elmundo. Contena una pequea caja rectangular, que entreg alsacerdote.

    Ah, Lyon's Gold Label. Excelente eleccin. An no puedosoportar el t norteamericano.

    Maureen hizo una mueca y se encogi de hombros para indicar sudesagrado compartido.

    Agua de cinaga.Bien, creo que la tetera est llena, de modo que la enchufar y

    nos tomaremos una taza en el acto.Maureen sonri cuando vio a Peter levantarse de la estropeada

    butaca de cuero, que tanto le haba costado obtener de launiversidad. Despus de aceptar su cargo en el Departamento deextensin universitaria de Humanidades, haban concedido alestimado doctor Peter Healy un despacho con ventana y mueblesmodernos, que incluan un escritorio y una butaca nuevos y muyfuncionales. Peter odiaba los muebles funcionales, pero todava mslos modernos. Utilizando su encanto irlands como una fuerza

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    Kathleen McGowanLa esperadairresistible, logr que el personal administrativo, por lo generalimpasible, se lanzara a una actividad frentica. Era clavado al actorirlands Gabriel Byrne, un parecido que siempre consegua seducir alas mujeres, con alzacuello o sin l. Haban registrado stanos y aulasque ya no se utilizaban, hasta encontrar justo lo que l quera: una

    butaca de cuero de respaldo alto, desgastada y comodsima, y unescritorio de madera envejecida que, al menos, pareca unaantigedad. Los complementos modernos del despacho los eligi l:la mininevera del rincn, detrs del escritorio, una pequea teteraelctrica para hervir agua y el telfono, al que no sola hacer ningncaso.

    Maureen se sinti ms relajada mientras le miraba, muy a gustoen presencia de un pariente ntimo, inmerso en el arte, tranquilizadory tan irlands, de preparar el t.

    Peter volvi a su escritorio y se inclin hacia la mininevera situadadetrs de l. Extrajo un tetrabrikpequeo de leche y lo dej al ladode la caja de azcar rosa y blanca que descansaba encima delfrigorfico.

    En algn lugar hay una cuchara... Espera... Ya la tengo.La tetera elctrica empez a silbar, indicando que el agua estaba

    hirviendo.Yo har los honores dijo Maureen.Se levant, tom la caja de t y abri el plstico que la envolva

    con una ua manicurada. Sac dos bolsas redondas y las introdujo ensendas tazas diferentes manchadas de t. Desde el punto de vista deMaureen, los tpicos acerca de los irlandeses y el whisky estaban muy

    exagerados: a lo que verdaderamente eran adictos los irlandeses eraa este brebaje.Maureen termin los preparativos, tendi una taza humeante a su

    primo y se sent en la silla que haba delante del escritorio. Con sutaza en la mano, bebi en silencio un momento, sintiendo la miradabondadosa de Peter clavada en ella. Ahora que haba corrido paraverle, no saba por dnde empezar. Fue el sacerdote quien rompi porfin el silencio.

    Ella ha vuelto, verdad? pregunt en voz baja.Maureen exhal un suspiro de alivio. En aquellos momentos en

    que se senta al borde de la locura, Peter siempre estaba a su lado:

    primo, sacerdote, amigo.Scontest, con una dificultad para expresarse que raras

    veces experimentaba. Ella ha vuelto.

    Peter se remova en la cama, incapaz de dormir. La conversacin conMaureen le haba afectado ms de lo que haba dejado traslucir.Estaba preocupado por ella, como pariente ms cercano y comoconsejero espiritual. Siempre haba estado seguro de que los sueosde su prima volveran a presentarse, y esperaba con temor esemomento.

    Cuando Maureen regres por primera vez de Tierra Santa, habatenido sueos recurrentes sobre la mujer majestuosa de la capa roja,

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    Kathleen McGowanLa esperadala mujer que haba visto en Jerusaln. Sus sueos siempre eraniguales: estaba rodeada por la turba de la Va Dolorosa. A veces, unsueo poda contener variaciones sin importancia o algn detalleadicional, pero todos sus sueos siempre transmitan una intensasensacin de desesperacin. Era esta intensidad la que preocupaba a

    Peter, la autenticidad de las descripciones de Maureen. Era intangible,algo desencadenado por la propia Tierra Santa, una sensacin que lhaba vivido cuando estudiaba en Jerusaln: la sensacin de estarmuy cerca de lo antiguo... y de lo divino.

    Despus de regresar de Tierra Santa, Maureen pas muchas horashablando por telfono con Peter, quien en aquel entonces estabadando clases en Irlanda. Su independiente primo, tan seguro de smismo, estaba empezando a cuestionarse la cordura de su prima, y laintensidad y frecuencia de los sueos le preocupaban. Solicit eltraslado a Loyola, sabiendo que se lo concederan de inmediato, ysubi a un avin con rumbo a Los ngeles para estar ms cerca de suprima.

    Cuatro aos despus, luchaba con sus pensamientos y suconciencia, sin saber cul era la mejor forma de ayudar a Maureen.Peter era el ltimo vnculo que ella se permita con su antiguo pasadocatlico. Slo confiaba en l por ser miembro de la familia, y porqueera la nica persona de su vida que nunca le haba fallado.

    Peter se sent en el borde de la cama y cedi a la certidumbre deque el sueo le esquivara esa noche, al tiempo que procuraba nopensar en el paquete de Marlboro que guardaba en el cajn de lamesita de noche. Haba intentado erradicar aquella mala costumbre.

    De hecho, era uno de los motivos de que hubiera preferido vivir soloen un apartamento, y no en una residencia para jesuitas. Pero latensin era excesiva y se entreg al pecado. Encendi un cigarrillo,dio una profunda calada y reflexion sobre los problemas queafrontaba Maureen.

    Su vivaracha y menuda prima norteamericana siempre habatenido algo especial. Cuando lleg por primera vez a Irlanda con sumadre, era una nia de siete aos, asustada y solitaria, con unmarcado acento sureo. Ocho aos mayor que ella, Peter la tom bajosu proteccin y la present a los nios del pueblo, adems de ponerun ojo morado a todos los que se atrevieron a burlarse de la recin

    llegada por su extrao acento.Pero Maureen no tard en adaptarse a su entorno. Se recuper

    con rapidez de los traumas de su pasado en Luisiana, a medida quelas nieblas de Irlanda la envolvan para darle la bienvenida. Encontrrefugio en el campo, adonde Peter y sus hermanas la llevaban a darlargos paseos, para ensearle la belleza del ro y advertirla sobre lospeligros de los pantanos. Pasaba los largos das de verano recogiendolas moras silvestres que crecan en la granja de la familia, y jugando aftbol hasta que el sol se pona. Con el tiempo, los chicos de lalocalidad la aceptaron, cuando se sinti ms cmoda con su entorno ydej que su verdadera personalidad emergiera.

    Peter se haba preguntado a menudo sobre la definicin de lapalabra carisma, cuando se utilizaba en el contexto sobrenatural de

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    Kathleen McGowanLa esperadalos primeros tiempos de la Iglesia: carisma, don o poder conferido porla divinidad. Tal vez poda aplicarse a Maureen ms literal yprofundamente de lo que ninguno de ellos haba soado. Guardaba undiario de sus conversaciones con ella, lo haba hecho desde suprimera llamada de larga distancia, en el cual consignaba sus

    opiniones sobre el significado de los sueos. Y cada da rezaba pararecibir orientacin. Si Maureen haba sido elegida por Dios para llevara cabo alguna tarea relacionada con la poca de la Pasin, que cadavez vea ms en sus sueos, necesitara la mxima orientacin de suCreador. Y de su Iglesia.

    Chteau des Pommes BleuesEl Languedoc

    Octubre de 2004

    MARIEDE NEGREELEGIR el momento oportuno para la llegada de laEsperada. La que nace del cordero pascual cuando el da y la nocheson iguales, la que es hija de la resurreccin. La portadora del Sangralrecibir la llave tras presenciar el Da Negro de la Calavera. Seconvertir en la nueva Pastora y nos mostrar el Camino.

    Lord Brenger Sinclair paseaba de un lado a otro de su biblioteca.Las llamas de una enorme chimenea de piedra arrojaban una luzdorada sobre una coleccin ancestral de libros y manuscritos de valorincalculable. Una bandera rada colgaba dentro de una vitrinaprotectora que abarcaba todo la longitud del enorme hogar. Blanca en

    otro tiempo, la tela amarillenta estaba adornada con flores de lisdoradas desteidas. El nombre compuesto Jhesus-Maria estababordado en el bucarn, pero slo era visible para los pocos que tenanla oportunidad de acercarse a esta peculiar reliquia.

    Sinclair recit la profeca en voz alta y de memoria. Su leveacento escocs destacaba las erres de la frase. Brenger habaaprendido las palabras de pequeo, sentado sobre las rodillas de suabuelo. Entonces no comprenda el significado del mensaje. Era unsimple juego de memorizacin que practicaba con el anciano cuandopasaba los veranos en la inmensa propiedad francesa de su familia.

    Dej de deambular y se par ante un rbol genealgico pintado

    desde el suelo hasta el techo en la amplia pared del fondo. Era unenorme mural que mostraba la historia de los extravagantesantepasados de Brenger.

    Esta rama de la familia Sinclair era una de las ms antiguas deEuropa. De apellido original Saint Clair, fue expulsada del continente yencontr refugio en Escocia en el siglo XIII, donde el apellido fueadaptado al ingls y adopt la forma actual. Los antepasados deBrenger se hallaban entre los personajes ms ilustres de la historiainglesa, incluyendo a Jacobo I de Inglaterra y su madre, tristementeclebre, Mara Estuardo.

    La influyente e inteligente familia Sinclair consigui sobrevivir alas guerras civiles y a los conflictos polticos intestinos de Escocia,

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    Kathleen McGowanLa esperadatomando partido por ambos bandos de la Corona durante toda latumultuosa historia del pas. Capitanes de la industria en el siglo XX, elabuelo de Brenger haba forjado una de las mayores fortunas deEuropa gracias a la creacin de una compaa petrolera en el mar delNorte. Multimillonario y par ingls en la Cmara de los Lores, Alistair

    Sinclair posea todo cuanto un hombre poda desear, pero seguasiendo un ser insatisfecho e inquieto, siempre en busca de algo quesu fortuna no poda comprar.

    El abuelo Alistair se obsesion con Francia, y compr un enormecastillo a las afueras de la poblacin de Arques, en la misteriosa yescarpada regin del sudoeste conocida como el Languedoc. Llam asu nuevo hogar Chteau des Pommes Bleues, por razones sloconocidas por unos cuantos iniciados.

    El Languedoc, una tierra montaosa, impregnada de misticismoera rica en leyendas locales, que hablaban de tesoros enterrados ycaballeros misteriosos, que se remontaban a cientos, incluso miles deaos. La fascinacin de Alistair Sinclair por el folclore del Languedoccreci cada vez ms, y compr toda la tierra que pudo en la regin, altiempo que se pona a buscar cada vez con mayor afn el tesoro quecrea enterrado en la zona. El botn que buscaba tena poco que vercon oro o riquezas, algo que Alistair ya posea en abundancia. Eraalgo ms valioso para l, para su familia y para el mundo. Cada vezpasaba menos tiempo en Escocia a medida que iba envejeciendo.Slo era feliz cuando se encontraba en las agrestes montaas rojasdel Languedoc. Alistair insista en que su nieto se reuniera con l losveranos, y al final instil su misma pasin por la mtica regin (de

    hecho, su obsesin) en el joven Brenger.Brenger Sinclair, un hombre ya cuarentn, dej de deambularpor la gran biblioteca, y esta vez se detuvo ante un retrato de suabuelo: un caballero de facciones afiladas y angulosas, rizado pelooscuro y ojos penetrantes. Era como mirarse en un espejo.

    Se parece mucho a l, monsieur. Cada da ms, y en muchosaspectos.

    Sinclair se volvi para contestar a su sigiloso criado, Roland. Pesea ser un hombre gigantesco, se desplazaba con un sigiloextraordinario, y a menudo daba la impresin de que se materializabade la nada.

    Eso es bueno? pregunt Brenger con irona.Por supuesto. Monsieur Alistair era un hombre excelente, muy

    querido por la gente de los pueblos. Y por mi padre, y tambin por m.Sinclair asinti con una leve sonrisa. Roland siempre deca eso. El

    gigante francs era un hijo del Languedoc. Su padre proceda de unafamilia local que hunda sus races en el terruo legendario, y habasido mayordomo de Alistair. Roland se educ en las dependencias delcastillo y comprenda a la familia Sinclair y sus excntricasobsesiones. Cuando su padre falleci de repente, Roland le sustituycomo encargado del Chteau des Pommes Bleues. Era una de laspocas personas del mundo en quien Brenger Sinclair confiaba.

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    Kathleen McGowanLa esperada

    Si me permite decrselo, estbamos trabajando en el vestbulo yle omos, Jean-Claude y yo. Le omos pronunciar las palabras de laprofeca. Mir a Sinclair con curiosidad. Pasa algo?

    Sinclair atraves la sala en direccin al enorme escritorio decaoba que dominaba la pared del fondo.

    No, Roland. No pasa nada. De hecho, creo que todo va a ir amejor por fin.Levant un libro de tapa dura que descansaba sobre el escritorio y

    le ense la portada a su criado. Era un ensayo moderno, con unttulo que rezaba: Historia de Ella. El subttulo era; En defensa de lasheronas ms odiadas de la historia.

    Roland mir el libro, perplejo.No entiendo.No, no, dale la vuelta. Mira esto. Mrala a ella.Roland dio la vuelta al libro y vio la foto de contraportada de la

    autora, cuyo nombre apareca debajo del retrato: Maureen Paschal.La escritora era una atractiva pelirroja de unos treinta aos. Haba

    posado para la fotografa con las manos apoyadas en la silla, delantede ella. Sinclair pidi a Roland que se fijara en ellas. Pequeo perovisible, en el dedo anular de la mano derecha luca el antiguo anillode cobre de Jerusaln, con el dibujo planetario.

    Roland levant la vista del libro, sobresaltado.Sacre bleu!Ya lo creo replic Sinclair. Aunque tal vez sera ms

    apropiado decir: sacre rouge!Una presencia en la entrada interrumpi a los dos hombres. Jean-

    Claude de la Motte, un miembro de confianza del crculo ntimo dePommes Bleues, dirigi una mirada interrogativa a sus camaradas.Qu ha pasado?Sinclair indic con un ademn a Jean Claude que entrara.Todava nada, pero a ver qu opinas de esto.Roland entreg el libro a Jean Claude y seal el anillo que llevaba

    la autora en la contraportada.Jean Claude extrajo las gafas de leer del bolsillo y examin la foto

    un momento.L'Attendue? La Esperada? susurr.Sinclair lanz una risita.

    S, amigos mos. Despus de tantos aos, creo que al finalhemos encontrado a nuestra Pastora.

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    Kathleen McGowanLa esperada

    ... Conozco a Pedro desde que tengo uso de razn, porque supadre y el mo eran amigos, y era ntimo de mi hermano. El templo deCafarnam estaba cerca de la casa del padre de Simn Pedro, unlugar al que bamos con frecuencia cuando ramos pequeos.Recuerdo que jugaba junto a la orilla de la playa. Yo era ms pequeaque los chicos y sola jugar sola, pero el sonido de sus carcajadascuando peleaban entre s es algo que todava recuerdo.

    Pedro era siempre el ms serio de los chicos, pero su hermanoAndrs era ms jovial. No obstante, ambos tenan sentido del humorcuando eran pequeos. Pedro y Andrs lo perdieron por completodespus de la partida de Easa, y tenan poca paciencia con los que seaferraban a l como medio de sobrevivir.

    Pedro se pareca mucho a mi hermano en el sentido de que setom muy en serio sus responsabilidades familiares cuando lleg a laedad adulta, y traslad ese sentido de la responsabilidad a lasenseanzas del Camino. Posea una energa y una firmeza que notenan parangn entre los maestros. Por eso confiaban tanto en l. Noobstante, por ms que Easa le ense, Pedro luchaba contra supropia naturaleza con una ferocidad que nadie sospechaba. Creo querenunci a ms cosas que los dems para seguir el Camino. Se

    someti a mayores exigencias, a ms cambios interiores. Pedro serincomprendido, y hay quienes sienten animadversin hacia l. Peroyo no.

    Amaba a Pedro y confiaba en l. Incluso dej en sus manos a mihijo mayor.

    EL EVANGELIODE ARQUESDE MARA MAGDALENAEL LIBRODELOS DISCPULOS

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    Kathleen McGowanLa esperada

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    McLean, VirginiaMarzo de 2005

    MCLEAN, VIRGINIA, ESUNLUGAR eclctico, una extraa mezcla de centrode decisiones polticas y zona residencial. Situado junto a una rondade circunvalacin, se halla a corta distancia, pasado el cuartel generalde la CIA, de Tyson's Corner, uno de los centros comerciales msgrandes y prestigiosos de Estados Unidos. McLean no es famoso como

    centro espiritual. Al menos, para casi nadie.Maureen Paschal no estaba preocupada en absoluto por temassagrados cuando enfil con su Ford Taurus alquilado el largo caminode entrada del McLean Ritz Carlton. La agenda de la maana del dasiguiente era muy apretada: levantarse temprano para desayunar conla Liga del Este de Mujeres Escritoras, tras lo cual tena unapresentacin y firma de libros en una gigantesca librera de Tyson'sCorner.

    Eso dejara a Maureen casi todo el sbado por la tarde libre.Perfecto. Ira a explorar, como haca siempre que iba a una ciudadnueva. Daba igual lo pequea o rural que fuera la poblacin. Si

    Maureen nunca haba estado en ella, se senta fascinada por laperspectiva. Jams dejaba de descubrir la joya de la corona, un rasgoespecial de cada ciudad que visitaba, el detalle que la converta enalgo nico en su recuerdo. Maana descubrira el de McLean.

    En la recepcin del hotel todo fue sobre ruedas. Su editora sehaba encargado de registrarla, y Maureen slo tuvo que firmar yrecoger su llave. Subi en el ascensor a su bonita habitacin, dondesatisfizo su necesidad de orden deshaciendo la maleta de inmediato,con el fin de alisar a continuacin las arrugas de su ropa.

    A Maureen le encantaban los hoteles de lujo. Imaginaba que a

    todo el mundo le pasaba igual, pero era como una nia cuando sealojaba en uno. Inspeccionaba con detenimiento todos los servicios einstalaciones, se fijaba en el contenido del minibar, comprobaba lacalidad del suntuoso albornoz colgado detrs de la puerta del cuartode bao, y sonrea al ver el telfono supletorio al lado del inodoro.

    Juraba que nunca se cansara de aquellos caprichos. Tal vez todoslos aos de estrecheces, comiendo Top Ramen, Pop Tarts y bocadillosde mantequilla de cacahuete, mientras su investigacin devoraba loque quedaba de sus ahorros, haban servido de algo. La ayudaban aapreciar las cosas ms hermosas que la vida empezaba a ofrecerle.

    Pase la vista alrededor de la espaciosa habitacin y experiment

    una breve punzada de pesar. Pese a su xito reciente, no tena a

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    Kathleen McGowanLa esperadanadie con quien compartir sus logros. Estaba sola, siempre lo habaestado, y quiz siempre lo estara...

    Maureen reprimi la autocompasin casi al instante, y pens en ladistraccin que apartara su mente de tales pensamientos: algunas delas tiendas ms fascinantes de Estados Unidos la estaban esperando

    a la vuelta de la esquina. Recogi su bolso, comprob que llevabatodas las tarjetas de crdito y sali a celebrar la cultura de Tyson'sCorner.

    La Liga del Este de Mujeres Escritoras se reuna para desayunar enuna sala de conferencias del McLean Ritz Carlton. Maureen llevaba suuniforme pblico: traje clsico de diseo, tacones altos y una pizca deChanel Nmero 5. Lleg a la sala a las nueve en punto, declin lacomida que le ofrecieron y pidi una taza de Irish Breakfast Tea.Comer antes de una sesin de preguntas y respuestas nunca era unabuena idea. Le causaba nuseas.

    Maureen estaba menos nerviosa que de costumbre aquellamaana, porque la moderadora del evento era una aliada, una mujerencantadora llamada Jenna Rosenberg, con quien haba estado encontacto varias semanas preparando la sesin. Primero y ante todo,Jenna era una admiradora de la obra de Maureen, y era capaz decitarla extensamente. Slo eso ya conquist a Maureen. Adems, elencuentro se celebraba en un entorno ntimo, compuesto por mesaspequeas muy juntas, de forma que Maureen no necesitabamicrfono.

    La propia Jenna dio inicio al acto, con una pregunta obvia peroimportante.Cul fue la inspiracin de su libro?Maureen dej la taza de t en el platillo y contest.En una ocasin, le que los primeros textos histricos ingleses

    fueron traducidos por un grupo de monjes que estaban convencidosde que las mujeres no tenan alma. Crean que el origen de todo maleran ellas. Estos monjes fueron los primeros en alterar las leyendasdel rey Arturo y la imagen que tenemos de Camelot. Ginebra seconvirti en una adltera intrigante antes que en una poderosa reinaguerrera. El hada Morgana se transform en la hermana malvada de

    Arturo, que le engaa para cometer incesto, en lugar de en la lderespiritual de toda una nacin, cosa que era en las versiones primitivasde la leyenda.

    Esa interpretacin me sorprendi, y me condujo a plantearme lapregunta: se habran escrito otros retratos de mujeres importantesde la historia desde un punto de vista tan parcial? Es evidente queesta perspectiva abraza toda la historia. Empec a pensar en lasnumerosas mujeres a las que se la habran aplicado, y se fue elpunto de partida de mi investigacin.

    Jenna abri un turno de preguntas. Despus de alguna discusinsobre literatura feminista y la problemtica de la paridad en el mundoeditorial, la siguiente pregunta la formul una mujer joven que llevabauna pequea cruz de oro sobre su blusa de seda.

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    Kathleen McGowanLa esperada

    Para alguien educado en un entorno tradicional, el captulo desu libro sobre Mara Magdalena resulta muy revelador. Usted presentaa una mujer diferente de la prostituta arrepentida, la mujer cada.Pero an no estoy segura de poder creerlo.

    Maureen asinti.

    Hasta el Vaticano ha admitido que Mara Magdalena no era unaprostituta, y que ya no debera explicarse esa mentira concreta en lasclases de religin. Han pasado ms de treinta aos desde que laSanta Sede proclam de forma oficial que Mara no era la mujer cadadel Evangelio de san Lucas, y que el papa Gregorio Magno habainventado la historia para lograr sus propsitos particulares en laEdad Media. No obstante, dos milenios de opinin pblica son difcilesde erradicar. Que el Vaticano admitiera su error en la dcada de 1960no ha resultado ms eficaz que una retractacin sepultada en laltima pgina de un peridico. En esencia, Mara Magdalena seconvierte en la madrina de las mujeres incomprendidas, la primeramujer de importancia capital que ha sido difamada por completo demanera intencionada, y calumniada, por los historiadores. Era unantima seguidora de Cristo; era, por derecho propio, una ms de susapstoles. No obstante, ha sido casi borrada de los evangelios.

    Jenna intervino, muy entusiasmada por el tema.Pero ahora se especula mucho con que Mara Magdalena tal vez

    sostuvo relaciones ntimas con Cristo.La mujer de la pequea cruz de oro, la que haba intervenido

    antes, vacil, pero Jenna continu.No toca ninguno de estos temas en su libro, y me gustara saber

    qu opina de estas teoras.No los toco porque creo que no existen pruebas suficientes paraavalar dichas afirmaciones. Slo son fantasas. Los telogos semuestran de acuerdo sobre ello. Como periodista que se enorgullecede serlo, no me sentira cmoda dando por ciertas estasespeculaciones y publicndolas con mi firma. Sin embargo, podrallegar hasta el punto de decir que existen documentos autentificadosque insinan una posible relacin ntima entre Jess y MaraMagdalena. En un evangelio descubierto en Egipto en 1945 estescrito que la compaera del Salvador es Mara Magdalena. Laamaba ms que a todos los discpulos, y sola besarla en la boca.

    Por supuesto, estos evangelios han sido cuestionados por lasautoridades eclesisticas, y puede que sean la versin del siglo unodel National Enquirer*, por lo que sabemos. Creo que sobre este temaes importante andar con cautela, de modo que escrib slo sobreaquello de lo que estaba segura. Y estoy segura de que MaraMagdalena no era una prostituta y de que era una seguidoraimportante de Jess. Tal vez fue incluso la ms importante, pues es laprimera persona a la que el Seor resucitado bendice con suaparicin. Ms all de eso, no deseo especular sobre el papel quetuvo en su vida. Sera una irresponsabilidad.

    * Publicacin sensacionalista. (N. del T.)

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    Kathleen McGowanLa esperada

    Maureen contest a la pregunta guardndose las espaldas, comode costumbre, pero siempre haba pensado que quiz la cada de laMagdalena se produjo porque estaba demasiado cerca del Maestro, ypor lo tanto inspir celos en los discpulos varones, que ms tardeintentaron desacreditarla. San Pedro la despreciaba sin disimulos y la

    regaaba en los Evangelios Gnsticos, basados en aquellosdocumentos del siglo II que fueron descubiertos en Egipto. Adems,daba la impresin de que los ltimos escritos de san Pablo eliminabanmetdicamente toda referencia a la importancia de la mujer en lavida de Cristo.

    Como resultado, Maureen haba dedicado bastante tiempo adestripar la teora paulina. Pablo, el perseguidor transformado enapstol, haba moldeado el pensamiento cristiano con susobservaciones, pese a las distancias filosficas que mediaban entre ly Jess, y los seguidores elegidos y la familia del Salvador. No tenaconocimiento de primera mano de las enseanzas de Cristo. Eraimprobable que un discpulo tan misgino y manipuladorinmortalizara a Mara Magdalena como la ms devota sierva de Cristo.

    Maureen estaba decidida a vengar a Mara, pues la consideraba elarquetipo de la mujer vilipendiada de la historia, la madre de lasincomprendidas. Su historia se repeta, en esencia cuando no en laforma, en las vidas de otras mujeres que haba optado por defenderen Historia de Ella. Pero para Maureen era imprescindible que loscaptulos acerca de la Magdalena fueran lo ms fieles posible a lateora acadmica. Cualquier insinuacin de hiptesis improbables,estilo nueva era u otras carentes de base, sobre la relacin de

    Mara con Jess, invalidara el resto de su investigacin y daara sucredibilidad. Era demasiado cautelosa en su vida y en su trabajo paracorrer ese riesgo. Pese a lo que le dictaba su instinto, Maureen habarechazado todas las teoras alternativas sobre Mara Magdalena, y sehaba ceido a los datos ms indiscutibles.

    Poco despus de tomar esta decisin, los sueos la habanacuciado de una forma ms perentoria.

    Tena la mano derecha entumecida, y su rostro corra el peligroinminente de agrietarse debido a la sonrisa permanente, pero

    Maureen continuaba trabajando. Su presencia en la librera debaprolongarse durante dos horas, incluido un descanso de veinteminutos. Se haba adentrado en la tercera hora sin descanso quevaliera, y estaba decidida a continuar firmando hasta dejar satisfechoal ltimo cliente. Maureen nunca decepcionaba a un lector enpotencia. No despreciaba al pblico comprador que haba convertidosu sueo en realidad.

    Se senta satisfecha por el gran nmero de hombres que habanhecho cola. El tema central de su libro deba atraer a un pblicopredominantemente femenino, pero confiaba en haberlo escrito deuna forma que atrajera a cualquier persona de mente abierta yprovista de sentido comn. Si bien su objetivo principal haba sidovengar los agravios padecidos por mujeres poderosas a manos de los

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    Kathleen McGowanLa esperadahistoriadores, el tiempo y la investigacin haban desvelado que losmotivos de plasmar la historia de una manera tan selectiva se debanal clima religioso y poltico. El sexo era un factor secundario.

    Lo haba explicado durante una reciente aparicin en televisin,cuando cit a Mara Antonieta como, quizs, el ejemplo ms preclaro

    de esa teora politicosocial, porque los ensayos predominantes sobrela Revolucin Francesa haban sido escritos por revolucionarios. Sibien la atormentada reina era acusada de los excesos de lamonarqua francesa, en realidad no haba tenido nada que ver con lacreacin de tales tradiciones. De hecho, Mara Antonieta habaheredado las prcticas de la aristocracia francesa cuando lleg deAustria como prometida del joven delfn, el futuro Luis XVI. Aunque erahija de la gran Mara Teresa, la emperatriz austraca no se habaregodeado en los excesos y los vicios. En todo caso, era muy adusta yfrugal para una mujer de su posicin, y haba educado a susnumerosas hijas, incluida la pequea Antonieta, de una manera muyestricta. La joven dauphine se vio forzada, para sobrevivir, aadaptarse a las costumbres francesas lo antes posible.

    El palacio de Versalles, el gran monumento a la extravaganciafrancesa, haba sido construido dcadas antes de que Mara Antonietanaciera, pero se convirti en un monumento esencial a su codicialegendaria. La famosa rplica a Los campesinos se mueren dehambre. No tienen pan para comer fue, en realidad, pronunciada poruna cortesana real, una mujer muerta antes de que la joven austracallegara a Francia. Sin embargo, hasta nuestros das, Que comancruasanes se reconoce como el grito de guerra de la revolucin. Con

    esa nica cita, el Reinado del Terror, y todo el derramamiento desangre y la violencia instigados desde la Bastilla, quedaronjustificados.

    Y Mara Antonieta, de trgico destino, nunca pronunci la malditafrase.

    Maureen senta una extraordinaria compasin por la desdichadareina de Francia. Odiada por ser extranjera desde el primer da de sullegada, Mara Antonieta fue vctima de un racismo empecinado ycruel. Result muy conveniente para la etnocntrica nobleza francesadel siglo XVIII atribuir todas y cada una de las circunstancias polticas ysociales negativas a la reina nacida en Austria. Maureen se haba

    quedado estupefacta por esta actitud mayoritaria durante su visita aFrancia. Los guas tursticos de Versalles todava hablaban de la reinadecapitada con no poco rencor, sin hacer caso de las pruebashistricas que exoneraban a Mara Antonieta de muchas odiosasacusaciones. Y todo esto, pese al hecho de que la pobre mujer habasido brutalmente guillotinada doscientos aos atrs.

    La primera visita a Versalles haba hecho crecer el deseo deinvestigar de Maureen. Haba ledo numerosos libros, desde lasdescripciones ms acadmicas de la Francia del siglo XVIII, hastacomplejas novelas histricas centradas en la reina. La imagen globalvariaba, aunque no demasiado, de la caricatura aceptada: erasuperficial, inmoderada, poco inteligente. Maureen rechazaba esteretrato. Por qu no hablaban de Mara Antonieta como mujer, una

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    Kathleen McGowanLa esperadamujer afligida que lloraba la muerte de su hija pequea, y que mstarde tambin perdi a su adorado hijo? Por otra parte, estaba Marala esposa, vendida como un objeto en el proverbial tablero de ajedrezpoltico, una muchacha de catorce aos desposada con un extranjeroen un pas extrao, rechazada ms tarde por la familia de ste, y

    despus por sus sbditos.Por fin, Mara el chivo expiatorio, una mujer que esperaba encautividad mientras la gente a la que ms amaba era exterminada ensu nombre. La amiga ms ntima de Mara, la princesa Lamballe, fuedespedazada literalmente por la turba, partes de su cuerpo y diversasextremidades clavadas en estacas y paseadas ante la ventana de lacelda de Mara.

    Maureen haba tomado la decisin de plasmar un retratocompasivo, pero realista por completo, de una de las monarcas msdespreciadas de la historia. El resultado era poderoso, una de lassecciones de Historia de Ella que ms atencin y debates habamerecido.

    Pero pese a la controversia suscitada por Mara Antonieta, sufavorita siempre haba sido Mara Magdalena.

    De esta atraccin sobrenatural por Mara Magdalena estabahablando ahora Maureen con la vivaracha rubia que tena delante.

    Saba usted que McLean est considerado un lugar sagradopara los seguidores de Mara Magdalena? pregunt de repente lamujer.

    Maureen abri la boca atnita, y despus la cerr de nuevo, sinlograr articular ninguna palabra.

    No, no saba nada de eso alcanz a responder. Habaaparecido de nuevo, esa vibracin elctrica que recorra su cuerpocada vez que algo extrao asomaba en el horizonte. Sinti que volvade nuevo, incluso bajo las luces fluorescentes de un centro comercialnorteamericano. Maureen recobr la compostura y respir hondo.Bien, me rindo. En qu sentido est relacionado McLean con MaraMagdalena?

    La mujer entreg una tarjeta a Maureen.No s si tendr tiempo mientras est en McLean, pero si araa

    algn minuto, haga el favor de venir a verme.La tarjeta era de la librera La Luz Sagrada, propietaria, Rachel

    Martel.No tiene nada que ver con esto, por supuesto dijo la mujer

    que, supuso Maureen, deba ser Rachel, indicando la enorme librera, pero creo que tengo algunos libros que tal vez le interesen.Escritos por gente de aqu y publicados por su cuenta. Versan sobreMara. Nuestra Mara.

    Maureen trag saliva una vez ms, comprob que la mujer eraRachel Martel y pregunt cmo se llegaba a La Luz Sagrada.

    Oy una discreta tosecita a su izquierda, levant la vista y vio queel director de la librera le haca seas de que la cola deba seguirmovindose. Maureen le fulmin con la mirada antes de volversehacia Rachel.

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    Kathleen McGowanLa esperada

    Estar esta tarde, por casualidad? Es el nico rato libre de quedispongo.

    Desde luego. Estoy a unos cuantos minutos, siguiendo lacarretera principal. McLean no es tan grande, y soy fcil de encontrar.Llame antes por si necesita que la oriente. Gracias por el autgrafo, y

    espero verla despus.Mientras Maureen segua con la mirada a la mujer, alz los ojoshacia el director de la tienda.

    Creo que, despus de todo, voy a necesitar un descanso dijocon voz dulce.

    Pars (Arrondissement I)Caveau des Mousquetaires

    Marzo de 2005

    EL STANO DE PIEDRA del viejo edificio era conocido como el Caveaudes Mousquetaires desde tiempo inmemorial. Su proximidad al Louvreen los das en que el gran museo haba sido residencia de los reyes deFrancia le conceda importancia estratgica, algo que no era menoscierto en los tiempos modernos. El escondite llevaba el nombre de loshroes inmortalizados por Alexandre Dumas en su obra mscelebrada. El escritor haba basado los personajes de losespadachines de su novela en hombres reales, encargados de unamisin verdadera. Esta estancia era uno de los lugares de encuentrosecretos de la guardia del rey, despus de que el malvado cardenal

    Richelieu les obligara a ocultarse. En realidad, no era al rey de Franciaa quien los mosqueteros haban jurado proteger, sino a la reina. Anade Austria era la hija de un linaje mucho ms antiguo y regio que elde su marido.

    Dumas se revolvera en su tumba si supiera que este sitio sagradohaba cado en manos enemigas. Esta noche, la cueva era el lugar deencuentro de otra hermandad secreta. La organizacin usurpadora noslo era mil quinientos aos ms antigua que los mosqueteros, sinoque tambin se opona a su misin con un juramento de sangre.

    Iluminadas por dos docenas de velas, las sombras bailaban sobrelas paredes y revelaban la presencia de un grupo de hombres

    embozados. Se hallaban de pie alrededor de una maltrecha mesarectangular, los rostros atrapados en un juego de luces y sombras. Sibien sus facciones no se distinguan en la semipenumbra, el peculiaremblema de su gremio era visible en todos ellos: un cordn rojosangre ceido alrededor del cuello.

    Las voces quedas revelaban una variedad de acentos: inglsbritnico y norteamericano, francs e italiano. Todos guardaronsilencio cuando el lder ocup su lugar en la cabecera de la mesa.Ante l, una pulida calavera humana brillaba a la luz de las velas,depositada sobre una bandeja de oro con filigranas. A un lado de lacalavera haba un cliz, adornado con espirales doradas a juego conlas filigranas de la bandeja. Al otro lado de la calavera, un crucifijo de

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    Kathleen McGowanLa esperadamadera tallado a mano yaca sobre la mesa, con la figura de Cristocabeza abajo.

    El lder toc la calavera con reverencia, y luego alz el cliz de orolleno de un espeso lquido rojo. Habl en ingls con acento de Oxford.

    La sangre del Maestro de Justicia.

    Bebi poco a poco antes de pasar el cliz al hermano de laizquierda. El hombre lo acept con un cabeceo, repiti la misma fraseen francs y tom un sorbo. Cada miembro de la hermandad repiti elrito, hablando en su idioma nativo, hasta que el cliz regres a lacabecera de la mesa.

    El lder deposit la copa encima de la mesa ante l. Acontinuacin, alz la bandeja y bes el hueso de la frente de lacalavera con reverencia. Al igual que haba hecho con el cliz, pas lacalavera a la izquierda, y cada miembro de la hermandad repiti elacto. Esta parte del ritual se llev a cabo en absoluto silencio, como sifuera demasiado sagrado para que las palabras lo profanaran.

    La calavera complet el crculo de fieles y termin en manos dellder. ste alz la bandeja en el aire antes de devolverla a la mesa conun ademn ostentoso y las palabras:

    El primero. El nico.El lder hizo una pausa, y despus levant el crucifijo de madera.

    Le dio la vuelta para que la imagen crucificada quedara de cara a l,la levant hasta la altura de los ojos y escupi con ferocidad en elrostro de Jesucristo.

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    Kathleen McGowanLa esperada

    ... Sara Tamar viene a menudo y lee mis memorias mientras yoescribo. Me ha recordado que todava no he hablado de Pedro y de loque se conoce como su negacin.

    Hay algunos que le juzgaron con dureza y le llamaron Pedro enGallicantu (Pedro en Negacin), lo cual es injusto. Quienes juzgantan a la ligera ignoran que Pedro se limit a cumplir los deseos deEasa. Me han dicho que algunos seguidores actuales afirman quePedro hizo realidad una profeca de Easa, que ste dijo a Pedro: Menegars, y Pedro contest: No, no lo har.

    sa es la verdad. Easa orden a Pedro que le negara. No fue unaprofeca. Fue una orden. Easa saba que, si suceda lo peor,necesitara que Pedro, de entre todos sus amados discpulos, salieraindemne. Mediante la determinacin de Pedro, las enseanzascontinuaran propagndose a lo largo y ancho del mundo, tal comoEasa haba soado. Por eso Easa le dijo Me negars, pero Pedro, ensu tormento, contest: No, no puedo.

    Pero Easa insisti: Tienes que negarme, para que te pongas asalvo y as las enseanzas del Camino no se pierdan.

    sa es la verdad de la negacin de Pedro. Nunca fue unanegacin, pues cumpli las rdenes de su maestro. De eso estoy

    segura, porque yo estaba presente y fui testigo.

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    McLean, VirginiaMarzo de 2005

    A MAUREEN SE LE HABA ACELERADO el pulso de una manera anormalmientras conduca por la carretera principal que atravesaba McLean.No estaba preparada para la extraa invitacin de Rachel Martel, peroal mismo tiempo se senta muy entusiasmada. Siempre haba sido as.La suya era una vida plagada de acontecimientos extraos y a

    menudo intensos, extraordinarias coincidencias que la afectaban parasiempre. Sera otro de aquellos sucesos sobrenaturales? Senta unaespecial curiosidad por cualquier revelacin relacionada con Mara.Curiosidad? No era una palabra lo bastante contundente. Obsesin?sa era ms precisa.

    Su relacin con la leyenda de Mara Magdalena haba sido unafuerza dominante en su vida desde los inicios de su tarea deinvestigacin y documentacin para escribir Historia de Ella. Desde laprimera visin en Jerusaln, Maureen haba percibido a MaraMagdalena como una mujer de carne y hueso, casi una amiga.Cuando estaba trabajando en el borrador definitivo del libro, tuvo la

    impresin de que estaba defendiendo a una amiga calumniada por laprensa. Su relacin con Mara era muy real. O surreal, para ser msprecisa.

    La librera La Luz Sagrada era pequea, aunque contaba con ungran escaparate en el que se exponan ngeles de todas clases y detodos los tamaos. Haba libros sobre ngeles, figuritas de ngeles ymontones de cristales centelleantes rodeados de material grfico queplasmaba a los querubines de moda. Maureen pensaba que la propiaRachel era de apariencia angelical: algo entrada en carnes, con rizosmuy rubios que enmarcaban una cara dulce. Cuando haba ido a

    pedirle el autgrafo, llevaba un conjunto de dos piezas de lino blanco.El meldico tintineo de campanas anunci la llegada de Maureencuando abri la puerta y entr en una versin ampliada de laexposicin del escaparate. Rachel Martel estaba agachada detrs delmostrador, buscando en la vitrina contigua un cristal para una cliente.

    sta? pregunt a la joven, que tendra unos dieciocho odiecinueve aos.

    S, sa. La chica extendi la mano para examinar la punta decristal, una piedra lavanda engarzada en plata. Es amatista,verdad?

    De hecho, es ametrina corrigi Rachel. Acababa de reparar en

    que Maureen era la causa de que hubieran sonado las campanillas dela puerta, y le dedic una veloz sonrisa, como diciendo, enseguida-

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    Kathleen McGowanLa esperadaestoy-con-usted, antes de continuar conversando con la cliente. Laametrina es la amatista que contiene citrina en su interior. Si la mirasa contraluz, vers el hermoso centro dorado.

    La adolescente mir el cristal a contraluz.Es muy bonita exclam. Pero me dijeron que necesitaba

    amatista. Esto obrar el mismo efecto?S, y ms sonri con paciencia Rachel. Se cree que laamatista expande la naturaleza espiritual, y la citrina sirve paraequilibrar las emociones en el cuerpo fsico. En conjunto, es unacombinacin muy potente. No obstante, tambin tengo amatistapura, si lo prefieres.

    Maureen slo estaba escuchando a medias la conversacin.Senta muchsima ms curiosidad por los libros de los que Rachel lehaba hablado. Daba la impresin de que las estanteras estabanclasificadas por temas, y las examin con rapidez. Haba volmenesrelativos a las culturas autctonas americanas y hasta una seccincelta. En otra ocasin, de haber tenido ms tiempo Maureen se habrademorado en ella. No faltaba, por supuesto, la habitual seccin dengeles.

    A la derecha de los ngeles haba algunos libros sobrepensamiento cristiano. Ajaj, caliente caliente. Sigui mirando, y sedetuvo de repente. Haba un volumen grande y blanco con gruesasletras negras: MAGDALENA.

    Veo que no necesita mi ayuda para localizar lo que andabuscando!

    Maureen peg un bote. No haba odo acercarse a Rachel. La joven

    cliente se march con una bolsita azul y blanca, que contena sucristal.ste es uno de los libros de los que le habl. El resto son ms

    bien folletos. Creo que debera echar un vistazo a ste.Rachel extrajo un folleto delgado de la estantera que tena a la

    altura de los ojos. Era de color rosa, y pareca haber sido impreso enuna impresora casera. Mara en McLean, anunciaba en letra TimesNew Roman de 24 puntos.

    Aqu Mara se refiere? pregunt Maureen. Mientras escribasu libro, haba seguido cierto nmero de pistas interesantes, pero alfinal haba descubierto que se referan a la Virgen, y no a la

    Magdalena.Su Ma