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Litwin EaD

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Este material se utiliza con fines exclusivamente didácticos

La educación a distancia: Temas para el debate en una nueva agenda educativa. Edith Litwin (compiladora). Ed. Amorrortu.

Introducción: La buena enseñanza en la educación a distancia.

Edith Litwin

Las clásicas versiones que enseñaban a ser mago por correspondencia, profesora de corte y confección o armador y reparador de radios en la Argentina de la década de 1950 nos arrancaron más de una mirada de simpatía. Nunca pensamos que fueran propuestas de jerarquía académica y formativa, o que permitieran un alto grado de profesionalización. Más que de los campos temáticos, desconfiábamos de “la correspondencia” como propuesta de enseñanza. Al poco tiempo, en diversos lugares del mundo se crearon universidades que, utilizando la modalidad a distancia, lograron que vastos sectores de la población que estaban marginados de los sistemas convencionales o formales pudieran acceder a los estudios universitarios. Y la incredulidad, la sospecha o la simpatía persistieron, aun cuando los campos temáticos fueran otros. ¿Acaso se puede ser médico, abogado, ingeniero o maestro mirando televisión o escuchando radio? Las sospechas acerca del medio como soporte para la transmisión de contenidos persistieron. Mientras tanto, los graduados de la Fern Universitat alemana, los de la Open University británica, los de la Universidad Abierta venezolana y tantas otras unidades académicas compiten en el mundo por los puestos de trabajo al igual que los egresados de las universidades convencionales. Ahora Internet es el vehículo que permite el foro, la reunión y el debate entre alumnos. Los discos compactos son el soporte de la última generación de guías para el estudiante, orientación para aprender, actividades u otras propuestas que acompañan a los programas de educación a distancia. Los profesores, sin importar su jerarquía, se comunican con sus alumnos a través del correo electrónico. Quizá sea hora de volver a definir la educación a distancia.

Estamos escribiendo acerca de una enseñanza que puede utilizar como vehículo para la comunicación los últimos desarrollos de la tecnología. Los alumnos viven en Eldorado, Cipoletti o La Matanza y reciben propuestas de similar valor: libros, discos compactos, videos o emisiones de televisión. Se comunican con los docentes o con otros estudiantes según las posibilidades que ofrezca el curso, ya sean las reuniones en las bibliotecas de barrio, los colegios profesionales zonales o los foros virtuales, y estudian, como cualquier alumno, en sus casas, la oficina, la biblioteca o el bar, con libros, papeles o computadoras. Con esto queremos señalar que la modalidad a distancia suele caracterizarse por su flexibilidad en torno a la propuesta de enseñanza y que hoy, como producto del desarrollo de las tecnologías comunicacionales, se favorecen las interacciones entre docentes y alumnos acortando las distancias en la modalidad. Sin embargo, el valor de la propuesta, aun cuando adopte los últimos desarrollos de la tecnología, sigue estando, como en cualquier proyecto educativo, en la calidad de los contenidos y en su propuesta para la enseñanza.

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Un buen programa de estudios para la educación a distancia revela contenidos actualizados y enfoques novedosos, reconoce conceptos relevantes de un campo y plantea o desarrolla polémicas y reflexiones. Un buen programa da cuenta de un cuerpo docente preocupado por la comprensión de los estudiantes, estén en un foro o frente a una computadora realizando los ejercicios. Detrás de un buen curso, muy probablemente se encuentren docentes que investigan en su campo, al mismo tiempo que manifiestan verdadera preocupación por alimentar y favorecer los procesos de aprender. Detrás de un curso de actualización, según los campos, nos encontramos con profesionales que vuelcan sus estudios o experiencias en casos, situaciones y ejemplos que permiten que la educación permanente no sea una utopía para los estudiantes que trabajan.

Hoy los soportes cambiaron en el mundo, pero fundamentalmente para dar cuenta de nuevas posibilidades para la comunicación. Detrás de un curso de educación a distancia, al igual que en uno presencial, se encuentran docentes que escriben los programas, las guías y las actividades, y seleccionan los textos o la bibliografía. La calidad de estas propuestas es la que brinda la calidad del programa o proyecto. Si además de la calidad de los materiales, aseguramos que la relación con el docente existe, el correo o el fax funcionan y las preguntas de los estudiantes no sólo se contestan sino que también se estimulan, estamos hablando de educación. Y es la educación en su verdadero sentido político lo que permite que, pese a las distancias, accedan a lo mejor de las propuestas los que viven en Cipoletti, La Matanza o Eldorado, y se encuentren en un foro virtual conversando con un profesor de Comodoro Rivadavia o residente en Málaga. En la virtualidad tales encuentros son posibles. Quizá tengamos que llamar de otra forma a la educación a distancia, dado que hoy la distancia ya no la define. Lo que seguramente no vamos a cambiar es su definición de educación y la búsqueda de generar buena enseñanza, al igual que en cualquier otra propuesta educativa.

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Cap. 1: De las tradiciones a la virtualidad

¿Qué es la educación a distancia?

Estudiar el desarrollo de la educación a distancia implica, fundamentalmente, reconocer una modalidad de enseñanza con características específicas, esto es, una manera particular de crear un espacio para generar, promover e implementar situaciones en las que los alumnos aprendan. El rasgo distintivo de la modalidad consiste en la mediatización de las relaciones entre los docentes y los alumnos. Esto quiere decir, fundamentalmente, que se reemplaza la propuesta de asistencia regular a clase por una nueva propuesta en la que los docentes enseñan y los alumnos aprenden mediante situaciones no convencionales, en espacios y tiempos que no comparten.

El desarrollo de la modalidad a distancia en los últimos años ha servido para implementar los proyectos educativos más diversos y para las más complejas situaciones: cursos para la enseñanza de oficios, capacitación laboral o divulgación científica, campañas de alfabetización y, también, estudios formales en todos los niveles y campos del sistema educativo. Las múltiples posibilidades que la educación a distancia ofrece están directamente relacionadas con la flexibilidad que caracteriza a todos los programas. Esto significa que las propuestas de implementación no responden a un modelo rígido, sino que exigen una organización que permita ajustar en forma permanente las estrategias que se desarrollarán, a partir de la retroalimentación que provean las evaluaciones parciales del proyecto. Al mismo tiempo, las propuestas de educación a distancia se caracterizan por la utilización de una multiplicidad de recursos pedagógicos con el objeto de favorecer la construcción del conocimiento.

Otro rasgo común de los proyectos en la modalidad ha sido el especial énfasis puesto en la eficacia de los aspectos organizativos y administrativos: ágiles mecanismos de inscripción, distribución eficiente de los materiales de estudio, información precisa que elimina muchas de las barreras burocráticas de la enseñanza convencional, atención y orientación a los alumnos, tanto en los momentos iniciales del estudio como en el transcurso de éste. Esas características son especialmente viables por la flexibilidad que tienen las propuestas de la educación a distancia.

Históricamente, algunas definiciones de la modalidad brindaron una caracterización que mostró sus formas peculiares y reconocieron como principio la mediatización d ela enseñanza, pero incorporaron otras características que hoy están en debate. La creación de materiales para la enseñanza en cada uno de los programas o proyectos generó la idea de que dicha creación conlleva la elaboración de materiales autosuficientes para generar una propuesta de aprendizaje. Si los materiales reemplazan a las clases convencionales y estas nunca son suficientes para asegurarnos los logros en el aprendizaje, es difícil que un material lo asegure. Por otra parte, la complejidad del conocer y la necesidad de brindar permanentemente espacios para la reflexión, sea en encuentros entre estudiantes o en situaciones en que los alumnos se relacionan con un experto o a cuden a experiencias variadas, dan cuenta de las dificultades de una propuesta en la que los materiales se inscriban como autosuficientes.

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La educación a distancia también puso el acento en la autonomía de lso estudiantes para elegir espacios y tiempos para el estudio. Esto ha conducido a que una matrícula importante de los sistemas estuviera conformada por los trabajadores adultos. Sin embargo, la autonomía no debe confundirse con el autodidactismo, dado que autodidacta es aquel estudiante que selecciona los contenidos y no cuenta con una propuesta pedagógica y didáctica para el estudio. Por este motivo, solemos llamar autodidactas a los alumnos que, habiéndose inscripto en algún curso o carrera, no asisten regularmente a clase, sino que optan por la figura que llamamos “alumno libre”. Si bien la modalidad a distancia permite una organización autónoma de los estudios, no debe olvidarse que en ella se seleccionan los contenidos, se orienta la prosecución de los estudios y se proponen actividades para que los estudiantes recuelvan los problemas más complejos o de interés. Los programas de educación a distancia contienen una clara propuesta didáctica, quizás y en contradicción con las creencias más comunes con mayor contenido didáctico que las situaciones presenciales.

(…)

Las tecnologías y la educación a distancia

Desde el origen de la educación a distancia, las diferentes tecnologías incorporadas a la enseñanza contribuyeron a definir los soportes fundamentales de las propuestas. Libros, cartillas o guías redactadas especialmente fueron las propuestas iniciales; la televisión y la radio constituyeron los soportes de la década de 1970; los audios y videos, los de la década de 1980. En los años noventa, la incorporación de redes satelitales, el correo electrónico, la utilización de Internet y los programas especialmente diseñados para los soportes informáticos aparecen como los grandes desafíos de los programas en la modalidad. El lugar que se les asignó a los soportes en el proceso de enseñar, las relaciones entre los mismos y los tipos de procesamiento didáctico han sido temas de controversia a lo largo de las distintas experiencias en la educación a distancia.

Hoy entendemos que el desarrollo actual de la tecnología favorece la creación y el enriquecimiento de las propuestas en la educación a distancia, en tanto permite abordar de manera ágil numerosos tratamientos de temas. Así como generar nuevas formas de encuentro entre docentes y alumnos, y de alumnos entre sí. Las modernas tecnologías resuelven el problema crucial de la educación a distancia, que es la interactividad. Se han desarrollado variadísimas alternativas que permiten a los usuarios consultar con expertos, o bien intercambiar opiniones, problemas o propuestas con otros usuarios; asimismo, aprenden a utilizar programas que actualizan la información de manera constante. Entendemos, entonces, que surgen como valor agregado el acceso y la utilización de información constantemente renovada. Dado, además, que estas tecnologías influyen en los espacios de juego de los niños y de los jóvenes en tanto forman parte de sus actividades de ocio o entretenimiento, su uso e implantación en la modalidad se ven favorecidos porque no son un obstáculo, sino un soporte conocido y ya explorado. El

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sistema educativo desconoce –y en ello entendemos que se encuentra parte de su crisis actual- el impacto de la tecnología en la cultura en lo que se refiere a las nuevas maneras de operar, así como a su particular carácter de herramienta que hoy implica, fundamentalmente, acceder velozmente a la información en condiciones cambiantes. Justifica este desconocimiento en razones de orden teórico, epistemológico y metodológico.

Consideramos que al concebir las nuevas tecnologías como herramienta para la construcción del conocimiento estamos reconociendo que jóvenes y adultos se enfrentan a un mundo influido por la utilización de las tecnologías en todos los procesos de producción y que, a su vez, esas tecnologías sufren velocísimos procesos de cambio, entramados con mecanismos cada vez más eficientes en los clásicos términos de tiempo, costo y esfuerzo. Aprender a trabajar con modernas tecnologías implica, desde esta perspectiva, aprender en condiciones de variación constante por el vertiginoso proceso de mejoramiento de las tecnologías. Utilizarlas como herramienta significa, pues, aprender a variar, pero reconociendo que su uso también va modificando la manera de percibir algunos problemas y, fundamentalmente, la forma de plantearlos.

Por otra parte, las peculiaridades del soporte tecnológico permite generar, además, actividades cognitivas diferentes de las que se abordarían si no se contara con ellas: por ejemplo, diseñar ambientes, relacionar hipótesis y variables, resolver nuevos problemas u otras tareas relativas al campo disciplinar del que se trate.

Así como la escritura cambió las maneras de pensar y obrar, por el papel diferente de las operaciones cognitivas que generó en relación con la memoria, nos preguntamos si las modernas tecnologías también generan alguna modificación en relación con una nueva estructuración del pensar. A los docentes, en tanto herramienta, les plantea el reconocimiento de nuevas propuestas para la construcción del conocimiento. Entendemos que cuanto más fluida sea la propuesta, mejores mecanismos de adaptación generará en el futuro. Desde esta perspectiva, en tanto herramienta, en cada campo disciplinar se podrán desarrollar alternativas diferentes, pero muy probablemente tengan escasa significación sus diferencias por campos disciplinares.

Entendemos que, así como la cultura es un instrumento mediador, también lo son las herramientas que utiliza el hombre y son productos de la cultura. Enseñar a trabajar con tecnologías como instrumentos de la cultura implica mediatizarlas, al tiempo que configurar particulares relaciones con los entornos físicos y sociales.

En suma, adaptarse a los desarrollos tecnológicos implica capacidad para identificar y desplegar actividades cognitivas nuevas, en tanto las tecnologías permanentemente van generando distintas posibilidades; de ahí su condición particular de herramienta. La colaboración que prestan permite a los estudiantes trascender la idea de eficiencia, en tanto implica menos tiempo y menos esfuerzo, pero además posibilita nuevas relaciones con el conocimiento en el marco de las mediaciones con los contextos culturales.

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Las nuevas propuestas de la educación a distancia

En el campo de la educación a distancia se plantean hoy nuevos desafíos para las diferentes experiencias como resultado de las investigaciones en torno del conocimiento, la comprensión y la transferencia, y por las propias investigaciones realizadas por los programas en la modalidad. La psicología cognitiva y sus derivaciones al campo de la didáctica han puesto énfasis en que las prácticas rutinarias, descontextualizadas de los problemas auténticos, difícilmente permitan el desarrollo de la capacidad de reflexión. Se trata de enseñar problemas reales y no seleccionar para la enseñanza “problemas de juguete”, “pedagogizados”, que no implican ningún desafío para el estudiante y que se suelen resolver aplicando ritualidades. Los problemas auténticos no suelen tener respuestas unívocas o fácilmente predecibles e implican, en la mayoría de los casos, verdaderos desafíos cognitivos. Desde esta perspectiva, si bien se afirma que las modernas tecnologías pueden resolver muchas de nuestras preocupaciones respecto del conocimiento en tanto representan poderosas herramientas de resolución de las comprensiones, no se admite que necesariamente estas resuelvan, como luces de colores, los problemas de la comprensión. En cualquiera de las situaciones, el accionar con las tecnologías puede implicar la implementación de excelentes propuestas para el acceso al conocimiento, o bien la utilización de otras empobrecedoras. En todos los casos, el desafío consiste en generar materiales en los que las propuestas de enseñanza rompan ritualidades y generen desafíos cognitivos a los estudiantes.

Los proyectos de educación a distancia dirigidos a una población adulta permiten resolver puntualmente intereses y vocaciones de esta última vinculados a la producción, en tanto pueden adaptarse, por su alto grado de flexibilidad, a los nuevos desarrollos. También posibilitan la adopción de técnicas y estrategias novedosas, permiten cambios en las orientaciones laborales y, fundamentalmente, transforman la educación permanente en un espacio a disposición de los alumnos, siempre cambiante, múltiple, atento a los intereses de la producción y de los desafíos científicos y tecnológicos.

Los distintos programas de educación a distancia suelen proponer sistemas de evaluación del proyecto con el fin de detectar logros y desaciertos, ratificar o rectificar líneas de acción y apuntar al mejoramiento permanente de las actividades que se desarrollen en el marco de los cursos. Por otra parte, resulta importante evaluar formal o informalmente el impacto del proyecto en el campo en el que se inscribe. Asimismo, se debe destacar la necesidad de contemplar el reconocimiento de los efectos no buscados y no previstos de la implementación del proyecto o programa. En más de una oportunidad, antes de esa implementación desconocemos los posibles destinatarios o la utilización que en otros ámbitos o niveles puede hacerse de los materiales del proyecto. Para reconocer estas cuestiones, es necesario diseñar un programa de evaluación que las permita identificar y valorizar. Evaluar los materiales antes de su utilización, tanto desde la calidad de los contenidos como desde la propuesta de enseñanza, el diseño gráfico, el valor de las actividades para favorecer los procesos de construcción de conocimiento, el grado de lecturabilidad, etc., es un aspecto relevante, de la evaluación de los proyectos. Indudablemente, recoger la opinión de los destinatarios respecto de las dificultades o los aciertos del proyecto, resulta imprescindible, en tanto permite identificar los logros y los problemas para mejorar.

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Los nuevos desafíos de la virtualidad

Como ya hemos señalado a lo largo de este capítulo, el impacto de las tecnologías y las fuertes modificaciones que hoy viven los programas de educación a distancia nos permiten suponer que las definiciones de los proyectos en función de “la distancia” difícilmente puedan seguir sosteniéndose. Es probable que, en los próximos años, aquellos se definan más por el nivel de enseñanza o por el soporte tecnológico que por las clásicas inscripciones en la modalidad que se fueron acuñando en torno de ellos. En estos casos, es probable que en las próximas décadas los sistemas educativos, las instituciones y las empresas adopten las modernas tecnologías, con todo su potencial, para la formación y la capacitación. Pero esa afirmación nos remite a reconocer si hay, en relación con educación, nuevos interrogantes a los que las modernas tecnologías permitan dar respuesta. Entendemos que, en el marco de la educación, las primeras preguntas que hay que hacerse aluden a cuestiones de tipo político: ¿la oferta se amplía en respuesta a una mayor demanda o es ella la que genera una nueva demanda? ¿Se democratizan los espacios educativos permitiendo que sectores que antes no tenían acceso a la educación hoy lo tengan? ¿Se crean nuevos espacios que, a su vez, promueven nuevas marginaciones? Estas tres preguntas, inscriptas en una problemática de política educativa, nos permiten identificar el marco político en el cual se inscribe el proyecto.

Con la difusión de la modalidad en América latina, la educación a distancia se pensó en función de la democratización de la oferta: una opción válida para la población dispersa en lugares donde no había escuelas o universidades. Con los avances de las tecnologías, la comunicación entre alumnos y docentes en la modalidad fue cambiando: del correo se pasó al uso del teléfono y el fax, hasta que en la actualidad se incorporó el correo electrónico, que agrega velocidad en la comunicación. En todos los casos, las buenas propuestas de educación a distancia nunca implicaron el abaratamiento de los costos, sino fundamentalmente el compromiso del país o la región con la educación pública. Las campañas de alfabetización por radio, propuestas pioneras de educación a distancia en nuestro país, dieron cuenta del compromiso político por atender a sectores marginados de la educación. La modalidad en sus buenas propuestas privilegió, más que la reducción de costos, la producción de buenos materiales para el estudio, la fluidez en la comunicación con los docentes para favorecer los procesos comprensivos y el intercambio entre pares a fin de alentar la prosecución de los estudios. En todos los casos, las propuestas de la educación a distancia dieron cuenta de un profundo sentido democratizador, por los alcances en torno de la matrícula y por la atención brindada a la satisfacción de las necesidades de los estudiantes. Hoy las nuevas tecnologías impactan los proyectos de la modalidad; el hecho de que los programas permitan a los estudiantes recibir información, inscribirse y resolver las cuestiones administrativas con eficiencia y rapidez, está expresando, una vez más, la necesidad de atender las preocupaciones de los alumnos que trabajan, los que viven lejos, los recluidos. Los campos virtuales a los que se accede por Internet brindan esa posibilidad. También el correo electrónico, por esa misma vía, favorece la “conversación” con el tutor. Los alumnos se pueden encontrar en un “foro virtual” e intercambiar ideas, preocupaciones y resultados de ejercicios. Todo esto requiere, además del tiempo para estudiar, de constancia y esfuerzo, una computadora, un módem y la conexión a Internet, problemas no menores en la situación de los jóvenes estudiantes, los recluidos o la gente aislada. Sin embargo, lo más importante es que sigamos pensando que la tecnología más moderna no nos asegura la calidad de la

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propuesta. Los materiales, así estén pensados para una página web o para un libro, encierran desarrollos de contenidos; su calidad no está referida al soporte, sino a los contenidos que allí se desarrollan y a las actividades en tanto generen buen aprendizaje. En estos casos, habrá que estudiar si el soporte las permite o si hay que diseñar propuestas nuevas que, por la complejidad de ese soporte, posiblemente impliquen altos costos de producción. No es la universidad virtual la manera de definir la educación, sino la modalidad a distancia, que encuentra una buena propuesta para la enseñanza en donde lo tecnológico contribuye a favorecer el encuentro entre pares o la relación con el tutor.

El desafío permanente de la educación a distancia implica recordar el sentido político con el que nació la oferta, reconocer si los soportes tecnológicos que se están utilizando son los más adecuados para el desarrollo de los contenidos, identificar la propuesta de enseñanza y la concepción de aprendizaje que subyace y analizar de qué manera se consideran los desafíos de la “distancia” entre los alumnos y los docentes, y de los alumnos entre sí. Ningún buen programa de educación a distancia resolvió de mejor manera, aun empleando tecnología de punta, la convivencia de los estudiantes en un “campus real” o la larga y fructífera conversación cara a cara con un docente. Tampoco es un desafío que se propone. Su verdadero desafío sigue siendo su sentido democratizador, la calidad de la propuesta pedagógica y la de sus materiales.

Para los nuevos materiales, así sean páginas web como los clásicos textos impresos de la educación a distancia, en las nuevas universidades del mundo un tema recurrente es la orientación de los estudiantes por medio de la figura del tutor. La tarea de los tutores en los programas de educación a distancia consiste, desde la perspectiva del aprendizaje de los estudiantes, en orientar y reorientar los procesos de comprensión y de transferencia. Desde el punto de vista de la enseñanza, los tutores diseñan actividades complementarias que favorecen el estudio desde una perspectiva más amplia o integradora, atendiendo a las situaciones y los problemas particulares de cada uno de los alumnos. Favorecen también el intercambio entre estudiantes y diseñan las propuestas para tal fin. Dado el impacto de las nuevas tecnologías en la modalidad, las actuales propuestas de tutoría han ido reemplazando los clásicos encuentros presenciales por la utilización de vías de comunicación como el correo electrónico. Estos cambios generan nuevos problemas en relación con la cantidad de alumnos que los tutores pueden atender. Instalar la pregunta y responder día a día a las preocupaciones de cada alumno implica una amplia dedicación a estas tareas. Por ese motivo, los tiempos de la consulta tutorial deben ser planeados. Una gran cantidad de alumnos para atender en consultas tutoriales electrónicas puede transformar al docente en una máquina skinneriana que no dispone de tiempo para investigar, producir, dar clase y asistir a reuniones de trabajo. Por otra parte, las tutorías como espacio de consulta personal nos permiten fomentar la colaboración entre pares. La existencia de lugares de encuentro reconoce que el desafío de la educación a distancia se inscribe en propuestas que no fomentan el aislamiento del alumno, sino que enseñan a valorar la solidaridad y la participación.

Frente a los nuevos desarrollos de la educación a distancia, se plantean también nuevos desafíos. Necesitamos pensar que los programas se integran con docentes preocupados por la actualización de los temas de su campo o dominio, a la par que por la comprensión de sus alumnos. Necesitamos que las tecnologías no dividan abismalmente a nuestra sociedad, en la que hoy subsisten pizarrones despintados, el reemplazo de libros por hojas fotocopiadas y alumnos que escuchan las clases en el pasillo porque no entran en las aulas. Necesitamos, por tanto, que en el futuro la educación a distancia se

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piense como parte de las políticas instauradas para paliar las desigualdades y no como instrumento para ahondarlas. Ese es su desafío.

Referencias bibliográficas

Litwin, E. “La tecnología y sus desafíos en las nuevas propuestas para el aula” en Enseñanzas y tecnologías en las aulas para el nuevo siglo. Buenos Aires: El Ateneo, 1997. (comp.) (1995) Tecnología Educativa, Buenos Aires: Paidós.

Litwin, E. y M. Libedinsky (1991) La educación a distancia. Deseos y realidades, OEA.

Liwin, e. M. Maggio H. Roig. (comps.) (1994) Educación a distancia en los 90. Desarrollos, problemas y perspectivas, Facultad de Filosofía y Letras, Programa de Educación a distancia UBA XXI. Universidad de Buenos Aires.

Moore, M. y G. Kearsley (1996) Distance Education. A Systems View, Belmont: Wadswoth Publishing Company.