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1 ARISTÓTELES Y LA BILIS NEGRA. HUELLAS DE LA MELANCOLÍA EN LA GRECIA ANTIGUA GABRIEL LIVOV UBA CONICET La creciente implementación de efectivas tecnologías de gobierno de la salud de las poblaciones, el avance de las técnicas médicas de monitoreo y diagnóstico de los movimientos internos del cuerpo humano, las perspectivas y posibilidades actuales de la genética y la biotecnología, el diseño y la producción de nuevas drogas y medicamentos parecen arrojarnos, ya adentrados en el nuevo siglo, la imagen de una corporalidad cada vez más clara y transparente, cada vez más previsible y manipulable. Sin embargo, un célebre fluido humoral de oscuras resonancias parecería permanecer todavía opaco a la luz de estas máquinas de visión y previsión orgánicas, un jugo de texturas densas, enlazado de formas impredecibles con las napas profundas de la afectividad, la percepción, la imaginación y el pensamiento, capaz de arrastrar a los sujetos, en cualquier momento, en direcciones insospechadamente lejanas de la normalidad psíquica cotidiana. Y, posiblemente, en las raíces de la inestabilidad anímica del sujeto contemporáneo pueda vincularse a lo que los griegos denominaban mélaina chóle, “bilis negra”, de donde procede “melancholía”. El agitamiento audiovisual constante, la sobreestimulación psíquica, la rapidez, multiplicación e intermitencia de percepciones superpuestas, las alteraciones bipolares del carácter en ocasiones eufóricos, eléctricos, luego tonalizados de tristeza, languidez, hastío sin causa, tedio mórbidoson parte de la sintomatología que ya los escritos médicos de los antiguos hipocráticos dedicaban a la bilis negra. Uno puede tirar del hilo negro de la melancolía y constatar su considerable persistencia a lo largo de los siglos. El fluido de este líquido espeso y neblinoso ha transitado los más diversos paisajes de la historia cultural occidental: oscurecimiento de la razón, locura profética o desarreglo fisiológico determinante de la genialidad artística e intelectual en el mundo antiguo; la acedia de la Edad Media, con su proliferación demoníaca de imágenes y sus visiones místicas; aquel furor de inspiración divina en las alucinaciones panteístas del Renacimiento italiano; la tristesse de la sociedad cortesana; la mirada sombría y abatida del

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    ARISTTELES Y LA BILIS NEGRA. HUELLAS DE LA MELANCOLA EN LA GRECIA ANTIGUA

    GABRIEL LIVOV

    UBA CONICET

    La creciente implementacin de efectivas tecnologas de gobierno de la salud de las

    poblaciones, el avance de las tcnicas mdicas de monitoreo y diagnstico de los

    movimientos internos del cuerpo humano, las perspectivas y posibilidades actuales de la

    gentica y la biotecnologa, el diseo y la produccin de nuevas drogas y medicamentos

    parecen arrojarnos, ya adentrados en el nuevo siglo, la imagen de una corporalidad cada vez

    ms clara y transparente, cada vez ms previsible y manipulable.

    Sin embargo, un clebre fluido humoral de oscuras resonancias parecera permanecer

    todava opaco a la luz de estas mquinas de visin y previsin orgnicas, un jugo de

    texturas densas, enlazado de formas impredecibles con las napas profundas de la

    afectividad, la percepcin, la imaginacin y el pensamiento, capaz de arrastrar a los sujetos,

    en cualquier momento, en direcciones insospechadamente lejanas de la normalidad psquica

    cotidiana. Y, posiblemente, en las races de la inestabilidad anmica del sujeto

    contemporneo pueda vincularse a lo que los griegos denominaban mlaina chle, bilis

    negra, de donde procede melanchola. El agitamiento audiovisual constante, la

    sobreestimulacin psquica, la rapidez, multiplicacin e intermitencia de percepciones

    superpuestas, las alteraciones bipolares del carcter en ocasiones eufricos, elctricos, luego tonalizados de tristeza, languidez, hasto sin causa, tedio mrbido son parte de la sintomatologa que ya los escritos mdicos de los antiguos hipocrticos dedicaban a la bilis

    negra.

    Uno puede tirar del hilo negro de la melancola y constatar su considerable persistencia a lo

    largo de los siglos. El fluido de este lquido espeso y neblinoso ha transitado los ms

    diversos paisajes de la historia cultural occidental: oscurecimiento de la razn, locura

    proftica o desarreglo fisiolgico determinante de la genialidad artstica e intelectual en el

    mundo antiguo; la acedia de la Edad Media, con su proliferacin demonaca de imgenes y

    sus visiones msticas; aquel furor de inspiracin divina en las alucinaciones pantestas del

    Renacimiento italiano; la tristesse de la sociedad cortesana; la mirada sombra y abatida del

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    ngel de la melancola en el grabado de Durero; la llamada enfermedad isabelina, que

    aquejaba a las almas ms sensibles de la Inglaterra del siglo XVI; la melancola en la Edad

    de Oro de la Espaa imperial; el sentimentalismo romntico; el temperamento abatido que

    arraiga en la vida de las modernas metrpolis (spleen); sentimiento trgico de Unamuno,

    desesperacin kierkegaardiana, escritura del sufrimiento en Dostoyevski, sol negro en

    Gerard de Nerval, poesa saturnina en Verlaine, saudade en Pessoa, sonoridad paranoica y

    alucinada de la msica en Joy Division.

    Lejos de la intencin de encerrar la afeccin melanclica en categoras y diagnsticos

    psiquitricos, abrirse al plexo de sentidos sobre el que nuestros estados afectivos se

    sustentan cultural e imaginariamente convoca a una arqueologa, un trabajo de excavacin

    en torno a los estratos espirituales profundos de una tonalidad afectiva determinante para la

    cultura occidental. La melancola, entonces, como concepto-huella, que indica el espacio

    para una exploracin posible; psicopatologa simblica de un jugo y del mundo de

    significaciones transmitidas que fluyen junto con l.

    Melancola encuentra su origen, como muchos de los conceptos que pueblan nuestros

    discursos contemporneos, en tierras griegas. La huella remite a una cultura desaparecida,

    pero conservada. La palabra es como una moneda antigua, y aunque el uso corriente y

    continuado a travs de los siglos ha desdibujado significativamente sus trazos originales, tal

    vez sea posible distinguir ciertos rasgos todava visibles e iluminarlos a partir de la

    reconstruccin de ciertas problemticas y distinciones arcaicas.

    Desandar la curva de la bilis negra hasta su origen griego encuentra en el tratamiento

    aristotlico el hilo conductor del presente ensayo. La propuesta de tender canales entre

    nuestros destinos contemporneos y la tradicin aristotlica se basa en la idea de que los

    textos clsicos son lquidos, que fluyen en su singularidad pero que esencialmente se ven

    empujados a desbordarse y trasvasarse en cada poca segn formas nuevas. El trabajo

    directo con el idioma griego se propone como un experimento de trasladar la compleja

    problemtica de este fragmento de afectividad humana a los trminos y sonoridades de una

    lengua desaparecida, pero de plsticas y expansivas articulaciones, quizs incluso

    vinculadas al espesor de los tiempos actuales.

    A modo de introduccin, presentaremos los orgenes mdicos de la nocin y su recepcin

    semntica en los siglos V y IV a.C., para luego s, en las siguientes tres secciones,

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    volcarnos al anlisis de los textos aristotlicos sobre el tema, intentando proyectar las

    patologas de la bilis negra sobre el horizonte tico-poltico.

    1. Introduccin La nocin de melancola fue acuada en el mbito de la antigua doctrina hipocrtica de los

    humores (en torno al siglo V a.C.) y apuntaba a circunscribir una gama de estados

    patolgicos en los que el equilibrio saludable de los cuatro fluidos corporales originarios se

    inclinaba a favor del predominio de uno de ellos, un jugo de oscuras coloraciones

    denominado bilis negra (mlaina chle). El prevalecer de la bilis negra en el organismo

    se asociaba de modo amplio a malestares fsicos varios, tanto como a alteraciones mentales,

    miedo, ofuscacin de la conciencia, estados alucinatorios, depresin, aislamiento y

    misantropa, como antesala a formas ms graves de demencia.

    En la tradicin del humoralismo antiguo, el fluido melanclico aparece enmarcado dentro

    de una teora del equilibrio que esquematiza la salud desde el punto de vista de la armona

    de cuatro jugos bsicos: stos alternan y rotan los lapsos de su hegemona segn las

    estaciones del ao, las edades del hombre, los movimientos de los astros, los factores

    climticos.

    La sangre, caliente y hmeda, prevalece al llegar la primavera; la bilis amarilla, caliente y

    seca, se liga al verano; la flema, fra y hmeda, conoce su perodo de hegemona en

    invierno; la bilis negra, sustancia crepuscular vinculada a los siniestros rasgos de Cronos

    (luego Saturno), se adscribe al otoo en funcin de sus cualidades fras y secas. En

    trminos de edades del hombre, se delimita la segmentacin de cuatro perodos en

    correlacin con el predominio de cada uno de los cuatro fluidos (chumo): la infancia es

    flemtica, la juventud es sangunea, la madurez es colrica y la vejez es melanclica.1

    Los cuatro humores, de cuya equilibrada combinacin depende la normalidad

    psicosomtica, exceden los lmites puramente subjetivos, no circunscriben nicamente el

    territorio de una subjetividad cerrada, sino que reciben un espesor csmico y generacional,

    son fluidos internos, pero son a la vez vehculos de comunicacin con el mundo y con los

    otros.

    1 Cf. Klibansky, R., Panofsky, E. y Saxl, F., Saturno y la melancola. Estudios de historia de la filosofa de la naturaleza, la religin y el arte, trad. M. E. Balseiro, Madrid, Alianza, 1991 (1964): 29-41.

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    La bilis negra aparece definida en estricta dependencia respecto de los otros tres jugos

    corporales, e incluso en ciertos textos se la hace derivar de la combinacin de estos

    humores [sangre, bilis amarilla y flema] (es decir que ni siquiera tiene un estatuto somtico

    propio).

    Una lectura de los textos mdicos de la poca presenta una serie de patologas asociadas a

    la bilis negra. Entre las corporales se cuentan: dolor de cabeza, mareos, parlisis, prdida

    del habla y de la visin, ttanos, calambres, espasmos, ataques de epilepsia, disentera,

    malaria con accesos de fiebre, erupciones en la piel, hemorroides, dolores en los riones, el

    hgado y el bazo.2 Los malestares psquicos relevados incluyen miedo, depresin,

    aislamiento, prdida del deseo, insomnio, ataques de ira, excitacin, as como tambin

    extravo de la razn/locura/estados manacos.3 Sin embargo, a pesar de estas evidencias

    textuales, la asociacin clara de estas patologas mentales con la bilis negra como causa de

    un cuadro sintomtico global y unificado es ms tardo: en los escritos hipocrticos no

    existe un nico enlace, adems de que estos cuadros de morbosidad son tratados

    aisladamente, no en una sintomatologa de conjunto.4

    El concepto de melanchola aparece entre los siglos V y IV en expresiones coloquiales que

    se hallan principalmente en Aristfanes (Aves, Asamblearias, Riqueza) y en Platn (Fedro,

    Repblica), presencias que demuestran que el vocablo excedi las fronteras del saber

    mdico y lleg al acervo popular. El verbo melancholn se traduce aqu s unvocamente

    como estar loco, as como su versin por la negativa elleborzein (es decir, necesitar del

    remedio del elboro, supuesto frmaco contra la locura atrabiliosa).5 Esta presencia

    semntica evidencia que ya en pleno siglo V es comn asociar bilis negra y estados

    manacos. Aqu s se encuentra cierta familiaridad en el enlace entre este jugo corporal y

    sus consecuencias en la prdida del juicio. Se pasa de ciertas imgenes aisladas de

    enfermedades tanto fsicas como psquicas (s. VI-V) a un fundamento unificado de extravo

    2 Este ltimo rgano resulta simblicamente importante en la historia del concepto, ya que se traduce en ingls como spleen. 3 En griego: mana, parnoia, paraphrnesis, kstasis; vocabulario del estar fuera de s, fuera de la propia mente. 4 Esto se debe tambin a que en s mismo el llamado Corpus Hipocrtico se asemeja ms a una yuxtaposicin de investigaciones distintas que a un conjunto de doctrinas argumentativamente articuladas y conceptualmente interconectadas. 5 Para un anlisis del vocabulario melancholen/elleborzein, cf. R. Padel, A quien un dios quiere destruir antes lo enloquece. Elementos de locura griega y trgica, Buenos Aires, Manantial, 1997.

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    mental, que define un cuadro sintomtico tipificado unvocamente como espectro de la

    locura (s. V-IV).

    Es recin a partir de mediados del siglo V, entonces, que la figura del melanclico, ese

    sujeto cuya acrpolis anmica se vea asediada por los negros vapores de la atra bilis,

    aparece recortada como temperamento psquicamente anmalo, socialmente instalado como

    paradigma para pensar ciertas formas de la enfermedad mental. Es as que la

    independizacin, hipostatizacin o autonomizacin del humor melanclico (respecto de la

    serie cclica de alternancia con otros humores, con los cuales la bilis negra comparta un

    mismo rango) ocurri primeramente a partir de fuentes del saber popular, antes que

    mdicas, y se defini a partir de la adscripcin del trmino al vocabulario de la demencia,

    del estar fuera de la propia mente.6

    Aristteles se inscribe en la historia del concepto a lo largo de este vector de

    autonomizacin. O al menos es sta la hiptesis que gua la presente exposicin: la analtica

    aristotlica de la melancola subraya el desborde cualitativo de este jugo especfico, sin

    reducirlo a una combinatoria cclica. En las cinco prximas secciones analizamos algunos

    textos en los cuales aparece el concepto, ensayando una aproximacin desde el horizonte

    poltico de la filosofa aristotlica, mientras que cerramos el trabajo con una reflexin final.

    2. La phantasa en la filosofa prctica: dimensin poltica de la afeccin melanclica La historia de los abordajes de la melancola por parte del discurso filosfico ha transitado

    recurrentemente el cruce entre las nociones de melancola e imaginacin. El sndrome

    melanclico se ha tratado a menudo en textos filosficos como una hipertrofia malsana de

    la facultad fantstica.

    Leemos a Descartes, meditacin primera: Y cmo negar que estas manos y este cuerpo

    son mos, a no ser que me empareje a algunos insensatos [insanis], cuyo cerebro est tan

    turbio y ofuscado por los vapores de la bilis negra [atra bilis] que afirman de continuo ser

    reyes, siendo muy pobres, estar vestidos de oro y prpura, estando en realidad desnudos o

    6 W. Mri, Melancholie und schwarze Galle, en H. Flashar (comp.), Antike Medizin, Darmstadt, Wissenschaftliche Buchgesellschaft, 1971, pp. 165-191.

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    se imaginan que son cuencos o que tienen el cuerpo de vidrio? Mas tales son locos; y no

    menos extravagante fuera yo si me rigiera por sus ejemplos.7

    Robert Burton, en su Anatoma de la melancola, afirma: el hecho de que los melanclicos

    y enfermos conciban tantas visiones fantsticas, apariciones y tengan tales absurdas

    suposiciones, como que son reyes, caballeros, gallos, osos, monos, bhos, que son pesados,

    ligeros, transparentes, insensibles o que estn muertos, no se puede imputar ms que a una

    imaginacin corrupta, falsa y violenta.8

    Kant, en su poco conocido Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, sostiene: el

    hipocondraco tiene un mal que, sea cual sea el lugar en que tenga su principal asiento,

    probablemente recorre de forma variable el tejido nervioso de todas las partes del cuerpo.

    Sobre todo, extiende un vapor melanclico en torno al asiento del alma, de modo que el

    paciente siente en s mismo la ilusin de casi todas las enfermedades de las que oye

    hablar.9

    La afeccin melanclica del espritu determina as la emergencia de fantasmagoras

    irracionales, produciendo una imaginacin delirante, morbosamente autonomizada de su

    sentir corporal.

    El enlace entre imaginacin, enfermedad mental y temperamento atrabiliario tambin puede

    encontrarse en textos antiguos, y en comparacin con los tratamientos modernos, es quizs

    en la doctrina aristotlica de la phantasa donde el desarreglo melanclico asume ms

    marcadas consecuencias polticas, por el hecho de que no se trata de una facultad confinada

    7 R. Descartes, Meditaciones metafsicas, trad. M. Garca Morente, Buenos Aires, Austral, 1986, p. 116. (trad. levemente modificada). 8 R. Burton, Anatoma de la melancola, trad. A. Sez Hidalgo, Madrid, Asociacin Espaola de Neuropsiquiatra, 2003, p. 254. 9 I. Kant, Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, Madrid, Machado Libros, 2001, p. 77. Aun as, mientras que Descartes y Burton describen el poder patgeno de la bilis negra en trminos de disturbio enfermizo de la unidad del compuesto alma/cuerpo, Kant encuentra en esta separacin de lo espiritual respecto de las inclinaciones corporales una precondicin fundamental para la consecucin de la virtud moral: Un sentimiento profundo de la belleza y de la dignidad de la naturaleza humana [] est prximo a la melancola, a una sensacin noble y suave, en cuanto sta se funda en aquel horror que siente un alma encarcelada cuando, imbuida de un gran propsito, ve los peligros que hay que superar y tiene a la vista la difcil pero grande victoria de la superacin de s mismo. La verdadera virtud basada en principios tiene algo que parece concordar ptimamente con la disposicin temperamental melanclica en su sentido ms moderado (I. Kant, Observaciones acerca de lo bello y de lo sublime, Alianza, Madrid, 1990, p. 50). Aunque, por cierto, puede haber desviaciones: Cuando este carcter degenera, [] cuando su sentimiento se invierte y carece de una razn animosa, viene a caer en la insensatez. En sugestiones, fantasas, ideas fijas, sueos verdicos, presentimientos y seales milagrosas, corre el peligro de ser un visionario o un loco (Ibid., p. 54).

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    al mero mbito de la interioridad de un sujeto (como sucede con el yo moderno), sino que

    constituye una facultad central desde el punto de vista de la accin y la vida en la plis.

    Sin embargo, y ante la sospecha de que phantasa e imaginacin quizs no son tan

    directamente asimilables, creemos necesario realizar un rodeo por ciertas precisiones

    preliminares al respecto.

    Es conocida la tesis de Heidegger segn la cual la traduccin de los conceptos griegos al

    latn y luego a las lenguas modernas constituye un proceso de alienacin semntica

    irreversible.10 Tal observacin resulta especialmente aplicable al caso de la phantasa. Su

    traduccin usual como imaginacin parte de una raz latina (imaginatio) que ya desde un

    principio opera una reduccin de significado, en la medida en que la apertura de sentido

    que tiene phantasa en tanto vinculada al aparecer (phantzesthai, phanesthai) se ve

    limitada a la dimensin de apariencia de las imgenes visuales entendidas como

    representaciones mentales.11 La declinacin latina de la transliteracin del trmino

    (phantasia, -ae), a su vez, se transforma en soporte de la otra traduccin corriente del

    trmino griego en espaol, fantasa, donde se conserva la forma griega pero se oscurece la

    conexin con el aparecer. As, asume el sentido de aprehensin ilusoria meramente

    subjetiva y llega, incluso, a abarcar la facultad creativa del artista.12

    Una vez quebrado el nexo con los semas del aparecer y de la aparicin, tanto imaginacin

    como fantasa refieren en nuestro idioma a una facultad que opera exclusivamente en el

    interior de la mente de un sujeto; ms an, tal facultad lo hace en ausencia del objeto, ya

    sea porque combina imgenes sensoriales retenidas en la memoria, o porque se despega de

    10 Comentando la inadecuacin de traducir phsis como natura, Heidegger afirma que el proceso de semejante traduccin de lo griego a lo romano no es arbitrario ni inofensivo, sino que seala la primera seccin de un transcurso que se cerraba y se tornaba extrao a lo que constituye la esencia originaria de la filosofa griega. La traduccin latina, decisiva para el cristianismo y la edad media cristiana, se afirm en la filosofa moderna, la cual se movi dentro del mundo conceptual de la edad media, creando aquellas ideas y definiciones corrientes, que an hoy hacen inteligible el comienzo de la filosofa occidental. Este comienzo tiene el valor de tal: la actualidad consistir en la supuesta superacin de lo que desde hace mucho tiempo se ha dejado atrs. Pero ahora saltamos por encima de todo este curso de desfiguracin y decadencia para tratar de reconquistar la fuerza nominal no destruida del lenguaje y de las palabras (M. Heidegger, Schelling y la libertad humana, trad. A. Rosales, Caracas, Monte Avila, 1985, p. 52). 11 Cicern propona traducir la phantasa estoica por visum, que si bien significa tambin representacin, en su primer significado denota la cosa vista (Acad. I, 40). Quintiliano, ya en poca imperial (s. I d.C.), propone su versin retrica del trmino como visio, aludiendo a la facultad por la cual podemos representarnos mentalmente imgenes de las cosas ausentes hasta el punto de tener la impresin de verlas con nuestros propios ojos y de tenerlas frente a nosotros (Inst. Orat. VI 2, 29). 12 Pseudo Longino (s. I d.C.), DS. XV. Filostrato neo-Platnico: transfigura la nocin filosfica en una versin creativa, fuente de inspiracin. VA. 6, 19, 256.

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    la realidad hacia lo ilusorio o hacia un trabajo de composicin creativa libre. Sobre este

    sustrato se construir la nocin de imaginacin en la filosofa moderna, vale decir, a partir

    de una fuerte subjetivizacin de la nocin, lo cual supone una tajante distincin entre

    sujeto y objeto, ausente o desdibujada en el pensamiento antiguo. Por esta razn la

    modernidad reduce drsticamente el espectro de sentidos de la phantasa antigua.13

    En la antigua Grecia, la phantasa abarcaba todo aquello que surge de la aparicin, de la

    presentacin tanto a la conciencia como a los sentidos de una realidad exterior puesta a la

    luz. Este aparecer o llegar a la presencia poda sobrevenir inmediatamente en el curso de

    una percepcin o ser fruto de un recuerdo; poda asimismo asumir un carcter tanto

    verdadero como ilusorio. En este sentido, refera a la vez a la apariencia y a un parecer

    (cognitivamente prximo a creer) correlato de esa apariencia. Por otra parte, ni siquiera

    en los desarrollos filosficos del siglo IV la phantasa asume unvocamente el carcter de

    facultad psquica: en muchas ocasiones no puede decidirse si se trata de una capacidad, una

    actividad o proceso, o un resultado, dado que el mismo trmino cubre todas estas

    acepciones. A su vez, dentro de esta constelacin semntica puede incluirse el trmino

    phainmena, que en su versin castellana de fenmenos acusa relacin con el trmino

    griego.14 Adems, la phantasa abre el camino al juicio. De ah la cercana semntica que

    guarda en muchos contextos con relacin a la dxa y, tambin, la apertura al mbito de la

    tica y de la poltica: los fenmenos que conciernen a los asuntos humanos son en efecto

    inseparables del parecer y del creer, tanto de sujetos individuales como de grupos tales

    como asambleas de ciudadanos.

    13 Quizs sea Heidegger quien seala con mayor insistencia la importancia que guarda la phantasa en el pensamiento griego. Desde su perspectiva, que entiende el ser como phsis, y a su vez la phsis como altheia (desocultamiento segn su clebre interpretacin), el aparecer forma parte de este plexo de conceptos a travs de los cuales se esencializa el ser, pues es el que hace salir del estado de ocultamiento. Por eso para los griegos ser quiere decir aparecer. Establece tambin una progresin semntica en lo que concierne a la phantasa. Sostiene que encontramos tres modos del aparecer: 1. en tanto brillo o esplendor (Schein); 2. en tanto mostrarse, parecer externo (Vorschein) a que algo adviene; 3. el parecer como mero parecer, el aparentar (sich scheinen). Para romper con el equvoco gnoseolgico moderno seala la estrecha solidaridad entre parecer y aparecer la esencia del parecer est en el aparecer (M. Heidegger, Introduccin a la metafsica, trad. E. Esti, Buenos Aires, Nova, 1959, pp. 136-141). 14 Rige para dicho trmino la misma ambivalencia en la cual insistimos en nuestro anlisis: lo que se aparece o parece a alguien. Central en el pensamiento aristotlico, este trmino de origen griego habr de tener una larga historia en la filosofa posterior.

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    Dentro de la filosofa prctica de Aristteles, la phantasa cumple un rol central que la

    crtica actual no deja de subrayar y comentar.15 La phantasa aristotlica se halla

    estrechamente conectada con el deseo, y por ende se encuentra en el principio de los

    movimientos animales y, tambin, de las acciones de los hombres. Dentro del mbito

    humano, la phantasa es bouleutik y logistik, calcula y delibera sobre los medios en vista

    de un fin. A travs de la phantasa se aparece el bien a los seres humanos. Pero tambin a

    las ciudades: una suerte de facultad imaginativa colectiva rige tambin las deliberaciones y

    las decisiones polticas.

    De manera que, a contramano de la modernidad, que piensa el desarreglo melanclico en

    trminos excesivamente individuales, sufrir nubes de negros vapores en la phantasa

    constituye en Aristteles un desarreglo tico-poltico de primer orden, que afecta a las

    composiciones colectivas que los sujetos traman en el espacio perceptivo comn de una

    ciudad-Estado.

    Pasemos entonces a trabajar con los textos, especficamente con tres pasajes de sus Breves

    tratados de historia natural (Parva naturalia). En Acerca de la adivinacin por el sueo,

    se propone negar la tesis homrica de que sea la divinidad la que enva los ensueos a los

    hombres. En este contexto afirma:

    En efecto, hombres vulgares pueden perfectamente ver por anticipado o tener sueos verdaderos, puesto que la divinidad no [los] enva, pero aquellos cuya naturaleza es como locuaz y melanclica, experimentan visiones de toda clase: pues a causa de perturbarse mucho y de mltiples maneras, se encuentran con imgenes correspondientes [a la realidad].16

    Aun si este argumento parte de un supuesto de la moralidad popular segn el cual los

    destinatarios de los sueos divinos deben ser sabios e inteligentes, el propsito de

    Aristteles consiste en racionalizar la creencia tradicional en la locura adivinatoria:

    aquellos cuya razn se encuentra nublada por los efectos patgenos de la bilis negra tienen

    visiones verdaderas slo porque entre la inmensa y multiforme variedad de visiones que los

    asaltan habr en algn momento alguna que coincidir con lo real. En este sentido interesa

    aqu analizar la imagen del melanclico como agitado receptor de visiones (pseis) de toda 15 Cf., entre otros, M. Nussbaum, Aristotles De motu animalium, Princeton, University Press, 1978; Aristote sur limagination, Les Etudes Philosophiques n 7, 1997 (nmero monogrfico dedicado al tema); J. L. Labarrire, Langage, vie politique et mouvement des animaux, Paris, Vrin, 2004. 16 De divinatione per somnu 463b 15-20 (todas las traducciones del griego son nuestras, a menos que se indique lo contrario; seguimos las ediciones de W. D. Ross para Oxford University Press).

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    clase, causadas por una intensa y diversificada perturbacin anmica y fisiolgica (cf. el

    infinitivo kinesthai).

    En Acerca de los sueos, se procede a una analoga que esclarece este pensamiento

    aristotlico:

    De igual forma que en lo lquido, si se lo agita con violencia, a veces no se aparece ninguna representacin, y a veces s aparece, pero completamente distorsionada, de manera que parece diferente de como es, mientras que si [el lquido] est en reposo [las representaciones] [se muestran] ntidas y visibles, as tambin [ocurre] en el sueo, a veces las imgenes y los movimientos remanentes [i.e., los restos diurnos] que provienen de las sensaciones se desvanecen completamente por obra de que el movimiento en cuestin es ms intenso y a veces las visiones aparecen confusas y monstruosas y los sueos [se muestran] enfermizos, como [sucede] a los melanclicos, a los afiebrados y a los posedos por el vino. En efecto, todas las afecciones de esta clase, al ser vaporosas, producen intenso movimiento y agitacin.17

    La phantasa agitada del melanclico (y tambin del afiebrado y del ebrio) funciona como

    modelo de inteligibilidad de la actividad onrica: phantasa convulsionada por imgenes

    distorsionadas, oblicuas y hasta monstruosas, que ella misma produce.18

    En Acerca de la memoria y de la reminiscencia, Aristteles apela al melanclico como

    ejemplo de que el proceso de reminiscencia no se da exclusivamente en el alma, sino en el

    compuesto: La prueba de que se trata de cierta afeccin del cuerpo y de que la reminiscencia es la bsqueda de una representacin en tal estado reside en que algunos se atormentan toda vez que no pueden rememorar, aun cuando aplican completamente su razn, y no menos cuando no intentan ya rememorar en absoluto, especialmente los melanclicos: pues las representaciones los agitan en grado sumo.19

    Aqu el melanclico es retratado como un sujeto que no logra controlar los procesos

    psquicos que dependen de la armona del compuesto alma/cuerpo: las imgenes mentales

    lo mueven pasivamente, sus propias figuraciones fantsticas se imponen a sus designios o

    propsitos racionales.

    3. Melancola y velocidad prctica

    17 De insomniis 461a 14-25. 18 Si bien en este, como en otros textos comentados, no aparece explcitamente el trmino phantasa, nos sentimos autorizados a tratar la problemtica en estos trminos por la presencia de expresiones pertenecientes al campo semntico de la phantasa, como el verbo phanesthai ((a)parecer) y el sustantivo phntasma (aparicin, representacin, visin, imagen). 19 De memoria 453a 14-19.

  • 11

    En trminos generales, la phantasa aristotlica consiste en la capacidad del alma de operar

    en ausencia de los objetos de percepcin, con plena conciencia por parte de quien la

    experimenta de que, por ms relacionada que se encuentre con la percepcin, remite a sus

    propios objetos (phantsmata). Esta capacidad de operar con representaciones que no

    implican la presencia inmediata de los objetos sensibles explica el rol destacado que

    Aristteles le adjudica respecto del pasado, ya que la memoria es una de las funciones de la

    phantasa, y del futuro, en tanto interviene en todas las proyecciones del pensamiento

    acerca de las posibilidades futuras. La phantasa abre el espacio del sujeto al pasado y al

    futuro, y en trminos polticos, abre el espacio de la plis al tiempo de la historia. Es por

    ello que la afeccin melanclica, que aqueja directamente a la phantasa del sujeto, bloquea

    en l la normal percepcin del tiempo (asthesis chrnou) y, as, la posibilidad de cumplir

    con la temporalidad de la accin virtuosa.

    Volvamos al tratado Acerca de la adivinacin por el sueo; unas lneas despus del

    fragmento ya ledo, retoma la cuestin de la adivinacin de los locos:

    La causa de que algunos de los locos vean por anticipado [reside en que] sus propios movimientos psquicos no los perturban [i.e., no imponen un filtro a sus sucesos anmicos] sino que son movidos por ellos como por un soplido: por lo cual perciben principalmente los asuntos inusuales. [] Y los melanclicos, a causa de la violencia [de sus procesos psquicos], como disparando desde lejos, dan en el blanco y en virtud de su inestabilidad, a ellos se les aparece sbitamente lo que va a seguir: en efecto, del mismo modo que los locos recitan los poemas de Filnides y conciben las palabras que siguen a continuacin a partir de las semejantes, como en Afrodita, frodita, as tambin enlazan [los hechos] hacia delante. Y adems, a causa de la violencia, entre ellos un proceso psquico no es rechazado por otro proceso.

    Al parecer, Filnides (de quien no nos han llegado textos) escriba poemas recursivos del

    tipo Afrodita, frodita, rodita, odita, dita, ita etc., todo un poeta de vanguardia que

    Aristteles utiliza como forma de aproximarse a la inteligencia melanclica. Es as que la

    racionalidad atrabiliosa procede como una veloz versificacin demente y automtica, casi

    como el flujo inconsciente de escritura practicada por algunos surrealistas.

    El argumento aristotlico se propone secularizar el poder sobrenatural con el cual la

    tradicin investa a la mana proftica, y no es muy distinto del sentido comn: los locos

    [ekstatiko, quienes estn fuera de s], los melanclicos, tienen anticipaciones verdicas

    del porvenir porque continuamente, de modo insensato, estn tirando al blanco, y en alguna

    ocasin por cierto que acertarn. Pero lo que importa aqu son las notas que se adscriben a

    la figura del atrabilioso. Se trata de un alma yuxtapuesta, en la cual no hay coordinacin de

  • 12

    procesos psquicos, sino sucesin. Y, no menos importante, en el modo de la violencia [t

    sphodrn; sphodrtes]. Si en los textos anteriores se destacaba que la phantasa produca

    visiones de toda clase, aqu se enfatiza el carcter veloz y apresurado del imaginar

    melanclico, determinado por una inestabilidad psquica, una pendular ciclotimia de fondo

    [t metabletikn].

    Pero quizs lo decisivo es comprender que lo central no pasa por lo meramente

    cuantitativo, la cantidad de veces que disparan al blanco, sino que estamos ante el problema

    de que no logran controlar la construccin de sucesivas cadenas causales hacia el futuro, no

    pueden evitar verse arrojados hacia la maquinacin constante de futuros posibles.

    El tema del apresuramiento de la phantasa nos remite a un ncleo tico fundamental en la

    filosofa prctica de Aristteles, la cuestin de la correcta velocidad de la accin. El

    proceso de constitucin del hombre virtuoso, feliz y bienaventurado, que coincide en

    principio con la habituacin del ciudadano obediente, no se mueve en el campo temporal

    del instante, sino que exige afianzamiento a travs de un lapso considerable, reclamando

    una estructura temporal durativa, de sedimentacin de un pasado: un solo da y poco

    tiempo no hacen a nadie ni venturoso ni feliz (EN 1098a 19-20). La consolidacin de

    hbitos orienta el campo de accin del sujeto en la direccin de la recta razn, y para que

    esta direccin se vea asegurada contra todo desvo resulta importante adquirir las

    costumbres desde jvenes, de modo que hallen una temprana adherencia en el carcter.20 El

    hbito llega a ser relevante en el campo poltico-moral cuando merced al uso continuado

    sedimenta como principio de la accin.

    La educacin por medio de la costumbre y la presin habitualizante de la ley facultan a los

    hombres para la vida buena, otorgndoles un carcter estable: el temperamento bien

    formado est templado en la correcta velocidad de la accin y en la precisa direccionalidad

    de su objeto, cualidades identificadas como propias de una manera de ser intermedia, hxis

    metax, mse: es claro que el modo de ser intermedio en cuanto a estas cosas es

    conveniente: porque no se precipita ni se demora, ni se irrita con quienes no hay que

    hacerlo ni deja de irritarse con aquellos con los que no debe hacerlo (EE 1231b 22-26). El

    20 Los modos de ser (hxeis) surgen a partir de actividades afines. Por ello es necesario realizar cierta clase de actividades: pues los modos de ser se adhieren segn las diferencias en estas actividades; por lo tanto no difiere en poco acostumbrarse (ethzesthai) inmediatamente desde jvenes de una manera o de otra, sino que difiere muchsimo, o mejor, en todo (tica Nicomaquea [en adelante abreviada como: EN] 1103b 21-25).

  • 13

    correcto sentido del tiempo es fundamental para el sujeto de la filosofa prctica, pues las

    acciones ticas y polticas tienen un momento propicio para realizarse, una ocasin, el

    kairs, que debe ser captada en su punto justo, ni demasiado tarde ni demasiado temprano.

    Frente a este patrn de correccin es legtimo leer al melanclico como anomala, cognitiva

    pero antes que nada prctica; leemos en el libro VII captulo 7 de EN: Principalmente los precipitados y los melanclicos son incontinentes en cuanto a la incontinencia de apresuramiento: en efecto, los unos a causa de la velocidad y los otros a causa de la violencia no esperan a la razn, por seguir a la imaginacin.21

    El temperamento melanclico aparece aqu dentro de una disociacin de nociones de la

    incontinencia [akrasa], y de una incontinencia denominada de apresuramiento. En este

    sentido, el perfil desviado del melancholiks se corresponde con la precipitacin de ciertas

    figuras como el iracundo22, el pusilnime (mikrpsuchos)23 y el joven24. En sus ataques de

    bilis negra el melanclico no logra actuar moralmente, dado que a causa de su

    precipitacin, su phantasa se halla autonomizada respecto de ulteriores instancias

    racionales, no espera a la razn.

    El tiempo de la reflexin tica es calmo y pausado, en espera del momento oportuno,

    mientras que el tiempo elctrico que rige el territorio corporal y psquico del melanclico es

    vertiginoso, acelerado, impulsivo, instantneo, impaciente.

    Es entonces que Aristteles puede afirmar que el melanclico no es injusto, en el sentido en

    que es inimputable desde el punto de vista de la responsabilidad moral de sus actos:

    [el incontinente] no es injusto pues no premedita: en efecto, de entre stos [los incontinentes], uno, por un lado, no puede perseverar en lo que haya deliberado, y el melanclico, por el otro, no delibera de modo acabado.25

    En cualquier caso, el melanclico no puede llevar a trmino un proceso deliberativo

    racional, condicin de posibilidad para convertirse en un sujeto ticamente virtuoso, pero

    21 EN 1150b 25-28 22 Cf. EN 1149a 30, donde la ira es analogada a un servidor demasiado apresurado que, por acaloramiento y ansiedad, corre a cumplir una orden de la razn que termina por traicionar, por no actuar de modo sosegado. 23 Cf. EN 1125a 15: es veloz, apresuradamente se afana por muchas cosas. 24 Cf. EN 1156a 34, b 1, b3: los jvenes persiguen lo agradable y lo presente, se hacen amigos y dejan de serlo con facilidad y rapidez al ritmo del placer, quieren y dejan de querer rpido, alterando sus carios y simpatas incluso muchas veces en un mismo da. 25 EN 1152a 17-19.

  • 14

    tambin para participar activamente de las deliberaciones que en el espacio colectivo de la

    asamblea conciernen a los asuntos de todos los ciudadanos.

    4. Melancola e intensidad La fuerza de un carcter virtuoso se fragua no slo en relacin con el tiempo, sino tambin

    en torno a una temperancia de la intensidad del sentir: frente a la alta afectabilidad de los

    caracteres atrabiliosos sacudidos por pasiones que los conmueven ms agudamente que al

    resto de los hombres, la construccin del sujeto virtualmente moral implica una tarea de

    atenuacin de la violencia de irrupcin de las tonalidades afectivas26. Ante la impulsividad

    y desasosiego del carcter desarreglado, es necesaria una formacin que regule la dinmica

    expansiva del deseo e inmunice a la ciudadela de la razn contra los asaltos de las fuerzas

    invasoras del cuerpo.

    En la medida en que prepara el deseo y, a partir del deseo procede el movimiento, en De

    Anima III 10 Aristteles considera a la phantasa como una especie de intelecto (tis nos,

    433a 10), y no slo la phantasa humana, como podra aparecer a primera vista, sino

    tambin la phantasa propiamente animal. Al estructurar las diversas capacidades del alma

    de todos los vivientes desde lo inferior a lo superior,27 conteniendo esto ltimo a las

    funciones inferiores (en el orden nutricin, percepcin, phantasa, inteleccin) preserva la

    posibilidad de explicar ciertos comportamientos humanos como una regresin a un estado

    animal. Segn De Anima III 11, puede suceder que la deliberacin del sujeto se imponga al

    deseo y lo mueva, siendo agente del proceso, o bien puede suceder que el deseo se imponga

    a la deliberacin y la mueva o que un deseo venza a otro deseo y lo mueva. Estos dos

    ltimos casos implican funciones desviadas de la phantasa, al constituirse en situaciones

    en las cuales el hombre no se mueve por el intelecto sino por una funcin inferior.

    Autonomizacin de una phantasa que no aguarda las rdenes del intelecto.

    Los sujetos melanclicos, en las antpodas de la normalidad prctica del hombre virtuoso

    aristotlico, no logran controlar sus procesos psquicos ni, en consecuencia, sus acciones:

    de este modo, sus cuerpos son escenario de la violenta tirana de los placeres corporales.

    26 Cf. tica Eudemia [en adelante abreviada como: EE] 1228b 35 y ss. 27 Cfr. De partibus animalium 687a 14-15.

  • 15

    Adems, [los placeres corporales] son perseguidos a causa de que son violentos por parte de quienes no son capaces de gozar de otro tipo de placeres: por ello stos se procuran a s mismos ciertos deseos ardientes (EN 1154b 2-4). Y no tienen otras cosas con las que disfrutar, y para muchos, a causa de su naturaleza, la neutralidad resulta penosa (EN 1154b 5-6). Por su naturaleza, los melanclicos siempre necesitan de curacin: pues a causa de su temperamento su cuerpo vive picando y constantemente estn en el deseo violento: y el placer expulsa el dolor, tanto el placer [especficamente] contrario [a ese dolor] como cualquier otro, siempre que sea violento: y a causa de estas cosas llegan a ser desenfrenados y viciosos (EN 1154b 11-15).

    La hipersensibilidad y excitabilidad del melanclico resulta un obstculo tico de primer

    orden para la consecucin de la virtud. El vocabulario de la afectabilidad intensa testimonia

    la presencia de un cuerpo inquieto, aguijoneado constantemente por el punzn del deseo,

    atormentado por la irrupcin inmediata de impetuosas fuerzas pasionales de signo opuesto

    que chocan en un espacio anmico agitado, guerra civil de una subjetividad escindida en

    rfagas de voluptuosidades en conflicto.

    5. Melancola y excepcionalidad: el Problema XXX, 1 Luego del recorrido temtico de las tres secciones anteriores, nos dedicamos aqu a discutir

    un texto central desde el punto de vista de la historia del concepto de melancola, aunque

    existan dudas acerca de su autenticidad.28 En esta obra se afirma la controvertida tesis de

    que todos los hombres excepcionales, que han sobresalido en la filosofa, la poesa o las

    artes, han sido melanclicos. Se trata de una reflexin brillante y audaz, situada en el

    campo de confluencia de la filosofa y la medicina, que intenta aclarar, sirvindose de una

    serie de analogas y ejemplos no siempre bien eslabonados con los razonamientos, cmo es

    posible que este humor negro y residual pueda convertir a un hombre en genial y creativo.

    En sus pginas desfilan una serie de personajes melanclicos tomados de la mitologa o de

    la tradicin cultural griega, todos ellos sometidos a un examen fisiolgico que busca

    enlazar las excentricidades de sus conductas con las variaciones de temperatura de la bilis

    negra: siendo capaz de enfriarse o de calentarse de un instante a otro, el fluido melanclico

    acarrea las notas de la inestabilidad, la fragilidad y la multiplicacin de comportamientos en

    28 Utilizamos la siguiente versin espaola, una edicin bilinge del texto con una brillante introduccin: Aristteles, El hombre de genio y la melancola, introduccin de J. Pigeaud, trad. C. Serna, Quaderns Crema, Barcelona, 1996.

  • 16

    tensin, aunque, debe decirse, no necesariamente es una enfermedad en todos los casos. De

    lo que se trata es de poder contrabalancear los excesos de temperatura ya sea mediante

    frmacos, cuidados o actividades que apuntan a reponer el equilibrio perdido.

    De todos modos, el excesivo detallismo y la falta de desarrollo teortico, abstraccin y

    encadenamiento de los pensamientos expuestos nos dan la pauta de que muy probablemente

    no sea Aristteles el autor del texto sino un discpulo peripattico, quizs el mismo

    Teofrasto.29 Aun as, la belleza y la potencia del texto nos inducen a tomarlo en cuenta, y

    principalmente tambin ciertos puntos de confluencia con la analtica aristotlica de la

    melancola, tal como la venimos reconstruyendo hasta aqu.

    Por cierto que no pretendemos resolver con tanta soltura el problema de la autenticidad de

    esta obra, misin que depende tambin de competencias en materia de filologa,

    papirologa, estilometra, etc. pero en cuanto a los argumentos filosfico-doctrinarios para

    tal descrdito, los creemos insuficientes e inconcluyentes. Por qu? Porque el melanclico

    sigue funcionando en este texto como excntrico respecto del justo medio tico-poltico,

    aun si se lo califica de peritts: que no quiere decir a mi entender genio sino hombre

    excepcional, en el sentido de fuera de lo comn, y de all, incluso raro o anmalo.

    Los hombres que se han destacado por su hipertrofiada inteligencia no han dejado de

    compartir una relacin de exterioridad respecto del gora con aquellos locos vulgares, no

    geniales: ambos, por ascenso o por descenso, se hallan fuera de la mediana requerida para

    cumplir cabalmente con las exigencias de la esfera de los asuntos humanos.

    De los tpicos ya repasados, en el Problema XXX reaparecen las temticas de la locura

    proftica (954 a 36 ss), de la inestabilidad y de la lujuria de los atrabiliosos (953 b 30-32).

    Entre otras notas de inters que presenta este texto para el hilo conductor de nuestro

    anlisis, debemos mencionar tres puntos de contacto con los textos transitados. En primer

    lugar, el tema de la praxis insensata del melanclico: al pasar a la accin son audaces

    (tharrleos) 953 b 3 ss, temerarios, pecan por exceso en cuanto a la virtud del coraje, lo

    cual los puede llevar a cumplir hazaas tanto como acciones muy reprobables. Luego, su

    carcter antisocial: se subraya la soledad y aislamiento del melanclico, y aqu Aristteles

    convierte a los hroes mticos en casos clnicos: la locura iracunda de yax, el exilio en el

    desierto de Belerofonte, evadindose de la huella de los hombres (953 a 21-26), la

    29 Cf. W. Mri, Melancholie und schwarze Galle, art. cit., p. 165.

  • 17

    demencia homicida de Heracles, que atenta contra la unidad bsica de toda sociedad al

    asesinar a sus propios hijos.

    Finalmente, su insuficiencia dialgica: o se queda callado (silencio que impide la

    comunicacin) o se vuelve excesivamente locuaz (anulando el dilogo por exceso): de un

    modo o de otro, es un ser humano, es decir un animal dotado de lgos (zon lgon chon),

    que no pone en prctica adecuadamente la marca diferencial de su naturaleza poltica.

    De modo que creemos posible recrear una continuidad de sentido en lo que

    tradicionalmente se ha considerado como una fractura doctrinaria en el tratamiento

    aristotlico del carcter melanclico, y que ha derivado en la desacreditacin de ciertas

    fuentes a favor de otras. La alegada inconsistencia residira en una doble actitud del

    Estagirita: mientras que en sus textos ticos la melancola aparece negativamente

    representada, acusada de operar como fuente de irracionalidad y minar desde adentro el

    normal circuito de la razn prctica del sujeto virtuoso, en la seccin XXX,1 de los

    Problmata el exceso de bilis negra se ve evaluado positivamente, rehabilitado en tanto

    causa fisiolgica de la excelencia y genialidad de los hombres que se han destacado en la

    filosofa, la poesa y las artes.

    Para superar esta dicotoma meramente evaluativa, analizamos al melanclico aristotlico

    como un sujeto librado al poder de una fuerza imaginativa autonomizada que termina por

    anular la operatividad de la memoria, el hbito y la razn prctica. Teniendo en cuenta que

    se trata de personalidades fcilmente excitables, inclinados a dejarse llevar por visiones,

    sueos y reminiscencias, los melanclicos aristotlicos se hallaran propensos a la locura

    tanto como a la genialidad, ambos extremos que podran considerarse complementarios en

    virtud de su relacin de excentricidad respecto del justo medio que habra de habitar el

    sujeto ticamente virtuoso. El exceso de bilis negra o bien suspende la racionalidad prctica

    del sujeto, animalizndolo, o bien hipertrofia sus facultades intelectuales, divinizndolo: en

    cualquier caso, por ascenso o por descenso, lo coloca por fuera de la plis.

    6. Teraputica: curar la melancola? A la hora de pensar en la cuestin de la teraputica, un sucinto recorrido por otros perfiles

    desviados de la tica aristotlica nos permitir comprender por analoga las posibilidades de

    tratamiento del mal de la bilis negra.

  • 18

    Tomemos inicialmente el perfil del loco, bastante prximo al melanclico. Se trata de

    alguien incapacitado de razonar de manera correcta30, y por lo tanto dotado de una

    percepcin, una memoria y una imaginacin no disciplinadas por juicios de carcter

    racional. A causa de sobrellevar una alucinacin perceptiva no moderada por una

    discriminacin notica, el loco ignora las circunstancias concretas de la accin, e incluso a

    s mismo como sujeto31; delibera sobre cualquier cosa, no sabiendo remitirse a lo que

    depende de l hacer o no32. Oscila anrquicamente entre la insensibilidad y la

    hipersensibilidad: o no tiene miedo de nada, ni de los terremotos ni de las olas33, o se ve

    fracturado en su capacidad de actuar por un miedo animal, producto de una fbica

    hiperexcitabilidad que no soporta el ligero ruido de un ratn34. Llegando a formas ms

    extremas de prdida del juicio, la locura puede convertirse en principio de los crmenes ms

    terribles, que trascienden por descenso los confines de lo humano y se aproximan a la

    interseccin con la bestialidad (therites), como el hombre que devor a su madre o el

    esclavo que se comi el hgado de un compaero35. En este punto la mana constituye una

    desviacin peligrosa, y as se espera que reciba una correccin mdica o poltica (klasis

    iatrik ka politik), mediante remedios o azotes36. Con lo cual parece ser posible una

    rectificacin.

    La locura de tipo bquico (bakcheutiks), inducida por el vino37, recibe en el corpus

    prctico aristotlico la adscripcin a otro perfil especfico: el posedo por el vino

    (oinmenos), el embriagado (methon). Como el sueo, la ebriedad es en s misma

    agradable por poner fin a las preocupaciones y sumir al sujeto en una agradable

    somnolencia onrica38; tal como suceda entre los dormidos, el saber del borracho dominado

    por la pasin es slo nominal, sin asimilacin ni prctica efectivas39. Pero la especificidad

    del ebrio debe buscarse en que llega a ser principio de accin en un estado de inconsciencia

    (noia) que es enteramente imputable al mismo sujeto. El vino vuelca al ebrio activo a la

    30 EN 1149b 35. 31 EN 1111a 7. 32 EN 1112a 20. 33 EN 1115b 26; EE 1229b 27. 34 EN 1149a 7. 35 EN 1148b 25. 36 EE 1214b 32-34. 37 Poltica [en adelante abreviado como Pol]1342b 4, b 25, b 27. 38 Pol 1339a 17, a 20. 39 EN 1147b 12; EN 1152a 15.

  • 19

    dimensin temporal del futuro, lo acelera desmedidamente, tornndolo esperanzado

    (eulpis) e intrpido (tharralos), anulando por lo tanto su capacidad de automoderacin

    racional a favor de una insensata temeridad40. Si bien la recuperacin del conocimiento es

    posible, resultando la locura inducida por la bebida una anomala temporaria que

    desaparece una vez que sobreviene la sobriedad, del mismo modo que sucede cuando uno

    se despierta del sueo y recobra la conciencia41, los embriagados reciben doble castigo por

    parte de los legisladores, por ser responsables de haberse colocado en ese estado de

    suspensin del poder del hbito y de la razn que fue origen de la accin injusta42. Es por

    este motivo que la ley no debe permitir a los jvenes sentarse en mesas comunes y beber,

    hasta tanto la educacin no proteja el carcter contra una inclinacin prematura hacia los

    excesos43.

    El paradigma del incontinente (akrats), dentro del cual debe incluirse a los

    melanclicos, resume y profundiza las insuficiencias que respecto del conocimiento

    prctico exhiben los perfiles desviados tematizados: como su nombre lo indica, en el

    akrats la inteligencia no domina (kraten) la conducta44; se trata de sujetos en cuya misma

    existencia se cifran casos lmite de la tica intelectualista socrtica, en cuanto conocen

    perfectamente lo que est bien y lo que est mal, slo que no pueden actuar en

    consecuencia45. Son personajes trgicos, pues saben lo que hay que hacer pero no logran

    realizarlo: el que no tiene dominio de s halla su esencialidad en torno a una fundamental

    incapacidad de obrar, por una deficiencia y debilidad del carcter que lo hace sucumbir a

    las pasiones, seguir su ritmo sin poder oponerles un principio subjetivo que inaugure un

    curso de accin eficazmente divergente de la irracionalidad afectiva46. El incontinente

    busca al instante el placer, 47 es apresurado (en tanto es arrastrado por las pthe y no

    reflexiona), o incluso dbil (en la medida en que reflexiona pero no logra atenerse a sus

    resoluciones).48

    40 EE 1229a 20; EN 1117a 14. 41 EN 1147b 7. 42 EN 1113b 31. Aristteles atribuye al legislador Ptaco la autora del castigo agravado a los borrachos que obran inicuamente (Cf. Rhet 1402b 12; Pol 1274b 19). 43 Pol 1336b 82. 44 EN 1168b 34. 45 El captulo 2 del libro VII de la EN es una discusin del socratismo moral desde este punto de vista. 46 EE 1246b 14; EN 1148b 13; EE 1223a 37; EN 1111b 13; De an. 433a 3; etc. 47 Retrica [en adelante abreviado como: Rhet] 1372b 13. 48 EN 1150b 6.

  • 20

    El incontinente es un sujeto escindido, enemigo de s mismo, recortado por Aristteles

    en contraposicin con el hombre bueno, que es uno y amigo de s. Padeciendo un

    desdoblamiento psquico que una y otra vez pone en jaque la unidad de la subjetividad

    poltico-moral, el akrats no es uno sino muchos, en el mismo da desarrolla

    esquizofrnicamente innumerables orientaciones, en funcin de las pasiones que colonicen

    su cuerpo como plano de expresin; por ello es inconstante y vive en perpetua disensin

    interna, reprochndose a cada paso todas las cosas que hace49. La razn del incontinente es

    una plaza vaca toda vez que la turbulencia de la pasin despliega la nube de insensatez de

    su reinado, y ello no deja de suceder en quien no tiene dominio sobre s, dado que un deseo

    se impone a otro deseo50. De este modo, el desarreglo del akrats no es permanente, y

    aparece homologado a una sucesin de ataques de epilepsia51, en cuyos intersticios la

    deliberacin y la eleccin no son ms que intermitencias que no alcanzan a convertirse en

    factores prcticos relevantes.

    Aunque la incontinencia no sea un vicio52, comparada sobre todo con la intemperancia

    (akolasa)53, no por ello es totalmente excusable: de hecho, consiste en hacer lo que no se

    cree que debe hacerse54, en desear lo que se est convencido de que es malo55, y en este

    sentido la akrasa es contemplada en la Retrica como causa de actuar contra lo que dicen

    las leyes56 y considerada como condenable en la tica Nicomaquea57. Si bien no se trata en

    s misma de una injusticia, bien puede ser origen de iniquidades58.

    Ahora bien, para volver sobre la pregunta inicial de esta seccin, es posible curarse de

    melancola? Retomemos el texto que cerraba la seccin 3 de este ensayo: por su naturaleza, los melanclicos siempre necesitan de curacin: pues a causa de su temperamento su cuerpo vive picando y constantemente estn en el deseo impetuoso: y el placer destierra el dolor, tanto el placer [especficamente] contrario [a ese dolor]

    49 EE 1240b 1-34; EN 1166b 8. 50 De anima [abreviado De an.] 434a 14. 51 EN 1150b 33. 52 EN 1150b 30. 53 El aklastos persigue el placer deliberadamente, con conviccin, por razonamiento (mientras que el akrats lo hace por debilidad), no se arrepiente (como s lo hace el incontinente), no acta bajo el impulso de un deseo (tal es el caso del akrats): cf. EN 1145b 30 y ss; EN 1152a 23 y ss.; EN 1148a 17; EN 1146b 21. 54 EN 1136b 6. 55 EE 1223b 33-36. 56 Rhet 1368b 14. 57 EN 1148b 5. 58 EN 1151a 10.

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    como el que ocurra [cualquier placer], siempre que sea potente: y a causa de estas cosas llegan a ser desenfrenados y viciosos.

    As las cosas, pareciera ser imposible una curacin efectiva: el cuidado que pareciera poder

    recibir el alma melanclica no diferira del de los enfermos terminales, que slo obtienen

    calmantes para una dolencia irreversible, slo mitigada a corto plazo, bajo un rgimen

    provisorio, de urgencia, que no hace ms que perpetuar un estado ticamente morboso de

    desenfreno y vicio.

    En el Prob XXX (954b 28ss) se abona esta tesis: si abandonan su exigencia de cuidados

    constantes, los melanclicos por naturaleza sern propensos a sufrir las enfermedades

    derivadas de la bilis negra, llegando incluso hasta el suicidio, la autosupresin del mbito

    de la vida colectiva de los hombres.

    Sin embargo, en otro texto, Aristteles deja abierta la puerta para una cura de la melancola:

    Entre las distintas incontinencias, es ms curable la que padecen los melanclicos que la de quienes deliberan pero no pueden atenerse [a sus deliberaciones] (EN 1152a 27-29).

    Aqu parecera admitirse la posibilidad de una cura ms o menos definitiva para la

    melancola. Quizs habra que pensar entonces en qu consistira dicha teraputica.

    Nos parece que Aristteles afirma que la incontinencia melanclica es ms curable que la

    incontinencia de quienes tienen pleno ejercicio de su racionalidad prctica pero no logran

    ponerla en acto, porque la melancola se juega en un nivel pre-racional, y por lo tanto se

    tratara de un estado pasible de ser revertido mediante la fortificacin del carcter. A travs

    de un trabajo de consolidacin del carcter, podra quizs sobreimprimirse en la desafinada

    lira melanclica una naturaleza segunda, estable y perpetuable, fomentando un proceso de

    habituacin que configure una sustancia prctica slida para el individuo cuya alma era por

    naturaleza como un lquido en constante agitacin. Quizs podra citarse a tal efecto el

    siguiente texto de la EN:

    es necesario refrenar lo que apunta a lo vergonzoso y lo que tiene una excesiva expansin

    (axesis), y de tal clase son el deseo y el nio: pues los nios viven segn el deseo, y entre

    ellos en grado sumo se halla el apetito de lo agradable. Por lo tanto, si no llega a ser dcil

    (eupeiths) y a estar bajo un principio rector, ir hacia el exceso: pues el deseo de lo

    agradable es insaciable, y en todo sentido para el insensato (anetos; no dotado de razn

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    [que podra ser tambin el melanclico]), y el ejercicio del apetito aumenta (axei) lo

    emparentado con l, y si [los apetitos] son grandes e intensos, incluso desalojan a la

    facultad de razonar. Por ello, stos deben ser pocos y estar mitigados, y no contradecir a la

    razn y a algo de tal clase llamamos obediente y refrenado, y as como el nio debe

    vivir conforme al mandato del pedagogo, as tambin lo apetitivo de acuerdo con la razn

    (EN 1119b 3-15).

    Quizs la orientacin temprana podra prevenir ya de pequeos el enloquecimiento a causa

    de los negros vapores de la bilis, y entran aqu en juego ciertos cuidados especiales dentro

    del programa de educacin pblica de los libros VII y VIII de la Poltica: gimnasia, msica,

    dibujo. No hay que menospreciar tampoco la fuerza benfica de la poesa, es decir, de la

    purificacin por la palabra en el espacio colectivo del teatro, y quizs tambin podra

    pensarse en los circuitos de circulacin colectiva del lgos (asambleas y tribunales): terapia

    de curacin verbal para poder reinsertar al sujeto atrabilioso en la comunidad de

    comunicacin de la plis y para habilitarlo a desbloquear el normal trnsito de la

    racionalidad prctica desde el deseo hasta la razn.

    La educacion y la habituacin se proponen en el libro VII de la Poltica como paliativos

    contra la incontinencia, de la cual la melancola es una subespecie: entre todas las medidas

    mencionadas para asegurarse la permanencia de los regmenes polticos es de la mxima

    importancia la educacin de acuerdo con el rgimen, que ahora todos descuidan. Porque de

    nada sirven las leyes ms tiles, aun ratificadas unnimemente por todo el cuerpo civil, si

    los ciudadanos no son entrenados y educados en el rgimen, democrticamente si la

    legislacin es democrtica, y oligrquicamente si es oligrquica, porque si la incontinencia

    es posible en el individuo, lo es tambin en la ciudad (Pol 1310 a 10-19).

    En textos admitidamente aristotlicos tanto como en el problema XXX, el melanclico

    adquiere un rango ontolgico propio, no es ya un ocasional descompensado que sufre un

    desequilibrio cclico y pasajero en el predominio de un humor respecto de la contrapesada

    proporcionalidad de los otros. Adquiere de este modo una problemtica positividad, que lo

    convierte incluso (y aqu reside el sesgo novedoso que imprime Aristteles) en un caso

    lmite de su tica y de su filosofa poltica. As, no alcanza ya con prescribir lavajes en la

    cabeza o la ingestin de cinco bolos de elboro negro administrado en vino dulce (texto

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    hipocrtico De los trastornos internos). La cura debe resolverse en otro mbito que el de la

    mera naturaleza, es decir, en el espacio del carcter y los hbitos, individuales y colectivos.

    Desde el carcter puede incidirse en la naturaleza para corregir sus desarreglos, el

    carcter puede modificar a la naturaleza, y por lo tanto, como ulterior derivacin de nuestro

    anlisis, la naturaleza es en la filosofa prctica aristotlica un concepto escaso, deficitario

    en s mismo (contra las extendidas interpretaciones naturalistas ingenuas), que no alcanza

    para tematizar los complejos dominios de la praxis humana. Lejos del reduccionismo

    somtico de la medicina hipocrtica, la mente y el cuerpo humanos exceden en Aristteles

    los condicionamientos biolgicos a que se hallan confinados los animales, pueden ser

    modificados tico-polticamente, son algo ms que un conjunto de disposiciones

    genticamente heredadas. Es entonces que s parece posible contrarrestar los efectos

    patgenos de la bilis trabajando sobre los hbitos de los atrabiliarios, sin encerrarlos como

    hacen las modernas instituciones disciplinarias de normalizacin de la locura, sino

    integrndolos a la vida comunitaria de la ciudad.

    Aristteles le otorga as un espesor prctico-poltico a una nocin que hasta entonces era

    slo patrimonio del arte mdico y de sus formas de intervenir sobre el cuerpo. Lejos del

    reduccionismo somtico de la medicina hipocrtica, y lejos tambin de la moderna

    comprensin meramente subjetivista de la melancola, Aristteles emplaza su analtica de la

    bilis negra dentro del horizonte de su filosofa prctica: la ctara desafinada del alma

    melanclica es analizada en sus implicancias ticas y polticas, y de este modo su

    armonizacin es en gran parte tarea de la educacin, la habituacin y la integracin a las

    dinmicas colectivas de la ciudad.59 As, el melanclico puede atenuar las disonancias que

    lo aquejan y llegar a participar meldicamente de la orquesta ciudadana de la plis.

    7. Conclusin Finalizamos aqu el recorrido por los contornos del concepto de melancola entre los

    griegos, y especficamente en Aristteles. La pregunta con la que puede cerrarse esta

    reflexin quizs se desprenda de una mirada crtica sobre las primeras pginas de este

    59 A. Oksenberg-Rorty destaca que, frente a las modernas concepciones psicolgicas focalizadas en lo individual, Aristteles habra concebido la posibilidad de un determinante social de la patologa akrtica. La especificidad de la teraputica aristotlica contra la akrasa, por lo tanto, admite como parte fundamental del tratamiento cierta reforma del orden colectivo de la plis (The social and political sources of akrasa, en Ethics, vol. 107, issue 4, july 1997, pp. 644-657, cf. p. 647).

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    trabajo: es cierto que hay un hilo que conecta la melanchola griega con ciertas patologas

    psquicas contemporneas? Si en el mismo corpus aristotlico no es tan simple unificar los

    diversos materiales para pensar la melancola, no ser que la dificultad est en la cosa

    misma, algo tan inestable, tensionado y polimorfo como la diversidad de comportamientos

    y personalidades con los cuales se vincula? La variedad de sus modos de manifestacin a lo

    largo de la historia tambin podran abonar la tesis de una radical discontinuidad que no

    hara posible el contacto entre mundos e imaginarios tan distantes como nosotros y los

    griegos. Mucho ms si tenemos en cuenta que hablamos de pasiones, vale decir, de las

    variables anmicas ms inestables, discontinuas, localizadas y, en este sentido,

    profundamente adheridas a las circunstancias y a los contextos.

    Sin la intencin de negar la radical heterogeneidad de un fenmeno psquico difcil de

    reducir a una unidad clara y armnica, y asumiendo la amplitud de un concepto tan

    multiforme y esquivo en el curso de los siglos como el jugo negro al que se refiere, nos

    anima el mismo impulso universalista de Robert Burton, quizs la ms grande eminencia en

    materia melanclica: quin no est demente, melanclico, loco? quin no es un enfermo

    mental? La demencia, la melancola, la locura no son sino una enfermedad, cuyo nombre

    comn a todas es Delirio. [] Quin est libre de melancola? A quin no le ha

    alcanzado ms o menos, en hbito o en disposicin?.60

    El modesto recorrido que hemos intentado llevar a cabo intent ilustrar la posibilidad de

    trazar una continuidad simblica entre nuestras melancolas actuales y aquellas que fueron

    conceptualizadas por los griegos, y es entonces que nos resistimos a considerar estos textos

    como propios de una cultura desaparecida, cuyos lazos con el presente han sido

    definitivamente cortados, sino que preferimos pensarlos como napas profundas con las

    cuales se enlaza el espesor histrico e imaginario de nuestros destinos contemporneos. La

    escritura de la historia de las configuraciones culturales como parte de las ciencias humanas

    se ve directamente comprometida con esta conviccin, y tal vez es en gran medida gracias a

    ella que es posible practicar y custodiar el enlace con los estratos profundos de nuestro

    mundo afectivo compartido.

    60 R. Burton, Anatoma de la melancola, Asociacin Espaola de Neuropsiquiatra, Madrid, 2003, pp. 59-60.