Lo Que Los Medicos No Nos Dicen 304

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LO QUE LOS MÉDICOS NO NOS DICEN304 páginas

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Lo Que Los Medicos No Nos Dicen

Lo que los mdicos no nos dicen nos ayuda a convertirnos en consumidores bien informados en el campo de la salud. Gracias a este libro podemos evitar terapias intiles y a veces peligrosas, salvarnos de tratamientos preventivos que nos perjudican, descubrir los peligros que ofrecen determinadas prcticas mdicas y conocer alternativas seguras para los diagnsticos, la prevencin y la curacin de muchas enfermedades.

Lo que los mdicos no nos dicen pone en duda que la medicina moderna sea una ciencia basada siempre en la investigacin. En sus pginas descubrimos terapias adoptadas con una deficiente base cientfica, y tambin resultados de investigaciones que demuestran claramente que muchos frmacos tienen contraindicaciones muy peligrosas que son silenciadas.

Con frecuencia, por desgracia, la medicina no es una ciencia, sino un sistema de creencias cuya puesta en discusin viene calificada de blasfemia por los medios oficiales.

Lynne McTaggart, periodista y escritora, edita la revista What Doctors Don't Tell You (Lo que los mdicos no nos dicen), que informa al pblico de los riesgos que supone el consumo de determinadas medicinas o la aplicacin de algunos procedimientos quirrgicos.

Lynne McTaggart

Lo que los mdicos no nos dicen

Los riesgos de la medicina moderna

Cada enfermedad y cada paciente son nicos. El propsito de este libro es servir de fuente de informacin solamente. Se recomienda que los lectores mantengan una estrecha colaboracin con un facultativo cualificado y con experiencia antes de emprender (o desechar) cualquiera de los tratamientos enumerados en estas pginas.

Edicin original What Doctors Don't Tell You

Ao 1998

Edicin espaola

Primera edicin: octubre de 2005

Traduccin: Dolors Camprub

Revisin mdica: Dra. Ana Alesn

AGRADECIMIENTOS

En 1988, mi marido Bryan, que tambin es periodista, me coment un da que deberamos publicar un boletn informativo que se llamara What Doctors Don't Tell You (Lo que los mdicos no nos dicen). Ambos compartamos tanto la conviccin de que la medicina moderna no ha probado su validez y que a veces resulta peligrosa, como el entusiasmo por hacer partcipe a los dems de lo que sabamos. Lamento tener que admitirlo, porque ahora me siento muy identificada con este ttulo, pero en aquel momento fui bastante categrica y le dije que su idea no saldra adelante. Y an me cuesta ms tener que reconocer que el ttulo no me pareci nada bueno. As que Bryan, que saba perfectamente a quin se estaba enfrentando, me pregunt si conoca algn otro buen editor que pudiera aceptar el encargo. Mord el anzuelo y aqu estoy despus de tantos aos.

Aunque hay muchos libros que son fruto de la colaboracin silenciosa de muchas partes, en este se pueden rastrear las huellas digitales de la mayora de las personas que han colaborado en el boletn informativo What Doctors Don't Tell You. Gran parte de la informacin contenida en este libro ha sido publicada, en otra forma, en nuestro boletn a lo largo de los aos, y este es un intento de recopilar todo en un nico pronunciamiento sobre la medicina.

A pesar de que el inters que tenan nuestros colaboradores por los temas mdicos no siempre era tan profundo como el nuestro, todos compartan nuestro compromiso de trabajar como un equipo. En ese sentido, este libro es producto de todos cuantos han contribuido de algn modo a la complicada tarea de crear una publicacin y una editorial de la nada.

En primer lugar, estoy agradecida a todos los equipos de apoyo con los que hemos contado desde esos primeros tiempos, que se implicaron de buen grado en todos los aspectos de nuestra empresa, aun cuando eso significara bajar sobres del piso de arriba de nuestra casa: a Amanda Hibbs, Danielle Howard y Vera Chatz, por darnos un empujoncito; a Jan Green, Kerry y Jacquie, Jackie Goddar y Marlene Schwertzel por los primeros trabajos administrativos; a Diane Wray por no darse por vencida ante un complejo sistema de suscripciones; a Beverly Males por el buen trabajo que hizo con las cuentas. Estoy especialmente agradecida a nuestro equipo actual, el mejor que nadie pueda desear: Theresa Harvey, Karen Terkelsen-Shaw, Jim McDonald, Lesley Palmer, Lisa Lathwell y Andrew Boughton. Igual de importantes han sido mis ayudantes personales: Dorothy Rothermel, Niomi Klinck y Marnie Clarke, cuyo trabajo me permiti hacer malabarismos para compaginar las tareas del hogar con el trabajo.

Tambin debo dar las gracias y reconocer la labor de los muchos escritores que han publicado su trabajo en la revista, y que han tenido una gran influencia en el mo: en particular Fiona Bawdon, Deanne Pearson, Pat Thomas y Clive Couldwell. Y a nuestros fantsticos diseadores: Sue Buchanan, Steve Palmer, Dave Humphries y Peter Costello.

Estoy en deuda con un gran nmero de doctores y mdicos de cabecera que me han ayudado con la investigacin y con sus ideas, en especial Patrick Kingsley, Ellen Grant, Harris Coulter, J. Anthony Morris, John Mansfield, Tony Newbury, Jack Levenson, Melvyn Werbach, Annemarie Colbin, Michel Odent y Leo Galland. Nuestra familia ha tenido el privilegio de ser tratada por algunos profesionales de la medicina, tanto la ortodoxa como la alternativa, cuyos conocimientos me fueron de gran ayuda para documentar mis opiniones. Tambin quiero dar las gracias a los veinticinco miembros del equipo de What Doctors Dont Tell You, especialmente a los muchos mdicos que se encuentran entre ellos, que creyeron en nosotros para poner su nombre en un proyecto controvertido antes de haber ledo una sola palabra de l.

Tengo una deuda de gratitud especial con Harald Gaier, por sus conocimientos enciclopdicos sobre cmo probar cientficamente la medicina alternativa y por su generosidad al compartirlos.

Todos los casos que aparecen en este libro estn sacados de cartas reales que hemos recibido de nuestros lectores. A excepcin de algunos casos que ya se haban difundido ampliamente, hemos cambiado o abreviado los nombres de algunos pacientes para proteger su identidad. Les estoy especialmente agradecida por la confianza que depositaron en m al permitir que me inmiscuyera en sus experiencias personales y su dolor.

Tambin estoy en deuda con todos los dems suscriptores, que son maravillosos, tanto en Reino Unido como en Estados Unidos, por habernos dado su apoyo durante tantos aos y por querer leer lo que tenemos que decir.

Doy las gracias a todo el personal de HarperCollins por el entusiasmo y el valor demostrados al apoyar este proyecto. En especial a Wanda Whiteley, Eileen Campbell, Paul Redhead, Megan Slyfield y Kim Norton. La contribucin de Barabara Vesey, que se volc por completo en el trabajo de corregir el manuscrito, fue imprescindible. Alistair Pepper, de Carter-Ruck, se tom un inters especial en este libro y dedic muchas horas de arduo trabajo a asesorarme, legalmente y en todo cuanto hiciera falta.

Estoy especialmente agradecida a mi editora, Erica Smith, por haberme apoyado siempre, por darme sabios consejos y por ser una amiga tan leal durante todos los aos, no exentos de problemas, que hemos tardado en llevar a cabo este proyecto.

Tambin estoy en deuda con mi agente, Russ Galen, que siempre est dispuesto a luchar por m cuando lo necesito. Y a todos los de Agora, por creer que lo que tenemos que decir tambin debera ser odo en Estados Unidos.

Quiero hacer una mencin especial a mi hija, Caitlin, que todava me sigue enseando ms sobre la vida y la medicina de lo que jams me hayan podido ensear un sinfn de pediatras.

Hay tres personas ms que fueron de vital importancia para la realizacin de este proyecto. Cuando era una joven periodista, tuve la suerte de corregir el trabajo del doctor Robert Mendehlson, cuyas opiniones pioneras sobre medicina me han ayudado a formar la ma. El doctor Stephen Davies, un profesional destacado en el mundo de la nutricin, no slo fue importante para mi salud, sino que tambin me proporcion un nuevo modo de ver la salud y la enfermedad.

La persona a quien ms deben este libro y mi trabajo es mi marido, Bryan Hubbard, cuyos pensamientos y palabras estn tan entrelazados con los mos que, virtualmente, comparte la autora. Por su amor, por saber antes que yo a qu estaba destinada, por la felicidad que me proporciona vivir y trabajar con l, le estar siempre agradecida.

SOBRE LA AUTORA

Lynne McTaggart es una periodista y escritora que ha ganado numeroso premios. Sus artculos se han publicado en un gran nmero de revistas y peridicos britnicos y estadounidenses, entre los que se cuentan el New York Times, el Sunday Times de Londres, el Listener, el Parade y el Sunday Telegraph.

Lynne McTaggart es autora de dos otros libros. En The Baby Brokers: The Marketing of White Babies in America (The Dial Press), fue la primera en escribir una exposicin profunda sobre el mercado de las adopciones privadas en Estados Unidos. Debido a su trabajo sobre las adopciones y los hogares de acogida infantil, le pidieron que testificara delante de un subcomit del Senado de Estados Unidos y le otorgaron el premio Womens Press Club Award of Merit, que se entrega una vez al ao a un trabajo de investigacin periodstica destacado.

Su segundo trabajo, Kathleen Kennedy: Her Life and Times (The Dial Press / Weidenfeld & Nicolson en Reino Unido), que trataba las relaciones entre los hijos mayores de los Kennedy, fue valorado como un trabajo que ofreca una visin fiel, convincente y bastante funesta de los Kennedy, desde la que esta familia se vea con una claridad indita.

En 1988, ella y su marido britnico, Bryan Hubbard, fundaron The Wallace Press, una editorial de boletines informativos y libros. Lynne McTaggart es la editora de What Doctors Dont Tell You, un boletn de informacin mdica para el consumidor cuyo objetivo es advertir a la opinin pblica sobre los posibles riesgos derivados de los frmacos y los procedimientos que emplea habitualmente la medicina. Tambin es coeditora de Mothers Know Best, un boletn para los progenitores y Proof!, donde se prueba cientficamente que la medicina alternativa funciona.

Lynne McTaggart y su marido tienen una hija.

PRLOGO

Apreciado lector: tiene usted en sus manos el libro que a m me hubiera gustado escribir. Con estas lneas lo primero que deseo es hacer llegar mi profundo agradecimiento a la autora por escribirlo y al editor por editarlo.

Es un libro valiente, lleno de energa y muy bien documentado. Un libro que rompe mitos, critica la prepotencia de la clase mdica y nos ayuda a perder el miedo ante ciertas cuestiones mdicas que a veces resultan confusas o generan dudas. Ante una osteoporosis, hay que tomar calcio?; qu debo tomar, antidepresivos qumicos o de origen natural?; es realmente necesario someterse a una mamografa anual?

Cuestiona muchas de las hasta ahora consideradas verdades absolutas de la medicina convencional, debatiendo sobre la utilidad de algunos protocolos de aplicacin muy comn, la eficacia de los exmenes mdicos preventivos (chequeos) y de ciertas pruebas exploratorias y desenmascara los efectos secundarios, demasiadas veces silenciados, de las vacunas, las amalgamas dentales (prohibidas en algunos pases) y las pruebas de diagnstico mdico (TAC, radiografas, ecografas, mamografas y la citologa).

Resulta muy ameno por presentar una recopilacin de experiencias personales.

Igualmente analiza la ideologa de la ciencia y el grado de formacin de los tcnicos sanitarios, revelando los intereses econmicos ocultos tras el velo de una supuesta medicina para el bien de la humanidad.

Denuncia la toxicidad creciente del medio ambiente, causante de cada vez ms dolencias en el primer mundo y la alarmante prdida de calidad de los alimentos que consumimos.

En definitiva, hace una llamada urgente reclamando ms sentido comn y menos tecnicismos en la clase mdica y proclama que la sanidad pblica podra ahorrar muchos esfuerzos y dinero orientando sus recursos hacia la prevencin, simplificando las pruebas de diagnstico y, en especial, los tratamientos de las enfermedades ms comunes, y admitiendo entre sus filas a mdicos especializados en las ramas complementarias de la medicina como la medicina natural, la acupuntura o la homeopata.

Un libro imprescindible, hoy, que estoy seguro que contribuir de forma decisiva a impulsar un cambio de paradigma en la medicina convencional.

Dr. Miquel Pros Casas

Mdico naturista

INTRODUCCIN

Este libro naci de una gran motivacin que comenz hace tiempo: la de encontrarme mejor.

A principios de la dcada de 1980, despus de tomar una cantidad sorprendente de decisiones equivocadas, padec estrs durante un largo periodo. Los semforos verdes que siempre haba dado por supuestos en todas las facetas ms importantes de mi vida, empezaron a ponerse rojos. Si hubiera hecho uno de esos tests de las revistas para mujeres con los que se calcula el cociente de estrs (y dado que la muerte, el matrimonio, el divorcio y los traslados son las situaciones ms estresantes), mi resultado se habra salido de la tabla.

Tuve que enfrentarme a un problema tras otro: estuve bajo el yugo de una inalcanzable fecha de entrega de un libro, me cas con el hombre equivocado, me divorci del hombre equivocado, compr el piso equivocado, acept el trabajo equivocado, padec la muerte de un amigo ntimo, contraje varias deudas importantes y pas un largo periodo de aislamiento extremo en un pas extranjero. En esa poca ni siquiera poda elegir un buen corte de pelo.

Poco tiempo despus de haber salido de lo ms profundo de ese pozo, comenc a presentar unos sntomas extraos, que empezaron con los tpicos problemas femeninos: desde una enorme tensin premenstrual a periodos irregulares de cistitis e infecciones vaginales casi constantes.

Cuanto ms tiempo pasaba, ms problemas tena: eccema, urticaria y alergia a un sinfn de alimentos y productos qumicos, diarrea y colon irritable; insomnio, sudoracin nocturna y una grave depresin. Me haba sentido impotente durante tanto tiempo que mi cuerpo pareca estar reaccionando en paralelo, cediendo ante cualquier tipo de ataque microbiolgico.

Pas los casi tres aos que estuve enferma dando vueltas por varios crculos mdicos: empec con los tradicionales, me cambi a los perifricos, con nutricionistas y homepatas y acab en los ms remotos, desde los especialistas en respiracin a los entendidos en bioenerga. Para el otoo de 1986 ya me estaba abriendo paso con un machete entre una espesa selva de terapias New Age. Prob la respiracin abdominal. Intent alejar las emociones negativas de m con el mtodo Rolf. Hubo alguien que intent hacerme un diagnstico exponiendo una muestra de mi cabello a ondas de radio. Pas por la psicoterapia autgena, la irrigacin de colon e incluso una forma de psicoterapia a medio camino entre Wilhelm Reich y lo que yo sent como un cosquilleo en la cara. Aprend algunas cosas sobre mi relacin con mi madre, pero en ningn momento mejor.

En verano de 1987 me hund en la desesperacin. Lo peor de estar crnicamente enfermo sin que un diagnstico lo atestige es que la gente o no te cree o piensa que te ests inventando los sntomas para llamar la atencin de una manera pueril. Y en este pas de estoicos, si la enfermedad que tienes no es grave, como por ejemplo cncer o lepra, lo que se espera de ti es que la soportes, que sufras en silencio, sin quejarte.

En algn momento empec a darme cuenta de que no exista ningn remedio milagroso que pudiera invertir el estado de mi salud. Si quera encontrarme mejor, tendra que encargarme yo misma de todo el proceso, desde el diagnstico hasta, seguramente, la curacin. Tendra que averiguar lo que me pasaba de alguna manera y encontrar las herramientas necesarias para curarme yo misma. Empez a tomar sentido el hecho de tener que asumir el control de mi salud, puesto que no haba nadie a quien le interesara ms que a m obtener algn resultado.

Le un libro tras otro sobre alergias y problemas femeninos, hasta que un da encontr una enfermedad que acababan de descubrir, cuyos sntomas encajaban casi del todo con los mos. Puesto que el especialista al que consult no tena conocimiento de ella, acud a un mdico de mucho renombre que estaba especializado en alergias y medicina nutricional. Tras un sinfn de pruebas, y gracias a su habilidad para el diagnstico, no slo confirm mis sospechas, sino que adems dio con otras causas de mi enfermedad.

Parece que lo que me pasaba bsicamente era que tena aftas internas, o candidiasis crnica sistmica. La Candida albicans es un hongo que habita en el intestino delgado de la mayora de las personas, sin que eso sea ni bueno ni malo, puesto que el sistema inmunolgico y las bacterias beneficiosas que coexisten en l lo mantienen a raya. Pero, segn las teoras actuales (puesto que hasta el momento no han pasado de ser eso, teoras), cuando el sistema inmunolgico se debilita y el nmero de bacterias beneficiosas se ve reducido de forma drstica, este hongo puede multiplicarse sin control y emitir toxinas que acaban por afectar una serie de funciones del organismo.

Tanto si la cndida fue la principal causa de mi enfermedad como si no, la raz del problema pareca ser que mi sistema inmunolgico no estaba funcionando a pleno rendimiento. Las crisis de estrs prolongadas suelen tener un efecto depresivo sobre este sistema. Eso, junto con unas alergias que haban estado latentes durante mucho tiempo, una de ellas al trigo, que se manifestaron seguramente debido al estrs, significaba que intoxicaba todos los das mi cuerpo con sustancias que ya no poda tolerar. Tambin haba descuidado mucho mi dieta, y tena carencia de muchos nutrientes.

El tratamiento consisti en tomar grandes dosis de un frmaco que toler bien durante algn tiempo, junto con una serie de dosis de suplementos personalizadas y una dieta restrictiva de comida fresca que no estuviera refinada. Al cabo de un mes el empleado de la lavandera me pregunt si me haba hecho un estiramiento de piel.

Por muy buenos que fueran esos resultados, pronto me di cuenta de que no me iba a curar de un da para otro. De hecho, durante un ao me dediqu exclusivamente a ello. Por fortuna, tena como socio a un gran mdico, y trabajamos como un equipo para recuperar mi salud y, con ello, la sensacin de control. Fue un ao vertiginoso e instructivo, durante el que reflexion en muchas ocasiones tanto sobre la ciencia y el arte de curar como sobre la naturaleza de la relacin entre mdico y paciente. Tena la impresin de que si los pacientes asuman la toma de decisiones sobre los tratamientos mdicos, tendran ms posibilidades de encontrarse mejor. Para curarse de verdad era necesario que hubiera dilogo entre el mdico y el paciente, en una especie de democracia de responsabilidad compartida. Tambin experiment de primera mano que las personas pueden curarse sin necesidad de tomar frmacos o de ser intervenidas, simplemente cambiando su alimentacin y su estilo de vida. Curarse no es slo cuestin de encontrar el medicamento adecuado o de someterse a la intervencin correcta, sino que se trata de un complejo proceso de asumir la responsabilidad sobre la propia vida.

Esta experiencia personal me hizo recordar cosas que me haban influido mucho al principio de mi carrera profesional. Cuando era una joven periodista en Nueva York, haba dirigido el departamento editorial del sindicato del Chicago Tribune-New York News. Ah haba conocido al malogrado doctor Robert Mendelsohn, y le haba ayudado a empezar una columna titulada The Peoples Doctor (El mdico de la gente) a mediados de la dcada de 1970. Como ex director mdico de un programa estatal de ayuda a los nios menos privilegiados y presidente de un comit estatal que otorgaba licencias a los mdicos, Mendelsohn haba estado en el corazn del establishment mdico estadounidense. Y a pesar de ello, ese agradable seor de maneras delicadas, el prototipo de abuelito judo, estaba dando un toque de atencin a sus colegas al denunciar que la medicina se exceda y que no siempre estaba probada cientficamente. Todas las semanas su columna atacaba con fiereza alguna vaca sagrada de la medicina. Bob es famoso por haber comparado la medicina con una nueva religin. La medicina escribi no se basa en la ciencia, sino en la fe.

Bob hizo que los cimientos de mi sistema de creencias se tambalearan. Yo era un producto del baby boom de la posguerra, de la nueva frontera de Kennedy, se me haba educado para pensar en la ciencia y la tecnologa norteamericanas como las salvadoras de la humanidad. Cuando era una adolescente crea en los principios del sueo americano de Lyndon Johnson. Pensaba que la mayora de los problemas de la humanidad, el racismo, la pobreza, la enfermedad, podan ser eliminados con la ingeniera social y la ciencia en ese pas, que era el mejor del mundo.

En mi propia actividad periodstica, cuando empec a analizar algunos de los beneficios sociales a los que se dedica la ciencia mdica (los grandes adelantos, como la pldora anticonceptiva), me di cuenta de que a veces no eran ms que una intromisin peligrosa. Pero hasta que no empec a investigar mis propios problemas de salud no volv a acordarme de los argumentos de Mendelsohn.

Cuando me hube recuperado (entre una cosa y otra tard un ao), me sent atrada por la medicina en mi trabajo como periodista autnoma. Empec a estudiar la literatura profesional en bibliotecas especializadas y aprend a leer estudios mdicos. Segua a todos lados a los mdicos principiantes, que trabajaban en un turno estndar de 84 horas en una unidad infantil especial, para hacerme una idea de las condiciones extremas a las que tienen que enfrentarse los mdicos jvenes (y del trato discutible que reciban los pacientes en esa situacin).

Al cabo de un tiempo, empec a sentir como si hubiera cruzado al otro lado del espejo. Mis estudios universitarios no me haban preparado para la peculiar y a menudo retorcida lgica de los estudios mdicos. De hecho, los tratamientos se haban adoptado sin el respaldo de una base cientfica o, en todo caso, esa era deficiente. Aun as, los estudios que ponan en duda la efectividad de los frmacos eran aplaudidos como si fueran una prueba de xito. Se han pasado por alto muchos de los errores ms graves que son producto de la dejadez. Los estudios demostraron sin lugar a dudas que algunos frmacos pueden causar cncer, pero los mejores cientficos se recreaban con las cifras para evitar tener que reconocer lo que era obvio. Incluso la literatura cientfica mdica aportaba pruebas concluyentes de que adems de no funcionar, eran peligrosos. Eso no era ninguna ciencia. Era un sistema de creencias tan inmvil, tan sacrosanto, que toda argumentacin contraria era considerada una blasfemia.

Movida por el fervor misionario de los recin conversos, me hice muy pesada con el tema. Mi nuevo amigo, que ya deba de estar desesperado (y que ahora es mi marido), me propuso que creara un boletn de noticias sobre los riesgos que entraan las prcticas mdicas, para que dejara de contrselo a l, y se lo comunicara a la gente.

Nunca cremos que ese boletn, que habamos pensado llamar What Doctors Don't Tell You, llegara a ser mucho ms que un entretenimiento. Puesto que estaba embarazada, pensamos que sera una buena solucin para quedarme en casa cuidando al beb y ganar un dinero.

Desde el principio, despus de nuestro lanzamiento en el programa Here's Health, mucha gente estuvo interesada en suscribirse. Para entonces, mi equipo de asesores ya constaba de veinticinco de los mejores mdicos, que habamos elegido porque ellos mismos haban advertido de las prcticas mdicas que no estaban cientficamente probadas o porque defendan procedimientos que no fueran tan invasivos. Aunque apenas pusimos ningn anuncio durante nuestro primer ao, el boletn haba despegado con mucha fuerza por s solo, y gracias a la confianza que depositaron en l nuestros primeros suscriptores. Al acabar el primer ao, de alguna manera ya habamos conseguido unos mil lectores y ahora tenemos miles de suscriptores fieles en la Gran Bretaa, Estados Unidos y el resto del mundo.

Lo que nos impulsa a seguir sacando adelante el boletn, y este libro, es la indignacin que sentimos. Cada vez que leo el correo me pongo plida. Todas las maanas me abro paso entre montones de cartas que cuentan historias estremecedoras de desgracias personales: desde nios muertos hasta maridos o esposas que han sido mutilados o incapacitados por la medicina. Cuando estudiamos los casos, solemos descubrir que se saba perfectamente el riesgo que conllevaban esos tratamientos, pero los mdicos no se haban molestado a comunicar esa informacin tan importante a los afectados.

El problema es que cuando nos escriben ya es demasiado tarde.

He escrito este libro porque no quiero que usted sea otra estadstica en el correo que recibo por la maana. No le puedo prometer que esta lectura sea agradable. Puede que muchos de los datos que contiene el libro lo inquieten. Quiz se d cuenta de que muchas de las cosas que le dice su mdico no son verdad. Pero es que mi intencin es esa. Quiero ayudarlo a ser un consumidor mdico mejor informado, que pueda distinguir cundo necesita de verdad acudir al mdico, y cundo lo mejor es hacer caso omiso de sus consejos. Quiero ahorrarle los tratamientos innecesarios y salvarle de las curas peligrosas. De la medicina preventiva por si acaso que le va a causar daos antes de que ni siquiera est enfermo. Adems de quedar avisado sobre el peligro que conllevan muchas prcticas que gozan de una gran aceptacin, tambin encontrar alternativas seguras y probadas cientficamente para diagnosticar, prevenir o tratar muchas enfermedades. Quiero ayudarlo a no ser un buen paciente, puesto que los que siguen al pie de la letra las instrucciones en vez de exigir respuestas, a veces mueren.

Las pginas que siguen le abrirn las puertas a los secretos mejor guardados de una profesin que se ha encerrado en s misma. Tendr la oportunidad de poder escuchar las conversaciones privadas que se dan en el seno de la medicina. Y cuando haya descubierto cuntas tonteras guarda su mdico en el maletn, hasta qu punto la medicina se basa en la confianza ciega, la sabidura recibida y los hechos seleccionados en lugar de hacerlo en la razn, la ciencia o el sentido comn, estar en disposicin de despojar a ese falso chamn de su poder y asumir el control sobre su salud.

I

LA FALSA CIENCIA DE LA MEDICINA

CAPTULO 1

La no ciencia de la medicina moderna

En esta vida, la seguridad resulta reconfortante. Una de las certezas ms consoladoras con las que hemos crecido es que la medicina moderna hace milagros y que los mdicos curan las enfermedades. En las pelculas que nos montamos, el doctor Kildare, Marcus Welby y el doctor Finlay,[*] ataviados con sus batas de color blanco smbolo de pureza, se dedican un da y otro a la labor de salvar vidas. Por ms que en los equivalentes actuales de esas series, como por ejemplo Urgencias y St. Elsewhere, muera ms gente, los mdicos de la sala de urgencias siguen teniendo artilugios para devolver la vida a los muertos.

Una de las convicciones ms profundamente arraigadas sobre la medicina es que se trata de una ciencia noble y reputada que los cientficos han logrado descifrar en el laboratorio gracias a realizar una prueba tras otra. Destacamos con orgullo el hecho de que la ciencia ha triunfado sobre el caos y la oscuridad, que ha progresado desde los tiempos cuando los mdicos ni tan slo saban que tenan que lavarse las manos.

Desde la Segunda Guerra Mundial y el descubrimiento de los dos medicamentos prodigiosos de este siglo, la penicilina y la cortisona, la medicina, en efecto, ha obrado milagros. Enfermedades que antes resultaban mortales, como la de Addison, relacionada con la carencia de hormonas, o infecciones tales como la neumona o la meningitis, resultan fciles de curar, y los pacientes pueden volver a llevar una vida normal. La mayora de los grandes avances mdicos, como la ciruga indolora, las estancias hospitalarias antispticas o los rayos X, que no se descubrieron hasta el siglo que acabamos de cerrar, han hecho posible que la medicina de urgencias occidental sea la mejor del mundo. Si, inesperadamente, padece un ataque de corazn, un tumor cerebral que se pueda operar o un accidente de trfico casi mortal, la medicina occidental, con su despliegue de chismes futuristas, no tiene competidores a la hora de solucionarle el problema. Si algn da me cae un edificio encima quisiera que fueran las ltimas novedades de la alucinante tecnologa occidental las que me recompusieran. Es cierto que, de no ser por los frmacos del siglo XX, mi madre habra muerto a los veinte aos, y yo ni siquiera habra nacido.

Fue tambin gracias a esos descubrimientos producidos durante la Segunda Guerra Mundial, que fueron culminados con la guinda de la bomba atmica, que empezamos a esperar tanto de la ciencia. Una de las consecuencias de la victoria fue el nacimiento de una poca cientfica de la medicina. Con la ayuda de la ciencia habamos logrado vencer a nuestros enemigos humanos. Ahora la lucha sera contra los microscpicos. Empezbamos a conquistar el espacio y, como prometi la revista norteamericana Life, no tardaramos en erradicar la enfermedad.

Los doctores y las autoridades mdicas contribuyen a difundir la creencia de que la ciencia mdica es infalible. Siempre que se habla de su historial, sobre todo para compararlo con el de los tratamientos alternativos, la medicina defiende su superioridad moral llevando el estandarte del hecho cientfico demostrado. En 1980, en un ataque contra la medicina alternativa que public el British Medical Journal, este se felicitaba a s mismo por su tradicin de anlisis objetivo de las afirmaciones.[1]

Del mismo modo, la medicina ortodoxa acusa a la medicina alternativa de no seguir su ejemplo. En 1995, el Royal College of Medicine y el Royal College of Pathologists denunciaron que los tratamientos alternativos para la alergia no eran cientficos y advirtieron de que hasta que sus mtodos no hayan sido analizados con ensayos clnicos reputados, con asignacin aleatoria, a doble ciego, controlados con placebo, no se pueden incorporar a la prctica clnica rutinaria.[2]

Nuestra fe en la ciencia mdica es tan profunda que se ha enraizado en nuestra vida cotidiana. Un da cualquiera en Gran Bretaa, una familia puede poner su vida en manos del progreso mdico. Una futura madre decidir si sigue adelante con su embarazo a partir de los resultados de las pruebas prenatales. Vacunarn a su hijo y le recetarn frmacos para bajar la tensin arterial a su marido, con el fin de prevenir posibles enfermedades. Los anlisis mdicos deciden si podemos tener hijos, continuar trabajando, ser intervenidos, tener un seguro, requerir una cesrea o, como pasa cuando el test del VIH sale positivo, si la gente nos rehuir como a parias. Creemos que los mdicos y sus tratamientos milagrosos nos protegern del mal, que ha dejado de estar representado por la tentacin, para encarnarse en la aterradora aleatoriedad de la enfermedad.

Pero, por mucho que nos aferremos a la visin de la ciencia como un elemento redentor, nuestra fe est mal depositada. La verdad es que, de hecho, la ciencia mdica no est funcionando demasiado bien. Estados Unidos y Gran Bretaa estn perdiendo la guerra contra el cncer.[3] A pesar de los punteros artilugios empleados en las tcnicas de imagen, y de todos los procedimientos quirrgicos, los ndices de mortalidad del cncer de mama se niegan rotundamente a descender. A pesar de los cientos de miles de recetas de frmacos para reducir el colesterol y de los cientos de miles de huevos que se han dejado de comer siguiendo dietas bajas en colesterol, el porcentaje de ataques cardacos en Occidente es el mismo. Con todos esos frmacos tan sofisticados y todo ese instrumental de anlisis informatizado con que contamos, el asma, la artritis, la diabetes o el cncer, de hecho todas las enfermedades crnicas degenerativas que el hombre conoce, estn en plena ebullicin y la medicina no ha reducido su incidencia.

Basta con consultar las estadsticas para comprobar que, a excepcin de que lo atropellen o de que le tengan que practicar una cesrea de urgencias, la medicina ortodoxa occidental no slo no lo curar, sino que adems le puede dejar peor de lo que estaba. De hecho, en la actualidad, la misma medicina cientfica es la causa de un porcentaje considerable de enfermedades. Si se encuentra en el hospital, hay una probabilidad entre seis de que lo que le haya llevado all sea un tratamiento mdico que ha salido mal.[4] Una vez ah, tiene una posibilidad entre seis de morir o de sufrir alguna enfermedad mientras permanezca ingresado. Puesto que la mitad de ese riesgo se debe a un error mdico u hospitalario, tiene un ocho por ciento de posibilidades de que un miembro del personal le produzca daos o la muerte.[5] Segn el ltimo recuento, cerca de 1.170.000 britnicos acaban en el hospital todos los aos por culpa de un error mdico o de una reaccin adversa a un frmaco. Si extrapolamos los resultados de un estudio que se llev a cabo en 1984 en Estados Unidos, todos los aos se causan daos a ms de un milln de personas en el hospital, como consecuencia de los cuales mueren unas 180.000.[6] Para entender mejor la magnitud de ese problema, podramos decir que la poblacin entera de una ciudad del tamao de Birmingham termina en el hospital todos los aos por culpa de un error mdico. Si vive en Estados Unidos, donde cada ao mueren unas cuarenta mil personas de disparo de bala, usted tendr tres veces ms probabilidades de morir por culpa de un mdico que de un arma.[7]

Slo hace falta echar un vistazo a los siguientes titulares, con su letana de calamidades profesionales, y observar que la mayora son tratadas como sucesos diarios y que apenas se les concede un par de lneas:

Mujeres a quienes se ha practicado histerectomas sin contar con su consentimiento.

Mujeres embarazadas que han abortado fetos sanos por culpa de un diagnstico equivocado.

El diagnstico de unos 1.000 tests de frotis cervical ha sido errneo.

En un distrito hospitalario se ha diagnosticado cncer a casi 2.000 pacientes que no lo tenan, y el tratamiento que se les ha realizado puede incrementar sus posibilidades de desarrollar esa enfermedad.

Cada da hay ms pruebas de que las hormonas de los tratamientos de fertilidad que han recibido algunas mujeres transmiten la enfermedad de Creutzfeld-Jacob. Tambin se han encontrado trazos de ella en la hormona del crecimiento.

Hay pacientes que han sido intervenidos y que mueren en el hospital por culpa de una mala asistencia.

Las demandas mdicas se han triplicado desde 1977.

La mitad de todos los mdicos residentes reconoce que han cometido errores graves en la administracin de medicamentos intravenosos.

Las prescripciones de medicamentos han aumentado un 30 por ciento en siete aos.

Cada ao fallecen 13.000 britnicos por culpa de que no se les realizara un seguimiento adecuado cuando estaban ingresados en cuidados intensivos.

Y eso es slo lo que le el ao pasado en el peridico de la maana durante el intervalo de un mes en Gran Bretaa.

Ese historial vergonzoso no tiene nada que ver con la incompetencia o la falta de dedicacin. La mayora de los mdicos dan grandes muestras de buena voluntad y es probable que la mayora sean muy competentes en lo que han estudiado.

El problema no es el carpintero, sino las herramientas. La realidad es que la medicina no es ninguna ciencia, ni siquiera un arte. Muchos de los arsenales de tratamientos que guardan nuestros mdicos no funcionan, y nunca se ha demostrado que lo hagan, y todava menos que sean seguros. La medicina es una falsa ciencia que se ha levantado sobre conjuros, supersticiones e ideas preconcebidas, y lo que recibe el nombre de mtodo cientfico consiste bsicamente en avanzar a ciegas en la oscuridad.

Muchos de los tratamientos que damos por descontados (del cncer de mama, de las enfermedades del corazn e incluso de estados crnicos como la artritis o el asma) han sido adoptados y vastamente puestos en prctica sin que existiera ni un solo estudio que demostrara que son efectivos y seguros. El llamado patrn de referencia, que los cientficos mdicos consideran la nica prueba cientfica de que un frmaco o un tratamiento es vlido de verdad, es el ensayo clnico con asignacin aleatoria, a doble ciego y controlado con placebo. Es decir, un estudio en que se asigna al azar un frmaco o una pastillita de azcar a los pacientes sin que ni ellos ni los investigadores sepan cul de los dos estn tomando. Con todo, y a pesar del hecho de que cada ao se llevan a cabo miles de estudios, son muy pocos los tratamientos que, aunque se consideran la cima de la medicina moderna, han pasado esta prueba. En algunos casos, ni siquiera han pasado ninguna.

Por mucho que la medicina se llene la boca hablando de ciencia, de factores de riesgo y de datos concienzudamente controlados, de las estrictas regulaciones gubernamentales, de la meticulosa crtica de los compaeros de profesin en la literatura profesional, por mucho que se envuelva la medicina con un halo de ciencia, una parte importante de lo que hoy en da consideramos que son prcticas mdicas estndar, no pasan de ser ritos de vud del siglo XX.

Las autoridades mdicas lo reconocen abiertamente en sus propias publicaciones. La revista New Scientist escribi no hace mucho en una de sus portadas, que el 80 por ciento de los procedimientos mdicos practicados en la actualidad no han sido debidamente testados.[8] John Garrow, presidente de Health Watch, un grupo que se ha proclamado a s mismo guardin de la honradez de la medicina, afirm recientemente que se estima que ms de la mitad de las formas de atencin mdica que se llevan a cabo durante el embarazo y el parto tienen efectos desconocidos o que tienen que dejar de practicarse. No hay ninguna razn para creer que los tratamientos de otras ramas de la medicina hayan sido validados con ms exhaustividad.[9]

La medicina, tal y como se practica hoy en da, es bsicamente una conspiracin de fe. Seguramente gracias a frmacos milagrosos como, por ejemplo, los antibiticos, los mdicos han acabado creyndose que lo que tienen en su maletn negro es realmente magia. El malogrado doctor Robert Mendelsohn fue uno de los primeros en comparar la medicina moderna con una iglesia en la que los mdicos son sacerdotes que siguen las enseanzas con una fe ciega: La medicina moderna no es ni un arte ni una ciencia. Es una religin, escribi en su libro Confessions of a Medical Heretic (Contemporary Books), slo hace falta que pregunte Por qu? unas cuantas veces y tarde o temprano se dar contra un dogma de fe. Su mdico se refugiar en el hecho de que usted no puede saber ni comprender todas las maravillas que l domina. Confe en m.[10]

Los doctores creen tan fervientemente en el poder de sus herramientas, que estn dispuestos a reprimir cualquier muestra razonable de escepticismo sobre los tratamientos mdicos actuales o los nuevos, mientras estos sean del mbito de la prctica mdica ortodoxa. La mayora de los mdicos e investigadores actan basndose en la presuncin de la existencia de un beneficio a priori, con independencia de si la validez de un tratamiento ha sido probada o no: sabemos que estamos haciendo lo correcto. Estn tan entusiasmados con la terapia hormonal sustitutoria, por ejemplo, que olvidan voluntariamente uno de los lapsos cientficos ms graves que se puedan producir a la hora de probar la seguridad, para fomentar lo que a primera vista parece ser una cosa buena. Sabemos que estamos haciendo lo correcto.

Hasta en los casos en que se ha demostrado que un tratamiento es ineficaz o, directamente, peligroso, su fe es tan grande que a menudo no tienen en cuenta los resultados. Casi todos los buenos estudios realizados sobre los monitores fetales (que son aparatos que utilizan ultrasonidos para controlar el estado del feto durante el embarazo y el parto) demuestran que las consecuencias del uso de esa tcnica pueden ser nefastas tanto para la madre como para el beb.[11] Segn parece, la mayora de los toclogos que llevan muchos aos de ejercicio profesional lo saben a la perfeccin: el ex director de la Unidad Prenatal de Oxford ha escrito mucho sobre este hecho, pero an as, los monitores fetales continan usndose en todas las salas de parto de ese pas. Sabemos que estamos haciendo lo correcto.

Puede que este sea el motivo de que los mdicos sean tan malos en lgica, ya que en la medicina muchos se quedan atrapados en nudos lgicos al intentar justificar contradicciones evidentes con razonamientos misteriosos propios de Alicia en el pas de las maravillas. El crtico mdico Robert Mendelsohn deca que su frase favorita de entre las que emiten los mdicos era: Lo mejor es dar el pecho, pero el bibern es igual de bueno.

Los niveles elevados de colesterol srico constituyen un factor de riesgo importante de enfermedades coronarias, escribi el doctor Meir J. Stampfer, investigador de enfermedades del corazn de la Facultad de Salud Pblica de Harvard, hacindose eco de la teora dominante. Sin embargo, en su siguiente frase aadi en un tono paternalista: pero la mayora de los pacientes [que han tenido ataques al corazn] tenan unos niveles de colesterol normales (la cursiva es ma).[12]

La fe en la infalibilidad de sus instrumentos les permite adoptar como patrn de referencia lo que normalmente no pasan de ser tratamientos experimentales, y se utilizan en millones de casos antes de que se conozcan bien sus efectos o de que el procedimiento supere la prueba del tiempo. La frase preferida de los mdicos cuando avanzan a toda velocidad sin tener ninguna prueba es que si siempre hubieran esperado hasta tener alguna prueba, Dios sabe cuntos avances mdicos habran sido postergados (y cuntos millones de personas habran muerto). Es evidente que ese argumento no tiene en cuenta la enorme cifra de personas que s han muerto al recibir un tratamiento del que ms tarde se ha descubierto que era mortal. Cuando ya llevaban muchos aos en el mercado, se descubri que los inhaladores beta-agonistas para el asma estaban relacionados con varios fallecimientos. Este es slo uno de los muchos ejemplos escalofriantes de frmacos cuyos efectos secundarios son letales en potencia y que, por lo visto, no han sido detectados por los filtros reguladores.[13] Otros, como por ejemplo la amalgama de los empastes dentales de mercurio o la mastectoma total, son tratamientos que fueron concebidos hace un siglo y que nunca han sido testados debidamente ni reexaminados para determinar si son tan seguros y eficaces como siempre se ha credo.

La medicina como se practica en la actualidad se basa por completo en las cifras. Cuando estn considerando si un tratamiento es vlido o no, los investigadores tienen que sopesar los riesgos de los frmacos o de los tratamientos (y todos los tratamientos de la medicina ortodoxa conllevan algn riesgo) con sus efectos beneficiosos probables y la gravedad de la enfermedad que tienen que tratar. Puede valer la pena tomar un medicamento que se sabe que es eficaz, pero que tiene unos efectos secundarios importantes, si se padece una enfermedad que puede resultar mortal, pero no si lo que se tiene es un padrastro.

La ciencia mdica es, fundamentalmente, el triunfo de la estadstica sobre el sentido comn. Cuando se dan de bruces contra verdades que les resultan difciles de aceptar, los mdicos cientficos que, una vez ms, siempre dan por supuesto que un tratamiento mdico determinado es beneficioso, tienden a maquillar todo el asunto o a cortar y pegar, a pulir y corregir, hasta que el resultado encaja en la premisa o hasta que pueden desestimar un resultado indeseado.

Recientemente, un importante estudio del Instituto Holands del Cncer demostr que todas las mujeres que toman la pldora anticonceptiva, sea cual sea su edad, tienen ms probabilidades de padecer cncer. Y lo que todava resulta ms preocupante: el 97 por ciento de las mujeres de menos de treinta y seis aos que haban desarrollado un cncer de mama, la haban tomado durante un periodo de tiempo, ya fuera prolongado o no.[14] Durante treinta aos los mdicos haban estado vendiendo la pldora como el frmaco ms seguro que nunca se haba creado. El estudio holands, que ya era el quinto y, seguramente, el que denunciaba una mayor relacin entre el uso de la pldora y el cncer, result extremadamente embarazoso para toda una industria que se dedicaba por completo y, costara lo que costara, a la contracepcin.

Sin embargo, despus de haber pregonado a los cuatro vientos los resultados negativos, los investigadores holandeses empezaron a echarse atrs, reduciendo las implicaciones generales de su artculo a algunas categoras. Hicieron hincapi en que el aumento del riesgo se daba sobre todo entre ciertos subgrupos. Puesto que, supuestamente, las cifras no mostraban que hubiera ningn factor de riesgo adicional de padecer cncer de mama entre aquellas mujeres de ms de treinta y cinco aos, los resultados de su estudio eran una buena noticia: Nuestros hallazgos concuerdan con los resultados de la mayora de las pruebas en que el uso de anticonceptivos orales en mujeres que se encuentran en la plenitud de su fertilidad [25-39 aos], no tiene ningn efecto negativo en el factor de riesgo de cncer de mama (la cursiva es ma).

Los mdicos a menudo restan importancia al riesgo de un frmaco aumentando el riesgo de no utilizarlo. La mayora de los estudios han podido explicar que la pldora es segura gracias a convertir el embarazo en una enfermedad peligrosa. La ecuacin riesgo-beneficio slo es aplicable si se considera que es mejor aumentar el riesgo de padecer cncer de pecho o cervical, un infarto o una trombosis (riesgos que se sabe que estn asociados con la pldora) que tener un hijo no deseado o utilizar preservativos.

Una portavoz de la British Family Planning Association (Asociacin Britnica para la Planificacin Familiar), que probablemente habr repartido una gran cantidad de pldoras entre los adolescentes, neg la existencia de cualquier factor de riesgo de cncer de pecho incontrolable, arguyendo que ese riesgo terico tena que ser sopesado con las pruebas que demuestran que la pldora protege contra el cncer de endometrio y el de ovario.[15] Este es un tpico ejemplo de razonamiento mdico: este frmaco es beneficioso porque te puede proteger de tener un nio o de un cncer mortal (a todas luces, una conclusin cuestionable), a pesar de que te puede causar otro cncer que puede resultar letal.

Y puesto que ven la medicina como una serie de cifras, y que creen en la infalibilidad de sus instrumentos, los mdicos estn dispuestos a recetar una medicacin peligrosa confiando en la presuncin de que futuras investigaciones descubrirn cualquier efecto secundario que puedan producir y que saldrn otros frmacos para tratar esos problemas nuevos. Esta es la razn por la que los defensores de la planificacin familiar suelan explicar pacientemente que, a pesar de que la pldora puede causar cncer cervical, los frotis cervicales detectarn cualquier anomala incipiente, cuando todava est en un estadio en el que pueda ser convenientemente tratada. Como muchos profesionales de la medicina, cometen el terrible error de exigir a la medicina que sea infalible. Este razonamiento slo funciona si un test, que tiene un margen de error de hasta un 50 por ciento, detecta el cncer a tiempo y si la medicina puede curar todos los cnceres, cosa en la que, hasta el momento, ha fracasado bastante a menudo.

Se recurra a este tipo de lgica retorcida para restar importancia a las nuevas investigaciones que demostraban que exista una relacin concreta e irrefutable entre la vasectoma y el desarrollo de cncer de prstata. Dos estudios, que examinaron a ms de 74.000 hombres a quienes se haba practicado una vasectoma, demostraron que esta intervencin incrementa el riesgo de padecer cncer entre un 56 y un 66 por ciento.[16] Los que se haban sometido a esa intervencin veinte aos atrs se enfrentaban a un enorme incremento de entre un 85 y un 89 por ciento. Es decir, haberse hecho una vasectoma hace veinte aos supone que el riesgo de padecer cncer sea dos veces mayor.

Se dira que estas pruebas ya son bastante condenatorias. Pero a pesar de ello, y de que esos datos se hubieran publicado, algunas revistas profesionales inducan a los mdicos a que dijeran a sus pacientes que el riesgo de padecer cncer de prstata por haberse sometido a una vasectoma era mnimo. El artculo intentaba argumentar que, en comparacin con los otros mtodos de control de natalidad (el preservativo?, la planificacin familiar natural?), la vasectoma an es uno de los ms seguros. El portavoz de una asociacin de planificacin familiar se mostr de acuerdo: Esos estudios no nos demuestran que la vasectoma cause cncer de prstata (la cursiva es, de nuevo, ma).

De todos es conocido que los mdicos y los investigadores mdicos exageran el riesgo que supone una enfermedad en comparacin con el riesgo del frmaco empleado para tratarla. Si se convierte un problema de salud corriente en una enfermedad mortfera, los frmacos peligrosos parecen inofensivos. En 1992, el Department of Health (DoH, Departamento de Salud) de Estados Unidos anunci la rpida retirada del mercado de dos de las tres marcas de vacunas combinadas para el sarampin, las paperas y la rubola. Segn la versin oficial que se facilit a la prensa, esos frmacos, que haban sido inyectados a millones de bebs de quince meses, haban sido retirados supuestamente porque se haba detectado que dos de esas marcas comportaban un riesgo insignificante (de uno entre once mil) de provocar una meningitis momentnea y leve (las palabras entrecomilladas son del DoH). Tericamente, la tercera marca, que estaba compuesta de una cepa distinta del virus de las paperas, no conllevaba ese riesgo.

La primera vez que entrevist al doctor Norman Begg del Public Health Laboratory (Servicio de Laboratorios de la Sanidad Pblica) de Reino Unido, que haba recomendado la vacuna en Gran Bretaa, fue en 1989. Me asegur que las paperas por s solas eran una enfermedad muy leve para los nios. Las paperas, dijo, slo en ocasiones contadas suponen complicaciones a largo plazo tales como la orquitis (que tiene lugar entre los varones adultos cuando la enfermedad ataca los testculos y produce esterilidad). El componente de las paperas slo se haba aadido, dijo, para aadir valor a la inyeccin.[17]

Pero en 1992, cuando se retiraron las dos versiones de la vacuna SPR, el gobierno britnico dibujaba un panorama muy distinto al anunciar que, en uno de cada cuatrocientos casos, las paperas causan meningitis. Por eso, Hinque la vacuna vieja fuera peligrosa (y debi de haberlo sido bastante para que la retiraran del mercado casi de un da para otro), no era tan peligrosa como coger paperas.

Claro que dos tercios de todas las prcticas mdicas no han sido probadas de ningn modo. No existe ninguna agencia reguladora como el Food and Drug Administration (Organismo para el Control de los Alimentos y los Medicamentos) o el Committee on safety in Medicines (Comit para la Seguridad de los Medicamentos) que controle las operaciones, las tcnicas de imagen o las pruebas de diagnstico. No hay ms control que el que llevan a cabo los colegas a travs de las asociaciones mdicas estatales. Dirigidas por mdicos y para mdicos, estas organizaciones tienden a gobernar por consenso y por medio de una lgica peculiarmente circular: si una prctica mdica es universalmente utilizada, es que tiene que ser segura, por muchos estudios que indiquen lo contrario.

En el caso de la ciruga, la mayora de los tratamientos se aprueban sin que hayan superado ningn ensayo clnico (en parte porque resulta muy difcil realizar un ensayo ya sea con asignacin aleatoria o de doble ciego y tambin lo es deshacer una operacin cuyo resultado es desfavorable). En consecuencia, algunas tcnicas nuevas se adoptan sin que apenas se haya realizado ninguna prueba para averiguar que sirven para arreglar algo y que no provocan ningn dao drstico.

La medicina, como se practica hoy en da, es una conversacin privada entre mdicos y para mdicos. No cabe duda de que la medicina aplica un doble rasero. En privado, los mdicos a menudo expresan la duda, el desencanto y el temor que levanta alguna prctica que aparece en sus propias publicaciones, pero les resulta difcil revelarlo en conversaciones con pacientes o con la prensa. No hace mucho, sali a la luz pblica una noticia alarmante sobre las vacunas. Los Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el control y la prevencin de enfermedades) de Estados Unidos en Atlanta, Georgia, descubri que los nios que haban recibido vacunas triples de la difteria, el ttanos y la tos ferina o del sarampin, las paperas y la rubola, tenan tres veces ms posibilidades de padecer ataques epilpticos. Pero, a pesar de ello, slo se transmiti esa informacin a nueve cientficos, y nunca se hizo pblica en ningn medio.

En la cuestin del tratamiento de cncer de mama encontramos otro buen ejemplo de ese doble rasero. En un editorial de The Lancet, se public un feroz ataque sobre el fracaso que ha supuesto la mamografa como tcnica a la hora de detener el rpido avance de la tasa de mortalidad provocada por el cncer de mama, y se organiz una conferencia para tratar sobre las posibles nuevas soluciones,[18] a la vez que distintos rganos gubernamentales pedan que se aumentara la frecuencia de las mamografas.

La principal razn de que la investigacin mdica est contaminada es que est patrocinada por las mismas compaas que esperan sacar ganancias de determinados resultados. Estas empresas no son slo quienes pagan los sueldos de los investigadores, sino que a menudo tambin son quienes deciden dnde (y, por supuesto si) se publican esos estudios. Es conveniente no olvidar que a esta industria, de alguna manera, le interesa especialmente la mala salud: si las empresas farmacuticas inventaran curas en vez de tratamientos de mantenimiento de por vida, pronto dejaran de ser rentables.

La actitud de constante servilismo de la medicina ante la industria farmacutica, y la confianza en la futura investigacin mdica que esta lleve a cabo, ha creado un clima en el que gran parte de la corriente principal de la medicina ha desestimado considerar la posibilidad de implantar otro tipo de tratamientos, adems de los frmacos y la ciruga, incluso cuando se apoyan en abundante evidencia cientfica. La actitud de muchos mdicos convencionales resulta muy ofensiva, puesto que rechazan trabajos de gran importancia realizados por innovadores, mientras que aceptan muchas soluciones basadas en la ciruga o en los frmacos sin poner en ningn momento en duda su utilidad, cuando en realidad no son ms que una especie de moderno ungento de serpiente. De ese modo, se ha acabado creando un polarizacin entre los terapeutas que se dedican a la medicina alternativa y los que lo hacen a la ortodoxa, en vez de juntarse en un slo grupo que aprobara todos los tratamientos que tuvieran una base cientfica slida o una prctica clnica demostrada. El doctor Peter Duesberg, un importante profesor de biologa molecular de la Universidad de California, ha sido vituperado pblicamente por haber propuesto, con una argumentacin bien razonada, sustentada por un ensayo de setenta y cinco pginas, que el VIH no es la causa del sida.

Para que se puedan hacer una idea de cmo trata la medicina a los herejes, fjese en cul fue su reaccin a la evidencia que respalda la medicina alternativa. Un estudio reciente, que fue llevado a cabo de un modo cientfico con todos los controles y balances habituales del patrn de referencia, los experimentos a doble ciego, controlados con placebo, de los que tan orgullosa se muestra la medicina, demostr que la homeopata funciona en el tratamiento del asma. Los cientficos ya tenan pruebas de que, en efecto, la homeopata funciona. De hecho, era el tercer estudio que realizaba una misma persona que llevaba trabajando en ese tema desde 1985, para obtener exactamente el mismo resultado.

A pesar de todo, en el informe que public, el director del ensayo se distanci de los resultados que haba obtenido, y en su conclusin destac que ese tipo de pruebas pueden acabar dando resultados falso positivos o totalmente errneos.[19] A pesar del diseo cientfico del ensayo, una editorial de The Lancet renunci llanamente a aceptar los resultados: Puede haber algo ms absurdo que pensar que una sustancia es activa teraputicamente en diluciones tan grandes, que lo ms probable es que el paciente ni siquiera reciba una sola molcula de ella? [] S, el principio homeoptico de la dilucin es absurdo, por lo que en caso de que se produzca algn efecto teraputico cabe presumir que ser por otra razn.[20] En otras palabras, el mtodo cientfico slo funciona cuando se aplica a cosas en las que tenemos fe, pero no, segn parece, cuando se trata de algo que no entendemos o con lo que no estamos de acuerdo.

El problema de esta observancia dogmtica a preconcebir y rechazar la disensin o la duda, en cuanto nos afecta a usted y a m, es que oculta el hecho de que una gran parte de la prctica mdica habitual no funciona muy bien. Hace que los frmacos peligrosos parezcan seguros y efectivos. Hace que parezca que la gente que no necesita tomar medicamentos tendra que tomarlos. Justifica un gran nmero de intervenciones quirrgicas que puede muy bien ser que lo maten y que, casi seguro que no le hacen ningn bien. Renuncia a muchos tratamientos prometedores que no requieren frmacos o intervenciones quirrgicas. Por muy buenas que sean sus intenciones, la medicina a veces es ms la causa de un dolor y un sufrimiento indecibles que una contribucin a su salud. De hecho, usted corre un grave peligro en el momento en que entra en la consulta de su mdico, especialmente en cuanto le dice que tendr que hacerle algunas pruebas.

II

DIAGNSTICO

CAPTULO 2

El exceso de diagnosis

El mdico de nuestro tiempo tiene a su disposicin un despliegue de artilugios de alta tecnologa que le permiten controlar y medir casi todos los rincones del cuerpo. l y sus colegas mdicos ahora confan por completo en esas pruebas para diagnosticar las enfermedades. Como pacientes, confiamos tan incondicionalmente en que esas pruebas nos proporcionen una mirada definitiva a nuestro estado de salud (hasta el punto de que puedan predecir en qu momento del futuro lejano enfermaremos), que hacemos pruebas a muchos de nuestros hijos nada ms ser concebidos.

En el ltimo recuento que se hizo, haba ms de 1.400 tipos de pruebas, desde un simple brazalete para medir la presin hasta los ms sofisticados instrumentos de formacin computarizada de imgenes por resonancia magntica nuclear. Hace un tiempo, en una poca relativamente oscura, slo en el ao 1987, se practicaron ms de diecinueve billones de pruebas en Estados Unidos, que sale a un total de ochenta pruebas por cada hombre, mujer y nio.[1]

Con todos esos aparatos, que haran que la NASA se avergonzara de los suyos, el problema es que la tecnologa en realidad no funciona muy bien. La mayora de las pruebas son muy poco fiables y sus lecturas son equivocadas una gran parte de las veces. Un test falso positivo pone en marcha el tren de tratamientos agresivos de que dispone su mdico, con todos los riegos que eso comporta. Pero las pruebas en s pueden comportar tantos riesgos como algunos de los medicamentos y de las intervenciones quirrgicas ms peligrosas. Unos riesgos que se ven multiplicados por el hecho de que muchas pruebas sean, claramente, innecesarias. En muchos casos (y ms en Estados Unidos), los mdicos se protegen de posibles pleitos pidiendo todas las pruebas que pueden. De hecho, en ese pas, se practican un gran nmero de pruebas por el propio inters de los mdicos, puesto que muchos mdicos de cabecera son propietarios o accionistas importantes de las instalaciones adonde envan a sus pacientes.

Otro problema es que, en la actualidad, la tecnologa ha remplazado el arte del diagnstico, de examinar la historia clnica de un paciente y echar un buen vistazo a sus ojos y al estado de su lengua. Casi siempre encontramos la raz del problema en los mdicos residentes, que en muchas ocasiones piden las pruebas pensando, equivocadamente, que sus supervisores querran que practicaran medicina de por si acaso. Pero es cierto que son muchos los casos en que los mdicos reprenden a sus ayudantes si estos se olvidan de pedir algunas pruebas, con lo que les crean la impresin de que es mejor pecar por exceso, y de que el buen ejercicio de la medicina consiste en la realizacin masiva de pruebas.[2]

Con las pruebas se comete el error de dar por supuesto, no slo que todas las personas son iguales, sino que adems tanto ellas como sus niveles nunca cambian.

El otro problema es que, a no ser que su mdico tenga la aficin de desmontar ordenadores en su tiempo libre, a menudo no sabe usar una gran parte de su alucinante tecnologa. Un estudio reciente revel que casi todos los mdicos y las enfermeras desconocen cmo funciona un oxmetro para el pulso, un sistema de seguimiento que es de vital importancia para controlar a los pacientes que se recuperan de la anestesia y para registrar situaciones que pueden resultar mortales.[3] Por lo tanto, cometen errores graves cuando evalan las lecturas. El personal mdico aseguraba que no se preocupaba demasiado cuando los niveles de los pacientes indicaban que estos tenan una carencia grave de oxgeno y que necesitaban ser atendidos de inmediato para seguir vivos.[4]

La lectura de la tensin arterial

Es posible que sus problemas hasta empiecen antes de que su mdico le coloque el brazalete para medir la tensin arterial. El profesor William White, jefe del departamento de enfermedades vasculares y de hipertensin en la Universidad de Connecticut, afirma de ese aparato, conocido en trminos mdicos como el esfigmomanmetro, que es la investigacin mdica ms dura. La tensin arterial, dice, puede variar enormemente, hasta unos 30 mm Hg a lo largo de cualquier da.[5] De hecho, cuando es ms probable que su tensin aumente es mientras espera que se la tomen en la consulta de su mdico, un fenmeno conocido como hipertensin de la bata blanca.

Hoy en da existen muchas posibilidades de que su mdico le venda un aparatito electrnico porttil que le medir la tensin sangunea a unos intervalos preestablecidos de veinticuatro horas. Este es considerado ahora el modo ms preciso de calcular su tensin media, aunque todava existen muchos indicios de que este sistema, llamado control ambulatorio, tampoco proporciona una informacin lo bastante exacta como para que los mdicos decidan si un paciente necesita ser tratado de hipertensin.[6] Hasta la Organizacin Mundial de la Salud recomienda ahora que lo mejor es realizar mltiples lecturas del control ambulatorio cada seis meses. Pero, puesto que nadie se ha molestado en realizar estudios cientficos adecuados a gran escala, nadie se pone de acuerdo sobre durante cunto tiempo hay que realizar el control ambulatorio antes de poder hacer un diagnstico, o sobre qu constituye en realidad tensin arterial alta durante ese periodo, o incluso hasta qu punto tendra que disminuirse la tensin arterial para que se pudiera considerar normal.[7]

La lectura de la tensin arterial se puede ver incluso influenciada por la variacin entre un brazo y otro. Un mdico del City General Hospital de Staffordshire, en Inglaterra, descubri que exista una variacin de ms de 8 mm Hg en la presin arterial sistlica entre los dos brazos, en casi una cuarta parte de sus pacientes. En un caso la diferencia era de 20 mm Hg.[8]

Cuando se trata de mujeres embarazadas y de nios, la confusin no es menor. Los mdicos y el personal sanitario ni siquiera se pueden poner de acuerdo acerca de cmo registrar el segundo latido de la presin arterial (llamado distole), que la mide cuando la sangre llena el corazn;[9] o si ciertos sonidos reflejan con precisin la presin diastlica. Este desacuerdo lleg incluso a ser objeto de un debate acalorado en un congreso mundial sobre la hipertensin que tuvo lugar en 1990 en Italia, que pretenda alcanzar un consenso internacional sobre cmo registrar la tensin arterial de las mujeres embarazadas. De hecho, algunos investigadores han afirmado recientemente que los mdicos han estado utilizando el tipo equivocado de prueba para medir la tensin sangunea de las mujeres embarazadas: los mdicos obstetras y las comadronas prefieren el clculo conocido como Korotkoff fase 4, pero segn los ltimos estudios, el test de fase 5 es mucho ms fiable: al contrario de lo que el punto de vista imperante reza. En una prueba casi nadie lleg a un acuerdo sobre la lectura de un test K4, mientras que todos lo estaban en la del K5.[10]

Esta facilidad para que se produzcan interpretaciones distintas de una misma lectura, puede causar problemas si son varias personas las que le toman la tensin arterial, ya que es muy probable que hayan recibido una formacin diferente sobre cmo leer los brazaletes.

La lectura de los electrocardiogramas

Despus de tomar la tensin, la actividad preferida de su mdico es escuchar el latido de su corazn. Pero en la actualidad, el estetoscopio multiusos (que nunca se ha demostrado que presente ninguna ventaja sobre la oreja humana), ha sido reemplazado por una serie de artilugios futuristas que han sido diseados para registrar el ms mnimo cambio en la capacidad del corazn para hacer su trabajo.[11] El dolo de todo especialista del corazn es el electrocardiograma (ECG), a pesar de que hay estudios que demuestran que el margen de error en el registro o la interpretacin de los resultados es muy amplio. Un estudio demostr que los ordenadores, que a menudo se emplean para interpretar lecturas de ECG, slo lo hacan correctamente dos terceras partes de las veces y pasaban por alto el 15 por ciento de los casos de dilatacin del ventrculo derecho. Pero los seres humanos no lo hicieron mucho mejor: incluso los especialistas cualificados interpretaban mal una de cada cuatro lecturas.[12] Eso se debe a que, como en el caso de la tensin arterial, las lecturas se ven afectadas hasta en un 20 por ciento por la actividad que el paciente haya realizado poco antes, por la hora del da e incluso por factores tales como el miedo a lo que pueda descubrir el cardilogo! El malogrado doctor Mendelsohn escribi un artculo sobre un estudio en el que la electrocardiografa detectaba slo una cuarta parte de los casos probados de ataque cardaco y sobre otro en el que las pruebas percibieron anormalidades importantes en ms de la mitad de los casos de personas que no tenan ningn problema de salud.[13] Como apunta Stephen Fulder, autor de Cmo ser un paciente sano: lo que debemos saber sobre el tratamiento mdico (Ediciones Paids Ibrica) un ECG incorrecto ha sido la causa de el diagnstico incorrecto de enfermedad orgnica del cerebro en nios sanos pero rebeldes, convirtindolos en casos clnicos.[14]

Ahora lo ltimo, mucho ms novedoso que el ECG, es la ecocardiografa, una prueba para diagnosticar enfermedades del corazn que a menudo utiliza una mezcla de agentes de contraste y de ondas de sonido. Este procedimiento, que requiere el uso de dos frmacos, la dobutamina y la atropina, ha ido ganando aceptacin por su seguridad y precisin. Sin embargo, como sucede con mucha de la tecnologa nueva totalmente segura, los mdicos no se han dado cuenta hasta hace poco de que es ms peligrosa de lo que pensaban, y que puede llevar a poner en peligro la vida del paciente.

El primer estudio importante que se ha realizado de este procedimiento revel que puede poner en peligro la vida del paciente en uno de cada 210 casos, en los que se requiere un tratamiento especial o el ingreso en el hospital. Dos de las tres mil personas que participaron en el estudio sufrieron un ataque cardaco nada ms acabar de practicar el procedimiento.[15]

La angiografa

Si su mdico sospecha que est mal, es posible que le haga salir disparado a por una angiografa, que es una prueba de rayos X que, supuestamente, examina el estado de sus arterias por medio de un tinte de contraste. Aun as, existen muchos indicios de que el promedio de acierto de estas pruebas es muy pobre y que, debido a eso se ponen en marcha una serie de operaciones del corazn que pueden resultar mortales. En una prueba que se hizo en Boston, se descubri que la mitad de los 171 pacientes a los que se les haba recomendado que se intervinieran de angioplastia (una operacin que consiste en abrir las venas que estn obturadas con unos globos de aire) basndose en los resultados de la angiografa, no necesitaban esa operacin. Al final, slo el 4 por ciento de los pacientes a quienes se les haba recomendado la angiografa la necesitaban en realidad.[16] Las angiografas tambin son especialmente susceptibles de ser malinterpretadas. En otro estudio en el que se compararon los informes patolgicos de pacientes fallecidos con angiografas que se les haban realizado anteriormente, se observ que dos terceras partes eran errneas.[17]

Los rayos X

Los rayos X son uno de los procedimientos ms comunes y existen muchas probabilidades de que tengan que hacerle uno al menos una vez en la vida. La radiacin ionizante consiste, bsicamente, en una serie de ondas de alta frecuencia que atraviesan el tejido orgnico. Dependiendo de la densidad del tejido, el cuerpo retiene una parte de esa radiacin. Los rayos que han sido absorbidos son los que quedan registrados en la pelcula en color blanco o gris, mientras que los que atraviesan por completo el tejido llegan a la pelcula fotogrfica y se traducen en el color gris oscuro o negro. Adems de las mamografas, las radiografas del esqueleto y las dentales, el tipo de rayos X ms novedosos son las TAC, en las que un haz mvil de rayos X crea una imagen tridimensional, normalmente del cerebro, y la fluoroscopia, que manda las sombras de la imagen creada por rayos X a la pantalla de un monitor. En algunas ocasiones se utilizan medios de contraste, como tintes o bario, para obtener una imagen ms clara.

A pesar de que los nuevos instrumentos utilizan dosis ms pequeas y precisas, todava no se puede hablar de que los rayos X sean seguros (eso tambin sirve para los rayos X dentales). En todo el mundo de la medicina casi nadie discrepa de que la radiacin ionizante sea perjudicial, y sus riesgos se multiplican a medida que aumenta nuestro conocimiento de ellos. La radiacin mdica es, con diferencia, la contribucin humana ms grande a la exposicin a la radiacin que soporta la poblacin de los pases desarrollados, escribi R. Wootton, profesor y director de fsica mdica del Hammersmith Hospital de Londres, en un manual sobre el tema. En Reino Unido, asevera, los rayos X que mandan hacer los mdicos suponen el 90 por ciento de la exposicin total a la radiacin de nuestra poblacin.[18]

Los rayos X resultan perjudiciales para las personas de tres maneras. En primer lugar, pueden daar clulas individuales (aunque los daos causados por las dosis bajas enseguida se reparan). En ocasiones (dependiendo de la exposicin), esto puede hacer que las clulas se vuelvan cancergenas. Aunque no sabemos con exactitud cmo funciona este proceso, hay una teora que propone que, puesto que las clulas estn constituidas en un 75 por ciento por agua, la mayor parte de la radiacin ser absorbida por ella, formando radicales libres, que sabemos que son carcingenos.[19]

En segundo lugar, si una mujer est embarazada, pueden lastimar al feto que se est formando, y causarle la muerte o malformaciones.

Por ltimo, los rayos X pueden daar el esperma o los ovarios de nios o adultos y provocar alteraciones en las generaciones futuras. Tambin sabemos que la exposicin a los rayos X es acumulativa: el peligro es mayor cuando ms nos expongamos a ellos.

Sin embargo, todava no sabemos con certeza hasta qu punto pueden resultar peligrosos los rayos X. La exposicin innecesaria a la radiacin de los rayos X puede ser la causa de entre 100 y 250 de las 160. 000 fallecimientos a causa del cncer que se producen en Reino Unido cada ao y, posiblemente, de mil muertes anuales como consecuencia de esa enfermedad en Estados Unidos, segn la National Radiological Protection Board o NRPB (Comisin Nacional de Proteccin Radiolgica) y el Royal College of Radiologists (Real Colegio de Radilogos).[20] Pero esas cifras todava pueden ser demasiado conservadoras. En 1991, un comit de la National Academy of Science (Academia Nacional de las Ciencias) de Reino Unido revis las cifras que hasta entonces se asuman, de que los rayos X eran responsables del 1 por ciento de todas las leucemias y de un 1 a un 2 por ciento de todos los dems cnceres, y lleg a la conclusin de que el riesgo real poda ser cuatro veces mayor;[21] una conclusin a la que tambin lleg ese mismo ao la International Commission on Radiological Protection (Comisin Internacional de Proteccin Radiolgica).[22] Hace poco, muchos casos de mieloma (un tipo de cncer de la mdula espinal) han sido relacionados con una gran exposicin a los rayos X. Los que haban recibido una mayor exposicin corran un riesgo cuatro veces mayor, como observ el National Cancer Institute (Instituto Nacional para el Cncer).[23]

Ya en la dcada de 1950, la medicina descubri que exista una relacin entre la leucemia y los rayos X prenatales. Hacer radiografas a una mujer embarazada era un procedimiento rutinario, basndose en la absurda idea de que estos servan para que el mdico pudiera ver si su pelvis era lo bastante ancha para que el feto pasara a travs de ella en el parto. Ahora sabemos que si se expone a los nios a los rayos X cuando estn en el tero, las posibilidades de que padezcan un cncer son un 40 por ciento mayores, un 70 por ciento en el caso de la leucemia y un 50 por ciento en el de los tumores del sistema nervioso.[24] Cabe la posibilidad de que no exista una dosis umbral por debajo de la cual no haya riesgos: hijos nicos que haban recibido de cinco a seis veces menos radiacin que los que eran gemelos, mostraban la misma incidencia de cncer.[25] Pongamos esas cifras en perspectiva: de cada milln de nios que han sido expuestos en la matriz a un solo rad de rayos X (que es el equivalente a una radiografa de estmago e intestinos) entre 600 y 6. 000 podran acabar padeciendo leucemia.[26]

Adems de cncer y de deformidades genticas, los rayos X del cerebro pueden provocar un funcionamiento hormonal anormal, y seguramente causarn hipoactivad tiroidea e infertilidad o cambios sutiles en sus glndulas adrenales.[27] El Food and Drug Administration de Estados Unidos tambin ha recibido hace poco noticias de que algunos pacientes han sufrido quemaduras en la piel al ser tratados con radiacin, y en algunos casos fueron tan graves que la piel estaba muerta. El problema se ve complicado por el hecho de que estos daos no aparecen hasta unas semanas despus de que se haya producido la exposicin. Incluso las dosis normales de fluoroscopia pueden provocar lesiones cutneas en menos de una hora.[28]

Aunque la exposicin a los rayos X y los riesgos derivados de ella son acumulativos a lo largo de los aos, ni siquiera las radiografas aisladas son inocuas. Segn el Health Research Group (Grupo de Investigacin para la Salud) de Estados Unidos, una asociacin de consumidores que informa sobre los peligros de la medicina, encabezando la lista se encuentran las radiografas del intestino delgado, que aportan una dosis equivalente de 400-800 milirads al conjunto del cuerpo; a continuacin (sin contar el riesgo que supone exponer los otros rganos a los rayos X) se encuentran la columna vertebral (100-500 milirads); el estmago, las mamas y la pelvis (100-200 cada uno); el crneo o el hombro (27-75); el pecho (20-60) y, finalmente, las radiografas dentales de toda la boca con 10-30 milirads.[29]

Para que se haga una idea de lo que esas cifras significan, por si se siente satisfecho con la baja dosis de las radiografas dentales, una sola pelcula de rayos X que muestra simultneamente las coronas de los dientes inferiores y superiores, equivale a fumarse medio cigarrillo todos los das durante un ao. La Academy of Sciences (Academia de las Ciencias) de Estados Unidos cree que una radiografa con papilla de bario de los intestinos conlleva el mismo riesgo que fumar un paquete de tabaco al da durante un ao. Lo que significa que, en el caso de los rayos X de la parte inferior de la espalda, a los que se someten 700. 000 britnicos en tan slo un ao, podran morir en ese mismo espacio de tiempo diecinueve personas a consecuencia directa de ello.[30]

A pesar de que todo aquel que se dedica a la medicina sabe que los rayos X son peligrosos, los mdicos le restan importancia (seguramente cegados por otro de sus milagros: la posibilidad de ver a travs del tejido vivo, al estilo de Superman) y no hacen ningn esfuerzo para minimizar la exposicin cuando tienen que mandar hacer una radiografa, aunque sea de los dientes. La mayora de los doctores de medicina general y de los ortopedistas muestran una disposicin natural a pedir rayos X. Hasta la prestigiosa publicacin mdica The Lancet reconoci que la mayora de radiografas que se practican de manera rutinaria a pacientes que tienen que someterse a intervenciones que no sean del corazn o de los pulmones sirven de tan poco que tendran que hacerse radiografas por valor de un milln de libras para poder salvar una sola vida.[31]

En 1990, un equipo de investigacin en el que colaboraban el Royal College of Radiologists de Reino Unido y la NRPB revis las pruebas existentes y calcul que, aproximadamente, una quinta parte de las pruebas de rayos X que se realizan en Reino Unido eran innecesarias o, directamente, intiles.[32] En un examen que se hizo a pacientes a los que se les haba radiografiado la parte inferior de la columna vertebral, se observ que ms de la mitad de las radiografas no eran necesarias.[33] En Estados Unidos, el Food and Drug Administration calcula que un tercio de la radiacin total es innecesaria.[34]

Los rayos X que se realizan ms a menudo sin que sean necesarios son los de el pecho, las extremidades y las articulaciones. Eso se traduce en unos siete millones de pruebas de rayos X innecesarias, que cuestan alrededor de 60 millones de libras esterlinas en slo ao. Pero incluso el derroche de Reino Unido, que es ms modesto, tiene implicaciones preocupantes para el resto del mundo occidental, puesto que ah slo se realizan la mitad de las radiografas por persona que en pases como Francia o Estados Unidos,[35] donde siete de cada diez personas se someten a los rayos X al menos una vez al ao.[36] En Canad esas cifras son todava peores: casi todo el mundo se expone al menos una vez al ao a algn tipo de radiografa.[37] (Tampoco esto tendra que ser un motivo de satisfaccin para Reino Unido, puesto que los mdicos britnicos piden el doble de algunos tipos de radiografas [papilla de bario y enema] que sus colegas estadounidenses).[38] La NRPB ha anunciado hace poco, que la radiacin total en Reino Unido podra ser reducida a la mitad sin afectar a la efectividad de diagnstico.

Los mdicos tambin son displicentes a la hora de repetir radiografas. Segn un estudio de Which? que se llev a cabo en 1991, sobre una muestra representativa a nivel nacional de 2.229 adultos, slo en la mitad de los casos se pregunt a los pacientes si ya se les haba realizado antes una radiografa de la parte del cuerpo en cuestin.

La decisin de si necesita que le hagan una sesin de rayos X o no, tambin depende de si al mdico en concreto se le antoja o no. Una inspeccin llevada a cabo con cerca de un milln de pacientes tanto de da como ingresados en el hospital, demostr que las peticiones de rayos X oscilaban entre multiplicarse por trece en el caso de los generales y por veinticinco en el de los de pecho, dependiendo del mdico que estuviera a cargo.[39]

Puesto que los rganos reproductores son susceptibles de ser daados por la radiacin, siempre deberan protegerse con un delantal de plomo durante la exposicin. Pero, a pesar de ello, en el informe de la asociacin de consumidores Which?, al 40 por ciento de los hombres encuestados no les haban protegido los testculos y tampoco haban contado con ninguna proteccin dos de cada tres mujeres.[40] (En una tercera parte de los casos ni siquiera se hizo nada por saber si estaban embarazadas. ) En otro estudio realizado con nios, los delantales de plomo para proteger los rganos reproductores no se haban usado tres cuartas partes de las veces o no haban sido bien colocados.[41] Y a pesar de que las radiografas realizadas en mujeres embarazadas cayeron en picado inmediatamente despus de que un estudio de Oxford encontrara por primera vez un vnculo entre los rayos X fetales y el cncer infantil, ese descenso slo se mantuvo durante una dcada. En 1970, los mdicos ya volvan a radiografiar a mujeres embarazadas en un porcentaje parecido al de los aos cincuenta: una tercera parte de los casos.[42]

Es obvio que hay casos en que el valor de los rayos X es incalculable, como por ejemplo cuando se fractura por primera vez una extremidad (aunque muchos doctores insisten en volver a radiografiar una y otra vez ese miembro, para comprobar cmo evoluciona la recuperacin). Sin embargo, y por ms que su mdico sea responsable con la restriccin de dosis (la palabra de moda entre los radilogos para referirse a la cantidad ms pequea de radiacin que sea necesaria para una radiografa individual), todava podra recibir ms radiacin de la requerida, sobre todo si se emplea instrumental antiguo. Segn un informe de la NRPB de 1990, en algunos hospitales los pacientes reciban dosis de veinte a treinta veces mayores a las necesarias para obtener un diagnstico con unas mquinas que, en algunos casos, tenan ms de quince aos de antigedad.[43] Hace dos aos los fsicos dijeron que el instrumental de rayos X viejo emita dosis ms altas que Chernobil, afirm Liz Francis, portavoz de la NRPB.[44]

Hasta las radiografas dentales pueden exponerle a riesgos innecesarios, puesto que muchas veces son realizadas por personal que poco cualificado, que no sabe usar los aparatos correctamente y que puede tener que repetir la prueba o que es posible que fije una dosis ms elevada de la necesaria. Dos dentistas de los West Midlands se salvaron de la suspensin profesional por haber empleado personal que acababa de salir de la universidad y que no posea la experiencia necesaria para realizar las pruebas de rayos X, gracias a la intervencin de su colegio profesional, cuando se descubri que esta prctica estaba ampliamente extendida entre los dentistas britnicos.

Al igual que sucede con las dems pruebas, la probabilidad de que se produzca un error humano a la hora de interpretar los resultados es muy alta. Un estudio llevado a cabo por radilogos de Harvard evidenci que, en la mitad de los casos, existan discrepancias entre ellos en la interpretacin de placas de trax. En el 41 por ciento de sus informes se detectaron errores graves.[45]

Mielogramas y contrastes para los rayos X

El otro factor de riesgo de los rayos X son los agentes de contraste que suelen emplearse para destacar los tejidos blandos del cuerpo. Se ha asociado su uso con shocks anafilcticos, inestabilidad cardaca e intoxicacin renal, especialmente en pacientes diabticos. En un estudio que se llev a cabo con 319 pacientes con funcin renal anormal causada por agentes de contraste de alta osmolalidad, se observ que casi uno de cada veinte pacientes precisaron una dilisis.[46]

Cientos de miles de casos de dolor de espalda incapacitante y crnico han sido causados por radiografas de la columna vertebral, que se llaman mielogramas. En este proceso de diagnstico se utiliza un medio de contraste que se inyecta en el canal espinal y se introduce por los discos y las races de los nervios de la espina dorsal, de la que entonces se saca una radiografa. Cada vez se acumulan ms pruebas de que cierto nmero de pacientes de mielograma acabarn presentando una afeccin llamada aracnoiditis, que causa un dolor permanente e implacable y que, de hecho, acaba por impedirles la movilidad.

La aracnoiditis es una afeccin muy desconocida, en la que la membrana media que protege el nervio espinal queda cicatrizada. Los nervios se atrofian y se enredan en el denso tejido de la cicatriz, que ejerce una presin constante sobre la columna. El doctor Charles Burton, un cirujano ortopdico estadounidense, que trabaja en el Institute for Low Back Care (Instituto para el tratamiento de los problemas lumbares) de Minneapolis, Minnesota, que es uno de los pocos mdicos que han estudiado la aracnoiditis adhesiva lumbar y del sacro (AALS) calcula que esta es la responsable del 11 por ciento de los casos de sndrome de la ciruga fallida de espalda, de pacientes que han salido de la sala de operaciones peor de lo que estaban.

Aunque las causas de la AALS son varias, en opinin del doctor Burton la principal es la introduccin de sustancias extraas en el espacio subaracnoideo. Segn afirma, el cuerpo extrao que se ha encontrado en la mayora de las vctimas es el iofendilato (que en Reino Unido recibe el nombre de Myodil y en Estados Unidos el de Pantopaque), un medio de contraste de base aceitosa que se utiliza en los mielogramas. En los casos de AALS, esta sustancia suele hallarse en un quiste que se encuentra entre la masa del tejido cicatrizal.

Se estima que alrededor de un milln de personas en todo el mundo padecen aracnoiditis causada por este medio de contraste, pero esta cifra podra quedarse corta. Hasta la dcada de 1980 se practicaban casi medio milln de mielogramas al ao en Estados Unidos.

Eso es exactamente lo que le pas a Brian, de Massachusetts. En 1980, despus de padecer una infeccin sangunea por Staphylococcus que le produjo parlisis, fiebre y dolor, Brian tuvo que someterse a una intervencin de la espalda. Antes de la operacin se le realiz un mielograma que le dej residuos de contraste en el cccix.

En 1993, despus de hacerse un esguince en la espalda, desarroll una espasticidad muscular aguda, que le produjo dolor en las piernas y las lumbares. El dolor an le obliga a levantarse de la cama cada una o dos horas por la noche. Una resonancia magntica (RM) y una radiografa acabaron revelando que Brian padeca aracnoiditis, y que el mielograma que le haban realizado le haba dejado residuos de contraste en el cccix. Dieciocho meses despus, tras varios mdicos, relajantes musculares, terapia fsica, inyecciones epidrmicas, quiropraxia e incluso medicamentos antiepilticos como el Dilantin, parece que nada funciona, afirma.

El Pantopaque fue lanzado en 1944 en Estados Unidos, despus de que la profesin mdica se mostrara convencida de que era seguro, a pesar de que las pruebas realizadas con animales haban demostrado que el Pantopaque causaba aracnoiditis (en Suecia se prohibi su uso en seres humanos en el ao 1948).[47] Aunque Glaxo dej de fabricar ese producto con la llegada de los contrastes a base de agua y de las tcnicas de imagen, el iofendilato continu utilizndose en todo el mundo hasta que se terminaron las existencias de los proveedores, y muchos especialistas de la espalda seguan afirmando que el contraste era seguro.

Ni el Food and Drug Administration ni el gobierno britnico dieron ningn paso para prohibir el uso de los mielogramas de base aceitosa. Aunque se saba desde el momento de su introduccin que el iofendilato tena una relacin causal con la aparicin de aracnoiditis, su uso en Estados Unidos nunca fue prohibido por la industria, el gobierno o la profesin mdica, afirma el doctor Charles Burton.[48]

Hasta que los enfermos de AALS provocada por los mielogramas no llevaron a los fabricantes a los tribunales, no se les hizo ningn caso. En el Reino Unido la Arachnoiditis Society (Asociacin para la Aracnoiditis) cuenta con unos 1. 000 miembros. Algunos de ellos interpusieron una demanda colectiva contra Glaxo. Despus de unas negociaciones minuciosas, Glaxo lleg a un acuerdo extrajudicial con los 426 demandantes, para pagarles siete millones de libras y no tener que admitir su responsabilidad.

Los contrastes a base de agua con que han sido sustituidos tampoco estn exentos de peligro. Una mujer a la que se le estaban haciendo pruebas para la citica (un dolor en la pierna causado por la espalda) con iopamidol (comercializado como Niopam 200 en Estados Unidos), un medio de contraste soluble al agua, sufri de inmediato paraplejia.[49] Como le sucedi a una mujer de mediana edad a la que se practic un mielograma con itohexol (Omnipaque), otro contraste soluble al agua.[50] Segn el doctor Burton, algunos medios de contraste nuevos han causado tanto dolor a los pacientes, que se les han tenido que realizar los rayos X bajo anestesia general. La profesin mdica todava no ha logrado encontrar un medio mielogrfico benigno y efectivo, afirma.[51]

Densitometra sea

Adems de servir para determinar si hay un hueso roto, los rayos X tambin se emplean en la actualidad para determinar la existencia de osteoporosis. No sera mala idea, si fuera una prueba fiable que diera resultados precisos. Pero el problema es que, como coinciden muchos expertos en medicina, tambin se tendra que ser cauto con la interpretacin de las tcnicas ms nuevas para escanear los huesos, ya que es posible que las variaciones en la masa s