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LO QUE SABEMOS EN DESEDUCATIVOS 1. La enseñanza pública es un logro irrenunciable de las sociedades modernas y debe garantizar el acceso al conocimiento de todos los ciudadanos y la promoción social de los más desfavorecidos.  La iniciativa privada, la libertad individual y la independencia de las familias para elegir la mejor educación de sus hijos son, asimismo, valores fundamentales que no han de ser cuestionados. Por eso el actual sistema de conciertos educativos falsea y contradice el  principio de separació n entre soc iedad y E stado -prec epto fund amental q ue salvag uarda la igualdad de derechos y oportunidades-, ya que hace posible, por un lado, que se favorezca con dinero público a una entidad particular que, en última instancia, habrá de ser la más importante competidora de los centros estatales; y se nutre, por otro lado, de subvenciones que provocan, en la mayoría de los casos, que se acabe con la esencial independencia que otorga carta de naturaleza a toda iniciativa privada. 2. Los maestros y los profesores de todas las etapas educati vas somos los princip ales conocedores de la realidad de las aulas españolas.  Cua lqu ier nor mativa sobre edu caci ón ha de tene r en cuenta prin cipa lme nte nuestro criterio profesional y la experiencia que lo procura. La Pedagogía no es una ciencia que  propo rcione infalibil idad a los expertos, sino una manera de reflexion ar sobre la educación. Y, como toda reflexión, está sometida a crítica. En España, sin embargo, no solo la Pedagogía como disciplina, sino una única pedagogía que no valora el esfuerzo, los co nte nid os o la tra nsm isi ón de conocimien tos, se ha er igido com o la su pre ma  poseed ora de la ver dad pedag ógica en l os centros d e enseñanza. Tanto es así que, en e stos momentos, no se concibe ningún reglamento de régimen interno, ninguna programación did ácti ca, ning ún dec reto aut onó mico ni ning una ley edu cativ a esta tal que evi te sus  precepto s funda mentale s. Al mism o tiempo, la fig ura de l psicope dagog o, únic o expe rto en esta especie de fe indubitable, ha sobrepasado de tal modo los límites que imponen los estr icto s fine s de su adsc ripc ión, que ha terminad o usu rpa ndo las atri buc ione s que tradicionalmente poseían los maestros y los profesores. La realidad es, sin embargo,  pertinaz, y, por mucho que se desee adulterar, finalmen te revela tres hechos incuestionables: existen tantas pedagogías y tantos pedagogos como docentes hay; la experiencia y el criterio profesional de cada uno son la mejor garantía pedagógica posible; la única manera de qu e la s no rmas ed uca tiv as no ignor en se me jan te di ve rsi da d es evitando cualquier influencia pedagógica, limitando su labor a estructurar y reglamentar las diferentes etapas de la enseñanza y dejando en paz de una vez por todas a los maestros y a los profesores.

Lo Que Sabemos en Deseducativos

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LO QUE SABEMOS EN DESEDUCATIVOS

1. La enseñanza pública es un logro irrenunciable de las sociedades modernas y debe

garantizar el acceso al conocimiento de todos los ciudadanos y la promoción social

de los más desfavorecidos. 

La iniciativa privada, la libertad individual y la independencia de las familias para elegir 

la mejor educación de sus hijos son, asimismo, valores fundamentales que no han de ser 

cuestionados. Por eso el actual sistema de conciertos educativos falsea y contradice el

 principio de separación entre sociedad y Estado -precepto fundamental que salvaguarda la

igualdad de derechos y oportunidades-, ya que hace posible, por un lado, que se favorezca

con dinero público a una entidad particular que, en última instancia, habrá de ser la másimportante competidora de los centros estatales; y se nutre, por otro lado, de subvenciones

que provocan, en la mayoría de los casos, que se acabe con la esencial independencia que

otorga carta de naturaleza a toda iniciativa privada.

2. Los maestros y los profesores de todas las etapas educativas somos los principales

conocedores de la realidad de las aulas españolas. 

Cualquier normativa sobre educación ha de tener en cuenta principalmente nuestro

criterio profesional y la experiencia que lo procura. La Pedagogía no es una ciencia que

 proporcione infalibilidad a los expertos, sino una manera de reflexionar sobre la

educación. Y, como toda reflexión, está sometida a crítica. En España, sin embargo, no

solo la Pedagogía como disciplina, sino una única pedagogía que no valora el esfuerzo,

los contenidos o la transmisión de conocimientos, se ha erigido como la suprema

 poseedora de la verdad pedagógica en los centros de enseñanza. Tanto es así que, en estos

momentos, no se concibe ningún reglamento de régimen interno, ninguna programación

didáctica, ningún decreto autonómico ni ninguna ley educativa estatal que evite sus

 preceptos fundamentales. Al mismo tiempo, la figura del psicopedagogo, único experto en

esta especie de fe indubitable, ha sobrepasado de tal modo los límites que imponen losestrictos fines de su adscripción, que ha terminado usurpando las atribuciones que

tradicionalmente poseían los maestros y los profesores. La realidad es, sin embargo,

 pertinaz, y, por mucho que se desee adulterar, finalmente revela tres hechos

incuestionables: existen tantas pedagogías y tantos pedagogos como docentes hay; la

experiencia y el criterio profesional de cada uno son la mejor garantía pedagógica posible;

la única manera de que las normas educativas no ignoren semejante diversidad es

evitando cualquier influencia pedagógica, limitando su labor a estructurar y reglamentar 

las diferentes etapas de la enseñanza y dejando en paz de una vez por todas a los maestros

y a los profesores.

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3. Lo importante no es un pacto para reformar la educación, sino que esa futura

reforma evite desde el principio la manipulación política a la que se ve sometido el

actual sistema de enseñanza. 

Es costumbre afirmar que lo que necesita España es que los partidos políticos pacten una

ley educativa estable y duradera. Pero esta aseveración ignora el hecho de que, desde

1990 -es decir, desde hace veinte años-, a pesar de los sucesivos gobiernos, nada ha

cambiado en la enseñanza. Si bien es verdad que se ha asistido al nacimiento de tres leyes

-LOGSE, LOCE y LOE-, ninguna de ellas ha puesto en duda las esencias pedagógicas

más importantes: educación obligatoria hasta los dieciséis años, comprensividad,

igualitarismo, inclusión, etc. Así pues, lo importante no es el pacto en sí, sino los términos

en que éste se lleve a cabo. Y está visto que todos los partidos políticos están de acuerdo

en algo: el estado actual de la enseñanza española favorece su influencia de manera

evidente, pues el núcleo duro que sobrevive al vaivén de leyes y decretos permite que

todos puedan sacar tajada. La ampliación de la etapa obligatoria o la llamada educacióninclusiva no son soluciones meditadas con objetividad, sino procedimientos impulsados

 por la ideología partidista. A ningún docente se le ha preguntado alguna vez si

consideraba positivas estas reformas porque por encima de su criterio profesional se

hallan las convicciones ideológicas de la minoría que accede al poder.

4. No se debe confundir la igualdad de oportunidades de una enseñanza obligatoria

hasta los 16 años con la uniformidad de capacidades, y el derecho universal a una

educación de calidad con la obligación de recibir unos mismos contenidos.

Esta confusión, que atenta contra los derechos individuales, niega además que existan

 personas con distintas capacidades físicas e intelectuales o con perspectivas e intereses

diversos, e impide que el Estado salvaguarde la legítima aspiración de los ciudadanos a

 promocionar socialmente. En aras de la obsesiva y recurrente noción de atención a la

diversidad, se está conculcando el derecho esencial que todos los alumnos poseen a

recibir una enseñanza de calidad. Quizá estemos ante una de las perversiones

conceptuales más aberrantes y que más han influido en el devenir de la sociedad durante

las últimas décadas, pues un sistema inclusivo, si aspira a no contradecirse en sus

términos, ha de negar la pervivencia de la diversidad al pretender que todos los alumnosadquieran al final los mismos conocimientos. Sin embargo se pretende que comulguemos

con ruedas de molino al acatar el dogma que establece que la inclusión favorece a la

diversidad. Y no hay nada tan pernicioso como la mentira, sobre todo si es esta la que

articula una ley que pretende regular la educación de un país. Sus devastadoras

consecuencias han conseguido desarrollar hasta el paroxismo la más aberrante de las

 paradojas: el sistema termina beneficiando a una minoría -representada por alumnos con

familias de alto nivel cultural y adquisitivo- que precisamente se puede permitir una

educación al margen de ese mismo sistema, y condena sin embargo a la inmovilidad

social a quienes se supone más debería beneficiar, es decir, a estudiantes que provienen de

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los sectores más desfavorecidos de la sociedad o a chavales que necesitan una dedicación

exclusiva.

5. Es urgente acabar con el sistema educativo actual y erigir en su lugar otrocompletamente distinto, que responda con coherencia y lealtad a la auténtica

diversidad del alumnado.

Estas son sus líneas maestras:

a. Una Enseñanza Infantil que no ignore que los niños de edades

comprendidas entre los 0 y los 4 años han de pasar la mayor parte del

tiempo con sus padres, aun cuando eso signifique que deban

reconsiderarse las actuales normativas que rigen los permisos de

maternidad y paternidad y los horarios laborales de los progenitores. Yque tampoco eluda la responsabilidad de iniciar el aprendizaje de ciertas

habilidades intelectuales cuando la capacidad o la inclinación de los

alumnos así lo requieran.

b. Una Enseñanza Primaria que, siendo considerada al fin como el ciclo

más importante en la formación del alumno, limite la promoción

automática a los primeros años de la etapa, no desdeñe el rigor y la

exigencia necesarios para afianzar tanto las habilidades primordiales en

lectoescritura y cálculo matemático como los conocimientos básicos de

otras disciplinas también esenciales, y alargue su periodo de duraciónhasta los 14 años. La Enseñanza Primaria ha de ser el mejor momento

 para guiar al alumno en su futuro académico demandándole tenacidad,

disciplina y esfuerzo, y detectando a tiempo y prestando una mayor 

atención a los problemas que puedan surgirle mediante una exigente

labor de orientación -labor que sólo tiene sentido y es eficiente en esta

etapa- que huya de la inútil burocracia actual y, principalmente, a través

de programas de refuerzo dentro y fuera del aula.

c. El fin de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, etapa que se ha revelado

como uno de los mayores fracasos de las últimas reformas legales. En su

lugar ha de establecerse un Bachillerato de 4 años de duración -dividido

a su vez en dos ciclos de dos años: uno obligatorio y otro

 postobligatorio- que recupere el valor del mérito académico acabando

con la promoción automática, y restablezca la especificidad que le da

sentido y que lo define como la etapa preparatoria para los estudios

superiores; y una Formación Profesional -también de 4 años y

dividida, igualmente, en dos ciclos de dos años: obligatorio el primero, y

 postobligatorio el segundo- que se convierta por primera vez en la

historia de este país en el motor más importante para transformar su

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modelo productivo, y que deje de ser una simple alternativa para

aquellos que no pueden acceder al Bachillerato.

d. Un tercer itinerario de Iniciación Profesional, a los 14 años -de 2 años

de duración-, que han de cursar obligatoriamente todos aquellos

alumnos que fracasen en la Primaria y que sirva para evitar condenarlos

a la precariedad laboral. Esta etapa debe armonizar la presencia de las

asignaturas instrumentales con una atención especial a materias

exclusivamente prácticas, procurando así una cualificación profesional

temprana y una salida laboral digna y suficiente como para no impedir la

 promoción social a la que todo ciudadano tiene derecho.

e. Un sistema de conexión de los diferentes itinerarios salidos de la

Enseñanza Primaria que, concebido con racionalidad y sentido común,

introduzca cursos puente o exámenes de ingreso que huyan de la

excesiva condescendencia que existe hoy día.

f. Acabar de una vez por todas con la impostura de los actuales

 procedimientos de evaluación del sistema de enseñanza e instaurar un

sistema de reválidas estatales y vinculantes al final de cada etapa, que

hagan de los resultados el único y principal indicador fiable de la

realidad de alumnado y profesorado.

g. Ofrecer respuestas serias y contundentes a los graves problemas que

sufre la Universidad. Para ello es urgente recortar el número de

universidades a fin de evitar la actual infradotación y la mediocridad a

las que están expuestas, reconducir la vigente política de títulos a

 patrones de sensatez científica y económica, racionalizar los planes de

estudios, modificar los actuales modelos -excesivamente burocráticos-

de gestión administrativa, solucionar los antimeritocráticos estándares

de selección y de evaluación del profesorado, reconsiderar y adaptar a la

realidad de nuestro país los dudosos procesos que se han seguido para

adoptar los nuevos requisitos de Bolonia, y, por último, potenciar 

 programas de investigación con dotación suficiente evitando por ley la

influencia política que hoy día impide o pone en entredicho, no sólo laeficiencia y la utilidad de éstos, sino el libre debate de ideas y, sobre

todo, el concurso de toda disidencia crítica.

6. Restablecer la autoridad y el prestigio social de los docentes no se consigue

creando leyes que, a la postre, solo son efectivas en los casos más extremos y no

resuelven los más que habituales problemas de indisciplina de baja intensidad.

 Ninguna administración parece estar dispuesta a asumir esta evidencia, tal vez porque en

cualquier medida que afecta a los profesores prevalece en realidad esa consabida

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demagogia que siempre está promovida por el interés electoral. La paradoja sorprendería

si no escondiese pulsiones políticas tan rastreras: si bien se parte de la idea de que hay que

dignificar la figura del docente, al final se procura que ninguna de las medidas planteadas

haga que las familias -votantes potenciales- frunzan el ceño. Por lo que, desde 1985, con

la creación de los consejos escolares, el resultado siempre es el mismo: por un lado, un

mayor intrusismo profesional; por otro, un paulatino desvanecimiento de las atribuciones

docentes. La solución pasa por disposiciones y procedimientos de menor impacto

mediático pero de mucho mayor calado y eficacia. En primer lugar se tiene que concebir 

un sistema de acceso a la función pública docente diferenciado para cada etapa educativa,

 basado exclusivamente en la excelencia, que valore, sobre todo, los conocimientos y que

 plantee un periodo de prácticas en el aula. En segundo lugar, se debe modificar la actual

estructura de los centros de enseñanza devolviendo al claustro de profesores las

competencias disciplinarias y, a fin de restituir su autonomía, confiriéndole la

competencia para elegir a los diferentes cargos directivos. En tercer lugar, hay que

exponer su trabajo a las únicas evaluaciones objetivas que existen: los resultados de las

reválidas estatales y vinculantes al final de cada etapa educativa. En cuarto lugar, se tiene

que restringir la labor de la Inspección educativa al ámbito administrativo y -en los casos

más graves- disciplinario de los centros, con el fin de acabar de una vez con la asfixiante

fiscalización del trabajo de los profesores. En quinto lugar, debe prevalecer sobre

cualquier influencia política o pedagógica, el derecho constitucional de la libertad de

cátedra, derecho que ha de manifestarse sobre todo en la libre elección de métodos y en la

 potestad de los diferentes departamentos didácticos para elaborar los planes de estudios.

En sexto lugar, hay que despojar al docente de atribuciones ajenas a su cometido. Y por 

último, se debe acabar de una vez por todas con el absurdo sistema de promociónhorizontal, incentivando su carrera mediante la búsqueda del estímulo académico y

laboral, que, en todo caso, nada tiene que ver con los cursillos que actualmente organizan

sindicatos y centros de profesores y recursos.