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7/31/2019 Lo Que Sabemos en Deseducativos
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LO QUE SABEMOS EN DESEDUCATIVOS
1. La enseñanza pública es un logro irrenunciable de las sociedades modernas y debe
garantizar el acceso al conocimiento de todos los ciudadanos y la promoción social
de los más desfavorecidos.
La iniciativa privada, la libertad individual y la independencia de las familias para elegir
la mejor educación de sus hijos son, asimismo, valores fundamentales que no han de ser
cuestionados. Por eso el actual sistema de conciertos educativos falsea y contradice el
principio de separación entre sociedad y Estado -precepto fundamental que salvaguarda la
igualdad de derechos y oportunidades-, ya que hace posible, por un lado, que se favorezca
con dinero público a una entidad particular que, en última instancia, habrá de ser la másimportante competidora de los centros estatales; y se nutre, por otro lado, de subvenciones
que provocan, en la mayoría de los casos, que se acabe con la esencial independencia que
otorga carta de naturaleza a toda iniciativa privada.
2. Los maestros y los profesores de todas las etapas educativas somos los principales
conocedores de la realidad de las aulas españolas.
Cualquier normativa sobre educación ha de tener en cuenta principalmente nuestro
criterio profesional y la experiencia que lo procura. La Pedagogía no es una ciencia que
proporcione infalibilidad a los expertos, sino una manera de reflexionar sobre la
educación. Y, como toda reflexión, está sometida a crítica. En España, sin embargo, no
solo la Pedagogía como disciplina, sino una única pedagogía que no valora el esfuerzo,
los contenidos o la transmisión de conocimientos, se ha erigido como la suprema
poseedora de la verdad pedagógica en los centros de enseñanza. Tanto es así que, en estos
momentos, no se concibe ningún reglamento de régimen interno, ninguna programación
didáctica, ningún decreto autonómico ni ninguna ley educativa estatal que evite sus
preceptos fundamentales. Al mismo tiempo, la figura del psicopedagogo, único experto en
esta especie de fe indubitable, ha sobrepasado de tal modo los límites que imponen losestrictos fines de su adscripción, que ha terminado usurpando las atribuciones que
tradicionalmente poseían los maestros y los profesores. La realidad es, sin embargo,
pertinaz, y, por mucho que se desee adulterar, finalmente revela tres hechos
incuestionables: existen tantas pedagogías y tantos pedagogos como docentes hay; la
experiencia y el criterio profesional de cada uno son la mejor garantía pedagógica posible;
la única manera de que las normas educativas no ignoren semejante diversidad es
evitando cualquier influencia pedagógica, limitando su labor a estructurar y reglamentar
las diferentes etapas de la enseñanza y dejando en paz de una vez por todas a los maestros
y a los profesores.
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3. Lo importante no es un pacto para reformar la educación, sino que esa futura
reforma evite desde el principio la manipulación política a la que se ve sometido el
actual sistema de enseñanza.
Es costumbre afirmar que lo que necesita España es que los partidos políticos pacten una
ley educativa estable y duradera. Pero esta aseveración ignora el hecho de que, desde
1990 -es decir, desde hace veinte años-, a pesar de los sucesivos gobiernos, nada ha
cambiado en la enseñanza. Si bien es verdad que se ha asistido al nacimiento de tres leyes
-LOGSE, LOCE y LOE-, ninguna de ellas ha puesto en duda las esencias pedagógicas
más importantes: educación obligatoria hasta los dieciséis años, comprensividad,
igualitarismo, inclusión, etc. Así pues, lo importante no es el pacto en sí, sino los términos
en que éste se lleve a cabo. Y está visto que todos los partidos políticos están de acuerdo
en algo: el estado actual de la enseñanza española favorece su influencia de manera
evidente, pues el núcleo duro que sobrevive al vaivén de leyes y decretos permite que
todos puedan sacar tajada. La ampliación de la etapa obligatoria o la llamada educacióninclusiva no son soluciones meditadas con objetividad, sino procedimientos impulsados
por la ideología partidista. A ningún docente se le ha preguntado alguna vez si
consideraba positivas estas reformas porque por encima de su criterio profesional se
hallan las convicciones ideológicas de la minoría que accede al poder.
4. No se debe confundir la igualdad de oportunidades de una enseñanza obligatoria
hasta los 16 años con la uniformidad de capacidades, y el derecho universal a una
educación de calidad con la obligación de recibir unos mismos contenidos.
Esta confusión, que atenta contra los derechos individuales, niega además que existan
personas con distintas capacidades físicas e intelectuales o con perspectivas e intereses
diversos, e impide que el Estado salvaguarde la legítima aspiración de los ciudadanos a
promocionar socialmente. En aras de la obsesiva y recurrente noción de atención a la
diversidad, se está conculcando el derecho esencial que todos los alumnos poseen a
recibir una enseñanza de calidad. Quizá estemos ante una de las perversiones
conceptuales más aberrantes y que más han influido en el devenir de la sociedad durante
las últimas décadas, pues un sistema inclusivo, si aspira a no contradecirse en sus
términos, ha de negar la pervivencia de la diversidad al pretender que todos los alumnosadquieran al final los mismos conocimientos. Sin embargo se pretende que comulguemos
con ruedas de molino al acatar el dogma que establece que la inclusión favorece a la
diversidad. Y no hay nada tan pernicioso como la mentira, sobre todo si es esta la que
articula una ley que pretende regular la educación de un país. Sus devastadoras
consecuencias han conseguido desarrollar hasta el paroxismo la más aberrante de las
paradojas: el sistema termina beneficiando a una minoría -representada por alumnos con
familias de alto nivel cultural y adquisitivo- que precisamente se puede permitir una
educación al margen de ese mismo sistema, y condena sin embargo a la inmovilidad
social a quienes se supone más debería beneficiar, es decir, a estudiantes que provienen de
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los sectores más desfavorecidos de la sociedad o a chavales que necesitan una dedicación
exclusiva.
5. Es urgente acabar con el sistema educativo actual y erigir en su lugar otrocompletamente distinto, que responda con coherencia y lealtad a la auténtica
diversidad del alumnado.
Estas son sus líneas maestras:
a. Una Enseñanza Infantil que no ignore que los niños de edades
comprendidas entre los 0 y los 4 años han de pasar la mayor parte del
tiempo con sus padres, aun cuando eso signifique que deban
reconsiderarse las actuales normativas que rigen los permisos de
maternidad y paternidad y los horarios laborales de los progenitores. Yque tampoco eluda la responsabilidad de iniciar el aprendizaje de ciertas
habilidades intelectuales cuando la capacidad o la inclinación de los
alumnos así lo requieran.
b. Una Enseñanza Primaria que, siendo considerada al fin como el ciclo
más importante en la formación del alumno, limite la promoción
automática a los primeros años de la etapa, no desdeñe el rigor y la
exigencia necesarios para afianzar tanto las habilidades primordiales en
lectoescritura y cálculo matemático como los conocimientos básicos de
otras disciplinas también esenciales, y alargue su periodo de duraciónhasta los 14 años. La Enseñanza Primaria ha de ser el mejor momento
para guiar al alumno en su futuro académico demandándole tenacidad,
disciplina y esfuerzo, y detectando a tiempo y prestando una mayor
atención a los problemas que puedan surgirle mediante una exigente
labor de orientación -labor que sólo tiene sentido y es eficiente en esta
etapa- que huya de la inútil burocracia actual y, principalmente, a través
de programas de refuerzo dentro y fuera del aula.
c. El fin de la Enseñanza Secundaria Obligatoria, etapa que se ha revelado
como uno de los mayores fracasos de las últimas reformas legales. En su
lugar ha de establecerse un Bachillerato de 4 años de duración -dividido
a su vez en dos ciclos de dos años: uno obligatorio y otro
postobligatorio- que recupere el valor del mérito académico acabando
con la promoción automática, y restablezca la especificidad que le da
sentido y que lo define como la etapa preparatoria para los estudios
superiores; y una Formación Profesional -también de 4 años y
dividida, igualmente, en dos ciclos de dos años: obligatorio el primero, y
postobligatorio el segundo- que se convierta por primera vez en la
historia de este país en el motor más importante para transformar su
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modelo productivo, y que deje de ser una simple alternativa para
aquellos que no pueden acceder al Bachillerato.
d. Un tercer itinerario de Iniciación Profesional, a los 14 años -de 2 años
de duración-, que han de cursar obligatoriamente todos aquellos
alumnos que fracasen en la Primaria y que sirva para evitar condenarlos
a la precariedad laboral. Esta etapa debe armonizar la presencia de las
asignaturas instrumentales con una atención especial a materias
exclusivamente prácticas, procurando así una cualificación profesional
temprana y una salida laboral digna y suficiente como para no impedir la
promoción social a la que todo ciudadano tiene derecho.
e. Un sistema de conexión de los diferentes itinerarios salidos de la
Enseñanza Primaria que, concebido con racionalidad y sentido común,
introduzca cursos puente o exámenes de ingreso que huyan de la
excesiva condescendencia que existe hoy día.
f. Acabar de una vez por todas con la impostura de los actuales
procedimientos de evaluación del sistema de enseñanza e instaurar un
sistema de reválidas estatales y vinculantes al final de cada etapa, que
hagan de los resultados el único y principal indicador fiable de la
realidad de alumnado y profesorado.
g. Ofrecer respuestas serias y contundentes a los graves problemas que
sufre la Universidad. Para ello es urgente recortar el número de
universidades a fin de evitar la actual infradotación y la mediocridad a
las que están expuestas, reconducir la vigente política de títulos a
patrones de sensatez científica y económica, racionalizar los planes de
estudios, modificar los actuales modelos -excesivamente burocráticos-
de gestión administrativa, solucionar los antimeritocráticos estándares
de selección y de evaluación del profesorado, reconsiderar y adaptar a la
realidad de nuestro país los dudosos procesos que se han seguido para
adoptar los nuevos requisitos de Bolonia, y, por último, potenciar
programas de investigación con dotación suficiente evitando por ley la
influencia política que hoy día impide o pone en entredicho, no sólo laeficiencia y la utilidad de éstos, sino el libre debate de ideas y, sobre
todo, el concurso de toda disidencia crítica.
6. Restablecer la autoridad y el prestigio social de los docentes no se consigue
creando leyes que, a la postre, solo son efectivas en los casos más extremos y no
resuelven los más que habituales problemas de indisciplina de baja intensidad.
Ninguna administración parece estar dispuesta a asumir esta evidencia, tal vez porque en
cualquier medida que afecta a los profesores prevalece en realidad esa consabida
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demagogia que siempre está promovida por el interés electoral. La paradoja sorprendería
si no escondiese pulsiones políticas tan rastreras: si bien se parte de la idea de que hay que
dignificar la figura del docente, al final se procura que ninguna de las medidas planteadas
haga que las familias -votantes potenciales- frunzan el ceño. Por lo que, desde 1985, con
la creación de los consejos escolares, el resultado siempre es el mismo: por un lado, un
mayor intrusismo profesional; por otro, un paulatino desvanecimiento de las atribuciones
docentes. La solución pasa por disposiciones y procedimientos de menor impacto
mediático pero de mucho mayor calado y eficacia. En primer lugar se tiene que concebir
un sistema de acceso a la función pública docente diferenciado para cada etapa educativa,
basado exclusivamente en la excelencia, que valore, sobre todo, los conocimientos y que
plantee un periodo de prácticas en el aula. En segundo lugar, se debe modificar la actual
estructura de los centros de enseñanza devolviendo al claustro de profesores las
competencias disciplinarias y, a fin de restituir su autonomía, confiriéndole la
competencia para elegir a los diferentes cargos directivos. En tercer lugar, hay que
exponer su trabajo a las únicas evaluaciones objetivas que existen: los resultados de las
reválidas estatales y vinculantes al final de cada etapa educativa. En cuarto lugar, se tiene
que restringir la labor de la Inspección educativa al ámbito administrativo y -en los casos
más graves- disciplinario de los centros, con el fin de acabar de una vez con la asfixiante
fiscalización del trabajo de los profesores. En quinto lugar, debe prevalecer sobre
cualquier influencia política o pedagógica, el derecho constitucional de la libertad de
cátedra, derecho que ha de manifestarse sobre todo en la libre elección de métodos y en la
potestad de los diferentes departamentos didácticos para elaborar los planes de estudios.
En sexto lugar, hay que despojar al docente de atribuciones ajenas a su cometido. Y por
último, se debe acabar de una vez por todas con el absurdo sistema de promociónhorizontal, incentivando su carrera mediante la búsqueda del estímulo académico y
laboral, que, en todo caso, nada tiene que ver con los cursillos que actualmente organizan
sindicatos y centros de profesores y recursos.