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Lo Siniestro - Sigmund Freud

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Sin duda alguna "Lo siniestro" esuno de los textos mássorprendentes y complejos de laliteratura freudiana; un profundoanálisis sobre un abundante materiallingüístico cuya sintaxis escoherente con la que Freud vaelaborando a partir de otrosdiscursos "anormales"... Relacionael tratamiento del doble, o del otroyo, con las estaciones del miedo ydel secreto, con los autómatas, looculto, la frontera continua entre ladesesperación y la demenciaHoffmanniana.

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Sigmund Freud reflexiona en "Losiniestro" sobre "El hombre de laarena" de E. T. A.Hoffmann. descarga

Sin duda alguna "Lo siniestro" esuno de los textos mássorprendentes y complejos de laliteratura freudiana; un profundoanálisis sobre un abundante materiallingüístico cuya sintaxis escoherente con la que Freud vaelaborando a partir de otrosdiscursos "anormales"... Relacionael tratamiento del doble, o del otroyo, con las estaciones del miedo y

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del secreto, con los autómatas, looculto, la frontera continua entre ladesesperación y la demenciaHoffmanniana.

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Sigmend Freud

Lo siniestro

ePUB v2.0MayenCM22.03.12

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LO SINIESTRO (también conocidocomo "Lo ominoso")Título original: (Das unheimliche)Sigmund Freud [*]Publicado en 1919

Traductor: Luis López BallesterosDiseño portada: MayenCMImagen: El Grito, Edward Munch, 1910

Dijo Freud sobre la traducción deLuis López Ballesteros:

"Siendo yo un joven estudiante, eldeseo de leer el inmortal Don Quijote enel original cervantino me llevó a aprender,sin maestros, la bella lengua castellana.Gracias a esta afición juvenil puedo ahora—ya en edad avanzada— comprobar el

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acierto de su versión española en misobras, cuya lectura me producesiempre un vivo agrado por lacorrectísima interpretación de mipensamiento y la elegancia del estilo.Me admira, sobre todo, cómo no siendomédico ni psiquiatra de profesión hapodido alcanzar tan absoluto y precisodominio de una materia harto intrincada ya veces oscura".

FREUDViena, 7 de mayo de 1923

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I

El psicoanalista no siente sinoraramente el incentivo de emprenderinvestigaciones estéticas, aunque no sepretenda ceñir la estética a la doctrinade lo bello, sino que se la considerecomo ciencia de las cualidades denuestra sensibilidad. La actividadpsicoanalítica se orienta hacia otrosestratos de nuestra vida psíquica y tieneescaso contacto con los impulsosemocionales —inhibidos en su fin,amortiguados, dependientes de tantasconstelaciones simultáneas— que

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forman por lo común el material de laestética. Sin embargo, puede darse laocasión de que sea impelido a prestar suinterés a determinado sector de laestética, tratándose entoncesgeneralmente de uno que está como atrasmano, que es descuidado por laliteratura estética propiamente dicha.

Lo unheimlich, lo siniestro, formauno de estos dominios. No cabe dudaque dicho concepto está próximo a losde lo espantable, angustiante,espeluznante, pero no es menos seguroque el término se aplica a menudo enuna acepción un tanto indeterminada, demodo que casi siempre coincide con lo

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angustiante en general. Sin embargo,podemos abrigar la esperanza de que elempleo de un término especial—unheimlich— para denotardeterminado concepto, será justificadopor el hallazgo en él de un núcleoparticular. En suma: quisiéramos sabercuál es ese núcleo, ese sentido esencialy propio que permite discernir, en loangustioso, algo que además es«siniestro».

Poco nos dicen al respecto lasdetalladas exposiciones estéticas, quepor otra parte prefieren ocuparse de lobello, grandioso y atrayente, es decir, delos sentimientos de tono positivo, de sus

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condiciones de aparición y de losobjetos que los despiertan, desdeñandoen cambio la referencia a lossentimientos contrarios, repulsivos ydesagradables. En cuanto a la literaturamedicopsicológica, sólo conozco ladisertación de E. Jentsch[1], que, sibien plena de interés, no agota el asunto.He de confesar, en todo caso, que pormotivos fáciles de adivinar,dependientes de las circunstanciasactuales, no pude consultar a fondo laliteratura respectiva, particularmente laextranjera, de modo que pongo estetrabajo en manos del lector sin sustentarninguna pretensión de prioridad.

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Jentsch señala, con toda razón, queuna dificultad en el estudio de losiniestro obedece a que la capacidadpara experimentar esta cualidadsensitiva se da en grado extremadamentedispar en los distintos individuos. Aunyo mismo debo achacarme una particulartorpidez al respecto, cuando sería muchomás conveniente una sutil sensibilidad;pues desde hace mucho tiempo no heexperimentado ni conocido nada queme produjera la impresión de losiniestro, de modo que me es precisoevocar deliberadamente esta sensación,despertar en mí un estado de ánimopropicio a ella. Sin embargo,

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dificultades de esta clase también sonpropias de muchos otros dominios de laestética, y a causa de ellas noabandonaremos, por cierto, la esperanzade hallar casos que se presten paraadmitir en ellos, sin lugar a dudas yúnanimemente, el fenómeno en cuestión.

Podemos elegir ahora entre doscaminos: o bien averiguar el sentido quela evolución del lenguaje ha depositadoen el término «unheimlich», o biencongregar todo lo que en las personas yen las cosas, en las impresionessensoriales, vivencias y situaciones, nosproduzca el sentimiento de los siniestro,deduciendo así el carácter oculto de éste

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a través de lo que todos esos casostengan en común. Confesamos sintardanza que cualquiera de ambas víasnos llevará al mismo resultado: losiniestro sería aquella suerte deespantoso que afecta las cosasconocidas y familiares desde tiempoatrás. En lo que sigue se verá cómo elloes posible y bajo qué condiciones lascosas familiares pueden tornarsesiniestras, espantosas. Quiero observaraun que en esta investigación comencépor reunir una serie de casosparticulares, hallando sólo más tardeuna confirmación en los giros dellenguaje. Al exponer el tema, en cambio,

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seguiré el camino inverso.La voz alemana «unheimlich» es, sin

duda, el antónimo de «heimlich» y de«heimisch» (íntimo, secreto, y familiar,hogareño, doméstico), imponiéndose enconsecuencia la deducción de que losiniestro causa espanto precisamenteporque no es conocido, familiar. Pero,naturalmente, no todo lo que es nuevo einsólito es por ello espantoso, de modoque aquella relación no es reversible.Cuanto se puede afirmar es que lonovedoso se torna fácilmente espantosoy siniestro; pero sólo algunas cosasnovedosas son espantosas; de ningúnmodo lo son todas. Es menester que a lo

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nuevo y desacostumbrado se agreguealgo para convertirlo en siniestro.

Jentsch no ha pasado, en términosgenerales, de esta relación de losiniestro con lo novedoso, no familiar.Ubica en la incertidumbre intelectual lacondición básica para que se dé elsentimiento de lo siniestro. Según él, losiniestro sería siempre algo en que unose encuentra, por así decirlo,desconcertado, perdido. Cuanto másorientado esté un hombre en el mundo,tanto menos fácilmente las cosas ysucesos de éste le producirán laimpresión de lo siniestro.

Pero comprobaremos sin dificultad

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que esta caracterización de lo siniestrono agota sus acepciones, de modo queintentaremos superar la ecuaciónsiniestro = insólito. Dirijámonos antetodo a otras lenguas; pero he aquí quelos diccionarios no nos dicen nadanuevo, quizá simplemente porque esaslenguas no son las nuestras. En efecto,hasta adquirimos la impresión de quemuchas lenguas carecen de un términoque exprese este matiz particular de loespantable.[2]

Latín (según el pequeño diccionarioalemán-latino de K. E. Georges, 1898):un lugar siniestro: locus suspectus; auna siniestra hora de la noche:

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intempesta nocte.

Griego (diccionarios de Rost y deSchenkl): ξευσδ (xenos) —es decir:extranjero, extraño, desconocido.

Inglés (según los diccionarios de Lucas,Bellow, Flügel, Muret-Sanders):uncomfortable, uneasy, gloomy, dismal,uncanny, ghastly; refiriéndose a unacasa: haunted; de un hombre: arepulsive fellow.

Francés (Sachs-Villate): inquiétant,sinistre, lugubre, mal à son aise.

Español (Tollhausen, 1889):sospechoso de mal agüero, lúgubre,

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siniestro.[3]

Las lenguas italiana y portuguesaparecen conformarse con palabras quedesignaríamos como circunlocuciones.En árabe y en hebreo, «unheimlich»coincide con demoníaco, espeluznante.

Volvamos, por ello, a la lenguaalemana.

En el Wörterbuch der DeutschenSprache, de Daniel Sanders (1860), elartículo «heimlich» contiene lassiguientes indicaciones, que reproduciréíntegramente, destacando algunospasajes (tomo I, página 729) [4]:

«Heimlich, a. (-keit, f -en)»:

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1.—También heimelich, heimelig,propio de la casa, no extraño, familiar,dócil, íntimo, confidencial, lo que recuerdael hogar, etc.

a) (Arcaísmo) perteneciente a la casa, ala familia; o bien: considerado como propiode tales; cif. lat. familiaris, acostumbrado:Die Heimlichen, los íntimos; dieHausgenossen, los cohabitantes de la casa;der heimliche Rat, el consejo íntimo (Gén.,41, 45; 2. Samuel, 23, 23; 1. Crón. 12, 25;Prov. 8, 4); término reemplazado ahora porGeheimer (ver: d 1) Rat; véase:Heimlicher.

b) Se dice de animales mansos,domesticados. Contrario de salvaje; porejemplo: «Animales que ni son salvajes, niheimlich»,etc. (Eppendorf, 88). «Animalessalvajes… que se domestican para hacerlos

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heimlich y acostumbrados a las gentes»(92). «Cuando estas bestiecillas son criadasdesde muy jóvenes junto al hombre, setoman muy heimlich, afectuosas», etc.(Stumpf, 608 a). Así también: «El corderoes tan heimlich que come de mi mano»(Hölty). «La cigüeña siempre será un avebella y heimlich» (Linck. Schl., 146). Ver:Häuslich, 1, etcétera.

c) Íntimo, familiar; que evoca bienestar,etc.; calma confortable y protección segura,como la casa confortable y abrigada (véase:Geheuer): «¿Aún te puedes sentir heimlichen tu país, cuando los extranjeros talan susbosques?» (Alexis H., I, 1, 289). «Ella no sesentía muy heimlich junto a él» (BreantanoWehm. 92). «En un sendero sombreado yheimlich…, junto al arroyuelomurmurante», etc. (Foster, tomo I, 417).«Destruir la Heimlichkeit de la patria»

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(Gervinus, Lit. 5, 375). «No encontraríafácilmente un rinconcito tan heimlich» (G.,14, 14). «Nos sentíamos tan cómodos, tantranquilos y confortables, tan heimlich»(15, 9). «En tranquila Heimlichkeit, en losestrechos límites del hogar» (Haller). «Unadiligente ama de casa, que con poco sabehacer una deliciosa Heimlichkeit»(Hartmann Unst., 1, 188). «Tanto másheimlich parecíale ahora el hombre, hastahacía poco extraño» (Kerner, 540). «Lospropietarios protestantes no se sentían…heimlich, entre sus súbditos católicos»(Kohl. Irl. l,172).''Cuando todo estaheimlich y silencioso, oyendose solo lacalma nocturna que rodea tu celda'' (Tiedge2, 39). «Silencioso, y amable y heimlich,como para reposar se anhelaría un lugar»(W. 11, 144). «No se sentía nada heimlichen ese trance» (27, 170, etc.). Además: «El

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lugar estaba tan calmo, tan solitario, tanheimlich y sombreado (Scherr. Pilg. 1,170): «Las olas avanzaban y se retiraban,soñadoras y heimlich, mecedoras» (Körner,Sch. 3, 320, etc.). Véase: unheimlich. Enparticular entre los autores suevos y suizosadopta con frecuencia tres sílabas: «Cuánheimelich se sentía Ivo a la noche, cuandoestaba acostado en su casa» (Auerbach, D.1, 249). «En esa casa me sentí tanheimelig» (4, 307). «La habitación tibia, latarde heimelige» (Gotthelf, Sch. 127, 148).«He aquí algo que es muy heimelig, cuandoel hombre siente en el fondo de su corazóncuán poca cosa es, cuán grande es el Señor»(147). «Poco a poco uno se encontró máscómodo y heimelig» (U. 1, 297). «La dulceHeimelich» (380, 2, 86). «Creo que enparte alguna me encontraré más heimelichque aquí». (327; Pestalozzi, 4, 240). «Quien

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acude de lejos… no podrá vivir muyheimelig (amistosamente, como vecino)con las gentes» (325). «La cabaña dondeotrora se sentara, tan heimelig, tan alegre,entre los suyos» (Reithard, 20). «El cuernodel sereno suena tan heimelig desde latorre; su voz, tan hospitalaria, nos invita»(49). «Se duerme aquí tan tibiamente, tanmaravillosamente heimelig (23, etc.). Estaacepción habría merecido generalizarse,para evitar que tan adecuada palabracayera en desuso, por su fácil confusióncon Heimlich.

Por ejemplo: «Los Zeck son todos tanHEIMLICH. —¿HEIMLICH? ¿Qué quieredecir usted con HEIMLICH? —Pues bien:que me siento con ellos como ante unpozo rellenado o un estanque seco. Unono puede pasar junto a éstos sin tener laimpresión de que el agua brotará de

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nuevo, algún día. —Nosotros, aquí, lellamamos UNHEIMLICH; vosotros ledecís HEIMLICH. ¿En qué encuentrausted que esta familia tenga algo secretoe incierto?», etc. (Gutzkow, R., 2, 61).

d) (Véase: c). Especialmente en Silesia:alegre, jocoso; se dice también del tiempo;véase: Adelung und Weinhold.

2.—Secreto, oculto, de modo que otrosno puedan advertirlo, querer disimular algo;véase: Geheim (secreto), voz de la cual nosiempre es distinguido con precisión,especialmente en el nuevo alto alemán y enla lengua más antigua, como, por ejemplo,en la Biblia: Job, 11, 6; 15, 8; Prov. 2, 22; ICorint. 2, 7; etc. También: Heimlichkeit, enlugar de Geheimnis, secreto (Mat. 13, 35,etc.). Voces que no siempre sondistinguidas con precisión, por ejemplo:

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Hacer algo heimlich (tras la espalda deotro); alejarse heimlich (furtivamente);reuniones heimlich (clandestinas);contemplar la desventura ajena conheimliche alegría; suspirar, llorar heimlich(en secreto); conducirse heimlich(misteriosamente), como si se tuviese algoque ocultar; amor, pecado heimlich(secreto); lugares heimliche (que el recatoobliga a ocultar; amor, pecado heimlich(misteriosamente), como si se tuviese algoque ocultar; (1, Sam. 5, 6); el lugarheimlich (refiriéndose al retrete) (2.Reyes, 10, 27; Prov. 5, 256, etc.); tambiénen: Der heimliche Stuhl (El asientosecreto), (Zinkgräf 1, 249); precipitar aalguien al pozo, a las Heimlichkeiten (3,75; Rollenhagen Fr. 83, etc.). «Presentóleheimlich, pérfido y artero contra losseñores crueles… como franco, abierto,

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simpático y servicial frente al amigo quesufre». (Burmeister gB 2, 157). «Espreciso que sepas también lo que yo tengode más heimlich y sagrado» (Chamisso 4,56). «El arte heimlich (oculto), de lamagia» (3, 224). «Donde la discusiónpública cesa, de orden de los heimlicheconspiradores, el grito de guerra de losrevolucionarios declarados» (G. 4, 222).«Una santa, heimliche influencia» (15).«Tengo raíces que están muy heimlich(escondidas); en la tierra más profundaestoy arraigado» (2, 109). «Mi heimlichemalicia» (véase: Heimtücke) (30, 344). «Siél no lo acepta abierta y conscientemente,podría tomarlo heimlich y secretamenteunos anteojos acromáticos» (375). «Enadelante, quisiera que nada heimlich(secreto) hubiera entre nosotros» (Sch. 369b). «Descubrir, publicar, traicionar las

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Heimlichkeiten (secretos) de alguno;tramar detrás de mis espaldas lasHeimlichkeiten (Alevis, H. 2, 3, 168). «Enmis tiempos, se solía practicar laHeimlichkeit (discreción) (Hagedorn, 3,92). La Heimlichkeit (intriga) ymaledicencia que se cometen a ocultas»(Immermann, M. 3, 289). «Sólo la accióndel conocimiento puede romper la acciónde la Heimlichkeit del oro oculto».(Novalis, 1, 69). «Dime dónde la guardas,en qué lugar de silenciosa Heimlichkeit(Schr. 495, b). «Abejas que formáis la llavede las Heimlichkeiten» (cera para sellarcartas secretas) (Tieck, Cymb. 3, 2). «Serexperto en raras Heimlichkeiten» (artesmágicas) (Schlegel, Sh., 6, 102, etc.).Véase: Geheimnis L. 10: página 291 ysiguientes.

Al respecto, véase 1 c, así como, en

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particular, el antónimo Unheimlich:inquietante, que provoca un terror atroz:«Que casi le pareció unheimlich, siniestro,espectral» (Chamisso, 3, 238). «Lasunheimliche, siniestras y lúgubres horas dela noche» (4, 148). «Desde hacía tiempome sentía unheimlich, espeluznado» (242).«Empiezo a sentirme unheimlich» (Verm.1, 51). «Unheimlich e inmóvil, como unaestatua de piedra» (Reis, 1, 10). «La nieblaunheimliche, llamada Haarrauch»(Immermann, M., 3, 299). «Estos pálidosjóvenes son unheimlich y meditan Diossabe qué maldad» (Laube, tomo 1, 119).«Se denomina UNHEIMLICH todo lo que,debiendo permanecer secreto, oculto… noobstante, se ha manifestado» (Schelling,2, 2 649). «Velar lo divino, rodearlo decierta Unheimlichkeit» (misterio) (658,etc.). No es empleado como antónimo de

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heimlich, como Campe lo presenta, sinfundamento alguno.»

De esta larga cita se desprende paranosotros el hecho interesante de que lavoz heimlich posee, entre los numerososmatices de su acepción, uno en el cualcoincide con su antónimo, unheimlich(recuérdese el ejemplo de Gutzkow:«Nosotros, aquí, le llamamosunheimlich; vosotros le decísheimlich»). En lo restante, nos advierteque esta palabra, heimlich, no posee unsentido único, sino que pertenece a dosgrupos de representaciones que, sin serprecisamente antagónicas, están, sinembargo, bastante alejadas entre sí: se

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trata de lo que es familiar, confortable,por un lado; y de lo oculto, disimulado,por el otro. Unheimlich tan sólo seríaempleado como antónimo del primerode estos sentidos, y no como contrariodel segundo. El diccionario de Sandersnada nos dice sobre una posible relacióngenética entre ambas acepciones. Encambio, nos llama la atención una notade Schelling, que enuncia algocompletamente nuevo e inesperadosobre el contenido del conceptounheimlich: Unheimlich sería todo loque debía haber quedado oculto,secreto, pero que se ha manifestado.

Parte de nuestras dudas, así

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despertadas, son resueltas por los datosque nos ofrece el DeutschesWörterbuch, de Jacob y Wilhelm Grimm(Leipzig, 1877; IV/2, página 874 ysiguientes):

a) «Heimlich; adj. y adv. vernaculus,occultus; alto alemán medio: heimelîch,heimelîch. Página 874: en un sentido algodistinto: «me siento heimlich, bien,cómodo, sin temor… ».

b) Heimlich designa también un lugarlibre de fantasmas… Página 875: ß)familiar, amable, íntimo.

De HEIMATLICH (propio de lacomarca natal), HAEUSLICH (hogareño),emana la noción de lo oculto a ojosextraños, escondido, secreto,empleándose estos términos en diversas

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relaciones…Página 876: «a la izquierda, junto a lago,

hay una pradera heimlich (escondida) en elbosque» (Schiller, Tell I, 4).

…en empleo un tanto libre y raro en lalengua moderna… heimlich se agrega a unverbo que expresa ocultación: «meesconderá heimlich en su tienda» (Ps. 27,5)… «partes heimlich (secretas) del cuerpohumano», pudenda… «las gentes que nomorían, fueron dañadas en sus partesheimliche» (secretas, órganos genitales) (I.Samuel, 5, 12)…

c) Los funcionarios que debensuministrar, en cosas del gobierno,consejos importantes y geheim (secretos),se llaman hiemliche Räthe (consejerossecretos), habiendo sido sustituido esteadjetivo, por el más corriente: geheim(véase éste): «…El faraón nombró (a José)

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heimlicher Rath» (consejero secreto)(Gén. 41, 45).

Página 878, 6. Heimlich, en relacióncon el conocimiento, significa místico oalegórico: significación heimliche (oculta):mysticus, divinus, occultus, figuratus.

Página 878: en el ejemplo siguiente, laacepción de heimlich es otra: sustraído alconocimiento, inconsciente…

Pero heimlich también significaimpenetrable; cerrado a la investigación:«¿No lo ves? No tienen confianza en mí;temen el rostro heimlich (impenetrable)del duque de Friedland». (El campamentode Wallenstein, acto II).

El sentido de escondido, peligroso,oculto, que se expresa en la referenciaprecedente, se destaca aún más, de modoUNHEIMLICH acaba por aceptar lasignificación que habitualmente tiene

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UNHEIMLICH (derivado de HEIMLICH, 3B, sp. 874): «Me siento a veces como unhombre que pasea por la noche y cree enfantasmas: todo rincón le parece heimlich(siniestro) y lúgubre». (Klinger, Teatro, III,298).»

De modo que heimlich es una vozcuya acepción evoluciona hacia laambivalencia, hasta que termina porcoincidir con la de sus antítesis,unheimlich. Unheimlich es, de unamanera cualquiera, una especie deheimlich. Agreguemos este resultado,aún insuficientemente aclarado, a ladefinición que dio Schelling de loUnheimlich, y veamos cómo el examensucesivo de distintos casos de lo

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siniestro nos permitirá comprender lasindicaciones anotadas.

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II

Si ahora pasamos revista a laspersonas y cosas, a las impresiones,sucesos y situaciones susceptibles dedespertar en nosotros el sentimiento delo siniestro con intensidad y nitidezsingulares, será preciso que elijamoscon acierto el primero de los ejemplos.E. Jentsch destacó, como caso porexcelencia de lo siniestro, la «duda deque un ser aparentemente animado, seaen efecto viviente; y a la inversa: de queun objeto sin vida esté en alguna formaanimado», aduciendo con tal fin, la

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impresión que despiertan las figuras decera, las muñecas «sabias» y losautómatas. Compara esta impresión conla que producen las crisis epilépticas ylas manifestaciones de la demencia,pues tales fenómenos evocarían ennosotros vagas nociones de procesosautomáticos, mecánicos, que podríanocultarse bajo el cuadro habitual denuestra vida. Sin estar plenamenteconvencidos de que esta opinión deJentsch sea acertada, haremos partirnuestra investigación de las siguientesobservaciones de dicho autor, en las quenos recuerda a un poeta que ha logradoprovocar, como ningún otro, los efectos

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siniestros.«Uno de los procedimientos más

seguros para evocar fácilmente losiniestro mediante las narraciones»,escribe Jentsch, «consiste en dejar queel lector dude de si determinada figuraque se le presenta es una persona o unautómata. Esto debe hacerse de maneratal que la incertidumbre no se conviertaen el punto central de la atención,porque es preciso que el lector no lleguea examinar y a verificar inmediatamenteel asunto, cosa que, según dijimos,disiparía fácilmente su estado emotivoespecial. E. T. A. Hoffmann se sirviócon éxito de esta maniobra psicológica

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en varios de sus Cuentos fantásticos».Esta observación, ciertamente, justa,

se refiere ante todo al cuento DerSandmann («El arenero»), que formaparte de los Nachtstücke («Cuentosnocturnos»)[5] y del cual procede lafigura de la muñeca Olimpia queOffenbach hizo aparecer en el primeracto de su ópera Los cuentos deHoffmann. Debo decir, sin embargo —yespero contar con el asentimiento decasi todos los que hayan leído estecuento— que el tema de la muñecaOlimpia, aparentemente animada, deningún modo puede ser consideradocomo único responsable del singular

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efecto siniestro que produce el cuento;más aún: que ni siquiera es el elementoal cual se podría atribuir en primertérmino este efecto. El ligero visosatírico que el poeta da al episodio deOlimpia, empleándolo para ridiculizarla presunción de su joven enamorado,tampoco facilita aquella impresión. Elcentro del cuento lo ocupa más bien otrotema, precisamente el que le ha dadotítulo y que siempre vuelve a serdestacado en los momentos culminantes:se trata del tema del arenero, el «hombrede la arena» que arranca los ojos a lascriaturas.

El estudiante Nataniel, con cuyos

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recuerdos de infancia comienza elcuento fantástico, a pesar de su felicidadactual no logra alejar de su ánimo lasreminiscencias vinculadas a la muertehorrible y misteriosa de su amado padre.En ciertas noches su madre solía acostartemprano a los niños, amenazándoloscon que «vendría el hombre de laarena»[6], y efectivamente, el niño oíacada vez los pesados pasos de unvisitante que retenía a su padre durantela noche entera. Interrogada la madrerespecto a quién era ese «arenero», negóque fuera algo más que una manera dedecir, pero una niñera pudo darleinformaciones más concretas: «Es un

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hombre malo que viene a ver a los niñoscuando no quieren dormir, les arrojapuñados de arena a los ojos,haciéndolos saltar ensangrentados de susórbitas; luego se los guarda en una bolsay se los lleva a la media luna comopasto para sus hijitos, que están sentadosen un nido y tienen picos curvos, comolas lechuzas, con los cuales parten apicotazos los ojos de los niños que no sehan portado bien.»

Aunque el pequeño Nataniel teníasuficiente edad e inteligencia para nocreer tan horripilantes cosas delarenero, el terror que éste le inspirabaquedó, sin embargo, fijado en él.

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Decidió descubrir qué aspecto tenía elarenero, y una noche en que nuevamentese lo esperaba, escondióse en el cuartode trabajo de su padre. Reconoceentonces en el visitante al abogadoCoppelius, personaje repulsivo quesolía provocar temor a los niños cuando,en ocasiones, era invitado paraalmorzar; así, el espantoso arenero seidentificó para él con Coppelius. Ya enel resto de la escena, el poeta nos dejaen suspenso sobre si nos encontramosante el primer delirio de un niñoposeído por la angustia o ante unanarración de hechos que, en el mundoficticio del cuento, habrían de ser

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considerados como reales. El padre y suhuésped están junto al hogar, ocupadoscon unas brasas llameantes. El pequeñoespía oye exclamar a Coppelius:«¡Vengan los ojos, vengan los ojos!», setraiciona con un grito de pánico y esprendido por Coppelius, que quierearrojarle unos granos ardientes del fuegoa los ojos, para echarlos luego a lasllamas. El padre le suplica por los ojosde su hijo y el suceso termina con undesmayo seguido por larga enfermedad.Quien se decida por adoptar lainterpretación racionalista del«arenero», no dejará de reconocer enesta fantasía infantil la influencia

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pertinaz de aquella narración de laniñera. En lugar de granos de arena, sonahora brasas encendidas las que quierearrojarle a los ojos, en ambos casospara hacerlos saltar de sus órbitas. Unaño después, en ocasión de una nuevavisita del «arenero», el padre muere ensu cuarto de trabajo a consecuencia deuna explosión y el abogado Coppeliusdesaparece de la región sin dejarrastros.

Esta terrorífica aparición de susaños infantiles, el estudiante Nataniel lacree reconocer en Giuseppe Coppola, unóptico ambulante italiano que en laciudad universitaria donde se halla

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viene a ofrecerle unos barómetros, y queante su negativa exclama en su jerga:«¡Eh! ¡Nienti barometri, nientebarometri! —ma tengo tambene bellooco… bello oco.» El horror delestudiante se desvanece al advertir quelos ojos ofrecidos no son sinoinofensivas gafas; compra a Coppola uncatalejo de bolsillo y con su ayudaescudriña la casa vecina del profesorSpalanzani, logrando ver a la hija deéste, la bella pero misteriosamentesilenciosa e inmóvil Olimpia. Al puntose enamora de ella, tan perdidamenteque olvida a su sagaz y sensata novia.Pero Olimpia no es más que una muñeca

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automática cuyo mecanismo es obra deSpalanzani y a la cual Coppola —elarenero— ha provisto de ojos. Elestudiante acude en el instante en queambos creadores se disputan su obra; elóptico se lleva la muñeca de madera,privada de ojos, y el mecánico,Spalanzani, recoge del suelo losensangrentados ojos de Olimpia,arrojándoselos a Nataniel y exclamandoque es a él a quien Coppola se los harobado. Nataniel cae en una nueva crisisde locura y, en su delirio, el recuerdode la muerte del padre se junta con estanueva impresión: «¡Uh, uh, uh! ¡Ruedade fuego, rueda de fuego! ¡Gira, rueda

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de fuego! ¡Lindo, lindo! ¡Muñequita demadera, uh!… ¡Hermosa muñequita demadera, baila… baila…!» Con estasexclamaciones se precipita sobre elsupuesto padre de Olimpia y trata deestrangularlo.

Restablecido de su larga y graveenfermedad, Nataniel parece estar porfin curado. Anhela casarse con su novia,a quien ha vuelto a encontrar. Cierto díarecorren juntos la ciudad, en cuya plazaprincipal la alta torre del ayuntamientoproyecta su sombra gigantesca. La jovenpropone a su novio subir a la torre,mientras el hermano de ella, que losacompaña, los aguardará en la plaza.

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Desde la altura, la atención de Clara esatraída por un personaje singular queavanza de hallar en su bolsillo, y alpunto es poseído nuevamente por lademencia, tratando de precipitar a lajoven al abismo y gritando: «¡Baila,baila, muñequita de madera!» Elhermano, atraído por los gritos de lajoven, la salva y la hace descender atoda prisa. Arriba, el poseído corre deun lado para otro, exclamando: «¡Gira,rueda de fuego, gira!», palabras cuyoorigen conocemos perfectamente. Entrela gente aglomerada en la plaza sedestaca el abogado Coppelius, queacaba de aparecer nuevamente. Hemos

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de suponer que su visión es lo que hadesencadenado la locura en Nataniel.Quieren subir para dominar al demente,pero Coppelius[7] dice, riendo:«Esperad, pues ya bajará solo.»Nataniel se detiene de pronto, advierte aCoppelius, y se precipita por sobre labalaustrada con un grito agudo: «¡Sí!¡Bello oco, bello oco!» Helo allí,tendido sobre el pavimento, su cabezadestrozada…, pero el hombre de laarena ha desaparecido en la multitud.

Esta breve reseña no deja lugar aninguna duda: el sentimiento de losiniestro es inherente a la figura delarenero, es decir, a la idea de ser

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privado de los ojos, y nada tiene quehacer aquí una incertidumbre intelectualen el sentido en que Jentsch la concibe.La duda en cuanto al carácter animado oinanimado, aceptable en lo que a lamuñeca Olimpia se refiere, ni siquierapuede considerarse frente a esteejemplo, mucho más significativo, de losiniestro. Es verdad que el poetaprovoca en nosotros al principio unaespecie de incertidumbre, al no dejarnosadivinar —seguramente con intención—si se propone conducirnos al mundo realo a un mundo fantástico, producto de suarbitrio. Desde luego, tiene el derechode hacer una cosa o la otra, y si elegirá

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por escenario de su narración, pongamospor caso, un mundo en que se muevanespectros, demonios y fantasmas —como Shakespeare lo hace en Hamlet,en Macbeth y, en otro sentido, en Latempestad y El sueño de una noche deverano— entonces habremos desometernos al poeta, aceptando comorealidad ese mundo de su imaginación,todo el tiempo que nos abandonemos asu historia. Pero en el transcurso delcuento de Hoffmann se disipa esa duda ynos damos cuenta de que el poeta quierehacernos mirar a nosotros mismos através del diabólico anteojo del óptico,o que quizá también él mismo en

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persona haya mirado por uno de esosinstrumentos. El final del cuento nosdemuestra a todas luces que el ópticoCoppola es, en efecto, el abogadoCoppelius, y en consecuencia, tambiénel hombre de la arena.

Ya no se trata aquí de una«incertidumbre intelectual»: sabemosahora que no se pretendió presentarnoslos delirios de un demente, tras loscuales nosotros, con nuestrasuperioridad racional, habríamos dereconocer el verdadero estado de cosas;pero esta revelación no reduce en lo másmínimo la impresión de siniestro. Demodo que la incertidumbre intelectual en

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nada nos facilita la comprensión de tansiniestro efecto.

En cambio, la experienciapsicoanalítica nos recuerda que herirselos ojos o perder la vista es un motivode terrible angustia infantil. Este temorpersiste en muchos adultos, a quienesninguna mutilación espanta tanto comola de los ojos. ¿Acaso no se tiene lacostumbre de decir que se cuida algocomo un ojo de la cara?[8] El estudio delos sueños, de las fantasías y de losmitos nos enseña, además, que el temorpor la pérdida de los ojos, el miedo aquedar ciego, es un sustituto frecuentede la angustia de castración. También

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el castigo que se impone Edipo, elmítico criminal, al enceguecerse, no esmás que una castración atenuada, penaésta que de acuerdo con la ley del taliónsería la única adecuada a su crimen.Colocándose en un punto de vistaracionalista, podría tratarse de negarque el temor por los ojos estérelacionado con la angustia decastración: se encontrará entoncesperfectamente comprensible que unórgano tan precioso como el ojo seaprotegido con una ansiedadcorrespondiente, ya hasta se podráafirmar que tampoco tras la angustia decastración se esconde ningún secreto

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profundo, ninguna significación distintade la mutilación en sí. Pero con ello nose toma en cuenta la sustitución mutuaentre el ojo y el miembro viril,manifestada en sueños, fantasías y mitos,ni se logrará desvirtuar la impresión deque precisamente la amenaza de perderel órgano sexual despierta unsentimiento particularmente intenso yenigmático, sentimiento que luegorepercute también en lasrepresentaciones de la pérdida de otrosórganos. Todas nuestras dudasdesaparecen cuando, al analizar a losneuróticos, nos enteramos de lasparticularidades de este «complejo de

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castración» y del inmenso papel quedesempeña en la vida psíquica.

Tampoco aconsejaría a ningúnadversario del psicoanálisis que adujerajustamente el cuento del arenero, deHoffmann, para afirmar que el temor porlos ojos sería independiente delcomplejo de castración.

Pues si así fuera, ¿por qué apareceaquí la angustia por los ojos íntimamenterelacionada con la muerte del padre?¿Por qué el arenero retorna cada vezcomo aguafiestas del amor? Primerosepara al desgraciado estudiante de sunovia y del hermano de ésta, su mejoramigo; luego destruye su segundo objeto

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de amor, la bella muñeca Olimpia;finalmente lo impulsa al suicidio,justamente antes de su feliz unión conClara, a la que acaba de encontrar denuevo. Estos elementos del cuento, comootros muchos, parecen arbitrarios ycarentes de sentido si se rechaza lavinculación entre el temor por los ojos yla castración, pero en cambio se tornanplenos de significación en cuanto, enlugar del arenero, se coloca al temidopadre, a quien se atribuye el propósitode la castración.[9]

Así, nos atreveremos a referir elcarácter siniestro del arenero alcomplejo de castración infantil. Pero la

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mera idea de que semejante factorinfantil haya podido engendrar estesentimiento nos incita a buscar unaderivación análoga que sea aplicable aotros ejemplos de lo siniestro. En elarenero aparece aún el tema de lamuñeca aparentemente viva, que Jentschseñalaba. Según este autor, lacircunstancia de que se despierte unaincertidumbre intelectual respecto alcarácter animado o inanimado de algo, obien la de que un objeto privado de vidaadopte una apariencia muy cercana a lamisma, son sumamente favorables parala producción de sentimientos de losiniestro. Pero con las muñecas nos

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hemos acercado bastante a la infancia.Recordaremos que el niño, en susprimeros años de juego, no suele trazarun límite muy preciso entre las cosasvivientes y los objetos inanimados, yque gusta tratar a su muñeca como sifuera de carne y hueso. Hasta llegamos aoír ocasionalmente, por boca de unapaciente, que todavía a la edad de ochoaños estaba convencida de que si mirasea sus muñecas de una maneraparticularmente penetrante, éstasadquirirían vida. Así, el factor infantiltambién aquí puede ser demostrado confacilidad, pero, cosa extraña: en el casodel arenero se trataba de la reanimación

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de una vieja angustia infantil; frente a lamuñeca viviente, en cambio, ya nohablamos de angustia: el niño no sintiómiedo ante la idea de ver viva a sumuñeca, y quizá hasta lo haya deseado.De modo que en este caso la fuente delsentimiento de lo siniestro no seencontraría en una angustia infantil, sinoen un deseo, o quizá tan sólo en unacreencia infantil. He aquí algo queparece contradictorio, pero es posibleque sólo se trate de una multiplicidad demanifestaciones que más adelante puedafacilitar nuestra comprensión.

E. T. A. Hoffmann es el maestro sinpar de lo siniestro en la literatura. Su

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novela Los elixires del Diablo presentatodo un conjunto de temas a los cualesse podría atribuir el efecto siniestro dela narración. El argumento de la novelaes demasiado rico y entreverado comopara que se pueda intentar referirlo enuna reseña. Al final del libro, cuando lasconvenciones sobre las cuales sefundaba la acción y que hasta entonceshabían sido disimuladas al lector, le sonfinalmente comunicadas, he aquí queéste no queda informado, sino por elcontrario completamente confundido. Elpoeta ha acumulado demasiados efectossemejantes; la impresión que produce elconjunto no sufre por ello, pero sí

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nuestra comprensión. Es preciso que nosconformemos con seleccionar, entreestos temas que evocan un efectosiniestro, los más destacados, a fin deinvestigar si también para ellos esposible hallar un origen en fuentesinfantiles. Nos hallamos así, ante todo,con el tema del «doble» o del «otroyo», en todas sus variaciones ydesarrollos, es decir: con la apariciónde personas que a causa de su figuraigual deben ser consideradas idénticas;con el acrecentamiento de esta relaciónmediante la transmisión de los procesosanímicos de una persona a su «doble»—lo que nosotros llamaríamos telepatía

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—, de modo que uno participa en lo queel otro sabe, piensa y experimenta; conla identificación de una persona conotra, de suerte que pierde el dominiosobre su propio yo y coloca el yo ajenoen lugar del propio, o sea:desdoblamiento del yo, partición del yo,sustitución del yo; finalmente con elconstante retorno de lo semejante, conla repetición de los mismos rasgosfaciales, caracteres, destinos, actoscriminales, aun de los mismos nombresen varias generaciones sucesivas.

El tema del «doble» ha sidoinvestigado minuciosamente, bajo estemismo título, en un trabajo de O.

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Rank[10]. Este autor estudia lasrelaciones entre el «doble» y la imagenen el espejo a la sombra, los geniostutelares, las doctrinas animistas y eltemor ante la muerte. Pero también echaviva luz sobre la sorprendente evoluciónde este tema. En efecto, el «doble» fueprimitivamente una medida deseguridad contra la destrucción del yo,un «enérgico mentís a la omnipotenciade la muerte» (O. Rank), yprobablemente haya sido el alma«inmortal» el primer «doble» de nuestrocuerpo. La creación de semejantedesdoblamiento, destinado a conjurar laaniquilación, tiene su parangón en un

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modismo expresivo del lenguaje onírico,consistente en representar la castraciónpor la duplicación o multiplicación delsímbolo genital. En la cultura de losviejos egipcios esa tendencia compele alos artistas a modelar la imagen delmuerto con una sustancia duradera. Peroestas representaciones surgieron en elterreno de la egofilia ilimitada, delnarcisismo primitivo que domina elalma del niño tanto como la del hombreprimitivo, y sólo al superarse esta fasese modifica el signo algebraico del«doble»: de un asegurador de lasupervivencia se convierte en unsiniestro mensajero de la muerte.

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Pero la idea del «doble» nodesaparece necesariamente con esteprotonarcisismo original, pues esposible que adquiera nuevos contenidosen las fases ulteriores de la evolucióndel yo. En éste se desarrollapaulatinamente una instancia particularque se opone al resto del yo, que sirve ala autoobservación y a la autocrítica,que cumple la función de censurapsíquica, y que nuestra conscienciaconoce como conciencia.[11] En el casopatológico del delirio de referencia, estainstancia es aislada, separada del yo,haciéndose perceptible para el médico.La existencia de semejante instancia

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susceptible de tratar al resto del yocomo si fuera un objeto, o sea laposibilidad de que el hombre sea capazde autoobservación, permite que la viejarepresentación del «doble» adquiera unnuevo contenido y que se le atribuya unaserie de elementos: en primer lugar, todoaquello que la autocrítica consideraperteneciente al superado narcisismo delos tiempos primitivos.[12]

Pero no sólo este contenido ofensivopara la crítica yoica puede serincorporado al «doble», sino tambiéntodas las posibilidades de nuestraexistencia que no han halladorealización y que la imaginación no se

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resigna a abandonar, todas lasaspiraciones del yo que no pudieroncumplirse a causa de adversascircunstancias la ilusión del librealbedrío.[13]

Pero una vez expuesta de este modola motivación manifiesta del «doble»,henos aquí obligados a confesarnos quenada de lo que hemos dicho basta paraexplicarnos el extraordinario grado delcarácter siniestro que es propio de esafigura. Por otra parte, nuestroconocimiento de los procesos psíquicospatológicos nos permite agregar quenada hay en este contenido que alcance adar razón de la tendencia defensiva que

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proyecta al «doble» fuera del yo, cualuna cosa extraña. El carácter siniestrosólo puede obedecer a que el «doble» esuna formación perteneciente a lasépocas psíquicas primitivas ysuperadas, en las cuales sin duda teníaun sentido menos hostil. «El doble» seha transformado en un espantajo, asícomo los dioses se tornan demoniosuna vez caídas sus religiones. (Heine,Die Götter im Exil.«Los dioses en eldestierro».)

Aplicando la pauta que nossuministra el tema del «doble», es fácilapreciar los otros transtornos del yoque Hoffmann utiliza en sus cuentos.

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Consisten aquéllos en un retorno adeterminadas fases de la evolución delsentimiento yoico, en una regresión a laépoca en que el yo aún no se habíademarcado netamente frente al mundoexterior y al prójimo. Creo que estostemas contribuyen a dar a los cuentos deHoffmann su carácter siniestro, aunqueno es fácil determinar la parte que lescorresponde en la producción de esaatmósfera.

El factor de la repetición de losemejante quizá no sea aceptado portodos como fuente del sentimiento encuestión. Según mis observaciones, enciertas condiciones y en combinación

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con determinadas circunstancias,despierta sin duda la sensación de lossiniestro, que por otra parte nosrecuerda la sensación de inermidad demuchos estados oníricos. Cierto día, alrecorrer en una cálida tarde de veranolas calles desiertas y desconocidas deuna pequeña ciudad italiana, vine a dar aun barrio sobre cuyo carácter no puedequedar mucho tiempo en duda, puesasomadas a las ventanas de las pequeñascasas sólo se veían mujerespintarrajeadas, de modo que meapresuré a abandonar la callejuelatomando por el primer atajo. Perodespués de haber errado sin guía durante

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algún rato, encontréme de pronto en lamisma calle, donde ya comenzaba allamar la atención; mi apresuradaretirada sólo tuvo por consecuencia que,después de un nuevo rodeo, vine a darallí por tercera vez. Mas entonces seapoderó de mí un sentimiento que sólopodría calificar de siniestro, y me alegrécuando, renunciando a misexploraciones, volví a encontrar la plazade la cual había partido. Otrassituaciones que tienen en común con laprecedente el retorno involuntario a unmismo lugar, aunque difieranradicalmente en otros elementos,producen, sin embargo, la misma

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impresión de inermidad y de losiniestro. Por ejemplo, cuando uno sepierde, sorprendido por la niebla en unamontaña boscosa, y pese a todos susesfuerzos por encontrar un caminomarcado o conocido, vuelve variasveces al mismo lugar caracterizado porun aspecto determinado. O bien cuandose yerra por una habitación desconociday oscura, buscando la puerta o elinterruptor de la luz, y se tropieza encambio por décima vez con un mismomueble; situación ésta que Mark Twain,aunque mediante una grotescaexageración, pudo dotar de irresistiblecomicidad.

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También hallamos fácilmente estecarácter en otra serie de hechos: sólo elfactor de la repetición involuntaria esel que nos hace parecer siniestro lo queen otras circunstancias sería inocente,imponiéndonos así la idea de lo nefasto,de lo ineludible, donde en otro caso sólohabríamos hablado de «casualidad».Así, por ejemplo, seguramente es unavivencia indiferente si en elguardarropas nos dan, al entregarnuestro sombrero, un númerodeterminado —digamos, el 62— o sinos hallamos con que nuestro camarotedel barco lleva ese número. Pero talimpresión cambia si ambos hechos,

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indiferentes en sí, se aproximan, al puntoque el número 62 se encuentra variasveces en un mismo día, o si aún llega asuceder que cuanto lleva un número —direcciones, cuartos de hotel, coches deferrocarril, etc.— presenta siempre lamisma cifra, por lo menos comoelemento parcial. Se considera esto«siniestro», y quien no esté acorazadocontra la superstición, será tentado aatribuir un sentido misterioso a esteobstinado retorno del mismo número,viendo en él, por ejemplo, una alusión ala edad que no ha de sobrevivir. O si, enotro caso, comenzando justamente aestudiar las obras del gran fisiólogo H.

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Hering, se reciben, con pocos días deintervalo y procedentes de distintospaíses, cartas de dos personas quellevan ese mismo nombre, mientras quehasta entonces jamás se había estado enrelación con individuos así llamados.Un inteligente investigador trató hacepoco de reducir a ciertas leyes loshechos de esta clase, quitándoles asíinevitablemente todo carácter siniestro.No me atrevería a decidir si ha tenidoéxito en su empresa.[14]

En cuanto a lo siniestro evocado porel retorno de lo semejante y a la maneraen que dicho estado de ánimo se derivade la vida psíquica infantil, no puedo

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más que mencionarlo en este conexo,remitiéndome en lo restante a una nuevaexposición del tema, en otras relaciones,que ya tengo preparada. Me limito, pues,a señalar que la actividad psíquicainconsciente está dominada por unautomatismo o impulso de repetición(repetición compulsiva), inherente, contoda probabilidad, a la esencia mismade los instintos, provisto de poderíosuficiente para sobreponerse alprincipio del placer; un impulso queconfiere a ciertas manifestaciones de lavida psíquica un carácter demoníaco,que aún se manifiesta con gran nitidez enlas tendencias del niño pequeño, y que

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domina parte del curso que sigue elpsicoanálisis del neurótico. Todasnuestras consideraciones precedentesnos disponen para aceptar que se sentirácomo siniestro cuanto sea susceptible deevocar este impulso de repeticióninterior.

Creo, empero, que ha llegado elmomento de abandonar el comentario deestas condiciones, un tanto difíciles deapreciar, para dedicarnos a la búsquedade casos indudables de lo siniestro,cuyo análisis nos permitirá decidirdefinitivamente sobre el valor de nuestrahipótesis.

En El anillo de Polícrates[15], el

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huésped se aparta horrorizado aladvertir que todos los deseos del amigose cumplen al instante, que cada una desus preocupaciones es disipada sintardanza por el destino. Su amigo se leha tornado «siniestro». La razón quepara ello se da a sí mismo —que quienes demasiado feliz debe temer la envidiade los dioses— nos parece demasiadooscura, pues su sentido está veladomitológicamente. Acudamos por ello aotro ejemplo procedente de un territoriomucho más sencillo. En la historiaclínica de una neurosis obsesiva[16]conté que este enfermo había pasadocierto tiempo en una estación termal, con

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gran provecho para su persona, perotuvo el tino de no atribuir su mejoría alas propiedades curativas de las aguas,sino a la ubicación de su cuarto,contiguo al de una amable enfermera. Alvolver por segunda vez a eseestablecimiento reclamó el mismocuarto, pero al oír que ya había sidoocupado por un vejo señor, dio librecurso a su disgusto, exclamando: «¡Quese muera de un patatús!» Dos semanasmás tarde el señor efectivamente sufrióun ataque de apoplejía, hecho que parami enfermo fue «siniestro». Estaimpresión habría sido aun más intensa sientre su exclamación y el accidente

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hubiera mediado un tiempo más breve, obien si a mi paciente le hubiesenocurrido varios episodios similares. Enefecto, no tuvo dificultad ensuministrarme confirmacionessemejantes, y no sólo él, sino todos losneuróticos obsesivos que pude estudiarme narraron vivencias análogas. Deningún modo se sorprendían alencontrarse regularmente con la personaen la cual, quizá por vez primera enmucho tiempo, acababan de pensar;regularmente sucedíales que recibíanpor la mañana carta de un amigo, y lanoche anterior habían dicho: «Hacetiempo que no sabemos nada de fulano.»

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Sobre todo, raramente se producíanaccidentes o fallecimientos, sin quepoco antes la idea de esa desgraciahubiera pasado por su mente.Comunicaban esta circunstancia con lamayor modestia, pretendiendo tenerpresentimientos que «casi siempre» serealizaban.

Una de las formas más extendidas ymás siniestras de la superstición es eltemor al «mal de ojo», que ha sidosometido a un profundo estudio por eloftalmólogo de Hamburgo, S.Seligmann.[17] La fuente de la cualemana este temor jamás parece habersido confundida. Quien posee algo

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precioso, pero perecedero, teme laenvidia ajena, proyectando a los demásla misma envidia que habría sentido enlugar del prójimo. Tales impulsossuelen traducirse por medio de lamirada, aunque uno se niegue aexpresarlos en palabras, y cuandoalguien se destaca sobre los demás poralguna manifestación notable,especialmente de carácter desagradable,se está dispuesto a suponer que suenvidia debe haber alcanzado una fuerzaespecial y que esta fuerza bien podrállevarla a convertirse en actos. Sesospecha, pues, una secreta intención dedañar, y basándose en ciertos indicios se

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admite que este propósito tambiéndispone de suficiente poder nocivo.

Estos últimos ejemplos de lossiniestro se fundan en el principio que,de acuerdo con la sugestión de unpaciente, he denominado «omnipotenciadel pensamiento». A esta altura denuestro estudio ya no podemos confundirel terreno en que nos encontramos. Elanálisis de estos diversos casos de losiniestro nos ha llevado a una viejaconcepción del mundo, al animismo,caracterizado por la pululación deespíritus humanos en el mundo, por lasobreestimación narcisista de lospropios procesos psíquicos, por la

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omnipotencia del pensamiento y por latécnica de la magia que en ella se basa,por la atribución de fuerzas mágicas,minuciosamente graduadas a personasextrañas y a objetos (Mana,[18] yfinalmente por todas las creacionesmediante las cuales el ilimitadonarcisismo de ese período evolutivo sedefendía contra la innegable fuerza de larealidad. Parece que en el curso denuestro desarrollo individual todoshemos pasado por una fasecorrespondiente a este animismo de losprimitivos, que en ninguno de nosotrosesa fase ha transcurrido sin dejar restosy trazas capaces de manifestarse en

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cualquier momento, y que cuanto hoynos parece «siniestro» llena lacondicion de evocar esos restos de unaactividad psíquica animista,estimulandolos a manifestarse.[19]

Sera oportuno enunciar aquí dosformulaciones en las cuales quisieracondensar lo esencial de nuestropequeno estudio. Ante todo: si la teoríapsicoanalítica tiene razon al afirmar quetodo afecto de un impulso emocional,cualquiera que sea su naturaleza, esconvertido por la represion enangustia, entonces es preciso que entrelas formas de lo angustioso exista ungrupo en el cual se pueda reconocer que

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esto, lo angustioso, es algo reprimidoque retorna. Esta forma de la angustiasería precisamente lo siniestro, siendoentonces indiferente si ya tenía en suorigen ese caracter angustioso, o si fueportado por otro tono afectivo. Ensegundo lugar, si esta es realmente laesencia de lo siniestro, entoncescomprenderemos que el lenguajecorriente pase insensiblemente de lo«Heimlich» a su contrario, lo«Unheimlich», pues esto ultimo, losiniestro, no sería realmente nada nuevo,sino mas bien algo que siempre fuefamiliar a la vida psíquica y que solo setorno extrano mediante el proceso de su

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represion. Y este vínculo con larepresion nos ilumina ahora ladefinicion de Schelling, segun la cual losiniestro sería algo que, debiendo haberquedado oculto, se ha manifestado.

Solo nos resta aplicar elconocimiento que así hemos adquirido ala explicacion de otros ejemplos de losiniestro.

Muchas personas consideransiniestro en grado sumo cuanto estarelacionado con la muerte, concadaveres, con la aparicion de losmuertos, los espíritus y los espectros.Hemos visto que varias lenguasmodernas ni siquiera pueden reproducir

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nuestra expresion; ein unheimlichesHaus («Una casa siniestra»), sinomediante la circunlocucion: «una casaencantada» (habitada por fantasmas).En realidad, debíamos haber comenzadonuestras investigaciones con este ejem-plo de lo siniestro, quiza el mas notablede todos, pero no lo hicimos porqueaquí lo siniestro se mezclaexcesivamente con lo espeluznante, y enparte coincide con ello. Perodifícilmente haya otro dominio en elcual nuestras ideas y nuestrossentimientos se han modificado tan pocodesde los tiempos primitivos, en el cuallo arcaico se ha conservado tan

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incolume bajo un ligero barniz, como enel de nuestras relaciones con la muerte.Dos factores explican esta detencion deldesarrollo: la fuerza de nuestrasreacciones afectivas primarias y laincertidumbre de nuestro conocimientocientífico. La biología aun no ha logradodeterminar si la muerte es el destinoineludible de todo ser viviente o si soloes un azar constante, pero quiza evitable,en la vida misma. El axioma de quetodos los hombres son mortales aparece,es verdad, en los textos de logica, comoejemplo por excelencia de un asertogeneral, pero no convence a nadie, ynuestro inconsciente sigue resistiendose,

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hoy como antes, a asimilar la idea denuestra propia mortalidad. Lasreligiones siguen negandole importancia,aun hoy, al hecho incontrovertible de lamuerte individual, haciendo continuar laexistencia mas alla del fin de la vida;los poderes del Estado consideranimposible mantener el orden moral entrelos mortales, sin echar mano al recursode corregir la vida terrena con un masalla mejor; en las carteleras de nuestrasciudades se anuncian conferenciasdestinadas a ensenar como ponerse enrelacion con las almas de los difuntos, yes innegable que muchos de nuestrosmejores espíritus y de nuestros pen-

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sadores mas sutiles entre los hombres deciencia han creído, especialmente haciael fin de su propia vida, que no sonescasas las posibilidades de semejantecomunicacion. Dado que casi todosseguimos pensando al respecto igual quelos salvajes, no nos extrane que elprimitivo temor ante los muertosconserve su poder entre nosotros y estepresto a manifestarse frente a cualquiercosa que lo evoque. Aun es probableque mantenga su viejo sentido: el de quelos muertos se tornan enemigos delsobreviviente y se proponen llevarloconsigo para estar acompanados en sunueva existencia. Frente a esta inmutable

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actitud nuestra ante la muerte podríamospreguntarnos mas bien donde ha ido aparar la represion, condicion necesariapara que lo primitivo pueda retornarcomo algo siniestro. Pero no nospreocupemos: existe, en efecto, ennuestro ejemplo, pues oficialmente laspersonas que se consideran cultas ya nocreen que los difuntos puedan aparecercomo espíritus; han supeditado suaparicion a condiciones remotas yraramente realizadas, y la actitudafectiva frente al muerto, primitivamentemuy equívoca, ambivalente, se haatenuado en los niveles mas altos de lavida psíquica, hasta convertirse en el

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sentimiento unívoco de la piedad.[20]Solo sera preciso que agreguemos

unos pocos complementos, pues con elanimismo, la magia y losencantamientos, la omnipotencia delpensamiento, las actitudes frente a lamuerte, las repeticiones no intencionalesy el complejo de castracion, casi hemosagotado el conjunto de los factores quetransforman lo angustioso en siniestro.

Tambien puede decirse de un serviviente que es siniestro cuando se leatribuyen intenciones malevolas. Perotal circunstancia no basta, pues espreciso agregar que estas, susintenciones, se realicen para

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perjudicarnos con la ayuda de fuerzasparticulares. El «gettatore» es un buenejemplo. Se trata de un siniestropersonaje de la supersticion romana queAlbert Schäffer, en su libro JosefMontfort, ha transformado, con intuicionpoetica y con profunda inteligenciapsicoanalítica, en una figura simpatica.Pero estas fuerzas secretas nos llevan denuevo al terreno del animismo. Elpresentimiento de tales fuerzasmisteriosas es el que hace parecerle a lapía Margarita tan siniestra la figura deMefistofeles:

Ella sospecha que yo debo ser un genio.Quiza aun el mismo Diablo.

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El caracter siniestro de la epilepsiay de la demencia tiene identico origen.El profano ve en ellas la manifestacionde fuerzas que no sospechaba en el pro-jimo, pero cuya existencia alcanza apresentir oscuramente en los rinconesreconditos de su propia personalidad.Con gran consecuencia —casicorrectamente desde el punto de vistapsicologico— la Edad Media atribuíatodas estas manifestaciones morbidas ala influencia de los demonios. Hasta nome asombraría si me enterara de que elpsicoanalisis, que se ocupa con larevelacion de tales fuerzas secretas, seconvirtiese por ello en algo siniestro a

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los ojos de muchas gentes. En un caso enque llegue a curar, aunque lentamente, auna joven paralítica desde hacía muchosanos, se lo oí decir a la propia madre,largo tiempo despues que se habíarestablecido su hija.

Los miembros separados, una cabezacortada, una mano desprendida delbrazo, como aparece en un cuento deHauff, pies que danzan solos, como enel mencionado libro de A. Schäffer: soncosas que tienen algo sumamentesiniestro, especialmente si, como en elultimo ejemplo mencionado, conservanactividad independiente. Ya sabemosque este caracter siniestro se debe a su

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relacion con el complejo de castracion.Muchos otorgarían la corona de losiniestro a la idea de ser enterradosvivos en estado de catalepsia, pero elpsicoanalisis nos ha ensenado que estaterrible fantasía solo es latransformacion de otra que en su origennada tuvo de espantoso, sino que, por elcontrario, se apoyaba en ciertavoluptuosidad: la fantasía de vivir en elvientre materno.

***

Aunque en rigor ya se encuentraincluida en nuestras precedentesafirmaciones sobre el animismo y los

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mecanismos superados del aparatopsíquico, agregaremos aquí unaobservacion general que nos parecedigna de ser destacada: la de que losiniestro se da, frecuente y facilmente,cuando se desvanecen los límites entrefantasía y realidad; cuando lo quehabíamos tenido por fantástico apareceante nosotros como real; cuando unsímbolo asume el lugar y la importanciade lo simbolizado, y así sucesivamente.A ello se debe tambien gran parte delcaracter siniestro que tienen laspracticas de la magia. Lo que en ellashay de infantil, lo que tambien domina lavida psíquica de los neuroticos, es la

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exageracion de la realidad psíquicafrente a la material, tendencia esta quetambien concierne a la omnipotencia delas ideas. En medio del bloqueoimpuesto por la guerra mundial llego amis manos un numero de la revistainglesa Strand, en la cual, entre otraslucubraciones bastante superfluas, hallela historia de una joven pareja que seinstala en una vivienda amuebladadonde se encuentra una mesa de formaextrana, con cocodrilos tallados enmadera. Hacia el anochecer se difundepor la habitacion un hedor insoportabley característico, se tropieza en laoscuridad con alguna cosa, se cree ver

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algo indefinible que escapa por laescalera: en suma, se trata de hacernossuponer que a causa de la presencia deesa mesa la casa esta asolada porfantasmagoricos cocodrilos, o que en laoscuridad los monstruos de maderaadquieren vida, o que sucede algunacosa similar. El cuento era bastantetonto, pero el efecto siniestro había sidologrado magistralmente.

Para poner broche final a esta seriede ejemplos, aun harto incompleta,mencionaremos una observacion que nosha suministrado la labor psicoanalítica yque, si no reposa sobre una coincidenciafortuita, nos ofrecera la mas rotunda

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confirmacion de nuestro concepto sobrelo siniestro. Sucede con frecuencia quehombres neuroticos declaran que losgenitales femeninos son para ellos untanto siniestros. Pero esa cosa siniestraes la puerta de entrada a una viejamorada de la criatura humana, al lugaren el cual cada uno de nosotros estuvoalojado alguna vez, la primera vez. Sesuele decir jocosamente Liebe istHeimweh («amor es nostalgia»), ycuando alguien suena con una localidado con un paisaje, pensando en el sueno:«esto lo conozco, aquí ya estuve algunavez», entonces la interpretacion oníricaesta autorizada a reemplazar ese lugar

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por los genitales o por el vientre de lamadre. De modo que tambien en estecaso lo unheimlich es lo que otrora fueheimisch, lo hogareno, lo familiar desdemucho tiempo atras. El prefijo negativo«un-» («in-»), antepuesto a esta palabra,es, en cambio, el signo de la represion.

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III

Al leer las paginas precedentes,seguramente se habran despertado en ellector dudas que ahora tendranoportunidad de condensarse y deexpresarse.

Puede ser verdad que lo unheimlich,lo siniestro, sea lo heimlich-heimisch,lo «íntimo-hogareno» que ha sidoreprimido y ha retornado de larepresion, y que cuanto es siniestrocumple esta condicion. Pero el enigmade lo siniestro no queda resuelto conesta formula. Evidentemente, nuestra

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proposicion no puede ser invertida: noes siniestro todo lo que alude a deseosreprimidos y a formas del pensamientosuperadas y pertenecientes a laprehistoria individual y colectiva.

Tampoco pretendemos ocultar que acasi todos los ejemplos destinados ademostrar nuestra proposición puedenoponérseles casos análogos que lacontradicen. Así, por ejemplo, la manocortada en cuento de Hauff, DieGeschichte von der abgehauenen Hand(«Historia de la mano cortada»),produce por cierto una impresiónsiniestra, que hemos referido alcomplejo de castración. Pero en la

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narración de El tesoro de Rhampsenit,de Heródoto, el genial ladrón que laprincesa quiere asir de la mano le tiendela mano cortada de su hermano, y creoque otros juzgarán, como yo, que esterasgo no produce impresión siniestraalguna. La inmediata realización de losdeseos en El anillo de Polícrates nosprovoca una impresión tan siniestracomo al propio rey de Egipto. Sinembargo, en nuestros cuentos popularesabundan las instantáneas realizacionesde deseos, y en ningún modo tenemos laimpresión de lo siniestro. En el cuentode Los tres deseos, la mujer se dejaseducir por la fragancia de una salchicha

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asada, manifestando que también elladesearía comer una. Al punto éstaaparece en su plato. Lleno de cóleracontra la atolondrada mujer, el hombredesea que la salchicha le cuelgue de lanariz. Hela allí, colgada de su nariz.Todo eso puede ser impresionante, perode ningún modo es siniestro. En general,el cuento se coloca abiertamente en elterreno del animismo, de laomnipotencia del pensamiento y de losdeseos, pero no podría citar ningúnverdadero cuento de hadas donde sucedaalgo siniestro. Hemos visto que estaimpresión es evocada en grado sumocuando los objetos, imágenes o muñecas

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inanimadas adquieren vida, pero en loscuentos de Andersen viven la vajilla, losmuebles, el soldado de plomo, y nadapuede estar más lejos de ser siniestro.Tampoco la animación de la bellaestatua de Pigmalión podráconsiderarse siniestra.

Hemos visto que la catalepsia y laresurrección de los muertos sonrepresentaciones siniestras, pero, unavez más, tales cosas son muy frecuentesen los sueños. ¿Quién osaría decir quees siniestro ver cómo, por ejemplo,Blanca Nieves abre los ojos en suataúd? También la resurrección de losmuertos en las historias milagrosas, por

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ejemplo en las del Nuevo Testamento,evoca sentimientos que nada tienen quever con lo siniestro. El retornoinesperado de lo idéntico, que nos haproducido efectos tan manifiestamentesiniestros, da origen en una serie decasos a reacciones muy distintas. Yahemos citado un ejemplo en el cual sirvepara provocar un efecto cómico ypodríamos acumular múltiples casossimilares. Otras veces la repetición estádestinada a reforzar, a subrayar algo,etc. Además: ¿de dónde procede elcarácter siniestro del silencio, de lasoledad, de la oscuridad? ¿Acaso estosfactores no indican la intervención del

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peligro en la génesis de los siniestro,aunque son las mismas condiciones enlas cuales vemos que los niños sientenmiedo con mayor frecuencia? ¿Ypodremos descartar realmente el factorde la incertidumbre intelectual, despuésde haber admitido su importancia parael carácter siniestro de la muerte?

Henos aquí, pues, dispuestos aadmitir que para provocar el sentimientode lo siniestro es preciso queintervengan otras condiciones, ademásde los factores temáticos que hemospostulado. En rigor podría aceptarse quecon lo dicho queda agotado el interéspsicoanalítico en el problema; que lo

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restante probablemente requiera serestudiado desde el punto de vistaestético; pero con ello abriríamos lapuerta a la duda respecto al valor denuestro concepto, según el cual lounheimlich, lo siniestro, procede de loheimisch, lo familiar, que ha sidoreprimido.

Una observación quizá puedaseñalarnos el camino para resolver estasincertidumbres. Casi todos los ejemplosque contradicen nuestra hipótesispertenecen al dominio de la ficción, dela poesía. Esto nos indicaría quedebemos diferenciar lo siniestro que sevivencia, de lo siniestro que únicamente

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se imagina o se conoce por referencias.Lo siniestro vivenciado depende de

condiciones mucho más simples, pero seda en casos menos numerosos. Yo creoque esta forma de lo siniestro acepta,casi sin excepción, nuestras tentativas desolución y puede en cada caso serreducido a cosas antiguamentefamiliares y ahora reprimidas. Sinembargo, también aquí es precisoestablecer una distinción importante ypsicológicamente significativa, quepodrá ser ilustrada mejor en ejemplosapropiados.

Tomemos lo siniestro que emana dela omnipotencia de las ideas, de la

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inmediata realización de deseos, de lasocultas fuerzas nefastas o del retorno delos muertos. Es imposible confundir lacondición que en estos casos hace surgirel sentimiento de lo siniestro. Nosotrosmismos —o nuestros antepasadosprimitivos— hemos aceptado otroraestas tres eventualidades comorealidades, estábamos convencidos delcarácter real de esos procesos. Hoy yano creemos en ellas, hemos superadoesas maneras de pensar; pero no nossentimos muy seguros de nuestras nuevasconcepciones, las antiguas creenciassobreviven en nosotros, al acecho deuna confirmación. Por consiguiente, en

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cuanto sucede algo en esta vida,susceptible de confirmar aquellas viejasconvicciones abandonadas,experimentamos la sensación de losiniestro, y es como si dijéramos: «Demodo que es posible matar a otro por lasimple fuerza del deseo; es posible quelos muertos sigan viviendo y quereaparezcan en los lugares dondevivieron», y así sucesivamente. Quien,por el contrario, haya abandonadoabsoluta y definitivamente talesconvicciones animistas, no será capazde experimentar esa forma de losiniestro. La más extraordinariacoincidencia entre un deseo y su

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realización, la más enigmáticarepetición de hechos análogos en unmismo lugar o en idéntica fecha, las másengañosas percepciones visuales y losruidos más sospechosos, no loconfundirán, no despertarán en él untemor que podamos considerar comomiedo a lo «siniestro». De modo queaquí se trata exclusivamente de algoconcerniente a la prueba de realidad, deuna cuestión de realidad material.[21]

Muy otro es lo siniestro que emanade los complejos infantiles reprimidosdel complejo de castración, de lasfantasías intrauterinas, etc. Desde luego,no pueden ser muy frecuentes las

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vivencias reales susceptibles dedespertar este género de lo siniestro, yaque el sentimiento en cuestión, cuandose da en vivencias reales, suelepertenecer al grupo anterior; pero parala teoría es importante diferenciarambas categorías. En lo siniestro debidoa complejos infantiles la cuestión de larealidad material ni siquiera se plantea,apareciendo en su lugar la realidadpsíquica. Trátase en este caso de larepresión efectiva de un contenidopsíquico y del retorno de lo reprimido,pero no de una simple abolición de lacreencia en la realidad de estecontenido. Podríamos decir que

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mientras en un caso ha sido reprimidocierto contenido ideacional, en el otro loha sido la creencia en su realidad(material). Pero esta última formulaciónquizá signifique una aplicación deltérmino «represión» que trasciende suslímites legítimos. Sería más correcto sien lo que a este problema se refieretuviésemos en cuenta una sensiblediferencia psicológica, calificando elestado en que se encuentran lasconvicciones animistas del hombrecivilizado como una superación más omenos completa. Nuestra formulaciónfinal sería entonces la siguiente: losiniestro en las vivencias se da cuando

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complejos infantiles reprimidos sonreanimados por una impresión exterior,o cuando convicciones primitivassuperadas parecen hallar una nuevaconfirmación. Por fin, nuestrapredilección por las soluciones simplesy por las exposiciones claras no ha deimpedirnos reconocer que ambas formasde lo siniestro, aquí discernidas, nosiempre se presentan netamenteseparadas en la vivencia. Si se tiene encuenta que las convicciones primitivasestán íntimamente vinculadas a loscomplejos infantiles y que en realidadarraigan en ellos, no causará granasombro ver cómo se confunden sus

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límites.Lo siniestro en la ficción —en la

fantasía, en la obra literaria— mereceen efecto un examen separado. Antetodo, sus manifestaciones son muchomás multiformes que las de lo siniestrovivencial, pues lo abarca totalmente,amén de otros elementos que no se danen las condiciones del vivenciar. Elcontraste entre lo reprimido y losuperado no puede aplicarse, sinprofundas modificaciones, a lo siniestrode la obra poética, pues el dominio de lafantasía presupone que su contenido seadispensado de la prueba de realidad.Nuestra conclusión, aparentemente

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paradójica, reza así: «mucho de lo quesería siniestro en la vida real no lo esen la poesía; además, la ficcióndispone de muchos medios paraprovocar efectos siniestros que noexisten en la real».

Entre las numerosas licencias de quegoza el poeta también se cuenta la depoder elegir a su arbitrio el mundo de suevocación, de modo que coincida connuestra realidad familiar o se aleje encualquier modo de ella. En todo caso,nosotros lo seguiremos. El mundo de loscuentos de hadas, por ejemplo,abandona desde el principio el terrenode la realidad y toma abiertamente el

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partido de las convicciones animistas.Realizaciones de deseos, fuerzassecretas, omnipotencia del pensamiento,animación de lo inanimado, efectostodos muy corrientes en los cuentos, nopueden provocar en ellos una impresiónsiniestra, pues para que nazca estesentimiento es preciso, como vimos, queel juicio se encuentre en duda respecto asi lo increíble, superado, no podría, a lapostre, ser posible en la realidad,cuestión ésta que desde el principio esdecidida por las convenciones que rigenel mundo de los cuentos. De tal manera,el cuento de hadas, fuente de la mayorparte de los ejemplos que contradicen

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nuestra teoría de lo siniestro, ilustraprácticamente el primero de los casosmencionados: en el dominio de laficción no son siniestras muchas cosasque lo serían en la vida real. A éste seagregan, en el cuento, otros factores quemás adelante mencionaremos conbrevedad.

El poeta también puede habersecreado un mundo que, si bien menosfantástico que el de los cuentos, seaparte, sin embargo, del mundo real, aladmitir seres sobrenaturales, demonioso ánimas de difuntos. Todo el caráctersiniestro que podrían tener esas figurasdesaparece entonces en la medida en

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que se extienden las convenciones deesta realidad poética. Las ánimas delinfierno dantesco o los espectros deHamlet, Macbeth y Julio César, deShakespeare, pueden ser todo lotruculentos y lúgubres que se quiera,pero en el fondo son tan poco siniestroscomo, por ejemplo, el sereno mundo delos dioses homéricos. Adaptamosnuestro juicio a las condiciones de estaficticia realidad del poeta, yconsideramos a las almas, a los espíritusy fantasmas, como si tuvieran en aquéllauna existencia no menos justificada quela nuestra en la realidad material. Heaquí un nuevo caso en el cual se evita el

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sentimiento de lo siniestro.Muy distinto es, en cambio, si el

poeta aparenta situarse en el terreno dela realidad común. Adopta entoncestodas las condiciones que en la vida realrigen la aparición de lo siniestro, ycuanto en las vivencias tenga estecarácter también lo tendrá en la ficción.Pero en este caso el poeta puede exaltary multiplicar lo siniestro mucho más alláde lo que es posible en la vida real,haciendo suceder lo que jamás oraramente acaecería en la realidad. Encierta manera, nos libra entonces anuestra superstición, que habíamoscreído superada; nos engaña al

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prometernos la realidad vulgar, parasalirse luego de ella. Reaccionamos antesus ficciones como lo haríamos frente anuestras propias vivencias; una vez quenos damos cuenta de la mixtificación, yaes demasiado tarde, pues el poeta halogrado su objeto, pero por mi parteafirmo que no ha obtenido un efectopuro. Nos queda un sentimiento deinsatisfacción, una especie de rencor porel engaño intentado, sensación ésta queexperimenté con particular claridaddespués de haber leído el cuento deSchnitzler Die Weissagung («Laprofecía») y otras producciones delgénero que coquetean con lo milagroso.

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El literato dispone todavía de un recursoque le permite sustraerse a nuestrarebelión y mejorar al mismo tiempo lasperspectivas de lograr sus propósitos.Este medio consiste en dejarnos ensuspenso, durante largo tiempo, respectoa cuáles son las convenciones que rigenen el mundo por él adoptado; o bien enesquivar hasta el fin, con arte y astucia,una explicación decisiva al respecto.Pero, en todo caso, cúmplese aquí lacircunstancia anotada de que la ficcióncrea nuevas posibilidades de losiniestro, que no pueden existir en lavida real.

Estrictamente hablando, todas estas

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formas diversas sólo se observan enaquella categoría de lo siniestro queprocede de lo superado. Lo siniestroemanado de complejos reprimidos tienemayor tenacidad y, prescindiendo de unaúnica condición, conserva en la poesíatodo el carácter siniestro que tenía en lavivencia real. La otra forma, la nacidade lo superado, en cambio, presenta estecarácter tanto en la realidad como enaquella ficción que se ubica en elterreno de la realidad material, peropuede perderlo en las realidadesficticias creadas por la imaginación delpoeta.

Es evidente que las licencias del

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poeta y, en consecuencia, los privilegiosde la ficción relacionados con laevocación o la inhibición delsentimiento de lo siniestro, no han sidoagotados en las observaciones queanteceden. Frente a las vivencias realessolemos adoptar una posiciónuniformemente pasiva y nos encontramossometidos a la influencia de los temas.En cambio, respondemos en un formaparticular a la dirección del poeta:mediante el estado emocional en que noscoloca, merced a las expectativas que ennosotros despierta, logra apartar nuestracapacidad afectiva de un tono pasionalpara llevarla a otro, y muchas veces

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sabe obtener con un mismo tema muydistintos efectos. Todo esto es conocidodesde hace tiempo y seguramente fueconsiderado detenidamente por losestéticos idóneos. Nosotros hemos sidollevados, casi sin quererlo, a esteterreno de la investigación, cediendo aldeseo de poner en claro la contradicciónque frente a nuestra teoría de lo siniestropresentan ciertos ejemplos antesmencionados. Por eso volveremos ahoraa algunos de éstos.

Nos preguntábamos hace poco porqué la mano cercenada en El tesoro deRhampsenit no produce la impresión delo siniestro que despierta La historia de

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la mano cortada, de Hauff. Ahora queconocemos la mayor tenacidad de losiniestro emanado de los complejosreprimidos, dicha pregunta nos parecemás plena de significación. La respuestapuede ser formulada sin dificultades: enla primera de estas narraciones noestamos tan adaptados a las emocionesde la princesa, como a la astuciasoberana del magistral ladrón. A laprincesa seguramente no le habráquedado evitada la sensación de losiniestro, y aun consideramos verosímilque haya caído desvanecida; pero pornuestra parte no sentimos nada siniestro,porque no nos colocamos en su plaza,

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sino en la del ladrón. Otrascircunstancias son las que nos privan dela impresión siniestra en la farsa deNestroy, Der Zerrissene («Elandrajoso»), cuando el fugitivo que setiene por asesino, cada vez que levantaun escotillón ve surgir el supuestoespectro de su víctima, exclamando,desesperado: «¡Pero si yo no maté másque a uno! ¿A qué viene esta atrozmultiplicación?» Nosotros estamosenterados de las circunstanciasanteriores a esta escena y no podemoscompartir el error del «andrajoso», demodo que cuanto para él es siniestro,sólo posee para nosotros irresistible

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comicidad. Hasta una aparición«verdadera», como la del cuento deOscar Wilde El espectro de Canterville,pierde todos sus derechos a inspirar porlo menos terror, cuando el poeta sepermite la broma de ridiculizarlo y deburlarse de él. Tal es la independenciaque en el mundo de la ficción puedehaber entre el efecto emocional y elasunto elegido. En cuanto a los cuentosde hadas, ni siquiera pretendendespertar sentimientos angustiosos, esdecir, siniestros. Cosa quecomprendemos perfectamente y que noslleva a pasar por alto todas lasocasiones en que tal efecto sería quizá

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posible.Nada tenemos que decir de la

soledad, del silencio y de la oscuridad,salvo que éstos son realmente losfactores con los cuales se vincula laangustia infantil, jamás extinguidatotalmente en la mayoría de los seres. Lainvestigación psicoanalítica se haocupado en otra ocasión de esteproblema.

SIGMUND FREUD

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Sigmund Freud[*] (6 de mayo de1856, en Příbor, Moravia, Imperioaustríaco (actualmente RepúblicaCheca) - 23 de septiembre de 1939, enLondres, Inglaterra, Reino Unido) fue unmédico neurólogo austriaco, padre delpsicoanálisis y una de las mayoresfiguras intelectuales del siglo XX.

Su interés científico inicial comoinvestigador se centró en el campo de laneurología, derivando progresivamentesus investigaciones hacia la vertientepsicológica de las afecciones mentales,de la que daría cuenta en su prácticaprivada. Estudió en París con elneurólogo francés Jean-Martin Charcot

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las aplicaciones de la hipnosis en eltratamiento de la histeria. De vuelta enViena y en colaboración con JosephBreuer desarrolló el método catártico.Paulatinamente, reemplazó tanto lasugestión hipnótica como el métodocatártico por la asociación libre y lainterpretación de los sueños. De igualmodo, la búsqueda inicial centrada en larememoración de los traumaspsicógenos como productores desíntomas, fue abriendo paso aldesarrollo de una teoría etiológica delas neurosis más diferenciada. Todo estose convirtió en el punto de partida delpsicoanálisis, al que se dedicó

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ininterrumpidamente el resto de su vida.Freud postuló la existencia de una

sexualidad infantil perversa polimorfa,tesis que causó una intensa polémica enla sociedad puritana de la Viena deprincipios del siglo XX y por la cual fueacusado de pansexualista. A pesar de lahostilidad que tuvieron que afrontar susrevolucionarias teorías e hipótesis,Freud acabaría por convertirse en unade las figuras más influyentes del sigloXX. Sus teorías, sin embargo, siguensiendo discutidas y criticadas, cuandono simplemente rechazadas. Muchoslimitan su aporte al campo delpensamiento y de la cultura en general,

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existiendo un amplio debate acerca de siel psicoanálisis pertenece o no al ámbitode la ciencia.

La división de opiniones que lafigura de Freud suscita podría resumirsedel siguiente modo: por un lado, susseguidores le consideran un grancientífico en el campo de la medicina,que descubrió gran parte delfuncionamiento psíquico humano; y porotro, sus críticos lo ven como unfilósofo que replanteó la naturalezahumana y ayudó a derribar tabúes, perocuyas teorías, como ciencia, fallan en unexamen riguroso.

El 28 de agosto de 1930 Freud fue

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galardonado con el Premio Goethe de laciudad de Fráncfort del Meno en honorde su actividad creativa. También enhonor de Freud, al que frecuentemente sele denomina el padre del psicoanálisis,se dio la denominación «Freud» a unpequeño cráter de impacto lunar que seencuentra en una meseta dentro deOceanus Procellarum, en la partenoroeste del lado visible de la luna.[*]

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Notas

[1] Zur Psychologie desUnheimlichen. (Sobre la psicología de losiniestro.) Psyrhiatrisch-NeurologischeWnchenschrift, 1906. Numeros 22 y 23.

[2] Estoy en deuda de gratitud con elDr. Theodor Reik por las citas que siguena continuacion.

[3] Un diccionario bilingue masmoderno, el de Slaby-Grossmann (1932),da las siguientes versiones: que causamiedo, poco tranquilizador, inquietante. deaspecto sospechoso, fantastico, lugubre,tragico, sentirse inquietado. Agrego queunheimlich se usa vulgarmente comoaumentativo admirante, en el sentido delos argentinismos «barbaro», «brutal»:

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unheimlich schön: «barbaramentehermoso». (N. del T.).

[4] En los ejemplos ilustrativos quecontiene esta cita, muchas veces he dejadola voz alemana intercalada en ei textocastellano, a fin de librar al lector laeleccion del termino que le parezca masadecuado para el caso, termino que enocasiones he agregado a continuacion, sinparentesis. (N. del T.).

[5] Tercer tomo de las obras completasde Hoffmann, editadas por Grisebach.

[6] «Der Sandmann kommil…» ("¡Queviene el hombre de la arena!"), es una delas amenazas que mas comunmente seemplean en los países de habla alemanapara inducir a los ninos a dormirse. (N. delT.).

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[7] Respecto a la etimología de estenombre propio: Coppella = crisol(recuerdese los experimentos químicos encuyo curso muere el padre: coppo =cavidad orbitaria (segun una observacionde la senora de Rank).

[8] Correspondería en castellano a:"querer a alguien como la nina de losojos", o a alguna otra de las locucionescon «ojos», quiza mas numerosas ennuestra lengua que en la alemana. (N. delT.).

[9] En efecto, la elaboracionimaginativa del poeta no ha llegado aconfundir y desordenar los elementos deltema en medida tal que no se puedarestablecer su primitiva disposicion. Enlos recuerdos de infancia, el padre yCoppelius representan los dos elementos

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antagonicos de la imago paterna,descompuesta por la ambivalencia, unode ellos amenaza con la ceguera(castracion), y el otro, el padre bueno,implora la salvacion de los ojos del nino.La parte del complejo mas intensamentereprimida —el deseo de muerte contra elpadre malo se encuentra representada en lamuerte del padre bueno, achacada aCoppelius. A esta pareja paternacorresponden, en el curso ulterior de lavida del estudiante, el profesor Spalanzaniy el optico Coppola: el profesor, encalidad de tal, es ya una figura paterna;Coppola adquiere esta significacion alreconocerse su identidad con el abogadoCoppelius. Así como ambos laboraron unavez juntos en el misterioso brasero, asítambien construyen ahora, juntos, lamuneca Olimpia; el profesor tambien es

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designado como padre de Olimpia. Estedoble parentesco demuestra que ambosson mitades de la imago paterna: esdecir: tanto el mecanico como el opticoson el padre de Olimpia tanto como deNataniel. En la angustiosa escena de lainfancia, Coppelius, luego de renunciar alenceguecimiento del nino, le habíadestornillado a manera de experimento losbrazos y las piernas, tratandolo, pues,como un mecanico a su muneco. Esterasgo enigmatico, que esta en completodesacuerdo con la representacion del«arenero», plantea un nuevo equivalente dela castracion; ademas, senala la identidadíntima de Coppelius con su antagonistafuturo, el mecanico Spalanzani, y nosconduce inevitablemcnte a lainterpretacion de Olimpia. Esta muñecaautomática no puede ser sino la

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materialización de la actitud femeninade Nataniel frente a su padre, en latemprana infancia. Sus padres —Spalanzani y Coppola— no son mas quenuevas versiones, reencarnaciones de lapareja paterna de Nataniel; la exclamacionde Spalanzani (incomprensible de otromodo), segun la cual el optico habríarobado los ojos a Nataniel (vease masarriba) para colocarselos a la muneca,adquiere así importancia como prueba dela identidad entre Olimpia y Nataniel.Olimpia es, por decirlo así, un complejode Nataniei separado de este, que se leenfrenta como persona; el dominio de estecomplejo sobre su sujeto quedaexpresado en el amor por Olimpia,absurdamente obsesivo. Tenernos elderecho de llamar «narcisista» a este amory comprenderemos perfectamente que su

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víctima ha de alejarse del objeto amorosoreal. Por otra parte, la exactitudpsicologica de la inhibicion afectivafrente a la mujer que aqueja a este jovenfijado al padre por el complejo decastracion, queda demostrada pornumerosos analisis de neuroticos cuyashistorias, aunque menos fantasticas, sontan tristes como la del estudiante Nataniel.

E. T. A. Hoffmann fue el hijo de unmatrimonio desgraciado. Cuando contabatres anos, el padre se separo de su pequenafamilia y jamas volvio a ella. De acuerdocon los datos que E. Grisebach recoge ensu introduccion biografica a las obras deHoffmann, la relacion con el padresiempre fue uno de los puntos massensibles en la vida afectiva del poeta.

[10] O. Rank. Der Doppelgamger (El«doble», Imago. tomo III. 1914).

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[11] Ningun pasaje mejor que este parademostrar la necesidad de introducir elprecario neologismo «consciencia».Corresponde al aleman Bewusstsein y, consus derivados «consciente»,«conscientizar», «conscientizado», serefiere a la antítesis dinamica consciente-inconsciente (sistema cs-ics).«Conciencia», equivalente al alemanGewissen, ha de quedar reservado para de-signar una de las funciones de la instanciacensuradora en el superyo (conceptotopografico).

[12] A mi modo de ver, cuando lospoetas se la mentan de que en la entranahumana moran dos almas, y cuando lospsicologos populares hablan de la escisiondel yo en el hombre, piensan en estadivision —materia de la psicología del yo— entre la instancia crítica y el yo

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residual, y no aluden al antagonismo —descubierto por el psicoanalisis— entre elyo y lo inconsciente reprimido. Sinembargo, la diferencia entre ambosfenomenos es borrada por el hecho de queentre los elementos reprobados por lacrítica yoica se encuentran, ante todo, losderivados de lo reprimido.

[13] En la obra de H. H. Ewers, DerStudent von Prag (El estudiante dePraga), que sirve de punto de partida alestudio de Rank sobre el «doble», el heroeha prometido a su novia que no matara a suadversario en el duelo. Dirigiendose allugar en el cual debe efectuarse el lance,se encuentra con el «doble», que lecomunica que acaba de dar cuenta de surival.

[14] P. Kammerer, Das Gesetz der

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Serie (La ley de la serie), Wien, 1919.

[15] Se trata de Polícrates. tirano deSamos, que habiendo gozado durantecuarenta anos de una felicidad nointerrumpida, quiso conjurar los peligrosde tal fortuna arrojando al mar su bien masprecioso: un anillo. Pero el sacrificio nofue aceptado, encontrandose el anillo en elestomago de un pescado; las presentidascalamidades no tardaron en ocurrir. Elautor se refiere sin duda a la poesía deSchiller, en la cual el rey de Egiptoaparece como comensal de Policrates. (N.del T.)

[16] Analisis de un caso de neurosisobsesiva. (Tomo IV de las Obrascompletas. )

[17] Der buse Blick und Verwandtes(El «mal de ojo» y manifestaciones

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analogas), 2 tomos, Berlín, 1910 y 1911.

[18] Se denomina con este terminomelanesio (su homonimo latino esnumen), la concepcion de lo divino comoalgo indefinible, ubicuo, no personificado,anterior a la adoracion de los diosesconcretos. (Segun A. Haggerty Krappe.Mythologie Universelle.) (N. del T.)

[19] Vease al respecto el capítulo III(«Animismo, magia y omnipotencia de lasideas») en la obra del autor Totem y tabu,1913. Se encuentra allí el siguientepasaje: «Parecería que concedemoscaracter 'siniestro' a aquellas impresionesque tienden a confirmar la omnipotenciade las ideas y el pensamiento animista engeneral, mientras que en nuestro juicioracional ya nos hemos alejado de estos».

[20] Vease: «El tabu y la

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ambivalencia». en Totem y tabu. (Tomo Vde las Obras completas.)

[21] Dado que el carácter siniestro del«doble» también pertenece a este grupo,sera interesante considerar el efecto quenos produce la propia imagen cuando senos presenta inesperada e inopinadamente.E. Mach describe dos observaciones deesta clase en Analyse der Empfindungen(Analisis de las sensaciones), 1900,pagina 3. En una ocasion no fue pequenosu sobresalto al reconocer el propiorostro en la cara que veía; otra vez juzgode modo muy poco favorable a unpresunto extrano que montaba en elomnibus que el tomaba: «¡Pero quemaestrucho venido a menos es este quesube aquí!». Yo puedo narrar una aventuraanaloga: Una vez estaba sentado, solo, enun compartimiento del coche dormitorio,

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cuando, al abrirse por una sacudida deltren la puerta del lavabo contiguo, vi entrara un senor de cierta edad, envuelto en subata y cubierto con su gorra de viaje.Supuse que se habría equivocado de puertaal abandonar el lavabo que daba a doscompartimientos, de modo que me levantepara informarle de su error, pero me quedeatonito al reconocer que el invasor no erasino mi propia imagen reflejada en elespejo que llevaba la puerta decomunicacion. Aun recuerdo que elpersonaje me había sido profundamenteantipatico. De modo que en lugar deasustarnos ante la aparicion del doble,ambos —tanto Mach como yo— nisiquiera lo habíamos reconocido. Pero¿no sera el desagrado que causo supresentacion un resto de aquella reaccionarcaica, de acuerdo con la cual se percibe

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al «doble» como algo siniestro?