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SEVILLA Una vez le oí en una conferencia que usted participó en la Opera- ción Golondrina, organizada para evacuar a los españoles del Saha- ra cuando su descolonización y entrega a Marruecos. ¿Cómo fue aquello? Yo hice la mili como oficial de complemento en la Armada y, después de estar seis meses en la Escuela Naval de Marín, me desti- naron a la escuadrilla de desem- barco, formada por el Galicia, el Castilla y el Aragón. El barco en el que yo estuve había hecho la Se- gunda Guerra Mundial con los norteamericanos y después lo ha- bían usado en los experimentos nucleares en el atolón de Bikini. Cuando murió Franco estábamos haciendo ejercicios de desembar- co en Fuerteventura ante un posi- ble conflicto armado en el Sahara, pero volvimos corriendo a Espa- ña, a Cádiz, por el lío que se podía formar allí. Después participamos en la evacuación de la colonia. Hubo gente que hasta repatrió a sus muertos y cargábamos los ataúdes en el barco. –¿Y aquella experiencia tuvo al- go que ver con que dedicase su vida a la historia de la navega- ción? No, fue al revés, yo hice la mili en la Armada porque ya me gustaba el mar. Esta vocación me viene principalmente por influencia de mi abuelo materno, que era el ar- mador de una flotilla de pesque- ros al que llamaban el montañés loco porque usaba un sistema de arrastre que era muy fructífero, pero muy peligroso. Tenía su base en Cádiz y cuando empezó la Gue- rra Civil le requisaron los barcos para militarizarlos, por lo que montó negocios de vinos y ultra- marinos, como tantos otros mon- tañeses. Me contaba historias fa- bulosas con sabor a Sandokán, co- mo cuando naufragó en los mares de China sin saber nadar. Tam- bién me regaló unas monedas de oro de la Revolución Mexicana que aún conservo. –A los naufragios ha dedicado usted parte de sus esfuerzos co- mo historiador. Acaba de publi- car con la Editorial Universidad de Sevilla Naufragios en la Ca- rrera de Indias durante los si- glos XVI y XVII. El hombre fren- te al mar. ¿Fueron tantos como da la impresión? –El porcentaje fue bajísimo, del orden del 5%. Las rutas eran bas- tante seguras y la mayoría de los naufragios se debieron, sobre to- do, a los huracanes. Los enemi- gos, los corsarios, eran menos pe- ligrosos que las olas. De hecho, las rutas españolas fueron muy segu- ras debido a la organización de flotas, como luego hicieron los norteamericanos en las guerras mundiales. Los corsarios eran co- mo los submarinos alemanes, se escondían en las islas: en el Cari- be, en las Azores, en el Cabo de San Vicente... –Alguna vez he escuchado, no sé si con cierta exageración, que la zona más peligrosa para naufragar era la barra de Sanlú- car, casi al final del viaje –Sí, sobre todo en el Guadalquivir, que siempre tuvo problemas de calado. En el río existían seis o sie- te bajos de arena cambiantes que había que pasar de día, con marea alta y con viento a favor. Se tarda- ba tanto en ir de Sevilla a Sanlúcar como de Sanlúcar a Canarias. En el Guadalquivir se hundían una gran cantidad de barcos, por lo que muchos pasajeros hacían la ruta Sevilla-Sanlúcar andando, de ahí la importancia que adqui- rió el santuario de la Virgen de Consolación de Utrera. Otro pun- to problemático eran las Cana- rias, porque te podían esperar los piratas y, por supuesto, el Caribe, con bases permanentes de corsa- rios, además de los huracanes... Eran muy conflictivos el canal de las Bahamas y el Triángulo de las Bermudas, que en los siglos XVI y XVII ya se consideraba un sitio en- demoniado. –Su libro cuenta, paso por paso, la historia de un naufragio. Uno de los capítulos tiene un epígra- fe inquietante: “¿Quién se sal- va?” En nuestros tiempos se suele decir “primero los niños y las mujeres”. ¿Qué se decía en el Siglo de Oro? –Las ordenanzas establecían que lo primero que debía salvarse era la plata del rey y, lo segundo, la de los particulares. Las mujeres, ni- ños, viejos y enfermos estaban en tercer lugar y el cuarto correspon- dían a las mercancías valiosas que no eran de plata y los esclavos. Só- lo al final, en quinto lugar, esta- ban los tripulantes y el capitán. Por supuesto, si el naufragio era repentino la consigna era “sálvese quién pueda”. –¿Algún naufragio que conmo- cionase a la España del momen- to? –Varios. Uno de los naufragios que más conmocionó fue el del Nuestra Señora de las Maravillas, en el que murieron unas 600 per- sonas. El drama fue tal que se rea- lizaron miles de misas por las al- mas de los ahogados. El Rey, Feli- pe IV, consiguió salvar una parte de la carga y dedicó una parte de la misma a pagar a algunos con- ventos a los que le debía dinero en forma de misas por los difuntos. FOTOS: BELÉN VARGAS Pablo Emilio Pérez-Mallaína, en su despacho de la Fábrica de Tabacos, durante un momento de la entrevista. “Lo primero a salvar en un naufragio, antes que los niños, era la plata del rey” De un abuelo montañés y armador sacó su vocación por el mar y la navegación, a cuya fascinante historia ha dedicado gran parte de su labor como investigador PABLO EMILIO PÉREZ-MALLAÍNA. CATEDRÁTICO DE HISTORIA DE LA HISPALENSE Cuando evacuamos el Sahara en la Operación Golondrina la gente se llevó hasta los ataúdes” Durante los siglos XVI y XVII el Triángulo de las Bermudas ya se consideraba un sitio endemoniado” EL RASTRO DE LA FAMA SECCIÓN: E.G.M.: O.J.D.: FRECUENCIA: ÁREA: TARIFA: PÁGINAS: PAÍS: SEVILLA 69000 17452 Diario 1728 CM² - 200% 8502 € 28-29 España 24 Mayo, 2015

Loprimeroasalvarenunnaufragio, - Bienvenido a …editorial.us.es/.../files/naufragios_en_la_carrera_de_indias.pdf · mundiales.Loscorsarioseranco-mo los submarinos alemanes, se escondían

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SEVILLA

28 Domingo24deMayode2015 | DIARIODESEVILLA

–Una vez le oí en una conferenciaque usted participó en la Opera-ción Golondrina, organizada paraevacuara losespañolesdelSaha-ra cuando su descolonización yentrega a Marruecos. ¿Cómo fueaquello?–Yo hice la mili como oficial decomplemento en la Armada y,después de estar seis meses en laEscuela Naval de Marín, me desti-naron a la escuadrilla de desem-barco, formada por el Galicia, elCastilla y el Aragón. El barco en elque yo estuve había hecho la Se-gunda Guerra Mundial con losnorteamericanos y después lo ha-bían usado en los experimentosnucleares en el atolón de Bikini.Cuando murió Franco estábamoshaciendo ejercicios de desembar-co en Fuerteventura ante un posi-ble conflicto armado en el Sahara,pero volvimos corriendo a Espa-ña, a Cádiz, por el lío que se podíaformar allí. Después participamosen la evacuación de la colonia.Hubo gente que hasta repatrió asus muertos y cargábamos losataúdes en el barco.–¿Y aquella experiencia tuvo al-go que ver con que dedicase suvida a la historia de la navega-ción?–No, fue al revés, yo hice la mili enla Armada porque ya me gustabael mar. Esta vocación me vieneprincipalmente por influencia demi abuelo materno, que era el ar-mador de una flotilla de pesque-ros al que llamaban el montañésloco porque usaba un sistema dearrastre que era muy fructífero,pero muy peligroso. Tenía su baseen Cádiz y cuando empezó la Gue-rra Civil le requisaron los barcospara militarizarlos, por lo quemontó negocios de vinos y ultra-marinos, como tantos otros mon-tañeses. Me contaba historias fa-bulosas con sabor a Sandokán, co-mo cuando naufragó en los maresde China sin saber nadar. Tam-bién me regaló unas monedas deoro de la Revolución Mexicanaque aún conservo.–A los naufragios ha dedicadoustedpartedesusesfuerzosco-mo historiador. Acaba de publi-car con la Editorial Universidadde Sevilla Naufragios en la Ca-rrera de Indias durante los si-glosXVIyXVII.El hombre fren-te al mar. ¿Fueron tantos comoda la impresión?

–El porcentaje fue bajísimo, delorden del 5%. Las rutas eran bas-tante seguras y la mayoría de losnaufragios se debieron, sobre to-do, a los huracanes. Los enemi-gos, los corsarios, eran menos pe-ligrosos que las olas. De hecho, lasrutas españolas fueron muy segu-ras debido a la organización deflotas, como luego hicieron losnorteamericanos en las guerrasmundiales. Los corsarios eran co-mo los submarinos alemanes, seescondían en las islas: en el Cari-be, en las Azores, en el Cabo deSan Vicente...

–Alguna vez he escuchado, nosé si con cierta exageración,que la zona más peligrosa paranaufragar era la barra de Sanlú-car, casi al final del viaje–Sí, sobre todo en el Guadalquivir,que siempre tuvo problemas decalado. En el río existían seis o sie-te bajos de arena cambiantes quehabía que pasar de día, con mareaalta y con viento a favor. Se tarda-ba tanto en ir de Sevilla a Sanlúcarcomo de Sanlúcar a Canarias. Enel Guadalquivir se hundían unagran cantidad de barcos, por loque muchos pasajeros hacían laruta Sevilla-Sanlúcar andando,de ahí la importancia que adqui-rió el santuario de la Virgen deConsolación de Utrera. Otro pun-to problemático eran las Cana-rias, porque te podían esperar lospiratas y, por supuesto, el Caribe,con bases permanentes de corsa-rios, además de los huracanes...

Eran muy conflictivos el canal delas Bahamas y el Triángulo de lasBermudas, que en los siglos XVI yXVII ya se consideraba un sitio en-demoniado.–Su libro cuenta, paso por paso,la historia de un naufragio. Unode los capítulos tiene un epígra-fe inquietante: “¿Quién se sal-va?” En nuestros tiempos sesuele decir “primero los niños ylas mujeres”. ¿Qué se decía enelSiglodeOro?–Las ordenanzas establecían quelo primero que debía salvarse erala plata del rey y, lo segundo, la de

los particulares. Las mujeres, ni-ños, viejos y enfermos estaban entercer lugar y el cuarto correspon-dían a las mercancías valiosas queno eran de plata y los esclavos. Só-lo al final, en quinto lugar, esta-ban los tripulantes y el capitán.Por supuesto, si el naufragio erarepentino la consigna era “sálvesequién pueda”.–¿Algún naufragio que conmo-cionase a laEspañadelmomen-to?–Varios. Uno de los naufragiosque más conmocionó fue el delNuestra Señora de las Maravillas,en el que murieron unas 600 per-sonas. El drama fue tal que se rea-lizaron miles de misas por las al-mas de los ahogados. El Rey, Feli-pe IV, consiguió salvar una partede la carga y dedicó una parte dela misma a pagar a algunos con-ventos a los que le debía dinero enforma de misas por los difuntos.

FOTOS: BELÉN VARGASPablo Emilio Pérez-Mallaína, en su despacho de la Fábrica de Tabacos, durante un momento de la entrevista.

“Lo primero a salvar en un naufragio,antes que los niños, era la plata del rey”

● De un abuelo montañés y armador sacó su vocación por el mar y la navegación,a cuya fascinante historia ha dedicado gran parte de su labor como investigador

PABLO EMILIO PÉREZ-MALLAÍNA. CATEDRÁTICO DE HISTORIA DE LA HISPALENSE

Cuando evacuamosel Sahara en laOperación Golondrinala gente se llevóhasta los ataúdes”

Durante los siglosXVI y XVII el Triángulode las Bermudasya se considerabaun sitio endemoniado”

EL RASTRO DE LA FAMA

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DIARIODESEVILLA | Domingo24deMayode2015 29

Otros naufragios muy caracterís-ticos de la época eran los que ocu-rrían cerca de la costa española,en Conil, en Zahara... Eran costaspeligrosas porque en sus almadra-bas vivían muchos delincuentes,gente que mataba a los supervi-vientes de los naufragios para ro-barles.–Pero por lo que sé esa no erauna práctica exclusiva del GolfodeCádiz...–Eran las llamadas costas bárba-ras y las había en muchos otros si-tios, como Bretaña. Se dice quesus habitantes ponían un farol enlos cuernos de una vaca para que,por la noche, pareciese la luz deun barco en el mar, de manera quelas embarcaciones de verdad secreían que allí todavía había aguay naufragaban contra la costa. Enlos naufragios, como en todas lasdesgracias, siempre hay muchagente que se aprovecha de ellos.–En general, la vida en los bar-cos siempre ha sido muy dura.¿Quiéneseranestasgentes?–Hay un dicho de la época que di-ce que la palabra mar viene deamargura. Era un medio que notenía buen nombre y la mayor par-te de los que vivían de él eran po-bres sin otro oficio. A la mar tam-bién iban las personas inquietas yaventureras, los que querían vermundo. Pero la mayoría, insisto,eran pobres. En Sevilla hay mu-chos documentos que se llaman“de pupilaje” por los que un padreque no tiene con que dar de comera su hijo lo entregaba en condicio-nes de semiesclavitud a un oficialde abordo que le enseñaba el ofi-cio. Se decía que al niño no se lepodían mandar sólo dos tipos decosas: las imposibles y las desho-nestas.–¿Noblesypecheros reacciona-ban igual anteunnaufragio?–Sobre este asunto hay naufragiomuy curioso, el de Nuestra Señoradel Juncal, que se hundió cerca delYucatán. Durante el naufragio latripulación estaba intentando sinconseguirlo sacar una barca queestaba bloqueada, por los que losnobles decidieron ayudar. Al verque no se lograba, decidieron queno iban a morir como unos menes-trales cualquiera, por lo que se re-tiraron para vestirse con sus mejo-res galas y se pusieron a recitarpoemas y a leer la Biblia hasta queperecieron ahogados. Sin embar-go, los marineros consiguieron fi-nalmente sacar la barca y se salva-ron. Cuando llegaron a tierra fir-me los metieron en la cárcel porhaberse salvado ellos y no los no-bles.–El honor...–Sí, hay otro caso muy curioso dehonor femenino, el de doña Leo-nor de Sá, la portuguesa más gua-pa de su tiempo. Venía en barco delas posesiones portuguesas en laIndia cuando, al llegar al Cabo deBuena Esperanza, naufragó. Co-menzaron a andar para intentarencontrar algún enclave portu-gués y fueron asaltados por una

tribu que los dejó desnudos porcompleto. Doña Leonor sufriótanta vergüenza de verse en cue-ros delante de sus criados que semetió en un hoyo y se dejó morir.Hizo lo que se esperaba de una se-ñora honesta, como doña MaríaCoronel o Lucrecia. La historia fuecantada por todos los poetas delmomento, empezando por Luis deCamoes.–Los buques sumergidos, lospecios, son ahora el objeto deldeseo demuchas empresas, losllamados “nuevos piratas”. Peroantes de actuar tienen que loca-lizarlos en el Archivo de Indias.

¿Hay muchos investigadores alservicio deestasempresas?–Uno de los problemas actuales esque a la documentación del Archi-vo de Indias puede acceder cual-quier persona con el carnet deidentidad, lo que antes no pasaba.Es verdad que hay gente que se haganado la vida durante muchotiempo al servicio de los buscado-res de tesoros. Suelen ser empre-sas de Florida y ofrecen dinero porrealizar investigaciones sobre laubicación de los barcos.–¿A usted se lo han propuestoalgunavez?–A mí me lo han propuesto y siem-pre he dicho que no. Sin embargo,hay historiadores profesionalesque sí se han prestado. Uno de losgrandes tesoros, el del Nuestra Se-ñora de Atocha lo rescató MelvinFisher gracias a la información deEugenio Lyon, su hombre en el Ar-chivo de Indias, un norteamerica-no que ha escrito libros de Histo-ria serios.

–España fue laprimerapotencianaval en los siglos XVI y XVII,posición que luego cedimos enfavordeInglaterra. ¿Quépasó?–Bueno, no hay que ver las cosaspor el final. En el aspecto naútico,enEspañaserealizarongrandesco-sas de las que apenas se han hechopropaganda. Por ejemplo, se editóen el siglo XVI una colección de li-bros de navegación que fueron losque usaron los ingleses para apren-der a navegar. Cuando Drake dio suprimera vuelta al mundo llevabaunaedicióndellibrodeMartínCor-tés Breve Compendio de la Sphera ydelaArtedeNavegar,connuevosins-

trumentos y reglas, ejemplarizadocon muy sutiles demostraciones, edi-tado en Sevilla en 1552 y traducidoal inglés en 1561. Insisto en que he-mos hecho poca propaganda de es-tas cosas. Cuando un secretario ledijo a Felipe II que España estabaperdiendo la guerra propagandísti-caélcontestó:“Laverdadseimpon-dráporsísola”.Error,porquelaver-dadseconstruye.–Sevilla acogió durante muchotiempo la Universidad de Ma-reantes, una institución cuyoverdadero significado ya pocagente conoce.–La Universidad de Mareantes erael gremio de la gente del mar: pilo-tos, maestres y señores de naos...También podía haber marineros,pero en general los intentabanmarginar. La Universidad tenía unhospital para la gente pobre de laprofesión, parece ser que ubicadoen lo que ahora es la Casa de las Co-lumnas, en Triana, donde había unaltar con la Virgen del Buen Aireque hoy está en San Telmo; tam-bién se encargaba de enterrar co-mo señores a sus miembros, aun-que en vida hubiesen vivido muypobremente. Esta institución in-tentódurantemuchotiempoqueelRey les dejara hacer los exámenespara acceder al título de piloto, al-go a lo que nunca accedió la Coro-na, que siempre controló estaspruebas en la Casa de la Contrata-ción para evitar los chanchullos.–Es decir, que la Universidad deMareantes nunca dio clases denada...–No. La Casa de la Contrataciónacogió con el tiempo una pequeñaescuela de naútica, pero la gentede mar siempre desconfió de losteóricos, porque era gente de cos-tumbres consuetudinarias, quesabían oler un temporal y calcula-ban la velocidad de un barco porla estela que dejaba... Con el tiem-po, la Universidad de Mareantesterminó convirtiéndose en 1681en el Colegio-Seminario de SanTelmo para enseñar a los niños aser pilotos, sobre todo a los queeran huérfanos del mar.–El Archivo de Indias acoge ac-tualmente una exposición comi-sariada por usted sobre el granmarinoAntonio deUlloa, unper-sonaje del XVIII, el siglo en elque se crea laMarinamilitar es-pañola...–Sí, pero España nunca recuperóla primacía que tuvo en los maresen el siglo XVI. También fuimosuna potencia naval en la Edad Me-dia, cuando las galeras que salie-ron de las Atarazanas de Sevillaincendiaron Londres. Antonio deUlloa fue sevillano y alcanzó elmáximo grado de la Marina, te-niente general, además de sercientífico. Perteneció a casi todaslas academias científicas de sumomento y los ingleses, cuando locogieron prisionero, lo hicieroncorrespondiente de la Real Acade-mia de Londres, lo que demuestrasu categoría. Pese a todo siguesiendo un gran desconocido.

En los naufragios,como enmuchas otrasdesgracias, siemprehay gente que seaprovecha de ellos”

La gente demarde entonces sabía olerun temporal y calcularla velocidad de unbarco por su estela”

EL PERFIL5

Dos retratos reales

En las estanterías del despa-cho de Pablo Emilio Pérez-Ma-llaína hay dos fotos reales. Enuna, el historiador aparece con40 años de edad junto al reyJuan Carlos. En la otra, posajunto al Príncipe de Gales, queesboza su habitual gesto entreirónico y amable. Ambas ins-tantáneas están tomadas du-rante la Expo 92, en el Pabe-llón de la Navegación, cuyoscontenidos, que el plumilllarecuerda nítidamente, diseñó

cuperando la memoria olvida-da de los hombres de marespañoles, eclipsados por unaliteratura juvenil y una cine-matografía de origen anglosa-jón. Hombres de una durezainusitada y una inteligencia fa-bulosa, que escribieron ma-nuales de navegación y quesabían “oler los huracanes”,hombres que morían intentan-do salvar la plata del rey, lasangre blanca del Imperio Es-pañol.

este historiador que aprendió aquerer la mar gracias a la in-fluencia de su abuelo materno.Hablar con Pérez-Mallaína esregresar de alguna manera aesos mitos que han alimentadola niñez de muchos: el océano,la aventura, el riesgo, el valor,los naufragios, la camaradería,los corsarios... Gracias a la la-bor investigadora de este cate-drático del departamento deHistoria de América de la Uni-versidad de Sevilla se está re-

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5LUIS SÁNCHEZ-MOLINÍ

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24 Mayo, 2015

Naufragioshistdricos enultramarUn libro rescata la historia secreta de loshundimientos en la Carrera de Indias

EVA DJhZ PI~REZ SEVILLAYacen desde hace siglos en la oscu-ridad ultramarina y apenas son unrecuerdo en los archivos. ~,Qu6 sin-tieron aquelios marinos y pasajerosal ver c6mo el temporal azotaba lasfrfigiles naves? LA qu6 santos se en-comendaban? LQui~n recuerda elhombre de aquellos ahogados?

Naufragios en la Carrera de In-dias durante los siglos XVI y XVII. Elhombre frente al mar (Editorial Uni-versidad de Sevilla) es un ensayoque bien podria ser una novela deaventuras. E1 profesor Pahlo EmilioP~rez-Mallaina ha rastreado en lahistoria de barcos hundidos en lasrutas de las Indias y las razones potlas que naufragaban los galeonescargados de oro y plata. P~rez-Ma-llakna tiene la sabiduria ultramarinade cualquier almirante de la maroc~ana. Son muchos afios sumergi-do en los mares de legajos yen losmiedos de los hombres antiguos an-te los naufragios y las tempestades.De ahi uno de sus libros chisicos ydesgraciadamente descatalogados:Los Hombres del Oc~ano. ~da Coti-diana de los Tripulantes de las Flo-ras de Indias.

La obra ahora reeditada por laUniversidad de Sevilla es un tratadoque se sumerge en las cr6nicas y re-laciones pero que indaga en la vida

En dos siglos seperdieron hastasetecientasembarcaciones

cotidiana, en la historia de las men-talidades para desvelar los miedos,las actitudes, los juicios y los senti-mientos que tenian los tripulantesde aquellos buques.

Nada que ver pues con un libroque da claves o huellas sobre barcoshundidos, esa joya preciada de losnuevos corsarios, como las empre-sas de buscadores de tesoros al esti-lo de Odissey que batall6 con el Go-bierno de Espafia por el tesoro ex-poliado de la fragata espafiola deNuestra Sefiora de las Mercedes.

E1 historiador P6rez-Mallaina sa-be que las modernas t6cnicas debfisqueda con radares de barrido,escafandras y sistemas aut6nomosde buceo permitirian encontrar loscentenares de pedos que afin escon-den las riquezas del gran imperio es-paflol. Pero el inter6s de este libro sebasa en una pesquisa hist6rica yen

lo que signific6 para Espafia la p4r-dida de aquellas naves. ~,En doscien-tos afios se perdieron alrededor desetecientas embarcaciones y dece-nas de miles de hombres perecieronen naufragios>>, apunta Pablo EmilioP6rez-Mallaina.

Ese rastro de barretones de plata,tejuelos de oro y miles de monedasde reales, pesos y escudos es el quese descubre despu6s de leer a losgrandes tratadistas navales del sigloXVI como Alonso de Chaves o JuanEscalanta de Mendoza. Ambosaportaban soludones t6cnicas cuan-do los barcos se encontraban conuna tempestad. Alonso de Chavesadvertia que habia que desalojar to-da la cubierta de badles y fardos, 1asbombas de achique no debian dejarde funcionar y si la amenaza dehundimiento era adn mayor, propo-nia remedios como cortar los masti-les. ~Si se hubieran perdido las an-clas y la tempestad empuja el barcocontra la costa,sugiere emplearlos cafiones ata-dos a los cablescomo anclas defortunm>, afiadeel historiador.

Naturalmenteestaba el trabajode carpinteros ycalafates especia-listas en reme-dios del mar, ade-m/ts de queen losgaleones realesviajaban tambi6nbuzos profesiona-les ~que realiza-ban proezas talescomo clavetearplanchas de plo-mo bajo la lineade flotaci6n enpleno oc6ano>>. E1filtimo recursoera encomendar-sea Dios.

Son curiososlos rastros de plegarias en estas tra-gedias de ultramar: las medallas de-votas halladas en los naufragios olos amuletos del museo de las CasasReales de Santo Domingo que con-serva ’higas’ contra el mal de ojo y,por supuesto, la colecci6n de exvo-tos del Colegio Seminario de SanTelmo -donde se ensefiaban lasciencias de la mar- o los que colga-ban en las iglesias de la costa.

A partir del siglo XVI se produceun cambio en los hombres de lamar. Va desapareciendo el terror

Buceo con escafranda para rescatar barcos hundidos. MUSEO NAVAL DE MADRID

Un exvoto muestra una aparici6n divina durante un temporal. MUSEO DE LA MARINA DE PARIS

medieval que llegaria hasta el sigloXV de los monstruos marinos queaguardahan en los mares descono-cidos. Poco a poco se van imponien-do las explicaciones dentificas.hombres de la Carrera de Indias yasahian que desde finales de veranocomenzahan a soplar en el Golfo deM6xico los terribles vientos nortes yqueen el Canal de Bahamas acecha-ban las amenazas de los huraca-nes>>. Esos eran los ’monstruos ma-rinos’. De hecho, el descubrimientode las corrientes marinas del Pacifi-

co por Urdaneta ser~n la clave delcontrol de este oc6ano y del comer-cio de1 Gale6n de la China que con-vertiria a Espafia en el imperio de laprimera globalizaci6n comercial.

Sin embargo, en estas travesias lavida humana era quizfis lo menosimportante. Eran mucho m/~s rele-vantes las mercancias. Por poner unejemplo, e131 de agosto de 1614 sie-te embarcaciones de la Flota deNueva Espafia mandada por el ge-neral don Antonio de la Cueva yMendoza naufragaron en las proxi-

DESASTRES EN EL MAR

Tornaviaje. En 1588 laFlota de Tierra Firmecomandada por el generalDiego de la Rivera sehundi5 con sus veintenaves en el viaje de vuelta.

Terror. En 1586 el navioportugu6s ’El Santiago’ sehundi5 en los bajos deJuida a setenta leguas deSofala (Mozambique). En bore los supervivientesintentaban Ilegar a la costay nombraron a un ’dictador’que decidia qui~nes eranlos m~s d~biles para setarrojados al agua.

P6rdidas. En 1502 la florade treinta naves queregresaba a EspaSa desdeSanto Domingo sufri6 untemporal en el Canal de laMona (entre La EspaSola Puerto Rico) que arrastr~ alfondo del Caribe 25 naves y200.000 pesos de oro.

midades del cabo e isla de Catocheen la peninsula de Yucatgm. Las ins-trucciones del gobernador sobre lasprioridades del rescate eran claras:lo primero era sacar los azogues ybulas de Su Majestad; luego la ropa,el vino y demfis hacienda, yen ter-cer lugar socorrer a <¢odos los espa-fioles y demos personas>).

Los bienes m/~s valiosos eran enel viaje de ida el azogue y las bulas-que se vendian a altos precios en laEspafia y Am6rica de la Contrarre-forma-, la ropa fina y cam. En el via-je de vuelta era el oro y la plata. Losmarineros y pasajeros sabian quelos primeros lugares en las barcaseran para las riquezas de la Corona.De ahi el nombre de botes salvapla-tas m~is que salvavidas.

Uno de los aspectos subrayadospot el libro de P6rez-Mallaina es lainfluencia de estos naufragios en losdestinos histSricos del imperio porlos perjuicios que supusieron para laReal Hacienda en momentos de gra-ves apuros financieros. De hecho, seha estudiado en profundidad el hun-dimiento de la Armada Invenciblepara conquistar Inglaterra por Feli-pe II pero no los hundimientos quecoincidieron con aquella tragedia yen la que probablemente tambi6ninfluyeron.

E1 hundimiento en 1631 de la ca-pitana y la almiranta de la Flota deNueva Espafia ocurrido en el Golfode M6xico supuso una p6rdida quesuper6 los cuatro millones y mediode pesos, <<que se fueron al rondo enun momento crucial de la Guerm delos Treinta Afios>~. Los naufragios dela Carrera de Indias pudieron influirde manera decisiva entre los afios1589 y 1591. <<Este periodo constitu-y6 un verdadero ’trienio negro’ parelas rutas espafiolas del Aflkntico enun momento clave de la lucha con-tra Inglaterra por el dominio de esteoc6ano~>, advierte el historiador.

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