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Los hermanos Grimm La bota de piel de búfalo Un soldado que nada teme, tampoco se apura por nada. El de nuestro cuento había recibido su licencia y, como no sabía ningún oficio y era incapaz de ganarse el sustento, iba por el mundo a la ventura, viviendo de las limosnas de las gentes compasivas. Colgaba de sus hombros una vieja capa, y calzaba botas de montar, de piel de búfalo; era cuanto le había quedado. Un día que caminaba a la buena de Dios, llegó a un bosque. Ignoraba cuál era aquel sitio, y he aquí que vio sentado, sobre un árbol caído, a un hombre bien vestido que llevaba una cazadora verde. Tendióle la mano el soldado y, sentándose en la hierba a su lado, alargó las piernas para mayor comodidad. - Veo que llevas botas muy brillantes -dijo al cazador-; pero si tuvieses que vagar por el mundo como yo, no te durarían mucho tiempo. Fíjate en las mías; son de piel de búfalo, y ya he andado mucho con ellas por toda clase de terrenos-. Al cabo de un rato, levantóse: - No puedo continuar aquí -dijo-; el hambre me empuja. ¿Adónde lleva este camino, amigo Botaslimpias? - No lo sé -respondió el cazador-, me he extraviado en el bosque. - Entonces estamos igual. Cada oveja, con su pareja; buscaremos juntos el camino. El cazador esbozó una leve sonrisa, y, juntos, se marcharon, andando sin parar hasta que cerró la noche. - No saldremos del bosque -observó el soldado-; mas veo una luz que brilla en la lejanía; allí habrá algo de comer. Llegaron a una casa de piedra y, a su llamada, acudió a abrir una vieja. - Buscamos albergue para esta noche -dijo el soldado- y algo que echar al estómago, pues, al menos yo, lo tengo vacío como una mochila vieja. - Aquí no podéis quedaros -respondió la mujer-. Esto es una guarida de ladrones, y lo mejor que podéis hacer es largaros antes de que vuelvan, pues si os encuentran, estáis perdidos. - No llegarán las cosas tan lejos -replicó el soldado-. Llevo dos días sin probar bocado y lo mismo me da que me maten aquí, que morir de hambre en el bosque. Yo me quedo. El cazador se resistía a quedarse; pero el soldado lo cogió del brazo: - Vamos, amigo, no te preocupes. Compadecióse la vieja y les dijo: - Ocultaos detrás del horno. Si dejan algo, os lo daré cuando estén durmiendo. Instaláronse en un rincón y al poco rato entraron doce bandidos, armando gran alboroto. Sentáronse a la mesa, que estaba ya puesta, y pidieron la cena a gritos. Sirvió la vieja un enorme trozo de carne asada, y los ladrones se dieron el gran banquete. Al llegar el tufo de las viandas a la nariz del soldado, dijo éste al cazador: - Yo no aguanto más; voy a sentarme a la mesa a comer con ellos. - Nos costará la vida -replicó el cazador, sujetándolo del brazo. Pero el soldado se puso a toser con gran estrépito. Al oírlo los bandidos, soltando cuchillos y tenedores, levantáronse bruscamente de la mesa y descubrieron a los dos forasteros ocultos detrás del horno.

Los Hermanos Grimm

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Literatura Infantil

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Los hermanos Grimm

Los hermanos Grimm

La bota de piel de bfalo

Un soldado que nada teme, tampoco se apura por nada. El de nuestro cuento haba recibido su licencia y, como no saba ningn oficio y era incapaz de ganarse el sustento, iba por el mundo a la ventura, viviendo de las limosnas de las gentes compasivas. Colgaba de sus hombros una vieja capa, y calzaba botas de montar, de piel de bfalo; era cuanto le haba quedado. Un da que caminaba a la buena de Dios, lleg a un bosque. Ignoraba cul era aquel sitio, y he aqu que vio sentado, sobre un rbol cado, a un hombre bien vestido que llevaba una cazadora verde. Tendile la mano el soldado y, sentndose en la hierba a su lado, alarg las piernas para mayor comodidad.- Veo que llevas botas muy brillantes -dijo al cazador-; pero si tuvieses que vagar por el mundo como yo, no te duraran mucho tiempo. Fjate en las mas; son de piel de bfalo, y ya he andado mucho con ellas por toda clase de terrenos-. Al cabo de un rato, levantse: - No puedo continuar aqu -dijo-; el hambre me empuja. Adnde lleva este camino, amigo Botaslimpias?- No lo s -respondi el cazador-, me he extraviado en el bosque.- Entonces estamos igual. Cada oveja, con su pareja; buscaremos juntos el camino.El cazador esboz una leve sonrisa, y, juntos, se marcharon, andando sin parar hasta que cerr la noche. - No saldremos del bosque -observ el soldado-; mas veo una luz que brilla en la lejana; all habr algo de comer.Llegaron a una casa de piedra y, a su llamada, acudi a abrir una vieja.- Buscamos albergue para esta noche -dijo el soldado- y algo que echar al estmago, pues, al menos yo, lo tengo vaco como una mochila vieja.- Aqu no podis quedaros -respondi la mujer-. Esto es una guarida de ladrones, y lo mejor que podis hacer es largaros antes de que vuelvan, pues si os encuentran, estis perdidos.- No llegarn las cosas tan lejos -replic el soldado-. Llevo dos das sin probar bocado y lo mismo me da que me maten aqu, que morir de hambre en el bosque. Yo me quedo.El cazador se resista a quedarse; pero el soldado lo cogi del brazo:- Vamos, amigo, no te preocupes.Compadecise la vieja y les dijo:- Ocultaos detrs del horno. Si dejan algo, os lo dar cuando estn durmiendo. Instalronse en un rincn y al poco rato entraron doce bandidos, armando gran alboroto. Sentronse a la mesa, que estaba ya puesta, y pidieron la cena a gritos. Sirvi la vieja un enorme trozo de carne asada, y los ladrones se dieron el gran banquete. Al llegar el tufo de las viandas a la nariz del soldado, dijo ste al cazador:- Yo no aguanto ms; voy a sentarme a la mesa a comer con ellos.- Nos costar la vida -replic el cazador, sujetndolo del brazo.Pero el soldado se puso a toser con gran estrpito. Al orlo los bandidos, soltando cuchillos y tenedores, levantronse bruscamente de la mesa y descubrieron a los dos forasteros ocultos detrs del horno.- Aj, seores! -exclamaron-. Conque estis aqu?, eh? Qu habis venido a buscar? Sois acaso espas? Pues aguardad un momento y aprenderis a volar del extremo de una rama seca.- Mejores modales! -respondi el soldado-. Yo tengo hambre; dadme de comer, y luego haced conmigo lo que queris.Admirronse los bandidos, y el cabecilla dijo: -Veo que no tienes miedo. Est bien. Te daremos de comer, pero luego morirs.- Luego hablaremos de eso -replic el soldado-; y, sentndose a la mesa, atac vigorosamente el asado.- Hermano Botaslimpias, ven a comer -dijo al cazador-. Tendrs hambre como yo, y en casa no encontrars un asado tan sabroso que ste.Pero el cazador no quiso tomar nada. Los bandidos miraban con asombro al soldado, pensando: ste no se anda con cumplidos. Cuando hubo terminado, dijo:- La comida est muy buena; pero ahora hace falta un buen trago.El jefe de la pandilla, siguindole el humor, llam a la vieja: - Trae una botella de la bodega, y del mejor.Descorchla el soldado, haciendo saltar el tapn, y, dirigindose al cazador, le dijo:- Ahora, atencin, hermano, que vas a ver maravillas. Voy a brindar por toda la compaa; y, levantando la botella por encima de las cabezas de los bandoleros, exclam:-A vuestra salud, pero con la boca abierta y el brazo en alto! -y bebi un buen trago. Apenas haba pronunciado aquellas palabras, todos se quedaron inmviles, como petrificados, abierta la boca y levantando el brazo derecho.Dijo entonces el cazador:- Veo que sabes muchas tretas, pero ahora vmonos a casa.- No corras tanto, amiguito. Hemos derrotado al enemigo, y es cosa de recoger el botn. Mralos ah, sentados y boquiabiertos de estupefaccin; no podrn moverse hasta que yo se lo permita. Vamos, come y bebe.La vieja hubo de traer otra botella de vino aejo, y el soldado no se levant de la mesa hasta que se hubo hartado para tres das. Al fin, cuando ya clare el alba, dijo:- Levantemos ahora el campo; y, para ahorrarnos camino, la vieja nos indicar el ms corto que conduce a la ciudad.Llegados a ella, el soldado visit a sus antiguos camaradas y les dijo:- All, en el bosque he encontrado un nido de pjaros de horca; venid, que los cazaremos.Psose a su cabeza y dijo al cazador:- Ven conmigo y vers cmo aletean cuando los cojamos por los pies.Dispuso que sus hombres rodearan a los bandidos, y luego, levantando la botella, bebi un sorbo y, agitndola encima de ellos, exclam:- A despertarse todos!Inmediatamente recobraron la movilidad; pero fueron arrojados al suelo y slidamente amarrados de pies y manos con cuerdas. A continuacin, el soldado mand que los cargasen en un carro, como si fuesen sacos, y dijo:- Llevadlos a la crcel.El cazador, llamando aparte a uno de la tropa, le dijo unas palabras en secreto.- Hermano Botaslimpias -exclam el soldado-, hemos derrotado felizmente al enemigo y vamos con la tripa llena; ahora seguiremos tranquilamente, cerrando la retaguardia.Cuando se acercaban ya a la ciudad, el soldado vio que una multitud sala a su encuentro lanzando ruidosos gritos de jbilo y agitando ramas verdes; luego avanz toda la guardia real, formada.- Qu significa esto? -pregunt, admirado, al cazador.- Ignoras -respondile ste- que el Rey llevaba mucho tiempo ausente de su pas? Pues hoy regresa, y todo el mundo sale a recibirlo.- Pero, dnde est el Rey? -pregunt el soldado-. No lo veo.- Aqu est -dijo el cazador-. Yo soy el Rey y he anunciado mi llegada-. Y, abriendo su cazadora, el otro pudo ver debajo las reales vestiduras.Espantse el soldado y, cayendo de rodillas, pidile perdn por haberlo tratado como a un igual, sin conocerlo, llamndole con un apodo. Pero el Rey le estrech la mano, dicindole:- Eres un bravo soldado y me has salvado la vida. No pasars ms necesidad, yo cuidar de ti. Y el da en que te apetezca un buen asado, tan sabroso como el de la cueva de los bandidos, slo tienes que ir a la cocina de palacio. Pero si te entran ganas de pronunciar un brindis, antes habrs de pedirme autorizacin.

FIN

Clasificacin (Aarne-Thompson):AT 0952 - The King and the Soldier

Los hermanos Grimm

La lmpara azul

rase un soldado que durante muchos aos haba servido lealmente a su rey. Al terminar la guerra, el mozo, que, debido a las muchas heridas que recibiera, no poda continuar en el servicio, fue llamado a presencia del Rey, el cual le dijo:- Puedes marcharte a tu casa, ya no te necesito. No cobrars ms dinero, pues slo pago a quien me sirve.Y el soldado, no sabiendo cmo ganarse la vida, qued muy preocupado y se march a la ventura. Anduvo todo el da, y al anochecer lleg a un bosque. Divis una luz en la oscuridad, y se dirigi a ella. As lleg a una casa, en la que habitaba una bruja.- Dame albergue, y algo de comer y beber -pidile- para que no me muera de hambre.- Vaya! -exclam ella-. Quin da nada a un soldado perdido? No obstante, quiero ser compasiva y te acoger, a condicin de que hagas lo que voy a pedirte.- Y qu deseas que haga? - pregunt el soldado.- Que maana caves mi huerto.Acept el soldado, y el da siguiente estuvo trabajando con todo ahnco desde la maana, y al anochecer, an no haba terminado.- Ya veo que hoy no puedes ms; te dar cobijo otra noche; pero maana debers partirme una carretada de lea y astillarla en trozos pequeos.Necesit el mozo toda la jornada siguiente para aquel trabajo, y, al atardecer, la vieja le propuso que se quedara una tercera noche.- El trabajo de maana ser fcil -le dijo-. Detrs de mi casa hay un viejo pozo seco, en el que se me cay la lmpara. Da una llama azul y nunca se apaga; tienes que subrmela.Al otro da, la bruja lo llev al pozo y lo baj al fondo en un cesto. El mozo encontr la luz e hizo seal de que volviese a subirlo. Tir ella de la cuerda, y, cuando ya lo tuvo casi en la superficie, alarg la mano para coger la lmpara.- No -dijo l, adivinando sus perversas intenciones-. No te la dar hasta que mis pies toquen el suelo.La bruja, airada, lo solt, precipitndolo de nuevo en el fondo del pozo, y all lo dej.Cay el pobre soldado al hmedo fondo sin recibir dao alguno y sin que la luz azul se extinguiese. De qu iba a servirle, empero? Comprendi en seguida que no podra escapar a la muerte. Permaneci tristemente sentado durante un rato. Luego, metindose, al azar, la mano en el bolsillo, encontr la pipa, todava medio cargada. "Ser mi ltimo gusto", pens; la encendi en la llama azul y se puso a fumar. Al esparcirse el humo por la cavidad del pozo, aparecise de pronto un diminuto hombrecillo, que le pregunt:- Qu mandas, mi amo?.- Qu puedo mandarte? -replic el soldado, atnito.- Debo hacer todo lo que me mandes -dijo el enanillo.- Bien -contest el soldado-. En ese caso, aydame, ante todo, a salir del pozo.El hombrecillo lo cogi de la mano y lo condujo por un pasadizo subterrneo, sin olvidar llevarse tambin la lmpara de luz azul. En el camino le fue enseando los tesoros que la bruja tena all reunidos y ocultos, y el soldado carg con todo el oro que pudo llevar.Al llegar a la superficie dijo al enano:- Ahora amarra a la vieja hechicera y llvala ante el tribunal.Poco despus vea pasar a la bruja, montada en un gato salvaje, corriendo como el viento y dando horribles chillidos. No tard el hombrecillo en estar de vuelta:- Todo est listo -dijo-, y la bruja cuelga ya de la horca. Qu ordenas ahora, mi amo?.- De momento nada ms -le respondi el soldado-. Puedes volver a casa. Estte atento para comparecer cuando te llame.- Pierde cuidado -respondi el enano-. En cuanto enciendas la pipa en la llama azul, me tendrs en tu presencia. - Y desapareci de su vista.Regres el soldado a la ciudad de la que haba salido. Se aloj en la mejor fonda y se encarg magnficos vestidos. Luego pidi al fondista que le preparase la habitacin ms lujosa que pudiera disponer. Cuando ya estuvo lista y el soldado establecido en ella, llamando al hombrecillo negro, le dijo:- Serv lealmente al Rey, y, en cambio, l me despidi, condenndome a morir de hambre. Ahora quiero vengarme.- Qu debo hacer? -pregunt el enanito.- Cuando ya sea de noche y la hija del Rey est en la cama, la traers aqu dormida. La har trabajar como sirvienta.- Para m eso es facilsimo -observ el hombrecillo-. Mas para ti es peligroso. Mal lo pasars si te descubren.Al dar las doce abrise la puerta bruscamente, y se present el enanito cargado con la princesa.- Conque eres t, eh? -exclam el soldado-. Pues a trabajar, vivo! Ve a buscar la escoba y barre el cuarto.Cuando hubo terminado, la mand acercarse a su silln y, alargando las piernas, dijo:- Qutame las botas! - y se las tir a la cara, teniendo ella que recogerlas, limpiarlas y lustrarlas. La muchacha hizo sin resistencia todo cuanto le orden, muda y con los ojos entornados. Al primer canto del gallo, el enanito volvi a trasportarla a palacio, dejndola en su cama.Al levantarse a la maana siguiente, la princesa fue a su padre y le cont que haba tenido un sueo extraordinario:- Me llevaron por las calles con la velocidad del rayo, hasta la habitacin de un soldado, donde hube de servir como criada y efectuar las faenas ms bajas, tales como barrer el cuarto y limpiar botas. No fue ms que un sueo, y, sin embargo, estoy cansada como si de verdad hubiese hecho todo aquello.- El sueo podra ser realidad -dijo el Rey-. Te dar un consejo: llnate de guisantes el bolsillo, y haz en l un pequeo agujero. Si se te llevan, los guisantes caern y dejarn huella de tu paso por las calles.Mientras el Rey deca esto, el enanito estaba presente, invisible, y lo oa. Por la noche, cuando la dormida princesa fue de nuevo transportada por l calles a travs, cierto que cayeron los guisantes, pero no dejaron rastro, porque el astuto hombrecillo procur sembrar otros por toda la ciudad. Y la hija del Rey tuvo que servir de criada nuevamente hasta el canto del gallo.Por la maana, el Rey despach a sus gentes en busca de las huellas; pero todo result intil, ya que en todas las calles veanse chiquillos pobres ocupados en recoger guisantes, y que decan:- Esta noche han llovido guisantes.- Tendremos que pensar otra cosa -dijo el padre-. Cuando te acuestes, djate los zapatos puestos; antes de que vuelvas de all escondes uno; ya me arreglar yo para encontrarlo.El enanito negro oy tambin aquellas instrucciones, y cuando, al llegar la noche, volvi a ordenarle el soldado que fuese por la princesa, trat de disuadirlo, manifestndole que, contra aquella treta, no conoca ningn recurso, y si encontraba el zapato en su cuarto lo pasara mal.- Haz lo que te mando -replic el soldado; y la hija del Rey hubo de servir de criada una tercera noche. Pero antes de que se la volviesen a llevar, escondi un zapato debajo de la cama.A la maana siguiente mand el Rey que se buscase por toda la ciudad el zapato de su hija. Fue hallado en la habitacin del soldado, el cual, aunque -aconsejado por el enano- se hallaba en un extremo de la ciudad, de la que pensaba salir, no tard en ser detenido y encerrado en la crcel.Con las prisas de la huida se haba olvidado de su mayor tesoro, la lmpara azul y el dinero; slo le quedaba un ducado en el bolsillo. Cuando, cargado de cadenas, miraba por la ventana de su prisin, vio pasar a uno de sus compaeros. Lo llam golpeando los cristales, y, al acercarse el otro, le dijo:- Hazme el favor de ir a buscarme el pequeo envoltorio que me dej en la fonda; te dar un ducado a cambio.Corri el otro en busca de lo pedido, y el soldado, en cuanto volvi a quedar solo, apresurse a encender la pipa y llamar al hombrecillo:- Nada temas -dijo ste a su amo-. Ve adonde te lleven y no te preocupes. Procura slo no olvidarte de la luz azul.Al da siguiente se celebr el consejo de guerra contra el soldado, y, a pesar de que sus delitos no eran graves, los jueces lo condenaron a muerte. Al ser conducido al lugar de ejecucin, pidi al Rey que le concediese una ltima gracia.- Cul? -pregunt el Monarca.- Que se me permita fumar una ltima pipa durante el camino.- Puedes fumarte tres -respondi el Rey-, pero no cuentes con que te perdone la vida.Sac el hombre la pipa, la encendi en la llama azul y, apenas haban subido en el aire unos anillos de humo, apareci el enanito con una pequea tranca en la mano y dijo:- Qu manda mi amo?- Arremete contra esos falsos jueces y sus esbirros, y no dejes uno en pie, sin perdonar tampoco al Rey, que con tanta injusticia me ha tratado.Y ah tenis al enanito como un rayo, zis, zas!, repartiendo estacazos a diestro y siniestro. Y a quien tocaba su garrote, quedaba tendido en el suelo sin osar mover ni un dedo. Al Rey le cogi un miedo tal que se puso a rogar y suplicar y, para no perder la vida, dio al soldado el reino y la mano de su hija.

FIN

Clasificacin (Aarne-Thompson):AT 0562 - The Spirit in the Blue Light

LA CENICIENTAde Charles Perraultrase una vez un gentil hombre que se cas en segundas nupcias con una mujer tan altanera y orgullosa como nadie ha visto jams. Esta tena dos hijas que haban heredado su carcter y que se le parecan en todas las cosas. Por su parte, el marido aport al nuevo matrimonio una hija, mas de una dulzura y de una bondad ejemplares pues ella se pareca en todo a su madre que haba sido la mejor mujer del mundo.Apenas se hubo casado, la madrastra sac todo su mal carcter; no poda sufrir las buenas cualidades de su hijastra que convertan a sus propias hijas en ms odiosas todava., y la carg con los trabajos caseros ms pesados y desagradables; hacindole fregar la vajilla y limpiar su habitacin y la de sus hijas. La pobre nia dorma en la torre de un granero, sobre la paja, mientras que sus hermanastras lo hacan en unas alcobas con parquet, en donde sus camas eran a la moda y haba grandes espejos de cuerpo entero en donde verse reflejadas.La pobre nia lo sufra todo con paciencia y no osaba quejarse a su padre que la habra regaado porque aquella esposa le dominaba por entero.Cuando la jovencita haba realizado todas sus tareas, se iba a un rincn de la chimenea sentndose sobre las cenizas, lo cual haca que la denominasen comnmente con el mote de Carbonilla. La hermanastra pequea, que no era tan mala como la mayor, la llamaba Cenicienta, pero Cenicienta, con sus ropas viejas no dejaba de ser cien veces ms bella que sus hermanastras, a pesar de que ambas vestan con magnificencia.Y sucedi que el hijo del rey dio un baile e invit a todas las personas de calidad, siendo nuestras dos seoritas tambin invitadas, pues ellas pertenecan a las familias importantes del pas, por tanto, helas aqu satisfechas y muy ocupadas en escoger los vestidos y los peinados que pudieran irles mejor, lo que caus nuevas penas a Cenicienta ya que era ella quien repasaba las ropas de sus hermanastras, quien almidonaba sus puos y las oa hablar de la forma en que iban a engalanarse.-Yo deca la mayor-, me pondr mi traje de terciopelo rojo y mi aderezo de Inglaterra.-Yo deca la pequea-, me pondr mi falda de cada da, acompaada por mi mantn de flores de oro y mi diadema de diamantes, que no deja a nadie indiferente.Como era preciso buscar a una buena peluquera para peinarlas como corresponda a su rango eso hicieron pero tambin llamaron a Cenicienta para pedirle su opinin ya que tena muy buen gusto. Cenicienta les aconsej lo mejor que supo e incluso se ofreci ella misma a retocarles el peinado, lo que las hermanastras aceptaron, pues era lo que ellas esperaban y con tal fin la haban hecho llamar.Mientras las peinaba, ellas le decan: -Cenicienta, te gustara ir al baile? -Ay, seoritas, todos se burlaran de m, y esto no es lo que me hace falta!-Tienes razn, la gente se reira mucho viendo a una sucia Carbonilla ir al baile!Otra que no fuera Cenicienta las habra peinado mal, pero ella era buena y las pein perfectamente bien. Las hermanastras estuvieron cerca de dos das sin comer ya que deseaban lucir una buena figura. Mas a pesar de eso, se rompieron ms de doce lazadas a fuerza de tirar para convertirles el talle en ms breve, y ellas estaban siempre delante del espejo contemplndose.En fin, que el feliz da lleg y las hermanastras marcharon. Cenicienta las sigui con los ojos durante mucho tiempo, hasta que ya dej de verlas y entonces, se puso a sollozar. Su hada madrina, sorprendindola toda llorosa, le pregunt que le pasaba.-Yo querra, yo querra... !Cenicienta sollozaba tan fuerte que no pudo acabar. Su madrina, inquiri:-T querras ir al baile, no es verdad?.-Ay, s! dijo Cenicienta suspirando..-Bien, si eres una buena chica respondi el hada-, yo te har ir.Ella la llev a su habitacin, y le dijo.-Ve al jardn y treme una calabaza.Cenicienta fue a escoger la ms hermosa que pudo encontrar, y la llev a su madrina, no pudiendo adivinar como esa calabaza podra hacerla ir al baile.. Su madrina revis la calabaza para que no tuviese algn defecto, y entonces la toc con su varita y la calabaza se transform en una bella carroza dorada.Enseguida ella se fue a mirar en la ratonera, donde encontr seis ratones vivos, y le dijo a Cenicienta que levantase la trampilla y a cada ratn que sala, le daba un golpe de varita y el roedor se transformaba en un hermoso caballo, as hasta que tuvo una caballera completa, de un bello color gris-ratn; como all faltaba el cochero, dijo Cenicienta: -Voy a ver, si alguna rata ha cado en la trampa, y tendremos el cochero. -Tienes razn replic su madrina-, ves a verlo.Cenicienta le llev la trampa donde haba tres gruesas ratas. El hada eligi una de entre las tres, la que pareca el jefe, y tocndola, la convirti en un gordo cochero, que luca uno de los ms hermosos mostachos que jams se han visto. Enseguida aadi:-Ve al jardn y encontrars a seis lagartos detrs de la regadera, tremelos.Apenas Cenicienta se los hubo llevado, el hada madrina los cambi por seis lacayos, que se subieron detrs de la carroza con sus libreas llenas de galones, y que iban muy erguidos, como si no hubieran hecho otra cosa en su vida. El hada le dijo entonces a Cenicienta:-Pues bien, he aqu con que ir al baile, no ests contenta? S, pero, es qu yo voy a ir con estos harapos?Su madrina no hizo sino que tocar con la varita mgica las pobres ropas, y en ese mismo momento se transformaron en un traje de tejido de oro y de plata todo recamado de pedrera, tambin el hada le dio un par de zapatitos de cristal, los ms hermosos del mundo. Cuando Cenicienta se hall compuesta para el baile, mont en la carroza, pero su madrina le recomend sobre todo de no irse despus de medianoche, advirtindole que de permanecer en el baile un momento ms, su carroza se convertira en calabaza, sus caballos en ratones, sus lacayos en lagartos y que sus ropas andrajosas recobraran el aspecto habitual.Ella prometi a su madrina que partira sin falta del baile antes de medianoche, marchando luego llena de felicidad. El hijo del rey, a quien se le dijo que acababa de llegar una princesa que nadie conoca, corri a recibirla, le dio la mano ayudndola a descender de la carroza, y la condujo al gran saln, se hizo entonces un repentino silencio, se par de danzar y los violines enmudecieron, tan atentos estaban todos contemplando la belleza de aquella desconocida..Se escuchaba un rumor confuso: -Oh, que hermosa es!. El rey mismo, a pesar de ser muy viejo, no dejaba de mirarla y de decirle a la reina en voz baja, que haca tiempo que no haba visto a nadie tan bella como a aquella linda dama. Las otras estaban atentas contemplando su peinado y sus ropas, para tener desde la maana siguiente otros iguales caso que se encontrasen telas tan maravillosas y costureras tan hbiles. El hijo del rey la situ en lugar de honor, y enseguida la invit a danzar y ella bail con tanta gracia que se la admir todava ms.Los criados dispusieron un refrigerio para los invitados pero el joven prncipe no comi nada, de tan embelesado que se hallaba contemplando a la desconocida. Cenicienta fue a sentarse cerca de sus hermanastras y les hizo muchos cumplidos compartiendo con ambas las naranjas y los limones que el prncipe le haba dado, lo cual impresion a las hermanastras pues ellas no crean conocer a la hermosa dama. Estaban charlando, cuando Cenicienta oy sonar las once y tres cuartos de hora, entonces hizo una gran reverencia a todos y se march lo ms deprisa que pudo.En cuanto lleg a casa, fue a buscar a su madrina y despus de haberle dado las gracias, le dijo que deseara ir al baile a la noche siguiente porque el hijo del rey se lo haba rogado. Cuando ella estaba ocupada en contarle a su madrina todo lo sucedido, las hermanastras llamaron a la puerta y Cenicienta fue a abrirles: -Cuanto habis tardado en venir!- les dijo mientras se frotaba los prpados y se desperezaba como si acabase de despertarse; aunque la verdad es que no tena nada de sueo.-Si hubieses venido al baile le dijo una de sus hermanastras-, no te habras aburrido pues ha aparecido una bella princesa, la ms bella que nadie haya visto jams, y ha sido muy amable y atenta con nosotras y nos ha dado naranjas y limones. Cenicienta estaba contentsima y les pregunt el nombre de la princesa, mas le respondieron que no la conocan, que el hijo del rey tampoco y que l dara todas las cosas de este mundo para saber quien era ella. Cenicienta sonrise e interrog. -Ella era entonces tan hermosa? Dios mo, si que tenis suerte!, no podra yo verla? Seorita Javotte, prestadme vuestro traje amarillo ese que os ponis todos los das.. Verdaderamente-dijo la seorita Javotte-, en eso estoy pensando!... Si prestase mi vestido a una sucia Carbonilla como t, estara yo loca! Cenicienta esperaba este rechazo, y se qued muy satisfecha con la respuesta, porque hubiera sido un gran problema si su hermanastra le hubiera querido prestar el traje. A la noche siguiente las dos hermanastras fueron al baile, y Cenicienta tambin, pero todava mucho mejor engalanada que la primera vez. El hijo del rey bail con ella toda la noche y no ces de decirle ternezas hasta el punto que la distrajo tanto que olvid aquello que su madrina le haba recomendado, de suerte que oy sonar la primera campanada de medianoche, cuando no crea an que fueran las once. Cenicienta huy entonces con la ligereza de una cierva. El prncipe la sigui, mas no la pudo atrapar, y ella, en la precipitacin de la huda, dej caer uno de sus zapatitos de cristal que el prncipe recogi con sumo cuidado.Cenicienta lleg a su casa muy sofocada, sin carroza, sin lacayos, y con sus harapos, pues nada le quedaba de tanto esplendor ms que el otro zapato de cristal, pareja del que haba dejado caer.. Se pregunt a los guardias de la puerta de palacio si ellos haban visto salir a una princesa y dijeron que no haban visto salir a nadie como no fuera a una muchacha muy mal vestida que tena ms el aspecto de una campesina que no de una seorita. Cuando sus dos hermanastras volvieron del baile, Cenicienta les pregunt si se divirtieron y si la bella dama haba aparecido.Ellas le dijeron que si, pero que haba huido cuando lleg la medianoche, perdiendo uno de sus preciosos zapatitos de cristal, que el hijo del rey haba recogido, y que ste no haba hecho otra cosa sino mirarla durante todo el baile y que seguramente estaba enamorado de la hermosa a quien perteneca ese zapatito. Las hermanastras no mintieron, ya que pocos das despus, el hijo del rey hizo publicar a son de trompetas que se casara con aquella cuyo pie se ajustase al zapato de cristal. Y comenzse a probarlo a las princesas, siguiendo las duquesas, y a todas las damas de la corte, mas intilmente.Por fin la prueba lleg a la casa de las hermanastras, que hicieron todo lo posible para hacer entrar su pie dentro del zapatito, pero no pudieron lograrlo. Cenicienta que las miraba, y que reconoci su zapato, dijo sonriendo: -Creo que yo puedo calzrmelo! Sus hermanastras se pusieron a rer y se burlaron de ella. El gentilhombre que efectuaba la prueba, habiendo contemplado atentamente a Cenicienta y encontrndola muy hermosa, dijo que era lo justo, y que l tena la orden de probrsela a todas las muchachas del reino, e hizo sentar a Cenicienta y acercando el zapato a su pie se vio que entraba perfectamente y que le iba como un guante.La sorpresa de las hermanastras fue grande, pero ms grande fue todava cuando Cenicienta sac de su bolsillo el otro zapatito que se calz. En ese preciso instante hizo su aparicin el hada madrina, quien, dando un toque de varita mgica sobre los harapos de Cenicienta, los convirti en un traje mucho ms deslumbrante que todos los anteriores. Entonces las hermanastras la reconocieron como la bella dama que vieran en el baile y se tiraron a sus pies para pedirle perdn por todos los malos tratos de los que la haban hecho vctima. Cenicienta las levant y les dijo, abrazndolas, que las perdonaba de todo corazn y que ella les peda que a partir de ahora fueran buenas amigas.Se condujo a Cenicienta al palacio del joven prncipe y l la encontr todava ms hermosa que nunca, casndose con ella pocos das despus. Cenicienta, que era tan bondadosa como bella, haba hecho alojar a sus hermanastras en palacio y les hizo contraer matrimonio, el mismo da, con dos grandes seores de la corte.Traducido del original francs por Estrella Cardona Gamiohttp://www.ccgediciones.com/Hadas/Perrault/perrault5.htmLos hermanos Grimm

La cenicienta

rase una mujer, casada con un hombre muy rico, que enferm, y, presintiendo su prximo fin, llam a su nica hijita y le dijo: - Hija ma, sigue siendo siempre buena y piadosa, y el buen Dios no te abandonar. Yo velar por ti desde el cielo, y me tendrs siempre a tu lado. Y, cerrando los ojos, muri. La muchachita iba todos los das a la tumba de su madre a llorar, y sigui siendo buena y piadosa.Al llegar el invierno, la nieve cubri de un blanco manto la sepultura, y cuando el sol de primavera la hubo derretido, el padre de la nia contrajo nuevo matrimonio.La segunda mujer llev a casa dos hijas, de rostro bello y blanca tez, pero negras y malvadas de corazn. Vinieron entonces das muy duros para la pobrecita hurfana. - Esta estpida tiene que estar en la sala con nosotras? -decan las recin llegadas-. Si quiere comer pan, que se lo gane. Fuera, a la cocina!-. Le quitaron sus hermosos vestidos, le pusieron una blusa vieja y le dieron un par de zuecos para calzado-: Mira la orgullosa princesa, qu compuesta! Y, burlndose de ella, la llevaron a la cocina.All tena que pasar el da entero ocupada en duros trabajos. Se levantaba de madrugada, iba por agua, encenda el fuego, preparaba la comida, lavaba la ropa... Y, por aadidura, sus hermanastras la sometan a todas las mortificaciones imaginables; se burlaban de ella, le esparcan, entre la ceniza, los guisantes y las lentejas, para que tuviera que pasarse horas recogindolas. A la noche, rendida como estaba de tanto trabajar, en vez de acostarse en una cama tena que hacerlo en las cenizas del hogar. Y como por este motivo iba siempre polvorienta y sucia, la llamaban Cenicienta. Un da en que el padre se dispona a ir a la feria, pregunt a sus dos hijastras qu deseaban que les trajese. - Hermosos vestidos -respondi una de ellas. - Perlas y piedras preciosas -dijo la otra. - Y t, Cenicienta -pregunt-, qu quieres? - Padre, corta la primera ramita que toque el sombrero, cuando regreses, y traemela. Compr el hombre para sus hijastras magnficos vestidos, perlas y piedras preciosas; de vuelta, al atravesar un bosquecillo, un brote de avellano le hizo caer el sombrero, y l lo cort y se lo llev consigo. Llegado a casa, dio a sus hijastras lo que haban pedido, y a Cenicienta, el brote de avellano. La muchacha le dio las gracias, y se fue con la rama a la tumba de su madre, all la plant, regndola con sus lgrimas, y el brote creci, convirtindose en un hermoso rbol. Cenicienta iba all tres veces al da, a llorar y rezar, y siempre encontraba un pajarillo blanco posado en una rama; un pajarillo que, cuando la nia le peda algo, se lo echaba desde arriba. Sucedi que el Rey organiz unas fiestas, que deban durar tres das, y a las que fueron invitadas todas las doncellas bonitas del pas, para que el prncipe heredero eligiese entre ellas una esposa.Al enterarse las dos hermanastras que tambin ellas figuraban en la lista, se pusieron muy contentas. Llamaron a Cenicienta, y le dijeron: - Pinanos, cepllanos bien los zapatos y abrchanos las hebillas; vamos a la fiesta de palacio. Cenicienta obedeci, aunque llorando, pues tambin ella hubiera querido ir al baile, y, as, rog a su madrastra que se lo permitiese. - T, la Cenicienta, cubierta de polvo y porquera, pretendes ir a la fiesta? No tienes vestido ni zapatos, y quieres bailar? Pero al insistir la muchacha en sus splicas, la mujer le dijo, finalmente: - Te he echado un plato de lentejas en la ceniza, si las recoges en dos horas, te dejar ir. La muchachita, saliendo por la puerta trasera, se fue al jardn y exclam: - Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a recoger lentejas!: Las buenas, en el pucherito las malas, en el buchecito. Y acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas, luego las tortolillas y, finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron: pic, pic, pic, pic; y luego todas las dems las imitaron: pic, pic, pic, pic, y en un santiamn todos los granos buenos estuvieron en la fuente. No haba transcurrido ni una hora cuando, terminado el trabajo, echaron a volar y desaparecieron. La muchacha llev la fuente a su madrastra, contenta porque crea que la permitiran ir a la fiesta, pero la vieja le dijo: - No, Cenicienta, no tienes vestidos y no puedes bailar. Todos se burlaran de ti. - Y como la pobre rompiera a llorar-: Si en una hora eres capaz de limpiar dos fuentes llenas de lentejas que echar en la ceniza, te permitir que vayas. Y pensaba: Jams podr hacerlo. Pero cuando las lentejas estuvieron en la ceniza, la doncella sali al jardn por la puerta trasera y grit: - Palomitas mansas, tortolillas y avecillas todas del cielo, vengan a ayudarme a limpiar lentejas!: Las buenas, en el pucherito; las malas, en el buchecito. Y enseguida acudieron a la ventana de la cocina dos palomitas blancas y luego las tortolillas, y, finalmente, comparecieron, bulliciosas y presurosas, todas las avecillas del cielo y se posaron en la ceniza. Y las palomitas, bajando las cabecitas, empezaron: pic, pic, pic, pic; y luego todas las dems las imitaron: pic, pic, pic, pic, echando todos los granos buenos en las fuentes. No haba transcurrido an media hora cuando, terminada ya su tarea, emprendieron todas el vuelo. La muchacha llev las fuentes a su madrastra, pensando que aquella vez le permitira ir a la fiesta. Pero la mujer le dijo: - Todo es intil; no vendrs, pues no tienes vestidos ni sabes bailar. Seras nuestra vergenza. Y, volvindole la espalda, parti apresuradamente con sus dos orgullosas hijas.No habiendo ya nadie en casa, Cenicienta se encamin a la tumba de su madre, bajo el avellano, y suplic: Arbolito, sacude tus ramas frondosas, y chame oro y plata y ms cosas!. Y he aqu que el pjaro le ech un vestido bordado en plata y oro, y unas zapatillas con adornos de seda y plata. Se visti a toda prisa y corri a palacio, donde su madrastra y hermanastras no la reconocieron, y, al verla tan ricamente ataviada, la tomaron por una princesa extranjera. Ni por un momento se les ocurri pensar en Cenicienta, a quien crean en su cocina, sucia y buscando lentejas en la ceniza.El prncipe sali a recibirla, y tomndola de la mano, bail con ella. Y es el caso que no quiso bailar con ninguna otra ni la solt de la mano, y cada vez que se acercaba otra muchacha a invitarlo, se negaba diciendo: sta es mi pareja. Al anochecer, Cenicienta quiso volver a su casa, y el prncipe le dijo: - Te acompaar -deseoso de saber de dnde era la bella muchacha. Pero ella se le escap, y se encaram de un salto al palomar.El prncipe aguard a que llegase su padre, y le dijo que la doncella forastera se haba escondido en el palomar. Entonces pens el viejo: Ser la Cenicienta?, y, pidiendo que le trajesen un hacha y un pico, se puso a derribar el palomar. Pero en su interior no haba nadie. Y cuando todos llegaron a casa, encontraron a Cenicienta entre la ceniza, cubierta con sus sucias ropas, mientras un candil de aceite arda en la chimenea; pues la muchacha se haba dado buena maa en saltar por detrs del palomar y correr hasta el avellano; all se quit sus hermosos vestidos, y los deposit sobre la tumba, donde el pajarillo se encarg de recogerlos.Y enseguida se volvi a la cocina, vestida con su sucia batita.Al da siguiente, a la hora de volver a empezar la fiesta, cuando los padres y las hermanastras se hubieron marchado, la muchacha se dirigi al avellano y le dijo: Arbolito, sacude tus ramas frondosas, y chame oro y plata y, ms cosas!. El pajarillo le envi un vestido mucho ms esplndido an que el de la vspera; y al presentarse ella en palacio tan magnficamente ataviada, todos los presentes se pasmaron ante su belleza.El hijo del Rey, que la haba estado aguardando, la tom inmediatamente de la mano y slo bail con ella. A las dems que fueron a solicitarlo, les responda: sta es mi pareja. Al anochecer, cuando la muchacha quiso retirarse, el prncipe la sigui, para ver a qu casa se diriga; pero ella desapareci de un brinco en el jardn de detrs de la suya. Creca en l un grande y hermoso peral, del que colgaban peras magnficas.Se subi ella a la copa con la ligereza de una ardilla, saltando entre las ramas, y el prncipe la perdi de vista.El joven aguard la llegada del padre, y le dijo: - La joven forastera se me ha escapado; creo que se subi al peral. Pens el padre: Ser la Cenicienta?, y, tomando un hacha, derrib el rbol, pero nadie apareci en la copa. Y cuando entraron en la cocina, all estaba Cenicienta entre las cenizas, como tena por costumbre, pues haba saltado al suelo por el lado opuesto del rbol, y, despus de devolver los hermosos vestidos al pjaro del avellano, volvi a ponerse su batita gris.El tercer da, en cuanto se hubieron marchado los dems, volvi Cenicienta a la tumba de su madre y suplic al arbolillo: Arbolito, sacude tus ramas frondosas, y chame oro y plata y ms cosas!. Y el pjaro le ech un vestido soberbio y brillante como jams se viera otro en el mundo, con unos zapatitos de oro puro.Cuando se present a la fiesta, todos los concurrentes se quedaron boquiabiertos de admiracin. El hijo del Rey bail exclusivamente con ella, y a todas las que iban a solicitarlo les responda: sta es mi pareja. Al anochecer se despidi Cenicienta. El hijo del Rey quiso acompaarla; pero ella se escap con tanta rapidez, que su admirador no pudo darle alcance.Pero esta vez recurri a una trampa: mand embadurnar con pez las escaleras de palacio, por lo cual, al saltar la muchacha los peldaos, se le qued la zapatilla izquierda adherida a uno de ellos. Recogi el prncipe la zapatilla, y observ que era diminuta, graciosa, y toda ella de oro.A la maana siguiente presentse en casa del hombre y le dijo: - Mi esposa ser aquella cuyo pie se ajuste a este zapato.Las dos hermanastras se alegraron, pues ambas tenan los pies muylindos.La mayor fue a su cuarto para probarse la zapatilla, acompaada de su madre. Pero no haba modo de introducir el dedo gordo; y al ver que la zapatilla era demasiado pequea, la madre, alargndole un cuchillo, le dijo: - Crtate el dedo! Cuando seas reina, no tendrs necesidad de andar a pie. Lo hizo as la muchacha; forz el pie en el zapato y, reprimiendo el dolor, se present al prncipe. l la hizo montar en su caballo y se march con ella. Pero hubieron de pasar por delante de la tumba, y dos palomitas que estaban posadas en el avellano gritaron: Ruke di guk, ruke di guk; sangre hay en el zapato. El zapato no le va, La novia verdadera en casa est. Mir el prncipe el pie y vio que de l flua sangre. Hizo dar media vuelta al caballo y devolvi la muchacha a su madre, diciendo que no era aquella la que buscaba, y que la otra hermana tena que probarse el zapato. Subi sta a su habitacin y, aunque los dedos le entraron holgadamente, en cambio no haba manera de meter el taln. Le dijo la madre, alargndole un cuchillo: - Crtate un pedazo del taln. Cuando seas reina no tendrs necesidad de andar a pie. Cortse la muchacha un trozo del taln, meti a la fuerza el pie en el zapato y, reprimiendo el dolor, se present al hijo del Rey. Mont ste en su caballo y se march con ella. Pero al pasar por delante del avellano, las dos palomitas posadas en una de sus ramas gritaron: Ruke di guk, ruke di guk; sangre hay en el zapato. El zapato no le va, La novia verdadera en casa est. Mir el prncipe el pie de la muchacha y vio que la sangre manaba del zapato y haba enrojecido la blanca media. Volvi grupas y llev a su casa a la falsa novia. - Tampoco es sta la verdadera -dijo-. No tienen otra hija? - No -respondi el hombre-. Slo de mi esposa difunta queda una Cenicienta pringosa; pero es imposible que sea la novia. Mand el prncipe que la llamasen; pero la madrastra replic: - Oh, no! Va demasiado sucia! No me atrevo a presentarla. Pero como el hijo del Rey insistiera, no hubo ms remedio que llamar a Cenicienta. Lavse ella primero las manos y la cara y, entrando en la habitacin, salud al prncipe con una reverencia, y l tendi el zapato de oro. Se sent la muchacha en un escaln, se quit el pesado zueco y se calz la chinela: le vena como pintada. Y cuando, al levantarse, el prncipe le mir el rostro, reconoci en el acto a la hermosa doncella que haba bailado con l, y exclam: - sta s que es mi verdadera novia!La madrastra y sus dos hijas palidecieron de rabia; pero el prncipe ayud a Cenicienta a montar a caballo y march con ella.Y al pasar por delante del avellano, gritaron las dos palomitas blancas: Ruke di guk, ruke di guk; no tiene sangre el zapato. Y pequeo no le est; Es la novia verdadera con la que va. Y, dicho esto, bajaron volando las dos palomitas y se posaron una en cada hombro de Cenicienta. Al llegar el da de la boda, se presentaron las traidoras hermanas, muy zalameras, deseosas de congraciarse con Cenicienta y participar de su dicha. Pero al encaminarse el cortejo a la iglesia, yendo la mayor a la derecha de la novia y la menor a su izquierda, las palomas, de sendos picotazos, les sacaron un ojo a cada una.Luego, al salir, yendo la mayor a la izquierda y la menor a la derecha, las mismas aves les sacaron el otro ojo. Y de este modo quedaron castigadas por su maldad, condenadas a la ceguera para todos los das de su vida.

FIN

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