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Recibido con pedido de publicación el 29/12/2006 Aceptado para su publicación el 05/07/2006 Versión definitiva recibida el 12/10/2007 Alejandro Cattaruzza se desempeña como docente e investigador en la Universidad Nacional de Rosario, la Universidad Nacional de Buenos Aires y en el CONICET [email protected] istorias rojas Los intelectuales comunistas y el pasado nacional en los años 1930s. ALEJANDRO CATTARUZZA CATTARUZZA, Alejandro “Historias rojas: los intelectuales comunistas y el pasado nacional en los años 1930s.”, prohistoria, año XI, número 11, Rosario, Argentina, primavera 2007, pp. 169-189. H Resumen En este artículo estudiaremos las interpretacio- nes del pasado que los intelectuales comunis- tas plantearon en la Argentina entre 1930 y 1943. El cambio crucial en las mismas, que hizo posible una lectura comunista desplega- da del pasado argentino, se explica por un pro- ceso de incorporación del Partido Comunista al campo político nacional, más importante y profundo que los sucesivos cambios de línea tácticos decididos por la Internacional. Palabras clave Visiones del pasado – historiografía – Partido Comunista Argentino – historia y nación – política e historia Abstract In this article we will analyse the interpretations of the past offered by the communist intellectuals in Argentina between 1930 and 1943. We argue that the most important change in those interpretations –which made a detailed communist vision of the national past possible– must be explained by the incorporation of the Communist Party to the national political field during this period: a more important and deeper process than the various tactical changes decided by the Communist International. Key Words Visions of the past – historiography – Argentine Communist Party – history and nation – politics and history

Los intelectuales comunistas y el pasado nacional en los años 1930. - Alejandro Cataruzza

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Los intelectuales comunistas y el pasado nacional en los años 1930. - Alejandro Cataruzza

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  • Recibido con pedido de publicacin el 29/12/2006Aceptado para su publicacin el 05/07/2006

    Versin definitiva recibida el 12/10/2007Alejandro Cattaruzza se desempea como docente e investigador

    en la Universidad Nacional de Rosario,la Universidad Nacional de Buenos Aires y en el CONICET

    [email protected]

    istorias rojasLos intelectuales comunistas y el pasado nacionalen los aos 1930s.

    ALEJANDRO CATTARUZZA

    CATTARUZZA, Alejandro Historias rojas: los intelectuales comunistas y el pasado nacional en losaos 1930s., prohistoria, ao XI, nmero 11, Rosario, Argentina, primavera 2007, pp. 169-189.

    H

    ResumenEn este artculo estudiaremos las interpretacio-nes del pasado que los intelectuales comunis-tas plantearon en la Argentina entre 1930 y1943. El cambio crucial en las mismas, quehizo posible una lectura comunista desplega-da del pasado argentino, se explica por un pro-ceso de incorporacin del Partido Comunistaal campo poltico nacional, ms importante yprofundo que los sucesivos cambios de lneatcticos decididos por la Internacional.

    Palabras claveVisiones del pasado historiografa PartidoComunista Argentino historia y nacin poltica e historia

    AbstractIn this article we will analyse theinterpretations of the past offered by thecommunist intellectuals in Argentina between1930 and 1943. We argue that the mostimportant change in those interpretationswhich made a detailed communist vision ofthe national past possible must be explainedby the incorporation of the Communist Partyto the national political field during this period:a more important and deeper process than thevarious tactical changes decided by theCommunist International.

    Key WordsVisions of the past historiography Argentine Communist Party history andnation politics and history

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    1Este artculo est dedicado al examen de algunas de las visiones del pasado que losintelectuales comunistas argentinos propusieron entre, aproximadamente, 1930 y1943.1 Ellas se relacionan con la definicin de la identidad de la agrupacin que,entre otros elementos, se apoyaba en la exhibicin de una lectura comn de la historia delpartido y de la sociedad. Como es corriente, esas representaciones entraron en disputa conlas ofrecidas por el resto de los partidos, por varias agencias del Estado y por los historia-dores profesionales; el pasado se tornaba, as, territorio y objeto de luchas polticas.2

    De todas maneras, es necesario advertir los lmites que este ejercicio exhibe, ascomo sus beneficios. En este sentido, se hace evidente que el mundo ideolgico del comu-nismo y lo que puede entenderse como su cultura poltica no pueden reducirse a sus inter-pretaciones del pasado; sin embargo, el estudio de estas ltimas hace visibles posiciones ymatices que en otros registros no se perciben.

    Por otra parte, debe sealarse que en estos aos el Partido Comunista (PC) contabaen sus filas, o al menos en su constelacin, con algunos intelectuales notorios. AnbalPonce y, hacia la segunda mitad de la dcada, Hctor Agosti, son dos ejemplos conocidosa los que deben sumarse Cayetano Crdova Iturburu, Ral Gonzlez Tun, Mara RosaOliver, lvaro Yunque y varios ms. Ellos fueron camaradas de ruta, militantes tenaceso fugaces activistas que se distanciaron luego. A su lado, otros comunistas se esforzaronpor promover la prensa partidaria, crear editoriales, organizar encuentros de intelectualesy, en fin, explicar la dimensin cultural de la batalla que decan estar librando, en la cual ladisputa por la historia tena un lugar. An sin el reconocimiento del que gozaron luego losms destacados, tambin ellos participaban en la empresa de dar forma a una visin comu-nista del mundo y del pasado en la Argentina de los aos 1930s.; su produccin, en conse-cuencia, es parte de nuestro objeto de estudio. A las historias rojas que propusieron, cuyas

    .1

    1 Versiones preliminares de este texto, as como un anlisis del mismo problema pero en otro periodo, fuerondiscutidas en el Seminario Internacional de Investigacin Repensar la nacin, organizado por la Univer-sidad de San Carlos y la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional, celebrado en La Antigua (Guate-mala), en julio de 2004; en las III Jornadas Nacionales Espacio, memoria e identidad, CONICET-Univer-sidad Nacional de Rosario, tambin en 2004 y en las X Jornadas Interescuelas/Departamentos de Historia,Universidad Nacional de Rosario, en 2005. Algunos de los argumentos expuestos en aquellos eventosfueron modificados como resultado de las discusiones all sostenidas.

    2 Hemos analizado estos temas en Por una historia de la historia, en CATTARUZZA, Alejandro y EUJANIAN,Alejandro Polticas de la historia. Argentina, 1860-1960, Alianza, Madrid-Buenos Aires, 2003 y en Histo-ria y poltica en los aos treinta. Comentarios en torno al caso radical, Biblos, Buenos Aires, 1991. Debesealarse que la periodizacin propuesta viola la que suele aplicarse a los itinerarios de la Tercera Interna-cional y sus secciones, cuyos hitos se fijan habitualmente en 1928, momento del cambio a la tctica declase contra clase, y en 1935, cuando se pasa a la de frentes populares. El periodo que aqu proponemospermite ver a los comunistas en discusin con otros actores, tambin impulsados a una relectura de lahistoria por los cambios sucedidos a partir de 1930. Trabajar con el periodo 1930-1943 hace, adems,posible el registro de movimientos ms lentos y de fondo en la cultura poltica del comunismo argentinoque son de singular importancia para nuestro problema. Finalmente, anticipamos que los fenmenos decirculacin y apropiacin de la produccin letrada referida al pasado en la base del partido, que revisten anuestro juicio el mayor inters, no han sido incorporados a este estudio por razones de espacio.

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    huellas han perdurado en peridicos, documentos internos, libros, discursos, nos referi-mos en el ttulo de este artculo.3

    3 No se ha trabajado en esta ocasin sobre la prensa de base, los boletines de localidades, barrios, fbricas oagrupaciones de ramas de actividad que se encuentran a disposicin de los investigadores; excepcional-mente, se citarn algunos de ellos. La gran mayora del material consultado en esta oportunidad fue produ-cida en Buenos Aries, aunque su circulacin era ms amplia. No descartamos que estudios locales detectenmatices, pero la propia estructura del partido permite suponer que los argumentos analizados estaban ex-tendidos. Acerca del estado de los estudios sobre el PC argentino hacia fines de los aos 1990s. puede verseCERNADAS, Jorge; PITTALUGA, Roberto y TARCUS, Horacio La historiografa sobre el Partido Co-munista de la Argentina. Un estado de la cuestin, en El Rodaballo, nm. 8, 1998. En lo que hace a laproduccin referida al periodo aqu asumido, pueden consultarse, sobre los intelectuales comunistas, TERN,Oscar Anbal Ponce o el marxismo sin nacin, en En busca de la ideologa argentina, Catlogos, BuenosAires, 1986; HALPERIN DONGHI, Tulio Argentina y la tormenta del mundo, Siglo XXI, Buenos Aires,2003; una evocacin ms fundada en recuerdos personales, en SCHNEIDER, Samuel Hctor P. Agosti.Creacin y milicia, Grupo de Amigos de Hctor Agosti, Buenos Aires, 1994; LVOVICH, Daniel yFONTICELLI, Marcelo Clase contra clase. Poltica e historia en el Partido Comunista argentino, enDesmemoria, nm. 23-24, Buenos Aires, 1999; MYERS, Jorge Rodolfo Puiggrs, historiador marxista-leninista: el momento de Argumentos, en Prismas. Revista de historia intelectual, nm. 6, Universidad deQuilmes, 2002. Sobre el propio Puiggrs, se halla en prensa el libro de ACHA, Omar La nacin futura.Rodolfo Puiggrs en las encrucijadas argentinas del siglo XX, Eudeba, Buenos Aires, 2006; vase delmismo autor Nacin, peronismo y revolucin en R. Puiggrs (Primera Parte), en Periferias, nm. 9,Buenos Aires, 2001. Sugerimos tambin la consulta de ARIC, Jos La polmica Arlt-Ghioldi, en Laciudad futura, nm. 3, Buenos Aires, 1986; y del mismo autor La cola del diablo. Itinerario de Gramsci enAmrica Latina, Puntosur, Buenos Aires, 1988; SATTA, Sylvia Entre la cultura y la poltica: los escrito-res de izquierda, en CATTARUZZA, Alejandro director Crisis econmica, avance del Estado e incerti-dumbre poltica (1930-1943), Sudamericana, Buenos Aires, 2001 y CAMPIONE, Daniel Argentina. Laescritura de su historia, Centro Cultural de la Cooperacin, Buenos Aires, 2002. Para la situacin latinoa-mericana, algunas observaciones sobre la relacin con los intelectuales en CABALLERO, Manuel La In-ternacional Comunista y la Revolucin Latinoamericana, Nueva Sociedad, Caracas, 1987. Un examen dela situacin en Centroamrica durante los aos 1920s. en MELGAR BAO, Ricardo Los intelectualescominteristas en Amrica Central. Redes, capital letrado y accin poltica, en Anuario 2006, Colegio deEstudios Latinoamericanos, Universidad Autnoma de Mxico, en prensa. Para otras zonas de la izquierdaargentina, resulta imprescindible la consulta de la obra de TARCUS, Horacio El marxismo olvidado en laArgentina: Silvio Frondizi y Milcades Pea, El Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1996. Sobre las relacionescon los trabajadores y el movimiento obrero, sugerimos la consulta de CAMARERO, Hernn La experien-cia comunista en el mundo de los trabajadores 1925-1935 y de LOBATO, Mirta Rojos. Algunas reflexio-nes sobre las relaciones entre los comunistas y el mundo del trabajo en la dcada de 1930, ambos en elcitado nmero de Prismas. El papel del PC en el movimiento obrero es uno de los objeto de estudio deHOROWITZ, Joel El movimiento obrero, en CATTARUZZA, Alejandro director Crisis econmica,cit.; IIGO CARRERA, Nicols La estrategia de la clase obrera 1936, La Rosa Blindada-PIMSA, BuenosAires, 2000. Un anlisis ms general en SCHENKOLEWSKI-KROLL, Silvia El Partido Comunista de laArgentina ante Mosc: deberes y realidades, 1930-1941, en Estudios Interdisciplinarios de Amrica La-tina y el Caribe, Vol. 10, nm. 2, julio-diciembre, 1999. Vase tambin RAPAPORT, Mario Poltica ydiplomacia en la Argentina. Las relaciones con EE.UU. y la URSS, Buenos Aires, Tesis-Instituto Di Tella,1987. No resulta inoportuno advertir que muchos de los argumentos expuestos en los trabajos menciona-dos, y tambin en este mismo artculo, se hallan en discusin tanto con la produccin oficial y autocelebratoriadel propio partido como de aquella que la llamada izquierda nacional public desde, aproximadamente, lacada del peronismo. Algunas de esas discusiones aparecern entramadas en nuestro texto. Una exposicin

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    2. La adhesin a las secciones de la Internacional Comunista significaba asumir algunasperspectivas amplias acerca del funcionamiento del capitalismo, de su futuro, de los me-dios eficaces para derrocar a la burguesa, de las tareas que concernan a los militantes dela revolucin. De aquellas perspectivas, es posible reconstruir las que afectaban a las inter-pretaciones comunistas de la historia del pas; puesto de otro modo, expondremos lospuntos de partida desde los cuales los comunistas lean la historia nacional.

    A partir de 1917 y a lo largo de los aos 1920s., segn es sabido los grupos de laizquierda se vieron sacudidos en todo el mundo por discusiones intensas. En el caso latino-americano, dos de los temas en debate, claramente relacionados, eran el de la caracteriza-cin de la realidad econmica y social latinoamericana y el del tipo de revolucin que, enconsecuencia, se deba o se poda encarar en la regin.4 Los argumentos de la TerceraInternacional sobre Amrica Latina, en principio, se ubicaban en el ms vasto conjunto deproposiciones acerca del mundo colonial. Suele admitirse que en el Segundo Congreso dela Internacional, celebrado en 1920, la cuestin colonial fue traducida como cuestin oriental,en referencia al Oriente Medio; no pareca que la situacin latinoamericana merecieraobservaciones especficas. Algunos aos antes, en 1917, Lenin haba publicado en ruso Elimperialismo, fase superior del capitalismo, que contena unas observaciones breves acer-ca de Argentina. A su juicio, este pas ejemplificaba una forma de dependencia que no erala de una semicolonia; la llamaba luego colonia comercial de Inglaterra.5

    En 1924, durante el Quinto Congreso, para configurar la cuestin colonial elComintern deriv del Medio Oriente hacia China. La alianza con el Kuomintang comenza-ba y este ltimo partido era presentado como un modelo para el movimiento revoluciona-rio de los pases coloniales. La poltica del Frente Unido Antiimperialista, que significabael apoyo comunista a los movimientos de liberacin nacional para luchar contra el capitalextranjero como plantea Caballero era propuesta para todo el mundo colonial.6 Pocoms tarde, en Buenos Aires, las relaciones de aquellos diagnsticos con las imgenes delpasado y las dificultades de ajuste se revelaban en un documento interno firmado porAnglica Mendoza y Cayetano Oriolo, para quienes desde la revolucin burguesa de1810 hasta el fin de la guerra mundial la historia de la Repblica Argentina ha sido lahistoria de su produccin agropecuaria. Ella se habra desarrollado en su forma feudaldesde la Revolucin de Mayo hasta la organizacin nacional de 1853, y en su forma yanetamente capitalista y con la colaboracin del imperialismo ingls desde entonces y

    crtica de varios argumentos de la izquierda nacional puede hallarse en LVOVICH, Daniel y FONTICELLI,Marcelo Clase contra clase..., cit., pp. 200 y ss.

    4 Remitimos para estos temas y algunos de los que siguen a CABALLERO, Manuel La Internacional, cit.;CATTNEO, Liliana La izquierda argentina y Amrica Latina en los aos treinta: el caso de Claridad,Tesis de Posgrado, Instituto Di Tella, Buenos Aires, 1992 y LVOVICH, Daniel y FONTICELLI, MarceloClase contra clase..., cit.

    5 Vase ULYANOV, Vladimir I. (Lenin) El imperialismo, fase superior del capitalismo, EL, Buenos Aires,2000, apartado VI, p. 81.

    6 Cfr. CABALLERO, Manuel La Internacional..., cit., p. 45.

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    hasta la Gran Guerra.7 Algunos de los ncleos de discusin de las historias comunistasdesplegadas entre 1930 y 1943 estn anticipados en estas apreciaciones tan breves: elcarcter de la Revolucin de Mayo; la cuestin del modo de produccin; el problema delimperialismo y su influencia.

    El Sexto Congreso del Comintern, que sesion entre julio y septiembre de 1928, fueel momento de lo que sus dirigentes llamaron el descubrimiento de Amrica, en unafrmula ya muy conocida.8 El ecuatoriano Ricardo Paredes recuperaba por entonces laobservacin de Lenin, que sumaba a las categoras pases coloniales y pasessemicoloniales la de pases dependientes, aunque las dos primeras continuaron siendoms frecuentes en el lenguaje poltico comunista; mucho ms dudoso es que esa preferen-cia se sustentara en alguna reflexin que pueda llamarse terica. En noviembre de 1928, ensu Octavo Congreso, el PC argentino asuma, por su parte, la lnea fijada por la Internacio-nal. En el informe preparado por Jules Humbert-Droz para esa reunin del Cominterncelebrada en 1928, en el Proyecto de Tesis para Amrica Latina que el Comit Ejecutivoenvi para ser discutido en la reunin de los comunistas latinoamericanos celebrada enBuenos Aires en 1929 y tambin en el documento final de esa reunin, el movimientorevolucionario que habra de encararse en Amrica Latina fue definido como del tipodemocrtico-burgus, que estaba todava pendiente dado que eran estos pasessemicoloniales donde domina el problema agrario y antiimperialista.9 A ello se agregabala idea de la inexistencia de una burguesa nacional en Amrica Latina, que expuso en lareunin de 1929 Vittorio Codovilla.10

    Simultneamente, en aquel Congreso de 1928 se estableca que la poltica del FrenteUnido Antiimperialista deba abandonarse a la luz de lo ocurrido en China, donde el PChaba sido masacrado por el Kuomintang; se dej, entonces, de impulsar la alianza con lasburguesas nacionales que en Amrica Latina no existan, segn se afirmara luego oincluso con otras franjas de esa misma clase. Para esta etapa del capitalismo, en la que seprevea que la lucha social se intensificara, la estrategia sera la de clase contra clase,adoptndose adems la poltica llamada del Frente nico por la base, destinada a la capta-

    7 Se trata del Despacho de los miembros en disidencia de la Comisin de Programa nombrada en el VICongreso del Partido Comunista Argentino, encargada de la redaccin del Proyecto de Programa de Rei-vindicaciones Inmediatas, en Informe del Comit Ejecutivo al VI Congreso a celebrarse en Buenos Aireslos das 26, 27 y 28 de julio de 1924, Archivo General de la Nacin (AGN), Sala VII, Fondo PCA, legajo3363, 15.

    8 Ver CABALLERO, Manuel La Internacional, cit., pp. 107 y ss.9 Cfr. Proyecto de tesis sobre el movimiento revolucionario de la Amrica Latina, en La Correspondance

    Internationale, febrero de l930. Ha sealado Liliana Cattneo que la propuesta elaborada por el bujarinistaJules Humbert-Droz para Amrica Latina fue resistida porque sus consignas podan ser confundidas con lasdel APRA, una de las formaciones nacional-revolucionarias. Este comentario se vincula con algunosargumentos que se expondrn ms adelante. Sobre el punto, vase CABALLERO, Manuel La Internacio-nal..., cit., p. 146 y acerca del Octavo Congreso del PCA vase LVOVICH, Daniel y FONTICELLI, MarceloClase contra clase, cit., p. 204.

    10 Ver CABALLERO, Manuel La Internacional..., cit., p. 118.

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    cin de trabajadores de otras agrupaciones. Estas eran, claro est, decisiones tcticas y porende ms cambiantes que aquellas otras caracterizaciones que hemos evocado.11

    De esta manera, entre 1928 y 1929 los comunistas estabilizaban, no sin matices ydebates, la opinin que indicaba que los pases latinoamericanos eran semicolonias. Esaconcepcin, al combinarse con lo que ms adelante se llam crticamente etapismo, seconverta en la clave explicativa para el argumento que indicaba que deba cumplirse,todava, la fase democrtico-burguesa de la revolucin que aqu asumira una forma agra-ria y antiimperialista. Estas son piezas de aquella gran matriz interpretativa que no cambia-ron a lo largo de todo el periodo analizado; parece innecesario insistir en que tal caracteri-zacin de la regin y de los pases que la integraban conllevaba una opinin breve perofirme acerca de la historia latinoamericana y de la argentina. En el pasado no se habaproducido una revolucin democrtico-burguesa y la economa nacional, deformada porel imperialismo, no se haba desarrollado hacia formas capitalistas plenas.

    Ahora bien: en 1929 se haba decidido que la burguesa nacional no exista; seangostaba as la franja de sectores burgueses a los que convocar a tal transformacin socialpor otra parte, la nica posible segn el canon. Pero an si hubiera existido, la tctica declase contra clase impeda ese llamado. Se sumaba adems al complejo la consigna delfrente nico por la base que, como indicamos, se hallaba dirigida hacia las dems orga-nizaciones y partidos obreros en actitud de competencia abierta, cuando no de hostilidad.12

    Restaba, desde ya, el recurso de plantear que las tareas de la revolucin democrtico-burguesa estaran a cargo, exclusivamente, de la alianza obrero-campesina; si bien antesde 1924 esa lnea fue explorada, en el periodo de Frente Unido Antiimperialista (1924 a1928) pas a un segundo plano que el nuevo cambio a la etapa de clase contra clase de1928 no quebr del todo. Debe agregarse a lo anterior la presencia de la Oposicin deIzquierda, encabezada por Trotsky, ya en la segunda mitad de los aos 1920s.; su lderpublicaba hacia 1930 La revolucin permanente y quien ejecutara en esos aos una crticaa la distincin del Comintern entre tareas revolucionarias democrtico-burguesas y socia-listas podra fcilmente ser tomado por trotskista, hecho que tena su precio.

    No se trata, en este caso, de analizar la precisin de estos pareceres, ni los beneficiosque podan esperarse de las tcticas asumidas, sino de sealar lo difcil de su articulacin.Afirmados, entonces, en estas convicciones, que buscaban trabajosamente conciliar, loscomunistas argentinos entraban en la dcada abierta en 1930.

    3. Luego del fin de la dictadura uriburista, el PC impuls varios emprendimientos editoria-les. Uno de ellos devino en la fundacin de la revista Actualidad, en enero de 1933; desdesus pginas se arremeta contra los socialfascistas que, en la mirada comunista, poblaban

    11 Vase GABRIEL, Pere Contexto internacional y Frente Popular, en Papeles, Fundacin de Investigacio-nes Marxistas, nm. 24, Segunda poca, Madrid, 2006, pp. 21 y ss.

    12 Ejemplos de cmo conceba el PC el frente nico por la base pueden hallarse en Actualidad, Ao I, nm.11, Buenos Aries, enero de 1933, p. 23 y en Soviet, nm. 2, Buenos Aires, agosto de 1933, pp. 33 y ss.

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    el Partido Socialista (PS). El rechazo a participar en un homenaje que el socialismo rendaa la memoria de Juan B. Justo era fundado por la redaccin de la revista en el propsito,que atribua al lder del PS, de conciliar su nacionalismo con el internacionalismo obre-ro; esa fue otra mscara que cubra su patriotismo, actitud que se haca visible en elhecho de que una de sus preocupaciones habra sido dejar establecido en su testamentoque su fretro fuera cubierto con la bandera argentina juntamente con la roja. De lo contra-rio, ninguna bandera. Esas prevenciones constituan para la revista comunista un indiciocertero de traicin.13

    La cuestin de las banderas suscitaba discusiones, a veces asociadas a disposicioneslegales; Pedro Echage, tambin desde Actualidad, encontraba en la renuencia a celebrarel 1 de mayo de 1933 con banderas rojas una de las pruebas de la desercin socialpatriota.Las otras, deca Echage, las aportaban los propios dirigentes socialistas, que en un actohaban diseado la tradicin nacional en la que elegan inscribirse ya que en aquella mani-festacin Nicols Repetto segn Actualidad denunciaba que pronto se castigar [...]como si fuera un delito citar los nombres de Moreno, Rivadavia, Alberdi, Sarmiento yMitre.14

    Ese linaje que se remontaba a la Revolucin de Mayo e inclua a destacados miem-bros del liberalismo argentino del siglo XIX, era en sus lneas maestras uno de los admiti-dos en la cultura argentina y tambin en el aparato estatal; filiarse con l era un recurso queel PS vena ejecutando haca tiempo. Casi un ao despus, el comunista Rodolfo Ghioldiperseveraba, ante la celebracin de un congreso del socialismo, en denunciar actitudessemejantes, cuando sealaba que el PS repudia el internacionalismo, quiere las Malvinasbajo pabelln argentino, se considera unido a Mayo, a Alberdi, a Mitre, rechaza la banderaroja.15 Parece, entonces, evidente que en la disputa por el uso de los smbolos y en lacrtica al enlace con buena parte del procerato clsico del siglo XIX se estaban librandobatallas de ms significacin desde el punto de vista ideolgico, junto a las que alentaba laprevisible competencia por el monopolio del reclutamiento obrero.

    Durante la primera mitad de 1933, varios dirigentes e intelectuales comunistas ofre-cieron interpretaciones que explicaban la situacin presente apelando a un examen de losrumbos que la historia argentina habra seguido desde comienzos del siglo XIX. La serie

    13 Cfr. Actualidad, Ao I, nm. 11, Buenos Aires, enero de 1933, p. 34. Sobre esta revista y, en general, lasvinculadas al PC en estos tiempos, remitimos a SATTA, Sylvia Entre la cultura y la poltica, cit.

    14 Cfr. Actualidad, Ao II, nm. 1, Buenos Aires, julio de 1933, p. 22. Insistimos en que el problema de lasbanderas, de fuertes vnculos con la identidad partidaria, no parece haber sido menor para los activistascomunistas; en el nmero de mayo de 1927 de El riel proletario, una publicacin de base, los redactoressostenan que haban observado un espectculo vergonzoso cuando buena parte de los asistentes a unaconferencia por el 1 de mayo celebrada en una localidad suburbana, temiendo sin duda que los caudillosburgueses los vieran formando en una manifestacin obrera con banderas rojas y los retaran, eludi su-marse a la columna. Cfr. El riel proletario. rgano de la clula comunista de Haedo, Ao II, nm. 32, tapa,en AGN, Sala VII, Fondo PCA, legajo 3364; 20.

    15 Cfr. Soviet, Ao II, nm. 5-6, Buenos Aires, 27 de junio de 1934, p. 6.

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    se iniciaba en marzo con el discurso de Anbal Ponce en la apertura del Congreso Latino-americano contra la Guerra Imperialista, celebrado en Montevideo. Indicaba Ponce:

    A principios del siglo XIX, las colonias espaolas de Amrica Lati-na, instigadas por Inglaterra que aspiraba a la expansin de su comer-cio y a la destruccin de sus viejas rivales, entraron por el camino de laliberacin poltica sin haber alcanzado ni con mucho la madurez eco-nmica. Gajos mezquinos del nico Estado europeo que se conservfeudal en pleno corazn de la Edad Moderna, las nacientes burguesasde Amrica Latina, atrasadas, indolentes, sin ninguna de las capacida-des que las nuevas formas de produccin exigan en el mundo, se con-virtieron a poco andar en pasivos instrumentos de Inglaterra, su nuevametrpolis econmica.16

    Sostena a continuacin que la casi totalidad de la economa precapitalista de AmricaLatina qued bajo control ingls; el poderoso aliado se hallaba tan seguro en susfirmes posiciones de amo que todas las obras que emprendi en las semicolonias no con-sultaron para nada los intereses de stas, sino las ventajas que pudieran reportar a la metr-polis. Las polticas inglesas haban llevado al vasallaje cada vez ms acentuado de lasburguesas aborgenes; a su vez, dado que convena a Inglaterra mantenerlas en la situa-cin exclusiva de proveedoras de materias primas [...], se comprende que las tentativasindustriales en Amrica Latina que no se acordaran con la explotacin inglesa, estuvierancondenadas de antemano a fracasar. Segn Ponce, el parasitismo ingls ha refrenadodesde hace ms de un siglo la evolucin de las fuerzas econmicas de Amrica; la nuevaamenaza era la del imperialismo norteamericano, en competencia con el ingls desde laGran Guerra.17

    Ese gran relato del siglo XIX, o fragmentos significativos de l, se alineaba conotros que, por las mismas fechas, aparecan en distintos medios comunistas. Estas cerca-nas hacen evidente la existencia de un clima en el partido que alentaba interpretaciones deeste tipo del proceso histrico nacional, crticas del papel cumplido por el imperialismobritnico y por las burguesas, existentes en esta versin pero atrasadas, indolentes y vasallas,rasgos que permitan dudar de su propia entidad. Las objeciones a estos dos actores pue-den fcilmente derivarse de la aplicacin de las firmes certidumbres iniciales que articula-ban la visin comunista de la Argentina, tanto la que subrayaba la condicin semicolonialcomo la que, en consecuencia, pona el foco en el problema del imperialismo.

    Continuando con la serie, Rodolfo Ghioldi dedicaba al anlisis del pacto Roca-Runciman un trabajo, publicado en Soviet, que resulta de inters porque tal acuerdo fue

    16 Cfr. PONCE, Anbal El viento en el mundo, Buenos Aires, El Ateneo, 1939, p. 123.17 Cfr. PONCE, Anbal El viento..., cit., pp. 124 y 125. Sobre las interpretaciones histricas de Ponce en estos

    aos, vase HALPERIN DONGHI, Tulio Argentina..., cit., pp. 127 y ss., en particular, p. 130; TERN,Oscar Anbal Ponce..., cit.

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    una de las pruebas que el nacionalismo argentino exhibi para probar tanto la dependenciadel imperialismo ingls como la histrica actitud claudicante de la dirigencia argentina.Ghioldi sealaba en junio de 1933 que a travs del acuerdo el gobierno argentino y lasclases dirigentes de que es expresin, se someten servilmente al capital extranjero, otor-gando extraordinarias concesiones al capital britnico. Apuntaba luego:

    Desde la ruptura y separacin de Espaa [en 1810] hasta la guerra de1914-1918, la posicin del imperialismo ingls fue indiscutiblementepredominante en la Argentina y su influencia en el desarrollo econ-mico y poltico del pas, decisiva. l obtuvo concesiones formidables,l invirti capitales, l estableci los transportes y comunicaciones, lacapar tierras, l levant grandes empresas hipotecarias. L ADAP-T EL DESENVOLVIMIENTO ECONMICO ARGENTINO A LASNECESIDADES DEL MERCADO BRITNICO. 18

    Ghioldi continuaba razonando: acostumbran los publicistas argentinos cantar loas a laayuda inglesa al desarrollo argentino. Esa ayuda consisti en deformar el proceso de desa-rrollo de la economa argentina y en impedirle un desenvolvimiento propio y nacional atravs del establecimiento del siguiente modelo:

    Bajo el signo del capital ingls, Argentina dio las carnes y los cerealesnecesitados por Gran Bretaa. La construccin de los ferrocarriles seadapt igualmente a esa direccin econmica [... siendo las tarifas,por otra parte, las ms caras del mundo...] Fuente de materias primaspara su industria, fuente alimenticia, mercado para la colocacin desus capitales, de sus productos manufacturados y de sus maquinarias:esto fue Argentina durante ese tiempo, y sobre todo desde 1880 enadelante.19

    El cuadro haba sido trastocado por la Gran Guerra, opinaba, cuando comenz a producir-se el avance norteamericano, tal como haba observado Ponce.

    En lnea parcialmente coincidente Jos Blogich, desde Actualidad, manifestaba pocodespus que en ninguna parte del mundo las empresas ferroviarias consiguieron mayoresprivilegios.20 De todas maneras, tal como indicaron Anah Ballent y Adrin Gorelik, unamplsimo arco poltico vea por entonces las tarifas y el trazado ferroviario como sin-nimo de los males del pas, especialmente de la crisis de la produccin rural y del creci-miento desacompasado de las diferentes regiones argentinas.21

    18 Cfr. Soviet, Ao I, nm. 1, Buenos Aires, 24 de junio de 1933, p 3; maysculas en el original.19 Cfr. Soviet, cit., p. 3.20 Cfr. Actualidad, Ao II, nm. 1, julio de 1933, p. 45.21 Cfr. BALLENT, Anah y GORELIK, Adrin Pas urbano y pas rural: la modernizacin territorial y su

    crisis, en CATTARUZZA, Alejandro director Crisis econmica..., cit., p. 157.

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    Las objeciones severas a la poltica inglesa tampoco eran excepcionales en momen-tos de la firma del tratado Roca-Runciman y la denuncia de algo que se denominaba impe-rialismo en muchos casos, sin ms aclaracin se ejecutaba an desde fuera de la prensapartidaria: se trataba de la coyuntura en que Lisandro de la Torre se convertira en la figurapblica ms connotada de las que encararon esa accin. Sin embargo, la crtica de lostrminos del acuerdo slo rara vez derivaba en una impugnacin tan amplia al modo enque la Argentina se haba vinculado al mercado externo durante el pasado y al papel de susdirigentes. Naturalmente, el recorrido comunista parta de la certeza de la condicinsemicolonial presente y desde all se organizaba la interpretacin del pasado que vena aexplicarla. Parece oportuno recordar, en este punto, que una de las acusaciones formula-das al PC por la izquierda nacional y por el revisionismo cercano al peronismo, durante losaos posteriores al golpe de Estado de 1955, era no haber descubierto ms que al imperia-lismo norteamericano, desconociendo al ingls, que era el que en verdad importaba; a laluz de los prrafos que citamos, aquellos cargos se transforman en una nueva prueba decunto dependan las interpretaciones de los fenmenos ocurridos en los aos 1930s. delfiltro constituido por la experiencia peronista.

    Hacia agosto de 1934, Ghioldi insista en el ejercicio de intervencin historiogrficay simultneamente poltica con un artculo sobre Juan Bautista Alberdi, al celebrarse elcincuentenario de su muerte. Asociaciones civiles, bibliotecas populares, ministerios yconsejos de educacin, miembros de los poderes ejecutivos nacionales y provinciales, elCongreso, otros partidos polticos, se dedicaron con fervor a aquella conmemoracin. Lacampaa incluy colectas populares y escolares para erigir un monumento; su animadoraprincipal fue la Comisin Nacional de Homenaje, una institucin civil, cuya Subcomisindel Monumento estaba presidida por el socialista Mario Bravo. La lista de las institucionessocialistas participantes en la colecta inclua a varias bibliotecas y centros culturales; elpropio PS nacional as como su Federacin Bonaerense participaron con aportes impor-tantes.22

    Contra los acuerdos tan vastos que parecan suscitar los homenajes a Alberdi en lacultura poltica argentina se dirige, presumiblemente, Ghioldi en su artculo de Soviet.Sealaba que la obra de Alberdi se vinculaba a la llamada tradicin de Mayo, que nadiedefine claramente. Para muchos, esa tradicin de Mayo sera la encarnacin de la Demo-cracia. El coloniaje era el feudalismo; Mayo, la democracia. Tomando distancia de estainterpretacin, sostena: es esta una de las mltiples falsificaciones de la historia argenti-na. Antes y despus de Mayo hubo el rgimen feudal. Alberdi, como Echeverra, Sar-miento y Mitre, tema fundamentalmente a las masas pero, destacaba Ghioldi, Alberditiene sus propios mritos, y son principalmente su desarrollo consecuente de una poltica

    22 Vase COMISIN NACIONAL DE HOMENAJE Monumento a Alberdi, Buenos Aires, s/e, 1938, pp. 6-7y ss.; 121 y ss; pp. 106, 107, 108 y 112. Hemos analizado asuntos cercanos en CATTARUZZA, AlejandroDescifrando pasados: debates y representaciones de la historia nacional, en Crisis econmica, cit.

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    de entrega al capital extranjero y su toma de partido por los caudillos feudales del lito-ral.23

    Por su parte, la cuestin de Rosas, que sin ser nueva estaba reactivada, era incorpo-rada a la agenda del dirigente comunista. Alberdi habra mirado con simpata la obra deRosas porque supo contener los levantamientos de la masa campesina, en plena ebulli-cin por la sumisin forzada y violenta al rgimen del salario. Ghioldi entenda razonableque ahora, bajo el rgimen de la reaccin, se organice la repatriacin de los restos deRosas, en alusin a la comisin que ese mismo ao creaban quienes luego formaran en elrevisionismo. Faltara, acaso, erigirle un monumento, en el cual el ornamento principalfuese la figura del presidente Justo prendido a las ubres del rosismo: Orden, Autoridad,Sumisin. Las afinidades de Justo con los sectores predominantes en la Junta de Historiay Numismtica eran conocidas. Si bien en la Junta formaban tambin algunos historiado-res con simpatas rosistas, ellos eran excepciones; Ghioldi intentaba, a todas luces, unaprovocacin. Finalmente, adverta, tanto los rosistas como los seorones de la Junta deHistoria contribuan a mantener la espesa red de falsificacin que aprisiona a la historiaargentina.24

    Los pasados comunistas que acabamos de examinar no slo eran, como sealamos,funcionales al corazn de la interpretacin que el PC ejecutaba de la realidad argentina,sino que, al mismo tiempo, resultaban tiles para la ratificacin de lo radical de sus posi-ciones frente al sistema poltico y ante sus competidores en la izquierda, que la tctica declase contra clase as como el frente nico por la base reclamaban. Ante un San Martnreivindicado por el Ejrcito con el que disputaba la versin tambin favorable de RicardoRojas, un Alberdi homenajeado por el gobierno y los socialistas, un Rosas que, con lenti-tud, comenzaba a ser recuperado por sectores nacionalistas y por algunos radicales, loscomunistas insistan en una visin del pasado argentino que privilegiaba la clave econmi-co-social para la interpretacin global: caudillos feudales y burgueses vasallos sometidosal imperialismo, que era la razn ltima del atraso. Ha observado Jos Aric, aludiendo almismo artculo de Ghioldi que aqu citamos, que el dirigente colocaba al marxismo fuerade cualquier conciliacin con la tradicin liberal; esto sin dudas estaba ocurriendo, peroel gesto era an ms amplio. La actitud de ruptura era hacia cualquier tradicin polticaque, como la liberal, pudiera considerarse nacional.25

    4. Aproximadamente un ao despus de la publicacin de aquel escrito de Ghioldi, secelebr el Sptimo Congreso del Comintern, entre julio y agosto de 1935. Las decisionestomadas all fueron tradicional y correctamente interpretadas y aplaudidas o condena-das como las que indicaban que el abandono de la tctica de clase contra clase haba

    23 Cfr. Soviet, Ao II, nm. 7, Buenos Aires, 1 de agosto de 1934, pp. 21 y 22.24 Cfr. Soviet, Ao II, nm. 10, Buenos Aires, octubre de 1934, pp. 24 y 20 respectivamente.25 Ver ARIC, Jos La cola del diablo, cit., p. 182.

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    tenido lugar, para ser reemplazada por la de frentes populares. Otros datos, en cambio, hanmerecido menos atencin.

    Uno de ellos es el que indica que las estrategias de colaboracin con otras fuerzashaban comenzado en varios escenarios antes de la reunin del Congreso. As ocurri enFrancia, donde las huellas de esos ensayos pueden rastrearse, tenues, desde 1933 y conclaridad, en 1934; a comienzos de 1935, a su vez, el Partido Comunista de Espaa promo-va la organizacin de un Bloque Popular Antifascista.26 Por otra parte, y para el casolatinoamericano esto tiene importancia, la adopcin de la nueva lnea no signific el totalabandono de certidumbres previas. En el caso espaol, por ejemplo, el Frente Popular eravisto, nuevamente, como una herramienta para llevar adelante la etapa democrtico-bur-guesa de la revolucin, que tambin all se estimaba pendiente. Palmiro Togliatti, de actua-cin importante en Espaa, lo manifestaba explcitamente a poco de estallar el conflicto.27Ya cada Madrid, el dirigente italiano aseguraba que uno de los errores centrales haba sidoque no se trabaj ni luch como hubiera debido hacerse en una guerra de independenciacontra grandes pases imperialistas.28 Quedaban en pie, entonces, los horizontes de larevolucin democrtico-burguesa y el antiimperialismo, una nota que, para el caso espaoles necesario admitir suena algo forzada.

    A su vez, en aquel Sptimo Congreso de la Internacional de 1935, la Alianza Nacio-nal Libertadora (ANL), conducida en Brasil por Prestes, fue puesta como modelo de frentepopular para los pases coloniales y semicoloniales, de acuerdo con los precisos argumen-tos de Caballero. Ese Frente Popular que la ANL constitua era, por otra parte, definido enese mismo mbito como bloque antiimperialista de clase, cuyo objetivo era la implanta-cin de un gobierno antiimperialista. Caballero contina argumentando que las nuevasdecisiones entraaban la subordinacin de los partidos proletarios a los grupos nacional-revolucionarios; as comenzara una etapa de polticas de unin nacional, que eran el ver-dadero ncleo de las propuestas frentepopulistas.29 En cualquier caso, en los documentosde la Internacional el antiimperialismo no se perda del todo con el paso a la etapa de frentepopular.

    Finalmente, en un plano ms prximo a los asuntos aqu asumidos, se registra que enel Informe que G. Dimitrov present el 2 de agosto al Sptimo Congreso se aluda a lanecesidad de combatir las interpretaciones histricas propuestas por el fascismo, con el fin

    26 Vase GABRIEL, Pere Contexto, cit., p. 24 y BLANCO, Juan El Partido Comunista de Espaa y elFrente Popular, en Papeles, Fundacin de Investigaciones Marxistas, nm. 24, Segunda poca, Madrid,2006, pp. 46 y ss.

    27 Cfr. TOGLIATTI, Palmiro Sobre las particularidades de la Revolucin Espaola, en Escritos sobre laguerra de Espaa, Crtica, Barcelona, 1980 [octubre de 1936], pp. 85 y 84.

    28 Cfr. TOGLIATTI, Palmiro Escritos, cit., pp. 299 y 297. Se trata de un largo informe a la Internacional del21 de mayo de 1939.

    29 Cfr. CABALLERO, Manuel La Internacional, cit., pp. 164 y 165; las citas de Caballero corresponden ala intervencin de Wang Ming, delegado chino en el Comit Ejecutivo, publicada como The revolutionarymovement in the colonial countries, pp. 23 y 26.

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    de anclar las luchas presentes en las tradiciones locales. De todos modos, debe ponderarseque se trataba de una observacin marginal: un par de prrafos, que previsiblemente cul-minaban en observaciones sobre la cuestin nacional, en un largo texto.30

    Mientras tanto, en la Argentina, hacia agosto de 1934 un ao antes del mentadoSptimo Congreso la Federacin Juvenil Comunista propona acciones conjuntas al PScontra el fascismo y en diciembre del mismo ao extenda la convocatoria a La Protesta.31Iniciativas similares haban tenido lugar en aos anteriores, pero el PC pareca utilizarlaspara poner en evidencia que la renuencia socialista a emprender acciones unitarias era laprueba irrefutable de la traicin socialpatriota. Esta vez, en cambio, comenzaba un ca-mino que paulatinamente llevara al intento de constitucin del Frente Popular, que detodos modos no prosperara. En enero de 1935 se reiteraba la convocatoria a los socialistasy en abril se propona una manifestacin conjunta en ocasin del 1 de mayo. El movi-miento tuvo una primera estacin electoral en la colaboracin de febrero de 1936 y, msadelante, dio aliento a los intentos de formacin de un frente que incluyera al radicalis-mo.32

    Los esfuerzos, an vanos, por la organizacin del Frente Popular, al menos como lopropona el PC, no abandonaban por completo el motivo antiimperialista tampoco en laArgentina. El 1 de mayo de 1935, sostena en Buenos Aires el peridico La Internacional,sera la oportunidad para constituir un Gran Frente Nacional y Popular Antirreaccionarioy Antiimperialista, mientras que en las elecciones de febrero de 1936 se llamaba a nootorgar ni un solo voto a los vendepatria, otra pieza discursiva que suele atribuirse alarsenal del nacionalismo de derechas. La manifestacin del 1 de mayo de 1936 a la queconcurrieron radicales, socialistas, comunistas y la mayor de las dos CGT a su vez eraplanteada en la prensa comunista como una del Frente Popular por la liberacin de nues-tro pas del asfixiante yugo extranjero.33 Hacia octubre del mismo ao, en el peridicopartidario Hoy, se promocionaba el folleto de Orestes Ghioldi titulado La tercera invasininglesa, dedicado a criticar la Ley de Coordinacin de Transportes y se inclua una carica-tura que mostraba al intendente izando una bandera inglesa en el obelisco, as como unrecuadro que evocaba la observacin de Lenin, la Argentina es una colonia comercialinglesa, que hemos citado en este artculo.34 En las elecciones presidenciales de 1937, elPC apoyaba a Alvear, en lo que entenda un aporte al Frente Popular.

    30 Vase MYERS, Jorge Rodolfo Puiggrs..., cit., pp. 218 y 219; el texto completo del informe Dimitrovest disponible en http://www.marxists.org/espanol/dimitrov/1935.htm.

    31 Cfr. La Internacional, 11 de agosto de 1934, nm. 3441, diciembre de 1934, s/n, p. 3.32 Los datos en Soviet, enero de 1935; La Internacional, abril de 1935, p. 1, diciembre de 1935, febrero de

    1936, respectivamente, todas ellas aparecidas en Buenos Aires.33 Cfr. respectivamente La Internacional, abril de 1935, p. 2; febrero de 1936, p. 4; abril de 1936, s/n.34 Cfr. Hoy, nm. 4, Buenos Aires, 8 de octubre de 1936, pp. 2, 3 y 4 respectivamente. La publicacin seala

    que, en el caso de la cita de Lenin, se trata de una traduccin especial. En la pgina 6 del mismo diario seincluye una declaracin del PC ante la Cmara Federal que lleva por subttulo El verdadero nacionalismo

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    El abandono de la tctica de clase contra clase permita solucionar, es cierto, algunascuestiones, pero otras quedaban pendientes. La apuesta por el Frente Popular reclamaba,por ejemplo, ajustes en algunas de las imgenes comunistas del pasado que, de todas ma-neras, todava seguan en construccin. As, a fines de 1936, Anbal Ponce diriga una cartaabierta al ministro de la Torre a raz de su destitucin; all, de acuerdo con Halperin Donghi,el autor ratificaba su identificacin con la tradicin liberal argentina a travs de la apela-cin a la figura de Sarmiento, que tambin haba sido homenajeado, en septiembre de eseao, por los periodistas de Hoy.35

    Pero, demostrando que no todo eran coincidencias entre los intelectuales comunis-tas, en mayo de 1937 lvaro Yunque, desde las pginas de Claridad, calificaba a Sarmien-to de civilizador, poniendo el trmino entre comillas con afanes de tomar distancia crti-ca; en el mismo artculo, el Martn Fierro era convertido en biblia de la miseria gaucha,mientras Jos Hernndez era apreciado como el dueo de la voz ms vigorosa que selevant para protestar contra la explotacin del gaucho y el narrador de hazaas deexplotados que se resistan a ser explotados. Yunque observaba tambin que con motivodel homenaje a Echeverra se movern las polas de los historiadores a fin de presentar-nos slo la parte erudita del acontecimiento, y las de los social-fascistas, siempre empea-dos en paralizar la labor renovadora de la actual juventud, presentndole como guas a [...]Rivadavia, Echeverra, Alberdi, Sarmiento, Justo. Pero para Yunque hay otro Echeverra,crtico del orden social y con atisbos hacia la lucha de clases, cuyo heredero no fueAlberdi y que vale la pena leer; no es el que se hace conocer en las escuelas ni aquel dequien hablan los social-fascistas paralizantes. En la argumentacin de Yunque, que pare-ce ms propia de la etapa anterior, Mayo habra sido una revolucin hecha por propieta-rios, con el fin de administrar para provecho propio la aduana de Buenos Aires; para susdirigentes, el progreso consista en seguir enriquecindose haciendo intervenir el capitalextranjero, en este caso el ingls. Buenos Aires, o sus burgueses haban hecho la Revo-lucin de Mayo para [] convertirse, a su vez, en metrpolis de las dems provincias.Los sectores que apoyaron a Rosas constituiran, con el andar del tiempo, la clase dirigen-te que entreg el pas al imperialismo ingls. Finalmente, se asombraba: El estancieroUrquiza, libertador!. Quizs curiosamente, el mismo mes de mayo de 1937, en Orienta-cin otro peridico comunista se expresaba que como en Mayo de 1810 se impone launidad del pas contra la reaccin y se reproduca un documento del Comit Central en elque se indicaba que en Mayo haba nacido la democracia. En abril de 1938, en las pginasde Orientacin se conmemoraba el 85 aniversario de la sancin de la Constitucin conretratos de Mitre, Urquiza y Alberdi.36

    no est en contradiccin con el espritu de fraternidad y con el internacionalismo. La frmula verdaderonacionalismo era muy corriente en esos momentos en el mundo poltico argentino.

    35 Cfr. HALPERIN DONGHI, Tulio Argentina..., cit., p. 134; Hoy, Ao I, nm. 1, Buenos Aires, 17 de sep-tiembre de 1936, p. 2.

    36 Cfr. YUNQUE, lvaro Echeverra en 1837. Contribucin a la historia de la lucha de clases en la Argenti-na, en Claridad, XV, 313, Buenos Aires, mayo 1937, s/n; y Orientacin, nm. 44, Buenos Aires, 29 de

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    De este modo, algunos rasgos de las imgenes globales del pasado forjadas en lostempranos aos 1930s. por el comunismo se prolongaban todava hasta 1937, al menos enla versin de Yunque. Como vimos, estas notas convivan con otras que se enlazaban coninterpretaciones ms tradicionales y que, en el largo plazo, se demostraran ms duraderas.

    5. Segn se ha sostenido con frecuencia, los momentos que rodean el comienzo de laguerra en Europa sealaron la hora de realineamientos en el ambiente poltico y culturalargentino. El PC local asumi, con la Internacional, posiciones neutralistas luego de lafirma del pacto germano-sovitico; la primera gran tarea del proletariado concienteera ahora no permitir que la Argentina sea arrastrada al conflicto.37 Tal actitud perdurhasta 1941, el momento de la invasin a la Unin Sovitica.

    Sin embargo, los cortes entre las sucesivas etapas no fueron tan precisos, como he-mos venido sugiriendo, ni la cultura partidaria se reorientaba tan sencillamente. Atender aesos hechos permitira volver a considerar ciertas posiciones que Ernesto Giudici asumaen Imperialismo ingls y liberacin nacional, que Editorial Problemas, una de las vincula-das al partido, presentaba en 1940; Giudici haba sido un miembro importante de la iz-quierda del PS, luego milit en el socialismo obrero y finalmente se integr al PC. Nohaba grandes novedades en la convocatoria a trabajar por la liberacin nacional, comotampoco en el planteo realizado por Giudici de que el frente popular o la unin nacional,con una clase obrera fuerte, unida, diferenciada, es el nico camino de la democraciaargentina.38 Se observa, entonces, que as como la decisin de contribuir al Frente Popu-lar no haba obturado cuando menos, no por completo los afanes antiimperialistas, en elmomento de opcin por la neutralidad ante una guerra concebida como interimperialista,la vocacin frentepopulista y democrtica segua en pie; Giudici, ha observado con aciertoLeonardo Senkman, al tiempo de proclamar su neutralismo reflexion acerca de la natu-raleza de la cuestin nacional argentina y su dependencia econmica de los centroshegemnicos europeos, pero sin hacer concesiones a los grupos filofascistas criollos.39

    abril de 1938, tapa. Podra explicarse la posicin de Yunque, que por cierto resultaba algo fuera de tono,por una lejana circunstancial del PC? No parece verosmil. Yunque citaba elogiosamente en su artculo eltrabajo que Ghioldi publicara en Soviet sobre Rosas, que hemos evocado aqu, y ms adelante, ya iniciadala guerra, continu siendo identificado como un escritor del universo comunista; vase la cita 37.

    37 Cfr. Orientacin, Buenos Aires, 19 de octubre de 1939, p. 3.38 Cfr. GIUDICI, Ernesto Imperialismo ingls y liberacin nacional, Problemas, Buenos Aires, 1940, p. 28.39 Tal como ha sealado el propio Senkman, no se cuenta con estudios detallados sobre las relaciones entre las

    formaciones del nacionalismo, tambin neutralista, y el PC, entre 1939 y 1941. El autor aporta, sin embar-go, ciertos datos: algunos intelectuales comunistas, como Yunque y Ral Larra, escriban en el diario Re-conquista, dirigido por Ral Scalabrini Ortiz, con el que colaboraban tambin Manuel Glvez y ErnestoPalacio. Cfr. SENKMAN, Leonardo El nacionalismo y el campo liberal argentinos ante el neutralismo:1939-1943, en Estudios Interdisciplinarios de Amrica Latina y el Caribe, 6, 1995, nota 27.

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    A su vez, Giudici sealaba:

    A la cada de Rosas, el pas dio un salto. Vino la gran poca de nues-tro soberbio liberalismo econmico y poltico, con el gran Sarmientoa la cabeza. Pero pronto sobre el latifundio omnipotente se asent unaoligarqua reaccionaria desarrollada y enriquecida alrededor de losferrocarriles ingleses; el viejo y brbaro caudillo de provincias com-parti su sitial con el oligarca y el aristcrata de las ciudades; elfederalismo muri en realidad, nunca fue aplicado para dar lugar alcentralismo de Buenos Aires: todo ello detuvo la marcha ascendentedel pas....40

    Pero, continuaba Giudici, en la gran corriente de colonizacin capitalista Inglaterra jugun papel destacado y progresista progresista no segn los deseos del capitalismo britni-co sino segn las consecuencias inevitables de la colonizacin capitalista en el siglo pasa-do;41 esas ltimas precisiones las realizaba el autor en el intento por diferenciarse de loque denominaba antiimperialismo de estirpe antidemocrtica, proclive a la reivindicacinde Rosas. Si se ensaya un cotejo con las opiniones comunistas de comienzos de los aos1930s., la adjudicacin de ese papel progresista a su pesar a la accin de Inglaterra y, porende, al imperialismo, constituye una diferencia a tener en cuenta.

    As, aunque el comienzo de la guerra acarre cambios de posiciones, algunas de lasvoces de los intelectuales del PC recogan fragmentos antiguos de la imagen comunista delpasado. Las citas permiten, adems, insistir en que la posicin antiimperialista en lo quehace a la interpretacin de la historia argentina no estaba condenada, a fines de los aos1930s., a volverse rosista. Precisamente frente ante las consideraciones revisionistas habareaccionado Luis Sommi desde las pginas de Argumentos, emprendimiento que cobij elintento de reunir a historiadores comunistas en un grupo y public trabajos que luegoseran la base de algunos libros, en una prctica que era habitual en la prensa de izquierda;Rodolfo Puiggrs, Carlos Cabral y Eduardo Astesano, entre otros, fueron participantes deesta empresa.42

    El intento de creacin de un grupo orgnico de historiadores se relaciona con eldespliegue de una prctica que tena pocos aos de antigedad entre los cuadros intelec-tuales del PC, que exhiba sus propios ritmos y no se acompasaba con los cambios decidi-dos por la direccin partidaria: la dedicacin, con cierto grado de continuidad, a los estu-dios histricos. Quienes la desarrollaban no eran ya dirigentes letrados que intervenan

    40 Cfr. GIUDICI, Ernesto Imperialismo ingls, cit., pp. 28 y 29.41 Cfr. GIUDICI, Ernesto Imperialismo ingls, cit., p. 8.42 Vase MYERS, Jorge Rodolfo Puiggrs..., cit., p. 222, y ACHA, Omar La nacin futura, cit., pp. 98 y

    ss. Un ejemplo de aquella operacin de anticipo de textos luego recuperados, an parcialmente, puedehallarse en Orientacin, Buenos Aires, 23 de mayo de 1940, p. 5, donde Astesano publica un trabajotitulado Hombres y clases en la Revolucin de Mayo. Claridad era una de las publicaciones a las que serecurra con frecuencia.

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    ocasionalmente en discusiones sobre el pasado, como Ghioldi o Giudici, sino intelectualesque por fuera de los circuitos acadmicos se empeaban con constancia en el ejercicio dealguna forma de indagacin sobre el pasado, figura frecuente en los aos 1930s.

    Una primera expresin pblica de ese impulso parece hallarse en algunas interven-ciones atribuibles a la iniciativa de Rodolfo Puiggrs, a fines de 1936, donde quizs resue-nen ecos de las palabras de Dimitrov. En Hoy, una columna llevaba por ttulo Historiaargentina por proletarios y culminaba en un recuadro que, bajo el encabezamiento His-toria argentina indicaba: Nuestra seccin orientar en la difcil tarea de interpretar lahistoria del pas con criterio marxista, para agregar:

    El estudio de la historia argentina, menospreciado injustamente hastaantes de ahora, comienza a ser motivo de preocupacin para el movi-miento obrero y revolucionario, que comprende la importancia quecobra el conocimiento del proceso histrico del pas, a fines de preci-sar sus problemas.43

    El artculo invitaba, adems, a formar crculos de estudio sobre estos temas. Es en esamisma tendencia donde debe instalarse tambin aquel llamado que Argumentos publicabapoco ms de dos aos despus, en enero de 1939. Los resultados de cierta envergadura deeste movimiento se hicieron visibles a partir de 1940, aunque fueron ms individuales quecolectivos. Ellos fueron la publicacin del trabajo de Puiggrs titulado De la colonia a laRevolucin y de Mariano Moreno y la revolucin democrtica argentina en 1941, el mis-mo ao en que Astesano presentaba Contenido social de la Revolucin de Mayo. Si bienestas obras aparecieron luego del cambio a las posiciones neutralistas, ellas eran el resul-tado de trabajos iniciados antes, al igual que los libros aparecidos luego de la entrada de laUnin Sovitica en la guerra en 1941 y del nuevo cambio de lnea del partido. Puiggrscontinu la serie con Los caudillos en la revolucin de Mayo en 1942 y con Rosas, elpequeo de 1943, aparecido en Montevideo.44 Todas estas obras fueron publicadas poreditoriales vinculadas al PC, como Problemas o AIAPE y, como sealamos, fueron elresultado de tareas que, por detrs de los cambios de tctica, los intelectuales comunistascomenzaron a desplegar en la segunda mitad de los aos 1930s.

    Es posible hallar una imagen de conjunto en estas obras? El intento de sntesis querealiz Jorge Myers sobre la produccin de Puiggrs resulta atinado y til para sealaralgunas de las notas centrales de su lectura del pasado. La conquista haba forjado unasociedad feudal pero, de todas maneras, en el interior predominaba una atrasada economadomstica, mientras que el Litoral y Buenos Aires eran en cambio el sitio de la aparicinde una incipiente burguesa comercial. La Revolucin de Mayo no haba constituido unarevolucin democrtico-burguesa dado que los grupos sociales existentes en el seno de un

    43 Cfr. Hoy, nm. 4, Buenos Aires, 8 de octubre de 1936, p. 7; se hizo alusin a que en el nmero anterior lacolumna tambin haba aparecido. El esfuerzo, con todo, no parece haberse sostenido.

    44 Sobre Puiggrs, MYERS, Jorge Rodolfo Puiggrs..., cit. y ACHA, Omar La nacin futura, cit.

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    modo de produccin todava feudal lo impedan; Moreno era un ejemplo de militanterevolucionario, que encontraba en Artigas su heredero, y Rosas haba intentado la restau-racin de un rgimen condenado por la evolucin de la economa mundial.45 Buena partede las posiciones que Astesano adoptaba en esos aos coincidan con las de Puiggrs, quepor otra parte eran tributarias de las anticipadas por Cabral.

    He aqu, entonces, el bosquejo de una interpretacin comunista de la historia argen-tina, o al menos de algunos de sus tramos, tal como se formulaba a comienzos de la dcadaabierta en 1940. En el caso de Puiggrs, esa interpretacin era fruto de la conviccin deque no se haba producido aqu un movimiento revolucionario democrtico-burgus y delanhelo de encontrar las causas de esa ausencia.46 Como es visible, esa certeza se alineabay, quizs, tuviera su origen en aquellos diagnsticos que, desde fines de los aos 1920s.,el PC argentino haba hecho suyos: pas semicolonial, necesidad de transformacin agrariay antiimperialista. La matriz interpretativa general, entonces, provena de unos puntos departida que, sin que los afectaran los vaivenes de coyuntura, seguan firmes en el comunis-mo local.

    Junto a estas consideraciones pueden realizarse otras que tambin aluden a las rela-ciones entre la actividad historiogrfica y la poltica. En el Prefacio de De la colonia a laRevolucin, Rodolfo Puiggrs indicaba hacia 1940: he escrito este libro teniendo presen-te a la clase obrera argentina, heredera y continuadora de la tradicin progresista y libertadoraque parte de los das iniciales de nuestra sociedad; Astesano, a su vez, planeaba un ltimotomo de su obra que llevara por ttulo La herencia progresista de Mayo, segn manifes-taba un ao ms tarde.47 Eran visiones por cierto muy alejadas de las que, en aos anterio-res, tomaban distancia de Mayo y del conjunto de la tradicin poltica argentina.

    6. As, del PC que vea poco ms que caudillos feudales y vasallos del imperialismo en elpasado argentino, que rechazaba toda herencia poltica nacional y entenda sacrlego ho-menajear a la bandera se haba pasado a lo largo del periodo analizado a un PC que,imaginando que la clase obrera del siglo XX se ubicaba en la senda de una tradicin pro-gresista inaugurada con la Revolucin de Mayo y reivindicando el himno, tentaba otrasvas para alcanzar aquel horizonte que, l s, permaneca inmutable desde fines de la dca-da abierta en 1920: la revolucin democrtico-burguesa en su versin agraria y antiimpe-rialista.48

    45 Vase el trabajo de MYERS, Jorge Rodolfo Puiggrs..., cit., para este punto y algunos de los que siguen,en particular pp. 226 a 228.

    46 Este es el planteo de MYERS, Jorge Rodolfo Puiggrs..., cit., p. 222, con el que coincidimos.47 Cfr., respectivamente, PUIGGRS, Rodolfo De la colonia a la Revolucin, AIAPE, Buenos Aires, 1940, p.

    8 y ASTESANO, Eduardo Contenido social de la Revolucin de Mayo, Problemas, Buenos Aires, 1941,Tomo 1, Plan de la obra. Aunque no corresponde a nuestro periodo, el Esbozo de historia del PartidoComunista de la Argentina, Anteo, Buenos Aires, 1947, quizs, forme parte de este mismo movimiento: elpartido ofreca al resto del mundo poltico una imagen propia de su pasado.

    48 Ejemplos de la actitud ante el himno a fines de los aos 1920s. en las publicaciones de base puede hallarseen Justicia. rgano de los obreros y campesinos de Chacabuco, donde se sostena, en 1927, que el himno

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    Estos desplazamientos producidos en las lecturas del pasado de la nacin y en lasactitudes hacia sus smbolos clsicos pueden explicarse parcialmente recurriendo a losgiros tcticos que realiz el partido. Sin embargo, ese argumento no logra dar cuenta dematices, desajustes, pervivencias argumentales, mediaciones que hemos destacado previa-mente. Tal vez convenga, entonces, explorar otra posibilidad, que tiene algn costado con-jetural y que hasta puede sonar excesiva, pero que parece poseer mayor eficacia explicati-va. Ella parte de la idea de que las mudanzas en las lecturas del pasado fueron resultado, yen consecuencia son testimonio, de una transformacin que ocurri por debajo de los cam-bios de lnea y fue menos zigzagueante, ms pausada, ms decisiva que ellos. Sin duda,ese movimiento fue alentado por el replanteo frentepopulista de 1935, pero no se redujoa l: se trata en cambio de la tendencia a la incorporacin del PC a la vida poltica argen-tina, en el sentido de pensarse partcipe de un juego cuyas reglas aceptaba al menos por elmomento, de imaginarse un partido ms en el escenario nacional y de actuar en conse-cuencia.

    Para hacer visible la relacin entre la tendencia a la integracin y la organizacin devisiones del pasado puede recurrirse, con cautela, a un ejemplo europeo: en Italia, desdepoco antes de terminar la guerra, las preocupaciones estratgicas togliattianas, cifradasen la construccin de un partido de nuevo tipo que habra de ser nacional y ofrecer unprograma para la sociedad italiana en conjunto, impulsaron la produccin de una historiade Italia desde el punto de vista de la clase obrera y de una revisin comunista de lahistoria de Italia.49 Las diferencias entre uno y otro partido son obvias y significativas,pero importa en este caso atender al sujeto de esa historia. No se trataba de una historiacomunista del campesinado o del movimiento obrero, sino de una historia comunista de lanacin. Para el caso argentino, que en este punto slo en este punto parece semejante, laconstitucin de la nacin como objeto posible de una historia comunista es el resultado deaquel proceso ms lento y profundo que mencionamos. A medida que la agrupacin am-pliaba su capacidad de insercin en la clase obrera, de conduccin de sindicatos, de orga-nizacin de un sistema de prensa amplio de, en fin, despliegue de varias de las actividadespropias de los partidos de masas, se obligaba a ofrecer su propia versin, detallada estavez, del pasado nacional, de la historia de la sociedad en la que actuaba. Tal vez fuera estauna de las manifestaciones de los dilemas que aqu, como en otros mbitos, afrontaron loscomunistas cuando la revolucin dej de parecer, a mediados de los aos 1930s., al alcan-ce de la mano. As vista, la organizacin de una lectura comunista desplegada de la historiaargentina es indicio del proceso de incorporacin a la poltica nacional; a su vez, este

    pertenece a la burguesa; nm. 8, 15 de julio de 1927, p. 3, en AGN, Sala VII, Fondo PCA, legajo 3364, 20.Tambin en Organizacin grfica. rgano de la Agrupacin Grfica Comunista, nm. 1, julio de 1928,p. 6, en AGN, Sala VII, Fondo PCA, legajo 3364; 20 bis. La apelacin al himno durante la etapa de neutra-lismo puede verse, por ejemplo, en Orientacin, Buenos Aires, 23 de mayo de 1940, p. 2.

    49 Cfr. COLLI, Daniela Idealismo e marxismo nella storiografia italiana degli anni 50 60, en ROSSI,Pietro La storiografia contemporanea. Indirizzi e problema, Il Saggiatore, Miln, 1987.

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    ltimo fenmeno es el que explica aquella organizacin y los tonos que esa lectura adopt.Y no hubo luego cambio de lnea que pudiera modificar el dato de fondo: aunque loscontenidos sustantivos pudieran cambiar y ser discutidos, los comunistas tenan ahora supropia historia de la Argentina.

    Sin embargo, es necesario precaverse de la interpretacin que ubica el comienzo delas tendencias nacionales en 1935, cuando el cambio a la tctica de frente popular.50Desde ya, en los primeros aos de la dcada ellas aparecan opacadas por las posicionesque exiga la tctica de clase contra clase y es posible que slo se hicieran ntidas entiempos de los frentes populares. Pero en varios sentidos, a pesar de los propios comunis-tas, aquellas inclinaciones estaban presentes ya desde fines de los aos 1920s., cuando seasumi el diagnstico del pas semicolonial. Cruzado ste con el etapismo, cerrada laalternativa de concebir una revolucin democrtico-burguesa que, en su consumacin,deviniera socialista, por la apropiacin trotskista de ese razonamiento, era muy difcil quelos comunistas hallaran algn sujeto colectivo capaz de llevar adelante aquella transforma-cin sin tender a la constitucin de un bloque inevitablemente nacional en tanto queantiimperialista, de acuerdo con su propios planteos. La exaltacin de la figura de Sandinoen plena etapa de clase contra clase parece un indicio que apuntaba en ese sentido y slopuede explicarse por la existencia de esa tensin.51 Ms adelante, Puiggrs realizaba algu-nas observaciones ya citadas por Omar Acha que pueden leerse quizs como prueba deque esos derroteros eran percibidos, y en este caso asumidos, por los propios intelectualescomunistas: no lucharemos real y eficazmente contra el imperialismo extranjero [...] has-ta que no nos apoyemos y nos identifiquemos con las fuerzas nacionales, con los factoresnacionales, con la historia nacional, afirmaba en 1940.52

    A su vez, conviene tener en cuenta que el partido era bastante menos monoltico delo que se ha supuesto en ocasiones, como observaron Lvovich y Fonticelli atendiendo a lasinterpretaciones del pasado. Tambin Jos Aric seal hace tiempo que poco ms tardedel cierre de nuestra etapa algunos intelectuales comunistas, entre los que destacaba aAmaro Villanueva, exhiban profundas diferencias con una visin de la historia nacionalque despreciaba tradiciones que un modelo civilizatorio no popular pretendi extirpar, ancon la violencia estatal; Villanueva se inclinaba a la apreciacin de la tradicin gauchesca,frente a una historia del partido que se habra hecho alberdiana. En su trabajo, Aric cita unartculo de Villanueva quien hacia 1947 planteaba: Es tiempo que todos sepan de unabuena vez que el comunismo no puede ser ajeno a las tradiciones nacionales, porque es el

    50 El trabajo de Caballero que hemos mencionado en repetidas oportunidades plantea esta visin.51 Ejemplos del apoyo a Sandino en La Internacional, 11 de mayo de 1929. Ya se ha sealado que Sandino

    poda ser visto con facilidad como un combatiente nacional y antiimperialista, pero su transformacinsimblica en un lder proletario en la Nicaragua de los aos 1920s. no era sencilla.

    52 La cita, que corresponde al trabajo A ciento treinta aos de la Revolucin de Mayo, AIAPE, Buenos Aires,1940, citado en ACHA, Omar La nacin futura, cit., p. 101. Vase tambin la cita 53 de este artculo.

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    53 Vase LVOVICH, Daniel y FONTICELLI, Marcelo Clase contra clase, cit., pp. 205 y ss. La cita deARIC, Jos La cola del diablo, cit., p. 183; la cita de Villanueva, que aparece en la pgina 184 delmismo libro, remite a Orientacin, 5 de febrero de 1947, p. 7. Nos permitimos sugerir, para el tema delcriollismo como interpretacin del pasado nacional, a CATTARUZZA, Alejandro y EUJANIAN, AlejandroHroes patricios y gauchos rebeldes. Interpretaciones en pugna, en Polticas de la historia, cit.

    54 Mara Calderari caracteriz algunos de estos cambios como el paso de la secta a la poltica en el artculoque, con ese ttulo, public en La ciudad futura, nm. 4, Buenos Aires, 1987. Evocamos en nuestra frase,recordando nuevamente la diferencia de contexto pero atendiendo a las zonas comunes de reflexin, losplanteos que Togliatti realizara en Rinsacita, hacia octubre de 1944, en referencia al PCI. All sostena queel PC deba transformarse en un partido nacional italiano, es decir, un partido que plantee y resuelva elproblema de la emancipacin de los trabajadores en el cuadro de nuestra vida y libertad nacionales, hacien-do suyas todas las tradiciones progresistas de la nacin. LASO PRIETO, Jos Mara El concepto departido nuevo en el pensamiento de Togliatti, en Papeles, Fundacin de Investigaciones Marxistas, nm.5-6, Madrid, 1981. Resulta de inters revisar en conjunto las palabras de Dimitrov en el Sptimo Congreso,as como las de Puiggrs reproducidas en la cita 50, a la luz de los posteriores planteos de Togliatti.

    pueblo mismo.53 Esa mirada no estaba totalmente hurfana de anticipos, que podranhallarse, por ejemplo, en algunos artculos de Yunque citados aqu. No obstante, aquelloque no era del todo evidente, aquello que haba sido puesto en discusin en la segundamitad de los aos 1930s., era precisamente cules de esas tradiciones una con eje polti-co, que hallaba su centro simblico en Mayo y empalmaba con el liberalismo de segundamitad del siglo XIX, otra inclinada al rescate de supuestas culturas populares rurales y nose agotaban all las alternativas eran genuinamente nacionales.

    El comunismo argentino, a lo largo de los aos 1930s. y comienzos de los 1940s. sevolvi un partido slido, con importante presencia obrera en sus filas, que tena lazosfirmes con otros sectores polticos e intelectuales cuyo trazado fue favorecido por el cam-bio de 1935; un partido nacional integrado, puesto en otros trminos, que tambin aquaspiraba a asumir la que supona era la tradicin progresista local sin abandonar la pre-tensin de trabajar por la emancipacin de los trabajadores.54 Transitando esos senderos,el Partido Comunista se converta en un participante pleno de la cultura poltica argentinay construa, finalmente, un linaje para s en la historia nacional.

    Buenos Aires, 12 de octubre de 2007