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5 RENGLONES # 48, ABRIL-JULIO 2001 Los oficios del comunicador* Jesœs Martín-Barbero** Introducción Debemos realizar un acto de violencia: obligar a que el mundo tome en consideración cuestiones de las que ha sido inconsciente y rechazar o evitar que esta inconsciencia del mundo haga de Øl algo distante e incomunicado para nosotros. El intento de comunicar contravendrÆ su propósito. En este proceso de conversión forzada reproduciremos la esperanza de la comunicación mÆs remota. Zigmun Bauman Lo que sigue es un ensayo cruzado con un mani- fiesto. Hablo de ensayo en su acepción teatral, aquella en que ensayar equivale a una previa puesta en escena de los gestos y los tonos, las figuras, posiciones y acciones de una obra cuyo libreto se halla escrito, pero debe convertirse en represen- tación visible y audible. Manifiesto es aquel tipo de texto donde se dibujan con libertad y radicalidad los trazos de un proyecto político y/o cultural. Los oficios del comunicador es ademÆs un texto en su mÆs fuerte sentido, ya que se halla tejido con fragmentos de textos escritos y publicados a lo largo de muchos aæos, pero juntos aquí por prime- ra vez, y reescritos en su conjunto para hacernos cargo de las preocupaciones actuales. El proyecto que motiva a esta reflexión es el que lleva del comunicador-intermediario voz de su amo, ilu- sionista que cree poder hacer comunicar a los que mandan con los que sufren sus abusos, o a los creado- res y los consumidores, sin que en esas relaciones de poder nada cambie, iluso que se cree que co- municando a las gentes puede ahuyentar los con- flictos y que todo siga igual al comunicador- mediador, aquel otro que asume como base de su acción las asimetrías, las desigualdades sociales y culturales, que tensionan/desgarran toda comu- nicación, y entiende su oficio como el trabajo y la lucha por una sociedad donde comunicar equival- ga a poner en comœn, o sea a entrar a participar y ser actores en la construcción de una sociedad democrÆtica. No puede resultar extraæo que desconcertados por la vastedad y gravedad de los problemas que hoy entraæan los procesos y medios de comunica- ción, y tironeados por la multiplicidad de figuras que hoy suscita su ejercicio desde los magos de la publicidad y las vedettes de telenovela hasta los animadores de los superprogramas pasando por los periodistas estrella y los expertos en efectos especiales de audio o de video, muchos aspi- rantes a comunicadores se sientan perdidos, con- fundidos, apÆticos ante la reflexión y tentados de dejarse seducir por lo que mÆs brilla: las fascinan- tes proezas de la tecnología prometiendo el rencantamiento de nuestras desencantadas y desazonadas vidas. Y ¿quØ estamos haciendo los responsables de su formación por salir al camino de esas confusiones, desazones y fascinaciones? Que nadie espere recetas. En lo que sigue, mÆs que puntuales respuestas, lo que se encontrarÆ es un dibujo de los contornos de la situación y el esbozo de algunas pistas. * Este artículo fue presentado durante las Jornadas de Comunica- ción en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO), en febrero de 2001. ** Investigador del Departamento de Estudios Socioculturales del ITESO. Ex presidente de la Asociación Latinoamericana de In- vestigadores de la Comunicación (ALAIC).

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5RENGLONES # 48, ABRIL-JULIO 2001

Los oficios del comunicador*

Jesús Martín-Barbero**

Introducción

Debemos realizar un acto de violencia: obligar a que elmundo tome en consideración cuestiones de las que ha sido

inconsciente y rechazar o evitar que esta inconscienciadel mundo haga de él algo distante e incomunicado para

nosotros. El intento de comunicar contravendrá su propósito.En este proceso de conversión forzada reproduciremos

la esperanza de la comunicación más remota.

Zigmun Bauman

Lo que sigue es un ensayo cruzado con un mani-fiesto. Hablo de ensayo en su acepción teatral,aquella en que ensayar equivale a una previa puestaen escena de los gestos y los tonos, las figuras,posiciones y acciones de una obra cuyo libreto sehalla escrito, pero debe convertirse en represen-tación visible y audible. Manifiesto es aquel tipode texto donde se dibujan con libertad y radicalidadlos trazos de un proyecto político y/o cultural. �Losoficios del comunicador� es además un texto en sumás fuerte sentido, ya que se halla �tejido� confragmentos de textos escritos y publicados a lolargo de muchos años, pero juntos aquí por prime-ra vez, y reescritos en su conjunto para hacernoscargo de las preocupaciones actuales. El proyectoque motiva a esta reflexión es el que lleva delcomunicador-intermediario �voz de su amo, ilu-sionista que cree poder hacer comunicar a los quemandan con los que sufren sus abusos, o a los creado-res y los consumidores, sin que en esas relacionesde poder nada cambie, iluso que se cree que co-municando a las gentes puede ahuyentar los con-flictos y que todo siga igual� al comunicador-mediador, �aquel otro que asume como base desu acción las asimetrías, las desigualdades sociales

y culturales, que tensionan/desgarran toda comu-nicación, y entiende su oficio como el trabajo y lalucha por una sociedad donde comunicar equival-ga a poner en común, o sea a entrar a participar yser actores en la construcción de una sociedaddemocrática.

No puede resultar extraño que desconcertadospor la vastedad y gravedad de los problemas quehoy entrañan los procesos y medios de comunica-ción, y tironeados por la multiplicidad de figurasque hoy suscita su ejercicio �desde los magos dela publicidad y las vedettes de telenovela hasta losanimadores de los superprogramas pasando porlos periodistas estrella y los expertos en efectosespeciales de audio o de video�, muchos aspi-rantes a comunicadores se sientan perdidos, con-fundidos, apáticos ante la reflexión y tentados dedejarse seducir por lo que más brilla: las fascinan-tes proezas de la tecnología prometiendo elrencantamiento de nuestras desencantadas ydesazonadas vidas. Y ¿qué estamos haciendo losresponsables de su formación por salir al caminode esas confusiones, desazones y fascinaciones?Que nadie espere recetas. En lo que sigue, másque puntuales respuestas, lo que se encontrará esun dibujo de los contornos de la situación y elesbozo de algunas pistas.

* Este artículo fue presentado durante las Jornadas de Comunica-ción en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores deOccidente (ITESO), en febrero de 2001.

** Investigador del Departamento de Estudios Socioculturales delITESO. Ex presidente de la Asociación Latinoamericana de In-vestigadores de la Comunicación (ALAIC).

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La inapelable pero ambigua centralidadde la comunicación en la sociedad actual

En las sociedades actuales experimentamos cadadía con más fuerza que los logros y los fracasos delos pueblos en la lucha por defender y renovar suidentidad y su autonomía se hallan ligados a lasdinámicas y los bloqueos en la comunicación. Perodecir comunicación es hablar de procesos carga-dos de sentidos profundamente antagónicos. Deun lado, comunicación significa hoy el espacio depunta de la modernización, el motor mismo de larenovación industrial y las transformaciones cultu-rales que nos hacen contemporáneos del futuro,ya que, asociada al desarrollo de las tecnologíasde información, la comunicación nos proporcionala posibilidad de alcanzar al fin el tren de la defi-nitiva modernización industrial, de la eficacia ad-ministrativa, de las innovaciones educativas y has-ta del avance democrático que entrañarían lasvirtualidades descentralizadoras de la informática.Pero, de otro lado, comunicación es también hoysinónimo de lo que nos manipula y nos engaña, delo que nos desfigura políticamente como país yde lo que nos destruye culturalmente como pue-blos. Asociada a la masificación que hacen losmedios, la comunicación sigue significando, parabuena parte de la izquierda, el espacio de puntadel imperialismo y la desnacionalización, y para laderecha, la expresión más visible de la decaden-cia cultural y la disolución moral. Desde ambaspercepciones la comunicación aparece siendo unespacio catalizador de grandes esperanzas y te-mores. De ahí que la comunicación se haya con-vertido en el escenario de las convergencias másextrañas y de las complicidades más cínicas entrelos que se proclaman defensores de los derechoscolectivos y los mercenarios de los intereses másprivados �como es constatable cada vez que seintenta sacar adelante en nuestras instituciones le-gislativas unas mínimas políticas de comunicaciónrealmente democráticas�, o entre los másaguerridos críticos de la manipulación y la aliena-ción ideológica a nombre de los intereses de lasmayorías y los defensores del elitismo y elpaternalismo más rancio, como es comprobablecada vez que se reabre el debate sobre el sentidoy el alcance de unas políticas culturales realmentepúblicas. Los gestos y los gritos de la retórica na-cionalista, que satura los discursos contra la inva-sión de lo extranjero en los medios masivos, resul-tan con frecuencia bien rentables para empresas

�nacionales� de la industria cultural a las que lamediocridad de sus producciones, o una mala ad-ministración, han llevado a la crisis. Asimismo, lasposiciones de indiferencia o de rechazo de la eliteintelectual a tomar en serio las transformacionesculturales que se producen desde los medios ma-sivos encubren una obstinada y útil idea de culturacon la que legitiman el derecho a decidir lo quees cultura. La distancia que en el mundo desarro-llado ha mantenido gran parte de la intelectualidadfrente a las industrias culturales, se ha convertidocon frecuencia en nuestros países, periféricos ydependientes, en una esquizofrenia que resultade responder al imperialismo norteamericano conun reflejo complejo cultural de europeos, y se ex-presa en un extrañamiento profundo de losmestizajes y las dinámicas culturales que viven lasmayorías de nuestros países hoy. La parte que, enla conformación de los nuevos modos en que ex-perimentamos lo nacional o lo latinoamericano, lecorresponde a la dinámica y la lógica de las comu-nicaciones masivas es cada vez mayor, pues enlos medios de comunicación no sólo se reproduceuna ideología, también se hace y se rehace la cul-tura de las mayorías; no sólo se consagran unosformatos sino que se recrean unos géneros en cuyatrama narrativa, escenográfica y gestual trabajanbien mezclados el imaginario mercantil y la me-moria cultural.

De otro lado, hoy nos encontramos envueltospor un ambiente de intereses que combinandodescaradamente el más grande optimismo tecno-lógico con el más radical pesimismo político, con-vierte al poder de los medios en la omnipresenciamediadora del mercado. Pervirtiendo el sentidode las demandas políticas y culturales, que en-cuentran de algún modo expresión en los medios,se deslegitima cualquier cuestionamiento de unorden social al que sólo el mercado y las tecnolo-gías permitirían darse forma. Interesado ambienteque nos sumerge en una creciente oleada defatalismo tecnológico, y frente al cual resulta másnecesario que nunca plantearse cómo asumir elespesor social y perceptivo que hoy revisten lastecnologías comunicacionales �sus modos trans-versales de presencia en la cotidianidad desde eltrabajo al juego, sus espesas formas de mediacióntanto del conocimiento como de la política�, sinceder al realismo de lo inevitable que produce lafascinación tecnológica y sin dejarse atrapar enla complicidad discursiva que enlaza la moderni-zación neoliberal, que proclama al mercado como

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único principio organizador de la sociedad en suconjunto, con el saber tecno-lógico, según el cual,agotado el motor de la lucha de clases, la historiahabría encontrado su recambio en los avatares dela información y la comunicación.

La centralidad indudable que hoy ocupan losmedios en nuestras sociedades resulta despro-porcionada y paradójica en países con necesida-des básicas insatisfechas en el orden de la educa-ción o la salud como los nuestros, y en los que elcrecimiento de la desigualdad atomiza nuestrassociedades deteriorando los dispositivos de comu-nicación, es decir de cohesión política y cultural.Y �desgastadas las representaciones simbólicas�,afirma el politólogo chileno Norbert Lechner, �nologramos hacernos una imagen del país que que-remos, y por ende, la política no logra fijar elrumbo de los cambios en marcha�. De ahí quenuestras gentes pueden con cierta facilidad asimi-lar las imágenes de la modernización y no pocosde los cambios tecnológicos, pero sólo muy lentay dolorosamente pueden recomponer sus sistemasde valores, de normas éticas y virtudes cívicas.

Todo lo cual nos está exigiendo pensar que loque en los procesos y las tecnologías de comuni-cación está en juego es la emergencia de una ra-zón comunicacional cuyos dispositivos �la frag-

mentación que disloca y descentra, el flujo queglobaliza y comprime, la conexión que desma-terializa e hibrida� agencian el devenir mercadode la sociedad. Frente al �consenso dialogal� en elque Habermas ve emerger la razón comunicativa,descargada de la opacidad discursiva y la ambi-güedad política que introducen la mediación tec-nológica y la mercantil, lo que necesitamos pensares la hegemonía comunicacional del mercado enla sociedad: la comunicación convertida en el máseficaz motor del desenganche y la inserción de lasculturas �étnicas, nacionales o locales� en elespacio/tiempo del mercado, y las tecnologíasglobales. Y en el mismo sentido necesitamos estu-diar el lugar estratégico que ha pasado a ocupar lacomunicación en la configuración de los nuevosmodelos de sociedad, y su paradójica vinculacióntanto al relanzamiento de la modernización �víasatélites, informática, videoprocesadores� comoa la desconcertada y contradictoria experiencia dela tardomodernidad.

Notas para la construcción de unmapa de los oficios del comunicador

Al tener como campo de referencia procesos es-tratégicos de la vida política y cultural, los estu-

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dios de comunicación se hallan marcados por he-chos que rebasan la dinámica propia de las disci-plinas que lo integran: por una parte lo recientede su constitución como campo académico y lafuerte incidencia de la revolución tecnológica enla conformación y, acelerada transformación de susobjetos de estudio, y por otra la constanteinteracción entre las variaciones sociales, los cam-bios culturales y políticos y las modificaciones queen una perspectiva histórica han tenido las comu-nicaciones en el mundo y en nuestros países. Laformación de comunicadores se ha visto así per-manentemente desgarrada entre una tendenciafundamentalista y otra practicista. El recorrido deesos estudios en América Latina muestra las difi-cultades que encuentra aún la articulación de loabordado en la investigación con lo tematizableen la docencia, así como la lenta consolidación enpropuestas curriculares de la interacción entre avan-ce teórico y renovación profesional. De otra par-te, al no estar integrado por una disciplina sinopor un conjunto de saberes y prácticas pertene-cientes a diversas disciplinas y campos, el estudiode la comunicación presenta dispersión y amalga-ma, especialmente visibles en la relación entreciencias sociales y adiestramientos técnicos. Deahí la tentación tecnocrática de superar esa amal-gama fragmentando el estudio y especializandolas prácticas por oficios siguiendo los requerimien-tos del mercado laboral.

Pero atender únicamente a los referentes em-píricos que parecen dominar el mercado laboralnos coloca ante un mapa profesional no sólo es-trecho sino engañoso, ya que en él no son directa-mente visibles los diferentes tipos de cambios queatraviesa la profesión y sus oficios. Donde el mer-cado señala la plana y persistente presencia deperiodistas, publicistas y críticos o alternativos, loque necesitamos comprender es el sentido y al-cance del terremoto que emborrona y disloca lasfiguras profesionales tanto desde el ámbito de lossaberes como del de las prácticas. Tomemos comoejemplo el periodismo. Una pista decisiva paraentender lo que está pasando es la que proporcio-na la trans-formación del lenguaje y los discursosdel periodismo en los últimos años. Hablo de trans�formación para señalar la envergadura de unoscambios producidos por el entrecruzamiento delas innovaciones tecnológicas con modificacionesde fondo en las formas de representación políticay con las nuevas mediaciones que el mercado in-troduce en la fabricación y escenificación de la

noticia. Y tomando a la televisión como �modelo�del sentido que están tomando las transformacio-nes del lenguaje periodístico �porque en muchosaspectos también para la prensa y la radio el mo-delo lo está poniendo la televisión� lo que en-contramos realizada es la profecía de Lyotard so-bre la muerte de los �macro relatos�, en la versiónde �relatos largos� por una fragmentación queapoyada en la simultaneidad del hecho con la cá-mara constriñe la duración de los acontecimientosen una actualidad que se devora cada día másvelozmente a sí misma, por la equivalencia detodos los discursos, la interpenetración de los gé-neros �noticioso, de opinión, publicitario� y poruna estética de lo efímero y lo light. Y todo ellomientras el periodismo de investigación se muerede muerte antinatural, es decir cuando más lo es-tán necesitando nuestros países. Así la crónica y elreportaje tienden a desaparecer, sustituidos porlos nuevos discursos que posibilita la teleinfor-mación y los livianos y ágiles formatos que permi-te la edición electrónica. Hay una sospechosa co-incidencia de la transformación telein-formática conla reorganización del mercado publicitario y lapenetración del marketing editorial en las salas deredacción.

El escenario de la información asiste a una pa-radójica �desprofesionalización del oficio�, afirmaMauro Wolf, pues el aumento electrónico de losflujos informativos disloca seriamente la identifi-cación y el uso de las fuentes. El acrecentamientode la cantidad no se traduce en una mejor verifica-ción y en un aumento del control cruzado, que erala marca más cierta de la profesionalidad del pe-riodista, sino que relaja el control convirtiendo elcontexto del evento en un mero collage de pedazossacados de otros artículos sobre el mismo evento.

Estamos, pues, ante una carrera cuyo perfil tantoacadémico como profesional �aunque les pese alos que siguen creyendo que el �verdadero oficio�del periodista es uno solo e idéntico al de hace 50años� se está viendo sometido a tensiones muynuevas, provenientes tanto de una sociedad en laque la comunicación media hoy profundos cam-bios en la política y la cultura, como de unas em-presas de comunicación que están perdiendoaceleradamente también su perfil de empresaspolítico-culturales para convertirse en conglome-rados económicos para los que lo que de verascuenta es el rating, es decir el negocio.

Para captar las profundas transformaciones quepresenta el mapa del campo profesional, campo

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que se halla sin duda estrechamente ligado a, perono por ello se confunde con, el mercado laboral,necesitamos plantearnos al menos tres ámbitos decambios en su conformación, los de:

� Competencias y oficios. ¿Qué saberes y des-trezas conforman el bagaje básico en las dife-rentes figuras que hegemonizan el campo decomunicación en el país?

� Agencias de legitimación. ¿Cuáles son las instan-cias que promueven o devalúan esas compe-tencias y oficios? �las empresas de comuni-cación, las organizaciones gremiales, lasinstituciones estatales, las universidades,etc.� y ¿cuál es el peso relativo de cada una deellas?

� Dinámicas de transformación. ¿Desde qué fuer-zas, movimientos y actores sociales �políti-cos, tecnológicos, educativos, intelectuales, artís-ticos� se activan cambios en las competenciasdel comunicador y cuáles son las líneas de trans-formación y los rasgos principales de las figu-ras profesionales emergentes?

Ese primer mapa necesita ir acompañado por unacartografía que permita diferenciar y evaluar losmodelos de formación, que no son legibles en eltexto de los planes de estudio ya que lo que enellos se encuentra son principios abstractos y ad-hesiones a valores generales. Los modelos de for-mación tienen un modo de existencia más prácti-co que teórico y operan a través de las ideologíasprofesionales que cada escuela legitima y de losmodelos pedagógicos que guían el proceso dedocencia/aprendizaje.

Las ideologías profesionales

No son evidentemente una creación de la escuelasino el lugar de ósmosis entre las imágenes quesobre el oficio produce el mercado y proyectanlos profesionales de la comunicación y las expec-tativas de trabajo que las universidades movilizan.Vamos a señalar las cuatro ideologías que nos pa-recen predominantes en las escuelas de comuni-cación. La de empleado, cuyo horizonte vital es elde la seguridad laboral y el ascenso social, y cuyaexpectativa profesional es la de ejecución o admi-nistración. La de investigador, que teniendo comoubicación ideal las instituciones académicas, iden-tifica su trabajo primordialmente con el análisis, lacrítica y la docencia. La de animador o promotor,

cuya ubicación suele encontrarse en las institucio-nes públicas o en las organizaciones comunales ycuyo horizonte de trabajo es la planificación y lapromoción de actividades que alienten la partici-pación comunitaria. La de artista o creador, cuyohorizonte primordial es el de la autonomía de sutrabajo, lo que, ya sea en la empresa privada o enla institución pública, lo identifica con el diseño, laexperimentación y la producción innovadora.

Es obvio que en la vida esas ideologías semezclan, y que en tiempos de contracción econó-mica, como los que atraviesan la mayoría de nues-tros países, la dificultad de conseguir trabajo y lainseguridad laboral permean fuertemente cualquierposición o actitud, pero también es cierto que esasideologías, en forma de las expectativas que laescuela estimula y prestigia o descarta y desvalo-riza, constituyen un componente fundamental enla formación de los comunicadores.

Los modelos pedagógicos

Son un lugar de interacción entre las lógicas inter-nas de la enseñanza y las culturas del conocerpredominantes en la sociedad. El modelo más an-tiguo, y en cierta medida y ámbitos el más �no-ble�, es el humanista, que da la primacía a la for-mación �integral� de la persona por encima de laadquisición de destrezas e incluso de saberes, yque tiende a supeditar cualquier razón científica opolítica a la razón moral. El modelo racionalistatiene como eje el saber científico, con frecuenciade talante, si no positivista, al menos empirista;identifica la formación con la disciplina de la men-te y la adquisición del rigor en el desarrollo delconocimiento. El modelo tecnicista se basa en lafragmentación de los saberes, de ahí que formarse identifique con especializar, y tiende a valorar,sobre cualquier otra estrategia pedagógica, las téc-nicas de aprendizaje y el desarrollo de saberesinstrumentales.

Si en las escuelas de comunicación el que pre-dominó durante mucho tiempo fue el modelo hu-manista �las instituciones académicas de la igle-sia fueron pioneras en la implantación de losestudios de comunicación en América Latina, y suinfluencia pedagógica sigue siendo notable�, hoyasistimos a su desplazamiento, pero no por elmodelo racionalista sino por el tecnicista. De ahíque uno de los debates más importantes en nues-tro campo sea el que se plantea en torno a si elpregrado debe formar un comunicador generalista

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o especialista. Debate truncado en buena medidaya que los defensores del generalista suelen mez-clar muy válidas razones de formación con prejui-cios y posiciones moralistas acerca del papel y elpoder de las tecnologías en la sociedad, al tiempoque los defensores del especialista mezclan a unavisión más moderna de la racionalidad tecnológicay las exigencias de diferenciación de saberes yoficios una enorme miopía social y política. Perolo que hoy está en juego en ese debate se sitúa enotro lugar: el de la capacidad de las escuelas decomunicación para pensar lo que significa el que

la actual revolución tecnocientífica tenga como ám-bito central los procesos y dispositivos de la co-municación y la información. ¿Están nuestras es-cuelas asumiendo el replanteamiento del estatutodel conocimiento y del aprendizaje que aquéllaentraña y la reorganización de los oficios que im-pulsa? Porque el problema de fondo tiene que verentonces con la posibilidad de diseñar un procesode formación en el que la consolidación de la co-municación como ámbito de oficios no se haga acosta de perder el sentido analítico y crítico quedebe vertebrar el trabajo del comunicador.

Los saberes indispensables

Consolidada en los últimos años la propuesta deun comunicador productor de comunicación, a loque ahora nos enfrentamos es a la neutralizaciónde su perfil social y de su carácter de serviciopúblico. El debate teoría/práctica ha dejado de serla lucha entre teoricismo y pragmatismo y se des-plaza hoy hacia otro terreno: el de la hegemoníateórica del saber tecnológico. La idea de informa-ción �asociada a las innovaciones tecnológicas�gana operatividad y legitimidad científica, mien-tras la de comunicación se opaca o se desplaza yaloja en campos aledaños. Dicho de otra manera,el problema de fondo ya no es la ponderación delpeso que en la formación del comunicador debentener los diversos saberes y destrezas sino quétipo de reflexión teórica y que tipo de investiga-ción pueden articularse al �hacer comunicación�,sin quedar absorbidas o neutralizadas por la razóntecnológica y la expansión de la lógica mercantil amodelo de sociedad. Dicho de otro modo: ¿quémediaciones de pensamiento deben ser trabajadaspara que el análisis y la crítica puedan vincularsecreativamente al trabajo productivo del comu-nicador? Al menos cinco: las estructuras de poder,las lógicas de producción, las dinámicas cultura-les, las gramáticas discursivas y la investigación.

Estructuras de poder

Tematizadas éstas más en términos de determina-ción causal que de mediación, su estudio fagocitódurante muchos años el sentido de las relacionesentre comunicación y sociedad. Pero hoy ni lasfiguras de lo social ni los modos de comunicaciónse dejan tratar tan unificada y totalizadoramente,pero necesitamos pensar las estructuras para quela inteligibilidad de lo social no se disuelva en la

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fragmentación que introduce la percepción dela pluralidad sociocultural y la nueva sensibilidadpor la diferencia. La cuestión de las estructuras�de propiedad económica y de poder político�sigue siendo esencial no sólo para entender lascondiciones de producción en nuestros países sinopara imaginar alternativas que no se agoten en elesteticismo o se desangren en el marginalismo.

Lógicas de producción

Al menos deben considerase dos, la de la acumu-lación/rentabilidad del capital y la del proceso in-dustrial, con fuertes lazos de complicidad entreambas pero distintas. Haberlas confundido fue loque convirtió a la crítica en huida. Pues si la racio-nalidad de la producción se agota en la del siste-ma no hay otra forma de escapar a la reproduc-ción que siendo improductivos. Lo que fue�traducido� por Adorno y aplicado a nuestro cam-po al afirmar textualmente que en la era de lacomunicación de masas ¡�el arte permanece ínte-gro cuando no participa en la comunicación�! Ahorasabemos, sin embargo, que tanto la reproduccióncomo las transformaciones de la comunicación pa-san por complejas redes de ideologías profesiona-les y corporativas, por estructuras jerarquizadas dedecisión y diferenciación de los oficios, por ruti-nas cotidianas y técnicas de trabajo que no ema-nan del capitalismo sino son condiciones operativasy dispositivos organizativos de la producción in-dustrial.

Dinámicas culturales

Nos referimos a las dinámicas de incorporación delas mayorías a la modernidad de la culturaaudiovisual �y de las minorías a la informática�mediante el desplazamiento de la producción decultura de las comunidades hacia instituciones yaparatos especializados, y a su vez insertados enel movimiento de integración a la economía mundo.Dinámicas de fragmentación del hábitat culturalde los pueblos y las naciones mediante la frag-mentación de los públicos, la multiplicación de loscanales y la segmentación especializada de los con-sumos. Dinámicas de secularización de los mun-dos simbólicos, de desterritorialización de las de-marcaciones culturales �culto/popular, moderno/tradicional, nacional/extranjero�, de hibridaciónde culturas y subculturas que dan lugar a identida-des nuevas percibidas desde temporalidades máscortas y precarias.

Gramáticas discursivas

Se entiende por tales las estrategias comunicativasen que se hace la ósmosis de las matrices estéticasy los formatos comerciales. Gramáticas configura-das por prácticas de enunciación de actores situa-dos tanto en la producción como en la recepción,y por formatos de sedimentación de saberesnarrativos, hábitos y técnicas expresivas. Gramáti-cas que dan lugar a una topografía de discursosmovediza y en constante evolución exigida no sólopor la renovación del capital y las transformacio-nes tecnológicas sino también por el movimientopermanente de las intertextualidades e interme-dialidades que alimentan los diferentes géneros enlos diferentes medios. Gramáticas que son lugarde complejos entramados de residuos e innova-ciones, de anacronías y modernidades, de asimetríascomunicativas que involucran, de la parte de losproductores, sofisticadas estrategias de anticipa-ción, y de la parte de los espectadores, la activa-ción de competencias de lectura y operadores deapropiación.

Investigación

También existe hoy un amplio consenso en lasescuelas de comunicación en torno a la necesidadde que la investigación supere el nivel de la gene-ralidad denunciante para pasar a ser un ingredien-te renovador del cómo y con quién hacer comuni-cación�. Se trata de una investigación que ayude aque la producción responda a demandas de comu-nicación que, aunque mediadas por la industriacultural, den expresión a necesidades colectivas yrecojan matrices culturales de raigambre popular.Lo que exige transformar la docencia en un espa-cio de experimentación social posibilitando la aper-tura del trabajo académico a nuevos modos de re-lación con la �vida real�. Pues lo que torna irreal,especulativo y estéril al trabajo académico no esla distancia indispensable que requiere la produc-ción de conocimientos sino la irrelevancia socialde los problemas que se abordan y el formalismode las soluciones tanto teóricas como prácticas.Entendemos entonces por experimentación sociallas estrategias de encuentro de la escuela con larealidad comunicacional del país y la región, estoes, la articulación de la docencia y la investigacióna proyectos de formulación de demandas socialesy al diseño de alternativas.

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Si la investigación formula las demandas, lasprácticas de producción podrán orientarse a darforma, es decir, a diseñar alternativas. Para adelan-tarnos a los malentendidos debemos aclarar queno estamos desconociendo la parte de aprendiza-jes técnicos y réplica de formatos en prensa, radioo televisión que requieren las prácticas. Lo quequeremos plantear es que el productor de comu-nicación que se forma en la universidad no puedeser un mero ejecutor sino algo bien distinto, undiseñador, que es alguien capaz de concebir elproceso entero que va desde la idea a la realiza-ción, alguien que puede dar cuenta de lo que sequiere comunicar, de los públicos a quienes sedirige y de los discursos en que deba expresarse.Pues el diseño tiene tanto de experiencia como deinvención, no puede alimentarse de puroempirismo ni puede confundirse con el juego for-mal. Y aclaremos también en qué sentido habla-mos de alternativas. Insisto en el plural para ir enprimer lugar contra la tendencia a pesar que exis-ta una forma auténtica de lo alternativo. Es muchoel esfuerzo por darle voz a los excluidos y porabrirle espacio a la expresión popular que haydetrás de la llamada comunicación alternativa. Perotambién es mucho lo que ahí se ha agazapado devisión maniquea y marginalista, cargada de resi-duos puristas y populistas: identificado con lo po-pular y esto a su vez con lo auténtico, lo alternati-vo sería el mundo de la horizontalidad y laparticipación en sí mismas. Por eso diseñar alter-nativas de comunicación es trabajar tanto por am-pliar las voces y los géneros que caben en losmedios masivos como por potenciar la democrati-zación que se gesta en los proyectos de comuni-cación comunitaria. En uno u otro ámbito lo que setrata es de hacer efectiva la pluralidad, la diferen-cia que enriquece a la sociedad y desde la que seconstruye la democracia.

Todo lo anterior conduce a una propuesta queescandalizará a no pocos: la de que los saberesque necesita el comunicador son tanto los de suespecializado oficio como los generales y públi-cos del intelectual. Después de todo el esfuerzopuesto en nuestras escuelas para asumir la dimen-sión productiva de la profesión, ¿no estaríamosdevolviéndonos a la época en que se confundía elestudio con la denuncia? Y bien, no. Lo que esta-mos proponiendo es que en la medida en que elespacio de la comunicación se torna cada día másestratégico, decisivo para el desarrollo o el bloqueode nuestras sociedades �como lo revela la densa

relación entre violencia e información, la inciden-cia de los medios en la legitimación de los regí-menes de populismo autoritario, y de las nuevastecnologías en la reorganización de la estructuraproductiva, de la administración pública e inclusoen la estructura de la deuda externa�, se hacemás nítida la demanda social de un comunicadorcapaz de enfrentar la envergadura de lo que sutrabajo pone en juego y las contradicciones queatraviesan su práctica. Y eso es lo que constituyela tarea básica del intelectual: la de luchar contrael acoso del inmediatismo y el fetiche de la actua-lidad poniendo contexto histórico, profundidad yuna distancia crítica que le permita comprendery hacer comprender a los demás el sentido y elvalor de las transformaciones que estamos vivien-do. Frente a la crisis de la conciencia pública y lapérdida de relieve social de ciertas figuras tradi-cionales del intelectual, es necesario que los co-municadores hagan relevo y conciencia de que enla comunicación se juega de manera decisiva lasuerte de lo público, la supervivencia de la socie-dad civil y de la democracia.

Espacios y figuras del ejercicio profesional

Delineo en seguida la situación de algunos cam-pos de experiencia que son al mismo tiempo es-pacios laborales, en los que las transformacionesreplantean el sentido y el valor social de los ofi-cios del comunicador. Son ellos el de la informa-ción, la cultura y la educación.

La información: los desafíos del modelohegemónico al periodismo independiente

Frente a la decisiva tarea que caracteriza la figuradel comunicador-mediador, la de saber tomar dis-tancia de la prisa y el inmediatismo para introducirel análisis de los que estamos viviendo, pareceríaque lo que los miedos y las inseguridades del finde siglo solicitan a los medios es, por el contrario,fabricar presente. Y dedicados a ello los mediosmasivos nos construyen un presente cada día másautista, que cree poder bastarse a sí mismo. Ellosignifica en primer lugar que los medios están con-tribuyendo a un debilitamiento del pasado, dela conciencia histórica, pues su modo de referirsea la historia es casi siempre descontextualizándola,reduciendo el pasado a una cita, y a una cita queno es más que un adorno para colorear el presen-

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te con lo que Frederic Jameson ha llamado �lasmodas de la nostalgia�. El pasado deja de ser en-tonces parte de la memoria, de la historia, y seconvierte en ingrediente del pastiche, esa opera-ción que nos permite mezclar los hechos, las sen-sibilidades y los textos de cualquier época sin lamenor articulación con los contextos y movimien-tos de fondo de esa época. Y un pasado así nopuede iluminar el presente, ni relativizarlo, ya queno nos permite tomar distancia de lo que estamosviviendo en lo inmediato, con lo que contribuyeasí a �hundirnos� en un presente sin fondo, sinpiso y sin horizonte. Los medios están reforzando�no creando, pues los medios sólo catalizan, re-fuerzan y alargan las tendencias que vienen de losmovimientos más profundos de lo social� la sen-sación posmoderna de la muerte de las ideologíasy de las utopías, porque ambas se hallan ligadas aotra temporalidad más larga, que hoy es emborro-nada por la pérdida de aquella relación activa conel pasado que posibilitaba la conciencia histórica.

La autofabricación de presente por la informa-ción periodística está conllevando una profundaausencia de futuro. Catalizando la sensación de�estar de vuelta� de las grandes utopías, los me-dios se han constituido en un dispositivo funda-mental de instalación en un presente continuo, enuna secuencia de acontecimientos, que, como diceNorbert Lechner, �no alcanza a cuajar en duración�.En lugar de trabajar los acontecimientos como algoque sucede en un tiempo largo o por lo menosmediano, la información presenta los acontecimien-tos sin ninguna relación entre ellos, en una �suce-sión de sucesos� �valga lo que ahí hay de redun-dancia como síntoma del autismo de que hablabaantes� en la que cada acontecimiento acaba bo-rrando al anterior, disolviéndolo, e impidiéndonos,por tanto, establecer verdaderas relaciones entreellos. Y así se nos hace imposible construir pro-yectos: �Hay proyecciones pero no proyectos�,añade Lechner, algunos individuos se proyectanpero las colectividades no tienen donde asir elfuturo. Sin proyectos el futuro adquiere el rostrode la mera repetición, de la incesante reproduc-ción del presente. Que es a lo que se refería ilu-sionada e ilusamente Francis Fukuyama con su pro-clamación del �fin de la historia�. Y sin un mínimohorizonte de futuro no hay posibilidad de pensarcambios, haciendo entonces que la sociedad pati-ne sobre una sensación de sin-salida. Si la deses-peranza de nuestra gente joven es tan honda esporque en ella se mixturan los fracasos de nues-

tros países en sus intentos de cambio con esa otrasensación, más larga y general, de impotencia quela falta de futuro introduce en la sensibilidad defin de siglo.

Asistimos a una forma de regresión que nossaca de la historia y nos devuelve al tiempo delmito, que es el de los eternos retornos, en el queel único futuro posible es entonces el que vienedel �más allá�, no un futuro por construir por loshombres en la historia sino un futuro por esperarque nos llegue de otra parte. Es de eso de lo quehabla el retorno de las religiones, de los orien-talismos nueva era y los fundamentalismos de todalaya. Es la nueva Edad Media que atisbaron, y dela que empezaron a hablar, Umberto Eco y susamigos al comienzo de los años setenta. Un sigloque parecía hecho de revoluciones �sociales, cul-turales� termina dominado por las religiones, losmesías y los salvadores: �el mesianismo es la otracara del ensimismamiento de esta época�, conclu-ye Lechner. Ahí está el reflotamiento descoloridopero operante de los caudillos y los seudopopu-lismos.

Claro que hay mucho por matizar, pues mien-tras la prensa, alguna prensa al menos, intenta aunenlazar los hechos, hilarlos, ponerlos en contexto,la radio y especialmente la televisión trabajan so-bre la simultaneidad de tiempos y la instantanei-dad de la información, que, posibilitadas por lastecnologías audiovisuales y telemáticas, se hanconvertido en perspectiva, esto es, en modo dever y de narrar. Los medios audiovisuales aplastanla temporalidad sobre la instantaneidad. A lo quehoy llaman los medios �actualidad� es a la toma endirecto o sus equivalentes. Y esa simultaneidadentre acontecimiento e imagen, entre suceso ynoticia, es la que exige a la radio o la televisióncortar cualquier programa para conectarnos con elpresente de lo que está pasando �atención a eseverbo �pasar�, pues se trata de un presente queno tiene reposo sino que pasa y pasa, a toda velo-cidad� exigiendo también que el tiempo en pan-talla de cualquier acontecimiento sea también ins-tantáneo y equivalente: tanto dura una masacre deindígenas o campesinos como un suceso de farán-dula, pues en la economía del tiempo de la televi-sión ¡valen lo mismo! Extraña economía la de lainformación en radio o televisión, según la cual sucosto en tiempo implica que la información �comola actualidad� dure cada vez menos.

Hasta hace un siglo �lo actual� se media entiempos largos, pues nombraba lo que permane-

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cía vigente durante décadas, pero después la du-ración se fue acortando, estrechando, y acabó dán-dose como eje la semana, después el día y ahoralo actual es el instante �incesantemente repeti-do� en que coinciden el suceso y la cámara o elmicrófono. O quizás sea al revés: lo actual es el ins-tante que la cámara convierte en suceso. ¿Cómodiferenciarlos? Vivimos así inmersos en un pre-sente cada vez más comprimido, pues uno de loslogros mayores del desarrollo tecnológico, a partirde la fibra óptica, es la compresión (¡no confundircon comprensión!), pues de lo que se trata es demeter, y hacer circular, el máximo de informaciónen el mínimo de espacio, en el mínimo de espe-sor material. Con lo que el modelo tecnológico dela información �la compresión posibilitando unoscomputadores a la vez más pequeños y con ma-yor capacidad de almacenamiento a partir de chipscada vez más diminutos y potentes� es el queestá dando la pauta a la hora de configurar loscriterios con que valoramos la información social,política, cultural. Lo que trasladado al campo de lamemoria significa que la que ahora vale ya no esla de �los viejos de la tribu�, la memoria cultural,que es no acumulativa sino conflictiva, articuladasobre los tiempos largos de la historia y preña-da de sentido, sino la que cabe en el computador,la memoria instrumental y operativa. Que es hoy lamemoria modelo para los medios, la que fun-cionaliza el sentido de los hechos a los interesesdel tiempo rentable, la conversión de la memoriaen rentabilidad informativa, la transformación dela actualidad en desmemoria. Pues la actualidadno soporta la memoria, y cuando la memoria esconvertida en actualidad lo que resulta es una trai-ción a aquellos en nombre de los cuales se dicehacer memoria. De esta manera, la memoria delas víctimas de nuestras �guerras� sociales y políti-cas es diariamente confundida con la cotidianademanda colectiva de morbo, de �hechos fuertes�,y condenada al flujo invisibilizador de los sucesos.

Como no hay posibilidad de un discurso querecuerde de verdad sin que la palabra guarde cica-trices, lo que hoy abundan son modos de recuerdoque acaban siendo una forma de borrar el pasado,de tornarlo borroso, difuso, indoloro. Y una políti-ca informacional, no escrita en ningún manual deredacción o de partido, parece, sin embargo, re-gular la forma en que el recuerdo debe circularpara que no ofenda a nadie, esto es, no como me-moria viva, lacerante, conflictiva, sino como dis-curso neutro, indiferente, por más gestos dramáti-

cos que adornen y �dramaticen� ese discurso. Nohay memoria sin conflicto, porque nunca hay unasola memoria, siempre hay una multiplicidad dememorias en lucha. Con todo, la inmensa mayoríade la memoria de que dan cuenta los medios esuna memoria de consenso, lo que constituye laetapa superior del olvido. �No hay memoria sinconflicto� significa que por cada memoria activadahay otras memorias reprimidas, desactivadas, en-mudecidas; por cada memoria legitimada hay mon-tones de memorias excluidas. Las madres de laPlaza de Mayo son una memoria reprimida, sinlegitimidad, continuamente devaluada por los me-dios, salvo algunos pocos que han sido capacesde acompañarlas de cuando en cuando. Incluso lamayoría de los intelectuales están hartos de lasmadres de la Plaza de Mayo, hartos de esas �viejasque no son capaces de olvidar�. Ahí emerge elconflicto de memorias. Pero lo que los mediosbuscan es la cuadratura del círculo: una memoriaque suprima el conflicto, que no nos perturbe, unamemoria que apacigüe, que cierre la herida: una ci-catrización en falso.

Hay muchas cosas que necesitamos olvidar parapoder convivir, pero la generosidad del olvidarsólo es posible después de recordar. �¿A costa dequé olvidos recordamos?� se pregunta Beatriz Sarlo.Plantearnos la densidad simbólica de nuestros ol-vidos equivale a darnos la posibilidad de mirarnosunos a otros, de entrelazar memorias de modo quepodamos develar las trampas patrioteras que nostiende la memoria oficial y hacer estallar, desdenuestro propio trabajo de comunicadores, la enga-ñosa neutralidad que aparentan los medios. En losúltimos años el filósofo Jacques Derridá ha estadotrabajando sobre eso: las relaciones entre imageny espectros, o sea sobre lo que desaparece en loque vemos. Dice textualmente:

El desarrollo de las tecnologías de comunicación abrehoy el espacio a una realidad espectral. Creo que lasnuevas tecnologías, en lugar de alejar el fantasma �tal,como se piensa que la ciencia expulsa la fantasía�abren el campo a una experiencia de espectralidad enla que la imagen ya no es visible ni invisible. Y todoesto ocurre a través de una experiencia de duelo, quesiempre anille a la espectralidad en la que nos enfren-tamos con la huella, con lo desaparecido, con la nopresencia.

No hay sociedad que se pueda comprender hoysin esa espectralidad de los medios de comunica-

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ción, sin su referencia a los muertos, a las vícti-mas, a los desaparecidos, que estructuran hoy nues-tro imaginario social. Derridá nos da una clavepreciosa para comprender en profundidad el des-proporcionado peso social y político que ha co-

brado la televisión en nuestros países y para que,frente al gesto grandilocuente de tantos intelec-tuales que hacen de la televisión el chivo expiato-rio de la degradación moral y cultural de nuestrospaíses, entendamos que lo verdaderamente im-

El gato, óleo sobre tela, 115 x 89 cm, 1979, colección Rodolfo Alvin.

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portante es luchar trabajando por una televisión, yunos medios en conjunto, en los que las imágenesde los desaparecidos, esto es de los excluidos, losborrados, los muertos, nos ayuden de vez en cuan-do al menos, a mirar aquello a lo que remite larelación de la imagen con lo que ella hace des-aparecer: la necesidad del duelo que nos permita,como sociedad, elaborar las pérdidas y expiar nues-tros olvidos.

La cultura es cuestión de comunicacióncuando activa la apropiación y la creatividad

La ubicación del trabajo del comunicador en elcampo cultural plantea algunos desplazamientosde entrada. El primero es la ampliación que atra-viesa la idea misma de cultura, su descentramientoen relación con el mundo de la cultura erudita,especializada, y su re-ubicación en el ámbito de lavida cotidiana y de la multidimensionalidad de aque-llo de lo que la vida se alimenta. Esa doble opera-ción se hace ya visible en un periodismo cuyohorizonte informativo no son sólo las obras de cul-tura sino también las prácticas y las experiencias,incluyendo los diferentes usos sociales que la gentehace de las artesanías o de la música, de la televi-sión o del teatro. Pues las transformaciones cultu-rales que hoy merecen el nombre de tales se ha-llan más cerca de la precariedad y la plasticidadde la experiencia que de la estabilidad y la fijezade las obras. De otra parte, el espacio de la cultu-ra empieza a dejar de identificarse con lo literario(las humanidades y las artes) y a incluir la produc-ción científica y tecnológica. Inclusión cada díamás necesaria para hacer frente a la autonomizacióncreciente de la esfera científica y tecnológica, cuyadesconexión del ámbito de la cultura está favore-ciendo la pérdida por parte de la propia sociedadpara definir las opciones en ese terreno. La rede-finición está afectando también a lo tenidoculturalmente por popular, desfolclorizándolo ydando entrada a la pluralidad y ambigüedad de lourbano, a la revoltura de pueblo y masa en laciudad, a las de-formaciones y apropiacionespolimorfas de que están hechas las prácticas y lasexpresiones urbanas.

El segundo desplazamiento se sitúa del �otrolado�: de la cultura como actividad de apropia-ción, esto es, la posibilidad de una información yun trabajo cultural que activen en la gente tanto sucapacidad de análisis como de fruición, de placer.Lo que implica una transformación del discurso

mediático, una �política del lenguaje� que hagaposible valorar las demandas y competencias delas mayorías sin caer en el populismo de las vulga-rizaciones o el facilismo de las recetas, es decir,que permita asumir la especificidad y complejidadde lo cultural sin hacer de la jerga de los especia-listas la clave de la información, y que despierteel interés de la gente sin caer en el discursopaternalista. Una comunicación que aliente la apro-piación del �mundo� cultural de parte del lector,del oyente, del espectador, estará al mismo tiem-po alentando la competencia creativa de los ciu-dadanos, sus ganas de hacer cultura; estará contri-buyendo a borrar la distancia, aún aplastante, entrecreadores y consumidores.

Y un tercer desplazamiento es el que estánproduciendo los procesos de violencia, insolidari-dades e intolerancia que vivimos últimamente porobra y gracia del neoliberalismo-ambiente, al ha-cer de la cultura un espacio estratégico de recono-cimiento del otro, de los otros. Pues toda identidady todo sujeto social se construye en la relación, yno hay afirmación duradera de lo propio sin reco-nocimiento de lo diferente. La comunicación en lacultura pasa a ser entonces un campo clave en la lu-cha contra todo gueto, contra toda secta, ya seapor ensimismamiento narcisista o por repliegueprovinciano. Y al abrirnos al reconocimiento de loque producen o gustan los otros �tanto las mayo-rías como las minorías, tanto en lo culto y lo popu-lar como en lo masivo� la información y el traba-jo cultural están poniendo la sociedad, el país y laregión a comunicar, es decir, se están fortalecien-do los procesos de democratización. Pues la cultu-ra es el espacio de producción y recreación delsentido de lo social, donde el orden y los des-órdenes sociales se vuelven significantes. Elcomunicador trabaja esa dimensión significante dela cultura en la medida en que luche contra latendencia más extrema de gueto y de repliegueque es hoy el encerramiento en lo privado, laprivatización de la vida disolviendo el tejido co-lectivo, desvalorizando la experiencia social alconfundirla con el ámbito de la agresividad, elanonimato y la inseguridad. No sólo desde la polí-tica, también desde la cultura puede activarse loque en el público hay de pueblo, esto es, de sen-tido comunitario y solidario.

Entrando, ahora sí, a las relaciones entre cultu-ra y comunicación, nos encontramos que el mode-lo que resulta dominante es aún hoy un modelosegún el cual comunicar cultura equivale a poner

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en marcha o acelerar un movimiento de difusión opropagación, que tiene a su vez como centro lapuesta en relación de unos públicos con unas obras.Hay un perfecto ajuste entre esa concepcióndifusiva de las políticas culturales y el paradigmainformacional, según el cual comunicar es hacercircular, con el mínimo de �ruido� y el máximo derentabilidad informativa, un mensaje de un polo aotro en una sola dirección. Fieles a ese modelo,que el paradigma informacional ha venido a car-gar de legitimidad intelectual, las políticas cultura-les suelen confundir la comunicación con la lubri-cación de los circuitos y la �sensibilización� de lospúblicos, todo ello con el fin de acercar las obrasa la gente o de ampliar el acceso de la gente a lasobras.

Existen, sin embargo, otros modelos de comu-nicación que, desde las prácticas sociales hasta lateoría, han comenzado a posibilitar otras formasde concebir y operar las políticas de comunica-ción en la cultura. Lo que estos otros modelos tie-nen en común es la valoración de la experiencia yla competencia comunicativa de los receptores, y eldescubrimiento de la naturaleza negociada ytransaccional de toda comunicación. Frente a unapolítica que ve en el público/receptor únicamenteel punto de llegada de la actividad que contiene laobra, las mejores obras, y cuya opción no es otraque la de captar la mayor cantidad posible de lainformación que le aporta la misma, se va abrien-do camino otra concepción que tiene como ejes:la apropiación, es decir la activación de la compe-tencia cultural de la gente, la socialización de laexperiencia creativa, y el reconocimiento de lasdiferencias, o sea la afirmación de la identidadque se fortalece en la comunicación �hecha deencuentro y de conflicto� con el, y con lo otro.La comunicación en la cultura deja entonces detener la figura del intermediario entre creadores yconsumidores, para asumir la tarea de disolver esabarrera social y simbólica descentrando y des-territorializado las posibilidades mismas de la pro-ducción cultural y sus dispositivos.

Es obvio que lo que estamos proponiendo noes una concepción y una política que abandonenla acción de difundir, de llevar o dar acceso a lasobras �el segundo eje de la nueva propuesta tie-ne como base el reconocimiento de lo que hacenlos otros, las otras clases, los otros pueblos, lasotras etnias, las otras regiones, las otras generacio-nes�, sino la crítica a una concepción que hacede la difusión su modelo y su forma, y una pro-

puesta de políticas alternativas en las que comuni-car cultura no se reduzca a ampliar el público con-sumidor de buena cultura, ni siquiera a formar unpúblico consciente, sino capaz de activar lo queen el público hay de pueblo, es decir que hagaposible la experimentación cultural, la experien-cia de apropiación y de invención, el movimientode recreación permanente de su identidad. Pero¿podrán las políticas plantearse ese horizonte detrabajo; no estarán limitadas aún en el campo cul-tural, por su propia naturaleza de �políticas�, agestionar instituciones y administrar bienes? La res-puesta a ese interrogante quizá no se halle sino enotro interrogante: ¿en qué medida los límites atri-buidos a la política en el campo de la cultura pro-vienen menos de lo político que de las concep-ciones de cultura y de comunicación que dieronforma a las políticas? La respuesta a ese nuevointerrogante nos devuelve a la necesidad de des-plazar el análisis de las relaciones entre comuni-cación y cultura de los medios hacia la cuestión yel ámbito de las mediaciones. Pues aunque con-fundida con los medios �tecnologías, circuitos,canales y códigos�, la comunicación remite hoy,como lo ha hecho a lo largo de la historia, a losdiversos modos y espacios del reconocimiento so-cial. Y es por relación a esos modos y espacioscomo se hacen comprensibles las transformacio-nes sufridas por los medios mismos y sus usos.

¿Cómo entender el movimiento de privatizaciónde la vida, en el repliegue sobre la televisión o elvideo hogareños, sin vincularlo a la transforma-ción profunda de la comunicación que implicanlos nuevos modos de habitar �el encerramientoy aislamiento acarreados por las modernas �solu-ciones de viviendas�, y la disolución del espaciopúblico y del tejido colectivo que implica la nue-va concepción de la ciudad como espacio de flu-jos y de circulación pero ya no de encuentros?¿Cómo desligar el sentimiento de inseguridad ciu-dadana �casi siempre vinculado únicamente alcrecimiento de la agresividad y la violencia urba-na� de la pérdida del sentido de la calle o elbarrio como ámbitos de comunicación? ¿Cómo en-tender los cambios en la comunicación cotidiana,y por tanto el papel de los medios en ella, sincomprender la reconfiguración de las relacionesentre lo privado y lo público que produce la reor-ganización de los espacios y los tiempos del tra-bajar y el habitar? La concepción hegemónica quedefine la comunicación como transmisión/circula-ción no se queda en teoría, pues ella orienta tam-

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bién la política de conversión de los espacios pú-blicos de la ciudad en lugares de paso, de fluidacirculación, aunque se presente como mera e in-evitable respuesta a la congestión. No es extra-ño entonces que los nuevos movimientos socialesasuman como una dimensión fundamental de sulucha la cuestión cultural, y que ésta se halle for-mulada en términos de comunicación: a una co-municación hecha de meros flujos informativos ya una cultura sin formas espaciales los movimien-tos sociales oponen �la localización de redes decomunicación basadas en comunidades culturalesy redes sociales enraizadas en el territorio�. ¿Pue-den llamarse entonces políticas de comunicaciónaquéllas limitadas a reglamentar los medios y con-trolar sus efectos sin que nada en ellas apunte aenfrentar la atomización ciudadana, a contrarrestarla desagregación y el empobrecimiento del tejidosocial, a estimular las experiencias colectivas? ¿Ypodrá llamarse políticas culturales a aquellas quese limitan a contrarrestar el pernicioso influjo delos medios masivos con la difusión de obras de la�auténtica� cultura sin que nada en esas políticasactive la experiencia creativa de las comunidades,o lo que es lo mismo, su reconocimiento comosujetos sociales?

La educación en el nuevo ecosistemacomunicativo: entre el palimpsesto y el hipertexto

Antes que una cuestión de medios, el nuevo esce-nario comunicativo debería ser para la educaciónuna cuestión de fines: ¿qué transformaciones ne-cesita la escuela para encontrarse con su socie-dad? Porque de lo contrario la mera introducciónde medios y tecnologías de comunicación en laescuela o la presencia de la escuela en los me-dios� puede ser la más tramposa manera de ocultarsus problemas de fondo tras la mitología efímerade su modernización tecnológica. El problema defondo es cómo insertar la escuela en un ecosistemacomunicativo, que es a la vez experiencia cultu-ral, entorno informacional y espacio educacionaldifuso y descentrado. Y cómo seguir siendo enese nuevo escenario el lugar donde el proceso deaprender guarde su encanto: a la vez rito de ini-ciación en los secretos del saber y desarrollo delrigor de pensar, del análisis y la crítica, sin que losegundo implique renunciar al goce de crear. Ubi-cada en esa perspectiva, la relación educación/comunicación se desdobla en ambos sentidos: ¿quésignifican y qué retos plantean a la educación los

La planta, bronce, 230 x 47 x 39 cm, s/f,colección Ana Misrachi.

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cambios en la comunicación? ¿qué tipo de educa-ción cabe en el escenario de los medios?

Más que un conjunto de nuevos aparatos, demaravillosas máquinas, la comunicación designa hoyun nuevo sensorium, como diría Walter Benjamin:nuevas sensibilidades, otros modos de percibir, desentir y relacionarse con el tiempo y el espacio,nuevas maneras de re-conocerse y de juntarse.Los medios de comunicación y las tecnologías deinformación significan para la escuela en primerlugar eso: un reto cultural que hace visible la brechacada día más ancha entre la cultura desde la queenseñan los maestros y aquélla otra desde laque aprenden los alumnos. Pues los medios nosólo descentran las formas de transmisión y circu-lación del saber sino que constituyen un decisivoámbito de socialización, de dispositivos de identi-ficación/proyección de pautas de comportamien-to, estilos de vida y patrones de gustos. Es sólo apartir de la asunción de la tecnicidad mediáticacomo dimensión estratégica de la cultura que laescuela puede insertarse en los procesos de cam-bio que atraviesa nuestra sociedad. Para lo cual laescuela debe interactuar con los campos de expe-riencia en que hoy se procesan los cambios:desterritorialización/relocalización de las identida-des, hibridaciones de la ciencia y el arte, de lasliteraturas escritas y las audiovisuales, reorganiza-ción de los saberes desde los flujos y redes por losque hoy se movilizan no sólo la información sinotambién el trabajo y la creatividad, el intercambioy la puesta en común de proyectos, de investiga-ciones científicas y experimentaciones estéticas. Einteractuar con los cambios en el campo/mercadoprofesional, es decir con las nuevas figuras y mo-dalidades que el entorno informacional posibilita,con los discursos y relatos que los medios masi-vos movilizan y con las nuevas formas de partici-pación ciudadana que ellos abren especialmenteen la vida local.

Pero esa interacción exige superar radicalmen-te la concepción instrumental de los medios y lastecnologías de comunicación que predomina aúntanto en las carreras de comunicación como en lasfacultades de educación, en las prácticas de la es-cuela, en los proyectos educativos de los ministe-rios y hasta en los discursos de la Organización delas Naciones Unidas para la Educación, la Cienciay la Cultura (UNESCO). En esa concepción los me-dios son mirados como herramientas completamen-te exteriores al proceso pedagógico mismo, capa-ces únicamente de modernizar, es decir, de ampliar

la cobertura de transmisión y tecnificar la ilustra-ción de lo que se transmite, y de amenizar la iner-cia que erosiona tanto al sistema educativo (a pe-sar de la acumulación de reformas que lossucesivos gobiernos introducen sin que el fondonada cambie) como a la autoridad y las prácticascotidianas de maestros y alumnos. Concepción quese basa en, y retroalimenta la, praxis comunicativade una escuela �desde la primaria a la universi-dad� que aún se piensa a sí misma como meraretrasmisora de saberes por memorizar y reprodu-cir. Y de ese modo una educación que ve en losmedios sus peores enemigos acaba siendo su másperversa aliada: por más escandaloso que suene,lo cierto es que nada empuja más a los adolescen-tes a dejarse absorber por los medios que la abis-mal distancia entre la actividad, diversidad, curio-sidad, actualidad, apertura de fronteras quedinamizan hoy el mundo de la comunicación, y lapasividad, uniformidad, redundancia, anacronía,provincianismo que lastran desde dentro el mode-lo y el proceso escolar. Un modelo que al enfren-tar cotidianamente a los alumnos a un discursomaniqueo y esquizoide �la escuela sería �últimobaluarte� del libro y por tanto de la reflexión, delargumento y la independencia de pensamiento,frente a unos medios, en especial los audiovisuales,que no producen sino masificación, conformismoy consumismo� está acarreando un serio procesode marginación sociocultural: pues al no prepararsino para su �cultura normalizada�, la escuela dejaa los sectores más pobres sin la menor posibilidadde aprovechar tanto la oralidad como experienciacultural, que constituye su modo propio de comu-nicación y organización perceptiva y expresivadel mundo, como esa otra cultura de la visualidadelectrónica, forma de �oralidad secundaria�, comoacertadamente la ha denominado Walter Ong,gramaticalizada y semantizada por el cine, la ra-dio, el video, la televisión, los videojuegos, etc.Cuando es ahí, en la complicidad/compenetraciónentre esas dos culturas �oral y audiovisual�, pordonde pasa la especificidad de la experiencia co-lectiva de modernidad en Latinoamérica.

¿Cómo va a poder la escuela insertarse en lacomplejidad de los contemporáneos mestizajes �detiempos y memorias, imaginarios y culturas� an-clada únicamente en la modernidad letrada e ilus-trada, cuando en nuestros países la dinámica delas transformaciones que calan en la cultura coti-diana de las mayorías proviene básicamente de ladesterritorialización y las hibridaciones que agen-

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cian los medios masivos, y de �la persistencia deestratos profundos de la memoria colectiva saca-dos a la superficie por las bruscas alteraciones deltejido social que la propia aceleración moder-nizadora comporta?�, en palabras de GiacomoMarramao. Un uso creativamente pedagógico ycrítico de los medios �televisión, video, compu-tador, multimedia, Internet� sólo es posible enuna escuela que transforme su modelo y su praxisde comunicación, es decir que haga posible eltránsito de un modelo centrado en la secuencialineal que encadena unidireccionalmente asigna-turas, grados, edades y paquetes de conocimien-tos, a otro descentrado y plural, cuya clave es el�encuentro� del palimpsesto �ese texto en el queel pasado borroso emerge en las entrelíneas queescriben el presente� y el hipertexto: escriturano secuencial sino montaje de conexiones en redque al permitir una multiplicidad infinita de reco-rridos transforma la lectura en escritura.

El nuevo ecosistema comunicativo acerca comonunca antes el oficio del educador al del comu-nicador, y viceversa. Y no es la desaparición deleducador lo que ese ecosistema está produciendosino la transformación de su figura que, de meroretransmisor de saberes, pasa a convertirse encomunicador capaz de formular problemas y dise-ñar procesos, de provocar interrogantes y coordi-nar equipos de trabajo, de sistematizar experien-cias y poner a conversar la memoria de los adultoscon la imaginación de los jóvenes. En una escuelaasí hasta ese medio que representa para ella laparalización mental, el secuestro de la imagina-ción y la consagración de la banalidad, la televi-sión, puede convertirse, de un lado en �terminalcognitiva� cuya fragmentación y flujo exigen unnuevo modo de leer, capaz no sólo de apropiarsecríticamente de los contenidos que trasmite sinode descifrar los cambios en la experiencia social yen la narratividad cultural que ese medio cataliza.Y en segundo lugar, la televisión le interesa a laescuela menos como motivación que como dispo-sitivo específico de aprendizaje: aprender de lasimágenes en lugar de aprender por la imagen.Pues la estructura del discurso audiovisual puedey debe ser asumida como proceso performativo,esto es de estructuración del pensamiento. Y es-pecífico también en otro sentido, el que permiteexplorar su capacidad de proveer temáticas parala interacción social, de abrir a otros modos desaber y a la adquisición de actitudes, de estimu-lación imaginativa y afectiva.

La otra vertiente de la relación comunicación/educación, la presencia de programas educativosen los medios, resulta aun más abierta al oficio delcomunicador. Desde el punto de vista histórico laradio fue el primer medio con �vocación pedagó-gica�, y de ello tienen nuestros países una multi-plicidad de experiencias. Por su parte, la televi-sión nace en muchos países, desde Estados Unidosa Europa pasando por los nuestros, como proyec-to de �educación cultural y popular�, pensada des-de un modelo de comunicación pedagógica, perodesgraciadamente bajo un modelo de comunica-ción vertical en la cual los tele-espectadores eranlos alumnos y los productores eran los maestros.Es decir, fue la escuela la que le prestó a la televi-sión su paradigma de comunicación, iluminista yconductista, entre un polo emisor que detenta ytrasmite el saber, y un polo receptor convocadoúnicamente a captar el mensaje pedagógico y areproducirlo de la manera más fiel posible. Con-secuencia: el lenguaje de la televisión se subordi-nó miméticamente a cumplir el viejo rol de ilustra-dor en imágenes de los contenidos didácticos,lenguaje vigilado estrechamente por los educado-res que desconfían de su polisemia distractora, ydesaprovechado tanto estética como narrativamente.Un segundo momento va a permitir a la televisióneducativa sacudirse la subordinación mecánica almodelo de comunicación transmisivo escolar y li-berar hasta un cierto punto las posibilidades peda-gógico expresivas propias de ese medio. Ello su-cede especialmente en la educación continuadade adultos, que al abordar un aprendizaje casidesescolarizado de oficios y de capacitación enproyectos sociales y de renovación tecnológicaposibilitaba la diversificación de enfoques y unamayor especialización del discurso audiovisual.

El momento actual inscribe a la televisión edu-cativa en un complejo conjunto de movimientos:de privatización de la mayoría de las cadenas pú-blicas en Europa y América Latina; de concentra-ción creciente del sector de producción de pro-gramas y su compra o anexión por parte de grandesconglomerados empresariales de comunicación,unos, y de producción y servicios, otros; pero tam-bién de expansión y de fortalecimiento de los ca-nales locales de televisión comunitaria o munici-pal; de crecimiento de los productores y de lasredes independientes de video. De ahí que la te-levisión educativa se pluralice en una multiplici-dad de modelos que José Manuel Pérez Torneroha sistematizado así: una televisión escolar �de

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enriquecimiento� cuyo objetivo es proporcionarsensibilizaciones, ayudas o refuerzos al trabajo delmaestro en el aula; una televisión de �enseñanzadirecta� o �a distancia� que sustituye al aula y que,aunque organizada curricularmente en su estructu-ra y contenidos, introduce la autonomía de la tele-visión como medio de instrucción y formación ins-tituyendo una permanente interacción con lostelealumnos; y una �televisión de contexto� quese inserta explícitamente en la televisión-proyectocultural rebasando lo curricular en la diversidad ylibertad de sus temas a la vez que expande sutecnicidad hacia la organización multimedia, expe-rimentando y potenciando al máximo las formasde interactividad, no sólo como estrategia estricta-mente pedagógica sino de educación ciudadana,es decir, de participación y expresión de la comu-nidad, y de innovación cultural que busca en laexperimentación del lenguaje audiovisual explo-rar los nuevos modos de ver y oír, de leer y narrar.

De los intermediarios a los mediadores

El comunicador que conocemos es en su mayoríaaquel que vive de la división entre emisores yreceptores, productores y consumidores, creado-res y públicos. División que con frecuencia esasumida como si ella formara parte de la naturale-za de la sociedad y no como una histórica divisiónsocial y de la lógica del mercado. A partir de esepresupuesto el comunicador define su función deintermediario consistente en establecer relacionesentre actores o ámbitos que se afirman separados.Es precisamente en el campo del periodismo y dela animación sociocultural donde esa función develasu más profunda paradoja. El esfuerzo por haceraccesibles las obras de cultura y elevar el nivel dela gente, loables objetivos sin duda, no hacen, en lamayoría de los casos, sino enmascarar lo que en eseproceso se produce: el subrayado y refuerzo de laseparación de unos y otros, y la conversión delcomunicador en oficiante de un culto, aquel enque ¡la gracia de la creación artística o culturalpuede tocar a los pobres (mortales) consumidores!Sea vulgarizando las grandes obras o elevando la�baja� capacidad de entendimiento de las gentesdel común, el periodista acaba siendo el protago-nista, ya que es él quien da acceso y oficia losritos de iniciación. La mejor prueba de que ése esel periodismo que más abunda (y el que más ren-ta) es que la relación de sus lectores o espectado-res con las obras �ya sean literarias o pictóricas,escénicas o cinematográficas� sigue fiel a una

relación no de uso, de apropiación y de goce sinode reverencia y culto. Al conservar como únicoscriterios de validez la calidad en lo erudito y laautenticidad en lo popular �y no la significaciónde las prácticas, los procesos de trabajo, los mate-riales, los sentidos (el ver, el oír, el oler, el tocar) ylas sedimentaciones de los saberes que son lastécnicas�, ese periodismo escapa difícilmente a latentación formalista y a su trampa: nos acerca aunas obras que sin embargo se cuida muy bien demantener alejadas, que el lector o espectador se-guirán sintiendo lejanas. La calculada �oscuridad�del discurso que da acceso a la significación de lasobras se encarga de mantener vivo su �secreto� ycon él, su alejamiento.

El intermediario se instala en la división social,y en lugar de trabajar por disolver las barreras quealzan y refuerzan las múltiples formas de la exclu-sión sociocultural, defiende su oficio: el de esta-blecer una comunicación que mantenga a cada cualen su posición, una comunicación en la que loscreadores no vayan a perder su distancia y el pú-blico su pasividad. Porque de lo contrario el quepeligra es él. Paradójico oficio el de un �comuni-cador� al que la lógica mercantil acaba convirtien-do en su mejor cómplice, al reducir su tarea a lade ¡empaquetador de productos culturales olubricador de los circuitos del mercado!

El trabajo del comunicador-mediador parte dehacer explícita la relación entre diferencia culturaly desigualdad social. No de la reducción de ladiferencia a desigualdad, sino de la imposibilidadde pensarlas completamente por separado en nues-tra sociedad. Ubicado en esa perspectiva, elcomunicador des-cubre que la difusión de una obrao la comprensión del sentido de una práctica notiene como únicos límites la densidad o compleji-dad del texto sino la situación de la lectura, y laimbricación en ella de factores sociales no pura-mente culturales. Asumir esa perspectiva no va enmodo alguno en detrimento de la especificidad dela información o la promoción cultural, es más bienasumir que esa especificidad no está hecha sólode diferencias formales sino también de referen-cias a los mundos de vida y a los modos socialesde uso. La especificidad de lo cultural no se pierdepor implicar en la comunicación la asimetría socialque ella tiende a ocultar sino por identificar locultural con el espacio-tiempo de lo noticiable va-ciándolo de espesor para hacerlo consumibleinocuamente, masticable como chicle, sin necesi-dad de digestión y asimilación. A diferencia del

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intermediario, el mediador se sabe socialmentenecesario pero culturalmente problemático, en unoficio ambiguo y hasta contradictorio: trabajar porla abolición de las fronteras y las exclusiones esquitarle piso a su propio oficio; buscar la partici-pación de las mayorías en la cultura es acrecentarel número de los productores más que de los con-sumidores... ¡incluido el consumo de sus propiosproductos!

Mediador será entonces el comunicador quese tome en serio esa palabra, pues comunicar�pese a todo lo que afirmen los manuales y loshabitantes de la posmodernidad� ha sido y siguesiendo algo más difícil y largo que informar, eshacer posible que unos hombres reconozcan aotros, y ello en doble sentido: les reconozcan elderecho de vivir y pensar diferente, y se reconoz-can como hombres en esa diferencia.▲

Procedencia de los textos entretejidos

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La muerte enjaulada, detalle.