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Los Olmecas en Mesoamerica

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  • Los olmecas en Mesoamrica

    JohnE. Clark Coord inador

    Fotografas de Rafael Doniz

    EL EQUILIBRISTA TURNER LIBROS MXICO MADRID

  • CITIBANK/MXICO Av. Paseo de la Reforma nm. 390 06695 Mxico, D. F. ISBN 968-7318-22-8 Quedan hechos los depsitos conforme a la ley

    Traduccin: Angelines Torre y Katy Snchez Condoy Asistente de fotografa: Rafael Avila Guzmn

    Edicin, diseo y produccin: Ediciones del Equilibrista, S. A. de C. V., y Turner Libros, S. A. Dposito legal: M-37153-1994

  • Contenido

    Agradecimientos 12 1. Los olmecas, pueblo del primer sol 15

    JohnE. Clark 2. Breve crnica de la arqueologa olmeca 21

    Toms Prez Surez 3. Antecedentes de la cultura olmeca 31

    JohnE. Clark 4. San Lorenzo Tenochtitlan 43

    Ann Cyphers Guillen 5. Los espacios sagrados olmecas: El Manat, un caso especial 69

    Ponciano Ortiz y M~. del Carmen Rodrguez 6. La antigua ciudad olmeca en La Venta, Tabasco 93

    Rebeca B. Gonzlez Lauck 7. Comunidades de Chiapas relacionadas con los olmecas 113

    Gareth W. Lowe 8. Los Altos de Oaxaca y los olmecas 119

    Marcus Winter 9. Los olmecas en el estado de Guerrero 143

    Guadalupe Martnez Donjun 10. Chalcatzingo 165

    David C. Grove 11. Presencia olmeca en el altiplano 175

    Mari Carmen Serra Puche 12. El sistema econmico de los primeros olmecas 189

    JohnE. Clark 13. Arte monumental olmeca 203

    Beatriz de la Fuente 14. Observaciones sobre su pensamiento cosmognico 223

    y la organizacin sociopoltica Jorge Angulo V.

    15. Cosmologa, soberanismo y espacio ritual en la Mesoamrica 239 del Formativo F. Kent Reilly III

    16. Los olmecas y el primer milenio de Mesoamrica 261 John E. Clark y Toms Prez Surez

    Bibliografa 277

  • 1. Los olmecas, pueblo del primer sol JohnE. Clark

    Segn una leyenda azteca, la tierra, y su soberano el sol, fueron creados cinco veces y destruidos cuatro. La creacin del primer "sol" sucedi hace unos 3 000 aos, poca en que los dioses crearon la tierra del lomo de un cocodrilo gigante, colocaron esa nueva tierra en el mar primordial y crearon gigantes para habitarla. El dios Tezcatlipoca rein durante esta primera creacin hasta su fin, cuando los gigantes fueron devorados por jaguares (fig. 1.1). Las siguientes creaciones fueron destruidas por el viento, por una lluvia de fuego y por una inundacin. Existen otras leyendas indgenas que describen de otra manera la secuencia de estas creaciones y destrucciones. Los mixteos asumen que los primeros hombres fueron hechos de tierra y que al final de la primera creacin se convirtieron en piedra.

    Existe alguna base histrica para estas antiguas leyendas? Si as fuera, quines eran esos pueblos de la primera creacin? Desde el punto de vista arqueolgico, sabemos que el primer grupo que alcanz un verdadero nivel de civilizacin en Mesoamrica fue el olmeca que habitaba la trrida planicie costera de Veracruz y Tabasco, hace unos 3 200 aos. Es muy posible que estas referencias legendarias sobre gigantes y hombres de piedra se refieran a los olmecas, quienes dejaron un legado perdurable de monolitos tallados, entre los que se encuentran gigantescas cabezas de piedra (fig. 1.2), que probablemente fueron vistas y contempladas por pueblos posteriores como los toltecas y los aztecas. Las antiguas leyendas quiz se refieren a este primer florecimiento cultural en Mesoamrica o civilizacin olmeca. Dudo mucho que se pueda extraer algn detalle histrico de esas leyendas, pero al menos nos ofrecen una metfora apropiada que nos dar qu pensar respecto a la naturaleza cclica de la civilizacin mesoamericana y sus inicios hace ms de 3 000 aos. En los diferentes trabajos que se presentan en este libro describiremos al pueblo de la primera creacin o "gente del primer sol".

    Los olmecas en el tiempo y el espacio Considerar a los olmecas como el pueblo de la primera creacin los coloca p g i n a d e e n f r e n t e : C a b e z a c o l o s a l 5 d e S a r cronolgicamente en los inicios de la prehistoria mesoamericana. Los Lorenzo. Tenochtitlan, Veracruz.

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  • Figura 1.1. Detalle del monumento 4 de Chal-catzingo, Morelos, con un tema mtico que corresponde a la leyenda de los soles. (Dibujo de J. E. Clark basado en un Takuhn de Chap-pie Angulo; vase la fig. 14.17.)

    olmecas aparecieron en escena por vez primera hacia 1200 a.C. Para nuestro propsito, consideraremos que los olmecas perduraron durante 1 000 aos. Como indicamos, la civilizacin olmeca naci en lo que hoy en da son Tabasco y Veracruz. La mayor parte de la escultura de piedra monumental de la civilizacin olmeca se ha encontrado en esta regin tropical baja; sin embargo, los objetos olmecas aparecen en todas partes de Mesoamrica, lo cual indica que hubo una penetrante influencia en toda esta zona.

    La dificultad para poder especificar qu se quiere decir con "olmecas", ha causado gran confusin entre los estudiosos de esta cultura. Se han sugerido varios trminos para distinguir las diferentes manifestaciones de la influencia olmeca en el tiempo y en el espacio. En la figura 1.3 se muestran los sitios que se describirn en los captulos de esta obra. Como se indica, hacemos una diferenciacin entre una zona nuclear olmeca y las regiones que la rodean, a las cuales nos referiremos como zonas aledaas. La zona nuclear de la costa tropical del Golfo es la regin donde se origina la influencia olmeca, y se puede considerar como la patria de los olmecas o su tierra natal. Cierto es que estos trminos para las diferentes regiones nos remontan a teoras sobre la influencia olmeca en Mesoamrica que hoy en da son muy discutibles, pero utilizaremos aqu los trminos por considerarlos convenientes para describir los acontecimientos en Mesoamrica durante el Formativo temprano (de 1700 a 900 a.C.) y el Formativo medio (de 900 a 300 a.C.).

    En este libro, algunos de los autores utilizan una serie de esquemas temporales que merecen un breve comentario. Nos interesan aqu por lo menos tres de ellos. Para Mesoamrica en general usaremos los trminos Formativo temprano y Formativo medio. Cada regin de Mesoamrica tiene tambin un esquema cronolgico particular de fases temporales, algunas de las cuales se describirn en las contribuciones individuales que siguen. El

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  • milenio de la prehistoria olmeca se limita a los periodos Formativo temprano y Formativo medio.

    Algunos de los autores de este libro siguen otro esquema descriptivo para diferenciar a los olmecas de los periodos Formativo temprano, medio y tardo. Los primeros desarrollos olmecas (1200-900 a.C.), tales como San Lorenzo, se dieron en el Formativo temprano, pero los desarrollos medios (900-500 a.C.) y tardos (500-300 a.C.) ocurrieron durante el Formativo medio, lo cual crea confusin en las diferentes categoras. En la mayora de los casos, especificamos los periodos de tiempo considerados en cada parte del texto para evitar confusiones sobre las relaciones cronolgicas.

    Figura 1.2. Rplica de una cabeza colosal de Tres Zapotes, Veracruz. Culturas posteriores a los olmecas, al encontrar tales monumentos en la selva, quizs los explicaron con vestigios de una raza de gigantes que dominaba durante el primer sol. (Foto de la New World Archaeologi-cal Foundation; en adelante NWAF.)

    Propsito y plan del libro

    Nuestro propsito en este libro es presentar datos recientes de las investigaciones que se estn llevando a cabo en los principales sitios olmecas, as como nuevas sntesis del trabajo anterior. Estn expuestas en l las diferentes perspectivas tericas y metodolgicas de investigacin y de

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  • ninguna manera intentan presentar un panorama unificado de los olmecas en el tiempo y en el espacio. Los estudios sobre los olmecas estn en paales, por lo que todava es muy pronto para tomar decisiones respecto a las preguntas cruciales que nos planteamos. Hemos tratado de lograr una cobertura espacial y temporal lo ms amplia posible y de proporcionar la informacin ms reciente. Pasar todava un tiempo antes de que se puedan completar los informes finales de casi todos los trabajos aqu presentados; por consiguiente, ofrecemos breves resmenes de los datos y de los monumentos olmecas para que el lector los disfrute.

    Los captulos de esta obra estn divididos en dos secciones principales. Despus del material introductorio, la primera seccin se refiere a estudios regionales. Estos estn organizados geogrficamente empezando por la zona nuclear olmeca y extendindose hacia el occidente y el norte hasta la cuenca de Mxico. La segunda seccin versa sobre varios temas especiales como la economa, la poltica y la cosmogona. Evidentemente, muchos estudiosos notables estn ausentes en esta seccin, pero sus puntos de vista se pueden consultar en libros recientemente publicados. Nuestro propsito es presentar aqu nuevos puntos de vista que se puedan comparar con los de los autores que no aparecen en esta obra.

    Preguntas fundamentales sobre los olmecas

    Como ya dijimos, es comn que no exista un consenso sobre los temas principales referentes a los estudios que se han hecho sobre los olmecas. En los captulos de este libro se plantean cuatro preguntas a las que se dan respuestas parciales con base en la informacin actual disponible. Estas preguntas son: a) quines eran los olmecas?; b) de dnde venan?; c) cmo era la sociedad olmeca?, y d) qu influencia ejercieron los olmecas en el resto de Mesoamrica? Esperamos que los datos que ofrecemos llevarn a posteriores investigaciones que nos permitan resolver estas preguntas. La mayora de los autores que participan en este libro usan el trmino "olmeca" para referirse a un estilo de arte, con su correspondiente ideologa, o para hablar de un grupo de gente que viva en la zona nuclear. El uso de esta palabra es confuso porque todava no sabemos la razn de la vasta dispersin de los artefactos olmecas en toda Mesoamrica. Si fueron transportados por mercaderes o colonizadores olmecas, podemos considerar como sinnimos la distribucin del estilo de arte y el grupo tnico o lingstico olmeca. Sin embargo, si el estilo de arte se difundi en Mesoamrica sin el corres-pondiente movimiento de olmecas, el uso ms apropiado de la palabra sera para referirnos al estilo de arte y a los conceptos que esto implica.

  • ; 0 Chalcatzingo OTehuacn

    Venta Teopante San Lorenzo ( j El Mogote

    Takalik MESOAMERICA TEMPRANA

    Cftalehuap:

    Figura 1.3. Mapa de Mesoamrica temprana con la ubicacin de los sitios descritos en los cap-tulos siguientes. El color ms oscuro correspon-de a la zona nuclear olmeca. (Dibujo de yax Moreno, cortesa de NWAF.)

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  • 2. Breve crnica de la arqueologa olmeca Toms Prez Surez

    Uno de los aspectos ms controvertidos de los olmecas, adems de su posicin cronolgica con respecto a las otras culturas mesoamericanas, ha sido el esclarecimiento de la filiacin tnica, lingstica y racial de esta cultura que, en el sur de Veracruz y este de Tabasco, experiment una nueva forma de organizacin econmica, social, poltica y religiosa. Esta fue totalmente distinta a la vida aldeana y tribal que le antecedi y a la que exista en la mayor parte de ese espacio geogrfico que, con el transcurso del tiempo, llegara a constituir la macrorea cultural denominada Mesoamrica.

    El carcter primigenio de esta civilizacin, as como su gran antigedad, motivaron desarrollos culturales posteriores que, poco a poco, la fueron sepultando, condenndola al olvido y confusin en la memoria de los pueblos mesoamericanos, presentes al momento del contacto con los conquistadores espaoles del siglo XVI. Sin embargo, en todos esos pueblos hacan gala de presencia un sinfn de actitudes y rasgos culturales iniciados por esos olmecas, que ahora llamamos arqueolgicos para diferenciarlos de los olmecas histricos. Trescientos cincuenta aos despus de aquel desigual encuentro entre Espaa y Mesoamrica, lograda la independencia e instaurada la Repblica, esa confusin habr de prolongarse hasta 1869, cuando Jos Melgar public la crnica del descubrimiento de una gran cabeza, la cabeza colosal de Hueyapan o monumento A de Tres Zapotes (fig. 2.1).

    Melgar (1869; 1871) consideraba que el monumento en cuestin era una buena prueba para aseverar que, antes de la llegada de los europeos, la raza negra o etope estaba presente en Amrica. Idea que tambin sustentar Alfredo Chavero (1887) en la ya clsica obra Mxico a travs de los siglos, y que an sigue presente en la mente de un sector, afortunadamente cada vez ms reducido, de "olmequistas". Con esta gran confusin tnica entre estilo artstico y raza, surgen los primeros textos conocidos para la historia de la arqueologa olmeca. Pero al mismo tiempo, con ellos se genera el reconocimiento y rescate de esta ancestral cultura, sin nombre para esos momentos.

    Se acercaba el fin del siglo XIX, pero el inters por el estudio de los p g i n a d e e n f r e n t e : d o l o d e S a n M a r t n P a j a . pueblos precolombinos continuaba en ascenso. Francisco del Paso y Troncoso pan publicado por Blom y La Farge en 1926.

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  • Figura 2.1. Cabeza colosal de Hueyapan (Tres Zapotes, Veracruz) publicada por Jos Melgar. ^Dibujo de J. E. Clark basado en Bernal, 1969: im. 5, cortesa de NWAF.)

    -igura 2.2. Hacha votiva de la Mixteca, Oaxaca, publicada por Saville (1927: fig.97). Muestra :aractersticas felinas del estilo olmeca.

    (1892) tendr el honor de realizar exploraciones en la regin de los Tuxtlas, donde obtuvo algunas figurillas que fueron exhibidas en Madrid con motivo del Cuarto Centenario del Descubrimiento de Amrica (Beverido, 1987:162).

    Por esos tiempos, hacen gala de presencia dos hachas votivas semejantes a la que Chavero, acertadamente, haba relacionado con la cabeza colosal de Hueyapan: la llamada hacha Kuntz y la del Museo Britnico. Estas fueron publicadas por George Kuntz (1890) y por Marshal Saville (1900). Este ltimo fue el primero que hizo notar los rasgos felinos de este estilo artstico desconocido y diferente (Fuente, 1984:20).

    Al despuntar el siglo XX, nuevos sucesos. Eduard y Cecilia Seler habrn de visitar Tres Zapotes en 1905 y William Holmes, en 1907, publicar la estatuilla de los Tuxtlas. La fecha inscrita 8.6.2.4.17 (162 d.C.) y los ms de 50 glifos que cubren esta pequea escultura de piedra verde, marcan el inicio del reconocimiento de un sistema de escritura que, aunque ms tardo que lo olmeca en cuestin, ha determinado cambios en nuestra apreciacin en cuanto al origen de la prctica de esculpir registros de fechas en el sistema de series iniciales, tan caracterstico del periodo Clsico entre los mayas.

    Cecilia Seler en 1922 dio a conocer la cabeza de Hueyapan y otros monumentos de la regin. Por su parte, Eduard Seler, en una publicacin de 1906, en la que describe algunas esculturas de Tuxpan (regin muy al norte del rea metropolitana), habr de utilizar el trmino olmecas huixtontin para referirse a los creadores de dichos monumentos (Fuente, 1984:20).

    La expedicin patrocinada por la Universidad de Tulane y conducida por Franz Blom y Oliver La Farge en 1925, adems de la primera noticia sobre La Venta, brind resultados fructferos en cuanto al corpus escultrico. El dolo de San Martn Pajapan, el monumento de la isla Tenaspi y ms de media docena de monumentos de La Venta son lo ms relevante. Entre estos ltimos tendramos una nueva cabeza colosal, cuatro altares y dos estrellas. Blom reconoce la similitud de estos monumentos con los de la regin de los Tuxtlas y al menos en una de las estrellas cree ver una acendrada influencia de la cultura maya.

    Es Hermn Beyer (1927) quien, en la resea de Tribes and Temples (ttulo con el que Blom y La Farge publicaron en 1926 los resultados de su expedicin), utilizar nuevamente la palabra olmeca; en este caso, para referirse al tocado del dolo de San Martn Pajapan, que compara con la imagen grabada en una nueva hacha dada a conocer por l y que considera la de una deidad que pertenece a la civilizacin olmeca y totonaca.

    Beatriz de la Fuente (1984:18) considera que en la historia de la arqueologa olmeca hay tres momentos cruciales, uno de ellos, el primero para ser ms precisos, lo representa la publicacin en 1929 de Votive Axes de Marshal Saville. En este trabajo, dicho autor da a conocer varias hachas, placas, pectorales y otras piezas existentes en diversos museos y colecciones particulares (fig. 2.2). Lo que ms destaca son sus acertados comentarios respecto a la definicin de los rasgos, que habrn de caracterizar al estilo artstico de la antigua cultura olmeca en el sur de Veracruz.

    En 1932 aparecieron dos importantes publicaciones, la de Albert Wayerstal, quien dio a conocer nuevos monumentos olmecas de la regin de Tres Zapotes, y la de George Vaillant, quien en su artculo sobre la pieza de

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  • Figura 2.3. Matthew Stirling con la cabeza colo-sal de Hueyapan o monumento A de Tres Zapotes, Veracruz. El monumento pesa 7.8 toneladas y mide 1.47 m de alto. (Fotografa cortesa de la National Geographic Society.)

    jade conocida como el tigre de Necaxa, reitera lo dicho por Saville y con base en las secuencias cronolgicas de sus excavaciones en Zacatenco, El Arbolillo y Ticomn, postula una antigedad considerable a los materiales olmecas. Dos aos despus, el trmino olmeca tambin fue aplicado por Eulalia Guzmn en su noticia sobre el descubrimiento de los relieves de la cantera de Jonacatepec, hoy Chalcatzingo.

    Los resultados del proyecto Uaxactn (1926-1931), publicados en 1937 por Oliver Ricketson, permitieron reconocer una ocupacin temprana (Ia-Mamom e Ib-Chicanel) en este sitio del rea maya. Los materiales cermicos diagnsticos de esos complejos sern punto de referencia obligatorio para el esclarecimiento de la temporalidad de algunas vajillas recuperadas en la regin olmeca.

    La lectura de la obra de Wayerstal caus gran inters a Matthew Stirling, y en el ao de 1938 visit la regin de los Tuxtlas, notando desde esos momentos la importancia arqueolgica de la zona. De regreso en Was-hington, organiz una expedicin patrocinada por la National Geographic Society y la Smithsonian Institution; de esa manera, desde 1938 hasta 1946, se realiz un amplio programa de investigacin, con excavaciones arqueolgicas controladas, en la f rontera oeste del rea maya, o sea en lo que con el tiempo habra de reconocerse como rea metropolitana ol-meca.

    El primer sitio explorado, con excavaciones arqueolgicas controladas, fue el de Tres Zapotes. Para ello Matthew Stirling (1939 y 1940), adems de su esposa Marin, cont con la asistencia de C.W. Weiant quien, en 1943, public la primera descripcin completa del sitio con su respectivo anlisis de materiales lticos y cermicos. Los monumentos escultricos recobrados fueron de suma importancia, pues adems de la cabeza colosal (fg. 2.3) dada a conocer por Jos Melgar y otras esculturas descritas por Cecilia Seler y por Albert Wayerstal, el hallazgo ms significativo fue el de la parte inferior de la estela C, monumento que en una de sus caras tiene esculpida la fecha 7.16.6.16.18 (6 Etznab 1 Uo) que equivale a 31 a.C. Esta fecha, 300 aos ms temprana que cualquier monumento maya con este sistema calendrico, caus gran controversia, pues en el registro faltaba el numeral de los baktunes. Treinta aos despus habra de aparecer el fragmento superior, mostrando que efectivamente era correcta la lectura propuesta.

    En los aos de 1939 y 1940 Stirling continu sus trabajos en Tres Zapotes, ahora con la asistencia de Phillip Drucker, quien realiz excavaciones para en tender la estratigrafa y no slo para rescatar monumentos; ste, en 1943, public la secuencia cermica de dicho sitio. Stirling por su parte se da una escapada y visita La Venta; nuevos monumentos, aparte de los publicados por Franz Blom, fueron descubiertos en ese entonces, entre ellos destacan tres cabezas colosales que elevaban la cifra de stas a cinco (una de Tres Zapotes y cuatro de La Venta).

    Otras sorpresas le esperaran en Cerro de las Mesas, sitio con una gran cantidad de monumentos escultricos de un estilo ms tardo que el olmeca arqueolgico (Stirling, 1943); algunos de ellos con series iniciales registran fechas del Clsico temprano (300-600 d.C.), mostrndonos la continuidad del sistema. Pero sin duda fue la ofrenda de 782 piezas de piedras verdes la que despert gran expectacin por la calidad de las pocas pero repre-

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  • sentativas piezas olmecas (fig. 2.4) que formaban parte de ella (Drucker, 1955). Estas pequeas esculturas se encontraban en un contexto de uso posterior a la poca de su elaboracin.

    La primera temporada de excavaciones en La Venta se inici en 1942, y fue entonces cuando Stirling y Phillip Drucker descubrieron dos tumbas espectaculares con ricas ofrendas consistentes en orejeras, collares y figurillas de piedras verdes. Una de esas tumbas, ubicada debajo del Montculo A2, se localizaba dentro de una cmara formada por columnas prismticas de basalto; la otra, dentro de un sarcfago, conocido como monumento 6 de La Venta y que ahora est perdido (vase el captulo 6). Con esta informacin se present Stirling en la Segunda Mesa Redonda que, bajo el ttulo de Mayas y Olmecas, organiz en agosto de 1942 la Sociedad Mexicana de Antropologa en la ciudad de Tuxtla Gutirrez, Chiapas.

    A ese acto asistieron los ms destacados especialistas de aquel entonces (Alfonso Caso, Miguel Covarrubias, Wigberto Jimnez Moreno, Eduardo

    Figura 2.4. Figura olmeca de jade de la ofrenda de Cerro de las Mesas, Veracruz.

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  • Figura 2.5. Marin Stirling con la cabeza colosal 1 de San Lorenzo, Veracruz. Esta cabeza, cono-cida como El rey, pesa 24 ton y mide 2.41 m de altura. (Fotografa cortesa de la National Geo-graphic Society.)

    Noguera, Eric Thompson y muchos otros) y marca el inicio del segundo momento crucial en la historia de la arqueologa olmeca, pues en esa reunin, adems de sugerirse el nombre de cultura de La Venta para evitar confusiones con los otros olmecas, se reconoci la antigedad e importancia de esta cultura al grado de que se le otorg el calificativo de "cultura madre".

    Por supuesto que no todos los asistentes estuvieron de acuerdo con las conclusiones ah acordadas, pero las investigaciones posteriores habran de ratificar la antigedad y el carcter primigenio de estos escurridizos olmecas. Dos trabajos publicados en aquella poca son imprescindibles para aclarar la temporalidad y la filiacin tnica de esta nueva cultura que, poco a poco, fincaba su espacio en los estudios mesoamericanistas. El primero se public en 1942, est firmado por Wigberto Jimnez Moreno y se titula El enigma de los olmecas. En l, se aborda el problema del trmino olmeca que hace referencia a distintos pueblos y no a un grupo en particular, motivo de la confusin entre olmecas histricos y arqueolgicos. Si bien el autor no nos dice con certeza cul es la filiacin tnica de los olmecas arqueolgicos, s nos seala con cules pueblos, ms tardos en la historia mesoamericana (olmecas histricos), no debemos confundirlos.

    El otros trabajo es el de Miguel Covarrubias, publicado en 1946 con el ttulo "El arte olmeca o de La Venta", artculo que sintetiza todo lo que hasta ese momento era conocido sobre el problema olmeca. Lo acertado y la validez de sus deducciones, adems de expresarse en su dibujo sobre la evo-lucin de los dioses del agua en Mesoamrica, se manifiesta en la siguiente cita:

    Las conclusiones a que llegamos en este breve y precipitado estudio de la gran cultura de La Venta son: se trata de un arte que no tiene nada de primitivo, y que no es uno de tantos estilos locales, sino una cultura madre muy antigua que ejerci una influencia definitiva en las artes del horizonte arcaico y del periodo de transicin a la poca de las culturas clsicas, como por ejemplo las pocas de Oaxaca llamadas Monte Albn I y II; la poca chicanel de la zona maya que precede al llamado Viejo Imperio; la segunda poca de Teotihuacan, y sobre todo a las culturas de la costa del Golfo: Tres Zapotes, Cerro de las Mesas y El Tajn (Covarrubias, 1946:177).

    Cuando Covarrubias escribi este trabajo nada se saba de la regin de Ro Chiquito, pues si bien en 1945 Stirling la visit por vez primera, no fue hasta 1946 cuando, en compaa de Drucker, habr de realizar en San Lorenzo una temporada de exploraciones que produjo, adems de pruebas sobre la existencia de un sistema de acueducto, cinco nuevas cabezas colosales (fig. 2.5), altares y gran cantidad de otro tipo de monumentos de este sitio y de otros de la regin como Potrero Nuevo y Tenochtitlan (Stirling, 1947 y 1955). Pocas pginas le dedicaron Drucker y Stirling a este sitio, aunque este ltimo recalca la importancia de los monumentos, hace notar la poca majestuosidad de la arquitectura y seala que en sus excavaciones es evidente la ausencia de tumbas con ricas ofrendas, aunque no sospech la importancia y antigedad de este sitio con respecto a La Venta. El contraste era notorio, pues en la temporada de 1943, con la participacin de Waldo Wedel, en La Venta se haban localizado grandes

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  • mosaicos realizados con bloques de serpentina, ofrendas masivas de hachas petaloides y nuevas tumbas con abundantes jades.

    Los aos cincuenta se inician con la noticia de relieves olmecas en El Salvador. Es Stanley Bogs quien en 1950 da a conocer los relieves olmecas de Chalchuapa. Drucker (1952a; 1952b) publica su trabajo sobre la ofrenda de jades localizada en Cerro de las Mesas y el excelente trabajo titulado La Venta, Tabasco: A Study of Olmec Ceramics and Art. El inters de Phillip Drucker por lo olmeca lo lleva a realizar un nuevo proyecto en La Venta, en el ao de 1955. En l participaron Robert Heizer, Robert Squier (Universidad de California) y Eduardo Contreras (Instituto Nacional de Antropologa e Historia). Las excavaciones de esta temporada fueron cruciales para la ubicacin cronolgica de esta cultura, al obtenerse las primeras fechas de carbono 14, las cuales ubicaban el periodo de esplendor de La Venta entre 1000 y 400 a.C.

    Es tambin en los cincuenta cuando Romn Pia Chan (1952) y Noe Muriel Porter (1953) habrn de publicar sus trabajos sobre Tlatilco. En la segunda mitad de los cincuenta, la New World Archaeological Foundation trabajar en Chiapa de Corzo, cuya secuencia cermica, una de las ms completas, tambin ser punto obligatorio de comparacin para entender las ocupaciones tempranas en la costa de Chiapas y los materiales de varios sitios olmecas.

    Al final de esta dcada y principios de la siguiente, la construccin del Museo de Antropologa de Xalapa, Veracruz, requerir piezas, y as la regin de San Lorenzo se convertir en abastecedora de importantes monumentos que ahora se exhiben all. Durante el traslado de piezas Alfonso Medelln tendr noticias de nuevos sitios como Estero Rabn, Medias Aguas, Cerro de la Piedra y Pilapan Mirador, y de manera especial nos brindar las primeras referencias sobre Laguna de los Cerros, sitio cuya importancia qued manifiesta desde esos momentos por el nmero y la calidad de sus monumentos escultricos.

    Es tambin por esas fechas cuando Michael Coe (1961) publica los resultados finales de sus exploraciones en la costa del Pacfico en Guatemala, y establece una ocupacin anterior a la olmeca, a la cual denomin Ocs (1500-1350 a.C.). Posteriores trabajos en esa misma regin, pero con la asistencia de Kent Flannery, permitieron diferenciar el complejo cermico Cuadros (1100-900 a.C.), cuyos materiales acusan una marcada influencia olmeca (Coe y Flannery, 1967).

    Otro proyecto que cambi el panorama de las ocupaciones tempranas en Mesoamrica fue el efectuado durante 1961-1964 en el valle de Tehuacn, Puebla, bajo la direccin de Richard MacNeish. Durante esta primera mitad de los aos sesenta, la aceptacin de las fechas de carbono 14 obtenidas en La Venta dej fuera de dudas la temporalidad temprana de la cultura olmeca, pero plante nuevos problemas, especialmente el origen y nivel de organizacin poltica alcanzada por este pueblo. Producto de esa discusin son los trabajos de Robert Heizer sobre la agricultura y el Estado teocrtico (1960), la naturaleza de la sociedad olmeca (1961), la estructura sociopoltica de La Venta (1962) y el acertado trabajo de Alfonso Caso (1965) "Existi un imperio olmeca?".

    Por su parte, con motivo de la inauguracin del Museo Nacional de

    Figura 2.6. David Grove explicando un detalle del monumento 2, La procesin, de Chalcatzin-go, Morelos. (Fotografa cortesa de Kenneth Garrett.)

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  • Antropologa, Romn Pia Chan y Luis Covarrubias (1964) publicaron El pueblo del jaguar. Una exposicin de arte prehispnico en Nueva York motiv que Michael Coe (1965) publicara The Jaguar's Children: Preclassic Central Mxico-, este mismo ao aparecer en el Handbook of Middle American Indians, su artculo "The Olmec Style and its Distribution".

    Con esta experiencia en el manejo de materiales tempranos, Coe em-prender las primeras excavaciones controladas en San Lorenzo y Flannery reconocer una ocupacin temprana contempornea a los olmecas, anterior a Monte Albn I, en sitios oaxaqueos del valle de Etla. Por otro lado, David Grove iniciar sus exploraciones en el estado de Morelos, las cuales han mostrado lo temprano de las ocupaciones en esa regin y la importancia de Chalcatzingo (fig. 2.6).

    Regresemos al rea metropolitana olmeca, especialmente a San Lorenzo, sitio que despus de la breve exploracin de Medelln a principios de los sesenta, fue visitado nuevamente por Romn Pia Chan y Luis Aveleyra; ste en 1965 dio a conocer una nueva cabeza colosal, la nmero 6 de San Lorenzo y oncena en el conteo total de este tipo de monumentos. Pero sern los trabajos de Michael Coe y Richard Diehl, patrocinados por la Universidad de Yale, los que habrn de refinar la cronologa olmeca vista desde San Lorenzo. Los resultados de este proyecto, uno de los ms completos realizados en el rea olmeca, fueron publicados en la monumental obra In the Land of the Olmec (Coe y Diehl, 1980). Este proyecto se inici en 1966 y continu hasta principios de los setentas; fue patrocinado por la Universidad Veracruzana y el Instituto Nacional de Antropologa e Historia. En este proyecto, adems participaron Francisco Beverido, Jrgen Brggemman, Paula y Ramn Kroster y Ramn Arellano, entre otros, quienes habrn de ser protagonistas en el uso del magnetmetro para localizar nuevos monumentos.

    Por su parte, en 1967, el grupo Berkeley integrado por Robert Heizer, Phillip Drucker y John Graham, de la Universidad de California, inicia nuevos trabajos en La Venta con fructferos resultados, pues adems de la identificacin de un sistema hidrulico a base de caos de piedra con tapas y del hallazgo de un gran nmero de monumentos , fueron recuperadas nuevas fechas de carbono, que j u n t o con las obtenidas en San Lorenzo, dejaron fuera de duda la temporalidad del florecimiento temprano de esta ancestral cultura mesoamericana.

    Esto era lo conocido sobre el mundo olmeca cuando, en octubre de 1967, en Washington, D. C., se realiz un ciclo de conferencias sobre los olmecas. Esta reunin es conocida como Conferencia de Dumbarton, cuyos resultados fueron editados por Elizabeth Benson en 1968. Esta reunin, en la cual disertaron Matthew Stirling, Robert Heizer, Michael Coe, Kent Flannery, Tatiana Proskouriakoff, Ignacio Bernal, Peter Furst y David Grove, marca el tercer momento crucial en la historia de la arqueologa olmeca.

    De enero a abril de 1968, la Seccin de Difusin Cultural del Museo Nacional de Antropologa organiz un ciclo de conferencias, editadas en forma mimeogrfica, dictadas por Romn Pia Chan, Ignacio Bernal, Michael Coe, Alfonso Medelln, Otto Schndube, Marta Foncerrada y Justino Fernndez. Ese mismo ao salieron a la luz los libros El mundo olmeca, de Ignacio Bernal, y America 's First Civilization, de Michael Coe.

    Un ao antes, Gareth Lowe (1967) identific el complejo cermico

  • Barra en la costa de Chiapas. Carlos Navarrete dar a conocer en 1969 los relieves olmecas de Pijijiapan y en 1971 publicar otras piezas olmecas de Chiapas y Guatemala.

    Tambin a principios de los setentas Edward Sisson (1970) empezar a publicar los resultados de su reconocimiento arqueolgico en la Chontalpa. Charles Wicke (1971) public Olmec. An Early Style of Precolumbian Mxico. Peter Joralemon (1971) da a conocer sus dioses olmecas en A Study of Olmec Iconography. Gareth Lowe (1973 y 1975) redefinir y establecer una posicin temprana para el complejo cermico Barra. Es l quien en 1974, en la reunin The Origins of Maya Civilization, comenzar a difundir en el medio arqueolgico la idea de identificar a los hablantes de la familia lingstica mixe-zoque como descendientes de los olmecas arqueolgicos. William Clewlow (1974) public A Stylistic and Chronological Study of Olmec Monumental Sculpture y Beatriz de la Fuente publicar el catlogo de escultura monu-mental en 1973 y Los hombres de piedra en 1977. Laguna de los Cerros es nuevamente visitado por Frederick Bove quien, en 1978, dar a conocer sus resultados sobre estudios de anlisis espacial. David Grove y sus colaboradores llevarn a cabo investigaciones en Chalcatzingo, Morelos, el sitio olmeca mejor investigado fuera de la zona nuclear.

    Los ochenta se inauguran con la aparicin de The Olmec and their Neighbors. Essays in Memory of Matthew Stirling (1981) y la reunin organizada por Robert Sharer y David Grove sobre Regional Perspectives on the Olmec, cuyas ponencias fueron publicadas en 1989. Hallazgos fortuitos y denuncias de saqueos motivaron la elaboracin de amplios proyectos en Teopantecuanitln por Guadalupe Martnez y en El Manat por Carmen Rodrguez y Ponciano Ortiz (fig. 2.7), en los estados de Guerrero y Veracruz respectivamente. Los trabajos de John Clark y Michael Blake definirn la cronologa de la costa de Chiapas al identificar los complejos Locona y Cherla. Por ltimo, esta historia termina con los resultados de las nuevas excavaciones en La Venta y San Lorenzo, dirigidas por Rebeca Gonzlez y Ann Cyphers, respectivamente. Los resultados de estas investigaciones ms recientes se presentarn en los siguientes captulos.

    Figura 2.7. Ponciano Ortiz excavando cabezas olmecas de madera en el sitio de El Manat, Veracruz. (Fotografa cortesa de NWAF.)

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  • 3. Antecedentes de la cultura olmeca JohnE. Clark

    Desde el descubrimiento de la primera cabeza colosal en las selvas de Vera-cruz, en 1862, estas monumentales esculturas han dado pie a una ola de especulaciones sobre quines las hicieron. Hace unos 60 aos, los arquelo-gos y los historiadores decidieron dar el nombre de "olmecas" al pueblo de los descomunales monumentos. Quines eran los olmecas y de dnde venan? De la respuesta a estas preguntas depende la comprensin de los or-genes y el desarrollo de la civilizacin mesoamericana.

    Para muchos, las cabezas colosales olmecas representaban gente con antecedentes negros. En 1869, Jos Melgar, que fue quien descubri la pri-mera cabeza monumental (fig. 2.1), propuso que los olmecas eran etopes provenientes de frica, hiptesis que todava hoy sostienen algunos eruditos. Otros argumentan que provienen de la antigua China o incluso de Sudam-rica. La renuencia de algunos de estos estudiosos a buscar las races de la cul-tura olmeca en las sociedades de Mesoamrica se debe a la impresin que se tiene de que ninguna de las culturas preolmecas mesoamericanas eran lo suficientemente complejas para basar en ellas el origen de la civilizacin olmeca y su elaborado estilo de arte. Al parecer, los olmecas irrumpieron en el escenario mesoamericano hacia 1200 a.C. y carecan de antecedentes loca-les. Sin embargo, en este caso, las apariciones estn en gran medida en fun-cin de las limitadas investigaciones arqueolgicas de las culturas tempranas mesoamericanas. Hoy en da pensamos que, con excepcin de este estilo nico de arte monumental, la mayora de las caractersticas de la cultura olmeca parecen provenir de las culturas formativas ms antiguas de las regio-nes aledaas a Chiapas, Oaxaca y el altiplano mexicano. Quiz una de las culturas ms importantes que contribuy al desarrollo de los olmecas fue la mokaya del Soconusco, en la costa de Chiapas. Una breve reflexin sobre esta cultura temprana nos podr ayudar a comprender mejor los principios de la civilizacin olmeca.

    Pgina de enfrente: Reconstruccin de una gurilla de barro de la zona de Mazatn. (Dibuj de yax Moreno, cortesa de NWAF.)

  • Figura 3.1. Vista del litoral de Mazatn en la que aparece un pequeo casero, quiz similar a los que se encuentran en la fase Barra. (Foto-grafa cortesa de NWAF.)

    Panorama del Soconusco

    El Soconusco se conoce mejor en la prehistoria de Mesoamrica como la provincia situada al extremo sur del imperio azteca. Las razones que impul-saron a los aztecas a conquistar esta estrecha franja costera de Chiapas son muy ilustrativas. Dos veces al ao, los pueblos conquistados del Soconusco rendan tributo a los aztecas con los principales productos de la regin: cacao, pieles de jaguar y plumas de ave multicolores. Dotado de suelos volc-nicos ricos, lluvias abundantes y sol, el Soconusco era una codiciada zona tropical de legendaria fertilidad y riqueza (fig. 3.1). Es muy probable que estas condiciones atrajeran a esta zona a los primeros cazadores, pescadores y recolectores hace unos 7 000 aos y que esto desemboc en el desarrollo de la cultura mokaya que empez hacia 1600 a.C.

    La cultura mokaya

    Le damos el nombre de mokayas a los habitantes del periodo Formativo tem-prano de la regin de Mazatn en el Soconusco. Mokaya quiere decir el pri-mer "pueblo del maz". El trmino proviene de las lenguas zoque y mixe que eran las que probablemente hablaban estos antiguos pueblos y tambin los olmecas. Nuestro propsito en este captulo es dar un panorama de los desa-rrollos anteriores al pleno surgimiento de la civilizacin olmeca, hacia 1200 a.C. Esto comprende un periodo de 500 aos que hemos dividido en tres fases arqueolgicas: Barra, Locona y Ocs. Describir los desarrollos entre los mokayas de Mazatn segn estos tres periodos.

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  • Fase Barra (1600-1400 a.C.)

    La caracterstica ms notoria de la fase Barra es la cermica, que aparece por vez primera en el Soconusco. Como se muestra en la figura 3.2, la cermica de Barra est muy decorada, sumamente bruida, y aparece en una variedad de formas elegantes entre las que se incluyen jarras sin cuello, conocidas como tecomates, y vasijas de calabaza que debieron de usarse antes de la manufactura de la primera cermica.

    La fase Barra marca tambin el principio de una vida agrcola que carac-terizara a toda Mesoamrica durante los siguientes 3 300 aos. Antes de la fase Barra, los pueblos del Soconusco se desplazaban de un lugar a otro durante el ao pues practicaban una economa mixta basada en la caza, la pesca, la recoleccin de alimentos silvestres y quiz algo de cultivo. La fase Barra marca el principio de asentamientos permanentes y una mayor con-fianza en el cultivo de plantas domesticadas, tales como frijol, aguacate, maz y quiz camotes y cacao. Incluso despus de adoptar la agricultura, los moka-yas siguieron cazando, pescando y recolectando alimentos silvestres, pero ya no eran tan nmadas como antes.

    En aquella poca su organizacin social y su gobierno eran rudimenta-rios. Se trataba de sociedades tribales con una autoridad temporal que adquira aquel que se la ganara. La sociedad en la fase Barra era igualitaria, es decir que todo el mundo tena las mismas oportunidades de alcanzar un status y que no haba clases sociales. Los poblados Barra eran muy pequeos (probablemente de 50 a 200 personas) y casi todos vivan en pequeas casas de palma que medan entre cuatro y ocho metros.

    Aparte de haber creado una cermica elegante, los mokayas de ese periodo temprano no parecen haber estado mucho ms avanzados que las sociedades contemporneas de las sierras de Oaxaca, Morelos o Puebla.

    Figura 3.2. Reconstruccin de vasijas de cermi-ca de la fase Barra. (Dibujo de yax Moreno, cortesa de NWAF.)

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  • La pregunta es por qu los mokayas tenan unas vasijas de cermica con formas tan elegantes y las otras culturas no. Suponemos que estas primeras vasijas eran parte de un complejo que comprenda ritos pblicos donde se festejaba y se beba. El otro objetivo principal era la exaltacin personal entre los aspirantes al poder y el prestigio; algo como en el sistema "poatch" de la costa noroeste de Canad y Estados Unidos. Si esto es cierto, sta es la prime-ra evidencia que tenemos de la incipiente complejidad en el Soconusco y en Mesoamrica. Pero la evidencia de una organizacin social y un gobierno ms complejo es mucho ms convincente en el segundo periodo.

    Fase Locona (1400-1250 a.C.)

    La fase Locona da fe del surgimiento de un gobierno ms centralizado y de una organizacin social menos igualitaria entre los mokayas de la regin de Mazatn. Los antroplogos llaman a este tipo de sociedades "cacicazgos", lo que quiere decir que estaban dirigidos por caciques y que el cacicazgo pasa-ba de padres a hijos, generalmente al primognito. El surgimiento de los cacicazgos entre los mokayas seala los primeros pasos hacia una estratifica-

    Figura 3-3. Vista de la Estructura 4 del montcu-lo 6, Paso de la Amada, Chiapas. Este edificio probablemente fue la residencia de algn jefe hacia 1400 a.C. (Fotografa cortesa de Michael Blake.)

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  • cin social o de clases y hacia la civilizacin que habra de manifestarse varios siglos despus con los olmecas de las tierras bajas de la costa del Golfo.

    Con el surgimiento de las sociedades caciquiles, cambi en muchos aspec-tos la forma de vida de los mokayas. En lugar de vivir en pequeas comunida-des independientes, ahora el pueblo estaba dividido en una serie de pequeas unidades polticas o cacicazgos por herencia, cada uno de los cuales tena un pueblo central y numerosos pueblos y caseros dependientes de l. El cacique por herencia viva en el pueblo ms grande de cada cacicazgo.

    El sitio de Paso de la Amada en la regin de Mazatn fue alguna vez un pueblo grande que tena entre 1 000 y 2 000 habitantes y fue el centro de un cacicazgo de unas 4 000 personas. Hemos encontrado vestigios de la residen-cia principal en ese sitio. Como se muestra en la figura 3.3, era una gran estructura oval y elevada sobre una pequea plataforma que meda alrede-dor de 22 x 12 metros. La residencia no era comn pues tena dos largos prticos y escalones a cada lado del edificio y muros cortos de barro en sus extremos. Los otros residentes de la comunidad de Paso de la Amada vivan, como antes, en pequeas casas de palma. La organizacin del espacio domstico de la gran residencia principal y la ubicacin de los artefactos y figuras que se encontraron en el suelo nos hacen pensar que aloj a una familia polgama. Los jefes de los pequeos cacicazgos suelen tener ms esposas e hijos que los dems hombres de su comunidad. As, pues, las dife-rencias en los tamaos de las construcciones y en el nmero de miembros de las familias, nos indican los principios de cierta diferenciacin social en la fase Locona.

    La residencia principal de Paso de la Amada es nuestra mejor evidencia del surgimiento de una distincin hereditaria durante la fase Locona. A principios de este periodo, la comunidad de Paso de la Amada parece haber estado organizada como una agrupacin indefinida de segmentos similares que constaban de unas 100 personas cada uno. Cada segmento del pueblo tena su propio gran edificio que probablemente era la residencia de la fami-lia de un gran seor o de un jefe de clan. Las similitudes en el tamao y en la factura de todas estas residencias nos sugieren que todos estos jefes de pueblo tena un status similar. Sin embargo, hacia 1350 a.C., todas estas resi-dencias, excepto una, cayeron en desuso, lo que indica el cambio de un pue-blo vagamente organizado a una comunidad unificada y centralizada alrede-dor de un jefe hereditario.

    El edificio que se muestra en la figura 3.3 no era ms que uno de los ocho erigidos en el mismo lugar, que hoy da se conoce como el Montculo 6. Debajo del piso ms antiguo de este montculo encontramos un hacha de jade de gran calidad recin afilada, que al parecer fue una ofrenda. En las mltiples reconstrucciones de la residencia sta se iba elevando y agrandan-do la plataforma que serva de base, lo cual haca que cada una de las mora-das subsecuentes de la serie estuviera ms elevada. La residencia de 1200 a.C. estaba a cuatro metros sobre el nivel del suelo, y sobre todas las otras pequeas residencias de la comunidad. El tamao, la altura y la hechura de la residencia del Montculo 6 es una clara evidencia de que perteneci a un personaje de alta posicin social. La continuidad de residencias en el Montculo 6 de Paso de la Amada durante un periodo de tres siglos es buena evidencia de la sucesin hereditaria del puesto de cacique (fig. 3.4).

  • Figura 3.4. Reconstruccin de la residencia que se muestra en la fig. 3-3- (Dibujo de yax More-no, cortesa de NWAF.)

    Otro indicador de las diferencias hereditarias sociales durante la fase Locona es el descubrimiento de un entierro de un adolescente que muestra un tratamiento especial. Como podemos observar en la figura 3.5, este joven de 11 aos fue enterrado con un gran espejo en la frente que, probablemen-te, era parte de un casco especial o adorno para la cabeza, lo cual indicaba su rango distinguido. Su cuerpo estaba salpicado con ocre rojo. Este mucha-cho (o muchacha) era demasiado joven para haberse ganado ese tratamien-to especial por sus propios mritos. As pues, suponemos que el honor acor-dado a este individuo al morir se basaba en un status hereditario ms que en los logros por alcanzarlo.

    Algunas de las figurillas de barro nos sugieren que los hombres usaban tocados especiales y espejos que probablemente representaban a los caci-ques. Hemos encontrado figurillas masculinas y femeninas que parecen haber sido hechas por primera vez alrededor de 1450 a.C., hacia finales de la fase Barra (fig. 3.6). Las mujeres estn representadas de pie, desnudas (fig. 3.7). Lo que ms destaca en ellas son sus rasgos faciales, sus peinados, sus pechos y sus nalgas. Los brazos estn indicados por muones que salen de los hombros, y las piernas y los pies estn simplificados. Tambin otras socie-dades conocieron pequeas figurillas femeninas, desnudas, preolmecas con-temporneas de los altos de Mxico y Oaxaca. Algunos arquelogos sugieren que se utilizaban en rituales familiares de la fertilidad.

    En contraste con las figurillas femeninas, las masculinas representan hombres sentados, parcialmente vestidos, slo hombres viejos y obesos, pro-bablemente jefes chamanes. Muchas de ellas portan una mscara de algn animal y adornados pectorales. Las mscaras representan pjaros, peces y mamferos (a veces jaguares u otros felinos). Estas sencillas y primitivas figu-rillas masculinas nos recuerdan las posteriores representaciones de los obe-sos individuos olmecas y sus cascos especiales. Las primeras figurillas masculi-nas conocidas en la regin de Mazatn estaban elegantemente elaboradas; eran huecas y sumamente bruidas, con engobe y en posicin sedente (fig. 3.6). Eran mucho ms grandes que las pequeas y macizas figurillas femeni-nas elaboradas durante el mismo tiempo. Posteriormente, se hicieron tan pequeas y macizas como las femeninas (fig. 3.7).

    Todava no sabemos qu papel desempeaban esas figurillas de cermica en aquellas sociedades mesoamericanas del Formativo temprano, pero ms que dioses o seres sobrenaturales, parecen representar a gente del pueblo y su jerarqua social, como por ejemplo, jefes o chamanes. Algunos investiga-dores sugieren que esas figurillas se usaban en sencillos rituales domsticos donde se renda culto a los antepasados. Si as fuera, las figurillas hubieran representado a los ancestros que primero vivieron en la comunidad.

    Durante la fase Locona vemos un aumento en el comercio a grandes dis-tancias y el contacto con pueblos que se encontraban a 300 o 500 kilmetros de distancia. Entre los productos que se importaban en Mazatn estaban la obsidiana, el jade, la jadeta, la mica, la hematita especular y probablemente una serie de productos perecederos.

    El espejo frontal que se encontr en el entierro del adolescente estaba hecho de mica importada. Las exportaciones ms probables desde Mazatn fueron las mismas que veremos 3000 aos despus en los aztecas: cacao, pie-les de jaguar y plumas preciosas. Los lingistas han determinado que una de

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  • Figura 3-5. Entierro de un nio (o nia) proce-dente de la regin de Mazatn en la costa de Chiapas. El espejo frontal indica que perteneca a un grupo especial. (Fotografa cortesa de NWAF.)

    las ms antiguas palabras tomadas de la protolengua mixe-zoque (que era la que hablaban los mokayas y los olmecas) es "cacao" lo que destaca la ancestral importancia del cacao como producto de comercio, y del chocolate como un importante componente de un posible y primitivo complejo ritual. Ejemplos similares en nuestra poca seran las palabras "Pepsi" y "Coca Cola", ampliamente adoptadas en muchas lenguas jun to con el producto importado.

    Algunas de las materias primas que se importaban en Mazatn eran para hacer localmente productos de lujo. Durante la fase Locona vemos por vez primera una clara evidencia de tcnicas lapidarias en la manufactura de cuentas de jade y vasijas de piedra pulida. Es interesante observar que las pri-meras vasijas de piedra fueron talladas imitando los elegantes platos de cer-mica caractersticos de esa fase.

    Las expediciones comerciales a grandes distancias pusieron a los mokayas en contacto con los pueblos de las tierras bajas de la costa del Golfo, que fue lo que ms tarde sera el centro ms importante de la zona olmeca. La prue-ba de este contacto temprano se ve ms claramente en las vasijas de cermica que se usaban en ambas regiones. En la figura 3.8 se muestra el estilo de las vasijas de Locona provenientes de Mazatn. Como se puede observar, sus for-mas eran muy diferentes de las que aparecen en la fase Barra. Uno de los diseos principales de la fase Locona eran franjas rosas sobre un fondo rojo oscuro; durante la fase Locona se hacan ms platos y platones que antes. Este cambio en el inventario de vasijas puede marcar la creciente importancia que se daba a los festines pblicos y a la manera especial de servir los alimentos. Lo importante aqu es, sin embargo, que la primera cermica encontrada en el centro olmeca ms importante (San Lorenzo) es similar a la de los moka-yas de la fase Locona. Estas similitudes tan estrechas demuestran que existi un contacto muy significativo entre ambos, y quiz algunos mokayas del Soco-nusco se desplazaron a la zona olmeca para residir.

    La distribucin de la cermica temprana en la parte oriental de Mesoa-

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  • Figura 3-6. Figura hueca de la fase Barra y su reconstruccin. (Dibujo de yax Moreno, corte-s a d e NWAF.) 5cm.

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  • mrica nos hace pensar que hacia 1400 a.C., los mokayas ejercieron una gran influencia sobre muchos grupos incipientes entre los cuales se conta-ban los progenitores de los olmecas. Una de las razones para ejercer esta influencia puede ser que ellos tenan una organizacin social ms avanzada y un sistema ms evolucionado de las jerarquas hereditarias y los rituales de legitimacin que esto traa consigo. Creemos que ese sistema rudimentario de gobierno y la organizacin social no igualitaria se difundieron amplia-mente en 1400 a.C. a travs de los contactos comerciales con diferentes gru-pos de Mesoamrica, y que muchas de las sociedades del Formativo tempra-no constituyeron sociedades caciquiles o no igualitarias, entre las que se contaban los grupos que vivan en lo que posteriormente fue la zona nuclear de los olmecas. En resumen, el primero y ms importante paso hacia el desa-rrollo de los olmecas proviene de los mokayas de Mazatn.

    Fase Ocs (1250-1100 a.C.)

    La siguiente fase de Mazatn es ms importante para la historia olmeca por lo que no pas que por lo que sucedi. Durante ese periodo de tiempo no aparecen evidencias de un contacto significativo entre los mokayas y los olmecas. Durante este periodo, las culturas tanto en la regin de Mazatn como en la costa del Golfo parecen haber seguido caminos divergentes en su desarrollo. Aparentemente en Mazatn estaban organizados de la misma manera de antes y con el mismo inventario bsico de artefactos (fig. 3.9), mientras que en las tierras bajas olmecas los pueblos que ah habitaban esta-blecieron lazos ms importantes con los del altiplano y evolucionaron rpi-damente hasta llegar a lo que fue la civilizacin olmeca.

    Las siguientes fases de la regin de Mazatn nos muestran evidencias de que existi contacto importante con los olmecas de la costa del Golfo, pero ahora los papeles se haban cambiado. En contraste con los desarrollos del periodo Locona, ahora la influencia mayor es de los olmecas hacia los moka-yas. Como antes, vemos una gran similitud en los estilos de cermica, pero en esta ocasin eran los mokayas los que adoptaban los estilos olmecas de cermica blanca y negra, vasijas talladas y figurillas blancas con engobe tam-bin blanco. En el captulo 12 hablar de estos desarrollos. Hacia esa misma poca, casi todas las zonas de Mesoamrica sintieron la influencia olmeca (vanse los captulos siguientes). Tenemos nocin de que en cada regin se dio un importante desarrollo en las sociedades preolmecas, tales como la mokaya, de tal forma, que es muy poco probable la colonizacin directa de los olmecas en todas estas regiones.

    Herencia olmeca en el Formativo temprano

    Aunque slo haya abordado aqu el tema sobre los mokayas del Soconusco, los detalles de esta cultura nos proporcionan suficiente informacin en qu basarnos para determinar los posteriores logros olmecas en Mesoamrica. Muchas de las caractersticas que se pensaba eran especficas de los olmecas tempranos, ahora ya son evidentes en periodos anteriores. Las tcnicas bsi-cas de subsistencia y los productos bsicos cultivados como maz, frijol, cala-baza, chile y aguacate ya se consuman en las sociedades preolmecas y supon-

  • Figura 3.7. Reconstruccin de figurillas femeni-nas y masculinas de la fase Ocs, procedentes de la regin de Mazatn, Chiapas. Las figurillas masculinas, sedentes, aparecen con mscaras de animales que quiz representaban chamanes. (Dibujos de yax Moreno, cortesa de NWAF.)

    go que los olmecas no hicieron muchas innovaciones al respecto. En el Soco-nusco, la tecnologa preolmeca inclua diferentes mtodos para hacer cer-mica fina, joyera, hachas, espejos y vasijas de piedra, amn de una variedad de tcnicas textiles y de cestera. Los rasgos culturales ms interesantes son: 1) la construccin de residencias complejas; 2) ofrendas dedicatorias; 3) figu-rillas sedentes que representaban a caciques obesos; 4) la presencia de gran-des espejos que posiblemente eran insignias preolmecas de distincin de car-gos, y 5) cascos y mscaras de diferentes clases. En la poca de los preolmecas, en el Soconusco exista una gran tradicin de figurillas entre las que se encontraban representaciones naturalistas de una amplia variedad de animales de la localidad; de hombres y mujeres, y se manifestaba la presen-cia de una tradicin de figurillas huecas, bruidas y engobadas. Quiz el desarrollo ms importante de Mazatn fue la creacin de una sociedad igualitaria o de cacicazgos y de un gobierno centralizado. Algunos datos sobre la regin de Mazatn nos indican que los incipientes caciques de esta regin tenan a su cargo la economa local y la redistribucin entre la ciuda-dana de la localidad, de los productos que entraban, como por ejemplo, herramientas de obsidiana para las tareas cotidianas.

    La importancia de este legado del Formativo temprano se puede apre-ciar comparando esta lista de caractersticas con las que se tratan en los siguientes captulos respecto de los olmecas. Es evidente que los olmecas fue-ron beneficiarios de una rica herencia proveniente de varias partes de Meso-

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  • amrica, en la que se encontraban las tcnicas bsicas de subsistencia y tec-nologa caseras (para la fabricacin de cermica, manos y metates, hachas, cestera, redes, ropa e implementos bsicos de madera) y formaciones socia-les y polticas rudimentarias. Todo este rico legado de los mokayas y los con-temporneos a los olmecas, de ninguna manera disminuye los logros tan sin-gulares de stos, pues tuvieron la capacidad de recombinar y modificar dichos rasgos y forjarlos para hacer un sistema completamente nuevo de vida social, poltica y ritual nunca antes visto en Mesoamrica. Evolucionaron el primer sistema de estratificacin social, y la civilizacin en Mesoamrica, con razn, debe considerarse su primera civilizacin.

    El rasgo ms sobresaliente de los olmecas, como veremos en los captu-los siguientes, es su arte y sus esculturas monumentales. No existen antece-dentes de esta tradicin artstica en ninguna parte de Mesoamrica. Es ampliamente sabido que el arte olmeca estaba entremezclado con la propa-ganda poltica, los ritos religiosos, la ideologa, el poder y el mando, pero todava falta por determinar de qu manera especfica. Un rasgo de los olmecas tempranos puede haber sido la difusin del juego de pelota en toda Mesoamrica. Como lo demuestran Carmen Rodrguez y Ponciano Ortiz en su trabajo sobre El Manat (vase el captulo 5), las races del juego de pelota son antiguas en la zona nuclear olmeca y muy bien puede haber formado parte de su herencia local. Las figurillas que representan a los jugadores de pelota aparecen en toda Mesoamrica poco despus de la primera influencia de los olmecas tempranos.

    Todas las caractersticas que distinguen a los olmecas de sus predeceso-res del Formativo temprano estn relacionadas con lo que normalmente consideramos civilizacin o alta cultura, o la cultura de alto rango y privile-gio. El arte tan elaborado parece indicar la presencia, durante la primera poca en Mesoamrica, de sacerdotes-reyes o reyes divinos (vase el captulo 15) mucho mejor conocidos por la subsecuente civilizacin maya. Las cabe-zas monumentales olmecas evidentemente conmemoraban a esos reyes y quiz legitimaban su poder e influencia. La difusin de esta iconografa de poder tan especial en toda Mesoamrica representa, pues, un nuevo fenme-no. Esto lo veremos en los siguientes captulos.

    Figura 3.8. Reconstruccin de vasijas de cerrr ca de la fase Locona. (Dibujo de yax Morem cortesa de NWAF.)

    Conclusiones

    La regin de Mazatn es una de las muchas regiones que fueron ocupadas por sociedades caciquiles antes de que surgiera la civilizacin olmeca. Gene-ralmente, la informacin sobre Mazatn es ms completa que la que tenemos de otras regiones. Una breve inspeccin de los datos de esta zona nos sugiere que los mokayas tuvieron una gran influencia en las sociedades preolmecas de la costa del Golfo, que despus se convirtieron en olmecas. Estudios deta-llados nos muestran que tambin ellas influyeron en la olmeca. Todos estos datos indican que la respuesta a mi pregunta inicial respecto de los orgenes de los olmecas es que se desarrollaron en Mesoamrica y que no vinieron de otra parte del mundo. Aunque todava estamos lejos de comprender absoluta-mente los procesos que dieron lugar a esta civilizacin, encontramos suficien-tes races locales en las culturas mesoamericanas del Formativo temprano para buscar los orgenes de los olmecas en Mesoamrica.

    Figura 3-9- Reconstruccin de vasijas de la fas Ocs. (Dibujo de yax Moreno, cortesa d NWAF.)

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  • 4. San Lorenzo Tenochtitlan Ann Cyphers Guilln

    Los llanos costeros del Golfo de Mxico que circundan el ro Coatzacoalcos fueron, en un tiempo, una regin de extraordinaria belleza, pero en la actualidad estn cubiertos por terrenos pantanosos, colinas y gran profusin de flora, en su mayora pastizales, que anteriormente fueron bosques tropi-cales. En las colinas bajas, los deltas y los llanos, los habitantes originales construyeron sus viviendas cerca de los ros y el mar. La cuenca del ro Coat-zacoalcos fue la cuna de la civilizacin de Mesoamrica. Aqu, la presencia humana es muy antigua y los primeros pobladores pusieron las bases para el surgimiento de lo que ahora llamamos la cultura olmeca.

    Antes de 1500 a. C., los primeros pobladores de la zona habitaron luga-res cuidadosamente elegidos en la parte baja de la cuenca del Coatzacoalcos. Aunque en la actualidad se hallan con frecuencia sepultados por depsitos aluviales, los primeros asentamientos humanos se encuentran dispersos por toda la regin. El ritmo de la vida era dictado por el ro y el cercano Golfo de Mxico. Se vean canoas viajando ro arriba o ro abajo entre los asenta-mientos situados en los mejores puntos ribereos. Las canoas y las balsas per-mitan el acceso a muchos recursos y las redes comerciales incrementaron la obtencin de alimentos y materiales. Incluso en un principio, estos habitan-tes formaron y mantuvieron interacciones dentro de la regin y con regiones distantes de Mesoamrica. Establecieron un patrn cultural definido que dio lugar al surgimiento de importantes transformaciones durante el lapso de algunos siglos.

    Por toda la regin existan pequeos sitios cerca de los ros en lugares estratgicos. La mayora de ellos se asentaban en montculos donde construan estructuras de caa cubierta con lodo y con techos de palma que eran las casas tpicas y se hallaban a salvo de inundaciones por unos cuantos centme-tros. Estos poblados estaban idealmente situados para que sus gentes estuvie-ran cerca de los recursos del ro y de la tierra baja frtil para el cultivo. Las inundaciones de extraordinaria magnitud llegaban a cubrir el patio de sus casas forzndolos a refugiarse en terrenos ms altos o, quizs, en los pisos superiores, como lo hacen hoy los habitantes de la regin. Pgina de enfrente: La cabeza colosal recieni mente descubierta en San Lorenzo.

  • Figura 4.1. El ro Chiquito, afluente del Coatza-coalcos, tal y como se aprecia hoy en da. (Fotografa cortesa de Ann Cyphers Guilln.)

    Los colonizadores, al integrarse econmica, social y polticamente, empezaron a formar una unidad regional en la cual la cooperacin, el inter-cambio y la produccin se administraron de manera ms formal. En su etapa temprana, el sitio de San Lorenzo (fig. 4.1) empez a surgir como el lugar ms importante de la regin, debido, principalmente, a su localizacin privi-legiada junto al ro. San Lorenzo comenz una nueva fase de vida cultural y, para el ao 1200 a. C., el sitio fue la capital de la parte baja de la cuenca del ro Coatzacoalcos (fig. 4.2).

    La transicin al apogeo de la fase Formativa temprana de San Lorenzo, que se sita tradicionalmente entre 1200 y 900 a. C., parece haber sido gra-dual. No hubo un cambio brusco en los artefactos y las tradiciones. Por el contrario, se observa una clara persistencia de algunos tipos y formas. Este dato es importante porque demuestra que el desarrollo olmeca fue sui gene-ris de la costa del Golfo, eliminando as la posible difusin transocenica o de tierras altas, como fuente de la cultura olmeca.

    Paisaje y medio ambiente

    Aunque en trminos generales se considera la costa del Golfo como un llano, est cubierta por lomas, a veces abruptas. El llano del delta tiene una variacin sobre el nivel del mar de 20 metros, mientras que las colinas alcan-zan una altura de 40 a 80 metros. La altura sobre el nivel del mar era un ele-mento importante que considerar, al elegir un lugar para asentamiento humano, ya que unos cuantos centmetros podan significar la diferencia entre la inundacin y la destruccin, y la seguridad. Al sur y al este de San Lorenzo se encuentra la tierra alta (fig. 4.3). Los dos puntos ms altos de la regin son las colinas sagradas de Mixe y Manat, al sur y al este, respectiva-mente; son dos colinas de laderas abruptas, notables por su visibilidad.

    El mayor asentamiento de la regin se encuentra en la planicie ms ele-vada que hoy se conoce como la meseta de San Lorenzo, cuyas frtiles tierras

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  • nunca se vieron inundadas. Donde se asienta San Lorenzo existe una serie de colinas que forman una cresta entre los brazos del ro, haciendo un cami-no sinuoso natural por tierra, entre las confluencias norte y sur.

    El complejo de sitios arqueolgicos denominado San Lorenzo Tenochti-tlan por Matthew Stirling, pionero de la arqueologa olmeca, se localiza en la parte baja de la cuenca del ro Coatzacoalcos. La principal caracterstica de esta cuenca es su formacin como llano de delta que recibe las aguas de importantes acuferos que ahora se originan en la Sierra Atravesada. La parte ms ancha del llano de la costa del Golfo es precisamente la cuenca del bajo Coatzacoalcos. La estructura geolgica subyacente del llano del delta deter-mina sus caractersticas y libera al ro del estrecho paso de Pea Blanca. Al desembocar en el llano, el ro toma la forma clsica de meandros, y se carac-teriza por una hidrologa en constante cambio. Hoy, la cuenca del bajo Coat-zacoalcos es un llano con un complejo patrn de viejos y recientes recodos y meandros, producidos por el surgimiento de cmulos de sal (colinas bajas) y

    Figura 4.2. La meseta de San Lorenzo, vista desde la planicie aluvial al norte, cerca de la confluencia de los ros Tatagapa y Chiquito.

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  • Simbologa

    1 San Lorenzo

    2 Tenochtitlan

    3 Ro Chiquito

    4 Ro Coatzacoalcos

    5 Ro Tatagapa

    6 Loma del Zapote

    7 Potrero Nuevo

    8 Las Camelias

    9 El Remolino

    Cauces fluviales antiguos

    Figura 4.3. Croquis de la regin inmediata que rodea a San Lorenzo en donde se muestran las caractersticas geogrficas principales y los pun-tos mencionados en el texto. (Dibujo de Fer-nando Botas.)

    por frecuentes movimientos tectnicos en la regin; adems, la erosin, la sedimentacin y el hundimiento han contribuido a modificar la estructura del terreno. En tiempos antiguos, San Lorenzo Tenochtitlan y las tierras altas que lo rodean, estaban circunscritas por dos ros navegables. Uno de ellos coincide con el ro Tatagapa que ahora fluye al oeste de San Lorenzo. El otro canal llamado Potrero Nuevo Azuzul pasa cerca del lugar, al este, al pie de las tierras altas: sin embargo, este canal no coincide con la actual trayectoria del ro Chiquito formado en tiempos ms recientes. Las principales rutas fluvia-les eran los ros permanentes durante la estacin de sequa, cuando el nivel del agua es bajo; en poca de aguas la red fluvial se expanda incluyendo otros canales para formar una elaborada red de vas de comunicacin y trans-porte. Entonces, las tierras altas del sur se conectaban con el llano bajo del delta. Estas tierras elevadas estaban cubiertas por selvas tropicales primarias que tenan que desmontarse para su cultivo, lo que significaba un alto costo de mano de obra. Hoy, la hmeda y calurosa regin que rodea a San Lorenzo est casi totalmente deforestada debido a las modernas prcticas agrcolas y ganaderas. La vegetacin original de la selva tropical ha desaparecido, dejan-do tan slo unos pocos parajes con esa vegetacin.

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  • Figura 4.4. Mapa de San Lorenzo que muestra la parte alta de la zona plana de la meseta con las residencias de la lite, las zonas ceremonia-les (en rojo) y las terrazas laterales que bordean la meseta (en amarillo). El material arqueolgi-co de la superficie se extiende ms all del con-tor-no de 30 metros (zona marcada en verde).

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  • La anastomosis del antiguo ro produjo una bifurcacin alrededor de San Lorenzo, en el paso de Las Camelias. Al norte de Tenochtitlan, se encuentran dos importantes confluencias de asentamientos del Formativo temprano (con manifestaciones artsticas monumentales), como El Remoli-no y Loma del Zapote. Adems, pueden identificarse otras confluencias que se unen al ro Tatagapa, al oeste. El curso de estos ros se ha visto drstica-mente alterado por la aparicin de las montaas Tuxtla que, se sabe, regis-traron actividades tectnicas en tiempos del Formativo temprano y medio.

    La situacin estratgica de San Lorenzo sobre importantes vas fluviales y cerca de sus confluencias ofreci condiciones ideales para el crecimiento de asentamientos. Es ms, el lugar ocupaba una posicin intermedia entre el mar y las tierras altas, con un vasto sistema de comunicacin y transporte.

    Arquitectura y arte

    Si la escultura de San Lorenzo ha definido en ese lugar la cultura olmeca, el diseo, la construccin y el uso de la arquitectura aaden otra dimensin conexa a la personalidad de los olmecas de San Lorenzo. La funcin de los espacios diseados en San Lorenzo refleja la manera en que los olmecas se vean a s mismos, dentro de su universo. La construccin monumental se expresa en San Lorenzo de una manera que no fue tpica de Mesoamrica en ningn otro periodo de tiempo, y refleja la cosmovisin particular de los olmecas, o el concepto que tenan de la relacin de la gente con el medio ambiente y el cosmos. Ms tarde, los pueblos mesoamericanos disearon espacios arquitectnicos basados en el patrn de pirmides y plazas que variaban de estilo y disposicin y de un lugar a otro. Los olmecas tempranos no construyeron pirmides ni plazas en San Lorenzo, sino ms bien dieron nueva forma a la topografa natural, esculpiendo las colinas para darles la forma deseada. San Lorenzo y sus centros secundarios dependientes posean este tipo de arquitectura, no as los asentamientos menores (fig. 4.4).

    La meseta de San Lorenzo, el centro primario de la regin, se distingue por la magnitud de la modificacin arquitectnica sobre el terreno natural. Los olmecas restructuraron la tierra para crear un espacio sagrado. Al trans-formarse de una colina en una meseta sagrada, los olmecas hicieron su pro-pia "montaa" sagrada que fue el centro de poder de su zona de influencia.

    Decenas de miles de horas de trabajo se invirtieron en la modificacin de la meseta para estructurarla de acuerdo con el tipo de espacio ajustado a las necesidades de los olmecas. Las construcciones arquitectnicas ms nota-bles, a este respecto, fueron las largas y anchas terrazas construidas por deba-jo de la cima de la meseta para crear espacios adicionales destinados a habi-tacin y a la produccin. El corte, rellenado y ereccin de muros de contencin fueron tcnicas aplicadas para dar forma a estas terrazas. Como sealaron Michael Coe y Richard Diehl, en la escala del esfuerzo humano, la meseta de San Lorenzo se coloca entre las obras arquitectnicas ms impor-tantes de Mesoamrica. La configuracin de la meseta, hoy da, est distor-sionada por la erosin postolmeca, por la formacin de profundas caadas, el hundimiento de las laderas y las actividades humanas. En tiempos de los olmecas, San Lorenzo se ergua sobre las tierras bajas circundantes como un tributo monumental a sus diseadores y constructores.

  • Otra importante innovacin arquitectnica del periodo Formativo tem-prano de San Lorenzo fue la construccin de plataformas bajas de tierra, para uso ceremonial o residencial. Miles de metros cbicos de arcillas se api-laron formando bajas plataformas truncadas y escalonadas que con frecuen-cia se cubran con arena pigmentada en rojo. A la fecha, no hay evidencia de que dichas estructuras se colocaran formando una plaza, aunque no se puede desechar esta posibilidad.

    La incorporacin de roca volcnica en la construccin de importantes estructuras domsticas constituye otra innovacin significativa en la arquitec-tura empleada en San Lorenzo. Enormes columnas de basalto hasta de 4 metros de longitud soportaban el techo, y se colocaban piedras en forma de L, o banca, para cubrir las escaleras. Tambin se incorpor a las paredes pie-dra caliza del lugar y losas de piedra arenisca. Los acueductos de basalto se asocian con estas construcciones casi palaciegas, donde se exhiba tambin roca importada en su arquitectura (fig. 4.5). La plataforma roja, donde se asienta el monumento 57, es un ejemplo importante de este tipo de cons-truccin con su sinuoso drenaje de basalto y recubrimiento de escaleras.

    La construccin, el uso y el mantenimiento de elementos arquitectni-cos especiales estaban ntimamente ligados con el ejercicio del poder y la legitimacin de una ideologa de desigualdad social. Las residencias que contienen esas caractersticas arquitectnicas son consideradas como elitis-tas. La vieja relacin entre la soberana y la religin es evidente en el cere-monial y el ritual, en asociacin con la arquitectura del poder. La compleja interaccin de religin/mitologa y la legitimacin del poder constituyen uno de los mensajes ms poderosos del arte olmeca.

    Los olmecas de la costa del Golfo representaron un grupo variado a tra-vs del tiempo; sus costumbres y estilos artsticos variaban, del rea norte olmeca, hacia el sur y el este, pero compartan un sistema comn de creen-cias que eran cambiantes. La riqueza y el prestigio, la condicin social y el xito estaban ligados a linajes familiares, pero, al mismo tiempo, se asocia-ban con posiciones clave en la estructura sociopoltica. Las alianzas matrimo-niales entre grupos de la regin fortalecan los lazos, ofreciendo seguridad contra la agresin.

    Los olmecas vean y participaban de un universo definido por la unin recproca de todas las cosas animadas. La explotacin, as, como la coexis-tencia con animales y plantas, definan sus creencias particulares respecto a lo sobrenatural. Algunos animales se asociaban con determinadas habilida-des, comportamiento o poder. En especial, en San Lorenzo, los felinos y las transformaciones felinas son particularmente evidentes (figs. 4.6 y 4.7). La participacin olmeca en el medio ambiente era profunda y las creencias par-ticulares fomentaron una firme identificacin. Las actividades ceremoniales reforzaban sus creencias particulares, sin duda, a travs de rituales y festivida-des cclicas. Con las vestimentas, los monumentos y otros objetos decorati-vos, recreaban y volvan a actuar la historia de su pueblo y sus mitologas.

    El arte monumental de San Lorenzo y sus dependencias se exhiban en reas pblicas asociadas con la arquitectura, para crear un despliegue escni-co de arte y arquitectura de espectacularidad sin igual, en tiempos del For-mativo temprano en Mesoamrica. Las esculturas se agrupaban para recrear mitos y acontecimientos histricos. El gobierno y las ceremonias iban de la

    Figura 4.5. Vista del Palacio Rojo, donde desta-can el monumento 57, una columna de piedra, quebrada, y un sinuoso acueducto, muestras ostentosas de las caractersticas arquitectnicas.

    Figura 4.6. La combinacin de rasgos humanos y felinos es evidente en el monumento 52. La espalda ahuecada de esta pieza indica que pro-bablemente fue trasladada con una prtiga.

  • Figura 4.7. Monumento nuevo de San Lorenzo donde se observa una dinmica combinacin de las caractersticas humanas y felinas en una pequea pero expresiva escultura.

    mano para enfatizar la unin del poder y el ritual. La compleja ideologa olmeca de San Lorenzo se basaba en el arte poltico y religioso para apoyar a sus gobernantes.

    Una visin particular del pasado se advierte en la acrpolis de Azuzul, en Loma del Zapote, donde se encontraron, in situ, cuatro esculturas monu-mentales, tal como las dejaron los olmecas (fig. 4.8). Colocadas en la orilla de un pavimento en la base superior de la gran terraza de la acrpolis, estas esculturas formaron una escena mtica en la que dos gemelos se enfrentan a dos felinos (figs. 4.9, 4.10, 4.11 y 4.12). Teniendo como referencia mitos mayas posteriores, es posible que sta sea una manifestacin temprana de los Hroes Gemelos que dur tres milenios.

    Otra escultura recientemente descubierta en Loma del Zapote sugiere tambin que las esculturas se agrupaban para representar escenas. Un torso decapitado con una sola pierna intacta, muestra que la pierna faltante debe, de haber estado colgada verticalmente frente al cuerpo (fig. 4.13). Por consi-guiente, la escultura debe de haber descansado sobre una superficie elevada. La conclusin obvia es que esta escultura puede haber descansado sobre un trono u otra forma de asiento, durante algunos rituales.

    San Lorenzo tiene ms cabezas colosales que cualquier otro sitio olmeca; incluyendo el ltimo descubrimiento de 1994, el total es de 10. La nueva cabeza colosal descubierta es la ms elaborada de todas, por el detalle repre-sentado en el tocado que est formado por cuentas cuadradas con esquinas redondeadas (fig. 4.14), estrechamente unidas. Un artefacto zoomorfo que representa el nombre cuelga del frente del casco y es la insignia de lideraz-go. Esta cabeza, como todas las dems, es el retrato de un gobernante. Cada una de las cabezas colosales de San Lorenzo tiene rasgos diferentes y "perso-nalidad". La expresin benigna de esta nueva cabeza contrasta con las faccio-nes sonrientes y serias de otras cabezas (fig. 4.15).

    Figura 4.8. Reconstruccin de la ubicacin de las cuatro esculturas olmecas que se encontra-ron completas en la loma Azuzul, en el sitio Loma del Zapote. Al fondo, se ve la meseta de San Lorenzo. (Dibujo de Fernando Botas.)

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  • Figura 4.11. El pequeo felino, de 1.2 m de altura, procedente de la loma de Azuzu volvi a tallar sobre una escultura ms anti y se coloc despus en un despliegue escr con los gemelos y el gran felino.

    Figura 4.9. Las esculturas gemelas procedentes de la loma Azuzul representan los nicos dos monumentos casi idnticos en el corpus de la escultura olmeca.

    Figura 4.10. Los ojos hendidos, las bocas con las comisuras hacia abajo y las poderosas man-dbulas de los gemelos de Azuzul representan el ideal fsico olmeca.

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  • ura 4.12. El gran felino de Azuzul, de 1.65 tros de alto, sigue el mismo canon artstico

    pequeo. Esta pieza, que forma pane del junto con los otros monumentos, se coloc el borde de un pavimento de roca, en la

    era de la loma con terrazas. (Fotografa cor-la de Ann Cyphers Guilln.)

    ura 4.13. Magnfico torso masculino. Esta ultura mutilada est considerada entre las ulturas olmecas ms finas y es especialmente :sante porque tal vez se situ sobre una lerficie elevada, quiz sobre un trono. Esta ultura tiene similitudes notables con la pin-i de un personaje sedente de Oxtotitln, errero (vase fig. 9.4.). (Fotografa cortesa Ann Cyphers Guilln.)

    jra 4.14. La dcima cabeza colosal olmeca, cubierta en 1994, mide 1.8 metros de altura osee el tocado ms elaborado de todos los .ocidos en estas cabezas. Esta persona, estr-i, representa a un hombre maduro con sus s hundidos, y las mejillas marcadamente letidas. (Fotografa cortesa de Ann Cyphers lln.)

    Las cabezas colosales como retratos de gobernantes complementan los tronos monolticos, anteriormente llamados "altares" hasta que David Grove aclar su funcin. De hecho, como seala James Porter, algunas cabezas (como las cabezas 2 y V) pueden haberse esculpido de tronos, en un ciclo de modificaciones escultricas destinadas a legitimar los linajes de los gober-nantes (figs. 4.16 a 4.22). La evidencia indica que el monumento 20 de San Lorenzo fue abandonado durante la etapa en que se reesculpi (figs. 4.23 y 4.24). La accin de reesculpir sugiere la decadencia de ancestros y castas en la sociedad olmeca. Los tronos, como smbolos de la posicin sociopoltica del gobernante, muestran smbolos repetitivos de mandato, lo que indica claramente la institucionalizacin del cargo de gobernante.

    La identificacin y definicin de las representaciones escnicas del arte de los monumentos se relacion con el poder y la religin, y este reconoci-miento permite una comprensin ms amplia de la diversidad artstica olme-ca. La distribucin temporal de los monumentos en conjuntos, constituy un acto conmemorativo y una forma de presentar visualmente una narra-cin.

    A este respecto, el arte olmeca de San Lorenzo era movible y poda com-binarse y recombinarse en diferentes escenas para expresar visualmente y recrear hechos importantes: la relacin entre los mitos humanos y divinos, as como otros conceptos que quizs nunca comprenderemos. En algunos casos, las escenas se representaban sobre una arquitectura monumental o, en otros, en espacios arquitectnicos. El trabajo manual para mover incluso esculturas de mediano tamao requiri la cooperacin y quizs tambin la coercin de una importante fuerza de trabajo.

    Todo lo expuesto muestra que la pompa del arte y la arquitectura forma-ban parte de un proceso poltico que relacionaba la tierra con el cosmos. No slo se legitim el derecho de gobernar, sino que la pompa poltica actu dinmicamente para crear, mantener y modificar las relaciones sociales y los procesos histricos.

    Comercio y produccin

    Como se mencion ms arriba, la localizacin de San Lorenzo fue particu-larmente favorable para la coordinacin y el control del movimiento de per-sonas y productos por va fluvial. Adems, la ventajosa localizacin fue ideal para la concentracin de actividades productivas, proporcionando as una centralizacin capaz de coordinar tanto la produccin como el intercambio. Las redes de transporte y comercio, como sistemas sumamente complejos en este entorno geogrfico ramificado del llano del delta, ofrecieron un enlace interno natural; es as como la propia estructura geogrfica influy en la forma de los antiguos sistemas de comunicacin y comercio. La eficiencia del transporte permiti la expansin e intensificacin de los enlaces, crean-do al mismo tiempo una creciente especializacin regional y abriendo las puertas a un mayor acceso de las fuerzas laborales. Con estas actividades eco-nmicas se registra una concentracin de la poblacin. El campo de la importacin en un sistema semejante se intensifica considerablemente por la eficacia del transporte, que permite el flujo y acopio de grandes volme-nes de alimentos, materias primas y productos acabados. Durante la etapa

  • Figura 4.15. La cabeza recientemente descubier-ta pareca surgir de la tierra a medida que los trabajadores locales la descubran con todo cui-dado. (Fotografa cortesa de Ann Cyphers Gui-lln.)

    Formativa temprana de San Lorenzo se utilizaban materias primas tanto locales como importadas. Entre stas se incluan la hematita, la hematita especular, la piedra verd, la mica, el basalto, el esquisto y otras rocas meta-mrficas. La hematita, profusamente empleada para colorear edificios pro-ceda de Almagres, situado a corta distancia al oeste de San Lorenzo. La hematita especular, usada en las bandas de cermica provena de El Manat. Las formaciones locales de roca sedimentaria de bentonita y caliza propor-cionaban recursos suficientes para materiales de construccin de edificios, y la piedra arenisca serva de abrasivo en las manufacturas. No existan local-mente recursos de mineral de hierro, por lo que tena que importarse de Oaxaca y Chiapas. La piedra verde es un trmino utilizado aqu que incluye el jade, la jadeta y la serpentina, as como las piedras metamrficas de color verdoso que se importaban en San Lorenzo. El esquisto y otras rocas meta-mrficas pueden haber procedido de los altos del istmo y de la sierra de Ju-rez. La piedra volcnica, principalmente el basalto, se traa de las montaas

    Figura 4.16. Cabeza 1, conocida localmente como El rey, es la ms conocida de todas las cabezas. Es monumental, mide 2.85 metros de altura y porta una especie de casco, insignia distintiva de los gobernantes olmecas.

    Figura 4.17. Cabeza 8 procedente de San Loren-zo. Mide 2.2 metros de altura y lleva un casco, sencillo pero elegante, con elementos estiliza-dos en un relieve a lo largo de la banda.

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  • Figura 4.18. La cabeza 6, encontrada en el lmi-te oriental de la loma surcentro de la meseta de San Lorenzo, lleva un casco con adornos en las orejas que parecen representar redes de abalo-rios y conchas.

    Figura 4.19. La cabeza 4 de San Lorenzo, de 1.78 metros de altura, ostenta cuerdas paralelas a lo largo del casco con tres borlas al lado dere-cho.

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  • Figura 4.21. El labio inferior mutilado y 27 depresiones en forma de taza, difcilmente le pueden quitar su mrito a la poderosa cara de la cabeza 3 de San Lorenzo que mide 1.78 metros de altura.

    Figura 4.20. Del casco de la cabeza 5 de San Lorenzo cuelgan dos garras de jaguar. Este casco lleva un remate entrelazado con abalo-rios.

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  • Figura 4.23. La vista frontal de la cabeza 7 de San Lorenzo muestra abundantes indicios de que se trat de borrar el rostro del personaje deliberadamente.

    Figura 4.22. La sonrisa enigmtica de la cabeza 8 de San Lorenzo la hace, quiz, la ms expresi-va de todas.

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  • de Tuxtla, aproximadamente a 60 kilmetros al noroeste. La obsidiana, un recurso clave, se ha identificado con las tres principales fuentes de ese mate-rial: La Victoria, en Puebla; El Chayal, en Guatemala y Otumba, en el Estado de Mxico.

    Durante el apogeo del periodo Formativo temprano de San Lorenzo se observa una intensa especializacin en la produccin de varios objetos. Se han encontrado intensas actividades productivas en la propia capital y en Loma del Zapote, el segundo asentamiento de importancia de la regin. El grado de centralizacin de los talleres variaba de acuerdo con el recurso uti-lizado, lo que indica la existencia de distintos mecanismos para controlar la obtencin y aprovisionamiento de materias primas. En los hogares se fabrica-ban objetos de obsidiana, como navajas prismticas, buriles, raspadores y objetos de piedra verde como orejeras, placas y adornos pequeos. Los talle-res eran notables por la intensidad de su trabajo. El reciclaje de la escultura de basalto era controlado directamente por la lite, as como lo era la pro-duccin de metates. La manufactura de losas de basalto y la tecnologa de la ilmenita estaban situadas en lugares especializados, pero no se sabe si depen-dan de residentes privilegiados.

    Dos talleres importantes en San Lorenzo merecen ser mencionados, sen-cillamente por el grado de actividad que ejercan. El primero de ellos es el taller de reciclaje de monumentos adjunto a una estructura parecida a un palacio, en el Grupo D, que diriga la modificacin y reesculpido de monu-mentos (fig. 4.25). Esta rea ha arrojado un total de 44 monumentos daa-dos y fragmentados destinados a ser reciclados en otras formas escultricas, elementos arquitectnicos o utensilios.

    En el segundo taller se concentraba una tecnologa especializada de pro-duccin y estaba situado en el sector suroeste de la meseta. Aqu se localiza-ron ocho o ms toneladas de artefactos minerales con perforaciones mlti-ples (fig. 4.26) en densas concentraciones que son, posiblemente, tiraderos donde se amontonaban en pozos. Este mineral de hierro, posiblemente ilmenita, se importaba de Chiapas y Oaxaca. Es especialmente interesante la coincidencia de importantes concentraciones de artefactos semejantes en Plumajillo y Amatal, en Chiapas, lugares situados cerca del venero de la materia prima (vase el captulo 12). Es probable que los artefactos de ilme-nita se importaran a San Lorenzo en forma de bloques, sin perforaciones. Las perforaciones se produjeron por el procedimiento de rotacin, donde estos instrumentos se usaban como parte de los taladros sumamente eficien-tes (posiblemente taladros de arco) empleados para la fabricacin de arte-factos de piedra, madera, concha y otros materiales.

    As, San Lorenzo fue un lugar donde se centraliz la produccin en gran escala de objetos hechos con materias primas importadas, muchas de ellas procedentes de fuentes lejanas. A la fecha, con el estado actual de conoci-mientos de ese periodo, el grado y la variedad de la especializacin no tenan igual en otros sitios mesoamericanos del Formativo temprano. Ser impor-tante considerar la naturaleza especfica (o los mecanismos) del intercam-bio, ya que esas actividades econmicas estaban inextricablemente ligadas con las relaciones sociales. El grado y la naturaleza del acceso a recursos o poblaciones que controlaban dichos recursos permanecen inciertos mien-tras no se completen los anlisis requeridos. Sin embargo, San Lorenzo era,

    Figura 4.24. Vista lateral de la cabeza 7 en 1 que aparecen dos arcos hendidos que, segi James Porter, son reminiscencias del nicho fron tal del trono del que proviene esta cabeza (Fotografa cortesa de Ann Cyphers Guilln.)

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  • desde luego, lo suficientemente poderoso para coordinar la explotacii produccin y distribucin de recursos dentro de la regin, as como pai influir en el intercambio con regiones distantes de Mesoamrica.

    La influencia de San Lorenzo se sinti en toda Mesoamrica durante i periodo Formativo temprano. La evidencia arqueolgica demuestra que k olmecas establecieron redes de intercambio en las que desplazaban bien( suntuarios y de uso comn. Los espejos de magnetita llegaron a San Lorenz procedentes de San Jos Mogote, en Oaxaca, y de otras fuentes desconoc das;