44
1 Los papeles de la Sra. Beiker (narrativa experimental)

Los papeles de la Sra. Beiker

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Título: Los papeles de la Sra. Beiker Autor: Varios País: Bolivia Tipo: Narrativa experimental Año: 2010

Citation preview

Page 1: Los papeles de la Sra. Beiker

1

Los papeles de la Sra. Beiker (narrativa experimental)

Page 2: Los papeles de la Sra. Beiker

2

© Editorial Yerba Mala Cartonera de Bolivia, 2010.

Proyecto social cultural y comunitario sin fines de lucro.

[email protected]

http://yerbamalacartonera.blogspot.com

Proyectos análogos: Eloísa Cartonera (Argentina), Sarita Cartonera (Perú),

Animita Cartonera (Chile), Ediciones la Cartonera (México), Dulcinéia

Catadora (Brasil)

_____________________________________________________

Impreso en: Imprenta ―Río Seco‖, patio 2, mzno. P, No. 214, El Alto.

Derechos exclusivos en Bolivia

Hecho el depósito legal: 3-2-1109-08

Impreso en Bolivia

______________________________________________________

Page 3: Los papeles de la Sra. Beiker

3

las primeras frases calibre veintiuno: (DE LA RECOPILADORA)

La Sra. Beiker salía empapada a recolectar hojas. Nunca

regresaba sin historias. Armaba anagramas que caían de las

cornisas, inventaba palíndromos que le servían para peinarse y

se cubría con palimpsestos, por supuesto estaba loca. Su tiempo

era el de la lluvia y su ritmo el del incesto. Sufría alucinaciones

y decía que le llegaban cartas. Nació bajo el signo de un mal

cometa triángulo. Reunía papeles y a jóvenes a su alrededor,

todos ficticios y ficcionales, amorfos, irreverentes y con las

armas bajo el paladar. Un día encontró una cita que decía:

“somos los niños x en una ciudad x‖ y otra que negaba: ―todos

los astros, todas las logias, todos los cleros de la ciudad i griega:

género desconocido‖; la realidad de sus anécdotas poco interesa

tanto como la existencia de sus autores. Algunas de sus obras

perdidas fueron seleccionadas para este volumen, el resto se

encuentra en manuales dispersos y revistas de ocio, las que

siguen son historias verosímiles por su vacuidad, hastío y calma

luminosidad.

Yerba Mala

Page 4: Los papeles de la Sra. Beiker

4

Page 5: Los papeles de la Sra. Beiker

5

rota

LOURDES REYNAGA

Desde el principio fue obvio, no hacía falta más que

mirarle la cara para saberlo. La expresión de sus ojos lo gritaba,

bueno, ME lo gritaba, lo sabía, lo supe en cuanto lo vi y aún así

no dije nada. Tenía una certeza, la que detrás de todo se

escondía una buena persona y nada de lo que Ósmar pudiera

hacer cambiaría esa certeza. Frente a mí sus dedos temblaban y

sus ojos se esforzaban por contener el llanto. Sostenía entre sus

manos objetos, durante un tiempo demasiado largo como si no

estuviera del todo consciente de los movimientos de su cuerpo.

No necesité más que nombrarla para saberlo.

Una palabra y de pronto un millón de imágenes se

agolpaba en mi cerebro y la otra certeza, la que rige mi vida

desde hace más de una década, también llegó a mí.

Así, mientras nuestros cuerpos, nuestras voces, seguían

el rastro de Lars Von Trier, desde ―El Anticristo‖ en

retrospectiva hacia ―Bailar en la oscuridad‖ y la insuperable

―Medea‖, nuestras mentes, a años luz de distancia se encerraban

buscando distorsionar lo que nos golpeaba una y otra vez

amenazando nuestra cordura. Nuestra, así se leía en cada torpe

Page 6: Los papeles de la Sra. Beiker

6

gesto, en cada mirada encontrada que reflejaba al otro, que se

hacía de ojos azorados ante el descubrimiento del encuentro

mutuo de un secreto. El suyo, nombrable y nombrado:

Geraldine, el mío innombrable. Ambos buscando a Scarlett

O‘Hara, ambos repitiéndonos inútilmente que pensaríamos en

ello mañana, como si aún fuera posible desligarnos, guardarlo

como una pieza desmontable y tomarnos un tiempo, en un día

lejano, para encontrarle un lugar adecuado en nuestra rutina,

pero conscientes también de que pensar en ello, en este

momento o cualquier día podría llevarnos a la locura, cada cual

identificándose con un momento distinto del personaje, con un

contexto diferente para la frase, cada uno con un

distanciamiento que, en otras circunstancias, haría impensable la

posibilidad de la empatía que vivíamos.

Un giro inesperado, la nada ahogándose con cada copa,

el alcohol en nuestro sistema y mientras las bocas se desviaban

por los tortuosos senderos de ―Fando y Lis‖, mi mente se

desconectaba, se encerraba en el temor, en la duda, en sentirme

y no saberme del todo la mujer de ―A la folie pas du tout‖.

Y sin embargo, nada fue tan complicado. Un recuerdo de

pocos minutos y yo, viéndome en tercera persona, me ponía a

llorar. No sé bien cómo –el cristal se opacó y transparentó

muchas veces, el contenido fluyó por mi garganta- pero el

momento regresó. Me vi de nuevo recorriendo en flashes

Page 7: Los papeles de la Sra. Beiker

7

distintos escenarios, el castigo a los 13, Hombre y su primera

mirada, el convencimiento, que apenas se gestaba entonces, el

concierto a los 14, la trágica separación (todo es tan trágico a los

14), los tormentosos 16, la adrenalina circulando por mi cuerpo,

yo encerrada en su armario, enterrando la nariz en su ropa,

vistiendo su chaqueta gris, rasgando mi piel, impregnando con

sangre el tejido (una bobería que casi le cuesta el divorcio y a mí

me costó...) la desesperación de la huída, los espacios

silenciosos, los encuentros añorados, más secretos, la

incertidumbre de si volvería a verlo, la confusión, la eterna

interrogante, él me conocía, me sabía capaz de todo y más y aún

así nunca terminó de distanciarse... ni de aproximarse.

Ósmar formulaba una teoría, ―Santa sangre‖ hacía

cortocircuito en su mente, la sinapsis al máximo, escuché una

palabra, ‗atracción‘ mientras volvía a lo que no comprendía, a la

necesidad, a esa palabra que tan bien suena en portugués

‗saudade‘ y que no termina de encontrar equivalente porque

estaba otra vez contando los segundos, días, semanas, meses

desde el último encuentro mientras mi piel estallaba y los ojos

continuaban anegándose. Y de pronto es Ósmar tomándome la

mano y aproximándola a su boca, percibo la tibieza, su bigote

me cosquillea y lo sé, lo sabía, aliviado ante la excusa, ante

cualquier cosa que lo alejara de su secreto. Mi última frase, la

última en el bar: ―Nosotros nunca tendremos París‖.

Page 8: Los papeles de la Sra. Beiker

8

Lo siguiente no importa, es tan sencillo como que

ninguno tenía el valor de permanecer solo y tampoco confiarle

al otro la descripción de su perseguidor, simplemente ―a la

noche se le fue la mano‖ en un alivio momentáneo.

Desperté primero, casi al mediodía, con The Alan

Parsons Project vibrando desde mi bolso. Me levanté perezosa a

tomar el teléfono y no logré responder la llamada, excepto que

no es cierto, mi estupidez no llega al punto de no asignar tonos

de llamada diferentes a distintos números llamantes. Lo cierto es

que me paralicé, la sensación de saberme al descubierto, el

retorno al papel de criatura atrapada en falta me detuvo un par

de minutos, los suficientes para poner orden en mis ideas y

echar por tierra la hipótesis de una casualidad. Si bien el destino

había intervenido en el pasado, de forma espeluznantemente

obvia, propiciando encuentros, ese mediodía... Sin embargo,

digresiones y elipses (mi tono se contamina con Ósmar) no se

adecuan a este relato, basta con saber que mientras me vestía, se

consolidaban en mí dos certezas, que Ósmar, por una razón

desconocida, había asesinado a Geraldine (por alguna razón

pensé en lo metafórico del asunto) y que no por ello dejaba de

ser una buena persona.

Page 9: Los papeles de la Sra. Beiker

9

Una visión en negro, Marla frente al fregadero. Sus

dedos se mueven en la pantalla, su cuerpo se agita levemente

con la respiración, la fotografía se me antoja fantástica y mis

propios dedos se inquietan en el apoyadero de la butaca. El

gesto dura unos segundos, él alarga la mano y los toma, los

recubre por un momento antes de entrelazarlos con los suyos,

percibo la tibieza de su mano y una ligera humedad mientras,

frente a nuestros ojos, Marla clava una mirada azorada en el

hombre –ella no lo sabe- con el que no se acuesta. Y cómo

podría saberlo, apenas mucho después se develará la identidad

de Tyler, el hombre con el que se acuesta pero con el que en este

momento, por supuesto, no habla.

Los dedos se mueven con suavidad sobre el dorso de mi

mano, la acarician y la otra mano reclama los otros 5 dedos que

sé míos más que nunca, pronto 20 dedos se enfrascan en una

orgía de proporciones abrumadoras, dedos fríos, tibios y

calientes se entremezclan, se restriegan, se lastiman, la simpleza

es encantadora, no median palabras, no requieren juramentos, se

encierran en sus percepciones, en la sensibilidad de sus yemas y

de los espacios intermedios, buscan calor, buscan pasión,

buscan la extrema experiencia erótica, se sublevan,

independizan, dejan de ser apéndices de mi cuerpo, mientras,

paradójicamente, mis manos son lo único que tengo.

El brutal encuentro termina casi del mismo modo como

Page 10: Los papeles de la Sra. Beiker

10

empezó, sin previo aviso y sin ninguna ceremonia, con una sola

excepción, 5 invasores pequeños negándose a regresar a

territorio propio, se sumergen en el espacio de la butaca

enemiga dispuestos a obtener la victoria, sin embargo, pierden

valor y permanecen quietos, estáticos, a medio camino sobre mi

muslo. ―Por favor, no hagas promesas sobre el bidet‖

La imagen obscena que dura sólo un segundo al final, los

estallidos, Marla como un perfil recortándose contra la noche de

la ciudad, la mano ajena abandonándome antes del encendido de

las luces, la boca ajena susurrándome al oído y de pronto todo

vuelve a desteñirse, a volverse tangible y desagradable. Me

demoro al levantarme, salgo sin voltear, afuera, entre la demás

gente, él me espera.

Salimos sin prisa y sin palabras del edificio. Acababa de

anochecer y la hora pico había pasado hacía menos de 45

minutos, sin embargo, la mayoría de las calles que transitamos

estaban desiertas. No fue casual, ambos sabíamos bien que no

era conveniente ser vistos por lugares más conocidos,

preferimos un camino que involucraba algunos rodeos pero que,

a cambio, nos ofrecía la discreción que necesitábamos.

De rato en rato lo espiaba esperando encontrar en su

perfil algo que sugiriera que lo sucedido momentos antes tenía

un asidero real, que había pasado efectivamente y no se trataba

Page 11: Los papeles de la Sra. Beiker

11

sólo de mi imaginación. No encontré nada. Siempre me pasaba

lo mismo con él, apenas terminaba de convencerme de que algo

en su mirada, en su tono de voz o en sus palabras, me había

sugerido un segundo sentido, apenas detectaba en sus gestos una

insinuación, directa o no, la impasibilidad de su rostro echaba

por tierra cualquiera de mis hipótesis y sin embargo, algo

sucedía entre nosotros que no era del todo inocente, algo en

nuestra forma de mirarnos, de comportarnos a solas, de

acercarnos cuando nadie podía delatarnos. Sabía que no podía

estar tan loca, pero tampoco tenía pruebas tangibles de que no lo

estaba.

No eres la casa que tienes –murmuré sin gran convicción

recordando una escena de ―The fight club‖.

Su mirada sorprendida se clavó en mi rostro y sus

cálidos dedos se enredaron en los míos. Me parecía increíble

que fuera él quien siempre encontrara el modo más simple de

iniciar un contacto conmigo. Por un segundo sentí que la

estrecha calle que atravesábamos se transformaba en una

especie de túnel extraño y que a través de sus dedos, llegaba a

mí un llamado antiguo e imprecisable, un impulso fortísimo de

inclinarme y echar a correr apoyada en mis cuatro extremidades.

Esto, sin embargo, hubiera exigido que mi mano se desprendiera

de la suya, algo que no estaba dispuesta a permitir.

Caminamos 10 calles en silencio, tomados de la mano

Page 12: Los papeles de la Sra. Beiker

12

con la naturalidad de 2 antiguos amantes, con esa cierta

comodidad que hace innecesarias las palabras, en la que bastan

leves gestos y movimientos para la mutua comprensión de un

lenguaje altamente codificado. Sin embargo, apenas llegamos a

una avenida más transitada, soltó de golpe mi mano y me

despojó del abrigo que llevaba. Súbitamente recordé que en

algún momento de la caminata me lo había prestado. Sonrió y

comenzó a decir algo. El sonido de su celular lo interrumpió. Se

alejó unos pasos para contestar, un gesto suficiente para atar

fuertemente mis pies al concreto. Cuando regresó era otro. Si

había logrado encontrar entre nosotros una pequeña intimidad,

ésta se esfumó por arte de magia.

Te llamaré en una semana –dijo Hombre, el

innombrable, poniéndose el abrigo con tanta torpeza que me vi

obligada a ayudarlo.

Disculpa pero no puedo quedarme, hoy no puede ser –la

última frase sonó diferente, el tono había cambiado y parecía

más dicha para él mismo antes que para mí.

No importa.

No, sí importa. Esperaba que... bueno, pero será en otra.

Levantó el brazo y detuvo un taxi, abrió la puerta, antes

de abordarlo dudó un segundo. Me acercó tomándome de la

cintura y me besó en la boca. Luego se sentó en el asiento

trasero y se alejó sin voltear una sola vez. Supe que tenía una

Page 13: Los papeles de la Sra. Beiker

13

expresión estúpida en el rostro –no me molesté en cambiarla- y

supe también – hoy ya no estoy tan segura- que estaba

completamente enamorada

Page 14: Los papeles de la Sra. Beiker

14

afasia narrativa

LUIS-K SANABRIA

Café por favor. —No es que en verdad disfrute del

amargo sabor del café, de hecho prefiero mil veces el gusto de

una buena taza de té caliente con canela, clavo de olor, y unas

gotitas de limón. Pero comprenderán que este sea el tipo de

situación que amerita una taza de café ¿Será por eso de la vida

bohemia, que a esta altura se ha vuelto una especie de cliché?

Creo no tener la menor idea, pero ¿Se da cuenta de que hay una

especie de patrón de dependencia a sustancias como la cafeína,

la nicotina, el etanol, y algunos otros alcaloides, entre la gente

que quiere demostrar que es inteligente, pensadora, creadora y

solitaria? Justo ahora yo quiero dar esa imagen (confesándolo

íntimamente), porque así mis palabras serán acompañadas de

una seguridad visual, y aunque me ponga a hablar huevadas,

serán escuchadas y algunas quedarán para siempre en la

memoria de algún pelagatos de mente frágil. Sonará paradójico

lo que estoy por decir, ya que yo vivo de la palabra, pero al final

acabé tragándome el argumento que tanto en mi vida he

refutado: una imagen vale más que mil palabras. Por eso voy a

pasar el té caliente con canela, clavo de olor y unas gotas de

limón para cuando me encuentre solo; la soledad que me

Page 15: Los papeles de la Sra. Beiker

15

permite manifestar mi adicción a cosas que no me hacen daño,

Así que… —Si, café por favor…

El señor Valdés se encontraba en el espacio privado de

una importante cafetería, acompañado de un camarógrafo y un

reportero. Pidió un café antes de comenzar la entrevista que

daría a un programa de televisión que cubría notas culturales;

acababa de ganar un renombrado premio literario con su novela

“granja de cerdos”, y se encontraba en plena gira de

presentación. El éxito del que ahora gozaba no fue para nada

repentino, pues había gastado casi treinta años de su vida

codeándose entre gente que toma café, que bebe alcohol, que

fuma (¿tabaco?), y camuflándose entre hábitos ajenos que no lo

definían. Así, y mientras escribía fue construyéndose una

imagen, aprendiendo armas de lenguaje y sociedad, y fue

haciéndose conocer para así dar a conocer sus escritos. Cuidaba

todos los detalles en sus palabras escritas, y todos los detalles de

la falsa vida de aura autodestructiva que se creó. Toda una vida

de trabajo estaban por fin dado el fruto más grande,

permitiéndole disfrutar los veinte mil dólares americanos de su

premio, en una gira internacional con todos los gastos pagados.

… Ahora enciendo un cigarrillo frente a las cámaras,

mientras el muchacho que tengo al frente (claramente

emocionado de poder hablar conmigo) hace la respectiva

presentación con todo el protocolo, que a la verdad, y modestia

Page 16: Los papeles de la Sra. Beiker

16

aparte, me gusta mucho…

—¿Cómo puede explicar el creciente éxito de su novela?

—Creo que tiene que ver con el cómo está escrita, desde

los juegos de voces, la historia, los intertextos, y un factor que

no puedo explicar, una especie de hipnosis que se apodera del

lector al meterse de lleno al mundo creado entre palabras.

—―granja de cerdos”… singular historia. ¿De dónde

sacó la idea de la furia destructiva e inexplicable de los cerdos?

—De la Biblia. ¿Conoces la historia del Gadareno? El

muchacho endemoniado que devastó toda una granja de cerdos

con sus demonios… Quítale el asunto espiritual dejando la

locura porcina como un misterio, añade una muerte y algo de

sexo y ¡Boom! Esta se convierte en una gran novela.

—¿Cómo fueron para usted los años previos a este tan

importante reconocimiento?

—De arduo trabajo, aunque no niego que fueron

divertidos. Años en los que aprendí a vivir. Conforme se vive se

escribe. Conforme escribes te encuentras, te reconoces y te

reconocen…

Y sigo hablando cuanta cosa se me ocurre (lo importante

es que suene lindo), para llenarme de definiciones poéticas, para

que la gente que algún día vea esta entrevista, me eleve a un

concepto que se mantenga en la eternidad y la gloria, junto a los

grandes y excesivos: Baudelaire, Saenz, Valdés… Por mi

Page 17: Los papeles de la Sra. Beiker

17

imagen estudiarán mi vida, y por mis escritos mi obra; sin saber

que la vida que llevo no es más que una de mis obras. Se

enterarán que tengo una maldita úlcera péptica que me quema el

estomago por tanto café que sigo tomando, sin saber que lo que

en realidad a mi me gusta hasta la adicción es el té. Tomo café,

me embriago por días, fumo como chimenea. En secreto tomo

té, bebo refrescos hervidos y me cuido de los triglicéridos.

¿Quién soy? Emilio Valdés: escritor de vida bohemia, y

secretamente adicto a la aburrida y sana normalidad.

… Y por tu poética a la larga te conocerán. Todos los

textos que he escrito llevan ese algo, esa marca personal de la

que muchas veces trato de huir, pero me persigue. Esa es la

vida, y de ahí surge la obra.

Paciente Varón de 50 años de edad, de profesión

escritor. Padece de Afasia de Broca, producto de un accidente

cerebro vascular de tipo isquémico causado por una trombosis

en vasos cerebrales, causando infarto en tejidos neuronales del

área de Broca, en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo.

Informes fono-audiológicos no dan cuenta de avance en emisión

y articulación del lenguaje, aunque revelan un avance en la

comprensión del mismo. Se derivará al paciente al servicio de

psiquiatría para tratamiento antidepresivo.

Hago un chiste, todos nos reímos: desde el camarógrafo

hasta el mesero que amablemente me trae otra taza de café, y

Page 18: Los papeles de la Sra. Beiker

18

reemplaza mi cenicero por uno limpio. Espero que esta parte no

la editen. Ahora la cabeza me empieza a doler. Es inefable el

placer que este dolor me causa.

Le dolió la cabeza con una punzante intensidad que

sentía perforarle el encéfalo, se mareó, y antes de desplomarse

vio con su borrosa vista la preocupación del joven reportero. En

su cabeza, y para colmo de desgracias en la zona especifica del

cerebro que controla el lenguaje, sus neuronas gritaban

desesperadas; no recibían oxigeno y otros nutrientes, y una a

una fueron muriendo. La causa de esta escasez de alimentos fue

un bloqueo en uno de los vasos cerebrales, donde un coagulo de

sangre quería denunciar las malas condiciones, y los químicos

lesivos que lo habían transformado en ese monstruo de

plaquetas aglutinadas… extrañaba sus días de ser sangre fresca.

Su medida de presión llegó hasta las últimas consecuencias.

Se desplomó ante la mirada de la cámara (memoria que

no olvida), y el jefe de prensa de aquel canal de televisión se

valió de ese morboso recurso para batir récords de rating en las

noticias de las ocho. Inmediatamente después el video fue un

éxito en Youtube.

Paciente en observación. Alimentación por sonda

nasogástrica.

Despertó en una unidad de terapia intensiva, conectado a

una serie de aparatos que controlaban sus signos vitales. Jamás

Page 19: Los papeles de la Sra. Beiker

19

imaginó que el dinero ganado en aquel importante premio, y

todos sus ahorros de vida, mermarían en el afán de pagar a todos

los médicos —que él comparaba con cerdos en su novela— que

lo acompañarían en su larga y tortuosa convalecencia.

Presión arterial: 120/90 mmHg. Frecuencia cardiaca: 89

Latidos por minuto…

Emilio escritor afasia Valdés nombre tener. Poder

lenguaje no doler, poder, poder, poder. Escucho lenguaje vivo

bien no puedo. Ironía. Poética existe no, patética vida si

¡Mierda! ¡Mierda vida toda! Sana. Bohemia Salud. Mierda.

Patética …

—Café favor.

Page 20: Los papeles de la Sra. Beiker

20

día

PABLO LAVAYÉN

Esta mañana Oliverio ha despertado inusualmente

temprano con la tenue sensación de haber olvidado algo. Aun

envuelto entre las sabanas, lucha por volver a sumergirse en la

oniria pero sus párpados se tensan con terquedad y sólo

consiguen alivio cuando finalmente logran abrirse. Oliverio

observa con flacidez el techo y descubre manchas de humedad.

En ellas cree descubrir algunas figuras: las volutas de humo que

produce el café cuando está fresco y recién servido, los caminos

sinuosos que delinean la ciudad en la que habita de calles

ojerosas de puertas, una piedra antropomórfica, un animal a

punto de ser descubierto por una cámara fotográfica o un cortejo

fúnebre. Finalmente se levanta y sus pies golpean con el helado

suelo de parquet, congelado por una noche de tempestad. Se

dirige, aun con sopor, a la cocina y en su refrigerador tan sólo

una bolsa vacía de leche del día anterior y en la alacena una

bolsa con medio pan endurecido. Oliverio decide no tener

hambre, por lo tanto. Con cierta torpeza quiere dirigirse a otra

habitación a recoger su bata de baño. En el camino se tropieza

con una olla que cae estrepitosamente sobre el suelo de

Page 21: Los papeles de la Sra. Beiker

21

cerámica y que resuena con un eco profundo en todas las

habitaciones de la casa. Cuando llega al baño, se quita la ropa y

se precipita con recelo al interior de la ducha, que lo recibe con

un cálido humor pero insuficiente. A pesar de esto, Oliverio se

siente con cierto entusiasmo para empezar el día y sin perder el

tiempo se pone la ropa, se lava los dientes, se peina el cabello y

olvida ponerse el desodorante, pero esto último no es un gran

inconveniente pues el día se perfila más bien frío y nublado.

Para salir a la calle Oliverio elige una chompa de lana de alpaca

que recién habría recibido como regalo de cumpleaños. La

verdad es que él hubiera preferido ponerse el sobretodo negro

pero este se encontraba sucio y tirado en un rincón del cesto de

la ropa. Antes de salir Oliverio se paraliza en el portal ante la

incertidumbre del paraguas o no. Finalmente se decide por

dejarlo atrás y se asegura de dejar bien cerrada la puerta, dando

tres vueltas al cerrojo y comprobando, con un pequeño

empujón, la eficiencia de la cerradura.

Antes de bajar por el callejón que desemboca en la

avenida principal, Oliverio se aproxima a la tienda de abarrotes

y compra algunos cigarrillos. La variedad de marcas es bastante

colorida pero en esto Oliverio tiene sus gustos definidos. Sus

cigarrillos favoritos son dos: aquellos que tienen un aroma

bastante fragante y agradable, poco rasposos para la garganta;

segundo, aquellos que le brindan un cierto efecto narcótico

Page 22: Los papeles de la Sra. Beiker

22

aunque sean ásperos y penetrantes. En este día Oliverio elige el

segundo tipo.

Una vez en plena avenida principal, Oliverio no está

muy seguro por dónde emprender su camino. Aun es muy

temprano para que la Universidad esté abierta. Decide tomar

camino rumbo al sur. Camina algunas cuadras sin mucho apuro

y se cruza con algunas personas con las que siente algún tipo de

complicidad por esa manera de habitar la madrugada. La luz aún

es muy tenue como para distinguir con nitidez los contornos de

las formas. En realidad a esa hora el sol ya debería haber

iluminado por completo las aceras y las calles pero una gran

nube, de color gris bermellón, filtra los rayos solares y produce

un extraño efecto en la temperatura de la luz.

Después de algunas cuadras más, Oliverio se topa con un

café cuyas puertas están tímidamente abiertas. Vacila antes de

entrar. Primero mira a través de los vidrios que lo separan del

interior y tan sólo ve muchas sillas vacías, mesas relucientes por

haber sido recién limpiadas y detrás de la barra ninguna

presencia más que un vaso de leche semivacío y una radio que

suena una música en sordina inidentificable. Oliverio sigue

observando con paciencia, esperando algún movimiento y de

repente surge por debajo de la barra un hombre de mediana

estatura, de rasgos afectados por la edad y de cabello

completamente gris, peinado con todo el cabello hacia atrás y

Page 23: Los papeles de la Sra. Beiker

23

fijado por gel. Oliverio decide entrar y el hombre detrás de la

barra lo mira con amabilidad. ―Buen día‖, le dice y Oliverio

responde de la misma manera. El hombre con el cabello

brillante le pasa la carta a Oliverio y explica: ―Perdón, sólo hay

café, café con leche y té. Perdón, es que sólo hay café. No ha

llegado la cocinera‖. Oliverio acepta la pequeña taza de café

expresso que busca una mesa junto al cristal de las paredes. Se

sienta cómodamente en uno de los asientos, que por lo

acolchonados que están invitan al cliente a asumir un cierto

reposo. Oliverio saca del bolsillo de su pantalón un libro y lo

empieza a leer. Se trata de la obra de un poeta contemporáneo

que publicó tan sólo un par de libros y que murió joven por

problemas en los pulmones. El cuento que Oliverio retoma trata

de un hombre antiguo que visita a un pariente lejano, muy

lejano, del cual sólo tuvo noticias hasta entonces por medio de

las historias de su esposa. El hecho es que este hombre antiguo

es un viudo reciente y tiene la firme intención de recuperar

algunos escritos hechos por su esposa que estaban por muchos

años en poder de este pariente lejano. Cuando el hombre llega al

pueblo del pariente lejano, inmediatamente se interna en

pequeñas callejuelas, tan estrechas que apenas cabrían tres

personas andando una al lado de otra y después de mucha

confusión da con la casa del pariente lejano. Toca el timbre y

nadie responde. Insiste y sale una mujer muy anciana, mucho

Page 24: Los papeles de la Sra. Beiker

24

más antigua que este hombre antiguo. A ella le explica su

situación a lo cual ella responde: ―Lo siento mucho. Quién usted

busca es también un enigma para nosotros. Lo siento mucho.‖

El hombre insiste hasta que la mujer finalmente desiste y

aparece con un manojo de manuscritos que los entrega con

violencia al hombre y cierra la puerta violentamente. El hombre

saca un mechero y escondido por algunos árboles tísicos detrás

de un callejón sin salida arma una pequeña fogata con los

papeles. A los pocos días el hombre muere sin poder llegar a su

lugar de origen. Llegado a este punto Oliverio se da cuenta de

que aun no ha probado ni una gota de su café. No se molesta en

añadirle azúcar y se lo toma con asco de un tirón.

Inmediatamente el café desata una mínima sensación de acidez

y en ese momento ve a través de los cristales a un joven con un

par de auriculares colgando de su cabeza y se siente

terriblemente extrañado.

Sin necesidad de recorrer un gran trecho Oliverio llega a

la Universidad justo a tiempo para su primera clase. El docente

es un hombre aparentemente hosco pero en verdad cuando se

llega a conocerlo es muy amable. La clase inicia con algunas

preguntas referentes a la anterior sesión. Oliverio se esfuerza

mucho en recordar pero no consigue llegar a nada. Revisa sus

apuntes y no logra encontrar ninguna relación con las palabras

sueltas que parecen formar un esquema laberíntico en su

Page 25: Los papeles de la Sra. Beiker

25

cuaderno de notas. De todos modos se esfuerza en decir algo y

hace un comentario tangencial al tema y recibe la aprobación de

su maestro. El resto de la clase permanece callado, pensando

aún en ese hombre con auriculares sin saber por qué razón pudo

haber sentido tal extrañamiento al verlo. La clase termina y

continúa otra y así sucesivamente hasta que ya empieza a

atardecer.

Oliverio siente una profunda sensación de vértigo que se

origina en su estomago y piensa que la causa es que no ha

comido ni un bocado desde el día anterior. Sin embargo, aún no

siente nada de hambre y decide continuar sin comer. En el

camino entra a una sala de cine y elige una película extranjera.

En la primera escena se ve a un hombre sentado al borde de un

precipicio y balbuciendo palabras incomprensibles. Pronto se

levanta y se aleja. A continuación se ve una casa de familia en la

que están cenando el padre, la madre, el hijo y el abuelo. Hay

una cierta tensión entre los miembros de esta familia que se

expresa por miradas preocupadas que surgen de unos a otros. La

cena transcurre en silencio y el primero en levantarse es el

abuelo. Entonces el padre dice: ―temo lo peor, no ha mejorado

en nada‖, y la madre responde: ―hoy tuvo un ataque‖ y ambos se

miran mientras escuchan el ruido de vidrios quebrados en la sala

contigua. La cámara permanece enfocada estáticamente en la

mesa mientras la familia se levanta y se dirige al lugar de origen

Page 26: Los papeles de la Sra. Beiker

26

de los ruidos. Tan sólo se escuchan más ruidos de vidrios

quebrados, al niño llorando y al abuelo cantando una cueca cuya

letra no se puede distinguir. Entonces Oliverio pierde la

concentración y cae dormido. Empieza a soñar. Se encuentra en

pleno desierto, rodeado de arena y de viento. De algún lugar

llega un hombre y le entrega un papel. El hombre desaparece.

En el papel dice: ―te espero‖. Entonces despierta súbitamente y

por vergüenza espera a que la película termine. En la última

escena se ve al mismo anciano que antes estaba sentado en la

mesa, ahora sentando al borde de una playa, con el mar

mojándole en su vaivén los zapatos y el pantalón. El hombre

cierra los ojos y entonces el audio se pone mudo. De su pantalón

extrae un pedazo de papel con alguna escritura inscrita, la moja

con agua de mar y se la traga. Entonces el escenario se pone

negro y salen las siguientes palabras: "Errol Laynte vivió hasta

sus 103 años. Nunca se arrepintió de nada. Siguió escribiendo y

pintando hasta el último momento".

Cuando Oliverio regresa a casa no se anima a prender las

luces por miedo a perder el estado crepuscular al que el sueño lo

habría conducido. Se dirige directamente a su habitación y con

la misma ropa que lleva puesto se acuesta en la cama y cae

dormido. No sueña con nada.

Al día siguiente se despierta muy tarde,

aproximadamente al medio día y siente un dolor profundo en el

Page 27: Los papeles de la Sra. Beiker

27

estómago por algo que él supone es hambre. Cuando sale de su

habitación se encuentra con el sarcófago reluciente en la sala. Se

acerca cautelosamente y tropieza con algunos lirios que aún

están desparramados. La suciedad del piso revela las huellas de

innumerables tipos de zapatos. Las sillas se hallan organizadas

alrededor de la sala y un fuerte olor a incienso aún impregna el

ambiente. En algunos ramos de flores descubre unas pequeñas

tarjetas, siempre las mismas, que en colores negros llevan el

nombre escrito de su madre. Se acerca al sarcófago y levanta la

tapa. El rostro lo mira, Oliverio baja la mirada. Piensa en pedir

perdón. No lo hace. Entonces vuelve a mirar el rostro.

Page 28: Los papeles de la Sra. Beiker

28

la ubicuidad del diablo

IRIS KIYA TICONA VACA

Homilía primera

Melmoth/ Papini

El demonio, al menos como se ha aparecido hasta ahora,

es una figura que se sale de lo ordinario. Es alto y muy pálido,

aún es bastante joven pero con esa juventud que ha vivido

demasiado y que es más triste que la vejez. Su rostro

blanquísimo y alargado no tiene particular más que una boca

sutil, cerrada con hermetismo y una arruga única, profundísima,

que se alza perpendicularmente entre las dos cejas y se pierde en

la raíz de los cabellos. No he podido definir aún de que color

sean sus ojos, porque no los he podido ver más que un instante y

no sé tampoco del color de sus cabellos, porque los esconde

siempre con un gran sombrero que no se quita nunca. Y viste

con un laborioso y fino pantalón negro y sus manos están

indefectiblemente enguantadas, hasta ayer era todavía un rufián.

Aquí los feligreses copian su vestidura y son dadivosos en

ofrenda y no hacen sino gemir y rogar por su alma, susurros y

más susurros. Él me dijo ayer antes de… que los hombres

rezarían tanto que mórbidamente cada culto pasaría de ser

solamente palabra (cuerpo), a través de sus cabellos espesos

Page 29: Los papeles de la Sra. Beiker

29

entre las sienes. Además de esto, sé muy bien que él tiene miedo

de morir, de que sus ojos vivos se inflamen y que nunca más

pueda escuchar como lo veneran, es así que prefirió el suicidio.

Acaso se postró en su lecho y anidado de velas, mientras el sol

salía, componía canciones con un cuchillo, al final del día se

había dibujado como hombre, para volver al infierno mientras

escuchaba las voces de su letanía, que a continuación copio,

para que no se me olviden:

Primera letanía

Por: Anseb Melville

Alain!

La ciudad de Boaz se come aquella (Tú) exquisita

delgadez.

Segunda letanía

Adonais!

Decálogo para un suicida

Me desprendo entonces de mi escondite, sé que debo

morir en la emigración de humo que suplanta toda tu careta, tu

disfraz, tu envejecida piel que sedienta de plumas espigadas se

convierten en un paisaje libidinoso de mar rojo.

Page 30: Los papeles de la Sra. Beiker

30

árbol a ti me doy (O) de mí tal obrA

ANDRÉS VILLEGAS

Duermo.

Despierto sobre mi árbol, no hay más que unos hilos de

sol colgando entre las hojas. Es una burbuja de alta tentación,

sólo se respira oxígeno verde y uno puede subirse a la espada

del viento, esconderse en el aire.

Por las calles del árbol, hay gente de toda especie, reino,

de distintos plumajes, quilates, tallas, lingotes, procedencia e

intenciones.

Bajo el árbol una banca con luz solitaria.

Despierto.

En la puerta, Hades Can ladra agudo por su boca negra.

Es un mimo que juega consigo mismo y los ladridos parecen ser

sus aplausos, el Hades Can lo disfruta, quiere hacer que grite de

dolor. El mimo no para, le regalo una manzana y aplaudo. Se va

sonriendo.

El tiempo no calma, todo está a punto de llover. Vuelve

Page 31: Los papeles de la Sra. Beiker

31

el Hades Can a la cama, ambos de un bostezo entramos al

sueño.

Comienza la ciudad en mí, tras la puerta de casa el

campo de luz. Pasando las cuadras se abre el universo probable

de apariciones y encuentros, juegan las fichas rotando sin girar;

en toda falda tu silueta, todo tatuaje me lleva a tus manías. Tus

alergias al olor de esta ropa, cada tropiezo mío a tu displasia, iris

con el que roce camino tu luz.

Me detiene un malabar de nueve bolas peleando en el

aire contra un cubo de colores armándose a dos manos y una

cabeza.

Gira la nariz con una mueca, me reconoce y yo a él,

sonríe y busca aplausos.

Sonrío y me voy aplaudiendo.

Terminado la luz, izquierda a paso doble acera central,

tomo derecha y sigo caminando al techo sobrepasando el campo

de luz. Subo a mi árbol. Toda luz se apaga, puedo dormir.

De una rama nacen mariposas, es mi árbol que da frutos,

se permuta con las letras. Comienzo a escribir:

Page 32: Los papeles de la Sra. Beiker

32

―Árbol a ti me doy (O) de mí tal obra‖.

- Al silencio del poeta -

(Una calma maldita).

Al humo y su manto de aros tragándome en espiral.

A ella, sopa de letras en cabeza de maga,

a su pozo de violetas.

A la ciudad que espera en alguna casa tener mi cama.

Al desierto y su infantil fábrica

- la palabra.

Despierto. Veo mis dedos negros por haber pintado la

noche. El árbol no se mueve pero todo se ve sin ruido, voz ni

eco. Las motos y sus escapes, los choques y las peleas, las

campanas y los enanos. El mundo es silente, el tiempo y sus

recortes continuos ni pestañean un ―crack‖.

Asombra dándose paso por el mutis, el mismo silencio a

la banca.

Se ve solitario y ya no actúa y sin vista que lo rodee no

busca aplausos ni tiene las manos ocupadas dibujando el

espacio. Come su manzana y toma de su alforja gotas de lluvia y

se despinta girando en círculos la figura de su cuerpo. La

Page 33: Los papeles de la Sra. Beiker

33

transparencia del banco, las maderas que arman su molde,

toman el fijo mental que forma el habitual espaldar de luz vacía

de banca.

Amodorrado sobre mi árbol

aplaudo y sonrío

no sabiendo despertar.

Page 34: Los papeles de la Sra. Beiker

34

el otoño en llamas de 1939

SERGIO TABOADA GARZÓN

And I will show you something different from either

Your shadow at morning striding behind you Or your shadow at evening rising to meet you;

I will show you fear in a handful of dust.

T.S. Eliot: The Waste Land

COMO SE PODRÍA PREDESTINAR, igual los ardores

florecen en todos estos campos que cuidamos, igual la vigilia

oculta su madriguera diseccionada; miente la ciudad y mienten

los orgullosos nombres. Así era la estación en que vivíamos,

porque vivíamos en una estación; en otoño; salíamos recogiendo

hojas por doquier para enterrar a alguno, a un cierto cuerpo in-

animado, en pleno momento de su muerte, lo cual nos dejaba

siempre con sed y solo encontrábamos borrascas de hiel a la

vuelta de la esquina.

La cosa era simple, la vida era simple, como partir una

nuez ahumada. Antes de que uno cayera, nuestras facciones se

mostraban desahogadas y ásperas, confinadas, como si los viajes

que pudieran esperarnos, que pudiéramos hacer si no

estuviéramos inscritos en esta llaga coagulante, encarnaran y se

Page 35: Los papeles de la Sra. Beiker

35

sentaran, reposaran ahí, en la tranquilidad insoportable y

alienante, moviendo sus ojos lánguidamente, haciendo presente

el pálpito de sus más tiernas confidencias. Así la premonición

atacaba los reposos. Con diluvios parecidos solíamos conflagrar

contra el tiempo, así como lo hacen los topos. Nos alzábamos de

nuestro sueño entonces, para concurrir amordazados; nos

alzábamos desde los profundos y fríos tonos que removían

juncos y desmayos, adoquines y ráfagas de nostalgia, era al fin

de cuentas, algo así como una traición expectante. No hubo

circunstancia alguna en que silenciáramos nuestros humildes y

bienintencionados ademanes de jactancia extrema; pero era por

el juego, lo puedo jurar. Uno piensa que las cosas se pueden

poner tan graves cuando en realidad nada ha cambiado frente a

los ojos, y esa sensación a suplicio trágico se mancha en una

sabana nueva o torna en concurrencia olvidada; puede que, la-

ver-dad, como dicen algunos, en el rocío de media noche, en

una mirada acallada, en un gesto de entrega y negación;

confluyen las imágenes en una memoria con las facultades

trastocadas, recuerdo, recuerdo que se mete en la cabeza de uno

o algo que se olvida y lo recordamos de golpe y abismos y

muchas felicidades y risas y milagros y prados barridos y ten

mucha fe y el crepúsculo reventado. (Aplausos y silbidos)

Siempre fui respetuoso por el mundo, en especial por los

Page 36: Los papeles de la Sra. Beiker

36

sinsentidos que podían aparecer en alguno de nosotros; para dar

un ejemplo me encontré una mañana, mientras raspaba en un

charco piedras para sacarles brillo, a uno que tosía cerca del

viento, ¿no tienes vergüenza?, le decía, eres un viejo boludo,

¿cómo puedes toser con este sol que nos baña los ojos?, mírate,

estas todo babeado; cosas así. También era común ver a uno que

iba así: existe su suspensión, las aristas de un cuerpo que, va

ahí, corriéndose ríe como condenado, cae desprevenido,

haciendo trizas las escalinatas y gimiendo como si fuera a parir,

se para orgulloso. En fin.

Uno es en cierta forma, capaz de inaugurar una

costumbre, ensalzándose en vislumbres ceremoniales o mejor,

incluso cuando tan sólo se espera unas cuantas gotas del cielo,

se forman procesiones entonces, compañías azarosas, unos

cuantos delegados tienen la jubilosa tarea de desenterrar a un

cuerpo para alumbrar de noche, cavan la tierra, ven una carne,

cavan la tierra, ven un carbón conservado, quemamos los

cuerpos en la noche para ver quien muere después, y el lluvias

quemamos muertos y recién nacidos, lo hacemos con mucho

cariño, cuidando las conservas y las manchas que puedan

mostrarse tiernamente. Ya lo he dicho. Poco importaban los

desastres, poco importaba recurrir a ínfimas acciones como

comer o dormir; cuando uno cierra los ojos se ven secuelas de

las penumbras, y sabemos bien que una sensación vicaria le

Page 37: Los papeles de la Sra. Beiker

37

atormentará, le mostrará en un espejo los bastos desiertos que

tantas penumbras han peregrinado.

Entonces un día, en 1939, cuando nuestras pupilas

empezaban a dilatarse, porque el zumbido provocado por la

combinación de la nada con un límite nos reventaba los

tímpanos (algo tenía que ser; y estas vacilaciones corrían desde

tiempos in-conmemorables) se escucha Quién ha encendido

fósforo! Se reprendieron los movimientos dejando un espacio de

silencio; arguyeron las piedras en los caminos, las piedras en

desuso. ¡Ah! Maldita sea. Cayeron los delirios en una sarta de

certidumbres desconocidas, en un mar que tiene una sola gota de

agua. Sería difícil describir o intentar atisbar las expresiones de

sorpresa y pasmo que acarrearon desolando el fluir de una

comunidad relativamente tranquila y respetable, con su propio

grado de orgullo trastocado. Se emitieron tantos tonos, tantas

palabras una vez hecho lo que todos llaman transgresión. Como

gimiendo a uno se lo observaba impaciente, nervioso,

mascullando pequeños alientos quién sabe de qué; entonces

mira arrebatado y repite sin sentido quién-ha-encendido-fósforo.

Shhht. Qué me importa se escucha. Se lo veía a punto de

expulsar nuevamente, a ese pobre, se lo veía columpiarse. Entre

las luces rojizas que cobijaban las alamedas doradas, incluso

ahí, se partían las insinuaciones. Se propagó la bacteria (porque

tenía que ser un bicho, un desplazamiento, ¿un mal sueño?)

Page 38: Los papeles de la Sra. Beiker

38

hasta las entrañas mismas de nuestra cultura, y eso era

demasiado, demasiado para un día, demasiado por haberse

encarecidamente manifestado en un estallido de calma.

Teníamos que ejecutar, eso era lo peor, convertirnos en

asesinos. Y es que estaban las ardientes llamas en juego (yo

sabía de un día parecido en los feroces temores de las nubes

grises.) No dejaba de reírme cuando sonaban las campanas, se

dilucidaban las formaciones en el alba, se armaban los ejércitos,

las órdenes corrían en las bocas y los gritos esparcían una flema

quimérica; se preparaban las armas, fusiles, navajas, máscaras,

adrede… las instalaciones estaban enraizadas y las miradas se

restablecían furiosas. Y entonces una voz decía: pero esto no es

ser un asesino. Ah, de nuevo, la maldita certidumbre tajante.

Pensamos ahorcarlo pero era demasiado tarde, resignados

sabíamos bien que ya dentro de la matriz del juicio final, solo

faltaba esperar la divina destrucción. Pero pasan los momentos,

y ojalá pudiera decir que ese era el día en que el hielo arreció, en

que el vino arreció, por más que uno buscaba los relámpagos de

esperanza destrozándose, cumplido en vista, las vibraciones de

mi corazón limpio y frío. (Expresiones de trastorno y

movimientos fuertes sincopados, como un ataque)

Qué se va hacer se escucha, como se podría predestinar.

Nos movemos como acariciados por el cielo. Pero el fuego

sigue ardiendo, y es tan hermoso estar vivo. Uno sabe que es

Page 39: Los papeles de la Sra. Beiker

39

flameado en aquellos embriagados sonidos, por toda la

eternidad, una y otra vez, hasta que se muera y sea quemado,

una y otra vez, por toda la eternidad.

Page 40: Los papeles de la Sra. Beiker

40

las amatistas del horizonte

PEDRO BRUSILOFF

Llegó el día que se le había anunciado y la arena del

reloj dejó de caer, a excepción de un grano imperceptible que

parecía suspendido en el aire, despeñándose delicadamente a

través del cristal cóncavo. X lo veía absorto junto a la ventana

desde la cual se divisaban los edificios de la ciudad, aún

trémulos de desafiar a las montañas. En especial a la que

resaltaba entre todas de modo tal que a veces no parecía una

montaña, el Illimani.

Hace mucho que X veía discurrir los días en el

descenso de la arena. Hora tras hora, día tras día. La arena

suave, pesada; como el tiempo, como el hombre; la arena

incesante se filtraba pacientemente a través del cristal

socavando una plenitud para profanar un vacío. El reloj

fascinaba cada vez más a su dueño que pasaba largas horas

meditando frente a él, sin cansarse de contemplarlo.

- En los relojes, el minutero se mueve una vez en lo

que el segundero se ha movido sesenta veces. De esta

observación obvia se deduce que la franja que nos separa de

Page 41: Los papeles de la Sra. Beiker

41

los inmortales es que nuestra vida puede estar medida por un

segundero y la suya por un minutero. Pero aunque revelen ese

misterio, los relojes que yo acostumbro ver parecen pretender el

olvido del olvido. Los minuteros, segunderos y números están

siempre allí, sin recordar nuestro constante enfrentamiento a la

nada, que se revelará en algún momento. Pero hay que saber que

el mundo es una actividad de la mente y la forma que damos al

espacio depende de la temporalidad que somos capaces de

comprender

X entreveía el secreto, lo intuía porque conocía

aquellos instantes dadores de olvido en que la vida nos es. Pero

para Said el olvido del olvido no era un olvido de la nada, sino

la inconsciencia de haberse olvidado de uno mismo al formar

parte de la unidad del mundo. Él había vivido brevemente esa

unidad y pensaba que seguía latente en algún espacio, en el

ámbito que habitan los dioses. Desde entonces el tiempo se

convirtió en un problema irresoluble, en un escollo.

Y ahora el reloj, con su arena inmóvil, negándole la

instancia que deseaba. Aquel estado en que todas las cosas se

corresponden en una complejidad inagotable. X no lo soportó

y empujó violentamente el cristal del escritorio donde

reposaba. No supo si lo hizo por ira o pensando que así

Page 42: Los papeles de la Sra. Beiker

42

regresaría a la comunión de aquella eternidad perdida. El reloj

se partió en mil pedazos. Entonces X volvió a recordar sus

propias palabras. Las recordó porque vio absorto que la arena

se expandía, cubriendo y sepultando todo en la ciudad hasta

dejarla convertida en una gran playa. Al fondo, El Illimani era

una enorme ola coronada de espuma, cayendo en un tiempo

propio, precipitándose estrepitosamente sobre la arena. X

entrevió las mil ciudades, las mil voces que habían existido en el

instante que la ola se desplomaba, y supo que ese instante era

la vida de los dioses. Todo antes de contemplar el infinito

deshabitado.

(hasta aquí esta breve selección de los papeles perdidos de la Sra. Beiker)

Page 43: Los papeles de la Sra. Beiker

43

Page 44: Los papeles de la Sra. Beiker

44

Ediciones Yerba Mala Cartonera

Para no desesperar en las trancaderas, para dejar pasar las

propagandas de la TV, para aguantar las marchas, para caminar subidas sin darse cuenta, para bailar al ritmo de la

cumbia del minibús o para cuando tengas simplemente ganas de leer. Un libro cartonero, casero, tu mejor cómplice.

Otros títulos: Crispín Portugal, Almha, la vengadora

Gabriel Pantoja, Plenilunio Vadik Barrón, iPoem

Bruno Morales, Bolivia Construcciones Carolina León, Las mujeres invisibles

Yancarla Quiroz, Imágenes Rodrigo Hasbún, Familia y otros cuentos

Claudia Michel, Juego de ensarte Juan Pablo Piñeiro, El bolero triunfal de Sara

Jessica Freudenthal, Poemas ocultos Beto Cáceres, Línea 257

Darío Manuel Luna, Khari-khari Gabriel Llanos, Sobre muertos y muy vivos

Santiago Roncagliolo, El arte nazi Fernando Iwasaki, Mi poncho es un kimono flamenco

Nicolás Recoaro, 27.182.414 Marco Montellano, Narciso tiene tos

Vicky Aillón, Liberalia Banesa Morales, Memorias de una samaritana

Washington Cucurto, Mi ticki cumbiantera Crispín Portugal, !Cago pues!

Nelson Van Jaliri, Los poemas de mi hermanito