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Relato colectivo de la clase de cuarto D
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LOS SUCESOS
DE BRANDAO
Jaime Aliaga, Iv�n Sesma, Daniel G�mez, Ainara Navarro, Abraham Arruti, David Abad
Personajes:
Pepe: el camarero del bar.
Felisa: la mujer de Pepe.
Juan: hijo de Pepe y Felisa.
Nerea: novia de Juan.
Manuel: padre de Nerea y dueño de una floristería, separado.
Lugar: un pueblo pequeño de una comarca pequeña. El pueblo se llama Brandao.
LOS SUCESOS DE BRANDAOLOS SUCESOS DE BRANDAOLOS SUCESOS DE BRANDAOLOS SUCESOS DE BRANDAO
Capítulo 1
Una tarde de verano en el bar de la piscina, Pepe y Felisa, los dueños del bar, se
encontraron con Nerea, la novia de su hijo Juan.
- ¡Hola, Nerea!, ¿has visto a Juan?, -dijo Pepe.
- Sí, está bañándose en el río con sus amigos, vendrá pronto -contestó Nerea-.
- Nerea, ya sabes que no nos gusta que te juntes con nuestro hijo. Afirmó Felisa.
Nerea se fue llorando del bar.
Los padres de Juan odiaban a Nerea, porque su familia estaba destrozada, su padre
había sido un drogadicto y su madre se metió en el mundo de la prostitución. Aunque ahora su
padre esté rehabilitado y sano y tenga una floristería, los padres de Juan no quieren saber
nada de él.
Al día siguiente llegó Manuel al bar pidiéndole explicaciones a Felisa. Manuel se puso
cada vez más nervioso al no sacar una conclusión correcta del tema y entonces empezó a tirar
objetos a Felisa, destrozando el bar. Pepe salió a buscar a Juan que estaba en el río con sus
amigos.
Al llegar al río, Pepe se encontró a Juan fumándose un porro de marihuana.
- No es lo que tú crees. Negó Juan.
- Hijo, siempre te he dicho que nunca fumes marihuana que es mala para la salud, y tampoco
tabaco. ¿De dónde has sacado eso? Preguntó Pepe.
- Lo he comprado con mi dinero. Contestó Juan.
- Tira al bar que está el padre de Nerea muy enfadado destrozando el local, ya hablaremos de
esto en otro momento. Dijo Pepe enfadado.
Al llegar al bar se encontraron con la policía y Felisa con una brecha en la cabeza, y a
Manuel en el suelo desmayado.
Uno de los tres policías dijo: “todo esto se llevará a juicio el próximo fin de semana”.
Todos los que estaban allí se fueron a casa enfadados. Excepto Manuel, que se lo
llevaron al hospital con un golpe muy fuerte en la cabeza.
Nerea, que estaba en casa, no sabía lo ocurrido y la llamaron del hospital, diciéndole
que su padre estaba ingresado en la UVI.
Se fue al hospital asustada, y se encontró con Pepe, el padre de Juan. Pepe intentó
hablar con ella y no le contestó, entonces Pepe se fue enfadado a su hogar y llamó por teléfono
al Internado Dog City, que estaba en Madrid.
Juan, cuando llegó a casa, vio las maletas en la entrada y se temía lo peor.
- Papá y estas maletas… ¿para quién son? Preguntó Juan.
- Son para ti hijo, te vas a un internado de Madrid durante los meses de verano para estar
alejado de esa novia que tienes. Le contestó su padre.
- Pero…. No me lleves, no quiero irme, contestó el hijo.
- Hijo, haz caso a tu padre, ella no es trigo limpio y su padre menos, mira la brecha que tengo
en la cabeza. Le dijo su madre.
- Pues me voy de aquí porque para estar con tontos como vosotros me voy. ¡Adiós! gritó.
- ¿A dónde vas?, ¡ven aquí pero ya! Gritó enfadado su padre.
Juan se fue de casa a buscar Nerea, pero no estaba allí, entonces Juan cogió la moto
de su padre y se fue a buscarla a la ciudad de al lado llamada Conderball, donde estaba el
hospital en el que estaba Nerea con su padre ingresado en la UVI…
Al llegar al hospital Juan preguntó por la habitación de Manuel y subió corriendo, pero
no estaba Nerea, sólo estaba Manuel muy débil, tumbado en la cama. Juan fue al baño del
hospital y escuchó ruidos en uno de los baños, sigiloso fue a mirar y vio a su novia sacando
una petaca del bolsillo. Juan se quedó anonadado. Dos semanas después, su padre salió del
hospital y se enteró de lo de su hija y la mandó al internado Dog City. Al enterarse Juan de que
su novia había ido a ese internado, Juan decidió ir también. Al llegar allí Juan y Nerea cogieron
la misma habitación, en esa habitación había dos chavales que también eran novios, Pablo y
Virginia y se hicieron muy buenos amigos.
Un día, en uno de los ratos libres, Nerea se fue a la parte de atrás del patio a fumarse
un porro, lo que ella no sabia es que esa parte era la que los más peligrosos del internado se
habían apropiado.
- ¡Eh, pendeja! Vete de nuestro territorio.
En ese momento pasaba por ahí Juan y oyó cómo le hablaban a su novia.
- No se te ocurra insultar a mi novia, payaso.
- ¿Y qué me vas a hacer si la insulto? ¿Eh?
- ¡Te vas a enterar! -gritó Juan con el puño alzado dispuesto a pegar al chaval.
Los dos se enzarzaron en una pelea de puñetazos y los gritos de Nerea avisaron a
Juan de que otro se le acercaba a él por la espalda con un cuchillo, a lo que Pablo fue
corriendo para evitar el apuñalamiento de Juan. Y el del cuchillo se volvió de improvisto y
accidentalmente se lo clavó en el hombro de Pablo. Los gritos de los alumnos del internado
avisaron a los profesores y acudieron rápidamente a separar a los jóvenes. Se llevaron a Pablo
al hospital y los agresores y Juan fueron al despacho del director y los mandaron a juicio por la
brutal pelea que protagonizaron.
Capítulo 2
Después de hablar con el director, Juan fue a ver a Nerea y le preguntó de muy buen rollo:
- ¿Tienes un cigarrito?
- Claro que sí, cariño, gracias por defenderme de esos tíos, pero no era necesario
pelearte. Que no llevamos ni una semana en el internado y ya te has metido en
problemas.
- Tengo que hacer que nos respeten de alguna manera, te aseguro que nadie más se
va a meter con nosotros.
- Sí, pero ahora por eso Pablo está en el hospital y Virginia está muy mal, la pobre ya se
ha bebido una botella de vino de la despensa.
- ¡Bah!, eso se le pasará.
Al día siguiente Pablo volvió al internado con el brazo vendado y con varios puntos. Esa
misma noche los cuatro se quedaron en su habitación haciendo sus cosas…
Al día siguiente empezaron las clases.
- Hoy es el primer día que tenemos Química, ¿no? -pregunta Pablo a Juan.
- Sí, tío, ¡qué chapada! Pero tú no te quejes, que no tienes que venir, te dijeron que si te
sentías mal no tenías por qué venir.
- Sí, pero ayer me dijo la Juani, una de un año menos, que a Química van los de ayer y
quiero ver el careto que se les queda cuando sepan que les voy a matar por haberme
dado una puñalada.
- Pero, ¿qué dices, chaval? No te metas en más líos durante una semana, por lo
menos, no llames tanto la atención.
- Pero yo no me he metido en ningún lío, la policía me interrogó y creen que sólo fui
para separar la pelea.
Pero Pablo, cuando vio a los chungos se puso muy nervioso y sudaba sin parar, él se
asustó, pero se supo calmar.
Esa misma tarde, Juan en su cuarto estaba haciendo la tarea de Química. Al entrar Pablo,
le dijo cabreado:
- Necesito relajarme que me va a dar un colapso.
Al cabo de un rato ya estaban algo más relajados. Sus chicas estaban paseando por los
paseos del internado a un ritmo alarmante, tan rápidas que casi ni se les veían más de cinco
segundos en un pasillo.
Mientras, los dos novios estaban relajados y pensando en no meterse más en líos. Cuando
llegaron ellas, les dijeron de ir esa misma noche a pegarles una paliza a los chungos. Pero
ellos dijeron que no querían meterse más en problemas en el internado Dog City. Ellas dijeron
que si no daban honor a su nombre no seguirían con esa farsa de relación.
Después de esa pelea, ellas se fueron a pasear y a reflexionar, después de hora y media
de reflexión llegaron a la conclusión de que sus novios tenían la razón de todo lo que habían
hablado hace hora y media en su habitación. Una vez llegaron a la habitación de sus novios
intentaron aclarar dicho malentendido que había surgido por nervios y confusión.
Al llegar a la habitación de ellos, Juan y Pablo hablaron largo y tendido para intentar
mantener su relación y que no surgiera nada malo entre ellos, ya que Juan había ido al
internado por ella.
Después de unas horas inquietantes, se solucionó todo y estuvieron toda la noche
haciendo sus cosas….
En el pueblo, los padres de él y de ella habían solucionado todas sus diferencias y habían
dejado los malos rollos a un lado para que sus hijos estuvieran tranquilos y pudieran crear su
familia como en un buen momento lo formaron ellos. Pero como el internado eran de puertas
cerrada, después de haberse instalado en él, no podían salir hasta no haber terminado el
verano.
Después de hablar con los niños y de explicarle todo lo que habían pensado ellos,
intentaron sacarlos de allí y dijeron que su abuela de Caracas había fallecido y que tenían que
ir a su funeral. Entonces se les dejó salir por un par de días, pero luego tenían que volver para
finalizar el verano en el internado Dog City.
Al salir de allí se dieron cuenta de que algo pasaba en sus vidas y que no comprendían por
qué habían cambiado tan repentinamente de opinión acerca de los padres de su novia y se
dijeron que iban a echar de menos a sus amigos del internado.
A la mañana siguiente, el padre de Nerea y los padres de Juan fueron a buscarlos al
internado Dog City. Tras una hora de camino hasta aquel lugar llegaron y se dirigieron a
secretaría para avisar a sus hijos de que bajaran.
Al cabo de un cuarto de hora Juan y Nerea bajaban con cara de malas pulgas.
- ¡Hijo mío! -gritaron los padres de Juan, y corrieron a abrazarle.
- ¡Apartad! ¿Qué hacéis aquí?
- Tu abuela de Caracas ha muerto -dijo Pepe con un guiño de ojos casi invisible al ver
que el director del internado andaba cerca.
- No sabía que tenía una abu…-la mano de Pepe acabó contra la boca de Juan para
impedir que lo dijera.
- Shhh, hemos mentido para que te dejen salir durante unos días, te echábamos mucho
de menos, cariño -murmuró Felisa.
Juan, extrañado, optó por callarse y dejar que sus padres lo guiaran hacia el coche.
Nerea y su padre se echaron una mirada significativa, y Manuel sabía perfectamente lo que
tenía que hacer.
- Lo siento, no debí traerte aquí, fue un error mío –susurró.
- Eso deberías haberlo pensado antes, porque ahora ya tengo amigos y estoy mejor aquí
que en casa.
Con lágrimas cayéndole de los ojos, Manuel se dirigió al coche y Nerea sintiéndose
culpable lo siguió.
En el coche les contaron toda la verdad sobre su abuela de Caracas.
Cuando llegaron al pueblo, hicieron una comida en casa de Juan donde le entregaron unos
regalos y pidieron perdón públicamente a sus hijos, pero que sintiéndolo mucho tenían que
volver pasados dos días. Los adolescentes sintieron mucho la noticia porque, aunque habían
hecho amigos, no querían volver. En el postre les enseñaron los regalos.
- Juan esto es para ti, era de tu abuelo -dijo señalando una Vespa de los 90- la utilizaba
antes, cuando trabajaba en el campo.
- Estarás de broma ¿no?
Pepe le contestó:
- No, no es broma, es tu nueva moto.
- Pero…. esa moto es de hace muchos años y no creo que vaya bien. Dijo Juan.
- ¡Hijo! Esa va a ser tu moto, si la quieres bien y si no también y no se hable más, dijo el
padre con tono enfadado.
Al rato Juan cogió la moto y se fue al mecánico Moto crin a que se la trucara.
- ¡Hola! Dijo Juan al entrar al taller.
- ¡Buenas! ¿Qué te trae por aquí? -le dijo el mecánico.
- Quería trucarme esta moto.
- Esta moto es muy vieja, tiene más de 20 años y no creo que aguante mucho con todo
lo que le quieras poner.
- Ya pero…. ¿Cuanto me costaría todo?
- Pues… con la mano de obra serían unos 3820 €.
- ¿Qué! Lo dices en serio -dijo Juan muy sorprendido al oír esa cifra.
- Hombre que si lo digo en serio. ¿Quieres que empecemos o no? -dijo el mecánico con
tono de enfadado.
- Sí, ¿cuándo vengo a por ella?
- Pues espérate, que me parece que a esta moto no le encajan todas las piezas porque
para esta moto, al ser tan vieja las piezas, son más pequeñas.
- Y… entonces, ¿lo dejamos aquí?
- Si quieres tengo una moto de segunda mano por 500 €, es una Yamaha Aerox.
- Vale, pues te la compro y me la trucas con todo lo que hemos dicho anteriormente -dijo
Juan todo entusiasmado.
- Vale, pásate la semana que viene y te la llevas, no te olvides del dinero –se despidió el
mecánico.
Juan llegó a casa y se metió en la habitación a hacer unos fotomontajes de la moto
estando trucada, todo lo que correría y se los mandó a sus amigos diciéndoles que esa iba
a ser su moto.
A Juan le empezó a sonar el teléfono varias veces para preguntarle lo del vídeo.
Mientras estaba hablando entró su padre y le preguntó dónde estaba la moto que le había
comprado y él dijo:
- Está en el mecánico para que me hinchen las ruedas y me la revisen de arriba abajo.
- ¿No me estarás mintiendo Juan? -dijo el padre un poco sorprendido.
- No, no, es para ir seguro por la calle, papá, no te creas que te estoy mintiendo.
- ¡Vale! No te pregunto más -respondió Pepe contento de cómo estaba cambiando el hijo
de un día para otro.
Al cabo de unos días el mecánico llamó a Juan par decirle que fuera a por las motos.
Juan aún no tenía el dinero y no sabía cómo hacerlo, sólo le faltaban 1000 € y no sabía
cómo conseguirlos. En ese momento un hombre le dijo si quería hacer un trabajo en menos
de un día.
- Y ese trabajo, ¿de qué va, cuánto voy a ganar, cuándo voy a cobrar, dónde tengo que ir?
- Chaval me parece que preguntas mucho, sólo te digo que cuánto quieres cobrar.
- Pues unos 1000 €.
- Trato hecho, no se hable más, vamos al tajo.
- Tienes que matar al alcalde de Brandao en la conferencia que va a dar mañana a las 5:45
de la tarde. Vamos al campo de tiro de las Alegas, te enseñaré a manejar un fusil de
francotirador con el que matarás al alcalde Aitor.
El hombre que le dio el trabajo le enseñó todo lo que tiene que saber un buen
francotirador, ya que este hombre tan misterioso dijo que fue un ex-francotirador del
ejército de los Estados Unidos.
5:40 PM del día siguiente.
- Ya es la hora, -dijo el hombre misterioso- prepárate para disparar a mi señal.
Los dos estaban en un edificio cercano al escenario en el que el alcalde Aitor daba la
conferencia.
Cuando llegó el alcalde Juan se empezó a poner nervioso y el rifle cada vez se
tambaleaba más, entonces el hombre misterioso calculó la humedad del lugar, la velocidad
del aire y contó con el efecto “coriolis”. Cuando todo estaba calculado dijo:
- ¡Dispara ya, es el momento!
Juan disparó y alcanzó al alcalde en el hombro derecho, tirándolo al suelo. Juan y el
hombre salieron corriendo del edificio, mientras los agentes de policía buscaban a los que
habían disparado al alcalde.
Juan volvió a su casa corriendo con los 1000 € que el hombre le había dado. Pero el
asesinato le reconcomió la cabeza a Juan durante toda la noche, y decidió buscar el
motivo por el que el hombre quería matarlo.
Descubrió que el alcalde quería deforestar varios bosques de su comunidad para hacer
fábricas de productos químicos, y también descubrió que se llevaba el dinero que era del
pueblo para fabricarse una casa en Marbella.
Capítulo 3
Esa noche, la policía se quedó investigando la zona del crimen y después de mucho
indagar descubrieron de dónde había venido el disparo y el arma con la que se había
disparado. Juan seguía teniendo el rifle en su casa.
La policía fue registrando todas las casas del pueblo por zonas. Juan escuchó mucho
barullo por la calle, se asomó por la ventana y vio el tremendo control policial que había
montado y que estaban registrando todas las casas.
Cuando la policía fue a casa de Juan, tiró el fusil por la ventana y cayó al patio. La policía
entró en su casa, la registraron de arriba abajo y no encontraron el fusil. Cuando parecía que
todo había acabado, un agente miró al patio y vio el fusil.
- ¡El fusil está en el patio!
- ¡Detened al muchacho este!
Juan salió por la ventana del baño y se fue corriendo campo a través. La policía lo perdió
de vista.
Al cabo de dos días, Juan seguía escondido por el bosque en una casetilla que había
hecho en su infancia para ir con sus amigos y su novia, y que aún resistía al tiempo. Juan llamó
a Nerea y le contó todo lo que le había pasado y le dijo que fuera a la casetilla del bosque.
- Juan, ¿qué ha pasado?
- Mira, yo necesitaba dinero para pagar la moto, pero me faltaban 1000 € y un hombre
misterioso, que era exmilitar, me ofreció 1000 € por matar al alcalde, yo acepté. El día
que dio la conferencia le pegué un tiro en el hombro. Y hace dos días la poli vino a mí
casa y vio el fusil, conseguí escapar y ahora aquí estoy.
- ¡Juan, eres un tonto!, ¿en qué estabas pensando? Ahora ya me dirás qué pretendes
hacer.
- Pues voy a seguir escondiéndome, yo no quiero ir a la cárcel, si hace falta me voy de
Brandao y me escondo en otro lugar.
- Yo me iré contigo, no quiero que estés solo.
Ahí estuvo Juan durante una semana, sobreviviendo con la comida y la bebida que le
llevaba Nerea.
Al comenzar la segunda semana de su estancia en el bosque, Juan vio a la policía y
echó a correr por el bosque. Corrió durante dos horas y llegó a un rancho donde había una
moto de cross. Juan se paró un momento, cogió un bolso, una garrafa de gasolina y robó la
moto y se escapó.
Arriesgándose mucho, fue a buscar a Nerea, cogió mucho dinero de sus padres y los
dos se marcharon de Brandao.
Después de cinco días huyendo, llegaron a un pequeño pueblo costero, Melocotón
Land, de no más de 700 habitantes y allí iban a intentar hacer una nueva vida sin sus
padres ni amigos. Con todo el dinero que había cogido Nerea les llegó para comida y para
alquilar una habitación en un piso, y aún les quedaba muchísimo dinero para poder
sobrevivir.
Pasados unos días, intentaron conseguir trabajo, fueron al restaurante, a la
piscifactoría de la zona, a la gasolinera, pero sin suerte.
Una mañana, cuando Juan volvía a casa de buscar empleo, se encontró a Nerea muy
histérica.
- ¿Qué es lo que pasa? -preguntó Juan alertado.
Nerea, sin poder articular palabra, señaló con el dedo el periódico, donde un artículo de
una página entera contenía una foto de la cara de Juan.
- ¡Mierda!, esto no puede ser verdad, tenemos que irnos, a un lugar donde no nos
encuentren…-murmuró mirando a Nerea.
- Sé que no vas a querer, pero es la mejor solución, entrégate, eres menor de edad, no
te pueden meter a la cárcel.
- ¡Pero estás loca!, ¿cómo me voy a entregar? Me meterán en un reformatorio… ¿Cómo
me puedes decir eso? Pensaba que me comprenderías…
- Y te comprendo, ¿pero no entiendes que aunque huyamos te van a seguir
persiguiendo hasta que te detengan?, y si te cogen a ti, me cogen a mí… lo mejor que
podrías hacer sería entregarte, por el bien de los dos.
- ¿De los dos, no será más bien solo por ti?, ¡eres una egoísta!
Se dirigió hacia la puerta de la salida y dando un portazo dejó a Nerea sola.
Capítulo 4
Cuando Juan salió dando un portazo Nerea se quedó paralizada al ver que Juan se iba y le
dejaba a ella ahí sola.
- Juan ¿a dónde vas? Le preguntó Nerea.
- A entregarme a la policía, dijo Juan.
- ¿Y yo a dónde voy ahora?, respondió la chica.
- Pues no sé, buscaré una solución muy pronto y déjame en paz. Dijo el chico un poco
enfadado.
Juan cogió la moto y se fue dejando a Nerea en esa casa sola y sin nadie que la
acompañe a su pueblo.
Al cabo de unas horas Juan apareció en casa de sus padres y les dijo:
- ¡Hola!, vengo a entregarme a la policía -dijo Juan.
- Hombre, hijo. ¡Ya era hora de que aparecieras por aquí! -dijo el padre con tono un poco
enfadado.
- Pero hijo, ¿dónde has estado todos estos días? La madre estaba un poco sorprendida.
Juan, al ver que los padres estaban tan asombrados y que no se alegraban de verlo
otra vez con ellos, empezó poco a poco a echarse para atrás para irse corriendo a
buscar a Nerea.
Al ver que Juan se iba, el padre cogió el teléfono y llamó a las autoridades. La policía
montó en las afueras del pueblo un control para esperar a Juan.
Juan, al llegar a la carretera vio a la policía y llegó hasta ellos.
- Pare usted aquí por favor -dijo el policía.
- Documentación del vehículo.
- No tengo documentación de la moto -contestó Juan un poco asustado.
- ¿Cómo que no tienes los papeles?, ¿y en casa los tienes? -dijo el policía.
- No, es que esta moto es robada y no sé si tiene papeles o no -explicó Juan con
tono un poco chulo.
- Vamos a ver chaval, no tienes los papeles, la moto es robada y sobre todo me
tratas como tonto -dijo el policía bastante enfadado.
El policía se lo llevó a comisaría para que sus padres fueran a por él y explicarles la
multa que le habían puesto y lo que le iban a hacer.
Los padres fueron inmediatamente a buscar a Juan.
- ¡Hola!, ¿sois los padres de Juan?
- Sí, sí, somos nosotros.
- Pues vamos al tema, este chaval lo hemos encontrado sin la documentación de la
moto, esa moto es robada y se ponía un poco chulo contra mi compañero y contra
mí -dijo el policía.
- Ya lo sentimos por lo que ha echo mi hijo, está en una edad muy mala dijo la
madre.
- Puede ser que tenga una edad muy mala, pero esto es muy grave -dijo el policía.
- ¿Y de cuánto va a ser la multa? Intentaba desviar la atención de los policías.
- Pues la multa es de 30.000 € y con una pena de cárcel para los padres de un año y
retirada de 5 puntos del carnet a cada uno. Dijo el policía.
Los padres, muy asustados, cogieron la multa y se fueron dando un portazo a la puerta
dejando a Juan con los policías.
Juan se quedó en la comisaría pensando lo que le iba a caer por el asesinato del alcalde
y que lo van a encerrar en un reformatorio por asesinato y por robar una moto. Pensaba que
iba a ser peor que en el internado Dog City, su vida iba a dar un giro macabro.
Juan fue al reformatorio a la espera del juicio que iba a ser dentro de un mes.
Capítulo 5
En el primer día en el reformatorio “Las Coronas” Juan estaba tan acogotado
en su habitación porque él se veía ya en la cárcel y se arrepentía de todo lo que había hecho.
Estaba muy nervioso, ya que él sabía lo que había hecho, por eso le podían caer de unos 5 a
13 años de pena de cárcel y entonces uno de sus compañeros le dijo que por qué estaba allí y
cuando les contó todo se quedaron perplejos, ya que la mitad estaban por trapicheos del tres al
cuarto por posesión de drogas o faltas leves de conducta ciudadana.
Éstos le comentaron que lo tenía chungo para librarse de esa movida. Su madre no
quería que su hijo cayera en las drogas, por eso se enfadó, pero ella estaba dispuesta a sacar
los 30.000 euros de su hucha para sacar a su hijo de la cárcel.
A Juan en el reformatorio le tenían respeto, lo querían tener siempre de amigo y
contento, por ello él se sentía como uno de los mejores del reformatorio, todo el mundo se
llevaba de lujo con él y le apoyaban en todo momento.
Según pasaba el tiempo y se acercaba el día del juicio se ponía más nervioso. Llegó
ese día y le tocó testificar. En aquel momento Juan no negó los cargos, entonces los señores
del jurado llegaron a la conclusión de que era culpable y el juez le puso una pena de 9 años
con posibilidad de salir antes por buena conducta en vigilancia.
Su madre al día siguiente lloraba porque no iba a tenerlo hasta dentro de nueve años,
estaba desconsolada.
Al pasar una semana de Juan en el talego, sus padres fueron a visitarlo y les comentó
todo lo sucedido durante esa semana en la cárcel infernal en la que no podía hacer nada de lo
que le gustaba, se pasaba día sí y día también picando piedras y en la lavandería del la
penitenciaria
En la prisión tenían que trabajar muy duro y se cansaba mucho por lo que se
desesperaba y casi no dormía por la noche pensando en su novia que no la veía desde hace
mucho tiempo. Después de mucho tiempo consiguió dormir tranquilo pero cansado, muy
cansado, y así hasta que se cumplió un año.
El juez le dijo que iría reduciendo su condena si seguía con en ese comportamiento,
pero a los dos días, a la hora de comer, tuvo una gran pelea en la que a uno de los chungos
del trullo le tocó la moral con la comida y salió muy perjudicado…
En la enfermería, el chungo estaba grave por una puñalada en el abdomen y Juan con
heridas leves en el torso. Cuando se despertó, el funcionario de prisiones le comunicó que por
esta infracción podrían subirle los años de condena, todo se vería más adelante. Juan no iba a
permitir que le subieran la condena. Esa misma tarde Nerea fue a verle a la cárcel y Juan le
contó su plan.
Todo comenzaría al amanecer del día siguiente, preparó todas sus cosas, que no eran
muchas, y con el pico hizo un agujero en la parte de atrás de la cárcel, al lado de la muralla. Le
costó mucho hacerlo y cuando los agentes vieron que no se había presentado a picar piedras
fueron en su busca.
Dieron la alarma y todas las patrullas se movilizaron y fueron a buscar a Juan, como no
lo encontraban ni en los baños ni en las celdas, sacaron a los perros.
Juan, mientras corría campo a través, oía a lo lejos las sirenas y los ladridos furiosos
de los perros.
Después de una hora sin parar de correr, se encontró con Nerea en el sitio que habían
acordado cuando Juan le contó su plan de huida. Y, con el coche que Nerea había conseguido,
huyeron hacia el norte y se quedaron en una casita abandonada en medio de las montañas.
- ¿Crees que aquí estaremos a salvo? -preguntó Nerea.
- Supongo que sí, pero después de esto, estaremos en la lista de los más buscados de
España.
- Lo sé… Otro de los muchos problemas que tiene esta situación es que tendremos que
estar cambiándonos de escondite cada poco tiempo para que no nos encuentren, hasta
que tengamos dinero suficiente para empezar una nueva vida en otro lugar del mundo.
Juan se quedó callado, estaba demasiado nervioso para hablar con sensatez y Nerea le
miró para que le diera alguna pista sobre cómo iban a ser sus vidas de ahora en adelante, pero
como no encontró respuesta se durmieron los dos.
Al día siguiente, Nerea fue a comprar lo necesario para poder llevar una vida decente.
Cuando entró en el supermercado, la tele estaba encendida y en las noticias de última hora
salía Juan, y hablaban de todos los cargos de los que estaba imputado y lo consideraban de
peligroso. Cuando Nerea se disponía a regresar a la casa de la montaña, un policía que había
de paisano la siguió. Nerea se dio cuenta de que la seguían, pero lo disimuló bien. Al llegar a la
casa se lo dijo a Juan, entonces salió de allí con un martillo en la mano. El policía llegó a la
casa, sacó su arma y se dispuso a investigar. El policía entró en la vivienda y pilló a Nerea, la
amenazó con la pistola, entonces fue cuando Juan lo sorprendió por detrás y le atizó con el
martillo en la cabeza dejándolo medio muerto en el suelo.
- ¿Y ahora qué? -preguntó Nerea muy asustada.
- Déjamelo a mí, tú no has hecho nada.
Y arrastrando al desfallecido policía por el suelo, salió de la casa.
Metió el cuerpo del policía en el coche, y lo llevó a una de las montañas más altas,
aparcó, dejó todo como se suponía que debía estar y quitó el freno de mano, viendo cómo el
coche del policía con el cuerpo dentro caía por el barranco. Se sentó en el suelo mirando al
horizonte hasta que oyó la explosión.
Luego volvió a la casa.
Capítulo 6
Cuando Juan volvió a casa, estaba Nerea tumbada en la cama bastante molesta con
Juan por lo que había hecho a ese policía.
Juan no le dio importancia y se tumbó en el sillón a la espera de que Nerea decidiera
qué hacer.
Al día siguiente sonó la puerta y Juan muy asustado le dijo a Nerea que abriese la puerta.
- Venga, abre la puerta –le dijo Juan.
- Pero, ¿y qué digo? -respondió asustada Nerea.
- Tú solo tienes que actuar con normalidad, no te pongas nerviosa y abre la maldita
puerta -dijo el joven bastante nervioso.
Nerea se dispuso a abrir la puerta de su casa y cuando la abrió apareció el hermano de
Nerea llamado Jesús, que vivía en Francia desde hace 10 años por cuestiones de trabajo.
Nerea, muy sorprendida, le dio un abrazo y le empezó a hacer muchas preguntas.
- ¿Cómo nos has encontrado? Dijo Nerea, todavía asombrada con la llegada de su
querido hermano.
- Te dejaste en la tienda a la que fuiste a comprar el DNI -dijo el hermano inventando
una excusa para entrar en la casa.
- ¡Ya! ¿Pero cómo sabías que estábamos aquí? -preguntó Nerea intentando cambiar de
tema.
- Ya te lo contaré más adelante, ahora toma esta comida y mañana vuelvo a venir con
más y toma también esta ropa -dijo el hermano de Nerea.
Lo que no sabía Nerea era que su hermano era policía y les estaba intentando sacar
toda la información posible.
Al cabo de dos meses Nerea, decidió dejar la casa donde estaban para irse a otra que
estaba más cerca del pueblo.
Jesús siempre les traía comida y de todo, pero un día Juan se salió al patio a hablar por
teléfono y Jesús le dijo a su hermana que dejara todo esto y que se fuera con él a Francia y
no le metería en la cárcel ni se vería nada relacionado con Juan. Nerea le contestó a su
hermano:
- ¿Pero yo qué voy a hacer en Francia?
- Te he conseguido que estudies y un trabajo por las tardes para que no te aburras y no
pienses en este cafre -dijo su hermano.
- Bueno, no es una mala idea. Pero… y con Juan qué va a pasar. Dijo Nerea.
- A ver Nerea, ¿vienes o no? Porque no sé si lo sabes, pero yo soy policía y en la ropa
que lleva Juan hay un localizador y en menos de tres horas vienen a por él –le dijo
Jesús con urgencia.
- ¿Pero tú no estabas estudiando para ser abogado? Dijo Nerea bastante sorprendida.
- Sí… pero la vida da muchas vuelas y llegué a ser policía… Pero bueno, esto no nos
interesa en estos momentos. ¡A lo que vamos! ¿Vienes o no? -dijo el hermano ya
como ultimátum.
- Bueno… sí, pero déjame despedirme de Juan -dijo Nerea un poco asustada.
Nerea le comentó a Juan que se iba con su hermano a Francia, pero él no se lo creía.
Nerea y su hermano Jesús se fueron y Juan se quedó en la casa esperando a que
ocurriera algo, una especie de presentimiento corría por su interior.
Los policías estaban de camino para capturarlo y llevarlo a la cárcel. Cuando llegaron
a la casa, se encontraron a Juan en el patio y cuando los vio echó a correr hacia el bosque
que había por la parte de atrás. En la huida un policía disparó su arma para que Juan se
asustara y dejara de correr, pero el policía era nuevo y le dio a Juan en la pierna. Aun así
Juan seguía corriendo, porque no quería volver a la cárcel por nada del mundo.
Al cabo de hora y media, Juan ya había despistado a los policías y se había escondido
en una caseta abandonada donde un hombre guardaba sus herramientas, el hombre
también era un fugitivo de la ley, y lo dejó esconderse.
Juan, en ese cobertizo, no dejaba de pensar en ir a buscar a Nerea a Francia, pero se
daba cuenta de que hasta que no se recuperara no podría seguirle la pista a su novia.
A miles de kilómetros de allí la vida proseguía. Nerea estaba estudiando en un instituto
de Francia y a la vez trabajaba en una hamburguesería española. Ella había cambiado de
vida en unos meses y ya no pensaba en Juan ni en lo que le había pasado.
Los padres de Nerea acudieron a Francia para ver a su hijo, pero lo que no sabían era que
estaba su hija Nerea con él. Llamaron a la puerta y abrió Nerea y se quedó muy
sorprendida al ver a sus padres.
- Pero hija… ¡qué haces aquí? -dijo la madre de Nerea.
- Pues ya ves, estudiando en un instituto y trabajando –contestó, muy nerviosa.
- ¿Y de Juan qué se sabe? Porque según han dicho se ha perdido en el bosque -dijo el
padre.
- Ya… Pero está bien, no le ha pasado nada -respondió Nerea.
El hermano le dijo a Nerea que eso no importaba y ahora lo importante es que a ella no
le va a pasar nada.
Cuando estaban cenando los cuatro juntos sonó el teléfono de Jesús y él dijo que tenía
que viajar a España cuanto antes, el próximo día, para saber más de esa noticia sobre
Juan que acababan de comunicarle.
Capítulo 7
Cuando estaban cenando los cuatro juntos sonó el teléfono de Jesús y él dijo que tenía
que viajar a España cuanto antes, el próximo día, para saber más de esa noticia sobre Juan
que acababan de comunicarle.
Nerea, muy nerviosa, le preguntó a su hermano:
- Pero ¿Juan está bien no o le han cogido?
- Pues no lo sé en este momento, pero dentro de dos días te llamaré y te contaré todo lo
que me han dicho.
- Bueno, madre y padre -dijo Jesús-, os podéis quedar si queréis así cuidáis de Nerea en
mi ausencia.
La madre dijo muy ilusionada que por ella sí que se quedaría, pero en ese momento saltó
el padre:
- Yo con mi hija no me quedo, ya que se fue de casa y no nos tuvieron en cuenta cuando
se fue con el arrabalero de su novio, ¡que ya te vale, que después de la primera vez
que te hizo algo malo seguiste con él! –dijo, mirando fijamente a su hija.
- Pero, papá, ten en cuenta que el amor es muy fuerte y por amor haces cosas que no
querrías hacer -dijo Nerea.
Al irse Jesús a España se pasó por la comisaría del pueblo y le comentó el teniente de
policía que uno de sus agentes de nueva plantilla había disparado a Juan en la pierna derecha,
el zagal siguió corriendo de forma desesperada y desapareció por el bosque, creen que podía
haber muerto en el trayecto de su recorrido hacia la salvación.
Jesús le comentó que visitaran todas las casas de campo que hay en los alrededores. Pero
lo que no sabían era que Juan estaba oculto en una casa que se encontraba en las alturas de
un árbol del frondoso bosque.
En Francia, Nerea conoció con más profundidad a uno de sus profesores el de Biología,
con el que quería mantener una relación. El profesor se llamaba Clermont Matieg, tenía una
edad de 25 años, él tenía una hija de la edad de 6 años, llamada Claire Matieg. Vivían en la
Plaza de la Misericordia, una plaza del peligroso barrio de Coconutpete, el mismo donde vivía
Jesús. En esa zona se consumían sustancias estupefacientes y había mucha violencia y
alcohol, un barrio muy malo para una niña de 6 años, por este motivo Nerea le sugirió a
Clermont que se podían alojar en su casa.
Pero Clermont no quería irse de la casa en la que se había criado, aunque sí vio con
buenos ojos que Claire, su hija, fuera a la casa de Nerea. Pero la hija no sabía que los padres
de Nerea se encontraban allí, era una cosa que no le gustó mucho. Al final del día llamaron a
Nerea al móvil, era Jesús.
- ¡Nerea!
- ¡Jesús! ¿Qué ocurre? –contestó la chica.
- Pues hay un problema – respondió Jesús, con tono preocupado.
- ¿Qué es lo que pasa?
- Pues… al perseguir a Juan… uno de los policías le disparó y ha fallecido, bueno, eso
piensan –Jesús no sabía cómo reaccionaría su hermana.
- Pero ¿por qué piensan eso? –preguntó ella a punto de llorar.
- Porque encontraron parte de su ropa en el río del bosque.
- ¡Pero eso no puede ser! Juan no puede estar muerto… -dijo Nerea llorando.
- Te he dicho que no es seguro que haya muerto, Nerea, Juan es un chico muy fuerte y
demasiado listo, dudo mucho que un disparo en la pierna lo haya matado.
- Sí, es verdad, tienes razón… Pero de todas formas tú infórmame, ¿vale? Un beso.
- Vale, yo te mantendré informada. Adiós, Nerea.
Los padres de Nerea estaban escuchando la conversación telefónica:
- ¿Juan ha muerto? -preguntó el padre de Nerea.
- No, papá, Juan sigue vivo. Dijo la joven, muy convencida.
- ¡Mierda! Ese chaval es un cáncer para la sociedad, no se merece ni la vida. Dijeron los
padres de Nerea.
- ¡Estúpidos! Marchaos de esta casa ahora mismo, nos os quiero ni ver hasta que no me
decida a volver a España. Dijo Nerea muy enfadada.
Mientras, en el bosque, Juan planeaba su viaje a Francia, porque ya se había
recuperado del disparo en la pierna, aunque la curación fue dura y larga. Cuando estaba en
el aeropuerto dispuesto a subirse en el avión, la policía le vio y se tuvo que meter donde las
maletas y fue hasta Francia metido en la zona del equipaje del avión.
Cuando llegó a Francia, tuvo que ser muy meticuloso para que no le pillaran. Se vistió
de trabajador de la compañía de vuelos y comenzó a descargar maletas, aprovechando un
momento de despiste de los demás trabajadores del avión se fue corriendo y salió por una
de las puertas traseras del aeropuerto de París, el Charles de Gaulle.
En la salida principal pidió un taxi que le llevara al barrio de Coconutpete. Cuando llegó
iba preguntando a la gente que se encontraba en la calle si habían visto a Nerea y les
enseñaba una foto, hasta que fue a parar al profesor de biología de Nerea, Clermont
Matieg. Cuando le enseñó la foto de Nerea, Clermont reaccionó de una manera muy
extraña y le dijo que no la conocía de nada. Siguió preguntando hasta que dio con una
amiga de Nerea que estudiaba con ella y le dijo dónde vivía.
Juan fue hasta casa de Nerea lo mas rápido que pudo y cuando llegó y llamó al timbre
Clermont abrió la puerta tapado con un albornoz. Los dos se miraron a los ojos con una
mirada desafiante. Juan preguntó por Nerea y Clermont le iba a responder cuando de
repente Nerea apareció en paños menores por la puerta.
- ¿Qué haces con este tío? -preguntó Juan respirando muy fuerte y con los puños
apretados.
Nerea, por la intensidad del asunto, era incapaz de vocalizar.
- ¿Tú eres ese Juan? ¿no?, aquel que por tu culpa Nerea ha tenido que huir de España,
aquel que casi hace que Nerea mate, aquel que hizo que ella robase un coche. Y ahora
te presentas aquí… con esa cara que tienes… ¿Para qué fin? ¿Para volver a
arrastrarla a la delincuencia?
- Clermont, tranquilo, tranquilízate… -dijo Nerea con miedo a que este asunto llegase a
las manos.
- ¿Qué me tranquilice? ¿Se puede saber qué hace este tío aquí?
- Entra a casa yo voy a hablar con él. Confía en mí.
Clermont, muy alterado, entró a casa dando un puñetazo a la pared y dejando a Nerea
y a Juan en el hall de la entrada.
Cuando estuvieron hablando, llamaron al teléfono y lo cogió Clermont:
- ¡Dígame! -dijo Clermont.
- ¿Nerea, eres tú? Dijo Jesús.
- No, soy Clermont, Nerea está hablando con el fugitivo ese de Juan -respondió el
hombre.
- ¡Cómo! ¿Que está Juan en Francia? -dijo Jesús muy sorprendido.
- Sí y está hablando con tu hermana -dijo Clermont.
- ¡Dile a mi hermana que se ponga ahora mismo! -respondió el hermano.
Nerea se puso al teléfono y no quería saber nada de su hermano porque estaba
cansada de él y le colgó el teléfono. A Clermont no le gustó lo que había visto y decidió
coger a Nerea del brazo y cerrar la puerta de casa con llave para que Nerea no escapara.
Juan no se rindió y estuvo todo el rato llamando al timbre y a la puerta sin parar.
Clermont se cansó de él y decidió llamar a la policía para ver si podían hacer algo con
Juan.
Cuando Nerea se enteró, corrió hacia la puerta y le dijo a Juan que se fuera corriendo
porque habían llamado a la policía. Juan se quedó muy sorprendido y decidió esconderse
en una alcantarilla.
Cuando la policía llegó a casa de Jesús, se encontró con una situación que no era
nada sospechosa, y los gendarmes cogieron a Clermont y se lo llevaron detenido, por falsa
denuncia. La policía francesa es muy dura con este tipo de cosas. Mientras se llevaban a
Clermont, que estuvo durante cuatro días en el calabozo, Juan estuvo sobreviviendo en las
alcantarillas del barrio del hermano de Nerea, comía de lo que conseguía robar de la
frutería de la esquina.
Jesús, mientras tanto, en España estaba preocupado por la conversación con su
hermana, pero no podía volver porque estaba en una operación de traficantes de armas
ilegales.
Nerea durante esos días se fue a buscar a Juan por esos barrios, durante esa
búsqueda un hombre le robó la cartera y el móvil y Nerea echó a correr para que no le
hiciera daño.
A los cuatro días Juan, salió de la alcantarilla y llamó a casa donde estaba Nerea. Él
insistía llamando al timbre pensando que no le quería abrir, pero era todo lo contrario, ella
no estaba en casa y estaba buscando a Juan en Coconutpete.
Después de más de una hora Nerea volvió a casa y se encontró a Juan y lo metió
rápidamente para que nadie lo viera. Nerea tenía mucho que hablar con Juan.
- Juan, hacía tiempo que no te veía- dijo Nerea con lágrimas en los ojos.
- Te he estado buscando por muchos sitios- dijo Juan, emocionado.
- Pero, ¿a que huele aquí? -respondió Nerea.
- Soy yo, que he estado durante varios días en una alcantarilla -dijo Juan.
- ¡Cómo! Llevas varios días ahí y yo buscando en el barrio -respondió Nerea, bastante
sorprendida.
Nerea le echó la bronca por no haber dado señales de vida y se fueron a dar un paseo por
el barrio. Cuando estaban dando el paseo apareció un coche patrulla de la policía francesa,
que reconoció a Juan y le siguieron hasta casa sin levantar sospecha. Mientras les seguían,
hicieron una llamada a la central para que dejaran libre a Clermont porque tenía razón, Juan
estaba en su casa con Nerea.
Al llegar a casa con Nerea, Juan le dijo que estaba harto de huir de todos, y le ofreció irse a
vivir a Holanda, donde no los buscarían, Nerea aceptó la propuesta de Juan.
Cuando estaban haciendo la maleta, apareció Clermont, y agarró a Juan por el cuello
intentando ahogarlo, pero Juan consiguió escapar de sus manos y Nerea y él consiguieron
marcharse al aeropuerto a comprar los billetes de avión para Holanda.
En esos momentos, cuando estaban en el mostrador, aparecieron varios policías de
paisano buscando a Juan y a Nerea, era el momento de darse por vencidos y dejar de huir….
Pero a Juan se le ocurrió una cosa.